La Poetica Del Cine de Wong Kar-Wai
La Poetica Del Cine de Wong Kar-Wai
La Poetica Del Cine de Wong Kar-Wai
Julio de 2019
Curso académico 2018-2019
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN-------------------------------------------------------------------------- 2
OBJETIVOS------------------------------------------------------------------------------- 3
PLAN DE TRABAJO-----------------------------------------------------------------------3
CONCLUSIÓN ------------------------------------------------------------------------43-44
1
INTRODUCCIÓN
Wong Kar-wai se ha convertido por méritos propios en uno de los cineastas
orientales más alabados en occidente. Su singular estética ha provocado que sea un
autor fácilmente reconocible con apenas unos cuantos fotogramas, algo que ha
cautivado a una parte importante del público. Pero, realmente ¿qué hay detrás de todo
esto?
Considerando todo esto, y entendiendo el poco calado que los autores orientales –
sean de las artes que sean– tienen en el mundo occidental, decidimos enfrentarnos a un
Trabajo de Fin de Grado que pusiera de manifiesto los elementos clave de uno de los
cineastas más importantes de este panorama.
Los hallazgos obtenidos intentan mostrar una síntesis que desvele aquellos
elementos que han hecho única a la obra del cineasta. Para ello se ha recurrido a la
ejemplificación del contenido a través de todos sus largometrajes.
2
OBJETIVOS
El objetivo primordial es el de indagar en los secretos de una obra tremendamente
compleja, con un estilo personal realmente marcado, y con muchos elementos que no
son visibles sin un estudio analítico. Esto nos permitirá entender mejor su obra,
llevándonos, por otro lado, a comprender de una mejor forma el carácter de cierto cine
oriental.
PLAN DE TRABAJO
El trabajado ha consistido, en primer lugar, en establecer el objeto de estudio. Una
vez acordado con el tutor, elaboramos un índice de trabajo que sirviese como guía.
Luego buscamos todas las fuentes bibliográficas a nuestro alcance, tanto en los recursos
digitales y analógicos disponibles en la Universidad de La Laguna, como en espacios no
pertenecientes a esta institución. Posteriormente pasamos a la lectura y asimilación de
las fuentes consultadas. Este parte fue de suma importancia ya que nos ayudó a conocer
las claves del cine de Wong Kar-wai y nos permitió confirmar que el guión que
habíamos trazado era perfectamente realizable.
Finalmente comenzamos con la redacción del trabajo, donde, con las ideas base de
partida, desarrollamos una síntesis de lo obtenido tanto de las fuentes escritas como las
audiovisuales en las que habíamos trabajado previamente, estudiando los elementos
predominantes de su obra, y eligiendo finalmente tres de ellos. Para hacer más completo
el análisis recurrimos a la comparación del cineasta chino con otros artistas, así como
con géneros y movimientos de remarcado carácter occidental.
3
LA POÉTICA DEL CINE DE WONG KAR-WAI
El cine de Wong Kar-wai presenta una poética que es muy similar en casi todas sus
películas, aunque por supuesto, con unas variaciones muy interesantes, así como
diversos temas o ambientaciones. Pero en general su cine suele tratar, de una manera u
otra, la temática romántica, haciendo aproximaciones de todo tipo. Sus personajes se
caracterizan por tener sobre sus hombros una fuerte carga melancólica, propiciada
siempre por la pérdida de un ser querido. Por la perdida, en otras palabras, de un amor.
Y que acaban por convertirlos en personajes solitarios y desamparados. Su cine se
define así por una buena parte de los críticos: “cronista lírico, pero no sentimental, del
desamor y de la soledad en el marasmo de la sociedad urbana contemporánea”
(Heredero, 2018: 13).
Tal vez sea por la distancia o por lo enigmático de su cine, pero lo cierto es que
analizar su filmografía supone un reto. Donde algunos ven una trilogía –Days of Being
Wild (1990) Deseando Amar (2000) y 2046 (2004)–, otros ven simplemente tres
películas completamente individuales. En cambio otros expertos en su cine creen que su
nueva producción, Blossoms (esperada para 2020), va a rematar dicha trilogía –de la que
quitan Days of Being Wild de la ecuación (Arantzazu, 2019)–. Sin embargo, en extensa
mayoría, se ha impuesto la noción de que todas ellas forman un todo, así lo deja ver, por
ejemplo, Heredero (2018) en su monografía sobre el cineasta.
Entre esas confusiones, aparte de la ya citada, existe también la de creer que Fallen
Angels (1995) es una secuela de Chungking Express (1994) algo que a priori podría ser
incongruente con ambas historias, pero que se le ha buscado el sentido en relación al
reparto y la ambientación, así como otros detalles que parecen señalar una coherencia
argumental.
4
logran transmitir absolutamente todo 1 .Tal vez esa ha sido una de las principales
facultades del director, la sutileza con la que trata todo lo que le rodea, hasta el punto de
convertir algo que a priori resulta simple, en extremadamente complejo. Y es que la
mayoría de veces los argumentos de sus películas rozan la mayor sencillez, “nunca
pensé que podría emocionarme tanto una película que no tiene argumento” (Tirard,
2010: 203), es lo que rezaba un crítico tras ver Deseando Amar, un film que partiendo
de un argumento sencillísimo, se convierte en un ejercicio de complejidad en el que
cada mínimo detalle importa. Un gusto por la depuración formal que lleva años
definiendo el “buen cine asiático”, y que Wong ha terminado por llevarlo a su mayor
expresión.
Lo cierto es que su cine, tan similar entre sí, sumado a un uso continuado de los
mismos actores, provoca cierta confusión en el espectador, lo que obliga a analizar los
detalles al mínimo. Es esa ambigüedad narrativa la que ayuda a Wong a crear un
extenso debate en torno a sus películas.
Es cierto que Wong ha olvidado muchos de los clichés que poblaban al cine por
aquel entonces, y propuso una reinvención, que siendo totalmente justos, fue la que más
ha triunfado de todos sus contemporáneos –en lo que respecta a la crítica–. Pero en
algún momento recurrió de una manera u otra a las raíces de este cine, llegando a
ambientar algunas de sus películas en un marco que muestra una sociedad corrupta y
camorrista dominada por la tríada 2. Por lo tanto en su filmografía encontramos algunas
1
El director varia muy poco tanto en su elenco de actores como en la de especialistas técnicos, lo que le
ayuda a tener una mejor sintonía a la hora de expresar lo que le interesa.
2
Organización criminal de origen chino. Se denomina de esa forma por su planificación interna en grupos
de tres personas.
5
películas que están salpicadas con pequeños tintes de acción, y que en la mayoría de
ellas acaban por reforzar una estética mucho más singular.
Esas pequeñas dosis de acción de las que hablamos vienen a ser casi una seña de
identidad del lugar al que perteneces, como si fuera algo cultural que no te puedes quitar
de encima. Debemos pasar entonces a señalar los ejemplos más característicos de lo que
estamos hablando, sin olvidarnos, por supuesto, de expresiones propias de occidente,
con géneros que también tienen una enorme presencia de componentes violentos como
puede ser el western o el film noir.
Para ser justos con el cine de Wong, y para ser aclarativo, no se puede hablar de un
cine propiamente de acción, porque ni lo es, ni pretende serlo. Él siempre quiso
distanciarse de los convencionalismos del cine comercial de su país, dominado –como
ya hemos comentado– por el cine wuxia3 o de artes marciales. En un principio, tuvo
grandes impedimentos para realizar un cine personal, debido a cuestiones obvias que
todo joven cineasta ha experimentado alguna vez: la inexperiencia. En el mercado del
cine, donde se juega tanto dinero, lo que menos quieren las productoras es dejar en las
manos de debutantes proyectos arriesgados sin la seguridad de recaudar, al menos,
todos los costos de producción. De ahí que su primer film, As Tears go by (1988), sea
un experimento descafeinado entre el cine comercial y algunos brochazos personales,
que más tarde se convertirán en elementos identificativos de sus películas.
3
Es un género literario y cinematográfico, caracterizado por tener una ambientación histórica, escenas de
acción con espadas, una gran presencia de las artes marciales y un desarrollo extenso de vínculos
sentimentales como la amistad, el amor o el honor. En cierta forma es el western oriental.
