Investigación Accion

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INTERVENCION PSICOSOCIAL

Y SERVICIOS SOCIALES
Un enfoque participativo

MIGUEL LÓPEZ – CABANAS FERNANDO CHACÓN

Primera reimpresión: octubre 1999

SINTESIS PSICOLOGIA
6
INVESTIGACIÓN-ACCIÓN PARTICIPATIVA

6.1Perspectiva histórica
6.1.1 El origen: la investigación-acción
Los antecedentes de la Investigación-Acción Participativa (IAP) se remontan a principios
del siglo XX y, en concreto, al movimiento de la Escuela Nueva promovido por J, Dewey
después de la Primera Guerra Mundial. Se basaba en el ideal de democracia y en la
importancia que la educación podía tener en su consecución. Postulaba que la practica es el
punto de partida en su conocimiento y que el pensamiento científico debía constituir un
habito común tanto para educadores como para educandos (Arango, 1995).
Con la llegada de la depresión económica de 1929 empieza a cuestionarse el taylorismo y el
control rígido de la población como forma de asegurar la productividad en el ámbito
empresarial y la integración social de las personas .Aparece una corriente basada en la
participación democrática en la escuela y en la sociedad ,así como en el potencial de las
relaciones humanas , en general, como forma más ordenada de afrontar los retos de la
humanidad (Goyette y Lessard-Hebert ,1988).A estos primeros antecedentes se les critica el
no haber sabido conjugar adecuadamente teoría y práctica, viéndose desbordados por la
propia realidad.
Con la Segunda Guerra Mundial surge otra nueva situación de crisis y cuestionamiento de
las verdaderas aportaciones que pueden hacer las Ciencias Sociales a la humanidad .Es en
este contexto donde emerge la figura Kuri Lewin , psicólogo social alemán que tuvo que
huir de su país e instalarse en Estados Unidos , donde desarrollo la mayor parte de su
carrera científica .Lewin (1946) desarrollo la action-research (traducido como
Investigación -Acción) como alternativa a la investigación tradicional, en la que la
separación entre ciencia y practica era radical; desde su propuesta Lewin defiende la
necesidad de una integración de ambas en proyectos conjuntos , en donde los profesionales
aplicados investiguen con rigurosidad los efectos de sus intervenciones prácticas y los
teóricos sean capaces de encontrar aplicaciones sociales relevantes para sus formulaciones.
Expresiones de Lewin como “Ninguna acción sin investigación, ni investigación sin
acción” o “No hay nada tan práctico como una buena teoría” resumen sus planteamientos
básicos.
PARA LEWIN
“En otras palabras, la investigación debe ser destino de la acción social (investigando su
desarrollo y efectos) y fuente de ella (generando acción). Y viceversa. Se trata de una
investigación sobre (o de) la acción complementada con una acción (social) producida
desde la investigación” (Sánchez, 1988, pág. 197).
Lewin también introdujo la orientación participativa de la Investigación -Acción a través de
sus teorías sobre la dinámica de los grupos y los conceptos de espacio vital y campos de
fuerzas. Lewin y sus colaboradores tenían una fuerte creencia en la democracia como
proceso humano y como ideología ; creían en las posibilidades de cambios positivos y en la
importancia de la experiencia y el aprendizaje en este proceso de cambio en el que tomaban
un papel protagonista los propios destinatarios de las acciones (Pérez Serrano 1990).Recién
acabada la Segunda Guerra Mundial, y bajo el impacto que esta genero en la comunidad de
científicos sociales , se compartía la vicción de que había que desarrollar nuevos métodos
para conocer e incidir en la realidad social, de modo que se contribuyera a la supervivencia
pacifica de la humanidad.
A partir de estos orígenes comienza a surgir diversas iniciativas que tiene en común su
preocupación metodológica por conseguir la participación de los implicados en los
procesos de investigación colectiva. Sin embargo, las distintas iniciativas difieren entre si
en el origen de la demanda de investigación y en los destinatarios de la misma (Colectivo
IOE, 1993). Por un lado se encuentran las iniciativas promovidas desde los niveles
jerárquicos superiores desde las instituciones (sean del mundo de la empresa privada o de la
Administración pública), en donde se invita a participar a los destinatarios de las medidas
que se investigan; es los que el Colectivo IOE (1993) denomina tradición pragmática no
crítica. Por otro lado nos encontramos con iniciativas que surgen de las bases de las
estructuras sociales -movimientos y asociaciones que se erigen en sujetos activos y
protagonistas del proceso investigador; se denomina tradición crítica implicativa. En los
siguientes epígrafes comentaremos ambas.

