(Christian Jacq) - El Saber Magico en El Antiguo Egipto

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Prólogo a la presente edición

El templo es un ser vivo


Basta acercarse a él con cuidado, dejarse deslizar a lo largo de
la avenida de esfinges que desemboca frente a los dos
gigantescos colosos de piedra que ordenó tallar el gran Ramsés II,
y comenzar a latir con el ritmo que marca el recinto. Porque, tanto
para los antiguos sacerdotes egipcios, como para Christian Jacq y
una larga mirada de autores que han sentido Egipto en sus venas,
las sagradas piedras de Luxor, en el Alto Egipto, ordenadas –o
desordenadas, según se mire-a escasos metros del río Nilo, son
parte de un ser vivo de ciclópeas proporciones.
…al menos, eso creyeron sus constructores
Otros templos también, conservan parte de su hálito, pero éste es
de los pocos recintos arqueológicos de ese fascinante país en los
que todavía se puede sentir esa curiosa sensación de vitalidad.
Basta con acudir de noche, cuando el número de turistas ha
decrecido drásticamente y las temperaturas se suavizan
permitiendo al visitante avisado un paseo tranquilo. Y allí, en
cualquiera de sus rincones, frente a cualquiera de sus columnas o
de sus paredes preñadas de jeroglíficos, uno puede dejarse ir.
Dejar que nuestra respiración se acompase con la del templo y
permitir que afloren a nuestra mente aquellas imágenes y símbolos
que esas milenarias piedras exhalan.
Y no es broma
Los antiguos iniciados lo sabían, y si tuviéramos que creer a pie
juntillas las explicaciones que diera en la segunda mitad de este
siglo el filósofo alsaciano René Schawaller de Lubicz, eran
también conscientes de que cada una de las partes del templo, de
sus salas y arquitrabes, representaba todos y cada uno de los
elementos esenciales que conforman el cuerpo humano. Ese
conocimiento, por cierto, nunca se transmitió a cualquiera: el
acceso a Luxor, o a cualquier otro océano sagrado, mágico por
tanto, de Egipto, estaba velado a los mortales, y solo sacerdotes y
faraones podían acceder a su interior. Una vez dentro, gracias a
juegos de luces y sombras, a la incineración de plantas y raíces
aromáticas y al empleo de determinados instrumentos musicales,
se creaba una atmósfera especial capaz de inducir a quienes
estuvieran dentro a estados especiales de consciencia que les
permitían “hablar” con los dioses. Ahí es nada.
Y eso sólo era una mínima parte de la magia egipcia. Una
sabiduría transmitida de generación en generación mediante
complejos sistemas de iniciación, cuyos orígenes se pierden en la
noche de los tiempos. Recientemente autores de éxito como Robert
Bauval, que descubrió que las tres grandes pirámides de la
meseta de Giza en El Cairo representan en realidad las tres
estrellas “del cinturón” de la constelación de Orión, tal y como se
encontraban en el 10500 a.C. (¡), han sugerido que las
iniciaciones eran, en realidad, una especie de método
mnemotécnico que podría estar enmascarando un conocimiento
científico de altura que permitió a los antiguos habitantes del Nilo
trasladar bloques de más de doscientas toneladas, modelar como
si fuera de plastilina rocas tan duras como la diorita, o hasta
desarrollar técnicas curativas y quirúrgicas ciertamente muy
avanzadas. Ahora bien, ¿de dónde procedió una “ciencia
sagrada” tan osada, y hasta qué punto logró esa magia egipcia
dominar a la naturaleza y a todos sus elementos?
En este libro Christian Jacq pasa revista a esos enigmas. Él parte
del principio de que para entender la mentalidad egipcia hay que
abandonar nuestros prejuicios racionalistas y aceptar que los
egipcios creían que todo en la naturaleza estaba vivo –templos,
por tanto, incluido, y que se podía establecer un diálogo con
cada una de sus partes.
Y Jacq sabe bien lo que se dice. De hecho, este autor francés,
famoso gracias a su trilogía de novela El juez de Egipto o a su
pentalogía sobre Ramsés que ha sido traducida a 23 idiomas y
que lleva millones de ejemplares vendidos, es un auténtico experto
en esoterismo egipcio. Tras su doctorado “oficial” en egiptología
y su pátina de academicismo, se encuentra en realidad un
prolífico autor e investigador, que se cree heredero –si no
reencarnación-del mismísimo Champollion, y cuyas primeras
obras estuvieron consagradas a la astrología y la masonería;
ambas por cierto, entroncadas con Egipto de otra manera. Y es
que Jacq sabe que estudiar la civilización de los faraones
aislándola de su componente mágico, iniciático y esotérico es
sesgar drásticamente una comprensión global de aquellos
tiempos.
Este libro es, por tanto, consecuencia directa de la búsqueda
íntima del autor por alcanzar las fuentes primeras del
conocimiento egipcio. Una obra en la que desnuda sus
verdaderos intereses, que van mucho más allá de la
popularización del país del Nilo gracias a sus novelas, y que, de
paso, permitirán al lector conocer más de cerca por qué autores
como él se han quedado atrapados en la fascinación que ejerce
el antiguo Egipto.
JAVIER SIERRA
Diciembre 1997
Introducción
La magia eterna

La vida de un egiptólogo, incluso en nuestros días, se sitúa a


menudo bajo el signo de la aventura. Es necesario, desde luego,
pasar largas horas inclinado sobre los papiros, atento a los textos
de los templos y estelas. Las bibliotecas son cavernas con tesoros
en las que, gracias a los trabajos de los predecesores, es posible
conocer los caminos que llevarán al descubrimiento. Pero toda
esta erudición, por indispensable que sea, no reemplaza a un
contacto vivo con Egipto.
Un egiptólogo que no crea en la religión egipcia, que no
participe de una total simpatía hacia la civilización que estudia,
no podrá, a nuestro entender más que pronunciar palabras
vacías. El intelectualismo por brillante que sea, no ha
reemplazado nunca al sentimiento vivo, incluso en una disciplina
científica. Los más grandes sabios son aquellos que participan del
misterio del universo y tienden a expresarlo por medio de su
visión del Conocimiento, nutrido a través de los años.
Si esto es cierto para ciencias tales como la física, como indicó
Eisenberg, Einstein y tantos otros, se comprenderá que el antiguo
Egipto reclame, por parte del que lo estudia, otra actitud distinta
del frío racionalismo y del “distanciamiento” histórico.
Una tarde de Navidad en Luxor, se me ofreció un suntuoso
regalo. Una invitación para cenar con una familia de cazadores
de serpientes. El abuelo, amigo de Francia, hablaba
admirablemente nuestra lengua. Me ofreció el lugar de honor, a
su lado, durante la cena, en presencia de su mujer, sus cuatro
hijos y sus tres hijas. Fuera, la noche era suave. Cuando el sol se
puso, estalló en decenas de colores que se fueron apagando en
un último tono rojizo que fue a morir en los muros del templo de
Luxor, la obra maestra del faraón Amenophis III y de su genial
arquitecto Amenhotep, hijo de Hapou.
La vivienda de mi anfitrión no tenía nada de magnífica.
Pobremente amueblada, pretendiendo ser bonita, era, sin
embargo, un templo a la amistad. Palomas asadas, arroz, tortas,
pasteles… se había dispuesto un festín para honrar al viajero.
En esta fiesta cristiana de Navidad, en el transcurso de una larga
cena que no acabó hasta poco antes del alba, nuestra
conversación giró sobre un solo y único tema: la magia. Mi
anfitrión y sus hijos realizaban una extraordinaria función:
capturar serpientes y escorpiones. Ante los periodistas que, de
vez en cuando, venían a preguntarles sobre su curioso oficio, se
presentaban como personas sencillas, precavidas, herederos de
una antigua tradición familiar, comerciantes de veneno vinculados
a una función lucrativa. Estas declaraciones no me satisfacían. En
el curso de mis investigaciones, me había encontrado, como todo
egiptólogo con la magia. Muchos “sabios” han intentado
separarla de la religión egipcia como una tara incompatible con
la altura de las concepciones metafísicas expuestas en los grandes
textos. Pero la magia es sólida. Está siempre presente en Egipto,
tanto en los recovecos de un cuento que creemos “literario” como
en el interior de una tumba o sobre los muros de un templo. En la
época de los faraones, los que se ocupaban de los animales
venenosos eran magos que habían recibido una iniciación, un
saber, que utilizaban fórmulas específicas cuyo manejo requería
cualidades excepcionales.
Le recordé estas precisiones a mi anfitrión. Sonrió. “Hay que
reconocer, admiró, que ser el hermano de una serpiente no está
al alcance de cualquiera… quizá, en efecto, sea útil una cierta
magia…” Según las reglas de la cortesía oriental se había
entablado la verdadera conversación.
Persuadido de que mi anfitrión debía, sin embargo, conocer y
practicar las reglas de la antigua magia egipcia, confronté su
experiencia con mis conocimientos de egiptólogo. Así nació este
libro sobre el mundo mágico de la civilización faraónica. Desde
los textos antiguos a la experiencia viva no hay interrupción*.
Hermópolis, la antigua ciudad santa del dios Thot, el patrono de
los magos egipcios, el Hermes de los griegos, no es hoy más que
una ciudad en ruinas. Sin embargo, aquí y allá subsisten vestigios
de su grandeza pasada. Uno de los más impresionantes es la
tumba de Petosiris, gran sacerdote de Thot, iniciado en los
misterios. Esta tumba no está consagrada a la muerte, sino a la
vida en la eternidad. Sus admirables textos fueron redactados
para ayudar al hombre a realizarse, a encontrar la verdad
profunda de su ser sin la cual no podrá darse ninguna felicidad
sobre la tierra. Sobre uno de los muros de la tumba de Petosiris se
leen estas frases:
“El que se mantiene en el camino de Dios, pasa toda su vida en la
alegría, colmado de riquezas más que todos sus semejantes.
Envejece en su ciudad, es un hombre venerado en su provincia,
todos sus miembros son jóvenes como los de un niño. Sus hijos
están ante él, numerosos y considerados como los primeros de su
ciudad; sus hijos se suceden de generación en generación… él
llega al fin de la necrópolis con júbilo, en el bello
embalsamamiento del trabajo de Anubis.1
Para alcanzar la sabiduría evocada por el gran sacerdote
Petosiris, la buena voluntad no basta. Una determinada ciencia,
que los egipcios llamaban “magia”, se revela como
indispensable. Esta noción clave, confundida hoy con la magia
negra, la hechicería, los poderes psíquicos y otros fenómenos más
o menos inquietantes, tenía un significado preciso en la época de
los faraones.
Religión y magia no se pueden separar una de otra. ¿Podemos
imaginar un ritual sin proyección mágica? Las religiones del libro
(cristianismo, judaísmo, Islam), muchas de las cuales lo niegan a
veces, ¿no ejercen una magia sobre el alma humana, a fin de
permitirle acceder a realidades que nuestros sentidos se revelan
incapaces de apreciar?
Los escribas egipcios redactaron miles de páginas reunidas en
colecciones que los egiptólogos califican de “mágico-religiosas”.
Una lectura rápida, aunque superficial, de tales escritos, nos lleva
a la conclusión de que los egipcios formulaban dos deseos: vivir
una larga vida sobre la tierra, no ser privado de alimentos en el
más allá, no morir de la mordedura de una serpiente o de la
picadura de un escorpión, gozar de buena salud sobre la tierra,
conservar todas sus aptitudes físicas, entrar y salir por las puertas
orientales del cielo (es decir, tener un espíritu suficientemente
formado como para “circular” por el cosmos), conocer las almas
de los occidentales (es decir, acceder a los misterios de los
Antepasados). Se mezclan, como vemos, esperanzas materiales y
esperanzas espirituales. Es una de las características esenciales
del pensamiento egipcio. Hay un cielo, hay una tierra. Hacen
actuar el uno sobre la otra. Nuestra vida terrestre, en uno de sus
aspectos más corrientes, esta impregnada de una fuerza espiritual
que los sabios de Egipto llamaban heka, “magia”. Este término de
dudosa terminología, significa probablemente “dominar los
poderes”, lo que constituye efectivamente la meta del arte del
mago.
Quien desea practicar la magia debe tomar conciencia de los
poderes que rigen toda vida y manipularlos experimentalmente.
Grado de experiencia estrictamente individual: el aprendiz de
mago, como veremos, es instruido en las escuelas especializadas
de los templos bajo la dirección de vigilantes maestros que no le
dejan de ningún modo actuar a su antojo y según su fantasía.
Revelación esencial de los sabios: la Magia, concebida como
fuerza creadora, fue creada antes de la creación que nosotros
conocemos. Es hijo del dios sol, de cuyo rayo de luz es una
manifestación mágica, en cuanto instrumento de vida.
Para el egipcio antiguo, todo vive. Pensar que algo es inanimado
prueba que nuestra mirada no se dirige correctamente sobre la
realidad. El hombre, como cualquier otra parcela viva, es la
resultante de un juego de fuerzas. ¿Las sufrirá pasivamente o
intentará identificarlas? La cualidad de su destino dependerá de
la respuesta a estas cuestiones. Las fuerzas mágicas nos parecen
hostiles en la medida en que nuestro grado de conocimiento es
insuficiente. El científico contemporáneo critica con facilidad al
principio que se extasía o se espanta ante los fenómenos
naturales que juzga sobrenaturales. Pero incluso este científico, a
pesar de su saber, sigue siendo el esclavo de zonas de sombra
que desvirtúan a veces el razonamiento más consolidado. Es
decir, que el hombre de hoy como el de ayer se enfrenta a lo
desconocido, fuente y finalidad de su existencia. Los magos del
antiguo Egipto tienen mucho que enseñarnos en este campo.
La fuerza sobrenatural que sustenta la vida no está fuera del
alcance de la inteligencia humana. Reside en el corazón del ser,
en su templo interior. Al descubrirla, y luego utilizarla, el mago
constataba que su acción tenía repercusiones en este mundo y en
el otro, como si no existiese ninguna barrera entre ellos. Conocer
al dios de la magia es descubrir el poder de los poderes, penetrar
en el juego armonioso de las divinidades. También el muerto, el
que pasa al otro lado del espejo, debe conservar su poder
mágico para alcanzar la realidad última.
Esta magia puede definirse como la energía esencial que circula
tanto en el universo de los dioses como en el de los humanos. Allí
no hay “vivo” ni “muerto”, sino seres más o menos capaces de
captar esta energía contenida en el nombre secreto de los dioses.
Estudiando los jeroglíficos, es decir, “las palabras de los dioses”,
progresamos en el conocimiento de estos nombres cargados de
energía. En Egipto nada se queda en lo intelectual, en el mal
sentido del término, es decir, separado de lo real. Por esta razón,
todo objeto animado mágica y ritualmente –por ejemplo, las
coronas reales-conserva un secreto vital. Espíritu y materia están
entretejidas en la misma sustancia. Lo importante, en la práctica
de la magia, es identificar el lazo que une todas las cosas, que
reúne en una cadena de unión cósmica al conjunto de las
criaturas.
Las líneas que preceden prueban también que no se debe reducir
la magia del antiguo Egipto a una hechicería de poca monta. En
realidad, nos encontramos ante una ciencia sagrada que exige
especialistas muy instruidos, para que sean capaces de
comprender las fuerzas más secretas del universo. Según un
magnífico texto, titulado Las Enseñanzas de Merikare, “el creador
concedió la magia al hombre a fin de ahuyentar el efecto
fulgurante de lo que sobreviene”. Dicho de otro modo, todos
somos esclavos de un cierto determinismo. La mayor parte del
tiempo, los acontecimientos, felices o desgraciados, nos cogen
desprevenidos. No somos dueños de nuestro destino. Egipto no
niega este determinismo, pero considera que es posible escapar
de él utilizando la magia. Por medio de la práctica de este arte,
podemos modificar nuestro destino, luchar contra las tendencias
negativas de la aventura humana, ya sea colectiva o individual,
alejar los peligros de lo que tomamos consciencia.
La magia fue considerada en Egipto como una ciencia exacta.
Aunque ciertos aficionados, como los brujos de aldea, utilizaban
algunas recetas mágicas elementales, la gran magia de Estado no
era revelada más que a una élite de escribas, a los que debemos
comparar con los físicos atómicos contemporáneos. Esta magia,
en efecto, está destinada a preservar el orden del mundo. Tal
fuerza no es fruto de una improvisación o de un ilusionismo
cualquiera. Descansa sobre una minuciosa cadena de
experiencias consoladas por el mago.
La existencia humana reposa sobre un equilibrio precario. La
amenazaban muchos peligros: demonios, fuerzas negativas,
muertos errantes, múltiples manifestaciones del “mal de ojo”, es
decir, de una energía negativa que destruye, con un solo poder,
todo lo que existe. El primer deber del mago es atajar este
negativismo, preservar lo que existe. Pero debe igualmente velar
porque los momentos de “paso” se desarrollen perfectamente. El
nacimiento, el matrimonio, la muerte, el fin de un año y el
comienzo del siguiente, son otros tantos ejemplos de situaciones
muy delicadas en las que la intervención mágica es
indispensable.
Los magos afirman de buen grado que sus secretos se remontan a
la más lejana antigüedad. No es fruto de una convención, sino
una inquietud por referirse a los modelos primordiales, a los mitos
de la creación. En cierto modo, el mago está en contacto directo
con el arquitecto del mundo. Todo acto mágico es, por definición,
acto creador que se ensalza en las profundidades de los orígenes.
El mago “establece cómo fue hecho en el comienzo”, devuelve al
presente “la primera vez”, restituye el mundo “En aquel tiempo”.
El tiempo mágico es un tiempo primordial. Por medio del estudio
de la magia, vamos hacia el destello de donde brotó toda la
creación.
El dios de la magia, Heka, es una creación de la luz. Hablar de
magia “negra” y de magia “blanca” está ya en decadencia. No
existe, en realidad, más que una magia solar, portadora de luz,
que favorece la iluminación del mago. El resto no es sino
ilusionismo, hechicería o búsqueda de poderes.
En el mundo de las divinidades, el dios de la magia tiene una
función precisa: ahuyentar lo que debe ser ahuyentado, evitar que
el mal y la disonancia vengan a perturbar el orden de las cosas.
El mago, cuando está realmente imbuido por la fuerza divina,
realiza igualmente esta función. Es Horus. La magia de su madre
Isis está en sus miembros.2 Es el Ra de los nombres misteriosos, es
el que se encuentra en el océano de energía de los primeros
tiempos.3 Se identifica con los dioses más grandes del panteón,
experimentando todo en su propio cuerpo la magia como una
fuerza viva. Ésta circula por sus pies, sus manos, su cabeza, todo
su cuerpo. Es preciso que la fuerza mágica emita una luz y
expanda, en ciertas ocasiones, un olor característico.
“He aquí que me uno a este poder mágico en todo lugar en el
que se encuentre, en todo hombre en el que se encuentre”, dice el
mago en el capítulo 24 del Libro de los Muertos; “Es más rápida
que el galgo, más veloz que la luz”. El mago llena su vientre de
poder mágico; gracias a él, aplaca su sed. Esta “magia en el
vientre” llega enseguida al espíritu, como un fluido que circula por
los canales secretos del cuerpo. De este modo, el mago, hijo de
Ra, señor de la luz y del sol, y de Thot, encarnado por la Luna,
descubre el alcance de sus percepciones. Su saber está
consignado en un escrito que proviene de la morada del dios
Thot, tras haber sido sellado en el palacio de Thot.
Sin magia, la supervivencia es imposible. Las fórmulas apropiadas
dan a aquel que se presente ante las puertas de la muerte el
coraje y la ciencia adecuada para franquear el obstáculo sin ser
aniquilado.
El mago viaja por el cielo. Ante la estrella Orión, afirma haberse
alimentado de los poderes vitales, haber sido nutrido por los
espíritus de los antiguos dioses de los que conoce sus nombres
secretos. Orión escucha al viajero del más allá. Reconoce que
efectivamente ha adquirido todos los poderes, que no ha olvidado
ninguno. Por esta razón, resucita, identificado con una estrella, y
brillará en lo alto del cielo. Tal es el destino del mago convertirse
en una luz en el cosmos, para iluminar el camino de los demás
hombres.

El corazón intuitivo

La magia es un asunto de percepción. Sin embargo, el centro de


las percepciones más finas es el corazón. No el órgano en sí, sino
el centro material del ser. Este corazón, según Egipto, es el testigo
de la vida del hombre. Imposible mentirlo o equivocarlo. El
corazón-conciencia concibe, piensa, da órdenes a los nervios, a
los músculos, a los miembros. Es él quien permite a los sentidos
funcionar correctamente: Todo parte del corazón y todo vuelve a
él, él emite y recibe. Sensaciones e impresiones se relacionan con
él para que produzca la síntesis y saque la lección de esas
informaciones venidas del mundo exterior.
Según la mitología de la ciudad de Menfis, el dios Ptah concibió
el mundo en su corazón antes de expresarlo por la boca. En cada
ser consciente se despierta un corazón heredero del corazón
divino. Receptáculo de la fuerza divina, responde de la rectitud
del mago frente a sus jueces, aquí abajo en el más allá. La
cualidad de la práctica mágica está estrechamente ligada a la
cualidad del corazón. Debe desarrollar en el mago sus facultades
intuitivas que le permitirán descubrir el cofre misterioso del
Conocimiento, prefiguración del Grial. Su corazón le dictará el
modo de abrirlo, a fin de descubrir la esencia de la magia.
Un amuleto particular, el escarabajo de corazón, juega un papel
determinante en el momento del paso entre la muerte terrestre y la
vida eterna. El escarabajo es el símbolo de la metamorfosis y las
mutaciones. Colocándolo sobre el corazón de la momia, el mago
le confiere el poder de atravesar las zonas más oscuras en las que
l ser corre el riesgo de sufrir graves heridas. En el mismo momento
del feliz desembarco en las orillas del paraíso, el corazón del
hombre le será restituido. Este don se ha preparado en la tierra,
mientras el individuo vive. La actitud mágica consiste en hacer
palpitar en sí mismo un corazón de origen celeste, en despertar la
percepción de lo invisible.

Una magia de Estado

La magia era considerada por el Estado egipcio como una


actividad primordial. Los libros mágicos no están escritos por
autores que redacten según su fantasía, sino que son obra de
instituciones oficiales, como la Casa de la Vida, y forman parte de
los archivos reales. Uno de los objetivos primeros de la magia, en
efecto, es proteger al faraón de toda influencia negativa. Como
escribe Jean Yoyotte, “es de una magia de Estado, coherente,
razonable, admirablemente serena y sorprendente, de donde
procede la visión egipcia del mundo”.
Nos equivocaríamos totalmente si creyéramos que la magia, en la
época de los faraones, era una actividad individual. Se trataba
de una expresión más decadente y la menos rica en significado.
Los egipcios utilizarán sobre todo los rituales de los templos,
celebrados en todo el país. Todo acto cultural es mágico.
Pensemos, por ejemplo, en el hecho de que el faraón es el único
que está capacitado para dirigir los ritos necesarios para
mantener la presencia de los dioses en la tierra. La imagen del
rey, grabada sobre los muros de cada templo, se anima de forma
mágica para entrar en el alma del sacerdote que dirigirá
efectivamente la ceremonia.
El centro mágico más grande de Egipto era probablemente la
ciudad santa de Heliópolis, la ciudad del sol (a la altura de El
Cairo), allí donde se elaboró la teología más antigua. Se
conservaban allí numerosos papiros “mágicos”, en el amplio
sentido del término, que incluían escritos médicos, botánicos,
zoológicos o matemáticos. La mayor parte de los sabios y
filósofos griegos se dirigían a Heliópolis para recibir allí una parte
de esta ciencia acumulada en el transcurso de los siglos. Fue allí,
especialmente, donde Platón fue informado de la leyenda de la
Atlántida que hizo correr tanta tinta y cuyo verdadero significado
desconocido desde siempre para nosotros, no puede deducirse
más que de los textos egipcios.
Primer principio mágico: la necesidad de la ofrenda a los dioses.
Gracias a este acto, la creación continúa. “Donar Maât (la
armonía universal) al señor de Maât (el Creador)” según la
fórmula ritual, es permitir a la vida el prolongarse.
El antiguo Egipto no tenía a nada más que al caos, este estado de
negativismo opuesto a Maât, el orden de las cosas. La buena
voluntad no basta para poder evitar el desorden que, a fin de
cuentas, condena toda civilización. La magia es un arma de valor
excepcional, gracias a la cual las barcas solares circulan
correctamente en los cielos, los muertos reciben el alimento que
les es debido, el Estado funciona, las fiestas se celebran. Sin
intervención mágica del Estado, la crecida del Nilo no tendría
lugar, los cultivos no serían irrigados, los cazadores no matarían
las piezas, los pescadores no capturarían peces, los artesanos no
terminarían sus obras, los templos no realizarían su misión.
Tal visión nos sorprende. Tantos fenómenos nos parecen hoy mas
“naturales” que nosotros no discernimos su significado oculto. La
caza, por ejemplo, era para el egipcio una aventura muy
particular que consistía en entrar en el mundo de las fuerzas
oscuras, no dominadas por el hombre. El peligro sobrevenía en
todo momento, ya fuese bajo la fuerza de un animal del desierto
o de un cocodrilo furioso. El cazador tenía el papel de afrontar
las fuerzas del mal. Utilizaba también fórmulas mágicas para
disminuirlas.

