Arfuch - El Espacio Biográfico (Cap 3, Vida Como Narración)

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86 EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA 1

t
por los ideales de libertad, autorrealización y autoexpresión creativa, como en 1
!
dem.andas por derechos, benevolencia y JUSticia universales" (Taylor, 1996:
525). Pero, se pregunta, ¿cómo hacer compatibles un propósito de vida "in~
1
trínsecamente valioso, que supere el utilitarismo" donde sobrevive el mito
romántico de la realización personal, con las tendencias crecientes a la racio~
nalidad instrumental, con el "expresivismo subjetivista" que signa nuestra época
-en mi lectura, próximo de la "cafda" en el narcisismo de Sennett-, apoyado 3. La vida corno narración
en un "régimen terapéutico"? ¿De qué manera compatibilizar valores "univer~
sales", con la actual disgregación identitaria, las afiliaciones coyunturales, el l 1
desdibujamiento de la idea de comunidad? En la dificultad de la opción, el filó~ í
1
Contamos historias porque finalmeñte las vidas
¡- humanas necesitan y merecen ser contadas.
sofo -sin reconocer tampoco primacía al discurso teórico por sobre el de poe~ ¡
Paul Ricoeur, Temps et récit
tas o narradores-, aventura una propuesta, que él mismo realiza, performativa~
mente, en su libro: la exploración de las "fuentes morales, a través de la "reso~
nancia personal". Vuelta entonces sobre el "sí mismo", que solicita a su vez un
La multiplicidad de las formas que integran el espacio biográfico ofrecen un
mayor compromiso respecto de la justicia, la benevolencia y el altruísmo -
rasgo en común: cuentan, de distintas maneras, una historia o experiencia de
para el autor, la forma más importante de la ética, hoy~. Así, nuevamente, la
11 vida. Se inscriben así, más allá del género en cuestión, en una de las grandes
ética de la vida personal es vista como indisociable del espacio mayor de ~na . divisiones del discurso, la narrativa, 1 y están sujetas por lo tanto a ciertos pro~
.filosofía política.
1 cedimientos compositivos, entre ellos, y prioritariamente, los que remiten al
Estas tendencias -que sólo ejemplifican un extenso campo de reflexión que eje de la temporalidad. En efecto, ¿qué otra cosa supone la atribución autobio~
involucra a la historia, la teoría política, la sociología, la antropología, entre
otras- señalan la imposibilidad de analizar la creciente impronta de la subjeti~
1 gráfica sino el <;lnclaje imaginario en un tiempo ido, fantaseado, actual, prefi~
gurado?
vidad de lo privado -que se da en cierta simultaneidad con la privatización/ f1 "¿Cómo hablar de una vida humana como de una historia en estado na~
debilitamiento del Estado de bienestar-, como lisa y llanamente "negativo"
dente -se pregunta Ricoeur- si no hay experiencia que no esté ya mediatizada
para la política, a excepción quizá de los "buenos usos" literarios o académi~
por sistemas simbólicos, y entre ellos, los relatos, si no tenemos ninguna posi~
c.os. Tampoco es lícito, como argumentamos, considerarlo como el desequili~
. bilidad de acceso a los dramas temporales de la existencia por fuera de. las
brío de un orden preexistente, la "caída" en el individualismo más extremo y,
1 historias contadas a ese respec~o por otros o por nosotros mismos?" (Ricoeur,
con pocas excepciones, la banalización a ultranza, aun de grandes obras o au~
1983: 141). En tanto dimensión configurativa de toda experiencia, l~ narrati~
tores, por la pérdida de los límites del decoro burgués. No son, seguramente, 11
va, "puesta en forma de lo que es informe", adquiere relevancia filosófica al
las posturas apocalípticas las que más ayuden a la comprensión de un fenóme~ postular una relación posible entre el tiempo del mundo de la vida, el del
no que presenta facetas diferentes y hasta contradictorias, por más que algunas relato y el de la lectura.
formas de la "invasión biográfica" provoquen un rechazo inmediato y sin ate~
Relación de incoincidencia, distancia irreductible que va del relato al acon~
nuantes. Así como toda visión conspirativa en torno del funcionamiento
tecimiento vivencial, pero, simultáneamente, una comprobación radical y en
mediático quedaría hoy más que nunca a merced de la multiplicidad e
cierto sentido paradójica: el tiempo mismo se toma humano en la medida en que
imprevisibilidad de las lógicas comunicacionales, la cuestión, marcada ya en
es articulado sobre un modo narrativo. Hablar del relato entonces, desde esta
su origen por la paradoja, escapa a cualquier tentación de binarismo o atribu~
perspectiva, no .remite solamente a una disposición de acontecimientos -his~
ción causal, para abrir por el contrario, múltiples caminos a la interrogación.
tóricos o ficcionales-, en un orden secuencial, a una ejercitación mimética de
Entre éstos, el de la apuesta ética que conlleva la narrativa, en tanto configu~
rativa del espacio privado y comunal, y por ende su papel preponderante en las
M. Angenot (1 989) distingue dos grandes modalidades del discurso: la narrativa y la argu~
1
lógicas de la diferencia que proponen nuevas reglas, derechos y legitimidades
en las actuales democracias. mentativa, distinción operativa que supone obviamente infinidad de cruces, mezclas y combinatorias
entre sí.

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88 EL ESPACIO BIOORÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA

aquello que constituiría primariamente el registro de la acción humana, con


sus lógicas, personajes, tensiones y alternativas, sino a la forma por excelencia
t tuituido como cómputo, con un "punto cero", axial, simbólico -el nacimiento
de Cristo, de Buda, de ·algún soberano-, se articula a su vez a otro tiempo, el
de estructuración de la vida y por ende, de la identidad, a la hipótesis de que r lingüístico, que no es reductible a n inguno de los otros, sino que se despliega en
el acto de la enunciación , n o ya como una manifestación individual sino
existe; entre la actividad de contar una historia y el carácter temporal de la
experiencia humana, una correlación que no es puramente accidental, sino
1 intersubjetiva, en tanto pone en correlación presente, actual, un yo y un tú: mi
que presenta una forma de necesidad "transcultural". i "hoy" es tu "hoy". Esta comunidad temporal es la posibilidad misma del relato .
Esa cualidad transculrural de los relatos ya había sido percibida con agude~
za por Roland Barthes, en un texto clásico que resta insoslayable para toda
l biográfico.
Pero la reflexión de Benvenist e va incluso más allá de la instancia
indagación al respecto: "no hay ni ha habido' jamás en parte alguna un pueblo \ comunicativa: "Podría· creerse que la temporalidad es un marco innato del
! pensamiento. Es producida en realidad en la enunciación y por ella. De la enun~
sin relatos [...]el relato se burla de la buena y de la mala literatura: internado~ ¡ ciación procede la. instauración de la categoría del presente [...] [que] es prod
nal, transhistórico, transcultural, el relato está allí, como la vida" (Barthes,
píamente la fuente del tiempo. Es esta ·presencia en el mundo que sólo el acto de
[1966] 1974: 9). Pero si este carácter universal llevaba, en el marco estructura~
enunciación hace posible, pues - piénsese bien- el h ombre no dispone de nin~
lista, a la búsqueda de un modelo semiótico común2 que hiciera posible el aná~
gún otro medio de vivir el 'ahora' y de hacerlo actual" (Benveniste, 1977: 86;
lisis de cualquiera de sus formas, no perdía de vista sin embargo los sutiles lazos
entre el lenguaje y la vida, la mutua implicación entre narración y experien~ los destacados son míos).
Siguiendo estas huellas, la relaciÓn entre discurso y temporalidad asume,
cia. Así, la inquietud de la temporalidad prefigura en el texto de Barthes los
desarrollos ulteriores de Ri.coeur: "¿Hay detrás del tiempo del relato una lógi~ 'i para Ricoeur, una modalidad aún más específica: "La temporalidad no se deja
ca intemporal? [...] la tarea consiste en llegar a dar una descripción estructu~ l decir en el discurso directo de una fenomenología sino que requiere la media,
ción del discurso indirecto de la narración" (Ricoeur, 1985: 435). En efecto,
ral de la ilusión cronológica; corresponde a la lógica narrativa dar cuenta del

!'
en tanto "el tiempo" siempre se alude en singular, es irrepresentable; es justa,
tiempo narrativo. Se podría decir, ele otra manera, que la temporalidad no es
mente la trama del relato la que opera un rol de mediación en el proceso mi,
sino una clase estructural del relato (del discurso)" (Barthes, 1970: 24; el des~
mético. 3 Este tiempo -"tercer tiempo"-, configurado en el relato, en virtud de
· tacado es míó). r la cualidad mediadora de la trama,4 que opera a partir de una precomprensión

3 Mímesis, entendida aquí en el sent ido en que este autor vuelve sobre el concepto ariSi:otélíco:
1. Narrativa y temporalidad "La mímesis aristotélica ha podido ser confundida con la imitación en el sentido de copia pm un
1 grave contrasentido. Si la mímesis comporta una referencia in icial a lo rea\, esta referencia no
designa otra cosa que el reinado mismo de la naturaleza sobre toda producción. Pero este movi-
"Nunca recobramos nuestra infancia, ni el ayer tan próximo, ni el instante miento de referencia es inseparable de la dimensión creadora. La mímesis es poicsis, y redproca-
huido al instante", afirmaba Benveniste ([1974] 1980: 73), resumiendo casi en 1¡ mente. (...} En nuestro an álisis, el concepto de mímesis sirve como índice para la situación del
un aforismo la razón de ser de nuestro espacio biográfico. Su reflexión se orien · discurso. Recuerda que n ingún discurso puede abolir nuestra pertenencia a un mundo. [...1La
taba a deslindar las nociones comunes del tiempo físico del mundo, como con~ verdad de lo imaginario, la potencia de detección on tológica de la poesía, eso es pnr mi parte, lo
tinuo uniforme, y el tiempo psíquico de los individuos, variable según sus emo~ 1 que veo en la mímesis de A ristóteles. [... ) La función referencial [está ligada] a la revelación de
lo real como acto.[... ] Presentar a los hombres "como haciendo" y a todas las cosas "como en acto",
dones y su mundo interior. A partir de aquí, distinguía el tiempo crónico, que tal podría ser bien la fun ción ontológica del discurso metafórico" (Ricoeur, [1 975]1977: 71).
engloba la vida humana en tanto '~sucesión de aconteceres", tiempo de nues~ 4 En su analítica de la temporalidad, que atraviesa autores y perspectivas, el filósofo confron-

tra existencia, de la experiencia común, continuidad donde se disponen, como ta diversas concepciones (aporías), desde la aristotélica del tiempo cósmico, inmutable, a la de
Agustín en las Confesiones (tiempo psicológico, interior, del alma); se detiene en la conceptualiza-
"bloques", los acontecimientos. Este tiempo, socializado en el calendario, ins~
ción kantiana y hegeliana y discute con la fenomenología de Husserl y Heidegger, sobre todo con
la distinc ión, planteada por este últ imo, entre el concepto auténtico y vulgar de tiempo. En este
2 Este modelo, presentado en el número emblemático de Communications. Análisis estructural
recorrido, que trata de franquear el obstáculo de la "ocultación mutua" entre las perspectivas
del relato ~uya expansión a la manera de una "receta" terminaría en agotamiento- intentaba cosmológica y fenomenológica, Ricoeur incorpora, entre otras, la distinción de Benveniste sobre
deslindar, a la manera saussureana, un orden posible en el desorden azaroso del narrar, postular
1 el tiempo crónico y la peculiar inscripci(m del tiempo lingüístico, para llegar a la formulación de
reglas de funcionamiento allí donde sólo parecía desplegarse un caos primordial, una variación al
un tercer tiempo, el que es configurado en el relato (Ricoeur, 1985, voL 3: 4.3 5).
infinito. . i
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del mundo de la vida y de la acción, confiere a su vez inteligibilidad a ese ·


