La Poesía Puertorriqueña Del Siglo XX: Carmen Vásquez
La Poesía Puertorriqueña Del Siglo XX: Carmen Vásquez
La Poesía Puertorriqueña Del Siglo XX: Carmen Vásquez
RESUMEN
La poesía puertorriqueña del siglo XX ha sido marcada por el cambio de soberanía en el
98, que estimuló el desarrollo de temas identitarios así como la tardía aclimatación de
estilos poéticos llegados de tierras lejanas, adaptados a su realidad histórica inmediata.
Paralelamente, surge una nueva poesía sensual, de ritmo afroantillano, basada en la cele-
bración de la isla y de sus paisajes, del mar y de las esencias tropicales. A partir de 1962,
el grupo Guajana con su compromiso político y fervor lírico, hizo nacer obras profun-
damente humanas, inspiradas en los grandes temas universales adaptadas a la realidad
de la isla: el amor, el combate, la nostalgia, la soledad, el sueño... Desde los años 70, las
nuevas generaciones de poetas continúan tratando esos temas, con un nuevo sello, una
nueva vitalidad y nuevas voces. Las mujeres poetas toman la iniciativa y los poetas siguen
tendencias que muestran no solamente una gran cultura, sino también un gran amor a su
país y a la cultura en general.
PALABRAS CLAVE
Poesía, Puerto Rico, siglo XX, identidad, mujer.
ABSTRACT
Puerto Rican poetry of the XX century has been marked by a change of sovereignty in
1898 that stimulated the development of identitario topics as well as the late acclimatiza-
tion of poetic styles arrived from distant lands, and adapted to their immediate historical
reality. Simultaneously, a sensual new poetry arises, of Afro-Antillean rhythms, based
on the celebration of the island and its landscapes, the sea and its tropical essences. After
1962, the group Guajana with its political commitment and lyrical fervor gave birth to
deeply human works, inspired on large universal themes, adapted to the reality of the
island: love, struggle, nostalgia, solitude, dreas...From the 7s on, the new generations of
poet’s continues treating those topics, with a new stamp, a new vitality and new voices.
Women poets take the initiative and male poets follow tendencies that show not only a
great culture, but also a great love for their country and culture in general.
KEY WORDS
Poetry, Puerto Rico, XXth Century, Identity, Woman.
Como su historia del siglo XX, la literatura de Puerto Rico no comienza en los
albores del nuevo siglo, sino en el verano de 1898, con la Guerra Hispanoa-
mericana y el llamado cambio de soberanía. Estos acontecimmientos provocan
trastornos en todos los ámbitos de la sociedad, entre ellos la educación, con
un predominio de la lengua inglesa. El propósito no podía ser más evidente:
erradicar siglos de cultura hispánica e introducir la lengua inglesa en la vida
cotidiana del pueblo. Los puertorriqueños vivían como podían todos estos tras-
tornos. Los escritores continuaban escribiendo como lo habían hecho hasta ese
momento, a tono con las diferentes corrientes literarias practicadas fuera de la
isla. El rechazo de una situación inmediata e impuesta de ocupación política y
cultural y la recepción de las corrientes litérarias venidas de Europa en parti-
cular, se hizo rápidamente evidente. Los movimientos literarios llegaban tarde,
pero llegaban y los poetas y prosistas los adaptaban a la realidad que vivían. Ya
había sido así anteriormente con el Romanticismo o con el Realismo y, sobre
todo, con el Naturalismo.
Este compromiso fue y en gran parte sigue siendo esencial : los poetas puertor-
riqueños se expresarán en lengua española.
