Said Cultura e Imperialismo
Said Cultura e Imperialismo
Said Cultura e Imperialismo
Said
Cultura e imperialismo
Traducción de Nora Catelli
EDITORIAL ANAGRAMA
BARCELONA
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INTRODUCCIÓN
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primitivos o bárbaros, las ideas inquietantemente familiares que atribuyo inmensa importancia en la formación Jc actitu-
sobr~ la necesidad de las palizas, la muerte o los castigos co- des, referencias y experienc ias imperiales. No quiero decir que
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lectivos requeridos cuando ((ellos,, se portaban mal o se rebela- únicamente la novela fuese importante, pero .sí que la consi-
ban, porque «ellos)> entendían mejor el lenguaje de la fuerza o dero el objeto estético de mayor interés a estudiar en su cone-
de la violencia; ({elloS>> no eran como «nosotros>) y por tal ra- xión particular con las sociedades francesa y británica, ambas
zón merecían ser dominados. en expansión. Robinso11 Crusoe es la novela realista prototípica
Sucedió sin embargo que en casi todo el mundo no euro- moderna: ciertamente no por azar trata acerca de un europeo
peo la llegada del hombre blanco levantó, al menos, alguna re- que crea un feudo para_ sí mismo en una distante isla no
sistencia. Lo que yo dejé fuera de Orientalismo fue precisa- europea.
mente la respuesta a la dominación occidental que culminaría Gran cantidad de la reciente critica literaria se ha volcado
en el gran movimiento de descolonización todo a lo largo del sobre la ficción narrativa, pero se p~~sta muy poca atención a
Tercer Mundo. Junto con la resistencia armada en lugares tan su posición dentro de la historia y el mundo del imperio. Los
diversos como la Argelia decimonónica, Irlanda e Indonesia, lectores de. cst~ libro descubrirán rápidamente que las narra-
hubo en casi todos los sitios considerables esfuerzos de resis- ciones son fundamentales desde mi punto de vista, ya que mi
tencia cultural, junto con afirmaciones de identidad nacional idea principal es que los relatos se encuentran en el centro
v, en el plano político, con la creación de asociaciones y parti- mismo de aquello que los exploradores y los novelistas afir-
dos cuva meta común era la autodeterminación v la indepen- man acerca de las regiones extrañas del mundo y también que
dencia., nacional. Nunca se dio el caso de que un ~ctivo agente se convierten en el método que los colonizados utilizan para
occidental tropezase con un nativo no occidental débil o del afirmar su propia identidad y la existencia de su propia histo-
todo inerte: existió siernpre algún tipo de resistencia activa, y, ria. En el imperialismo, la batalla principal se libra, desde
en la abrumadora mayoría de los casos, la resistencia final- luego, por la tierra. Pero cuando toca preguntarse por quién la
mente triunfó. poseía antes, quién posee el derecho de ocuparla y trabajarla,
Esos dos factores -el esquema general y planetario de la quién la mantiene, quién la recuperó y quién ahora planifica
cultura imperial y la experiencia histórica de la resistencia su futuro, resulta que todos esos asuntos habían sido refleja-
contra el imperio- informan este libro de modo tal que lo con- dos, discutidos y a veces, por algún tiempo, decididos, en los
vierten en el intento de hacer algo distinto; no únicamente en relatos, Según ha dicho algún crítico por ahí, las naciones mis-
una secuela de Orientalismo. En ambos libros he puesto el én- mas son narraciones. El poder para narrar, o para impedir que
fasis en aquello que de una manera general llamamos (<cultura)). otros relatos se formen y eme1~jan en su lugar, es muy impor-
Según mi uso del término, <(cultura)) quiere decir específica- tante para la cultura y para el imperialismo, y constituye uno
me·ñte dOs cosas. En primer lugar, se refiere a todas aquellas de los princ.ipales vínculos entre ambos. Más importante aún:
práctíca_s c_omo las artes de la descripción, la co.municadón y la los grandes relatos de emancipación e ilustración movilizaron
representación, que poseen relativa autonomía dentro de las a los pueblos en el mundo colonial para alzarse contra la suje-
esferas de lo económico, lo social y lo político, que muchas ve- ción del irnperio y desprenderse de ella. Durante el proceso,
ces existen en forma estética, y cuyo principal objetivo es el muchos europeos y norteamericanos, conmovidos por estos
placer. Incluyo en ella, desde luego, tanto la carga de saber po- relatos y por sus protagonistas, lucharon también por el surgi-
pular acerca de lejanas partes del mundo, como el saber espe- miento de nue-vas historias acerca de la igualdad y la comuni-
cializado del que disponernos en disciplinas tan eruditas corno dad entre los hombres.
la etnografía, la histoliografía, la filología, la sociología y la En segundo lugar, la cultura es, casi imperceptiblemente,
historia literaria. Puesto que mi perspectiva se refiere exclu- un concepto que incluye un elemento de refinada elevación,
sivamente a los imperios modernos de los siglos XIX y XX, he consistente en el archivo de lo mejor que cada sociedad ha co-
estudiado en especial formas culturales como la novela, a la nocido y pensado, según lo formulara Matthev,-' Arnold alrede-
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dor de 1860. Arnold creía que si no neutraliza, al menos la cul- bargo, fueron nociones ampliamente aceptadas, y ayudaron a
tura amortigua los estragos de nuestra moderna existencia ur- completar la adquisición imperiqJ de los territorios de Africa a
bana, agresiva, mercantil y brutalizadora. Leernos a Dante o a lo largo de todo el siglo XIX. Creo que al estudiar a Cadyie o a
Shakespeare para poder seguir en contacto con lo mejor que Ruskin, o incluso a Dickens y a Thackeray.-, los críticos relegan
se ha conocido y pensado, y también para \·ernos, a nosotros con frecuencia las ideas de cada uno de estos escritores en lo
mismos, a nuestro pueblo, a nuestra tradición, bajo las mejores que alañe a la expansión colonial, las razas inferiores o los
luces. Con el tiempo, la cultura llega a asociarse, a veces ele ((negros)) a un departamento muy diferente del de la cultura,
manera agresiva, con la nación o el estado; esto es lo que concebida como esa área~ ele ele\'ación a la que los autores
{<nos•; hace diferentes de (<ellos», casi siempre con algún grado «\'erdaderamenle)) pertenecen y en la cual llevaron a cabo su
de xenofobia. En este sentido la cultura es una fuente de iden- trabajo «realmente)) importante.
tidad; una fuente bien beligerante, como vemos en recientes Concebida ele este modo, la cultUra puede con\'ertirse en
«retornos}) a tal cultura o a tal tradición. Acompañan a estos un envase protector: examine sus ideas políticas en la tapa, an-
«retornos>> códigos rigurosos de conducta intelectual y moral, tes de abrirla. Como he pasado toda mi vida profesional ense-
opuestos a la permisividad asociada con filosofías relativa- ñando literatur~ pero, al mismo tiempo, crecí en el mundo co-
mente liberales como el multiculturalismo y la hibridación. En lonial anterior a la Segunda Guerra I'Vlundial, me he enfTentado
el antiguo mundo colonizado, Lales «retornos)> han producido con el desafío de no utilizarla de envase pt"Otector -esto es, an-
variedades de fundarnentaii,sm_o religioso y nacionalista. tisépticarn.ente scpat·ada de sus contaminaciones rnundanas-
En este segundo sentido, la cultura es una especie de teatro sino como campo extraordinariamente variaJo de intereses.
en el cual se enfrentan distintas causas políticas e ideológicas. Analizo las novelas y los otros libros aquí examinados, primero
Lejos de constituir un plácido rincón de convivencia armó- porque me parecen estimables y admimblcs obras de arte de
nica, la cultura puede ser un auténtico campo de batalla en el las que otros lectores y yo disfrutamos y extraemos conoci-
que las causas se expongan a la luz del día y entren en liza miento. Después, el desafío consiste en conectarlas no sólo
unas con otras, mostrando que, por ejemplo, los estudiantes con el placer y el provecho sino también con el proceso impe-
norteamericanos, franceses o indios, a quienes se ha enseñado rial del cual forman parte manifiesta e inocultablemente. Más
a leer a sus clásicos nacionales por encima de otros, están obli- que condenar o desdeüar su participación en lo que constituye
gados a apreciarlos y a pertenecer lealmente, muchas veces de una incuestionable realidad en sus respectivas sociedades, su-
manera acrítica, a sus naciones y tradiciones al mismo tiempo giero que lo que aprendemos acerca de este aspecto hasta
que denigran o luchan contra otras. ahora real' y \'Crdaderamente ignorado enriquece nuestra lec-
El problema de esta idea de cultura es que supone no sólo tura y comprensión de esas obras.
la veneración de lo propio sino también que eso propio se vea, Adelantaré aquí algo de lo que lengo in mente, utilizando
en su cualidad trascendente, como separado de lo cotidiano. para ello dos conocidas y grandes nü\·elas. Grandes esperan:::_as
Así, muchos de los humanistas profesionales se \'en incapaces (186l) de Dickens es, ante todo, una novela acerca del autocn ..
de establecer conexiones entre la crueldad prolongada y sór- gaüo, acerca de los intentos vanos de Pip por con\·ertirse en
dida de prácticas como la esclavitud, o la opresión racial y co- un caballero sin esforzarse o sin disponer de las fuentes de in·
lonialista, o la sujeción imperial en el seno de una sociedad, greso propias de la aristocracia. En su niüez, Pip ayuda a un
por un lado, y, por otro, la poesía, la ficción y la filosofía de esa convicto condenado, Abel Magwitch, quien, luego de ser tras-
misma sociedad. Una difícil \'crdad que descubrí al trabajar en ladado a Australia, compensa a su joven benefactor con fuertes
este libro es cuán pocos de los artistas ingleses o franceses que sumas de dinero. Puesto que el abogado que sine Je intenne-
aJmiro analizaban la noción de ((sujeto)) o de raza «inferioP diario guarda silencio ante Pip acerca del origen del dinero,
dominante entre los funcionarios que practicaban esas ideas Pip se con\·ence de que una anciana dama, miss Haúsham, es su
como algo asumido al gobernar en Argelia o en India. Sin em~ protectora. Después 1v1agwitch reaparece ilegalmente en Lon-
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dres, donde Pip lo recibe de mala gana, porque todo en él de su traslado. Podían triunfar, pero difícilmente poJian
huele a vulgaridad y delincuencia. Finalmente, sin embargo, \'olver de verdad. Podían expiar sus crímenes en sentido
Pip se reconcilia con Magwitch y con su realidad y reconoce a técnico, legal, pero lo que habían sufrido allí los había con-
Magwitch -perseguido, aprehendido y fatalmente enfermo- vertido en excluidos para siempre. Y, sin embargo, eran ca-
como su padre putativo, no como alguien que debe ser negado paces de redención, mientras se quedaran en Australia. 1
o rechazado, a pesar de que el convicto es de hecho inacepta-
La investigación de Carter acerca de lo que él denomina
ble, porque viene ele Australia, una colonia penal proyectada
historia espacial de Australia nos ofrece otra versión de la
para la rehabilitación pero no para la repatriación de los cri-
misma experiencia. Aquí los exploradores, convictos, etnógra-
minales ingleses allí transportados.
fos, acaparadores y soldados dibujan el vasto y relativamente
Si no todas la mayoría de las lecturas de esta obra notable
vacío continente v cada uno lo hace en un Jíscurso específico
la sitúan abier~ament.e dentro de la historia metropolitana de
que choca, despÍ;za o incorpora el de los otros. Por lo tanto,
la ficción inglesa, mientras que yo pienso que pertenece a una
Botany Bm· es, antes que nada, un discurso ilustrado de viaje .Y
historia al mismo tiempo más inclusiva y más dinámica que la
descubri~ientO;· \" a continuación un conjunto de narradores
que proponen esas interpretaciones. Dos libros mucho más re-
viajeros (incluyendo a Cook) cuyas palabras, itinerarios e in-
cientes que el de Dickens -el magistral The Fatal Shore de Ro-
tenciones acumulan los extraños territorios y gradualmente
bert Hughes v el brillantemente reflexivo The Ruad to Botan.y
los transforman en <:<UD bogan·. Para Carter, la vecindad entre
Bay de l;aul Carter- se han ocupado de revelar la vasta historia
la organización benthaminiana del espacio (que dio como re-
J.e experiencia y también de especulación acerca ele Australia, sultado la ciudad de Melbourne) y el aparente desorden del
una colonia ((blanca>) como Irlanda, dentro ele la cual podemos monte australiano es lo que ha hecho posible la transforma-
situar a Magwitch v a Dickens, no únicamente como meras ción optimista del espacio social que, hacia 1840, produjo un
coincidenci;s refer~nciales sino como actores dentro de la Eliseo para los caballeros y un Edén para los trabajadores. 2 Lo
Historia, tanto a través de la no\-ela, como a través de expe-
que Dickens imagina para Pip, en su papel del "caballero lon~
riencias más antiguas y amplias de relación entre Inglaterra y dinense>> de Magwitch, es brutalmente equivalente a lo que la
sus territorios de ultramar. benevolencia inglesa diseñó para Australia: un espacio social
Australia fue fundada como colonia penal a finales del siglo que autmiza otro.
X\/111, sobre todo para que Inglaterra pudiese transportar allí
Pero Dickens no escribió Grandes esperanzas preocupán-
su exceso de población de delincuentes irredimibles e indesea- dose de alguna manera por los relatos de los natiYos australia-
bles. Originalmente explorada por el capitán Cook, también nos, como'"' sí lo hacen Hughes o Carter, ni adivinó o previó la
debía funcionar como colonia de reemplazo de las perdidas en tradición !iteraría australiana, que, de hecho, vino mucho más
América. La búsqueda de beneficio, la construcción del impe- tarde a incluir las obras de David Malouf, Peter Carey y Patrick
rio y lo que Hughes llama apartheid social produjeron en con- \Vhite. La prohibición del retorno de Magwitch no es sólo pe-
junio la Australia moderna, que, hacia 1840, para los tiempos nal sino «imperiah: los súbditos podían ser llevados a lugares
-en que Dickens se interesó por dla (en David Copperfield Wil- como Australia, pero no se les permitia el «retorno>) al espacio
kins Micawbcr em_igra felizn1-entc a la isla) habla progresado de metropolitano, que, como la novela de Dickens acredita, está
alguna n1ancra hacia una especie de ('sistema Hbre)) y de alta
rentabilidad en e1 cua1 1os trabajadores podían progresar l. Robert Hughes, The Fata1 Shore: The E pie of A.us1ralia· s Founding (.Nueva
cuando el poder se 1o pennitía. No obstante, en e1 personaje de York, Knopl', 19"67), p. SS6.
Mag'\vltch 2. l)au\ Carter, The Roud lo Botany Ba:y: '"\!1 Explora/ion oj I.andscapc and
History. (Ncw l'ork, Kno11L 1988), ¡rp. 202-6\). Como suplemento a Hughes -y
Dickens anudó varias tendencias de 1a Yisión ing1esa Carter, veáse Sneja Gunew, «Dcnaturahz.lng Cultura\ Nationahsms: Multicultu-
ral Reaclings of "¡\ustrali.a":c, en Nalion and Nnrration, Homi. Bhabha, ed. (Lon-
respecto de los cmwictos en Australia a finales de la época dres, Routlegde, 1990), pp. 99-120.
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meticulosamente asignado, reservado y habitado por una jerar- tral Je preocupación en las obras de escritores corno Conrad,
quía de personajes metropolitanos. Por un lado, hayr intérpre- Kipling, Gide y Loti. Sustronw (1904) de Conrad, mi segundo
tes como Hughes o Carter que amplían la presencia relativa- ejemplo, transcurre en una 'república de América Central inde-
nientc débil de Australia en la nar-rativa inglesa del siglo XIX, pendiente (al reyés de los paisajes coloniales africanos y asiáti-
intentando asi expresar la plenitud y la recién adquirida inte- cos de sus noYelas anteriores) dominada al mismo tiempo por
gridad de la historia de Australia, que se independizaría de intereses foráneos a causa de su inmensa mina de plata. Para
Gran Bretafla en el siglo XX. Por el otro, no obstante, si leemos un norteamericano contemporáneo lo más impresionante de
con atención Grar1des esperanzas, deberemos notar que des- la obra es la presciencia Je Conracl: previó la constante inesta-
pués de que Magwitch expíe su pena o, digamos, tras el reco- bilidad y «desgobierno» de las repúblicas latinoamericanas
nocimiento redentor por parte de Pip de su deuda con el viejo (dice, citanJo a BolíYar, que gobe1~harlas era como arar el
convicto, enérgicamente amargo y vengativo, Pip su[Te un co- mar) y describió las particulares maniobras norteamericanas
lapso y luego sana de dos maneras explícitamente posilhas. orientadas a crear condiciones de influencia de modo decisivo
Surge un Pip nuevo, menos sujeto que el antiguo a las ataduras aunque apenas t·isible. Holroyd, el financiero de San Francisco
del pasado; lo entreYemos similar a aquel niño también lla- que respalda a Charles Gould, propietario inglés de la mina de
mado Pi p. Y el viejo Pip emprende una nueva carrera con Her- Santo Tomé, advierte a su protégé que ''-como inversores, no
bert Pocket, su amigo de la infancia, esta vez no como fl.-ívolo nos dejaremos arrastrar a grandes conflictos>). No obstante
caballero síno como comerciante e~forzado en Oriente, donde
Podemos sentarnos y mirar. Por supuesto, alguna vez te-
las otras colonias británicas ofrecen una suerte de normalidad
nemos que intervenir. Estamos obligados. Pero rlü hay
imposible para Australia,
prisa. Hasta el tiempo ha tenido que sentarse a esperar en
Así, a pesar de que Dickcns zanje el problema con Austra-
este país, el más grande de todos los del universo de Dios.
lia, otro complejo de actitudes y referencias emerge apun-
Deberemos responder pcH" todo; por la industria, el comer-
tando ahora a las relaciones de Gran Bretaüa con Oriente a
cio, la ley, el periodismo, el arte, la política y la religión,
través de los viajes y el comercio. En su nueva carrera como
desde el Cabo de Hornos hasta Suritlt's Sound, y rnás allá,
homb!"e de negocios colonial, Pip no llega a ser una figura ex-
si algo que valga la pena aparece en el Polo Norte. Y des-
cepcional, puesto que casi todos los hombres de negocios de
pués nos daremos el gusto de apoderarnos de las islas dis-
Dickens, parientes caprichosos o temibles rnarginales, mantie-
tantes y lo.:-; continentes de la tiecTa. Dirigiremos los asuntos
nen una relación abiertamente normal .Y firme con el imperio.
del mundo 1anlo si al mundo le gusta como si no. El
Lo que sucede es que sólo desde hace pocos años estas relncio·
mundo no puede hJ.cer nada por e\·itarlo, y nosot ms tam-
nes han adquirido importancia desde el punto de vista de la in-
poco, supongo. 1
terpretación. Una nueva generación de eruditos y críticos -en
algunos casos hijos de la descolonización, y en otros beneficia- l\1ucha ele la retórica dd <<t-..'ue\·o Orden IVlundiah prom]..ll-
rios, como las minorías sexuales, religiosas y raciales, de los gada por el gobierno norteamericano tras el final de la guerra
avances de las libertades en sus propios países- han descu- fría, con su repctiti\·o autobombo, su inocultable triunfalismo
bierto en esos grandes textos de la lileratura occidental un per-
manente interés por lo que se consideraba como n1Ll11<.lo infe-
l . .Toseph Conrad, .\"usnunw: ...t Tal<!,_,¡ rhe Seaburd (1904: reedición en Gar·
rior, poblado por gente inferior de color, retratada siempre en den City: Doubleday, Page. !925). Hay traducción en caste!Iano en I\1adrid:
actitud receptiva ante la intervención de muchos Robinsones .-\lía¡ua, 1995. Iatl \\"a.tt, uno Jc !os mejores crítícoo, de Conmd. no encuentra
Crusues. casi nada que decir respecto del impel"ialismo norteamericano en ;\'os/ro!!lo
ver su CuwaJ: ~"\'ustruu;u, (Cambridge: Cambridge l'ni,·ersity Press, 198A).
Hacia finales del siglo xrx, el imperio no constituye única-
ActTCi:l ele !a n:!ación entre geografía, comercio y fetíchisnw hay algunas pers-
mente una presencia fantasmal o encarnada apenas en la desa- ¡wctiú>S sugereutes en David Símpson, Ft"!ishim wtd {¡nagination: Dickens, Jld-
gradable aparición de un conYicto fugitivo, sino un área cen- vi!!e. Co111mf (Baltimurc: Johns Hopkius Unin'rsít.\' Press, ! 982). pp. 93-116
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y sus proclamas solemnes de responsabilidad, podda haber de este mundo: no podía permitirse pensar que no toJos los
sido suscrita por el personaje de Conrad: somos el número movimientos antiimperialistas y, de independencia eran co-
uno, estamos obligados a dirigir, defendemos la libertad y el rruptos y pagados por los hombres de paja de Londres o de
orden, y así sucesivamente. Ningún norteamericano es inmune Washington.
a este tipo de sentimientos y, sin embargo, la amenaza implí- Estas limitaciones fundamentales de su perspectiva forman
cita contenida en los retratos de Holroyd y Gould, raramente parte de Nostramo, tanto como sus personajes y su intriga. La
es perceptible dentro de la retórica del poder, porque cuando novela de Conrad encarna esa misma arrogancia paternalista
éste se despliega en un decorado imperial, el decorado pro- propia del imperialismo de)a cual se burla en sus propios per-
duce con demasiada facilidad una ilusión de beneyolencia. No sonajes, como Gould y Holroyd. Conrad parece estar diciendo:
obstante, se trata de una retórica cuya característica más cla- ><Nosotros los occidentales decidiremo_s quién es un buen o un
ra es que ha sido utilizada con anterioridad, no sólo una vez mal nativo, porque los nativos tienen existencia únicamente en
(por España y Portugal) sino en la era moderna, con ensorde- virtud de nuestro reconocimiento. Los hemos creado, les he-
cedora y repetitiva frecuencia, por los británicos, los fTance- mos enseñado a~hablar y a pensar y cuando se rebelan lo que
ses, los. belgas, los japoneses, los rusos y ahora los norteameri- hacen es sencillamente confirmar nuestra visión de ellos como
canos. simples niños, embaucados por alguno de sus amos occidenta-
Pero sería incompleta una lectura de Conrad que conside- les.)) Esto es en efecto lo que los norteamericanos sentimos
rase esta gran novela únicamente como predicción temprana acerca de los vecinos del Sur: que su independencia es siem-
ele lo·que hemos visto suceder en Latinoamérica durante el si- pre deseable mientras sea la clase de independencia que noso-
glo XX, con su cascada de United Fruit Companies, coroneles, rros aprobamos. Cualquier otra cosa es inaceptable )t, aun
fuerz~s Je liberación, y mercenarios financiados por Estados peor, impensable.
Unidos. Conrad es también el precursor de otra visión del Ter- No constituye un paradoja, por lo tanto, que Conrad sea a
cer Mundo, que encontramos en la obra de narradores tan di- la vez antiimperialista e imperialista; progresista cuando se
ferentes como Graham Greene, V. S. Naipaul )' Robert Stone. trata de interpretar con audacia; pesimista si debe informar so-
de teóricos del imperialismo como Hannah Arendt y de viaje- bre la tranquilizadora y a la vez decepcionante corrupción del
ros, cineastas y polemistas cuya especialidad es poner el dominio de ultramar; profundamente reaccionario cuando ha
mundo no europeo a disposición tanto de las tareas de análisis de aceptar que ÁfTica y/o Sudamérica puedan poseer una his-
y valoración como para satisfacción de audiencias europeas y toria o una cultura independientes, que los imperialistas per-
norteamericanas con gustos exóticos. Pues si bien es verdad turbaron violenta1nente a pesar de que luego fuesen derrota-
que Conrad trata irónicamente los sentimientos antümpelia- dos. Cuando, con menos condescendencia cada vez, dejemos
listas de los propietarios ingleses y norteamericanos de la de considerar a Conrad como producto de su propio tiempo,
mina de Santo Tomé, no menos cierto es que él escribe como mejor captaremos que las actitudes recientes en VVashington
alguien cuya perspectiva occidental del mundo no occidental )' entre la mayoría de los políticos e intelectuales de Occiden-
está tan arraigada que lo ciega respecto a otras historias, otras te muestra rnuy pocas modificaciones respecto de las de aquél.
culturas y otras aspiraciones. Todo lo que Conrad puede ver Lo que Conrad vio como futilidad latente en la filantropía im-
es un mundo totalmente dominado por el Atlántico occiden- perialista -cuyas intenciones incluían ideas tales como «sal-
tal, dentro del cual cualquier oposición a Occidente única- var el mundo para la democracia))- el gobierno de Estados
mente sirve para confirmar el poder perverso del propio Oc- Unidos es todavía hoy incapaz de percibirlo: así intenta realizar
cidente. Lo que Conrad no pudo ver es una alternativa a esta todos sus deseos a lo ancho del planeta, especialmente en el
tautología cruel. No podía entender que India, África o Suda- Oriente Medio. Conrad tenía, ·al menos, el valor de compren-
mérica poseian \'idas y culturas con ámbitos no totalmente der que esos esquemas jamás triunfan, porque atrapan a sus in~
controlados por los imperialistas gringos y los reformadores ventares en una creciente ilusión de omnipotencia y errónea
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autocomplacencia (como en Vietnam) y porque por su propia mundo impone su descripción, ese algo aparece, siguiendo eu
naturaleza falsifican lo que es evidente. esto a Conrad, como inexpresablemente corrupto, degenerado
Conviene tener presente todo esto si se desea leer Nostramo e irredimible. La diferencia es que mientras Conrad escribiú
prestando atención tanto a sus impresionantes logros como a i'lostronw en una época en que en ~uropa prevalecía un
sus limitaciones internas. El estado independiente de Sulaco enorni.e e indiscutido entusiasmo imperialista, los novelistas ::l
que surge al final de la novela es tan sólo una versión más pe- directores contemporáneos que tan bien han captado esta iro-
queña, pero más estrechamente controlada e intolerante, del nía producen sus obras tras la descolonización, tras la masiva
estado mayor del cual se ha separado y al que ahora ha rele- revisión y deconstrucccíón \ntelectual, moral e imaginativa de
gado en riqueza e importancia. Conrad consigue que el lector la representación occidental del mundo no occidental, tras
comprenda que el imperialismo es un sistema. En cada núcleo Frantz Fanon, Amílcar Cabral, C. L. R. James, \\:'alter Rodney,
de experiencia, la vida soporta la impronta de las ficciones y tras las novelas y dramas de Chin~a Achebe, Ngugi wa
fantasías Jel núcleo superior. Pero la inversa también es verda- Thiongo, \Vole Soyinka, Salrnan Rushdic, Gabriel García l\r1ár-
dera, porque la experiencia, en la sociedad dominante, pasa a quez y muchos o,tros.
depender, de modo acrítico, de los nativos y de sus territorios, Así Conrad es capaz de superar sus propias tendencias im·
vistos como carentes y necesitados de la rnission civilisatrice. perialistas, mientras que sus herederos apenas tienen excusas
Leído de una u otra manera, Nostronw nos brinda una pers- para justificar las suyas, frecuentemente soterradas e irreflexi-
pectiva profundamente inolvidable, que ha hecho posible las vas. Éste no es sólo un problema de aquellos occidentales que
\"isiones igualmente acusadoras de Graham Greene en El ame- no experimenten excesiva simpatía por o comprensión de las
ricano impasible y de V. S. Naipaul en ;1 Bend in the Rit-·er, no- culturas extranjeras. Después de todo, algunos creadores e in·
\·elas con muy diversos asuntos. Pocos lectores dejarían ele ad- telectuales han cruzado la línea: Jean Genet, Basil Davidson,
mitir hoy, tras Vietnam., Id.n, Filipinas, Argelia, Cuba, Nicara- Albert Menuui, Juan Goytisolo y otros.
gua e Iraq, que es precisamente la ferviente inocencia de Pyle, Más notable es la disposición política a tomar en serio las
el personaje de Greene, o la del padre Huismans de Naipaul, alternativas al imperialismo; entre ellas la existencia de otras
hombres para quienes los nativos pueden ser educados, lleva- culturas y sociedades. Ya creamos que las extraordinarias no-
dos dmcia)) nuestra ci\·ilización, lo que arrastra a la postre al velas de Conrad confirman las habituales suspicacias occíclen-
asesinato, la subversión y la inacabable inestabilidad de las so- tales respecto de América Latina, Asia }-'' Africa, ya vearnos eu
ciedades <<primitivas)). Semejante sentimiento invade también Nostramo y en Graudes npera11zas las lineas de una perspec-
ciertas películas, como Salvado!' de Oliver Stone, Apocalypse tiva imperialista asombrosamente duradera, capaz de pervertir
lv'otv de Francis Ford Coppola y Desaparecido, de Constantin tanto la mirada del autor como la del lector, ambos modos de
Costa-GaVI·as, en la cual inescrupulosos agentes de la CIA, y interpretar la auténtica alternativa nos parecen hoy anticua-
oficiales locos de poder manipulan tanto a nativos como a nor- das. Actualmenle el mundo no exíste como espectáculo acerca
teamericanos bien intencionados. del cual se pueda ser optimii'ta o pesimista, acerca del cual
Pero todas estas obras, que-tanto deben a la ironía antiim- nuestros textos pueden ser ingeniosos o aburridos. Las dos ac-
perialista de Conrad en ¡\fostromo, afirman que la fuente de la titudes suponen un despliegue de poder y de intereses con~
vida y de la accción con sentido reside en Occidente, cuyos re- cretos.
presentantes pat-ecen siempre tener la libertad de volcar sus Desde la época de Conrad )-' Dickens el mundo se ha trans~
fantasías y senlirnientos filantrópicos sobre un Tercer Mundo formado de rnaneras que muchas veces han sorprendido y
medio agonizante. Desde este punto de vista, las regiones su- alarmado a los europeos y a los norteamericanos metropolita-
rnergiclas del mundo carecen, por así decirlo, de vida, de histo- nos, que ahora se enfrentan con vastas poblaciones no euro-
ria, de cultura, de independencia o de integridad, de algo que peas en su propio medio y con un impresionante desfile de
valga la pena representar sin Occidente. Cuando algo de ese nuevas :':>'potentes voces, que exigen que sus relatos sean escu-
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cbados. La tesis de mi libro es que esas poblaciones y esas vo- que, a pesar de sí mismo, entrevé la impo:-ihilicbd misma de
ces hace tiempo que están allí, gracias al proceso globalizador tal punto de vista al insistir en que la realidad india exigía y de
puesto en movimiento por el imperialismo moderno. Perdere- hecho suplicaba el tutelaje británico de modo más o menos in·
mos de vista lo esencial acerca del mundo en la última centu- definido. Sostengo que el gran archivo cultural se encuentra
ria, si desdefiamos o no tomamos en cuenta la experiencia cru- donde se hacen las grandes inversiones intelectuales y estéti-
zada de occidentales y orientales, y la interdependencia de los cas en los dominios de ultramar. Si se era británico o francés
terrenos culturales en los cuales el colonizador y el colonizado alrededor de 1860, se veía y se sentía respecto a India y el
coexisten y luchan unos con otros a través de sus proyeccio- Norte de África una combinación de sentimientos de familiari-
nes, sus geografías rivales, sus relatos, y sus historias. dad y distancia, pero nunca se experimentaba la sensación de
Por primera vez, la historia del imperialismo y de su cul- que poseyesen una soberanía separada de la metrópoli. En las
tura no puede ser estudiada como monolítica o compartimen- narraciones, historias, relatos qe viajes ~~-exploraciones, la con-
tada de manera reductiva, como separada o distinta. Es verdad ciencia estaba representada como autoridad principal, como
que existen inquietantes erupciones de discursos separatistas y una fuente de energía que daba sentido no sólo a las activida-
chauvinistas tanto en India como en Ubano o en Yugoeslavia, des colonizadoras sino también a las geografías y los pueblos
o afirmaciones afrocéntricas, islamocéntricas o eurocéntricas. exóticos. Y, sobre todo, el sentimiento de poder casi no permi-
Pero lejos de invalidar la lucha por liberarse del imperio, estas tía imaginar que aquellos ((nativos)} que tan pronto se presenta-
reducciones del discurso de la cultura en realidad prueban el ban como excesivamente serviciales, tan pronto como hoscos
valor de la energía fundamentalmente liberadora que anima el y poco cooperativos, fueran a ser capaces alguna vez de echar
deseo de ser independiente, de hablar libremente y sin el peso al inglés o al francés de India o de Argelia. O capaces de decir
de una dominación injusta. Sin embargo, el único modo de algo que fuese quizá a contradecir, desafiar o de alguna otra
comprender esta energía es histórico. De ahí la ambición más manera interrumpir el discurso dominante.
bien geográfica e histórica que anima este libro. En nuestro La cultura del imperialismo no era invisible, ni ocultaba
deseo de hacernos oír, tendemos muchas veces a olvidar que sus afinidades e intereses mundanos. Existe suficiente claridad
el mundo es un sitio pobladisimo, y que si todos se obstinaran en las principales tendencias de la cultura como para tener en
en insistir acerca de la pureza radical o el predominio de su cuenta que se llevaban registros muchas veces escrupulosos, :y
propia voz, nos quedaríamos sólo con el desagradable estré- así mismo comprender por qué nunca se les ha prestado de-
pito de una contienda interminable y con un sangriento em- masiada atención. La razón de que hoy tengan tanta importan-
brollo político. El auténtico horror de esta posición ha empe- cia, de que hayan dado origen a éste )' a otros trabajos, se de-
zado a ser visible aquí y allá en la emergencia de políticas riva menos d~ una suerte de vindicación retrospectiva que de
racistas en Europa, en la cacofonía de los debates acerca de lo una necesidad perentoria de establecer lazos y conexiones.
«políticamente correcto)), en las políticas «de identidad» en Es- Uno de los logros del imperialismo fue unir más el mundo, y
tados Unidos y -para referirme a mi propia parte del mundo- aunque en ese proceso la separación entre europeos y nativos
en la intolerancia de los prejuicios religiosos y las ilusas pro~ fue insidiosa y fundamentalmente injusta, muchos de nosotros
mesas del despotismo a la Bismack de Sadam Husein y de sus debemos ahora considerar la experiencia histórica del imperio
numerosos epígonos y adversarios árabes. como algo común a ambos lados. Por eso, la tarea es descri-
Qué magnífico e inspirador es, por lo tanto, leer no sólo birla en lo que tiene de común para indios y británicos, argeli-
nuestra propia perspectiva, sino, por ejemplo, captar cómo un nos y franceses, occidentales~" africanos, asiáticos, latinoame-
gran artista como Kipllng -pocos hubo más impelialistas y re- dcanos y australianos a pesar de la sangre derramada, del
accionados que él- fue capaz de escribir sobre India con tal horror }' del amargo resentimiento.
oficio. Y cómo, al hacerlo, su novela Kim no únicamente se Mi método consiste en trabajar lo más posible sobre obras
apoya en la larga historia del punto de vista angloindio, sino individuales, leyéndolas primero como grandiosos productos
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L
de la imaginación creadora e interpretativa, y luego mostrán- Je los imperios británico y francés, siguió directamente el Je-
dolas dentro de la relación entre cultura e imperio. No creo n·otero de sus antecesores.
que los escritores estén mecánicamente determinados por la Existen dos razones adícior1ale.S para centrarme, como lo
ideología, la clase o la historia económica, pero sí creo que hago, en ellos. Una es que la idea del dominio de ultramar
pertenecen en gran medida a la histm·ia de sus sociedades, v -que saltaba por encima de los territorios vecinos para llegar
son modelados y modelan tal historia y experiencia social e~ a tierras muy distantes- tuvo un lugar privilegiado en estas
diferentes grados. Tanto la cultura como las formas estéticas tres culturas. Y esta idea tiene mucho que ver con proyeccio-
que ésta contiene derivan de la experiencia histórica, que, en nes, ya en la ficción, en la geografía o el arte, y adquiere una
efecto, es uno de los asuntos principales de este libro. Según presencia continua mediante la expansión real, la administra-
descubrí mientras escribía Orientalismo, no se puede abarcar ción, la inversión y el compromiso. Hay algo por tanto siste-
la.experiencia histórica meJiante listas o catálogos; no importa mático sobre la cultura imperial que rio es tan evidente en
cuánta infonnación se ofrezca, algunos libros, artículos e ideas ningún otro imperio como lo es en Inglaterra, Francia o Esta-
van a quedar fuera. En cambio, he tratado de analizar lo que dos Unidos. Tengo eso presente cuando uso los términos «es-
considero importante y esencial, admitiendo de entrada que tructura de actitud y referencia)). La segunda razón es que
una elección y una selección conscientes han gobernado mi esos países son los tres en cuyas órbitas nací, crecí y ahora
producción. Espero que los lectores v críticos de este libro lo vivo. Aunque los siento como mi hogar, sigo siendo, como
utilizarán para profundizar las lineas~de investigación y discu~ originario del mundo árabe y musulmán, alguien que también
sión acerca de la expcliencia histórica del imperialismo aquí pertenece al otro lado. Esto me ha permitido, en cierta forma,
adelantadas. Al discutir y analizar lo que de hecho es un pro- vivir en los dos lados y tratar de ejercer de mediaúor entre
ceso planetario, he tenido que ser, ocasionalmente, generaliza- ellos.
dor y sumario. ¡Pero nadie, estoy seguro, desearía que este li- Más profundamente, éste es un libro acerca del pasado y
bro fuese más extenso de lo que ya es! del presente, acerca de «nosotros» y de «ellos>), según como
tvlás aún, hay' di\'ersos imperios que no trato aquí: el austro- los vean las partes implicadas, que son varias y habitualmente
húngaro, el ruso, el otomano, el español y el portugués. No están separadas. Su momento histórico, para decirlo de algún
obstante, estas omisiones no quieren sugerir que la domina- modo, es el del periodo posterior al fin de la guerra fría,
ción rusa del Asia Central y Europa del Este, la de Estambul cuando Estados Unidos emerge como la última superpotencia.
sobre el mundo árabe, la de Portugal sobre lo que hoy· son An- Al haber vivido allí durante este lapso, eso me ha supuesto,
gola y Nlozamblque, y la de España tanto en el Pacífico como como educador e .intelectual con raíces en el mundo árabe,
en América Latina hayan sido sido más benignas -y por lo una serie de preocupaciones bastante peculiares, todas las cua-
tanto aceptables- o menos imperialistas. Lo que digo acerca les han influido en este libro, como también en todo lo que
de la experiencia imperial de los británicos, los franceses y los llevo escrito desde Orientalisrno.
norteamericanos es que pose-yó una centralidad cultural espe- Primero, está esa sensación deprimente de que uno ha
cial y una coherencia única. Desde luego, Inglaterra constituye leído y visto con anterioridad todas las propuestas actuales de
una clase imperial por sí misma, más grande, más amplia, m.ás la política norteamericana. Cada uno de los grandes centros
dominante que cualquier otra: durante casi dos siglos Francia metropolitanos con aspiraciones al dominio planetario ha di-
mantuvo con ella una directa rivalidad. Puesto que la narrativa cho y, a_y, hecho muchas Je estas cosas. Siempre la llamada al
juega un papel tan importante en la tarea imperial, no es sor- poder y el interés nacional mientras se dirigen los asuntos de
prendente que Francia, y especialmente Inglaterra, poseyesen pueblos más débiles; siempre el mismo celo destructivo
una tradición novelística continua sin paralelo con otras.- Esta- cuando las cosas se ponen difíciles, o cuando los nativos se al-
dos Unídus comenzó a ser un imperio durante el siglo XIX, zan contra el gobernante complaciente e impopular atrapado y
pero sólo en la segunda milad del XX, tras la descolonización mantenido en su lugar por el poder imperial; siernpre la horri-
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blemente predecible afirmación de que ((nosotros>) somos ex- por un talante agresivan1ente condescendien1e y masculino.
cepcionales, no imperialistas, y que no repetiremos el error de Para mencionar sólo obras que lwyan aparecido en los tres o
potencias anteriores, afirmación que va a ser rutinariamente cuatro últimos ail.os ~ Veiled Sentiments de Lila Abu-Lughod,
seguida por la comisión del error, como lo prueban las guerras lVome11 and Gender in Islam de Leila Ahmed, IVomau 's Body,
de Vietnam y del Golfo. Peor aún ha sido la sorprendente aun- ~t!ornan's lVorld de Fed"\va ivlalti-Douglas 1- veremos que desa-
que pasiva colaboración con estas prácticas por parte de inte- fían el antiguo despotismo mediante un tipo muy distinto de
lectuales, artistas, o periodistas, cuyas posiciones en sus pro- ideas acerca del islam, de los árabes y de Oriente Medio. Se
pios países son progresistas y llenas de sentimientos admira- trata de obras no exclusivqmente feministas: demuestran la
bles, pero se convierten en lo opuesto cuando atañen a lo que complejidad y diversidad de experiencia que subvace en los
en su propio nombre se lleva a cabo fuera de sus fronteras. discursos totalizadores del orientalismo y del n~cionalismo
Mi esperanza (quizá ilusoria) reside en que esta historia de (arrolladoramente masculino) ele Orierúe Medio, Son, además,
la aventura imperialista sirva, por ende, a un propósito ilustra- obras intelectual y políticamente sofisticadas, en consonancia
tivo y hasta disuasorio. Puesto que, a pesar de que durante los con la mejor er~tdición teórica e histórica, comprometidas
siglos XIX y XX el imperialismo avanzó implacablemente, tam- pero no demagógicas, cargadas de sensibilidad pero no de sen-
bién lo hizo la resistencia. Por eso, desde el punto de vista me- siblería respecto a la experiencia de las mujeres; finalmente,
todológico, he tratado de mostrar las dos fuerzas al mismo aunque sus autoras sean estudiosas de diferentes formaciones
tiempo. Lo cual de ninguna manera deja fuera de la crítica a y educación, se trata de obras que dialogan y que contribuyen
los pueblos agraviados por la colonización; como cualquier in- al diálogo acerca de la situación de las mujeres en Oriente
·vestigación de los estados poscoloniales revela, las fortunas y Medio.
desventuras del nacionalismo, de eso que podemos llamar se- Junto con The Rhetoric of E11glish India de Sara Suleri y Criti-
paratismo y nativismo, no suelen exhibir perfiles demasiado ca/ Terrahu/· de Lisa Lo\ve, estas investigaciones han modifi-
estimulantes. También debemos narrar esa historia, aunque cado, si no roto, la visión reductiva y homogénea de la geografía
sea sólo para mostrar que siempre ha habido alternativas a lOs de Oriente fviedio y de India. Liquidadas están las divisones bi-
ldi Amin \. los Sadam Husein. El imperialismo occidental y el narias tan queridas a empresas nacionalistas e imperialistas. En
nacionalismo del Tercer Mundo se alimentan mutuamente, cambio, hemos empezado a sentir que la vieja autoridad no
pero aun en sus peores aspectos no son monolíticos ni guar- puede ser sencillamente reeemplazada por una nueva, sino que
dan entre sí relaciones deterministas. Además, la cultura tam- han surgido con celeridad nuevos alineamientos entre fronte-
poco es monolítica, ni es propiedad exclusiva de Oriente u Oc- ras, tipos, naciones y esencias. Y son estos nuevos alineamien-
cidente, ni de grupos pequeños de mujeres o de hombres. tos los que provocan y desaflan la noción fundamentalmente es-
Sin embargo se trata de una historia sombría y muchas ve- tática de identidad que ha sido el meollt>,t;lel pensamiento
ces descorazonadora. Lo que hoy la atempera es la emergen- cultural durante la era del imperialismo:."A lo largo del in-
cia, aquí y allá, de una nueva conciencia intelectual y política. tercambio- entre los europeos y sus «otros'' que empezó de
Ésta es la segunda preocupación presente en la producción de
este libro. Aunque actualmente sean tan estentóreos los recla-
mos acerca de la sujeción del viejo curso de los estudios huma- l. Lila Abu-Lughod, Vez!ed Sc11/Íments: Ho!IOI' and Poc/1"': i11 !1 Bcdouín So-
cíe/y (Berkeley: Unin:rsit;· ofCc;]ifomia Press, 1987): Leila 1\hmed, 1Fomcn nnd
nistas a la presiones políticas, por parte de lo que ha dado en Gcndcr in Islam: Histon:cal Roo!s of a A!odcrn Debate, (New H<wcn: Yale llnh'er-
llamarse la ((cultura del lamento>) o a favor de los valores ((oc- sity P¡-ess, 1992); Fcd\\-a Malti·Douglas, Wonum's Body, l.Voman '.s lForld: Gender
cidentales», o «feministaS>>, o <(afrocéntricos)>, o <<islamocéntri- awl Discourse in Arabo-T.slnmíc ll"ritings (Princeton: Princeton Cniversity Press,
1991)
cos>>, hoy existe algo más que eso. Tomemos como ejemplo el
2. Sara Suleri, The Rl1ctoric oi Fug!i;,!¡ ludia (Chicago: UniYersity of Chicago
extraordinario cambio en los estudios del Medio Oriente, que, Press, 1992); Lisa Lowe, Critíral Tcrrains: F1-ench nnd British Orienlalism
cuando yo escribí Q¡-ientalism.o, estaban todavía dominados {lthaca: Cornell Uni\-crsi1y Press, 1991 ).
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modu sistemático hace medio milenio, la- única idea que ape- mente uniilcado. Esta oposición implica dos perspecti\·as dife-
nas ha variado es que existe un «nosotros)) y un «ellos~~, cada rentes y dos historíografias: una lit)eal y jerárquica, la otra en
uno asentado, claro, evidente por sí mismo e irrebatible. Como un contrapunto muchas veces flexible.
yo lo sefla!aba en Orienlalismu, esta di\'lsión se remonta hasta En rni opinión sólo la segunda perspectiva muestra una
el pensamiento griego sobre los bárbaros, pero, fuese quien auténtica sensibilidad ante la realidad de la experiencia histó-
fuese el iniciador de la reflexión acerca de la <<identidad)), du~ rica. En parte a causa de la existencia de los imperios, todas
rante el siglo XIX ésta se convirtió en el sello de las culturas las culturas están en relación unas con otras, ninguna es única
impet"ialislas y también en el de las que trataban de resistir los y pura, todas son híbridas, heterogéneas, extraordinariamente
asedios ele Europa. diferenciadas y no monolíticas. Lo cual, según creo, es \·erdad
Somos aún los herederos de ese estilo por el cual cada uno tanto en los Estados Unidos de hoy como en el mundo árabe
se define por la nación, que a su ve:z extrae su auloridad de moderno; en ambas sociedades, se han ·temido igualmente los
una tradición supuestamente continl!,V En Estados Unidos tal peligros del «antiamericanism?)) 'y las amenazas contra el !!ara-
preocupación acerca de la identidad cultural ha restado fuerza bismo>).
a la impugnación del intento de afirmar cuáles libros y cuáles Lamentablemef1te, este nacionalismo defensivo, reactivo y
autoridades forman !<nuestra:.> tradición. Además, el ejercicio hasta paranoide se encuentra entretejido muchas veces con la
de establecer si este o aquel libro fonTla (o no) parte de <<nues- esencia misma de la educación, en la que se instruye tanto a
tra)) tradición, es uno de los más empobrecedores que imagi- los niños como a los estudiantes mayores en la veneración y
narse pueda, Por otra parle, sus excesos son mucho más fre- celebración de sus tradiciones (habitualmente con la envidia
cuentes que sus contribuciones a la precisión histórica. Así, no y a expensas de otros). Apunto precisamente a esas formas de
muestro la menor paciencia ante la afirmación ele que «noso- educación y pensamiento acríticas e irrel1exivas como una al-
tros)> Lmica o principalmente debemos ocuparnos de lo que es ternativa paciente y modificato6a, como una posibilidad fran-
'muestro>', de igual manera que tampoco la demostraré ante la camente exploratoria. Durante el curso de la escritura del li-
idea de que sólo los árabes puedan leer textos árabes, usar mé- bro me beneficié del espacio utópico todaYía hoy accesible en
todos árabes o cosas por el estilo. Como solia decir C. L. R. Ja- la universidad, que creo que debe seguir siendo el sitio don-
mes, Beethoven pertenece tanto a los habitantes de las Indias ele se investiguen, discutan y reflejen esos problemas vitales.
occidentales como a los alemanes, porque su música forma Porque si la universidad se convirtiese en un lugar donde las
parte ele la herenci.a de la humanidad. cuestiones políticas y sociales realmente se impusieran o se
Pero la preocupación ideológica por la identidad está rela- resolviesen, esto supondía liquidar su función y convertirla
cionada, como es comprensible, con !os intereses y los progra- en algo subordinado a cualquier partido político en el poder.
mas Je varios grupos -no todos minorías oprimidas- deseosos No quiero ser mal entendido. A pesar de su extraordinaria
de fijar las prioridades que afectan a esos intereses. Puesto que diversidad cultural, Estados Unidos es y seguirá siendo una na-
gran parte de este libro discute qué leer de la historia reciente ción coherente. Tal cosa es verdad también respecto de otros
y cómo hacerlo, resumiré aquí mis ideas de modo muy es- países anglófonos (Gran BretafJa, Nueva Zelanda, Australia, Ca-
cueto. Antes de que nos pongmnos de acuerdo acerc;a de qué nadá) y hasta Francia, que hoy engloba numerosos grupos de
constituye la identidad norteamericana, deberemos aceptar inmigrantes. Existe realmente esa carga en la p~lémica diviso-
que como sociedad de inmigrantes formada sobre los restos de riedad y polarización del debate que, según señala acusatoria-
una presencia nativa considerable, la identiDad norteameri- mente Arthur Schlesinger en The Disuniting of .4rnerica, 1 afecta
cana es Jemasiado variada como para configurar algo unitario a los estudios históricos, pero en mi opinión tal cosa no supo-
y homogéneo. De hecho, la batalla en su interior se dirime en-
tre los abogados de una identidad unitaria y aquellos que con- l. Arthur Sch!esingcr, .h. Ihe Diswliting of A.uzerica.- P..cflecriow, of a ,Hulti
sideran el conjunto como un complejo, pero no recluctiva· culwra! Sacie(~· (Nuc\·a York: Whíttle Communications, 1991).
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ne la disolución de la república. Siempre es mejor investigar la a -más de un grupo)-' de una historia. Lo que el lector debe de-
historia que reprimirla o negarla; el hecho de que Estados Uni- cidir es si se puede considerar tal situación como alternativa
dos contenga tantas historias, y que hoy muchas de ellas exijan realmente saludable al sentimiento .corriente ele pertenencia a
ser atendidas no es de temer, porque estaban allí desde siem- una sola cultura y de lealíad a una sola nación.
pre. Desde ellas se creó una historia norteamericana, e incluso Primero presenté las tesis de este libro en varias conferen-
un estllo de escritura de la historia. En otras palabras, los cias en universidades del Reino Unido, Estados Unidos, y Ca-
debates actuales sobre multiculturalismo difícilmente pueden nadá, desde 1985 a 1988. Por las oportunidades que s~ me
llegar a convertirse en una ((líbanizacíón}>. Y si estos debates brindaron estoy enormemente agradecido a la facultad v los
indican formas de cambio político, y también de cambio en el estudiantes de la Universitv óf Kent, Cornell University,· Uni-
modo en que las mujeres, las minorías y los inmigrantes re- versity of \Vestern Ontario,~ UniYersit',-' of Toronto -y tTni~:ersity
cientes se ven a sí mismos, entonces no hay por qué defen- of Essex y, respecto de una versión .coii.siderablc~11ente ant~
derse de ello ni temerlo. Lo que sí necesitamos es recordar rior de las mismas ideas, a la University of Chicago. Ofrecí ver-
que en sus modos más definidos los relatos de emancipación e siones posteriores de algunas secciones del libro como confe-
ilustración son historias de integración, no de separación, his- rencias en la Ycat:S Tnternational School de Chicago, Oxford
torias de pueblos excluidos del grupo principal pero que ahora University (en forma de George A11tonius Lccfure en Saint An-
están luchando por un lugar dentro de él. Y si las viejas ideas tony College) la University of iv1innesota, King's College de la
habituales del grupo dominante no eran lo suficieritemente fle- University of Cambridge, el Princeton Universitv Davis Ccnter,
xibles o generosas como para admitir nuevos grupos, entonces el Birkbeck College de la London Univcrsitv y~ la Universidad
estas ideas necesitan cambiar, lo cual es mejor que rechazar a de Puerto Rico. Es cálida y sincera mi graÚt~Id hacia Declan
los grupos emergentes. Kiberd, Seamus Deane, Derek Ho¡T\HJOd, Peter Nesselroth,
El último punto que quiero señalar es que éste es el libro Tony Tanner, Natalie Davis y Gayan Prakash, A. \Valton Litz,
de un exiliado. Por razones objetivas y [·uera de mi arbitrio, Peter Hulme, Deirdre David, Ken Bates, Tessa Blackstone,
crecí como árabe pero con una educación occidental. Desde Bernard Sharrett, Lyn Innis, Peter Mulford, Gervasio Luis
que tengo memoiia he sentido que pertenezco a los dos mun- Garda y María de los Ángeles Castro. En 1989 se me concedió
dos sin ser completamente de uno o de otro. A lo largo de mi el honor de impartir la primera Raymond \Villiams Memorial
vida, no obstante, las partes del mundo árabe a las cuales me Lecture en Londres; en tal ocasión hablé sobre Camus, y, gra-
sentía más ligado han cambiado del todo debido a los alza- cias a Graham Martin y al desaparecido Joy VVilliams, fue una
mientos civiles o a la guerra, o han dejado simplemente de experiencia memorable para m{ Casi seda innecesario seflalar
existir. Y durante largos períodos he sido un outsida en Esta- que muchas partes de este libro están penetradas por las ideas
dos Unidos, particularmente cuando éste se impuso frontal- y el ejemplo moral y humano de Raymond VVilliams, buen ami-
mente e hizo la guerra contra las culturas y sociedades (muy go y gran crítico.
lejanas a la perfección) del mundo árabe. Sin embargo, Sin reparos reconoceré las varias relaciones intelectuales,
cuando uso la palabras (<exiliado)) no me refiero a algo triste o políticas y culturales mientras elaboraba este libro. Estas in-
desvalido. Al contrarlo} la pertenencia a los dos lados de la di- cluyen amigos personales cercanos que son también editores
visión imperial permite comprenderlos con más facilidad. Más de revistas en las aparecieron algunas de estas páginas: Tom
aún, el lugar donde escribí casi todo el libro es Nueva York, en 1\ílitchell (de Critica! lnquiry), Richard Polrier (de Raritcm Re-
muchos sentidos ciudad del exilio par excellence, que hasta in- Fiew), Ben Sonnenberg (de Grrmd Streer), A. Sivanandan (de
. cluye la estructura maniquea de la ciudad colonial descrita Race and C!ass), Joanne W::~:pejewski (de The ;\iation), Karl Mi-
por Fanon. Quizá todo esto estimuló el tipo de intereses e in- ller (de The London RcvíeH' of Books). También agradezco a
terpretaciones aquí esbozadas; lo que es seguro es que estas los editores de The Guardian (Londres) y a Paul Keegan de
circunstancias hicieron posible mi sentimiento de pertenecer Penguin, bajo cuyos auspicios tuve ocasión de expresar por pri-
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mera vez algunas de las ideas de este libro. Otros amigos Je L TERRITORIOS SUPERPUESTOS, HISTORIAS
cuya indulgencia, hospitalidad y críticas he dependido son Do- ENTRECRUZADAS
nald Mitchell, Ibrahim Abu"Lughod, Masao Miyoshi, Jean
Franco, Marianne McDonalcl, Anwar Abdel-Malek, Eqbal Ah-
maJ, Jonalhan Culler, Gayalri Spivak, Homi Bhabha, Benita Acerca de este problema, y desde su interior también,
Pan·y y Barbara Harlow. Síento particular satisfacción al reco· sólo el silencio estaba al orden del día. Algunos de esos
nocer la lucidez ~' perspicacia de \'arios de mis estudiantes de mutismos se eslabun 1·ompienJo. Los escritores que ac-
la Universidad de Columbia, de quienes cualquier profesor se tuaban según una estrategia pulitica, o dentro de una,
sentiría orgulloso. Estos jóYenes críticos y estudiosos me brin- mantenían, a la yez, otros silencios. Lo que a mi me inte-
daron el beneficio completo de sus estimulantes trabajos, hoy resa son las estratCgias para romperlos.
publicados y bien conocidos: Arme McClintock, Rob Nixon, TONI l'viORR!SON, Playiu¡_¿ iu the Dark
Suvendi Perera, Gauri Viswanathan y Tim Brennan.
En la preparación del manuscrito n1e beneficié de diferen- La hi::;toria, en otns palabras, no es una máquina de
tes maneras de la ayuda y la gran destreza de Yumna Siddiqi, cakúbr. Brota en el pensamiento y en la imaginación y
Aamir Muhi, Susan Lhota, David Beams, Paola di Robilant, De- toma cuerpo en las respuestas Je la cultura de un pueblo,
borah Poole, Ana Dopicü, Píerre Gagnier, y Kieran Kennedy. a su \'ez resultado ele la infinitamente sutil mediación de
realidades materiales, de hechos de base económica, de
Zaineb lstrabadi desempefió la difícil tarea de desciframiento
pequcfiísimas ubjetiddades.
de mi desesperante caligrafía y luego la vertió en sucesivos bo-
n·adores con admirable oficio y paciencia. En varios estadios BASIL DAVlDSü:-.::, A/rico in .\lodcrn liisror}
de preparación editorial Frances Coady y Cannen Callil fueron
buenas amigas y lectoras solidarias de lo que yo intentaba pre-
sentar. Debo también seflalar mi profunda gratitud y casi es- l. ll\1PERIO, GEOGRAFÍA Y CliLTURA
tentórea admiración por Elisabeth Sifton: amiga de muchos
aüos, soberbia editora }' siempre crítica con simpatía. George Entre las estrategias más corrientes de interpretación del
Andreou fue infaliblemente servicial mientras supervisaba el presente se encuentra la irn·ocación del pasado. Lo que sos-
proceso de publicación. A Mariarn, \Vadie y Najla Said, que vi- tiene esa invocación no es sólo el desacuerdo acerca de lo que
vieron con el autor en circunstancias muchas veces dificiles, sucedió, acerca de lo que realmente fue ese pasado, sino la in-
gracias de corazón por su apoyo y amor constantes. certidumbre acerca de si el pasado rcalmenle lo es, si está con-
cluido o si continúa YiYo, quizá bajo distintas formas. Este pro-
l•hteva York, :Vueva York, julio de 1992 blema alienta luda clase Je discusiones: acerca de la influen-
cia, acerca de la culpa y los juicios, acerca ele la realidad
presente y las prioridades futuras.
En uno de sus más famosos ensayos tempranos, T. S. Eliot
abordó una similar constelación de problemas. A pesar de que
tanto la ocasi(~)n como la intención del ensayo es casi pura-
rnentc estética, podemos utilizar sus formulaciones para ilumi-
nar otros núcleos de experíencía. Dice Eliot que aunque el
poeta sea, eYidentemcnte, un talento individual, se dcsen-
Yueh·e dentro de una tradición que no puede rueramente here-
darse sino que ha de ganacse con ((gran esfuerzo,_ La tradi-
ción, continúa:
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supone, en primer lugar, el sentido histórico, que podemos pasado modela nuestra comprensión y perspecti-va del pre-
considerar casi indispensable para cualquiera que siga sien- sente. Daré un ejemplo. Durante la guerra del Golfo
do poeta después de los veinticinco años; y el sentido histó- (1990-91), la colisión entre Irak .Y· Estados Unidos resultó de la
rico implica percibir no sólo lo acabado del pasado sino su función de dos historias fundamentalmente opuestas, cada
presencia; el sentido histórico obliga a un hombre a escri- una utilizada en beneficio de <<establishmcnb> oficial de cada
bir no me-!Fmente con su propia generación en los_ huesos país. Según la versión del partido iraquí Baath, la historia mo-
sino con el sentimiento de la totalidad de la literatura euro- derna árabe hace patente la promesa no cumplida, no rea-
pea desde Homero. Y dentro de ella la totalidad de la litera- lizada de la independencia árabe, una promesa traicionada
tura de su propio país posee una existencia simultánea y por {<Occidente» y también por el completo conjunto de ene-
compone un orden simultáneo. Este sentido histórico, que migos más recientes, como el sionismo y la reacción árabe.
pertenece tanto a lo intemporal como a lo temporal, y La sangrienta ocupación de Kuwait p~or Trak estaba por tanto
que supone la unión de lo intemporal con lo temporal, es justificada no solamente en términos bismarckianos sino tam-
lo que convierte al escritor en tradicionaL Y, a la vez, es lo bién por la convicción de que los árabes tienen derecho a
que_ hace al escritor más agudamente consciente de su lu- enderezar los rriales que han sufrido y a arrebatar al impe-
gar en el tiempo, de su pmpia contemporaneidad. rialismo uno de sus mayores trofeos. Simultáneamente, según
Ningún poeta, ningún artista del arte que sea, tiene sen- la perspectjva norteamericana del pasado, Estados Unidos no
tido completo por sí solo. 1 son la clásica potencia imperialista, sino quienes deshacen
La intención de estos comentarios se dirige igualmente a los entuertos de este mundo, persiguen las tiranías y defien-
los poetas que ejercen la crhica y a los críticos cuyo trabajo su- den la libertad no importa dónde y a qué precio. Inevitable-
pone una rigurosa consideración del proceso poétko. La idea mente, la guerra enfrentó estas dos versiones del pasado una
principal es que aunque debamos abarcar en su totalidad lo con otra.
concluido del pasado, no existe un modo suficiente en que el Las ideas de Eliot sobre la complejidad de la relación en-
pasado pueda ser aislado del presente. El pasado y el presente tre el pasado y el presente son particularmente sugerentes
se informan mutuamente; cada uno implica al otro, en el sen- dentro de la discusión acerca del significado de <dmpel-ia-
tido ideal y totalizador al que aspira Eliot: cada uno en coexis- lismo», un término y una idea hoy tan controvertidos, tan car-
tencia con el otro. Lo que Eliot propone, en suma, es una vi- gados de todo tipo de preguntas, dudas, polémicas y supues-
sión de la tradición Hterada que, aunque respete la sucesión tos ideológicos que hacen casi imposible su utilización. I-iasta
temporal, no se encuentre completamente dominado por ésta. cierto punto el debate supone, desde luego, definiciones e in-
Ni el pasado ni el presente, ni mucho menos un poeta o artista tentos de delímitación de la noción misma: ¿era el imperia-
cualquiera, poseerá por si solo un sentido completo. lismo principalmente económico? ¿_hasta dónde se extendió?
No obstante, la síntesis eliotiana de pasado, presente y fu- ¿cuáles fueron sus causas? ¿era sistématico? ¿cuando acabó, si
turo es idealista y, en algunos aspectos, constituye una función es que acabó? La ristra de nombres de quienes han contri-
de su propia y peculiar historia. 2 Asímismo, su concepción del buido a la discusión en Europa y Norteamérica es impresio·
tiempo no toma en cuenta la beligerancia con la que los indivi- nante: Kautsky, Hilferding, Luxemburgo, Hobson, Lenin,
duos y las instituciones deciden lo que es tradición y lo que no Schumpeter, Arendt, Magdoff, Paul Kennedy. Y, en anos re·
lo es, lo que es relevante y lo que no lo es. Pero su idea central cientes, The Rise and Fal! of the Greal Powers de Paul Ken-
es válida: el modo en que formulamos o nos representamos el nedy, publicado en Estados Unidos, así como la historia revi-
sionista de William Appleman VVilliams, Gabriel Kolko, Noam
L T. S. E!iot, ('¡·ifical Essays (Londres: Faber and Faber. 1932), pp. 14·15. Chomsky, Ho\vard Zinn y \Valter Lefeber, y las apologías eru-
2. Ver Lyndall Gordon, Efiot's Early Years (Oxford y Nueva York: Oxford ditas o explicaciones de la política norteamericana comu no
University Press, 1977), pp. 49-54.
imperialista, pergeíiadas por varios especialistas en estrategia,
36 37
15
por teóricos y prn· sabios. Todo ello ha mantenido rnuy viva la house y C. C. Eldrigde (cuya Eng!cnul's :iJission es obra capitalr
cuestión del imperialismo y la aplicabilidad (o no) del califi- nos vemos obligados a aceptar que el imperio británico inte-
cati\'0 de tal a Estados Unidos, potencia principal del mo- gró y fusionó las cosas de su proPio árnbilü, y que junto a otros
nlento. hizo que el mundo fuese uno solo. Pero ningún individuo
Estos eruditos debaten problemas fundamentalmente eco- -ciertamente tampoco yo- será capaz de ver o de vislumbrar
nómicos y políticos. Apenas se presta atención, en cambio, a lo en su conjunto la totalidad del mundo imperial.
que conforma, según rni opinión, el papel privilegiado de la Podemos leer el debate entre los historiadores contemporá-
cultura en la experiencia imperial moderna. Y poco se tiene neos Patrick O'Brien 2 y Dads y Huttenback (cuyo importante
en cuenta el hecho de que el extraordinario logro planetario libro . Hammou and the Pursu.it of Empire trata de cuantificar
del imperialismo clásico europeo del siglo XIX y principios del los beneficios reales de las actividades imperiales). 1 Podemos
XX todavía proyecta considerable sombra sobre nuestra propia también considerar polérnicas anteriCn-es, como la controver-
época. Difícilmente exista aún hoy algún norteamericano, afri- sia entre Robinson y Gallaghcr,~ o los trabajos sobre dependen-
cano, cut-opeo, latinoamericano, indio, caribeño o australiano cia y acumulación mundial de los economistas André Gunder
cuya vida individual no se haya visto afectada por los imperios Frank y Samir Al1lin. 5 Si lo hacemos desde el punto de vista de
de! pasado. Entre Francia )-' Gran Bretaña controlaban territo- la historia literaria y de la cultura, nos veremos obligados a
rios inmensos: Canadá, Australia, Nueva Zelanda, las colonias preguntarnos qué utilidad tiene todo ello cuando, por ejemplo,
en América del Norte y del Sur y el Caribe, extensas zonas de debemos inteq1retar la noYela \'ictoriana, la historiografia fwn-
África, el Medio Oriente, el Lejano Oriente (Gran Bretaña re- cesa, la gran ópera italiana o la metaHsica alemana del pe-
tendrá como colonia Hong Kong hasta 1997) y e! subconti- ríodo. Hemos llegado a un ~unto en el que ya no podemos ig-
nente indio en su totalidad. Todo estos territorios cayeron bajo not·ar, en nuestro trabajo, la importancia de los imperios y de
!a égida imperialista y a su tiempo se liberaron del dominio su contexto. Cuando alguien, como lo hace O'Brien, habla de
francés o del británico. Además, Estados Unidos, Rusia y otros da propaganda del imperio en expansión (que) creaba ilusio-
países europeos más pequeños, para no decir nada de Japón y nes Je seguridad y falsas esperanzas acerca de las enormes ga-
Turquia, fueron también potencias imperiales durante parte nancias que percibirían los que invirtieran más allá de sus
clel siglo XIX o en la totalidad de éste. Este esquema de do- [Tonteras,,/' a lo que en efecto se refiere es a un clima gene-
minios y posesiones sentó las bases para lo que hoy consti- rado tanto por el imperio corno por las 11()\'elas, por las leo rías
tuye en efecto un mundo completamente globaL Las comuni- de las razas y la especulación geográfica, por el concepto de
caciones electrónicas, la extensión planetaria del comercio, la identidad nacional y por los hábitos urbanos (o rurales). Una
dispoibiliJad de recursos, de vi~~jes y de información acerca de sus frases ("falsas esperanzas») evoca Grandes esperanzas;
del clima )' el cambio ecológico han unido hasta los rincones
más distantes Jel mundo. Creo que los estados modernos fue- l. C. C. Eldridge, Eugland's .Hissiou: The fln¡u_;¡-¡,¡/ Idea in the 1lge of G/ads·
ronc uud Di.sme!i, 1808-1880 (Chape! HiH: UnÍ\'é'rsity oí North Carolina Prhs,
ron quienes establecieron e hicieron posible este estado de 1974).
cosas. 2. Patrick O'Bricn, «The Custs and BEtwfits of British Imperialism>•, l'ast
Sin embargo, yo me considero temperamental y filosófica- and Present, n. 0 120, lYSS
mente contrario a las vastas sbtematizaciones o teorías totali· 3. Lance E. Dads y Roben A. Huttenback, .Honunun wu{ 1h~· Pursuil of Em-
pire: 7h,; !'uliucul Ecownuy u/ Brili.1h fmperia!ism, !8ó0·1920 (Cambridge: Cam-
zantes de la historia de los hombres. Aun así, debo decir que bridge Universitv Press. 1986)
luego de haber estudiado y, de hecho vivido, entre los imperios 4. \'er \Vi!li~m Roger Louis, ed., Jmperialism: The Robmsou and Gallagher
modernos; me impresiona hasta qué punto han estado cons- Conrro;--ersy (Nue\'a York: New \'icwpoiuts, 1976).
5. Por ejemplo, Anlh-é Gunder Frank, Dep~'nd<'lll A.ccunwlutiu11 aud Undu-
lantemente en expansión y cuán inexorablemente integradores deve!opmt:11l (Nueva York: !\Ionth!y Review. !979), y Samir Amín, L'accunuda·
han sido. Ya en Marx, ya en obras conservadoras como las de tioH á l'echelle nwudial~e (Paris: Antrophos, 1970)
J. R. Seeley, ya en análisis modernos como los de D.' K. Field- 6. O'Brien, ,,Costs nnd Benefits", pp. 180-181.
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otra («los que invirtieran más allá de sus fronteras))) a Joseph modo tan interesante, <da era del imperio»)' que más o menos
Sedley y Becky Sharp; «creaba ilusiones)) a Ilusiones perdidas: acabó con _el desmantelamiento de las grandes estructuras co-
los cruces entre cultura e imperialismo son obligados. loniales tras la Segunda Guerr~ Mundial- ha seguido ejer-
Es difícil conectar los diferentes campos, mostrar los com- ciendo, de una y otra manera, una considerable influencia cul-
promisos de la cultura con los imperios en expansión, y formu- tural hasta nuestros días. Por toda clase de razones, estas
lar acerca del arte observaciones que preserven sus cualidades personas sienten una nueva urgencia acerca de la necesidad
únicas y al mismo tiempo establezcan el mapa de sus afiliacio- de comprensión de lo concluido o no del pasado, y esta urgen-
nes. Admito sin embargo que debemos intentarlo, y situar el cia se traslada a las percepciones mismas del presente y del
arte en su contexto global y terreno. Lo que está en juego es el futuro.
problema de los territorios y las posesiones, de la gcografia y el En el centro de tales percepciones está el hecho, casi indis-
poder. Todo lo que tiene que ver con la historia humana está en- cutible, de que el Poder sin precedentes del siglo XIX -compa-
raizado en la tierra, lo cual quiere decir que debemos pensar en rado con el cual fueron mucho menos formidables los anterio-
el hábitat, pero también en que hay pueblos que planean poseer res de Roma, Espaüa, Bagdad, o Constantinopla- se concentró
más territorio y por lo tanto deben hacer algo con los residentes en Gran Bretaña y Francia, y más tarde en otros países occi-
indígenas. En un plano muy primario, imperialismo supone dentales, especialmente en Estados Unidos. Este siglo presen-
pensar en establecerse y controlar tierras que no se poseen, que ció «el apogeo de Occidente)': el poder occidental permitió a
son lejanas, que están habitadas y que pertenecen a otros. Por los centros imperiales metropolitanos adquirir y acumular te-
muy diversas razones esto atrae a algunos pueblos y supone in- rritorios y sujetos en una escala verdaderamente asombrosa.
contables sufrimientos para otros. No obstante, los historiado- Hay que considerar que en 1800 los poderes occidentales afir-
res de la literatura que estudian por ejemplo al gran poeta inglés maban poseer el 55 por ciento -aunque en realidad controla-
del siglo XVI Edmund Spenser, casi nunca relacionan sus planes ban aproximadamente el 35 por ciento- de la superficie de la
sedientos de sangre para Irlanda, en los que imaginaba un ejér- tierra, mientras que en 1878 la proporción era del 67 por
cito británico virtualmente exterminador de los nativos, con sus ciento, con un tasa de crecimiento de 83.000 millas cuadradas
logros poéticos o con la historia del dominio inglés sobre la isla, por año. Hacia 1914, esa tasa anual había crecido hasta la im-
dominio que continúa hasta hoy. presionante cantidad d~ 240.000 millas cuadradas, y Europa
Para los fines de este libro, he mantenido la perspectiva poseía una cantidad total de casi el 85 por ciento de la tierra
centrada en discusiones reales acerca de la tierra y los pueblos en forma de colonias, protectorados, dependencias, dominios
de la tierra. Lo que he intentado hacer es una suerte de inquisi- y 1<Commonwealths))_ 1 Ningún conjunto o asociación anterior
ción geográfica de la experiencia histórica, siempre con la idea de colonias fue tan grande, ninguna tan homogéneamente do-
de que la tierra es en efecto un solo mundo, en el cual los es- minada, ninguna comparable en poder a las metrópolis de Oc-
pacios vacíos o deshabitados virtualmente no existen. Así cidente. El resultado, afirma William McNeill en The Pursuit of
como ninguno de nosotros está fuera o más allá de la sujeción Po1ver, fue «que el mundo llegó a constituir una totalidad de
geográfica, ninguno de nosotros se encuentra completamente interacción como nunca antes)). 2 En Europa misma, a finales
libre del combate co.n la geografía. Ese combate es complejo e del siglo XIX, casi ningún aspecto de la Yida quedó fuera de la in-
interesante, porque trata no sólo de soldados y de cañones fluencia de las actuaciones imperiales. Las economías estaban
sino también de ideas, formas, imágenes e imaginarios. hamblientas de los mercados ultramarinos, las materias pri-
Gran cantidad de personas del asi llamado mundo occiden-
tal o metropolitano, como de sus equivalentes del Tercer l. Harry l\b.gdoff, lmperialisn1: From ihe Colonia! Agc to rhc Presenr, (Nueva
Mundo o del antiguo mundo colonizado, comparte la sensa- York: Monthly Rcview, 1978) pp. 29 _v ::\5.
2. William H. McNeill, Thc Pursuit of Puwer: Technology, Anncd Force5 and
ción de que la era del imperialisn1o clásico o alto -que llegó Sacie/y Sincc /000 AD, (Chicago: Universíly of Chicago Press, 19R3),
a su apogeo durante lo que Eric Hobsbawm ha llamado, de pp. 260-261.
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mas, la mano de obra barata, y las tierras productivas, de oscurecido y también dictado las realidades imperiales, mien-
modo c\ue la defensa y consolidación de las políticas exteriores tras que los apologistas de los intereses norteamericanos en el
,:-,se ·comprome-tieron cada vez más en el mantenimiento de vas-
exterior insistían en el bien hacer, en la lucha por la libertad,
. tas extensiones de territorios y de gran cantidad de pueblos so- en la inocencia norteamericana. ((Pyle)>, el personaje de Gra-
metidos. Cuando los poderes ~Kcidentales no se hallaban com- ham Greene en El atnerica11o impasible, encarna tal estereo-
oitiendo en dura v estrecha lucha con otros -porque según tipo cultural con inmisericorde agudeza.
dice V.G. Kiernanl. todos los imperios modernos se imitan-, se
En cambiq.(_fJ_ara los ciudadanos de la Gran Bretaña y la
encontraban denodadamente dedicados a asentar, vigilar, estu- Francia del sig10 XIX el imperio era un asunto principal que
diar y por supuesto gobernar los territorios bajo sus juridisc- atraía una atención cultural completamente desenfadada. La
ciones. India británica o el norte ele África dominado por los franceses
La experiencia norteamericana, como lo pone en evidencia jugaban por sí solos papeles de ínestü:nable valor en la imagi-
Richard Van Alstyne en The Rísing American Empire, se basó nación, la economía, la vid~ política y el quehacer de las socie-
desde el principio en la idea de ((un irnperiwn, un dominio, un dades británicas v francesaS\ Si mencionamos los nombres de
estado soberano que se extiende en población y territorio y Delacroix, Edm~nd Bu?k.E(- Ruskin, Carlyle, James y John
crece en fuerza y poden). 2 Se proclamó que había que cons- Stuart Mili, Kipling, Balzac, Nerval, Flaubert o Conracl tan sólo
truir el ·terrilorio norteamericano y se combatió por él con estaremos cubriendo un pequeñísimo sector de una realidad
asombroso éxito; había pueblos nativos a los que había que so- mucho más amplia que la alcanzada por sus talentos, incluso
juzgar:'>-'· en muchos casos, exterminar o desterrar. Y después, tomados colectivamente:~ Había erudilos, administradores, via-
mientras la república crecía en el tiempo y en poder hemisfé- jeros, comerciantes, \'isi~n-3:i·ios, poetas y toda la variedad de
rico, aparecieron esas tierras lejanas que se proclamarían vita- fracasados)' marginales en las remotas posesiones de estos dos
les para los inte¡·eses norteamericanos, en las que había que in- poderes imperiales, cada uno de los cuales contribuía a la for-
tervenir y luchar: Filipinas, Caribe, América Central, la ((costa mación de la realidad colonial existente en el corazón mismo
bárbara)}·, partes de Europa y de Oriente Medio, Vietnam o Co- de la vida metropolitana.
rea. Curiosamente, sin embargo, tan int1uyente había sido el (USal~~-- el término <(iínperialismo» como definición de la
discurso que insistía en la idiosincracia norteamericana, en su pr<iCHCa, la teoría y las actitudes de un centro metropolitan_o
acierto y en su altruismo, que el (<imperialismo>>, como palabra dominante que rige un tenitorio distante; «colonialismo?),,
o como ideología, se convirtió en algo raro en los textos de la casi siempre consecuencia del imperialísmo, como la implan-
cultura estadounidense) en su política o en su historia. Pero la tación de asentamientos en esos territorios distantes. Como
relación entre la política imperialista y la cultura es asombro- dice _r...tichael Doyle: ((El imperio es una relación, formal o in-
samente directa. Las actitudes norteamericanas hacia su pro- formal, en la cual un estado controla la efectiva soberanía po-
pia {(grandeza))' hacia las jerarquías raciales, hacia los peligros lítica de otra sociedad política. Puede lograrse por la fuerza,
de <<otras)> revoluciones ~puesto que la revolución norteame- por la colaboración política, por la dependencia econórnica,
ricana se considera única v de alguna manera irrepetible en social o cultural. El imperialismo es, sencillamente, el pro-
cualquier otro lugar del ~undo 1 ~ han sido constantes, han ceso o política de establecer o mantener un imperío>).: En
nuestra época, el colonialismo directo está )·'a ampliamente
l. V. G. Kiernan, Mmxisn1 wul Imperiali:om (Nueva York: St Martin's Press, perimiJo; en cambio, el imperialismo persiste en uno de sus
1074), p. 1 J 1 ámbitos de siempre, en una suerte de esfera general cultural,
2. Richard W. Van Als1.vne, Hu: Rising American Empire (Nueva York: Nor-
ton, 1974) p. l. Ver también Walter L>Feber, lhe Ne>v Empire: A11 Interpretariun
así como en prácticas sociales especificas, políticas, ideológi-
uf America!I Expansion (Ithaca: Corncll Univcrsily Press, 1963) cas y económicas.
3. Ver Michael H. Hunt, !deology and U.S. Foreign Policy (New Ha\'(:n: Yale
Unh'ersity Press, 1Y87).
l. Michael Doy!e, Empire:o (Ithaca: Come!! LirJi,-ersity Press, 1986), p. 45.
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Ni el imperialismo ni el colonialismo son simples actua- el sur. Pero en los casos inglés y francés, la sola lejanía de los
ciones de acumulación y adquisición. Ambos se encuentran atractivos territorios favorecía también la proyección de ex-
soportados y a veces apoyados por impresionantes formacio- tensos intereses. Ése es mi punto de interés aquí, en parte
nes ideológicas que incluyen la convicción de que ciertos te- porque me interesa examinar el juego de formas culturales v
rritorios y pueblos necesitan y ruegan ser dominados, así estructuras de sentimiento que produce, en parte porque ;¡
como nociones que son formas de conocimiento ligadas a tal mundo de la dominación de ultramar es el mundo en que
dominación: el vocabulario de la cultura imperialista clásica yo crecí :y en el que todavía vivo. El estatuto paralelo de Ru-
está cuajada de palabras y conceptos como <dnferionl, ,,razas sia y Estados Unidos como_ superpotencias, prevaleciente du-
sometidas>>, (<pueblos subordinados)), «dependencia)), ''expan- rante poco más de medlo siglo, proviene de historias v
sión)> y <<autoridad)), A partir de las experiencias imperiales, trayectorias imperialistas bien distintas. Existen abundante~
las nociones acerca de la cultura fueron clarificadas, reforza- variedades de dominio y de respuestas a éste, pero mi libro
das, CJiticadas o rechazadas. En cuanto a la curiosa, pero se ocupa sólo del dominio (<occidentah, _junto a las resisten-
quizá lógica idea propagada hace un siglo por J. R. Seeley cias que ha provocado.
acerca de que algunos de los imperios europeos de ultramar En la expansión de los grandes imperios occidentales, el
fueron en su origen adquiridos casi sin darse cuenta, no se beneficio y la esperanza de acrecentarlo eran desde luego tre-
necesita un gran esfuerzo de imaginación para comprender la mendamente importantes, como lo testimonian, con abundan-
causa de su enorme difusión. Como ha dicho Da·vid Landes en cia y durante siglos, la atracción por las especias, el azúcar, los
The Unbowtd Prometheus: «La decisión de ciertas potencias esclavos, el caucho, el algodón, el opio, el estaño, el oro y la
europeas ... de establecer "plantaciones", es decir, de tratar sus plata. También lo eran la inercia, la inversión en empresa~ ya
colonias como empresas permanentes, era, más allá de consi- agotadas, la tradición y el trapicheo de las fuerzas instituciona-
deraciones morales, una innovación del momento.>) 1 Éste es les que hacían que marchara la empresa. Pero se necesita más
el problema que me preocupa aquí: dados los motivos lnicia- para que funcionen el imperialismo y el colonialismo. Existía
les, oscuros y quizá secundarios de la tendencia del dominio un compromiso más allá del beneficio, un compromiso en
de Europa sobre el resto del mundo, ¿cómo ganaron, tanto la constante circulación y recirculación, lo cual, por un lado per-
idea como su práctica, la consistencia y la densidad de una mitía que hombres y mujeres decentes aceptaran la idea de
empresa permanente, que culminaría en el último tramo del que territorios distantes con sus pueblos nativos debían ser
siglo XIX? subyugados y, por el otro, alimentaban las energías metropoli-
La primacía de lo,-; imperios británico y francés en este aná- tanas de modo que esa misma gente decente pudiese pensar en
lisis no quiere oscurecer la bastante notable expansión mo~ el imperiwn como una prolongada y casi metafisica obligación
cierna ele Espafia, Portugal, Holanda, Bélgica, Alemania, Italia de gobernar pueblos subordinados, inferiores o menos avanza-
v, de un modo diferente, de Rusia y Estados Unidos. Rusia, no dos. No debemos olvidar que existió muy poca resistencia a
~bstante, adquirió sus territorios imperiales exclusivamente esos imperios, a pesar de que ~ueron muy frecuentemente esta-
por vecindad. Al revés ele Gran Hretaüa y Francia, que saltaron blecidos y mantenidos en condiciones adversas y hasta desven-
miles de millas más allá de sus propias fronteras hacia otros tajosas. Los colonizadores no sólo sufrieron durisimas pruebas,
continentes, Rusia se movió absorbiendo no importa qué tie~ sino que existía siempre la disparidad física, tremendamente
rras o pueblos que estuviesen al otro lado de sus fronteras, arriesgada, entre un pequeño número de europeos a gran dis-
que, en el proceso, se extendieron cada vez más hacia el este y tancia de su patiia y un número mucho mayor de nativos en su
propio territorio. En India, por ejemplo, hacia 1930 «apenas
unos 4.000 funcionarios británicos asistidos por 60.000 solda-
l. DaYid L1.ndes, T/¡e Uubound Pro111e1hcw;: Tecfmo/ogicn! Chw1ge and Jn-
dustrinl Developmen! from 1750 lo thc Presenf (Cambridge: Cambridge Unh-er- dos y 90.000 civiles (en su mayoria hombres de negocios y clé-
sit~' Press) p. 37. rigos) se habían establecido sobre un país de 300 millones de
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habitantes».' Apenas somos capaces de calibrar la voluntad, ta tanto del lado Je los dirigentes como Jel de los Jirigiclús a dis-
confianza y hasta la arrogancia necesarias para mantener tal tancia -y a la vez ambos poseían ll;Il juego de interpretaciones
estado de cosas pero, como \'eremos en fragmentos de Ur1 pa- de la historia común a su propia perspectiva, sentido de la his-
saje a la fndia y de Kim, estas actitudes eran tan importantes toria, emociones y tradiciones. Lo que un intelectual argelino
como el número de personas del ejército o del funcionariado, recucnla hoy del pasado colonial de su patria está rigurosa-
o los millones de libras que Inglaterra sacó de India. mente dirigido hacia ciertos acontecimientos, cumo los ata-
Porque la empresa del imperio depende de la idea de lefler ques militares franceses a las aldeas o la tortura de los prisio-
un imperio, corno Conrad parece haber captado con tanta cla- neros durante la guerra de liberación o la alegría de la
ridad. Y, dentro de una cultura, toda clase de mecanismos han independencia en 1962. Pára su contraparte francesa, que
de funcionar para que esto suceda; luego, a su vez, el imperia- pudo haber sido partícipe de los asuntos argelinos o cuya fami-
lismo adquiere una suerte de coherencia, forma un conjunto lia pudo haber vívido allí, hav en cariibiu el dolor de haber
de experiencias y exhibe el talante de un dirigente que tam- «perdido" Argelia, una actituJ "más positiva hacia la misión co-
bién gobierne dentro de la cultura. Como lo ha formulado un lonizadora francesa -con sus escuelas, sus ciudades bien pla-
sagaz estudioso moderno Jel imperialismo: neadas y su vida Placentera- e incluso el sentimiento de que
los <<agitadores" :!' los comunistas alteraron la relación idílica
El imperialismo moderno ha sido una acumulación de entre <(ellos)> y ((nosotroS>>.
elementos, no todos de igual peso, que podemos rastrear a En gran n1.edida la era del gran imperialismo decimonó-
lo largo de cada época de la historia. Quizá debamos bus- nico ha terminado: Francia y Gran Brctaüa entregaron sus más
car sus causas últimas, como las de la guerra, menoS en ne- espléndidas posesiones después de la Segunda Guerra Mun-
cesidades materiales tangibles que en las incómodas tensio- dial, y las potencias menores también se han deshecho de lo
nes Je socieJades distorsionadas por las divisiones de más extenso de sus dominios. No obstante, recordando de
clase, con su retlejo en ideas distorsionadas en la mente de nuevo las palabras de T. S. Eliot, a pesar de que esa era tuviese
los hombres. 2 claramente rasgos de identidad propios, ei sentido del pasado
Una certera indicación de qué papel central ocupaba el re- imperial reside no sólo en ella, sino que ha penetrado la reali-
flejo y elaboración de las tensiones, desigualdades e injusticias dad de centenares de millones de personas: su existencia como
de sus patrias o socieJades metropolitanas en la cultura impe- memoria compartida y como tejido altamente conflictivo de
rial nos la da un distinguido historiador del imperio, el conser~ cultura, ideología y política ejerce todavía una fuerza tre-
vador D. K. Fieldhouse: «La base de la autoridad imperial))' menda. Dice Frantz Fanon: (<Podemos rechazar de plano la si-
dice, ({residía en la actitud mental del colonizado. Su acepta- tuación a la cual nos quieren condenar los países occidentales.
ción de la subordinación -ya a través del sentimiento positivo Al retirar sus banderas y sus policías de nuestros territorios, el
del interés común con el estado padre, ya a través de su impo- colonialismo y el imperialismo todavía no han pagado sus cuen-
sibilidad de concebir otra alternativa- hizo que el imperio du- tas. Durante siglos los capitalistas (extranjeros) se han compor-
rara)).' Aquí, Pieklhouse está hablando acerca de los coloniza- tado con el mundo subdesarrollado nada más que como crimi,
dos blancos en las Américas, pero su idea va más allá: la nales.ll 1 Debemos sopesar la nostalgia por el imperio, y también
permanencia del imperio estaba sostenida por ambos lados, la ira y el resentimiento que pro\'oca en aquellos que esluvie-
ron sometidos :y, al mismo tiempo, tratDT de considerar con
l. Ton y Smith, Thc Palrern of !Jnperinlis111: Thc Cuited Starcs, Grem !3rilain
ami rhe Lite Jndustrializing lVorid Siucc 1815 (Cambridge: Cambridge Uui\·er-
sity Prcss, 1981) p. 52. Smith cita a G;mdhi cun respectn a esta cuestíón. l. Frantz Fanon, The U'!elched o/ the Eanh, traducción de Co!lstauce Fa-
2. Kiernan, _·Harxislll wuí lmpcrialism, p. lll. ningtoH {196!; reeditada en NucYa York: Gro\'C 1968_¡, p. 101. Hay traducción
J. D. K. Ficldhouse, The Colouiu! Empin:s: A Compnrativc Sun'ey from The castellana: Los conde11adus de la tierra (México: fondo de Cultura Económica,
Eighlet'.nth Cenwry (1965, reeditada en I-Ioundsmills: Macmillan, 1991), p. 103. primera edición, 1965).