6
su cine, el undercrank4 y el step-printing5 (Heredero, 2018: 79), que proporcionan una
sensación de “movimiento congelado”, y que manifiesta una nueva forma de rodar la
acción. Por lo tanto, los ejemplos que veremos aquí se corresponden con un ideal que
confiere un valor romántico a la violencia.
La primera película que encontramos con estas características coincide con el debut
del shanghaiano como director, As Tears go by. El film nos pone en la piel de Wah
(Andy Lau) y su hermano pequeño Fly (Jackie Cheung), dos camorristas que intentan
hacerse un nombre entre las más peligrosas tríadas. Por el camino, Wah se encontrará
con su prima Ngor (Maggie Cheung) de la que se enamorará irremediablemente. En ese
sentido, las ideas principales que caracterizan la filmografía de Wong, se vislumbran
fácilmente desde este debut.
Sin embargo, el metraje va por otros derroteros, y así se deja ver desde el comienzo,
en una escena que sucede en un local sacado de cualquier arquetípico film noir, donde
Fly extorsiona a Karl el Gordo (To-Hoi Kong) hasta que llega Wah y decide
solucionarlo con un botellazo, poniendo de manifiesto la actitud violenta de la trama.
Sucede más adelante otra secuencia significativa, esta vez en un salón de billar, y
que deja más que clara la influencia del cine gánster americano, y en especial de Malas
Calles (Martin Scorsese 1973), de la que Wong Kar-wai se inspiró (Gómez Tarín, 2008:
58)6. En el plano vemos a Fly y su hermano Site (Ronald Wong) retando a una pandilla
de matones mientras juegan al billar, y, como no, la secuencia termina en una gran pelea
que acaba con Fly malherido. La repercusión de esta escena es enorme dentro de la
trama, puesto que significa el comienzo de un periodo de venganzas que se irá
alternando entre los diferentes bandos.
4
Consiste en rodar a una velocidad inferior a 24 fotogramas por segundo, logrando un movimiento
acelerado.
5
Se positiva fotograma a fotograma cada plano para estirar el negativo hasta los 24 fotogramas.
6
Es más, comenta Heredero (2018: 224) que el impacto fue tan grande cuando el shanghaiano vio el film
del neoyorkino que basó el personaje de Fly en el de Johnny Boy (Robert de Niro).
7
Salón de billar en As Tears go by
8
Lo que diferencia a la producción de Wong de otras películas de acción es el uso de
elementos cinematográficos que no son propios del género, y que lo convertirán a
posteriori en un cineasta único. Por eso podemos ubicar este primer film en la categoría
de acción dramática, pues hay una buena simbiosis de diferentes estilos, y porque,
aunque lo más importante sean las secuencias de acción, las subtramas más románticas
también adquieren significación. En general, esta primera película representa un tipo de
acción que está revestida con una fina capa de sensibilidad, en un intento de ser poético
incluso con la violencia, algo que recuerda a otro director asiático, Takeshi Kitano
(Clarke, 2003). Como veremos a continuación, la filmografía del shanghaiano
evolucionará abandonando la acción directa para convertirse en un mero pretexto
estético.
9
Desde el comienzo se ven bastantes claras las influencias que recibe la película. En
varios primeros planos nos muestra a Ou-Yang Feng y Huang Yao-shi (Tony Ka)
desafiándose con la mirada, de manera alternada se combinan estas imágenes con un
bellísimo plano de un eclipse lunar, y con pequeños retazos del fluir del mar y de las
nubes. Un estilo de rodar con primeros planos que recuerda al spaghetti western de
Sergio Leone; y una apreciación por los detalles, antes de una contienda, que además de
recordar a los films del maestro italiano, también tiene enormes reminiscencias del cine
de samuráis. El montaje de la escena está completamente fragmentado, dándole mucho
dinamismo a la trama, lo que se percibe como una narración ágil, propia de películas de
acción. Sin embargo, el film también se tomará sus grandes pausas, y mostrará gran
cuidado por los detalles. En ese sentido, Ashes of Time es mucho más profunda, en
todas sus facetas, a As Tears go by, con un guión menos consistente pero también
mucho más complejo; y por supuesto con la calidad fotográfica que Christopher Doyle
aporta.
Ocurre en este caso lo mismo que con la película anteriormente comentada, el tema
se introduce rápidamente en las primeras líneas de diálogo: Ou-Yang Feng se dirige a
un personaje que se encuentra de espaldas a la cámara y le dice que tiene un amigo que
sabe de artes marciales y que por la cifra correcta puede matar a quien quiera. Se
vislumbra en el argumento lo que desencadenará en los primeros conflictos de la trama,
caracterizada con un sutil estilo poético y sangriento, que continuaremos viendo más
adelante. El punto culmen de esto llega con dos escenas emparejadas muy
significativas, en la primera de ellas, el Espadachín Ciego se bate en una lucha desigual
10
contra unos bandidos que acabará con su cuello expulsando chorros de sangre al ralentí.
La segunda llega inmediatamente después, Hung-Qi decide enfrentarse a los bandidos y
termina matando a todos, pero pierde uno de los dedos de la mano, y a partir de ahí se le
conocerá como Nueve Dedos. La particularidad de estas dos escenas es que tienen una
duración de en torno a un minuto, siendo muy breves, pero que por el contrario guardan
una carga visual bastante importante. Son escenas confusas donde los cuerpos se
entremezclan sin saber ya a quien pertenece cada espada, dando lugar a un momento
apoteósico. Además se usa el efecto de “movimiento congelado” mezclado con la
cámara lenta, y se desarrolla una muy buena puesta en escena, con un escenario
preciosista y una iluminación muy cuidada. Diferentes elementos que le dan una
especial singularidad, distanciándose de los films convencionales de acción. Un estilo
fotográfico que se ha llegado a comparar con el expresionismo abstracto o la Action
Painting de Pollock. (Heredero, 2018: 81)
La trama, más desarrollada que en su anterior película, sigue ser lo más importante
de su cine. Como sostiene el crítico Francisco Marinero (2009) la historia es solo un
pretexto para realizar un excelente ejercicio estético. En ese sentido se puede realizar
una comparativa con los films más arquetípicos de acción, donde la historia es solo una
excusa para que se dé rienda suelta a todas las batallas posibles. Aquí en cambio, se
narra una historia épico-amorosa que está al servicio completo de la forma, es decir, que
lo que predomina es la belleza de un sublime estilo fotográfico8.
8
Ganadora en Venecia del premio a mejor fotografía.
11
Aparecen también otros elementos significativos, entre ellos la presencia de una
posible femme fatale, enfocándose desde sus pies hasta sus muslos con una panorámica
vertical –algo que se corresponde con este prototipo popularizado por el film noir
(Pavés, 2018)–, mientras parece tener un momento orgásmico con un caballo –símbolo
de la lujuria–. El recurso de los flashback, que dan una sensación melancólica al film
(debido a la voz en off que confirma una tristeza exasperante de los personajes) y crea
una atmosfera evanescente diluida –una confusión permanente entre lo que es verdad y
lo que no– se asemeja también a algunos recursos estilísticos del cine negro,
caracterizado también por narrar sus historias en pasado; y al cine de Alain Resnais, por
el que el director ha confesado sentirse inspirado (Gómez Tarín, 2008).
Volvemos de nuevo al cine gánster con Fallen Angels. La trama se divide en dos
partes paralelas que se cruzarán al final. La primera historia nos narra la vida que lleva
un asesino a sueldo, Wong (Leon Lai) –personaje inspirado en el protagonista de El
Silencio de un Hombre (Jean-Pierre Melville 1967) (Heredero, 2018: 306)–, al que su
socia (Michelle Reis) se encarga de buscarle todos sus trabajos. Una de las frases por la
que se comprende la relación entre ambos llega en los primeros minutos del film, y la
dice el personaje de Wong: “Soy un vago, por eso necesito un socio”. No le gusta
planear a quien tiene que asesinar, ni tan siquiera como lo hará; la singularidad viene
cuando cambia de opinión, una vez ya asesinado, comunicando su pensamiento a través
de la voz en off –recurso, que pese a las diferencias estilistas, recuerda a la narración de
El Crepúsculo de los Dioses (Billy Wilder 1960) donde el protagonista contaba la
historia, a través de un flashback, estando ya muerto–. Sin apenas mantener contacto,
ella básicamente se encarga de limpiarle la habitación, acaban por establecer un vínculo
amoroso, del que ella saldrá perdedora. Vuelve a producirse por tanto la relación de un
amor no consumado, que tendrá sus consecuencias en una venganza sangrienta (de ahí
la muerte del protagonista). Este desenlace en la primera historia es lo que provocará
que el personaje de la segunda historia, He Qiwu (Takeshi Kaneshiro), acabe por
12
encontrarse con la socia de Wong, y acaben estableciendo un vínculo añorado por
ambos.
