Sharq Alandalus 0 Num 21 Ano 2014 2016 981168
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Sharq Alandalus 0 Num 21 Ano 2014 2016 981168
SHARQ AL-ANDALUS
Estudios Mudéjares y Moriscos
SHARQ AL-ANDALUS
ÁREA DE ESTUDIOS Estudios Mudéjares y Moriscos
ÁRABES E ISLÁMICOS
Universidad de Alicante
N.o 21
ÍNDICE
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
SERAFÍN DE TAPIA
Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social del Mancebo de Arévalo . . . . 165
275
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Índice
RECENSIONES
276
SHARQ AL-ANDALUS
Estudios Mudéjares y Moriscos
Director
Luis F. Bernabé Pons, Universidad de Alicante
Secretario
Isaac Donoso Jiménez, Universidad de Alicante
Coordinadora
María Teresa Fonte Escriche, Centro de Estudios Mudéjares
Consejo de redacción
Houssem Eddine Chachia, Université de Sfax, Túnez
William Childers, City University of New York, USA
María Elena Díez Jorge, Universidad de Granada
Ana Echevarría Arsuaga, UNED, Madrid
Youssef El Alaoui, Université de Rouen, Francia
Borja Franco Llopis, UNED, Madrid
Pedro Luis Hernando Sebastián, Universidad de Zaragoza
Manuel Lomas Cortés, Universitat de València
Nuria Martínez de Castilla Muñoz, École Pratique des Hautes Études, Paris, Francia
Francisco Javier Moreno Díaz del Campo, Universidad de Castilla-La Mancha
Olatz Villanueva Zubizarreta, Universidad de Valladolid
Editores
Centro de Estudios Mudéjares, Instituto de Estudios Turolenses, Teruel
Área de Estudios Árabes e Islámicos, Universidad de Alicante
El Centro de Estudios Mudéjares es una institución adscrita al Instituto de Estudios Turolenses
y patrocinada por la Diputación Provincial de Teruel, el Ayuntamiento de Teruel
y el Gobierno de Aragón
Correspondencia e intercambios
Sharq Al-Andalus
Área de Estudios Árabes e Islámicos, Dpto. de Filologías Integradas
Universidad de Alicante. Apdo. 99, 03080 Alicante (España)
Suscripciones y pedidos
Centro de Estudios Mudéjares (Instituto de Estudios Turolenses)
Apdo. 77, 44080 Teruel (España)
ieturolenses@dpteruel.es http://www.centrodeestudiosmudejares.org
Composición e impresión
INO Reproducciones, S.A.
Pol. Malpica, calle E, 32-39 (INBISA II, nave 35) 50016 Zaragoza
Depósito Legal
TE-146-2018
ISSN
0213-3482
Portada
Fragmento peninsular del portulano árabe de Ibrahim de Murcia, Trípoli, 1463
CONSEJO CIENTÍFICO
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INTRODUCCIÓN
SOBRE LA CONTINUIDAD DE
UNIDADES DE ORGANIZACIÓN
ISLÁMICA EN LA MANCHA EN LA
BAJA EDAD MEDIA: EL CASO DE
MORATALAZ (CIUDAD REAL)
Clara Almagro Vidal*
Luis Rafael Villegas Díaz**
PRESENTACIÓN
Cuando en 2007 se solicitó una Ayuda para la Investigación al Centro de
Estudios Mudéjares, que nos fue concedida, nuestro objetivo era indagar la po-
sible continuidad de unidades de organización islámica en La Mancha bajo do-
minio cristiano: si existía, hasta qué punto se había producido y dónde y de qué
modo podían manifestarse. La microtoponimia y determinados destellos, aun-
que vagos, contenidos en la documentación llevaban a sospechar una perma-
nencia de población islámica en el territorio, aunque fuese residual1. Para ve-
rificar si esa hipótesis era correcta se tomó como foco de análisis el caso de
Moratalaz, espacio hoy despoblado dentro del término municipal de Manza-
nares (Ciudad Real).
* CIDEHUS-Universidade de Évora.
La redacción de este artículo se realizó mientras la autora disfrutaba de una beca postdocto-
ral con base en el Kulturwissenschaftliches Kolleg de la Universidad de Constanza. Fue fina-
lizado al amparo de una beca postdoctoral financiada por la Fundação para a Ciência e a Tecno-
logia del Gobierno de la República de Portugal con referencia SFRH/BPD/116912/2016, con
base en CIDEHUS-Universidad de Évora y en el ámbito de: UID/HIS/00057/2013 (POCI-01-
0145-FEDER-007702), FCT/Portugal, COMPETE, FEDER, Portugal2020.
** Universidad de Granada.
1. C. ALMAGRO VIDAL y L. R. VILLEGAS DÍAZ, “Sobre persistencias de población mudéjar en el
Campo de Calatrava: algunas noticias”, en F. TORO CEBALLOS y J. RODRÍGUEZ MOLINA, VII Con-
greso Internacional de Estudios de Frontera: Islam y cristiandad. S.XII-XVI, Jaén, Diputación de Jaén,
2009, pp. 37-55; C. ALMAGRO VIDAL, “De nuevo sobre la pervivencia mudéjar en el Campo de
Calatrava: el sector sudoccidental”, en F. TORO CEBALLOS y J. RODRÍGUEZ MOLINA (coords.), VIII
Estudios de Frontera: mujeres y fronteras, Jaén, Diputación de Jaén, 2011, pp. 1-12.
9
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Clara Almagro Vidal y Luis Rafael Villegas Díaz
2. Por un documento de 1474, se sabe que durante el maestrazgo de don Pedro Girón el clavero
de la Orden había pronunciado una sentencia delimitando los términos de Daimiel y Mora-
talaz, “lugar despoblado, que fue y es repartido e dado por común término a las villas de Day-
miel e Almagro e El Moral e Mançanares. El qual dicho término de común de Moratalhaz el
dicho clavero sentençió e mandó que viniese e se departiese con el término propio de Day-
miel”. Archivo Municipal de Almagro, caja 1, núm. 22 (fols. 15r-17v). Trasl. de 1488-II-18. Dai-
miel, inserto en doc. de 1495-VII-28-VIII-5.
3. J. MOLERO GARCÍA, “«Torres refugio» en La Mancha medieval”, en Mil anos de fortificaçôes na
Península Ibérica e no Magreb (500-1500): Actas do Simpósio Internacional sobre castelos, Lisboa, Câ-
mara Municipal de Palmela, 2001, pp. 803-811. Con anterioridad habían dado algunas noti-
cias J.A. GARCÍA NOBLEJAS, “Estudio crítico sobre el origen y nombre de Manzanares en
Campo de Calatrava”, en Cuaderno de Estudios Manchegos, 2ª época, IV, 1973, pp. 13-80; y M.
CORCHADO SORIANO, Estudio histórico-económico-jurídico del Campo de Calatrava, III. Los pueblos,
Ciudad Real, Diputación provincial de Ciudad Real, 1982, pp. 312-314.
10
Sobre la continuidad de unidades de organización islámica... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
11
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Clara Almagro Vidal y Luis Rafael Villegas Díaz
4. Los pueblos de Ciudad Real en las Relaciones Topográficas de Felipe II, ed. de F. J. CAMPOS Y FER-
NÁNDEZ DE SEVILLA, Ciudad Real, Diputación de Ciudad Real, 2009, pp. 407-454.
5. P. MADOZ, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Ma-
drid, Establecimiento tipográfico de P. Madoz y L. Sagasti, 1845-1850, t. 11, p. 589.
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Sobre la continuidad de unidades de organización islámica... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
de asociarse al romanceado Morata. Si esta segunda opción fuera cierta, este to-
pónimo sería resultado de una hibridación entre términos árabes y latinos,
rasgo que por otro lado es bastante común en la región6. Si la derivación es co-
rrecta, ¿quién bautizó de ese modo dicho espacio?, ¿los propios musulmanes?
Nuestra hipótesis, con la debida provisionalidad, es que se debería atribuirse
a época cristiana, que sería cuando se llevase a cabo la hibridación. Los caste-
llanos utilizarían el vocablo Mauratum > Moratum > Morat, de la primera parte
del topónimo para identificar el carácter de ese espacio como de moros.
El segundo componente del topónimo correspondería la desinencia al-faz
(= al-haz, adjuntando en ambos casos el artículo), que se ajusta con el término
árabe fahs. La palabra fahs, aunque se presente como desinencia en el topónimo,
es la variante árabe adoptada por el calificativo campo (del latín campus). Este
vocablo, de acuerdo con los estudios llevados a cabo por otros investigadores,
aludiría a un territorio de uso mayoritariamente agrícola y dependiente en
época andalusí de una medina7. Desde un punto de vista semántico, pues, alu-
diría a un espacio agrario, un territorio rural, dependiente durante época mu-
sulmana de una ciudad o población. Esto no significa en modo alguno que el
vocablo esté haciendo referencia al espacio inmediato y periurbano de la mis-
ma, sino que también podía estar distante. De hecho en múltiples ocasiones se
presenta a varios kilómetros del centro urbano.
Este vocablo ha dado lugar a topónimos con variada significación, pero
que tenían en común el carácter de terreno llano, llanura, zona amplia y abierta, y
espacio agrícola, que se labra. En definitiva, se trataría de un espacio fértil desde
el punto de vista agrícola, aunque no se encuentre irrigado en su totalidad, sino
que incorpore por lo general el secano. Cualquiera que se acerque a la ubica-
ción de Moratalaz, situada en la planicie manchega, puede comprobar los re-
feridos caracteres. En este sentido, se ha estimado, si bien a través de fuentes
tardías, que su superficie podría rondar las 30.000 hectáreas8. Esto daría al re-
ferido distrito unas magnitudes bastante considerables en comparación con los
actuales términos municipales en la zona central de la llanura manchega.
6. D. OLIVER PÉREZ, “El árabe fahs en la toponimia española”, Al-Qantara, 18, 1997, pp. 153-186.
7. M. DE EPALZA, “La dualidad Campello-Fahs en el espacio agrícola de al-Andalus (Alicante, Cas-
talla, Pedreguer, Madrid)”, Sharq al-Andalus, 4, 1987, pp. 159-173. De fechas más recientes es
el trabajo de OLIVER PÉREZ, “El árabe fahs…”, que coincide en sus conclusiones con Epalza, aun-
que parece desconocer el trabajo de aquel.
8. Se trata de una estimación obtenida sacando una media aproximada de las superficies cal-
culadas para dos momentos distintos de la historia de Moratalaz. Por un lado, Manuel COR-
CHADO SORIANO, Estudio histórico-económico-jurídico…, III, p. 314, le asigna unas 23.828 ha, ba-
sándose en diccionarios geográficos del siglo XIX. Por otro del trazado sobre el mapa
siguiendo los mojones que se registran en una descripción del término realizada en 1674 re-
sultarían 38.000 ha aproximadamente. La mayor antigüedad de esta última información per-
mite suponer que se aproximaría más a la realidad del término durante el periodo medieval,
puesto que no habría sufrido tantas amputaciones como quizá hace suponer esa magnitud
ofrecida y llevada a cabo ya a finales del siglo XIX.
13
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Clara Almagro Vidal y Luis Rafael Villegas Díaz
9. Esta no era una práctica excepcional. Cfr. C. ALMAGRO VIDAL, “El bosque como frontera: una
hipótesis de trabajo para el Campo de Calatrava en la Edad Media”, en XI Congreso Interna-
cional de Estudios Medievales: Cristianos y musulmanes en la Península Ibérica: La guerra, la fron-
tera y la convivencia, León, Fundación Sánchez Albornoz, 2009, pp. 591-610.
10. C. ALMAGRO VIDAL, “En tierras de la Orden: La formación del Campo de Calatrava en la Edad
Media”, Revista de Órdenes Militares, 9, 2014, pp. 79-212, p. 137.
11. C. ALMAGRO VIDAL, “En tierras de la Orden…”, p. 134; T.F. GLICK, Paisajes de Conquista. Cambio
cultural y geográfico en la España Medieval, Valencia, Universidad de Valencia, 2007, pp. 41-43.
14
Sobre la continuidad de unidades de organización islámica... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
12. C. ALMAGRO VIDAL, Paisajes Medievales en el Campo de Calatrava, Madrid, Ed. La Ergástula, 2016,
pp. 75-76.
13. Puede verse al respecto C. ALMAGRO VIDAL, “Población, encomienda, territorio: Manzanares
a finales del siglo XV”, En la España Medieval, 31, 2008, pp. 123-150.
14. C. ALMAGRO VIDAL y L. R. VILLEGAS DÍAZ, “Un trayecto de doble sentido: relaciones entre Dai-
miel y Moratalaz a finales de la Edad Media”, en II Jornadas de Historia de Daimiel, Daimiel,
Ayuntamiento de Daimiel, 2013, pp. 59-69; C. ALMAGRO VIDAL, “La comunidad mudéjar de
Daimiel: algunas noticias”, Actas de las III Jornadas de Historia de Daimiel, Daimiel, Ayuntamiento
de Daimiel, 2015, pp. 77-88.
15
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Clara Almagro Vidal y Luis Rafael Villegas Díaz
por el desarrollo ganadero– tuvieron a largo plazo una fuerte incidencia sobre
la situación existente a principios del siglo XIII: al convertirse las encomiendas
en nuevos centros de poder, atrajeron a la población hacia ellas en un proceso
de consolidación. Esto contribuyó en este caso al deslizamiento gradual de los
efectivos humanos del territorio aquí estudiado hacia esos centros. Dicho des-
plazamiento de componentes humanos, no implicó un cambio de uso inme-
diato, ya que las poblaciones desplazadas mantendrían sus posesiones y los re-
feridos centros no se encuentran muy lejanos de los originarios. Sin embargo,
sin duda contribuyó a una remodelación de la utilización del espacio y, en este
sentido, alimentado por el desarrollo del fenómeno ganadero, a la dilución de
los rasgos iniciales del distrito15.
Lo tardío de este trasvase de población islámica permitió que el distrito
mantuviera su entidad e identidad, aunque transformada, de manera paralela
a como ocurrió con la vecina Aberturas16. La falta de atención aparente de la or-
den en una primera fase de dominación cristiana sobre el territorio17, y el con-
secuente continuismo en un primer momento permitieron la continuidad en es-
tos distritos. Por otro lado, ciertas acciones a partir de la segunda mitad del siglo
XIII que incluyen la creación de nuevos centros de poblamiento, contribuyeron
de forma definitiva a la desaparición de Moratalaz como unidad de población.
Aunque no desaparezca completamente la personalidad heredada de tiempos
anteriores, las alteraciones de finales del siglo XIII en adelante afectaron de ma-
nera profunda a la organización del espacio y su aprovechamiento.
15. ALMAGRO VIDAL y VILLEGAS DÍAZ, “Un trayecto de doble sentido…”, p. 68.
16. Cfr. C. ALMAGRO VIDAL, “Aberturas: Un despoblado de la periferia del Campo de Calatrava”,
en Mundos Medievales: Espacios, sociedades y poder. Homenaje al profesor José Ángel García de Cor-
tázar, Sección IV (siglos XIII-XVI), Santander, Universidad de Cantabria, 2013, pp. 971-982.
17. C. ALMAGRO VIDAL, “En tierras de la Orden…”, pp. 201-202.
18. Su relación: Ojos del Guadiana, Casas Altas (que las fuentes diferencian del anterior, pese a
estar vecinas), Casas de Valdoro, Retamosa, Pozo del Hierro, Villadiego, Solasqueme, Pozo del
Redondillo, Pardillo Viejo, Siles (aunque quizás habría que excluirlo del término de Morata-
laz), Casas de Camuñas, Pozo del Rebenque, Pozo Hurtado, Casa el Borondo, Galiana, Al-
deanueva y el propio Moratalaz.
19. Los textos diferencian “quintería” y “casa”, probablemente debido a la ocupación de cada una
de ellas por varias o una familia. En cualquier caso, dado que son referencias de época cris-
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Sobre la continuidad de unidades de organización islámica... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
tiana, tal vez en ese momento se hallasen ya como homólogas desde el punto de vista de la
ocupación. Aunque de algunos lugares no consta número (Casas de Valdoro, Villadiego, Par-
dillo Viejo y Siles), con una casa aparece Pozo del Hierro y Casas de Camuñas. Con ocho, el
número mayor, aparece Pozo del Redondillo o Casa el Borondo.
20. “En el Redondillo, que todo es en el dicho término de Moratalaz, casas de Juan García, de Her-
nando Alonso, y más adelante casas de Juan García de las Casas Nuevas y otra de Francisco
Gómez, zapatero; otras casas en el dicho término de Juan González de la Membrilla, y de An-
tón Hernández Corredor, cerca de ellas; y otras más adelante de Pero González de Mendoza;
otras casas de herederos de Lope de Mereo con una venta y una viña que está en el camino
real que va de Almagro a Manzanares” (Los pueblos de Ciudad Real…, núm. 25, pp. 418-422).
21. Por ejemplo, hay dos enclaves fortificados distintos que compartían una denominación: “La Mes-
nera”, situadas ambas en el extremo sur del término. Una de ellas es mencionada como “torre”
en 1515 en uno de los amojonamientos (Archivo de la Real Chancillería de Granada, en adelante
ARChGr, sign. 1019-004); la otra, llamada también “Mesneruela de Siles” estaría situada más al
este de la anterior, y también en las estribaciones del Val de Calatrava. Sobre esta segunda, un
testimonio de mediados del siglo XVI dice que es un “castillejo por personas” (1546. ARChGr,
sign. 1019-004). Asimismo, una de las laderas por las que discurría el límite de Moratalaz es lla-
mada “Los Castillejos” en la mojonera de 1674. Este apelativo, diferenciado de los puntos for-
tificados antes mencionados, induce a pensar que existirían otras infraestructuras castrales, aun-
que sus elementos fuesen mínimos, en esa zona a la que nos estamos refiriendo.
17
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Clara Almagro Vidal y Luis Rafael Villegas Díaz
22. E. ZADORA-RIO, “Archéologie et toponymie: le divorce”, Les petits cahiers d’Anatole, 8, 2001, Ed.
digital: http://www.univ-tours.fr/lat/Pages/F2_8.pdf
23. T. F. GLICK, “Noria pots in Spain”, Technology and Culture, 18, 1997, pp. 644-650. Reed. en Irri-
gation and Hydraulic Technology. Medieval Spain and its Legacy, Aldershot, Variorum, 1996.
24. Por ejemplo, la quintería de Pozo del Hierro es denominada “abrevadero y quintería” según
el testigo Juan Hernández Corredor en una probanza de 1513 (ARChGr, sign. 255-001). Esta
descripción es ejemplo de la dualidad de uso (ganadero y agrícola) dado a estos puntos de
abastecimiento de agua.
18
Sobre la continuidad de unidades de organización islámica... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
CONCLUSIONES
Sin pretender elevar a definitivas unas conclusiones que al presente sólo
se perciben como líneas a conformar, pensamos que de los resultados de este
estudio se pueden extraer una serie de reflexiones.
En primer lugar, se puede afirmar la permanencia, aunque se la considere
residual, de población islámica bajo dominio cristiano. Corolario de esta afir-
mación sería una continuidad aunque sea parcial de población antes y después
de la conquista castellana. Todo apunta a pensar que tal ocurrió en el caso de
la zona aquí estudiada, pero probablemente no fue el único.
En segundo, que la pasividad puesta de manifiesto por los calatravos ha-
cia los musulmanes de su territorio durante bastante tiempo no supone más que
un comportamiento interesado por parte de la misma, carente como estaría en
sus inicios de mano de obra capaz de subvenir a las necesidades más prima-
rias de su instalación en el territorio26.
Esta aparente tolerancia –con todas las matizaciones que se quieran confe-
rir al vocablo– no supondría en modo alguno un reconocimiento de la entidad ju-
rídica de dicha población remanente ni un respaldo a sus estructuras. El com-
portamiento de la institución a partir de cierto momento iría en la línea de
favorecer la reorganización de la población islámica allí residente. Tal comporta-
miento es el que explica que ya a inicios de la última centuria del Medievo aflo-
ren sus componentes organizados ahora sí en aljamas institucionalizadas27.
En tercer lugar, algunos rasgos de los asentamientos de fecha tardía po-
sibilitan realizar un acercamiento a una fenomenología de las alquerías islá-
micas, percibiéndose en éstas una variedad amplia. Parece que coexistieron en-
tidades polinucleares y otras más agrupadas. Lo que no parece posible es
acercarse a la determinación de los componentes establecidos en unas o en otras.
Asimismo, se registran una serie de elementos de fortificación, carentes de fun-
25. C. ALMAGRO VIDAL, “Perception du paysage médiéval à travers les délimitations de termes de
population. Le cas du secteur oriental du Campo de Calatrava (Espagne)”, en CH. GUILLERÉ
(dir.), Le paysage rural au Moyen Âge, Paris, CTHS, 2012 (Edición electrónica), pp. 67-78.
26. Esto ha sido apuntado también en ALMAGRO VIDAL, “La Orden de Calatrava…”, p. 628.
27. C. ALMAGRO VIDAL, “Revisando Cronologías: el proceso de formación de las aljamas en tierras
calatravas”, en A. FÁBREGAS y A. ECHEVARRÍA (eds.), De la Alquería a la Aljama. Fundamentos de
poder y organización social de las comunidades rurales de matriz islámica en Granada y Castilla, Ma-
drid, UNED, 2015, 115-135.
19
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Clara Almagro Vidal y Luis Rafael Villegas Díaz
cionalidad ya en la etapa cristiana, pero que habrían tendio uso en la etapa pre-
cedente, si bien como fortificaciones de carácter rural.
No cabe duda de que los trazos conseguidos sobre este área suscitan un
interés por conseguir un mayor y mejor conocimiento acerca de la permanen-
cia de población islámica en el territorio a partir del dominio cristiano; pero
también permiten intuir –dada la nebulosa que cubre su conocimiento– la si-
tuación y fenomenología del poblamiento durante la ocupación islámica del te-
rritorio. Es mucho, pues, lo que todavía queda por conocer.
RESUMEN
El objetivo del trabajo es presentar, un avance de los resultados más rele-
vantes de un estudio realizado gracias a la concesión de una Ayuda para la In-
vestigación por el Centro de Estudios Mudéjares en el año 2007. Se trata de una
aproximación a las unidades de organización del espacio y asentamiento islá-
micos en La Mancha, y su transformación bajo dominio cristiano. Para lograrlo
se ha analizado un caso concreto: el distrito de Moratalaz, situado en el sector
oriental del Campo de Calatrava (Ciudad Real). El análisis se basa en los re-
gistros documentales que de época ya cristiana se conservan sobre el mismo.
Palabras clave: Poblamiento, Territorio, Islam, Mudéjar, Ciudad Real,
Orden de Calatrava, Fahs, Edad Media.
ABSTRACT
The aim of this paper is to present the results obtained in the frame of a
research study carried out with the support of the Centro de Estudios Mudé-
jares in 2007. It is an analysis of how the land ans settlement in the region of
La Mancha was organised in islamic time and how it was transformed under
Christian rule. In order to do so, a case study has been selected: the district of
Moratalaz, situated in the Eastern part of the so-called Campo de Calatrava
(province of Ciudad Real). The analysis is based on surviving written records
dating from the time of Castilian domination.
Key words: Settlement, Land-structure, Islam, Mudejar, Ciudad Real,
Order of Calatrava, Fahs, Middle Ages.
20
Algunas reflexiones sobre la alteridad religiosa... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016), pp. 21-52
* Este trabajo se ha realizado gracias a la ayuda para la investigación para temas mudéjares y
moriscos del Instituto de Estudios Turolenses, así como dentro del marco del Proyecto de In-
vestigación HAR2016-80354-P . “Antes del orientalismo: Las imágenes del musulmán en la Pe-
nínsula Ibérica (siglos XV-XVII) y sus conexiones mediterráneas.” Investigador Principal:
Borja Franco. Quisiera agradecer las recomendaciones realizadas por Ximo Company, Iván
Rega, Mercedes Gómez-Ferrer Lozano y Francisco Javier Moreno Díaz del Campo en la re-
dacción del presente artículo.
** UNED – Madrid.
1. En el caso de la literatura y la historia cultural, que no así del arte, este interés nació hacia 1960
y ya en 1985 García-Arenal indicaba cómo el estudio del mundo de las imágenes (entendidas
como representación o expresión simbólica literal de la realidad) y de las concepciones que
la cristiandad europea se ha formado del Islam y de los musulmanes en diversas épocas de
su historia, estaba siendo desde hace algún tiempo un campo de trabajo que se ha revelado
extremadamente productivo y sugerente. M. GARCÍA-ARENAL, “Los moros en las Cantigas de
Alfonso X El Sabio”, Al-Qantara, 6, 1985, p. 133.
2. Entre otros estudios destacamos: R. BORN, R. DZIEWULSKI, G. MESSLING, The Sultan’s world. The
Ottoman Orient in Renaissance Art, Bruselas, Hatje Cantz, 2015. A. ORBAY (ed.), The Sultan’s por-
21
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Borja Franco Llopis
el campo artístico, podemos encontrar al respecto3. Este hecho nos llama po-
derosamente la atención cuando otras minorías religiosas, como los judíos, han
sido ampliamente analizadas o cuando ya en 1983 Bernard Vincent denunciara
tal deficiencia4. Tal vez dicho déficit puede venir dado por la dificultad que esta
tarea entraña. Por una parte, podemos encontrarnos distintas “tipologías”, si
queremos así llamarlas, de musulmanes habitando o en el entorno de los te-
rritorios hispánicos, esto es, no nos enfrentamos a una “única figura” sino a un
conglomerado de poblaciones con orígenes y modos de vida diversos, en mu-
chos casos distintos de retratar. Por un lado estuvieron los moriscos, comuni-
dad procedente de los antiguos mudéjares, obligados a convertirse al cristianis-
mo principalmente en los primeros años del siglo XVI en Granada, así como en
la batalla de las Germanías en Valencia, cuya religiosidad será repetidamente
puesta en duda. Por otra parte se encuentran los musulmanes del Norte de
África, zona de expansión para Carlos V y Felipe II con el fin de controlar las
principales plazas ante los ataques otomanos. Los musulmanes que allí habi-
taron no fueron siempre enemigos sino también aliados, como sucedió en la
conquista de Túnez5. Y, por último, los Turcos-Otomanos, fuente de preocu-
pación de las monarquías europeas que se veían con problemas para detener
su avance por mar y tierra. Como sintetizara Perceval6, los moriscos represen-
tan un elemento servil o marginal en unos momentos y posibles aliados inter-
nos para el temido ataque turco; los norteafricanos un pueblo a conquistar o una
pesadilla corsaria; y, por último, los turcos, son el verdadero enemigo a batir,
objeto de los últimos intentos de ligas y alianzas de una cristiandad ya defini-
tivamente desgarrada en el siglo XVI.
Por si fuera poco, tampoco los moriscos, como sucede con turcos o mu-
sulmanes norteafricanos, pueden ser tomados como una única comunidad, sino
que dentro del mismo se distinguen diversas tipologías dependiendo de su pro-
trait. Picturing the House of Osman, Estambul, Isbank, 2000. V. STOICHITA, L’image de l’Autre. Noirs,
Juifs, Musulmans et ‘Gitans’ dans l’art occidental des Temps modernes, Paris, Museé du Louvre, 2014.
D. CARNOY, Représentations de l’Islam dans la France du XVIIe siècle. Paris, L’Harmattan, 1998.
3. Esta escasez ya la expusimos en publicaciones anteriores, donde además planteamos distin-
tas dificultades en el análisis de la alteridad. Vid. B. FRANCO LLOPIS, “Identidades «reales», iden-
tidades creadas, identidades superpuestas. Algunas reflexiones artísticas sobre los moriscos,
su representación visual y la concepción que los cristianos viejos tuvieron de ella”, en B. Fran-
co, B. Pomara, M. Lomas, B. Ruiz Bejarano (eds.), Identidades cuestionadas. Coexistencia y con-
flictos interreligiosos en el Mediterráneo (ss. XIV-XVIII), Valencia, Servei de Publicacions de la Uni-
versitat de València, pp. 281-300.
4. B. VINCENT, “Qué aspectos tenían los moriscos”, en Actas del II Coloquio de Historia de Andalu-
cía: Andalucía Moderna, Córdoba, Monte Piedad, 1983, vol. 2, pp. 335-340.
5. Sobre la mutabilidad del concepto de aliado y enemigo en este periodo véase: H. MECHOULAN,
Razón y alteridad en Fadrique Furio Ceriol, Madrid, Editorial Nacional, 1973, p. 69.
6. J. M. PERCEVAL, “Animalitos del Señor: Aproximación a una teoría de las animalizaciones pro-
pias y del otro, sea enemigo o siervo, en la España imperial (1550-1650)”, Áreas, 14, 1992, p. 175.
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14. J. FLORI, La guerra santa. La formación de la idea de Cruzada en el Occidente cristiano, Madrid, Trotta,
2003, pp. 221-222.
15. J. P. JARDIN, “Les représentations du Maure dans la littérature chrétienne du XIIIème siècle”,
en A. Redondo (dir.), Les representations de l’Autre dans l’espace Iberique et Ibero-Americain (pers-
pective synchronique), Paris, Presses de la Sorbonne Nouvelle, 1991, pp. 23-32.
16. D. H. STRICKLAND, op. cit., p. 13. Recomendamos al respecto la lectura de: M. E. DÍEZ JORGE, “Al-
gunas percepciones cristianas de la alteridad artística en el medioevo peninsular”, Cuadernos
de Arte de la Universidad de Granada, 30, 1999, pp. 29-47. J. MOLINA, “Contra turcos. Alfonso d’A-
ragona e la retorica visiva della crociata”, en G. Abbamonte, La battaglia nel Rinascimento, Roma,
2011, pp. 97-110.
17. M. GARCÍA-ARENAL, “Los moros en las Cantigas de Alfonso X El Sabio”, Al-Qantara, 6, 1985,
p. 149. Véase también: F. PRADO VILAR, “The gothic anamorphic gaze: regarding the worthof
Others”, en C. Robinson, L. Rouhi, Under the influence: Questioning the Comprative in Medieval
Castile, Leiden, Brill, 2005, pp. 67-100. P.K. KLEIN, “Moros y judíos en las Cantigas de Alfonso
X el Sabio: imágenes de conflictos distintos”, en El legado de Al-Andalus. El arte andalusí en los
reinos de León y Castilla durante la Edad Media, Valladolid, Patrimonio Histórico de Castilla y
León, 2007, pp. 241-364.
18. I. SABBATINI, “«Io ci vidi molti saracini». La rappresentazione del mondo musulmano del Vi-
cino Oriente nell’odeporica di pellegrinaggio tardo medioevale”, Giornale di storia, 4, 2010, pp.
1-18. J. M. PERCEVAL, “Animalitos del Señor…”, op. cit., pp. 173-184.
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Algunas reflexiones sobre la alteridad religiosa... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
19. M. A. de BUNES IBARRA, La imagen de los musulmanes y del Norte de Africa en la España de los si-
glos XVI y XVII: Los caracteres de una hostilidad, Madrid, CSIC, 1989. Del mismo autor: Los mo-
riscos en el pensamiento histórico. Historiografía de un grupo marginado, Madrid, Cátedra, 1983. Así
como: “Los otomanos y los moriscos en el universo mental de la España de la Edad Moderna”,
en M. Bernardini, C. Borrelli, A. Cerbo, A. Sánchez (eds.), Europa e Islam tra i secoli XIV e XVI.
Europe and Islam between 14th and 16th centuries, Napoli, Instituto Universitario Orientale, 2002,
pp. 685-708.
20. M. A. de BUNES IBARRA, “La visión de los musulmanes en el Siglo de Oro: las bases de una hos-
tilidad”, Torre de los Lujanes, 47, 2002, p. 63.
21. M. A. de BUNES IBARRA, “El orientalismo español de la Edad Moderna: la fijación de los mi-
tos descriptivos”, en J. A. González Alcantud (ed.), El Orientalismo desde el sur, Barcelona, Anth-
ropos editorial y Junta de Andalucía, 2006, pp. 37-56.
22. M. A. de BUNES IBARRA, “La visión de los musulmanes…”, op. cit., p. 66.
23. Ibidem, p. 72.
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Así pues, las investigaciones sobre las imágenes del Islam y del musulmán
en la literatura y relatos históricos españoles han dado como resultado intere-
santes publicaciones donde se plantean aireados debates entre cómo clasificar
las descripciones que de este colectivo se realiza en los textos de ilustres litera-
tos como Lope de Vega, Cervantes y otros tantos escritores que hablaron del
mismo. El debate entre la maurofilia o maurofobia entre los distintos académi-
cos que se han aproximado a este asunto a día de hoy parece aún no resuelto24.
Partiendo de la pionera obra de Cirot25 o la de Mas26, diversos investigadores han
planteado visiones del musulmán y el imperio otomano en los escritos de los si-
glos XV al XVII. Dentro de este marco debemos entender las publicaciones de
Bramón, Candau Chacón, Carrasco Urgoiti, Dursteler, Fuchs, García-Arenal, Iro-
goyen, Márquez Villanueva o Tolan, entre otros, que han ido clarificando el en-
tramado sociocultural en el que se creó esa imagen en la literatura, bien como
rival o incluso como personaje gracioso caricaturizado en piezas teatrales.
Gran parte de esta historiografía se encuentra en una inercia de construir
la imagen de unos enemigos que han de ser asibles y reconocibles para ser con-
jurados y atacados. La imagen negativa de turcos y moriscos campa por las le-
tras hispanas de los siglos XVI y XVII, adquiriendo multitud de matices ten-
dentes a afirmar su carácter negativo de enemigos de España. La primera
puesta en duda de esta imagen maurófoba se da con la aparición de El Aben-
cerraje y la hermosa Jarifa (1561), donde se propone una superación de la dife-
rencia religiosa por medio del ejercicio de la virtud del hombre noble repre-
sentado por los caballeros moros y cristianos27. Algo similar sucede con una de
las obsesiones hispanas de los siglos XVI y XVII: los moriscos. Perceval28 ha es-
tudiado con profundidad cómo su imagen negativa se va construyendo en con-
traposición con los puntos más oscuros de la mentalidad española.
Por otra parte, en los últimos años se ha avanzado mucho acerca de la ima-
gen que los moriscos tenían de sí mismos a través de sus producciones cultu-
rales. La literatura aljamiada, pero también fenómenos como los libros plúm-
beos del Sacromonte nos han revelado unas imágenes con muchas más capas
de las que podía pensarse a priori29. Capas que incluyen su percepción propia,
24. B. FUCHS, “Maurofilia and the Morisco subject”, en K. Ingram (ed.), The Conversos and Moris-
cos in Late Medieval Spain and Beyond, Leiden-Boston, Brill, 2009, p. 270.
25. G. CIROT, “La maurophilie littéraire en Espagne au XVIe siècle”, Bulletin Hispanique, 40 (2), 1928.
26. A. MAS, Les turcs dans la littérature espagnole du siècle d’or, Paris, Centre de Recherches Hispa-
niques, 1967.
27. B. BELLONI, “La evolución de la figura del morisco en el teatro español del Siglo de Oro”, en
C. Mata, A.J. Sáez (eds.), Scripta manent, Pamplona, Universidad de Navarra, 2012, pp. 35-46.
J. A. GONZÁLEZ ALCANTUD, Lo moro. Las lógicas de la derrota y la formación del estereotipo islámico,
Barcelona, Antrhopos, 2002.
28. J. M. PERCEVAL, Todos son uno. Arquetipos de la xenofobia y el racismo. La imagen del morisco en la
monarquía española de los siglos XVI y XVI, Almería, Instituto de Estudios Almerienses, 1997.
29. M. BARRIOS, M. GARCÍA-ARENAL (eds.), Los Plomos del Sacromonte. Invención y tesoro, Valencia-
Granada-Zaragoza, Universitat de València, de Granada y Zaragoza, 2006.
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Algunas reflexiones sobre la alteridad religiosa... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
pero también sus relaciones complejas con la sociedad que les rodeaba30. Así
pues, aunque quedan bastantes interrogantes por trabajar en cuanto a la crea-
ción literaria de las imágenes del musulmán y el Islam en las fuentes literarias
hispánicas, bien es cierto que este campo de trabajo se encuentra bastante más
evolucionado que otros, como a continuación se podrá comprobar.
Desde el punto de vista artístico, las aproximaciones que se han realizado
a la alteridad religiosa en el arte moderno podemos dividirlas en tres aparta-
dos. Por una parte destacan aquellos textos que analizan la imagen del mu-
sulmán como vencido en la tradición hagiográfica vinculados con el mito de
los santos caballeros. Este ha sido uno de los asuntos que ha interesado tanto
a investigadores medievalistas como posteriores. Es casi una constante en la his-
toriografía focalizar la aproximación al infiel a través de la figura de Santiago
Matamoros31 y su correlato aragonés, San Jorge32. Para gran parte de los in-
vestigadores son signos omnipresentes en la cultura visual moderna, ejemplo
de la lucha y victoria ante al Islam, de la imagen que realmente se tuvo del mu-
sulmán en la España medieval y moderna. No negamos que fueran, como así
lo demuestran las decoraciones de las armaduras de Carlos V y Felipe II en las
contiendas bélicas, paladines de esta batalla contra el infiel, pero si nos cen-
tramos únicamente en la visión triunfalista a través de estas imágenes no ha-
cemos más que dar una aproximación sesgada que del infiel se tuvo, no en
vano, todavía resta realizar una verdadera geolocalización de la difusión de di-
chos tipos iconográficos que creemos demostraría que las figuras del matamo-
ros triunfaron, principalmente, en lugares de frontera, en documentos jurídicos
vinculados con órdenes militares o nobleza, así como en aquellas representa-
ciones que se centraron en el discurso triunfalista de los Austrias ante la nece-
sidad de justificar la expulsión morisca de 1609.
Otros investigadores se centraron en la vinculación de la propia Monar-
quía con la batalla contra el musulmán, más allá de los relatos hagiográficos.
30. L. LOPEZ-BARALT, “¿Qué imagen tenían los moriscos de sí mismos?”, en Images des morisques
dans la littérature et les arts. Actes du VIII Symposium International d’Etudes Morisques, Zaghouan,
Publications de la Fondation Temimi pour la Recherche Scientifique et l’Information, 1999, pp.
149-162.
31. Es abundante la bibliografía artística al respecto, pero destacamos: N. CABRILLANA, Santiago
Matamoros. Historia e imagen, Málaga, Publicaciones de la Diputación de Málaga, 1999. M. CHA-
MOSO (ed.), Santiago en España, Europa y América, Madrid, Editorial Nacional, 1971. L. CAR-
DAILLAC, “El mito de Santiago en España y América”, en J. L. Castellano, F. Sánchez-Montes,
Carlos V. Europeísmo y universalidad, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los
Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001, vol. 5, pp. 107-132. L. FERNÁNDEZ, “Santiago Mata-
moros en la Historiografía hispanomedieval”, Medievalismo, 15, 2005, pp. 139-174. L. LINARES,
Les saints matamores en Espagne du Moyen Âge au Siècle d’Or, Tesis doctoral inédita, Univesité
de Toulouse, 2008. E. OLIVARES, L’Ideal d’evangelització guerrera. Iconografia dels cavallers sants,
Tesis doctoral inédita, Universitat de València, 2016.
32. Al igual que en el caso anterior, es ingente el número de publicaciones relativas a dicha ico-
nografía, pero queremos destacar: J. M. PÉREZ-SOBA, “San Jorge contra el Islam”, Islam y Cris-
tianismo, 413, 2006. G. REDONDO, El Señor San Jorge. Patrón de Aragón, Zaragoza, 1999.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Borja Franco Llopis
33. Por citar algunas publicaciones significativas: F. CHECA, Carlos V y la imagen del héroe en el Rena-
cimiento, Madrid, Taurus, 1987. Del mismo autor: “Carlos V, Héroe Militar (a propósito de la se-
rie ‘Las Batallas de Carlos V’)”, Goya, 158, 1980, pp. 74-79. Relacionados ya con estos tapices de
las conquistas militares véase: A. de CARLOS, “La Conquista de Túnez en Tapices del Patrimo-
nio Nacional”, Reales Sitios, 67, 1981, pp. 29-36. M. FALOMIR, M. A. de BUNES, “Carlos V, Verme-
yen y la conquista de Túnez”, en J. L. Castellano, F. Sánchez-Montes, op. cit., pp. 243-258. J. L.
GONZÁLEZ, “Minerva en el telar. Iconografía cruzada y tapicerías ricas de Troya a Lepanto”, en
P. García, R. Quirós (coords.), Antemurales de la Fe, Madrid, UAM y Ministerio de Defensa, 2015,
pp. 59-75. M. LÓPEZ, “Lepanto en sus representaciones grabadas”, Reales Sitios, 29, 1971, pp. 12-
16. V. MÍNGUEZ, “Iconografía de Lepanto. Arte, propaganda y representación simbólica de una
monarquía universal y católica”, Obradoiro de Historia Moderna, 20, 2011, pp. 151-180.
34. F. PEREDA, “Ad vivum?: o cómo narrar en imágenes la historia de la Guerra de Granada”, Rea-
les Sitios, 154, 2002, pp. 2-20. J. DE MATA, Los relieves de la Guerra de Granada en la silleria del Coro
de la Catedral de Toledo, Granada, 1985.
35. J. J. GARCÍA ARRANZ, “Entre el miedo y la curiosidad: Tendencias y variantes en la imagen eu-
ropea del turko durante los siglos XV y XVI”, en R. Camacho, E. Asenjo, Fiestas y mecenazgo
en las relaciones culturales del Mediterráneo en la Edad Moderna, Málaga, Universidad de Málaga,
2012, p. 233.
36. Sobre las costumbres y los trajes musulmanes en estas obras sí que tenemos publicaciones de
alto interés, queremos destacar: R. ARIÉ, “Acerca del traje musulmán en España”, Revista del
Instituto de Estudios Islámicos en Madrid, 13, 1965-1966, pp. 103-118. C. BERNIS, El traje y los tipos
sociales en El Quijote, Madrid, Ediciones el Viso, 2001. De la misma autora: Trajes y modas en la
España de los Reyes Católicos. También: “Modas moriscas en la sociedad cristiana española del
siglo XV y principios del XVI”, Boletín de la Real Academia de la Historia, 144, 1959, pp. 199-228.
37. S. CARRASCO, El moro retador y el moro amigo. Estudios sobre fiestas y comedias de moros y cristia-
nos, Granada, Universidad de Granada, 1996.
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quema útil –casi nos atreveríamos a decir didáctico– de lo que sucedió42. La crea-
ción de un estereotipo tan falso no fue más que una estrategia de los cristianos
occidentales, y de la historiografía posterior que los aceptó, para definirse a sí
mismos, la consabida teoría del enemigo en el espejo43. De hecho, en palabras
de Blanks44, los musulmanes se convirtieron en un negativo fotográfico de la
auto-percepción de una imagen de su ideal cristiano, que retrata los europeos
como valientes creyentes, virtuosos en el único Dios y fe verdadera. Con la de-
gradación de la imagen de sus rivales, los cristianos eran la mejora de sus pro-
pias imágenes, tratando, con ello, de conseguir confianza a la hora de enfren-
tarse a enemigos con una cultura y poder armamentístico a su altura45.
Más allá de estas lagunas o investigaciones parciales hasta ahora realiza-
das, otro aspecto que complica aún más la problemática conformación de la
imagen del musulmán es, justamente, como se indicó, sus múltiples variantes.
El caso más complejo es el del morisco, cristiano convertido a la fuerza durante
los inicios del XVI pero de ascendencia islámica, personaje que según su pro-
cedencia geográfica así como el autor consultado puede tomar distintas formas,
a día de hoy difícil de objetivar y menos de visualizar en una obra de arte.
Barbara Fuchs intentó hacer un resumen de cómo vienen definidos en los
textos citados46. Indica, por ejemplo, que en toda venta de esclavos era necesario
indicar su color, y que en dichas fuentes suelen aparecer como “de color mo-
reno”, de “colores negros”, “de color blanco que tira un poco a tintes membri-
llo” o “membrillo cocido”, o incluso, con frecuenta son descritos como blancos47.
42. “La creación de estereotipos descriptivos, proceso que se puede verificar perfectamente ha-
cia finales del siglo XVI, nos permite ejemplificar la importancia de la publicística, al mismo
tiempo que supone que el conocimiento real de lo descrito vaya perdiendo matices y conte-
nidos hasta transformarse en un topos que impide ampliar la curiosidad”. M. A. de BUNES IBA-
RRA, “Cristianos y musulmanes ante el espejo en la Edad Moderna. Los caracteres de hostilidad
y de admiración”, Quaderns de la Mediterrànea, 8, 2007, p. 209. Esta idea es también desarro-
llada en: M. A. de BUNES IBARRA, “La visión…”, op. cit., pp. 61-72.
43. R. BARKAI, Cristianos y musulmanes en la España Medieval. El enemigo en el espejo, Madrid, Rialp,
1984. Sobre esta teoría también es necesario conocer las apreciaciones que realizara Eloy Be-
nito al respecto: “Todo espejo mental, todo testimonio o composición históricos devuelven,
en efecto, una imagen relativizada de la respectiva realidad a la que enfocan: subjetivada a
través de los filtros inherentes a la identidad perceptora; deformada, y aun falseada, cuando
los condicionantes que inciden sobre ésta no consiguen ser neutralizados o superados por sus
propios mecanismos de objetivación”. E. BENITO, op. cit., p. 23.
44. D. BLANKS, M. FRASSETTO, “Introduction”, en D. Blanks, M. Frassetto, Western Views of Islam in
Medieval and Early Modern Europe. Perception of Other, New York, St. Martin’s Press, 1999, p. 3.
45. Sobre el substrato medieval de dicha idea consúltese: A. CORBALÁN VÉLEZ, “Aproximación a
la imagen del musulmán en la España medieval”, Lemir, 7, 2003.
46. B. FUCHS, Mimesis and Empire. The New World, Islam, and European Identities, Cambridge, Cam-
bridge Univesity Press, 2001, p. 153. Esta idea la vuelve a desarrollar en otras de sus publica-
ciones donde insiste en que la condición de musulmán o morisco en la Península Ibérica no era
equivalente a negritud. Véase: B. FUCHS, Una nación exótica, Madrid, Ediciones Polifemo, 2011.
47. En este sentido, Cerdà de Tallada, a inicios del XVII, revindicó su aspecto físico similar al cris-
tiano al exponer cómo: “Cregueren que eren crestians, i quant foren més prop conegueren ser
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Algunas reflexiones sobre la alteridad religiosa... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
Por esto, debido a tal profusión descriptiva es complicado o casi imposible es-
tablecer cualquier apariencia física estándar para los moriscos, y podemos en-
tender cómo muchas veces son confundidos por cristianos viejos, de ahí los pro-
blemas que tuvieron de adaptación a los territorios musulmanes una vez
expulsos. De hecho, siguiendo en este caso las apreciaciones de López Baralt,
“cuando los moriscos se miraban en el espejo metafórico de su propia litera-
tura, el azogue les devuelve rostros incoloros o identidades prestadas. Es na-
tural que el morisco, atareado con una literatura de resistencia proselitista, casi
nunca se describa a sí mismo. Pero es que hay algo más tenebroso: los moris-
cos terminan por ver en su propio espejo literario rostros árabes incómoda-
mente blanqueados o rubias fantasías godas de ojos ‘color bioleta’. No se ven
a sí mismos, sino a los cristianos viejos que tanto decían resentir. El oprimido
termina por querer parecerse al opresor. Lo cierto es que no hay ni un solo mo-
risco moreno en la literatura aljamiada, ni unos solos ojos negros, ni un pelo aza-
bache: con la pérdida paulatina de su cultura, los moriscos terminaron también
por perder su propio rostro”48.
Bernard Vincent utilizó otras fuentes para intentar discernir cómo fue fí-
sicamente el morisco; se trató de un censo de granadinos instalados en Córdoba
entre 1569 y 1571 donde se puede comprobar como casi el mismo número de
sujetos son descritos como personajes de color oscuro como de tez blanque-
cina49. Estos censos los compara con las apreciaciones de Pedro de Valencia que
justifica su similitud con los cristianos debido a los años que hace que viven en
el mismo territorio, la admiración por la altura y belleza que retrata Pérez de
Hita o la diversidad de aspecto en cuanto a la barba, que, en el fondo, siguen
por moda cristiana. Así pues, podríamos decir que tan sólo el vestido50, uno de
los elementos más polémicos de persecución por parte de las autoridades po-
líticas y religiosas, pudiera ser la clave para su reconocimiento.
Esta idea es sólo en parte correcta. Si bien, como indicara Arié51, la corona
siempre intentó prohibirlo mediante pragmáticas, estrategia de poco éxito
pues seguían vistiendo con sus ropas tradicionales, principalmente en lo refe-
moriscos, perquè invocaven a Maoma, los quals eren cosa de sinquanta”. M. CERDÀ DE TA-
LLADA, “Relació verdadera molt en particular de toto lo que ha pasat en la extració dels mo-
riscos del present Regne de València y depopulació de aquell”, en M. Lomas (ed.), El deste-
rrament morisc en la literatura del segle XVII (els ‘autors menors’), València, Universitat de
València, 2010, p. 57.
48. L. LÓPEZ BARALT, “¿Qué imagen tenían los moriscos de sí mismos?”, en A. Temimi, Images des
morisques dans la litterature et les arts, Zaghouan, Fondation Temimi pour la Recherche Scien-
tifique et l’Information, 1999, p. 158.
49. B. VINCENT, op. cit., p. 336.
50. B. ALONSO, Sultanes de Berbería en tierras de cristiandad. Exilio musulmán, conversión y asimilación
en la Monarquía hispánica (siglos XVI y XVII), Barcelona, Edicions Bellaterra, 2006.
51. R. ARIÉ, op. cit., p. 109.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Borja Franco Llopis
rido al traje femenino, se produjo una hibridación de costumbres que nos com-
plica nuestra tarea52. Por ejemplo, los sayos moriscos femeninos eran trajes de
lujo muy vistosos, como lo eran todas las prendas que los cristianos tomaron
de los moros para vestir de gala. Aunque según Bernis53, lo que especialmente
los diferenciaba de los trajes a la moda cristiana era, al parecer, que estaban he-
chos con dos telas distintas, telas que se combinaban haciendo medio sayo de
una y medio de la otra, o formando girones alternados, cosidos unos a otros.
Se ha podido constatar cómo en las cuentas del tesorero de la Reina Católica
constan repetidas compras de sayos moriscos para la reina y para las infantas.
Lo mismo sucederá con los hombres, de ahí que en la literatura o en fiestas re-
gionales aparezca con asiduidad el término “vestir a la morisca” no como si-
nónimo de alteridad religiosa o diferenciación sino como elemento de lujo y ri-
queza54. Consideramos que, como ya anotara Císcar Pallarés55, la aproximación
al converso a través de la óptica de la diferencia es esencialmente errónea, ya
que acaba por dar una imagen más o menos distorsionada de la realidad, que
es siempre compleja y ofrece aspectos muy diferentes; no en vano, es difícil-
mente aceptable que gentes que conviven desde siglos, que son vecinos de una
misma localidad o de pueblos cercanos, en economías próximas, con inter-
cambios habituales, con intereses muchas veces comunes, etc. deban de ser vis-
tos como dos polos antitéticos, sino más bien tienen que ser analizados de modo
paralelo, en una historia de contaminaciones y, como ya indicamos, de hibri-
daciones. Así pues, a pesar de los distintos grabados contemporáneos a los mo-
riscos que poseemos, como los conocidos de Hoefnagel o al trabajo del orfe-
bre de Augsburg, C. Weiditz, a quien debemos el valioso libro Trachtenbuch des
Christoph Weiditz voz seinen Reisen nach Spanien (1529), sería pueril pensar que
la única forma de identificación y clasificación del mismo sea buscar en las
obras de arte estos clichés, como si cualquier personaje que vistiera estas ropas
tuviera que ser a la fuerza un converso del Islam y no un cristiano que las
52. Como indicara Burke: “The point is that the two groups often represent different intellectual
traditions. Encounters between them encourage –via arguments and even misunderstandings–
a for of intellectual ‘trade’ and hence a hybridization of knowledges, leading in turn to new
ideas and new discoveries […] On the western frontier, Spanish Christian nobles also adop-
ted Moorish armies included light cavalry riding in the Moorish armies included light cavalry
riding in the Moorish manner with short stirrups”. P. BURKE, Hybrid Renaissance, Budapest,
Central European University, 2016, pp. 3 y 50.
53. C. BERNIS, Trajes y modas…, op. cit., p. 54.
54. Sobre estos aspectos véase: E. DÍEZ JORGE, “Arte y multiculturalidad en Granada en el siglo
XVI. El papel de las imágenes en el periodo mudéjar y hasta la expulsión de los moriscos”,
en J. P. Cruz (coord.), Arte y cultura en al Granada renacentista y barroca, Granada, Universidad
de Granada, 2014, pp. 157-184. J. MARTÍNEZ RUIZ, “La indumentaria de los moriscos según Pé-
rez de Hita y los documentos de la Alhambra”, Cuadernos de la Alhambra, 3, 1967, pp. 55-124.
55. E. CÍSCAR, “La vida cotidiana entre cristianos viejos y moriscos en Valencia”, en E. Belenguer
(coord.), Felipe I y el Mediterráneo. Los grupos sociales, Madrid, Sociedad Estatal para la Con-
memoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 1999, p. 569.
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61. R. GARCÍA CÁRCEL, “La psicosis del turco en los españoles del Siglo de Oro”, en F.B. Pedraza,
R. González (eds.), Los imperios orientales en el teatro del Siglo de Oro, Almagro, Universidad de
Castilla-La Mancha, 1994, p. 19.
62. P. BURKE, Formas…, op. cit., p. 68.
63. E. BENITO, op. cit., p. 111.
64. L. BERNABÉ PONS, “¿Es el otro uno mismo? Algunas reflexiones sobre la identidad de los mo-
riscos”, en B. Franco, B. Pomara, M. Lomas, B. Ruiz (eds.), op. cit., pp. 205-224.
65. J. MOLINA, “La imagen y su contexto. Perfiles de la iconografía antijudía en la España Me-
dieval”, en Els jueus a la Girona medieval (XII ciclo de conferencias Girona a l’Abast), Gerona,
Bell-lloc, p. 37.
66. G. CAPRIOTTI, Lo scorpione sul petto. Iconografia antiebraica tra XV y XVI secolo alla periferia dello
Stato Pontificio, Roma, Gangemi Editore, 2014. Especialmente las páginas 14 y 18.
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Algunas reflexiones sobre la alteridad religiosa... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
cuerda que los destinatarios de las obras que trabajamos, así como los propios
comitentes y artistas eran cristianos y nos cuestiona qué relación tuvieron los
propios hebreos con las iconografías que él estudia en su libro, pues en muchos
casos, como por ejemplo sucedería en los tapices de Vermeyen, pocos moris-
cos o musulmanes tuvieron acceso directo a los mismos, aunque fueran ex-
puestos al público en múltiples ocasiones, mientras que los retablos que en este
artículo trabajaremos sí que fueron vistos por gran parte de población cuanto
menos morisca que acudía forzada o no a las iglesias a profesar su nueva fe.
Este hecho es fundamental a la hora de hacer las lecturas ideológicas pertinentes
y entender los cambios iconográficos que se van sucediendo. Este problema,
vinculado con la imagen visual del musulmán ya fue advertido por Díez Jorge
cuando planteó cómo la localización de una obra, la técnica y su formato, de-
bían ser objeto de estudio de un modo más atento del que hasta ahora se ha-
bía venido realizando67. Puede parecer algo muy obvio, pero bien es cierto que
gran parte de la historiografía que ha trabajado el Islam y su percepción olvidó
al supuesto espectador musulmán o converso que pudo observar esas obras o
si, en algún caso, el artista o comitente, consciente de la influencia que éstas pu-
dieran tener en el mismo, matizó algún elemento para evitar revueltas.
Obviamente, también en esta lectura es necesario acotar geográficamente,
algo indispensable y no siempre realizado cuando hablamos de alteridad,
pues como sabemos las relaciones cristianismo-Islam en la Península no fue-
ron uniformes tampoco territorialmente, de ahí que en la cata que supone esta
publicación tomemos como ejemplo la antigua Corona de Aragón, hecho que
nos permite estudiar de modo particular el fenómeno partiendo de unos pa-
rámetros históricos bastante conocidos y estudiados68.
Quizás, por ello, otro aspecto a tener en cuenta es la calidad de las obras
y la información que de ella podemos extraer. Tradicionalmente los estudios so-
bre musulmanes o moriscos se han centrado en grandes piezas, en importan-
tes series, y han dejado de lado casos particulares, como los retablos de Jeró-
nimo Martínez o Miguel del Prado, que trataremos en las siguientes páginas.
Estas tendencias analíticas han obviado las recomendaciones que Haskell rea-
lizó69 cuando insistió en cómo este arte de supuestamente poca calidad podía
ser tan revelador como el de buena factura debido a la información que brin-
daba tanto sobre la decadencia de la civilización como sobre la piedad de los
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Borja Franco Llopis
70. C. L. TIESZEN, Christian Identity amid Islam in Medieval Spain, Leiden-Boston, Brill, 2013, p. 266.
71. F. BOUZA, “Ardides del arte. Cultura de corte, acción política y artes visuales en tiempos de
Felipe II”, en Felipe II. Un monarca y su época. Un príncipe del Renacimiento, Madrid, Museo del
Prado-Sociedad Estatal para la conmemoración de los centenarios de Felipe II y Carlos V, 1999,
pp. 57-82.
72. “The cultural memory is based on fixed points in the past. Even in the cultural memory, the
past is not preserved as such but is cast in symbols as they are represented in oral myths or
in writings, performed in feasts, and as they are continually illuminating a changing present.
In the context of cultural memory, the distinction between myth and history vanishes. Not the
past as such, as it is investigated and reconstructed by archaeologists and historians, counts
for the cultural memory, but only the past as it is remembered”. J. ASSMANN, “Communica-
tiva and Cultural Memory”, en A. Erll, A. Nünning, S. Young (eds.), Cultural Memory Studies,
Berlin-New York, Walter de Gruyter, 2008, pp. 109-118.
73. Una buena reflexión al respecto, aunque focalizado en el mundo contemporáneo puede en-
contrarse en: La imagen del Mundo Árabe y Musulmán en la Prensa Española, Sevilla, Fundación
Tres Culturas del Mediterráneo, 2010, p. 11.
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Algunas reflexiones sobre la alteridad religiosa... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
bajar la obra de arte no sólo como documento “visual” de cómo era visto el otro,
sino como muestra de un entramado mucho más complejo. En este trabajo lo
trataremos de hacer, en la medida de lo posible, en algunas de las tablas esco-
gidas, si bien implica un riesgo evidente al no encontrar estudios similares que
nos sirvan de espejo metodológico74.
Pertrechados por todo este bagaje cultural y metodológico nos enfrenta-
mos a dos casos de estudio de una cronología similar que nos pueden ayudar
a extraer conclusiones parciales y a tipificar modos de trabajar la imagen del
musulmán o morisco en el mundo moderno de la Corona de Aragón. Como in-
dicara Antonio Urquízar, la validez de un método científico depende de su ca-
pacidad crítica, de la coherencia que muestre entre sus fines y los medios uti-
lizados, es decir, entre la pregunta de investigación que disponga y los recursos
que maneje para ello75. Nuestras preguntas están vinculadas con la vida de las
imágenes, sus consumidores y creadores, una historia de encuentros y desen-
cuentros a veces difícil de desenmarañar.
74. Desde el punto de vista histórico, vinculado a las relaciones moriscas y cristianas con el im-
perio otomano, este aspecto de la invisibilidad puede verse mínimamente esbozado, sir-
viéndonos de modelo, el siguiente interesante artículo: A. MERLE, “Les Espagnols et le monde
ottoman jeux de construction (XVIe-XVIIe siècles)”, en J. Soubeyroux (dir.), Rencontres et cons-
truction des identités (Espagne et Amérique latine), Saint-Étienne, Pulications de l’Université de
Saint-Étienne, 2004, pp. 11-21.
75. A. URQUÍZAR HERRERA, La construcción historiográfica del arte, Madrid, Editorial Centro de Es-
tudios Ramón Areces, 2012, p. 197.
76. C. MORTE GARCÍA, “Retablo de San Jorge”, en Aragón y la pintura del Renacimiento, Zaragoza,
Museo e Instituto Camón Aznar, 1990, pp. 99-101.
77. A. LÓPEZ, La significación de San Jorge en la Historia de Teruel, Teruel, Instituto de Estudios Tu-
rolenses, 1967.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Borja Franco Llopis
Figura 1. Retablo de San Jorge. Jerónimo Martínez, 1525, iglesia del Salvador de la Merced, Teruel.
tandarte con la media luna, iconografía simbólica del infiel78. En esa misma re-
presentación, es curioso observar cómo en el ángulo inferior derecho yacen las
cuatro cabezas coronadas de los reyes moros muertos en la batalla, elementos
que entrarán a formar parte de la heráldica aragonesa desde esa victoria. Com-
78. Esta iconografía era habitual en la tradición medieval y moderna, de hecho se remarca en tex-
tos de la expulsión morisca. Véase: V. PÉREZ DE CULLA, “Expulsión de los moriscos rebeldes
de la sierra y muela de Cortes. Por Simeón Zapata Valenciano”, en M. Lomas, op. cit., p. 377.
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Algunas reflexiones sobre la alteridad religiosa... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
79. Podemos encontrar una descripción detallada del retablo en S. SEBASTIÁN, Iconografía e icono-
logía en el arte de Aragón, Zaragoza, Guara Editorial, 1980, pp. 92-94. Así como en: L. LINARES,
op. cit., p. 373.
80. “El falso profeta Mahoma dio principio a la maldita secta de los Sarracenos, cuya malicia fue
tanta que han pretendido muchos dotores fue Mahoma el dragon que vio san Ioan Apoc 13.
Con siete coronadas cabeças, figura expressa del Antichristo […] Nacio este Dragon el año 580”.
B. VERDU, Engaños y desengaños de los Moriscos de España..., Barcelona, Sebastián Matheuad, 1612,
p. 132. Para un estudio más detallado véase: G. MAGNIER, “Millenarian prophecy and the myt-
hification of Philip III at the time of the expulsion of the Moriscos”, Sharq al-Andalus, 16-17,
1999-2002, pp. 187-209.
81. E. OLIVARES, op. cit., p. 273 y ss.
82. G. F. AGAD, Coronica de Aragón, Zaragoza, Paulo Hurus, 1499.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Borja Franco Llopis
que también sirvió de modelo a los escritos de Pere Antoni Beuter su segunda
parte de la Coronica General de España (1551). Estas filiaciones se basan, por ejem-
plo, en la descripción de las cabezas de los musulmanes, que no aparecen en
las dos crónicas citadas primeramente y sí en el texto de Vagad, y más tarde en
la de Zurita (1578)83, si bien en las fuentes textuales no hay un acuerdo de si se
trataban de testas coronadas o con vendas blancas a modo de turbante, deci-
diéndose el pintor aragonés a utilizar la primera de estas opciones, al fin y al
cabo, la que más éxito tuvo a lo largo de la historia.
En esencia, y como hemos visto, en este retablo se intenta recordar la im-
portancia de las victorias ante los musulmanes, de modo similar a como se rea-
lizó en Castilla con la figura de Santiago. En este sentido, la primera cofradía
dedicada a San Jorge data del 24 de septiembre del 1201, con el rey Pedro II el
Católico, quien fundara la Orden de San Jorge de Alfama, que acabaría años
más tardes fusionándose con la de Montesa84. Por lo que a Teruel se refiere, sa-
bemos que la Compañía Real y Militar de San Jorge fue creada en 1225 por
Jaime I85. Y, aún más tarde, su devoción fue en aumento cuando para fomen-
tar el ejercicio de las armas se creó en Zaragoza una cofradía de justadores a ho-
nor y reverencia del glorioso caballero San Jorge de la Aljafería, cuyos estatutos
fueron aprobados en 12 de diciembre de 1457, convirtiéndose con el paso de los
años este santo en el patrón de la aristocracia guerrera del siglo XVI86.
Hasta aquí, ciertamente, no hemos expuesto ninguna novedad al respecto.
Hablamos de un retablo con ciertas reminiscencias góticas, que como Santiago
Sebastián expusiera87, tal vez vinieran dadas por el mantenimiento de una men-
talidad medieval muestra clara del conservadurismo de la sociedad turolense
en los albores del Renacimiento. Una gran pieza de altar que magnifica la his-
toria de Aragón y recuerda la lucha incesante contra el Islam. Ahora bien, que-
remos plantear algunos asuntos que hasta ahora no han sido tratados: por un
lado, la trascendencia de esta obra en la tradición aragonesa y, vinculada con
ésta, a nuestro parecer, qué papel jugó el morisco en su continuidad, pues gran
cantidad de neoconversos pudo tener acceso a esta pieza y ver continuamente
la figura de antepasados suyos humillados desde el punto de vista composi-
tivo (representados a los pies del caballo) y formal (al seguir los estereotipos
de deformación y ennegrecimiento del musulmán típicos de siglos anteriores).
Si analizamos la producción posterior en cuanto a obras de gran formato,
hasta 1595 no encontramos ninguna pieza similar. Nos referimos al retablo de
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Algunas reflexiones sobre la alteridad religiosa... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
San Jorge de Miguel Orliens para la ermita de dicho santo en Huesca, donde en
un relieve de madera, a modo de friso, aparece de nuevo la batalla de Alcoraz.
Olivares88, siguiendo las ideas de Francisco Balaguer89, opinó que existen pocas
y muy tardías representaciones de este tema más allá de las dos obras citadas
por la cautela que la Iglesia de Huesca tuvo ante el valor de dichas tradiciones
“fantásticas” de victorias con ayuda de santos. Tal vez debemos adentrarnos
algo más en la sociología del pueblo aragonés y sus distintas comunidades, para
entender la omisión de dicho asunto durante años.
