Edelvives (Selección)

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2do encuentro

PROMOCIÓN ACOMPAÑADA-
PRÁCTICAS DEL LENGUAJE 3ER AÑO

Temas:
Ficción Histórica:
- “No dejes que una bomba dañe el clavel de la
bandeja” (Esteban Valentino)
- “Operación masacre” (Rodolfo Walsh)
- “Muero contento” de Martín Kohan
Humor:
- “Un duelo” (Antón Chéjov)
- Cuentos de Leo Masliah
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MUERO CONTENTO
MARTÍN KOHAN

Cabral da dos, tres, cuatro vueltas sobre sí mismo. Se


siente mareado y aturdido: se siente como cuando ha
tomado demasiado, lo que no quiere decir que haya
tomado demasiado esta vez. Está, en verdad, tan confun-
dido, que cuando trata de pensar si ha tomado o no ha
tomado demasiado la noche previa, no logra siquiera
acordarse de qué cosas hizo en las horas anteriores. Hay
mucho ruido y mucho humo en todas partes y Cabral se
encuentra verdaderamente desorientado. Siendo él una
persona de aceptable poder de ubicación, podían pre-
guntarle en medio de las sombras en qué dirección que-
daba el Paraná o en qué dirección quedaba el convento,
y él hubiese contestado sin vacilar y sin equivocarse.
Pero ahora no consigue ni tan sólo establecer el lugar
exacto del sol en el cielo. Gira atontadamente, con lenti-
tud, con un raro vértigo aletargado, procurando determi-
nar un lugar de referencia en medio de tanto alboroto.
Una palabra da vueltas en su cabeza, como da vueltas
él, Cabral, en medio de la madrugada y del griterío gene-
ralizado. Él mira y mira y mira y en la cabeza tiene rondan-
do la palabra donde. Primero le suena como un nombre,
como si se estuviese acordando de alguien, como si estu-
viese extrañando a una mujer. Después se da cuenta de
que no, de que ese donde que le suena y le resuena en la
cabeza no es un nombre, sino una pregunta, y entonces
Cabral, no sin confusión, reconoce que lo que merodea
sus pensamientos no es la expresión donde, sino la expre-
sión ¿dónde?, lo cual representa dos o tres variaciones de

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sentido o de matices que Cabral está en condiciones de voz. Pero pronto retorna todo el humo y todo el ruido y
presentir, pero no de definir con nitidez. Cabral ahora no sólo se pregunta ¿dónde? sino ¿quién?
Sólo entonces, y no con total claridad, Cabral advier- Al parecer ahora está quieto. Es una suposición, nada
te que esa especie de voz interior que le grita y a la vez seguro: al parecer, está quieto. Pero también es posible
murmura: ¿dónde? ¿dónde? ¿dónde?, es en cierta manera que siga dando vueltas como estuvo dándolas durante
el efecto o la consecuencia de otra voz, exterior en este quién sabe cuánto tiempo, y que ahora todo su entorno,
caso, que es puro grito y ni remotamente murmullo, y la batalla entera, haya comenzado a girar en el mismo
que le dice: ¡acá! ¡acá! ¡acá! Es como una especie de sentido que él, y a la misma velocidad, y al mismo tiem-
diálogo, por así decir, aunque para ser un diálogo en el po, y que el resultado de todo eso sea que Cabral crea
sentido estricto del término la voz interior de Cabral que por fin se quedó quieto, cuando en verdad sigue
debería convertirse en exterior. De la manera en que dando vueltas como al principio.
están las cosas, el diálogo es diálogo solamente para A Cabral le parece decisivo resolver esta cuestión, sólo
Cabral; para el otro, para el que lo llama a gritos, es otra él sabe por qué. Pero antes de que consiga hacerlo -aún
cosa que Cabral, inmerso en el caos de caballos y de más: antes de que consiga comenzar a hacerlo- una cara
sables, no termina de precisar. cruza por su mente y lo distrae del asunto de si giraba o si
–Acá, acá, acá –grita el otro. Acá, sí, ¿pero dónde? – estaba quieto. Cabral imagina la cara, o la recuerda, pero
piensa Cabral. Yo también estoy acá. Todos estamos acá. con tanta certeza que cree que la ve. ¿Dónde? ¿dónde?
Lo que Cabral tiene que resolver, y con premura, es cuál ¿dónde? -vuelve a pensar, casi obnubilado, y después de
es el allá de ese acá que le están gritando. Pero en medio un rato, no es posible saber si largo o corto, comprende
de tanto moribundo ni siquiera él, que habitualmente se que la cara no responde a ¿dónde?, sino a ¿quién?
ubica con facilidad aún en terrenos desconocidos, tiene Cabral consigue asociar la voz y el rostro, cosa que
idea de su situación. puede parecer no tan meritoria para aquel que no se
–¡Acá, acá, la puta madre! –grita el otro. Y grita, esa vez, encuentra en una situación de desconcierto como ésta
en un momento en el que en el lugar donde Cabral da que a él lo embarga. Reconocer la voz le produjo alivio,
vueltas sobre sí mismo, y en sus inmediaciones, no hay, pero reconocer el rostro lo sobresalta: ¡es él! –se dice,
por casualidad, ningún otro grito, ni quejido de moribun- liberado de la pregunta ¿quién? pero infinitamente más
do ni relincho de caballo. Entonces Cabral escucha con un abrumado por la pregunta ¿dónde? Es él, nada menos, y
aceptable grado de nitidez y, para su sorpresa, cree reco- lo está llamando. ¡Acá! ¡Acá! ¡Carajo! –le grita, y Cabral
nocer la voz. En un primer momento lo que experimenta no tiene idea de nada.
es alivio. Es lógico que alguien que se siente tan absoluta- Es tanta la desesperación que siente que le entran ganas
mente perdido y solo en medio de siluetas extrañas de llorar. Más grita el otro y él menos sabe qué hacer.
encuentre alivio en el hecho fortuito de reconocer una ¿Llorar es de mujeres? ¿Llorar es de maricón? Atribulado,