La segunda historia está escrita en tono de comedia –no exenta de violencia–, con
momentos absurdos y disparatados, como la escena en la que He Qiwu mete
obligatoriamente a toda una familia en un camión de helados, obligándolos a comerse
todo el helado que pudieran. Un tipo de extorsión, para sacar dinero, que veremos
durante todo el metraje, y que consiste en entrar en negocios ajenos para hacerse pasar
por dependiente y obligar a los clientes a aceptar un servicio que no quieren, hasta que
estos se ven forzados a darle dinero para que los dejen tranquilos. En general, la historia
de He Qiwu nos muestra un personaje desequilibrado; él mismo, a través de la siempre
presente voz en off, asegura haber estado en la cárcel y padecer un trastorno que no le
permite hablar –por comerse una lata de piña caducada, lo que lo relaciona con el
personaje interpretado por Kaneshiro en Chungking Express–.
13
Las tríadas es parte esencial de Fallen Angels
A las secuencias de acción hay que añadirle otras de sexo, o donde la sensualidad
adquiere un matiz importante. Escenas de masturbación contrapuestas por los
sentimientos amorosos de la socia de Wong –en la primera acaba realmente satisfecha y
en la segunda acaba llorando por la pérdida de su amor–; o momentos eróticos donde la
cámara, a través del deslizamiento suave y lento, compara la figura femenina con las
curvas de un tocadiscos luminoso, insinuando de nuevo la figura de la femme fatale.
Por último nos encontramos con un proyecto que nació, confiesa el cineasta
shanghaiano, estando en el rodaje de Happy Together (1997) en Buenos Aires. Allí le
vino a la mente rodar un film de artes marciales, pues de casualidad se había encontrado
con una revista argentina que incluía una portada con Bruce Lee, que llevaba unos años
muerto (Heredero, 2018: 498). La cuestión de Bruce Lee, al que admiraba, le llevó
directamente a su maestro, Ip Man, y decidió comenzar la preproducción de The
Grandmaster (2013) centrándose en este personaje.
Los críticos y el público en general se dividieron con el resultado final del film9,
algo que fue provocado por un cambio en la sintonía de su filmografía. En primer lugar,
al director le vino fatal el tiempo de tardanza en producir el film, pues años antes ya se
había publicado la primera película sobre el mentor de Bruce Lee, Ip Man10 (Wilson
Yip 2008), con un excelente resultado, continuado por dos películas más. El film tuvo
un gran éxito, lo que repercutió en la manera de conocer el personaje de Ip Man: el
público en término generales asocia al personaje con el actor Donnie Yen, y no con
9
Tuvo cuatro versiones diferentes, incluyendo una edición en 3D y obtuvo dos nominaciones a los
Oscars: Mejor Fotografía (Philippe Le Sourd) y Diseño de vestuario (William Chang).
10
El problema con esta primera película fue tan grande que incluso llegaron a los tribunales (Heredero,
2018: 505)
14
Tony Leung –quien interpreta al personaje en el film de Wong–. Otro factor clave para
entender la indiferencia de algunos fans fue el cambio radical en su cine, hemos
estudiado en este apartado otros ejemplos con elementos de acción, pero nunca un caso
de esta índole. Se trata de un film que desde la composición de sus primeros planos se
muestra con una perspectiva mucho más comercial11, lo que puede dañar la reputación
del cineasta ante los ojos de quienes siempre creyeron en su forma de hacer cine . A
pesar de esto no podemos decir que The Grandmaster es un proyecto fallido ni mucho
menos, sobre todo cuando económicamente ha sido su proyecto más rentable desde su
primer film; pero lo que sí es cierto es que cuesta encontrar más señas de identidad del
autor, y eso nos habla también de un producto comercial.
Como hemos contado anteriormente, el film nos coloca en la piel de Ip Man (Tony
Leung), un maestro de wing chun12, que se gana rápidamente el respeto de los demás
maestros al derrotar al más venerado de todos ellos, el Maestro Gong (Qingxiang
Wang), al que su hija, Gong Er (Zhang Ziyi), jura vengar para recuperar el honor de la
familia. A raíz de eso surge una batalla entre Ip Man y Gong Er que empieza con un
tinte belicoso y que acaba tornándose en una primera cita romántica.
11
Se superaron los 34 millones de dólares en producción, y se aseguró su distribución en Occidente con
acuerdos con compañías como The Weinstein Company (Heredero, 2018: 513).
12
Uno de los artes marciales más populares, gracias a la figura de Ip Man, popularizada en los últimos
años, y la de Bruce Lee.
15
de la ambigüedad narrativa que le caracteriza; y la segunda demuestra que las escenas
de acción están más cuidadas que en otras películas.
Gran parte del mérito escenográfico lo tiene la preparación de los actores, Tony
Leung, por ejemplo, comenzó a tomar clases de wing chun desde finales de 2004
(Heredero, 2018: 501) ya que el director no quería nada impostado, y quería ser lo más
realista y respetuoso coreográficamente con el mundo de las artes marciales. El
propósito de extender el conocimiento sobre ellas fue tal que incluye a varios personajes
que dominaban técnicas diferentes, y en alguna secuencia vimos una representación un
tanto pedagógica de cada una de ellas. Esa idea por mantenerse fiel a la tradición, y por
impresionar al espectador, se ve en la primera escena donde Ip Man se pelea con varios
matones. La escenografía se caracteriza por una lluvia que ha conseguido formar
charcos y empapar a todos los personajes, pero que se muestra suave y delicada. Los
movimientos del agua con los golpes, así como los cuidadosos efectos sonoros
empleados, se ven tremendamente resaltados con el uso del ralentí.
En la primera media hora de metraje dará tiempo para ver unas cuantas peleas más,
con una duración bastante holgada en comparación a los otros films analizados. Sin
embargo, la batalla que contiene la parte esencial de la trama se produce cerca del final,
en una especie de clímax adelantado. Ma San (Jin Zhang) que había matado
previamente al Maestro Gong, se ve obligado a enfrentarse a Gong Er, que deseaba la
venganza de su padre pese a que este la prohibiera. Es el enfrentamiento más largo de
toda la película, y que se resuelve con la consumación de una venganza que, por otro
lado, llevará a su ejecutora a la muerte.
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También se muestran recursos estéticos del wuxia en algunos combates, con la
presencia de elementos fantasiosos o el uso de cuerdas invisibles para un efecto que
hace parecer que el actor flota. También es común la aparición de conceptos como el
honor o la venganza, tan propios en este cine como en la cultura china, donde todos los
personajes tratan de mantener el orgullo que supone pertenecer a una familia o
representar a una escuela marcial; esto se hará evidente en el conflicto recientemente
comentado entre el personaje de Gong Er y el de Ma San.
Entre neones y con un aire vaporoso, casi mágico, suele presentarse la ciudad de
Hong-Kong en las películas del cineasta shanghaiano; la mayoría de veces con un
notable culto por épocas pasadas. El cineasta también se adueña de la historia de la
ciudad, y la hace suya y de sus personajes. Una visión romántica del espacio urbano que
va más allá de una simple anécdota visual; la ciudad habla y lo hace a través de las
calles y sus peatones, de los locales de comida rápida y de las tiendas veinticuatro horas,
de los locales nocturnos, de las luces y sus neones; en general de una atmosfera sensual
que es capaz de atrapar al espectador entre sus callejones, hasta el punto de no querer –y
no poder– salir de ellos. Hong Kong se ha convertido con Wong en un lugar tan mágico
como París. Tal vez incluso como antítesis de esta misma.