El rey mago

El faraón de Egipto no tiene padre ni madre. Vive la vida y no


sufre la muerte. Es el gran mago por excelencia, porque en él se
encarna la fuerza de la vida. Sólo el faraón, en el Imperio
Antiguo, está capacitado para comunicar con el principio divino
para que la humanidad subsista. Es, pues, el rey, señor de las
fuerzas naturales y sobrenaturales, quien detenta el poder real. Lo
ha adquirido nutriéndose de las fuerzas mágicas, con motivo de
un extraordinario banquete réplica de un trastorno cósmico que
acompaña la venida del rey en los espacios celestes. Las estrellas
se ensombrecen. La luz se atenúa. El cielo y la tierra tiemblan. Un
personaje terrorífico provoca estos acontecimientos. ¡El faraón en
persona! Él es quien se alimenta de sus padres y sus madres. Es
un señor de la sabiduría de cuya madre no conoce el nombre. Su
gloria está en el cielo, su poder está en el horizonte como el de
Atum, el Creador que lo engendró. El rey se ha hecho más
poderoso que él. Toro del cielo, asimila el ser de cada divinidad.
Se alimenta de hombres y dioses, Khonsu, un genio temible, mata
a los seres de los que tiene necesidad el rey y extrae para él lo
que hay en sus cuerpos. Otro genio, Chesmou, los cuece para él
en las piedras de un fogón. El rey se nutre de su magia, devora
sus espíritus. La parte gruesa es para la comida de la mañana, las
partes medias para la comida y las pequeñas para la cena. El
faraón se apodera de los corazones de los dioses, se come la
corona roja, devora la verde. El cosmos entero reconoce su
dominio. Se nutre de los pulmones de los sabios y de su magia.
Su tiempo de vida es la eternidad.
Calificamos este teatro de “himno caníbal”, suponiendo que haría
alusión a rituales muy arcanos en los que los egipcios habían
consumido carne humana. En realidad, de este modo se evoca la
captación del poder mágico por la ingestión directa de la
vitalidad divina considerada como un alimento.
Henchido de magia, el faraón está protegido. El ser maléfico que
le muerda no conseguirá más que envenenarse a sí mismo. Cada
parte del cuerpo real está divinizado. El vientre del faraón, por
ejemplo, es Nut, la diosa del cielo. Porque la fuerza mágica se
encuentra precisamente en ese “vientre celeste”.
Frente a los dioses, el faraón manifiesta su autoridad. El les
ordena construir una escalera para que pueda subir al cielo. Si no
le obedecen, no tendrían ni alimento ni ofrenda. Pero el rey toma
una precaución. No es él, en tanto que individuo, quien se
expresa, sino el poder divino: “No soy yo quien os dice esto a
vosotros, los dioses, sino la Magia la que os dice esto”.
Cuando el faraón realiza su ascensión, la magia está a sus pies.
“El cielo tiembla, afirma él, la tierra se estremece ante mí, porque
yo soy el mago, yo poseo la magia”. Es él, por otra parte, quien
instala a los dioses en sus tronos, probando así su omnipotencia
reconocida por el cosmos”.
En el Egipto del Imperio Antiguo, todo lo que concierne a la
persona real es de orden mágico. Como faraón es el único
sacerdote, tiene la función de “encargarse” mágicamente de los
rituales del Estado. El nombre real está contenido en un
“cartucho” cuyo nombre egipcio, chenit, significa “lo que
encierra” (es decir, el contenido del universo sobre el que reina el
faraón). Según el principio del juego de palabras, capital para
comprender el funcionamiento de la lengua jeroglífica, este
término implica también la idea de “conjuración”. También el
nombre real está protegido mágicamente por el cartucho.
Atributos, insignias, vestimentas reales están cargadas de magia.
La corona ocupa el primer lugar de estos objetos. Es considerada
como un ser vivo, como una diosa, a la vez león agresivo y
serpiente que ataca a los enemigos del rey. Se le cantan himnos.
Solo el faraón es capaz de portarla y de utilizar sus virtudes
secretas.
Figura 01
El faraón, protegido por Isis, avanza hacia Osiris. La diosa está
tocada con el signo jeroglífico del trono que definía su naturaleza
simbólica. Es la diosa-trono de la que nacen los reyes. De su
mano derecha emite un fluido que alcanza la nuca del faraón,
uno de los centros vitales de su Persona. Con la mano izquierda,
ella coge el brazo derecho del muerto. Acto mágico también
necesario, ya que el faraón aprieta en su puño los dos cetros que
le permiten ejercer su soberanía sobre la tierra de los hombres. El
rey está vestido según su función: la doble corona (que reúne en
una sola la corona blanca del Alto Egipto y la corona roja del
Bajo Egipto), la peluca nemes y el gran faldellín de ceremonia.
Ante Osiris se deposita un pequeño altar sobre el cual se
encuentran flores y un perfumero. El rey ofrece al dios de la
resurrección la esencia sutil de todas las cosas. (Las capillas de
Tutankhamon).

Magos célebres

Según Manetón, es el sacerdote de Sebennytos quien, en la


época griega, consagró una obra célebre en la historia de los
reyes de Egipto, el faraón Athotis, (I dinastía), era un médico que
redactó libros de anatomía. Practicó pues, un arte mágico,
abriendo una vía a sus sucesores. Desde esta perspectiva, se
considera que todos los faraones fueron magos institucionales.
En el Imperio Antiguo, Imhotep fue el más célebre de los magos.
Su renombre era tal que, muchos siglos más tarde, los griegos lo
identificaron con su dios de la medicina Asclepios. En el Imperio
Nuevo, los escribas rendían culto al “dios” Imhotep; antes de
escribir, arrojaban un poco de agua a la tierra en memoria de su
ilustre patrón. Por otra parte, la personalidad de Imhotep es
esencial para entender el alcance del “campo mágico” en el
antiguo Egipto. Este personaje no era un hechicero de aldea, sino
el primer ministro del todopoderoso faraón Djeser y el inventor de
la arquitectura e piedra cuya obra maestra fue la pirámide
escalonada de Saqqara. Dicho de otro modo, un hombre de
Estado de primer rango cuyas competencias mágicas eran
consideradas indispensables para realizar correctamente su
función. Ciertas “recetas” atribuidas a Imhotep, fueron
transmitidas a la posteridad, como ésta: “Coged una mesa de
olivo de cuatro pies. Ponerla en un lugar limpio, en el medio;
recubrirla completamente con una tela. Poner cuatro ladrillos
sobre la mesa, uno sobre otro. Delante de la mesa, un incensario
de arcilla. Poner carbón de madera de olivo sobre el incensario y
un ganso salvaje gordo machacado con la mirra formando unas
bolas y ponerlas sobre la hoguera, pronunciar una fórmula, pasar
la noche sin hablar a nadie sobre la tierra. Se verá al dios bajo la
forma de un sacerdote portando una vestimenta de lino”.
Entonces, el mago invoca al que está sentado en las tinieblas,
pero en medio de los dioses, buscando y recibiendo los rayos del
sol.
Hardedef, uno de los hijos de Kheops, era conocido por sus
extensos conocimientos y sus sabias palabras. Descubrió diversos
libros de magia antiguos, cuyas fórmulas fueron integradas en los
escritos rituales. Khaemuase, cuarto hijo de otro faraón célebre,
Ramsés II, era gran sacerdote de Ptah en Menfis. Construyó y
restauró numerosos monumentos. Tenía pasión por la arqueología
y el estudio de los documentos antiguos. Pasaba por ser un gran
sabio e inspiró dos historias de magia sobre las que volveremos.
Horus, hijo de Panéchi, era un mago que vivió en la Época Baja.
Tuvo que combatir con un mago etíope que amenazaba a la
seguridad del Estado. Este Horus había vivido quince siglos antes
y se había reencarnado para correr en socorro de su país.
Es el mago Es-Atum, sacerdote que vivió en la época de
Nectanebo II (359-341), a quien debemos la salvaguarda de la
famosa estela de Metternich. Es-Atum había comprobado que
había sido suprimida una inscripción en un templo de la ciudad
santa de Heliópolis. Para que no se perdiera este testimonio
precioso, hizo volver a copiar el texto sobre una estela que nos ha
llegado.
Esta pequeña galería de retratos tiene simplemente por objeto
ilustrar la continuidad del estatuto del mago en el transcurso de
los siglos en los que se desarrolla la aventura egipcia. Podríamos,
desde luego, citar decenas de otras figuras. Pensemos, por
ejemplo, en Harnouphis, que fue el último mago egipcio de gran
renombre. Estaba presente sobre los campos de batalla de
Moldavia, en 172, donde combatió el ejército de Marco Aurelio.
El agua escaseaba. Privados de aprovisionamiento, los romanos
corrían el peligro de morir de sed. El mago egipcio hizo que
lloviera, espantando a los bárbaros y salvando a los soldados de
Marco Aurelio. La antigua ciencia de la tierra de Egipto probaba
de este modo que no había perdido su eficacia.

Textos mágicos

Los textos mágicos, que forman una parte considerable de la


“literatura” egipcia, están inscritos en soportes materiales
variados: papiros (desde el Imperio Medio), ostraca (tejas de
caliza), estelas, estatuas, múltiples pequeños objetos. Los eruditos
contemporáneos, habituados a las disecciones racionalistas,
tienen por costumbre clasificar los textos egipcios en “literarios”,
“históricos”, “religiosos”, “mágicos”, etc. Estas distinciones
formales no se corresponden con la realidad. El Cuento del
náufrago, reconocido como “literario”, es una admirable historia
de magia. Los Textos de los sarcófagos, llamados “funerarios”,
apelan sin cesar a la magia. En la medida en que un texto está
escrito en jeroglíficos puede considerarse eficaz, incluso
podríamos decir que todo escrito egipcio es mágico en esencia,
aunque haya que reconocer diversos grados en la aplicación de
este principio.
Ciertos textos, sin embargo, se desprenden del conjunto por su
importancia o su originalidad. Entre ellos, el Libro de los dos
caminos, inscrito sobre sarcófagos del Imperio Medio, da al
muerto el conocimiento de los caminos del más allá. Dos caminos,
uno de tierra, otro de agua, están separados por un río de fuego.
Tantas vías simbólicas de acceso hacia un país poblado de
temibles genios. Es allí donde se encuentra una especie de Grial
que el justo descubre después de haber sufrido numerosas
pruebas, cuyo solo conocimiento “mágico” le da las claves.
Los Libros de horas son conjuntos de fórmulas que el mago recita
durante las horas del día y la noche para obtener los favores de
las divinidades. El papiro Bremmer-Rhind, donde es relatada la
lucha de los poderes solares contra el monstruoso dragón
Apophis, genio de las tinieblas, registra también un tratado
esotérico sobre la naturaleza divina. Se nos revela que el Señor
del Universo ha creado al conjunto de los seres mientras el cielo y
la tierra no existían aún. En su corazón es donde fue concebido el
plan de la creación. De Uno, el arquitecto de los mundos se
convirtió en Tres. Provocó mutaciones y transmutaciones, se instaló
sobre la colina primordial, primera tierra emergida. En cuanto a
los hombres (remetj), nacieron de las lágrimas (remetj) de dios,
cuando lloró sobre el mundo.
La estela de Metternich es la más célebre de las numerosas estelas
mágicas. Data del siglo IV antes de Cristo y contiene un
extraordinario texto que trata de la curación mágica de Horus
niño, picado por un animal venenoso en los pantanos del Delta
donde vivía escondido en compañía de su madre Isis. En la parte
superior del anverso de la estela se ve a Horus de pie sobre los
cocodrilos y agarrando a criaturas maléficas. El joven dios está
protegido por Thot, el mago y por Hathor, diosa de la armonía.
En la parte inferior, una “franja dibujada” simbólica comprende
seis registros en los que figuran dioses y genios, desplegando su
actividad en múltiples escenas de conjuración. En el vértice de la
estela, ocho monos babuinos celebran con gritos el nacimiento de
la luz. La estela de Metternich evoca también el papel de la gran
maga, Isis. Cuando ésta encontró a su hijo Horus agonizando,
llamó a los habitantes de los pantanos, pero ninguno de ellos
conocía el remedio apropiado. Nadie podía pronunciar palabras
eficaces de curación. El Creador, Atum, ¿permitirá que la vida se
esfume? Isis saca a Horus del féretro en el que reposaba e
impulsa una planta larga que llega hasta el sol. Su amenaza es
terrorífica: mientras que su hijo no sea curado, la luz no brillará
más. Los poderes celestes, apremiados y obligados, intervienen a
favor del joven dios “¡Despiértate, Horus!”, le dicen. El veneno
pierde su poder nocivo, y se hace ineficaz. Horus sana. El orden
del mundo se ha restablecido. La barca divina recorre de nuevo
los espacios celestes.
Figura 02
Es una auténtica “franja dibujada” mágica la que está narrada en
la estela de Metternich, importante documento que merecería por
sí solo un estudio en profundidad. Es el vértice del monumento, se
ven ocho monos babuinos adorando al sol ardiente, mientras que
Thot dirige el ritual. Se trata de la creación mágica de la luz y de
la lucha contra las fuerzas de las tinieblas, expresada
simbólicamente en los registros inferiores de la estela. La figura
central es la de Horus, representado como un niño desnudo, con
los pies pesados sobre cocodrilos, sosteniendo con las manos
animales venenosos o peligrosos. Aunque el joven dios, portador
del bucle de la infancia, no teme a ningún peligro y domina a las
fuerzas del mal, está protegido por numerosas divinidades,
especialmente por Bes, cuya enorme cabeza sonriente es garantía
de seguridad. (Estela de Metternich, anverso)
Otro documento sorprendente: “la estela curativa” de alguien
llamado Djed-Her, guardián de las puertas en el templo de
Athribis. Descubierto en 1918 y conservado en el Museo de El
Cairo, ofrece informaciones sobre las prácticas religiosas en el
siglo IV después de Cristo. Posado sobre un zócalo, que mide
0.65 metros de altura, este monumento de granito negro
representa a un personaje en cuclillas, con los brazos cruzados,
de espaldas contra un poste. Su cuerpo está cubierto de
inscripciones, a excepción del rostro, los pies y las manos. La
superficie del zócalo está excavada de modo que dos cuentos,
unidos por un desagüe, recogen el agua que se ha impregnado
de magia, tras haber sido expandida sobre la estatua. Al beber
de esta agua, el enfermo sanará.
En toda estatua curativa, la mención del nombre propio del
difunto es importante. El muerto pedía a los que querían utilizar
mágicamente su estatua que leyeran a favor suyo textos rituales.
También aparecía como un salvador que realizaba milagros.
“¡Oh, sacerdotes todos, dice un texto de la estatua, escribas
todos, sabios todos que veis a este Salvador! ¡Conservad sus
escritos, proteged sus fórmulas mágicas! Decid la ofrenda
funeraria que da el rey en mil cosas buenas y puras para el ka (el
poder vital) de este Salvador que ha hecho suyo el nombre de
Horus-el Salvador”.
En la misma categoría de documentos se clasifica una base de
estatua de granito negro (32.2 centímetros de largo, 12
centímetros de altura), adquirida en 1950 por el Museo de
Leiden. Cubierta de textos mágicos, está fechada,
aproximadamente, en la época ptolemaica. Estos textos revelan
que Isis, llegada de una morada secreta en la que la había
dejado Seth, utiliza todos los recursos de la magia para sanar a
su desgraciado niño picado por uno de los siete escorpiones que
le precedían en sus desplazamientos.
Entre las estatuas “mágicas” ocupa un lugar aparte la del faraón
Ramsés III encontrada en el desierto oriental. Tenía por función
proteger a los viajeros contra los animales maléficos, en especial
las serpientes. Los que se aventuraban en los parajes del istmo de
Suez se beneficiaban así de los favores de Ramsés m divinizado,
cuya efigie, situada en un pequeño oratorio, emitía una influencia
benefactora. Sobre la estatua (o más exactamente sobre el grupo
esculpido, ya que el rey estaba acompañado de una diosa),
estaban grabadas fórmulas mágicas que aseguraban la
salvaguarda de Horus niño, garantizando también la del viajero.
Una corporación de magos, los saou, es decir “los protectores”,
estaba encargada de velar por la seguridad de los que recorrían
los caminos del desierto. Ramsés III tuvo relaciones
particularmente estrechas con el universo de la magia. Cuando el
sombrío asunto criminal denominado “conspiración del harén”,
complot fomentado por dignatarios, se utilizó la magia más
negativa para intentar suprimir al jefe de Estado. Uno de los
conjurados había logrado robar un texto mágico ultrasecreto en
los archivos reales. Hizo uso de él contra su soberano. Los
conspiradores fabricaron figuritas de cera que representaban a
los guardias del faraón y consiguieron paralizarlos. Sin duda
esperaban llegar más lejos pero fueron identificados y
capturados. La utilización de la magia como arma criminal era
considerada como un delito muy grave entrañando condenas a
muerte, siendo ejecutada la sentencia bajo la forma de suicidio.
Varios museos guardan papiros mágicos de desigual interés.
Hemos citado más arriba el papiro Bremmer-Rhind y podríamos
establecer una larga lista de documentos (muchos de ellos inéditos
o no traducidos o bien inaccesibles por razones oscuras a veces).
Uno de ellos, el papiro demótico de Londres y de Leiden, goza de
un renombre algo injustificado. En efecto, este documento muy
tardío mezcla prácticas adivinatorias, recetas de baja hechicería
y elementos mitológicos antiguos. Es el reflejo de una mentalidad
mágica poco coherente, ocupando un lugar nada despreciable en
sortilegios cuyo buen nombre tenía por fin conquistar a la mujer
amada. Por otra parte, este papiro no está redactado solo según
la costumbre de los egipcios, sino también según la de los griegos
y cristianos.

Archivos sagrados y bibliotecas mágicas

En egipcio, los archivos sagrados son llamados baou Ra, “Poder


del dios-luz”, “Los libros, explica un papiro. son el poder del dios-
sol en medio del cual vive Osiris”. Es, pues, por intermedio de
estos archivos sagrados como se comunican los dos grandes
poderes divinos, Ra, dios de la luz, y Osiris, señor de las regiones
tenebrosas. Los autores de los libros mágicos no son hombres,
sino Thot, el dueño de las palabras sagradas, Sia; el dios de la
sabiduría; Geb, el señor de la tierra. Escribiéndolos legaron a la
humanidad mensajes que ésta podrá utilizar con buen propósito.
Figura 03
Ejemplo de texto mágico: una página del Papiro Salt 825 donde
está revelado el ritual de la Casa de la Vida. A la izquierda,
escritura jeroglífica con diversos símbolos, a la derecha, escritura
llamada “hierática”, forma cursiva de la precedente.
El mago debe, pues, tener un perfecto conocimiento del mundo
divino. Es considerado incluso, en la cumbre de su arte, como el
Señor de la Enéada, corporación de nueve dioses, que juega un
papel primordial en el origen de toda creación. Portador de la
gran corona, el mago se convierte en redactor de textos
sagrados.
El egipcio ama lo escrito. Esto es al final lo que registra el
conocimiento. “Ama los libros como amas a tu madre”, se le
recomienda a aquel que investiga la sabiduría. El mago no se
contenta con leer: engulle los textos, coloca trozos de papiro en
un cuenco, bebe el Verbo Mágico, ingiere las palabras
portadoras de significado. Este extraordinario rito fue transmitido
a las logias de constructores de catedrales.
Cerca de la momia se depositaba un papiro encargado de
rechazar a las fuerzas hostiles y de permitir al muerto entrar con
total seguridad en las regiones desconocidas del más allá. Estos
escritos mágicos estaban situados o cerca de la cabeza, o cerca
de los pies, o bien entre las piernas el cuerpo momificado. El
muerto disponía así e fórmulas eficaces, de itinerarios, de
indicaciones a seguir para llevar a buen fin su viaje póstumo.
Cada templo guardaba una biblioteca mágica en la que se
conservaban las obras necesarias para las prácticas rituales y la
enseñanza esotérica de los facultativos. En Edfú, por ejemplo, se
depositaban obras para combatir a los demonios, rechazar al
cocodrilo, aplacar a Sekhmet, cazar al león, proteger al rey en su
palacio. El mago regala su vida cotidiana según las leyes
cósmicas, así, “el vientre del primer mes de la inundación, es el
día de recibir y enviar cartas”. La vida y la muerte salen ese día.
Ese día se hace el libro “fin de la obra”. Es un libro secreto, que
enseña a lanzar los encantamientos, que liga los conjuros, que
detiene los conjuros, que intimida al universo entero. Contiene la
vida, contiene la muerte.
El escrito mágico goza de una vida autónoma, ya que está escrito
en jeroglíficos, signos portadores de poder. Los Textos de las
pirámides, que comprenden numerosas fórmulas mágicas, ofrecen
a este respecto un ejemplo muy significativo. Estos textos, inscritos
sobre los muros interiores de las pirámides del Imperio Antiguo (V
y VI dinastía), se presentan bajo la forma de columnas de
jeroglíficos. Cada jeroglífico está considerado como un ser vivo,
hasta el punto de que los animales peligrosos o impuros (por
ejemplo, los leones, las serpientes) son cortados en dos o
mutilados para que no hagan daño al rey muerto y resucitado.
Incluso en la composición de los textos mágicos, se notan
costumbres características, como el proceso enumerativo, que
consiste en poner largas listas de enemigos vencidos o de partes
del cuerpo del hombre identificado con las de los dioses. Se
emplean también palabras incomprensibles, formadas por
conjuntos de sonidos considerados eficaces: hay una mezcla de
egipcio, de babilonio, de cretense y de otras lenguas extranjeras
para desembocar en fórmula del estilo “abracadabra”. Estas
curiosas desviaciones de la magia sagrada no deben hacernos
olvidar el valor de la palabra. Leer en voz alta las fórmulas
mágicas les confiere eficacia y realidad. La lengua jeroglífica está
fundada en gran parte en un “alfabeto” sagrado que comprende
cartas-madre (consonantes y semi-consonantes). Las vocales no se
anotan. Son elementos perecederos, pasajeros, que dependen de
una época y de un lugar. El “esqueleto de consonantes”, por el
contrario, es el elemento inmortal de la lengua. Esta idea de un
valor mágico del lenguaje se conservó durante mucho tiempo. En
la época copta, un amuleto preservaba veinticuatro nombres
mágicos, comenzando cada uno con una de las letras del
alfabeto griego.
“Yo soy la Gran Palabra”, declara el faraón, indicando así que es
capaz de dar vida a todas las cosas. Hay una palabra secreta en
las tinieblas. Todo espíritu que le conozca escapará de la
destrucción y vivirá entre los vivos. El viajero del más allá lo
descubre y asume la magia que le permitirá manejar la vara de
un dios venerable. Cualquiera que posea la fórmula será capaz
de hacer su propia magia.
Cuando los dioses hablen, anudarán la nada y abrirán el camino
a las fuerzas de la vida. Es por ello que el mago respeta las
palabras de los dioses, como las de Horus, que alejan la muerte,
extinguen el fuego de los venenosos, devuelven el soplo de vida y
arrancan al hombre de un destino maléfico. Palabras y fórmulas
pronunciadas por el mago no son fruto del azar se inspiran en
leyendas sagradas, acciones ocurridas en los tiempos divinos y
que se repiten en el mundo de los hombres. Una fórmula mágica
es eficaz en la medida en que se remonta a una remota
antigüedad o, más exactamente, al origen de la vida. La fórmula
de ofrenda por excelencia, peret kherou, significa “lo que sale
por la voz” siendo el Verbo el único capaz de animar la materia.
El título general de la fórmula mágica es “fórmula para…”
convertirse, ser, tener poder sobre. Es preciso leerla, recitarla,
enseñarla, comprenderla, grabarla, utilizarla como un auténtico
instrumento espiritual y material. Repetir cuatro veces un texto
mágico le otorga plena eficacia, pero es preciso también prestar
atención al tono, al ritmo, a la salmodia.
La materia primera del mago es esta palabra que añadida al
gesto, produce el acto mágico. Para que las fórmulas resulten
vivas, el mago encanta al cielo, la tierra, los poderes nocturnos,
las montañas, las aguas, comprende el lenguaje de los pájaros y
reptiles. Lo que está en juego es considerable: la correcta
recitación de las fórmulas las hace capaces de acceder al séquito
de Osiris y de formar parte de la cofradía de los reyes del Alto y
el Bajo Egipto, la sociedad iniciática más cerrada que se pueda
concebir.
Incluso las divinidades se ven obligadas a obedecer a las
palabras de poder del mago: “¡Oh, dioses todos y diosas todas,
volved vuestro rostro hacia mí! ¡_Yo soy vuestro dueño, hijo de
vuestro dueño! ¡Venid a mí y acompañadme…, yo soy vuestro
padre! Yo soy vuestro compañero de Osiris, he recorrido el cielo
en todos los sentidos, he hollado la tierra, he atravesado el mundo
intermedio sobre los pasos de los venerables iluminados, ya que
estoy equipado con innumerables fórmulas mágicas.
El mago se dice eficaz por medio de su barca, glorioso por su
forma. Habiendo cruzado el horizonte y recorrido el cosmos en
todas las direcciones, ha recogido la enseñanza de los
bienaventurados.
Aquel por quien se recitan las fórmulas se beneficia de
importantes privilegios: bebe el agua del río, sale a la luz del día
como el dios Horus, vive como un dios, es adorado por los vivos,
como un sol. Quien recita las justas palabras irá por todas partes.
Su corazón permanecerá estable en cualquier forma que él
adopte. Eyaculará su semilla sobre tierra, tendrá herederos que
proseguirán su obra. Ni su poder, ni su sombra serán presa de
demonios. Y esto, añaden los redactores de los libros de magia,
fue “un millón de veces verídico”.
Existe incluso una fórmula para protegerse de toda muerte, sea
causada por la enfermedad, las bestias dañinas, el ahogamiento,
una espina de pescado, un hueso de pájaro, el hambre, la sed, la
agresión de los humanos o la de las divinidades. En efecto, es
preciso luchar sin cesar contra las agresiones de lo invisible que
se manifiestan de mil y una maneras. Así, el mago recita
frecuentemente fórmulas complejas a fin de desechar el fatal final
del que se ha asfixiado. La falta de aire parece haber sido una de
las obsesiones de los egipcios para quienes la respiración era una
de las manifestaciones más patentes de la vida.
La magia evita también al hombre justo ser comido por las
serpientes. Para protegerle de forma eficaz, la mejor solución
consiste en darle la apariencia de una serpiente que será a sí
mismo capaz de tragarse a sus peligrosos congéneres.Volveremos
sobre estos temas característicos de la magia egipcia.
*
Magia de Estado, magia privada: ambos términos no son
contradictorios, pero apuntan a objetivos sensiblemente diferentes.
La primera alcanza una dimensión cósmica, la segunda, a veces
iniciática, corre el riesgo en todo momento de hundirse en
caminos que conducen a los poderes más temibles. ¿No sucede
así, incluso hoy, con las disciplinas científicas de las que estamos
tan orgullosos?
La magia egipcia es una visión del mundo que ilumina zonas a la
vez luminosas y oscuras del alma humana. Mucho antes que el
psicoanálisis, fue una vía de investigación fecunda para el
conocimiento de la última realidad que está en nosotros.
Igualmente sirvió para manipular, no sin peligro, una energía
psíquica que la ciencia más racional comienza a redescubrir, a
tientas y con una cierta sorpresa.
El antiguo Egipto, en el campo de la magia como en muchos
otros, tiene mucho que enseñarnos. Escuchemos, pues, a los
magos formular sus certidumbres, sus angustias, celebrar sus
éxitos e interrogarse sobre los riesgos de fracaso. Es también
nuestra aventura la que ellos relatan.
Capítulo I
El mago, hombre de conocimientos

