Vademecum - LuisPerezAguirre

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Luis Pérez Aguirre

V ademécum
para cristianos y cristianas

EJ¡,
TRILCE
Foto de carátula: Carlos Tato, gentileza de Brecha

© 2005, Ediciones Trilce


trilce@trilce.com.uy
www.trilce.com.uy

ISBN 9974-32-399-1

Se terminó de imprimir en el mes de octubre de 2005 en imprenta


Cecilia Cancela, Canelones, Uruguay. Depósito Legal N° 337 385.
Comisión del Papel. Edición amparada al Decreto 218/96
C o n t e n id o

Nota del editor..............................................5


Presentación.................................................7

L ib r o p r im e r o

I. Acerca de D ios...............................14
II. Acerca de lo sagrado y el cu lto.....22
III. Acerca de la santidad.................... 29
IV. Acerca de Jesús, hombre lib re .....38
V. Acerca del seguir a Jesús.............. 45
VI. Acerca del Espíritu Santo.............. 50
VII. Acerca del Reino de D ios............... 53

L ib r o s e g u n d o

VIII. Acerca de la Fe ..............................58


IX. Acerca de la Esperanza................. 63
X. Acerca del Amor............................ 67

L ib r o t e r c e r o

XI. Acerca del amor a la Iglesia........... 74


XII. Acerca de la comunidad................ 86
XIII. Acerca de la Eucaristía................. 94
XTV. Acerca de la moral cristiana....... 100
XV. Acerca de la opción
por los pobres........................... 110
L ib r o c u a r t o

Acerca de la c ru z...................... 116


Acerca de la oración.................. 122
Acerca de la tibieza................... 133
Acerca de la felicidad................ 139
Acerca del Hombre Nuevo.......... 142

Algunos datos biográficos de Luis Pérez Aguirre ... 156


Bibliografia de Luis Pérez Aguirre ................... 159
N ota d e l e d it o r

Cuando publicamos el anterior libro de Luis Pérez


Aguirre, D e s n u d o d e s e g u rid a d e s , escribíamos en la Nota
del editor, fechada 1° de marzo de 2001:
“El primer libro de Luis Pérez Aguirre, Perico, que
editamos en Trilce fue hace quince años (D e r e c h o s
H u m a n o s . P a u ta s p a r a u n a e d u c a c ió n lib e ra d o ra , en
coautoría con Juan José Mosca, 1986); desde ese
momento se estableció un fuerte lazo de amistad y
admiración de nuestra parte por quien resumía, de
manera ejemplar, al hombre de acción y al pensador.
Siguieron seis libros más y teníamos en preparación
otros dos. El primero lo tienen en las manos, el
manuscrito del segundo lo recibimos hoy y tenemos la
esperanza de publicarlo a la brevedad".

Este V a d e m é c u m p a r a c ris tia n o s y c ris tia n a s es el


que esperábamos publicar a la brevedad. Si bien han
pasado poco más de cuatro años, por su contenido, esta
obra no ha perdido vigencia ni actualidad.

Nos decía Perico el 20 de setiembre de 2000


refiriéndose a este libro:
“(...) lo tengo avanzado. Me faltan tres capítulos y la
introducción. En este sentido la Comisión para la Paz
vino a complicarme bastante los planes del uso de mi
tiempo que me había hecho”.

Pocos días antes de fallecer el 25 de enero de 2001,


lo había terminado (el archivo de la computadora dice
“ 11 ener 2001, 18:27”).

5
Esta obra tiene como antecedente su libro
(Bogotá, 1990, 1992; Caracas
M e d it a c io n e s c o r tita s
1990, 1992; Buenos Aires, 1992} que logró amplia
difusión: más de quince mil ejemplares solamente la
segunda edición venezolana.

Desde que Pérez Aguirre nos participó su idea de


escribir este libro a fines de 1999 se refirió a él como
“vademécum” concepto que el diccionario de la Real
Academia Española define como “Libro de poco volumen
y de fácil manejo para consulta inmediata de nociones
o informaciones fundamentales”.

Nuestra fidelidad con Perico está en publicar sus


ideas para que sirvan a la reflexión y se conviertan en
acción.
Este libro es, también, una respuesta a su llamado;
en latín v a d e es ven, y m e c u m , conmigo.

P a b lo H a r a r i
23 de setiembre de 2005

6
P r e s e n t a c ió n

Recuerdo que cuando era niño en la mesita de noche


de la cama de mis padres había un librito de tapas du­
ras muy elegantes, en relieve, que se titulaba L a im ita ­
c ió n d e C ris to. Dividido en partes y capítulos, con sus
párrafos numerados, para facilitar que se pudiese me-
morizar o encontrar fácilmente lo que cada lector bus­
caba, ese librito era el compendio de pensamientos y
máximas espirituales más apreciado, tanto para reli­
giosos y monjas, como para laicos.
Su nombre completo era L a im ita c ió n d e C ris to y m e ­
n o s p re c io d e l m u n d o . Se le atribuye a Tomás de Kempis
(1379-1471), escritor místico, canónigo agustiniano, que
se constituyó en el gran propulsor de la llamada d e v o tio
m o d e rn a . Su éxito asombroso fue tal, por el contenido y
por el método, que las ediciones se sucedieron hasta
hoy en diferentes formatos y tamaños. Popularmente
se le conoció como “el Kempis”. Se trataba de una espe­
cie de vademécum del cristiano, al que podía recurrir
en cualquier momento para alimentar su compromiso
de fe o para orientarse en sus decisiones morales. Este
manual marcó profundamente hasta hoy la espirituali­
dad de incontables cristianos y cristianas durante si­
glos.
El problema está en la concepción del mundo, la teo­
logía y la propuesta espiritual y moral de “el Kempis”
que se enmarcan en una lectura e interpretación bíbli­
ca hoy inaceptables. Presenta un mundo estático, ya
completo y realizado plenamente, muy peligroso para
la salvación de los cristianos. Frente a ese mundo ce-

7
buenas noticias (evangelios) para nosotros y nuestros
contemporáneos.
Nadie busque en este vademécum un abordaje de
to d o s los temas propios del cristianismo. Aquí encon­
trará solamente algunos tópicos, confieso que seleccio­
nados de manera intencional, considerados claves y
útiles para esa triple intención recién señalada arriba.
Mi confesada “selección” temática es parcial, excluye
muchos aspectos importantes pero no por desinterés o
desdén, sino porque entiendo que los aquí menciona­
dos responden a los principales desafíos de la época
que me toca vivir. Es una selección hija de una manera
particular de vivenciar hoy el meollo del compromiso
eclesial y evangélico.
Se ha dicho que toda obra de arte, todo cuadro, tiene
siempre dos autores: el que lo pintó y el que lo mira,
porque un cuadro es un medio de comunicación y toda
comunicación artística supone al menos dos personas.
El valor de la obra dependerá de ambas. Un libro es
también una obra conjunta de quien lo escribe y de la
persona que lo lee. Con más razón cuando se trata de
un manual. Su uso es intencionalmente funcional y el
valor depende tanto de quien lo confecciona como de
quien lo usa con habilidad y corrección.
Este vademécum es para que lo tengas a mano en la
mesita de noche o en un rincón de la mesa de trabajo,
para que lo puedas hojear en un ómnibus o en la sala
de espera del médico, en la cola para cobrar la jubila­
ción o en la calma de la tarde. Puede ser leído y comen­
tado en familia o en comunidad. Está confeccionado de
tal manera que puedes abrirlo en cualquier página y
comenzar su lectura por cualquiera de los párrafos.
También puedes leerlo de manera convencional, respe­
tando el orden de los capítulos. Con él los cristianos
pueden hacer lo que no deberían hacer con la lectura

10
de la Biblia, es decir, abrirla en cualquier parte, leer un
versículo cualquiera fuera de su contexto, y pretender
saber -como si fuera el horóscopo- qué les dice Dios
para hoy... La Biblia no fue escrita para ser leída de esa
manera, tomando e l te x to literalmente, sin tener en cuen­
ta el p r e -te x to del autor ni el c o n -te x to histórico y cultu­
ral. Este vademécum, por el contrario, puede ser leído
sin esas precauciones.
Este libro, como todo vademécum, no pretende ser
erudito ni científico, en el sentido de que la teología o la
espiritualidad puedan pretender ser una ciencia. No lo
elaboré en las aulas de una Universidad pontificia, sino
en una pequeña habitación de un hogar de niños sin
familia. Por lo tanto expongo en sus páginas simple­
mente lo que vivo como central en mi manera de enten­
der el mensaje de Jesús, cómo me lo digo a mí mismo y
deseo decirlo a los demás. Confieso sí que detrás de
estas páginas hay muchas lecturas, estudios, prácticas
eclesiales, políticas y sociales. Es lo que de Jesús ha
quedado mejor asimilado por mí e incorporado
vitalmente a mi fe.
Lo redacté buscando acercarlo lo más posible al es­
tilo antiguo del Kempis. Por eso empleo un lenguaje
coloquial y en forma de propuestas, cuando no de afir­
maciones. El estilo es fruto de una necesidad que hoy
más que nunca me parece imperiosa: la sinceridad. Mi
deseo es que estas páginas ayuden a que cada cual se
pregunte de verdad qué cree y cómo cree. Y que sepa
decirlo a los demás con sencillez, que se atreva a decir­
lo como buena noticia.
Quizás aparezca sin poder evitarlo que mi fe se ha
ido haciendo paulatinamente más eclesial y menos “ecle­
siástica”. Quizás mi fe aparezca como lo más sincero y
personal que tengo para compartir. Me gustaría que
quien use este vademécum lo haga con benevolencia, lo

11
aproveche de la mejor manera posible y lo tome como lo
que es: mi confesión de fe. Si a alguien le sirve para
crecer en su vida cristiana, ¡aleluya! (es decir: ¡que Yahvé
sea alabado!)

12
L ibro primero
i. A cerca de D ios

1. Cuando busques a Dios no vayas primero a los


antiguos “lugares sagrados”: las montañas, los templos,
el culto, la oración o la vida ascética. Búscalo donde Él
mismo nos dijo que estaba.

2. Cuando busques a Dios pregúntate ¿dónde quiso


Dios ser encontrado por ti? Porque no se trata sin más
de buscar a Dios, sino de buscarlo allí donde Él nos dijo
que estaba. Recuerda que el Dios que nos reveló Jesús
quiso hacer más densa su presencia solo en algunos
lugares y privilegió algunas situaciones. Recuerda que
si no lo buscas donde Él quiere ser encontrado no lo
encontrarás, ni comulgarás con el Dios verdadero de
Jesucristo.

3. La pregunta que es bueno no dejes de hacerte al­


guna vez en la vida consistirá en saber si adoras al ver­
dadero Dios de Jesucristo o si eres idólatra. Los ídolos
exigen que les rindan culto pero deshumanizan a quie­
nes se lo rinden. Ellos necesitan producir víctimas para
seguir existiendo. Se presentan con las características
de la divinidad (como lo último, lo autojustificado, lo
intocable e incuestionable). Detrás de su imagen está
siempre el deseo de poder, el dinero, la fama, la sober­
bia. .. Por eso el buen teólogo Henri de Lubac decía des­
de su corazón bien cristiano: “S i f a l t o a l a m o r o s i f a l t o a
la ju s t ic ia , m e a le jo in fa lib le m e n te d e ti, D io s , y m i c u lto
n o e s m á s q u e id o la tría . P a r a c r e e r e n ti d e b o c r e e r e n e l
a m o r y c r e e r e n la ju s t ic ia , y v a le m il v e c e s m á s c r e e r e n
e s a s c o s a s q u e p r o n u n c ia r tu N o m b r e ” .

14
4. A fin de cuentas lo importante para ti no se juega
entre la fe y el ateísmo, sino entre la fe y la idolatría. Lo
importante no será preguntarte si existe o no existe al­
gún Dios, sino en qué Dios crees, y meditar si tu com­
portamiento se vería afectado, si cambiaría según sea
la respuesta a esa pregunta. Si tu vida y tu actuar per­
manecieran igual que antes, entonces esa pregunta
siempre será ociosa. Pero si tu vida y tu actuar cam­
bian para bien, para ser más amante, particularmente
de los necesitados, entonces ya habrás zanjado la inte­
rrogante y necesitarás a ese Dios como el agua o el aire.

5. No reduzcas tu fe a un teísmo, a un simple creer


en la divinidad. Teísmo y ateísmo son hermanos. El
teísmo te conducirá a un Dios apático y abstracto, a un
principio teórico, a una divinidad narcisista enamora­
da de sí misma, egoísta e incapaz de amar, al “motor
inmóvil” de los antiguos filósofos. Tú siempre serás más
grande que ese Dios, por cuanto puedes sufrir y ese
Dios no. Solo te cabe buscar la conversión al Dios reve­
lado por Jesús.

6. Ten presente que en nuestra cultura llamada cris­


tiana, todo parece hacerse en nombre de Dios. En su
nombre un día se bautizó y se esclavizó a los negros
deportados de África y la cruz legitimó la espada con­
quistadora. En su nombre se impusieron los empera­
dores y los monarcas. El símbolo de la cruz llegó hasta
ser enarbolado en ambos bandos de las guerras santas.
Así el nombre del Dios de Jesús es pronunciado hoy
por opresores y oprimidos, por verdugos y víctimas, con
un sentido contradictorio, blasfemo y escandaloso para
los pequeños y las victimas. En medio de esta “lucha de
los dioses” debes atender al Espíritu Santo para discer­
nir dónde está el verdadero Dios de Jesús. Para decía­

is
rarte ateo frente a los ídolos que se presentan con nom­
bre cristiano. Y debes unirte al ateísmo de todos los que
niegan a esos ídolos del poder y del dinero disfrazados
bajo apariencias cristianas, que se cobran víctimas por
millares entre los pobres.

7. Purifica y evangeliza la imagen deformada de Dios


para que deje de ser un ídolo y tú un idólatra. Un Dios
identificado con el mundo natural, sin historia, será
siempre alienante para ti y manipulable por quienes no
te quieren ni tienen intereses compatibles con los de
Jesús. La fe en ese Dios se transformará pronto en rito,
en opio y distracción.

8. Ten cuidado con los fanáticos que pretenden im­


poner de manera totalitaria a Dios. Nada hay más satá­
nico que la perversión de Dios. Jesús mismo fue vícti­
ma de esa actitud y murió condenado como blasfemo y
subversivo por haberse opuesto con firmeza a todas las
falsificaciones religiosas e institucionales de Dios. Para
colmo, quienes lo crucificaron pensaban que con ello
estaban dando gloria a Dios.

9. Siente a Dios como la fuente de vida para toda la


creación, y no como proyección de tus esquemas socia­
les o culturales. Jesús habló de Dios a partir de imáge­
nes y nociones humanas, pero nunca hizo de ellas un
motivo para oprimir a alguien o alienar. Una imagen de
Dios que dignifique a las mujeres tendría que incluir a
la mujer en tu imagen de Dios. Si Dios no puede ser
imaginado como mujer, entonces las mujeres no son
imagen de Dios. Dios no es ni masculino ni femenino,
ni mamífero de algún tipo... Para una tortuga dotada de
conciencia, Dios se parecería al calorcito de la arena y
el diablo, por el contrario, a esos pájaros que las ame­

16
nazan cuando recién nacidas salen de los huevos y co­
rren, pequeñitas, hacia el mar. Busca una visión y una
experiencia de Dios que sean inclusivas, tanto de la vida
cósmica como de lo masculino y lo femenino. Nunca te
vendrá mal que cuando pienses en el Dios cristiano lo
entiendas también como la Diosa cristiana.

10. También recuerda que no en vano la tradición


cristiana ortodoxa decía que el primer atributo de la
divinidad no es lo verdadero ni lo bueno, sino lo bello.
Es el Dios belleza quien salvará al mundo. ¿Pero quién
salvará a la belleza en el mundo? Los artistas. Y Dios
quiso que todos pudiésemos ser artistas. Y ¿qué hacen
los artistas? Lo que el niño Mozart, con apenas cinco
años contestó a alguien que lo vio inclinarse sobre el
teclado de un piano: “B u s c o los s o n id o s q u e s o n a m ig o s
u n o s d e o tr o s ”...

11. Ten presente que el mero creer en Dios no te


hace propiamente cristiano o cristiana. Ni el Dios de los
filósofos, ni el Dios de la lógica o de los teístas te acer­
carán al Dios que Jesús nos reveló. La fe cristiana es la
que descubre al Dios bíblico, al Dios que anunciaron y
que se reveló primero en los profetas: “C o n o c e r a Y a h v é
e s re a liz a r la j u s t ic ia c o n los p o b r e s ” dijo Jeremías (22,
3), y que luego nos fue anunciada por Jesús: “ T o d o e l
q u e a m a h a n a c id o d e D io s y c o n o c e a D io s . E l q u e n o
a m a , n o h a c o n o c id o a D io s , p o r q u e D io s e s a m o r ”
(1 Jn 4, 7-8).

12. Puesto que Dios es ese amor activo, dinámico, sin


límites, recuerda que también tú puedes hacer lo propio
de Dios. Te puedes comprometer como Él se comprome­
tió con su pueblo, escuchó el clamor de los esclavizados
y los guió a la libertad a través del mar y del desierto

17
hasta la tierra prometida: “He v is to la a flic c ió n d e m i p u e ­
b lo e n E g ip to y h e o íd o s u s cla m o re s a c a u s a d e s u s c a p a ­
ta c e s , p u e s c o n o z c o s u s a n g u s tia s . Y h e v e n id o p a r a
lib e ra rle ...” (Éx 3, 7). Y porque Dios es puro amor, es fiel
a sus promesas. Porque es amor, es justicia y liberación
para los pobres: se encoleriza ante la injusticia en el
mundo, defiende a los pobres (Sal 103, 6): derriba de sus
tronos a los poderosos y enaltece a los humildes (Lc 1,
52); es esperanza y refugio de los “pequeños” y de los
excluidos por su condición económica, o racial, o por su
orientación sexual, o por su condición social o moral;
Dios es celoso de los ídolos que deforman su amor y con
ello deforman a las personas.

13. Porque Dios es amor, Jesús fue solidario con el


proyecto histórico del Reino, hasta el sacrificio de la
cruz. Al contrario del Dios de la razón o de la teodicea,
el Dios de Jesús no es un ente inmutable o distante de
los que sufren. Por el contrario, se ha hecho vulnerable
hasta sufrir identificándose con los más pequeños, los
más desgraciados por puro amor (Mt 25, 40). Juzgará a
todos de acuerdo con lo que hayan hecho o dejado de
hacer en sus vidas por los hambrientos, por los desnu­
dos, por los enfermos y los encarcelados.

14. Recuerda que al darnos su vida. Dios no solo se


hizo vulnerable a nuestra suerte y a nuestra historia
personal, sino que nos da de verdad su vida divina.
Quiere a cada uno de nosotros sin medida y los sufri­
mientos y las alegrías de cada cual van en directo a Él.
Y lo que se haga por la más pequeña de sus criaturas
vuela indefectiblemente a su corazón.

15. Nadie puede amar de verdad a alguien sin amar


de veras a Dios mismo, sea consciente de ello o no. Por­

18
que Él estableció una comunidad entrañable con todos
y en ella nadie puede herir sin herirlo a Él y a los de­
más. Nadie puede amar sin amarle a Él y a los demás.
Si Jesús trajo una transformación religiosa es precisa­
mente la de abolir de raíz esa distinción entre lo sagra­
do y lo profano. Lo religioso, según él mensaje de Je­
sús, es lo que va a Dios a través del amor efectivo de las
personas entre sí, aun cuando no haya, detrás de ese
amor, la conciencia del valor cristiano que encierra.

16. No tengas la ingenuidad de pretender encontrar


a Dios esquivando la situación de tu prójimo que sufre.
Jesús nos reveló que para acceder a Dios debemos aten­
der cuidadosamente a la vida y al rostro de los humilla­
dos y ofendidos. En ellos Dios quiere ser reconocido y
servido. Es en el rostro de los pequeños y atormentados
donde se nos manifiesta lo que Él mismo es y significa.
Por eso tu lugar privilegiado para acceder a Dios no
será el culto, ni el rito, ni la ciencia, ni la oración, sino
el amor servicial al sufriente.

17. Nunca será ocioso preguntarte dónde hay más fe


y esperanza: ¿en creer en “e l D io s q u e re s u c ita a los
m u e rto s ” (Romanos 4, 17) o en creer, como María, en el
Dios que “ lle n ó d e b ie n e s a los h a m b rie n to s y a los rico s
los d e s p id ió s in n a d a " (Lc 1, 53).

18. La voluntad de Dios no puede ser misterio para


ti, al menos en cuanto atañe a tus hermanos y herma­
nas en necesidad y se trata de amarlos. El Dios creador
que pueda ser considerado como insensible y opuesto a
sus criaturas, es un Dios falso, un enorme ídolo. El
Dios que nos reveló Jesús no tiene otra voluntad, otra
política, que mantener humana y sana la existencia
humana.

19
19. Con humildad recuerda que todo lo que pensa­
mos o decimos de Dios más allá de lo que nos ha reve­
lado Jesús es un ser humano que lo dice. Dios no es el
omnipotente y sabelotodo que muchas veces hemos
imaginado. Para nuestro asombro se nos revela impo­
tente y débil en la historia y es solamente así como pue­
de estar con nosotros.

20. El ritualismo las más de las veces solo nos ha


guiado en su necesidad compulsiva, a un Dios tirano y
de poder. Pero Jesús, para enseñarnos cómo acceder al
Dios amante y sufriente que nos puede salvar, nos re­
mitió a la impotencia, a la debilidad y a la insignifican­
cia humana que sufre.

21. Cuando digas Dios ten presente que en los Evan­


gelios la instancia absoluta es el pobre. Que nuestro
Dios no es un Dios imparcial entre el rico y el pobre. Es
el Dios de los pobres. Conocer a Yahvé siempre será,
desde la más genuina tradición bíblica, practicar la jus­
ticia. Y servir a Cristo será servir al desposeído. Aquello
tan cristiano de San Ireneo: G lo ria D e l v iv e n s h o m o (“La
gloria de Dios es que el hombre viva”) hoy lo traducimos
con Monseñor Romero por G lo ria D e i v iv e n s p a u p e r (“la
gloria de Dios es que el pobre viva”).

22. Participa tu fe y la buena noticia sobre tu Dios


de los pobres a todos. Comunica a los que les parece
imposible esa revelación de Jesús sobre tu Dios. Cuén­
tales cómo te parecía un sueño cuando descubriste que
nos habló de la ternura divina; que Dios es cariñoso
como un padre y una madre; cuéntales cómo hacía si­
glos que el mundo no había estado tan cerca de la fiesta
total cuando esa Palabra comenzó a circular entre la
humanidad como una flor, de mano en mano, hermosa

20
como una muchacha enamorada. Cómo hasta enton­
ces los humanos nos habíamos inventado dioses tan a
nuestra medida, tan serios y aburridos o solemnes como
unos temibles guerreros o faraones... Y diles cómo ese
día de la revelación de Jesús empezaste a ser feliz por­
que dejaste de buscar la felicidad donde no estaba; cuén­
tales del gusto y la alegría de sentirte partícipe de su
sueño de amor. También diles la felicidad de saber que
podías amar, y cómo tu corazón tiene una casa nueva
en la de los pobres y tu Dios las manos calientes como
pan recién horneado para el hambriento.

23. Agradece a Dios por la gracia de haberte permiti­


do descubrir al Dios de Jesús: “Te a la b o , P a d re , S e ñ o r
d e l c ie lo y d e la tierra , p o r q u e h a s o c u lta d o e s ta s c o s a s a
s a b io s e in te lig e n te s y s e las h a s re v e la d o a los p e q u e ­
ñ o s ” (Lc 10, 21). Agradece al Espíritu Santo que te haya
dado la capacidad de descubrir lo que tantos letrados y
sabios no han sabido ver. Agradece que ya no puedas
creer ni querer ningún Dios de los poderosos, de los
guerreros y de los doctores, sino el que se reveló en
Jesús.

21
II. A cerca de lo sagrado
Y EL CULTO

24. No es bueno que te confundas cuando se trata


de lo sagrado en el cristianismo. Lo sagrado, en las reli­
giones tradicionales, designaba aquella forma de exis­
tencia originada por la irrupción de Trascendencia. Sa­
grada era una realidad anterior y superior a la persona
humana. La gente consideraba como dotados de una
cualidad especial a objetos, tiempos, lugares, algunas
personas a las que se le atribuía una función y un ca­
rácter “sagrado”. Ese carácter les distinguía de las co­
sas de la vida ordinaria, que eran consideradas “profa­
nas”. Esta concepción de lo sagrado puede desembocar
en un Dios perverso o en conductas que llegan a come­
ter los peores crímenes y extremismos antes que ver
violado eso sagrado.

25. Los grados de sacralidad se podían medir por su


cercanía o alejamiento de lo Santo por excelencia. Con­
siderar una persona, cosa o realidad como sagrada, es
separarla, ponerla a parte de lo común de la vida de
todos los días. Lo sagrado se define por su distancia en
relación a lo profano. Lo profano quiere decir, literalmente,
lo que está delante (o fuera) del espacio reservado para lo
sagrado, delante o fuera del templo, el fa n u m . Lo profa­
no es el espacio banal, ordinario, de lo cotidiano.

26. Antes del cristianismo en la Biblia se rechazaba


como divinos o sagrados a los astros o a las fuerzas
cósmicas. Eran solo criaturas de Dios, ofrecidas a las
posibilidades de los seres humanos. Pero el judaismo
atribuía carácter sagrado a ciertos objetos para el cul­

22
to, al Templo y al “Santo de los Santos”, lugar apartado
por excelencia de lo profano porque allí moraba la glo­
ria de Yahvé, al que solo accedía, una vez al año, el
Sumo Sacerdote, con vestiduras especiales. También la
función del Sumo Sacerdote era sagrada.

27. El pueblo judío se sentía seguro y garantizado


por Dios a través de la Ley y del Templo. Esto hacía que
según fuera la relación con el Templo o la Ley, la gente
era clasificada como fiel o pecadora. El término peca­
dor era una designación espiritual pero creaba no solo
la marginación religiosa, sino también una cruel
marginación social a personas y a numerosos grupos
humanos. Lo mismo sucedía con los llamados “peque­
ños”, que eran gente iletrada, sin poder conocer la Ley,
o que por su profesión no podían cumplirla. Los peque­
ños no podían salvarse porque no conocían la Ley o les
era inaccesible. Jesús concentrará en ellos sus desve­
los y predilecciones provocando permanentes conflic­
tos con los guardianes del Templo y de la Ley.

28. Antes del cristianismo, existían o b je to s sagra­


dos, como el Arca de la alianza, que no se podía tocar
sin riesgo de ser fulminado (2 Sam 6, 1-11), sin estar
protegido (por una consagración especial) a la que ac­
cedían muy pocos. Esos pocos eran personas sagradas.
Una tribu (como la de Levi) consagrada al culto, o una
casta sacerdotal que se distinguía de lo profano por su
capacidad de acercarse a lo más cercano de la divini­
dad. Existían o b je to s y o r n a m e n to s sagrados, ritos, s a ­
c rific io s y ofrendas. Todo un sistema de prohibiciones y
tabúes, de distinciones entre lo que es “puro” (digno de
estar delante de lo sagrado) e “impuro”. Existía también
un tie m p o sagrado (como el sábado).

23
29. En tiempos de Jesús a los gentiles y a los que
tenían algún defecto moral o físico -incluidas las enfer­
medades de la piel, flujos corporales: menstruación, se­
men...- se les prohibía acceder al Templo. Jesús rompió
con esta concepción y nos mostró que Dios sale fuera del
Templo y va al encuentro del ser humano que más lo
necesita, allí donde le necesita: donde hay dolor, discri­
minación y miseria. Deja el lugar Santo y se va al arra­
bal, a la periferia, donde la vida se escapa de los moldes
de lo sagrado y lo profano. Rompe con toda separación y
discriminación. Es la realidad sufriente la que se hace
sagrada para Jesús. Por eso Marcos y Mateo dicen que
cuando Jesús entregó su Espíritu en el momento en que
moría, el velo del Templo se rasgó. Señalaban simbólica­
mente, pero no por casualidad, a ese objeto que servía
para separar las partes más internas del Templo, anun­
ciando que quedaba abolido todo el sistema de grados de
sacralidad, de cercanía a Dios y la necesidad de sacerdo­
tes o mediadores para acceder a Dios.

30. Recuerda que Jesús adoptó una actitud total­


mente nueva ante lo sagrado. Criticó duramente las des­
viaciones y manipulaciones de lo sagrado, ya se tratase
de personas, de cosas, lugares o tiempos. Jesús vino a
abolir la falsa separación entre lo sagrado y lo profano.
Vino a enseñarnos dónde entiende Dios que está lo que
considera sagrado, que no gusta de los sacrificios ni
necesita el humo de los holocaustos. Que lo sagrado
para Dios es la justicia que se hace al oprimido.

31. El “ataque” de Jesús al Templo no fue por una


mera preocupación de “limpieza” de abusos, como el de
los cambistas y traficantes de animales para el sacrifi­
cio. Fue fruto de su rechazo radical a usar el sacrificio y
las víctimas como senda válida para llegar a Dios. Abo­
lió para siempre el comercio sagrado con víctimas.
24
32. Jesús vino a decirnos que “D io s n o h a b ita e n te m ­
p lo s ". La frase resultaba entonces como hoy escandalo­
sa, chocante y blasfema. Pero la encontramos dos veces
en los Hechos de los Apóstoles: en el discurso de Este­
ban (7, 48) y en el de Pablo en Atenas (17, 24). Nada
más radical y extraño que esta afirmación. Si Dios no
habita en templos ¿dónde habita entonces? La respuesta
es clara y rompe con todo el esquema de lo sagrado: “en
é l v iv im o s , n o s m o v e m o s y e x is tim o s ” (Hech 17, 28). E s
m ás, “s o m o s d e s u lin a je ” , añade Pablo citando no a la
Biblia sino al poeta pagano Arato. La consecuencia es
clara: si somos de su linaje, a la divinidad no se la en­
cuentra en templos, espacios, cosas o imágenes, aun­
que sean de oro y plata, sino en el rostro de la persona,
hecha del linaje de Dios. Y sobre todo en el rostro del
sufriente: “tu v e h a m b re , e s ta b a d e s n u d o , tu v e s e d ... L o
q u e h a g a n a l m á s p e q u e ñ o d e m is h e rm a n o s , a m í m e lo
h a c e n ...” (Mt 25, 35 ss.).