Puede decirse que los temas abordados por los poetas se precisan y establecen
lógicamente y que seguirán siendo tratados por la generaciones venideras. Si
los poetas se cantan a sí mismos -como Walt Whitman lo hizo ejemplarmente-
también cantan al amor en todos sus aspectos: amor feliz o desgraciado, amor
sensual, o como sea, pero cantan al amor. Cantan también y sobre todo a su isla,
con sus numerosas connotaciones. La isla aparece descrita física y espiritual-
mente, cultural y políticamente y se afirma a través de medios extremadamente
diversos. Entre estos medios, que son siempre poéticos, resaltan la pintura de
la naturaleza, del paisaje, de la geografía, de la flora y de la fauna isleña. La
pintura de esta naturaleza nunca es estática; siempre es viva y brillante como
los personajes que figuran en ella también lo son. Sobre todo, esta pintura de
la naturaleza es simbólica. La poesía de José de Diego, con sus numerosas alu-
siones a la naturaleza, reitera estas posiciones. Sin embargo, esta isla, siempre
pequeña y siempre llena de vitalidad, no conoce la soledad. Forma parte de un
archipiélago, es decir, de un universo más vasto, desparramado y esparcido,
consciente a la vez de su unidad y de su diversidad, es decir, de su carácter
pluricultural. De la isla al archipiélago y del archipiélago a la isla, las raíces
siempre mestizas -la huella africana aquí es inamovible- son inquebrantables.
Entre los otros poetas modernistas se encuentra José P.H. Hernández (1892-1922),
«Peache» como lo llamaban, al pronunciar las dos iniciales de su nombre. Este
poeta legendario, muerto en su juventud, pertenece al grupo de Revista de las An-
tillas. El lirismo de sus madrigales y de sus elegías lo situa más próximo a Bécquer
que a Darío, especialmente por las rupturas rítmicas y melódicas, y se acerca a
Amado Nervo cuando éste se alía con la poesía decadente. En su último poema-
rio, El último combate, de 1921, Peache da un testimonio de su agonía, mientras
que en Cantos de la sierra, poemario póstumo publicado en 1925, se afirma la gran
calidad de su lirismo, expresado esencialmente a través de neologismos y de la
recuperación de arcaísmos, de la recuperación de la métrica variada e innova-
dora de Darío, de la importancia otorgada al uso de los adjetivos y de la melodía.
Carmen Vásquez 165
Clara Lair, cuyo verdadero nombre fue Mercedes Negrón Muñoz (1895-1967), es
otra de las voces poéticas modernistas y la principal entre las mujeres. Como
Delmira Agostini y Alfonsina Storni, escribe sobre el amor, la vida y la muerte
con una sinceridad agresiva. Pinta además la hostilidad que percibe en Puerto
Rico, con todas sus frustraciones, un Puerto Rico que es una isla asfixiante, vul-
gar y provinciana. En su poesía, todo es hostilidad y conflicto y todo conduce
a la Soledad. Publica sobre todo Aras de cristal (1937) y Trópico amargo (1950).
Asimismo, esta generación cultiva el ensayo y, a través de él, analiza las raíces
de la identidad cultural de Puerto Rico que figuran en la poesía. Entre 1929 y
1931 aparece la revista Indice, dirigida por Antonio S. Pedreira, Samuel Quiño-
nez, Vicente Géigel Polanco y Alfredo Collado Martell. Esta revista literaria
publica una encuesta en la que se plantean dos preguntas esenciales: «¿Qué
somos? ¿Cómo somos?». Los consultados respondieron a tres preguntas: la
primera sobre la definición de la personalidad del pueblo puertorriqueño; la
segunda, sobre la existencia de una manera de ser auténtica y particularmente
166 La poesía puertorriqueña en el siglo XX
Unos años más tarde, en 1934, Antonio S. Pedreira publica su libro de ensayos
Insularismo y Tomás Blanco, en 1935, su ensayo Prontuario Histórico de Puerto Rico.
Entre las obras de éste último debemos citar El prejuicio racial de Puerto Rico,
publicado en 1942. A partir de la publicación de estas obras capitales, la cues-
tión de la identidad cultural se plantea de manera clara y evidente. Las contra-
dicciones sobre el tema constatan la validez de los argumentos planteados y
analizados. Añadamos que, igualmente en 1935, Enrique Laguerre (1906-2005)
publica La Llamarada, novela en la que los problemas sociales de Puerto Rico se
sitúan dentro del contexto de una sociedad agrícola, dedicada al monocultivo
de la caña de azúcar y, lógicamente, a la pobreza y a la miseria imperantes en la
isla. Tal cual se plantea en la novela, el problema es insoluble, no hay solución
posible para él.