La historiografía ha sido bastante unánime en afirmar que los moriscos de
este territorio eran más “cristianos” que en otros como Granada o Valencia. Para
Colás90 tienen una personalidad diferenciada, porque más allá de la estandari-
zación que supone la maquinaria inquisitorial o las noticias de Estado, la mayor
parte de la documentación lo presenta integrado en la sociedad y en el orden po-
lítico aragonés, más próximo a sus vecinos cristianos de lo que estaban en los te-
rritorios citados con anterioridad. En estos textos aparecen denominados como
cristianos nuevos, y no fue hasta su expulsión en 1610 que comenzaron a recibir
el apelativo de morisco, como algo negativo, como herramienta del poder cen-
tral para justificar su expulsión. De hecho, la mayor parte de ellos hablaba el cas-
tellano e incluso las élites, según este mismo investigador, lo escribía, hecho muy
significativo pues conocidos son los problemas de predicadores valencianos
para ser entendidos por los neoconversos a los que se enfrentaron91. Obviamente
hubo tensiones entre ambos colectivos, pero las típicas que corresponden a una
cohabitación o coexistencia con similares fricciones a las que también se dieron
entre los propios cristianos viejos. Tal fue su integración que incluso algunas lo-
calidades como Codo acogieron a varios malhechores y bandoleros moriscos con
la intención de que les defendieran de ataques externos92. A todo ello, debería-
mos de añadir el tema de sus vestimentas que, como indicamos con anteriori-
dad, en algunos casos tuvo un rasgo identitario. Jorge del Olivo93 nos presenta
un estudio muy detallado a través de documentos del archivo de protocolos de
Calatayud en el que se puede llegar a la conclusión que se vestían de modo si-
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Borja Franco Llopis
milar a cómo lo hacía cualquier miembro de la comunidad cristiana vieja del mo-
mento. Tal vez todo ello por un plan de aculturación a veces violento y la adap-
tabilidad de las comunidades que allá residieron94.
De todas maneras caeríamos en los clichés criticados con anterioridad si
afirmamos que todos los moriscos aragoneses fueron iguales y compartieron
unas características comunes. Como es habitual, existieron numerosas particu-
laridades locales. Esta pluralidad se puede ver, por ejemplo, en los procesos in-
quisitoriales, donde hay localidades en las que existe un núcleo islámico parti-
cularmente activo en cuanto a la promoción y mantenimiento de la religión (tal
es el caso de Villafeliche, Almonacid de la Sierra, Calanda, Belchite, Ambel o To-
rrellas). Otras, a pesar de poseer un núcleo de habitantes moriscos, presentan
menor casuística en los procesos inquisitoriales95. No en vano tenemos noticias
de cómo algunos celebraron las derrotas marítimas de las tropas cristianas, cons-
tancia de negociaciones con Francia para los ataques a la península96, así como
puente hacia el norte para los moriscos conquenses y granadinos, como de-
mostró García-Arenal97. Prueba de todo ello sería la publicación de las órdenes
de desarme que allá se impusieron principalmente vinculadas también con la
disputa entre el partido fuerista y los defensores del monarca, cuyo objetivo era
limitar los poderes de la nobleza e impedir que éstos coartaran las actividades
de la Inquisición en Aragón98. Los momentos de máxima tensión fueron hacia
1559, poco antes de la llegada de los granadinos que se encaminaron a Aragón
hacia 1571 tras la fallida rebelión de las Alpujarras. De todas maneras es nece-
sario recordar que los pocos alzamientos que se dieron en este territorio fueron
más producto de individuos aislados que de una colectividad.
El año en que esta pieza fue encargada, 1525, es fundamental en la histo-
ria de los moriscos aragoneses, coincide con la pragmática de Carlos V de con-
versión forzosa, por lo que el mensaje triunfalista que presenta es entendible
en esta necesidad de demostrar el poder cristiano ante el Islam y la obligación
de dejar su antigua religión a la fuerza –sino querían correr la misma suerte que
sus antepasados– y abrazar la nueva fe. Como veremos, en Valencia, conser-
94. Bejarano, basándose en el texto de Morgan (J. MORGAN, Mahometism fully explained, Londres,
1723, pp. 8-10) y en Discurso de la Luz de “Mahomet Rabadan, an Aragonian moor” tomado
del manuscrito Harley 7501 BLL analiza cómo para un musulmán era difícil encontrar co-
rreligionarios en Aragón debido al alto grado de conversión y pérdida de costumbres de los
morisos de este territorio.
95. B. RUIZ-BEJARANO, Praxis islámica de los musulmanes aragoneses a partir del corpus aljamiado-mo-
risco y su confrontación con otras fuentes contemporáneas, Tesis doctoral inédita, Universidad de
Alicante, 2015, p. 433.
96. M. C. ANSÓN, “La actividad inquisitorial aragonesa en el reinado de Felipe II y su repercusión
en los súbditos moriscos”, en J. Martínez Millán (dir.), Felipe II (1527-1598), Europa y la Mo-
narquía Católica, Madrid, Editorial Parteluz, 1998, vol. 3, p. 21.
97. M. GARCÍA-ARENAL, Inquisición y moriscos. Los procesos del Tribunal de Cuenca, Madrid, Siglo XXI,
1978, pp. 79-82.
98. B. RUIZ-BEJARANO, “La resistencia identitaria morisca en Aragón…”, op. cit., 2016, pp. 261-279.
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Algunas reflexiones sobre la alteridad religiosa... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
vamos obras con un mensaje más integrador, pero al fin y al cabo lo que este
retablo representa es el poder del brazo civil y religioso en la erradicación del
Islam en la Península.
Aquello que nos interesa, como indicamos, es que hasta cuarenta años más
tarde no encontramos más pinturas con este mensaje tan claro y directo ante
el infiel, parece como si una vez creado este impulso violento de conversión y
a la vista de que realmente, salvo algunos grupúsculos, las comunidades mo-
riscas estaban siendo asimiladas de un modo más pacífico y escalonado que en
otros territorios no era necesario recordarles qué sucedería si no eran buenos
cristianos. En epígrafes anteriores recordamos la importancia de encuadrar cada
representación de quién la creó y quién la (supuestamente) consumió, ya que
así se entendería verdaderamente su mensaje. Con ello podemos comprender
y especular que la ausencia de representaciones de San Jorge y de la victoria
de Alcoraz durante la segunda mitad del XVI y el XVII no corresponde, como
se indicó en artículos precedentes, al hecho que la Iglesia oscense o aragonesa
no quisiera difundir esta mitografía imaginada de la conquista a través de san-
tos guerreros, sino al plan pacífico de conversión una vez dado un impulso
exhaustivo en 1525. ¿Qué necesidad había de recordar visualmente entre los
moriscos que el brazo armado del estado les perseguiría si no cumplían con sus
preceptos? Recordemos que las fuentes, salvo la Inquisición99 –textos jurídicos
que siempre deben de ser leídos con cautela–, los tratan como cristianos nuevos,
integrados en la sociedad de un modo más o menos uniforme. De este modo, re-
tomando las ideas expuestas con anterioridad, la ausencia de representación de
un colectivo dentro de la cultura visual del mundo moderno, debe de ser tomado
como un factor determinante de cómo las audiencias mayoritarias percibían a es-
tas minorías, esto es, como un pueblo relativamente integrado con el que com-
partían su vida cotidiana, a pesar de las distintas escaramuzas que se fueron de-
sarrollando en diversos momentos de su historia. Obviamente, esta interpretación
debe tomarse con cautela, estamos hablando de percepciones y de relaciones so-
ciales que no pueden probarse más allá de una lectura detenida conjunta de imá-
genes y textos, pero es sintomático que durante años desapareciera este tipo de
representación triunfalista, salvo en algunos documentos vinculados con órde-
nes militares, y que esa coincidencia fuera en paralelo al proceso de asimilación
relativamente pacífico de los moriscos aragoneses. Ese gran impulso que supuso
el retablo que aquí expusimos, retórica visual de una conversión victoriosa a la
fuerza, fue seguido de una relajación en la representación triunfalista ante el Is-
lam ya que la situación social de integración recomendaba no incitar a los mu-
sulmanes a la violencia mediante imágenes infamantes contra su colectivo.
99. Sobre este problema véase: F. MÁRQUEZ VILLANUEVA, “El problema historiográfico de los mo-
riscos”, Bulletin Hispanique, 86, 1-2, 1984, p. 114. M. GARCÍA-ARENAL, “Dissensió religiosa i mi-
nories. Moriscos i judeoconversos, qüestions d’identitat”, Afers, 62-63, 2009, pp. 15-40, así
como: B. VINCENT, “Convivencia difícil”, en S. Castillo, P. Oliver (eds.), Las figuras del desorden,
Madrid, 2006, pp. 57-69.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Borja Franco Llopis
100. Agradezco a la profesora Mercedes Gómez-Ferrer Lozano el haberme pasado un artículo pen-
diente de publicación y otro en proceso de redacción donde se trabajan distintas fuentes do-
cumentales nuevas de este artista que permite saber cuándo fallece así como la procedencia
definitiva de la pieza que aquí trabajamos, aspecto que influye, obviamente, en la interpre-
tación de la misma. Recomendamos la lectura de: M. GÓMEZ-FERRER LOZANO, “Miguel del
Prado. Pintor de retablos en Valencia. Su fallecimiento en las Germanías”, Archivo Español de
Arte, 40, 2017, pp. 125-140.
101. Es ingente la bibliografía publicada sobre estos procesos de asimilación forzosa, que ya tra-
tamos en publicaciones anteriores. Para una visión de conjunto recomendamos: R. BENÍTEZ
SÁNCHEZ-BLANCO, Heroicas decisiones. La Monarquía Católica y los moriscos valencianos, Valencia,
Institució Alfons el Magnànim, 2001.
102. L. de SARALEGUI, “Para el estudio de dos tablas italianas y varias españolas”, Boletín de la So-
ciedad Española de Excursiones, 48, 1944, pp. 34-35.
103. Sobre este personaje y su posible vinculación con la pintura que analizamos véase: F. MOM-
BLANCH, “El obispo inquisidor Fray Juan Enguera y el retablo vicentino del maestro del
Grifo”, Anales del Centro de Cultura Valenciano, 51, 1966, pp. 89-123.
104. Sobre este retablo y la noticia de Diago véase: V. SAMPER, Miguel Esteve (Xàtiva, h. 1485-Valen-
cia, 1527) y algunas consideraciones más sobre la pintura valenciana de su tiempo. Tesis doctoral iné-
dita, Universitat de València, 2016, p. 153.
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Algunas reflexiones sobre la alteridad religiosa... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
Figura 2. Retablo de San Vicente Ferrer, Miguel del Prado, c. 1525, Museo de Bellas Artes, Valencia.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Borja Franco Llopis
105. F. V. GARÍN LLOMBART, Breve visita al Museo de Bellas Artes de Valencia, Valencia, 1974.
106. J. FERRE, “El retaule de Sant Vicent Ferrer del pintor Miquel del Prado”, Llibret explicatiu. Fa-
lla Benlloch Alexandre VI, 1994.
107. F. BENITO, Museu de Belles Arts de València. Obra selecta, València, Generalitat Valenciana, 2003.
108. J. FERRE, op. cit.
109. R. BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO, J. V. GARCÍA MARSILLA, “Entre terra i fe. Les línies argumentals
d’un projecte expositiu”, en Entre tierra y fe. Los musulmanes en el reino cristiano de Valencia (1238-
1609), Valencia, Universitat de València y Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales,
2009, p. 29.
110. R. BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO, “Islam ocult, evangelització i repressió inquisitorial”, en Entre
tierra y fe…, op. cit., p. 119.
111. C. FERRAGUD DOMINGO, “La pràctica de la medicina i la menescalia dels mudèjars i els moris-
cos del regne de València”, en Entre tierra y fe…, op. cit., p. 328.
112. Sobre las representaciones de profetas en el arte gótico valenciano véase: O. CALVÉ, “El uso
de la imagen del profeta en la cultura valenciana medieval”, Ars Longa, 20, 2011, pp. 49-68.
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Algunas reflexiones sobre la alteridad religiosa... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
Macip (véase, de cronología similar su Llanto sobre Cristo muerto, 1525, de la Co-
lección Lladró)113. Éste no era más que un recurso estilístico para remarcar lejanía
geográfica y sus representaciones estaban basadas en los relatos de viajeros que
acudían a Tierra Santa, ya que durante el XVI el género periegético y este destino
en particular fue de particular significación, de ahí que no queramos ahondar en
estas figuras, más allá de citar la peculiaridad en sus vestimentas114.
Volviendo a las escenas de la vida de San Vicente, un hecho que nos llamó
poderosamente la atención es que en los inventarios del Museo de Bellas Artes
se refieren a ellas como el santo predicando a moriscos o realizando milagros
ante nuevos cristianos de moros. Este dato puede pasarnos por alto si analiza-
mos la pintura pero no es baladí. San Vicente no predicó a moriscos, sino a mu-
sulmanes. Conocidas son sus milagrosas conversiones en masa, junto con la de
los hebreos. Así pues, tenemos aquí un ejemplo de anacronismo histórico, de
cómo las fuentes han trasladado un hecho social del siglo XVI, esto es, la pre-
dicación de los moriscos, a las homilías del santo que sucedió años antes, donde
hubo conversos, sí, pero no fueron denominados moriscos hasta el reinado de
los Reyes Católicos y la toma de Granada. Si entendemos que el retablo pudiera
haberse realizado antes de las Germanías, no se produciría tal anacronismo, pues
los que allí aparecen representados son musulmanes tal y como narran las cró-
nicas de la vida de Ferrer y no moriscos, como se ha querido insinuar por cro-
nología. Por otro lado, si analizamos su indumentaria, es plenamente islámica,
no hay duda, pero aparecen mezclados con cristianos viejos, compartiendo un
espacio y una acción, muestra de la tan renombrada convivencia, idea que tra-
tamos ya en la introducción del presente artículo: la existencia de dos comuni-
dades no siempre enfrentadas y la importancia de sus contactos permanentes115.
Lo que vemos aquí no es más que la integración de un colectivo “infiel” en una
sociedad cristiana. Con ello no queremos decir que dicha coexistencia fuera pa-
cífica, porque no siempre lo fue, sino que al igual que algunas obras, literarias
o pictóricas, nos muestran la postura intransigente ante el “otro”, otras nos sir-
ven para crear una escala de grises en cuanto a su visualización.
Podemos comparar estas representaciones, por ejemplo, con los relieves
de Bigarny en la Capilla Real de la Catedral de Granada (1520-1522), entre otros,
de cronología muy similar, donde se narra todo el proceso de conversión tras
la Conquista de esta ciudad, si bien allá, al aparecer asuntos de bautismo, pa-
recen poseer un carácter más iniciático al cristianismo. La obra de Bigarnny en
113. Estas apreciaciones se podrían ampliar a Castilla y otros tantos artistas como Alonso de Be-
rruguete y su serie de personajes ilustres de la Antigüedad pintada para Paredes de Nava a
finales del siglo XV.
114. Sobre la indumentaria musulmana en la pintura tardogótica como precedente recomendamos
la lectura de: M. MORENO, La huella del otro. El Islam y el Judaísmo en la pintura gótica valenciana.
Trabajo de Investigación Tutelado inédito (2006) dirigido por el profesor Juan Vicente García
Marsilla.
115. E. DÍEZ JORGE, “Arte y multiculturalidad en Granada…”, op. cit., 2014, p. 162.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Borja Franco Llopis
Granada no presenta un carácter crítico ante los moriscos que acatan su bau-
tismo116. Hacía años que se habían producido las conversiones en masa, así
como las primeras revueltas de las Alpujarras, por lo que en 1522 la situación
era relativamente más “pacífica”. En Valencia, si entendemos que esta obra pu-
diera ser realizada hacia 1520, coincidiría con el momento de máxima ebulli-
ción de los problemas de los bautismos moriscos, aunque si avanzamos su cro-
nología hacia 1513 también podría encajar con los coletazos de la repercusión
de las revueltas granadinas (cuya mala imagen del converso afectó a toda la pe-
nínsula ibérica), y con una idea de supuesta coexistencia o asimilación en el te-
rritorio valenciano, o al menos así lo representa el artista del que nos ocupamos.
En las piezas citadas vemos cómo los artistas recurren a estilemas simi-
lares propios del primer renacimiento, tanto en la concepción espacial como en
el modo de representar las vestiduras de los personajes. Se ve, al menos en las
dos primeras, una intención bastante pacífica de exponer estos hechos, sin po-
lémicas ni utilización de estereotipos. Este hecho es fundamental, y en las si-
guientes líneas intentaremos reflexionar, ya centrándonos en el caso valenciano,
quién pudo estar detrás de esta obras y, esbozar quiénes, además, pudieron dis-
frutarla y consumirla, hecho hasta ahora poco o nada trabajado en la historio-
grafía que la ha analizado.
Como es obvio, para un análisis de la obra de Miguel del Prado partiremos
de la base de que se trata de una producción ligada a la orden dominica. Bien
sabido es que ésta nació de la necesidad de convertir a los infieles construyendo
sus conventos en áreas de cohabitación religiosa y de posible “contagio” doc-
trinal, fuera en el caso de los musulmanes o judíos. Entre sus filas militaron frai-
les de sumo prestigio como el citado San Vicente Ferrer117, de ahí que no nos ex-
trañe que, tras las conversiones forzosas granadinas del siglo XVI, se decidieran
dedicar obras a dicho personaje o que los frailes participaran activamente en la
salvaguardia del cristianismo educando a musulmanes118. Uno de los primeros
que se encargó de tal tarea fue fray Juan de Salamanca, predicador real que em-
pezó a recorrer el territorio valenciano con tal fin119. Su programa doctrinal, real-
mente, no fue nada distinta de la que habían desarrollado en los siglos prece-
dentes, insistiendo más en los errores de los infieles y de sus libros sagrados que
enseñando de modo pacífico el contenido de la Biblia. De ellos partió la idea de
116. Véase: A. GALLEGO BURÍN, La Capilla Real de Granada, Granada, Paulino Ventura, 1931. Y, del
mismo autor: Nuevos datos sobre la Capilla Real de Granada, Madrid, 1953.
117. A. ROBLES, “San Vicente Ferrer en el contexto del diálogo: las minorías religiosas”, Escritos del
Vedat, 26, 1996, pp. 150-155.
118. Biblioteca Histórica de la Universitat de València (BUV) MS 933, J. TEIXIDOR, Necrologio de este
real convento de Predicadores de Valencia, vol. 2, pp. 293–315. J. SEGUÍ CANTOS, “Presencia de la
Orden de Predicadores en la vida social y cultural de la Valencia del siglo XVI”, Archivo Do-
minicano, 17, 1996, pp. 157-186.
119. B. VINCENT, R. BENÍTEZ-SÁNCHEZ BLANCO, “Los dominicos y los moriscos”, en Coronica de los
moros de España de fray Jaime Bleda, Valencia, Generalitat Valenciana, 2001, p. 16.
48
Algunas reflexiones sobre la alteridad religiosa... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
crear diversos colegios para educar a los niños moriscos, siendo los más desta-
cados el de Tortosa o el conocido Colegio del Emperador, cuyo nombre fue de-
bido al alto interés de Carlos V en su construcción120. Pero poco a poco, partiendo
de cierta predisposición negativa por parte de los nuevamente convertidos a
aceptar las predicaciones y el aumento del temor al Turco, diversas voces hos-
tiles clamaron un cambio de actitud en las campañas de evangelización, pro-
mulgando o una actitud más violenta ante el “otro” o su expulsión121.
Esta actitud negativa fue principalmente apoyada por el Padre Vitoria y por
San Luis Bertrán122 si bien no todos los miembros de esta orden defendieron la
imposibilidad de la conversión. Un ejemplo claro lo tenemos en la figura de fray
Juan Micó, prior del convento de San Onofre de Museros en los primeros años
de la década de 1540123, y, que más tarde, fuera también prior de la nueva fun-
dación de Llombai, en este caso patrocinada por un jesuita, el futuro San Fran-
cisco de Borja. Micó tuvo un papel fundamental en la orden, sobre todo cuando
fue su Vicario provincial. Para ejercer su labor doctrinal contó con el apoyo de
las más altas instancias nobiliarias valencianas, principalmente del Duque de Ca-
labria, virrey de Valencia, que suplicó al propio Carlos I que fuera éste nombrado
predicador de moriscos, tal y como recogió Garrido Aranda, en una carta del 6
de junio de 1543124. Para tal fin, también tuvo el apoyo y recomendación, desde
1541, de Francisco de Navarra, por entonces todavía Obispo de Ciudad Rodrigo
120. F. DIAGO, Historia de la Provincia de Aragón de la Orden de Predicadores, desde su origen y princi-
pio hasta el año de mil y seiscientos, Barcelona, Impressa por Sebastián de Cormellas, 1599, p. 278.
121. E. CALLADO, “Dominicos y moriscos en el Reino de Valencia”, Revista de Historia Moderna, 27,
2009, pp. 109-134. L. GALMÉS, “La cuestión de los moriscos en la época de San Luis Bertrán”,
en Corrientes espirituales en la Valencia del siglo XVI, Valencia, Facultad de Teología San Vicente
Ferrer, 1983, pp. 291-309. A. ROBLES, “La reforma entre los dominicos de Valencia en el siglo
XVI”, en Corrientes espirituales…, op. cit., 183-209.
122. E. CALLADO, A. ESPONERA, “San Luis Beltrán. Un dominico en tiempos de reforma”, en E. Ca-
llado (coord.), Valencianos en la Historia de la Iglesia, Valencia, Facultad de Teología San Vicente
Ferrer, 2008, pp. 137-185. A. ROBLES, “Correspondencia de San Luis Bertrán”, en San Luis Bertrán.
Reforma y Contrarreforma española, Valencia, Provincia dominicana de Aragón, 1973, pp. 347-348.
123. E. CALLADO, “El dominico fray Juan Micó. Reforma y predicación en el siglo XVI”, en E. Ca-
llado (coord.), Valencianos en la Historia de la Iglesia IV, Valencia, 2013, pp. 179-228.
124. “Como los nuevamente convertidos de la Secta mahomética a la santa fe christiana, tengan
mucha necesidad de ser enseñados de la doctrina evangélica por alguna persona docta de ella,
i para esto seais vos como a tal elegido, esperando que de vuestra predicación se seguirá gran
fruto en los dichos christianos nuevos”. Cfr. A. GARRIDO, Moriscos e indios. Precedentes hispá-
nicos de la evangelización en México, México, UNAM, 1980, p. 598. Este aspecto también es es-
tudiado en J. SEGUÍ CANTOS, “Presencia de la Orden de Predicadores… op. cit., p. 165: “La ta-
rea de predicación a los moriscos precisaba de hombres capaces y que gozaran de la confianza
del rey o su alter ego en Valencia, quien les proporcionaba un salvoconducto para poder pre-
dicar y administrar libremente la doctrina y sacramentos sin ser molestado por ninguna ins-
tancia, tribunal ni persona de la condición que fuese. Teniendo Fray Juan Micó el citado pri-
vilegio, el entonces virrey, Duque de Calabria, le reviste en 1543 de protección para hacer y
deshacer lo que creyera conveniente en materia de predicación de moriscos”.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Borja Franco Llopis
125. J. SEGUÍ CANTOS, “La razón de estado: Patriarca Ribera y moriscos (1599-1609-1999)”, Estudis.
Revista de Historia Moderna, 1999, p. 92.
126. G. CAPRIOTTI, op. cit., p. 139.
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Algunas reflexiones sobre la alteridad religiosa... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
frutaron de la pieza, una imagen de que la integración era posible y que el diá-
logo era el camino127.
Así pues, la elección de estas dos piezas encaja en nuestra intención de rea-
lizar un estudio comparado de la representación del Islam o su percepción en
dos momentos concretos y vinculado con dos ideologías precisas para de-
mostrar, como se indicó en la introducción del presente texto, que es necesaria
una recontextualización de la representación visual del musulmán en la pin-
tura hispánica, no atendiendo a clichés, sino a las realidades sociales y a los po-
sibles espectadores de las pinturas. No debemos caer en el error de convertir
el estudio de la imagen del Islam en una “caza” de musulmanes, cual inquisi-
dores, buscando aquellos rasgos negruzcos o deformes, y ya con ello realizar
una interpretación determinista del cuadro. Valgan las presentes reflexiones
como una propuesta de modelo metodológico que pueda servir para un co-
nocimiento objetivo de la alteridad en la Corona de Aragón o, incluso, en el con-
junto de la Monarquía hispánica del mundo moderno.
RESUMEN
En los últimos años, un número importantes de estudios han analizado
la imagen del musulmán o del Imperio otomano en la Península Ibérica y Eu-
ropa. Principalmente estas monografías o exposiciones muestran un punto de
vista que oscila entre el orientalismo y el rechazo al otro. Aunque estos textos
son importantes por las aportaciones que nos han legado, a día de hoy, no existe
ningún estudio que analice dicha figura en el ámbito hispánico, salvo peque-
ñas catas dispersas y otros análisis llenos de tópicos. En este texto analizaremos,
tras un extenso estado de la cuestión, tres pinturas donde se plasma la alteri-
dad religiosa en la Corona de Aragón en el mundo moderno, desarrollando
nuevas aproximaciones metodológicas para su estudio.
Palabras clave: alteridad, moriscos, Aragón, pintura, Islam.
127. No hay que olvidar, además, que Ferrer fue puesto como modelo de predicación, años más
tarde, por el Patriarca Ribera, quien mantuvo una actitud ambivalente con los moriscos y que
participó en la construcción de diversos cenobios dominicos. Ribera, aconsejado por Sariñena,
diseñó el programa iconográfico del Colegio del Corpus Christi ejecutado magistralmente por
Bartolomé de Matarana, dedicó tres muros del transepto a la vida de Ferrer, situando en el cen-
tro el sermón de Perpiñán, donde se produjo la conversión milagrosa de cantidad de judíos
y musulmanes. Vid. D. BENITO, “Parets que ensenyen. Els cicles pictòrics murals del Col·legi
de Corpus Christi”, en Domus Speciosa, València, Universitat de València, 2006, pp. 61-131.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Borja Franco Llopis
ABSTRACT
In recent years, a significant number of studies related to the image of
Muslims or the Ottoman Empire in Iberia and Europe has been published. The-
se include monographs focused on specific countries or large exhibition cata-
logues, analysing the different images of the overseas enemies, as well as their
development from the Fall of Constantinople to the 20th century. Their conclu-
sions oscillated between an orientalist vision and the rejection of the other. Des-
pite the importance of these studies, there are not many focalized in the Hispanic
soil. The aim of this paper is, after a long state of art, to analyse three Valencian
and Aragonese altarpieces where the religious otherness is represented, using
new methodological approaches in their study.
Key words: otherness, Moriscos, Aragon, altarpieces, Islam.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Araceli Moreno Coll
das en la Península. Por ello, hemos decidido utilizar distintas fuentes que de ma-
nera directa o indirecta muestran la imagen que se tuvo, tanto de sus artífices como
de los edificios en sí, imagen unida ineludiblemente a su religión. Se trata de una
visión que evoluciona dependiendo del contexto geopolítico donde se escribe, por
lo que es habitual encontrar percepciones opuestas de un mismo asunto.
Para Miguel Ángel de Bunes –aunque el enfrentamiento militar entre cris-
tiandad e islam en la península ibérica se inicia con la derrota del ejército visi-
godo en la batalla de Guadalete– corresponde al Siglo de Oro la fijación de los
caracteres de hostilidad entre ambas comunidades debido a la conquista de
Constantinopla por Fatih Sultan Mehmed (1432-1481) en 1453 y del Reino de
Granada por los Reyes Católicos en 14923. Se conoce que “para muchos inge-
nios españoles desde el siglo XV [...] islamismo era sinónimo de incultura y ru-
deza: esa palabra evocaba modestísimos labriegos, albañiles y carpinteros sin
más preocupación ni horizonte que el de su humilde tarea diaria, cuando no
la crueldad y la barbarie de los turcos y piratas berberiscos, asoladores de las
costas levantinas y meridionales de la Península”4.
A pesar de la imagen negativa y el desprecio de una parte de los cristia-
nos ante la sociedad musulmana en algunas ciudades españolas aún pervive
parte de su legado. Juan Cañavate y Víctor Nieto5 plantean para explicar la con-
tinuidad de formas culturales islámicas en la sociedad cristiana –posterior a la
conquista del Reino de Granada– la identificación de la arquitectura islámica
en ciudades cristianas con “trofeos de guerra”6. Ejemplo de ello es el Baño Real
de la Alhambra al que se le tuvo alta estima:
3. M. Á. BUNES IBARRA, «La visión de los musulmanes en el Siglo de Oro: las bases de una hos-
tilidad», Torre de los Lujanes: Boletín de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País,
47, 2012, pp. 61-62.
4. L. TORRES BALBÁS, «El ambiente mudéjar en torno a la reina católica y el arte hispanomusul-
mán en España y Berbería durante su reinado», Curso de conferencias sobre la política africana
de los Reyes Católicos, Madrid, Instituto de Estudios Africanos, 1951-1953, p. 83. Es la situación
de miedo ante una posible invasión, la que da lugar a que impresos y manuscritos (ss. XVI-
XVII) leguen de forma consciente o inconsciente un esquema del enemigo, ap. M. Á. BUNES
IBARRA, La imagen de los musulmanes y del norte de África en la España de los siglos XVI y XVII: los
caracteres de una hostilidad, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto
de Filología, 1989, p. 31.
5. J. CAÑAVATE TORIBIO, «El Enemigo: usos y actitudes de lo cristiano frente a lo moro», Arqueo-
logía y Territorio Medieval, 7, 2000, p. 157; V. NIETO ALCAIDE, «El mito de la arquitectura árabe,
lo imaginario y el ensueño de la ciudad clásica», Fragmentos, 8-9, 1986, p. 134.
6. Hay que tener en cuenta que tras la derrota del enemigo se suele tomar lo más preciado del
vencido como “trofeo”. Además de la arquitectura hay otras manifestaciones artísticas que for-
man parte del recuerdo del “otro”. Los tejidos islámicos ganados tras la batalla son buen ejem-
plo. Entre ellos destacan el Pendón de las Navas de Tolosa (almohade, anterior a 1212), y los
de Abý Sa‘īd ‘Uṯmān, Abul Hasan y Jerez de la Frontera ganados tras la batalla del Salado
(1340). Ver C. BERNIS MADRAZO, «Tapicería hispano-musulmana (siglos XIII-XIV)», Archivo Es-
pañol de Arte, 1956, 29, vol. 114, pp. 111-112. C. PARTEARROYO LACABA, «Los tejidos del periodo
almohade», en P. Cressier; M. Fierro; L. Molina (eds.), Los almohades: problemas y perspectivas,
Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005, vol. 1, pp. 305-352. E. RAYÓN,
Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera funda-
ción, Cádiz, Universidad de Cádiz, 2005, vol. 4, pp. 58-62.
54
Diferentes percepciones del arte islámico... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
Con la llegada del siglo XVIII el mundo islámico origina un gran interés
en las manifestaciones culturales, y se despierta el afán por viajar a países donde
lo oriental y exótico predominan, tal vez conducidos por la corriente orienta-
lista que se desarrolla en el mundo romántico8. Incluso la Academia de San Fer-
nando protagoniza un gran esfuerzo en la recuperación del patrimonio con la
publicación de una serie de obras dedicadas a los monumentos de Granada y
Córdoba9. En la centuria siguiente destacan algunos escritos de José Caveda10,
José Amador de los Ríos11 y Leopoldo Torres Balbás12 partidarios del arte islá-
mico. Para el primer autor “su arquitectura producida por el Koran [...] ostenta
un carácter eminentemente religioso: pero esta religiosidad, participando de la
extrañeza y bizarría de su origen, nos ofrece [...] las delicias de un Eden fan-
tástico, y la cruda severidad del espiritualismo oriental, las ilusiones de la ima-
ginacion halagada por el deleite, y el ascetismo fanático y la rigidez sombría de
los preceptos del Profeta”13. Caveda por otro lado, se aflige al pensar en la “irre-
parable pérdida de la mayor parte de las grandes fábricas, con que los moros
hermosearon sus ciudades”14. Esta destrucción según Amador de los Ríos15, se
debe a la religión y la animadversión de los cristianos frente a los musulmanes
que contribuye a gestar un sentimiento erróneo hacia esta sociedad. No obs-
tante, como alude Cantarino, se hace absurdo no reconocer a mudéjares y mo-
riscos una auténtica contribución a la cultura en la que participaron activamente
y un mestizaje a la sociedad de la que fueron un elemento necesario16.
7. L. SECO DE LUCENA PAREDES, La Alhambra: novísimo estudio de historia y arte, Granada, Imprenta
Artes Gráficas Granadinas, 1920, p. 329.
8. C. REYERO, Imagen histórica de España (1850-1900), Madrid, Espasa-Calpe, 1987, p. 80. De todos
modos se debe indicar que esta idea hacia lo exótico no es un paradigma del siglo XVIII, ya
desde el Medioevo existe un interés por conocer lo oriental o islámico, por lo que se produ-
cen diversos viajes a Turquía y Jerusalén.
9. I. HENARES CUÉLLAR, «Arqueología e Historia del arte islámico en el siglo de las Luces. El in-
forme de Jovellanos sobre los monumentos árabes de Granada y Córdoba», Revista del Cen-
tro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, 2, 1998, p. 170.
10. J. CAVEDA Y NAVA, Ensayo histórico sobre diversos géneros de arquitectura empleados en España desde
la dominación romana hasta nuestros días, Madrid, Imprenta de D. Santiago Saunaque, 1848, p. 198.
11. J. AMADOR DE LOS RÍOS, «Influencia de los árabes en las artes y literatura españolas», Boletín
de la Real Academia de la Historia, 1898, 33, pp. 539-552.
12. L. TORRES BALBÁS, «El ambiente mudéjar en torno…», pp. 113-124.
13. J. CAVEDA Y NAVA, op.cit., p. 198.
14. Ibídem, p. 233.
15. J. AMADOR DE LOS RÍOS, «Influencia de los árabes…», pp. 540-541.
16. V. CANTARINO, Entre monjes y musulmanes: el conflicto que fue España, Madrid, Alhambra, 1978, p. 6.
55
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Araceli Moreno Coll
17. F. CARDINI, Nosotros y el Islam. Historia de un malentendido, Barcelona, Crítica, 2002, p. 149.
18. R. BARKAI, Cristianos y musulmanes en la España Medieval: (El enemigo del espejo), Madrid, Rialp,
1984.
19. CH. L. TIESZEN, Christian Identity amid Islam in Medieval Spain, Leiden-Boston, Brill, 2013, p. 266.
20. V. J. TOLAN, Los sarracenos: el Islam en la imaginación medieval europea, Valencia, Publicacions de
la Universitat de València, 2007, p. 19.
21. A. SERRA DESFILIS, «Convivencia, asimilación y rechazo del arte islámico en el Reino de Valencia
desde la conquista cristiana hasta las Germanías (circa 1230-circa 1520)», en L. Arciniega Gar-
cía (coord.), Memoria y significado: uso y recepción de los vestigios del pasado, Valencia, Universi-
tat de València, Departament d´Historia de l´Art, 2013, p. 35.
22. Somos conscientes de la complejidad del término reconquista aplicado en este caso a la pugna
generada entre el Islam y el Cristianismo en la península ibérica durante el Medievo. Cabe de-
cir que este concepto no se utiliza en las fuentes redactadas en ese periodo. Surge en el siglo XIX
y se consolida en la historiografía hispánica un siglo más tarde con una fuerte carga naciona-
lista y sentimiento patriótico convirtiéndose en un mito identitario. A día de hoy su utilización
sigue generando un amplio debate debido a que los especialistas no llegan a un consenso en
cuanto a su correcta interpretación. No entraremos en ello por escaparse de nuestro tema de es-
tudio, simplemente decir que utilizamos el término reconquista para referirnos a un momento
histórico sin dotarlo de ninguna carga peyorativa. En palabras de José Luis Martín, “para de-
signar el largo período que va desde la entrada de los musulmanes en la Península (711) hasta
la desaparición del último estado islámico (1492) y que se concibe como la época en la que los
cristianos centran su vida e incluso su organización en ocupar las tierras perdidas por los visi-
godos y en restablecer el cristianismo en la Península”, J. L. MARTÍN, La Península en la Edad Me-
dia, Barcelona, Teide, p. 229. Para ampliar ver D.W. LOMAX, La Reconquista, Barcelona, Crítica,
1984. R. J. GONZÁLEZ-CASANOVAS, «Reconquista y conquista en la historiografía hispánica: His-
toria, mito y ejemplo de Alfonso X a Las Casas», en J. Villegas (coord.), Actas del XI Congreso de
la Asociación Internacional de Hispanistas, Irvine, Universidad de California, 1992, vol. 3, pp. 42-
55. E. BENITO RUANO, «La Reconquista. Una categoría histórica e historiográfica», Boletín de la So-
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Diferentes percepciones del arte islámico... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
no solo como acto de ocupación sino como proceso de “restauración” del do-
minio cristiano en la península ibérica, y convivencia empleado para referirse al
contacto duradero entre los reinos cristianos y al-Ándalus durante el Medievo.
Estos calificativos permiten acercarse a la comprensión de las relaciones inter-
culturales desde la llegada de los musulmanes hasta la conquista de Granada,
necesarios para comprender cómo se gesta la imagen negativa del “otro”, vi-
sión que incluso produce la modificación de descripciones de monumentos is-
lámicos en crónicas anticuarias, como demuestran las investigaciones de An-
tonio Urquízar al respecto23.
ciedad Española de Estudios Medievales, 12, 2002, pp. 91-98. F. GARCÍA FITZ, «La Reconquista: un es-
tado de la cuestión», Clío & Crímen, 6, 2009, pp. 142-215. M. F. RÍOS SALOMA, La Reconquista: una
construcción historiográfica (siglos XVI-XIX), Madrid, Marcial Pons Historia, 2011. Del mismo au-
tor, La Reconquista en la historiografía española contemporánea, Madrid, Sílex, 2013.
23. A. URQUÍZAR HERRERA, «Gregorio López Madera y las falsas antigüedades fenicias de Granada
(1601) en el contexto metodológico de los estudios anticuarios de Ambrosio de Morales y Pe-
dro Díaz de Ribas», en B. Franco; B. Pomara; M. Lomas; B. Ruiz (eds.), Identidades cuestiona-
das: Coexistencia y conflictos interreligiosos en el Mediterráneo (ss. XIV-XVIII), Valencia, Publica-
ciones de la Universidad de Valencia, 2016, pp. 409-424.
24. A. FARINELLI, Viajes por España y Portugal: suplemento al volumen de las Divagaciones bibliográfi-
cas (1921), Madrid, Centro de Estudios Histórico, 1930.
25. J. GARCÍA MERCADAL, España visto por los extranjeros. Relaciones de viajeros desde la edad más re-
mota hasta el siglo XVI, Madrid, Biblioteca Nueva, 1917-1920. Del mismo autor, Viajes de ex-
tranjeros por España y Portugal: desde los tiempos remotos, hasta fines del siglo XVI, Madrid, Agui-
lar, 1952-1962.
26. A. URQUÍZAR HERRERA, La construcción historiográfica del arte, Madrid, Editorial Universitaria
Ramón Areces, 2012, pp. 110-111.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Araceli Moreno Coll
58
Diferentes percepciones del arte islámico... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
35. L. MÉNDEZ RODRÍGUEZ, La imagen de Andalucía en el Arte del Siglo XIX, Sevilla, Centro de Estu-
dios Andaluces, 2008, p. 35.
36. D. BRANDIS GARCÍA, «La imagen cultural y turística de las ciudades patrimonio de la huma-
nidad», en M. Á. Troitiño Vinuesa (ed.), Ciudades patrimonio de la humanidad: patrimonio, turismo
y recuperación urbana, Sevilla, Universidad Internacional de Cultura, 2009, p. 80.
37. P. BURKE, Formas de Historia Cultural, Madrid, Alianza, 2000, pp. 127-128
38. H. CH. ANDERSEN, Viaje por España, Madrid, Alianza, 1995 [1863], p. 101.
39. A. CÁMARA MUÑOZ, Arquitectura y sociedad en el Siglo de Oro: Idea, Traza y Edificio, Madrid, El
Arquero, 1990, p. 11.
40. E. F. LANTIER CASA, «Viaje a España del caballero San Gervasio», en J. García Mercadal, Viajes
de extranjeros…, p. 1217. Francisco Franco aborda en su artículo distintos viajeros que narran
su periplo por el Reino Nazarí de Granada, F. FRANCO SÁNCHEZ, «El Reino Nazarí de Granada
59
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Araceli Moreno Coll
cador de la Alhambra, no es solo por la gracia y belleza del arte nazarí y el en-
canto del paisaje granadino. Es el lugar donde se emplaza el último baluarte
del poderío islámico en la Europa occidental. La mayoría de los que la con-
templan lo hacen a través de un prisma imaginario que presta una animación
pintoresca y exótica, cuyo carácter no se corresponde a una fiel reconstrucción
histórica41. Por ello se mantiene cierta cautela en la bibliografía analizada,
pues en unos viajeros la realidad se impone, se capta y transmite. En cambio,
otros se acercan a esta desde estereotipos que nubla la percepción de la misma.
Su “visión” deformada y la “imagen” que ofrecen son de dudosa validez, y es
su Andalucía una “construcción imaginaria” que pervive hasta la actualidad42.
Nuestro camino transcurre a través de distintas narraciones. La primera
de ellas es la del Abd al-Bāsit (siglo XV) comerciante y médico egipcio. Ani-
mado por andalusíes que encuentra en el norte de África y por su propio in-
terés y curiosidad, quiere conocer el reino nazarí. Para ello emprende en 1465
un viaje de dos meses y medio hasta desembarcar en Málaga, desde donde pasa
a Granada43. Esta ciudad le trae a la memoria Damasco y le impresiona por su
abundante agua, y el número y belleza de sus edificios públicos y monumen-
tos44. Esta visión de admiración hacia el patrimonio andalusí se mantiene du-
rante años en los viajeros que llegan a estas tierras.
Una imagen distinta del mismo periodo es la que ofrece Nicolás de Popie-
lovo, noble alemán de espíritu aventurero que llega a España en 1484. Entre
otras cosas ofrece testimonio de las condiciones aceptadas por los musulmanes,
a los que denomina ratas45, para vivir entre los cristianos. Dos años más tarde
de la toma de Granada, Jerónimo Münzer “entró en la gloriosa y populosísima
ciudad, y pasando por una larguísima calle, entre medias de infinitos sarrace-
nos, fue recibido en una buena posada”46. Es curioso indicar cómo tras apode-
rarse los cristianos de la ciudad pervive durante tiempo su fisonomía islámica
que recuerda Oriente y son muchos los que aluden a ese parecido con “Da-
masco de Siria”47. Una interpretación de Granada aparece en las vistas del gra-
según un viajero mudéjar almeriense: Ibn Aṣ-Ṣabbāḥ (m. después 895/1490)», Sharq Al-An-
dalus, 13, 1996, pp. 203-224.
41. M. S. CARRASCO URGOITI, El moro de Granada en la literatura (Del siglo XV al XIX), Granada, Uni-
versidad de Granada, 1989, pp. 19-20.
42. J. A. LACOMBA, «La mirada ajena: Andalucía vista por ‘otros’», Estudios Regionales, 34, 1992, p. 164.
43. C. ÁLVAREZ DE MORALES, «Abd al-Bāsit visita el reino de Granada», Revista del CHGR, 26, 2014,
p. 89.
44. Ibídem.
45. N. POPIELOVO, op. cit., p. 322. J. LISKE, Viaje de extranjeros por España y Portugal en los siglos XV,
XVI y XVII, Valencia, París-Valencia, 1996 (ed. facsímil de la de 1878), p. 54.
46. J. MÜNZER, Viaje por España…, p. 89.
47. ABD AL-BASIT, «El reino de Granada en 1565-66», en J. García Mercadal, Viajes de extranjeros…,
vol. 1, p. 255.
60
Diferentes percepciones del arte islámico... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
48. G. BRAUN, Civitates orbis terrarium. Liber Primus [Georgius Braun et Franciscus Hogenbergius], 4a
ed. latina, Coloniae Agrippinae, Philippum, 1582 [1572].
49. R. LÓPEZ GUZMÁN, «Los viajeros y la imagen de Granada en el siglo XVI», en VV. AA., Los Ca-
minos y el Arte: actas IV congreso español de Historia del Arte (Santiago de Compostela del 16-20 de
junio 1986), Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 1989, p. 83.
50. J. F. PEYRON, «Nuevo viaje en España hecho en 1772 y 1773», en J. García Mercadal, Viajes de
extranjeros…, vol. 3, p. 769.
51. CH. DAVILLIER, Viaje por España, Madrid, Miraguano, 1998 [1862], p. 186.
52. J. F. PEYRON, op. cit., p. 769-770.
53. CH. DAVILLIER, op. cit., p. 187.
54. Ibídem, p. 204.
55. B. BERNAL RODRÍGUEZ, Andalucía en los libros de viajes del siglo XIX (Antología), Sevilla, Andaluzas
Unidas, 1985, pp. 199-200.
56. J. GIMÉNEZ-SERRANO, Manual del artista y del viajero en Granada, Granada, Imprenta de Puchol,
1846, p. 304.
61
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ción e interés que provoca en los extranjeros57. Charles Davillier y el artista Gus-
tave Doré (1832-1883) llegan a Granada en 1862. A través de varias descripcio-
nes incluidas en el libro Viaje por España (1862) se ve el uso que dan los cristia-
nos al arte islámico. La mayoría de monumentos musulmanes son reutilizados
como material de construcción para levantar nuevos edificios, y algunos ele-
mentos, como la puerta de la mezquita, vendida al peso como cobre viejo58.
Por otro lado, a muchos visitantes la ciudad palatina les trae a la mente
el exotismo del Oriente de las Mil y una noches y la describen como “un anti-
guo libro de leyendas, lleno de signos de escritura fantásticos, trazados sobre
oro y policromía: cada cámara, cada patio, es una página distinta de la misma
historia, en la misma lengua y, sin embargo, siempre como un nuevo capítulo”59.
José Townsend (1739-1762) no deja de contemplar una arquitectura tan singu-
lar y diferente a todo lo que había visto hasta entonces60. Théophile Gautier
(1811-1872) predica el evangelio de la España pintoresca, lo que propicia que
todos sus imitadores compongan una versión romántica y exagerada del país61.
Estas narraciones permiten ver como a pesar del tiempo en esta construcción
pervive la huella de su pasado musulmán: “parece que el toque dado con la va-
rita mágica de un encantador nos ha transportado en pleno Oriente”62. Para
Mrs. W. A. Tollemache, que visita España en 1869, “aquellos que entran en las
salas de la Alhambra se van sintiendo gradualmente como si estuviesen arras-
trados hacia un círculo mágico; el hechizo se apodera de ellos y ni jóvenes ni
viejos pueden escapar a este subyugante poder”63. Esta atracción hacia lo exó-
tico comienza a ser una realidad en los relatos españoles del siglo XIX64.
La Alhambra pasa por muchas vicisitudes pues como apunta Carolina
Molina, esta construcción conoció a muchos invitados irrespetuosos65 que mal-
57. Ap. I. ROBERTSON, Los curiosos impertinentes: viajeros ingleses desde la accesión de Carlos III hasta
1855, Barcelona, Serbal, 1988, p. 222.
58. CH. DAVILLIER, op. cit., pp. 86, 186 y 212.
59. H. CH. ANDERSEN, op. cit., p. 101.
60. J. TOWNSED, «Viaje a España hecho en los años 1786 y 1787», en J. García Mercadal, Viajes de
extranjeros…, vol. 3, p. 1581
61. I. ROBERTSON, op. cit., p. 302.
62. T. GAUTIER, Viaje a España, Madrid, Cátedra, 1998, p. 253.
63. M. A. LÓPEZ-BURGOS, Viajeras en la Alhambra, Sevilla, Junta de Andalucía, Consejería de Turis-
mo, Comercio y Deporte, 2007, p. 201. Algunos testimonios anteriores ya indican el decadente
estado de algunas partes del conjunto de los palacios nazaríes. Conocemos por Juan Veláz-
quez de Echeverría (1729-1808) que en el siglo XVIII estaba en “situación de ruina debido al
paso del tiempo, la escasa solidez de la arquitectura árabe y la desidia culpable de los propios
granadinos”, J. CALATRAVA, «La Alhambra como mito arquitectónico, 1750-1910», en J. A. Gon-
zález Alcantud; A. Akmir (eds.), La Alhambra: lugar de memoria y el diálogo, Granada, Patronato
de la Alhambra y el Generalife, 2008, p. 71.
64. F. PI Y MARGALL, Granada, Jaén, Málaga y Almería, Barcelona, Daniel Cortezo y Cª, 1885, p. 474.
65. Se refiere al periodo de la Guerra de la Independencia Española (1808-1814).
62
Diferentes percepciones del arte islámico... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
trataron más que expoliaron y una vez abandonada, vacía de moradores ex-
tranjeros, quedó a expensas de vándalos españoles66. Esta situación de deterioro
la refleja Matilda Betham-Edwards (1836-1919) tras visitar los palacios naza-
ríes67. Ante tal panorama se crea un reglamento para el cuidado, aseo y limpieza
de los edificios68. También se regulan las visitas por el mal uso que los turistas
hacen de las instalaciones: se bañan en sus estanques y arrancan “los azulejos
más bellos entre los que adornaban la mayoría de las salas”69 como muestra una
escena recreada por Doré70. Estas medidas en el cuidado del edificio vienen con-
dicionadas por un cambio en la percepción del arte islámico de los propios es-
pañoles.
La visión crítica que nace en el mundo romántico, se debe como se ha men-
cionado, por un lado, a la decepción que sufren los viajeros por que esperan en-
contrar más citas islámicas, y por otro porque las que hay no están en buen es-
tado. Las acusaciones hacia los cristianos españoles y sus autoridades por la
destrucción de los edificios musulmanes son continuas. Ian Robertson apunta que
este abandono e indiferencia se debe al escaso aprecio de los “rasgos orientales”71.
Hasta ahora se ha expuesto una serie de visiones favorables respecto a los
edificios islámicos, pero por el contrario, no todos tienen ese aprecio y respeto
hacia lo musulmán y su arte. Años atrás de este goteo continuo de viajeros a
Granada, ilustrados importantes de la España de finales del siglo XVIII se mues-
tran críticos o indiferentes. Tal es el caso de Antonio Ponz (1725-1792)72 y Eu-
genio de Llaguno (1724-1799)73, para los cuales la arquitectura islámica de-
sempeña un ínfimo papel e intentan borrar o minimizar la huella musulmana
de la historia del clasicismo arquitectónico español 74.
66. C. MOLINA, «La Alhambra en ruinas», El legado andalusí: Una nueva sociedad mediterránea, 39,
2009, p. 21.
67. M. A. LÓPEZ-BURGOS, op. cit., p. 167.
68. C. VIÑES MILLET, «La imagen de Granada en los viajeros románticos», El Gnomo: Boletín de es-
tudios becquerianos, 3, 1994, p. 126.
69. CH. DAVILLIER, op. cit., p. 211.
70. Ibídem.
71. I. ROBERTSON, op. cit., p. 222.
72. A. PONZ, Viage de España, ó Cartas, en que se da noticia de las cosas mas apreciables, y dignas de sa-
berse que hay en ella su autor D. Pedro Antonio de la Puente, Madrid, D. Joachin Ibarra, 1724-1794.
73. E. LLAGUNO Y AMIROLA, Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su restauración;
ilustradas y acrecentadas con notas, adiciones y documentos por Juan Agustín Ceán-Bermúdez, Ma-
drid, Imprenta Real, 1829.
74. Sobre este aspecto no profundizaremos pues actualmente se está realizando una tesis docto-
ral a cargo de Miriam Cera Brea, bajo la dirección de Fernando Marías en la Universidad Au-
tónoma de Madrid en la que se disecciona el pensamiento de Ceán Bermúdez, Llaguno y otros
ilustrados españoles al respecto.
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75. M. E. DÍEZ JORGE, «Purificación y placer: el agua y las mil y una noches en los baños de Co-
mares», Cuadernos de la Alhambra, 40, 2004, p. 131.
76. L. TORRES BALBÁS, «Los baños públicos en los fueros municipales españoles», Al-Andalus, 11,
1946, pp. 443-445. Del mismo autor, «Los edificios hispanomusulmanes», Revista del Instituto
Egipcio de Estudios islámicos, 1, 1953, p. 110.
77. Los baños fueron durante la etapa medieval utilizados por individuos de las tres religiones:
musulmanes, judíos y cristianos. El edificio solía ser común y su uso quedaba regulado a tra-
vés de los fueros.
78. R. I. BURNS, Colonialisme medieval: explotació postcroada de la València islámica, València, Tres i Qua-
tre, 1987, p. 88.
79. L. CERES FRÍAS, Análisis de los Baños Árabes en el Reino de Granada, Tesis doctoral, Granada, Uni-
versidad de Granada, 1996, p. 79.
80. R. AMADOR DE LOS RÍOS Y VILLALTA, «Casas de Baños de los musulmanes de España», Hojas Se-
lectas: revista para todos, 32, 1904, p. 675.
81. J. NAVARRO PALAZÓN; P. JIMÉNEZ CASTILLO, «Arqueología del baño andalusí: notas para su com-
prensión y estudio», en J. M. Iglesias Gil (coord.), Actas de los XIX Cursos Monográficos sobre Pa-
trimonio Histórico (Reinosa, julio 2008), Santander, Universidad de Cantabria, 2008, pp. 71-104.
82. A. DÍEZ DADA, Libro de provechos y daños que previenen con la sola bebida del agua y como se debe es-
coger la mejor, Sevilla, 1576, f. 89v. M. J. RUIZ SOMAVILLA, «Los valores sociales, religiosos y mo-
rales en las respuestas higiénicas de los siglos VI y XVII», Dynamis, 2, 1991, p. 161. J. M. PERCE-
VAL, «Narrativas historiográficas: los estereotipos del discurso a la hora de construir un sujeto
‘morisco’», en G. Martín Muñoz; R. Grosfoguer (eds.), La islamofobia a debate: la genealogía del miedo
al Islam y la construcción de los discursos antiislámicos, Madrid, Casa Árabe-IEAM, 2012, p. 131.
83. Crónica del famoso caballero Cid Ruy Díez Campeador, Burgos, por arte industria de Fadrique Ale-
man de Basilea, a costa y despesa de los Reuerendos padres Abad monjes convento del mo-
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Diferentes percepciones del arte islámico... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
nasterio de Sant Pedro de Cardeña, 1512, cap. CXLIIII, f. XLVv. Esta misma idea se desprende
de la lectura J. VELÁZQUEZ ECHEVERRÍA, Paseos por Granada y sus contornos, Granada, Nicolás Mo-
reno, 1764, p.183.
84. M. GARRIDO ATIENZA, Las Capitulaciones para la entrega de Granada, Granada, Paulino Ventura
Traveset, 1910. I. POUTRIN, «Los derechos de los vencidos: las capitulaciones de Granada
(1491)», Sharq Al-Andalus, 19, 2008-2010, pp. 11-34.
85. DOMÍNGUEZ BORDONA, «Instrucción de Fr. Hernando de Talavera para el régimen interior de
su Palacio», Boletín de la Real Academia de la Historia, 96, 1930, p. 790.
86. IBN-IBRAHIM AL-GARNATI, op. cit., p. 979.
87. Cédula sobre lo que debía hacerse en el Reino de Granada en virtud de lo acordado en la congregación
celebrada en la Capilla Real: 7 de diciembre 1526. Archivo de la Catedral de Granada, Reales Cé-
dulas, lib. II. D. Ordenanzas de la Real Audiencia y Chancilleria de Granada, Impresso en Granada
por Sebastian de Mena, 1601, libro IV, título III, f. 368v y ss.
88. M. PÉREZ DE AYALA, Sínodo de la Diócesis de Guadix y de Baza; estudio preliminar Carlos Asenjo
Sedano, Granada, Universidad de Granada, 1994 (ed. facsímil de la de 1556), título sexto: De
la doctrina y disciplina del pueblo, capítulo XXV: Monitorio de los vaños, f. LXv.
89. J. VELÁZQUEZ ECHEVERRÍA, op. cit., pp. 182-183.
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97. En el libro de Florencio Janer se puede leer un extracto de la defensa de Núñez Muley ante
la prohibición de usar los baños públicos, F. JANER, Condición social de los moriscos de España:
causa de su expulsión y consecuencias que esta produjo en el orden económico y político, Madrid, Im-
prenta de la Real Academia de la Historia, 1857, pp. 138-139. K. GARRAD, «The Original Me-
morial of Don Francisco Núñez Muley», Atlante, 2, 1954, pp. 199-226. J. M. MARTÍN RUIZ, «Po-
lítica y moral en el Siglo de Oro: el memorial del morisco Francisco Núñez Muley», Baética.
Estudios de Arte, Geografía e Historia, 17, 1995, pp. 391-402.
98. M. GARCÍA-ARENAL; F. RODRÍGUEZ MEDIANO, Un Oriente español…, p. 61.
99. A esto mismo se refiere Miguel de Luna en la carta que manda a Felipe II: “Y estos creo en-
gañaron al Rey D. Alfonso que mandó quitar los vaños y estufas artificiales de España, so co-
lor y diciendo que deuilitaban las fuerças corporales, y hazian a los ombres efeminados y sin
animo para la guerra […]”, ap. M. GARCÍA-ARENAL; F. RODRÍGUEZ MEDIANO, «Médico, traduc-
tor: Miguel de luna…», p. 228.
100. M. ESPINAR MORENO, op. cit., p. 62.
101. Ibídem, p. 40.
102. B. VICENT, «Los moriscos en el reino de Granada después de la expulsión de 1570», en Anda-
lucía en la Edad Moderna: economía y sociedad, Granada, Diputación Provincial de Granada, 1985,
pp. 267-286.
103. El manuscrito fechado el 25 de mayo de 1592 se encuentra en Papeles históricos y políticos, Mis-
celáneo 6149, Biblioteca Nacional de España, ff 292r-294v. Para la traducción y estudio de este
ver R. F. IVERSEN, «El discurso de la higiene: Miguel de Luna y la medicina del siglo XVI», en
W. Mejías López (ed.), Morada de la palabra: homenaje a Luce y Mercedes Baralt, Puerto Rico, Uni-
versidad de Puerto Rico, 2002, vol. 1, pp. 892-910 y M. GARCÍA-ARENAL; F. RODRÍGUEZ MEDIANO,
«Médico, traductor: Miguel de luna…», pp. 187-231.
67
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Diferentes percepciones del arte islámico... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
112. M. E. DÍEZ JORGE, «El arte mudéjar en la Alhambra: fuentes para su estudio», en M. C. Calero
Palacios; J. M. Obra Sierra; M. J. Osorio Pérez (eds.), Homenaje a María Angustias Moreno Ol-
medo, Granada, Universidad de Granada, 2006, p. 766.
113. J. BERMÚDEZ PAREJA, op. cit., p. 100.
114. A. MORENO COLL, Los baños de vapor: percepción, realidad y construcción historiográfica, Trabajo de
Final de Máster dirigido por el Dr. Luis Arciniega García, 19/09/2016, Universitat de València.
115. Para profundizar en el Baño del Almirante de Valencia ver la bibliografía de la cita 139.
116. A. CIVERA, «Llíria musulmana. Bibliófilos y calígrafos», Lauro, quaderns d´Historia i Societat, 2,
1986, pp. 27-46. L.V. ESCRIVÀ TORRES, «Baños árabes», Monumenta, 2008, p. 264. J. A. LLIBRER ES-
CRIG, «La Llíria islámica», en J. Hermosilla Pla (coord.), Llíria, historia, geografía y arte: nuestro
pasado y presente, València, Universitat de València, 2011, vol. 1, pp. 109-124. MARTÍ FERRANDO,
Historia de la muy ilustre ciudad de Liria, Llíria, Sociedad Cultural de Llíria, 1986, vol. 1, p. 422.
117. M. BEVIÀ, «Els banys d´Elx. Primera aportación», en M. de Epalza, Baños árabes en el País Valen-
ciano, Valencia, Consellería de Cultura Educación y Ciéncia, 1989, pp. 107-112. M. BORREGO; R.
SARANOVA, «La ciudad islámica de Elche: fortificación y espacios urbanos», Boletín de Arqueolo-
gía Medieval, 4, 1990, pp. 173-193. V. GONZÁLVEZ PÉREZ, La ciudad de Elche. Estudio geográfico, Va-
lencia, Departamento de Geografía, 1976. P. IBARRA RUIZ, Historia de Elche escrita a vista de los más
fidedignos testimonios y contemporáneos estudios y dispuesta para que pueda servir de libro de lectura
en las escuelas de dicha ciudad, Elche, Manuel Pastor, 1982 [1895]. Del mismo autor, Elche materia-
les para su historia: ensayo demostrativo de su antigüedad e importancia histórica, Cuenca, Ruiz Lara,
1926. J. A. LÓPEZ PADILLA; J. L. MENÉNDEZ FUEYO, «Ciudad y agua en el Elche medieval. El baño
islámico del convento de Santa Lucía», en M. C. Rico Navarro (coord.), Agua y territorio. I Con-
greso de estudios del Vinalopó, Petrer, Estudis Locals de Petrer, 1997, pp. 241-256. J. MILLÁN RUBIO,
«El Convento Mercedario de Santa Lucía de Elche», en VV. AA., Monjes y Monasterios españoles.
Actas del Simposium (1,5-9-1995), San Lorenzo del Escorial, Estudios Superiores del Escorial, 1995,
vol. 1, pp. 443-468. A. RAMOS FOLQUÉS, Historia de Elche, Elche, Talleres Lepanto, 1971. R. AZUAR
69
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Araceli Moreno Coll
nasterio de Nuestra Señora de la Merced (s. XII). De este último son varios los
trabajos que muestran las vicisitudes del edificio tras su uso por los musulma-
nes, ya que se transforma en capilla (s. XIII) y posteriormente en bodega (s. XV).
Por su parte, Xàtiva tras la conquista (1244) y pese al repoblamiento cris-
tiano, mantiene una importante población musulmana. Conocemos la existen-
cia de cuatro baños118 lo que no significa que existieran más. El denominado Bany
de la Moreria o del Raval de San Joan119 es monopolio de la Corona que lo arrienda
hasta finales del siglo XVI. Este ejemplo es interesante porque a través del estu-
dio de los libros de cuentas de Mestre Racional, se comprueba tanto la renta anual
que se obtiene de este edificio como el interés que hay a lo largo del tiempo por
mantener un correcto funcionamiento. Durante los años que está arrendado
queda a cargo del baile la mano de obra para el mantenimiento y las reparacio-
nes extraordinarias a causa de lluvias torrenciales, pedrisca o envejecimiento del
edificio. También es obligación de la tesorería real la reposición de accesorios
como artesas, pozales, perchas o esteras120. A través de su análisis se constata que
el corretaje de los baños a musulmanes es una sustanciosa fuente de ingresos,
pues este en concreto llega a alcanzar la cantidad de 1920 sueldos en 1419121.
Por último, cabe citar el Baño de Torres-Torres122, villa situada en un lu-
gar estratégico por ser paso obligado de los ejércitos que desde Aragón se di-
RUIZ; J. A. LÓPEZ PADILLA; J. L. MENÉNDEZ FUEYO, «El baño árabe del convento de Santa Lucía (El-
che)», Boletín de Arqueología Medieval, 9, 1995, pp. 101-151. De los mismos autores «L´edifici del
bany àrab del convent de Santa Llúcia (Elx). Origen i evolució (segles XII-XIX)», Festa d´Elx, 49,
1997, pp. 21-37. Y también Los baños árabes de Elche, Elche, Ayuntamiento, 1998.
118. M. GONZÁLEZ BALDOVÍ, «Els banys àrabs de Xàtiva i els seus ravals», en M. de EPALZA, Baños
árabes en el país valenciano, Valencia, Conselleria de Cultura, Educació i Ciència, 1989, pp. 133-
156. C. SARTHOU CARRERES, Datos para la historia de Játiva, Játiva, Imprenta Sucesora de Bellver,
1933-1935, vol. 1, 193. L. TORRES BALBÁS, «Játiva y los restos del palacio de Pinohermoso», Al-
Andalus, 23, 1958, pp. 264-300.
119. Marià González Baldoví hizo en los años noventa una gran labor al estudiar los ingresos anua-
les obtenidos por arrendamiento el baño de la Morería de Xàtiva. No obstante, consideramos
que era objeto de revisión tras comprobar que en su trabajo faltaban fechas por analizar: 1386-
1389, 1401-1407, 1414-1419, 1422-1424, 1432-1436 y 1438. No pudo completar su estudio
(1382-1599) por no estar a su disposición los libros de cuentas 3012 (1386-1389), 3015 (1401-
1407), 3017 (1414-1420), 3019 (1422-1423), 3020 (1424), 3023 (1432-1434), 3024 (1435-1437) y 3025
(1436-1439), ap. A. MORENO COLL, Los baños de vapor: percepción…, Doc. 4. Tabla del arrenda-
miento anual del baño de la Morería de Xàtiva. Datos del Archivo del Reino de Valencia (ARV),
Mestre Racional (MR), Batlia de Xàtiva (1382-1440), pp. 166-167.
120. M. GONZÁLEZ BALDOVÍ, op. cit., p. 147.
121. ARV, MR, Batlia de Xàtiva, 1317 (1414-1420). En el estudio de Enric Guinot sobre un inven-
tario de bienes y rentas del Patrimonio Real del Reino de Valencia (1412-1416) se ve como los
ingresos del Baño de la Morería de Xàtiva sobresalen entre los demás monopolios de la Co-
rona, E. GUINOT RODRÍGUEZ, «El patrimoni reial al País Valencià a inicis del segle XV», Anua-
rio de estudios medievales, 22, 1992, pp. 581-654.