33. Jesús vino a decirnos que no existe una palabra


sagrada, que todas deberían reflejar la simplicidad del
corazón: “q u e v u e s tro le n g u a je s e a ¿ S í? S í; ¿ N o ? N o. L o
q u e s e d ig a d e m á s v ie n e d e l m a lig n o ” . Por eso es tan
duro con la palabra juramento (Mt 5, 33; Sant 5, 12) y
rechaza toda casuística ligada a las diferentes formas
de juicio: “Yo les d ig o, ¡n o ju z g u e n !” . En una palabra,
está advirtiendo que no caigamos en la trampa de to­
mar el nombre de Dios en vano y terminemos adorando
a los ídolos de nuestras conveniencias en una religiosi­
dad alienante.

34. Jesús vino a decirnos también que no existe un


tiempo privilegiado como sagrado (el sábado) que esté
por encima de las necesidades de las personas. Todo
tiempo debe ser propicio para el amor y la justicia. Nos

25
viene a decir que nada oculta tanto a Dios como la in­
justicia, sea la interpersonal o la que se da a escala
mundial.

35. Jesús vino a abolir todo sacerdocio ligado a cul­


tos, sacrificios y holocaustos. Jesús es el único verda­
dero gran sacerdote de la historia. Y ya ofreció el “sacri­
ficio” definitivo de una vez para siempre (Heb 7, 27). En
el cristianismo no hay más sacrificios ni sacerdocio fuera
del de Cristo. Las primeras comunidades habían evita­
do por eso todo el vocabulario ligado a lo sagrado del
templo, del sacerdocio levítico y de los sacrificios. Sus
ministros se llamaron “enviados” (apóstoles), “supervi­
sores” (obispos), “ancianos” o senadores (presbíteros),
“pilotos” o “gobernadores”, “presidentes”, “pastores”. Y
esa decisión asombrosa no era casual. Fue fundamen­
tada siempre en el nuevo concepto de sagrado aportado
por Jesús. Tampoco tenían templos. Se reunían en las
casas o en locales que invitaban a la comunicación en­
tre hermanos y hermanas, espacios que no resultaban
aislantes para quienes participaban en la celebración.
Esos lugares no eran una iglesia o un monumento sa­
grado para expresar la gloria de Dios o el triunfo del
cristianismo, eran locales sencillos, adecuados para
celebrar la fe.

36. En la comunidad cristiana ser hombre o mujer


de Dios no lo confiere un vestido o una función, sino el
hacer más o menos presente al Dios de Jesús que es
justicia, solidaridad y sensibilidad hacia los dolientes y
miserables.

37. Jesús no vino a abolir la ley y lo sagrado, sino


para que llegasen a plenitud ubicando esas realidades
en una nueva relación con lo único sagrado. Su crítica

26
no hizo desaparecer esa distancia, ese “separar” ciertas
realidades de lo profano, pero la asombrosa realidad es
que puso lo sagrado en donde nadie imaginaba: en el
pobre, en quien sufre, en los pequeños, en los que son
nadie para la sociedad. En ellos habita Dios y en ellos
debes identificar lo que es sagrado para Dios.

38. Considera cómo los primeros cristianos asumie­


ron ciertas realidades de la religión tradicional (por ejem­
plo el templo) pero le dieron un sentido totalmente nue­
vo: el templo es Cristo (una persona), o el cristiano o la
misma comunidad de fe. Trasladaron lo sagrado del tem­
plo a otras realidades. Esta forma de hablar implicaba
una nueva manera de entender a Dios. Por eso resulta­
ba insólito e intolerable para la gente en esa época. Es
así que los primeros cristianos fueron considerados
como paganos. Era común que se les acusara de ateos
porque tenían una manera diferente de entender a Dios,
a lo sagrado y de entenderse a sí mismos.

39. La verdadera adoración y culto no está atada a


ningún lugar sagrado: “s e a c e r c a la h o ra e n q u e n o d a ­
rá n c u lto a l P a d re n i e n e s te m o n te n i e n J e r u s a lé n" (Jn
4, 21). Lo que importa no es el templo construido con
piedras sino el del hombre nuevo, construido con pie­
dras vivas, integradas en armonía de justicia y de soli­
daridad, cimentadas sobre la piedra angular que es
Cristo. Por eso, todo el que atenta por cualquier medio
contra la dignidad del cuerpo humano, llamado a ser
templo de Dios, implica profanación y sacrilegio. En­
tristece al Espíritu (Ef 4, 30).

40. Si el culto era el ámbito de lo sagrado, la esfera


de los “derechos de Dios”, Jesús desacralizó totalmente
esa esfera. Citó al profeta Oseas ante los fariseos es­

27
candalizados que le acusaban de no cumplir con el cul­
to: “ m is e ric o rd ia q u ie r o y n o s a c rific io s " (Os 6, 6).

41. El culto en el cristianismo se vuelve horizontal,


es suplantado por un lugar nuevo y un culto nuevo. Se
suprime la distinción sagrado/profano para siempre (Zac
14, 20). La adoración no la harás ya en el Templo, sino
“en e s p ír itu y e n v e rd a d " (Jn 4, 23). Las piedras vivas
del nuevo templo serán los pobres y los últimos.

42. Saldar la deuda con tu hermano o tu hermana


que sufre por tu acción u omisión será siempre más
importante que la acción cultural: “si, p u e s , a l p r e s e n ­
ta r tu o fre n d a a l a lta r te a c u e rd a s d e q u e tu h e r m a n o
tie n e a lg o q u e re p ro ch a rte , d e ja a llí tu o fre n d a y v e te p r i­
m e ro a re c o n c ilia rte c o n tu h e rm a n o ; lu e g o v u e lv e s y p r e ­
s e n ta s tu o fre n d a ” (Mt 5, 23). Jesús aquí antepuso los
derechos humanos a lo sagrado, o sea, a los “derechos
de Dios” en el culto.

43. Tu rendir culto a Dios ha de ser con el culto que


Él quiere, con gestos, símbolos y sacramentos, pero en
justicia y en verdad, y no la ofrenda fácil de lo que a ti te
complace y tranquiliza presentarle. El Dios de Jesús no
es aquel a quien se complacía y servía a través del culto
y de la observancia del sábado. Es un Dios del que se
ha podido decir; “ q u ie n n o a m a n o c o n o c e a D io s , p o r q u e
D io s e s a m o r ' (1 Jn 4, 8). Por eso para ti “la r e lig ió n p u r a
e in m a c u la d a a los o jo s d e l q u e e s D io s y P a d r e / M a d r e ”
(Sant 1, 27) es hacer justicia con el que sufre y amar
hasta los enemigos.

44. Tu Dios no se ha manifestado como sagrado sino


como santo.

28
iii . A cerca de la santidad

45. Es bueno que no olvides que en los evangelios


santidad y ser discípulo de Jesús coinciden. Más que
hablar de santidad, los evangelios prefieren hablar del
seguimiento de Cristo, de ser discípulos de Jesús, del
compromiso de los cristianos con el Reino.

46. Las personas que quieran ser discípulas de Cris­


to han de procurar la misma santidad que tenía su Maes­
tro (Mt 5, 48). Jesús oró a su Padre insistentemente por
la santidad de los que habrían de creer en él: “H a z lo s
s a n to s s e g ú n la v e r d a d ” (Jn 17, 17). “Por e llo s v o y a l
s a c rific io q u e m e h a c e sa n to , p a r a q u e e llo s ta m b ié n s e a n
v e rd a d e ra m e n te s a n to s " (Jn 17, 19). Así hablaba Jesús
de la santidad y es la experiencia de aquellas personas
que emprenden el camino cristiano buscando que sus
vidas sean evangélicas.

47. Debes disponerte a acoger la vida y santidad de


Cristo, pero buscarla ahí donde dijo que se encontraba:
en el corazón sensible ante el rostro de tu hermano o
hermana doliente que te solicita una mano o que grita
justicia. Seguir a Jesús es identificarte con la tarea del
Reino que vino a anunciarnos.

48. Ten presente que Jesús enseñó a sus discípulos


que la santidad no es algo a buscar en sí misma, sino
que es un camino cuyo comienzo es el deseo de justicia:
“B ie n a v e n tu ra d o s los q u e tie n e n h a m b re y s e d d e j u s t i ­
c ia p o r q u e s e r á n s a c ia d o s ” (Mt 5, 6). Es a la justicia del
Reino que Jesús identifica con la santidad. La promesa

29
de esa santidad y del Reino es para quienes tienen un
deseo tan inmenso que se equipara nada menos que a
tener s e d y h a m b re : ellos “serán saciados”.

49. Si buscas la santidad como una realización per­


sonal, como satisfacción propia, como sutil búsqueda
de reconocimiento por parte de la comunidad, lo que
encontrarás será una santidad que Jesús no reconoce,
que no es cristiana.

50. Los verdaderos santos y santas de la Iglesia te


muestran que tus deseos de acercarte a la santidad for­
man parte del olvido de sí en la entrega a la causa del
amor y de la justicia. La Iglesia te muestra cómo esos
santos y santas entendían que debían buscar la santi­
dad y que su tristeza consistía en no hallarla. Y que en
ese proceso siempre debieron purificar su deseo de san­
tidad hasta llegar a una búsqueda de Dios en los más
pobres, y no de ellos mismos.

51. La persona verdaderamente santa está centrada


en el Dios de los pobres y del Reino antes que en su
propia espiritualidad o tradición religiosa. “B u s q u e n
p r im e r o e l R e in o d e D io s y s u j u s t ic ia y to d o lo d e m á s
(incluida la santidad) v e n d r á p o r a ñ a d id u r a ” (Mt 6, 33).

52. La santidad no consiste en que alcances ciertas


virtudes o perfecciones morales, ni en que llegues a cierto
grado de mística o de capacidad de orar, sino en no
negarle nada al Dios que llama desde quien está nece­
sitado de tu corazón y de tus manos.

53. Nunca busques la santidad sin la brújula de los


evangelios; la buscarías en muchas partes menos don­
de Jesús dijo que estaba. Para empezar, no la busques

30
a partir de ti mismo. La santidad que promete Jesús no
es una meta o una “carrera” eclesiástica. Es todo lo
opuesto al inútil esfuerzo de conquistar a Dios hacien­
do méritos espirituales. La santidad es el proyecto que
Dios tiene para ti y no el tuyo para Dios. Solo así permi­
tes que el Espíritu tenga la iniciativa y la inspiración
para tu búsqueda del Reino.

54. La santidad no es el esfuerzo que haces por su­


perar defectos personales y adquirir cualidades espiri­
tuales o virtudes para acercarte a la perfección. Santa
no es la persona perfecta, no es alguien que la adquirió
por el mérito de su esfuerzo o por resultar vencedor en
una suerte de olimpíadas de la ascesis; santa es la per­
sona que se convierte en testigo de la misericordia de
Dios, quien responde al impulso del Espíritu que ha
tenido misericordia hacia su vida.

55. No existen santos o santas que fueran humana o


psicológicamente perfectos e intachables. La santidad
siempre fue compatible con la fragilidad humana y con
deficiencias nerviosas o temperamentales. Porque la san­
tidad está “fuera de nosotros”, es ante todo otra perso­
na, es Jesucristo. No es posible encontrarla fuera de él.
Si la encontramos en algunas personas santas es por­
que ellas la recibieron y participaron de la santidad como
gracia por parte del que es fuente de santidad: Cristo.
Por eso rezamos con la Iglesia: “T ú s o lo e re s s a n to ...
F u e n te d e to d a s a n tid a d ”. Es de la plenitud del Dios
santo que todos recibimos de él gracia tras gracia
(Jn 1, 16).

56. Cuando la Iglesia llega a la beatificación de al­


guien, luego de un proceso que culmina en un juicio
sobre la ejemplaridad de esa persona, ella queda libra -

31
dades espiritualistas que han dejado intocado e
inalterado un mundo de injusticia y dolor.

65. No hay experiencia gozosa de la misericordia de


Dios sin experiencia gozosa de liberación de los oprimi­
dos. No hay vida en el Espíritu, no hay santidad, al
margen de una consagración a los más pobres. Lo san­
to es obrar la justicia, y obrar la justicia es experimen­
tar a Dios (1 Jn 2, 29).

66. La identificación del santo con el Evangelio, con


quien fue a la raíz del cristianismo y del seguimiento de
Cristo, hace que el santo aparezca como radical: encar­
nación del ideal evangélico proclamado y raramente vi­
vido en la comunidad. Encarna y hace visible, ponien­
do al alcance de todos en un cierto momento y ante
ciertos desafíos históricos, la verdad evangélica de la
práctica cristiana (o rto p ra x is ). La vida de los santos en­
carna aquello que el magisterio eclesial propone como
doctrina del verdadero cristianismo (o rto d o x ia ).

67. El santo es un testigo radical de la fe cristiana,


incómodo. La Iglesia lo entiende así cuando exige en el
proceso de canonización, para iden tificar
auténticamente a un cristiano como santo, la práctica
de las exigencias del Reino “en grado heroico”. Ese gra­
do heroico, radical, del compromiso cristiano, nos arran­
ca de la tentación de poner la virtud en un "justo
medio”, o equilibrio prudente, que sospecha de la he­
roicidad cristiana como “radicalismo”, “extremismo” o
“exageración”.

68. La vida del santo va siempre de algún modo a


contrapelo de los dictados de la cultura imperante. Ya
lo advertía Pablo, el gran inculturizador del cristianis­

34
mo naciente: “M ie n tr a s los j u d ío s p id e n m ila g ro s y los
g r ie g o s s a b id u ría , n o s o tro s p r e d ic a m o s a C ris to c r u c ifi­
ca d o . L o s j u d ío s d ic e n : “¡Q u é v e r g ü e n z a !" L o s g r ie g o s
“¡Q u é lo c u r a !” (1 Cor 1, 22). Más aún, si la predicación y
el testimonio del santo no sufre escándalo en los desti­
natarios de esa evangelización, si es aceptada alegre­
mente por la sociedad y la cultura imperante, es hora
que comiences a sospechar de que algo se ha hecho
mal; que de algún modo se ha traicionado lo esencial
del mensaje de la fe. No es una faena fácil ser cristiano.
La santidad debes pensarla en clave de liberación de
los pobres. Si los sabios y los poderosos no te entien­
den, o no quieren entenderte, ellos, los pobres, te en­
tenderán. “T e d o y g ra c ia s , P a d re , p o r q u e h a s o c u lta d o
e s ta s c o s a s a los s a b io s y a los p o d e r o s o s y s e la s r e v e ­
la s te a los p e q u e ñ o s ”, decía Jesús.

69. El compromiso santo por la liberación de los po­


bres, que va a contrapelo de los dictados de la cultura
imperante, que está lejos de ser una manera intimista y
espiritualista de seguir a Jesús, hoy asume necesaria­
mente connotaciones sociales y una práctica política
que tienen consecuencias inevitables para la vida del
cristiano que la comunidad eclesial considera santa.

70. Seguir a Jesús de manera radical, asumiendo


todas las consecuencias de esa opción, explica el mar­
tirio de tantos cristianos. Los mártires son un grito de
denuncia de la situación de pecado en que está la so­
ciedad. La esperanza política que encarnan los márti­
res es la anticipación del Reino en la defensa hasta la
muerte, de la dignidad de los oprimidos y la búsqueda
de la libertad y la fraternidad.

35
71. Como en el caso de Jesús -cuya vida al servicio
del proyecto de Dios lo llevó a enfrentarse hasta la muer­
te al poder religioso y político de su tiempo-, la muerte
que es consecuencia de una lucha y compromiso acti­
vos por la justicia del Reino define al martirio de los
cristianos.

72. Mártir será también -con toda propiedad- quien


se comprometió en la lucha por la transformación de
estructuras sociales injustas que producen la muerte
del pobre. El martirio puede aplicarse tanto a quien
aceptó y padeció una tortura de por sí mortal, tolerada
firme y pacientemente a causa del odio de la fe o de las
virtudes cristianas, como a quien murió a causa de un
compromiso político y una lucha social activa asumi­
dos por la misma fe.

73. Es bueno que en cada época el Magisterio de la


Iglesia establezca los mecanismos idóneos para discer­
nir, bajo la acción del Espíritu, si y cómo proclamar o
canonizar a quienes considera santos o mártires, a quie­
nes en forma heroica y desde su fidelidad a la fe en
Cristo, han asumido lo político como constitutivo esen­
cial de esa fidelidad, ofreciendo, en muchos casos, la
vida misma por aquellos hermanos más olvidados y es­
tropeados.

74. Discernir la autenticidad del martirio y presen­


tar oficialmente a los mártires para la veneración públi­
ca es algo que compete a la autoridad eclesial. Pero el
pueblo cristiano sabe que la justicia y la verdad consti­
tuyen lo mínimo de lo mínimo, sin lo cual quienes mu­
rieron por la violencia no podrán ser llamados mártires.
La comunidad cristiana sabe que la verdad y la justicia
(“el verdadero nombre de Dios”) no son realidades tan

36
dispersas y vagas que no puedan ser identificadas en la
vida de una persona. Por eso sabe identificar a sus
mártires en la historia que les toca vivir y los venera en
la conciencia de la comunidad.

75. A través de sus mártires la comunidad de los


creyentes recobra la conciencia de su identidad y de su
misión. Ellos hacen creíble el mensaje de amor y de
fraternidad que son la entraña del Reino anunciado por
Jesús.

37
iv. A cerca de J esús ,
HOMBRE LIBRE

76. Si los evangelistas no quisieron dejarte un retra­


to de Jesús, o una biografía, ellos atestiguaron del Maes­
tro algo que es mucho más importante que te permitirá
conocerlo muy bien. Para definir su personalidad usa­
ron una palabra que lo define entero: tenía “a u to r id a d ” .
Marcos dice: “ s e m a r a v illa ro n d e s u d o ctrin a , p o r q u e les
e n s e ñ a b a c o m o q u ie n tie n e a u to rid a d , y n o c o m o los s a ­
b io s ” (1, 22).

77. La “autoridad” con que los evangelistas definen a


Jesús denota gran facilidad y libertad para relacionarse
con su ambiente, con sus familiares, con los escribas y
fariseos, con las personas que tenían mala reputación,
con sus amigos, con los que detentaban el poder religio­
so y político. Esa “autoridad” se descubría en su manera
de enseñar, en su forma de practicar la ley, en su modo
de ser cotidiano. El rasgo más visible de esa personali­
dad con “autoridad” era sin duda s u lib erta d .

78. Jesús es un hombre libre y lo demuestra en to­


das sus relaciones personales, con la cultura de su épo­
ca, sus costumbres, sus tradiciones y sus normas. La
relación con su familia tampoco escapó a esa libertad, y
por momentos fue muy conflictiva (llegaron a pensar
que estaba loco) cuando en plena misión se negaba a
que le dictaran su conducta. Tampoco se ató a los víncu­
los familiares si éstos le impedían cumplir con la volun­
tad de su Padre. Es impactante ver cómo va más allá de
los imperativos familiares y tribales. Jesús no se sintió
atado a los lazos de parentesco, más aún, fue libre ante

38
la estructura familiar imperante. También a sus discí­
pulos les exigió esa libertad frente a sus familias. Jesús
no fue ni el hombre de una familia, ni el de una aldea o
una tribu. Los nazarenos lo sabían, y por eso lo recha­
zaban.

79. Ante los imperativos y la presión ejercida por los


grupos religiosos dominantes (los escribas, los fariseos
y los saduceos), Jesús se muestra no solo libre ante
ellos, sino inusitadamente duro en muchas circunstan­
cias. Su libertad es particularmente impresionante ante
los guardianes o intérpretes oficiales de la ley y de la
religión. Ataca a estos personajes porque se consideran
una casta dominante, que retiene indebidamente el po­
der de interpretar la ley y las tradiciones religiosas.

80. Pero no creas que la libertad de Jesús ante los


personajes de la ley era una rebeldía sin fundamento.
Era una rebeldía y una libertad en favor de los peque­
ños y de los excluidos sociales a quienes les imponían
un yugo insoportable. Jesús les advierte que con esa
conducta imponen al mismo Dios sus conveniencias
sociales y sus leyes. Con su actitud Jesús le devuelve a
Dios su libertad y lo hace transgrediendo el poder de
los escribas y de los fariseos, rechazando las razones y
los fundamentos de su falsa “autoridad”.

81. La libertad de Jesús ante los intérpretes oficiales


de la ley no se prestaba a equívocos. Atacó a los fari­
seos, escribas y saduceos por haberse constituido en
una clase dominante que retenía indebidamente el po­
der de interpretar la ley. Jesús condenó ese poder y fue
en eso donde demostró claramente la radicalidad de su
libertad.

39
82. La autoridad y esa libertad que irradiaba Jesús
no lo convertía en un sectario porque nunca quiso en­
cerrarse en la grandeza de la ascética ni separarse del
pueblo. Al contrario, se encontró siempre muy a gusto
entre los “sospechosos”, entre los marginados, los cla­
sificados como pecadores por los hombres de la ley.
Comía con ellos, los invitaba a sus reuniones, eran parte
natural de su entorno personal. Esos “pecadores” te­
nían la virtud de no imponerle a Dios su camino como
hacían los hombres de la religión. Su estado de
marginación hacía que siempre dejaran en libertad a
los demás. Jesús andaba con ellos porque su condición
de gentes de mala reputación les impedía tener un lu­
gar en una sociedad regida por la casta de los “perfec­
tos” o la de los sacerdotes.

83. La libertad de Jesús hacía que se mantuviese


alejado de los prejuicios sociales, por eso el pueblo hu­
milde lo identificaba como de los suyos y lo seguía. Je­
sús nunca ignoró ni despreció a ese pueblo, como ha­
cían los letrados que decían que esos pobres y pecado­
res eran ignorantes de la ley (Jn 9, 34).

84. Recuerda que no menos libre se manifestó Jesús


en la elección de sus amigos y amigas. Los evangelios
no ocultan que tenía muchos amigos y amigas de diver­
sas categorías sociales y económicas. La gente se extra­
ñaba de ver cómo quería a Lázaro o a Marta, o a María
Magdalena. Su amistad con las mujeres era particular­
mente llamativa y hasta escandalosa en su época. Sus
palabras y su comportamiento ante ellas denotaba una
libertad muy diferente a la de sus contemporáneos. La
discusión sobre el “libelo" de divorcio (el varón podía
repudiar a su mujer por motivos hasta ridículos y de

40
ínfima importancia) demuestra que Jesús se preocupó
por devolver a la mujer sus derechos y su dignidad.

85. La acción liberadora de Jesús se manifestaba en


sus curaciones de enfermos, en la liberación de los so­
metidos a la destrucción de las fuerzas demoníacas, en
el combate contra los mecanismos religiosos de exclu­
sión social. Jesús también tomó en serio a sus enemi­
gos, los tuvo y muchos. Les explicó las razones de su
comportamiento libre e intentó siempre hacerlo com­
prensible para ellos. Aceptó sus acusaciones e intentó
desvirtuarlas. Nunca puso condiciones o trabas a nin­
guno de sus enemigos que manifestase querer hablar
con él. Jesús permaneció libre frente a todos y quería
hacer libres a todos para todos.

86. Considera cómo la libertad de Jesús no se res­


tringió a su relación con los señores de la ley y de la
religión. También se extendía al poder político. No le
daban miedo los poderosos romanos ni sus legiones.
Hablaba con toda franqueza y hasta con temeridad de
los políticos de su época. Cuando le advierten que
Herodes lo anda buscando para ajusticiarlo, Jesús se
burla de él: “V a y a n a d e c ir le a e s a z o r r a ...”. Su lenguaje
era asombroso para sus contemporáneos; Jesús nunca
entró en cálculos de costos políticos ni en compromisos
prudentes con las autoridades. Se mantuvo libre ante
los militantes de la liberación nacional de su época, los
z e lo ta s , que no entendieron su anuncio del Reino, y es
claro que defraudó sus ilusiones. Paradójicamente su
rebeldía política fue finalmente la excusa para conde­
narlo: “J e s ú s n a z a re n o , re y d e los ju d ío s " , estamparon
como motivo de la sentencia en su cruz.

41
87. Contempla de manera especial al Jesús de la pa­
labra libre, al de la libertad en su enseñanza y su modo
de existencia. Cómo impresionaba a sus oyentes con su
forma de enseñar porque lo hacía “con autoridad" (Mc
1, 22). Nunca separó sus enseñanzas de su conducta y
de sus actitudes en la vida. Su palabra era un fiel co­
mentario de su comportamiento cotidiano.

88. El elogio más hermoso de la libertad de Jesús lo


encuentras en la exclamación (aunque con segundas
intenciones) del fariseo doctor de la ley cuando dijo:
“M a e s tro , s a b e m o s q u e e re s s in c e r o y q u e e n s e ñ a s d e
v e rd a d e l c a m in o d e D io s , y n o te im p o r ta d e n a d ie , p u e s
n o h a c e s d is tin c ió n d e p e r s o n a s ” (Mt 22, 16).

89. Cuando te encuentres ante consideración de la


ley deberías tener presente la libertad de Jesús. Ella es
la que le confería sentido a esa ley. Jesús enseñó que la
ley siempre debe juzgarse y medirse en su práctica coti­
diana por la doble exigencia del amor a Dios y al próji­
mo. Si Jesús no tuvo miedo en ocasiones de traspasar
la ley hasta llegar a escandalizar a los maestros de la
religión, fue porque esa libertad siempre fue condición
para amar a su prójimo (Mt 7, 12).

90. La libertad de Jesús no era una actitud gratuita,


arrogante o avasalladora como la de un caudillo inal­
canzable. No lo separaba de los pobres y de los peque­
ños. Te equivocas si imaginas a Jesús situado lejos o
por encima de los más pequeños. Su proximidad al pue­
blo y a los excluidos impacta por la manera como les
facilitaba el acceso a su persona, por la sencillez con
que se vinculaba con todos.

42
91. Ten presente que por algo los evangelistas no
nos transmitieron un Jesús asceta, tenso hacia la per­
fección legal. No vivía ayunando y alejado en los desier­
tos como Juan el Bautista. Más bien aparecía como al­
guien que supo vivir y apreciar lo bueno de la vida.
Gustaba del buen vino, de la buena mesa con los ami­
gos, de las fiestas y la intimidad de la amistad con hom­
bres y mujeres. Se mostraba con una libertad que difí­
cilmente alguien temeroso de Dios se hubiese atrevido
a concederse. Por eso las autoridades nunca lo vieron
con buenos ojos, le temieron y en un momento dado su
conducta libre se les tornó insoportable e intolerable.

92. Jesús puso su autoridad moral y su libertad al


servicio de la vida. Toda su práctica fue un sí contun­
dente a la vida. Por eso su libertad se ponía en juego
para devolver la humanidad a la vida a quienes la te­
nían negada. Su libertad fue para luchar contra todo lo
que deshumanizaba, contra los ídolos de muerte, espe­
cialmente contra aquellos justificados por la religión.
Sintió compasión por las personas con hambre, por las
necesidades de todo tipo de las muchedumbres aban­
donadas, exigió a sus discípulos que les dieran de co­
mer. Pidió el pan de cada día para todos en la oración al
Padre. Siguiendo su ejemplo sería bueno que pongas tu
libertad al servicio de la vida; defiéndela, promuévela
para todos, pero especialmente para quienes la tienen
lastimada. Denuncia todo lo que lesiona, deshumaniza
la vida y la destruye: la injusticia, la falta de trabajo, el
soborno, la maldad, la violencia física, el egoísmo.

93. Jesús no era libre solamente ante los hombres


de la ley: No contento con violar el sábado, llama a Dios
su propio Padre. Ante el Dios del judaismo Jesús se
comporta como un hombre libre: lo llama familiarmen­

43
te A b b á (Papá), vive sin cesar en contacto con Él, anun­
cia su proximidad en los mil detalles de la vida cotidia­
na. Será en nombre de ese Dios que se sentirá plena­
mente libre y enfrentará la concepción sagrada del tem­
plo, derribará las mesas de los cambistas y tendrá que
oponerse a las jerarquías establecidas. Por ese Dios va
con libertad y amor a los excluidos, a los enfermos, a
los despreciados y pecadores. Desde esa misma liber­
tad invita a participar de su Reino a todas las personas
de buena voluntad y contagia libertad por las iniciati­
vas que toma en nombre de su Padre. Esa inmensa y
contagiosa libertad es la del amor recibido y dado.

94. Tu ejercicio de la libertad tendrá su expresión


máxima en el propósito de seguir a Jesús. Esta opción
orientará tu vida y te indicará el camino. Así como Je­
sús comunicó a sus discípulos su propia “autoridad”
(Mc 13, 34) ello equivale a comunicarte el Espíritu que
él posee (Mc 1, 8) y “d o n d e e s tá e l e s p ír itu d e l Señor, a llí
h a y lib e rta d ” (2 Cor 3, 17).

95. Que la libertad que se te ha regalado no sea para


ti ocasión de pecado y condena. Lucha para que esa
libertad, que es total (1 Cor 6, 12; 10, 23), no se desna­
turalice en privilegio egoísta de unos pocos, que solo se
limite a sí misma por el sentido de responsabilidad ha­
cia el prójimo (1 Cor 10, 23; Gál 5, 13).

44
v. A cerca del seguir a J esús

96. Alguna vez deberás preguntarte por qué Jesús


apareció en su Palestina natal como un radical: “He
v e n id o a p r o v o c a r u n a c ris is e n e l m u n d o : los q u e n o v e a n
verá n , y los q u e v e n v a n a q u e d a r c ie g o s " (Jn 9, 39).
“F e lic e s los q u e a l e n c o n tr a r m e n o s e a le ja n e s c a n d a li­
z a d o s " (Mt 11, 6).