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la que contemplamos en trabajos como Deseando amar, es decir, con una mirada
nostálgica hacia el pasado. Una de las ubicaciones más importantes será el mercado de
Yau Ma Tei, muy relacionado por otro lado con todas las actividades ilegales de las
tríadas. Será en este espacio donde ocurra buena parte de la trama, algo que se entiende
en relación a su propuesta gansteril. Aparece también otro espacio importante y
contrapuesto al que acabamos de comentar, la Isla de Lantau, pues viene a representar
los deseos del personaje por abandonar Kowloon en busca de una nueva vida, mucho
más tranquila y lejos de todos los peligros que lleva consigo la delincuencia. Sin
embargo, el plano más importante de la película, referido a este tema, llega en el primer
instante –“El plano inicial de este filme es una premonición” comenta Gómez Tarín
(2013: 35)–. La pantalla se muestra dividida en dos: a la derecha unos televisores
reflejan un cielo lleno de nubes, anunciando lluvia; y a la izquierda el tránsito de una de
las calles de la ciudad. Un momento que viene a reflejar la idea del propio título, en una
transposición de conceptos donde la lluvia nos habla también de las lágrimas, y por lo
tanto, de lo que vendrá después.
Fallen Angels, que sigue la estética gánster de As Tears go by, es considerada por
muchos como una secuela de Chungking Express debido a sus grandes similitudes entre
algunos personajes y las diferentes ubicaciones; hasta el punto de que se reciclaron
imágenes del rodaje de este film para incluirlos en el montaje final de Fallen Angels
(Heredero, 2018: 74). Sin embargo, representan una estética formal muy distinta, y lo
que pudo haber sido parte de una sola película, al final se convirtió en dos. Fallen
Angels se muestra como un proyecto con ciertas dosis de experimentación. Se juega
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abundantemente con las angulaciones, con el valor de la profundidad de campo, del
desenfocado y el uso de la pantalla dividida, al que Gómez Tarín se refiere como “una
dualidad retórica que obedece a una mirada distante del realizador” (2008: 48). La
innovadora capacidad técnica ha sido tal, que incluso se ha comparado a Fallen Angels
con Al Final de la Escapada (Jean-Luc Godard 1960), lo que habla bien de la película
(Gómez Tarín, 2008: 21). Rodar en un gran angular ha ayudado enormemente a
configurar esta estética de la distorsión13, y que contribuye a conformar una Hong Kong,
que, creemos, es la que más sobresale en su filmografía. Entre esos planos encontramos
uno muy significativo en el final, donde, en lo que parece ser un extraño plano
subjetivo, la cámara se alza hacia arriba enfocando un cielo distante que se enmarca por
los rascacielos hongkoneses. Una más que posible referencia al título, “ángeles caídos”,
y que señala el decaimiento moral de unos personajes, que como es costumbre sufren
como los seres humanos que son, y no como los ángeles que creyeron ser.
13
Ruedan el film con una focal corta de 6,8 mm, cuando lo normal, para generar efectos así, era de 18
mm (Heredero, 2018: 85)
14
También podríamos comparar la ciudad futura de 2046 con el film de Ridley Scott, tanto en términos
estéticos como conceptuales.
19
(…) quema energía sin cesar, atravesado por el movimiento constante, la
ruptura y la continuidad, la combustión y la fatiga, la adrenalina y la velocidad,
en el que Wong Kar-wai deja sumergida la ciudad de Hong Kong. El paisaje
urbano se convierte en una mera yuxtaposición de fragmentos cuya articulación
viene a traducir, en términos cinéticos y visuales, no solo el décalage que los
personajes padecen respecto a la realidad de sus vidas, (…). (Heredero, 2018:
86)
El rodaje tuvo lugar en el barrio de Wan Chai, que según relata el director, era un
sitio destartalado lleno de viejos edificios, que pronto acabarían por derruir. La idea del
cineasta era ofrecer la conservación de esas calles con el film (Heredero, 2018: 303).
Chungking Express (Chong Quing Sen Lin, Wong Kar-wai 1994) se muestra más
sobria en este sentido representacional de la ciudad. Los interiores adquieren mayor
significación con el valor sentimental de los objetos, “será la habitación, el espacio del
amor y del desamor, el que llore metafóricamente al inundarse” (Gómez Tarín, 2008:
33). Aquí los objetos cobran vida, sus personajes interactúan, incluso hablan, con
toallas, sillas o peluches, dándoles cualidades humanas, lo que viene a representar el
vacío existencial que están padeciendo.
(...) se trata de los nexos indesligables entre ellos, que no son otra cosa que los
espacios físicos donde viven los personajes (...) Al decir que «viven», estamos
refiriéndonos a que «ejercen como seres vivos» (…) De ahí que no sólo haya un
contacto físico entre los protagonistas y su espacio vital, sino que los objetos
más nimios (…) impongan su presencia en sus vidas. (Gómez Tarín, 2008: 56)
Un ejemplo de esto se produce cuando el Policía 663 (Tony Leung), estando en su
piso, comienza a relatar con voz en off las consecuencias del desamor. “Desde que se
marchó, toda la casa se ha vuelto muy triste. Todas las noches tenía que convencerlos
para irse a dormir” –refiriéndose a los objetos–, inmediatamente después se observa al
personaje hablando con una pastilla de jabón: “¿Te das cuenta de que has perdido
mucho peso? Eras linda y gordinflona”. Luego interactúa con varios objetos más, lo que
viene a diferenciar la especial atención que pone Wong Kar-wai a la relación de sus
personajes con su espacio vital. Y es que en alguna ocasión el cineasta ha confesado
construir sus películas a partir de lugares, en los que luego ubica a sus personajes
(Tirard 2010: 206).
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referenciado más tarde en Fallen Angels–, como un refugio ante la caída de la noche y
al que sus personajes acuden en la búsqueda por evitar la soledad.
El siguiente paso se produce con Days of Being Wild, una película que sienta las
bases estéticas de las dos partes que vendrían después, y que abre su famosa trilogía. Un
film que representa los años sesenta de Hong Kong en espacios que a menudo son
claustrofóbicos y que se anteponen al plano-emblema 15 inconcreto de una selva, que
solo más tarde sabremos que se trata de Filipinas, a donde su protagonista Yuddy
(Leslie Cheung) acude con el propósito de conocer a su verdadera madre. En términos
generales la ciudad se muestra dentro de su cine como un lugar que, irónicamente,
produce más aislamiento y soledad; esto se representa muy bien con el momento en el
que Tide (Andy Lau) comprende que no volverá a ver más a Su Li-Zhen (Maggie
Cheung): “nunca creí que me llamaría”. Una escena que se conjuga desde la
nocturnidad de las calles, como su mayoría, y que muestra un ambiente tremendamente
cargado de melancolía, donde los personajes se expresan continuamente con voz en off.
Pero no solo se trata de un espacio donde se ubican unos personajes desamparados, la
ciudad también es un protagonista más de la perfidia creada por Wong, y es que cuando
las emociones son inestables a ella también le da por llorar, tal y como podemos ver en
la demoledora escena en el que Zeb (Jacky Cheung), íntimo amigo de Yuddy, persigue
enamoradamente a Mimi (Carina Lau).
15
Definido por Gómez Tarín (2008: 34) como un recurso heredado de los inicios del cine, y que cumplen
una función retórica al yuxtaponer un plano que no tiene que ver con el resto del film con otro que sí.
