Resumen Texto Dussel La Invencion Del Aula
Resumen Texto Dussel La Invencion Del Aula
Resumen Texto Dussel La Invencion Del Aula
Introducción
Como docentes y alumnos, hemos estado, estamos y estaremos mucho tiempo en el aula. Sin
embargo, en esa cotidianeidad del aprender y del enseñar no siempre nos detenemos a pensar
en esa particular situación que se nos presenta como natural, y tan importante para definirnos
como docentes y pedagogos. Como plantean los autores, “que nosotros ocupemos un aula no
significa automáticamente que la “habitemos”. Cuando uno solo “ocupa” un espacio, se trata de
una estructura que ya está dada: muebles, costumbres, todo está ahí y nos espera. El docente
más experimentado nos dice lo que él considera que son las claves para ser un buen maestro.
Si nos quedáramos con eso, con la tradición que nos transmite la experiencia de los otros (con
todo lo valiosa que pueda resultarnos), estaríamos “ocupando” el aula de una manera pasiva, en
la que uno meramente se acostumbra a las cosas ya formadas. “Habitar” el aula quiere decir
armar ese espacio según gustos, opciones, márgenes de maniobra; considerar alternativas,
elegir algunas y rechazar otras. Habitar un espacio es, entonces, una posición activa. Por eso,
esta invitación no se agota en el tema del aula, sino que intenta ser un llamado para activar
nuestras fuerzas, para “habitar” el lugar que solo “ocupamos””.
“Como dice Oliverio Girondo: “La costumbre nos teje diariamente una telaraña en las pupilas”.
Poco a poco nos aprisionan la sintaxis, el diccionario, y aunque los mosquitos vuelen tocando
las cornetas, carecemos del coraje de llamarlos arcángeles. Y si bien no se trata de que para ser
maestro haya que hacer volar a las vacas y reir a los cuadernos –aunque seguramente nos
vendría bien un poco más de poesía y de humor-. Más bien tomamos este sacudirse las telarañas
de la costumbre de Oliverio como una señal de que se pueden hacer otras cosas con lo que
tenemos a mano, ver de otra manera los signos de la realidad, pensar de otro modo. Se puede
convertir el pupitre en un medio de transporte a otros mundos, poniéndonos en contacto con
otros saberes y otras experiencias.”
La escuela tal como la conocemos es una de las formas más universales en que se ha
institucionalizado la educación. Allí “hay un escenario emblemático, testigo de las múltiples
combinatorias que resultan de articular invariancias y cambios, tradición y novedad, repetición e
innovación, recuerdos de pasados y sueños de futuro: el aula. En él se despliegan los múltiples
guiones que, como actores, producimos educadores y alumnos. En ocasiones repetimos líneas
de otros, en muchas otras creamos nuestro propio texto; no siempre nos damos la posibilidad de
reflexionar sobre ambos, de pensarlos y pensarnos. Seguramente, la voluntad de tenerlo todo
bajo control se asocia con el temor que provoca la situación de enseñar. ¿Cómo enfrentamos a
un conjunto de chicos, cada uno con su propia historia, con ganas diferentes, en el marco de una
clase? ¿Seremos capaces de transmitirles algo, de lograr que aprendan algo? ¿Y si fallamos?
¿Y si ni siquiera nos escuchan?” Esos temores son reales y concretos; sin embargo, la intención
de controlarlo todo y hacerlo desde esos parámetros incorporados luego de años de transito por
la escuela, no hace más que llevarnos generalmente ante nuestro fracaso porque –después de
todo, la vida siempre es más compleja y cambiante que cualquier mecanismo de control-.
Los autores de este libro, a partir de sus planteos, nos invitan a pensar, desnaturalizar y desde
allí perder el miedo a enseñar y también a aprender, leer, conocer otros mundos; y aunque el
temor sea parte de nuestra naturaleza por lo menos que nos ayude a desarmar las aspiraciones
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de control y el miedo a perderlo como los ejes más importantes de la interacción de docentes y
alumnos. En este sentido plantean: “Si la pedagogía es un saber que ayuda a los docentes a ser
“buenos docentes”, entonces conviene empezar planteándose cómo se define un “buen
docente”, quien lo define, cómo trabaja, antes de ponernos a pensar reglas, divisiones y formas
de transmitir ese saber”.
Un recorrido por la historia y genealogía del aula y de las formas de enseñar, echan luz sobre
las numerosas técnicas, modos, palabras que usamos para referirnos a lo que ocurre en clase
“tienen un pasado, emergieron en situaciones concretos en respuesta a desafíos o problemas
específicos, y que probablemente, cuando las usamos ahora todavía sigan portando parte de
esos significados. Entender de donde surgen, de qué estrategias y problemas forman parte, qué
usos tuvieron y tienen, y qué efectos causaron, puede ayudarnos a liberarnos de esa carga y a
asumir nuestra tarea como una reinvención propia de las tradiciones que recibimos, en la que,
aunque no volvamos a inventar la pólvora, tampoco seamos clones de otros ni queramos clonar
a nuestros alumnos. Porque, en última instancia, transmitir es también dejar espacio para que el
otro haga otra cosa con nuestro saber y nuestro deseo de educarlo, para que sea otro, y no uno
mismo”.
Poder conocer y entender de dónde viene el que los alumnos levanten la mano, se formen en
fila o usen cuadernos, para poder evaluar si eso es lo que realmente queremos enseñarles, y
hacernos cargo de esa decisión y esa responsabilidad. No hay lugar neutral ni indiferente en la
enseñanza: “todas las estrategias y opciones que usamos en nuestra tarea cotidiana tienen
historias y significados que nos exceden y producen efectos sobre los alumnos, no solo en
términos de si aprenden o no cierto contenido sino de su relación con la autoridad, con el saber
letrado en general, con los otros. Algunos maestros, temerosos de esta responsabilidad, creen
que lo mejor es renunciar a transmitir algo, laissez faire (dejar hacer), no intervenir, como si con
ese gesto pudieran deshacerse del poder que conlleva la posición docente. El poder es
constitutivo de la relación docente-alumno, el tema es ocupar ese lugar de transmitir la cultura lo
más conscientemente que uno pueda, usar esos espacios de libertad (…), tratar de salir del
modelo de la clonación y producir una diferencia en nuestras vidas y en las de otros”.
Las diferentes perspectivas a la hora de analizar la educación, la escuela, el aula, la enseñanza
suelen utilizar “comparaciones”, es decir se evocan otros significados para resaltar relaciones y
conexiones que pueden no ser evidentes y que interesa evidenciar. Estas comparaciones y
afirmaciones llamadas metáforas no son neutrales, marcan una direccionalidad y sentido
específico. De allí que, el lenguaje produce sentidos y crea realidad social. Las metáforas nos
hablan del imaginario de las culturas y de las épocas. “(…) puede decirse que las metáforas no
solo no son inocentes, sino que pueden analizarse como estrategias para formular ideas que
muchas veces permanecen indiscutidas.” Por ello, analizar las metáforas que a lo largo del
tiempo se fueron utilizando para definir el aula, la escuela, la enseñanza, aportan elementos para
comprender como síntomas o emergentes de estrategias, de propósitos de quien las dice. En
este sentido, las metáforas tienen consecuencias, definen un universo de cualidades y de
acciones posibles, participan en la construcción de subjetividad, “por ejemplo, dándonos formas
de nombrar a nuestra actividad docente que determinan cómo vamos a procesar nuestras
experiencias en el aula”. Por ejemplo, algunas metáforas muy difundidas:
1. Como una empresa. Significar la escuela como empresa nos lleva a pensar en
inversiones y ganancias esperadas, la escuela debe ofrecer garantías entonces, se hace
necesario un sistema de medición que fije parámetros de garantía. El director sería un
gestor que traza una estrategia, la publicita, busca sponsors. Los trabajadores pueden ser
despedidos si no responden a los estándares planteados o no hay trabajo; entonces todo
se mide en términos de rentabilidad, por ejemplo, una escuela con pocos alumnos en una
zona rural no sería rentable entonces se cierra.