Un padre de familia egipcio, mago por añadidura, vive un ritual


cotidiano en el marco de su propia familia. Cuando ésta está
reunida con ocasión de una fiesta o de una circunstancia
considerada excepcional, el padre se convierte realmente en el
símbolo de una fuerza sobrenatural. No se dirigen a él de ningún
modo y no está permitido tomar la palabra en ningún momento.
En Occidente, a menudo hemos perdido este sentido de lo
sagrado en nuestras acciones más simples. Pues, como escribía
Hermes Trismegisto, “el que está debajo es igual que el que está
arriba”. Incluso aunque este juicio nos choque, creo que un
banquete como el que se celebró esa tarde de navidad en Luxor
es una ceremonia sagrada.
“El mago, dijo mi anfitrión, es un hombre que conoce las cosas”.
Sus hijos aprobaban con la cabeza. Yo no podía disimular mi
sorpresa. “Conocer las cosas”… esta expresión, aparentemente
banal, es frecuente en los textos jeroglíficos. Significa:
mágicamente los dioses sobre la tierra. “Conocimiento, prosiguió
el mago de Luxor, he aquí las palabras clave del arte mágico”.
Quien ignora las fórmulas mágicas no podrá circular a su gusto
en este mundo o en el otro.* La ignorancia clava al hombre en la
tierra, lo reduce a la esclavitud. El mago está “informado” por los
dioses Sia, detentadores de la intuición de las causas, y Hou, el
Verbo creador. Estos le toman de la mano y le conducen hasta el
cofre misterioso. Lo abren ante él. El mago ve entonces lo que hay
en el interior, el secreto mismo de la magia.
Intuición y Verbo: hoy como ayer, ¿no se trata de dos “utensilios”
indispensables para el que investiga? Desde el encantador de
serpientes de los campos de Luxor al físico atómico más
“evolucionado”, ¿no se sigue un proceso idéntico: percibir por la
intuición, formular por el Verbo?
El mago no es un nigromántico ni un ocultista. Para Egipto, es un
sabio y un sacerdote. Lee y escribe los jeroglíficos, conoce los
libros antiguos y las fórmulas de poder. Es mago porque tiene el
conocimiento. Su función oficial está concretada en la forma de
un rollo de papiro, símbolo de la abstracción y del conocimiento
esotérico.
Estos hechos resultan desconcertantes para nuestra mentalidad
moderna que asocia la magia a las prácticas más aberrantes. El
mago, en la civilización del antiguo Egipto, es un personaje
público, que forma parte del universo “normal”. Lo que sería
“anormal”, sería vivir sin magia, dicho de otro modo, con los ojos
y los oídos tapados. Apto para las funciones más elevadas, el
mago ocupa un rango importante en la corte del faraón.
En las aldeas, los magos locales, detentadores de los secretos
técnicos a veces muy útiles para el bienestar de todos, son
pequeños jefes muy respetados, consultados por el pueblo a cada
paso. Poseen el saber sin el cual todos se sentirían en peligro.
En tanto que sacerdotes, los magos reciben una iniciación
sacerdotal. Los que ocupan la cima de la jerarquía están sumidos
en un modo de vida que Porfirio evocaba en estos términos: “Por
medio de la contemplación, llegan al respeto, a la seguridad del
alma y a la piedad; por medio de la reflexión, a la ciencia; y por
los dos, a la práctica de las costumbres esotéricas y dignas del
tiempo pasado”. No olvidemos que el jefe de los magos es el
faraón en persona, el que porta las coronas cargadas de la
magia más concentrada y más eficaz.

Figura04
En la boca del cuerpo momificado, extendido al sol, penetran
rayos de luz. El resucitado podrá así hablar al Verbo, lo que se
representa con la salida de un brazo, símbolo de la acción, fuera
del sudario. (Las capillas de Tutankhamon).
Es la entrada en el conocimiento la que autoriza al mago a
declarar: “Yo soy el señor de la vida cuya vida se renueva
eternamente, y mi nombre es Aquel que vive de los ritos”. En tanto
que khery-heb, título que significa “el que está encargado del libro
de los rituales” lee en voz alta los textos sagrados, dándoles una
animación mágica que los hace plenamente eficaces.
Es en las salas secretas de la Casa de la Vida donde el mago era
iniciado en la lectura y la comprensión de estos textos utilizados
en las ceremonias públicas y privadas. Existía una Casa de la
Vida cerca de cada templo, de tal manera que en ningún punto
del territorio faltaban especialistas responsables de la primera de
las ciencias del gobierno: la práctica de los ritos.
En el cuerpo oficial de magos, destacan algunas figuras,
especialmente la del gran sacerdote de Heliópolis cuyo título
egipcio, our maou, significa “gran viajero” o “El que ve al gran
(dios)”. Su vestimenta ritual es una piel de león ornada de
estrellas, lo que tiene una analogía lejana con el manto cósmico
portado por el rey de Francia con motivo de la ceremonia de su
coronación. El gran sacerdote de Heliópolis, “jefe supremo de los
secretos del cielo”, es el guardián de la tradición solar más
antigua y de una magia de luz que vela por el renacimiento
cotidiano de la fuerza de vida. Sin la aplicación de la magia, en
efecto, el sol no se levantaría cada mañana.
Magos igualmente, los sacerdotes de la diosa-leona Sekhmet son
especialistas de la medicina y de la cirugía. Médicos y
hechiceros, su gama de competencias va de la banal picadura de
insecto al traumatismo más grave. Sus más modestos
competidores son los curanderos de aldea, adecuados para
practicar los primeros auxilios. La comunidad iniciática de los
constructores de Deir el-Medineh, a quien debemos la mayor
parte de los templos y tumbas del Imperio Nuevo, contrató a un
encantador de serpientes y escorpiones para prevenir eventuales
accidentes.
La magia es indisociable de las actividades que calificamos de
“artística”. De este modo, los tocadores de sistro, los danzarines,
los músicos y las músicas formaban parte del personal de los
templos, sin sacrificar el placer estético, sino bañando el alma de
las divinidades de armoniosos efluvios para que éstas velen por el
equilibrio y la serenidad de los hombres.
Nada es gratuito en el mundo mágico del antiguo Egipto. Todo en
él es juego de sutiles correspondencias que sólo los iniciados en
la magia pueden percibir.

¿Cómo llegar a ser mago?

A esta cuestión esencial se puede responder con un “manual de


instrucciones”. La práctica mágica no está sancionada con un
diploma y no se juzga por exámenes. El saber moderno,
codificado casi en su totalidad, no tiene en cuenta por desgracia
la experiencia vital. Este no era el caso en civilizaciones como la
de Egipto.
Ciertamente existe un método para llegar a ser mago. Pero no se
expone de una forma racional. Los textos no lo ensombrecen pero
apelan a nuestro sentido intuitivo y a nuestra inteligencia de
corazón más que a nuestras facultades de deducción y análisis.
El capítulo 26I de los Textos de los sarcófagos se titula “llegar a
ser mago”. He aquí su contenido. El adepto se dirige a los magos
que están en presencia del Señor del universo. Les pregunta al
respecto en la medida en que los conoce, ya que ellos han
guiado sus pasos. ¿No es aquel al que el Único creó antes de que
fuesen instituidas las dos comidas sobre la tierra, el día y la
noche, el bien y el mal, cuando el Creador abrió su ojo único, en
su soledad? El mago se presenta como el que domina el Verbo. Es
el hijo de la Gran Madre, de la que puso en el mundo al
Creador, quien, sin embargo, no tuvo madre. El padre de los
dioses, es el mago en persona. Es el que les hace vivir.
Extraño texto, en verdad. Nada hay en estas páginas de técnica
rudimentaria, sino un verdadero tratado de metafísica y de
espiritualidad que saca a la luz un proceso de creación. Únicas
indicaciones prácticas: el adepto ha guardado silencio durante la
ceremonia de entronización, con la espalda encorvada, se ha
sentado en presencia de sus maestros, calificados de “toros del
cielo”. Han reconocido su dignidad de “poseedor del poder” y de
heredero del Creador.
El adepto procede a tomar posesión de su trono y a recibir las
insignias de su función. Todo aquel que existió antes de los dioses
le pertenece. También les ordena descender de los cielos y entrar
en su séquito, en señal de deferencia.*
La adquisición de la cualidad de mago resulta de un coloquio con
los maestros en la materia que juzgan al candidato sobre estos
conocimientos esotéricos, mucho más que sobre sus aptitudes
prácticas que serán desarrolladas a continuación. Del mismo
modo que el muerto, al acceder al estado de ser de luz (el akh),
encuentra la vida en su principio, también el adepto llega
mientras aún vive, a comunicar con la luz original, que contiene
la magia en su verdadera pureza.
Primera revelación hecha por los maestros: todo problema
humano que se plantee al mago tiene un modelo en el mundo
divino. El mismo suceso se produce en la escala cósmica antes de
tener una repercusión terrestre. Esto se debe a que el mago debe
conocer la genealogía divina, la teología, los diversos relatos que
se refieren a la creación del mundo. Allí se encuentran todas las
soluciones.
Al identificarse con los cuatro puntos cardinales, el adepto pasa a
ser el cosmos. Excelente método para conocer las leyes, captar los
poderes invisibles y dirigidos –al menos de forma parcial-a su
voluntad. Con motivo del ritual de investidura, el mago se despoja
de su “yo”, de su visión totalmente personal del mundo para dejar
que el cosmos penetre en él. Quizá se recurría a las drogas para
hundirse en un sueño artificial mientras que sus Hermanos le
cargaban mágicamente de energía a fin de prepararle para sus
tareas futuras.
Los poderes invisibles se manifiestan bajo la forma de genios,
buenos o malos. El adepto se enfrentaba a ellos. Más aún, se
identifica con ellos, lo que es el mejor modo de conocerles y de
adquirir el máximo poder mágico. Podrá luchar contra los genios
decididamente maléficos, extirparles del cuerpo de un enfermo.
Cuando los demonios atacaran a un humano, una ciudad, o un
campo protegido por un mago cualificado, se toparían con un
adversario de su talla.
*
¿Cómo puede actuar el mago, si no es invocando un poder
superior a él y gracias al cual resulta eficaz? La fórmula tipo de
los textos mágicos nos lo revela: “No soy yo quien dice esto, no
soy yo quien lo repite, sino que es el dios quien dice esto, y es
seguramente el dios quien lo repite”.
No es, pues, el mago quien habla, sino el poder divino a través
de él. En la lucha del “bien” contra el “mal” no hay
enfrentamiento de un humano contra “algo” extra o sobrehumano,
sino un duelo entre fuerzas sobrenaturales, algunas de ellas
positivas, que se encarnan en el espíritu y en el cuerpo de un
mago. El paciente mismo, se trate de un enfermo a sanar o de un
médium a “manipular”, es identificado con una divinidad que no
puede ser destruida. ¿Qué mejor seguridad para escapar de una
suerte tan cruel?
Apuleyo, el autor de El asno de oro, célebre novela iniciática en
la que se evocan los misterios de Isis y Osiris, era un mago
famoso. En su obra relata el encantamiento de Lucio,
transformado en asno. Tendrá que recorrer un largo camino antes
de recuperar su forma humana. Tan solo la iniciación a los
misterios le librará de la prisión de su animalidad. Apuleyo fue
perseguido por las autoridades judiciales de su tiempo. Con
ocasión de un proceso público, fue acusado de hechicería y tuvo
que emplear todos los recursos del arte oratorio para escapar de
una condena. Porque Apuleyo no ignoraba nada de la magia
egipcia. “Es, escribía, un arte agradable a los dioses inmortales,
una de las primeras cosas que se le enseñan a los príncipes”. De
hecho, el faraón, en su educación ritual, es identificado
mágicamente con las divinidades.
El que llega a ser maestro en magia es declarado ritualmente: “Tú
te mezclas con los dioses del cielo y no podemos hacer diferencia
entre tú y uno de ellos. Tu cuerpo es el de Atum (el Creador) para
la eternidad”. ¿Cómo afirmar mejor que el mago accede a las
más altas esferas del espíritu? Se impregna así de poder, a fin de
ser un interlocutor cualificado de las fuerzas del cosmos. Por otro
lado, es un “cosmonauta” anticipado, que explora universos
desconocidos tras una larga preparación física y psíquica.
El resultado de esta aventura fue recogido respetuosamente por
los textos de las diversas colecciones: “No existe en mí un
miembro privado de dios, explica el mago, Thot es la protección
de todos mis miembros. Yo soy el Ra de cada día… los hombres,
los dioses, los bienaventurados, los muertos, ningún noble, ningún
individuo, ningún sacerdote podrá adueñarse de mí”.+
A fin de disipar toda ambigüedad, cada parte del cuerpo del
mago está identificado formalmente identificado con el de una
divinidad. Por ejemplo, su cabeza es la de Atum su ojo derecho
es el mismo de Atum cuando disipa el crepúsculo su ojo izquierdo
es el de Horus que descansa el día de la luna Nueva cuando
corre el riesgo de producirse una mala lunación; sus fosas nasales
son las de Thot y Nut (la diosa del cielo); su boca es la del
Enéada Atum, compañero de nueve divinidades que rige el
cosmos; sus labios los de Isis y Nephtis; sus dedos son serpientes
de lapislázuli; sus vértebras los huesos de Geb, el dios tierra; su
vientre es el de Nut; sus pies son los arcos plantares de Shu, el
dios del aire luminoso, cuando atraviesa el mar. Conclusión: “No
existen miembros que estén privados del dios que posará su sello
sobre lo que él ha trazado, mientras que se le dedican los
amuletos de Heliópolis.
Esta frase enigmática merece comentario. Posar un sello, para el
egipcio, es inscribir lo divino en lo real. Los sellos reales son
conocidos desde la primera dinastía. Seguidamente, los más
célebres de ellos penderán la forma de escarabajo, símbolo del
devenir. Dicho de otro modo, cuando el rey toma una decisión y
la sella, es consciente de su devenir, de las consecuencias de su
acto. En magia, tal toma de conciencia es absolutamente
necesaria para no confundirse. La colocación de los “amuletos de
Heliópolis” corresponde a un momento primordial de la iniciación
del mago. Reconocido como apto para sus funciones, ve su
cuerpo revestido de las insignias del poder que detenta el Maestro
mago que preside la ceremonia. Los amuletos se llaman “de
Heliópolis” porque esta antigua ciudad del sol era la capital de la
magia. Igualmente se disponen sobre la momia para hacerla
incorruptible. Es además uno de los sentidos profundos de la
momificación: identificar un despojo mortal con un cuerpo
inmortal para que el alma, provista de tal ayuda, penetre en el
más allá, en el país del conocimiento.
Todo muerto momificado según los ritos se convierte en un mago
capaz de resucitar. Egipto no confía tan solo en la creencia para
franquear el obstáculo de la nada. El conocimiento le parece un
proceso mejor.
Figura05
Figuras del otro mundo: seres con apariencia humana, tocados
con coronas reales, serpiente cuyo cuerpo está salpicado de
cabezas humanas, objetos compuestos formados de coronas, de
cetros y de cuchillos. Otros tantos elementos conocidos y signos
sin identificar en el camino del viajero. (Las capillas de
Tutankhamon)
*

La luz del mago

Cuando el mago vuelve su vista hacia el cielo, ve a Ra, el dios-


luz. Cuando vuelve su vista hacia la tierra, ve a Geb, príncipe de
las divinidades y dios-tierra. Estas dos divinidades le ayudan a
conjurar el mal. La ayuda de Ra es particularmente importante
gracias a la luz divinizada, ve todo y disputa las tinieblas.
Ra tiene el poder de cambiar la muerte en vida. Reitera esta
operación mágica cada mañana, en el lago de las llamas, en el
encarnizado combate contra sus enemigos, que intentan impedir
que la luz otorgue de nuevo la vida. También el mago libra esta
guerra con los poderes de las tinieblas. En primer lugar en la
ceremonia de iniciación, luego de su actividad cotidiana. Tiene
necesidad de la luz divina para ser el que ilumina Egipto, el
Doble país rojo y blanco, el que rechaza la oscuridad, para
llegar a ser el toro de las montañas de Oriente y el león de las
montañas de Occidente, el que recorre cada día las extensiones
celestes. Cuando él abre el ojo, surge la luz. Cuando lo cierra, la
noche se extiende sobre el mundo. Los dioses ignoran su
verdadero nombre.
Identificado con la luz que viaja a lo lejos, el mago despeja la
ruta del sol para poder caminar en paz. Colabora así con la obra
solar de cada día y con la regeneración de la humanidad.
Según el antiguo Egipto, el estado más perfecto del ser, que
corona el proceso iniciático, es el akh, la personalidad luminosa,
deslumbrante, con la eficiencia sobrenatural. El cuerpo pertenece
a la tierra, el akh al cielo. Es este ser de luz el que Ra revela al
mago capaz de contemplar el sol, de descubrir lo divino
contemplando el astro del día. Mucho más tarde, se calificará de
“iluminados” a los que hayan recibido esta iniciación; hoy, este
término ha legado a ser peyorativo. Se preferirá el de “hijos de la
luz”, expresión egipcia que caracteriza al designar a su
verdadero padre y confiriéndole la dimensión sobrenatural de su
función.

El mago astrólogo

La astrología egipcia es uno de los campos de investigación más


difíciles y más inexplorados.# “No hay seguramente otro país,
escribe Diodoro de Sicilia hablando de Egipto, donde el orden y
el movimiento de los astros sean observados con tanta exactitud
como en Egipto. Ellos (los astrólogos) conservan desde hace un
número increíble de años registros donde se consignan estas
observaciones. Allí se encuentran anotaciones sobre la relación
de cada planeta con el nacimiento de los animales y sobre los
astros cuya influencia es buena o mala… En la tumba de
Osymandias, en Tebas, había en el tejado un círculo de oro de
365 codos de circunferencia, dividido en 365 partes; cada
división indicaba un día del año, y al lado se habían escrito las
salidas y las puestas naturales de astros con los pronósticos que
fundaban sobre estos los astrólogos egipcios”.
El Zodíaco de Dendera, célebre documento que merecería una
interpretación más profunda, no es el único testimonio de la
astrología egipcia que, en la época alta, se centraba
esencialmente en la persona del faraón. Los horóscopos
individuales no son atestiguados sino tardíamente. Pero el mago
se ha preocupado siempre por las relaciones entre su acción y las
disposiciones cósmicas. Según el capítulo 144 del Libro de los
muertos, presta atención a la posición de las estrellas en el cielo.
Consulta los libros de astrología en silencio y en secreto. No son
accesibles, en efecto, más que a iniciados de mucha edad.
Contrariamente a lo que sucede hoy en día, la astrología no está
secularizada. Sigue siendo una ciencia de templo que sólo
manejan manos expertas y espíritus responsables.
Gracias al conocimiento de las leyes astrológicas, los
bienaventurados circulan a su voluntad por el cielo, por la tierra y
por el imperio de los muertos. El espíritu del mago les acompaña.
Cuando efectúa sus observaciones del cielo, el mago graba siete
veces sus huellas de los pies en el suelo. Recita siete veces
fórmulas mágicas en honor de la Cadera, es decir, de la Osa
Mayor, orientándose hacia el norte, hacia el eje del mundo.
Los conocimientos astrológicos son soportes necesarios del acto
mágico. La familiaridad con los astros es indispensable para
utilizar las fuerzas del cosmos, hasta el punto de poder aferrar la
luz y agarrar la luna con las dos manos, dicho de otro modo, de
controlar su influencia en lugar de sufrirla.

Secretos muy bien guardados y exigencias rituales

“Este, afirma el capítulo 162 del Libro de los muertos, es un gran


libro secreto. No se deja ver a cualquiera, ¡eso sería un acto
odioso! El que lo conoce y guarda el secreto, sigue existiendo. El
nombre de este libro es el soberano del templo escondido”.
Estas recomendaciones formuladas considerando a los
practicantes de la magia como profanos imprudentes, no impiden
al adepto el acceso a los secretos. Les impone el silencio con
respecto a individuos torpes o inadecuados.
Figura 06
En los dos registros inferiores, las formas de desplazarse en los
espacios del otro mundo: ya sea cabeza abajo, ya sea de pie. En
el registro superior, Isis y Nephtis sostienen a un ser semicircular
que magnetiza un sol. Los dos grandes magos hacen de esta
forma circular en un universo como la luz de los orígenes. Los
egipcios, en efecto, consideraban la superficie terrestre (y no la
tierra) como un plano horizontal de percepción y el cosmos como
circular o curvo. (La tumba de Ramsés IX).
Sabemos cómo fueron comunicados este libro y los secretos que
contiene a los magos de Egipto. El dios Thot había reunido a los
mejores magos. El candidato fue recibido entre ellos. Aclaró su
boca, ingirió natrón y probó que era capaz de unirse a la
Enéada, la corporación de los nueve dioses creadores. Estaba
sobreentendido que era capaz de realizar las experiencias
básicas con éxito. Ante el maestro mago que cumplía la función
del dios Horus, ataviado con una máscara de halcón, el
candidato tuvo la revelación de las palabras y las fórmulas que
databan de la época de Osiris, el ancestro primordial, que
todavía continuaba vivo y reinaba sobre la tierra de Egipto.
Primera prueba para verificar que el candidato entendía
perfectamente lo que le era confiado: vencer a una víbora
cornuda.
Sangre fría, conocimiento de la fórmula sonora que hipnotizaba
al reptil, seguridad de mano para capturarla: el futuro adepto se
enfrentaba a su muerte.
Superada la prueba física viene la revelación metafísica. Los
maestros en magia revelan al adepto que dioses tan diferentes, es
decir, tan opuestos, como Ra el luminoso y Osiris el tenebroso, no
son más que un único y mismo ser. Es en el interior de la Casa de
la Vida donde era invocado este dios único, bajo el nombre de
“Alma reunida”. Era simbolizado por una momia envuelta en una
piel de carnero. Contemplándola, el nuevo adepto convocaba su
propio espíritu y entraba en el camino de la resurrección.
No accede al conocimiento de los secretos y de la Unidad más
que un ser en estado de pureza. Es impuro quien es antiarmónico,
antiviral. El hombre está aprisionado en sus propias ligaduras, no
es transparente a la vida de forma natural. La magia le enseña a
desatarse de las trabas que se impone a sí mismo. La pureza
exterior, la simple higiene tan apreciada por los sacerdotes de
Egipto, es una manifestación tangible de la pureza interior.
También el mago se lava frecuentemente. Estando su boca
purificada, las palabras que salen de ella lo están también. El
acto de lavarse las manos, como el de lavarse los pies, le liberan
de las energías nocivas. Tus pies son lavados sobre una piedra, al
borde del lago del dios, indica el capítulo 172 del Libro de los
muertos. Así, pues, este acto ritual es considerado suficientemente
importante para ser realizado en el interior del templo. Además se
lavaban los pies a un rey en el marco de una grandiosa
ceremonia, y es casi seguro que este rito real haya inspirado la
escena de los Evangelios en la que Cristo concede una gran
importancia al lavatorio de pies.
Una vez purificado, el cuerpo es digno de recibir una vestimenta
ritual. El capítulo 117 del Libro de los muertos es una fórmula
específica para ponerse la vestimenta ouab, es decir, “el Puro”,
un verdadero “cuerpo nuevo”, con la blancura inmaculada que el
mago deberá guardarse de ensuciar con actos contrarios a la
armonía.
Al recibir esta vestimenta, el adepto se recoge e implora a las
divinidades. Les pide que las impurezas espirituales y corporales
se alejen de él, que le sea ofrecido el atuendo de pureza para la
eternidad. Esta tradición será preservada hasta las épocas más
tardías de la civilización egipcia ya que, en un papiro griego de
la Biblioteca Nacional de París, se pide al mago que “se vista con
una vestidura de fino lienzo, que cante un himno y que recite una
fórmula en presencia de un médium que se encuentra ante el sol.”
Hoy como ayer, no se practica la magia de cualquier modo ni en
cualquier tipo de condiciones. Las exigencias rituales están
indicadas así en el Libro de la Vaca del Cielo, inscrito en
columnas de jeroglíficos en las tumbas reales del Imperio Nuevo:
“Si un hombre pronuncia esta fórmula según su propia costumbre,
debe ser untado de aceites y ungüentos, con el incensario lleno de
incienso en su mano; debe tener natrón de una cierta calidad
detrás de sus orejas, y una calidad diferente de natrón en su
boca; debe estar vestido con dos piezas de vestiduras nuevas,
después debe lavarse en el agua del viñedo, calzarse sandalias
blancas y haberse pintado la imagen de la diosa Maat (la
armonía universal) con tinta fresca, en la lengua”.
Otras precisiones complementarias: “Que se lea esta fórmula
siendo puro y sin mancha, sin haber comido carne de res o de
pescado y sin haber tenido relaciones con una mujer”.
Preparado de esta forma, respetuoso de las estrictas reglas, el
mago es apto para tratar en el suelo el dibujo sagrado en el que
se inscriben, bajo forma de símbolos, las fuerzas que él manipula.
En “la sala de los dos Maat” (es decir, de las dos verdades, la
cósmica y la humana), vestido con ropas de lino, cubierto con
galena, debidamente purificado, untado con mirra, calzado con
sandalias blancas, el mago hace la ofrenda de las vacas, de las
aves, de la resina de terebinto, del pan, de la cerveza y de las
legumbres. Después traza el dibujo ritual conforme a lo que se
encuentra en los escritos secretos, sobre un suelo puro, recubierto
con una capa blanca de mantillo que no haya sido pisado por
cerdos ni cabras. Los constructores de la Edad Media actuaron de
la misma forma al trazar su “leyenda de oficio”, el cual, en
algunas logias iniciáticas de la francmasonería contemporánea,
es efectivamente recreado en cada sesión de trabajo.
El mago es, pues, un verdadero Creador designado para
concebir un plan. Ciñe alrededor de su frente “la cinta del
conocimiento” y hace esta sorprendente declaración: “Mis
pensamientos son los grandes encantamientos mágicos que salen
de mi boca..
Con anterioridad, pasaba por un rito de resurrección durante el
cual se acostaba sobre un manto de rosas, convirtiéndose en una
momia viva que entra mágicamente en contacto con los poderes
superiores. El mago revive la pasión de Osiris, que vuelve del más
allá y de la muerte.