21
Incluso cuando los personajes se trasladan a Filipinas, donde Yuddy y Tide
coincidirán, la representación de las calles del lugar se tratan de manera idéntica, como
si fuera la misma Hong Kong, algo que también ocurre con la Buenos Aires de Happy
Together que en realidad viene a ser una transposición de la ciudad asiática al
continente americano, y My Blueberry Nights (2007), que usa a Nueva York para jugar
con el desamor. En la película ambientada en Buenos Aires vemos una representación
de la ciudad completamente idéntica a la de Hong Kong en otras películas del
shanghaiano, con un ambiente cargado por la evanescencia de sus humos y donde los
neones hacen brillar la melancolía de la noche. Una ciudad, que por otro lado, se
muestra hostil ante sus dos protagonistas, Ho Po-wing (Leslie Cheung) y Lai Yiu-fai
(Tony Leung), que a pesar de haber huido no consiguen encontrar el acomodo entre sus
ambientes malsanos, y desean constantemente volver a su Hong Kong natal. Además,
como ocurría en otros casos, Wong aplica aquí el uso del plano-emblema, esta vez de
las Cataratas de Iguazú como un reflejo de lo que vendrá después y una representación
del “deseo insatisfecho” (Gómez Tarín, 2008: 35). Por otro lado se decide rodar todo en
el barrio de La Boca, para que fuera lo más parecido a Kowloon –de ahí la
descontextualización de la ciudad– y realmente el único enclave que nos muestra algo
auténtico de la ciudad de Buenos Aires es un plano de la Avenida 9 de Julio.
22
Allí están de nuevo, efectivamente, todos los rasgos estilísticos de su cine, ya
bien conocidos: (…) los letreros escritos sobre cristales que se interponen entre
la cámara y las figuras humanas envueltas en una densa atmósfera de neones y
luces saturadas, las volutas de humo de los cigarrillos, (…) los fugaces ralentís
congelados, (…). Todo está allí otra vez (incluido el tema musical de In the
Mood for Love), como si no nos hubiéramos movido del Hong Kong de los
años sesenta, o como si el cineasta intentara «capturar en el corazón de Nueva
York la paisajística edénica de su amado Hong Kong, la Arcadia de su cine».
(Heredero: 2018: 94-95)
Como ejemplo de ello nos sirve cualquier escena ubicada en los primeros veintitrés
minutos del film, donde Jeremy (Jude Law) y Elizabeth (Norah Jones) comienzan a
hacerse amigos a la hora de cierre de una pastelería. En un ambiente cargado por una
saturación de los colores, y donde la poética del desamor cobra importancia desde el
primer segundo.
Deseando Amar, heredera estética de Days of Being Wild, muestra también una
ciudad ambientada en los años 60, pero lo hace con mucho más glamour y una puesta en
escena más sofisticada que en su precedente. Hong Kong se presenta de nuevo como
una ciudad doliente que sufre cada aflicción de sus personajes. Cuando el Sr. Chow
(Tony Leung) y la Sra. Chan (Maggie Cheung) viven de manera angustiada, porque
comienzan a sospechar de la perfidia de sus respectivas parejas, la ciudad se muestra
comprensiblemente melancólica, intentando reflejar el estado anímico de sus dos
personajes centrales. Así lo muestra una escena en la que Wong obliga a ambos
personajes a cruzarse sin dirigirse la palabra para luego diluviarles encima; es en ese
instante cuando los personajes se ven obligados a reflexionar, mostrándose cabizbajos
todo el tiempo.
23
Hay una contraposición bastante interesante en este film. La amabilidad de Hong
Kong, representada por los caseros de ambos el Sr. Koo (Man-Lei Chan) y la Sra. Suen
(Rebecca Pan), se ve contrastada con el ambiente sucio y descortés de Singapur. Al
mismo tiempo la ciudad de Hong Kong, y su ambiente cotilla, se ven en algunos
momentos del metraje como ese lugar del que sus protagonistas desean huir por no
poder satisfacer sus deseos; para volver a ser al final, un ambiente que añoran.
Para cerrar esta trilogía llegaría 2046, una secuela mucho más cercana, continuando
directamente la historia del Sr. Chow (Tony Leung), tras emigrar a Singapur. Hong
Kong vuelve a heredar aquí la añoranza de sus protagonistas por volver a ella, pero
también la desesperación de algunos personajes por marcharse, como es el caso de Bai
Ling (Zhang Ziyi) que le pide al Sr. Chow unos pasajes a Singapur –que por otro lado
es el lugar al que todos deciden escapar–. Además se incluye también una localización
futurística, la de 2046, que se corresponde con un relato que escribe el Sr. Chow durante
su estancia en el Hotel Oriente. Este relato nos sirve para asimilar toda la historia vivida
por el protagonista, ya que la novela que escribe la basa en su experiencia personal,
conectándose directamente con Deseando Amar, y en menor medida con Days of Being
Wild. Por lo tanto tenemos aquí tres ubicaciones distintas y tres espacios temporales
diferentes, en ese sentido nos encontramos con la representación más compleja de las
realizadas por el director, con un montaje compuesto de flashback y flashforward.
En 2046, Hong Kong luce de una manera muy similar a Deseando Amar, tal vez con
una mayor presencia de los ambientes elegantes y glamurosos, debido en gran medida a
la evolución de su protagonista hacia una figura más seductora, tal y como indica
24
Caballero Gálvez (2010) en su estudio sobre el film. Adquiere presencia también la
Navidad, una época que por costumbre siempre ha generado reflexiones sobre las
personas que ya no están y las que quedan, lo que se resumen en un ambiente más
melancólico. Lo que sí parece cambiar es el aspecto crítico-político, que se remarca
durante el metraje. No es una crítica directa, ni tampoco se vislumbra como algo que se
haya hecho determinadamente con esa intención, pero algunos especialistas que han
analizado la obra lo han visto así. En cierta forma es similar a Happy Together, donde
no había una crítica explícita, pero, si nos paramos a pensarlo, los protagonistas habían
acabado en Buenos Aires buscando una mayor libertad sexual. El simbolismo más claro
que se ve en 2046 tiene que ver con su propio título:
Tanto de Days of Being Wild como de Deseando Amar y de 2046 es difícil realizar
una lectura más precisa de la ciudad; pues lo que realmente sabemos de ella es a través
de sus interiores y no de sus exteriores, llegando a ser un lugar descontextualizado sin
aparente identidad, así lo reflejan algunos investigadores como Gómez Tarín (2008:
35): “Las recreaciones del Hong Kong de los años sesenta, en Chungking Mansions,
16
Los personajes de Deseando Amar y 2046 son básicamente los mismos. Presentan una evolución de
una película a otra que puede provocar cierta confusión.
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presentan espacios claustrofóbicos de los que apenas vemos puertas y pasillos. La
cámara se detiene en los marcos y nos niega la acción representada.”
La última película del director, The Grandmaster, nos trae un film ambientado en su
primera parte en la ciudad continental de Foshan, y en la segunda en Hong Kong. Esta
muestra una ciudad pobre y dando síntomas de unos primeros excesos de urbanización,
sobre todo en la calle más icónica de las representadas: la de los locales de artes
marciales, donde los letreros se superponen entre sí. En este caso Wong Kar-wai
sustituye los neones, debido a una cuestión temporal, por los rústicos carteles de
madera; pero la función –que persigue la tradición del lugar– sigue siendo la misma,
mostrar unos personajes, que pese a estar en una sociedad abarrotada de personas se
sienten completamente solos. Bastante icónica es la llegada de Ip Man a la ciudad,
concretamente a la calle Tai Nan, recurriendo a imágenes de archivo para contextualizar
la época, y mostrando una ciudad lluviosa y cargada de transeúntes.
1. La musicalidad de la ciudad
“Cuando llegué a Hong Kong tenía cinco años y lo primero que me impresionó fue
la música y los sonidos de la ciudad” (Fernández-Santos, 2004). La música, como parte
en sí misma de la representación de la ciudad, se ha convertido en el cine del
shanghaiano en algo totalmente representativo.