2. Como una familia. La maestra es la “segunda mamá” la escuela es el “segundo hogar”
priman las relaciones afectivas y las reglas se flexibilizan. Pero existen en una escuela
relaciones de herencia como en una familia? Qué pasa con la calidad de trabajador del/la
maestra?
3. Como agente de progreso. La escuela aparece como el medio para combatir la
oscuridad de la ignorancia, para desarrollar la razón y por ello desarrollar las sociedades.
Pero ¿está la escuela al tanto y participa de muchas investigaciones científicas, de la
política, y de los cambios de las maneras de relacionarse entre jóvenes y adultos que
tienen lugar en la sociedad no-escolar?
4. Como templo de saber. Vinculada a la anterior pero con elementos religiosos, se
sostiene que la docencia es un “apostolado” y así como la iglesia tiene sus rituales y
reglas, la escuela tiene los suyos: formar filas, saludos a la bandera, ponerse de pie para
saludar a/la director/a, levantar la mano.
Estas metáforas se usaron y se usan para referirse a la educación y serán analizadas a lo largo
de este texto. Si bien sus usos fueron cambiando a lo largo del tiempo siguen teniendo amplia
vigencia. “Estos cambios en los regímenes metafóricos hacen referencia a cambios más
generales del lugar de la escuela en la sociedad y de los discursos que la sociedad acepta.(…)
si un tipo de metáfora se vuelve más importante en una cultura, nos habla de lo que está
pasando en ella”. Por ejemplo, la idea de la escuela como empresa no era común hace sesenta
años en la Argentina pero sí lo era en EEUU, y sí es de las que más se escucha –hoy- en los
discursos de políticos y administradores del sistema.
Es fundamental poder ver que las metáforas nos dicen algo, que nos indican mucho más de lo
que suponen, por ello, es central analizar quien usa las metáforas, a que ideas nos remite, que
visibiliza y que oculta, que muestran del panorama pedagógico y de las fuerzas educativas.
Si la Pedagogía es ese saber que ayuda a los docentes a ser “buenos docentes” veamos cual
ha sido el recorrido de ese significado a través del tiempo. (Los autores toman desde el año 1500
(la modernidad) hasta la actualidad). Las primeras definiciones diferenciaban al pedagogo –
entendido como el “ayo que cría al niño”– del pedante - “maestro que enseña a los niños”-
(Covarrubias Orozco, 1611). “Así, el pedagogo era un educador en el sentido más amplio del
término: no era sólo maestro de escuela, sino que también podía tener a su cargo funciones que
hoy llamaríamos de crianza de los niños. En el siglo XIX aparece la definición de pedagogía
como “el arte y ciencia de enseñar y educar a los niños”. Esta descripción, que hoy nos parece
natural, es en realidad una invención de los últimos siglos (Rizzi Salvatori, 1996)”.
La definición moderna de pedagogía dice que es una ciencia y un arte que se vincula con el
“enseñar” y con el “educar” a los niños. Más tarde, versiones contemporáneas sostendrán que
también hay una pedagogía de los adolescentes y una pedagogía de los adultos.
Comencemos por analizar los componentes de esta definición:
1.- “Según el pedagogo Mariano Narodowski, la pedagogía moderna nace con el concepto de
que el niño debe ser educado. Durante mucho tiempo los niños correteaban por el pueblo y
aprendían cosas espontáneamente en vínculo con muchos adultos; en cierto momento –que el
historiador Philippe Aries situó hacia finales de la Edad Media, apareció una nueva “sensibilidad”
hacia el niño, una nueva forma de hacerse cargo de él. Narodowski dirá que el niño será
“infantilizado”: se empezará a decir que hay que cuidarlo más, que hay que encerrarlo, que
necesita reglas más rígidas. Esta postura constante de cuidado hacia el niño, de su vigilancia
intensiva, da pie a la formación y estructuración de un saber que dice por qué debe hacerse eso,
con qué fines y con qué medios: la pedagogía. La modernidad es quizá la época en que diversos
sectores de la sociedad se van “pedagogizando”: hay que cuidar a estas personas, decirles lo
que tienen que hacer, en lo posible encerrarlos en instituciones educativas –recuerden que hasta
hoy en día se dice que es mejor que estén en la escuela que jugando en la calle- y darles reglas
más precisas”. (Naradowski, 1995)
2.- “La pedagogía se encarga del “enseñar” y del “educar”. Es decir que no sólo se ocupa de las
“situaciones de enseñanza”, sino de la educación, que es algo mucho más abarcador”.
3.- “Se dijo que la pedagogía es tanto una “ciencia” como un “arte”. Por un lado, pretende esa
etiqueta prestigiosa de “lo científico”, una forma de conocimiento que se puede probar, con
reglas, métodos de validación y estándares compartidos. La pedagogía quiere ser tratada como
ciencia; pero por otro lado, es un arte. Ustedes sabrán: un maestro puede saber mucho de las
diversas disciplinas, conocer el contenido a enseñar, conocer las diversas dificultades de
aprendizaje, disponer de una lista larga de métodos de enseñanza y de buenos instrumentos de
diagnóstico y evaluación. Sin embargo, la manera, el momento y la forma en que los utilice, esas
decisiones de la práctica, son en sí mismas un “arte”, si por arte entendemos una estructuración
personal, una sintonía específica con la situación que se tiene delante. Aunque uno pueda
aprender reglas de enseñanza, estas cambian en cada situación y se hacen relativas al juicio del
que las usa y a la situación en que las usa”.
Mientras hoy nos resulta imposible pensar la pedagogía sin la escuela, durante muchos siglos
no fue así, las pedagogías eran reflexiones de cómo un pedagogo tenía que educar a los
príncipes o a los niños de las clases privilegiadas, y en esas funciones se confundían el cuidado,
la enseñanza, los modales y la vestimenta. En la actualidad, las pedagogías se han concentrado
-y con razón- en la escuela, ayudando así a dar forma y cuerpo a las escuelas tal como las
conocemos. ¿Cómo se pensaron las aulas para su época? ¿Qué se propuso?¿qué relación
había entre esas propuestas y aquella realidades?
Para ello, los autores proponen, desde la reflexión pedagógica, “en este libro nos centraremos
en un ejemplo de cómo el conocimiento pedagógico –esa ciencia, ese arte- desempeñó un papel
importante a la hora de armar y darle contorno a uno de nuestros más viejos conocidos: el aula
de la escuela elemental. En este trayecto de la historia del aula quizá quede más claro por qué
la pedagogía podía ser tanto pedantería como método, ayo como acompañante. Queremos
mostrarle cómo la pedagogía intentó darle forma al aula, a la disposición del espacio, a sus
rituales, costumbres, modos de interacción y de comunicación. Quizás eso nos ayude a lidiar con
nuestros temores y a apropiarnos con decisión de ese espacio de acción. Para ello,
desarrollaremos la idea de que el aula elemental es una invención del Occidente cristiano a partir
del año 1500 y que en este proceso la pedagogía utilizó muchísimas argumentaciones diferentes
para darle cuerpo y forma a este espacio. Esto no quiere decir que no hubiera experiencias
pedagógicas; por el contrario, los griegos, los romanos, los primeros cristianos, los pueblos
indígenas, todos idearon modos de transmitir conocimientos y tuvieron formas más o menos
institucionalizadas de enseñanza. Hemos conservado muchas de ellas: los amautas incas, los
sofistas griegos, la figura socrática de la interrogación mayéutica, dejaron huellas en el imaginario
de qué es ser un buen docente y de cómo se hace para enseñar. Pero sus preocupaciones y sus
mundos eran todavía más diferentes del nuestro que aquel del 1500.
