Medicamento Subcutanea
Medicamento Subcutanea
Medicamento Subcutanea
Introducción
La vía subcutánea es una de las cuatro vías parenterales que existen para la inyección
de medicamentos. Clásicamente, esta vía estaba representada por la administración de
insulina, heparina y vacunas. Sin embargo, con la incorporación del cuidado del
enfermo terminal, las utilidades del acceso subcutáneo se han ampliado
considerablemente en la atención primaria (al final de este documento se dedica un
apartado a este asunto).
Antiséptico.
Jeringuilla. Se emplean normalmente las de 1 ml, pues el volumen de sustancia
que hay que inyectar no suele superar esta cantidad.
Agujas. Emplearemos una aguja para cargar la medicación y otra para
inyectarla subcutáneamente (longitud de 16-22 mm, calibre de 24-27G y bisel
medio).
Gasas o algodón.
Guantes (no es necesario que sean estériles).
Antes de realizar cualquier procedimiento hay que lavarse las manos y enfundarse unos
guantes, que en este caso no es preciso que sean estériles. Muchos de los medicamentos
que se administran subcutáneamente ya vienen precargados. Si tuviéramos que cargar
en la jeringuilla el medicamento que vamos a inyectar, las instrucciones a seguir quedan
explicadas en “Administración parenteral de medicamentos: conceptos generales”.
Las zonas donde se pueden administrar subcutáneamente los medicamentos son las
siguientes:
Tercio medio de la cara externa del muslo.
Tercio medio de la cara externa del brazo.
Cara anterior del abdomen.
Zona superior de la espalda (escapular).
Otros lugares que también se contemplan, según la bibliografía consultada, son: el
flanco del abdomen, la cresta iliaca y la zona superior y lateral de la nalga.
Aplicación subcutánea del medicamento
Los pasos a seguir a la hora de ejecutar la inyección subcutánea son los siguientes:
Antes de inyectar el medicamento hay que desinfectar la piel. Para ello se aplica
una torunda impregnada de antiséptico en el centro de la zona elegida.
Posteriormente y con un movimiento que dibuje una espiral hacia fuera, se
abarca un diámetro de unos 5 cm. Con ello “se barren” hacia el exterior los
gérmenes de esa zona de la piel, cosa que no se consigue si el movimiento que le
imprimimos a la torunda es de derecha a izquierda o de arriba abajo.
Con la mano no dominante, pellizcar la piel del paciente, formando un pliegue
de unos 2 cm. Coger la jeringa con el pulgar y el índice de la otra mano.
Colocar la aguja formando un ángulo de 45 grados con la base del pliegue que hemos
formado. El bisel debe de mirar hacia arriba.
Clavar la aguja en la base del pliegue e introducirla unos 3-4 mm. Aspirar, para
ver si hemos conectado con un vaso. En caso afirmativo, debemos extraer la
aguja y pinchar nuevamente en otro lugar.
Soltar el pliegue e introducir lentamente el medicamento. El fundamento de
estas dos acciones es que con ellas se disminuye el dolor que causa el
procedimiento.
Una vez inyectada toda la sustancia, retirar la aguja. No se debe masajear la
zona. Se puede dejar una gasa en el lugar de punción, por si refluye algo de
líquido. Para evitar ese posible reflujo, a la hora de cargar la medicación en la
jeringuilla podemos añadir 0,1 ml de aire y asegurarnos de que éste queda
posterior al líquido a administrar. Así, a la hora de realizar la inyección, el aire
forma una burbuja-tapón que impide que salga el medicamento.
En el caso de los diabéticos, dado que se inyectan insulina al menos una vez al
día, se debe de rotar la zona de punción, para así evitar las lesiones cutáneas.
Por otro lado, con las jeringuillas precargadas no se puede formar un ángulo de
45 grados al clavar la aguja en la piel. El ángulo que se emplea es de 90 grados.
En el caso de las heparinas de bajo peso molecular, la zona de punción es la cintura
abdominal antero y posterolateral, siempre por debajo del ombligo y alternando el
lado con cada pinchazo. El ángulo que se emplea para clavar la aguja también es de 90
grados. Por último, tras introducir la aguja, no se debe de aspirar, ya que se ha visto
que esta maniobra favorece la aparición de los hematomas.
Por infusión subcutánea intermitente. Es la forma más sencilla y asequible para los
equipos de atención primaria. Puede realizarse mediante la punción reiterada cada vez
que se quieran administrar los diferentes medicamentos o, mucho mejor, mediante la
administración intermitente de éstos a través de una palomilla insertada en el tejido
subcutáneo. La palomilla o mariposa es un dispositivo que consta de las siguientes
partes:
La palomilla se puede colocar en cualquier parte del cuerpo. Una vez insertada hay que
fijarla y cubrirla con un apósito transparente, para así poder vigilar las reacciones
locales que se puedan producir o la salida accidental de la aguja. Si no hay
complicaciones locales, se recomienda cambiar el lugar de punción cada 4-7 días.
Por infusión subcutánea continua. Para llevarla a cabo existen dos tipos de
dispositivos: las bombas electrónicas externas, que no se suelen utilizar en atención
primaria y los infusores elastoméricos desechables, que son muy útiles en nuestro
medio. Con respecto a éstos, los pasos a seguir son los siguientes:
Cuando no se cuente con infusores la medicación se puede diluir en los sueros que
utilizamos habitualmente, los cuales conectaremos a una vía subcutánea. Este sistema
también puede emplearse cuando la familia insiste en que hay que “alimentar” al
paciente, pues por esta vía se pueden administrar entre 1000-1500 ml de suero
fisiológico diario.
AGRADECIMIENTOS