Hacia el final del decenio de los trinta, comienzan a llegar a Puerto Rico los
exilados españoles de la República derrotada. Son acogidos por la Universidad
de Puerto Rico, que tenía ya un muy importante Departamento de Estudios His-
pánicos, organizado por, entre otras personalidades, Tomás Navarro Tomás, Fe-
derico de Onís, Amado Alonso, Samuel Gil y Gaya, Ángel Valbuena Prat, Ángel
del Río y Fernando de los Ríos. Estos exilados contribuyen al florecimiento de la
Universidad, tanto en la ensenñanza como en la creación de revistas, como La
Torre, creada por el rector Jaime Benítez con la colaboración de Francisco Ayala.
Asimismo debe señalarse que Pedro Salinas compone algunos de sus más céle-
bres poemas en la isla y que Juan Ramón Jiménez se establece con Zenobia en
San Juan, dejando eventualmente sus riquísimos documentos a la biblioteca de
la Universidad de Puerto Rico, creando de tal suerte la Sala Zenobia-Juan Ramón
Jiménez, dirigida por muchos años por Ricardo Gullón. En este momento el exi-
lio expañol y la cultura puertorriqueña se asocian intrínsecamente.
te entre 1966 y 1971, que se codea con los intelectuales más importantes de su
época, invitándolos a enseñar en la Universidad. También es el caso de Margot
Arce de Vázquez (1904-1990) gran intelectual y profesora conocida, sobre todo,
por su inimitable estudio sobre la poesía de Garcilaso de la Vega, de 1930, que
sigue siendo la obra de referencia sobre el gran poeta del siglo XVI. La Doctora
Arce dedica sendos escritos a Luis Palés Matos, publica Impresiones. Notas puer-
torriqueñas (1950), Gabriela Mistral : persona y poesía (1950), sobre la poeta chilena
de quien ella fue secretaria y ayudante y La Obra Literaria de José de Diego (1967),
el poeta de Los Cantos de Pitirre, ya mencionados. Igualmente debe mencionarse
a Nilita Vientós Gastón (1903-1989), abogada, ensaisner y directora de revista.
Creó Asomante en 1945, revista que lleva un título propuesto por Pedro Salinas
y que representaba a la Asociación de mujeres graduadas de la Universidad de
Puerto Rico. Igualmente fue presidenta del Ateneo Puertorriqueño (1946-1961).
Tras una ruptura con la Asociación de mujeres graduadas, de quien dependía
Asomante, Nilita, como todo el mundo la llamaba, crea su propia revista, Sin
Nombre, en 1965, que seguirá publicándose hasta 1985. La revista de Nilita fue
una medio de excepción y un lugar único de encuentro para que los intelectua-
les y creadores pudiesen publicar en esa época, y no solamente de Puerto Rico,
sino también de Estados Unidos, América Latina y Europa.
Por su lado, Clemente Soto Vélez participa durante su juventud en los movi-
mientos de vanguardia y pasa varios años en la cárcel por razones políticas.