Circunscribimos nuestro trabajo a la modernidad occidental, en primer lugar, porque creemos
que esta es la época en que se estructuran la mayor parte de las prácticas pedagógicas
contemporáneas; y en segundo lugar, porque pensamos que toda empresa de escritura es
pretenciosa y modesta a la vez, define problemas y miradas y excluye a otros”.
Capítulo 1
¿Aula? Genealogía? Definiciones para empezar el recorrido
La situación de aula nos resulta conocida, todos hemos pasado por ella, y como futuros o
actuales maestros seguiremos haciéndolo y la institución, con su estructura, sus costumbres y
sus hábitos, se vuelve "natural" y en ese “habitar” se inscribe en nuestro carácter. Sin embargo,
el aula tal como la conocemos hoy en día no tiene nada de "natural". Lo que conocemos como
"aula" se fue estructurando y cambiando tanto en lo material (organización del espacio, elección
de los locales, mobiliario e instrumental pedagógico) como en la estructura comunicacional
(quién habla, dónde se ubica, cuál es el flujo de las comunicaciones, etc).
“Según datos proporcionados por el investigador David Hamilton, el término "aula de clase" se
empezó a usar en la lengua inglesa hacia fines del siglo XVIII (Hamilton, 1989). En el idioma
castellano, en cambio, el uso de "aula" y "clase" era común en lo enseñanza universitaria en el
medioevo. Sin embargo, no era común su uso para referirse al ámbito en el cual tenía lugar la
enseñanza elemental, que hasta aquel momento se impartía en la misma casa del maestro o en
salas provistas por el municipio o la iglesia, llamados scholas (en latín). La diferenciación de los
alumnos por edades era aún incipiente, y la mayoría de las veces todos los niños se educaban
juntos bajo la tutela de un maestro que apenas sabía leer y escribir, y que les enseñaba
rudimentos de las primeras letras, cálculo y catecismo. Pero la difusión del término "aula" en
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relación con la escolaridad elemental sólo se produjo con la victoria de los métodos pedagógicos
que proponían una organización de la enseñanza por grupos escolares diferenciados entre sí, a
veces por edad y otras por sus logros de aprendizaje”.
Los autores nos presentan su análisis desde una genealogía del aula que implica una mirada
con perspectiva crítica e interesada, que parte de un problema o concepto presente y trata de
hacer un "mapa", -no de los antepasados- sino de las luchas y los conflictos que configuraron el
problema tal como lo conocemos hoy. Los materiales históricos (las fuentes, los escritos de
época, los análisis históricos) se revisan con el objeto de comprender cómo se gestaron las
condiciones que conforman el presente. “Es una mirada que toma posición por quienes sufren
los efectos de poderes y saberes específicos” (Varela, 1997, pp. 36 Y 61).
cómo se ha construido esa estructura de poder particular que es la enseñanza en el aula, y si las
formas del "Iiderazgo" del aula se relacionan con las formas del "Iiderazgo" en la sociedad y en
la política. Queremos ver si algunas características del gobierno de las sociedades modernas
tienen que ver con Ias formas del "gobierno de los niños", como algunos autores definían la
educación hace 200 años. SI durante mucho tiempo se ha hablado de la educación "autoritaria",
¿es sólo porque hubo dictaduras o porque el autoritarismo también está en el aula, en su
interior?”
O sea que para producir un gobierno, para producir un estado de "gubernamentalidad" (una
mentalidad de gobierno, que acepte y valore el gobierno), son necesarias dos cosas: primero, la
conducción de sí mismo, y segundo, la articulación, unión, combinación de muchas conducciones
(la del padre, lo del maestro, incluso la del médico) con la conducción global de un Estado
moderno”.
Así, el gobierno moderno, lejos de ser la antítesis de la libertad, es su condición de posibilidad.
Porque la conducción de sí mismo y de los otros implica, paradójicamente, la administración y
regulación de la libertad: gobernarse es aprender a hacer uso de la libertad, de una libertad no
pura ni incontaminada, sino de una libertad que surge de los aprendizajes sociales, de las
regulaciones y de los espacios intersticiales que ellos dejan. El gobierno tiene que ser producido
y, además, hay que producirlo de manera constante. Ahora bien, el gobierno también se define
por cómo se piensa a quién o a qué se dirige la conducción. En lo modernidad temprana -
alrededor del 1500 hasta el 1700- se sucedieron dos formas para definir las prácticas de
gobierno: la primera (prevalente en la Edad Media) planteaba que gobernar era tener la
soberanía sobre un territorio, mientras que la segunda consideraba que gobernar no se refería
sólo a un territorio, sino primordialmente a objetos o personas.
Esta nueva concepción de gobierno se combinará con nuevas formas, nuevos emprendimientos
que implican otros tipos de intervención para regular aspectos de la vida social e introduce
nuevos agentes e instituciones. La escuela es una de ellas con la misión de formar la conciencia
de la gente y producir una aceptación nueva para cosas que ya estaban (por ejemplo, los
impuestos) o para las nuevas intervenciones (por ejemplo, el servicio militar obligatorio)
“El aula, tal como la conocemos, y también las estructuras que la precedieron, son situaciones
sociales en las que se producen conducciones. En primer lugar, interesa que el niño se conduzca
a sí mismo, sea quedándose quieto en su banco o conduciendo su propio pensamiento en el
aprendizaje. En segundo lugar, que se conduzca a sí mismo a través y sobre la base de modelos,
pautas y normas definidas por el conductor de estos conducciones: el docente y, por encima de
él, el Estado”.
CAPITULO 2
El aula nace: el rol de la religión como partera
En este capítulo se muestran procesos que condujeron a que se inventara el aula de la escuela
elemental o primaria. Dicha invención fue difícil, contradictoria, no natural y al calor de los
procesos sociales, políticos y culturales más amplios.
En la Edad Media y en el comienzo de la modernidad, según “el historiador Phillippe Ariès, los
“conocimientos empíricos y elementales (…) no eran el objeto de la enseñanza escolar: los
mismos se aprendían en el interior de la familia o durante el aprendizaje de un oficio a través de
un tipo particular de aprendizaje” (Ariès, 1996). La escuela elemental, el grado primario, no
existía entonces como tal. Lo que estaba “escolarizado” en esa época se hallaba vinculado a la
cultura clásica y al latín. Se consideraba que las escuelas existían en relación con otras funciones
de la cultura, muy ligadas a la teología y a la formación de los eclesiásticos. Por eso, a nadie se
le ocurría reclamar que la escuela fuera para todos. Sin embargo, se produjeron
transformaciones que modificaron este panorama”.
medieval no estaba destinada para los escolares, era más bien una especie de escuela técnica
para el oficio de cura, tanto de `los viejos como de los jóvenes`. Por ello, se admitía en la escuela
a todos los escolares posibles sin preocuparse por si eran niños, jóvenes o adultos” (Ariès, 1996).
A pesar de que se comenzaba a definir un espacio separado – un aula dentro de una escuela
- y a pensar en la alfabetización temprana de los niños, los procesos que ocurrían en ese espacio
todavía se vinculaban al pasado. “La enseñanza del maestro de escritura, debemos recordarlo,
era casi una enseñanza para adultos. De hecho proviene de una forma de enseñanza (…)
orientada a los oficios y sus corporaciones en la Edad Media y que estaba destinada a los
aprendices” (Ariès, 1996). Es decir, el canon de conocimientos se extendió a los niños pequeños,
pero el problema era que no había un método específico para ellos. Por un lado, porque no se
habían hecho experiencias de escolarización infantil a gran escala, pero sobre todo porque, como
argumenta Ariès, la infancia como tal, como identidad que requiere un tratamiento y una
sensibilidad particulares, no existía en la Edad Media y se estaba formando paulatinamente en
la modernidad temprana. Por ello, las escenas de enseñanza que cita este autor son algo
grotescas: son formas vinculadas a la práctica de aprendizajes, pero sin método específico: “así
debemos imaginarnos el curso de la enseñanza: unos aprenden a deletrear, otros a cantar”
(Ariès, 1996).
