La hormiguita Gilderbran desea demostrar su valía como soldado a pesar de ser pequeño. Sale del hormiguero con un grupo de hormiguitas a su cuidado y se aventuran a la superficie, donde son arrastrados por una corriente durante una tormenta. A la distancia de su hogar, Gilderbran ayuda a una oruga y un saltamontes lastimados, y los tres unen fuerzas para regresar, enfrentando varios peligros en el camino como un alacrán.
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La hormiguita Gilderbran desea demostrar su valía como soldado a pesar de ser pequeño. Sale del hormiguero con un grupo de hormiguitas a su cuidado y se aventuran a la superficie, donde son arrastrados por una corriente durante una tormenta. A la distancia de su hogar, Gilderbran ayuda a una oruga y un saltamontes lastimados, y los tres unen fuerzas para regresar, enfrentando varios peligros en el camino como un alacrán.
La hormiguita Gilderbran desea demostrar su valía como soldado a pesar de ser pequeño. Sale del hormiguero con un grupo de hormiguitas a su cuidado y se aventuran a la superficie, donde son arrastrados por una corriente durante una tormenta. A la distancia de su hogar, Gilderbran ayuda a una oruga y un saltamontes lastimados, y los tres unen fuerzas para regresar, enfrentando varios peligros en el camino como un alacrán.
La hormiguita Gilderbran desea demostrar su valía como soldado a pesar de ser pequeño. Sale del hormiguero con un grupo de hormiguitas a su cuidado y se aventuran a la superficie, donde son arrastrados por una corriente durante una tormenta. A la distancia de su hogar, Gilderbran ayuda a una oruga y un saltamontes lastimados, y los tres unen fuerzas para regresar, enfrentando varios peligros en el camino como un alacrán.
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LA HORMIGUITA VALIENTE
En una colonia de hormigas había una hormiguita que deseaba que la
tuvieran en cuenta para otros trabajos y no solo para cuidar niños pequeños. Un día escuchó que unos soldados irían de excursión y les pidió que la llevaran. Todos se rieron cuando le escucharon decir eso, pues era demasiado joven para ser un soldado. —Porque no vas a cuidar los niños?—le dijeron burlándose.— Seguramente alguno a de querer que le cambies el pañal. JAJAJA Algo disgustado regresó a su trabajo. No era la primera vez que se burlaban de él, pero estaba dispuesto a demostrarles que también podía ser un buen soldado aunque no tuviera la corpulencia física de ellos. Un día les dijo a las pequeñas hormigas que estaban a su cuidado: —Voy a salir del hormiguero, quiero que me esperen aquí y no le digan a nadie para donde fui. Todas le pidieron que no lo hiciera porque según les habían dicho ese lugar era muy peligroso, pero no pudieron convencerlo, pues él estaba dispuesto a todos los peligros con tal de demostrarles que no era un cobarde. Al verlo tan decidido le dijeron que lo acompañarían pero se negó a llevarlas argumentando que podía ser peligroso. —Si no nos llevas les diremos a todos para donde fuiste. Con temor de que lo informen decidió llevarlas. Burlando a los guardias que custodian la entrada salieron a la superficie donde por primera vez vieron la luz del día. Se maravillaron al ver el paisaje tan hermoso. No podían creer que les hubieran prohibido salir a disfrutar de algo tan maravilloso y por lo que podían apreciar no existía ningún peligro. —Quiero que se queden aquí—les dijo Gilderbran decidido a excursionar mas allá de la colonia—Si no es peligroso vendré por ustedes. Solo que ninguna le obedeció, pues todas quería saber qué existía más allá del hormiguero. Sin un adulto que los supervisara le dieron rienda suelta a la diversión, todo lo que hacía su niñero ellas lo hacían, pues se subían a las plantas altas y utilizaban las hojas como un tobogán. Sin percatarse del peligro que se avecinaba siguieron jugando. Gilderbran se subió a un diente de león, luego sujetándose fuertemente de una semilla voló. Las demás hormiguitas quisieron hacer lo mismo, pero una ráfaga de viento hizo que aquella