Meditación Del Papa

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Meditación del Papa

En el Evangelio no encontramos discursos sobre la familia, sino un


acontecimiento que vale más que cualquier palabra: Dios quiso nacer y crecer
en una familia humana. De este modo, la consagró como camino primero y
ordinario de su encuentro con la humanidad.
            En su vida transcurrida en Nazaret, Jesús honró a la Virgen María y al
justo José, permaneciendo sometido a su autoridad durante todo el tiempo de
su infancia y su adolescencia. Así puso de relieve el valor primario de la familia
en la educación de la persona. María y José introdujeron a Jesús en la
comunidad religiosa, frecuentando la sinagoga de Nazaret. Con ellos aprendió
a hacer la peregrinación a Jerusalén, como narra el pasaje evangélico que la
liturgia de hoy propone a nuestra meditación. Cuando tenía doce años,
permaneció en el Templo, y sus padres emplearon tres días para encontrarlo.
Con ese gesto les hizo comprender que debía "ocuparse de las cosas de su
Padre", es decir, de la misión que Dios le había encomendado.
Este episodio evangélico revela la vocación más auténtica y profunda de la
familia: acompañar a cada uno de sus componentes en el camino de
descubrimiento de Dios y del plan que ha preparado para él. María y José
educaron a Jesús ante todo con su ejemplo: en sus padres conoció toda la
belleza de la fe, del amor a Dios y a su Ley, así como las exigencias de la
justicia, que encuentra su plenitud en el amor. De ellos aprendió que en primer
lugar es preciso cumplir la voluntad de Dios, y que el vínculo espiritual vale
más que el de la sangre.(Benedicto XVI, 31 de diciembre de 2006)
Reflexión
Es sumamente hermoso y consolador saber que tenemos a esta maravillosa
familia -a Jesús, María y José- como protectora de nuestras propias familias.
Pero no sólo. Ellos son también el prototipo y el modelo más perfecto de
familia que hemos de imitar en nuestra vida. ¡Cuánta delicadeza, ternura y
comprensión reinaría entre esas almas tan singulares! ¡Qué trato tan dulce,
cariñoso y respetuoso dispensaría José a María, y Ella a su esposo! Y, ¿cómo
sería el amor y la obediencia que animara a Jesús hacia sus padres y de todos
entre sí! Sin duda alguna, pasar un rato junto a ellos sería como gozar del cielo
en la tierra.

Pero, desafortunadamente, no todas las familias respiran este mismo aire que
reinaba en la casita de Nazaret. Ni muchos niños o personas mayores han
corrido siquiera la misma suerte que la mayoría de nosotros. Por desgracia, el
mundo en el que nos toca vivir padece una grave crisis familiar y,
tristísimamente, se va haciendo cada vez más común en las sociedades ricas y
bien acomodadas de hoy en día. ¡Cuántos hogares rotos! ¡Cuántas familias
destruidas! ¡Cuántos niños que no conocen lo que es el amor y la ternura de
unos padres buenos, la paz y la felicidad de una familia unida! ¡Cuántos bebés
que ni siquiera han conocido el calor y los brazos de una madre porque han
sido abandonados al nacer –o peor todavía— asesinados y abortados en el
seno de su propia madre!

Basta echar una mirada a nuestro alrededor, sobre todo en las grandes
ciudades, para contemplar esta dramática situación. Y no me refiero sólo a
Europa y a Norteamérica. Desafortunadamente, también en nuestro México y
en América Latina comienza a infiltrarse este cáncer mortal. No nos hace daño
pensar, en un día como hoy, en todos estos hermanos nuestros que sufren
estas carencias o las provocan en los demás. Y, al recordarlos, elevemos una
ferviente oración a nuestro Padre Dios por cada uno de ellos.

Se podría tal vez decir que hoy no es un día para pensar en cosas tristes. Y es
cierto. Sería más hermoso meditar en la belleza de la Sagrada Familia o evocar
hermosos recuerdos de la nuestra. Sí. Pero, por desgracia, lo que estoy
diciendo no son inventos o cuentos chinos, sino hechos que suceden a diario.
En este caso, evitar esos temas "molestos" sería como taparnos los ojos para
no ver la realidad y para evitar sentir en nuestra conciencia el aguijón del
pecado y de tantas injusticias que se cometen hoy en el mundo. Sería un
pecado gravísimo de omisión, de egoísmo y de comodidad no pensar en los
demás o no tratar de hacer algo por ellos.