122. J. CORBALÁN DE CELIS Y DURÁN, «La actual plaza de la Iglesia de Torres-Torres», Braçal: revista
del Centre d´Estudis del Cap de Morvedre, 16, pp. 1997, pp. 57-90. L. TORRES BALBÁS, «Los baños
de Torres-Torres y otros levantinos», Al-Andalus, 17, 1952, pp. 176-186. J. TORRÓ ABAD, «El ur-
70
Diferentes percepciones del arte islámico... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
rigían a Valencia. En ella se edifica bajo dominio cristiano y en pleno siglo XIV
un baño de vapor. Desconocemos el motivo de su construcción pero después
de usarse con funciones higiénicas se transforma como muchos otros casos en
almacén. Cabe decir que son pocos los cronistas y viajeros que se refieren a es-
tas construcciones e incluso a día de hoy su reconocimiento por la historio-
grafía es escaso, del mismo modo que son pocos los estudios monográficos que
hay de ellas123.
EL BAÑO DE COMARES
Hemos decidido finalizar nuestro recorrido con el ejemplo paradigmático,
que ha preocupado de modo intenso a la historiografía durante los últimos años
y que, por ello, presenta mayor documentación. Nos referimos al Baño de Co-
mares. Para entender la importancia del mismo, a diferencia de los casos ante-
riores, explicaremos su estructura pues condiciona, en parte el éxito y reper-
cusión que tuvo no solo en la historiografía reciente sino en los propios viajeros.
El Baño de Comares presenta las dependencias propias de un baño de va-
por. Una primera estancia conocida como Sala de las Camas –por sus dos amplios
aposentos que flanquean la estancia principal– que se corresponde con el ves-
tuario o lugar donde se realizan masajes (bayt al-maslaj); a continuación la sala fría
(bayt al-barid); la templada (bayt al-wastani) y por último la caliente (bayt al-sajun).
En el sur, tras esta última, la caldera y leñera. El edificio es uno de los espacios
que más atención prestan los visitantes que penetran en la ciudad palatina
donde se ubica. Para Simón de Argote, “de todas las oficinas ó departamentos
de este alcázar, sería uno de los mas interesantes de examinar con cuidado, el que
se destinó al exercicio de las purificaciones religiosas, y al voluptuoso aseo de los
Reyes árabes”124. Cada palacio disponía de su propio hamam, pero este es el único
banismo mudéjar como forma de resistencia. Alquerías y morerías en el reino de Valencia (si-
glos XIII-XIV)», en VI Simposio Internacional de Mudejarismo (Teruel, del 16 al 18 de septiembre de
1993), Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, 1996, pp. 535-598.
123. M. BEVIÀ, op. cit. J. A. LÓPEZ PADILLA; J. L. MENÉNDEZ FUEYO, op. cit. R. AZUAR RUIZ; J. A. LÓPEZ
PADILLA; J. L. MENÉNDEZ FUEYO, «El baño árabe del convento…, op. cit. De los mismos auto-
res, «L´edifici del bany àrab..., op. cit. También Los baños árabes de Elche. M. GONZÁLEZ BALDOVÍ,
op. cit. L. TORRES BALBÁS, «Los baños de Torres-Torres…, op. cit. D. BENITO GOERLICH, «Baños
del Almirante», en J. Bérchez (coord.), Catálogo de monumentos y conjuntos de la Comunidad Va-
lenciana, Valencia, Conselleria de Cultura, Educació i Ciència, Servei de Patrimoni Arqui-
tectònic, 1983, vol. 2, pp. 387-390. C. CAMPS GARCÍA; J. ESTEBAN CHAPAPRÍA, «La restauración
de los Baños del Almirante de Valencia», Loggia. Arquitectura & Restauración, 2005, 18, pp. 38-
53. C. CAMPS GARCÍA; J. TORRÓ ABAD, «La construcción de baños públicos en la Valencia feu-
dal: el baño del Almirante», en VV. AA., IV Congreso de Arqueología Medieval de España, Alicante,
CAME, 1993, pp. 213-222. De los mismos autores, El palacio y los baños del Almirante, Valencia,
Generalitat Valenciana, 2001. A. MORENO COLL, «Percepciones sobre ‘lo oriental’ en el arte va-
lenciano: el caso de los Baños del Almirante», Revista de Humanidades, 30, 2017, pp. 115-140.
124. S. ARGOTE, Nuevos paseos históricos, artísticos, económicos-políticos por Granada y sus contornos, Gra-
nada, Imprenta de D. Francisco Gómez Espinosa de los Monteros, 1815, vol. 3, pp. 167-168.
71
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Araceli Moreno Coll
125. M. E. DÍEZ JORGE, «Los alicatados del Baño de Comares de la Alhambra, ¿islámicos o cristia-
nos?», Archivo español de Arte, vol. 80, 317, 2007, p. 25.
126. J. A. VILAR SÁNCHEZ, «Las casas reales de la Alhambra en los inicios de su incorporación a la
corona de Castilla. Una síntesis cultural», en M. del M. Villafranca Jiménez (dir.), La Alham-
bra: Patrimonio y diversidad cultural, Granada, Centro del Mediterráneo, 2008, p. 18.
127. M. E. DÍEZ JORGE, 2004, Purificación y placer…, p. 135.
128. J. MÜNZER, «Relación del viaje», en J. García Mercadal, Viajes de extranjeros…, vol. 1, p. 354.
129. F. P. VALLADAR Y SERRANO, Guía de Granada: historia, descripciones, artes, costumbres, investigaciones
arqueológicas, Granada, Imprenta y librería de la viuda e hijos de P.V. Sabatel, 1890, p. 39.
130. S. ARGOTE, op. cit., vol. 2, pp. 65-66.
131. J. BERMÚDEZ PAREJA, op. cit., p. 105.
132. M. E. DÍEZ JORGE, «Los alicatados del Baño…», p. 32.
72
Diferentes percepciones del arte islámico... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
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Diferentes percepciones del arte islámico... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
147. El libro de las Mil y una noches, traducción al español por Vicente Blasco Ibáñez a partir de la
traducción del árabe al francés de J.C. Madrus; prólogo de E. Gómez Carrillo, Valencia, Pro-
meteo, vol. IX, p. 93 (noche 348).
148. O. GRABAR, La Alhambra: iconografía, formas y valores, Madrid, Alianza, 1980, p. 18.
149. J. CAVANAH MURPHY, The Arabian antiquities of Spain, London, Cadell & Davies, 1815. A. LA-
BORDE, Voyage pittoresque et historique de l´Espagne, Paris, Imprimiere de Pierre Didot l´Ainé,
1806-1820. G. PRANGEY, Monuments árabes et moresques de Cordove, Seville et Granade: dessines et
mesures en 1832 et 1833, Paris, Chez veith et Hausser, 1841. J. GOURY; O. JONES, Plans, elevations,
sections, and details of the Alhambra, from drawings taken on the spot in 1834 by Jules Goury, and in
1834 and 1837 by Owen Jones, London, Owen Jones, 1842, vol. 1. J. GOURY; O. JONES, Plans, ele-
vations, sections, and details of the Alhambra. Details and ornaments from the Alhambra, London,
Owen Jones, 1845, vol. 2.
150. A. MORENO COLL, «Percepciones sobre ‘lo oriental’…», pp. 115-140.
151. L. MÉNDEZ RODRÍGUEZ, La Imagen de Andalucía en el Arte Del Siglo XIX, Sevilla, Centro de Es-
tudios Andaluces, 2008, p. 88.
152. M. E. DÍEZ JORGE, Purificación y placer…, p. 137.
153. J. M. GÓMEZ-MORENO GONZÁLEZ, Guía de Granada, Granada, Universidad de Granada, 1982 (ed.
facsímil de la de 1892), vol. 1, p. 97.
75
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Araceli Moreno Coll
CONCLUSIÓN
Con este artículo, lo que se ha intentado es, tras una larga reflexión sobre
las percepciones del islam y cómo algunos baños han sido analizados de modo
muy sucinto, centrarnos en un edificio en concreto para intentar crear un
marco de estudio objetivo del mismo. De la lectura de las fuentes consultadas
extraemos la conclusión de que hay que ser cautos con lo que proponen, pues
solo es una aproximación a la realidad por la complejidad que conlleva crear
una taxonomía de la percepción. Estas se agrupan en autores o ideas, imáge-
nes que se crean en la mente de viajeros o intelectuales que durante siglos es-
criben sobre esta construcción. Una de las mayores dificultades es la de hablar
de una sensación o cúmulo de sensaciones subjetivas y cambiantes en el indi-
viduo que depende del contexto donde se enmarquen.
Los textos presentan visiones distintas sobre los baños de vapor. Artistas
y viajeros coinciden en describirlos como lugares de ensueño que traen a la
mente un paraíso lejano de Oriente donde las mujeres muestran su cuerpo des-
nudo, tema recurrente en los pintores decimonónicos. En las crónicas se man-
tienen una concepción distinta como respuesta a los factores socioculturales del
momento, ya que la sociedad cristiana considera estos emplazamientos públi-
154. W. IRVING, The Alhambra…, pp. 221-222. Del mismo autor, Cuentos de la Alhambra…, p. 136.
155. T. GAUTIER, op. cit., p. 257.
156. F. P. VALLADAR Y SERRANO, op. cit., p. 85.
157. T. GAUTIER, op. cit., p. 257.
158. L. SECO DE LUCENA PAREDES, Guía breve de Granada, Granada, Vázquez y Prieto, 1917, p. 68.
159. F. P. VALLADAR Y SERRANO, op. cit., p. 85.
160. T. GAUTIER, op. cit., p. 257.
161. J. CAVANAH MURPHY, op. cit., láminas 23 y 24.
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Diferentes percepciones del arte islámico... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
cos un lugar de cohesión morisca. Mientras que otros lo defienden como seña
identitaria o en valor de sus propiedades médicas y terapéuticas. El abandono
se convierte en indiferencia y pocos recuerdan que Granada poseyó gran nú-
mero de estas instalaciones de las que actualmente quedan escasos vestigios.
Sin embargo, la integración de la Alhambra en el patrimonio de una dinastía
cristiana consigue que el Baño de Comares llegue a nuestros días, siendo ob-
jeto de considerable respeto. A pesar de sufrir en los primeros momentos de la
conquista múltiples transformaciones, mantiene la huella musulmana. De este
modo, la ciudad palatina y su baño ocupan un lugar predominante en las obras
de los románticos consolidando el revival de lo nazarí, a diferencia de otras ins-
talaciones del territorio como hemos visto en el Antiguo Reino de Valencia.
RESUMEN
A través de diversas fuentes textuales pretendemos analizar la percepción
que se tuvo de lo “musulmán” y del arte islámico centrándonos en el estudio
de casas de baños de vapor. Esta instalación utilizada por cristianos tras siglos
de coexistencia, fue vista conforme avanzaba la conquista de las tierras de al-
Ándalus como lugar de perdición y lujuria, siendo actualmente un monumento
más que hace las delicias del visitante que se acerca a contemplar sus clarabo-
yas estrelladas. Abordaremos para ello el paradigma por excelencia de la pe-
nínsula ibérica: el Baño de Comares de Granada donde mostraremos distintas
percepciones de un mismo espacio a lo largo del tiempo, comparándolo con
otros repartidos por la geografía ibérica.
Palabras clave: percepción, imagen, baño de vapor, Baño de Comares,
Baño Real, hamam, Alhambra, musulmán.
ABSTRACT
Through different textual sources, the aim of this paper is to analyze the
perception about the “Muslim” and Islamic art, focusing on the study of steam
baths. These facilities, used by Christians after centuries of coexistence were
seen as the al-Ándalus conquest progressed, as a place for debauchery and lust,
while it is nowadays just another monument that delights visitors who step in
to marvel at its skylights. We will thus deal with the paradigmatic example in
the Iberian Peninsula: the Bath of Comares in Granada, where we will show dif-
ferent perceptions of the same space across time, comparing it with others
spread across the Iberian geography.
Key words: perception, image, steam bath, Bath of Comares, Royal Bath,
hamam, Alhambra, Muslim.
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Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016), pp. 79-113
OBSERVANDO EL HOGAR.
VIDA COTIDIANA
Y REALIDAD MATERIAL
DOMÉSTICA DE LOS MORISCOS
DE CASTILLA. 1570-1610*
Francisco J. Moreno Díaz del Campo**
* La elaboración del artículo que sigue ha sido posible gracias a la Ayuda a la Investigación para
Temas Mudéjares y Moriscos (año 2015) del Centro de Estudios Mudéjares (Instituto de Es-
tudios Turolenses) concedida al proyecto Cultura material y vida cotidiana de los moriscos de Cas-
tilla: adaptaciones y pervivencias tras la Guerra de las Alpujarras (1570-1610). También forma parte
de los trabajos realizados en el seno del P. I. La Monarquía Hispánica y las minorías: agentes, es-
trategias y espacios de negociación (Ref.: HAR2015-70147-R) del MINECO. El autor quiere agra-
decer al profesor B. Franco Llopis (UNED) la lectura previa del original, así como sus conse-
jos, orientaciones y sugerencias.
** Universidad de Castilla-La Mancha.
1. Para ver el origen, evolución y estado de la cuestión de esta línea de trabajo véase G. A. FRANCO
RUBIO, «La historia de la vida cotidiana en la historiografía modernista española. Algunas re-
flexiones», en G. A. Franco Rubio (ed.), La vida de cada día. Rituales, costumbres y rutinas coti-
dianas en la España moderna, Madrid, Almudayna, 2012, pp. 17-65, así como, entre otros, los in-
formes monográficos que han dedicado al tema las revistas Chronica Nova (2009) y Cuadernos
de Historia Moderna en sus Anejos correspondientes a 2009 y 2015.
79
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
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Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
sarrollo que han experimentado los estudios culturales en los últimos años en
España. De hecho, entronca con la tradición historiográfica arriba descrita y une
en un solo campo de trabajo la preocupación por el análisis de lo cotidiano con
el interés que aún despierta el estudio de las minorías hispanas. Su objetivo es
contribuir a definir a la minoría, observar cuáles fueron los rasgos principales
que caracterizaron su comportamiento material y, en última instancia, ubicar al
grupo en su entorno más cotidiano. El camino elegido parece claro y metodo-
lógicamente hablando prometedor porque parte de la suma de estudios de corte
microanalítico que, mediante un ejercicio de comparación y contraste, persiguen
establecer pautas generales, pero también diferencias y particularidades.
A pesar de todo, el trabajo que queda por hacer es mucho. La minoría de
edad de esta particular línea de trabajo resulta muy visible a poco que se pro-
fundice en el estado en que se encuentran las publicaciones relativas al tema.
Tanto es así que existe un palpable desequilibro entre lo que se conoce en re-
lación a Granada y lo que, poco a poco, se va intuyendo que pudo ocurrir en
el resto de territorios peninsulares. En cierto modo, ello ha dado lugar a la con-
figuración de un esquema expositivo plagado de tópicos, en el que lo granadino
es extrapolado a Castilla sin tener en cuenta las tremendas alteraciones que se
produjeron tras la guerra de las Alpujarras. Muchas veces, incluso, se confunde
y se hace un uso parcial e interesado de los binomios medieval/mudéjar por
un lado y moderno/morisco por otro y se aplican categorías interpretativas pro-
pias de la etapa islámica a la Granada del XVI, contribuyendo a enmarañar aún
más un panorama ya difícil de comprender en origen.
Los excesos –si es que se permite el empleo de dicho término– son espe-
cialmente visibles en lo relativo al análisis del vestuario, posiblemente la vertiente
más manida de cuantas se han estudiado. Junto a ello hay otros asuntos, menos
tratados. Uno de ellos es la casa, aspecto poco conocido en el interior de la pe-
nínsula ibérica, más aún en los siglos XVI y XVII y en el caso concreto de los pro-
tagonistas de este trabajo. No en balde constituye uno de los temas en el que las
generalizaciones se hacen tanto más evidentes, sobre todo en relación a la si-
tuación observada en la Granada de la primera mitad del Quinientos. Es por ello,
por lo que las líneas que siguen pretenden aproximarse a ese escenario. Para ello,
tomarán como referencia el ámbito territorial de Castilla la Nueva, el marco cro-
nológico definido por la llegada de los expulsados tras la guerra de 1568-1570 y
el caso concreto del propio espacio doméstico, aspecto en el que creemos que
puede localizarse una visión concreta de los procesos de adaptación/resistencia
que los granadinos pusieron en marcha tras su exilio de Granada.
«Cultura material de los moriscos aragoneses: vestido y apariencia», en M.ª J. Casaus Balles-
ter (coord.), Los moriscos en los señoríos aragoneses. Actas de las III Jornadas del Proyecto Archivo
Ducal de Híjar. Archivo Abierto, Teruel, Centro de Estudios Mudéjares, 2013, pp. 211-244 y M.
F. FERNÁNDEZ CHAVES y R. M. PÉREZ GARCÍA, «Las dotes de las moriscas granadinas y sevilla-
nas. Cambios y adaptaciones de una cultura materia», en M. M. Lobo de Araujo y A. Esteves
(coords.), Tomar estado: dotes e casamentos (séculos XVI-XIX), Braga, Centro de Investigaçao
Transdisciplinar ‘Cultura, Espaço e Memória’, 2010, pp. 121-145.
81
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
4. S. DE COVARRUBIAS HOROZCO, Tesoro de la lengua castellana o española (I. Arellano y R. Zafras eds.,
Madrid, Iberoamerica, 2006).
5. Nos hemos ocupado de este asunto con detalles relativos a la Castilla posterior a las Alpuja-
rras en F. J. MORENO DÍAZ DEL CAMPO, «El espacio doméstico como marco de sociabilidad en
contextos de marginación. Hogar y realidad material de los moriscos de Castilla en el trán-
sito del siglo XVI al XVII», en Congresso Internacional SocyHume, 2016. Da Sociabilidade ao Pa-
trimónio Histórico e Cultural. Évora 22-24.09.2016, Évora, CIDEHUS-UE, (en prensa).
6. La fuente es interesada y parcial, pero convenientemente analizada constituye un instrumento
muy valioso. Véase al respecto el ya clásico, pero igualmente sugerente trabajo de C. GINZBURG,
«Checking the Evidence: The Judge and the Historian», Critical Inquiry, 18/1, 1991, pp. 79-92.
82
Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
7. A. ORIHUELA UZAL, «La casa morisca granadina, último refugio de la cultura andalusí», en VIII
Simposio Internacional de Mudejarismo. De mudéjares a moriscos: una conversión forzada. Teruel 15-
17 de septiembre de 1999. Vol. II, Teruel, Centro de Estudios Mudéjares (Instituto de Estudios
Turolenses), 2002, p. 753.
8. Ibidem.
9. Recogido en K. GARRAD, «The original ‘Memorial’ of don Francisco Núñez Muley», Atlante,
2, 1954, p. 216. Nótese la oposición que el propio Muley hace con los judeoconversos.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
10. A. ORIHUELA UZAL, «La casa morisca granadina, último…», p. 754. En el mismo sentido véa-
se J. CARO BAROJA, Los moriscos del Reino de Granada. Ensayo de historia social, Madrid, Istmo, 2000
(5ª ed.), p. 140.
11. Véanse al respecto las descripciones contenidas en A. ALMAGRO y A. ORIHUELA UZAL, «De la
casa andalusí a la casa morisca: la evolución de un tipo arquitectónico», en J. Passini (coord.),
La ciudad medieval: de la casa al tejido urbano, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-
La Mancha, 2001, pp. 51-70.
12. A. ORIHUELA UZAL, «La casa andalusí: un recorrido a través de su evolución», Artigrama, 22,
2007, pp. 299-335. Para soluciones prácticas y materiales empleados véase, del mismo autor,
«Técnicas constructivas en la arquitectura doméstica de los moriscos granadinos», en A. de
las Casas, S. Huerta, E. Rabasa e I. Madrid (eds.), Actas del I Congreso Nacional de Historia de la
Construcción. Madrid, 19-21 septiembre 1996, Madrid, Instituto Juan de Herrera (CEHOPU), 1996,
pp. 395-398. A las aportaciones ya citadas, cabe añadir M.ª E. DÍEZ JORGE, «Casas en la Al-
hambra después de la conquista cristiana (1492-1516): pervivencias medievales y cambios»,
en M.ª E. Díez Jorge y J. Navarro Palazón (eds.), La casa medieval en la Península Ibérica, Ma-
drid, Sílex, 2015, pp. 395-463. En el mismo volumen, y más circunscrito al espacio rural (tan
pobremente tratado en términos generales), véase el texto de M.ª A. FAJARDO MOLINA, «Ha-
bitando la alquería. Aproximación a la vivienda rural granadina tras la conquista de 1492»,
en M.ª E. Díez Jorge y J. Navarro Palazón (eds.), op. cit., pp. 487-517.
13. A. ORIHUELA UZAL, «La casa andalusí…», pp. 325-327.
84
Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
mas habría que señalar las relativas a la utilización del espacio, debidas a la in-
tensificación del poblamiento que había experimentado Granada desde fina-
les del XIV14 y que dieron lugar al levantamiento de plantas altas y a la pro-
gresiva especialización funcional de las estancias. Junto a ello, y como resultado
de una influencia exógena al propio emirato, cabría señalar también la paula-
tina introducción de pórticos peristilos en los patios –a la manera castellana–,
en respuesta a la necesidad de dotar de vías de circulación externas a las pro-
pias habitaciones. Finalmente, no es menos importante en esta etapa la incor-
poración de materiales y técnicas constructivas procedentes de la Castilla me-
ridional tales como la fábrica mixta de ladrillo y mampostería o el empleo de
decoraciones góticas y renacentistas en la carpintería15.
Todos estos aspectos permitirían hablar de un modelo autóctono, pero pro-
gresivamente castellanizado, incluso antes del abrupto corte que supuso el le-
vantamiento de diciembre de 156816. En todo caso, la auténtica transformación
a la que tuvieron que hacer frente los granadinos fue la que se derivó de su des-
tierro. Al contrario de lo que ocurrió en Granada, en Castilla, los cambios sí al-
canzaron al hogar y a su configuración. Cabe recordar que en la pragmática de
1572 se insistió con vehemencia en dispersar a los expulsados. Ese asunto, per-
fectamente conocido17, debía aplicarse también en la esfera local, facilitando su
establecimiento y tratando de impedir la creación de guetos. Sin embargo, el con-
tenido de la pragmática no fue más allá. Nada se estipuló acerca de las condi-
ciones en que debían residir los desterrados18 y ni mucho menos se establecie-
ron limitaciones, vetos o indicaciones de ningún tipo. Ni tan siquiera en relación
a las órdenes que motivaron las quejas ya vistas de Núñez Muley.
En realidad, tal posicionamiento no tuvo nada de extraño. Primero, por-
que la propia pragmática (como todos los textos normativos de la época) hizo
suyos aquellos aspectos de la de 1567 que no estaban incluidos específicamente
en su articulado. También, y sobre todo, porque la vigilancia y el control ope-
rados con los desterrados cambiaron a partir de su instalación en Castilla y se
hicieron más intensos al imponer (y desarrollar) los criterios de auto-censura
y de vigilancia recíproca, entendidos como parte de un proceso en el que los
propios moriscos se convirtieron en vigilantes y vigilados.
85
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
En tales condiciones, los recién llegados tuvieron que hacer frente a su ins-
talación en viviendas que, desde el punto de vista de su distribución y de su con-
cepción organizativa, representaron un modelo diferente al nazarí/morisco19. En
ese sentido y para comprender las implicaciones que dicha transformación
acarreó en el comportamiento material de los granadinos, cobran especial rele-
vancia las palabras que hace años dejara escritas Josep Ivars al afirmar que:
“El modelo arquitectónico, con sus variantes, es un elemento idóneo para re-
sumir los caracteres de una civilización, ya que con él se expresa un modo de vida
y unas costumbres. Si pueden existir dudas cuando analizamos un sistema
constructivo, que si bien nos señala el origen de sus constructores no nos dice
quién lo usa o habita, en cambio con un modelo arquitectónico todo es más evi-
dente: nadie habitará en un modelo que no sea el de su propia civilización, y si
en caso extremo, como el nuestro, se pasa violentamente de una propiedad mu-
sulmana a otra cristiana, ésta introducirá suficientes cambios como para des-
virtuar el modelo o acoplarlo a sus necesidades”20.
Su reflexión parte del ejemplo opuesto al que aquí se analiza y constata
los importantes cambios que la arqueología permitió observar en casas moris-
cas abandonadas tras la expulsión de 1609 y ocupadas más tarde por cristianos,
pero parémonos un momento en sus palabras e invirtamos los términos. Pre-
guntémonos si, tras su llegada a Castilla, los granadinos –obligados a vivir en
ese “modelo” que no es propio de su civilización– no jugaron la doble baza de
aceptar formalmente la solución de habitar un espacio castellano pero modi-
ficándolo en su interior para islamizarlo. Por fuerza, esa decisión implicó la uti-
lización de objetos que, sin apartarse de lo legalmente permitido, pudieran ser
utilizados “a la mora”, constituyendo así un innegable nexo con la cotidianei-
19. Como acertadamente apunta la profesora Díez Jorge, “el espacio interior de la casa variaba
enormemente según la clase social de sus ocupantes”, desde una mayor flexibilidad en las vi-
viendas de los más humildes a configuraciones más complejas y rígidas en el caso de aque-
llas que pertenecieron a familias más acomodadas. Aunque aún es mucho lo que queda por
saber, parece existir cierto consenso a la hora de admitir que las casas de herencia nazarí pre-
sentan estancias y espacios (zaguanes, callejones y adarves, mayor importancia del patio, pa-
lacios...) y dimensiones (generalmente más reducidas) que permiten individualizarlas de las
plenamente cristianas, representadas por el modelo castellano/cristiano al que, precisamente,
se avanza en la Granada del XVI. En torno a estas cuestiones y, para el antiguo reino nazarí tras
la conquista cristiana, véase M.ª E. DÍEZ JORGE, op. cit., pp. 428 y ss. Como complemento para zo-
nas rurales granadinas, y como se ha indicado más arriba, véase M.ª A. MOLINA FAJARDO, op. cit.,
pp. 406-509. Para Castilla, véase F. J. MORENO DÍAZ DEL CAMPO, Los moriscos de La Mancha. Sociedad,
economía y modos de vida de una minoría en la Castilla moderna, Madrid, Consejo Superior de In-
vestigaciones Científicas, 2009, pp. 171-174. Para detalles en torno a la casa popular manchega
a finales del XVI y principios del XVII véanse J. LÓPEZ GÓMEZ y A. LÓPEZ GÓMEZ, «La vivienda
rural toledana en el siglo XVI según las ‘Relaciones Topográficas’», Boletín de la Real Academia
de la Historia, 189/1, 1992, pp. 1-21 y F. GARCÍA GONZÁLEZ, «La casa rural en la Castilla meridio-
nal. Aproximaciones arquitectónicas y constructivas en la época del Quijote», en P. Sanz Camañes
(coord.), La Monarquía Hispánica en tiempos del Quijote, Madrid, Sílex, 2005, pp. 103-144.
20. J. IVARS PÉREZ, «Unas viviendas moriscas en la Cairola (La Vall d’Ebo)», Sharq al-Andalus, 1,
1984, pp. 94-95.
86
Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
dad previa al destierro. En el contexto definido por esa situación es donde co-
bran especial relevancia los interiores, allí donde solo las fuentes escritas están
en condiciones de ofrecernos un retrato aproximado de cómo se articuló la rea-
lidad material de los hogares de los moriscos granadinos afincados en Casti-
lla en el tránsito del siglo XVI al XVII.
21. Para una aproximación general desde el punto de vista estrictamente jurídico son de utilidad
P. CEPEDA GÓMEZ, «La situación jurídica de la mujer en España durante el Antiguo Régimen y
Régimen Liberal» y C. M.ª CREMADES GRIÑÁN y P. SÁNCHEZ PARRA, «Los bienes de las mujeres
aportados al matrimonio. Estudio de la evolución de la dote moderna», ambos en M. García-
Nieto Aparicio (ed.), Ordenamiento jurídico y realidad social de las mujeres. Siglos XVI a XX. Actas
de las IV Jornadas de investigación interdisciplinaria, Madrid, Ediciones de la Universidad Autónoma
de Madrid, 1986, pp. 181-193 y 137-147, respectivamente. En relación a los moriscos resulta muy
apropiado recurrir a los trabajos de la profesora Birriel Salcedo, especialmente a M. M.ª BIRRIEL
SALCEDO, «Entre una ley y otra: la transmisión del patrimonio entre los moriscos granadinos»,
en M. C. Barbazza y C. Heusch (eds.), Familles, Pouvoirs, Solidarités. Domaine méditerranéen et his-
pano-américain (XVe-XXe siècles), Montpellier, Université de Montpellier III, 2002, pp. 227-236.
22. La bibliografía existente en relación a este asunto es abrumadora y sobrepasa los límites de este
trabajo. Circunscritas al campo de la historia y al ámbito castellano, y en lo referido a los siglos
XVI y XVII, pueden destacarse los trabajos del profesor M. GARCÍA FERNÁNDEZ, «Familia y cul-
tura material en Valladolid a mediados del siglo XVI. Entre el matrimonio y la muerte», en J. L.
Castellano Castellano y F. Sánchez-Montes González (coords.), Congreso Internacional Carlos V.
Europeísmo y universalidad. Granada, mayo de 2000 (vol. IV), Madrid, Sociedad Estatal para la Con-
memoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001, pp. 275-296; «Las dotaciones ma-
trimoniales en Castilla, siglos XVII-XIX. Mujer, alianzas económicas y cultura material», en M.
C. Barbazza y C. Heusch (eds.), op. cit., pp.185-201; «La cultura material doméstica en la Cas-
87
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
tilla del Antiguo Régimen», en M. García Fernández y M.ª Á. Sobaler Seco (coords.), Estudios
en homenaje al profesor Teófanes Egido (II). Vol. V: Visiones literarias y literatura crítica, Valladolid,
Junta de Castilla y León, 2004, pp. 249-270 y «La dote femenina: posibilidades de incremento
del consumo al comienzo del ciclo familiar. Cultura material castellana comparada (1650-1850)»,
en I. dos Guimarães Sá y M. García Fernández (dirs.), Portas adentro. Comer, vestir, habitar (ss.
XVI-XIX), Valladolid, Universidad de Valladolid-Universidade de Coimbra, 2010, pp. 117-148.
Para Extremadura son muy útiles Á. RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, «Las cartas de dote en Extremadura»,
en Actas del II Coloquio de Metodología Histórica Aplicada. La documentación notaria y la Historia.
Vol. 2, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 1984, pp. 165-176 así
como el modélico trabajo de F. ZARANDIETA ARENAS, «Riqueza y consumo en la Baja Extrema-
dura en el siglo XVII. Análisis a través de las cartas de dote», Historia Agraria, 21, 2000, pp. 63-
97. Finalmente, en lo relativo a Castilla la Nueva debe recurrirse a C. HERNÁNDEZ LÓPEZ, «Cul-
tura material y especialización de la casa (Campo de Montiel, 1650-1850)», en J. M. Bartolomé
Bartolomé y M. García Fernández (coords.), Apariencias contrastadas, contraste de apariencias: cul-
tura material y consumos de Antiguo Régimen, León, Universidad de León, 2012, pp. 15-49 y «Pau-
tas de consumo doméstico en las tierras de La Mancha oriental (1620-1850)», Ensayos. Revista
de la Facultad de Educación de Albacete, 27, 2012, pp. 159-187.
23. J. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, Estructuras agrarias y sociedad rural en La Mancha (ss. XVI-XVII), Ciu-
dad Real, Instituto de Estudios Manchegos, 1986, pp. 669-670; F. J. MORENO, Los moriscos de La
Mancha…, pp. 138 y 142-143
24. J. LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, op. cit., pp. 21-33.
88
Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
El paso de los moriscos por los escribanos locales constituye un buen in-
dicador de cómo se concretó su integración en la vida económica de Castilla.
Gracias a los protocolos notariales puede afirmarse que el comportamiento eco-
nómico de la minoría alcanzó ciertas cotas de normalidad a partir de la década
de los años ochenta del Quinientos. Las escrituras que se han examinado para
la redacción de este y otros trabajos relativos a minoría en tierras de La Man-
cha confirman esa apreciación e informan acerca del momento, las circuns-
tancias y los sistemas que los granadinos emplearon para concretar sus ope-
25. Al menos de cuantos conservan documentación notarial en los archivos provinciales de Ciu-
dad Real, Toledo y Albacete. También se ha consultado documentación relativa a las locali-
dades toledanas de Ocaña, El Toboso y Quintanar de la Orden, pero sin resultados favorables
dado que no ha podido extraerse dato alguno relativo a los granadinos. La muestra emplea-
da ha partido del examen de 138 protocolos (30 pertenecientes a Alcaraz; 36 de Almagro y 72
correspondientes a Ciudad Real) fechados entre 1569 y 1610 y ha permitido documentar 95
familias diferentes en Alcaraz (11 moriscas); 173 en Almagro, de las cuales 16 tuvieron otor-
gantes moriscos y 586 en Ciudad Real (108 de cristianos nuevos). El volumen total de entra-
das correspondientes a objetos inventariados ha ascendido a 50779 (4813 en Alcaraz, 8790 en
Almagro y 37176 en Ciudad Real).
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
26. Las diferencias, siempre a favor de los cristianos viejos, superan el doble en Alcaraz (×2,2) y
el triple en Almagro mientras que en Ciudad Real son seis veces mayores (×6,4).
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Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
Fuente: Para Alcaraz, AHP Ab. Protocolos. Diversos legajos (1570-1610). Para Almagro y Ciudad
Real, AHP CR. Protocolos. Diversos legajos (1570-1610).
91
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
Bienes y objetos
7546,1 64055,2 20668,6 104344,1 128053,6 495025,1
de las personas
Hogar 3769,8 82838,6 17661,6 145560,3 83314,5 563783,0
PORCENTAJE
Bienes y objetos
66,7 43,6 53,9 41,8 60,6 46,8
de las personas
Hogar 33,3 56,4 46,1 58,2 39,4 53,2
Fuente: Para Alcaraz, AHP Ab. Protocolos. Diversos legajos (1570-1610). Para Almagro y Ciudad
Real, AHP CR. Protocolos. Diversos legajos (1570-1610).
tir, sobre todo femeninas27. Por el contrario, se ha detectado que el morisco –sin
duda debido a motivos económicos– presentó un comportamiento más pacato
a la hora de transmitir géneros textiles, lo que, en cierto modo, equilibró las ci-
fras finales. A pesar de ello, el esfuerzo dedicado por las familias de granadi-
nos a la compra y posterior cesión de bienes personales es sensiblemente su-
perior al de los cristianos viejos28.
Algo parecido, pero a la inversa, ocurrió en el hogar, donde los moriscos
invirtieron menos que los cristianos viejos. No obstante, en esta ocasión, las di-
ferencias se mitigan al situarse siempre por debajo del doble. En gran medida,
27. Sirva como ejemplo el caso concreto de Ciudad Real, donde la suma de los valores conjuntos
relativos al vestuario masculino y femenino alcanza, en los moriscos, el 43,3% de la tasación
global de los patrimonios familiares, mientras que en el caso de los cristianos viejos apenas
si alcanza el 10% (9,6).
28. En este caso, las diferencias, siempre a favor de los moriscos son ligeramente inferiores a las
ya vistas en los bienes patrimoniales, pero algo más uniformes (Alcaraz: ×4,3; Almagro: ×2,9;
Ciudad Real: ×3,5).
92
Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
ello es debido a que lo inventariado en las dotes moriscas fue superior y alcanzó
un valor más alto en todo lo relativo a la ropa doméstica mientras que los cris-
tianos viejos prestaron más atención al menaje y al mobiliario (gráfico 1).
* Por categorías.
29. F. GARCÍA GONZÁLEZ, «La casa rural…», pp. 115 y 125. Véase en el mismo sentido y para Cas-
tilla la Vieja M. GARCÍA FERNÁNDEZ, «Estancias y mobiliario doméstico multifuncional: alco-
bas y camas», en G. A Franco Rubio (ed.), op. cit., pp. 144-145. Evidentemente no afectaron a
93
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
tectónicos de entidad, fueron los cortinajes, esteras, alfombras... los que contri-
buyeron a definir la fisionomía de la casa. Debido a ello ropas blancas y de cama
y mobiliario se convirtieron en elementos que definieron la usabilidad de los
espacios y la concepción que del propio hogar tuvieron quienes lo habitaron,
erigiéndose en un elemento cultural e identitario de primer orden30.
A la vista de los datos ya comentados, queda claro que, bajo ningún con-
cepto, los artículos asociados al hogar fueron los más relevantes desde el pun-
to de vista económico. Tal afirmación es válida para los cristianos viejos, de
quienes ya se ha visto que, siempre que hubo posibilidades, optaron por las in-
versiones patrimoniales como vía prioritaria de erección de sus respectivas ha-
ciendas familiares. En el caso de los moriscos se detecta un comportamiento si-
milar. Sin embargo, ante la imposibilidad de adquirir bienes raíces o ganado,
de ahorrar y transmitir dinero en metálico o de contar con el respaldo finan-
ciero de juros y censos, los granadinos consagraron sus esfuerzos a la adquisi-
ción de joyas al tiempo que derivaron parte de su riqueza a la compra de ves-
tuario y complementos personales.
El análisis de la distribución y frecuencia con la que aparecen los distin-
tos enseres en los hogares de moriscos y cristianos viejos permite conocer la ex-
tensión en el uso de determinados productos y las preferencias mostradas por
cada grupo31. Es cierto que presenta problemas de interpretación y que puede
constituir un elemento de distorsión en el estudio de casos particulares, pero
su empleo resulta complementario, incluso más adecuado cuando se intentan
fijar comportamientos colectivos32. En este caso concreto ha permitido desvincu-
lar nuestra observación de lo estrictamente económico y fijar la base sobre la
todos los grupos sociales ni a todas las casas por igual, pero son numerosos los ejemplos en
los que las estancias estrictamente habitacionales compartieron espacio con otras destinadas
a fines laborales. Incluso fue frecuente que algunas transformaran su fisionomía y se adap-
taran en determinados momentos del día al desempeño de actividades de corte profesional.
Así le ocurrió, por ejemplo, a Diego de Baena, granadino alistado en Ciudad Real, quien en
1603 alquiló por espacio de cuatro años “una casa-tienda con sus cámaras y corredores”, que
tenía salida directa a la plaza pública de la ciudad y que, tras ser cerrada, se convertía en el
hogar de su propia familia. AHP CR. Protocolos, leg. 77-1, ff. 192r-192v. 11.03.1603.
30. Aunque los vocablos empleados en las dotes analizadas aquí ya parecen ser plenamente cas-
tellanos, no sobra considerar la importancia que revistió el empleo de uno u otro término para
referirse, en árabe, a realidades materiales y objetos domésticos similares, pero no siempre
iguales ni igualmente utilizados. En torno a este aspecto, y a la riqueza terminológica anda-
lusí en todo lo relativo al hogar, véase D. SERRANO NIZA, «Amueblar la casa con palabras. Fuen-
tes lexicográficas árabes para el estudio del ámbito doméstico», en M.ª E. Díez Jorge y J. Na-
varro Palazón (eds.), op. cit., pp. 307-335.
31. En el caso de estudios con un marco temporal amplio, reviste una utilidad contrastada para
acercarse a la evolución de los gustos y las modas que afectaron a la transmisión o adquisi-
ción de cualquier objeto.
32. En torno a los problemas y ventajas véase J. TORRAS, M. DURÁN y L. TORRA, «El ajuar de la no-
via. El consumo de tejidos en los contratos matrimoniales de una localidad catalana, 1600-
1800», en J. Torras y B. Yun (dirs.), op. cit., pp. 65-66.
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Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
que proceder a un examen cualitativo. Para ello se han establecido cuatro conjun-
tos de objetos en los que, a su vez, se incluyen agregados menores, relativos a
la función y especificidad de los propios artículos inventariados (tabla 3).
Ciudad Real es la localidad donde el comportamiento de granadinos y
cristianos viejos se presenta más dispar. Por su parte, las cifras de Alcaraz per-
miten intuir un mayor acercamiento entre ambos colectivos, incluso admitiendo
que la disparidad sigue siendo una cuestión que conviene tener en cuenta. Ello
invita a establecer una primera particularidad, que, obviamente, deberá afinarse
a través de la toma en consideración de más estudios de caso, incluso no es-
trictamente relativos a la minoría morisca, sino a conjuntos poblaciones más
amplios. No obstante, y dado que la muestra resulta sólida, cabe admitir que
el espacio rural (representado aquí por Alcaraz y Almagro) hizo gala de una
mayor homogeneidad que el ámbito urbano. De hecho, tanto los miembros de
la elite local como los hacendados rurales de La Mancha de los siglos XVI y
XVII, siempre se situaron “varios peldaños” por debajo de sus homólogos ciu-
darrealeños33 lo que, en último término, eleva las cifras de riqueza de los cris-
tianos viejos y polariza el resultado final. A pesar de ello, las cifras obtenidas
en los tres casos estudiados son coherentes y reflejan cierta lógica. Dicho de otro
modo: no hay contradicción aparente entre ellas y denotan que moriscos y cris-
tianos viejos se comportaron de manera diferenciada al tiempo que compar-
tieron usos y costumbres con sus semejantes.
Sin duda, el dato que más llama la atención es la limitada presencia de úti-
les de menaje pertenecientes a moriscos. Obviamente, y en el estado actual de
nuestros conocimientos, cualquier intento de explicación que pueda aportarse
al respecto puede resultar arriesgado. De hecho, no sabemos si estamos ante
una categoría poco apreciada o ante objetos incorporados al hogar por otras
vías. Sea lo que sea, la casi absoluta insignificancia de estos utensilios está ahí
y no parece que sea el resultado de uno de tantos caprichos estadísticos fruto
del examen de la fuente aquí empleada. El ejemplo de Ciudad Real, vuelve a
ser paradigmático, aunque, bien mirado, ni tan siquiera las cifras más altas (las
de Alcaraz) permiten matizar en sentido opuesto la apreciación inicial ya se-
ñalada. Por su parte, las otras dos grandes categorías presentan un comporta-
miento homogéneo. A pesar de ello también se observa una tendencia clara, que
permite constatar cómo el mobiliario es más numeroso (en términos absolutos,
por supuesto, pero también proporcionales) en el caso de los cristianos viejos
mientras que los granadinos privilegiaron la ropa del hogar.
95
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
OTROS 0 14 4 23 7 198
PORCENTAJES
Fuente: Para Alcaraz, AHP Ab. Protocolos. Diversos legajos (1570-1610). Para Almagro y Ciudad
Real, AHP CR. Protocolos. Diversos legajos (1570-1610).
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Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
MENAJE
El menaje constituye una categoría poco explorada. Su presencia en Eu-
ropa occidental es vista como un símbolo de “civilidad” y de adopción de las
prácticas burguesas propias de finales del XVIII y de la sociedad liberal. Cuan-
do se habla de él, se piensa en el conjunto de utensilios que estaban presentes
en la mesa a la hora de comer, pero los artículos que forman parte de esta ca-
tegoría van mucho más allá e incluyen objetos relacionados con la cocina, con
los trabajos domésticos y con el desenvolvimiento cotidiano.
En todo caso, son piezas que podrían incluirse entre aquellos enseres que
el profesor Máximo García Fernández definía como de “necesidad básica”34 y
de existencia casi gregaria y obligatoria en todos los hogares, lo cual pudo in-
fluir en muchos casos en el hecho de que ni tan siquiera fueran inventariados.
34. M. GARCÍA FERNÁNDEZ, «Los bienes dotales en la ciudad de Valladolid, 1700-1850. El ajuar do-
méstico y la evolución del consumo y la demanda», en J. Torras y B. Yun (dirs.), op. cit., p. 139.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
MOBILIARIO DOMÉSTICO
En cierto modo, los muebles constituyen un grupo que complementa y se
completa recíprocamente con el menaje. Tanto es así que los datos de que dis-
ponemos muestran pautas similares a lo ya visto con los útiles de cocina, vi-
drios, lozas y demás utillaje. El análisis comparado del comportamiento de mo-
35. Asadores (3), calderas (2) y sartenes (2) también son los utensilios más comunes entre los mo-
riscos de Alcaraz. Solo se invierte el orden. A ellos se añaden en el caso concreto de Almagro las
limpiaderas y las cucharas, pero en cifras tan modestas que no permiten comentario alguno más
allá del que sirve para constatar su nula importancia y menor consideración entre los moriscos.
36. Acaso nos situamos ante una muestra más del proceso de hibridación ya patente en otras zo-
nas de Castilla desde los siglos plenomedievales, tal y como constató para el caso vallisole-
tano Olatz Villanueva a partir del estudio de la cerámica. Véase O. VILLANUEVA ZUBIZARRETA,
Actividad alfarera en el Valladolid Bajomedieval, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1998.
37. En el caso de los cristianos viejos fueron 449 de un total de 478 (93,9%).
38. El primero es la dote de Ana López morisca casada en 1607 con Alonso de Nájera. Su dote,
otorgada cuatro días antes de las velaciones, hace referencia explícita a un almirez, una sar-
tén, un cazo, unas trébedes, un asador y una caldera (la partida de matrimonio en Archivo Pa-
rroquial de San Pedro. Ciudad Real. Libros sacramentales. Matrimonios, libro 1, f. 47v.
26.11.1607. La dote en AHP CR. Protocolos, leg. 58bis, ff. 375r-379r. 22.11.1607). El otro ejem-
plo que podría destacarse es el de Alonso de Baena e Isabel de Granada, quienes incluyeron
en su dote una artesa, una caldera, una sartén y un almirez (AHP CR, Protocolos, leg. 110/1,
ff. 150r-155v. 02.09.1607).
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Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
riscos y cristianos viejos en relación a los muebles sugiere que, en este caso con-
creto, las distancias entre ambas comunidades se amortiguaron y que se hi-
cieron menores con el paso del tiempo. Sin embargo, y en términos generales,
tanto el esfuerzo destinado a la inversión como el volumen de los inventarios
siguen siendo menores en el caso de los granadinos39.
Al igual que el menaje, el mobiliario presenta toda una serie de particu-
laridades en las que conviene reparar. Como punto de partida las cifras globales
invitan a considerar la existencia de unos patrones muy similares en ambas co-
munidades, pero, a poco que se profundiza en ellas, las diferencias se hacen vi-
sibles, llegando a constituir un rasgo distintivo en el caso de los muebles de dor-
mitorio y en los de almacenaje. Por su parte, en lo relativo a decoración se
detecta la existencia de cierto equilibrio, aunque hay que precisar la distinta na-
turaleza de los enseres preferidos por uno y otro grupo así, como, nuevamente,
su número. No en vano, la gama de ornamentales que se incluyen en las dotes
es mucho más monótona en el caso de los cristianos nuevos.
De nuevo volvemos a encontrar el listado más completo en Ciudad Real.
A decir verdad, no resulta especialmente rico (27 entradas diferentes) y única-
mente deja ver la presencia de artículos que podríamos considerar de la misma
familia: paños y lienzos de pared, sábanas de colgar, paramentos... que, aparte
su función estética, poseían un indudable sesgo práctico, dado que fueron em-
pleados para mantener la confortabilidad de las estancias debido a sus pro-
piedades aislantes40.
Como en el caso de los cristianos viejos, y a la espera de posteriores aná-
lisis, todo indica que el tejido más empleado por los moriscos fue el lienzo, solo
o complementado con otros materiales41. La inmensa mayoría de estos ele-
mentos de pared carecían de adornos –o al menos nada se indica acerca del par-
ticular–, aunque tampoco resulta extraño que se diga de manera explícita que
estaban pintados42. Esas descripciones no suelen ser muy detenidas, aunque sí
permiten conocer que los motivos vegetales (de lampazos) fueron los más ha-
39. Solo se aparta –aunque tímidamente– Alcaraz, donde esa menor importancia sigue patente,
pero con un comportamiento más equilibrado entre ambas comunidades.
40. Su uso se fue implantando poco a poco y sustituyendo a un elemento tan típicamente gra-
nadino como fue el guadamecí, tal y como observaron en su día Fernández Chaves y Pérez
García en relación a la situación vigente en Granada antes de 1570 (FERNÁNDEZ CHAVES y R.
M. PÉREZ GARCÍA, «Las dotes de las moriscas…», p. 138). Aun así se detecta un mayor uso por
parte de los moriscos. En el caso de Ciudad Real, por ejemplo, alcanzó al 3,6% del total de ob-
jetos inventariados en las dotes moriscas (15 de 416) mientras que en los cristianos viejos ape-
nas si representa un 0,5% (32 de 6269)
41. Como por ejemplo el enrejado (tejido y tiras de red) o los encajes, cuya utilización no resultó
extraña en los moriscos de Almagro. AHP CR. Protocolos, leg. 1830, s.f. 20.05.1607.
42. Tanto fue así que, en muchas ocasiones, el término “pintado” designa a un tipo concreto de
paño de pared, posiblemente de uso común y muy accesible en los mercados locales a juzgar
por la frecuencia con la que aparece en los inventarios analizados.
99
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
100
Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
tos apenas si son descritos49 y los datos que poseemos sobre ellos no permiten
ir más allá de la mera especulación en lo relativo a su naturaleza, forma, dis-
posición o función. En todo caso, y cuando sí se indica algo más, lo más fre-
cuente es documentar tanto espejos como utensilios relacionados con la ilu-
minación de la casa (hacheros, candeleros, candelabros, palmatorias...)50.
No hay, pues, excesivas diferencias. Solo puede señalarse como nota defi-
nitoria clara la presencia de esculturas y pinturas. Se trata, casi siempre, de ela-
boraciones menores, de las que cabe intuir que no destacaron por su excesiva
calidad artística51, pero que debieron romper con la monotonía propia de aque-
llos espacios. En una inmensa mayoría de las ocasiones también representaron
escenas de corte religioso, ya fueran vírgenes (normalmente bajo las advoca-
ciones locales), ya crucifijos, eccehomos, Niños Jesús u otros miembros habi-
tuales en el santoral popular castellano de finales del XVI52. Algo similar ocu-
rrió con los cuadros, en los cuales fue habitual la referencia a pasajes bíblicos e
historias de santos como los ya vistos en el caso de los lienzos de pared. Cuando
no fue así, las representaciones de temática profana incluyeron alegorías mito-
lógicas y recuerdos históricos amén de otros temas que, por desgracia y debido
a lo parco de las descripciones, no pueden ser identificados53. Su aparición en
el caso de los cristianos viejos es habitual y afecta a todos los grupos sociales,
independientemente de su nivel adquisitivo. De hecho, el único matiz que se ad-
vierte es el relativo a su composición, pues en los sectores más humildes abun-
49. Así ocurre, por ejemplo, con los “ornamentos” que doña Elvira Treviño guardaba en un ca-
jón, de los que, por desgracia, poco conocemos, pues nada más se dice de ellos. Por el con-
trario, y a juzgar por su precio, no debieron ser ni escasos ni corrientes dado que su valora-
ción ascendió a veinte ducados. AHP CR. Protocolos, leg. 71/3, ff. 5r-16v. 14.01.1601.
50. Por ejemplo, y entre otros, para el caso de Ciudad Real, en AHP CR, leg. 6, ff. 651r-660r. 07.01.1573;
leg. 10, ff. 140r-147r. 13.08.1600 y leg. 47/1, ff. 205r-209v. 01.09.1607. En algunos casos este tipo de
elementos también fueron utilizados desde un punto de vista religioso-cultual pues su presen-
cia aparece ligada a la de pilas y pilillas, de las cuales se indica que eran “para agua bendita” (en-
tre otros en AHP CR. Protocolos, leg. 1780/1, s.f. 01.01.1600 y leg. 1828, s.f. 10.09.1606).
51. Debido a que, sobre todo, primaba su carácter y función devocional y no tanto la calidad de
las piezas. En torno a este asunto resulta de obligada consulta del trabajo de A. URQUÍZAR HE-
RRERA, Coleccionismo y nobleza: signos de distinción social en la Andalucía del Renacimiento, Madrid,
Marcial Pons Historia, 2007.
52. El estudio de la religiosidad popular castellana en la época postridentina cuenta con dos no-
tables aportaciones, basadas mayoritariamente en el empleo de las Relaciones Topográficas
de Felipe II: W. A. CHRISTIAN, JR., Religiosidad local en la España de Felipe II, Madrid, Nerea, 1991
(1ª ed. en inglés, Princeton, Princeton University Press, 1976) y F. J. CAMPOS Y FERNÁNDEZ DE
SEVILLA, La mentalidad en Castilla la Nueva en el siglo XVI. Religión, economía y sociedad según las
‘Relaciones Topográficas’ de Felipe II, San Lorenzo de El Escorial, Ediciones Escurialenses, 1986.
Por desgracia, ambos trabajos no han gozado de mucho seguimiento posterior de tal manera
que, en cierto modo, el tema puede completarse con el empleo de otras fuentes, entre ellas los
protocolos notariales, aquí utilizados.
53. Por ejemplo, el cuadro de pintura “en tabla” con el que decoró su casa don Lorenzo Suárez
de Figueroa y Cardona, regidor perpetuo de Ciudad Real, en el que se representaba la escena
romana del suicidio de Lucrecia. AHP CR., leg. 56/1, ff. 100r-113r. 20.07.1597.
101
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
daron las “estampas en papel”54, mientras que en los individuos y familias con
una posición más desahogada no resultaron extraños los lienzos y las tablas con
aderezos (marcos)55. No ocurre así en el caso de los moriscos pues sólo se ha do-
cumentado un ejemplo en el que el hogar se adorna con pinturas: el relativo a
Beatriz de Mendoza y Miguel de Granada, quienes casaron en Almagro en 1606,
y llevaron a su casa “cuatro imágenes en tabla”, valoradas en apenas dieciséis
reales56. El silencio acerca de lo que representaban no deja de ser indicativo y per-
mite deducir que no fueron, precisamente, motivos religiosos.
Finalmente, y para cerrar el apartado relativo a los muebles decorativos,
cabe mencionar las alfombras, esteras y esterillas. Su consideración despierta
cierta incertidumbre. No estamos ante un mueble propiamente dicho. Sin em-
bargo, creemos que, a pesar de su carácter textil, tampoco pueden ser incluidas
entre la ropa doméstica. Esas dudas resultan más evidentes en el caso de los mo-
riscos, para quienes parece que gozaron de cierta aceptación. En realidad, su nú-
mero no es muy alto, pero destacan por aparecer en posiciones relativamente ele-
vadas en los listados de los propios granadinos57 mientras que para los cristianos
viejos merecieron una consideración menor58; tanto que en la relación de obje-
tos del hogar perteneciente a Almagro hay que descender hasta el vigesimosexto
lugar para encontrarlas y al vigesimonoveno en Ciudad Real.
El resto del moblaje del hogar de La Mancha de finales del XVI tiene un
protagonista claro: el binomio colchón-arca. Ambos aparecen en las dotes es-
tudiadas (fuesen de moriscas o de cristianas viejas) y, juntos o por separado,
constituyeron la base sobre la que se articuló el dormitorio, acaso la habitación
que gozó de más personalidad, ya que en muchos casos estuvo independizada
54. En torno a este asunto véase J. VEGA GONZÁLEZ y J. PORTÚS PÉREZ, La estampa religiosa en la Es-
paña del Antiguo Régimen, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1998.
55. AHP CR. Protocolos, leg. 25/1, ff. 115r-124v. 25.02.1591.
56. AHP CR. Protocolos, leg. 1611, s.f. 04.05.1606.
57. Sirvan al respecto, entre otros, los ejemplos de Isabel de Escobar y Baltasar Porcel, quienes vis-
tieron su hogar con un lote formado por seis o el de Bartolomé de Jaén, quien recibió de su
esposa otras cinco. AHP CR. Protocolos, leg. 10, ff. 702r-705v. 23.06.1600 y leg. 79/1, ff. 331r-
333v. 15.03.1607, respectivamente.
58. Su relativa mayor presencia en Alcaraz puede deberse a una razón de orden estrictamente lo-
cal, pues en la ciudad y su comarca se localizó durante toda la Edad Moderna una importante
manufactura dedicada a estos objetos que, sin duda, debió ser aprovechada por los vecinos.
A título de ejemplo puede mencionarse el caso de Florencia Méndez, cristiana vieja, que llevó
en su dote tres alfombras valoradas en más de ochocientos reales. Solo una de ellas, “grande,
de seis varas en largo y dos de ancho” fue tasada en cincuenta ducados. AHP Ab. Protocolos,
leg. 1139/3, s.f. 02.06.1609. Véase al respecto A. PRETEL MARÍN, «Notas pintorescas sobre las
alfombras de Alcaraz en los comienzos del siglo XVI», Al Basit, 0, 1975, pp. 6-11 y J. SÁNCHEZ
FERRER, «Sobre las alfombras actuales de Lezuza y las antiguas de Alcaraz», Al-Basit, 9, 1981,
pp. 117-138. Del mismo autor Alfombras antiguas de la provincia de Albacete, Albacete, Instituto
de Estudios Albacetenses, 1981.
102
Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
de las demás, incluso en las viviendas más humildes59. Dentro de dicha estan-
cia, el arca se convirtió en un referente60. Su uso se ligó a la guarda de los ves-
tidos, especialmente (aunque no de manera exclusiva) de los de mayor porte
y valor61. Junto a ellas también es frecuente que se cuenten cofres y baúles, po-
siblemente más ricos, pues solían incluir taraceados en algunas ocasiones62 y
en la inmensa mayoría estaban encorados63.
No obstante, y tal y como se ha señalado más arriba, el elemento de mobi-
liario clave en todos los hogares fue el colchón. Su presencia es común a ambos
grupos, pero en los inventarios moriscos ocupa un lugar prioritario. De hecho,
es el objeto de mobiliario más frecuente tanto en las viviendas moriscas de Al-
magro como en las de Ciudad Real y el segundo (curiosamente solo por detrás
de la cama) en Alcaraz, mientras que esos mismos enseres descienden algunos
escalones en el caso de los cristianos viejos64. Aparte de ello, tampoco parecen
darse excesivas diferencias ni en el número65, ni en los rellenos (de lana, borra o
tascos), ni en los materiales (lienzo, lino y estopa), ni tan siquiera en los colores66.
59. De dicha estancia dice el profesor García Fernández que fue “centro receptor clave” de los en-
seres dotales. Véase M. GARCÍA FERNÁNDEZ, «Estancias y mobiliario doméstico...», p. 149. En
torno a la importancia del arca en otros ámbitos moriscos véase M.ª I. ÁLVARO ZAMORA, «In-
ventario de bienes moriscos de Villafeliche en 1609: su condición social, localización de las vi-
viendas, tipología y distribución interior, y ajuar», Artigrama, 2, 1985, pp. 95-111.
60. Ya empezaba a serlo en la Granada de principios del XVI según indica M.ª E. DÍEZ JORGE, op.
cit., p. 450.
61. I. LASMARÍAS PONZ, «Cultura material de los moriscos aragoneses...», p. 235.
62. AHP Ab. Protocolos, leg. 1131/2, ff. 225r-227v. 18.04.1608.
63. Entre otros, y, por ejemplo, en AHP Ab, leg. 1133/2, ff. 230r-241r. 20.09.1590 y AHP CR. Proto-
colos, leg. 1611, s.f. 04.05.1606 y leg 45/1, ff. 325r-329v. 20.09.1606, estos dos últimos moriscos.
64. Hasta el tercer puesto en Ciudad Real y Almagro y al sexto en Alcaraz.
65. Lo normal fue incorporar uno, aunque no son raros los ejemplos en los que hubo dos. Solo se
han documentado dos casos con seis: el de doña Cecilia Tenoria, de Alcaraz, a quien se los va-
loraron en la nada despreciable cifra 386 reales (AHP Ab. Protocolos, leg. 1119/1, ff. 312v-314v.
30.10.1600) y el de doña Francisca de Huelva (AHP CR. Protocolos, leg. 1611, s.f. 26.01.1606).
Por su parte, Isabel Gutiérrez, morisca de Almagro, llevó cinco (AHP CR. Protocolos, leg. 1830,
s.f. 20.05.1607). Aparte de ella, los moriscos que más incorporaron fueron Isabel de Guzmán y
Francisco de Zafra, quienes llevaron a su casa cuatro de lienzo, “listados de azul” y poblados
(dos con lana castellana y dos con borra) (AHP CR. Protocolos, leg. 36/2, ff. 183r-188v.
22.11.1602). Para época andalusí, Dolores Serrano indica en el trabajo lexicográfico ya citado,
que las diferencias provenían de “las posibilidades que las personas tuviesen” y establece, a
partir de los trabajos de J. Sadan una triple gradación. Véase D. SERRANO NIZA, op. cit., p. 316.
66. Al contrario de lo que ocurre en las ropas domésticas y personales no abundan las mencio-
nes al color por lo que, a falta de indicaciones al respecto, debemos pensar que la inmensa ma-
yoría fueron blancos, crudos a lo máximo. Como nota particular puede señalarse la presen-
cia de algunos listados de azul y blanco (por ejemplo, en AHP CR. Protocolos, leg. 1779/1, s.f.
29.03.1598, para cristianos viejos y en AHP. Protocolos leg. 30bis/4, ff. 1r-4r. 03.11.1589 y 5r-
8r. 16.04.1589 para moriscos), colorados (AHP CR. Protocolos, leg. 1614, s.f. 17.10.1600) e, in-
cluso amarillos (AHP Ab. Protocolos, leg. 1133/2, ff. 230r-241r. 20.09.1590 y leg. 1135, ff. 11r-
18v. 27.05.1599), estos dos últimos pertenecientes a cristianos viejos.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
* En sombreado mobiliario.
Clave leyenda: CAT (categoría). RD: ropa doméstica; MD: mobiliario doméstico. Tipo: RC: ropa de
cama; RB: ropa blanca (cocina y aseo); OR: otra ropa; AL: muebles de almacenaje; DO: muebles de
dormitorio; DE: muebles y objetos decorativos; OR: otra ropa.
Fuente: AHP CR. Protocolos (Almagro), 1570-1610.
67. Incluso en Alcaraz, donde ya se ha visto que el modelo se aparta un poco de la tónica gene-
ral. Allí la propiedad de este mueble alcanzó a un 72,7% de las familias de granadinos docu-
mentadas (8 de 11) mientras que en el caso de los cristianos fue ligeramente superior (75%;
63 de 84).
104
Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
ROPA DOMÉSTICA
La ropa del hogar es la última categoría que consideramos en nuestro aná-
lisis. Frente al mobiliario y al menaje constituye el grupo en el que las diferen-
cias entre ambos grupos se inclinan a favor de los primeros (tabla 3). También
aquí, la vivienda morisca se muestra más pobre, más monótona.
Si se profundiza en el análisis, puede observarse que el comportamiento
mostrado por nuevos y viejos cristianos difiere en función de los objetos que em-
105
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
plean en uno u otro ámbito de la actividad cotidiana. En ese sentido, ambas co-
munidades manifiestan prácticas similares en lo relativo a la ropa blanca (mesa
y aseo), aunque Alcaraz y Almagro presentan listados menos diversificados y
con un peso cualitativo también menor que Ciudad Real. Sin embargo, y como
se ha señalado, el verdadero factor de separación reside en el empleo que se dio
a la ropa de cama. La tendencia es general y, aquí sí, afecta por igual a las tres
localidades estudiadas, aunque, nuevamente, existen matices entre el medio ur-
bano (Ciudad Real) y los entornos semi-rurales, donde se atenúan algo.
Cabe señalar también la mayor importancia que adquiere el grupo de
“otra ropa” en el caso de los granadinos. En este caso concreto, y igual que ocu-
rre con el resto de categorías, las piezas inventariadas (paños, pañuelos, al-
mohadas de asiento, poyales, bancales...) no son muy distintas, pero sí la fre-
cuencia con la que aparecen, siempre mayor que en los cristianos viejos. En
realidad, no estamos ante distancias insalvables (en Ciudad Real es de dos pun-
tos y de 1,4 en Almagro)71; es más, las cifras indican que la inclusión de cojines,
almohadones y demás prendas de acomodo, fue algo habitual en las dotes cas-
tellanas. No estamos, pues, ante elementos de raíz específicamente musulmana,
aunque sí puede decirse de ellos que fueron utilizados en mayor medida por
este colectivo. Distinta cuestión es averiguar qué motivaciones estuvieron en
la raíz de esas divergencias. En ese sentido, Isabel dos Guimarães introduce en
el análisis de su uso la variable de género en tanto que liga la presencia de este
tipo de enseres a los espacios domésticos femeninos ibéricos. Para ella, no ha-
bría una componente específicamente morisca ni una vinculación concreta y de-
terminada con el mundo musulmán, sino que su empleo formaría parte de una
particular forma (la ibérica) de entender los espacios privados, en la que la mu-
jer haría uso preferente de estos artículos, mientras que el empleo del mobiliario
propiamente dicho estaría asociado más a los ámbitos masculinos72.
Partiendo de esa base, puede pensarse que el universo morisco apenas si
constituye una variable más del entorno hispánico. Se trata de una propuesta
sumamente atractiva, pero implica admitir la existencia de un sustrato común
a toda la península ibérica y, en cierto modo, minimiza la existencia de espe-
cificidades y de influjos procedentes de otros ámbitos culturales. De cualquier
forma, tampoco es incompatible con otro tipo de explicaciones tocantes a la mi-
noría, incluso con la existencia y puesta en valor de esas influencias externas
a las que nos referíamos. De hecho, hay toda una serie de elementos que, in-
cluso, refuerzan el razonamiento de la autora mencionada. Entre ellos el hecho
de que aparezcan indistintamente en las viviendas de uno y otro grupo, pero
siempre de manera preferente en las dotes (y no en las arras), así como la im-
71. En Alcaraz son favorables a los cristianos viejos debido a la llamativa escasez de este tipo de
objetos que se dan en las dotes moriscas, limitada a una única almohada de asiento.
72. I. DOS GUIMARÃES SÁ, «Habitar: del espacio a los objetos», en M. García Fernández (dir.), Cul-
tura material y vida moderna: escenarios, Madrid, Sílex, 2013, p. 125.