comparten los rrüsmos procedimientos de ficcionalización 6 pero que se distin,
mundo, entablando una relación dialéctica entre presuposición y transforma,
guen, ya sea por la naturaleza de los hechos involucrados -en tanto "verdade,
. ción, entre la prefiguración de los aspectos temporales en el campo práctico y
ramente ocurridos" o productos de invención-7 ya por el tratamiento de las
la refiguración de nuestra experiencia por el tiempo construido en el relato.
fuentes y el archivo. 8
Este "tercer tiempo", producto del entrecruzamiento de la historia y la fic,
Esta conclusión, que para la crítica literaria no era ciertamente innnovadora,
ción, de esa mutua imbricación de los relatos, encuentra en el concepto ya
produjo sin embargo gran impacto en la historiografía tradicional, por cuanto
aludido de identidad narrativa, asignable tanto a un individuo como a una co,
desplazó el centro de atención de los "hechos" históricos, y la concepción
munidad, un punto de articulación. "Identidad" tiene para Ricoeur el sentido
referencial de la verdad, a la escritura de la historia, es decir, a otro régimen -discur,
de una categoría de la práctica, supone la respuesta a la pregunta "¿Quién ha
sivo- de veridicción. En cuanto a lo biográfico, en tanto los "hechos" d~ la vida
hecho tal acción·, quién fue el autor?"; respuesta que no puede ser sino narra,
de alguien reclaman igualmente una historicidad de lo "sucedido" ¿en qué direc,
tiva, en el sentido fuerte que le otorgara Hannah Arendt: responder quién
ción se inclinará la balanza? Parecería que los géneros canónicos -biografías,
supone "contar la historia de una vida". 5 El filósofo se propone así deslindarse
autobiografías, memorias, correspondencias- jugaran un juego doble, a la vez
de la "ilusión sustancialista" de un sujeto "idéntico a sí mismo". Ilusión que
historia y ficción -entendida esta última menos como "invención" que como
aparece justamente, como vimos en el capítulo primero, como un problema de
obra literaria-, integrándose así, con este estatus, al conjunto de una obra de
inscripción de la temporalidad en el espacio autobiográfico: ¿quién habla en la
autor -en el caso de escritores.,... y operando al mismo tiempo como testimonio,
instancia actual del relato? ¿Qué voces de otros tiempos -¿de la misma voz?-
archivo, documento, tanto para una historia individual como de época. 9
se inscriben en el decurso de la memoria? ¿quién es el sujeto de esa historia?
Para Ricoeur, el dilema se resuelve, como anticipamos, con la sustitución de ·
1 6 Es Barthes el que abrió camino a esta concepción con su artículo "El discurso de la historia",
un "mismo" (idem), por un Ílsí mismo" (ipse); siendo la diferencia entre idetn e t donde afirma que la narración no "representa" ni imita nada, sino que su función es "construir un
espectáculo". La idea de la narración como discurso pretendidamente "realista", expresión privi, .r
ipse la que existe entre una identidad sustancial o formal y la identidad narra, legiada de adecuación al mundo de los hechos (reivindicada sobre todo por la historia narrativa
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tiva, sujeta al juego reflexivo, al devenir de la peripecia, abierta al cambio, la en la tradición decimonónica) responde, según Barthes, a una "ilusión referencial", que no es otra )
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cosa que el uso de dertos procedimien~os de escritura. Uno de esos procedimientos es el "efecto ,¡
mutabilidad, pero sin perder de vista la cohesión de una v.ida. La temporalidad
mediada por la trama se constituye así, tanto en condición de posibilidad del
1 de realidad", que consiste justamente en la introducción de detalles no relevantes para la trama

¡
ni significantes en sí mismos, pero que operan suplementariamente como marcadores de "reali-
relato como en eje modelizador de la (propia) experiencia. dad" (Barthes, 1983: 177).
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7 Hayden White define a la narrativa como la modalidad por excelencia de escritura de la

1 historia y destaca, tomando a Ricoeur, el rol configmativo de la trama como "puesta en sentido" 1¡ .
1

2. Identidad narrativa, historia y experiencia que, de acuerdo a la forma genérica elegida (sátira, drama, tragedia), impondrá una interpreta-
ción diferente al relato histórico. El criterio común es que tanto la historia como la ficción toman j
La noción de identidad narrativa debe bastante, como puede verse, a la re,
1 de sí mutuamente, y que, evidentemente, hay tanta "realidad" y verdad de la .vida en la literatura
1 como invención en la historia. Por otra parte, los dos grandes tipos de relatos narrativos (el
flexión sobre las formas autobiográficas. Así, Ricoeur remite en varias ocasio, ! ficcional y el histórico) comparten la problemática de la temporalidad. La distinción mayor ope-
nes a conceptos de Lejeune, si bien su propio campo de aplicación es mucho raría en cuanto al estatuto de los "hechos" narrados pero también en cuanto al "pacto de lectura"

más amplio, ya que incluye también los relatos ficcionales y la narrativa histó,
1 propuesto, que tiene que ver con los signos paratextuales de la obra, es decir, su presentación bajo
el rótulo de "novela", "historia", "autobiografía" etc. (White, 1992a).
rica. Pero si entre el espacio biográfico y el que es reconocido lisa y llanamente R En su indagación sobre el relato histórico, Rícoeur, que no se identifica totalmente con la
como de ficción hay diferencias, según hemos tratado de establecer, ¿cuál será posición "narrativista" (Danto, White), define a ese tercer tiempo, modelado por la narración,
la relación de lo biográfico con la narrativa histórica? Antes de postular hipó, como capaz de dar cuenta de una conciencia histórica de la identidad narrativa. Una inteligencia
narrativa creará entonces una cierta unicidad del tiempo histórico, a partir de ciertos "útiles"
tesis al respecto, cabría efectuar un primer deslinde entre historia y ficción. En
epistemológicos: el tiempo calendario, según Benveniste, la sucesión de las generaciones, según
el horizonte epistémico en el que nos situarnos (Barthes, [1967] 1984; White, Schutz, la reinscripción ontológica de la traza que realiza el propio Ricoeur, valorizando el mate·
1973, [1987] 1992; Ricoeur, 1985) hay relativo consenso en señalar que ambas rial de archivo como indicio, vestigio histórico simb6licamente interpretado en un contexto, que per-
mite al hombre situarse a nivel de su propia experiencia, en un "antes" y un "después".
s lbíd. vol. 3: 442. El autor remite a Hannah Arendt en La condición humana. " Silvia Molloy destaca este último carácter, presente en cantidad de autobiografías hispano-
americanas de los siglos XIX y XX, como muestras de la articulación operada entre la historia
r
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1
La percepción del carácter configurativo de las narrativas, en especial las Volviendo a la noción de identidad narrativa, ella avanza todavía un paso
autobiográficas y vivenciales, se articula, casi de modo implícito, al carácter más, por cuanto, al permitir analizar ajustadamente el vaivén entre el tiempo
narrativo de la experiencia. En la reflexión de Ricoeur, la relación entre tempo- de la narración, el tiempo de la vida y la (propia) experiencia, postula también
ralidad y experiencia, crucial para la historia, remite tanto a un pasado que la compatibilidad de una lógica de las acciones con el trazado de un espacio
impone su huella como a una anticipación hacia lo impredecible. Doble movi, moral. Reaparecen aquí los acentos éticos que desde antiguo acompañan el
miento que es también, recordemos, el que acompaña el trabajo -el intervalo- trabajo de la narración, sobre todo en el anclaje singular de la "vida buena"
de la identidad narrativa. aristotélica -"con y por otro dentro de instituciones justas"-, 11 ese carácter
Si bien el filósofo no se detiene en particular en el análisis del término expe, valorativo intrínseco que hace que ninguna peripecia sea gratuita, es decir,
riencia, la recurrencia con que aparece en nuestro trabajo y la validez que ad, transcurra en un universo neutral y atemporal, sin relación con la experiencia
quiere en el contexto autobiográfico, hace pertinente consignar aquí al menos humana. Es esa orientación ética, que no necesita de ninguna explicitación
algunas acepciones. Joan Scott aborda justamente esta cuestión en su artículo 1 normativa, que va más allá de una intencionalidad, la que insiste, quizá con
"The evidence of experience" (1996: 378A06), apuntando a una redefinición
¡
mayor énfasis, en las narrativas de nuestro espacio biográfico, indisociable de
desde la óptica feminista. Parte así del análisis que Raymond Williams realizara la posición enunciativa particular, de esa señalización espacio,temporal y
sobre su empleo en la tradición.angloatTiericana. El autor distinguía allí entre, 1 afectiva ·que da sentido al acontecimiento de una historia.
por un lado, el conocimiento obtenido de acontecimientos pasados y, por el Pero en tanto esa posición involucra siempre un "tú", la cuestión nos con,
otro, una clase particular de conciencia pudiendo implicar tanto "razón" como duce finalmente a la instancia de la lectura, a la recepción. Volviendo a Ricdeur,
"conocimiento" -que señala también la estre~ha relación que persistía, aun a es la mirada hermenéutica -reelaborada en el crisol de la formalización semió~
comienzos del siglo XVIII, entre "experiencia" y "experimento"-. En nuestro si, tica-12 la que propondrá la articulación del "mundo del texto" y el "mundo del
glo, esa clase de conciencia pasa a significar una "plena y activa 'información' lector", a partir de cierto horizonte de expectativa -con la salvedad de una
(awareness) que incluye tanto sentimiento como pensamiento". Así, la noción mayor tensión hacia el mundo que hacia el texto-. La modelización que opera
de "experiencia" aparece como testimonio subjetivo, como la más auténtica da, entonces en el relato sólo cobrará f6rma 13 en el acto de la lectura, como con~
se de verdad, como "fundamento de todo (subsecuente) razonamiento y análi,
operan como una verdadera matriz semiótica, no por ello es imposible un "cambio de hábito", un
sis" (Williams, 1985: 126,128), pero además, en una forma externa, como reac,
proceso de autoconciencia que logre desarticular la reacción "natural" por un cambio sustancial
ción a influencias o percepciones del medio en discordancia. de posición. Su apuesta, que visualiza la posibilidad de acción política de la mujer para revertir la
Scott remarca que, tanto en su vertiente. mtema, como " externa" , esta
11·
impronta "dada" de su desigualdad, es pensable en general para toda idea de identidad como
consideración establece prioritariament~ y da por hecho la existencia de indi, · "herencia" y fijación. En el marco del paradigma bajtiniano, por otra parte, la experiencia es
viduos, en lugar de preguntarse cómo son producidas socialmente las concep, eminentemente social, dialógica, y podríamos asociar la posibilidad de su transformación a la
capacidad de autocreación y de cambio que conllevan siempre los géneros discursivos, cuyos
dones de sí y las identidades. Este punto de partida "naturaliza categorías tales diversos estilos pueden aportar elementos revulsivos a la cultura de una época.
como hombre, mujer, negro, blanco, heterosexual, homosexual, tratándolas 11 En su obra ya citada, Soi meme comme un autre (1990), Ricoeur continúa este recorrido

como características de esos individuos" (Scott, ob. cit.: 387). En este punto, realizando una revisión teórica sobre el tema de la identidad, para desplegar luego su concepto de
remite a la concepción de Teresa de Lauretis, que redefine la experiencia como · identidad narrativa en relación con diversas esferas, culminando su trayecto en la consideración
de la orientación ética y la norma moral de la narrativa, para postular, en el último y "más
"el trabajo de la ideología", trabajo en el cual la subjetividad·es construída a tentativo" capítulo, una pregunta exploratoria sobre su posible ontología.
través de relaciones materiales, económicas, interpersonales, de hecho socia, 12 La reflexión teórica sobre la narrativa es indisociable, en Ricoeur, de un trayecto semiótico,

les y en la larga duración, históricas, y cuyo efecto es la constitución de sujetos desde el momento fundacional en la obra de Vladimir Propp ([192811977), Morfología dd cuentO al
como entidades autónomas y fuentes confiables del conocimiento que provie~ mítico núm. 8 de Communications ( 1966), Análisis estructural del relato (cuya introducción, a cargo.
de Roland Barthes hemos citado más arriba) siguiendo con Gérard Genette, A. J. Greirrias y otros.
ne del acceso a lo real (De Lauretis, [1984] 1992: ·25·1,294 ). 10 ·
Este campo conceptual, de gran expansión, incluye asimismo las diversas acentuaciones que la
problemática de la narrativa adquiere en otros escenarios, sobre todo el alemán y el anglófono, y
individual y la constitución de la identidad nacional o regional. Así, la autobiografía es historia bajo otros paradigmas: la llamada "Estética de la recepción", de H. Jauss y W. Iser, las posiCiones de
·apoyada en la memoria, mientras que la biografía se apoya en documentos ([1991] 1996: 190). · los críticos literarios como F Kermode, W. Booth, N. Frye, H. Bloom, J. Culler, etcétera.
10
Yendo al texto de esta teórica feminista, Alicia ya no, en particular a su capítulo "Semiótica 13 Cabe aquí aclarar que la reiterada mención a una puesta en forma, como estructuración de
y experiencia", pese a que la "experiencia" es amasada en esta trama de determinaciones, que la trama que hace inteligible lo que de otro modo sería torbellino, imagen, sensación, no supone
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junción posible de ambos "mundos" 1\ pero lo trasciende, hacia otros contex,