46 47
20
cuidado e íntegramente la cultura que alimentó el senti- ¿Cuál es, entonces, la conexión entre la realización ele_ los
miento, la razón y sobre todo la imaginación del imperio. fines nacionales imperiales y la cultura nacional en general? El
Creo que existe una fractura preocupante en nuestra con- discurso intelectual y académico reciente ha tendido a sepa-
ciencia crítica actual, que nos permite pasar mucho tiempo rarlos y dívidirlos: muchos de los académicos son especialis-
elaboranc.lo las temias estéticas ele Carlyle o de Ruskin, por tas, por lo cual la destreza de que está clotaclo el experto se
ejemplo, sin prestar atención al prestigio que sus ideas ofrecie- vuelca sobre temas con grandes dosis de autonomía: la novela
ron simultáneamente al sometimiento de pueblos inferiores y victoriana industrial, la política colonial francesa en el norte
territorios coloniales. Para tomar otro ejemplo, erraremos en de África, y cosas por el esti,lo. La tendencia a subdividirse y
la comprensión tanto de la importancia de la cultura como de proliferar en diversos campoS y especializaciones es, como
su resonancia en el imperio, entonces ~; ahora, a menos que vengo sosteniendo desde hace tiempo, contraria a la compren-
podamos comprender de qué modo la gran novela realista sión del conjunto, donde debemos discutir el carácter, la inter-
europea cumplió uno de sus principales propósitos: el casi im- pretación )' las tendencias de la experiencia de la cultura. Per-
perceptible reforzamiento del consenso de sus sociedades en der de vista o deja! ele lado el contexto nacional e internado~
torno a la expansión de ultramar, un consenso en el cual, en nal de las representaciones dickensianas de los hombres de
palabras de J. A. Hobson, das fuerzas egoístas que dirigen el negocios Yictorianos y centrarse únicamente en la coherencia
imperio deben utilizar los colores protectores de los movi- interna de sus papeles en las novelas, supone no captar una de
mientos desinteresados>>, 1 tales como la filantropía, la religión, las conexiones esenciales entre sus obras de ficción y su
la ciencia v el arte. mundo histórico. Al centrarnos en esta relación no reducimos
No se trata, al hacerlo, de arrojar epítetos críticos sobre el o disminuimos el valor de las novelas como obras de arie: al
arte europeo o, en general, de condenar universalmente el contrario, a causa de su mundanidad, a causa de sus complejas
arte y la cultura occidentales. De ninguna manera. Lo que vinculaciones con su contexto real, se vuelven más interesan-
quiero es examinar de qué manera los procesos del imperia- tes ·y más valiosas.
lismo se producen más allá de las leyes económicas y las deci- Al principio de Dombe.v e hijo, Dickens quiere subrayar la
siones políticas. Y cómo se manifiestan -por predisposición, importancia del nacimiento del hijo para el señor Dombey:
por la autoridad emanada de formaciones culturales reconoci-
La tierra había sido creada para que Dombey y su hijo
bles y por su continua consolidación dentro de la educación,
comerciaran, y el sol y la luna para darles luz. Ríos y mares
la literatura y las artes visuales y musicales- en otro plano
creados para que sus barcos flotaran; los arcos iris les pro-
muy significativo, el de la cultura nacional, que hemos tendido
metían bonanza; los vientos soplaban a favor o en contra de
a purificar al considerarlo reducto de monumentos intelectua-
sus empresas, las estrellas y los planetas giraban en sus ór-
les inmutables, exentos de contubernios mundanos. En este
bitas para presen·ar, inviolado, un sistema clel cual ellos
punto, William Blake es explícito: «Los fcmdamentos del Impe-
eran el centro. Abreviaturas corrientes adquirían nuevo
rio)), afirma en sus notas a los Discourses de Reynolds, ((son el
sentido a sus ojos y sólo a ellos se referían: A. D. no tenía
Arte y la Ciencia. Si los eliminamos o los degradamos el hnpe-
nada que ver con mmo Domini, sino que quería decir amw
rio desaparece. El Tmperio sigue al Arte y no viceversa, como
Dombcy ... , e hijo. 1
los ingleses suponen.)>"
El pasaje cumple claramente su función como descripción
l. J. A. Hubson, hnperialis111: ,¡ Stw!y ( 1902; reeditada en Ann Arbor: Uni· del narcisismo desdeñoso y la presuntuosa arrogancia de Do m-
versity of l\tichigan Press, 1972), p. 197. bey, de su actitud coercitiva respecto de su hijo recién nacido.
2. SefcCicd Poctry ami Pros e o/ Blake, ed. Northrop Frye (Nueva York: Ran-
dom Housc, 1953), p. 447. Una de los escasas obras en las que se aborda el an·
tiimperialismo de Blake es la de David V. Erdman, B!ake: Prophet Againsl Em- l. Charles Dickcns, Dmnbey ami Son ( 1848: reedi1ada en Harmonds·worth:
pin: (Nuc\-a York: Dovcr, 1991). Penguin, 1970) p. 50.
48 49
21
Pero también podemos preguntarnos, ¿cómo podía Dombe) obras mismas no la imponen. Sin embargo, me he abstenido a
pensar que.eluniverso, y el tiempo en su totalidad, eran suyos propósito de adelantar una teoría completamente acabada de
para comeújar? Podemos ver este pasaje, que no es en modo la conexión entre literatura y cultura por un lado e imperia-
aliuno central dentro de la novela, también corno rasgo de lisnw por el otro. Al revés, espero que las c'onexiones surjan de
conciencia propio ele un novelista británico hacia 1840. Como lugares específicos en los varios textos, y que el marco <que los
dijera Raymond \Villiams, ése fue {(el período decisivo en el rodea -el imperio- establezca los vínculos, los desarrolle, ela-
cual la conciencia de una nueva fase de la civilización fue mo- bore, extienda o critique. Ni la cultura ni el imperialismo están
delada y expresada)). Pero si es así, ¿por qué describe el mismo inertes, y así las conexiones entre ellos en tanto que experien-
\Villiams esta {(era desafiante, transformadora v liberadora>) 1 cias históricas son dinárnicas y complejas. Mi principal come-
shz referencia a India, África, Oriente Medio y As-ia, puesto que tido no es separar sino vincular, lo cual sobre todo me interesa
fue alli donde la vida británica se expandió y se llevó a cabo, por una razón: metodológica y filosófiC-amente las fonnas de la
como Dickens soterradamcnle indica? cultura son híbridas, mezcladas, impuras, y ha llegado el mo-
Williarns es un gran crÍlíco del cual he aprendido mucho m.ento, para el aqálisis de la cultura, de \'olver a ligar sus análi-
y cuya obra admiro, pero considero limitadora su convicción sis con sus realidades.
de que la literatura inglesa trata sobre todo de Inglaterra,
idea central en su producción y en la de la mayoría de los
estudiosos y críticos. l\1ás aun, a pesar de que \Villiams no lo 2. lfl.lÁGENES DEL PASADO, PURAS E IMPURAS
haga, los eruditos que escriben sobre la novela tratan casi
exclusivamente de los textos mismos. Esos hábitos parecen l'vlienlras se acerca el final del siglo XX, se va configurando
gobernados por una poderosa aunque imprecisa noción de una creciente conciencia, en casi todos los árnbitos, de las re-
que las obras de arte son autónomas, mientras que, como laciones entre culturas, de las divisiones y diferencias que no
trato de demostrar a lo largo de este libro, la literatura emite sólo nos permitan diferenciar una cultura de otra sino que nos
constantes referencias a sí misma como participante en la ex- hagan captar la medida en que las culturas son estructuras
pansión ultrarnarina de Europa y pm: tanto como parte de la -humanamente producidas- de autoridad y participación a la
creación de lo que el nlismo Williarns llama «estructuras de vez, benevolentes respecto a lo que incluyen, incorporan y va-
sentimiento» que soportan, elaboran y consolidan la práctica loran y menos bcnevolentes respecto a lo que excluyen y des-
imperial. Es verdad que Dombey no es Dickens ni representa deñan.
el conjunto de la literatura inglesa, pero el modo en que Dic- Creo que existe, en todas las culturas que se definen nacio-
kens expresa el egoísmo de Dombey evoca, se burla, y por úl- nalmente, una aspiración a la soberanía, a la absorción, a la
timo depende, de los auténticos, Yerdadcros discursos del li- dominación. En este aspecto coinciden la cultura fTancesa, la
bre comercio imperialista, del ethos británico mercantil y de británica, la india o la japonesa. Al mismo tiempo, paradójica-
su convicción respecto a las oportunidades ilimitadas para el mente, nunca hemos sido tan conscientes de cuán extraña-
progreso comercial en el extranjero. No debemos separar es- mente híbridas son las experiencias históricas .Y' culturale-s, de
tos aspectos de nuestra comprensión de la novela decirnouó- cuánto tienen en común las muchas y rnuchas veces contradic-
nica, de la misma manera que no separaremos la literatura de torias experiencias y campos, de cómo cruzan las fronteras na-
la historia y de la sociedad. Creo que la supuesta autono- cionales, desafiando la acción policial del dogma puro y del
mía de las obras de arte forma una suerte de separación grosero patriotismo. Lejos de constituir entes unitarios, autó-
que supone una absurda limitación ya que, claramente, las nomos o monolíticos, las culturas en realidad adoptan más ele-
mentos «foráneos>>, más -alleridades o diferencias de las que
l. Ravmond \Vil!iams. ulntroduclion», en Dk:ke-ns, Dumbey a111Í 5;on, conscientemente excluyen. ¿Quién, en India o en Argelia,
pp. 11-12. puede separar con solYencia los componentes británicos o
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Franceses pretéritos de la realidad presente, o quién, en Ingla- sostienen Hobsbawm, Ranger y otros colaboradores de The
terra o Francia, puede trazar un círculo alrededor del Londres Inven.tion of Tradition< En la era e9 que los antiguos nexos y
inglés o del París francés que excluya el efecto de India o de organizaciones que sostenían las sociedades premodernas ha-
Argelia sobre esas dos ciudades imperiales? bían empezado a desestructurarse por dentro, cuando a la
No son éstas preguntas nostálgicamente académicas o teó- vez aumentaban las presiones sociales derivadas de la admi-
ricas: según lo veremos tras uno o dos breves excursos, conlle- nistración de numerosos territorios de ultramar v del creci-
van importantes consecuencias sociales y políticas. Tanto Lon- ~ miento de las circunscripciones domésticas.('l8.:S __ elites diri-
dres como París tienen gran cantidad de inmigrantes prove- gentes europeas vieron claramente la necesidaCrae proyectar
nientes de las antiguas colonias. Esta población conserva en su su poder hacia atrás en el tiempo, otorgándole esa historia y
vida cotidiana amplios vestigios de las culturas británica y esa legitimidad que sólo tradición y longevidad pueden di;-
francesa. Eso es evidente. Consideremos, como ejeÍnplo más _pensai_.,~Así, en 1876 la reina Victoria fue proclamada Empe-
compl~jo, las bien conoddas cuestiones de la imagen de la An- ratriZ- de la India y su Virrey Lord Lytton, enviado en visita,
tigüedad clásica o de la tradición como determinante de la fue recibido y agasajado en ceremonias y fastos "tradiciona-
identidad nacional. Los estudios Black Athena de Martin Ber- les)) a lo largo del ~país y también en la gran Asamblea Impe-
nal o The Invention of Tradition, de Eric Hobsbawm y Terence rial de Delhi, como si el gobierno de la reina no se asentara
Ranger, han enfatizado la extraordinaria influencia de las preo- sobre todo en el poder inglés y en su afirmación unilateral,
cupaciones y puntos de conflicto actuales en las imágenes pu- sino en una costumbre nativa ancestral. 1
ras (y hasta purgadas) que nos construimos de un pasado privi- Del lado opuesto, los ''nativos)) insurgentes han perge-
i¡
legiado, genealógicamente útil, un pasado del que excluimos ñado similares construcciones acerca de su pasado precolo- !i,,
elementos, relatos o vestigios incómodos. rA;(' según Bernal, nial, como en el caso de Argelia durante la guerra de inde-
!!
aunque se sabe que la civilización gdega hliD"de· sus raíces en pendencia (entre 1954 y 1962) cuando la descolonización i'i
varias culturas del sur y del este, semíticas y egipcias, durante impulsó a argelinos y musulmanes a crear imágenes de lo 11
el curso del siglo XIX fue calificada como <(aría)), al tiempo que que supuestamente ellos habían sido antes de la coloniza-
sus raíces semí1icas o afTicanas era metódicamente purgadas y ción francesa. Tal estrategia forma parte de los mecanismos !l
,1
ocultadas. A pesar de que los escritores griegos reconocieron que muchos poetas y gentes de letras ponen en marcha du- :¡
abiertamente el pasado híbrido de su cultura, los filólogos rante las luchas de independencia o liberación en cualquier :¡
europeos adquirieron el hábito ideológico de pasm~ de largo sector del mundo colonial. Quiero subrayar el poder movili-
sobre esos emhªrazosos pasajes sin comentarios, en interés de zador de las imágenes y tradiciones así construidas y su cua-
la pur~za _átic,q,,.~':-')Debemos recordar que sólo a partir del siglo lidad fantástica, síno ficticia al menos románticamente colo-
XIX los historiadores europeos de las cruzadas empezaron a no reada. Baste pensar en lo que hizo Yeats por el pasado
aludir a la práctica del canibalismo entre los caballeros france- irlandés, con sus Cuchulains y sus grandes dinastías, que
ses, a pesar de que las crónicas contemporáneas de las Cruza- ofrecieron a la lucha nacionalista algo que admirar y que re-
das mencionan el comer carne humana sin ninguna ver- sucitar. En los estados postcoloniales, los riesgos de esencias
gü_cpza). tales como el espíritu celta, la négritude, o el islam son cla-
, J:'i?.>nenos que la imagen de Grecia todos los emblemas de ros: tienen que ver no únicamente con los manipuladores
la autoridad europea fueron moldeados)'' reforzados durante el nativos, q los utilizan para enmascarar sus defectos actua-
siglo XIX. Y ¿dónde podía tener lugar esto, sino en la fabrica- les, sino con los contextos imperiales a los que atacaron, de
ción de rituales, ceremonias y tradiciones?''Ésa es la idea que
l. Bernarcl S. Cohn. «Representing Authority in Victnrian lndia,-,. en Frie
l. :\lanin Berna!, B!nck Athena: The .4/roasiatíc Rools of Classical Civiliza- Hobsbawm y Terence Ranger, eds., The [J¡,·ention of Tradition (Cambridge:
tirm, vol. 1 (Ncw BlUns·wick: Rutgers University press, 1987) pp. 280-336. Cambridge University Press, 1983), 185-207.
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los cuales surgieron y dentro de los cuales se los consideraba Debemos empezar por describir las formas más corrientes
necesarios. en que la gente se enfrenta con el legado variopinto y polifáce-
A pesar de que la mayor parte de las colonias ha ganado su tico del imperialismo; no sólo aqU:ellos que ha;ran abandonado
indepenclencia, muchas Je las actitudes imperialistas subya- las colonias, sino también quienes estaban allí antes y allí que-
centes a la conquista colonial continúan vigentes. En 1910 Ju- daron: los nativos. l\·1uchas personas en Inglaterra sienten pro-
les Harmand, un defensor del colonialismo, afirmó: bablemente cierto remordimiento o vergüenza por la expe-
riencia india de su país, pero otros muchos afloran aquellos
Es necesario, entonces, adoptar como principio y punto
buenos días del pasado, aun cuando los valores de entonces, la
de partida el hecho Jeque existe una jerarquía de razas y de
razón que perseguían y sus-propias actitudes h·ente al naciona~
ciYilizaciones y de que nosotros pertenemos a la raza y 1~ ci-
lismo de los nativos constituven aún delicados problernas sin
\'llización superiores, aun reconociendo que, al mismo
resolver. Precisamente esto e~ lo que e-Stá en juego cuando hay
tiempo que la superioridad confiere derechos, impone tam-
conflictos raciales. Por ejemplo durante la crisis abierta por la
bién estrictas obligaciones. La legitimación básica de la con-
publicación de Lus l'ersos satánicos de Salman Rushdie y la
quista de los pueblos natiYos es la conúcdón de nuestra su-
subsiguiente fattt~a exigiendo la muerte del escdtor por parte
perioridad, no sólo mecánica, económica, y militar sino
del ayatollah Jomeini.
moral. Nuestra dignidad descansa en esa cualidad y subyace
Al mismo tiempo, en el Tercer Lvlundo los debates acerca
a nuestro derecho a dirigir el resto de la humaniJ;d. Ei po-
de la ideología imperialista y las pl"ácticas coloniales que los
Jer material es únicamente un medio para ese fin. 1
sustentan son extremadamente vivos y cli\·ersos. Numerosos
Como precursor de la polémica actual acerca de la superio- grupos creen que la amargura y humillación de la experiencia
ridad de la civilización occidental sobre las otras, según la que virtualmente !os esclavizó produjo no obstante beneficios
exaltan filósofos conselTadores como Allan Bloom v de la -ideas liberales, conciencia nacional y bienes técnicos- que
esencial inferioridad (y amenaza) de los no occidentaie;, según con el tiempo han contribuido a hacer menos desagradable la
la proclaman los denostadores de Japón, los orientalistas ideo- visión del imperialismo. Otros, en esta era poscolonial, utilizan
lógicos y los críticos de la regresión «nativa)) en Áh-ica y en el imperialismo para reflexionar allí, retrospectivamente, so-
Asia, la declaración de Harmand posee una sorprendente clari- bre las m_ejores maneras de entender los conflictos de los esta-
videncia_ dos hoy independientes. De la autenticidad de los problemas
Por lo tanto, más importante que el pasado en sí, es el peso de democracia, desarrollo y destino Jan testimonio las perse-
que éste ejerce sobre actitudes culturales actuales. Por razones cuciones Je intelectuales que desarrollan su pensarniento yac-
debidas en parte a la experiencia imperial, las viejas di\·isiones tividades de manera tan pública como valerosa. Eqbal Ahmad
entre colonizador :v colonizado han resurgido en lo que habi- v Faiz Ahmad Faiz en Pakistán, Ngugi wa Thiongo en Kenia, o
tualmente conocemos como relaciones Norte-Sur, !o cual su- A.bdelrahman el l\lunif en el rnundo árabe son algunos Je los
pone varias especies distintas Je combate ideológico y retó- grandes pensadores .Y artistas cuyos sufrimientos no han debili-
rico, actitudes defensivas y esa hostilidad siempre a punto de dado la intransigencia de sus posiciones o inhibido la severi-
estallar que alimenta guerras devastadoras, como ya ha suce- dad de sus castigos.
dido. ¿Existirán maneras de reconsiderar la experiencia impe- Tanto l\lunif como Ngugi o Faiz o cualquier otro en su
rial en términos no compartimentados, de modo que transfor- caso, se han mostrado incansables en su rechazo del colonia-
men nuestra iJea del pasado y del presente y también nuestra lismo implantado o del imperialismo que le dio continuidad.
actifud respecto al futuro? Irónicamente, apenas se les hizo caso, ya en Occidente, ya por
parte de las autoridades de sus propios países. Por un lado, los
! . Citado pm Philip D. Curtin, ed, hnpaialism (Nue\"a York: \Valker, 197 .!), intelectuales occidentales tendían a consiclerarlos Jeremías re-
pp. 294-95 trospecti\·os que denunciaban los males del colonialismo pre-
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térito; por otro, sus gobiernos los trataban, en Arabia Saudí, pretables por lo que tienen que ver con el imperialismo, sus
Kenia o Pakistán, como agentes de potencias extranjeras mere- nuevas formas y su nueva historia. Las naciones de Asia, Amé-
cedores de prisión o exilio. La tragedia de su experiencia, y de rica Latina y África contemporáneas, hoy políticamente inde-
muchas experiencias poscoloniales, emana de la imposibilidad pendientes, son todavía de muchas maneras tan dependientes
de enfrentarse con relaciones que se recuerdan de diferentes y están tan dominadas como cuando eran directamente gober-
maneras, polarizadas y radicalmente desiguales. Los ámbitos, nadas por los poderes europeos. Por un lado, hay críticos,
las circunscripciones, los puntos de intensidad y las urgencias como V. S. Naipaul, que se sienten obligados a proclamar que
de los mundos metropolitanos y excolonizados tienden a su- esto es consecuenciu de heddas autoinfligidas: ellos (todo el
perponerse sólo parcialmente. Además, esa pequeña zona per- mundo sabe que ((ellos)> son fos negros, los de color, los wogs)
cibida como común únicamente les brinda lo que podríamos tienen la culpa de ser quienes son, y es absurdo esgrimir otra
llamar una retórica de la culpa. vez la excusa del legado del imperialislno. Por otro lado, es
Quiero considerar en primer lugar la realidad de los terre- cierto que culpar dramáticamente a los europeos de las des-
nos intelectuales que ambos comparten y en los que discrepan venturas del presepte no supone ninguna alternativa. Lo que
en el discurso públjco posimperialista, concentrándome espe- necesitamos es considerar estos problemas como una red de
cialmente en lo que, dentro de ese discurso, hace surgir y ali- historias interdependientes: sería torpe e insensato reprimir-
menta la retórica y la política de la culpa. Luego, con perspec- las.¡ y, en cambio, es útil e interesante comprenderlas.
tivas y métodos de lo que podríamos considerar como litera- El asunto aquí en juego no es complicado. Si desde los si-
tura comparada del imperialismo, estudiaré los modos en que llones de Oxford, París o Nueva York se les dice a árabes o afri-
la revisión o reconsideración de una actitud intelectual posim- canos que pertenecen a una cultura fundamentalmente en-
perialista sea capaz de contribuir al ensanchamiento de ese ferma o incapaz de regeneración, será imposible convencerlos.
sector común superpuesto entre las sociedades antes coloniza- Aun cuando se los domine, no estarán dispuestos a admitir la
das y los centros metropolitanos. Mediante el análisis en con- esencial superioridad occidental o el derecho de otros a sojuz-
trapunto de las diferentes experiencias, desplegando el escena- garlos a pesar de la riqueza y el poder superiores. Los efectos
rio de lo que he llamado historias entrelazadas y superpuestas, de esta reticencia se manifiestan a lo largo de esas colonias de
intentaré formular una alternativa tanto a la política de la las que se echó a los señores blancos una vez todopoderosos. A
culpa como a la aún más destructiva política del enfrenta- la vez, los nativos triunfantes muy pronto descubrieron que ne-
miento y la hostllidad. Puede que así surja un tipo más intere- cesitaban a Occidente y que la idea de la independencia total
sante de interpretación secular, también más enriquecedora era una ficción nacionalista proyectada sobre todo por lo que
que la mera denuncia del pasado, que el lamento por su final o Fanon denominó «burguesía nacionalista>), que, a la vez, se
que la tajante beligerancia -todavía más cruel porque su vio- hizo con los nuevos países y los ha gobernado mediante tira-
lencia corre pareja a su facilidad y atractivo- que lleva a las nías rapaces y explotadoras que recuerdan a las de los señores
grandes crisis entre Occidente y las culturas no occidentales. ausentes.
El mundo es demasiado pequeño e interdependiente para per- Así, a finales del siglo xx el ciclo imperial del siglo anterior
mitir que esto suceda sin reaccionar. de alguna manera se reproduce a sí mismo, a pesar de que ho::v
no existen en realidad grandes espacios vacíos, ni fronteras en
expansión, ni nuevos y emocionantes asentamientos que
proyectar. Vivimos en un medio ambiente planetario con
l
3. DOS VISIONES EN EL CORAZÓl\' DE LAS Tl1',JEBLAS
enorme número de presiones ecológicas, económicas, sociales
La dominación y las desigualdades de riqueza y poder son y políticas que operan sobre su funcionamiento, apenas perci-
hechos permanentes de las sociedades humanas. Pero en el es- bido, esencialmente incomprendido y aún sin interpretar. Cual-
cenario global de la actualidad estos hechos son también in ter- quiera que posea una vaga conciencia de tal unidad se sentirá
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25
alannado ante b contumacia de los intereses egoístas v estre- como interesante, paradójicamente mundial v local a la \'ez,
chos ~patriotismo, chauvinismo, odios raciales, religios-os y ét- que es también síntoma de cómo continúa vi~'O el pasado im-
nicos- que pueden de hecho llevarnos a la destrucción .ma- perialista, cómo suscita discusione"s y réplicas con sorpren-
siva. Sencillamente el mundo no puede permitirse esto de dente intensidad. Puesto que son contemporáneas y Je fácil
nuevo. acceso, estas huellas del pasado nos enseñan en el presente la
No podemos fingir que disponemos ya de modelos para un manera Je estudiar las historias -aquí el plural es intenciona-
orden mundial armonioso, y sería igualmente torpe suponer do- creadas por el imperio, no sólo las historias de los hom-
que las ideas de paz y comunidad gocen de muchas oportuni- bres y las mujeres blancos sino también las de los no blancos
dades de crecimiento mientras las potencias actúen guiadas cuyas tierras y cuya misma esencia se encontraban en cues-
por la J.Jercepción agresiva de ((intereses nacionales vitales;) o tíón, aunque sus reclamos fuesen desoídos o despreciados.
soberanías ilimitadas. El enfrentamiento de Estados Unidos Un debate significativo acerca del residuo del imperialismo
con Irak y el ataque de éste a Kawait a causa del petróleo son -el problema de cómo aparecen los ((natiYos» en los medios
ejemplos evidentes. Lo sorprendente es que la difusión de es- de comunicación occidentales- ilustra la persistencia de la in-
quemas de pensamiento y acción tan provincianos sigue preva- terconexión y la su¡Jerposición, no sólo en el contenido del de-
léciendo en las escuelas, jamás son puestos en discusión, se los bate sino también en sus formas, no sólo en lo que se dice sino
acepta sin críticas en la educación y generación tras genera- también en cómo, por quién y para quién se dice. Vale la pena
ción se repiten recurrentemente. Se nos enseña a venerar analizar este aspecto, aun cuando requiera una autoJisciplina
nuestras naciones y a admirar nuestras tradiciones, a lograr no fácil de conseguir, ya que las estrategias con que se en-
nuestras metas con violencia y sin tener en cuenta a otras so- fTenta son tentadoras, fáciles y se encuentran bien desarrolla-
~iedades. Un tribalismo nuev-o, y en mi opinión deplorable, das. En 1984, tiempo antes de la publicación de Los versos sa-
fractura sociedades, separa pueblos, promueve contlictos mez- tánicos, Salrnan Rushdie analizó la pt·o[usión de películas o
quinos y sangrientos y se sustenta en afirmaciones de minorías artículos sobre la dominación británica de India, incluyendo
étnicas o particularidades grupales mu_y poco estimulantes. series televisivas como ({La joya de la corona,), o \'ersiones de
Dedicamos demasiado poco tiempo <{a aprender de otras cultu- novelas, como la película de David Lean sobre la obra de E. M.
ras» -1~ frase posee u~a vague.dad inane- y mucho menos aún Forster Pasaje a la India. Rushdie señalaba que la nostalgia
a estudtar el mapa de mteraccwnes, el tráfico real, cotidiano y activada en estas emocionadas reconstrucciones del dominio
productivo casi minuto a minuto entre los estados, las socied~ inglés en India coincidían con la guerra de la:-; 1\-lalvinas y
des, los grupos y las identidades. que "el aumento del redsionismo del dominio imperial in-
Nadie puede abarcar este mapa completo: por eso debemos glés en India, ejemplificado por el notable éxito de tales re-
considerar la geografía del imperio y la caleidoscópica cuali- latos, es la contrapartida artística del crecimiento de ideolo-
dad de la experiencia imperial que ha creado su textura básica, gías conservadoras en la Inglaterra moderna)). Muchos se
en términos de unas cuantas configuraciones predominantes. lanzaron al ataque de lo que calificaron de exhibicionismo
Para apreciar en parte lo que esto significa propongo conside- recriminatorio y autoHagelaci.ón pública de Rushdie y pare-
rar un juego específico de ricos documentos culturales en los cieron así dejar de lado su principal afirmación. Rushdie in-
cuales la interacción entre Europa y Norteamérica por un lado tentaba exponer una perspectint más amplia, que presumible-
Y el mundo sometido al irnperio por otra, están animadas, in- mente había atraído también a otros inlelectuates, para quie-
formadas, expliciladas como experiencia para los dos protago- nes )"'a no tiene vigencia la conocida descripción ele George
nistas del encuentro. Pero antes de entrar en esto, histórica v Orwell sobre el lugar que ocupa el intelectual en la sociedad,
sistemáticamente, servirá de útil preparación considerar l~ a caballo entre dentro y fuera del cuerpo de la ballena. En
que aún queda de imperialismo en la discusión cultural re- términos de Rushdie, la realidad actual puede en efecto care-
ciente. Etio constituye el residuo de una historia tan densa cer de ((ballenas; este mundo sin rincones tranquilos (en el
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que) no existen huidas fáciles de la historia, del ruido, del te- sometidas o inferiores y manteniéndolos fieles a nuestras res-
rrible, desasosegan te lío». 1 Pero nadie se paró a discutir el ponsabilidades civilizadoras?
punto principal del discurso de Rushdie. En cambio, se es- Sé que esta pintura no es exactainenle fiel, sino una especie
peculó sobre todo acerca de si el Tercer Mundo no había en- de caricatura. Sin embargo guarda una incómoda semejanza
trado en decadencia tras la enmancipación, si no era mejor con lo que afirman muchas de las personas que hablan en
escuchar a esos intelectuales del Tercer Mundo -escasos, nombre de Occidente. Hay demasiada convicción en la creen-
debo añadir, por suerte extremadamente escasos- que abier- cia en un '<Occidente» monolítico, la misma que hallamos en
tamente atribuyen la mayor parte de sus actual barbarie, de- la descripción del entero mundo colonial mediante el recurso
gradación y dictaduras a sus propias historias nativas, histo- de pasar de una generalización a otra. Estos sallos a generaliza-
rias ya deplorables antes del colonialismo y que volvieron a dones y esencialismos están acompaüados por la invocación
ese punto tras su caída. Por lo tanto, siguen estos pensadores, de una historia imaginaria de las magnanimidades y generosi-
mejor un duro y honesto V. S. Naipaul que un absurdamente dades de Occidente, seguidos siempre de una represensible se-
posturista Rushdie. cuencia de desagradecidos golpes en su mano grandiosamente
Podríamos llegar a la conclusión, ante las emociones sus- dadivosa. «¿Por qtié no nos aprecian, después de todo lo que
citadas por el propio caso Rushdie, en ese momento y des- hemos hecho por ellosh 1
pués, de que muchas personas en Occidente sienten que ha ¡Con qué facilidad se comprime todo ello en la simple fór-
llegado el momento de decir basta. Vietnam e Irán son em- mula de esa supuesta magnanimidad mal apreciada! Despre-
blemas empleados ambos para evocar tanto los traumas de la ciados y olvidados pueblos enteros resultan así ultrajados, pue-
política interior norteamericana -las insurrecciones estudian- blos que durante siglos soportaron justicia sumaria, una
tiles de los años sesenta; la angustia del público en torno a la interminable opresión económica, la distorsión de sus vidas ín-
crisis de los rehenes en los setenta- como el conflicto inter- timas v sociales v una recurrente obediencia directamente en
nacional y la «pérdida)' de Vietnam y de Irán a manos del na- funci¿n de la in~utable superi,oridad europea. Baste recordar
cionalismo radical. Y después de Vietnam !' de Irán, se dice, los millones de africanos sacrificados al tráfico de esclaYOS
hay ciertas cosas que deben ser defendidas. La democracia para darse cuenta del inin1aginable coste del mantenimiento
occidental había sufTido un vapuleo, y a pesar de que los de tal superioridad. Sin embargo, con más asiduidad aún deja-
daf:tos físicos hubiesen tenido lugar en el extranjero, surgió en- mos de lado el infinito número de huellas visibles en la vio-
tonces un sentimiento, según lo formuló bien incómodamen- lenta e inmensamente detallada historia de la intervención co-
te Jimmy Carter, de <<destrucción mutua>). A la vez, este senti- lonial -minuto a minuto, hora a hora- en la vida de individuos
miento llevó a los occidentales a pensar de nuevo el total pro- y colectividades a ambos lados de la divisoria colonial.
ceso de descolonización. ¿Acaso no era verdad, discurrió la Lo notable en esta clase Je discurso contemporáneo, que
nueva postura, que (mosotros'' <des)> dimos modernización y acepta la primacía y hasta la completa centralidad de Occi-
progreso? ¿Acaso no les dimos orden y cie1ia clase de estabi- dente, es cuán totalizadow es su forma, cuán envolventes sus
lidad que desde ehtonces ellos no han sido capaces de conse- actitudes y gestos, cuánto deja fuera aun cuando incluya, com-
guir por sí mismos? ¿Acaso no fue un atroz exceso de confian- prima y consolide. De repente nos encontramos retrocediendo
za creer en su capacidad para la independencia, puesto que en el tiempo hacia finales del siglo XIX.
llevó al poder a los Bokassa }' a los Idi Amin, cuyos correlatos Semejante actitud imperial se encuentra bellamente reco-
intelectuales eran .gentes como el propio Rushdie? ¿No debe- gida, según creo, en la complicada y rica forma narrativa de la
ríamos haber conservado las colonias, controlando las razas gran nouvelle de Conrad, El corazón de las tinieblas, escrita en-
l. Salman Rushdie, «Outside the \~.-lta!e", en hnagmary Homelawis: Essays l. Éste es el mensaje de Conor Cruise O'Bricn en «\Vhy thc Wailing Ought
nnd Criticism, 1981-1991 (Londres: Viking/Granta, 1991), pp. 92, 101. to Stop,, The Obsen·l'l", 3 de junio de 1984.
60 61
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tre 1898 y 18'19. Por un lado el narrador i'viarlow admite la pre- Lo que hace a Conrad tan diferente de los otros escritores
destinación trágica de toJo discurso: es "imposible dar cuenta colonia[es contemporáneos suyos _es que era extremadamente
del sentimiento Je la vida en cada época Je la propia existen- consciente de lo que hacía, por causas en parte debidas al
cia, eso que la hace verdadera, lo que le da sentido, su sutil y mismo colonialismo que lo habia convertido a él, un expa-
penetrante perhune.. Vivimos como soñamos; solos>). 1 Pero triado polaco, en empleado del sistema imperial. Por lo tanto,
aun así se las arregla para concentrar el enorme poder de la como muchos de sus relatos, El corazóu de las tinieblw_; no
experiencia africana de Kurtz a trayés del control del relato de constituye tan sólo el repertorio directo de las aventuras de
su viaje por el interior africano hacia él. A su \·ez este relato se 1\ilarlow. Es también una dramatización del mismo l\-larlo\\' an-
conecta directamente con la fuerza redentora y al misrno tiguo vagabundo de las regi~nes coloniales, que cuenta su' his-
tiempo horron;samente devastadora de la misión europea en toria a un grupo de oyentes británicos en un tiempo particular
el continente oscuro. ToJo aquello que se pierde, que es elu- y un espacio específico. Que ese grupo--de gente provenga del
clido o sencillamente maquillado en el recitado inmensamente mundo empresarial es la manera conradiana ele enfatizar el he-
condcente de lVlarlow encuentra su compensación en el ím- cho de que durante la década de 1890 el negocio Jel imperio,
petu puramente histórico, en el progreso del moYimiento tem- antes una emprcs~a individualista .Y de aventureros, se había
poral, con sus digresiones, sus descripciones, sus inquietantes con\·ertido en el imperio del negocio. Hemos de subrayar que,
encuentros y demás efectos. Dentro del relato de cómo viaja por la misma época, Halford ¡\Iackinder, explorador, geógrafo
hacia la Estación Interior de Kurtz. de la que ha llegado a ser y liberal imperialista, ofreció una sede de conferencias sobre
origen :-• autoridad, ~1arlO\\- se- mue\T materialmente hacia el imperialismo en el London Institute of Bankers: 1 quizá Con"
atrás y hacia adelante en pequeñas y grandes espirales, simila- rad lo supiese. A pesar de que la intensidad casi opresiva del
res en su mo\'imiento a los episodios a lo largo de la trayecto- relato de l\larlow nos deja la sensación muy aguda de que no
da rio arriba, hacia lo que él llama «el corazón de África)). hay manera de escapar a la fuerza histórica soberana del impe-
Asi, el e-ncuentro de J\ilarlo\\" con el improbable funcionario rialismo, que posee el poder de un sistema capaz de hablar por
ele traje blanco en medio de la jungla permite a Conrad el ejer- todos y por todo dentro ele sus dominios, Conrad nos muestra
cicio de cuanliosos párrafos digresivos, y lo mismo sucede du- también que lo que i\1arlü\v hace es contingente, impulsado
rante el encuentro posterior con el semidernente ruso con as- por una serie de oyentes britárlicos de mentalidad semejante a
pecto de arlequín que se muestra tan impresionado por los la suya )'.limitados a esa situación.
regalos de Kurtz. Sin embargo, bajo la falta de convicción de Pues ni Conrad ni l\-Iarlow nos ofrecen una visión com-
¡\lado\\. , bajo sus evasiYas, bajo el arabesco de las cavilaciones pleta de lo que se encuentra fuera de las actitudes de con-
acerca de sus propios pensamientos e icleas, subyace el irnpa- quistadores del mundo encarnadas por Kurtz, Mario\\', el
ra.ble curso del \'iaje en si mismo que, a pesar de los muchos círculo de oyentes en la cubierta del ¡\'ellie y el propio Con-
obstáculos, transcurre a través de la jungla, del tiempo, de las rad. Quiero decir que EL cumzón de las tinieblas es una obra
pri\'aciones, hasta el_ auténtico corazón de todo, el imperio de tan persuasi\'a precisamente porque tanto su política como
tráfico de marfil de Kurtz. Conrad quiere mostrarnos cómo la su estética son, por así decirlo, imperialistas, lo cual, en los
gran m·entura económica de Kurtz, o el viaje de l\-larlow rio años finales del siglo xrx, parecían constituir a la vez una es-
arriba o el relato mismo tienen un asunto en común: el de los tética, una política y hasta una epistemología ine\'itables e
europeos capaces de realizar actos de voluntad y de dominio insoslayables. Si ele Yeras no podemos entender la experien-
imperial en (o acerca de) Africa.
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cia de otro y Jependemos por lo tanto de la autoridad aser- gro». 1 La conclusión de Conrad es que si el imperialismo,
tiva del tipo dé poder que Kurtz detenta como hombre blanco como el relato, ha monopolizado el sistema completo de re-
en la jungla o que Marlow, otro blanco, detenta como nana- presentación -lo cual en el caso JC El corazón de las tinieblas
dar, es inútil buscar alternativas distintas, no imperialistas. El le permite ser el portavoz de los africanos, el de Kurtz, \' el de
sistema las ha eliminado del todo y las ha hecho impensables. los otros aventureros, incluyendo a Marlow v a su audi~ncia
La circularidad, la perfecta conclusión de todo el círculo es su conciencia como outsider lo faculta, al co~trario, para com-
insuperable no sólo estética sino mentalmente. Conrad es tan prender de modo activo cómo funciona la máquina, dado que
consciente de cómo situar el relato de Marlo\v en el curso na- la sincronía o correspondencia entre él y la máquina no es del
rrativo, que nos permite simultáneamente comprender que el todo perfecta. Al no llegar a ser jamás un inglés completa-
imperialismo, lejos de absorber su propia historia, estaba vivo mente integrado y del todo aculturado, Conrad pudo preservar
en ese instante y a su vez circunscrito por una historia más una distancia irónica en cada una de sus obras.
grande, fuera del estrecho y restringido círculo de europeos La forma narrativa de Com~ad hace posible extraer así dos
de la cubierta del Nellie. No obstante, nadie parecía habi- posibles posiciones, dos ·Yisiones opuestas del mundo poscolo-
tar entonces esa región más amplia, y el mismo Conrad la nial que sucedió a-I suyo. La primera supone que la ·vieja em-
deja vacía. presa imperial dominaba ei espacio de modo tal que podía des-
Conrad nunca hubiese podido utilizar a Marlow para pre- plegarse conyencionalmente para dar cuenta del mundo tal
sentar otra cosa distinta que un punto de vista imperialista, como el imperialismo europeo u occidental lo vieron, y que
dado lo que podían efectivamente ver del mundo no europeo pudo consolidarse tras la Segunda Guerra MundiaL Los occi-
de su tiempo tanto Conrad como Marlow. La independencia dentales pueden haber abandonado fisica.mente sus colonias
era cosa de blancos y europeos. A los pueblos inferiores o so- en África y Asia, pero las han conservado no sólo como merca-
metidos se los gobernaba: la ciencia, el conocimiento y la his- dos sino como puntos de un mapa ideológico sobre el cual si-
toria venían de Occidente. Aunque Conrad escrupulosamente guen gobernando moral e intelectualmente. Como lo formu-
nos recuerde las desgraciadas diferencias emanadas de las acti- lara recientemente un intelectual norteamericano: «l'vlués-
tudes coloniales diversas de belgas e ingleses, él sólo era capaz trenme el Tolstói zulú". La falta de conYicción asertiYa v
de imaginar un mundo ajustado a una u otra esfera del domi- soberana de esta posición atraviesa hoy los discursos de quien e~
nio occidental. Pero porque Conrad también poseía un sentido hablan no sólo por Occidente o por lo que Occidente hizo, sino
residual extraordinariamente persistente de su propia margi- por lo que el resto del mundo es, fUe v será. Esta afirmación ex-
nalidad de exiliado, con mucho cuidado (algunos dirian que cluye lo que otros suelen representar. como <(perdido)), y afirma
con cuidado de demente) otorga al relato de Marlow la provi- en cambio que el mundo colonial estaba de alguna forma v ha-
sionalidad característica de su situación en el límite exacto en- blando ontológicamente «perdido, desde el p~~incipio, qu~ era
tre uno y otro mundos, neutro pero diferente. Ciertamente, irredimible e innegablemente inferior. Más aun, tal discurso se
Conrad no era un gran imperialista como Cecil Rhodes o Fre- centraba no en lo compartido de la experiencia colonial, sino
derick Lugard, a pesar de que fuese capaz de entenderlos per- en lo que nunca debió ser compartido, es decir, en la autoridad
fectan1ente, de comprender, en palabras de Hannah Arendt, Y la rectitud derivadas de un poder y un desarrollo superiores.
cómo para entrar en (<el torbellino de un interminable proceso Retóricamente, podemos definir los términos ele esta afirma-
de expansión, debía, de alguna forma, cesar en lo que era para ción en términos de la definición de la critica de los in-
obedecer las leyes del proceso, identificándose con las fuerzas
anónimas que se suponía que debía servir para que el proceso 1. Hannah Arendt, The Origins of Totalirarimúsm (19:"1: nue\'a edición en
Nueva York: Harcotlrt ancl Bwce JoYancrdch, 1971), p. 21:". Hay traducción cas-
siguiera en movimiento, pensando en si mismo como mera tellana: Los odgcues del totalirorismo, i\ladrid: Taurus. !074. Ver tambié-n fre-
función y eventualmente considerando esa función, esa encar- diic Jameson, Thc Political Unconscious: ,\'nrmttvc as a Socialh Simbu!ic Arl
nación de una línea dinámica, como su posible y más alto lo- (lthaca; Comcll University Press, 1981), Pr· 206-81. -
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telectuales modernos de Julien Benda: como organización de rantes o escépticos )'' tibios que, con poco pronxho, siguen
las pasiones políticas. Y esos términos, como el mismo Benda quejándose del pasado. -
era suficientemente sensible para comprender, llevan al sacri- Durante los afíos setenta y ochenta de este siglo tuvo Jugar
ficio de las masas. Si no al literal, ciertamente sí al retórico. un importante giw, acompaüando ese estrechamiento de hoü
1 La segunda posición es considerablemente menos objeta-
J zontes en el que he estado situando una o dos de las líneas de-
ble. Se ve a si misma como Conrad veía sus propias narracio- rivadas de El coraz./m de las tinieblas. Podemos detectar el
nes, propias de un tiempo y un lugar, ni incondicionalmente giro, por ejemplo, en el dramático cambio de acento v literal-
verdaderas ni ciertas sin matizaciones. Com.o he dicho, Conrad mente, de dirección, entre pensadores notorios por s~1, radica-
no nos da la sensación de que pueda imaginar una alternativa lismo. Jean-Fran<;ois Lyotard y Micbcl Foucaull, eminentes fi-
1 completa al imperialismo: los nativos de África, Asia o America lósofos franceses que surgieron en los_ sesenta como apóstoles
de los que escribe son incapaces de independencia: puesto que J.el radicalismo y de la insurgencia intelectuales, describen
1
él parecía imaginar que el tutelaje europeo era un don, no po- una nueva _Y sorprendente falta de fe en lo que el mismo Lyo-
1 día prever qué pasaría cuando el tutelaje llegase a su fin. Pero tard llama gran~les relatos legitimadores de emancipación e
sí percibía que llegaría a su Lin, aunque sólo fuera porque, ilustración. Nuestra época, afirmó Lyotard en los ochenla, es
corno todo esfueclO humano, incluida la palabra, tendría su posrnoderna: se preocupa sólo de cuestiones aisladas; no de la
momento y luego se extinguiría. Que Conrad da re su imperia- Historia sino de problemas a resohTr; no de grandes realida-
lismo, muestre su corltingencia, registre sus ilusiones, su tre- des sino de juegos. 1 También Foucault se apartó de aquellas
menda violencia v despilfarro (como en Nostramo), nos per- fuerzas de oposición dentro de la sociedad moderna que había
mite a los lec!or~s posteriores imaginar algo distinto a un estudiado precisamente por su inagotable resistencia a la ex-
continente africano dividido en decenas de colonias europeas clusión y al confinamiento -delincuentes, poetas, margina-
aun cuando, por su parte, él apenas pudiese imaginar en qué dos~ y deciclió, dada la omnipresencia del poder, que quizá
se convertiría África. era mejor concentrarse en su microfísica local, en el podet
Pero volviendo a las primeras líneas de reflexión que salen que rodea a cada indiYicluo. Por lo tanto el \'O debía ser estu-
de Conrad, el discurso del imperio hoy resurgen te prueba que diado, culti\·ado y, en caso necesario, ~·em~delado v consti-
el encuentro imperialista del siglo XIX continúa trazando divi- tuido. Tanto en Lyotan:[ como en Foucault encont~~amos la
2
sorias v tendiendo barreras. Es extraüo, pero persiste también misma figura ernpleada para explicar el desencanto sobre las
en el i-ntercambio, enormemente complejo, y a la vez intere- políticas de liberación: los rehüos existentes, que proponen un
sante, entre antiguas partes coloniales: Gran Bretaña e India punto de partida posible,, una meta \·indicatÍ\'a va no son ade-
por un lado, o Francia .v los países fTancófonos africanos por cuados pa1·a tramar la tr~ycctoria del hombre 'e-;1 la sociedad.
otro. Estos intercambios apacibles suelen estar oscurecidos No existe nada hacia lo cual dirigirse: eslamos encerrados en
por los estridentes antagonismos del debate polarizado entre nuestro propio circulo. Ahora aquella linea se cierra sobre
pro y antiimperialistas, que hablan enfáticamente de destino sí misma. Tras aüos de apoyo a las luchas anticoloniales en
nacional, intereses de ultramar, neoirnperialismo y cosas se-
mejantes, apartando a sus simpatizantes -occidentales agresi- ¡_ Jean-Fraw,:ois Lvutctrd, lhe p,_,/modc:m Coudifio¡¡_- el Repon Ull KllU\1'-
\·os o, irónicamente, no occidentales en cuyo nombre hablan ledge, traducción de Geoff Benning1on y Brian l\-lassumi (i\linw::apulis: VHÍ\'er-
sity of ;\línnesola Pre:,s, 1984), p. 37. Hay traducción castellana: La condición
los nuevos \' renovados nacionalismos de los ayatollahs- del postnwdenw, i\ladrid: Cátedra, 1989.
permanente" intercambio anterior. Dentro de cada uno de estos 2. Ver especialmente b última obra de Foucau!t, Le souci d<: \<Ji, Parí<>: Ga
campos lamentablemente constreüidos están los puros, los jus- tlimard, 1984.1-by traduc.:iún castellana Madrid: Siglo XXI, 1987. En The Pus-
tos, los fieles, guiados por los omnicompetentes, por esos que sion of Jlichel Fouc,nd! (!'..;ue\·a York: Simotl & Sclmster, !Y93), James :'vlil!er
pro~one una nue\a _y arriesgada interp¡·etaci0n, en la que ~osticne que, en su
conocen la verdad ace1·ca de sí mismos }' acerca de los demús. LOHJunto, la OCiilTC de Foucault estaría por cnterv dedicada a! Yo, en particula1
Afuera pulula el ramillete variopinto ele intelectuales bclige- cd del mismo foucaulL
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Argelia, Cuba, Vietnam, Palestina o Irán, que ünieron a repre- obligado a aceptar que él o ella es parte de la multitud,
sentar para muchos intelectuales occidentales su más pro- parte del océano, parte ele la tormenta, de manera que la
fundo compromiso con la política y la filosofia de la descoloni- objetividad se convierte en un gran sueúo, como la pcrfecc-
zación antiimperialista, se llegó a un momento de desencanto ción: una meta inalcanzable por la que luchar a pesar de la
yr agotamiento. l Empezamos entonces a oír y a leer cuán fútil imposibilidad del éxito. Fuera de la ballena está el mundo
había sido apoyar revoluciones, qué bárbaros eran los nue-vos de la famosa fórmula de Samuel Beckett: (<No puedo se-
regímenes que llegaban al poder, cómo -en algunos casos ex- guir. Voy a seguir.>J 1
tren1os- la descolonización había beneficiado al «mundo co-
munista)>. Los términos de la descripción de Rushdie, a pesar de que
Llegamos a la invocación del terrorismo y de la barbalie. los recoja de Orwell, parecen resonar de manera mucho más
Llegamos también a esos expertos de las ex colonias cuyo bien interesante en relación con Conrad. Porque aquí estamos ante
difundido mensaje consistía en que tales pueblos únicamente la segunda consecuencia, siguiendo ahora la segunda línea que
merecían el colonialismo, o que, puesto que ((habíamos)) sido surge de la forma narrativa de Conrad. En sus referencias ex-
tan tontos como para abandonar Aden, Argelia, Indochina y plícitas al exterior, apunta a una perspectiva situada fuera de
otros sitios, sería una buena idea volver a invadirlos. Llegamos las representaciones fundamentalmente imperialistas ofrecidas
a los numerosos expertos y teóricos de la relación entre los por rv1arlo-w y sus oy·entes. Se trata de una perspectiva profun-
movimientos de liberación, el terrorismo y la KGB. Así se da damente secular, no lastrada por ninguna ele las nociones
un mo-vimiento de renovada simpatía por lo que Jeane Kirkpa- acerca del destino histórico y del esencialismo que la idea de
trick llamó régimenes autoritarios (como opuestos a totalita~ destino parece entrañar siempre, ni tampoco por la indiferen-
rios) que eran aliados de Occidente. Con el auge del reaga- cia histórica y la resignación. Puesto que al estar dentro del
nismo, del thatcherismo y de movimientos afines, comenzó sistema carecemos de la experiencia completa del imperia··
una nueva fase de la historia. lismo, organizada y subordinada a la dominación de una óp·
Aun cuando todo esto sea históricamente comprensible, la ti ca eurocéntrica y totalizadora, esta segunda óptica sugiere el
retirada drástica del pensamiento de ((Occidente)) respecto de despliegue de un campo sin privilegios históricos para ninguna
sus propias experiencias del mundo periférico ciertamente no de las partes.
constituyó y no constituye una actividad atractiva o edificante No quisiera interpretar abusivamente a Rushdie, o poner
para un intelectual de hoy. Le cierra la posibilidad de conocel- en su texto ideas que puede no haber tenido presentes. En su
y descubrir qué significa estar fuera de la ballena. Volvamos a controversia con los medios de comunicación británicos -an-
Rushdie para otra observación: tes de que Los versos satánicos lo obligara a esconderse-
afirmó que era incapaz de reconocer la verdad de su propia ex-
Vemos que es tan falso crear un universo ficticio libre periencia en las imágenes de esos mismos medios acerca de
de la política como crear otro en el que nadie necesite tra- India. Ahora yo iré más lejos y afirm<.~ré que ésta es una de las
bajar, o comer, u odiar o amar o dormir. Fuera de la ba- virtudes dt;l encuentro de la política con la cultura\" con la es-
llena se hace neceSC:lrio, Y a veces es hasta divertido, enfTen- tética: permite el descubrimiento de un terreno c~mún oscu-
tarse con los problemas especiales creados por la incorpo- recido por la controversia. Quizá sea duro, en especial para los
ración del material político, porque la polí1ica es a ratos 'iOmbatientes directamente envueltos en la lucha, considerar
farsa y a ratos tragedia, y a veces ambas cosas a la vez: basta e:se terreno común en el momento en que más que pensando,
ver el Pakistán de Zia. Fuera de la ballena el escritor está están luchando. Puedo perfectamente entender la furia latente
~n el discurso de Rushdie porque como él me he sentido des-
l. Ver, por ejemplo. GéranJ Chaliand, Revolulion in tf1e Third l,Vor!d (Har-
monds\\"orth: Penguin, 1Y78). l. Ru.shdie. «Üutside the \Vhalc", pp. 100-101
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1~ p!azado y fuera ele foco a causa del consenso occidéntal domi- mostrar que se trata de algo 1·utinario. Pero nunca lo es. La
nante, que ha HegaJo a considerar el Tercer l\-Iundo corno una n-umera de ConmJ de mostrar e::;ta discrepancia entre lo orto-
1 moleslia atroz, como un sitio cultural y polític;;:unenlc inferior. doxo y su propia \'isión del imperio es atrayenJo la atención
1V1ientras que Ru.shdie y yo escribimos y hablamos como miem- sobre cómo se construyen y deconstt·uyen las ideas y valores, a
1 bros de una pequefía minoría de vo¿es marginales, nuestros través de las dislocaciones del lenguaje del narrador. Adem_ás,
críticos, periodistas y académicos pertenecen a un opulento los párrafos están meticulospmente escenificados; el narradór
sistema de fuentes académicas e informativas \'inculadas con es un orador cuya audiencia, la razón que los reúne, la calidad
periódicos, cadenas de televisión, revistas de opinión e institu- de su voz :v el efecto de lo que dice son todos elementos impor~
tos a su disposición. l\.1uchos de ellos forman ahora un coro es- tan tes y aspectos incluso iúsistentes de lo que el relato cuenta.
tridente .Y derechista de condena, en la que apartan lo no Por ejemplo, Marlow nunca es directo. Se mueve entre la gro-
blanco, no occidental y no judeocristiano respecto de una sería y la pasmosa elocuencia, y rarclinente se resiste a hacer
esencia occidental aceptable y predeterminada. Una \'eZ sepa- que las cosas raras parezcan aún más peculiares a través de
rado unen lo rechazado bajo los calificativos de terrorista, soq)rendentes inexactiludes o descripciones vagas y contra-
marginal, ele segunda fila o sin importancia. Atacar lodo !o en- dictorias, Por eJemplo, nos dice, un barco de guerra h·ancés
globado en esta categoría supone defender el espíritu de Occi- bombardea «el corazón del continente)); la elocuencia de
dente. Kurtz es iluminadora a la \'ez que fraudulenta; .Y así sucesiva-
Volvamos a Conrad y a lo que me he estado refiriendo mente. Su discurso está tan lleno de estas extrañas contradic-
como la segunda y menos imperialista de las posibilidades ciones (bien analizadas por Ian \Vatt como <1descodificación
aserti\·as oh·ecidas pot· El corazón de las tinieblas. retardada» 1 ) que el clarísimo efecto tanto sobre su audiencia
Recordemos una vez más que Conrad sitúa su relato en la próxima como sobre el lector es un agudo sentimiento de que
cubierta de un barco anclado en el Támesis; mientras l.Vlarlmx lo que presenta Conrad no es ni como Jebe ni cómo aparenta
habla el sol se pone y al final el corazón de las tinieblas se ha ser.
instalado en ese momento en Inglaterra; fuera del grupo de los No obstante, la cuestión sobre la que Kurtz y lVlarlow ha-
oyentes de Marlow espera un nmndo oscuro e indefinido. De blan es de ~1echo el dominio imperial: el de los blancos euro~
vez en cuando Conrad parece querer plegar ese mundo, en su peos sobre los negros africanos y sobre su marfil, el de la civi!i·
conjunto, al discurso imperial metropolitano representado por zación sobre el continente oscuro y primitivo. Acentuando la
l'vlarlow, pero en virtud de su propia y Jislocada subjetividad se discrepancia entre la «idea>) oficial del imperio y la realic.lad
resiste a esa tendencia ~: prevalece en esa resistencia, siempre notablemente desorientadora de África, Marlow altera el sen-
lo he creído, sobre todo a través de recursos formales. La tiJa no sólo de la ú.lea misma de imperio sino de algo aún más
forma nanati\'a circular y autorreflexiva de Conrad llama la básico, la realidad misma. Si Conrad puede mostrar que toda
atención hacia su propia cualidad de construcción artihcíal, y actiúdaJ humana depende del control de una realidad radical-
nos anima así a exper·imentar con el potencial de la realidad mente inestable respecto de la cual las palabras se aproximan
que se presentaba como inaccesible al imperialismo, fuera de sólo por voluntad o por cornprensión, lo mismo es verdad del
su control, y que sólo adquirió una presencia sustancial mu~ imperio, de la veneración Je la idea del imperio ~- de todo lo
cho después de 1924, el aflo de la muerte ele Conrad. que de allí se sigue. Ante Conrad, nos encontramos frente a un
Este punto necesita mayores explicaciones. A pesar de sus mundo que alternativamente se hace y se deshace. Todo lo que
nornbres europeos y sus costumbres, los narradores de Conrad se nos presenta estable o indiscutible -por ejemplo, el policía
no son testigos corrientes y poco reflexh'us del imperialismo de la esquina- es apenas un poco más seguro que el hombre
europeo. No aceptan de un modo simple lo que sucede en
nombre de la idea imperial; reflexionan muchísimo acerca ele l. Ian Watt, C()nrad in dw Xíueleolfh C,mtwy (Berkc!ey: Univcrsity of Ca!i·
ello, se preocupan por ello y· se sienten muy ansiosos por de~ fornia Press, llJ7SJ) pp. 175-79.
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blanco en la jungla, y exige el rnismo y conti11uado (pero pre- importantes y activos, Ali Shariati y Jalal Ali i-Ahmed, quienes
cario) tdunfo sobre la omnipresente oscuridad, que, al final de por medio de sus discursos, libros, grabaciones y panHetos
la historia, se nos muestra igual en Londres y en ÁfTica. prepararon el camino de la revolUción iraní- interpretan el
El genio de Conrad le permitió comprender que las tinie- colonialismo afirmando la absoluta oposición de la cultura
blas del presente eterno podían ser colonizadas o iluminadas: nativa: Occiden!e es un enemigo, una enfermedad, el maL
El coraz.ón de las tinieblas eslá lleno de referencias a la mission Pero, hay novelistas, como el keniata Ngugi y el sudanés
cil--'iíisatrice, a estereotipos tan crueles como benevolentes des- Tayeb Salih, que se apropian para sus obras de grandes tópi-
tinaJas a llcYar luz a los sitios y los pueblos oscuros de ese cos de la cultura colonial, como la búsqueda y el viaje hacia
mundo por medio de actos de dominio y clespliegues de poder. lo desconocido, utilizándolos para sus propios pronósticos
Pero ese mundo también debía ser reconocido como indepen- poscoloniales. El héroe de Salih en Season uf Migration to the
diente. Kurtz, l'vlarlow (v, desde luego, Conrad) se adelantan a tVorth hace Cv es) el reverso de lo que Kurtz hace ('y es): un
su tíempo en la cornprensión de que lo que llaman -((tinieblas)) hombre negro que viaja hacia el norte y se interna e~ territo-
posee autonomía, puede invadir y reclamar aquello de lo que rio blanco.
el imperialismo se había apropiado. Pero l\larlo\\' y Kurtz son Entre el imperialismo clásico del siglo XIX~: lo que dio lu·
criaturas de su tiempo, incapaces de dar el paso siguiente: de gar a la resistencia en las culturas nativas existe así una obce-
reconocer que lo que vislumbraban, aun mutilado y deni- cada confrontación v un cruce, materializado en discusiones v
grante, de las "tinieblas» no europeas, era parte de un mundo debates que toma p1~estado de uno y otro lado. l'Vluchos de lo.s
no europeo que se resistía al imperialismo y ganaría algún día más interesantes escritores poscoloniales llevan íncorporado
soberanía e independencia en lugar de reinstaurar las tinie- su pasado, como cicatrices de heridas humillantes, como esti·
blas, como Conrad afirma de manera reduccionista. La trágica mulos para prácticas diferentes, como visiones potencialmente
límitación de Conrad es que, a pesar de que en un plano podía revisadas del pasado que tienden a un futuro nuevo lleno de
ver claramente que en esencia el imperialismo era pura domi- experiencias urgentemente reinterpretahles y rcfonnulables,
nación y rapiña de tierras, en otro era incapaz de llegar a la dentro de las cuales el antiguo silencio nativo habla y actúa en
conclusión Je que se debía acabar con él para que los «nati- un territorio arrancado al imperio. Encontramos estos rasgos
vos)) pudieran llevar vidas libres de la dominación europea. en Rushdie, en Derek VValcott, en Aimé Césnire, en Chinua
Hijo de su época, Conrad no podía garantizar a los nativos su Achebe, en Pablo Neruda, en Brian Frie l. Estos escritores pue-
libertad, a pesar de criticar severamente el imperialismo que den ahora enh·entarse de verdad con las grandes obras maes-
los esclavizaba. tras coloniales, que no sólo los representaban erróneamente
La eYidencia ideológica y cultural de que Conrad estaba sino que los consideraban incapaces de leer y de responder dí·
equivocado en su óptica eurocéntrica es, al tiempo, rica e irn- rectamente a lo escrito sobre ellos: la etnografía europea los
presionante. Existe hoy un completo movimiento, de literatura suponían incapaces de intervenir en el discurso científico
y de teoría de la resistencia y de contestación al imperio acei:ca de ellos mismos. Deberemos revisar a fondo esta nueva
~tema del capítulo 3 de este libro~ y en graneles y dispares re- situación.
giones poscoloniales se realizan esfuerzos tremendamente
enérgicos para comprometerse con el mundo metropolitano
en un debate de iguales en el que dar cuenta de la diversidad y 4. EXPERIENCIAS DISCREPANTES
diferencias del mundo no europeo, de sus propios programas,
necesidades e historia. El propósito de este testimonio es ins- Empecemos aceptando la noción de que, a pesar de que
cribir, reinterpretar y extender las áreas de compromiso y tam- exista un núcleo subjetivo irreductible de la experiencia hu-
bién el terreno en discusión con Europa. Algunas de estas acti- mana, esta ·expeliencia es también histórica y secular, accesi-
vidades -por ejemplo, en la obra de intelectuales iraníes ble al análisis y a la interpretación y -lo cual tiene enorme im-
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portancia- no se agota en teorías totalizantes, no está marcada
son los ensayos de The lllventiuu of Tra(~ition, que analizan tra-
o lirnitada por líneas doctrinales o nacionalistas, ni confinada
diciones inventadas altamente especializadas y locales (como
de una vez para siempre en construcciones analíticas. Si se los indios durbars 1 y el fútbol europeo) que, a pesar de las dife-
cree, con Gran1sci, que una vocación intelectual es social-
¡·encias, comparten similares características. El libro afirma
mente posible y también deseable, entonces constituye una
que estas prácticas tan variadas pueden ser leídas)-' entendidas
inadmisible contradicción defender a la vez análisis de la expe-
al unísono, puesto que pertenecen a campos comparables de
riencia histórica basados en exclusiones que estipulen, por
la experiencia humana, que Hobsbawn describe como tentati-
ejemplo, que sólo las mujeres pueden comprender la experien-
vas de «establecer una cont~nuidad con un pasado que históri-
cia femenina, los judíos el sufrimiento de los judíos o los anti- can1ente les con\·enga». 2
guos súbditos coloniales la experiencia colonial. Requeriríamos una perspectiva semejante :v en contra-
. _. No quiero con esto abonar ese lugar común acerca de que punto para considerar Ia conexión entre los rituales de coro-
siempre hav dos ópticas para cada problema. La dificultad con nación en Inglaterra y los durbars indios de finales Jel siglo
las teorías ~sencialistas v con la exclusividad, o con las barre- XIX. Esto es: debemos ser capaces de relacionar e interpretar
ras y bandos, es que dar~ lugar a polarizaciones que absuelven esas experiencias discrepantes: cada una con su secuencia
o perdonan la ignorancia y la demagogia en lugar de promover particular y su ritrno de desarrollo, sus propias formaciones
el conocimiento. Aun la mirada más superficial sobre las re- internas, su coherencia interna y su sistema de relaciones
cientes teorías del estado, de la raza y del nacionalismo moder- externas, todas ellas coexistiendo e interrelacionadas con las
nos abonaría esta triste verdad. Si admitimos desde~ ante~;;;._gue otras. Por ejemplo, Kim, la novela de Kipling, ocupa un lu~
la experiencia africana, irani, China, judía 0 aiemana _es_fv_nd~ gar muy especial en el desarrollo de la novela inglesa y en
mentalmente integral, coherenle, separada y por lo tm:_~?~sólo la sociedad victoriaua tardía, pero su pintura de la India
comprensible para africanos, iraníes, chinos, judíos o ªl_e¿na- existe en una relación profundamente antitética con el desa-
nes, lo que hacemos es afirmar como esencial algo q~e, al re- rrollo del movimiento de la independencia india. Tanto la
vés,--\··0 _supongo histó~1can~er!te_.,.~-~-_e-~do y también resull~~o___de novda como el movüniento político representados o inter-
un:;tilHel=pretación: la existencia de la africanidad, lajudeiJ_¡1~, pretados sin la otra parte carecerían de la perspectiva de esa
o la germanidttd, o, en términos más generales, del or~e~-~<:t discrepancia crucial que les otorga la experiencia real del
lismo- v el occidentalismo. Además, como consecuencia, defen- imperio.
deríai;ws en aquel caso la esencialidad de la experiencia en lu- Hav un aspecto que necesita más explicación. La noción de
gar de promover su completo conocimiento, incluidos sus «exper--iencias discrepantes)l no intenta evadirse del problema
vínculos v dependencias con otros campos.,-_ Como resulta_c]_o,_~<l de la ideología. No podemos entender de inm.ediato ninguna
experien~ia diferente de los otrqs resuitar:r.:r:--1-ebajada- a--~li_~ experiencia que necesite de interpretación o reflexión, del
plaii.o ··inferior. mismo modo que no podríamos creer a ningún crítico o intér-
En cambio, si desde el principio reconocemos la existencia prete que afirme haber alcanzado una perspectiva de Arquíme-
de histol"ias masivamente entt·ec¡·uzadas y complejas pero no des, más allá de la historia o del entorno social. Al yuxtaponer
por eso menos superpuestas e interconectadas -de mujeres, de
occidentales, de blancos, de estados nacionales y de culturas-
no existiría una razón particular para conferir.. a cada una de l. Los ingleses tom:J.l"On d ténninJ Úl(Ú DARI:Ii\R, del persa «Curte':· para r~u
nir <.lSnmbleas de notables nati\·os cmwocados por la autoridad impenal. Se dtjO,
ellas un estatuto ideal v esencialmente separaQq_.~:No obstante, en la primc~·a conYocatoria (1877), que se trataba de uua ~costumbre ances-
Cilierernos preservar lo. que es único en cada una de ellas si al tral», pero en realidad era un recurso r·eci&n inncntado con moti\·o de la procla-
tiempo podernos guardar el sentido de la comunidad humana mación de la rei1w VictLnia de Inglatcrnt como emperatriz de India, en 1876
v la lucha real que contrlbuy'e a su formación: de esa comuni- (N. de la Ti
2. Eric Hobsba\\-m, -dntroduction '· en Hobsbawn y Rangcr, fm-entiou uf
dad todas son parte. Un ejemplo excelente de esta perspectiva Tradilion. p. t.
74 75
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experiencias, al dejar que jueguen unas con otras, mi meta verse hacia Egipto, considerado así, hasta cierto puntu.
política interpretativa (en el más amplio sentido) es hacer como su medida natural. 1
concurrentes esas visiones y experiencias ideológica y cultu-
Fourier habb como portavoz racionaJizador de la invasión
ralmente cercanas unas a otras, que pugnan por suprimir o
de Egipto por Napoleón en 1798. La resonancia de los grandes
alejar otras perpectivas y experiencias. En lugar de reducir la
nombres enumerados, el situar, basar v normalizar la con-
importancia de la ideología, la exposición !' dramatización de
quista de países extraños dentro de la órbita cultural de la exis-
la discrepancia aumenta su importancia cultural: esto nos
tencia europea, hace que esto transforme la conquista en otra
permite apreciar su poder y comprender la continuidad de su
cosa. De ser un choque entre ejército conquistador y ejército
influencia. derrotado, se convierte en un proceso mucho más extenso \'
Contrastaremos así dos textos casi contemporáneos de
prolongado, evidentemente mucho más- aceptable para la set~
principios del siglo XIX (ambos datan de alrededor de 1820): sibilidad europea, más arropada en sus propias coordenadas
la DescnjJtion de l'Egypte, en toda su masiva e impresionante culturales de lo que lo estaba un egipcio para la terrible expe-
coherencia, y un volumen comparativamente menos volumi- riencia de soportár la conquista.
noso: 'Aja'ib al-Athar, de 'Abd al-Rahman al-Jabarti. La Des- Casi al mismo tiempo, Jabarti registra en su libro una serie
cription consiste en veinticuatro volúmenes del relato de la de angustiadas y agudas reflexiones sobre la conquista. Escribe
expedición de Napoleón a Egipto, elaborados por el equipo como un notable religioso acorralaDo que registra la invasión
de científicos fTanceses que Napoleón llevara consigo. Por su de su país y la destrucción de su sociedad:
parte, Abcl al-Rahman al-.Tabarti era un notable egipcio y 'alim
o líder religioso que fue tesílgo y \'ivió el curso de la expedi- Este afio es el principio de un período marcado por
ción francesa. Consideremos primero el siguiente pasaje ele la grandes batallas: de repente se produjeron se\'eros reveses
introducción general a la Description, escrita por Jean~Baptis de un modo aterrador; las miserias se multiplicaron sin fin;
te-Joseph Fouder: el curso de bs cosas se alteró; el sentido común de la vida
se corrompió y la destrucción gobernó todo hasta que la
Situado entre AfTica ~· Asia, en fácil comunicación con devastación fue general. (Después, como buen musulmán,
Europa, Egipto ocupa el centro del antiguo continente.
reflexiona sobre sí mismo y sobre su gente.) Dios, dice el
Este país brinda hoy únicamente grandiosas memorias: es Corán (xi, 9), no destruye injustmT\ente las ciudades cuyos
l.a patria de las artes y conser\'a innumerables monumen-
habitantes son justos. 1
tos; sus pdncipales templos y los palacios habitados por
sus reyes existen todavía, a r~esar de que edificios menos La expedición fTancesa estaba acompafíada de un equipo
antiguos encontraron su destrucción en tiempos de las completo de científicos cuya tarea era inYestigar Egipto como
guerras de Troya. Homero, Licurgo, Solón, Pitágoras y nunca había sido inYestigado; el resultado fue la gigantesca
Platón viajaron a Egipto para estudiar las ciencias, la reli- Descriprion misma. Pero Jabarti sólo tenía ojos, sólo podía
gión y las leyes. Alejandro fundó alli una ciuDad opu- apreciar, los hechos de poder, cuyo significado sentía como
lenta, que por mucho tiempo disfrutó de supremacía co- castigo para Egipto. El poder francés pesó sobre su existencia
mercial y que vio a Pompeyo, César, l\1arco Antonio y como egipcio conquistado, una existencia para él comprimida
Augusto Jecidir entre ellos el destino de Roma y d~I en la de una partícula subyugada, incapaz de otra cosa que no
mundo entero. Es por lo tanto lógico que esta ~tierra fuese registrar las idas y venidas del ejército francés, sus decre-
atraiga la atención de los príndpes ilustres que gobier-
nan el destino de las naciones. l. Jenll-Bap1iste-Joseph Fourier !'réfacc his/Orlijllt', \Oi I de D,,sr·nprion de
Cualquler otra nación en trance de amasar un poder se- í'Eg}ple (París: Imprimerie ro;ale, !809·1828). p. 1
2. '.-\bd al-Rahman al"Jabarti. ··ljn'ib of·Ath1n fi nf.Tar,¡jwn 11·a a/.Akhhar.
mejante. en Occidente o en Asia, se ve obligada a vol-
\oL 4 (Cairo: Lajnat al-B<~yan al-'Arabi, 1958-1907), p. 284.
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·toS irripel'iales, sus medidas de insoportable dureza, su fasci- años de experiencia europea. La conquista imperial no consis-
nante y casi todopoderosa capacidad para hacer lo que de- tió en la rasgadura del velo de una vez por todas, sino en una
seaba, de acuerdo con imperativos en los que los compatriotas presencia continua, institucionalizada y reincidente en la vida
de Jabani no podían influir. Hay una completa discrepancia francesa, en la que la respuesta a la sil~nciosa e interna dispa-
entre la política que produjo la Description _y la de la inmediata ridad entre Francia y las culturas subyugadas adoptó una varie-
respuesta de Jabarti, )' esto ilumina el terreno que con tanta dad de formas.
desigualdad se disputaba. La simetría es llamativa. Por un lado, se ha postulado que
No es difícil, además, rastrear la huella de los res~ltados de lo más edificante de la historia en los terrilorios coloniales era
la actitud de J abarti, y generaciones de historiadores la han se- resultado de la intervención imperial. Por otro, existe una
guido: yo mismo lo voy a hacer hasta cierto punto en este li- creencia igualmente obstinada de que las tareas coloniales de
bro. Su experiencia produjo un antioccidentalismo profunda- las metrópolis eran marginales y quizá hasta ajenas a las activi-
mente asentado, cuestión persistente de la historia egipcia, dades culturales de las grandes culturas metropolitanas. Así, la
árabe, islámica y del Tercer Mundo. Podemos encontrar en Ja- tendencia en antropología, historia y estudios culturales en
bani las semillas del reformismo islámico que, promulgado Europa y Estados Unidos es tratar el conjunto ele la historia
más tarde por el gran clérigo Azhar, por el reformador Mu- mundial como objetivo de una especie de metatema propio de
hamrnad 'Abdu y por su notable contemporáneo Jamal al-Din Occidente, CU)-'0 rigor disciplinario e histól"ico o bien sustrae la
al-Afghani, soslu\'O que o bien el islam se modernizaba para hístoria de los pueblos y las culturas <<siw) historia o bien, en el
poder competir con Occidente o bien volvía a sus raíces de La período poscolonial, se las de\'uelYe. J\luy pocos estudios críti-
Meca para combatirlo mejor. Además, Jabarli ya habla, en ese cos del conjunto se han centrado en la relación entre el irnpe-
momento temprano en la historia, de la inrnensa ola de con- rialismo occidental moderno y su propia cultura: la oclusión
ciencia nacional que luego culminaría con la independencia Je esta relación profundamente simbiótica es resultado de la
egipcia, con la teoría y la práctica de Nasser v de los mO\'i- relación misma. J\lás particularmente, la extraordinaria depen-
mientos contemporáneos del así llamado h.tnd;mentalismo is- dencia formal e ideológica de las grandes DO\'elas realistas
lámico. francesas e inglesas respecto de los hechos del imperio no ha
Sin embargo, los historiadores del otro lado no han leído sido nunca estudiada desde un punto de Yista teórico general.
con la misma presteza el desarrollo de la cultura y de la histo- Todas estas elisiones y negaciones se encuentran reproduci-
ria francesas en términos de la expedición egip~ia de Napo- das, creo, en los estridentes debates periodísticos sobre la des-
león. Lo mismo sucede dentro del reino británico de la India colonización, en lm; cuales el imperialismo aparece una y otra
un reino de tan inmenso rallgo y riqueza que acabó conviltién~ vez diciendo: «\'osotros sois lo 1..-1ue sois a causa nuestra:
dose en un hecho natural para los rniernbros de la cultura im- cuando nos retiramos, volvisteis a n1estro deplorable estado:
periaL Es interesante constatar que lo que más tarde los acadé- debéis cun1.prender esto a riesgo de no comprender nada por·
micos y críticos han postulado de aquellos textos europeos que, de verdad, en el presente existe muy poco que valga la
nacidos, desde el punto de Yista literario, de la consolidación pena saber sobre el imperialismo, muy poco que nos sirva de
de la conquista de Oriente realizada en la Description es una ayuda a \'osotros o a nosotros».
función hasta cierto punto atenuada y altamente implícita de Si este cuestionado valor de la comprensión del imperia-
aquella primera impugnación de Jabarti. Aunque afirmando lismo fue~e una mera controversia acerca de la metodología o
esto reincida en la discrepancia simbólica entre Fourier y Ja- las perspectivas académicas en la historia Je la cultura, estaría-
barti, he ele decir que ~~cribir)wy acerca de Ncr\'al y de _Flau~ mos justificados al considerarlo susceptible de cierto interés,
bert, cuya obra Jepencl~ Tan masi~,amcnte de Oriente-, es·tr:abU" aunque no del todo serio. Sin embargo, de hecho estamos ha-
jar en un ter~-ilorio origJ.Al~d;nente fij_;;t,!d.o por la victoria impe- blando de una configuración de interesante y hasta obligato-
rial h·ancesa. ~eguir sus paso~ y eXte,nderlos a ciento cincuenta ria importancia en el mundo del poder y de las naciones. Por
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ejemplo, en la década pasada ninguna otra cuestión acompail.ó mo\'Ían únicamente sanciones contra Irak o el bloque de
con tanta asiduidad el retorno extraordinariamente intenso ha- Estados Unidos. Al final prevaleció l-a posición estadounidense
cia sentimientos religiosos y tribales en todo el mundo, re- }'' tuvo lugar una devastadora guerra. Del pasado emergieron
torno característico de la may'or parte de las discrepancias dos ideas centrales que siguieron vigentes a lo largo del pro-
acerca de las políticas seguidas, si no realmente creadas, desde ceso: una, la del derecho de la gran potencia a sah.·aguardar
el período del gran imperialismo europeo. Más aun, las abun- sus intereses distantes aun hasta el punto de ordenar una inter-
dantes luchas por la dominación entre estados, nacionalismos, vención m.ilitar. Otra, la de que los pueblos menos poderosos
grupos étnicos, regiones y entidades culturales han sido las eran inferiores y gozaban de p1enos derechos, exigencias y
responsables del control y endurecimiento de la manipulación moral.
de la opinión y de los discursos, de la produccción }' consumo Aquí jugaron un papel significativo las percepciones y acti-
de las representaciones ideológicas de los medios de comuni- tudes políticas moldeadas y manipuladas por los medios de co-
cación, de la simplificación y reducción de vastas complejida- rnunícación. Desde la gue1Ta de 1967, las imágenes del mundo
des a clichés fáciles, más fáciles todavia cuando se usan para árabe difundidas en. Occidente han sido crudas, reduccionistas,
desplegarlos y explotarlos en interés de la política de los esta- abiertamente racistaS, como lo ha afirmado y probado mucha
dos. Los intelectuales han jugado en esto un importante papel, literatura crítica en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, si- i
y en ningún sitio más crucial y comprometido que en esa zona ¡¡
guen teniendo vigencia las películas y series ele televisión que '1
superpuesta de experiencia y cultura que constituye el colonia- muestran a los árabes como ociosos jockeys de camellos, te-
lismo, donde la política de la interpretación secular se lleva a rroristas o jeques ofensi-vamente ricos. Cuando los medios de
cabo moYida por enormes intereses. Naturalmente, el poder comunicación se movilizaron tras el presidente Bush alen-
más fuerte ha estado del lado de las autoconstuitidas socieda- tando a pn~servar el modo de vida norteamericano y a obligar
des «Occidentales»: y de los intelectuales públicos que les sir- a Irak a retroceder, poco se dijo o se mostró acerca de las rea-
ven de apologistas e ideólogos. lidades políticas, sociales y culturales del mundo árabe. Mu-
Pero en muchos estados antes colonizados ha habido res- chas de ellas, algunas bajo la profunda influencia de Estados
puestas interesantes a esta supremacía. En India y Pakistán en Unidos, han hecho posible tanto la deplorable figura de Sadam
particular, recientes estudios (p. e., Subalícm Str-uiies) des- Husein como, al mismo tiempo, un juego complejo de configu-
cubren las complicidades entre la seguridad poscolonial del raciones diferentes y completamente distintas; la novela árabe
estado v las elites intelectuales nacionalistas: los intelectuales -cuvo más eminente representante, Naguib j\vlahfuz, ganó el
de la oPosición de Arabia, ÁfTica o Latinoamérica han produ- prc~1io Nobel en 1988- y las muchas instituciones que sobre-
cido similares estudios críticos. Aquí me centraré mucho más viven entre los restos de sociedad civil. Aunque sea cierto que
estrechamente en la desafortunada convergencia que acdtica- los medios de comunicación están naturalmente mejor prepa-
mcnte apoya los poderes occidentales en sus acciones contra rados para la caricatura J' el sensacionalismo que para la
pueblos que antes fueron colonias. Durante el período en que comprensión de procesos más lentos de la cultura y la socie-
escribí este libro, se desarrolló- plenamente la crisis causada dad, no obstante la razón más profunda para la dif·usión de
por la invasión y anexión de Kmvait por Irak: cientos de miles concepciones erróneas es la dinámica ühperiaJ y sobre todo
de soldados ele Estados Unidos, aviones, barcos, tanques y mi- sus tendencias dominantes, reactivas, separadoras y esenciali-
siles llegaron a Arabia Saudi: Jrak ape]ó al mundo árabe, la- zadoras.
mentablemente dividido entre los que apoyaban a Estados Uni- Todas las culturas practican la autodefinición: se trata de
dos, como Mubarak en Egipto. la familia real saudí, el resto de una retórica, un juego de ocasiones y autoridades -fiestas na-
los jeques del Golfo y los marroquíes contra sus oponentes, Li- cionales, por ejemplo, o tiempos ele crisis, padres fundadores,
bia y Sudán o las potencias 8trapadas en medio: Jordán y Pa- textos básicos, etcétera- y un tipo de YÍnculos familiares que
lestina. Las ~aciones Unidas se dividieron entre los que pro- les es del todo propio. No obstante, en este mundo nuestro, li-
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gado por lazos tan estrechos como nunca antes a causa de las la barbarie. La posición de Lewis tiene el efecto de encolerizar
exigencias ele la comunicación electrónica, el cornercio, los al no occidental o, con consecuencias igualn1c11te poco edifi-
viajes, lus conflictos de medio ambiente y de regiones capaces cantes, obligado a exagerar los logros de las culturas no occi-
de extenderse con tremenda velocidad, la annnación de la dentales. En lugar de afirmar la interdependencia de las socie-
identidad de ninguna maner<.1 es únicamente un problema ri- dades contemporáneas una subre la otra y la interacción
tuaL Lo que me impresiona como especialmente peligroso es necesaria de las sociedades una con la otra, la separación retó-
que puede movilizar pasiones atávicas, haciendo retroceder a rica de las culturas alimenta el sangriento con11icto imperial
los pueblos a tiempos del prime¡· irnperialismo, cuando Occi· entre ellas: la deplorable historia repetida una y otra vez.
dente y sus enemigos se jactaban de ser la encarnación de vir- Otro ejemplo es el episodio que tuvo lugar a finales de
tudes que sólo constituyen virtudes, por así decirlo, en el 1986, durante la ernisión y siguiente dis.cusión de un documen-
campo de la guerra. tal de televisión titulado Los africanos. Originalmente encar~
Un ejemplo quizá trivial de semejante atavismo apareció en gada y casi Jel todo financiada por la BBC, esta serie fue es-
una columna de The \Vall Streer lournal del 2 de mayo de crita y narrada-,por un pr~stigioso erudito .Y profesor de
1989, escrita por Bernard Lewis, una de las autoridades Jel ciencias políticas de la universidad de lVIichigan, Ali Mazrui,
orientalismo en Estados Unidos. Lewis intervenía en un debate keniata y musulmán, cuya competenda y credibilidad como
sobre cambios en el «canon occidental» tal como se imparte auto rielad académica de primer rango es incuestionable. La se-
en las universidades. Se pronunciaba contra los e:studiantes y rie de Mazrui se basa en dos supuestos: primero, que por pr·i-
profesores de la Universidad de Stanford que habían votado mera vez en una historia dominada por las representaciones
para modificar los programas de estudio e incluir más textos occidentales de Africa (por un discurso que es completamente
no europeos, de mujeres y de otros grupos. En su carácter de africanista en cada in!lexión y caso, para utilizar una frase de
autoridad en el islam, Lev·:is adoptó una posición extrema: «Si Chrístopher l'vlillcr en su libro Blank Darlwess)' un africano se
la cultum oCcidental debe desaparecer, muchas otras cosas de- presentaba y presentaba Áf:rica ante una audiencia occidental,
saparecerán con ella y otras ocuparán su lugar. >l Nadie había precisamente la audiencia cuyas sociedades habían pillado, co-
afinnac.lo algo tan disparatado como que da cultura occidental lonizado y esclavizado durante siglos ese continente; segundo,
debe desaparecen), pero la posición de Lewis, que apuntaba a que la historia africana estaba compuesta por tres elementos o,
problemas más amplios que lo estrictamente pertinente al en el lenguaje de l'vla.zrui, en círculos concéntricos: la expe-
asunto tratado, llegaba a la notable conclusión de que, puesto riencia a[Ticana, la del islam, y la Jel imperialismo.
que las modificaciones en la lista de lecturas obligatorias equi- Para empezar, el National Endowment for the Humanities
valdrían al abandono de la cultura occidental, las seguirían retiró su apoyo financiero para la emisión, aunque la serie
olros hábilos (concretamente enumerados) como la restaura- se pasó igualmente por PBS. Luego The Ne~v York Times, el
ción de la esdrn·itud, la poligamia, )' los matrimonios arregla- más influ_yentc periódico norteamericano, la atacó consecuti-
dos clescle la infancia. A esta sorprendente tesis Lewis ail.adía vamente en tres artículos (el 4 de septiembre, y el 9 y 26
que así llegaría tarnbi<.~n a su eXtinción «la curiosidad acerca de octubre de 1986) fruto del por entonces corresponsal de
ele las otras culturas)) que él atribuye a Occidente. televisión John Corry. No sería exagerado describir !os
Semejante posición, sintomática y hasta un poco cómica, textos de Corry como insensatos y semihist.él"icos. Corry
indica no sólo el sentillliento en exceso exagerado de la exclu- recriminó personalmente a Mazrui sus énfasis y exclusiones
sividad en los logros culturales, sino también un antagonismo
tremendamente limitado y hasta ltistéricamente hostil respecto
l. \'er Cristopher :\1illcr, B!wdc Dar/cune,: ilfn"cmlisl Dis,_·uttrse iu Fn.:uch
al resto del mundo. Afirmar que sin Occidente volverían la es-
(Chicago: Uni\·crsity of Chicago Press, ! 985); también Arno!d Temu y Bonan~n·
clavitud y la poligamia es negar la posibilidad de que, fuera de ture Swai. Historians aud A/ri~'wtÍst f-listmy: A Critiqtic' (\Vestp<:.n-t: Lawrence
Occidente, se dé algún tipo de progreso respecto de la tiranía y Hill, 198!).