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Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
73. M. F. FERNÁNDEZ CHAVES y R. M. PÉREZ GARCÍA, «Las dotes de las moriscas...», p. 138 y L. RA-
MÓN-LACA MENÉNDEZ DE LUARCA, «De cómo vivían los moriscos en sus casas», en VIII Simposio
Internacional de Mudejarismo. De mudéjares a moriscos: una conversión forzada. Teruel 15-17 de sep-
tiembre de 1999. Vol. II, Teruel, Centro de Estudios Mudéjares (Instituto de Estudios Turolen-
ses), 2002, p. 767.
74. Así lo ponen de manifiesto M. GARCÍA FERNÁNDEZ y R. M.ª DÁVILA CORONA en «El consumo
de productos textiles en Valladolid: 1750-1850», Investigaciones Históricas: Época moderna y con-
temporánea, 21, 2001, pp. 133-180, p. 146. Aunque es una cuestión a la que se ha prestado mu-
cha atención en trabajos relativos al siglo XVIII (por el interés en desentrañar las peculiaridades
del proceso de industrialización y el abandono del taller tradicional) está sensiblemente, pero
peor analizada para el XVI y el XVII, más aún en el caso de la minoría morisca. Para el Seis-
cientos en Castilla resulta muy acertado el trabajo ya citado de F. ZARANDIETA ARENAS acerca
de la Baja Extremadura en el siglo XVII.
75. Por ejemplo, y entre otros, en el paño de cama “desta tierra” de Isabel Ruiz y más allá de la
ropa doméstica, en el vestido “de paño de la tierra” que perteneció a María de las Eras, am-
bas moriscas de Alcaraz. AHP Ab. Protocolos, leg. 1150/1, ff. 66r-68v. 20.02.1609 y leg. 1134/3,
ff. 35r-36r. 23.01.1599.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
lino fue mucho más habitual en las ropas blancas (manteles, servilletas, paños
de mesa...), precisamente donde los moriscos invierten menos dada su predi-
lección por las de cama, en cuya factura ese género comparte protagonismo con
el cáñamo y el ruan.
* Muestra: artículos en los que se especifica materia prima: 601 de 1252 –48%– en el caso de los cristia-
nos viejos; 53 de 105 –50,4%– en moriscos. Categoría “otros”: moriscos: 4 géneros; cristianos viejos: 52.
Fuente: AHP AB. Protocolos. Alcaraz. Diversos legajos (1570-1610).
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Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
76. M. F. FERNÁNDEZ CHAVES y R. M. PÉREZ GARCÍA, «Las dotes de las moriscas...», p. 136.
77. Su aparición es habitual y su reflejo en la documentación, incluso, anterior a la etapa morisca
propiamente dicha tal y como ha demostrado J. Aparici a raíz del estudio de inventarios per-
tenecientes a mudéjares de Castellón. Véase J. APARICI MARTÍ, «Bienes muebles de mudéjares
castellonenses. Siglo XV», Sharq al-Andalus, 19, 2008-2010, p. 89. En torno a este asunto resulta
todavía imprescindible el trabajo, ya clásico, de C. BERNIS, «Modas moriscas en la sociedad cris-
tiana española del siglo XV y principios del XVI», Boletín de la Real Academia de la Historia, 144,
1959, pp. 199-218. Por lo demás, la aparición de dicho concepto en bienes pertenecientes a cris-
tianos viejos podría llevarnos a hablar de un proceso de transferencia cultural y de imitación
y asunción de modas que afectó a ambos grupos y que, más allá de estas líneas, merecería una
aproximación específica. Por ejemplo, en Alcaraz –una vez más la nota discordante– todos los
objetos que se han documentado con esta factura pertenecen a cristianos viejos y aunque ma-
yoritariamente se ligan a artículos domésticos, la decoración “a la morisca” también se en-
cuentra presente en joyas y vestimentas femeninas. En relación con ello véase F. J. MORENO
DÍAZ DEL CAMPO, «El hogar morisco…», pp. 115-116. También y en lo relativo al vestido I. LAS-
MARÍAS PONZ, “Vestir al morisco, vestir ‘a la morisca’: el traje en Aragón en la Edad Moderna”,
en Actas del X Simposio Internacional de Mudejarismo, Teruel, Centro de Estudios Mudéjares (Ins-
tituto de Estudios Turolenses), 2007, pp. 629-641.
109
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
ornamental común, sino que esta depende más bien de la combinación de mo-
tivos, tejidos y colores. En lo tocante al hogar, es frecuente encontrar el concepto
asociado a todo tipo de artículos y para referirse a decoraciones variadas, en las
que una de las notas predominantes es la presencia de una gama cromática am-
plia78. Fuera de esa constatación no hay más matices y las características apun-
tadas se extienden al resto de grupos que se han definido (tabla 3): cabeceros de
cama “labrados a la morisca”79; sábanas “moriscas”80; traveseros “llanos”81 o
“con borlas”82; almohadas también labradas de color azul, verde, negro y colo-
rado “y de otros colores”83, pasando por cojines84 y almohadas de asiento85; pa-
ños listados86; manteles vareteados de azul87... La factura, composición y rema-
tes que se han documentado son de lo más diverso, multiplican los ejemplos y
admiten cientos de combinaciones en las que solo merecería la pena seguir in-
sistiendo para reforzar esa imagen de diversidad, que no es extraña en otros ám-
bitos geográficos y que confirió una particular (¿y específica?) impronta que, pa-
rece, pudo conservarse hasta el momento mismo de la expulsión, ya que hay
ejemplos fechados apenas unas semanas antes de los bandos.
CONCLUSIONES
Constituye casi un tópico afirmar que la guerra de las Alpujarras supuso
un punto de inflexión para los moriscos, pero no cabe duda de que los cambios
y transformaciones a los que tuvieron que hacer frente los granadinos alcan-
zaron a prácticamente todas las esferas de su existencia. La ruptura de los pa-
trones de comportamiento previos a la propia contienda fue un hecho desde el
mismo momento en que los vencidos se instalaron en Castilla. Tanto fue así que
los cuarenta años que mediaron entre 1570 y 1610 pueden ser individualizados
como una etapa más de la particular historia de los antiguos moros de Granada.
Debido a los cambios que el destierro llevó consigo, el asunto morisco trasladó
78. Somos de la opinión de que en ello hay un indudable sesgo cultural. En torno a estas cues-
tiones, y en un sentido muy similar, véase M. F. FERNÁNDEZ CHAVES y R. M. PÉREZ GARCÍA, «Las
dotes de las moriscas...», pp. 135-136.
79. AHP CR. Protocolos, leg. 1614, s.f. 17.10.1600.
80. AHP CR. Protocolos, leg. 2008/1, ff. 494r-497v. 22.01.1585.
81. AHP CR. Protocolos, leg. 53/1, ff. 17r-19r. 01.02.1595.
82. AHP CR. Protocolos, leg. 54, ff. 22r-25v. 28.01.1594 y leg. 54bis, ff. 208r-210r. 29.10.1595.
83. AHP CR. Protocolos, leg. 75, ff. 284r-286r. 06.02.1600.
84. Por ejemplo, Lucía de Segura llevó en su dote seis almohadas de asiento bordadas de diferente
manera, de las cuales cuatro eran azules, una de colores y otra amarilla. AHP CR. Protocolos,
leg. 54, ff. 6r-8r. 02.01.1594.
85. AHP CR. Protocolos, leg. 75bis/2, ff. 354r-356v. 08.12.1600.
86. AHP CR. Protocolos, leg. 30bis/4, ff. 1r-4r. 03.11.1589 y leg. 1824/1, s.f. 15.06.1578, entre otros.
87. AHP CR. Protocolos, leg. 80/1, ff. 284r-287v. 10.05.1609.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Javier Moreno Díaz del Campo
RESUMEN
La llegada de los moriscos granadinos a Castilla después de la guerra de
las Alpujarras conllevó un cambio radical en sus costumbres y dio lugar a una
nueva forma de afrontar la realidad cotidiana.
El artículo que sigue intenta analizar cómo esas transformaciones alcan-
zaron también al hogar y a las formas de vida cotidiana desarrolladas en el es-
pacio privado. Para ello ha analizado el comportamiento de algunas de las más
importantes comunidades de moriscos granadinos que se instalaron en Casti-
lla la Nueva. Los resultados de dicho análisis se han comparado con los relati-
vos a cristianos viejos y han permitido comprobar que los moriscos adaptaron
su comportamiento material al tiempo que intentaron preservar su identidad
como grupo. El objetivo perseguido fue construir en el hogar un espacio refu-
gio, en el que familia y comunidad encontraron un marco de sociabilidad es-
pecífico y propio, alejado de las formas materiales y relacionales castellanas.
Palabras clave: moriscos, cultura material, hogar, protocolos notariales,
Castilla, siglo XVI, asimilación.
88. En torno a esta idea J. IVARS PÉREZ, «Unas viviendas moriscas…», pp. 91-101.
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Observando el hogar. Vida cotidiana y realidad material... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
ABSTRACT
The arrival of the Moriscos of Granada to Castile after the Rebellion of the
Alpujarras implied a radical change in their habits and traditions and leaded
to new ways of facing every day´s routine.
This paper aims to analyse all those changes in a particular scenario: a
home, where Moriscos developed most of their private forms of lifestyle. In or-
der to know more about these aspects, some of the most important Morisco
communities settled in New Castile after 1570 have been examined. The results
of this analysis have been compared to the ones related to the Cristianos Viejos.
The obtained data has allowed us to observe how Moriscos adjust their mate-
rial behaviour, trying to preserve their cultural particularities and their collec-
tive identity. Their main immediate purpose was to build their homes as a re-
fuge against the pressure applied by the Castilian society and authorities in
order to protect themselves.
Key words: Moriscos, material culture, home, notary’s protocols, Castile,
Sixteenth century, assimilation.
113
Geografía de la expulsión de los moriscos... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016), pp. 115-135
GEOGRAFÍA DE LA EXPULSIÓN
DE LOS MORISCOS MUDÉJARES
MURCIANOS*
José Pascual Martínez**
115
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) José Pascual Martínez
tado de que los bandos de expulsión habían sido publicados donde correspon-
día. Desde el 27 de febrero hasta el 20 de marzo de 1610, se embarcaron en Car-
tagena no menos de 6.142 moriscos granadinos moradores del reino murciano4.
Mientras se embarcaban los expulsados de Castilla, todavía no se había deci-
dido qué hacer con los moriscos mudéjares murcianos.
4. Cifra que se aproxima bastante a los 6.552 señalados por Cascales. FRANCISCO CASCALES (1621),
Discursos históricos de la muy noble y muy leal ciudad de Murcia y su reino, 2ª ed. de 1775, Mur-
cia, p. 327. Cf. MANUEL LOMAS CORTÉS (2011), «El embarque de los moriscos en el puerto de Car-
tagena (1610-1614)», en Áreas. Revista Internacional de Ciencias Sociales, nº 30, pp. 85-99; y MEL-
CHOR GUERRERO ARJONA (2009), «IV Centenario de la expulsión de los moriscos lorquinos
(1610-2010)», en Alberca: Revista de la Asociación de Amigos del Museo Arqueológico de Lorca, nº 7,
pp. 109-129.
116
Geografía de la expulsión de los moriscos... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
5. Cf. LAPEYRE, H. (2009), pp. 150 y 211. Cf. MORENO DÍAZ DEL CAMPO, F. J. (2005), p. 405.
117
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) José Pascual Martínez
6. Es muy interesante la exposición de JORGE GIL (2011), «Expulsión y destierro de los moriscos
mudéjares del Reino de Murcia (1610-1614)», en Áreas, nº 30, pp. 65-82.
7. Cf. JOSÉ MARÍA GARCÍA AVILÉS (2007), Los moriscos del valle de Ricote, Universidad de Alicante;
FRANCISCO JOSÉ FLORES ARROYUELO (1989), Los últimos moriscos: (Valle de Ricote, 1614), Acade-
mia Alfonso X el Sabio, Murcia. LUIS LISÓN HERNÁNDEZ (1992), «Mito y realidad en la expul-
sión de los mudéjares murcianos del valle de Ricote», en Áreas, nº 14, pp. 143-170; GOVERT WES-
TERVELD, CONCEPCIÓN DEL PILAR RABADÁN MARTÍNEZ, ÁNGEL RÍOS MARTÍNEZ (2001), Blanca, “El
Ricote” de Don Quijote. Expulsión y regreso de los moriscos del último enclave islámico más grande
de España. Años 1613-1654, Beniel (Murcia).
8. Con la intención de cubrir parte de este hueco, he publicado Los moriscos mudéjares de Pliego:
Origen y expulsión de una comunidad, Editum, 2014.
9. Archivo General de Simancas (en adelante AGS), Estado, leg. 252, Cartagena, 23-XI-1613, el
príncipe Filiberto al Rey; leg. 251, Hellín, 28-XII-1613, el Conde de Salazar a José de Ciriza; leg.
252, Hellín, 1-XII-1613, el conde de Salazar al duque de Lerma.
118
Geografía de la expulsión de los moriscos... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
bando para otras villas donde había también moriscos: Cieza, Molina, Alcan-
tarilla, Alguazas, Cotillas, Pliego, Puebla de Mula, Albudeite, Campos, Ceutí,
Lorquí, Fortuna y Abanilla, desde donde tendrían que partir para embarcarse
en Cartagena en diferentes días, de modo que no se obstruyesen las posadas
del camino, y fuese más fácil el despacho de su registro y embarcación10.
La marcha de Salazar a Madrid rebajó la presión, quedando en los comi-
sarios que nombró la tarea de consumar lo empezado. Lo que harían según las
milicias disponibles y el apoyo logístico que recibieran desde el puerto de Car-
tagena. Cuando todavía estaba en marcha la expulsión de los últimos moriscos
mudéjares murcianos, el conde de Salazar marchó a Madrid y, el 25 de enero de
1614, dio cuenta de cómo había cumplido su tarea en el Reino de Murcia11. El
19 de febrero de 1614 dio comisión a Martín de Saavedra para que examinase
cómo habían actuado los encargados de expulsar a los mudéjares murcianos12.
En ese momento, no podía hacer balance de cuántos mudéjares habían sido
finalmente expulsados. Guadalajara escribió que zarparon unos dos mil qui-
nientos moriscos adultos, ya que los hijos quedaron con los cristianos viejos. Y
señaló que, de los lugares de moriscos situados fuera del Valle se ausentaron mu-
chos, ya que no se podía poner la guardia que se había dispuesto en las villas
de Ricote, mientras que otros procuraron probar que eran cristianos viejos (ya
muchos lo habían probado ante don Luis Fajardo) o se hicieron religiosos13.
Según Henri Lapeyre, los embarcados desde diciembre de 1613 a enero de
1614 serían, aproximadamente, unos 7.000 individuos14. Para contrastar esta va-
loración, contamos, por un lado, con el número total de familias inscritas en el
registro de las mitades, realizado por el contador Juan Bautista de Aguilera,
desde 18 de diciembre de 1613 hasta el 21 de enero de 1614, que recoge 366 (unas
1.500 personas) de las 2.546 casas que había en el Reino. Para Manuel Lomas,
entre enero y julio de 1614, partieron once embarcaciones, con un total de 2.472
personas, de acuerdo con los registros conservados. Según las noticias recogi-
das por el comisario Hurtado de Mendoza acerca del embarque de Cartagena,
el porcentaje de expulsados para la ciudad de Murcia y su jurisdicción es de cero,
para las villas del Reino, sin contar las del Valle de Ricote, es del 10,7 por cien-
to, mientras que para las seis villas de este último es de 30,8 por ciento15.
10. MARCOS GUADALAJARA Y XAVIER (1614), Prodición y destierro de los moriscos de Castilla hasta el va-
lle de Ricote, Pamplona, f. 63.
11. AGS, Estado, leg. 2644, Madrid, 25-I-1614, Carta de Salazar a Su Magestad.
12. Archivo Histórico Provincial de Murcia (en adelante AHPM), prot. 9.496, 19-II-1614, Madrid,
Comisión del Conde de Salazar al doctor Martín de Saavedra Noguerol, para averiguar
cómo actuaron los encargados de expulsar a los mudéjares murcianos.
13. GUADALAJARA Y XAVIER, M. (1614), f. 64r.
14. LAPEYRE, H. (2009), p. 212.
15. Cf. LOMAS CORTÉS, M. (2011), p. 89.
119
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) José Pascual Martínez
También para Jorge Gil, el tope máximo de expelidos estaría en los 2.500
mudéjares moriscos de los que hablaban Guadalajara y Bleda16, por lo que ha-
bría que reducir ampliamente la cifra de 7.000 mudéjares aportada por Lapeyre,
que calculó partiendo de la lista de población de Luis Fajardo, hecha hacia abril
de 1610, y valoró en unos 8.000 los mudéjares del reino. Sin embargo, si tene-
mos en cuenta los embarques estudiados por Jorge Gil, se deduce que a los mu-
déjares antiguos que vivían en los lugares incluidos en la primera categoría por
Fajardo no se les molestó, y parece que tampoco fueron expelidos aquellos que
residían en lugares de señorío del marqués de los Vélez (Puebla de Mula y Mo-
lina de Segura) y de Juan Usodemar (Alcantarilla)17. Lomas añade que también
16. GUADALAJARA Y XAVIER, M. (1614), f. 64r. FRAY JAIME BLEDA (2001) [1618], Corónica de los moros
de España, Valencia, p. 1060; parece que este lo copia del anterior.
17. En el registro de las mitades no aparece ningún vecino de estos dos lugares. Aún así en la co-
misión del Salazar a Saavedra Noguerol sí se citan como lugares a los que se envió un comi-
sario (AHPM, prot. 9.496).
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Geografía de la expulsión de los moriscos... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) José Pascual Martínez
122
Geografía de la expulsión de los moriscos... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
butos cuando se bautizaron, y pasaron a ser tratados como los demás cristianos.
El impuesto de «servicio y medio servicio» era un impuesto directo que pagaba
la comunidad mudéjar de Castilla de modo estable (150.000 maravedíes anua-
les), que se dividía («repartía») entre las poblaciones con presencia mudéjar, de-
pendiendo del número de habitantes y de la riqueza de las morerías.
Las minorías judía y mudéjar castellanas debían sufragar, además, otro tri-
buto propio de moros, fijado por los Reyes Católicos con motivo de la guerra
de Granada, que se pagaba en castellanos de oro (nombre con que se designó
la carga), moneda equivalente a 485 maravedíes. Con la caída del reino nazarí,
y la expulsión de los judíos, los monarcas mantuvieron esta carga fiscal sobre
los mudéjares, y recibió el nombre de «pechas». Su montante global superaba
ampliamente al del «servicio y medio servicio» (en 1495, aproximadamente
doce veces más).
Según el reparto del «servicio y medio servicio» en el Reino de Murcia en
los años anteriores a la conversión28, los lugares con mayores morerías eran Al-
cantarilla y Molina de Segura, seguidas por La Puebla de Soto, la huerta de
Murcia y la Arrixaca. Luego seguían las villas del Valle de Ricote, Ceutí, Pliego,
Lorquí y Alguazas. Detrás estaban Fortuna, Albudeite, Campos del Río y Ar-
chena. La morería de Hellín era pequeña y aun eran menores las de La Puebla
de Mula y Cieza29.
Hasta el momento de la conversión generalizada de los musulmanes
murcianos, la mayoría se encontraba concentrada en diecisiete aljamas, muy
bien delimitadas, que debían pagar los impuestos de «servicio y medio servi-
cio» y «pechas», tributos que nos sirven a nosotros para calcular su población30.
En 1501, los grupos más numerosos de mudéjares vivían en la huerta de Mur-
cia, la Arrixaca, Alcantarilla, La Puebla de Soto y Molina de Segura. Basándose
en las 3.763 «pechas» pagadas por los mudéjares de Castilla en el año 1501, apli-
cando el coeficiente de cuatro y medio, Ladero Quesada deducía que en nin-
gún caso alcanzaban la suma de veinte mil mudéjares en el momento del fa-
moso edicto de 1502 en toda Castilla. Mientras que en 1463, había musulmanes
en once lugares del reino murciano, en 1501 se menciona su presencia en
veinte y cinco. Parece tratarse, más que de un incremento poblacional, del asen-
tamiento de los primeros granadinos ahuyentados de sus tierras por la con-
quista. Así, mientras que en 1495 se da cuenta de 675 «pechas», en 1501 son 782,
28. Cf. GONZALO VIÑUALES FERREIRO (2003), «El repartimiento del “servicio y medio servicio” de los
mudéjares de Castilla en el último cuarto del siglo XV», en Al-Qantara XXIV, 1, pp. 179-202.
29. En tantos por ciento en 1501: Alcantarilla: 15,776; Molina del Segura: 12,135; Murcia y Arri-
xaca y La Puebla de Soto: 9,708; Val de Ricote: 7,281; Ceutí: 6,553; Pliego: 6,067; Lorquí: 5,825;
Alguazas: 5,339; Fortuna: 4,368; Albudeite, Archena y Campos del Río: 4,126; Hellín: 2,427; La
Puebla de Mula y Socovos: 0,970; y Cieza: 0,485.
30. MIGUEL ÁNGEL LADERO QUESADA (1981), «Los mudéjares de Castilla en la Baja Edad Media»,
en Actas del I Simposio Internacional de Mudejarismo, Teruel, pp. 349-390.
123
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) José Pascual Martínez
31. FRANCISCO CHACÓN JIMÉNEZ (2000), Censo de población de 1533. Reino de Murcia, Universidad de
Murcia, pp. 22-23.
32. LADERO QUESADA, M. Á. (1981), p. 257.
124
Geografía de la expulsión de los moriscos... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
LOCALIDAD CRISTIANOS
PECHAS PECHAS PEONES SERVICIO SERVICIO MUDÉJARES
VIEJOS
* FAJARDO
33. Este impuesto era personal y afectaba directamente al cabeza de familia o, en su ausencia, a
la viuda con hijos.
34. No se realiza el padrón y lo estiman los jurados.
35. Corresponden a 1498.
36. En 1507 tiene un total de 170 vecinos.
125
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) José Pascual Martínez
LOCALIDAD CRISTIANOS
PECHAS PECHAS PEONES SERVICIO SERVICIO MUDÉJARES
VIEJOS
* FAJARDO
(*) En esta columna intercalada, se hace un ajuste de casas por considerar que, en esos casos, las
cifras recogidas en el informe de Fajardo se refieren a vecinos totales42.
126
Geografía de la expulsión de los moriscos... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
Ulea 23.207 41 60 60
Villanueva 39.198 82 117 166
Ojós 44.041 91 74 74
Abarán 64.916 136 169 169
Ricote 71.134 148 105 105
Blanca 97.770 203 211 211
TOTAL 701 736 785
43. FUENTE: Archivo Municipal de Cartagena, Caja 248, n° 3 (recogido en FRANCISCO VELASCO HER-
NÁNDEZ (2002), «La presión fiscal del siglo XVII en el reino de Murcia: viejas y nuevas figu-
ras tributarias», en Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, Hª. Moderna, t. 15, [pp. 85-104], p. 92.
44. Cf. PASCUAL MARTÍNEZ, J. (2014), pp. 170 y 258-261.
127
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) José Pascual Martínez
45. FUENTES: Censo nacional de 1533 en AGS, CC. GG., leg. 768, f. 317, en CHACÓN JIMÉNEZ, F. (2000).
El año 1610, AGS, Estado, leg. 227, Relaçion del número de moriscos que ay en el Reyno de Murcia
desçendientes de los que se convirtieron antes de la reduçion general, que llaman mudéjares.
46. Datos de GIL, J. (2011), p. 75.
47. Aplicando el coeficiente de cuatro personas por casa.
128
Geografía de la expulsión de los moriscos... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) José Pascual Martínez
casas, 67 menos del total de población morisca y cristiana vieja que apunta Pe-
reda51. De hecho, en la comisión que el conde Salazar dio a Martín de Saave-
dra para que examinase cómo habían actuado los encargados de expulsar a los
mudéjares murcianos el 19 de febrero de 1614, se puntualiza que:
«A la villa de Alcantarilla fue por comisario el alférez Luis Serrano Palome-
que, con ochoçientos maravedís de salario, y Joan del Solar, con quinientos, por
su alguaçil. Albiertese que en todo el tiempo que estubieron en esta villa no sacaron mo-
risco ninguno con ser grande y auer muchos en ella. Ase de haçer averiguaçión como
egecutaron su comisión» (la cursiva es mía)52.
También Molina de Segura tuvo una presencia importante de musulma-
nes, siendo mayoritarios en 1533, con una presencia luego disminuida hasta 170
individuos moriscos frente a 206 cristianos, con una proporción de 45,21, cla-
sificada en el segundo género. Dos fenómenos pueden explicar esta disminu-
ción de moriscos en Molina. Uno es la posibilidad de que, siendo lugar del mar-
qués de los Vélez, hubiese sufrido una afluencia de nuevos pobladores, y una
presión señorial tal que los labradores antiguos se vieran desplazados, como
ocurrió en la villa de Alhama, también señorío del marqués, donde las familias
de labradores mudéjares que moraban en el campo fueron desalojadas paula-
tinamente por nuevos colonos y por prisioneros de guerra tomados por los Fa-
jardo en sus empresas granadinas, reducidos a una situación jurídica de ser-
vidumbre. Años más tarde, los mudéjares habían desaparecido por completo
de Alhama, y hacia 1581 sólo vivían en ella veinte y cuatro familias granadinas,
mientras había doscientos hogares de cristianos viejos53. También pudo ocurrir
que muchos mudéjares antiguos fueran paulatinamente considerados como
cristianos viejos.
Otro caso singular es el de Alguazas, lugar de la iglesia de Cartagena,
donde en 1533 hay 80 casas de pecheros, todos moriscos. El hecho de que en
1610 sean sólo 69 los vecinos moriscos (habiendo disminuido del 100 al 36,77
por ciento) y aumentado hasta 98 las casas de cristianos viejos puede explicarse,
en parte, por lo que recoge el censo de población de 1533:
«los quales tienen razonable pasada y buena huerta con abundancia de agua de
riego, donde tienen moreras y cogen pan y arroz y otros frutos en razonable can-
tidad, y este lugar tiene dispusyçion y prinçipio de se poblar en vezinos más que
agora tiene y acreçentar en faziendas porque tienen termino para hazer otra tanta
huerta y le pueden dar riego»54.
130
Geografía de la expulsión de los moriscos... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
55. AGS, Contadurías Generales, leg. 345-1. Luego, presentaron en el tribunal de oidores del go-
bierno de Hacienda y Contaduría Mayor los pleitos correspondiente para pedir que se les de-
volvieran los bienes que les habían confiscado y vendido.
131
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) José Pascual Martínez
«Esta villa es de más de 800 vecinos, y hay en ella un barrio que llaman el
nuevo que tendrá hasta 350 mudéxares [unos 100 vecinos], de los quales testifi-
can su cura, los religiosos de San Francisco que los han confesado y dos familiares
del Santo Oficio de allí y otros once testigos, que son gente muy exemplar y tanto
que pueden ser dechado de virtud y christiandad».
Sus vecinos son considerados de la primera categoría, a pesar de ser un
grupo numeroso que vivía en un barrio propio. Sin embargo, así como los de
Murcia tuvieron la protección de sus autoridades locales, a los de Hellín no les
sirvió el amparo señorial y se vieron perjudicados por la estancia del conde de
Salazar en su ciudad en el momento de llevar a efecto los edictos de expulsión.
Los mudéjares tenían adversarios tenaces y fanáticos que no descansaban
hasta ver cumplido su propósito. El conde de Salazar, don Bernardino de Ve-
lasco y Aragón, era uno de ellos y se mostró entre los más activos en este sen-
tido. En su amplio informe del mes de septiembre de 1612 puso en duda la va-
lidez de los datos del Padre Pereda, manifestando que este religioso pertenecía
a la misma orden que el monasterio que poseía bienes en la zona. El conde es-
taba convencido de la mala cristiandad de los moriscos por las demostraciones
de piedad que exhibían desde la publicación del edicto. Incluso decía que los
moriscos del Valle de Ricote tenían comunicación con Berbería. Además, tenían
al comendador a su favor y ellos con sus demostraciones de cristianos supie-
ron engañar a un fraile que vino a hacer una averiguación. Para el conde, ex-
ceptuar a estos moriscos amenazaba con arruinar toda la obra de la expulsión
y proponía a cambio enviar a los moriscos a Francia56.
Guy Lemeunier señaló que en el año 1631 sólo cinco de las diez comarcas
murcianas habían crecido respecto a 1591, sin embargo la otra mitad vio mermada
su población: especialmente las afectadas por la expulsión de mudéjares en el año
1614, como Cieza, Valle de Ricote, la Vega de Molina, la cuenca de Fortuna-Aba-
nilla (comarca del este) y la del río Mula. Recogía este autor una encuesta reali-
zada en algunos lugares en el año 1618, para mostrar la imposibilidad que tenían
algunas comunidades de pagar las cargas fiscales que se le imponían57.
Estudiando la tabla 4, comprobamos que la población ha disminuido en
la mayoría de los lugares incluidos en la encuesta de Fajardo, pero ha crecido
en Fortuna, Molina de Segura y Hellín, resultado quizá de una muy pequeña
o nula incidencia de la expulsión de 1613-1614. También es escaso el saldo mos-
trado por el registro de las mitades en los casos de Alcantarilla y de Lorquí,
56. AGS, Estado, leg. 2.643, Informe de Salazar, 28-IX-1612; cf. LAPEYRE, H. (1959), p. 286, que lo
publica en parte en el apéndice XIV. Cf. FRANCISCO CHACÓN JIMÉNEZ (1982), «El problema de
la convivencia. Granadinos, mudéjares y cristianos-viejos en el Reino de Murcia. 1609-1614»,
en Melanges de la Casa de Velázquez, t. XVIII/1, p. 132.
57. GUY LEMEUNIER (2004), «Población y poblamiento en la región de Murcia (siglos XVI y XVIII).
Censos de población y series bautismales», en Áreas, nº 24, p. 86. Abanilla había descendido
entre 1610 y 1618 de 311 a 90 vecinos. Alcantarilla de 267 a 126. Y Ojós de 74 a 13. Fuente: Ar-
chivo Municipal de Murcia, legs. 2010, 2011 y 2014.
132
Geografía de la expulsión de los moriscos... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
Nº % TOTAL % Nº %
* El tanto por ciento de los expulsados está calculado sobre la población morisca afectada59.
58. En 1654 dice el Ayuntamiento que son menos de 30, y se reducen a 14 en 1665.
59. FUENTES: El año 1610, AGS, Estado, leg. 227, Relaçion del número de moriscos que ay en el Reyno de
Murcia desçendientes de los que se convirtieron antes de la reduçion general, que llaman mudéjares; el
Vecindario de 1631 o de la sal, AGS, DGT, inventario 24, leg. 1.168. El año 1648 en AGS, DC, leg.
23, Averiguaciones para un reparto de juros, con una información considerada poco fiable.
133
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) José Pascual Martínez
donde la diferencia entre censos es sólo de una decena de vecinos. En los ca-
sos de Archena y Ceutí60 casi son coincidentes los datos del registro de las mi-
tades y la disminución de la población.
Sin embargo, en las villas del Valle de Ricote, Torres de Cotillas, Pliego y
Abanilla el descenso de población muestra que en los registros de las mitades
no estaban incluidos la mayor parte de los deportados, pues el descenso po-
blacional fue más acusado61. En mi estudio sobre la expulsión de Pliego concluyo
que los expulsados de Pliego fueron unos 200 mudéjares, que son el 61,3 por
ciento del total del vecindario. No se refleja en la cifra de 1631 porque muchas
doncellas y viudas, para no ser expulsadas, contrajeron matrimonio con cris-
tianos viejos o mudéjares no alistados, se instalaron en la villa y supusieron un
aporte importante de vecinos, que contrarrestaba la salida de tantos moriscos.
El dato del Vecindario de la sal de 1631 para Cotillas parece incorrecto, y
en lugar de 66 vecinos deberíamos considerar 16, pues en este lugar la expul-
sión redujo tanto el número de habitantes que en el año 1616 perdió el curato
por no poder mantenerlo y su iglesia pasó a ser anejo de Alguazas. Los bau-
tismos desde 1616 hasta 1650 oscilan entre uno y once62.
En Ulea y Ojós la diferencia de población y las casas embarcadas en Carta-
gena inscritas en las mitades, arrojan cifras muy similares a las del censo de 1631.
Un caso nuevamente atípico es el de Alguazas, en el que la pesquisa de
Fajardo parecía que transfería cristianos nuevos a la condición de viejos, pero
finalmente, parece que las cifras nos muestran un descenso considerable de ve-
cinos, que el registro de las mitades no corrobora. Por lo que se ve, una vez más,
la necesidad de llevar a cabo un estudio de las fuentes locales (pleitos, libros
de sacramentos, etc.).
Vemos, pues, que, de los 2.323 vecinos mudéjares antiguos residentes en
los lugares realmente afectados por la expulsión, fueron registrados, antes de
embarcar en Cartagena, unos 366 (el 15,7 por ciento); pero si comparamos con
60. Por otras razones, la población seguirá disminuyendo: en 1654 el Concejo dice que son me-
nos de 30 vecinos, y se reducen a 14 en 1664. Al inicio del siglo XVII recomienza el ascenso
con 22 familias.
61. JOSÉ MARÍA GARCÍA AVILÉS (2007), Los moriscos del valle de Ricote, Alicante, Universidad, calcula
que la expulsión del Valle de Ricote afecto a unos 432 vecinos, el 55 % de la población, tomando
como referencia los datos aportados por JUAN IGNACIO GUTIÉRREZ NIETO (1969), «Evolución de-
mográfica de la cuenca del Segura», en Hispania, nº 111, pp. 25-115 [48], asignados en torno al
año 1620, cuando, en realidad, se refieren a 1648.
62. Cf. LUIS LISÓN HERNÁNDEZ, RICARDO MONTES BERNÁRDEZ y JOSÉ ANTONIO MARÍN MATEOS (2007),
El Señorío de Cotillas y los Marqueses de Corvera (ss. XVII-XVIII), Murcia, pp. 181-182. Algo pa-
recido ocurrió en Archena, donde fray Antonio Soriano, religioso del hábito de San Juan, que
atendía la parroquia, pidió ayuda económica al Príncipe Filiberto, en Cartagena, el día 22-XII-
1613, porque sin vecinos no tenía con qué sustentarse, por lo que pedía las casas y haciendas
de los deportados hasta que poblara de nuevo el lugar; AGS, Estado, leg. 252. Carta del Prín-
cipe Filiberto al Rey, Cartagena, 22-XII-1613.
134
Geografía de la expulsión de los moriscos... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
el primer censo inmediato del que disponemos, los expulsados serían, al me-
nos de 789 casas (el 33,96 por ciento): unas 3.550 personas, número que quizá
sería mayor, ya que, en este cómputo, no contamos con los datos de las aldeas
de Mula y, además, en el año 1631, algunos de los expelidos habían vuelto.
En los registros de los embarques, repito, no figuran los pobres. Pero no sólo
salieron por Cartagena los expulsados: otros eligieron un camino clandestino, ha-
cia el Reino de Valencia, a localidades más seguras dentro del Reino de Murcia…
con la esperanza de regresar algún día. Algunas doncellas y viudas casaron, evi-
taron el exilio de España, pero sufrieron igualmente el desplazamiento de su tie-
rra, como tantos otros que cambiaron parte de su identidad para evitar el exilio.
Su lugar permanecería sin ocupar durante casi un siglo, pues al destierro se unió
el hambre y las epidemias que azotan hasta finales del siglo XVII.
RESUMEN
Cumplidos los 400 años de la expulsión de los moriscos españoles (1609-
1614), los historiadores siguen debatiendo por qué se decretaron los edictos de
expulsión, cuál fue el número de moriscos que finalmente abandonaron los rei-
nos de Felipe III y cuál era su origen geográfico. Junto a los granadinos dis-
persos por Castilla, fueron deportados los descendientes de los mudéjares, obli-
gados en 1502 a bautizarse o a abandonar España. La situación de las aljamas
mudéjares castellanas en este periodo la describió Miguel Ángel Ladero Que-
sada a partir de los recuentos fiscales de fines del siglo XV y principios del XVI.
El 20 por ciento de esta población se localizaba en el Reino de Murcia, y fue el
último grupo afectado por tan grave decisión.
Palabras clave: moriscos, mudéjares, Murcia, expulsión 1614.
ABSTRACT
Reaching the 400th anniversary of the Spanish Moriscos Deportation
(1609-1614), historians continue to debate why the edicts of Deportation were
decreed, which was the number of moors who finally left the kingdoms of Phi-
lip III and what their geographical origin was. Along with the granadinos scat-
tered across Castilla, the Moriscos descendants were deported and porced in
1502 to be baptized or to leave Spain. The situation of the castilian mudéjar al-
jamas was described in that time by Miguel Ángel Ladero Quesada based on
fiscal controls from late fifteenth and early sixteenth century. Twenty percent
of this population was located in the Kingdom of Murcia, and it was the last
group affected by such a serious decision.
Key words: moriscos, mudéjares, Murcia, deportation 1614.
135
Moriscos peninsulares, moros filipinos y el islam... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016), pp. 137-163
137
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Franco Sánchez e Isaac Donoso Jiménez
APÉNDICE DOCUMENTAL
Manuscrito original, firmado, en el Archivo General de Indias de Sevilla:
[Filipinas, leg. 18A, R.3, N.19]. El expediente se compone de dos cartas-trata-
dos con otra introductoria. Las dos cartas fueron editadas bajo el título de «Dos
cartas al Rey contra los moros de las Filipinas» por L. HANKE: Cuerpo de docu-
mentos del siglo XVI. Sobre los derechos de España en las Indias y las Filipinas. Des-
cubiertos y anotados por Lewis Hanke. Compilador Agustín Millares Carlo,
México, Fondo de Cultura Económica, 1943, pp. 65-115. Realizamos una nueva
edición de las dos cartas consultando directamente el manuscrito original, te-
niendo en cuenta los siguientes criterios: se mantiene la ortografía del texto pero
se actualizan los acentos a la norma actual; se añaden los signos de puntuación
mínimos para una mejor lectura; se escriben en mayúsculas los nombres pro-
pios; se redactan en cursiva los textos y citas latinas; no se expanden las pala-
bras abreviadas y se mantiene la división en epígrafes del original. Respecto a
las notas explicativas, incluimos varias procedentes de la edición de Hanke, y
añadimos otras en torno a las fuentes del derecho canónico y el contexto en el
que se gesta el documento.
138
Moriscos peninsulares, moros filipinos y el islam... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
†
SACRA CESÁREA MAGESTAD REAL
1. Entre otras cosas, luego que reçibí en México la provisión de primero oydor de esta
Real audiencia de las Yslas Philipinas, escriví a Vuestra Magestad sobre una duda que yo en-
tendía nadie averla tocado, suplicando por declaraçión y consultada instruçión para mejor
servir, y fue açerca de lo que se hará de los mahometanos de estas tierras y mares, que están
llenas dellos en el archipiélago que se nos señala por distrito, y dixe que llegado acá teniendo
la cosa presente, escriviría mi pareçer. No pude hazerlo en los navíos que partieron por prin-
cipio de Julio del año passado de 84, por ser rezién llegada la Audiencia y no tener la notiçia
que aora; quisiera más suffiçiençia para escrivir en cosa tan pesada y para mí difficultosa; sup-
plico a V. M. sea servido de mandar supplir mis ignorançias y poco talento, confiado estoy
en la sabiduría del Spiritu Sancto que pareçe habla con V. M. y conmigo; sapientis, cap. 61, Au-
dite reges et intelligite; discite iudices finium terrae; assí que conmigo habla este verso postrero,
que soy uno de los oydores de este cabo del mundo.
2. Utinam dirigantur viae meae secundum iustificationes tuas, psalmo 1182; y assí sea todo
lo que dixere debaxo de corrección cathólica. Bien se dexa entender que desea V. M. para sus
philipenses que le servimos en estas yslas, lo que Sant Pablo deseava y escrivia a sus phili-
penses de Macedonia: ut sitis sine querela, et simplices filii Dei, sine reprehensione in medio na-
tionis pravae et perversae, inter quas lucetis sicut luminaria in mundo, ad philipenses, cap. 23. Plega
a la providençia de dios darme fuerças y seso para servirle a V. M., porque siempre parezca
que a gastado sus thesoros en esta sancta obra de la conversión, bien empleados, como el
apóstol dixo en la misma carta, quia non in vacuum cucurri nec in vanum laboravi4.
3. Para fundamento de todo este negoçio y su declaraçión conviene presuponer la
conçessión del papa Alexandro 6, el qual por el año de mill y quatroçientos y noventa y tres
hizo aquella admirable hazaña nunca vista ni oyda, que puso términos y mojoneras en el çielo
y en el ayre entre los valerosíssimos señores Reyes de Castilla y Portugal, fabricando una lí-
nea del polo ártico, que es el septemtrión, al polo antártico, que es al medio día; y lo que quie-
ro presuponer de la bula y conçessión, es aver dado y conçedido el pontífiçe y tener V. M.
como suçesor de aquellos Reynos el dominio y jurisdiçiones de las Yndias y nuevos mundos;
aviendo referido las yslas y tierras firmes descubiertas y por descubrir, halladas y por hallar,
conçede la bula por estas palabras: auctoritate omnipotentis dei nobis in beato Petro concessa ac
vicarius Jesu Christi, qua fungimur in terris, cum omnibus illarum dominiis, civitatibus, castris, lo-
cis et villis, juribusque et jurisdictionibus ac pertinentiis universis, vobis heredibusque et successori-
1. Versículo 2.
2. Vers. 5.
3. Vers. 15.
4. C. 2, vers. 16.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Franco Sánchez e Isaac Donoso Jiménez
bus vestris castellae et legionis regibus, in perpetuum thenore praesentium donamus, concedimus et
assignamus, vosque et heredes ac successores praefatos illarum dominos cum plena, libera et omnimoda
potestate, aucthoritate et jurisdictione facimus, constituimus et deputamus, decernentes, etc. Lo
qual, juntamente con lo que el mismo pontífiçe antes dize que se mueve de su çierta sçien-
cia, motu proprio et de Apostolicae potestatis plenitudine, nos haze creer la validaçión y perma-
nençia de la conçessión, y la buena fee con que V. M. tiene y possee las jurisdiçiones y do-
minios de estas tierras y mares y de sus gentes. Y lo mismo se puede dezir que aprovaron y
confirmaron los sumos pontífiçes que después an sido, pues notorio es aver conçedido mu-
chos indultos y bulas, faboreçiendo la esclareçida obra y edifiçio de la conversión de los in-
fieles; esta bula y conçessión aprueva la opinión de Hostiense y de sus sequaces, in cap. quod
super his, devoto5, referidos por muchos autores, quod papa etiam in temporalibus habet jurisdic-
tionem in universo apud infideles y la pudo dar y conçeder, como lo dice Gregorio López in dis-
5. Decretales, lib. 3, tít. 34, c. 8. El término “decretalis” –o “epistola decretalis”– se refiere a una
carta pontifical que contiene un “decretum”, o decisión pontifical. Bajo el nombre de “decre-
tales” se conocen ciertas colecciones, que contienen especial, pero no exclusivamente, decre-
tos pontificales. Estas son las colecciones canónicas de una fecha posterior que el “Decretum”
de Graciano (alrededor de 1150), cfr. nota 13. A mediados del siglo XII se consideraba el “De-
cretum” de Graciano como un “corpus juris canonici”, es decir, un código de leyes eclesiás-
ticas entonces en vigor, pero estaba incompleto, pues Papas posteriores habían promulgado
muchas leyes con posterioridad; de ahí la necesidad de elaborar nuevas colecciones. Cinco de
estas colecciones exhibían legislación pontifical desde el “Decretum” de Graciano hasta el pon-
tificado del Papa Gregorio IX (1150-1227); éstas se conocen como “Quinque compilationes an-
tiquæ”. Debido a su importancia se convirtieron en el texto de instrucción canónica en la Uni-
versidad de Bolonia. La primera colección, el “Breviarium extravagantium”, o resumen de las
decretales no incluidas en el “Decretum” de Graciano (“vagantes extra Decretum”), fue obra
de Bernardo de Pavía y se compiló entre 1187-1191. La segunda compilación, también llamada
“Decretales mediæ” o “Decretales intermediæ”, fue obra de un erudito, el inglés Juan de Wa-
les (de Walesio, Walensis o Galensis). Alrededor de 1216 otro erudito desconocido elaboró la
“Compilatio quarta”, la cuarta colección, que contenía las decretales del pontificado de Ino-
cencio III, los cuales son de una fecha posterior al 7 de enero de 1210, y los cánones del Cuarto
Concilio de Letrán efectuado en 1215. Finalmente, la quinta compilación es, igual que la ter-
cera, un código oficial, compilado por orden del Papa Honorio III (1216-1227) y aprobada por
ese Papa en la Bula “Novæ causarum” (1226 ó 1227). En 1230 Gregorio IX le ordenó a su ca-
pellán y confesor, el dominico San Raimundo de Peñafort (Pennafort), que elaborara una nueva
colección canónica destinada a sustituir las colecciones anteriores. Se promulgó en la Bula “Rex
pacificus” del 5 de septiembre de 1234, justificándola en la inconveniencia de recurrir a va-
rias colecciones que contenían decisiones muy diversas y a veces contradictorias, que exhi-
bían en algunos casos lagunas y en otros una extensión tediosa; además, la legislación era in-
cierta sobre varios asuntos. San Raimundo se tomó casi cuatro años en terminar la obra, y
siguió en ella el método anterior de las “Quinque compilationes antiquæ”. Tomó prestado de
ellas el orden del asunto, la división en cinco libros, de los libros en títulos y de los títulos en
capítulos. La nueva compilación no llevó ningún título en especial, pero fue llamada “De-
cretales Gregorii IX” o a veces “Compilatio sexta”, es decir, la sexta colección con referencia
al “Quinque compilationes antiquæ”. También fue llamada “Collectio seu liber extra”, es de-
cir, la colección de las leyes no incluidas (“vagantes extra”) en el “Decretum” de Graciano. De
ahí la costumbre de denotar esta colección con la letra X (es decir, “extra”). Las citas de esta
colección se hacen indicando el número del capítulo, el nombre de la obra va como (X), el nú-
mero del libro y el del título. Usualmente se citan el encabezamiento del título y a veces las
primeras palabras del capítulo; por ejemplo, “c. 3, X, III, 23”, o “c. Odoardo, X, De solutioni-
bus, III, 23”, se refiere al tercer capítulo, que comienza con la palabra Odoardo, en la Decre-
tal de Gregorio IX, libro III, título 23, llamado De solutionibus”. Descartamos poner bibliografía
al respecto, dada la enorme amplitud del campo, siendo estos datos fácilmente confrontables
y ampliables en cualquier tratado de derecho canónico.
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cursu, per plures columnas, in l. 2, tt.o 23, p.da 2. Singular y graçiosamente lo dize Matheo de Af-
flictis, in rubrica, quae sint regaliae, in usibus feudorum6, fol. 159; y Marquardo in libro Contra ini-
micos Crucis Christi, p.te 2, cap. 6, nu.o 26 et 27, fol. 90 et sequentibus et fol. 30, nu.o 10, col. 1, dize
ser esta opinión más común y cathólica y verdadera y más útil a la fee christiana. Albertinus
in rubrica De haereticis7, q.e 8, p.a concl.e, fols. 22 et 23; Navarro in cap. Novit, De iudiciis8, 3 notab.
Aunque Menchaca, in Quaestionibus illustribus, lib. 1, caps. 20 et 21, fol. 60 cum seq., aviendo
referido las opiniones, y que ambas son comunes, tiene lo contrario, y que el papa no tiene
ambas potestades eclesiástica spiritual y temporal, sino sola la spiritual eclesiástica; sería
nunca acabar referir los que esto tratan, y çierto se confunden los que aquesta opinión pos-
trera tienen, visto que el Alexandro 6 hizo la conçessión de que se trata y donó las jurisdiçiones
y dominios de estas tierras y mares, abraçando la dicha opinión de Hostiense que dixe ser
más común y cathólica y más provechosa; y es de notar que aquel pontífiçe, demás de aver
sido virtuosísimo y de linaje y valeroso, era muy gran letrado y de gran esperiençia, según
lo dizen los hystoriadores y la Pontifical, lib. VI, fol. 148. Y aviendo usado de esta opinión y
seguídola con deliberaçión del sacro senado de los cardenales, que siempre los pontífiçes pro-
ceden de fratrum suorum Consilio, ut in pluribus Decretalibus et Extravagantibus habetur, in c. li-
cet9, c. in Genesi10, cap. ecclesia 211, in fine de electione; licet papa non teneatur se qui consilium car-
dinalium: glossa in Extravaganti, vas electionis, de censibus12, inter communes, fol. 26, in verbo Consilio;
Albertinus in c. Quoniam, de haereticis, q.e 10, nu. 12; Simancas, tt. 41, nu. 14, fol. 159; y mejor que
todos lo dize Menchaca, lib. 1 quaestionibus illustribus, c. 23 per totum; y después del papa
Alexandro 6, los suçessores en la sylla apostólica an revalidado la bula con otras muchas
que an concedido, ut supra. No ay que disputar ni dudar deste privilegio: maior enim est auc-
toritas papae quam sanctorum doctorum, ut inquit Cataldinus de Boncompagnis in tractatu De Po-
testate Papae, nu.o 89, in vol. 10 Diversorum Doctorum, fol. 146; et quod observandae sunt leges
papae sicut leges dei, in cap. Palam 10, distinct.e13, ubi plura; et S. Thomas, 2.2, q.e 10, art.o 12 in
6. Lib. 2.
7. Decretales, lib. 5, tít. 7.
8. Ibid., lib. 2, tít. 1, c. 13.
9. Decretales, lib. 1, tít. 6, c. 6.
10. Ibid., lib. 1, tít. 6, c. 55.
11. Ibid., lib. 1, tít. 6, c. 57.
12. Extr. com., lib. 3.
13. Decreto de Graciano, primera parte, dist. 11, c. 9. El Decretum Gratiani o Concordia discordan-
tium canonum, conocido como Decreto de Graciano (y como “Concordancia de las Discor-
dancias de los Cánones”, “Armonía de los Cánones Discordantes” o “Concordia de los Cá-
nones Discordantes”) es una obra esencial del derecho canónico que, como indica su título,
busca conciliar la totalidad de las normas canónicas existentes desde siglos anteriores, mu-
chas de las cuales llegaban a ser opuestas entre sí. Su autor fue el monje jurista Graciano quien
elaboró la obra entre 1140 y 1142. La obra, monumental en su extensión, constituye una uni-
ficación jurídica esencial, siendo la primera de la colección de seis obras jurídicas canónicas
conocida como Corpus Iuris Canonici. El Decreto alcanzó gran difusión, pese a que no fue pro-
mulgado oficialmente (aunque, según la tradición medieval, habría sido aprobado por el Papa
Eugenio III), no sólo por su indudable utilidad, sino por la autoridad propia de los textos re-
cogidos en la misma: cánones pertenecientes a concilios tanto ecuménicos como locales, eu-
ropeos, africanos o asiáticos, así como textos de las Sagradas Escrituras, de la Patrística y de
algunas fuentes romanas (en su segunda versión). La obra fue posteriormente comentada me-
diante glosas, destacando en este punto la labor del Papa Alejandro III.
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responsione, ibi14; unde magis standum est aucthoritati ecclesiae, etc. Chaseneus, in Cathalogo Glo-
riae Mundi, fol. 91, col. 2, in p.te 4, consideratione 7, allegat textum in cap. De libellis, 20 distinct.e,
ubi glossa inquit quod haereticus convincitur esse, qui non recipit statuta ecclesiae; ad idem est tex-
tus in cap. Si ille15, 50 dist.e ibi, non solum temerarium, sed etiam periculosum esse non dubito. Con
esto concluyo contra lo que podrá replicárseme de lo que dizen el doctor Navarro, in c. novit,
de iudiciis, y Covarrubias in regula peccatum, parte 2, §§ 9 et 10, pues ellos mismos acuden ad pro-
pagandam catholicam fidem. Assí que valió la concessión, y afirmar lo contrario sería heregía o
casi, como lo refiere Gregorio López, in dicta repetitione de bello, posita in d. l. II, col. 3, fol. 79, post
medium16, in duobus enim ampliatur potestas papae, ratione delicti, scilicet, vel ad bonum et propaga-
tionem totius fidei, ut ibi et per Simancas in tit. de papa n. 25 et 26. Victoria etiam in relectione De po-
testate papae et Concilii, nu. 17, ibi, quia sacrilegum est disputare de potentia papae, in cap. Si quis sua-
dente, in § Committitur, et sequenti 17, q. 4; Fr. Jhoan Frocher, fol. 18. Rursus ibidem inquit Victoria
quia profecto hoc esset in turbationem et dissolutionem ecclesiasticae hierarchiae et aucthoritatis, si qui-
libet posset dicere, papa non potest, de quo pullularunt haereses; est quidem supra omnia iura mundi papa,
ut per Chaseneum ubi supra; et inquit Carrerius in tractatu De haereticis, nu. 27, quod contrahitur hae-
resis oppugnando privilegia Romanae ecclesiae; et nu. se.ti dicit, item contrahitur haeresis contemnendo
statuta et mandata ecclesiae et papae, asserendo papam non habere potestatem condendi; tunc enim ut
haereticus punitur; allegat textum in cap. Nulli fas est, distinct. 1917, ibi, sitque alienus a divinis et pon-
tificalibus officiis, qui noluerit praeceptis apostolicis obtemperare; et haereticus est qui dixerit epistolas
seu decretales papae nullius esse momenti; ita docet divus Alfonsus de Castro, lib. VI De haeresibus, verbo
«Ecclesia», 3 haeresi, fol. 98; Simancas, tt. 24 De ecclesia, nu. 25-26-31-32; textus formalis, in c. Si Ro-
manorum, 19 distinct.18, ibi, ut siquis in illa commiserit, noverit sibi veniam denegari.
4. Presupuesta esta verdad de ser validíssima la conçessión, buelvo a la duda prinçi-
pal, y me pareçe, siendo de V. M. como son jurídicamente todas las Yndias y tierras firmes
dellas en el universo y los dominios y jurisdiçiones que los moros adondequiera que hazen
veneraçión al maldito ympostor Mahoma no pueden habitar, ni V. M. los deve dexar bivir
en sus Reynos, ni aun puede, sino expellerlos, por no incurrir en las descomuniones y çen-
suras de la clementina única De Iudaeis et Sarracenis19, adonde el pontífiçe Clemente quinto
absoluta y christianíssimamente dispuso, con aprobaçión del conçilio de Viena, que ningún
prínçipe christiano cathólico permita bivir ni habitar mahometanos en sus tierras y Reynos
adonde tuviere jurisdiçiones y dominios, y manda que sin réplica y en todo caso se cumpla
así, con palabras y diçiones taxativas, debaxo de obtestaçiones del juyzio divino, ibi, de terris
suis omnino auferant et a suis subditis auferri procurent, inhibendo expresse, ne praefata invocatio
seu professio nominis ipsius sacrilegi mahometi publice aut peregrinatio praelibata ab aliquo in eorum
existente dominio, audeat attentari de caetero vel quomodolibet substineri, etc. Lo mismo dice la ley
1, tt. 25, p.da 7, ibi, “pero en las villas de christianos non deven aver los moros mezquitas ni
14. MIGNE, PL, III, 102. Jacques-Paul MIGNE (1800-1975): Patrologiae Latinae Cursus Completus, en
dos series (París, 1844-55, 217 vols. en total), con cuatro volúmenes de índices (1862-64, vols.
218-221). Compiló todos los escritos disponibles hasta su época de autores eclesiásticos lati-
nos, desde el más antiguo conocido hasta el Papa Inocencio III (m. 1216).
15. Decreto de Graciano, primera parte, dist. 50, c. 58.
16. Partida 2, tít. 23.
17. Decreto de Graciano, primera parte, dist. 19, c. 5.
18. Ibid., primera parte, dist. 19, c. 1.
19. Lib. 5, tít. 2.
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hazer sacrifiçios, etc.”; in cap. non invenitur, 23, q.e 420, inquit Augustinus: quis enim vestrum non
laudat leges ab imperatoribus datas adversus sacrificia paganorum?; in l. 1 et seq. C. De paganis et
sacrificiis eorum21. No es de maravillar que el papa quite Reynos a moros, pues los puede y
suele quitar a Reyes christianos por causas graves, como se quitó por el papa Inocencio 4 el
Reyno de Çiçilia al Emperador Friderico in c. Ad apostolicae, De re iudicata, lib. VI22, ubi est bona
glossa et doctores docent, y por el papa Zacharías el Reyno de Françia al Rey, y se dio a Pipino,
padre de Carlo Magno in cap. Alius 15, q.e 623, y al rey de Portugal se quitó el reino y se dio
a un conde, in c. Grandi, De supplenda negligentia praelatorum24, lib. VI; y allí y en otras muchas
partes los doctores lo tratan largamente, y también se quitó el Reyno de Navarra en nuestros
tiempos y se dio al señor Rey cathólico don Femando, sobre lo qual escrivió un largo tratado
el doctor Palaçios Rubios De retentione regni Navarrae, al qual me remito, propter iniustitias et
contumelias, ut Eccli., cap. 1025: Regnum de gente in gentem transfferetur, etc., et Matt. 21. cap.26:
auferetur a vobis regnum et dabitur genti facienti fructum eius. En aquella extravagante está una
buena glosa y grande y Covarruvias la entiende bien in Regula Peccatum, 2 p.e, § 9, fol. 73; y
assí se a de entender lo que dize el maestro Victoria in relectione De potestate Ecclesiae, pag. mihi
76, nu. 6 et 7, que por contemplación de la spiritualidad puede el pontífiçe privar a los Re-
yes de la temporalidad, ut supra; Gregorio López in lib. I, tit. 1, Partida 2, in glossa En las cosas, et
in prologo, in litera f. et g. Bien alude el maestro fray Domingo de Soto, De iustitia et iure, lib. V,
quaest. 3, art. 5, pag. 419, vers. alii sunt infideles. Y una y la primera causa de guerra justa que pone
la ley 2, tt. 23, p.da 2, dize ser por acreçentar el pueblo su fee; y sobre esta palabra haze Grego-
rio López allí la repetiçión; et de Regno Hierusalem, quando donatum fuit Carolo per papam, tradit
Bartholus, in lege id, quod apud hostes, ff. ‘De legatis, 127, et ibi doctores; Oldradus, consil. 268, et cum
Bartholo transeunt omnes communiter, ut per Marquardum, c. 6, fol. 30, nu. 10, quod valuit donatio et
nihil est honorificentius quam ut rex vel imperator ecclesiae filius esse dicatur, ut per glossam et quae
ibi traduntur in Extravaganti 1 Ioannis 22, De iudaeis et sarracenis, fol. 17, in verbo filii nostri. Simancas
refert privationes regum factas per papas, in tt. de papa, nu.o 24, fol. 208. plura regna ablata fuisse per
papam a Regibus abutentibus refert Menchaca, Quaestionibus illustibus, lib. I, cap. 8, nu. 20, cum seq.,
fol. 33, ubi allegat bullam istam de qua agimus, y dize una cosa gravísima, quod ipso iure todo Rey
tirano es indigno y privado de su potentado, y a lo menos no le falta más que sentençia de-
claratoria, y entralle y tomalle el Reyno el christiano Rey cathólico idem, cap. 18, nu.o 10, y alega
muchos doctores y doctrinas para ello, los quales no refiero por escusar prolixidad.
5. Advierto que el caso de mahometanos de que voy tratando es diverso de lo que toca
a los otros infieles, que son infieles simpliçiter, de los quales y de los idólatras y que usan con-
tra legem naturae haré tratado aparte.
6. Assí que como de todos los otros sus Reynos, puede y deve V. M. echar y expeller a
los moros de todas las Yslas Philipinas del archipiélago y a lo menos subjetarlos y hazerlos
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tributarios, debellando los de las Javas y Samatra, Achen, Borney, Mindanao, Xoloc, Malucos,
Malaca y de Siam y Patán, Pegu, y otros Reynos en que se adora Mahoma, cuya veneraçión
y mala secta traxeron por acá persas, y arabios, y egipcios, y turcos, y aun vinieron moros de
Túnez y de Granada, algunas vezes en armadas del Campsón, Soldán que fue del Cayro y Rey
de Egipto, como en muchas partes se collige de las historias de Portugal y espeçialmente de
la que escrivió en buen latín el obispo de Algarve don Iherónimo Ossorio por mandado de la
magestad del señor Rey don Enrique, siendo cardenal, lib. 4, fol. mihi 342, adonde dize que vi-
nieron a la Yndia contra Alonso de Albuquerque, capitán general del glorioso señor Rey don
Manuel, abuelo de V. M., emviados del dicho Soldán en una armada veynte y siete navios y
galeras, seteçientos mahometanos mamelucos, y trezientos turcos y mill moros de Túnez y de
Granada, cuyo general se dezía Solimán, turco de naçión, y embió esta gente a instançia y con
promessas que le hizieron de servirle, confederándose con él casi todos los Reyes de la India,
que le prometieron gente y muniçiones y grande aliança, año de 1517 años. En efecto, son es-
tos desçendientes y enseñados de los de Meca, Persia y Egipto y sus disçípulos y confedera-
dos, y aun podemos dezir que fueron antes súbditos de los Soldanes del Cayro, Reyes de
Egipto, pues como escrive el doctor Gonzalo de Illescas en Las historias pontificales, en el lib.
6, y en La vida del papa Paulo 3o, § 5, fol. 161, col. 3, antiguamente los soldanes del Cayro tenían
y gozaban la espeçiena y la llevavan destas yslas y de las de Maluco hasta el mar Bermejo, y
de allí al Cayro, por una canal de ochenta millas, que Sesostris, antiquíssimo Rey de Egipto,
hizo para sólo esto de la espeçieria, y algo se refiere en El libro del Tamorlán, fol. 32. Ninguna
duda me queda ni ay para dexar de entender que estos mahometanos sean desçendientes y
enseñados disçípulos de los anteçessores egipcios, cuyos alfaquíes y de Arabia y de Meca uvo
y ay en los dichos Reynos y yslas; déxase entender todo lo dicho, pues el comerçio que avía
de gente en Malaca, y uvo de tiempo inmemorial a esta parte, era de la Yndia toda y Aurea
Chersoneso, que es Samatra y Javas y Borneyes y Luzones, que son los de Manila y los de Siam
y Patán y Pegu y chinos, bengalas, malabares, guzarates, persas, arabios, lequios, y otras naçio-
nes, según lo refiere Barros en la Década 2a, lib. 6, cap. 1, fol. 81, y como se juntavan a comerçiar
y tratar, se comunicavan en las sectas tanbién.
7. Y no es de maravillar de los egipçios que muestren contra los christianos la enemis-
tad que sus passados tuvieron contra el patriarca Jacob y su pueblo de Ysrrael, y él contra ellos,
pues en el cap. 4728 del Génesis tomó juramento a Joseph, su hijo, hallándose cercano a la
muerte, y que tenía ya edad de çiento y cuarenta y siete años, y le mandó que no permitiese
enterrar su cuerpo en Egipto, ibi, cumque appropinquare cerneret diem mortis eius, vocavit filium
suum Joseph, et dixit ad eum, si inveni gratiam in conspectu tuo, pone manum tuam sub femore meo,
et facies mihi misericordiam et veritatem, ut non sepelias me in Aegypto. Este conçeto tuvo el papa
Jhoan vigéssimo segundo, en la extravagante Copiosus, De Iudaeis et Sarracenis29, que a instancia
del infante don Pedro, tutor que fue del señor Rey don Alonso de Castilla, conçedió aquel pon-
tífiçe sus çensuras contra los que llevassen a los moros de Granada y a los de Egipto algunas
armas, galeras y vituallas y otras cosas y pertrechos de guerra. Y aunque allí haze la prohi-
biçión por tiempo de tres años, no se infiere que sea temporal ni para sólo aquel tiempo, como
allí lo declara la glosa, mayormente estando prohibido lo mismo en el derecho canónico para
siempre, antes de aquella extravagante, in cap. ita quorundam, De Iudaeis et Sarracenis30, adonde
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los doctores largamente escriven, y en espeçial el doctor Azpilcueta Navarro hizo una larga
repetiçión; y aora en los motuproprios están renovadas las maldiçiones y çenssuras por el santo
padre Gregorio 13, pág. 427 et seq., cap. 6. y el papa Clemente V también prohibió lo mismo
contra los mahometanos de Egipto, ibi, in Alexandriam et ad alia loca Sarracenorum terrae
Aegypti, etc. He referido esta especialidad de Egipto para verificar la desçendencia y amistad
destos moros de las Philipinas, Malucos, Borneyes y los demás dichos.