'1l LA VIDA COMO NARRACIÓN 95

tos posibles, entre ellos, el horizonte de la "acción efectiva11 • Es que la lectura


conlleva un momento de envío, en el cual deviene "una provocación a ser y 3 . La voz narrativa
actuar de otra manera". Así, la práctica del relato no solamente hará vivir
ante nosotros las transformaciones de sus personajes, sino que movilizará una ex, Si el descubrimiento del principio dialógico bajtiniano ponía en cuestión la
periencia del pensamiento por la cual unos ejercitamos en habitar mundos unicidad de la voz narrativa, ¿cómo plantearse el quién del espacio biográfico?
extranjeros a nosotros". ¿Cómo aproximarse a ese entrecruzamiento de las voces, a esos yo que inme,
De esta manera, esta orientación ética se reencuentra finalmente, como en diatamente se desdoblan, no sólo en un tú sino también en otros? Tanto Lejeune,
una parábola, con la dimensión valora tiva que conllevan los géneros discursivos al elegir la expresión de Rimb~ud para el título de su libro Ue est un autre),
en el paradigma bajtiniano, en particular con su concepto de "valor biográfico •
11 como Ricoeur (Soi..meme comme un autre) señalan, en esa especie de O:>f!moron,
Y digo "reencuentran" haciéndome cargo de tal afirmación, ya que si bien Bajtín el descentramiento y la diferencia como marca de inscripción del suj~to en el
está presente en el trayecto de Ricoeur de modo decisivo, no es justamente en decurso narrativo.
relación con esta problemática. En efecto, el punto de interés de este último es Pero esta marca es, ante todo, lingüística: "Es 'Ego' quien dice 'ego"', afir,
la concepción polifónica de la novela, que el teórico ruso desarrollara a partir de maba Benveniste en su clásica sentencia, colocando de inmediato, frente a esa
Dostoievski y que dio un giro capital en cuanto a la consideración de las voces instauración de la "persona" un tú, como figura complementaria y reversible.
del relato. El impacto que Ricoeur le reconoce a esta 11 revolución en la concep, "Es en y por el lenguaje corno el hombre se constituye como sujeto, porque
ción del narrador" es tal, que sobre el final del tomo 11 de su Temps et récit, se sólo el lenguaje funda en realidad, en su realidad que es la del ser, el concepto
pregunta si ese principio dialógico, así esbozado,·no estará a punto de destruir los · de 'ego"' (el destacado es mío). Tal posición no se define por el sentimiento de.
[ alguien de ser "él mismo", sino por una 11 unidad psíquica que trasciende la
cimientos mismos de su propio edificio, al desplazar el lugar configurativo de la
totalidad de las experiencias vividas que reúne y que asegura la permanencia
trama en la temporalidad -que conlleva una cierta homogeneidad-, por esa
multiplicidad de puntos de vista, en suspensión, además, por el contrapunto,
1
f, de la conciencia" (Benveniste, 1977, vol. 1: 181 y 180).
siempre inacabado, de la respuesta. Pero ya al plantearse tal cuestión -que no Esta postura traía aparejadas varias consecuencias: la de sentar una base
terminará efectivamente en un "derrumbe"-, el filósofo realizará un corrimiento
dialógica para la institución de la persona; .la de una consideración dialéctica, !
de su postura, en beneficio de la heterogeneidad, como rasgo constituyente, sobre
todo, de la novela -rasgo que, corno vimos, Bajtín atribuye al conjunto de los
no antinómica, entre individuo y sociedad -imposible de reducir a un término
"primero" u original- ;15 y la de que el fundamento de la subjetividad, así en, ll
géneros discursivos-. Sin embargo, en mi opinión, es la impronta valorativa de tendida, tenía que ver con el ejercicio de la lengua. 11 Por poco que se piense ,i
1:
los géneros, de la cual participa, recordemos, el valor biográfico, corno ordena,
1 -afirmaba Benveniste- no hay otro testimonio objetivo de la identidad de un ~-

l
dor de la vida en el relato y de la "propia" vida del narrador (y del lector), la que sujeto que el que así da él mismo sobre sí mismo." (Benveniste, 1977: 183). '
1

se·ñala la mayor coincidencia entre los dos paradigmas, justamente a nivel de la Si bien esta concepción, desarrrollada luego con mayor amplitud, mereció
ética. La "puesta en forma" de la narrativa no se alejará entonces demasiado de en su momento algunas objeciones, en el sentido de una excesiva autonomiza,
esa otra forma , esa visión configura tiva que los géneros imponen a nuestra re la, ción del enunciador respecto de su enunciado, 16 su influencia fue muy rele,
1
ción con el mundo y con los otros. 15 "Así se desploman las viejas antinomias del 'yo' y del 'otro', del individuo y la sociedad.
Dualidad que es ilegítimo y erróneo reducir a un solo término original, sea éste el 'yo', que debie- ¡
!
ra estar instalado en su propia conciencia para abrirse entonces a la del 'prójimo', o bien sea, por

¡
!
de ninguna manera el triunfo de un "orden" necesario. La intriga se despliega sobre la peripecia,
el contrario, la sociedad, que preexistiría como totalidad ai individuo y de donde éste apenas se
el revés de fortuna, el oponente como fuerza impulsora de la acción narrativa, la inversión
desgajaría conforme adquiriese la conciencia de sf. Es en una realidad dialéctica, que engloba los
ex istencial, aspectos que, por otra parte, aparecen como connaturales a los relatos de vida, en !
dos términos y los define por relación mutua donde se descubre el fundamento lingüfstico de la
cualquiera de sus modalidades.
14 subjetividad" (Benveniste, 1977: 181). Es notoria la similitud con la posición de Elías. 1
Ricoeur alude, en esta posible confluencia del "mundo del texto" y el "mundo del lector" al 16 Algunas afirmaciones en particular pueden interpretarse como marcando un excesivo 1
concepto de Gadamer de fusión de horizontes, donde hay una presuposición ontológica de la refe-
"subjetivismo", cercano a una idea de intención o voluntad: "[en el acto de la enunciación] el
rencia, como un otro del lenguaje, acentuando su carácter dialógico: "toda referencia es co-
locutor moviliza la lengua por su cuenta", "la enunciación supone la conversión individual de la
rreferencia" (Cf. [1975] 1977: 147).
'
.?

96 EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA


[ LA VIDA COMO NARRACIÓN 97

vante para la teoría del discurso, el psicoanálisis y otras disciplinas. Ella apor- Desde la óptica de Ricoeur, la permanencia -en el tiempo-- resulta indis-
taba al desplazamiento de la idea de un sujeto esencial, investido ·de ciertos pensable para pensar la cuestión de la identidad personal, como uno de los
atributos, a una posición relacional en una configuración lingüística, cuya "re· momentos definitorios en la construcción de una teoría narrativa. Permaneti·
ferencia" se actualizaba justamente en la instancia de la enunciación. Ubica- cia capaz de conjurar la ipseidad, la desestabilización que los constantes cam-
ción que no dejaba de lado sin embargo la dimensión ontológica -"la emer- bios imponen a la propia vivencia, y que se traduciría en dos registros funda-
gencia en el ser de la propiedad del lenguaje"-, y por lo tanto, iba más allá de mentales: el carácter y la palabra dada. Por carácter entiende aquí el filósofo no
una ·mera formalización estructural. ya la "ciega marca" 18 con la que advenimos en nuestro nacimiento, sino "el
Es seguramente esa percepción afinada de ambos registros lo que hace que conjunto de las disposiciones durables por las cuales se reconoce a una perso-
Benvenis~e continúe siendo u~ referente insoslayable -más allá de los obliga· na". Estabilidad relativa, pero que permite cierta adherencia del "qué" (soy) al
des territorios lingüísticos- para la reflexión contemporánea en torno de la "quién" (Ricoeur, 1990: 143 ). En la palabra dada también está presente la idea
identidad -filosófica, antropológica, histórica-, y, en este caso, para la indaga- de mantenimiento de una "mismidad" a través del cambio temporal y de la
ción sobre la inscripción narrativa del yo en las formas biográficas. A este circunstancia, y simultáneamente una pre-visión, una tensión hacia lo que se
respecto, cabe señalar la lucidez con que advierte esa unificación imaginaria llegará a ser. La promesa abre así un intervalo de sentido que será ocupado por
de la multiplicidad vivencial que opera el yo, como un momento de deten- la noción de identidad narrativa, recordemos, no como "justo medio", sino
ción, un efecto de (auto)reconocimiento, de "permanencia de la conciencia", como una oscilación irreductible, con acentuación en un sentido u otro, según
así como el carácter esencialmente narrativo y hasta testimonial de la identidad, la contingencia, entre los polos de la "mismidad" y el de la "ipseidad".
"visión de sí' que sólo el sujeto puede dar sobre sí mismo -independientemen- ¿Podríamos pensar las formas autobiográficas, por lo menos las canónicas,
te, podríamos agregar, de su "verdad" referencial-. Características que definen como una especie de "palabra dada", pero no ya como garantía de mismidad
precisamente la especificidad, aun relativa, de lo autobiográfico, su insistencia sino de cierta permanencia en un trayecto, que estamos invitados a acompañar,
y hasta su necesidad: al asumir el yo como forma de anclaje en la realidad, se de un posible reencuentro con ese "yo", después de atravesar la peripecia y el
convoca y despliega el juego de la responsividad. 17 trabajo de la temporalidad? Esta hipótesis de un desplazamiento espacial-que
reenvía al cronotopo del 11camino de la vida"- nos parece complementar ade-
lengua en discurso", "El locutor se apropia del aparato formal de la lengua y enuncia su posición
cuadamente tanto el "momento" de la unificación enunciativa en Benveniste
de locutor mediante indicios específicos", etc. (Cf. "El aparato formal de la enunciación", en
1977: 83 y.84; los destacados son míos). Fue Michel Pecheux, desde el horizonte epistémico del corno el despliegue de la temporalidad en Ricoeur.
análisis del discurso (Escuela Francesa), y en la búsqueda de "una teoría no subjetiva de lo que Pero además, creemos, introduce un nuevo matiz en el "vaivén" de la identi~
hoy se llama enunciación" quien planteó la postura más crítica respecto de esa "ilusión formalis- dad narrativa, en tanto, más allá de los "polos" en juego -que no dejan de involu-
ta" en la cual englobaba tanto a Benveniste como a Bally y Jakobson: "Todo ocurre como si la crar una dualidad-, habilita a considerar el devenir de la identidad como un tra·
lengua aportara ella misma los elementos propios para crear la 'ilusión necesaria' constitutiva del
sujeto". Ilusión del sujeto de estar "en el origen del sentido", a la cual se contraponía la idea de
yecto siempre abierto a la diferencia, que resignifica constantemente las instancias del
"posición de sujeto" en una formación discursiva dada -compartida por Althusser y Foucault- autorreconocimiento. La idea de una "palabra dada" ofrece además otra articulación
marcada por fuertes determinaciones sociales que acotan en gran medida lo que puede y/o debe feliz -e insospechada- para nuestro tema, entre teoría y lengua cotidiana: (dar)
ser d¡~ho, y por lo tanto, relegan a la dimensión de lo no dicho todo un registro de lo significante. "mi palabra" constituye, a la vez que una promesa, una afirmación autorial en el
Cf. Denise Maldidier, "(Re) lire Michel Pecheux aujourd-hui", en Michel Pecheux (textos) Denise
Maldidier (presentación y selección), 1990: 34. El texto de Pecheux citado es "Formation sociale,
paradigma bajtiniano, es decir, la asunción de la palabra como "propia" - a diferen~
langue, discours" (1975), incluido en el volumen, pp. 157-173. Al respecto, Teresa Carbó (1995) cia de la "neutra" o la "ajena"-19 por las tonalidades, siempre peculiares, de la
señala que esta crítica no invalidaba su relación admirativa con quien fuera sin duda uno de los afectividad. Esa asunción de la palabra "propia", como instauración afectiva del yo
grandes maestros del grupo estructuralista. y simultáneamente, como don, como promesa de una (relativa) permanencia, me
17Esta palabra es propia del léxico de Bajtín, pata quien el enunciado se adelanta a las expec-
parece otra hipótesis sugerente para nuestro espacio biográfico.
tativas y objeciones del otro, de modo tal que responde por anticipado -a ese otro. Pero este res·
ponder no es sólo "dar respuesta" en el sentido de contestar, llenar un blanco o un vacío, sino 11
'La expresión, que toma de Philip Larkin, es utilizada por Richard Rorty para aludir al
también en el de hacerse cargo, responder por el otro: así, ·responsividad y responsabilidad {no en carácter en cierta medida azaroso de la constitución del yo, a partir del cual es posible sin embar-
vano tienen la misma raíz) estarán ambas comprendidas. El dialogismo es entonces también una go un margen de autocreación o redescripción (Rorty, [1989} 1991: 62).
ética (Bajtín, 1982). 19
Remitimos a la distinción entre palabra neutra, ajena y propia planteada en el capítulo l.
98 EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA LA VIDA COMO NARRACIÓN 99