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«ideológicas)): por ejemplo, no haber mencionado Israel (aun- una política intelectual de la culpa y una drástica reducción de
yue en un programa sobre la historia africana Israel le pudo la calidad del material propuesto aJa atención v la controver-
haber parecido irrele·vante a Mazrui) y exagerar enormem.ente sia por estudiosos e historiadores de la cultura ~on resonancia
los males del imperialismo occidental. Corry' atacó en especial pública.
las '{coordenadas morales y políticas)> de MaznJi, eufemismo ¡_Cuál es el im:entario de las variadas estrategias que po-
peculiar mediante el cual lo calificaba de apenas algo más que drían emplearse para profundizar, ampliar y enriquecer nues-
un propagandista inescrupuloso. Con ello pretendía refutar las tra comprensión acerca del modo en que interactúan las dos
cifTaS de l'vlazrui acerca de cosas tales como el número de per- partes del encuentro imperial tanto en el pasado como en el
sonas que murieron durante las obras del canal de Suez, o du- presente? Ése me parece uri aspecto importante en lo inme-
rante la guerra de liberación de Argelia. Tras la turbulenta y diato y además explica la idea que subyace a la empresa de
desordenada superficie de la prosa de Corr;' acechaba la in- este libro. Voy a ilustrar mi idea con dos ejemplos en forma de
quietante e inaceptable realidad de la actuación del propio útiles anécdota<>. Luego presentaré un relato 111ás formal v me-
MazruL Aquí en Occidente y en las horas punta de televisión todológico de los problemas y las interpretaciones cultur~les v
aparecía, por iln, un africano que se atrevía a acusar a Occi- políticas que de ellos se deducen. ·'
dente de lo que había hecho, \' así reabría un expediente que Hace unos afios tuve la oportunidad ele entrevistanne con
se consideraba cerrado. Que -Mazrui hablara bien del islam, un árabe que era sacerdote cristiano y que había venido a Esta-
que mostrara su dominio de la metodología de los historiado- dos Unidos en misión tan enormemente urgente como desa-
res occidentales y de su retórica de la política, que, en suma, gradable. Como sucede que yo también soy miembro, por na-
se presentara como un modelo convincente de auténtico ser cimiento, de la pequeña pero significativa minoría a la que él
humano constituía una refutación de ia ideo logia imperial re- pertenecía -los árabes cristianos protestantes-, me sentí muy
constituida en cuyo portavoz se había transformado Corry, qui- interesado por lo que tenia que decir. Desde 1860 ha existid~}
zás inackertidamente. En el fondo latia el axioma de que los no una comunidad protestante diYidida en \'arias sectas a lo brgo
europeos no deben desarrollar sus propias perspectivas de la de la costa árabe mediterránea, sobre todo como resultado de
his1·oria europea y norteamericana, puesto que ella está conta- la lucha imperial por la conYersión dentro del Imperio Oto-
minada por la de las colonias. Si lo hacen, hay que rechazar tal mano, principalmente -en Siria, Liban o y Palestina. Con el paso
visión. del tiempo todas estas congregaciones -presbiterianas, evan··
Resulta así desastroso el entero legado de lo que metafóri- gélicas, episcopales y baptistas entre otras- adquirieron sus
camente podemos denominar la tensión entre Ki_pling -que fi- propias identidades y tradiciones y todas ellas sin excepción
nalmente sólo tenía en cuenta la politica del imperio- y Fa- cumplieron un papel honorable durante el periodo del renaci-
non, que intentaba ir más allá de las afirmaciones nacionalis- miento árabe.
tas que triunfaron sobre el imperialismo clásico. Aceptemos Pero unos ciento diez años después, los mismos sínodos e
que, dada la díscrepancia entre el poder colonial eUropeo v el iglesias que habían autorizado y hasta sostenido esos primeros
de las sociedades colonizadas, se dio una suerte de necesidad esfuerzos misioneros empezaron, casi sin aviso preYio, a re-
histórica por la cual la presión colonial crenba la resistencia considerar el asunto. Se habían convencido de que la cristian-
anticolonial. dad del Cercano Oriente estaba formada rJOr la Iglesia orto-
Lo que me interesa es la manera en que, generaciones más doxa griega, de la cual, dicho sea de paso, proYenía la
tarde, el conHicto continúa manifestándose en formas empo- abrumadora mayoría de los convertidos al protestantismo en
brecidas y por ello más peligrosas, gracias al alinemniento la zona: los misioneros cris1ianos del siglo XIX fueron por com-
acrítico de los intelectuales e instituciones de poder que repro- pleto incapaces de convertir a musulmanes o judíos.
ducen el modelo de la historia imperialista anterior. Esto da Ahora, alrededor de 1980, la jerarquía de las comunidades
por resultado, como he apuntado más aniba, la práctica de cristianas árabes se dedica a animar a sus acólitos a ·volver al
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seno de la Iglesia ortodoxa. Aparentemente, un siglo antes, las ción, el provecho había sido sólo para el lado árabe. La jerar-
autoridades misioneras habían cometido un error al separar a quía había llegado a considerar la·reciprocidad como esencial-
lo:s cdstian()s árabes de su iglesia p~·incipal. Ahora deberían mente imposible de lograr.
volver a ella. Ésta es una parábola acerca del tipo de conflictos -amplios
Para mi amigo ésta era una posibilidad demasiaclo drástica. o reducidos en tamaño- pero siempre más o menos similares
De no haber sido por sus sentimientos auténticamente ultr<.-lja- en valor y calidad, que requiere la interpretación de las situa-
dos, podríamos considerarlo como una broma cruel. Por eso ciones posirn_periales.
se encontraba él ahora en Norteamérica. Debía decir a sus su- Quiero tratar el segundo. aspecto también por medio de un
periores eclesiásticos que se sentía capaz de comprender la ejemplo. Uno de los lugares comunes canónicos de la historia
nueva perspectiva ecuménica, en la cual se tiende a disolver intelectual moderna ha sido el desarrollo de los discursos do-
las pequeñas sectas y a preservar la comunidad dominante, minantes y de las tradiciones de las diversas disciplinas en los
más que a animar a esas sectas a seguir independientes de b principales campos de la investigación científica, social y cul-
iglesia principaL Eso podía discutirse. Pero lo que le parecía tural. Sin excepciones que yo conozca, los paradigmas se han
horrendamente imperialista y por completo dependiente de la extraído siempre de lo que se considera exclusivamente como
política de las potencias era el total desprecio con el cual un fuentes occidentales. Un ejemplo es la obra de Foucault y, en
siglo de experiencia árabe protestante era sencillamente bo~ otro campo, la de Raymond Williams. En general siento consi-
rraJa, como si nunca hubiera existido. No parecen darse derable simpatía hacia los descubrimientos genealógicos de es-
cuenta, me confió mi amigo profundamente dolido, que si an- tos dos formidables estudiosos .Y estoy grandemente en deuda
tes fuimos sus discípulos :y conYersos, después, durante casi un con ambos. No obstante, para los dos la experiencia imperial
siglo, hemos siJo sus socios. Hemos confiado en ellos y en es casi irrele\'ante, y ese desdén teórico es norma en las disci-
nuestra propia experiencia. Hemos desarrollado nuestra inte- plinas culturales y científicas de Occidente, excepto en estu-
gridad y vivido nuestra idenlidad de árabes protestantes dentro dios ocasionales de historia de la antropología --como Time
de nuestra propia esfera, pero espiritualmente también dentro and the Odwr de Johannes Fabian y Anthropolugv arul rhe Colo~
de la suya. ¿Cómo pretenden que supdrnamos nuestra historia nial Encounter de Talal Asad- o del desarrollo de la sociolo-
moderna, que es autónoma? ¿Cómo pueden proclamar que ese gía, como Aiarx and the E11d uf Oriemalisn1, de Brian Turner. 1
error cometido hace cien ail.os deba rectificarse hoy de un plu- Lo que en parte me Hevó a escribir Orientalismo fue el impulso
mazo en Nueva York o en Londres? de mostrar la dependencia de esas disciplinas que se postula-
Debemos entender que esta conmovedora historia_ tiene ban como desinteresadas, apolíticas y por encima de la sórdida
que ver con una experiencia Jel imperialismo que es esencial- historia de la ideología imperialista .Y la práctica colonial.
mente de simpatía y acuerdo, no de antagonismo, resenti- Pero debo confesar que también estaba tratando, conscien-
miento o resistencia. El reclamo de una de las partes tenia que temente, de expresar mi ins::ltisfacción ante las sólidas mura-
ver con el \'alor de la experiencia mutua. Si bien es verdad que llas de negación erigidas alrededor de estudios políticos que
había existido entre la comunidad árabe protestante y las jerar- pretendían ser empresas académicas ausentes de beligerancia
¡¡
¡¡
quías metropolitanas una relación de superior y subordinado, y esencialmente pragmáticas. Cualquiera que sea la resonancia
también se habían dacio el diálogo :v la comunicación. Pode- que haya lugrado rn.i libro, no existiría de no haber sido por la
mos además ver en esta historia la importancia del poder de
dar o retener la atención, un poder absolutamente esencial a l. Johannes Fabian, rime a !Id !he Otl1er: How Anduopulogy :Hakes Its Objec't
la lnterprelacíón y a la política. El argumento implícito de las ¡)\uenl York: Columbia Uui\'NSitv Press, 1983); Tala] Asad ed., .J..ruhropologr
artd the Cohmia! Encoumer (Londr:es: Ithaca Press, 1975); Brian S. Turner, Marx
autoridades misioneras occidentales era que los árabes habían
and ¡}¡e End uf Orientalism (Londres: Allen & lJ!l\\'in, 1978). Para una discusión
extraído algo valioso de aquello que se les habla dado, pero acerca de algunos de estos trabajos, ver Edward \V. Said, "Orientalísm Reconsi-
que, en esta relación de dependencia histórica y subordina- dered,,, Race mui Clas.s 27, n.~ 2 (_utoúo de 1985), pp. 1-15.
86 87
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disposición favorable de una generación más joven de estudio- Vis'\vanathan, tienen un interés poco común, pero aun aislado,
sos, en Occidente y también en las antiguas colonias, ávjda de su principal argumento es importante: afirma que lo que hasta
considerar de modo distinto sus historias colectivas. A pesar ahora se había considerado como una disciplina creada entera-
de la hostilidad y los reproches que suscitaron sus esfuerzos, mente para y por la juventud británica había sido en cambio
desde entonces han aparecido muchos e importantes trabajos inventada por los administradores coloniales de los primeros
revisionistas. (De hecho, ese tipo de obras ya había empezado a años del siglo XIX para la pacificación ideológica y la reeduca-
aparecer unos cien años antes, durante la resistencia a los im- ción de una población india potencialmente rebelde; ':/ luego
perios a lo largo de todo el mundo no occidental). Varias de había sido importada a Inglaterra para una utilización dife-
las obras más recientes, que trato en otra sección de este libro, rente pero vinculada a la pr.ímera, 1 Creo que este libro posee
son valiosas precisamente porque se evaden de las cosificadas una incontrovertible evidencia, libre de_ todo «natiYismm), de-
polaridades de Oriente contra Occidente)' de una manera inte- fecto dominante de la mayoría de las obras poscoloniales,
ligente y concreta quieren comprender los desarrollos heteró- Pero lo más importante es que este tipo de investigaciones
geneos y muchas veces incómodos que los llamados historia- pone de relieve la~arqueologia de un conocimiento variado e
dores mundiales y los orientalistas coloniales trataban de interconectado, cuyas realidades se encuentran a buena dis-
eludir, ocultando inmensas cantidades de material bajo catego- tancia de esa superficie habitualmente considerada como
rías simples y que todo lo abarcaban. Vale la pena mencionar, auténtica sede textual de lo que estudiamos como literatura,
en este aspecto, el estudio de Peter Gran sobre las raíces islá- historia, cultura y filosofía. Las implicaciones son vastas y nos
micas del capitalismo moderno en Egipto, la investigación de llevan muy lejos de las rutinarias polémicas acerca de la supe-
Judith Tucker acerca de la estructura de la familia y el poblado rioridad de los modelos occidentales sobre los no occiden-
egipcios bajo la infuencia del imperialismo, la monumental tales.
obra de Hanna Batatu sobre la formación de las instltuciones No podemos ocultar la Yerdad: el presente momento ideo-
estatales modernas en el mundo árabe y el excelente estudio lógico v político presenta dificultades para la consolidación ele
de S. H. Alatas, The Myth of the Lazy NMive. 1 normas alternativas ele trabajo intelectual, como las que yo
Sin embargo, pocos trabajos se enh-entan con la mucho propongo en este libro. Tampoco hay modo de evadirse ele los
más compleja genealogía de la cultura y la ideología contem- requerimientos urgentes y las exigencias que muchos de noso-
poráneas. Entre ellos, la reciente publicación de una tesis doc- tros debemos responder en relacíón con campos beligerantes
toral de un investigador indio de la universidad de Columbia, v turbulentos, Los que particularmente me ataflen como árabe
profesor de literatura inglesa ':i competente investigador, cuya ~on, ay, ejemplos perfectos de lo que digo, exacerbados por las
tarea histórica y cultural ha descubierto, según creo, los oríge- presiones que recibo como norteamericano. Aun así, la sede
nes políticos de los planes ele estudios ingleses modernos y ha de la energía para oponerse a ellas se encuentra, para mi, en el
situado su fuente, en considerable medida, en el sistema de componente subjetivo y resistente originado en la Yocación in-
educación colonial impuesto a los nativos de la India del siglo telectual o cdtica. Hay que sostenerse en ella, sobre todo
XIX. 1\·1uchas otras cosas de The Aiasks of Co11quests, de Gauri cuando las pasiones colecti-vas se muestran más orientadas ha-
cia la dominación patriótica y la coerción nacionalista, incluso
en los estudios y disciplinas que se afirman humanistas. Al en-
l. Pctcr Grt~n, The !slamic Roots o/ Cnpitnlisn1: Egypi, !760-/840 (Austin:
University of Ttcxas Press, 1979); Judith Tucker, Wonwn in .\'ineteeurh Cenfr¡ry
frentarse v desafiar su poder, deberíamos ser capaces de defen-
Egyp! (Caim: American Urlivcrsit·y in Cairo Prcss, 1986); Han na Balatu, The 0/~1 der lo qu~ podemos yerdaderamente comprender de otras cul-
Socio! Cfasses a11d The Rcvofntionrny Movcmcu/s of !nu¡ (Princeton: Princeton turas y períodos.
UniversitY Press, 197.S); Syed Husscin Aliltas. The Mvth of the Lazv ;\'(l{ivc: A
S~udy of /he lmage of íhc .\l~ilays, Fif1j1i110S and Javancs~ from !he Six1:~e11!h to !he
7"-wenlidh Cen1wy mul J¡_, FwlCIÍOI1 in !he Ideolog_y of Co!oniai Capiralism (Lon- J. Gauri \'iswanathan, Thc .Hasks of rhe Conque r;t: Liicrmy Siw!y and Briti.<h
dn.'s: Frank C<~ss, 1977). Rule i11 {¡1(/ia (Nue,-a York: C:olumhi<l UniYersity· Press, 1989¡
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41
como Francis Fergusson afirma en su comentario de Alirnesis
El erudito especializado en la literatura comparada, campo
de Auerbach, era tan sabio ~.r tenía tanta energía que a su lado
cuy:o origen y propósitos son eludir el insularismo y provincia-
<<nuestros más intransigentes académicos -esos que se jactan
lismo '/ consíderar varias culturas y literaturas al unísono, en
abiertamente de su rigor científico y su cxhaustividad- (pare-
contrapunto, encuentra un gran apoyo _precisam_ente en esta
cerían) tímidos y poco serios,. 1
especie de antídoto al nacionalismo reductivo y al dogma acrí-
Detrás de tales etuditos se encontraba una todavía rnás ex-
tico. Después de todo, la constitución y los primeros objetivos
tensa tradición de estudios humanistas derivada del floreci-
del comparatismo tendían al dominio de una perspectiva por
miento de la antropología secular -incluvendo una revolución
enchüa de lo nacional, al manejo de una suerte de unidad por
en las disciplinas filológicas-:... que asociar~1os con el final del si-
encima de la pequeña zona defensiva de la propia cultura, lite-
glo XVIII y con las figuras de Vico, Herder, Rousseau v los her-
.r_-a,t\lra -e historia. Sugiero que consideremos primero lo que
manos Schlegel. Y subyacente a sus obras latía la cr~encia de
fue en su origen la «literatura comparada», corno visión 'l
que la humanidad formaba una totalidad maravillosa v casi
como práctica. Irónicamente, descubriremos que esos estt_¡_
sinfónica, cuyo progreso y expresiones, otra vez como ~totali
dios surgieron durante el período del gran imperialisn10 y es-
dad, podían estudiarse exclusivamente en tanto que experien-
tán innegáblementc ligados a él. Entonces podremos extraer
cia histórica concertada y secular, no en tanto que ejemplifica-
de la subsecuente tray'ectoria del comparatismo una mayor
ción de lo divino. Ya que el {(hombre)) había hecho la historia
comprensión de lo que hoy éste puede realizar dentro d~ la
debía existir una manera hermenéutica del estudio de la histo~
cultura y la política modernas, sobre las que el imperialismo
ria que difiriese en provecto v en método de las ciencias natu-
sigue influyemlo.
rales. Estas grandes vi;iones -iluministas se extendieron y fue-
ron aceptadas en Alemania, Francia, Italia, Rusia, Suiza, v,
subsecuentemente, lnglaterra. ~
5. VINCUU\CIÓ~ DEL Il\tPERIO COi\" LA INTERPRETACIÓN SECULAR
No constituye una vulgarización de la histotia señalar que
la principal ra;>:Ón por la cual semejante visión de la cultura
Desde mucho antes de la Segunda Guerra Mundial y hasta
humana se hizo corriente en Europa y en América del Norte
tos primeros años de la ·década del setenta la tradición ~princi~
de muchas y diversas maneras, durante los dos siglos com-
pal de los estudios comparatistas en Europa y en Estados Uni-
prendidos entre 1745 y 1945, f-ue el asombroso surgimiento del
dos estU\'O vigorosamente dominada por un estilo de erudición
nacionalismo durante el mismo período. Las interrelaciones
que hoy casi ha desaparecido del todo. El rasgo dominante de
entre erwlición (o literatura, tanto da) e instituciones naciona-
este tipo Je estudios era su academicismo y no lo que hoy lla-
listas no han sido hasta ahora estudiadas de modo suficiente
pero de cualquier manera es claro que cuando muchos pensa~
mamos crítica. Nadie tiene en la actualidad la preparación de
un Erich Auerbach o un Leo Spitzer, dos de los grandes com-
dores europeos celebraban la humanidad o la cultura, se refe-
paratistas alemanes que se refugiaron en Estados Unidos como
rían principalmente a ideas o valores adscritos a sus propias
consecuencia del fascismo. Los comparatistas actuales a lo
':ulturas nacionales, o a una Europa distinta de Oriente, de
sumo deben acreditar su especialización en el Romanticismo
Africa o incluso de las Américas. Lo que, en parte, animó mi
entre 1795 y 1830 en Francia, Inglaterra y Alemania, mientras
estudio del orientalismo fue mi crítica de la forma en que el
que los de ayer casi siempre eran, en primer lugar, estudiosos
sedicente uni\·ersalismo de esferas como las de los clilsicos
de un período más temprano; segunclo, habían realizado un
(para no mencionar la historiografía, la antropología y la so-
extenso aprendizaje con expertos filólogos )' académicos en va-
ciología) seguía siendo extremadamente eurocéntrico, como si
rias universidades y campos durante muchos años; y, por úl-
timo, dominaban todas o casi todas las lenguas clásicas, ade-
más de las primitivas vernáculas europeas y sus literaturas. El l. Francis fe¡·gusson, The Hu11w11 Image i11 Dranwtic Lireralure (Nue\'a
Ymk: DvublcJay, Anchor, 1957), pp. 205-6.
comparatista de principios del siglo XX era un philolog, que,
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las otras literaturas o sociedades poseyeran valores inferiores o que a literatura y cultura concernía, Europa estaba a la cabeza
superados. (Hasta los comparatistas entrenados en la digni- y constituía el principal asunto de interés. En el mundo de
sima tradición que proJujo a Curtius o Auerbach muestran grandes académicos como Karl VÜssler y De Sanctis, lo que
poco interés por textos asiáticos, africanos o latinoamerica- hacía inteligible y brindaba un centro para la enorme agrupa-
nos). Al tiempo que durante el siglo XIX crecía la competencia ción de literaturas del mundo era la Romania. La Romanía
internacional y nacional entre los países europeos, también lo apuntalaba Europa, así como (de manera curiosamente regre-
hacía el nivel de intensidad de la confrontación ·entre unas y siva), la Iglesia y el Sacro Imperio Romano garantizaban la in-
otras tradiciones nacionales académicas. En este aspecto, las tegridad de las literaturas europeas. En un niYel todavía más
polémicas de Ernest Renan acerca de Alemania y de la tradi- profundo, la literatura realista occidental tal como la conoce-
ción judía son un ejemplo bien conocido. mos surge de la Encarnación de Cristo. La tenaz defensa de
No obstan Le, este nacionalismo estrecho y muchas veces es- esta tesis explica la suprema importanc-Ia de Dante para Auer-
tridente estaba de hecho equilibraJo por una más generosa vi- bach, Curtius, Vossler y Spitzer.
sión cultural representada por los antecesores intelectuales de Hablar de comparatismo significa, por ende, referirse a la
Curtius y -Auerbach, eruditos cuyas ideas surgieron en la Ale- interacción de las~llteraturas del mundo entre sí, pero con el
mania preimperial -quizá como compensación por una unifi- campo organizado epistemológicamente como una suerte ele
cación política que habia eludido la cuestión de la tierra- y, jerarquía, con Europa y sus literaturas cristiano,!atinas en el
un poco más tarde, en Francia. Estos pensadores consideraban centro y en la cúspide. En un ensayo justamente famoso titu ..
transitorio el nacionalismo, como una cuestión finalmente se- lado «Philologíc der 1Veltlireratun>, escrito después de la Se"
cundaria: mucho más importaba el concierto de pueblos y es- gunda Guerra i\lunJial, cuando toma nota de las muchas
píritus que trascendían la vil esfera política de burocracia, «Otras)> literaturas y lenguajes literarios que parecían haber
ejércitos, barreras aduaneras y xenofobia. De esta tradición ca- emergido entonces (como de la nada: sin mencionar ni el co-
tólica a la que los pensadores europeos (por oposición a los lonialismo ni la descolonizaciqn) Erich Auerhach expresa más
nacionalistas) recurrían en épocas de conflictos serios, surgió angustia y temor que placer ante la visión de aquello que con
la idea de que el estudio comparado de la literatura podría tanta reticencia debe admitir. La Romanía se encuentra ame-
proveer una perspectiva transnacional, hasta transhumana, nazada.1
respecto del hecho literario. Así, la idea del comparatismo no Ciertamente, los departamentos académicos y los profeso-
sólo expresaba la universalidad y el mismo tipo de compren- res norteamericanos encontraron que este modelo europeo
sión que los filólogos poseían de las familias de lenguas, sino era afín y fácil de emular. El primer departamento estadouni-
11
que también simbolizaba la serenidad ausente de conflictos de dense de literatura comparada se creó en la universidad de Co-
una esfera casi ideal. Muy por encima de los mezquinos asun- lumbia en 1891, como también la primera revista sobre el 1
tos políticos existían tanto esa suerte de Eden antropológico mismo tema. Veamos lo que tenía que decir Gcorge Echvard
en el cual hombres y mujeres producían felizmente algo lla- \Voodberr:·, profesor de la primera cátedra comparatista:
mado literatura, como aquel mundo que Matthew Arnold y sus
Ahora que las partes del mundo se unen, y con ellas los
discípulos designaban como el de la ((cultura>} donde sólo se
sectores del conocimiento, entretejiéndose lentamente en
podía admitir <do mejor que se lB)-'a pensado y conocido>}.
una sola nación intelectual, que por encima ele la esfera de
Para los eruditos profesionales del comparatismo de princi-
los políticos, y sin más maquinaria instüucional que los tri-
pios del siglo XX fue rnuy importante la idea goetheana de
1Veltliteratur: un concepto que vacilaba entre la noción de
l. Erich Anerhach, «Philology and Wcl!literatur>> trRducción de M. y E- W.
«grandes obras)) y una vaga síntesis de todas las literaturas del Said, Centemúal ReFÍC1.1· 13 (inYierno de 1969): n:r mi análisis de su obra en The
mundo, Aun así, como he sugerido antes, su significado prác- H'orid, thc Texl, rmd lht Critic (Cambridge, l\1assachusctts: HarYard l.}nivcrsitv
1leo y su ideología operante consistían en que, al menos en lo Press, 19R.1), pp. 1-9. - "
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bunales de juristas y los congresos de caballeros, será por el amor» con realídades no tan placenteras v menos aún
fin el auténtico vínculo. El erudito moderno se beneficia, cómo han.ln esas «unidades espirituales» para ~riunfar por en·
más que cualquier otro ciudadano, de las bondades de tal cima de los hechos materiales, er
poder y la división política.
crecimiento e intercomunicación, de tal época de expan· En el comparatismo, el trabajo académico se lleva a cabo
sión y a la vez de concentración en una vasta escala, de tal sobre la base de que Europa y Estados Unidos constituyen el
conglomerado infinitamente extendido e íntimo de nado· centro del mundo, no únicamente en virtud de su posición
nes, unas con las otras y todas con el pasado. Su experien- política sino también porque sus literaturas son las más inte-
cia mental corriente incluye un acopio nl::l)'Or de la memo- resantes como objetos de estudio. Cuando Europa sucumbió
ria de la raza y de la imaginación que la que disponían sus al fascismo y Estados Unidos se benefició en tan gran medida
antepasados, y su perspecti\'a, hacia adelante y hacia atrás, del flujo de eruditos exiliaJos, incomprensible~nente muy
domina horizontes más amplios. Vive en un mundo más poco de su experiencia de la crisis alraigó en Norteamérica.
grande: ha nacido, de hecho, no miembro de una ciudad li- Tomemos por ejemplo Jiirnesis, escrit(; cuando Auerbach,
bre, o hasta noble, sino ciudadano de ese estado surgente huyendo de los nazis, se encontraba refugiado en EstambuL
que -como oscura o brillantemente han soñado los sabios no era sencillan'íente un ejercido ele explicación textual sino
desde Platón hasta Goethe- no conoce fronteras de raza o -como lo afirma él mismo en el ensa.yo de 1952 al que me he
de fuerza, sino sólo las de la supren~a razón. La emergencia referiJo antes- un acto de supen·iyencia ele la civilización.
\' crecimiento de este nuevo campo conocido corno de las Auerbach cre.yó que su misión como comparatista era presen-
Literaturas Comparadas ha dependido del advenimiento de tar, quizá por· última \'ez, la e\·olución completa de la litera-
este mundo mayor y de la dedicación de los eruditos a su tura europea desde Homero a Virginia \Voolf. La obra de Cur-
obra. El estudio seguirá su curso y junto a otros elementos tius acerca de la Edad I\-lcdia Latina surgió de un similar
con\'ergentes marchará hacia la consecución de la unidad impulso de temor. Sin embargo, ¡qué poco ele ese espíritu
de los hombres, basada en las unidades espirituales de la permanece en los miles de trabajos académicos que recibie-
ciencia, el arte y el amor. t ron la influencia de uno y de otro! Se alabó .Hirnesis por su
carácter' de obra de riqueza analítica, pero el sentido de su
Ingenua y sin \'Cricuetos, esta prosa resuena con la influen-
mísión se extinguió con el uso tri\·ial que se hizo de ella. 1 Por
cia de Croce y De Sanctís, y también con las primeras formula-
último, a finales de los años cincuenta, cuando apareció el
ciones de \Vilhelm \'On Humboldt. Pero hay una cierta excentri-
Spu.tuilc, el estudio de las lenguas extranjeras y de la literatura
cidad en los «tribunales de juristas y congresos de caballeros))
comparaJa se com·irtió en materia que afectaba directamente
de Woodberry, en buena parte desmentidos por las groseras
a la seguridad nacional. La National Defense Education Act 2
realidades de la vida de ese «mundo mayor>) al que se refiere. En
financiaba estas actí\·idacles y con esta promoción, ay, apoyaba
la época de la mayor hegemonía occidenlal de la Historia,
un etnocenl rismo y un soterrado espíritu de guerra fría aún más
\Voodberry se las arregla para soslayar esa auténtica forma do·
minan te de la unidad política y celebra en cambio una unidad
l. Etich Auerbach, :\1/n¡,;sis: The Re¡Hc,t?nlalion of Realily iu lFc.111!rn Lirr>
más alta, un ideal estrictamente ideal. No sabe muy bien cómo
rawre. u·aducción de \\'illard Trask (Princeton: Princcton Uuin~rsit\· Press,
armonizar estas «unidades espirituales de la ciencia, el arte y 1953). Ha_y lradu..:ciún castellana: :\li!/le::,is: La repu::senla~'i<-,n de íu ¡,;a/idad en
la literatura uccidcuta!, (:\léxico: Fondo de Cultura Econórniul, 1Y48). \'er tam-
bién Said. <<Secular Cl'itícisur''· en T!u! i\"urld, the T<.!x/ and thc Critic, pp. 31-53 v
l. Georg<: E. \Voodbeny. «EditoriaL (1901), en Cwnpara.til'e Lr'tuorure: The 148-49 .
Earfy y,_,ars, An Anthologv of Essav:c., eds. Hans Joachim Schulz y Phi!lip K. Rein 2. The National Defense Education Acl (1\'DEA). En 1958 el Congreso de Es·
(Clwpel Hill: Uni\·ersity uf Nonh Carolina Press, 197 3), p. 211. Ver también Han:; tados l'nidos ¿1prubv un decreto por el cual auto riLaba la cantidad de doscientos
Levin, G'rour;J.<; fm Comparison (Cambridge, l\h-1ssachuse!ts: Harntrd Unh-ersity noventa y cirwo milluues de dólares par<J presupuesto de ciencias y lt'nguDs, a m·
Pre-;s, ! 972), pp. 57 -130; C!audio Guillén, Eutn: ío ww y lo dú-asu: Jutroduccióu a !u bas consideradas impurtantes para la segurid~H.l nocional. Los Departamentos
li!antura comp<i>'(U{u (Barcelona: Editorial Crítica, 1985), pp. 54-121. de Litenltu1·a Comparada estaban entre los beneficiarios de tal resolución.
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complacientes que todo lo que \Voodberry hubiese sido capaz las varias n·et~tajas históricas» que permitieron a Europa domi-
Je imaginar. nar la_s «ventaps naturales» de las regiones más fértiles, ricas \"
Como Mimesis revela inmediatamente, la idea de literatura accesibles que llegó a controlar. 1 POr otra parte, en La !erre ;,
occidental que se encuentra en el corazón clel comparatismo l'évo!ution humaine (1922), Fevre iguala a \Voodberry tanto en
ílumina centralmente, a la vez que dramatiza y celebra, una la perspectiva como en el utopismo. ,
idea determinada de la Historia, y, al mismo tiempo, oscurece Para su audíencia de finales del siglo XIX v comienzos del
las realidades fundamentales, tanto geográficas como políticas, x.x, esto~ g~·andes sintetizadores geográficos (~)frecian explica-
que la alimentan. Pues la idea subyacente a la historia literaria CIOnes tecmcas respecto de las evidentes realidades políticas.
europea u occidental o a otras producciones de literatura com- Europa verdaderam~r~te dominaba el mundo; el mapa imperial
parada es esencialmente idealista y, de un modo asistemático, 1-"erdaderarnellte faCilitaba la visión cultural. Un siglo más
hegeliana. De ahí que el principio de desarrollo por el cual la tarde,_esta coincidencia o similftud entTe la visión del sistema
Romania parece haberse hecho dominante sea incorporativo y mundwl y la perspectiva que une geografia e historia literaria,
sintético. Cada vez se va incorporando más ':>' más realidad a nos parece interesante pero problemática. ¿Cómo debemos en-
esta literatura, que expande y elabora desde las crónicas me- tender tal semejant:a?
dievales hasta los grandes edificios de la narratiYa del siglo Creo que antes que nada, se requiere ante ella articulación
XIX: Stendhal, Balzac, Zola, Dickens, Proust. En esa progre- v actit-·ación: esto sólo podrá llevarse a cabo si tomamos muv
sión, cada obra representa una síntesis de elementos proble- seriamente en cuenta el presente, sobre todo el Jesmantel;-
máticos que distorsionan el orden cristiano básico tan admira- miento de los imperios clásicos y !a nueva independencia de
blemente plasmado en La divina comedia. Levantamientos decenas de pueblos y territorios antes colonizados. Debemos
políticos, clases sociales, desajustes en los modelos y en la or- comprender que el actual modelo planetario -tenitorios su-
ganización económica, guerras: todos estos asuntos, tanto en ~erp~estos, historias entrecruzadas- estaba ya prefigurado e
grandes autores como Cer-vantes, Shakespeare o Montaigne, mscnto en las coincidencias ~/ convergencias entre geografía,
como en escritores de menor importancia, están envueltos cultura e Hjstoria que tan importantes fueron para los pione-
dentro de estructuras en constante renovación, de visiones, de ros del comparatismo. Asi podremos captar de manera más di-
movimientos de estabilización; todo ello confirmao.do el per~ námica el modo en que eJ idealismo historicista alimentaba a
manente orden dialéctico representado por Europa misma. la vez, exactamente en el mismo momento, el esquema compa-
La saludable perspectiva de una «literatura mundiah, que ratista de la «literatura mundial» ':>' el mapa efectivamente im-
en el siglo XX adquiriera caracteres redencionistas, coincide perial del planeta.
con lo que, al mismo tiempo, articulan los teóricos de la geo~ Pero esto no puede llevarse a cabo sin aceptar que lo co-
grafía colonial. En las obras de Halford Mackinder, George mún a ambos es la elaboración del poder. La erudición genui-
Chisolm, Georges Hardy, Leroy-Beaulieu y Lucien Fevrc se namente profunda de los que creían ':>'practicaban la 1V~!tlite
constata una comprensión mucho más abierta del sistema pla- ratur implicaba gozar del extraordinario privilegio del observa-
netario, iguallnente imperial y Jependicnte de las n1e.trópolis. dor que, desde Occidente, pudiese verdaderamente vigilar la
Pero en lugar de la Histmia aislada, alH el imperio y la geogra- producción mundial de la literatura con una especie de sobe-
fía reales colaboran para producir un <1imperio mundiah presi- rano desinterés. Los orientalistas y los otros estudiosos del
dido por Europa. En esta visión geográficamente articulada mundo no europeo -antropólogos, historíadores y filólogos-
-que, como indica Paul Carter en The Road to Botany Bay, se ostentaban ese poder, como he tratado de demostrar en otra
basa, en gran medida, en los resultados cartográficos de la ex- parte: muchas veces eran el guante que vjstc la tTtano de una
ploración y las conquistas reales de los territorios- existe idén- empresa imperial conscientemente aceptada.
tica con\""icción Je que la preeminencia de Europa es natural,
J. e que constituye la culminación de lo que Chisolm denomina l. Citado por Srnitb, hnl'Cii Dcvclopmen/, pp. 101-2.
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En el ensavo de Antonio Gramsci, Algunos aspectos de fa lual, entendia la necesidad de conectar el proletariado del
cuestión sureiia, tenemos un m.oJelo explícitamente geográ- norte con el campesinado del sur, cuya estrategia contrastaba
fico. Poco leído y poco analizado, este estudio es la única pieza abiertamente con la tendencia de·Croce o de Giustinu Fortu-
sustancial de análisis político y cultural que Gramsci escribió nato, y cuyo fin era unir norte y sur en \-irtud de sus capacida-
(aunque nunca lo acabara); se refiere al acert~jo geográfico des para OI-ganizar la cultura. Su obra «planteaba la cuestión
planteado a la acción y al análisis por sus camaradas, y a cómo sureña en un terreno diferente del tradicional (que conside-
pensa1· sobre el sur de Italia, cómo planificarlo y estudiarlo, raba el sur simplemente como el patio trasero de Italia) intro-
dado que su desintegración social lo hacía incomprensible y duciendo allí el proletariado del norte.,) 1 Pero esta introduc-
no obstante paradójicamente crucial para la comprensión del ción no podría tener lugar, prosigue Gramsci, a menos que
norte. El \'alor del brillante análisis de Gramsci va más allá, recordásemos que el trabajo intelectual es más lento v se desa-
creo, de su importancia táctica en 1926: brinda una culmina- rrolla de acuerdo con una cronología mucho más extensa que
ción a su obra periodística y hace de preludio de sus Cuader- !a de cualquier otro grupo social. En la cultura no debemos fi-
nos de la cárcel, en los cuales oh-eció -al revés del monurnen- jarnos en el hecho inmediato sino -como afirmarla más ade-
tal Lukács- excelentes aproximaciones a los fundamentos lante en los Quademi-· sub specie aewrnitatis. Debe pasar mu-
territoriales, espaciales y geográficos de la Yida social. cho tiempo para que surja una nue\·a formación cultural v los
Lukács pertenece a la tradición del marxismo hegeliano; intelectuales, que se fm:jan en largos aüos de preparació;, ac-
Gramsci a una línea que uue el marxismo con Vico y Croce. tuación y tradición, son necesarios para este proceso.
Para Lukács el problema central en su obra rnás importante, Gramsci entiende también que en el extenso lapso durante
Historia v conciencia de clase, ( 1923) es la temporalidad; para el cual se forma una cultura, a semejanza de la formación de
Gramsci: como lo revela hasta la rnás ligera ojeada a su voca- un arrecife de coral, se necesitan «rupturas ele lipo orgánico».
bulario conceptual, la historia social y la realidad están com- Gobetti representa ese tipo de ruptura: una fisura que se abre
prendidas en términos geográficos: predominan términos dentro de las estructuras culturales que habían sopo nado y en-
como «terreno)>, «territoriml, «bloques)> y (<regiones>}. En La cenado durante tanto tiempo la discrepancia entre el. no.rte y
cuestión rneridional, Gramsci no sólo se preocupa por demos- el sur de Italia. Gramsci considera a Gobetti, como individuo,
trar que la división entre la Italia del norte y la del sur es bá~ con evidente simpatía, aprecio y cordialidad, pero su significa-
sica ante el desafío de qué hacer con la clase obrera nacional ción política y social dentro del análisis de la cuestión sureüa
en un momento de impasse, también describe con detalle la (es adecuado que el ensayo inconcluso se interrumpa abrupta-
peculiar topografia del sur, curiosa, según dice, por el asom- mente durante la consicleración acerca de Gobetti) se debe a
broso contraste entre la gran masa índiferenciada de campesi- que acentúa la necesidad de que exista una formación social
nos y la presencia de los «grandes)) terratenientes, las editoria- que se desarrolle, elabore y construya sobre la 11sura de su pro-
les importantes y los notables grupos culturales. El rnismo pia obra y de su propia insistencia en que el esfuerzo intelec-
Croce, figura de gran autoridad y prestigio en Italia, es visto tual deba \'incular los Yacíos entre regiones aparentemente
por Gramsci, con su perspicacia característica, como el filó- autónomas y separadas de la Historia ele los hombres.
sofo sureño que encuentra más fácil vincularse con Europa y Lo que pudríamos llamar el factor Gobetti funciona como
con Platón que con su propio entorno tarnbaleante.
Así, el problema es cómo conectar e¡ sur, cuy:a pobreza y l. Antonio Cn\msci, «La cuc::tión n1cridion:d", en S¿/cctf<u¡_; frun; Pulilicu!
vasta reserva laboral son, en su inercia, vulnerables a la polí- B'riliug_;,j 92 i -1926, traducción y ed. de Qu\ntin Hu are (Londres: Lawrence and
tica económica :y el poder del norte, con ese norte que a su vez \VishaJ·t, 1978). p. 4ól. Hay traducción en castellano, La cw:sti(m 111eridiona!.
:\laddd: Penthalun, 1078. Para una e."-plicación pc1nJ corriente Jc las teorías
depende de aquél. Gramsci Formula su respuesta de una ma- de Gnnnsci acerca Je "lo sun:'l1o>·, n~ase Timutlw Brenuan. «Literan· Criticism
nera que prcanuncia sus conocidos ataques a los intelectuales and the Soulhcrn,Qcwstion>. Clll!urd Crili;]ue,-n' 1! (inviemu d¿ 1988·89),
en los Quadenú: estudia a Piero Gobetti, quien, como intelec- pp. 89-ll·"i.
98 99
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una conexión que anima y por tanto expresa y representa la re- rar el imperialismo como un proceso que forma parte de la
laóón entre el desarrollo de la literatura cornparada y la em.er- cultura rnetropolitana, que a veces admite y otras oculta el sus-
gencia de la geografía imperial; y lo realiza, además, de m~do tancial negocio del imperio mismo. La cuestión importante
dinámico v 0 :-gánico. Afirmar de ambos discursos que son 1m~ -muy gran1sciana- es cómo las culturas nacionales inglesa,
perialistas. es decir muy poco acerca de dónde y có1T1? tienen francesa o norteamericana mantienen su hegemonía sobre las
Jugar. Sobre todo, porque deja fuera lo que hace "I?os1ble q:.1e periferias. ¿Cómo se logra, en el interior de cada una de ellas,
los articulemos unidos, como un conjunto, como Sl mantuvle- el consenso, continuamente refrendado, para el gobierno dis-
sen una relación que sea n1ás que una coincidencia, una tante de pueblos y territorios nativos?
coyuntura o un puro mecanicismo. Para el1o, debemos consi- Si recurrimos al archivo cultural, empezaremos a releerlo,
derar la dmni.nación del mundo no europeo desde una pers- no de modo unívoco sino en contrapunto, con una simultánea
pectiva de alternativa y reslstencia cada vez más desafiante. conciencia de la historia met.ropolltana y a la vez de las otras
Casi sin excepción, los discursos universalizadores de la historias contra las cuales el discurso dominante actúa mien-
Europa moderna y de Estados ·unidos presuponen el silencio, tras, a la vez, permanece a su¡lado. En el contrapunto de la
voluntario o no, del mundo no europeo. Silencio; ya sea a tra- música clásica occidental. varios temas se enfrentan :Y disfTu-
Yés de la incorporación, ]a inclusión, el gobierno directo o la tan sólo Je un privilegio provisional. No obstante, en la polifo-
coerción. Pero es infrecuente que se reconozca que los pue- nía resultante hav orden y concierto, un interjuego organizado
blos colonizados deben ser oídos y sus ideas conocidas. que se extrae de .los tem;s y no de una melodía rigurosa o de
Es posible argüir que la producción y la interpretación con- un principio formal externo a la obra. Creo que, del mismo
tinua de la propia cultura occidental mantuvo exactamente tal modo, podemos leer e interpretar las novelas inglesas cuyo
convicdón hasta muy entrado el siglo XX, aun cuando en el compromiso (casi siempre suprimido) con las Tndias Occiden-
mundo «periférico)) crecía la resistencia al poder occidental. tales o la India está modelado, o quizá hasta determinado, por
Precisamente a causa de esto (va causa de adónde condujo) es la historia específica de la colonización, de la resistencia y fi-
ahora posible interpretar el archivo cultural de Occidente nalmente del nacionalismo nativo. Al llegar a este punto emer-
como si se hubiese fracturado geográficamente por la gran di- Gen nuevas u opuestas narrativas, y se convierten en entidades
visoria imperial, y así realizar lecturas e interpretaciones dife- fr1stitucionalizadas o discursivam~nte establecidas.
rentes. En primer lugar, podemos considerar la historia de las Debería ser evidente que no existe un principio teórico su-
disciplinas del comparatlsmo, los estudios ingleses, el análisis perior que gobierne el conjunto imperialista y tmnbié.n -inter-
cultural :-- la antropología como aliadas del imperio y, de al- pretando libremente al critico africano Chinweizu- que una fi-
guna manera, casi contribuyendo con sus métodos a mantener sura recorre el interior del plincipio de dorninación y resisten-
la ascendencia occidental sobre los nativos no occidentales, cia que se basa en la división entre Occidente y el resto del
especialmente si tomamos en cuenta la conciencia espacial, mundo. La fisura afecta cada situación local, cada superposi-
ejemplificada en la ((cuestión surefia)~ de Gramsci. Y, en se- ción, cada relación de interdependencia, cada diferencia, to-
gundo término, nuestro cambio de óptlca interpretativa nos das con su propio entramado de asociaciones y formas, sus
permite desafiar la autoridad soberana e indiscutible del obser- propios motivos, obras, instituciones ~·-lo que es más impor-
vador occidental, supuestamente Jesinteresado. tante desde el punto de vista de nuestras relecturas·- sus pro-
Las form.as de la cultura occidental pueden así ser e.x:traíJas pias posibilidades y condiciones de conocimiento. En cada sí-
de las cápsulas autónomas en que se las encierra y situadas en tio donde esta situación se produce, donde se desmonta el
el entorno de la dinámica planetaria creada por el imperia- modelo imperialista, donde se vuelven ineficientes e inaplíca-
lismo, a su yez continuamente puesto en entredicho por el bles sus códigos incorporativos, universalizadores y totalizado-
ininterrumpido enfrentamiento entre norte y sur, metrópoli y res, se empieza a construir un nuevo tipo de investigación y de
periferia, blancos y nativos. De este modo podríamos conside~ conocimiento.
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El estudio del orientalismo y Jel af:ricanismo (y de sus ra- del gobierno, control, beneficio, crecimiento e idoneidad~ que
mas afines, lo inglés y lo .h·ancés) es un ejemplo de esas nuevas se incrementan cou asombrosa h1t;rza desde el siglo XVII hasta
discíplinas. Hoy estudiarnos estas iDentidades no como esen- finales del XIX. Estas estructuras no surgen de un plan preexis-
cias otorgadas por una divinidad sino corno resultados de la tente (semiconspiratol"io) que los escritm·es manipularían, sino
colaboración entre la historia de África y el estudio de Africa que están unidas al desarrollo de la identidad cultural brita-
en Inglaterra, por ejemplo, o entre la historia de Francia y la nica, según esta identidad se imagina en un mundo concebido
reorganización del saber durante el Prirner Imperio. En un im- en términos geograficos. Podríamos descubrir estructuras si-
portante senlido, nos encontramos ante la formación de identi· milares en las culturas francesa y norteamericana, desarrollán-
dades culturales, entendidas no como esencializaciones (a pe- dose por diferentes razones y, desde luego, de diferentes mane-
sar de que pat·te de su permanente atractivo viene de que sean ras. No hemos llegado todavía al punto en que se pueda
vistas así), sino como conjuntos contrapuntíslicos: sucede que decidir si estas estructuras planetariariiente integrales consti-
ninguna identidad puede existir en sí misma y sin un juego de tuyen preparativos para el control y la conquista imperiales, si
términos opuestos, negaciones y oposiciones. Los griegos ne· acornpafian a tales empresas o si, de alguna manera, refleja o
cesitaban.a los bárbaros,)' los europeos a los africanos, orien- inadvertida, son iesultado del imperio. Por ahora sólo pode-
tales, cte. También lo opuesto es verdad. Aun las más gigantes- mos comprobar la asombrosa frecuencia Je las articulaciones
cas adhesiones de nuestra época a esencializaciones tales geográficas en las tres culturas occidentales que han domi-
como <cislan1», (<Occidente>), ((Oriente>>, «Japón)>, o {\Europa'' se nado la ma_yoría de los territorios remotos. En el segundo capi-
pueden describir de acuerdo con un conocimiento particular, tulo ele este libru profundizo en el problema y sugiero varias
como estructuras de actitud y referencia, y como tales exigen respuestas.
detallada investigación ).' análisis. Según mi rnodesto y: leal saber y entender, tras haber leído
Si se estudian algunas de las mayores culturas metropolita- y compreudido esas «csttucturas de actitud y referencia)), casi
nas -por ejemplo la de Inglaterra, Francia, o Estados Unidos- no existió disenso, discrepancia o reticencia respecto a ellas:
en el contexto geográfico de sus luchas por (y entre) los impe- había una virtual unanimidad en cuanto a que las razas someti-
rios, se ·vuelve visible un<.'!. topografía cullural distintiva. Tengo das debían ser gobernadas, en cuanto a la existencia de razas
presente esta topografía cuando utilizo los términos «estructu- inferiores, en cuanto a que una raza en particular merecía, y se
ras de actitud .Y t·eferencia'', como también la fórmula seminal había ganado totalmente, el derecho a ser considerada como
de Ra~·nwnd \Villiams, <<estructuras de sentimiento>>. Jlv1e tT" aquella cuya misión pdncipal era extenderse fuera de sus pro-
fiero alruodo en que las estructuras de localización y de reFe- pios dominios. (De hecho, según lo formularía Seeley en 1883
rencia geográfica aparecen en los lenguajes de la literatura, la respecto a los ingleses -Francia y Estados Unidos tenían sus
historia, la etnografía, a \'eccs de manera alusiva y otras cuida- propios teóricos- Gran Bretaüa sólo podía ser entendida en
dosamente trarnadas, a lo largo de abundantes obras individua- esos términos.) Quizá sea embarazoso que ciertos sectores de
les, que sólo muestran ese modo de conexión entre ellas o con las culturas metropolitanas que desde entonces se han conver-
la ideología oficial del <dmperio)). tido en vanguardia de la protesta social de nuestra época, fue-
En la ctiltura británica, por ejemplo, se puede descubrir en sen miembros satisfechos del consenso imperialista. Con pocas
Spcnser, Shakespeare, Dcfoe y Austen cierta permanente preo- excepciones, tanto las mujeres como el movirniento oh re ro fue-
cupación respecto del espacio empobrecido pero socialmente ron proimperialistas. Siempre pasamos por-grandes dificultades
deseable, que es siempre la Inglaterra metropolitana o Europa, cuando intentamos demostrar la participación de diferentes
conectada por Jiscúo, motivo, y desarrollo a mundos periféri- imaginaciones, sensibilidades, ideas y filosofías en una obra, o
cos o distantes (Irlanda, Venecia, África, Jamaica) concebidos convencer de que cada obra literaria o artística es especial. En
como apetecibles pero subordinados. Junto con estas referen- cambio, en este aspecto se daba una virtual unidad de propósito:
cias meticulosamente sostenidas se clan unas actitudes -acerca había que mantener el imperio; y el imperio se mantuvo.
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No hubiera sido posible leer e interpretar los textos mayo- tentos de conectar las experiencias de uno y otro lado de la di-
res de la cultura metropolitana, de este modo reformulados y visoria imperial, de reexaminar l<=!s grand~s tradiciones o de
nuevamente activados, sin los movimientos de resistencia con- producir lo que, en efecto, constituye una literatura crítica no
tra el imperio que tuvieron lugar en toda la periferia. En el ter- puede ser cooptado (y en general no lo ha sido) por los nacio-
cer capítulo sostengo que hoy una nueva conciencia planetaria nalismos resurgen tes, los despotismos y las ideologías mezqui-
conecta los varios escenarios locales de la contestación antiim- nas que traicionan el ideal de hberación en aras de la realidad
perialista. Actualmente los escritores y eruditos provenientes nacionalista independiente.
del mundo antes colonizado han impuesto sus historias diver- Más aún: debemos considerar sus obras en la medida en
sas o han trazado sus geografías locales sobre los grandes tex- que comparten importantes- preocupaciones con las minorías
tos centrales y canónicos europeos. De esas interacciones su- y con las voces «suprimidas}> dentro de la misma metrópoli:
perpuestas pero discrepantes surgen las nuevas lecturas y feministas, escritores afronorteamericaiios, intelectuales y ar-
saberes. Basta pensar en los movimientos tremendamente vi- tistas entre otros. Aquí la vigilancia y la autocrítica son funda-
gorosos de finales de los ochenta -la ruptura de barreras, los mentales, porque existe el peligro inherente de que la volun-
levantamientos populares, los saltos por encima de las fronte- tad de oposición Se institucionalice, la marginalidad se torne
ras, los sangrantes problemas de la inmigración, los refugiados separatismo y la resistencia se vuelva dogmática. Seguramente
v los derechos de las minorías en Occidente- para compren- el activisrno que alimenta .v reformula los desafíos políticos de
der cuán obsoletas están las viejas categorías, las separaciones la vida intelectual está a salvo de la ortodoxia, pero siempre es
estrechas v las autonomías confortables. necesario impedir que lo comunitario se Yuelva coercitivo,
Por ell~ es muy importante comprobar sobre qué bases se mantener la crítica por encima de la mera solidaridad v o-uar-
construyeron estas entidades, y comprender con qué parsimo- dar una actitud \·igilante sobre el mero asentimiento. - e
nia adq~irió autoridad y poder, para imponerse allende los ma- Puesto que los asuntos que trato aquí constituyen una es-
res, la idea de que existía una cultura británica insuperable. pecie de secuela de Orientalismo, y que escribí ambos libros
Para un individuo ésta es una tremenda tarea, pero hoy se en Estados Unidos, se imponen ciertas consideraciones acerca
aboca a ello una nueva generación entera de estudiosos e inte- del entorno cultural y político norteamericano. Estados Uni-
lectuales del Tercer Mundo. dos no es simplemente un país muy grande. Es la última su-
Aquí es precisa una palabra de cautela y de prudencia. Uno perpotencia, una potencia enormemente ínfluyente .v que con
de los problemas es la incómoda relación entre nacionalismo frecuencia interviene en casi cualquier sitio del planeta. Los
v liberación, dos ideales o metas para aquellos comprometidos ciudadanos e intelectuales norteamericanos tienen una parti-
~n la lucha contra el imperialismo. Es cierto que, en general, cular responsabilidad, por la relación entre su país y el resto
la creación de muchas nuevas naciones-estado en el mundo del mundo, responsabilidad que de ninguna manera se ve
poscolonial ha logrado devolver la primacía a lo que se ha menguada o satisfecha arguyendo que la Unión Soviética,
dado en llamar comunidades imaginadas, parodiadas y satiriza- Gran Bretaña, Francia o China han sido o son peores. El he-
das por escritores como V. S. Naipaul y Conor Cruise O'Brien, cho es que nosotros somos verdaderamente responsables y,
y dominadas por decenas de dictadorzuelos y pequeños déspo- por lo tanto, nos encontramos más capacitados para influir
tas enclaustrados en multitud de naciones-estado. No obstante, sobre este país de lo que lo estuvieron los ciudadanos de la
existe casi siempre, frente a ellos, una suerte de auténtico sen- Unión Soviética anterior a Gorbachov o los de otros países.
timiento de oposición en la conciencia de muchos investigado- De modo que deberemos tomar escrupulosa nota de cómo Es-
res e intelectuales del Tercer Mundo, particularmente (pero tados Unidos ha reemplazado al resto de los anteriores impe-
no sólo) en los exi.liados, expatriados, refugiados o inmigrantes rios y se ha convertido en la fuerza exterior dominante en
en Occidente, herederos de la obra de desterrados de princi· América Central y América del Sur, en el Cercano Oriente o
pios de siglo, como C. L R. James y George Antonius. Sus in- en África y Asia.
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Si se lo considera honestamente, no se se trata de un buen cual responderla, ni una posición ventajosa, fuera de la reali-
historiaL Desde la Segunda Guerra Mundial, las intervenciones dad de los vínculos entre las culturas, o entre las potencias de
militares de Estados Unidos han tenido lugar (y siguen tenién- desigual poder, imperialistas y no imperialistas. Nadie detenta
dolo) en casi todos los continentes, y algunas han sido de gran el privilegio epistemológico de juzgar, eYaluar o interpretar, de
complejiJaJ y extensión, con tremendas inversiones r~aciona alguna manera, el mundo libre de la acumulación de intereses
les, como ahora estamos apenas empezando a descubnr. Todo v compromisos de las rdaciones mismas. Somos, por decirlo
ello constitU)''C, según lo formulara \Víllíam Appleman \Vi- de algún modo, parte de las conexiones, no estamos fuera ni
lliams, el imperio como forma de \'ida. Las continuas revel~ por encima de ellas. Y nos incumbe, como intelectuales, hu-
ciones acerca de la guerra de Vietnam, del apoyo estadoun.I- manistas o críticos seculares, el comprender desde dentro de
dense a los <<contras)) en Nicaragua o en la crisis del GoHo la realidad, el papel de Estados Unidos en un mundo de nacio-
Pérsico, son sólo una parte de este complejo de actuaciones in- nes y potencias. Como participf-ntes de esa realidad, no como
tervencionistas. Se presta insuficiente atención al carácter que esos displicentes observadores que, según dijera Yeats en su
bien podríamos describir como imperialista de las políticas perfecta descripción de Oliver Goldsmith, deliberadamente
norlearnericanas para Oriente Medio y América Central, ya ex- chupan del panal de nuestras mentes.
plotando la apertura geopolítica entre los <(así llamados)) mo- Los trabajos contemporúneos, en la reciente antropología
derados de Tnln, ya ayudando a los <<así llamados)) Luchadores europea y norteamericana, reflejan esos acertijos y correspon-
ele la Libertad de ia C~ntra nicaragüense a derribar el gobierno dencias de moJo tan sintomático como interesante. La prác-
constitucional v elegido de Nicaragua, ya acudiendo a sostener tica cultural del antropólogo trae aparejada, como principal
a las familias ¡·cales de Arabia Saudí )' Kuwait. elemento conslituti\co, una relación ele fuerza desigual entre el
Aun cuando estuviésemos dispuestos a admitir, como rnu- etnógrafo obsen·ador occidental y el no europeo o no occiden-
chos lo hacen, que la política exterior norteamericana es, so- tal, primitivo o al menos indiferente, y, ciertamente, más débil
bre todo altruista v está dedicada a metas tan indiscutibles v menos desarrollado. En el extraordinariamente rico texto de
como la 'libertad v i'a democracia, quedaría en pie una buena
dosis de esceptici~mo. La Yigencia de las afirmaciones de T. S.
K.im, Kipling extrapola el significado político de tal relación y l
il
lo encarna en la figura del coronel Creighton, un etnógrafo a
Eliot en «Tradition anJ the Individual Talenb acerca del sen- cargo del Survey of India, que es también jefe de los servicios '1
tido histórico, son evidentemente importantes. ¿Acaso no esta- británicos de inteligencia en la colonia, ese «Gran Juego)' al
mos repitiendo, como nación, lo que Francia, Gran Bretaña, cual pertenece Kim.. La moderna antropología occidental ha
España, Portugal, Holanda y Alemania hicieron antes que no- repetido con frecuencia esta problemática relación, y en obras
sotros? A pesar de ello, ¿no tendemos a considerarnos de algún recientes un buen número de teóricos se ha enfrentado con la
modo eximidos de responsabilidad con respecto a esas aventu- casi insuperable contradicción entre una reatiJad política ba-
ras imperiales, aun más sórdidas que las que precedieron la sada en la fuerza, y el deseo científico y humano de entenJer al
nuestra·! Otro a través de la simpatía y ele la hennenéutica, no por me-
Además, ¿no existe entre nosotros la nunca discutida con·· dios condicionados por la fuerza.
Yicción de que nuestro destino es dirigir y gobernar el mundo, El hecho de que tales esfuerzos triunfen o fracasen es me-
un destino que nos hemos asignado como parte de nuestra tra- nos interesante que aquello que los hace característicos y tam~
vesía del desierto? bién posibles; una aguda y a la vez desconcertada conciencia
Brevemente, diré que como nación nos enh·entarnos a la del escenario imperial, insoslay--able y omnipresente. De hecho,
cuestión, profundamente complicada y perturbadora, de nues- no conozco ningún modo de aprehender el mundo desde den-
tra relación con los otros: con otras culturas, estados, histo- tro de la cultura norteamericana (con tuda su historia de exter-
rias, experiencias, tradiciones, pueblos y destinos. Por encima minación e incorporación) que no asimile a la vez la oposición
de esta cuestión no existe un principio de Arquímedes desde el antiimperialisla. Diría que éste es un hecho cultural de ex-
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! raordinaria importancia, tanto desde el punto de vista político nista de un modelo textual sistemáticamente purgado, disfra-
como interpretativo, a pesar de que no haya sido reconocido zado, despojado, cuyos principales· rasgos ine\·itablemeníe se
así en la teoría literaria y de la cultura, y a pesar ele que en los incorporarán a la continua discusión acerca del problema del
discursos culturales habitualmente se lo elude o se lo bloquea. imperio mismo.
Cuando leemos a la mayoría de los deconstruccionistas, mar- Lo formularé de otra manera, con ejemplos familiares para
xistas o representantes de la nueva historia, nos encontramos cualquiera. Al menos durante la última década ha tenido luoar
ante escritores cuyo horizonte político y localización histórica en Estados Unidos un debate abierto y franco sobre los sigr:ifi-
se confina a una sociedad y una cultura profundamente inmer- cados, los contenidos y· los objetiYos Je la educación liberal.
sas en la dominación imperial. Pero casi no toman en cuenta Muchos de los términos del debate se vieron estimulados por
ese horizonte, ni reconocen los límites del escenario, ni admi- las rebeliones universitarias de los ses_enta, cuando pareció
ten, casi, la existencia del entorno impelialista mismo. En que, por primera vez en este siglo, la estructura, la autoridad y
cambio, se tiene la impresión de que la interpretación de otras la tradición de la educación norteamelicana se veía desafiad;
culturas, o textos o pueblos -en el fondo las interpretaciones por fuerzas indeseables, surgidas de la provocación de tipo so-
tratan de eso~ se clan en un vacío sin tiempo, tan compla- cial e intelectual. Adquirieron prestigio e iníerés una serie de
ciente ::-·permisivo como para volcar su interpretación directa- nuevas corrientes académicas y se fortaleció lo que hov deno-
mente dentro de un contexto universalista, exento de todo minamos teoría (término bajo el cual agrupamos nuev~s disci-
afecto, de toda inhibición, de todo vinculo interesado. plinas, como el psicoanálisis, la linguística, o la filosofía nietzs-
Por supuesto, vivimos en un mundo no sólo de bienes ma- cheana, desalojadas de los ierrenos tradicionales de la filoJo ..
teriales, sino también de representaciones. Y la representación gía, la filosofía moral y las ciencias naturale,c;). Estas corrientes
-su producción, circulación, historia e interpretación- consti- parecían socavar la autoridad y estabilidad de los cánones esta-
tuye el auténtico elemento de la cultura. En mucha teoría re- blecidos, los campos bien demilitados, tos procedimientos
ciente el problema de la representación se ha vuelto central, a asentados de acreditación, investigación y división del trabajo
pesar de que raramente se la sitúa en el completo contexto po- intelectual. Que esto ocurriera en el modesto y circunscrito te·
lítico, un contexto que no deja de ser primordialmente impe- rreno de las actividades académicas y culturales simultánea-
rial. En lugar de esto, tenernos por un lado una esfera cultural, mente a la gran oJa de protesta antibelicista y antiimperialista
supuestamente libre y abierta sin condiciones a la etérea espe- no fue un hecho fortuito, sino, más bien, una genuina coyun-
culación teórica y alá investigación, y, por otro, una esfera po- tura politica e intelectual.
lítica degradada, donde se supone que tiene lugar la auténtica Se da una considerable ironía en el hecho de que nuestra
lucha entre distintos intereses. Para el estudioso profesional de búsqueda metropolitana de una nueva y más vigorosa tradi-
la cultura -el humanista, el Clitico, el académico- sólo una es- ción siguiese al agotamiento de .las vanguardias y se expresase,
fera es relevante; más aún, se acepta que las dos esferas están de variadas maneras, como poslliodernismo. O, como he dicho
separadas. Pero no sólo se encuentran conectadas: en última antes citando a Lyotard, que esto tenga lugar cuando se pierde
instancia, son lo mismo. el poder legitimador de los relatos de la emancipación y de la
En esta separación ha tenido lugar una radical falsificación. Ilustración de Occidente. Simultáneamente, las vanguardias Y'
Se vacía la cultura de cualquier vínculo con el poder y se con- el proyecto moderno son redescubiertos en el mundo perifé-
sideran las representaciones sólo como imágenes apolíticas, Iico antes colonizado, donde el tono lo da la resistencia, la ló-
que deben ser analizadas y dispuestas como cualquier otra gra- gica de la osadía y las múltliples investigaciones respecto a la
mática del intercambio. Entonces, el divorcio del presente res- vieja tradición (al-Turath en el mundo islámico).
pecto del pasado se supone compleío. Pero lejos de ser esta se- Ante estas nuevas coyunturas, Occidente ofrece una primera
paración de esferas una elección neutral o accidental, su respuesta profundan1ente reaccionaria: se esfuerza por reafir-
auténtico sentido es un acto de complicidad, la elección huma- mar las antiguas autoridades y cánones, se esfuerza por reinsta-
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lar en la tradición esos veinte o treinta libros occidentales im- critura de la Historia y el discurso filosófico de la época. Pl'i-·
prescindibles para la educación de un miembro de Occidente. mero está la autoridad del obsen·ador europeo: Yiajero, comer-
Estos esfuerzos se envuelven en la retórica de un patriolismo ciante, erudito, historiador, o novelista. Luego \'iene la jerar-
beligerante. quía de los espacios a causa de los cuales el centro métropoli"
Pero podría existir otra respuesta, que vale la pena retomar tano Y gradualmente la economía metropolitana se consideran
aquí porque ofTece una imporlante oportunidad teórica. De dependientes del sistema ele control terrilorial, explotación
manera tan radical como esencial, la experiencia cultural es económica y visión sociocultural de ultrarnar. Sin esta se-
híbrida; de hecho, lo es cualquier forma de cultura. Si en Occi- gunda instancia, la prosperidad y estabilidad en casa -«casa;)
dente, desde Enunanuel Kant, la tendencia ha consistido en es una palabra de resonancias extremadamente potentes- no
aislar la? esferas culturales y estéticas separándolas de los ám- sería posible. Para lo que intento dem9strar el ejemplo per-
bitos J~l mundo, hora es de ~o! verlas a poner en él. Bajo nin- fecto se encuentra en ,Hansficld Park de Jane Austen, en la
gún punto de vista éste es un asunto sencillo, porque creo que cual la plantación de esclavos de la isla de Antigua, propiedad
la esencia de la experiencia occidental, al menos desde el siglo de Thomas Bertrqm, es misteriosamente necesaria para la
XVIII, ha sido la de apropiarse de dominios distantes y reforzar prosperidad y belleza de A.lansfield Park, un sitio descrito en
su hegemonía, pero también la de dividir las esferas de la cul- términos morales y estéticos mucho antes de que tuviera lugar
tura y ele la experiencia en dos ámbitos aparentemente separa- el reparto de África, o sea, antes de que empezara la era de los
dos. En mi opinión, entidades tales como razas :y naciones, imperios. Como lo formulara John Stuart Mili en sUs Prirtciples
esencias como lo inglés o el orientalismo, o modos de produc- of Poliúcal Econom_v:
ción como el asiático y el occidental, atestiguan la existencia
Estas (lejanas posesiones nuestras) difícilmente pueden
de una ideología cuyos correlatos culturales precedierorí am-
ser consideradas como países .. sino, con mucha más pro-
pliamente a la acumulación actual de territorios imperiales en
piedad, corno estados agricultores o manufaclureros que
todo el planeta.
pertenecen a una comunidad mayor. Nuestras colonias de
Muchos historiadores de! período afinnan que la etapa im- las Indias Occidentales, por ejemplo, no pueden conside-
perialista empezó formalmente alrededor de 1878, con el q-e-
rarse como países con un capital producti\'o propio .. (sino
parto de África)>. Una mirada más atenta a las realidades cultu- que más bien sun) el lugar que Inglatena ha designado
rales revelará que existían perspectivas más tempranas, pro- como cm1\·eniente para lle\·ar a cabo la producción de azú~
funda y firmemente asentadas, sobre la hegemonía europea. car, café u otros bienes tropicales. 1
Hacia finales Jel siglo XVIII podemos describir ya un sistema
de ideas coherente y completamente activo. A esto sigue un Si se lee este extraordinar-io pasaje junto con la novela de
juego d.e elesarrollos integrales, como las primeras conquistas Jane Austen, surge un cuadro mucho menos benigno que el
sistemáticas bajo Napoleón, la emergencia de los nacionalis- habitual cuando se consideran las formaciones culturales en la
mos y los estados-nación europeos, el aelvenimiento de la in- era preimperialista. En l\1ills nos encontramos con el tono im-
dustrialización a gran escala y la Consolidación del poder de la placable del propietario y señor blanco, acostumbraelo a en·
burguesía. É.ste es también el período en el cual la forma nove- frentarse con la realidad, las labores y los sufTimientos de mi-
lística :y la nueva narración histórica se tornan preeminentes, y llones ele esclavos, transportados de un continente a otro,
en el cual se comprende claramente la importancia ele la sub- reducidos únicamente al estado de piezas (<para beneficio de los
jetividad en relación con el tiempo hislórico. propietarios". Como dice Milis, estas colonias debían ser consi-
No obstante, muchos histodadores de la cultura, y cierta- deradas apenas algo más que una conYeniencia. Actitud que con-
mente todos los especialistas en literatura, han olvidado tomar
en cuenta la notación geográfica, el alzado y trazado teórico l. John Stuart Mili. Principln of Pu!ilicol EcoHum'r, \'ol ), ..cd. Jc J. ~t. Rob
del territorio que subyace en la ficción occidental, en la es- son {Townto: UtÜ\'ersity of Toruntu Prf.•ss, 1965), P- 6Y3.
llü lll
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firma Jane Austcn cuando en Mansfield Park sublima las ago- 1\luy sencillamente, porque el discurso crítico no ha tomado
nías de la vida caribeña en una media docena de pasajes refe- en cuenta la literatura poscolonial en su variedad y enorme in-
rentes a Antigua. Casi el mismo proceso tiene lugar en los terés; una literatura producida durante el procesd de resisten-
principales escritores de Inglaterra y de Francia. Brevemente. cia a la expansión imperialista de Europa y de Estados Unidos
la metrópoli adquiere su autoridad, en una considerable me- en los dos últimos siglos. Leer a Austen sin leer al mismo
dida, mediante la devaluación y también la explotación de las tiempo a Fanon y a Cabral -etcétera, etcétera- es despojar a la
remotas posesiones coloniales. (No por nada tituló \Valter cultura moderna de sus compromisos :v sus afinidades. Se trata
Rodnev su gran tratado acerca de la descolonización, en 1972, de un proceso que deberá invertirse.
How Europ~ Underdeveloped Africa.) Pero se pueden hacer más cosas. La teoría crítica v los estu-
Finalmente la autoridad del observador y de la centralidad dios de historia literaria han reinterpretad.o y reval~rizado va
geográfica europea es reforzada por un discurso cultural que algunos núcleos mayores de la literatura, el .arte v la filosofía
releaa v confina lo no europeo a un rango secundario racial, occidentales. En ge1~eral se trata de obras estimul;ntes y pode-
cult~ra.Í v ontológico. Paradójicamente este carácter secunda- rosas, a pesar de que. muchas veces se siente que se ha volcado
rio es es~ncial p;ra la prima~ía de lo europeo; lo cual consti- más pasión en la refinada elaboración de la interpretación que
tuye, desde luego, la paradoja estudiada por Césaire, Fanon y en un compromiso estrecho con lo que yo llamaría crítica se-
M~mmi. Una de las muchas ironías de la moderna teoría litera- cular y comprometida. Una critica así no puede llevarse a cabo
ria es que los buscadores de apodas y de imposibilidades de sin la auténtica convicción de que los modelos históricos que
lectura rara vez han investigado esta contradicción. Quizá esto se eligen son relevantes para el cambio social e intelectual. Sin
se debe a que aquí se pone el énfasis, no tanto en cómo leer, embargo, si leemos e interpretamos la cultura moderna euro-
sino en qué se lee y qué se escribe y representa. Uno de los in- pea y norteamericana como si tuvics~ algo que -...-er con el im-
mensos méritos de Conrad es haber dado a tan compleja y rica perialismo, se vuelve al mismo tiempo necesario, para noso-
prosa la auténtica nota imperialista. Él pro-veyó a la Yez " las tros, reinterpretar la tradición a la luz de textos cuya situación
fuerzas de la acumulación planetm·ia y del dominio mundial de dentro de ella ha sido insuficientemente relacionada y sope-
un motor ideológico autosuficiente -lo que Marlow llama efi- sada con respecto a la expansión de Europa. En otras palabras,
ciencia y devoción a la idea que está detrás de ((eso», siendo este procedimiento supone la lectura de la tradición como un
((eso» despojar de sus territorios a los de piel más negra o nariz acompañamiento polifónico de la expansión de Europa, :r por
más chata- y simultáneamente tendió una pantalla sobre el ello atribuye una diferente dirección y valor a escritores como
proceso, proclamando que el arte y la cultura nada tienen que Conrad y Kipling, siempre considerados como caballeros y no
ver con ((eSOll. como escritores CU}'OS temas manifiestamente imperialistas
Que leer y qué hacer con lo que se lee: ésa es la completa poseen largas, subterráneas e implícitas conexiones vitales
formulación del problema. A pesar de todas las energías volca- previas con la producción anterior de Austen o de Chateau-
das en la teoría crítica, en prácticas nue-vas y desmitificadoras briand, por ejemplo.
como el nuevo historicismo, la de-construcción o el marxismo, Además la teoría debe empezar a refonnular la relación en-
todas ellas han eYitado el horizonte politico de mayor alcance tre imperio y cultura. Existen ya algunos jalones que marcan el
-yo diría determinante- de la cultura occidental moderna: el camino, como la obra de Kiernan o la de I'vlartin Creen, pero
imperialismo. Esta mash·a elusión sostiene la inclusión y la la preocupación por estos problemas no ha sido intensa. Sin
exclusión canónicas. Por un lado se incluye a los Rousseau, embargo, las cosas ernpíezan a cambiar, como he señalado an-
los Nietzsche, los \Vordsworth, los Dickens, los Flaubert, et- teriormente. Muchas obras de otras disciplinas -aquí, en el
cétera, y por o1To se excluye la relación Je cada uno de ellos Tercer l'vlundo, o en Europa- comienzan a embarcarse en es-
con la extensa, compleja y estriada obra del imperio. Pero ¿por tas empresas teóricas e históricas, y muchas de ellas parecen
qué tiene esto que \'er con qué leer y acerca de qué sitio? converger. de una u otra manera, hacia los problemas del dis-
112 113
53
li!fk\.¡
curso imperialista, de la práctica colonialista, etcétera. Desde !l. UNA VISIÓN CONSOLIDADA
el punto de vista teórico estamos en el momento de hacer el
inventario de la interpelación de la cultura por parte del anti-
guo imperio, :y los esfuerzos hasta ahora desplegados son ape-
nas más que rudirnentarios. Y como el estudio de la cultura se Nos autodenominábamos "intt·usivos», como si formá-
extiende hacia los medios ele comunicación de masas, la cul· semos una banda; queríamos realmente im·adü- los cau-
tura popular, la micropolítica, etcétera, las visiones respecto ces com·enciunales J.e la política extedor británica y
del poder y de la hegemonía se vuelven mucho más agudas. construir un pueblo nuevo en el Este, a pesar de las lí-
En tercer lugar, debemos sostener ante nosotros las necesi~ neas que nos habian marcaJo nuesll'OS antepasaJos.
dades del presente como señales !' paradigmas para el estudio T. E. LA\YRENCE, Los sieJe pilares de la sabiduría
del pasaJo. Si he insistido en la integración y la conexión entre
el pasado y el presente, no ha sido para atenuar o reequilibrar
las diferencias, sino más bien para provocar un sentimiento J. NARRATIVA Y 1;-SPACIO SOCIAL
más urgente de la interdependencia entre tales cosas. El impe~
rialismo es una experiencia tan vasta y a la vez tan detallada Casi en todas partes y todo a lo largo Je los siglos XIX y XX
respecto a dimensiones culturales decisivas, que debemos refe+ encontraremos en las culturas británica y (Tancesa alusiones a
rirnos a territorios superpuestos, a historias entrecruzadas co- ios hechos imperiales, pero quizá en ninguna parte con más
munes a hombres y a rnujeres, a blancos y no blancos, a habi- regularidad y frecuencia que en la novela inglesa. Vístas en
tantes de las metrópolis y de las periferias, al pasado tanto conjunto, estas alusiones constituyen lo que he llamado una
como al presente y al futuro. Estos territorios e historias sólo estructura de actitud y referencia. En Mans/ield Park, que es
pueden ser contempladas desde la perspectiva del conjunto de entre todas las obras de Jane Austen, la que más cuidadosa-
la historia humana secular. mente define los valores sociales y morales dominantes en el
conjunto de su producción, las refet·encias a las posesiones ele
ultramar de Sir Thomas Bertram llenan la novela: le dan ri-
queza, son el moti\·o de sus ausencias, fijan su categoría social
en casa y en el extranjero y hacen posibles sus valores, los cua-
les finalmente suscribe Fanny Price (y la propia Austen). Si,
como ella aflrrna, Jiansfield Park trata del ((orden>' (ordi!lation)
veremos que el derecho a las posesiones coloniales ayuda di-
rectamente a establecer el orden social y las prioridades mora-
les en el hogar. Como también lo hace Bertha Mason, la des-
quiciada esposa de Rochester en Joue Eyre, que proYiene de
las Antillas Occidentales, y es una presencia amenazante que
se encuentra confinada en el ático. En La feria de las vanida-
des de Thackeray, Joseph Sedley es un potentado hindú cu:y·a
veleidosa conJucta y excesiva (lal vez inmerecida) fortuna se
contrapone al finalmente inaceptable descarrío de Becky, a su
vez contrastado con la decencia de Amelia, conYenienternente
recompensada al final; a la vez se nos presenta a Joseph Dob-
bin dedicado tranquilamente a la escritura de una historia del
Punjab. En Westt1'ard Ho.' de Charles Kingsley, el noble navío
ll4 115
54
Rose vagabundea por el Caribe y Sudamérica. En Gmndes es- otros acerca de !a expansión noneamericana hacia el Oeste,
peranzas de Dickens, Abe\ l'v1ag-witcb es el convicto deportado unida a la total colonización y destrucción de la vida de los na-
a Australia cuya fortuna -convenientemente trasladada desde th·os norteamericanos (según ha sido memo1·ablcmente estu-
el escenario de los triunfos provincianos del jovencito Pip diada por Richard Slotkin, Batricia Limerick y Michael Paul
hasta su florecimiento londinense bajo la apariencia de caba- Rogin); 1 se trata de un motivo imperial que emerge para rivali-
llero- es la que, de modo irónico, hace posible esas ((granJes zar con el europeo. (En el capítulo 4 de este libro trataré otros
esperanzas)> que Pip alienta. En muchas otras novelas de Dic- más recientes aspectos del imperialismo de Estados Unidos a
kens los hombres de negocios tienen conexiones con el impe- finales de este siglo.)
rio: Dombey y Quilp son dos ejemplos notables. Para Tan- Durante la mayor parte del siglo XIX europeo el imperio
credo de Disraeli )-' para Daniel Deronda de George Eliot, el funciona como referencia, punto de definición y sitio fácil-
Este es en parte el hábirat de los nativos (o de la población de mente aceptado para viajar y para obt~ner riqueza )' servicio:
europeos inmigrados) y en parte ha sido incorporado bajo el es una presencia codificada, aunque sólo en parte visible, simi-
ala del imperio. En Retrato de una dama de Henry James, lar a los criados .ele las grandes mansiones y hoteles, cuyo tra-
Ralph. Touchet.t. \"laja a Argelia y Egipto. Y cuando llegamos a bajo se da por supuesto, aunque muchas veces apenas se lo
Kipling, Conracl, Arthur Conan Doyle, Rider Haggard, R. L mencione, se le confiera profundidad o incluso haya sido estu-
Stevenson, George Orwell, Joyce Car:v. E . .i\·1. Forster y T. E. diado (a pesar de que últimamente Bruce Robbins haya escrilo
Lawrence, el imperio es, en todos lados, el escenario funda- sobre esto). 2 Para citar otra curiosa analogía, diré que las pose-
mental. siones imperiales están siempre, provechosamente, ahí, anóni-
En Francia la situación era diferente, en la medida en que mas y colectivas, como las masas de desheredados (analizadas
la vocación política imperial francesa durante el siglo XIX fue por Gareth Stedman .TonesY formadas por trabajadores de
distinta de la de Inglaterra, reforzada como estaba por la conti- paso, empleados a destajo, artesanos ele temporada. Su existen-
nuidad y estabilidad de la misma política británica. Los reveses cia cuenta siempre, aunque no sus nombres e identidades: son
políticos, la pérdida de colonias, la inseguridad de la posesión útiles sin estar del todo ahí. Constituyen el equivalente litera-
y los cambios filosóficos, que Francia experimentó durante la rio, en los términos de algUn modo autocclebratorios de Eric
Revolución y durante la era napoléonica, hicieron que su ca- \Volf, de la «gente sin J-T.istori<b~ gente sobre la cual reposa la
rácter imperial gozase de una identidad menos segura y su pre- economía y la política sosten id¡;¡ por elimperío, pero cuya rea-
sencia en la cultura francesa fuese n1.enor. En Chateaubriand v lidad no ha exigido atención histórica o cultural.