Recordemos, aquel elocuente testimonio de la Madre Teresa de Calcuta. Ella


gritaba al mundo entero: "Si oyen que alguna mujer no quiere tener a su hijo y
desea abortar, intenten convencerla para que me traiga ese niño. Yo lo amaré,
viendo en él el signo del amor de Dios".

Tal vez podamos preguntarnos qué podemos hacer nosotros, desde nuestra
casa, para ayudar a solucionar este grave problema. Nos parecerá que somos
impotentes y que nada podemos aportar. Sin embargo, no es así. Te voy a
sugerir algo brevemente.

Estamos todavía celebrando estas hermosas fiestas de la Navidad. Acaba de


nacer el Niño Dios en Belén y en nuestros corazones. Pues no olvidemos que
Jesús, al encarnarse y al hacerse uno de nosotros, se identifica con cada niño y
con cada ser humano. Por eso nos dijo que todo lo que hagamos a los demás,
lo considera como hecho a Sí mismo; que el que recibe a un niño en su
Nombre, lo recibe a Él; y que los ángeles contemplan en cada niño el rostro
mismo de Dios.

Por eso, no podemos no pensar, amar y ayudar a los demás. Comencemos por
las cosas pequeñas, por hacer aquello que sí está al alcance de nuestra mano
realizar. Comencemos por amar y ayudar al niño de la calle que nos pide
limosna; enseñemos a nuestros hijos a compartir con los pobres lo que Dios sí
nos ha dado a nosotros. ¿Por qué no invitar a un niño pobre o a una de estas
familias a cenar un día a nuestra casa? ¿Te parece excesivo? Sugiramos a
nuestros niños que le regalen uno de sus juguetes a alguno de esos pobrecitos,
o que lo inviten a jugar con ellos, como hacen tantas familias buenas en las
Misiones de Semana Santa.

Propósito
¿No sería hermoso, por ejemplo, que se organizaran varias de nuestras
familias para ofrecer una cena de Navidad o de Año nuevo a otras familias
pobres? En lugar de gastar mil pesos más en bagatelas y caprichos nuestros,
¡démosles un regalo a los pobres! Sí, a ésos que conocemos, a los que vemos
todos los días en la calle, tal vez mendigando de nuestro barrio… Si esto
hacemos, podremos de verdad llamarnos cristianos y comenzaremos a vivir,
con nuestras obras, el auténtico mensaje de la Navidad.