semilla se elevara, por lo que tuvieron que correr tras él. De pronto cayó un fuerte aguacero y cada gota que caía era como si las estuvieran bombardeando y su casa estaba demasiado lejos para correr hacia ella. Se refugiaron debajo de una hoja que les brindo protección, y Gilderbran todavía seguía volando, pero una gota de agua impactó en la semilla precipitándola a tierra, con tal mala suerte que cayó en una corriente y se la llevó. Nadie lo pudo ayudar, pues la fuerte lluvia les impedía abandonar la hoja, solo miraban que su niñero se ahogaba. Cuando dejó de llover un ejército de hormigas llegó por ellas, encontrándose con la trágica noticia de que a Gilderbran se lo había llevado la corriente. Un grupo de soldados recorrió la orilla, pero la corriente era demasiado fuerte para que hubiera sobrevivido, así que abandonaron la búsqueda y regresaron a la colonia. Todos en el hormiguero creyeron que estaba muerto, pero contra todos los pronósticos Gilderbran sobrevive a fuerte corriente, aunque muy lejos de su casa, pues fue arrastrado mas de doscientos cincuenta metros. Permaneció más de dos horas dando vueltas en un pozo sujeto a un tronco que le sirvió como balsa. Este se detuvo en la orilla, y pudo abandonar el charco. Se sacudió el agua y se arrastró temblando por el frió. Arropándose con una hoja seca trato de calentarse, pero la suerte parecía estar de su parte. El cielo se despejó y el sol volvió a salir permitiendo que pudiera calentarse. Luego de hacer algunas flexiones de pecho emprendió su regreso a casa. Había caminado solo unos pocos metros cuando escuchó a alguien que suplicaba ayuda. —Quien esta allí ?—pregunto muy asustado. Era la primera vez que se enfrentaba a algo desconocido. Cautelosamente se acercó a ver. Moviendo una hoja miró algo terrorífico que se retorcía y se asustó tanto que no sabia para donde correr, pues por todas partes había escombros que le impedían escapar. Luego de dar vueltas y vueltas se detuvo. —No debo correr— dijo—Yo no soy un cobarde. Aunque las patas le temblaban de miedo se acercó nuevamente a ver quién pedía ayuda, y vio que quien solicitaba ayuda para escapar de los escombros era una oruga, la cual al verlo acercarse le pidió que se alejara, pues pensaba que era una hormiga carnívora que andaba en busca de su cena. —No te voy a hacer daño—le gritó—Solo quiero ayudarte a salir de allí. La oruga hizo un gran esfuerzo para liberarse, pero no lo logró. —Donde están tus compañeras?—le preguntó asustada mientras trataba de ver si venían mas hormigas a ayudarle. —Estoy solo—le respondió mientras hacia el esfuerzo de levantar el escombro que la apretaba—Sal rápido de allí que esto esta muy pesado. —Eres muy fuerte—le dijo la oruga luego de ser liberada—Cómo te llamas? —Gilderbran y tú?. —Yo me llamo Atila, pero ¿qué hace una hormiga sola por aquí?. Este lugar es muy peligroso. La hormiguita le contó lo que le había sucedido, llevándose la gran sorpresa, pues a la oruga le había ocurrido lo mismo, así que los dos emprendieron el regreso a casa. Recorrieron unos cuantos metros cuando escucharon a alguien quejarse. —Creo que es un pequeño saltamontes—le dijo la oruga—Al igual que yo también necesita ayuda. La hormiguita siguió tras la oruga, temerosa, pues no tenia ni idea de qué era un saltamontes. Caminaba con precaución ya que podía tratarse de algún monstruo de los que tanto había escuchado hablar. —Que necesitas?—le dijo la oruga al verlo sentado.—Creo que me lastimé una pata—le respondió sin temor. —Cómo te llamas y dónde están tus padres?.