Tema 2. La Tierra.
Tema 2. La Tierra.
Tema 2. La Tierra.
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y rico en nutrientes, por lo que es colonizado rápidamente por seres vivos,
como plantas o las lombrices de la imagen. La acción de estos seres transforma
este manto homogéneo apareciendo zonas diferenciadas llamadas horizontes.
Horizonte A, capa superficial del suelo: orgánicamente rica, pero algunos minerales son
arrastrados por el agua subterránea.
Horizonte B el subsuelo: es menos orgánico, pero rico en minerales que descienden de
la capa superficial
Horizonte C, la roca madre: se rompe y disgrega en trozos suelto y no contiene
material orgánico.
Horizonte D, el lecho rocoso subyacente: el contenido mineral del suelo procede de
aquí.
El suelo está compuesto por sustancias sólidas, como minerales de rocas y residuos de
plantas y animales; agua y aire.
Las propiedades físicas del suelo se pueden sentir, oler y/o medir y están relacionadas
con la estructura, textura, color y capacidad para sostener el agua; en otras palabras,
de estas propiedades depende si el suelo es apto para la siembra.
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A) El color:
B) La textura:
C) La estructura:
La estructura es la manera en la que se agrupan las partículas del suelo y los espacios.
Una buena estructura de suelo se distingue por su mezcla de macroporos, por donde
circula el agua y el drenaje; y los microporos, que almacenan el líquido.
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El ciclo del agua en el suelo comienza con su llegada a través de precipitaciones o
irrigación, el líquido se drena por el suelo y se evapora. La retención del agua depende
de los poros disponibles; los suelos ideales para siembra tienen una capacidad pareja
para que circule el agua y el líquido, pues el aire en exceso pudre la planta, mientras
que una cantidad excesiva de agua puede reducir el vigor de la planta.
E) La materia orgánica
Las propiedades químicas son variables, y se requiere hacer un análisis para saber con
precisión cuáles están presentes, cuáles faltan y cuáles están en exceso.
Esta es la habilidad del suelo para retener iones positivos. Entre mayor sea el CEC, será
mayor la cantidad de potasio, amonio, calcio, magnesio, zinc, cobre, fierro y
manganeso. El proceso es parecido al de un magneto: los polos negativos se repelen,
mientras que el polo negativo de uno atrae el positivo del otro; lo mismo ocurre con la
retención de nutrientes en el suelo.
Hay nutrientes de la planta que son cationes, y otros que son aniones. Las partículas
del suelo atraen y retienen iones cargados y se sostienen contra el movimiento del
agua a través del perfil del suelo.
2) pH:
El pH mide qué tan ácido o alcalino es un suelo. La escala va de 0 a 14, con un nivel
neutro en el 7. Del 0 al 7 son niveles ácidos, y arriba del 7 son alcalinos. La mayor
disponibilidad de nutrientes se encuentra entre 6.5 y 7.5, y los niveles peligrosos para
el desarrollo de la planta se encuentran por debajo de los 5 y mayores a 8.
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La escala del pH es logarítmica, cada unidad representando un incremento de 10
niveles en el índice de acidez o alcalinidad.
3) Fertilidad:
La fertilidad está relacionada con la capacidad del suelo para mantener el suministro de
nutrientes para que se aprovechado por las plantas. Hay dos tipos de nutrientes:
Tempero o sazón
Estás dos palabras definen el estado del terreno cuando está listo para ser trabajado,
es decir, ni demasiado húmedo —la tierra se pega a los zapatos y a las herramientas—
ni demasiado seco —sale polvo al cavar y la tierra tiene un color pálido—.
Es muy importante no trabajar el suelo hasta que tenga un correcto nivel de humedad,
es decir, que haya alcanzado el tempero.
Si lo preparamos estando muy húmedo, solo conseguiremos estropear su estructura. Se
formarán terrones de distintos tamaños que dejarán un suelo granulado para el resto
de la temporada. No conviene en absoluto.
En cada suelo, el tempero se alcanza en un momento determinado, dependiendo de si
es más arenoso o más arcilloso.
Los suelos arenosos rápidamente drenan el exceso de humedad tras las lluvias y
pueden ser trabajados a los pocos días. En cambio, los suelos arcillosos retienen mucha
humedad por lo que habrá que esperar más tiempo para que alcancen un buen
tempero.
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suele pegarse en la azada cuando se cava con ella y en la suela de los zapatos o botas,
formando una masa pegajosa.
Habrá tempero cuando al apretar el puñado de tierra lo notemos húmedo, pero no
veamos rastro del agua y cuando lo movemos o tratamos de deformarlo se rompe y
cae la tierra desmenuzada. Notaremos también como la tierra no se pega en la azada ni
en las botas —o muy poco—.
Si el suelo está muy seco, tendremos que regarlo el día antes de que vayamos a cavar.