Para los espacios del Hong Kong actual, utiliza melodías ligadas a los
ambientes, como si el propio espectador escuchara lo que en ese lugar los
personajes oirían o desearían oír (Chungking Express, Falling Angels). En otras
ocasiones parece música diegética de las máquinas automáticas, de radios o de
reproductores de CD. En los filmes ambientados en los años sesenta, Wong
26
Kar-wai utiliza composiciones que tienden a fomentar la credibilidad de los
espacios y el ambiente de la época, sean o no diegéticas sus procedencias:
melodías chinas, temas en inglés y, sobre todo, canciones latinoamericanas,
esencialmente caribeñas, entre las que destacan las interpretadas en castellano
por Nat King Cole. Tal hibridación es una respuesta clara al mestizaje cultural
vivido por el propio realizador y su contexto. (Gómez Tarín, 2013: 39)
Cuenta el propio Wong Kar-wai que cuando llegó a la ciudad se encontró con una
ebullición de estilos musicales completamente nuevos y diferentes para él, algo que
marcó su cine después: “Cuando era niño no sabía que era un bolero, pero ya entonces
me fascinaba. Yo los encontraba divertidos, y el ritmo me gustaba mucho. La música
latina es muy creativa” (Fernández-Santos, 2004). Esa vivencia, tan relaciona con el
mundo hispanoparlante, fue la que desencadenó un uso de la banda sonora que se
compone en muchas de sus películas por piezas de música latina. En Days of Being
Wild suena una adaptación para orquesta de Perfidia, realizada por Xavier Cugat; en
Deseando Amar, Nat King Cole interpreta tres piezas en español: Aquellos Ojos Verdes,
Te Quiero Dijiste y Quizás, Quizás, Quizás; en 2046 aparece la composición Siboney de
Ernesto Lecuona y Theorore Morse; y por citar un último ejemplo, en este caso con un
uso de la música latina mucho más justificado, la película Happy Together, donde se
interpreta Cucurrucucú Paloma de Caetano Veloso.
Cada vez que escucho música que me inspira algo visual, la grabo y la dejo a un
lado, sabiendo que luego la utilizaré después. Utilizo la música durante todas
las fases del proceso cinematográfico (…) Y algo que me gusta especialmente
hacer es utilizar música de época en filmes contemporáneos. Porque la música
es como un color (…) (Tirard, 2010: 207)
Esta idea se corresponde con el concepto de música “enlatada” del que nos habla
Gómez Tarín (2008: 54), y que viene a simbolizar el poco contacto que tiene con los
27
compositores, y el valor que le da a la música, incluso para crear ritmo dentro del
mismo rodaje.
2. La importancia histórico-política
Si Wong Kar-wai tiene una musa esa es Hong Kong. Al igual que Woody Allen
con Manhattan, el director chino visita y revisita continuamente su ciudad,
viajando al pasado y al futuro de ella. Acompañándola en los momentos
trascendentes de su historia. (Canal TCM, 2008)
Hemos conocido ya la faceta de Wong Kar-wai de retratar el pasado de su ciudad,
de una manera en la que simplemente contextualiza la acción. Pero, tan importante ha
sido eso como la remarcación de periodos históricos que han definido unas pequeñas
pinceladas críticas en su cine, o al menos una preocupación por los aspectos políticos –
comentábamos recientemente esto en relación al film 2046–.
Más tarde, con la Trilogía del Amor, la crítica se vuelve más palpable y más directa,
sobre todo al estar ubicada en tierras hongkonesas. En Days of Being Wild “invoca, de
forma metafórica, la angustia de la colonia ante el futuro señalado” (Heredero, 2018:
163) y esto lo hace a través del paso del tiempo caracterizados por el uso continuo de
los relojes –algo que ejemplifica muy bien el youtuber Fandor (2018)–. En palabras de
Wong Kar-wai a Bérénice Reynaud (1995), citado por Heredero (2018: 163): “quería
que la película terminase hacia 1966-1967, porque este último año hubo en Hong Kong
28
manifestaciones muy violentas”. Todo esto explica la inclusión de imágenes de archivo
en las dos secuelas posteriores, y en especial en 2046.
En Deseando Amar el director recurre a imágenes de archivo, pero en este caso para
contextualizar la llegada a Camboya del general De Gaulle y el recibimiento por parte
del príncipe Norodom Sihanouk. Se justifica esto para enmarcar al personaje del Sr.
Chow en un espacio real, y, por lo tanto, para proporcionar un tiempo consistente para
el espectador (Heredero, 2018).
29
EL AMOR QUE NADA LO PUEDE
Es verdad que mis personajes están terriblemente solos, pero quieren dejar de
estarlo. Buscan desesperadamente algo, lo malo es que lo que buscan ya pasó.
Ahí surge la nostalgia, la culpa y el dolor. Resultaría aburrida una película sobre
un hombre guapo y una mujer guapa que se aman y se conocen en el momento
preciso y son felices. ¿A quién le importa eso? Nosotros queremos saber qué les
ocurre a esas personas que no se encuentran nunca, que sobreviven sabiendo
que en realidad para ellos sólo existió aquel amor. (Fernández-Santos, 2004)
Todo esto determina un vacío existencial al que pocos cineastas han logrado llegar
alguna vez en sus vidas. Con unos personajes, que por momentos, y aunque el propio
Wong lo niegue, parece que lo que buscan es el deseo de sufrir; la satisfacción a la que
solo llegan los melancólicos más masoquistas.
30
entrega a Wah: “Sé que tarde o temprano los romperás todos, así que he escondido uno.
Cuando necesites un vaso, llámame”. Efectivamente, cuando Wah lo encuentra va
rápidamente a entregárselo a Ngor, porque es en ese momento cuando se da cuenta de
que la ama: “Quería decirte que encontré el vaso”. En ese momento intuye que ella está
conociendo a otro chico, y en el viaje de vuelta a casa arroja el vaso por la borda del
barco, al momento ella vuelve a buscarlo.
-Exnovia: Me he casado
-Wah: ¿Te trata bien tu marido?
El diálogo, breve pero conciso, refleja un sentimiento de pérdida por parte de Wah,
un clásico amor frustrado de los que llenan la pantalla en el cine de Wong Kar-wai.
En Ashes of Time el romance tendrá una mayor presencia, siendo el eje central de la
misma, y siguiendo toda las formulas clásicas del cine de Wong Kar-wai: el desamor
31
tras un rechazo o una pérdida. Un ejemplo de esto es parte de una escena en la que habla
Ou-Yang Feng (voz en off): “La forma más dolorosa de matar a alguien es primero
matar al objeto de su amor”. La frase refleja una tremenda carga romántica, muy en
sintonía con ese amor caballeresco de la Edad Media.
La idea del déjà vu cobra cada vez más fuerza en su cine, gracias a este film wuxia,
y se termina por acentuar con la presencia de otros simbolismo que no dejan de aparecer
durante el metraje: el eclipse como símbolo de un amor que no se puede encontrar
porque permanece oculto; el vino mágico como un símbolo de aquello que no debes
olvidar; la jaula, como representación del amor no correspondido y que te condena a
vivir sin la posibilidad de escapar; y, por último, la presencia, como es habitual, de dos
técnicas el undercrank y el step-printing, que dan esa sensación de evanescencia y de
pervivencia en la memoria de los personajes.
Habría que destacar en este caso dos recursos: el del vino mágico y el de la jaula. En
primer lugar el vino, como se explica en varias ocasiones, tiene el poder de hacerte
olvidar tu pasado, y se lo entregó la enamorada de Ou-yang Feng a Huang para que se
lo diera este. Huang, que también estaba enamorado de ella, le pidió a Feng un poco del
vino y él le convidó y se negó a beber. Después de eso, creyó que su amigo había
perdido la memoria, pero lo cierto es que el vino no era mágico. Se cierra esta parte de
la trama justamente con una reflexión:
Ou-yang Feng: Esa noche, de pronto, necesité echar un trago, y acabé con el
vino mágico. Seguí ocupándome de mi trabajo, como siempre (…) Cuando no
tenía mucho trabajo contemplaba el monte Camello Blanco. Recuerdo a una
mujer que me esperaba en ese lugar. Ese vino mágico fue una broma que me
hizo. Cuanto más uno trata de olvidar, más recuerda… Dicen que cuando no
consigues lo que quieres, lo mejor que puedes hacer es no olvidar.
Por tanto el vino cobra una significación metafórica: pasó de ser un tónico que
ayudaba a olvidar, a ser un recordatorio de un pasado que es imborrable, y por lo tanto
de un desamor que perdurará en el tiempo. La jaula también tiene otro simbolismo
relaciona con el desamor, aparece desde los primeros instantes en un primer plano
desenfocado mientras da vueltas:
32
desierto el resto de su vida, lamentándose por lo que nunca ocurrió, y preso de sus
propios sentimientos. En realidad, varios de los personajes, se muestran en algún
momento lastrados por sus sentimientos, y totalmente anclados a un pasado que parece
inamovible.