¿Por qué, se pregunta Ariès, el niño comienza ser en esta época una presencia a la que
se mira con otros ojos? ¿Qué sucede en la sociedad para que de repente se considere
que los niños merecen un tratamiento especial? A nivel del aula, la pregunta es por qué
los niños necesitan una forma de comunicación “metódica” especial. La escenografía en
la cual se ubica este proceso es la Europa del siglo XVI. Una Europa dividida en
“confesiones”.
Martín Lutero fue iniciador de la división del cristianismo europeo occidental en varias
confesiones (la católica y la protestante). Clérigo católico alemán. Dio lugar al movimiento
de la Reforma y al protestantismo. Formuló 95 tesis contra prácticas y creencias de la
Iglesia. Sus demandas se centraron en el reclamo de nuevas formas de autoridad
religiosa. Critican la práctica de confesión-absolución permitía comprar el perdón a la
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iglesia a cambio de favores y algunos papas usaban este arma de manera política y
financiera. Además había un reclamo de volver a los fundamentos bajo el señalamiento
de que para Lutero lo importante no es la absolución sino no pecar. Pero: ¿cómo
garantizarlo? Lutero sabía que ni un ejército de religiosos podía evitar el pecado sino había
convicción en los fieles de que era necesario resistirlo. En vez de proponer una vigilancia
espiritual exterior, propuso otra economía: planteó formar la conciencia de los fieles y
trabajar sobre su interioridad. Estaba en contra de usar la fuerza en materia de creencias,
pues la fe era cuestión de conciencia individual. El propósito de los protestantes era
gobernar las almas: para ello, establecieron prácticas tales como la lectura colectiva de la
Biblia y la escritura de diarios íntimos que fomentaran la reflexión diaria sobre la
conducta.(Rose 1990). Esta visión de los protestantes: forma de autoridad que reemplaza
la autoridad de la Iglesia exterior por la de la conciencia interior, fue aceptada en el norte
de Europa. Ambos protestantes y católicos realizan grandes esfuerzos por mantener a los
fieles a su lado. Este proceso de confesionalización estrechó los vínculos entre Religión y
política y fue una suerte de invasión de lo religioso en las otras esferas de la vida. Este
proceso de produce paralelamente y a veces en oposición a la constitución de los estados
modernos y a la formación de esta sociedad moderna con sujetos disciplinados y
autogobernados. A partir de la irrupción protestante entonces la Iglesia ya no se
contentaba con que los fieles repitieran unos rituales sino que buscaban la convicción
interior y que los sujetos se condujeran no solo de forma obediente sino sabiendo a cada
momento qué porqué y cómo de las decisiones.
La pedagogía se presentó entonces como un espacio significativo para esta nueva tarea de
gobernar las almas. ¿Cómo hacer para que la gente se vuelva más creyente conociendo la
biblia y aceptando su interpretación? Lutero planteó que el acceso de todos a la lectura es la
mejor forma de conectar al creyente con la divinidad. Para garantizar estos aprendizajes,
produjo un gran acontecimiento: tradujo la Biblia del latín a la lengua vulgar. (Alemán). Esto
dio a la confesión protestante el argumento central para intentar desarrollar masivamente una
nueva institución: La escuela elemental. Lutero escribió un documento exhortando a los
intendentes de todas las ciudades sobre el deber de fundar y mantener escuelas cristinas,
pedía apoyo material y política para la creación de escuelas donde se enseñase “alemán, la
Biblia y la palabra divina”. Se enseñaba a leer y no a escribir, la escritura estaba reservada
a las escuelas superiores. La figura del maestro de escuela se multiplicó en las aldeas aunque
apenas supiera leer y escribir. Otra cuestión importante es que si bien se consideraba que la
mujer ocupaba un lugar subordinado con respecto al hombre, era necesario instruirla para
que educara correctamente a sus hijos en la fe cristiana. Esto llevó a un crecimiento rápido
de la alfabetización de las mujeres en los países protestantes. Las mujeres de los pastores
educaban a las niñas y los pastores a los varones. El protestantismo dio un gran impulso
a la escolarización y a la pedagogía. Preocupado por la conformación de una nueva
institución y un nuevo sujeto, se centró en las formas de propagar su prédica a amplias
masas de la población. Los calvinistas tuvieron mucho que ver con la adopción de términos
como Currículum, clase, y método en la pedagogía (Hamilton, 1989)
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La confesión católica también reaccionó y en 1534 se fundó una nueva orden dentro de la Iglesia
católica que fue denominada Societas Jesu (Compañía de Jesús) Jesuitas. Intentaron combatir
la influencia de los protestantes, se destacaron por su acción educativa y fundaron numerosos
colegios y universidades en toda Europa. Se apoderaron de la educación como instrumento de
dominación de las almas, más que predicar y confesar y catequizar. En el caso de las colonias
americanas, su acción junto a la de los franciscanos, fue central para la educación de la élite
criolla e indígena.
En síntesis, para producir una posición católica o protestante de honda convicción, ambas
Iglesias encontraron un espacio en desarrollo al cual dedicaron, atención, cuidados, programas
y control: la escuela. El proceso de escolarización masiva era la forma de gobernar a los fieles
hacia una determinada direccionalidad.
El Aula viene con un pan bajo el brazo: definición del poder pastoral. 1
Si bien hacia fines de la Edad Media comienza a delinearse el espacio particular que es el aula,
una cuestión abierta aun y en gestación es la pregunta: ¿Qué cosas debían pasar en el aula?
Anne Querrien (1979) afirma que la pregunta inicial de la pedagogía era: ¿Cómo dirigir y enseñar
a una tropa de alumnos? ¿Cómo gobernarlos?
El modelo militar podría ser uno posible, pero no era el único para pensar en cómo gobernar un
grupo. Las tradiciones religiosas proporcionaban otro modelo que inspiró a muchos pedagogos,
a la hora de pensar cómo gobernar un aula: el pastorado. Los pedagogos de esta época no
veían a los alumnos como “tropa” sino más bien como “rebaño”.
En la visión del grupo de niños como rebaño, se asienta un tipo de conducción, una forma de
liderazgo de la situación que llamamos “aula”, que intenta articularse y vincularse con esa
conducción de sí mismo que es la buena-mala conciencia: el poder pastoral. La idea básica del
poder pastoral es que el poder del pastor no se ejerce sobre un espacio, sobre una ciudad, sino
sobre un rebaño o conjunto de hombres que se mueven (Foucault 1992). Esta idea proviene de
las grandes culturas asiáticas y continúa viva en las culturas nómades (gitanos o bereberes del
Sahara). Fouccault contrapone este modelo con el griego de la ciudad y el ciudadano. Mientras
que en su forma ateniense el ejercicio del poder es un derecho y es fundante de la democracia,
en el caso de las formaciones pastorales es visto como una obligación moral del pastor para con
su rebaño, y de éste con respecto a su pastor. Esta forma de poder subraya las obligaciones
y no los derechos; gobierna a las personas y no a las cosas como la concepción griega. El
propósito del poder pastoral no era solo la mejor disposición de las cosas para los hombres sino
su salvación. Este objetivo necesitaba técnicas que mantuvieran al rebaño como totalidad y a la
vez técnicas que se ocuparan de cada miembro del rebaño. Foucault llamó a esta orientación:
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Para pensar y reflexionar: cuántas de las metáforas que usamos para referirnos a maestros como guías, conductores o
segundas mamás suponen la idea de un pastorado y se proponen la salvación o rescate. ¿Cómo sería una autoridad diferente
a la de conducir un rebaño? ¿Puede haber una Pedagogía que no sea pastoral?