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Cabral se hace visera sobre los ojos, pero es inútil: no es por ejemplo, a sí mismo, por supuesto que cariñosamen-
el sol lo que le molesta, no es un reflejo lo que le impide te, la noche en que tratando de deducir la dirección en
ver, sino el humo de los cañones y los gritos de los que se la que estaba el Paraná se cayó a una zanja. Es que él
desangran. ¿Qué imagen brindaría un sargento llorando siempre trataba de saber adónde se encontraba. Y ahora,
en el campo de batalla? Cabral se avergüenza de sólo pen- precisamente ahora, cuando más lo deseaba en su vida,
sarlo. Pero después recapacita: si él no puede ver a los no podía establecerlo.
otros por culpa del humo, ni siquiera a los que le pasan Pero, ¿ese marmota lo pensó él, para sí mismo, o se lo
cerca, ni siquiera al jefe que le grita y a quien él trata de dijeron desde afuera? Si se lo dijeron desde afuera,
ver, entonces, descubre conmovido, tampoco los otros entonces verdaderamente había de qué preocuparse.
pueden verlo a él. Ahora no le parece tan mal estar un Porque la voz que lo dijo -claro que él podría haberse
poco solo. La vida de campaña tiene eso: que uno siem- hablado, interiormente, con la voz del otro- era la misma
pre está con un montón de gente. Todo el tiempo rodeado que gritaba todo el tiempo ¡acá! ¡acá!; es decir que era
de soldados que cuentan historias alrededor del fogón: la voz del jefe. Y había, todavía, algo peor. Cabral se
llega un punto en que uno quiere quedarse un poco solo. estremece. ¿Él recordaba mal, cosa nada improbable en
Y bueno, piensa Cabral, no con tanta claridad: ahora medio de tanto aturdimiento, o la voz había dicho:
estoy solo. Es un pensamiento precario, y aun así Cabral Cabral, no sea marmota? La voz lo había nombrado. Si se
llega a darse cuenta de que la soledad que siente no es trataba de la voz interior, todo estaba en orden: Cabral
la mejor que pudiera pedirse. Está solo, es verdad, o está siempre se llama a sí mismo Cabral cuando se hablaba
como si estuviera solo, sí, pero con tanto ruido y tanto internamente. Pero si la voz vino de afuera, y Cabral ya
humo y tanta muerte que ni siquiera puede disfrutar del sabe que la voz que viene de afuera es la voz del jefe,
campo y sentarse a reflexionar sobre algún tema que le eso significa que si lo nombró es que lo reconoció. Y
interese. Nada de eso: tiene que ubicar el acá desde que, deduce Cabral, a pesar de tanto espanto, si lo reco-
donde le gritan, y tiene que ubicarlo con urgencia por- noció es porque pudo verlo. Si él puede verme, sigue,
que el que grita es el jefe. ¡Acá! ¡acá! –le grita de nuevo–. tratando de clarificar su panorama, entonces yo tendría
¡Cabral, no sea marmota! que poder verlo a él. Es reconfortante razonar con tanta
Cabral se atribula aún más: ¿eso lo pensó o se lo dije- lógica, pero lo cierto es que no puede verlo. ¿Dónde?
ron? ¿Fue la voz exterior o la voz interior la que dijo esa ¿dónde? ¿dónde? -piensa otra vez. A Cabral, dadas las
frase terrible? No logra estar seguro. Las batallas definiti- circunstancias, no le parecen para nada injustificadas las
vamente lo aturullan. Si fue la voz interior, el asunto no ganas de llorar. ¿Cómo soportar tanta impotencia? Llorar,
es grave: Cabral, como todo el mundo, por otra parte, o, mejor dicho, cierta forma de llorar, ¿no es también
tiene el hábito de hablarse a sí mismo y de dedicarse cosa de hombres? Quien sabe, piensa con desdicha. Al
pequeños insultos. Mirá que sos boludo, Cabral, se dijo, parecer, se encuentra otra vez girando sobre sí mismo,