97. Seguir a Jesús te implicará disponerte a un cam­


bio muy profundo, a una conversión radical, como de­
cían en tiempos de Juan el Bautista. Jesús planteó las
exigencias del Reino como un absoluto. Supondrá la
conversión a Dios, o sea, el cambio de vida y actitudes
éticas y religiosas nuevas, transformadas desde su raíz.
Así fue percibida su predicación tanto por la clase go­
bernante y sacerdotal como también por sus discípu­
los. Mismo para sus parientes las manifestaciones de
esta manera de ser y actuar de Jesús eran un síntoma
de locura (Mc 3, 21). No pudo extrañarles ni pudieron
evitar que ese radicalismo lo haya conducido a un final
tan trágico.

98. Convertirse es cambiar para adecuar tu modo de


pensar y actuar en el sentido de lo que Jesús nos contó
de su Dios, exige revolucionarte por dentro. A sus se­
guidores Jesús les dirá: “C o n v ié rta n s e , p o r q u e e l R e in o
d e los C ie lo s e s tá c e rc a " (Mt 3, 2; 4, 17). Convertirse
consiste en un nuevo modo de existir ante Dios y no en
hacer nuevos ejercicios piadosos. El seguimiento de
Jesús implica encarar una inevitable crisis y división:
“¿ P ie n s a n q u e h e v e n id o p a r a tr a e r p a z a la tie rra ? N o,

45
s e los a s e g u ro , h e v e n id o a tr a e r la d iv is ió n , p o r q u e d e s ­
d e a h o ra h a b rá c in c o e n u n a c a s a y e s ta r á n d iv id id o s :
tre s c o n tra d o s y d o s c o n tr a tre s ...” (Lc 12, 51).

99. Jesús fue radical en sus exigencias. Decía que


sus discípulos debían ser sal, y que si la sal pierde su
capacidad de dar sabor a otros ya no sirve para nada
(Mt 5, 13). El compromiso cristiano, decía también, debe
ser como una luz capaz de iluminar al mundo
(Mt 5, 14-16).

100. Seguir a Jesús en sus pasos y opciones supone


que te vuelvas radical a su manera. El seguimiento ocu­
pará el primer lugar, estará sobre todo, aun por sobre
tus padres, tus hijos y tu propia vida (Mt 10, 37-39).
Cualquier bien o valor habrá de ser sacrificado si se
vuelve incompatible con el radicalismo de esta opción
(Mt 18, 8). A Jesús no le interesa tanto si has observado
todas las prescripciones legales, si pagaste el diezmo de
todas tus posesiones y si observaste todos los manda­
mientos de la religión y de la sociedad. Le interesa en
primer lugar si estás dispuesto o dispuesta a vender
tus bienes para adquirir “el campo que esconde un te­
soro”, si estás pronto o pronta a vender todo para com­
prar la perla preciosa (Mt 13, 44-46). No cabe en el se­
guimiento el falso equilibrio del “servicio a dos señores”
(Mt 6, 24; Lc 12, 21, 34).

101. Siguiendo a Jesús habrás de aceptar que la puer­


ta que lleva a su Reino no es ancha ni fácil de franquear
sino estrecha (Mt 7, 13). En la marcha, quienes lo sigan
deberán estar dispuestos a no encontrar dónde reclinar
su cabeza y una vez en la marcha no deben siquiera
mirar atrás (Lc 9, 57-62). Toda ganancia temporal la ten­
drán por inútil si se separa de Él (Mt 16, 25-26).

46
102. Quien se decidió por la novedad de Jesús solo
mira hacia adelante. El pasado quedó atrás. Debemos
reconocer que la invitación de Jesús a seguirle tiene un
dejo de intimidación. En un dicho, un a g r a fó n transmi­
tido por el evangelio apócrifo de Santo Tomás y que es
considerado por exégetas serios como auténtico de Je­
sús, dice: “Q u ie n e s tá c e r c a d e m í e s tá c e r c a d e l fu e g o ,
q u ie n e s tá le jo s d e m í e s tá le jo s d e l R e in o ’’.

103. Este seguimiento implica algo que Jesús nunca


ocultó: la violencia que hay que hacerse a sí mismo para
seguirlo (Mt 11, 12) por un camino marcado necesaria­
mente por la cruz (Mt 16, 21-24).

104. Habrás de nacer de nuevo (Jn 3, 3), hacerte


como niño (Mt 18, 4) y ocupar el último lugar (Mt 20,
26). Como Jesús, sus seguidores debemos estar dis­
puestos a ser objeto de burla y de odio (Mt 10, 22-25;
Mt 18, 21; Jn 15, 19-25: Jn 16, 1), a ser signos de inevi­
table división (Mt 10, 34-35) y de contradicción (Lc 2,
34: Jn 7, 12-13).

105. Seguir los pasos de Jesús implicará que modifi­


ques radicalmente el ideal de felicidad; la dicha a la que
antes aspirabas ahora aparecerá como falsa según las
bienaventuranzas de San Lucas (Lc 6, 20-26). Lo que
antes era una señal de sensatez y de equilibrio, ahora
quedará descalificado. Los ricos, los satisfechos, y los
“bien vistos” por la sociedad serán descalificados por
Jesús y deberán despojarse de esa categoría si quieren
seguir sus pasos. En cambio, seguir a Jesús será en­
contrarte con los pobres, con los hambrientos, los
sufrientes, los expulsados, los insultados y los mal vis­
tos a causa de su opción evangélica (Lc 6, 23).

47
106. Seguir a Jesús te supondrá ver con naturalidad
la falta de mesura que siempre mostró Jesús de cara a
las exigencias consideradas normales por los creyentes.
El cariño y el amor fraterno que reclamó no puede ser ya
la conducta normal, producto de buenos sentimientos y
relaciones humanas educadas. Para Jesús no serías di­
ferente a los “paganos” si no llegas mucho más allá, es
decir hasta perdonar las ofensas siempre, “setenta veces
siete” (Mt 18, 21-22); si no aprendes a no juzgar (Mt 7, 1)
y a amar y perdonar a los enemigos y a los que te perju-
dican (Mt 5, 37-48) (Mt 6, 14). El amor cristiano es radi­
cal (Jn 13, 34; Mc 12, 33; Jn 15, 13), y también exige
optar por los excluidos y los pequeños (Mt 25, 40).

107. La fe que Jesús exige en su seguimiento no es


la de los “sabios y prudentes” (Mt 11, 25) sino la revela­
da a los pequeños y humildes, a los limpios de corazón.

108. Previo a disponerte a seguir a Jesús pondera


que ante los bienes, la riqueza, el prestigio y la seguri­
dad temporal el radicalismo no podrá ser más exigente:
“ n a d ie p u e d e s e r m i d is c íp u lo s i n o re n u n c ia a to d o lo
q u e tie n e ’’ (Lc 14, 33). Jesús te pide condicionar a los
valores del Reino todo otro valor (Mt 6, 33-34). La críti­
ca a la riqueza es radical (Mt 19, 23), y en el seguimien­
to tampoco caben aspiraciones de asegurarse algún
confort (Mt 10, 10).

109. Ante el desafío de la verdad, el seguidor de Je­


sús deberá ser igualmente radical que su maestro. Con­
sidera que la fidelidad de Jesús a la verdad lo llevó al
enfrentamiento final con el poder establecido, y a la
muerte (Mt 26, 64; Mt 23, 11; Lc 22, 67 ss.; Jn 18, 35
ss.). Por su entrega fiel a las exigencias de la verdad,

48
Jesús se mostrará radical en su crítica a la hipocresía y
a toda forma de fariseísmo (Mt 23, 1 ss.; Mc 2, 27; Mt 9,
11-14, 11,16; 12, 1 ss.; 15, 7-11).

110. Como seguidores de Jesús debemos estar dis­


puestos o dispuestas a no buscar los primeros puestos,
a servir en todo y a todos. El radicalismo de ese segui­
miento tiene su mejor encarnación en la actitud de en­
tregar -como Jesús- la vida por los demás (Jn 10, 15-
18; 13, 1). Debes contar con que la cruz pueda enton­
ces aparecer como el efecto, el signo inevitable de tu
compromiso radical y de tu fidelidad al Reino predicado
y vivido. Recién en ese momento, al final del camino, en
el abrazo con el Padre/Madre, sabrás cuán grande es la
alegría en el cielo por tanta vida arriesgada y
garantizada.

49
vi. A cerca del E spíritu S anto

111. Si quieres redescubrir el nuevo rostro del Espí­


ritu, si quieres vivir hoy el pentecostés, la irrupción del
espíritu de Jesús resucitado, ése que viene a renovar la
faz de esta Tierra, no solo debes leer las crónicas del
primer pentecostés, sino también discernir con los ojos
y el corazón abiertos sus signos en este mundo y tiem­
po real.

112. Tendrás en cuenta que nunca son señales del


Espíritu de Jesús las desigualdades sociales injustas y
crueles, el sadismo, la tortura, el racismo, el sexismo,
la represión social o política, el lucro, la angustia o la
desesperanza. El pentecostés del Espíritu del crucifica­
do que ha resucitado es una cuestión de "fuego”: de
purificarte y quemarte para alumbrar en las penum­
bras esas.

113. Será trabajando por una iglesia y una comuni­


dad purificada y encendida por el Espíritu que resucitó
al crucificado, como lograrás que ellas triunfen sin triun-
falismo por la llama de su Espíritu.

114. El tiempo del Espíritu no es el de las consola­


ciones fáciles, del bienestar feliz y espontáneo; está en­
carnado en noches de crisis, en luchas por la justicia y
en solidaridades exigentes.

115. Jesús resucitado te garantiza su don del Espí­


ritu que te permitirá seguir siendo cristiano. Es el mis­
mo que crea continuamente a la iglesia por el fuego pu-

50
rificador y transformante; que mantiene vivo el dina­
mismo hacia la unidad y hacia la diversidad, ambas
dimensiones necesarias para cumplir cabalmente la mi­
sión de anuncio de la buena noticia y de servicio sacri­
ficado en la construcción del Reino. Ese Espíritu es la
garantía de que podrás perdonar, reconciliarte y liberar
donde existan oprimidos.

116. Recuerda que hay un pecado contra el Espíritu


que no tiene perdón: el que te vuelve ciego e insensible
al dolor de los hermanos, el que te impide tener próji­
mos, el que escandaliza a los “últimos” y pequeños de
tu sociedad.

117. Se trata de que descubras el nuevo rostro del


Espíritu en sus caminos y sus dones de ahora. Ese Es­
píritu que quiere liberar a la sociedad de las tiranías y
las esclavitudes. Solo vivirás un verdadero Pentecostés
si arriesgas tu vida procurando el fuego del Espíritu
para que resucite ahora a los caídos en la cuneta de la
sociedad.

118. Solo si abres tu corazón a la llama del Espíritu,


para que se quemen tus egoísmos, descubrirás el nue­
vo rostro del Espíritu. Y podrás creer que Dios es ter­
nura. que es paz y locura de amor. Que Dios no mendi
ga nuestras generosidades, sino que nos impulsa por
su Espíritu a la solidaridad, a la valiente decisión que
hace algo por el que grita en su necesidad.

119. No dudes que el Espíritu Santo hoy puede ha­


cer milagros mayores que los del aquel Pentecostés evan­
gélico. Quizás el milagro más hermoso hoy sería que te
decidieras y entregaras a los que sufren y a la transfor­
mación de lo que causó esos sufrimientos. Milagro será

51
el adiós a tus comodidades egoístas, al confort que es
privilegio y a los triunfalismos esterilizantes. Quizás el
milagro más lindo se produzca cuando te dejes conver­
tir y evangelizar por los pobres.

120. Milagro en este mundo de tanta hambre, dolor


y muerte es lo que produce el Espíritu de Jesús: cari­
dad, paz, generosidad, comprensión de los demás, bon­
dad, fidelidad, dulzura y autocontrol (Gál 5. 22-23). Par­
ticiparás del milagro cuando creas en la resurrec­
ción de todo lo construido en justicia y amor, cuando
defiendas el derecho a la alegría, a la fiesta y a la risa
para todos los que ahora lloran (Mt 5. 4).

121. Las semillas del nuevo futuro, las que asume y


utiliza el Espíritu para ir construyendo el Reino, son los
oprimidos y no los ricos y los poderosos. Hoy ellos, como
el árbol que ya vive en la semilla, ya están construyen­
do el futuro con sus gemidos inenarrables (Rom 8, 26).

122. Ten siempre presente que eres templo vivo del


Espíritu Santo (1 Cor 6, 19) y que vive y ora en ti (Rom
8, 5 y 23). Si el Espíritu está en ti, entonces nadie podrá
quitarte la libertad (2 Cor 3, 17). Él dará testimonio de
Jesús por medio del tuyo. Por eso no apagues la llama
del Espíritu que vive en ti ni desprecies lo que dicen los
profetas (1 Tes 5, 19).

123. Contagia la alegría de tu Dios asombroso y


El que se revela como creador y origen de
plenifi c a n te :
la vida: Yahvé, Dios a n te s q u e n o s o tro s ; el que se encar­
na en nuestra historia y nos acompaña, Jesús, D io s c o n
n o s o tro s y el Espíritu de Jesús y del Padre, D io s e n
n o s o tro s .

52
v il A cerca del R eino de D ios

124. Es bueno que no olvides algo muy importante


para todo cristiano: que Jesús nunca se predicó a sí
mismo. Él siempre puso como centro de su predicación
y de su vida al Reino de Dios que venía a anunciar.

125. Hoy la palabra Reino puede parecerte lejana y


poco inteligible, pero Jesús se refería al sueño entraña­
ble de una sociedad organizada y regida por los valores
emanados del corazón mismo de Dios su Padre: la jus­
ticia, el derecho, la compasión, el amor.

126. El Padre de Jesús ya había anunciado al pue­


blo por medio de sus profetas en qué consistía el Reino:
-En que fluya el derecho como agua, la justicia como
un torrente inagotable (Am 5, 24).
-En la justicia y el derecho; el amor y la compasión
(Os 2, 21).
-En hacer justicia cada mañana y salvar al oprimido
de la mano del opresor (Jer 21, 11).
-En abrir las prisiones injustas, y hacer saltar los ce­
rrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, rom­
per todos los cepos, partir tu pan con el hambriento,
hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves
desnudo, y no cerrarte a tu hermano: (Is 58, 6-7).
-En hacer justicia al huérfano, al vejado, para que cese
la tiranía del hombre salido de la tierra (Sal 10, 18).
-En librar al débil del más fuerte, al pobre de su
expoliador (Sal 68, 7).
-En aprender qué significa aquello de: “quiero mise­
ricordia y no sacrificio” (Os 6, 6: Mt 9, 13).

53
127. Recuerda que Jesús además completó ese anun­
cio de los profetas diciéndonos que el Reino de Dios es
“amar a l ú n ic o Señor, tu Dios con todo tu c o r a z ó n y a m a r
a l p r ó jim o c o m o a ti m is m o (cosa que) v a le m á s q u e to d o s
los h o lo c a u s to s y s a c rific io s , y q u e n o e x is te o tro m a n d a ­
m ie n to m a y o r q u e é s to s " (Mc 12, 28-34).

128. Los destinatarios privilegiados del Reino no son


los sabios ni los virtuosos, todo lo contrario, Jesús anun­
cia su reino a las gentes más sencillas y pobres, a las
más desgraciadas e ignorantes. Es a ellos en primer
lugar a quienes Jesús anuncia la Buena Noticia y les
provoca un entusiasmo desbordante.

129. Recuerda que para entrar al Reino debes ha­


certe como niño (en tiempos de Jesús quería decir con­
vertirse en alguien que no es importante, que no tiene
sus derechos garantizados). Jesús dijo que había dos
clases de personas que no pueden entrar en el Reino de
Dios: los que no se hacen como niños y los que son
ricos. O sea, quienes no renuncian a ser los primeros o
pretenden estar sobre los demás y quienes acaparan y
retienen los bienes que otros necesitan para no morirse
de hambre.

130. Por boca de María sabemos que el Reino de Dios


es “ d e r r ib a r d e l tro n o a los p o d e r o s o s y e n a lte c e r a los
h u m ild e s , c o lm a r d e b ie n e s a los h a m b rie n to s y m a n d a r
a los ric o s c o n la s m a n o s v a c ía s " (Lc 1, 52-53).

131. En el Reino de Dios no debes “acumular rique­


zas para ti” (Sant 5, 3; Lc 12, 21) sino que debes “ven­
der lo que tienes y dárselo a los pobres” (Mc 10, 21; Lc
12, 33). Debes "hacerles a los demás lo que quieres que
ellos te hagan” (Mt 7, 12).

54
132. En el Reino es fundamental no descuidar lo más
importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe
(Mt 23, 23).

133. En el Reino no puedes ser egoísta o alegrarte de


la injusticia (1 Cor 13, 5-6). Porque allí todos se empe­
ñan en amar al prójimo cumpliendo la ley en plenitud,
con ese amor que fluye del corazón (a g a p é ) y que no
hace mal al prójimo (Rom 13, 8-10).

134. Recuerda que Jesús nos dijo que en su Reino


debemos ser libres; debemos estar dispuestos a servir
por amor los unos a los otros (Gál 5, 1 y 13) y actuar
como personas libres, no como quienes hacen de la li­
bertad un pretexto para la maldad (1 Pe 2, 16).

135. Para Jesús el Reino también es visitar a quie­


nes están en desamparo, a los huérfanos y a las viudas
en su tribulación y conservarse incontaminado de la
vanidad del mundo. Esto es la religión pura e intacha­
ble ante Dios su Padre (Sant 1, 27).

136. El Reino de Jesús es vivir para la justicia (1 Pe


2, 24), es no devolver mal por mal ni insulto por insul­
to; es no tener miedo a sufrir por causa de la justicia; es
estar dispuesto a padecer por obrar el bien (1 Pe 3, 9,
14 y 17).

137. El Reino, en definitiva, es un pasar de lo muer­


to y vano a lo vital y definitivo porque amamos a los
hermanos (1 Jn 3, 14); es amar al hermano a quien uno
ve para poder amar a Dios a quien no ve (1 Jn 4, 20); es
no amar de palabra ni de boca, sino con obras y de
verdad (1 Jn 3, 18).

55
138. En el Reino nadie se olvida del bien obrar ni de
la comunidad de bienes (k o in o n ía ); porque tales son los
sacrificios y el culto que agrada a Dios (Heb 13,16).

56
L ibro segundo
v iii . A cerca de la Fe

139. Cuando te pidan razón de tu fe sabrás respon­


der que crees en Dios, que al soñarte te posibilitó la vida,
que te sostiene y desea desde tu mismo corazón que te
realices como persona, que te muestres con autentici­
dad y sinceridad contigo y con los demás, que vivas con
plenitud y alegría esa vida de la que eres responsable.

140. Cuando te pidan razón de tu fe responderás


que crees en el Dios que a su imagen femenina y mas­
culina nos creó, por eso nos quiere no solo como un
Padre cariñoso, sino también como una Madre amoro­
sa, y es origen de todo lo que existe, del cielo y de la
tierra, de todo lo que alcanzamos a ver, con o sin teles­
copios y microscopios, que nos maravilla cada día y de
todo lo invisible, como la música o la paz de tu concien­
cia que alegra tus horas.

141. Cuando te pidan razón de tu fe di que crees en


ese Creador que no creó al mundo como una cosa aca­
bada, o una cosa estática e igual para siempre; que no
gobierna el universo según unas leyes eternas e
inmutablemente válidas, como un tirano, sino que abrió
la creación al juego infinito y fascinante del azar y que a
cada momento se fascina con su evolución.

142. Cuando te pidan razón de tu fe contesta que


crees en un Dios que es lo más opuesto a las tiranías y
a las dictaduras que hemos inventado los humanos y
las humanas y que por eso también quiere la contradic­
ción allí donde alienta la vida. Porque ese Dios no rige

58
las culturas y las sociedades según el orden que hemos
establecido de pobres y de ricos, de sabios por un lado
y personas masificadas por el otro, de opresores y privi­
legiados y seres indefensos, de excluidos de los benefi­
cios de la sociedad. Dirás que tu Dios desea la transfor­
mación de esas realidades sociales injustas. Y que de­
sea la transformación a través de nuestro esfuerzo, de
nuestra decidida acción política.

143. Si te piden razón de tu fe dirás que, entiéndalo


y créalo quien pueda, el caso es que tú crees que desde
hace dos mil años se ha clavado en el mundo un punto
luminoso, que así como hay una vida que llena el Uni­
verso: la vida de los ríos y de los mares, la vida de los
grandes bosques y de una pequeña flor, la de una mari­
posa y la de los insectos microscópicos o los grandes
elefantes, la que acontece a las personas con su pena y
su alegría, así también crees que una vida aún más
intensa y decisiva que esa irrumpió en el mundo a tra­
vés de la existencia terrestre de un tal Jesús de Nazaret
y su triunfo sobre la muerte.

144. Dirás que esa vida fantástica se hizo persona


en el carpintero de un pequeño pueblo de Palestina,
porque un pobre artesano y una muchacha palestina
llamada María dijeron sí; que fue entregado por sus com­
patriotas y ajusticiado por los romanos.

145. Dirás que comparándonos con él, conocemos lo


tullida que está nuestra inteligencia, lo agotada que está
nuestra fantasía, lo apagados que están nuestros es­
fuerzos, porque no vivimos tal como él vivió. Cada día
sentimos de nuevo el miedo de que haya muerto en vano
porque hemos traicionado su causa y nos hemos hecho
dóciles de puro miedo a los prepotentes.

59
146. Dirás a quien te pregunta que lo que te impulsa
a comunicar esta gran noticia no es para que nos volva­
mos a una vieja historia del pasado. Es que en ese Je­
sús, el Nazareno, descubrimos una invitación para to­
dos, invitación que conmociona nuestro hoy y nuestro
futuro.

147. Si te preguntan dirás que crees que esa vida,


esa fuerza nueva que ha penetrado en el mundo con
Cristo, es la Vida misma de Dios, comunicada a Jesu­
cristo, Hijo de Dios, y a través de Él, a todos los huma­
nos, transformados por ese dinamismo irrefrenable en
hijos e hijas de Dios. Que él ahora para nosotros está y
nos llama desde nuestros hermanos y hermanas más
pobres, en los desgraciados, en quienes sufren, en los
miserables, en los cargados con toda clase de males y
también en quienes se creen un poco buenos.

148. Contarás a quien quiera escucharte que el bien


último de tu esperanza, lo que más anhelas, sabes que
te está prometido a través de esa Palabra que no falla,
porque no es ninguna cosa mundana, ni tampoco una
felicidad angélica y etérea, sino el don de la Vida misma
de Dios, en Jesucristo.

149. Afirmarás que crees en Jesucristo, que resuci­


ta cada día en tu vida, para que llegues a ser libre, libe­
rado de prejuicios y presunciones, de miedos y de egoís­
mos -porque el miedo paraliza y cuando uno tiene mie­
do no es libre aunque cuando uno es libre da miedo a
no pocos-, capaz de proseguir en sus huellas, camino
de su Reino.

150. Cuando te pidan razón de tu fe dirás que crees


en el Espíritu que con Jesús ha venido al mundo; en la

60
comunidad de todas las personas y pueblos de buena
voluntad, en la responsabilidad frente aquello que ha­
gamos de esta tierra: un valle de lágrimas, hambre y
violencia o la ciudad de Dios en paz y alegría fraternal.

151. Que todos aprecien cómo crees en la comunidad


cristiana universal como servidora del Señor y que tiene
como misión proclamar la Buena Noticia que Jesús le
confío para que brindara a todos los seres humanos.

152. Que sea evidente tu convicción en que para el


Señor los bienaventurados son los humildes, los que
sufren, los mansos, los que tienen hambre y sed de jus­
ticia, los que practican la misericordia, los simples de
corazón, los que trabajan por la paz, los que son perse­
guidos por causa de la justicia y del nombre del Señor.

153. A quien quiera escucharte dirás que crees que


toda la ley y el mensaje de los profetas se cumplen cuan­
do alguien ama a Dios con todas las fuerzas de su vida
y al prójimo como a sí mismo. Porque nadie puede amar
a Dios a quien no ve y menospreciar a su hermano o
hermana a quienes ve.

154. Desde tu fe anunciarás que el culto verdadero,


el que Dios siempre acepta de las personas, es aquel
que nace de una vivencia de amor y de la práctica de la
justicia, en la humildad y la alegría.

155. Tu fe es una manera de vivir los acontecimien­


tos y las cosas a la luz de la revelación del Padre por
Jesús. Para tu fe la realidad no es profana o sagrada,
sino reveladora del Dios de la vida. Por eso tu experien­
cia de fe unifica la vida al contemplar la realidad unifi­
cada por Dios, origen y fin de todo.

61
156. Tu fe te ayuda a encontrar las huellas de Dios
en todo. Pero no basta que esa fe sea viva; será necesa­
rio que sea también verdadera: hacerse amor, verdad y
justicia.

157. A quien te pida razón de tu fe dirás que en defi­


nitiva crees en la alegría para todos. Que esa alegría,
que ahora es solo un esbozo o semilla en nuestras vi­
das, no es una “cosa” o “algo”, sino “alguien”, una rea­
lidad personal, divina, fuente de fraternidad auténtica.
Que crees que la alegría definitiva será un encuentro,
no solo un gozar y disfrutar, sino un intercambio de
gozo, un encuentro con la calidez total de la Vida divi­
na. En una palabra, que “Dios” es el nombre que das a
esa Alegría total y definitiva. Que el Nazareno es quien
nos ha venido a buscar y a contar cómo es esa alegría.
Su “Espíritu” es esa Alegría instalada en nuestros cora­
zones como augurio de lo que vendrá.

62
ix. A cerca de la E speranza

158. Tu persona y tu entorno cósmico son una tarea


a realizar, un inmenso depósito de esperanza. Para los
cristianos la esperanza es una virtud, una fuerza, que
los hace caminar cuando casi todos se abaten, luchar
cuando casi todos bajan los brazos, recomenzar cuan­
do casi todos están vencidos.

159. La verdadera desesperanza no es la que nace


ante una obstinada adversidad, ni en el agotamiento
que produce una lucha dura o desigual. La esperanza
se aniquila cuando ya no percibes la fe y las razones
para luchar. Más aún, cuando ya no sabes si hay que
luchar por algo o alguien.

160. No confundas la esperanza con la ilusión. De­


masiadas ilusiones se convierten en resignación o vio­
lencia ante los primeros contratiempos. El arte de la
esperanza es la perseverancia.

161. Esperar es aprender a sacrificarte en aras de


una meta que siempre está un poco más allá de tu
impaciencia.

162. Las personas esperanzadas son necesariamen­


te inconformistas, no se contentan con la realidad tal
como se les presenta. La esperanza siempre es activa,
si pretendes esperar “de brazos cruzados” vegetarás.

163. Bien se dijo que la esperanza es el sueño de


una persona despierta. No es el afiebrado sueño noc­
turno, que solo sirve para ser interpretado por el psi­

63
coanálisis, sino el sueño de ojos abiertos, que te impul­
sa a alcanzar lo que sueñas. Soñar despierto siempre
ha sido una fabulosa fuente de energía. No existe logro
de la humanidad, descubrimiento científico o realiza­
ción social sin que una esperanza le haya antecedido.

164. Es propio de buenos cristianos preguntarse dón­


de hay más fe y esperanza: si en “creer e n e l D io s q u e
re s u c ita a los m u e rto s ’’ (Rom 1, 4) o en creer, como Lucas,
en el Dios que “ lle n ó d e b ie n e s a los h a m b rie n to s y a los
ric o s los d e s p id ió s in n a d a ” (1, 53).

165. La esperanza de los cristianos se asienta en la


convicción de que “ n in g ú n a m o r s e p ie r d e j a m á s ” y que
tienes prometido tu “tercer día”, tu resurrección. Nin­
guna verdad, ningún dolor, ni una pizca de vida, ni un
árbol, ni un río o mar de los que ahora matamos con la
contaminación y la estupidez humana perecerá para
siempre. Todo resurgirá. El amor una vez puesto en el
tiempo trasciende el espacio. Por eso defiende tu dere­
cho a la esperanza y a la alegría. La sonrisa es la última
arma de la esperanza.

166. Según sea el contenido de lo que esperas, así


será la calidad humana de tu esperanza.

167. Para esperar no basta que tengas algunos an­


helos y deseos. De ser así, quienes desean tener más
objetos y consumirlos serían los de mayor esperanza.
Que el objeto de tu esperanza no esté puesto en “tener”
muchas cosas, sino en “ser” más persona, más digna,
más solidaria.

168. Podrán quedar defraudadas muchas esperan­


zas; pero la esperanza de que Dios está contigo no po­

64
drá ser defraudada jamás. La gran originalidad de tu fe
cristiana es dar testimonio no ya de esperanzas huma­
nas, deseos y proyectos concretos, sino de la gran espe­
ranza, la de Dios para ti. Toda la Biblia te muestra se­
res humanos continuamente enfrentados a un Dios que
espera algo para ellos, con ellos y hasta muchas veces
contra ellos.

169. La fe cristiana es la que toma más en serio a la


persona que sueña despierta, que espera en serio. Esa
fe se basa en lo que narra la Biblia cuando los israelitas
vivían resignados en su cautiverio de Egipto: Dios les
invitó a soñar prometiéndoles “u n a tie r r a q u e m a n a le ­
c h e y m ie l ” (Éx 3, 8). Más tarde, cuando todo era muerte
y derrota, también les hizo soñar por medio del profeta
en un tiempo en el que “re v iv ir á n tu s m u e rto s , re v iv irá n
tu s c a d á v e re s y d e s p e r ta r á n ju b ilo s o s los q u e h a b ita n
e n e l p o lv o ” (Is 26, 19). Y el sueño actual, según Pablo,
es inimaginable: “ n i o jo n u n c a vio, n i o íd o o y ó n u n ca , n i
h o m b re a lg u n o h a im a g in a d o , lo q u e D io s h a p r e p a r a d o
p a r a q u ie n e s lo a m a n ” (1 Cor 2, 9).

170. Puesto que has sido producto del sueño de Dios,


tienes una capacidad infinita de soñar y esperar. Solo
el Dios infinito puede saciar tus sueños y colmar tu
esperanza. Es lo que San Agustín captó de manera muy
acertada: “N o s h ic is te p a r a ti, y n u e s tro c o r a z ó n e s tá in ­
q u ie to h a s ta q u e d e s c a n s e e n ti .