Este periodista, independentista convencido, es el autor sobre todo de Abrazo
interno (1954), Árboles (1955) y Caballo de palo (1959). Francisco Matos Paoli, el
más célebre de los tres, conoce también la prisión política, de donde sale muy
afectado. En 1947 publica Canto a Puerto Rico, poema largo en versos libres que
canta su amor por la tierra y por su isla. Encarcelado, escribe su poemario Luz
de los héroes (1954), que incluye una gran parte de sonetos de género clásico, a la
manera de Garcilaso de la Vega, y que se convierte en un espejo de la pesadilla
que vivía durante su encarcelamiento. Liberado por razones de salud en 1955,
escribe su célebre poemario Canto de la locura (1962) en el que rememora lo que
él identifica como locura. Aquí la voz se alza en búsqueda de libertad, de justi-
cia, y como afirmación de protesta y la rebelión. Cerca de los grandes cantos del
Siglo de Oro, Canto de la locura muestra un universo hermético, que se afirma
mediante un sistema coherente de referencias en el cual la locura se codea con
la lucidez y el poeta, que canta siempre, hace llegar su mensaje particular. Ma-
tos Paoli demuestra aquí también la conciliación entre lo estético y lo político,
la creencia religiosa y mística y la tierra, y, sobre todo, la de ese Puerto Rico que
tanto ama, su razón de ser como poeta y hombre.
A esa misma generación pertenece una de las más bellas voces de la poesía de
Puerto Rico : la de Julia de Burgos (1914-1953). Julia publica en 1938 su primer
libro, Poema en veinte surcos en el que se sitúa a la vez como poeta y personaje
principal. Este desdoblamiento la conduce a situarse en una sociedad jerar-
quizada, de castas sociales, donde resiente su condición y rehusa su sumisión
como mujer y como puertorriqueña. Río Grande de Loíza, el principal poema de
este libro, pone de relieve su pensamiento personal, estético y político. En 1939
publica Canción de la verdad sencilla, en el cual se percibe menos el autorretrato
de una mujer sensual y erótica y más el tratamiento de temas políticos, como la
disparidad de las clases sociales y las injusticias, tanto del sector obrero como
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Durante los años sesenta surge una nueva generación de poetas puertorri-
queños. Se trata del grupo Guajana. Este período se caracteriza por el flore-
cimiento y plenitud de los jóvenes poetas, todos a la vez comprometidos
políticamente y entusiasmados por la experiencia de versos inmersos en la cre-
ación poética. Naturalmente, el grupo tiene sus maestros como Matos Paoli,
Hernández Aquino, Corretjer o Soto Vélez. También tienen sus precursores, un
poco más entrados en años que ellos, pero ya reconocidos como poetas de gran
envergadura. Entre éstos se encuentran Hugo Margenat (1933-1957) y Ramón
Felipe Medina (1935).
Hugo Margenat es una de las figuras poéticas más importantes del siglo XX
puertorriqueño. En la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras, donde cursa
studios con, entre otros, Juan Ramón Jiménez, funda la Federación Universita-
ria Pro-Independencia (FUPI), que será sumamente activa como fuerza polé-
mica y de oposición durante los decenios siguientes. Se convirtió a la vez en
el guía de la poesía comprometida de este momento. Sus versos contienen una
fuerza sumamente particular e individual. Con un lirismo certero, Margenat
canta a los valores y sentimentos, como el amor o el deseo de libertad. Falle-
cido muy joven, sigue siendo considerado como uno de los faros de la poesía
puertorriqueña de su siglo. El otro poeta considerado como precursor es Ramón
Felipe Medina. Y ciertamente lo es, aunque colabora directemente con el grupo
Guajana. Anclada en un contexto político comprometido, su poesía muestra un
gran amor para con su isla y se expresa a través de un lirismo certero, que re-
170 La poesía puertorriqueña en el siglo XX
En 1962 sale por vez primera la revista Guajana, creada por un grupo de poetas
jóvenes y comprometidos. Es la más extremista de todas las revistas poéticas
puertorriqueñas. Su especificidad radica en el hecho de que publica una poe-
sía que recupera las formas tradicionales, desde la décima hasta el soneto, y al
mismo tiempo evoca toda una serie de sentimientos íntimos, de deseos profun-
dos, de nostalgias. Entre sus principales fundadores deben nombrarse a Vicente
Rodríguez Nietzsche, director de la revista, Marcos Rodríguez Frese, Andrés
Castro Ríos, Wenceslao Serra Deliz y José Manuel Torres Santiago. El título de la
revista Guajana es altamente significativo. Adopta y repite el nombre de la flor
de la caña de azúcar, ese producto que en gran medida contribuyó a definir la
región y su situación colonial. La especificidad de Guajana se explica si se tiene
en cuenta el momento histórico: Puerto Rico vivía entre los años cincuenta y
sesenta un gran crecimiento económico y una enérgica actividad cultural, guia-
da esencialmente por la Universidad de Puerto Rico y el Instituto de Cultura
Puertorriqueña. Pero también es cierto que el país vivía lo que Fernando Picó
ha descrito como «la apariencia de tranquilidad y contento» (Picó 1986: 261-
262). Es el período del Estado Libre Asociado y del último encarcelamiento del
dirigente nacionalista Pedro Albizu Campos, muerto en 1965.