8. Y de creer es que pues los egipçios tenían la espeçieria y tratavan y señoreavan las ys-
las, dogmatizarían y enseñarían a los naturales, como los enseñaron y doctrinaron, en la ley de
Mahoma, y les pusieron nombres y renombres de moros, como son Abrahemo y Almançor, que
era Rey de Tidore, y Abdalá y Raxá Solimán y Alcandora y Mahamut y Mahamet; y Çidiali era
granatense y embaxador del rey de Calicut contra los portugueses, y assí ubo y ay otros; y a
los que tienen por grandes capitanes los llaman «bassá» o «baxá», y assí llaman al presidente
y a los oydores de aquí; y el Rey de Bornev se llama Soltán Lexar, que salió con armada de
muchas galeras y artillería y gente, contra el doctor Francisco de Sande31, governador de es-
tas yslas, y aviéndole requerido con la paz y amistad mostrando siempre vandera blanca, en
efecto començó a tirar cañonazos primero, según pareçe por el proçeso de aquella jornada,
el qual yo lo tuve en mi poder para certificar esto, de manera que todos quantos mahome-
tanos ay por este cabo del mundo son enemigos conoçidos, y bien se pareçe en la rebellión
del Maluco y Ternate que en tanta neçecidad a puesto a V. M. y a este campo dé Dios victo-
ria a la armada que aora se embió contra aquellos moros. Y en quanto a los de Borney pro-
vado está que son los señores tiranos y sus prinçipales de Meca que es la casa y solar co-
nosçido de Mahoma, y son corssarios piratas, et forte les comprehenden el cap. 3 de la bulla
de la çena; y tanbién es de creer que los de Egipto, Arabia, y de Meca que vinieron, dirían a
los naturales la enemistad capital que tienen contra la yglesia y toda la christiandad. Profe-
tizado estava y está visto, lo que el ángel dixo a Agar esclava de Abrahán que nasçería della
un hombre, que después se llamó Ysmael y sus desçendientes y sequaçes se llamaron y lla-
man impropiamente sarraçenos, del qual dize la Escriptura, Gen., 13 cap.32, hic erit fertis homo;
manus cius contra omnes, et manus omnium contra eum. En efeto, la profecia salió y sale çierta,
pues son capitales enemigos de la christiandad, et omnis qui copulavit amicitiam cum inimico
meo est vere inimicus meus, traddit Deçius in 1. Consilii, § socii mei socius, nu. 3, ff. de regulis iu-
ris33. Excelente decreto es el cap. Si inimicus, 93 distinct.34, que refiere un sermón que Sant Pe-
dro, como príncipe de los apóstoles, hizo a los christianos al tiempo que ordenó por succes-
31. Francisco de Sande nació en Cáceres hacia 1540. En 1558 comenzó sus estudios de derecho ca-
nónico en Salamanca, concluyéndolos posteriormente en Sevilla. Ya como profesional del de-
recho, el 18 de junio de 1568, fue nombrado alcalde del crimen en la Audiencia de México y
al poco tiempo desempeñó el puesto de fiscal. El 30 de abril de 1572, fue nombrado oidor de
la misma Audiencia. Por cédula real de 6 de abril de 1574 se le nombra gobernador y capitán
general de Filipinas, tomando posesión de su cargo el 26 de agosto de 1575. En Filipinas fundó
la villa de Nueva Cáceres, además de enviar una expedición para intentar la conquista de Bor-
neo. En una carta fechada en 30 de mayo de 1579 se atrevió a solicitar al rey Felipe II el per-
miso respectivo para iniciar la conquista de las islas Molucas y hasta de China. Quizás por és-
tos y por otros excesos, en junio de de 1580 se le relevaba del cargo en Filipinas y volvía
nuevamente a México para ocupar su antiguo cargo de oidor de la Real Audiencia.
32. Vers. 16.
33. Lib. 50, tít. 17, I. 47, § 1.
34. Decreto de Graciano, primera parte, dist. 93, c. 1.
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sor suyo a Clemente, y les dixo estas palabras, si inimicus est iste Clemens alicui pro actibus suis
pravis, vos expectare nolite, ut ipse vobis dicat; cum ilio nolite amici esse, sed prudenter observare de-
betis et voluntati eius absque commonitione obsecundare, et avertere vos ab eo, cui ipsum sentitis ad-
versum, nec loqui iis, quibus ipse non loquitur, etc. Gravíssimamente nos enseñó Sant Pedro la
enemistad que avemos de tener a todos los que la tienen con el pontífiçe y con la yglesia ca-
thólica, diziendo que no esperemos declaraçión alguna, sino que nos lo tengamos por dicho.
El trato que avemos de tener con mahometanos, bien lo significa el redemptor, Ioanis, 12 cap.35,
ubi ego sum, illic et minister meus erit et mahometanos accipimus sarracenos, mauros, turcas, et ce-
teros barbaros omnes, qui Mahometem illum impostorem et pseudo prophetam colunt, quorum om-
nium secta spurcissima est et falsissima; Navarro, in repetitione, cap. Ita quorundam 4, notab. nu. 8,
pag. 32, et num. 9, pag. 36, quod generali nomine dicuntur sarraceni, licet sint turcae, arabes, mauri,
egyptii, africani, persae et alii, sicut et omnes in christum credentes christiani dicuntur, allegat
glossa in cap. 1, distinct. 22; ita docet episcopus Simancas Contra haereses, tt. 39, adonde quenta
la tontería de aquel miserable Mahoma que en su Alcorán dixo que confessava no saber si
él y sus sequaçes andavan en camino de salvaçión con la secta; videndus est Albertinus, q.e 8,
col. 6, in principio, fol. 24, col. 1; archiepiscopi Florentinus, p.e 3, cap. 5, fol. 94. Assí que me pareçe
que entran en la cuenta estos moros de las Yslas Philipinas, mayormente que, como está di-
cho, vienen de Egipto y de Arabia y de Meca, y son parientes, disçípulos y miembros suyos,
y cada año dizen que vienen a la Samatra y a Bornéi turcos, y a Ternate, adonde están abra
algunos de los vençidos en la famosa batalla naval que dio el señor don Jhoan de Austria. Y
a otras islas del Maluco tanbién vienen y suelen venir a predicar la secta, y dar avisos para
guerra contra christianos.
9. No pueden dezir los mahometanos que no han tenido notiçia de Jesuchristo, nuestro
Redemptor, pues en su Alcorán tienen, y en su secta creen ser verbo de Dios, y aver naçido de
la Virgen purísima nuestra señora, y por obra de Espíritu Santo, como lo refieren la glosa y el
Cardenal Zabarela in dicta Clementina unica De Iudaeis et Sarracenis, y otros doctores en muchas
partes, especialmente el Fortalitíum Fidei, lib. 4, De bello Sarracenorum, in declaratione 2 articuli
fidei nostrae, in fine, fol. mihi 176, y el doctor Gonçalo de Yllescas, en la parte primera de la pon-
tifical historia, en la vida del papa Honorio 1, lib. 4, fol. 136; convénçense estos desventurados
moros por su mismo Alcorán, pues en quanto confiessan que Jesuchristo es hijo de Nuestra
Señora, confiessan que es hombre verdadero, y en dezir que es verbo de dios, confiessan ser
dios verdadero, y no lo quieren creer, açerca de lo qual el mismo autor de aquel libro Fortali-
tium Fidei, en la hoja siguiente 1ª primera col.a refiere una cosa de Mahoma que si sus moros
la quisiesen attender fácilmente creerían en la ley christiana, porque haziendo contemplaçión
en Nuestra Señora el dicho impostor falso Mahoma dize que le dixo el Arcángel Sant Gabriel,
o Maria deus elegit te et decoravit te gratia, et ornavit et praeelegit super omnes mulieres omnium fi-
liorum matres, et posuit te quasi unum medium inter homines et angelos Dei in paradiso deliciarum;
et nullus est quem non tetigerit Satan praeter Iesum et Mariam. Por esto y otras cosas que refiere
Marquardo en el libro Contra inimicos Crucis Christi, 3 p.e, cap. 1º, nu. 32, fol. 123 et seq., dize que
si los príncipes moros y El gran Turco admitiesen la predicaçión del Evangelio, seria fácil cosa
convertirlos a todos; y el nu. 35 cuenta cómo los sarraçenos que visitan el sepulcro de Mahoma
no se tienen por purificados si no visitan y hazen tanbién veneraçión al sepulchro de Nuestra
Señora la Virgen María, y que si algún judío quiere renegar de la ley vieja y bolverse moro le
hazen entre otras cosas que confiese a Jesuchristo, y que le preguntan de esta manera, credis
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Moriscos peninsulares, moros filipinos y el islam... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
Iesum Christum fuisse flatu dei ex virgine natum et ultimum prophetarum Hebraeorum? y confessado
esto queda por mahometano, y pues tan çerca están de esta Real audiencia de Manila, y tan
çercanos de creer todos los artículos de la fee visto que confiessan algunos según tengo refe-
rido, justo es potentíssimo Señor, que con mucha gente y muchos ministros siervos de dios,
seamos socorridos para socorrer las almas de estos miserables moros disçipulos y reçeptado-
res, ayudadores y creyentes de Mahoma, contra los quales la guerra está abierta como contra
enemigos de la iglesia; ut per omnes in dictis locis, Marquardus in 1a p.te, cap. 6, nu. 10, fol. 30; ley
1ª, tt. 21, p.da 4, ibi. La primera es de los que cautiban en tiempo de guerra siendo enemigos de
la fee; esto servirá para los cautibos moros en guerra de estas tierras, si son esclavos, conceduntur
etiam indulgentiae pugnantibus contra sarracenos, ut ibi per Marquardum, singularis textus est in cap.
Dispar 23, quaest. 836, docet somnium viri Darii, in vol. 10 Tractatuum diversorum doctorum, fol. 162,
col. 3, in cap. 111; et contra Sarracenos indictum est bellum continuum, quia hostes sunt populi Ro-
mani, per Ioannem Baptistam in tractatu De arbitris, in vol. 1 Diversorum doctorum, fol. 80, nu. 3, do-
cet Albertinus, in rubrica, q.e 3, et q.e 4, conclusione 4 et 5.
10. Y según la dicha Clementina única V. M. no los debe consentir en estos sus Reynos
como hombres descomulgados malditos, pues en efecto según está fundado perteneçen a V.
M. todos los Reynos y dominios y jurisdiçiones de infieles del universo por la dicha conçe-
sión tan revalidada ut supra, pondéranse las palabras de la dicha Clementina, de que en mu-
chas partes quiso usar el papa Clemente 5 hablando con los Reyes christianos y mandando
que no haya sarracenos en sus reinos, ibi, in terris Christianorum, et ibi, universis et singulis prin-
cipibus catholicis, sub quorum dominio dicti Sarraceni morantur, et ibi, de terris suis omnino aufe-
rant et a suis subditis auferri procurent. Y la yglesia cathólica cada día en todas las missas y sa-
crifiçios que a dios se hazen ora contra moros diciendo, respice in auxilium christianorum et
gentes paganorum et haereticorum, quae de sua feritate confidunt; dexterae tuae potentia conteran-
tur. El Cardenal en la misma Clementina, nu. 6. fol. 142, col. 3, pondera la palabra del testo
donde dice terris christianorum, y dice, terrae christianorum dicuntur illae, in quibus christiani ha-
bent iurisdictionem et dominium, y alega a otros doctores; et iuxta communem usum loquendi, te-
rra dicitur alicuius ratione solius iurisdictionis, in l. ut alfenus, ff. de verborum significatione37 et l.
anniculus38, et l. pupillus, § territorium39, ff. eodem titulo de verborum significatione ultra y demás
de lo allí alegado por el Cardenal y otros, pondero yo estas palabras, meum et tuum, suus suum,
porque todas éstas significant ius dominii, notant Bartholus in l. quintus, § argento, ff. de auro et
argento legatis40, fol. 95; Chasseneus in ‘Consuetudinibus Burgundiae, fol. 34, nu. 13, col. 3; Tasso
in rubrica, ff. De novi operis nuntiatione41, nu. 6; Felinus in cap. 1, De sponsalibus, nu. 8, fol. 126;
textus in l. Solum, § Meum; et ibi notant doctores, ff. De rei vindicatione42, Ioannes de Lecirier De Pri-
mogenitura, q.e 4, lib. II, nu. 1, in vol. 12 Tractatuum diversorum doctorum, fol. mihi 135, col. 3, ubi
allegat glossam in § Cum in suo, Instituta, De rerum divisione43; Cardinalis in Clementina finali, De
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Franco Sánchez e Isaac Donoso Jiménez
procuratoribus44, ego allego decisionem Guidonis Papae, 584; Brecheus in 1. Meorum et tuorum ap-
pellatione actiones quoque contineri dicendum est, ff. De verborum significatione45, nu. 8, pag. 216.
Assí que perteneçiendo realmente conforme a lo cathólico que tengo referido los dominios
y jurisdiçiones a la casa y corona de Castilla y Portugal me pareçe sin duda que V. M. puede
y deve echar de sus tierras y a lo menos compeler los moros a que tributen, y exercer contra
ellos, hasta que desistan de su secta, y sean corregidos y no se agravien, quia deus concitai ut
a Sara verberetur Agar, et cognoscat se Agar et supponat cervicem. El ángel lo dijo, ecce ancillam et
filium eius, in cap. dixit Sara46 et in cap. recurrat, 32, q. e 3.47 Sic dixit Augustinus supra Ioannem,
cuius verba translata sunt in cap. quando vult Deus48, 23, q.e 4, et refert Albertinus in dicta rubrica,
in q.e 8, in conclusione 9, fol. 27, ubi allegat Oldradum et Ostiensem.
11. Fatíganse mucho los doctores en disputar si absolutamente los sarraçenos y ma-
hometanos, todos los que hubiere en Reynos de Reyes christianos, pueden ser expellidos de-
llos y despojados de sus bienes; y unos tienen opinión de que siendo dañosos y no seguros,
pueden y deven expellerse y despojarse; y otros tienen opinión de dezir que aunque no sean
prejudiçiales, y aunque biban pacíficamente, no an de sustentarse, sino expellerse y despo-
jarse de los bienes; de esto trataron los doctores in cap. Quod super his, De voto; Oldrado, in Con-
silio 72, fol. 18 et in Consilio 264; Albertinus in rubrica De haereticis, q.e 7 et q.e 8, donde procede
por conclusiones, singularmente fol. 20 cum seq.; allí me remito, que allega a muchos; en
quanto a la habitaçión y para expeler los moros o para dexarlos vivir en Reynos de christia-
nos, la ley Christianis, Cod. De paganis et sacrificiis eorum49 llanamente disponía que no pudiesen
ser expelidos ni despojados los que bibiesen quietamente si no los turbulentos y violentos,
ibi, ut iudaeis ac paganis quiete degentibus, nihil tentantibus turbulentum legibusque contrarium; et
iterum ibi, nam si contra securos fuerint violenti vel eorum bona diripuerint, etc. Lo mismo dice la
ley 1ª, tt. 25, p.da 7, aunque con alguna diferencia, ibi, «pero en las villas de los christianos no
deven aver los moros mezquitas, ni fazer sacrifiçios públicamente. E las mezquitas que de-
vían aver antiguamente deven ser del Rey, y puédelas dar él a quien se quisiere; e como quiera
que los moros non tengan buena ley, pero mientras bivieren entre los christianos en segurança
dellos, non les deven tomar ni robar lo suyo por fuerza, etc». Allí lo tratan los doctores y en
los lugares arriba referidos. Esta ley de Partida pareçe aver quedado abrrogada, y la dicha
ley Christianis, cap. De paganis, por la pragmática que hicieron los señores Reyes Cathólicos
don Femando y doña Isabel quando echaron fuera de sus Reynos a los moros de Granada.
Y V. M. tiene ya hecha la ley 4, tt. 2, lib. VIII de la Recopilación, fol. 148 et seq., en que manda
expeler a los moros aunque biban sin rebeliones y aunque sean pacíficos, adonde en la se-
gunda plana dize assi, «aunque sean paçíficos y bivan quietamente, es razón que sean ex-
pelidos de los pueblos de nuestros Reynos y señoríos, y los menores por los mayores y los
unos por los otros sean punidos y castigados; por ende nos, con consejo y parecer, etc». Tú-
vose grandíssimo fundamento en la disposiçión desta ley y aplicarse puede aquí pues alude
bien el testimonio que tomó Jesuchristo contra los judíos, cuando les dijo, testimonium estis
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vobismetipsis, quia filii estis eorum, qui prophetas occiderunt, Matt. cap. 2350, espeçial cuydado a
tenido V. M. de echar fuera de las Yndias a los moriscos, por cédulas y capítulos de cartas y
sobrecartas, como parece por el Libro de las Cédulas51 de Nueva España, a fojas 160, y en las
Leyes de la Contrataçión, fol. 10; y últimamente el año de 1572 después de la guerra de Gra-
nada se hizo ley en Madrid para que sean expelidos los de Granada, y después año de 78 es-
crivió V. M. a la Audiencia de México que todos los moriscos, aunque hubiesen pasado con
liçençia se echasen de las Yndias; yo tengo esta carta, digo este capítulo autorizado, y es la
ley 16, tt. 26, lib. VIII Recopilationis, singular ley para lo mismo.
12. En aquella ley 4 ay dos cosas que advertir; la una es que se hizo la premática por
los señores Reyes Cathólicos año de 1502 años y la conçessión del papa Alexandro sexto
quando donó los dominios y jurisdiçiones de infieles a los mismos señores Reyes y al señor
Rey don Manuel de Portugal fue dada en Roma año de 1493, nueve años antes de la premática
y salida de los moros assí que ya estava hecha la conçessión y bula.
13. La otra advertençia es que aviéndose echado los moros de los Reynos y señoríos
que tenía Castilla se les mandó espressamente que no fuessen a los Reynos de Aragón, ni Na-
varra, ni Catalunia, ni a las partes de Africa, ni a tierras del turco, y se les permitió yr a tie-
rras del Soldán de Egipto que entonces se decía Campsón, y assí fueron allá y él tomó la in-
juria por suya y escrivió el año de 1505 al sumo pontífiçe Julio II con un embaxador fraile del
hábito de Sant Francisco guardián del monesterio del Monte Sión, y la carta contenía en suma
que en todo caso no fuessen compelidos los moros de Granada ni los otros de Castilla y Por-
tugal a ser christianos por fuerza por vías directas ni indirectas, echándolos de los Reynos,
porque a ningún christiano compelía él a ser moro. Y éstas eran quexas que açerca de los mo-
ros tenía, haziéndose protector y defensor dellos, y que assí lo mandase a los señores Reyes
Cathólicos y al señor Rey don Manuel, y que no le perturbasen la Yndia ni África, porque si
perseveraban en ello, procuraría destruir la christiandad y asolaría el Sancto Sepulchro de
Nuestro Redemptor. Esta carta embió el pontífiçe a España y a Portugal; respondieron al papa
los dichos señores Reyes como el Soldán mereçía, según lo cuenta bien el obispo Ossorio en
la Historia de Portugal, lib. IV, fol. 122 y siguientes; es buena letura. E querido traer este punto
aquí, porque viene a concluir y confirmar las enemistades viejas del pueblo bárbaro, que dize
la escriptura ser Egipto, contra christianos. Y vistas aquellas respuestas, el dicho Soldán
Campsón adereçó armadas contra Alonso de Albuquerque, general de la Yndia, y passaron
grandes trances. En efeto, se tiene entendido que por entonces desçendieron por el mar Ber-
mejo y otras partes muchos moros que poblaron y predicaron en Maluco, Borney y Javas y en
otras, y en estas Yslas Philipinas, y los pobladores deven de ser los más desçendientes de los
granatenses y otros enemigos que de las Españas vinieron desterrados y con capital enemis-
tad y por esto serán más justas las conquistas que se an hecho y hicieren donde a avido y ay
mahometanos; y en esto es de notar mucho que el santo arçobispo de Florencia en sus His-
toriales, parte 1, fol. 125, tt. 6, cap. 3, § 1, dize de Santo Thomás Apóstol, que el mismo Re-
demptor se le apareçió y lo embió a predicar hazia estas partes, et praedicavit Parthis, Medis,
Persis et Brachmanis intravitque orientalem plagam et interna gentium penetravit. Graves palabras
son éstas y entiendo yo que los bragmanes son ethiopes y abisinos, gente del Preste Juan, y
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oriental plaga es la Yndia oriental, que comiença desde el cabo de Buena Esperanza hasta Ma-
laca y Sumatra. Y en aquellas y estas comarcas será lo que Sant Antonino dize interna gentium
penetravit; singularíssima virtud mostró el señor Rey don Manuel en la respuesta que escrivió
al papa Julio II contra el Soldán, diziendo que aunque oviese passiones entre los Reyes Chris-
tianos, las quales el papa pudiera y deviera remediar y hazerlos que se desocupassen para la liga
contra los enemigos comunes que a lo menos él todo quanto tenía y tuviese en esta vida avía
de ser para quitarla a todos quantos mahometanos ubiese en el mundo, y que si tentasse el Sol-
dán algún desacato contra el Sancto Sepulchro de Jerusalén que la causa pública de toda la
christiandad apartaría las passiones de entre los Reyes Christianos para acudir a la grande in-
juria de todos y dize el dicho obispo en la Historia, fol. 124, communis enim offensio et contumelia
solet animos dissidentes coniungere et stimulis incitare ad poenas de hoste superbissimo repetendas.
14. Quiero inferir (si algo vale mi pareçer) que pues las tierras de Egipto fueron del Ro-
mano Imperio como es notorio y los Soldanes de Egipto poblaron y sujetaron las Yslas de la
Espeçieria y Malucas ut supra resultará de aquí mayor justificaçión de la guerra contra estos
moros, pues el caso en que los doctores no dudan de la justificaçión de la guerra contra ellos
es quando se haze contra los que detentan y están usurpando las tierras que algún tiempo
fueron del Romano Imperio o fueron de christianos según los doctores dizen y refiere Co-
varruvias a quien me remito, in regula Peccaturn, De regulis iuris lib. VI, parte 2, § 9 et § 10; Gre-
gorio López in relectione De bello, col. 3, post medium52. Y en las Historias de los Çéssares y de
Garibay y Sant Antonino de Florencia pareçe que el emperador Trajano llegó conquistando
y sujetando hasta el fin de la Yndia y Malaca, que era la Aurea Chersoneso y Samatra y en-
tiéndese que llegaron por estas yslas y según era aquel emperador orgulloso todas las devió
sujetar pues vino hasta trezientas leguas de aquí. En la ley Mercatores, cod. De comerciis et mer-
catoribus53, paresçe cómo el Imperio Romano partía términos con los persas en tiempo de Theo-
dosio y después, en tiempo del emperador Justiniano, fue sujeta la Persia al imperio chris-
tiano, in Authentica De heredibus et Falcidiae54, in principio, col. 1. Ibi, quatenus Persa conquiescunt.
Y no tuvo mucha razón el doctor Navarro (salva pace tanti viri) de dezir en la Repetiçión del
cap. Ita quorundam, pag 40, nu. 13, que en la prohibiçíón del dicho capítulo y censuras no se
comprehenden los sarraçenos y mahometanos de estas yslas y Yndias, porque dize que no
tratan guerras con los christianos que andamos acá por lo que toca a la religión christiana sino
sólo por las tierras. Va poniendo allí razones y fundamentos en este intento los quales no des-
hazen los que yo arriba tengo dichos y fundados por la Clementina única De ludaeis et Sa-
rracenis y por virtud de la conçessión del sapientíssimo pontífice Alexandro sexto y revali-
daçiones de los suçessores lo qual no hallo que aya ponderado ni tratado Navarro en aquella
Repetiçión, ni en la del cap. Novit, De iudiciis ni otro doctor alguno los quales adonde los tengo
referidos y el obispo de Chiapa55 y otros muchos que se quisieron entrometer a tratar de la
dicha bula y conçessión fue para lo tocante a los yndios infieles simpliçiter ydólatras y no de
estos moros en que yo voy tratando y e tratado en este discurso.
15. Invençible razón pareçe la causa de conquistar moros y sujetarlos y doctrinarlos en
la fee, saber llanamente que a Ysmael de quien se precian los mahometanos desçender lo
llama la Escritura «onager» (que es bestia) según dice Oldrado, Consilio 72, col. 2, cuyas pa-
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Moriscos peninsulares, moros filipinos y el islam... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
labras son éstas, et Sarraceni ad litteram vocantur bestiae, quia Ismael, pater eorum, vocatus est a
domino onager, dicit Merodius, quia futurum erat, quod qui de genere suo descenderent, omnem bes-
tiarum rabiem supergrederentur ut mansuetarum numeras conteretur ab eis, et licet istae bestiae quoad
pastum Petro non videantur commissae, sunt tamen pedibus eius subiectae, quoad dominium et po-
testatem. Justo es subpeditar y domar las bestias semejantes como Aristóteles dize Politicorum,
I, caps. 4 et 5 ibi, et qui nec natura ingenuos habent animos, ut verborum doctrina duci queant. ne-
cesse est quasi beluas quasdam sub iugo ponere et legum austeritate coercendos fore; et idem philo-
sophus, Etbicorum, X, dicit, et per hunc modum coacti, recta operantes, virtutum actibus assuefaciendo,
tandem in bonos viros evadunt, y assí an de sujetarse y domarse y doctrinarse estos bestiales
mahometanos para que vengan a la razón como dize el mismo Aristóteles, Ethicorum, II, ibi,
ex eo enim quod multotiens agitur secundum rationem, imprimitur forma rationis in vi appetitiva,
quae impressio nihil aliud est quam virtus moralis, y ésta devia ser la justificaçión que tomavan
los Romanos para sujetar otras naçiones que ellos dezían ser bárbaros para darles leyes de
razón natural y de virtud. Singularmente lo dize y enseña Marquardo, parte 1, cap. 14, fol.
57, adonde funda bien cómo fue líçita cosa y neçessaria conquistar primero que predicar a
los yndios de la Nueva España, porque fuera impossible predicar sin primero sujetar. El maes-
tro Victoria, aunque dize que no lo quiere affirmar ser justa guerra contra bárbaros tamquam
dementes, también dice, sed nec condemnare audeo, in releetione De Indis56, nu. 18, pag. 371; et est
notandum ibi, dummodo constaret hoc lilis expedire; son para esto tres o quatro decretos admira-
bles, in cap. Schismatici, et seq., 23, q.e 657, adonde Sant Agustín Ad Bonifacium y en lo que escrivió
a los Donatistas y a Vicentio; y Sant Gregorio, por grandes prediçaciones, dize la orden que
se ha de tener en castigar los malos para que vengan a ser buenos y entre otras cosas que to-
das son muy dignas de considerar dize una el Decreto primero allí, que se vea cómo forçó el
Redenptor a Sant Pablo para que amasse y creyesse que fue çegándolo y derribándolo del ca-
ballo y tenerlo atónito sin dexarlo comer, ni bever, ni ver de sus ojos tres días, in actibus apos-
tolorum cap. 958. Y dize singularmente el cap. Vides59 de la misma causa y cuestión, vides non esse
considerandum quod quisque cogitur, sed quale sit illud ad quod cogitur, utrum bonum an malum. Y
pues tenemos por fee ser bueno lo que se pretende edificar en aquellas almas perdidas, es gran
caso dexarlas perder más tiempo. Colligitur ex magistro Victoria, in relectione De Indis60, pag. 371,
cum seq. in vers, alius, titulo posset, usque ad finem Repetitions; muchas cosas y largamente alega
Guerrero in Speculo Summorum Pontificum, Imperatorum et Regum, cap. 31, pag. 80, y en el cap.
45, pag. 140, y en todo su discurso no alega lo más sustancial, que se le olvidaron, la dicha Cle-
mentina única, De Iudaeis et Sarracenis, y la dicha ley 4, tt. 2, lib. VIII de la Recopilaçión.
16. Y para fortaleçer más mi pretensión cathólica açerca de la potestad del sumo pon-
tífiçe procederé sumariamente por relaçión. Papa, canonice electus, est Deus in terris; Felino alega
largo in cap. Ego Nicholaus, in principio, De iureiurando61; et vices Christi gerit in terris, in cap. Ad
apostolicae, vers, Nos itaque, De re judicata, lib. 662; in cap. Ut nostrum, Ut ecclesiastica beneficia63;
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Franco Sánchez e Isaac Donoso Jiménez
in cap. Quanto, De translatione64, et non est purus homo papa, glossa in Extravaganti, ad condito-
rem, Ioannis 22, fol. 29, in Libro Clementinarum; Speculator in tt. Delegato, § Nunc studendum, nu.
51; et vicem non puri hominis, sed puri Dei gerens in terris. De manera que el sumo pontífiçe, assí
como es vicario de Jesuchristo Nuestro Redemptor puro y verdadero hombre lo es de puro
y verdadero dios y es confusión ésta notoria de los que tienen la opinión contra Ostiense afir-
mantes que el Pontífiçe no tiene jurisdiçión en lo temporal y querrán dezir que sólo es vica-
rio de Christo en quanto hombre y no en quanto es verdadero dios y sería yerro notorio pues
le conçedió las llaves y absoluçiones y condenaçiones para el çielo y para la tierra. Es famosa
extravagante de Bonifacio 8ª, prima inter communes65 fol. 6, ibi, certe qui in potestate Petri tempora-
lem gladium esse negat, male verbum attendit Domini proferentis: Converte gladium tuum in vagi-
nam. Uterque ergo est in potestate Ecclesiae, spiritualis scilicet gladius et materialis; y en la potes-
tad de la Iglesia se verifica lo que profetizó Jeremías, cap. 1, como la extravagante dice allí,
ecce constitui te super gentes et super regna, ut evellas et destruas et disperdas et dissipes, aedifices
et plantes; itaque potestas terrena sub spirituali, et inquit Apostolus, 1 Cor., cap. 266, spirituals iudi-
cat omnia et ipse a nemine iudicatur; et sic Imperator ab Ecclesia Romana imperium tenet, in vol. 8
Tractatuum diversorum doctorum, fol. 9, num. 2; quia Ecclesia Romana est uxor Iesu Christi, in cap.
Sicut, 21, q.e 267, ut inquit Petrus de Monte in Monarchia Conciliorum, in vol. 10 Tractatuum diver-
sorum doctorum, fol mihi 98, col. 8, nu. 10; habetque iura terreni ac caelestis imperii, et idem est con-
sistorium Papae et Dei, ut per Ostiensem in cap. Quanto, De translatione praelatorum; Veroyum in
cap. 1, De constitutionibus68, nu. 18, et in rubrica De officio delegati69, nu. 10, fol. 3. Finalmente dice
estas palabras el cap. Cuncta per mundum, 9, q.e 370, cuncta per mundum novit Ecclesia, quod sa-
crosancta Romana Ecclesia ius omnibus habeat iudicandi, nec cuiquam de eius liceat iudicare iudicio.
Si quidem ad illam de qualibet mundi parte appellandum est, ab illa autem nemo est appellare per-
missus; bien lo declaran las leyes de Partida, ley 4, tt. 5, p.da 1ª, ibi, «onde por todas estas ra-
zones debe el apostólico ser mucho honrrado e guardado como aquél que es padre de las al-
mas y señor mantenedor de la fee. Y por esto todos los christianos del mundo quando vienen
a él bésanle el pie, onde qualquiera que dixese afirmando como quien lo cree, que el papa
non ha estos poderes que avemos dicho aquí, o que non es cabeça de Sancta Iglesia, deve aver
tal pena por ello como hereje conoçido». Dize lo mismo por palabras graves la ley 8 del mismo
tt. y p.da, ibi.: «honrrando los christianos al apostólico, honrran a Jesuchristo, cuyo vicario es.
Otrosí honrran a todos los apóstoles, y señaladamente a Sant Pedro, que fue el mayor dellos,
de que tiene lugar, y honrran a toda la christiandad, cuya cabeza es como ordenador y man-
tenedor de la fee». Bien a propósito viene el cap. 2 de la bula de la Çena del Señor, adonde
el pontífiçe Gregorio 13 en los Motuproprios pag. 428, descomulga a los que apelaren para
el futuro conçilio de manera que no hay superior en el mundo y aquella palabra del Re-
demptor, Ioan., cap. 1871, mitte gladium tuum in vaginam; et Matt., 2672: Converte gladium in locum
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Moriscos peninsulares, moros filipinos y el islam... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
suum, se deve entender según y como dixe arriba que significan ser proprio el cuchillo tem-
poral de Sant Pedro tanbién como el spiritual, por decir gladium tuum, entendiendo verbum
tuum praesuponere dominium ecclesiae, ut supra, et ex divina institutione, non equidem humanis cons-
titutionibus, obtinuit primatum Romanus Pontífex, ut pulchre docet praeceptor meus Covarruvias in
lib. XV Resolutionum, cap. 14, nu. 10 et seq., fol. 25, ubi probat haereticum esse contrarium asserere.
17. Visto esto queda llano que no se puede poner en disputa nadie si tuvo o no tuvo
el pontífiçe facultad de hazer la conçessión a los señores Reyes Cathólicos y pues él dio los
dominios y jurisdiçiones de los Reynos, yslas, tierras firmes de gentes bárbaras, y después
ut supra an rrevalidado esto los papas suçesores, mal se deve sentir en los cuerpos y almas
de los que tuvieren o quisieren sustentar que no se pudo hazer la conçessión. Y contra mo-
ros yo tengo por sin duda mi pareçer açerca de lo temporal, tanbién como de lo spiritual, y
aun contra ydólatras sacrificadores de hombres y perpetradores de otras abominaçiones y ti-
ranías. Pero en caso que oviese de valer algo la opinión contraría, sería en simpliciter infie-
les; y replicando sobre la opinión de Ostiense que como tengo dicho es la más común y más
provechosa a la fee de dezir que el papa tiene también la potestad temporal entre otras cau-
sas dize que le pareçe a él, quod in adventu Christi omnis honor et omnis principatus et omne
dominium et iurisdictio de iure et ex iusta causa, et per illum qui supremam manum habet nec errare
potest, omni infideli subtracta fuerit, et ad Christianos translata; et quod iustis causis hoc evenerit pro-
batur Eccli., cap. 10, y por aquella conjunción admirable de entrambas naturalezas divina y
humana. El de Chiapa afirma que esta razón es herética y que habían de quemar bivo al que
la tuviere afirmativamente. Cosa es çierto de considerar una palabra tan rezia, pues no todo
el fundamento de Ostiense y de los graves y doctísimos hombres sus sequaces se funda en
sólo lo tocante a aver perdido los dominios los infieles per adventum Christi, sino también en
otras razones y decretos, como en el discurso ellos mismos ponderaron. Pero bolviendo yo
ahora por Ostiense y su opinión común, muy llano está el cap. Si de rebus, 23, q.e 773, ibi, ad
omnes iniquos et impíos illa vox Domini valet: Auferetur a vobis regnum et dabitur genti facienti ius-
titiam; an frustra scriptum est: labores iniustorum pii edent? Es decreto famoso, incluso in corpore
iuris y pruébase en toda aquella causa y cuestión, 23, q.e 7. Y no hace poco al caso lo que Paulo
Orossio dize y está referido por el historiador de La Pontifical, lib. 1, fol. 10, que el día de la
natividad del Redemptor aviendo naçido en Betlén dixo en Roma y mandó aquel empera-
dor Augusto Çessar por edicto universal y vando público que de aquel día en adelante na-
die lo llamase a él Señor, pronosticando que avía ya naçido en el mundo el Señor de todos;
cosa de grande consideraçión es un edicto del que se llamava emperador del mundo, y es-
tando en Roma mill leguas de Betlén se rindió llanamente; bien le agradeçió y le esperó Dios,
para que le conoçiesse y fuese christiano por aquel reconocimiento, pues le dexó ser Empe-
rador çinquenta y seis años y ningún Emperador a llegado a tanto tiempo de imperio des-
pués de él, según la historia pontifical, lib, 6, fol. 148, col. 4, adonde dize que tan poco a lle-
gado ningún pontífiçe a los años del pontificado de Sant Pedro, y que el emperador Federico
tercero, asçendiente de V. M., imperó çinquenta y tres años. Y si Adán solo que era puro hom-
bre como el dicho obispo dize tuvo estos dominios y jurisdiçiones del universo, con mayor
razón perteneçen a su Criador, el segundo Adán, que así lo llama Sant Pablo, 1 Cor., cap. 15,
a Jesuchristo, siendo hombre y Dios, y Dios y hombre, por cuyo naçimiento tuvo exordio el
mundo, y por su muerte quedó destruida y muerta la muerte, y por su rresurrectión tomó
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principio la vida in cap. Quot die, distinct. 7574. Y así lo canta la Iglesia: “Mortem nostram mo-
riendo destruxit et vitam resurgendo reparavit.” Todos los sanctos hystoriadores lo dizen, y
el Archiepiscopo Florentino, parte 1, tit. 4, cap. 1, fol. 59, col. 1, et alibi saepe. Profetizado es-
tava por David, Ps. 2375: Attollite portas principes vestras, et elevamini, portae aeternales; et introibit
rex gloriae. Y assí se deve entender que las puertas que el demonio tenía çerradas con sus em-
baymientos y abominaçiones y homiçidios se abrieron con la venida del hijo de dios; y en la
vigilia del día de Navidad dize la iglesia, delebitur iniquitas terrae. Y el día dize, magnificatus
est rex pacificus super omnes reges universae terrae76. Y aora se deven abrir las puertas de los ti-
ranos mahometanos y visitarles V. M. como Señor y Rey de todos los hombres y mantene-
dor del mantenedor de la fee. Gran vergüença es de los que contradizen las conquistas con-
tra moros, y sin lo dicho basta y sobra, que con diez máximas o reglas de Mahoma se haze
adversario y enemigo capital insultando el nombre christiano y diziendo contra la conçep-
ción y contra la divinidad de Christo, y contra la muerte y passión, y contra la dignidad de
la Sanctíssima Trinidad, y contra el baptismo de nuestra salvaçión, y otras blasfemias increí-
bles como refieren los historiadores y el Fortalitium Fidei, fol. 187, col. 2, que son injurias co-
munes de la yglesia cathólica y conviene castigarlas. Estoy por dezir y digo y afirmo que sin
la dicha bula, y aunque no se oviera hecho esta conçessión para la casa de Castilla, pudiera
V. M. christianíssimamente enviar por todo el mundo a la predicaçión y conversión de estos
infieles y paganos, y compadeçiéndose de ellos, alçar las fuerças y librarlos de las tiranías del
demonio y de sus malaventurados tiranos Reyes, y defender los oprimidos y darles lumbre
de fee christiana, que ésta es la más propria virtud de los Reyes Cathólicos; libertar de los ca-
lumniantes a los que poco pueden y saben, y obra piadosíssima, por lo que famosamente dixo
el doctor Azpilcueta Navarro en su larga Repetiçión del cap. Non in inferenda, 23, q.e 377, non
in inferencia sed in depellenda iniuria lex virtutis est. Qui enim non repellit a socio iniuriam, si po-
test, tam est in vitio, quam ille qui facit. A él me remito y a una ley real que él no alega, in lib.
III, tit. 16, Partida 2, ibi, «e por ende a tal fecho como éste, de que tanto mal podía venir, to-
dos son tenudos de venir luego a tollerlo, bien ansí como farían al fuego que ençendiese la
villa o las casas en que morassen». Bien alude lo que el maestro Victoria trata De Indis Insu-
lanis, nu. 978, pag. 362 et nu. 18, pag. 371, et seq., y mejor en el nu. 15, pag. 368, y los demás que
está dicho trataron de los infieles, y quánto más avría lugar contra moros, ut supra et infra.
18. Convénçense los de la opinión contraria pues por librar del demonio y de los peca-
dos al género humano, vino el Redemptor al mundo, y pudo muy cathólicamente el pontífiçe
hazer a V. M. y suçessores tutor y corregidor perpetuo de todos los bárbaros, y enseñador de
la fee, como quando se dan tutores a huérfanos tiranizados, ignorantes o furiosos locos (ff. et
C. De curatore furiosi)79, mayormente dándoles maestros y predicadores, y audiençias reales y
governadores que a los tales perdidos y subpeditados del demonio los induzgan y puedan
apremiar, que assistan a dios y lo conozcan y a los malos y tiranos Reyes destruirlos por el
amançebamiento que tienen con el demonio y con aquel onagier maldito hereje Mahoma.
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Moriscos peninsulares, moros filipinos y el islam... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
19. V. M. tiene tan por suyos todos estos Reynos y los que están por descubrir, que en las
instruçiones dadas con acuerdo y deliberaçión, consulta y Resoluçión de sus consejos, está man-
dado muchos tiempos a, que los descubridores, en qualesquiera partes que llegaren, tomen
luego la possessión de la tierra y provinçias con la solemnidad de possessión que el derecho
requiere, y traygan fe y testimonio dello en pública forma. En el capítulo 13 de la instruçión or-
dinaria80, y açerca de las poblaçiones que se an de hazer, está mandado en el Cap. 136 que si
los naturales se pusiesen en defender los edifiçios, puedan los pobladores hazerles tanto daño
quanto sea menester para defensa de la poblaçión y para que no se estorve, y sólo esto bastava
para tapar las bocas a las solturas de los que atrevidamente quisieron poner escrúpulo en las
bulas de la conçessión del papa Alexandro 6 y suçessores, y el obispo de Chiapa quam plura
scripssit, quae conscientiae et famae suae consultius fuerat illa tacuisse, aunque algunas cosas tocó
bien, pero con muy demasiadas exageraçiones y superlativos, innitens prudentiae suae con-
tra doctrinam Salomonis, fili mi, habe fiduciam in domino, ne innitaris prudentiae tuae, ne sis
sapiens apud temetipsum, in cap. ne innitaris; de constitutionibus81, ibi, prudentiae suae inni-
titur, qui ea quae sibi agenda videntur, patrum decretis praeponit, son palabras graves de Sant
Jherónimo, como allí lo dicen la glosa y doctores, de manera que el dicho de Chiapa ubiera de
aver visto y entendido los decretos que yo tengo alegados, para no hablar tan osadamente.
20. Quiero dexar aparte las causas de la guerra de los yndios simplemente gentiles, en
lo qual harto escrivieron Victoria y Greg.o López y Marquardo y Covarruvias y otros, ubi su-
pra, que ponen muchas causas justas como quando no admiten la predicaçión; y quando nos
hazen inquietud y guerra sin offenderlos, y nos defendemos dellos, pone çinco causas de gue-
rra justa Covarruvias, ubi supra, in Regula peccatum, fol. 66; fray Alonso de Castro, diez, De
iusta haereticorum punitione, fol 127, lib. 2, cap. 14; Matheo de Afflictis pone 17 causas, in tt.
Hic finitur lex, in cap. Domino guerram, in usibus feudorum, fol. 54. Lucas de Pena in l. 2 C. De
apparitoribus82, 1a col., lib. 12, pone trece causas; también lo declara el padre fray Johan Fro-
cher en su itinerario cathólico83, cap. 6, De licita evangelizantium defensione, fol. 5 et seq. Y V. M.
tiene permitido y ordenado lo que se deve hazer en el dicho capto. 136 y en otros de las ins-
truçiones que se mandan dar a los descubridores y pobladores de tierras nuevamente ha-
lladas, y que se hallaren.
21. Pero en ninguna ordenança ni capítulo de las dichas instruçiones de descubri-
mientos y conquistas, poblaçiones y pacifiçaciones de las Yndias nunca e visto, aunque e te-
nido curiosidad, que aya tratádose de la guerra contra mahometanos de estas partes, de lo
qual naçió que yo tomase este trabajo de escribir açerca della y advertir a V. M. y para que
se nos enbíe instruçión y aviso de la orden que se tendrá en lo que se paçificare, porque en
lo que está paçificado, ya no ay en las Philipinas hombre que ose adorar públicamente a Ma-
homa; que plugo a dios de atajar la pestilençia que començava quando vinieron españoles
aquí, y no embargante que los llaman en Manila y toda esta ysla de Luzón, moros, no lo eran
sino pocos, y los más son ydólatras simples, y se an quedado con este renombre de moros;
80. Se refiere a las Ordenanzas de Felipe II sobre descubrimiento, nueva población y pacificación de las
Indias promulgadas en 13 de julio de 1573. Cfr. su texto en Francisco MORALES PADRÓN: Teoría y
leyes de la conquista, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica del Centro Iberoamericano de Coo-
peración, 1979, pp. 489-518.
81. Decretales, Hb. 1, tít. 2, c. 4.
82. Tít. 53 (52).
83. Prima pars.
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lo de que se pretende saber instruçión aora es para los de Maluco y Borney, Mindanao, Xo-
loc y Siam y Patán y otros Reynos, en que están edificados mahometanos, y los de Borney
suelen ser cossarios y venir aquí a prender hombres y captivarlos y contratarlos allá.
22. Una cosa quiero advertir açerca de este tratado y es muy essençial y con ella se jus-
tifica quanto tengo dicho, que en la Yndia predicó el apóstol Sancto Thomé, y en Goa se ha-
lló en unos çimientos de una casa un cruçifixo de metal, que devió ponerlo allí, y avía muchos
christianos cuando portugueses fueron, y se sabe que por sus manos el apóstol hizo muchas
casas, y convirtió gentes, y se halló una donaçión que un Rey hizo escripta en una pasta de
metal en letra canarina, que virtualmente decía: “En nombre de dios, Criador de todos los tres
mundos, çielo, y tierra, y luna, y estrellas. El qual por amor de su pueblo le plugo venir a tor-
nar carne a este mundo, etc.”, según dize Barrios en la segunda Década, lib. 5, cap. 1º. Y en la
çiudad de Cranganor de la Yndia, çerca de Cochimo, se hallaron muchos christianos de los
de Santo Thomás, con templos y yglesias christianas, de quien cuenta el obispo de Algarve
Ossorio muchas particularidades, desde la hoja 119 hasta el fin del libro 3º y por esto y por la
inquietud que causavan los moros les mandó hazer guerra abierta el señor Rey don Manuel,
como refiere el obispo, lib. 2, fol. 65, y en lib. 4, fol. 124, col. 1. Están llenas las historias de gue-
rras de moros de la Yndia contra christianos, y en la ysla Zocotora se hallaron muchos chris-
tianos por Albuquerque y Acuña año de 7, que tenían saçerdotes y pagaban diezmos, como
dice el obispo Ossorio, lib. 5, fol. 164, que estavan tiranizados de mahometanos y los libraron.
23. Aquí se ha tratado por el obispo don frai Domingo de Salazar84 contra los conquis-
tadores en muchas jornadas que an hecho en estas yslas y se compelen y an compelido a de-
sembolsar las restituçiones de las cosas que tomaron en cada lugar, por dezir que fueron ro-
badas, y en esto a usádose con ellos de rrigor, en no los querer confesar ni absolver, si no
restituyen, y compélense los que tienen por los que no tienen in solidum, como mancomuna-
dos, sin aver partes que pidan, y sin preçeder contradictorio juizio, y sin saber espeçialmente
quién y cuántos y quáles son los damnificados, ni los a quien se a de restituir, ni si son moros
o simples infieles idólatras, y sin estar juzgado haver sido líçitas o con causas justas las gue-
rras o reecuentros, y sin hazerse distinçión alguna de que las cosas tomadas a los naturales
fuessen para comer y sustentarse, o también para robar illíçitamente; buena es la dificultad y
tiene todos los miembros y distinçiones que digo, y porque todo ello a ydo en confuso y po-
drá venirse a tratar en esta Real Audiençia, quiero dexarlo y no manifestar mi voto.
24. Dice Sant Antonino que fue baptizado Mahoma, y lo era su preçeptor; la Historia Pon-
tifical, lib. 4, fols. 135 y 136, dize que Sergio fue maestro de Mahoma y lo baptizó y tuvo las he-
rejías de Arrio y Manicheos y Sabelio e Unomio, Maçedonio y Çerdón. Y en tiempo del admi-
rable doctor Sant Ysidro arçobispo de Sevilla, fue disimulado Mahoma a Córdova y començó
a predicar su secta, diziendo que Jesuchristo aunque avía naçido de la virgen María y por obra
de Spíritu Sancto, que no era dios ni avía muerto. Embiólo a prender el sancto arçobispo, y hu-
yose en África, y allí predicó y dogmatizó los africanos, de donde an venido tantos trabajos y
84. Sobre la personalidad y escritos del obispo Domingo de Salazar escribieron en su introduc-
ción L. HANKE; A. MILLARES: Cuerpo de documentos, op. cit., pp. XXXV-LI, publicando en el apén-
dice documental tanto el “Tratado del título que los reyes de España tienen para ser señores
de las Indias” (Madrid, 1593, nº VI, pp. 185-192) al que se está refiriendo en su carta Melchor
de Ávalos, como su otro “Tratado en que se determina lo que se ha de tener acerca de llevar
tributos a los infieles de las Islas Filipinas, hecho por Fray Domingo de Salazar, de la Orden
de Santo Domingo, y obispo de dichas islas” (c. 1593, nº V, pp. 117-184).
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Moriscos peninsulares, moros filipinos y el islam... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
persecuçiones a la yglesia cathólica, como lo refiere el Fortalitium Fidei fol. 166. Y pues aquel mal-
dito impostor fue a contaminar las Españas y las tierras christianas, y lo dize la Historia Pon-
tifical, lib. IV, fol. 151, y que fueron causa estas morismas del mayor mal que jamás el género
humano a reçibido; porque si bien discurrimos en el negoçio, hallaremos que de aquí an naçido
todas las guerras y males que a avido en el mundo en poco menos de mill años, y de aquí
tuvo prinçipio la perdiçión de la mayor parte de la tierra, y ésta fue causa de que la república
christiana, que estava entonçes desparzida por todo el oriente en África y Egipto y por el mar
mayor y casi en todo lo poblado del mundo, se aya venido a arrinconar, y de aquí naçieron to-
dos los males que nuestra España a padesçido del dicho tiempo a esta parte. Va contando allí
el doctor Yllescas muchas y grandes calamidades de la christiandad, y pues tomaron y ocuparon
sus moros las tierras y mares de christianos, justo es desarraygar todas sus raízes ut supra que
vienen desde el año 615, según Sancto Thomás Contra gentiles, libro 1º, caplo. 6, y según otros
muchos que alega Rojas, De haereticis, 1ª pte., in principio, nu.o 14, pag. 7.
25. No es advertençia para dexar de dezir, pues Mahoma fue baptizado, según dizen
los historiadores, y tuvo las herejías arriba dichas, que en efeto fue hereje formalmente y dog-
matizador y mantenedor de herejías, aviendo sido christiano, ut in 1. 1ª, tt. 3, lib. 8 Recopila-
tionis, rub. 26, pda. 7, per Covarruvias, lib. 3 Resolutionum, cap. 1º, nu. 2 et ibi allegat plures; et plura
Castro, De iusta haereticorum punitione, lib 1º, cap. 1º et 7, fol. 25 et seq.; episcopus Simancas, tt. 31,
De haereticis, nu. 4, fol. 139 et seq.; et alibi saepe doctores. Viene bien la doctrina de Sant Jheró-
nimo, canonizada in cap. Resecandae sunt, 24, q.e 385, Resecandae sunt, inquit textus, putridae car-
nes et scabiosa ovis a caulis repellenda, ne tota domus massa, corpus et pecora ardeant, corrumpan-
tur, putrescant et intereant. Arius in Alexandria una scintilla fuit, sed quoniam non statim oppressus
est, per totum orbem eius flamma populata est. Lo mismo se prueba en todos los decretos de aque-
lla causa y cuestión. Bien es verdad quod non sunt haeretici qui non sua audacia sed aliena sedu-
cuntur in errores, ut in cap. Dixit Apostolus86, eadem causa et quaestione, y por esto los sequaçes
enseñados de Mahoma, no siendo baptizados, no serán herejes formalmente, pero sonlo largo
modo, ut per Gundisalvum de Villadiego, in tractatu De haereticis, 1ª q.e 1, in 4 vol. Diversorum doc-
torum, fol. 80; Paulus Grilandus in eodem 4 vol., fol. 75, vers. 2 Quaero. Y assí se entiende que no
todos los creyentes y defensores serán herejes formados, sino largo modo et improprie,
quando no son baptizados, ut per doctores omnes ad quos me refero, y éstos que como digo no
son baptizados, que tienen y mantienen herejías y opiniones mahometanas, que virtualmente
todo el Alcorán está lleno de herejías de Arrio y de los otros referidos, y son herejes largo
modo et improprie, deven ser punidos y castigados por el brazo real seglar, ut inquit Siman-
cas, tt. 31 De haereticis, nu. 4, fol. 140, col. 1, ibi, nam si baptizatus non esset, a iudice saeculari pu-
niri deberet; ad eum me remitto et ad ibi relatos doctores porque todos los infieles y judíos y mo-
ros, adonde estuvieren, son del fuero y jurisdiçión secular y no eclesiástico, quia
constitutionibus canonum non ligantur, ut refert Anania in rubrica De Iudaeis et Sarracenis, nu. 9,
et doctores in Clementina 1, eodem tt. et in cap. Quod super his, ubi Abbas, nu. 14, De voto; Mar-
quardus singulariter in parte 2, cap. 2, nu. 3, fol. 62 et fol. 63. Y todo esto viene bien con lo que
yo arriba tengo dicho que estos moros de por acá, aunque no sean baptizados, deven ser cas-
tigadas de V. M. sus iniquidades y blasphemias y heregías formadíssimas que de per se lo son,
aunque los moros no se digan herejes formalmente por no ser baptizados, en lo qual, como
dicho tengo, el doctor Covarruvias y Castro y Simancas lo enseñan bien et alibi dicam.
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26. Aquí se puede tratar del entendimiento de una cédula de V. M. escripta al adelan-
tado Miguel López de Legazpi, cuyas palabras son éstas: “También se nos a pedido por vues-
tra parte, que atento a que ay en essa tierra yslas de moros y ellos vienen y tratan y contra-
tan, los quales impiden la predicaçión del Sancto Evangelio y os inquietan, os damos liçençia
para hazer a los tales moros esclavos y tomarles sus haziendas, y estaréis advertidos que si
los tales moros son de su naçión y naturaleza moros, y vinieren a dogmatizar su secta ma-
homética o hazer guerra a vosotros o a los yndios que están a nos sujetos y a vuestro Real
servicio, los podréis hazer esclavos; mas a los que fueren yndios y ovieren tomado la secta
de Mahoma, no los haréis esclavos por ninguna vía ni manera que sea, sino procuraréis de
los convertir y persuadir por liçitos y buenos modos a nuestra sancta fee cathólica”.
27. Una máxima haze esta çédula, y es de mandarse hazer esclavos los moros que vi-
nieren a estas yslas a dogmatizar y predicar la secta de Mahoma y a los que impidieren la
predicación de nuestra fee, y aora buelvo yo a suplicar a V. M. que mande consultar lo que
tengo dicho, juntamente con la dicha çédula o capítulo de carta, para que tengamos acá re-
solución. No tengo de passar sin tocar la tacha que imponen aquí algunos al doctor Sande,
diziendo que tuvo gran culpa en quemar la mezquita de Mahoma en Borney, porque dizen
ser aquel Rey paçifico; a mí me pareçe por lo dicho y por lo que diré adelante, que si no la
quemara, cayera Sande en mal caso; pruévase por lo que dize frai Alonso de Castro, lib. 2,
De iusta haereticorum punitione, cap. 14, fol. 126, col. 4, et seq., ex cap. 12 Deuteronio87, Disipase aras
eorum, et confringite statuas; lucos igne comburite, et idola, comminuite; disperdite nomina illorum
de locis illis. Sobre lo qual la glosa ordinaria pone la causa y es ut memoria et idolatriae prorsus
tollantur, et sic tanta Dei iniuria in populo suo evitetur. Assí que en aquella parte de Bornéi, con-
veniente cosa fue quemar y assolar la mezquita, no embargante que de derecho y por ley pri-
mera, tt. 25, pda. 7, las mezquitas que los moros solían tener antiguamente eran del Rey
christiano, en cuya tierra se permitían y toleraban habitar; aluden la ley 1ª y la ley nemo88 y
la ley omnia89, C. De paganis et sacrificiis et templis eorum. Pero en Borney fue aquello cosa ne-
çessaria por no se aver podido quedar el doctor Sande allí, ni dexar presidio, a causa de que
algunos capitanes y soldados dexaron a su general en aquella çiudad, que tan virtuosamente
y tan en serviçio de dios avían conquistado, y se bolvieron a Manila, y se quedó el Doctor
Sande, que aunque los permitió bolver, fue para provarles si la gana que tenían de venirse
era çierta, y assí los despidió desgraçiadamente, confiándose en que dios le daría salud, y
como sobrevinieron enfermedades al resto que le quedava de gente, ubo de venirse a su pe-
sar, porque aquel Reyno es importante mucho, y escala para todas las navegaçiones de por
acá de la Yndia y Malaca para Malucos, y de acá para allá y para Siam y Patán y Javas, y para
yr a España sin rodear. Y llamar los frailes al moro de Borney Rey paçífico, rezio caso es y
áspera cosa, siendo Rey mahometano doctrinado en la capital enemistad del nombre chris-
tiano. El prohemio de las Decretales dice, Rex pacificus pia dispositione disposuit sibi subditos fore
pudicos, pacificos et modestos, y nada desto tienen los moros de Borney, ni otros de otras par-
tes que guardan bien la orden de hurtar y robar, porque Mahoma y sus prínçipes no les dan
otros gajes ni estipendios, sino lo que robaren, según refieren Angelo de Perusio, in lib. 2, §
Cum in eadem, ff. Ad legem Rhodiam de iactu90; Alciato in lib. I De verborum significatione, in fi-
87. Vers. 8.
88. Lib. X, tít. 11, 1. 8.
89. Ibid., id., 1. 5.
90. Lib. 14, tit. 2, 1. 2, § 2.
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Moriscos peninsulares, moros filipinos y el islam... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
nalibus verbis. Y fue el séptimo preçepto del Alcorán de Mahoma que todos puedan robar y
cautivar y matar, según lo refiere el Fortalitium Fidei, fol. 184, col. prima.
28. Después de lo que está dicho, por principio de este año de 85, aconteçió hazer el
provisor de aquí una informaçión, la qual yo e visto, contra don Agustín Alcándora gover-
nador de Tondo, y don Gerónimo Bassa y Juan Bassa y otros sus hermanos y parientes bap-
tizados del pueblo de Tondo, que es el río en medio desta çiudad, un quarto de legua della,
los quales aviendo muerto su madre Bine en la secta de Mahoma, la enterraron a su usança
y según como estavan y están enseñados de los alfaquíes que antes de aora venían a dog-
matizar de Bomei, a los quales llamaban Siac91, y para enterrarla tomaron algunos ritos de
la infidelidad y ydolatría, y se fueron a una aldea, y en la plaça con mucha pompa hizieron
el entierro con el túmulo de vara y media de alto del suelo, y la ungeron y çahumaron di-
ziendo alatala92 y la pusieron la tanda tanda, que ellos dizen ser unos palos muy bien labra-
dos como a manera de clavos largos de una terçia, el uno junto a los pies y el otro junto a la
cabeça, con protesta de que Mahoma avía de llevar a la mala vieja en camino de salvaçión,
y la faxaron y enbolvieron en limpias sávanas, y la pusieron una tabla ençima para que no
le cayesse polvo ni tierra; están pressos los denlinquentes por el eclesiástico, y estamos a la
mira presidente y oydores para suplir en el castigo lo que convenga, por ser christianos bap-
tizados los consortes aunque la vieja no lo era; dizen los testigos que se halló presente un moro
de Borney. Enviarse a desto relaçión de lo proçesado, para que en el consejo se vea.
29. El doctor Francisco de Sande, siendo governador, hizo proçesos y justiçia contra los
dichos alfaquíes que aquí hallo haver venido a dogmatizar y enseñar la secta, y de aquí tomó
fundamento y ocassión la jornada que el dicho doctor Sande hizo a Bomei, adonde fue ade-
reçado aunque de paz y con vandera blanca, y reçibido de guerra por el Rey Soltán Lexar, y
forçossamente ubo de pelear y se retiraron los moros y entraron la çiudad los christianos y
hallaron que avía mandado el Rey matar y avían muerto a Martín, yndio prinçipal, uno de
los embaxadores, y el otro, llamado Simagate de Balayán, que eran vasallos de V. M., de esta
isla de Luzón, lo hallaron presso y para justiçiarle, y lo sacaron de las cárçeles los españoles,
y él y otros que fueron tomados en las galeras de Bomei declararon lo que passava, y cómo
avían los moros rompido las cartas y muerto al embaxador a puñaladas, burlando de las car-
tas y de quien las escrivia. En esto es de notar que los embajadores de iure gentium deven ser
hospedados y venerados y guardados de los enemigos adonde van como una cosa sagrada
y sancta: in l. finali ff., De legationibus93, ibi, si quis legatum hostium pulsasset, contra ius gentium
id commissum esse existimatur, quia sancti habentur legati. Y aun dize el testo allí que el que a
los embaxadores legados tocare, deve ser entregado a la voluntad del general del campo con-
trario, cuyo era el embaxador a quien maltrataron, por ser como está dicho inviolables: in lege
Sanctum § 1º, ff., De rerum divisione94. Para lo mismo es la ley 9, tt. 25, pda. 7: “Magüer los men-
sajeros vengan de tierra de enemigos, tenemos por bien e mandamos que todo mensajero que
venga a nuestra tierra, quier sea christiano o moro o judío, que venga y esté y vaya seguro
y salvo por todo nuestro señorío”. Los doctores en las mismas leyes los llaman ambasiato-
res, y esto también dize açerca de la seguridad dellos el maestro Victoria in Relectione De In-
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dis insulanis95, pag. 361, y hazen gran recomendación dellos Fortunio Garsía in Repetitione le-
gis Conventionum, ff. De pactis96, nu. 20, et seq., in vol. 1 Repetitionum, fol. 391; Matheus de Afflictis,
in tt. Quae sint regaliae, fol. 186, nu. 60. Y era causa esta offensa para hazer la guerra, como lo
dize Lucas de Penna in l. 1ª C. Ut rustici ad nullum obsequium, lib. ii, fol. 178; idem Lucas in lege
unica Cod. Ut annorum usus inscio principe, lib. ii, fol. mihi 153, col. 2, adonde contando treze cau-
sas de guerra justa, pone la sexta diciendo, si iniuria irrogatur principi vel eius legato, y alega
la guerra que hizo David contra el Rey Hanón, que avía raído las barbas de los mensajeros.
Lo mismo tiene Matheo de Afflictis in tt. Hic finitur lex Friderici, in cap. Domino guerram, nu.
12, in usibus Feudorum, fol. 54, col. 1, in lib. II Regum, cap. 10, 11 et cap. 12. Y esta causa misma
de guerra justa pone mejor Castro, De iusta hareticorum punitione, lib. 12, cap. 14, et est causa
7, fol. 127. Y cuenta como aquel Rey Hanón de los Amonitas hizo a los legados y mensajeros
de David raerles las mitades de las barbas y cortarles las vestiduras hasta donde quiso ver-
gonçosamente. Viene grandemente al propósito la parábola de Jesuchristo nuestro Señor
acerca de los convidados Matt., cap. 2297, ibi, Reliqui vero tenuerunt servos eius, et contumeliis af-
fectos occiderunt; rex autem cum audisset, iratus est, et missis exercitibus suis, perdidit homicidas illos,
et cioitatem illorum succendit. Assí que el doctor Francisco de Sande tuvo bastante causa y ra-
zón para satisfazer la injuria, pues fue a combidar de paz para la fee cathólica, y tan enemi-
gos son los Bornéi, que aviendo traydo el doctor Sande un hermano del Rey que se dezía…98
éste casó una hija que traxo con el dicho don Agustín Alcandora que como dixe fue presso
por él en tierra de su madre, y aviendo ydo y buelto a Borney a ver a su hermano el Rey, lo
mandó matar y fue muerto por que havía tomado parentesco con hombre baptizado; et de ta-
libus ambasiatoribus plura docet Lucas de Penna in rub.a C. De legationibus, lib. 10, fol. 100.
30. Caso es muy de sentir el coraçón christiano español que en los tiempos pasados, como
dize el arzobispo de Florencia, parte 2, fol. 109, los mahometanos oviesen echado y despojado
christianos de España, y los aliados de Aygolando pagano, príncipe de los exérçitos infieles fue
contra Carlo, Rey de Françia, y congregó innumerables gentes, sarraçenos, mauros, moabitas,
ethíopes, parthos, africanos, persas, el Rey de Arabia, y el de Alexandría, y el Rey de Buxía y
de Algarve y de Berbería y de Meca y el Rey de Sevilla y el de Córdova, y llegó hasta Gasco-
nes y todo esto contra christianos, aunque fueron vencidos los moros; y aora lo que digo que
a de sentirse es contradezir algunos estas conquistas de moros discípulos y desçendientes de
aquellos enemigos comunes de la yglesia, y de creer es que de los expelidos de las Españas por
los señores Reyes Cathólicos, que serian entre judíos y moros más de quatrocientas y veynte
mill ánimas, algunos y muchos dellos vinieron por estos arrabales del mundo, y a de durar la
enemistad de sus deçendientes y disçípulos como la tuvieron sus mayores ut supra refiere la
cantidad que digo y alega autores Albertino, in rubrica De haereticis, q.e 3, nu. 6.
31. En dos dudas dexaré de dar mi voto por aora aunque estoy rresuelto hasta que se
determinen por sentençias; y es la una si los mahometanos serán compelidos a pagar los diez-
mos a la yglesia; y la otra duda es si a los dichos podrán imponerse doblados tributos que a
los gentiles simpliciter.
160
Moriscos peninsulares, moros filipinos y el islam... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
32. Por ser ponderaçión digna de notar diré que los pontífiçes Romanos, teniendo co-
mo perdido o entretenido su derecho açerca de su señorío y superioridad temporal, se començó
a recobrar por el papa León 3º y en tiempo del Emperador Carlo Magno, devió ser año de 800,
y este pontífiçe començó esta preeminencia de juzgar Emperadores y Reyes, y Gregorio 5º la
perfiçionó, y perteneçe a los pontífiçes por lo que yo tengo dicho. Y porque en efeto son vi-
carios en la tierra de aquél por quien reynan los Reyes y se goviernan por justas leyes las pro-
vincias, y assí lo dize la Historia Pontifical, lib. 4, fol. 187 y fol. 236, y los otros historiadores,
y en su coronación los Emperadores juran a los pontifiçes la fidelidad y la sujeçión in cap, Tibi
domino, 63 distinct.99; et imperatores et reges habent iurisdictionem a Papa, ut in cap. Cum ad verum
ventum est”, 96 distinct.100; in cap. Alius 15, q.e 6101; et plura supra allegavi ad quae me remitto.
[c.] Con sola una cosa que diré, dexaré esta prolixidad de mi carta, y es traer a la me-
moria de V. M. las exhortaçiones y requerimientos que el pontifiçe Alexandro 6 hizo a los se-
ñores Reyes Cathólicos y a sus suçessores quando conçedió la bula, recomendándoles la pro-
secuçión de la conversión de estos miserables, rogándoselo por el baptismo que reçibieron y
por las entrañas de Jesuchristo, posponiendo los peligros y trabajos y gastos, ibi, hortamur vos
quam plurimum in Domino, et per sacri lavacri susceptionem, qua mandatis apostolicis obligati estis,
et viscera misericordiae Domini nostri Iesu Christi attente requirimus, ut cum expeditionem huiusmodi
omnino prosequi et assumere prona mente orthodoxae fidei zelo intendatis, populos in huiusmodi in-
sulis et terris degentes ad Christianam religionem suscipiendam inducere velitis et debeatis; nec peri-
cula nec labores ullo umquam tempore vos deterreant, firma spe fiduciaque conceptis, quod Deus om-
nipotens conatus vestros feliciter prosequetur”, etc. Con esto se dixo que avía V. M. muy bien y
cathólicamente respondido al virrey don Martín Enrríquez, el qual desde México avía escripto
que pues hasta entonçes era y avía sido más la costa que el provecho de estas yslas, que sería
bien despoblarlas. Dios tendrá el cuydado de gratificar tan esclareçidos serviçios como el di-
cho pontífice lo profetizó diciendo, Deus omnipotens conatus vestros feliciter prosequetur.