—Me llamo Arturito—le dijo— Mis padres no sé dónde están. Cuando vio a la hormiga acercarse sintió miedo, pues aunque era mucho mas pequeña que ellos, todos parecían sentir terror frente a ella. —No te preocupes, nadie te hará daño—le dijo la oruga—No es carnívora. Luego le pidió a la hormiga que tomara seda de su cola para envolverle la pata que la tenia medio lastimada. Los tres habían sido arrastrados por la corriente, por lo que unieron fuerzas para regresar a casa. Luego de ayudarle a buscar un bastón siguieron el camino hacia arriba. La hormiguita les contaba muchas de las aventuras que decía haber tenido, pero por dándoselas de héroe llego el momento en que tuvo que demostrarles que no era un cobarde, pues mientras caminaban se tropezaron con un alacrán que les impidió el paso. La oruga y el saltamontes sintieron mucho miedo cuando lo vieron y empezaron a retroceder —No tenemos porqué temer—dijo la oruga mirando a Gilderbran que se quedó parado—Nosotros tenemos al héroe de nuestro lado. Así que decidieron regresar pensando que se había quedado para enfrentarlo, pero su héroe se había quedado paralizado por el miedo al ver semejante monstruo, pero por las tantas batallas heroicas que decía haber tenido tuvo que aguantarse las ganas de salir corriendo. Luego le pidieron que peleara con él, pero se disculpó argumentando que no tenia un arma para enfrentarlo. El saltamontes extendió sus largos brazo y de una rama arrancó un chuzo que le serviría como lanza y le entregó a la hormiga que estaba petrificada viendo al monstruo acercarse. Ellos corrieron y a él también le hubiera gustado correr, pero no podía moverse. El alacrán miraba que sus rodillas daban la una con la otra, por lo que pensó que le seria fácil acabar con él. Lentamente se fue acercando, pero la suerte parecía estar del lado de la hormiga, pues a medida que se acercaba un palo que se encontraba encima de su cabeza se deslizaba. Al mirar esto la hormiguita retrocedió con tal mala suerte que se cayó, y tuvo que retroceder para no ser devorada. Un manotón del alacrán desestabilizó el palo el cual le cayó encima y lo aplastó. La hormiga se apresuró a levantarse para huir, pero al ver que el alacrán no se movía se acercó a ver si estaba muerto. Seguramente le habría dado un infarto si éste se hubiera movido, pero el palo lo había aplastado tan fuerte que salía sangre por su boca. La hormiga dijo—¡ Está muerto!.La oruga y el saltamontes no podían creer lo que miraban. —¿Cómo acabaste con él tan rápido?—le dijeron al ver el alacrán muerto. —Es que así somos los héroes—respondió con aires de valiente. La oruga lo subió a su espalda y siguieron el camino, pero ya era demasiado tarde y debían buscar un lugar donde pasar la noche. El estomago le crujía a la hormiguita, pero no había hongos para comer. El saltamontes y la oruga no tenían ningún problema, solo se apartaron un poquito de la orilla y empezaron a mordisquear las hojas. Lo mismo le pidieron que hiciera pero a la hormiga no le gustó. —Cómo pueden comer eso!—les dijo escupiendo de su boca los residuos.—¡Eso sabe horrible!. —¿Qué comen ustedes en el hormiguero?—le pregunto la oruga. —Hongos que nosotros cultivamos—respondió la hormiguita. —Encontrar hongos aquí si que va a estar difícil, pero néctar si podemos conseguir—le dijo la oruga con una sonrisa en sus labios— He escuchado que a las hormigas les encanta la miel. Cuando la hormiguita escucho mencionar miel preguntó—¿Dónde puedo conseguirla?. —Allí—le dijo la oruga al tiempo que le mostraba una flor—Súbete y entras hasta el fondo, allí encontraras miel. La hormiguita, obediente, se internó en la flor, pero cuando iba a chupar escuchó el zumbido de un animal. Al darse la vuelta, se encontró con la monstruosa cara de un abejorro que introducía su larga lengua en la flor. La hormiguita como pudo se escabulló pensando que sería devorada. Por el afán ni siquiera tuvo en cuenta la altura, pero la buena suerte hizo que cayera en una hoja y por ella resbaló y llegó al piso. —!Un, un, mo, mo, monstruo¡—dijo temblando de miedo. La oruga y el saltamontes solo vieron al abejorro sobre la flor. —Solo es un abejorro—le dijo la oruga sorprendida al verlo sentado con las rodillas dando la un con la otra—No me digas que le tienes miedo. Al ver que ellos no se asustaron se puso de pie como si nada hubiera pasado. No quería que supieran que era un miedoso, pues le habían dicho tantas veces que en la superficie existían muchos animales peligrosos que comenzaba a creer que era cierto. Luego de caminar unos cuantos metros encontraron una flor oculta cerca del piso. —Creo que a esta flor nadie la a visitado—dijo la oruga—Así que sube a ella y aliméntate, mientras tanto nosotros vigilamos para que no te molesten. —Si—le respondió la hormiguita contenta—Porque otro susto de esos y tendrán que seguir los dos solos. —Que dijiste?, no te escuché.