De lo contrario saldría mucho polvo y nos resultaría muy complicado labrarlo,
especialmente si es arcilloso, si ha estado muchos años sin cultivar o ha sido pisado por
maquinaria.
A) Retirar la vegetación
Lo primero que debemos hacer siempre antes de comenzar a remover la tierra —si no
lo hemos hecho ya— es retirar tanto la vegetación viva que crece sobre el suelo, como
los restos del cultivo anterior.
Podríamos tratar de enterrarlos, mediante el laboreo, para que abonaran el suelo, pero
esto es muy dificultoso si pretendemos hacerlo a mano. Es mejor llevarlos al montón
del compost ―el estómago del huerto ― para que se descompongan y más adelante
devolverlos a la tierra ya como compost maduro.
La mejor herramienta para eliminar la vegetación del suelo es una azada ancha y bien
afilada, que pueda cortar la hierba a ras de suelo. Las raíces podemos dejarlas bajo
tierra para que se descompongan y aporten nutrientes al suelo.
Una vez raspada toda la vegetación, con una horca la cargamos en la carretilla y la
llevamos al montón del compost. Si estamos cerca, podemos tirarla directamente sin
usar la carretilla.
Una alternativa consiste en retirar la vegetación a medida que se va cavando el suelo.
De esta forma la tierra queda más limpia, puesto que las plantas son extraídas casi
completamente, pero obliga a estar agachándose ―casi constantemente― para recoger
las plantas con las manos, teniendo que sacudirlas para que caiga la tierra que
permanece unida a sus raíces.
B) Labrar el suelo
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además de alcanzar profundidades mayores, la tierra queda más esponjosa y con
menos terrones. Es mi preferida.
Otra que también se puede utilizar es el palote, que, a diferencia de la horca, suele
tropezar con muchas piedras que le impiden profundizar y deja el suelo lleno de
terrones que luego hay que romper. Es mejor para hacer bancales o cambiar la tierra
de lugar.
En cuanto a la manera de cavar, lo ideal es no voltear las capas del suelo, dejando que
la tierra de la superficie quede en la superficie y la más profunda permanezca a la
misma profundidad a la que estaba. Si cambiamos el orden, estaremos mandando la
tierra más fértil y con mayor actividad biológica a la parte profunda, dónde al haber
menos oxígeno perecerán la mayoría de los microorganismos y dejarán de
descomponer y mineralizar la materia orgánica. La fertilidad del suelo bajará. Para
lograr este fin, es más útil de nuevo la horca de cavar o, aún mejor, la horca de doble
mango.
Si pretendemos aportar abono, estiércol o compost, antes de cavar lo esparciremos por
toda la superficie, de forma que se vaya incorporando al suelo a medida que
removemos la tierra. Lo ideal es que esté bien descompuesto y tenga una textura
suelta que permita distribuirlo bien.
Si cavamos con azada o palote (pala de jardinería), una vez que terminemos,
tendremos que tomar un garabato y dar otra pasada con él para romper los terrones
que hayan quedado. Notaremos como la tierra ya queda más suelta y homogénea.
Por este motivo, es recomendable hacerlo con una horca para cavar, ya de esa forma
quedarán menos terrones, y los que queden serán de menor tamaño. Además,
requerirá mucho menos esfuerzo, ya que se clava infinitamente mejor en la tierra, y
aunque haya piedras no se detiene en su avance.
Consejos importantes
✦ Todas las piedras más grandes que una nuez que encontremos las iremos
apartando a un lado para luego recogerlas.
✦ Si vemos que salen a la superficie insectos plaga —como por ejemplo larvas de
gallina ciega (Phyllophaga spp.), gusano de alambre, gusanos cortadores, etc., tenemos que
retirarlos de nuestro suelo. A las gallinas les encantan.
✦ Hay que tratar de pisar lo menos posible la tierra removida. Utilizar la horca de
cavar lo permite, ya que se trabaja hacia atrás.
C) Rastrillar
Finalmente, no está de más pasar un rastrillo un par de veces para retirar piedras que
pudieran quedar cerca de la superficie y que, si no las quitamos, podrían dificultar o
impedir el nacimiento de las semillas que sembremos.
No es tan necesario cuando vamos a trasplantar las hortalizas al lugar definitivo, ya que
no necesitarán emerger del suelo. En este caso, trataremos solamente de que no
queden piedras en el hoyo de plantación.
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D) Acolchado
"Mulch", es una palabra inglesa que, como sustantivo, viene a significar "mantillo" o
"capote". El verbo "mulch" y la forma "mulching" significan "cubrir con mantillo" o
"cubrir con capote".
En el mundo de la horticultura y jardinería, el mulching ―o acolchado― es la capa de
material orgánico o inorgánico que se extiende sobre el suelo para:
Orgánicos
Cualquier material ligero e inofensivo de naturaleza orgánica que se preste para formar
una capa homogénea sobre el suelo.