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aunque no es descabellado suponer que siguió así todo momento determinado, o posiblemente Cabral ha vuelto
el tiempo y que lo que ahora sucede es que la batalla ya a lagrimear sin proponérselo en este caso y tal vez sin
no gira al mismo ritmo que él, y entonces él puede darse darse cuenta siquiera.
cuenta de que da vueltas. Todo esto le da más ganas de El asunto es que vuelve a ver al jefe, y lo ve tan cerca,
llorar. Pero se aguanta. ¿Cómo se vería -y, si la voz era que ya puede prácticamente decirse que están los dos en
exterior, a él lo están viendo- un sargento llorando en el el mismo acá. Pero la escena que ve Cabral es rarísima:
campo de batalla? en lugar de estar, como era digno de esperarse y como
Cabral se aguanta de llorar. Aguantarse significa hacer todos los retratos habrían de evocarlo, el gran jefe sobre
fuerza en el momento mismo en el que la garganta se su caballo, está, ¡quién lo diría!, el caballo sobre el gran
atasca y las lágrimas le vienen raudamente hacia los ojos. jefe. Una extraña pregunta emerge en la mente de
El resultado de esta contradicción es que las lágrimas se Cabral: ¿de qué color es el caballo blanco de San Martín?
quedan en los ojos, en el borde de los ojos. No se que- Cabral no sabe exactamente por qué ha pensado en eso.
dan adentro -¿adentro de dónde? ¿de dónde vienen las Pero la pregunta le parece estúpida: ¡contesta, en su for-
lágrimas? ¿están ya en el ojo? ¿le vienen a uno del mulación, exactamente aquello que está preguntando! El
alma?-, pero tampoco se caen decididamente hacia hecho es que ahí (¡acá!) está el caballo, y el jefe, increí-
fuera, a rodar por las mejillas, a correr entre los mocos. blemente, debajo y no encima de él.
A Cabral las lágrimas se le quedan en el borde de los Cabral se dirige con presteza a poner las cosas en su
ojos y entonces, milagrosamente, le funcionan como lugar. La vida de cuartel lo ha acostumbrado al orden.
pequeñas pero incomparables lentes de aumento. Ahora Pero no es fácil mover ese caballo, salvar ese jefe, con
Cabral ve, aunque sigue el humo y el remolino por todas tanto ruido, con tanto humo. Cabral hace fuerza y fuerza
partes. Con alguna zona difuminada, es cierto, pero ve. Y y fuerza y le parece que no va a poder, hasta que al final
ve el quién (el quién ya lo sabía, porque reconoció la puede. Tira y tira y tira y de pronto el jefe sale. Cabral
voz) y ve también el acá. El acá no era tan allá como resopla, un poco por el esfuerzo, otro poco por el alivio.
pudo haber pensado: está bastante cerca y no será difícil Y es entonces cuando del humo, de en medio del humo,
hacer un mismo acá del acá del jefe y del suyo propio. sale el maturrango y le clava la bayoneta.
Ahora Cabral quiere llorar, se lo propone decidida- Mucho le duele la tetilla a Cabral. ¿La tetilla o más
mente, se esmera en ello. Ya no es un llanto que aver- abajo? No hay manera de saberlo. Duele y arde. Echado
güence: es un llanto destinado a servir a la patria. Pero en el suelo, Cabral vuelve a preguntarse ¿dónde? ¿dónde?
las lágrimas no vuelven ahora, cuando más se las necesi- ¿dónde? Después piensa, bastante sereno: qué carajo
ta. Cabral trata entonces de orientarse hacia la dirección importa dónde, la cosa es que estoy jodido. Jodido y bien
en la que vio al jefe. Camina, cree, en ese sentido, y en jodido. Lo único que sabe Cabral es que le duele acá,
una línea más o menos recta. El humo se entreabre en un pero ni idea de en qué jodida parte del cuerpo queda ese

