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HABIS 52
2021
HABIS
52
SEVILLA 2021
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Nicolas Tran (Universidad de Poitiers, Francia)
7
de Gibraltar durante la Antigüedad, Sevilla, Editorial Universidad de Sevi-
lla, 2018 (Marta Moreno) 269 ● J. Andreu Pintado (ed.), Parua oppida. Ima-
gen, patrones e ideología del despegue monumental de las ciudades en la
Tarraconense hispana (siglos I a. C.-I d. C.), Uncastillo (Zaragoza), Funda-
ción Uncastillo y Centro de Estudios de las Cinco Villas, 2020 (Paloma Mar-
tín-Esperanza) 272 ● L. A. Argüello García, Deciano de Emerita y Marcial
de Bilbilis (Cuadernos Emeritenses 46), Mérida, Museo Nacional de Arte Ro-
mano, 2020 (Antonio Fajardo Alonso) 276 ● E. Castro-Páez (ed.), De nuevo
sobre Estrabón. Geografía, cartografía, historiografía y tradición (Monogra-
fías de GAHIA 3), Alcalá de Henares - Sevilla, Servicio de Publicaciones de
la Universidad de Alcalá - Editorial Universidad de Sevilla, 2018 (Daniel León
Ardoy) 278 ● G. Cruz Andreotti (ed.), Tras los pasos de Momigliano. Cen-
tralidad y alteridad en el mundo greco-romano, Barcelona, Bellaterra, 2019
(Francisco Cidoncha Redondo) 282 ● F. Des Boscs, Y. Dejugnat, A. Haushal-
ter (eds.), Le Détroit de Gibraltar (Antiquité-Moyen Âges). I. Représentations,
Perceptions, Imaginaires, Madrid, Casa de Velázquez, 2019 (Raúl Álvarez
García) 285 ● J. J. Ferrer Maestro, Economía de la Antigua Roma: guerra, co-
mercio y finanzas, Madrid, Editorial Síntesis, 2019 (Víctor Manuel López Tru-
jillo) 287 ● T. Figueira, C. Soares (eds.), Ethnicity and Identity in Herodotus,
London - New York, Routledge, 2020 (Pedro Alburquerque) 291 ● A. Goñi
Zabalegui, Género y sociedad en el Egipto romano. Una mirada desde las car-
tas de mujeres, Oviedo, Ediciones de la Universidad de Oviedo y Trabe, 2018
(Marta Álvaro Bernal) 295 ● J. Herrera Rando, Cultura epigráfica y roma-
nización en la Hispania meridional: la epigrafía pública entre la República y
el Imperio, Vitoria, Universidad del País Vasco, 2020 (Víctor A. Torres-Gon-
zález) 297 ● C. Morán Sánchez, Memoria arqueológica y social de dos es-
cenarios romanos. El teatro y anfiteatro de Mérida (1910-1936) (Anejos de
Archivo Español de Arqueología LXXXIV), Mérida, 2018 (Antonio Monte-
rroso Checa) 299 ● J. M. Murciano Calles, Monumenta. Tipología monumen-
tal funeraria en Augusta Emerita. Origen y desarrollo entre los siglos I a. C. y
IV d. C. (Monografías Emeritenses 12), Mérida, Museo Nacional de Arte Ro-
mano, 2019 (Manuel Bravo Redondo) 301 ● M. L. Pérez Gutiérrez, Estructura
social de los cántabros occidentales durante el Imperio Romano (Documentos
de Arqueología Cántabra/Anejos de Sautuola 3), Santander, Instituto de Prehis-
toria y Arqueología Sautuola, 2020 (Javier Andreu Pintado) 304 ● E. Sánchez
Moreno (coord.), Veinticinco estampas de la España antigua cincuenta años
después (1967-2017), Sevilla, Editorial Universidad de Sevilla, 2019 (Marta
Moreno) 307 ● E. Sánchez Moreno, E. García Riaza (eds.), Unidos en armas:
coaliciones militares en el Occidente antiguo, Palma, Universitat de les Illes
Balears, 2019 (Tomás Aguilera Durán) 310.
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RESEÑAS
durante el período de la romanización. La explicación dada por el autor es que esas remi-
niscencias en la onomástica se explican más como un intento por preservar la tradición que
por una oposición a Roma. Se concluye que la ciudad del Lacio permitió este fenómeno
en aquellos núcleos que no recibieron grandes contingentes de población romana y que,
por ello, pudieron mantener las estructuras sociales previas a la llegada de las tropas pro-
cedentes de la península itálica.
La aportación de G. Bernard, “Las incursiones mauritanas en la Bética bajo el reinado
de Marco Aurelio” (pp. 205-224), es un análisis de un fenómeno ya estudiado. La autora,
después de revisar las fuentes disponibles, concluye que, a diferencia de lo que otros auto-
res enunciaron, las incursiones mauritanas no fueron sistemáticas ni un preludio de lo que
sucedería en la Península en el 711, sino que se trató de movimientos puntuales y circuns-
tanciales, alejados de un intento de invasión desde África.
El siguiente capítulo es el realizado por D. Romero Vera, “Más allá de los mauri. En
torno a los orígenes de la crisis del modelo cívico y urbano altoimperial en Hispania” (pp.
225-245), que constituye un análisis de las causas que condujeron a la crisis del siglo III,
precedida en Hispania por una fase previa de “estancamiento” (p. 227) a finales del II. Se
señalan en el texto multitud de razones para explicar la crisis, las cuales son de diversa ín-
dole. Sin embargo, se considera de fundamental importancia el decaimiento de las bases
del sistema municipal, como el descenso de las actividades relacionadas con el everge-
tismo, ya que la ciudad no podía mantenerse únicamente con los ingresos propios, necesi-
taba de la inyección dada por las inversiones privadas.
La aportación de S. Lefebvre, “C. Iulius Asper, patron de Maurétanie tingitane” (pp.
247-273), pretende explicar cómo un senador acaba viajando a tierras africanas sin ser
oriundo de la zona para ser el patrón de la misma. A través del análisis de las fuentes que
ofrecen información sobre él, la autora llega a la conclusión de que su presencia puede ex-
plicarse por la existencia de una gran convulsión en la zona que hiciera necesario trasladar
a un senador a la misma para intentar solventar los problemas acuciantes.
La contribución de D. Álvarez Jiménez, “El estrecho de Gibraltar en el siglo vándalo”
(pp. 275-306), es la que se sitúa en un contexto temporal más tardío, el siglo V, momento
en el que el pueblo vándalo controla el Estrecho, hasta el final de esa hegemonía. El autor
recoge la historia del ámbito gibraltareño desde que los vándalos irrumpen en la Península
hasta que establecen su reino en el norte de África, momento en el que el Estrecho vuelve
a ser un lugar primordial, pues controlar ambas orillas era necesario para mantener la se-
guridad del mismo.
La última aportación es la de A. Álvarez-Ossorio Rivas, “La piratería como factor
geoestratégico en el estrecho durante la Antigüedad” (pp. 310-332), quien realiza un re-
paso desde época fenicia hasta la romana, centrando la atención en una actividad que se
mantuvo en el tiempo, la piratería. Esta fue una constante en el ámbito del Estrecho por
su localización geoestratégica y por la importancia de las actividades comerciales que se
realizaron en él.
Como colofón, se recoge la contribución de L. Callegarin, “Conclusiones. Del Fre-
tum Hispanicum al Fretum Septemgaditanum” (pp. 333-342), que constituye una síntesis
a la obra y que señala la importancia del ámbito geográfico de Gibraltar durante toda la
Antigüedad. De igual modo, hace hincapié en las similitudes que existen en ambas orillas,
mostrando al Estrecho como una unidad, como un nexo entre dos riberas que se caracteri-
zaron por un flujo constante entre ambas.
Para finalizar, cabe señalar el valor de la obra que, a través de diversas perspectivas,
elabora una visión bastante completa del Estrecho desde la época fenicia hasta el siglo
VI d. C. La labor de los coordinadores de este volumen ha permitido obtener un libro co-
hesionado que supone un estudio monográfico con las aportaciones más recientes en el es-
tudio del ámbito propuesto.
Marta Moreno
J. ANDREU PINTADO (ed.), Parua oppida. Imagen, patrones e ideología del despegue
monumental de las ciudades en la Tarraconense hispana (siglos I a.C.- I d.C.), Un-
castillo (Zaragoza), Fundación Uncastillo y Centro de Estudios de las Cinco Villas,
2020, 412 pp.
Tras una década de fructíferos trabajos en la ciudad romana de Los Bañales (Uncasti-
llo, Zaragoza), Javier Andreu Pintado, profesor de la Universidad de Navarra y director
científico del proyecto, reúne en este volumen las contribuciones de un nutrido grupo de
investigadores nacionales e internacionales de reconocido prestigio que arrojan nuevas
perspectivas sobre la urbanización y la administración territorial de la Hispania romana,
atendiendo tanto a los procesos generales como al análisis de ciudades en particular. Así, el
libro, que constituye la tercera entrega de la serie de Monografías “Los Bañales”, es ejem-
plo no solo de la vitalidad de la discusión científica que ha generado esta ciudad del valle
del Ebro, sino también una constatación de su importancia para comprender procesos si-
milares en otros lugares del mundo romano.
El volumen, que recoge en su título el concepto de parua oppida, objeto principal
del debate, es fruto de los trabajos de conclusión del grupo de investigación que, con esa
misma denominación latina, surgió al calor del proyecto I+D ministerial dirigido por el
propio Andreu entre 2016 y 2019. En concreto, dichos trabajos fueron presentados en
el III Coloquio de Arqueología e Historia Antigua de Los Bañales celebrado entre Pam-
plona, Eslava, Ejea de los Caballeros y Los Bañales de Uncastillo entre los días 25 y 27
de septiembre de 2019, y en el que se trató de profundizar, desde diversas perspectivas,
en aquellas ciudades que, carentes de un estatuto municipal, se convirtieron en auténticos
ejemplos de aculturación romana. En este sentido, el éxito del coloquio ha quedado más
que probado gracias a la calidad científica de los trabajos que se recogen en esta miscelá-
nea, que debe unirse a reflexiones anteriores sobre los modelos urbanos ya planteadas por
Mac Mullen (2000), Stek (2014) o Pelgrom (2014). La pertinencia y actualidad de la dis-
cusión, particularmente en el ámbito hispano, queda probada, además, por la prolifera-
ción de otros encuentros científicos celebrados con el objeto de ahondar en el fenómeno de
las también llamadas small towns, como el que tiene previsto celebrar, el próximo año, el
Museo Arqueológico de Alicante.
Estructurado en tres bloques principales, a los que se suman la presentación del edi-
tor y las magníficas conclusiones recogidas por Antonio Pizzo, director de la Escuela Es-
pañola de Historia y Arqueología de Roma (EEHAR-CSIC), el libro reúne un total de
catorce trabajos que versan desde planteamientos historiográficos generales a otros más
locales. Así, un primer grupo de artículos se encamina a definir el marco conceptual de los
parva oppida, deteniéndose tanto en el análisis de los procesos como en el aspecto termi-
nológico, resultando este último aspecto de suma utilidad para las investigaciones futuras.
Así, Javier Andreu (“El fenómeno de los parua oppida: definición y caracterización de una
categoría urbana del interior de la Tarraconense”, pp. 3-24) aporta una pertinente carac-
terización de este tipo de ciudades, ahondando en sus rasgos más definitorios: la preexis-
tencia del núcleo urbano, la imitatio respecto a la capital conventual en lo referente a los
programas de monumentalización, su dependencia de la organización territorial y viaria,
o su papel como “ciudades escaparate”, uniéndose a otras cuestiones de carácter estraté-
gico como la apuesta oficial por privilegiar algunos de estos núcleos, el indiscutible papel
del culto imperial como elemento cohesionador, así como la importancia de los patronos
locales para la difusión de los principales elementos del modo de vida romano. Partiendo
de estas reflexiones, plantea, de cara al futuro, la caracterización de estos enclaves en otros
territorios de la Tarraconense. Por su parte, Edward Bispham, de la University of Oxford,
(“Small towns, big futures: between Italy and Iberia”, pp. 25-38), trata de arrojar luz al
caso hispano contrastándolo con algunos aspectos similares que se vivieron en Italia, en
lugares como Iuuanum, en los Abruzos, utilizada como ejemplo para exponer el proceso
de urbanización romana. Después de introducir la problemática en torno a los oppida, par-
ticularmente en el caso del valle del Ebro, aborda la cuestión del tamaño de estos enclaves
urbanos, reconsiderando el hecho de que no todas fueron “pequeñas” ciudades. Concluye
planteando el caso de Fregellae, ciudad que, tras su destrucción, continuó siendo un oppi-
dum –no necesariamente pequeño– vehiculador de la comunidad y su hinterland. Pieter
Houten, de la University of Nottingham, (“The concept of the Augustan city in Hispania
Citerior”, pp. 39-62), continúa estas reflexiones abordando el modelo de la ciuitas, cuya
definición tradicional pasaba por la integración de la urbs y su territorio, si bien obviaba el
importante elemento de la comunidad. Centrándose particularmente en la Hispania Cite-
rior, Houten introduce el concepto de la ciuitas dispersa (“dispersed ciuitates”), desmon-
tando algunos conceptos predeterminados, al tiempo que demuestra la existencia de estos
modelos en enclaves como Iulia Libica y Auso, donde el núcleo de la ciuitas lo constituía
la comunidad, y no el binomio ciudad-territorio. Cierra este bloque Louise Revell, de la
University of Southampton, (“Urban citizenship and becoming Roman”, pp. 63-88), quien
aborda las relaciones entre el urbanismo y el modelo de ciudadanía, haciendo especial én-
fasis en las diversas categorías sociales más allá de las élites y en el papel de estos ciudada-
nos en los parua oppida, deteniéndose en el modelo de Los Bañales. La diversidad de las
relaciones de los ciues con su ciudad se convierte en el elemento central de esta reflexión.