171. Tu Dios es el “Dios de la esperanza” (Rom 15,


13). Él es el origen, el sujeto, el dador de toda esperan­
za, el que te invita y llama a soñar. También ese Dios
soñador es el objeto y contenido final y definitivo de tu
esperanza. El Dios de la promesa y de la esperanza coin­
cide con la esperanza que te hace caminar.

65
172. La ausencia de esperanza se manifiesta de dos
maneras: en la d e s e s p e r a c ió n o en la d e s e s p e ra n z a . La
d e s e s p e ra c ió n resulta de realidades o caminos sin sali­
da. Generalmente se traduce en agresividad hacia uno
mismo o los demás. La d e s e s p e r a n z a es señal de una
cadena de desilusiones o fracasos. Se traduce en resig­
nación y frustraciones conducentes a la depresión. Es
el infierno anticipado. Dante Alighieri colocó en el fron­
tispicio del infierno este mensaje: “ V o s o tro s , los q u e e n ­
trá is, d e ja d a q u í to d a e s p e r a n z a ”, Solo por la esperanza
estarás en condiciones de superar ese infierno.

173. Propio de la edad juvenil es hacer proyectos y


soñar el futuro con ilusión. Cuando desaparece la es­
peranza te marchitas y envejeces por dentro. En el tiem­
po que pasa esperanzado no envejeces. El profeta
Ezequiel lo sabía por experiencia y describe así el esta­
do de ánimo desesperanzado de los jóvenes israelitas
en el exilio: “Se h a n s e c a d o n u e s tro s h u e s o s , s e h a d e s ­
v a n e c id o n u e s tra e s p e ra n z a , to d o s e h a a c a b a d o p a r a
n o s o tro s " (Ez 37, 11).

174. La esperanza te confiere fortaleza y vitalidad.


Cuando un enfermo ya no espera nada se libra a las
fuerzas de la muerte, “se deja morir". Quien espera lle­
gar a la meta, camina. Quien pierde la esperanza siente
que se le quiebran las piernas.

175. Avanzar esperanzado es tener la capacidad de


descubrir los signos de muerte latentes en toda lucha
por la vida y su dignidad. Si miras más allá del dolor, de
la maldad y del egoísmo te asemejas a quienes esperan
la resurrección y el triunfo de la vida. Esperar “c o n tr a
to d a e s p e ra n z a ” (Rom 4, 18) será tu única manera au­
téntica de ser verdaderamente cristiano en el mundo
actual.
66
x. A cerca del A mor

176. Es normal que te guste la estima y el aprecio de


los demás. Que te valoren y se interesen por ti. Es nor­
mal que tiendas a hacer el bien a quienes te lo hacen a
ti. Eres una persona que ama a sus amistades. El amor
cristiano incluye ese amor. Pero va mucho más allá de
él. Lo que nos distingue a los creyentes en el Dios-amor
es el amor a los enemigos. ¿A quién amas? ¿No será
cierto que te esmeras en el cariño a tus amistades y te
desentiendes de los demás?

177. Es normal que reserves tus preferencias y los


primeros puestos para los de tu círculo, grupo o comu­
nidad. ¿En qué influye tu fe en el Dios-amor para que
así actúes? ¿Es cristiana esa actitud? “A m e n a s u s e n e ­
m ig o s , o re n p o r los q u e los p e r s ig u e n ", dijo Jesús... El
rasgo diferencial del amor cristiano no es el amor a los
amigos sino a los enemigos porque “ ta m b ié n los n o -c r e ­
y e n te s a m a n a s u s a m ig o s " (Mt 5, 43-48).

178. El amor a tu enemigo no es dejarle libre el paso


para que destruya y lastime, es aceptar el riesgo de in­
tentar liberarlo de lo que impide su bondad y su capaci­
dad de justicia. El amor es la única fuerza para transfor­
mar a un enemigo en amigo. Nunca te librarás del ene­
migo respondiendo a su maldad con más maldad. Solo
te librarás del enemigo liberándote de la enemistad.

179. No pienses que la voluntad de Dios es un mis­


terio. Al menos en lo que atañe a los demás se trata del
amor, ése que les podemos ofrecer. El Dios que no es

67
amor y que no llama al amor es un dios falso, no es el
revelado por Jesús.

180. Ojalá te invada el espíritu del Dios-amor que


malos". Te mostrará los
“ h a c e s a lir e l s o l s o b re b u e n o s y
caminos imaginativos del verdadero amor, porque el
amor cristiano es el amor con que se ama a los que no
se ama, es la única fuerza capaz de transformar un ene­
migo en amigo.

181. Amarás a las personas pero no de la misma


manera: al excluido y despojado de sus derechos le ama­
rás defendiéndole y liberándole, al opresor combatien­
do su codicia e injusticia. La liberación de los pobres y
de los ricos se realiza al mismo tiempo pero no de la
misma manera.

182. Trata de ser perfecto como Dios es perfecto.


Amar como Dios ama. No des primacía a la profesión de
fe y al culto sobre la práctica del amor. Vuelve a tu igle­
sia, al original mensaje de Jesús.

183. No separes los amores individuales de los so­


ciales. No separes el amor de los motivos que te llevan a
las luchas políticas, ni el perdón del esfuerzo por cam­
biar las estructuras económicas. El amor ve en lo social
y lo político una condición de plenitud para el ser ama­
do. Amar profundamente a otro significa luchar por darle
una sociedad en la que pueda desarrollarse en paz y
justicia.

184. El pobre no es un “medio” para amar a Dios.


Tampoco para lograr el equilibrio de una virtud como
pensaban los estoicos. Es el fin mismo de tu ser, o sea,
el encuentro con Jesús que vive en el pobre, amándolo

68
con una dinámica (virtud) en la que el amor no consiste
en el término medio o equilibrado, sino en amar “hasta
el extremo”, como el mismo Jesús (Jn 13, 1).

185. No es fácil vivir consecuentemente a la luz del


amor fraterno en una sociedad que está organizada bajo
el principio de la competencia y el lucro, a no ser que te
decidas a romper esa estructura social.

186. Tu amor deberá expresarse en las estructuras


sociales y políticas. Tratándose del amor viene al caso
aquel proverbio chino que decía: e s m e jo r e n s e ñ a r a p e s ­
c a r q u e re g a la r u n p e s c a d o ; se ama más cuando se bus­
can estructuras justas que cuando se remedian algunos
desastres producidos por las estructuras injustas.

187. No enfrentes el amor al poder. No identifiques


el amar con la resignación ante el poder y al poder con
la antítesis del amor. Debes afirmar que el poder sin
amor es temerario y abusivo, y que el amor sin poder es
sentimentalista y anémico. La armonía del amor con el
poder provocan los deseos de justicia. La justicia y su
primacía, que es el amor mismo, impedirán el odio.

188. No separes tu capacidad de amor de la expe­


riencia de ser amado por alguien. Recuerda que esa ex­
periencia es invalorable cuando alguien sacrifica por ti
su tiempo, su fuerza y, dado el caso, también su vida.

189. Amar es siempre un riesgo que vale la pena asu­


mir, es de alguna manera tener fe en el otro como capaz
de lo imposible, es acoger su imprevisible libertad, es
esperar en él para siempre. Es también la urgencia de
resolver su problema, donde Dios está.

69
190. Amar es ver con los ojos del corazón y los de la
inteligencia. Es mirar junto a la otra persona -o a un
pueblo- en la misma dirección. Nunca separes el sentir
de la lógica y la razón para amar con eficacia. Pero re­
cuerda que los ojos del corazón ven lo que es invisible a
la razón.

191. Si nunca lloras es porque no tienes necesidad


de la utopía y de la esperanza, pero si solamente lloras,
es porque Dios es mudo para ti. Debes asumir el desa­
fío del dolor para producir amor y debes asumirlo con
amor, aunque genere dolor y lágrimas.

192. Ten siempre presente que lo que se opone al amor


no es el odio, como casi todos piensan, sino el no amor, o
sea, la indiferencia, la insensibilidad, la apatía.

193. Si es cierto aquello de a m a y h a z lo q u e q u ie ra s ,


también es cierto que no es tan fácil saber en cada cir­
cunstancia lo que significa amar. L o peligroso nunca
será que el fin justifique los medios, sino que uses me­
dios que parecen conducirte al fin de manera fácil y
evidente, pero que valorándolo mejor, más hondamente
o a largo plazo, lo imposibilitan.

194. El amor responsable y profundo al prójimo como


a ti mismo será siempre el principio rector de toda mo­
ral (económica, sexual y social). En este sentido, el lla­
mado “amor libre” no es ni amor ni libre.

195. En el ámbito propio de tu sexualidad debes evi­


tar todo aquello que dañe tu disponibilidad para amar
al prójimo, o que destruya el equilibrio de tu personali­
dad, que es también un modo de dañar aquella dispo­
nibilidad.

70
196. No tienes manera de amar a Dios sin amar a la
humanidad entera; no tienes manera de amar a la hu­
manidad sin amar a todas las personas (de diversas
razas, sexo, cultura, religión, ideología); no tienes ma­
nera de amar a todas las personas sin amar a las perso­
nas que conoces bien, con un amor concreto.

197. En el mundo antiguo el e ro s se dirigía a lo que


es hermoso, atractivo y brillante. El amor cristiano, por
el contrario, se volvió a g a p é , o sea, se dirige de manera
privilegiada no solo hacia las personas despreciadas y
excluidas en general, sino hacia las más olvidadas, las­
timadas y negadas.

198. No hay posibilidad de conocer de manera direc­


ta al Dios de Jesús. A diferencia de todos los otros dio­
ses, al de Jesús solo se le conoce haciendo la experien­
cia del amor a g a p é .

199. La única manera que tienes para conocer a Dios


es amando a los hermanos y hermanas más desprecia­
dos, porque Dios es precisamente ese amor: "D io s es
A g a p é ” nos dice el Evangelio (1 Jn 3, 8) en la más her­
mosa definición que nos legó del Todo-cariñoso. Si ex­
perimentaste ese amor conoces a Dios. De lo contrario,
por más ciencia y teología que sepas, Dios te será una
realidad desconocida y absolutamente fuera de tu al­
cance.

200. Si faltas al amor o a la justicia, te alejas irreme­


diablemente de Dios y tu culto no es más que idolatría
barata. Para creer en el Dios de Jesús debes creer en el
Amor y creer en la Justicia. Fuera de estas virtudes no
es posible encontrar o nombrar a Dios.

71
201. La grandeza de tu libertad consiste en que ella
es tu medio sagrado, divino, concedido a tu corazón para
ser capaz de amar. No puede existir el amor en ti si no
luchas por ser libre. ¿De qué te serviría poseer todos los
bienes de la tierra si te has convertido en una especie
de autómata perfecto, incapaz de amar?

202. Amor y verdad son las dos caras de Dios. La


verdad es el camino, el amor es el fin.

203. Ante el momento decisivo del tránsito a la otra


vida, de la separación de todo lo terrenal, cuando ten­
gas que apartarte y ser arrancado de esta condición
mortal por la muerte, todo lo que alegraba los sentidos,
todo lo que alimentaba tu orgullo, morirá con la muer­
te... Dinero, cargos, fama, negocios, profesión, todo
morirá... Solo quedará una cosa: haber amado a alguien.
En el juicio definitivo se te preguntará ¿has amado?, ¿a
quién has traído contigo? Ojalá puedas en ese momen­
to, sin pronunciar palabra, abrir tu corazón y mostrar
que está lleno de nombres.

72
L ibro tercero
xi. A cerca del amor a la I glesia

204. Ama a la Iglesia porque sin ella tu vida de fe no


es posible. A ella te debes como a tu Madre. Ámala por­
que ella tiene la misión más sublime que se pueda pen­
sar entre los hombres y mujeres de hoy: anunciar la
buena noticia de que a m a r v a le la p e n a porque D io s es
am or.

205. Ama a la Iglesia como a una Madre, a quien


puedes criticar con libertad y pasión pero en todo caso
con cariño, porque es tuya. Ama a tu Iglesia aunque no
siempre esté a la altura de su misión, ni siempre la
cumpla con generosidad -no olvides que ella está inte­
grada por nosotros mismos, hombres y mujeres peca­
dores-. Por eso muchas veces no pocas actitudes de su
jerarquía te duelan en el corazón. Ámala aunque a ve­
ces se te represente como la “casta prostituta” (así ha­
blaban los antiguos Padres), o la Esposa infiel aunque
siempre amada, según la imagen de Israel... Siempre te
excederá infinitamente a pesar de que ella dependa de
ti, de tu ser y estar en ella, de tu hacer y de tu omisión.

206. Con respeto y afecto, lucha por hacer realidad


tu sueño para esa Iglesia que tanto amas, que ha pasa­
do a ser tu familia, la familia de los discípulos de Jesús
que vamos construyendo entre todos según el lema de
San Agustín: “E n lo n e c e s a rio , u n id a d ; e n lo d u d o s o , li­
b e rta d y e n tod o, c a rid a d ” .

207. Ama a la Iglesia del Nazareno que no existe en


función de sí misma, sino como fermento profètico del

74
Reino de Dios p a r a los d e m á s , con esa sublime función
de salvación y liberación de todos. Misión doble: por un
lado anunciar la Buena Noticia de Jesús a los pobres y
por el otro denunciar profèticamente todo lo que hoy
niega esa buena noticia violando a la persona humana
en su dignidad.

208. Ama a esa Iglesia que sabe claramente que no


podrá ejercer su misión de proclamar los derechos de la
persona, denunciar la injusticia, anunciar la futura li­
bertad, sino en la medida en que se convierta ella mis­
ma en eso que proclama. S u s c ita n d o c o m u n id a d e s que
sean verdaderos e s p a c io s d e lib e r ta d , signos reales de
purificación de todo lo que mancilla al ser humano en
su cuerpo o en su corazón. Comunidades que sean sal
y fermento en la masa, que no teman presentarse en
público como una crítica de las costumbres sociales
vanidosas y como un anticipo de la sociedad futura en
fiesta permanente porque justa y fraterna.

209. Ama a la Iglesia que no quiere ser una “ in s titu ­


c ió n -m e rc a d o d e s a c ra m e n to s ” sino
un te jid o d e c o m u n i­
d a d e s de fe, cuyo proyecto surge de
las genuinas aspira­
ciones de fe de sus integrantes en aquel plan de Jesús
liberador. Comunidad de comunidades cuyas relaciones
internas y estructuras, en especial las de gobierno, no
sean autoritarias, al estilo de muchos Estados de este
mundo o del sumo sacerdote judío, sino pensadas de
manera que a cada uno se le permita estar en su lugar y
participar de modo eficaz y responsable, por medio de la
escucha comunitaria de la palabra de Dios y del discer­
nimiento comunitario de los signos de los tiempos.

210. Construye e intégrate a las comunidades


eclesiales en las que descubras un compromiso valien­

75
te con la liberación real de los oprimidos, la solidaridad
con los excluidos sociales y donde se asuman los ries­
gos que ese compromiso implica. Comunidades en las
que cada integrante sienta que su acción y su presen­
cia es valorada y respaldada en la solidaridad animosa
de todos: jerarquía servidora y pueblo de Dios. Comu­
nidades que ensayen formas nuevas de relación huma­
na y vida fraterna. Comunidades que no lean el futuro
en un espejo retrovisor, que no buscan solo en el pasa­
do los modelos para mañana.

211. Colabora en las comunidades donde se permita


anticipar -sin esperar aprobaciones legales- el estilo de
vida y de compromiso que ya exige hoy ese mañana
anunciado. Contribuye a que tu comunidad sea
profètica, que constituya en este mundo un lugar de
utopía, de compromiso, de fiesta y de esperanza: comu­
nidad en la que la Eucaristía -el pan y la fe comparti­
dos- sea el signo eficaz (sacramento) de la libertad y del
amor que ya se vive intensamente entre los bautizados-
y que cada uno espera activamente para todos los seres
humanos.

212. Ama esa Iglesia de la base, inserta y servicial en


medio del pueblo creyente por el Espíritu. Constituida
por comunidades de base que son mucho más que pe­
queños grupos apenas devocionales o incluso liturgistas,
o de reflexión, por más bíblica que ella sea. Comunida­
des conscientes de que una quiebra de la fraternidad
descalifica para participar de la Eucaristía. Donde se
sabe que sin un compromiso real contra el despojo, la
exclusión social y la injusticia, en favor de una socie­
dad solidaria y fraterna, la celebración litúrgica se con­
vierte en un acto vacío e ilícito.

76
213. Ama a la Iglesia que protege a sus comunida­
des en el momento de la cruz, esa que necesariamente
traerá la predicación auténtica del Evangelio. Ama a la
Iglesia que protege a sus com unidades de los
malentendidos, de las “excomuniones”, de las persecu­
ciones o el martirio "hacia adentro” de ella misma...

214. Ama a la Iglesia que no hace uso de su poder


temporal -en particular el del Estado Vaticano- por ser
una desgracia histórica, un castigo para sí misma, por­
que ella debería ser siempre d ia c o n ía , servicio. No pue­
de ser “poder” en el sentido de autoridad que impone su
peso, sino en el sentido de gratuidad, de fuerza del amor,
de entrega servicial y garantía del espíritu de Jesús
resucitado.

215. Ama a la Iglesia que rehúsa considerarse como


una “sociedad perfecta”, con su gobierno, sus minis­
tros, sus embajadores y su burocracia, sus diplomáti­
cos y sus policías, porque se considera solo fermento
en esta sociedad y candelero luminoso en este mundo.
Ama a la Iglesia servidora de la Humanidad que no teme
las consecuencias políticas de sus opciones, porque sabe
que todo tiene una dimensión política inevitable, aun­
que lo político no lo sea todo... Esa Iglesia consciente de
que puede decir que sí, o decir que no, o no decir nada.
Y que en las tres situaciones estará adoptando una ac­
titud de consecuencias políticas porque la pretendida
neutralidad política no existe en este mundo.

216. Ama a la Iglesia que busca no discriminar ni


oprimir a la mujer. Que nunca más la excluya de la
nueva perspectiva y organización de los ministerios.
Donde el sacerdocio realmente sea servicio de toda la

77
comunidad de los bautizados para la sociedad, aunque
en algunos adquiera carácter de servicio (m in is te rio )
hacia adentro de la comunidad. Ama a la Iglesia familia
de hermanos y hermanas sin estructuras patriarcales
o machistas (Mc 3, 20-35), que en contraposición con
la familia natural es la de aquellos que siguen a Jesús y
cumplen la voluntad de Dios.

217. Ama a la Iglesia que sabe independizarse de


aquellas tradiciones consideradas muy "eclesiásticas”
pero poco evangélicas, y que sabe sosegar a los curiales
y cruzados de siempre cuando temen ilusorios cismas
por ello. Como el Bautista, la Iglesia de Jesús es la que
toma conciencia de que ella no es la luz, sino la testigo
de la luz. Por lo que su misión no es tanto atraer a sí
misma como orientar hacia Dios.

218. Ama a la Iglesia que no da cabida a la ambición


o a los deseos de poder y dominación. Especialmente
aquella dominación que se justifica por motivos religio­
sos y teológicos. Por eso ama a la Iglesia que siempre
tiene presente la prohibición de Jesús a usar y utilizar
títulos honoríficos en la comunidad. Recuerda a los res­
ponsables de tu comunidad que los títulos que utiliza
normalmente el clero están prohibidos por el evangelio:
p a d re , a b a d , p a p a (son la misma palabra en tres len­
guas distintas) están prohibidos en Mt 23, 9; m a e s tro ,
prohibido en Mt 23, 8; d o cto r, en Mt 23, 10; s e ñ o r, y
lógicamente también m o n s e ñ o r, en Lc 22, 25; e x c e le n ­
c ia y e m in e n c ia no cuadran con lo dicho por Lc 22, 25;
Jn 15, 13-15: Mt 20, 26 y 23, 11; Mc 9, 35, etcétera.
Que en la Iglesia “todos s e a n h e r m a n o s ” (Mt 23, 9) y
que ‘‘e l m á s g r a n d e d e u s te d e s s e r á s e r v id o r v u e s tro ”
(Mt 23, 11). De ahí que en la comunidad debería reinar

78
la perfecta igualdad, hasta el punto que ni siquiera Je­
sús se comportó como S e ñ o r (Jn 13, 13) y llamó a sus
discípulos a m ig o s (Lc 12, 4; Jn 15, 15). Y h e rm a n o s (Mt
28, 10; Jn 20, 17).

219. Ama a esa Iglesia que se siente incómoda en


procesiones triunfales bajo palio, con piquetes de sol­
dados disfrazados con bombachudos multicolores, con
tambores y trompetas como si estuviera entre la noble­
za del 1200... Ama a esa Iglesia que se siente ridicula
cuando aparece cubierta de extraños y finos atavíos
principescos medievales y obsoletos, con sotanas,
solideos, mitras, fajas, roquetes, casullas, esclavinas,
pectorales..., porque ella sabe que así no se parece a
Jesús, el Nazareno, ni posee su Espíritu.

220. Ama a la Iglesia que llama al cansancio, al mie­


do y a la contemporización por sus nombres, y que no
los disfraza de “prudencia” o “estrategias” pastorales.
Ama esa Iglesia que quiere a sus religiosas y religiosos
en el “desierto”, en la periferia y la frontera de nuestras
grandes ciudades, junto a los campesinos y refugiados,
a los indocumentados e indígenas, con niños y niñas de
la calle, los enfermos contagiosos y drogadictos, los
homosexuales y prostitutas.

221. Ama a la Iglesia que desde su despojo, debili­


dad y pequeñez, como David ante Goliat, se enfrenta
con el poder de este mundo en sus polifacéticas mani­
festaciones:
- El poder del lucro y del rico que es el capitalismo.
- El poder del político fundamentalista que es la dic­
tadura.
- El poder de las armas que es el militarismo.
- El poder del templo que es el clericalismo.

79
222. Ama a la Iglesia que sabe que cuando el velo del
templo se rasgó en dos, Dios sentenció la religión y recu­
só el Templo. Ama a la Iglesia consciente de que ahora es
la persona (especialmente la pobre) el verdadero templo
de Dios. Que ese Dios quiere ser adorado no con ritos, en
templos o cultos, sino en el respeto y la solidaridad con
los excluidos sociales, alienados de su dignidad.

223. Ama a la Iglesia que no se liga a los poderes


políticos o económicos de turno, pulverizando su credi­
bilidad ante los pobres.

224. Ama a la Iglesia que se esfuerza por aplicar las


enseñanzas de Jesús y los valores de su Evangelio, no
solo a los laicos sino también a sus autoridades y en
sus estructuras: “A n a d ie lla m e n p a d r e ...”-, “ n i d o c to r ...” -,
“e l q u e s e c o n s id e re e l m á s im p o rta n te , q u e s e a e l s e r v i­
d o r d e to d o s ...”

225. Ama a la Iglesia que no quiere ser un aparato


eclesiástico territorial, como si fuera una potencia de
este mundo, en negocios con los poderosos. Ello solo
.sirvió para comprar el silencio ante las injusticias, ha­
ciendo concordatos y pactos con los poderosos a costa
de la suerte de los pequeños.

226. Ama a la Iglesia que va más allá de los intereses


y de los resultados que exige la diplomacia, provocando
el cansancio y el desaliento de sus mejores hijos e hijas,
decepcionados por el apego que muchos eclesiásticos
demuestran a sus posesiones materiales, a sus privile­
gios y a sus seguridades y garantías, faltando a lo más
elemental de su misión.

80
227. Ama a la Iglesia que es como el buen samarita­
no, que hace realidad la preferencia de Jesús por los
despojados y echados al borde del camino de la historia
y los asume para devolverles la vida y la dignidad. Ama
a la Iglesia que nos recuerda que el Dios revelado en
Jesús siempre se ha manifestado con esa divina par­
cialidad por los desheredados y excluidos sociales.

228. Ama a la Iglesia de la denuncia profètica de las


injusticias y de la mentira a la que someten los poderes
mundanos, muchas veces en nombre mismo del cris­
tianismo. Ama a esa Iglesia que sabe desenmascarar
con lucidez las dimensiones universales de esos pode­
res. Denuncia profètica que no ejerce apenas con la pa­
labra, sino también con la vida de sus mejores hijos e
hijas y hasta con la muerte martirial.

229. Ama a la Iglesia que, más allá de un derecho


canónico y de magisterios inapelables y a remolque de
la historia, ha sabido plasmar en valiosos documentos
la traducción auténtica del Evangelio a las cotidianas
situaciones de hoy.

230. Ama a la Iglesia que en su práctica profètica da


esa gran señal de la autenticidad cristiana: la del mar­
tirio, la de la persecución y el exilio, de tantos cristia­
nos y cristianas -laicos y laicas, presbíteros, religiosos,
monjas y obispos-. La que no se olvida de esos testigos
vivientes del Crucificado en la historia, ni se avergüen­
za de ellos.

231. Ama a la Iglesia, esa que duda de su fidelidad al


Evangelio si no es perseguida por los mismos que opri­
men al pobre quitándole su pan y sus derechos.

81
232. Ama a la Iglesia que reconoce y promueve -y no
apenas tolera- el protagonismo de los laicos y laicas,
que los trata como adultos y con plenos derechos en
ella. Tan Iglesia ellos como el Papa o los obispos. Cada
cual con sus funciones propias, pero todos y todas con
la común misión y responsabilidad evangelizadora, para
la cual nadie monopoliza al Espíritu.

233. Ama a la Iglesia en la que el Papa es juzgado no


como el más grande e importante -como lo hacen los
poderosos de este siglo- sino como el “s e r v id o r d e los
s e rv id o re s ” ..., a quien no debemos dirigirnos como hi­
jos a su padre, sino como hermanos a un hermano.
Cristo entendía las cosas así cuando le dijo a Pedro "c o n ­
f i r m a a tu s h e rm a n o s ” . Porque Padre solo tenemos uno,
¡el propio Dios!”

234. Ama a la Iglesia que no teme provocar escánda­


los proféticos en los poderosos (“f e lic e s los q u e n o s e
e s c a n d a lic e n d e mi”, dijo Jesús), consciente de que
muchos más escándalos ha provocado ella en los pe­
queños a través de los siglos por aliarse a los grandes y
a sus intereses (escándalo, ese sí, que atrae la ira del
Señor: “s e ría m e jo r q u e lo e c h a r a n a l m a r c o n u n a p ie ­
d ra d e m o lin o c o lg a d a a l c u e llo ...”).

235. Ama a la Iglesia que cree en la fuerza del Espí­


ritu que está más presente en cualquier persona aman­
te y justa, que en todas sus estructuras eclesiásticas,
templos y organizaciones apostólicas.

236. Ama a la Iglesia que admite siempre con senci­


llez que Dios es más grande que ella y la asombra cons­
tantemente. Una Iglesia que admite humildemente que
es menos lo que sabe sobre Dios que lo que ignora de Él.

82
237. Ama a la Iglesia generosa que sabe darnos gra­
tis lo que gratis ha recibido. Que se reconoce pecadora,
especialmente culpable de ese pecado tan “católico” de
cohonestar situaciones injustas dentro de ella. Y se sien­
te responsable, lo reconoce, lo llora y se convierte.

238. Ama a esa Iglesia que escucha con más aten­


ción y seriedad la voz de los de “abajo”, de los pequeños
y de los débiles, que la de los de “arriba”, los ricos, los
diplomáticos y los importantes. La que tiene más voca­
ción de defensora firme de cualquier derecho humano
que de protectora de privilegios suyos o ajenos. La que
siempre antepone la causa de Jesús a la de los banque­
ros y los diplomáticos. La que sabe que la prudencia de
la diplomacia no coincide siempre con la audacia del
Evangelio; que por la diplomacia generalmente solo se
salvan los intereses de los grandes. Que los derechos
del pobre se salvan por la valentía de la lucha por la
justicia y la solidaridad.

239. Ama a la Iglesia que sabe que acabará vencien­


do no con el poder (como los grandes de este mundo)
sino por la fuerza de su santa debilidad. Porque ella
sabe que después de la muerte martirial en la lucha por
la justicia está la gloria y después del triunfo por el po­
der mundano está la derrota.

240. Ama a la Iglesia que busca organizarse y elegir


a sus ministros con el consenso y la participación de
todos en la comunidad, y no por efecto de conciliábulos
eclesiásticos de presión y de curia, sean los que sean.

241. Ama a la Iglesia que siempre teme mucho más


pecar de severidad y autoritarismo que de liberalidad
audaz y comprensión evangélicas. La que no se identifi­

83
ca con unos “j u s t o s ” que no se arriesgan a caminar,
sino que protege y anima a aquellos “p e c a d o r e s ” que
han caído por animarse a dar pasos allende fronteras y
abrir nuevos rumbos para el evangelio.

242. Ama a la Iglesia que te ofrece un Dios vivo, fas­


cinante y siempre nuevo, que no se puede “congelar” en
documentos o definiciones dogmáticas, porque ella lo
descubre distinto a cada momento, inagotable, y que se
manifiesta en situaciones y personas que no siempre
son las esperadas y a veces hasta con mayor nitidez.

243. Ama esa Iglesia que sabe ser a la vez maestra


en humanidad y discípula. La que te ofrece la mayor
libertad en las decisiones de tu conciencia y más y me­
jores elementos para formarla. La que no tiene otra moral
que la regida por la suprema ley de la justicia, la liber­
tad y el amor en todo.

244. Ama a la Iglesia que no capitaliza bienes que se


apolillan en sus arcas, amontonando riquezas en dine­
ro, tierras, edificios y acciones en las bolsas, mientras
las mayorías excluidas se mueren de hambre por miles
cada día.

245. Ama a la Iglesia que no tiene miedo al cambio,


que se despoja de su rigidez institucional, autoritaria y
paternalista, que deja de aparentar ser ese “asilo de
ancianos del espíritu”...

246. Ama a la Iglesia que siempre sabe encontrar su


lugar correcto a la hora de optar entre las víctimas o el
verdugo, entre el crucificado o el César... Y que cuando
pretende no estar con unos ni con los otros, ser neutral
en medio de tanto crimen, en ese mismo momento sabe

84
que deja de ser cristiana: “E l q u e n o e s tá c o n m ig o e s tá
c o n tra m i", dijo Jesús.