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acá. Antes se sabía a él, a sí mismo, y no el lugar en el


que estaba. Ahora que se lo llevaron aparte, ahora que el
humo se está disipando y que el único grito que escucha
es el suyo, lo que Cabral no logra poner en claro es
dónde le duele a él.
Se le acercan varios. Lo miran, lo miran. Él los ve
desde abajo, tirado en el suelo. Le dicen que la batalla se
gana. La tetilla, dice Cabral, y nadie le hace caso. Le dan
vueltas alrededor y por un rato no le hablan. Después
vuelven a decirle que la batalla se gana y que el jefe está
entero. Cabral se da cuenta de que se va a morir. No es
que le parece, no es que lo sospecha, no es que tiene esa
impresión. Cabral sabe positivamente que se va a morir y
eso le provoca una inmensísima tristeza. Cabral siente,
allí tirado, en medio del polvo, una enorme congoja, una
terrible pena, una desdicha imposible de medir. Sabe que
se va a morir. Y no es ningún tonto, de modo que está tris-
tísimo. Alguien, quizás el jefe, se le acerca, se pone en
cuclillas junto a él y le pregunta cómo se siente. Cabral
alcanza a pensar, mientras se muere, que nunca jamás en
la historia existió hombre que sintiera más tristeza que él
en ese momento. Pero decirlo le da vergüenza. ¿Qué van
a pensar de él? Van a pensar que es una mujercita, van a
pensar que es un maricón. Es sumamente probable que
Cabral tenga razón, que nunca haya habido un hombre
que estuviese más triste que él. Siente una tristeza incon-
mensurable. Pero, cuando se lo preguntan, no lo dice.
¿Qué van a pensar de él? Sólo le queda aliento para pro-
nunciar cuatro o cinco palabras, que apenas si se oyen:
es su modesta despedida, es su página mejor.

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Ficción histórica
Actividades

Para trabajar con “No dejes que una bomba dañe el clavel de la bandeja”

Escribir un párrafo que argumente por qué es importante la verosimiltud en la ficción histórica:
ejemplificar con el cuento de Esteban Valentino

Para trabajar con Operación Masacre

1-Las dos partes que conforman el texto tienen distinta finalidad; por eso, se utilizan dos tramas
textuales diferenciadas: una descriptiva y otra narrativa
a- ¿Qué finalidad tienen los fragmentos descriptivos sobre Juan Carlos Livraga? Diferenciar
las descripciones directas (apariencia física, temperamento) de las indirectas (actitud frente
a los hechos)
b- En la segunda parte, el narrador va cambiando de tiempo verbal y pasa del pretérito al
presente y viceversa. ¿Por qué creen que narra de esta manera?, ¿qué efecto se busca generar
en el lector?

Para trabajar con "Muero contento"

1) Determinar a qué género pertenece. Justifique.


2) Relacionarlo con el cuento leído de ese estilo.
3) Buscar y releer La Marcha de San Lorenzo. Señalar similitudes y diferencias con el contenido
del relato.
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SANTA BERNARDINA DEL MONTE

Para ahorrar energía eléctrica, las autoridades de Santa Bernardina del Monte
dispusieron que a las cero horas del día veinticinco los relojes se atrasaran una hora,
pasando a marcar las veintitrés horas del día veinticuatro. De este modo la gente que
tuviera que levantarse a la hora siete del día veinticinco no tendría que prender
ninguna luz, ya que en realidad serían las ocho y el sol estaría ya en plena actividad.
Cuando llegó el momento –las cero horas del día veinticinco- la gente de Santa
Bernardina del Monte, obediente como era, atrasó sus relojes una hora. Fueron
entonces –o volvieron a ser- las veintitrés horas del día veinticuatro. Una hora
después, los relojes volvían a marcar las cero horas del día veinticinco. La gente de
Santa Bernardina del Monte, obediente como era, atrasó sus relojes una hora.
Volvieron a ser entonces las veintitrés horas del día veinticuatro. Una hora después, los
relojes volvían a marcar las cero horas del día veinticinco.
- ¿Qué hago, mamá? –preguntó un joven-. ¿atraso el reloj?
- Por supuesto, hijo: debemos ser respetuosos de las disposiciones de la autoridad –
contestó la madre.
Todos los habitantes de Santa Bernardina del Monte obraron en consecuencia con ese
precepto. Pero una hora después los relojes volvían a marcar las cero horas del día
veinticinco. Nuevamente, los pacíficos habitantes de Santa Bernardina del Monte
atrasaron sus relojes una hora. Se pusieron entonces a esperar el transcurso de los
sesenta minutos que faltaban para volver a atrasar los relojes. Pero algunos tenían
sueño y se fueron a dormir, no sin antes dejar turnos establecidos de tal modo que
siempre hubiera alguien despierto a la hora de atrasar el reloj.
A la mañana siguiente seguían siendo las veintitrés horas del día veinticuatro. Una hora
después eran las cero horas del día veinticinco, e inmediatamente después volvían a
ser las veintitrés del día veinticuatro. Faltaban nueve horas para que abrieran las
oficinas y los comercios. Una hora después faltaban ocho, pero en menos tiempo del
que tardaba un gallo en cantar –y efectivamente había muchos gallos haciéndolo-
volvían a faltar nueve.
Los habitantes de Santa Bernardina del Monte, de mantenerse este estado de cosas,
habrían muerto de inanición. Sin embargo muy otra fue la causa de su muerte. Tres
días después del cambio de hora, un funcionario del gobierno central, que pasaba por
el pueblo, interpretó la actitud de los lugareños como huelga general por tiempo
indeterminado, y dio parte de ello a sus superiores. Poco después, diez mil soldados
entraron con helicópteros y tanques a Santa Bernardina, aniquilando a los insurrectos.
Los relojes del pueblo, entonces, quedaron divididos en dos categorías: los que,
averiados por las balas, estaban clavados en una hora entre las veintitrés y las
veinticuatro, y los que seguían marchando libremente, pudiendo llegar hasta más allá
de las cero horas sin que nadie los tomara por las agujas para atrasarlos. De todos
modos, algunas horas después, ellos solitos volvían a marcar las veintitrés, como si
sintieran nostalgia de sus disciplinados dueños, que en paz descansen.
9 DE JULIO