Diálogo con Cristo


¡Cuántas lecciones me das Jesús con tu vida escondida en Nazaret! En ella
compartiste la condición de la inmensa mayoría de los hombres: una vida
cotidiana sin aparente importancia, vida de trabajo manual, vida sometida a la
ley de Dios, vida en familia, pero siempre sabiendo dar el lugar que le
corresponde a Dios nuestro Señor. Ayúdame a santificarme, con tu gracia en
las actividades ordinarias de este día.
Meditatio: Algunas preguntas
para orientar la meditación y la actualización.
¿Por qué el evangelista Lucas narra este episodio de la vida de Jesús? ¿Cuál es
el culmen, el centro del pasaje? Llega el momento en el que las relaciones
familiares (comunitarias) son tensas y difíciles, surgen incomprensiones.
¿Buscamos la autonomía y la independencia? ¿Qué es lo que llega a ser lo más
importante a un cierto punto de nuestra existencia? Los afectos, las relaciones,
la afirmación de sí mismo, los valores, los negocios, la moral, ¿se pueden
ordenar jerárquicamente? Cuando la familia (una comunidad multiétnica),
como a veces hoy se puede encontrar, es “ampliada” con padres casados de
nuevo, hijos e hijas, hermanos y hermanas, abuelos y abuelas, parientes del
padre o de la madre, ¿sobre qué punto firme se puede apoyar? ¿Hay que
someterse a alguno o toca rebelarse?
5. Una clave de lectura
Nos encontramos en los así llamados relatos de la infancia según Lucas (cap.
1-2) en los versículos finales. Un prólogo teológico y cristológico más que
histórico, en el que vienen presentado los motivos que se harán después
frecuente en la catequesis de Lucas: el templo, el viaje a Jerusalén, la filiación
divina, los pobres, el Padre misericordioso, etc. Con una lectura retrospectiva,
en la infancia de Jesús ya aparecen los signos de su vida futura. María y José
conducen a Jesús a Jerusalén para participar en una de las tres
peregrinaciones ( en la Pascua, en Pentecostés, y para la fiesta de las
Cabañas) prescriptos por la ley (Dt 16,16). Durante los siete días legales de
fiesta la gente participaba en el culto y escuchaba a los Rabinos que discutían
bajo el pórtico del Templo. “El niño Jesús se quedó en Jerusalén”, la ciudad
que el Señor ha escogido para su sede (2Re 21,4-7; Jer 3,17; Zc 3,2), donde
está el Templo (Sal 68,30; 76,3; 135,21), único lugar de culto para el
judaísmo (Jn 4,2). Jerusalén es el lugar en el que “todo lo que fue escrito por
los profetas se cumplirá” (Lc 18,21), el lugar de su “despedida” (Lc 9,31.51;
24,18) y de las apariciones del resucitado (Lc 24,33.36-49). Los padres “se
pusieron a buscarle” con ansia y angustia (44.45.48.49). ¿Cómo es posible
perder un hijo, no caer en la cuenta que Jesús no va en la caravana? ¿Es Cristo
el que debe seguir a los demás o al contrario? “Después de tres días” termina
la “pasión” y encuentran a Jesús en el Templo, entre doctores, enseñando,
entre el estupor general. Comienzan a desvelarse las características de su
misión, que encuentran su compendio en las primeras palabras pronunciadas
por Jesús en el evangelio de Lucas: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que
yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” Pero ¿quién es su padre? ¿Por
qué buscarlo? Es el mismo Padre de las últimas palabras de Jesús, según
Lucas, en la cruz “Padre, en tus manos entrego mi espíritu" (23,46) y en la
ascensión al cielo: “Y yo os mandaré lo que mi Padre ha prometido” (24,49).
Ocurre, ante todo, que se debe obedecer a Dios, como bien lo había entendido
Pedro, después de Pentecostés (At 5,29), buscar el Reino de Dios y su justicia
(Mt 6,33), buscar al Padre en la oración (Mt 7,7-8), buscar a Jesús (Jn 1,38)
para seguirlo. Jesús declara su independencia – “yo debo” – cuando se refiere
al Padre celestial. Él lo hace conocer en su inmensa bondad (Lc 15), pero con
todo crea una distancia, una rotura, con respecto a los suyos. Antes de los
lazos afectivos, de la realización personal, de los negocios...está el proyecto de
Dios. "¡Padre, si quieres, aparta de mi este cáliz! Pero no se haga mi
voluntad”. (Lc 22,42) . Para la madre María empieza a realizarse la profecía de
Simeón (Lc 2,34), “pero ellos no comprendieron”. La incomprensión de los
suyos es también la de los discípulos cuando el anuncio de la Pasión (18,34)
¿Rebelarse? ¿Someterse? ¿Irse? Jesús “vino a Nazaret y vivía sujeto a ellos”
dice Lucas, y María “conservaba todas estas cosas en su corazón”. La conducta
de María expresa el desarrollo de la fe de una persona que crece y progresa en
la inteligencia del misterio. Jesús revela que la obediencia a Dios es la
condición esencial para realizarse en la vida, por un camino de
participación en la familia y en la comunidad. La obediencia al Padre es
lo que nos hace hermanos y hermanas, nos enseña a obedecer el uno
al otro, a escucharnos, a reconocer el uno en el otro el proyecto de
Dios. En este clima se crean las condiciones para crecer “ en sabiduría,
edad y gracia delante de Dios y de los hombres “ y caminar juntos.

LITURGIA

PARA LA PARTE DE LA INTRODUCCIÓN DEL TEMA:

La formación litúrgica es un proceso y nunca debe ser entendida


tan sólo como un conjunto de conocimientos sobre la liturgia,
sino que afecta también a la espiritualidad de los creyentes y a
su participación en la vida litúrgica de la Iglesia. Por lo tanto, la
formación litúrgica es una necesidad ya que es un aspecto
esencial de la formación cristiana integral, situada entre la
educación de la fe y la formación moral, y que tiene por
finalidad introducir a los miembros de la Iglesia en la
participación consciente, activa y fructuosa en la liturgia para
una vida cristiana más plena
(cf. GE 2, SC 14, 19, 48).

DEFINICIÓN DE LAPALABRA LITURGIA

Del latín liturgĭa, que a su vez proviene de un vocablo griego que


significa “servicio público”, la liturgia es el orden y forma con
que se realizan las ceremonias de culto en una religión. El término
también puede utilizarse para hacer referencia al ritual de las
ceremonias o actos solemnes que no son religiosos.