247. Ama a la Iglesia que no se instala en sus con­


vicciones y posesiones, porque el recuerdo del Crucifi­
cado le es muy desestabilizador, peligroso y subversivo
de seguridades. Ama a la Iglesia que tiene siempre pre­
sente y vivo en sus entrañas a ese sentenciado y ejecu­
tado Jesús de Nazaret, que fue locura para los sabios,
escándalo para los piadosos y perturbador para los po­
derosos. Que siempre fue extraño frente a la piedad, la
sabiduría y la política establecidas por los poderes de
su época. Que se hizo hermano de los despreciados, de
los abandonados y de los señalados con el dedo por la
“gente bien” de la sociedad.

248. Ama a la Iglesia crítica y peligrosa frente a los


poderes de turno como el crucificado, que ofrece a ma­
nos llenas el regalo evangélico de esa energía
transformadora del resucitado para pasar de lo viejo, lo
injusto o inservible, a la nueva y fraterna justicia.

249. Ama a la Iglesia que entrega al mundo la buení-


sima noticia de que Dios apostó por los seres humanos
y que lo que nos salva no es acertar religiosamente con
el Dios verdadero, sino construir la Tierra Nueva y el
Cielo Nuevo en el amor, empezando por los olvidados y
excluidos de este mundo.

85
xii. A cerca de la comunidad

250. Como miembro de los seguidores del movimiento


de Jesús debes tener presente que frente a las formas
de organización social individualistas, impersonales e
injustas, frente a ritualismos vacíos y ajenos a la prác­
tica de la justicia, Jesús inició y propuso como a lte r n a ­
tiv a re n o v a d o ra una opción comunitaria de vida muy
peculiar: una comunidad de hermanos y hermanas,
donde no tienen cabida las estructuras de dominación:
“S a b e n q u e los q u e s o n te n id o s c o m o j e f e s d e la s n a ­
c io n e s , la s d o m in a n c o m o s e ñ o re s a b s o lu to s y s u s g r a n ­
d e s los o p rim e n c o n s u p od er. P e r o n o h a d e s e r a s í e n tre
u s te d e s , s in o q u e e l q u e q u ie r a lle g a r a s e r g r a n d e e n tre
u s te d e s , s e r á v u e s tro servid or, y e l q u e q u ie r a s e r e l p r i ­
m e ro e n tre u s te d e s , s e rá e s c la v o d e tod os, q u e ta m p o c o
e l H ijo d e l h o m b re h a v e n id o a s e r s e rv id o , s in o a s e r v ir y
a d a r s u v id a c o m o re s c a te p o r m u c h o s ” (Mc 10, 42-45).

251. Que todo en tu comunidad contribuya a mani­


festar una actitud de servicio y de humildad, como in­
dica Lucas (24, 26). La autoridad es un elemento inelu­
dible de la comunidad, entendida no solo moralmente,
sino jurídica, esto es, como capacidad decisoria-
resolutoria. Ella no solo puede sino que debe contribuir
decisivamente a dinamizar la vida comunitaria. Sin la
autoridad, las fuerzas o personalidades centrífugas y
desintegradoras del grupo pueden llevar a rupturas y a
divisiones irreparables. Pero la autoridad será siempre
un servicio a la comunión, un ministerio de unión.

86
252. El desafío para tu comunidad estará en garan­
tizar el rol de la autoridad al mismo tiempo que se deja
de lado el de p a d r e , prohibido en la Iglesia fuera de la
realidad divina de Dios. La categoría de padre nunca
más podrá ser empleada porque con ella se usó y abusó
para revestir y travestir de dignidad sagrada la autori­
dad humana. El lugar de Dios-papá (A b b a ) no puede
ser ocupado por ninguna figura humana. “N o lla m e n a
n a d ie p a d r e e n la tierra , p u e s u n o s o lo e s v u e s tro P a d re ,
e l d e l c ie lo ” (Mt 23, 9). Es u n m a n d a m ie n to transmitido
por el mismo Jesús a la comunidad cristiana para que
no se atribuya ningún tipo de autoridad patriarcal o de
dominio paternalista a nadie. La oración del “A b b á nues­
tro” expresa con claridad la situación de libertad y fra­
ternidad gestada en la comunidad mesiánica.

253. Defenderás siempre a la comunidad como una


sociedad sin padres, sin autoridades paternas ni
patriarcales (y menos aun paternalistas), porque ella
es engendrada y nutrida por el A b b á de Jesucristo. En
la comunidad no hay otra dignidad que la ordenación
al servicio. Recuerda que San Mateo (23, 8-11) contra­
pone la fraternidad sin distinciones en la comunidad
al falso culto y al jerarquismo de las altas dignidades
del judaismo.

254. Lucha para que en tu comunidad se erradiquen


los títulos de poder mundano. Que nadie se dirija a los
presbíteros como “padre”, al obispo de Roma como “San­
to Padre” y a los cardenales, obispos, etcétera, se les
siga llamando con títulos honoríficos trasnochados,
como “Eminencia”, “Excelencia”, “Illustrísima”, “Mon­
señor” (“mi señor”). Eso es desobedecer el mandamien­
to de Jesús y reintroducir en la comunidad lo que con­
sideró como pagano y ajeno a su A b b a .

87
255. Es bueno que tengas presente al pertenecer a
la Iglesia aquella vieja comunidad de Jerusalén, la de
los primeros cristianos, tenida entonces por Iglesia-
madre y modelo (Hech 2, 43-47; 4, 32-37). Esa comuni­
dad vivía la k io in o rd a , esto es, la comunidad de fe, de
corazones, de bienes, de evangelización y de oración.
Era una verdadera comunidad de vid a . Compartían y
ponían en común sus bienes porque así entendían las
exigencias mínimas de la comunión evangélica.

256. Ayuda siempre a que en tu iglesia la comunión


de vida y de bienes constituya el ideal a conseguir. Como
en la comunidad de Jerusalén (“todos los c re y e n te s v i­
v ía n u n id o s y te n ía n apanta koina 'to d a s la s c o s a s e n
c o m ú n ’. V e n d ía n s u s p o s e s io n e s y s u s b ie n e s y re p a r ­
tía n e l p r e c io e n tre to d o s s e g ú n la n e c e s id a d d e c a d a
u n o ” (Hech 2, 44)... N a d ie lla m a b a p r o p io a n in g u n o d e
los b ie n e s , s in o q u e to d a s la s c o s a s les e ra n koina ‘c o ­
m u n e s ’ (Hech 4, 32)”. La consecuencia más hermosa de
esa k o in o n ía integral, de esa comunión, ese ser “un solo
corazón y una sola alma” será -como en las primeras
comunidades- que “ n a d ie p a s a b a n e c e s id a d ” y “no h a ­
b ía p o b re s e n tre e llo s ” . Esa era la prueba de que se es­
taba cumpliendo la promesa mesiánica de que con la
llegada del Mesías desaparecería la pobreza sobre la tie­
rra (Dt 15, 4).

257. Procura que en tu comunidad no suceda lo que


condenaba Pablo a la gente acomodada de la comuni­
dad de Corinto: “c u a n d o tie n e n u n a r e u n ió n r e s u lta im ­
p o s ib le c o m e r la c e n a d e l Señor, p u e s c a d a u n o s e a d e ­
la n ta a c o m e rs e s u p r o p ia c e n a y m ie n tra s u n o p a s a
h a m b re , e l o tro e s tá b o r r a c h o ” (1 Cor 11,17 ss.). Tam­
bién S a n tia g o en su carta (5, 1 ss.) expresa su malestar
porque se olvidaron de los pobres y de lo que es central

88
en toda comunidad cristiana. El alegato de Santiago
constituye uno de los más graves del Nuevo Testamen­
to contra los cristianos ricos que olvidan a sus herma­
nos cristianos pobres: “A h o r a b ien , u s te d e s , ricos, llo ­
re n y d e n a la rid o s p o r la s d e s g ra c ia s q u e e s tá n p a r a
c a e r s o b re u s te d e s . V u e s tra r iq u e z a e s tá p o d r id a y v u e s ­
tro s v e s tid o s a p o lilla d o s ; v u e s tro o ro y v u e s tra p la ta e s ­
tá n to m a d o s d e h e rru m b re y s u h e r r u m b r e s e r á te s tim o ­
n io c o n tr a u s te d e s y d e v o r a r á v u e s tra s c a r n e s c o m o f u e ­
go. H a n a c u m u la d o r iq u e z a s e n e s o s d ía s q u e s o n los
ú ltim o s . M ire n : e l s a la r io q u e n o h a n p a g a d o a los o b r e ­
ros q u e s e g a ro n v u e s tro s c a m p o s e s tá g r ita n d o ... ”.

258. Como los viejos profetas y como Lucas en sus


“malaventuranzas”, Santiago exige que no separes fe y
vida, religión y opción por los pobres: “la re lig ió n p u r a e
in ta c h a b le a n te D io s P a d r e e s é s ta : v is ita r a los h u é r fa ­
n o s y a la s v iu d a s e n s u tr ib u la c ió n y c o n s e r v a rs e in c o n ­
ta m in a d o d e l m u n d o ” (Sant 1, 27).

259. En la comunidad de los seguidores de Jesús


todos los miembros son iguales. A nadie le está permi­
tido despreciar o erigirse en juez sobre sus hermanos o
hermanas. En la comunidad no hay espacio ni autori­
zación para la acepción de personas. Si hay que acep­
tar alguna diferencia será siempre a favor de los pobres
(Sant 2, 1 ss).

260. Ten presente que la comunidad cristiana no es


un organismo social o una empresa, es una f r a t e r n i ­
d a d . Entre hermanos y hermanas debe disfrutarse y
garantizarse la igualdad y la libertad: debe desterrarse
todo paternalismo que pretenda considerar a los inte­
grantes de la comunidad como menores de edad. Los
“p a d re s ” no tienen ni lugar ni función en la comunidad

89
cristiana. Es una comunidad de hermanos y hermanas
sin marginación por razones de sexo, que cuestiona en
su raíz la estructura patriarcal de las iglesias y de la
familia judía.

261. Defiende el principio del movimiento creado por


Jesús de que las mujeres, “ la s a m ig a s d e J e s ú s ”, se
incorporen plenamente al discipulado de iguales, con
las mismas condiciones y los mismos derechos que los
varones. Por algo ellas fueron las primeras testigos de
la resurrección y quienes llevaron la gran noticia.

262. Que la vida de tu comunidad -a la que te incor­


poras por el b a u tis m o - se sustente en la f e que adhiere
al mensaje de Jesús, en la c e n a d e l S e ñ o r, o fracción del
pan en las casas en memoria de Él y en la c o m u n id a d
d e b ien e s. Que siempre sea signo del “Dios que es amor”
(1 Jn 3, 8) y que por eso, como los paganos en la época
de Tertuliano, pueda exclamar: “¡Miren cómo se aman!”.

263. Que en la comunidad no se absoluticen formas


culturales determinadas, ni poderes jerárquicos que cen­
tren todas las decisiones oprimiendo a los fieles. Que la
comunidad no se convierta en una estructura rígida,
que mate la fantasía, el espíritu creativo y critico. Que
lo nuevo, la novedad que inspira el Espíritu, no se con­
vierta en sospechoso o enemigo de la tradición. Que las
tensiones no se resuelvan por mecanismos represivos
sino con el discernimiento participativo y la oración.

264. Preocúpate de que tu comunidad, como las pri­


meras del Evangelio, no se rija por un único modelo,
sino que asegure lo fundamental: los servicios necesa­
rios para anunciar el evangelio y el seguimiento de Je­
sús en el servicio a los pobres.

90
265. Que tu comunidad tenga una estructura que
posibilite el despliegue de los diversos c a ris m a s (del grie­
go ja r is : gracia, don), que el Espíritu le regala. Ellos
tienen que ver con la palabra, con la asistencia a los
pobres y con la organización y dirección de la comuni­
dad. Por eso ella será el lugar natural de los profetas,
del discernimiento de espíritus para defenderse de los
falsos profetas, de proclamadores de la palabra, após­
toles, maestros, cantores, los que cuidan enfermos, los
que sanan, los que organizan las actividades, los que
tienen el don de lenguas, etcétera. Los carismas no son
propiedad de los que mandan, sino que los regala el
Espíritu para el bien común y la construcción de la co­
munidad.

266. Procura que ningún carisma absorba o preten­


da imponerse sobre los demás o que algún miembro de
la comunidad pretenda concentrar en sí todos los
carismas.

267. Procura que tu comunidad no se articule con­


traponiendo clérigos a laicos, la jerarquía al pueblo de
Dios, Iglesia docente (que enseña) e Iglesia discente (que
aprende). Que todos en ella estén siempre en actitud de
servicio, de d ia k o n ía . Que toda ella sea responsable de
anunciar el evangelio, de seguir a Jesús y de edificar la
Iglesia. Y que celebre la cena del Señor en la esperanza
de la llegada del reino y en la alegría del compartir.

268. Procura que tu comunidad esté dispuesta a


reinventar la Iglesia cuando ella tienda a volverse
intimista y su dinamismo evangélico se apague. Que
sea una comunidad cálida, en la que reluzcan las rela­
ciones interpersonales estrechas y fluidas. Que tam­
bién sea lo suficientemente madura y crítica al asumirse

91
como el lugar de encuentro de lo público y lo privado, lo
místico y lo político, la contemplación y la acción, la fe y
la justicia.

269. Que tu comunidad celebre la fe y la vida en


clima festivo, creativo y participativo. Sin ritos o liturgias
rígidas, repetidas mecánicamente o anquilosadas, sin
relación con la vida de sus miembros. Que en ella todos
ejerzan de manera co-responsable sus carismas y mi­
nisterios. Que todos puedan tomar la palabra. Que ten­
ga siempre espacio para la comunión crítica con la je ­
rarquía y, si es necesario, que pueda interpelarla con
caridad.

270. Que tu comunidad sea el lugar donde los cris­


tianos interpretan la historia que les toca vivir.

271. Que tu comunidad celebre la fe vivida y el com­


promiso evangélico asumido, las experiencias profun­
das de la vida “en espíritu y en verdad”. Sean aconteci­
mientos gozosos o duros y tristes, las esperanzas, los
anhelos, los éxitos y los fracasos, lo que nace y lo que
muere, todo merece ser celebrado. Así entendidas las
celebraciones difícilmente serán rutinarias y cansadoras.
Las experiencias humanas auténticas no se repiten y
llaman con su novedad a la creatividad, a la fiesta, y a
la profundidad del sentido. La fiesta ayuda a superar
las tensiones, a enfrentarse con ellas y trascenderlas.

272. Que nadie en tu comunidad pretenda monopo­


lizar la palabra, que nadie se erija en centro y controla­
dor de los carismas. Que la comunidad no actúe de com­
parsa en torno a un director. Que sea siempre el con­
junto de la comunidad la que ore en silencio o en voz
alta, la que escuche, interiorice la Palabra, que la pon­

92
ga en práctica, que comunique el evangelio con creati­
vidad. Y que todo lo haga con despliegue de gestos y
símbolos expresivos, con los lenguajes nada rígidos del
cuerpo, todo él vehículo de expresión y comunicación.

273. Que vivas con alegría e intensidad la comuni­


dad de amor que proviene del amor de Dios a los olvida­
dos y excluidos de Israel. Que con ellos formes la nueva
familia compuesta por quienes cumplen la voluntad de
Dios. Como dijo Jesús, ahora tu madre y tus hermanos
serán otros, serán quienes cumplen la voluntad de Dios
(Mc 3, 31-35).

93
x iii . A cerca de la E ucaristía

274. Como hace veinte siglos de distancia, en la eu­


caristía haces tuya la fe de los primeros testigos que “le
re c o n o c ie ro n e n e l p a r t ir d e l p a n " (Lc 24, 31-32). Jesús
anunció e hizo presente el Reino a través de ese gesto.
Indicaba para los discípulos el ejemplo de su vida soli­
daria con el mundo de los hambrientos, de los débiles.
La memoria del gesto es también la memoria del testa­
mento de Jesús sellado con su sangre. Jesús murió como
murió porque comió como comió.

275. Jesús y sus discípulos y discípulas eran oca­


sión de escándalo, no solo porque comían alimentos que
“no les estaba permitido comer” según la ley religiosa
(Mc 2, 23), sino también por la manera cómo los co­
mían: “sin lavarse las manos” (sin el rito de purifica­
ción). A ello respondió Jesús con una de sus más duras
respuestas, rechazando la tradición religiosa que dis­
tinguía entre el exterior de la persona y su interior: “¡In ­
s e n s a to s !” , les dijo, “¿ a c a s o e l q u e h iz o lo e x te r io r no
h iz o ta m b ié n lo in te r io r ? " (Lc 11, 37). Declaró también
que no hay ningún alimento impuro: que nada de lo
que Dios ha creado separa del Creador. Abolía así los
motivos principales de discriminación de comensales.
En la mesa del Reino nadie podrá ser excluido por mo­
tivos del tipo de alimento o de limpieza ritual con el
pretexto de mantenerse puro delante de Dios.

276. También Jesús era escándalo por causa de la


gente que invitaba como compañía para las comidas.
Los fariseos, los guardianes de la ley y del culto estaban

94
horrorizados. Comer en tales compañías era una des­
honra y hacía a esas personas indignas de participar
en el culto religioso. Jesús, al aceptar esos compañeros
y compañeras de mesa, les hacía entender que eran va­
liosos a los ojos de Dios.

277. Las comidas de Jesús enseñaban que no se pue­


de dejar a nadie fuera de la mesa, hay que hacer lugar
para que se sienten los últimos en el lugar de los prime­
ros. La mejor manera de amar al último es darle de comer.
Sentarse a comer con el hambriento, invitar al excluido,
al discriminado es decirles: “yo quiero que vivas”, “te acepto
en mi intimidad, me gusta estar aquí contigo, no me im­
porta lo que piensan de ti; comer contigo es vivir un poco
más. Dios te quiere entrañablemente”.

278. Jesús te sigue diciendo claramente que sentar­


te a comer junto a aquellos que no pueden devolverte la
invitación es introducir un pedacito del Reino en este
mundo egoísta y organizado a base de intereses poco
santos. Es afirmar la vida en situaciones de muerte.

279. Que la eucaristía sea siempre para ti el sacra­


mento de la fraternidad, porque nunca ignora la justi­
cia. Que sea el sacramento de la unidad siempre atento
a las posibles divisiones que se suscitan en la comuni­
dad. El sacramento del amor que te sensibiliza en tus
relaciones comunitarias a eso que todo lo envenena: le >
rencores, los celos, las envidias y las rencillas.

280. Que la eucaristía no se vuelva para ti una litur­


gia ritualista sino que sea el sacramento del p a n c o m ­
p a r tid o y que por eso te haga presente siempre a quie­
nes mueren por causa de quienes acaparan en su mesa
el pan de los otros.

95
281. Que la eucaristía sea para ti el “memorial” de la
cena del Señor (“ h a g a n e s to e n m e m o ria m ía "). Por eso
será presencia de un acontecimiento provocativo; será
fuerza vital y de cambio en la comunidad, grito contra
la división entre los hermanos y las hermanas. Será
anuncio de libertad y exigencia de realización de la jus­
ticia del Reino de Jesús. Por eso ella nunca será para ti
simplemente un rito devocional sino una m e m o r ia p e li ­
g r o s a que te recuerda las exigencias y las consecuen­
cias del amor hasta el final, hasta el extremo de dar tu
vida por quien padece injusticia si es necesario.

282. Recuerda que la eucaristía es sacramento de


una historia conflictiva: es celebración de la vida y la
muerte de Cristo y de sus seguidores, en continuo mo­
vimiento y tensión con el mundo. De ahí su carácter
conflictivo. Ella es y debe ser signo de una realidad
liberadora, en la misma conflictividad de la existencia
histórica que lucha por los valores del Reino. Y en me­
dio de esa conflictividad es sacramento del amor y de la
fe comprometida con la justicia.

283. La eucaristía será para ti sacramento de la jus­


ticia. La búsqueda de una sociedad más justa y de unas
relaciones más fraternales entre todos será no solo con­
dición y consecuencia de la celebración eucarística, sino
también constitutivo esencial de ella. Así como no es
posible celebrarla donde no hay pan y vino, de un modo
parecido es imposible celebrarla con dignidad donde no
hay garantías y compromiso de justicia. La entrega, el
amor y el servicio de Cristo que celebras al partir el pan
lo están exigiendo.

96
284. Ten presente lo que llevó a San Juan en su evan­
gelio a suplantar el recuerdo de la institución del sacra­
mento de la eucaristía por la escena de Jesús lavando
los pies de sus discípulos, tarea que hacían los emplea­
dos de la casa. Con ello significó que la Eucaristía es el
lugar sacramental del s e r v ic io a los hermanos y herma­
nas. El sentido profundo de la Eucaristía es servir a
quienes nos necesitan. La Eucaristía nos impide olvi­
dar que el servicio solidario es central en la fe cristiana.

285. Que la eucaristía sea para ti el lugar de la fies­


ta, de la fraternidad y de la solidaridad. Que en ella
siempre celebres y realices la fraternidad; que en ella
protestes y denuncies todo aquello que se opone a esa
fraternidad, todo lo que es injusticia y opresión. Que
desde el momento en que esa fraternidad se proclama y
se realiza, la eucaristía es signo y fiesta de liberación
personal y comunitaria, en vistas a la salvación históri­
ca de los excluidos y olvidados.

286. En la celebración eucarística procura que tu


comunidad siempre recoja los ingredientes de la vida
cotidiana, los sufrimientos, las alegrías y las esperan­
zas de quienes comparten el pan de la fe y la vida. Y que
alimente las fuerzas para luchar por el pan, el vino y la
mesa para todos. Que también a los hambrientos lle­
gue el convite, la silla, el mantel y el plato bien servido.
Solo en la invitación a los excluidos y su presencia en la
mesa tendrás la seguridad de que Cristo se hace pre­
sente en la fiesta.

287. Que en la fiesta eucarística las lágrimas y los


dolores vengan siempre acompañados por los cantos
de esperanza y las danzas. Que esté presente toda la
vida con las cosechas y la pesca, los días y las noches,

97
el sol y la luna, las flores y las montañas, los ciclos de
fecundidad y el amor y el nacimiento, las nostalgias y
las muertes. Que en un día quepan los sudores, los
dolores y los llantos y en otros las risas y los cantos de
alegría. También la danza y los instrumentos musica­
les populares para celebrar como se debe. Procura que
nadie se crea demasiado importante y que todos hagan
de la fe, la alegría y el vino compartidos una trinchera
de resistencia frente a la humillación, la exclusión y la
desgracia de tantos. También ante las muertes prema­
turas, inevitables, accidentales o masivas.

288. Que la eucaristía sea una expresión plural de


encuentro y de comunicación de la comunidad. De me­
moria de la pasión y resurrección de Jesús y la de tan­
tos testigos de la fe, que sea un momento de comida
compartida y de bebida, de esa esperanza y de esa uto­
pía que recreamos sin pausa.

289. Ten mucho cuidado -al recibir el cuerpo perso­


nal de Cristo- de ser infiel a la comunidad. Pablo se
enojaba con los de la comunidad de Corinto porque “no
ju z g a b a n (d is c e rn ía n ) r e c ta m e n te e l c u e rp o ” quedándo­
se en el puro sacramentalismo individualista o en el
automatismo sacramental insolidario que ignoraba el
sentido de la cena del Señor (1 Cor 11, 29).

290. Considera cómo los discípulos de Jesús, al ce­


lebrar la eucaristía, deseaban actualizar las comidas
del Maestro con los pecadores y los publícanos, con los
despreciados y excluidos de la sociedad. A través de la
comunidad de mesa con ellos, Jesús hacía patente que
venía a anunciar y a traer la reconciliación con Dios, la
integración de los últimos a la casa paterna, la incorpo­
ración a su propia persona. Por eso la ausencia de los

98
marginados de nuestras eucaristías es una gran muti­
lación del cuerpo de Cristo, es una profanación o
desnaturalización de su cuerpo.

291. La eucaristía es siempre anticipo del Reino, de


la nueva Jerusalén celestial. De ella solo estarán exco­
mulgados quienes lesionan el cuerpo de Cristo y no los
excluidos por “el mundo” o la sociedad, “ios p u b líc a n o s
y las p r o s titu ta s ” (Mt 21, 31). La costumbre de Jesús de
comer con “p u b líc a n o s y p e c a d o r e s ” era el rasgo esen­
cial de su ministerio y su mayor piedra de escándalo,
porque anunciaba que en la mesa del Reino hay un lu­
gar de privilegio para todos los discriminados de esta
tierra por las sinrazones de raza, etnia, sexo, edad, en­
fermedad, impureza, ignorancia, oficio, pobreza... Los
que de ninguna manera podrán entrar a la sala del ban­
quete son los q u e c a r e c e n d e l v e s tid o a p r o p ia d o d e la f e
(Mt 22, 12) que nunca hace esa discriminación de per­
sonas.

292. No olvides que la noche antes de ser torturado


y asesinado Jesús dijo a sus amigos que si querían re­
cordarlo y hacerlo presente en la comunidad, se reunie­
ran a comer en su memoria y repitieran los gestos de su
última cena con ellos.

99
xiv. A c e r c a de
LA MORAL CRISTIANA

293. No temas que tu conducta moral pueda coinci­


dir con los valores y los derechos básicos defendidos
por la ética cívica. Por ejemplo, con el valor intocable de
cada persona (porque es imagen y semejanza de Dios);
o con la sagrada libertad de cada persona (en cuanto
hija de Dios); o con el valor de la igualdad en la fraterni­
dad. Porque la esperanza de esa ética cívica en una so­
ciedad (Reino) de justicia y de paz tiene evidentes raíces
cristianas.

294. Ten presente que la ética civil nunca será sufi­


ciente para orientar tu comportamiento moral cristia­
no. Ella no expresa plenamente la conducta de los se­
guidores de Jesús, sino solo el mínimo necesario para
la convivencia social. Por tratarse de un mínimo moral
para convivir en la sociedad civil, esa ética se ve obliga­
da a renunciar al carácter totalizante propio de la
cosmovisión cristiana. En ese carácter de ética de “mí­
nimos” radica su limitación: por eso la ética civil es com­
patible con tu fe al tiempo que tu fe cristiana exige una
búsqueda vital más personal, más exigente y englobante
de sentido.

295. La fe cristiana que orienta tu actuar siempre


invita y aconseja, apela a tu libertad, nunca impone o
aparece como obligatoria, porque en ese mismo acto se
transformaría en ideología fanática; asumiría el papel
alienante de un opio social y se ganaría la animadver­
sión de la sociedad. Es que al amor puede invitarse,

100
pero no imponerse por decreto: una moral impuesta es
hija de la ley, no puede tener por contenido el amor.

296. Ten presente que es el amor lo decisivo y el cen­


tro de tu vida moral cristiana. Para tu conciencia el amor
es la exigencia máxima: “E l p r im e r m a n d a m ie n to es...
a m a rá s a l S e ñ o r tu D io s c o n to d o tu c o ra z ó n ... E l s e g u n ­
d o m a n d a m ie n to e s : A m a r á s a tu p r ó jim o c o m o a ti m is ­
m o. N o h a y n in g ú n m a n d a m ie n to m á s im p o r ta n te q u e
é s to s ” (Mc 12, 28-31). “E n e l a m o r s e re s u m e to d a la
L e y ” (Rom 13, 10).

297. No debes olvidar nunca que la moral cristiana


tiene en el amor a su principal r a z ó n de ser. Todas las
exigencias religiosas y morales del mensaje de Jesús se
unifican en el amor a Dios y al prójimo. Es la gran con­
vicción nacida en la Iglesia naciente y luego sostenida
como convicción profunda en el cristianismo a lo largo
de todos los siglos: la gran aportación de Jesús en lo
moral fue su proclamación del precepto fundamental
del amor a Dios y al prójimo: “L e s d o y u n m a n d a m ie n to
n u e v o : q u e s e a m e n u n o s a o tro s . Q u e c o m o y o los am é,
a s í s e a m e n ta m b ié n u s te d e s u n o s a o tros . E n e s to to d o s
c o n o c e rá n q u e u s te d e s s o n m is d is c íp u lo s : s i u s te d e s s e
a m a n u n o s a o t r o s ” (Jn 13, 34-35).

298. Debes saber que la articulación de la moral cris­


tiana sobre la genuina e x p e r ie n c ia d e a m o r hace que
ella tenga una estructura y una exigencia muy particu­
lares. Por empezar, debes corregir el planteo moral que
empieza preguntando si una determinada acción es lí­
cita o no; o el que pregunta por la pureza o impureza de
ciertas actitudes o de las cosas. Generalmente tende­
mos a clasificar los actos en buenos y malos, lícitos y
prohibidos, en “puros e impuros”, de acuerdo a una

101
suerte de catálogo moral ya fijado de antemano, y atri­
buimos esa clasificación a la voluntad de Dios. Pensa­
mos que Dios m a n d a hacer esto y p r o h íb e hacer aque­
llo. Debes saber que esa conducta moral es más propia
de una actitud infantil, pre-cristiana, la de quien le pre­
gunta a las cosas por la moralidad (como si la moral
fuese preexistente, anterior a tu plan de amor o a tu
intención). Esta actitud moral siempre será individua­
lista, se mostrará centrada sobre sí misma, no es gene­
rosa, no es de amor, es temerosa de violar una ley, por
lo tanto no es cristiana.

299. Debes tener presente que la m o ra l c ris tia n a e s


c rea d ora , no está apoyada en una ley que la antecede,
sino en el descubrimiento de la exigencia de un plan de
amor en cada desafio a tu libertad. La moral está apoya­
da en la manera de orientar tu vida y tus actos en fun­
ción de la exigencia de la fe y de los valores cristianos.
Por eso nunca podrás encontrar “recetas” escritas de
antemano. Nunca preguntes qué está escrito en el códi­
go, qué es lo lícito o lo impuro. “N a d a d e s u y o h a y im p u ­
ro” (Rom 14, 14), decía Pablo. “T o d o m e e s lícito ” (1 Cor
10, 23) afirmaba por dos veces como queriendo que nos
quedase claro. “P e r o ... -decía Pablo también- no todo es
c o n v e n ie n te (para el plan de amor), no todo e d ific a ” (en
esa construcción de amor). En cuestiones de moral San
Pablo nos habla de conveniencia, de edificar o destruir,
no menciona la licitud o la pureza previa de un acto.