—Que no quiero que nadie me moleste. Terminó de saciar su apetito y salió de la flor tambaleándose, dispuesto a enfrentarse a cualquiera que se le cruzara en el camino. —A tomado demasiado—le dijo la oruga al saltamontes—Súbelo a mi espalda y sigamos. Era ya noche cuando llegaron a una inmensa piedra lisa que les impidió el paso.. —Debemos quedarnos aquí—les dijo la oruga—Mañana veremos como seguimos. No podemos internarnos en la selva porque es muy peligroso. La hormiguita si podía subir, pero sus compañeros no. La oruga por su gran peso y el saltamontes porque tenia una pata lastimada. En la noche pensó como ayudar a sus amigos y la única manera era a través de una cuerda y así lo hicieron. Luego de tejer una cuerda sobre la cual pudieran caminar, la hormiguita se amarró a la cintura un hilo de seda que la oruga entretejió para que resistiera la gruesa cuerda que tendrían que subir, luego empezó a trepar con mucha dificultad por la piedra, deslizándose muchas veces por lo lisa que era, pero con un gran esfuerzo logro llegar a la cima. Dándole la vuelta por tras de un árbol les tiro la seda para que ayudaran a subir la cuerda. No les fue difícil lograrlo. Balanceándose para allá y para acá la oruga alcanzo la cima y lo mismo hizo el saltamontes, pues su pata lastimada ya no le molestaba, pero a los pocos metros se encontraron con otro sitio más difícil que el primero.
—La única manera de poder continuar es cruzando el riachuelillo—les
dijo el saltamontes luego de ver una rama que traspasaba a la otra orilla. La solución a sus problemas era esa. Además por el otro lado parecía haber menos dificultades para seguir, así que no lo pensaron dos veces y empezaron a trepar la rama sujetándose fuertemente con las patas para no caerse. Debajo de ellos los peces se paseaban esperando que alguno se cayera. La orilla se encontraba muy cerca, pero la rama se hallaba inclinada, por lo que tuvieron que descender solo a un metro del agua. Cuando pensaban que lo habían logrado ráfagas de agua fueron disparadas desde el charco. -¡Son peces arquero¡—gritó la oruga—¡Sujétense¡. El saltamontes abrazó la rama fuertemente con sus ocho patas, lo mismo hizo la hormiga, pero el volumen de la oruga, lo mismo que sus cortas patas no le permitieron sujetarse fuertemente, por lo que terminó cayendo al charco al ser blanco de los constantes disparos. Los llamados de sus compañeros para que resistiera no sirvieron. La oruga desapareció y creyeron que fue engullida por un pez. La hormiga y el saltamontes se entristecieron pero de pronto su compañera apareció nuevamente en la superficie. Al ver esto, la hormiga, lo mismo que el saltamontes, bajaron de prisa, le lanzaron una cuerda que sacaron de una hoja y la ayudaron a salir. —Te hicieron daño?—le preguntó la hormiga preocupada —No—le respondió la oruga al tiempo que se sacudía el agua—Miren los colores que tengo en mi espalda, eso quiere decir que soy venenosa, por tanto a quien quiera que se atreva a comerme le quedara un mal sabor en la boca. Los tres siguieron el camino, pero no se dieron cuenta que en un sitio la sequia se repartía en dos brazos. Pensando que iban por el camino correcto siguieron avanzando. —No creen que el agua a disminuido?—les dijo e saltamontes al ver que no corría tanta como antes. —Tienes razón—le dijo la hormiga—Tenemos que preguntarle a alguien, no podemos seguir adelante si vamos por el camino equivocado. La oruga se acercó a una flor que visitaban algunos insectos y esperó a que llegue alguien para preguntarle. No esperó mucho tiempo pues enseguida se hizo presente una abeja. —Me permites que te haga una pregunta?