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un poder dedicado “a todos y a cada uno”. Este tipo de conducción se maneja con una
economía sutil de pecados y merecimientos, siempre con el objetivo de la salvación. El pastor
decide lo bueno y lo malo y el participante del rebaño ofrece una obediencia absoluta. Para
Foucault ser obediente se transforma en un fin en sí mismo. La obediencia no es un instrumento
para ser virtuoso sino que se convierte ella misma en virtud. “Se obedece para acceder a un
estado de obediencia”. Poner en evidencia estas relaciones y homologías entre las prácticas
áulicas y el poder pastoral puede alertarnos sobre los efectos que tienen esta técnica de
enseñanza y este uso del poder, que son distintos de si pensáramos al aula como un sistema de
democracia ateniense, por poner un ejemplo. La enseñanza y el aprendizaje siempre involucran
relaciones de poder y no son neutrales.
Recapitulando: la buena o mala conciencia de los S XV-XVIII fue la forma en que se intentó que
la gente se identificara masivamente con la confesión católica o con alguno de los grupos
protestantes. A partir de la estructuración de instituciones pedagógicas a cargo del estado local
o nacional, el poder pastoral planteo que la conciencia era el objetivo a formar si se quería
producir una nueva obediencia, una obediencia no superficial. El tipo de conducción pastoral se
basó en una coerción moral, casi obligatoria y permanente. La obediencia ya no consistía en
hacer lo que se decía que había que hacer (obediencia exterior) sino pasó a ser una obediencia
aceptada e interior. Esta orientación influyó en la conformación del Estado y del individuo
moderno.
¿Cómo se tradujo esta intención de moralizar a las sociedades en la pedagogía? ¿Quién formuló
programas para la escuela masiva y popular en gestación?
Omnes o el costado grupal del aula: el método global 2 de Jan Amos Comenio
(1592-1670) reformador religioso. Preocupado por la universalización del mensaje divino, por la
lectura de la biblia y por la moralización de las masas. Su obra más importante en el campo de
la pedagogía es la Didáctica Magna (1632) obra que funda la Didáctica escolar moderna. Sentó
las premisas sobre las que se estructuró el aula moderna. Su tesis central y su sistema de
metáforas se apoyaban en la naturaleza. Su concepción era cosmológica, basada en un orden
natural considerado parte de la creación divina. A través de la imitación de la naturaleza se podría
implementar las leyes de la creación divina. Dentro de los proyectos educativos del siglo XVII
Comenio representó una línea no antropocéntrica, ya que el hombre no constituía el centro del
curriculum. En este siglo de “confesionalización” en que se intentó producir una fe más reflexiva
e interiorizada, el éxito de la enseñanza paso a ser central. La eficacia de la transmisión fue un
problema central para Comenio cuando formuló su método:
“[…] el método de enseñar fue hasta ahora tan indeterminado que cualquiera se
atrevió a decir: “yo educaré a este jovencito en tantos años y tantos años, de este
o el otro modo le instruiré, etc”. Nos parece que este métdo debe ser: “Si el arte de
esta plantación espiritual puede establecerse sobre fundamento tan firme que se
emplee de un modo seguro sin que pueda fallar”.
2
Método global de enseñanza: un maestro se dirige a un grupo de alumnos y organiza centralmente la situación de aprendizaje.
Mientras que con la palabra global se enfatiza lo abarcador del rol del docente y su palabra llega a todos los alumnos, con la
palabra frontal se subraya la organización espacial del método en torno a un frente ocupado por el maestro. Ambos términos
se refieren a la misma situación de comunicación en el interior del aula.
13
Educar no era algo simple y que cualquiera podría hacer; por el contrario se requería saber las
reglas del método y estar dispuesto a aplicarlas. Comenio tenía conciencia de la ruptura que su
tecnología del aula suponía en relación con el mundo medieval y con las formas de aprendizaje
elemental del pasado. Se oponía a las enseñanzas que iban en contra la voluntad del niño y a
quienes usaban el castigo como método educativo. También propuso que las aulas en vez de
salones oscuros e indiferentes fueran salas agradables, llenas de luz, limpieza y pinturas en las
paredes. La novedad fue la globalidad y la frontalidad. Comenio enunció como programa del
futuro el aula que hoy llamamos tradicional: el docente (como figura centralizada o encarnación
de la autoridad) expone didácticamente frente a los alumnos que lo escuchan y obedecen. Un
problema central es lograr que los alumnos escuchen y así emergió el tema de la motivación-
atención como objeto de preocupación de la pedagogía. El método plantea el problema de captar
la atención de todos, en el momento que la educación elemental se vuelve casi una o ligación
aun no legar, pero sí moral.
Como la naturaleza comienza toda su actividad desde el interior hacia el exterior, “primero debe
formarse el conocimiento de las cosas, segundo la memoria y tercero el habla y la mano. Debe
tener en cuenta el docente todos los medios de abrir el conocimiento y utilizarlos
congruentemente”. De allí la formulación de principios 3“para la facilidad del enseñar y aprender”:
Los principios no decían nada acerca de la organización del aula: por ejemplo, no decían si el
maestro debía controlar individualmente a cada alumno, o hablar a todo el grupo, Intentaban
asegura que la llegada del mensaje docente estuviera garantizada, preparando la acción de
enseñar en su ritmo constante. A partir de una metáfora naturalista se presentaba el método
global y la pedagogía postulaba que el maestro (uno) ordenará a una variedad de alumnos frente
a él. (Como el sol como principio ordenador que ilumina a toda la tierra). El principio unificador
en el aula era un intento de hacer sentir la divinidad a través de ese derivado de la naturaleza
que es la enseñanza global. En tal sentido Comenio recomendaba que:
1)Haya un solo y mismo método para enseñar las ciencias; uno solo y el mismo
para todas las artes; y uno solo e idéntico para todas las lenguas; 2) En cada
3
Cuáles de estos principios consideran que perduran y por qué?
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Unificación del método y el docente aparecía con toda su centralidad. Comenio empleaba
ayudantes alumnos avanzados o más hábiles (decuriones como la pedagogía jesuítica) pero no
quería que la autoridad centralizada del docente se diluyera. Comenio propuso un aula donde se
configuraba una autoridad centralizada a través del habla directa al rebaño. El método global o
frontal toma elementos de la tradición y de la escena de la prédica, que en el protestantismo es
el eje central de la misa. La regularidad es la clave, la comunicación jerarquizada y ritualizada se
establece a través de una escena constante que se repite mediante diversos contenidos. Pero
esto no significa que la relación de autoridad sea imposición. Para Comenio había que exponer
mediante la demostración sensorial y racional, pues no quería la obediencia ciega a la autoridad
sino la obediencia pensada, aceptada. No era necesario para Comenio el control directo pues el
docente esta auxiliado por los decuriones. El gobierno de los niños se presenta en esta versión
a través de la conducción grupal. Comenio confiaba en que la obediencia grupal, más que el
control individual, era la técnica escolar adecuada para conducir el alma de los niños
masivamente. (El programa pedagógico de Comenio tardó dos siglos en concretarse)
El texto pedagógico fundador, y reglamento de estudios válido para todas las escuelas de la
orden en el mundo se corporizó en la Ratio Studiorum (1599-1832). Hicieron hincapié en las
relaciones entre la enseñanza, el gobierno y la prédica. En el aula jesuita se hablaba latín y se
enseñaba contenidos literarios clásicos. Dentro de la estrategia del poder pastoral la pedagogía
jesuita puso de relieve la cuestión de la atención individual (derivada de la confesión y absolución
católica). Uno de los obstáculos para ello era que el aula jesuita era numerosa (200 y 300
alumnos). Idearon un método que conservara la individualización como la educación masiva.