El tribunal divino, los guardianes de las puertas, el


barquero

Si un mago recita el libro secreto, en el suelo, a favor de un


hombre, este último no será desollado por lo genios que atacan,
en cualquier lugar, a quien comete el mal. No será decapitado,
no morirá por el cuchillo del dios Seth, no será llevado a ninguna
prisión. Se presentará sereno ante el tribunal divino que espera a
todo ser al final de su existencia terrestre, y saldrá de allí,
justificado, liberado del terror de la injusticia.
Figura 07
El texto jeroglífico horizontal (en lo alto) evoca la ofrenda que
hicieron el rey y Osiris. En las columnas de la derecha son
nombradas las ofrendas. Destaca sobre todo en la parte de la
izquierda, la puerta coronada con los ojos llamados “completos”.
Esta puerta separa los dos mundos, el nuestro y el “otro”. El
“muerto” que se encuentra en el sarcófago, si ha superado las
pruebas impuestas por la Puerta, ser vivo y sus guardianes,
llegará a estar vivo para siempre. Es él quien, a su regreso,
mostrará el camino a los del “otro lado”. (Sarcófago del Imperio
Medio)
Este es, desde luego, uno de los grandes servicios prestados por
la magia: permitir al hombre justo presentarse con la frente alta,
sin temblar, ante sus jueces. Algunos egiptólogos, preocupados tal
vez por su propio caso, han acusado a los egipcios de ser
“falsificadores”. Estos habrían engañado a los dioses abusando
de la magia. Realmente una ingenuidad que desarma. Es la
magia del conocimiento la que el tribunal pone a prueba, no los
“trucos” de un ilusionista de feria. Si el hombre no posee las leyes
de esa magia, está efectivamente desarmado y condenado por
anticipado a revivir un nuevo ciclo material, sin que eso implique
una reencarnación en el sentido habitual del término.
Otros peligros acechan al adepto en los caminos del otro mundo.
Para pasar las cuatro fronteras del cielo, el viajero debe
convencer a sus guardianes de que le dejen la vía libre. También
les recita las palabras de aquellos cuyo lugar es
secreto.Numerosos capítulos de los Textos de los sarcófagos
evocan a estos personajes siniestros, a menudo armados con
cuchillos, vigilando lagos en las profundidades insondables,
caminos que se pierden en las tinieblas, intersecciones donde uno
se desorienta. Solo la magia aniquila el poder de estos
inquietantes genios.
Otro personaje exige del viajero del más allá cualidades mágicas
de primer orden. Se trata del barquero que está en posesión el
tesoro entre los tesoros: la barca. Gracias a ella, se atraviesan las
extensiones acuáticas de los paraísos celestes. Cuando el iniciado
exige utilizar la barca, el barquero le somete a un riguroso
interrogatorio: “¿Quién eres tú?” le pregunta. “Yo soy un mago”,
responde el adepto. Está “completo, equipado, disponiendo del
uso de sus miembros”. Esta afirmación se juzga insuficiente. Es
preciso que pruebe su cualidad de mago nombrando diferentes
partes de la barcaza dándoles sus correspondencias mitológicas y
esotéricas. No hay ninguna posibilidad de lograrlo para el
profano. El mago adiestrado en la materia lo consigue. También
manda en las ciudades del más allá, delimitará el inventario de
las riquezas del otro mundo y las ofrecerá a los pobres que tienen
necesidad de ella sobre la tierra. Es decir, que la posición social
del mago es elevada: no es solo un “intelectual” sino también un
gestor cuyas competencias son puestas al servicio de los más
desfavorecidos, aunque se trate de un recurso económico muy
extraño.
Sin embargo, el barquero no está todavía satisfecho. Exige del
mago un saber matemático, que se traduce en la capacidad de
contar con los dedos. Cada dedo, cada “acto numérico” tiene un
“profundo significado”.+ No se trata de un simple cálculo
mental, sino de una creación del mundo por los Números y no por
las cifras.
Otra pregunta del barquero al mago: “¿De dónde vienes?”.
Respuesta: “De la isla del fuego”, es decir, del lugar del universo
donde el sol libra, cada mañana, un combate victorioso con los
enemigos de la luz. Nacido del sol, el mago tiene un
temperamento de guerrero y vencedor. Lo ha demostrado.
Dato primordial: el mago revela al barquero que ha descubierto
el taller naval de los dioses donde yace la barcaza en piezas
sueltas. ¿No tiene una analogía esto con el Osiris desmembrado?
Sin embargo, el mago sabe cómo reconstruirla. Posee el arte
supremo.
Vencido por tanta ciencia, el barquero cede. Cumple las
exigencias formuladas por el mago, posee la barcaza a su
disposición y regresa a su puesto, esperando poner a prueba al
próximo viajero.

Salir al día

“El que conoce el libro de la magia, puede salir al día y pasearse


sobre la tierra entre los vivos. No morirá jamás. Esto se ha
comprobado eficaz millones de veces.”
Millones de magos egipcios, eternamente vivos, nos rodean. Han
“salido al día”, a la luz, porque el poder mágico estaba con ellos,
permitiéndoles hacer desaparecer toda traba a su libertad de
movimientos. Sin duda, no han tomado jamás forma humana, sino
que, como bien sabía Gérard de Nerval, se ocultan bajo la
piedra, la madera o el metal.
La “salida al día” está presente en el ritual cotidiano de los
templos. Por la mañana, cuando el sacerdote abre las puertas de
la naos que contiene la estatua divina, pronuncia estas palabras:
“Abiertas están las puertas del cielo, abiertos los cerrojos de las
puertas del templo. ¡La casa está abierta para su señor! ¡Que
salga cuando quiera salir, que entre cuando quiera entrar!”.
En el más allá es esencial caminar sobre los pies y no sobre la
cabeza. Hay fórmulas mágicas que evitan al iniciado esta grave
contrariedad y le permiten recorrer normalmente los caminos de
agua y de tierra del otro mundo formando parte del séquito del
dios Thot.
El mago avanza sobre los hermosos caminos del Occidente bajo
la forma de un ser de luz, habiendo adquirido y experimentado
todos los poderes sin convertirse en esclavo de ellos. Es
identificado con el joven dios nacido en el Hermoso Occidente,
venido de la tierra de los vivos, habiéndose liberado del polvo del
cadáver, repleto su corazón de magia, aplacada su sed de
conocimiento. Navega hacia el campo de los rosales, uno de los
paraísos celestes. Va y viene por los campos, las ciudades y los
canales del más allá. Ara, ve a Ra, Osiris y Thot cada día, tiene
poder sobre el agua y sobre el aire, hace todo lo que desea,
como iniciado de la abadía de Telemo. La vida está en su aliento,
no morirá jamás, vive en el campo de las ofrendas en el que están
delimitadas sus propiedades para la eternidad. Ha realizado su
deseo: llegar a ser mago.
Capítulo II
Los poderes del mago
El mago de Luxor y sus hijos no estaban sorprendidos en absoluto
por los viejos textos que yo evocaba. Encontraban allí el eco de
una práctica secular, transmitida de generación en generación.
¿Quién podría dudar de los inmensos poderes de un mago
fundados sobre sus capacidades de conocimiento? Su único
verdadero temor, en este mundo como en el otro, es ser privado
de sus aptitudes mágicas por la intervención de cualquier poder
maléfico. Pero dispone de una fórmula especial para alejar el
peligro: “No permitir que el poder mágico de un hombre le sea
arrebatado en el reino subterráneo”.
Adquirida esta certeza, es preciso combatir el mal siempre que
intenta alcanzar a los seres en situación de menor resistencia. El
mago, haciendo referencia a combates acaecidos en el mundo
divino, aleja las influencias nocivas, como el mismo dios Ra se
salvó del espantoso cocodrilo de Sobek, como el mismo Horus se
salvó de su hermano asesino Seth, como el mismo Thot se salvó
del lúbrico Bebon.
Combatir el mal precisa técnicas elaboradas. El mago extrae la
fuerza perniciosa del cuerpo del individuo enfermo y la transfiere
a otra parte, por ejemplo, a un animal. Aparece tanto bajo la
forma de varón como de hembra. Esto se debe a que el mago
desconfía particularmente de los espectros y almas errantes,
multiformes, difíciles de identificar. Amenaza con destruir las
tumbas de las que provienen, para privarles de su “base”
terrestre, o de suprimir sus ofrendas, para hacerles morir de
hambre.
Se comprende que el renombre de los magos de Egipto se haya
extendido con tanto auge por todo el mundo antiguo. Según los
autores griegos y latinos, ellos sabían curar enfermedades, utilizar
a los simples, predecir el futuro e incluso provocar la lluvia. Los
verdaderos poderes mágicos fueron por desgracia reducidos a
operaciones sencillas como el hecho de otorgar a una mujer una
soberbia cabellera que nunca encanecerá o bien echar un mal de
ojo a un enemigo para volverle calvo. El papiro de Leiden expone
así una serie de prácticas espectaculares: hacer adivinación,
rechazar a los espíritus malvados, fabricar ungüentos, favorecer
los sueños, enamorar a una mujer, atraer sobre sí la buena
fortuna, cegar o dejar tuertos a los enemigos, utilizar una fórmula
para rechazar el miedo que agobia a un hombre de día y de
noche. Todo esto descansa sobre bases tradicionales que se han
ido olvidando poco a poco.
Para consagrarse a la adivinación, se utiliza un recipiente lleno
de agua. Identificado con Horus anciano, gran dios cósmico, el
mago interroga a los dioses por mediación de un joven médico
que lleva en él la verdad. El mago le ordena abrir los ojos, a fin
de que vea la luz. Es preciso alejar a cualquier precio las tinieblas
del médium para que su espíritu penetre en el mundo de los
dioses y encuentre allí la respuesta a la pregunta planteada. El
recipiente es un excelente soporte para comunicar con el cielo y el
mundo intermedio.
El mago es capaz de adormecerse, provocando un sueño
hipnótico situándose ante una luz, o bien contemplando la luna o
bien recitando siete veces una fórmula mágica.
Entre las técnicas mágicas oficiales, el oráculo conoció un gran
éxito en el Egipto del Imperio Nuevo y en la Época Baja. El mago
de Estado plantea preguntas a una estatua divina de la que
espera una respuesta, concretada a veces en un gesto, cuando la
efigie sagrada inclina la cabeza para decir “sí” o “no”. En
pequeños oratorios, los clientes “privados” consultaban a las
divinidades ya fuera de forma oral o por escrito, sobre temas
cotidianos que han preocupado siempre a la humanidad: la
promoción social, el futuro, los bienes materiales, el amor.
Toda adquisición de poder mágico, no está de más recalcarlo,
descansa sobre el proceso de identificación abundantemente
ilustrado en los textos egipcios. El mago “se convierte” en las
fuerzas que crean el mundo, por ejemplo, la Abundancia
personificada. No en beneficio propio, sino para hacer que un
paciente se beneficie de los efectos benéficos de su arte.

Magia de los templos y de las ciudades

La magia está omnipresente en los templos. Por la práctica de los


rituales, por el significado mismo de la arquitectura y la escultura,
pero también en razón de una sorprendente realidad: las
imágenes grabadas sobre los muros están vivas, animadas.
Toman vida cuando las palabras rituales se pronuncian. En la
ceremonia de la mañana, la más importante de la jornada, la
imagen del faraón, en el mismo instante y en todos los templos de
Egipto, “desciende” de las paredes en las que está inscrita y se
encarna en el cuerpo del sacerdote encargado de actuar en su
lugar.
Según una estela de la época de Ramsés IV, incluso los templos
están protegido mágicamente por amuletos, fórmulas, de suerte
que todo mal sea expulsado de su cuerpo. Cuerpo es la palabra
justa, ya que cada santuario es considerado un ser vivo.
Lo que se encuentra en los templos (estelas, bajorrelieves,
mobiliarios, etc.) como en las tumbas debe ser preservado
mágicamente. Quien pusiera la mano sobre estos objetos o sobre
los decretos administrativos registrados sobre las paredes de los
monumentos perecería bajo la espada de Amón o el fuego de
Sekhmet, la diosa-leona.
Las ciudades como los templos, gozaban de una protección
mágica. El caso de la aglomeración tebana es
característico.Tebas, Hermontis, Medamud, Tôd, eran los cuatro
santuarios del dios Montu. El de Medamud guardaba cuatro
estatuas, hogar mágico para el conjunto de la región. Un texto
explica que “Amón-Ra, líder de los dioses, está en medio del Ojo
derecho, completo en sus elementos… Lo que Tebas es, Medamud
lo es. El Ojo completo en sus elementos debido a que su
Majestad, Amón-Ra, está en nombre de los cinco dioses que
hacen existir a Tebas como un Ojo derecho completo. Los cuatro
Montu están a su cuidado. Están reunidos en esta ciudad para
rechazar al enemigo de Tebas.” Los Montu, divinidades
guerreras, tienen la función de proteger Tebas, mirada abierta
sobre el mundo, de sus enemigos visibles e invisibles. Tebas, en
efecto, está considerada como el Ojo sano y completo, el oudjat,
llevado a menudo como amuleto. El plano de los templos tebanos,
más particularmente el de Medamud, encarna este Ojo cósmico,
clave principal del simbolismo egipcio. No olvidemos que el signo
del Ojo único, en jeroglíficos, significa “hacer, crear”.
Existe también una fórmula para la protección de la morada
familiar y de sus elementos, la ventana, los cerrojos, el dormitorio,
la cama… A cada lugar de la casa está destinada una divinidad
protectora: un halcón hembra, Ptah, jefe de los artesanos, “aquel
cuyo nombre está oculto”, y otros genios. Así, los enemigos no
entrarán allí ni de día ni de noche.
Vencer a la muerte

El mago es “especialista” de la vida como de la muerte. Cuando


el alma deja el cuerpo, todo se desune. Los elementos constitutivos
del ser, unidos hasta entonces por el fenómeno “vida”, ya no
conviven. Además, la muerte es un paso muy peligroso, ya que
los diferentes elementos corren el riesgo, al otro lado del espejo
de permanecer disociados. Se da entonces la “segunda muerte”,
la extinción definitiva del ser. De ahí la necesidad de la acción
mágica: preservar la coherencia del ser durante el paso de este
mundo al otro, hacerlo revivir en el otro lado en su plenitud.
La momificación es un acto mágico. Se tiene cuidado,
especialmente en conservar las vísceras en recipientes especiales,
los canopos. Cada recipiente está colocado bajo la protección de
una divinidad, uno de los hijos de Horus, en nombre de los cuatro
Imseti, con cabeza de hombre, protege el hígado; Hapi, con
cabeza de babuino, los pulmones; Douamoutef, con cabeza de
perro, el estómago; Qebehsenouf, con cabeza de halcón, los
intestinos. No son solo los órganos materiales los que se
benefician de los favores divinos, sino también los principios
sutiles que cada uno guarda. El ser, según el esoterismo egipcio,
está compuesto de diversas “cualidades”, de las cuales las más
conocidas son el akh, la proyección, el ba, el poder de
encarnación, y el ka, la potencia vital. Existe también el hela, la
capacidad mágica del individuo.* Cada elemento tiene una
existencia independiente. El arte del mago consiste en hacerlos
pasar a todos por las puertas del cielo, de modo que el ser
completo pueda ir y venir, dirigirse hacia la luz.
Según la extraordinaria expresión de los Textos de las pirámides,
el muerto no está realmente muerto, sino vivo. Esta constatación se
aplica al rey y a los iniciados regenerados por los ritos. La magia
funeraria tiene por objeto esta vida resucitada que necesita el
perfecto funcionamiento del corazón-conciencia, de los órganos
vitales, el libre desplazamiento en los espacios celestes, el disfrute
de las sutiles energías contenidas en los alimentos y en las
bebidas servidos en los banquetes del más allá.
Si el mago no fuese un maestro en su arte, sería una catástrofe
cósmica. El sol ya no saldría, el cielo se vería privado de los
dioses, el orden del mundo se vería invertido. El culto ya no se
celebraría, el ritmo de todas las cosas estaría perturbado.Como
dueño de la energía, el mago permite a las fuerzas luminosas
manifestarse en su plenitud. Uno de sus nombres más frecuentes
es “poderes de Heliópolis”, la ciudad del sol. Estos engendran la
prosperidad. Cuando la energía está desequilibrada, estos
poderes no se manifiestan. Los niños ya no nacen.
Preservación y transmisión de la vida son acciones mágicas. Por
ellas están animados cuerpos aparentemente inertes. Una estatua,
por ejemplo, parece no ser más que un objeto de piedra. Por el
rito de “la apertura de la boca”, la estatua cobra vida. Una
presencia espiritual la habita. En las mastabas, las tumbas del
Imperio Antiguo, el serdab, reducida pieza, guarda una estatua –
viva-del muerto. El ka del difunto está presente en esta estatua. Se
beneficia del recitado de las fórmulas que le proveen de la
energía que necesita.
Los famosos “modelos” depositados en las tumbas no son
Juguetes, sino objetos mágicos: por ejemplo, las barquitas de
madera con sus remeros pasan a ser, en el más allá, medios de
transporte muy reales que permiten al viajero bogar sobre las
aguas eternas del cosmos.
La vida está amenazada por fuerzas hostiles, especialmente por
almas escapadas de las tumbas, debido a errores mágicos o
insuficiencias rituales. Vagan causando graves daños físicos o
psíquicos. Al mago que los neutraliza, el que aprende, en el
interior de la Casa de la Vida, los secretos de lo invisible. Al que
conoce la estatuilla llamada “Vida”, que es el corazón de esta
institución iniciática, se le dice: “Tú estarás al abrigo del cielo,
éste no se derrumbará y la tierra no se tambaleará, y Ra no se
convertirá en cenizas junto con los dioses y las diosas. Esta
estatuilla “Vida” está momificada, luego recubierta con capas de
ungüentos y de una sustancia llamada “piedra divina” y por fin
extendida sobre un féretro. Se la consagra antes de abrirle la
boca y colocarla en una piel de carnero, una “piel de
resurrección”. La “Vida”, protegida de este modo se conserva en
una tienda de la Casa de la Vida en la que es constantemente
regenerada por medio de los ritos.
De forma simbólica, la Casa de la Vida es un corazón de arena
que circunda un muro, abierto con cuatro puertas. En el interior,
se levanta una tienda para guardar un relicario que contiene una
momia de Osiris. Alrededor, numerosas construcciones: viviendas,
almacenes, talleres donde se forman los especialistas llamados a
cumplir funciones rituales.
En Egipto la magia de los ritos no es una simple palabra. Otorga
efectivamente la vida, vence a la muerte. El mago dispone sobre
la momia amuletos, después de efectuadas las acciones. Así hace
pasar al “muerto” de su cuerpo humano a su cuerpo divino. Los
vendajes que envuelven a la momia dependen de una diosa Tait,
cuyo papel consiste en preservar el cuerpo de la descomposición.
Tait es también la diosa que crea las vestiduras reales. Dicho de
otro modo, ella confiere al individuo momificado ritualmente una
cualidad real.
Figura 08
Representación simbólica de la Casa de la Vida, donde los
magos aprendían su arte. El cuadrado está delimitado por los
cuatro puntos cardinales (el Oeste arriba, el Oriente abajo, el
Norte a la derecha, el Sur a la izquierda). En el recinto interior, el
nombre de las fuerzas divinas encargadas de la protección de la
Casa de la Vida. En el centro del rectángulo interior, la figura de
Osiris, cuyo nombre secreto está representado por el jeroglífico,
arriba a la derecha: “Vida”. El objetivo de los iniciados de la
Casa de la Vida era en efecto nada menos que crear ritual y
mágicamente la Vida. (Papiro SALT 825, edición P. Derchain, fig.
XIII b)
La apertura de la boca y la apertura de los ojos son actos que
transforman el cadáver en ser vivo. El mago practica la apertura
de la boca con un hacha de hierro, después de fumigar,
colocando incienso en una llama, y purificar con el agua de la
juventud. Se le pide a Ptah, padre de los dioses, que favorezca la
apertura de la boca y de los ojos como hizo con el dios Solaris,
en el taller de los escultores de Menfis llamado “la morada de
Oro”. Una de las ilustraciones más bellas de este rito se encuentra
en la tumba de Tutankhamon, donde el rey Aï, vestido con una
piel de pantera, abre la boca del joven rey muerto representado
como Osiris.
Punto capital: el sarcófago no tiene ni tumba ni lugar cerrado. El
está considerado como un barco y como el vientre del cielo. En el
Imperio Medio se pintaban falsas puertas en el exterior y pintaban
dos ojos a la altura de la cara de la momia. El espíritu del
“muerto” entra y sale del sarcófago. La tumba, por tanto, es un
lugar de paso. La falsa puerta, situada en principio en la parte
oriental de la mastaba, hace de comunicación entre este mundo y
el más allá. El espíritu pasa a través de la materia.

El nombre, clave del poder mágico

El conocimiento del nombre es el verdadero conocimiento.