Buenos Aires, Argentina. Día de sol. Avenida 9 de Julio. Semáforo rojo. Se junta gente
que quiere cruzar. Enfrente también. El semáforo demora. Viene más gente por ambos
bandos. Cada destacamento mira firmemente el semáforo opuesto, haciendo acopio de
fuerzas. “Ánimo, muchachos”, dice un individuo a sus compañeros de acera, “ya
llegará el día en que podamos cruzar”. Los demás lo reconocen inmediatamente como
su líder. “Quizás algunos mueran en la empresa”, sigue diciendo él, “pero esos
quedaran para siempre en nuestros corazones”. El semáforo continúa en el rojo. En
frente, el bando contrario designó como líder a una mujer. Su aparatoso tren delantero
la hace especialmente apta para violentos impactos frontales con peatones de sentido
opuesto. “Estamos contigo, Tatiana” le gritan algunos. “Ese no es mi nombre” contesta
ella, pero igualmente lo asume, como Wojtila el de Juan Pablo. Desde enfrente, el otro
líder la mira, y le muestra el dedo medio de su mano derecha. Sus camaradas,
hombres y mujeres, lo imitan. Algunos tienen binoculares y eligen contra quien van a
chocar. Otros despliegan la navaja de su alicate, y la exhiben a modo de proa. De
pronto, semáforo amarillo. Un estudiante, de los de Tatiana, pregunta si puede pintar
de azul el vidrio amarillo del semáforo que está de su lado, para que quede verde y los
del bando contrario, al tratar de cruzar, sean apisonados por los coches. La jefa le pide
paciencia, y le asegura que a su debido tiempo ningún adversario quedará en pie. El
estudiante recita a García Lorca “verde que te quiero verde”. Por fin el semáforo
cambia. “A ellos”, grita el líder de enfrente, “hay que enterrarlos en el asfalto; el sol
esta de nuestra parte y ya lo reblandeció un poco”. Ambas cohortes inician su marcha
hacia la colisión. Tatiana se acomoda el corpiño. El otro líder acomoda a su gente por
orden de altura. “Las mujeres y los niños primeros”, dice. Todos avanzan con paso
resuelto. Los autos, inmóviles, observan el espectáculo, y una cuadrilla de niños
marginales que habitualmente se dedica a limpiar los vidrios de los coches a cambio de
monedas, está ahora levantando suculentas apuestas referidas al desenlace de la
cruzada peatonal. Atención, faltan pocos metros. Ya está, ya está. Dos pasos, un paso.
Y entonces, súbitamente, todos cambian radicalmente su actitud. Empiezan a pedirse
permiso unos a otros y a esquivarse. Se acabó Tatiana. Apenas si se producen algunos
roces totalmente inocuos. Nadie cae, nadie es aplastado. Todos llegan a destino, a las
respectivas aceras de enfrente, y continúan los abúlicos trayectos que habrán de
conducirlos al desempeño de sus estúpidas ocupaciones. Nadie recuerda su intención
preliminar. Todos fingen civismo, que cagones.