El segundo grupo lo componen una serie de artículos en torno a los procesos de
monumentalización de las ciudades, atendiendo particularmente a la importancia de las
élites urbanas. Manuel Martín-Bueno, de la Universidad de Zaragoza, (“El urbanismo
provincial: dominar convenciendo”, pp. 89-104), comienza su estudio con un balance his-
toriográfico y metodológico sobre el estudio del mundo provincial romano, recordando
algunos hitos de la investigación concerniente al caso hispano. Ofreciendo un panorama
general, y haciendo una convencida defensa de la importancia de las fuentes arqueológi-
cas, y en particular de la epigrafía y la numismática, el autor presenta la promoción social
de las élites dentro del fenómeno urbano como uno de los elementos clave del asenta-
miento de Roma en Hispania, especialmente en época augustea y, después, en época fla-
via. Thomas Schattner, del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid, (“Comunicación y
comportamiento. Sobre la relación entre el paisaje urbano de las ciudades romanas y la
comunidad cívica ilustrado a través de algunos ejemplos hispanos”, 105-132), inicia tam-
bién su artículo abordando el estado de la investigación sobre el paisaje urbano en His-
pania, deteniéndose particularmente en el coloquio Stadtbild und Ideologie celebrado
en Madrid en 1987, al que sitúa como un importante punto de inflexión. Schattner plan-
tea la dificultad que, para un investigador, supone la terminología en torno a la ciudad
romana, ejemplificándolo con las búsquedas de títulos bibliográficos en bases de datos,
como Zenon. Partiendo de estas consideraciones iniciales, aborda el estudio de la estruc-
tura urbana en Hispania, deteniéndose en su equipamiento edilicio, en la percepción que
tuvieron de la ciudad los autores antiguos y en el importante papel de la comunidad de
ciudadanos en el proceso de monumentalización, ejemplificando estas cuestiones a través
del caso de Munigua. La última contribución del bloque corresponde a Enrique Melchor
Gil, de la Universidad de Córdoba, (“Patroni y ciuitates de la Hispania Citerior entre el
advenimiento del Principado y finales del siglo I: perfiles, cambios y funciones”, pp. 133-
152), quien, como detalla en el título, centra su estudio en los casos de patronato cívico
documentados en la Citerior desde Augusto hasta el final del siglo I d. C., comenzando
por los patroni de la familia imperial y del propio princeps, abordando el difícil equili-
brio que, para éste, supuso el paulatino establecimiento del culto imperial. También se
detiene en los gobernadores provinciales que asumieron dicho patrocinio, poniendo este
instrumento al servicio del poder imperial y sirviendo como elemento integrador de la ad-
ministración romana. Sus funciones y su actuación, anotadas a partir de la escasa docu-
mentación, también son objeto del estudio.
El último bloque reúne siete artículos con el denominador común de abordar casos
específicos y locales que, sin embargo, sirven para ilustrar el fenómeno urbano de la
Tarraconense. Luis Romero Novella, de la Universidad de Navarra, (“Primera monu-
mentalización de las comunidades no privilegiadas del conuentus Caesaraugustanus: ar-
quitectura y programas iconográficos”, pp. 153-182), aborda el caso de las ciudades no
privilegiadas que, sin embargo, iniciaron su monumentalización en época augustea, dete-
niéndose en las estructuras forenses, de las que el autor es buen conocedor, y en otros edi-
ficios urbanos como las termas o los edificios de espectáculos, así como en los acueductos
y en los programas escultóricos, no difiriendo en demasía respecto a aquellas comunida-
des privilegiadas, con un análisis particular del ámbito vascón, donde cobró una singular
importancia la construcción de la vía Caesar Augusta-Beneharnum. Erik Moreno, de la
UNED de Pamplona (“De parua oppida a oppida labentia. Cambios y transformaciones
en los edificios públicos de las ciudades del conuentus Caesaraugustanus”, pp. 183-202),
aborda los procesos de cambio vividos en las ciudades (colonias, municipios romanos,
municipios latinos y ciudades estipendiarias) del conuentus Caesaraugustanus desvin-
culándolos de la crisis del siglo III d. C. y remarcando la heterogeneidad de estas trans-
formaciones en los edificios y espacios públicos que estudia. Moreno se refiere también a
Labitolosa, Los Bañales de Uncastillo y Santa Criz de Eslava, ciudades que, a pesar de no
aparecer en las fuentes literarias, presentan interesantes fenómenos de transformación ur-
bana desde el siglo II d. C., relacionadas con la municipalización flavia. Un interesante y
original trabajo corresponde a Aitor Blanco Pérez, de la Universidad de Navarra, (“Mar-
cial y su regreso al municipio de Augusta Bilbilis”, pp. 203-214), quien aporta una vi-
sión de Bilbilis dejando al margen las fuentes arqueológicas y centrándose en la narración
que, sobre la ciudad, recoge Marcial, quien describe algunos elementos de la vida urbana
como las bibliotecas y los teatros o las relaciones clientelares que configuraban la comu-
nidad política. Oriol Olesti Vila, de la Universitat Autònoma de Barcelona, (“Iulia Lybica
y la urbanización de los territorios pirenaicos”, pp. 215-238), ofrece una actualización del
proceso de urbanización de Iulia Lybica, analizando el territorio desde la época prerro-
mana y abordando las transformaciones de la ciudad a raíz de su estatuto jurídico, inclu-
yendo el debate sobre la posible fundación augustea o cesariana de la ciudad. Ilustra así
Olesti la romanización del área pirenaica, que completa con el caso de Ruscino, a la que
considera una “ciudad gemela” desde el punto de vista arquitectónico, y con Lugdunum
Conuenarum, también con paralelos notables. El ámbito catalán lo continúa Víctor Re-
villa Calvo, de la Universitat de Barcelona-UBICS, (“Los parua oppida de la Citerior
nororiental entre los siglos I a. C. y I d. C.: monumentalización y promoción jurídica”,
pp. 239-278), quien advierte en su extenso estudio de la diversidad del fenómeno urbano
en los distintos territorios hispanos, centrándose en el área nororiental de la Citerior y hu-
yendo de la perspectiva homogeneizadora, a pesar de las limitaciones que, como declara,
ofrece la investigación de los parua oppida. El estudio se detiene en las fundaciones re-
publicanas (Gerunda, Iluro, Baetulo, Emporiae, Ilerda, Iesso), para pasar después a abor-
dar las transformaciones vividas en el ámbito urbano durante el Principado, analizando
las fundaciones de Barcino y Iulia Lybica, y abordando finalmente el papel de las élites
locales en los procesos de urbanización. Rosario Cebrián Fernández, de la Universidad
Complutense de Madrid, (“Renovación urbana y arquitectónica de las ciudades romanas
de la Celtiberia meridional en época augustea. El modelo del foro de Segobriga (Cabeza
de Griego, Saelices, Cuenca)”, pp. 279-310), analiza el programa de monumentalización
de la ciudad romana de Segobriga, previamente oppidum celtibérico, comparándolo con
los procesos que se vivieron en Ercauica y Valeria, dos ciudades ex novo de la misma
área territorial. Por último, también queda representada en el volumen la provincia Lusi-
tania gracias al trabajo de Pedro C. Carvalho y Sofía Lacerda, ambos de la Universidad
de Coimbra, (“Escalas y ritmos de urbanización y monumentalización en el interior norte
de Lusitania. Paisajes singulares de un nuevo tiempo”, pp. 311-336), quienes, basándose
en fuentes arqueológicas y epigráficas, analizan la peculiaridad de los procesos urbanís-
ticos en la región.
Cierran el volumen las conclusiones de Antonio Pizzo, quien, bajo el título “Parua
oppida. Ideología, gestión territorial y urbanismo en los centros “menores” de época ro-
mana. Reflexiones sobre algunos casos de Hispania”, 337-398, sintetiza las contribuciones
de los autores incorporando una reflexión personal de marcado interés científico gracias
a su amplio conocimiento arqueológico del desarrollo urbanístico en el ámbito provincial
hispano. Así, propone no perder de vista el impacto que estos procesos tuvieron en el ám-
bito doméstico, preguntándose también si otras formas urbanas, como el uicus, el pagus
o la mansio, entre otras, deberían considerarse o no dentro de la categoría parua oppida.
Por último, Pizzo resume las dos cuestiones que han protagonizado la mayoría de las con-
tribuciones del volumen, la cuestión terminológica y la caracterización de los procesos de
urbanización, proponiendo, para el futuro, la extensión de este análisis a otras regiones de
Hispania.
En conclusión, se trata de un libro fundamental para el conocimiento no solo de los
parua oppida en la Tarraconense, cuyo interés científico queda refrendado, sino también
del proceso de integración del territorio hispano en el ámbito romano a través del fe-
nómeno del urbanismo. En este sentido, auguramos al grupo de investigación liderado
por Javier Andreu un merecido éxito en trabajos posteriores, que continuarán contribu-
yendo no solo a la reflexión científica, sino también a la promoción de las ciudades de Los
Bañales de Uncastillo y de Santa Criz de Eslava, referente indiscutible del impacto social
del patrimonio arqueológico en el ámbito local.
Paloma Martín-Esperanza
e intenta hacer saber a sus lectores de la dureza de Deciano hacia él. A pesar de que se su-
pone que Marcial acepta las correcciones a su obra con este acto, Argüello García indica
que realmente el poeta las está encauzando hacia un terreno favorable y que pretende dejar
a Deciano en peor lugar, algo que se debe a la cada vez más resentida relación entre ambos.
Y, precisamente, el último capítulo (pp. 115-128) aborda la fase final de la relación
entre Marcial y Deciano. Aquí el autor expone una serie de textos de Marcial en los que
cada vez resulta más claro lo afectado que se encuentra el poeta con el cambio en el trato
que su amigo tiene con él. Es un asunto personal entre los dos autores, pero no carece de
importancia, pues son los últimos textos en los que se hace mención a Deciano. Aunque
algunos investigadores proponen teorías alternativas a la desaparición de Deciano de los
poemas de Marcial, como el fallecimiento de aquel o su caída en desgracia, lo más proba-
ble es que el extremo estoicismo del que hacía gala terminara por alejarlos e incluso en-
frentarlos, sin descartar tampoco el rechazo por parte de ciertos círculos a esa amistad.
De hecho, el último poema analizado es para Argüello García una especie de despedida
de Marcial, que considera que no quiere seguir teniendo a Deciano entre los suyos, de-
duciendo por tanto que fue la ruptura de la amistad entre ambos, y no otro motivo, lo que
lleva a Marcial a no seguir incluyéndolo en sus escritos.
El libro culmina con un epílogo del autor (pp. 127-133) en el que se anota la posi-
bilidad de que un epígrafe emeritense haga referencia a Deciano y a su participación en
una cofradía religiosa. Se cierra con dos apéndices, el primero dedicado a los pasajes ci-
tados (pp. 135-159), y el segundo a una lista bibliográfica con los autores y obras utiliza-
das (pp. 161-174).
En conclusión, esta obra cumple con el objetivo de reconstruir la vida de Deciano,
añadiendo al mismo tiempo un análisis del propio Marcial pues, como demuestra el autor,
no puede estudiarse al primero sin relacionarlo con el segundo. Es un libro de sencilla lec-
tura, destinado tanto al ámbito académico como a la divulgación, haciéndose patente tam-
bién una intensa labor de investigación y trabajo por parte de Argüello García con la única
fuente disponible, los textos de Marcial. En cuanto a los aspectos técnicos, el libro tiene
una estructura clara, con un objetivo bien marcado, un correcto sistema de citas y un buen
uso de fuentes y bibliografía. El único aspecto algo negativo de este trabajo se encuentra
en el capítulo segundo, el del contexto histórico, pues el autor incurre en algunos juicios
de valor que deberían evitarse, abusando también de las fuentes, tomando todo lo que hay
en ellas como cierto y sin pararse a valorarlas ni contrastarlas con la opinión de autores
modernos, algo que sí hace de manera muy minuciosa cuando aborda la figura de Marcial.
obra de este personaje histórico. A su vez, Dueck analiza cómo ésta ha sido estudiada por los
académicos de los últimos cuatro siglos, observando una serie de aproximaciones diferen-
tes a cuestiones como la fecha de redacción de la magna Geografía, o el empleo por parte de
Estrabón de sus fuentes, etc. Asimismo, se comentan tanto diversas líneas de estudio de la
producción estraboniana mediante la aplicación de ideas metodológicas modernas, lo cual
podría incurrir en cierto presentismo histórico, como la variada imagen y reputación que el
geógrafo despertó en la historiografía dieciochesca y decimonónica.
