Prólogo de Gustavo Adolfo Bécquer en

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 1

Prólogo de Gustavo Adolfo Bécquer en “La soledad” de Ferrán

Bécquer comienza describiendo a Andalucía y Sevilla como lugares de los cuales tiene buenos recuerdos, lugares en los
cuales hay felicidad. Sin embargo, luego divisa a Madrid, sucia, negra y fea, que le da frío hasta a su alma.

Luego dice que ese mundo de recuerdos es como un conjuro mágico. Luego habla de dos tipos de poesías; una magnifica
y sonora, hija de la meditación y el arte, que habla a la imaginación. Luego esta la otra poesía, una natural, breve, que
brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con una palabra y huye, desnuda de artificio.

La primera tiene un valor dado: es la poesía de todo el mundo. La segunda carece de medida absoluta; adquiere las
proporciones de la imaginación que impresiona: puede llamarse la poesía de los poetas. La una es el fruto divino de la
unión del arte y de la fantasía. La otra es la centella inflamada que brota al choque del sentimiento y la pasión. Las poesías
de este libro pertenecen al último de los dos géneros, porque son populares, y la poesía popular es la síntesis de la poesía.

El pueblo ha sido, y será siempre, el gran poeta de todas las edades y de todas las naciones. Nadie mejor que él sabe
sintetizar en sus obras las creencias, las aspiraciones y el sentimiento de una época. Como a sus maravillosas concepciones,
el pueblo da a la expresión de sus sentimientos una forma especialísima. Una frase sentida, un toque valiente o un rasgo
natural, le bastan para emitir una idea, caracterizar un tipo o hacer una descripción. Esto y no más son las canciones
populares. Todas las naciones las tienen. Las nuestras, las de toda la Andalucía en particular, son acaso las mejores.

La poesía popular, sin perder su carácter, comienza aquí a elevar su vuelo.

La honda admiración que nos sobrecoge al sentir levantarse en el interior del alma un maravilloso mundo de ideas
incomprensibles, ideas que flotan como flotan los astros en la inmensidad.

Esa amargura que corroe el corazón, ansioso de goces, goces que pasan a su lado y huyen lanzándole una carcajada,
cuando tiende la mano para asirlos; goces que existen, pero que acaso nunca podrá conocer.

Esa impaciencia nerviosa que siempre espera algo, algo que nunca llega, que no se puede pedir, porque ni aun se sabe su
nombre; deseo quizá de algo divino, que no está en la tierra, y que presentimos no obstante. Esa desesperación del que
no puede ahuyentar los dolores, y huye del mundo, y los tormentos le siguen, porque sus torturas son sus ideas, que,
como su sombra, le acompaña a todas partes. Esa lúgubre verdad que nos dice que llevamos un germen de muerte dentro
de nosotros mismos; todos esos sentimientos, todas esas grandes ideas que constituyen la inspiración, están expresados
en los cuatro cantares que preceden, con una sobriedad y una maestría que no puede menos de llamar la atención.

También podría gustarte