Paja, aserrín, corteza, hojas, cáscaras, estiércol, papel, cartón, etc. Si está formado por
fibras o fragmentos grandes es posible que haya que trocearlo si no permite cubrir
adecuadamente el suelo. Este tipo de acolchados suele ser gratuito y enriquece el suelo
en materia orgánica pero su manipulación es más complicada.
El papel y el cartón no han de estar pintados con tintas de imprenta que puedan
contener compuestos tóxicos. El papel de periódico es seguro.
Aunque el cartón es muy utilizado por algunas personas para este propósito, no es
nada recomendable abusar de él, ya que en su fabricación se emplean diferentes
sustancias químicas "artificiales" ―como los adhesivos―, por lo que hay que tener
precaución.
Inorgánicos
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SUSTRATOS UNIVERSALES
Los sustratos universales sirven para el 90 % de las plantas, tanto de interior, como de
exterior, caducas o perennes, con flor o sin flor. Si contamos con varios tipos de plantas
y preferimos emplear la misma tierra para todas ellas, los sustratos universales son la
mejor opción.
Suelen estar compuestos a base de turba y, dependiendo del fabricante, se les añade
perlita, fibra de coco y algún abono orgánico o mineral, o estimuladores de raíces.
Suelen tener un pH de entre 5 y 7.5, una capacidad de retención de agua entre el 70 y
el 85% y un contenido de abono entre 50 hasta 500 miligramos por litro de sustrato.
SUSTRATOS ESPECÍFICOS
Los sustratos específicos, por otro lado, se fabrican pensando en un grupo concreto de
plantas, para el cual se aportan elementos específicos. Suelen estar compuestos
también a base de turba y pueden existir pH diferentes u otros elementos como arcillas
o abonos.
ABONOS
Aunque muchos sustratos incluyen algo de abono, podemos optar por adquirirlo aparte
y añadirlo cuando la planta lo necesite, normalmente, en épocas de crecimiento o
floración.
El abono es, al fin y al cabo, el alimento de la planta, que se desarrolla porque
intervienen los macronutrientes: Nitrógeno (N), Fósforo (P) y Potasio (K), y los
micronutrientes, absorbidos en menor medida, pero también importantes: Boro (B),
Hierro (Fe) o Zinc (Zn), entre otros.
Los abonos pueden provenir de síntesis órgano-mineral (química) o simplemente
orgánica (natural).
MANTILLO
Podríamos decir que es el abono orgánico más conocido y habitual en su uso, gracias también a
su precio asequible. Procede de desechos vegetales y genera un gran aporte nutritivo y
protección del frio a las raíces. En contrapartida, habrá que prepararse para su particular olor,
además de estar pendiente de las hierbas indeseadas que podrían aparecer.
ESTIÉRCOL DE CABALLO
Procede de los excrementos de caballos y supone un gran aporte nutritivo, siendo por
excelencia el abono típico para el huerto y los frutales. Como el mantillo, es asequible
económicamente, aunque aporta semillas de malas hierbas y algo de olor desagradable.
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HUMUS DE LOMBRIZ
GUANO
Procede de las heces de aves y, al igual que ocurre con el humus de lombriz, se aportan
nutrientes con gran rendimiento a partir de poca cantidad. Tampoco desprende olor, ni
contiene semillas de malas hierbas.
2.5. COMPOSTAJE.
Desde hace cientos de años, el hombre ha usado el compost para mejorar la tierra. Hoy
en día también es una manera de reducir los residuos urbanos que se añaden a los
vertederos. Hay que tener en cuenta que la comida desperdiciada es un grave
problema ambiental, estos residuos urbanos son muy perjudiciales para el medio
ambiente, ya que causan un aumento en las emisiones de CO2 y juega un papel
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fundamental en el Calentamiento Global. De esta manera por cada 100 kilogramos de
basura orgánica se obtienen 30 kilogramos de compost, abono natural y además
gratuito.
El proceso por el cual se transforma la basura orgánica en humus o abono orgánico, es
mediante el proceso natural de la descomposición. Los animales y las plantas, después
de morir, se convierten en materias primas para la tierra, gracias a la descomposición
bioquímica en caliente de residuos orgánicos por parte de microorganismos, bacterias e
insectos como las lombrices.
El compost o humus es el resultado final del proceso del compostaje, es un abono
natural que no es tóxico y muy beneficioso para las plantas, ya que ayuda a que el
suelo retenga la humedad, mejorando la capacidad de su jardín para cultivar plantas
saludables y reducir el volumen de basura.
El compostaje permite la continuidad del ciclo de vida, ya que alimenta a las especies
vegetales, las que posteriormente serán el sustento de las variedades animales.
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