—. En la çiudad de Manila, de las Yslas Philipinas, 20 de Junio, día de Corpus Christi,
año de 1585.
[rúbrica]
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Francisco Franco Sánchez e Isaac Donoso Jiménez
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Moriscos peninsulares, moros filipinos y el islam... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
RESUMEN
Continuación del trabajo «Moriscos peninsulares, moros filipinos y el is-
lam en el extremo oriental del imperio español: 1. Estudio y edición de la Se-
gunda carta para la S.C.M.R acerca de los mahometanos de las Philipinas de Melchor
de Ávalos (1585)», publicado en el volumen anterior de esta misma revista. En
esta ocasión se publica el primer memorial enviado por Melchor de Ávalos el
20 de junio de 1585 a Felipe II, con una nota introductoria.
Palabras clave: Melchor de Ávalos, Islam, moriscos, moros, Filipinas, po-
lémica antiislámica, derecho canónico.
ABSTRACT
This is the second part of the article «Moriscos peninsulares, moros fili-
pinos y el islam en el extremo oriental del imperio español: 1. Estudio y edición
de la Segunda carta para la S.C.M.R acerca de los mahometanos de las Philipinas de
Melchor de Ávalos (1585)», featured in the last issue of this journal. We publish
in the present the First Letter sent by Melchor de Ávalos to the Spanish King
Felipe II in June 20, 1585, published with an introductory note.
Key words: Melchor de Ávalos, Islam, moriscos, moros, Philippines, anti-
Islamic debate, canon law.
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Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016), pp. 165-202
INTRODUCCIÓN
Aunque el conocimiento de la existencia del Mancebo de Arévalo y su obra
se remonta a 18391 y posteriormente mereció cierta atención de E. Saavedra, de
M. Menéndez Pelayo y de los arabistas Miguel Asín Palacios y Julián Ribera2,
será a partir de 1958 cuando comenzará el estudio científico de la obra de este
morisco castellano que está escrita en lenguaje aljamiado, es decir, en castellano
que utiliza la grafía árabe. Ese año Leonard P. Harvey publica su tesis doctoral3
en la que estudia una de las obras del Mancebo, el Breve compendio de nuestra
santa ley y sunna. A partir de entonces la atención prestada a este autor, que oculta
su identidad bajo el pseudónimo de Mancebo de Arévalo, ha ido en aumento,
no solo porque se han publicado otros dos importantes libros suyos (Sumario de
la relación y ejercicio espiritual...4, y Tafsira5), y también un pequeño pero intere-
sante Calendario Musulmán6, sino porque concurren en su obra una serie de ele-
mentos de gran interés y novedad que resumidamente son los siguientes:
* Este estudio se ha realizado en el marco del proyecto de investigación “Islam medieval en Cas-
tilla y León: realidades, restos y recursos patrimoniales (siglos XIII-XVI)” (VA058U14).
** Universidad de Salamanca.
1. P. de GAYANGOS, “Language and Literature of the Moriscos”, British and Foreign Review, VIII,
(1839), pp. 63-95.
2. E. SAAVEDRA, Discurso de ingreso en la Real Academia Española, 29 de diciembre de 1878, Impr.
Compañía de Impresores y Libreros, Madrid, 1878. M. MENÉNDEZ PELAYO, Historia de los He-
terodoxos Españoles, V, Librería General de Victoriano Suárez, Madrid, 1917-1932, pp. 338-339.
J. RIBERA y M. ASÍN PALACIOS, Manuscritos árabes y aljamiados en la biblioteca de la Junta, E. Maes-
tre, Madrid, 1912, pp. 217-228.
3. The Literary Culture of the Moriscos, 1492-1609, 2 vols., Oxford University, 1958.
4. G. FONSECA (ed.), Sumario de la relación y ejercicio espiritual sacado y declarado por el Mancebo de
Arévalo en nuestra lengua castellana, Fundación Ramón Menéndez Pidal, Madrid, 2002.
5. T. NARVÁEZ CÓRDOVA (ed.), Mancebo de Arévalo. Tratado [Tafçira], Trotta, Madrid, 2003.
6. L. F. BERNABÉ, “El Calendario Musulmán del Mancebo de Arévalo”, Sharq Al-Andalus, 16-17,
(1999-2002), pp. 241-263.
165
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Serafín de Tapia
— El autor, como resultado de las reuniones clandestinas que tuvo con las
comunidades criptoislámicas de numerosos lugares de la geografía española,
nos muestra en la Tafsira el ambiente que se respiraba en el interior de las co-
munidades otrora musulmanas y ahora formalmente incorporadas a la masa
cristiana; con dolor constata el ínfimo conocimiento de la doctrina islámica de
la gente sencilla así como su pesimismo, ya en el primer tercio del siglo XVI,
sobre su futuro religioso, incluso antes de que la Inquisición hubiera entrado
a saco en aquellos reductos culturales. Además nos desvela la sorprendente
existencia de personajes musulmanes de edad avanzada, que conocieron los
“tiempos de la conquista”, y su abatimiento respecto al presente y, sobre todo,
al futuro del Islam en estas tierras. El Mancebo dialoga con ellos buscando
aprender de su experiencia y a la vez incrementar sus conocimientos religio-
sos y jurídicos del Islam, así como mejorar su árabe7.
Hace pocas décadas se acaba de comprobar –confirmando la intuición que
ya expresara en 1878 E. Saavedra– que nuestro autor incorpora a su relato is-
lámico numerosos párrafos e ideas tomados de textos de ascética cristiana8.
Concretamente Gregorio Fonseca ha hecho ver cómo, en el libro Sumario de la
relación y ejercicio espiritual sacado y declarado por el mancebo de Arévalo en nues-
tra lengua castellana, el Mancebo había incluido numerosos párrafos e ideas pro-
cedentes de La imitación de Cristo, uno de los libros –escrito en el siglo XV por
Tomás de Kempis– más influyentes en la espiritualidad cristiana de aquellas
décadas. Claro que el Mancebo cuidaba de atribuir las citas bíblicas de La imi-
tación de Cristo a sabios coránicos o a cualquier personaje de la cultura muslim
(Averroes, Ibn Arabí…). No se trataba tanto de plagio como del fruto de una
convivencia religiosa que impregnaba el ambiente cultural de los moriscos cas-
tellanos quienes estaban privados, desde el bautizo forzoso de 1502, de alfa-
quíes y otros expertos en el Islam.
— El Mancebo, además de incorporar a su obra fragmentos de la litera-
tura espiritual cristiana, también empleó –como ha demostrado Teresa Nar-
váez9– en la Tafçira parte del prólogo de La Celestina del judeoconverso Fer-
nando de Rojas. Este préstamo literario revela cómo nuestro converso de moro
interiorizó el pesimista sentimiento –característico de los conversos de judío–
de estar viviendo en un entorno social asfixiante al sentir, primero, la sospecha
de los cristianos viejos de que su bautizo no había sido sincero y, más tarde, la
vigilancia de los gestores de la fe cristiana que temían podría conducirles al de-
166
Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
sastre. Este hecho, junto a otros indicios, ha inducido a Mª Jesús Rubiera10 a pro-
poner la hipótesis de que la obra del Mancebo nos permitiría pensar que éste
fuera un judeoconverso que se hizo musulmán.
— A este hibridismo cultural habría que añadir algo que supone una gran
originalidad del Mancebo: su empeño en crear múltiples neologismos y en atri-
buir nuevos significados a palabras conocidas. Según L. P. Harvey se trata de
un esfuerzo consciente por crear un nuevo lenguaje para expresar ideas y con-
ceptos inéditos en la prosa española del siglo XVI11. También T. Narváez12 y Luis
F. Bernabé Pons13 han elogiado esta “personalísima creación de vocablos”.
Todas estas circunstancias han hecho del Mancebo de Arévalo uno de los
personajes de la cultura española que más interés viene suscitando en las últi-
mas décadas. Este interés se ve incrementado por el morbo que supone no co-
nocer su auténtico nombre familiar, ya que siempre utilizó un pseudónimo, así
como otros elementos fundamentales de su biografía (cronología vital, lugares
de su formación intelectual, mentores religiosos, etc.).
Todos los autores que han tratado la obra de este morisco se han pre-
guntado acerca del nombre familiar y de la identidad de esta persona14. Teresa
Narváez ha hecho –en el estudio preliminar que precede a su edición de la Taf-
sira– una excelente recopilación de lo poco que hasta el momento se sabe de la
vida y obra del Mancebo de Arévalo. La verdad es que nuestro enigmático per-
sonaje, aunque procura hurtarnos en sus escritos cualquier información directa
sobre su vida privada, no puede evitar que a través de ellos podamos entrever
los trazos fundamentales de su personalidad ya que conocemos cuáles eran sus
valores, sus aspiraciones, sus inquietudes, sus dudas… y sus viajes, sus ami-
gos (al menos alguno de ellos)… es decir conocemos lo esencial de los ele-
mentos que constituyen la identidad de las personas. Sin embargo ignoramos
un aspecto que haría más comprensibles las anteriores cualidades de nuestro
protagonista: sus raíces familiares, el entorno en el que se forjó su personalidad
durante la adolescencia, dónde y cómo adquirió sus conocimientos culturales
10. “Nuevas hipótesis sobre el Mancebo de Arévalo”, Sharq Al-Andalus, 12, 1995, pp. 315-323.
11. The Literary Culture of the Moriscos…, o.c., vol. I, pp. 432-433.
12. Tratado [Tafçira], o.c. Ver especialmente las páginas 68-71 del interesantísimo “Estudio preli-
minar”.
13. L. F. BERNABÉ califica la creación de vocablos como “verdadera piedra de toque del savoir faire
mancebiano”; y añade: “El Mancebo, consciente como es de hablar con luz nueva de cosas an-
tiguas, hace de su vocabulario el espejo de la renovada espiritualidad que explica” (“La nueva
Tafsira del Mancebo de Arévalo (comentarios a la edición de María Teresa Narváez Córdova)”,
Al-Qántara, XXV, 2004, pp. 260-269).
14. G. FONSECA decía en 1983: “¿Quién es este escritor, esta enigmática personalidad? ¿Cuál fue
su nombre real? ¿Cuál fue su fecha de nacimiento? ¿Cómo murió y dónde? Sabemos poco o
nada acerca de él, y lo que conocemos es simplemente lo que se deduce de los libros que es-
cribió o a veces es el fruto de conjeturas” (apud L. P. HARVEY, Muslims in Spain. 1500 to 1614,
The University of Chicago Press, 2005, p. 171).
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Serafín de Tapia
que, aunque no eran de gran altura, sí eran excepcionales en un joven laico que
vivía en una villa castellana y que, además, era morisco. Por supuesto, también
desconocemos dónde y cómo bebió de las fuentes que alimentaron aquella po-
derosa fe que le dio fuerzas para superar el generalizado sentimiento de derrota
moral que se abatía sobre la inmensa mayoría de sus correligionarios.
Estas líneas lamentablemente no van a poder establecer con absoluta se-
guridad las raíces familiares de quien firmaba como Mancebo de Arévalo ni su
entorno social. Tan solo van a proponer una hipótesis plausible: que una per-
sona joven, de nombre Gutierre, que hacia 1543 fue detenido por la Inquisición
en Arévalo porque leía el Alcorán a sus correligionarios, pudo ser el Mancebo
de Arévalo. Sabemos quiénes eran los padres, abuelos y otros familiares de este
Gutierre y a qué se dedicaban todos ellos más otras peculiaridades sociológi-
cas de sumo interés para el objeto de esta averiguación.
Intentaremos exponer la verosimilitud de que este Gutierre fuera el lla-
mado Mancebo de Arévalo apoyándonos en la congruencia entre lo que hasta
ahora conocemos del personaje y lo que hemos encontrado al estudiar el en-
torno social de los familiares, parientes y amigos de Gutierre.
LA VILLA DE ARÉVALO
Conocer el ámbito espacial donde nació y vivió muchos años el Mancebo
de Arévalo también resulta imprescindible, por ello vamos a dedicar algunos
párrafos a presentar la villa de Arévalo en la primera mitad del siglo XVI, época
en la que se desarrolla la vida de nuestro autor. Se trataba de una villa de rea-
lengo que tenía, según el censo de 1530, 576 vecinos o familias pecheras (292
muros adentro y 284 en el arrabal15, que era la zona económicamente más di-
námica) y que encabezaba un fértil territorio al norte de la provincia de Ávila
compuesto por 76 aldeas: la tierra de Arévalo (con 4.988 vecinos)16. Este conjunto
constituía la comunidad de villa y tierra de Arévalo. Contaba con un corregidor17
que presidía un concejo formado por 12 miembros, todos ellos pertenecientes
el elitista grupo de los caballeros englobados en alguno de los cinco linajes que,
a lo largo de la baja Edad Media, se consolidaron como la oligarquía que sis-
temáticamente se fue apropiando de considerables porciones de tierra de pan
15. AGS, Dir. Gral. del Tesoro, inventº 24, leg. Si a los pecheros se suman los hidalgos y los cléri-
gos se alcanzan aproximadamente los 700 vecinos. La mayoría de los hidalgos residía muros
adentro.
16. S. de TAPIA, “Vida y muerte de los campesinos de Ávila en la época del Duque de Alba”, en
Actas del Congreso V Centenario del nacimiento del III Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo,
Institución Gran Duque de Alba (IGDA), Ávila, 2008, pp. 347-372.
17. En 1485 los Reyes Católicos dotaron a la villa de corregidor en reconocimiento de su creciente
importancia: solo 66 ciudades o villas de la Corona poseían esta magistratura. Para entender
mejor lo que significaban los 700 vecinos de 1530 diremos que ese año Oviedo tenía 136 ve-
cinos, Santander 368 y La Coruña 545.
168
Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
18. “Particular” significaba que solo era para uso de los franciscanos y que sus enseñanzas no pro-
porcionaban grados oficiales.
19. http://www.chinchillademontearagon.com/d_historia/villuga_itinerarios_peq.htm
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Serafín de Tapia
valo hasta su muerte en 1496; su hija, la reina Isabel la Católica, fue a visitarla
en varias ocasiones20. El hecho es que Arévalo y la cercana villa de Madrigal
–donde había otro palacio real, en el que nació Isabel I de Castilla– fueron du-
rante gran parte de la segunda mitad del siglo XV lugares donde se desarro-
llaron importantes acontecimientos de la vida política del país.
Según L. P. Harvey en algún momento del siglo XV la Corona decidió que
fuera en Arévalo donde residieran como rehenes durante algún tiempo deter-
minados miembros de la casa real nazarí. Estas personas, que estaban acom-
pañadas de su propia servidumbre, recibían un trato muy respetuoso21. Tam-
bién en Segovia –que dista solo 60 km de Arévalo– había cortesanos granadinos
en las mismas condiciones, pero en mucha mayor cantidad. Diego de Colme-
nares dice que hacia 1455 “llegó a nuestra ciudad [Segovia] el príncipe Ariza,
moro, hijo del rey de Granada, despojado por el rey Chico, y que le acompa-
ñaban trescientos moros de a caballo y ciento cincuenta de a pie”22. Harvey su-
giere acertadamente que esta continuada presencia en estas tierras de notables
granadinos, bajo protección oficial de la Corona de Castilla, pudo servir como
un canal de contacto entre los mudéjares castellanos y sus correligionarios del
resto del mundo islámico.
Como sucedía en todas las ciudades y grandes villas castellanas durante la
baja Edad Media, Arévalo poseía sendas comunidades de judíos y musulmanes.
Aunque la aljama hebrea era de tamaño medio en el ámbito de Castilla, hay un
hecho especialmente llamativo: en 1305 falleció en Arévalo uno de los escritores
místicos más influyentes del judaísmo, Mosé de León, el autor del Zohar o Libro
del Esplendor23. En las vísperas de la expulsión de 1492 vivían unos 130 vecinos
hebreos en la villa, es decir en torno al medio millar de personas, entre las cua-
les descollaba el rabino Josef ben Saddiq de Arévalo, autor de una obra de de-
20. La vinculación afectiva de la reina con Arévalo y sus gentes es conocida. Aquí añadimos dos
nuevos ejemplos de ello: en 1494 ordena al receptor de bienes confiscados [a los judeocon-
versos] en el obispado de Ávila… que entregue 100.000 mrs. “a Juan de Barçelona, nuestro sy-
llero, veçino de la villa de Arévalo… porque le façemos merçed de los servyçios que nos ha
fecho”; suponemos que se refiere al artesano que le hacía a medida y a su gusto las sillas para
montar a caballo (vid. J. Mª HERRÁEZ, Documentación Medieval Abulense en el Registro General
del Sello, vol. X, Institución Gran Duque de Alba, Ávila, 1996, p. 125). El segundo ejemplo es
que nombró a Juan Velázquez de Cuéllar, vecino de Arévalo e hijo del mayordomo Gutierre
Velázquez de Cuéllar, contador mayor del príncipe don Juan y, tras la prematura muerte de
éste, le encargó el traslado de sus restos mortales de Salamanca a Ávila, le nombró contador
mayor de la princesa Juana y de su marido Felipe de Habsburgo y, finalmente, fue uno de los
escogidos como testamentario de la reina. Enseguida volveremos a ocuparnos de estos Ve-
lázquez de Cuéllar y daremos las referencias bibliográficas.
21. Muslims in Spain. 1500 to 1614…, o.c., pp. 110-111.
22. Cf. Historia de la insigne ciudad de Segovia, 1637, vol. II, p. 34, reed. Academia de Historia y Arte
de San Quirce, Segovia, 1982. En este texto se comprueba cómo los contactos entre Segovia y
Arévalo eran muy frecuentes.
23. A. SÁENZ-BADILLOS y J. TARGARONA, Diccionario de autores judíos, El Almendro, Córdoba, 1988,
pp. 71-72.
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Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
recho judío (Zaker saddiq) que incluía una Crónica histórica que es considerada des-
tacable en su género. Al marchar al exilio, el barrio donde habían vivido comenzó
a llamarse Barrionuevo, tal como sucedió en Ávila y en otras localidades del rei-
no. Aquella zona fue progresivamente ocupada por los mudéjares.
Éstos eran menos numerosos que los judíos: unos 70 vecinos en 1501, que
equivalían aproximadamente al 10 por cien del conjunto de la población24 y vi-
vían prácticamente todos en el arrabal. Se ganaban la vida trabajando la tierra,
siendo carpinteros, albañiles y tejedores y también desempeñando profesiones
propias del sector servicios (veterinarios, barberos…) y como tratantes de ga-
nado. Tenían mezquita y alfaquí. También sabemos que dentro de la misma co-
munidad mudéjar había problemas a causa del reparto de las cargas fiscales: los
representantes de la aljama denunciaron ante la justicia en 1498 que algunos de
los moros más pudientes eran “favoresçidos de algunas personas” y no contri-
buían con la cantidad que les correspondía. Esta velada acusación a personas con
capacidad de favorecer a ciertos ricos, se refería a que la reina Isabel la Católica
había enviado una carta a Alí Albéitar donde decía que éste pagase lo mismo
que los demás vecinos musulmanes en atención “a los servicios que Alí Albéi-
tar prestó a su madre que santa gloria haya”. Los procuradores de la aljama no
aceptaban que familias que eran acaudaladas pagaran lo mismo que las más me-
nudas. Los jueces terminan dándoles la razón. Llamamos la atención a que esta
familia de los Albéitar gozara del favor de la reina Isabel a causa de los servi-
cios prestados a su madre, doña Isabel de Portugal, durante los largos años en
que ésta vivió en Arévalo, donde acababa de morir en 1496. No sabemos qué tipo
de servicios prestó; es probable que guardaran relación con alguna habilidad
profesional del señor Albéitar ya que en cierto momento es denominado “maes-
tre Alí Albéitar”; no sería descabellado sugerir que se tratara de un habilidoso
carpintero o alarife encargado del mantenimiento del palacio real que contaba
con la confianza del mayordomo o administrador de la casa de la reina madre,
el licenciado don Gutierre Velázquez: resulta esclarecedor que, tal como más ade-
lante veremos, Alí Albéitar al bautizarse en 1502 tomase precisamente el nom-
bre de Gutierre Velázquez25, en honor de su protector y que la esposa del moro
se hiciera llamar Catalina Franca, que era el nombre de la mujer del mayordomo
de la casa real26. En realidad el mayordomo don Gutierre Velázquez había fa-
llecido en 1494 pero su hijo, Juan Velázquez de Cuéllar, le había sucedido en to-
24. Véase S. de TAPIA, “Los mudéjares de La Moraña y su legado cultural”, en J. L. GUTIÉRREZ RO-
BLEDO (dir.), Memoria mudéjar en La Moraña, Asodema/Proyecto LEAL, Ávila, 2011, pp. 329-358.
25. AGS, Mercedes y Privilegios, leg. 391-48. Public. por C. LUIS LÓPEZ, Poder y Privilegio en los Con-
cejos abulenses en el siglo XV: la documentación medieval abulense en la Sección Mercedes y Privile-
gios del Archivo General de Simancas, IGDA, Ávila, 2001.
26. Vid. M. DIAGO HERNANDO, “Los Velázquez de Cuéllar, tenentes de Arévalo, en el horizonte po-
lítico a fines de la Edad Media”, Cuadernos Abulenses, 16 (1991), pp. 11-40. Y del mismo autor
“El Contador Mayor Juan Velázquez de Cuéllar: ascenso y caída de un influyente cortesano
en la Castilla de comienzos del siglo XVI”, Cuadernos de historia de España, 83 (2009), pp. 157-
185, Buenos Aires.
171
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dos sus cargos e incluso logró mucho más poder cortesano y más cercanía con
los Reyes Católicos que su padre; esto explica por qué Yuçef Albéitar, el hermano
de Alí Albéitar, recibió en el bautizo el nombre de Juan Velázquez.
27. Vid. S. de TAPIA, “1502 en Castilla la Vieja, de mudéjares a moriscos” en Edad Media. Revista
de Historia, 17 (2016) pp. 133-156 y también P. ORTEGO, “Cristianos y mudéjares ante la con-
versión de 1502. Mercedes a moros. Mercedes de bienes de moros”, Espacio, Tiempo y Forma,
serie III, Hª Medieval, t. 24, 2011, pp. 279-318; p. 282.
28. Fontiveros era una villa de 605 familias en 1530 cercana a Arévalo; su característica más pe-
culiar era que su población estaba constituida por una gran cantidad de hidalgos lo que nos
permite suponer que algunos de ellos estarían participado en los enfrentamientos bélicos de
Granada. Sus parientes y amigos serán los protagonistas de este “alboroto”.
29. AGS, Sello, 18 de febrero de 1500 (public. por M. A. LADERO QUESADA, Los mudéjares de Casti-
lla y otros estudios de historia medieval andaluza, Granada, Universidad, 1989, pp. 118-119).
30. Vid. S. de TAPIA, “1502 en Castilla la Vieja…”, o.c., pp. 139-144.
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Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
rrer algunos toros “porque los moros se tornaron cristianos” –tal como suce-
dió en Ávila– y con ciertos miembros del patriciado local actuando como pa-
drinos de alguno de los bautizados. Esto último es lo que ocurrió en Arévalo
con los hermanos Alí y Yuçafe Albéitar, tal como vimos más arriba.
En otro lugar hemos analizado los nombres que tomaron los neobautiza-
dos de cuatro ciudades o villas de Castilla la Vieja, entre las que se encuentra
Arévalo31. Buscábamos si había indicios de que los musulmanes hubieran es-
cogido, dentro del santoral cristiano, algún nombre que pudiera sugerir o re-
cordar el mundo islámico, bien por su significado o por su parecido fonético
con algún nombre musulmán. En Arévalo encontramos que de los 64 varones
moriscos cabeza de familia conocidos (de 1502 a 1540) seis se llamaban Gabriel,
lo que significaba el 9,4 % del conjunto de la comunidad masculina, solo por
debajo de Francisco (10,9 %). Entre los cristianos viejos era un nombre muy in-
frecuente, aunque estaba totalmente aceptado. También entre los mudéjares are-
valenses había sido muy empleado ya que hubo 5 llamados Gibre, palabra que
era una trasposición al castellano del nombre árabe Ŷibril, que corresponde con
nuestro Gabriel. En el Islam el arcángel Gabriel es venerado porque transmi-
tió a Mahoma, en nombre de Alá, la revelación. Podríamos pensar que, al tomar
este nombre, varios moriscos de Arévalo pretendieron conservar los vínculos con
su antigua religión a la vez que cumplían los requisitos de la Iglesia Católica. Pero
a las autoridades cristianas, aunque ignoraban casi todo de la religión islámica,
les debió parecer sospechosa tanta presencia de los ángeles en la onomástica de
los moriscos (también había algún Miguel y, sobre todo, un Armadiel, que era un
ángel caído) de forma que el provisor que visitaba periódicamente la diócesis en
nombre del obispo, en 1525 ordena al párroco de San Salvador de Arévalo
–donde eran feligreses la mayor parte de los cristianos nuevos–, “que por quanto
son muchos los convertidos32 sus parrochianos, tenga mucha vigilançia y astu-
cia en la administración de los sacramentos e bautismo. Que con tiempo sean bau-
tizados y puestos nombres de santos o de santas a las criaturas que bautizaren”33.
La llamada a la vigilancia y a la astucia en materia de onomástica parece indicar
que los clérigos sospechaban lo mismo que nosotros. Y también que tiene funda-
mento nuestra hipótesis de que los moriscos de Arévalo intentaron conservar cier-
tos vínculos con su anterior cultura religiosa a la vez que rechazaban discretamente
el proyecto aculturador de las autoridades cristianas. Curiosamente ni en Avila,
Valladolid o Segovia se produce este comportamiento34.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Serafín de Tapia
35. AGS, Consejo Real de Castilla, 102,1. En Tetuán se asentaron nueve familias, varias de ellas del
clan de los Copete, y en Fez dos de los Avanciques.
36. AGS, Registro General del Sello, abril 1508.
37. En 1500 se suscribió ante él una escritura de Almovayda (es decir, las capitulaciones matrimo-
niales) entre Gibre Bori el mozo y Fátima Albéitar, hija de Alí Albéitar. Los contrayentes eran
primos carnales, hijos de hermanos (Archivo de la Real Chancillería de Valladolid –ARChV–,
Reg. Ejec. 150,38).
38. AGS, Diversos de Castilla, leg. 1, 12.
39. AGS, Cámara de Castilla, Pueblos, 2-1, doc. 156-8.
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Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
Parece evidente que los moriscos de Arévalo, en especial sus mercaderes, eran
un grupo capaz de hacer valer sus intereses; quizá las buenas relaciones que pu-
dieran tener con quien gobernaba la villa en nombre de los reyes –el contador
Juan Velázquez de Cuéllar– contribuyera a ello.
En el año de 1516 comienza un conflicto entre Arévalo y la Corona que va
a convulsionar durante un lustro la vida de la villa. Ese año el príncipe Carlos
cedió a la viuda de don Fernando el Católico –doña Germana de Foix–, en ré-
gimen de señorío, las villas de Arévalo, Madrigal y Olmedo. Al momento las tres
villas pusieron en marcha todos los recursos posibles para evitar perder el es-
tatus de lugares de realengo, recibido de Isabel la Católica y otros reyes ante-
riores. No obstante, fue Arévalo la que llevó el peso de la resistencia. Ya en agosto
de este año vemos cómo “la comunidad de la universidad e cabildo de los bue-
nos hombres pecheros del arraval”, reunida en asamblea junto al corregidor,
acuerda apoyar las medidas necesarias “para que no fuese por ninguna vía ena-
jenada de la Corona real”. En la relación de asistentes a esa asamblea aparece
en primer lugar el mercader morisco Juan de la Parra y también en puestos des-
tacados Hernando Bori y otros seis moriscos40. A final de año Arévalo decide,
con el liderazgo del gobernador Juan Velázquez de Cuéllar, defender con las ar-
mas sus privilegios. Durante cuatro meses y medio los arevalenses resistieron
los asaltos de las fuerzas realistas. En estos combates participó muy activamente
Íñigo de Loyola, quien llevaba once años viviendo en casa de Juan Velázquez
de Cuéllar. El cardenal Cisneros, que era el regente, prometió al gobernador que
las villas serían reincorporadas a la Corona en breve, en cuanto don Carlos re-
gresase a Castilla. Se depusieron las armas y, de momento, un corregidor nom-
brado por doña Germana asumió el mando y detuvo a Juan Velázquez de Cué-
llar. En las cortes de Valladolid de 1518 el rey prometió devolver al realengo las
tres villas, aunque no lo llevaría a efecto hasta el 9 de septiembre de 1520. El he-
cho de que el emperador por fin les devolviera “las libertades” explica por qué
ambas villas no se adscribieron al levantamiento comunero41.
Durante el conflicto de las comunidades la presencia institucional de al-
gunos individuos de la élite morisca comienza a dejar rastro en la documen-
tación. A finales de junio de 1520, el aludido mercader Juan de la Parra es ele-
gido por el Ayuntamiento como miembro de la delegación que se desplaza a
Barcelona a visitar al virrey y al presidente del Consejo Real para exponerles
la posición de Arévalo en el asunto de sus “libertades”. Es una delegación de
7 personas que representan a todos los estamentos de la villa: un regidor, dos
nobles, el procurador de los pecheros de muros adentro, el procurador de los
40. AHN, Clero, leg. 201, Franciscas de la Encarnación de Arévalo (vid. M.J. RUIZ AYÚCAR, “Apor-
tación a la historia de las Comunidades en Ávila”, Cuadernos Abulenses, 7, 1987, pp. 219-240).
41. Sobre el desarrollo del conflicto comunero en Arévalo puede verse nuestro trabajo “Ávila en
la encrucijada de Castilla: la rebelión de las comunidades”, capítulo III de G. MARTÍN GARCÍA
(coord.), Historia de Ávila, V Edad Moderna (1ª parte), Institución Gran Duque de Alba, Ávila,
2013, pp. 145-239.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Serafín de Tapia
42. Archivo Municipal de Arévalo (AMA), Actas Municipales, Libro 1º (1519-1523), fol. 186v.
43. Ya en 1516 –como hemos visto– fue uno de los que instó al gobernador de la villa a oponerse
al intento del emperador de que Arévalo perdiera su carácter realengo y fuera donada a la
viuda de Fernando el Católico.
44. Ibídem, fols. 198v y 202-202v. Hasta 1538 el arrabal fue considerado por todos como el séptimo
sexmo de la tierra y sus vecinos carecían de las ventajas fiscales que disfrutaban los “buenos
homes exentos de la villa muros adentro”, a pesar de que también eran pecheros. Ese año el
arrabal inicia su demanda de separarse de la tierra e incorporarse a la villa. Hasta 1660 no lo
lograrán. En cambio los de la tierra conseguirán en 1538 que el procurador de la tierra no pu-
diera ser alguien del arrabal (vid. J.J. de MONTALVO, De la historia de Arévalo, Imprenta caste-
llana, Valladolid, 1928, vol. I, pp. 131-132 y 162-164).
45. Arch. Chanc. Valladolid, Pl. Civiles, Pérez Alonso (F), 81,1.
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Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
gunos distritos se les prende “por cosas muy livianas y con sólo un testigo...”
y alegaron que ellos “son personas sin letras e oficiales e tratantes e muchos de
ellos labradores e diz que nunca fueron instruidos ni enseñados en las cosas de
nuestra santa fe católica”. El Consejo de la Suprema toma algunas medidas para
controlar el excesivo celo del tribunal de Valladolid46.
Por su parte, el clero secular también comienza a prestar atención a estos
peculiares feligreses. Así, en la Visita del Provisor en 1525 a la parroquia are-
valense de San Salvador, se expresa la preocupación por el escaso o nulo avance
en el conocimiento de la doctrina cristiana por parte de los “nuevamente con-
vertidos de moros”. Ordena al párroco, refiriéndose a ellos, que “con tiempo se
confiesen en sus enfermedades e resçiban los sacramentos e extremaunción e que
fagan sus testamentos por sus propias personas sin cometer a otro. Y con los ma-
trimonios que no consientan hazer desposorios entre ellos sin que primero fa-
gan amonestaciones e se guarde la constitución sinodal... y que procuren de traer
sus hijos a la iglesia e conversen con los fieles cristianos e aprendan los princi-
pios de nuestra sancta fe cathólica. Y si tiempo oportuno huviere, que ellos mes-
mos los invoquen a la iglesia e vayan a sus casas a los enseñar a signar e santi-
guar e todas las cosas necesarias a nuestra sancta fe Católica”47. Da la impresión
de que se hace mayor hincapié en las prácticas religiosas y en los ritos que en
las creencias y conocimientos, al menos en el caso de los adultos; solo se alude
a la conveniencia de aprender los “principios de nuestra sancta fe cathólica”
cuando se refiere a los niños.
En 1529 la Corona se sumó a la campaña para integrar a los moriscos en
la sociedad cristiano-vieja y emitió una orden para que aquellos abandonaran
las morerías y se dispersasen por los demás barrios de las ciudades y villas. Si
había resistencias, los Corregidores tendrían que emitir un informe de la si-
tuación y negociar con los afectados. Se conoce el informe del de Arévalo, en-
viado en mayo de 1529 a la Inquisición de Valladolid. En él expresó “su paresçer
sobre la mudanza” de los moriscos de Arévalo e “hizo memoria de todos los
que viven juntos en el Barrionuevo” (así se llamará en el siglo XVI el espacio
ocupado en los siglos precedentes por judíos y musulmanes): son 87 y entre
ellos viven 17 cristianos viejos. Añade “que sería cosa muy provechosa y sa-
ludable para sus ánimas que se muden y que entre dos convertidos viva un cris-
tiano viejo”. Dos meses después les convocó a todos ellos en casa del adinerado
mercader morisco Juan Casado y les hizo saber el mandamiento dado por la
Inquisición de Valladolid respecto a su dispersión por el conjunto de la villa.
La asamblea lo rechaza y nombran como sus portavoces, para que recurran el
mandamiento, a Hernando Bori, al que ya conocemos, y a Ambrosio Albéitar,
hijo del Alí Albéitar protegido por la reina Isabel que al bautizarse había tomado
46. Vid. S. de TAPIA, La comunidad morisca de Ávila, Universidad, Salamanca, 1991, pp. 223-224.
47. ADA, Libro de Cuentas de San Salvador (Arévalo), 1498-1525, fol. 17.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Serafín de Tapia
48. AHN, Inq. leg. 4603, exp. 1, s.f. Se organiza un interrogatorio para averiguar dónde viven los
moriscos y un eclesiástico declara que “conoce a dos o tres convertidos que viven fuera del
barrio”, es decir, de la vieja morería.
49. AHN, Clero, Secular-Regular, leg. 221, fascículo 1º, exped. 2º.
50. La interesante labor desarrollada por este individuo y su familia para intentar preservar al-
gunos elementos de la cultura de los moriscos de la villa castellana puede verse en nuestro
trabajo “Las élites de la comunidad morisca de Arévalo. Redes sociales y formación de lide-
razgos”, A. FÁBREGAS y A. ECHEVARRÍA (coords.), De la alquería a la aljama, UNED, 2016, pp. 429-
467. Suponemos que habría nacido en Arévalo pero siendo muy niño se marchó con su familia
a Granada. Allí vivieron en “la parroquia de Santiago, tras las carnicerías de la calle de Elvira”
(Arch. Hist. Prov. de Ávila –AHPAv–, Prot. 2034 f. 524).
51. Durante años este brumoso personaje indujo a varios historiadores –incluido quien firma este
artículo– a pensar si no sería el Mancebo de Arévalo. Pero recientemente M. García-Arenal ha
encontrado, entre los fondos de la Inquisición de Toledo (leg. 192.15; 196.20; 196. 21; 196.29 y
197.16), la documentación que aclara la vida y obra de este joven. Agustín de Ribera no fue el
autor de la Tafsira sino un joven morisco, procedente de un pueblo toledano llamado Ajofrín,
que fue afectado por ciertos trastornos mentales (convulsiones, trances, raptos, calenturas…)
que, hábilmente manipulados por su primo Juan de Sosa, hicieron creer en 1535-1540 a cier-
tos moriscos de la Castilla rural –sobre todo en Arévalo– que Agustín de Ribera era un vi-
sionario que cuando estaba amortecido recibía mensajes de los ángeles. Este fenómeno hay que
relacionarlo con el alumbradismo que desde algún tiempo antes venía desarrollándose en el ám-
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Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
bito cristiano. La peculiaridad de este caso fue que Juan de Sosa, más instruido en el Islam que
la mayoría de sus correligionarios –incluido A. de Ribera–, se dio cuenta de la potencialidad
adoctrinadora de aquellos “poderes” y fue manipulando a su primo a fin de que sus “raptos”
y revelaciones estuvieran relacionados con el Islam para contribuir a revitalizar la fe y para
mejorar el escaso conocimiento que los moriscos castellanos tenían de la doctrina de sus pa-
dres y abuelos. A. de Ribera fue acusado de “dogmatizar”, es decir de “mahometizar” a sus
correligionarios (lo que llevaba aparejada pena de muerte); su primo fue condenado a la ho-
guera (M. GARCÍA-ARENAL, “A catholic Muslim Prophet. Agustín de Ribera, ‘the Boy Who Saw
Angels’”, Common Knowledge, 18:2, 2012, pp. 267-291, Duke University Press).
52. Estas Cartas, Provisiones, Expedientes... comienzan en 1570 y se hallan en el Archivo Histórico
Nacional (AHN), Inquisición, libros 572 a 577, y las Cartas al Consejo... en los legajos 3.189 a 3.205.
53. Esta “complicidad” la hemos estudiado con algún detenimiento en nuestro libro La comuni-
dad morisca de Ávila, o.c., pp. 226-234.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Serafín de Tapia
menos que el 10,3 % de sus cabezas de familia serían procesados entre 1570 y
160954. Seguramente contribuiría a ello la presencia e intervención de algunas in-
fluyentes familias de la comunidad morisca empeñadas en conservar o proteger
algunos de los vestigios –no necesariamente religiosos– del patrimonio cultu-
ral y simbólico heredado de sus mayores55. El resultado fue que el antiguo vín-
culo religioso-institucional que constituía la aljama fue lentamente sustituido por
un sentimiento colectivo de pertenencia a una “comunidad emocional” que los
moriscos (y también los inquisidores) identificaban con el mundo islámico56.
54. Vid. nuestro libro La comunidad morisca de Ávila, o.c., p. 257. En realidad los datos del libro han
sido actualizados posteriormente ya que 12 de los que aparecían como de origen indetermi-
nado hemos comprobado que eran de Arévalo. Tampoco el método de hallar el porcentaje es
riguroso, tan solo es un mecanismo para comparar el grado de represión sufrido por las di-
versas comunidades criptoislámicas del distrito inquisitorial.
55. Este asunto lo tratamos en “Las élites de la comunidad morisca de Arévalo…”, o.c.
56. Tomo esta idea de la “comunidad emocional” aplicada al universo morisco de M. GARCÍA-ARE-
NAL, “The converted Muslims of Spain. Morisco cultural resistance and engagement with Is-
lamic knowledge (1502-1609), en R. TOTTOLI (ed.), Routledge Handbook of Islam in the West, Rou-
tledge, New York, 2015, pp. 38-54.
57. En tierras castellanas, durante la primera mitad del siglo XVI, las palabras arriero y mercader
se usaban en general con el mismo significado, si bien el mercader siempre era más acauda-
lado que el arriero y nunca era asalariado. A veces se distinguía a un tipo de mercader espe-
cialmente rico, que era el que importaba objetos preciosos y se le llamaba joyero. En el último
tercio de la centuria, el término “arriero” siguió reservado para designar a los simples tras-
portistas, en cambio “mercader” equivalía a nuestro actual “empresario” cuyo negocio con-
sistía en traer mercancías propias (es decir, compradas por él en lugares lejanos) y comercia-
lizarlas él mismo en sus tiendas, o en comprar productos aquí (el más habitual eran las lanas
y los paños) y llevarlos a otros lugares para venderlos por su cuenta.
58. Por ejemplo, así ocurrió en 1565 con el mercader arevalense Pedro Ruiz, a quien la Inquisi-
ción descubrió que viajaba a Argel aprovechando que “iba y venía a Valencia y envía la re-
cua a Castilla con los criados” (AHN, Inq. leg. 3205-2). A dificultar los eventuales controles
contribuiría que a veces algunos arrieros llevaban estudiantes con ellos: eran los llamados “or-
dinarios”, una especie de correos oficiales entre dos localidades. En Arévalo hubo varios mo-
riscos dedicados a esta especialidad (AHPAv, Prot. 2250 f.975; 13-X-1589 y Prot. 2318 f. 79-84;
11-IV-1597) y en Ávila aún más (S. de TAPIA, La comunidad morisca…, o.c., p. 193).
180
Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social...
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
Lugares donde está documentada la presencia de moriscos de Arévalo y la del Mancebo (1503-1550).
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Serafín de Tapia
Por otra parte se supone que el Mancebo de Arévalo recorrió parte del te-
rritorio del reino simulando ser un miembro más de la recua59. Es difícil imagi-
nar que estuviera ejerciendo la arriería todo el tiempo que dedicó a recorrer el
país para reunirse con comunidades criptoislámicas o para encontrarse con per-
sonas con las que quería entrevistarse para ampliar sus conocimientos. Más ló-
gico es pensar que comenzaría acompañando a alguno de sus familiares en la
recua y que, al cabo de un tiempo, iría dando prioridad a sus actividades prose-
litistas, fase en la que viajaría acompañando a cualquier arriero morisco –aun-
que no fuera pariente– que viajara al lugar donde él quería ir. El Mancebo apro-
vecharía la estancia en los mesones y los encuentros en los caminos para pedir
a otros arrieros moriscos que le ayudaran a concertar las reuniones en los pue-
blos donde tuviera información de la existencia de grupos de cristianos nuevos
dispuestos a recibirle para tener alguna de “las juntas que tan de ordinario hay
entre ellos”, como más tarde se dijo en las Cortes de Madrid de 1592-159860.
Fuera o no arriero, lo que sí afirma nuestro personaje en alguna ocasión
es que se relacionaba con moriscos que viajaban “con ciertas mercancías” y que
la primera parte de su proyectado peregrinaje a la Meca la haría con una com-
pañía “que ya estaban a punto en Ávila la Real”61.
Con el objeto de comprobar si hay cierta correspondencia entre los que-
haceres de los auténticos recueros moriscos arevalenses y el deambular de nues-
tro cronista clandestino, hemos revisado los lugares donde aparece –según la
documentación consultada62– algún cristiano nuevo de Arévalo entre 1503 y
1550 y el número de veces en que ocurre. El resultado son 17 lugares en 51 oca-
siones, tal como se recoge en este cuadro:
LUGAR Nº LUGAR Nº
Valencia 11 Aragón 1
Granada 9 Barcelona 1
Berbería 8 Coín (Málaga) 1
Medina del Campo 6 Córdoba 1
Sevilla 2 Requena (Valencia) 1
Piedrahíta (Ávila) 2 Segovia 1
Priego (Córdoba) 2 Sevilla 1
Villalón de C. (Valladolid) 2 Toledo 1
Almagro (Ciudad Real) 1
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Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
Castilla y provisiones del R.G. del Sello (en el AGS) y las secciones Inquisición y Clero (en el
AHN).
63. Vid. G. MENÉNDEZ PIDAL, Los caminos en la historia de España, ed. Cultura Hispánica, Madrid,
1951, p. 89. Cada legua equivalía a 5,5 km.
64. AHN, En WP 4.2: Tipo/Fuente 2,10 – Activar. Inq. En 4.2: Tipo/Fuente 1,10 – Activar. leg. 3198,
exp. 120.
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65. Vid. nuestro artículo “Arrieros, mercaderes, mesoneros… la movilidad de los moriscos de Cas-
tilla la Vieja”, Circulaciones mudéjares y moriscas. Redes de contacto y representaciones, UNED, Ma-
drid (en prensa).
66. Sería la Venta de Lomas, a las afueras de San Clemente, hacia el norte, que ya viene recogida
en el Itinerario de todos los caminos, dibujado por Juan de Villuga en 1543 (vid. supra nota 19). En
la actualidad hay una calle en San Clemente llamada Venta de Lomas, al norte de la población.
67. T. NARVÁEZ CÓRDOVA, “Nota preliminar” a su edición de Tratado [Tafsira]…, o.c., pp. 26, 61-64
y 275-276.
68. En un contrato de un censo entre dos familias moriscas y un noble arevalense, al indicar la
ubicación de la casa con su corral que los cristianos nuevos ponen como garantía, se dice que
la casa está “en el arrabal o barrio nuevo de Arévalo a la calle que va a San Andrés, a do lla-
man el Albaicín” (AHPAv, Prot. 2070 f. 189; 22-XII-1556). Otras referencias: Prot. 2034 f. 54 v
(3 –II-1570); Prot. 2034 f.80 (30 -I-1571) y Prot. 2186 f. 87-90v (15-VI-1611).
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Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
69. ARChV, Reg. Ejec. 842,28. En realidad el pleito en cuestión no se conserva pero sí un amplio
y detallado resumen de 17 folios a doble página: es lo que en el argot judicial español se de-
nominaba la “carta ejecutoria”, documento oficial que el tribunal emitía a petición de una de
las partes litigantes –normalmente, la ganadora–. Hemos buscado sin éxito el expediente com-
pleto de este pleito. Desde aquí agradecemos al personal del Archivo de la Chancillería de Va-
lladolid su generosa colaboración en la búsqueda de dicho documento.
70. Entre los que estaba Antonio Casado quien, según los inquisidores toledanos que investiga-
ron la estancia de Agustín de Rivera en Arévalo, tenía un libro en que “de un cabo estaba la
oración escrita en moriego y en el otro cabo escrita e declarada en romance” (AHN, Inquisi-
ción, Toledo, leg. 197, 6, apud M. GARCÍA-ARENAL, “La Inquisición y los libros de los moriscos”
en A. MATEOS PARAMIO y J. C. VILLAVERDE AMIEVA (coords.), Memoria de los moriscos. Escritos y re-
latos de una diáspora cultural. Exposición celebrada en la Biblioteca Nacional, junio-septiembre
2010, pp. 68-69).
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71. Sin duda se refiere al Edicto de Gracia de 1543 para los de Arévalo y Medina del Campo más
arriba comentado.
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Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
72. Esta ausencia habitual de Gutierre explica que, cuando Ana de Fonseca delata en 1540 a “mu-
chas personas convertidas de moros que habían apostatado”, el nombre de Gutierre no apa-
rezca (AHN, Inq. Libro 574, fol. 3v, 24-VI-1540).
73. Era el más grande y el que tenía más recursos. El otro era el de los trinitarios (cf. J. J. MON-
TALVO, De la historia de Arévalo, vol. II, pp. 132-134).
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su benignidad; por ejemplo se opuso a que, los que confesasen sus errores y se
acogiesen a la gracia, sufrieran penas pecuniarias indicando que solo fueran pe-
nas espirituales “porque los dichos moriscos vengan con más voluntad a la di-
cha confesión”74. Esta benevolente actitud del Santo Oficio contrasta con el trato
que pocos años después daría a aquellos “cristianos nuevos de moros” que con-
siderase incurrían en “las herejías de la secta de Mahoma”. Es posible que tam-
bién influyeran otros factores en el ingreso de Gutierre en un convento, en vez
de en la cárcel donde estarían los que participaron en la “complicidad” de 1540-
1541, tales como el hecho de que esta persona acabara de llegar a la villa de
forma que era evidente que no había participado en aquel complot y los in-
quisidores no querían que hubiera contacto entre ellos; también pudo produ-
cirse una eventual reclamación del padre guardián de los franciscanos porque
Gutierre quizá fuera un antiguo y especial alumno. O la circunstancia de ser
miembro de una familia con cierta protección en la corte. En todo caso parece
que no hubo proceso inquisitorial alguno, lo que significa que la Inquisición no
fue consciente de quién era realmente el detenido; por fortuna para él nadie en
Castilla sabía que en alguna parte de España había varios manuscritos favo-
rables a la “secta mahomética” escritos por él.
Podemos preguntarnos por qué aparece el Mancebo por Arévalo en 1543.
Probablemente porque, como veremos más adelante, es muy posible que hu-
biera regresado de su peregrinación a la Meca75 y deseaba ver a su familia; la
misma necesidad de contacto familiar la tendría incluso en el caso de que no
hubiera realizado este largo viaje sino que llevara mucho tiempo recorriendo
los duros caminos y ventas de España. O quizá regresó porque tuvo conoci-
miento –a través de cualquiera de los arrieros abulenses dispersos por el país–
de que se estaba gestando un Edicto de Gracia en su tierra y quiso estar pre-
sente a fin de intentar contrarrestar –si fuera posible– los efectos aculturado-
res de las iniciativas inquisitoriales.
A lo largo del pleito entre el regidor Francisco Verdugo y el morisco Fran-
cisco de Barrionuevo se dice que este Gutierre era hijo de Cristóbal de Barrio-
nuevo y de su esposa Catalina Velázquez, ya difuntos en 1552. También se in-
dica que la abuela de Gutierre se llamaba Catalina Franca. Como de pasada se
dice que Gutierre murió en el convento ¿quizá había regresado enfermo a Aré-
valo de su viaje a la Meca y murió al poco tiempo? Esta hipótesis casa mal con
lo que sabemos acerca de que iba a otros lugares a instruir en su fe coránica ¿Es
posible que muriera como consecuencia del eventual tormento al que le habría
sometido la Inquisición? ¿O que huyera del convento y, para evitarse proble-
188
Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
mas, los frailes hicieron creer que había muerto? Todo parece indicar que na-
die sospechó que esta persona fuera autor de tres libros en los que se animaba
a los moriscos a perseverar y a mejorar el conocimiento de su fe islámica.
El hermano que sobrevivió, Francisco de Barrionuevo, aparece como mer-
cader en la documentación posterior y, como hicieron algunos de sus paisanos
dedicados como él al comercio, se trasladó a vivir a Medina del Campo, aun-
que continuó relacionándose con la gente de Arévalo. En 1574 se dice de él que
ya es difunto76.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Serafín de Tapia
81. Vid. G. del SER QUIJANO, Documentación medieval abulense en el A.G.S., Sección Cámara de Casti-
lla – Pueblos, (1453-1504), Institución Gran Duque de Alba, Ávila, 2013, p. 187.
82. No eran muchos los moriscos apellidados Barrionuevo que vivían en Arévalo. Después del
pleito de 1552 destacamos a dos de ellos que tenían alguna peculiaridad. Ambos eran miem-
bros de la Cofradía del Stmo. Nombre de Jesús, en la parroquia de Santo Domingo (la otra pa-
rroquia –junto con el Salvador– en la que los moriscos eran feligreses): Úrsula de Barrionuevo,
viuda de Melchor de Buenavida, cerero, el cual fue condenado a muerte por la Inquisición pero
logró escapar, por lo que fue relajado en estatua en 1570. El otro le vemos en 1594: “Juan de
Barrionuevo, del barrio, escribiente de Francisco Alonso”; el apelativo “del barrio” significaba
(lo mismo que ocurría en Valladolid) que era morisco, y se usaba cuando había posibilidad
de confusión con otra persona; obsérvese que su profesión estaba relacionada con las letras.
83. En 1500 se celebró un pleito entre Alí Albéitar, en nombre de su hija Fátima, y Giber Bory so-
bre incumplimiento de dote matrimonial por parte de Giber Bory, que quería casarse con Fá-
tima (ARChV, Reg. Ejec. 150, 38). Aunque el expediente está inconcluso, parece que el matri-
monio no tuvo lugar. Y, como veremos enseguida, esta joven se casaría poco después –no
sabemos si antes o después del bautizo– con el hijo de Juan de Barrionuevo.
190
Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
desplazó a vivir a Arévalo, donde nacerían sus tres hijos (Francisco, Hernando
y Gutierre). Si decimos que tenía que descender de los Velázquez favorecidos
por los reyes es porque, antes de estos Velázquez, ningún mudéjar ni morisco
de Arévalo (ni de Ávila) tuvo ni podía tener este apellido porque era el de la
familia más poderosa de la villa, tal como vimos más arriba.
Así pues, Alí Albéitar/Gutierre Velázquez fue el abuelo materno de Gu-
tierre. Es el “maestre” mudéjar protegido por la reina Isabel, a quien en 1502
los Reyes Católicos le concedieron, a él y a sus “hijos y nietos … e vuestros des-
cendientes, seades e sean hidalgos e gocéis de todas las honras, esençiones…
de que gozan todos los hidalgos”84. Gutierre Velázquez, el morisco, estaba ca-
sado con Catalina Franca, quien, en consecuencia, era la abuela materna de Gu-
tierre. Esta señora, siendo viuda consta que era una mujer muy rica85.
84. AGS, Sección Mercedes y Privilegios, leg. 391 – 48 (vid. Carmelo LUIS LÓPEZ, Poder y Privile-
gio en los Concejos abulenses en el siglo XV, IGDA, Ávila, 2001, pp. 257-259). Este comportamiento
de los reyes no fue algo exclusivo de Arévalo: en otros lugares de Castilla la Vieja sucedió otro
tanto (vid. nuestro artículo “1502 en Castilla la Vieja…”, o.c., pp. 142-144).
85. En el pleito de 1552 se dice que Hernando de Barrionuevo heredó de su abuela Catalina Franca
100.000 mrs “como uno de tantos herederos”. Esta información nos permite saber que esta se-
ñora fue la abuela materna de Gutierre. Teniendo en cuenta que el gobernador don Gutierre
Velázquez de Cuéllar estuvo casado con doña Catalina Franca (Bibliot. de la Academia de la
Historia, Colecc. Salazar, M-72 fº 70 a 75; nº 54882 del inventario) es casi seguro que, lo mismo
que Alí Albéitar al bautizarse tomó el nombre de Gutierre Velázquez, su esposa tomara el de
Catalina Franca. Por tanto, los nombres y apellidos del abuelo y abuela maternos de nuestro
Gutierre fueron los mismos que los del “gobernador” de Arévalo y de su esposa (Gutierre Ve-
lázquez y Catalina Franca, respectivamente).
86. Por ejemplo en el padrón del Servicio Real de 1524 aparece como el vecino 150 de la cuadri-
lla de San Nicolás: “Juan de Barrionuevo, difunto, Francisco Pamo su hijo” (AHPAv, Ayun-
tamiento, 60 7/10). Y en 1529 otorga poder a “Cristóbal de Barrionuevo, mercader, mi her-
mano, vecino de Arévalo” (AHPAv, Prot. 7, f. 73).
87. Vid. supra nota 25 y también nuestro art. “1502 en Castilla la Vieja…”, o.c., p. 147. Y nuestro
libro La comunidad morisca…, o.c., pp. 238-240 y 387-388.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Serafín de Tapia
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Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
93. Contactará con el médico abulense Alonso de Valdivieso cuando éste llegó a Valencia huyendo
del Santo Oficio por haber ayudado a su primo Hernando del Castillo (vid. nuestro libro La
comunidad morisca… o.c. p. 241).
94. ARChV, Reg. Ejec. 150, 38.
95. AMA, Actas Municipales, 25-VI-1520 f. 186 v. Y ARChV, Reg. Ejec. caja 370,17. Años 1522-24.
96. AHN, Inq. 4603-I, exp. 1.
97. Una especie de jefe de la policía local.
98. Por ejemplo AMA, 13-X-1548 ó 9-V-1549.
193
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Serafín de Tapia
99. Esta familia recibe una atención preferente en nuestro artículo “Las élites de la comuni-
dad…”, p. 462-465.
100. AHN, Inq. leg. 3205-2. Curiosamente, en 1624 y ya en el exilio vemos a un joven valenciano,
también llamado Miguel Voris, que practicaba el corso desde Argel y fue detenido cerca de Pe-
ñíscola y procesado por el Santo Oficio por apóstata (vid. Hayet BELHMAIED, “Estudio de un pro-
ceso inquisitorial de un morisco corsario: Miguel Voris, alias Hamete (Valencia-1624)”, en Raja
Yassine BAHRI (coord.), Cartas de la Goleta. Actas del Coloquio internacional “Los moriscos y Tú-
nez”, Túnez, 2009, pp. 119-128). Es muy probable que fuera un descendiente directo de los Bori
arevalenses quienes, como otros moriscos castellanos que huían de la Inquisición, se habrían
asentado en algún momento en Valencia y en 1609 se exiliaron en Argel. Si así fuera, estaría-
mos ante un pariente lejano de nuestro Gutierre, es decir ¿del Mancebo de Arévalo?
101. Vid. nuestro artículo “Las élites de la comunidad…”, o.c.
194
Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
102. Nosotros mismos hemos escrito algo sobre este tema en G. MARTÍN GARCÍA (coord.), Historia
de Ávila, VII, Edad Moderna (siglos XI-XVIII, 3ª parte), cap. IV Los grupos marginados, IGDA,
Ávila (en prensa).
103. En 1521 aún vive y en 1524 ya es fallecido, según se recoge en los padrones fiscales de ambos
años (Repartimiento de alcabalas, año 1521, AHPAv, Ayunt. caja 60, 7/7-1; Repartimiento para
pleitos, año 1524, AHPAv, Ayunt. caja 60, 7/10).
104. Vid. R. GUERRA, “San Ignacio de Loyola en Arévalo”, Actas XXXII Congreso nacional de cronis-
tas oficiales de España, Madrid, 2006 (inédito).
105. J. Mª JAVIERRE (Isabel la Católica, el enigma de una Reina, Sígueme, Salamanca, 2004, pp. 449-450)
se hace eco de los libros manejados en la Escuela de Palacio fundada por la reina Isabel que
en 1504 compró María de Velasco, esposa de J. Gutierre de Cuéllar, en la almoneda de los bie-
nes de la reina católica, con destino a la biblioteca del Palacio Real de Arévalo. Entre ellos es-
taba el libro de Kempis.
195
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Serafín de Tapia
nacio de Loyola– fuera el vehículo por el que tuviera lugar el primer acerca-
miento del Mancebo a Kempis. Curiosamente, es muy probable que todavía se
hallara en esta biblioteca el libro “escripto de mano ques el que hiso don ca gui-
dili moftí de los moros de Segovia” (es decir, el Breviario Çunní escrito por Iça
de Gebir) que en 1468 se recogía en el inventario de la biblioteca de la Duquesa
de Arévalo, quien vivía en el mismo Palacio Real106. Más arriba hablamos de la
influencia directa de esta obra en el Breve Compendio del Mancebo107.
Cuando Gutierre tuviera 14 o 15 años, es probable que sus padres con-
certaran con los frailes franciscanos que el joven pudiera asistir a su convento
para ampliar su educación. Esta hipótesis la ha propuesto Mª Jesús Rubiera108
suponiendo que el monasterio de Menores Observantes de Arévalo estuviera
dotado de un Estudio Particular como ocurría en los de los franciscanos de Pa-
lencia y Toledo. En éste está documentado que en el siglo XV asistían a sus au-
las “muchos caballeros e escuderos e judíos e moros”109, es decir profanos, inclu-
so de otras religiones. En este contexto, se entiende que no sería especialmente
extraordinario admitir al Estudio del convento arevalense a un joven morisco,
que además era hijo y nieto de notables de la comunidad de los “nuevamente
convertidos”. Lamentablemente no hemos podido corroborar esta hipótesis
porque la documentación del convento franciscano de Arévalo se ha per-
dido110. Ahora bien, sí hemos comprobado que en la primera mitad del siglo XV
este convento ofrecía, a niños y jóvenes ajenos a la orden franciscana, estudios
que iban desde las “primeras letras” hasta los que preparaban para ir a la Uni-
106. G. A. WIEGERS, “Breviario Çunní, de Iça de Gebir”, en Memoria de los moriscos…, o.c., pp. 130-133.
Llamamos la atención sobre el hecho de que esta obra muslim –junto con otra de polémica an-
timusulmana– estuviera en Arévalo solo seis años después de ser escrita. La presencia de los re-
henes nazaríes en Arévalo, a los que más arriba aludimos, junto con la fluida relación existente
entre esta villa y Segovia, podrían explicar esta circunstancia. En opinión de Wiegers este Bre-
viario Çunní arevalense estaba escrito con caracteres latinos. No es descabellado que en los úl-
timos años de estancia de Gutierre en el Palacio Real llegara a sus manos este manuscrito, aun-
que más adelante volviera a leerlo –quizá en versión aljamiada– con sumo aprovechamiento.
107. Vid. supra nota 8.
108. “El Islam cristianizado de los moriscos castellanos en época de Carlos V” en Congreso Inter-
nacional “Carlos V y la quiebra del humanismo político en Europa (1530-1558)”, (Madrid, 3-6 de ju-
lio de 2000), Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Car-
los V, Madrid, 2001, pp. 469-485 (Volumen 1, pp. 471 y 482). Ya E. Saavedra había intuido en
1878 algo parecido: “Demuestra [el Mancebo] en sus obras tal conocimiento de usos y libros
de los cristianos que probablemente, como otros moriscos de su tiempo, asistiría en su ju-
ventud a las aulas de algún Seminario o Colegio” (Discurso de ingreso…, o.c., p. 15).
109. Palabras del rabino Mose Arragel de Guadalajara en su presentación de la Biblia de Alba, re-
cogidas por Melquiades ANDRÉS, La teología española del siglo XVI, BAC, Madrid, 1976, vol. I,
p. 89. También confirma esta práctica Lázaro IRIARTE, el historiador “oficial” de los francisca-
nos, (Historia Franciscana, Asís, Valencia, 1979, p. 191).
110. Hoy no se encuentra en el Archivo Histórico Nacional, ni tampoco a principio del siglo XX
(vid. AHN, Clero secular y regular. Inventario de procedencias, imprenta de la Casa Social Cató-
lica, Valladolid, 1924). En cambio sí se encuentra la de los Trinitarios, el otro convento mas-
culino, y la de los femeninos, donde hemos comprobado que no hay rastro de este asunto.
196
Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
111. “Las primeras letras las aprendió en el convento de San Francisco de la villa de Arévalo, y con
ellas la piedad christiana. Passó a Salamanca, y dando fin a sus estudios, recibió en ella la honra
y grado de maestro en la edad de veinte y cinco años” (vid. Gil GONZÁLEZ DÁVILA, Historia de
la vida y hechos del Rey Don Henrique Tercero de Castilla, Madrid, 1638, p. 149).
112. Mª J. Rubiera indica cómo hay mucho de franciscanismo en el Mancebo (“El Islam cristiani-
zado…, p. 482).
113. Ante la eventualidad de que nuestro personaje hubiera continuado sus estudios en la Universi-
dad de Salamanca y obtenido el grado de bachiller (como se pregunta Mª J. RUBIERA, “El Islam
cristianizado…”, p. 482), hemos revisado con atención los Registros de pruebas testificales (“ba-
chilleramientos”) de los dos únicos años conservados en fechas cercanas (1526-1527) en el archivo
histórico de la Universidad de Salamanca. Lamentablemente nuestro Gutierre no consta entre los
casi 700 graduados como bachilleres recogidos en ese registro (Arch. Univ. Salam. 560; 1526-1527).
http://ausa.usal.es/imagen.php?serie=pruebastestificales&libros=AUSA,560.
114. Vid. Tafçira, fol. 243v y L. LÓPEZ-BARALT y Mª T. NARVÁEZ, “San Juan de la Cruz y la Mora de
Úbeda: ¿vecinos en la calle Elvira de Granada?” en su libro San Juan de la Cruz y el Islam, Hi-
perión, Madrid, 1990, pp. 303-304. Mª T. NARVÁEZ ha reafirmado en 2003 esta tesis en el ya re-
ferido “Estudio preliminar” a la Tafsira.
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Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
117. Vid. F. FRANCO SÁNCHEZ, “Los mudéjares, según la Riḥla de Ibn Aṣ-Ṣabbaḥ”, Sharq Al-Anda-
lus, 12, 1995, pp. 375-391 y X. CASASSAS y otros, De Ávila a La Meca: el relato del viaje de Omar
Patún (1491-1495), Universidad, Valladolid, 2017. El primero de los viajeros llegó hasta Irán
y Estambul, ciudad en la que también estuvieron Omar Patún y su compañero, quienes ade-
más se entretuvieron medio año trabajando en Damasco y otro año y medio en El Cairo. En
varias ocasiones tuvieron que detenerse algunos meses porque Mahomad del Corral, el com-
pañero de O. Patún, cayó enfermo más de una vez.
118. Tafsira, ed. Mª T. NARVÁEZ, pp. 308-309. Vid también X. CASASSAS, “La Riḥla de Omar Patún:
el viaje de peregrinación a La Meca de un musulmán de Ávila a finales del siglo XV (1491-
1495)”, Espacio, tiempo y forma, Serie III Historia Medieval, 28 (2015) pp. 221-254. En realidad hay
un error en las palabras del autor de la Tafsira ya que dice que el musulmán abulense que pe-
regrinó y que escribió el relato de su viaje (Riḥla en árabe) era Muhammad Batún, cuando en
realidad fue Omar Batún acompañado de Muhammad del Corral. El error puede deberse al
olvido del nombre, a la confusión del nombre de los dos viajeros o a que el redactor último
del texto que nos ha llegado no fue el Mancebo sino alguno de los sabios aragoneses que co-
rrigieron algunas cosas o al escriba que pasó el texto a caracteres árabes (vid. L. F. BERNABÉ
PONS, “La nueva Tafsira del Mancebo…”, o.c., p. 264).