—le dijo la oruga con palabras amistosas. —Si—le respondió la abeja—Qué quieres saber. —Tu que recorres todo este territorio, has visto algún hormiguero por aquí cerca?. —Si—le dijo—Muy cerca de aquí hay uno. Caminen un poco más y lo encontraran. Felices siguieron el camino, pero a pocos metros de allí fueron rodeados por una cuadrilla de hormigas que tenían armas. Los tres levantaron las manos, pues no había forma de escapar, por eso no les quedo mas remedio que dejarse atar tal como lo ordenó su líder. El saltamontes al igual que la oruga le pedían a la hormiga que hiciera algo, pero ellos no sabían que a su héroe le temblaban las piernas por el miedo que tenia, pues había escuchado que esta clase de hormigas eran las enemigas de su colonia, por lo que presagiaba que si se encontraban cerca del hormiguero, seguramente planeaban una invasión. El líder de aquel escuadrón ordenó a sus soldados que los llevaran a la colonia para interrogarlos, así que los hicieron recostar en el piso, luego les cruzaron palos y así colgados como animales se los llevaron. —Hemos encontrado a estos muy cerca de aquí—les dijo el líder a la reina y a quienes se encontraban con ella—Creo que son espías. La reina les preguntó—Qué hacían en ese sitio?. —Yo al igual que mis amigos solo tratábamos de regresar a nuestras casas—respondió la hormiga—Nos arrastró la corriente hace dos días. —A que colonia perteneces tú?—Preguntó la reina. —Al hormiguero de la colina—respondió la hormiga. —Pero ese hormiguero queda muy lejos de aquí, por el otro afluente. —Le dije que son espías—le dijo el que había ordenado la captura. La hormiga se sintió muy triste al saber que se encontraba muy lejos de su colonia. La reina luego de un consejo con sus subalternos ordenó que los desataran, pero fueron llevados a una celda de reclusión y pidió que los tuvieran vigilados mientras averiguaban si era cierto lo que decían. La fama de la hormiga se extendió por toda la colonia, pues el saltamontes les contaba a las hormiguitas pequeñas las aventuras que su héroe había tenido y cómo había muerto a un alacrán solo con una lanza. Al escuchar semejantes hazañas, los líderes de la colonia se dijeron— Este es el héroe que necesitamos para aquel trabajo. Algunos no creían en esas hazañas, pues era muy joven para que hubiera tenido todas esas aventuras, pero la muerte del alacrán solo con una lanza los convenció porque la oruga y el saltamontes afirmaban haber visto con sus propios ojos como acababa con él. Los líderes le hicieron una propuesta a la hormiga. —Los dejaremos en libertad si su héroe cumple una misión para nosotros. Sus amigos inmediatamente le pidieron que aceptara, pero la hormiga nunca había enfrentado a nadie, pues todo lo que les había dicho sobre sus hazañas era mentira. No aceptó. —Ustedes creyeron todas sus mentiras, pero yo no--dijo el líder. No podía decepcionar a sus amigos que habían creído en él. Tampoco podía decirles la verdad porque no lo hubieran perdonado, pues era demasiado tarde para hacer eso. La única manera de demostrarles que era verdad aunque no lo fuera, era aceptando la misión. —Qué debo hacer?—les dijo armándose de valor. Al escuchar su aceptación inmediatamente lo sacaron de la celda y también a sus amigos, pues esa fue la única exigencia que les hizo, la que tuvieron que aceptar, aunque fuera con vigilancia porque los querían como garantía para que regrese. —Queremos que entres a la colonia de nuestros enemigos y que prepares a nuestras hermanas que las tienen como esclavas, para su rescate. Te será muy fácil, pues tú perteneces a la misma especie, por lo que ni siquiera sospecharán. Cuando la hormiga escuchó lo que tenia que hacer, casi sufre un infarto, pero no había nada que hacer. Si quería salvar a sus amigos tenia que armarse de valor y hacerlo. Luego lo rociaron con la misma sustancia que desprendían las hormigas que vivían en aquella colonia para que no lo identifiquen. Temblando de miedo se fue acercando a la entrada. Uno de los guardias lo miró y le llamó la atención inmediatamente. —Que haces fuera del hormiguero?