El capítulo de José María Candau Morón, al igual que otros del volumen que reseña-
mos, versa sobre el estudio de determinadas fuentes utilizadas por Estrabón. En este caso
en concreto, sobre Éforo de Cime, historiador griego del siglo IV a. C. Como recoge Can-
dau Morón, un amplio porcentaje de los fragmentos conservados de la obra de este perso-
naje procede de la Geografía estraboniana. Sin embargo, aunque este hecho pueda parecer
extraordinario en lo que respecta al conocimiento, evidentemente parcial, de los trabajos
de Éforo, ha provocado que la historiografía del siglo XIX y gran parte del siglo XX lo
haya juzgado como un autor con un discurso histórico simple y poco atractivo, sobre todo
a raíz del fragmento relativo a la fundación de Tarento recogido por el geógrafo de Ama-
sea. Candau Morón, gracias al pertinente análisis filológico del relato, expone que real-
mente Estrabón manipularía el texto original de Éforo para adaptarlo al contexto político y
sociocultural en el que desarrolló su obra, el gobierno del emperador Augusto. Ahí se en-
cuentra la clave por la que Éforo, a través de la producción estraboniana, ha sido tan de-
nostado por el mundo académico.
El tercer capítulo de la monografía, redactado por Francisco Javier Gómez Espelosín,
vuelve a centrarse en el tópico de las fuentes utilizadas por Estrabón. En él, abandonamos
a Éforo de Cime para centrarnos en el uso de ciertos historiadores helenísticos contempo-
ráneos de Alejandro Magno que redactaron las campañas militares del monarca macedo-
nio, a saber: Nearco, Onesícrito, Aristobulo, Policleto, Calístenes y Clitarco. Estrabón, que
parece tener un especial interés por la figura de Alejandro Magno –seguramente por las
comparaciones que se establecerían en la época entre éste y el emperador Augusto–, selec-
ciona y da mayor o menor grado de credibilidad a la información de estos historiadores en
diferentes libros de los que componen su Geografía. Tal como señala Gómez Espelosín, es
probable que Estrabón estudiase los relatos de estos historiadores helenísticos a través de
los escritos de Posidonio de Apamea y Artemidoro de Éfeso, que, a su vez, son dos de las
fuentes principales utilizadas por el de Amasea.
Francesco Prontera analiza en el cuarto capítulo el imprescindible papel que la carto-
grafía helenística jugaría en la redacción de la Geografía, tal como se desprende de la in-
troducción de su libro II (Str. 2.5.1-40). De nuevo, Estrabón habría recurrido al empleo de
fuentes, en este caso en particular, al mapa de Eratóstenes de Cirene, matemático griego
del siglo III a. C. De esta forma, el geógrafo de época augustea se convertiría para la pos-
teridad, según Prontera, en el mejor testimonio sobre la cartografía tardo-helenística. Ade-
más, mediante el recurso de varias recreaciones, cartográficas y geométricas, de los mapas
ecuménicos de Eratóstenes, Polibio, Estrabón y Ptolomeo, el autor del capítulo describe
las variaciones dadas entre estos autores en lo que respecta, en concreto, a distancias y la-
titud de diversos accidentes geográficos del Mediterráneo occidental.
El quinto capítulo, firmado por Encarnación Castro-Páez y Pierre Moret, nos pone de
relieve, en primer lugar, una aproximación y valoración cartográfica relativas no sólo a la
descripción que Estrabón realiza en los libros III y IV de su Geografía de la orografía e hi-
drografía de Iberia y Galia, respectivamente, sino también a la de aquellos hombres que
el de Amasea utilizó como fuentes para dichos libros: Polibio, Artemidoro y Posidonio.
Ciertamente, como bien recogen los autores de este trabajo, Estrabón nunca viajó a los te-
rritorios romanos más occidentales del momento, las provincias de Hispania y de Gallia,
por lo que tuvo que basarse en los textos de estos individuos que sí que se trasladaron, por
circunstancias diversas, al extremo occidental de la ecúmene. En este punto, al igual que
realizó Prontera en el anterior capítulo, Castro-Páez y Moret recurren al uso de esquemas
cartográficos-geométricos para explicar las diferentes mediciones del Mediterráneo occi-
dental que recogen Eratóstenes y Polibio. No obstante, se añaden nuevas figuras, como una
restitución de las indicaciones topográficas de Artemidoro relativas a la Península Ibérica.
Asimismo, los autores de este trabajo también analizan minuciosamente los aspectos cul-
turales y etnográficos de las regiones de Iberia y Galia presentados por Estrabón. Todo pa-
rece indicar que dichos aspectos se corresponderían con un trasunto de los escritos previos
de Posidonio de Apamea.
Inmaculada Pérez Martín se adentra en el sexto capítulo en el apasionante mundo de la
transmisión y recepción de la obra geográfica estraboniana en el Imperio bizantino gracias
a su uso como fuente en el trabajo cartográfico-descriptivo de Miguel Pselo, un profesor
imperial de filosofía del siglo XI d. C. Según Pérez Martín, Pselo habría empleado algu-
nos excerpta del ya mencionado libro II de Estrabón, además de otros libros de su Geogra-
fía y de otros fragmentos de autores como Eratóstenes y Ptolomeo, para elaborar una obra
sencilla y descriptiva sobre el mundo habitado con el objetivo de su difusión entre sus dis-
cípulos y lectores. Cabe destacar la magnífica labor de reedición que Pérez Martín ejerce
sobre esta obra de Pselo. A pesar de que ésta ya había sido editada por el filólogo suizo F.
Lasserre a mediados del siglo XX, en la reedición de la investigadora del CSIC se sumarán
dos nuevos manuscritos (Barocci 131 y Mutin. α.T.9.3) donde se recoge el texto del bizan-
tino con el objetivo de corregir y precisar el estudio de Lasserre. Para ello, Pérez Martín
incluye en el capítulo la transcripción y traducción de los testimonios manuscritos, al igual
que diversas fotografías a color de los mismos.
El último capítulo de la monografía, redactado por los investigadores Aude Cohen-
Skalli y Didier Marcotte, nos acerca a la traducción que un humanista italiano del Quat-
trocento, Guarino Veronese, efectuó durante su senectud sobre la obra estraboniana
Geografía (traducción conservada en el manuscrito autógrafo Bodleianus Canonici
Class. Lat. 301). Como señalan Cohen-Skalli y Marcotte, la traducción de los diez prime-
ros libros de esta vasta obra de la Antigüedad clásica fue un encargo del papa Nicolás V a
Veronese, por los amplios conocimientos lingüísticos que el humanista de Verona poseía
del griego antiguo. Asimismo, Veronese traduciría por su propia cuenta el resto de los li-
bros. Señalan, además, los autores que, para esta magna empresa, Veronese habría uti-
lizado como modelo tres manuscritos en griego de la Geografía de Estrabón, lo cual se
puede comprobar gracias a las anotaciones o glosas que el italiano dejó sobre ellos. Para
finalizar, Cohen-Skalli y Marcotte observan que este humanista introdujo en su traduc-
ción de Estrabón una detallada descripción de su ciudad natal, Verona. Se adjuntan en el
capítulo fotografías del Bodleianus Canonici Class. Lat. 301 y de dos de los tres manus-
critos griegos empleados por Veronese.
En definitiva, nos encontramos ante una monografía que, aunque su división for-
mal en estos grandes cuatro bloques temáticos puede que no sea lo más acertado, debiera
mitología y en la literatura griega, ya que la fenicia apenas se ha conservado, salvo las re-
ferencias que otros autores realizaron sobre ella.
El tercer trabajo lleva por título “Helenización del judaísmo y judaización del hele-
nismo” (pp. 57-85). Su autor, P. Giménez de Aragón Sierra, muestra su interés por la vi-
sión que tenía Momigliano sobre el concepto de helenismo y sobre la helenización del
judaísmo. Además, en estas páginas también se abordan otros aspectos como, por ejem-
plo, el proceso de judaización como resistencia de los auctóctonos frente a la helenización,
el papel de las sinagogas durante esos complicados momentos o la rebelión macabea que
tuvo lugar en el 167 a. C. El siguiente capítulo lo ha escrito M. García Sánchez y se de-
nomina “Sabidurías no tan bárbaras: aqueménidas, arsácidas y sasánidas” (pp. 87-108).
Todos ellos son recordados en las fuentes clásicas como enemigos de Grecia y Roma, cada
uno en su época. Por un lado, numerosas son las referencias en las que aparecen descri-
tos como “enemigos” y “bárbaros”, criticándose sus formas de vida. Por otro lado, no fal-
tan en esos textos las alabanzas, el reconocimiento y la fascinación por la sabiduría que
tenían estos pueblos. M. García Sánchez nos hace reflexionar sobre lo que él ha calificado
como una “valoración ambigua” y la creación de una falsa imagen sobre los persas. Asi-
mismo, se analizan las causas que provocaron el desarrollo de ese sentimiento “antipersa”
y la creación del estereotipo del bárbaro oriental, representando a estos individuos en todo
tipo de soportes materiales.
El quinto capítulo se centra en “La India vista por los autores clásicos”, de M. Alba-
ladejo Vivero (pp. 109-126). Este investigador hace un recorrido por todas aquellas infor-
maciones que aparecen sobre la India en los textos griegos. En ellos se recoge todo tipo de
datos fantásticos e irreales sobre sus habitantes, su geografía, sus costumbres, etc. “Entre
el amor y el desamor. Romanos y griegos a lo largo de la República romana” es el título
del siguiente trabajo (pp. 127-145). F. Pina Polo estudia cómo los romanos asociaron sus
orígenes con el pueblo griego, aunque, posteriormente, tendieron a diferenciarse de ellos
para poder justificar su conquista. El mismo relato de la fundación de Roma se asemeja
en determinados puntos a los pasajes de algunas narraciones griegas sobre la creación de
nuevas poleis. El autor nos hace reflexionar sobre el complejo de inferioridad cultural que
sentían los romanos frente a los griegos hasta que se produjo su expansión por el territo-
rio heleno. En un primer momento, sus relaciones se vieron favorecidas por la cercanía de
la Magna Grecia, que ejerció cierta influencia cultural sobre sus vecinos. Además, F. Pina
Polo muestra la diferente forma de actuar que tuvo Roma a la hora de conquistar las di-
versas regiones del Mediterráneo occidental y oriental. El relato de Cicerón sobre la de-
fensa de Lucio Flaco nos muestra los diferentes puntos de vista que tenían los romanos de
la época sobre los griegos contemporáneos y sus antepasados.
Las siguientes páginas recogen el trabajo titulado “Niuium ut urbo montibus celsis.
Los bárbaros hiperbóreos, entre la curiosidad, el desprecio y el temor” (pp. 147-169). A
través de este estudio, P. C. Díaz se centra en el estereotipo del bárbaro que los romanos
desarrollaron sobre aquellos pueblos que vivían más allá del Danubio y del Rin. El autor
recoge diferentes descripciones sobre los galos y germanos que están plagadas de tópicos.
Asimismo, se analiza el por qué se formó esta imagen de “salvajes” y qué tipo de actua-
ciones se llevaron a cabo en los territorios fronterizos del Imperio. El octavo capítulo del
libro, “¿Cristianos vs. Paganos? Las fronteras convergentes de la uera religio”, ha sido es-
crito por C. Martínez Maza (pp. 171-190). La investigadora aborda la construcción de la
identidad religiosa y la creación de la imagen del “otro” para establecer las diferencias que
existían entre los cristianos y los paganos en época tardoantigua. C. Martínez Maza nos
traslada a un tiempo en el que las fronteras entre una religión y otra no estaban tan marca-
das como podemos llegar a pensar. A continuación, tenemos otra aportación que lleva por
nombre “Más allá de los escitas: los pueblos del Asia Central antes de los Kushana, desde
el Mediterráneo y desde China” (pp. 191-207). Su autor, L. A. García Moreno, nos da a
conocer la historia de los pueblos de Asia Central que facilitaron los contactos, por su ubi-
cación geográfica, entre el Mediterráneo, India y China. En sus páginas podemos obser-
var un excelente empleo de las fuentes escritas que nos aportan datos sobre cómo eran las
relaciones con estos grupos de población, mostrando un mayor interés por los Kushana.
Además, L. A. García Moreno también repasa todos los avances que se han producido en
el estudio de estas culturas a través de la arqueología.
El décimo capítulo ha sido escrito por J. Signes Codoñer y se denomina “Bizancio
y los árabes (siglos V-X)” (pp. 209-227). Este investigador muestra su interés por las re-
laciones entre bizantinos y musulmanes en las regiones que se extienden entre Siria y
Egipto. Su estudio comienza haciendo un repaso por el origen de los contactos entre los
árabes y los romanos desde el siglo I a. C., así como su evolución hasta la aparición del
Islam. A continuación, J. Signes Codoñer nos describe la pérdida de buena parte de los te-
rritorios bizantinos a manos de los musulmanes. La crisis iconoclasta es otro de los temas
tratados en estas páginas, ya que la polémica prohibición del culto a los iconos fue pro-
mulgada en ambos imperios casi de forma simultánea. El último de los trabajos reunidos
en el libro se titula “La transmisión de los textos entre Bizancio y Occidente en los siglos
XI-XIII: Un camino de ida y vuelta” (pp. 229-254). I. Pérez Martín, su autora, reivindica el
papel que desempeñó Bizancio en el renacimiento cultural que se produjo en la etapa me-
dieval. Ella nos indica cómo los contactos culturales bidireccionales entre Oriente y Oc-
cidente influyeron en este renacer y en la transmisión de los conocimientos. Tras los once
capítulos, el editor incluye una larga bibliografía (pp. 255-305), así como unos necesarios
índices (pp. 307-334) que nos pueden facilitar la rápida búsqueda de fuentes, lugares o per-
sonajes que aparecen en la obra.