Este abanico de posibilidades de inscripción de la voz narrativa en el espa,


cio biográfico, que va de las formas más canónicas a las menos discernibles, se
4. El mito del yo: pluralidlul y disyunción despliega así, en la óptica que venimos construyendo, sin contradicción con la
polifonía bajtiniana. Lo que está en juego entonces no es una política de la sospe,
Del otro lado -del lado de la transformación que supone todo trayecto-, si la cha sobre la veracidad o la autenticidad de esa voz, sino más bien la acepta,
literatura constituye un vasto laboratorio de la identidad, lo es por la varia, ción del descentramiento constitutivo del sujeto enunciador, aun bajo la mar~
ción constante, la transmutación, el forzamiento de los límites, la pérdida, la ca "testigo" del yo, su anclaje siempre provisorio, su cualidad de ser hablado y
disolución. La novela es sin duda el territorio privilegiado para la experimen, hablar, a su vez, en otras voces, ese reparto coral que sobreviene -con mayor
tación, aún la más perturbadora, en tanto puede operar en el marco de múlti, o menor intensidad- en el trabajo dialógico, tanto de la oralidad co~? de la
ples "contratos de veridicción" -incluídos los puzzling cases-,20 mientras que el escritura y cuya otra voz protagónica es por supuesto la del destinatario/
margen se estrecha en el espacio biográfico. Esta distinción es quizá una de las receptor.
pocas que puedan establecerse, respecto de lo biográfico, entre relato factual y Porque, indudablemente -volviendo al 'ego' de Benveniste-, es el carácter
ficcional, 21 más allá de la declaración de autor o de los signos paratextuales: reversible de esa marca del lenguaje, quizá la más "democrática" por cuanto
una vida atestiguada como "real" está sometida a una mayor restricción narra, permite ser asumida por todos sin distinción -más allá de la diferencia de posi,
tiva. Pero si los géneros canónicos están obligados a respetar cierta verosimili, dones y jerarquías entre las "primeras personas" verdaderamente existentes-
tud de la historia contada -<¡ue no supone necesariamente veracidad-, otras .el que ha contribufdo a la construcción del mito del yo, según Lejeune, "uno de
variantes del espacio biográfico pueden producir un efecto altamente desesta- . los más fascinantes de la civilización occidental moderna". Mito en buena
bilizador, quizá como "desquite" ante tanto exceso de referencialidad "testi- medida creado y realimentado sin cesar en el espacio biográfico, e indisociable,
monial": las que, sin renuncia a la identificación de autor, se plantean jugar l como vimos, de una aspiración ético/moral. 23
'
otro juego, el de trastocar, disolver la propia idea de autobiografía, desdibujar Recapitulando entonces nuestro itinerario, aun el "retrato" del yo aparece,
sus umbrales, apostar al equívoco, a la confusión identitaria e indicial -un en sus diversas acentuaciones, como una posición enunciativa dialógica, en
autor que da su nombre a un personaje, o se narra en segunda o tercera perso- constante despliegue hacia la otredad del sí mismo. No habría "una" historia
na, hace un relato ficticio con datos verdaderos o a la inversa, se inventa una del sujeto, tampoco una posición esencial, originaria o más "verdadera". Es la
historia-otra, escribe con otros nombres, etc. etc.-. Deslizamientos sin fin, que multiplicidad de los relatos, susceptibles de enunciación diferente, en diversos
pueden asumir el nombre de "autoficción" en la medida en que postulan explí- registros y coautorfas -la conversación, la historia de vida, la entrevista, la
.citam~nte un relato de sí consciente de su carácter ficcional y desligado por lo
tanto del "pacto" de referencialidad biográfica. 22
relación psicoanalítica-la que va construyendo una urdimbre reconocible como
"propia", pero definible sÓlo en términos relacionales: soy tal aquí, respecto de
l.
1

20
Analizando las paradojas de la identidad personal, respecto de interrogantes sobre su loca-
ciertos otros diferentes y exteriores a mí. Doble "otredad", entonces, más allá
lización, Ricoeur alude a la obra Reasons and Persom de Derek Parfit, y analiza diversos puzzling del sí mismo, que compromete la relación con lo social, los ideales a compartir,
cases (duplicación de cerebros, teletransportación, amnesia, etc.), que ponen en evidencia una en términos de solidaridad, justicia, responsabilidad. Pero ese tránsito, marca,
inquietud teórica y científica, más allá de la larga tradición literaria sobre las "perturbaciones de do fuertemente por la temporalidad, ¿ofrecería alguna detención posible sobre
la identidad" (Ricoeur, 1991: 15).
21
El análisis de la distinción entre factual y ficcional, que emprende Gérard Genette a partir
de los respectivos procedimientos utilizados -considerando como "factuales" los relatos de la narrado sea un sujeto ficticio en tanto narrado.[...] El problema es más el de encontrarse un lugar
historia, h biografía, el diario íntimo, el relato de prensa, el informe de policía, la narratio judi- de sujeto que el lugar del sujeto, el de constituirse en la escritura un 'efecto,.sujeto'". Véase R.
cial, la jerga cotidiana, etc.-, concluye finalmente en indecidibilidad: nada hay, según el autor, Robin, "Vautofiction. Le sujet toujours en défaut" (1994: 74 ).
que nos permita afirmarla con certeza, fuera de ciertos signos exteriores, paratextuales. Véase 2l También Charles Taylor, en su indagación histórica sobre la constitución de la identidad
"Récit ficcionnel, récit factuel" (Genette, ¡ 991 ). moderna (las "fuentes del yo"), reconoce el rol protagÓnico que asumieran las narrativas
zz Régine Robín hace un trazado conceptual de la "autoficción", a partir de definiciones de autobiográficas en este proceso, desde la novela inglesa en adelante, señalando, a.demás, el .gesto
distintos autores, como un relato que alguien decide hacer de sí mismo con plena conciencia de su fundante de Montaigne, más de un siglo antes, en lo que hace a la idea de que cada individuo
carácter ficcional, sin obligación de "fidelidad" referencial ni búsqueda del "sentido de la vida" o conlleva "una diferencia irrepetible", un "propio y original modo de ser", que vale la pena iden-
justificación existencial: "La autoficción ·es ficción, ser de ·lenguaje, lo que hace que el sujeto tificar, idea que se ha asimilado totalmente a nuestra comprensión del yo (Taylor, [1989) 1996).
lOO EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA LA VIDA COMO NARRACIÓN 101