—le dijo con voz autoritaria—No sabes que está prohibido salir a la superficie?. Necesitas un buen escarmiento. La hormiga se paralizó cuando escuchó que lo llevaría ante sus superiores pues seguramente ellos descubrirían que era un intruso. Pero la suerte parecía estar de su lado porque el otro guardia lo llamó diciendo que lo deje ir ya que ellos también lo habían hecho alguna vez cuando tuvieron su edad. —Esta vez te perdonamos—le dijeron—Otra vez y te reportamos. Con precaución se internó en lo profundo del hormiguero donde se reunían todas las hormigas, lugar donde nadie sabía quién es quién. Como era de la misma especie sabía como debía actuar. Sigilosamente recorrió todos los lugares donde tenían a las esclavas trabajando. Buscaba la manera de hablar con una de ellas, pero fue sorprendido por el abrazo inesperado de un niñero. —Ya dejaste acostados a los niños? —le dijo como si lo conociera—Te invito a una copa. Gilderbran no supo qué decir, pero algo le decía que lo acompañara. Para que no sospeche decidió hacerle una pregunta. —¿Dónde has estado que no te he visto?.—Es que soy nuevo aquí—le dijo—Me llamo Albín y tú?. —Yo me llamo Gilderbran. Dices que eres nuevo aquí, qué quiere decir eso?. —Realmente no sé como vine a parar a este lugar. Te voy a contar lo que me sucedió. Un día me canse de estar encerrado y decidí salir a la superficie a investigar y como no había ningún peligro decidí alejarme de la colonia. Fue el día más maravilloso de mi vida, pero cometí un error al querer volar como las aves. Sin pensar en el peligro me subí a un diente de león, me agarré de una semilla y quise experimentar el vuelo, pero una fuerte ráfaga de viento me elevó y vine a parar aquí. —A mi me sucedió lo...—Inmediatamente recordó que no debía decir nada y atrapó el resto de las silabas en el aire—.No—volvió a decir— es que debió ser una aventura emocionante. —Qué emocionante va a ser salir de casa y saber que nunca va a volver porque ni siquiera se dónde queda. Aunque aquí me aceptaron como un miembro más de la familia, ninguno, aparte de ti, ha querido juntarse conmigo. Solamente los niños que cuido me hablan, pero para tratarme mal. Estoy aburrido, me gustaría regresar a mi casa si pudiera, pero no se dónde esta. —Te ayudaría si pudiera, pero como bien sabes no nos dejan salir hasta que cumplamos la mayoría de edad., así que tendremos que esperar para que nos permitan explorar la superficie. Ahora me voy, mañana nos vemos. Le hubiera gustado pedirle que lo ayudara con la misión, pero nada podía decir. Con precaución volvió donde las esclavas. Llamando a una de ellas le dijo:—Sus hermanas vendrán a rescatarlas, así que prepárense. Ahora pasa la voz a las demás porque tengo que salir de aquí antes que me descubran. No acababa de pronunciar estas palabras cuando escuchó el grito de uno de los capataces. —!He, tú¡—le dijo con voz fuerte—Me puedes explicar qué haces aquí?. —Solo vine por un poco de comida—le respondió al tiempo que la esclava le pasaba algo. —Aquí se come a la hora—les dijo mirándolas a todas—Si llego a ver a otra desobedeciendo, todo el peso de mi látigo caerá sobre su espalda y tú, ve a cuidar de los niños. Si te veo otra vez por acá te reportaré. Luego de verificar cuantos capataces las custodiaban volvió a la superficie, pero los dos guardias no se movían de su lugar impidiendo que pudiera abandonar el hormiguero. Tuvo que esperar varios minutos hasta que algo le llamó la atención. Un escarabajo se acercó demasiado a la entrada, por lo que tuvieron que salir a impedir que cruzara por allí. Distracción suficiente para que la hormiga pudiera abandonar la colonia. La misión le pareció lo más fácil. Contento volvió donde los que planearon la misión. —Bueno—le dijeron—Has cumplido la primera parte, ahora te toca la segunda parte. La hormiga furiosa lanzó el casco que tenia en la mano porque sintió que lo habían engañado, pero se contentó cuando le trajeron a sus amigos. La reina le dijo:—Nosotros hicimos un trato contigo. Son libres, pueden irse si quieren, pero todo lo que hiciste no nos servirá de nada si no nos