Pronunciar el nombre es construir una imagen espiritual, revelar la
esencia del ser. Nombrándolo, creamos. Al conocer los
verdaderos nombres, que están ocultos al profano,
experimentamos su dominio.
Lo más grave para un ser es ver destruido su nombre. También la
magia toma todo tipo de precauciones para que el nombre dure
eternamente. Los elementos del nombre; las letras que lo
componen, son sonidos portadores de energía. Cuando el mago
habla de forma ritual, utiliza esos sonidos como una materia
animada, actúa sobre el mundo exterior, lo modifica si es preciso.
Cada ser –incluidas las divinidades-posee un nombre secreto. El
dios solar Ra, no es la excepción a la regla. Su padre y su madre
le habían dado su verdadero nombre, oculto en su nacimiento.
Ciertos nombres secretos son revelados por los textos en el
transcurso de curiosos episodios. Así, Horus navegaba en una
barca de oro en compañía de su hermano. Este último fue
mordido por una serpiente. Le pidió a Horus que le socorriese. El
dios dijo: “Revélame tu nombre”. Solo con esta condición, Horus
médico haría venir al gran dios con objeto de iniciar el proceso
de curación. En estas condiciones, su hermano está obligado a
ceder. Confiesa: “Yo soy el ayer, el hoy y el mañana”, “yo soy un
hombre de un millón de codos, cuya naturaleza es desconocida”,
“yo soy un gigante”… Horus escucha esta letanía, pero
permanece escéptico. El verdadero nombre no figura entre
aquellos. El otro cede. Por fin se sincera y le da su nombre
secreto: “El día en que una mujer encinta puso un hijo en el
mundo”. Horus pronuncia entonces la fórmula de curación. Sin
duda hay que ver en este relato una ilustración simbólica de lo
andrógino, de ese ser hombre-mujer que existía en el alba de los
tiempos, antes de la separación del espíritu en “hombre” y
“mujer”.
El ejemplo más célebre de la búsqueda del nombre secreto se nos
ofrece con la leyenda de Isis y Ra. La diosa tenía por fuerza que
descubrir el verdadero nombre del dios Luz. Solo existe un arma
eficaz para conseguir sus fines: la magia. Como Ra tenía ya
mucha edad, su saliva caía sobre el suelo. Isis utilizó este valioso
material. Lo modeló con su mano, con ayuda de la tierra que se
adhería a él. De esta masa hizo una serpiente que situó en el
camino por donde Ra pasaba. Mal protegido por su séquito, el
dios sol fue picado por el reptil. Muy sorprendido, Ra lanzó un
grito que llegó hasta el cielo. “¿Qué sucede?”, se extraña el señor
de la luz. Tiembla, balbucea. El veneno circula por sus venas, se
adueña de su cuerpo. Apela a los dioses. Que vengan a su lado,
ellos que han nacido de su ser. Ra explica que ha sido picado por
una criatura dañina. No la ha visto, no la conoce. No ha sido
creada por él. Escapa a su control. Ra sufre atrozmente. Nunca
había sentido un dolor parecido. Pronuncia palabras que cada
mago repetirá cuando se identifique con el dios: “Yo soy un
Grande, hijo de un grande, soy una simiente que ha nacido de un
dios. Soy un gran mago, hijo de un gran mago… Tengo muchos
nombres y muchas formas, mi forma está en cada dios.”
Ra se desahoga. Su padre y su madre le han ofrecido un nombre
que ha permanecido secreto, en lo más profundo de sí mismo. Es
por eso que ningún mago, ninguna maga, tiene poder sobre él.
Pero ha sido alcanzado por una dolencia que no conoce,
mientras paseaba por la tierra que él ha creado. ¿Qué es este
dolor insoportable? No es ni fuego, ni agua. Su cuerpo tiembla. El
frío comienza a invadirle.
“Que se haga comparecer a los niños de los dioses, ordena, los
que pueden decir palabras adecuadas, aquellos cuyas bocas son
sabias, cuya habilidad alcanza el cielo”. Que se apresuren todos,
que intenten socorrer a Ra.
Una diosa era famosa por sus cualidades mágicas excepcionales
y su capacidad de otorgar el soplo de vida, reanimando al que
ya no respiraba: Isis. Esta vino y preguntó a Ra: “¿Qué sucede?
¿Qué significa esto?” Se ha comprobado que una serpiente ha
mordido a Ra. Ella conjuró, pues, al veneno con un encantamiento
apropiado.
El estado de Ra se agrava. Está más frío que el agua, más
ardiente que el fuego. Sus miembros están cubiertos de sudor. Ya
no ve.
Isis se acerca a él. Felina, murmura: “¡Dime tu nombre, divino
padre!”. Ella lo necesita, en efecto, para formular la conjuración
que permitirá a Ra permanecer con vida. El dios responde: “Yo
soy aquel que hizo el cielo y la tierra, encadenó las montañas y
creó lo que está arriba”. Añade que ha puesto en el mundo los
elementos, los horizontes, ha colocado a las divinidades en el
cielo. Cuando él abrió los ojos, nació la luz. Cuando los cierra,
se forman las tinieblas. El genera el fuego, los días, los años, las
flores. Pero su nombre sigue siendo desconocido. Se sabe que se
llama Khepri por la mañana, Ra a mediodía, Atum por la tarde…
Pero esto no basta para detener el veneno. El gran dios no ha
sido curado.
Isis le confirma: “¡Tu nombre secreto no está entre los que me has
dicho! Confiésamelo y el veneno saldrá.” El estado de Ra se
deteriora cada vez más. “Acerca tu oído, hija mía, dice a Isis,
para que mi nombre pase de mi pecho al tuyo”.
Ra revela pues, su nombre secreto a Isis. Desgraciadamente el
oído de los hermanos no era lo bastante fino para percibir las
palabras pronunciadas por el dios. Solo la diosa conoció la
confidencia. Para conocer el secreto, para entender la palabra
perdida, hay que ser iniciado en los misterios.
Cada ser humano siente la misión de buscar y conocer el nombre
secreto que le fue confiado en el momento de su nacimiento y del
que debe hacerse digno. Pasar victoriosamente la prueba de la
muerte es hacer que este nombre perdure como el de Osiris. La
importancia de un nombre es tal que está sujeto a culpa, como
valor sagrado, por los tribunales. Por eso se cambia el nombre de
los criminales culpables de haber violado un lugar santo o de
haber intentado edificar una morada más elevada que la de los
dioses. Primer grado de castigo excluir del nombre del acusado el
del dios que podría ser mencionado con él. En el complot
perpetrado contra el faraón Ramsés III, los criminales habían
utilizado la magia para asesinar al monarca. También se les
cambiaron sus nombres haciéndolos odiosos, en adelante se
llamaron “Ra-el-odioso”, “maldad-en-Tebas”, “el demonio”. Estos
nombres espantosos son castigos en sí mismos. Se puede ir más
lejos y suprimir todo recuerdo del culpable haciéndole
desaparecer, ya que el nombre es un elemento esencial para la
supervivencia. El muerto sin nombre está condenado a la segunda
muerte. Es destruido en su ser profundo.
En el reino de los muertos hay que recordar ante todo el propio
nombre. El mago se presenta como un constructor que merece un
sitio preeminente en el cielo. Su nombre ha sido pronunciado en
los templos. El se ha acordado por la noche de contar los años y
los meses, en el momento de su iniciación a los misterios cuando
fue identificado por sus iguales como un adepto. Precisa a los
dioses que su nombre es un dios que reside en su cuerpo. A los
seres de luz que encuentra en el cielo, declara: “Yo conozco
vuestro nombres”.
Pero el “verdadero nombre” de los dioses no es pronunciado
jamás ante profanos. De vez en cuando, se da la sensación de
revelarlo recitando una sucesión de sonidos incomprensibles que
no significan nada. Los iniciados de la Casa de la Vida
desalentaban de este modo a los curiosos que deseaban adquirir
poderes personales y no descifrar el sentido profundo de los
jeroglíficos. En efecto, cada nombre divino está formado por
letras-madre que dan el significado esotérico de cada
personalidad divina. Tomemos un ejemplo. El nombre del dios
chacal Anubis está formado de una i, de una n y de una p, lo que
hace inp, de donde, con la introducción de vocales para que se
pueda pronunciar da Anubis (a para i, que es una
semiconsonante en egipcio, b intercambiada por p). Ahora bien,
el papiro Jumilhac explica claramente que cada letra de las que
forman el nombre de Anubis tiene un significado preciso. Por
ellas, el dios tiene poder sobre el soplo vital, la energía y la
materia, tres cualidades indispensables para cumplir su papel de
embalsamador, de iniciador y de maestro de ceremonias en los
ritos de resurrección.
Conocer los nombres secretos da acceso a los paraísos celestes
cuyas puertas son abiertas por Ra y Nout. En cada puerta del más
allá el mago debe probar que conoce el nombre del guardián y
de la puerta misma. Es necesario dar detalles. Guardián del
umbral, Anubis pregunta a los que desean entrar: “¿Conoces el
nombre del dintel y del umbral?”, hay que responder: “Señor de
la rectitud que se sostiene sobre sus dos piernas” (nombre del
dintel) y “señor de la fuerza que introduce el ganado” (nombre
del umbral). Como en todas las cofradías iniciáticas, el viajero
está experimentado. Si sus conocimientos son suficientes, se le
dice: “¡Pasa, porque tú sabes!”
Es preciso escapar de los pescadores que cogen en sus redes las
almas de los muertos. Para ello, el mago demuestra que conoce el
nombre oculto de cada una de las partes de la red, de la cual,
por consiguiente, no tendrá nada que temer.
Nacida sobre el suelo de Egipto, la religión cristiana n olvidó la
magia del nombre. El mago copto se identifica con Cristo, con
María, ordena a los dioses, a los espíritus y a los ángeles,
amenaza al diablo, ruega, todo ello invocando los “verdaderos
nombres” gracias a los cuales espera obtener una eficacia plena.
Capítulo III
Los instrumentos mágicos

Los amuletos

Vivos y muertos gozan de la proyección de los amuletos que


llevan sobre sus cuerpos. A menudo representan a grandes
divinidades (Ra, Horus, Osiris) que garantizan un excelente viaje
por los cielos, la seguridad, la salud y toda suerte de felicidades
compatibles. Un amuleto está “inscrito” sobre diversos soportes,
como, por ejemplo, papiros o tela. Se le anuda o se le cuelga con
un cordoncillo alrededor del cuello: lo importante es estar en
contacto con él.
Cuando el mago crea un amuleto, introduce en el objeto fuerzas
esenciales para preservar la vida y garantizar la inmortalidad de
un cuerpo o de una momia. Con objeto de proteger por completo
a esta última, hay que utilizar ciento cuatro amuletos diferentes.
Atados a los dedos de los pies o a los pies, hacen circular la
fuerza mágica a través de todo el cuerpo antes de llegar a la
cabeza. Protegen del mal bajo todas sus formas.
Es por eso que una buena madre de familia tiene un conocimiento
profundo de la magia de los amuletos, los cuales utiliza para
poner a su niño al abrigo de los peligros exteriores. También
favorecen el amor, la vitalidad y el éxito en el trabajo.
Oro, bronce, cristal, barro y piedra son utilizados en la
fabricación de amuletos. El papiro mágico de Leiden indica la
manera de confeccionar un excelente talismán: se toma una cinta
de lino de dieciséis cabos (cuatro blancos, cuatro verdes, cuatro
azules, cuatro rojos), se tiñe con la sangre de una abubilla y se
ata a un escarabajo en actitud de dios solar, vestido de biso
(tejido de seda y lana). De este modo, es todo el universo
religioso del antiguo Egipto el que se revela en el pequeño mundo
de los amuletos; vemos en él una pléyade de divinidades,
animales sagrados, elementos reales que confieren al difunto la
categoría de faraón (por ejemplo, las coronas reales), conceptos
abstractos como la Vida, la Salud, la Fuerza (simbolizadas por la
“llave de la vida”, el papiro), el corazón-conciencia, la mutación
del ser encarnado en el escarabajo y la estabilidad en una
columna. Objetos corrientes tienen un significado profundo: la
escalera permite subir al cielo, el cabecero permite un sueño
regenerador al resguardo de los demonios, los instrumentos de los
constructores (tablero de diseño, nivel, escuadra, hilo de plomo)
revelan la manera cómo trabajan los Creadores.

Figura 09
Diversos símbolos mágicos utilizados en amuletos: a la izquierda,
el ojo-ouadjat, ojo “completo” y perfecto que otorga al iniciado
una visión total de la realidad; a la derecha, Nephtis cuyo
nombre significa “la soberana del Templo”, magnetiza el signo
chen, el de la protección mágica que evitará que su poseedor sea
“disociado” por las fuerzas negativas. Está instalado bajo el signo
del oro, materia que constituye la carne de los dioses. (Las
capillas de Tutankhamon)
Como es norma dentro de la magia, es el Verbo quien confiere su
realidad a los amuletos. Así, los capítulos a del Libro de los
muertos se titulan: “Palabras a pronunciar sobre una columna-djed
de oro colocada en el cuello del bienaventurado, sobre un nudo
de jaspe rojo colocado en el cuello del bienaventurado, sobre un
collar de oro colocado en el cuello del bienaventurado…”
Bienaventurado, en efecto, el que se beneficia de tal seguridad
contra las fuerzas del mal. La columna-djed merece una atención
especial. Con motivo de una grandiosa ceremonia primordial
dentro de la magia de Estado, el faraón enderezaba una columna
tumbada sobre el suelo. De este modo recreaba la columna
vertebral de su reino. En efecto, esta columna es el eje secreto del
cuerpo de Osiris. Permite al Estado ser estable, conforme al
modelo divino. Sobre la columna-djed, se pronuncia esta fórmula:
“Tu espalda te pertenece, tú que tienes el corazón en reposo; tus
vértebras te pertenecen, tú que tienes el corazón en reposo. Tú te
acuestas sobre la orilla, yo pongo agua debajo de ti. Mira, yo te
entrego la columna-djed, de forma que te diviertas con ella”.
Fórmula enigmática, cuya finalidad es permitir al ser enderezarse,
adoptar la vertical, alcanzar la estabilidad necesaria para
perdurar.
Antes de pronunciar las fórmulas sobre la columna, el mago la
coloca sobre un ladrillo de arcilla. Se le prepara un nicho en el
muro oeste de la tumba y se le coloca mirando al este. Se cierra
luego el muro con tierra impregnada de aceite de cedro. La
columna es invisible, pero está presente. Gracias a ella, la
columna es inmutable y se convierte en una morada de eternidad.
Algunos amuletos son sorprendentes, como la “mano de Atum”,
diosa que ahuyentó la tempestad del cielo y que nos recuerda la
masturbación primordial del creador. Esta mano, calificada de
“Poderosa”, ayuda a la luz a vencer al demonio de las tinieblas.
Expulsa el sufrimiento, la impureza. También, en ausencia de la
madre o de la nodriza del niño, coloca sobre éste una mano
amuleto para protegerle. Esta no es otra que “la mano de Isis”
que vela por su hijo Horus y le procura bienestar y salud.
La rana (en realidad la diosa Hekert) es un amuleto que favorece
la resurrección, en razón de su nacimiento particular en el limo
del Nilo. Los seres más extraños decoran estos amuletos: los
patecos, personajes desnudos, deformes, con el cráneo rapado, a
la vez niños y adultos. cuyo papel consiste en expulsar a los
demonios.
Dato primordial: los amuletos son eficaces tanto para los vivos
como para los muertos. Pero ¿cómo garantizar las funciones
vitales, tanto aquí abajo como en el más allá, sin una utilización
inteligente de los amuletos? Gracias a ellos, el bienaventurado
tiene la posibilidad de unirse a los servidores e Horus, de
gobernar el mundo de las estrellas.
En la Época Baja, los amuletos proliferaron, exagerados por la
oleada de una magia popular cada vez más ingenua, cada vez
más alejada de sus raíces. Se utilizan sobre todo pelos de vaca,
de cabra, así como sustancias más o menos apetitosas para
fabricar talismanes a crédito. Aquello no era más que una
caricatura de la magia.

El oro y las piedras preciosas

Ra intervino para que se pusiese oro sobre la carne del difunto,


dándole así su floreciente tinte. ¿Cómo explicar mejor que se
concediese exactamente así la vida eterna? Al término de la
momificación correctamente realizada, el mago comprueba esta
transmutación y exclama: “¡Oh, untel! ¡Acabas de recibir tus
dediles de oro y tus dediles son de oro, tus uñas de electro! La
emanación de la Luz proviene solo de Ti, ella es el divino cuerpo
de Osiris, hecho realidad. Tú has sido regenerado por el oro, tú
has cobrado vigor por el electro. El oro iluminará tu rostro en el
mundo intermedio, tú respirarás gracias al oro, saldrás gracias al
electro”.
El oro es signo de vida regenerada. La gran maga, Isis, cuida e
que el iniciado renueve su vida en medio del oro interior que ha
descubierto. Su rostro se ilumina entonces por la alegría. Parece
un “muchacho renacido”. Estos textos evocan evidentemente una
iniciación de carácter alquímico.
En la escena de la resurrección de Petosiris, en Hermópolis, el
dios subterráneo Osiris se convierte en divinidad solar. Al emitir
oro, expande la luz vital. Los iniciados a los misterios de Thot nos
revelan de esta forma que Osiris es indisociable de Ra, de quien
han nacido una piedra y una goma destinados a hacer
incorruptible a la momia del difunto identificada con Osiris.
Esta piedra de luz es, desde luego, el prototipo de la piedra
filosofal de los alquimistas.

Nudos y números

El mago egipcio pasa una buena parte de su tiempo haciendo


nudos. Un nudo mágico es un punto de convergencia de las
fuerzas que unen el mundo divino y el mundo humano. Los
capítulos 406-408 de los Textos de los sarcófagos son fórmulas
para conocer los siete nudos de la vaca celeste. Servirán al mago
para el manejo de la barcaza en la que atraviesa los espacios
celestes. Restituyen al cuerpo sano y vigoroso. Por otra parte, los
nudos celestes encuentran su correspondencia en los “nudos” del
cuerpo humano, los puntos sensibles donde se encuentran los
flujos energéticos de los que depende nuestra existencia.
Algunas fórmulas, como las del papiro mágico de Londres y de
Leiden constituyen precisiones técnicas. Se habla del nombre, del
color. Lo que está atado en la tierra lo está también en el cielo, y
a la inversa. Cristo retornará a su vez esta idea simbólica cuya
huella puede encontrarse en los papiros mágicos coptos. “Impulso
voz para alcanzaros, declara el mago a los poderes, a vosotros
que desatáis cuerdas, nudos y cadenas para que desatéis por
siempre nuestras cadenas.”
La magia de los números es indisociable de la de los nudos. El
número está considerado como un nudo abstracto. Falta todavía
un estudio en profundidad del simbolismo de los números en el
antiguo Egipto. Sin embargo, están presentes a cada momento,
incluso en la magia de Estado. Uno de los mejores ejemplos es el
de un altar de culto en Heliópolis, una mesa de ofrendas formada
por cuatro mesas unidas sobre las cuales se colocan unos panes
que sirven para delimitar las cuatro direcciones del espacio, los
“cuatro Orientes”. Dicho de otro modo, el cosmos está
organizado a partir de una unidad central que solo se concretiza
con la ofrenda a los dioses. En la religión cósmica como era la de
Heliópolis, el Cuatro era el número de la eficacia, de lo concreto,
de la eficiencia.
El siete es sin duda el número citado con más frecuencia. Cuerdas
de siete nudos, siete anillos de piedra y de oro, siete hilos de
lino… serían necesarios una gran lista de ejemplos. El papiro
mágico de Leiden evoca un ritual en el que el Siete está siempre
presente. Se eligen siete ladrillos no utilizados antes. Se les
manipula sin que toquen la tierra y se les dispone de forma ritual,
conservando su estado de pureza en todo momento. Tres sirven
de soporte a un recipiente que contiene aceite, y los otros cuatro
son rituales alrededor de un médium. Se colocan entonces siete
panes puros, siete bloques de sal y un plato nuevo lleno de aceite
de los Oasis. Todo debe estar dispuesto alrededor del recipiente
que contiene aceite. El mago hace extenderse al médium boca
abajo. Pronuncia un encantamiento mientras él mira fijamente el
aceite, siete veces. Hasta la hora séptima del día, se le plantean
todas las preguntas que se quiera.

El cuerpo de sustitución

El cuerpo de sustitución, designado a menudo con el nombre de


“golem”, conforme a las prácticas de la Cábala, está muy
presente en la práctica mágica del antiguo Egipto. Este cuerpo
calificado también de “subsidiario”, no está representado solo por
las figuritas de encantamiento, sino también por las numerosas
estatuas reales o privadas. Tanto los cuerpos de sustitución, que
están animados y cargados de vida, como los modelos de
madera que representan a servidores, artesanos, soldados, son
situados en la tumba para vivir allí eternamente en la plenitud de
la juventud y en el ejercicio de su función.
En el caso de las figuritas de cera, se trata de cuerpos de
sustitución sobre los cuales se desencadenan las fuerzas
agresivas, bajo el control del mago. Los usebtis, cuyo nombre
significa “los que responden (a la llamada del muerto para
ayudarle)”, son, por el contrario, el soporte de las fuerzas
constructivas. Son pequeños personajes de madera, de barro o de
bronce que sujetan dos azadas. Su cuerpo está cubierto de texto
mágico. Llevan un saco que cuelga de su espalda. Sirven de
sustitutos mágicos a los justos, yendo a trabajar, a su llamada, en
los campos del más allá. La aparición de los usebtis data del
Imperio Medio, y no se encuentran la mayor parte de las veces
más que uno por tumba. Luego su número crecerá rápidamente.
En la Época Baja, hay cajas que contienen a veces más de
quinientos usebtis. Estas figuritas son inseparables de un texto, el
capítulo seis del Libro de los muertos. Se trata de una fórmula que
obliga a un usebti a obedecer. Carga con las tareas más
penosas: cultiva los campos, se ocupa de las irrigaciones de los
ríos, transporta el limo que servirá de abono. A cualquier
pregunta del mago, responde: “Heme aquí”. El modelo antiguo
del capítulo del Libro de los muertos figura en los “Textos de los
sarcófagos, donde se dice que el iniciado ha tomado posesión de
su poder frente a los dioses, los espíritus y los muertos. Ocupa sus
tronos. Las tareas ingratas no le son encargadas.
Para ser eficaz, la fórmula mágica debe ser pronunciada sobre
una imagen del propietario de la figurita, mientras éste se
encuentra en el suelo, imagen hecha de madera de tamarindo o
de Sísifo (loto) que se situará en la capilla mortuoria.

Cartas a los muertos

Los egipcios consideraban que “vida” y “muerte” no estaban


separadas por una barrera infranqueable. El espíritu de los que se
llaman “muertos” viaja. Estos no son inaccesibles a los vivos, y
son para con ellos tanto benéficos como maléficos. Se comunica
con los seres del más allá de diversas maneras, especialmente
escribiéndoles.
El objeto que sirve la mayoría de las veces de soporte a las cartas
a los muertos es un tazón. Si la inscripción es muy larga, se utiliza
el papiro o la tela. En sus orígenes, los tazones eran objetos de
culto donde se depositaba pan o grano. Se consideraba que un
muerto, convencido de hallarse ante una carta bien argumentada,
intervenía en el destino de los vivos de forma positiva o negativa.
Quien desafía a un muerto corre el riesgo de ser castigado por el
tribunal divino. Quien profana una tumba se encontrará con el
cuello partido como el de un pájaro. Quien no entre en una
tumba en estado de pureza se verá afligido por diversos males.
Todo esto prueba que los muertos están presentes en nuestra vida
cotidiana. ¿Por qué no pedirles que resuelvan, o ayuden a
resolver problemas tan complicados como “asuntos de herencia”?
Así, se implora a una madre difunta que juegue un papel de
árbitro entre sus dos hijos.
Entre las cartas a los muertos, una de ellas es particularmente
célebre. Se trata de una misiva dirigida por un marido
desgraciado a su difunta esposa. El documento estaba atado a
una estatuilla de madera recubierta de yeso y coloreada,
excelente vehículo mágico para hacer llegar la carta a su
destinatario.
En vida, marido y mujer formaban una pareja feliz y afortunada,
viviendo en Menfis a fines del Imperio Nuevo. La esposa murió a
consecuencia de una enfermedad incurable. Su marido pasó ocho
meses en una profunda aflicción, sin casi comer ni beber,
llorando sin cesar sobre la tumba de aquella a la que amaba.
Durante tres años, su pesar no disminuyó. Se sentía como
hechizado. Escribió incluso una carta de protesta a su difunta
esposa: “¿Qué mala pasada me has hecho para hacerme llegar a
este penoso estado en el que me encuentro? ¿Qué he hecho yo
contra ti que justifique que pongas la mano sobre mí sin que yo
haya cometido ninguna maldad para contigo?... Pleitearé contra
ti con mis palabras ante la Enéada que está en el Occidente, y se
juzgará entre tú y esta carta que contiene los datos de este
asunto. ¿Pues qué hecho yo para que actúes de este modo?”
La historia no dice lo que siguió a esta queja dirigida a una
muerta. Este extraordinario documento permite, sin embargo,
constatar que el universo psíquico de los antiguos egipcios estaba
abierto a todas las formas de realidad.

La lámpara

El papiro mágico de Leiden confiere a la lámpara un papel


mágico particular ya que es uno de los elementos principales en
el proceso de adivinación. En una habitación oscura se excava un
agujero en el muro este. Se toma una lámpara blanca. Se la llena
de aceite virgen proveniente de los oasis. Se recitan plegarias de
adoración a Ra, al alba, cuando el sol sale. Se enciende la
lámpara en estado de pureza. Interviene un médium con los ojos
cerrados. El mago pone un dedo sobre su cabeza. Sobre un
brasero arde incienso. El mago pide al médium que abra los ojos
y mire la lámpara. Este ve cerca de ella la sombra de una
divinidad. Es esta última quien responde al mago sobre las
cuestiones que le interesan.
El mago debe manejar una lámpara nueva, con una mecha pura.
Inscribe jeroglíficos y símbolos sobre la mecha, coloca la lámpara
sobre un ladrillo, delante de él. Pronuncia fórmulas, intentando ver
a la divinidad que se manifiesta sobre la lámpara para poder
hacerle preguntas. La divinidad se presenta ante él bajo múltiples
nombres. Otorga la luz, es amigo de la llama, presencia divina
instalada en el fuego. El mago le pide que se presente, incluso de
noche, y converse con él sin ningún tipo de falsedad.
Figura 10
Operaciones mágicas para hacer pasar al iniciado del cuerpo
muerto al cuerpo de resurrección. La energía mágica está
simbolizada por una línea ondulada que termina en una cabeza y
brazos humanos. Es este fluido el que despierta los cuerpos
tendidos en el interior de óvalos protectores. La magia de
resurrección está concebida aquí como una verdadera ciencia de
la energía. (Las capillas de Tutankhamon)
Para practicar este tipo de adivinación es preciso untarse los ojos
utilizando un ungüento fabricado a partir de las flores de la judía-
griega. Después de haberlas recogido, se ponen en un vaso de
vidrio que se tapa y se coloca durante veinte días en un lugar
sombrío y secreto. Si se abre, se encuentra allí un falo y un par de
testículos. Cuarenta días más tarde ese falo se ha convertido en
sanguinolento. Es preciso entonces depositarlo en un recipiente de
vidrio colocado en una vasija depositada a su vez en un lugar
secreto. El mago debe llenar sus ojos con la sangre debidamente
obtenida. Cuando pronuncia las fórmulas, se extiende sobre un
colchón de rosas, sin haber hecho el amor en los días que
preceden. Se dirige a la lámpara, testigo del mundo divino, que
ha viajado en el espacio y recibido el mensaje de los dioses.
Estos complejos elementos, que pertenecen a una magia tardía,
mezclan mitos primordiales y prácticas de hechicería. Solo magos
experimentados eran capaces de extraer los elementos positivos
de estos escritos donde se mezclaban lo mejor y lo peor.
*
Los instrumentos mágicos del mago egipcio eran diversos y
numerosos. No eran nada más que instrumentos. Cuerpos de
sustitución, amuletos, nudos mágicos, etc., sirven de soportes al
practicante. La fuerza de creación reside en la comunicación que
se produce entre su espíritu y el universo, no en simples objetos.
Desde luego, existen objetos llamados “encargados” en los cuales
subsiste una huella más o menos viva de las operaciones mágicas
para las que han servido. Pero es preciso conocer todavía la
fórmula que despierta esta energía oculta. ¿Cómo se conseguiría
sin dominar las fuerzas elementales?
Capítulo IV
El dominio de los elementos

En el presente capítulo no abordaremos el tema del dominio de la


tierra, debido a una observación de mi anfitrión en Luxor. “La
tierra, me dijo, pertenece a las serpientes y a los escorpiones. Es
nuestra madre, pero una madre exigente, peligrosa. El mago no
es un ingenuo. Para conocer los tesoros de la tierra, es preciso en
primer lugar conquistar la amistad de los que los protegen. Pero
es imposible, para quien no es un hombre de agua, de aire o de
fuego”.
Extrañas palabras que, sin embargo, no habrían sorprendido a un
egipcio antiguo, habituado a vivir en armonía con los elementos.
No los veía con ojos ciegos. Sabía que encerraban una parte del
secreto de su propia vida.