Lamartine oímos la retórica de la grandcur imperial; en la pi~ En todos estos ejemplos los hechos del imperio se asocian
tura, en la escritura histórica y filológica, en la música v en el con sustanciosas posesiones, con espacios \'as tos~- a veces des~
teatro solemos tener frecuentemente una nítida capta¿ión de
las lejanas posesiones francesas. Pero después de mediados de
l. Richard Slntkin, Regcncro!ion Through Fiolencc: J/¡c .H.rtfwfogy o/ thc
siglo, y en la cultura de Francia en su conjunto, raramente en- Arncrican Fronticr, !600-18(11} (l\-liddleto\\·n: \\'eslcyan l!niYcrsitY Prcss, 197~);
contramos ese denso, casi filosófico sentimiento de la misión Patrkia Ncl.son Limcrick, The Lcgncy o/ Conques/: Thc UnhroLou Pnsl nf !fu:
imperial que hallamos en lnglaterra. Amaicrm lVes! (Nue\"a York: Norlon, !988); f\.lichae! Paul Rogin, Fnthrrs and
Children: Andrcw Jacksrm and r!rr Suhjugatiun of lhc Autcrican !11dian (Nuc\·a
Existe también un abundante cuerpo de escritos norteame-
'{ork: Knopf. 197~)
ricanos, contemporáneos de los franceses e ingleses, que 2. Bruce Robbin.s, Thc S!.'nant's Hand: Fuglish Fir:tiou from Below (Nueva
muestra un talante imperialista peculiarmente agudo, aun a York: Columbia Univcrsity Press, 1986).
pesar de su paraJójico y feroz antiimperialismo, dirigido cen- 3. Garc1h Stedman Joncs, OutuJsf [.ondo11: A Study iu thc Rcln!iouship Rel-
l·\-·een rhe C!asses in Vir"loriou Soci<'ly (!Y71: rced., Nueva York: Pantheon,
tralmente al Viejo Mundo. Pensemos, por ejemplo, en la «tra-
1984).
\·esía del desierto)) de los puritanos y luego en la preocupación 4. Eric Wolf, Europe mu{ the People H"ítho111 His!rJI}·' (Berkelc_Y: Unin·-rsih·
ext.raordinarimTlen1e obsesiva de Cooper, Twain, l'vlelville y of Ca.!iforni<~ Pres.;,, 1Y82)
1!6 !!7
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con seres humanos excéntricos o ínaceptables, con p~rialismo, ~e ese modo de \"ida que \Villiam Appleman \Vi"
.fortun'a )' actividades fantaseadas como la emi~ llmr~1s de:c.nbe como compatible con toda clase de argumen-
e• '""'"' dinero y las aventuras sexuales. Los descarria- tos rdeolog1cos, aun antinómicos, puesto que durante el siglo
dos hijos menores eran enviados a las colonias, los parientes XlX <dos triunfos imperiales hicieron necesario el desarrollo de
n1.ayores e irnpresentables xnarchaban para tratar de recuperar una ideología que se les adecuase)>, en alianza con los rnélodos
patrimonios perdidos (corno en La Cuusi11e Betle Je Balzac) y militares, económicos y políticos. Esto permitió que <<Se pre-
jóvenes)' emprendedores viajeros se iban a reparar los excesos sel~vase y extendiese el imperio sin agotar su sustancia psí-
de juventud y a coleccionar toda clase de cosas exóticas. Los te- qUica, cultural o económica,). Dentro de las obras de esos in·
rritorios coloniales han sido esferas de posibilidad y han estado \·estigadores hay indicios de que, por vol ve¡- a citar a \Villi<UTIS,
siempre asociados a la no\·ela realista. Robinson Crusoe es vir· el imperialismo es capaz de producit· imágenes inquietantes de
tualmentc impensable sin la misión colonizadora que le per- sí mismo: por ejemplo, la de un «policía bonachón y progre-
mite crear un nuevo mundo a partir del propio en las distantes sista.l>1
inmensidades africanas, pacíficas o atlánticas. Pero la mayor Pero estos crític..os son casi siernpre escritores descripti\'os
parte de. los grandes realistas del siglo XIX son menos tajantes de y positi\·istas, asombrosamente diferentes del pequeño grupo
lo que lo fue Defoe o, posteriormente, Conrad o Kipling, du- de los que contribuyen a la teoría general e ideológica. Entre
rante cuya época las graneles reformas electorales :y la participa- ellos Jonah Raskin en The :Hy!holugy of Tmperialism, Gordon K.
ción masi\'a en la política hicieron que la rivalidad imperialista Le\vis en Slm'CJ)', Imperialis111, aud Freedom y\'. G. Kiernan en
se cmwirtiera en un asunto doméstico más presente. En el úl- Marxisrn and bnperialism y eu su otra obra fundamental, The
timo año del siglo XIX, con el reparto de África, la consolidación Lords of Human Kind.:. Todas estas obras, en gran medida deu-
de la Unión Imperial Francesa, la anexión norteamericana de doras del análisis y de las premisas marxistas, sostienen la cen-
las Filipinas, y el dominio británico del subcontinente indio, el tx·aliJad del pensamiento irnperialista en la cultura occidental
jmperialismo se convirtió en una preocupación universal. moderna.
Lo que quisiera hacer notar es que la crítica ha descuidado Sin embargo en ninguna parte ha logrado alguno ele ellos
estas realidades coloniales ·e imperialistas, mientras que ha iniluir, hasta el punto de modificada, en nuestra maner<.t de
mostrado extraordinaria imaginación e ingenio en el descubri- enfrentarnos con las ob1·as canónicas de la cultura eut·opea de
miento de otros asuntos que discutir. Los relath·amente esca- los siglos XtX y XX. Las figuras mayores de la crítica sencilla-
sos escritores y críticos que discuten la relación entre cultura mente han pasado por alto el imperialismo. Releyendo recien-
e imperio -entre ellos Martin Grcen, Molly Mahood, John temente el sutil librito de Lionel Trilling sobre E. i\1. Forsler,
McClure y sobre todo Patrick Brantlinger- han llevado a cabo
excelentes contribuciones, aunque sus obras sean en esencia The lnfecriou o( Tlww<'IS de Q¡IÍI/<..'ey: A Psyclwpatu!ogy of f!l!periolism (New Ha·
narrativas y descriptÍ\'as: han destacado la presencia ele ciertos \'en: Ya!e L'uin:::rsitv Pres~. 1991)
1. William :\pp.lemau \\'illiams, E!!! pire''' o H'oy of U/e ('t"u<.:n York y Ox-
temas, la importancia de ciertas coyunturas históricas y la in- ford: Ü:\ford L'nin.~rsity Press, JOSO¡, PP- l t.~-13.
!-luencia o persistencia de ciertas ideas acerca del imperia- 2. Jonah Raskin, The .\fyiiwlogy ul l'!!{-'erialisn¡ (!\'ue\·a York: Raudom
lismo, con lo cual cubren enorme cantidad de material. 1 En House, !971); Gordou K. Le\\'ÍS, Slm.'ery, /.'nperialism and Freedon¡: .Stw!ies i11
casi todos Jos casos escriben ele manera crítica sobre el rm- English l-?.adical TIWI<¡!,hl (t\ueva York i\lvnthly ReYÍC\\-, 1978); \'.G. Kiernan,
The Lonls of Human KiJU!: Bíuck }Jau, YeltOil' Mun und While klfm in the A,ge of
Empire (1969; ret>d. Nuen1 York: Columbia UnÍ\Ttsit_y Press, 1986) y Marxism
l. Iv1artin Creen, Dreams o/ Adl'enlllre, Deeds of Empire (Nueva York: Basic arullmperiaUsu¡ (NueYa York: St. ~{artin's Press, 1974). The Poetics of fmpeda-
Books, 1979); Molly .ivlahood, The Colonial Encoun!er: A Reading of S'ix XoFels lisnt: Translatim¡ fmd Co!oniz.aliuu fr-om The Tempest to Tarzan, de Eric Cheyhtz
(Londres: Rex Collings, 1977); John A. !l.kC!un:, Kipli11g ond Courad: The Colo· (Nueva Yo¡-k: Oxfo,rd Unh·ersi1y Press, 1Y9l), es una aporlat.:ióll rnás t·eciente
uial Fiction (Cmnbridge, Massachuselts: Han·ard University Press, 1981); Pa- Conrad and fluperiah,m de Benita P<nTy (Londrt:"s: l\1acrnilbn, 1983) discute a
lrick Brantlingcr. The Rule of Darfwess: British Litera/un~ and !lnperialism, fondo !a obra anterior y otras similares dentro del contexto que ofrece la obra
1830·1914 (!lhaca; ComelllTniversity Pn~ss, 1988). Véase también John Barrell, de Conrad.
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por ejemplo, me chocó que su, por lo demás agudo, comentario La emergencia del testimonio de los antiguos súbditos
acerca de Ilmvards End ni por un momento mencione el impe- como intérpretes del imperialismo y de sus grandes produccio-
rialismo, lo cual, de acuerdo con mi lectura del libro, es imposi- nes culturales, ha dado a éste una perceptible, por no decir in-
ble; mucho menos lo es el pasarlo por alto. Después de todo, soslayable, identidad como tema de estudio y de decidida revi~
Henry \Nilcox y su familia son dueños de plantaciones de cau- sión. Pero ¿de qué manera podría este tipo especial de
cho: {<Tenian ese espíritu colonial, siempre en busca de algún testimonio y estudio acerca del imperialismo, habitualmente
rincón donde el hombre blanco pudiese soportar sus desdichas marginal respecto del discurso crítico, ponerse en contacto ac-
sin ser obsenadO.l:> 1 Con frecuencia Forster asocia y contrasta tivo con las preocupaciones _teóricas hoy corrientes?
este hecho con los cambios que estaban ocurriendo en Inglate- Si tal como he sugerido consideramos las cuestiones impe-
rra, cambios que afectaban a Leonard y Jacky Bast, a los Schle- riales como constitutivamente signi6catj-vas dentro de la cul~
gel, al propio Howards End. Está también el caso sorprendente tura occidental, debemos observar esa misma cultura tanto
de Raymond V\Tilliams, cuyo Cu lturc and Society no trata en ab- desde el punto de ·vista de la resistencia antiimperialista como
soluto de la experiencia imperial. (En una entrevista, cuando a desde el de la ap.ología proimperialista. ¿Qué quiere decir
\Villiams se le reprochó esta ausencia masiva, puesto que el im- esto? Supone recordar que hasta mediados del siglo XX los es-
perialismo (m o era algo secundario y externo, sino algo absolu- critores occidentales -Díckens o Austen, Flaubert o Camus-
tamente constitutivo de la entera naturaleza del orden político y escribían teniendo in mente únicamente una audiencia occi-
social inglés: el hecho fundamentah, 2 él replicó que su expe- dental, aun cuando tratasen de personajes, sitios o situaciones
riencia galesa, que le hubiese permitido pensar acerca de la ex- que se refirieran o utilizaran territorios de ultramar domina-
periencia imperialista, (<estaba casi del todo en estado latente)) dos por los europeos. Aunque Jane Austen en . Hansfield Park
en la época en que escribió Culture and Society.)3 Las pocas y se refiriese a Antigua o en Persuasión a rincones visitados por
tensas páginas que tocan el problema de la cultura y el imperia- la armada británica y lo hiciese sin tener en cuenta que los na-
lismo en The Country and the City son externas a la idea princi- tivos caribeños o indios podrían responderle, no hay ninguna
pal del libro. necesidad Je hacer ahora lo mismo. Hoy sabemos que los pue-
¿Por qué tienen lugar estos lapsus? ¿Cómo registró)' soportó blos no europeos no aceptaban con indiferencia la autoridad
la centralidad de la visión imperial esa misma cultura que la pro- que se ejercía sobre ellos, ni el silencio generalizado sobre su
dujo, que hasta cierto punto la disfTazó y que también fue trans- presencia que, en formas atenuadas, se predica todavía. Por lo
formada por ella? Naturalmente, cuando se tiene un origen colo- tanto, hoy debemos leer las grandes obras canónicas y tal vez
nial, la cuestión imperial es determinante en la propia forma- el archivo completo de la cultura europea .Y norteamericana
ción, )r será un factor de atracción aun cuando se dedique uno a premoderna y moderna haciendo el esfuerzo de seflalar, exten-
la crítica de la literatura europea. El especialista en literatura in- der, y dar énfasis y yoz a lo que allí está presente en silencio, o
glesa de origen indio o africano leerá Kim o El corazón de las tí- marginalmente, o representado con tintes ideológicos (pienso
nieblas con una urgencia crítica que seguramente no expedmen- en los personajes indios de Kipling).
tará un norteamericano o un hritánico. Pero ¿de qué manera En términos prácticos, lo que he llamado antes (dectura en
seremos capaces Ue formular la relación entre cultura e imperia- contrapunto)>, significa aproximarse a un texto sabiendo qué
lismo más allá de las afirmaciones del testimonio personal? supone que un autor muestre, por ejemplo, que una planta~
ción colonial de azúcar es importante para mantener un parti-
l. E. M. Forster, llowards End (Nueva York: Knop,f, 1921), p. 204. Hay tra- cular estilo de vida en Inglaterra. Más aún, como en todos los
ducción en castellano, La ma11.1ión, i\bdrid: Alianza, 1985. textos literarios, estos aspectos no tienen que YCr con la histo-
2. Raymond \Villiams, Politics and Letlers: Iuterviews 1.vith New Le/! Revie-n·
Jia formal de sus principios y finales. Las referencias a Austra-
(Londres: New Left, 1979), p. 118.
3. Cu!t11rc and Society, 1780-1950, de Raymond \\'illiams se publicó en lia en David Coppcrfield o a la India en Jan e E-;,Te están ahi por·
1958 (LonJre.s: Chatto & \Vindus) que pueden estar, porque el poder británico (y no sólo la
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¡-·:,-:
fantasía del novelista) hacía posible las alusiones a esas apro- basa. Los personajes africanos de Conrad, por ejemplo, provie-
piaciones masivas. Pero podemos extraer otras enseflanzas no nen de una vasta biblioteca sobre (digamos) africanismo, tanto
menos verdaderas, como que por parte de las colonias tuvo lu- como de las experiencias personales de Conrad. En el lenguaje
gar una liberación del yugo directo o indirecto y que este pro- ele un texto no existe algo que sea la experiencia o el reflejo di-
ceso empezó y se desarrolló mientras los británicos (o france- rectos del mundo. Las impresiones africanas de Conrad esta-
ses, portugueses o alemanes) todavía estaban allí, aunque sólo ban inevitablemente influidas por la investigación y la erudi-
ocasionalmente se registraran los esfuerzos de las potencia<:; ción acerca de África, a la que alude en su A'iemori~ personal.
por suprimir el nacionalismo de los nativos. La cuestión es que Lo que ofTece en El corazón de las tinieblas es el resultado de
la lectura en contrapunto debe registrar ambos procesos, el sus impresiones en relacióri- con aquellos textos, en creadora
del imperialismo)'' el de la resistencia, lo cual puede realizarse interacción con las exigencias y convenciones de la narrativa y
incluyendo lo que había sido excluido: en el caso de El extrari· también con su genius e historia persoilales. Postular que est;
jera, por ejernplo, el conjunto de la historia previa del colonia- mezcla extraordinariamente l'ica «refleje)) Africa, o incluso que
lismo francés, su destruccción del estado argelino y la poste- refleje una experiencia de África, es algo pusilánime y segura-
rior emel'gencia de una Argelia independiente, a lo que se mente confuso. LO que tenemos en El corazóu de las tinieblas
opuso Cmnus. -obra de inmensa influencia y que ha provocado gran canti-
Cada texto posee su propio ge11ius, como lo tiene cada re- dad de lecturas y de imágenes- es un Áflica politizada, ideoló-
gión geográfica del mundo, con sus propias experiencias su- gicamente saturada: esa que, para ciertos objetivos y propósi-
perpuestas y sus historias de conflictos intenlependientes. En tos, era el lugar del imperio, con todas aquellas ideas e
lo que se reHere a las producciones culturales, es útil estable· intereses actuando furiosamente sobre ella, y no sólo su «re-
flejo)) literario fotogrúfico. -
cer una distinción entre particularidad y soberanía (o exclusi-
vidad hermética). Es evidente que ninguna lectura debe gene- Quizá las consideraciones que ahora siguen supongan
ralizar hasta el punto de borrar la identidad de un autor, de un abundar demasiado en el asunto, pero quiero dejar claro que
texto en particular o de un movimiento. Por el nlÍsmo movi- lejos de ser la novela y su imagen de Af:rica «sólo)) literatura, la
miento, debemos aceptar que todo aquello que fue (o aparece obra forma p~rte -de hecho forma parte orgánicamente- del
como) cierto para determinado texto o autor pueda conver~ «reparto» de Ah-ica, conternporáneo a ella. Es verdad que la
Lirse en tema de disputa. En Kim, la India de Kipling posee una audiencia de Conrad era pequefía J' lambién que Conrad fue
cualidad ele permanencia e inevitabilidad que pertenece no muy critico respecto al colonialisrno belga. Pero para muchos
sólo a esa maravillosa novela sino a la India británica, a su his- europeos la leclura de un texto tan enrarecido como EL cora-
toria, a sus administradores y apologistas pero también a la In- zón de las tinieblas era la forma de aproximarse a África lo más
dia por la que luchaban los nacionalistas, la India que debía posible. En este limilado senlido formaba parte del esfuerzo
ser recuperada. Al hacer el recuento de la serie de presiones europeo para abarcar Á[Tica, para pensada, para hacer- planes
que se daban en la India de Kipling entendemos el proceso sobre ella. Representarla era entrar en la batalla por África, lo
mismo del imperialismo en sus dos aspectos, y también el pro- cual estaba inevitablemente relacionado con la posterior resis-
ceso posterior de la resistencia antiimperialista. Al leer un tencia, descolonización, etéctera.
texto, debemos abrirnos tanto a lo que el texto incorporó Las obras literarias, particularmente aquellas cuyo asunto
como a lo que el autor excluyó. Cada producto de la cultura es manifiesto es el imperio, poseen un aspecto aparatoso, hasta
la visión de un momento, y debemos contraponer esa visión a un inherente desaliño, característico de un paisaje politico tan
las varias revisiones que luego suscita: en este caso, las expe- lleno, tan densamente cargado. Pero a pesar de esta fonnida-
riencias nacionalistas de la India posterior a la independencia. ble complejidad, una obra como El corazón de los ti11ieblas
Además debernos conectar las estructuras de determinada constituye la destilación o simplificación de una serie de elec-
narrativa a las ideas, conceptos y experiencias en las que se ciones hechas por el autor, elecciones menos complicadas o
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mezcladas que la realidad misma. No sería justo considerarlas la conquista de la tierra, que mayormente quiere Jecir qui-
como abstracciones, a pesar de que esíe texto está tan sutil- társela a otros que tienen diferente complexión o una nariz
mente elaborado, .Y revela tanta preocupación ante el lector ligeramente más chata que la riuesfra, no es una cosa muv
por ajustarse a las necesidades de la forma narrativa, que el re- agradable si se la mira demasiado de cerca. Lo único que ¡;
sultado es la configuración de una introducción altamente es- redime es la idea. Que haya una idea en su fondo; no un
pecializada a la lucha por Africa. prurito sentimental sino una idea; y creer generosamente
Para ser interpretado, un texto tan híbrido, im.puro y com- en la idea: algo que se pueda erigir, ante lo cual poster-
plejo requiere una especial y vigilante atención. El imperia- narse, ante lo cual ofrecer un sacrificio ..
lismo moderno ha sido tan omniabarcativo y global que vir-
En su relato sobre el gran viaje por el rio, Marlow profun-
tualmente nada ha escapado a él; por otro lado, como he dicho
diza en el problema al hacer una distinción._entre la rapacidad
antes, la contestación tiene lugar todavía. Tomar o no en
belga y (por implicación) la racionalidad británica en los asun-
cuenta las relaciones entre los textos de la cultura y el imperia-
tos imperialistas. 2
lismo es, por lo tanto, optar por una posición de hecho tomada
En este contexto, ~es interesante la noción de salvación.
previamente, ya sea para estudiar la relación y así poder criti-
carla y pensar alternativas a ella, ya para no hacerlo, de modo Ésta «DOS>) separa de los despreciados y malditos romanos o
belgas, cuya codicia no fue benéfica ni para sus conciencias ni
que permanezca sin examinar y, presumiblemente, sin cam-
para las tierras ·y cuerpos de sus súbditos. «Nosotros» nos sal-
biar. Uno de los objetivos de la esCiitura de este libro es mos-
trar cuán enorme es la conciencia del dominio de ultramar, vamos porque en primer lugár no necesitamos enfrentarnos
cuánto abarca, cuán extensa es la preocupación que produce; directamente con el resultado de lo que hacemos; estamos ro-
no únicamente en Conrad, sino en figuras que prácticamente deados y nos rodeamos por la práctica de la eficiencia, por la
jamás vinculamos con esta relación, como Thackeray ·y Austen. cual se utilizan completamente tanto la tierra como los pue-
Y también mostrar cuán importante y enriquecedor para un
blos; nuestro gobierno incorpora los territorios y sus habitan-
crítico es atender a tal material, no sólo por razones políticas tes y a la vez nos incorpora a nosotros cuando respondemos
evidentes sino tambíén porque, como he venido afirmando, eficientemente a sus exigencias. Más aún, a través de Marlow,
Conrad habla de redención, en cierto sentido un escalón por
este peculiar tipo de atención permite al lector interpretar
obras canónicas del siglo XIX y XX con nuevo y comprometido encima de la salvación. Si la salvación nos salva, lo que se
interés. salva (ahorra) es nuestro tiempo y nuestro dinero y también
nos salva de la ruina de una conquista momentánea. Pero la
Volvamos a El corazóf,l. de las tinieblas. En ella Conrad nos
redención extiende la salvación todavía más allá. Pues la re-
ofrece un punto de partida sinies.tro y sugerente desde el cual
asir profundamente cuestiones tan difíciles. Recordemos que
Marlo'.v, de manera curiosamente perspicaz, compara a losan+ 1. Joseph Conrad, «Heart of Darkness», en Youth and T1vo Other Stories
(Garclen City: Doublcday, Page, !925), pp. 50· 51. Hay traducción castellana, en·
tiguos conquistadores romanos con sus contrapartidas moder-
tre ellas: El cora¡-;ÓH de las ti11ieblas, tr. de Sergio Pito!, Lumen, Barcelona, 1992.
nas, iluminando así la especial mezda de poder, energía ideo- Si se quif're leer un relato desmitificaclor sobre la relación cnt<e cullurt~ de la
lógica y actitud práctica que caracteriza al imperialismo modernidad y redención, '"er Leo Bers<1.ni, The Culture of Redcmption (_Cam,
europeo. Los antiguos romanos, afirma, «DO eran colonizado- bridge, Massachusetts: Harvard Univcrsíty P1·ess, 1990).
2. Después de 1880 exis1ieron multitud de teorías y justiflcaciones acerca
res; su administración consistía apenas en exprimir y poco del estilo impe1ial: antiguo contra moderno, inglés contTa francés, etcétera. Co·
1nás)). Por contraste, do que nos salva es la eficiencia; la devo- mo reputado ejemplo, véase Ancient rmd AJodcrn Jmperialism de Evclyn Baring
ción a la eficiencia, al revés de los romanos, que se basaban en (Cromer) (Londres: Murray, 1910); también Studies in M id- Vicloriarr lmperíolism
(Nueva York: Howard Fertig, 1968) de C. A. Bodelsen, y de Richard Faber The Vi·
la fuerza bruta}' que es poco más que '<un accidente que emana sio11 and the Xeed: La/e Viciarían lmperialis¡ Aims (Londres: Faher & Faber,
de la debilidad de los otros)), Hoy, sin embargo, 1966). Obra anterior pero todaYía Lltil es British Colonial Theories de Klaus Knorr
(Toronto: UniYcrsity of Toronto Press, 1944).
124 125
59
Jcnción t·eside en la práctica autojustificatoria de una idea o por las eslimulantes posibilid<1des de ultramar. A pesar de que
misión por encima del tiempo, en una estructura que nos en- Captai11 Singleton es la historia de _un pirata que ha viajado m u,
vuelve y a l-a' que veneramos a pesar de que, irónicamente, no- cho por la India y por África y que en Mol! Flanders aparece la
sotros mismüs ia hemos erigido. Ya nadie la estudia de cerca, posibilidad, tras una vida de crímenes, de una tardía redención
··porque la damos por supuesta. de la heroína en el .i\iuevo Mundo, Fielding, Richardson, Smo-
De este modo Conrad encapsula dos aspectos del imperia- llett y S terne no vinculan tan directamente sus relatos con el
lismo bastante distintos pero íntimamente relacionados: una acto de acumulación de riquezas y territorios lejanos.
idea basada en el poder para hacerse con territorios, una idea No obstante, todos ellos sitúan su obra dentro del territorio
abienamente clara en su fuerza y en sus inconfundibles conse- cuidadosamente vigilado de una Ingbtena más extensa, v eso
cuencias, y una práctica que por- esencia está dedicada a disfra· se relaciona, sin duda, con lo iniciado tan proféticament~ por
zar u oscurecer esa e\•idencia desarrollando un régimen de jus- Defoe. Aun así, eminentes estudiosos dC la ficción inglesa die-
tificaciones a través de una autoridad originada y engrandecida ciochesca, como Ian \Vatt, Lennard Da\'ÍS, John Richetti y l'v1i-
por sí misma pero que se presenta como una fuerza de interpo- chael McKeon, que han dedicado considerable atención a la
sición entre la victíma del imperialismo ':/ su perpetrador. relación entre la iiovela y el espacio social, han descuidado la
No podríarnos comprender el tremendo poder de este perspectiva imperiaL 1 Desde luego, no importa si dudamos de
punto si meramente lo extrajésemos de El corazón de las tinie- que las minuciosas maniobra_<; de rapacidad y seducción bur-
blas, como quien saca un mensaje de una botella. Pues la idea guesas de Richardson tengan que ver realmente con los movi-
de Conrad se inscribe en la forma narrativa misma, en cómo la mientos militares británicos en la Inclia y en contra de Francia.
heredó y la practicó. Iré tan lejos como para afirmar que sin Es bastante e\'idente que no es literalm~nte así, pero en ambas
imperio no existiría novela europea tal corno la conocernos, y esferas encontraremos los mismos valores respecto a la supe-
de hecho, si nos detenclllos en el impulso del cual naciera, ve- ración de incomodidades y obstáculos, a la conjum de actos
remos la convergencia, en absoluto accidental, entre los es- rebeldes y a la paciencia necesaria para establecer la autorid<1J
quemas constitutivos de la autoridad narrativa por un lado y, a traYés del <11te de vencer el tiempo vinculando principios v
por otro, la compleja configuración ideológica que suby·ace a beneficios. En otras palabras, se requiere sentido crítico par~
las tendencias imperialistas. percibir c<Jmo los grandes espacios de Clarissa o Tum .Tones
Todos los. novelistas, críticos o teóricos de la novela euro- son la sumá de dos cosas: algo que acompafla en el ámbito do-
~iea han advertido su carácter institucional. Fundamental- méstico el proyecto imperial de control y presencia en ultra-
mente ligada a la sociedad burguesa, la novela, según la frase mar Y al m.ismo tiempo, el relato práctico de cómo expandirse
de Charles l\1orazé, acompaña y de hecho forma parte de la y rnoverse en un espacio que debe ser actiYamente habitado y
conquista de la sociedad occidental por parte de los que él disf·rutaclo antes de aceptar su disciplina o sus límites. -
denomina les bourgeois conquérants. No menos significativo No quiero decir que la noYela ~o, en un sentido amplio, la
es que en Inglaterra la novela sea inaugumda por Robinson cultura~ fuesen la «causa>) del imperialismo, sino que el impe-
Crusoe, cuyo protagonista es el fundador de un nuevo mundo rialismo y la noYcla, artefacto cultural de la sociedad bur-
que domina y al que reclama para Inglaterra y la cristiandad. guesa, son impens<1bles el uno sin la otra. De todas las grandes
Es verdad que mientras Crusoe está, de modo explícito, enro- formas literarias, la noYela es la más reciente, su aparición
lado en la ideología de la expansión de ultramar, lo cual se
conecta directamente, en estilo y forma, con los relatos de via- l. Ian \\'atl, Thc Rí:,c oj !he :\'uw:l (Berkeley: Uni\-ersity of California Press,
jes y de exploración de los sigl~s XVI y X\11 que sentaron las 1957). Lennan[ Da\·is. Fa~·tua! Fictiuns: The Origins of the English ;\'uve! (Nueva
bases de los gr<1ndes imperios coloniales, las novelas tn<l:y·ores York: Columbia UniYersity Press, 1983): John Richetti, Popular Fiction Befare
Ríchardson \Londres: O:dm·J l'nivesit_y Press, 1969); 1\.lichad i\lcKeon, lhe Ori-
que vienen después de la de Defoe, y también las obras poste- gin ü{ the f'ugli.>h :\'o,·ell600-1740 (Baltimore: Johns Hopkins Unh·ersity Press,
riores del mismo Defoc, no parecen estar muy obsesionadas 1987)
126 127
60
el rnás datable, su ámbito el más occidental, su esquenw nor· r taba1~ Arnold: Carlyle, Mili y George Eliot, al menos Jurante
mativo de la autoridad social el más estructurado: el imperia- la pnmera mitad del siglo XIX Francia gozó de núcleos cultu-
lismo v la noYela se refuerzan mutuamente hasta un grado en J~ales mucho más desaúollados: acádemias, universidades ins-
el que.resulta imposible, diría, leer ésta sin, de alguna manera, u.t:ltos, periódi~os, etcétera. Pero la extraordinaria comp~nsa
encontrarse con aquél. :w~ po~ esta diferencia vino con la firme emergencia y luego
Esto no es todo. La novela es una forma que procede por md1scut1do predominio de la novela inglesa. (Únic;mente
incorporación y que es cuasienciclopédica. Dentro de ella en- d~spués de 1870, cuando el norte de ÁfTica adquirió en Fran-
contramos tanto un mecanismo narratlvo altamente regulado cia una especie de presencia metropolitana, puede verse el
como un completo sistema de referencias sociales que de- desarrollo de una formación estética y cultural comparable:
pende de las instituciones existentes en la sociedad burguesa, se trata del periodo durante el cual Loti, el primer Gide, Dau-
de su autoridad y de su poder. Sus héroes y heroínas muestran det, Maupassant, Mille, Psichari, Malraux, y «cxoticistas})
la inquietud y energía característicos de tan emprendedora como Segalen y por supuesto Camus, proyect~n una concor-
clase, y se les permiten aventuras en las cuales sus experien- dancia global entre las situaciones domésticas y las impe-
cias les revelan los límites de aquello a lo que pueden aspirar, riales).
dónde pueden ir y en qué pueden convertirse. Por lo tanto, las .Hacia 1840 la novela inglesa había logrado un carácter
novelas acaban o con la ·muerte del héroe o de la heroína (Ju- e.n~mente como la forma estética y la voz intelectual más pres-
lien Sorel, Emma Bovary, Bazarov, lude the Obscure de Tho- tigiOsa dentro de su sociedad. Por ejemplo, precisamente por-
mas Hardy) si en virtud de un exceso de energía no se ajustan que la novela ocupaba un lugar tan importante en la cuestión
al orden de las cosas, o con el acceso de los protagonistas a la de la <<condición inglesa>), podemos ver cómo participaba en el
estabilidad (habitualmente por medio del matrimonio o de una ir~perio inglés de ultramar. Al reflejar lo que Raymoncl \Vi- il
confirmación de la identidad, como en las obras de Austen, lhams ha denominado una <<Comunidad reconocible)) de hom- '1
Dickens, Thackeray y George Eliot). bres y mujeres ingleses, Jane Austen, George Eliot '{ Mrs. Gas- ¡.·¡·
·1
Pero podríamos preguntarnos: ¿por qué dar tanto énfasis a kell moldearon la idea de Inglaterra, dotándola de~ identidad,
)
las novelas y a Inglaterra? ¿Cómo salvar la distancia entre una presencia y modos de articulación capaces de volver a ser uti-
)
forma estética aislada y grandes empresas y temas como los de lizados.1 La relación entre «el hagan) y <(el extranjero» formaba ;
la ((cultura>) y el «imperialismo))? En plimer lugar, porque ha~ parte de esa idea. Mientras Inglaterra era inspeccionada, Yalo- J
cia la época de la Primera Guerra l'v1unclial el imperio británico rada y difundida, «el extranjero') sólo se mencionaba v se mos-
•
1
1
era incuestionablemente dominante como resultado de un traba apenas, sin el tipo de presencia e inmediatez Prodigada
proceso iniciado en el siglo X\'I. El proceso fue tan poderoso y sobre Londres, el campo, o los cenlros industriales del norte,
tan definitivos sus resultados, que, como afirmaron Seeley como Manchester o Birmingham.
y Hohson a finales del siglo XIX, se convirtió en el hecho cen- Esta obra firme y casi tranquilizadora llevada a cabo por
tral de la historia inglesa, que incluía en su seno muchas y dis- la novela es propia de Inglaterra y debe ser vista como una
pares actividades. 1 No es sólo una coincidencia que Inglaterra importante vinculación cultural de la isla -todavía hoy sín es-
produjese y sostuviese también una institución novelística sin tudiar ni documentar- con lo que sucedía en India, África, Ir-
competencia o equivalente en Europa. Como reconocieran landa y el Caribe. Exisie una analogía -que sí ha sido estudia"
toda una serie de intelectuales ingleses, entre los cuales se con- da- con la relación entre la política exterior británica v su
comercio y finanzas. Obtenemos una nítida perspectiva de ¿uán
l. J. R. Scele.y, Thc Etpansiun of Eng!and (1884; reecL Chicago: Uni\'ersit;. denso y complejo ha sido el debate en un clásico (pero todavia
of Chic<~go Press, 197!), p. 12; J. A. Hobson, Tmperiaiism: A Swdy (!902; reed.
Ann Arbor: Cniwrsity of !1-lichigan Press, 1972), p. 15. (Hay traducción caste-
llana: \bchid: Albnza, 198!.) A pesar de que Hobson acusa a las otras potencias l. Raymond \Villlams, The Counlry aJ1(] rhe City (Nueva York: Oxford Uní·
europeas de las pen:ersioncs del imperialismo, Inglaterra se sah·a. versity Press, 1973), 'pp. 165-82 y ss.
128 129
61
dis-cutido) de o. C. I'vt Platl: Fiuance, Tt·ade and Pulitics i11 Bri· la ayudaba a preservar el resto. Pertenecía al bando de les sa-
tish Foreign Policy, 1815-1914. Ahí se ve hasta qué punto la ex- tisfaits, pero tenía que luchar cada VfZ más para seguir en él, y
traordinaria espiral de comercio y expansión imperial inglesa era, por otro lado, quien más tenía que perder». 1 La ((perspec-
dependía de los matrimonios entre miem_bros de las mismas tiva departamental» de la política británica et·a fundamental-
1
esferas, de la educación, el periodismo, y la clase social. Platt mente cautelosa; según Ronald Robinson y John Gallagher en
señala cómo dos contactos intelectuales y sociales (amista- su reformulación de las tesis de Platt, <'-Si podían, los ingleses
eles, hospitalidad, ayuda mutua, y orígenes semejantes tanto se expandian por medio del comercio y la influencia; v si de-
en lo social como en lo cultural) reforzaban la presencia real bían, por medio de la dominación imperial.l> 2 Robinso~ y Ga-
en la política exterior británica>> y añade que «probablemente llagher nos recuerdan que no 'debemos minimizar u olvidar el
no han existido nunca pruebas concretas» de los resultados hecho de que el ejército indio fue utilízado en China tres veces
reales de este juego de vinculaciones. Sin embargo, si se o?- entre 1829 y 1856; y una vez al menos en Persia (1856), Etiopía
sen·a cómo se desarrollaron las actitudes oficiales en m_atena y Singapur (1867), Hong Kong (1868), Afganistán (!878), Egip
de «créditos al extranjero.. protección de fondos de garantía to (1882), Binnania (1885), Ngasse (1893), Sudán y Uganda
y promoción de contJ~los _y concesiones de ultraman) se verá (1896). ' .
que existia lo que él denomina una «perspectiva departamen- Además de la India, la política británica convirtió en bas-
taL una suerte de consenso acerca Jel tipo de genle que tión del comercio imperialista la propia Gran Bretaña (con el
debÍa ser responsable de los asuntos del imperio. Esto permi- problema colonial continuo de Irlanda a su lado), las así lla-
tiría adivinar ({cómo reaccionarían ofi.ciales y políticos en de- madas colonias blancas (Austntlia, Nueva Zelanda, Canadá, Su-
terrninadas ocasiones». 1 dáfrica, y hasta las antiguas posesiones americanas). La inver-
¿Cómo describir mejor esa perspectiva? Parece haber sión continua y la rutinaria vigilancia inglesa de sus territorios
acuerdo entre los especialistas acerca de que, al menos hasta en casa _y de sus posesiones de ultramar no conocen paralelo
1870, la política británica debía inclinarse (por ejemplo se- con cualquier otra potencia europea o americana, para las
gún el primer Disraeli) no por extender el impelio sino por cuales eran frecuentes los vai\'enes, las adquisiciones o pérdi-
2
«defenderlo, mantenerlo y protegerlo de la desintegración>>. das súbitas, y las improvisaciones.
La India, que adquirió un rango de asombrosa estabilidad, En suma, el poder británico se veía continuamente refor-
zado. En la esfera cultural, ligada a él y muchas \'eces a su
era central para la mentalidad (<departamental)). Después de
1870 ~Schumpeter cita el discurso de Disraeli en el Cr:vstal lado, el poder se elaboraba y articulaba en la nm'ela, cu_ya con-
r
1
Palace, en el año 1872, como el punto más claro del hnpe- tinuidad _y presencia no encuentra parangón en ninguna otra
rialismo agresivo, como «Consigna clave de la política do- cultura. Pero debernos ser cuidadosos en esto. La novela no es
méstica))3- la protección (cuyos parámetros se hacían cada una fragata ni una minuta de banco. Existe primero como es-
vez mavores) de la India y su clefensa de otras potencias ri-
vales, ¿omo Rusia, necesitaban la expansión británica hacia l. P!att, Fiua/l(:e, Tradc aml Pulitics. p. 359.
Africa, Asia v el Medio Orient_c. A partir de ese momento, en 2. Ronald Robinsun y Jolw Gallagher, con Alice Denny, :lfri{"a a!l(/the Vic·
una región .del planeta tras otra, según afirma Platt, <{Gran !oria11S: The Officiaí Mind vf lmperialis111 (1961: nueva edición Londres: Macmi-
tlan, 1981 ), p. 10. Pero si se quieren captar con nitidez !os efectus que e.sa tesis
Bretafta debía, de hecho, ocuparse de defender lo que ya ha-
ha tenido en las discusiones acadénüca.s acerca del imperialisn1o, véase William
bía conquistado, y lo que conquistaba era necesario porque Roger Louis, ed., lmperialisrn: The Robiu~on mul Cutlaghcr Cvnlr01·ersy {Nueva
York: Franktin \Vgtts, 1976). Para una yisión de conjulllü de este campo de estu-
1. D. c. r\-1. Platt, Finalice, Trade and Politics in British Foreig11 Pvlicy, dios, la compilación esencial de Robln \\'inks., ed., The !Jistoriugmphy uf !he Bri-
181.5·1914 (0xford: C!areudon Press, 1968), p. 536. íish Ernpire-Commonweaírh Trends, !nterprerarions and R!'sources (Durhan1:
2. lhid., p. 357. Dukc University Press, 1966). Dos compilaciones mencionadas pm \-\'inks (p. 6)
3. Joseph Schumpeter, Imperialisrn and Social Classes, trad. HeJn¿ Norden son llisforians of India, Pakis/{ln n11d Cey!on. ed. Cyril H_ Philips, e Historians of
(Nueva York: Augustus l\-1. Kclley, l95l), p. 12. South Easl Asia, ed. D.G. E. Hall.
130 131
62
fuerzo del novelista y luego como objeto leído por un pú- vos después de 1880.; Tanto en los estadios tempranos como
blico, Con el tiempo las novelas se acumulan y empiezan a en los tardíos de la experiencia del lector, la novela es una pin-
formar lo que Harry Levin ha denominado, útilmente, institu- tura de la realidad. De hecho. elabora v sostiene una realidad
ción literaria, pero en ningún momento pierden su rango de que hereda de otras novelas, a las que. rearma y vuelve a po-
acontecimiento o su densidad específica como parte de una blar de acuerdo con la situación de su creador, sus dones v
empresa continuada, reconocida y aceptada como tal por los predilecciones. Correctamente, Platt había subrayado el co~-
lectores y por otros escritores. A pesar de su presencia socíal, servadurismo de la <{perspectiva departamental», .lo cual tam-
las novelas no pueden reducirse al plano sociológico ni pue- bién es significativo para el novelista: la novela decimonónica
den ser consideradas, ni estética, ni cultural, ni políticamente, inglesa subraya la continuidád (opuesta a los giros revolucio-
como formas de clase, de ideología o de intereses determi- narios) de la existencia de Inglaterra. l\lás aún, los escritores
nados. ingleses nunca abogaron por ]a devolución de las colonias,
No obstante, las novelas tampoco son sencillamente pro- sino que adoptaron un CI-itelio de largo alcance; puesto que las
ductos del genio solitario (según trata de sugerir Helen Vend- colonias caían dentro de la órbita ele la dominación británica,
ler y toda una escuela de intérpretes modernos) a las que esa dominación cOnstituía una especie de norma, y así debía
contemplar sólo como manifestaciones de creatividad incon- conservarse, junto con las colonias mismas.
dicíonada. Algunos de los críticos más interesantes de la ac- Lo que resulta de todo ello es una pintura lentamente cons-
tualidad -Fredric Jameson en .The Political Unconscious y Da- truida con Inglaterra -esbozada!' definida hasta los más peque-
vid Miller en The Nuvel and the Po!ice, dos ejemplos celebra- ños detalles en los aspectos sociules, políticos y morales- en el
dos1- muestran que la novela en general y la narrativa en centro y con una serie de territorios de ullramar vinculados a
particular poseen una especie de presencia social regulatoria ella en las periferias. A lo largo del siglo XIX la continuidad de la
en las sociedades europeas occidentales. En esas (por otra política imperial británica -que de hecho es una narrativa- se
parte) valiosas descripciones faltan no obstante aproximacio- encontró activamente acompañada por este proceso novelís-
nes al mundo real en el que las novelas y narraciones tienen tico, cuyo principal propósito era no suscitar más preguntas, no
lugar. Ser un escritor inglés quiere decir algo muy específico molestar o de algún otro modo atraer la atención, sino mante-
y diferente de, digamos, ser un escritor hancés o portugués. ner el imperio más o menos en su sitio. Muy pocas veces el no-
Para un escritor inglés «el extranjero>> era algo que se sentía velista está interesado en hacer algo más que mencionar la In~
vaga e ineptamente allí fuera, exótico, extraño y hasta cierto dia o aludirla, por ejemplo, en La feria de las vanidades o en
punto «nuestro))' susceptible de ser controlado para comerciar Jane b~vrc; o a Austrnlia en Grandes esperanzas. Siguiendo el
((libremente)) con él o para suprimirlo si los nativos desperta- principio general del libre comercio, la idea es que los territo-
ban a la resistencia militar o polit.ica. La novela contribuyó sig- rios remotos están disponibles y el artista puede utilizarlos a su
nificativamente a fmiar estos sentimientos, actitudes y referen- discreción, habitualmente para fines sencillos, como la emigra·
cias y se convirtió e.n uno de los principales elementos de la ción, la fortuna o el exilio. Al fina.\ de Tiempos dij{ciles, por cjem-
visió~ consolidada o cultural departamental de la tierra.
Describiré ahora como se realizó la contribución de la no~ l. En John I\lacKenzie, Propagando ami En1pire: The ,.1,-Jani¡míaliou of Bri·
rish Puhtic Opínion. 1880-1900 (!\hmchester: 1\lanchcster Cni\-crsitY Press !9.S4J
vela a esta empresa y, además, cómo la novela no impidió ni
se encontrará una excelente descripción del modo en que IR cuÍtura p~Jptda;
frenó la manifestación de sentimientos populares más agresi- rindió sus ser>:icios durante la era oficizd del imperialismo_ Véase también J\-1ac·
Kenzie, ed., bnperialism and T'o¡mlar Cult11rc (1\bnchcster: Manchester Univer·
sity Press, 1986): para el registro de otras sutiles manipulaciones de la identidad
l. FJ:edric Jameson, Thc Politicol Unconscious: ,\iarrati•·e as a Socia!ly Syn1· nacional inglesa duran1e el mismo período, n?asc Roben Colls y Philíp Dodd,
bolic A el (lthaca: Cornell UniYfTSity Prcss, 198 l); Da\'id A. l\-liller, The N m 'el and eds., Engfishl!css: F'olirics n11d Culture, 1880-1920 (Londres: Croo m Heln1. 1987)
the Police (Berkcley: Univcrsity o(Calífornia Press. 1988). Véase también Hugh También Raphael Samuel. e'd .. Palriotism: The Malcing and Umnakin¡; of Brilish
Ridky, lmage5 uf Impaial Rule (Londres: Croom Helm, 1983). Natimw! ldenlily, 3 Yols., (Londres: Routlcdge, 1989).
132 13.1
63
plo, Tomes enviado a las colonias. El imperio no se convirtió con una especie de hustrada impaciencia), Porstcr disuelve la
en tema novelístico principal hasta pasada la mitad del siglo escena en la «complejidad)} india, que, veinticuatro ailos des-
XIX: -en escritores como Haggard, Kipling, Doyle o Conrad; pués de Kirn, seguía vigente como tópico. La diferencia entre
también en los nuevos discursos de la etnografía, la adminis- Kipling y Forster reside en que la ultrajada incomodicl.ad de los
tración colonial, la teoría y la economía, la lüstoriografia de nativos resistentes había penetrado la conciencia del segundo.
regiones no europeas y, por último, en asuntos especializados Forster no podía ya dejar de lado lo que Kipling había sido ca-
como el orientalismo, el exoticismo y la psicología de masas. paz de incorporar con facilidad incluso al narrar el famoso ~<Mo
Las reales consecuencias interpretativas de esta lenta y tín>) de 1857 presentándolo cmno pura indocilidad, no como un
firme estructura Je actitud .Y referencia que se articuló en la serio rechazo del dominio británico por parte de los indios.
novela son diversas: describiré cuatro. La primera es que, den- No puede existir conciencia de que una no\·ela subraye y
tro de la historia literaria, se puecl.e ver una poco corriente acepte la disparidad de los poderes a menos que los lectores en
continuidad entre la narrativa temprana, normalrnente no con- verdad registren los signos de esta disparidad en obras indivi-
sidemda en relación con el imperio, y la tardía, que trata expli- duales,.\' que se atribuya a la historia de la novela el carácter de
citameute sobre él. Austen, Thackeray, Defoe, Scott y Dickens una empresa marcada por la continuidad. Así como la sostenida
prepaxan a Kipling y Conrael y están también en una intere- solidez y resolución de la «perspectiva departamentah respecto
sante relación con contemporáneos, como Hanly y James, a de los territorios británicos remotos se mantuvo a lo largo de
quienes casi siempre sólo por coincidencia asociamos con los todo el siglo XIX, del mismo modo y en términos literJ.rios la
productos ele ultramar de sus mucho más peculiares contra- apropiación estética (.y por tanto cultural) de las tierras de ultra-
partidas novelísticas. Tanto los rasgos formales como los con- mar formó parte, a \'e ces incidental)' otras importante, de la no-
tenidos de las obras ele todos ellos pertenecen a la misma for- vela. Que esto tU\'iera lugar dentro de tos términos de cada me-
mación cultural: las diferencias son de inf!.ex.ión, énfasis y dio o discurso (la novela, los í-elatos de viajes, la etnografía) y
acento. también desde fuera, sugiere que hubo conformidad, colabora~
En segundo.término, la estructura de actitud y referencia ción y disposición para ello, pero no necesaria o abiertamente
suscita toda la cuestión del poeler. Un critico actual no puede y una estrategia política, al menos hasta finales del siglo XIX,
no debe otorgar de repente a una novela Una autoridad legisla- cuando el programa imperialista se hizo más explícito y se vol~
tiva y política directa. Debemos recordar siempre que la no- vió materia de propaganda popular clirec ta.
vela participa, contribuye a una política extremadarnente lenta Ilustraré el tercer punto a este respecto con un bre\'e ejem-
y microscópica que aclara, refuerza y a veces adelanta percep- plo. Todo a lo largo de La feria de las vanidades hay alusiones
ciones y actitudes determinadas acerca de Inglaterra y del a la India, aunque son sólo hechos incidentales en relación
mundo ~Y. además, forma parte de esa polílica. Es sorprendente con los cambios de fortuna de Becky, o la situación de Jobbin,
que nunca, en la novela, ese mundo sea visto de otra manera Joseph o Amelia. No obstante, los lectores somos conscientes
que como subordinado)' dominado, mientras que la presencia al mismo tiempo del creciente enfrentamiento entre Napoleón
inglesa es reguladora y normativa. En Pa.';aje a la india, parte e Inglaterra, con su clímax en \Naterloo. Esta Jirnensión de ul-
de la extraordinaria novedad del episodio del juicio de Aziz re- tramar no convierte sin embargo La feria de las wwidades en
side en que Forstcr admita que el «endeble montaje de la corte una novela que explote lo que Henry James llamaría más tarde
de justicia)) 1 no se sostiene porque es una ((fantasía)} que enlaza «el tema internacionaL. Del mismo modo, Thackeray no perte-
el poder británico (real) con la existencia de una justicia im- nece aJ club de los novelistas góticos como Walpole, Radcliffe
parcial para los indios (irreal). Por ello, inmediatamente (y o Lewis, que utilizan escenarios remotos más bien fantasiosa-
mente. Pero aun así, me atreveré a afirmar que Thackeray, y
l. E. M. Forste1·, A Passage to lndill (1924; reed. Nuev;:~ York: Harcourt, todos los grandes novelistas ingleses del medio siglo, aceptan
Brau; & World, l Y 52), p. 231. Hay traducción castellana: Madrid·. Alianza, 1985 una visión planetaria del mundo y de hecho no pueden (en
134 135
'"'''"'
Y-'t;A,;::;e 64
muchos casos no quieren) dejar fuera el vasto alcance del po· era un rival, pero, como he señalado antes, la conciencia
der británico de ultramar, Como pudimos ver en el pequeño imperialis!a fTancesa fue intermitente hasta finales del siglo
extracto de Dombey e lnjo citado más arriba, el orden domés~ XIX. En realldad Francia se encontró continuamente hosti-
üco estaba ligado, situado, e incluso iluminado, por un orden gada por Inglaterra y su sistema podía consíclerarse defec-
veniJo del extranjero pero específicamente h1glés. Sea la plan- tuoso, al igual que sus beneficios y su expansión. Así, pode-
tación de Sir Thomas Bertram en Antigua o, cien años des- mos afirmar que, en general, la novela decimonónica euro-
pués, las posesiones nigerianas de caucho de Wilcox, los nove- pea es una forma cultural que consolida, pero también
listas hacen un paralelo entre el entramado de poder Y refina y articula, el statu quo. Por más que Dickcns, por
privilegio en el extranjero y actividades similares en su país. ejemplo, animara a sus lectores a revolverse contra el sis-
A poco que consideremos estas novelas con atención, ob- tema legal, las escuelas provinciales o Ja burocracia, sus no-
tendremos una perspectiva mucho más detallada y sutil que la velas finalmente establecen lo que alguien ha llamado una
visión abiertamente «globah e imperial que he descrito hasta ((ficción de resolución)), 1 Su figura más fTecuente es la rcuni-
ahora. Esto me lleva a la cuarta consecuencia de lo que he ve- ficación de la fan1ilia, la cual en el caso de Dickens siempre
nido llamando estructura de actltud y referencia. Al insistir, sinre como microcosmos de la sociedad. En Austen, Balzac,
como debemos hacerlo, en la integridad de la obra de arte y al George Eliot o Flaubert ~para unir algunos nombres nota-
no prestarnos a disoh·er las varias contribuciones de autores bles~ la consolidación de la autoridad incluye, y de hecho se
individuales e,n un esquema general, debemos aceptar que la construye. como un auténtico fundamento de dos institucio-
estructura que conecta las novelas unas con otras no tiene nes ~la propiedad privada y el matrimonio- que raramente
existencia fuera de las novelas mismas, lo cual quiere decir se desafían.
que extraemos la experiencia particular y concreta de (~el ex- El aspecto crucial de lo que he venido llamando consoli-
tranjero» sólo en las obras indiYiduales. De la misma manera, dación de autoridad de la no\Tla no se conecta, simplemente,
únicamente cada obra en particular es capaz de animar, arti~ con el funcionamiento del gobierno y del poder social, sino
cular v encarnar la relación, por ejemplo, entre Inglaterra y que está hecho de manera tal que aparece a la vez como nor-
Á&ica~ Esto obliga al crítico a leer y analizar, más que a reali- mativo y soberano. Es Jecir, se autovalida en el curso narra-
zar sumarios o juzgar obras cuyo contenido parafraseable es tivo. Esto es paradójico sólo si olvidamos que la constitución
política y moralmente cuestionable. Por un lado, cuando Chi~ de un sujeto narrativo, incluso inusual o anormal, sigue
nua Achebe, en un celebrado ensayo, critica el racismo de siendo un acto social par excellcnce, y como tal lleva detrás,
Conrad, no dice nada o pasa por alto las limitaciones que im- o dentro, la autoridad de la historia y de la sociedad. En pri-
ponía a Conrad la forma estética de la novela. Pero por otro, mer lugar, la autoridad del autor, alguien que ese ribe los
Achebe muestra su comprensión de cómo trabaja esa misma procesos sociales de manera institucionalizada ':' aceptable,
forma cuando, en algunas de sus propias novelas, reescribe a que respeta conYendones, aca1a esquemas, etcétera. Luego,
Conrad con originalidad y esmero. 1 la autoridad del narrador, cuyo discurso liga la narración a
Todo esto es especialmente cierto tratándose de Inglaterra, circunstancias reconocibles, y por lo tanto existencialmente
porque sólo ella poseía un imperio de ultramar que sostener y referenciales. Por úl1irno Yicne lo que podríamos llamar la
proteger en un área tan extensa, duran le un período tan largo autoridad de la comunidad, ct¡tya representante casi siempre
:v con tanta y tan envidiada preeminencia. Francia, en verdad, es la familia, pero también la nación, una localldad especí-
fica y un momento histórico concreto. Las tres ir:istancias
l. Sobre los ataques a Conrad, \'er Chinua Achebe, ITAn Image of Africa: Rn- funcionaron unidas del modo más notorio y enérgico a prin-
císm in Conrad's Heart of Darlwess», en Hopes and lmpediments: Selected Es·
says (Nueva York: Doubleday, Anchor, 1989), pp. 1·20. Brantlíngcr, en Rule of
Dark11ess. dis.cute con inteligencia algunos de los problemas planteados por 1. Deirdre Da-vid, Finio11s of Rcsoluti011 iu Thrcc Vic!orian ;VUt-ds (Nueva
Achebe, IJP. 269-74, York: Columbia Uni\'ersity Press, 198!).
136 137
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cipios del siglo XfX, mientras la novela se abría a la Historia de pling, por ejemplo, donde los nativos y el Raj habitan espa-
una manera sin precedentes. El Marlov,: de Conrad hereda di- cios diferentemente ordenados y donde, con su genio extraor-
rectamente todo eso. dinario, Kipling fo1ja a Kim, ese maravilloso personaje cuya
Lukács ha estudiado con notable perspicacia la emergencia juventud y energía le permiten explorar ambos espacios, y
de la Historia en la novela europea:t el modo en que Stendhal cruzar de uno a otro con increíble gracia, como si quisiese
y en parlicular \V alter Scott integraron sus relatos dentro de la desbaratar la autoridad de las fronteras coloniales. Barreras
historia pública y los convirtieron parte de ella, haciendo que semejantes dentro del espacio social existen también en Con-
fuese accesible a todos v no, como antes, sólo a reyes y aristó- rad, Haggarcl, Loti, Doyle, o.- en Gide, Psichari, Malraux, Ca-
cratas. Así pues, la nov~la se convierte en una narración histó- mus y Orwell.
rica concreta, moldeada por la historia real de las naciones Subyacentes al espacio social están .los territorios, las tie-
reales. Defoe sitúa a Crusoe en una isla de una región remota, rras, los dominios geográficos, los asentamientos geográficos
v Molles enviado a las vagamente conquistadas islas Carolinas, reales del imperio y también la contienda culturaL Pensar
~ero Thomas Bertram y Joseph Sedley extraen su riqueza espe- acerca de lugares-lejanos, colonizados, poblarlos y despoblar-
cífica y sus específicos beneficios de territorios ya histórica- los; todo esto ocurre a causa de la tierra, en ella, y de ella trata.
mente- anexionados -respectivamente, el Caribe e India- en En última instancia, el imperialismo trata de la posesión real J'
momentos históricos determinados. Y, como Lukács muestra geográfica de tierra. La lucha abierta del imperio comienza
tan convincentemente, Walter Scott construye la política britá- cuando coinciJen, por un lado, el control real con el poder y,
nica en forma de historia de una sociedad que va moldeándose por otro, un lugar real con la idea de lo que ese lugar detenni-
a través ele aventuras foráneas 2 (por ejemplo, las cruzadas) y nado era (o de lo que podía ser o en lo que podia convertirse).
conflictos domésticos internos (la rebelión de 1745, o las tri- Esta coincidencia es la lógica que gobierna tanto a los occi-
bus guerreras de los Highland,,.,-) hasta convertirse en una me~ dentales que se hicieron con la tierra como a los nativos que la
trópoli asentada capaz de combatir con éxito similar tanto los reclamaban durante la descolonización. El imperialismo y la
alzamientos locales como la provocación continental. En Fran- cultura a aquél asociada afirman, a la vez, la primacía de la
cia, la historia conHnna la reacción posrevolucionaria encar- geografía y la de la detenninada ideología acerca del control
nada en la Restauración borbónica v Stendhal hace la crónica del territorio. Ese sentimiento de lo geográfico fabrica )
''
de lo que él considera lamentables "logros. Más tarde Flaubert proyeccciones: imaginarias, cartográficas, militares, económi-
realizará similar tarea respecto al año 1848. En esta empresa, cas, históricas o, en general, culturales. Hace posible también
el género novelístico recibe la ayuda de la obra histórica de la construcción de varios tipos de saberes, todos ellos de una
Michelet y Macaulay, cuyas narrativas añaden densidad a la manera u otra dependientes del carácter y destino, así percibí-
textura ele la identidad nacional. Jos, de cada geografia.
La apropiación ele la Historia, la historización del pasado y Aquí hay que formular tres obser\'aciones muy precisas.
la narraüvización de la sociedad, que otorgan sus energías a la Primero, que las diferenciaciones espaciales, tan eYidentes en
novela inclnven la acumulación v diferenciación del espacio las novelas del siglo XIX, no surgieron allí de repente como re-
social,' del e~pacio utilizado con -propósitos sociales. Esto se flejo pasivo de una agresiva <(era imperialista>), sino que salen
volverá aun más visible a finales del siglo XlX, y es abierta- de un conti11.uwn de discriminaciones sociales previas, ya pro-
menle perceptible en la ficción colonial: en la India de Ki- puestas }' autorizadas en novelas realistas e históricas anterio-
res. Para Jane Austen, la legitimidad de las propiedades de ul-
tramar de Sir Thomas Bertram es la extensión natural de la
l. Georg Lukúcs, The Hisrorical Novel, trad. Ham1ah \" Stan!ey .\litchell calma, la disciplina y las bellezas de Mansfield Park, una pro-
(Londres: :\ler!in Press, 1962), pp. 19·88. Hay traducción castellana: La novela
histórica, Barcelona: Grijalbo, 1978.
piedad central que legaliza así el papel económico del orden
2. Jhid .. pp. 30-63. periférico que la sostiene. Aun cuando las colonias no sean
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perceptibles en primer plano o no se insista en ellas, la narra- sed colonos, fundad {<colonias tan rápido y 1an lejos como
tiva sanciona un orden espacial moral: ya en la restauración podáis>>. 1
comunul del pueblo de George Eliot, Middlemarch, durante un Tercera obserYación. La narrativa de ficción y la Historia
período de turbulencia nacional inglesa: ya en el espacio re" (de la que subrayo el componente na!Tativo) son tareas domés-
moto de incertidumbres v desviaciones que Dickens ve en el ticas de la cultura husadas en.la potencia del registro, la onle-
submundo de Londres; ,ya en las cumbres borrascosas de nación y la observación provenientes de un sujeto central y ca-
Bronte. paz de autorizar su discurso: el )'O. Predicar de ese sujeto, ele
Segunda observación. Cada novela, al confirmar y enfatizar manera casi tautológica. que escribe porque puede, es refe-
en su conclusión una jerarquía subyacente de familia, propie- rirse no únicamente a la sociedad metropolitana sino al mundo
dad v nación, imparte a esa misma jerarquía un fuerte senti- exterior. No cualquier miembro de una _?ociedad dada ostenta
mie~to escénico de e5pacio conzpartido. El impresionante po- el poder de representar, retratar, caracterizar y describir. Más
der de la escena ele Ca5a desolada en la que se ve a Lady aún: el ((qué» y el (<cómo>) de la representaciór~ de las «cosas)),
Dedlock llorando sobre la tumba de su esposo muerto hace a pesar de que peQlliten una considerable libertad individual,
tiempo, vl~1crila esa tumba, hacia la que ella ha corrido como están circunscritos y socialmente regulados. En los últimos
una fugitiva, con nuestros sentimientos previos acerca de su años nos hemos vuelto muy conscientes de !os moldes de la re-
pasado secreto, acerca de su presencia fría e inhumana y su in- presentación cultural de las mujeres, v, del mismo modo, ad-
quietante .v estéril autoridad. Esto contrasta no sólo con el de- vertimos las presiones que determinan la representación de ra·
sordenado bullicio de la casa de los Jellyby (y sus vinculas ex- zas y clases inferiores. En todas estas esferas -razas, clases y
céntricos con Áf-rica) sino también con la cómoda mansión en género- la critica se ha volcado correctamente sobre esas fuer-
la que viven Esther y su marido-tutor. La narrativa explora, zas instilucionales que, dentro de las modernas sociedades occi-
atraviesa y por últ-imo carga esos lugares con valores confirma~ dentales, moldean, y ponen límites, a los que se consideran
torios positivos )'/o negativos. esencialmente como seres subordinados. Así, se ha mostrado
La conmensurabilidad moral en juego entre narrativa y es- que el mecanismo mismo de la representación es responsable
pacio doméstico se extiende, y de hecho se reproduce en el de mantener subordinado al subordinado e inferior al inferior.
mundo, más allá de centros como París o Londres. Al revés, es-
tos lugares poseen ~na especie de valor de exportación: todo
lo bueno )' lo malo de los sitios domésticos se envía fuera y se 2. JANE AUSTEN Y EL IMPERIO
le a-;igna una virtud o vicio comparables a los de dentro. En su
conferencia inaugural de uno como Slade Professor en Ox~ Nos encontramos en terreno firme con V. G, Kiernan
ford, cuando habla de la pureza racial de Inglaterra, Ruskin cuando afirma que <dos imperios deben disponer de una co-
puede ir más allá y exhortar a su audiencia a volver a convertir rriente de ideas y rdlejos condicionados dentro de los cuales
a Inglaterra en <(un país [que sea] trono real de reyes, isla im- discurrir; como los jóvenes sueñan con fama y fortuna, las na-
perial, para todos fuente de luz y centro de paz>). La alusión a ciones jóvenes sueñan con ocupar un lugar destacado en el
Shakespeare tiene la función de restablecer y restaurar el sen- mundo)).=' Como he venido señalando, es una reducción dema~
timiento de preferencia por Inglaterra. Ahora, sin embargo, siado simple sostener que en la cultura europea o norteameri·
Ruskin concibe a Inglaterra funcionando formalmente a escala cana todo prepara o consolida la gran idea del imperio. No
planetaria. De manera bastante sorprendente, Ruskin moviliza
el sentimiento de aprobación por la isla-reino que en princi- llni'!s pocas líneas de _Ruskin se citan y comcn!an en R. Koebncr \' H
pio, aunque no exclusivamente, Shakespeare había imaginado Schmidt, Jmprrinfi.~¡n: The Story nud Si¡;nificance of o Pofi!ica! H'or!d, 1840· J 866
(Cambridge: Cambridge Uni\'ersity Press, 1964). p. 99.
dentro de la isla misma, desplazándolo hacia fines imperiales, y, 2. V.G. Kiernan, Harxi.1m awl l111pcriafism (Nue\·a York: St. l\lartin's Prcss,
de hecho, agresivamente colonialistas. Parece estar diciendo: 1974), p. 100.
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obstante, sería históricamente torpe dejar de lado tales tenden- duce, al revés, una retórica defensh·a y culpable. No estoy di-
cias -en la narrativa, en la teoría política o en la técnicas de la ciendo que lo más importante de la cultur·a europea temp~·ana
plástica-· que capacitaron, animaron, y de otras maneras ali· sea que constituyó la causa del imperialismo decimonónico; v
mentaron la disposición occidental a adoptar y disfrutar de la tampoco supongo que todos los problemas del antigu~
experiencia del imperio. Si verdaderamente existió algún tipo mundo colonial deban achacársele a Europa. Pero lo que sí
de resistencia cultural a la noción de misión imperial, no gozó afirmo es que casi siempre, sino siempre, la cultura europea
ésta de demasiado apoyo en los principales núcleos del pensa- se ha caracterizado de modo tal, que a la vez que valida sus
miento v la cultura. A pesar de ser un liberal, John Stuart Mili propias preferencias también las pone en conjunción con el
-el su~'O es un ejemplo elocuente y significativo- podía sin distante dominio coloniaL Stuart lvlill ciertamente lo hacía:
embargo proclamar: «El sagrado respeto que las naciones civi- siempre aconsejó que no se le diese lajndependencia a la In-
lizac.las deben a la independencia y nacionalidad de cada una, dia. Y tras 1880, cuando por variadas razones el control impe-
no es vinculante en relación con aquellos cuya nacionalidad e rial preocupó a Europa, este hábito esquizofrénico se vohrió
independencia constituyen ciertamente un mal, o, a lo sumo, útil.
un bien dudoso.') Estas ideas no eran originales; ya habían sido Lo primero que hay que hacer ahora es echar por la borda
corrientes en el siglo XVI, durante el sojuzgamiento de Irlanda todo resto de relaciones scncíllas de causalidad en la relación
por parte ele Inglaterra v, como ha demostrado convicente- entre Europa y el mundo no europeo y soltar los dnculos que
mente Nicholas Canny, fueron igualmente útiles pa~a la ideo- gobiernan los esquemas de secuencias igualmente sirnples
logía de la colonización inglesa de América. 1 Casi todos los desde el punto de vista temporal. Por ejemplo, no deberíamos
i proyectos coloniales empiezan con la suposición del atraso del admitir ninguna propuesta que apunte a demostrar que
nativo, de su imposibilidad general para ser independiente, Wordsworth, Austen o Coleridge, puesto que escribieron mz-
1 «iguaL e idóneo. tes de 1857, fueron realmente la causa del establecimiento
¡ Por qué debe esto ser así, por qué el respeto sagrado de una formal dd dominio británico en la India después de 1857. En
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gente saliese a conquistar imperios: Carlyle no impulsó direc- flió su efecto, consciente e inconsciente, cada idea e imagen".
tamente a Rhodes ni puede ser culpado por los problemas ac- Rápidamente invoca da idea de Ia.emigración a las colonias,
tuales de África del sur. Pero es auténticamente perturbador que domina varias novelas de Dickens, las Bronte, o Elizabeth
comprobar qué poco se opusieron a la aceleración del proceso Gaskell y correctamente afirma que las (muevas sociedades ru-
imperialista las grandes instituciones inglesas, a pesar de todas rales)), todas ellas coloniales, entraron en la economia imagi"
esas ideas humanistas v esos monumentos que todavía hoy ce- naria metropolitana inglesa a través de Kipling, el primer Or-
lebramos y a los que ~tribuimos el poder ahistórico de exigir well, o Somerset Maugham. Tras 1880 tuvo lugar «Una dráma-
nuestra aprobación. Estamos obligados a preguntarnos cómo tica extensión del paisaje y las relaciones sociales)): ésta
este cuerpo humanista coexistia tan cómodamente con el im- corresponde más o menos exactamente a la gran época ün-
perialismo y por qué, hasta que surgió la resistencia al impe- periaL 1
rialismo en los propios dominios imperiales (entre los africa- Es peligroso no estar de acuerdo con \Villiams, pero me
nos, los asiáticos y los latinoamericanos) hubo en las metrópo- aventuraré a decir que si empezamos por buscar algo así como
lis tan insignificante oposición u hostigamiento hacia el impe- el mapa imperial del mundo en la literatura inglesa, nos resul-
rio. QuizáS el hábito de distinguir «nuestro)> hogar y orden del tará visible, con sorprendente insistencia ~' frecuencía, mucho
de «ellos>> se convirtió en una dura costumbre política: la de antes de mediados del siglo XIX. Y lo hará, además, no sólo
acumular más y más de lo de «ellos:.> para dominarlo, subordi- con la inerte regularidad de algo que se da por establecido,
narlo y estudiarlo. Dentro de las grandes ideas humanistas y sino, lo que es mucho más interesante, bien ligado y ya for-
valores promulgados por la gran cultura europea encontramos mando parte vital de una red de prácticas culturales)' linguisti-
precisamente esa <<corriente de ideas o reflejos condicionados)) cas. Desde el siglo XV •" 3.~ ..~nte existieron intereses econó-
de la que habla Kiernan, y dentro de la cual discurrió más micos ingleses en Irlanda, A.nérica, el Caribe y Asia: el más
tarde la totalidad del imperio. superficial de los inventarios revelaría la abundancia de poe-
El mejor libro de Raymond Williams, The Cou>~try a11d the tas, filósofos, historiadores, dramaturgos, estadistas, novelistas,
City, trata de describir la ntedida y el modo en que esas ideas viajeros, cronistas, soldados y fabulistas que hacían estimacio-
se encarnan realmente en distinciones geográficas acerca de nes, se preocupaban y vigilaban estos intereses. (Peter Hulme
distintos lugares. Su análisis sobre el juego entre lugares urba- trata varios de esos aspectos en Colonial Encounters.) 2 Lo
nos y rurales ingleses admite las más extraordinarias variacio- mismo podda decirse de Francia, España y Portugal, no única-
nes: desde la pastoral populista de Langland, a través de los mente como potencias de ultramar cada una en su esfera, sino
poemas de mansiones campestres de Ben Jonson v las novelas en competencia con los ingleses. ¿Cómo podemos examinar la
londinenses de Dickens, directamente hasta las vi~iones de las influencia de tales intereses en la Inglaterra anterior a 1a época
metrópolis en la literatura del siglo XX. Pero sobre todo el li- imperial, es decir, durante el período comprendido entre 1800
bro trata de cómo se ha enfrentado la cultura inglesa con la y 1870? Haríamos bien en seguir el sendero de \Villiams, y de-
tierra, su posesión, imaginación y organización. A pesar de que tenernos a finales del siglo xvm, en la crisis que siguió, en In-
también estudia la influencia de- Inglaterra sobre las colonias, glaterra, al vallado de tierras en gran escala. Las antiguas co-
Williams lo hace, como he sugerido antes, de una forma me- munidades orgánicas rurales se disolvieron y otras nuevas se
nos centrada y menos extensa de lo que exigía la importancia forjaron en su lugar, bajo el impulso de la actividad parlamen-
de tal práctica. Casi al final de The Country a·nd rhe City, se taria, la industrialización y la dislocación demográfica. Pero
arriesga a afirmar que «al menos desde mediados del siglo XIX,
y antes en algunos importantes aspectos, existió este contexto l. Williams, The Coun!J-y and thc Cíiy, p. 281.
2. Peter Hulme, Colm!ial Encounter.< Europe and 1hc Xatil·e Caribbean,
mayon, (la relación entre Inglaterra y las colonias, cuyos efec-
1492-1797 (Londres: Mcthuen, 1986) Ver también 5U antología con Neil L. \Vhi·
tos en la imaginación inglesa (<han sido tan profundos que se tehead, Hh1d :'vfajesty: Encmmters tvilh Caribs frum Colwnlws to the Prcsenl Day
prestan poco a una mirada superficial,,) ~~dentro del cual su- (Oxford: Clarendon P<ess, 1992).
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tarnbién tuvo lugar un proceso nuevo que re.situó a Inglaterra Estas consideraciones encuentran ele repente un enorme y
(del mismo modo sucedió en Francia) dentro de un círculo fascinante desarrollo en Mansfield Parle (1814), la más expli-
mucho más amplio del mapa mundiaL Durante la primera mi- cita, en su ideología y su moral, de las novelas ele Austen. En
rad del siglo XVIII la competencia entre ingleses y franceses fue general VVilliams de nuevo tiene toda la razón: las novelas ele
inlcnsa tanto en América del Norte como en la India; en la se- Austen expresan una «cualidad de vida asequible>> en dinero y
gunda mitad hubo numerosos choques entre Inglaterra y Fran- propiedades adquiridas, en la realización de elecciones rnora-
cia en las Américas, el Caribe, Oriente Medio y desde luego en les, en poner las cosas en su lugar, en arbitrar las «mejoras»
Europa. La literatura prerromántica de Francia e Inglaterra correctas, en afirmar y clasificar un lenguaje finamente mati~
muestra un constante 11ujo de referencias a los dominios de ul- zado. Pero, concluye \ViUia'ms:
tramar: baste pensar no sólo en los enciclopedistas, el abate
Raynal, De Brosses y Volney, sino también en Edmund Burke, Lo que (Cobbett) nombra, al pasar cabalgando por el ca-
BeckforJ, Gibbon, Jolmson y VVilliam Jones. mino, son clases. Jane Austen, desde el interior de las ca-
En 1902 J. A. Hobson describió el imperialismo como una sas, no es nun<;;a capaz de ver esto, a pesar de lo intrincado
expansión de la nacionalidad, con lo que suponía que se debía de sus descripciones sociales. Es comprensible que todas
comprender el proceso desde el punto de vista de la expmlsión sus distinciones sean internas y exclusivas. Lo que le inte-
más que de la 1wcionalidad, puesto que ésta era una cantidad resa es la conducta de la gente que, en el curso de sus in-
fija, 1 algo completamente formado, mientras que, un siglo tentos de mejorar, trata repetidamente de convertirse en
atrás, exisüa todavía en proceso de fonnación, tanto en casa una clase. Pero, cuando se ve una sola clase, en realidad no
como en el extranjero. En Physics aml Politics (1887) \Valter se ve ninguna. 1
Bagehot se refiere con extraordinario énfasis a «construir una
nación))_ A finales del siglo XVIII hubo dos confictos entre Fran- En tanlü descripción general de cómo se las arregla Aus-
cia e Inglalerra: la batalla por logros estratétigos en el exterior ten para elevar a la categoría de ({valor independiente)) ciertas
-en la India, el della del Nilo o el hemisferio occidental- y la elecciones morales, este párrafo es excelente. Sin embargo,
batalla por acceder a una identidad nacional triunfante. Ambos respecto de AJansfield Park ha_y que decir muchas cosas más
conHictos enfrentaban (Jo inglés') con do francés))_ No im- que aclaren y ensanchen la perspectiva de \Villiarns. Quizá en-
porta cuán íntimas y cercanas se nos aparecieran [a<; (<esen- tonces Austen y, de hecho, las novelas preimperialistas en ge-
cias>> supuestamente inglesas o francesas, siempre eran pensa- neral, aparezcan mucho más implicadas en el dispositivo de
das en proceso de formación y no ya formadas; siempre fruto la razón imperial expansionista de lo que parece a primera
de la conh-ontación con el otro gran con:ipetidor. Becky Sharp, vista,
el personaje cle Thackeray, es una advenediza precisamente a Después de Lukács y Proüst nos hemos habituado de tal
causa de su ascendencia mitad francesa. Un poco antes, a co- manera a pensar en la trama y la estructura de la novela en
mienzos del siglo XIX, la proba actitud abolicionista de Wilber- términos sobre todo temporales, que hemos desdefíado la fun-
force y sus aliados se debió, en parte, al deseo de hacerle la ción del espacio, la geografía y la localización. No sólo Step-
vida más difícil a los franceses, que eran hegemónicos en las hen Dedalus, sino cualquier otro protagonista de novela, se ve
Antillas. 2 a sí mismo en una espiral que crece desde su casa en Irlanda
hasta alcanzar el mundo. Corno muchas otras novelas, Mans-
l. Hobson, frnperíalisrn, p. 6. field Park es muy precisa acerca de la serie de pequeñas y
2. Tal extremo es memomblemente tratado cu C. L. R. James, The Bíuck ]a, grandes dislocaciones en el espacio que se dan antes y al final
~.-·obins: Tuussailli L'Overture ond /he Sa11to Domingo Ren;lulion (1938; reed.
de la novela. Fanny Price, la sobrina, se convierte en la señora
~Ue\-a Yo1·k: Vintagc, !963), ~specíalrncute en d capítulo 2, ~The Ü>vm:TS».
\'éase también Robín Blackburn, Tlw Overthrmv of ColonitJI Slavery, !776-1843
(Londres: Verso, 1988), pp. 149·153. l. \\'i!Iiams, Cuun/ry and Cil_v, p. 117.
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espüitual de rvlansficld Park. Y el sitio mismo está ~ituado en años; 1 habían suhido grandes adversidades y Jos Price habian
el centro de un arco de intereses y preocupacwnes que decidido recurrir a los Bertram. Gradualmente, a pesar de
abarcan el hemisferio norte, dos océanos y cuatro conti- que no es la mayor, Fanny se convierte en foco de atención
nentes. al ser enviada a Mansfield Park con el objetivo de empezar
Como en otras novelas de Austen, el grupo central que fi- una nueva vida. De modo semejante, los Bertram ban aban-
nalmente surge <~ordenado>) a través de los matrimonios y la donado Londres (como resultado de las {(enfermedades sin
propiedad no se basa exclusivamente en la sangre. Su novela importancia y la gran indolencia)) de Lady Bertram) y han
promulga la ((desafiliación'' (en sentido liter~l) de al~~no~. de decidido vivir en el campo.
los miembros de la familia y en cambio legaliza la «afihacion» El sostén material de su vida es la finca de los Bertram en
entre otros v respecto a uno o dos extraños, elegidos y proba- la isla de Antigua, que a su vez tampoco _marcha bien. Austen
dos. En otr~s palabras, los vínculos de sangre no son suficien- se toma el trabajo de mostrar dos procesos aparentemente se-
tes para asegurar la continuidad, la jerarquía y la autoridad parados pero en realidad convergentes: el aumento de la im-
tanto interior como internacional. Así, Fanny Price -la pobre portancia de Fanny para la economía de los Bertram, in-
sobrina, la niña huérfana llegada de la remota ciudad de Ports- cluyendo Antigua, y la propia disposición de Fanny ante los
mouth, la despreciada, gazmoña y recta candidata a vestir san- numerosos desafíos, amenazas y sorpresas. En ambos casos, la
tos- adquiere gradualmente una categoría similar y hasta su- imaginación de Austen trabaja con el rigor y la precisión de un
perior a la de la mayoría de sus afortunados parie~tes. D~ntro bisturí de acero a través de un recurso que podríamos calificar
del esquema de alianzas y al tiempo que gana autondad, Fanny de clarificación geográfica y espacial. Así, la ignorancia de
Price se muestra relativamente pasiva. Resiste los desdenes y Fanny cuando llega a Mansfield como una niña amedrentada
gestos importunos de los otros, y muy ocasionalmente _ensaya de diez años está ilustrada por su torpeza para figurarse el
algún movimiento propio. De todas maneras, se expenmen~a «Conjunto del mapa de Europa))." Durante casi la primera mi-
la impresión de que Austen tiene para ella planes que la prop1.a tad de la novela, la acción tiene que ver con un completo
Fanny apenas podría comprender, del mismo modo en que, a muestrario de problemas cuyo común denominador es el espa-
lo lm~go de toda la novela, los personajes la creen una verda- cio, erróneamente utilizado o mal entendido: no únicamente
dera {(adquisición)) llena de <~capacidad de adaptación)), en se encuentra sir Thomas en Antigua para mejorar las cosas allí
contra de sus propios sentünientos. Como el Kim O'Hara de y en Inglaterra, sino que en Mansfield Park Fanny, Edmund y
Kípling, Fanny es a la vez un resultado e instrumento de un su tía Norris negocian dónde deberá ella \'ivir, leer y trabajar
plan mayor, y constituye un personaje literario complet~mente y en qué habitaciones deberán encenderse fuegos. Amigos y
maduro. parientes se preocupan por el aumento de las propiedades, y
Como Kim, Fanny necesita esa dirección, protección y se percibe y discute la importancia doméstica de las capillas
autoridad externa que su propia y somera experiencia no (es decir, de la autoridad religiosa). Cuando los Crawford, con
puede brindarle. Sus lazos conscientes la ligan a algunos su pequeño toque significativo de sangre francesa en las ve-
personajes J' lugares, pero la novela revela. otros, que ella nas, sugieren montar una obra de teatro como recurso para
apenas presiente y que sin embargo le exigen presencia y animar las cosas, la incomodidad de Fanny opera con una
servicio. Está ante una situación que se abre en una intrin- agudeza polaxizadora. No puede participar y no puede aceptar
cada red de movimientos que, en conjunto, exigen elecciones,
ajuste y reforma. Sir Thomas Bertram se siente cautivado 1. Janc At1sten, ik[ausfil?!d Park, ed. Tony Tanner (1814, reed. Harmonds-
por una de las hermanas Ward, mientras que las otras no se \Vorth: Penguin. 1966), p. 42. En Irme Austcn de Tony Tanner se encontrará el
han desempeñado bien y un (<abismo absoluto» se abre entre mejor análisis de la nowl<~ (Cambridge, J\bssachuseUs: Harvard UninoTsity
ellas; sus (<círculos eran tan distintos)), la distancia entre ellos Press, 1986 ). Entre las diYersas traducciones castellanas: Mausfield Park (Barce,
lona: Alba, 1995).
tan grande que no habían mantenido contacto durante once 2. !bid,' p. 54.
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71
fácilmente que habitaciones construidas para vivir se transfor- y había despedido al pintor de los decorados tan temprano
men en espacios teatrales, aunque, de todas maneras, se monta como para justificar la placentera certidumbre de que
una obra de Kotzebue, Jurarnentos de amor. ahora el pintor había llegado ya hasta Norlhampton. Se ha-
Debemos· aceptar, creo, que mientras Sir Thomas se en- bía marchado tras arruinar únicamente el suelo de una de
cuentra lejos, Cultivando el jardín colonial, tendrán lugar un las habitaciones, vuelto inservibles todas las esponjas del
buen número de desajustes inevitables (explícitamente asocia- cochero e irritado y disgustado a cinco de los sirvientes; y
dos con el <(desorden)) femenino). Tales desajustes son eviden- Sir Thomas alimentaba la esperanza de que un día o dos
tes no sólo en los inocentes vagabundeos por el parque de los fuesen suficientes para ahuyentar todo recuerdo desagrada-
tres pares de jóvenes amigos, que tan pronto se cruzan como ble de lo que había sucedido, aun hasta la destrucción de
se pierden inesperadamente por sus senderos, sino, más clara- todo ejemplar sin encuadernar de lurwnentos de mnor que
mente, en los varios coqueteos y compromisos entre los mu- hubiese en la casa, porque quemaba cuantos caían ante su
chachos y las muchachas sobre quienes no se impone ninguna vista.)> 1
autoridad paterna, debido a la indiferencia de Lady Bertram y
La fuerza de est'e pasaje es innegable. No sólo se trata de un
a lo poco adecuado de la situación de Mrs. Norris. Hay alterca-
Robinson Crusoe poniendo las cosas en orden: se trata tam~
dos y peligrosas variaciones de papeles, que cristalizan en los
bién de un protestante de las primeras épocas eliminando toda
ensay'os para la obra, durante los cuales está a punto de darse
huella de conducta frí\'Ola. Nada en AJansfield Park podría im-
(aunque nunca sucede) algo peligrosamente cercano al liberti-
pedir que además imaginemos que Sir Thomas hace exacta-
naje. Fanny, cuyo temprano sentimiento de alienación, distan-
mente lo mismo -en una escala mayor- en sus «plantaciones)>
cia y temor provienen de su origen, se convierte ahora en una
de Antigua. Fueran los que fuesen los acontecim.ientos de la
especie de conciencia subrogada acerca de lo que está bien y
isla -existe eYidencia interna, sugiere \Varren Roberts, de que
de cuánto es demasiado. No obstante, carece de poder para ac-
había problemas que tenían que \'er con la depresión econó-
tuar de acuerdo con esa incómoda conciencia, !' el desgo-
mica, la esclavitud y la rivalidad con Francia2 - Sir Thomas
bierno .Y la deriva continúan hasta que Sir Thomas vuelve ines-
pudo enfrentarse con ello, manteniendo el control sobre su
peradamente del <(extranjero>>.
dominio coloniaL Aquí, con más claridad que en ninguna otra
Cuando éste finalinente aparece, los ensayos para la obra
de sus demás 110\'clas, Austen sincroniza autoFidad doméstica
se detienen y en un pasaje notable por su carácter ejecutivo,
con autoridad internacional, expresando claramente que los
Austen describe cómo restablece sir Thomas el gobierno de su
valores asociados con cuestiones tan ele\'adas como el orden,
casa:
la ley y la propiedad, deben estar Hnnemente asentados en la
Fue una mañana atareada para él. Tan sólo una pe- posesión y el gobierno reales del territorio. Ella 'Ve claramente
queña parte se ocupó en conversaciones con alguno de que poseer y gobernar Mansiield Park es poseer ~-' gobernar
ellos. Tenía que volver a instalarse en las habituales preo- una propiedad imperial en estrecha, por no decir inevitable,
cupaciones Je la vida de Mansfield, tenía que entrevistarse asociación con el imperio. Lo que asegura la lranquílidad do-
con su mayordomo y su alguacil -tenía que examinar y méstica y la atractiva armonía de uno es la disciplina regulada
contabilizar- y, en los intervalos de sus asuntos, debía re- v la productividad. del otro.
correr sus establos y sus jardines, y la..'i plantaciones más No obstante, antes de que ambas logren su completo asen-
cercanas; pero, activo y metódico, no sólo había llevado
todo eso a cabo antes de presidir la mesa como señor de la l. !bid., p. 206.
casa durante la comida, sino que también había ordenado 2. \Varren Roberts, Jar!e Allsle11 uuJ lluc Fn:uch RenJlutioll (LonJr~s: i\-lac·
al carpintero que se dedicara a desmontar todo aquello que mi!laH, 1979), pp. 97·98. Véase asimismo Anon Fleishman, A. Reading uf .Hau.s-
field Park: .4.n Essay in Criticril Symhesis (MinneapoHs: l!ni\"ersity of Minnesota
habían levantado en lus últimos días en el salón de billares,
Press, 1967), pp. 36-39 y ss.