6.1.2 Tradición pragmática no crítica


Desde esta perspectiva de aplicación de la IAP prevalecen los intereses de los responsables
de las instituciones que promueven procesos de Investigación-Acción, sea en el ámbito de
la escuela, de la política social o de la empresa. El Colectivo IOE (1993) incluye en esta
tradición a los autores que se han mencionado como antecedentes de la IAP, Dewey y
Lewin. Para otros autores como Rahman y Fals-Borda (1988) fueron los seguidores de
Lewin los que renunciaron a sus ideales y a la trascendencia que sus planteamientos de
educación para la democracia podían tener para conseguir que todas las personas
desarrollasen la capacidad de pensar de una forma crítica y científica. Estos sucesores de
Lewin redujeron la Investigación -Acción a los encargos de las instituciones públicas y
empresas, trabajando en pequeños grupos como forma pragmática de conseguir los
objetivos de la institución, pero sin llegar a cuestionarlos.
Esta perspectiva elimina de la Investigación –Acción todo su potencial de transformación
social, sirviendo, por el contrario, para reforzar el poder establecido en las estructuras
correspondientes (escuelas, empresas y Ayuntamientos, etc.). Así en esta tradición
pragmática no crítica la Investigación –Acción derivo en una investigación operativa, en la
que prima la preocupación por la eficacia y no por el conocimiento y transformación
democrática de la sociedad.
6.1.3 Tradición critica implicativa
Contraponiéndose a los anteriores planteamientos surge otra tradición que:
“propugna investigación –acción a través de un rechazo global al status quo existente en
la sociedad (desigualdades, procesos de exclusión, elitismo político y económico, etc.) y
como una vía entre otras de liberación social” (Colectivo IOE, 1993, PAG. 65).
Uno de los antecedentes de esta tradición se encuentra en los modelos de investigación
desarrollados en España por miembros de los movimientos socialistas y anarquistas desde
finales del siglo XIX, cuya plasmación tuvo un eco mayor en el ámbito educativo, con
figuras representativas como Ferrer i Guardia y su denominada escuela moderna. Aunque
esta tradición se vio quebrada en España con la llegada de la dictadura de 1939 y la
represión de los movimientos sociales de base, su influencia se dejó sentir en América
Latina a través de numerosos emigrantes, llegando a ser considerada como uno de los
antecedentes de la Investigación –Acción en este continente (Ander-Egg, 1988).
El desarrollo critico implicativo de la Investigación –Acción que se lleva a cabo desde dos
frentes:
-Sociopolítico: la IAP se concibe como instrumento para facilitar la revolución de las clases
populares frente al poder hegemónico.
-Paradigmático: la IAP se presenta como alternativa al paradigma positivista vigente en la
investigación de las Ciencias Sociales.
6.1.3.1 Perspectiva sociopolítica
En la década de los años cincuenta se producen dos hechos de gran importancia para la
gestación de la IAP. Por un lado, en distintos países de América Latina se ponen en marcha
programas nacionales de desarrollo de la comunidad, traducidos en programas sectoriales,
que promueven la participación directa de la población a la que se dirigen. Por otro, la
Revolución Cubana supone el comienzo de una etapa, en la que aumenta la esperanza de
los grupos populares de lograr una transformación de su realidad, marcada por las carencias
socioeconómicas y la represión política.
Una de las consecuencias políticas que la Revolución en Cuba tuvo más allá de sus
fronteras fue el impulso que Estados Unidos proporciono, con apoyo financiero y
asesoramiento, al denominado programa Alianza para el Progreso, a través del cual llegaron
cuantiosas ayudas a distintos países de América Latina para poner en marcha programas de
desarrollo de la comunidad. Los dos elementos básicos de estos programas fueron la
coordinación de las instituciones que operaban en un mismo territorio y la participación de
la comunidad en el desarrollo de las actividades del programa.
Pero, en muchas ocasiones, estos programas desbordaron las expectativas iniciales y
acabaron tomando un cariz distinto del deseado por sus patrocinadores, principalmente a
medida que se pasó de la participación de la comunidad a la participación popular, lo que
introdujo un componente ideológico que fomento la crítica y el cuestionamiento del poder
establecido (Sanguinetti, 1981).
En los años sesenta había en América Latina una vivencia de revolución inminente entre las
clases más progresistas y combativas que les llevaba a vislumbrar la cercanía de una
transformación que liberase a sus países de sus sistemas dictatoriales que los gobernaban.
Es en este contexto en el que emerge la figura de Paulo Freire y su Pedagogía de la
Liberación, un movimiento cultural que, partiendo de la alfabetización de adultos, propone
el desarrollo del pensamiento critico de las comunidades como forma de conseguir
transformación social. La aportación de Freire a la IAP es lo que Gabarrón y Hernández
(1994) denominan visión pedagógica, y que se refleja en cuatro aportaciones
fundamentales:
-Superación de las dicotomías sujeto-objeto y teoría-practica.
-Producción colectiva de conocimientos, centrada en las vivencias de los grupos.
-La técnica de concientización, que parte de reflexión grupal y análisis crítico de los grupos
temáticos de la vida cotidiana que más interesan a la población con la que se trabaja (Freire,
1969,1970).
-Tomar como punto de partida una realidad concreta, analizada integralmente, y el saber
popular.
En los años setenta conviene mencionar determinados acontecimientos políticos acaecidos
fuera de América Latina y que influyeron, de una u otra forma, en el desarrollo de la
tradición critica implicativa de la IAP, como, por ejemplo, EL Mayo del 68 en Francia,
movimientos pro-derechos civiles y contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos,
movimientos neomarxistas en Italia y Alemania, la Primavera de Praga, etc. Todos estos
hechos tuvieron en común una contestación social hacia los valores y métodos establecidos
por las estructuras de poder.
Otro de los autores fundamentales de esta corriente es Orlando Fals-Borda, cuyas
aportaciones a la IAP son de carácter más sociológico y político, y entre las cuales
destacamos las siguientes (Gabarrón y Hernández, 1994):
-Cuestionamiento de la unidad del método de las Ciencias Sociales.
-Cuestionamiento de la separación entre ciencias y política y de las visiones parciales de la
realidad.
-Cuestionamiento de la manipulación de la investigación y la educación para evitar la
participación de los grupos desfavorecidos.
Para la tradición critica implicativa, la IAP llega a constituirse en una auténtica filosofía de
vida y compromiso social donde:
“no puede haber intervención o participación sin un planteamiento teórico o conceptual
previo que tome en cuenta las consecuencias políticas y éticas de tales actos, es decir,
sobre el sentido de la práctica” (Fals-Borda, 1993, pág. 10).
La IAP que surgió desde esta corriente implicativa tuvo su plataforma de lanzamiento en el
I Simposio Mundial sobre Crítica y Política en Ciencias Sociales que se celebró en
Cartagena (Colombia) en el año 1977. En él que se consolida una comunidad científica que
se confiere a la IAP y el status de paradigma crítico de investigación social, basado en las
acciones transformadoras de la realidad, y que, entre otras cuestiones, críticas la oposición
tradicional entre teoría y práctica, saber popular y saber científico, sujeto y objeto del
conocimiento (Arango, 1995).
6.1.3.2 crítica ala paradigma tradicional de la investigación en ciencias sociales
Otro catalizador de la IAP fue el surgimiento de un fuerte movimiento crítico en el ámbito
de las Ciencias Sociales que puso en cuestión, por un lado la validez de los paradigmas de
investigación extrapolados, sin más, de las Ciencias Naturales y, por otro, la incapacidad de
la investigación en Ciencias Sociales para explicar realidades sociales complejas, muchas
veces contradictorias, lo que conlleva que, difícilmente, se realizasen propuestas plausibles
para resolver los problemas de gran relevancia social (Gabarrón y Hernández, 1994). Esta
falta de trascendencia de los resultados de las investigaciones sociales dificultaba la
generación de teorías que cuestionasen modelos y propusieran alternativas para la
organización de una comunidad, teniendo en cuenta sus pautas culturales y sus
conocimientos colectivos, emanados de la experiencia y de su vivencia.
“fenómenos que habían desbordado la teoría y la metodología, relacionando esto con la
menguada capacidad de la generalización de los resultados obtenidos mediante la
investigación experimental en el laboratorio, por su poca validez externa” (Gabarrón y
Hernández 1994 pág. 7).
El uso exclusivo, durante décadas, de los paradigmas positivistas y funcionalistas en la
investigación en Ciencias Sociales provocó lo que en otros capítulos hemos denominado
tecnocracia -en el caso de los técnicos- y despotismo ilustrado -en el caso de los políticos-.
Esta dictadura paradigmática contribuyó a la implantación y asentamiento de una serie de
instituciones cuyo fin último es el control social. El cuestionamiento crítico de estos
paradigmas por parte de la IAP centra su atención sobre los siguientes aspectos (Le Boterf,
1986; Ander-Egg 1990; Fals-Borda 1993; Palazón 1993; Gabarrón y Hernández, 1994):
1) La relación sujeto-objeto

Las Ciencias Sociales extrapolaron de las Ciencias Naturales un método de


investigación según el cual el investigador debe mantener una posición de neutralidad
respecto al objeto de investigación y considerando aislado de su entorno y de él mismo.
Aparentemente, su pretensión es describir y predecir procesos sociales sin ninguna
intención ulterior. Sin embargo, los órganos de poder, que son los que encargan las
investigaciones, utilizan esta información para modelar patrones de conducta y ejercer,
así, un control social.

“Es verdad, los problemas estudiados no son nunca los problemas vividos y sentidos
por la población investigada. Es esta población en sí misma que es percibida y
estudiada como un problema social desde el punto de vista de los que están en el poder.
Las Ciencias Sociales se transforman, así, en meros instrumentos de control social”
(Darcy de Oliveira, 1986, pág. 19).

