Meditación Del Papa
Meditación Del Papa
Meditación Del Papa
Pero, desafortunadamente, no todas las familias respiran este mismo aire que
reinaba en la casita de Nazaret. Ni muchos niños o personas mayores han
corrido siquiera la misma suerte que la mayoría de nosotros. Por desgracia, el
mundo en el que nos toca vivir padece una grave crisis familiar y,
tristísimamente, se va haciendo cada vez más común en las sociedades ricas y
bien acomodadas de hoy en día. ¡Cuántos hogares rotos! ¡Cuántas familias
destruidas! ¡Cuántos niños que no conocen lo que es el amor y la ternura de
unos padres buenos, la paz y la felicidad de una familia unida! ¡Cuántos bebés
que ni siquiera han conocido el calor y los brazos de una madre porque han
sido abandonados al nacer –o peor todavía— asesinados y abortados en el
seno de su propia madre!
Basta echar una mirada a nuestro alrededor, sobre todo en las grandes
ciudades, para contemplar esta dramática situación. Y no me refiero sólo a
Europa y a Norteamérica. Desafortunadamente, también en nuestro México y
en América Latina comienza a infiltrarse este cáncer mortal. No nos hace daño
pensar, en un día como hoy, en todos estos hermanos nuestros que sufren
estas carencias o las provocan en los demás. Y, al recordarlos, elevemos una
ferviente oración a nuestro Padre Dios por cada uno de ellos.
Se podría tal vez decir que hoy no es un día para pensar en cosas tristes. Y es
cierto. Sería más hermoso meditar en la belleza de la Sagrada Familia o evocar
hermosos recuerdos de la nuestra. Sí. Pero, por desgracia, lo que estoy
diciendo no son inventos o cuentos chinos, sino hechos que suceden a diario.
En este caso, evitar esos temas "molestos" sería como taparnos los ojos para
no ver la realidad y para evitar sentir en nuestra conciencia el aguijón del
pecado y de tantas injusticias que se cometen hoy en el mundo. Sería un
pecado gravísimo de omisión, de egoísmo y de comodidad no pensar en los
demás o no tratar de hacer algo por ellos.
Tal vez podamos preguntarnos qué podemos hacer nosotros, desde nuestra
casa, para ayudar a solucionar este grave problema. Nos parecerá que somos
impotentes y que nada podemos aportar. Sin embargo, no es así. Te voy a
sugerir algo brevemente.
Por eso, no podemos no pensar, amar y ayudar a los demás. Comencemos por
las cosas pequeñas, por hacer aquello que sí está al alcance de nuestra mano
realizar. Comencemos por amar y ayudar al niño de la calle que nos pide
limosna; enseñemos a nuestros hijos a compartir con los pobres lo que Dios sí
nos ha dado a nosotros. ¿Por qué no invitar a un niño pobre o a una de estas
familias a cenar un día a nuestra casa? ¿Te parece excesivo? Sugiramos a
nuestros niños que le regalen uno de sus juguetes a alguno de esos pobrecitos,
o que lo inviten a jugar con ellos, como hacen tantas familias buenas en las
Misiones de Semana Santa.
Propósito
¿No sería hermoso, por ejemplo, que se organizaran varias de nuestras
familias para ofrecer una cena de Navidad o de Año nuevo a otras familias
pobres? En lugar de gastar mil pesos más en bagatelas y caprichos nuestros,
¡démosles un regalo a los pobres! Sí, a ésos que conocemos, a los que vemos
todos los días en la calle, tal vez mendigando de nuestro barrio… Si esto
hacemos, podremos de verdad llamarnos cristianos y comenzaremos a vivir,
con nuestras obras, el auténtico mensaje de la Navidad.
LITURGIA
Es un rito que se desarrolló bastante tarde; la liturgia originaria tiene las palabras.
Pero encontramos en uso mucho más que este núcleo esencial en cada Iglesia desde
el Siglo I. La Eucaristía se celebraba siempre al final de un servicio de lecturas,
salmos, oraciones y predicación, que era meramente una continuación del servicio de
la sinagoga. Así tenemos en todas partes esta doble función; primero un servicio de
sinagoga cristianizado, en el que se leen los libros sagrados, se cantan salmos, se
rezan oraciones por el obispo en nombre de todos (respondiendo el pueblo “Amen” en
hebreo, como lo hacían sus antepasados judíos), y se pronunciaban homilías,
explicaciones de lo que se había leído, por el obispo o sacerdotes, tal como se había
hecho en la sinagoga por los letrados y ancianos (vg: Lucas, 4, 16-27). Esto es lo que
se conoció después como la Liturgia de los Catecúmenos. Luego seguía la Eucaristía,
en la que sólo estaban presentes los bautizados.
Otra parte