NAVAJO

Yo ser indio navajo. Yo vivir lugar tranquilo hasta que hombre blanco venir. Todo
comenzar así: navajo conjugar siempre verbos en infinitivo y así vivir en paz, sin
presente ni futuro, sin Kant. Pero hombre blanco llegar y hablar mismo idioma que
nosotros, castellano, pero hombre blanco empezar a conjugar verbos en modo indicativo
y subjuntivo, y también implantar modo imperativo y ordenar nosotros retirar a
reservaciones. En otros lugares hombre blanco hacer indio trabajar para él. Y pagar con
caries dental. Y indio empezar a necesitar escarbadientes. Y hombre blanco decir que
astilla de árbol no servir por no ser esterilizada. Y nosotros comprar escarbadientes a
hombre blanco. Y pagar con oro y plata. Oro y plata ser nuestra caca, pero hombre
blanco no saber y acuñar monedas con material, y pasar monedas de mano en mano. Y
cuando casarse hombre blanco poner en dedo de novia y en suyo propio sendo anillo
fecal. Esto acontecer en lo que hombre blanco llamar sur. Nosotros no hablar de sur
porque pensar que extremos ser intercambiables, ya que como decir cacique Oreja
Cortada el mundo ser un pañuelo.

Hombre blanco siempre poner cosas de un lado y cosas de otro, y muchas veces
confundirlas. Gran cacique Oreja Cortada siempre decir que Van Gogh equivocarse de
oreja cuando cortársela. Esto ser porque él estar alienado de tanto mirar sus cuadros, ya
que izquierda del cuadro ser derecha de Van Gogh, y viceversa. Por misma razón ser
que biblia de hombre blanco equivocarse al decir que dios crear hombre a su imagen y
semejanza, dios de hombre blanco crearlo a él desde fuera del mundo (ya que haber
creado también mundo), y entonces para poder verlo a su imagen y semejanza haberlo
creado con corazón a la izquierda, pero él tenerlo a la derecha. Además corazón de
hombre blanco latir, pero corazón de dios de hombre blanco estar atrofiado, ya que él no
necesitarlo para vivir. También pulmones de dios estar chiquitos y arrugados, ya que él
no necesitar respirar. Dios de hombre blanco ser flaco y tener apariencia raquítica. Dios
de hombre blanco crear niños de nordeste brasileño a su imagen y semejanza de como él
verse en espejo. Pero yo divagar mucho. Yo empezar hablando de caries dental y
terminar hablando de nordeste brasileño. Además yo acabar de emplear gerundio. Eso
ser porque yo estar aculturado. Recibir mucha influencia de hombre blanco. Mi mujer
querer que yo hacerle una peluca con cabellera arrancada a hombre blanco. Mi mujer
querer parecerse a Juan Sebastián Bach. Y gran cacique Oreja Cortada criticarme
también por llevar en cabeza escamas de pescado en lugar de plumas. Pero esto ser
porque yo tener cruza. Mi padre ser navajo, pero mi madre ser cuchilla de cortar
pescado. Cacique también decir que yo estar aculturado porque querer blanquearme la
piel como Michael Jackson. Pero él no saber que yo hacer eso como táctica de
camuflaje. Yo mimetizarme entre hombres blancos y con medio quilo de caca comprar
apartamento en barrio residencial.
Entonces invitar hombres blancos a tomar licor, y cuando tenerlos alcoholizados traer
cuchilla y arrancarles cuero cabelludo. Luego yo sacar pelos al cuero y hacer artesanías
con el. Vender trabajos en ferias artesanales donde hombre blanco comprar para adornar
casa. Hombre blanco siempre necesitar aditivos para todo: necesitar collar para cuello,
necesitar anillo para dedo, necesitar cuadros para paredes, necesitar colchón para cama,
necesitar sábana para colchón, necesitar condimento para comida, necesitar edulcorante
para café, necesitar impermeabilizante para techo, necesitar timbres postales para cartas,
necesitar queso rallado para pastas, necesitar herradura para caballo, necesitar plumas
para cabeza de indio. Cuando encontrar indio sin cabeza hombre blanco quedar
desorientado porque no saber donde poner plumas.