El agua y la barca

Todas las aguas vienen de Nun, océano primordial que rodea el


mundo. Cada tarde el sol entra de nuevo en el Nun, se regenera
en él y sale de allí purificado y renovado, por la mañana. Los
lagos sagrados de los templos contienen precisamente esta agua
primordial en el cual se purifican los sacerdotes.
Los Textos de las pirámides dan una fórmula mágica para obtener
el dominio del agua. Se dice que el Nilo celeste está a
disposición del mago que se identifica con el gran dios cuyo
nombre no es conocido por las multitudes de espíritus. Pronuncia
estas palabras_ “¡Oh, Hapy, príncipe del cielo, refresca mi
corazón con tu agua! Haz que yo pueda tener poder sobre el
agua… Dame el agua que existía antes de los dioses, ya que he
llegado al primer día de existencia”. Para estar seguro de
lograrlo, el mago incluso se transforma en dios-Nilo, señor de las
aguas que permite crecer a la vegetación. Es por ello que el
poder mágico subsiste sobre el cielo y la tierra.
El mago se baña con Ra en las extensiones de aguas celestes.
Está rodeado por Orión, Sothis, por la estrella de la mañana. Le
colocan en brazos de su madre Mut, el cielo. También escapa al
furor de los condenados que marchan cabeza abajo.
Agua purificadora, agua para bañarse, pero también agua que
sirve de soporte a los desplazamientos por el cosmos. Según la
religión más antigua, el faraón bogaba sobre balsas de cañas por
los espacios celestes. Cada mago, siguiendo al rey, desea “subir
al cielo, embarcar en la barca de Ra y convertirse en un dios
vivo”. El mago puede utilizar un vaso para ver esta barca del sol.
Pide a la madre de los dioses que le abra el cielo por donde verá
subir y descender a los navíos divinos.
Se pronuncian fórmulas mágicas sobre una barca de Ra pintada
de blanco y colocada en un lugar puro. Ante ella, la imagen de
un bienaventurado. El mago dibuja una barca de la noche a su
derecha y una barca del día a su izquierda. El capítulo del Libro
de los muertos ofrece una detallada explicación: “Palabras a
decir sobre una barca de cuatro codos de largo, pintada con
polvo de arena (?) verde, con la asamblea divina de los nomos
sobre ella; se hace un cielo estrellado, purificado con natrón y
resina de terebinto. Entonces se dibuja una imagen de Ra de
blanco sobre un recipiente nuevo que será dispuesto ante la
susodicha barca y se pone la imagen del bienaventurado que
desees glorificar en esta barca, él es quien permite navegar en la
barca de Ra”.
El mago que obtiene un poder sobre el agua celeste se convierte
en la, pagaya (remo) de Ra que no se moja en un líquido y no se
quema en el fuego. Al identificarse con esta pagaya, el mago esta
seguro de “conducir su barca” sin desfallecer.
De manera aún más directa y más arriesgada, el mago se
enfrenta al agua cuando está obligado a nadar. Existe una
técnica apropiada: para proteger al nadador y evitarle todo
peligro, se invoca a un babuino de siete codos, con ojos de
electro y labios de fuego, cada una de cuyas palabras es una
llama.
El cuerpo contiene agua. Esta es indispensable para la vida.
Beber es un acto sagrado. El mago dispone del agua llegada de
Elefantina, del mismo Nun. Es capaz de identificarse con el padre
de los dioses. Existe un capítulo, “beber agua en el imperio de los
muertos”, que contiene esta llamada: “¡Ven a mí, tú que eres el
agua del rejuvenecimiento de cada día! ¡Si pudieses refrescar mi
corazón con el agua fría de tu corriente! ¡Si pudieses concederme
poder sobre el agua como el Poderoso!” Este agua prodigiosa
será ofrecida al mago cuyo espíritu se ubique en el origen de los
tiempos.
“El agua fresca” es uno de los nombres del mago rejuvenecido
que conoce la alegría de vivir, de moverse a su antojo, de estar
protegido, de aparecer glorificado. Nut, diosa del cielo, y
Nephtis, la señora del templo, vienen a él para aportarle el ojo de
Horus, la medida de todas las Cosas. El iniciado saluda a Ra. Le
pide al dios que le aporte la leche de Isis, el flujo de Nephtis, el
desbordamiento del mar, la vida, la prosperidad, la salud, la
felicidad, el pan, la cerveza, el vestido, el alimento: en resumen,
el conjunto de las formas liquidas que procuran una perfecta
beatitud. Desea ver a Ra cuando sale como Thot, cuando se le
prepara un camino de agua para la barca del sol.
El mago se identifica con Osiris. Porque Osiris ha hecho un largo
viaje -en forma de cadáver por las aguas. El Ojo de Horus se
encuentra cerca de él cuando flota. El escarabajo Kheper planea
sobre él. El dios debe proteger al mago de los seres dañinos
ocultos en las aguas. Debe obtener la ayuda de los dioses
presentes en sus barcas. Existe por otra parte, una fórmula para
franquear las aguas repletas de demonios: “Osiris está sobre el
agua, el Ojo de Horus está con él. El gran escarabajo se extiende
sobre él. No levantéis vuestros rostros, habitantes de las aguas,
para que Osiris pueda pasar sobre vosotros”.

Figura 11
El rey vierte agua ante una de las formas del díos-sol. Este “agua”
es energía polarizada (el doble flujo) necesaria para alimentar la
bola de fuego que se materializa con el disco solar de donde
saldrá el fluido creador (La tumba de Ramsés IX.)
El Nilo cobija seres peligrosos y maléficos que acechan a
animales y humanos que atraviesan el río. Hay que impedirles
actuar. El mago recita canciones, “lágrimas de agua”. Los textos
de estos hechizos son ultrasecretos. A este objeto se aconseja:
“No los reveléis al hombre corriente. Es un misterio de la Casa de
la Vida”. Algunas indicaciones nos permiten conocer una parte
del secreto. El mago utiliza un huevo que es “grande en el cielo y
en el douat (mundo intermedio entre cielo y tierra)”. De él nace un
pájaro. El mago sale del nido con él. Las palabras mágicas deben
pronunciarse sobre un huevo de arcilla que evoca al huevo
primordial. Tornándolo en su mano, el mago sostiene la proa del
barco que boga sobre las aguas. Si un ser dañino sale a. la
superficie y amenaza con atacar, el mago arroja el huevo sobre
él. El peligro estará conjurado al momento.
Estos “hechizos de agua” son a veces fórmulas muy
desarrolladas, ya que el peligro amenaza a menudo, de forma
muy directa, al viajero o al bebedor. El mago entonces se vuelve
muy solemne en sus declaraciones: “¡Oh, anciano que se
rejuvenece a si mismo en su edad, edad que se vuelve »oven! ¡Si
pudieseis hacer que Thot viniese a mí en mi voz! ¡Atrás, el que
habita en el agua, si el que se encuentra sobre el agua fuese
atacado, el Ojo de Horus lo será también! (Dicho de otro modo,
el orden del mundo estaría comprometido.) ¡Que el que está en el
agua no levante la cabeza antes de que Osiris haya pasado!”
Incluso Ra toma precauciones cuando viaja en barco para ir a
visitar a su Enéada. Los “señores del Duat” están prestos a
castigar al cocodrilo que se dirija contra la barca divina. Las
bocas de los habitantes del agua están cerradas por Ra, sus
gargantas cerradas por Sekhmet, sus lenguas cortadas por Thot,
sus ojos cegados por Heka, dios de la magia. Los cuatro dioses
que protegen a Osiris protegen a cualquiera que afronte el agua,
hombre o animal.
Otra fórmula muy impresionante: “¡-Ven a mí, señor de los dioses!
¡Arrójate por tierra, para mí, a toda forma del mal, a todo
monstruo que está en el río! ¡Transfórmales para mí en guijarros
sobre el gebel, parecidos a pedazos de loza esparcidos a lo
largo de los caminos”. Proceso radical, en efecto: transformados
en guijarros, los seres dañinos del agua no amenazarán ya a
nadie.
Para luchar victoriosamente contra las criaturas maléficas
presentes en las aguas, el mago no duda en identificarse con
Amón, Onuris, Montu, Soped en sus funciones guerreras.
Impresionados, los que están bajo las aguas no emergerán.
Derivarán por la corriente, con sus bocas selladas como los siete
grandes arcones, cerradas para siempre.

El aire

Los Textos de los sarcófagos describen una extraordinaria


operación mágica: convertirse en los cuatro vientos del cielo y
conocer el nombre del dios responsable de la escalera del cielo,
que permite acceder al paraíso. El mago tiene el dominio de estos
cuatro vientos. Estos le permiten explorar el universo entero. Así,
el viento del sur transporta agua, crecimiento y vida.
La vestidura del mago es el aire que da la vida. Ha creado el
cielo luminoso para reemplazar a las tinieblas, se manifiesta por
medio de nubes de tempestad, la anchura del cielo es la medida
de sus zancadas.
Pero el aire contiene también peligros, especialmente miasmas
causantes de enfermedades. Existen también fórmulas para
disipar el aire viciado del año. El mago juega el papel de la
diosa-buitre Nekhbet, que agita la tierra. Le pide que venga a su
lado y anude estrechamente sus dos grandes plumas a su
alrededor. Así vivirá con buena salud y recibirá la corona blanca,
insignia del poder que está sobre la cabeza del gran mago de
Heliópolis. Bogará sobre el océano cósmico, en la barca del día,
a condición de que pronuncie correctamente las fórmulas sobre un
par de plumas de buitre.
El aire que respiramos debe ser purificado por el mago. En ciertos
períodos, en efecto -especialmente en el cambio de año-transporta
elementos peligrosos (miasmas, fluidos negativos, enfermedades).
Sólo una purificación mágica, que forma parte además de un
ritual de estado, ofrece a los humanos un aire vivificante.

El fuego

Los seres dañinos transportan una llama, un fuego destructor que


amenaza la vida. Para apagarlo, es preciso utilizar agua. Pero no
importa qué agua sea: la de Nun, el océano primordial, que se
manifiesta como una fresca ola. El mago mezcla los elementos*
para reducir el malvado fuego a la nada.
La manifestación más frecuente de este último es la quemadura.
¿No fue el mismo Horus quemado por la llama de la diosa-leona
Sekhmet con terrible cólera? Contra cualquier quemadura, el
mago debe además recordar la leyenda de Horus niño: un fuego
había caído sobre su cuerpo. Su madre estaba ausente. El fuego
era muy poderoso para un niño tan pequeño. Nadie podía
salvarle. ¿Podrá Isis, recién llegada de la fábrica de tejidos donde
ella iniciaba a las mujeres en sus misterios, apagar la llama con
su leche? Es necesario recitar fórmulas sobre resma proveniente
de una acacia, sobre una torta de trigo, guisantes de algarrobo,
coloquintos, excrementos, luego quemar todo esto para hacer una
masa para mezclarla con la leche de una mujer que ha dado a
luz a un varón. Más tarde se aplica la mezcla sobre la
quemadura y se venda la herida con una hoja de ricino.
Para la víctima de una quemadura o de un incendio, el mago se
refiere obligatoriamente a Horus. El dios, estaba tan gravemente
afectado que sólo Isis, la maga, era capaz de inventar un
remedio para evitar el fuego. A su alrededor no había nada de
agua, así que la diosa se vio obligada a utilizar un liquido salido
de su propio cuerpo: “Hay agua en mi boca, dice Isis, y un Nilo
entre mis piernas; vengo a apagar el fuego”.

Figura 12
Los babuinos están dispuestos alrededor de un estanque cuadrado
que contiene energía de la naturaleza del fuego. Es la
representación de una verdadera “central”, cuyos componentes
deben ser manipulados por especialistas con la máxima
precaución, para que este fuego perpetuamente creador. (La
tumba de Ramsés IX)
El fuego positivo y creador está contenido en el sol. El mago se
dirige a él cuando sale con un destello de las tinieblas: es él quien
alejará la sombra muerta que intenta arrancar al niño de su
madre. Existen fórmulas para disipar las tormentas a fin de que el
sol pueda brillar normalmente. La victoria no se adquiere nunca
de forma definitiva. El hechizo mágico debe ser renovado cada
día. Una prueba: la hoja de papiro sobre la que está inscrito el
nombre del dragón se pone en una caja y se arroja al fuego cada
día. Cuando sale el sol, la criatura-dragón arde.
La manifestación de un dios se acompaña a menudo de llamas
que destruyen adversarios y criaturas dañinas. Estos son
devorados por un fuego divino. “Oh, rebeldes (proclama una
fórmula) el fuego de Amón está contra vosotros, y no se extinguirá
jamás. Aquel que está oculto en su imagen, que está disimulado
en su forma, os maldice... lanza contra vosotros el fuego para
reduciros a cenizas”.
De este modo los enemigos más peligrosos verán sus proyectos
reducidos a la nada.
En la frente del faraón, la serpiente ureus es una llama ardiente
que calcina a los enemigos del rey. El mago se identifica con el
ureus. Afilada es la llama que se encuentra sobre su boca, contra
los puñales que están en las manos de los dioses hostiles de los
que ya no tiene nada más que temer.
Igualmente, el fuego destructor se revela protector. Los Textos de
los sarcófagos evocan el círculo de fuego que rodea a Ra y le
protege mientras se encuentra en la cabina de su barca solar. El
mago debe utilizar una fórmula para hacer desaparecer ese
círculo: el fuego se extingue momentáneamente para que él
acceda al interior del sol.

Figura 13
La barca del sol con su equipaje divino. Día y noche recorre el
universo y asegura la regulación de la energía creadora en todos
los espacios que atraviesa. Si la barca se detiene la vida cesa de
circular y el universo se debilita. Es por ello que el mago-
astrónomo observa constantemente el cielo, a fin de intervenir en
el caso de que la barca encontrara algunas dificultades. (Las
capillas de Tutankhamon.)
“Entrar en el disco solar” es un tema iniciático excepcional. El
mago ha probado su competencia estableciendo el orden cósmico
para gloria de Ra y abriendo el ojo misterioso que da la luz a la
humanidad. Una extraña figura de los Textos de los sarcófagos
presenta a un ser divino, sentado sobre un trono y rodeado de
óvalos. Es el símbolo esotérico de Ra, dominando a una serpiente
llamada Mehen. Evoca una multitud de ciclos y años. Caminos de
fuego protegen ese sol secreto. El mago conoce las sombrías rutas
por las que Hou y Sia, el Verbo y la Intuición, circulan. Conoce el
“circuito de Ra”, la curva del universo.
Una fórmula secreta sirve para entrar en el fuego y salir de él. El
mago es una criatura cuya forma es invisible en medio del fuego.
Es allí donde aprende a manejar un cuchillo que no es otro que
un rayo de luz. El mago se vuelve fuego en el reino de los
muertos, en cada lugar del Occidente. zona oscura a la que él
aporta calor. Se vuelve la llama que se mece con el viento, que
atraviesa los espacios, en la extremidad del cielo y la tierra.
Señor del fuego, el mago vive de la armonía de las esferas, Maât.
Es también señor de la eternidad. Crea la alegría. Conoce las
palabras secretas inscritas sobre los rollos mágicos. Será como Ra
en el este del cielo, como Osiris en el mundo inferior.
Se utiliza una fórmula “para hacer nacer la llama bajo la cabeza
del justo”: se trata del famoso hipocéfalo, disco de tela, papiro o
bronce situado bajo la cabeza de la momia. Esta llama hacia del
cadáver un ser vivo. Es el prototipo simbólico del nimbo cristiano,
esa aureola de fuego que rodea la cabeza de los santos. Sobre
este hipocéfalo, pintado a veces de color oro, se inscriben
fórmulas y se dibujan genios protectores.
Las antorchas utilizadas en los rituales son preparadas por los
iniciados en los secretos del fuego. Al mago se le recomienda
preparar cuatro cuencos de arcilla mezclada con incienso, llenos
de la leche de una becerra blanca, en los que se apagarán las
antorchas al final del ritual. Pronuncia unas palabras sobre cuatro
antorchas de tela roja impregnadas de aceite de Libia. Son
sostenidas por cuatro hombres sobre cuyos brazos está trazado el
nombre de los hijos de Horus. Respetando las reglas, el iniciado
tendrá poder sobre las Estrellas imperecederas.
Capítulo V
El mago frente a las divinidades

Mis anfitriones, los magos de Luxor, eran musulmanes. Pero su fe


islámica se mostraba de acuerdo con las antiguas formas divinas.
Dioses y diosas de los tiempos de los faraones no han
desaparecido en absoluto del suelo de Egipto. Están todavía
presentes en las conciencias incluso bajo otros nombres y con
otros rostros. Allah es el maestro de los magos árabes hoy en
día... pero una sombra se perfila tras él. La sombra de un dios
enigmático, medio ibis, medio babuino, un dios que sabía abrir
los papiros sellados.

Thot, señor de la magia

Thot, el dios de Hermópolis, es el señor de los jeroglíficos y de la


magia. En su ciudad se erigió un gran templo cuyas criptas
secretas custodiaban papiros mágicos escritos de mano de los
dioses. El mago se identifica con Thot, tomando su misma forma
animal: “Yo soy el que está en su nido, como venerable ibis, Thot
es mi nombre”.
Thot, primer mago, es el modelo de todos sus discípulos.
Guardián de la sabiduría. Inventor de la lengua sagrada,
astrónomo, matemático, él sanó el Ojo de Horus, medida de
todas las cosas. Según la estela de Metternich, a Thot se le invoca
como el dios “dotado” con el poder mágico. Es capaz de
conjurar los efectos del veneno, de forma que la enfermedad no
sea definitiva. Rechaza a los rebeldes que se sublevan sin
descanso contra Ra. Viene del cielo por orden del dios-sol a fin de
proteger a los débiles día y noche.
El mago lanza una llamada a Ra para obtener la ayuda de Thot:
“¡Oh, anciano que se rejuvenece con su edad, anciano convertido
en niño, haz que Thot venga a mí a mi llamada”! Thot desciende
del cielo. Combate el veneno del escorpión. Sana a los que han
sido picados, especialmente a Horus, hijo de Isis. Al dios sufriente
le dice: “Mi cabeza te pertenece, Horus (también llevará
coronas), tus ojos te pertenecen, tu nariz te pertenece, tus brazos
y tus antebrazos te pertenecen, tu corazón te pertenece, tus manos
te pertenecen, tu vientre te pertenece, tu falo te pertenece, tus
muslos te pertenecen, tus pies te pertenecen”; consecuencia de
esta integridad corporal: “Tú estás a la cabeza del país del sur,
del norte, del Oeste y del este. Tú ves como Ra”.
Gracias a Thot, los dioses poseen un alma sana en un cuerpo
sano y los hombres iniciados se benefician también de este
privilegio. El mago es un dios guerrero: “Yo soy Thot, afirma,
primogénito de Ra, que Atum y la Enéada han enviado para que
Horus recobre la salud para su madre Isis, de igual modo que
sanó aquél que fue picado”.
Pero Thot es también un mago que castiga. Se le pide que afile su
cuchillo, que traspase los corazones de los que se opongan al rey
cuando éste vaya hacia Osiris. Con temible poder, Thot interviene
con eficacia disipando las perturbaciones naturales y velando por
el equilibrio del cosmos. Este Thot-cinocéfalo, mono de siete
codos, quien detiene una crecida excesiva.
El señor de los magos no es avaro de su ciencia. Enseña a los
escribas, a los estudiosos, a los magos, les hace expertos en su
arte. Un libro de horas precisa las funciones mas amplías de Thot:
“Señor de la escritura, preeminente en la morada de los libros,
poderoso en materia de magia, que posee el ojo sagrado,
...corazón de Ra, lengua de Atum, guía de los dioses que
modifica las cosas, que modifica el tiempo, jefe de la justicia y
visir, mensajero de Ra, que exorciza a los demonios, que pone
todas las cosas en su justo lugar, Thot que completa el ojo de Ra y
el Ojo de Horus”.
Los documentos indican que Thot reina sobre la inteligencia y
sobre el proceso intelectual en general. Se le atribuyen la
escritura, las palabras divinas, la separación de las lenguas que
crean el carácter de cada raza, las leyes, bases de la vida en
sociedad, los anales, documentos reales oficiales, los rituales del
calendario. En efecto, ¿no sería preciso, ser un dios, mago
además, para realizar tal hazaña?
Los escribas y los magos no forman siempre buena combinación.
Un pasaje de los Textos de las pirámides relata un extraño
episodio: “¡Escriba, escriba, haz pedazos tu paleta, rompe tus
pinceles, destruye tus rollos! ¡Oh Ra --exige el mago-sácale de su
puesto y ponme a mí en su lugar... porque yo soy él!” La misma
compilación ofrece una explicación: el rey no debe ser privado de
la magia que está en su mano. Los malvados escribas que quieran
conservar los poderes para ello verán destruidos sus instrumentos
de trabajo. El buen mago debe a veces luchar contra colegas que
desvíen la magia de su objetivo primero, la protección de la
persona real.
Gestión eficaz: convertirse en secretario de Thot. El detentador de
este oficio verá abrirse el cofre del dios, después que su sello
haya sido destruido. El mago toma conocimiento de los
documentos más secretos, lo que se llama “los textos funerarios”,
que contienen las claves de la supervivencia. Introducido en el
círculo de los dioses, el mago se presenta como uno de ellos. Seth
está a su derecha, Horus a su izquierda. El mago no viene con las
manos vacías, ya que aporta amuletos que sirven para la
protección de Horus.
Thot interviene para hacer avanzar al iniciado por el camino del
conocimiento. Es él quien le introduce al interior del disco solar
para otorgarle el verdadero poder.. Thot ennoblece al justo que
lleva firme la cabeza sobre los hombros. Recibe un cetro en la
barca de la noche en la que ha sido admitido por la tripulación
del sol. Las rutas del Señor de la totalidad le son reveladas.
Pero Thot no ofrece sus secretos a cualquiera. Hay que mostrarse
digno, buscarlos y encontrarlos. Un descubrimiento parecido se
atestigua en algunos textos egipcios. El capitulo 30 B del Libro de
los muertos es una fórmula que impide que el corazón de un
hombre se oponga a él en el más allá. Se debe recitar sobre un
escarabajo de piedra nefrita, hecho de electro, con un anillo de
plata y puesto en el cuello del difunto. Este texto es de una
importancia considerable, ya que el hecho de conocerlo evita al
iniciado una condenación cuando comparece ante el tribunal de
ultratumba. Por ello, la fórmula ha sido descubierta bajo los pies
de una estatua de Thot, de la época de Micerinos. La tradición
decía también que el texto estaba gravado sobre un ladrillo de
barro, imagen de la piedra fundacional sobre la que descansa el
templo. Cada mago debe estudiarla y descubrir la fórmula legada
por Thot a sus adeptos.
Como vemos por todo lo anterior, Thot es claramente el patrono
de los magos de Egipto al que deben la revelación de su ciencia.
Es por ello que el mago consumado se presenta como Thot
descendido del cielo (estela de Metternich). Con toda legitimidad,
afirma cuando recita el ritual: “Yo soy Thot, señor de las palabras
divinas, el que actúa como intérprete de todos los dioses”.
De Horus a Bes

Los dioses magos son concebidos como “panteístas”, es decir,


como una potencia “acompañada de sus poderes descompuestos
en forma visible, analizados y yuxtapuestos de cualquier forma, a
imagen del dios que los contiene”.Además, el dios mago maneja
los instrumentos de su poder, como los cetros, y porta coronas.
Estas complejas divinidades, alabadas en los papiros tardíos,
pasarán a los talismanes de la Edad Media occidental,
prolongando así la influencia de la magia egipcia.
En sus orígenes, en calidad de Horus, recibe la protección del
cielo y de la tierra, contra cualquier difunto o difunta, al sur, al
norte, al este y al oeste. De hecho, las palabras de Horus tienen
un poder protector excepcional. Alejan la muerte, devuelven el
aliento al oprimido, renuevan la vida, alargan los años, extinguen
el fuego, curan a quien es víctima del veneno, salvan al hombre
de un destino funesto. La magia de Horus hace desviar las flechas
de su objetivo, aplaca la cólera en el corazón del ser enfurecido.
Thot, señor de los magos, glorifica a Horus sobre el agua y la
tierra. Le invoca, él que ha sido llevado por la vaca divina, que
ha sido puesto en el mundo por Isis. Ha pronunciado su nombre,
recitado su magia, conjurado con sus conjuros, utilizado el poder
salido de su boca.
Se invoca a Horus, hijo y heredero por excelencia, toro hijo del
toro y de la vaca celeste, que posee sentencias eficaces, palabras
poderosas transmitidas por su padre la Tierra y su madre el Cielo,
a fin de que impida que los reptiles que están en el cielo actúen,
en la tierra y en el agua, así como los leones del desierto y los
cocodrilos del río. Estas criaturas dañinas serán reducidas al
estado de piedras del desierto o de pedazos de vasijas rotas.
Cuando Isis viene hacia Horus, le enseña que es su hijo en la
región celeste. Nacido del Océano de los orígenes, él se
manifiesta bajo la forma de una gran garza nacida en la copa de
un sauce, en Heliópolis, el hermano de un pez profeta que
anuncia los sucesos futuros. Fue un gato el que lo alimentó en la
morada de Neith, patrona del tejido. Una cerda y un enano le
protegieron. Como se ve, en esta educación divina todo es
mágico.
Cada parte del cuerpo de Horus está animada mágicamente de
forma que sea penetrada totalmente por las fuerzas de las alturas
y realice sus funciones: abatir a los enemigos de su padre, vencer
a Seth el rebelde, reinar sobre los cuatro puntos cardinales.
Protector de la realeza, Horus juega un papel primordial como
dios curativo. Se le puede ver pisotear cocodrilos, sostener en la
mano escorpiones e insectos peligrosos, demostrando que no
tiene nada que temer de criaturas que ocasionan la muerte. Otra
función fundamental de Horus: la de pastor. Horus el vaquero
cuidaba su rebaño. Pero éste fue amenazado por unas bestias
salvajes. Intervinieron Isis y Nephtis que confeccionaron unos
amuletos. Así se cerraron las fauces de los leones y las hienas. Por
medio de la magia, Horus les caza, les quita la fuerza, les deja
ciegos. Identificado con el dios-pastor, el mago exige que las
bestias feroces se dispersen por los cuatro puntos cardinales. El
cielo se abre, liberando influencias benéficas para el campesino
que, con toda seguridad, disfruta de la totalidad de sus
posesiones. Ningún ser maléfico se apoderará del campo.
*
En la dinastía XVIII surge la curiosa figura de Ched-el-Salvador, el
cual protege contra animales e insectos peligrosos. Ched es un
hombre joven que mata con sus flechas a las bestias peligrosas o
las agarra por la cola. En época más tardía, se confunde con
Horus niño. Se representa en estelas, instalado sobre dos
cocodrilos, con una máscara de Bes encima de su cabeza,
rodeado de fórmulas mágicas. Estos monumentos, ya sean
modestos o de gran tamaño, son verdaderos talismanes que
garantizan la seguridad del Estado.
Otro dios “mágico”: Shu, que se ha creado a sí mismo y cuya
forma es invisible. Está impregnado de potencia creadora,
apacigua el cielo y pone a las Dos Tierras en orden. Por ello, Shu
es el mago, hijo de Atum. Fue creado de su nariz, salió de sus
fosas nasales. El mago conoce la ciencia de los espacios infinitos;
para demostrarlo, recita una fórmula sobre los ocho dioses que
sostienen el universo, trazado con un pigmento amarillo y con
ocre nubio sobre la mano de un hombre.
En la Época Baja se desarrolla la fama de Shu, hijo de Ra. Se
consideraba que sostenía el cielo. Erguido en su carro, aleja a las
fieras. Se le considera como “el Salvador”, poder mágico capaz
de arrancar al hombre de la opresión del mal.
*
El dios Seth es conocido como asesino de Osiris. Pero el dios
cumple un papel muy positivo. Mientras Horus, víctima de un
dolor de cabeza, descansa sobre un cojín, su hermano Seth vela
por él, impidiendo que sus piernas sean atacadas por demonios
deseosos de privarle de movimiento.
Esta acción divina se repite sobre la tierra. El mago actúa como
un tejedor. Recorta una pieza de tela y hace siete nudos atándola
al dedo gordo del pie del paciente. Para lograrlo, el mago debe
identificarse con Seth, cuya fuerza es considerable: “Yo Soy el
que ha separado lo que estaba unido, afirma, yo soy el que está
lleno de vigor y de potencia, Seth.”
No olvidemos que al muerto se le da un sudario perfecto, que es
también el del iniciado que renace a la vida del espíritu: la piel
de Seth. La morada de resurrección será, pues, el mismo ser del
“enemigo”, del adversario vencido y dominado por el poder
mágico. Todas las técnicas de las artes marciales se fundan en el
mismo principio: utilizar la fuerza del combatiente que intenta
destruiros para desarrollar su propio poder.
Seth es un curandero eficaz. En una conjuración especial contra
la misteriosa “enfermedad asiática”, se llama a Seth para que
apacigüe el mal. De esta forma los líquidos del cuerpo humano
estarán también en paz y la enfermedad se alejará. Si es
necesario, se le encerrará y su boca se cerrará con una piel de
tortuga.