2) La separación entre teoría (investigación) y práctica (acción)

Tradicionalmente existe una clara separación entre la producción de conocimientos


por parte de los científicos sociales y la aplicación de las intervenciones por parte de
los profesionales. Además, en muchos casos en los que se han realizado estudios para
obtener datos que orienten la resolución de los problemas sociales, la puesta en marcha
de la acción se ha retrasado en pos de desarrollar una investigación metodológicamente
óptima. Esta demora por exigencias metodológicas es, cuando menos, una
irresponsabilidad, especialmente en el caso de problemas sociales relevantes. Este
hecho puede predisponer adversamente a la comunidad, que no alcanza a entender para
qué puede servir todo lo que se está haciendo, sin que avance en la resolución de
aquellos problemas concretos que le afectan.

3) La oposición entre el saber científico y el saber popular

Desde el paradigma de investigación tradicional se parte de la premisa de que unos


saben (tienen el monopolio del conocimiento) y otros no saben lo que les pasa y hay
que explicárselo. Se impone la hegemonía del conocimiento científico y se deprecia lo
que proviene del saber popular, vivencial, de las comunidades con la que se trabaja.
Como hemos comentado al cuestionar la relación sujeto-objeto, este largo proceso de
organización de la sociedad ha llevado al secuestro de la información por parte de los
expertos, como de control social. De esta forma, basándose en métodos de
conocimiento tradicionales, difícilmente se puede llevar a cabo programas sociales en
los que puedan participar de forma efectiva a los destinatarios de los mismos.

4) La supuesta neutralidad del investigador

El paradigma vigente considera que las investigaciones y quiénes las realizan no deben
adoptar ninguna postura ideológica hacia el objeto de investigación. Pero lo cierto es
que esta pretendida neutralidad científica es imposible, ya que sólo el hecho de elegir
estudiar un problema y no otro supone un posicionamiento ideológico por parte del
investigador.
Tampoco hay neutralidad cuando se escoge la metodología que se va a emplear: hay
un gran trecho ideológico entre utilizar técnicas cuantitativas, elaborados
exclusivamente por el investigador, y trabajar mediante técnicas de recogida de
información cualitativa, en cuya aplicación tiene voz y voto la comunidad en la que se
lleva a cabo la investigación.
Por último, la decisión de que hacer a partir de la información recogida está motivada,
en gran medida, por factores cargados de ideología: no es lo mismo que sólo decidan
las distancias de poder, cuyo interés es el mantenimiento del status quo o un cambio
controlado del mismo, que entregársela a la comunidad para que tome decisiones
acerca de qué acciones pueden poner en marcha para resolver sus necesidades, aún a
costa de enfrentarse al poder establecido.

5) Complicaciones metodológicas innecesarias

Es un hecho válido en sí mismo la búsqueda de un mayor rigor metodológico para


desarrollar formas de acción social más efectivas; pero ello no debe suponer
absolutizar el valor y significado de la ciencia y del método por encima de su utilidad
práctica, olvidando los criterios de validez extrema que, desde nuestro punto de vista,
deberían primar en las investigaciones sociales. Con la extensión del conocimiento de
métodos y técnicas de investigación social se comenzó a hacer un uso mecánico y
generalizado de los mismos, sin discriminaciones según un análisis de costes-
beneficios de las investigaciones, es decir, la rentabilidad social las mismas.

Ha habido un cierto refugio en el método, olvidándose el sujeto, lo que ha llevado a


magníficos (por lo complicado) diseños de investigación cuyos resultados no han
hecho más que, en muchos casos, evidenciar lo evidente y descubrir una realidad fija,
sin contemplar el dinamismo y la historicidad de todo comportamiento social. Métodos
“tan sofisticados como inútiles para resolver los problemas sociales de los sectores
populares” (Ander-Egg 1990. pág. 23).

6) Abuso en el empleo de técnicas cuantitativas

El paradigma tradicional centra su metodología en la aplicación de técnicas


cuantitativas, entre la que destaca la encuesta, considerada por muchos como el
principal y casi exclusivo método de conocimiento de la realidad social. El uso abusivo
e indiscriminado de esta técnica generalizo un modo parcial y sesgado de conocer la
realidad, en el que se ignoraban algunas de sus limitaciones más importantes, entre las
que destacamos las siguientes (Le Boterf, 1986; Ander-Egg, 1990):

- Limitaciones de comprensión lectora y expresión verbal, sobre todo en los grupos


socioculturales menos favorecidos, lo que puede dar lugar a una falta de coincidencia
entre el lenguaje utilizado por el encuestador y los encuestados.

- Ausencia de consistencia entre las respuestas que se dan y lo que se piensa y se hace.

- Lo que se obtiene es una descripción estática de una realidad que es dinámica y


compleja.

- La encuesta es elaborada desde los órganos de poder y control, que preguntan lo que
quieren saber, sin interés por conocer lo que realmente preocupa a la comunidad.

- Los encuestados emplean tácticas para sacar provecho de la encuesta, y dicen al


encuestado lo que creen que espera de ellos, pudiendo llegar a dar informaciones
falsas.

-El observador, al ser externo, no tiene el punto de vista de los encuestados, a partir del
cual se podrían explicar ciertas acciones que estos realizan y que el investigador no
comprende.
No se trata, evidentemente, de rechazar a la encuesta, sino de apreciar en su justa medida
sus aportaciones, por sí misma en combinaciones con otras técnicas de investigación social.
Hoy en día se mantiene posturas más eclécticas, más plurales en relación a la metodología
de la investigación en Ciencias Sociales. En estos momentos:
“a nadie le interesa suscitar a mantener polémicas estériles entre cuantitativos y
cualitativos ya que lo verdaderamente urgentes transforma la realidad. Lo que importa es
encontrar un marco teórico y metodológico adecuado que dé sentido y justifique la acción
de todo agente social bien como fuente para la obtención de conocimientos, bien como
estrategia para tomar decisiones” (De Miguel, 1993, pág. 93).

Las tendencias actuales apuntan la necesidad de lograr complementariedad de


paradigmas y técnicas. La propia IAP puede utilizar en su proceso técnica de recogida
de datos tradicionales; lo que cambiaría será la forma de analizarlos, quién los analiza y
el peso que se da esta información en el conjunto de observaciones que, con distintas
metodologías, se extraen de una realidad social dada. Este cambio será posible gracias
a un proceso de transferencia de tecnologías sociales, para que los miembros de la
comunidad se apropien de conocimientos y habilidades que les permitan tener un papel
protagonista en el descubrimiento de la dinámica social que les afecta y en la
transformación de su entorno. No es suficiente con informar de los resultados, hay que
participar en su producción (Quintana, 1986).