Por ejemplo: “El sacerdote comenzó la liturgia con la lectura de un


pasaje de los Santos Evangelios”, “La liturgia comenzará a las 10
horas y luego el obispo se quedará conversando con los
feligreses”, “La liturgia peronista se hizo sentir en el acto de la
presidenta con bombos y banderas”.
La liturgia, en otras palabras, es un conjunto de ritos o rituales. El
bautismo, el casamiento, los festejos de cumpleaños y los entierros
forman parte de una liturgia que obedece ciertas reglas explícitas o
tácitas. En una fiesta de cumpleaños, se sirve torta sobre el final del
evento y el homenajeado sopla una o más velas

En el caso de las religiones, la liturgia es más estricta y se celebra de


acuerdo a ciertas reglas que son recogidas en los libros litúrgicos. Se
conoce como  misal al libro litúrgico que contiene las ceremonias,
lecturas y oraciones para la celebración de la Santa Misa, según el rito
romano. Se trata del libro litúrgico oficial de la Iglesia Católica,
compuesto por tres partes: el ordinario de misa, el santoral y las misas
de difuntos.
Son acciones litúrgicas (lo litúrgico) aquellos actos sagrados
que, por institución de Jesucristo o de la Iglesia, y en su
nombre, son realizados por personas legítimamente designadas
para este fin, en conformidad con los libros litúrgicos aprobados
por la Santa Sede, para dar a Dios, a los santos ya los beatos el
culto que les es debido. Lo litúrgico «es lo que pertenece al
entero cuerpo eclesial y lo pone de manifiesto» (SC 26) y
constituye la eficacia objetiva de los actos de culto. 

ACTUALMENTE, la institución de la liturgia:


La tendencia entre los estudiosos ahora es a admitir algo muy similar a una Liturgia
reglada, aparentemente uniforme en gran medida en las ciudades principales, incluso
tan pronto como en el Siglo I o a primeros del II. En primer lugar el esbozo
fundamental del rito de la Sagrada Eucaristía venía dado por el relato de la Última
Cena. Lo que había hecho entonces nuestro Señor, lo mismo que dijo a sus
seguidores que hicieran en memoria de Él. No habría sido en absoluto una Eucaristía
si el celebrante no hubiera hecho al menos lo que nuestro Señor hizo la noche antes
de morir. Así tenemos en todas partes desde el mismo comienzo al menos este
núcleo uniforme de una Liturgia: el pan y el vino se traen al celebrante en recipientes
(un plato y una copa); los pone en una mesa – el altar; de pie ante ellos en una actitud
natural de plegaria los toma en sus manos, da gracias, como había hecho nuestro
Señor, dice de nuevo las palabras de institución, parte el pan y da el Pan y el Vino
consagrados en comunión al pueblo. La ausencia de las palabras de institución en el
Rito Nestoriano no es argumento contra la universalidad de este orden.

Es un rito que se desarrolló bastante tarde; la liturgia originaria tiene las palabras.
Pero encontramos en uso mucho más que este núcleo esencial en cada Iglesia desde
el Siglo I. La Eucaristía se celebraba siempre al final de un servicio de lecturas,
salmos, oraciones y predicación, que era meramente una continuación del servicio de
la sinagoga. Así tenemos en todas partes esta doble función; primero un servicio de
sinagoga cristianizado, en el que se leen los libros sagrados, se cantan salmos, se
rezan oraciones por el obispo en nombre de todos (respondiendo el pueblo “Amen” en
hebreo, como lo hacían sus antepasados judíos), y se pronunciaban homilías,
explicaciones de lo que se había leído, por el obispo o sacerdotes, tal como se había
hecho en la sinagoga por los letrados y ancianos (vg: Lucas, 4, 16-27). Esto es lo que
se conoció después como la Liturgia de los Catecúmenos. Luego seguía la Eucaristía,
en la que sólo estaban presentes los bautizados. 
Otra parte

LAS DIVERSAS FASES DE L.A OBRA DE SALVACIÓN REALIZADA


POR CRISTO Y ACTUADA EN LA LITURGIA. Jesucristo es el centro de
todo el culto cristiano, el único mediador entre Dios y los hombres (1 Tim
2,5). Toda la predicación apostólica tiende a introducir en la "plenitud de
la inteligencia" y a hacer "llegar al conocimiento del misterio de Dios, que
es Cristo" (Col 2,2). Hacia él tiende toda la historia de la salvación. "Dios,
que quiere que todos los hombres se salven..., habiendo hablado
antiguamente en muchas ocasiones de diferentes maneras a nuestros
padres por medio de los profetas, cuando llegó la plenitud de los tiempos
envió a su Hijo, el Verbo hecho carne...

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