300. Recuerda siempre que la m o ra l c ris tia n a s u p o n e


u n p ro y e c to d e v id a b a s a d o e n e l a m or. Lo que pregunta
Pablo con toda coherencia no es sobre la licitud o ilicitud
en sí mismas de una acción sino por su c o n v e n ie n cia ...
La clave moral está en saber que las cosas y las acciones
son útiles o perjudiciales para un proyecto de amor.

102
301. Cualquier calificación moral tiene que tener en
cuenta, tiene que estar directamente vinculada al p r o ­
y e cto d e a m o r dentro del cual se inscribe tu vida, la in­
tención y la acción que realizas: No es “lo que e n tra en el
hombre desde fuera lo que lo hace impuro... dice Jesús
(Mc 7, 18) sino lo que s a l e de su corazón...”
(inmoralidades, robos, asesinatos, infidelidad, codicia,
maldad, engaños, vida viciosa, envidia, injuria, orgullo y
falta de sentido moral). Jesús contrapone las normas que
estaban preestablecidas, definidas de antemano, impues­
tas desde afuera, con lo q u e s a le del corazón, o sea, de la
intención de la persona, con su proyecto de vida.

302. Desde tu fe cristiana no puedes preguntar por


la licitud o ilicitud de los actos como si existieran sus
calificaciones en una especie de catálogo p r e e x is te n te
ya fijado por Dios. La licitud de una conducta humana
sería entonces a n te r io r a la aparición de la persona e
independiente de ella, de su proyecto de vida, de sus
intenciones. Esa es una típica actitud pre-cristiana, la
del primer Testamento, con sus tablas de la Ley y todas
las prescripciones sobre la pureza e impureza.

303. Ten presente que en tiempos de Jesús, la men­


talidad tradicional de los escribas y fariseos divinizaba
lo preestablecido en moral, esto es, la tradición, con
sus innumerables decretos y disposiciones sobre las
cosas puras e impuras y las presentaban como manda­
mientos de Dios. Jesús en cambio indicará a sus discí­
pulos que las cosas no son buenas o malas por sí mis­
mas, sino que dependen del proyecto de vida que ten­
gan los cristianos (lo que sale de su corazón). Es la ge­
nerosidad o el egoísmo, la bondad o la maldad lo que da
signo moral a las cosas y no éstas las que definen de
antemano qué es bueno o malo, generoso o egoísta.

103
304. Es bueno que tengas presente la buena noticia
que anunciaba Marcos: que no estás en el mundo para
ser probado, para dar un “examen” ante una ley; que
no existe para el cristiano un “catálogo” de las cosas
permitidas y las cosas prohibidas (“puras o impuras”);
es muy buena noticia saber que Dios puso en tus ma­
nos todas las cosas para que las uses creadora y libre­
mente para el amor. Por eso para usarlas bien tienes
que tener un proyecto de vida, un proyecto de amor. De
ahí que tu salvación no dependa de que cumplas lo
mandado en un “catálogo” previo de cosas permitidas o
prohibidas, sino de que establezcas un plan y organices
todas tus acciones para c o n s tr u ir junto a los demás, un
mundo nuevo basado en el amor.

305. Ojalá entiendas que el Evangelio no es un libro


de “recetas morales” precisamente porque lo que te lle­
ga de afuera (actitudes, cosas, situaciones, desafíos) no
es a priori puro o impuro, lícito o prohibido, sino que
deberá ser siempre confrontado con tu proyecto perso­
nal de amor, el que tienes en el corazón. De ahí que
Pablo haya sido tan radical en esto: lo q u e s e h a c e e x ­
c lu s iv a m e n te p o r o b e d ie n c ia a la ley e s p e c a d o . Y lo es
porque con eso se está escapando a la responsabilidad
y al deber de construir creativamente en cada situa­
ción, lo que exige la dinámica del amor (Gál 3; 1 Cor 6,
12 y 10, 23: Rom 14, 14).

306. Quizás te dé vértigo -¡pero qué liberadora!- esa


enorme libertad para amar que te otorga la fe cristiana.
Libertad total para amar porque “todo es nuestro” dice
Pablo (1 Cor 3. 23). “Porque... del Señor es la tierra y
todo cuanto la llena y É l la h a re g a la d o a u s te d e s ” (1
Cor 10, 26).

104
307. Nada menos que la misión del Hijo y la del Es­
píritu las sintetiza Pablo en esa lib e rta d c ris tia n a , esto
es, en la nueva actitud que debemos asumir frente a un
problema moral. Hasta el punto de que no comprender
este cambio equivaldría a la inutilidad de la evangeliza-
ción: “Me h a c e n te m e r q u e m e h a y a f a t ig a d o in ú tilm e n te
p o r u s te d e s " (Gál 4, 11).

308. Como cristianos -recuerda- tenemos m a y o ría d e


edad ante la ley. Pablo decía que la ley cumplía la fun­
ción de una niñera (Gál 4, 1-6), o sea, enseñaba a los
niños a comportarse. Pero nosotros, cristianos, ya no
somos infantes en la casa o la familia, sino herederos del
Padre, somos dueños y no empleados (Gál 3, 24-28). Ya
no estamos debajo de la ley o sometidos a la niñera.

309. Es conveniente que atiendas a la jerarquía o al


orden moral que generalmente estamos acostumbrados
a establecer. Ponemos por encima de todo a D io s , deba­
jo viene la ley de Dios y finalmente, debajo de todo, n o ­
s o tro s y las c o s a s creadas. Es hora de que atiendas al
N u e v o o rd e n anunciado por Jesús: Primero está Dios,
luego nosotros y Analmente todo lo demás (la religión,
la ley...) O sea. entre Dios y nosotros ya no se interpone
ni lo sagrado ni la ley.

310. Por eso la moral cristiana además de ser crea­


dora e s ta m b ié n p ro g r e s iv a (dinámica), se va descubrien­
do poco a poco en el transcurso de la vida, la exigencia
del amor se capta progresivamente. Ya no se pregunta
por la norma..., por lo que está establecido en los códi­
gos, sino por lo que me exige el amor en una situación
dada (es una aventura de libertad y amor inédita, no
puede estar establecida de antemano).

105
311. La pregunta moral ya no será para ti si algo te
está permitido o te es lícito, sino: ¿ D e q u é p r o y e c to s e
tra ta ? Porque “e l q u e a m a a l o tro h a c u m p lid o p le n a m e n ­
te la ley. P o r e s o la p le n itu d d e la ley es la ca rid a d " (Rom
13, 8). El amor es la plenitud de la ley (Rom 13, 10).
Mientras que “q u ie n d ice : a m o a D io s , y n o a m a a s u h e r ­
m ano, e s u n m en tiro s o . ¿ C ó m o p u e d e a m a r a D io s a q u ie n
n o ve, e l q u e n o a m a a s u h e rm a n o a q u ie n v e ? Este es el
mandamiento que hemos recibido de Él: el que ama a
Dios debe amar también a su hermano”. (1 Jn 4, 20-21).

312. Jesús insistió en que lo importante no es el cul­


to, no es el rito, o la tradición, sino el amor por el que
todos seremos juzgados. Jesús insistió en esto porque
conocía nuestros corazones. Sabía que solemos esca­
parnos de la responsabilidad de lo que exige el amor;
que solemos buscar el camino más fácil e inmediato y
con frecuencia, usamos para esa huida nada menos que
el culto o la excusa de la ley. Jesús señaló muchas ve­
ces con claridad que rendir culto a Dios es una solu­
ción de facilidad para dejar de lado las exigencias duras
y difíciles del amor y la justicia en determinadas situa­
ciones. Porque es más fácil rendir culto que ser justo,
aferrarse al mandamiento que amar en forma creativa
en una situación inesperada. Si la relación con Dios
que supone el culto no tiene en cuenta las relaciones
complejas con los demás, Dios siempre reacciona por
medio de sus profetas para corregir el error: “No quiero
culto sino justicia” (Is 1, 10-20; Os 5, 1-6; Jer 6, 18-21).

313. Lo cristiano es estar en una búsqueda y en una


creación constante partiendo del proyecto de amor que
te hayas fijado. El hacer algo “porque está mandado”
no era para Pablo una actitud moral cristiana. La ley
nueva es: “A m a y h a z lo q u e q u ie r a s ”... (San Agustín),

106
“p e r o n o c re a s s a b e r ta n rá p id o lo q u e e s a m a r ... ” decía
el gran teólogo H. de Lubac. Porque el amor no puede
ser dejado a la improvisación... En el amor hay que pre­
ver, hay que planificar con responsabilidad, hay que
discernir los medios a usar... y esos medios deben irse
purificando a medida que se va construyendo el plan de
amor... Hay medios simples, inmediatos, que al princi­
pio suelen aparecer como conducentes al fin, al objeti­
vo del amor, pero si los ponderas más hondamente o a
largo plazo, descubres que lo traicionan o lo imposibili­
tan, que atentan contra ese fin que siempre debe ser el
amor. (“Los m e d io s e s tá n e n e l f i n c o m o e l á rb o l e n la
s e m illa '’, solía decir Gandhi).

314. La moral cristiana crece como la fe. Deberás


planificar el amor en el tiempo con seriedad. Estás lla­
mado a la libertad, pero que no sea para ti una ocasión
de capricho sino de servicio mutuo (Gál 5, 1-13).

315. Así descubrirás que la moral cristiana, además


de ser creadora y progresiva, es también s o cia l, que no
está centrada sobre sí misma. “N a d ie b u s q u e s u p r o p io
in te ré s s in o e l a je n o " (1 Cor 10, 24).

316. La moral de lo líc ito o ilíc ito no es cristiana por­


que siempre estará vuelta hacia el propio ser, por eso
está condenada a ser egoísta, infantil y pre-cristiana.

317. La moral cristiana no busca el propio interés


sino el del hermano o la hermana, busca c o n s tr u ir (“no
to d o e d ific a ..." decía Pablo) la existencia de esos herma­
nos o hermanas en el amor. Sería bueno que vuelvas a
ver cómo habla Jesús en el evangelio de Mateo capítulo
25 y Pablo en 1 Cor 3, 10-15 cuando se refieren a lo
definitivo, a ese J u ic io f n a l al que todos estaremos so­

107
metidos. Allí aparece bien claro que la moral de lo lícito
y de lo ilícito está vuelta hacia el propio ser, es egoísta,
no es lo que contará en la instancia definitiva del Jui­
cio. Por eso Jesús trata del amor al que está en alguna
necesidad y Pablo, desde la lógica del mismo amor, nos
habla de una moral basada en el “interés ajeno”, no nos
habla de cumplir unos preceptos sino de c o n s tr u ir la
e x is te n c ia d e l h e rm a n o .

318. En definitiva, en el juicio final lo importante


será para ti la construcción de amor que hayas llevado
a cabo en tu vida; el producto de tu proyecto de vida, de
amor; tu obra, tu construcción de amor en el mundo de
tus hermanos y hermanas. Es ella la que será juzgada,
dice Pablo. Tendrás que cuidar de construir con mate­
riales que perduren, materiales nobles (amor, solidari­
dad, generosidad, gratuidad, verdad) que puedan so­
portar la “prueba de fuego” del juicio final.

319. Y la moral cristiana, además de ser creadora,


progresiva y social, e s s ig n ific a tiv a . Ello es así porque
en el cristianismo nada debe ser entendido como un
p r iv ile g io personal, sino como una re s p o n s a b ilid a d ante
el destino de los demás.

320. Tu libertad está en función de las necesidades


de tus p ró jim o s . Por eso ante una situación en que tu
conciencia no te reprocha nada, sin embargo dirás como
Pablo: “q u e y o n o v e n g a a s e r o b s tá c u lo d e lo d é b il” (1 Cor
8, 9). Porque muchas veces tu conducta madura y libre
puede ser escándalo para los que recién inician el cami­
no de la madurez ética. El amor siempre atiende al débil
y evita el escándalo. Lo espera, lo ayuda a crecer en la
libertad. Los judíos -por ejemplo-, antes de comer algo
deben saber si fue o no inmolado a los ídolos. Lo mismo
pasaba con los recién convertidos al cristianismo. Por
eso Pablo decía que “s i a lg u n o les d ije ra : e s to f u e in m o la ­
d o a los íd olos, e n to n c e s n o c o m a n d e e llo p o r causa del
q u e h iz o la in d ic a c ió n y p o r la c o n c ie n c ia ... ” (de él), no por
la tuya ya que nada te reprocha (1 Cor 10, 23-29).

321. Tú estás en esta vida para la s a lv a c ió n de los


prójimos que has hecho... Para eso tienes lo que s a b e s ,
la Buena Noticia de Jesús. Tu fe cristiana es p a r a re s ­
p o n d e r a las p re g u n ta s esenciales de las personas a quie­
nes puedes amar no solo de palabra, sino en obras y de
verdad.

322. Tendrás que inventar a cada momento y frente


a cada persona, la actitud que dialogue con ella, en una
absoluta disponibilidad, que equivale ciertamente a dar
la vida si es necesario.

323. El Padre puso en tus manos toda la creación


para que la sigas construyendo, para que la lleves a su
plenitud. Deberás discernir qué cosas, qué actitudes
construyen el amor y cuáles lo destruyen. Y esa es la
única medida de lo moral y lo inmoral en el cristianis­
mo. No estás en este mundo para superar una prueba
moral, sino para construir la fraternidad querida por
un Padre que a todos nos ha hecho hermanos.

324. Por eso la moral cristiana debe ser creadora,


progresiva, social y significativa. Toda ella se resume
en el testamento de Juan: “Q u e r id o s m íos, s i D io s n os
a m ó ta n to , ta m b ié n n o s o tro s d e b e m o s a m a r n o s los u n o s
a los o tros . N a d ie h a v is t o ja m á s a D io s : s i n o s a m a m o s
los u n o s a los o tros , D io s p e r m a n e c e e n n o s o tro s y e l
a m o r d e D io s h a lle g a d o a s u p le n itu d e n n o s o tro s ” (1 Jn
3, 7-8; 11-12).

109
xv. A cerca de la
OPCIÓN POR LOS POBRES

325. Advierte que el Evangelio es letra, no solo espí­


ritu, y ya sabemos por San Pablo que la letra mata y
que solo el espíritu vivifica. Nunca olvides que el Evan­
gelio puede matar por ser letra, además de espíritu. Esa
letra supone un problema de interpretación que, al me­
nos en ciertas partes del mundo, no es un problema
teórico: en América Latina mueren literalmente millo­
nes de personas porque -entre otras cosas- durante cin­
co siglos se ha leído el Evangelio de una determinada
manera. El problema de interpretación no es, pues, algo
meramente especulativo o superfluo. Hoy se sigue le­
yendo el Evangelio de una manera que mata no solo al
cristiano que se queda en la letra, sino a personas rea­
les que mueren porque otros han interpretado mal el
Evangelio. Es, por tanto, un problema muy grave. Pue­
des leer el Evangelio sin relación alguna con el hecho
de liberar a los pobres de su pobreza, y por eso tantos
pobres no han experimentado cambio alguno en su si­
tuación debido a que los cristianos hemos leído mal por
tanto tiempo el Evangelio.

326. Si usas el Evangelio como “lectura espiritual"


tienes el peligro de olvidar el deber de interpretarlo co­
rrectamente. El problema de la interpretación correcta
del Evangelio es que supone un discernimiento previo:
al Evangelio d e b e s le e rlo d e s d e la o p c ió n p o r los p o b re s .

327. La opción por los pobres deriva simplemente de


que los pobres son los abandonados, los excluidos de
una sociedad como la que conoces bien, y por tanto,

lio
Dios opta por ellos, por darles el Reino a ellos. Dios “se
hace cargo” de la realidad de los pobres, no es impar­
cial ante ella, toma partido. Esa es la comprensión del
Evangelio que debes asumir.

328. Optas por los pobres porque están oprimidos


por los ricos, por los poderosos, por los pocos privile­
giados que están asentados en el poder. Optar por los
pobres significa lo que entiende de alguna manera Lucas
cuando, después de decir “ b ie n a v e n tu ra d o s los p o b r e s ”,
añade: “¡a y d e v o s o tro s los r ic o s !”, significa optar con­
tra esa situación en la que existen pocos muy ricos que
acaparan los bienes de una muchedumbre muy pobre.

329. Optar por los pobres no es una actitud de “po­


breza espiritual”, de desapego “interior” de los bienes
materiales, sino hacerse cargo -como Jesús- de quien
sufre opresión y negación de los bienes necesarios para
enfrentar la vida, de quienes el hecho de vivir supone
una pesada carga.

330. La opción por los pobres es tomar partido por


aquellos en quienes la falta de humanidad aparece como
la prioridad más acuciante ante ti. Consiste en la inter­
pretación lisa y llana de las Bienaventuranzas: sacar a
los pobres de la pobreza. Las Bienaventuranzas llaman
feliz al pobre no porque tenga cualidades especiales muy
valiosas ante Dios, sino porque sufre más; y se le anun­
cia -esa es precisamente la buena noticia- que va a de­
jar de ser pobre.

331. Como Jesús que “s ie n d o ric o s e h iz o p o b r e p a r a


e n riq u e c e rn o s c o n s u p o b r e z a ” (2 Cor 8, 9), la opción
lleva a que intentes vivir con y como los pobres, asu­
miendo la ruptura y la conversión personal que ello

n i
implica. Tu opción se convertirá oportunamente en lu­
cha contra la pobreza injusta, contra quienes generan
exclusión social, participando en la lucha histórica de
liberación de los oprimidos. Inevitablemente será con­
flictiva y antagónica, como lo fue la de Jesús. No pue­
des servir al mismo tiempo a dos señores que están en
pugna, porque si estás con uno te enfrentarás al otro, y
viceversa. Debes elegir.

332. La opción por los pobres y el amor a los pobres


no son sinónimos. El amor a ellos es el mínimo no ne­
gociable, es central en el cristianismo. La opción por los
pobres incluye ese amor, nace de él, pero se sitúa en
otra parte, en otro lugar social, supone luchar contra
las causas sociales, políticas y económicas que produ­
cen pobres. Entonces el amor se convierte en actitud
consciente, solidaria y crítica, pasa de una postura sen­
sible a otra -complementaria- vinculada con un marco
político, social y económico, en el que la pobreza no es
pura casualidad o fatalidad.

333. Toda la vida y el mensaje de Jesús de Nazaret


estuvieron esencialmente vinculados a los pobres y a
su bienaventuranza. Si no tienes en cuenta esa vincu­
lación esencial (Lc 4, 16-30; Lc 7, 22-23; Mt 5, 1-12; Lc
6, 20-26; Mt 25, 31-46... y tantos otros pasajes en que
Jesús hace de los pobres y pecadores los destinatarios
por excelencia de su reino) desnaturalizas al mismo
Jesús en su condición de salvador.

334. Se trata, pues, de una pre-comprensión de quién


es ese Dios que te habla y de cuál es su plan: es el Dios
que como un buen político viene a instaurar una socie­
dad (un reino, decía Jesús) nueva y no se preocupa en
primer lugar de juzgar a los hombres, de determinar

112
quiénes son los buenos y quiénes malos, sino que va
inmediatamente a abrazar a aquellos que sufren más,
aquellos que están peor, más impedidos de ser verda­
deramente personas humanas. Es lo que Jesús nos viene
a decir, lo que nos vino a revelar; y es desde esa actitud,
desde esa simpatía por aquellos que sufren más, seme­
jante a la de Dios, desde donde debes leer el Evangelio
para ver qué te dice sobre esas personas por las cuales
y con las cuales te comprometes.

335. La opción por los pobres define el lugar históri-


co-social desde el que la Iglesia desea estar presente en
el mundo y construirse a sí misma. Esa opción es el
lugar social más propio o el más apto “d e s d e d o n d e ”
para descubrir el significado del Evangelio y el alcance
de nuestra fe. También para escuchar y entender la pa­
labra de Dios.

336. La opción por los pobres es una de las notas de


la verdadera Iglesia, al mismo nivel de las otras notas
que la definen como s a n ta , c a tó lic a y a p o s tó lic a . Por lo
tanto, si la Iglesia, en la teoría o en la práctica, negase
esta nota, esta opción por los pobres, como constitutiva
de su misión, sería herética... porque falsea uno de los
datos constitutivos de su esencia.

113
L ibro cuarto
xvi. A cerca de la cruz

337. Nunca busques la cruz por sí misma. Ella no es


un instrumento de gracia y liberación, sino de muerte y
tortura.

338. Contemplar a Jesús cargando su cruz, o cruci­


ficado, te ayudará cuando el dolor muerda tu corazón,
y abrirá un sentido insospechado a tu pasión doliente y
a la de tantos en este mundo.

339. Si la cruz te llega un día, ella te permitirá poner


mucha atención en la realidad humana de Jesús, que
no es otra cosa sino la humanidad del mismísimo Dios.
Te descubrirá su vida cargada de esperanzas y conflic­
tos, sus opciones tan divinamente humanas y las con­
secuencias dolorosas de esas opciones. Te descubrirá
la fragilidad de un ser profundamente comprometido
con sus convicciones que asumió su sentencia de muerte
sin vergüenza, sin doblegarse.

340. Que la pasión del Dios crucificado, del profeta y


el justo sufriente, despierte en ti la fuerza de resisten­
cia y de resurrección que él supo tener cuando las obras
de tu amor hagan inevitable el dolor.

341. Que la contemplación de tantos cristianos que


sufrieron prisión y torturas, o que fueron sacrificados
con saña por intentar vivir su fe hasta las últimas con­
secuencias, y que en el tormento experimentaron el
abandono de sus hermanos y hermanas en la fe, te ha­
gan descubrir el misterio de la cruz de Jesús.

116
342. Nunca te sometas a la influencia de quienes
detentando poder y dinero utilizan el símbolo cristiano
de la cruz para justificar la necesidad de tu sufrimiento
o de los pobres. ¡Ellos imponen la cruz a otros para que
se salven, dicen! En realidad solo buscan su beneficio
propio crucificando a los demás.

343. Recuerda que no será por una resignada y pia­


dosa carga de dolores y cruces como llegarás a la luz.
Dios, en su infinita bondad, no es un verdugo ofendido
y sádico que exige reparaciones dolorosas y crucificantes
para conducirte al cambio de corazón y la reconcilia­
ción. Será el amor y sus obras quienes te llevarán a la
luz. A veces ese amor implicará la cruz, sí, pero como
consecuencia inevitable y no como fin.

344. La gloria de Dios no es que suframos aquí para


alcanzar la vida eterna. Dios no prueba a nadie, decía
Santiago en su carta (1, 13); su gloria es que todos viva­
mos en plenitud, empezando por aquellos que tienen su
vida estropeada por la injusticia y la exclusión social.

345. Si Cristo murió crucificado fue para que se sepa


que en adelante no todo está permitido. Su cruz se con­
virtió en la condena más radical de las prácticas opre­
soras y crucificantes de los inocentes. Desgraciadamente
los cristianos seguimos siendo muy capaces de insta­
larnos cómodamente incluso bajo la cruz de Cristo.

346. Ten siempre presente que la cruz de Cristo nun­


ca deberá evocar ningún d o lo r is m o malsano y sospe­
choso, ese que paraliza y termina en la resignación, sino
que por el contrario nos estará convocando a una lucha
sin cuartel contra el dolor humano y contra todo lo que
produce crucifixión y muerte.

117
347. Que tu esperanza nunca se oriente a la cruz sino
al Crucificado que quiso amar a los humillados con toda
la fuerza de su corazón y por eso ahora es el Resucitado.

348. Si en tu camino de amor tras los pasos del Na­


zareno y su palabra, te llega la cruz no buscada, mira el
rostro del crucificado en los rostros de los actuales cru­
cificados de la Tierra, para que te den la valentía de no
desviar los pasos de tu proyecto de amor.

349. Recuerda que la muerte no es simplemente el


momento final de la vida, sino parte integrante de ella.
Que empezar a vivir es también empezar a morir. El
sentido que des a tu vida será el sentido que des a tu
muerte. La muerte y el dolor se irán entretejiendo al
interior de tu vida y de tu amor hasta llegar a un senti­
do único de plenitud luz o de aniquilamiento inútil y
tinieblas en el último aliento y momento de tu historia.
El odio podrá llegar hasta matar pero nunca podrá de­
finir el sentido que quien muere dio a su propia muerte
durante la vida.

350. La cruz de Jesús y su muerte no fueron una


casualidad ni obra de fuerzas naturales, ni menos aun
de una voluntad del Padre a quien amaba, sino un final
violento introducido por las fuerzas siniestras muy hu­
manas de los poderes de este mundo.

351. No separes nunca la pasión de Jesús de su vida


terrena, de sus palabras y de su práctica humana. Ve­
rás que Jesús no murió por un malentendido ni por
una “maquinación sádica”, sino que fue condenado por
las consecuencias de sus opciones cotidianas.

118
352. Jesús no sufrió ni murió por ser un masoquis-
ta, o por pensar que en el dolor y la cruz había salva­
ción, sino que murió por los motivos por los cuales
murieron siempre los verdaderos profetas de todos los
tiempos: porque colocó antes y por encima de sus aspi­
raciones y deseos personales la vida de los excluidos de
su sociedad. Porque antes que renunciar a la verdad, a
la justicia y al derecho, al ideal de la fraternidad uni­
versal, prefirió abrazar la cruz que los poderes de en­
tonces le impusieron violentamente. No en vano decla­
ró que quien quiere salvar su vida la perderá y quien la
perdiere (por fidelidad al amor) la salvará.

353. Cuando te subleves ante Dios por un dolor que


te llega de forma inesperada, no olvides que el profeta
de Nazaret que murió en una cruz era simultáneamen­
te el Hijo de Dios. Y que el Padre nunca hizo uso del
poder divino para mitigar con un milagro las consecuen­
cias dolorosas que es capaz de imponer la estupidez
humana. Si el Padre hubiese actuado así, habría atesti­
guado el poder como dominación. Eso es precisamente
lo que constituye el carácter diabólico del poder usado
para generar opresión y muerte. La muerte de Jesús en
cruz atestigua el otro poder divino, el verdadero, el del
amor. Un amor que libera, que une a los seres huma­
nos y los abre a la comunión fraterna. Que acredita por
el sacrificio de la propia vida por amor, la certeza de que
el futuro está en la justicia para el pobre y el derecho,
para la verdad que libera y la misericordia. Ese poder
nunca puede estar del lado de la opresión, de la mal­
dad, de la mezquindad y la muerte.

354. No es posible que la cruz esté siempre ausente


de tu compromiso cristiano, de tu piedad y de tu mane­
ra de seguir a Cristo. Sin ella no podrías anunciar la

119
resurrección, el sentido de nuestra esperanza. En la cruz
se encuentra la identidad cristiana, pero no porque ames
el dolor y el sufrimiento, sino porque sigues y anuncias
a un crucificado. La divinidad se ha manifestado en un
crucificado, no en el poder -como tantos quieren- sino
en la impotencia. Por eso el Dios de Jesús destruyó e
hizo idolátricas todas las imágenes humanas de Dios.
Una fe que pretenda evitar el paso por la criba de la
cruz se hará añicos contra ella. Nosotros creemos en
un Dios crucificado porque un Dios incapaz de sufrir es
un Dios que no libera del sufrimiento. Quien no llora,
no tiene necesidad de la utopía.

355. Siempre tendrá sentido asumir el dolor y la muer­


te si son consecuencia de tu lucha por disminuir el dolor
de los demás. Dios no atormenta a nadie ni quiere el
dolor de nadie. Tu Dios no es un sádico insoportable.
Alienta tu lucha contra la cruz y contra el dolor. Solo
aquel dolor que nace de esa lucha es respetable y ha sido
asumido por Dios. Disponte al desafio de la cruz y del
dolor si esa es la condición para generar vida y amor.

356. Que la historia de los muertos ajusticiados in­


justamente, como el Nazareno, siempre despierte en ti
un compromiso irrefrenable con la vida. Que la memo­
ria liberadora y viva del resucitado te fortalezca la con­
vicción de que los que han sido matados por la maldad
de otros, desde el comienzo de la historia, ya viven como
Jesús. Que por eso el futuro tiene un sentido que nun­
ca avalará al poder circunstancial de los vencedores
injustos.

357. No pretendas entender la cruz, ella no está para


ser entendida sino para ser asumida como escándalo.
Dios está escondido allí donde nos parece que nunca

120
podría estar, en el dolor de los crucificados. Donde tu
razón ve ausencia de Dios -en la lógica diabólica de la
cruz-, allí se revela su divinidad como escándalo. La
resurrección ya no será obra de la luz de tu razón, sino
del escándalo de las tinieblas de la muerte injusta de
los crucificados de la historia.

358. Nunca aceptes la cruz como una fatalidad. De­


berás interpretarla, cuando aparezca, como solidaridad
de Dios con la lucha tuya y de tanta gente por los valo­
res del Reino. Solidaridad no para eternizar ese dolor,
sino para suprimirlo de raíz, no con la violencia de la
dominación, sino con la ternura valiente del amor.

121
xvii. A cerca de la oración

359. Cuando rezas te unes a Dios en lo más profundo


de tu ser: allí donde Dios es más íntimo que tu propia
intimidad, como gustaba decir San Agustín (D e u s in tim io r
in tim o m eo). Expresas lo más grande y profundo que te
constituye: puedes elevarte por encima de tu existencia,
trascender a todas las dimensiones y magnitudes del
universo y de la historia. Puedes asumir en ella una ac­
titud “extática” y entablar un diálogo con el Absoluto.

360. Por la oración pones enjuego lo que es insobor­


nable ante cualquier ensueño de la razón: ese fondo
último del vivir humano que llamamos “las entrañas”
-la sensibilidad- la sede del sentir con los demás, del
padecer con ellos. Por eso eres capaz de orar desde la
noche oscura de la injusticia social.

361. Si sabes escuchar a Dios en tu intimidad, si


dialogas con quien tanto te ama en secreta amistad,
llegarás a descubrir su amor, hecho vitalidad en tu his­
toria y en tu vivencia personal. Allí puedes introducirte
en su intimidad y contemplar con admiración y aso­
marte a tu Dios que se muestra como Padre, Madre,
Salvador, ¡Amor! Así, la tuya será una in te rio rid a d h a b i­
ta d a por el Espíritu de Amor.