6.2. Aspectos fundamentales de la IAP

6.2.1. Definiciones

Desde sus orígenes han sido numerosas las definiciones realizadas, desde aquellas más
centradas en la Investigación-Acción que de forma implícita asumen la participación,
hasta aquellas en que se diferencia la Investigación -Acción de la Investigación Acción
Participativa, como consecuencia de la evolución histórica de la primera. Veamos a
continuación algunas definiciones que consideramos de interés:

-“Una actividad integrada que combina la investigación social, el trabajo educacional y


la acción” (Hall, 1981, pág. 7).
-“La investigación participativa (IP) busca la identificación totalizante este sujeto y
objeto, hasta el punto de eliminar la característica de objeto. La población investigada
es motivada a participar de la investigación como agente activo, produciendo
conocimiento e interviniendo en la propia realidad. La investigación se torna
instrumento en el sentido de posibilitar a la comunidad de la asunción de su propio
destino” (Demo, 1984, pág. 28).
-“La investigación -acción participativa supone la simultaneidad del proceso de
conocer y de intervenir, e implica la participación de la misma gente involucrada en el
programa de estudio y acción” (Ander-Egg, 1990, pág. 32).
-“Cuando se habla de IAP nos referimos un modelo peculiar de investigación -acción
que se caracteriza por un conjunto de principios, normas y procedimientos
metodológicos que permiten obtener conocimientos colectivos para transformar una
determinada realidad social. Al igual que toda investigación, la IAP es un proceso de
la búsqueda de conocimiento, sólo que en este caso este conocimiento se caracteriza
por ser colectivo. Igualmente que pretende la aplicación de dicho conocimiento pero en
este caso dicha aplicación se orienta hacia realidad social próxima que vive el sujeto,
de ahí su carácter emancipatorio. Estas connotaciones implican que el proceso de
investigación en la IAP debe organizarse necesariamente sobre la “acción” de un
“colectivo de personas” que promueven el cambio social” (De Miguel, 1993, pág. 97).
-Un procedimiento metodológico sistemático, insertado en una estrategia de acción
definida, que involucra los beneficios de la misma en la producción colectiva de los
conocimientos necesarios para transformar una determinada realizar realidad social”
(Arango, 1995, pág. 102).

6.2.2. Objetivos y características

El objetivo último de la IAP es conseguir que la comunidad se convierta en el principal


agente de cambio para lograr la transformación de su realidad. Para alcanzar este
objetivo es necesario seguir los siguientes pasos (Quintana, 1986):

-Concienciar a la comunidad de su realidad, de sus necesidades y de los factores


próximos y lejanos que condicionan las mismas.
- Dotarla de habilidades y capacidades para la toma de decisiones acerca de las
actuaciones que es conveniente poner en marcha para dar solución a dichas
necesidades.
- Lograr el compromiso de la comunidad para la puesta en marcha de la acción
transformadora.
- Facilitar la autogestión de la acción transformadora, de modo que se realice con
independencia de los sistemas de control que pretende mantener el orden establecido.

De las anteriores definiciones y de las aportaciones de diversos autores (Quintana,


1986; Le Boterf, 1986; Montero, 1986; Palazón, 1993; Fals-Borda, 1993; López de
Ceballos, 1989, 1993; De Miguel, 1993; Gabarrón y Hernández, 1994; Arango, 1995)
entresacamos las características básicas de la IAP.

1) La IAP interviene sobre situaciones reales

No se puede aplicar la IAP en ambientes de laboratorio, en los que se trabaja con


replicada un tanto burdas de momentos parciales de la realidad social. La IAP concibe
la realidad como una totalidad, estructurada y dialéctica, integrada por personas
pertenecientes a una comunidad real, con sus vivencias, su proceso histórico y sus
representaciones sociales.

2) La IAP parte y está orientada hacia la realidad social más próxima de los
ciudadanos
Según la definición De Miguel (1993), el problema que desencadena el proceso
tiene que formar parte de la realidad concreta y próxima de la comunidad, en
cuanto que está percibe una realidad como problemática, la define, la estudia y la
resuelve (Hall, 1981). No sólo se parte de hechos y datos, sino también de la
percepción subjetiva que la población tiene sobre su realidad. Sobre todo ello se
realizará un proceso de análisis ascendente que llega a profundizar en los factores
más generales globales qué le afecta (López-Cabanas, 1996).

3) La IAP se pone en marcha en contextos de escala humanos

El actuar en pequeña escala (barrio, región, etc.) facilita una implicación mayor y
más rápida de los sectores sociales (se parte de algo muy próximo y concreto para
ellos) y un desarrollo metodológico más armónico que permite realizar una
evaluación más rigurosa de los resultados que se vayan obteniendo.

4) La IAP es un proceso dialéctico de conocer –actuar

En la investigación participativa se establece una relación de carácter dialéctico


entre teoría y práctica cuya síntesis da lugar a lo que se ha denominado praxis, que
se define como la posibilidad de realizar acciones que transforman la realidad
desde una reflexión crítica y participativa del conocimiento que obtenemos de
dicha realidad a través de las acciones que se desarrollan en ella.

“La producción de conocimientos se realiza mediante la transformación de la


realidad social. La acción es fuente de conocimientos y la investigación constituye
en si una acción transformadora. Mediante la investigación se trata de producir los
conocimientos que sean útiles, relevantes para la práctica social y política” (Le
Boterf, 1986, pág., 32)

Este concepto dialéctico de praxis se contrapone a la concepción positivista del


mismo término, que lo interpreta como la manipulación tecnológica y racional de
los procesos naturales (Arango, 1995).

5) La comunidad deja de ser objeto y pasa a ser sujeto de la investigación

La IAP rechaza la relación vertical y hegemónica que se establece entre sujeto


investigador y la comunidad investigada y propone una relación sujeto -sujeto que
se fundamenta en lo que Freire (1983) denomina principio principio de
dialogicidad. Este principio hace referencia al establecimiento de un diálogo
reflexivo, concientizador, crítico, democrático y antidogmático. En este diálogo el
investigador abandona su postura erudita para escuchar y aprender el discurso
popular, las vivencias, las representaciones sociales, las prácticas de acción, etc., de
la comunidad con la que investiga.
El diálogo dota a la relación investigador -comunidad de un carácter de
horizontalidad: juntos aprenden y llevan a cabo una acción transformadora de la
realidad, de la que extraen conocimientos para seguir transformándola.

6) La IAP conjuga conocimiento científico y el popular

Frente a la preeminencia del conocimiento científico como único modo de obtener


un conocimiento válido de la realidad, la IAP postula la existencia de un
conocimiento popular, práctico, vital y empírico, que ha emitido a la comunidad
sobrevivir, interpretar y producir acción durante siglos (Gramsi, 1976). Este saber
acumulado proporciona información sobre el entorno, los valores que lo rigen, la
dimensión histórica, la experiencia práctica, etc.
La síntesis de ambos conocimientos, popular y científico, da lugar a un nuevo tipo
de conocimiento denominado saber popular orgánico, el cual permitirá a la
comunidad cuestionar lo evidente, lo lógico, lo ambiguo, las visiones parciales,
etc., para lograr alcanzar una comprensión global de la realidad, y contribuirá a
potenciar la democracia de base y al fortalecimiento de la comunidad. Está síntesis
supone experiencia educativa bidireccional: la comunidad proporciona
información sobre su experiencia vital y las interpretaciones que hace de su
realidad, mientras que el investigador aporta sus conocimientos técnicos y
metodológicos, que ayudan a poner en marcha acciones eficaces.