el polo de la mismidad? ¿Habría algo, en ese yo, absolutamente singular, priva, se que el relato de sí es uno de esos ardides, siempre renovados, a la manera de
do, irreductible? Scheherazade, que intentan día a día el anclaje con el otro -y la otredad-, una
Contrariamente a la idea moderna de la singularidad como lo irrepetible 11
salida" del aislamiento que es también, una pelea contra la muerte?
de cada ser en su diferencia, Emanuel Lévinas, en una perspectiva ontológica, Pese a la imposibilidad de comunicar la existencia, cada yo tiene sin em-
coloca el punto de lo irreductible en aquello que es común a cada uno de los bargo algo que comunicar de sí mismo, como afirmaba Benveniste., un lugar de
seres humanos, la soledad del existir, lo más privado, lo que no se puede compar- enunciación único, donde "da testimonio" de su identidad. Testimonio de sí
tir con nadie, pese a estar rodeados de seres y cosas: "Uno puede intercambiar que es también un lugar de absoluta soledad: un testimonio, para ser tal, no
todo entre los seres, excepto el existir. En ese sentido, ser es aislarse por el puede ser "confirmado, seguro, y cierto en el orden del conocimiento", afirma
existir. Soy mónada en tanto soy. Es por el existir que soy sin puertas ni ventanas, Derrida; no corresponde al estatuto de la prueba sino que remite a una mirada
y rio por un contenido cualquiera que sería en mí incomunicable" (Lévinas, -a una verdad- irreductible: 11no hay testigo para el testigo". 26 El acto mismo de
[1979] 1996: 21; el destacado es mío). la enunciación del yo postula así una presencia, que puede devenir corporeidad,
. En la perspectiva de Lévinas, si bien el tiempo mismo es una apertura sobre oralidad, "directo", ofrecerse como una referencia viva e inequívoca -en este
el otro (autrui) y sobre lo Otro (l' Autre), el aislamiento del existir marca el acon, sentido, y pese a su evanescencia, hasta se transformaría en referencia "empí,
tecimiento mismo del ser -"lo social está más allá de la ontología"-. La cuestión rica"-. En el prólogo a la edición de Ethique et infini dirá Philippe Nemo: "[esta
no es entonces "salir" de la soledad -tema clásico del existencialismo, con sus palabra] formulada por el autor mismo[ ...] es fiel de esta fidelidad que asegura
tonos de angustia y de desesperanza- sino de ese aislamiento. Tal el propósito a un discurso la presencia viva de su autor". En la situación dialógica, "el decir
confesado por Lévinas para su libro, 24 pero a sabiendas de que esta salida es
ilusoria, que el sujeto siempre intenta "engañar" su soledad, tanto en la relación
1 del autor vivo autentifica lo dicho de la obra depositada, porque sólo él puede
f desdecir lo dicho, y así realzar su verdad" (Lévinas/Nemo, ob. cit.: 5).
con el mundo a través del conocimiento como en la experimentación de los La cuestión de la presencia se juega entonces con su particular efecto de ver,
placeres. Salida del sí mismo hacia el/lo otro que encuentra en el erotismo -la dad, no importa la distancia que al respecto plantee la teoría. Distancia de una
relación con lo femenino como diferencia total- y en la paternidad -la relación voz narrativa "que permite a la narratología hacer un lugar a la subjetividad, sin
con una mismidad otra-, dos vías de acceso a un más allá. La existencia será que ésta sea confundida con la del·autor real" (Ricoeur, 1984, vol. 2: 162). Pero
entonces algo que se puede narrar pero no comunicar, compartir. ese autor "real", que habla (testimonia) o deja su marca en la escritura tampoco
Nos interesa aquí esta distinción entre comunicar y narrar, en tanto deja quiere resignar su primacía: el espacio mediático contemporáneo, sobre todo a
entrever ~na diferencia cualitativa: comunicar aparece utilizada en la acepción través de la entrevista -voz y cuerpo "en directo"- ofrece una prueba irrefutable
latina de "estar en relación -comunión- con", 11COmpartir", como un paso más de su existencia y su insistencia. Y es en esa tensión entre la ilusión de la pleni,
allá del narrar - 11contar un hecho""d , ara conocer-, " que denotana , una cte•rta
tud de la presencia y el deslizamiento narrativo de la identidad, que se dirime,
exterioridad. Ese paso, entre lo decible y lo comunicable, señala, por otra parte, la quizá paradójicamente, el quién del espacio biográfico.
imposibilidad de 11adecuación" de todo acto comunicativo, esa infelic"idad consti-
tutiva de todo 41 mensaje". 25 Pero si el sujeto sólo puede narrar su existencia,
"engQñar" su soledad tendiendo lazos diversos con el mundo, ¿no podría pensar- 5. Distinciones en el espacio biográfico
24 En una larga entrevista que le hiciera Philippe Nemoen 1981, para France..Culture, editada
luego en forma de libro, Lévinas retoma las conferencias de Le temps et l' autre, junto a otros temas Yendo a la delimitación del espacio biográfico, como coexistencia intertextual
fundamentales de su obra, para comentarlos con el entrevistador con algunos acentos biográficos de diversos géneros discursivos en torno de posiciones de sujeto autentificadas
y aceptando "simplificar !'expresión de sus argumentos". Lévinas, Ethique et infini, (Dialogues avec por una existencia "real", podría afirmarse que, más allá de sus diferencias
Philippe Nemo), 1982: 50. ·
25 Remitimos a la concepción de Derrida de la imposibilidad de un "contexto ideal" de la
formales, semánticas y de funcionamiento, esos géneros -que hemos enumera,
comunicación, en tanto toda palabra es iterable, susceptible de ser citada, recontextualizada,
interpretada diferentemente, malinterpreuuJ.a. La "infelicidad," en este sentido (la ambigüedad, el 26Aludimos aquí a la conferencia de Jacques Derrida en Buenos Aires en noviembre de 1995,
desvío, el malentendido, etc.), coextensiva a la iterabilidad, es la condición misma de posibilidad "Parler pour l'étranger", donde analizara la figura del testigo a partir de Paul Célan y que se
de la comunicación, no su "problema". Véase Jacques Derrida (1982). publicó en Diario de Poesía, núm. 39, Buenos Aires, 1996, pp. 18-19.
102 EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA
LA VIDA COMO NARRACIÓN 103

do en una lista siempre provisoria- comparten algunos rasgos -temáticos,


compositivos y/o estilísticos, según la clásica distinción de Bajtín-, así como
1 sectan y trastocan, lo más íntimo pide ser hablado o cede a la confidencia lo
ciertas formas de recepción e interpretación en términos de sus respectivos privado se transforma en acérrimo secreto, lo público se hace privado y vi~e,
versa...
pactos/acuerdos de lectura. El espacio, como configuración mayor que el géne,
ro, permite entonces una lectura analítica transversal, atenta a las modulaciones Tampoco es certera la atribución de incumbencias: lo íntimo no es sola,
de una trama interdiscursiva que tiene un papel cada vez más preponderante mente el reducto de la fantasía, la afectividad o el erotismo -ni en todo equi,
. . "da d"-,28 lo pnva
va1ent e a "1a mt1m1 . do no se equipara al resguardo de la propie,
en la construcción de la subjetividad contemporánea. Pero además, esa visión
articuladora hace posible apreciar no solamente la eficacia simbólica de la dad o al reino doméstico, lo biográfico excede en mucho una historia personal.
producción/reproducción de los cánones sino también sus desvíos e in&accio, Pese a las diferencias -¿de grado?- entre los términos, la dificultad de definir
nes, la novedad, lo "fuera de género". estos espac~os, más allá de una traza metafórica, es también la de _postular
Sin embargo, tal confluencia no supone desatender las respectivas especifi, fronteras tajantes entre los géneros y las voces que vendrían a re,pres~ntarlos.
cidades, aun en su relatividad. Por el contrario, la abarcativa definición de los
géneros discursivos que adoptamos, que comprende el tipo de interlocución,
su situación, las diversas esferas y funciones de la comunicación en juego, el 5.1. Biografía y autobiografía
peso de la tradición y también la innovación, permite justamente un trabajo
afinado de distinción. Así, planteamos la pertinencia de considerar dialógica, Si pensamos por ejemplo en la autobiografía, pieza clave de la tentación
mente los reenvíos entre el espacio y el género, enfoque que intenta asimismo taxonómica, como veíamos en el capítulo primero, ella ofrece tantos índices de
la superación de otra diferencia, a menudo marcada como contrapunto, la que variabilidad que lleva sin esfuerzo a dudar -como Starobinski o P~ul de Man~
med1a . entre e1"texto" y e1"contexto": no hay texto post"ble rruera de un con, de su estatuto como género literario: las habrá en primera, segunda, tercera
texto, es más, es este último el que permite y autoriza la legibilidad, en el senti, persona, elípticas, encubi~rtas; se la considerará, por un lado~ como repetición
do que le confiere Derrida, pero tampoco hay un contexto posible que sature de un modelo ejemplar pero sujeto a la trivialidad doméstica, por el otro, como
el texto y clausure su potencialidad de deslizamiento hacia otras instancias de autojustificacióJ;l, búsqueda trascendente del sentido de la vida, ejercicio de in,
significación. 27 · dividualidad que crea cada vez su propia forma; pero también como un relato
Pese a que el "mito del yo" se sustenta en buena medida en el espacio ficticio cuya "autenticidad" estará ~ada solamente por la promesa que sus signos
biográfico, la errática adhesión a esta marca enunciativa, aun en los géneros paratextuales -"autobiografía"- hacen al hipotético lector. ·
llamados "autobiográficos", hace dudosa su utilización como parámetro clasi, Quizá sea justamente esta multiplicidad formal -así como su empecinada
ficatorio, según lo advertíamos en los intentos de Lejeune. Sin embargo, pare, pervivencia-lo que ha hecho de la autobiografía un objeto de análisis privile,
cería que sólo la afirmación -o el reconocimientcr· de un yo narrativo habili, giado desde diversos enfoques epistémicos. El dilatado arco temporal que va •
taría en verdad la distinción, a menudo sutil, entre umbrales que nombran y de las Confesiones de San Agustín -que, lejos de toda concepción moderna de
no nombran lo mismo: íntimo, privado, biográfico. En efecto, si adoptamos la "sujeto" dejara sin embargo un, sello retórico, teórico y narrativo indeleble
metáfora del"recinto" de la interioridad, lo íntimo sería quizá lo más recóndi, en cuanto al relato de una vida- al momento instituyente del Romanticismo
to del yo, aquello que roza lo incomunicable, lo que se aviene con naturalidad -Rousseau, Wordsworth, De Quincey-, señala asimismo el tránsito de la conver,
al secreto. LD privado, a su vez, parecería contener a lo íntimo pero ofrecer un 28
Nora Catelli (1996: 87,98) analiza el sentido del término en su relación con el verbo
espacio menos restringido, más susceptible de ser compartido, una especie de "intimar" distinguiendo al menos tres aspectos: 1) "exigir el cumplimiento de algo, 2) introducirse
antesala o reservado poblado por algunos otros. Finalmente, lo biográfico com, un cuerpo por los poros o espacios huecos de una cosa, 3) introducirse en el afecto o ánimo de uno,
prendería ambos espacios, modulados en el arco de las estaciones obligadas de estrechar una amistad". Exigencia, penetración e intimación aparecen así ligados, trazando un
campo de sentidos fértiles para el análisis, que la autora se propone, de una "posición femenina
la vida, incluyendo además la vida pública. Pero este viaje con escalas hacia el
del_ diario íntimo" -independiente del género/atribución sexual del autor-, que pennite la articu,
corazón de la interioridad es sólo una ilusión: a cada paso, los términos se ínter, lact~n, tanto con la tradición confesional del diario, y su particular peso en la escritura de religio,
~as. tmpue~t~ muchas veces desde una autoridad masculina, como en su práctica "profana", bajo
27 Véase Jacques Derrida ([1987] 1989), "Firma, acontecimiento, contexto". otras condtctones de confinamiento-familiar, conyugal, imaginario-, resultando además, en cierto
modo, una forma marginal de escritura.
104 EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LASUBJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA LA VIDA COMO NARRACIÓN 105