Figura 14
Representación del dios llamado “Dos caras”, es decir, las de
Horus y Seth, hermanos enemigos e inseparables, reunidos en el
mismo ser. Esta doble Persona, formada por dos entidades
simbólicas que no cesan de combatir para asegurar su
supremacía sobre el universo, es., en realidad, Uno: porque todo
está en la mirada del mago que sabe discernir la unidad dentro
de la dualidad. (La tumba de Ramsés IX.)
Un papiro mágico de París nos enseña que el mago invoca a los
dioses con ayuda de una vasija. Se dirige a Seth-Typon,
considerado como dios de los dioses. El mago tiene esta audacia
porque ha vencido a un dragón invisible gracias al poder de Seth
que le permite hacer venir a los dioses a voluntad.
*
Bes era el dios mago más popular del Egipto tardío. Existía ya en
el Egipto clásico donde jugaba el papel de iniciador a la alegría,
conquistada por la victoria sobre los poderes de las tinieblas. Bes
es un enano barbudo, con cabeza de león y piernas torcidas.
Saca la lengua: símbolo de la transmisión del Verbo, que a
menudo se encontrará formulado en los capiteles de las
catedrales. Bes aparece sobre estelas, vasijas, amuletos, muros de
los templos. Aterroriza a quien no le conoce, aleja al mago
incompetente. Con su cuchillo ataca a los demonios y los hace
huir. Muchas veces; su cuerpo está salpicado de estrellas:
protecciones contra el mal de ojo. Es por eso que se ocupa mucho
de la vida cotidiana de los humanos, protegiendo especialmente
a las parturientas.
Bes está también encargado a la frontera oriental del delta: por
allí vienen los invasores. Pero también por allí, cada mañana, el
sol combate victoriosamente con Apophis el dragón.
En Abidos, como encargado del templo de Seti I, Bes
pronunciaba oráculos y curaba enfermedades. El papiro mágico
de Brooklyn indica que Seth, el de las siete caras, aleja al difunto
y a la difunta, al enemigo y a la enemiga, al adversario hombre y
mujer, a la puerca devoradora del Occidente. Bes dispone de las
temibles fuerzas de Amón-Ra, que está a la cabeza de Karnak, el
carnero del pecho prestigioso, el gran león nacido de sí mismo, el
gran dios del comienzo de los tiempos, señor del cielo y la tierra,
aquel cuyo nombre está oculto, el gigante de un millón de codos.
Al ser muy popular, Bes desafió durante mucho tiempo al
cristianismo, el cual le relegará al rango de genio maléfico. Pero
cualquier egipcio sabe que el dios barbudo y risueño está siempre
presente, oculto en los templos. Son numerosos los que buscan
todavía sus favores.

Diosas de la magia

Al concepto de “magia” se une inmediatamente siempre el


nombre de Isis, la que conoce el nombre secreto del dios
supremo. Isis dispone del poder mágico que le dio Geb, el dios-
tierra, para proteger a su hijo Horus. Puede cerrar la boca de
cualquier serpiente, alejar de su niño a todo león del desierto, a
todo cocodrilo de las riberas, a todo reptil que muerde. Desvía el
efecto del veneno, hace retroceder su fuego destructor por medio
de la palabra, da el aire a quien le falta. Los humores malignos
que perturban al cuerpo humano obedecen a Isis. Las “vasijas”, a
sus palabras, expurgan lo que hay de malo en ellas.Cualquiera
que haya sido picado, mordido, agredido, llama a Isis la de la
boca sabia, identificándose con Horus que llama a su madre en
su socorro. Vendrá, hará los gestos mágicos, se mostrará
tranquilizador en el cuidado de su hijo. Nada grave perjudicará
al niño de la gran diosa. Quien como Horus surge del cielo y de
las aguas primordiales, no puede morir. ¿No es Isis la Madre de
donde todo procede y adonde todo regresa?
Nut, diosa del cielo, reina sobre un cosmos mágico. A menudo,
sobre el pecho de las momias, está presente el símbolo de Nout:
una mujer alada o un buitre hembra. Existe una fórmula.,
pronunciada por la misma diosa, para definir su acción: “Yo soy
tu madre Nut, me despliego por encima de ti en mi nombre del
cielo. Habiendo entrado en tu boca, tú sales de entre mis muslos,
como el Sol de cada día”.
Mut, cuyo nombre egipcio significa “madre”, aparece en figuras
mágicas compuestas. Se pronuncian palabras eficaces sobre una
figura de la diosa Mut con tres cabezas (mujer, leona y buitre).
Diosa alada, provista de un falo y de garras de león, Mut,
dibujada sobre un vendaje de tela roja, permite al mago no ser
rechazado en el imperio de los muertos y recibir como don una
estrella del cielo.
Las siete Hathor son las hadas egipcias. Portando, en la frente la
serpiente ureus se agarran de la mano formando una cadena de
unión. La diosa Hathor en persona conduce a sus siete hijas. En
realidad, ella toma la forma de siete divinidades benéficas que
hacen que el des tino sea favorable para el niño recién nacido.
Alegran al mundo con la música y la danza. Su papel consiste en
orientar, en emitir predicciones y no en fijar destinos de manera
ineludible. Pero el enunciado de la predicción, debido a la magia
del Verbo, a veces se convierte en realidad. Una estela
conservada en La Haya, y que data de la dinastía XIX, muestra a
las siete Hathor prometiendo descendencia a un sacerdote de Thot
a cambio del culto que se les rinda. Entre magos y adepto del
dios de la magia, el contacto era fácil.
Hijas de la Luz, las siete Hathor desanudan vendajes de hilo rojo
con las que crean siete nudos. Según el número de nudos, siendo
siete el signo benéfico por excelencia, el destino de la persona
interesada por la decisión de las hadas se muestra favorable o
no.
La diosa Sekhmet, con cabeza de leona, es terrorífica. Reina
sobre bandas de genios emisarios, armados con cuchillos, que
recorren la tierra llevando la enfermedad, el hambre, la muerte,
especialmente durante los períodos delicados del calendario, en
las épocas de transición en las que se ceban los males: el paso de
un año a otro, el final de una década, el final de mes e incluso el
fin del día y el comienzo de la noche. Estas temibles hordas son
conjuradas por los magos más competentes, primero a nivel
nacional y luego en la esfera privada. Para apaciguar el furor de
Sekhmet, es preciso utilizar un amuleto o una estatuilla que
representa a la diosa. La fuerza maléfica se vuelve entonces
benéfica, el poder se desembaraza de su escoria. El último día
del año se invoca a la diosa leona, recordando el papel de los
asesinos llegados del mal Ojo, sembrando el pánico y las
tinieblas, lanzando dardos por sus bocas: ¡que se alejen del
mago!, ¡que no tengan poder sobre él, porque él es Ra, es la
misma Sekhmet! Las palabras se han de recitar sobre una tela de
lino sobre la que están dibujados los dioses. El mago les ofrece
pan y cerveza, incienso quemado, hace doce nudos y coloca la
tela en el cuello de quien desea ser protegido. Para rechazar a
los asesinos y los incendiarios de Sekhmet, el mago se identifica
con Horus, el único. Pronuncia fórmulas sobre una vara de
madera que sostiene en la mano. Luego debe salir de su morada
y dar una vuelta en torno.
Figura 15
Dos diosas protectoras de la realeza: Nekhbet, un buitre;
Ouadjet, una cobra alada. Entre sus alas, evocadoras del
movimiento vital, el símbolo jeroglífico chen, verdadero “anillo de
poder”, que representa al círculo del universo. Este último está
representado como una cuerda anudada y atravesada. (Las
capillas de Tutankhamon.)
Bajo el reinado de Amenophis III se esculpieron muchas estatuas
de la diosa Sekhmet. De ella se dice: “Aquella cuyo poder es tan
grande como el infinito”. Los epítetos presentes sobre las estatuas
forman una gigantesca letanía, evocando a una Sekhmet-llama
que rechaza al dragón y combate a los enemigos del Faraón.
Una fuerza así es difícil de manipular porque ella puede destruir
el mundo. Pero, gracias a ella, el Faraón conserva su vitalidad. Es
el vivo entre los vivos, a condición de que Sekhmet sea
apaciguada y dominada. Por ello, las estatuas de Sekhmet
protegían el acceso a los lugares sagrados, prohibiendo a los
seres impuros e incapaces la entrada a los templos.
El año ritual estaba encarnado por la serpiente ureus, la cual,
para simbolizar la multiplicidad de días, se convierte en 365
serpientes dispuestas alrededor de la corona real. Según esto,
hubo 365 estatuas de Sekhmet (o dos series de 365: cada día,
era necesario conquistar los favores de la diosa para que ésta
dispense una fuerza positiva y proteja al faraón, al templo e
incluso las moradas de los particulares.

Enanos y gigantes

Existe una fórmula en la que “el buen enano” juega un papel en


relación con la placenta que se ruega que baje para que el
nacimiento transcurra bien y el parto de la madre sea feliz. La
misma diosa Hathor posa su mano sobre la parturienta. Las
palabras mágicas son pronunciadas cuatro veces sobre un enano
de arcilla, colocado sobre la cabeza de la mujer que da a luz con
fatigas.
Se dedica la plegaria al enano celeste de cabeza grande, de
larga cola, de muslos cortos: que cuide del mago, noche y día,
incluso aunque su apariencia, poco estética sea la de un viejo
mono.
A veces, el dios de la magia tiene la forma de un enano. El
papiro mágico ilustrado de Brooklyn ofrece escenas
particularmente interesantes. Se ve a un hombre erguido, provisto
de una cabeza de Bes, sosteniendo un cetro y una cruz en dos de
sus manos. Pero tiene varios brazos armados con cuchillos, lanzas
y serpientes. Su cuerpo está cubierto de ojos. Es alado. Por
encima de la cabeza de Bes, varias cabezas de animales: gato,
mono, león, toro, hipopótamo, cocodrilo, halcón, siendo
coronado el conjunto por cuernos de Carnero de donde salen seis
cuchillos y seis serpientes. Bajo los pies del dios, un ourouboros,
serpiente que se come su propia cola, que contiene animales. La
extraña figura está colocada en un círculo de llamas.
A estas fascinantes apariciones, el mago es capaz de añadir la
de un gigante al que hace intervenir para que el orden del mundo
sea respetado. Serge Sauneron hace derivar este símbolo del
concepto de inmensidad del dios que sostiene el cielo y cuyo
paso le permite recorrer el universo entero: de ahí la noción de un
ser que mide un millón de codos, gigante bueno de la magia.
Capítulo VI
Los combates del mago

Desfile de dioses y diosas, letanía mágica de extrañas


resonancias, mundo olvidado y, sin embargo, tan próximo... mis
anfitriones de Luxor conocían a pesar de ello los secretos de las
divinidades mágicas del antiguo Egipto. Pero no los dedicaban
una devoción ciega. “La magia, me confió el Anciano, es un
combate. Los dioses deben plegarse a tus deseos. Las diosas
deben enamorarse de ti. Si no, serán enemigos implacables.”
“¿Así, pues, es preciso luchar siempre?”, pregunté. “En magia,
siempre”, respondió.

Cuentos y leyendas

Los cuentos del antiguo Egipto, documentos literarios de una


calidad excepcional, tanto por su contenido como por su estilo,
muestran a los magos en acción. Uno de ellos, que se desarrolla
en el Imperio Antiguo, evoca el caso de un marido engañado.
Pero este infortunado esposo no es un cualquiera. Se trata de un
sacerdote-lector y de un mago altamente cualificado. Hace
fabricar un cocodrilo de cera de siete pulgadas de largo y
pronuncia una fórmula: “¡Apodérate de cualquiera que venga a
bañarse a mi estanque!” Por medio del Verbo, el cocodrilo de
cera se ve provisto de un alma mágica que lo convertirá real en
caso de necesidad. El mago pide a su sirviente que ponga el
cocodrilo en el agua cuando el amante de su mujer venga allí a
bañarse.
El acontecimiento se produce. La mujer del mago y su amante se
reúnen en el edénico jardín del alto personaje. El amante decide
bañarse en el arrebatador estanque. El sirviente, obedeciendo a
su señor, pone allí el cocodrilo de cera, el cual se transforma en
un saurio de siete pulgadas totalmente real y mantiene al hombre
en el fondo del agua durante siete años.
Cuando el mago regrese a casa, en compañía del faraón, con
cuya amistad se honraba, deseará mostrar un gran prodigio al
Señor de Egipto. Ordena al cocodrilo que saque a la superficie al
amante de su mujer. El monstruo es tan enorme que espanta un
poco al faraón. El sacerdote-lector se apodera sin dificultad del
saurio, el cual, inmediatamente, se convierte de nuevo en
cocodrilo de cera. Mientras, el mago relata al rey su desventura.
El faraón pronuncia su juicio: que el cocodrilo se lleve lo que es
suyo. El monstruo se apodera del condenado, desciende al fondo
del estanque y nunca más se supo qué sucedió con su presa. En
cuanto a la mujer adúltera, fue quemada y sus cenizas arrojadas
al Nilo.
*
Otro cuento, que data del reinado de Keops, evoca un combate
de un mago, esta vez no contra un rival amoroso, sino frente al
faraón en persona. Había en aquella época un mago prodigioso
llamado Djedi, de ciento diez años de edad, que aún comía
ciento diez panes, la mitad de un buey, y bebía cien cántaros de
cerveza. Keops, necesita conocer el número de habitaciones
secretas del templo de Thot. Y Djedi las conoce. Así, pues, va a
buscarle a su casa y le traslada a la corte, a presencia del rey de
Egipto. “¿Es verdad lo que se dice, le interroga Keops, de que tú
sabes reponer en su lugar una cabeza cortada?” “Sí,” responde
el mago. El faraón quiere comprobarlo. Ordena que ejecuten a
un prisionero y le lleven su cadáver.
Es en ese instante cuando el mago debe librar su combate. “No,
dice con gravedad, no un ser humano, mi señor soberano, porque
está prohibido hacer semejante cosa con el rebaño sagrado de
Dios.” Crítico momento, en que la tensión es perceptible. El
faraón, mago también, acepta esta observación. Se traerá a su
presencia un ganso, y luego un buey. Se les corta la cabeza. El
mago las vuelve a oponer en su lugar. De este modo preserva la
vida, incluso en las circunstancias más difíciles. Seguidamente
revelará al faraón la forma de conocer el número de las
habitaciones secretas de Thot, señor de la magia.

Figura 16
Espacios del otro mundo: largas hileras de genios, serpientes,
fuerzas contenidas en óvalos protectores, personajes sin cabeza,
con las manos atadas a la espalda, simbolizando las fuerzas
oscuras. Todos suben hacia una misma meta: la transmutación por
la Luz. (La tumba de Ramsés IX.)
*
El cuento de las remeras, que se desarrolla en la época de Snefru,
evoca un combate más “físico” por parte del mago que se mide
con el elemento agua. El faraón Snefru se aburría. El jefe-lector, el
mago Djadjaemankh, le aconseja un paseo en barca con mujeres
bellas. La jefa de las remeras, instalada en la parte de atrás de la
barca, dejó caer al agua un adorno de turquesa con forma de
pez. Inmediatamente dejó de remar. Todo su equipo se detuvo. El
faraón está listo para reemplazar la joya, pero la mujer es
testaruda: ella desea aquel colgante y no otro.
Snefru apela al mago. Este pronuncia algunas fórmulas
indispensables para obtener el dominio de las aguas. Luego, con
serenidad, coloca una mitad del lago sobre la otra y encuentra el
colgante, el cual devuelve a su propietaria. Para dejar las cosas
como las había encontrado, el mago devuelve cuidadosamente la
mitad del lago a su lugar normal.
*
Un cuento de la época de Ramsés II evoca un combate mágico
contra la enfermedad de una joven princesa prometida para los
más altos destinos. Esta joven, la princesa del país de Bakhtan,
debía casarse con el gran Ramsés, que se había enamorado de
ella. Pero la enfermedad se apoderó de ella. El faraón apela a
sus mejores sabios, los cuales no lograrán curarla. Los magos
humanos fracasan, es preciso poner en práctica el poder mágico
encarnado en la estatua del dios Khonsu. Consultado este último,
consintió en ser el jefe de la operación: fue trasladado, con todos
los honores debidos a su rango, hasta el país de la princesa. El
viaje duró diecisiete meses. La estatua divina actúa mágicamente
sobre la joven y consigue curarla. Incluso el demonio que la hizo
caer enferma conversó con el dios egipcio, asegurándole que en
adelante sería su esclavo. El príncipe de Bakhtan, estupefacto por
los poderes de la magia egipcia, decidió conservar esta estatua
milagrosa. Pero, tres años y nueve meses más tarde, vio, en
sueños, que el poder divino de la estatua escapaba bajo la forma
de un gavilán de oro y volaba hacia Egipto. Espantado, dejó
marchar a la estatua.
*
El cuento de Satni Khamosis es una de las joyas de la literatura
mundial. Satni Khamosis, hijo de rey, leía libros en escritura
sagrada, especialmente los incluidos en la Casa de la Vida, las
estelas, y conocía las cualidades de los amuletos y talismanes.
También redactaba. De él se decía: “Es un mago que no tiene
parangón sobre la tierra de Egipto.”
Un día un anciano se burló de él. Conocía un libro escrito de
mano de Thot y podía conducirle al lugar donde éste se
encontraba. Allí estaban inscritas dos fórmulas: “Si recitas la
primera, dijo el anciano, encantarás el cielo y la tierra, el
infierno, las montañas, las aguas; conocerás a los pájaros del
cielo y a los reptiles tal como son; verás a los peces, porque el
rostro divino les hará subir a la superficie. Si lees la segunda
fórmula, cuando estés en la tumba tendrás la forma que has
tenido en la tierra; verás salir el sol en el cielo, su cortejo de
dioses y la luna con la forma que tenía cuando salía.”
Este libro prodigioso está oculto en una necrópolis, en la tumba
de un hijo de rey. Satni desciende a la misma. La encontró clara
como si el sol penetrase hasta allí, porque la luz salía del libro. El
nombre del hijo de rey era Neferkaptah. Estaban presentes
también las almas de su mujer y de su hijo.
Esas almas dialogan con Satni, intentando disuadirle de coger el
libro, que es el origen de muchas desgracias. Neferkaptah, en
efecto, había preparado el emplazamiento del libro: en medio de
un río, en un cofre de oro. El cofre de hierro estaba en un cofre
de bronce, el cofre de bronce en un cofre de madera de palma, el
cofre de madera de palma en un cofre de marfil y ébano, el cofre
de marfil y ébano en un cofre de plata, el cofre de plata en un
cofre de oro y el libro dentro de este último. Alrededor hay un
hormigueo de serpientes, de escorpiones, de toda suerte de
reptiles. Último guardián del umbral: una serpiente inmortal
enroscada alrededor del último cofre.
Neferkaptah mató dos veces a la serpiente inmortal, la cual
revivió. Combatió una tercera vez con el reptil, la cortó en dos
pedazos y puso arena sobre los pedazos, de manera que la
serpiente no pudiera tomar su primitiva forma. Entonces dispuso
del libro y de sus encantamientos.
Pero se hallaba demasiado lejos. El dios Thot se enfadó. Fue a
quejarse a Ra. El dios sol embrujó al mago y le acarreó toda
suerte de desgracias, especialmente causando el ahogamiento de
su mujer y de su hijo. Antes de morir ahogado él mismo, el mago
se fijó el libro al pecho.
Satni no escucha ningún consejo de prudencia. Se juega el libro
al ajedrez con Neferkaptah, pierde la partida, pero se apodera
igualmente del legajo. Pagará cara su actitud. Hechizado por una
mujer de la que se había enamorado, hizo matar a sus propios
hijos para poder acostarse con ella. Estos terribles encantamientos
son la venganza de Neferkaptah.
Satni se despierta de su pesadilla. Todo no había sido mas que un
mal sueño. Sus hijos están todavía vivos. Guiado por el espíritu de
Neferkaptah, hará descansar en paz los restos de su mujer y de
su hijo y no tocará más el libro maldito.
*
El cuento de Siousire, hijo de Setna, evoca otro combate del
mago que no termina esta vez con una partida de ajedrez. Este
texto está escrito en demótico, en el dorso de papiros griegos
conservados en el British Museum.
Setna está muy afligido. Su mujer no consigue reconfortarle. Su
hijo viene a él. ¿Por qué su padre está tan postrado y doliente?
Que diga lo que le apena. “Eres muy joven, no lo
comprenderías.” El hijo insiste. El padre le explica. Un oficial
etíope ha venido a Egipto, portando una carta sellada. Ha hecho
un desafío: ¿Quién es capaz de leerla sin abrirla? Ningún sabio
egipcio es capaz de hacerlo. Egipto se siente humillado por el
país de los Negros. Es por ello que Setna está enfermo.
Su hijo Siousire se ríe. Setna se sorprende. “Levántate, padre
mío”, dice Slousire. “Yo sé leer la carta sin romper el sello.” Su
padre no le cree. Le somete a una prueba utilizando libros
guardados en su bodega. El resultado es positivo. Por
consiguiente, Siousire intervendrá en el drama que se desarrolla
en la corte de Egipto.
El mago etíope está decidido a sumergir la tierra de los faraones
en las tinieblas. Fabrica una camilla de cera con cuatro
porteadores y les da vida de forma mágica. Les da la orden de
conducir al rey de Egipto ante el rey de Etiopía sin demora. El
faraón recibe quinientos golpes de bastón y luego es sacado de
Egipto. Informado de ello, el mago oficial de la corte utiliza su
ciencia para evitar lo peor: ¡que se lleve a cabo una nueva
humillación! Invoca a Thot, inventor de la magia, que ha fundado
el cielo y la tierra: que salve al faraón de la magia etíope.
A este mago, llamado Hor, hijo de Paneshe, se le aparece Thot en
sueños: le aconseja ir a la biblioteca del templo de Khnum donde
encontrará, en un armario cerrado y sellado, un caja conteniendo
un rollo de papiro escrito de su propia mano. Que haga una
copia y la coloque en su lugar. Con la ayuda de este documento,
Hor fabrica amuletos protectores. Gracias a ellos, el faraón no
volvió a ser arrastrado a Egipto contra su voluntad.
Horus fabrica a su regreso una camilla de cera con cuatro
porteadores y les da vida: que lleven a Egipto al rey de Etiopía, el
cual recibe quinientos golpes de bastón. Cuando se despierta,
está contusionado y cae en la cuenta de que ha caído bajo los
efectos de la hechicería enemiga.
Por dos veces el rey de Etiopía es maltratado de esta manera. El
mago negro decide volver a Egipto para enfrentarse allí a su rival.
Efectivamente, el combate de los magos tiene lugar. Horus el
Egipcio hace llover y apaga un fuego. El Etíope hace juntarse de
nuevo las nubes encima de la corte de Egipto de forma que nadie
reconoce a nadie. Por medio de una fórmula mágica, Horus
limpia el cielo. Su adversario crea una gran bóveda de piedra
para separar Egipto de su faraón, y a este del cielo. Horus crea
una barca y coloca en ella la bóveda de piedra, transportándola
así hacia el cielo. Al borde ya de la derrota, el Etíope se vuelve
invisible para huir. Pero Horus le hace reaparecer bajo la forma
de una rapaz vuelta sobre su espalda. Un pajarero se prepara
para herirla. La madre del mago etíope, sintiendo que su hijo está
en peligro de muerte, llega a Egipto bajo la forma de una oca.
Horus la identifica y la somete a su voluntad. Ella vuelve a tomar
conciencia de una negra e implora piedad para su hijo y para
ella. Los dos juran no regresar a Egipto antes de 1.500 años.
Según esto, Horus había regresado del Occidente, 1.500 años
después de su muerte, para luchar contra el mago enemigo y
salvar el honor de Egipto. Osiris le permitió volver a la tierra para
cumplir esta misión, bajo la forma de... Siousire, el cual, como
una sombra, desapareció ante el faraón y su padre.
*
El escéptico Luciano, en El escriba sagrado de Menfis, relata un
célebre combate mágico que es el origen de la leyenda del
aprendiz de hechicero, muy inexperto ante las fuerzas a las que
intenta someter. El narrador había ido a vivir a Egipto para
estudiar. Fue a ver la estatua de Memnón y escuchar el extraño
sonido que ofrecía al salir el sol. Prodigio: Memnón emite un
oráculo en siete versos. Remontando el Nilo, el narrador
encontrará a un escriba de Menfis que había pasado veintitrés
años en unas criptas en las que Isis le había enseñado la magia.
Sabía cabalgar sobre los cocodrilos y dominar a los monstruos. El
viajero se ganó su confianza. Cuando llegaba a su posada, el
mago cogía el pomo de la puerta, o una escoba, o un almirez,
cubría el objeto con ropas y pronunciaba una fórmula mágica
que le daba vida y le hacía caminar. ¡Todos creían que se trataba
de un hombre! El objeto animado satisfacía todos los deseos de
los dos viajeros: acarreaba agua y provisiones. Luego volvía a
convertirse en escoba o almirez. Pero el mago no consentía en
revelar su secreto. Un día, su compañero, demasiado curioso, se
escondió y escuchó el encantamiento: una palabra de tres sílabas.
Intentó imitar a su maestro, vistió un almirez, pronunció la fórmula
y le ordenó que le llevara agua. Éxito total. Pero ¿como
detenerlo? El almirez, animado, no dejaba de llevar agua e
inundó la casa. Desastroso resultado: ¡Ahora había dos
portadores de agua! Por suerte, cuando regresó el maestro mago
puso las cosas en orden pero desapareció con su secreto.