7) El desarrollo de la IAP debe contar con la participación de los miembros de la


comunidad

El proceso puede ser iniciado por la propia comunidad si sus miembros tienen
suficiente grado de conciencia social de la situación y herramientas para
transformarla; En caso de que esto no sea así, lo harán con la ayuda del profesional
(Quintana, 1986). Su objetivo fundamental al inicio del proceso es el de
concienciar y dotar habilidades a los miembros de la comunidad, ya que el cambio
que se pretende será más viable si tienen la mejor comprensión posible su situación
y potencialidades. Es lo que se denomina transferencia tecnológica.
Con los conocimientos técnicos adecuados los colectivos interesados podrán
formular y analizar los problemas que ellos mismos consideren de importancia, e
incrementarán su motivación para implicarse de forma progresiva en su resolución.
El experto debe desempeñar el menor tiempo posible este rol, para que sea la
propia comunidad quién asuma el protagonismo de la acción.
En todo caso, no es del todo imprescindible, que la participación de la comunidad
sea directa en todas las fases de la IAP. Habrá momentos o actuaciones que puedan
ser llevados a cabo por ciertos especialistas, y no directamente por los miembros de
la comunidad. Lo importante es que la comunidad mantenga el control sobre el
desarrollo del proceso, para lo cual la participación ha de ser directa, al menos, en
dos momentos:
- Cuando se deciden sobre qué temas se va a investigar e intervenir.
- Cuando, a partir de la información de la que se dispone, se decide qué actuaciones
se van a poner en marcha.

8) La IAP supone para el investigador un compromiso ideológico:


el investigador orgánico

No se puede concienciar sobre la responsabilidad que tienen las estructuras


sociales en los problemas que acucian a la comunidad sin adoptar, de una forma
más o menos consciente, una postura ideológica y una opción política que se
plasma al investigar, coordinar y asesorar procesos sociales. La pregunta clave es la
autoformulada por Freire (1986) en su exilio africano: “A quién sirvo con mi
ciencia?”. Si la respuesta es el poder establecido y el control social que ejerce, se
está tomando una postura ideológica bien distinta así la respuesta es que se sirve a
las clases populares, a su emancipación y fortalecimiento para aumentar el control
de sus destinos. El investigador que es consciente de este hecho se convierte en lo
que Gramsci (1976) denominó como intelectual orgánico. Este no debe confundirse
con el intelectual popular orgánico que:

“debe emerger de las clases populares y además debe quedarse a producir y


trabajar con ellas” (Gabarrón y Hernández, 1994, pág. 41).
“Si hay un grupo de intelectuales que pueden apropiarse del título de intelectual
orgánico es este. Son los representantes más claras de la intelectual orgánico o del
intelectual asimilado por el pueblo” (Witt y Gianotten, 1983, pág. 253).

Aunque para algunos autores la no-neutralidad llega a tener un carácter político (Rodríguez
Brandao y Fals-Borda, 1987) nosotros no pensamos que pueda asociarse la IAP a una
opción u otra, sino que el compromiso del investigador es con las personas con las que
trabaja, incorporándose a un mismo proceso de conocimiento y transformación,
compartiendo responsabilidades en los medios de conseguir el cambio social deseado.
“ este involucramiento no se deriva básicamente de razones políticas, ideológicas,
filosóficas, religiosas o ética (todas ellas pueden ser válidas o a título personal) sino por
razones metodológicas dada la índole de la misma IAP” lo que supone una imposible
neutralidad pues “un equipo de investigación imbuido del espíritu de la IAP nunca es
neutro frente a la realidad que estudia y, menos aún, frente a las personas concretas que
sufren los problemas que son objeto de estudio” (Ander-Egg, 1990, pág. 36).
6.3. Proceso Metodológico
6.3.1 Fase preliminar
La Investigación-Acción Participativa es, básicamente, una propuesta metodológica de
intervención social con características propias. Para llevar a cabo se requieren unas
condiciones mínimas por parte de la organización que desea ponerla en marcha, y a sea
pública o privada. Por este motivo es recomendable que el proceso metodológico de la IAP
incluye una fase preliminar dirigida conocer la organización promotora (Palazón, 1993) con
objeto de determinar si es plausible y coherente iniciar el proceso que conlleva la IAP. Es
importante conocer sus fines-declarados y encubiertos-, su estructura formal, su
sociograma, contextualizarla en el conjunto de la comunidad y en relación con el problema
que se quiere resolver, etc. Si la organización se rige por ciertos criterios tecnológicos que
garanticen la máxima eficacia en el corto plazo, difícilmente puede plantearse la realización
de una IAP, que conlleva un proceso de modificación de actitudes y comportamientos, a
veces demasiado lento para gestores tecnocráticos o para políticos impelidos a dar
resultados cuantitativos en lo que este de legislatura.
Las organizaciones se rigen con criterios excesivamente paternalista (reclamación continua
de subvenciones) que, con sus buenas intenciones, lo que consiguen es desincentivar todo
proceso emancipatorio de los colectivos como los que trabajan, tampoco son, inicialmente,
ámbitos idóneos para la IAP. Decimos inicialmente porque lo que resulta imprescindible es
el nivel estratégico de la organización haya decidido poner en marcha (no sólo como
declaración de intenciones, sino con los hechos) un proceso en cambio social a través del
cual el protagonismo de las actuaciones lo tenga la propia población que se dirigen.
Como equipo investigador nuestra obligación es poner en conocimiento de los
responsables de la organización que ha encargado la IAP el compromiso que supone por su
parte el aceptar que se realice desde una perspectiva participativa. Comenzar un proceso de
concienciación e implicación participativa cuando no se comulga con los principios de la
democracia participativa es, cuando menos, una irresponsabilidad.
El método elegido debe estar en consonancia con los principios rectores y la cultura
organizacional de la institución, con su filosofía y, en definitiva, con la ideología del equipo
de gobierno que haya en ese momento. La ética profesional y el sentido común nos dirán
cuándo será recomendable sugerir a la organización que no lleve a cabo una IAP.
Supuesta esta congruencia mínima entre los principios de la organización y los de la IAP,
el siguiente paso es poner en marcha todo el proceso metodológico. Exceptuando el caso
del intelectual popular orgánico, que emerge de las propias clases populares y decidí
trabajar con ellas para su emancipación, lo más habitual es que el encargo venga bien desde
una dependencia de la Administración, bien desde una organización social (asociaciones de
vecinos, otras relacionadas con algún colectivo, etc.). Si proviene de la Administración, una
consecuencia lógica de la IAP puede ser el surgimiento de organizaciones sociales que se
responsabilicen, en lo sucesivo, del proceso circular de la IAP (investigación-planificación-
acción-evaluación-investigación, etc.).
Si el encargo proviene de una organización social es porque todavía no está lo
suficientemente fortalecida para llevar a cabo el proceso por sí misma. El proceso
metodológico que vamos a presentar a continuación no distingue según características
de la organización que realiza el encargo. Es una propuesta general que sintetiza y
amplía otras anteriores (Le Boterf, 1981;Kemmis y McTaggart, 1988; Ander-Egg,
1990; Palazo, 1993; Arango, 1995) y que no debe ser considerada como receta a
aplicar de forma mecánica; la IAP es un proceso metodológico vivo y dinámico y, por
tanto, maleable ante las peculiaridades de cada contexto.