ayudas, tú eres el único que puede entrar en la colonia sin despertar sospechas. Si una de nosotras lo intenta sería descubierta inmediatamente porque somos de otra especie. A la hormiga le gustó que lo alabaran, y aceptó prestarles la ayuda que pedían. Luego lo llevaron a un cuarto secreto, allí le mostraron toda la estrategia que tenían montada para acabar con sus enemigos. Según los planos las hormigas habían construido un túnel para rescatar a sus hermanas, pero luego del rescate éste seria anegado conduciendo el agua hasta el hormiguero que también terminaría inundado matando a todas las hormigas que se hallaran dentro. Esa noche lo planearon todo para el otro día. La primera vez fue solo a hacer espionaje, pero esta vez le tocaría pelear guste o no le guste porque no los iban a dejar rescatar a las esclavas y salirse con la suya sin pelear. Antes que el día rayara Gilderbran se dirigió al hormiguero. Burlando a los guardias penetró al interior encontrándose con el amigo el cual lo llevó aparte, luego le dijo que lo acompañara a la superficie porque había decidido irse. —Si quieres irte de aquí—le dijo Gilderbran—yo te diré como hacerlo. Estas dispuesto a todo?. Puede ser peligroso. —Peligroso?, porqué?—le dijo inocente de lo que pronto acontecería — Si nos atrapan, solamente nos harán trabajar junto a las esclavas. —Te voy a contar algo, pero no te asustes, ni le digas a nadie. Yo tampoco pertenezco a esta colonia. Estoy aquí porque hoy se hará el rescate de todas las hormigas que tienen como esclavas en esta colonia. Si quieres venir con nosotros prepárate porque en cualquier momento un escuadrón de soldados invadirá este lugar. La hormiga se sintió muy feliz al escuchar que habría una batalla. Dichoso prometió ayudarle con la misión, pues tenía que neutralizar a todos los capataces para que las hormigas esclavas dejen sus labores y puedan congregarse en el sitio del rescate. Apenas hubieron cambiado de turno los capataces, los dos héroes pusieron en funcionamiento el plan. A uno por uno los sometieron, luego procedieron a organizar el traslado de las hormigas al sitio acordado, pero algo salió mal. Uno de los capataces que no fue dormido porque no se encontraba en el lugar de trabajo descubrió lo que estaba sucediendo e inmediatamente dio la voz de alerta convirtiéndose el hormiguero en un caos. Las dos hormiguitas valientes que nunca habían tomado un arma entre sus manos, tuvieron que enfrentarse con el corpulento capataz, teniendo que retroceder para no ser traspasados con la espada que blandía cerca de sus rostros, pero en un golpe de suerte lograron neutralizar al guardia. Celebraban la victoria cuando vieron que un ejército de hormigas corría hacia donde se encontraban ellos. La aventura parecía llegar a su fin porque no había para donde escapar, tanto las hormigas esclavas como los dos héroes se encontraban atrapados. Estaban a punto de tirar las armas y rendirse cuando escucharon una explosión en el techo. Rápidamente cientos de soldados descendieron por cuerdas enfrascándose en un terrible combate donde de parte y parte caían abatidos por las lanzas y las espadas. Al mismo tiempo las hormigas esclavas se daban prisa a subir por las cuerdas. Luego que todas fueron rescatadas los soldados iniciaron la retirada de la misma manera quedando solo unos pocos combatientes. Las cuerdas fueron levantadas, solo dejaron una para que pudieran escapar los que faltaban. Una bomba de humo permitió la retirada. Solo faltaban Gilderbran, su amigo Albín y uno de los más valientes soldados. La cuerda empezó a ser retirada porque escuadrones de hormigas aparecían por todas partes. Gilderbran le pidió a su amigo que subiera, luego siguió él, pero no podía dejar al valiente soldado que luchaba solo contra todos. Aunque las flechas peinaban su cuerpo, Gilderbran extendió la lanza que tenia en la mano, ayudando a escapar al soldado, pero las hormigas rápidamente formaron una escalera, subiéndose una encima de otra logrando alcanzar al fugitivo de las patas. De la parte alta muchas hormigas