En Chungking Express, sobre la que Quentin Tarantino dijo: “En los últimos años,
ninguna otra película me había hablado tan a flor de piel, así que me enamoré de ella”
(Heredero, 2018: 284), significó la apertura de Wong al mercado occidental. Pero, ¿qué
hace realmente especial a Chungking Express?
Para empezar, el film “traviste las pautas genéricas con las que la película empieza a
caminar” (Heredero, 2018: 287), siendo una película en el que los dos policías
protagonistas, Policía 223 (Takeshi Kaneshiro) y Policía 663 (Tony Leung), se ven
abogados a vagar por el barrio de Tsim Sha Tsui sin cumplir realmente con sus labores.
El Policía 223 vive entre latas de piña que caducan el 1 de mayo (un mes desde la
ruptura con su novia), esperando la llamada de un viejo amor que ya no lo recuerda,
hasta dar con un misterioso y delictivo personaje femenino (Brigitte Lin) al que, al igual
que las latas de piña, le han puesto la misma fecha de caducidad. El Policía 663 pasa las
noches en el Midnight Express, donde le compra ensalada a su novia azafata, hasta que
un día ella le deja. En su periplo por el local de comida rápida, una de las trabajadoras,
Faye (Faye Wong), se enamora de él y acaba haciéndose con la llave de su apartamento.
Un apartamento que, como analizamos en el anterior apartado, se mostraba tan vivo
33
como un personaje, donde su inquilino dialogaba con todos los objetos17 que tenía a su
disposición, y que por otro lado estaban relacionados con su exnovia. Estos
simbolismos metafóricos y alegóricos son los que realmente proporcionan una estética
al film que va más allá de la simple adscripción a géneros –no encaja en ninguno de
ellos–. Todo este universo se conforma de puros simbolismos:
Para celebrar este momento histórico, fui a correr para desprenderme del exceso
de agua en mi cuerpo. Esto me hizo sentir muy feliz. Cuando dejé la pista de
carreras también dejé atrás mi busca porque sabía muy bien que nadie iba a
llamarme.
Nada más dejar el busca recibe una llamada y vuelve a por él. Más tarde sabremos
que la llamada la hizo un antiguo compañero. Lo que nos cuenta aquí es que el Policía
223 decide correr para evitar llorar, por eso habla de “desprenderse del exceso de agua”.
En cierta forma es el refugio que ha encontrado el personaje para evitar pensar en la
soledad, y en definitiva para no acordarse de su exnovia. Otro momento icónico sucede
cuando el Policía 663 decide volver a casa porque tuvo “el presentimiento de que ella
había regresado”, en cambio lo que se encontró fue la casa totalmente inundada de agua:
“No sabía si se me había olvidado cerrar el grifo o si la casa estaba poniéndose
sentimental. Siempre pensé que sería fuerte, nunca imaginé que lloraría tanto”. El
cineasta usa la casa para ejemplificar el dolor en el que se ve inmerso el personaje; por
eso la segunda frase de la cita valdría tanto para referirse a la casa como a él mismo.
17
Parece que esta referencia se toma directamente del novelista japonés Haruki Murakami. (Heredero,
2018: 288)
34
La lacrimógena habitación de Chungking Express
En Fallen Angels He Qiwu se enamora de un chica, Sato (Toru Saito), que acaba de
perder a su novio y se siente totalmente resentida. En el intento por conquistarla, se da
cuenta que la vida no funciona exactamente como él cree: “Creía que olvidaría a
Johnny. Me equivoqué, me olvidó a mí… Dicen que al amor duele; a mí no. Ahora veo
que no debí entrar a la tienda de otro, cada tienda tiene sus sentimientos”. Aquí se
expresa, mediante una metáfora, una idea de un amor posesivo; cuando habla de entrar
en “las tiendas de otros” –que es algo que hacía realmente– en realidad se refiere a que
nunca debió intentar nada con Sato, porque seguía enamorada de otra persona, es decir,
que “era la tienda de otro”.
35
de He Qiwu, lo refleja bastante bien: “El trayecto no es largo, y pronto me bajaré, pero
estoy tan bien ahora mismo…”–, asimilándose en cierta medida con el valor de la Vespa
en Vacaciones en Roma (William Wyler 1953), salvo que aquí los personajes se
muestran meditabundos y deprimidos.
Happy Together fue otro punto de inflexión en el cine de Wong. La película le valió
el premio a “Mejor director” en el Festival de Cannes, lo que le dio un mayor peso en el
mundo occidental. Además, con este film comenzó a desarrollar una nueva perspectiva
estética, abandonó el uso de la steady-cam para apostar por una cámara fija y de
movimientos muchos más suaves. Ante esto es normal que se potencie el uso de
imágenes que certifiquen la melancolía de los personajes.
La historia trata sobre una pareja gay, que en su intento de huida, acaba llegando al
continente americano, donde la relación no irá nada bien. Entre rupturas y nuevos
comienzos se entrelazan varias ideas. La primera de ellas, y la más importante, tiene que
ver con las Cataratas de Iguazú. Dentro de este simbolismo encontramos un elemento,
desde el inicio del film que les hace soñar con poder llegar un día hasta allí, y no es otra
cosa que una lámpara con un dibujo de las cataratas. Los tangos también se convierten
en una parte esencial de la trama, pues esos momentos de baile escenifican la pasión
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que viven ambos; con una música y unas vivencias que de tan pasionales llegan a la
tristeza. Por último habría que resaltar el faro mostrado al final de la película sobre el
que el personaje de Chang (Chang Cheng) se halla, este es un simbolismo que nos
remite a la idea del fin del mundo –“finalmente llego al fin del mundo” dice el
personaje de Chang–, en ese momento preciso en el que el personaje se siente acabado
tras un desamor, y donde la cámara no deja de hacer un travelling circular alrededor del
faro y del personaje, creando una perspectiva mareante.
Elizabeth vive en Nueva York antes de partir hacia Memphis. Tras contemplar
desde la calle una ventana en la que su novio se dispone a hacer el amor con
otra mujer, el protagonista se pregunta en voice over: «¿Cómo te despides de
alguien sin el cual no puedes vivir? No me despedí. No dije nada». (Heredero,
2018: 95)
Los momentos más simbólicos del film se producen precisamente en la ciudad de
Nueva York. Jeremy, el dueño de una pastelería, lleva tiempo coleccionando llaves que
sus clientes les han pedido que les guarde o que simplemente las han dejado allí.
Elizabeth, decide dejar las llaves del apartamento que compartía con su novio allí
también, y lo que descubrimos más adelante es que el propio Jeremy había hecho lo
mismo. Las llaves guardadas simbolizan para los personajes un amor que todavía no se
ha superado, y del que se mantiene la esperanza de que algún día se pueda recuperar.
Incluso se le otorga a las tartas un valor poético que representa el desajuste de sus
personajes, y da título a la película:
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-Jeremy: Al final de cada noche la tarta de queso y la de manzana han
desaparecido. La tarta de melocotón y la mousse de chocolate están casi
acabadas. Pero siempre queda una tarta de arándanos sin tocar.
-Elizabeth: ¿Qué tiene de malo la tarta de arándanos?
-Jeremy: Nada. Simplemente la gente elige otras cosas. No es culpa suya. Solo
es que nadie la quiere.
En el caso de Jeremy también adquieren bastante importancia las cintas de vídeo,
que las ve simplemente para comprobar todo lo que se ha perdido. Una perspectiva
melancólica del paso del tiempo y un intento por aferrarse al pasado.
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Man, decide devolvérselo porque sabe que tras morir, el único vínculo que quedará
entre ambos es ese botón.
Otro elemento usual en su cine aparecerá con el fallecimiento de Gong Er, que había
pasado sus últimos años adicta al opio, mostrando un plano en el que vemos cómo el
humo de la pipa se funde con su cuerpo, representando de nuevo esa idea de lo
evanescente. La idea de la fugacidad de la vida adquiere importancia sobre todo al
combinar la muerte de un personaje joven con la meditación sobre este –algo que en
cierta forma ya pasaba en As Tears go by con la muerte de Wah al final del film–. El
humo es por tanto aquello que ni siquiera podemos sujetar entre los dedos porque
desaparece en unos pocos instantes.
