El Zorro Renart
El Zorro Renart
El Zorro Renart
Tiene su continuación en la mayoría de los folclores y de las culturas del mundo. Encarna a un tipo social y cultural
concreto, el trickster, el pícaro, el mentiroso. En el imaginario medieval, Renart representa una dimensión que los antiguos
griegos habían definido con el nombre de metis.
Renart expresa la compleja naturaleza de las relaciones entre los hombres y los animales. En la lectura del libro del
Génesis, en el Antiguo Testamento, Dios ofrece los animales al hombre, pide a aquél que les de nombre, dando la
legitimidad de un dominio sobre ellos.
Los animales encuentran al hombre en la vida cotidiana de la sociedad feudal: animales del hogar (unidos a la familia),
animales de las labores agrícolas (fundamentales en el mundo rural), animales del universo de la caza (espacio protegido
y prestigioso del grupo señorial). A esa familiaridad habitual se yuxtapuso muy pronto una intensa vida simbólica. Toda la
vida moral de los hombres se refleja en el mundo animal. En esa sociedad animal, el zorro ocupa un lugar privilegiado.
Además de sus significados esenciales, el de la encarnación de la astucia y el de la ambigüedad de los seres, Renart está
vinculado en el imaginario medieval y europeo a dos relaciones significativas:
-no puede ser considerado fuera de la sociedad en la que vive, que es una imagen de la sociedad feudal monárquica. En
el interior de esa sociedad, tiene una relación privilegiada con el León, que es el rey. Renart es tan pronto el vasallo y el
servidor del león, como su opositor, y acaba por ser el usurpador.
Renart está presente en la Biblia en el Cantar de los Cantares y también en poemas clericales de finales del siglo XI.
El Roman de Renart hace definitivamente de Renart uno de los héroes del imaginario medieval. Es una obra única en la
historia de la literatura. Fue escrito por clérigos y después los historiadores de la literatura, a partir de fragmentos más o
menos independientes, compuestos por múltiples autores en épocas diversas entre 1170 y 1250 aproximadamente,
formaron lo que se ha llamado las “ramas”.
A través de las diversas ramas del Roman de Renart se puede reconstruir una intriga más o menos continua. Renart juega
sucesivamente malas pasadas al gallo Chantecler, al herrerillo, al gato Tibert, al cuervo Tiecelin y, sobre todo, al lobo
Ysengrin. Humilla a sus libeznos, se acuesta con su mujer e incluso la viola en su presencia. Ysengrin y su esposa van a
pedir justicia al rey Noble, el león. Renart evita la sentencia del tribunal jurando que reparará el daño que ha hecho.
Humilla más que nunca al lobo. Convocado de nuevo a la corte de Noble, no comparece y devora a Coupé, la gallina.
Acaba por ir a la corte. Condenado a la horca, escapa de ella jurando que realizará una peregrinación a Tierra Santa. En
cuánto queda libre, lanza la cruz y se estaba. El rey le asedia sin éxito en su castillo subterráneo, comete mil maldades,
seduce a la leona (la reina) e intenta usurpar el trono real del león. Por fin, mortalmente herido, es enterrado con
magnificencia ante la alegría de sus víctimas, pero resucita, dispuesto a volver a empezar.
Renart es la encarnación de comportamientos que se degradan desde la inteligencia hasta la trampa y la traición por
medio de la astucia. Es el ejemplo de la heroizacion de la astucia.
Debido a sus intrigas en la corte de los animales, Renart hace pensar en la astucia en su contexto social y político. Está
vinculado a un lugar; está unido a la tierra y a esa especie de contra castillo suyo. Renart hace aparecer un elemento
fundamental del imaginario medieval: la búsqueda demencial y apasionada del alimento. Es probable que el Roman de
Renart sea, más que nada, una epopeya del hambre. Renart es, también, una figura típica de las relaciones entre los
hombres y las mujeres: es la encarnación del macho feudal que oscila entre la seducción y la violencia hacia las mujeres.
Conforme avanza el siglo XIII, la imagen de Renart adquiere un aire satírico cada vez más fuerte y se aleja de los rasgos
propiamente animales de sus comienzos, se demoniza. Encarna una imagen fundamental del diablo, del mentiroso.
Después del siglo XII, el segundo gran momento de la entrada de Renart en el imaginario europeo es la época clásica de
los siglos XVII y XVIII. El fabulita La Fontaine pone a Renart en escena en veinticuatro de sus fábulas. Renart es siempre el
mentiroso, el astuto, pero el fabulita sobre todo quiso humanizar al animal y lo que él simboliza, viendo, en los defectos
que lo hacían aborrecible en la Edad Media, más bien debilidades que le hacen humano.
En la literatura francesa se han dedicado muchas obras a Renart, “ese ser doble y ambivalente que fascina, que está entre
la naturaleza y la cultura, entre el bien y el mal”.