362. Jesús, cuando enseñó a orar, insistió en la in te ­


rio rid a d y el s e cre to : “C u a n d o q u ie ra s rezar, e n tr a e n tu
h a b ita c ió n , e c h a la lla v e y ré z a le a tu P a d r e q u e e s tá e n
lo e s c o n d id o . Y tu P a d r e q u e v e lo e s c o n d id o , te re c o m ­
p e n s a r á ’’ (Mt 6, 6). Así renacerás a la fraternidad soli­
daria donde está el sentido, la “vocación” de tu oración.
122
363. El primer paso de tu oración no será hablar
sino o ír la p a la b r a d e D io s . En ese oír estará implicado
tu Dios personal y su voluntad salvífica y liberadora. El
segundo paso de tu oración será h a c e r lo que has escu­
chado. Y ese responder a la palabra escuchada no debe
quedarse en la mera intención, deberá convertirse en
realidad. Y el tercer paso de tu oración será una pala­
bra de a c c ió n d e g r a c ia s o de p e tic ió n d e p e rd ó n , según
haya sido tu hacer. Será ese el momento de decir “Abba”,
Padre.

364. Tu oración tendrá también una dimensión co­


munitaria, eclesial. Vivirá de la oración que se hace con­
juntamente, en Iglesia, con los testigos actuales de la fe
y de la justicia y los otros que vivieron a lo largo de la
historia. Así tu oración personal no se convertirá en un
fin en sí, sino en el aporte a la oración comunitaria y
no pocas veces la consecuencia de esa oración
comunitaria.

365. Todo tu cuerpo puede acompañar tu oración.


Con las manos, con el rostro, con los brazos... cada
posición se convierte en adoración, gratitud, súplica.
Los gestos corporales se transforman en oración, ayu­
dan a orar, mantienen tu interior en oración. Las ma­
nos juntas que imploran, o son señal de libre entrega.
Si las entrelazas pueden significar concentración en una
presencia, súplica muda, reverencia profunda... Las
manos abiertas remiten a quien espera confiado algo
importante. El cuerpo que se inclina está como en salu­
do respetuoso, los brazos en cruz o golpeando el pecho
en gesto de penitencia... Que nada en tu cuerpo sea
indiferente o ajeno a tu oración. El andar, el estar de
pie, el reclinarte... Los ojos bajos o alzados, fijos en una
imagen...

123
366. Tu oración será siempre expresión viva de tu fe
cristiana. Por eso será siempre comprometedora. Te re­
cordará que Dios habla y se muestra en su Palabra, en
la vida cotidiana y muy especialmente en el pobre. Esa
forma de orar te invitará a una acción que busca un
cambio en tu corazón que alivie el dolor del pobre. No
es al margen de la vida ni esquivando al prójimo como
los cristianos nos encontramos con Dios. Al final de
nuestros días seremos juzgados por nuestro amor y no
tanto por nuestros tiempos de oración. La oración será
precisamente una prueba privilegiada de nuestro amor
a Dios que nos conduce al amor a los pobres y los
sufrientes.

367. Cuando ores tendrás los ojos y los oídos bien


atentos a la vida, especialmente a las situaciones de
conflicto y de sufrimiento intolerable, al grito de los que­
brantados por el mal, de los empobrecidos y abandona­
dos de esta tierra. Tendrás las manos dispuestas para
la acción constructora del Reino; tendrás el corazón
abierto a las exigencias del amor. Se trata de que con­
temples la realidad histórica desde la perspectiva del
Padre, que llama a transformar la realidad a partir de
la Buena Noticia de Jesús. Pero también estarás en
quietud, como las montañas, para hacerte eco y reflejo
fiel de la Palabra de Dios en ti ante los demás.

368. Cuando ores te serenarás por dentro, mirarás


la profundidad de tu interior con los ojos de tu corazón,
como en una laguna cristalina y serena, en la que des­
cubrirás con facilidad el proyecto hermoso y amoroso
de Dios. Por eso te darás cuenta que sin la oración,
tu mirada se vuelve opaca y solamente ves en la
superficie.

124
369. Cuando vayas a orar te dispondrás a que Dios
te renueve. Evitarás el activismo compulsivo y serás
como arcilla en manos del alfarero. Recordarás que Je­
sús nos enseñó a decir en serio: “Padre nuestro”. Así te
darás cuenta del cambio radical que ello supone para
tu vida. Dios nos hizo sus hijos e hijas, somos todos
hermanos y hermanas. Afirmado esto, tu mundo ya no
será el mismo.

370. La mejor preparación para la oración no es tan­


to el dedicate a “prepararla” eligiendo el lugar, los tex­
tos bíblicos o los devocionarios, sino los compromisos
del día, los valores, las actitudes y las actividades que
has desarrollado o que piensas llevar adelante en el
correr del día.

371. Si oras te darás cuenta de que no eres solo ra­


zón y decisión (verdad y eficacia), sino también belleza.
Te zambullirás en tu dimensión racional y en tu dimen­
sión ética, pero también en tu dimensión estética. Si en
la oración buscas la verdad y el bien, no olvides de bus­
car asimismo la belleza. Descubrirás que necesitas de
ella, como del pan y del aire. Con el correr del tiempo
irás sintiendo que se produce un proceso de simplifica­
ción en tu oración. Los contenidos doctrinales irán
dejando paso y espacio a lo vivencial y a la contempla­
ción.

372. Con la oración pasa lo mismo que con nuestras


relaciones interpersonales. Cuanto más se conoce y se
quiere a una persona, cuanto más dura esa relación,
menos necesidad hay de decirse muchas cosas que ya
se saben. Lo importante es la presencia, estar y com­
partir lo que se es y lo que se tiene con la persona
amada.
373. No reducirás tu oración a un juego de ideas. En
ella entrarán tus preocupaciones y motivaciones de tu
vida cotidiana, tus deseos, tus afectos, tus utopías y
todas las dimensiones de tu persona. En la oración des­
pliegas tus facultades intelectuales, la reflexión, la me­
ditación, el análisis, tu capacidad deductiva; tu memo­
ria, imaginación y fantasía. Atenderás a tu cuerpo y a
los sentidos corporales, a la posición que conviene que
asuma tu cuerpo al orar, a tu situación fisiológica, y
física; también tu afectividad deberá desplegarse: tus
deseos, temores, ansiedades, miedos, esperanzas, su­
frimientos, alegrías... En la oración podrás introducir
lecturas y meditaciones sobre la Palabra o sobre otras
realidades, pero lo importante es que salgas de ella más
creyente, más valiente en el compromiso con los “pe­
queños” y quienes sufren, con más familiaridad, clari­
dad y el alma afectada por la presencia del espíritu de
Jesús en ti.

374. La oración, como la belleza, no está en el mundo


de lo funcional sino de “lo inútil”. Orando te darás cuen­
ta de que necesitas de eso “inútil”, de la verdad y de la
bondad, de lo que el “mundo” piensa que sirve para nada.
Y que eso te es esencial, como el amor, que si lo quieres
utilizar en ese mismo momento deja de ser amor para
convertirse en triste instrumento y ofensa al amado o la
amada. Descubrirás que no se ama “para algo” porque el
amor tiene su valor y razón de ser en sí mismo.

375. La oración será siempre para ti una experiencia


de gratuidad. Un acto “ocioso”, un tiempo “desperdicia­
do”, que te recuerda que el Señor está más allá de lo
útil o lo inútil. La gratuidad de su existencia y de sus
dones creadores serán para ti el antídoto de toda alie­
nación religiosa.

126
376. La oración es aquel espacio humano, afectivo,
en el que encuentras respuesta a tus necesidades ínti­
mas como la belleza y el amor. Ese espacio en el que te
unificas por dentro. Y esto solo lo logras en la actitud
orante. Ni las ideas, ni el proyecto que tengas, por im­
portantes y atrayentes que sean, pueden lograrlo como
la oración.

377. En tu oración te moverás a distintos niveles o


“registros”: peticiones de perdón y súplicas ante tus ca­
rencias y fallos; adoración y alabanza por la bondad de
Dios y de tanta gente ejemplar: acción de gracias y ben­
diciones: quejidos y lágrimas; expresiones de tus senti­
mientos íntimos y de tus deseos.

378. La oración te ayudará a no cansarte ni acostum­


brarte en la difícil gesta por el Reino. Te ayudará a lu­
char de otra manera. No solo desde el análisis político o
social, sino desde el evangelio y con el espíritu de Jesús.

379. Si el testimonio de vida que das no es también


testimonio de oración, poco tendrá para decir a la gente
que lucha y espera tanto de ti. Tu estilo de vida será
diferente al del común de la gente de buena voluntad;
tu estilo será el que procede de la plegaria y se expresa
no solamente en el compromiso sino también en la con­
templación. Porque no vales por lo que tienes o haces,
sino por lo que eres, por lo que explica ese hacer. Con
tu actitud orante dirás que la alternativa está en mos­
trar que lo esencial está más allá del tener.

380. Recuerda que orar significa que la palabra Dios


se convierte en una realidad llena de significado para ti,
para la comunidad de fe, para el hoy. Quiere decir que
le infundes a la palabra “Dios” -huidiza y cargada de

127
equívocos y riesgos- fuerza evocadora digna de tu fe. Si
dices “Dios”, todavía no has dicho nada. Orar es em­
prender el largo camino que desde el genérico “Dios”
lleva a “tu Dios”, el revelado por Jesús: el Padre/Madre,
amor sin límites.

381. En la oración descubrirás que el nombre de Dios


no es solo un nombre. Resuenan en él muchos
aconteceres y experiencias, alegrías y dolores, compren­
siones y malentendidos. Como cuando pronuncias el
nombre de algún amigo y amiga: en el nombre se te
hace presente la relación que tienes con él o ella, todo
lo que tienes en común con ellos y ellas. Porque la rela­
ción que expresa ese nombre tiene para ti una intensi­
dad especial. Al pronunciar el nombre del amigo o ami­
ga le puedes ver delante pero es como si estuviera en ti.

382. Cuando oras, además de “llamar a Dios por su


nombre”, le bendices, le alabas, le das gracias, permi­
tiéndole que llegue a ser él mismo, a ser tu Dios: la
fuerza creadora que llena la tierra y el universo. Pero
sucede que cuando oras también luchas, como Jacob
con el ángel a orillas del Yaboc, también pones empeño
y esfuerzo, paciencia y trabajo, eso que la tradición bí­
blica llama "clamor” y “gemidos” (Rom 8, 27), y que al­
canza siempre las entrañas de Dios (Éx 3, 7).

383. Cuando oras traes a tu mente a Dios, a la crea­


ción y su alianza con el pueblo, todo lo que reveló en esa
historia de amor. Este tipo de oración es recuerdo
(“ a n á m n e s i s conmemoración: es mencionar las obras
magníficas de Dios, recordar quién es para ti, cantar sus
maravillas. Pero en tu oración el pasado alberga una pro­
mesa de futuro: lo que Dios significó para tantos en otros
tiempos y también aquello que-ha-de-venir.

128
384. Recuerda que orar no es un mero exclamar “Se­
ñor, Señor...” sino un modo de vivir, de esperar, de per­
manecer con el corazón abierto, despojado porque no
pretende poseer algo, preguntando a quien no es
manipulable ni calculable, pero que es tu amante y alia­
do, el Dios de Jesús.

385. Ante una catástrofe natural, tu oración debe


ser la del cristiano maduro, pidiendo a Dios fortaleza, fe
y confianza para enfrentar en la solidaridad lo que el
momento reclama: “ b u s q u e n p r im e r o e l re in o y s u j u s t i ­
cia , y to d o e s o s e les d a r á p o r a ñ a d id u ra ” .

386. Cuando ores procura que Jesús no te critique


como a los que “c h a r la n m u c h o y c r e e n q u e c o n s u p a la ­
b re ría v a n a s e r e s c u c h a d o s " (Mt 6, 7). Esos entendían
la oración como el uso y abuso de “fórmulas” para cap­
tar la atención de los dioses, y pedirles que atiendiesen
sus deseos. Jesús nos enseñó que es inútil la oración
entendida como presentación de una lista de necesida­
des personales: “ V u e s tro P a d r e s a b e lo q u e n e c e s ita n
a n te s d e p e d írs e lo ". Por eso tu oración será manifestar
tu confianza en el Padre, ponerte en sus manos amoro­
sas. En todo caso le puedes comunicar lo que es tu
necesidad más profunda: que te haga sentir su cariño,
que te inunde el corazón con el espíritu de Jesús, que
venga su Reino. Tu oración consistirá en saber... que Él
ya sabe. No tienes que convencerle de nada para que
actúe porque tu oración siempre comenzará así:
¡Padre/Madre!

387. La oración de intercesión te recuerda que el


mundo es tu horizonte. No solo recitas ante el Padre
tus necesidades y tus miserias, como proclamación de
tu existencia humana que llama a la comprensión, sino

129
que a la vez expresas que te afectan no solo los conflic­
tos que provocas, sino también los de los demás: que el
hambre y las guerras más lejanas también te afectan.
Que el enfermo, el que hoy sufre o no come, los que
están solos, te importan. Interceder en la oración es
hacerte cargo de ellos y querer comprometerte en
sostenerlos.

388. Dios conoce mejor que nadie lo que necesitas,


no es necesario pedirle "cosas” a Dios, pero la interce­
sión es el único medio del que dispones para no dejarte
encerrar en tus incapacidades para obrar eficazmente,
para franquear todas las puertas y cerrojos del aisla­
miento sensorial. La intercesión no es un escapismo de
tu responsabilidad, sino la continuación de tu lucha
diaria por otros medios. Cuanto más actúas, o tomas
partido y luchas por la justicia, más aparece la oración
como la indispensable prolongación y correctivo de tus
compromisos. Es el mismo Espíritu quien pide adecua­
damente en ti: “Y a sí, ta m b ié n e l E s p ír itu v ie n e e n a y u ­
d a d e n u e s tra fla q u e z a , p o r q u e n o s o tro s n o s a b e m o s
p e d ir lo q u e n o s c o n v ie n e . P e r o e l m is m o E s p ír itu o r a p o r
n o s o tro s c o n g e m id o s in e n a rra b le s ” (Rom 8, 26).

389. Recuerda que no solo en la oración se halla a


Dios, también en la acción justa y humanizadora. San
Ignacio lo sintetizaba tratando de ser “contemplativo en
la acción”. Decía que si solo la oración fuese el lugar del
encuentro con Dios, entonces “serían co rta s , s i f u e s e n
la s o ra c io n e s d e m e n o s d e 2 4 h o ra s a l d ía ” (Epp. Ign.
XII, 652). Para Ignacio, gran maestro de oración, la cla­
ve de la vida espiritual no es la oración, sino la fidelidad
a los planes de Dios revelados en Jesús sobre la huma­
nidad y el universo. La traducción que hoy hacen sus
seguidores es el intento de ser “contemplativos en la

130
acción por la justicia”. La traducción ignaciana de “ h a ­
lla r a D io s e n to d o ” hoy sería la promoción de la justicia
como lugar privilegiado de espiritualidad. Pero para lo­
grarlo hace mucha falta el recurso frecuente a la
oración.

390. La acción por la justicia, si es consecuencia de


tu fe, te llevará a la oración. Nunca las horas de oración
en el templo o en el monasterio serán el mejor referente
para medir tu espiritualidad sino tu abnegación y tu
entrega al Padre/Madre en los demás que padecen in­
justicia, dolor, soledad. Tu servicio de la fe y la promo­
ción de la justicia serán el “test” de tu oración. Ella será
evangélica cuando te sensibilice para esta tarea. Por
eso es tan importante que no dejes de examinar perió­
dicamente tu oración. Los frutos de bondad y solidari­
dad producidos en tu persona y en la vida serán los
determinantes para evaluarla definitivamente.

391. La oración puede traerte sosiego y tranquilidad


al alma, pero para discernir su autenticidad deberás
medir la capacidad que te otorga para h a c e rte c a r g o de
la realidad (poniendo en juego la lógica y el conocimien­
to), para e n c a rg a rte d e e lla (asumiendo la dimensión
ética) y para c a r g a r c o n la misma (en la mística de la
solidaridad).

392. Durante la oración seguramente en no pocas


ocasiones tomarás conciencia de tu inconformismo pro­
fètico. Al estar inflamado por el amor y la justicia de
Dios y, precisamente por ello, puedes a veces crear
muchos problemas en la Iglesia y ser motivo de escán­
dalo para los piadosos y para la misma jerarquía. De
ello hay innúmeros ejemplos en la historia de la Iglesia.
La persona de oración auténtica no es conformista,

131
muchas veces inquieta y crea problemas en la comuni­
dad cristiana porque el espíritu de Jesús le impulsa a
actuar así. El Jesús orante que nos presenta el Nuevo
Testamento es también el de la denuncia profètica, el
del enfrentamiento y la condena contra todo lo que en
la religión o en la sociedad envilece al prójimo. ¿Te ha
llevado la oración a las mismas actitudes y conductas
de Jesús, muchas veces signo de contradicción?

393. Tu oración siempre necesitará examen y “verifi­


cación”, nunca una “justificación”, porque todo lo que
se remite al amor pertenece al orden de la gratuidad.
Para verificar la autenticidad de tu oración deberás re­
mitirte a la clave que nos dejó Jesús en su evangelio (Mt
25, 31-46): tu oración deberá ser contrastada con la
calidad de tu relación con tu prójimo en necesidad o en
sufrimiento, en el que se te manifiesta el mismo Jesús.
En el juicio final no te van a preguntar sobre tu ora­
ción, sobre tu asistencia al culto o sobre tu espirituali­
dad -todo ello puede ser muy ambiguo en su formali­
dad-; lo que contará será el grado de solidaridad que
hayas tenido con Jesús necesitado en el hambriento,
en el encarcelado, en el desnudo... En este sentido, mien­
tras ores recuerda que la persona de corazón solidario
y que no reza será más fácilmente acogida por el Padre
en su Reino que el orante insolidario.

132
x v iii . A cerca de la tibieza

394. Es triste comprobar que al igual que en la ela­


boración de ciertos productos, como el tabaco, o algu­
nas bebidas, o ciertos alimentos que se tipifican como
“light”, o sea, livianos o atemperados en su potencia, o
en sus efectos, existe también un cierto tipo de cristia­
nos y cristianas que se han ido convirtiendo en lo que
podríamos calificar, según esa categoría, como “c r is tia ­
n o s tib io s o l ig h t '.

395. Pregúntate si no vives también esa especie de


evangelio atemperado, “light” o “descafeinado”. Un evan­
gelio que no es sal ni fermento para la sociedad. Que se
ha tornado insulso, incapaz de otorgar sabor... En pa­
labras del Nazareno, que solo sirve para ser echado a la
basura o para que lo pise la gente (Mt 5, 13). Han con­
vertido al e u -a n g e lio n (buena noticia) en un d y s -a n g e lio n
(mala noticia). Por el bautismo creen que la fe los con­
virtió en unos privilegiados, cuando en realidad en el
cristianismo todo es responsabilidad y no privilegio.
Porque esa fe que tienes no es para que te salves tú,
sino para que te sirva como fermento, como algo a co­
municar a los demás. Como una buena noticia ante
las grandes preguntas (sobre la vida, la muerte, si amar
vale la pena, si el malvado tiene la última palabra, etcé­
tera) que hoy se hace la gente.

396. Es tiempo que recuerdes que “D io s n o n o s d io


u n e s p ír itu d e tim id e z , s in o u n e s p ír itu d e fo r ta le z a , d e
a m o r y d e b u e n j u i c i o ’’ (2 Tim 1, 7).

133
397. Preocúpate por discernir si no te cuentas entre
esos cristianos que manteniendo una práctica de vida
cristiana a nivel parroquial o en algún movimiento de
Iglesia, ella no es muy exigente aunque tampoco esté
reducida a la mera práctica intimista. Compromiso que
no reconoce la indiscutible novedad y la perenne
desinstalación que supone el evangelio. Discierne si no
has sido poco atento a aquello que el profeta escribió de
la Iglesia de Laodicea: “ C o n o z c o tu s o b ra s y n o e re s ni
f r í o n i c a lie n te . O ja lá f u e r a s f r í o o c a lie n te , p e r o c o m o
e s tá s tib io y n o e re s n i f r í o n i c a lie n te h e d e v o m ita rte d e
m i b o c a ” (Ap 3, 15-16).

398. Sería triste para Dios si te encuentras entre este


tipo de cristianos típicamente tibios que creen estar en
el justo medio; que creen no haber caído en los extre­
mos; que piensan que son prudentes, sabios, inteligen­
tes. Sin embargo son solo tibios, indecisos, pasivos es­
pectadores de la historia, se han convertido, sin caer en
la cuenta, en e l v ó m ito d e D io s . Habría que recordarte
que es a la luz de ese texto revelado que deberías inten­
tar actuar de más en más en nuestra Iglesia...

399. Es bueno que sepas que un cristiano tibio no


dejará seguramente ninguna huella. Pasará sin pena ni
gloria. ¡Y pensar que había sido elegido para anunciar
el Reino como el Nazareno! Porque en su vida ya no
caben las rebeliones proféticas y ha domesticado su
moral hasta convertirla en una ética de reglas de urba­
nidad, cuando no en una estética ajustada a meras tra­
diciones religiosas. Su ideal aséptico es una suerte de
rebajada utopía.

400. Si los retos y tus esfuerzos ya no apuntan hacia


la construcción del Reino anunciado por Jesús, sino a

134
garantizarte un futuro sin sobresaltos estás entre los
cristianos tibios. Eres el tipo de cristiano, como decía
Bernanos, “c a p a z d e in s ta la r s e c ó m o d a m e n te in c lu s o
b a jo la c ru z d e C ris to ”, El problema fundamental ante
este tipo de cristianos no es el ateísmo, cuanto la idola­
tría, esto es, no tanto cuánta fe en Dios tienen, sino en
qué Dios creen. No por casualidad ese fue el problema
fundamental también para Jesús: por revelarnos a su
Padre insospechadamente parcial hacia los desprecia­
dos en un mundo estructurado por el poder como nega­
ción de los derechos de Dios y de los pobres, fue consi­
derado un blasfemo y ajusticiado.

401. Recuerda que en términos actuales, Jesús fue


un anti tibios o “light”. Exigió encarar la conversión a
Dios, el cambio de vida y las actitudes éticas y religio­
sas desde su raíz. Así fue percibido por la clase gober­
nante y sacerdotal, y también por sus discípulos. Para
sus parientes esto era un preocupante síntoma de lo­
cura (Mc 3, 21). No es de extrañar entonces que su ac­
titud nada tibia le haya costado la vida.

402. ¿Tienes claro que quien quiera seguir al Naza­


reno no puede ser tibio o “light”? El seguimiento debe
ser la opción fundamental, por sobre la de los padres,
los hijos y la propia vida (Mt 10, 37-39). Cualquier bien,
cualquier valor ha de ser sacrificado cuando se hace
incompatible con esta opción (Mt 18, 8), a semejanza
del que vende todo lo que tiene para adquirir una perla
preciosa o un tesoro escondido (Mt 13, 44-46). La op­
ción del cristiano es un compromiso tal que elimina el
falso equilibrio del “servicio a dos señores” (Mt 6, 24;
Lc 12, 21, 34).

135
403. ¿Tienes presente que la puerta que lleva a su
Reino, no es ancha ni para “equilibrados” como pueden
pretender los cristianos tibios, sino estrecha (Mt 7, 13)?
Si pretendes seguir a Jesús debes estar dispuesto o dis­
puesta a no tener donde reclinar tu cabeza, debes rom­
per con los compromisos mundanos, y una vez en mar­
cha no debes siquiera mirar atrás (Lc 9, 57-62). Debe­
rás recordar que toda ganancia temporal no aprovecha
si nos separa de Él (Mt 16, 25-26).

404. Fíjate cómo Jesús no te oculta la violencia que


habrás de hacerte para seguirlo (Mt 11, 12), por un ca­
mino de amor y sed de justicia cuya consecuencia será
la cruz (Mt 16, 21-24; Mt 17, 15). Jesús llega hasta
pedirte que nazcas de nuevo (Jn 3, 3), que te “hagas
como niño” (Mt 18, 4) y que “ocupes el último lugar” (Mt
20, 26), después de haber “perdido y triturado tu vida
como el grano de trigo” (Jn 12, 24-26).

405. Debes asumir que esta opción nada “light”, sin


buscarlo, te llevará a conflictos y tensiones, consecuen­
cia lógica de la reacción que causa una fidelidad abso­
luta al Evangelio. Por eso el cristiano será objeto de odio
(Mt 10, 22-25; Mt 18, 21; Jn 15, 19-25; Jn 16, 1), y de
división (Mt 10, 34-35) como Jesús mismo fue objeto de
odio y división, signo de contradicción (Lc 2, 34; Jn 7,
12-13). Frente a Él es imposible mantener prudencia o
indefinición, pues se está con Él o contra Él (Lc 11, 23).

406. La oposición del Evangelio al compromiso a me­


dias o tibio está condensada en su ideal de felicidad,
opuesta a la falsa dicha, según las bienaventuranzas
de San Lucas (6, 20-26). En contraste con las catego­
rías tibias de la sensatez y del equilibrio mundano, los
ricos, los satisfechos y los “bien considerados” son des-

136
calificados por el Nazareno. En cambio, los que para Él
están en la línea del auténtico evangélico son los po­
bres, los hambrientos, los sufrientes, los expulsados,
insultados y mal vistos a causa de su opción cristiana
(Lc 6, 23).

407. Ninguna tibieza muestra Jesús de cara a ciertas


exigencias que considera específicamente evangélicas. El
amor fraterno que reclama no es la actitud “sensata" y
“honesta” de buenos sentimientos y relaciones humanas
“educadas”. Para Él somos igual a los “paganos”, que
siguen esa conducta socialmente correcta, si no llega­
mos a mucho más, a perdonar las ofensas “s e te n ta v e ce s
s ie te ” (Mt 18, 21-22), si no aprendemos a no juzgar (Mt
7, 1) y a amar y perdonar a los enemigos y a los que nos
perjudican (Mt 5, 37-48) (Mt 6, 14). Más aún, nos exige
optar por los débiles y pequeños (Mt 5, 40).

408. La fe que Jesús te exige no es la de los “sabios y


prudentes” (Mt 11,25). Es la que debe hacerte capaz de
empresas sobrehumanas (Mt 14, 25 ss.); bastaría “un
g r a n o d e e s t a j e p a r a tr a s la d a r la s m o n ta ñ a s ” (Mt 17,
20; Mt 21, 21).

409. De cara a la verdad deberás seguir a Jesús que


es igualmente absoluto. Su fidelidad a esta verdad lo
llevó al enfrentamiento final con el poder religioso esta­
blecido, y a la muerte (Mt 26, 64; Mt 23, 11). En su
entrega a la causa de la verdad, Jesús será radical en
su crítica a la hipocresía, a la exterioridad (Mc 7, 3-13)
y a toda forma de fariseísmo (Mt 23, 1 ss; Me 2, 27).

410. Dejarás de ser tibio cuando te des cuenta de que


los criterios evangélicos se apartan de los criterios del
equilibrio mundano. Cuando asumas que los que apare­

137
cen últimos serán primeros en el Reino y los que son
primeros para el mundo, los últimos en el Reino (Mt 19,
30; Mt 20, 12-15). Así, las prostitutas precederán en el
Reino a muchos “bienpensantes" (Mt 21, 31), la fe de los
pecadores vale más que la religión puramente exterior
(Lc 7, 36 ss), el óbolo de una pobre viuda tiene más valor
que las dádivas de los opulentos (Mc 12, 41-44) y la pe­
nitencia del publicano pecador justifica más que la sufi­
ciencia del fariseo practicante (Lc 18, 9). Propio de au­
ténticos seguidores de Jesús es la caridad llevada al ex­
tremo (Jn 13, 1), la búsqueda del último lugar (Mt 3, 14),
la renuncia radical al poder y a la violencia (Mt 26, 51;
27, 12; Jn 18, 22) esos cristianos y cristianas auténticos
tienen su mejor expresión en la actitud de Jesús al en­
tregar su vida por los demás (Jn 10, 15-18; 13, 1).

138
xix. A cerca de la felicidad

411. No felicites a los millonarios ni a los poderosos


de este mundo. Tampoco a los famosos privilegiados de
la alta sociedad porque ello te lo prohíbe el evangelio.
En cambio ten presente a quiénes Jesús llamó felices:
-a los que tienen limpios los ojos para ver y para
decir la verdad;
-a los que tienen el corazón lleno de compasión y
misericordia:
-a los que trabajan en serio y con coraje ante los
riesgos por la paz;
- a los que tienen hambre y sed de justicia y para
conseguirla no escatiman peligros y se alegran
cuando los han perseguido por esa causa;
- a los que descubrieron que la “locura” del evangelio
pone la felicidad en los pobres, porque son los
predilectos de Dios.

412. La felicidad está más en dar a los demás gene­


rosa y gratuitamente (especialmente a quienes no te pue­
den devolver el gesto) que en recibir muchos regalos.

413. Feliz serás si sabes reírte de ti mismo y eres


suficientemente inteligente para no tomarte demasiado
en serio, así nunca terminarás de divertirte y serás apre­
ciado por tus vecinos decía Tomás Moro.

414. También decía Tomás Moro: Felices ustedes


cuando sepan mirar seriamente las cosas pequeñas y
tranquilamente a las cosas importantes: llegarán lejos
en la vida.

139
415. Felices ustedes cuando sepan apreciar una son­
risa y olvidar un desaire: vuestro camino estará lleno de
sol.

416. Feliz serás cuando sepas descansar y dormir al


final de cada jornada sin buscarte excusas. A Dios no le
gustan las personas que no descansan y viven afiebradas
de ansiedad.

417. Felices son quienes saben escuchar, apreciar el


silencio y quienes saben callar cuando es necesario. Se
asomarán a músicas y realidades insospechadas, apren­
derán muchas cosas nuevas.

418. Feliz serás si pones atención a las necesidades


de los demás sin sentirte indispensable. Serás una fuen­
te de alegría a tu alrededor.