La ambigüedad en el cine del maestro asiático casi siempre está presente, y en este
caso se expande aún más hasta el punto de realmente no saber si estas tres películas
tienen relación entre sí. Lo que si es cierto es que cada una de ellas funciona de manera
totalmente independiente, y son los pequeños detalles los que parecen conectarlas. El
hecho de que Tony Leung –un actor que ya estaba ganando fama en el continente–
aparezca tan solo en una escena al final de Days of Being Wild, puede ser un indicativo
claro de que hay una correlación entre ese extraño personaje que se nos presenta y el
que va a representar él mismo diez años después en Deseando Amar. A eso habría que
sumarle la presencia también de la actriz Maggie Cheung, que en el primer caso sufre
un desencanto amoroso con el protagonista (Leslie Cheung), que la deja completamente
marcada. Luego, en Deseando Amar, se nos presenta también una mujer melancólica,
39
que parece haber encontrado el amor, y que, por otro lado, va a experimentar de nuevo
ese sentimiento de pérdida. Todos estos personajes parecen reaparecer de alguna
manera en 2046.
Days of Being Wild se ubica en el pasado, y los actos que pasan ahí adquieren
consciencia en el presente y en el futuro. Es decir, que lo que percibimos en Deseando
Amar –presente– y 2046 –futuro– es un eco de lo ocurrido en el primer film; y debido a
eso asociamos perceptivamente las tres películas como un conjunto y no como piezas
individuales. Pero lo cierto es que ambas, independientemente de que formen parte de
un conjunto o no, se pueden analizar, debido a estos elementos perceptivos, como una
pieza que se reafirma de manera unitaria.
Como hemos podido comprobar la Trilogía del Amor supone un reto para críticos e
investigadores, sus propuestas han ido más allá incluso de lo estrictamente
cinematográfico, campo que ha rebasado gracias a una total libertad creativa. Pero
realmente, ¿qué ha hecho especial a estas tres películas de Wong Kar-wai? Sin duda
alguna han sido unos personajes dotados, a través de diversos simbolismos, de una
melancolía que es expresada a través de la ambientación, el ritmo y la propia historia de
sus películas.
La presencia de los relojes, que recalcan el tiempo continuamente, será uno de los
elementos esenciales de esta trilogía. Esto nos habla de unos personajes que se
encuentran atados a un momento pregnante, como es el caso de Days of Being Wild:
Yuddy: ¿Qué día es hoy? 16. 16 de Abril. Un minuto antes de las 3 pm del 16 de abril
de 1960 estás conmigo. Por ti, recordaré ese minuto. De ahora en adelante, seremos
amigos por un minuto. Es un hecho, no lo puedes negar, está hecho.
Ese recuerdo va a aparecer en el film continuamente, cada vez que un personaje
mira o pregunta por la hora, el reloj marca exactamente lo mismo. Incluso, al final del
film, cuando Yuddy ya está moribundo, Tide le pregunta a Yuddy que estaba haciendo
exactamente hace un año a la misma hora –el reloj marca las tres de la mañana–, y por
supuesto él se acordaba. La importancia del tiempo se cierra más tarde con el final de
2046, con una frase que el Sr. Chow le dice a Bai Ling: “Ahora sé que hay algo que
jamás prestaré”; en referencia al tiempo que ha perdido con ella y otras tantas mujeres a
las que sabía que no iba a amar.
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La presencia de relojes en Days of Being Wild es constante
41
ella acaba llorando. La segunda escena es un ensayo, pero esta vez de cómo se tienen
que despedir ambos –salvo que esto el espectador no lo sabe hasta el último momento–
y ella vuelve a llorar al pensar que tiene que dejar al Sr. Chow atrás. Dos escenas que
conjuntamente nos hablan de los resultados de un amor imposible.
Los personajes que rehúsan ser iguales que sus parejas, deciden negar el amor que el
uno siente por el otro; entonces, cuando el Sr. Chow se marcha, ella intenta encontrarlo
en Singapur y, al no hacerlo, él regresa a Hong Kong. Cuando vuelve ya es demasiado
tarde, y lo único que ha quedado es un susurro del Sr. Chow ante un agujero hecho en
un muro de piedra en el templo de Angkor Wat. No oímos el secreto, pero todos
intuimos lo que es; y tiempo después, en el mismo agujero, florecen unas briznas de
hierba. Esto se traduce directamente como la pervivencia de un amor, que al igual que
las piedras de Angkor Wat, han permanecido inmutables con el tiempo; un amor, que
pese a no haber sido consumado –o al menos eso creemos– pervivirá en la memoria de
quienes lo han vivido. El agujero vuelve a aparecer en 2046, en el relato futurista, con
un aspecto diferente, pero que vuelve a cumplir la misma función, aunque en este caso
lo emplea el alter ego del Sr. Chow (Takuya Kimura) para confesar el nuevo amor no
correspondido que siente.
42
2046 también es el relato futurista que escribe el protagonista, “un tren que viaja a 2046
para recuperar la memoria perdida” y del que nadie puede regresar. En realidad el relato
es un alegato del propio Sr. Chow, quien busca una identidad que ha perdido mientras
recapitula todo su pasado.
CONCLUSIONES
Wong Kar-wai ha construido un universo fílmico que es fácilmente reconocible
desde el primer plano, evitando los convencionalismos más tradicionales, y
proponiendo un cine independiente y personal, que fue la inspiración de otros
cineastas18 que han venido más tarde.
Una ciudad que, como hemos visto, se ha erigido como la gran musa del cineasta, y
que se muestra constantemente en su cine como ese espacio que vive los mismos
sentimientos que sus transeúntes. Un lugar, que en definitiva, subraya constantemente la
melancolía de sus personajes, creando en su entorno un prototipo que se alza como una
antítesis de París y, en definitiva, del amor. Al mismo tiempo ahonda en retratar algunas
de los emplazamientos más icónicos; resalta momentos convulsos del pasado reciente,
con el objetivo de crear una perspectiva histórica y de dar credibilidad a las historias
que narra; y usa música latina para generar un efecto de contraste en el espectador que
sirve como elemento narrativo.
18
Entre estos cineastas que han confesado sentirse atraídos por su trabajo encontramos a Bi Gan
(Velázquez, 2019) y Barry Jenkins (Teti, 2018).
43
Y un desamor que, en última instancia, se conforma a través de todos los
largometrajes del shanghaiano como un elemento indispensable de la trama. Apoyado
por un ritmo pausado y secundado por la música, la voz en off y diferentes simbolismos,
que acentúan mucho más la decadencia de unos personajes que parecen vivir en
permanente aflicción, dándose cuenta de que el amor no puede con nada.
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FILMOGRAFÍA CITADA
2046 (2046, Wong Kar-wai 2004).
Al Final de la Escapada (À bout de soufflé, Jean-Luc Godard 1960).
Ashes of Time (Dong Xie Xi Du, Wong Kar-wai 1994).
As Tears go by (Wang Jaio Kamen, Wong Kar-wai 1988).
Blade Runner (Blade Runner, Ridley Scott 1982).
Chungking Express (Chong Quing Seng Lin, Wong Kar-wai 1994).
Days of Being Wild (A Fei Zheng Zhuan, Wong Kar-wai 1990).
Deseando Amar (Hua Yang De Nian Hua, Wong Kar-wai 2000).
El Crepúsculo de los Dioses (Sunset Boulevard, Billy Wilder 1950).
El Silencio de un Hombre (Le Samouraï, Jean-Pierre Melville 1967).
Fallen Angels (Duo Luo Tin Shi, Wong Kar-wai 1995).
Happy Together (Chun Guang Zha Xie, Wong Kar-wai 1997).
Ip Man (Yip Man, Wilson Yip 2008).
La Casa de las Dagas Voladoras (Shi mian mai fu, Zhang Yimou 2004).
Malas Calles (Mean Streets, Martin Scorsese 1980).
My Blueberry Nights (My Blueberry Nights, Wong Kar-wai 2007).
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The Grandmaster (Yi Dai Zong Shi, Wong Kar-wai 2013).
Vacaciones en Roma (Roman Holiday, William Wyler 1953).
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