Todos los trabajos reunidos aquí nos demuestran que los contactos entre los diferen-
tes pueblos no se basaron solamente en las relaciones comerciales o en los enfrentamientos
bélicos, sino que también hubo un verdadero intercambio de ideas entre ellos. Su lectura
es bastante enriquecedora, ya que nos ayuda a desechar falsos mitos que se han ido repi-
tiendo constantemente y nos invita a reflexionar sobre determinados conceptos como hele-
nización o romanización. Al mismo tiempo, la importancia de la formación de la identidad
cultural es tratada a lo largo de sus páginas. Para conseguir este magnífico resultado, los
investigadores que participan en el libro han tenido en cuenta el famoso lema de “ver más
allá de lo que dicen los textos”, buscando conocer cuál era la intencionalidad que había de-
trás de los discursos que se formularon en torno a la figura de los “otros”. Ese análisis de
las fuentes escritas es esencial en todos los estudios que componen esta obra.
En definitiva, G. Cruz Andreotti ha sabido reunir aquí a un amplio grupo de historia-
dores y filólogos, cuyos trabajos nos permiten conocer cómo eran las relaciones, los inter-
cambios o las fronteras con otros pueblos en el ámbito greco-romano. La obra se organiza
de una forma adecuada y cumple sobradamente los objetivos que se proponen en sus pri-
meras páginas. Además, se puede ver una similitud entre los temas que se abordan en el
libro y los actuales problemas de convivencia que existen entre diferentes pueblos. Reco-
mendaría la lectura de esta publicación a todas aquellas personas que se dedican al estudio
del mundo clásico, así como a otras que están especializadas en otros periodos históricos,
ya que les puede ayudar a entender cómo se forja la imagen del “vecino” o cómo se pro-
ducen las interacciones entre diferentes culturas.
“Le Détroit dans l’Oeil des Pouvoirs: Perceptions et Symbolique” (pp. 291-380) es el
último de los bloques de esta obra, y en él se examinan aquellos poderes que, en algún mo-
mento, han tenido el control de dicho espacio en su totalidad, originando así una percep-
ción en la que el sur de la Península Ibérica y el norte de África eran comprendidos como
un todo, un espacio casi unificado. También en este apartado se tratan aquellas consecuen-
cias originadas por la existencia de dos poderes coexistiendo en los límites del Estrecho,
unas consecuencias que son, en buena medida, militares.
En general, todos aquellos estudios y trabajos presentados a lo largo de los diferen-
tes bloques son de alabar, principalmente, debido al tema central de la investigación, el
ya mencionado Estrecho de Gibraltar, el cual, de manera constante, ha sido mencionado y
tratado, en buena medida, en aquellas publicaciones relacionadas con el marco histórico
y geográfico del Mediterráneo y Europa, pero dichas menciones han sido llevadas a cabo
–casi exclusivamente– con la idea de acotar y aclarar el tema principal de estudio, que-
dando, por tanto, el tratamiento de dicho pasaje en un segundo –e incluso tercer– plano.
A pesar de ello, no puede decirse que no se hayan llevado a cabo trabajos monográficos
centrados en dicha temática, pero es cierto que este volumen, junto con aquellos otros dos
que verán la luz, posiblemente conformen la mayor obra de estudios históricos relacionada
con el Estrecho de Gibraltar y, además, no tomando únicamente como fuente de estudio
las obras grecorromanas como en la mayoría de las investigaciones que se han llevado a
cabo hasta ahora, ya que en este volumen, junto a dichas fuentes, también han sido tenidos
en cuenta los escritos medievales, lo cual permite una percepción diacrónica de aquellos
cambios –o pervivencias– en las visiones que, a lo lago de los siglos, las diferentes pobla-
ciones han tenido en relación con este espacio.
Digno también de resaltarse en esta obra es la presentación que los diferentes traba-
jos, en su conjunto, nos hacen de un Estrecho diferente al que se suele imaginar, debido a
que, cuando se tiende a pensar en este en relación a la Antigüedad o el período medieval,
la imagen que siempre suele aparecer es la de que el Estrecho de Gibraltar constituía un de-
marcador, un hito que señalaba el fin del espacio navegable, y, por ende, la imposibilidad
de acceder al Océano Atlántico. Aunque es cierto que esta perspectiva existía, los propios
autores de los estudios de este volumen coinciden en que esta visión únicamente estuvo
presente a nivel teórico, en el marco de la tradición y los mitos, debido a que, a nivel prác-
tico e histórico se ha constatado que esta área fue un punto de enorme tránsito y de gran
cantidad de contactos socioeconómicos, tanto en dirección Norte-Sur como Este-Oeste.
A pesar de todos estos aspectos positivos, bien es cierto que se echa en falta una orga-
nización en bloques algo más clarificadora, debido a que algunos de los trabajos localiza-
dos en un apartado concreto, en realidad podrían incluirse sin miedo alguno en cualquiera
de los otros, debido a que tratan aspectos que no concuerdan en su totalidad con la temá-
tica principal del bloque en el que se localizan, únicamente de manera tangencial. A esto
hay también que añadir que algunos de dichos trabajos –aunque en un número muy redu-
cido– más que tratar el Estrecho de Gibraltar como temática principal, se acercan a él de
una manera muy somera y laxa, siendo el foco de estudio otro marco histórico-geográfico
diferente, aunque bien es cierto que siempre dentro de los límites del Mediterráneo, lo que,
de alguna forma, permite relacionar dicho foco con el propio Estrecho.
En resumen, si se tiene en cuenta todos los aspectos que mencionamos, puede decirse
que nos encontramos ante una obra novedosa que muy posiblemente, en los próximos
años, constituya la base sobre la que muchos investigadores tengan que sustentar sus estu-
dios y acercamientos al Estrecho de Gibraltar.
cada emperador: Nerón es un ejemplo de gasto desmesurado, mientras que Trajano consi-
guió botines con la victoria ante Decébalo. Para aumentar los ingresos se introducen nue-
vos impuestos, pero a medida que se avanza hasta el s. III d. C., el pago de impuestos es
tanto anonario como monetario. Finalmente, conocemos la contabilidad y los archivos,
conservados en el tabularium o en los diferentes templos. Destacan el codex accepti et ex-
pensi, realizados por los paterfamilias, y el Kalendarium, encargado a gestores privados
para grandes propiedades; ambos documentos servían para contabilizar los gastos e ingre-
sos de las propiedades.
En el cuarto capítulo se analiza la banca y las finanzas romanas. El negocio bancario
estaba copado por libertos, pero también esclavos y ciudadanos libres. Sus actividades se
basaban en las transferencias, órdenes de pago o préstamos. Las compañías de contratistas
del Estado republicano, los llamados publicani, prestaban ayuda empresarial para gestio-
nar botines, recaudaciones o la dirección de una explotación. Fueron clave para la organi-
zación administrativa republicana ante la expansión territorial, aunque pierden influencia
durante el Principado. En este momento es el ordo equester quien accede a los asuntos
mercantiles. Su intervención fue importante, ya que auxiliaron la delicada situación admi-
nistrativa de la República. También existía la figura del banquero privado, llamado argen-
tarius, que adelantaba créditos para los compradores de subastas o se encargaban de las
actividades de cambio de moneda, especialidad esta en manos del nummularius. Posee-
mos documentos de primera mano de este tipo de banqueros, como las tablillas de la casa
de Lucio Cecilio Jocundo o de la familia Sulpicia, que nos aportan información sobre sus
actividades. No obstante, con la crisis financiera estos oficios mudan de actividad, como el
argentarius, que se convierte únicamente en un platero. Finalmente, queda la cuestión del
préstamo privado, siempre con fines lucrativos, no solo con beneficios de riquezas, sino
con influencias políticas y las consecuentes presiones.
En el quinto capítulo, el autor se dedica al estudio de la producción y el consumo en
época imperial, que favoreció la producción, el intercambio comercial, debido al mante-
nimiento y seguridad de las rutas marítimas y terrestres, y el rendimiento fiscal, aunque
la brecha social entre ricos y pobres se ensanchó. Principalmente destacará la explota-
ción agrícola, las llamadas uillae, en donde conviven la familia propietaria, los esclavos
y el ganado. A partir de las Guerras Púnicas el ager priuatus se acumula en pocas manos
y los pequeños propietarios se ven obligados a emigrar a las ciudades. Son importantes
las coloniae, territorios conquistados y poblados con ciudadanos romanos, en su mayoría,
veteranos de guerra, como por ejemplo Emerita Augusta. No nos podemos olvidar de la
institución de la esclavitud, que aportó una gran cantidad de mano de obra barata y cons-
tante a las explotaciones agropecuarias. Los propietarios de las uillae buscaban el mayor
beneficio por medio de la venta de excedentes y el menor coste. La piscicultura es común
en la época imperial, además de la apicultura o la cerámica. Por otro lado, coexisten otros
centros de producción, de menor tamaño y capacidad, como los castella, uici y casae. En
cuanto a productos alimenticios, la dieta romana se basaba en la harina de cebada para la
confección del pan o mezclada con agua a modo de gachas (puls), el vino y el aceite. A
esto se añade pescado, legumbres y hortalizas. Fue importante, por otro lado, el garum,
siendo el más alabado el de Hispania: una mezcla de vísceras y sangre con sal, conser-
vada en las salazones.
Las manufacturas eran realizadas por empresas “desintegradas”, es decir, había dife-
rentes artesanos que añadían su trabajo al producto a lo largo de la cadena de fabricación,
por ejemplo, con los carroceros: uno realizaba los ejes, otro las ruedas, un tercero la de-
coración y así hasta la terminación del producto. Se señala también la importancia de la
industria textil, puesto que incluso las mujeres participaban en la confección de las costu-
ras dentro del espacio doméstico. En los apartados finales se trata la cuestión de la demo-
grafía y de la esperanza de vida. Parece ser que el punto álgido poblacional se alcanza a
fines de la República y principios del Imperio, con cerca de 60 millones o, quizás, 70 mi-
llones de habitantes; mientras que la más baja se produce en la segunda mitad del siglo
II d. C. con la llamada peste antonina, traída por los soldados que volvían de Mesopota-
mia, por cuyos efectos perecieron cerca de 10 millones de personas. Los altos índices de
mortandad se debieron a la poca higiene, problemas durante el parto o a la malnutrición
debida a la pobreza.
En el último capítulo se estudia el comercio, tanto interior como exterior, además de
la crisis e inflación. Los intercambios en el mercado interior fueron prósperos tras la eli-
minación de la piratería y las guerras contra Mitrídates del Ponto. Los productos romanos
eran llevados a los diferentes puertos a través de los mares por los nauicularii o negotia-
tores privados contratados por el Estado, hasta que Septimio Severo aumentó el interven-
cionismo estatal en estos asuntos, al cual puso fin Diocleciano. Los mercados semanales
(nundinae) o ferias eran florecientes hasta la crisis del s. III, que fomentará la migración
de proletarios urbanos a las uillae autónomas y autosuficientes para subsistir. En lo tocante
al comercio exterior, destacan los contactos con la India por medio de la vía del Mar Rojo,
que traía muchos artículos exóticos, como la pimienta o sedas. El Nilo fue una vía comer-
cial destacable, ya que por su caudal se navegaba hasta la ciudad de Alejandría, y desde
allí a todo el Mediterráneo. Gracias al llamado “Papiro de Muziris” se puede calcular que
los aranceles portuarios reportaban un importante beneficio al Estado. En el precio final de
los productos influían la productividad, la demanda interna, la escasez de cosechas y el tra-
yecto. Así, por ejemplo, en Egipto el grano resultaba más barato por los grandes exceden-
tes conseguidos, mientras que en Roma se encarecía por el transporte y la gran demanda
interna. No obstante, la crisis del s. III produjo un aumento generalizado de los precios por
la inflación, como consecuencia de la devaluación monetaria, los problemas fronterizos
y la disminución del volumen de metales extraídos. Se intentó controlar los precios me-
diante el edicto de precios máximos de Diocleciano, pero fracasó. Para finalizar este capí-
tulo, se comenta la acumulación de riqueza en manos de particulares, como Lucio Anneo
Séneca o Narciso, liberto de Claudio, los cuales se encontraban entre los más opulentos del
Alto Imperio. Esta riqueza se basaba en la acumulación de capital en efectivo y de bienes
inmuebles, como propiedades o terrenos para la producción agropecuaria.