6.3.2. Fases de desarrollo de la IAP

Las fases de que se componen nuestra propuesta de desarrollo de la IAP son las
siguientes:

Fase 1. General cohesión grupal y fijar objetivos

La IAP se comienza a trabajar de forma grupal con un número de miembros de un


colectivo o comunidad. Este grupo inicial será el encargado de hacer extensivas sus
reflexiones e implicar en el desarrollo de las actuaciones que se programen a un sector
más amplio de la comunidad. Pueden ser líderes de movimientos sociales, miembros de
asociaciones o simplemente personas representativas del colectivo o comunidad en
cuestión. Lo importante es que tengan voluntad de iniciar un proceso participativo para
mejorar las condiciones sociales que les afectan y que dispongan de un tiempo para
hacerlo.
El grupo no debe ser muy numeroso para permitir el desarrollo de los trabajos que
tengan que llevarse a cabo, pero si lo suficientemente amplio para que refleje puntos de
vista distintos sobre una misma realidad social que se analice y para garantizar la
multiplicación de la acción y una mayor movilización de la población (López de
Ceballos, 1989). No hay un número ideal, depende del tema a trabajar y del perfil de
los componentes; puede ir desde seis u ocho personas como mínimo hasta quince o
veinte como máximo.
En esta primera fase es fundamental dedicar el tiempo necesario para generar cohesión
grupal, ganar seguridad y confianza interpersonal entre los participantes, para lo cual se
puede utilizar técnicas grupales destinadas a este fin (ver Capítulo 9). Llegados al
momento en que ya se puede hablar de grupo más de que suma de individualidades, se
dará pasó a trabajar otros aspectos. Conviene establecer las normas que regirán la
convivencia grupal: horarios, cumplimiento de los compromisos, respeto a las
opiniones de los demás, etc. Es necesario despejar falsas expectativas sobre qué es y
qué no es el proceso iniciado. Hay que explicar el marco teórico y metodológico de la
IAP y lo que supone de compromiso de los participantes.
En esta primera fase el grupo debe decidir sobre qué aspecto de la realidad social se va
a centrar en el proceso de Investigación-Acción. Para ello puede utilizar la perspectiva
de hacer emerger los denominados centros de interés.
“estrategia consistente en pasar gradualmente de un problema o cuestión concreta
una actividad solucionadora e integradora mediante un proceso generador” (Sánchez
Alonso, 1991, pág. 92).
Se parte de hechos concretos que preocupan al grupo en su entorno social más
próximo, por ejemplo: la suciedad del barrio, los suspensos de los hijos, el destrozo de
mobiliario urbano por parte de grupos violentos, etc. El grupo elegirá el tema que más
le preocupe entre todos los que han surgido, pasando a ser el núcleo en torno al cual se
desarrolle todo el proceso de IAP.
Esta primera fase debe incluir el inicio del proceso de concienciación, centrándose en
la responsabilidad compartida que tiene la comunidad en el origen, mantenimiento y
eventual solución del problema seleccionado como de interés.

Fase 2. Diagnóstico participativo y análisis crítico de los factores que inciden


sobre el problema

Una vez que el grupo ha elegido el tema sobre el que va a investigar e intervenir, en la
segunda fase hay que conocerlo con la mayor profundidad posible: qué impacto tiene,
cómo se distribuye a la comunidad, su evolución histórica y tendencia observable,
factores que condicionan, etc. Un método que puede seguirse es el propuesto por Freire
(1973) con los círculos de cultura. El proceso se compone de tres momentos (Le
Boterf, 1981), a los que nosotros hemos añadido la fase recogida de más información.

A) Expresión abierta de la representación social del problema


El investigador debe facilitar que los componentes del grupo expresen su versión
subjetiva sobre el problema, como lo vive, por qué creen que existe y que
soluciones iniciales proponen.

B) Cuestionamiento de la representación inicial del problema


Mediante el análisis grupal se analiza críticamente el conocimiento cotidiano, las
distorsiones de la realidad que pueden producirse, las lagunas y contradicciones
que tiene, sus limitaciones. El grupo debe llegar a darse cuenta que necesita más
información, más datos que le permitan analizar en profundidad el alcance del
problema antes de proponer actuaciones.
C) Recogida de más información
El grupo debe llegar a decidir qué necesita conocer en relación al problema y, en
segundo lugar, debe saber cómo hacerse con la información que necesita. Es en esta
fase en la que se produce la mayor parte de transferencia tecnológica del investigador
al grupo .De hecho, el investigador actúa como un formador de técnicas de
investigación social, adaptándose a las características de las personas con las que
trabaja.
Se explicará que determinada información puede encontrarse disponible y lo que hay
que hacer con ella y que en otras ocasiones, por el contrario, no existe y el propio
grupo debe generar. Para el primer paso hay que informarse de las fuentes de datos
secundarios existentes y accesibles a los miembros del grupo: estadísticas, indicadores
sociales, estudios realizados por diversas instituciones, etc. Con la preparación previa
necesaria, serán los propios miembros del grupo los que busquen esta información.
Para la información que haya que generar se requiere una formación previa básica de
las técnicas que se van a aplicar: entrevistas, diseño, aplicación e interpretación de
cuestionarios sencillos, reunión de grupos y foros comunitarios, análisis de recursos,
etc.

No se pretende, de forma evidente, que los miembros del grupo se conviertan en


técnicos especializados en investigación social, pero sí que, en la medida de sus
posibilidades, se doten de las herramientas-técnicas-y habilidades para conseguir
información que necesitan para llevar a cabo un diagnóstico participativo de su
realidad social. El proceso es lento, como todas las fases de la IAP; cada grupo tiene su
propio ritmo, que habrá que respetar, reforzando los avances que se vayan
consiguiendo, por pequeños que sean. En función del número de componentes y
preferencias de los mismos se pueden distribuir los medios de búsqueda y generación
de información, poniéndola en común con el resto del grupo, donde se procederá a
sistematizar y elaborar de forma conjunta el diagnostico.
Independientemente del método elegido, lo importante es llegar a plantear desde una
perspectiva histórica cuáles fueron los factores de la realidad social que generaron el
problema, cuáles son los que lo están manteniendo y cuáles son los que nos ayudarían a
que desapareciese o disminuye su impacto. Estos factores pueden encontrarse en el
entorno inmediato y próximo o, en el polo opuesto, en las estructuras sociales más
alejadas de los miembros de una comunidad particular. El investigador ofrece un marco
teórico explicativo para detectar dichos factores. En esta línea, y en términos del
modelo ecológico (Bronfenbrenner, 1987), habría que analizar los factores de riesgo y
protección-en relación con el problema-en cada uno de los subsistemas que inciden en
los individuos:

- Microsistema. Compuesto por las relaciones del individuo con otras personas que
influyen en sus entornos más inmediatos.
- Mesosistema. Formado por los microsistemas comunitarios y la conexión entre
situaciones que contienen a personas y grupos y la forma en que se relaciona.
- Exosistema. Uno o más entornos en los que los individuos no participan directamente,
pero en los que se toman decisiones importantes que les afectan (legislación laboral,
programación de medios de comunicación, organización del sistema educativo, etc.)
- Macrosistema. Pautas generales qué define y regulan la vida social (ideología y
valores culturales, orden social imperante, claves del contrato social existente, etc.).

Basándose en este modelo, un método de análisis que se puede seguir en esta fase es
trabajar con el grupo la cumplimentación de la ficha representada en la figura 6.1,
partiendo de los datos recogidos en la fase anterior y en las reflexiones críticas de está.
En él se recogen tanto los factores de riesgo que elicitan y mantienen el problema,
como los factores que pueden prevenir su origen y favorecen su desaparición o la
disminución de su impacto.