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Serafín de Tapia
CONCLUSIONES
Reiteramos lo que en varias ocasiones hemos dicho: reconocemos que lo
que en este artículo se propone no es una evidencia inequívoca sino sola-
mente una hipótesis razonable que, en caso de resultar cierta, ayudaría a en-
tender mejor la vida y obra del Mancebo.
Incluso aunque la identificación del personaje que pensamos pudo ser el
Mancebo (Gutierre Velázquez, Gutierre Albéitar o Gutierre de Barrionuevo119)
se demostrara errónea, en este trabajo se ofrece una rica información sobre el
entorno social en el que se desarrolló gran parte de la vida de nuestro clan-
destino escritor.
La hipótesis que aquí presentamos tiene un punto débil importante deri-
vado de las características de las fuentes empleadas (provisiones reales, plei-
tos por asuntos económicos, protocolos notariales, actas municipales, series fis-
cales, padrones vecinales, etc.) ya que ninguna de ellas tiene como objetivo
iluminar directamente los aspectos culturales, ideológicos y, menos aún, los re-
ligiosos de la sociedad. Como hemos indicado, no se han conservado para este
distrito inquisitorial las series más ilustrativas del Santo Oficio en esta mate-
ria (los Procesos y las Relaciones de Causas), ni los fondos documentales del
monasterio franciscano donde probablemente recibió la formación humanística
y cristiana que revelan sus libros. Ni siquiera existen los Libros Sacramentales
de las parroquias para estas fechas (el más temprano es de 1563, fecha muy pos-
terior al ámbito cronológico del Mancebo). Por tanto, nos quedamos sin cono-
cer aspectos fundamentales para entender el universo ideológico y religioso de
un escritor tan complejo y sugerente como el Mancebo de Arévalo.
Es necesario seguir escudriñando la documentación de los archivos es-
pañoles –tanto los nacionales como los locales– porque es seguro que podre-
mos incrementar la información relacionada con los familiares y compañeros
del Mancebo y posiblemente algún aspecto interesante de la vida de éste.
Más luz puede proporcionar la deseable aparición de nuevos textos ára-
bes o aljamiados que pudieran ofrecer información hasta ahora desconocida so-
bre nuestro personaje o su obra.
119. En aquellas fechas no era obligatorio que los hijos tomaran el apellido paterno. Más frecuente
era que unos prefirieran el del padre y otros el de la madre. Aquí pudo ocurrir así, especial-
mente porque los padres de Gutierre –o su propio abuelo materno– advirtieron lo positivo que
era para él conservar el aristocrático apellido Velázquez si querían que fuera admitido en el
Palacio Real para recibir una educación selecta y más tarde en el Estudio de los franciscanos.
Así pues, nos inclinamos a pensar que se haría llamar Gutierre Velázquez.
200
Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
RESUMEN
Lo que se propone en este artículo no es una evidencia indiscutible sino
solamente una hipótesis razonable que, en caso de resultar cierta, ayudaría a
entender mejor la vida y obra del Mancebo de Arévalo. Partiendo de una des-
cripción de la realidad social arevalense en la primera mitad del siglo XVI y de
los avatares de su comunidad morisca en ese período –que coincide con el mo-
mento en que tuvo lugar la vida y obra del Mancebo de Arévalo– se analiza la
información contenida en un pleito que un funcionario real promueve contra
la pretensión de un morisco de apropiarse de los bienes dejados por un her-
mano suyo que hacia 1542 había huido a Berbería para “tornarse moro”. En ese
pleito el funcionario real dice, para reforzar su argumentación de que era una
familia muy islamizada, que un hermano menor de estos moriscos –llamado
Gutierre– fue sorprendido hacia 1543 leyendo y explicando el Alcorán a algu-
nos moriscos de Arévalo y otras villas cercanas, por lo que fue apresado y en-
cerrado en un convento donde murió. A partir de esta información propone-
mos la hipótesis de que este joven pudo ser el Mancebo de Arévalo. Sabemos
quiénes eran los padres, abuelos y otros familiares de este Gutierre y a qué se
dedicaban todos ellos más otras peculiaridades sociológicas de sumo interés:
todos disfrutan de una situación económica desahogada; entre ellos predomi-
naban los mercaderes que se movían por gran parte del reino y varios de ellos
desempeñaron cierto protagonismo social tanto en el interior de la comunidad
morisca como en las instituciones de Arévalo. También se datan y reconstru-
yen los períodos fundamentales de la vida de este personaje: educación en el
Palacio Real de la villa y en el convento de los franciscanos; hacia los 18 o 19 años
acompaña a su padre o a alguno de sus tíos en sus viajes como mercaderes y
clandestinamente recoge información y enseñanzas de otros moriscos; unos tres
años después se retira a Aragón donde escribe sus tres libros hacia 1533 o 1535;
después peregrinaría a La Meca regresando a Arévalo en 1543, donde murió a
manos de la Inquisición.
Palabras clave: literatura aljamiada, criptomusulmán, Inquisición, Man-
cebo de Arévalo, moriscos.
ABSTRACT
The aim of this article is to present not something unquestionably obvious
but only a reasonable hypothesis, which, if it is proven to be true, would en-
hance the understanding of the life and work of the Young Man of Arevalo.
Starting with a description of the social life of Arevalo in the first half of the XVI
century and the different manifestations of the Moorish community during the
same period, which coincides with the life and work of the Young Man of Are-
valo, I analyse the information contained in a law-suit filed by a royal civil ser-
vant to prevent a Moorish man from taking possession of the goods that his
201
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Serafín de Tapia
brother had left behind when he fled to Berber land around 1542 to “become
a moor”. To strengthen his argument during the law-suit, the royal civil servant
said that the Moor concerned was from a very Islamised family, and stated that
around 1543 a younger brother of these Moors, called, Gutierre, had been
caught reading and explaining the Coran to a Moorish group from Arevalo and
other nearby villages, an act for which he was arrested and imprisoned in a con-
vent where he died. Building on this information, my hypothesis is that this
young man could have been the Young Man of Arevalo. We know who the pa-
rents, grandparents and other relatives of this Gutierre were and what they did
as well as other specific sociological details of great interest: they were all well
off, most of them being merchants that moved around the kingdom and some
of them enjoying a certain social prominence in both the Moorish community
and the local institutions in Arevalo. We can also date and reconstruct the main
periods of the life of this character: his education at the Royal Palace of the town
and the Franciscan monastery; then, when he was around 18 or 19 year old, he
accompanies his father or one of his uncles on their journeys as merchants and
he secretly gathers information and teachings from other Moors; about three
years later he withdraws to Aragon where he writes his 3 books around 1533
or 1535; after that, he would go to Mecca on a pilgrimage returning to Arevalo
in 1543 where he dies at the hands of the Inquisition.
Key words: arabic literature, criptomoslem, Inquisition, Young man of Are-
valo, Moors.
202
Fuga de la Suprema. Los moriscos en búsqueda... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016), pp. 203-228
FUGA DE LA SUPREMA.
LOS MORISCOS EN BÚSQUEDA DE
LA BENEVOLENCIA DEL PAPA*
Bruno Pomara Saverino**
* Abreviaciones: TCD = Trinity College of Dublin; BL = British Library (Londres); ACDF = Ar-
chivio della Congregazione della Dottrina della Fede (Ciudad del Vaticano); BAV = Biblioteca
Apostolica Vaticana; BC = Biblioteca Casanatense (Roma); AHN = Archivo Histórico Nacio-
nal; Inq. = Inquisición.
Esta investigación ha sido realizada gracias a la beca otorgada por el Centro de Estudios Mu-
déjares de Teruel y se enmarca dentro del proyecto Nuevas perspectivas de historia social en los
territorios hispánicos del Mediterráneo Occidental en la Edad Moderna (HAR2014-53298-C2-1), di-
rigido por el prof. Ricardo Franch Benavent. Debo agradecer a Damián Rustarazo por la rea-
lización de los mapas.
** Universitat de València.
1. Véase en particular el número monográfico “Diaspora morisca”, Quaderni storici, 144, 2013,
coordinado por G. FIUME y S. PASTORE y el libro firmado por quien escribe, Rifugiati. I moris-
cos e l’Italia, Firenze, Firenze University Press, 2017.
203
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Bruno Pomara Saverino
del XVI2: estas guías orientaban a los moriscos que querían ir a Estambul atrave-
sando el norte de Italia hasta Venecia, la ciudad que facilitaba el paso de los mo-
riscos hacia el Imperio Otomano y por la cual transitaban también muchos espías.
Gracias a la reconstrucción de María Carmen Ansón, se conoce la trayec-
toria biográfica de uno de los más destacados moriscos aragoneses, Gaspar Zay-
dejos de Torrellas, morisco que marcó un antes y después en esa historia que
relataré a continuación3. Ansón ha abordado a este personaje utilizando la co-
rrespondencia entre la inquisición aragonesa y la Suprema, relaciones de cau-
sas y documentación de fuentes locales, desde protocolos notariales hasta los
registros parroquiales. Aquí, a través de la localización de nuevas fuentes, in-
tentaré arrojar luz sobre otros aspectos de los sucesos de Gaspar Zaydejos –que
arrancaron en los años 70 del siglo XVI– como punto de partida para situar to-
dos los casos posteriores de moriscos que constan en las fuentes. El fin último
del trabajo es la descripción de un fenómeno con importantes implicaciones y
consecuencias, tanto en la historia de los moriscos, como en la de la Inquisición4.
El marco general en el que se encuadra esta cuestión, de hecho, se puede enri-
quecer desde otro punto de vista, que constituye la base más voluminosa de
este artículo: la documentación pontificia. Los estudios de John Tedeschi han
explicado cómo se ha perdido y dispersado la documentación judicial del San-
to Oficio romano5. Los poquísimos registros supérstites, relativos a sentencias
y a fascículos procesales inquisitoriales producidos por esta institución, se
guardan en el Trinity College de Dublín. Respecto a esta investigación, he po-
dido contar con los registros de sentencias y abjuraciones de los años 1603, 1607
y 16086. Por lo demás queda un gran vacío documental, que he intentado col-
mar cotejando los decreta del Archivo de la Congregación para la Doctrina de
la Fe. En los decreta se pueden consultar los verbales de los consejos del Santo
Oficio romano tocantes a las principales decisiones tomadas en sus reuniones,
2. L. LÓPEZ-BARALT, A. IRIZARRY, “Dos itinerarios secretos de los moriscos del siglo XVI (Los ma-
nuscritos aljamiados 774 de la Biblioteca Nacional de París y T-16 de la Real Academia de la
Historia)”, en Homenaje a Álvaro Galmés de Fuentes, Oviedo-Madrid, Universidad de Oviedo-
Gredos, 1985, vol. 1, pp. 547-582; J. LINCOLN, “An itinerary for moriscos refugees from 16th cen-
tury Spain”, Geographical Review, CXXIX, 1939, pp. 283-287.
3. M. C. ANSÓN CALVO, “Gaspar Zaydejos: destacado morisco aragonés”, Turiaso, XVI, 2001-2002,
pp. 233-261, ahora en ID., Torrellas. Del esplendor morisco a la decadencia y la tendencia a su recu-
peración, Torrellas, Ayuntamiento de Torrellas, 2014.
4. Las cartas inéditas sobre la vicisitud de Gaspar Zaydejos han sido halladas en la British Li-
brary de Londres. Aquí manifiesto mi gratitud al profesor Rafael Benítez que, con generosi-
dad, me ha proporcionado esa valiosa documentación. Ella nos aporta la visión de la Suprema
de Madrid con palabras francas, fundamentales para entender el punto de vista institucional
de la Monarquía hispánica sobre la cuestión.
5. J. TEDESCHI, The Prosecution of Heresy. Collected Studies on the Inquisition in Early Modern Italy,
New York, Binghamton, 1991, pp. 20-45.
6. Para la recopilación de algunos casos me he servido de la amable colaboración de Valentina
Oldrati.
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Fuga de la Suprema. Los moriscos en búsqueda... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
con lagunas para finales del Quinientos –que es cuando se empiezan a guar-
dar– y bastante completos a partir de 1600. Al ser disposiciones jurídicas en la-
tín, ese tipo de documentación, sin embargo, aporta información muy sintética
y carece de una descripción cualitativa para contextualizaciones más amplias.
El propósito de comentar estas ocurrencias responde a esa doble vertiente
documental y jurisdiccional, que me ha empujado a estructurar el trabajo en tres
apartados. En el primero describiré el perfil de estos moriscos imputados en
Roma; en el segundo abordaré la vicisitud del mencionado Gaspar Zaydejos,
el personaje que encarna el amanecer, el cenit y el ocaso de este fenómeno; en
el tercero, pondré de manifiesto los conflictos jurisdiccionales surgidos entre la
ciudad de Pedro y Madrid a raíz de las sentencias de absolución expedidas por
el Santo Oficio romano en favor de estos perseguidos.
7. Las dos mujeres son Ana Arévalo de Trasmoz, de 29 años (TCD, ms. 1229, ff. 78r-81r. Roma,
12 de marzo de 1607), y María Franco de Torrellas, de 50 años (TCD, ms. 1229, ff. 438r-441v.
Roma, 20 de noviembre de 1607).
8. TCD, ms. 1228, ff. 153r-154r. ACDF, Decreta 1603, c. 169v. Roma, 23 de julio de 1603.
9. TCD, ms. 1229, ff. 427r-429v. ACDF, Decreta 1607, c. 437v. Roma, 16 de noviembre de 1607.
10. Se trata de Pedro Martín Cania de Segovia, de 48 años (TCD, ms. 1228, ff. 37-40. Roma, 15 de
marzo de 1603); Juan Adán de Baza (diócesis de Guadix) de 50 años (TCD, ms. 1238, ff. 201r-
203v. Roma, 17 de abril de 1608); Lorenzo Rodríguez, residente en Toledo, de 26 años (TCD,
ms. 1238, ff. 225r-227v. Roma, 10 de mayo de 1608).
11. G. COLÁS LATORRE, “Cuestiones sobre los moriscos”, en Bibliografía y fuentes para el estudio de
los moriscos aragoneses, Teruel, CEM, 2010, p. 14.
205
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Bruno Pomara Saverino
sicionó el Santo Oficio ante estos moriscos que sí se fugan, pero lo hacen hacia
la capital de la Cristiandad?
Según los datos más aceptados por la comunidad científica, el 20% de
la población aragonesa está compuesta por moriscos12. De ellos, un 90% vivía
en un marco rural dentro de señoríos, en condición de servidumbre13. Sin em-
bargo, no caben dudas que los moriscos aragoneses están muy hispanizados
e integrados entre los cristianos viejos14. Si tomamos por buena la definición
de Covarrubias en el Tesoro, en la entrada tagarinos, como a menudo se les ape-
llida15, leemos:
“los moriscos antiguos criados entre christianos viejos, en lugares de Castilla y
Aragón, los quales saben igualmente nuestra lengua y la suya, de modo que ape-
nas se pueden distinguir ni conocer, salvo por la orden que con ellos se tiene de
que vivan en ciertos barrios”16.
A la altura de la segunda mitad del XVI hasta la expulsión, los aragone-
ses ya no visten con vestidos típicos17 y quizás la mayoría hablan el mismo
idioma de los vecinos cristianos viejos, con los que se llevan bien, como ha que-
rido demostrar Gregorio Colás Latorre sirviéndose de fuentes notariales y cí-
vicas18. No se trata –advierte el investigador– de una relación idílica, sino de un
sustancial trato de “buena vecindad”. Las representaciones conflictivas no
son otra cosa que el fruto de una producción literaria ideológica cristiana-mi-
litante o ligada a fuentes inquisitoriales y, en general, eclesiásticas, que tienen
el riesgo de vehicular la mirada del historiador. Una confirmación de todo ello
se encuentra en la “inmaterialización” de los complots de los que los moriscos
aragoneses están acusados, salvo los choques, de otra naturaleza, de fines del
siglo XVI entre los pastores montañeses y los moriscos de las vegas.
La atención de la inquisición de Zaragoza hacia los moriscos es muy se-
vera, y lo demuestra la constatación que, entre 1560 y el 1614, casi la mitad de
12. M.S. CARRASCO URGOITI, El problema morisco en Aragón al comienzo del reinado de Felipe II. Estu-
dio y apéndices documentales, Teruel, CEM, 2010 (ed. orig. Valencia, 1969), p. 25.; J. REGLÀ, Es-
tudios sobre los moriscos, Barcelona, Ariel, 1974 (ed. orig. Valencia, 1964), p. 79.
13. G. COLÁS LATORRE, “Cuestiones sobre los moriscos”, p. 22.
14. G. COLÁS LATORRE, “Los moriscos aragoneses: una definición más allá de la religión y la po-
lítica”, Sharq al-Andalus, 12, 1995, pp. 147-161.
15. Es decir, los de la frontera (thagr) más al norte del islam: M. DE EPALZA, “El islam aragonés,
un islam de frontera”, Turiaso, VII, 1987, pp. 9-21.
16. S. DE COVARRUBIAS OROZCO, Tesoro de la lengua castellana o española, Madrid, 1611, ad vocem.
17. I. LASMARÍAS PONZ, “Cultura material de los moriscos aragoneses: vestido y apariencia”, en
M.J. CASAUS BALLESTER (coord.), Los moriscos en los señoríos aragoneses. Actas de las Terceras Jor-
nadas del Proyecto Archivo Ducal de Híjar-Archivo Abierto, Teruel, CEM, 2013, pp. 211-241.
18. G. COLÁS LATORRE, “Cristianos y moriscos en Aragón: una nueva lectura de sus relaciones y
comportamientos en el marco de la sociedad rural”, Mélanges de la Casa de Velázquez, 29, 2, 1993,
pp. 153-169; ID., La bailía de Caspe en los siglos XVI y XVII, Zaragoza, Institución “Fernando el
Católico” (CSIC), p. 26, nota 55.
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Fuga de la Suprema. Los moriscos en búsqueda... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
los juzgados por delitos de fe son moriscos19. Hay otro factor a tener en cuenta.
Hasta la segunda mitad del XVI los moriscos se benefician de cierto amparo de
los señores que los protege de los ataques inquisitoriales. Cuando en el pulso
entre señores e Inquisición va imponiéndose paulatinamente la fuerza de la se-
gunda, los moriscos se ven más sujetos a la merced de las pesquisas inquisi-
toriales. Por su parte los barones aragoneses persisten en el intento de protec-
ción de sus vasallos, incluso incitándoles a la desobediencia. Ello se hace
patente en ocasión del bando para el desarme de los moriscos de 1559, que se
vuelve a reiterar en varias ocasiones. Que los señores se queden sin vasallos ar-
mados es inconcebible. Incluso en 1575 hay señores que no quieren ejecutar las
medidas de desarme: el duque de Villahermosa, el conde de Aranda, el señor
de Ossera. No son nombres citados por erudición: de los señoríos de estos per-
sonajes provienen muchos de los moriscos que se autodenuncian en Roma20.
Leyendo los relatos inquisitoriales, se podría pensar que los moriscos van ar-
mados para prepararse a respaldar una invasión argelina o turca, mientras que,
como ha explicado María Soledad Carrasco, el armamento era propio de aque-
llos que viven en estados señoriales en conflicto con los vecinos:
“Entretanto el desarme de los nuevos convertidos, lejos de solucionar nin-
gún problema, dio como resultado que volvieran a armarse clandestinamente.
Hubo conatos de rebelión y algunas familias moriscas conciben imposibles sue-
ños de autonomía y grandeza” 21.
19. Porcentajes sobre el número total de causas de los moriscos procesados por siete tribunales del Santo
Oficio, en R. CARRASCO, Deportados en nombre de Dios. La expulsión de los moriscos: cuarto cente-
nario de una ignominia, Barcelona, Destino, 2009, p. 200. En el reino de Valencia y en el de Ara-
gón, excepto en el quinquenio 1571-75, la proporción de moriscos juzgados está siempre muy
por encima del 50% sobre el total de los perseguidos: véase el cuadro Procesados por la Inqui-
sición según las relaciones de causas en R. BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO, “La Inquisición ante los mo-
riscos”, en J. PÉREZ VILLANUEVA y B. ESCANDELL BONET, Historia de la Inquisición en España y Amé-
rica, Madrid, BAC, 1999, vol. III, p. 733.
20. Aunque solo Giovanni Macchi (¿Juan de Almaedí?) confesó haber “tenuto un scoppietto in casa”,
y era de Calanda, localidad bajo la jurisdicción de la Orden de Calatrava: TCD, ms. 1228, ff.
148r.
21. M.S. CARRASCO URGOITI, op.cit., p. 75. Henry Lea (Los moriscos españoles, p. 330) cuenta que “en
Torrellas se recibió gran cantidad de armas, traídas desde Vizcaya y los armeros informaron
que la demandas por parte de los moriscos era incesante”.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Bruno Pomara Saverino
22. S. DI NEPI, «Le Restitutiones ad libertatem di schiavi a Roma in età moderna: prime note su un
fenomeno trascurato (1516-1645)», Dimensioni e problemi della ricerca storica, 2, 2013, pp. 25-52.
23. S. DE TAPIA, “Las redes comerciales de los moriscos de Castilla la Vieja: un vehículo para sus
«complicidades»”, Studia Historica. Historia Moderna, XI, 1993, pp. 231-243.
24. J. VALLEJO ZAMORA, “Los moriscos de Torrellas entre 1495-1610: consideraciones demográfi-
cas”, Turiaso, VII, pp. 281-324.
25. S. DE TAPIA, op.cit., pp. 235-237.
26. Sin embargo, según el Inquisidor general, Gaspar de Quiroga, aunque el ataque del Turco no
es de descartar, éste no se produciría como acto de ayuda a los moriscos. H. PIZARRO LLORENTE,
Un gran patrón en la corte de Felipe II. Don Gaspar de Quiroga, Madrid, Comilas, 2004, p. 307.
27. TCD, ms. 1228, ff. 37r-39v; ACDF, Decreta 1603, c. 54v (Roma, 6 de marzo de 1603. La compa-
ritio tuvo lugar el 3 de marzo).
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Fuga de la Suprema. Los moriscos en búsqueda... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
puede constatar, por ejemplo, una cierta homogeneidad en la edad de los sponte
comparentes: sobre todo individuos entre los 40 y los 50 años. Aparece también
la edad en que el imputado se convierte al islam, que suele ser entre los 10 y los
18 años, salvo algunos casos más tardíos. Todos declaran estar bautizados, co-
nocer la religión católica y sus ritos. Se especifica el periodo de permanencia en
el islam, así como quiénes han tenido un papel decisivo en la conversión:
– sujetos no identificados. Juan de Portugal, de Aranda28, y Juan de Gra-
nada, de Ambel29, cuentan su entrega al islam con 18 años “a persuasio-
ne di una certa persona” sin especificar, que también les ha enseñado los
rezos. El primero de los dos asegura haber vivido durante muchos años
“a la moresca” y haber hecho proselitismo, enseñando “i precetti ad altri”.
– un morisco viejo. El arriero Miguel Rubio, de Jarque, de 34 años se pasa
al islam dos veces. La primera a los 15 años de edad, “persuaso da un
altro”, aunque entonces su permanencia es breve, apenas dos meses: “Ve-
dendo tu che niuno de tuoi parenti facevano questi orationi, stimasti che fusse cosa
falsa, et lasciando tale impietà, seguitasti a vivere christianamente nella fede cat-
tolica”. Ha caído otra vez en el “error” desde hace poco más de un año de
28. TCD, ms. 1229, ff. 427r-429v; ACDF, Decreta 1607, c. 437rv. Roma, 17 de noviembre de 1607.
29. TCD, ms. 1229, ff. 70r-72v. Roma, 10 de marzo de 1607; ACDF, Decreta 1607, cc. 265v-266r.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Bruno Pomara Saverino
30. TCD, ms. 1228, ff. 153r-154r. ACDF, Decreta 1603, c. 169v. Roma, 28 de julio de 1603.
31. TCD, ms. 1228, ff. 37r-39v.
32. TCD, ms. 1229, ff. 78r-81r.
33. De acuerdo con la opinión de G. FIUME, “Rinnegati: le imbricazioni delle relazioni medite-
rranee”, en B. FRANCO, B. POMARA, M. LOMAS, B. RUIZ-BEJARANO (coords.), Identidades cuestio-
nadas. Coexistencia y conflictos interreligiosos en el Mediterráneo (ss. XIV-XVIII), Valencia, PUV,
2016, p. 57.
34. TCD, ms. 1228, ff. 153r-154r.
35. TCD, ms. 1229, ff. 438r-441v.
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36. TCD, ms. 1229, ff. 434r-437v. Roma, 20 de octubre de 1607; ACDF, Decreta 1607, c. 438r. Abju-
ración de formali el 16 de noviembre.
37. Lo confesó Juan de Granada: TCD, ms. 1229, ff. 70r-72v.
38. Cuya obra completa es inmensa.
39. TCD, ms. 1228, ff. 422r-424v; ACDF, Decreta 1603, c. 264r.
40. M. C. ANSÓN, Torrellas…, p. 305.
41. Ibidem, p. 201.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Bruno Pomara Saverino
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Fuga de la Suprema. Los moriscos en búsqueda... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
mana; arrodillarse cotidianamente por tres años y delante de la “sacra imagen”, repitiendo
cinco veces la oración dominical y la salutación angélica; confesión cuatro veces al año durante
tres años, y otras cuatro con licencia de su confesor en Navidad, día de la Resurrección, Pen-
tecostés y Todos los Santos.
51. La frase repetida en cada una de estas sentencias es la siguiente: “dopo la quale abiura saremo
contenti assolverti dalle censure et pene ecclesiastiche nelle quali per le dette cose sei incorso, purché
non sii provenuto d’inditii in alcun tribunal del Santo Offitio in Spagna”.
52. Bárbara Ruiz-Bejarano esboza una prosopografía sobre algunas de estas figuras, en la docu-
mentación conocidas como caudillos: B. RUIZ-BEJARANO, Praxis islámica de los musulmanes ara-
goneses a partir del corpus aljamiado-morisco y su confrontación con otras fuentes contemporáneas,
Universidad de Alicante, tesis doctoral inédita, 2015, pp. 438-465.
53. M. C. ANSÓN, “Gaspar Zaydejos…”, p. 238.
54. J. REGLÀ, op.cit., p. 82.
55. A. CANELLAS LÓPEZ, “Notas para la vida dramática de Don Juan de Aragón y Gurrea, conde
de Ribagorza, ejecutado en 1573”, Cuadernos de historia Jerónimo Zurita, 6-7, 1954, pp. 75-92; M.
C. ANSÓN, “Gaspar Zaydejos…”, pp. 241-244.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Bruno Pomara Saverino
56. P. AZNAR CARDONA, Expulsión justificada de los moriscos españoles, Huesca, 1612, f. 46v. Zayde-
jos es citado como mensajero también en el f. 40r.
57. ACDF, Decreta 1574, c. 955. Roma, 17 de junio de 1574. Tres años antes, pues, de lo que ha es-
crito María Carmen Ansón.
58. BL, Egerton, 1507, f. 110.
59. ACDF, Decreta 1581, c. 31rv: “Gasparis Zaedejios de Torreglia terraconensis diocesis in Regno Ara-
goniae. Audita eius spontanea comparitione in hoc Sancto Officio facta et errorum suorum confessione
decretum et ordinatum fuit quod dictus Gaspar, facta abiuratione ut formalis apostata, absolvatur ab
apostasia in i[sic] ei poenitentiis salutaribus, et reverendus commissarius generalis Sancti Officii illum
expediat, ac demum commendetur Inquisitori maiori hispanium”.
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Fuga de la Suprema. Los moriscos en búsqueda... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
60. Giacomo Savelli (1523-1587) fue inquisidor mayor desde 1577 y vicario de la diócesis romana
desde 1570 (ambos oficios ocupados hasta su muerte). Sobre él, I. FOSI, Savelli, Giacomo, en A. PROS-
PERI (diretto da), Dizionario Storico dell’Inquisizione, Pisa, Edizioni della Normale, 2010, ad vocem.
61. Gaspar de Quiroga y Vela (1512-1594) fue obispo de Cuenca, arzobispo de Toledo, inquisidor
general y miembro del consejo de Estado. En el séquito de Felipe II en su estancia en Anda-
lucía, Quiroga ha seguido muy de cerca el desarrollo de la revuelta de las Alpujarras. En torno
a su figura, H. PIZARRO LLORENTE, op.cit. Su postura cambiante hacia el conjunto morisco es
así descrita por esta autora (p. 308): “Quiroga […] respaldó los intentos de adoctrinamiento
en la fe católica de los moriscos, su evolución fue semejante a la desarrollada por el conjunto
de la Monarquía, decantándose, en los años ochenta, por la expulsión”.
62. BL, Egerton, ms. 1507, f. 116. Roma, 4 de marzo de 1581.
63. M. C. ANSÓN, Torrellas…, p. 153. La renta anual es la cuota acordada en el marco de la concordia
aprobada conjuntamente al edicto de gracia: M. GARCÍA-ARENAL, “La concordia de la Inquisición
de Aragón del año 1555”, en A. TEMIMI (ed.), Religion, identité et sources documentaires sur les mo-
risques andalous, Tunis, 1984, tomo I, pp. 325-348; R. BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO, op.cit., pp. 713-714.
64. AHN, Inq., libro 357, f. 88. Madrid, 14 de marzo de 1581.
65. Ibidem.
215
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Bruno Pomara Saverino
66. BL, Egerton, 1507, f. 188. Zaragoza, 31 de agosto de 1581. Los inquisidores de Zaragoza al Con-
sejo inquisitorial de Madrid.
67. Ibidem, al margen.
68. BL, Egerton, ms. 1507, f. 110.
69. BL, Egerton, ms. 1507, f. 112. Toledo, 11 de septiembre de 1581. El inquisidor Quiroga al Consejo.
216
Fuga de la Suprema. Los moriscos en búsqueda... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
fines. Roma perdona, Madrid toma nota. No, la Monarquía no puede permi-
tirse frustrar el largo proceso de desarraigo del islam de España:
“Por otra parte parece cargo de conciencia que un hombre tan facineroso
como éste quede sin castigo […] y lo que peor sería es que tomarían ocasión y
ejemplo deste caso para irse muchas personas por el camino que ha ido y venido
el Zaidejos, en mucha desautoridad del Santo Oficio y daño de la república cris-
tiana. Pues por esta vía quedarían sin castigo los herejes y apóstatas y se torna-
ría a plantar en España la sucia y maldita secta de Mahoma”70.
El procedimiento propuesto por Quiroga es el de volver a examinar todos
los cargos procesales de Zaydejos y cotejarlos con el testimonio y sentencia de
Roma. El objetivo tiene que ser la averiguación de si el morisco había confesado
todos sus pecados delante del pontífice. El asunto era demasiado importante
para que el rey no fuera puesto al corriente de todo y no opinara al respecto.
Su Majestad ya ha enviado un agente ante la Santa Sede para tratar la cuestión.
Evidentemente el asunto no está cerrado, Felipe II tiene que escribir a Roma y
acompañar la carta con un emisario. Éste tenía que conseguir “con mucha ins-
tancia que, a los que fuesen a Roma en esta manera, los tornasen a remitir a Es-
paña”. Al papa se le puede tranquilizar asegurándole que en los reinos espa-
ñoles la justicia se guarda “muy cumplidamente y quando los inquisidores
faltasen en algo el Consejo lo remediara”. Viceversa, el Santo Oficio español
–prosigue Quiroga– sale desautorizado dando “ocasión para que cada uno viva
como le paresciere”. Ante los ojos de Quiroga, la institución inquisitorial es-
pañola de esta manera sufriría una involución desde su fundación y el nego-
cio “Zaydejos” asume por lo tanto una importancia crucial: “En tiempo de los
Reyes Católicos, de gloriosa memoria, no se consentía que ninguno en las co-
sas de fe se valiese de Roma. Esto es lo que agora me parece. Holgara harto de
hallarme presente para oyr a Vuestra Magestad porque el negocio es de cali-
dad que conviene mirarle con ambos ojos en este tiempo”71.
No es cierto lo que afirma Quiroga. Como ha destacado Henry Charles
Lea, el nudo de las apelaciones a Roma tiene un largo recorrido histórico a par-
tir de la fundación inquisitorial72. En torno a las cuestiones de fe, Roma puede
siempre recurrir a la consabida superioridad pontificia y, si se da el caso, mos-
trar su fuerza ante Madrid, avocando la causa para tener la última palabra en
las controversias jurisdiccionales. Y, por ello, muchos empiezan a apelar a la má-
xima autoridad religiosa de la cristiandad, si bien estos recursos implican unos
gastos exorbitantes: la búsqueda de expertos abogados conocedores del dere-
cho canónico, una suma de dinero para “comprar” la reconciliación romana y,
si no se puede operar en la distancia, el coste del viaje hasta la ciudad papal.
70. Ibidem.
71. Ibidem.
72. H.C. LEA, Historia de la Inquisición española, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1993,
vol. I, pp. 721-783.
217
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Bruno Pomara Saverino
Con palabras tajantes de Lea, “la clemencia negada en España podía ser com-
prada en el mercado abierto de Roma”73.
Las apelaciones a Roma por individuos españoles, pues, fastidian a los in-
quisidores de la Suprema que ven así afectada su arraigada y celosa indepen-
dencia institucional. Célebre es una consulta de los inquisidores a Felipe II en
1583, en la cual se perciben tonos agrios. En ella a los ministros eclesiásticos no
sienta bien la interferencia de Roma en los procesos inquisitoriales españoles.
El rey tiene que persuadir al papa Gregorio XII “de que no admitiese las ape-
laciones, las cuales deberían ser remitidas al Inquisidor General”74:
“Muchas vezes se a representado a Vuestra Magestad la mucha mano que
en Roma toman en las cossas tocantes al Sancto Officio, recibiendo de buena gana
y mirando con buenos ojos a los que allá acuden, aunque ayan quebrantado acá
las cárceles de la Inquisición y se vayan huyendo, remitiéndoles las penas que
acá se les an impuesto, galeras o destierros, alçándoles las cárceles y quitándo-
les los hábitos en que fueron penitenciados, y haziendo en effecto con mucha fa-
cilidad lo que se pretenden y piden, y muchas vezes por solas sus confesiones,
sin entender los méritos de sus causas, ni qualidad de sus culpas, en gran de-
sauthoridad de la Inquisición de estos reinos. Bien conocemos y confesamos to-
dos que Su Santidad y su Sancta Sede apostólica es el supremo juez y tribunal
en estas y otras qualesquier causas ecclesiásticas, pero no siempre conviene ha-
zerse todo lo que se podría, y considerando esto los Romanos Pontífices, sus pre-
decesores, an concedido diversos breves y bullas advocando a sí las causas de
heregía y cometiéndolas a los Inquisidores Generales que por tiempo an sido y
son en España, y suspendiendo otros qualesquier que ayan dado en contrario,
y no se han de entender que era por ser menor su jurisdicción que agora, sino
por evitar muchos inconvenientes que de lo contrario resultan, porque por esta
vía se quita el nervio a la Inquisición de estos reinos, confúndese su buen pro-
cedimiento y dirección de las causas que en ella se tratan, dase mucha ocasión
e incentivo para que se cometan más y mayores delictos con sperança de perdón.
El Inquisidor General, qualquiera que sea, no tiene fuerça para resistir a esto, ni
para más que obedecer y cumplir lo que se manda, pero tiénela Vuestra Ma-
gestad para representar con su poderosa mano, por medio de su embaxador, los
inconvenientes que de aquí resultan contra nuestra religión y el bien público de
sus reinos. Y assí suplican a Vuestra Magestad el Inquisidor General y Consejo
lo aga por lo mucho que importa, que si ya no se remediare del todo, a lo me-
nos servirá para reprimir mucho”75.
218
Fuga de la Suprema. Los moriscos en búsqueda... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
76. BL, Egerton, ms. 1507, f. 114, nota al margen. Madrid, 16 de septiembre de 1581. El Consejo a
Quiroga y respuesta al margen de Quiroga al Consejo. Escribe Pizarro Llorente: “Sospechaba
que algunos cardenales de la congregación del Santo Oficio habían persuadido al Papa de que
el Inquisidor General y el Consejo guardaban poco respeto y obediencia al pontífice, puesto
que no le informaban de los negocios que trataban ni se cumplían las órdenes que se remi-
tían desde la Santa Sede”. H. PIZARRO LLORENTE, op.cit., p. 328.
77. M. C. ANSÓN, “Gaspar Zaydejos…”, p. 251.
78. Ibidem, p. 252.
79. AHN, Inq., libro 357, f. 271. Madrid, 12 de mayo y 7 de junio de 1589. Licencias de los inqui-
sidores de Zaragoza para Miguel Chico de Villafeliche, Fevrer Ginete de Bardallur, Juan de
Almatar de Mores y Gaspar Zaydejos.
80. M. C. ANSÓN, “Gaspar Zaydejos…”, pp. 255-256.
81. Ibidem.
82. M. C. ANSÓN, Torrellas…, p. 211.
83. M. C. ANSÓN, “Gaspar Zaydejos…”, p. 257.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Bruno Pomara Saverino
84. AHN, Inq., libro 332, f. 233v. Madrid, 23 de marzo de 1609. El consejo de la Inquisición al Santo
Oficio romano.
85. ACDF, Decreta 1609, c. 186. Roma, 14 de mayo de 1609; AHN, Inq., libro 332, f. 247r. El con-
sejo de la Inquisición a la inquisición de Zaragoza: “el agente de la Inquisición en Roma ha
remitido el testimonio de la reconciliación y absolución de Zaydejos”.
86. M. C. ANSÓN, “Gaspar Zaydejos…”, p. 259.
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Fuga de la Suprema. Los moriscos en búsqueda... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
legítimo deducir que, por ejemplo, Juan de Torrellas, sponte comparente de-
mandante de la reconciliación para “ser recibido en el seno de la Santa Madre
Iglesia” en Roma, sea morisco87: aunque la fuente es escasa de detalles y no des-
cribe el cargo de Juan, se puede deducir porque sabemos que Torrellas es un
pueblo habitado solo por cristianos nuevos. El motivo de la escasa presencia
de moriscos en los registros vaticanos del último cuarto del XVI no se debe solo
a la naturaleza de los decreta de esa época. Otro factor a tener en cuenta es que
los moriscos aragoneses confían en que se les conceda un nuevo edicto de gra-
cia. La negociación de los edictos tiene cierta tradición entre los moriscos de
Aragón y de Valencia, a partir de los años treinta del siglo XVI. La inmunidad
derivada de los edictos implica una inhibición inquisitorial; en cierto sentido
consiente que los moriscos sigan viviendo a su manera88, aunque de modo fluc-
tuante debido al carácter temporal de la medida89. En 1589 una comisión de tres
moriscos aragoneses formaliza la solicitud, pidiendo el perdón general de su
comunidad con el simple recurso al foro interno de la conciencia. La petición
prevé una inacción inquisitorial durante un periodo limitado de tiempo en el
que los moriscos, por su parte, tendrían que ser adoctrinados. Las penas infli-
gidas a los hombres pertinaces jamás contemplarían la relajación, mientras que
a las mujeres culpables se les impondría el sambenito y, si procediera, la cár-
cel en su lugar de origen. Una junta especial se forma para tratar la cuestión.
La negociación dura años. En 1593 la Junta aprueba el edicto con unos cambios
respecto a la propuesta remitida por los representantes moriscos. En la medida
de indulgencia, vigente para cuatro meses, no están contemplados aquellos que
ya están en la cárcel, en las galeras, los desterrados, los condenados a penas ex-
traordinarias o los que todavía tengan pendiente la resolución de su causa. La
contrapartida es la definitiva entrega de las armas y de los libros y papeles con-
cernientes a la secta mahometana90.
A partir de estas fechas los moriscos no son los únicos en escaparse a Ro-
ma para evadir de la red inquisitorial española: lo hacen también presuntos so-
domitas y zoófilos de los pueblos de las mismas diócesis de Tarazona y de Za-
ragoza, pero también de otras partes de España91. Es evidente que corre la voz:
en contra de lo que los cronistas apologéticos afirman, los moriscos interactúan
e intercambian opiniones y consejos con los cristianos viejos. Estos movimien-
tos de personas involucran a toda la escala social, desde individuos acaudala-
87. ACDF, Decreta 1581, s.f. Roma, 31 de mayo y 7 de junio de 1581. Lo mismo se podría decir so-
bre Juan Ruiz de la diócesis de Tarazona: ACDF, Decreta 1592-93, s.f., sin fecha.
88. M. GARCÍA-ARENAL, “La concordia de la Inquisición de Aragón…”, p. 330.
89. J. P. DEDIEU, “L’Inquisition face aux morisques: aspects juridiques”, en L. CARDAILLAC (sous
la direction de), Les morisques et l’inquisition, Paris, Publisud, 1990, pp. 117-118.
90. Las fases de la negociación del edicto están reconstruidas en H. PIZARRO LLORENTE, op. cit., pp. 536-541.
91. Los casos son demasiados numerosos como para no acotarlos en una nota a pie de página.
Consúltese una muestra de ello en BC, ms. 3825, cc. 21r, 84v, 162v-163r, 144rv (año 1600) o las
abjuraciones esparcidas en los volúmenes ya citados del Trinity College of Dublin.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Bruno Pomara Saverino
dos hasta pastores pobres, aunque en su mayoría son los primeros los que se
fugan por las razones relativas a los costes, arriba explicitadas. Sin dudas, el ma-
yor vaivén de moriscos se ocasiona a partir de 1602, es decir desde que el Santo
Oficio romano opta por no ratificar otro edicto de gracia propuesto por el in-
quisidor general, Juan de Zuñiga, en favor de los moriscos de los reinos de Ara-
gón y Valencia92. Es de suponer que a este indulto se han agarrado las espe-
ranzas de muchos moriscos que ven así demolidas sus expectativas. Hay que
recordar que la primera década del XVII es testimonio de la mayor oleada re-
presiva contra los moriscos aragoneses. Dado este contexto, es comprensible
que haya casos de familias que no quieren volver y solicitan una licencia para
quedarse en la ciudad de Pedro93.
Por su parte, la Santa Sede aporta su granito de arena en la lucha para el
desarraigo del islam, enviando indicios y señalando otros nombres de moris-
cos acusados de manera espontánea (es decir, sin padecer tormentos) por los
sponte compaisanos: “examinetur in causa scientiae circa singulos quos nominat;
deinde mittatur copia Inquisitori Hispaniarum”94. Hay quiénes, como el alafán de
aguas Juan Vivas y María Franco, de Torrellas, llegan a acusar a cinco perso-
nas de ambos sexos, o Juan de Portugal, vecino de Aranda, quién delata a diez95.
Una pequeña prueba de que la solidaridad nacional morisca es un concepto
muy opinable en el caso aragonés (muy diferente al valenciano), como ya ha
puesto de manifiesto Gregorio Colás Latorre96. Puede que estas acusaciones es-
condan la sombra de lucha entre bandos moriscos distintos. Lo hace pensar la
acusación de Juan Lahuerta, de Trasmoz, marido de Ana Arévalo, contra Jeró-
nimo Espinel97, miembro de un importante clan de Torrellas, ya acusado en 1597
por poseer los libros de Sergius y Calvino98; o las delaciones de Juan Vivas y Ma-
ría Franco contra los Díaz, Gabriel y Rodrigo, familia de las principales y
92. ACDF, Decreta 1602, cc. 293 y 348. Roma, 20 de junio de 1602 y 18 de julio de 1602. En particu-
lar este último: “De concedendo indulto recipiendi Mauros regni Aragoniae et Valentiae, duraturo per
quadriennium. Lecto memoriali exhibito nomine regis Catholici, auditis votis Illustrissimorum domino-
rum etc. Sanctissimus noluit illud concedere, nam pro illorum instructione fuit provisum deputando pa-
rochos, eorumque prelatii compaverunt, ac spatio quadriennii videretur eis concedi libertas conscientiae”.
93. ACDF, Decreta 1604-1605 (copia), cc. 690 (15 de junio de 1605), 697 (17 de junio), 754-755 (20
de julio). Alejos Albariel (o Albañol), Juan de Urrea, María Bárbaro y dos hijos “velint manere
in Urbe an vero reverti in Hispaniam”. El papa delibera que “ne recedant ab Urbe”, pero siempre
con la cláusula “dummodo non sint praeventi inditiis in Sancto Officio Hispaniarum”. Sobre los Al-
bariel, familia de ricos mercaderes víctimas de persecuciones inquisitoriales, véase FOURNEL-
GUÉRIN, Les morisques aragonais et l’inquisition de Saragosse (1540-1620), tesis doctoral inédita,
Université Paul Valéry de Montpellier, 1980, pp. 106-108.
94. ACDF, Decreta 1603, c. 264r. Roma, 2 de diciembre de 1603. Sentencia contra Juan Espinel de
Torrellas.
95. ACDF, Decreta 1606, cc. 473rv. Roma, 16 de noviembre de 1607.
96. G. COLÁS LATORRE, “Cuestiones sobre los moriscos…”, p. 14.
97. ACDF, Decreta 1607, cc. 256v-266r. Roma, 2 de marzo de 1607. Juan Lahuerta indica al Santo
Oficio romano también a Francisco Amet de Berbería, moro no bautizado.
98. J. FOURNEL-GUÉRIN, “Le livre et la civilisation écrite”, p. 253; M. C. ANSÓN, Torrellas…, p. 208.
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Fuga de la Suprema. Los moriscos en búsqueda... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
99. Todos estos indiciados aparecen en M. C. ANSÓN, Torrellas…, pp. 119, 211, 259, 272, 303.
100. En 1575 se cuentan un total de 5.406 armas confiscadas: B. VINCENT, A. DOMÍNGUEZ ORTIZ, His-
toria de los moriscos. Vida y tragedia de una minoría, Madrid, Alianza, 1985, p. 66.
101. A. CONTE CAZCARRO, “La Inquisición y los moriscos de la ciudad de Huesca”, en Homenaje a
don Antonio Durán Gudiol, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1995, pp. 223-227; so-
bre los Çafar, véase también ID., “La decadencia de la aristocracia morisca: el caso de los Ça-
far de Huesca”, Sharq Al-Andalus. Estudios Mudéjares y Moriscos, 14-15, 1997-1998, pp. 177-201.
102. A. CONTE CAZCARRO, “La Inquisición y los moriscos…”, p. 224.
103. Ibidem.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Bruno Pomara Saverino
104. ACDF, Decreta 1606, c. 96r. Roma, 31 de marzo de 1606. La absolución de Juan con la expedi-
ción del certificado se halla en c. 220r (29 de diciembre de 1606).
105. ACDF, Decreta 1606, c. 110r. Roma, 15 de marzo de 1606.
106. La Congregación sacó a la luz tres antecedentes similares: el de Miguel Blanco de Ciudad Real,
sponte a Roma el 13 de julio del 1583; el de Simón de Venodria de la diócesis de Lérida, sponte
el 2 de septiembre de 1585; el de Gonzalo Sánchez de Castro San Martín, sponte el 23 de di-
ciembre de 1586. ACDF, Decreta 1606, c. 121r. Roma, 6 de julio de 1606. Tal vez hubo un caso
más famoso, el de Jaime Sánchez alias Juan Berri, acusado de luteranismo por el tribunal de
Zaragoza en los años ochenta y huido a Roma por estas fechas. Acerca de éste: H. PIZARRO LLO-
RENTE, op.cit., pp. 324-325; H. C. LEA, op.cit., pp. 746-747.
107. AHN, Inq., libro 332, f. 14. Madrid, 31 de agosto de 1606. El consejo de la Suprema al Santo
Oficio romano.
108. Ibidem. Madrid, 31 de agosto de 1606. El consejo de la Suprema a los inquisidores de Zaragoza.
109. O eso se intuye de un índice de las principales cuestiones inquisitoriales: BAV, Borgiano La-
tino, vol. 558, f. 1v. “Fugientes a carceribus SO Hispaniae at Portugaliae et comparentes ad hoc SO
tractabuntur uti fugitive alii vero uti recurrentes ad sedem Apostolicam 11 maii 1606 […]. Et primi
remittuntur in Hispaniam, prima junii 1606. […] Unus ex dictis fugitis fuit de ordine Sanctissimi con-
signatus hic Oratori Regis ut illum mitteret Inquisitoribus, qui vero fugiunt ante carceratione non re-
mittuntur, 6 julii 1606”.
110. AHN, Inq., libro 332, f. 15r. Madrid, 2 de septiembre de 1606. El consejo de la Suprema al Santo
Oficio romano.
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Fuga de la Suprema. Los moriscos en búsqueda... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
Actitud opuesta se detecta en los dos últimos casos de fugitivos, que sor-
prende todavía más porque se trata en la misma misiva de la Suprema a los su-
bordinados zaragozanos. Adam Cacimet, de Sástago, es sponte el 29 de marzo
en Roma111. Esta vez el Santo Oficio romano no le otorga la absolución, sino que
devuelve al morisco a los inquisidores de Aragón acompañándolo por una cé-
dula comendaticia del cardenal Antonio Zapata112, que hace poco ha entrado a
formar parte de la Sacra Congregación de la Fe113. El escrito del alto prelado es-
pañol, en nombre de Pablo V, serviría para hacer llegar a la Suprema la postura
de Roma sin tener que recurrir a una vía diplomática más oficial que, con toda
su violencia, desautorizaría a la institución ibérica ante la minoría morisca. La
recomendación papal se ejecuta con Adam: además de recibir el trato benigno y
blando “en lo que toca a la causa de fe”, Adam no sería encausado por la pose-
sión de armas, pasando por encima un aspecto que en esa época goza de cierta
relevancia. En cambio, en Madrid no sienta bien lo acontecido con Juan de Al-
maedí de Calanda, contra el cual se planifica la detención al regresar de Roma
“por aver traído armas”. Esta vez el vicario general capitolino lo había absuelto
in utroque foro. Para hacerse con Juan, sorteando la decisión romana, el inquisi-
dor general manda a los ministros zaragozanos aplicar el “edicto de las armas
publicado contra los moriscos que los traxeran”114. La orden debe cumplirse “así,
sin dar a entender tenéis orden nuestra”115 para finalmente escarmentar al mo-
risco116. Podemos suponer que este Juan sea el Giovanni Macchi de Calanda re-
conciliado en 1603 en Roma117. Ante el vicario capitolino éste había confesado
la posesión de una escopeta en casa, revelando asimismo el soborno de un ofi-
cial del centro penitenciario zaragozano para asegurarse el buen trato hacia otros
moriscos detenidos que debían haberse sometido al tormento118. Reconciliado
en forma en Italia, se ha dicho que se procede a su castigo en Zaragoza. Roma,
una vez más, es ignorada y desafiada. Pero no se trata de un caso aislado.
Por aludir a otros ejemplos: Ana Arévalo, de Trasmoz, reconciliada el 12 de
marzo de 1607 en Roma119, es llevada al auto de fe celebrado en Zaragoza el 29
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Bruno Pomara Saverino
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Fuga de la Suprema. Los moriscos en búsqueda... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
CONCLUSIONES
Entonces, ¿por qué los moriscos aragoneses siguieron presentándose en
Roma? “De hecho”, arguye Lea, en Madrid las apelaciones se consideran “co-
mo nulas y sin valor. Resulta verdaderamente curioso que al cabo de tan larga
experiencia aún encontrase la curia compradores lo bastante crédulos para bus-
car protección en ella. […] tales absoluciones fueron recibidas con desprecio,
y los reos fueron reconciliados con las mismas penas que sus compañeros”133.
A esta observación se contesta él mismo más adelante: a veces la Suprema
decide escuchar las sentencias papales, pues es “preferible dejar a un presunto
culpable en libertad antes que permitirle al Santo Oficio romano ejercer su ju-
risdicción”134. Algunos adinerados moriscos aragoneses prefieren arriesgar un
largo viaje que dejar su destino totalmente en manos de los tribunales españoles
que, a la sazón, llevan a cabo la represión más despiadada de su historia ins-
titucional contra esa minoría135.
Una última reflexión lleva a plantear una pregunta trascendente: ¿por qué
estos moriscos huidos de España, en lugar de ir a Berbería o a Estambul, van
a Roma con ánimo de regresar a España? No estoy seguro de tener la respuesta:
se puede cuestionar la sincera cristiandad de estos individuos, pero su firme
intención es vivir en su casa. Aunque no deja de ser paradójico, los moriscos
recurren a la máxima figura religiosa de la cristiandad –el papa– y por su mismo
pragmatismo la religión pasa a un segundo plano.
132. ACDF, Decreta 1613, cc. 275-276. Roma, 13 de junio de 1613. Véase también cc. 213-124 (15 de
mayo).
133. H. C. LEA, op.cit., p. 748.
134. Ibidem, p. 749.
135. En el lapso 1606-10, en el reino de Aragón el 84,8% de perseguidos es morisco: Procesados por
la Inquisición según las relaciones de causas en R. BENÍTEZ, op.cit., p. 733.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Bruno Pomara Saverino
RESUMEN
La historiografía puede contar con unas pocas aportaciones sobre la ver-
tiente de la diáspora morisca en Italia tras su destierro de la Península ibérica
(1609-14), mientras que carecen del todo los estudios sobre los contactos entre
los moriscos e Italia previos a la expulsión general. A principios del siglo XVII,
una nueva oleada represiva afectaba a la comunidad morisca en los territorios
de la Monarquía. Con esta aportación me propongo referir y contextualizar la
fuga a Roma de un grupo de moriscos aragoneses, afectados por los rumores
de denuncias que corrían a su cargo ante los Inquisidores españoles. Con el ob-
jetivo de llegar a la ciudad del papa, los moriscos se autodenunciarían ante el
Santo Oficio romano con la esperanza de obtener un trato más benévolo que
el esperado en sus patrias. De ese modo, estos individuos podían volver a sus
territorios de origen exhibiendo los documentos de absolución que el Pontífice,
a través del Tribunal inquisitorial romano, les había otorgado, beneficiándose
de facto de una situación de inmunidad. Con el propósito de comentar estas
ocurrencias: –describiré el perfil de estos moriscos imputados en Roma–; pon-
dré de manifiesto los conflictos jurisdiccionales surgidos entre el Santo Oficio
romano y español, a raíz de las sentencias de absolución expedidas por el pri-
mero en favor de estos perseguidos.
Palabras clave: moriscos aragoneses, Suprema, Santo Oficio romano, con-
flictos jurisdiccionales, absolución papal, salvaguarda.
ABSTRACT
Historiography counts with few contributions about the Morisco diaspora
in Italy after its expulsion from the Iberian Peninsula (1609-14); however any
study on contacts between the Morisco and Italy prior to the general expulsión
has been done. The aim of this contribution is to report and contextualize the
escape to Rome of a group of Aragonese Moriscos, affected by rumors of denun-
ciations against them before the Spanish Inquisitors. In order to reach the city
of the Pope, the Moriscos denounced themselves before the Holy Office with
the hope of obtaining a treatment more benevolent than in their homeland. The-
reby these individuals could return to their original territories displaying the
documents of absolution that the Pontifex gave them through the Roman In-
quisitorial Tribunal, taking profit of a situation of immunity. Analyzing these
facts I will describe the profile of these Moriscos imputed jurisdictional conflicts
that arose between the Holy Office of Rome and that of Spain, following the ver-
dicts of absolution issued by the first in favor of those persecuted.
Key words: Aragonese Moors, Spanish Inquisition, Roman Holy Office,
conflicts of jurisdiction, papal absolution, safeguard.
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Salvar el alma, disfrazar la piel: la identidad... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016), pp. 229-263
Una mujer grita que ella es cristiana vieja a toda costa, «sin raza de moro
ni judío», que «no tiene culpas que confesar»1, que es mentira cuanto se ha di-
cho sobre ella y que exige una defensa. Es morisca, de Granada por más señas,
y ya carga con varias sesiones de tortura en sus espaldas, metódicamente apli-
* El presente artículo tiene su origen en dos capítulos de la tesis doctoral Salvar el alma, disfra-
zar la piel: la identidad como irreverencia en la España morisca y la Cuba mulata, defendida en la
Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU.) en mayo de 2016. El proceso inquisitorial de la
morisca Lucía de Guzmán que se analiza en este artículo pertenece al Archivo Nacional de la
Torre do Tombo (Lisboa), y es parte de un corpus documental mayor que recoge 19 casos juz-
gados por la misma causa. Lo encontré en el año 2010 durante una investigación que realicé
en Portugal gracias a una beca concedida por la Luso-American Development Foundation (Re-
search Fellowship from the National Archives of Portugal). El litigio de la familia cubana que tam-
bién se discute aquí forma parte de los fondos del Archivo General de Indias, e igualmente
lo encontré en el año 2010, gracias a dos becas otorgadas por la Universidad de Wisconsin-
Madison. Ambos documentos constituyen material inédito aún sin estudiar. Con respecto al
primero, aparecen referencias al grupo de procesos del que forma parte en un artículo pu-
blicado en 2013 por Mercedes García-Arenal, donde se menciona: «[…] es sumamente inte-
resante el caso de una barca de diecinueve moriscos de Granada moradores en Sevilla que en
1595 fue interceptada cuando cruzaba el Estrecho. Varios de sus tripulantes fueron procesa-
dos por la Inquisición de Lisboa». En nota al pie de página se detalla luego: «Archivo Nacio-
nal da Torre do Tombo, donde se conservan los procesos de siete de ellos, acusados de ser mu-
sulmanes. ANTT, Inquisição de Lisboa, n. 4.128, 9.122, 2.974, 4.653, 12.095, 13.158 y 6.316.
Estudio estos procesos en otro trabajo en curso». M. GARCÍA-ARENAL «Los moriscos en Ma-
rruecos: de la emigración de los granadinos a los hornacheros de Salé», en M. GARCÍA-ARE-
NAL y G. WIEGERS (eds.), Los moriscos: expulsión y diáspora. Una perspectiva internacional, Valèn-
cia, Universitat de València, 2013, p. 278.
** Ph. D. por la Universidad de Wisconsin-Madison, Estados Unidos.
1. Lucía de Guzmán citada en el proceso de Inés López. Arquivo Nacional Torre do Tombo (ANTT
en adelante). Processo de Inês Lopes, 1600-1603, Tribunal do Santo Ofício, Inquisição de Lisboa,
proc. 3823, f. 53v.
Los manuscritos originales están en portugués; la transcripción y traducción al español de las
citas es mía.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Saylín Álvarez Oquendo
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Salvar el alma, disfrazar la piel: la identidad... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
2. Este resumen se basa en datos extraídos de los procesos de Isabel Herrera y María de Men-
doza («Isabel Ferreira» y «Maria de Mendoça» en los originales en portugués).
ANTT. Processo de Isabel Ferreira, 1599-1603, Tribunal do Santo Ofício, Inquisição de Lisboa,
proc. 9295.
ANTT. Processo de Maria de Mendoça, 1600-1603, Tribunal do Santo Ofício, Inquisição de Lis-
boa, proc. 9869.
3. ANTT. Processo de Maria de Mendoça, f. 79.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Saylín Álvarez Oquendo
4. «Abordaron el dicho barco y reconocieron que era de moriscos que venían fugados de Es-
paña a Berbería por q traían sus mujeres e hijos y traje de sus casas [...]». ANTT. Processo de
Maria de Mendoça, f. 72. «Se hallaron sus cajas de ropa y cierto pan de campeche y cosas de
casa, como hombres moriscos que con sus casas movidas se iban para Berbería [...]. En la di-
cha empresa fueron hallados papeles y cartas porque se verifica que los susodichos son mo-
riscos, y el nombre de cada uno de ellos, y señales van adelante descritas [...]». ANTT. Pro-
cesso de Isabel Ferreira, f. 4.
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Salvar el alma, disfrazar la piel: la identidad... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
5. E. SORIA MESA, La nobleza en la España Moderna. cambio y continuidad, Madrid, Marcial Pons,
2007, p. 300. En palabras de Soria Mesa, que ha investigado esta noción de la genealogía como
«un fraude sistemático» en la España Moderna, estamos frente a un fenómeno de «recreación
de un pasado mítico en donde la falsificación histórica va de la mano de los deseos de ho-
mologación social. Se trata de redefinir la historia del linaje en función de los nuevos patro-
nes que se aportan por las flamantes autoridades castellanas». E. SORIA MESA, «Una versión
genealógica del ansia integradora de la élite morisca: el origen de la Casa de Granada», Sharq
Al-Andalus: Estudios mudéjares y moriscos, 12, 1995, p. 214. Siendo así, resulta claro que: «La Ge-
nealogía […] se convirtió en una de las principales palancas del ascenso social. No porque lo
provocara, sino porque lo justificó. Sirvió para ocultar las trayectorias de los recién llegados,
para extender un velo acerca de los ínfimos orígenes de muchos de los triunfadores que in-
gresaban en el sistema por la puerta grande. La Genealogía fue una realidad cotidiana en la
España del Antiguo Régimen, mucho más de lo que se puede pensar a simple vista. Y en buena
parte lo fue porque cumplía una función social». E. SORIA MESA, La nobleza…, op. cit., p. 301.
6. L. F. BERNABÉ, Los moriscos: conflicto, expulsión y diáspora, Madrid, Catarata, 2009, p. 103. «El mo-
risco que deseaba progresar en la sociedad española de los siglos XVI y XVII debía, simple-
mente, mentir acerca de su origen. Así lo hicieron, siguiendo la fiebre genealógica de su
tiempo, común a otros, algunas casas de moriscos nobles, como la casa de los Granada-Ve-
negas, inventándose una alcurnia pre-musulmana que podía rehabilitarles dentro del cuerpo
social hispano. Hay que tener presente que el presentar hojas de servicio a los reyes desde an-
tes incluso de la conquista, como harán otras familias, les otorga respetabilidad, mas no mé-
rito social a los ojos cristianos. Si un morisco quería ingresar en una cofradía, en algún gre-
mio, o emigrar a América, no tenía otro remedio que falsificar su pasado». Ibidem, p. 103.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Saylín Álvarez Oquendo
7. ANTT. Processo de Luzia de Gusmão, 1600-1605, Tribunal do Santo Ofício, Inquisição de Lisboa,
proc. 6316, f. 72v.
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Salvar el alma, disfrazar la piel: la identidad... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
«Dice que ella Rea es cristiana vieja y por tal era tenida y habida y reputada,
por cuanto yendo al Reino de Galicia el doctor Peñaranda por oidor […], reco-
gió en su casa a Catarina Sánchez, madre de ella Rea que era viuda y tenía a ella
Rea niña de seis meses que la criaba al pecho. Y siendo la dicha su madre de na-
ción gallega y pobre y honrada, el dicho doctor Peñaranda al tiempo que se fue
de Galicia para Granada llevó a ella Rea y a la dicha su madre consigo, y la tuvo
en su casa y la crio. Y falleciendo el dicho doctor se quedó la Rea con la dicha su
mujer, que se llamaba Doña Isabel de los Cobos, la cual casó a ella Rea en su casa
con el dicho su marido que también era de su casa, paje de su yerno Don Alonso
de Alarcón. Y casada vivió con el dicho su marido en Granada tiempo de seis
años poco más o menos, y siempre así vivió como católica cristiana como es no-
torio. Y el padre de la Rea se llamaba Juan de Guzmán, también gallego»8.
Tenemos aquí los elementos básicos para apuntalar una genealogía acep-
table dentro del molde veterocristiano: padres gallegos por un lado, y títulos
sonoros por otro, como es el caso de la familia que las acoge a ella y a su ma-
dre, nada más y nada menos que la del mismísimo Oidor de Galicia, un tal doc-
tor Peñaranda9. La tradición de hidalguía y limpieza de sangre que caracteri-
zaba al norte de España ofrecía el terreno idóneo para reinventarse un pasado
lleno de fabulaciones genealógicas. Y fue esto lo que trató de hacer, como su-
po y como pudo, Lucía de Guzmán. No la acompañaba en su intento la pluma
legitimadora de un genealogista; esta mujer contaba apenas con su propia voz,
que por demás se expresaba bajo situaciones de extrema presión física y psi-
cológica. A pesar de la reivindicación que podía implicar el hecho de descen-
der de cristianos viejos, era improbable que la Inquisición tomara sus palabras
por ciertas, pues en su contra pesaba una clasificación de morisca que auto-
máticamente la hacía portadora de los peores atributos morales10. Su comuni-
dad, a caballo entre el Islam y el Cristianismo en una España que se propuso
borrar cualquier traza de su pasado islámico, ya había sido confinada y mar-
ginalizada, para pocos años después ser expulsada de la Península11 gracias al
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Saylín Álvarez Oquendo
estigma de una identidad fija que le fue atribuida desde los círculos de poder.
Sin embargo, como ya ha señalado José María Perceval:
«Los moriscos son una entidad creada por el universo cristiano en el siglo
XVI, tanto legalmente […] como mentalmente […]. No existen ni pueden ser es-
tudiados como unidad autocentrada con una voluntad propia y una identidad au-
toafirmada, con una red de comunicaciones internas que permita hablar de algún
tipo de bloque social político y coherente. Esto es una invención, en el sentido de
la época y en el actual, una creación de la sociedad cristiana vieja dominante que
le permite manejar un muñeco estereotipado, cada vez más trabado, hasta que de-
cide expulsarlo de su seno en una operación catártica y renovadora»12.
Siendo así, si convenimos en que en tanto grupo los moriscos fueron cons-
truidos mediante una cadena de estereotipos que permitió edificarlos como un
«Otro» necesario para el incipiente discurso nacional, la simple estrategia de
ficcionalizar genealogías a la que muchos acuden para fabricarse un pasado fan-
tasma no hace más que entrar en el juego de una ficción que intenta desmon-
tar otra erigida previamente. Y la movilidad entre estas dos ficciones está da-
da por el hecho de que la identidad como categoría tiende a lo fluido más que
a lo estático, sobre todo en comunidades como la morisca, con profundas hue-
llas de hibridez13. La ficcionalización genealógica que al nivel más básico ini-
cia Lucía de Guzmán es un gesto posible sólo si asumimos la identidad como
un espacio abierto, con agujeros que les den entrada a elementos dispares, y una
elasticidad que le permita fluctuar con soltura de un extremo a otro.