Para ello crearon la figura del decurión: alumno avanzado capaz de controlar a otros en su
proceso de aprendizaje. Los decuriones eran elegidos por el docente, escuchaban las lecciones
de memoria, debían anotar quiénes no cumplían con escritos y materiales, anotar las fallas de la
memoria, recolectar escritos para el docente. A su vez también se lo ponía a prueba a los
decuriones ante otros superiores y el docente con interrogaciones individuales y lecciones. Lo
que en nuestra cultura denominamos “Pasar a dar lección” más parecido a interrogatorio que a
discurso continuado (¿una forma de la confesión?). De todos modos la lección era un momento
15
minoritario de la jornada escolar. Los jesuitas se preocuparon más por la continua actividad en
clase y por la personalización del contacto.
La división del tiempo es la siguiente: en la primera hora de la mañana los decuriones deben
escuchar aquello que se ha aprendido de memoria de Cicerón y de la métrica; el docente corrige
mientras tanto los trabajos escritos recolectados por los decuriones, mientras los escolares
hacen ciertos ejercicios que el docente determina; por último algunos escolares deben decir lo
aprendido de memoria delante de la clase y las notas tomadas por los decuriones deben ser
controladas por el docente. (Ratio Studiorum)
16
todos los libros sean iguales”. La Salle adoptó el método global para sus escuelas pero
mantuvo la visión moralizadora y de conversión de las escuelas jesuitas. Desarrolló una
pedagogía del detalle, donde cada asunto al parecer insignificante era reglamentado y sujeto a
control. La comunicación entre el docente y los alumnos se volvió mucho más ritualizada y no
verbal. El silencio 4 pasó a ser un factor determinante en el aula, por un lado porque permitía la
detección de conductas transgresoras y por otro daba el monopolio del control sobre quien habla
al maestro y sobre qué asunto. (Narodowski 1995).
Una de las mayores innovaciones del método lasalleano fue la adopción de la lengua materna
como primera lengua de enseñanza que aparecía más eficaz que el latín para enseñar la religión
y las primeras letras. Lasalle adoptó formas disciplinarias de los jesuitas y se estipulaba que “los
escolares debían estar siempre sentados, leyendo tabla del alfabeto, tener cuerpo derecho, pies
en la tierra, con mirada hacia adelante, e inclinados hacia donde está el maestro”. El mérito de
La Salle fue percibir que el pastorado necesitaba el momento colectivo tanto como el individual
y adoptó tácticas de gobierno del aula de los jesuitas, la más visible fue la ubicación espacial de
los alumnos dentro del aula, de acuerdo con su mérito, notas y progreso.
Mientras que en Comenio el grupo era aún una masa indefinida, la locación lasalleana consiguió
que el espacio se volviera serial: un lugar para cada uno, una persona por lugar y permanencia
de la distribución. El docente sabía dónde estaba ubicado cada uno y porqué. Los alumnos
estaban organizados por nivel de progreso o lecciones y por cuestiones morales. La Salle
producía un pastorado equilibrado para una sociedad con escasa movilidad social con estratos
definidos y no cambiables donde importaba la obediencia, el refuerzo de la moralización y la
disciplina masiva. Así el aula se encuentra penetrada por disciplinas, es decir, según Foucault,
técnicas que se aplican al cuerpo para domesticarlo y a través de él lograr efectos en las almas.
Ser observado, sentarse en determinado lugar y permanecer quieto, instrucciones para sentarse
correctamente, la insistencia en escribir con la mano derecha, la orientación de la cabeza hacia
adelante que favorece la comunicación entre cara y nuca, son técnicas aplicadas al cuerpo – no
necesariamente castigos- que con el correr del tiempo, se internalizan, se vuelven naturales y
correctas para nuestro sentido común. Estas técnicas a su vez producen saberes que influyen
en la manera en que percibimos la realidad social y humana: la economía, la lingüística, la
biología, la historia, la medicina. Estas disciplinas se desarrollaron en diversas instituciones
(cárceles, hospitales, escuelas y fábricas) y dominaron la vida cotidiana de la gente. Estas
disciplinas se desarrollaron dentro de un estado absolutista. S XVIII.
¿Cuál es el resultado de este desarrollo de la pedagogía de la escuela elemental en las
condiciones de la confesionalización y de la formación de los estados absolutistas? El pastorado
como principio de conducción se integra cada vez más a la vida de las masas a través de una
nueva forma institucional: la escuela elemental. (Comenio, jesuitas y lasalleanos)
En una sociedad que comienza a moverse hacia la masificación, veremos qué fuerza adquirirá
esta forma de conducción basada en el grupo escolar cuando las sociedades comiencen a
cambiar radicalmente sus principios de funcionamiento a fines del siglo XVIII.
Capítulo 3
4
Para reflexionar: ¿Cuál es el lugar del silencio en el gobierno del aula, ¿Qué beneficios produce controlar el silencio?, ¿Cuáles
son sus desventajas, ¿Hoy se valora el silencio? ¿Cuáles son las formas, gestos para pedir silencio por parte de los maestros…
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pública, sentó las bases “del ideario liberal en educación: obligatoriedad, centralización y, en
algunos casos, gratuidad y laicidad (Debesse y Mialaret, 1973)
PRIMERA CONSOLIDACIÓN DEL AULA GLOBAL: La escuela prusiana
Uno de los grandes protagonistas de este tiempo fue Immanuel Kant (fundante de la filosofía
moderna, Polonia) quien afirmaba la importancia de la educación para salir de la barbarie o
animalidad y sostenía que el objetivo de la escuela era disciplinar y humanizar, el tema de la
conducción de los niños era central en sus preocupaciones y fue uno de los primeros en
reflexionar sobre la relación entre gobierno y educación. Para Kant, “el gobierno que imaginaba
debía basarse en la razón y no en la fuerza, por lo tanto, era preciso que la obediencia se fundara
en la racionalidad y no en la repetición memorística. (…) concentrarse, sentarse en silencio,
atender a las instrucciones: para Kant, estas eran disposiciones fundamentales en el aula. La
escuela, dijo, es una cultura coercitiva; hay que habituar al niño al trabajo, separando la vida
escolar del juego y dotándola de seriedad y la coacción necesarias (…) esta seriedad de su
pedagogía encuentra continuidades con la vida escolar jesuítica (…) La imaginación y la fantasía
no eran útiles para la vida real y debían ser desechadas por el maestro. Kant descartó los
progresos en escuelas experimentales y se centró en la validez del método catequístico. El
catecismo es un libro para la transmisión de contenidos de la fe organizado normalmente en
forma de preguntas y respuestas. Kant decía que el método socrático debería ser la regla en el
catecismo. “Catecismo” quiere decir “instruir de viva voz” y era la forma corriente de instrucción
religiosa.” Para Kant el método catequístico resolvía la cuestión de la disciplina frente a los
grandes cambios sociales y políticos que se estaban desarrollando.
Otro elemento que pone de relieve la importancia de la educación además de la obligatoriedad
de la escuela es que “la pedagogía asumió en ese momento en Alemania el carácter de disciplina
universitaria (1779)”. Quien ocupó esa cátedra, Christian Trapp publicó sus lecciones bajo el
título “Ensayo de pedagogía”. En su obra, la didáctica –esa rama de la pedagogía que se ocupa
del método de enseñanza- emergió como una catequización disciplinadora. Trapp demandaba
que la comprensión del alumno (y no solo la repetición memorística) fuera incluida en la
estructura de comunicación del aula. Lo que produjo, entonces, fue lo que hoy llamaríamos el
procesamiento didáctico de la catequización. Este procesamiento sirvió tanto para
profundizar las disciplinas ya existentes como para inaugurar un nuevo campo
profesional: el docente especializado. En ese momento, no por casualidad, surgió la
formación docente propiamente dicha: en el momento en que la enseñanza, en tanto
gobierno de los niños y las almas, necesitaba saberes especializados.