D) Replanteamiento del problema


En esta fase al grupo contratara, de forma crítica, la opinión inicial que tenía sobre
el problema social elegido como centro de interés con la información que han
recabado, ¿Es tan grave como planteaban? ¿Incide por igual en toda la población o
sólo en una parte? Desde una perspectiva histórica y análisis de tendencias ¿el
problema se ha incrementado, disminuido o mantenido? Contestar a estas y otras
preguntas similares pueden hacer que los componentes del grupo modifiquen sus
percepciones iniciales sobre el problema. En muchas ocasiones puede suceder que
el centro de interés del elegido haya sido generado bajo la influencia de alarma
sociales y suficientemente justificadas .De todo ello debe hacer un análisis crítico y
grupo.

SUBSISTEMAS QUE AFECTAN AL PROBLEMA


Microsistema Mesosistema Exosistema Macrosistema
Factores de
riesgo
Factores de
protección
Figura 6.1. Cuadro de análisis de los factores condicionantes de un problema social, basado
en el modelo ecológico.

Se cuestiona la visión subjetiva de la fase inicial, basándose en los datos objeticos


rescatados por el grupo. Se sigue un proceso de objetivación donde el problema tiene que
ser descrito, interpretado y conceptualizado, elaborando una hipótesis sobre sus causas y
posibles estrategias de solución. En esta fase hay que contrastar interpretaciones diferentes,
profundizando en el análisis de las divergencias grupales, sin eludir las contradicciones que
se encuentran. La clave del éxito del proceso está, precisamente, en la resolución
participativa de las contradicciones lógicas que emergen. Convenientemente elaborados los
conflictos grupales implícitos, el grupo sale fortalecido de todo el proceso estando en
condiciones de ser un motor de la transformación social de su comunidad.
Fase 3. Programación y ejecución de un plan de acción
Una vez que se consigue una interpretación común del problema, el paso siguiente es
determinar las acciones que se han de llevar a cabo para su resolución. Las propuestas de
intervención deben ir en un doble sentido, comentado en la fase anterior:
-Bloquear o reducir los factores de riesgo que originan y mantienen el problema.
-Generar y potenciar los factores de protección que previene y reducen el impacto del
problema.
A su vez, estas medidas pueden aplicarse en los distintos entornos que afectan a los
individuos. Para resumir y tener una visión sintética de las medidas propuestas puede
utilizarse la ficha representada en la Figura 6.2.
Esta representación gráfica propuesta facilita la planificación de medidas para el corto
plazo-microsistema-, lo que permite ir consiguiendo objetivos concretos sin perder de vista
que deben llegar a alcanzar un fin último más global.
El desarrollo de las actuaciones puede seguir los derroteros expuestos en el capítulo
dedicado a la participación ciudadana: pueden dar lugar a medidas autogestionadas por los
componentes del grupo, pueden iniciar un movimiento social que sensibilice e implique a
sectores cada vez más amplios de la comunidad o pueden, en estadios más avanzados, crear
organizaciones sociales formales que aborden en forma sistemática y continua la
prevención y solución del problema. En esta fase la transferencia de tecnología ira dirigida
a capacitar al grupo que se va a poner en marcha por ellos mismos las medidas que
aprueben.

SUBSISTEMAS QUE AFECTAN AL PROBLEMA


Microsistema Mesosistema Exosistema Macrosistema
Medidas que
bloquean o reducen
factores de riesgo
Medidas que generan
y potencian factores
de protección
Figura 6.2. Medidas de actuación en relación con los factores condicionantes de un problema social, basado
en el modelo ecológico.

Fase 4. Evaluación del proceso global y reprogramación


Las distintas fases del proceso metodológico de la IAP deben ser evaluadas a lo largo de
su desarrollo. Desde las primeras sesiones en las que se trabaja la cohesión grupal hasta la
ejecución de las actuaciones aprobadas. Hay que ir contrastando la validez de las hipótesis
de trabajo formuladas en cada momento, reformulándolas con los resultados que se
obtengan y, por tanto, reprogramando, sien necesario, el proceso previsto.
De forma coherente con los principios de la IAP, entre los que destaca la participación
como eje de control, esta evaluación, además de continua, debe ser participativa, siendo los
miembros de la comunidad que participan en el proceso de los que deben evaluar las
distintas fases y sus actuaciones. Como en otros aspectos, al principio el investigador tendrá
un papel más activo que irá disminuyendo a medida que se vaya produciendo la
transferencia de tecnología relacionada con la evaluación.
Es muy importante concienciar al grupo desde el principio sobre la importancia de evaluar
conjuntamente a los largo de todo el proceso. De hecho, es la base de la IAP y su avance en
espiral: investigación –programación –actuación -evaluación y vuelta a empezar, todo ello
con la participación de los miembros de la comunidad afectados por el proceso.