sión -el hacerse aceptable a la mirada divina- a la autoafinnaci6n, como acep, La puesta en orden que la autobiografía -como en general, los géneros que
tabilidad del propio yo en la trama comunal de los otTos, y entonces, como componen el espacio biográfico- aporta, según Bajtín, a la conciencia de la
apertura a la libertad de creación individual, gesto que se desplegaría, carta, propia vida -del escritor, del lector- no supone sin embargo univocidad. _Si
gráficamente, en todas las formas ulteriores, de las más canónicas a las más hay cierto "revisionismo" de la vida en la escritura, ésta podrá ser retomada
innovadoras. más de una vez: varias versiones de la autobiografía, o bien, las actualizaciones
Si la autobiografía propone un espacio figurativo para la aprehensión de un periódicas que los géneros mediáticos, como la entrevista, permiten desplegar
yo siempre ambiguo -el héroe autobiográfico corno un "alter ego"-, este espa, en una temporalidad azarosa y en la comodidad del diálogo, que dispensa ge-
cio se construye tradicionalmente -y más allá de la diversidad estilística- en la nerosamente de la inspi.ración.
oscilación entre mímesis y memoria (De Mijolla, 1994) entre una lógica repre, Contemporáneamente, en la herencia irreverente de las vanguardias, en la
sentativa de los hechos y el flujo de la recordación, aun reconocidamente arbi, renuncia a la representación, el gesto autobiográfico -sin perjuicio de la sur·ervi-
trario y distorsivo. Esta oscilación -a la cual no escapan incluso autobiógrafos vencia de las formas tradicionales- enfrenta una transformación radical. El ejer-
fuertemente· imbuidos de los preceptos psicoanalíticos- aparece así como una cicio del Roland Barthes por Roland Barthes -la desarticulación de las cronolo-
especie de forma constitutiva del género. Pero este devenir metafórico de la gías, la mezcla de las voces narrativas, el desplazamiento del yo a la tercera
vida en la escritura es, más que un rasgo "imitativo", un proceso constructivo, persona, la deconstrucción del "efecto de realidad"- deja sin duda un preceden-
en el sentido en que Ricoeur entiende la mímesis aristotélica, que crea, pre, te en cuanto a la mostración de ficcionalidad, de la duplicidad enunciativa, de la
senta algo que, como tal, no tiene existencia previa. Sin embargo, la fluctua, imposibilidad de narración de sí mismo, para retomar la expresión de Régine
ción individual en cuanto a esta creación, la irreductibilidad de cada expe, Robin. Un texto fragmentario, que se rehúsa a la narración, que se abre con la
rienda -aun en sus acentos comunales, compartidos- no impide un fuerte advertencia -manuscrita- de que "todo esto debe ser considerado como dicho
efecto convencional, repetitivo, que aleja a la autobiografía de la novela en por un personaje de novela", que, mientras juega con las propias fotografías de
cuanto a la multiplicidad de las formas de narrar. Pese al carácter histórica, infancia y juventud, teoriza, polemiza, dialoga con otros libros, pone en escena
mente situado de la mímesis vivencial, pese a s~s transformaciones seculares, en definitiva más que un recuerdo del tiempo vivido, el mecanismo fascinador
pese_a la tensión entre tradición y transgresión', hay, en la escritura autobio, 30
de la escritura, la producción incansable de intertextualidad.
gráfica, una notable persistencia de un modelo figurativo de la vida que emerge Es la conciencia del carácter paradójico de la autobiografía - sobre todo,
aun cuando el propósito de tal escritura sea más inquisitivo y cuestionador que de los escritores-, la asunción de la divergencia constitutiva entre vida Y
tendiente a la autojustificación. 29 escritura, entre el yo y el "otro yo", la renuncia al canónico despliegue de
Dicho modelo narrativo opera también en cuanto a la materia autobiográfica acontecimientos, temporalidades y vivencias, así como la desacralización de la
y más allá de las diferencias entre los sujetos: tabúes, umbrales de la interioti, propia figura del autor, que no se considera ya en el "altar" de las vidas con-
dad que difíCilmente se franquean, rasgos de carácter y de comportamiento en sagradas, lo que permite traspasar -cada vez con mayor frecuencia en nues-
sintonía con los ideales de la época, adecuación, aun relativa, a pautas y cáno, tra actualidad- el umbral de la "autenticidad" hacia las variadas formas de la
nes establecidos. Como si la traza ontológica de la emergencia del género -la autoficción. Autoficción como relato de sí que tiende trampas, juega con las
rra;cendencia de las vidas ilustres, la recuperación del tiempo pasado, el deseo f huellas referenciales, difumina los límites -con la novela, por ejemplo-, Y
de crearse a sí mismo, la búsqueda de sentidos, el trazado de una forma perdu,
rable que disipe la bruma de la memoria- fuera en cierto modo indeleble -a la
manera en que la marca de agua en el papel no impide sin embargo la lectura
contrastiva y plena de la letra-.
l que, a diferencia de la identidad narrativa de Ricoeur, puede incluir ta_mbié~
el trabajo del análisis, cuya función es justamente la de perturbar esa tdentt,
dad, alterar la historia que el sujeto se cuenta a sí mismo y la serena confor-
midad de ese autorreconocimiento. Al respecto, afirma Serge Doubrovsky;
29
citado por Robin: "La autoficción es la ficción que en tanto escritor decidí
Para De Mijolla, es la nostalgia y la pesadilla del tiempo pasado, la belleza y el tenor, lo que
retrotrae a la infancia, como lugar imaginario de un poder siempre irrealizado, y es la pérdida de ese
poder -y esa pasión- lo que está en el origen de la autobiografía. Pérdida que tratará de compensar ll1El texto de Barthes ([197 5] 1995 ), que elude toda marca reconocible de autobiografía
la escritura dotando de una forma a lo que es en verdad efímero, incomunicable, y que alienta tanto canónica, trabaja también sobre la idea -sustentada asimismo por Paul de Man- de que toda
en los autobiógrafos como en el culto contemporáneo que el género ha despertado en la crítica. escritura es autobiográfica.
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106 EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA

1 LA VIDA COMO NARRACIÓN 10.7 1


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darme de mí mismo, al incorporar a ella, en el sentido pleno del término, la


ria más a contar sobre un personaje. Sujeta al riesgo de tomarse en monumen~
experiencia del análisis, no sólo en la temática sino en la producción del
to, en ejercicio de erudición, en obsesión de archivo o empalagoso ·inventario
texto" (Robin, 1994: 74). 11
de mínimos accidentes "significativos", también puede transformarse en esti,
La biografía,32 a su vez, también un género en auge en nuestra época, se
lete contra su objeto.
moverá en un terreno indeciso entre el testimonio, la novela y el relato histó~
Al respecto, en un artículo publicado en The New York Re"iew of books,33
rico, el ajuste a una cronología y la invención del tiempo narrativo, la ínter~
John Updike ironizaba, a propósito de las biografías, sobre dos tipologías: la
pretación minuciosa de documentos y la figuración de espacios reservados a
relación reverencial del biógrafo, cuya manera de rendir tributo al biografiado
los que, teóricamente, sólo el yo podría advenir. A menudo, inspirada en la
se expresa a veces "cuantitativamente" en pesadas obras de varios volúmenes,
devoción del personaje, instituido así naturalmente en héroe o heroína, su
y, contrariamente, las biografías que ridiculizan o denigran a sus sujetos, pre~
m Jdelo -y no el de la novela- sería el que, según Lejeune, prima sobre la
sentándolos en sus facetas más íntimas y desagradables -Jeffrey Mey~rs sobre
autobiografía. Obligada a respetar la sucesión de las etapas de la vida, a buscar
Scott Fitzgerald, Claire Bloom, ex esposa de Philip Roth, sobre éste, P.aul
causalidades y otorgar sentidos, a justificar nexos esclarecedores entre vida y
Theroux sobre V. S. Naipaul, ]oyce Maynard sobre su ex amante J. D. Salinger,
obra, su valoración como género no deja de ser controvertida. Más allá de la
etc. Entre un extremo y otro, el autor reconoce sin embargo la ventaja de "atar
obvia distinción entre modalidades -desde las famosas "biografías no autoriza~
la flotilla de globos del autor -biografiado- a la tierra" para atrapar una "vida
das", más cerca del gossip que de un género literario o científico, hasta aquellas
secundaria" capaz de iluminar, diversamente, los misterios de la creación.
que son producto de investigación-, y pese a innúmeros ejemplos de biógrafos
Retomando algunos de estos conceptos, Brenda Maddox, autora de una bio,
tan ilustres como sus biografiados, para algunos la biografía estará amenazada
grafía de Yeats, publica en The New York Times un artícul<Y4 donde cuestiona
desde el origen por la tensión entre admiración y objetividad, entre una su~
el paradigma amor/odio como .móvil de la biografía,· y también su carácter de
puesta "verdad" a restaurar y el hecho de que toda historia es apenas una histo,
"género literario", para plantear la idea de la biografía como periodismo, más
cerca de una "noticia caliente" que de una·visión sacralizada, y por ende, suje~
31
. En su obra Fils (1977), Do~brovsky escribe: "Hace más de cuarenta años que estamos ta a otras motivaciones posibles: la curiosidad, el desconocimiento, el análisis
JUntos. lnseparables, aglutinados. El y yo. JULIEN~SERGE. Mala pareja. Cada uno por su lado. No
distanciado, la posición "médica" -interés no exento de compasión-, etc. Po,
puede ~urar. Agu_antar. Vida doble. Frente y contrafrente. Demasiadas facetas. Juegos de espejo.
Demasiados refle¡os, me volatilizo. Vals, vértigo. Chassé~croisé. Quiero atraparme. Inasible". Sin siciones que actualizan la polémica, al tiempo que señalan la vigencia y las
adecuación entre autor, narrador y personaje -pero remitiendo a acontecimientos ocurridos- transformaciones mediáticas del viejo género. .
Robín interpreta esta forma de autoficción como la invención de un lugar de sujeto, la construc~ En efecto, la abrumadora publicación de biografías en nuestros días mues~
ci~n. en la escritura de un "efecto~sujeto" (Robin, 1994: 75). La "autoficción" ha conquistado
tra tanto su resistencia al dempo y a los estereotipos del género como la bús,
as1m1smo un lugar en la definición editorial, ganando terreno a la "novela autobiográfica".
32 La biografía, como exaltación del recorrido de una vida humana notable, reconoce antece- queda de nuevos posicionamientos críticos respecto de su innegable trabajo •
d:ntes en la antigüedad clásica. Bajtín señala como lejanos hitos auto/biográficos La Apolog(a de ficcional, pero también el sostenido favor del público, que busca en ellas ese
Socrates Yel Fedón, de Platón, así como la imploración de lsócrates¡ bajo el modelo del enkomion algo más que ilumine el contexto vital de la figura de algún modo conocida
acto público, cívico y ¡x-,lítico de glorificación y autojustificación. Más tarde, la autobiografl; -difícilmente se lea la biografía de un personaje que se desconoce-. No es por
romana .otorgar~ un valor central a la familia patricia, indisociable de la historicidad, lo público
azar entonces que reiteradamente aparece, en declaraciones, como el género
y lo nacLonal. Dtferentes motivos son acentuados en estas vertientes clásicas y dejan su sello en la
posteridad: la metamorfosis, que muestra las transformaciones ·acaecidas en el curso de una vida preferido en los hábitos de lectura de intelectuales y escritores.-15
la crisis, que señala los momentos de inflexión y cambio cualitativo, la energ(a, que ~nfatiza en lo~ Pero hay también ejercicios de escritura que, sin abandonar el modelo de
rasgos del carácter y su exteriorización (Plutarco), la analítica, fundada en un esquema de níbricas narración de la vida de un personaje existente, se apartan de la fidelidad histó~
-~-ida familiar, social, de guerra, amigos, virtudes, vicios, etc.-, cuyo modelo es Suetonio, y tam~ .
rica para dar lugar a nuevos híbridos -en nuestro escenario actual es notorio el
b1en aportan a este cauce común los autorretratos irónicos, como los de Horado, Ovidio, Propercio.
Más tarde, serán las consolaciones (Cicerón, San Agustín, Petrarca), construidas en forma de 11 El artículo fue reproducido en el suplemento dominical "Cultura y Nación" del diario
diálogo con la filosofía, las que abrirán el camino a la expresión de un yo, -y coextensivamente,
Clarín, el 28 de diciembre de 1999.
a un otro yo, como a menudo se plantea la empresa biográfica moderna-. Hacia fines del siglo 14 Reproducido en Clarín, suplemento "Cultura y Nación", el 23 de mayo de 1999.
xvm, aparecerá la idea de felicidad, asociada al talento, la intuición, el genio, y la vida narrada
¡; Esta preferencia fue enunciada por varios de los escritores cuyas entrevistas componen el
cobrará un carácter predominantemente person¡:¡\ (Bajtín, [1978] 1988: 261 -292) .
corpus que analizamos en los capítulos 4 y 5.