Podemos concluir a partir de lo dicho que este libro es muy valioso para muchos es-
tudiosos del mundo clásico, ya sean historiadores o filólogos, pues nos permite compren-
der los complejos mecanismos en los que se sustentaba la economía romana antigua. Hay
que destacar también que los datos que se ofrecen están respaldados por fuentes literarias
y arqueológicas, incluyendo documentos administrativos o financieros. En definitiva, su
lectura es muy recomendable para comprender en toda su plenitud este aspecto tan impor-
tante, y a menudo olvidado, del mundo romano.
pertenecen a una entidad y quiénes no, o, en otras palabras, sirve como criterio de orde-
nación de las realidades étnicas, tal como, p.ej., en Tucídides (TF: “Language as a marker
of ethnicity in Herodotus and contemporaries”) y entre los egipcios, según S. Brandwood
(infra). La adquisición de la lengua (y, con ésta, de una cultura) se analiza como un pro-
ceso dinámico que se expresa en la descripción de individuos que se “helenizan” o se “bar-
barizan”, lo que a su vez es indisociable de las colonizaciones, que pusieron en contacto a
hablantes de idiomas distintos y formaron ambientes bilingües en muchas ocasiones. Con-
secuentemente, la traducción asume un papel relevante en el contacto interétnico y en la
transmisión de informaciones sobre contextos culturales (o lenguas) con los que ni el his-
tōr ni sus receptores estarían familiarizados. Este aspecto es analizado por S. Brandwood
(SB: “Herodotus’ Hermēneus and the translation of culture in Herodotus”) desde la pers-
pectiva de los intérpretes en los logoi herodoteos. Éstos transmitirían informaciones etno-
gráficas que se adaptan, en la forma o en el contenido, a los receptores, especialmente en
casos en los que las diferencias lingüísticas dificultaron la comunicación entre los prota-
gonistas de las narrativas o no permitieron la traducción, p.ej., de conceptos. Ello es espe-
cialmente evidente en la descripción de Egipto o en las enquêtes persas (la expedición de
los ictiófagos a Etiopía). Mientras SB se centra en el contenido de las Historias, A. Agno-
lon (AA: “Cosmopolitanism and contingency in Herodotus: Myth and tragedy in the Book
IV of the Histories”) focaliza su argumentación en la forma de los relatos para estudiar la
“traducción”. Según el autor, la resistencia escita a las costumbres extranjeras es descrita a
través de una narrativa que incluye, como las tragedias griegas, una transgresión protago-
nizada por individuos de alto rango (en este caso, Escilas y Anacarsis) que es castigada, tal
como en el relato del espartano Cleómenes (6.64 ss.), señalado por NSR.
El artículo de AA es igualmente útil para señalar la transcendencia del tercer tema de
esta reseña, las costumbres, en los estudios sobre la etnicidad en Heródoto. Escilas, p.ej.,
es un personaje híbrido acostumbrado a moverse entre la lengua y las costumbres de grie-
gos y escitas, lo que es determinante para ejemplificar la adquisición de una cultura y, por
consiguiente, de una identidad. En cambio, la estrecha relación entre identidad y costum-
bres es igualmente relevante en el estudio de R. V. Munson (RM: “Freedom and Culture in
Herodotus”). La autora, además de matizar la idea de que el autor de las Historias era ple-
namente relativista, incide sobre la importancia de la libertad e independencia en el man-
tenimiento o cambio (a veces forzado) de las costumbres o de las “leyes”. El nomos, que
Píndaro definiera como “rey del mundo” (Hdt. 3.38.4), puede ser, para Heródoto, amena-
zado por una entidad invasora o por un tirano. En ese sentido, el sobradamente conocido
“debate constitucional” (Hdt. 3.80-82) representa una estrategia narrativa (tratándose o no
de un episodio anacrónico) destinada a expresar el pensamiento político de los atenienses
y la visión sofista del mundo.
La visión que los griegos tenían de sí mismos y de los barbaroi (cuarto tema de esta
reseña) parece surgir a raíz de una serie de acontecimientos que, en buena medida, de-
terminaron su perspectiva, como ya se ha puesto de relieve (GN y NSR). Asimismo, las
diferencias entre griegos y bárbaros se expresarían, según E. Allen-Hornblower (EAH:
“Emotion and Ethnicity in Herodotus”), en las emociones y reacciones de los protagonis-
tas ante situaciones concretas (miedo, rabia, solidaridad, empatía, tristeza, etc.). Su uso en
el discurso herodoteo, independientemente de la historicidad de los relatos, tendría como
objetivos señalar la influencia del contexto cultural sobre el comportamiento humano y
destacar la crueldad de los monarcas persas. Esta lectura podría dar pie, p.ej., a debatir las
manifestaciones de duelo que se transmiten en el contexto del interés de Heródoto por los
comportamientos funerarios (uid. infra nuestra valoración final).
Resulta evidente que el autor de las Historias pone de manifiesto la naturaleza de grie-
gos y persas a través de los diálogos, lo que es igualmente objeto de los estudios de M. F.
Silva (MFS: “The Greeks as seen from the East: Xerxes’ European enemy”) y D. Leão
(“Barbarians, Greekness and Wisdom: The afterlife of Croesus’ debate with Solon”). MFS
analiza la (supuesta) visión étnica de los persas sobre los griegos o, mejor dicho, la falta
de entendimiento de aquellos respecto a sus enemigos, que a su vez explicaría el prejui-
cio persa y el motivo de su derrota. En cambio, DL parte del diálogo entre Solón y Creso
sobre los ideales de riqueza y felicidad y, por consiguiente, la representación de los “hom-
bres sabios” (sophistai), para reflexionar sobre la construcción de su imagen, en particular
de Solón, en la literatura griega, así como para defender que Heródoto, con este diálogo,
criticaría el modelo aristocrático griego. Empero, no transmite la idea de oposición entre
griegos y bárbaros que formó parte de los autores posteriores que escribieron sobre estos
sophoi (Platón, Diodoro, Plutarco, Diógenes Laercio, etc.).
Por otro lado, es sobradamente conocida la fascinación de Heródoto por Egipto y los
egipcios, a los que dedicó una exhaustiva descripción en el libro II. En él el autor describe
no solo sus costumbres, sino que intenta analizar el pasado remoto de los griegos con el
objetivo de defender que parte de su cultura se inspiró en modelos procedentes del país
del Nilo. Efectivamente, la presencia de griegos en Egipto desde finales del siglo VII a. C.
explica la facilidad con la que Heródoto pudo viajar a Tebas y Heliópolis, aunque fue en
Menfis dónde consiguió recoger informaciones más precisas, posiblemente de los sacer-
dotes locales y de los griegos allí instalados (uid. infra). Resulta en este sentido intere-
sante la inclusión de dos capítulos dedicados al logos egipcio, firmados por una filóloga
clásica (M.C. Fialho: MCF) y por un egiptólogo (R. Sousa: RS), que analizan lo que pudo
haber sido la mirada egipcia sobre los griegos. MCF (“Ethnicity in Herodotus: The story
of Helen through the Egyptian’s eyes”) estudia la “versión egipcia” del rapto de Helena,
transmitido por Estesícoro, Eurípides y Heródoto, y destaca la utilidad de este episodio
para la descripción del comportamiento benévolo de los egipcios hacia los extranjeros. No
obstante, en la lectura de RS (“Herodotus’ Memphite sources”), las lagunas de informa-
ción en el texto indican que Heródoto no habría sido recibido por los sacerdotes de Tebas
y Heliópolis, e incluso que los egipcios, como los del interior, desconfiaban de los extran-
jeros merced, posiblemente, de la presencia persa, lo que matizaría esta idealización de un
pueblo que recibe bien a los xenoi.
El quinto tema versa sobre la metodología y fuentes de información de Heródoto,
puesto que sin su estudio es prácticamente imposible entender la transcendencia de las
Historias como documento del pensamiento histórico y de las especulaciones jonias de los
siglos VI y V a. C. sobre el mundo. Es por ello por lo que el análisis de la metodología de
Heródoto se podría dividir en tres vectores: terminología, fuentes de información y modus
describendi. En lo relativo al primero, el texto firmado por B. Hill (BH: “Protocols of eth-
nic specification in Herodotus”) demuestra con argumentos convincentes que Heródoto
usa el término ethnos cuando se refiere a una comunidad en un determinado momento (sin-
crónico) y genos si el discurso tiene que ver con la imagen histórica y el pasado (diacró-
nico), lo que resuelve aparentes contradicciones cuando los dos términos aparecen en un
mismo pasaje y se usan para una misma comunidad (p.ej., los escitas en Hdt. 4.46). Esto
no contradice la idea, expuesta líneas arriba, de que la identidad étnica es, incluso para el
autor de Halicarnaso, un proceso dinámico (cf. TF).
Los trabajos de SB, MCF y RS hacen hincapié en las fuentes de información oral y es-
crita de Heródoto en los logoi de los grupos “bárbaros” (persas y egipcios). Este panorama
se complementa con la investigación de R. Gagné (RG: “Mirages of ethnicity and the dis-
tant North in Book IV of the Histories: Hyperboreans, Arimaspians, and Issedones”) sobre
las eschatiai septentrionales mencionadas en el libro IV de las Historias a partir de infor-
maciones del poema Arimaspea de Aristeas de Proconeso y de Hecateo de Mileto. Estas dos
obras le permitieron a Heródoto alcanzar los límites de la etnografía del mundo conocido
y de la autopsia, en este caso al norte del Mar Negro. Esta reflexión se podría ampliar a los
confines meridionales y occidentales, sobre los que el autor de Halicarnaso pone en entredi-
cho las especulaciones jonias, tales como sobre la circularidad del Océano, principalmente
porque no se sostenían por el conocimiento directo. En ese sentido, CS defiende que las des-
cripciones herodoteas, a menudo influenciadas por el pensamiento sofista y naturalista, solo
pueden entenderse en su relación con los autores precedentes y contemporáneos (“Scienti-
fic discourse in Herodotus Book II and its reflection in the age of New World discovery”).
La crítica a las fuentes de información, escritas y orales, es uno de los aspectos más in-
teresantes de las Historias y permite tomar el pulso a la imago mundi en la secuencia de la
ampliación de conocimientos proporcionados por los autores de periplos que, como Heca-
teo, estuvieron al servicio de los reyes persas en el siglo VI a. C. En estas obras, algunas de
ellas fragmentarias, se señala un interés por la naturaleza de un lugar y su influencia sobre
el carácter de las comunidades, lo que conllevó la exageración en la valoración de recursos
de territorios distantes y desconocidos (cf. Hdt. 3.114-116). Además de constituir un punto
de partida para la comparación con la aparente emulación de los métodos herodoteos, es-
pecialmente del libro II (dedicado, como se ha dicho, a Egipto) en las representaciones de
Brasil en época moderna (CS), hace sobresalir la autopsia como condición para admitir la
credibilidad y la plausibilidad de una información adquirida y transmitida en las Historias.
Por todo lo expuesto, consideramos que Ethnicity and Identity in Herodotus representa
un nuevo punto de inflexión en el estudio del legado etnográfico de la tradición clásica,
abriendo prometedoras vías de investigación, principalmente en lo relativo a la investigación
comparada, como brillantemente demuestra CS en el último capítulo. No obstante, la obra de
Heródoto trata otros aspectos, someramente señalados por esta autora (a partir de su propia
investigación) y TF, que son imprescindibles en la construcción y afirmación de relaciones
de pertenencia: los hábitos alimenticios, la vestimenta y las prácticas funerarias. Es igual-
mente evidente la presencia poco señalada de la arqueología en estas reflexiones, si bien esta
disciplina ha contribuido, tanto en Grecia como en otros territorios mencionados por Heró-
doto (Escitia, Egipto, etc.), a la discusión de los aspectos que acabamos de mencionar.
En ese sentido, la lengua y los nomoi son, a pesar del rigor con el que se discuten en
esta monografía, una pequeña parte de lo que el espíritu inquieto de Heródoto usó para
analizar la identidad y la etnicidad de las comunidades que, directa o indirectamente, co-
noció en sus viajes. Es, sin embargo, estimulante constatar que, a pesar de la innegable
relevancia de esta obra colectiva, las Historias de Heródoto están lejos de ser un tema
agotado por la investigación, idea en la que se corrobora una oportuna afirmación de A.
Maalouf en Identidades asesinas: “No cambian los textos, lo que cambia es nuestra mi-
rada. Pero los textos no actúan sobre las realidades del mundo más que a través de nuestra
mirada, que en cada época se fija en determinadas frases y pasa por otras sin verlas” (trad.
de F. Villaverde, Madrid, 1999). El discurso de Heródoto puede, pues, ser leído como un
testimonio de la interpretación de identidades cambiantes y de las múltiples relaciones de
pertenencia, tan actuales en el mundo globalizado de hoy.
Pedro Alburquerque
A. GOÑI ZABALEGUI, Género y sociedad en el Egipto romano. Una mirada desde las
cartas de mujeres, Oviedo, Ediciones de la Universidad de Oviedo - Ediciones Trabe,
2018, 360 pp.
En los últimos años hemos asistido a una proliferación de los estudios centrados en la
mujer romana. Estas investigaciones se han realizado, primordialmente, a partir de la in-
formación ofrecida por las fuentes epigráficas y literarias. La presente obra, fruto de la
Tesis Doctoral de Amaia Goñi, defendida en la Universidad de Salamanca en 2015, nos
ofrece una investigación exhaustiva que saca a la luz a la mujer del Egipto romano, rara-
mente tratada en los estudios sobre feminidad romana. Ese es, precisamente, el objetivo
cardinal que se propone la autora: rescatar a estas mujeres y su papel en el ámbito público
y privado a partir del análisis exhaustivo de una documentación papirácea que, a pesar de
su riqueza y potencial informativo, ha sido poco trabajada desde la perspectiva de género.
De hecho, como Goñi señala en la introducción, frente a obras anteriores donde predo-
mina un interés filológico por los textos de los papiros, la particularidad de su trabajo re-
side en que se han tomado como una herramienta que permite al historiador conocer los
distintos ámbitos en los que se desarrollaba la vida de estas féminas, tanto en el espacio
público como en el privado.