Esta primera estrategia: la reconstrucción de una identidad totalmente
cristiana y su consiguiente exacerbación, se apoyará no sólo en la genealogía
12. J. M. PERCEVAL, «Repensar la expulsión 400 años después: del ‘Todos no son uno’ al estudio
de la complejidad morisca», AWRAQ: Revista de análisis y pensamiento sobre el mundo árabe e is-
lámico contemporáneo, 1, 2010, pp. 120-121.
13. A propósito de un término tan debatido como «hibridez» (ver, entre muchos otros: H. BHABHA,
«The Commitment to Theory», The Location of Culture, New York-London, Routledge, 1994.
P. GILROY, The Black Atlantic. Modernity and Double Consciousness, Cambridge, Massachusetts,
Harvard University Press, 1993. J. KUORTTI, J. NYMAN (eds.), Reconstructing Hybridity: Post-Co-
lonial Studies in Transition, Amsterdam-New York, Rodopi, 2007. A. PRABHU, Hibridity. Limits,
Transformations, Prospects, New York, SUNY Press, 2007), la investigadora Mercedes Alcalá Ga-
lán al hablar precisamente de la hibridación de las comunidades moriscas señala que «Homi
Bhabha, en The Location of the Culture, matiza acertadamente el sentido de lo híbrido negando
que sea un punto central en el que se resuelvan las tensiones entre dos culturas sino un des-
plazamiento de valores del símbolo al signo, lo cual crea una crisis en cualquier concepto de
lo autoritario basado en un sistema de reconocimiento». M. ALCALÁ GALÁN, Escritura desatada:
poéticas de la representación en Cervantes, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos,
2009, p. 141. Tal énfasis en la movilidad, que implica un desafío al poder, refleja de modo bas-
tante fidedigno la condición de los moriscos a nivel cultural, social y personal en la España
de los siglos XVI y XVII. Comprender estas realidades múltiples iba más allá de lo esperado
en la época, pues supondría aceptar que la hibridez «abiertamente reconoce que la identidad
se construye mediante una negociación de la diferencia, y que la presencia de fisuras, huecos
y contradicciones no es necesariamente un signo de fallo». N. PAPASTERGIADIS, «Tracing Hy-
bridity in Theory», en P. WERBNER, T. MODOOD (eds.), Debating Cultural Hybridity: Multi-Cultu-
ral Identities and the Politics of Anti-Racism, London, Zed, 1997, p. 258.
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Salvar el alma, disfrazar la piel: la identidad... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
que se atribuye Lucía de Guzmán, sino también en la imagen modelo que pro-
mulga de sí misma, y en las declaraciones de personas a quienes pone por tes-
tigos. Veremos así que como parte de los interrogatorios Lucía procederá a la
narración de una serie de anécdotas personales que intentarán reafirmar la
ejemplaridad de su vida cristiana, negar los vínculos con el Islam y justificar
su viaje con razones de índole económica. Tras atribuirse los ya mencionados
orígenes, continúa su discurso asegurando con mucha determinación:
«[…] que ella rea es mujer virtuosa y muy de bien y de buena vida y costumbres,
de mucha verdad y crédito y de hacer bien a los pobres, y es mujer que no sabe
más que de su casa y del meneo de ella, y sujeta a su marido y obediente, y nunca
de ella hubo sospecha contra la ley de nuestro señor Jesús Cristo, por lo que no
se puede presumir de ella que se fuera para Berbería, y quien la conozca así lo
afirmará, por lo que debe ser absuelta»14.
Admira aquí lo sintético del autorretrato, en el cual la virtud, la piedad,
el recogimiento y la mansedumbre son las cartas de presentación de una mu-
jer que en primer lugar se confiesa honrada, hacendosa, buena cristiana y su-
misa, alineándose así a la imagen de femineidad promovida por el modelo ofi-
cial de la Iglesia. No podemos perder de vista, sin embargo, el denuedo con que
socava a la autoridad en frases relámpago donde arremete contra las presu-
posiciones infundadas en torno a su caso («por lo que no se puede presumir de
ella que se fuera para Berbería»15) y exige además que se le absuelva.
Será la propia Lucía quien se encargue también de proporcionar una lista
de personas que atestigüen a su favor. Es así como en septiembre de 1601 las au-
toridades portuguesas envían una petición a las españolas, que en apenas un
mes interrogan a testigos en Sevilla y le responden al Tribunal de Lisboa. La com-
plejidad de una figura como la de Lucía de Guzmán se hace más visible en este
punto, cuando las personas interrogadas no sólo hacen comentarios favorables
sobre ella, sino que la califican de buena cristiana, llegando incluso a confesar
que «aunque» la reconocían como morisca, nunca habrían podido imaginar que
alguna vez quisiera huir a Berbería, pues llevaba una vida cristiana ejemplar:
«Juan Castañón, especiero viejo de Sevilla […] dijo […] que la dicha Lucía de
Guzmán, aunque entiende que es morisca y por tal fue tenida ella y su marido
en esta ciudad, la ha tenido y tiene por buena y católica cristiana porque le vio
hacer obras de tal asistiendo a la iglesia a oír misa los domingos y fiestas, y se
acuerda este testigo que estando una vez enferma, a su pedimento le llevó el con-
fesor a su casa y la confesó y le llevó el santísimo sacramento de la iglesia de San
Isidro, donde era parroquiana»16.
No podemos minimizar esta conducta de buena cristiana que Lucía de
Guzmán está validando a través de testigos, y de la cual la Inquisición hace caso
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Saylín Álvarez Oquendo
17. Idem.
18. L. F. BERNABÉ, «Islam in 16th-17th C. Europe: Identity, dissimulation, and visibility», Center
for Early Modern Studies, Helen C. White, Madison, WI., 5 Feb. 2016, Conferencia, s.p.
19. Como demuestran, por sólo citar un par de ejemplos, los estudios exhaustivos de Trevor J.
Dadson para la comunidad de Villarrubia de los Ojos, y de Amalia García Pedraza para el caso
de Granada. T. J. DADSON, Los moriscos de Villarrubia de los Ojos (siglos XV-XVIII). Historia de una
minoría asimilada, expulsada y reintegrada, Madrid, Iberoamericana, 2007. A. GARCÍA PEDRAZA,
Actitudes ante la muerte en la Granada del siglo XVI. Los moriscos que quisieron salvarse, Granada,
Fundación El legado andalusí, 2002.
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Salvar el alma, disfrazar la piel: la identidad... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
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es aportado por otra de las prisioneras). De esta forma la acusada, aunque reconoce que hubo
un momento en que se enteró del destino del viaje, intenta proyectarse como víctima solita-
ria y se distancia de la postura de regocijo general. Otras reas harán lo mismo, o incluso abri-
rán una especie de agujero negro en la historia, donde ya sea porque se desmayan, están pro-
fundamente mareadas o deprimidas (el caso de Lucía), se quedan dormidas o se enferman de
repente, no llegan a contaminarse con el ambiente de infidelidad que predomina en el barco,
pues o no lo ven o no están en su sano juicio si lo aceptan.
22. ANTT. Processo de Luzia de Gusmão, f. 95v.
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Salvar el alma, disfrazar la piel: la identidad... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
ces era viuda en la ciudad de Granada, viviendo en casa de Don Alonso de Alar-
cón a quien servían, le enseñó a ella confidente su dicha madre un día estando
ambas solas que tuviera creencia en la secta de los moros porque en ella se había
de salvar su alma, y que creyera solamente en el Dios grande levantando las ma-
nos al cielo, y que por guardar la dicha secta debía de guardar los viernes […]»23.
Lo primero que llama la atención aquí es la transmutación de la figura de
la madre, llamada Catarina Sánchez en la declaración de 1600, y convertida
ahora en Catalina Fernández. Aunque es un detalle puramente nominal –que
también podría achacarse a un error en la transcripción del interrogatorio–, lo
que no podemos pasar por alto es el hecho de que en la primera confesión su
madre era cristiana vieja y gallega, y en este testimonio es referida como mo-
risca. La confesión de la genealogía morisca, imprescindible para la maquina-
ria inquisitorial, queda al fin establecida por boca de la propia acusada.
En esta nueva respuesta cambia también la información referente a la casa
donde Lucía y su madre servían, que originalmente era la del doctor Peñaranda,
Oidor de Galicia, y su esposa doña Isabel de los Cobos. Con este matrimonio
dijo antes que había vivido, primero en Galicia y después en Granada, hasta que
la casaron con un paje de don Alonso Alarcón, yerno de doña Isabel de los Co-
bos. Sin embargo, lo que confiesa Lucía ahora deja fuera de escena al Oidor Pe-
ñaranda y a su esposa, e incluye sólo a don Alonso de Alarcón, en cuya casa
de Granada dice que vivieron. En medio de los retoques que le da a su confe-
sión –esta vez sin figuras de poder como el Oidor, y sin reductos de pureza de
sangre como Galicia– lo más importante es quizás la revelación de su adoctri-
namiento al Islam. Siguiendo uno de los patrones más acreditados por las au-
toridades inquisitoriales, esta mujer confiesa que fue introducida a la religión
musulmana por su propia madre, en la soledad de la casa y a la temprana edad
de siete años, aprendiendo los ritos de forma clandestina24.
La necesidad (convertida tal vez en estrategia) de poner en sintonía lo que
se dice y lo que se quiere oír, no va a parar aquí con el giro genealógico. Al cabo
de dos años y medio y con numerosas sesiones de tortura a sus espaldas, Lu-
cía de Guzmán enriquecerá la confesión de una versión un poco más islami-
zada de su propia vida, con elementos inculpadores como ir a los baños pú-
blicos, faltar a misa, guardar secretos de fe, etc.:
«[…] en la ciudad de Sevilla un día de Santa Ana, pasando ella declarante el río
a Triana en compañía de Gracia, y no sabe su apellido, la cual la acompañaba
para pagarle, y era morisca viuda […], y pasando en el dicho barco un hombre
que parecía morisco ensució con cosas de comer que llevaba una saya de velludo
de ella declarante, y peleando ella con él y llamándole moro y otros nombres, la
dicha Gracia le dijo que no lo llamara moro que aquel creía en Dios, y diciéndole
241
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Saylín Álvarez Oquendo
ella en qué Dios creía, ella le dijo que también creía en Dios de los altos cielos, y
que ese era el perfecto para creer. Y después de eso […] un domingo por la ma-
ñana, yendo ella a los baños y no oyendo misa ese dicho día, le dijo ella a la di-
cha mujer Gracia que por amor de ella no oyó misa aquel día, y ella le respon-
dió que Dios de los cielos era el que perdonaba los pecados […]. Y que le tuviera
ella aquello en secreto. Y no lo dijera a nadie»25.
El Tribunal irá tomando en cuenta esta nueva versión, pero sólo parcial-
mente. Así Lucía de Guzmán, quien comienza poco a poco a construir un dis-
curso de culpabilidad –aunque discreta–, va a verse obligada a declarar en nu-
merosas ocasiones porque los inquisidores siempre terminaban emitiendo en
libelos que «la dicha Rea no hace entera confesión de sus culpas ni satisface a la
información de la justicia que hay contra ella, y deja de decir de algunas perso-
nas con las que se comunicó […] y no dice de todas las ceremonias que hizo […],
las cuales personas […] ella calla y encubre por favorecerlas en sus yerros y por
ser todavía mora y no estar convertida verdaderamente a nuestra fe católica»26.
Como puede verse, la ausencia de delaciones es una de las causas por las que
Lucía no es tomada en serio. Por otra parte, resulta revelador el uso de la palabra
«satisfacer» en este punto del informe, pues evidencia que cada proceso inquisi-
torial se nutre de modelos pre-establecidos, donde hay categorías construidas en
base a denuncias, imágenes estereotipadas y expectativas muy específicas de lo
que debe ser el reo modelo. A ellas será necesario ajustarse, independientemente
de la verdad (si es que existe una) o de lo compleja que pueda ser la realidad de
los hechos. La «información de la justicia» recopilada bajo coacción y tortura en
los interrogatorios de los otros prisioneros del barco se convierte así en el pará-
metro en el que Lucía de Guzmán tiene que encajar, no importa si está llena de
datos falsos, parciales, forzados o coyunturales. De ahí que el modelo de confe-
sión esperado deba «satisfacer» lo que ya se asume como verdad, y tenga que in-
cluir a su vez un número atractivo de delaciones, que alimentarán el círculo vi-
cioso de inculpaciones inquisitoriales. A Lucía no le quedará más remedio que
seguir la corriente, y es así como termina inculpando al resto de sus compañeros
de viaje (de la misma forma que estos ya habían hecho con ella):
«[…] allá en el dicho Tánger todas las dichas personas que aquí ha dicho, qui-
tando a su hija Constanza de Córdoba que estaba en casa del capitán […], en la
prisión donde estaban volvieron por otras veces a hablar de todas las sobredi-
chas cosas y tener la misma comunicación de la secta de los moros diciéndose
todos los unos a los otros que todavía vivían en la secta de los moros y que en
ella esperaban salvarse»27.
Esta delación colectiva de una identidad que se asume en un espacio otro
(Tánger), se desdoblará en denuncias individuales a través de un goteo de anéc-
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Salvar el alma, disfrazar la piel: la identidad... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
dotas específicas donde Lucía acusa a varias personas, entre ellas a su amiga
y compañera de viaje Inés López28:
«Y dice que cuidando en sus culpas se acuerda además que habrá nueve
años […] en la ciudad de Sevilla fue a la casa de ella confidente una Inés López,
morisca cautiva de un hombre que estaba al cargo de la contratación de la dicha
ciudad y vivía en ella en San Bernardo, y estando ambas solas por ser amigas y
conocidas […] le dijo la sobredicha que al otro día […] era un día de ayuno de
la secta de los moros, que quisiera ella confidente ayunara porque ella no podía
ayunar por ser esclava, pero que ayunaba en su corazón, y […] se declararon una
con otra que tenían creencia en la secta de los moros y en ella esperaban salvarse,
y la sobredicha le dijo que cuando ella era libre hacía los dichos ayunos por
guarda de la dicha secta, a lo que ella confidente respondió que también ella
cuando podía hacía los ayunos sin comer en todo el día hasta la noche por guarda
de la dicha secta. Y que esta comunicación tuvieron después por otras veces
cuando se encontraban y había ocasión para eso»29.
28. Una de las figuras más llamativas a lo largo del proceso será precisamente la de Inés López, a
la que siempre se atribuye un papel bastante activo en momentos clave del trayecto o de su vida
en Sevilla. Tiene apenas 18 años y es además morisca cautiva –como la esclava morisca Juana,
de 40 años y natural de las Alpujarras, juzgada y condenada en 1604 por un intento de fuga de
Sevilla a Berbería, cuyo caso refiere Perry. M. E. PERRY, op. cit., p. 130–. Hasta cierto punto, y a
pesar de su juventud, Inés se desempeña como especie de líder, domina y pone en práctica ce-
remonias musulmanas y además habla «arábigo», pues entiende todo lo que dicen los hombres
del barco, quienes comienzan a hablar árabe al acercarse a Berbería. El dominio de esta lengua
no deja de llamar la atención en una joven como ella, quien habría nacido hacia 1581, varios años
después de que se prohibiera oficialmente el uso del árabe en Granada (1567) y en Castilla (1570).
29. ANTT. Processo de Luzia de Gusmão, ff. 137-137v. Las denuncias continuarán, llegando a incluir
a familiares como Constanza, su hija mayor, a quien antes se había dejado al margen de las
acusaciones: «Y dice más, que habrá nueve o diez años en la dicha ciudad de Sevilla estando
ella declarante en los baños con la dicha su hija Constanza de Córdoba estaba así también Isa-
bel Sánchez morisca […], y a propósito de la sobredicha le preguntara si ella ayunaba en aquel
día sin comer hasta la noche por guarda de la secta de los moros, ella le dijo que no podía ayu-
nar porque estaba preñada. Las tres se declararon que tenían creencia en la secta de los mo-
ros y en ella esperaban salvarse […]». Ibidem, ff. 137v-138.
30. Ibidem, f. 105v.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Saylín Álvarez Oquendo
dor podría suponer mayor suavidad en el castigo, a juzgar por lo que ocurría
en los casos de auto-delación, cuando los sospechosos se presentaban espon-
táneamente ante el Tribunal para conseguir menor severidad en las condenas.
No olvidemos que «la tradición cristiana defendía que el hombre (y la mujer)
eran pecadores por naturaleza, frágiles y dados a la confusión»31, por lo que un
discurso de arrepentimiento que explotara la variable de víctima engañada que
reconoce sus errores (más aún si se trataba de una mujer que se autoproclamaba
débil y sumisa), tenía buenas posibilidades de convencer. Como bien señala Ma-
ría Luisa Candau: «Allí donde existe la represión, acusación y defensa juegan,
en el fondo, con el mismo lenguaje y usan –más o menos inteligente o torpe-
mente– el mismo discurso»32. De ahí que no resulten muy extrañas las oscila-
ciones de Lucía de Guzmán y sus reelaboraciones discursivas, siguiendo los pa-
rámetros del modelo impuesto por la Inquisición.
Si bien nunca sabremos a ciencia cierta cuánto de verdad y cuánto de in-
vención hubo en las palabras de esta mujer, sí podemos percatarnos del mar-
gen de movilidad que se permite a la hora de formular y reformular su propia
historia ante las autoridades, a la hora de presentar sus propias múltiples his-
torias, un claro desafío a esa historia única que ya estaba escrita incluso antes
de que ella confesara. Tal postura será posible gracias al carácter complejo y
fluido de su identidad, y a una voluntad férrea de elevar su propia voz por en-
cima de la versión oficial inscrita en los documentos inquisitoriales, los cuales,
en medio de sus limitaciones, dejan traslucir modos de representación o es-
trategias de dominio y resistencia. Así, por ejemplo, la imagen de criptomu-
sulmana que termina proyectando Lucía de Guzmán se convierte en una con-
fesión a la medida para los inquisidores, pues reproduce el estereotipo de la
colectividad morisca; pero a la vez desarticula los esquemas de opresión y hace
legibles los gestos de rebeldía de quienes no tienen más remedio que someterse.
En las declaraciones de Lucía va concibiéndose un guión que se reescribe con-
tinuamente, en un intento por resquebrajar el modelo de culpa que se le quiere
imponer desde arriba. Al ficcionalizar su genealogía, adoptar varias identida-
des según el curso de los interrogatorios, victimizarse apelando a los códigos
manejados por el ideario cristiano, y rescribir desde la oralidad su historia de
vida, el discurso de Lucía de Guzmán denota una marcada resistencia. Esta se
hace visible en el afán con que intenta explorar los límites del esquema de con-
fesión estipulado, y en la forma en que lo pone a prueba continuamente tra-
tando de volverlo a su favor, construyendo y reinventando un testimonio que
pretende domesticar el espacio de enunciación ofrecido desde el poder. Como
construcción discursiva el resultado es bastante precario, pero ya se sabe que
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Salvar el alma, disfrazar la piel: la identidad... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
33. Al respecto Lupercio de Argensola escribe en 1604: «Yo cierto creo que son tantas las menti-
ras que los hombres flacos publican en el tormento como las verdades: y al fin yo conozco hom-
bres dignos de mil muertes que en el tormento con su perseverancia se libraron dellas; al fin
se remite a la lengua del reo la sentencia que se le ha de dar: los delicados o flacos dicen en
el tormento lo que les dicta el dolor presente, sin memoria de la pena que, si confiesan, han
de padecer, y confórmanse con el deseo del juez […]». L. L. ARGENSOLA, Información de los su-
cesos del reino de Aragón en los años de 1590 y 1591, en que se advierte los yerros de algunos autores,
Madrid, Imprenta Real, 1808, p. 67.
Sobre la tortura y las confesiones de las víctimas, el capitán Alonso de Contreras, muy cono-
cido en los Siglos de Oro, cuenta su experiencia personal de modo bastante paródico y reve-
lador: «[… me] metieron en una sala muy entapizada […], allí cerca un potro […], y estaba el
verdugo, y el alcalde y el escribano. […] era menester darme tormento […]. El secretario me
notificó no sé qué […] y el verdugo me desnudó y echó en aquellas andas y me puso sus cor-
deles. Comenzáronme a decir dijese a quién había entregado las armas. Yo dije que me remi-
tía a mi confesión; dijo que bien sé que te dieron a ti y a tu capitán cuatro mil ducados por-
que lo callásedes. Yo respondí, es mentira, que mi capitán supo de ello como el Gran Turco;
lo que tengo dicho es la verdad […]: recio caso es atormenten por decir la verdad […]; si quiere
vmd. que me desdiga lo haré». A. de CONTRERAS, Vida del capitán Alonso de Contreras…, M. SE-
RRANO Y SANZ (ed.), Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006, p. 215.
34. L. F. BERNABÉ, Los moriscos…, op. cit, p. 15.
35. S. HUTCHINSON, Cervantine Journeys, Wisconsin, University of Wisconsin Press, 1992.
36. P. GILROY, The Black Atlantic…, op. cit. p. xi.
37. M. GARCÍA-ARENAL, Inquisición y moriscos. Los procesos del Tribunal de Cuenca, Madrid, Siglo Vein-
tiuno, 1978, p. 131.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Saylín Álvarez Oquendo
Península. No hay que olvidar que abundaron los matrimonios mixtos, y que
muchas veces no se falsificaba del todo el pasado al esgrimir una ascendencia
cristiano-vieja, pues había verdaderas mezclas en la línea genealógica, aunque
no pudieran probarse. Bernard Vincent ha estudiado con profundidad «los
procesos relativos a moriscos que pretenden descender de un cristiano», y
afirma que «algunas de estas filiaciones son inventadas, pero muchas son rea-
les»38. De ahí que incluso en casos donde hay un intento de falsificación genea-
lógica evidente, como sucede con Lucía de Guzmán, no pueda descartarse del
todo la existencia de algún antepasado cristiano. Algo de cierto pudo haber exis-
tido en las reconstrucciones del pasado que entretejió esta mujer de manera tan
rústica… del mismo modo que una verdad más profunda subyacía en otras fic-
cionalizaciones genealógicas de la época: la constatación, precisamente, de una
realidad híbrida y múltiple de la que España nunca más podría desprenderse39.
38. B. VINCENT, Andalucía en la Edad Moderna: economía y sociedad, Granada, Excma. Diputación Pro-
vincial de Granada, 1985, p. 285. Las clasificaciones eran además bastante relativas y podían
diferir según el lugar y las circunstancias. Julio Caro Baroja menciona que en sitios como An-
dalucía «bastaba que la línea paterna fuera cristiana vieja para que se considerara un indivi-
duo cristiano viejo» (J. CARO BAROJA, Razas, pueblos y linajes, Madrid, Revista de Occidente,
1957, p. 91); y que en Granada la distinción entre moriscos y cristianos viejos, dada la poca o
nula diferencia racial, «se hacía teniendo sencillamente en cuenta la línea masculina y la re-
ligión del padre. Así, un cristiano viejo, e hidalgo por añadidura, podía ser, y de hecho era con
frecuencia, hijo de madre morisca y nieto, también, de abuelas moriscas» (J. CARO BAROJA, Los
moriscos del reino de Granada, Madrid, Istmo, 1991, p. 90).
39. A propósito de ficcionalizaciones, es necesario recordar su amplio uso no solo a nivel social sino
también intelectual. Ficcionalizar (dígase falsificar) la génesis de textos literarios, además de his-
tóricos y religiosos, constituyó una práctica bastante común en la época. Pensemos en libros
como La verdadera historia del rey don Rodrigo (1592), de Miguel de Luna; las Guerras Civiles de Gra-
nada (1595), de Ginés Pérez de Hita; o la obra cumbre de la literatura española, el Quijote (1605),
sobre cuya clandestinidad intrínseca a causa de la ficcionalización de su genealogía textual ha
ahondado Mercedes Alcalá Galán de forma novedosa. M. ALCALÁ GALÁN, Escritura desatada: poé-
ticas de la representación en Cervantes, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 2009.
En el plano histórico no podemos pasar por alto el mayor fenómeno de falsificación de la época,
que comenzó con el hallazgo del pergamino de la Torre Turpiana en 1588, y acabó con las su-
cesivas apariciones (hasta 1599) de planchas de plomo que contenían textos grabados en
árabe: los libros plúmbeos del Sacromonte. Precisamente a raíz del papel que tuvo el morisco
Miguel de Luna en la traducción de los mismos, Luis Bernabé comenta este tipo de prácticas
falsificadoras, señalando la existencia de «un modelo narrativo tradicional que […] estaba arrai-
gado en las mentalidades hispanas, el descubrimiento del libro oculto que contiene importantes
y desconocidas noticias históricas y que necesitan de un experto traductor. El hallazgo más o
menos fortuito de un escrito de la Antigüedad que ha de pasar por el tamiz del cambio de len-
gua […] se había insertado en la tradición española a través de un triple vector textual. Los li-
bros de caballería, los falsos cronicones y los textos de la Antigüedad clásica “exhumados” por
los humanistas configuran un espacio textual o para-textual en el que la aparición de un in-
sospechado texto es el primer escalón para recorrer con una cierta pátina de autoridad o ve-
rosimilitud los tramos de una historia imaginada». L.F. BERNABÉ, «Estudio preliminar», Histo-
ria verdadera del rey don Rodrigo, Granada, Universidad de Granada, 2001, pp. XL-XLI.
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Salvar el alma, disfrazar la piel: la identidad... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
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pieza de sangre en la Colonia: «In the Hispanic Atlantic world, Iberian notions of genealogy
and purity of blood –both of which involved a complex of ideas regarding descent and in-
heritance (biological and otherwise)– gave way to particular understandings of racial diffe-
rence. […] The Castilian crown’s creation of a transatlantic empire premised on the fiction of
purity and dependent on Old Christian Spaniards for the political and spiritual projects not
only ensured that concerns with blood remained strong in both the metropole and the colony
but enable the rise of a particular creole historical consciousness». M. E. MARTÍNEZ, Genealo-
gical Fictions: Limpieza de Sangre, Religion, and Gender in Colonial Mexico, California, Stanford
University Press, 2008, pp. 21, 174.
41. AGI, [Proceso de los hermanos Marrero Espinosa], 1796-1798, Signatura: Ultramar 11, No. 19, f. 3v.
En la transcripción del proceso he modernizado la ortografía para facilitar la lectura.
42. Ibidem, ff. 3v, 4, 11.
43. Ibidem, f. 10v.
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20–, y más que nada la iniciativa por parte de Francisco Xavier de consumar
lo que él mismo describe como el «matrimonio justo y honesto que tenemos
acordado, [… por] poder justamente considerarla en aptitud para mi Esposa»44.
No es esa la imagen generalizada de las relaciones interraciales en la época,
donde se asume que la conducta más común era querer pasar por blanco y no
precisamente lo contrario, y donde se da por sentado que el papel de la mulata
era el de concubina y nunca el de esposa45.
Vale la pena detenerse ahora en la figura de La Tampoco, que aunque es
el móvil de la disputa no tendrá mucha voz en el asunto. Francisco Xavier ape-
nas la menciona, como si quisiera protegerla del escándalo, y cuando la nom-
bra lo hace con respeto, refiriéndose a ella como María de la Merced Linares. Su
hermano Gerónimo, en cambio, le acorta el nombre y la marca siempre con la
raza: una raza ambigua, inestable, que parece escapársele cada vez que intenta
fijarla, pues lo mismo la llama parda que negra, mulata, china o china-mulata.
Por si esta indefinición no fuera suficiente, le agrega el apelativo con que dice
que la conocían: nada más y nada menos que La Tampoco, cuyo halo satírico y
displicente induce a tomarla bastante a la ligera, cual personaje de teatro bufo
o pincelada de choteo cubano. A lo largo del documento esta mujer se verá de-
finida por la indefinición de su raza, por su silencio y por la negación intrínseca
de un alias que a veces parece funcionar como apellido. No es blanca, tampoco
negra, tampoco china, mulata tampoco… Es La Tampoco por antonomasia. Y
en el mejor de los casos: ‘la china-mulata Merced Linares y Tampoco’.
De las acaloradas acusaciones que recoge el proceso queda claro que Lina-
res es descendiente de esclavos africanos y emigrantes asiáticos. Para más am-
bigüedad, estos últimos probablemente no fueran chinos sino filipinos, que en
Cuba eran llamados ‘Chinos-Manila’46. Su estatus en la Isla no era mucho mejor
que el de los negros, vivían en condiciones de semi-esclavitud y era muy común
su unión con mujeres negras y mulatas. Linares debe haber sido fruto de uno de
esos enlaces, que tenemos que reconstruir a partir de pistas como el apelativo de
‘china’ que conserva, o rastreando los escasos datos mencionados en el docu-
mento. Al contrario de lo que ocurrirá con los hermanos Marrero Espinosa,
quienes exponen y debaten su genealogía insistentemente, Linares no tendrá la
oportunidad –o la necesidad– de hacerlo, pues sus orígenes manchados se dan
por incuestionables. Recordemos que «La ‘sangre negra’ se consideraba impura
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47. V. STOLCKE, «Los mestizos no nacen, se hacen», Identidades ambivalentes en América Latina (si-
glos XVI-XXI), Barcelona, Bellaterra, 2008, p. 40.
48. A. HELG, «La limpieza de sangre bajo las reformas borbónicas y su impacto en el Caribe Neo-
granadino», Boletín de Historia y Antigüedades CI.858 (ene-jun 2014), p. 147. La sangre negra de-
notaba «un origen depravado permanente, […] un estigma legal de exclusión, [pues …] las
genealogías de la gente con alguna ascendencia africana eran implícitamente radicadas en el
África a través de la trata negrera transatlántica –un estigma hereditario llamado la mancha
de la esclavitud–». Ibidem, pp. 146-147.
49. E. EZPONDA, La mulata: estudio fisiológico, social y jurídico, Madrid, Imprenta de Fortanet, 1878,
p. 39.
50. AGI, op. cit., f. 3v.
51. Los investigadores Jorge e Isabel Castellanos hablan de una «clase media de color libre, sino
rica, por lo menos bastante acomodada». J. CASTELLANOS, I. CASTELLANOS, Cultura afrocubana 1.
El negro en Cuba, 1492-1844, Miami, Universal, 1988, p. 86. Explican, además, que los negros li-
bres en Cuba «fueron muy numerosos desde el comienzo mismo de la era colonial. […] Las ne-
gras «horras» llegaron a convertirse en un elemento indispensable de la sociedad habanera del
siglo XVI, pues poseían tabernas, hospedajes y fondas, y atendían a las necesidades de los via-
jeros de las flotas que hacían escala obligada en el puerto de la ciudad capital. […] En el siglo
XVIII los negros y mulatos libres prácticamente ejercían el monopolio de las ocupaciones ma-
nuales en Cuba. La casi totalidad de los carpinteros, albañiles, ebanistas, sastres, zapateros, pla-
teros, joyeros, etc., pertenecían a este sector de la sociedad. […] trabajaban para los blancos y
[…] lejos de vivir marginados de la comunidad total, estaban integrados a ella, por lo menos
desde el punto de vista económico. […] De esa semilla surgió […] una burguesía «de color», al-
gunos de cuyos miembros llegaron a acumular sustanciales fortunas». Ibidem, pp. 84, 85, 152.
52. AGI, op. cit., f. 38v.
53. Ibidem, f. 30.
54. «soy un pobre que […] escasamente adquiero con qué […] alimentar mi familia […y] se me
está gravando en unos desembolsos que mi notoria pobreza no puede soportar. […Mi] tra-
bajo apenas me rinde para el sustento de mi mujer e hijos, pues a no ser por estos no me hu-
biera puesto en defensa de mi claro nacimiento. […] de la boca quito a mis hijos el pan para
el pago de expensas […] por no dejar[los] impedidos con el feo lunar de oscura estirpe». Ibi-
dem, ff. 29v-30, 44, 67-67v, 68v. Francisco Xavier cuestiona los lamentos de Gerónimo, que al
«oficio de carpintero y sus ganancias, agrega las que le producen los bienes heredados de sus
difuntos padres». Ibidem, f. 99.
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55. Hay que tener siempre en cuenta «el factor pigmentocrático que dominaba las relaciones sociales
en la Cuba de su época. […] El más rico de los negros o mulatos tenía que cederle la acera y
hablarle con el sombrero en la mano, en señal de respeto, al más pobre e ignorante de los blan-
cos». J. CASTELLANOS, I. CASTELLANOS, op. cit., p. 152.
56. V. STOLCKE, op. cit., p. 109.
57. Esto lo justifica con una mezcla de evidencias institucionales, consenso popular y destino ma-
nifiesto: «[es] público y notorio que así yo como mis parientes gozábamos [d]el concepto de Par-
dos, e igualmente mis antepasados, y que parte de los primeros están […] incorporados en las
Milicias de Pardos; y que viviendo yo contento con la suerte que Dios se había servido depa-
rarme, de quien únicamente [pende] el destino y nacimiento de las criaturas, era conforme a jus-
ticia se mandase desanotar dicha partida […] [no importa] si mi hermano vive tan satisfecho de
su aparentada blancura, si en el concepto de tal valentea y me reta […], [o] si esta delación mía
en este Juzgado ha de obstarle siempre para ser blanco […]». AGI, op. cit., ff. 15v-16, 19v.
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58. Tendencia inmortalizada lo mismo en obras literarias –cuya máxima expresión es la novela
Cecilia Valdés: C. VILLAVERDE, Cecilia Valdés, New York, El Espejo, 1882– que en textos coloniales
de diverso género o en fuentes tan disímiles como Alexander von Humboldt. A. von HUM-
BOLDT, Examen político sobre la isla de Cuba, Tomo primero, Libro II, Gerona, Oliva, 1836.
59. Como ha demostrado la investigadora Karen Morrison. K. Y. MORRISON, Cuba’s Racial Cruci-
ble: the Sexual Economy of Social Identities, 1750-2000, Bloomington & Indianapolis, Indiana Uni-
versity Press, 2015.
60. V. STOLCKE, Racismo…, op. cit., p. 109.
61. AGI, op. cit., f. 4v, 42.
62. Ibidem, f. 43.
63. Ibidem, f. 27v.
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diencia, precisamente con el fin de impedir que una de sus hijas se casara con
un mulato, para lo cual «confirió su poder especial a Don Francisco y Don Ge-
rónimo Marrero de Espinosa, sus hijos, para que de mancomún et insolidum
siguieran la causa de disenso al matrimonio que Felipe de Cabrera [Pardo] in-
tentaba contraer con Doña María Ventura Marrero de Espinosa, también su
hija»64. Doña Catalina, que a lo largo de su vida mostró un gran celo por dejar
constancia de su limpieza de sangre y proteger la blancura que identificaba a
la familia, muere en 1795. Sólo un año después su primogénito, Francisco Xa-
vier, decidirá casarse con la mulata con quien llevaba amancebado casi 20 años,
aunque una década atrás y por orden de su madre se hubiera prestado a obs-
truir el matrimonio de la hermana con un Pardo –llegando a ganar la querella–.
Muertos ahora los progenitores, sin el temor o el remordimiento de confron-
tarlos y con la libertad de acción que esto le daba, Francisco Xavier desvelará
el lado oscuro del historial de la familia, que si bien era un secreto a voces, en
la esfera pública se pasaba por alto. La punta de lanza de esta estrategia será
otra mujer: nada más y nada menos que su propia madre. Es así que Catalina
Micaela Obando –también llamada Catalina de Sosa– pasa a ocupar un lugar
preponderante. Marcada al igual que María de la Merced Linares por una in-
definición mucho más que nominal, y presente siempre desde la ausencia, Ca-
talina será traída a colación una y otra vez, lo mismo para probar la limpieza
de sangre de la familia que para refutarla. Y todo por un detalle que es reve-
lado en medio del proceso: Catalina Obando era ‘hija de la Santa Iglesia’, una
niña expósita a quien «nunca le conocieron padre ni madre, y sin otro abrigo
que el de aquella mujer que por título de Piedad la crio, y por lo tanto se en-
cuentra en la […] Partida de matrimonio un apellido, otro diferente en la de en-
tierros»65. Desvelado lo anterior, huelga decir que de sus orígenes no se sabe
nada. Es este vacío en el historial genealógico de Catalina el que permite
usarlo como tábula rasa e inscribir en él versiones opuestas de su ascendencia.
Lo que hace Francisco Xavier, en palabras de su hermano Gerónimo, es ir:
«delatándose de Pardo por que se le trastorne la partida de Bautismo […], y por
sonrojar a los de dicha familia […] se jacta en decir donde quiera que es mulato
para esparcir su voz entre la ignorancia, como acaba de acontecer en el Tribunal
[…], que sin venir al caso expuso que nuestro padre era hombre blanco y nues-
tra madre la parda, cuyo desorden es digno de corrección […]»66.
El margen de credibilidad de lo que afirma Francisco Xavier es bastante
amplio, pues ser hijo expósito en la época tenía una serie de connotaciones, y
entre las más enraizadas estaba precisamente la de que esos niños eran producto
de relaciones interraciales. La Casa Cuna de La Habana –Casa de Niños Expó-
sitos– fue legitimada por Cédula Real en 1713, aunque se había inaugurado dos
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años antes y en la práctica funcionaba desde 1710. Muchos de los niños que lle-
gaban allí eran de color –«no son pocos los casos en que se recibieron y asistie-
ron hijos de negros y mulatos libres»67–, y las amas o nodrizas que criaban a los
que sobrevivían «eran generalmente pardas»68. Por otro lado, el Obispo fray Ge-
rónimo Valdés, fundador de la Casa Cuna, les dará su apellido a los huérfanos,
y la connotación que luego adquirirá el ostentarlo evidencia que casi siempre
se les vio bajo el prisma del color, pues se tenía la certeza de que su sangre era
mezclada69. Aunque Catalina no se apellidara Valdés, Francisco Xavier usa la
percepción racial de los niños de la Casa Cuna para sostener que su madre no
era blanca sino parda, y reclamar para sí la clasificación de mulato.
Siguiendo esta línea de asunciones, se echa a ver que las características fí-
sicas que hacían pasar por blanca a Catalina, y el hecho de que lograra el an-
siado blanqueamiento, la sitúan en el extremo opuesto de la otra gran figura
femenina del proceso: María de la Merced Linares. Lo que resulta interesante
es que ambas están marcadas por la inestabilidad, que en un caso oscila entre
lo blanco, lo mulato y esa región desclasada que constituía el apellido Valdés
(aunque no fuera conservado); y en el otro va a fluctuar entre lo negro, también
lo mulato como punto intermedio, y ese abyecto abismo que representaba lo
chino70. Demarcar una identidad fija para las dos será difícil, y esto se reflejará
no sólo en la ambigüedad de su raza sino también en la inconsistencia nomi-
nal que persigue a estas mujeres.
Será precisamente esta indefinición, unida a la ausencia de marcadores fí-
sicos que a primera vista delataran ancestros negros en el caso de Catalina, lo
que permitirá a su hijo Gerónimo sostener lo contrario que su hermano. Si para
Francisco Xavier su madre era mulata, para Gerónimo será blanca. Como
nunca se le conocieron padres no se puede probar mancha en sus progenito-
res, y la blancura por defecto la va a acreditar certificando que su partida de
matrimonio se encuentra anotada en el Libro de Españoles, que las partidas de
bautismo de los cinco hijos que tuvo aparecen en el mismo libro, que profesó
en la Orden Tercera de Penitencia de San Francisco (para lo cual había que de-
mostrar limpieza de sangre), que su familia ganó un juicio de disenso matri-
67. J. M. TORRES PICO, Los expósitos y la sociedad colonial. La Casa Cuna de La Habana, 1710-1832, La
Habana, Historia, 2013, p. 27.
68. Ibidem, p. 39.
69. «El ‘Valdés’ sólo era un privilegio entre los de su misma raza y a la larga se convertirá en su ma-
yor lacra. A ellos afectaría más que a ningún otro sector el problema del blanqueamiento: su piel
más clara los acercaba a la raza blanca y los hacía desdeñar a negros y mulatos. Pero los blan-
cos nunca los considerarían a su mismo nivel, y para la población negra eran unos desclasados».
M. RIVAS, Literatura y esclavitud en la novela cubana del siglo XIX, Sevilla, CSIC, 1990, p. 159.
70. El tratamiento de los chinos en la Cuba colonial puede encontrarse en las investigaciones rea-
lizadas por Lisa Yun. Ver, entre otros: L. YUN, The Coolie Speaks: Chinese Indentured Laborers and
African Slaves in Cuba, Philadelphia, Temple UP, 2008, y «El Coolie habla: obreros contratados
chinos y esclavos africanos en Cuba», E-misférica 5.2: Race and its Others (Dec. 2008), Web.
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monial que los establecía a todos como blancos, y que sus hermanas se habían
casado «con personas de igual nacimiento»71.
La certidumbre de Gerónimo de que su madre era blanca tampoco care-
cía de lógica si tenemos en cuenta que los estatutos de la Casa Cuna rechaza-
ban «a los hijos de las esclavas, mulatas y morenas», y que la institución se con-
cebía como un servicio para clase blanca, como una vía de escape para la
piadosa «gente noble y recogida», víctima de su propia «fragilidad» y suscep-
tible –¡cómo no!– de «deslices». Al menos ese era el discurso oficial72, aunque
en la práctica se demostrara una manga bastante ancha. Para nadie era un se-
creto que no pocos niños blancos nacidos del adulterio o de relaciones ilegíti-
mas iban a parar a la Casa Cuna. En lo que a Catalina respecta, su inscripción
de matrimonio como blanca, la categoría de blancos que recibieron sus hijos,
o su filiación a una orden religiosa, bien podrían bastar para considerar legiti-
mada su limpieza de sangre. Con esto en mente, no se puede descartar la hi-
pótesis de que Catalina, en efecto, haya sido blanca. Y es a esta perspectiva a
la que se aferra su hijo Gerónimo, quien además de las pruebas que presenta
–especie de justificación prospectiva para compensar la falta de historial ge-
nealógico por el lado materno–, traerá un desfile de testigos que declararán en
favor de la madre y la familia en general, demostrando una «posesión […] acre-
ditada de su blancura»73 con testimonios como los siguientes:
«Don José Abal, natural del Reino de Galicia, dijo que el nominado Don Fran-
cisco Xavier, sus padres y demás ascendientes son personas Blancas, limpios de toda
mala raza de moros, mulatos, judíos y de los nuevamente convertidos a nuestra
Santa Fe Católica, ni penitenciados por el Santo Oficio de la Inquisición, aña-
diendo que a varios paisanos del antedicho les oyó decir que venían de los legíti-
mos Marreros y Espinosas de la referida villa, que era de las primeras familias […]
Aunque a la prenotada Doña Catalina no se le han conocido padres, denotaba su
aspecto la blancura y trato entre las gentes de esta ciudad, pelo lacio y facciones fi-
nas. […] Todo lo que tiene referido ha sido público y notorio, pública voz y fama»74.
De lo anterior resalta un hecho: no hay pruebas concretas que certifiquen la
‘calidad’ de Carolina Micaela Obando, de ahí que buena parte de su reputación
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de blanca descanse en la opinión pública. Del mismo modo, buena parte de la con-
dición de blanco de su hijo Francisco Xavier descansará también en el juicio de los
otros, y es precisamente esto lo que intentará desacreditar al presentarse como mu-
lato, por más que su hermano Gerónimo insista en que los negros y mulatos son
«aquellos que no admiten duda, que han sido, y son, tenidos y reputados por ta-
les de público y notorio»75 y que la «declaratoria de blanco o el mulatismo que se
adopta pertenece a la Real Justicia, que el aspecto y figura de [su] hermano no ma-
nifiestan ese defecto y por lo tanto sería violencia alegar[lo] de su parte»76.
El peso de lo que la sociedad decida señalar o pasar por alto deliberada-
mente, el lastre de la opinión pública, el consenso, la delación o la obliteración,
jugarán un papel fundamental en la manera en que se configuran las identi-
dades. En el día a día de la sociedad cubana de la época, así como en otros con-
textos socio-culturales caracterizados por la dinámica autenticidad-simula-
ción, pueden encontrarse semejanzas en la situación de ambigüedad identitaria
de los grupos marginados –sean estos raciales o religiosos– y en los mecanis-
mos sociales que se activan para su validación o desautorización.
El imaginario colectivo, sin embargo, no era el único espacio de arbitra-
riedad en asuntos como este. Otra categoría que a lo largo del proceso se mues-
tra igualmente endeble a la hora de producir ‘verdades’ será precisamente el en-
tramado burocrático. Resulta que los reclamos de Francisco Xavier para inscribir
su nacimiento en el Libro de Negros, Mulatos e Indios con el fin de presentarse ofi-
cialmente como pardo ante la sociedad, tenían una base sólida, que al conocerse
complica más –o quizás aclara– la situación de la familia. La verdad era que su
Partida de Bautismo había sido depositada originalmente en este libro y no en
el de los blancos. Sólo fue a parar al Libro de Españoles 26 años después, tras ale-
garse una –muy conveniente– equivocación en el asentamiento. Para mayor
coincidencia, lo mismo había ocurrido con la Partida de Matrimonio de su ma-
dre Catalina. La unión fue inscrita en el Libro de Negros, Mulatos e Indios en 1736,
y 31 años más tarde se trasladará misteriosamente al libro de los blancos. Desde
esta perspectiva, lo que reclama Francisco Xavier no es un cambio de las Parti-
das en sí, sino la restauración de ellas a su depósito original.
Ante las dimensiones que adquiere el asunto con semejante revelación,
Gerónimo arremete contra el sistema eclesiástico de asientos y no dejará títere
con cabeza en su afán de probar que cualquier dato que atente contra la lim-
pieza de sangre de su familia es producto del fraude, la negligencia o la co-
rrupción. Subiendo el tono de la disputa imprecará a su hermano con un len-
guaje que pretende despojarlo de raciocinio y privarlo de un auditorio:
«[…] por las siniestras operaciones y auxilios de confederados, un hombre ence-
nagado en el amancebamiento, entorpecidas las potencias de la lascivia y enfu-
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recido según Santo Tomás, del amor, quiere arrostrar con toda su familia. No
puede ser. Si en esta ciudad hubiere Juzgador para Matrimonios de conciencia
y en que no peligraran […] las familias, le daría el castigo de dejarlo casar, que
tuviese por suegra a una Negra como fue la madre de la Tampoco, le dejaría to-
mar por compañera a una mujer que a más de su obscuro nacimiento, [la] edad
le tiene la voz trémula y a los cuatro días exasperaría […] Castigo a la verdad
para un hombre desconocido de la racionalidad, [… que] no debió ser oído, […
porque] no debe ser oído el que delata su nacimiento; porque no sólo así se
ofende, sino que arrastra con todo el cuerpo de su familia […]. Se agrega a esto
ser obvio en la jurisprudencia no causar efecto la declaratoria con detrimento de
su propio honor en obsequio del mismo Estado Público, a la manera que acon-
tece en la mujer casada que aunque en artículo mortis con juramento declare que
la prole no es de su legítimo marido, no es creída ni se le oiría»77.
Francisco Xavier, en cambio, más ecuánime y objetivo, rebatirá estos ar-
gumentos enfatizando la justicia de su petición y el peso de los votos espon-
salicios que ha contraído con María de la Merced. ¿Importará a estas alturas
mencionar que no estamos hablando de dos jóvenes, sino de una pareja que ni
siquiera encaja en el límite de 25 años que menciona la Pragmática Sanción de
1776? A pesar de la contradicción que esto implica, Gerónimo lleva adelante la
querella haciendo virulentas alusiones a la edad de su hermano y de Linares:
«[… es] cierta la desigualdad notoria entre él y su pretendida tanto en consan-
guineidad como en edad por ser la de ésta avanzada. […] la mulata Linares o
Tampoco […] debería dar lustre a la multitud de años con que Dios la ha favo-
recido para que ejemplificara no solo a las hijas y nietas sino a los bisnietos que
está procreando. [… No la han] contenido las interpelaciones judiciales ni los se-
tenta y dos años que cuenta de edad (según estoy instruido). [… Éste es] un
asunto que debió ser repelido […] desde que llegó tan obstinado y con la festi-
nación que se ve a un hombre de más de 55 años delatarse con detrimento de su
familia, y finalmente una pretensión que inmediatamente arrastra con las in-
tenciones soberanas, contra la República, contra el Estado y contra la quietud y
tranquilidad de sus vecinos»78.
Se ve aquí cómo Gerónimo usa a su favor el dato de la edad, ridiculizán-
dolo y convirtiéndolo en obstáculo cuando debía ser un factor que cuestionara
la validez de la querella misma, pues ni los acusados eran menores, ni sus pa-
dres estaban vivos, ni mucho menos requerían permiso para casarse. Sin em-
bargo, el hecho de que un matrimonio así perjudicara la reputación de una fa-
milia tenida por blanca y a la larga supusiera una desestabilización del orden
colonial, fue suficiente para que las autoridades terminaran por aceptar el liti-
gio contra dos personas de edad avanzada. Poniendo lo demás a un lado, lo que
vemos es a una pareja que ha pasado junta gran parte de su vida y encuentra
el momento ideal para casarse, quizás porque los mayores obstáculos han de-
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saparecido, o porque los apremia la edad o la salud y no hay nada más en juego,
sólo consumar lo que Francisco Xavier describirá como «un matrimonio con que
voy a satisfacer el honor de una mujer ofendida, y aunque en otras circunstan-
cias sería indiferente para mí que se remontasen hasta la más alta jerarquía, en
el día no puedo portarme así porque los sentimientos de mi conciencia me obli-
gan a cumplir el contrato esponsalicio, y estimo mi Alma más que la Vida […].
Por más desvelos que [se pongan, me he] de casar con Merced Linares»79.
Decididos a toda costa a consumar el matrimonio, lo intentarán varias ve-
ces pero sin éxito. Es así que Francisco Xavier apela al recurso de declararse mu-
lato, y esa ya es historia conocida. Lo que no sabemos es que Gerónimo usará
otra estrategia para zanjar la cuestión de la limpieza de sangre: receloso de la
ausencia de una genealogía legitimadora por el lado materno, esgrime la Real
Cédula sobre niños expósitos, flamante documento oficial emitido en 1794, ape-
nas dos años antes de la querella. El mismo otorgaba a los expósitos el estatus
de hijos legítimos por mandato del Rey, y entre los beneficiados cabía Catalina
Obando, representada in absentia por su hijo Gerónimo. Era un método infa-
lible, pues por más que faltaran evidencias ¿quién se atrevería a cuestionar las
ordenanzas de Su Majestad?80.
En ciento y tantas páginas de proceso la situación todavía se complica bas-
tante, pero el broche de oro será el matrimonio que une en 1798 a Francisco Xa-
vier y María de la Merced en calidad de pardos libres81. Y es este el punto final
del conflicto para la pareja, a efectos prácticos, claro está, porque la verborrea
encendida aún se extenderá por varios folios, y Gerónimo no cejará en el intento
de probar su limpieza de sangre e invalidar el enlace consagrado a sus espal-
das. El Consejo de Indias tendrá entonces la última palabra, pero para eso ha-
brá que esperar a que el abultado recurso cruce el Atlántico de ida y vuelta. En-
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manos del otro cuando sostenga que estos niños fueron legitimados por el Rey.
La variable de la raza fundada en una verdad intrínseca que, mientras no se
pruebe lo contrario, se refleja en la apariencia, también será usada de un lado
y de otro para demostrar lo mismo el estatus de blanco que su opuesto, con lo
cual se evidencia la movilidad de las señales identitarias y se revela lo arbitrario
tanto de las clasificaciones como de las instituciones que las avalaban (iglesias,
reales audiencias, órdenes religiosas, genealogías, cédulas, etc.). Por otra parte,
el peso de algo tan inmaterial como la opinión pública, el consenso o los rumo-
res, se evidenciará en muchas de las pruebas que se presentan como definitivas,
donde bastarán declaraciones de «parece…, se ve…, es tenida por…, es sabido,
público y notorio…», y otras del mismo estilo para confirmar la raza blanca de
la madre de la familia y desautorizar la mulatez del hijo que se asume pardo.
Al abordar un fenómeno que ha definido como «la ansiedad de la seme-
janza»82, Christina H. Lee comenta que en la España de los Siglos de Oro exis-
tía «an unprecedented and heightened awareness that identities are malleable
and that they could be subject to self-fashioning»83; de ahí que la clase domi-
nante «repudiate the very notion of the fluidity and arbitrary constructiveness
of identity»84. Es lo que se ve en los intentos de autodefinición de Lucía de Guz-
mán y en la desconfianza con que el Santo Oficio repudia su identidad versá-
til. Cruzando un arco de diferencias contextuales, es lo que se verá también en
la actitud de los hermanos Marrero Espinosa. Consciente de lo maleable de la
identidad, Francisco Xavier va a modelar la suya a su conveniencia hasta sa-
carla de los patrones establecidos; mientras que Gerónimo –apegado al ideal
dominante– luchará por mantenerla inalterable, repudiando la fluctuación y
abogando por la fijeza. Una fijeza impostora si asumimos que la madre no era
blanca pero que a falta de pruebas consiguió pasar por blanca primero, blan-
quearse después casándose con un español, e institucionalizarse comprando
documentos y rangos con que avalar una limpieza de sangre ficticia. El esta-
tus así alcanzado sería la base de la que partirían Gerónimo y Francisco Xavier,
y esto volvería el caso mucho más complejo, palimpséstico… Al intentar re-
construir su pasado desde indisciplinas contrarias de ficcionalización genea-
lógica, oscureciendo en un caso y aclarando en el otro los orígenes familiares,
estos hermanos manipulan el discurso legitimador de la limpieza de sangre y
82. «The anxiety of sameness […] blooms in the Spanish imagination as the result of the efforts
for cultural homogenization in the post-1492 period […]. It is an anxiety that takes the form
of an obsession with identity fraud and, more specifically, genealogical fraud. […] In Spain,
this anxiety arises in spaces in which material markers become less effective in classifying sub-
jects into the dominant and the marginal. The dominant then responds to the fear of been over-
taken by a passing subaltern by desperately imagining differences –real or not– that would
reinforce the validity of the ruling social system». C. H. LEE, The Anxiety of Sameness in Early
Modern Spain, California, Manchester University Press, 2015, pp. 4, 9.
83. Ibidem, p. 4.
84. Ibidem, p. 79.
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Salvar el alma, disfrazar la piel: la identidad... Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
85. W. MIGNOLO, La idea de América Latina: la herida colonial y la opción decolonial, Barcelona, Gedisa,
2007, pp. 40-41.
86. «[…] while conspicuous religious and socio-cultural difference was […] perturbing and un-
settling, […] it was not as threatening to the dominant Spanish identity as the potential dis-
covery of the arbitrariness that separated them from the undesirables of society –and there-
fore, the recognition of fundamental sameness». C. H. LEE, op. cit., p. 4.
87. P. GILROY, Against Race: Imagining Political Culture beyond the Color Line, Cambridge, Massa-
chusetts, Belknap P of Harvard University Press, 2000, pp. 103-104.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Saylín Álvarez Oquendo
RESUMEN
Usando como punto de partida el análisis de algunas de las estrategias dis-
cursivas con que los individuos excluidos étnica o racialmente se rescriben a
sí mismos y desafían a las autoridades, este artículo saca a la luz dos docu-
mentos de archivo inéditos: un proceso de la Inquisición del año 1599 que in-
volucra a un grupo de moriscos –encontrado en Lisboa en la Torre do Tombo–,
y una demanda judicial de matrimonio interracial y pureza de sangre en Cuba
a finales del siglo XVIII –encontrado en el Archivo General de Indias–. Al pre-
sentar estos materiales y desembrollar los fragmentos de historias de vida de
la morisca granadina Lucía de Guzmán, de la familia cubana Marrero Espinosa
y de la china-mulata María de la Merced Linares, alias La Tampoco, se hará én-
fasis en cómo los integrantes de grupos marginados lidian con el dilema de la
identidad, cuestionando su fijación y manipulando sus ambivalencias de forma
simple pero estratégica, en claro gesto de resistencia al poder.
Palabras clave: identidad, raza, limpieza de sangre, moriscos, mulatos,
Cuba, España, Inquisición.
ABSTRACT
This article brings to light two unpublished archival documents: a Morisco
Inquisition Trial from 1599 (found in the National Archive of Portugal, Torre do
Tombo), and a legal trial concerning inter-racial marriage and “purity of blood”
in 18th century Cuba (found in the General Archive of the Indies). Through close
reading of these material, and by unraveling the life histories of Grenadian mo-
risca Lucía de Guzmán, the Cuban family Marrero Espinosa and the Chinese-
mulatto woman María de la Merced Linares (also known as La Tampoco), the
article examines discursive strategies displayed by cultural or ethnically dif-
ferent subjects to shape and rewrite their selves, as well as the underlying act
of resistance that this represents. In other words, it focuses on how people of
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Recensiones Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016), pp. 265-274
RECENSIONES
FRANCO, Borja; POMARA, Bruno; LOMAS, Manuel y RUIZ, Bárbara (eds.), Identidades
cuestionadas. Coexistencia y conflictos interreligiosos en el Mediterráneo (ss. XIV-XVIII),
Valencia, Publicacions de la Universitat de València, 2016.
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La población de Aguilar pasó de ser “el mejor término de vega que hay
en toda España, en la ribera del río Alhama”, como se declaraba en 1560, a un
páramo de abandono, familias rotas, casamientos forzados con cristianos vie-
jos, y un prado para especuladores y mercantilistas en busca de esquilmar los
bienes moriscos. Será el caso de Marcos de Orovio, quien adquirió en los me-
ses previos a la expulsión ingentes propiedades de los moriscos Gaspar de Fee,
Joan Bello, Diego Morales y todos los bienes del mismísimo alcalde ordinario
de la villa de Aguilar, Francisco Barrionuevo. Todos estos datos los describe con
detallada claridad el autor Miguel A. Moreno añadiendo al final del volumen
numerosos cuadros estadísticos y listas de bienes en tres apéndices: gráficos,
tablas y cuadros (destaca la lista de nombres de personas quemadas en autos
de fe por la Inquisición); documentos (reproducción de doce documentos
donde destaca la “Carta de Felipe Ramírez de Arellano y Zúñiga, VII Conde de
Aguilar y Capitán General de Orán, dando cuenta a Felipe III del alojamiento
de moriscos en Tremecén y Mostagán”, con fecha de 22 de octubre de 1609); y
el Inventario y situación legal de los bienes raíces pertenecientes a los moris-
cos de Aguilar y de Inestrillas (finales de 1614).
La obra tiene dos partes bien definidas comprendidas en la horquilla cro-
nológica en la que se centra el estudio, desde 1570 a 1614. La primera parte, “Iti-
nerario agónico de una cultura”, estudia sobre todo el diezmado panorama de
la población morisca del río Alhama como consecuencia de los numerosos au-
tos de fe llevados a cabo por la Inquisición a finales del siglo XVI, en los cua-
les fueron llevados a la hoguera treinta y cuatro moriscos de Aguilar. La im-
portancia de esta obra es resaltar el lado humano, con nombres y apellidos, de
los moriscos que, en la última etapa de su existencia peninsular, ignorantes de
la tragedia que les esperaba, seguían sufriendo el martirio final: “Ese día [24 de
agosto de 1586] serían relajadas por su evidente proselitismo dos conversas
aguilareñas. Una de ellas era María de Valdelagua, mujer del trajinante Juan Ji-
ménez, de 40 años de edad que, como otros miembros de su clan, era muy ac-
tiva. Le acompañaría en la hoguera Katerina de Castejón, mujer de Francisco
de Amillo, de 35 años, acusada de auxiliar a los enfermos con el rezo de las aço-
ras”. El drástico escarmiento a fuego llevado a cabo con los moriscos de Agui-
lar hace que el autor hable de un verdadero ‘holocausto’.
En cuanto a la segunda parte, “La diáspora morisca en la Tierra de Agui-
lar”, se estudian las propiedades moriscas, los inventarios, las ventas apresu-
radas del patrimonio, la salida y retorno de algún morisco, o los que no se fue-
ron por diversos motivos, como el caso del morisco ‘colaborador’ Diego del
Redal. El mismo alcalde Barrionuevo sufrió la expulsión, muchos casaron a sus
hijas con cristianos viejos, los señores de moriscos no pudieron hacer nada
frente al bando real y, lo más curioso de todo, es que el propio señor de Agui-
lar, Felipe Ramírez de Arellano, recibió a alguno de sus convecinos en Orán,
donde era Capitán General, y donde reporta al monarca cómo “se iban enca-
minando los moriscos a Tremecén y Mostagán y cómo desvalijaron los Alarbes
a alguno de ellos por ir sin escolta”.
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En resumen, la obra no parece una más de las monografías al uso para cu-
brir la historia de los moriscos de una región o localidad, parece, sin duda, que
trasciende la mera recopilación de datos. Miguel A. Moreno ha logrado, pese
a no ser un historiador profesional, o quizá por ello mismo, un texto depurado,
desentrañando las claves humanas de la tragedia, los actores que rodearon el
contexto político, social e inquisitorial de una minoría perseguida hasta la ex-
tinción, en carne, propiedades, e incluso, memoria. La recuperación desde el
olvido en legajos polvorientos de los nombres y vidas de estos moriscos, cons-
tituye sin duda una restitución de su valor humano y, por fin, de la memoria
que la historia les debía.
Isaac DONOSO
CHACHIA, Houssem Eddine (coord.), Entre las orillas de dos mundos. El itinerario
del jerife morisco Mohammad ibn ‘Abd al-Rafi’: de Murcia a Túnez, Murcia, Uni-
versidad de Murcia, 2017.
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
que desconoce las motivaciones por las que el autor del texto traducido deci-
dió narrar unos acontecimientos que incluso no había vivido en sus primeros
momentos y, además, expone el problema del estudio de las fuentes con las que
se encontró. Resalta la ambigüedad de los escritos de los propios moriscos en
el exilio, a pesar de la importancia que tuvo este hecho en la historia de la co-
munidad, planteándose si realmente ha existido un pérdida de fuentes escri-
tas o es fruto de un desinterés por lo sucedido o una intención de esconder un
suceso traumático para la comunidad. Tal vez fue un ejercicio de (des)memo-
ria colectiva consciente, pues entre los centenares de textos aljamiados, espa-
ñoles y árabes existentes en las diversas bibliotecas y archivos en todo el
mundo, solo un número limitado de ellos se interesan por escribir y siempre
de manera marginal la historia de la comunidad morisca.
Como expone Francisco Chacón, en las primeras páginas del libro, el texto
que se presenta se trata de un relato personal que constituye un ejercicio de me-
moria individual. Es la memoria de un morisco que nació en Murcia pero
pronto emigró fuera de la península ibérica (hacia 1604). Previo paso por Fran-
cia, llegó a Túnez donde vivió la mayor parte de su vida, empleando 24 años
en terminar el texto que en este libro aparece traducido. Su partida antes de la
expulsión hace que su visión de dicho suceso sea particularmente distinta a la
que nos dieron no sólo otros de sus correligionarios, sino también las fuentes
hispánicas, de ahí que aludamos a esas “otras laderas” que son apreciables en
el estudio de esta interesante publicación, hecho que justifica plenamente la pu-
blicación traducida de la misma. No en vano, su coordinador insiste que su ob-
jetivo es dar la palabra a una de las voces cultas, la voz de un morisco murciano-
tunecino exiliado antes del destierro, de un jerife que ha sufrido el choque de
su infancia vivida en el mundo cristiano a su madurez en el mundo musulmán,
de una vida de cripto-islam a poder disfrutar su fe, el paso del castellano al
árabe, de comer en la mesa a comer sentado en el suelo, etc.
Si por algo se caracteriza la historia que nos narra este jerife es por su vi-
sión “feliz” de la expulsión. Obvia cómo la población indígena viejo-tunecina
consideró que la sangre morisca estaba “contaminada”, pues se había mezclado
con la de los cristianos infieles. Parece, por el estudio de sus palabras, que su
intención es la de embellecer la imagen de la comunidad morisca musulmana
fugada con su religión del enemigo cristiano insistiendo en su “islamicidad”,
en cómo no dejaron nunca de ser musulmanes. Su intención fue, como expone
Chachia, por un lado alentar la creencia musulmanes de los los moriscos inse-
guros que llegaron a tierras tunecinas tras su exilio y, por otro, responder a las
acusaciones de infidelidad destinadas a la comunidad,definiendo la causa
morisca. En palabras del coordinador del libro, parafraseando al autor mu-
sulmán: se presenta el proceso de la salida como la emancipación de la gran cár-
cel cristiana, que impedía a los moriscos de España, y les imponía a ellos mu-
chas presiones religiosas, sociales y económicas. Para defender su postura, entre
otros aspectos, recurre por ejemplo a su propia educación, a cómo su padre le
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Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016)
moriscas de Murcia y Túnez. Creemos que tal vez hubiera estado bien una jus-
tificación de la elección de los mismos o crear algún hilo narrativo que los
uniera. Entendemos que la intención es “ilustrar” los posibles espacios del per-
sonaje estudiado, pero se puede pecar de cierta arbitrariedad.
Los siguientes anexos son bibliográficos, con un epígrafe dedicado a las
publicaciones citadas y otro, muy útil, a aquellas relacionadas con Murcia y Tú-
nez, espacios vitales del jarife musulmán.
En resumen, nos parece un libro serio, documentado y necesario para la
contextualización de la vida de los moriscos en diversos contextos. Los estu-
dios previos denotan la valía de los investigadores que los han llevado a cabo
y la traducción del texto al castellano nos facilita la aproximación a esa visión
“feliz” de la expulsión, a ver ese “río morisco” desde otras laderas, llenando
uno de los muchos vacíos historiográficos que aún quedan por completar.
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Índice Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016), pp. 275-276
ÍNDICE
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
SERAFÍN DE TAPIA
Hipótesis sobre las raíces familiares y el entorno social del Mancebo de Arévalo . . . . 165
275
Sharq Al-Andalus, 21 (2014-2016) Índice
RECENSIONES
276
SHARQ AL-ANDALUS
Estudios Mudéjares y Moriscos
BOLETÍN DE SUSCRIPCIÓN
Nombre y Apellidos (o Institución): . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Domicilio: . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Población: . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . D.P.: . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Provincia: . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . País: . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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