El Pobre Desvalido
El Pobre Desvalido
El Pobre Desvalido
HECHO ya todo lo que puede hacerse para ayudar al pobre a satisfacer sus
necesidades, quedan aún las viudas y los huérfanos, los ancianos, los desvalidos
y los enfermos, quienes requieren también simpatía y cuidados. No hay que
desatenderlos jamás. Dios los encomienda a la misericordia, al amor y al tierno
cuidado de todos los que él ha establecido por sus mayordomos.
La familia de la fe
"Así pues, según tengamos oportunidad, obremos lo que es bueno para con todos,
y mayormente para con los que son de la familia de la fe." (Gálatas 6:10, V.M.)
Así como los miembros de una familia fiel cuidan unos de otros, atendiendo a los
enfermos, soportando a los débiles, enseñando a los que no saben, educando a
los inexpertos, así también los de "la familia de la fe" han de cuidar de sus
necesitados y desvalidos. De ninguna manera han de desentenderse de ellos.
Las viudas y los huérfanos son objeto especial del cuidado del Señor.
Dios nos invita a suplir en lo posible la falta de padre impuesta a estos niños. En
vez de retraeros de ellos, lamentando sus defectos y las molestias que pueden
causar, ayudadles en todo lo que podáis. Procurad aliviar a la madre agobiada.
Aligeradle la carga.
Muchos que no tienen hijos, harían una buena obra si se encargaran de los hijos
de otros. En vez de cuidar de animalitos y dedicarles nuestros afectos, atendamos
más bien a los pequeñuelos, cuyo carácter puede formarse según la imagen
divina. Demos nuestro amor a los miembros desamparados de la familia humana.
Veamos a cuántos de estos niños podemos educar en la disciplina y la
amonestación del Señor. Muchos son los que al obrar así recibirían gran beneficio
ellos mismos.
Los ancianos
Siempre que sea posible, debe ser privilegio de los miembros de cada familia
atender a los suyos. Cuando esto no puede hacerse, tócale a la iglesia hacerlo, y
ella debe considerarlo como privilegio y obligación. Todo el que tiene el espíritu de
Cristo mirará con ternura a los débiles y los ancianos.
"Siempre tendréis los pobres con vosotros "-dijo Cristo,- "y cuando quisiereis les
podréis hacer bien." (S. Marcos 14:7.) "La religión pura y sin mácula delante de
Dios y Padre es esta: Visitar los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y
guardarse sin mancha de este mundo." (Santiago 1:27.)
Al poner entre ellos a los desamparados y a los pobres, para que dependan de su
cuidado, Cristo prueba a los que dicen ser sus discípulos. Por nuestro amor y
servicio en pro de sus hijos necesitados revelamos lo verdadero de nuestro amor a
él. Desatenderlos equivale a declararnos falsos discípulos, extraños a Cristo y a su
amor.
Nadie puede practicar la verdadera benevolencia sin sacrificio. Sólo mediante una
vida sencilla, abnegada y de estricta economía podemos llevar a cabo la obra que
nos ha sido señalada como a representantes de Cristo. El orgullo y la ambición
mundana deben ser desalojados de nuestro corazón. En todo nuestro trabajo ha
de cumplirse el principio de la abnegación manifestado en la vida de Cristo. En las
paredes de nuestras casas, en los cuadros, en los muebles, tenemos que leer esta
inscripción: "A los pobres que no tienen hogar acoge en tu casa." En nuestros
roperos tenemos que ver escritas, como con el dedo de Dios, estas palabras:
"Viste al desnudo." En el comedor, en la mesa cargada de abundantes manjares,
deberíamos ver trazada esta inscripción: "Comparte tu pan con el hambriento."
Se nos ofrecen miles de medios de ser útiles. Nos quejamos muchas veces de
que los recursos disponibles son escasos; pero si los cristianos tomaran las cosas
más en serio, podrían multiplicar mil veces esos recursos. El egoísmo y la
concupiscencia nos impiden ser más útiles.
¡Cuánto no se gasta en cosas que son meros ídolos, cosas que embargan la
mente, el tiempo y la energía que deberían dedicarse a usos más nobles! ¡Cuánto
dinero se derrocha en casas y muebles lujosos, en placeres egoístas, en manjares
costosos y malsanos, en perniciosos antojos! ¡Cuánto se malgasta en regalos que
no aprovechan a nadie! En cosas superfluas y muchas veces perjudiciales gastan
los cristianos de profesión mucho más de lo que gastan en el intento de arrebatar
almas de las garras del tentador.
Muchos cristianos de profesión gastan tanto en su vestimenta que nada les queda
para las necesidades ajenas. Se figuran que han de lucir adornos y prendas de
mucho valor, sin pensar en las necesidades de los que apenas pueden
proporcionarse la ropa más modesta.
Hermanas mías, si conformáis vuestro modo de vestir con las reglas de la Biblia
dispondréis de abundantes recursos con que auxiliar a vuestras hermanas pobres.
Dispondréis no, sólo de recursos, sino de tiempo, que muchas veces es lo que
más se necesita. Son muchas las personas a quienes podríais ayudar con
vuestros consejos, vuestro tacto y vuestra habilidad. Mostradles cómo se puede
vestir sencillamente y, no obstante, con buen gusto. ¡Cuántas mujeres no van a la
casa de Dios porque sus vestidos no les sientan bien y contrastan
deplorablemente con los de las demás! Muchas de estas personas son
quisquillosas al respecto y albergan sentimientos de amarga humillación e
injusticia a causa de este contraste. Y por ello, muchas dudan de la realidad de la
religión y endurecen sus corazones contra el Evangelio.
Cristo nos manda: "Recoged los pedazos que han quedado, porque no se pierda
nada." (S. Juan 6:12.) Mientras que cada día millares perecen de hambre, en
matanzas, incendios y epidemias, incumbe a todo aquel que ama a sus
semejantes procurar que nada sea desperdiciado, que no se gaste sin necesidad
nada de lo que puede aprovechar a algún ser humano.
"Dad, y se os dará"
"El que aparta sus ojos, tendrá muchas maldiciones"; pero "el que da al pobre, no
tendrá pobreza." (Proverbios 28:27.)