El trabajo está dividido en cuatro grandes capítulos precedidos de un prólogo de la
mano de la Prof. ª Dr. ª María José Hidalgo de la Vega, Directora de la Tesis Doctoral ma-
triz de este trabajo.
El primer capítulo, “Las cartas de mujeres y la práctica epistolar en el Egipto romano”
(pp. 21-54), resulta de superlativo interés, pues en él se presenta al lector la fuente sobre
la que se sustenta la investigación. De este modo, se exponen las características del cor-
pus documental, su contextualización, su distribución y su conservación. Este capítulo es
de suma importancia para que el lector ajeno a cuestiones relacionadas con la metodolo-
gía histórica, y concretamente aquella que concierne al trabajo de las fuentes papirológi-
cas, comprenda la praxis empleada por la autora.
En el segundo capítulo, “La correspondencia y las relaciones sociales: redes de poder
y solidaridad dentro y fuera del ámbito familiar” (pp. 55-138), se analizan cuestiones li-
gadas a la familia. Destacan algunos temas como la preparación al parto o la movilidad de
las embarazadas, argumentos de los que se ha tendido a buscar respuestas solo en las fuen-
tes literarias. Coincidiendo con el apogeo de los estudios sobre la familia en el mundo an-
tiguo, este capítulo tiene como objetivo, según menciona la autora, “elaborar un análisis en
profundidad de la naturaleza y las características de las relaciones sociales reflejadas por
las cartas de mujeres”. Interesante es, en este sentido, la multiplicidad de las relaciones in-
terpersonales que se observan en estas cartas y que suponen las redes sociales en las que
participaron activamente las mujeres que aparecen en este corpus. Estas demostrarían, por
ejemplo, cómo las féminas egipcias tenían un mayor margen de actuación en cuestiones
vinculadas a la dote y a la herencia. La cotidianeidad reflejada en las epístolas, así como
los círculos familiares que se vislumbran a partir de ellas, constituyen una preciada y des-
conocida ventana a las relaciones intrafamiliares que confirman, precisamente, el espacio
doméstico como el propio y el más adecuado para la actuación femenina.
El tercer capítulo se titula “Los espacios en las cartas de mujeres: permeabilidad, con-
tactos y movilidad geográfica” (pp. 139-193). En él, Goñi profundiza en las esferas a las que
estas mujeres accedían y de las que participaban activamente, tal y como se desprende de la
lectura de las misivas para los ámbitos privado y público. Igualmente, se detiene en otros es-
pacios geográficos que asoman a partir de los viajes y desplazamientos de estas. Este plantea-
miento resulta muy enriquecedor en la medida en que, estudiando la participación femenina
en el ámbito público, observamos que este no estaba bajo el absoluto dominio de los varones,
de la misma manera que ellas aparecen como propietarias y ejerciendo el mando de nego-
cios relacionados con esas propiedades. Nuevamente, los papiros vuelven a ofrecernos una
visión diferente acerca de la participación de la mujer en lo público, gracias al tratamiento de
cuestiones relativas a su involucración en asuntos de la administración pública, el ámbito ju-
rídico y la participación política. Cierra este bloque una reflexión acerca del espacio geográ-
fico, poco tratado en cuestiones sobre la feminidad en la Antigüedad. De este modo, la autora
se aproxima al estudio de rutas, medios, destinos y movilidad de estas mujeres.
En el capítulo titulado “El rol económico de las mujeres: situación, participación y
gestión económica en las cartas privadas” (pp. 195-245), se centra la atención en la rela-
ción existente entre mujer y propiedad, en su papel como trabajadoras y propietarias, tal
y como se extrae de la heterogeneidad de mujeres de diferentes estratos socioeconómicos
que se mencionan en las comunicaciones. Si bien es cierto que no suelen aparecer como
protagonistas y, de hecho, suelen mencionarse junto a familiares varones, no eran invisi-
bles en otras actividades económicas que superaban el umbral de lo doméstico. Cierta-
mente, muchas aparecen vinculadas a sectores económicos elevados, tal y como se recoge
en el apartado dedicado a la gestión de bienes y su contribución, mientras que otras cartas
reflejan oficios más mundanos como el de nodriza, o incluso esclavas.
Tras las conclusiones y el listado bibliográfico pertinente, se anexa un detallado cor-
pus correspondiente a las fuentes empleadas por la autora (pp. 313-355). En total, suman
232 cartas que han sido recopiladas y analizadas, algunas de las cuales forman parte de ar-
chivos y dosieres que son explicados para la mejor comprensión de algunas de las familias
tratadas. Por último, se adjuntan ilustraciones y mapas de interés.
En conclusión, estamos ante una obra que refleja el minucioso trabajo investigador
de la autora a partir de una fuente compleja y desconocida como son los papiros egip-
cios. Con Género y sociedad en el Egipto romano. Una mirada desde las cartas de muje-
res se abre una ventana hacia nuevos campos de estudio tradicionalmente relegados a un
segundo plano, como es el de la mujer del Egipto romano en los primeros siglos de nues-
tra era. Su singularidad reside en que se rescata a mujeres con nombres, familias, oficios y
con un papel activo en la sociedad de la que formaban parte. En definitiva, se ha recupe-
rado como agentes históricos a aquellas que no habían salido a la luz a pesar de que su re-
cuerdo ha pervivido a lo largo de los siglos en los papiros.
entre la República y el Imperio con el impacto de las guerras civiles y los consecuentes
cambios administrativos y socioeconómicos en el sur de Hispania; mientras que el cuarto
se focaliza en la figura del emperador y de su familia, que se convertirán en el principal
modelo y también receptor de la epigrafía pública. De este modo, el autor lleva a cabo un
análisis diacrónico y de conjunto de todas las inscripciones dedicadas a la dinastía de los
Julio-Claudios, observándose que estos homenajes cívicos tienen su origen en colonias y
municipios, aunque más tarde se extienden a las comunidades peregrinas como muestra de
su creciente romanización. Asimismo, se realiza una completa síntesis sobre el patronato
cívico y el culto imperial, que fueron dos instrumentos valiosos para la nueva ideología
imperial y, por tanto, dos factores que influyeron en la propia cultura epigráfica.
El capítulo quinto comienza el estudio exhaustivo de las inscripciones en los espa-
cios públicos de representación con la epigrafía en bronce, que precisamente en la Bética
guarda un valor especial por la singular atestiguación en esta provincia de esta tipología
epigráfica. Se analizan al respecto los motivos de la difusión de las copias en bronce de los
senadoconsultos como por ejemplo el de la tabula Siarensis o el de Cn. Pisón padre, des-
tacando dos grandes factores: primero, las propias autoridades romanas interesadas en la
divulgación de su contenido, en la que jugaron un papel importante los gobernadores pro-
vinciales –al igual que con anterioridad, en época republicana– como agentes de la lla-
mada “epigrafía política”; segundo, las elites locales que deseaban mostrar su lealtad al
régimen y, al mismo tiempo, “competir” con las comunidades vecinas, pues, de lo contra-
rio, en función del grado de su iniciativa o implicación, podrían quedar en una posición
menos ventajosa de cara a la obtención del favor imperial. Estas dos nuevas explicaciones
no excluyen otros argumentos esgrimidos anteriormente por otros autores como la fácil
disponibilidad de cobre en Hispania, la amplia red urbana articulada en torno al valle del
Guadalquivir, o bien la prosperidad de la Bética a comienzos del Imperio. En efecto, en el
mismo horizonte cronológico se fechan otros bronces epigráficos como las leyes locales
de la colonia Genetiua Iulia o el llamado ius iurandum del oppidum peregrino de Cono-
baria que pudieron tener como precedentes y modelos a imitar los citados senadoconsul-
tos tiberianos.
El capítulo sexto se focaliza en la autorrepresentación de las elites locales del sur pe-
ninsular por medio de la epigrafía pública. Un primer plano lo ocupan las inscripciones
honoríficas dedicadas a la familia imperial, a los magistrados municipales y a las elites im-
periales. Se describe con detalle la distribución territorial de todos estos testimonios en los
cuatro conuentus jurídicos de la Bética, poniéndose también un especial énfasis en la fi-
gura de los comitentes de estos homenajes, pues en todos ellos tuvieron un rol importante
las elites locales bien a través de sus propias comunidades bien por medio de la iniciativa
privada. Aparte del estudio de la epigrafía edilicia y religiosa, cabe mencionar el análisis
que realiza el autor sobre el caso particular de las mujeres como receptoras y autoras de
homenajes cívicos, puesto que las nuevas condiciones que se dieron en la provincia a par-
tir de época imperial les proporcionaron mayores oportunidades para su propia represen-
tación epigráfica, siempre bajo el marco de la familia y de la elite.
Podemos concluir señalando que la presente monografía resulta de gran interés para
los investigadores tanto noveles como experimentados que estén vinculados con temas re-
lacionados con la Bética y con la epigrafía latina en el ámbito local. Javier Herrera ofrece
una visión renovada de la romanización de la parte meridional de la Península Ibérica al
tomar como referencia la documentación epigráfica generada allí durante la República e
inicios del Imperio. En efecto, el enfoque realizado desde el concepto de “cultura epigrá-
fica” permite comprender desde una perspectiva holística todo este proceso complejo y,
además, el autor sabe hacerlo partiendo desde época prerromana para ponerlo luego direc-
tamente en relación con la llegada de Roma, lo que constituye una de sus principales apor-
taciones porque no se conoce otro trabajo sistemático de estas características que lleve a
cabo esa labor. Asimismo, Javier Herrera demuestra una capacidad para manejar una con-
siderable cantidad de documentación (fuentes literarias, epigráficas y numismáticas), así
como de bibliografía altamente especializada y actualizada para construir un discurso his-
tórico coherente y riguroso. Además, la obra cuenta con numerosas ilustraciones y tablas
que sirven de apoyo y de complemento de cada uno de los temas tratados. En este sentido,
cabe mencionar la inclusión de un anexo con las inscripciones latinas citadas en el libro
que resulta de utilidad, aunque hay algunos aspectos meramente formales que podrían ha-
berse cuidado más. Por ejemplo, no se emplea ningún signo de puntuación para las trans-
cripciones de los epígrafes, tal y como es habitual hoy día en la edición epigráfica a fin de
ayudar en la lectura del texto, criterio que se puede observar en la prestigiosa base de datos
italiana de Epigraphic Database Roma (EDR).
Víctor A. Torres-González
la de comprender y exponer una sociedad emeritense que todavía existe y que ancla sus
orígenes en estas actuaciones, es, junto a la perspectiva de arqueólogo, lo que verdadera-
mente hace interesante este trabajo historiográfico. Los libros de visitas de teatro y anfitea-
tro son los estratos sellados que permiten rescatar este tipo de contexto. No merecía menos
tal ocasión, tan privilegiada y única ocasión en España, para esforzarse en ello, como so-
bradamente, con tesón y buena perspicacia, hace el autor; afortunado autor que ha podido
interpretar la sociedad emeritense, y en general hispana, desde la nueva vida de las pie-
dras de Mérida.
De la primera parte, en el capítulo 2, destaca lo que el autor llama con buen criterio la
“formación de la ruina”; o quizás, aquilatando mejor, sin ánimo de añadir edulcorante eru-
dito, la “nueva construcción de la ruina”. No se trata tanto de describir la ruina positiva o
per se en este caso, como de reconstruir la construcción de una visión de la ruina a través
de la perspectiva de quienes la documentaron. Este es uno de los puntos fuertes del libro,
la coherente y constante presencia del contexto y no sólo, o no tanto, de la manufactura. La
solidificación de las leyendas en la ciudad en el periodo previo a las verdaderas actuacio-
nes patrimoniales, y lo que varían en su mundanidad, nace y se ramifica desde esta fábrica
documental porque, efectivamente, la sociedad lo entiende como un tesoro material antes
de que ese concepto acabe mutando en verdadero patrimonio. Ese camino, esa evolución
en el pensamiento colectivo, la conversión de hito en memoria, es lo que se traza con me-
ridiana claridad en esta primera parte de la obra.
Esa conversión llevaba, paulatinamente implícita, la cautela de protección en la que la
ciudad de Mérida es pionera en España, tal y como Gloria Mora recuerda en su prólogo al
libro. Ese paso, antes de la verdadera conversión del tesoro en patrimonio, se ejemplifica
en Mérida como en pocos sitios. En el libro se hace igualmente. Y sirve de certera guía al
lector para comprender que el periodo elegido es ese y no otro; por cuanto era el momento
en que socialmente la nueva ruina demandaba su caracterización definitiva mediante ex-
cavaciones y reconstrucciones.
A éstas les dedica el autor el capítulo 3, “De Ruina a Monumento”, muy justamente.
La apertura y crecimiento demográfico de Mérida, los inicios de la profesionalización de
la arqueología en España, la promulgación de la Ley de Excavaciones de 1911 o la del Te-
soro Artístico en 1933 viven juntos en el rescate de la Antigüedad de los tesoros de Mérida.
Cuánto deben esas leyes a ese caldo social y a la reflexión que suscitaban en los ambien-
tes culturales nacionales los hitos emeritenses se prueba, y se sigue, entre otras cosas, en
la conversión de las ruinas en la declaración de “conjunto monumental” y en los procesos
legales y fácticos que el autor detalla y documenta en este núcleo, verdadera matriz cen-
tral de su obra.