150 151
72
tamiento, Fanny debe comprometerse mucho más activamente la pequeñez de la casa y lo delgado de las paredes, que ha-
en el desarrollo de la acción. Gradualmente se transforma de cía que todo se encontrase tan próximo a ella, lo cual se
pariente pobre asustada y muchas veces victimizada, en miem- unía al cansancio del viaje y a todas sus recientes inquietu-
bro pleno de la casa de los Bertram en Mansfield Park Con des. Dentro de la habitación todo estaba bastante tranquilo,
este objeti\'o Austen proyecta la segunda parte de la novela, puesto que después de que Susan hubiese desaparecido
que contiene no sólo el frustrado romance de Edmund y Mary junto con los otros, sólo quedaron su padre y ella; él, sa~
Crawford, sino también el descubrimiento y rechazo de Fanny cando un periódico -habitual préstamo de un vecino- se
Plice respecto de su casa familiar de Portsmouth, la herida e aplicó a su estudio, al parecer sin advertir la existencia de
invalidez de Tom Bertram (el hijo mayor) y el inicio de la ca· Fanny. Se puso el único candil entre el peliódico y su per-
rrera naval de William Price. Este entero conjunto de relacio- sona, sin aludir siquiera a la posible conveniencia ele ella;
nes y sucesos culmina por fin con el matrimonio de Edmund y pero ella no tenía nada que hacer, y se alegró de que la luz
Fanny Price, cuyo sitio en la mansión de los Bertram es ocu· llegase a su fTente doliente filtrada por la pantalla, mientras
pado por Susan Price, su hermana. No constituye una exagera- permanecía sentada en conturbada, dolorosa y conmovida
ción interpretar que las últimas secciones de Aiansfield Park contemplación.
suponen la coronación de un principio evidentemente antina- Estaba en casa. Pero, ¡ay!, no había nada parecido a una
tural (o, al menos ilógico) situado en el corazón mismo del or- casa ni le había sido dispensado nada parecido a una bien-
den inglés. La audacia de la visión Je Austen se encuentra ape- venida, como ... ; pero debió controlarse; se mostraba irra-
nas disimulada por su voz, que, a pesar de ocasionales ironías, cional.. En un día o dos notaría la diferencia. Sólo ella te-
es notablemente modesta y opera por sobreentendidos. Pero nía la culpa. Pero pensó que las cosas no habdnn sucedido
no debemos desdeñar las referencias limitadas al proceso, el así en Mansfield. No, en casa de su tío se habrían observado
trabajo y la clase, y su aparente habilidad para volver abstracta los momentos y las estaciones, se habrían ordenado los
(en fTase de Raymond \Villiams) «una moralidad cotidiana in- asuntos, habría .habido un decoro, un cuidado hacia todos
flexible que así resulta, al final, separable de su base sociah. que no se daba aquí.)) 1 ',,l'
De hecho, Austen es mucho menos modesta y mucho más
En un espacio tan pequeflo no se puede ver ni pensar con ••"
severa.
claridad, no se puede ordenar o atender de la manera ade-
Las claves están en Fanny o, mejor, en cuán rigurosamente
cuada. La sutileza del detalle que Austen señala ('<el único can-
podamos considerarla. Es verdad que la visita a su casa de ori-
dil entre su persona y el periódico, sin aludir siquiera a la con-
gen en Portsmouth donde reside su familia inmediata altera el
veniencia de ella)>) expresa con mucha precisión los peligros
equilibrio estético y emocional al que se había habituado en
de la antisocialibilidad, de la insularidad solitaria, de la con-
Mansfield Park, y verdad es también que había empezado a dar
ciencia empobrecida que los mayores)' mejores espacios recti·
esos lujos por sentado, y aun a juzgarlos como cosas esencia-
fican.
les. Todas éstas son consecuencias completamente rutinarias y
De hecho la cuestión que Auclen propone es que Fanny no
naturales de haberse acostumbrado a un nuevo sitio. Pero Aus-
puede acceder a esos espacios por herencia directa, título le-
ten está hablando de dos problemas agregados que no debe-
gal, cercanía, contigüidad o 1dyacencia (Mansfield Park y
mos dejar de estudiar. Uno se refiere al nueyo y más hondo
Portsmouth están a horas de distancia). Para ganar el derecho
sentimiento de Fanny respecto a qué significa estar en casa:
a Mansfield Park primero hay que dejar el hogar, como una es-
tras llegar a Portsmouth, cuando hace el inventario de las co·
pecie de criada contratada o, para decirlo de un modo ex-
sas que allí encuentra, no se trata únicamente de un problema
tremo, como una especie de objeto trasladado: éste es, clara-
de espacio más amplio:
«Fanny estaba casi atónita. Apenas sabía cómo soportar
l. Austen, .Hansfiefd Pork, pp. ?>75-76.
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mente, el destino de Fanny y de su hermano Williarn. Pero en- piedad de Sir Thomas en el Caribe podría haber sido una plan-
tonces se tiene la promesa de la futura bonanza. Creo que Aus- tación mantenida por trabajo esclayo (que no fue abolido en
ten considera que lo que Fanny lleva a cabo como un movi- Inglaterra hasta 1830): éstos no son datos históricos muertos
miento doméstico y en pequeña escala corresponde a los sino, como ciertamente sabía Austen, realidades históricas evi-
movimientos más amplios y abiertamente coloniales de Sir dentes. Antes de que tu\·iese lugar la rivalidad anglo-francesa
Thomas, su mentor, el hombre cuya propiedad ella hereda. el rasgo más caraclerístico de los imperios occidentales (ro-
Los dos movimientos dependen el uno del otro. ma~w, espafiol y portugués) fue su inclinación al pillaje, según
La segunda cuestión sobre la que Austen habla es más com· lo formulara Conrad, y el tra9sporte de sus tesoros a Europa;
pleja e indirectamente suscita un problema teórico intere- muy poca dedicación se prestaba al desarrollo, organización o
sante. La conciencia que ella tiene del imperio se expresa por sistema dentro de las mismas colonias. Gran Bretaña, y Fran-
alusiones casuales y obviamente es muy distinta a la de Conrad cia en menor grado, querían hacer qw-:;· sus imperios fuesen
o Kipling. En la época de Austen los británicos llevaban a cabo núcleos beneficiosos, duraderos Y' competitivos en términos ele
una política muy activa en el Caribe y Sudamérica, sobre todo empresa. Y ningún_ sitio mejor que el Caribe, donJ.e el trans-
en Brasil y Argentina. Sólo vagamente parece advertir Austen porte de esclavos, el funcionamiento de las grandes plantacio-
los detalles de estas actividades, a pesar de que la convicción nes y el desarrollo de los mercados del azúcar, provocaron los
acerca de la importancia de las plantaciones extensivas de las problemas del proteccionismo, de los monopolios y los pre-
Indias Occidentales era corriente en la Inglaterra metropoli- cios de modo más o menos constante y siempre en compe-
tana. La isla de Antigua y el viaje de Sir Thornas allí poseen tencia.
una función definitiva en Mansfield Park, función que es inci- Lejos de ser una poca cosa {{ahí f·uera)J, las posesiones colo-
dental y se alude a ella de pasada y, a la vez, resulla absoluta- niales británicas en las Antillas y las islas Leeward constituye-
mente crucial para la acción. ¿_Cómo debernos entender esas ron durante la era de Jane Austen un escenario de crucial im-
portancia para la ri\'alidad anglo-francesa. Desde allí se expor- ¡
pocas alusiones de Austen a Antigua, y qué debemos hacer con
ellas descle el punto de vista de la interpretación? taron a Inglaterra las ideas francesas t-e\·olucionarias, y alli se
dio un lento decliYe de los beneficios británicos, mientras las
j
Lo que yo creo es que por medio de esa muy curiosa com-
binación c.le énfasis y casualidad, Austen se revela a sí misma plantaciones francesas producían más azúcar a menos coste.
asumiendo (del mismo modo que Fanny asume, en los dos sen- No obstante, las rebeliones de escla\'os dentro y htera de Haití
tidos de la palabra) la importancia de un imperio en relación perjudicaban a Francia y alimentaban los intereses de Inglat'e-
con la situación doméstica. Pero iré más allá. Puesto que Aus- rra y su afán de intervenir más directamente para ganar más
ten utiliza y se refiere a Antigua del modo en que lo hace en poJer local. Aun así, comparada con su anterior preeminencia
Mausfield Park, esto exige un esfuerzo paralelo por parte de dentro del mercado doméstico, la producción de azúcar de las
sus lectores para entender concretamente los valores históri~ Antillas inglesas c.lel siglo XIX tuvo que competir con las ofertas
cos de la referencia. Para decirlo de otra manera, debemos tra- alternativas de Brasil o la isla Mauricio, el surgimiento de la
tar de entender a qué se refería, por qué le atribuía la impor- industria del azúcar de remolacha y la gradual preponderancia
tancia que le atribuía, por qué eligió la isla de Antigua cuando de la ideología y la práctica del libre mercado.
podía haber escogido otra cosa para establecer la riqueza de Tanto en sus características formales como en sus conteni-
Sir Thomas. Calibremos ahora el poder significativo de las re- dos, algunas de estas tendencias convergen en ,.lfansfield Parle
ferencias a Antigua en Mansfield Park. ¿Cómo ocupan el lugar La más notoria es la completa y abierta subordinación de la
· que ocupan y qué hacen allí? colonia a la metrópoli. Aunque ausente de 1\tlansfield Park, Sir
Siguiendo a Austen, deberíamos concluir que no importa Thomas nunca es mostrado como presente en Antigua, que re-
cuán aislado e insular sea el sitio ele Inglaterra (es decir, Mans- cibe a lo sumo media docena de referencias en la novela. He
field Park), siempre requiere un sustento de ultramar. La pro- citado antes fragmentariamente un trozo de los Principies of
154 155
74
Polúical Econmny de John Stuart ivlill que condensa el modo como Austen nos clíce con mordacidad al final de la novela,
en que Austen utiliza Antigua. Aquí lo citaré completo: ella «quiere devolver a todos los que Q-O estén muy en falta
cierto grado de comodidad (comfort) tolerable y acabar con el
No podemos apenas considerar estas (lejanas posesio-
resto>}. 1
nes nuestras) como países que mantengan un intercambio
En primer lugar podríamos interpretar este párrafo como
de bienes con nuestros países, sino, más adecuadamente,
que la novela ha hecho suficiente con desestabilizar la vida de
como remotas propiedades agrícolas o manufactureras que
<{todos» y ahora debe dejarlos descansar. En realidad Austen
pertenecen a una comunidad más grande. Por ejemplo, no
afirma eso explícitamente, en un rapto de impaciencia meta~
podemos considerar como países que posean un capital
ficcional: la novelista comenta su propio trabajo y sefíala que
productivo propio a nuestras colonias de las Indias Occi-
ha ido demasiado lejos y que ahora exige aproximarse a un fi-
dentales ... (sino que son más bien) el lugar en el que Ingla-
nal. Luego, puede querer decir que «todos)> SOn capaces darse
terra encuentra conveniente llevar a cabo su producción
cuenta de lo que significa estar de verdad en casa y en paz, sin
de azúcar, café u otros productos tropicales. Todo el capital
necesidad ele errar o de irse y volver. (Esto no incluye al joven
empleado es capital inglés, casi toda la indust1ia se lleva
\VHliam, que, suponem~s, debe continuar por esos mares con
allí para usos británicos, casi no existe ninguna producción
la armada británica o en cualesquiera otras misiones políticas
salvo para el consun1o, y ésta se envía a Inglaterra, no para
o económicas que sean todavía menester. Estas cuestiones
cambiarla por cosas exportadas a la colonia y consumirlas
apenas obligan a Austen a una reacción, una observación al pa-
allí sino para venderla en Inglaterra para provee ho de sus
sar sobre la «Continuada buena conducta y creciente fama,, de
propietarios. Apenas puede concebirse el intercambio con
William.) En cuanto a los finalmente residentes de Mansfield
las Indias Occidentales como un intercambio externo, sino
Park, a estas almas ahora del todo aclimatadas, Austen les
que en realidad se asemeja mucho más al comercio entre
otorga más atención por medio del registro ele su ventnjosa do~
el cantpo y la ciudad. 1
mesticación; a ninguna más que a Sir Thomas. Por primera vez
Hasta cierto punto Antigua es como Londres o Portsmouth, éste comprende qué es lo que ha faltado en la educación de
un rincón mucho menos deseable que una casa en el campo sus hijos, y lo hace, paradójicamente, en los términos que le
como Mansfield Park, pero que produce bienes que puede oh·ecen esas fuerzas sin nombre del exterior o, por así decirlo,
consumir cualquiera (a principios del siglo XIX todos los britá- la riqueza de Antigua y el ejemplo importado de Fanny Price.
nicos consumian azúcar) a pesar de que sus propietarios y Vale la pena notar aquí la curiosa alternancia entre el {<dentro»
guardas constituyen un pequei1o grupo de aristócratas y seño- y el «fuera)>, que sigue el modelo de Mil1, en el que el ,fuera)>
res. Los Bertrams y otros personajes de Mansfield forman un se convierte en <<dentro)) en razón de su uso y, para utilizar la
sub grupo dentro de esa minoría, y para ellos la isla es riqueza; palabra de Austen, en razón de su «disposición)):
Austen la considera como un bien que se convierte en propie-
Aquí [en esta deficiencia pedagógica que otorgara un
dad, orden y, al final de la noYela, en comodidad (comfort)l, lo
papel demasiado importante a Mrs. Nords y permitiera a
cual es un bien afiadido. Pero ¿por qué ":añadido))? Porque,
los niños disimular y reprimir sus sentimientos] había exis-
üdo una graYe falta; pero, gra\'e como fuera, gradualmente
l. John Stuarr l\1ill, Priucip!cs of Polilico! Econonn·, Yo l. 3, e d. J. iv1. Ron,:on llegó a convencerse de que no había sido éste el error más
(Toronto: UniYersitY od Toronto Press, 1965), p. 693. En S1\·eerncss mu! Power: serio de su plan educativo. Debió haber existido una falta
The Place of Sugar i11 Jlodern Hisrory, Sidncy W. I'viintz cita el pasaje (Nueva
York: Viking, 1985), p. 42.
dentro de ellos, o el tiempo hubiese acabado por borrar sus
2. Saicl iuega aquí y en las páginas siguientes con los multiples significados censurables efectos. Temió que hubiesen faltado prlnci-
que Jan e Austen da a romfort: para que no se pierdan. he preferido consen;ar la
palabra entre paréntesis aunque la traduzca de muchas maneras distintas.
(N. de 1{1_ T.) 1. Austen, Ma11sficld Park. p. 446.
l56 l57
75
pios, principios activos, temió que no se les hubiese ense- han tornado nativos de J\1ansfieid Park, donde Fann:y la sobrina
ñado jamás a gobernar sus inclinaciones }-' temperamentos se convierte en seil.ora espiritual y· Edmund el hijo segundón
únicamente por ese sentido del deber que puede bast~r en sefior espiritual.
para ello. Teóricamente se los lu.~bía instr~ú~o en s_u. reh- Que Mrs. Norris sea desalojada es un beneficio adicional;
gión, pero nunca se les había exigido su practica cot1dwna. esto se describe como una gran satisfacción (comfort) suple-
Ser distinguidos por la elegancia y las dotes -cos~s a las mentaria en la vida de Sir Thomas.>} 1 Una vez los principios
que los autorizaba su juventud- podía no h~ber sido una han sido interiorizados, sigue a ello el consuelo (cwnfort): se
influencia en tal sentido ni haber tenido un decto moral en manda por el momento a Fanny a Thornton Lacey «con toda
sus mentes. Había querido que fuesen buenos, pero sus cui- atención dispensada a su comodidad (comfurt)»; luego su ho-
dados se habían dirigido al entendimiento y a las maneras, gar se convierte en «.el hogar de la atención y los cuidados)}
no a la disposición; y en cuanto a la necesidad de abn:ga- (cornfort); se trae a Susan <{primero como un apoyo (comfort)
ción v humildad, temía que no hubiesen oído tales consJde- para Fanny, luego corno a_yudante y por último como su sust.i-
racio~es de labios que pudiesen aprovecharles. 1 tuta}>2 cuando esta nueva aportación ocupa el lugar de Fanny
Lo que faltaba dentro fue de hecho suministrado por la ri- junto a Lady Bertram. El modelo establecido al inicio de la no·
queza proveniente de la plantación antillana y por una pobre vela continúa claramente en acción, sólo que ahora posee Io
pariente de provincias, ambas traída~ a Mansfi~:ld Park Y pu,es~ que Austen quería conferirle a lo largo del relato, una configu-
tas a trabajar. Pero por sí mismas m la una m la otra r_od,wn ración razonada, internalizada, garantizada y de efectos retros-
bastar: se necesitaban mutuamente y luego, lo que es mas 1111- pectivos, Esta configuración es lo que RaymonJ Williams des-
portante, necesitaban una disposición a la acc~ón, que, en cribe como una «moral cotidiana inHexible que al final es
compensación, ayudase a reformar al resto del circulo de los separable de su base social y que, en otras manos, puede ser
Bertram. Austen deja al lector la facultad de suponer todo ello utilizada contra esa misma base.))
en forma de explicación literal. He intentado mostrar que la moral no es ele hecho separa-
Esto es lu que supone leerla de la manera que he pro·
puesto. Todas esas cosas, que tienen_ que v~r con lo viene d~
ble de su base social. Hasta su última frase, Austen afirma y re-
pite ese proceso geográfico de expansión que supone el co-
.
l
fuera y es llevado dentro, aparecen mcuestwnablemente ahr, mercio, la producción y el consumo que penetran la moral,
con ]; sugerencia del lenguaje alusivo y abstracto de Austen. subyacen en ella y la garantizan. Y la expansión, como nos re-
Creo que se uliliza el principio de lo que «fal.ta clcn~ro)) para cuerda Gallagher, <<gustase o no el dominio colonial, era consi-
evocar ante nosotros el recuerdo de las ausencias anttllanas de derada deseable de una manera u otra. De modo que, en cual-
Sir Thomas o el sentimental y hasta caprichoso vagabundear quier caso, se dio muy poco rechazo Joméstíco de la expan-
de las tres hermanas \Vard, cada una censurable de distinta sióm>.3 Muchos crítícos tienden a oh·idar o desdeiiar ese
manera, ¿.r por cuya causa la sobrina sufre un desplazam.lento proceso, que les parece mucho menos importante ele lo que la
de una mansión a otra. Pero si los Bertram se vuelven meJOres, misma Austen pensaba. Pero Ia interpretación de Jane Austen
y quizá hasta enteramente buenós, si se les im~art: un_ cierto depende de quién la haga, de cuándo y, no menos significa-
sentido del deber, si aprenden a gobernar sus mclmacwnes Y tivo, de dónde. Si hemos llegado a ser sensibles a los proble-
temperamentos y a convertir la religión en práctica diaria, si mas que plantean las feministas o los grandes críticos de la
son capaces de «dirigir su disposición))' todo _ello ocurre por- cultura, atentos a la clase y a la Historia, como Raymond
que fuera (o más bien, en la lejanía) ciertos factores externos
han sido api·opiadamente traídos y almacenados dentro, .Y se l. !bid., p. 450
2. !bid., p. 456.
3. John Gallagher. The Decfine, Revit·al and Falf t.JÍ ti u: Briti.d1 Empine (Cam-
l. fbid., p. 44H. bridge: CambríJge Uni\'ersity Press, 1982), p. 76.
158 159
76
Williams, ahora deberemos considerar la diYisión geográfica d~jaban adivinar sus discretas, reticentes apariciones en las pá-
del mundo -después de todo, significativa en Mansfield Parle~ gm~s de la novela. Y ya nuestra 1ect~ra de la novela empieza a
como algo no neutral, del mismo modo en que no son neu- abnrse a esos aspectos donde irónicamente Austen fue más es-
trales ni el género ni la clase social, sino algo cargado de sen- cueta ): sus cdticos (¿me atreveré a decirlo?) más negligentes.
tido politico, y necesitado de la atención y elucidación que La Ant1gua de Austen no es un apunte, sino una manera defi
exige el considerable volumen del problema. La cuestión no nida de marcar los límites externos de lo que Williams deno-
es entonces cómo entender y con qué poner en conexión la mina mejora doméstica. Es más que una rápida alusión a las
moral de Austen y su base social, sino también qué leer ventajas mercantiles de la adquisición de territorios de ultra-
de ella. mar como fuente de la fortuna local, o que una referencia, en-
Tomemos nuevamente las referencias casuales a Anügua, la tre otras, a una sensibilidad histórica sometida no sólo a las
facilidad con que las necesidades de Sir Thomas en Inglaterra buenas maneras y a la cortesía, sino al col1Hicto de ideas, a los
son satisfechas por su estancia caribei'ia, las distraídas y e irre- enfrentamientos con la Francia de Napoleón, y a la conciencia
flexivas alusiones a Antigua (o al Mediterráneo, o a la India, a de los seísmos causados por los cambios económicos y socia-
donde lady Bertram, en un ramalazo de distraída impaciencia, les de un peliodo ;evolucionario en la historia del rr{~ndo.
ordena ir a \Villiam (<para que yo pueda tener un chal. Creo En segundo término, debemos considerar Antigua en el
que querré dos chales>) ). 1 Representan una significación <<ahi preciso lugar de la geografía moral de Austen y en el preciso
fuera)> que moldea la acción genuinamente importante, la que lugar de su prosa, sometida a cambios históricos que la novela
sucede aquí, pero que no poseen más significación que ésa. misma surca como si fuese un na vio en alta mar. Los Bertram
Sin embargo, estos signos del <<extranjero)) incluyen, aun repri- no serían posibles sin tráfico de esclavos, sin azúcar v sin la
miéndola, una historia rica y compleja, que desde entonces ha existencia de la clase de los plantadores coloniales: co;~o tipo
adquirido una jerarquía que los Bertram, los Plice y la propia social, Sir Thomas hubiese sido familiar a los lectores de fina-
Austen serían incapaces de reconocer. Llamar << T creer les del siglo XVIII y principios del XIX advertidos de la pode-
Mundo)) a esta instancia sería un principio adecuado a la reali- rosa inHuencia de tal clase a través de la política, el teatro l
dad, pero de ninguna manera agotaría la historia política y cul- (como en The lFest lndian de Cumberland) y por medio de
tural. otras muchas actividades públicas (casas fastuosas, fiestas de
Primero debemos hacer el recuento de las prefiguraciones postín y rituales sociales, prestigiosas empresas comerciales y
ele Mausficld Park como ficción respecto de lo que más tarde ventajosos matrimonios). Al empezar a desaparecer gradual-
seria la historia inglesa. Podemos ver la útil colonia antillana mente el viejo sistema de monopolio protegido y ser reempla-
de los Bertram en .Hansfield Park como anticipación de la zado el sistema de propietarios residentes en Gran Bretaña por
mina de Santo Tomé en Nostramo de Conrad, o de la Compa- una nueva clase de colonos afincados en los dominios de ullra-
ñía lmperial de Caucho de Á[Tlca Occidental de los \Vilcox en mar, el interés por las Antillas decreció: la manufactura de al-
Hmvards E11d de Forster, o de cualquiera de los distantes pero godón, un sistema de comercio aún más abierto v la abolición
convenientes parajes llenos de tesoros de Grandes esperanzas, del tráfico de esclavos redujo el poder y el pres¿gio de gentes
de Ancho mar de los Sargazos de Jean Rhys o de El corazón de corno los Bertram, cuya h-ecuencia de estancia en el Caribe
las tinieblas; rincones que visitar, de los que hablar, de los que decreció por entonces.
disfrutar por razones domésticas, es decir, a causa de los bene- Así los viajes poco frecuentes de Sir Thomas a Antigua, que
ficios locales metropolitanos. Si tenemos in mente, previamen- lo definen como perteneciente a la antigua estírpe de propieta-
te, las novelas posteriores a Aiansfield Park, la Antigua de Sir rios, refleja la disminución del poder de su clase, disminución
Thomas adquiere rápidamente una mayor densidad que la que directamente expresada en el título del clásico ele Lowell Ra-
gatz, The Fall of lhe Flanter Class in 1he British Caribbean,
l. Austeo. ,\lansfic!d l'ark, p. 308. 1763-1833 (1928). Más de cien años después, en el libro de Ra-
160 161
77
gatz, <:se hace suficientemente explícito lo que estaba oculto o ( 1961). La cuestión de la interpretación, y hasta la de la esct"i-
se presentaba de manera alusiva en Austen?, ¿recibe acaso, tura, están ligadas al problema de lo5: inte~eses, tal como lo he-
cien años más tarde, por medio de una obra mayor de la inves- mos visto actuar tanto en la producción histórica como en la
tigación histórica, una adecuada explicación el silencio y la estética. No debemos afirmar que puesto que Mansfield Park es
discreción estéticas de una gran novela de 1814?, ¿podemos una novela, sus lazos con la sórdida historia real sean in·ele-
aceptar que el proceso de interpretación se ha cumplido, o vantes e intrascendentes; no sólo porque hacerlo sería irres-
que debe continuar mientras nuevos materiales salen a la luz? ponsable sino porque sabemos demasiado para poder afirmar
A pesar de todo su saber, Ragatz aun habla de la «raza ne- tal cosa de buena fe. Cuando se ha leído Mansfield Park como
gra)) de acuerdo con las siguientes características: «el negro ~arte de la estructura de la aí.1entura de la expansión capita-
robaba, mentía, era tonto, desconfiado, ineficiente, irresponsa- lista, no se puede simplemente devolver la novela al canon de
ble, perezoso, supersticioso, y promiscuo en sus relaciones se- l~s ({grandes obras maestras de la litenitura» -al cual por
xuales)). 1 No obstante, tal ({historia)> dio lugar, felizmente, a la Cierto pertenece- y abandonarla ahí. Creo que más bien la no-
obra revisionista de historiadores caribeños como Eric Wi- vela inicia con firmeza, aunque con modestia, una amplia ex-
ltiams y C. L. R. James y, más recientemente, Robin Black- pansión de la cultura doméstica imperialista sin la cual la sub-
burn, en The Overthrow of Colonial Slavery, 1776-1848; en secuente adquisición de territorio por parte de Gran Bretaña
esos estudios se muestra cómo esclavitud e imperio alimenta- hubiese sido imposible.
ron la aparición y consolidación del capitalismo, más allá de Me he demorado en AJansfield Park. para ilustrar un tipo de
las viejas plantaciones en régimen ele monopolio; y también
que ambos constituyeron un poderoso sistema ideológico cuya
análisis que no se encuentra con frecuencia, ni en las interpre-
taciones de la gran crítica tradicional, ni tampoco en las lectu- f1
conexión con intereses económicos específicos puede haberse ras basadas rigurosamente en una u otra de las corrientes últi-
1
extinguido, pero cuyos efectos continuaron durante décadas. mas de la teoría literaria. Sin embargo, únicamente dentro de
esta perspectiva planetaria implícita en Austen y en sus perso-
l
l
Las ideas morales y políticas del período deben ser exa-
najes puede hacerse clara la sorprendente posición general de :1
minadas en su estrecha relación con el desarrollo eco-
la novela. Considero que mi lectura completa y complementa
nómico ..
otras, y no que las desautoriza o desplaza. Y debo subrayar que
Intereses caducos, cuya bancarrota debe alegrarnos
puesto que Alansfield Parle pone en relación la realidad del po-
desde una perspectiva histórica, pueden ejercer un efecto
der británico de ultramar con el imbroglio doméstico de la pro-
obstruccionista y perjudicial que sólo podemos explicar a
piedad de los Bcrtram, no hay modo de llevar a cabo una lec-
causa de los grandes servicios que antes dispensaron y las
tura como la mía, no hav modo de entender esta «estructura
prebendas que previamente conquistaron ..
de actitud y referencia;), ~xcepto trabnjanclo la noYela en su to-
Ideas construidas sobre estos intereses continúan vi-
talidad. Si no lo hiciéramos &.:~casaríamos en nuestro intento
viendo mucho después de que esos intereses se hayan des-
de comprender la fuerza de esa estructura y el modo en que es
truido y alimentan ese daño, más pernicioso aun cuando
activada y mantenida en la líteratura. Si se la lee cuidadosa-
los intereses con los que se corresponden :ya no existen.Z
mente, se siente cómo los ejecutores de la política exterior, los
Así lo aHrma Eric \Villiarns en Capitalism and Slavoy burócratas coloniales, los estrategas nülitares y los lectores in-
teligentes de novelas que querían educarse en -puntos conflicti-
l. Luv.:el! Joseph Ragalz, The Fv.l! of lhe Planler Class in the Brilish Carib- \"OS en relación con valores morales, forma literaria y acabado
beml, 1763·1833: A Swdy iH Social awi Ecorwmic Hislmy (1928; reed. Nueva estilístico suscribían las mismas ideas acerca de raza~ v tC'rrito-
York: Octagon, 196}), p. 27. rios dependientes. .
2. Et"ic \ViUiams, Capitalism aiU! Sla.ve¡y (Nue\·a Yurk: Russell & Russell,
1961) p. 21 t. Véase también su From Columbus lo Ctv,fro: The /Jistory of the Ca- Queda en la lectura de Jane Austen una paradoja que me ha
ribbean, 1492-1969 (Londres: Dl'utsch, 1970), pp. 177-254. impresionado pero que no he podido resoh·er de ninguna rna-
l62 l63
78
ncra. Todas las evidencias afirman que aun los aspectos más tallado análisis que también requiere su problemática geográ-
rutinarios de la posesión de esclavos en una plantación de azú- fica: se trata de una novela basada en una Inglaterra que nece-
car en las Indias Occidentales implicaban una gran crueldad. sita, para la perpetuación de su esiilo Ue Yida, de una isla del
Mientras que todo lo que sabemos de Austen y sus valores está Caribe. No tienen la misma releYancia las idas~, venidas de Sir
en contradicción con la crueldad de la esclavitud. Fanny Price Thomas a Antigua, donde posee propiedades, que sus idas y \'e-
recuerda a su primo que después de preguntar a Sir Thomas nidas a Mcmsfield Parle, donde sus presencias, llegadas y salidas
acerca de la trata de esclavos, ((Hubo un silencio de muerte>), 1 encuentran considerable eco. Pero, precisamente porque Aus-
de modo que sugiere que una palabra no podía conectarse con ten es tan sumaria en el contexlo de Antigua y tan provocativa-
la otra porque sencillamente no existía un lenguaje común a mente rica en el otro, a causa ele ese mismo vaivén somos ca-
ambas. Eso es verdad. Pero lo que estimula y vivHica esa ex- paces de movernos dentro de la novela, de revelar y subrayar
traordinaria discrepancia es el surgimiento, declive y caída del esa interdependencia, tan escasamente tnencionada en sus bri-
imperio británico y luego, tras la caída, la emergencia de una llantes páginas. Una obra mediocre exhibiría sus lazos históri-
conciencia poscolonial. De modo aún más riguroso, al leer cos de una manera más directa: su mundanidad sería simple y
obras como AJansfield Park debemos considerar que, por lo ge- lineal, como un eStribillo de la rebelión de los l\Iahdi o la Re-
neral. resisten o evitan ese otro escenario aunque su integri- belión India de 1857, que conecta directamente con la situa-
dad formal, su honestidad histórica y su capacidad de suges- ción y contexto que lo acufíaron.
tión profética no puedan ocultarlo del todo. Con el tiempo, Mansfield Park no se limita a repetir experiencias sino que
cuando se hablara de la esclavitud, no se contestaría con un si- las codifica. Desde nuestra perspectiva última podemos inter-
lencio de muerte, y el asunto se convertiría en algo fundamen- pretar el poder de Sir Thomas para ir y volver de Antigua
tal para una nueva comprensión de Europa. como un balbuceo emanado de la experiencia naciona_l muda
Seda tonto esperar que Jane Austen se enfrentase a la es- de la identidad indi\·iduaJ, conducta y «orden» (ordinarion) es-
clavitud con algo parecido a la pasión de un abolicionista o de tablecida con tanta ironía y taC'to en 1\lansficld Park. Nuestra
un esclavo liberado. Pero lo que yo he llamado la actual retó- tarea consiste en no perder el sentido histórico de lo primero
rica de la culpa, empleada ahora muchas veces por voces per- ni el total disfrute y gusto de lo segundo, sino en tenerlos a am-
tenecientes a las minoiias, los grupos subalternos o en desven- bos a la \'ez.
taja, la ataca a ella ~- a otros de manera retrospectiva, por
haber sido blanca, privilegiada, insensible y cómplice. Sí, Aus·
ten perteneció a una sociedad de poseedores de esclavos, pero 3. LA INTEGRIDAD CULl'URAL DEL IMPERIO
¿podemos por ello desdeñar sus no\·elas como si fuesen ejerci-
cios triviales de una estética perimida? De ninguna manera, Hasta la segunda mitad del siglo XIX el tranquilo pero sus-
sostendré, si es que nos tomamos en serio nuestra vocación in- tancioso comercio tipico entre Mansfield Park (me refiero
telectual de intérpretes para establecer conexiones, para tratar tanto al sitio como a la novela) y los territorios de ultraxnar
la mayor e-videncia posible de modo exhaustivo y realista, para tuvo apenas equivalente en la literatura francesa. Desde luego,
leer lo que está y lo que no está allí, y, sobre todo, para dete- antes de Napoleón había existido una amplia literatura fran-
nerse en lo complementario y lo interdependiente y no en las cesa de ideas, viajes, polémica y especulacíón sobre el mundo
experiencias aisladas, veneradas y formalizadas que excluyen y no europeo. Se puede pensar en Volney, por ejemplo, o en
prohiben los cruces hibridizantes de la historia humana. Montesquieu (algo de esto trata el reciente estudio Je Tzvetan
A1ansficld Park es una obra de gran riqueza, puesto que su Todorov, Nous et les autres). 1 Sin excepciones signifi-
cornplejidad intelectual y estética exige el mismo extenso y de-
l. TzYctan Todoro\', Xous el les awres: La reflexion sur la diver.síté hwnaÍJie
l. Au.'-ten, ,\la¡¡sficltl Park, p. 213 (París: Seuil, 1989)
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cativas, esta literatura estaba especializada -por ejemplo, el Sería apresurado sacar conclusiones equivocadas acerca
celebrado informe del abate Raynal sobre las colonias- o bien de la cultura literaria francesa, po_r lo cual vale la pena enu-
pertenecía a un género (por ejemplo, el debate moralista) que merar una serie de diferencias con Inglaterra. La conciencia
utilizaba cuestiones como las de la mortalidad, la esclavitud o inglesa extendida, corriente, y fácilmente accesible respecto a
la corrupción como ejemplos en la discusión general acerca los intereses de ultramar, no tiene equivalente directo en
de la humanidad. Rousseau y los enciclopedistas constituyen Francia. No se encuentran así como asi correlatos fTanceses
ilustraciones excelentes para este último caso. Viajero, memo- de la nobleza rural de Austen o de los hombres de negocios
rialista, elocuente analista de sí mismo y romántico, Chateau- de Dickens que dediquen referencias casuales a la India o el
briand encarna un individualismo de tono y estilo sin paran- Caribe. Sin ernbargo, en doS formas más bien especializadas
gón: sería ciertamente muy arduo mostrar que René o Atala los intereses coloniales de Francia emergen en el discurso
puedan ser incluidas en una institución literaria como la no- culturaL La prhnera consiste en el modO, bien interesante, en
vela o en discursos eruditos como la historiografía o la lingüís- que la figura enorme, casi icónica de Napoleón (como en el
tica. Además, sus relatos de la vida americana o del cercano poema de Victor Hugo, ((Luh) eneal-na el espírilu rornántico
oriente son demasiado excéntricos como para ser fácilmente francés hacia afue"i-a, menos un conquistador (aunque ele he-
domesticados o emulados. cho lo fue en Egipto) que una presencia meláncólica y melo-
Así, lo que Francia muestra es una literatura a veces capri- dramática cuya persona actúa como una máscara a través de
chosa y quizá hasta esporádica, sin eluda limitada y espeCializada la cual se expresan diversas reflexiones. Lukács ha seflalado
en cuestiones literarias y culturales relacionadas con los lugares con agudeza la tremenda inHuencia ejercida por la carrera de
adonde se dirigieron sus comerciantes, eruditos, misioneros y Napoleón sobre los héroes de novela en la literatura francesa
soldados, y donde se encontraron con sus rivales británicos. An- y rusa; a principios del siglo XIX el corso poseía también un
tes de apoderarse de Argelia, en 1830, Francia no dominaba nada aura de exotismo.
comparable a la India y, como he afirmado en otra parte, sus bri- Los jóvenes de Stendhal son incomprensibles sin Napo-
llantes pero momentáneas experiencias en el extranjero se ha- león. En Rojo v negro Julien Sorel está completamente in-
bían converticlo más en.recuerdos o figuras literarias que en rea- Huido por sus lecturas napoleónicas (sobre todo el :Hemorial
lidades. Las Lettres de Barharz'e del abate Poiret (1785) consti- de Santa Hde1w}, con su veleidosa grandeza, su brío medite-
tu::..ten. un celebrado ejemplo, que describe el estimulante rráneo .Y su impetuoso arrivisrne. En su carrera, la réplica de
encu"é:ntro, a veces marcado por la incomprensión entre un fran~ semejante influencia toma la forma de una extraordinaria se·
cés ·y un musulmán africano. El mejor hiswriador del imperia- rie de avatares, todos ellos en una Francia ahora caracteri-
lismo francés, Raoul Girardet, sugiere que en Francia entre 1815 zada por la mediocridad y la reacción de los intrigantes, que
y 1870 existían diversas corrientes colonialistas, pero que nin- empequeñecen !a leyenda de Napoleón sin por ello disminuir
guna de ellas dominaba las otras o poseía una situación promi- el poder que éste ejerce sobre Sorel. Tan poderosa es la pre-
nente y decisin1 respecto de la sociedad francesa. Girardet señala sencia de Napoleón en Rojo J' negro que será una instructiva
que fueron los traficantes de armas, los economistas y los círcu- sorpresa compmbar que no existen, en la ¡wvela, alusiones
los militares y de misioneros los responsables de mantener las directas a la carTera del corso. De hecho, la única referencia
instituciones imperialistas vivas dentro del territorio francés, al mundo fuera de Francia tiene lugar después de que Matilde
pero no puede identificar, como lo hacen Platt y otros estudiosos envíe su declaración de amor a Julien, y entonces Stenclhal
del impedalismo británico, algo tan visible como una «Óptica de- caracterice la vida parisiense de su heroína como intrínseca-
pmiamentah fTancesa. 1 mente rnás pelígrosa que un viaje a Argelia. En 1830, en el
momento exacto en que Francia conquista su mayor provin-
1. Raou! Gimrdct, Cldée Coluniale en Fnmce, 1871-1962 (París: l.a Tab!e cia imperial, resulta así característico que ésa sea la única re-
Ronde, 1972), pp. 7, 10-13. ferencia stendhaliana que connota peligro, sorpresa y una es-
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pecie ele inelifercncia calculaJa. Esto es notablemente distinto misa era el silencio del nati-.;o. Respecto a lo que estaba más
ele las fáciles alusiones a Irlanda, India y las Américas que se allá de la Europa metropolitana, las ?rtcs y disciplinas de la re-
deslizan dentro y fuera de la literatura inglesa del mismo pe- presentación -por un lado ficción, pintura, historia y libros de
ríodo. viajes; por el otro sociología, escritos administrativos \' buro-
Un segundo vehículo por medio Jel cual podemos com· cráticos, filología y teoda de las razas- dependían de la --capaci-
prender las preocupaciones imperiales de Francia es el juego dad de Europa para convertir el mundo no europeo en repre-
de ciencias nuevas y más bien glamourosas que, en su ori- sentaciones y para hacerlo el el mejor modo posible con el fin
gen, impulsó Napoleón en sus aventuras ultramarina.;;. Esto de contemplarlo, dominarlo y,. por encima de todo, retenerlo.
refleja perfectamente la estructura social de las ciencias Los dos volúmenes de Philip c'urtin titulados Jmage of A frica, v
francesas, drásticamente diferentes del amateurismo y la vida Europea11 Vision anJ the South Pacific de Bernard Smith con;-
intelectual inglesa, muchas veces vergonzosamente dénwdé. tituyen quizá los análisis disponibles máS extensos. Basil Da-
Las grandes instituciones [Tancesas promovidas por Napo- vidson nos ofrece una buena caracterización popular en su in-
león tuvieron una influencia dominante en la aparición de la vestigación acerca de los escritos sobre África hasta mitad del
arqueología, la lingüística, la historiografía, el orientalismo y siglo xx: -
la biología experimental (muchas ele tales disciplinas partici-
La literatura de la exploración (ah·icana) es tan vasta y
paron activamente de la Description de l'Egypte). Es caracte-
variada como los procesos mismos. Sin embargo, con unas
rístico que los novelistas franceses reproduzcan discursos or-
pocas y sobresalientes excepciones, se trata d<.. -e diarios de [
denados acaJémicamente sobre Asia, India y Africa -lo hace 1
hombres que contemplan ÁfTica totalmente desde fuera. 1
Balzac en La piel de zapa o La Cousine Betre, por ejem-
plo- con un saber y un tono de expertos nada inglés. En los
escritos de los británicos que residían en el extranjero, desde
No quiero decir que muchos de ellos pudieran haber hecho
otra cosa; el punto importante es que la cualidad ele su ob- '
t'
servación acusaba esta severa limitación y que hov se los
Lady \Vortley l'vlontagu hasta los \Vebb, predomina el len-
debe leer teniéndolo en cw:;nta< Cuando -intentar¿n com-
guaje de la observación casual: en los «expertos)) coloniales
prender la mentalidad y las actuaciones de los afdcanos
(como Sir Thomas Bertram o los Mili) una actitud básica
que se encontraron, lo hicieron muy rarnmente y de paso.
pero estudiadamente no oficial; en la prosa oficial o admi-
Casi todos ellos estaban conYencidos ele encontrarse ante el
nistrativa, una arrogante dureza hasta cierto punto personal,
«hombre primitivo}), con la humanidad tal como había sido
de la cual la Jfinute on l11dia11 Educarion de 1835 de Ma-
caulay es ejemplo famoso. En can1bio, en la cultura fran-
antes de la Historia, con sociedades que permanecían 1
¡
como en el inicio de los tiempos. [Thc Savagc in Literature,
cesa de principios del siglo XIX esto no se halla casi nunca:
importante obra de Brian Street, detalla los pasos mediante
el prestigio oficial de París y de la Academia modela cada
los cuales se trataba de mostrar la verdad de esta suposi-
frase.
ción en la literatura académica y la popular.] Tal perspec-
Como he dicho antes, e1 poder para representar, hasta en la
tiva marchaba a la par ele la imparable expansión ele poder
conversación casual, lo que está más allá de las fronteras me-
y riqueza europeas, con su fuerza política, sofisticación y
tropolitanas, proviene de] poder de la sociedad imperial, y este
flexibilidad, con su convencimiento de que de alguna rn~
poder adquiere la forma discursiva de la remodelación o reor-
nera Europa era el continente elegido de Dios. Además,
denación de los datos (<brutoS>) o primitivos, adaptándolos a las
aquello que los por otra parte honorables caballeros pen~
convenciones locales de la narrativa europea y de los discur-
saban y hacían puede verse en los escritos de Henl)' Stan-
sos formales o, en el caso de Francia, del orden sistemático de
ley o en las andanzas de Cecil Rhodes y sus agentes de de-
la academia. Y ninguno ck estos discursos se veía obligado a
tección de minerales, dispuestos a concebirse como leales
complacer o persuadir a audiencias «nativas» africanas, islámi-
aliados de sus amigos africanos en la medida en que los
cas o indias: de hecho, en las instancias más influyentes la pre-
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81
tratados fuesen respetados: tratados a través de los cuales la los territoríos de ultramar de donde los europeos extraían lo
«ocupación efectiva» que realizaban era refrendada por los q:re ~o~s~deraban e\·idencia' directa de la existencia de espe·
gobiernos o los intereses privados de los que formaban c1es .mi-enores o_, en muchos ~asos, alli se ponían en práctica.
parte y a los que servían. 1 Y m1entras crecia desproporcwnadarnentc el gran poder euro-
~~das las culturas tienden a construir representaciones de peo, _de acuerdo con el enorme irnperiurn no europeo, también
las culturas extranjeras para aprehenderlas de la mejor manera crecra el poder de los esquemas que aseguraban a la raza
posible o de algún modo controlarlas. Pero no todas las cultu- blanca su indiscutida autm-idad.
ras construyen representaciones de las culturas extranjeras y No hubo área de experíencia que se librara de Ia aplicación
de hecho las aprehenden y controlan. Creo que ésta es la dife- incansable de tales jerarquías. En el sisterna de educación
rencia de las culturas europeas modernas. Para estudiar a la proyectado para la India, a los estudiantes se les impartía no
vez esas representaciones y el poder político que expresan, se sólo literatura inglesa sino la convicción de la superioridad in-
requiere el estudio del saber occidental o de las representacio- herente de la raza inglesa. Los que contribuían a la recién sur~
nes del_mundo no occidental. Artistas de finales del siglo XIX gida ciencia de Ja observación etnográfica en África, Asia v
como Kipling :y Conrad, o incluso figuras de mitad de siglo Australia, corno apunta George Stocking, llevaban consigo in;-
como Gér6me y Flaubert, no se limitaron a reproducir los te- trumentos escrupulosos de análisis y también un conjunto de
tTitorios remotos: los interpretaron y animaron, utilizando las imágenes, nociones }. conceptos cuasicientíficos acerca de la
técnicas narrativas, las actitudes exp-loratorias y las ideas posi- barbarie, el primitivismo y la civilización. En la naciente disci-
tivistas que podían encontrar en pensadores como Max Mü- plina de la antropología, nadie dudó a la hora de afirmar los
ller, Renan, Charles Ten1ple, Danvin, Bcnjamin Kidd o Eme- valores superlativos de la ci\·ilización blanca (o sea inglesa): ni
rich de Vattel. En todos ellos se desarrollaron y acentuaron el darwinisrúo, ni el cristianisrno, ni el utilitarismo, ni el idea-
esas_l?_(!?i_ciones esenci~li~.t~s -~en~ro ~~la clll_tllra europea que lismo, ni la teoría de las razas, ni la historia legal, ni la linguís-
proclan:labañ ·que loS ·eü'i·opeos debían cl0min3.r ~,-¡¿s·-no euro- tica, ni saber Je los intrépidos exploradores, unidos en vario-
peos ser dominados. Y los europeos verdaderarnente domi- pinta combinación. 1
naron. Cuanto más se lee acerca del asunto,) cuánto más se lee a
Actualmente estamos bastante al tanto de cuán denso es los eruditos modernos que han escrito sobre él, más impre-
este material y cuán vasta su influencia. Basten como ejemplo siona la fundamental insistencia y repetitividad en lo que con-
los trabajos de Stephen Jay Gould y Nanc_y Stepan sobre el po- cierne a los !<Otros,). Si, por ejemplo, cornparamos la grandiosa
der de las ideas raciales en el mundo de los descubrimientos revalorización espiritual inglesa en Past and Prcsent con lo que
científicos, la práctica y las instituciones del siglo xrx. 2 De el mismo Carlyle afirma sobre los negros en su «Discurso oca-
acuerdo con lo que ellos indican, no se dieron discrepancias sional sobre la cuestión negra)> observaremos dos elementos
signiilcativas dentro de las teorías sobre la inferioridad negra, chocantes. Uno es que Carlyle emite admoniciones enérgicas
o de las jerarquías de razas adelantadas y retrasadas (más sobre la revilalización de Inglaterra, su desperlat· al trabajo, las
tarde: «sometidas"). Estas corldiciones en parte provenían de conexiones orgánicas y el amor al desarrollo capitalista e in-
dustrial sin restricciones, pero no dice nada para anirnar a
1. Ba.sil Daviclson, Ih<! A.{ricanl'asl: Chnmicles from Anliquity lo AJodt'nJ Ti- «Quashee", el negro emblemático cuya «fealdad, pereza y re-
mes (Londres: Longmans, 1964), pp. 36-37. Asimismo, Philip D. Curtin,Jmage o/ beldía)> lo condenan para siern.pre a la sub humanidad. En The
A/rica: British Ideas and Aclion, 1780-1850, 2 vols. (Madison: Unive-rsilY ofWis- Nigger Question, Cadyle se muestra franco:
consiu Prcss. 1964); Bernard Smith, Europerm Vision and the Souti1 Pacific
(New Haven: Yale Unive-rsity Press, 1985).
2. Stephen Jay Gould, The ;Hisnwasure of Man (Nueva York: Norton, 1981); l. En Georg e \V Stocking, Victuriau A.111hropo!ogy (1\uc\-<\ Yurk: Free Press,
Nancv Stepan 71u: Idea of Race ú1 Scicnce: Grua Britai11. 1800·1960 (Londres: 19B7) se dispone Je Ul!a visión completa de las conientes en !os primems tic m·
Macmil!an, 19B2). pos de la antropología.
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11
No: los dioses desean que, además de la,c; calabazas (ve- de la dominación, cuyo otro aspecto es la producrividad. El
getal preferido de los ((negros» de Carlyle), en sus Indias Quashee de Carlyle es como las posesiones caribeñas de Sir
Occidentales crezcan especias y otros productos exquisitos; Thomas: ambos dbeñados para producir riqueza y para uso
esto han declarado ellos al crear !as Indias Occidentales; de los ingleses. Así, en el texto de Carlyle la oportunidad de
pero desean mucho más, desean que hornbres industriosos Quashee de estar silenciosamente alli es equh-alente a traba-
ocupen sus Indias Occidentales, i)' no ese ganado bípedo, jar obediente y dócilmente para mantener la economía y el
por más «feJiz, que se muestre con sus abundantes calaba- comercio británicos en hmcionamiento.
zas! Hemos ele saber que los dioses inmortales han decidido El segundo aspecto notable en la forma de escribir de Car-
ambas cosas y han sancionado para amba,c; su eterna Acta l~yle acerca de este asunto es su ausencia ele oscuridad, se-
del Parlamento: v ambas, contra todos los parlamentos y creto o esotcrisn10. t~l dice lo que piensa sobre los negros, y
entidades terrest~oes, se llevarán a cabo. Si Quashee no es también muy sincero acerca de las amenazas y castigos
ayuda a recolectar especias se convertirá nuevamente en que piensa repartir. Carlyle habla un lenguaje de total genera-
e~clavo (estado que será apenas menos desagradable que el lidad, anclado en .una impertérrita certeza acerca de la esen·
actual) y con benéfico látigo. si los otros métodos no lo cía de razas, pueblos y culturas, todas los cuales exigen poca
consiguen, se le obligará a trabajar. 1 elucidación porque son fan1iliares a su audiencia. Habla una
Nada se les ofTece a las especies inferiores, mientras Ingla- hngua franca para británicos metropolitanos: global, abarca-
terra crece de modo formidable, y su cultura se transforma, dora, y dotada de una autoridad social tan vasta que era acce-
sible para cualquiera que se dirigiese a la nación o hablase so-
bas<indose ahora en la industrialización en el propio país y el
libre comercio protegido en el extranjero. Por medio de un bre ella. Esta lingua franca sitúa a Inglaterra en un punto
también presidido por su poder, iluminado por sus ídeas v su
«J\cta del Parlamento eterna>; se decreta el estatuto de los ne-
gros, de manera que no existe una auténtica oportunidad de cultura, convertido en productivo por las actitudes de- sus
mejora propia, de moYilidad social ascendente o cualquier
guías morales, sus artistas :v sus legisladores.
cosa que fuese mejor que b esclavitud (a pesar de que Carlyle En los años 30 se escucha un tono similar en Macaulav v
dice oponerse a la esclavitud). El problema es si su lógica y luego, en 1870, cuatro décadas más tarde, casi sin modifi~~
sus actitudes son enteramente suyas (y por tanto excéntricas) ciones, en Ruskin, cuyas conferencias Slade en Oxford co-
o si articulan, ele manera extrema y característica, actitudes mienzan con una solemne invocación del Jestino de Inglate-
que esencialmente no son muy diferentes ele las de Austen ITa. Vale la pena citado en st~ totalidad, no sólo porque nos
unas décadas antes, o de las de John Stuart Mill diez años muestra a Ruskin bajo una luz adYersa, .sino porque influye en
casi toda su copiosa producción sobre arte. La prestigiosa edi-
más tarde.
Las semejunzas son notables y también lo son las diferen- ción de la obra de Ruskin por Cook y \'Veddenburn incluye
una nota al pie acerca de este pasaje en la que se minimiza su
cias entre cada uno de ellos, porque el entero peso de la cul-
importancia, citando la opinión del propio Ruskin. Sin em·
tura hace difícil que sea de otra manera. Ni desde el punto de
bargo, él lo consideraba como do más "preñado y esencial"
vista de la imaginación, ni desde el de los discursos, la esté-
de toda su enseñanza)>. 1
tica, la geografía o la economía Austen o ?vlill ofrecen a un ca-
ribeño no blanco la posibilidad de ser otra cosa que un pro- Ahora ante nosotros se alza un destino: el m<i."i alto ja-
ductor de azúcar en permanente posición de subordinación más propuesto para la aceptación o el rechazo por parte
ante los ingleses. Por supuesto, éste es el significado concreto de una nación. Nuestra raza no conoce todavta la degene-
177 173
'"
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ración: una raza formada por la mejor sangre del norte. debe hacer ahora, a riesgo de perecer: debe hallar colo-
Nuestro temperarnento no es disoluto todavía; todo lo rúas tan rápido y tan lejos como sea posible, edificadas por
contrario, tenemos firmeza para gobernar y gracia para sus hombres más enérgicos y mejores; debe apoderarse de
obedecer. Hemos ensenado una religión de pura miseri- cada trozo de tierra en la que ponga pie y allí ensefiar esto
cordia, que ahora elegiremos traicionar o aprender su de- a sus colonizados: que la principal virtud es su fidelidad a
Fensa en su cumplimiento. Y somos ricos en el legado del su nación, _y su principal objetivo es ser la vanguardia del
honor, trasmitido hasta nosotros durante mil años de no- poder de Inglaterra por tierra y por mar y que aunque
ble historia, ante el cual debiéramos mostrarnos sedíentos ocupen un trozo distante de tierra, nunca más deberán
todos los días para así aumentarlo con espléndida avaricia, considerarse separados ele su rincón natal, semejantes en
de modo tal que los ingleses, si fuese un pecado aspirar al esto a los marineros de su flola cuanJo surcan mares dis-
honor, fuésernos las almas más pecadoras de la tierra. En tantes. Así literalmente estas colon,ias deberán fonnar Bo-
los últimos años las leyes de la naturaleza se han descu- tas amarradas y cada uno de sus hombres se encontrará
bierto ante nosotros con tal rapidez que su brillo nos ha bajo el mandp de capitanes y oficiales, cuya mejor misión
enceguecido; y se nos han entregado los medios de trans- será gobernar campos v calles en lugar de navíos de linea·
porte y comunicación, lo cual ha hecho del globo habita- e Inglaterra, en esas n~ves inrnóvile: (o, en el más autén~
ble un solo reino. Un solo reino: pero ¿quién será su rejr? tico y sagrado sentido de la palabra, iglesias inmóviles, ti-
¿O no habrá un rey, sino que cada hombre, pensad en moneadas por los pilotos de ese lago de Galilea que es
esto, hará lo que esté bien sólo ante propios ojos? ¿O úni- todo el mundo), podrá ((esperar que cada hombre cumpla
camente los reyes del terror, y los imperios obscenos de con su debeP; se reconocerá que es posible cumplir con
fvlammon y de BeliaP ¿No queréis, juventud de Inglaterra, el deber tanto en la paz como en la guena :y que si por
convertir otra vez a vuestra tierra en real trono de reyes, exigua paga hemos podido conseguir que por amor a In~
en isla coronada, en fuente de luz y centro de paz ante glatena los hombres se arrojen contra la boca de los callo-
todo el mundo, en señora del Saber y de las Artes -guar- nes, también conseguiremos que aren y cosechen por ella,
diana fiel de memorias grandiosas en medio Je visiones que por ella se comporten con bondad y justícia, que en el
efímeras e irreverentes- servidora fiel de principios que, amor a ella eduquen a sus hijos, .Y que se regocijen en el
probados en el tiempo, sufrieron la tentación Je experi- brillo de su gloria rnás que en la luz de los cielos del t:ú-
mentos arriesgados y deseos licenciosos y entre los clamo- pico. Pero para que puedan hacerlo, ella debe conservar
rosos )'' crueles celos de las naciones, venerada en su in- su propia majestad incontarninada, debe ofrecerles recuer-
calculable valor y en su bienaventuranza hacia la huma- dos de un hogar del cual sentirse orgullosos. Esa Inglate-
nidad? rra que será seil.ora de la mitad del mundo no puede se-
29. <<Vexilla regis prodeun/.11 Sí, pero ¿de qué rey"? Hay guir siendo un montón el~ cenizas, pisoteada por rivales y
dos orii1amas; .¿cuál deberemos plantar en la isla lejana: la multitudes de miserables; debe ser de nue\·o la Inglaterra
que Hota en fuego celestial o la que pende abrumada por que fue una vez, ~- de todas la más bella; y es más: tan fe-
los fútiles tejidos del oro terreno? Es verdad que hoy liz, tan contenida, tan pura que en su firmamento -que
existe una corriente de benéfica gloria abierta ante noso- ninguna nube profana deberá hollar- pueda Jesci[Tar cada
tros, tan rica como jamás la ha conocido otro grupo de al- estrella que el cielo derrame sobre nosotros; y en sus pra-
mas mortales. Pero debe ser, es ahora para nosotros: dos, ordenados y amplios y bellos, de cada brizna que bese
{(Reina o Muere>>. Deberá proclamarse de· esta nación: el rocío, y bajo las \"erdes avenidas de su jardín encantado
«Fece per 1·iltate, il grun rifiuto¡,: ese rechazo de la corona sea una Circe sagrada, auténtica Hija del Sol, que guíe las
que se1·á, de todo lo que la historia registra, el más perrna- artes de los hombres y reúna el saber divino de las nacio-
nente, el más lleno de pudor. Y esto es lo que esta nación nes distantes, conducidas desde el sah'ajismo a la huma-
174 175
84
.1
nidad y redimidas de su desesperación, ahora convertida 1839A2 guerras del opio 1 en China
en paz.>> 1 1840s. guerras contra los Kaffirs de Sudáfrica, contra
los mamies de Nueva Zelanda; conquista del
Casi todos, sino todos, los comentaristas de Ruskin evitan Punjab
este pasaje. Sin embargo, como Car1yle, Ruskin habla con cla- 1854·6 guerra de Crimea
ridad: aunque arropado por alusiones y metáforas, el sentido 1854 conquista de Birmania del Sur
de su discurso es inequívoco. Inglaterra debe gobernar el 1856·60 segunda guerra de China
mundo porque es la nación mejor: el poder está para ser utili- _i8.5:L> a tag liC.S...a_.P~exsi,&.
zado, los competidores imperiales son insignificantes, las co- 1857·58 represión de los motines en la India
lonias deben aumentar, prosperar y continuar ligadas a Ingla- 1865 caso del gobernardor Evre en Jamaica
terra. Lo impresionante de la alocución de Ruskin es que no 1866 expedición a Abisinia " -
sólo cree fervientemente en lo que proclama, sino que tam- 1870 rechazo de la expansión de los irlandeses separa-
bién vincula sus ideas politicas sobre la dominación británica
tistas~ en Canadá
del mundo a su Hlosofia estética v moral. Puesto que Inglate-
1871 aniquilamiento de la resistencia maorí
rra deb~rá ser la <(reina}} del globo, ((una isla coronada, para
1874 campaña decisiva contra los Ashanti en África
todos fuente de luv, '<sus jóvenes deberán convertirse en co-
Occidental
lonos cuya primera meta será constituir la vanguardia del po-
1882 conquista de Egipto
der de Inglaterra por tierra y por mar. Puesto que Inglaterra
deberá hacer eso (\o perecen), su arte y su cultura dependen, Además, Kiernan alude a la actitud de Tennvson "decidid&
desde el punto de vista de Ruskin, de un imperialismo re- mente en contra de acceder a los desatinos Je l;s afganoS>>. 1 Lo
forzado. que veían Ruskin, Tennyson, Meredith, Dickens, Arnolcl, Thac~
Si dejásemos de lado esos aspectos ~accesibles para todos keray, George Eliot, Carlyle o Mill ~en resumen, todo el reper-
y presentes en cualquier texto del siglo XIX- hariamos algo torio de escritores Yictorianos importantes~ era el tremendo
parecido a describir una carretera prescindiendo de su locali- despliegue internacional del poder británico, virtualmente sin
zación en el paisaje. La mayoría de los escritores europeos, rival en el mundo entero. Era a la vez lógico y fácil identifica_rsc
pensadores, politicos y financieros tendían a pensar en térmi- de un modo u otro con este poder, puesto que, previamente y de
nos planetarios cada vez que una forma o discurso cultural muchas maneras, los escritores se habían definido como i~gle
indicaba su propia aspiración a la totalidad o a la unidad. Y ses en los asuntos domésticos. Hablar como lo hadan de cul-
estas indicaciones no eran vuelos retóricos sino evidentes y tura, ídeas, gusto, moral, familia, historía, arte y educación, ela-
nítidas correspondencias con el alcance global real y en ex- borar la representación de esos temas, tratar de influir sobre
pansión de sus propias naciones. En un ensayo sobre Tenny- ellos o modelarlos intelectual y retóricamente quizá significaba
son y el imperialismo ele Thc Jdylls of the King, especialmente ya admitir que poseían una escala planetaria. La iclentldad britá-
incisivo, V. G. Kiernan examiné\ la actitud del poeta como tes- nica internacional, el alcance mercantil y comercial de su polí-
tigo ocasional o, a veces, directo impHcado (a través de lazos tica de intercambio, y la eficacia y movilidad de los ejércitos bri-
fa1ni1iares) en el curso oscilante de las campañas británicas tánicos ofrecían modelos que emular, mapas cuyas rutas seguir
de ulÍ.ramar, todas ellas coronadas con la adquisición de terri- y acciones irresistibles a las cuales entregarse.
toriq y la consolidación de lo .Ya ganado. Puesto que la lista Así, las representaciones de todo aquello que se encontraba
de las campañas es contemporánea de la vida de Ruskin, con- tras las fronteras insulares o metropolitanas vino a confirmar,
sideremos los hitos citados por Kiernan:
176 177
85
casi desde el principio, el poder europeo. Aqui se da una im- Carlyle, que expone muy francamente las cosas~, éste agrupa
presionante circularidad: somos quienes dominan porque te· en derredor una vasta cantidad de versiones culturales coinci-
nemos el poder (industrial, tecnológico, militar, moral) y dentes pero aún así más inleresantes, cada una con sus propias
ellos no lo tienen, debido a lo cual ellos no son quienes domi- inflexiones, placeres _y características formales.
nan; ellos son inferiores, nosotros superiores .. etcétera, etcé- El problema del crítico contemporáneo de la cultura es
tera. Vemos la particular tenacidad de esta tautología en las cómo reunirlas en un orden significativo. Como han demos~
actitudes de los británicos acerca de Irlanda y los irlandeses trado algunos especialistas, es cierto que los escritores euro-
desde el siglo XVI; luego operará durante el siglo XVIII en las peos de la primera mitad del siglo XIX podían estar ajenos a
opiniones sobre los colonos blancos en Australia y las Améri- una conciencia activa Jel imperialismo, a la conciencia de una
cas (los australianos siguieron siendo una raza inferior hasta misión imperial consciente y agresiva. __ (I-Iasta 1860 era fre-
bien entrado el siglo XX); gn1dualmente extendió su alcance cuente que en Inglaterra el término imperialismo se usara
hasta comprenDer todo el mundo más allá de las costas britá- para referirse, con cierto desdén, a la Francia gobernada, a la
nicas. En la cultura francesa surgió también una tautología, sazón, por un emp,erador.)
comparable a la inglesa, en su repetitividad e inclusividad, Pero, a finales de ese mismo siglo, la cultura alta u oficial
respecto de lo que se hallaba tras sus fronteras. En los márge- todaYía se las arreglaba para evadirse de la investigación de su
nes de la sociedad occidental, todas las regiones no europeas, papel como formadora de la dinámica imperial; quedaba miste·
cuyos habitantes, ::;ocieclades, historias y objetos representa- riosamente fuera de cuantos análisis y discusiones se llevarán a
ban esencias no europeas, se convirtieron en algo subordi- cabo acerca de las causas, beneficios o males del imperialismo.
nado a Europa, que, a su vez, continuó controlando de modo Éste es uno de los aspectos fascinantes que me ocupan; cómo
evidente lo que no era Europa, y siguió representando lo no la cultura participa del imperialismo pero aun así de alguna
europeo de la manera más adecuada posible para rnantener el manera se la excusa por ello. Hobson, por ejemplo, habla con
control sobre ello. cierto desprecio de la increíble idea Je Giddings acerca del
Esta similitud y circularidad no constituyeron en absoluto <<consentimiento retrospectivo)) 1 (lo cual suponía que los pue-
algo inhibitorio o represivo respecto al arte, la literatura y los blos eran primero sometidos y luego, retroactivamente, acep-
discursos culturales. Debemos insistir constantemente en la taban haber consentido a su propia esclavización) pero no se
importancia central de esta \'erdad. La única relación que no atreve a preguntar dónde o cómo le sobrevino la idea a Gid~
cambia es, generalmente, la jerárquica entre metrópoli y re- dings, con toda esa 11uida jerga de soberbia prepotencia. Tras
giones de ultramar, entre el macho europeo-occidental-cristia- 1880, los grandes retóricos de la justificación teórica del impe-
no-blanco ~-esos pueblos que, geográfica y moralmente, habi- rio -en Francia, Le ro y- Beaulieu; en Inglaterra, Seeley- des-
tan los mundos que están más allá de Europa (en el caso britá- pliegan un lenguaje cuyas imágenes de crecimiento, fertilidad
nico, África y Asia además de Australia e Irlanda). 1 Por lo y expansión; con su estructura teleológica de propiedad e iden-
demás, se penuile una fantástica elaboración por parte de am- tidad, y su separación ideológica entre «nosotros» y «ellos)) ya
bos términos de la relación, cu.yo resultado general es el re- había madurado anles de que las utilizaran allí: en la ficción,
fuerzo Je la identidad de ambos, a pesar de que crecen sus va- en las ciencias políticas, en la teoría de las razas y en los libros
riaciones por el lado occidental. Una \'ez afirmado el tema de viajes. En colonias como el Congo y Egipto los Conrad, Ro-
básico del imperialisnw ~por ejemplo, en escritores como ger Casement o \Vilfrid SGm-en Blunt registraron las tiranías y
los abusos, casi inconscientes y exentos de todo control, del
hombre blanco, mientras en la capital Leroy-Beaulieu ento-
l. Para Ull análisis más prol'undo de uno Je !os hitos fundamentales en la naba la rapsodia de la esencia de la colonización, que
historia J:e la relación jerárquica entre Occidente}' lo no occidentcll, ver E. \V.
Saíd, Orienwlisn¡ (Nue\'a York: Pantheun, 1978), pp. 48-92 y ss. Hay traducción
castellana: Barcekm;;: Libertarias, 1992. l. Hubson, huperiali:,m, pp. 199-200.
178 179
86
:1
l
1
c'esi dans l'ordre social ce que c'est dans l'ordre de la unitaria, a los estudios de <(cultura e imperialismo>). Sistemáti-
1
famil!e, fe ne dis pas la générafion seulement, rnais l'éduca- camente, esto se enumeraría del siguiente modo:
lion ... Elle núZne a la virilité une 1Wrna:!le soriie de ses en· /---f. Sobre de la distinción ontológica fundamental entre Oc-
trailles .. La fonnation des sociétés hwnaines, pas plus que daC-llte y el resto del mundo no hay desacuerdo. Podemos con-
la formation des hormne.-,-, nc doit étre abandonée au ha· siderar las fronteras que los separan como absolutas: hasta tal
sard La colonismion est done un art qui se forme a l'é- punto se perciben y experimentan las separaciones culturales
cole de l'experience Le hut de la colonisation, c'est de y geográficas entre Occidente y sus periferias no occidentales.
mellre une sociCté nouvelle dans les meilleures conditions Junto a la supremacía de tal distinción aparece lo que Johan-
de prosperité et de progrCs. 1 nes Fabian denomina negación de la «coexistenciw) temporal y
discontinuidad radical en términos de espacio humano. 1 De
,.-----~([la colonización] es en el orden social lo que en la fa-
este modo, «Oriente>), África, Asia, India y Australia consti~
I;;ília es no sólo la generación sino la educación ... Ofrece
tuyen lugares dominados por Europa pero poblados por espe-
a la virilidad un nuevo producto de sus entrañas Como
cies diferent..t§.J
la de los hombres, la formación de las sociedades huma-
2. A la aparición de la etnografia ~tal como la describe
nas no puede ser dejada al azar . Por lo tanto la coloniza-
Stocking, y también tal como se demuestra en la lingüística, la
ción es un arte que se moldea en la escuela de la expe-
teoría de las razas y las clasificaciones históricas~ sigue una
riencia La meta de la colonización es llevar la nueva
codificación de las diferencias y también el despliegue de va-
sociedq,_d a las mejores condiciones de prosperidad y pro-
riados esquemas evolucionistas que van desde razas primitivas
greso.¿_...- a sometidas y, finalmente, a pueblos superiores o civilizados.
~finales del siglo XIX en Inglaterra se consideraba el im- En cuanto a estos aspectos hay que notar la importancia cen-
perialismo como algo esencial para el bienestar de la fertili- tral de Gobineau, Maine, Renan y Humboldt. También perte-
dad inglesa en general y l.<:\ maternidad en particular; 1 y)como necen a este apartado categorias de uso tan corriente como las
revelarla un escrutinio atento de la carrera de BiJeii~Powell, de primitivo, salvaje, degenerado, natural y antinaturaP
la historia del movimiento de sus Boy Scouts puede ser estu- 3. La dominación activa del mundo no occidental por parte
diada en los Yínculos entre imperio y salud de la nación del occidental -hoy una rama de investigación histórica canó-
(miedo a la masturbación, degeneración y eugenesis). 3 nicamente aceptada~ es convenientemente planetaria en su al-
Encontraremos por tanto muy pocas excepciones al arro- cance (ver por ejemplo Asia and Wesren·1 Dominance de K. M.
llador predominio de las ideas que sugerían, y muchas veces Panikkar; o Machines as the l'vleasure of lvlen: Science, Techno·
ponían en práctica, las reglas imperiales. Reunamos entonces logy and !deolugies uf T\lestern Dominance de Michael Adas). 3
esas ideas en una breve síntesis, extrayéndolas de una serie
completa de estudios modernos en los diferentes campos acadé- !. Johannes fo.bian, Time m-uf 1/w Othcr: H01v Anthrnpology A-fakcs lts Object
(Nueva York: Columbia l 1nivcrsity Press, 1983), pp. 25-69.
micos, yr~ que en mi opinión pertenecen todas ellas de manera 2. Ver Marianna Torgcn·nick. Gane Primitive: Savage h11dlects, klodcru Li·
t-'CS (Chicago: University of Chicago Press, 1990) y para el estudio de la clasifica,
ción, codificación, coleccionismo y exhibición, >Úl.Se James Clifford, The Predi-
l. Cit8do por Hubert Dcschamps, Ln ,\Jcthode,\ e¡ !es docu-inc.s coloniales camcnt of C!ilture: Twentielh Cenrwy E!lmography, Litcra/Hrc and Art (Cam·
de la Frauce du .Y1lfe siécle {¡nos jours (París: Armand Colin, 1953), pp. 126-12'7: bridge, Massachusetts: Harvanl University Press, 1988). Asimismo Strcet,
2. Ver Anna Da\·in, 'dmperialism and I'vlolherhoocln, en Samucl, ed, Patrio- Savage in Litera tu re y Roy Harvey Pearce, Sat·agism and Civiliza/ion: A Study of
lism, vol. J, pp. 2m-235. the Indian a11d thc American Mind (1953, ed. rev. Berkeley: Uníversity of Califor"
3. i'vlkhael Rosenrhal, Thc Clwraner Fac/my: Baden-Pon-·el!'s Bov Scouts nia Press, 1988).
a11d !he Impem/ÍFcs of Fmj!irc (I\"ueva York: Pantheon, 1986), especialmente 3. K rvt Panikkar, Asia and H'esteru Dominance ( 1959; reed. Nueva York:
pp. BJ,J60. \'é<!SC' también H. John Fkld, To\\'ard a Progranunc of Tmpcríal Life: lv1acmillan, 1969), y Michael Adas, Machinc.s as the A-Jeasure uf r\len: Scicnce,
The Brilish Ernpire ar !he T11m of rile Cc11111ry (\Vestport: Green\Yood Press, Technology ami !den!ogies of Wcstern DomiiUmcc (lthaca: Corncll Uni\·ersity
198h Press, 1989). Asim'ismo es interesante el libro de Daniel R. Headrick T11e Tools
ISO 181
87
Existe convergencia entre el gran alcance geográfico Ue los bierno británico era presentado como la república ideal a
imperios, especialmente el británico, y los discursos uni\'ersa" la cual los indios debían naturalmente aspirar como expre·
lizadores de la cultura. Desde luego, es el poder lo que hace sión espontánea del yo, jerarquía dentro de la cual los do-
que se J.é esta convergencia: él confiere la habilidad para lle- minadores británicos ganaban su espacio figurativo como
gar a sitios remotos, para aprender acerca de otros pueblos, guardianes platónicos. t
para codificar y difundir conocimientos, para caracterizar,
, __ _E,~_~sto que aquí estoy analizando la visión ideológica soste-
transportar, inst~lar y desplegar ejemplos de otras culturas (a
nida y Ee."Cha efectiva no sólo a través de la dominación directa
través de exposiciones, expediciones, fotografías, pinturas, in-
y la fuerza física sino, de mánera mucho rnás eficiente y du·
vestigaciones, o escuelas), y, sobre todo, para gobernarlas.
rante largo tiempo, por 1pedios j1Crsuasivos, los procesos coti-
Todo ello produce lo que se llama un «deben> para con los co-
dianos por los cuales se as·egt:¡¡--abida hegéí1;onía -en bastantes
lonizados _y hasta la exigencia, en África y en todos lados, de es-
ocasiones procesos creativos, interesantes, llenos de invención
tablecer colonias para «beneficio)> de los nativos 1 o por el
y sobre todo de capacidad ejecutiva- se prestan sorprendente-
'<prestigio)) de la m_adre patria. En suma, la retórica de la mis-
mente bien al análiSis y la elucidación. En el plano más visible
siun civilisatrice.
se daba la transformación física del ámbito imperial, a trm·és
4. La dominación no es algo inerte, sino que informa de
de lo que Alh-ed Crosby denomina el «imperialismo ecoló-
muchas maneras las culturas metropolitanas; en el dominio
gico)),2 la remodelación del contexto físico, o la formulación
imperial mismo, se está empezando ahora a estudiar su in-
de desafíos administrati\'OS, arquitectónicos e institucionales,
fluencia hasta en la vida cotidiana. Una serie de obras recien-
como la construcción de ciudades coloniales (Argelia, Delhi,
tes2 ha iniciado la descripción del motivo imperial entretejido
Saigón). Luego, en las metrópolis, se producía la emergencia
en las estructuras de la cultura popular, la ficción y la retórica
de las nue\·as elites imperiales, con sus culturas y subculturas
de la historia, la filosofía y la geografía. Gracias a las investiga-
(escuelas de ((manejo)) imperial, institutos, departamentos, dis-
ciones de Gauri Viswanathan, podemos comprobar cómo el
ciplinas ~geografía, antropología, etcétera- que dependían de
sistema de educación británico en la India, cuya ideología pro-
la existencia de una política colonial continuada), nuevos esti-
viene de Macaulay y Bentinck, está penetrado de ideas sobre la
los artísticos, incluida la fotografía Je viaje, la pintura exótica y
desigualdad de razas y cultu'ras, ideas trasmitidas en la escuela;
orientalista, la poesía, la ficción y la escultura monumental y
ideas que formaban parte del currículum .Y de la pedagogía, y
el periodismo (memorablernente caracterizado por Maupas-
cuyo propósito, de acuerdo con Charles Trevelyan, un apolo-
sant_en Bel-Ami).-3
gista del sistema, era:
~-----<Las forrrias en que tal hegemonía se reforzaba han sido es-
en sentido platónico, suscitar en los súbditos coloniales tudiadas con considerable penetración en Lmzguage and Colo-
el recuerdo de su carácter innato y de la corrupción su- nial Power de Fabian, A Rule c;f Pruperty for Bengal de Ranajit
frida.. a causa del carácter Feudal de la sociedad orientaL Guha y, dentro del -volumen ele Hobsbawm ~, Ranger, en <<Re-
En esta narrativa universalizadora, reescrita a partir de un presenting Authority in Viclorian India», de Bernard Cohn, de
guión que antes habían delineado los misioneros, el go- quien también son notables sus estudios de la representación
ui Empirc: Technolugy <-md Enropean frnperialism iu !he Shteteenth Century l. CitaJo en Gauri Viswana1han, The .lliisks uf Co11quest: Utermy Srwl_v and
(Nueva York: Oxfonl Univ~1-sity Press, 1981). Brúish R11l<' in illdio (Nuna 'York: Columbia University Press, 1989), p. 132.
l. Henl'i Bmnschwig, French Cofoniali!,m, 1871-1914: .llyths awl Realities, 2. Alfred Crosby, Ecologica! !mperialism: Jhe Hiulogica{ Expansiun of
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2. \"&ase Bmnllinger, Rule of Durlmess; Su\·endrini Perera. Reu<.)ws of Em, 3. Guy de Maupassant, Bel-A111i (1985); GeO!p'·s Duroy es un olkial Je éaba-
pire: The English ;\on:! jrO!I! Edgeworth lo Dicke!Li (Nue\'a York: Columbia Uni- l!cria que ha servido en .1\i-gelia, se hace una can era en Palis cumo periodisla _v,
versity Press. 199 J ); Christopher !\liller, B!rmk Dmkness_· A/ricanist Discomse in con cierta ayuda, csu·ibe acerca de la dJa en Argelia. Luego se \'e enYuc!to en
French (Chicagu· University of Chicago Press, 1985). !os escándalos financieros que rodearun la conquista de Tánger.
182 183
88
de lo británico )-' del control sobl-e la sociedad india en An de Ronald Inden- 1 surgieron formaciones metropolitanas se-
Anthrupologisf Among the Hisroriansj. 1 Estos trabajos muestran miindependientes, que tenían que ver con las posesiones impe-
la imposición diaria del poder en la dinámica de la vida coti- riales y sus intereses. Entre sus narradores se cuentan Conrad,
diana, el vaivén de la interacción entre nativos, blancos e insti- Kipling, T. E. Lmvrence y Malraux; sus antecesores y custodíos
tuciones de mando. Pero el factor más impmiante en estas incluyen a Clive, 1-Iastíngs, Dupleix, Bugeaud, Brooke, Eyre,
descripciones microfisicas del imperialismo es que en el paso Palmerston, .Tules FetT)', Lyautey, Rhodes; en todos ellos, así
de la <(comunicación a la orden» y luego en su retorno exis- como en los grandes relatos del imperio (Los siete pilares de la
te un discurso unificado -o más bien, como form.ula Fabian, sabiduria, El corazón de las tinieblas, Lord Jim, Nostromo, La
«Un despliegue de pasajes e ideas entre e intercruzadas))- 2 que t-·ía real) aparece de manera distintiva el perfil de una persona-
se desarrolla basándose siempre en una diferencia entre lo oc- lidad imperial. Ei discurso del irnperiall.~mo del finales del si-
cidental y lo nativo tan integral y tan ajustable que hace que glo XIX est~ además enriquecido por los pronunciamientos de
cualquier modificación sea imposible. Comprendemos la ira y Seeley, Dilke, Froude, Leroy-Beaulieu, Hannand y otros mu-
la frustración que esto produjo a lo largo del tiempo a través chos hoy olvidados._ o no leídos, pero que ejercieron una pode-
de los col'nentarios de Fanon acerca del maniqueísmo del sis- rosa influencia, en algunos aspectos hasta profética.
tema colonial y la consecuente necesidad de la úolencia. Las imágenes de la autoridad imperial de Occidente conti-
S. Las actitudes imperiales poseían envergadura y autori- núan vigentes. Encantadoras, extrañamente atractivas, emo-
dad, pero también estaban dotadas, en el período de expansión cionantes: Gordon en Kartum, en la famosa pintura de G. VV.
ultramarina y dislocación social metropolitana, de gran poder Joy, enfrentándose y doblegando a los derviches con la mi-
creatiYo. No me refiero sólo, en un plano más general, a la «in- rada, armado únicamente con un revólver .Y una espada envai-
vención de la tradición>), sino también a la capacidad para pro- nada; el Kurtz de Conrad en el centro de África, brillante, loco,
ducir imágenes extrañamente autónomas tan lo desde el punto valiente, rapaz, elocuente; Lawrence de Arabia al frente de sus
de vista intelectual como estético. Los discursos orientalistas, guerreros árabes protagonizando la novela del desierto, inven-
africanistas y americanistas se desarrollaron entrando y sa- tando la guerra de guerrillas, confraternizando con príncipes y
liendo del entramado de la escritura de la historia, la pintura, estadistas, traduciendo a Homero y tratando de atenerse a las
la ficción y la cultura popular. Aquí se ajustarían las ideas fou- consignas británicas para el <1Bro'-vn Dominion»; Cecil Rhodes,
caultlanas acerca de los discursos; y, de acuerdo con la des- capaz de fundar naciones, estados y haciendas con tanta facili-
cripción de Bernal. un cuerpo coherente de filologia clásica dad como otros hombres procrean niños y emprenden nego-
destinada a purgar la Grecia ática de sus raíces semíticas y afri- cios; Bugeaud, que doblegó a las fuerzas de Abdel Qader e hizo
canas. A su tiempo -como intenta demostrar lrnagining !11dia francesa a Argelia; las concubinas, bailalinas y odaliscas de Gé-
róme, el Sardanápalo de Delacroix, el norte de África de Ma-
tisse, el Sansón y Da!ila de Saint~SaCns. La lista es brga y sus
l. Johannes Fabian, Langu!lJ;e and Colonial Pmt·er: The Appr0pría1íon of
S-.,w;hi!i in the Fnrmcr Bclgian Cougo, lF!8Q.J938 (Cambridge: Cambridge Uni-
tesoros abundantisimos.
versity Press, 1986); Ranajlt Guba, A Rule o! Propcrly (or Beng¡¡l; An Es.,< ay 011 thc
Id e u of PcmWilenl Serrle1nCnl (Parí>- y La Haya: \louton, 196:\); Bernard S. Colm
,, Representing Au1hority in Victori<m India», en Eric Hohsha,Ym y Tercnce Ran- 4. EL IMPERIO EN ACCIÓN: AÍDA DE VERDI
ger, cds., The !uvcntion of Trodition {Cambridge: Cambridge t3;iYcrsity Press,
l9R.1), pp. 185-207, y su An Authrnpologist A.mong thc Hislorirms ami á1hcr Es-
says (Delhi: Oxford Uni\'Crsity Pr<'ss, 1990). En relación con estas obras, véase Me gustaría ahora demostrar hasta qué punto y de qué ma-
Richard G. Fnx, Licms of !he Pwtjah: Cu!rure in thc AJaki¡¡g {Berkeley: llniYersity nera inventiva el material que aquí trato afecta a ciertas áreas de
of California Press, 1085) y Douglas E. Haynes. Rhctoríc a11d Riwal in Colonial
la actividad cultural, aun aquellas esferas que hoy no ~ocia-
india: The Shopi¡¡g uf 1-'ub!ic C11!ture in Sural City. 1852-1928 (Berkeley: Univer-
síty of Califomi:1 Press, 1991). -
2. rabian, Lauguage cmd Co!onit~! f>o•Fer, p. 19. l. Ronald Inden, !maginiHF {ndia (Londres: Blackwcll, 1990)
184 185
89
mos con la sordidez de la explotación imperial. Hemos tenido dual en términos de su propio pasado y también a la luz de in·
últü-namente la fortuna de que varios jóvenes estudiosos hayan terpretaciones más tardías. En segundo término, mi idea prin·
desarrollado los estudios acerca del poder imperial lo suR- cipal es que estas obras de cultura que me interesan irradian e
dente conw para poder observar el com.ponente estético invo- interfieren con categorías aparentemente estables e ünperrnea-
lucrado en la custodia y administración de la India y de bles, fundadas en el género, la periodización, la nacionalidad y
Egipto. Me refiero aquí, por ejemplo, a Colonising Eg}'{Jl de Ti- el estilo, categorías que suponen que Occidente y su cultura
rnothy Mitchell, 1 donde se muestra cómo la práctica de cons- son, casi por completo, independientes de otras culturas y
truir ciudades modelo, o de descubrir la intimidad de la vida también de los objetivos terrenales del poder, la autoridad, el
de harén, o de instituir nuevos modos de conducta militar en privilegio y la dominación. Al revés, quiero mostrar cómo la
colonias aparentemente otomanas pero en realidad europeas, «estructura de actitud y referencia» prevalece e influye de to-
no sólo reafirmaba el poder europeo, sino que producía, tam- das maneras y formas, y en toda suerte de sitios, mucho antes
bién, el placer añadido de la vigilancia y gobierno del lugar. de lo que designamos oficialmente como era del imperialismo.