Hombre blanco a veces criar gallinas, y zorro de hombre blanco comérselas. Indio ser
más astuto: criar zorros y gallinas que venir no poder comérselos. Pero hombre blanco
acabar por aniquilar navajo. Por eso yo ahora parar de hablar. Yo ya no ser nada. Gran
cacique Oreja Cortada ya habérmelo dicho muchas noches al mirar firmamento: pucha,
no ser nada.
La tortuga
Salí a caminar porque me sentía solo y el tedio me abrumaba. Afuera el sol resplandecía.
Las nubes también pero más oscuros. Llegué al parque y me llené los bronquios de aire
pura. Los ojos de los árboles se movían a impulso de una brisa fresca y delicado que hacía
tintinear además los esqueletos de algunos insectos muertas contra fragmentos de
botellas rotos. Me acerqué al lago y vi que una tortuga trataba de avanzar por el barro
pugnando por llegar hasta el agua. No la dejé. Su caparazón era duro y su semblante
inteligente y serena. Me la llevé para casa, a fin de paliar mi soledad. Cuando llegamos la
puse en la bañera y me fui a buscar en la biblioteca un libro de cuentas para leerle. Ella
escuchó atento, interrumpiéndome de vez en cuando para pedirme que repitiera alguna
frase que le hubiese parecido especialmente hermoso. Luego me dio a entender que tenía
hombre y ya me fui nuevamente al lago a buscar alga que le resultara apetecible. Recogí
pasto y una planta de ojos verdes oscuras. También junté algún hormiga, por si acaso. De
nuevo en casa, fui a llevar las cosas al baño, pero el tortuga no estaba allí. Lo busqué por
todas partes, en el ropero, la refrigeradora, entre los sábanos, alfombras, vajillo, estantes,
pero no hubo casa, no lo encontré. Entonces me vinieron deseos de ir al baño y los hice,
pero cuando tirábamos la cadena comprobaste que el inodoro estaba tapada. Se les
ocurrió entonces que the tortuga podía haberse metida allí. ¿Cómo rescatarlos? Salí de
casa y caminé hasta encontrar una alcantarilla. Levantéi la tapa y me metisteis ahí. No
habían luces. Caminéi. Los pies se me mojarán. Una rata morderói. Yo seguéi. "¡Tortuguéi,
tortuguéi!", gritéi. Nodie contestoy. Avancex. Olor del agua no ser como la del lago.
"¡Tortugúy, vini morf papit!", insistiti. Ningún resultoti. Expedición fútil.
Salí del cantarillo y en casa me limpí y me preparó cafés. Lo tomés a sorbo corta, mirondo
televicián. En sópito ¿qué vemos in pantalla? Tortugot. "¿Cómo foi a parar alá?", le
preguntete. Y ella dijome ofri con dichosa contestaçao: "No por Allah: Budapest. Corolarius
mediambienst cardinal e input fosforest". A la que je la contesté "bon, but mut canalis et
adeus, Manuelita".
"¡Nai, nai!", dictio tort, "eu program mostaza interesting".
"Demostric", pidulare.
Tons turtug bailó, candó, concertare, crobacía y magiares, asta que yo poli me zzz.

Literatura con vallas


El ómnibus se detuvo en el kilómetro doscientos once. Marisa bajó y el chofer también,
para entregarle su equipaje. Cuando el ómnibus retomó su marcha Marisa empezó a
caminar. Eran parajes de tierras rojizas. Ignoro por qué tenían este color; en verdad no sé
nada de geología.
Marisa caminó un par de kilómetros y se sentó a descansar sobre su equipaje. Ignoro si
hacía calor o frío porque no sé nada de meteorología (además yo no estaba allí). Marisa
quería levantarse y seguir su camino, pero tenía dolores en la pelvis. Nada puedo decir,
por desgracia, sobre el origen de estos dolores, porque carezco de los más elementales
conocimientos de ginecología.
Mariza hizo acopio de fuerzas y se levantó. Para orientarse mejor sacó de su bolso unos
binoculares (o quizá fuera un catalejo; no sé nada sobre instrumentos ópticos) y echó una
ojeada a los confines de su visibilidad. Avistó una figura humana, mosqueando en el
horizonte. Caminó hacia ella. La figura caminaba a su vez hacia Marisa. Esto es lo que
creo, aunque no me respalda en ello ningún conocimiento de geometría.
Unos minutos después la figura se hizo reconocible para Marisa. Era un hombre. Andaba
casi desnudo y estaba peinado y maquillado con arreglo a las normas vigentes en el grupo
humano, tribu, clan o a lo que fuera que él pertenecía. No quiero dar detalles sobre esto
por miedo a meter la pata, ya que no sé absolutamente nada de antropología.
Cuando lo tuvo cerca, Marisa sacó su cámara fotográfica. Creo que se puso a regular el
fotómetro, y no sé cuántas cosas más. Marisa era una excelente fotógrafa, pero yo no
solamente no lo soy sino que no tengo la más puta idea de cómo se saca una foto. Parece
que aquel hombre tampoco la tenía, porque cuando vio el artefacto se asustó. Se acercó a
Marisa y le arrancó la cámara de las manos. No conforme con esto, le arrancó también la
ropa y —ya con más delicadeza— se sacó él mismo la poca que traía puesta.
Entonces ocurrió algo que que me veo incapacitado de describir, quizá por falta de
experiencia personal en la materia. No sé nada sobre delitos, y creo que por ahí corría el
asunto. (Perdón si en algún momento me expreso de forma confusa o incorrecta; es que
no sé nada de gramática.) En verdad la única disciplina que domino es la literatura.
Sinceramente, creo que sé más que nadie en esta materia. Pero ya no puedo escribir más,
lo siento. Mi falta de formación en otras disciplinas me lo impide, interponiéndose
constantemente entre mi pluma y mis lectores. Esta traba merecería de mi parte, sin duda,
un profundo estudio, pero yo no lo puedo hacer porque no sé nada de epistemología.
Sólo me queda entonces decir adiós, y gracias (no sé si corresponde despedirme así;
perdón, pero es que no sé nada sobre modales).