Sobra recordar ahora el papel protagonista que tiene Mérida en la Arqueología Na-
cional y qué tipo de grandes nombres nacionales deben su carrera y su grandeza a las ma-
yores grandezas de Mérida: la misma ciudad nos los recuerda en sus estatuas y sus calles,
como pocas otras en nuestro país. Y esto es algo que sigue sorprendiendo, y suscitando en-
vidia, cada vez que se va. Mérida tiene mucha conciencia de sí misma y esto la hace aún
más valiosa. Lógicamente este capítulo, con José Ramón Mélida y Maximiliano Macías
como protagonistas, es sumamente rico en detalles. Se muestra y se hilvana en él una co-
nexión estable y actual, además de práctica: la del respetado sabio nacional y la del respe-
tado cultor local. No podría funcionar la una sin la otra, o no habrían funcionado de modo
tan certero si hubiera habido superposición en vez de contacto. Gracias que no lo estorbó
algún “mangonero, cambio político o todo junto” (p. 79). El apoyo emeritense de Mélida
en Macías es la verdadera historiografía de estos monumentos. Esa conexión local-nacio-
nal, periferia-centro, la variedad en las trayectorias y círculos culturales de ambos. Y eso
se documenta y entiende perfectamente en esta parte central del libro.
Adquisición de tierras, evacuaciones, primeras excavaciones a finales de 1910 marca-
rán el inicio del proceso en un sitio enterrado que no formaba parte del imaginario erudito
y romántico de Mérida y que, al final, acabaría siendo el más simbólico de sus iconos: el
frente escénico del teatro. Si Mélida y Macías recibieron las siete sillas como totem, ellos
lo cambiaron, hasta la actualidad, con sus actuaciones. No era fácil, habida cuenta del
porte del graderío, mutar esta estampa de prestigio. Sus trabajos y la visión, o cambio de
paradigma en la sociedad de Mérida, lo hicieron posible.
Hasta la página 201, en la que se llega al fallecimiento de Mélida y Macías, el lector
tiene constancia de que los platillos, como cita el autor, se mantuvieron siempre en equili-
brio. Eso quizás sea fruto de la amistad, aunque esta se suele truncar antes que el respeto.
A partir de ellos, de su obra, del producto de su amistosa conexión, los emblemas emeri-
tenses entran en sociedad cada vez de forma más activa y esto, precisamente, el carácter
agente de teatro y anfiteatro en sociedad, es lo que se aborda en la tercera y última parte
fundamental de libro.
La prensa, pero sobre todo los libros de visitas, por trasmitir testimonios más certe-
ros, prontos, espontáneos y, por lo tanto, objetivos en su emoción, hilvanan la reconstruc-
ción de la memoria social de los dos grandes barcos emeritenses. La recepción y difusión
en la prensa de las actividades arqueológicas en Mérida siempre ha sido, por lo general,
una ayuda y un activo positivo para el logro de la recuperación. La recuperación política
y, sobre todo, la recuperación funcional, festiva y patrimonial lógicamente son hitos pre-
claros de Mérida como yacimiento primigenio y prototípico en este tipo de actuaciones.
Los silbidos de las bombas de la guerra, afortunadamente, no pusieron fin a la memo-
ria de este libro que el autor deja en 2015, en la entrega de Medallas de Extremadura. Lo
hace quizás para sugerir que se sigue tratando de una memoria aún en marcha, que afecta
a estos edificios, a Mérida, y que sigue teniendo su clásica y bien ganada relevancia en el
panorama general del patrimonio arqueológico en España: la prueba es que nunca los ar-
queólogos hispanos dejamos de mirarla.
su vez una serie de subtipologías, el autor ha decidido elaborar capítulos dedicados a cada
una de ellas. Así, la sección de “Hitos funerarios” incluye capítulos dedicados a estelas,
aras, monumentos con retrato, etc., seguidos siempre del catálogo que, éste sí, se realiza de
manera conjunta. En cada sección de análisis, Murciano lleva a cabo un estudio muy mi-
nucioso del tipo de pieza correspondiente, sirviéndose de esquemas, tablas y gráficos para
presentar cuestiones como las técnicas constructivas –en el caso de las estructuras arqui-
tectónicas– o los principales grupos de técnicas escultóricas y mostrarnos las proporciones
en las que estas se dan, el nivel de conservación, etc.
Estos catálogos, por su parte, están subdivididos en función del material de la pieza
–en el caso de las estelas o las aras– o de la tipología –en el caso de los retratos o lo las es-
tructuras arquitectónicas–. En cuanto a las fichas que los componen, están formadas por
tres partes: una de referencia, otra de descripción, que incluye medidas, material, y trans-
cripción del texto si lo hubiera, y una última de interpretación de la pieza, donde se resu-
men las interpretaciones de otros autores además de algunas sugerencias del propio autor.
Cada entrada del catálogo va acompañada de una pequeña imagen de la pieza o monu-
mento. Estas imágenes son miniaturas de las láminas que componen un segundo volu-
men, que acompaña a este y que permite al lector ver en detalle todas y cada una de las
piezas que se incluyen en la obra. Ambos volúmenes se encuentran además en versión di-
gital dentro de un CD que acompaña la versión en físico de la monografía. Las entradas
del catálogo están numeradas, pero no de manera conjunta, sino dentro de cada una de las
secciones, que siempre empiezan por el número 1. Esta es, a mi juicio, la mayor falta del
catálogo, que pierde funcionalidad sobre todo a la hora de citar una pieza, pues además del
número de catálogo hay que hacer referencia a la sección dentro de la cual está. El mismo
problema tenemos en el archivo de láminas del CD, pues si bien las láminas están nume-
radas en conjunto, cada una de ellas incluye varias imágenes numeradas a su vez a par-
tir del 1.
Para finalizar, tenemos una sección de “Conclusiones” que se divide en capítulos de-
dicados a la topografía de la monumentalización funeraria de Augusta Emerita y a los pe-
riodos históricos de la colonia romana, desde Tiberio hasta la dinastía Severina. De esta
manera, el autor contextualiza de forma sintética ese registro arqueológico que venimos
viendo dentro de un marco geográfico e histórico, haciendo ver al lector la manera en la
que un catálogo como este resulta una herramienta de gran utilidad a la que recurrir en la
reconstrucción de la historia de una ciudad como Mérida. Por último, Murciano nos faci-
lita una amplia bibliografía que incluye títulos que van desde obras generales sobre la ar-
quitectura monumental funeraria hasta artículos mucho más concretos sobre determinadas
piezas.
Nos encontramos, por tanto, ante una obra completa y necesaria elaborada a partir de
una excelente metodología, ejemplo claro de lo que en el prólogo Trinidad Nogales llama
“arqueología de almacén”. Este catálogo permite al lector no sólo un fácil acceso a todas
las piezas arqueológicas relativas al mundo funerario emeritense que alberga el MNAR,
sino también una visión e interpretación del conjunto y de cada una de ellas en particular.
Las numerosas subdivisiones de cada sección, reflejadas todas ellas en el índice, facilitan
aún más la tarea de búsqueda y tanto la presentación como la introducción, sintéticas pero
muy ilustradoras, sirven para dar garantía al lector desde un primer momento de la calidad
metodológica y de la enorme utilidad del resultado final de este volumen. El único pro-
blema relevante es, como señalaba más arriba, la falta de un catálogo unificado desde el
punto de vista numérico que facilite la búsqueda de una pieza concreta y dé auténtica fun-
cionalidad al catálogo como obra de referencia.
Si bien podría pensarse que la información que pudiera ofrecer un repertorio tan rús-
tico, de tituli normalmente identificados en lo material como simples “cantos rodados” (p.
322), sería escasa, lo cierto es que todo en esas inscripciones –en las que apenas hay traza
alguna de epigrafía pública y predominan las dedicaciones de naturaleza privada, excepción
hecha de la tésera zoomorfa de Herrera de Pisuerga (HEp 12, 363) y de un pedestal de Ujo
(ERAsturias 9)– “remite a un mundo indígena pasado modificado por la reorganización ad-
ministrativa de Roma” (p. 324). Y esa conclusión, que evidencia que en dicho ámbito geo-
gráfico “el componente prerromano era predominante” (p. 16), se formula sólo tras estudiar
“la tipología, el material, la decoración y el contenido de las estelas” (p. 16), en un soberbio
ejemplo de cómo la sola ordenación y mirada aguda a un corpus epigráfico concreto –en este
caso surgido a partir de una mirada geográfica, pero, también, social, a un espacio concreto–
puede arrojar un buen número de conclusiones históricas, quizás antes imposibles de intuir.
En primer lugar, la autora –apoyándolo en documentación cartográfica, otro de los
aciertos del volumen– deja claro que el espacio geográfico que las fuentes antiguas atri-
buyen a vadinienses y orgenomescos encuentra refrendo en la existencia en las inscripcio-
nes de la zona de una cultura epigráfica peculiar muy marcada, que, esencialmente, estudia
y analiza en el cuarto capítulo del libro (pp. 67-148), sobre el que luego volveremos por-
que nos parece uno de los más completos y meritorios del mismo. Esa cultura epigráfica,
caracterizada, como se ha dicho, por “monumentos de tradición indígena” generados por
“artesanos locales ajenos a los talleres lapidarios” (p. 323), permite a la autora trazar un
adecuado panorama social de estos pueblos. Éste es descrito como propio de una “socie-
dad mixta, con elementos propios de la época anterior a la conquista” (p. 326). Se trata, por
tanto, de un espacio con población mayoritariamente indígena, para el que resulta difícil
la adtributio a ciuitas alguna concreta, que emplea el nombre único y que debe entenderse
como socialmente de peregrini, en función, entre otros rasgos, del modo como manejan la
filiación (p. 325). Además, desde un punto de vista demográfico, las inscripciones funera-
rias, las mayoritarias en el catálogo objeto de análisis, remiten a una población joven, de
entre 30-40 años, aunque con una mayor esperanza de vida entre las féminas (p. 324) y,
en las manifestaciones religiosas –muy contadas pero representativas en el catálogo traba-
jado–, ponen de manifiesto un gusto por divinidades de naturaleza privada, aunque, siem-
pre, con elementos marcadamente sincréticos.
La estructura del trabajo es muy clara y revela, de hecho, muchos aciertos metodoló-
gicos. Con unos preliminares (pp. 13-24) en los que la autora –tras reivindicar el poder de
la epigrafía, de los datos arqueológicos y de los numismáticos para trabajos de caracteri-
zación social en la Antigüedad (p. 15)– aborda el ámbito geográfico de su estudio (pp. 16-
17), recoge las fuentes sobre orgenomescos y vadinienses tanto antiguas como secundarias
en un escrutinio ejemplar de la historiografía sobre la cuestión (pp. 18-21) –fuentes a las
que dedica especial atención en el segundo capítulo (pp. 25-40)–, y traza, también, su me-
todología –basada, como se afirma (p. 23), en una autopsia directa del centenar de inscrip-
ciones competentes al asunto y, también, en un seguimiento exhaustivo, historiográfico, de
la traditio de las inscripciones, algunas no exentas de problemas y de controversias, como,
por ejemplo, la estela de Robledo de la Guzpeña con alusión a un princeps Cantabrorum
(ERPLeón, 374) (pp. 202-206) o la mención a un aquilegus en Boñar (CIL II, 2694), uno
de los escasos ciues Romani del conjunto (pp. 276-277)–.
El volumen cierra con unas conclusiones soberbias (pp. 321-326) en las que se re-
pasan, ordenadamente, las cuestiones de cultura epigráfica local, de calado onomástico y
social y de naturaleza histórica y jurídica de las poblaciones objeto de estudio. En este sen-
tido, la parte central del volumen –los capítulos III, IV y V, y especialmente los dos últi-
mos– son, realmente, un extraordinario trabajo de análisis epigráfico que atiende a todas
las cuestiones necesarias en la metodología de los estudios epigráficos, especialmente me-
ritorias, como se dijo, al ser aplicadas a un repertorio ciertamente singular y alejado de los
estándares de la epigrafía de los grandes núcleos urbanos hispanorromanos.
Mª Luisa Pérez Gutiérrez opta por presentar su corpus de inscripciones (pp. 52-67) en
forma de tablas –acaso, por la magnitud del repertorio, manejable, y aunque las entradas de
cada tabla recogen lo esencial de la ficha epigráfica, habría sido preferible su presentación,
con fotografías, en un catálogo a la manera tradicional, quizás incorporado como anexo
final– y lo estudia con absoluto rigor calificando los tipos de soportes –especialmente este-
las y aras, donde sigue de cerca las tipologías al efecto diseñadas no hace mucho por Jona-
than Edmonson– y estudiando, ordenadamente, cuestiones relativas a la propia producción
epigráfica: las fuentes de aprovisionamiento de materiales (pp. 79-80), la ausencia de un
patrón claro que pueda conectar la cultura epigráfica orgenomesca y vadiniense con la que
exhiben ciudades del entorno dado el carácter rural de la producción analizada (pp. 83-84),
los elementos decorativos, con una “gran variedad ornamental como manifestación de ri-
queza cultural” (p. 94), para, también, poner el foco en algunos aspectos concretos que lla-
man su atención y que la autora considera que tienen –y así es, de hecho– trascendencia.