Leila Kinney y Zeynep <;elik han demostrado fehacientemente Lejos de ser una estructura autónoma v trascendente, está muv
la existencia de ese lazo entre poder y placer en sus estudios próxima al mundo ,de la Historia; lejos de ser inamovible ;_.
sobre la danza del vientre, donde la exhibición cuasietnográ- pura, es híbrida, )' extrae sus materiales tanto de la superiori-
fica financiada por las exposiciones europeas en realidad resul- dad racial como del brillo del arte, tanto de la autoridad polí-
taba estar asociada con el ocio del consmnidor europeo. 2 En tica como de la técnica, tanto de las técnicas simplificadoras y
The Painting of Aiodern Life, el estudio ele T. J. Clark sobre Ma- reductivas tanto como de las complejas.
net y otros pintores parisienses, aparecen dos vertientes, en Consideremos Aída, la famosa ópera «egipcia)) de Verdi.
particular la de la emergencia de un lujo y un erotismo poco Como espectáculo visual, musical y teatral, Aída cumple con
habitual en la Francia metropolitana, y que se debía a veces a muchas de las necesidades de la cultura europea y desde den-
las modelos exóticas; también se adivina este rasgo en The Cu- tro de ella. Una de estas necesidades es confirmar que Oriente
loníal Harem/ una crítica deconstructiva de Malek Alloula de es un lugar esencialmente exótico, distante y antiguo en el
las postales francesas de principios de siglo ilustradas por mu- cual los europeos pueden desplegar sus exhibiciones de fuerza.
jeres argelinas. Es evidente la importancia que tiene aquí el En la misma época de su composición, las exposiciones (<uni-
Oriente como lugar de promesa y de poder. versales>> europeas contenían habitualmente modelos de po-
Quiero sin embargo sugerir cuál es la Causa de que mis in- blados coloniales, ciudades, cortes y cosas semejantes: siempre
tentos de lectura contrapuntíslica resulten excéntricos o incó- se subrayaba la maleabilidad y transportabilidad Jc las cultu-
modos. En primer lugar, porque a pesar de que sigo líneas cro- ras secundarias e inferiores. Estas culturas subalternas se exhi-
nológicas, desde el principio al fin del siglo XIX, no trato en bían ante los europeos corno microcosmos de los grandes do-
realidad de ofrecer una secuencia de acontecimientos conse- minios coloniales. Excepto dentro de este esquema, nada y
cutivos, de tendencias o de obras. Considero cada obra indivl- casi nada se o h·ecía a los no europeos. 1
Aída, sinónimo de ((gran ópera}), es característica de un tipo
l. Timothy Mitchell, Colonising Egypl (Camhridge: Cambridge Unin::t-sit:; único, propio de finales del siglo XIX. Junto con un pequeño
Press, 1988) grupo, ha sobrevivido durante m.ás de un siglo como obra popu-
2. Leila Kinney y Ze_ynep C,::elik, aEtnography and Exhibitionism at the Ex-
lar, además de ser objeto de saludable respeto por parte de
posilions Universelles», Assernblages 13 (diciembre de 1990), pp. 35-59.
3. T. J. C!ark, !he Painling of AJodem Lije: París i11 the Art of ,Hanet mul His
Followers (Nueva York: Knopft, 1984), pp. 133A6; Malek Allou!a, The Colonial l. Véase. por ejemplo, Zeynep <;eUk, Disp!aying !he Orie111: Archiu~c·f¡¡re of
llttrem, trad. cl~· /l.l_yrna y Wlad Godz.ich (Minneapolis: University of l'viinnesota 15/mn at Nineteeuth Centwy H'orld's Fairs (Berkele_y: Unive1sity of Ca!ifornÜJ
Press, 1986); y también Sarah Graham-Brown, Images of tVornen: The Portmyal Press, 19Y2); y Robert \\'. Rydell, Allthc World's a Fa ir: Visio11s o/ Dn¡úre al Anu>
of lVomen in Photugraphy of !he Middfe Enst, i860·1916 (Nue\-a York: Columbia ricun !nlenw!ional Etposifions, 1876-19/(J (Chicago: Uni\·ersity of Chicago
University Press, !988). Pre%, 1984).
186 187
90
músicos, críticos y musicólogos. Pero la grancleza y eminencia VVeaver, Andrew Porter, Joseph \Vechsberg- seDalan que en
de Aida, aunque evidentes para cualquiera que la haya visto u 1-hda no sólo se vuch--en a utilizar formas musicales tradiciona-
oído, son problemas complejos acerca de los cuales existen les como la caba!etta y el concertatu·, sino que se les añade un
toda clase de teorías y especulaciones. En Opera: The Extrava- nuevo cromatismo, sutileza de orquestación y fluidez dramá-
gm11 Arl, Hcrbcrt Lindenberger propone la imaginaúva idea de tica imposible de encontrar en cualquier otro compositor de
que Aida, Boris Godunm-· y El crepúsculo de los dioses, las tres su tiempo, excepto en \Vagner. Las reticencias de Joseph Ker-
de 1870, están respectivamente vinculadas a la arqueología, la man en Opera a5· Drama, son interesantes, precisamente, por
historiografía nacionalista y la filologia.j \Vieland \Vagner, que lo mucho que reconocen de la singularidad de r1ida:
produjo Aida en Berlín en 1962, enfocó la ópera, en sus pro-
En A{da, en mi opinión, el resultado es una casi cons-
pias palabras, como un <(misterio africano>}. La vio como la
tante disparidad entre la sencillez y facilidad del libreto v la
prefiguración del Tristón de su abuelo Richard: en su centro se
alarmante complejidad de la e~presión musical: de-sde
encuentra el conflicto irreductible eníre Ethos y Bios ( Verdis (<
luego, la técnica de Verdi nunca había sido tan rica. Sólo
Aida ist eir1 Drama des a/lauflóshan.!/1 Konflikts ~wis~ho1 Ethos
Amneris logra cierta vida; Aída es pura y continua confu-
wul Bios, ztvischen dem moralischer Geserz tmd den Fordenm-
sión, Radan1és parece un retroceso, sino hasta Metastasio,
gen des Lebens>)). 2 En su esquema, la figura central es Amneris,
al menos hasta Rossini. Por supuesto que algunas páginas,
dominada por un «Riesenphallus>} que se proyecta sobre ella
números y escenas no tienen parangón, lo cual es razón su-
como una 0escomunal cachiporra; de acuerdo con Opera, <<Se
ficiente para la vasta popularidad de la obra. No obstante,
veía a Aída casi siempre postrada o cubierta al fondo del esce-
hay una curiosa falsedad en Aída, que no es propia de
nario,).'
Verdi, y que recuerda a !vleyerbeer, lo cual es mucho más
Aun admitiendo la vulgaridad a la que tiende la famosa es-
inquietante que su gran despliegue operístico de triunfos,
cena de la marcha triunfal en el acto TI, deberíamos señalar
consagraciones y marchas militares. 1
que !lída representa el clímax de una evolución de estilo y
perspectiva que llevó a Vercli desde Nabucco y Los lombardos Hasta donde alcanza, esto es innegablemente persuasivo;
(en los años 1840), a través de Rigoletto, Il lrot-'atore, La tra- Kennan no se equivoca acerca de la falsedad de A ida, aunque
viata, Simon Boccmzegra y Un hallo in maschera (en los SO), no pueda explicar la causa. Antes que ndda debemos recordar
hasta la proble~nática La forz.a del destino y Don Carlos en los que la obra anterior de Verdi había atraído atención precisa-
60. Durante estas tres décadas Verdi se convirtió en el más mente porque involucraba y tenía que ver con su audiencia
eminente composit'qr de su época, mientras su carrera acom- mayoritariamente italiana. Sus dramas musicales retrataban j:
pañaba el curso del Risorgímenro y hasta parecía constituir su héroes y heroínas incorregiblemente sanguíneos en todo el es- ¡¡
comentario. Aída fue· la última ópera de tema politice y pú- plendor de sus encuentros (muchas veces incestuosos) en
blico que Verdi escribió antes de dedicarse a las dos obras torno al poder, la fama y el honor, pero -como ha demostrado
iiti
esencialmente domé.sllcas aunque intensas, Otello y Falstaff, convincentemente Paul Robinson en Opero and Ideas- habían 1
con las que culminó su vida de Gornpositor. Todos los estudio- sido concebidas como óperas políticas, repletas de estriden-
sos mayores de V~~·di -Julian Budden, Frank \Valker, William cias retóricas, música marcial y emociones Jesenh·enadas.
1
<<Quizá el componente más claro del estilo retórico ele Verdi
-para decirlo sin ambages- es la pura ruidosidad. Junto con 1
l. Herbert Lipderbet·gcr, Opera: The Extravagam Art (Ithaca: Cornel! Uni-
vcrsity Press·, 1984). pp. 270-80. Beethoven, él es el más ruidoso de los grandes compositores. l¡'1j
2. r\n1oi0~ Gojt~a. Gespriichc mil 1Vielaud H'agner (Sahburgo: SN Verlag, Como si fuese un orador político, Verdino puede quedarse ca-
1967), p. 58. 1
llado ni por un rato. Si se deja la batuta en reposo durante la 1
3. Oj;era 1.\ n" 1 (enero Jc 1962), 33. Ver también Gco[frcy Ske!1on, 1Vie-
!and H'ngner-: Thc Positive Sceplic (Nueva York: St. Martín's Prc.ss, 1971), 1
pp. !59 .1· SS. l. Joseph Kerman, Opera as Druma (Nueva Yo1k: Knupf, !956), p. 160
188 189
91
, grabación de una ópera de Verdi, al momento se recibe una político y ciertamente también el cultural dentro del cual
réprimend,t.)> 1 Robinson sigue afirmando que la espléndida Verdi trabajó desde principios de 187_0 hasta finales de 1871 in-
ruidüsidad de Verdi efectivamente refuerza esos (<momentos cluía no sólo Italia sino también la Europa imperial y el virrei-
de los desfiles, motines y discursos», 2 que, durante el Risorgi· nato de Egipto, que técnicamente pertenecía al imperio oto-
meuto, fueron escuchados como amplificaciones de episodios mano pero de hecho comenzaba gradualmente a convertirse
de su vida. (Aída no es una excepción: por ejemplo, apenas em- en parte dependiente y subsidiaria de Europa. Las peculiarida-
pieza el Acto II se siente la formidable <(Su del nilo)), para va- des de Aida -su asunto y su ambientación, su grandeza monu-
rios solistas y un coro numeroso.) Es un lugar común hoy que mental, sus efectos visuales y musicales extraflamente distan-
las melodías de las primeras obras de Verdi (1-labucco, Los lorn- tes, su elaboradísima partitura, tan a contrapelo de la limitada
bardos y Aaila en particular) suscitaban en su audiencia frene- intriga doméstica, el lugar excéntrico que ocupa dentro de la
síes participativos: tan inmediato era el impacto, la claridad de carrera de Verdi- exige lo que yo he venído llamando una in- 1
la referencia contemporánea y la pura destreza de su capaci- terpretación en contrapunto, que no se pueda asimilar ni a la
dad para llevar a cualquiera que lo oyese a clímax teatrales in- perspectiva cor.ríent~ sobre la ópera italiana ni, dentro de un
mediatos y desrnesurados. plano más general, a las concepciones dominantes hov sobre
l\Eentras que en sus óperas anteriores, a pesar de sus temas las grandes obras maestras de la civilización europea d"el siglo
con frecuencia exóticos o uutré, Verdi se había dirigido a Italia XIX. Como la forma operística misma, Aída es una obra hí-
y a los italianos (con singular fuerza, paradójicamente, en Na- brida, radicalmente impura, que pertenece por igual a la histo-
buceo), en A ida se trataba de Egipto :y de los egipcios de la an- ria de la cultura':/ a la experiencia histórica de la dominación
tigüedad, un fenómeno mucho más remoto 'i menos compro- de ultramar. Es un compuesto construido en torno a disparida- 1
metedor que cualquiera utilizado antes. No le falta, sin des y discrepancias que se han ignorado o dejado sin estudiar,
embargo, la habitual estridencia política, porque la escena se- pero que pueden ser convocadas y descriptivamente esquema-
gunda del Acto Ir, la llamada escena tt·iunfal, virtual exagera- tizadas; son interesantes en sí mismas y, adernás, informan del
ción de todo lo que un teatro de ópera puede reunir\. mostrar, sentido de las irregularidades, anomalías, restricciones y silen-
es lo más grande que Verdi escribiera para el teatro. -Pero Aída cios de Aída mejor que los anáLisis que sólo toman en cuenta la
es atípicarnente contenida y no se desborda: no ha suscitado, cultura italiana y la europea.
ni se conoce que lo haya hecho, ningún delirio de entusiasmo Presentaré al lector elementos que no pueJcn ser desdefla-
participatorio, a pesar de que en el tv1etropolitan Opera de dos pero que sistemáticarnente lo han sido. Esto sucede por-
Nueva York, poc ejemplo, se ha montado con más frecuencia que el problema de Aido, finallllente, reside en que no tmta de
que ninguna otra obra. Las otras óperas de Verdi ambientadas la dominación imperial. sino que forma parte de ella. Surgirán
en culturas remotas o extraflas no impidieron a sus audiencias así similitudes con la obra de Jane Austen, que parecía igual-
identificarse con ellas y, por otra parte, 1-iída también trata de mente improbable como arte ligado al imperio. Si se inter-
un tenor y una soprano que se aman y a los que un barítono y preta Aída desde esta perspectiva, advirtiendo que la ópera fue
una mezzo ponen obstáculos. ¿En qué es diferente 1tída, y por escrita y producida por primera vez en un país africano con el
qué la mezcla vcrdiana habitual produjo una combinación tan cual Verdi no tenía ninguna relación, surgen un buen número
rara de competencia musical :y neutralidad afectiva? de nuevas cuestiones.
Las circunstancias bajo las cuales Verdi escribió y produjo· El rnismo Verdi afirma algo al respecto en una carta que
por primera vez Aida son únicas en su carrera. El escenario inaugura su vinculación hasta ese momento únicamente la-
tente con una ópera egipcia. Escribiendo a Camille du Locle,
un amigo íntimo que acababa de volver de un úaje a Oriente,
1 Paul Robinson, Ope1a and Ideas: FnJiil .11o::.art /o S!Jauss (Nueva York:
Verdi afirma el 19 de Febrero de 1868: (<Cuando nos encontre-
l-Iarper & Row, 1()85), p. 163.
2. !bid., p. 164. mos, usted deberá describirme todas las circunstancias de su
!91
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viaje, las maravillas y fealdades de un país que tuvo una vez cibido un esquema para un po9ible tratamiento operístico por
una civilización que nunca he sido capaz de admirar.)) 1 parte de Auguste Mariette, el ren01:pbrado egiptólogo francés.
El 1° de noviembre de 1869 tuvo lugar la inauguración del En una carta a Du Locle, Verdi le indicaba que había leído «el
1 • ' • - •
Teatro de Ópera de El Cairo, un brillante acontecimiento den- oosqueJO eg1pc10,» que estaba b1en hecho y que r<ofrecía una
tro de los festejos por la apertura del canal de Suez, y fue re- 1
espléndida mise-en-scCne.>> Señalaba también que la obra
presentada la ópera Rigoletto. O nas pocas semanas antes, Verdi muestra ((una mano muy experta, de alguien habituado a escri-
había rechazado una oferta de Ismail, virrey de los otomanos, bir Y que conoce el teatro muy bien». A principios de junio em·
para escribir un himno para la ocasión y en diciembre dirigió pezó a trabajar en Aida, y expr~só de inmediato su impaciencia
a Du Locle una larga carta acerca de los peligros de las óperas a Ricordi por lo lentamente cíue progresaba, a pesar de haber
l<patchwork)): <<Quiero arte en cualquiera de sus manifestacio- solicitado los servicios de Antonio Ghislanzoni como libretista.
nes, y no el arreglo, el artificio, y el sistema que usted prefiere,)) Al llegar a este punto, decía: (<Estas cosaS deben hacerse muv
decia, agregando que por su parte él deseaba obras «tmifica- de prisa.» ·
das)> en las cuales da idea es UNA, y todo debe converger para En los intensos, sencillos v sobre todo auténticamente
formarla.)> 2 A pesar de que estas afirmaciones constituían una «egipcios)) decoradOs de Marie-ite, Verdi percibió una inten-
respuesta a las sugerencias de Du Locle que deseaba que Verdi ción unitaria, la huella o traza de una voluntad experta y ma-
escribiese una ópera para París, vuelven a aparecer en sufi- gistral a la que esperaba igualar en la música. En un momento
cientes ocasiones durante la composición de A.ída como para especial de su carrera, marcada por desengaños, proyectos fra-
convertirse en un tema importante. El 5 de enero Je 1871 casados, colaboraciones nada satisfactorias con empresarios,
Verdi escribió a Nicola de Giosa: «Hoy las óperas se escriben Yendedores de entradas y cantantes -el estreno parisino de
con tantas diferentes intenciones dramáticas y musicales que Don Carlos era un ejemplo reciente y todavía vivo- Verdi veía
es casi imposible interpretarlas; me parece que nadie puede la oportunidad de crear una obra que él pudiese supervisar en
ofenderse si el autor, cuando se estrena una de sus produccio- cada detalle, desde los primeros esbozos hasta el estreno. Ade-
nes, envía a una persona que ha estudiado cuidadosamente la más, en esta empresa lo apoyaba la realeza. De hecho, Du Lo-
obra bajo la dirección del propio autor.)}-' Y el 11 de abril de ele sugería que el Yírrey no sólo deseaba desesperadamente la
1871 escribió a Ricordi que permitía (<sólo un creadon> para su obra para él, síno que había ayudado a Maríette a escribirla.
obra: él mismo. «No concedo el derecho a "crear" a cantantes Verdí podía suponer que un rico potentado oriental se había
y directores porque, como he dicho antes, es un principio que unido con un genuinamente brillante y metódico arqueólogo
conduce al abismo.;> 4 occidental para brindarle la ocasión en la que él pudiese ser la
¿Por qué entonces aceptó finalmente Vercli la oferta del vi- presencia artística dominante e índísputada. La ambientación
rrev Ismail de escribir una ópera especial para El Cairo? El di- y el origen egipcio y remoto de la obra parece haber estimu-
nei:o fue una de las razones: se le pagaron 150.000 francos en lado, paradójicamente, su sentido de la maestría técnica.
oro. Lo hizo también porque se sentía halagado, puesto que, Hasta donde he podido averiguar, Verdi carecia de toda
después de todo, se lo había elegido como número uno, por opinión formada acerca del Egipto moderno, en contraste con
encima de \\'agner y de Gounod. Creo que igualmente impor- sus posiciones abiertamente desarrolladas acerca de Italia
tante fue el relato que le mandó Du Locle, quien había re- Francia, o Alemania, a pesar de que durante los dos afios er~
los que trabajó en la ópera le llegaban continuamcnle afirma-
l. Vcrdi's «Aida»: The HisfOIJ' of an Opera in Letters rmd Docwneurs, traduc· ciones acerca de que con su ópera él estaba, por así decirlo,
cwn v recopilaciün de Hans Busch (l\-tinneapotis: University of Minneapolis haciendo algo por Egipto desde el punto de vista de Egipto
Press 1978), p. 3. como nación.
2. !bid .. pp. 4, 5.
-'· !bid .. p. 126.
4. !bid., p. 150. L !bid., p. 17.
192 193
93
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Así se lo aseguró Draneht Bey (nacido Pavlos Pavlidis), d El sitio de la orquesta es de importancia mucho rnayor
empresario cairota de ópera; el mismo Mariette, llegado a Pa- que la que corrientemente se le alríbuye; por la mezcla de
rís para conseguir que vestidos y decorados estuviesen listos los instrumentos, la sonoridad y er
efecto, Estas pequeflas
en el verano de 1870 e inmovilizado allí a causa de la guerra mejoras abrirán el camino para innovaciones que de se-
franco-prusiana, fTecuentemente le recordaba que no se repa- guro llegarán más adelante: entre ellas sacar los palcos de
raría en gastos a la hora de montar una función verdadera- espectadores del escenario, adelantando el telón hasta las
mente espectacular. Verdi debía dedicarse a ajustar letra y mú- luces y haciendo invisible lu orquestcL Esta idea no es mía
sica, asegurándose previamente de que Ghislanzoni encontrase sino de VVagner. Es excelente. Hoy parece imposible tole-
la perfecta ({palabra teatral», parola scenica, 1 J' supervisando rar la vista de &-acs raídos y' lazos blancos, por ejemplo, en-
los detalles del montaje con incansable cuidado, Durante las tremezclados con vestidos egipcios, asirios o druidas, etcé-
negociaciones inmensamente complicadas para contratar a la tera, etcétera y, más aún, avistar casi fiasta la nütad el alto
primera Amneris, la contribución de Verdial imbroglio le ganó de las arpas, los extremos superiores de los contrabajos y la
el calificativo de «el jesuita más famoso del mundo>}, 2 La pre- batuta del director al aire. 1
sencia subalterna, o al menos indiferente, de Egipto en su vída
le allanaba el camino en la consecución de sus intenciones ar- Verdi alude aquí a una presentación teatral exenta de las
tísticas con lo que parece haber sido una intensidad sin conce- interferencias habituales de los teatros de ópera: exenta y ais-
siones. lada de manera tal que la audiencia recibiera la impresión de
Pero creo que Verdi confundió fatalmente esta capacidad una fusión novedosa de autoridad v \·erosimilitucl. Son eviden-
(basada en la colaboración más que en la complejidad) de dar tes los paralelos con lo que Steph~n Bann, en Thc Clothing uf
vida a una distante fábula operística, con el ideal romántico de Clio, ha llamado, «la composición histórica de lugar,): en escri-
una obra de arte orgánicamente integrada, sin fisuras, infor- tores como 'A1alter Scott y Byron. 2 La diferencia es que Verdi
mada sólo por la intención estética de su único creador. De este podía y de hecho pudo, por primera vez en la historia de la
moJo la noción imperial del artista se ensamblaba conveniente- música, beneficiarse de la visión histórica v la autoridad acadé-
mente con la noción, también imperial, de un mundo no euro- mica de la egiptología. Esta ciencia se ~nconlraba a su al-
peo cuyas exigencias respecto al compositor europeo eran ine- cance, encarnada en la figura deiAuguste l\lariette, cuya nacio-
xistentes o mínimas. Sometido durante años a la ineficacia\' las nalidad francesa y su educación formaba pade de una genealo-
obstrucciones del personal de los teatros de ópera, podía ahora gía fundamentalmente imperial. Aunque no tuviese modo de
dominar su territorio sin disputa; mientras preparaba la función conocer demasiados detalles acerca de Mariette, Verdi se sen-
de El Caíro y un par de meses más tarde (febrero de 1872) para tía fuertemente impresionado por su libreto inicial y reconocía
la premiere italiana en La Scala, Ricordi le informó que sería en él a un experto cualificado cuya competencia lo hacía capaz
<(el Moltlce de La Scala}> (2 de septiembre de 1872). 3 Tan fuerte de representar el antiguo Egipto cun una credibilidad legítima.
era para él la atracción de este papel de dominio militar que en La única objeción que hay que hacer aqui es que la egípto·
cierta ocasión, en una carta a Ricordi, Verdi llegó a Yincular de logía es egiptología, no Egipto. Mariette (lie posible gracias a
modo explícito sus metas estéticas con Bayreuth (hasta ese mo- dos importantes predecesores, arn.bos franceses, ambos impe-
mento un proyecto teórico) sobre cuyos m.ontajes VVagner se riales, arnbos dedicados a la reconstrucción, y, si se me per-
atribuía un poder virtualmente total: nüte utilizar un término que tomo prestado de Northrop Frye,
ambos {(presentacionales)>: el prirnero está constituido por los
volúmenes de la napoleónica Descriptiun de l'Egypte y el se-
L Ibid., p. 50. Véase asimismo Philip Gossett, -xVerdi, Ghíslanz:uni, and
A ida: The Uses of Conventiotl», Críticüllnquily 1, n." 1 (1Y74), pp. 292-334. l. !bid., p. 183.
2. Verdi's Aida, p. 153, 2. Stephcu Bann, 111c Clothing of Clio (Cambridge: Cambridge Universit_y
3. !bid., p. 212. Press, 1984), pp. 93-111. ~
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gundo es Champollion )' su trabajo de desciframiento de jero- a la distancia dominaba el saber especializado sobre Persia o
glíficos, según lo presentó en 1822 en su Lettre a A1. Dacier y sobre la propia India, Francia se. dedicó a este campo bas-
en 1824 en su Précis du systCme hiéroglyplúquc. Con «recons- tante ilnaginati\'o e innovador, en el cual, como dice Ray-
tructivo)) y «presentacionab me refiero a ciertas características mond Schwab en The Orie11tal Renaissance, los eruditos era~~,
que parecen hechas a la medida de Verdi: la expedición militar ,,desde Rougé a Mariette (tras el impulso de la obra inicial de
de Napoleón fue motivada por el deseo de conquistar Egipto, Champollion) ... , exploradores de trayectoria aislada que ha~
desafiar a los ingleses y demostrar el poder francés. Pero, ade- bían aprendido todo por si mismos.>) 1 Los saFants napoleóni"
más Napoleón y sus expertos académicos fueron allí también cos eran e;xploradores que aprendían las cosas por sus pro-
para mostrar Egipto a Europa, para, en cierto sentido, poner pios medios, _ya que no eXistía ningún cuerpo de conoci-
en escena su antigüedad, riqueza de asociaciones, importancia miento acerca de Egipto que fuese organizado, verdadera-
cultural y aura única para una audiencia de europeos. Pero sin mente moderno ~· científico y en el cUal pudiesen apoyarse.
una intención estética a la par que politica era imposible llevar Según ha señalado :Vlartin Bernal, a pesar de que en el siglo
semejante cosa a cabo. Lo que Napoleón y sus hombres se en- XVIII el prestigio._de Egipto era considerable, se lo asociaba
contraron fue un Egipto cuyas dimensiones antiguas estaban con corrientes esotéricas y misteriosas como la masonería. 2
veladas por las presencias musulmana, árabe y hasta otomana, Aunque excéntricos y autodidactas, Champollion y Mariette se
interponiéndose, en todas partes, entre los invasores franceses movían a impulsos científicos y racionalistas. En términos
y el antiguo Egipto. ¿Cómo hacer para llegar hasta esa parte ideológicos, esto significaba que Egipto podía ser descrito
más vieja y más prestigiosa? como la «primera ~' esencial influencia oriental sobre Occi-
Aquí se inicía la vertiente particularmente francesa de la dente>), afirmación que con razón Sch-\Yab considera falsa,
egiptología, que continuó con las empresas de Champollion y puesto que descleüa la obra orientalista llevada a cabo por
rvlariette. Egipto debía ser reconstruido por medio de modelo·~ eruditos europeos en otras partes del mundo antiguo. En
o dibujos, cuya escala, grandeur en la proyección y exótica dis- cualquier caso. Schwab señala:
tancia verdaderamente no tenían precedentes. He utilizado el
término {'proyeccióm; porque a poco que se hojee la Descrip- En junio de 1986 (justo en el momento que Draneht, el
tion se nota que uno se encuentra ante dibujos, diagramas, pin- virrey Ismail y l'viariette empiezan a concebir lo que será
turas de localizaciones faraónicas polvorientas, decrépitas y luego Aida), en la Revue des Deux-Mondes Luclovic Vitet sa-
descuidadas gue se verían ideales, espléndidas y dispuestas ludaba los <<inigualables descubrimientos» de los odcntalis-
sólo para los espectadores europeos, si los egipcios modernos tas del momento, en comparación con los de los cincuenta
no existiesen. Por lo tanto, las reproducciones de la Descn]J- años anteriores, Hasta hablaba de «la revolución arqueoló-
licm no son descripciones sino adscripciones. Primero los tem- gica cuyo teatro es Oriente>) aunque aseguraba enfática-
plos y palacios se reprodujeron con una orientación y perspec- mente que «el movimiento se inició· con Champollion, y
tiva que ponían en escena la realidad del antiguo Egipto, tal todo empezó gracias a éL Él es el punto de partida de todos
como se reAejaba ante la mirada imperial. Luego, puesto que, estos descubrimientos)>, Luego Vitet establece su propia
en palabras de Ampere, se trataba de lugares vacíos y carentes progresión, siguiendo la aceptada por el gran público, pasa
de vida, había que hacerlos hablar: de ahi la eficacia del desci- a los monumentos asirios y finalmente dedica unas cuantas
framiento de Champollion. Finalmente, podían ser removidos palabras a los Veda Pero no se extiende más. Es claro que
de su contexto y trasladados a Europa para su uso. Como vere-
mos, en esto consistió la contribución de Marictte, 1. R~ymond Sch\ntb, The Oricnra! Rennnissoncc. trad. Gene P~ttcrson
Fueron los franceses quienes realizaron ese proceso conti- Black \' \'ictor Reinking (Nueya '{ ork: Columbia Unh-crsit:v Press, l 984), p. 86
Asimismo, Said, Oricntolis•JJ, pp. 80·88.
nuo, que se desarrolló aproximadamente entre 1798 y 1860. Al
2. Martin Berna!, B!ack Atluma: Thc Afroasiaúc Roots of C!assical Civilizo·
contrario gue Inglaterra, que poseía la India, o Alemania, que .'10!1, YoL I (New Bruns\dck: Rutgers Univcrsity Press, 1987). pp. 161-88.
196 197
95
tras la expedición de Napoleón, los monumentos y las mi- les de expresión cultural a tmvés de los cuales debía darse
siones de estudiosos de Egipto habían ya descubierto sus forma al conocimiento pn)porcionado por las exposiciones. 1
secretos a todos. En cambio, India nunca revivió, excepto
en el papel. 1 En el catálogo escrito para la exposición de 1867 .tvlariette
subrayaba, casi con estridencia, los aspectos reconsrructivos de
De muchas e interesantes maneras, la carrera de Auguste su ob;·a, como si deseara dejar muy claro ante el espectador
Mariette es significativa en relación con Aída. A pesar de que que él, Mariette, de algún modo había traído por primera vez
ha habido discusiones acerca de su exacta contribución al li- Egipto ante Europa. Y podía afirmarlo gracias a sus espectacu-
breto, Jean Humbcrt ha reivindicado definitivamente la inter- lares éxitos arqueológicos en c'asi treinta y cinco yacimientos,
vención de Mariette como la más importante desde el punto incluyendo los de Giza, Sakkarah, Edfu y Tebas, donde, según
de vista del impulso inicial de esta ópera. 2 [Después del libreto la in~isiva formulación de Brian Fagan, ((excavó desenh·enada-
sus actividades incluirían su inmediato nombramiento como mente>l.2 Además, f\lariette se dedicaba regularmente a la exca-
disefiador principal de las antigüedades del pabellón egipcio vación v el vaciamiento de vacimientos, por lo que, a la par
de la Exposición Internacional de París de 1867, una de las pri- que en;·iquecía los -h1useos ~uropeos (el Lou\TC sobre todo),
meras y mayores muestras de poder imperial.] con cinismo considerable despojaba por completo las auténti-
A pesar de que la arqueología, la gran ópera y las exposicio- cas tumbas egipcias. Luego ofrecía sus excusas ante los «de-
nes universales europeas son evidentemente ámbitos diferen- cepcionados oficiales egipcios>) con tranquila compostura. 3
tes, alguien como Mariette es capaz de ponerlos en conexión Durante sus trabajos para el \'irrey, Mariette conoció aFer-
de mOdos bien sugerentes. Citaré una explicación perspicaz dinand de Lesseps, el arquitecto del canaL Sabemos que los
que da cuenta de lo que, quizá, facilitaba los deslizamientos de dos colaboraron en varios proyectos de cuidado y restauración
Mariette de un ámbito a otro: de lugares, y estoy con\·encido de que ambos compartían una
visión similar -que quizá se remonta al prirner Saint-Simon,
Las exposiciones universales del siglo XIX fueron conce-
con resonancias masónicas v de la teosofía europea acerca de
bidas como microcosmos que darían cuenta de la totalidad
Egipto- de la cual surgier~n proyectos verdaderamente ex·
de la experiencia humana: pasado, presente y provección
traordinarios, cuva efectividad, es importante señalarlo, se veía
hacia el futuro. Su or.den' cuidadosamente articulado tam-
aumentada por la unión, en ambos, de fuerza de voluntad,
bién expresaba el sentido de la relación de poder domi-
cierta tendencia a la teatralidad y perspicacia científica.
nante. La ordenación y caracterización jerarquizaban, ra-
Tras el libreto para Aída, Mariette se dedicó al diseño de su
cionalizaban y volvían objetivas las diferentes sociedades.
vestuario v escenarios, lo cual lu llevó de nuevo a los dibujos
Las jerarquías resultantes retrataban un mundo donde ra-
notablem~nte proféticos de la Description. Pues sus páginas
zas, sexos :v naciones ocupaban lugares fijos asignados por
m:is impresionantes parecen exigir grandes acciones o perso-
los comités de los países anfitriones. Las formas a través de
najes que las pueblen; su escala y el \'aCÍo que exhiben recuer-
las cuales se representaban en las ferias las culturas no oc-
dan escenal'ios de ópera aguardando a que se los llene. El con·
cidentales provenían de ordenaciones sociales previamente
texto europeo aquí supuesto es el teatro del poder y del
establecidas en la cultura ((anfitriona)): Francia. Por ello es
conocimiento, mientras que la escena egipcia real del siglo
importante describir esos parámetros: ellos fijan los patro-
XlX sencillamente se desvanece. Cuando pros'ectaba la primera
nes de la representación de lo nacional y of-recen los cana-
escena para Aída, Mariette tenia in mente casi con seguridad el
templo de Fylae (y no un supuesto original en Memfis). Aun-
l. Scll\vab, Oriel'ltal Rermaissance, p. 25.
2. ]can Humbert, «A propos de !'egyptornanic dans !'ceune de VenH: Attri- 1. KinrHO) and <;e!ik, ,,Etnography and Exhibitiunísmn, p. 36.
bution a Aug.usle MarieUe d'un scénario anonyrne de l'opéra Aida", Revue de 2. Brian fagan, Tite Hnp<> of the ;\'ilc (Nueva York: Scribner's. 1975), P- 278.
Musicologie 62, n." 2 (1976), pp. 229-55. 3. !bid., p. 276.
198 !99
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que sea dudoso que Verdi hubiera visto esas láminas, sí cono- presentación,l. 1 Es fácil delectar algunos de estos aspectos en
da las reproducciones que circulaban por toda Europa; su la escena del Acto II, en las habit;1c;:iones de Amneris donde se
contemplación le hizo mucho más fácil imaginar la ambienta" asocian inevitablemente sensualidad y crueldad: por ejemplo,
ción de esa estentórea música militar tan frecuente en los dos en la danza de las esclavas moras. En segundo lugar, Verdi
primeros actos de Aída. Y a pesar de que existen diferencias convierte el cliché orientalista de la vida en la corte en una
sustanciales, es verosímil que las nociones acerca de los ves- crítica mordaz y más düecta en contra del sacerdocio mascu-
tuarios las adquiriera Mariette en las ilustraciones de la Des- lino. Creo que el Sumo Sacerdote Ramfis está cargado del anti-
1
cription que adaptó para la ópera. Creo que, dentro de su pro- clericalismo verdiano propiQ del Risorgimenro y también de
pia visión, Mariette transmutó los originales faraónicos a sus ideas acerca del señor oriental despótico, alguien capaz de
equivalentes abiertamente modernos, o sea, a lo que parece- ejercer -venganza únicamente por sed de sangre disfrazada de
rían los egipcios prehistóricos modificados por los estilos do- legalidad y de autoridad basada en las -escrituras.
minantes en 1870: rostros europeizados, bigotes y barbas se- En cuanto a la música exótica modal, sabemos por sus car-
rían los elementos que delatan esta trasmutación. tas que Verdi con~ultó la obra de Fraw;ois-Joseph Fétis, musi-
El resuhado fue un Egipto orientalizado, al cual Verdi cólogo belga que fue el primer europeo en acometer el estudio
llegó, con su música, por un camino propio. Los más conoci- de la música no europea como parte separada dentro de la his-
dos ejemplos se dan sobre todo en el segundo acto: primero en toria general de la música, en su Résumé philosophique de
el canto de las sacerdotisas y luego en la danza rituaL Sabernos l"!Jistoire de la musique (1835). Su inacabada Hisroire générale
que Verdi estaba preocupado por la fidelidad de esta escena, de la musique depuis les rcmps cmciens iJ nos jours (1869-1876)
puesto que requería una mayor dosis de autenticidad y lo ha- llevaba el proyecto aún más lejos, y enfatizaba la particulari-
bía obligado a buscar respuesta a las más detalladas cu~stiones dad única de la música exótica y su identidad integral. Fétis pa·
históricas. Hay un documento enviado por Ricordi a Verdi en rece haber frecuentado la obra de E. \V. Lane sobre el Egipto
el verano de 1870, que contiene material sobre el antiguo del siglo XIX y también los dos volúmenes de música egipcia
Egipto: los principales detalles son acerca de consagraciones, en la Descriptio11.
ritos sacerdotales y otros elementos que tienen que ver con la Para Verdi, el valor ele Fétis residía en que en su obra podía
religión egipcia. Verdi utilizó poco esta información, pero las leer ejemplos de música «orientah -los clichés armónicos,
fuentes allí utilizadas indican una generalizada conciencia muy utilizadós en fanfarria carnavalesca, se basan en un apla-
europea sobre Oriente que provenía de Volney y Creuzer, a la namiento de lo hipertónico- y ejemplos de instrumentos
que se había añadido la obra arqueológica más reciente de orientales, que, en algunos casos, se corresponden con la re-
Charnpollion. Todo ello en relación con sacerdotes: las muje- presentación de la Description: arpas, flautas y las ahora bien
res no son mencionadas. · conocidas trompetas ceremoniales, que Verdi, realizando un
Sin embargo, Verdi hace dos cosas con este materiaL Pri- esfuerzo hasta cierto punto cómico, se dedicó a construir en
mero convierte a algunos de los sacerdotes en sacerdotisas, si- Italia.
guiendo la convención europea de poner a las mujeres orienta- Por último, \'erdi y l\Jariette colaboraron con gran imagina-
les en el centro de cualquier prác1ica exótica: los equiya}entes ción -y en mí opinión, de manera exitosa- para crear las bellas
funcionales de estas sacerdotisas son las bailarinas, esclavas, atmósferas del Acto III, de la así llamada escena del Nilo. Tam-
concubinas y bellezas de los baüos y harenes, dominantes en el bién aquí el probable modelo son las imágenes idealizadas de
arte europeo de mediados del siglo XIX y, hacia 1870, también la Descriptio11 napoleónica, mientras Verdi, a su vez, elevaba
en los espectáculos~· la vida galante. Estas exhibiciones de ero- su concepción del Oriente antiguo mediante el uso de medios
tismo femenino a l'urientale «articulaban relaciones de poder musicales menos literales ·'· más sugerentes. El resultado es
y revelaban el deseo de realzar la supremacía a través de su re-
l. Kinney 5 ~elik, ,Etnograph) ¡,nd Exhibi1Íonism,. p. 38.
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una soberbia pintura tonal de la escena con que se abre el acto blar, sin preparación, sin inHuencia de ninguna clase, rne
y que luego se torna clímax turbulento y conflictivo alrededor presenté ante el público con mis óperas, dispuesto a sc1
de Aída, su padre y Radamés. Los apuntes de Mariette para el fulminado, y contento con sólo suscitar alguna impresión
montaje de esta magnífica escena son corno una síntesis de su favorable. En cambio ahora, ¡¡¡¡¡qué pomposidad para un~1
Egipto: <<El escenario representa un jardín del palacio. A la iz- ópera!!!!! Periodistas, artistas, coristas, directores, instru-
quierda, la fachada oblicua de un pabellón, o tienda. Al fondo mentistas, etcétera, etcétera. Todos ellos aportan su lach-i-
flu:ve el Nilo. En el horizonte las montañas de la cordillera de llo al edificio de la publicidad y así contribuyen a un mo-
Libia,.vivamente iluminadas por el sol que se pone. Estatuas, delo hecho de menudencias que nada añade al valor de
palmeras, vegetación tropical.»' No es extraño que, como una ópera; de hecho oscUrecen su auténtico valor (si tiene
Verdi, Mariette se considerara un creador: (<Aidm~, dijo en una alguno). ¡¡¡¡Esto es deplorable, pt~ofundamente deplo-
carta al paciente y siempre dispuesto Draneht (19 de julio de rable!!!!
1871), (<es en efecto el producto de mi obra. Soy yo quien con- Mucho le agradezco sus amables ofertas para El Cairo,
venció al Virrey de que ordenara su presentación; en una pala- pero anteayer ~scribí a Bottesini todo lo concerniente a
bra, Aida es una creación de mi cerebro.>> 2 Aida. Quiero para esta ópera una interpretación vocal e ins-
De ese modo, Aida incorpora y funde material sobre Egipto trumental y una puesta en escena buena y sobre todo irlteli-
confiriéndole una forma que tanto Verdi como Mariette po- gente. En ~uanto a lo demás, queda a la grace de Dieu; así
dían reclamar justificadamente como invención propia. No empecé y así deseo terminar mi carrera ... 1
obstante, sugiero que la obra se resiente -o, al menos, acusa
Aquí sus protestas se extienden a su posición respecto a la
ciertas peculiaridades- a causa del énfasis en lo que se pre-
intención misma de la ópera: Aída es una obra autosuficiente,
senta y el modo en que se realizó la selección de todo ello. Y
parece estar diciendo Verdi, y dejemos el asunto tal cual. Pero
lo que, por el mismo movimiento, se excluye. En ciertos mo-
¿no sucede otra cosa al mismo tiempo, como si Verdi sintiese
mentos Verdi debió de preguntarse qué pensaba el Egipto
moJerno de su obra, cómo los oyentes indidduales respon- que Aida es una ópera escrita para un lugar con el cual él no
puede entrar en relación, con una trama que acaba de modo
clían a su música, en qué se convertiría su ópera tras la pre•
desesperantemente abrupto y en un literal entenanüento?
miere: le habían dado una publicidad incómoda, llegó a afir-
La conciencia de Verdi acerca de las incongruencias de
mar con cierta rudeza. En una carta a Filippi captamos la
distancia de Verdi respecto de su ópera, un Verfremdungsef- A.ida también se expresan en otros sitios. En algún momento
habla irónicamente de agregar Palestrina al esquema armó-
fekt que, supongo, estaba ya en la escritura musical y el li-
breto de !lída: nico de la música ~gipcia, y parece haber ad\'ertido hasta qué
punto el antiguo Egipto no era, únicamente, una civilizacíón
¿Usted en El Cairo? ¡Ésta es la más poderosa publici- muerta sino también una cultura de los muertos, cuya apa-
dad para Aída que uno pueda imaginad ¡Me parece a mí rente ideología de conquista (según la adaptó de Herodoto Y
que de esta manera el arte ya no es arte sino un negocio, Mariette) se relacionaba con una ideología de la vida más allá
un juego de placer, una cacería, algo que se debe atrapar, de la muerte. El afecto más bien sombrío, desencantado Y re-
algo que nos debe dar, si no éxito, al menos notoriedad a sidual, que en la época en que trabajaba en esta ópera Verdi
toda costa! ¡Ante todo esto, mi reacción es de disgusto y hu- sentía por la política del Risorgi111euto, se refleja en la obra en
millación! Siempre recuerdo con alegría mis primeros esos éxitos militares que suponen fracasos personales y que asi-
tiempos, cuando casi sin amigos, sin nadie con quien ha- mismo pueden ser descritos como triunfos políticos expresados
en los tonos ambivalentes de un impasse humano: en re-
l. Verdt's Aida, p 444.
2 !bid.' p. 186. l. !bid., pp. 261·62.
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sumen, como Realpolítik. Verdi parece haber imaginado los Se trata de una Afda más o menos en bruto, una catarata de
atributos positivos de la patria de Radamés para hacerlos cul- opulencia hasta cierto punto cómica, como esa fiesta de in-
minar en los tonos fúnebres de terra addio. Ciertamente, el es- comparable \i--ulgaridad operística que se monta y se vuelve a
cenario divldido del Acto IV -cuya posible fuente es una de las montar una y otra vez en las Termas de Caracalla.
láminas de la Description- imprimió profundame~te en su En contraste encontramos el Acto II, escena 2, según VVie·
mente la discordia concors entre la pasión no correspondida land Wagner: un desfile de prisioneros etíopes que arrastran
de Amneris y las muertes felices de Aída y Radamés. tótems, máscaras, y objetos rituales como elementos de exhibi-
El carácter opresivo y el hieratismo de Aída sólo encuen~ ción etnográfica ante el público. Se trata de da transferencia
tran un respiro en los ballets y las marchas triunfales, pero del total montaje de la obra -desde el Egipto de los faraones al
hasta estas exhibiciones se ven ele algún modo alteradas por el África más oscura de la era prehistórica»:
tono general: Verdi era demasiado inteligente ':r' sincero como Lo que yo intentaba hacer, respecto de la escenografia,
para dejarlas intactas. La danza de la consagración triunfal de era dar a A ida esa fragancia llena de color que allí reside, y
Ramfis en el Acto I lleva, desde luego, al relegamiento de Ra- extraer ésta nO de un museo egipcio sino de la atmósfera
damés en los Actos III y IV, de modo que hay muy poco por lo inherente a la obra misma. Quería huir de la parafernalia
cual regocijarse; la danza del Acto II es un baile de esclavas falsamente egipcia, de la falsa monumentalidad operística,
que entretienen a Amneris mientras ella juega malévolamente y de la pintura histórica al estilo de Holl:y,.vood, y volver a
con Aída, su esclava y rival. En cuanto a la parte verdadera- lo arcaico, lo cual equiYale a decir, en términos de la egip-
mente famosa del Acto IT, escena 2, nos encontramos quizá tología, a tiempos predinásticos. 1
ante el núcleo del egregio atractivo de A ida ante público y di-
rectores, que lo consjderan una opüli.unidad para desplegar El énfasis de VVagner recae en la diferencia entre (muestro))
casi cualquier cosa con la sola condición de que esté llena de mundo y el de «ellos)); seguramente algo que Verdi también
pompa y sea lo más excesiva posible. En realidad, tal vez esto acentuó, reconociendo así que esa ópera había sido compuesta
no esté lejos de la intención de Verdi. y proyectada para un lugar que 1w era París, Milán o Viena. Y
Tomemos tres ejemplos modernos de este exceso. El es interesante que este reconocimiento nos lleve a la Aída de
primero: México de 1952, donde la soprano, María Callas, superó todo
el conjunto coronándolo con un mi bemol sostenido, una O(>
Aida en Cincinatti (marzo de 1986). Una nota de prensa tava por encima de la nota que Verdi había escrito.
de la Ópera de Cincinnati anuncia que para el montaje de En los tres ejemplos se hace un esfuerzo para explotar una
la temporada de Afda, en la escena triunfal tomarán parte salida que Verdi ofrece dentro de la obra misma, una salida en
los siguientes animales: un aardvark (oso hormiguero suda- la que parece aceptar un mundo exterior que, de otro modo,
fricano), un burro, un elefante, una boa con;trictor, un tendría prohibid8 la entrada. No obstante, sus términos son es-
pavo real, un tucán, un halcón de cola roja, un tigre trictos. Parece estar diciendo: entrad como parte de lo exótico
blanco, un lince de Siberia, una cacatúa y un jaguar. Once o como cautivos, quedaos, y luego dejadme con mi música. Y
en total. El conjunto total para la producción incluirá dos- para marcar su tenitorio, utiliza musicalmente recursos que
cientas sesenta y una personas, de las cuales ocho protago- casi nunca habla utilizado antes, todo ellos pensados paramos-
nistas, ciento diecisiete para el coro (cuarenta estables'{ se- trar a su audiencia que se encontraba ante un maestro en ac·
tenta y siete extras), un cuerpo de ballet de veintic~atro ción, ante alguien iniciado en las eruditas técnicas tradiciona-
miembros y ciento un extras (in e luyendo doce guardas de les despreciadas por sus contemporáneos del bel canto. El 20
zoológico), además de los once animales. 1 ~
! . Skelton, 1-Vtc!and H"og-ncr, p. 160. Asimisrno, \·éase Go!éa, Ges¡náche m ti
l. Opern, !986 \Viefand Waguer, pp. 62-63.
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L¡e- febrero de 1871 escribió a Giuseppe Piruli, uno de sus co- dente maniobra de distracción, alentaron los movirnientos de
ú'csponsales,.que «para un joven cornpositor )'O exigiría largue-. Ismail hacia el este como manera de frenar las ambiciones
Y -:rigurOsos ejercicios en todas las ramas del contrapunto ... francesas e ital.ianas en Somalia y Etiopía. Hacia principios de
;Nada de estudiar a los modernosh) 1 Esto estaba en consonan- 1870 el cambio se había llevado a cabo, y en 1882 Gran Bre-
cia con los aspectos necrológicos de Aída -en la que hacía taña pudo ocupar Egipto por entero. Desde el punto de \'ista
cantar a las momias, como dijo cierta vez- que se abría con francés, que Mariette adopta, Aída dramatiza los peligros de
una pieza de estricta escritura contrapuntística: las técnicas una exitosa agresiva política egipcia sobre Etiopía, especial-
verdianas de contrapunto y strelto alcanzan aquí una altura, in- mente porque al mismo Isrnail, en su condición de \'Ürey oto-
tensidad y rigor que Verdi raramente había conseguido antes. mano, le interesaban tales movimientos como mudo de alcan-
Junto con la música marcial que marca la partitura de Aída zar una mayor dosis de indep~ndencía respecto a Estambul. 1
(alguna de cuyas piezas se convertiría luego en himno egipcio En la sencillez y severidad de A ida 'hay más que eso, es-
nacional del virrey Ismai!), estos refinados pasajes refuerzan la pecialmente porque muchas otras cosas acerca de la ópera,
monumenlalidad de la ópera y, lo que nos interesa más aquí, y el edificio mismo del Teatro, que se construyó para alojar
su carácter de muro. la música de Ver:cli, tuvo que ver con Ismail y su reinado
En resumen, Aida precisamente evoca las circunstancias (1863-1879). Últimamente se han llevado a cabo gran canti-
que hicieron posible su encargo y composición, y, como un dad de investigaciones sobre la historia económica _v política
eco del sonido original, se somete a aquellos aspectos del con- de la intervención europea en Egipto en los ochenta aflos si-
texto contemporáneo que con tanto esfuerzo había intentado guientes a la invasión napoleónica _y en muchos casos coinci-
dejar fuera. Como forma altamente especializada de la memo- den con las posiciones adoptadas por los historiadores nacio-
ria estética, Aida encarna, como si hubiese sido pensada para nalistas (Sabr_y, Rafi', Ghorbal) que sostienen que los herede-
eso, la autoridad de la versión europea de Egipto en ese mo- ros de la dinastía de Mohammad Alí, en descendiente orden
mento del siglo XIX, versión para la cual El Cairo era, entre de mérito (con la excepción del intransigente Abbas) com-
1869-y 1871,-un sitio extraordinariamente apropiado. Si se exa- prometieron cada vez más profundamente a Egipto en lo
mína la ópera por completo desde el punto de vista contrapun- que se ha llamado la «economía rnundiah>,Z pero que más
tístico, se descubre una ~<estructura de actitud v t·eferencia)) grave fue la laxa aglomeración de financieros europeos, ban-
un nudo ele afiliaciones, conexiones, decisiones ;: ¿olaboracio~ queros comerciantes, cot-poraciones de préstamo y aventuras
nes que pueden leerse corno si hubiesen impreso un juego en- comerciales. Esto condujo ineluctablementc a la ocupación
tero ele notaciones fantasmales sobre el texto musical v visual británica de 1882 y, también de manera fatal, a la eventual
de la ópera. - reclamación del canal de Suez por Gamal AbJel Nasser en
Veamos la trama: un ejército egipcio derrota a un ejército julio de 1956.
etíope, pero el joven héroe egipcio de la campaña es acusado Entre 1860 y 1870 el rasgo sobresaliente de la economía
de traidor, sentenciado a muerte, y muere por asfLxia. Este epi- egipcia fue el auge de las ventas de algodón, cuando la Guerra
sodio de antigua rivalidad interafricana adquiere considerable Ci\'il Norteamericana impidió el abastecimiento de los telares
resonancia cuando se lo lee contra el fondo de la rivalidad an- europeos. Esto aceleró las ya variadas distorsiones de la econo-
glo-egipcia en África oriental entre 1840 y 1860. Los británicos mía local egipcia (hacia 1870, según Owen, «todo el delta se
consideraban que los objetivos egipcios bajo el dominio del vi-
rrey Ismail, que alentaba la expansión hacia el sur, constituían
una amenaza para la hegemonía inglesa sobre el Mar Rojo y la l. Muhammd Sabr.v, Episude d,¿ !a qttestiun d'?ifrique: iErnpire egvptien
suus lsmaií ci l'íngenonce aughJ-{rw-rr<lise (186J.J879j (l'<:trís. Geut!wer, 1Y33).
seguridad ele la ruta hacia la India. No obstante, en una pru· pp, 390 y SS.
2. Como se puede \·eren Ruger Owen, The .\liJdle Eas1 oud ;he 1\'orld Ecu·
l. Verdi'.s AiJa, p. 138. nmuy, 1800-1914 (Londres: \kthuen, 1981 ).
206 207
100
había convertido en un sector dedicado a la producción, ela- Khedive !smai!, vol 2), 1 su pretensión de independencia res-
boración y exportación ele dos o tres cosechas anuales.))), 1 dis- pecto a la Puerta, el exceso de impuestos con que cargaba a
torsiones que eran parte de una situación de depresión de al- sus súbditos, y sus lujosas invitaciones a celebridades europeas
cance mayor. Egipto se abria a toda clase de planes, algunos para la apertura del canal. Cuanto más deseaba aparecer inde-
locos, otros beneficiosos (como la construcción de ferrocarri- pendiente, más le costaban sus baladronadas a Egipto, más se
les y carreteras) y todos costosísimos, especialmente el canaL resentían los otomanos ante sus exhibiciones de independen-
El desarrollo estaba financiado por la emisión ele bonos del te- cia v más se convencían sus acreedores europeos de la necesi-
soro, la impresión de moneda, el aumento del déficit, el creci- dal de controlarlo estrechamente. La ambición e imaginación
miento de la deuda pública que se iba añadiendo a la cuantiosa de Ismail «sorprendía a sus Oyentes. Durante el verano tórrido
deuda extranjera, el coste de los servicios y la creciente pene- y apremiante de 1864 no sólo pensaba ~n canales y ferrocarri-
tración de inversores extranjeros y de sus agentes locales. El les sino en un París~sobre-el-Nilo y en sí mismo, lsmail, como
coste general de los préstamos extranjeros parece situarse en- emperador de Á&ica. El Cairo tendría sus grands boulevards,
tre el 30 y el 40 por ciento de su valor nominal. (En Ban.k.ers su Bolsa, sus teatr9s, su ópera: Egipto tendría un gran ejército
and Pashas David Landes ofrece la historia detallada del sór- y una flota poderosa. ¿Por qué? le preguntó el cónsul francés.
dido aunque divertido episodio). 2 También podría haber inquirido: ¿Cómo?)) 2
Además de su proFunda debilidad económica y dependen- La respuesta a ese <(¿Cómo?)) consistía en proceder a la re-
cia de las finanzas europeas, el Egipto de Ismail sufrió una se- novación de El Cairo, lo cual exigía el empleo de numerosos
rie importante de desarrollos antitéticos. l\1ientras la pobla- europeos (entre ellos Draneht) y el desarrollo de una nueva
ción nativa crecía naturalmente. la cantidad de residentes clase de intermediarios urbanos cuyos gustos y necesidades
extranjeros crecía en forma geométrica, hasta llegar a unas preanunciahan el crecimiento de un mercado local depen-
90.000 almas a principios de 1880. La concentración de ri- diente de mercaderías caras e importadas. Como señala Ü\ven,
queza de la famllia del ·virrey y sus allegados hizo que se esta- <dos bienes importados eran esenciales ... para satisfacer el mo-
bleciera un modelo de privilegios urbanos y propiedad de la delo de consumo de la abundante poblacíón extranjera y de
tierra Yirtualmente feudal, que a su vez favoreció el desarrollo los terratenientes y funcionarios egipcios que habían empe··
de una conciencia de resistencia nacional. La opinión pública zado a vivir en casas de tipo europeo en los barrios europeiza-
parece haberse opuesto a Ismail tanto porque se consideraba dos de El Cairo v Alejandría, donde casi todos los elementos de
que entregaba Egipto a los extranjeros, como porque esos mis- importancia se ~am-Praban en el extranjero, incluidos los ma-
mos extranjeros daban por hecha la aquiescencia y debilidad teriales de construcción)).' Y, podríamos añadir, también se
egipcias. Según el historiador egipcio Sabr~y, se vio con dis- traían óperas, compositores, cantantes, directores, escenarios
gusto que Napoleón 1II, en el discurso de apertura del canal, y vestuarios. Un significativo beneficio añadido a estos proyec-
mencionara a Francia y a su canal pero ni una vez a Egipto. 3 tos era el convencer a los acreedores extranjeros, a través de
Del otro lado del espectro, los periodistas prootomanos 4 ataca- pruebas visibles, de que a su dinero se le estaba dando un buen
ban con dureza a lsmail a causa de la exageración de sus viajes uso. 4
europeos exuberantemente caros (con un detallismo casi exas- Pero, al revés de Ale.iandrÍa, El Cairo era una ciudad islá-
perante, Georges Douin los describe en su Hisroire du rkgne du mica y árabe, aún durante el apogeo de Ismail. Aparte del epi-
sodio de los yacimientos arqueológicos de Giza, el pasado de
1. !bid .. p. 122. ¡ Georg es Duuin, Histoire du r2gne du Khedive lsmai!, vol. 2 (Roma: Royal
2. DaYid Landes, Flankers rmd Pusfws (Cambridge, ?vlass<:~chusetts: Harvard Egyptian Geographic Society, 1934).
t!niversi1y Pre.~». 1958). 2. L<mdes, Ba,tkers and Pashas, p. 209.
J. Sabry, p._-:¡ 13 . 3. Owen. Midd!e East, pp. 149-50.
..¡ !bid., 322. 4. !bid., p. 128.
208 209
101
El Cairo no podía establecer fácilmente conexiones con el lodo, mientras que en el oeste la ciudad estaba adornada
Europa: aquí no existían gt·upos helenísticos o leYantinos, ni con elaborados y formales jardi-nes franceses, parterres de
dulce brisa marina, ni bulliciosa vida de puerto mediterráneo. Hores decorativas y árboles artil.kiosamente podados. Se
La contundente centralidad de El Cairo respecto de África, el entraba a la vieja ciudad po¡· caravana y se la atravesaba a
islam, :: los mundos árabe y otomano parecían una infranquea· pie o a lomo de animal; se entraba a la nueva por tren y se
b!e batTera ante los inversores europeos, y la esperanza de vol- seguía en carruaje. En resumen, a pesar de su contigüidad
verlS. más accesible .Y atractiva a sus ojos seguramente animó a física, en todos los aspectos decisivos, y en las cuestiones
lsmail a apoyar la modernización de la ciudad. Esto se hizo sociales y tecnológicas, las dos ciudades se encontraban se·
esencialmente por medio de la división de El Cairo. Nada me- paradas por miles de millas y cientos Je años. 1
jor que citar aquí el mejor texto acerca de esta ciudad, Cairo:
1001 Years uf !he City l/ictorious, de la norteamericana Janet El teatro de ópera construido por Ismail para Verdi estaba
Abu-Lughod, historiadora urbana: situado justo en el centro de los ejes norte-sur, en medio de
una plaza espaciosa, de cara a la ciudad europea, que se estre-
Hacia finales del siglo XIX, El Cairo consistía en dos co- chaba hacia el oeSle hasta las riberas del Nilo. Al norte se ha-
munidacles físicamente distintas, separadas la una de la llaba la estación de trenes, el hotel Shepheards y las jardines
otra por cuestiones mayores que la diminuta y única calle Azbakiyah, para los cuales, dice Abu-Lughod, dsmail invitó al
que marcaba sus fronteras. La discontinuidad entre el pa- arquitecto paisajista cuyos trabajos había admirado en el Bois
sado y el futuro de Egipto, que aparecía como una grieta de Boulogne y el Campo de Marle, y le encargó rediseüar Az-
pequeüa a principios de siglo, se había convertido en una bakiyah como el Pare 1\tlonceau Je Paris, completarlo con un
fisura insalvable cien años más tarde. La dualidad fisica de estanque de forma libre, grutas, puentes y bclvederes, que
la ciudad sólo era una manifestación de la ruptura culturaL constituían los clichés ineYitables de cualquier jardín fTancés
Al este se extendía la ciudad nativa, aún esencialmente del siglo XIX». 2 Al sur se encontraba el palacio Abdin, adaptado
preindust rial en tecnología, estructura social y modo de por Ismail para disponer de él como residencia principal en
dda; al oeste se extendía la ciudad ({colonial» con su téc- 1874. Detrás de la Ópera se encontraban los populosos barrios
nica alimentada a vapor, sus vías más rápidas, su tráfico ro- de Musid, Sayida Zeinab, y 'Ataba al·Khadra, contenidos por la
dado v sus rasgos europeos. Al este se extendía el mapa la- mole imponente de la Ópera y por la autoridad europea.
beríntico de las calles con sus harat y durub todavía sin El Cairo empezaba a registrar el fermento intelectual de la
asfaltar, a pesar de que por entonces se habían desmante- reforma. Parcialmente, esto fue obra de la penetración euro-
lado las puertas y dos nuevas calles atravesaban las som- pea, lo cual dio por resultado, según Jacques Berque, una pro-
bras; al oeste se desplegaban calles anchas y rectas de as- ducción marcada por la confusión. 3 Existe una bella evocación
falto, nanqueadas por aceras anchas y reparadas, dispuestas de este proceso en el que quizá sea el mejor relato acerca de
unas y otras, disciplinadamentc, en ángulos rectos que de El Cairo de Ismail, el Khittar TaH'fiki_va del bajá Alí Mobarak,
vez en cuando convergían en una rotonda o maydan. Los quien fuera el prodigiosamente activo ministro de obras públi-
barrios del este todavía dependían para el suministro de cas y educación, ingeniero, incansable historiador, moderniza~
agua de los aguadores itinerantes, a pesar de que a los resi- dor y nacionalista, oriundo de un poblado e hijo humilde de
dentes del oeste el agua les llegaba por una red adecuada un faqih, un hombre tan fascinado por Occidente como ob-
de conductos conectados con una estacíón de bombeo si-
tuada cerca del río. Al caer !a noche, los barrios del este
l. Janet L. Abu-Lughocl, Cairo: 1001 Yt'ars oi City Viclurious (Princeton:
quedaban a oscuras del todo, mientras que los faroles de Princcton University Press, l'J71), p. 98.
gas iluminaban las calles del oeste. Ni parques ni árboles 2. !bid., p. 107
aliviaban, en la ciudad medieval, la molestia de la arena o 3. Jacqucs Berquc, Egypr: !mperinlis111 and R<!\"olurion, trad. Jean Stcwarl
{Nueva York: Praeger, 1972). pp. %-98.
2!0 211
102
servante de las tradiciones y la religión del Oriente islámico. proyecto, con una lógica implacablemente necrológica, re-
Se tiene la impresión de que los cambios sufridos por la ciu- cuerda un momento histórico pre_ciso y una forma estética
dad durante ese periodo obligaron al bajá Alí a registrar la de un período dado: un espectáculo imperial diseñado pa-
vida de El Cairo, reconociendo que su dinámiCa exigía ahora ra alienar e impresionar a .una audiencia casi del todo
un atención nueva y moderna a los detalles, detalles que real- europea. '
zaban la capacidad de los cairotas de origen de establecer di- Por supuesto, todo ello está hoy muy lejos del repertorio
ferencias y observaciones. Alí no menciona la Ópera, aunque cultural en el que se insCiibe Aída. Ciertamente, en la actuali-
habla en detalle de los extravagantes dispendios de Ismaíl en dad muchas de las grandes r~alizaciones estéticas propias del
sus palacios, sus jardines y sus zoológicos, y también de sus imperialismo son recordadas y ad1niradas sin el bagaje de es~
exhibiciones ante los dignatarios visitantes. Como AH, los es- piritu de dominación que poseían durante el proceso de su
critores posteriores notarían el fermento del período, pero gestación y su producción. Pero, en sus inflexiones v sus hue~
también señalarían, como por ejemplo lo hace Anwar Abdel- llas el imperio puede leerse, verse y oírse. Si no to~amos en
Malek, que la Ópera y Aída constituyeron símbolos antinómi- cuenta las estructuras imperialistas de actitud v referencia
cos de la vida artística del país y de su dominación por el im- que allí se sugiere~, y que incluso en obras similares a Aida,
perialismo. En 1971 el edificio de madera del teatro se parecen estar fuera de la lucha de las potencias europeas por
quemó; no fue jamás reconstruido, ·y se construyó un aparca- el territorio y por el control, reduciremos esas obras a carica-
miento primero y más tarde un garaje de varios pisos. En turas, quizá refinadas, pero caricaturas al fin.
1988, con dinero de los japoneses, se construyó un nuevo También deberíamos recordar que cuando se pertenece al
centro cultural en la isla de Gezira; el centro incluía un teatro lado más poderoso del encuentro colonial e imperial, es bas-
de ópera. tante fácil no tomar en cuenta, olvidar o despreciar los aspec-
Podríamos afirmar con contundencia que El Cairo no po- tos más desagradables de lo que pasa «allá lejos». La maquina-
dría seguir hoy relacionado con Aída, una opera escrita para ria cultural -de espectáculos corno Aída, de libros auténtica-
una ocasión y en un lugar que sólo circunstancial y aparente~ mente interesantes de viajes, novelas y estudios, de fotografías
mente han sobrevivido en ella, a pesar de su continuo triunfo fascinantes y pinturas exóticas- ha tenido un efecto informa-
en los escenarios occidentales. La identidad egipcia de Aída tivo pero también estético sobre el público europeo. Cuando
era sólo parte de la fachada europea de El Cairo, y su senci- se utilizan prácticas culturales que distancian y estetizan lo
llez y rigor se inscribían en esos muros imaginarios que sepa- tratado, las cosas permanecen de modo evidente en el nüsmo
raban la ciudad colonial de los nativos de los barrios imperia~ estado, porque esas técnicas disuelven y anestesian la con-
listas. Aída supone una estética de la separación; no podemos ciencia metropolitana. En 1865 el gobernador británico deJa-
ver, entre la obra y El Cairo, aquella congruencia que Keats maica, E. J. Eyre, ordenó una masacre fulminante de negros
percibía en el friso de la urna griega y el mundo que a éste le en represalia por la muerte de algunos blancos: esto reveló a
correspondía: el pueblo y las murallas ({vacías de estas gentes, muchos ingleses la injusticia )' los horrores de la vida colo~
de este piadoso amanecer>>. Pata la mayoría de los egipcios, nial. El debate que siguió comprometió a muchas personali~
Ah/a fue un m-ticle de luxe comprado a crédito para disfrute dades públicas en dos bandos: a favo~· de la declaración de lev
de una clientela escogida cuyo entretenimiento sólo tenia im- marcial y ulterior asesinato de los negros jamaicanos (Ruski~,
portancia incidental en comparación con sus auténticos pro- Carlyle, Arnold) y en contra (Mili, Huxley, y la máxima autori-
pósitos. Verdi la consideró un monumento de su arte, y por dad judicial ingiesa, el '~Lord Chief Ju~ti~e>J Cockburn). No
distintos motivos, Ismail y Mariette se apro,;echaron del tesón obstante, con el tiempo el caso se olvidó y otras masacres
infatigable y del exceso de energía del compositor. A pesar de l<administrati\·as)) se llevaron a cabo en el impe1io. Así, en pa-
sus fallos, se puede interpretar y disfrutar de Aída como de labras de un historiador, '<Gran Bretaña se las arregló parD
una especie de arte de museo, cuyo riguroso e inflexible mantener la distinción entre libertad en casa v autoridad
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imperial (que él describe como <<represión y terror>)) en el ex- peos de finales del siglo XIX, pero todas se basaban en la subor-
terioP. 1 dinación y la victimización del nativo. La primera implicaba
Muchos lectores actuales de la poesía cargada de angustia cierto deleite egoísta en el uso del poder: el poder de observar,
de Matthew Arnold, o de su famosa teoría a favor de la cultura, gobernar, retener y beneficiarse de pueblos y territorios leja-
no saben que además Arnold ponía en conexión (y aprobaba nos. De ahí los viajes de descubrimiento, el comercio lucra-
con entusiasmo) la ((masacre administrativa)) ordenada por tivo, la administración, anexión, expediciones y exhibiciones
Eyre en Jamaica con la dura política británica en Eire (Ir~ eruditas, espectáculos locales y toda una clase nueva de exper-
landa). Culture and .41zarchy fue alumbrada justo en medio de tos v dirigentes coloniales. Otra opción suponía una lógica ra-
las revueltas de Hyde Park de 1867, y lo que Arnold afirmaba cío~al para reducir y luego reconstituir al nativo como alguien
acerca de la cultura se interpretó entonces como un freno a quien administrar y gobernar. Hay_ distintos estilos de
contra el desorden rampante; colonial, irlandés, o interno. Los mando, como Thomas Hodgkin los descr:ibe en Natiorwlism in
jamaicanos, los irlandeses y las mujeres suelen mencionar es- Colonial Africa: el cartesianismo fTancés, el empirismo britá-
tas masacres en momentos «poco adecuados)>, pero la mayoría nico, el platonism.q belga.t Se los encuentra dentro de la em-
de los lectores norteamericanos de Arnold no las recuerdan o presa humanista misma: las variadas escuelas, colegios y uni-
las consideran -en el caso de que lo hagan- irrelevantes versidades, las elites nativas creadas y manipuladas todo a lo
frente a esa importante teoría Je la cultura que aparentemente largo de África y de Asia. En tercer lugar está la noción de la
ArnolJ preconiza para todas las épocas. salvación y redención, a través de la «misión civilizadora)) de
(Como breve paréntesis, es importante seflalar que inde- Occidente·. Estrccharnente apoyados por los expe1tos en ideas
pendientemente de las bases legales para oponerse a la brutal (misioneros, maestros, consejeros y eruditos) y en la industria
ocupación de Kuwait por parte de Sadam Husein, la operación y las comunicaciones modernas, la idea imperial de la occi-
Tormenta del Desierto fue desplegada, en parte, para conjurar dentalización de la retaguardia consiguió un estatuto perma-
el fantasma del ((síndrome de Vietnam>), para demostrar que nente en todo el mundo, pero, como han mostrado Michael
Estados Unidos podían ganar una guerra y hacerlo además rá- Adas )'otros, siempre acompañada de dominación. 2 En cuarto
pidamente. Para sostener esto, había que olvidar los dos millo- término está la seguridad de una situación que permite al con-
nes de vietnamitas muertos· y no tomar en cuenta que dieciséis quistador no reparar en la auténtica violencia que ejerce. En sí
años después de la guerra el Sudeste asiático sigue devastado. misma, y según la definiera Arnold, la idea de cultura fue de~
Así, fortalecer Norteamérica y la imagen de líder de su presi· signada para elevar la práctica al nivel de la teoría, para liberar
dente Bush, se convirtió en un objetivo más importante que la la coerción ideológica utilizada contra los elementos rebeldes,
destrucción de una sociedad distante. Además, la alta tecnolo- en casa ven el extranjero, desde los planos n1undanos e histó·
gía y las relaciones públicas llevadas a cabo con astucia se uti- ricos ha~ta los abstra¿tos y generales. La definición de cultura
lizaron para que la guerra pareciese estimulante, limpia y vir- de Arnold (do mejor que se haya pensado y escrito») se consi-
tuosa. Mientras Irak sufría paroxismos de desintegración, dera como una posición inexpugnable, tanto en lo interno
contrainsurgencia y masivos sufrimientos humanos, la opinión como en lo externo. En quinto lugar está ese proceso por el
y el interés popular norteamericano tuvo sus breves momentos cual, tras desplazar a los nativos de las localizaciones históri-
de alegría.) cas de sus tierras, su historia misma se reescribe en función de
Un sugestivo abanico de opciones se abría ante los euro- la imperial. Este proceso utiliza lo narrativo para disolver re-
cuerdos incómodos o para ocultar la violencia -lo exótico
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permite reemplazar la aplicación directa del poder por las se- céntricos y a menudo inquietantes. Generalmente se los trata
Jucciones de la curiosidad-, porque la presencia imperial do- con una circunspección e incluso unq distancia que ha contri-
mina la escena de tal modo que hace imposible cualquier es- buido a preservarlos de Ia absorción y domesticación por la tra·
fuerzo para separar esa dominación de la necesidad histódca. dición que en cambio sufrieron sus coetáneos Dickens o Hardy.
Todos estos mecanismos crean una amalgama de artes de la Las visiones conradianas mayores del imperialismo tienen
narración y la observación sobre los territorios acumulados, que ver con África en El corazón de las tinieblas (1899), con
dominados y gobernados, cuyos habitantes parecen destinados los Mares del Sur en Lord Ji m ( 1900) y con Sudamé1ica en Nos-
a no escapar jamás: a continuar siendo para siempre creacio- tramo (1904), mientras que Kipling se concentró en la India,
nes a la medida de la voluntad europea. territmio sobre el que Conrad j~más escribió. Hacia finales del
siglo XIX India se había convertido en la más grande, duradera
y beneficiosa de todas las posesiones cofÜniales británicas y
5. LOS PLACERES DEL 11\lPERlALlSJVtO quizá hasta europeas. Desde el momento en que llegara la pri-
mera expedición ingl~sa en 1608, hasta que el último virrey in~
En la cartera y en la vida de Rudyard Kipling Kinz ocupa un glés partiera, en 1947, India tuvo una influencia masiva en la
lugar único; igualmente es único su lugar en la literatura in- vida, el comercio, el intercambio, la industria, la política, la
glesa. La noyela apareció en 1901, doce años después de que ideología, la guerra, la imaginación y la cultura inglesas. En la
Kipling se hubiese marchado de la India, su lugar de naci- literatura y el pensamiento la lista de los grandes nombres bri-
miento, el país con el que su nombre estaría para siempre aso- tánicos que tuvieron que ver con la India y escribieron acerca
ciado. Lo que es aún más interesante, Kim fue la única novela de ella es enorme e impresionante, porque incluye a V\Tilliam
larga, madura y Yigorosa en toda la trayectoria de su autor; a Jones, Edmund Burke, \Villiam Makepeace Thackeray, Jeremy
pesar de que los adolescentes disfrutan de su lectura, cual- Bentham, James y John Stuart Mili, Lord Macaulay, Harriet
quier persona de cualquier edad puede también hacerlo: los 1\ilartineau y, desde luego, Rudyard Kipling, cuya importancia
lectores corrientes y los críticos. El resto de la obra de ficción es innegable para la definición, la imaginación y la formula-
de Kipling consiste en cuentos (agrupados en colecciones) ción de lo que India era para el Imperio Británico en su fase
como los de El Libro de la Selva o en novelas profundamente de madurez, justo antes de que el edificio empezara a resque-
defectuosas (como Capitarzes intrépidos, La luz que se apaga o brajarse y se desplomase.
Stallcy y Cia.) cuyos aspectos interesantes están con frecuencia Pero Kipli,ng no sólo escribió acerca de la India, sino que
ensombrecidos por fallos en la perspectiva, en la composición era de la India. Su padre, Lockwood, un estudioso refinado,
o en las opiniones. Sólo Conrad, otro maestro del estilo, está a maestro y artista (modelo para el bondadoso conservador del
la altura de su contemporáneo, apenas más joven, en la tarea 1V1useo de Lahore en el primer capitulo de Kim), era profesor
de haber logrado convertir con tanta fuerza la experiencia del en la India británica. Rudyard nació allí en 1865, y durante los
imperio en asunto principal de su obra. Y a pesar de que eran primeros años de su vida habló indostaní y vivió una vida bas-
notablemente distintos en tono y en estllo, ambos brindaron a tante similar a la de Kim: un sohih con ropas nalivas. A la edad
un público principalmente insular y británico el color, el de seis años él y su hermana fueron enviados a Inglaterra para
atractivo y el brillo romántico de la aventura británica de ul- empezar la escuela: insoportablemente traumática, la expe-
tramar, hasta entonces conocida bien sólo en los sectores es- ríencia de sus primeros afíos en Inglaterra (al cuidado de una
pecializados de la sociedad metropolitana. De los dos, fue Ki- tal lvlrs. Holloway en Southsea) proveyó a Kipling de material
pling ~el menos irónico, el que de menos autoconciencia permanente respecto a la interacción entre los jóvenes y la
artística gozaba, el menos equhoco- quien se hizo con el pú- desagradable autoridad de los mayores, tema que a lo largo de
blico más amplio. Pero ambos siguen siendo un enigma para toda su vida trató en sus textos con gran complejidad y ambJ,
los estudiosos de la literatura inglesa, que los encuentran e:x- \·alencia. Luego fue a una de las escuelas más modestas
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proyectadas para los hijos de los funcionarios coloniales, la mutables, era porque él deliberadamente la veía desde esa
United Services College en Westward Hol (la mejor era Hailey- perspectiva. Después de todo, ahora no suponemos que sus úl-
bury, reservada para miembros escogidos de la elite colonial). timos cuentos sobre Inglaterra o las guerras de los Bóers tra-
Volvió a la India en 1882. Su familia permanecía allí, y durante ten de una Inglaterra o una Sudáfrica esenciales; más bien
siete años, según relata en la autobiografía publicada póstuma- creemos, de modo más sensato, que Kipling efectivamente res-
mente (Somethin.g of Myself), trabajó como periodista en el pondía y hasta reformulaba en términos imaginarios sus senti-
Punjab, primero en The Civil and Military Gazelte, y más tarde mientos respecto a esos sitios en momentos determinados de
en The Pioneer. sus respectivas Historias. Lo mismo sucede con la India de Ki-
Sus primeros cuentos surgieron de esa experiencia y se pu- pling, que debemos interpretar como territorio dominado por
blicaron en periódicos locales; durante esos años empezó a es- los británicos durante trescientos años y que sólo entonces es-
cribir poesías (que T. S. Eliot ha llamado despectivamente taba empezando a experimentar la inqUietud que culminaría
«Versos))), reunidas por primera vez en Departmerllal Ditties con la descolonización y la independencia.