Es así como se pasa de “sostener la escuela” a “enseñar” (Petrat, 1979). “Ya no se trataba sólo
de mantener a los niños quietos en el aula, sino también de que aprendieran. Hasta ese
entonces, la escuela elemental tenía mucho de guardería disciplinadora donde se deletreaba, se
cantaba y, a veces, se leía y contaba. (…)La nueva pedagogía exigía que los alumnos fueran
incluidos paulatinamente en el pensar”.
Así, el catecismo era a principios del siglo XIX la forma de procesamiento didáctico
privilegiada, con un nuevo énfasis en la comprensión individual. El método global ya se
consolidaba como para conquistar el mundo.
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del método correspondían a las clases en que se organizaba el aula. El aprendizaje de estos
pasos se evaluaba en forma individual. Los monitores (elegidos por el maestro después de la
evaluación) verificaban el cumplimiento de los pasos, daban órdenes para la lectura y la
repetición, y controlaban la disciplina. Los niños, a su vez, tenían pizarras o cajas con arena
donde iban escribiendo las letras o realizando las operaciones aritméticas que se les requerían.
La pizarra individual, llamada también pizarra manual (Gvirtz, 1997, p. 11ss), era la tecnología
fundamental de enseñanza: gran parte de la interacción y de la regulación de las relaciones
maestro-monitor-alumno se producían a través de ella. La centralidad de la pizarra puede
observarse en las órdenes que los maestros debían dar a los monitores, según un maestro
lancasteriano:
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Estas órdenes se daban desde el frente, con una serie de señales escritas desde lo que
Lancaster llamó “telégrafo”: un cuadrado de madera con 6 cuadrados más pequeños en los que
se leían las letras iniciales de la orden respectiva. Otros maestros, junto con las órdenes sobre
las pizarras, también usaban una campanilla para llamar la atención de monitores y alumnos.
“El método lancasteriano ha sido comparado con el funcionamiento de la industria
naciente. La escuela se convierte en una aparato de enseñar en el que cada alumno, cada nivel
y cada momento, si están bien combinados, están utilizados permanentemente en el proceso
general de enseñanza.” (Foucault, 1995, p.170) La metáfora de la maquina ayuda a considerar
la masividad y el carácter sistemático e interconectado de los pasos del método, se produjeron
una serie de técnicas y saberes para asegurar el control y la docilidad de la población escolar
masificada. Uno de esos saberes es el registro minucioso y detallado de la vida escolar. Otra
reestructuración de la experiencia áulica que tendría muchísimos efectos sobre la escolaridad
tal como la conocemos hoy es la reorganización del tiempo y del espacio escolar que se
encontraba minuciosamente reglamentada, se premiaba la puntualidad y sancionaban o
devolvía a sus hogares a quienes llegaban tarde. También es posible comparar el sistema
lancasteriano con la estructura militar, de hecho Lancaster sostenía que había que transformar
la autoridad tradicional del maestro, basada en la personalidad, en donde el sistema, más que
la persona, esté investido de autoridad. Pautó la agenda diaria escolar a extremos desconocidos
hasta ese momento. Esta nueva preocupación por el tiempo debe ser entendida en el marco de
la transformación social del capitalismo.
En cuanto a la organización del espacio, el aula lancasteriana era un gran salón muy poblado
de alumnos cuya disposición espacial estaba estrictamente regulada; el maestro se encontraba
en el frente sobre una tarima para controlar los movimientos y pizarras de los niños y el trabajo
de los monitores. Al asignar lugares individuales, ha hecho posible el control de cada uno y el
trabajo simultáneo de todos, organizando una nueva economía del tiempo de aprendizaje
funcionando como una máquina de aprender, pero también de vigilar, jerarquizar, recompensar.
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la escuela, las formas de comunicación y las tácticas cotidianas para lograr el orden y la
conducción del grupo escolar. La simultaneidad, término inicialmente usado para
designar a la instrucción simultanea de la lectura y la escritura, o para la enseñanza que
requería que los miembros de la clase repitieran al unísono las lecciones de lectura,
empezó a usarse ( hacia fines de 1830), para referirse al método pedagógico por el cual los
docentes dirigían la atención simultánea de los alumnos.
Samuel Wilderspin, maestro de escuela infantil, se proponía educar a niños pobres, para él,
encerrarlos en escuelas era la solución para que no se contagiaran los males de las calles y se
convirtieran en ladrones precoces. Pretendía la internalización de la disciplina y la autoridad en
forma más sistemática y pormenorizada, para ello propuso varias tácticas simultáneas: en primer
lugar una relación más activa con los padres, fijándoles reglas y obligaciones y también les
ofreció beneficios, es decir que fijo una alianza con las familias. “Las reglas incluían mandar a
sus hijos limpios y puntuales, con la comida y avisar en caso de ausencia justificada, a cambio
Wilderspin y su esposa los ayudarían a disciplinar a sus hijos, les enseñarían a no mentir, a ser
obedientes y limpios y evitarían que se queden en la calle mientras los padres trabajaban. En
segundo lugar, se planteó un tipo de autoridad pedagógica más sutil orientada más amena y
afectiva donde el maestro era ejemplo de buen humor y paciencia, proporcionando actividades
interesantes y divertidas. En tercer lugar, Wilderspin implementó modificaciones en el edificio y
jornada escolar, introduciendo el patio de juegos; argumentando que “puede ser comparado al
mundo, donde los pequeños son dejados libres; allí puede verse qué efectos ha producido su
educación (…) y esto le da al maestro una oportunidad de darles un consejo claro sobre la
impropiedad de tal conducta”. Es decir, el patio es donde podría ejecutarse una vigilancia más
completa. Propuso que los patios tuvieran árboles frutales y flores, con el objetivo no sólo de
que agradaran a los niños y pudieran ser un eventual objeto de estudio, sino para que
aprendieran a respetar la propiedad privada. La escuela se convertía en una prueba moral
cotidiana y permanente.
Como se puede observar, en el patio los niños debían aplicar el autocontrol, una de las “técnicas
del yo” en la situación pastoral. Puede observarse una línea de continuidad entre Pestalozzi y
Wilderspin, no solo en la idea de la formación del carácter sino también en tomar algunas
nociones sobre la psicología infantil. Ambos forman parte del movimiento que empieza a plantear
que el sujeto de aprendizaje es algo diferente de un adulto en miniatura. Widerspin creía que el
aprendizaje debía alternarse con el juego ya que la población escolar era menor de 7 años; así
incorporó hamacas al aula e inventó rimas aritméticas para que los niños cantaran mientras se
hamacaban. Este “doble uso” de la actividad de juego (jugar y aprender) es compartido con
Lancaster y su obsesión por optimizar el tiempo: todo debía tener un fin educativo.
Casi paralelamente a la escuela de Wilderspin, David Stow abrió una escuela normal en Glasgow
que introdujo otras innovaciones. Además del patio, propuso la introducción de la “galería o serie
de gradas como parte del moviliario escolar. “Los alumnos se sentarían, durante buena parte
del día, en gradas enfrentadas al maestro, lo que daría a éste un dominio visual completo y le
permitiría comunicar sus lecciones a setenta u ochenta alumnos a la vez”. La incorporación de
la galería al paisaje del aula también introdujo cambios en las prácticas interrogativas.
Stow propuso combinar las preguntas y respuestas más abiertas, (…) con la elipsis, o
frase iniciada por el maestro que debía ser completada por los alumnos.