Especialmente útiles son en ese sentido las reflexiones sobre la conexión entre la geología
de la zona y los materiales empleados en los tituli (pp. 79-83) o el apartado que dedica a
los monumentos de tipo oikomorfo (pp. 99-102), de arraigada tradición bibliográfica en los
estudios epigráficos hispanos. En cada uno de los asuntos, además, que va intercalando en
el capítulo IV (pp. 67-148) se percibe un notable esfuerzo de la autora por ampliar el foco
para un análisis comparativo de los materiales objeto de su interés y una documentada ca-
pacidad de sintetizar, en pocos párrafos, el status quaestionis de cualquier asunto, lo que
convierte este libro, también, en una útil herramienta de consulta bibliográfica sobre los úl-
timos pareceres respecto de cuestiones generales de Epigrafía Latina.
Precisamente, ese rasgo nos parece uno de los mayores aciertos del que constituye el
capítulo central de este digno nuevo número de los anejos de la revista Sautuola, que pu-
blica el Instituto de Prehistoria y Arqueología del mismo nombre. En el capítulo V, “Con-
tenido del texto epigráfico” (pp. 149-318), la autora aborda, tras la mirada material del
capítulo anterior, el verdadero estudio onomástico, social, étnico e histórico de las pobla-
ciones protagonistas del catálogo epigráfico de referencia. Así, partiendo del concepto de
Namenlandschaft de Jürgen Untermann Mª Luisa Pérez Gutiérrez reivindica la existencia
de unos rasgos onomásticos propios para la región astur-cántabra (p. 171), analiza en de-
talle la cuestión de las unidades suprafamiliares (pp. 176-181), aborda los modos de indi-
car la filiación en las inscripciones como evidencia del rango jurídico, peregrino, de sus
comitentes y representados (pp. 198-199) y concluye, también, sobre la incidencia del ius
Latii (pp. 200-201) en la zona, aspecto en el que, acaso, podría haberse hecho un esfuerzo
mayor por vincular estos conjuntos epigráficos a los territoria de las ciuitates que, en la
zona, sí hubieron de resultar beneficiarias de esa singularísima decisión de Vespasiano de
extender el privilegio de la Latinidad uniuersae Hispaniae. La autora no deja nada sin ana-
lizar en este capítulo previo a las conclusiones abordando también cuestiones de demogra-
fía histórica (pp. 263-276), de religiosidad e ideología espiritual (pp. 280-306) o, incluso,
lingüísticas (pp. 307-310) en un alarde de exhaustividad ciertamente meritorio. Está claro
que sobre algunas cuestiones poco más permite el repertorio escogido que dejarlas plan-
teadas, sin posibilidad de concluir nada, pero eso ya es muy loable en un trabajo como éste
que, sin duda, dinamizará todavía más, si cabe, la cuestión central del mismo.
En resumen, con un aparato gráfico muy cuidado –que, especialmente en los dos ca-
pítulos centrales ofrece fotografías de gran parte de los tituli estudiados y de otros con
los que, desde un punto de vista material o formal aquellos pueden compararse–, unas ta-
blas muy sistemáticas sobre aspectos diversos –que, quizás, deberían haberse incluido en
el índice temático de la monografía–, una completísima bibliografía, muy actualizada, y
un addendum donde la autora actualiza, hasta la fecha de edición del volumen, las últimas
novedades generadas por la cuestión, Estructura social de los cántabros occidentales du-
rante el Imperio Romano –nos parece– se convierte ya, en primer lugar, en un hito de re-
ferencia para demostrar de qué modo trabajos de análisis epigráfico local con perspectiva
comparativa interregional pueden aportar tanto a nuestro conocimiento de áreas concre-
tas del poblamiento antiguo hispanorromano y, en segundo término, en un título clave que
unir a la lista de los muchos que, en las últimas décadas, han ido revolucionando nuestro
conocimiento de las poblaciones del norte peninsular.
griegas (¿y locales?) sobre los nostoi que alcanzaron Hispania” (pp. 149-161) muestra que,
de nuevo, García y Bellido trató de acabar con la visión negativa que se tenía de los coloni-
zadores. Sobre éstos, el autor reconoce que serían invenciones que, en algunos casos podrían
haber elaborado los propios indígenas. Aunque esta cuestión es difícil de solucionar, García
y Bellido logró identificarlo como un problema histórico a resolver. El profesor T. Aguilera
Durán en su intervención titulada “El hombre fuera: la etnografía hispana en las estampas
de Antonio García y Bellido” (pp.163-178) hace referencia al problema que supuso escoger
sólo veinticinco estampas, pues la “descontextualización” que eso provocó fue manifiesta.
El autor eligió aquellas que hacían referencia a la etnografía, muestra de la importancia que
tenía en la época diseñar una imagen con tintes patrióticos. La investigación de los docto-
res A. Pérez Rubio y F. Quesada Sanz titulada “Antonio García y Bellido y la historia mili-
tar antigua de Iberia. Pasado y presente de una línea historiográfica” (pp. 179-195) centra la
atención en la relación del profesor con la línea de investigación militar. Sobre ésta, los au-
tores consideran que fue uno de sus objetos de estudio de “contenido (más) marcadamente
histórico”. Clasifican los trabajos de García y Bellido en tres bloques, dos de los cuales están
presentes en las Estampas: el mercenariado hispano y las bandas y guerrillas. De los presu-
puestos recogidos en esos trabajos, algunos aspectos se mantienen y otros han sido supe-
rados, pero fueron puntos de referencia para estudios posteriores. “Imperialismo romano y
resistencia hispana. Viriato como paradigma” (pp. 197-221) es la aportación de E. Sánchez
Moreno. Analiza el tratamiento de la expansión del control romano de la Península realizado
por García y Bellido. Subraya el enfoque etnográfico que le da éste y el ensalzamiento que
realiza de los pueblos prerromanos, lo que se evidencia en la figura de Viriato. El segundo
bloque del capítulo hace alusión a la producción científica más reciente sobre el tema, mos-
trando, una vez más, que la obra del homenajeado ha sido un punto de partida en el estu-
dio del mismo. El siguiente trabajo es el de Á. Morillo Cerdán y V. García Marcos, titulado
“Antonio García y Bellido y la arqueología romana en León. Nuevas interpretaciones a co-
mienzos del siglo XXI” (pp. 223-241). Aparece aquí la figura como arqueólogo de García y
Bellido, pues mostró gran interés por la zona por ser ésta el lugar del emplazamiento de la
legio VII Gemina. Una vez más, los autores destacan su trabajo, pero, sobre todo, los inte-
rrogantes que planteó, algunos de los cuales se han resuelto con trabajos posteriores. El capí-
tulo de C. Fernández Ochoa y M. Zarzalejos Prieto, “La minería de mercurio de Almadén en
la España antigua: entre la estampa XVI de García y Bellido y el análisis arqueológico inte-
gral de la comarca sisaponense” (pp. 243-257) constituye una revisión de lo expuesto por el
profesor manchego. Comienza con un resumen de la estampa que trata el tema en cuestión,
para continuar con la enumeración de los avances realizados en los últimos treinta años y
que divide en dos apartados: datación y localización. La aportación de J. Salido Domínguez,
“Antonio García y Bellido y los hórreos de época romana. Revisión historiográfica y líneas
recientes de investigación” (pp. 259-275) constituye un repaso por el término mencionado
en el título. Recoge también las nuevas líneas de trabajo desarrolladas con posterioridad al
de García y Bellido, a partir del cual se han establecido los estudios más recientes. El último
capítulo, titulado “Los estudios de arquitectura doméstica romana y la obra de García y Be-
llido. Estado de la cuestión con retrospectiva” (pp. 277-289) y realizado por A. Romero Mo-
lero, centra la atención en la labor como arqueólogo del profesor. Se enfoca, sin embargo, en
una rama poco estudiada, la arqueología doméstica, que García y Bellido sólo trató en Itálica.
Se pone de manifiesto la necesidad de continuar investigando en este sentido.
El colofón del libro es un epílogo realizado por G. Ruiz Zapatero, titulado “Veinticinco
estampas de la España antigua: reflexiones en torno a una obra singular” (pp. 291-302),
que constituye una enumeración de las bondades de éste, desde la novedad que supuso en
el panorama nacional hasta la atracción que producía en los lectores. En un segundo blo-
que de contenido, se describe el contexto de la España contemporánea a la publicación del
libro para poder entender la relevancia del mismo. Por último, se pone en valor la labor di-
vulgativa, en este caso de la arqueología.
A modo de conclusión, la obra que se nos presenta es un compendio de gran validez
para aproximarnos a la figura de don Antonio García y Bellido, pero también a la historio-
grafía, pues se le considera el “padre” de la disciplina clásica en España. De igual modo,
presenta una interesante actualización de los temas mencionados por García y Bellido. En
cuanto al aspecto formal, se trata de una cuidada edición en la que encontramos un desta-
cable corpus de material inédito facilitado por la familia del homenajeado y en la que la
homogeneidad es manifiesta, algo difícil al tratarse de una obra coral. Los capítulos mues-
tran una línea argumental que favorece la lectura y facilita la asunción de ideas por parte
del lector. Es digna de mención también la concepción de esta publicación como una sínte-
sis de miradas desde diversas perspectivas, como la arqueológica y la filológica, logrando
así un enriquecimiento en el conocimiento de García y Bellido, pero también de la disci-
plina que él mismo inauguró en España. En resumen, Veinticinco estampas de la España
antigua cincuenta años después (1967-2017) es el resultado de un cuidado trabajo que se
manifiesta en una edición de gran interés para la aproximación a la implantación de la His-
toria Antigua, pero también a las investigaciones que se están llevando a cabo. El nexo de
unión es la obra de don Antonio, lo que demuestra que medio siglo después su figura sigue
marcando esta materia en nuestro país.
Marta Moreno
contra carpetanos, olcades y vacceos (220 a. e. c.), Fulvio Nobilior contra vetones, vac-
ceos y celtíberos (193-192 a. e. c.) y Quincio Crispino y Calpurnio Pisón (185 a. e. c.). El
autor contrasta la magnitud de los contingentes con los datos arqueológicos acerca de la
conformación de los oppida meseteños, planteando que fuesen estos núcleos urbanos (más
que las etnias) los ejes vertebradores de las coaliciones. Por otro lado, la implicación recu-
rrente de pueblos afines le lleva a pensar que estas ententes militares fueran la expresión
circunstancial de un entramado de relaciones intercomunitarias continuadas en el tiempo,
si bien dinámicas y heterogéneas. Finalmente, propone que la persistencia del escenario
pudo convertirlo en un lugar de memoria, actuando el recuerdo heroico de los conflictos
pasados como un estímulo para el mantenimiento y renovación de los vínculos.
Jorge García Cardiel (“Animos barbarorum. Religión y comunidades locales en el
frente hispano de la Segunda Guerra Púnica”, pp. 105-132) se desvía de la tónica general
(coaliciones locales) para explorar el papel de la propaganda religiosa como estrategia de
cartagineses y romanos para alinear a su favor la imprescindible participación hispana. De-
fiende que la potente parafernalia religiosa de los bárquidas, particularmente centrada en
Heracles, fue parte de una campaña para reforzar su autoridad dirigida específicamente a
sus potenciales aliados en Hispania, donde la deidad disfrutaba de una arraigada implan-
tación transcultural. Así interpreta la iconografía de las monedas hispano-cartaginesas, la
peregrinación de Aníbal al templo de Melqart-Heracles en Gadir o la difusión de prodi-
gios por sus historiadores. Para contrarrestar y hacer bascular las lealtades hispanas, los ro-
manos habrían disputado aquel espacio simbólico potenciando el halo divino de Escipión
Africano, reapropiándose de la iconografía heracliana y autoproyectándose como garantes
de los cultos tradicionales. La adición de un mapa con los enclaves aludidos y dos ejem-
plos iconográficos complementan su propuesta.
Laura Per Gimeno (“Volcanalia: la coalición de belos y arévacos de 153 a. C.»,
pp. 133-162) se centra en la alianza causante de la Guerra de Numancia por constituir un
ejemplo especialmente rico en información, quizá extrapolable a otros casos celtibéricos
menos conocidos. Parte como antecedente de la confluencia entre titos y belos en el pro-
ceso de sinecismo de Segeda, para después repasar las diferentes versiones acerca de su re-
lación con los arévacos. De estas fuentes extrae datos importantes acerca del ordenamiento
político de los oppida, las asambleas de ciudadanos, el consejo de notables, las jefaturas
militares y las aparentemente sofisticadas magistraturas diplomáticas. Asimismo, incide en
la dimensión étnica subrayando la importancia de los parentescos míticos; mediante el fo-
mento de elementos culturales, religiosos y lingüísticos comunes, estos habrían ayudado
a construir identidades compartidas útiles para estabilizar simbólicamente todo un entra-
mado de relaciones económicas y políticas entre comunidades que básicamente se articu-
laban como entidades cívicas y autónomas.
Alberto Pérez Rubio (“Los más valientes de los galos: la coalición belga del 57 a. C.”,
pp. 163-217) estudia las circunstancias de la formidable coalición belga, encabezada por
suesiones y belóvacos, que se enfrentó a César. Es el capítulo más exhaustivo, por su de-
talle, su esclarecedor material cartográfico y su consideración de las múltiples aristas del
tema: analiza la mecánica de las asambleas supralocales, la representatividad y refrendo
de las ciuitates y la elección de las jefaturas; contempla el papel de los druidas como au-
toridades con prerrogativas intercomunitarias, repasa la identificación arqueológica de los
espacios de encuentro y teoriza acerca del posible control censal para las levas. En ge-
neral, advierte de la heterogeneidad del poblamiento en la región, concluyendo que sus
HABIS 52
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