l
r LA VIDA COMO NARRACiÓN 109
108 EL ESPACIO BIOORÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA

auge de narraciones noveladas en torno de personajes históricos bien conoci· Esta cualidad es particularmente notoria en el ámbito argentino e hispano·
· dos,-16 sin pretensión de veracidad. americano de los siglos XIX y comienzos del XX, donde la escritura autobiográfica
Quizá, de modo unánime, pueda acordarse que, más allá de sus especialida.. -cuya autoría remite en muchos casos a figuras pú~lic~s pol~ticas y/o int~le~­
des, estas formas genéricas confluyen a delinear una topografía de la interiori .. tuales protagónicas- presenta una trama a menudo md1scermble entre lo mdl·
dad que no nos es "dada", que es justamente a través del proceso narrativo por vidual y lo colectivo, y la identidad personal se dibuja casi obligadamente ~n
que los seres humanos se imaginan a sí mismos -también en cuanto lectores/ el horizonte de construcción de la identidad nacional, sus conflictos, cambws
receptores- como sujetos de una biografía, cultivada amorosamente a través de valores y transformaciones, y acusa fuertemente las marcas de esa
37
de ciertas "artes de la memoria". Pero esta biografía nunca será "unipersonal", conflictividad (Prieto,_Molloy, Ludmer). .>s .w
aunque pueda adoptar tonos narcisísticos, sino que involucrará necesariamen ..
te la relación del sujeto con su contexto inmediato, aquel que le permite si..
tuarse en el (auto)reconocimiento: la familia, el linaje, la cultura, la naciona-
lidad. Ningún autorretrato, entonces, podrá desprenderse del marco de una
época, y en ese sentido, hablará también de una comunidad.
"Yo no me separo valorativamente del mundo de los otros sino que me
n Según Adolfo Prieto, la literatura autobiográfica argentina del sig\? XIX, que _remite a fig.u·
percibo dentro de una colectivid~d, en la familia, la nación, la humanidad ras públicas relevantes en el proceso de afirmación de una identidad nactonal, pohnc_os, estadts-
cultural", afirma Bajtín, analizando los ·valores que conllevan los géneros tas escritores (Belgrano, Saavedra, Agrelo, Posadas, Alberdi, Sarmiento, Wi\de, Cane, Manstlla,
biográficos, más allá del "sí mismo" del narrador en cuestión (Bajtín, 1982: et~.), es inseparable de la construcción de esa ident idad: "Más que característ icas ind.ivid~t~les,
135). A tal punto es constitutiva esta relación, que todo relato biográfico rasgos de temperamento, experien cias subjetivas, el conjunto de los texros auto~tog_ra.ftcos
consultados trasunta los efectos del enorme peso con que lo social agobta los desunos mdtvtdua-
sólo logrará establecerse, según el autor, a partir. de ese contexto: ¿cómo les, y la preponderancia que los hechos de la vida colectiva adquieren sobre la vida interior de los
acceder ~ la propia biografía en sus momentos tempranos -el nacimiento, el autores" (Prieto, 1982: 218).
origen, la primera infancia-, si no es "por palabras ajenas de mis prójimos", lB Para Silvia Molloy, es justamente la definición del ~o a través d~l linaJe, ~a familia, \.a

por una trama de recuerdos de otros que hacen a una unidad biográfica relación con la naciente iden tidad nacion al, lo que caractema a la autobtografta htspanoamen-
cana de los siglos XIX y comienzos del XX -especialmente de escritores- , que sintomática_men~e
valorable? A su vez, y en esa misma trama de genealogías y generaciones, la rehuye el recuerdo de la primera infancia y la nostalgia de los tiempos idos por temor a la tdenn·
contemplación de la vida de uno será tan sólo "una anticipación del recuer.. ficación con el "antiguo régimen" colonial, y presenta la peripecia personal en el marco. may~r
do de otros" .acerca de esa vida, recuerdo de descendientes, parientes y alle- del engran aje histórico -defraudando a menudo la expectativa del lector en cuanto a la mtlmt·
gados. Ampliando la mira al espacio de la colectividad, los valores en juego dad del "verdadero yo"-, o bien, como miradas-testigo de un ~un~o a punto de d~sa~arecer: o ya
desaparecido. También la autobiografía, como en el caso de Vtctona Ocampo, sera aftrma~ton.de
serán indisociables de la peculiar inscripción del sujeto en su contexto so-
1 un linaje coincidente con el surgimiento de la nación misma -como territo~ialid~d y ~op1edad-: Y
ciohistórico y cultural -que incluso puede asumir el carácter de una épica al mismo tiempo reacción contra las nuevas identidades emergentes, los ambtsmos pro?ucto
1
colectiva-, tanto el actual, del momento enunciativo, como el que es objeto de la inmigración. Molloy reflexiona así sobre la historicidad de las formas de la memona, las
de rememoración. · posiciones cambian tes del recordar, y consecuentemente, l_as móviles estrategias del y~, ~omn
.¡.
asimimo sobre la operación por la cual se asigna retrospectivamente senudo al acontecimiento
36 Noé Jitrik
1 (histórico, biográfico) y se lo revaloriza desde el momento actual de la enunciación. "Se re_cr~a el
( 1995 ), señalando la diferencia entre la construcción del personaje en la novela
pasado para satisfacer las exigencias del presen te: las exigencias de mi propia imagen, de la tma-
histórica europea -Walter Scott, Víctor Hugo, Michel de Zévaccr-, donde los héroes no tienen un
referente histórico preciso y son constituidos siguiendo "modelos humanos corrientes" y la lati· \ gen que supongo otros esperan de mí, del grupo a\ cual pertenezco" (Molloy, (199111996: 199).
noamericana, destaca la "tendencia o tentación", en esta úlrima, de preferir como protagonistas
w Josefina Ludmer también se refiere a la escriwra autobiográfica argentina d~ 188? _como el
a "sujetos principales del devenir histórico [...] de acuerdo con la teoría del 'hombre representa· espacio de dos "fábulas" simultáneas de ident idad, la de la nación y la personal, e]emphftcado en
tivo', inspirada en el pensamiento saintsimoniano, que tiene en Facundo, de Sarmiento, una lo que llama "cuentos autobiográficos de educación", como ]uvenilia, de Cané (1882 -18.84) YLa
formulación brillante" (p. 46). En esta clave, se hace inteligible el auge de la producción actual
gran a11ea, de Mansilla (1884), donde el espacio del colegio y sus nombres de autondad son
de ficción en la Argent ina, no siempre identificable con la novela histórica, pero cuyos protago- determinantes en la prefiguración de un destino - la primera, una "autobiografía real en forma de
"recuerdos", la segunda, una "autobiografía ficcional en forma novelada"- . El ejemplo lo es asi-
nistas son sin embargo próceres o personajes ligados a ellos. Tal por ejemplo, La revolución es un
sueño eterno, de A. Rivera, El general, el pintor 'Y la dama y La amante del restaurador, de María mismo, para nosotros, de las formas desplazadas, no canónicas, que puede asumir la inscripción
Esther de Miguel, y muchos otros. biográfica (Ludmer, 1999: 27 y ss.).
110. EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA LA VIDA COMO NARRACIÓN 111

repetición perniciosa que obliga a encontrar algo para registrar. Doble vida del
escritor o escritora -cita a Virginia Woolf: "Lo curioso en mi caso es cuán poco
5.2. Diarios íntimos, correspondencias tengo el sentimiento de vivir cuando mi diario no recoge el sedimento"
(Blanchot, 1996: 50)- que, más que expresar un exceso de individualidad, una
Si la autobiografía puede desplegarse dilatadamente desde la estirpe familiar a obsesión de la traza, viene a salvar por el contrario del peligro de alienarse en
la pación, el diario íntimo promete en cambio la mayor cercanía a la profundi~ la ficción: en ese "diario de habladurías donde el yo se expande y se consuela",
.dad del yo. Una escritura desprovista de ataduras genéricas, abierta a la impro~ se retoma a la futilidad del día "perdido" en la escritura -perdido para el "yo"
visación, a innúmeros registros del lenguaje y del colecdonismo -todo puede que ha tenido que desaparecer- y se "rescata" una vida propia, atestiguable,
encontrar lugar en sus páginas: cuentas, boletas, fotografías, recortes, vesti~ con visos de sólida unidad. Pero este empeño -múltiple, diverso, híbrido en
gios, un universo entero de anclajes fetichísticos-, sujeta apenas al ritmo de la tonos y temáticas- será el de cubrir una pérdida con otra: aquello registrado
cronología, sin límite de tiempo ni lugar. El diario cubre el imaginario de liber~ como hito, la frase sintomática, cifrada, la escena, el gesto anotados para la
tad absoluta, cobija cualquier tema, desde la insignificancia cotidiana a la ilu, recordación, se irán disolviendo también, como el tiempo mismo, dejando una
minación filosófica, de la reflexión sentimental a la pasión desatada. A dife- armadura
. fantasmal ) semivacía. Difícil-inhabitual- es desandar el camino para
rencia de otras formas biográficas, escapa incluso a la comprobación empírica, volver a leer las propias huellas.
puede decir, velar o no decir, atenerse al acontecimiento o a la invención, De nuevo, la comparación entre los diarios existentes marca el punto de
cerrarse sobre sí mismo o prefigurar otros textos. Si se piensa la intimidad fuga: los habrá teóricos, polémicos -]ulien Oreen- otros, vecinos del reportaje ·
como sustracción a lo privado y lo público, el diario podría ser su libro de o la entrevista -no en vano está la homofonía diario/diario- que recogen ras,
ce.remonial, la escena reservada de la confesión -tal como la fijara su ancestro tres de conversaciones, los habrá cifrados, introspectivos y prospectivos, algu,
protestante (Pepys, \Vesley, Swift, Boswell)-, el ritual del secreto celosamente nos, como series de aforismos, otros, como embriones de relatos -Kafka-, ob~
guardado -el cajón escondido, el anaquel, la llave-. Pero si bien hay diarios sesivos cuadernos de notas y notaciones del vivir, sin olvidar los diarios de
que acompañan silenciosamente la vida de su autor, que tal vez ni se sabe de etnógrafos y viajeros -Malinowski, Leiris-- donde la abrumadora repetición
ellos, acallada su voz, hay otros que se escriben con la intuición de su publica, cotidiana se mezcla con la aventura de tierras exóticas y con el descubrimien-
ción -Constant, Stendhal, Byron, Scott, Carlyle, Tolstoi- o incluso con la to inquietante del otro. Como lugar de memoria, su mayor proximidad esqui~
· intención explícita de hacerlo -Katherine Mansfield, Virginia Woolf, Ana1s 1 zá el álbum de fotografías -el otro arte biográfico por excelencia- , cuya resti,
Nin, Simone de Beauvoir, André Gide, Witold Gombrowicz ...- y entonces, tución del recuerdo, quizá más inmediata y fulgurante, solicita igualmente un
contrario s~nsu , más que expresiones prístinas de la subjetividad, serán objeto trabajo a la narración. Pero también hay diarios que son como tablas de super~
de ajuste, borradura, reescritura total o parcial, en definitiva, y una vez más, se
tratará de lo íntimo en lo público, del espectáculo de la interioridad.
1 vivencia, donde el "encierro" es, más que una situación física de escritura, una
pesadilla existencial: el diario de Víctor Klemperer, escrito bajo el nazismo,
40
Es así que, en esa senda donde la tentación biográfica se hace irresistible
para el escritor, el diario podrá reemplazar con ventaja a la autobiografía, con~
1 por fuera del "campo" pero enraizado en él, es un reciente ejemplo de ello.
1 Si los lectores -críticos- de diarios pueden ver asomar allí, junto a esas
signar los hechos memorables y avanzar todavía un paso más, hacia lo íntimo 1 11
habladurías" del yo, los grandes ternas, la inquietud existencial o las tenden,
quizá menos "biográfico" -la angustia, el miedo, el erotismo-. Asimismo, y cí~s del pensamiento, prefigurados a veces en breves líneas, ¿qué busca en
fuera de la intención del autor, podrá ser exhumado, arqueológicamente, como 1 ellos el lector corriente ? Probablemente la respuesta no varíe mucho en re la-'"
huella vívida, fragmento, revelación. De los géneros biográficos acuñados en
· la modernidad, quizá sea éste el precursor de la. intimidad mediática, el que
1 ción con otras formas biográficas: la proximidad, la profundidad, el sonido de
la voz, el atisbo de lo íntimo, la marca de lo auténtico, la huella de lo cotidia-
profundizó la brecha para el asalto de la cámara, el que aportó en mayor medi,
da a una inversión argumental: antes, lo íntimo podía decirse, no mostrarse,
1
;
· 4t1 Los Diarios íntimos ( 19 33,1945) de Víctor Klemperer, profesor de Lenguas romances de la

Universidad de Dresden, fueron publicados en 1995, en el marco de la intensa discusión alemana


. ahora, se muestra más de lo que se dice. sobre el nazismo y el holocausto. Klemperer, judío, casado con una mujer "aria pura", logró sobre-
Afirma Blanchot que el interés del diario reside precisamente en su insig, vivir, gracias a esa condición, en un pequeño pueblo, alejado de su habitual escenari~ académico
nificancia y que su s~puesta libertad termina en la trampa de los días, esa y cotidiano, y su testimonio de la vida cotidiana bajo el nazismo es hoy un documento mvalorablt:.