Entre los poetas cercanos a los de Guajana tenemos a Hjalmar Flax (1942), el
menos cercano al grupo. Su obra prolífica se aleja de una visión de grupo, aún
cuando los temas abordados puedan enmarcarse en una misma visión. No obs-
tante, tres otros poetas continúan estando intrínsecamente ligados a los ami-
gos de Guajana. Como hemos señalado, Marcelino Canino Salgado y Reynaldo
Marcos Padua se asocian a la publicación de la antología Flor de lumbre… Canino
Salgado es de la misma generación de poetas del grupo, con quienes comparte
ideas sobre la poética y sobre la cuestión social puertorriqueña. Es uno de los
más importantes descubridores y difusores de Guajana. Además es académico
y profesor universitario.
Una nueva generación surge entonces entre los poetas puertorriqueños. Más
jóvenes y más individualistas, estos poetas no tienen la conciencia de grupo,
aunque pueden participar conjuntamente en actividades colectivas. De acuer-
do con la evolución de las situaciones de la época, se adaptan a circunstan-
cias particulares, sin traicionar nunca su concepción particular de la identidad
puertorriqueña. Tanto Olga Nolla (1938-2001) como Rosario Ferré (1938), pri-
mas hermanas en la vida privada, cultivan la poesía además de otros généros
174 La poesía puertorriqueña en el siglo XX
Figura muy particular es José Luis Vega (1948). Poeta prolífico, Vega ha recorrido
un camino importante como universitario y como académico. Es autor de nu-
merosos poemarios en los que muestra un conocimiento profundo de la cultura
hispánica, sea ésta docta y erudita o popular. En una antología que recoge su po-
esía, Letra viva (1974-2000), se aleja de la poesía extremadamente comprometida
de sus contemporáneos y escribe más para sí mismo, con sus propias visiones y
sentimientos, mostrando la gran diversidad de temas poéticos que le interesan.
Aborda el tema de la creación poética como tal, el erotismo que asocia a la escri-
tura, las experiencias ordinarias y a veces extraordinarias de la vida cotidiana,
la cultura popular en general, así como también la música, el amor por su isla y
todo lo que ella representa, y el Caribe al que la isla pertenece.
Añadamos que los lazos que establece entre poesía y pintura merecen ser
señalados aquí. Nuestro poeta no solamente muestra su aprecio por la pintura
europea al dedicarle poemas a Modigliani, Durero, Van Gogh, Goya o Doua-
nier Rousseau, sino que también dedica dos poemas a los dos pintores puer-
torriqueños más importantes de los siglos XVIII y del XIX: José Campeche
(1751-1809), el primer gran pintor puertorriqueño, un mestizo que asimiló las
lecciones de Juan Paret y Alcázar y se dedicó a la pintura religiosa, a retratar
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con los otros, o con el otro, y, naturalmente, con el amor.¿Se trata de una poesía
de amor? Finalmente, Carmen Ana Pont, que ha vivido en Europa, escribe una
poesía más intelectual, una poesía que demuestra una dureza ante la vida y
ante los otros y, sobre todo, que se dedica a la afirmación de la mujer contra la
violencia y la falta de aceptación de ella.
Bibliografía
Antologías y Estudios
Obras
Historia Literaria