( 1886). En 1889 Kipling abandonó la India)' no volvió a residir Al interpretar F;im debemos tener presentes dos factores.
allí, aunque durante el resto de su vida su arte se alimentó de Uno es que, nos guste o no, su autor escribe no sólo desde el
los recuerdos de sus primeros años indios. Más tarde vivió al- punto de vista dominante de un blanco en medio de una pose-
gún tiempo en Estados Unidos (se casó con una muJer nortea- sión colonial, sino desde la perspectiva del conjunto del sis-
mericana) y Sudáfrica, pero tras 1900 se estableció en Inglate- tema colonial, cuya economía, funcionamiento e historia ha-
rra: escribió Kim en Bateman, casa que sería su hogar hasta su bían adquirido virtualmente la categoría de un hecho naturaL
muerte en 1936. Adquirió gran fama prontamente; en 1907 re- De un lado de la divisoria colonial estaba la Europa cristiana y
cibió el premio Nobel. Sus amigos eran ricos y poderosos: in- blanca cuyos varios países, principalmente Gran Bretaña y
cluían a su primo Stanley Baldwin, el rey Jorge V, Thomas Francia, pero también Holanda, Bélgica, Alemania, Italia, Ru-
HarJy, muchos escritores prominentes, entre los que se con- sia, Portugal)' España, controlaban la mayor parte de la super-
taban Henry James y Conrad, hablaban de él con respeto. ficie de la t~en·a. Del otro se encontraba una inmensa variedad
Tras la Primera Guerra Mundial (en la que perdió la vida su de territorios y de razas, todos ellas consideradas menores, in-
hijo John) su visión se volvió considerablemente más som~ feriores, dependientes y sometidas. Se pensaba que las colo-
bría. A pesar de que siguió siendo un tOI}' imperialista, sus nias «blancas», como Irlanda y Australia, también estaban
cuentos de animales, casi teológicos o cargados de desolado- compuestas por seres inferiores; un dibujo famoso de Dau-
ras visiones acerca de Inglaterra y el futuro, supusieron tam- mier, por ejemplo, relaciona explícitamente a los blancos ir-
bién un cambio en su reputación. A su muerte, se le concedió landeses con los negros jamaicanos. Cada uno de estos sujetos
el honor que reservan los británicos a sus escritores más inferiores se clasificaba y situaba en un esquema de pueblos
grandes: fue enterrado en la abadía de \Nestminster. Siguió científicamente sustentado por eruditos }' sabios como Geor-
siendo una institución en las letras británicas, aunque la crí- ges Cuvier, Charles Darwin y Robert Knox. La división entre
tica siempre lo mantuvo ligeramente separado de la gran lí- blanco y no blanco, en India y en todas partes, era absoluta, y
nea central: reconocido pero algo disminuido, apreciado pero a ella se alude tanto a lo largo de Kim, como en el resto de la
nunca canonizado del todo. obra de Kipling: un sahib es un sahih, y no existe ninguna
Los admiradores y acólitos de Kipling han hablado muchas amistad o camaradería, por más estrecha que sea, capaz de al-
veces de sus representaciones de la India como sí la India de terar las bases de la diferencia raciaL Kipling estaba tan lejos
la que escribía fuese algo «esenciaL, intemporal e inmutable, de cuestionar esa diferencia o el derecho de los europeos blan-
un lugar tan poético como real es su geografía concreta. Creo cos a mandar, como de discutir la existencia del Himala:ya.
que ésta constítuve un lectura radicalmente errónea de sus El segundo factor es que, como la India, Kipling era un su-
obras. Si la India de Kipling poseía cualidades esenciales e in- jeto histórico al mismo tiempo que un gran artista. La escri-
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tura de Kim tuvo lugar en un momento específico de su ca- o como iguales de alguna manera, pero diferentes? Evidente·
ITera, una época en la cual la relación entre los pueblos britá- mente, un lector indio responderá tomando en cuenta ciertos
nico e indio estaba a punto de cambiar. Para la época casi ofi- factores y no otros (por ejemplo, su visión estereotipada, que
cial del imperio y de los modos de representación de éste, Kim algunos llamarían racista, del carácter oriental), mientras que
es fundamental. A pesar de que Kipling se resistiera a admitir los lectores ingleses y norteamelicanos subra_',>'arían su afecto
esta realidad, la India se encontraba ya embarcada hacia una por la vida india de la <(gran carretera nacional)>, ¿Cómo leer
dinámica Je oposición directa al dominio británico (el Con- entonces Kim en su calidad de novela de finales del siglo XIX,
greso Nacional Indio se creó en 1885), mientras que entre la en una línea precedida por las obras de Scott, Austen, Dickens
casta de los funcionarios ingleses, tanto militares como civiles, y Eliot? No debemos ol-vidar-· que se trata de un libro relacio-
se empezaban a producir importantes cambios de actitud nado con toda una serie de novelas, que en él existe más de
como resultado de la Rebelión de 1857. Británicos e indios es- una historia que recordar, y que la expbriencia imperial, mu-
taban cambiando y lo estaban haciendo juntos. Tenían una his- chas veces considerada exclusivamente en sus aspectos políti-
toria común de interdependencia, en la cual oposición, animo- cos, también tenía que ver con la vida estética y cultural del
sidad y simpatía los unían al tiempo que contribuían a Occidente metropOlitano.
mantenerlos separados. Una novela notable y compleja como Es necesario exponer aquí brevemente la trama de la no·
Kim forma parte de esa historia a la vez que la ilumina; la vela. KimbalJ O'Hara es huérfano de un sargento del ejército
llena, como toda verdadera obra de arte, de énfasis, inflexio- indio. Su madre también es blanca. Ha crecido en los bazares
nes, inclusiones y exclusiones deliberadas. Y se torna aún más de Lahore," llevando consigo un amuleto y algunos papeles
interesante si se tiene en cuenta que Kipling no era una figura que dan fe de su origen. Se encuentra con un monje tibetano
neutral respecto a la situación angloindia, sino un actor promi~ que busca el río donde supone que podrá lavar sus pecados.
ncnte del conflicto. Kim se convierte en su chela o discípulo, y los Jos vagabun-
A pesar de que la InJia adquiriera su independencia v su dean como mendigos aventureros por la India, ayudados en
partición tuviera lugar en 1947, el problema de cómo inte1:pre~ cierta medida por el conservador inglés del Museo de Lahore.
tar la Historia británica e india del período postelior a la colo- Al mismo tiempo Kim se compromete con el servicio secreto
nización constituye todavía, como sucede con los encuentros inglés para ayudarlo en un plan para derrotar una conspira-
densos y altamente conflictivos, un problema que es motivo de ción animada por los rusos, cuyo propósito es apoyar la insu-
discusión estridente y no siempre edificante. Existe la opinión, rrección de una de las provincias del norte del Punjab. Kím
por ejemplo, de que el imperialismo marcó y distorsionó la es utilizado como mensajero entre Mahbub Ali, un comer-
vida india para siempre, de modo que tras décadas de indepen- ciante afgano de caballos que trabaja para los ingleses, y el
dencia su economía, sangrada por las necesidades y las prácti- coronel Creighton, jefe del servicio secreto )' etnógrafo. Más
cas inglesas, continúa sufriendo sus consecuencias. Al revés, tarde Kim se encuentra con otros miembros del equipo de
hay intelectuales, historiadores y políticos ingleses ·que creen Creighton en el ((Gran Juego)), Lurgan Sahib y Hurri Babu,
que la entrega del imperio -cuyos símbolos fueron Suez, Adén quien también es etnógrafo. Al mismo tiempo en que Kim co·
e India- fue malo para los británicos y también para los (<nati- noce a los otros miembros del equipo de Creighton, se descu-
-vos))' que Jesde entonces han sufrido una grave decadencia en bre que el muchacho, aunque parece un nativo, es blanco (si
todos los aspectos. 1 bien irlandés) y se lo manda al colegio de St. Xavier, donde
Leído en la actualidad, Kim parece referirse a muchos de debe completar su educación de joven blanco. El gurú se las
esos problemas. ¿Retrata Kipling a los indios como inferiores arregla para conseguir el dinero para el colegio de Kim, y en
las vacaciones el viejo y su joven discípulo reanudan sus pere·
! . Como ejemplo de este 1ipo de razonamiento, n':ase J. B. Kelly, .4 r·ahia, the grinaciones. Se encuentran con los espias rusos y les roban do-
Culf and the lVesl (Londres: Weidenfeld & Nicolson, 1980) cumentos incriminadores, pero no sin que antes los (<extran·
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jeros)> hieran al hombre santo. A pesar de que la trama ha sido otra figura, como el coronel Creighton, aparezca y trate al jo-
descubierta v es abortada, tanto el che la como su mentor están \'en con compasión comprensiva, aunque no menos autorita-
enfermos y ~e sienten desconsolados. Pero los poderes curati- ria. La diferencia entre el colegio de St. Xa\-ier, al que Kim
vos de Kim y su renovado contacto con la tierra los sanan a asiste durante algún tiempo, y el serdcio en el Gran Juego (la
ambos: el vi~jo comprende que a través de Kim ha encontrado inteligencia británica en la India) no reside en que el segundo
el Río. Cuando la novela acaba, Kim vuelve al Gran Juego, y se deje mayor libertad a sus miembros; más bien al contrario,
une del todo al servicio colonial británico. las exigencias del Gran Juego son más perentorias. La diferen-
Algunos rasgos de Kim sorprenden siempre a los lectores, cia reside en el hecho de que el colegio impone una autori-
más allá de la política y de la Historia. Se trata de una novela dad inútil, mientras que las exigencias que el servicio secreto
totalmente masculina, con dos hombres maravillosos y atracti- inglés plantean a Kim suponen una dis.ciplina estimulante y
vos en su centro: un niño a punto de pasar a la primera juven- precisa, que él acepta de buen grado. Desde el punto de vista
tud, y un sacerdote anciano y asceta. A su alrededor hay otros de Creighton, el Gran Juego es una especie de economía polí-
hombres, algunos compañeros, colegas o amigos: todos ellos tica de control, en. la cual, como una vez le dice a Kim, el
forman. la realidad fundamental y definitoria de esta novela. peor de los pecados es la ignorancia: no saber. Pero Kim no
Mahbub Ali, Lurgan Sahib, el gran Babu, así como el viejo sol- es capaz de percibir toda la complejidad de los esquemas del
dado indio y su hijo el arrojado jinete, además del coronel Gran Juego, a pesar de que puede disfrutar enormemente de
Creighton, Mr. Bennett Y' el padre Victor, para nombrar sólo a él, como si se tratase de una gran travesura. Las escenas en
algunos de los numerosos personajes de este libro abigarrado: las que Kim bmnwa, negocia, y discute con sus mayores,
todos hablan el lenguaje que los hombres utilizan entre ellos. tanto amigos como enemigos, indican la tendencia aparente-
En comparación, las mujeres de la novela son escasas, y todas, mente inagotable de Kipling al placer infantil característico
de un modo u otro, están por debajo de los hombres o no me- del puro goce· momentáneo del juego, de cualquier clase de
recen su atención: prostitutas, viudas mayores, o mujeres luju- JUego.
riosas e impertinentes como la viuda de Shamlegh. Kim dice Pero no debemos dejarnos engañar por estas alegrías infan-
que ((estar continuamente_ importunado por las mujeres>) su- tiles. En absoluto están en contradicción con el propósito del
pone un estorbo para el Gran Juego, que es mucho· mejor si dominio británico completo sobre India y sobre los otros terri·
sólo hav hombres. Nos encontramos en un mundo masculino, torios ingleses de ultramar. Al contrario, uno de los compo-
domin~do por los viajes, el comercio, la aventura y la intriga: nentes innegables de Kim es el placer, cuya silenciosa presen-
un mundo de solteros, en el cual se evitan, aunque no se igno- cia en muchas formas ele la escritura y las artes figurativas y
ren, los idilios corrientes de las novelas y la sólida institución musicales imperiales y coloniales casi nunca es motivo de aná-
matrimonial. A lo sumo, las mujeres ayudan a que las cosas lisis. Ejemplo distinto de la misma mezcla de diversión v estre-
funcionen: te compran un billete, cocinan, atienden a los en- cha seriedad política se encuentra en la creación de los Boy
fermos v. molestan a los hombres. Scouts por Lord Baden-Powell en 1907-8. BP, corno se lo lla-
El ~isrno Kim, a pesar de que en la novela crece desde los maba, contemporáneo de Kipling, recibió gran influencia de
trece hasta los dieciséis o diecisiete años, sigue siendo un niño, los jóvenes personajes in\'entados por Kipling, y, sobre todo,
con la pasión de los niños por los trucos, las travesuras, los del personaje de !vlowgli. Las ideas de BP sobre «muchacholo-
juegos inteligentes de palabras y la inventiva. Parece que Ki- gía)) ( «Boyology))) se nutrieron de esas imágenes y las llevaron
Pling guardó una inagotable simpatía, durante toda su vida, directamente al modelo de la autoridad imperial que culmina
por su propia imagen de niño hostigado por el mundo adulto en la gran organización de los Boy Scouts, cuya función era
de los maestros y sacerdotes dominantes -de los cuales Me «fortificar los muros del imperio)), lo cual se confirmaba en la
Bennett, en Kim, es un ejemplar particularmente poco atracti- ímaginativa conjunción de diversión y sen'icio que, combate
vo- con cuya autoridad hay siempre que tenérselas, hasta que tras combate, emprendían los pequeños sirvientes del imperio
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de clase media de ojos brillantes, dispuestos y decididos. 1 Des· con mayor verosimilitud que si una mujer anduviese por allí.
pués de todo, Kim es irlandés y de una casta social inferior: a Así parece indicar la larga tradición de los relatos de aventura,
los ojos de Kipling esto facilita sus condiciones para el servi- desde Ulises y su tripulación hasta ~1 Llanero Solitario y Tonto,
cio. BP :v Kipling coinciden en otros dos puntos importantes: Holmes y \Vatson, y Batman y Robin.
que los jóvenes deben en todo caso partir de la concepción de Además, el gurú santo de Kim pertenece al estilo de la bús-
que la vida y el Imperio están gobernados por las mismas queda o peregrinaje religioso, común a todas las culturas. Sa·
Leyes inquebrantables, y que el servicio es más gratificante bemos que Kipling admiraba los Cuentos de Canterburv de
cuanto más se lo piensa en términos de campo de juego -de Chaucer )'El peregrino de Bunyan. Kún se parece mucho ~ás a
muchas dimensiones, discontinuo y espacial- y no en térmi- la obra de Chaucer que a la de Bunyan. Kipling tenía la misma
nos de historia lineal, continua y temporal. Un libro reciente capacidad de percepción de Chaucer para el detalle extrava-
del historiador J. A. Mangan resume perfectamente esto en su gante, los caracteres curiosos, la plasm<ición de la u-anche de
título: The Games Ethic and l111perialism. 2 vie y el sentimiento gozoso de las alegrías y las debilidades hu-
Tan amplia es su perspectiva y tan extrañamente sensible manas. No obstal)te, al revés de Chaucer o Bunyan, Kipling
se muestra Kipling ante el abanico de posibilidades humanas, está menos intereSado personalmente en la religión (aunque
que es capaz de compensar esta ética del senricio imperial en nunca dudemos de la auténtica piedad del lama Abbot) que en
Kim dando rienda suelta a otra de sus predilecciones emocio- el color local, en la atención escrupulosa al detaHe exótico v
nales, expresada en el extraño lama tibetano y su relación con en todas las envolventes realid~des del Gran Juego. Uno de lo·~
el protagonista. A pesar de que a Kim se lo reclute para el ser- logros más grandiosos de la novela reside precisamente en que
vicio de inteligencia, el despierto joven se ha sentido atraído, sin disminuir en absoluto la perfecta sinceridad de la Bús-
al principio de la novela, por la idea de convertirse en chela queda del gurú, Kipling consiga no obstante ponerlo clara-
del lama. Esta relación casi idílica entre los dos amigos posee mente dentro de la órbita protectora del dominio británico de
una interesante genealogía. Como buen número de novelas la India. En el capítulo 1 encontramos el símbolo de este mo-
norteamericanas (recordaremos fácilmente Huckleberry Firm, vimiento: cuando el anciano conservador del Museo británico
1Hob_v Diclc y The Deersla.}'er), Kirn ensalza la amistad entre dos de Labore ofrece sus gafas a Abbot, agregando así al prestigio y
hombres que se encuentran en un entorno agreste, casi hostil. la autoridad espiritual del lama la consolidación de la legitimi-
A pesar de que la frontera nortean1ericana y la India colonial dad y justicia del benevolente régimen inglés.
sean bastante diferentes, en ambas se confiere mayor prepon- En mi opinión, muchos de los lectores de Kipling han com-
derancia a la (<relación entre hombres)) que a vínculos domés- prendido mal y hasta negado este aspecto de la novela. No de-
ticos o amorosos entre los dos sexos. Algunos cdticos han es- bemos olvidar que para su sustento y guía el lama depende de
peculado acerca de los motivos homosexuales ocultos en estas Kim y que el triunfo de éste reside precisamente en no haber
relaciones, pero también existe un motivo cultural largamente abandonado sus tareas de espía bisoño ni traicionado los valo-
asociado con los relatos picarescos en los cuales un aventu- res del lama. A lo largo de toda la novela Kipling nos muestra
rero (con su madre o esposa, si es que existe, a salvo y en casa) claramente que el lama, aunque bueno y sabio, necesita de la
y sus amigos se embarcan en persecución de UlJ- sueño: como juventud de Kim, de su guía, de sus artimañas. Incluso de
Jasón, Ulises y, aún con más claridad, Don Quijote con Sancho modo explícito el lama admite su necesidad absoluta v reli-
Panza. Ya en el campo o en el camino, los dos hombres pue- giosa de Kim: hacia el final del capítulo 9, en Benarés, ei lama
den viajar o ir uno en rescate del otro con más facilidad y cuenta al dataka)> la parábola del joven elefante («El Señor en
persona})) que libera al viejo elefante (Ananda) atrapado en un
cepo. Es evidente que el lama Abbot considera a Kim su salva-
l. Rosenthal, Camc!uer Foctory, p. 52 y ss.
dor. Más adelante, tras el fatal enfrentamiento con los agentes
2. J. A. Mangan, The Games Ethic and lmpcríalism: Aspects oi the Diflusiml
uf an Ideal (Harmondsworth: Viking, 1986). rusos -que promueven la insurrección contra Inglaterra-,
224 225
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Kim ayuda al lama y es ayudado por éste, quien, en una de las esperar que se lo alivie de su carga, consistente en el fajo de
escenas más conmovedoras de la obra de Kipling, dice: «Hijo, papeles que ha robado al espía extranjero; el lama tiene una
he vivido de tu fuerza como el átbol viejo vive de la argamasa conciencia casi insoportable de lo ·mucho que debe esperar
de un muro viejo." A pesar de que Kim siente la emoción recí- para alcanzar sus objetivos espirituales. Dentro de esta dolo-
proca de su amor por el gurú, nunca abandona sus deberes rosa situación, Kipling introduce una de las dos grandes muje-
para con el Gran Juego, aunque confiese al vi~jo que lo nece- res caídas de la novela; la otra es la anciana viuda de Kulu.
sita (<para algunas otras cosas)). Aquí se trata de la mujer de Shamlcgh, hace tiempo abando-
Sin duda esas «Otras cosas» son la voluntad inflexible y la nada por su ((Sahib de Kcrlistian)J, y a pesar de ello fuerte, Yital
fe. En una de las líneas narrativas principales, la novela ins-iste y apasionada. Hay en este episodio algo que recuerda uno de
en la búsqueda y en el afán de redención del lama respecto a los más sentidos cuentos tempranos de Kipling, ..:<Lispeth,l, que
la Rueda de la Vida, un diagrama complejo que lleva consigo narra las dificultades de la mujer nati·va amada por un blanco
en el bolsillo, pero sin dejar de subrayar a la vez el afán de ausente que ha partido sin casarse con ella. Surge la atracción
Kirn por encontrar un puesto seguro en el funcionariado colo- sexual entre Kim y la lujuriosa mL~er de Shamlegh, pero se di-
nial. Pero Kipling no condesciende en ninguno de los dos ca- sipa rápidamente, cuando Kim y el lama vuelven a ponerse en
sos. Por un lado sigue al lama por doquier cuando éste se camino.
afirma en su voluntad de liberarse de <dos engaños del ¿Cuál es el proceso de curación por el que deben pasar
CueJ1JO>'. Sin duda el hecho de que el tono del novelista sea ve- Kim y el anciano lama antes de descansar? Ésta es una pre-
rosímil aun cuando trata del peregrinaje del lama explica en gunta extremadamente interesante y compleja, a la que sólo
parte nuestro entusiasmo por la dimensión oriental de la no- podemos responder con cautela y parsirnonia, porque Kipling,
vela, que Kipling ofrece con muy pocos rasgos de exotismo con igual cuidado, se evade de los límites estrechos de la solu-
falso. El lama consigue atención y respeto de casí de todo el ción imperial racista. Kipling no abandonará impunemente a
mundo. Cumple su palabra de conseguir el dinero para la edu- Kim y al monje a las satisfacciones previsibles, al simple cré-
cación de Kim; acude a las citas con el joven en los lugares y a dito que se otorga por un trabajo bien hecho. Desde luego, tal
las horas convenidas; se lo atiende con veneración v devoción. cuidado revela la destreza del novelista, pero además obedece
En un momento especialmente bonito del capítulo .14, Kipling a otros imperativos: emocionales, culturales, estéticos. Kim
hace que cuente «Un relato fantásticamente engarzado de bru- debe recibir un rango en la \'ida acorde con su obstinada lucha
jería y· milagros» acerca de sucesos maravillosos en sus monta- por b identidad. Ha resistido las seductoras tentaciones del Sa-
ñas nativas del Tíbet, sucesos que el novelista, con toda corte- hib Lurgan, afirmándose en el hecho de que él es Kúu; ha man"
sía, se abstiene de repetir, corno sl nos dijera que este viejo tenido su categoría de Sahib aun siendo el gracioso niño deba-
santo tiene una vida propia que no puede reproducirse en la zares y- tejados; ha jugado con acierlo el juego, luchando por
secuencia de la prosa inglesa. Los lectores de otros cuentos de Inglaterra con episódico brillo y con cierto riesgo para su vida;
Kipling estarán familiarizados con lo que el crítico J. 1\.1. S. ha rechazado a la mujer de ~hamlegh. ¿Dónde situarlo? Y
Tompkins ha llamado, acertadamente, «el terna de la cura- ¿dónde situar al viejo y amablC monje?
ción».1 También aquí la narración progresa inexorablemente Quienes hayan leído las teorías antropológicas de Victor
hacia la gran crisis. En una escena inolvidable Kim ataca a los Turner reconocerán en los desplazamientos, en los disfraces v
asaltantes profanadores del lama, el viejo mapa talismán se en las mutaciones generalmente beneficiosas de Kim las e<c"tra¿-
rompe y los dos desdichados peregrinos, despojados de toda tcrísticas esenciales de lo que Turner denomina lo liminar. Al-
tranquilidad y salud, vagabundean por las colinas. Kim debe gunas sociedades, dice Turner, necesitan de mediadores que
establezcan los lazos ele unión de la comunidad, convirtiendo a
ésta en algo más que una reunión de estructuras legales o ad-
¡_ 1. M. S. Tompkins, «Kip!ing's Later Tales: The Theme of Healing», Mo-
Jan La11guage Rc1·ie11' 45 (1950), pp. 18-32. ministrativas.
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110
Puede que esos seres liminares o [Tonterlzos, como los
tado de lo que lo rodeaba: que era como una rueda dentad<:\
neófitos en los ritos de pubertad o de iniciación, se mues"
sin relación con ningún meqmismo, como la inmóvil
tren como desposeídos. Pueden llevar disfraces monstruo-
rueda de una tritl,lradora de una caña de azúcar, un aparato
sos, o tan sólo un trapo por único vestido, o ir desnudos
de mala calidad, abandonada en un rincón. La brisa le aba·
para que se vea que carecen de categoría alguna, de propie-
nicaba, los loros le chillaban, y los ruidos de la poblada
dades o de insignias ... Es como si se los rebajara o redujese
casa que tenían detrás -disputas, órdenes y reproches-
a una condición uniforme para luego poder .moldeados y
caían sobre sus oídos mue'rtos. 1
dotarlos de poderes adicionales que les permitan enfren-
tarse a su nuevo estado en la vida. 1 En efecto, Kim ha muerto para ese mundo; como el héroe
épico o como la personalidad liminar, desciende a una especie
Que el mismo Kim sea a la vez un irlandés desclasado y
de mundo subterráneo, del cual, si es capaz de saHr, emergerá
más tarde una pieza esencial en el Gran Juego del Servicio Se-
más fuerte y con mayor dominio de sí mismo.
creto Inglés, sugiere que Kipling tiene una inquietante com-
Ahora debe restañarse la herida que separa a Kim de «su
prensión de las maniobras y las fuerzas que controlan la socie-
mundo». La págiún que sigue, si no es la suma del arte de Ki-
dad. De acuerdo con Turner, las suciedades no pueden ser
pling, se aproxima bastante a conseguirlo. El pasaje está es-
rígidamente gobernadas por ((estructuras)) ni tampoco des-
montadas por completo por figuras marginales, proféticas, hip- f tructurado alrededor de la aparición gradual de las respuestas
a la pregunta de Kim: «Soy Kim. Y ¿qué es Kimh He aquí lo
pies, milcnaristas o alienadas. Debe darse una alternancia de
que sucede:
manera que la tendencia de los unos sea compensada o ate-
nuada por la inspiración de los otros. La figura liminar ayuda a No quería llorar -nunca había sentido menos ganas de
conservar el equilibrio de la sociedad, y este procedimiento es llorar en toda su vida-, pero, de repente, unas estúpidas lá-
el que Kipling pone en acción en el 1nomento culminante de grimas que brotaron solas empezaron a correrle nariz
la intriga y de la transformación de Kim. abajo, y con un chasquido casi audible notó cómo las rue-
Para desarrollar esos aspectos Kipling a la vez desarrolla el das de su ser engranaban nuevamente con el mundo exte-
tema de la enfermedad de Kim y la desolación del lama. Tam- rior. Las cosas que un momento antes atravesaban su
bién se da aquí el pequeüo truco de hacer que el indomable campo dE: visión sin tener el menor significado recobraron
Babu, absurJo seguidor de Herbert Spencer y mentor nativo y las debidas proporciones. Las carreteras servían para andar
secular de Kim en el Gran Juego, se convierta en el garante por ellas, las casas para habitarlas, el ganado para apacen-
del éxito de sus proezas. Kim consigue hacer·se con los papeles tado, los campos para cultivarlos y los hombres y las muje-
comprometedores que prueban las maquinaciones ruso-fran- res para hablar con ellos. Todo era real y verdadero -sóli-
cesas y las viles trapacerías del principe indio. Después, para damente asentado sobre sus pies-, perfectamente com-
decirlo con palabras de Otelo, empieza a experimentar '{la pér- prensible, barro de su mismo barro, ni más ni menos. 2
dida de sus afanes>):
Lentamente Kim empieza a sentirse en consonancia con-
Durante todo aquel tiempo sintió, aunque no era capaz sigo mismo y con el mundo. Continúa Kipling:
de expresarlo con palabras, que su alma se había desconec-
A menos de un kilómetro había un carro vacío sobre un
pequeño montículo, que tenía detrás una higuera de Ben-
l. Victor Turner, Dramas, Fields mul.Hetaphors: Symbolic Aclion in Hwnan
Soáely (lthaca: Cornell Uniwrsity Press, 1974). pp. 258-59. Véase S. P. Mo-
hanty. "Kipling's Chi.ldren and thc ColourLinc". Rae e and Class, 31, n."' l ( !989),
pp. 21-40. para una medi1ación en detalle acerca de los problemas de color y l. Rudyard Kipling, Kim (1901: reed. Garden City: Doubleday, Doran,
casta; asimismo su "Us ancl Them: On the Phitosophical Bases of Political Criti- 1941 ), p. 516. Hay traducción castellana que es la utilizada aqui: Kim. traduc-
dsm", Ya/e Journul of Cn'ricism 2, n.~ 2 (1989). pp. 1-31. ción de José Luis López ivluñoz, Madrid: Alianza, 1986.
2. !bid .. pp. 516-17.
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gala todavía joven; una atalaya, por así decirlo, sobre algu- desdeil.át·sela por completo. La visión enciclopédica Je la liber-
noS campos recién arados; y a Kim, bañado por la dulce tad del lama recuerda sorprendentemente el Indian Surve.y del
brisa, empezaron a pesarle los párpados mientras se acer- coronel Creighton, el servicio de vigilancia por el cual cada
caba. Era de buena tierra limpia: no con hierba nueva que, llanura y cada pueblo son escrupulosamente inventariados. La
aunque viva, está ya a mitad de camino hacia la muerte, diferencia es que el inventario positivista de lugares y pueblos,
sino la tierra llena de esperanza que contiene las simientes llevado a cabo desde la perspectiva del dominio británico, se
de toda vida. La sintió enlre los dedos de los pies, la aplastó convierte, gracias a la generosa completitud del lama, en vi-
con las palmas de las manos, y poco a poco, suspirando vo- sión redentora)', para Kim,_ terapéutica. Ahora todo está unido.
luptuosamente, se tumbó cuan largo era a la sombra del ca- En el centro se encuentra el chico cu_yo espíritu errante ha
rro inmovilizado por unos tacos de madera. Y la Madre Tie- conseguido volver a comprender las cosas, atrapándolas en
rra fue tan eficaz como la Sahiba (la viuda de Kulu, que ha «Un movimiento casi audible>). A pesB.r de que esta metáfora
estado asistiendo a Kim), y le empapó para reestablecer el mecánica de un alma que se encarrila transgrede, de alguna
equilibrio que había perdido al pasar tanto tiempo tum- manera, la ele-va_da y edificante situación de Kim, la figura no
bado en un catre separado de sus buenas corrientes. Su ca- deja de ser apta para un escritor inglés que quiere pintar a un
beza descansó sumisa sobre su pecho, y sus manos abiertas joven varón blanco en trance de entender la vida en un país
se rindieron a su fortaleza. El árbol de muchas raíces que tan vasto como la India. Después de todo, los ferrocarriles in-
lo ·cobijaba, e incluso la madera muerta manipulada que te- dios fueron construidos por los británicos y ello les aseguró un
nía al lado, sabían lo que buscaba, aunque él lo ignorase. mayor dominio sobre el lugar.
Hora tras hora siguió allí, hundido a una profundidad Antes de Kipling, otros escritores habían pintado ese tipo
mayor que la del sueño. 1 de escena de comprensión de la vida: George Eliot en Middle-
march, por ejemplo, y luego, sin duda inHuido por aquélla,
Mientras Kim duerme, el lama y Mahbub discuten el des-
Henry James en Retrato de row dama. En los dos casos las he-
tino del muchacho; los dos saben que se ha curado, y que lo
roínas respectivas, Dorothea Brooke e Isabel Archer, se ven
que permanece es la forma de su vida. Mahbub quiere que
sorprendidas, por no decir trastornadas, por el descubrimiento
vuelva al servicio; el lama sugiere, con esa asombrosa inocen-
súbito de la traición de sus enamorados. Dorothea ve a Will La-
cia suya, que Mahbub se les una a ambos, chela y gurú, en su
dislaw aparenternente coqueteando con Rosamond Vincy,
peregrim:1,_je por el camino del bien. La novela termina cuando
mientras que Isabel intuye los escarceos entre su marido y i'vla ..
e llama revela a Kim que ahora todo está bien, porque ha visto:
dame l\lerle. A ambas epifanías les siguen largas noches de an-
toda la India, desde Ceilán en el mar hasta las montañas, y gustia, semejantes a la enfermedad de Kim. Entonces las muje-
también mis Rocas Pintadas en Suchzcn; vi todos los cam- res despiertan a una nuenl. conciencia de sí rnismas y el
pos y las aldeas, hasta el más pequeño, donde hemos des- mundo. En las Jos noYelas, las escenas son notablemente pare-
cansado alguna vez. Los vi al mismo tiempo y en el mismo cidas; la experiencia de Dorothea Brooke nos puede servir
sitio; porque estaban dentro del Alma. Por eso supe que el para desCribir las dos. Contempla el mundo superando da es-
Alma había pasado más allá de la ilusión del Tiernpo y del trecha celda de su calamidacb y ve
Espacio y de las Cosas. Por eso supe que había alcanzado la
más allá de las colinas, tras las verjas de la entrada. Por
libcrtad. 2
la carretera había un hombre con un atado a su espalda y
Esto es palabrería, desde luego, pero sólo en parte; no debe una mujer que llevaba un bebé.. Sintió la vastedad del
mundo y el multiplicado despertar de los hombres al tra-
bajo y la perpetuación. Era parte de esa vida ill\'oluntaria y
J. !bid., p. 517. palpitante y no podía limitarse a la mera contemplación
2. I&id .. p. sn.
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desde su lujoso refugio, ni apartar los ojos en lamento didos después de que Kipling haya hecho, en nombre de
egoísta. 1 Kim, un gesto que es, sobre tqdo, político e histórico. Lo
contrario sucede con las heroínas europeas o con las nortea-
Eliot v James quieren que esas escenas no sólo expresen el
medcanas en Europa: el mundo está ahí para ser de nuevo
desperta; moral, sino que constituyan el momento en que las
descubierto; no exige que se ejerza sobre él ningún tipo de
heroínas dejan atrás, e incluso olvidan, a los seres que las han
dirección o acto soberano. Al revés, en la India británica
atormentado, al verse a sí mismas dentro de un esquema más
se llegaría al caos o a la insurrección a menos que los cami-
amplio de la existencia. En parte, la estrategia de Eliot consiste
nos se usen del modo correcto, las casas sean pulcramente
en que Dorothea deba reemprender sus anteriore$ planes para
habitadas y hombres y mujeres dialoguen en el tono ade-
ayudar a sus amigos; la escena de la comprensión confirma asi
cuado.
el impulso para estar en el mundo y comprometerse con él. En
En uno de los mejores comentados críticos sobre Kim,
Kim se da un movimiento muy semejante aunque allí el
Mark Kinkead-Weekes sugiere que su carácter único dentro de
mundo se encuentra enteramente a disposición del alma que
la obra de Kipli.J!g se debe a que la resolución imaginada por
se una a él. El pasaje de Kim antes citado posee una suerte de
éste para la novela no funciona. Kinkead-Weekes afirma que el
triunfaliSmo moral implícito en su notoria defensa del poder,
triunfo artístico de Kipling trascendió incluso las intenciones
el voluntarismo y la capacidad de decisión. Las cosas tienen la
de su autor:
proporción adecuada, son perfectamente comprensibles y es-
tán asentadas; los caminos sirven para transitados, etcétera. La novela es el producto de una tensión peculiar entre
Por el pasaje planean das ruedas}> del ser de Kim, que ((vuel- diversas formas de visión: la del interés fascinado por el ca-
ven a engarzarse encerrando el mundo exterior». Por último, leidoscopio de una realidad externa que se basta a si
estas series de movimientos se ven consolidadas y reforzadas misma; la de la inteligencia que discrimina y que se es-
por la Madre Tierra, que bendice a Kim cuando él se acuesta conde bajo la piel de actitudes diferentes unas de otras y to-
cerca del carromato: de empapó para restablecer el equilibrio das de la propia; finalmente, como producto de lo anterior,
que había perdido)), Kipling muestra el deseo poderoso y casi pero de un modo mucho más intenso y creativo, el logro
instintivo de devolver el niño a su madre en una relación pre- triunfante de un anti-yo tan poderoso que consigue conver-
consciente, asexual e indefinida. tirse en un punto de referencia para todos: la creación del
Mientras se describe a Dorothea e Isabel como parte inevi- lama. Esto supone que era necesario imaginar una perspec-
table de una ((vida involuntaria y palpitante», a Kim se lo re- tiva y una personalidad lo más alejada de Kipling que fuese
trata en el momento de hacerse voluntaliamente con el com- posible; no obstante, el análisis es tan delicado que consi-
pleto control de su vida. Creo que la diferencia es capital. El gue funcionar como un catalizador orientado hacia una
logro por parte de Kim de un nuevo y sólido dominio sobre síntesis más profunda. La nueva visión, más generosa, com-
sus recursos y sobre su capacidad de comprensión es, en pleja, humana y madura que la de cualquier obra de Ki-
buena medida, una extensión de la función del Sahib en la In- pling, proviene de ese desafío especial: olvidarse de la obse-
dia colonial: lo que ha hecho Kipling es que Kim participe de sión por sí mjsmo, sondear mucho más profundamente en
una ceremonia de reapropiación, en la que su parte britá- lo que le ofrece la visión objetiva de la realidad que lo cir-
nica (aun en su condición de leal súbdito irlandés) se hace, cunda, y ser capaz de ver, pensar y sentir rnás allá de sí
otra vez, con el poder sobre la India. El conocimiento de la mismo. 1
Naturaleza y los ritmos involuntarios de la salud le son conce-
Por más que coincidamos con algunas de las propuestas de
l. George Eliot, Middlernarch, cd. Bert G. Hornback (Nueva York: Norton,
1977) p. 544~- Hay traducción castellana: J. L López Muüoz, Mondadori, Barce- l. Mark Kinkcad-Wcckes, «Vision in Kipling's ~oveJs,, en Kip/irzg's Mind
lona, 1992. and Art, ed. Andrew Rutherford (Londres: Oliver & Boyd 1964).
232 233
113
esta lectura suül, en mi opinión es demasiado ahistórica. Es flicto fundamental al que el mismo Kipting jamás se en-
verdad que el lama es una suerte de anti-yo; es verdad que Ki- frentaría. 1
pling es capaz de meterse dentro de la piel de otros y sentir
Creo que existe una alternativa a estas posiciones, que es
simpatía. Pero Kipling jamás olvida que Kim forma parte indis-
más profunda y al mismo tiempo está más atenta a las realida-
cernible de la India británica; el Gran Juego debe seguir y Kim
des de la India Británica de finales del siglo XIX, según la veían
debe seguir en el juego, no importa cuántas parábolas pergeñe
Kípling y otros como él. El conflicto entre el servicio de Kim a
el lama. Naturalmente tendemos a leer Kim como una novela
la colonia y la lealtad a sus compail.eros indios permanece sin
perteneciente a la más alta literatura, libre hasta cierto punto
resolver no porque Kipling'no pueda enfrentarse a él sino por"
de las incomodidades de las circunstancias históricas y políti-
que para Kipling no existía conflicto. De hecho, uno de los pro-
cas. Por el mismo movimiento, no debemos despreciar de ma-
pósitos de la novela es mostrar la ausencia de enfrentamiento,
nera unilateral las conexiones internas con su realidad con-
una vez que Kim se ha curado de sus dudas, el lama ya no
temporánea, conexiones que fueron cautelosamente respeta-
añora el Río y la India se ha librado de unos cuantos sobresal-
das por Kipling. Desde luego Kirn, Creighton, Mahbub, el Babu
tos y de ciertos -agentes foráneos. No dudamos de que si Ki-
y hasta el lama ven la India según la veía Kipling: como parte
pling hubiese considerado que la servidumbre de la India con-
del imperio. Y desde luego Kipling preserva minuciosamente
ducía a la infelicidad el conflicto podría haberse dado, pero no
esta visión cuando hace que Kim -el humilde muchacho irlan-
era así: antes sus ojos, el mejor destino para la India era ser go-
dés, inferior en la escala social a un inglés de pura sangre-
bernada por Inglaterra.
reafirme su prioridades británicas mucho antes de que el lama
Se utiliza un criterio igualmente rcduccionista pero
las bendiga.
opuesto si se lee a Kipling no sólo como si fuese un <(bardo.im-
Con regularidad, los lectores de la mejor obra de Kipling
perialista>' (lo que tampoco era) sino como alguien que ha-
han tratado de salvarlo de sí mísmo. Y casi siempre la conse-
biendo leído a Frantz Fanon, frecuentado a Ganclhi y absorbido
cuencia ha sido que se corroborara la famosa opinión de Ed-
sus lecciones, perseverase en la obstinada convicción previa.
munJ Wilson acerca de Kiln:
Se distorsiona entonces severamente ese contexto que él con-
Lo que el lector generalmente espera es que Kim llegue tribuyó a refinar, elaborar e iluminar. Es fundamental tener
a darse cuenta de que está contribuyendo a poner bajo el presente que no hubo casi frenos para la perspectiva imperia-
dominio de los invasores británicos a aquellos que siempre lista mundial que compartía Kipling, como" tampoco para Con-
ha considerado como su propia gente y que de ello resul- rad existieron alternativas al imperialismo, aunque admitiese
tará un conflicto entre lealtades contrapuestas. Con consi- todos sus males. Así, Kipling no se sentía inquieto por la idea
derable efecto Kipling ha establecido para el lector el con- de una India independiente, aunque debamos admitir que en
traste entre Asia, con su misticismo, su sensualidad, sus su obra de ficción se representa el imperio con todas sus legiti-
extremos de santidad y bellaquería y los ingleses, con su or- maciones conscientes. Al tratarse de novelas se incurre -al
ganización superior, su confianza en los métodos moder- contrario de lo que sucedería en la prosa discursiva- en iro-
nos y su tendencia a barrer, como si se tratase de telarañas, nías y problemas como los que hemos detectado en Austen, en
las creencias y mitos de los nativos. Se nos han mostrado Verdi, J', según veremos más adelante, en Camus. Mi idea en
dos mundos completamente distintos y coexistentes, que esta lectura contrapuntística que estoy llevando a cabo es
carecen de auténtica comprensión el uno del otro, y hemos acentuar e iluminar esas disyunciones, en lugar de desdeñarlas
sido testigos de la oscilación de Kim en su ir y venir entre o desestimarlas.
ellos.. Pero las líneas paralelas nunca se unen; las atrac-
ciones alternati\'as que sufre Kim no dan nunca lugar a
una auténtica lucha.. Así la obra no dramatiza un con- l. Edmund \Vilson, «The Kiplíng that Nobody Rcad», The \Vowul and the
Boll' (Nueva York: OxforJ University Press, 1947), p. 100-1, 103.
234 235
114
Consideremos dos episodios de Kim. Muy poco después de y la<; continua<; y desatendidas quejas de los nativos. En 1925,
que el lama :· su eluda hayan abandonado Ambala, se encuen- cuando publicó su breve y vigoroso folleto The Other Side of
tran con un anciano, antiguo soldado retirado, {(que habla ser- the lVledal -apasionada proclama contra la dominación in-
vido al Gobierno durante los días del Motín)>. Para el lector glesa y a favor de la independencia india-, Edv,'ard Thompson
contemporáneo de Kipling el <<Motín" quería decir el único, erigió el Motín como gran episodio simbólico durante el cual
más importante, conocido y violento episodio de la historia de las dos partes, la india y la británica, tomaron consciencia de
las relaciones angloindias durante el siglo XIX: el Gran Motín su completo enfrentamiento. Allí mostraba, de manera dramá-
de 1857, que empezó en Merut el diez de mayo y concluyó con tica, el modo en que la Historia británica y la india elabora-
la caída de Delhi. Hay una enorme cantidad de bibliografía, in- ron representaciones marcadamente opuestas del suceso: el
día y británica, acerca de este episodio (por ejemplo, The Greaf Motín realimentó la diferencia entre colonizador v colo-
lvfutiny de Christopher Hibbert), que los historiadores indios nizado. -- V
llaman «Rebelión>). El motivo del Motín -usaré aquí la desig- En tal situación de justificado ardor nacionalista, ser indio
nación ideológica de los bdtánicos- fue la sospecha, por parte hubiese signific¡:¡.do experimentar una natural solidaridad con
de soldados hindúes y musulmanes, de que en el ejército indio las víctimas de las represalias británicas. Ser británico en
sus municiones habían sido lubricadas con grasa de vaca (im- cambio, hubiese significado sentir repugnancia y dolor ~por
pura para los hindúes) y de cerdo (impura para los musulma- no hablar de la virtuosa necesidad de castigo- ante las mues-
nes). En realidad, las causas del Motín eran parte constitutiva tras de terrible crueldad por parte de los (<;ativos», que cum-
del imperialismo británico en sí mismo, de un ejército for- plieron los papeles asignados en el reparto de salvajismo. Un
mado sobre todo por nativos a las órdenes de oficiales Sahibs y indio que no compa¡-tiese esos sentimientos podría l~aber per-
de las anomalías de las regulaciones de la East India Compan:y·. tenecido a una pequeñísima minoría. Por ello, es altamente
Además subyacía al Motín una enorme carga de resentimiento significativo que Kipling eligiese como soldado leal precisa-
contra el dominio blanco cristiano sobre un país poblado por mente a un indio, que al relatar el Motín pinta la rebelión de
muchas otras razas y culturas, todas las cuales, probablemente, sus compatdotas como un acto de locura< Es previsible enton-
consideraban que su sumisión a los británicos era degradante. ces que los '<Deput-y Commissioners)) británicos lo respeten
Pero a los amotinados les pasó inadYertido que desde el punto hasta el punto de des\'iarse 1de su ruta para saludarlo. Lo que
de vista numérico superaban en nmcho a sus oficiales supe- Kipling elimina es la posibilidad real de que sus compatriotas
riores. considerasen al soldado como un traidor a su pueblo. Cuando
Tanto para la Historia británica como para la india el I\lo- unas páginas más adelante el viejo veterano cuente la historia
tín supuso una clara divisoria. Sin entrar en la compleja es- del Motín al lama y a Kim, su versión de los hechos estará alta-
tructura de acciones, motivos, sucesos y principios puestos en mente cargada de las explicaciones británicas de lo que su-
cuestión desde entonces, podemos afirmar que para los britá- cedió:
nicos, que conjugaron el Motín con brutalidad':' severidad, to-
Una locura se apoderó de todo el Ejército, y los hom-
das las actuaciones de los rebeldes fueron venganzas; los re-
bres se volvieron contra sus oficiales, Éste fue el primer
beldes mataron europeos, se dijo, y con eso se probó, como si
mal, pero hubiese tenido remedio si se hubieran contenido.
las pruebas fuesen necesarias, que los indios merecían ser so··
Pero los soldados decidieron matar a las esposas y los hijos
juzgados por la más alta civilización de los británicos euro-
de los Sahibs. Entonces vinieron los Sahibs del otro lado
peos; tras 1857 la East India Company fue reemplazada por el
del mar y les pidieron estricta cuenta de lo que habían
Gobierno de la India, que tenía un carácter más formal. Para hecho. 1
los indios, el Motín constituyó un alzamiento nacionalista
contra la dominación inglesa, que se reafirmó entonces con
toda intransigencia, a pesar de los malos tratos, la explotación l. Kipling, Ki1n, p. 242.
236 237
115
Rebajar a <docura>l el resentimiento y la resistencia (comu relato del l'vlotin de boca d.el viejo soldado la necesidad de
podría haberla denominado) de los indios frente a la insensibi- conjurar toda futura "locura». Después de todo, de la misma
lidad británica, presentando las actuaciones de los indios India surgen tanto la vitalidad local de la que disfruta Kim,
como expresión Je una pura tendencia congénita a la matanza como el desafio al imperio británico. Se les cruza enlonces
de mujeres y niños británicos, no es una reducción inocente un Superintendente de Policía de Distrito, y su aparición sus-
sino tendenciosa del nacionalismo indio. Y cuando Kipling cita esta reflexión en la Vieja Viuda:
hacé que el viejo soldado describa la contrarrevolución britá-
Éstos son los que deben supervisar la justicia. Conocen
nica en términos de exigencias de «estricta cuenta)) -llenas de
el país y sus costumbres. Los otros, recién llegados de
horrendos castigos de los blancos animados por la necesidad
Europa, amamantados por mujeres blancas, que han
de acciones <(morales))- dejamos el mundo de la Historia para
aprendido nuestras lenguas en los libros, son peores que
entrar en el de la polémica imperialista, en la cual el nati·vo es
la peste. Perjudican hasta a los reyes. 1
descrito como delicuente natural, y el blanco como un padre y
juez severo pero moral. Así, Kipling nos ofrece el punto de Sin duda alg___unos indios estaban convencidos de que los
vista britáriico extremo acerca del Motín, y lo pone en boca de funcionarios de policía ingleses conocían el país mejor que
un indio, cuya contrapartida nacionalista agraviada no aparece los nativos, y que ellos, más que los gobernantes indios, de-
nunca en la novela. (De la misma manera, Mahbub Ali, el fiel bían manejar los hilos del poder. Pero hay que advertir que
ayudante de Creighton, pertenece al pueblo Pathan, que histó- en Kirn nadie desafía el poder británico; nadie es capaz de ar-
ricamente se mantuvo en violenta rebeldía contra los británi- ticular ninguna de las posiciones indias opuestas y locales que
cos a lo largo de todo el siglo XIX, y sin embargo aquí aparece por entonces debían ser enormemente evidentes aun para al-
feliz ante el dominio inglés y hasta colaborando con éste.) Tan guien tan obtuso corno Kipling. En lugar de todo ello, nos en-
lejos está Kipling de mostrarnos dos mundos en conflicto, que contramos ante un personaje que explícitamente afirma que
sólo nos ensefla cuidadosamente uno, eliminando toda oportu- un funcionario de la policía colonial debe gobernar el país y
nidad de colisión entre ambos. agrega que prefiere el viejo estilo de los funcionarios. Esos
El segundo ejemplo confirma el primero. Se trata, otra vez, que (como Kipling .Y su familia) habían vi \"ido entre los nati-
de un momento breve pero significativo. En el capítulo 4 Kim, vos _r eran, por ende, mejores que los nuevos burócratas aca-
el lama v la viuda de Kulu están en camino rumbo a Saharun- démicamente adiestrados. Ésta es una de las posiciones de los
pore. A¿aba de tener lugar una descripción exuberante de así llamados orientalistas de la India, que creían que se debía
Kim, que está «en medio de todo eso, más despierto y atento gobernar a los indios de acuerdo con usos indios orientales y
que nadie}). El «todo eso>> de la descripción alude «al mundo por ((manos)) indias, pero, al desarrollar tal postura Kipling a
en su verdad auténtica; aquella era la vida tal como él la de- la vez desdefla, calificándolas de académicas, todas las demás
seaba: el bullicio y el griterío, el enganche de los correajes, el aproximaciones al orientalismo desde ángulos iilósoficos o
aguijoneo de los bueyes, el chirrido de las ruedas, los fuegos ideológicos. Entre estas desacreditadas maneras Je gobernar
que se encendían para guisar lo5 alimentos, nuevas cosas que se encontraba el evangelisrno (sus misioneros y reformadores
ver cada vez que el ojo aprobador miraba en otra dirección>). 1 están parodiados en el personaje de l\lr. Bennet), el utilita-
Ya hemos contemplado antes buena parte de este aspecto de la rismo y el spencerianismo (parocliados en el Babu) y desde
India, con su color, frenesí e interés, expuestos en toda su va- luego todos los acadérnicos innominaJos bajo el rótulo de
riedad para disfTute del lector inglés. Pero de alguna manera ((peores que la peste». Es interesante advertir que en la for-
Kipling necesita exhibir su autoridad sobre la India, quizá por- mulación de la \'iuda tal como se nos presenta hay sitio sufi-
que unas pocas páginas antes ha sentido ante el amenazante ciente para aprobar a funcionarios policiales como el Super-
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rintendente, educadores flexibles como el padre Victor y la mo un oriental»; un poco más tarde: {(cada hora de las veinti-
tranquilizadora autoridad de la figura del coronel Creighton. cuatro del día es igual para los orientales»; cuando Kim com-
Al hacer que la viuda exprese lo que, en efecto, constituye pra los billetes de tren con el dinero del lama se guarda una
una especie de inapelable juicio normativo acerca de la India y rupia para él porque, como dice Kipling, esa rupia <'es la in-
sus gobernantes, Kipling consigue demostrar que los nativos memorial comisión de Asia)); luego se refiere el autor al <áns-
admiten el dominio colonial siempre que sea de la clase co- tinto de regateo de Asia)); en la plataforma del tren los criados
rrecta. Históricamente éste ha sido el modo en que el imperia- <(puesto que eran nativos» no descargan los vagones cuando
lismo europeo se ha presentado ante sí mismo de forma acep- debían haberlo hecho; la facilidad con que Kim duerme mien-
table: ¿qué puede ser mejor para su propia imagen que tras el tren ruge es ejemplo de da indiferencia oriental ante
súbditos nativos que proclamen su asentimiento ante el poder cualquier ruido)); cuando desmontan el campamento, Kipling
y los conocimientos del extranjero, aceptando a la vez implíci- señala que esto se lleva a cabo <(con lo que orientales entien-
tamente los dictámenes europeos acerca de la naturaleza dege- den por rapidez: descuidadamente, con presteza pero con lar-
nerada, atrasada y poco desarrollada de su propia sociedad? Si gas explicaciones..._ entre insultos y arrebatos, entre centenares
se lee Kim como el relato de la aventura de un muchachito, o de comprobaciones de pequeños olvidos posibles)>; se des~
como un panorama rico y amorosamente detallado de la vida cribe a los Sijs como especialmente ((amantes del dinero»;
india, no se está leyendo la novela que Kiplíng verdadera- Hurri Babu equipara ser bengalí a tener miedo; cuando ocul-
mente escribió, cuidadosamente cargada de las perspectivas, ta el paquete robado a los agentes extranjeros, (<escondió el
supresiones y elisiones aquí consideradas. Según Francis Hut- tesoro entero en su cuerpo, como sólo los orientales saben
chins en The Il!usion of Permanence: British lmperialism in In- hacerlo>;,
dia, hacia finales del siglo XIX, Nada de esto es propio únicamente de Kipling. El más li-
gero repaso de la cultura ocddental de finales del siglo XIX re-
Se creó una India imaginmia que no contenía elemen-
vela un inmenso caudal de este tipo de sabiduría popular,
tos indicativos de cambio social o de amenaza política. La
buena parte de la cual sígue viva hoy, Como John MacKenzie
orientalización era resultado de este esfuerzo para concebir
demuestra en su ·valioso libro Propaganda arul E111pire, .. había
una sociedad india carente de elementos hostiles a la per-
toda clase de artilugios al servicio de la exaltación del imperio,
petuación del dominio británico, porque los orientalizado-
desde cajetillas de cigarrillos, postales, partituras, almanaques,
res intentaban construir un dominio permanente sobre la
manuales, repertorios de music-hall, soldados de juguete, con-
base de esta India supuesta. 1
ciertos de bandas militares y juegos de tablero. En todos ellos
Kim es una contribución mayor a esa India orientalizada de se afirmaba su importancia prioritaria para el bienestar econó-
la imaginación, como también lo es a eso que los historiadores mico, estratégico y moral de Inglaterra, y al mismo tiempo se
han llegado a llamar la «invención de la tradición». pintaba a las razas oscuras o inferiores como necesitadas de re-
Pero hay más. Dentro de la novela aparecen una serie de generación, o de supresión, o de severo dominio, o de subyu-
observaciones emitidas por una voz editorial que fija la natura- gación indefinida. Sobresalía el culto de la personalidad mili-
leza inmutable del mundo odental en su oposición al blanco, tar, esencialmente porque algunos de sus representantes se las
no menos inmutable. Por ejemplo: ((Kim mentiría como un habían arreglado para cortar unas cuantas cabezas negras. Se
ofrecían diversas racionalizaciones para el control sobre terri-
J. Francis Hutchins, The J!!usion o/ Permanence: Bl"itish bnperíalism in {¡¡, tmios de ultramar; algunas veces el provecho, otras la compe-
día (Princeton: Princc\on Uni\'ersity Press, 196 7), p. 157. Ver asimismo Georg e tencia con poderes imperiales rivales. Como en Kim< En The
Bearce, British Allirudes Tmvards l11din, 1784-1858 (Oxforcl: Oxford Universit_\
Srrange Ride of Rudyard KipliHg Angus \Vilson menciona que a
Press, 1961 ): B. R. Tomlinson, por su parte, desnuda el sistema en The Polilicol
Ecorw111y of 1he Raj. 19}4-1947: The Ecnnomics of Decoloniz.nrion in India (Lon- la temprana edad ele dieciséis años el joven propuso que en su
dres: Macmillan, 1979). colegio se debatiera su proposición de que (<el avance de Rusia
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en Asia- Central es hostil al poder británico». 1 Lo único invaria- aceras, ni a decir la verdad, ni a utilizar la lógica; el nativo ma-
ble en todo esto es la subordinación de los no blancos. layo era esencialmente perezoso 1 de la misma simétrica ma-
Kinz es obra de gran mérito artístico; no puede rebajársela nera en que el europeo del norte era enérgico y decidido. El li-
de modo simplista calificándola de producto de la imaginación bro de V.G. Kiernan, The Lords of Hunwn Kind, que trata de
racista de un imperialista ullrarreaccionario y perturbado. los malayos, ofrece un notable panorama de cuán difundidas
George Orwell tuvo razón cuando alabó la capacidad singular estaban esas opiniones. Como he sugerido antes, ciertas disci-
de Kipling para agregar [Tases y conceptos al lengu~je co- plinas como la economía colonial, la antropología, la historia y
rriente -Asia es Asia; Occidente es Occidente; la gran Respon- la sociología se construyeron sobre estas afirmaciones, con el
sabilidad del Hombre Blanco; en algún lugar al Este de Suez- resultado de que para casi cada hombre y rnujer occidentales
y tatnbién cuando sefialó que las obsesiones de Kipling, de ur- los europeos que trataban cqn colonias corno la India estaban
gente interés, son a la vez vulgares y permanentes." Una de las al margen de cambios y determinaciOnes nacionales. Descrita
razones del·vigor de Kipling tiene que ver con que era un ar- minuciosamente por Michael Edv..rardes en The Sahibs and the
tista inmensamente dotado; lo que hizo fue elaborar ideas que, Lofus, la experiencia completa de la India (con su historia inte-
debido a sU intrínseca vulgaridad, hubiesen tenido mucha me- gral, su cocina, ~u dialecto, sus valores y sus metáforas) se se-
nos permanencia de no ser por su arte. Para ello, además, se para, sin ningún criterio, de las oscilantes y contradictorias
sostenía en la autoridad de los grandes monumentos de la cul- realidades de la India ~· así se perpetúa. Hasta Kad Marx su-
tura europea Je los que se nutría y en la convicción de la infe- cumbió a la idea de la existencia inmutable de la aldea asiá-
rioridad de las razas no blancas, de su necesidad de ser domi- tica, la agricultura y el despotismo.
nadas por una raza superior. Su esencia por completo inmuta- El joven inglés enviado a la India para formar parte del _fun-
ble era un axioma más o menos incuestionable de la vida cionariado ciYil «pactado)) con los indios pertenecía a una
moderna. clase cuyo dominio nacional era absoluto sobre todos y cada
Es verdad que se dieron debates acerca de cómo debían go- uno de los indios, independientemente de cuán aristocráticos
bernarse las colonias, o si algunas de ellas debían abando- y deos fuesen. Ese joven hubiese oído las mismas historias,
narse. Sin embat·go, nadie con poder suficiente para inQuir en leído los m.ismos libl'Os, aprendido las mismas lecciones, fre-
la discusión pública o en la política puso objeciones a la supe- cuentado los mismos clubes que cualquier otro funcionario
rioridad básica del varón blanco europeo, que siempre se colonial. Según Michael Edwardes, muy pocos de ellos se
guardaba la última carta. Frase del tipo «Los hindúes son in- preocupaban de aprender a hablar í1uidamente el lenguaje de
trínsecamente mentirosos y carentes de valentía moraL> eran aquellos a quienes gobernaban, y por ello dependían en gran
expresiones de sabiduría popular que muy pocos, entre los medida de sus secretarios nativos, <{que sí se habían lomado el
cuales, desde luego, no se contaban los gobernadores de Ben- trabajo de aprender el lenguaje de sus conquistadores y, en
gala, se hubiesen negado a suscribir. De rnodo semejante, muchos casos, aproYechaban la ignorancia de sus señores en
cuando el historiador de la India Sir H. M. Ellíot planeó su su propio beneHcio)>. 1 Un elocuente retrato de funcionario de
obra, ésta se centraba en la idea de la barbarie india. El clima esas características es Ronny Heaslop, personaje de Pasaje a la
y la geografía condicionaban ciertos rasgos característicos de India de E. M. Forster.
los indios. Según Lord Cromcr, uno de !os más duros goberna- Todo esto es importante para Kim, cuya principal figura
dores de la India, los orientales no podían aprender a usar las desde el punto de vista de la autoridad es el coronel Creighton.
Este soldado, a la vez etnógrafo y estudioso, no es una criatura
inventada del toJo, sino casi seguramente un personaje ex-
l. Angus Wílson, The Stra!lge Ride o/ Rudyard Kipling (Londres: Penguin,
1977), p. 43.
2. Geo¡·ge Orwe!L aRudyat·d Kipling». en A Collecfion of Essay.'; (Nueva L tvlichad Edwarclcs, Thi! Slwhihs and the Lotus: The Brirish in htdia (Lon·
York Doubleday, Anchor, 1954), pp. 133·35. dres: Constabte, !988), p. 59.
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traído de las experiencias de Kipling en el Punjab: en general tranquiliza: ({La transformación de un emblema sentimental
se lo interpreta como combinación ele personajes anteriores ti- como su Toro Rojo en una suerte de fetiche al que el chico ve-
picos de la autoridad colonial en la India y figura original que nere es muy interesante.})
se ajusta perfectamente a los nuevos propósitos de Kipling. En Hay otras razones por las cuales es interesante el hecho de
primer lugar, a pesar de que Creighton aparece de vez en que Creighton sea antropólogo. De todas las ciencias moder-
cuando en la novela y sus rasgos no están tan perfilados como nas, la historia de la antropología es la más estrechamente li-
los de Mahbub Ali o los del Babu, no obstante constituye un gada al colonialismo, puesto que era frecuente que antropólo-
punto de referencia para el desarrollo de la acción; es un dis- gos y etnólogos informaran a los funcionarios coloniales
creto director de los hechos, un hombre cuyo poder es digno sobre las costumbres y creencias de los pueblos nativos.
de respeto. Pero no se trata de un hombre que ejerza la fuerza. (Claude Lévi-Strauss reconoció esto cuando calificó la antro-
Convence a Kim de entregarle su vida por medios persuasivos, pología de «doncella del colonialismo>>; la excelente colec-
no por imposición de su rango. Cuando le parece razonable, ción de ensayos editada por Talal Asad, Anthropology a11d the
puede ser flexible -¿podría Kim haber soñado con un jefe más Colonial Encou)zter, 1973, desarrolla este vínculo con más
tolerante que Creighton durante su peregrinación?-, pero profundidad; y en la no-vela de Robert Stone sobre la política
duro si las circunstancias lo exigen. de Estados Unidos en Latinoamérica, A Flag for Sunrise, 1981,
En segundo término, es especialmente interesante el hecho el personaje central es Holliv,·ell, antropólogo con lazos extra·
de que, además de ser funcionario colonial, sea un estudioso. ños y arribiguas relaciones con laCIA). Kipling fue uno de los
Esta unión de poder y conocimiento es contemporánea a la in- primeros novelistas en retratar esta alianza evidente entre la
vención de Sherlock Holmes (y de su ayudante \Vatson, preci- ciencia y el poder poli tic o en las colonias. 1 Y Kipling siempre
samente veterano de las guerras de la frontera norte de la In- toma muy en serio a Creighton: esta seriedad es una de las ra-
dia) por parte de Conan Doyle, autor cuya visión de la vida zones que explican la existencia del Babu. El antropólogo na-
incluye también un saludable acatamiento y respeto por la ley tivo, hombre brillante cuyos reiterados intentos de pertenecer
aliada a un intelecto superior y volcado a lo científico. En los a la Royal Society no carecen de fundamento, casi siempre se
dos casos, Kipling y Doy le representaban para sus lectores per- nos presenta de modo divertido, extravagante y hasta carica-
sonajes cuyo estilo ele operar, nada ortodoxo, encontraba su turesco, no porque sea incompetente o inepto -todo lo con-
razón ele ser en los nuevos campos de la experiencia que casi trario- sino porque no es blanco. Es decir: no puede ser un
se habían convertido ya en especializaciones académicas. El Creighton. Kipling es muy cuidadoso en este aspecto. Del
gobierno de las colonias y los métodos detectivescos estaban a mismo modo en que no podía imaginar el curso histórico de
punto de ganar el mismo respeto de que gozaba el orden de los la India fuera del control británico, tampoco podía imaginar
clásicos o la química. Cuando Mahbub Ali rechaza a Kim a indios capaces de mostrarse eficientes y serios en lo que él y
causa de su educación deficiente, Creighton, que está escu- otros de su época consideraban, pura y exclusivamente, obje-
chando la conversación, piensa ((que no se puede desperdiciar tivos occidentales. Aun siendo admirable y digno de aprecio,
a este chico si es tan listo". El coronel ve el mundo desde una en el Babu. prevalece el sombrío estereotipo del nati\'O unto-
perspectiva totalmente sistemática. Todo lo que tiene que ver lógicamente gracioso cuando trata, sin conseguirlo, de ser
con la India le interesa, porque todo cuenta para su gobierno; ((con1o nosotros)>.
en Creighton, el intercambio entre etnografía y trabajo colo- He señalado que la figura de Creighton es la culminación
nial es fluido; puede considerar los talentos de Kim tanto
como objeto de curiosidad antropológica como en su función l. Véase Ed\vanl \\' Said, •<Representing the Coloniud: Anthropolgy's Tn-
tedocutors», Critica! Jnquiry 15, n° 2 (inYierno de 1989). PP- 20:1-25. Asimism"
de futuro espía. Así, cuando el padre Victor se pregun.ta si no Lewis D. \Vurgart. Tite Imperial hnagimUion: Jlagic aud .Uyth in Kip!ing's Indio
será demasiado trabajo para el coronel atender a una dificul- (l'vtiddletown: Wesleyan University Press, !983), pp. 54-78, \"desde !u ego la obr<1
tad burocrática en torno a la educación de Kim, Creighton lo de Bernard S. Cohn: Aulfrropologisl Annmg !he Hislorions
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del cambio generacio11al que tiene lugar en la personificación de lo bueno y lo malo, la virtud y el pe1juicio, eran importan·
del poder británico en la India. Detrás de Creighton están los tes y emocionalmente comprometidos. Para la persona del
aventureros y pioneros de finales del siglo XVlll, como \Varren gobierno que representaba a Gran Bretaña en la India, el
Hastings y Robert Clive, cuyos excesos personales e innovacio~ principal problema no era la bondad o la maldad de una deci-
nes en el poder forzaron a Inglaterra a someter la autoridad ili- sión, o si las cosas debían modificarse o permanecer sin cam-
mitada del Raj a leyes generales. Lo que sobrevive en Creigh- bios, sino si funcionaban o no, si impedían o ayudaban a
ton de Clive y Hastings es su sentido de la libertad, su mantener el gobierno del territorio como un todo. Así,
capacidad para improvisar, su preferencia por la informalidad. Creighton es satisfactorio para el Kipling que había imagi-
Después de la rudeza de los pioneros vinieron Thomas l\'lunro nado una India ideal, inmutable y atractiva, como parte eter-
y Mountstuart Elphinstone, los reformadores y sintetizadores namente perteneciente al imperio. Ésq. era una autoridad en
que fueron los primeros administradores coloniales eruditos, la cual se podía confiar.
cuyo ejercicio del poder reflejaba algo semejante al conoci- En «Kipling's Place in the History of ldeas>), un celebrado
miento de los expertos. En ese momento también aparecen los ensayo de Noel Annan, se demuestra que la visión que Kipling
grandes estudiosos para quienes el servicio colonial en la India tiene de la sociedad es sirnilar a la de los nuevos sociólogos,
significaba la oportunidad de analizar una cultura extranjera: Durkheim, \Veber y Pareto, quienes
Sir \Villiam («Asiati o)) Jones, Charles Wilkins, Nathaniel Hal-
veían la sociedad corno nexos entre grupos; y el modelo de
hed, Henry Colebrooke, Jonathan Duncan. Se trataba de hom-
conducta que esos grupos inadvertidamente establecían de-
bres dedicados a empresas principalmente comerciales, y no
terminaba sus acciones mucho más que sus voluntades o
parecían creer, como tampoco el mismo Creighton (y Ki-
que elementos tan eYanescentes como la clase o la tradi-
pling), que el trabajo en la India estuviese tan pautado y fuese
ción cultural o nacional. Ellos se preguntaron córno hacían
tan econórnico (en el sentido literal de la palabra) como el go-
estos grupos para garantizar el orden o alimentar la inesta-
bierno de cualquier sistema totalizador.
bilidad social, mientras que sus antecesores se habían pre-
Las normas de Creighton son las clel gobierno desintere-
guntado si ciertos grupos ayudaban a la sociedad a pro-
sado, basado no en preferencias personales (como sucede en
gresar.1
el caso de Clive) sino en leyes, en principios ele orden J' con-
troL Creighton encarna la idea de que no se puede gobernar la A continuación Annan afirma que Kipling se asemeja a es-
India a menos que se la conozca, y que conocerla supone en- tos fundadores del discurso de la sociología moderna en la me-
tender el modo en que funciona. Los conocimientos sobre la elida en que creía que el gobierno eficiente de la India depen-
India se desarrollaron durante el gobierno de VVilliarn Ben- día de las fuerzas de control social (religión, leyes, costumbres,
tinck como Gobernador General, y promovieron tanto el orien- convención y moral) «que imponían a los individuos ciertas re-
talismo como la utilización de principios utilitaristas para el glas que era arriesgado romper». Se con\'irtió casi en un lugar
gobierno de la mayor cantidad de indios con los mayores be- común dentro de la teoría imperialista británica afirmar que el
nehcios posibles (para los lndios tanto como para los británi- imperio inglés difería del romano, y era mejor que éste, por-
co's).1 Pero todo ello siempre al servicio del inmutable hecho de que constituía un sistema riguroso en el que prevalecían la ley
la autoridad imperial británica, que situaba al Gobernador apar- y ei orden, mientras que en el romano predominaban el puro
te de los seres humanos corrientes, para quienes los problemas expolio y el saqueo. Así lo afirma Cromer en Ancierzt and Mo-
dern Imperialism y también Marlo\V en El corazón de las til1ie-
l. Véase Eric Stokes, The English Utilitaria11s and iHdia (Oxford: Clarendon
Press, 1959) y Bean::e, Brilish Auitudes T01nu-ds ludia, pp. 153·74. Acerca Je la
¡·efonna educativa de Bentinck. véase Viswanalhan, Masks uf Conquest, l. Noel Aunan, «Kip!i¡¡g's Place in tbe Histo¡-y of Ideas", Viclorian Stwlies
pp. 44-47 3, n. 0 4 (junio de 1960), p. 323.
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blas. 1 Creighton entiende esto perfectamente, :v por ello trabaja tumbres que los extraños no podían franquear fácilmente. En
con musulmanes, bengalíes, afganos o tibetanos sin mostrarse Kim todos son extraños para los otros grupos y propios para el
desdeñoso con sus creencias o poco advertido de sus diferen· propio.
cías. Era natural que la visión de Kipling incluyese a Creighton, El aprecio de Creighton por las habilidades de Kim -su ra-
un cientifico cuya especialidad supone los detallados mecanis- pidez, su facilidad para el disfraz y para adaptarse a cualquier
mos ele una sociedad compleja, en lugar de un burócrata colo- situación como si la conociese- se parece al interés del nove-
nial o un saqueador rapaz. El olímpico humor de Creighton, su lista hacia ese personaje complejo y camaleónico, que sale y
actitud afectuosa pero distante respecto al pueblo y sus aires ex- entra de las aventuras, las intrigas, los episodios. La analogía fi-
céntricos forman parte de los recursos con los cuales Kipling nal será entre el Gran Juego y la novela misma. La gran satis-
embellece la figura de su funcionario ideal para la J ndia. facción es ser capaz de aprehender Ja totalidad de la India
Creighton, como hombre de la organización, no sólo pre- desde la ventaja de la observación bajo controL Otro motivo de
side el Gran Juego (cuya beneficiaria última es por supuesto la satisfacción viene de tener en la punta de los dedos un perso~
Kaiser-i-Hind, o Reina Emperatriz, y su pueblo británico) sino naje capaz de cruzar deportivamente las fronteras y de invadir
que adeniás trabaja mano a mano con el novelista. Si pudiése- territorios ajenos, un pequeño Amigo del Mundo: Kim O'Hara
mos atribuir a Kipling un punto de Yista consistente dentro de en persona. Es como si al poner a Kim en el centro de la no-
la novela, lo hallaríamos en Creighton, más que en cualquier Yela, del mismo modo que Creighton el jefe de los espías con-
otro personaje. Como Kipling, Creighton respeta las diferen- trola a Kim en el centro del Gran Juego, Kipling pudiera po-
cias en la sociedad india. Cuando l'vlahbub Ali le dice a Kim seer y disfrutar de la India de una manera que ni siquiera el
que jamás debe olvidar que es un Sahib, habla como subordi- imperialismo soñó.
nado leal y con experiencia de Creighton. Como Kipling, ¿Qué significa esto dentro de una estructura tan codificada
Creighton nunca se mete con las jerarquías, prioridades y pri- y organizada como la de la novela realista de finales del siglo
vilegios de casta, religión, etnias y raza; tampoco lo hacen Jos XIX? Junto con Conrad, Kipling es ese tipo de novelista cuyos
hombres y las mujeres que trabajan para él. Hacia finales del héroes llenos de encanto personal y capaces de vivir aventuras
siglo XIX, la así llamada Garantia de Precedencia ~que habia en el extranjero pertenecen a un mundo sorprendentemente
empezado, según Geoffrey Moorhouse, por reconocer <{catorce poco habitual. Digamos que Kim, Kurtz y Lord Ji m son criatu-
diferentes niveles de categoría sociab- se había ampliado a ras de voluntad cambiante, que presagian a los posteriores
«Sesenta y uno, alguno reservado a una sola persona, otros T. E. Lawrence en Los siete pilares de la sabiduría o el Perken
compartidos por cierta cantidad de gente. » 2 l'vloorhouse se pre- de Malraux en La FÍa real. Hasta los héroes de Conrad, marca-
gunta si la relación de amor-odio entre indios )' británicos no dos por una ironía cósmica y un raro poder de reHexión, que-
viene de esas complejas actitudes jerarquizantes presentes en dan en la memoria como fuertes, desafiantes y muchas veces
los dos grupos. ((Cada uno aprendía la premisa social básica del arriesgados hombres de acción.
otro y no sólo la comprendía, sino que subconscientemente la Kipling y Conrad exigen una atención crítica y estética se-
respetaba, como si f-uese una curi-osa variante de la suya propia. )) 3 ria a pesar de que sus obras pertenecen al género de la novela
Este tipo de pensamiento se ve reproducido a lo largo de casi de aventuras imperialista, junto con las de Rider Haggard,
todaKim: el detallado registro que Kipling lleva a cabo de las dis- Doyle, Charles Reade, Verno1n Fielding, G. A. Henty y docenas
tintas razas y castas indias, la aceptación universal (incluido el de escritores menores.
lama) de la doctrina de la separación racial, las líneas y cos- lln modo de entender lo que Kípling tiene de peculiar es
recordar brevemente quiénes eran sus contemporáneos. Nos
hemos habituado a verlo en compaf1ía de Haggard y de Bu-
l. Ver notas al pie de página 125
2. Gcoffn~y Moorhonsc, J¡¡dia Britmmica (Londres: Paladín, !984). p. 10_1. chan, pero eso nos hace ol\'idar que se trata de un artista ele
3. !bid., p. 102. rango justificadamente comparable al de Hardy, Henr:y James,
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121
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Mcredith, George Gissing, la última George Eliot, George de la épica, con su Z<trascendencia perdida)), como propone Lu-
Moore o Samuel Butler. En Francia, sus pares son Flaubert y kács en Te aria de la novela. El. héroe de la novela, afirma
Zola, e incluso Proust o el primer Gide. Sin embargo, las obras Lukács, intenta restaurar el mundo perdido de la imaginación,
de estos creadores eran esencialmente de desilusión y desen- que en la novela del desencanto de finales del siglo XIX se ha
canto, mientras que Kim no lo es. Casi sin excepción el prota- convertido en un sueño irrealizable. t Como Frédéric Moreau,
gonista o la protagonista típicos de finales del siglo XIX eran Dorothea Brooke, Isabel Archer, Ernest Pontifex y todos los de-
seres que comprendían que su proyecto vital -el deseo de más, Jude está condenado. La paradoja de la identidad personal
grandeza, fortuna o distinción- eran pura fantasía, sueños e es que la identidad forma parte de ese sueño fallído. Jude no lle-
ilusiones. Tanto d Frédéric Moreau de La educación sentimen- garía a ser lo que es si no fuese por su fútil aspiración de conver-
tal de Flaubert, como la Isabel Archer de Relato de una dama, tirse en un erudito. Existe una promesa de consuelo en la volun-
o el Ernest Pontifex del El camino de la carne de Butler son un tad de huir de un estado asocial, pero eso resulta siempre
joven o una joven que despiertan amargamente de un sueño imposible. La ironía estructural reside precisamente en esa con-
vano de éxito, acción o gloria para verse obligados a aceptar la junción: lo que s~ desea es precisamente lo que no se puede te-
traición amorosa, el descenso en la escala social y un mundo ner. La amarga esperanza desbaratada del final de lude el os-
desagradablemente burgués, corrupto y filisteo. curo se convierte en sinónimo de la identidad misma de Jude.
En Kirn ese despertar no tiene lugar en absoluto. Nada puede Precisamente porque logra superar estas barreras parali-
aclarar este punto con más fuerza que una comparación entre zantes .Y desalentadoras, Kim O'Hara es un personaje notable-
Kim y su casi contemporáneo Jude Fmvlcy, el <<héroe>> de Tho- mente optirnista. Como otros héroes de la novela irnperialista,
mas Hardy en lude el oscuro. Los Jos son huérlanos excéntricos sus actuaciones no acaban en derrotas sino en victorias.
que se encuentran en conflicto con sus entornos: Kim, un irlan- Cuando los agentes extranjeros invasores son apresados y ex-
dés en la India; Jude, un campesino inglés de reducidos ingre- pulsados, él devuelve a la India su bienestar. En parte, su
sos, más interesado en el griego que en los trabajos de la granja. fuerza proviene de su profunda y casi instintiva convicción de
Los dos imaginan vidas de supremo atractivo para su futuro; los ser diferente de los indios que lo rodean: posee un amuleto es-
dos tratan de cumplirlas a través de algún tipo de aprendizaje: pecial que se le dio en su infancia, )' a diferencia de los niños
Kim como che la del lama peregrino; Jude como postulante en con los que juega -en el episodio que abre la novela- una pro-
la universidad. Pero aquí la comparación debe detenerse. Jude fecía natal le atribuye un destino especiallsimo que él intenta
se ve atrapado por una circunstancia tras otra: se casa con la trasmitir a todos los que lo rodean. Más tarde adquiere el co-
nada conveniente Arabella, se enamora desastrosamente de Sue nocimiento explícito de su condición de Sahib, de hombre
Bridehead, concibe niños que se suicidan y después de años de blanco. Y cada vez que Baquea, alguien le recuerda que él es
vagabundeos patéticos acaba sus días despreciado por todos. realmente un Sahib, con todos los derechos )' privilegios de
Por contraste, Kim pasa de un brillante éxito a otro. ese rango especial. Kipling hace que incluso el hombre santo
Sin embargo, es importante insistir en las semejanzas entre afirme la diferencia entre un blanco y un no blanco.
Kim y lude el oscuro. Los dos protagonistas están marcados por Pero este solo elemento no bastaría para dar a la novela ese
su peculiar origen;_ ninguno de los dos es ({normah, con padres curioso tono de confianza y alegría que le es propio. Compa-
y una f-amilia qUe le aseguren un paso «tranquilo>) por ia vida. rado con James o Conrad, Kipling no era un escritor que practi-
,En sus preocupac-iones es central el problema de la identidad: case la introspección, ni se concebía a sí mismo -por los testi-
(qué ser, adónde ir, qué hacer? Puesto que no pueden ser como monios de los que disponemos- a la manera de Joyce, como el
los otros (:quienes son? Son incansables y errantes peregrinos,
corno el héroe arquetípico de la propia forma novelística, Don l. Georg Lukács, Thc Theory of thc Novel, trad. Anna Bostock (Cambridge,
Quijote, que definitivamente inicia el mundo de la novela con Massachusetts: MIT Press, 1971), pp. 35 !' ss. Hay traducción castellana: Gri·
su infeliz estado, con su caída desde el mundo satisfecho y feliz jalbo, r<.hdrid, 1974.
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Artista. La fuerza de su mejor escritura viene de su fluidez v !'a~ una solemne reverencia ante el lama, pero estaba tan
cilidad, de la aplastante naturalidad del relato y de la const~ruc· gordo y era tan corto de estatur.a que se cayó de lado y Kim
ción de los personajes, a la par que la inmensa variedad de su no pudo contener la risa ante las rechonchas piernecillas
capacidad creativa rivaliza con la de Dickens y Shakespeare. patalean tes. El niño, asustado e indignado, se puso a gritar. 1
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poránca, la extinción de todos los sueños de pasión, éxito y !as obras europeas del período. En Teoría de la novela, Lukác::.
aventuras exóticas. Lo que hace Kipling en la Hcción es ofre- afirma que en estas novelas el tiempo es el gran irónico }' que
cer su antítesis: un mundo que nada niega a los expatriados configura casi un personaje capaz de mover al protagonista en-
europeos, precisamente porque se trata de la India dominada tre la ilusión y el desvarío, revelando a la vez que esos sueños
por los ingleses. Kim muestra el modo en que un Sahib blanco son amargamente fútiles, vacíos y carentes de base. 1 En Kinz se
puede disfrutar de la vida en toda su lujosa complejidad. Es tiene la impresión de que el tiempo está de nuestra parte, por-
más: yo sostengo que la ausencia de resistencia a la interven- que poseemos una geografía en la que podemos desplazarnos
ción europea, ausencia simbolizada en la habilidad de Kim con mayor o menor libertad. Kim tiene ciertamente ese sen ti~
para moverse sin trabas a través de la India, se debe a la pers- miento, y también lo posee el paciente coronel Creighton,
pectiva imperialista de Kipling. Porque fuera se puede hacer quien lo muestra en la manera espor~dica y vaga en que apa-
todo aquello que no se puede lograr en el propio entorno occi- rece y desaparece. La opulencia del espacio indio, el poder de
dental, donde el intento de vivir un gran sueño o llevar a cabo la presencia británica y el sentimiento de libertad trasmitido
una búsqueda exitosa supone revolverse contra la propia me- por la interacció_p entre aquel espacio y esta presenda, aumen-
diocridad y contra la corrupción y degradación del mundo. tan la atmósfera maravílllosamente positiva que se respira en
¿Acaso no es posible hacer cualquier cosa en la India?, ¿ser las páginas de Kirn. No vemos aquí el mundo de Flaubert o
cualquier cosa?, ¿ir a cualquier sitio con total impunidad? Zola, un mundo condenado al irrefrenable desastre.
Consideremos el mapa de los movimientos de Kim según La atmósfera amable de la noYela viene también, según mi
su influencia en la estructura de la novela. La mayoría de sus criterio, del propio talante de Kiphng, que trasmile la sensa-
viajes transcurren en el Punjab, alrededor del eje formado por ción retrospectiva de eslat· en la India como en su hogar. En
Lahore y Ambala, una ciudad guarnición inglesa en la frontera Kim los ingleses que representan el Raj no parecen tener pro-
de las Provincias Unidas. La gran carretera nacional, trazada blernas con estar «en el extranjero»: para ellos la India no
por el poderoso gobernante musulmán Sher Shan a finales del exige una defensa consciente, ni les causa desazón o incomodi-
siglo X\"1, corre desde Peshawar a Calcuta, aunque el lama dad. Los agentes rusos francófonos admiten que en la India
nunca traspasa el sureste de Benarés. Kim hace excursiones a «no» han {<dejado todavía su rnarca». 2 En cambio los británicos
Simla, Lucknow y el valle Kulu; con ?vlahbub llega tan al sur saben que sí lo han hecho: hasta tal punto que Hurri, que se
corno Bombay y tan al oeste como Karachi. Pero la impresión autoconfiesa <{orientaL, se siente perturbado por la conspira-
general que crean estos viajes es de tortuoso y libre vagabun- ción rusa a causa del peligro que corre el Raj y no a causa de
deo. De vez en cuando los viajes de Kim se ven interrumpidos su propio pueblo. Cuando los rusos atacan al lama .'t' rompen
por !as exigencias del ai1o escolar pasado en St. Xavier, pero su mapa, lo que metafóricamente rasgan es la India; más ade-
las únicas citas serias, los únicos equivalentes a una cierta pre- lante, Kim corregirá el destrozo. La mente de Kipling se de-
sión temporal sobre los personajes son dos. En primer lugar la mora en las ideas c.le reconciliación, curación y unidad al final
búsqueda del lama Abbot, que es enormemente elástica; en se- de la novela, y los medios de los que se vale son geográficos:
gundo lugar, la persecución y posterior expulsión de los agen- los británicos se apropian de nuevo de la India para poder vol-
tes extranjeros que tratan de alborotar en la frontera norocci- ver a gozar de su espaciosidad y para sentirse en casa una y
dental. Aquí no hay prestamistas intrigantes, pueblerinos otra vez.
gazmoños, chismosos viciosos o despiadados y desagradables Hay una soqJrendente coincidencia entre la reafirmación
parvenus como los que pululan en las novelas europeas ele los de Kipling sobre la geografía de la India y la de Camus en algu-
conternporáncos de Kipling. nos de los cuentos argelinos escritos casi un siglo después.
Es necesario comparar la estructura más bien laxa de Kiln,
basada en una lujosa expansión geográfica y: espacial, con la ! . Lukács, T!uory o( 1/u .\"u1•d, pp 125·26.
estructura temporal rigurosa, inHexible y omniabarcadora de 2. Kip!ing, Kirn, p. 466.
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Creo que sus gestos, en lugar de demostrar confianza, son ya bernantes blancos y los súbditos nativos era absoluta, y que
síntomas de un malestar escondido, casi inadvertido. Cuando además pretendía ser inmutable y estar anclada en reali.dades
se pertenece a un lugar, no es necesario afirmarlo y mostrarlo culturales, políticas y económic~;.
continuamente: se es de allí, como los árabes silenciosos de El Kim, el héroe positivo que viaja disfTazado por toda la In-
extranjero o los negros de pelo rizado de El corazó11 de las ti· ~ia, que cruza cercas y tejados, que se adentra en pueblos y
nieblas o los varios indios de Kim. En cambio, la apropiación tiendas, es del todo responsa\rle ante el poder inglés represen-
colonial y por lo tanto geográfica exige ese tipo de inflexiones tado por el Gran Juego de Creighton. Podemos ver esto con
afirmativas: esos énfasis son las marcas de la cultura imperial toda claridad, porque después de la publicación de Kim la In-
que se afirma ante y para sí misma. dia se independizó de Inglaterra como Argelia de Francia des-
En Kim, el dominio de Kipling, espacial y geográfico en lu- pués de El in moralista de Gide y El extranjero de Camus. Al po-
gar de temporal, como en la novela europea metropolitana, ner retrospectiva y heterofónicamente ·estas obras mayores del
adqui~re especial relieve a causa de factores políticos e históri- período imperialista en relación de contrapunto con otras his~
cos y expresa, por parte de Kipling, una posición política irre- tolias y tradiciones, al leerlas a la luz de la descolonización, no
ductible. Es como si estuviese diciendo: India es nuestra y por disminuimos su fuerza estética ni las reducimos a propaganda
lo tanto podemos abarcarla de la manera más indiscutible, imperialista. Sería un error todavía más grave leerlas desgaja-
completa y satisfactoria. India es lo «otro)' (y además, y no me- das de sus vínculos con los lazos del poder, que las informaban
nos importante) todas sus maravillosas dimensiones y varieda- y las hacían posibles.
des están bien controladas por Gran Bretaña. Es evidente que sólo el imperialismo británico hizo posible
Kipling consigue otra coincidencia estéticamente satisfac- el truco inventado por Kipling por el cual el control británico
toria que también debe tomarse en cuenta. Se trata de la con- sobre la India (el Gran Juego) coincide en detalle con la fanta-
fluencia entre el Gran Juego de Creighton y la capacidad ina- sía de Kim de vestirse para ser uno con la India y más tarde re-
gotablemente renovada de Kim para el disfraz y la aventura. mediar sus lacras. Debemos leer la novela en ta~to que realiza-
Kipling mantiene estos dos elementos en estrecha relación. Se ción de ese gran proceso acumulativo que en los años finales
trata de un recurso de vigilancia política y control por un lado; del siglo XIX, antes de la independencia de la India, llegaba a
pero también, en un plano más profundo e interesante, de una su momento de mayor intensidad: por un lado, vigilancia y
expresión de deseo o fantasía propia de alguien a quien le gus- control sobre ella; por el otro, amor y fascinada atención a
taría pensar que todo es posible, que se puede ir a todos lados cada detalle. Fue el imperialismo brÚánico el que salvó el
y ser cualquier cosa. En Los siete pilares de la sabidu.ria T. E. hiato entre el control político y el placer estético y psicoló-
Lawrence expresa reiteradamente esta fantasía, cuando nos re· gico: Kipling lo comprendió, a pesar de que muchos ele sus
cuerda cómo él, un inglés rubio y de ojos azules, se movía en- lectores posteriores rehusaban aceptar esta verdad inquietante
tre los árabes como si fuese uno de ellos. y hasta embarazosa. No se trataba únicamente de la admisión
Considero que esto es una fantasía: tanto Kipling como del imperialismo británico en general, sino del imperialismo
Lawrence nos recuerdan reiteradamente que nadie -y menos en ese momento específico de su historia, cuando ya había per-
aún los blancos y no blancos en las colonias- puede olvidar dido de vista la dinámica desplegada por una evidencia hu-
que ((convertirse en nativo)) o jugar el Gran Juego depende de mana y secular: la de que la India existía antes de la llegada ele
la solidez de los fundamentos del poder europeo. ¿Existió los europeos, la de que una potencia europea se había hecho
acaso un nativo a quien engañasen los ojos verdes o azules de con el control y la de que la resistencia india inevitablemente
los Kim o los Lawrence que se cruzaban con ellos con1o llevaría a la lucha por sacudirse el yugo británico.
agentes aventureros? Lo duelo, como dudo que cualquier Al leer Kim en la actualidad comprobamos la ceguera par-
blanco. hombre o mujer. dentro de la órbita del imperialismo cial de un gran artista que, a causa de sus propias vivencias en
europeo, haya jamás olvidado que la discrepancia entre los go- Lorno a la India, confundió las realidades contempladas bajo
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esa luz ingenua con nociones permanentes y esenciales. Ki- Hay dos respuestas evidentes. No, debemos proclamar, el
pling extrajo de la forma noYelística cualidades que trató de in- concepto de <ámperíalismo)) tiene una carga de generalización
tegrar a esa meta esencialmente engaflosa. De seguro consti- que lastra de una vaguedad inacePtable la interesante hetero-
tuye una gran ironía artística que no haya triunfado en este genidad de las culturas metropolitanas europeas. En lo que
empeño y que su intento de utilizar la novela para ese propó- respecta a la relación con el imperialisrno se deben establecer
sito reafirme, al contrario, su integridad estética. De ninguna diferencias entre las diversas obras de la cultura. Así podremos
rnanera es Kinz un panl:1eto político. Podemos afirmar que el decir que a pesar de su auto¡·itarisrno respecto a la India, John
significado central del libro reside en la elección de Kipling de Stuart ~-till tenía actitudes más complejas e ilustradas ante la
una forma novelística y de un personaje, Kim O'Hara, que le noción de imperio que Carlyle o Ruskin. Aún más: en el caso
permitieron comprometerse profundamente con una India a del problema ele Irlanda, la posición de pdncipio de Stuart
la que amaba pero que nunca sería del todo suya. Entonces se- Mili retrospectivamente puede considerarse como admirable.
remos capaces de ver en Killl un gran docurnerlto de su mo- Algo similar es verdad respecto de Conmd o Kipling, si los
mento histórico y un jalón estético en el camino hacia la me- comparamos con Buchan o Haggard. Sin embargo, oponerse a
dianoche del 14 allS de agosto de 1947. Esa hora que muchos que la cultura se'a considerada parte del imperialismo puede
de sus hijos han utilizado como punto de referencia para revi- convertirse en una táctica que impida cualquier tipo de estu-
sar en gran medida nuestra comprensión de la riqueza y tam- dio serio de las relaciones de ambos términos. Si nos enfrenta-
bién de la continuidad de los problemas del pasado. mos a ellos con cuidado, podemos establecer varias provecho-
sas formas de vinculación entre ellos que enriquezcan y
afirmen nuestras lecturas de los grandes textos de la gran cul-
6. EL NATIVO BAJO CONTROL tura occidentaL La paradoja reside, desde luego, en que para
nada disminuye la riqueza, complejidad e interés de la cultura
He tratado de centrarme, por un lado, en aquellos aspectos europea el hecho de que haya apoyado casi sin restricciones la
de la cultura europea vigente que el imperialismo utilizaba experiencia imperial. .
mientras sus éxitos crecían; por el otro, en la descripción de Consideremos a Conrad _\~ a Flaubert, escritores en activi-
las maneras en que la Europa imperial se negaba o no podía dad durante la segunda mitad del siglo XIX, el primero com-
ver su carácter imperialista, mientras que irónicamente, lus no prometido explícitamente con el imperialismo, mientras que
europeos veían Occidente sólo b.:~o ese aspecto. «Para el na- los lazos del segundo eran implícitos. A pesar de sus diferen-
tivo)), dice Fanon, un valor europeo como la <'objetividad se cias, los dos exaltan igualmente personajes cu_ya capacidad
volverá siempre en su contra». 1 para aislarse y rodearse de estructuras creadas por ellos rnis-
Aun así, ¿podemos afinuar que el imperialismo estaba tan mos es análoga a la del colonizador en el centro del imperio
integrado a la Europa del siglo XIX que es imposible separarlo que gobierna. Como guardianes de una totalidad mágica, Axel
de la cultura como un todo? ¿Cambia el significado de la pala- He\·st en 1lictoria v San Antonio en La tentación de San Anta-
bra (<imperialismO>> sí la usamos dentro de los términos casi rúo- ~obras tardías" ambas~ se retiran a sitios desde los cuales
xenófobos de algunas obras de Kipling, si la referirnos a sus incorporan un mundo hostil purgado ele toda inquietante resis-
textos más sutiles o a los de sus contemporáneos Tennyson y tencia al control que ellos quieren ejercer.