6.4. Reflexiones críticas


La IAP es una metodología entre otras a disposición de los profesionales que intervienen
en lo social. Su uso y abuso, más allá de sus limitaciones, ha llevado a algunos autores a
realizar una serie de planteamientos críticos acerca de las aplicaciones que se han realizado
de la IAP.
En primer lugar, Ander-Egg (1990) critica aquellas corrientes que han tratado de
fundamentar, a toda costa, la validez de la IAP como Ciencia. Este empeño es erróneo por
dos motivos: primero, porque quien los sostiene hace patente su confusión respecto a la
diferencia que existe entre Ciencia y tecnología o metodología con fundamento científico:
y, segundo, porque vuelve a caer en el mito de considerar que algo es realmente valido si se
demuestra que es científico, que es precisamente lo que proclamaba el paradigma de
investigación contra el que se alzó la IAP. Olvida que hay metodologías cuya validez viene
dada por la utilidad práctica de su aplicación. Por tanto, no es necesario que la IAP sea
“elevada” al rango de Ciencia (ni podría serlo, en el sentido en que lo entiende la
comunidad científica) para que sea recomendable su utilización en la resolución de
diferentes problemas sociales.
Frente a estas críticas se defienden los que consideran que la IAP sí que tiene validez
científica. Según De Miguel (1993), para acceder al conocimiento no siempre es viable ni
recomendable utilizar el modelo hipotético –deductivo ni existe la posibilidad de
verificación y/o replicación tal y como exige el modelo científico tradicional. Afirma que la
IAP:
“utiliza criterios de validación, lo que sucede es que no coinciden con los que
habitualmente emplean quienes parten de concepciones positivas” (pág. 103).
Es desde la interrelación entre la teoría y la práctica, entre la acción y la reflexión, donde se
recoge la evidencia empírica suficiente para garantizar la validez científica a los
conocimientos que provienen del método IAP. Continuando con la propuesta de De Miguel
(1993) existe una verificación intersubjetiva entre los componentes del grupo, donde cada
uno corrige su interpretación inicial en función de la opinión mayoritaria.
“Una de las condiciones básicas de esta modalidad de investigación es que todo el
proceso debe ser realizado por todos los miembros del colectivo o grupo afectado
por el problema lo cual significa que tanto los análisis como las decisiones y demás
actividades implícitas en una investigación son producto o resultado del consenso
entre todos los grupos implicados” (pág. 104).
Sin entrar en más argumentos enfrentados sobre si la IAP es Ciencia o no, en la defensa que
hace De Miguel encontramos algunos puntos débiles. El primero de ellos es la necesidad de
que todo el proceso de la IAP deba ser consensuado por todas las personas del colectivo o
grupo afectado por el problema. Cuando estamos hablando de problemas sociales
complejos los afectados superan, con mucho, las posibilidades de incluirlos activamente
desde el inicio de la IAP, salvo que hablemos de alguna pequeña aldea en el mundo rural o
una comunidad de vecinos no muy numerosos en el ámbito urbano, pero no suelen ser los
casos más habituales.
Habida cuenta de que no pueden participar todos los afectados por el problema en el grupo
generado por la IAP, cabra hacerse algunas preguntas: ¿Los participantes representan toda
la posible variedad de percepciones e interpretaciones del problema? ¿Qué características
individuales les lleva a participar? ¿Cómo influyen estás en la valoración del problema? Por
otro lado hay que recordar que las técnicas de que busca el consenso no están exentas del
fenómeno que se produce en los grupos, como la precisión social, la búsqueda de
deseabilidad social, etc. El objetivo de llegar a un consenso puede llegar a ocultar o
ensombrecer valiosas aportaciones de personas que no tienen habilidad e interés en hacer
valer sus puntos vista.
Otra crítica que fórmula Ander-Egg (1990) es el error de que se ha cometido al querer
equiparar el materialismo dialéctico con el método propio de la IAP, olvidando que, aunque
se puede dialectizar el método, la dialéctica no puede reducirse a un conjunto de
procedimientos operativos. Cuestiona, así mismo, el uso demagógico incluso partidista que
ha llegado hacerse de la IAP, al considerarla como herramienta al servicio de “revoluciones
proletarias”. Nadie niega que la multiplicidad de actuaciones realizadas en un contexto
micro puede repercutir, tras un proceso lento, muy lento los niveles macro (exosistema,
macrosistema), pues sería negar la posibilidad del cambio social. Pero de ahí a transmitir
que la IAP puede conseguir trasformaciones radicales de la sociedad en su conjunto hay un
abismo. Esta postura ignora qué se trata de una metodología que sólo se muestra eficaz en
contextos de escala microsocial.
Otros han querido ver en la IAP el modo de sustituir o superar los fallos de la democracia
representativa. Desde el punto de vista de Ander-Egg, que nosotros compartimos, su
aplicación facilita procesos de democracia de base que, como hemos dicho en otro capítulo,
debe complementar -no sustituir- a la democracia representativa. También puede ayudar a
conseguir una mayor participación y autorresponsabilización de los miembros de una
comunidad en la congestión de la vida cotidiana y en la resolución de los problemas que
más les preocupan; lo cual es un logro importante, teniendo en cuenta niveles de
participación que generalmente existen.
Por último, Ander-Egg recomienda la conveniencia de huir de tendencias absolutistas que
consideran a la IAP como “la metodología” única desde la que se puede trabajar para los
intereses de las clases más desfavorecidas. Esto, además de ser falso, es una injusticia para
con otras formas de abordar la realidad social y su transformación igualmente eficaces y
comprometidos con la comunidad en la que se aplican. Para evitar este riesgo se
recomienda conocer con la suficiente profundidad todas las metodologías existentes para
estudiar e intervenir en la realidad social (cosa poco frecuente entre los que adoptan
posturas demagógicas), de modo que podemos valorarla IAP en sus justos términos, con
sus potencialidades y sus limitaciones.
Por otro lado, el análisis que realiza la Gabarrón y Hernández (1994) destacamos dos
problemas que representa la IAP en su aplicación. El primero se refiere a la dificultad de
sintetizar el conocimiento científico y el popular. Las diferencias entre los investigadores y
la comunidad se refieren tanto a la lectura que hacen de la realidad como al modo de
codificarla y decodificarla. Los primeros tienen su referente en un sistema racional-
académico de ideas, mientras que los segundos asientan su saber en el sentido común y en
su herencia cultural como grupo. Al tratar de sintetizar ambos puntos de vista es donde
surge la tensión, que es necesario resolver, no mediante el acuerdo cortés, sino a través de
un fuerte cuestionamiento crítico de ambos enfoques que permitan integrarlos en el saber
orgánico científico-popular. Este confrontamiento crítico no resulta fácil, pudiendo
desembocar en la ruptura del proceso de diálogo.
El segundo problema se refiere al modo de conjugar la participación popular a lo largo del
proceso con los intereses políticos de las instituciones con competencias en el territorio.
Son varios los casos en los que, tras poner en marcha experiencias IAP en las que la
participación de la comunidad es real y los resultados son de gran eficacia y relevancia
social, dichas experiencias son asumidas por instancias políticas, que las extrapolan a otros
entornos sin la menor consideración por las características propias de estos. Y, como es de
esperar, tras esta cooptación institucional los programas no sólo no producen los resultados
esperados, sino que se sufren retrocesos en los mismos e, incluso, rupturas del proceso.

6.5 Conclusiones
La IAP, como proceso que pretende dotar de competencias a los colectivos para que
transforme su realidad, ha estado, históricamente, al servicio de las clases más populares y
socioculturales más desfavorecidas. Sin embargo, ello no supone que, como metodología de
análisis e intervención, no sea útil, igualmente, en otros contextos culturales. Para ello
bastaría con adaptar su proceso metodológico a las características sociales e históricas de la
comunidad donde se aplique. No se puede aplicar de la misma forma, aunque sí con los
mismos planteamientos, en América Latina en los años setenta u ochenta, bajo dictaduras
políticas, que en la Europa de final de siglo.
¿Es posible la IAP en democracias consolidadas, donde rigen en mayor medida los
derechos sociales propios de una sociedad de bienestar? Creemos que sí, ya que la IAP es
una metodología que favorece la participación social, tan escasa como necesaria en estas
sociedades para evitar el deterioro de la democracia representativa y alejar el riesgo de
surgimiento de todo tipo de autoritarismos. Sin embargo, cuando se trata de aplicar las
zonas más desarrolladas, las experiencias son escasas. En España, las aplicaciones de la
IAP se ha centrado en el ámbito de la Educación de Adultos. En Servicios Sociales la
experiencias poca debido, en gran medida, a la acaparación estatal de servicios y programas
que se produjo en el desarrollo del Sistema, y que dificultó la asunción de
responsabilidades por parte del movimiento social (remitimos a los temas tratados en el
Capítulo 5).
El principal escollo con el que tropieza la IAP en estos contextos es la dificultad de
concienciar a las clases medias de la necesidad de cuestionar un status quo que, aunque
aparentemente les favorece, en realidad está generando una serie de problemas que les
afecta directamente (desempleo, delincuencia, precarización de las condiciones laborales,
violencia urbana, drogadicción, SIDA, etc.). Son mucho los problemas sociales que son
transversales, en mayor o menor medida, a las distintas clases sociales y que deberían ser
abordados desde una perspectiva interclasista,;la IAP es una de las metodologías de las que
podemos disponer para buscar solución a los mismos.
Nota el capítulo 6
Este modelo de análisis grupal representado en la Figura 6.1 ha sido aplicado con éxito en
un foro comunitario sobre la integración social de los adolescentes en funcionamiento en
los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Fuenlabrada (1996), en el que se realizó un
diagnóstico participativo y unas propuestas de actuación conjuntas para abordar el
problema de la exclusión social de adolescentes y jóvenes y sus diferentes manifestaciones
(violencia, fracaso escolar, inadaptaciones en los entornos sociales, etc.).

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