APAGÓN

La oscuridad no me preocupa. Me preocupa la luz. La oscuridad es solamente ausencia


de luz. Pero la ausencia sí me preocupa. La preocupación no. Me es indiferente. Sin
embargo, la indiferencia me preocupa muchísimo. La considera una actitud
vergonzosa. Aunque la vergüenza no me preocupa. Antes si, me preocupaba. Pero a
mi me da lo mismo el antes y el después; mi vida no es un desarrollo tendiente a
nada. Por eso la nada no me quita el sueño. El sueño, en cambio, es algo que si me
interesa. A veces me quedo toda la noche despierto, pensando en eso. No llego a
ninguna conclusión, pero las conclusiones me exasperan. Prefiero los puntos de
partida. No por las partidas; por los puntos. Siempre trato de acumular puntos. No por
los puntos en sí; es por la acumulación. La acumulación entendida por una cosa sola,
no como un cúmulo de otras. Los cúmulos, yo, si pudiera, los disgregaría. Las cosas
tienen que ir separadas; no juntas. Juntas forman otras cosas, y eso trae
complicaciones. Aunque yo a las complicaciones no les tengo miedo. Lo que me asusta
es lo simple. Lo simple no se sabe de donde sale; ahí es donde está el misterio.
Aunque los misterios, por suerte, no me interesan. Me interesa la suerte. Que
desgracia. Porque la suerte siempre es escasa. Y si dijera que no me preocupa la
escasez, mentiría. Pero mentir no me preocupa. A mi me preocupa la verdad. Cuando
miento no tengo problema; puedo decir cualquier cosa. Aunque sea verdad, no
importa, porque la digo de mentira. Pero cuando hablo con la verdad, tengo que andar
con más cuidado. Por las dudas, en esos casos digo lo menos posible. Y después me
desdigo, así cubro dos posibilidades. Pero no es que me quiera cubrir. Yo hago todo a
la intemperie. Y si no hay luna, mejor. A mi me gusta la oscuridad. La oscuridad no me
preocupa. Me preocupa la luz. La oscuridad es solamente ausencia de luz. Pero la
ausencia sí me preocupa. La preocupación no. Me es indiferente.
Humor
Actividades

Para trabajar con “Un duelo”

1- Describan brevemente el ambiente (espacio, objetos) en el que se produce el encuentro entre


Elena y Smirnov a partir de los indicios que dan los diálogos.
2- ¿Con qué adjetivo calificarían a Elena al comienzo de la escena tercera? Piensen uno y
seleccionen una cita del texto para justificar su elección (ejemplos: trágica, arrepentida, apenada,
altiva)
3- Seleccionen una de las siguientes afirmaciones sobre Smirnov correspondientes al comienzo de
la escena tercera y justifiquen su elección.
a- Smirnov quiere conquistar a Elena
b- Smirnov quiere engañar a Elena
c- Smirnov quiere convencer a Elena
4- ¿Considera Smirnov que la actitud de luto de Elena es honesta?, ¿Por qué?
5- - Escriban un resumen que integre las ideas que expresa Smirnov sobre las mujeres en su
conversación con Elena en la escena tercera.
6- Expliquen cómo responde Elena frente a esas ideas de Smirnov (no solo desde el habla sino
también a partir de sus actitudes).
7- “Un duelo" es una obra que fue escrita y representada a fines del s. XIX.
a- De las ideas que expone Smirnov sobre Elena y las mujeres ¿cuáles consideran que
siguen estando presentes en la sociedad actual?
b- ¿Y de las ideas de Elena sobre Smirnov y los hombres?
c- ¿Por qué creen que sucede eso?

Para trabajar con los cuentos de Masliah

1- Revisen los recursos de humor que están en la teoría sobre el género.


2- Identifiquen y ejemplifiquen con citas qué recursos aparecen en cada cuento.

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