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Por otra parte, otro pedagogo escosés, William Meston, en la misma época, propuso un sistema
para ordenar la participación grupal que consistía en que aquel que era capaz de responder la
pregunta del maestro debía levantarse o dar alguna señal; surgía así, la costumbre de levantar
la mano para intervenir en la respuesta.
Capítulo 4
El aula en edad de merecer: la táctica escolar en el siglo XX
Hacia fines del siglo XIX y principios del XX se produjo una homogeneización y centralización
de las formas de educar en torno a la enseñanza simultánea y al método global. El Estado
nacional, además, asumió la función de controlar y dirigir la educación. Ello no implicó que
se anulase la diversidad o que no surgieran otras propuestas; sólo que, a diferencia anterior,
éstas se organizaron alrededor de un canon-patrón dominante provisto por la escuela pública
estatal. Este cambio tuvo lugar paralelamente al surgimiento de una nueva estrategia de poder
y de gobierno, una nueva forma de conducción de las conducciones, que Michel Foucault llamó
bio-poder. Entendiéndolo como “un tipo de poder que ya no se aplica sólo al cuerpo
individual, como en el caso de las disciplinas, sino que es un poder cuyo objeto es el
grupo, más exactamente lo que se denomina “población””. Se desarrolla toda una serie de
aparatos para administrar la vida de la gente: el gobierno se ocupa de la alimentación, salud, de
la gente.
Europa se convirtió en la dominadora efectiva del mundo. (…) El modelo de civilización y cultura
europeo, así como la escolarización se impusieron en estas regiones y crecer se transformó en
la nueva lógica de la sociedad y la cultura europeas. Se pasó de una economía de subsistencia
al continuo crecimiento de la economía, de la riqueza y de las ciudades en un modelo donde la
lógica de acumulación capitalista se vuelve general y eje organizador de las sociedades.
Entre los cambios importantes se encuentra “el triunfo de la burguesía liberal que reunía no
sólo a industriales y comerciantes, sino también a sectores de las elites educadas, de los
empleados públicos, del público urbano acomodado, que fue imponiendo sus representaciones
sobre el gobierno, la sociedad, la moral y el Estado y gracias a su influencia pasó de un lugar de
agitación y movilización a otro de conservador dentro de mapa social”, con una actitud temerosa
ante el fuerte movimiento obrero en surgimiento.
La nueva estrategia de poder y gobierno que Michel Foucault denominó bio-poder, planteó
“regulaciones” como acciones para “administrar” el crecimiento. La regulación se convierte en
lo normativo: “prescribe cuál es la conducta “natural, normal, esperable”, y lo que se sale de la
norma genera, produce lo anormal, la transgresión, la desviación. En el ámbito escolar aparece
la clasificación de los alumnos y se “confina” a los anormales en instituciones especiales. A partir
de entonces, y merced a la combinación de estas nuevas formas de gobierno y de los saberes
médicos y biológicos, el aprendizaje pasó a ser considerado como un proceso con raíces
biológicas, que se desarrolla y crece. En esta concepción “biopolítica”, el maestro debía facilitar
un proceso que de por sí ocurriría solo, debía guiar y orientar un camino que ya estaba fijado,
como lo estaban las capacidades intelectuales de los alumnos.
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“Tal como lo habían hecho los lancasterianos, la metáfora militar se usaba una vez más para
pensar lo que sucedía en las aulas. La idea de que había que ordenar al conjunto, establecer un
sistema de jerarquías, volver dóciles los cuerpos, seguía teniendo vigencia. La táctica escolar,
definida por Senet como “un sistema de señas y movimientos” ayudaba a lograr el orden,
ahorraba tiempo y creaba lograr en los alumnos el hábito de la obediencia y traía uniformidad
en los movimientos. Dentro de esta táctica, Senet se dedicó a tipificar aspectos de la vida escolar
que hasta entonces eran laxos y flexibles: horario de entrada y salida de la escuela, respeto de
los recreos, formas de salir de la escuela sin aglomeraciones; hasta se preocupó por escribir
párrafos sobre la necesidad de que los alumnos quedaran de pie al lado del asiento hasta que
el profesor les ordenara sentarse. Planteó que los alumnos debían ejecutar movimientos de
manera uniforme y simultánea, y que el maestro debía tener siempre el control de la situación”.
La mayoría de los pedagogos normalizadores se basaron en la línea filosófica y psicológica
positivista. El positivismo fue un movimiento intelectual amplio y de gran alcance en la segunda
mitad del siglo XIX que incluyó tanto una renovación filosófica como un plan de regeneración
social. Puede decirse que procesó de una manera peculiar la herencia de la doble revolución
política e industrial. Y pronto los “positivistas” elaboraron “un nuevo credo común que tomara el
lugar de la religión católica que la revolución había socavado irremediablemente para los
hombres educados. Así, el orden, la reconciliación y armonía social y progreso se imponen
como elementos fundamentales.
“Los positivistas construyeron una imagen del pasado que lo mostraba como una cadena de
progresos sucesivos que conducían al estado positivista final, el del reinado de la ciencia que
traería la ilustración colectiva y el dominio y el dominio sobre la naturaleza.(…)Sostenía que los
modos de adquisición de un saber válido son los mismos para cualquier campo de la experiencia
y planteó la unidad fundamental del método de la ciencia”, tomando el método de las ciencias
naturales como el método a seguir por cualquier campo de conocimiento que aspire a ser
considerado ciencia.
Para el positivismo, la base de la pedagogía debía ser la psicología y la biología y siguiendo esta
idea un filósofo positivista inglés Herbert Spencer propuso una serie de principios pedagógicos,
que se desprendían de las leyes de la evolución:
1. ir de lo simple a lo compuesto;
2. de lo indefinido a lo definido;
3. de lo concreto a lo abstracto;
4. la educación del niño debe concordar, en su modo y orden, con la marcha de la
humanidad. El supuesto es que la ontogénesis (desarrollo de un individuo) repite la
filogénesis (desarrollo global de la especie), y que la ciencia sigue los mismos pasos
para avanzar en el niño que en la historia social;
5. ir de lo empírico a lo racional;
6. estimular el desarrollo espontáneo del niño, diciendo lo menos posible y obligándole
a encontrar lo más posible, confiando en la disciplina de la Naturaleza;
7. guiarse por los intereses y excitaciones del niño: si un conocimiento es agradable
para él, es el indicio más seguro de que vamos por camino correcto. Si esto no
surge espontáneamente, debe fomentarse su interés, motivándolo para la
experiencia.
Spencer [1861], 1983,pp. 105-112.
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sugirió comprar algunos implementos didácticos que estaban de moda en lo época, como
las tablas aritméticas o de enseñanza del alfabeto, o combinados.”
Por último, es importante resaltar el legado de la pedagogía normalizadora:
- la idea de una pedagogía homogeneizante que traería la igualdad y, al mismo tiempo,
- la definición de grupos diferentes en el aula de acuerdo con sus orígenes y capacidades.
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que permanece es la función de transmitir la cultura; y hasta ahora, por muchos motivos,
y más allá de sus crisis, la escuela es la institución más efectiva y poderosa para
producireste efecto. En este sentido, deseamos que “el gobierno de los niños” en la
escuela sea un gobierno abierto a la discusión, no un dogma ni una verdad eterna.
La pedagogía es la práctica que reflexiona sobre las formas de transmisión de la cultura,
y es la práctica misma de transmitirla. Siguiendo a Giroux (1997), esa práctica debe
hacerse responsable de las historias que produce, de las memorias sociales que transmite
y de las imágenes de futuro que autoriza. Una pedagogía tal debería concentrarse en
reflexionar y en generar prácticas que atiendan a tres cuestiones: una noción de autoridad
democrática, la discusión de las tradiciones que nos formaron y de las que queremos legar
a otras generaciones y la autorización de la acción, es decir, pensar qué acciones
autorizamos y cuales desautorizamos en nuestra práctica cotidiana.
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