Ruskin? ¿Está implicado en ello cada producto de la cultura? Estas retiradas solitarias tienen dentro de la obra de Con-
rad una larga historia: Almayer, Kurtz en la Estación Interior,
Jim en Patusan, )' sobre todo Charles Gould en Sulaco. En
1. Frantz Fanon, Thc Wretched oi the Ennh, trad. Constance Farrington Flaubert aparecen con creciente fuerza tras Aiadame Bovary.
(!461: n:;;d. Nueva Y(H·k: Grove. !968) p. 77. La substant.:iaciün de esta exigen-
cia .se enl:uentra en Fabiola Jara y Edmundo rv1agana. «Rules of Imperia!ist l\Ie1- Pero al revés de Robinson Crusoe en su isla, estas versiones
hod~, Dialectica! A.nthropology 7, n." 2 (sEptiembre de 1982), pp. l !5-36. del imperialismo moderno que intentan la redención indivi-
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dual están condenadas irónicamente a sufTir distracciones e Para tomar dos prominentes ejemplos que sean equivalen-
irrupciones. Lo que los personajes habían tratado de excluir de tes históricos de Marlow, mencionaremos a Sir Henry Maine
sus mundos aislados penetra a pesar de todo. Es chocante la y a Sir Roderick Murchison, ambos famosos por sus abundan-
fuerza soterrada del control imperial presente en la imaginería tes producciones culturales y científicas: produccciones in-
flaubertiana de la soberanía solitaria, si la comparamos con las comprensibles fuera del contexto imperialista. En su gran es-
representaciones explícitas de Conrad. tudio Ancient Latv (l86l), Maine explora la estructura de la
Dentro de los códigos de la ficción europea, estas inte- lev en la sociedad patriarcal primitiva que atlibuye privilegios
rrupciones del proyecto imperial son recordatorios realistas a :<jerarquías)> fijas y no plfede acceder a la modernidad a me-
de que nadie puede retirarse del mundo y confinarse dentro nos que transforme su base en «contractual>>. De modo in-
de una versión privada de la realidad. La evocación de Don quietante, Maine prefigura la historia_ de Foucault en Vigilar)'
Quijote es aquí evidente, como lo es la continuidad con los castigar, acerca de la transición, en Europa, desde la monar-
aspectos institucionales de la forma misma de la novela, quía a la vigilancia administrativa. La diferencia es que para
donde la aberración individual recibe habitualmente sus co- Maine el imperjo se convierte en una especie de laboratorio
rrectivos y sus castigos en nombre de los intereses de una en el que probar sus teorías, mientras que Foucault utiliza el
identidad corporativa. En los decorados abiertamente colonia- panóptico de Bentham, por entonces corriente en los estable-
les ele Conrad, las alteraciones son ocasionadas por europeos, cimientos correccionales europeos, como prueba de las
y luego se adecuan a una estructura narrativa que retrospecti- suyas. Miembro de la asesoría legal del Consejo del Virrey en
vamente se somete al escrutinio europeo para su interpreta- la India, Maine consideraba su estancia en Asia como un ex-
ción y cuestionamiento. Esto se puede ver en una obra tem- tensísimo «trabajo de campo)>. Combatió a los utilitaristas en
pran~ como Lord .lim y en la tardía Victoria: un hombre cuestiones concernientes a la ambiciosa reforma de la legisla~
blanco retirado o idealista (Jim, Heyst) vive una vida de quijo- ción india (doscientas de sus normas se debían a su pluma) y
tesca reclusión mientras su espacio es invadido por mefistofé- consideraba que su tarea era la definición y preservación de
licas emanaciones, por aventureros cuyas subsecuentes malas J los indios que podían ser rescatados del sistema '~jerárquico)>
andanzas serán examinadas retrospectivamente por un narra- para convertirlos en miembros de elites cuidadosamente
dor blanco. adiestradas v atraerlos al sistema contractual de la política
El corazón de las tinieblas constituye otro ejemplo: la británica. E¿ Village Communities (1871) y en sus Confer·en-
audiencia de Marlow es inglesa, y el mismo Marlow penetra cias Rede, Maine desarrolló una teoría curiosamente seme·
en el dominio privado de Kurtz como una inquisitiva mente ]ante a la de Marx: al convivir con el colonialismo inglés, el
occidental que quisiese dar sentido a una revelación apocalíp- .feudalismo indio seguiría un desarrollo necesario. A su de-
tica. Muchas lecturas llaman la atención mu.Y correctamente bido tiempo, afirmaba Maine, un señor feudal llegaría para es-
acerca del escepticismo de Conrad respecto a la aventura co- tablecer las bases de la propiedad índiYidual y así favorecería
lonial, pero rara vez se insiste en que al contar la historia la emergencia de una burguesía adecuada.
de su viaje africano, Marlow repite y confirma la actuación de 1 El igualmente sorprendente Rodcrick Murchison fue un
Kurtz: d~volver Áfl-ica a la hegemonía europea a través del ~ soldado convertido en geólogo, geógrafo y administrador de la
relato v la historización de su extrañeza. Todo, los salvajes, la Royal Geographical Society. Como indica Robert Stafford en
jungla,- y hasta la superficie sembrada de miles de remaches, su fascinante relato de la vida y carrera de Murchison, dada su
se reúne en un vasto continente y subraya la necesidad de formación militar, su recalcitrante conservadurismo, su orgu-
Marlow de situar las colonias en el mapa imperial, bajo llo v voluntad a toda prueba, y su celo enorme desde el punto
la cobertura de la temporalidad de una historia que pueda de ~ista científico y adquisiüvo, era inevitable que enfocase su
narrarse, no importa cuán complicada y rocambolesca re- trabajo de geólogo con la perspectiva de un ejércitO invencible
sulte. cuyas campañas añadían poder y alcance planetario al imperio
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británico. 1 Estuviese en Inglaterra, Rusia, Europa, Africa, In- desarrollo de Áh-ica que jamás haya sido o sea puesto en
dia u las Antípodas, la obra de Murchison era imperio. Cierta práctica.>>
vez d~jo: «Viajar y colonizar siguen siendo las principales pa- La conocida objeción de Chinua Achebe a Conrad --a quien
siones ele los ingl~ses, como en tiempos de Raleigh y Drake)). 2 llama racista porque deshumanizó totalmente la población
Del mismo modo, los relatos de Conrad actualizan el gesto africana nativa- no subraya dert1asiado este aspecto de las pri-
imperial de apoderarse virtualmente del mundo entero y meras novelas de Conrad que luego se torna más acentuado y
muestran sus beneficios aunque también subrayen sus insal- explícito en trabajos posteriores, como Nostramo y Victoria,
vables ironías. La visión historicista de Conrad engloba los que no tratan de África. 1 En Nostramo la historia de C.osta-
otros elementos narrativos ele la secuencia novelística; en su guana se corresponde con la de la despiadada familia blanca
dinámica se erige a Marlow, Kurtz y África como objetos de de grandiosos planes y tendencias suicidas, Ni los indios loca-
una comprensión constitutivamente superior, aunque se ad- les ni los espafioles de la clase dorrlinante en Sulaco ofrecen
mita que problemática. Aun así, como he señalado antes, perspectivas alternativas: ConraJ los trata con la carga exótica
buena parte de la narrativa conradiana se dedica a aquello )'' el mismo desdén piadoso que reserva para los negros ab:·ica-
que elude la expresión articulada: la jungla, los nativos deses- nos y los camp~sinos del sur de Asia. A la postre, la audiencia
perados, el gran río, la vida oscura, rnagnífica e inefable de de Conrad era europea, y sus obras tenían el efecto no de desa-
África. En la segunda de las dos ocasiones en que un nativo fiar sino de confirmar ese hecho para reforzar la conciencia
pronuncia una palabra inteligible, Conrad la pone en boca de que de él se derivaba. Y ello, a pesar de que así, paradójica-
«una insolente cabeza negra)> que aparece en la puerta para mente, aliviaba su propio corrosivo escepticismo. Una diná~
anunciar la muerte de Kurtz, como si sólo un pretexto euro~ mica similar aparece en FlauberL
peo pudiera lograr que un africano hablase con coherencia. A pesar de su sutileza y de la complejidad de sus redes, la
El relato de Marlow es menos el reconocimiento de una dife- formas culturales incluidas que tratan acerca de localizaciones
rencia esencial de África que la admisión de la experiencia periféricas no europeas son marcadamente ideológicas y selec-
africana como parte de la significación mundial de Europa. El tivas (y aun represivas) en lo que respecta a los (<nativos». De
sentido integral de África mengua, como si con la muerte de semejante modo, pese a su «realismo)>, es ideológico y repre~
Kurtz el continente volviese otra vez al vacío que su voluntad sivo el pintoresquismo de la pintura colonial decimonónica: 2
imperial había luchado por conquistar. Hay muy puco trecho efectivamente sílencia al Otro, reconstruye la diferencia en tér-
entre esta perspectiva y el informe del rey Leopoldo de Bél- minos de identidad y domina y representa los dominios imagi-
gica acerca de su Asociación Internacional del Congo, <<que nados no por sus habitantes inactivos sino por las potencias
ha rendido tantos desinteresados y permanentes servicios a la ocupantes. Pero si algo interesa de todo esto es la respuesta a
causa del progreso>>, 3 informe citado por uno de sus admira- las siguientes preguntas: ¿había algo que se resistiera a los rela-
dores en 1885 como «el plan más noble y abnegado para el tos abiertamente imperiales a la manera de Conrad?; ¿era mo-
nolítica esa visión europea consolidada?; dentro de Europa
l. Robert Stafford, Sciollisl oj Ei11pire: Sir Roderick M11rchíson, Scienti/ic ¿era irresistible y carente de la menor oposición?
Explun11iuna11d Victorianlmperialism (Cambridge: Cambridge UniYersily Press. De hecho el imperialismo europeo encontró una oposición
1Y89). Un ejemplo anterior en India es registrado por Marika Vicziany en ~Im en Europa, como han demostrado A. P. Thornton, Porter y
pedalism, Botan y and Statistics en Early Nineteenth-Century India: Thc Survcys
of Francis Buchanan (1762·1829),, A1odern Asia11 Sll1dies 20, n." 4 (1986),
pp. 625·60. l. Athebe, Hopes and lmpedirne11ts; ver nota p. 136.
2. StafforJ, Scientist of E111pire, p. 208. 2. Linda Nochlin, «-The Imaginar-y Orient~, Art in A111erica (mayo de 1983),
3. J. Stengers, «King Leopold's Impcrialism», en Rogcr Owen _y Bob Sut- pp. 118-31, 187-Y L Además, como ampliación del ensayo de Nochlin, \·er b inte-
clit1e, eds., Stw)ies in the Theory of huperiali>-rn (Londres: Longmans, 1972), resante y notable tesis de doctorado de Todd B. Porterfie!d, Arl in the Sen--ice of
p. 2ó0_ Ver asimisrno The Ki11g Jucorporated: teopofd TI i11 rhe Agc of Trusts (Lon- Fn''1ch hnperialism in tire lv'ear East, 1798-1848: Four Case Studies (Ann Arbor:
dres: AIJcn & Unwin, 1963). Uni\'ersity Microfilms 1991).
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Hobson: 1 es cierto que, por ejemplo, los abolicionistas An" oscuros es antitética y lógicam.ente equivalente a su fin efec-
thony Trollope o Gold\vin Smith se erigieron en figuras rela- tivo: el deseo de ((exterminar a los brutos)) que pueden no
tivamente honorables dentro de los muchos movimientos mostrarse cooperativos o albergar ideas de resistencia. En Su·
grupales e individuales. Pero la corriente de la cultura Jaco, Gould es al tiempo el patrón de la mina y el hombre
proimperialista era abrumadoramente poderosa )' triunfante que planea acabar con la empresa. No es necesario ningún
y estaba representada por gentes como Froude, Dilke y See- tipo de relación: la visión imperial se hace cargo a la vez de
ley,2 Como sostiene Stephen Neill en Colonialism and Chris- la vida y de la muerte de los nativos.
ritm J,Jissions' los misioneros fueron capaces, aun cuando Desde luego, era imposible hacer desaparecer a todos los
funcionaban muchas veces como agentes de esta o aquella nativos; al revés, con el tiempo penetraban más y más la con-
potencia imperial, de atenuar los peores excesos coloniales, ciencia imperjaL Siguieron planes basados en argumentos reli-
También es cie1i.o que los europeos llevaron innovaciones giosos y raciales para separar a los a&:icanos, malayos, árabes,
tecnológicas modernas -máquinas de vapor, el telégrafo y bereberes, indios, nepahes, javaneses, filipinos del hombre
hasta la educación- a algunos nativos, beneficio? que, no del blanco. Luego l1_ubo que convertirlos en pueblos necesitados
todo exentos de aspectos negativos, perduraron tras el pe- de la presencia europea, ya como implantación colonial, ya
ríodo coloniaL Pero la sobrecogedora pureza de- la búsqueda como discurso del amo dentro del cual pudiesen ajustarse y
imperial en El corazón de las tinieblas -cuando Marlow re- ponerse a trabajar. Frente a esto tenemos primero a Kipling,
conoce que siempre ha sentido pasión por Henar los grandes que pinta al indio como una criatura que claramente necesita
espacios vacíos del mapa- permanece como la realidad de la tutela blitánica, uno de cuyos aspectos es la narrativa que
constitutiva y dominante en la cultura de imperialismo. El engloba y después asimila la India, pues!~ que sin los ingleses
gesto recuerda, en su impulsiva fuerza, a los exploradores ésta se hundiría hasta desaparecer en su propia corrupción y
imperialistas reales, como Rhodes, Murchison y Stanley. No subdesarrollo: aquí Kipling repite los conocidos argumentos
existe ninguna forma de disminuir el poder discrepante esta- de James y John Stuart Mill y otros utilitaristas durante el ejer-
blecido por el imperialismo y prolongado en el encuentro cicio de sus cargos en la India House. 1
colonial. Conrad subraya esa realidad no sólo en el conte- En segundo lugar, tenemos también el discurso sombrío
nido sino en la forma del informe a la Sociedad para la Su- del capitalismo colonial, anclado en la política del libre co-
presión de las Costumbres Salvajes, de diecisiete páginas, es- mercio (y también de1ivado de la literatura evangelista), en la
crito por Kurtz. La idea de civilizar y llevar luz a los lugares cual, por ejemplo, el nativo indolente se nos presenta otra vez
como alguien naturalmente depravado y de can\cter débil,
l. A. P. Thornton. The lmpaiul Ideas and lts Enemin: A Study in B;·itish Po· muy necesitado de un señor europeo. Este tipo de obser-vacio·
1-\'t:'r (1959; reed. Londres: l'viacmil!an, 19R5); Bemard Porier, Critics of Empire: nes aparecen en gobernantes coloniales como Gallieni, l:Iubert
Brirish Radica/ Attitudes ro Colonialism in Africa, 1895·1914 (Londres: l'Vlacrni· Lyautey, Lord Cromer, Hugh Clifford y John Bowring: «Tiene
llan, 1968); Hobson, Imperialism. Respec1o a Francia, Yer Charles Roben Age·
manos grandes y puede doblar las plantas de los pies, porque
ron, L'_.J¡¡ficn!onia!isme e11 Frrmcc de 1871 a 1914 (Paris: Presses Unh-ersitain's
dt· France, 1973). acostumbra a trepar a los árboles )' a realizar otras funciones
2. Véase Bodclsen, Studies in M id- Y'ictarían lmperinlism, pp. 147·214. actívas .. Toda impresión que recibe es transitoria y muestra
3. Stephen Charles Neill, Co!onialism a11fl Christian A'fi5sions (Londres: Lut· una memoria débil respecto a los hechos pasados .. Pregúnte-
tenvorth, 1966). Se trRta ele una obra general cuyas afirmaciones deberían enri-
quecerse v detallan;e con gran número de estudios muy precisos acerca de la
sele la edad y no podrá responder; quiénes son sus anteceso-
actividad misionera. Por ejemplo, e! trabajo de J'vlurray A. Rubinstein sobre res, ni sabe ni le importa .., Su vicio principal es la pereza, que
China: ,,The l\1issional)' as Observer and Imagemaker: Samuel \\Tells Williams es su felicidad. Los trabajos que la necesidad le exige los
and the Chinese», American S!udies (Taipei), JO, n. 0 3 (septiembre de 1980),
pp. 31·44; y «The Northeastern Connection: American Board l\1issionaries and
the Formation of American Opinion To-ward China: 1830-1860,, Bullctin of.Ho· 1. Ver Bearcc, Brit1sh A.rtitudes Tmvardslndia, pp. 65·77, y Stokes, Eugíish
dem Hisrnry (Acadcmica Sinica), Taiwan, julio cle 1980. [JrililaríallS and India.
264 265
129
realiza con desgana.)) 1 Se dan también con monográfico rigor Ambos campos políticos se sustentaban en documentos colo-
en las disciplinas de los estudios sociales coloniales, como en niales: por ejemplo, el discurso corr._1pletamente codificado del
los del historiador Clive Day, que escribió en 1904: «En la orientalismo y la visión de Hegel de Oliente y Áhica cotno es-
práctica ha sido imposible asegurarse los servicios de la pobla- táticos, despóticos e irrelevantes para la historia mundial. El
ción nativa (javanesa) apelando a algún tipo de deseo .de mejo- 17 de septiembre de 1857, Engels no hacía más que repetir la
rarse v de elevar su nivel de vida. Lo único que los saca de su doctrina colonial francesa cuando detlnía a los moros de Arge-
indol~nte rutina es el goce material inmediato.)) 2 Estas descrip- lia como <~raza tímida>) porque se mostraban cohibidos pero,
ciones cosificaban a los nativos v sus trabajos y resbalaban so- agregaba, do que no obstante ocultaban era su crueldad y es-
bre las condiciones históricas r~ales, suprimi~ndo además la píritu vengativo, mientras slÍ carácter moral era muy bajo>l. 1
evidencia de las condiciones penosas de trabajo y de la resis- Así como Marx y Engels alimentan sus teorías con datos sobre
tencia.' la ignorancia y superstición de africanOS y asiáticos, también
Además estos informes borraban, obstaculizaban y elidían Conrad usa relatos coloniales sobre nativos perezosos. Ésta es
el poder real del observador, quien por razones garantizadas la segunda faceta ~de la apetencia imperial todavía no expre-
sólo por ese mismo poder y su alianza con el espíritu de la His- sada. Mientras los contumaces nativos materiales se transfor-
toria Mundial, podía pronunciarse acerca de los pueblos nati- man de seres inferiores en humanidad inferior, el colonizador
vos desde un punto de vista invisible y de perspectiva superob- se convierte, del mismo modo, en un esctiba invisible, cuyos
jetiva, utilizando los protocolos y la jerga de las nuevas escritos ínforman acerca del Otro y a la vez insisten en el de-
-ciencias para desplazar el punto de vista de los (mativos)>, Se- sinterés de su empresa científica así como en la fírme mejora
gún señala, por eje1~plo, Romila Thapar: de la condición, carácter y costumbres de los primitivos, atri-
La historia de la India se convirtió en uno de los medios buida, según ha observado Kathcrínc George 2 al contacto con
para propagar esos intereses. La escritura histórica tradi- la civilización europea. 3
cional de la India, con su énfasis en las crónicas y las bio- A principios de este siglo y en el punto más álgido de desa-
grafías históricas, fue ampliamente ignorada. La escritura rrollo del gran imperialismo, tenemos así una fusión coyuntu-
europea de la historia de la India constituyó un intento de ral entre, por un lado, los códigos historicistas de la escritura
crear una tradición histórica desde el principio. Los mode- discursiva europea que proponen un mundo universalmente
los historiográficos del pasado indio que se formaron du- accesible al examen trasnacional e impersonal y, por otro, un
rante el período colonial en los siglos XVIII y XIX fueron mundo masivamente colonizado. El objeto de la consolidación
probablemente similares a nwdelos surgidos en las histo- de esta visión es siempre una víctima o un personaje enorme·
rias de otras sociedades coloniales. 4 mente reprimido; amenazado reiteradamente con severos cas-
tigos a pesar de sus múltiples virtudes, servicios o logros; ex-
(Ño menos capaces de emitir juicios similares a los de los cluido ontológicamente por carecer de los méritos del extran-
port'avoces gubernamentales franceses e ingleses fueron Marx jero conquistador, guardián y civilizador. Para el colonizador,
y Engels, pensadores no obstante opuestos a estas corrientes.
l. Kad ?vlarx y friedrich Engels, OH Colulli.tlism. Articles from The Nev,· Ttí·
bune and Ot!wr H'ritings (Nueva York: Tntcrnational. 1972), p. 156. Hay tradut>
1. Citado en Svcd Hussein Atatas, The Mvth of the Laz.y Native: A Study o/ the ción castellana: Svbre el culonialismo, Madrid: Júcar, 1977.
llnage o/ the Mala)~S, Filipinos and Javauese .from the Si:r.fee¡¡th to !he Twentieth 2. Katheline George, «The Civilizcd West Looks at Africa: 1400·1800. A
Century awl /ts Functíon in the Ideology of Colonial Capitalisru (Londres: Frank Studv in Ethnocentrism», lsis, n. 0 155 (marzo de 1958), pp. 66, 69-70.
Cass, 1977), p. 59. 3. Para la definición de «primitivos» a través de esta técnica, véase Torgov·
2. !bid., p. 62. nick, Goue Primitive, pp. 3-41. También Ronald L. Mees, Social Scieuce a11d the
3. !bid., p. 223. lgnoble Savage (Cambridge: Cambridge University Press, 1976), que propone
4. Romila Thapar, «Ideology and lnterpretation of Eady Tndian History», una elaborada versión de la teoda de tos euatm estadios del salvaje, basada en b
Re1'iew S, n. 0 3 (invierno de 1982), p. 390. filosofía y e! pensamiento cultural europeos.
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130
el aparato de 1ncorporacwn exige mantener un esfuerzo con- tud inglesa muy distinta a la de los tratadistas franceses del im~
tinuo. Para la víctima, el imperialismo ofrece esta alternativa: perio.
servir o ser destruido. Como demuestra Agnes Murphy, la guerra franco-prusiana
Je 1870 estimuló directamente el aumento de las sociedades
geográficas fTancesas. 1 A partir de ese momento el estudio de
7. CAI'vlUS Y LA EXPERIENCIA llVIPERIAL FRA0!CESA la geografía y las actividades exploratorias estuvieron ligadas al
discurso ~,.adquisición del imperio: en la enorme popularidad
Pero no todos los imperios eran iguales. De acuerdo con de algunos personajes 'como Eugéne Etienne, fundador del
uno de sus más famosos historiadores, el francés, a pesar de Grupo Colonial en 1892, se puede dibujar la aparición de la
que actuaba tan interesado como el británico en los benefi- teoría imperialista francesa casi coma si fuera una ciencia
cios, plantaciones y esclavos, estaba además cargado de «pres- exacta. Tras 1872, por primera vez según Girardet, se desarro-
tigio.>>1 Los varios dominios adquiridos (y a veces perdidos) a lló en la cúpula del estado una doctrina política coherente de
lo largo de casi tres siglos, se encontraban presididos por su expansión colonial: entre 1880 y 1895 las posesiones colonia-
«genio>> irradiante; en sí mismo una función de la «vocation les de Francia aumentaron de 1,O a 9,5 millones de kilómetros
superieure>> de Francia, según los términos de Delavigne y cuadrados y de cinco a cincuenta millones de habitantes nati-
Charles André Julien, compiladores de una obra fascinante, vos.2 En el Segundo Congreso Internacional de Ciencias Geo-
Les Ccmstructeurs de la France d'outre-mer. 2 Su galería de per- gráficas de 1875, al que asistieron el presidente de la Repú-
sonajes empieza con Champlain y Richelieu, incluye tan for- blica, el gobernador de París y el presidente ele la Asamblea,
midables procónsules como Bugeaud, conquistador de Arge- almirante La Rouciére, Le Noury dejó clara, en su discurso
lia; Brazza, el hombre que estableció el Congo francés; inaugural, la actitud dominante a lo largo del encuentro: ({Ca-
Gallieni, el pacificador de Madagascar; y Lyautey, quien, con balleros, la Providencia nos ha impuesto la obligación de co-
Cromer, fue el más-poderoso gobernante europeo de los ára- nocer ~"· conquistar la tierra. Este supremo mandato supone
bes musulmanes. No se puede encontrar casi nada equiva- imperiosos deberes para nuestras inteligencias y tareas. La
lente en la ((óptica departamentah de los británicos, y menos geografía, esa ciencia que inspira devociones tan bellas y en
aún nada comparable al mucho más personal estilo francés cuyo nombre se han sacrificado tantas YÍctimas, se ha conver-
dentro de una gran empresa asimilacionista. tido en la filosofia de la tierra.))'
No importa si ésta era sólo una percepción de los fTance- En las décadas siguientes a 1880 Horecieron la sociología
ses respecto a sí mismos, porque la consistencia y regulari- inspirada por Le Bon, la psicología inaugurada por Leopold de
dad de tales proclamas fueron fuerzas impulsoras para la jus- Saussure, la historia y por supuesto la antropología; todas ellas
tificación de la adquisición territorial antes, durante y des- alcanzaron su culminación en los Congresos Coloniales Inter-
pués de los hechos. Cuando Seeley (cuyo famoso libro, tra- nacionales (1889, 1894, etcétera) o en el funcionamiento de
ducido al francés en 1885, fue muy admirado y comentado) grupos específicos, como el Congreso Internacional de Socio-
dijo que el imperio británico había sido conquistado casi sin logía Colonial de 1890 o el ele Ciencias Etnográficas de París
querer, lo que hacía era describir de este __ modo una acti- en 1902. Regiones enteras del mundo se conYirtieron en obje-
tos de la erudición colonial: Raymond Betts señala que la Re-
1. Brunschwig, French Colonialism, p. 14.
2. Robert Delavigne y Charles André Julien, Les C(mstructeurs de la France ! . Agnes Mm1fhy, The ldeology of Freuch Impcríalis!ll. ! 81 7-J 881 (Washing-
d'o¡¡tre-mer (París: Corea, 1946), p. 16. A pesar de que trata de temas semejantes, ton: Ca1holic ÜlÍYcrsity of Amelica Pres~, 1968), p. 46 y ss.
Aírican Proconsu!s: European GoFemors in Africa, ed. L. H. Gann y Pe ter Duig· 2. Raoul Girardet, L'ldée coloninie en Fra,:ce JSIJ-1962 (París: La Tablc
nan-(NueYa York: Free Press, 1978), presenta interesantes diferencias respecto Ronde, 1972), pp. 44·4'i. Ver lambién Stuart ?viichael Perscll, The FreHch Colo-
al primero. Véase asimismo Mort Rosenblum. :Hission ro Civílize: The Frcnch nial Lobby (Stanford: Hoover Institution Press, 1983).
Way (Nueva York: Harcourt Brace Jovnnovich, !986). 3. Citado por C\:lu1T'hy. ldeology of French lmpera!ism, p. 25.
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131
\iUe inlenwtiollale de sociologie dedicó informes anuales aMa- proponerse objetivos que limitasen a los nativos, corno ,da ges-
dagascar (1900) y a Laos y Camboya (1908)' Lo que guiaba las tion méme et .. la defense du. patrinwi11e natio11ale)'. 1 Para los
estrategias imperiales francesas era la temia ideológica de la grupos de presión y lo que ho,v llamamos publicistas -desde
asimilación colonial, surgida tras el hundimiento de la ReYolu- novelistas y agitadores nacionalistas a filósofos y mandarines
ción; y también las teorías de los tipos· raciales: la de Gustave intelectuales- el imperio francés aparecía conectado de modo
Le Bon (razas superiores, primitivas, inferiores e intermedias); único con la identidad nacional francesa, con su brillo, ener-
la filosofía de la fuerza pura de Ernest Seillére; las teorías siste- gía civilizadora y especial desarrollo geográfico, social e histó-
máticas de práctica colonial de Albert Sarraut y Paul Leroy- rico. Nada de esto tenía la, menor consistencia ni se correspon-
Beaulieu; o el principio de dominación de Jules Harmand. 2 día con la vida cotidiana en la Martinica, Argelia, Gabón o
l ~· Madagascar, la cual era, para decirlo de manera suave, di6cil
Los nativos y sus tierras no debían ser tratados como enti-
dades capaces de convertirse en francesas, sino como posesio- para los nativos. Además, otros imper~ios -el alemán, el holan-
nes cuy'as inmutables características exigían separación y su- dés, el británico, el belga,. el norteamerícano- hostigaban a
pervisión, aunque esto no excluyese la mission civilisatrice. Francia, provo<;;ando guerrhs exteriores (como en FZ\choda);
Por inHuencia de Fouillée, Clozel :v Giran, estas ideas se con- negociando con ella (como en Arabia en 1917-18) amenazán-
virtieron en lenguaje y, dentro de las colonias mismas, en una dola o emulándola. 2
práctica que se asemejaba estrechamente a ciencia del go- En Argelia el proceso conducía inexorablemente a conver-
bierno de esos inferiores cuyos recursos, tierras y destinos es- tirla en francesa, a pesar de las inconsistencias de las diversas
taban a cargo de Francia. En el mejor de los casos, Francia es- políticas gubernamentales descle 1830. Primero se quitó la tie-
tablecía con Argelia, Senegal, Mauritania o Indochina relacio- rra a los nativos y se ocuparon sus edificios; luego los colonos
nes de asociació11 a través de una z<sociedad jerarquizada)', franceses se hicieron con el control de los bosques de alcorno-
según sostiene René Maunier en The Sociologie of Colonies, 3 que y los depósitos minerales. Después, como sei'iala David
pero Beus señala con acierto que, a pesar de ello, la teoría del Prochaska para el caso de Annaba (antes llamada Bóne) (<des-
imperialismo no se desatTolló por invitación sino por la plazaron a los argelinos )'' poblaron el sitio con europeos>). 3
fuerza, y que si se consideran en perspectiva aun las más no- Después de 1830 y durante varias décadas el capital que tuvo su
bles doctrinas, su éxito dependía de que esta ultima ratio fuese origen en el botín dirigió la economía, disminuyó la población
evidente.~ nativa y aumentaron los colonos. Comenzó a existir una econo-
Si comparamos cómo discuten y se proponen el imperio mía dual: da economía de los europeos podría compararse por
los franceses con la realidad de la conquista imperial, causa-
rán sorpresa las muchas disparidades e ironías. A Lyautey, Ga- l. Girardd, L 'Idée Cofmúale en Fnmce, p. 48.
llieni, Faidherbe o Bugeaud, generales, procónsules o admins- 2. Para conocer un pcquei'io episodio de la competencia imperialista entre
Francia e Inglaterra, \'er el fascinante retrato de Albert T-Iourani, «T. E. Law·
tradores, se les permitía siempre actuar con enérgica y rence and Louis t<..fassignon», en su Islam iu Europea u Thor<ght (Cambridge:
draconiana urgencia en razón de consideraciones pragmáticas. Cambridge Uni\·ersity Press, 1991), pp. 116-28. Asimismo, Christopher ivl. An-
Jules Ferry y otros políticos que articulaban la política impe- dt't'\\- .\' A. S. Kanya-Forstner, I11e Clima.\ of Frencf1 hn¡¡t!rial Expan'sion,
19/4-1924 (Standford: Standford Unh·ersit\' Press, I98l'). J
rial antes y durante los hechos, se reservaban el derecho de
3. Da Y id Prochaska, Alakiug Algeria Fre;1ch: Colonialism Í!1 BJne, f 810-1920
(Cambddge: Cambridge University Press, 1990) r- 85. Para un fascinante exa-
l. IZaymond F. Betts, A.ssimilation n11d Association in French Colollial men del modo en que los científicos sociales _y los planificadores urbanos fran-
Theorv, 1840·1914 (Nueva York: Columbia University Press, 1961), p. 88. ceses utilizaron Argelia como lugaT de experiencias y redisefio, véase Gwendo-
2. En Freedorn a11d lllterprelalion, ed. Barbara Johnson (Nue\·a York Baslc lyn Wright, Tht! Pulilics of Des/g¡¡ in Frotch Colonial l'rbanisrn (Chicago:
Books, 1992), he leído sobre este mismo material respecto a las teorías de la Uni\·ersity of Chicago Press. 199!), pp. 66-84. Los últimos capítulos del libro tra,
identidad nacional en el imperialismo de finales del siglo XIX. tan el efecto de estos plaJJCS en 1\larruecos, Indochina y !'vladagascar. !\:o obstante,
3. Betts, A.ssociatiou and Assrnilarion, p. 108 el estudio definitivo acerca de estos aspectos es el de Janet Abu-Lughod, Rubat:
4. !bid., p. 174. Urhau Apartheid [!1 :Horocco (Princelon: p¡·inceton University Press. 1980).
270 271
132
vínculos y yoJumen a una economía capitalista bien centrada, serTarse. Como en Austen, se ha conservado un ethos visible,
mientras que la argelina se puede homologar a una economia que sugiere universalidad y humanismo y que está en profunda
de bazar p.recapitalistai•. 1 Así, mí entras «Francia se reproducía contradicción con las· descripciones geográficas abiertamente
a sí misma en Argelia», 2 se relegaba a los argelinos a la pobreza ofrecidas en sus novelas. Fanny controla Mansfield Park y la
y la marginalidad. Prochaska compara el relato d~ un colon plantación en Antigua, así como Francia controla Argelia y,
francés sobre B6ne con otro de un patriota argelino, cuya ver- dentro del mismo giro narrativo, gobierna también el descon-
sión de los sucesos de Aunaba es «como leer al revés a los his- certante aislamiento existencial de Meursault.
toriadores franceses de B6ne)), 3 Dentro del proceso de descolonización de la Francia del si-
glo xx, con sus desagradables turbulencias coloniales, Carnus
Sobre todo y por encima de todo Arnaud exalta los pro-
es particularmente importante. Se trata de una figura imperial
gresos llevados a cabo por los franceses tras la confusión
muy tardía que no sólo ha sobrevivido al fin del imperio sino
dejada por los argelinos de Bóne. ((No es que la "vieja" ciu-
que permanece como escritor <{universalista>) anclado en un
dad deba conservarse intacta porque está "sucia",, sino
colonialismo h0:v olvidado. Aún más interesante es su relación
porqu,e <{sólo así el visitante ... podrá entender mejor la
retrospectiva con George Orwell. Como Orwell, Carnus se con-
grandeza)' la belleza de la tarea francesa llevada a cabo en
virtió en un escritor conocido en relación con problemas cen-
este pais, en este pequeño y feo poblado árabe de apenas
trales en los años treinta y cuarenta: el fascismo, la guerra civil
mil quinientos habitantes, en un lugar casi desierto, estéril
española, la resistencia ante los ataques fascistas, las cuestio-
:v "Virtualmente carente de recursos naturales.J) 4
nes de la pobreza y la injusticia social vistas desde dentro del
Es comprensible que el libro de H'sen Derdour acerca de discurso del socialismo, las relaciones entre escritores y políti-
Annaba utilice como título para el capítulo sobre la revolución cos y el papel del intelectuaL Ambos eran famosos por ]a clari-
argelina de 1954-1962 ((Argelia, prisionera en un campo de dad y limpidez del estilo -recordaremos aquí la descripción de
concentración universal, se sacude el colonialismo y consigue Roland Barthes del estilo camusiano en términos de écriture
su libertad)>, 5 blanche en El grado cero de la escritura (1953)- 1 y también por
A unos -veinticinco kilómetros de Bóne está Mondovi, [un- la despojada claddad de sus formulaciones políticas. Los dos
dada en 1849 por obreros {<rojos>) transportados por el go- sufrieron con poco felices resultados la tranformación inhe-
bierno de París con el fin de quitarse de encima elementos po- rente a los años de la posguerra. Los dos tienen un interés pós-
liticamente conflictivos, y con tierras previamente expropiadas tumo: escribieron novelas que hoy parecen tratar de cosas
a los nati-vos argelinos. La in-vestigación de Prochaska muestra muy diferentes a las que aludían en su momento. En la esfera
cómo l\.1ondovi empieza por ser una localidad de viñedos saté- de la polémica de la guerra fría los exámenes ficticios de Or-
lite de B6ne: allí nació en 1913 Albert Camus, hijo de una «jor- well sobre el socialismo británico adquirieron una cualidad
nalera española y de un vinatero francés)). 6 profética (si se está de acuerdo con ellos) y sintomática (si no
Si hay algún autor de la Argelia francesa que tenga rango se aceptan). Los relatos de Camus sobre la resistencia y la con-
universal, ése es Albert Camus. Como sucede con Jane Austen frontación existenciales, que antes parecían versar sobre la so-
un siglo antes, en la obra de Camus se han desvanecido los he- lidaridad y el enfrentamiento con la muerte y el nazismo, hoy
chos de la realidad imperial, que tan claramente podrían ob- podemos leerlos como parte del debate acerca de cultura e im-
perialismo.
l. !bid., p. 124. A pesar del ataque profundo de Rayrnond Williarns a la vi-
2. !bid., pp. 141 142.
3. !bid., p. 255.
4. !bid .. p. 254. l. Roland Barthcs, Le Degré zéro de f'écríture ( J 953; reed. París: Gonthier,
5. !bid., p. 255. 1964) P- 10. Hay traducción castellana: El grado cero de la escritura, Buenos
6 !bid.. p. 70. Aires, Jorge Álvarez, 1965.
272 273
133
sión social de Orwell, éste sigue siendo reivindicado por los in- tre las más famosas novelas de Camus y la situación colonial
telectuales de la derecha y de la izquierda. 1 ¿Era Orwell un en Argelia, O'Brien le perdona la vida. En la idea de O'Brien
neoconservador adelantado a su tiempo, como sostiene Nor- de que Camus pertenecía a la <{frontera de Europa>> hay una su-
man Podhoretz o un héroe de la izquierda, co1no afirma más til caida en la trascendencia: nadie que sepa algo sobre Fran-
convincerüernente Christopher Hitchens? 2 De algún modo Ca- cia, Argelia y Camus ~y O'Bríen sabe mucho~ diría que el lazo
mus se encuentra más alejado de las preocupaciones angloa- colonial se daba entre Europa y sus fronteras. De igual manera
_mericanas actuales, pero se lo cita como crítico, moralista po- Conrad y Camus no son sólo representantes de algo tan eva-
lítico Y novelista admirable en debates sobre terrorismo v nescente como la «Conciencia europea» sino de la dominación
coloni;tlismo.-1 El paralelo llamatiYo entre Camus y Orwell r~ europea en el mundo no europeo. Conrad concreta este punto
side en que los dos se han convertido en figuras ejemplares abstracto con toda precisión en su en~ayo <<Geography and
para sus cult-uras respectivas, figuras cuya importancia pro- Sorne ExplorersJ>, donde elogia la exploración británica del Ár-
viene de la fuerza inmediata de sus contextos nativos, aunque tico y termina con un ejemplo de su propia «geografía mili-
parezcan trasccnderlos. Este rasgo queda perfectamente claro tante>>. Se trata dej modo en que <<al poner un dedo en un
en la descripción de Cantus al final de la ágil desmilificación punto justo·del, por entonces, corazón blanco de Africa, decla-
llevada a cabo por Conor Cruise O'Brien. Se trata de un libro raba que algún día iría allí.» 1 Por supuesto que fue allí y legi-
muy similar al estudio de Onvell por Raymond \1\..'illiams (am- timó el gesto en El corazón de las tinieblas.
bos fueron escritos para la misma serie, Moclern J1asters). Dice Ese colonialismo occidental que O'Brien y Conrad encuen-
O'Brien de Camus: tran tan difícil de describir es, primero, una penetración rnás
allá de la frontera europea y hacia el corazón de otra entidad
Probablemente ningún escritor europeo de su tiempo
geográfica. Además, se trata de una penetración específica y
dejó una huella tan profunda en la imaginación y en la con-
no de una «Conciencia occidentaL ahistórica <<en relación con
ciencia moral y política de su propia generación y de la si-
un mundo no occidental)): muchos indios o africanos nativos
guiente. Se sentía intensamente europeo porque pertenecía
consideraban que lo que los oprimía tenía menos que ver con
a la frontera de Europa y era consciente de la amenaza. La
la conciencia europea que con prácticas coloniales específicas
amenaza también apeló a su conciencia. La rechazó, pero
no sin conflicto. como la esclaYización, las expropiaciones de tierras, o los ejér-
citos exterminadores. Se trata, en suma, de una relación traba
Ningún otro escritor, ni siquiera Conrad, es más repre-
josamentc construida en la que Francia y Gran Bretaña se
sentativo de la conciencia occidental en relación consigo
autodenominaban «Occidente)) frente a frente con pueblos in-
misrna y con el mundo no occidental. El drama interno de
feriores, subordinados, habitantes de un «mundo no occiden-
su obra es el desarrollo de esa relación, llevaJa a cabo bajo
tah inerte y profundamente subdesarrollado. 2
presión creciente y con creciente angustia. 4
Las elisiones y omisiones en el, por otra parte, riguroso
Tras exponer rigurosa y casi cruelmente las conexiones en- análisis de O'Brien tienen lugar cuando éste se enfrenta a Ca-
mus en sus aspectos individuales: un artista angustiado ante la
l. Raymond Williams, George Orwell (Nueva York: Viking, 1971), esp. necesidad de elecciones cargadas de dificultad. Al revés de
pp. 77-78.
Sartre y Jeanson, para quienes, de acuerdo con O'Brien, la
2. Christophcr l-litchens, Prepared fur 1he \furs! (t-.:ueva Yol'k: Hil! & \\'ang,
1989), pp. 78·90.
3. Michae! Walzer convierte a Camus en un intdectual ejemplar-precisa- l. Joseph Conrad, Last Essays, ed. Richard Curle (Londres: Dent, 1926),
mente por su angustia, sus dudas>' su oposición al teno1·ismo; v porque amaba a pp. 10-17.
su madre: véase \\'alzer, «Albe1"t Camus's A!gedan \VaP-'. en The Cu111pa11y of en·· 2. En los últimos tiempos, desde posiciones evidentemente similares a és1a
lics: Social Criricism dmi l'oliliccd Corumiunenl in the 1\ventieth Cemwy (Nueva v distintas det nUclco de su libro sobre Camus, O'Bricn no ha ocultado su anti·
Yol:k, Bask Buoks, 1988), pp. !36-52. patía por los pueblos ínferiores del «Tercer Mundo». Véase su extensa contro-
4. Conor Cruise O'Búen, Albert Cmnus (Nueva '{ork: Viking, 1970), p. 103. versia con Saíd en Sal!!Iagwuli 70-71 {prinnl\'em-veromo de 1986), PP- 65-81.
274 275
134
1
oposición a la política francesa durante la guerra de Argelia ción subrepticia o inconsciente de la presencia francesa en Ar-
fue muy fácil, Camus, nacido y educado en Argelia, con su fa- gelia, o un intento ideológico de embellecerla. 1 Pero si quere-
milia residente allí aún después de su establecimiento en Fran- mos establecer,una continuidad entre Camus como artista in-
cia, el compromiso en la lucha con el FLN era una cuestión de dividual y el colonialismo fTancés en Argelia, debemos pregun-
vida o muerte. Se puede estar de acuerdo en gran medida con tarnos si las obras de Camus están en conexión qon otras
O'Brien, pero es mucho menos fácil aceptar el modo en que anteriores y más abiertamente imperialistas y si Camus ha sa-
éste eleva las dificultades de Camus al rango de «conciencia cado lecciones de ellas. Al ampliar la perspectiva histórica
europea)). que constituiria así un receptáculo vado de todo, desde Camus como escritor solitario y atractivo de los años
salvo de la capacidad para reflexionar y sentenciar. cuarenta y cincuenta de este siglo e incluirlo en el siglo de pre-
O'Brien exonera además a Camus de estas cargas subrayando sencia francesa en Argelia, quizá ent_enderemos mejor no sólo
su experiencia individual privilegiada. Con esta táctica el lector la forma y el sentido ideológico de sus novelas sino también la
puede sentir simpatía por Camus: fuera cual fuese la infortunada medida en que su obra se refiere a la naturaleza de la empresa
naturaleza colectiva de la conducta colonial en Argelia, no hay fTancesa en África, el grado en que la influye, la afirma y la
razón para culpar a Camus de ella: a pesar de su educación ente- hace más precisa.
ramente fTancesa -bien descrita por Herbert Lottman en su bio- Un segundo problema metodológico tiene que ver con las
grafía-1 eso no le impidió elaborar antes de la guerra un famoso pruebas necesarias para ampliar la perspectiva y la cuestión,
informe acerca de la mísera situación del lugar y señalar que ésta relacionada con ella, de quién hace el trabajo de interpreta-
se debía sobre todo al colonialismo francés. 2 Nos encontramos ción. Será fácil que un crítico europeo de tendencia histori-
así con un hombre moral en una situación inmoral. Camus se cista profese la creencia de que Camus representa la concien-
centra en el problema individual en mt:dio de un paisaje social, cia trágicamente inmovilizada de Francia ante la crisis euro-
tanto en El extranjero como en La peste y La caída. Allí se ensal- pea en Una de sus grandes conflagraciones, si bien parece que
zan la madurez desilusionada, el autodominio y !ajusticia moral Camus consideró, hasta su muerte en 1960, que se podían sal-
en medio de una situación confusa. var y mantener las implantaciones coloniales. Esta considera~
Aquí conviene poner en claro tres problemas metodológi- ción constituyó sencillamente un error histórico: en 1962 los
cos. El primero supone interrogarse y deconstruir la elección franceses ceUieron sobre toda reclamación y posesión arge-
del espacio geográfico de El extranjero (1942), La peste (1947) lina. De hecho, puesto que sus obras aluden claramente a la
y un conjunto de cuentos extremadamente interesante reuní- Argelia contemporánea, la preocupación general de Camus no
dos bajo el título de El exilio y el reino (1957). ¿Por qué fue Ar- era la evolución dramática de los grandes cambios a lo largo
gelia el paisaje de esas obras, cuya referencia principal, al me- de la extensión histólica del destino de Francia y de Argelia,
nos en el caso de las dos primeras, ha sido siempre atribuida a sino el estado real de los asuntos f--ranco-argelinos. Salvo en ex-
Francia en general y a la Francia ocupilda por los nazis en par- cepcionales ocasiones, Camns deja de lado o sobrevuela la his-
ticular? O'Brien va más lejos que otros críticos y afirma que toria, lo cual hubiese sido imposible para un argelino, para
esa elección no es inocente, y- que buena parte de los relatos quien la presencia francesa era un sojuzgamiento cotidiano. Por
(por ejemplo, el juicio de Meursault) consiste en una justifica- lo tanto, un argelino hubiese contemplado el año 1962 como fi-
nal de una larga e infeliz época de la historia, comenzada con la
l. Herbert Luttman, Albert Camu.s: A Biogrnphy {Nueva York: Doubleday,
llegada de los franceses en 1830 y como triunfante inaugura-
1979). Hay traducción castellana: Albert Camus, Madrid: Tauros, 1975. La mejor ción de una nueva fase. Un modo correlativo de interpretar las
crónica acerca de la actuación real de Camus en Argelia durante la misma gue- novelas de Canws es, entonces, verlas no com? relatos acerca
rra colonial se encuentra en Yves CarriCre, La Guerre d'A!géric l!: Le Temps de de la situación interior del novelista, sino como intervenciones
léopards (París: Fayard, 1969).
2. "MisCrc de la Kaby!ie" (1939) en Camus, Essais (París: Gallimard, 1965),
pp. 905·38. l. O'Bricn, Cmn11s, pp. 22-28.
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135
en la historia de los esfuerzos franceses en Argelia, esfuerzos un impresionante relato de la oposicíón política e interpreta-
para hacerla y conservarla francesa. Así, lo que deberíamos ha- tiva a las razones coloniales francesas para la representación,
cer es poner en relación las incorporaciones y suposiciones de ocupación y posesión del mismo territorio: hay que recordar
Camus acerca de la historia de Argelia con las escritas por ar~ que Camus intentó esto al mismo tiempo que los británicos
gelinos después de la independencia, para adquirir una signifi- abandonaban la India. Su escritura está imbuida de una sensi-
cación más plena del enfrentamiento entre el nacionalismo ar- bilidad colonial extraordinariamente tardía y hasta cierto
gelino y el colonialismo francés. Sería correcto considerar la punto fracturada, que, sin embargo, logra desplegar un gesto
obra de Camus en su alianza histórica con la aventura colonial imperial -dentro ele la form~ de la novela realista, revitalizando
francesa (puesto que la consideraba inmutable) y con la cre- sus recursos en un momento muy posterior al de sus grandes
ciente oposición a la independencia de Argelia. Esta perspec- logros europeos.
tíva argelina podría abrir y mostrar aspectos escondidos, dados Como locus classicus utilizaré un episodio cercano al final
por supuestos o negados por Camus. de «La fe m me adultere}} en el que la protagonista, J anine, deja
Por último, existe un valor metodológico crucial en la ob- el lecho de su marido durante una noche de insominio en un
servación de cualidades de detalle, cuidado e insistencia en el pequeño hotel del campo argelino. El marido, prometedor es-
análisis de la alta condensación característica de los textos ca- tudiante de leyes en su juventud, se ha convertido en viajante
musianos. Generalmente los lectores tienden a asociar las no- de comercio; tras un largo y agotador \'iaje en autobús la pa~
velas de Camus con otros relatos franceses sobre Francia, no reja llega a su destino y allí él hace la visita a sus variados
sólo porque su lenguaje y sus formas vienen de tan ilustres an- clientes árabes. Durante el viaje Janine se ha sentido impresio-
tecedentes como Adolphe de Benjamin Constant y Tres cue11tus nada por la pasividad silenciosa e inmutable de los nativos; su
de Flaubert, sino porque la elección de un paisaje argelino pa- presencia le parece un dato natural apenas e\'idente, poco re-
rece incidental ante los urgentes problemas morales que plan- levante para sus conflictos emocionales. Cuando deja a su ma-
tean las novelas. Es verdad que Meursault mata a un árabe, rido dormido y sale del hotel, Janine se encuentra al vigilante
pero el árabe no tiene nombre y aparentemente carece de his- nocturno, que le habla en árabe, lengua que ella parece no en-
toria, salvo un padre y una madre; es verdad que los árabes tender. El clímax del cuento es una notable comunión, casi
mueren ele peste en Otán, pero tampoco tienen nombre, mien- panteísta, que ella experimenta respecto del cielo y del de-
tras que Rieux y Tarrou son llevados al primer plano de la ac· sierto. Creo que es evidente que la intención de Camus es pre-
ción. Se podría argüir que debemos leer los textos en razón ele sentar la relación entre mujer y geografía en términos sexua-
la riqueza de lo que allí encontramos y no buscando aquello les, corno alternativa a su casi extinguida relación con su
que esté excluido. Pero quiero insistir en que en sus novelas se marido. De ahí el adulterio del título:
hallan pistas de todo lo que se suponía borrado: detalles sobre
Giraba con ellas (con las estrellas a la deriva en un cielo
una conquista imperial iniciada en 1830, existente a lo largo
que se «movía en una especie de vuelta lenta)>) y el progreso
de la vida de Camus y que se proyecta sobre la composición de
aparentemente conseguido la identificaba poco a poco con
los textos.
el centro de su ser, donde el h·ío y el deseo estaban ahora lu-
Esta restauración interpretativa no quiere ser una ven-
chando el uno con el otro. Ante ella las eslrellas caían una
ganza. Tampoco trato de culpar retrospectivamente a Camus
tras otra y se des\'anecían entre las piedras del desierto; Ja-
por haber ocultado cosas acerca de Argelia; en varios textos ti-
nine se abría cada vez uú poco más ante la noche. Respi·
tulados Crónicas argelinas muestra grandes dificultades para
rando hondo, olvidó el frío, el peso de los otros, la vida loca
· · exponedas. Lo que quiero es considerar las obras de Camus
o fingida, la larga angustia de vi Y ir y morir [le poids des étres,
como un elemento de la geografía política de Argelia, metódi-
la vie dernenté ou figée, la longue a/lgoisse de vivrc el de mou-
camente construida por los franceses. Esta geografía fue tra-
rir]. Tras tantos años de escapar sin rumbo y sin tino del
bajo de muchas generaciones y su objetivo general era ofrecer
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miedo, al fin se había detenido. Al mismo tiempo, apoyada alcanza lo que es un inconfundible clímax sexual: Camus habla
en el parapeto, parecía estar recobrando sus raíces y de aquí del acentre obscur de son étre>>, que sugiere tanto su expe-
nuevo la savia creció en ella, mientras se tensaba ante el riencia de inseguridad e ignorancia como la del propio Camus.
cielo en movimiento; lo úníco que hizo fue esperar que su Sus circunstancias específicas de mujer francesa en Argelia no
corazón palpitante se calmara y se estableciera el silencio. importan, porque ha conseguido un acceso superior instantá-
Las últimas estrellas de las constelaciones dejaron caer sus neo, inmediato y directo a esos cielos y esas tierras.
racimos un poco más abajo, en el horizonte del desierto, v Cada uno de los cuentos de El exilio y el reino (con la ex-
quedaron inmóviles. Después, con una casi insoportabl~ cepción de una torpe parábola de la vida artística parisina, he-
suavidad, el agua de la noche empezó a llenarla, ahogando cha sin ningún afecto) versan sobre el exilio de personajes en
el frío, surgiendo gradualmente del centro oscuro de su ser la historia no europea -cuatro relato:;_ pasan en Argelia, uno en
para desbordar en movimientos ininterrumpidos hasta su París y otro en Brasil-. Esa historia es profunda y amenazado-
boca llena de gemidos [l'eau de la nuiL..monta peu a peu ramente inquietante, y los personajes tratan de lograr un pre-
du centre obscur de son étre et déborda en flots ininterrom- cario momento~ de reposo, de distancia idílica, de realización
pus jusqu'a sa houche pleine de gemissements]. Al mo- poética. Sólo en «La femme adultere>> y en un relato ambien-
mento todo el cielo se precipitó sobre ella y cayó de espal- tado en Brasil en el cual a través del saclificio y el compro-
das sobre la tierra fría. 1 miso un europeo logra que los nativos lo reciban en el círculo
de su intimidad como sustituto de uno de ellos, que ha muerto,
El efecto conseguido es el de un momento fuera del tiempo
se sugiere que Camus se ha permitido creer que los europeos
en el que Janine escapa de las sórdidas circunstancias de su
pueden conseguir una identificación firme y satisfactoria con
vida presente y entra en el reíno que da titulo al volumen; o
los territorios de ultramar.¡ En <<Le renégab> un misionero es
como decia Camus en una nota que quería insertar en las pos-
hecho prisionero por una tribu de marginados del sur argelino
teriores ediciones, «a u royaume ... [ qui] coincide ave e un cer-
(hay uh fantasmal paralelo con «A Distan! Episode» de Paul
a
taine vie libre et nue que 1wus avons retrouver pour renaitre
Bovvles) y se convierte en un sólido miembro de la tribu, com-
enfin)) 2 [«un reino ... (que) coincide con una cierta vida libre v
batiendo en una emboscada contra el ejército francés. Como si
desnuda que depende de nosotros reencontrar para finalment~
convertirse en nativo sólo pudiese ser resultado de una mutila-
volver a nacer)>]. Su pasado y su presente se desvanecen, como
ción que produjera una enfermiza, y en última instancia ina-
la realidad de los otros (le poids des étres, sintomáticamente
ceptable, pérdida de identidad.
mal traducido como «peso muerto de las otras personas)) (!he
Unos pocos meses separan este libro relativamente tardío
dead tveight of other people) por Justin O'Brien). En este pasaje
(1957), cuyos cuentos, publicados por separado, precedieron y
Janine <(llega finalmente a un punto}>, inmóvil y fecundo, prepa-
siguieron la aparición de La caída (1956), de las últimas piezas
rado para la comunión con este trozo de cielo y de desierto
de Camus, las Crónicas argelinas, de 1958. A pesar de que algu-
donde la mujer -pied ~wir y colon- descubre sus raíces, hacién-
nos pasajes de El e:rilio y el reino retroceden al lirismo tem-
dose así de eco de la nota explicativa de Camus, proyectada
prano y la nostalgia controlada de Bodas, una de las pocas
como aclaración posterior de los seis relatos. Su identidad real
obras de Camus que tratan de la vida en Argelia, los relatos es-
o lo que puede llegar a serlo serán juzgadas más tarde, cuando
tán llenos de preocupación por la crisis que se avecina. Debe-
mos recordar que la revolución argelina fue oficialmente
1. Ca mus, Exile and the Kingdom, trad . .Tustin O'Bríen (Nueva York: Knopf, anunciada e iniciada el 1. 0 de noviembre de 1954, la masacre
- 1958), pp. 32-33. Hay traducción castellana: El exilio y el rei11o, Madrid: Alianza, de Sétif llevada a cabo por tropas francesas ,contra civiles arge-
1983. Para un examen a fondo de Camus en el contexto del norte ele Africa, ver
linos se había producido en ma:yo de 1945 y que los años an-
Barbara Harlo-w, ,/fhe Maghrib and Tf1e S!rangen>, Alif 3 (primawra de 1983),
pp. 39-55. teriores, mientras Camus estaba trabajando en El extranjero,
2. Camus, Essais, p. 2039. estuvieron jalonados por numerosos episodios de la larga y
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'
•s~g~&R8~,,GÑ~QW'?~stt,,_~;7.~~~--c----cc-----------~------------c---------------c---~--,-~~~~CT--CT--c-------------c-------------------------------------------CT--J
sangrienta resistencia argelina contra los franceses. A pesar de bes ne fonnent pas a eux seuls toute l'Algérie. L 'imporlance
que Camus, de acuerdo con todos sus biógrafos, creciese en et ancienneté du peuplement Jraru;ais, en particulier, suffi-
Argelia como francés, lo hizo rodeado de los signos de la lucha sent a créer un problóne qui ne peut pas se comparer el rien
entre franceses y argelinos, Ja mayoría de los cuales parecie- dans l'histoire. Les Fraw:;ais d'Algerie sont, eux aussi, et au
ron desvanecerse. En sus últimos tiempos, fueron trasladados sens fort du terme, des indigimes. !l faut ajouter qu'ww Algé-
abiertamente al lenguaje, la imaginería o la descripción geo- rie punúnente arabe ne pourrait accéder a l'independence
gráfica de una singular voluntad francesa que se enfrentaba a économique sans laquelle l'indepe11dence politique n'est
los habitantes musulmanes nativos de Argelia. En 1957, en su qu'un leurre. Si insuffisani que soit l'effort fran¡;ais, il est
libro Presence fran¡;aise et abcmdon, Fran~ois Mitterrand afir- d'une telle envergure qu'auncw1 pays, a l'heure actuelle, ne
maba con franqueza: «Sans Afrique, il11'aura pas l'histoire de consentirait a le prendre en charge.))t
France au XXI sil!cle.J> 1 (En lo que respecta a Argelia, la independencia nacio-
Para situar el contrapunto de Camus respecto al conjunto nal es una fórmula puramente pasionaL Nunca ha existido
(si dejamos de lado una pequeña parte) de su historia real, hay una nación argelina. Judíos, turcos, griegos, italianos y be-
que estar al tanto de sus verdaderos antecedentes franceses reberes pod~·ían creerse con derecho a reclamar el lide-
así como de la obra de los novelistas, historiadores, sociológo~ razgo de esta nación virtual. En la actualidad los árabes no
y especialistas en ciencias políticas argelinos posteriores a la forman la totalidad de Argelia, En particular, la importan-
independencia. Existe todavía ho·v una tradición eurocéntrica cia v la antigüedad de los asentamientos franceses bastan
persistente y fácilmente descifrab-le, que se obstina en cerrars~ par~ crear un problema que no encuentra parangón en la
interpretativamente hacia todo lo que 1\-iitterrand, Camus, v sus historia. Los franceses de Argelia también son, en el sen-
person~jes de ficción dejaron fuera de su visión de Argeli;. En tido fuerte del término, indígenas, Hay que agregar que
los últimos aflos de su vida, cuando Camus, pública y vehe- una Argelia puramente árabe sería incapaz de acceder a la
mentemente, se opuso a las exigencias nacionalistas fonnula- independencia económica, sin la cual la independencia po-
das por los combatientes de la ~independencia de Argelia, lo lítica es únicamente ilusoria. Aun siendo el esfuerzo fran-
hizo en los mismos términos en que había representado a Ar- cés insuficiente, su envergadura es tal que ningún otro país
gelia desde los inicios de su carrera literaria, aunque ahora sus accedería a asumir esa responsabilidad.)
palabras estaban cargadas de los deprimentes acentos de la re- La ironía reside en que cuando en las novelas u obras des-
tórica oficial anglofrancesa posterior al episodio de Suez, Sus criptivas de Camus se narra una historia, la presencia francesa
observaciones sobre el «coronel Nasser>) y acerca del imperia- en Argelia se rnuestra como algo exterior, como una esencia
Lismo árabe y musulmán nos son familiares, pero ha_y una posi- no sujeta al tiempo o a la interpretación (como en el caso de
ción política desafiantcmente severa sobre Argelia, que se pre- Janine) o como la única secuencia que vale la pena presentar
senta como todo un resumen, sin adorno ninguno, de sus como Historia. (Qué diferente el tono y la actitud de Pierrc
obras previas:
Bourdieu en Sociologie de l'Algérie, también publicada en
(< ••en ce qui concerne l'Algérie, l'irzdeperuience nationale 1958, cuyos análisis refutan las fórmulas insustanciales de Ca-
est une formule puremenl passiomzelle. !l n 'y a jamais e u mus y donde se habla abiertamente de guerra colonial como
encare de nation algérienne. Les Juifs, les Turcs, les Crees, resultado de dos sociedades en conflicto.) La cerrazón de Ca-
les ltaliens, les BerbCres, auraieHt autant de droit a récla111er mus explica el vacío y la ausencia de historia del árabe muerto
la direclion de cetle nation virtuelle. Actuellement, les Ara- por Meursault y de ahí también el sentido de la devastación de
Orán en La peste, que no está concebido para expresar en pri-
l. Citado pOI- _1\.1anucla Semidei, «De L'Empirc a !a décolonisation a tra\'ers
les manuels scolaires,, Revue franyaise de scie11ce politique 16, n." 1 (febrero de
1961), p. 85. l. Camus, Essais, pp. 1012-13.
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138
mer lugar las muertes Je árabes (que después de todo, son las este motivo se repite insistentemente. Cuando se hace referen-
que cuentan desde el punto de \'ista demográfico) sino la con· cia a la violencia en Argelia, por ~jemplo, se la disfraza presen-
ciencia francesa. tándola como una obligación del ejército francés, que se ve
Sería adecuado afirmar que la:;; obras de Camus plantean obligado a tomar medidas a causa del (<peligro de pillaje y el
severos y ontológicos reclamos coloniales a la geografía de Ar- ardor religioso de los nativos». 1 Ahora, en cambio, Argelia se
gelia. Para cualquiera que haya tenido aunque sea la más leve ha convertido en una nueva Francia: próspera, llena de nuevas
familiaridad con la aventura colonial francesa en Argelia, estos escuelas, hospitales y carreteras. Aún tras la independencia, la
reclamos son tan disparatados y anómalos como la declara- historia colonial francesa, se presenta como esencialmente
ción del ministro francés Chautemps, en 1938, cuando afirmó constructi-va, ya que permitió la existencia de lazos (<h-aterna-
que en Argelia el árabe era una dengua extranjera». Pero no les>) entre la metrópoli y sus antiguas colonias.
pertenecen sólo a Camus, a pesar de que él les otorgara una Hay una marcada persistencia en ei modo en que una sola
suerte de transparencia y continua vigencia. Él las heredó o de las partes del enfrentamiento se supone relevante para la
aceptó acríticamente, como fórmulas convencionales acuña- audiencia francesa; también la hav en la manera embarazosa
das en la. larga tradición de la escritura colonial argelina, hoy en que la dinámica real de la implantación colonial y la resis-
olvidada o no advertida por lectores )' críticos, la mayoría de tencia nativa debilita la fuerza del atractivo humanismo de la
los cuales encuentra más fácil interpretar la obra de Camus en gran tradición europea. Pero ni la una ni la otra son causa su-
términos de reflexión acerca de la ((condición humana». ficiente para seguir aceptando esta coniente de interpreta-
Manuela Semidei ha realizado una notable investigación en ción v admitir como válidas sus construcciones e imágenes
los libros escolares franceses en el periodo que va desde la Pri- ideolÓgicas. Hasta ~e atreveré a decir que las obras de Ca-
mera Guerra Mundial hasta la posguerra de la Segunda y ofTe- mus son más interesantes, no menos, precisamente porque
ce allí un excelente repertorio de las abundantes suposiciones sus más famosos relatos dependen en muchas maneras del
acerca de las colonias francesas que compartían los lectores v discurso francés colonial sobre Argelia, discurso que incoq)o-
los críticos contemporáneos de Camus. Sus descubrimiento.s ran y recapitulan con toda intransigencia y que pertenece al
muestran un firme aumento de la insistencia.en el papel colo- lenguaje de las actitudes imperiales y referencias geográficas
nial de los fTanceses después de la Primera Guerra, en los «epi- francesas. Todo en su estilo depurado, en los angustiados dile-
sodios gloriosos)) de su historia de <<potencia mundial» v tam- mas morales expuestos en su desnudez, en los atormentados
bién líricas descripciones de los logros coloniales fra~ceses, destinos personales de sus personajes tratados con tanta suti-
con el establecimiento de la paz y la prosperidad duraderas, leza como regulada ironía, se alimenta de la historia de la do-
los abundantes hospitales y escuelas para beneficio de los nati- minación francesa en Argelia y de hecho la reactualiza con
vos, etcétera. Hay referencias ocasionales al uso de la violen- una precisión circunspecta y una notable ausencia de remor-
cia, pero teñidas por el énfasis puesto rnás bien en el marm:i- dimiento o compasión.
lloso cometido francés de acabar con la esclavitud v el Una vez más, en sus novelas, la relación interna entre geo-
despotismo y reemplazarlos por paz y prosperidad. En primer grafía ). contestación política se hace viva exactamente en las
lugar aparecen las menciones del norte de Africa, pero según zonas que Camus cubre con una superestructura que Sartre
Semidei no existe ningún tipo de admisión de la posibilidad de celebró precisamente porque oh-ecia «Una atmósfera para el
que las colonias se independizaran; los movimientos naciona- absurdo)). 2 Tanto El extranjero como La peste tratan de muer··
listas de los años 30 son presentados como «dificultades))' más
que como desafíos preocupantes.
!. Semidei, «De I'Empire a la déco!onisation", P- .75.
Semidei también observa que estos textos de entreguerra es-
2. Jean-Paul Sartre, Li!emryEssays, trad. Annette 1\.lichelson (Nueva York:
tablecen comparaciones con el imperio británico, y favorecen Philosophical Librar;:, 1957), p. 32. Hay traducción castellana: Escritos sobre li-
en la comparación al gobierno francés colonial. Hacia 1930 teratura, 3 vofs., Madrid: Alianza, 1985.
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tes de árabes, muertes que iluminan e informan en silencio de El núcleo de la política militar de Bugeaud y sus oficiales
las dificultades de conciencia y de reflexión de los personajes era la razzia, o expedición punitiva conlra los poblados argeli-
franceses. Más aún, es francesa la estructura de la sociedad cí~ nos, sus casas, cosechas, mujeres-y niños. «A los árabes))' decía
vH tan nítidamente representada -la municipalidad, el aparato Bugeaud, «debe impedírseles sembrar, cosechar y pastorear
legal, los hospitales, restaurantes, clubes, escuelas y diversio- sus tierras1l. 1 Lacheraf da ejemplos de la euforia poética experi-
nes- a pesar de que se adminiStra sobre todo a la población mentada de vez en cuando por los oficiales y su sentimiento de
no francesa. Es sobrecogedora la semejanza entre el modo en que por fin había allí la oportunidad de una guerre a outrance,
que Camus escribe acerca de ello y el modo en el que lo pre- más allá de toda moral o necesidad. Por ejemplo, el general
sentan los libros de texto [ranceses: las novelas y los cuentos Changarnier describe la coilcesión a las tropas de la placentera
narran el resultado de una victoria sobre la población musul- distracción de arrasar pacíficos poblados. Afirma entonces que
mana pacificada y diezmada, cuyos derechos a la tierra se en- este tipo de actividad viene en las EScrituras, cuando José y
cuentran severamente coartados. Al confirmar y consolidar otros grandes líderes dirigían nde bien terribles razzias" y Dios
de esta manera las prioridades francesas, Carnus no las dis- los bendecía. La ruina, la destruccción total y la brutalidad
cute ni disiente de la campaña por el dominio llevada a cabo más salvaje no sOlo se permiten porque Dios las ha legitimado
por los franceses contra los argelinos musulmanes durante sino porque, en palabras repetidas una y otra vez desde Bu-
casi cien años. geaud a Salan, «les Arabes ne comprennent que la force
En el centro del conflicto está la lucha militar, cuyos pri- brutale>). 1
meros grandes protagonistas fueron el mariscal Theodore Bu- Lacheraf comenta que el esfuerLo militar francés de las pri-
geaud y el emir Abdel Kader: el primero, un feroz legalista meras décadas fue mucho más allá de lo necesario para su ob-
cuya severidad patriarcal respecto a los argelinos empezó en jetivo, que era la supresión de la resistencia argelina, hasta al-
1836 como un esfuerzo de disciplina y acabó aproximada- canzar la categoría absoluta de un ideaP La otra cara de la
mente diez aüos más tarde con una política de genocidio y ex- empresa militar, según la expresaba con infatigable celo Bu-
propiaciones territoriales masivas; el segundo, un místico sufi geaud, era la colonización. Hacia el final de su estancia, Bu-
e inagotable combatiente guerrillero, que no cesaba de reagru- geaud se muestra constantemente exasperado por el modo en
par, reformar y dirigir sus tropas contra el ejército francés in- que los emigrados europeos civiles utilizan los recursos natu-
vasor, más fuerte y más moderno. Si se leen los documentos rales sin medida e irracionalmente: dejen la colonización a los
de la época se percibe la dinámica que alimentaba inevitable- militares, escribe en sus cartas, aunque sin éxito ..¡
mente el desprecio de Camus por la presencia árabe: :va las En realidaJ, uno de los temas permanentes que recorre la
cartas, proclamas e informes de Bugeaud, reunidas -Y publica- ficción francesa desde Balzac a Psichari y Loti, es precisa-
das casi al mismo tiempo que El extranjero; ya la reciente edi- mente el expolio de Argelia y los escándalos derivados de las
ción de la poesía sufi de Abdel Kader editada y traducida al oscuras tramas financieras dirigidas por individuos inescrupu-
francés por Michel Chodkie\vicz;l ya el notable relato de la psi-
cología de la conquista reconstruida a partir de diarios y cartas L Citado por Abdullah Laroui, Jhe f!isWI)' o{ !he Magreb: Anfrtlcrpretatíve
franceses de 1830 y 1840 por Mostafn Lacheraf, miembro fun- Essay, traducción de Ralph Manhcim (Princeton: Princeton University Press,
1977), p. 301.
dador del FLN y tras la independencia profesor en la Universi-
2. Lacheraf, L'Algérie, p. 92.
dad de Argelia. 2 3. !bid., p. 93.
4. Thcodore Bugcaud, Par f'Epée et par la clwrme (París: PUF, 1948)_ La ca-
l. Emit· Abdel üader. Écrits espirifuels, trad. Miche! Cl:wdkiewicz (París: rrera posterim· de Bugeaud fue igualmente distinguida: mandaba las tropas que
Seuil, 1982). dispararon sobre !as masas insurgentes el 23 de febrero de 1848 y en La educa-
2. MostaJa LacheJ:af. [/¡t/géric: ;\!atiou et société (París: t-.hspero, 1965). En ción se11tinwntal Ffaubert lo recompensó haciendo que se dispare al estómago
In novela de Assia Djebnr L 'Amour, la {anlasie (París: Jean-Claude LattCs, 1985) del retrato Jel impopular mariscal durante las revueltas del Pa!ais Royal, el 24
se puede leer una mamvil!osa reconstrucción personal y ficticia del período. de febrero de 1848.
286 287
140
losos, para quienes la permisividad del sitio facilitaba toda
i nada menos que la destrucción del estado argelino. Es evi-
clase de cosas, con la promesa o la espera de beneficio. En dente que la afinnación de Camus acerca de la inexistencia de
Tartarín de Tarascón de Daudet y en Be! Ami de Maupassant la nación argelina implica que l.is purgas de la política fran-
-ambos presentes en el penetrante Littérature et colonialisme 1 cesa habían logrado h<;tcer borrón y cuenta nueva. Pero según
de Martine Loutfi- 1 existen pinturas inolvidables de semejan~
tes situaciones.
( he venido afirmando, los acontecimientos del período poscolo-
nial nos imponen la aceptación de un relato más extenso y una
1
La destrucción llevada a cabo por los franceses en Argelia
fue no sólo sistemática sino que constituyó la base de una ¡ interpretación todavía más completa y desmitificadora. Dice
Laroui:
nueva política metropolitana. Ningún testigo contemporáneo a
los hechos entre 1840 y 1870 duda de ello. Tocqueville, que
criticó abiertamente la política de los norteamericanos con
¡ Entre 1830 y 1870 la historia de Argelia está hecha de
pretensiones: la de los colonos que: proclamaban su volun-
tad de t.ransformar a los argelinos en hombres iguales a
respecto a los negros y los indios, estaba convencido de que el ellos cuando en realidad su único deseo era convertir el
avance de la civilización europea exigía prácticas crueles hacia ¡ suelo argelino en suelo francés; la de los militares, que su-
los indígenas musulmanes: desde su punto de vista, la con-
quista total equivalía a la culminación de la grandeza francesa.
Tocqueville consideraba el islam como sinónimo de «poliga-
l
f
puestamente respetaban las tradiciones y formas de vida lo-
cales cuando en realidad su único interés era gobernar con
el menor esfuerzo posible; la de Napoleón IIT, al proclamar
mia, reclusión de las mujeres, ausencia de toda vida política, que estaba construyendo un reino árabe cuando en reali-
gobiernos tiránicos y omnipresentes que obligan a los hom- dad su idea fundamental era la <(americanización)) de la
bres a esconderse y a procurarse cualquier satisfacción dentro economía fTancesa y la colonización de Argelia. 1
de la vida familiar.» 2 Además, porque pensaba que los nativos
eran nómadas, sostenía que «pueden usarse todos los medios En 1872, cuando llegó a Argelia, Tartarin, el personaje de
para eliminar esas tribus. Sólo hago la excepción en el caso de Daudet, percibió pocas huellas de ese <(Oliente)) que se le ha-
lo que prohiben las leyes internacionales y las de la humani- bía prometido y en cambio se encontró instalado en una copia
dad». Pero como señala Melvin Richter, Tocqueville nada dijo ultramarina de su Tarascón nativa. Para algunos escritores,
(<en 1846J>, cuando «se asfixió a cientos de árabes durante el por ejemplo Segalen y Gide, Argelia es un sitio exótico en el
curso de esas razzias que él había aprobado a causa de su cua- cual pueden expresar y tratar terapéuticamente problemas es-
lidad humanal>. 3 Tocqueville reconoce las «desafortunadas ne- pirituales similares a los de Janine. Los nativos reciben escasí-
cesidades>>, pero las considera de mucho menor calibre que la sima atención y su presencia cumple el propósito de ilustrar
importancia del <(buen gobierno)> que debían agradecer a los emociones pasajeras o brindar oportunidades para ejercicios
franceses los musulmanes «a medias civilizados>>. de la voluntad. Sucede así no sólo con Michel en El inmora-
Para el principal exponente actual de la historia del norte lista sino con Perken, el protagonista de Malraux en el paisaje
de África, Abdullah Laroui, la política colonial francesa quería camboyano de La vía real. Las diferencias en las representacio-
nes francesas de Argelia pueden todas ellas remontarse y unifi-
1. Martine Astier Loutfi, Littéralure el colonialisme: L'Expansion coloniale carse en la mortc-main geográfica de la práctica colonial fran-
vue dans la littéralure romnnesque frmu;aise, 187! -19!4 (París: Mouton, 1971). cesa: desde las procaces postales de harén que ha estudiado
2. rviclvin Richter, «Tocqueville on Algeiia,, Review of Politics 25 {1963), memorablemente Malek Alloula,2 pasando por las sofisticadas
p. 377.
3. /bid .. 380. Un compendio exhaustivo y más reciente de este material se elucubraciones antropológicas expuestas ,por Fanny Colonna y
, encuentra en Marwan R. Buheiry, The Formation a11d Percep6on of the Modem
Arab World, ed. Lawrence l. Conrad (Princeton: Danvin Press, 1989). especial-
mente en la Parte 1, «European Perceptions ofthe Orient», que contiene cuatro
ensayos acerca de la Francia del siglo XIX y Argelia, uno de los cuales tiene que l. Laroui, History oj !he ,\lagreb, p. 305.
ver con Tocqueville y el islam. 2. Véase Al!oula. Colonial Harem.
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Claude Brahimi, t hasta las impresionantes estructuras narrati- sita articulación, su evolución final hacia la «estructura de sen-
vas de las cuales Camus es sobresaliente ejemplo. timiento)> general a la que me he referido aquí. Pero, para per-
También en los textos de geografía y de pensamiento colo- cibirla, debemos considerar las obras de Canms como transfi-
nialista de principios de siglo podemos comprobar la profundi- guración metropolitana del dilema colonial: representan la
dad y consistencia de la experiencia, incorporación, combina- escritura del colon ante una audiencia francesa cuva historia
ción e institucionalización de la empresa colonial en el personal está irrevocablemente ligada a un sector d~partamen
discurso francés. En Grandeur et servitude colorliales, Albert tal de la Francia del sur: selia incomprensible que la historia
Sarraut establece como objetivo para el colonialismo nada me- sucediese en cualquier otra parte. Sin embargo, es irónico que
nos que la unidad biológica de la humanidad: <<la solidarité hu- las ceremonias de unión eón el territorio -por Meursault en
maine». Razas incapaces de utilizar sus recursos (por ejemplo, Argelia, por Tarrou y Rieux encerrados dentro de las murallas
los nativos de los territorios franceses de ultramar) deben ser de Orán, por Janine durante un insomnio en el Sáhara- susci-
nuevamente unidas a la familia humana; <<c'est la pour le colo- ten en el lector sospechas acerca de la verdadera necesidad de
nisateur, la corttre-partie formelle de la prise de possession; elle esas afirmaciones. Cuando la violencia del pasado francés re-
enlkve a son acte le caractere de spoliation; elle en fail une torna inadvertidá:mente ante el lector, las ceremonias se vuel-
création du droit humaim> 2 («Aquí, se halla, para el coloniza- ven conmemoraciones de supervivencia altamente abreviadas
dor, la contrapartida formal del acto de posesión; despoja al y condensadas: conmernoraciones de una comunidad gue no
acto de su carácter de expoliación y lo convierte en una crea- tiene adónde ir.
ción del derecho humano})). En su clásico La'Politique coloniale La afirmación de Meursault es más radical que la de los
el le partage du !erre aux X!Xe et XX"e siecles, Georges Hardy se otros. Porque aun si aceptamos, a pesar de su falsedad, la exis-
atreve a sostener que la asimilación de las colonias a Francia ((a tencia del tribunal que lo juzga (corno Conor Cruise O'Brien
fait jaillir des sources d'inspiration et non seulernent provoque la señala con penetración, era un lugar muy poco lógico para
apparition d' innombrables ramans coloniaux, mais encare que se juzgara a un francés por la muerle de un árabe), el
ouvert les ésprits a la diversité des formes morales et mentales, mismo Meursault comprende el objetivo de esa falsedad. Por
incite les écrivains a des genres inédits d'exploration psychologi- fin puede sentir a la vez alivio y seguridad: «l'avais eu raisan,
que»3 («ha hecho brotar fuentes de inspiración y no sólo ha pro- j'avais encare raisun, j'avais toujuurs raisor1. J'avais vécu de te-
vocado la aparición de innumerables novelas coloniales sino lle far;on et j'aurais pu -vivre de [elle mitre. J'avais fail ceci et je
que ha abierto además los espíritus a la diversidad de formas n'avais pas fait cela. Je ¡-¡'avais pas fait cette arltre. Et apri?s?
morales y mentales incitando a los escritores a probar géneros C'était comme si j'avais artemlu pendant tout le temp cette rni-
inéditos de exploración psicológica>)). El libro de Hardy se pu- mlle et cette pelite aube oil je serais justifié.)) 1 («Tenía razón.
blicó en 1937; fue rector de ta Academia de Argelia y también Otra vez tenía razón, siempre había tenido razón. He hecho
director honorario de la École Coloniale J', en sus inquietantes eslo y no he hecho lo otro. No he hecho aquello otro. ¿Y qué?
declaraciones, se revela antecedente inmediato de Camus. Ha sido como si todo siempre hubiese esperado este momento
Así, las novelas y cuentos de Camus destilan de manera y esta madrugada en la que seré justillcado.)))
muy precisa las tradiciones, giros y estrategias discursivas de la No queda aquí ninguna elección, ninguna alternativa, nin-
apropiación francesa de Argelia. Nos muestran su mis exqui- guna sustitución humana. El colon encarna tanto el esfuerzo
humano real al que su comunidad contribuye como el obs-
l. Fanny Colonna y Claude Haim Brahimi, «Du bon usage de la se! en ce co·
táculo que hace imposible abandonar un sistema político me-
!oniale», en Le mal de voir (Paris: Union générale d'éditions, 1976). tódicamente injusto. La fuerza profunda del conflicto de la
2. Albert Sarraut, Grandeta el servitude coloniales (París: Editions du Sagit" autoconciencia suicida de Meursault sólo puede surgir de esa
taire, 1931), p. 113.
3. Gcorges Hardy, La Politique coloniaJe el le partage du terre aux XIX el
XXe sii!cles (Paris: Albin Michel, 1937), p. 441. t. Camus. lhJJ.trc, Récils, _\'ouv<!lfes (Paús, Gallimard, 1962), p. 1210.
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historia y de esa comunidad específica. Al final acepta lo que 8. UN APUNTE SOBRE EL MODERNISMO
él es y además comprende por qué su madre, confinada en una
residencia para ancianos, había decidiJo volver a casarse: «elle No existe visión o sistema soci"al que posea hegemonía total
avait joué a recommencer.. Si pres de la morl, nwmarz devait sobre su terreno. Al estudiar los documentos de la cultura que
s'y sentir liln-e et préte a tout revivre>). 1 ((<Había jugado a reco- han coexistido y apoyado con éxito las empresas globales de
menzar ... Tan cerca de la muerte, mamá debía de haberse sen- los imperios europeos y norteamericano, no estamos decre-
tido libre y dispuesta a volver a vivir todo otra vez.})) Hemos tando su liquidación o sugiriendo que interesan menos como
hecho aquí lo que hemos hecho; hagámoslo otra vez. Esa fir- arte porque hayan formado parte, de modo compleJo, de la ta-
meza tnigicamente antisentimental se convierte en la decidida rea imperialista. Mi trabajo 'aquí habla de una voluntad en gran
disposición humana para la regeneración y renovación genera- 1nedída extendida y carente de oposición respecto al dominio
cionales. Los lectores de Camus han atribuido a El extranjero de ultramar: pero no totalmer1te ausente de oposición. Debe-
la universalidad de una humanidad existencial liberada, que se mos, en efecto, sentirnos impresionados por el modo en que a
enfrenta con impúdico estoicismo a la indiferencia cósmica y finales del siglo XIX los sectores colonialistas europeos, por
la crueldad humana. ejemplo, eran caJ)aces, ya por apoyo popular, ya por intereses
Resituar la novela dentro de los nexos geográficos de los concretos, de presionar a los estados para que se apoderaran
que surge su trayectoria narrativa supone interpretarla como de más tierras y sometieran al servicio imperial a más y más
si fuese una forma elevada de experiencia histórica. Como la nativos: muy pocos en las metrópolis trataban de detener u
obra y la situación de Onvell en Inglaterra, el estilo depurado obstaculizar el proceso. No obstante, aunque poco efectiva,
y limpio en el que Camus vuelca la información de situaciones siempre hubo resistencia. El imperialismo no es sólo una rela~
sociales oculta contradicciones complejas que se vuelven irre- ción de dominación, sino que también está comprometido en
solubles cuando se interpreta, como ha hecho la crítica en ge- una peculiar ideología de la expansión. Hay que reconocer
neral, que los sentimientos de lealtad de Camus hacia la Arge- que Seeley fue capaz de admitir que la expansión era más que
lia francesa pueden constituir una parábola de la condición una incli!Jación, que «evidentemente es el gran factor de la
humana. TodaYia hoy su reputación social y literaria depende historia inglesa moderna>),¡ Proclamas s~mejantes hicieron en
de esta visión. Pero las limitaciones de Camus nos parecerán Estados Unidos el almirante Mahan y en Francia Leroy-Beau-
inaceptables y paralizantes si aceptamos que han existido alter- lieu. Y la expansión podía tener lugar con tan espectaculares
nativas más complicadas y valerosas respecto a la apropiación resultados sólo porque para esa tarea se disponía de suficiente
territorial y dominio político f-rancés sobre Argelia. Se podía poder en Estados Unidos y en Europa: poder militar, econó-
juzgarlas primero, rechazarlas luego y comprender después mico, político y cultural.
. que fTenaban la posibilidad de aceptar el nacionalismo arge- Una vez que se consideró inevitable el hecho básico clel
lino y sentir simpatía por él. Conf-rontada con la literatura des- control occidental y europeo sobre el mundo, empezaron a te-
colonizadora de su tiempo, tanto francesa como árabe -Ger- ner lugar, con una mayor frecuencia, discusiones mucho más
maine Tillion, Kateb Yacine, Fanon, o Genet- la obra de complejas y, me permüiría agregar, marcadmnente antinómi~
Camus posee una vitalidad negativa, en la que la trágica serie- cas. Esto no alteró de inmediato el sentimiento de permanen-
dad humana del esfuerzo colonial alcanza su última gran cul- cia soberana y presencia irreversible, pero sí llevó a practicar
minación antes de que llegue la ruina. Lo que Camus expresa un peculiar estilo cultural extremadamente importante en la
es esa desolación y esa üisteza de las que no nos hemos recu- sociedad occidental, que jugaría luego un papel interesante en
perado y que todavía no hemos acabado de comprender, el desarrollo de la resistencia antiimperialista en las colonias.
Los lectores de The Passions ami the lnterests de Albert O.
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