hacían grandes esfuerzos para subir la cuerda, pero del mismo modo las otras tiraban hacia abajo para impedir que escaparan. La escalera pronto alcanzó a Gilderbran. Cuando lo quisieron atrapar, éste se dio la vuelta permitiendo que la patada que le lanzo impactara en el rostro de la hormiga que lo quiso sujetar. El fuerte golpe desequilibró la escalera cayendo muchas de las hormigas al piso. Aunque logró deshacerse de muchas de ellas, todavía seguían algunas sujetando al soldado de las patas. Un fuerte tirón de los de la parte alta, contrarrestado de la misma manera, hizo que las patas del soldado se despegaran de su cuerpo, permitiendo que fueran subidos con facilidad. Al llegar a la parte alta unos soldados trataron de matar a Alvin pensando que era uno de los enemigos, pero Gilderbran no lo permitió interponiéndose en medio de ellos. — !El es nuestro amigo¡—les dijo muy enfadado. Luego todos corrieron por el túnel al ver que la organizada escalera de sus enemigos llegaba al techo, pero cuando Gilderbran miró hacia atrás vio al soldado que no se podía poner en pie. Al ver que no podía caminar decidió llevarlo en la espalda. Todos ya habían salido a la superficie, solo faltaban Gilderbran y el soldado. Temiendo que los hubieran capturado, el general ordenó que abrieran la presa para inundar el túnel, pero el amigo de Gilderbran lo impidió colocándole un cuchillo en el cuello del general. —!Si lo hacen—les dijo muy decidido—!juro que lo mato¡. Todos los soldados rodearon a aquel atrevido joven pensando que en verdad era su enemigo. La indecisión era grande, no sabían qué hacer. Si abrían la presa el joven mataba al general, si no lo hacían podían perecer porque sus enemigos eran muchos y no podrían enfrentarse a todos ellos con tan pocos hombres. —!Abran la presa¡—les dijo el general encuellado—Si no lo hacen morimos todos. El soldado encargado de abrir la presa accionó la palanca. Cuando comenzaba a inundarse vieron a Gilderbran que apareció en la boca del túnel cargando al soldado, perseguidos por sus enemigos. Corrieron a ayudarlos porque la corriente no les permitía avanzar, rematando a los soldados enemigos que lograron alcanzar la superficie. El hormiguero se inundó por completo, matando casi a toda la colonia, solo unas pocas hormigas lograron escapar con vida. En el hormiguero victorioso todo era celebración. Ahora ya no sufrirían más invasiones, ahora ellos serian los invasores porque sus enemigos, según reportes, habían quedado completamente diezmados. Al otro día se juntó casi toda la colonia para despedir a los héroes. Sería larga la travesía, pero algo inesperado sucedió. Los padres del saltamontes se hicieron presentes, pues les habían dicho que en ese lugar se encontraban. Ahora tendrían transporte aéreo gratis, solo faltaba la oruga para iniciar el viaje, pero nadie sabia donde estaba. De pronto una hermosa mariposa se hizo presente. —Quieren subir a mi espalda ?—les dijo a las dos hormigas—Yo las llevaré. Arturito, el saltamontes, pidió a sus padres que lo dejaran ir con ellos y que luego regresara. Las dos hormigas abordaron la mariposa e iniciaron el vuelo despidiéndose de las hormigas de la colonia. Saltando toscamente, animado por sus padres, el saltamontes siguió tras la mariposa. Después de un corto trayecto ellos se apartaron del camino luego de pedirle a su hijo que no se tardara. Uno de los guardias que resguardaba el hormiguero observó a la mariposa desde cuya espalda Gilderbran los saludaba. Inmediatamente que lo reconocieron dieron la voz de alerta y la colonia se hizo presente para recibirlo. Todos querían saber cómo había sobrevivido, pero él no tuvo que contarles nada porque el saltamontes se encargó de dar a conocer todas sus aventuras, las cuales resultaban difíciles de creer, sobre todo la del alacrán. Luego de pasear a todos los pequeños la mariposa les dijo que debía irse, pues sus hermanas iniciaban la migración. Llevó a la espalda a Albín y lo dejó en el hormiguero que quedaba en el camino por donde irían. Se despidieron de todos.