419. Feliz serás cuando te hagas un espacio de tiem­


po para admirar una flor, descalzarte y pisar el césped
húmedo de la mañana, peinar una niña, disfrutar una
música, contemplar la luna en el espejo del lago y gozar
de una puesta del sol sobre el mar.

420. Feliz serás cuando te sientas tocado por la ma­


gia del amor de alguien y le puedas abrir tu corazón. En
todo caso, ya puedes disponerte para que entre en ti el
amor maternal de Dios.

421. Como los pobres del pueblo, ojalá sepas hacer


que lo festivo sane tus heridas y angustias, sabiendo
vivir en fiesta, en juegos, en danza y en canto. Como en
las antiguas tradiciones, que las cosechas o la pesca, el
amor y el nacimiento en familia, una nostalgia o la
muerte, vengan siempre acompañadas de cantos y ri­

140
tos coloridos. Que la alegría de la fe evangélica sea una
trinchera de resistencia frente a la situación desgracia­
da o la humillación.

422. Feliz cuando puedas vivir al ritmo de las no­


ches y los días, sin esclavizarte al reloj, abierta la piel a
la energía del sol y la luna, a la tierra con sus ciclos de
fecundidad, al mar con su misterio. Poblando tu cora­
zón de rostros queridos, lugares y fechas, de símbolos y
signos lejanos y cercanos que se pueden besar, llevar,
tocar...

423. Feliz cuando la gratuidad sea el rasgo más ca­


racterístico de tu espíritu. Que sean connaturales en ti
los abrazos y los besos, la confidencia confiada, la aco­
gida generosa, las invitaciones sin tiempo.

141
v iii . A cerca del H ombre N uevo

424. El hombre y la mujer nuevos son seres matina­


les y participativos, que viven en función del prójimo,
para servirlo, empezando por los más necesitados, por
los que más sufren.

425. Busca aprender constantemente, mídete y va­


lórate por la fuerza y la calidad de tus motivos para
actuar, de tus razones para vivir.

426. Sé capaz de trabajar solidariamente, más aún,


pon el ideal de tu realización personal en vivir y, si es
necesario, morir por los otros a quienes amas.

427. Rebélate y resiste ante toda actitud


deshumanizadora como la mentira, la injusticia, la fal­
ta de libertad para trabajar, para jugar, para comuni­
carte, para amar.

428. Que tu corazón esté hecho de materiales frater­


nales: única base sólida para edificar esa sociedad en
la que se pueda convivir en estado de alegría, con la
que sueñas y para la que vives y luchas.

429. Que tu mera presencia sea capaz de entusias­


mar a otros, de motivar en ellos una esperanza creado­
ra, imaginativa, frente a las inercias y las resistencias
propias o ajenas, para hacer un mundo diferente más
justo y habitable para todos y todas.

142
430. No desmayes en la lucha contra tus propias
deformaciones, tus hábitos torcidos, contra los residuos
persistentes de lo viejo, el egoísmo, la pereza, la vani­
dad personal, la libido desviada, los celos y las rivalida­
des poco fraternales.

431. El hombre y la mujer nuevos saben informarse


y comunicar la verdad, aun cuando la mentira sea el
pan nuestro de cada día.

432. El hombre y la mujer nuevos saben que el dere­


cho de los débiles es más sagrado que el derecho de los
poderosos. Que lo que se opone al amor no es el odio
sino la indiferencia y la insensibilidad. Y que ellas son
siem pre reaccionarias porque solo el amor es
revolucionario.

433. En la nueva humanidad el hombre y la mujer


son seres v a lie n te s , que no se achican ante las dificul­
tades, que vencen el respeto humano, que no se asus­
tan por el qué dirán los otros, que saben dar una mano
a los que están en dificultades, aun a riesgo personal, y
saben poner la otra mejilla para cambiar el corazón del
agresor.

434. Que pongas d is c ip lin a en tus actitudes y en el


manejo de tus pulsiones interiores, en el trabajo y en la
distribución de tus energías.

435. Que tu c o ra z ó n no envidie a los otros, sino que


ame y estime a cada uno en su particularidad; que sepa
perdonar las injurias y afrentas, reconciliándote con
quien te hizo mal.

143
436. R e s p e ta a los demás en toda circunstancia y
estímalos en su dignidad de persona, nunca los degra­
des al nivel de una "cosa” para provecho propio.

437. Ante la necesidad del pobre nunca des de lo


que te es superfluo o en la medida que te sobra, sino
entrégale hasta de lo que te es necesario. No olvides
que “hay más alegría en dar que en recibir”.

438. Consérvate lib re. No te sometas a la esclavitud


del dinero, o del tener muchas cosas, emplea todo para
el servicio del bien. Cuando decidas algo hazlo libre de
convencionalismos o prejuicios, de condicionamientos
sociales, de engreimientos o de soberbia.

439. Que lo tuyo sea la sencillez porque no esperas


que tus obras sean reconocidas y aclamadas; no desees
que tu mano derecha sepa lo que hace la izquierda.

440. Sé s im p le y tra n s p a re n te , que tu lenguaje y tus


actitudes sean siempre las de s í c u a n d o e s s í y n o c u a n ­
d o e s no.

441. Une la alegría al esfuerzo, la sonrisa a las gotas


de sudor, usa el ocio como sostén de la constancia y el
juego como cumbre del esfuerzo.

442. Que en todo seas lea l, siempre sigue el dictado


de tu conciencia iluminada por la fe; insobornable ante
los ofrecimientos y privilegios que te puedan alejar de
tu deber. Sé fiel a tus compromisos, a la palabra dada,
a tus obligaciones éticas.

443. Que la p u r e z a reine en tus intenciones, en tus


motivaciones, tus conductas y tus sentimientos.
444. El hombre y la mujer nuevos gastan sus vidas
en la construcción de una nueva sociedad, en la que el
ser humano ya no explota a su hermana o hermano, en
la que cada uno no vale por lo que quita a los demás
sino por lo que les da, en la que se aprende desde niño
-en el hogar y en las escuelas- a vivir atentos a las ne­
cesidades de los demás.

445. Gasta tu vida en la construcción de una nueva


sociedad que, respetando las peculiaridades de la na­
turaleza, sea liberadora, igualitaria, solidaria y
participativa, resultado de la ayuda de todos y al servi­
cio equitativo de todos.

446. Colabora en la construcción de una sociedad


en la que todos aporten según sus fuerzas y de la que
todos reciban según sus necesidades, sin desigualda­
des ni acaparamiento de algunos pocos egoístas a costa
de los más.

447. Tu sueño será hermoso si te muestra una so­


ciedad que destina sus recursos a la satisfacción de las
necesidades de todos sus miembros. Una sociedad en
la que se respetan todos los derechos humanos de sus
miembros, de sus minorías y de sus organizaciones. Una
sociedad en la que todos sienten la alegría de saberse
hermanos y hermanas.

448. El hombre y la mujer nuevos quieren creer que


todos los seres humanos son iguales en dignidad, que
el orden impuesto por la prepotencia y la fuerza es un
violento desorden; creen que una sonrisa comprensiva
y cariñosa es más fuerte que todas las armas del mun­
do; creen en la potencia de una mano ofrecida y abier­
ta, porque no se puede sembrar la paz con los puños
cerrados...

449. Los hombres y las mujeres nuevos comparten


la creencia de que:
- ser diferentes no es un peligro sino una riqueza en­
tre los hermanos y hermanas; creen que el perdonar
siempre va más lejos que el vengarse y que poder
reconciliarse es condición de una sociedad en paz;
- el amor es la única fuerza que verdaderamente pue­
de disuadir al otro de que nos agreda, es la única
fuerza efectiva de disuación entre las personas y los
pueblos;
- la paz no es un sueño porque es posible hoy; ni la
muerte es el fin de la vida de las víctimas inocentes.

450. Defiende la justicia siempre que sea irrespetada


y hazlo contra quien sea, no te importe su poder, su
cultura, sus títulos y honores.

451. Mira siempre a la otra persona de frente y con


los ojos limpios.

452. Prefiere la confianza a la sospecha o al prejuicio.

453. Alégrate con la alegría del prójimo. Canta la fe­


licidad de los otros y baila con ella.

454. Agradece y toma la iniciativa generosa, acoge


de buen grado la advertencia y adopta el buen consejo
diferente al tuyo.

455. Ponte siempre del lado del pobre y del oprimido


sin considerarte un héroe de la generosidad porque lo
que a él le falta tú se lo debes.

146
456. Mira la realidad con los ojos nuevos y asombra­
dos, como los de un niño o una niña que descubre un
universo.

457. Amanece cada día a la capacidad de contem­


plar, de descubrir, de agradecer, de jugar.

458. Gusta del perdón mayor, el que nunca es servil


ni mezquino.

459. Apasiónate por la verdad, discierne; que seas


insobornable ante los seudo-valores vendidos y empa­
quetados en los escaparates de los medios de comuni­
cación, las propagandas, tratados, códigos y leyes.

460. Cambia si es necesario el concepto mismo de


política: esto es, el mero deber de votar por un partido
cada cierto tiempo. Por el contrario, política para ti será
inventar el futuro, porque la fraternidad y la sororidad
piden una nueva orientación radicalmente diferente de
nuestra sociedad, exige de todos un auténtico esfuerzo
de imaginación creadora.

461. En la nueva humanidad la mujer y el hombre


serán un ser matinal que festeja cada día, que celebra
la vida y las criaturas, porque tiene una confianza radi­
cal en la bondad de la vida.

462. Para el ser matinal no hay ritmo monótono del


diario vivir; sabe hacer un alto en el camino cotidiano
para respirar y gozar el sentido de estar juntos en la
amistad, en la intimidad y en la alegría del compartir la
mesa. Comer y beber no tiene para el ser matinal un
único fin de apagar el hambre y la sed, sino de poder

147
celebrar un encuentro, festejar una amistad, compartir
afectos y sentires.

463. El ser matinal es un ser reconciliado y que va­


lora la reconciliación. Festeja la armonía de la relación
reencontrada. Por eso valora y puede vivir la fiesta: ella
supone alegría y orden en la bondad de las personas y
de las cosas. Por eso integra a la ocasión festiva la mú­
sica, el baile, la gentileza, la imaginación, la pureza, el
vestido de fiesta...

464. El ser matinal, desde esa confianza radical en


la vida, es un ser con buen humor. Porque tener el sen­
tido del humor es tener capacidad de ver la discrepan­
cia, la incongruencia propia o ajena comparándolas con
las dimensiones sin medida de la vida; incluso es capaz
de relativizar su propia tragedia, de reírse de sí mis­
mo...

465. El ser matinal no es solo idea y decisión (verdad


y eficacia), sino que también es belleza. Sabe que no
solo tiene una dimensión é tica , sino que además tiene
una dimensión e s té tic a : busca la verdad y el bien, pero
también la belleza. Y necesita de la armonía y de la be­
lleza, como necesita del pan y del aire soleado...

466. Ten presente que la verdad y la bondad se pue­


den situar en el nivel de lo funcional, de lo pragmático y
lo útil, por eso la b e lle z a será lo tuyo más propio porque
se la puede situar solo al nivel de lo “inútil”. El ser ma­
tinal necesita de eso inútil, de eso que todos consideran
que no sirve. Como el amor, que en el momento en que
lo quieres utilizar, desaparece, deja de ser amor, se con­
vierte en instrumento y ofensa.

148
467. Decir ser matinal es decir alguien soñador,
amante, poeta, revolucionario, con lágrimas y con son­
risas en sus ojos, con fortaleza y con ternura en sus
manos. Capaz de soñar sí, pero también de convertir
sus sueños en realidad. Capaz de amar y de hacer del
amor el supremo acto vital.

468. Respétate y ten un respeto irrestricto por la dig­


nidad de todo hombre y de toda mujer; siente en tu piel
cualquier desgarramiento, cualquier afrenta, cualquier
injusticia producida a cualquier ser humano en cual­
quier parte del universo.

469. Practica en toda circunstancia la sencillez, la


modestia, la humildad revolucionaria. Así podrás con­
vertirte en auténtico instrumento de los intereses de los
humildes, de los pequeños.

470. En un mundo de injusticia, que condena a la


miseria y al hambre a las tres cuartas partes de la hu­
manidad, opta por las víctimas, pero si tu vocación no
te lleva a vivir p a r a los pobres, ni c o n los pobres, al
menos vive como pobre luchando contra la pobreza y la
miseria asesinas.

471. Hazte radicalmente pobre para ser radicalmen­


te fraternal. Busca, desde el impulso amoroso del eros,
la identificación con los más pobres y pequeños a fin de
reconstruir la nueva familia humana.

472. Evita que el deseo de posesión te destruya, no


interpongas ante los otros las cosas que posees, las pro­
piedades que te dan seguridad pero que te apartan de
los demás y te aíslan de aquellas raíces que alimentan

149
tu humanidad (la ternura, la compasión, la solidari­
dad, el amor).

473. Evita siempre la falsedad y la mentira: sé capaz


de ser veraz, de criticar con la mirada recta, de señalar
con respeto a quien sea tus convicciones sin temor a
las consecuencias, porque así construirás la verdad y
el bien, sin el menor asomo de prepotencia, de engrei­
miento o mala intención.

474. Evita erigirte en juez de los demás: más allá de


la crítica sincera, brinda siempre oportunidades de cam­
bio a quien quiera reivindicarse.

475. Evita en tus palabras y en tus gestos toda ex­


presión chabacana, injuriosa o soez. Valora el lenguaje
como medio privilegiado de expresar tus sentimientos e
ideas. En lo pequeñito y en lo grande busca la belleza,
la armonía, el detalle, la autenticidad, la bondad.

476. Ante el sufrimiento o el dolor muéstrate capaz


de resistir, de aguantar el cansancio y toda contrarie­
dad cuando la causa del bien y la justicia así lo exijan.
Porque el hombre y la mujer nuevos empiezan allí don­
de la persona normal empieza a dar más que el común
de los mortales.

477. No trabajes ni derrames tu sudor para te n e r


más cosas, sino para ser más haciendo que los demás
también sean más humanos.

478. Que la fiesta y el ocio sean parte sustancial de


tu vida. En medio de las necesidades de tantos, mues­
tra austeridad y frugalidad, pero ten el sentido del ocio

150
-tiempo precioso en el que gozarás del sentido de las
cosas, de la ciencia y de la técnica- dándote espacio
para las actividades realmente humanas como el juego,
el paseo, la música, la fiesta, los encuentros, la medita­
ción, el cultivo del espacio interior, la contemplación y
el arte.

479. Cultiva la simpatía, la comunión fraterna, la


afectividad y la delicadeza.

480. No olvides que lo importante, el soporte de la


vida humana, no es la razón (“p ie n s o , lu e g o e x is to ’’) sino
el sentimiento (“s ie n to , lu e g o e x is to ’’), la capacidad de
ser afectado y de afectar: la afectividad. No te avergüen­
ces de que tu existencia sea sentida y “afectada” por la
alegría o la tristeza, por la esperanza o la angustia, por
el compromiso, la solicitud, la compasión, el arrepenti­
miento, la bondad o el amor...

481. Aprende a vivir en lo cotidiano la novedad del


eros y del sexo porque si Dios quiso que el sexo-genital
constituyese un ritmo natural de estímulo y respuesta,
lo erótico es un estado positivo de tu ser, un impulso
hacia arriba, hacia lo más bello, hacia lo más verdade­
ro, lo más libre, lo más humano.

482. El eros es bueno porque te incita


irrefrenablemente a investigar, a descifrar la realidad
fascinante, a buscar con entusiasmo y pasión la unión
con las personas, las cosas, su belleza, con un arte que
siente y aprecia.

483. El eros es vida que busca apasionadamente la


vida, la alegría de ser con los demás y con lo diferente.

151
No solo un sentir sino un c o n s e n tir . No solo un vivir,
sino un con -vivir, unir con c o m -p a s ió n , con entusiasmo,
con ardor y calor lo que está separado y distanciado.

484. En el eros encontrarás fuego, fantasía, fascina­


ción y maravilla.

485. Canta con las criaturas (con el sol, el vino, la


hormiga, el motor, la flor, el vestido nuevo). No hagas
oídos sordos al himno de la creación. Canta con amor
al amado o a la amada. Canta tus sentimientos, tus
esperanzas, tus desvelos, tus sueños.

486. Vive tu corporalidad integrada y reconciliada,


expresión plena de tu espíritu, lenguaje sexuado de tu
corazón, forma privilegiada y única de tu ser en el mun­
do, de relacionarte, de dialogar como en un juego ex­
presivo, visual, sonoro, olfativo y táctil.

487. No vivas tu sexualidad con temor o como una


mera función biológica o genital, sino como lo que es: el
constitutivo esencial que te da la identidad varonil o
femenina. La feminidad y la masculinidad que son tu
modo único de ser en el mundo.

488. Recuerda que el hombre es para la mujer y la


mujer para el hombre siempre un tú personal, necesa­
rio para la completa humanización. El hombre solo es
hombre ante la mujer y viceversa.

489. El hombre y la mujer nuevos nunca esquivan


esta relación dialogal, al contrario, se enriquecen en el
mutuo encuentro y gozan con él.

152
490. Solo así el placer y el orgasmo pueden conducir
a la plenitud sacramental de esa reciprocidad. Cuanto
más sean ellos mismos, más recíproco, gozoso y vivencial
será el encuentro.

491. Rescata la sexualidad comercializada como puro


instinto animal y ponía al servicio del amor personali­
zado y festivo. Entrega tu dosis de sensibilidad y ternu­
ra para humanizar las rigideces machistas incrustadas
en las estructuras patriarcales de la sociedad y de las
iglesias.

492. Consciente de que en tus entrañas late siempre


una posibilidad de vida nueva, levanta desde tu cora­
zón la esperanza engendradora de hijos libres.

493. La mujer nueva sabe que madre no es solamen­


te la mujer que ha parido un hijo y lo cuida, madre
también es sentir en las propias entrañas el dolor de
todos los niños y de todos los seres.humanos como si
hubieran salido de su propio vientre.

494. Forjadores de una ética ecológica los hombres


y mujeres nuevos se relacionan con su medio ambiente
buscando elevar la c a lid a d d e la vid a . Luchan por con­
diciones de vida que respondan a la dignidad humana
para el mayor número posible de personas.

495. Busca enderezar y humanizar este proceso de


civilización que está haciendo inhabitable el planeta.
Sé consciente de que existen sistemas de producción,
tecnologías salvajes, una urbanización y una industria­
lización que amenazan con crear un cataclismo
ecológico.

153
496. Tienes que abrirte a una percepción nueva de
la realidad: la u n id a d d e d e s tin o entre la humanidad y
su p la n e ta a zu l. Recuerda que ese destino está ligado a
recursos vitales que no son inagotables o renovables.

497. Cuida como un tesoro precioso la pureza del


a irey del a g u a , imprescindibles para la vida. Cuida la
limitada y frágil biosfera porque es de todo el conjunto
de los seres vivientes y de los que vendrán. Ellos son un
patrimonio único de toda la humanidad de la que for­
man parte indisoluble junto a nosotros.

498. Debes regirte por u n a é tic a e c o ló g ic a , basada


en un conjunto de actitudes que afirman la opción por
la vida y por el respeto del patrimonio común, no solo
heredado de tus mayores sino también “prestado” por
tus hijos y nietos.

499 Cultiva la capacidad de contemplar la grandio­


sidad y la armonía del cosmos en la hermosa majestad
del mundo natural. Desde lo más grande hasta lo más
pequeñito. Que no solo lo estudies, lo transformes y
uses, sino que en el silencio lo contemples venerando
en él una Presencia que te conducirá a una actitud
contemplativa.

500. Que la utopía sea para ti la mochila para mo­


verte en lo cotidiano; ese principio-esperanza, ese decir
constantemente no a lo que es muerte, a las esclavitu­
des, a las esperanzas amortiguadas.

501. No apagues esa sed insaciable de admirar, de


saber, de sentir, de gozar, de amar, de comulgar con la
realidad cósmica, de encontrar la total realización y ple­
nitud tuya y de los demás.

154
502. Trabaja, lucha y descansa con el pleno conven­
cimiento de que el sufrimiento de los vencidos y de los
humillados de esta historia tiene un sentido y un futu­
ro. Que la vida triunfará sobre el absurdo gracias a tu
acción colaboradora y a tu compromiso con la vida de
las víctimas. ¡Porque el mal no tendrá jamás la última
palabra!

155
Algunos datos biográficos de Luis Pérez Aguirre

1941 - El 22 de abril, en el piso 4 de Ejido 1217, nace Luis María


Pérez Aguirre. Es el segundo hijo de Raquel Aguirre Maza
y Luis Pérez Villegas. Con los años, serán ocho los her­
manos. Es una familia de sólida posición económica.
Desarrolla sus estudios de primaria en el Colegio Richard
Anderson.
1957 - Culmina el cuarto año liceal en el Sagrado Corazón. En
ese mismo año realiza su primer vuelo solo, como piloto,
en el marco de sus clases de aviación. Dos años antes
había cruzado la cordillera de los Andes a pie escalando
hasta los cinco mil metros.
1961/- El sacerdote jesuita Luis Montes lo ayuda a procesar su
1963 búsqueda interior. Perico diría después que Montes fue
clave para asumir que su vocación de compromiso social
con el prójimo debía concretarse por la vía del sacerdocio.
La opción es por la Compañía de Jesús.
A poco de iniciado el noviciado, sus compañeros comien­
zan a llamarlo Perico, el apodo que lo acompañó el resto
de su vida.
1964 - Estudia filosofía en Argentina, como parte de su proceso
de formación sacerdotal.
1965 - Estudia teología en Toronto (Canadá) durante el día y
recoge gusanos en el barro por las noches, para una
empresa pesquera canadiense, porque no quería que su
formación lo alejara del mundo del trabajo. Luego, ingre­
sa como obrero en una laminadora de acero.
1969 - Es ordenado diácono, en Toronto.
1970 - En julio, es ordenado sacerdote, en Montevideo.
1972 - Desarrolla labores en la Casa de la Juventud Ramón
Cabré, en Montevideo.
1973 - Golpe de Estado en Uruguay.
1974 - Inicia una acción pastoral en la zona portuaria, en parti­
cular desarrolla un trabajo de asistencia y solidaridad
con las prostitutas. A partir de esta experiencia derivará
al trabajo con los niños abandonados.
1975 - Es uno de los fundadores de la Granja-Hogar La Huella,
ubicada en la periferia de la ciudad de Las Piedras, aun­
que no reside en ella desde el comienzo, porque, por un
lado, estaba encargado de la formación de los estudian-

156
tes jesuitas y, por otro, ya había comenzado a tener pro­
blemas con el régimen militar.
1976/- Es detenido o citado, en numerosas ocasiones, por fuer-
1982 Zas policiales y militares. Lo someten a torturas en la
Jefatura de Policía de Montevideo.
1978 - Viaja a España y realiza un curso de sociología en la
Universidad de Comillas (Santander).
A la vuelta de su viaje, los miembros de la comunidad de
La Huella lo invitan a vivir con ellos. “Pase lo que pase”,
le dicen. Pasa a residir en el antiguo gallinero del predio,
entonces desafectado.
1980 - Participa en el proceso fundacional de la revista pedrense
L a P la z a , dirigida por Felisberto Carámbula. En ella co­
laboran, entre muchos otros, José Germán Araújo, Gon­
zalo y Marcos Carámbula, Manuel Flores Mora, Luis Hie­
rro Gambardella, Oscar López Balestra, Juan Martin Po­
sadas, Enrique Tarigo y Alberto Zurriarán.
1980/- En el “gallinero” de La Huella, mantiene frecuentes re-
1984 uniones con dirigentes políticos de viejas y nuevas gene­
raciones. Además de la mayoría de sus ya nombrados
compañeros de L a P la z a , asisten José Pedro Cardoso,
Manuel Flores Silva, Enrique Pintado, Carlos Pita y Víctor
Vaillant, entre otros.
1981 - Es cofundador de la sección uruguaya del Servicio Paz y
Justicia (Serpaj).
1982 - Es procesado, en marzo, por un artículo suyo publicado
en L a P la z a , titulado “El guerrero y la paz”, en el que
expuso la idea de que una persona que fue entrenada
como una prolongación del fusil es la menos indicada
para dirigir una sociedad civil, porque en ella hay que
buscar y encontrar criterios de paz y conciliación social.
1983 - Junto con el también sacerdote Jorge Osorio inicia un
ayuno, en la sede del Serpaj, para pedir la reanudación
del diálogo entre el régimen militar y las fuerzas políticas
autorizadas, interrumpido por el gobierno. Tres días des­
pués, se suma al ayuno el pastor metodista Ademar
Olivera. La medida dura quince días.
1984 - Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz (1980), le
ofrece la coordinación latinoamericana del Serpaj. Con­
testa que no porque “hubiera tenido que abandonar La
Huella e irme a vivir a otro lado”.

157
1985 - La Organización de Naciones Unidas otorga al Serpaj la
condición de entidad consultiva.
1986 - Es condecorado en la Embajada de Francia, en Montevi­
deo, como Oficial de la Legión de Honor. Comparte esa
alta distinción con otros dos uruguayos: la doctora Adela
Reta y el contador Enrique Iglesias.
1988 - Recibe en Nueva York, junto a otras personalidades, el
Premio Human Rights Watch.
C olabora activam en te con las m ujeres que crearon
ese año el sindicato de prostitutas (AMEPU).
1993 - La publicación de su libro L a I g le s ia in c r e íb le (Ediciones
Trilce, Montevideo) provoca un escándalo. Como conse­
cuencia de ello es sometido al régimen de censura ecle­
siástica por las autoridades de la Iglesia Católica.
1994 - Es designado experto independiente del Centro de Dere­
chos Humanos de la ONU, un cargo de confianza del Se­
cretario General, el egipcio Boutros Ghali.
1996 - Muere en Montevideo el sacerdote jesuita y teólogo Juan
Luis Segundo, el hombre al que Perico consideró decisivo
para mantener su opción sacerdotal y superar momen­
tos de duda. Segundo era profesor de teología en las uni­
versidades Harvard (Estados Unidos), Oxford (Gran Bre­
taña) y de París (Francia). Nunca pudo enseñar teología
en Uruguay.
1997 - El ghanés Kofi Annan, nuevo Secretario General de la
ONU, ratifica a Luis Pérez Aguirre en su cargo.
2000 - Interviene discreta y decisivamente en las gestiones que
terminarán en el reencuentro de Juan Gelman con su
nieta desaparecida.
Es hospitalizado en dos ocasiones en estado delicado. Ya,
dos años antes había tenido problem as de salud sig­
nificativos.
Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos lo pro­
ponen para integrar la Comisión para la Paz, creada por
el presidente Jorge Batlle para esclarecer las desapari­
ciones ocurridas en el país durante la dictadura militar.
Por su experiencia recae en sus hombros gran parte de
las tareas.
2001 - Muere en el balneario Costa Azul (Canelones), el jueves
25 de enero en un accidente de tránsito.

158
Bibliografía de Luis Pérez Aguirre

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(junto a
M a n u a l d e ju e g o s , 2 0 0 j u e g o s a l s e r v ic io d e la e d u c a c ió n
Patricia Rinderknecht), Ed. Bonum, Buenos Aires, 1976, 15a.
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M u je r d e la V id a , con dibujos de Pilar González, Ediciones Trilce,
Montevideo, 1991, 116pp.
O b r a s E s c o g id a s : A n t i- c o n f e s io n e s d e u n c r is tia n o , L a o p c ió n e n ­
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f e m e n in a , D e s n u d o d e s e g u r id a d e s , Ediciones Trilce, Monte­
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P a r a le e r la E n c íc lic a e n c la v e d e S u r (junto a Clodovis Boff), Edi­
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R o m á n L e z a m a J o o s , Don Orione, Montevideo, 1978, 61 pp.
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T e s t ig o s d e C r is t o h a s t a la m u e r te , Serpaj, Buenos Aires, 1982.
U n a b u e n a n o t ic ia s o b r e e l s e x o , Ed. Paulinas, Montevideo, 1982,
2a. ed. 1984, 85 pp.

160
Este vademécum ("lib ro de poco volumen y de fácil manejo para
consulta inmediata”) es para que lo tengas a mano en la mesita
de noche o en un rincón de la mesa de trabajo para que lo
puedas hojear en un ómnibus o en la sala de espera del médico,
en la cola para cobrar la jubilación o en la calma de la tarde

Puede ser leido y comentado en familia o en comunidad Esta


confeccionado de tal manera que puedes abrirlo en cualquier
página y comenzar su lectura por cualquiera de los párrafos.

Mi in te n c ió n es o fre c e r algunas claves que ayuden a


profundizar eri la fe, ahondar en la esperanza y madurar en
las razones que lo s cristianos podemos vivir como muy buenas
noticias (evangelios) para nosotros y nuestros contemporáneos.

Que est,as paginas ayuden a que cada cual se pregunte de


verdad qué cree y cómo cree. Que sepa decirlo a ios demás con
sencillez y que se atreva a decirlo como buena noticia

Me gustaría que quien use este vademécum lo haga con


benevolencia, lo aproveche de la mejor manera posible y lo tome
como lo que es: mi confesión de fe Si a alguien le sirve para
crecer en su vida cristiana, ¡a/e/uya! (es decir ¡que Yahvé sea
alabado!)

Lu is P t it iz A o u ir r f . 1 1041 2001; graduado en Filosofía y Teología, lúe


ordenado sacerdote jesuita en 1 9 10 Inició su acción evangélica en la asiste 1 1<la
y solidaridad con las pro stituta s. Luego derivó al trabajo con runos
abandonarlos y fue uno de los fundadores de la Granja Hogar La Huella Fue
cotí inductor del Servicio de Paz y Justicia y por su tarea en defensa de F >s
Derechos Humanos fue encarcelado y torturado durante la dictadura militar
Recibió altas distinciones a nivel internacional y se desempeñó como F xj ¡cito
ante Naciones Unidas. A pedirlo de Madres y Familiares de Detenido,
Desaparecidos integro, en el ano 2000, la comisión para la Paz.
Sus reflexiones y aportes los plasmo en cerca de veinte libros, algunos
traducidos a varios idiomas.

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