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:1
LA VlDA COMO NARRAClÓN 113
112 EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA

los corresponsales, que uno ignora'\ pero que de todas ma~eras puede de~enir
no, lo "v.erdadero", en definitiva, el "limo" donde nacen y crecen las obras que
en ejercicio apasionante. Bioy Casares ( 1999) aventura su hsta de los escnto_res
se admiran en otras artes, prácticas o escrituras -lo cual tampoco escapa al
que alcanzan en las cartas su mejor nivel: Madame de Sevigné, Walpole, Voltatre,
interés del crítico-. El diario cobija sin duda un excedente, aquello que no
Stendhal, Byron, Balzac, George Sand, Musset, Flaubert, Proust, Nabokov...
termina de ser dicho en ningún otro lugar, o que, apenas dicho, solicita una
En un simple ordenamiento cronológico o en compilaciones más estructu,
forma de salvación. De alguna manera, contiene el sobrepeso de la cualidad
radas, con notas y presentaciones que traducen una cierta remembranza de la
reflexiva del vivir. Pero también realiza, vicariainente, aquello que no ha teni··
novela epistolar o de la autobiografía,« las cartas van sin duda más allá de la
do ni tendrá lugar, ocupa un espacio intersticial, señala la falta. Más que un
información precisa -biográfica, histórica, científica- que puedan proveer, para
género es una situación (un encierro) de escritura. 41 ¿Es eso lo que impulsa asi,
delinear, a través de las modalidades de su enunciación, un perfil diferente del
mismo al escritor corriente de un·diario íntimo, aquel o aquella que ejercita su
reconocible en otras escrituras y quizá más "auténtico", en tanto no responde,
práctica, más allá de llamarse escritor/a, más allá de tener cierta cercanía vo,
ría inicialmente a ~na voluntad de publicación -aunque en muchos casos,
45
cacional o profesional? ¿Es la posibilidad de estar a solas con la fantasía, de
llevar vidas sustitutas, de atrapar tanto el exceso como la pérdida, de no dejar
1 ésta sea tan previsible como la de un diario íntimo-. Transformadas en pro,
dueto editorial su apuesta es fuerte: permitir la intromisión en un diálogo pri,
el tiempo simplemente pasar? La pregunta no deja de tener interés, por cuanto
el diario es quizá la única forma autobiográfica de uso común y compartido. 42 1 vado, en la alternancia de las voces con la textura de la afectividad Y del
carácter -a veces, de las dos voces~ en el tono menor de la domesticidad o en
46

'
En cuanto a las correspondencias, desde el auge del género epistolar en el
el de la polémica, asistir al desarrollo de una relación amorosa o de un pensa-
siglo XVIII -y su asimilación formal a la estructura de la novela-, ese diálogo 11 miento, acompañar la vibración existencial de alguien a quien se "conoce" en
entre voces próximas y distantes, alimentado por el saber, la afinidad, lapa,
sión o.los intereses políticos, nunca ha dejado de atraer la atención de lectores lejanía. Apuesta que quizá quede trunca, según la observación de Borges, ánte
y críticosY Sería innumerable la lista de las correspondencias célebres publi, 1 un juego enigmático, un excesivo ajuste a las reglas de la cortesía o el pudor, o
cadas, en un abanico de temáticas y tonalidades, que, habilitando en: buena simplemente, a las fórmulas del género.
medida el gesto voyeurístico, permiten asomarse a una intimidad a menudo
póstuma, pero investida de una casi inmediata actualidad por las marcas del 1 +1 Véase por ejemplo Jane Austen, 1997, Mi querida Cassandra, (comp. Penél~~ Hu~hes­

Hallet); Virginia Woolf, 1994, Dardos de papel, (selección Frances Spalding), es~~ ultun~, mte-
género. Marcas que ton1an la lectura a veces desesperante, según Borges, cita,
do por Bioy Casares, "por las innumerables referencias a cosas conocidas por ' grante de la serie "Cartas ilustradas" de Collins and Brown (Londres) en traducctOn espanola de
Odín Editora.
45 Una correspondencia valorada justamente por esa iluminación sobre la vida de su ~pnnCl-
. .

il Al referirse a la "posición femenina" q\le supone el diario íntimo, Nora Catelli reinterpreta pal) autor es la de Louis Althusser con Franca Madonia, publicada despu~s d~ la muerte de ambos
la operación simbólica a que alude Lacan como femenina -"colocarse del lado del no-todo"·- en (Lettres a Franca Í961-1973, 1998); quinientas cartas que trazan la h1stona de un amor loco.
términos de síntoma, de fatalidad y no de elección. "Quizá quienes se encierran -hombres o Según Élisabeth Roudinesco, el libro, que "aporta un esclarecimiento original_sob~e la·forma en
mujeres- a escribir diarios íntimos", dice la autora, "como los ángeles del hogar en su empíreo que trató de renovar el marxismo apoyándose en todas las disciplinas de las e~enc1as humanas ...
doméstico y con sus demonios interiorizados, lo hagan desde una posición femenina: la del 'no- es tambtén la historia de un h ombre que ama locamente a una mujer y no vacila en presentar, en
todo';' (Catelli, 1996: 98). cartas floridas, una suerte de locura del amor loco, más cerca de la pasión mística que del arrebato
42 ta curiosidad por saber si la práctica del diario personal era tan común en nuestros días profano" (Roudinesco, Clarín, suplemento "Cultura y Nación", 3/1/99_ , p. 4). .
46 Es interesante al respecto la correspondencia que Charles S. Pe1rce mantuviera con Lady
como en "su época" inspiró a Lejeune una investigación "empírica" donde solicitó a estudiantes
secundarios responder a un cuestionario sobre el tema -en mi opinión, demasiado inductiv~, Victoria Welby a lo largo de los años, donde fuera desarrollando buena parte de s~s conce~tos
cuestionario que luego publicó para los lectores del Magazine Littéraire. Las respuestas recibidas, más conocidos en torno de la teoría semiótica. En la selección de d iez cartas de Pe1rce, escntas
en particular sobre las "funciones" del diario, trazan una verdadera cartografía del imaginario entre 1904 y 1911, que integra su Obra lógico semiótica publicada en español (1987: 1~:-156), .
esperable: fijar el presente, dejar huella, guiar la vida, expresarse, clarificarse, leerlo a los hijos, pasamOs de la lectura de los conceptos filosóficos más abstractos, en su típica argumenrac,¡o~, que
soportar la soledad, calmar la ansiedad ... En cuanto a los temas prioritarios, el mítico recinto de se adelanta con variados ejemplos a las objeciones, a ciertos detalles sobre la v1da domestica, el
la "vida interior" se lleva las palmas. Estas respuestas de lectores dieron lugar a una publicación campo, las peculiares cualidades del ama de casa -"conservador~"-, tribulaciones en ~or~o de la
en forma de libro (Lejeune, 1989 ). salud, elogios de su esposa y de la decoración de su casa, decepc1ones, apremtos econom_tco_s .._. A
"' 1 Foucault ([1988}1990) encuentra en las cartas de Séneca o Marco Aurelio a sus maestros,
pesar de la brevedad de los párrafos que van trazando esta narración paralela, las_ marcas,dtalo~tcas ·
casi una forma de diario íntimo que registra la vida del esp·íritu y el devenir de la minucia cotidia- del género, su dinámica conversacionat, subsisten aun en el planteamiento teonco mas estncto,
na, una antigua "tecnología del yo" tendiente al "cuidado de sf', que, con el advenimiento de la aportando una tonalidad peculiar en cuanto a la "voz." de la persona.
confesión cristiana, se tornaría cada vez. más hacia el "conocimiento de sí".
114 EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJET!VIf)ADCONTEMPORÁNEA LA VIDA COMO NARRACIÓN 115

1
Pero ese diálogo devenido público entre corresponsales, que exhibe -aun de autobiográficos en la red, anotaba que, más allá de una abierta fantasía de
modo indirecto- la marca de una doble autoría, plantea a menudo una cuestión au~ocreación, que pone en escena todas las "perturbaciones" posibles de la
ríspida sobre los territorios de lci intimidad: ¿quién es el "dueño" de esas escritu~. identidad -personajes ficticios, cambios de sexo, máscaras, juegos identitarios,
ras, el firmante, el destinatario? ¿Puede haber decisión unilateral de publica~ duplicidades.:.., los relatos de sí estimulan en verdad, más allá de las tecnolo-
ción ? Una cuestión que el auge contemporáneo de lo biográfico, que encuentra gías, una reviviscencia de lo escrito, una revalorización de formas can~~icas
en las cartas uno de sus más preciados objeto de deseo, pone a veces al borde de quizá un tanto olvidadas -diarios, cartas y relatos personales- y tambten, Y
la querella judicial: correspondencia hecha pública en vida del autor, o contra~ pese a una participación predomi~antemente ju:enil, un refor:~miento ~e. sen,
riando su expreso deseo, o respondiendo a una especie de "traición". Esa "trai ~ tidos comunes e ideologemas, mas que una radtcal apertura ettca, tematlca o
ción" de hacer públicas ~nilateralmente zonas íntimas de una relación -amaro~ estilística.
sa, familiar, profesional-, se trate de cartas, memorias o diarios íntimos, parece Internet ha logrado así popularizar nuevas modalidades de las (viejas) prác~
haber adquirido, en la apoteosis del mercado, otro matiz, igualmente inquietan- ticas autobiográficas de la gente común, que, sin necesidad de mediación pe-
te: el de la "venta" pública de esos retazos de intimidad. 47 riodística o científica puede ahora expresar libremente -y públicamente- los
A l tiempo que se incrementa el interés por este tipo de huellas del pasado, tonos cambiantes de la subjetividad contemporánea.
el e~mail ha cambiado radicalmente las relaciones entre las personas y el senti-
do mismo de las "correspondencias", que han perdido así "la instancia de la
letra", y no podrán ya ser atesoradas con el fetichismo del "original" y de la firma.
Nueva temporalidad del directo absoluto, borradura de la distancia y la locali~
zación, secreto en mayor medida resguardado -aunque quizá, como en una l
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distopía, ojos controladores y desconocidos se posen, a la manera de hackers,
en alguna instancia del espacio virtual-, el e-mail alienta la ilusión de la pre~
senda, de la conversación, de la voz en directo, cancela la espera angustiosa
de la carta - amorosa u oficiosa-, abre la posibilidad de nuevos léxicos, colo~
quiales, informales, poéticos, dejando la marca de la instantaneidad - y hasta 1
de lo convivial- aun en los intercambios académicos o laborales.
Pero no es solamente el üniverso de las correspondencias el que acusa el
impacto de Internet , sino la totalidad del espacio biográfico, que se abre a la
existencia virtual: sites, páginas web personales, diarios íntimos, autobiogra~
1
fías, relatos cotidianos, cámaras perpetuas que miran -y hacen mirar-, vivir,
experiencias on line en constante movimiento, invenciones de sí, juegos 1
identitarios, nada parece vedado a la imaginación del cuerpo y del espíritu.
Sin embargo, esa libertad sin necesidad de legitimación y sin censura, esa po~ 1
l
sibilidad de desplegar al infinito redes inusitadas de interlocución y de sociabi~
lidad -a la vez anónimas y personalizadas, investidas de afectividad y descor~
poreizadas-, no altera en gran medida lo esperable -y sin duda estereotípico-
de los viejos géneros. Régíne Robin (1997 ), analizando cantidad de sitios

Un reciente y sonado caso es el de las cartas de J. D. Salinger, escritas en los setenta a su


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amante, m ucho tnás joven, Joyce Maynard, que ésta decidió rematar en Sotheby's porque necesi-
taba d inero. Si bien la ley americana prohíbe la publicación de una carta sin permiso de su autor
o autora, n o hay obstáculo para su venta .

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