El combate contra el enemigo

El enemigo del mago es el rebelde, el que se revuelve contra el


orden del mundo, provocando el furor de los dioses, que lanzan
un terrible grito para conjurar la acción de las fuerzas malignas.
Según las inscripciones de la estatua de Djed-her, se produjeron
acontecimientos dramáticos. Una voz aulló en el templo. Hay
lamentos en el palacio. Se cometió un crimen. Las divinidades
lloraban. Ra, que no se había enterado, apareció al fin y rechazó
al enemigo que intentaba destruir la armonía.
El mago sabe que este Enemigo, que representa la negatividad,
está presente en este mundo y en el otro y que busca suprimir la
vida por todos los medios. Un enfermo que sufre está habitado
por el Enemigo que sólo puede ser expulsado del cuerpo por el
arte mágico. El Papiro Bremner-Rhind precisa que el mago está
inspirado por el Creador, para vencer al rebelde con malas
intenciones, el cual, cada día, se levanta contra el sol para
impedirle renacer.
El combate del sol contra el demonio de las tinieblas se reproduce
eternamente. El enfermo -o el paciente-acompaña al dios-sol en su
viaje. El momento más dramático es al salir el sol por el este,
cuando el cielo está rojo y Ra se baña en la sangre de las heridas
recibidas en combate. La lucha tiene lugar sobre la isla de la
llama, mundo particular donde la luz se enfrenta a las fuerzas
vivas de las tinieblas, donde el poder mágico domina al caos. En
las “Casas de la Vida”, esta “isla de la llama” era el lugar en que
el adepto sufría las pruebas antes de recibir de sus Hermanos los
secretos de la magia. El Anciano que transmitía esta sabiduría era
comparable al Creador. Al final de su iniciación, y en cada acto
importante, el mago rendía homenaje al único que se ha creado a
si mismo, que se ha manifestado por la Luz de Oriente, cuya
naturaleza está oculta, anciano que es joven, existente en todas
las cosas.
El mago apela a este gran dios para que descienda de lo alto del
cielo y destruya a los enemigos. Pide igualmente la asistencia de
la Enéada, la cofradía de los nueve Creadores, para abatir el mal
que amenaza a Horus y hace desfallecer el corazón. El mago
debe actuar de forma científica y capaz de restablecer, tanto
para los hombres como para los dioses, una circulación correcta
de la energía.
El mago desafía al enemigo, ya sea hombre o mujer. Proclama su
poder, inspira el miedo a los espíritus. Se le teme porque afirma
ser un dios que ordena a las fuerzas maléficas que se sometan y
se vayan. Les demuestra que es más fuerte que ellas. Las interpela,
a veces con mucha rudeza, llegando incluso a amenazarles. Si el
enemigo imaginase la menor debilidad, el combate estaría
perdido para el mago y la vida humana estaba amenazada en
sus principios. La cortesía, principal forma de expresión de una
civilización refinada, obliga a veces al mago a excusarse con su
enemigo sobrenatural por emplear contra él palabras violentas:
pero no puede hacer otra cosa porque está poseído por un poder
superior al mal.
Ejemplo de sentencia a los enemigos del mago: “Si levantan sus
brazos contra él, será como levantar los brazos contra el hombre
de un millón de codos que se extiende sobre las treinta cimas del
país de Kouch (El Sudán), el dios cuyas pupilas son rojas,
inyectadas en sangre, y que detesta el coito; está provisto de una
cabeza de animal... Incluso declaramos que un demonio debe
sentirse aterrorizado por tal aparición.*
Existe un libro mágico especial para rechazar a los enemigos.
Está contenido en un cofre de acacia. Cuando se pronuncia la
fórmula correcta, es el mismo poder mágico el que habla. Revela
los misterios de Osiris y la naturaleza de los dioses. El mago
iniciado en los secretos de este libro tiene un dominio excepcional
de las fuerzas divinas. Obliga incluso a Osiris a reconocerle
como un experto de lo sobrenatural. Amenaza al dios, en caso de
desfallecimiento por su parte, con impedir las navegaciones
sagradas hacia las ciudades santas de Busiris y Abidos, y con
destruir su ba y su cuerpo y prender fuego a su tumba.
El Enemigo se encarna preferentemente en el cuerpo de un
monstruo llamado Apophis, una especie de rebelde por
excelencia. Existe, por otra parte un “libro del ahuyentador
Apophis”. El mago pide a los dioses que intervengan para que
este dragón no se desarrolle de forma normal, para que su
nombre sea destruido, e incluso su alma y su espíritu, su sombra,
sus huesos, sus cabellos, que su simiente y su fruto se atrofien, que
su poder mágico se esfume, que no encuentre su lugar ni en el
cielo ni sobre la tierra .
El iniciado pronuncia el siguiente encantamiento sobre una
figurilla de Apophis hecha de cera: “Tu veneno no entrará en mis
miembros porque mis miembros son los de Atum... tu torpeza no
entrará en mis miembros, mi salvaguarda está formada por todos
los dioses, eternamente.” La fórmula VI del Zócalo mágico
Behague ayuda a rechazar a Apophis, demonio de las tinieblas,
el caído, el rebelde, considerado como el intestino de Ra, el ser
que no tiene brazos ni piernas». La cabeza del monstruo ha sido
cortada.
La estela de Metternich precisa, sin embargo, que el dragón
Apophis es útil a Ra en la medida en que su llama puede
alimentar las radiaciones solares. De hecho, no se mata a
Apophis; se le domina.
Por medio de la palabra, el mago neutraliza a la serpiente
maldita: “¡Desaparece, Apophis, enemigo de Ra! (hay que decirlo
cuatro veces). Tiembla, aléjate del que está en la naos, o seréis
aniquilado, rebelde! ¡Cae de bruces, y que tu rostro permanezca
ciego!” Cuando los caminos del dragón están obstruidos, éste ya
no tiene fuerza, su corazón desfallece. Es herido por los cuchillos
que se hunden en su cuerpo. Se le corta el cuello y se le arroja al
fuego. Para vencer a Apophis, es preciso glorificar el poder de la
Luz, la alegría que ésta inspira. Luego, se escupe sobre el dragón;
Ra le quema con sus llamas, de forma que la barca continúa
bogando por los cielos con plena seguridad... hasta la
reaparición del monstruo.
La lucha contra Apophis es un combate contra todos los enemigos
de la luz, a los que se ordena también caer de bruces. El mago
les dará muerte, les hace pedazos. Ya no tendrán nombre. Es la
llama del Ojo ele Horus quien los exterminará; es Sekhmet, el,
fuego divinizado, quien les destruirá. De esta forma serán
abatidos Apophis y sus aliados, la tortuga, el oryx, los hijos de los
sublevados, los adversarios de los dioses y del faraón.
Para obtener una eficacia casi absoluta, se escriben los nombres
de los enemigos, con los de sus padres, madres e hijos, en verde
y sobre una hoja de papiro, y se gravan estos mismos nombres
sobre figuritas de cera. Se escupe sobre ellas, se las pisotea, se
las atraviesa, se las quema en un horno, en momentos muy
precisos del día o la noche, en determinados días del mes. Magia
y astrología están aquí íntimamente mezcladas. La victoria sobre
Apophis se sitúa, por otra parte, en una perspectiva cósmica; es
Ra en persona quien le asesta el golpe decisivo, en presencia de
las divinidades del sur, del norte, del oeste y del este. Orión
encadena al dragón al cielo del Sur, la Osa Mayor le obstaculiza
el cielo del Norte.
Apophis, no es el único ser abominable que combatir. Existen
numerosas fórmulas contra individuos igual de terroríficos, como
un tal Shakek, demonio venido del cielo y la tierra, que tiene la
lengua. en el ano, come “el pan de su trasero” (sus excrementos)
y ataca a los iniciados. “¡Atrás, retrocede!”, le ordena el mago, el
cual consigue cerrarle la boca y cortarle la lengua. El monstruo
será cortado en pedazos. Su nombre será suprimido, a condición
de que las palabras mágicas sean pronunciadas sobre una flecha
de cera.
*
Para estar seguro de su fuerza, el mago efectúa un peregrinaje
por las ciudades santas de Pe y Dep, en el Delta, de donde
regresa identificado con un cuchillo. Es por esto que se dice que
sus miembros son de hierro. Al poseer este arma excepcional, al
ser él mismo este arma, el mago es capaz de mandar su poder
contra todo enemigo que se le oponga.
Otro instrumento de disuasión: los objetos mágicos de marfil,
cuchillos o bastones sobre los cuales están representadas criaturas
ya sea aliadas o adversarias del sol en sus combates contra las
tinieblas. El mago que los utiliza es un “iluminado” que vence,
como la Luz, a los perturbadores del orden cósmico. Inscripciones
e imágenes hacen cobrar vida a estos objetos protectores, a
menudo empleados para librar a los niños de todo peligro.
Llamado por su nombre, identificado con el sol, el niño protegido
mágicamente revive la pasión y los dramas del dios, pero también
sus victorias.
Expresión favorita de las fuerzas maléficas: el mal de ojo,
particularmente temible. Existe un medio de luchar contra su
influencia: utilizar la flecha de Sekhmet, la magia de Thot.
Requerir la ayuda de Isis y de Nephtis, confiar en la lanza de
Horus que irá a clavarse directamente en la cabeza del enemigo,
son igualmente indispensables. El adversario terminará su triste
existencia en el horno de un mago de la Casa de La Vida, el cual
dejará ciegos a todos aquellos que podrían arrojar el mal de ojo
contra un justo.
El mago, a fin de preservar su integridad, pasa al ataque contra
los nigrománticos y los magos negros. Destruyen sus cálamos,
destrozan sus archivos. De esta forma conserva su cabeza y sus
huesos permanecen unidos. En tanto que escriba competente, el
mago es particularmente apto para manejar el cálamo. Sigue
recomendaciones precisas por parte de sus maestros: “Tú pintarás
a todo adversario de Ra, y a todo adversario del faraón, muerto o
vivo, y a todo proscrito que puedas imaginar, los nombres de su
padre, de su madre y de sus hijos -de cada uno de ellos-, siendo
inscritos con tinta fresca sobre una hoja de papiro que no haya
sido utilizada antes -sus nombres deben ser inscritos sobre su
pecho, y ellos mismos serán confeccionados en cera, y atados
con ligaduras de hilo negro; se escupirá sobre ellos, se les
pateará con el pie izquierdo, se les golpeará con el cuchillo y la
lanza y se les arrojará al fuego en el horno del herrero”.
*
El Enemigo está presente por todas partes. En los campos de
batalla, los adversarios del faraón no son solamente humanos.
Están habitados por una fuerza hostil contra la cual el rey debe
utilizar armas mágicas. En todo combate sobre el terreno es
preciso proceder al encantamiento de los enemigos, lo cual forma
parte de las técnicas oficiales de guerra practicadas por el
Estado. El modelo sagrado está formado por los rituales que los
sacerdotes celebran en los templos para luchar contra los
enemigos de la Luz. En el orden profano, es utilizado para
combatir a los invasores de Egipto y salvaguardar las fronteras.
Se escriben listas de enemigos, con tinta roja, sobre figurillas de
arcilla que representan a los adversarios vencidos y frenados. Se
hiere a estas figurillas, se las atraviesa, se escupe sobre ellas, se
las quema. Esta destrucción mágica es la razón profunda de la
figuración de los enemigos eternamente vencidos sobre los muros
de los templos o sobre los zócalos de las estatuas reales.
La fractura de las vasijas, cargadas con poder maléfico, era un
rito mágico de estado. Se descubrieron, en varios lugares de
Egipto, montones de recipientes rotos en varios pedazos. De esta
forma eran diseminadas las fuerzas hostiles. Esta técnica,
heredada de los tiempos más antiguos, fue practicada a lo largo
de la historia egipcia. Especialmente en el Imperio Medio se
inscribía el nombre de los enemigos sobre vasijas y copas;
príncipes y jefes enemigos son los principales adversarios
representados. Gracias a los magos, dioses y espíritus
intervenían. Para no omitir a nadie, se anotaban también los
nombres de los príncipes negros indicando, para más seguridad:
“Todos los negros, sus hombres fuertes, sus correos, sus aliados,
sus confederados que serán hostiles, que conspirarán, que se
batirán y los que dicen que serán hostiles, por todo el país.” No
hay que olvidarse de incluir en esta lista mágica a los palestinos,
los libios, e incluso los egipcios y egipcios que conspiren en el
interior.
Figura 17
Figura 18
Figura 19
Seis genios terroríficos armados con cuchillos, con cabeza de
carnero, de cocodrilo, de león y de hombre. Se colocan sobre el
camino del viajero que recorre las rutas del otro mundo y le
matan sin piedad si ignora los nombres y los números. Por el
contrario, si el viajero demuestra su Conocimiento, se convierte en
ayudantes suyos en los combates que tendrá que librar contra las
tinieblas. (Las capillas de Tutankhamon)
Entre los enemigos, el mago incluye a “todas las malas palabras,
las obras malas, todos los malos pensamientos, todas las malas
intrigas, las luchas malvadas, las querellas malvadas, todos los
malos deseos, todas las cosas malas, todos los malos sueños”. Es
difícil que exista más conciencia profesional.
En Mirgisa, sitio que se encuentra al nivel de la segunda catarata
del Nilo, sobre la orilla oeste, se descubrieron numerosos objetos
con textos de encantamiento, estatuas de prisioneros, vasijas,
recipientes. Los príncipes de países extranjeros eran considerados
como seres maléficos que se rebelan contra la armonía del
mundo. El mal existe: es preciso hechizarlo. Es también el mejor
medio de trazar una frontera infranqueable.
Para el mago experimentado que se ha liberado del sufrimiento
como Osiris resucitado, es posible vencer al enemigo y aplastarlo
bajo la sandalia. Es por esto que su acción es eficaz cuando
pronuncia las palabras justas sobre una figurilla de cera. Algunos
pensaron en la fabricación de “golems”, de criaturas animadas.
Realmente, estas figurillas no son móviles. Están incluso
condenadas a la inercia, para que ésta ataque a aquél a quien se
desea alcanzar.
Advertencia que hay que respetar: decapitar al enemigo de cera,
al adversario pintado sobre un papiro o esculpido en madera. De
esta forma, los habitantes del desierto no se revolverán contra
Egipto, no habrá ni guerra ni rebelión en el país, el rey será
obedecido y la tierra de los dioses será preservada.
El mago entra en el vientre del Enemigo como un espía, le vuelve
la cabeza del revés, le pone los pies al contrario. Le debilita, le
vacía de sustancia. Evoca el poder del dios toro Montu y el de
Seth. Coge tierra con la mano derecha y recita una fórmula sobre
ella. Rompe los huesos y devora la carne del enemigo. Le arranca
su poder para apoderarse de él.
El ataque del adversario se traduce en fenómenos físicos muy
precisos, como la catalepsia. El mago toma entonces una cabeza
de asno y la coloca entre sus pies, contra el sol naciente y actúa
de la misma forma a la caída del sol. Se unta el pie derecho con
una sustancia proveniente de una piedra de Siria, prefigurando
así la litoterapia moderna, y el pie izquierdo con arcilla. Se unta
las manos con sangre de asno.
Es preciso repetir las fórmulas durante siete días, atarse filamentos
de palmera con la mano, el falo y la cabeza. Invoca al poder que
está en el aire, invisible. Entonces vencerá a la catalepsia y a la
muerte.
El mago dispone de encantamientos para encontrar a un hombre
poderoso que rehúse parlamentar con él. Basta con declararle
que representa a la momia de Osiris en Abidos. Si el adversario
persiste, será vencido.

Las amenazas

Para asegurar un dominio real sobre el mundo de los dioses,


buenos o malos, favorables o desfavorables, el mago no duda en
amenazarles. En el capítulo de los Textos de las pirámides, en el
que el rey se identifica con Osiris, las divinidades son juzgadas.
A cada una de ellas se le dice: “Si ella vive, este rey vivirá; si ella
no muere, este rey no morirá.” Así, pues, en un primer momento
se contentan con ligar mágicamente la suerte del faraón a la de
los dioses. Pero el mago va más lejos. Puede utilizar el nombre
secreto de un dios, como el de Chou, por ejemplo, para modificar
el orden de las cosas. Si se pronunciaba a la orilla del río, éste se
desecaba. Si se pronunciaba sobre la tierra, ésta se incendiaría.
Si el cocodrilo atacaba al mago, el sur se cambiaría por norte, el
mundo se trastocaría.
Peor aún, se dirigen violentos insultos con respecto a los dioses y
diosas, especialmente en el capítulo 534 de los Textos de las
pirámides cuyas fórmulas quieren impedir la venida de Osiris, de
Horus, de Seth, tachado de castrado, Khenty-Irty de baboso, Thot
de sin-madre, Isis de repleta de podredumbre, Nephtis de
concubina sin vagina. Horribles calificativos que arrastran por el
lodo a augustas divinidades.
Cuando el mago profiere amenazas terribles contra los dioses,
toma una importante precaución: “No soy yo quien habla así,
añade, ni yo quien repite esto, sino esta fuerza mágica que ha
venido a atacar a aquel de quien hablo”. De esta forma, el
taumaturgo puede pronunciar palabras terribles, incluyendo lo
peor: por ejemplo, prender fuego a Busiris y quemar a Osiris.
Las amenazas mágicas se utilizan para curar. Si la persona
gravemente enferma corre riesgo de morir, el mago utiliza este
último arma: “Si el veneno se extiende por el cuerpo, declara, si
se adentra en una parte cualquiera del cuerpo, no se hará
ninguna libación sobre la mesa de ofrendas de los templos, no se
verterá ningún agua sobre los altares, no se encenderá ninguna
antorcha en ningún lugar del templo, no se llevará ninguna res al
altar del sacrificio, y no se ofrendará ninguna carne al templo.
Pero si el veneno pierde fuerza, todos los templos estarán en
alegría, y los dioses estarán felices en sus santuarios”.
El Estado mismo no duda en utilizar este procedimiento. Un
decreto real prescribe alejar toda influencia nefasta y cualquier
clase de muerte. Si el efecto mágico no era activo, las represalias
serían terribles: no más agua para el que está en el sarcófago; el
que está en Abidos, es decir, Osiris, no sería ya enterrado; no
habría más ofrendas para el que está en Heliópolis, es decir, el
dios Ra. Las fuerzas del mal saben así a qué atenerse.
Los dioses toman precauciones similares. Horus, según ciertas
tradiciones, tiene una esposa. Como cualquiera, ésta teme la
mordedura de los reptiles. Pero “si la esposa de Horus era
mordida, no estaría ya permitido que la crecida anegara los ríos;
no estaría ya permitido que el sol alumbrara la tierra, ni que el
trigo creciera; no sería ya posible fabricar pan, ni fabricar toneles
de cerveza para los trescientos cincuenta dioses que tendrían
hambre de día y de noche”.
Cuando el mago apela a las divinidades y reclama su asistencia,
no admite una respuesta negativa por su parte. Amenaza
directamente a los animales simbólicos en que éstas se encarnan,
para “forzarles” de cualquier forma. Se dirige en términos severos
a cada fuerza divina implicada: “Si no escuchas mis palabras,
cortaré la cabeza de una vaca sobre el atrio de Hathor,
decapitaré a un hipopótamo sobre el atrio de Seth, haré que
Anubis sea enrollado en una piel de perro y que Sobek sea
enrollado en una piel de cocodrilo”.
Hay un mismo tipo de amenaza para los objetos mágicos como la
linterna que sirve de soporte a la presencia divina. El mago le
ordena que se someta a él cuando Osiris ha sido encontrado en
su barca, con Isis a su cabeza y Nepht1s a sus pies. La linterna
debe intervenir en favor del mago, si no éste le privará de aceite.

Los peligros de la noche

El mago se asoma a la noche, en la oscuridad, con Horus ante él


y Seth a su derecha. Transporta un mensaje que emana de los
grandes dioses. Así acompañado, no teme a los demonios que
merodean por las tinieblas. Los muertos no pueden asustarle. Es él
quien les amenaza: puede cortarles las manos, cegar sus ojos,
cerrar sus bocas. “Yo soy Horus-Seth”, proclama, realizando así
una extraordinaria unión, mas allá de la dualidad, más allá del
bien y del mal”.
La noche es peligrosa. Allí se ocultan espectros para vagar por la
tierra. Son aparecidos, muertos errantes. El mago se protege
declarando que es el maestro del universo. Es el joven dios, señor
de la Verdad y la justicia. Como compañero del Creador, Atum,
recorre el cielo y conoce todos sus caminos.
El que se asoma a la noche toma precauciones. Se provee de una
luz particular, se hace custodiar por serpientes protectoras. El mal
no le atacará. La luz está situada en el interior de los ojos del
mago para que se desplace por la noche como si fuese de día y
viaje por la tierra saliendo del horizonte del cielo, sin morir de
nuevo. Contempla a Ra, ve la luz frente a él.
Existe un libro especial para alejar los espantos que atemorizan
durante la noche. Es preciso levantar el rostro, mantener en alerta
las cualidades del ser. De esta forma se percibe al Señor de Todo.
Hay que recitar las fórmulas sobre una tela de lino fino que se
pondrá en la garganta a fin de conservar la calma.
El mago dispone de un arsenal contra las pesadillas. Se dirige a
los demonios que perturban el sueño ridiculizándolos. Apela a las
divinidades presentes en la barca de la noche que atraviesa el
cielo. Pinta figuras de genios guardianes sobre los cabeceros de
las camas. Inscribe en ellos fórmulas mágicas. Contra los malos
sueños, el mago invoca con sus deseos un buen sueño, una noche
que sea parecida al día. Los males provocados por Seth son
descartados. Como Ra, el mago saldrá victorioso de sus enemigos
salidos de las tinieblas. Utilizará también hierbas empapadas en
cerveza y en mirra. Frotará el rostro del durmiente para disipar
las pesadillas. Dice estas palabras eficaces: “Ved, es el Señor de
Todo y estos son Los que son, es Atum, es Ouadjet, la señora del
terror en la gran barca, es el niño, es el señor de la Verdad, es la
figura de Atum sobre el curso superior, es la llama devoradora
que ha sido crea la por Sia, el señor de los cielos.. Estas
apariciones espantan a los demonios. El hombre justo duerme en
paz, protegido por la magia.
Capítulo VII
Magia y medicina

La noche de Luxor no es nunca temerosa, sin duda no existen


demonios más que para los que temen. Pero la enfermedad sí que
existe. A menudo nos golpea cuando menos la esperamos. Mis
anfitriones, familia mágica por excelencia, conocían bastante
bien la medicina occidental. Pero no creían mucho en ella.
Médicos egipcios, formados en Londres y en París, habían
intentado sin éxito convencerles. “Cuando se trata el mal con un
mal fin, me explicó el padre, no se le ataja. A lo sumo se le
desplaza. A lo peor, se le aumenta.” Magia y medicina, ¿es éste
el buen camino?
*

Un médico mago

La medicina mágica probablemente nació en Egipto. No es


creación artificial, sino una ciencia a la vez teórica y experimental
que tiene como criterio básico la voluntad de mantener el cuerpo
humano en armonía con el cosmos, de forma que sirva de
receptáculo a las fuerzas vitales que han creado el universo.
Quien es atacado por una enfermedad, por un sufrimiento, por un
dolor, es presa de una fuerza negativa, de una divinidad hostil,
es decir, de un demonio. El médico-mago debe curar la causa y
no el efecto, y por consiguiente atacar a este poder invisible e
irracional que perturba el organismo.
Dato importante para comprender los principios de esta medicina
mágica: no comporta ningún aspecto moral. El dios curativo no es
“bueno”, el dios agresor no es “malo”. Son expresiones de la
fuerza creadora que circula por todas partes. Es el ser humano
quien actúa de forma armónica o disarmónica sobre lo que le
rodea; es él quien acoge y manipula “bien” o “mal” las
divinidades que rigen su existencia.
Hoy magia y medicina se oponen radicalmente. Egipto prefería
unir las dos técnicas para llegar a una ciencia del hombre mucho
más completa y mucho más amplia. Por lo demás, es preciso
reconocer que las escuelas médicas actuales, fundadas
exclusivamente sobre el racionalismo químico o matemático,
forman a médicos de los cuales una parte termina por
cuestionarse el valor de su práctica. Sanar es un arte tanto como
una ciencia, una magia del ser tanto como un análisis racional.
El médico egipcio se ocultaba bajo signos secretos para que sólo
“los filósofos”, aquellos que aman la sabiduría, pudiesen
comprender los arcanos. El misterio, no obstante, fue escrito y
transmitido, especialmente por los papiros egipcios y los escritos
árabes, traducidos al latín y transmitidos de iniciado a iniciado
hasta el siglo XV, especialmente en las escuelas de Alemania que
conocían todavía algunos secretos de los sacerdotes egipcios.
Es la magia la que permite que la medicina sea preventiva.
Impide que la enfermedad se apodere del cuerpo. El médico
prepara fórmulas científicamente. Pero considera que esta ciencia
no es suficiente. Es preciso añadir una fórmula mágica para darle
un alma. Aunque algunos medicamentos son sencillos, la mayoría
son complicados y tratan ataques provocados por demonios.
Cuando sobreviene la enfermedad, es que Seth o algún otro
demonio se ha cruzado en el camino del paciente y le ha
asaltado. La enfermedad le vuelve impuro. De ahí la necesidad de
la intervención de un médico, “sacerdote-puro” de Sekhmet
cualificado para curar.
Las enfermedades son causadas por enemigos hombres o mujeres
contra los cuales el mago se bate como un guerrero. Los
instrumentos que él maneja son comparados con armas. No se
convierte en médico-mago sin recibir una iniciación larga y
exigente que, para los maestros de la corporación, tenía lugar en
Heliópolis. Colocado en presencia de la madre de los dioses, de
los cuales recibe los favores, el adepto aprende los
encantamientos formulados por el mismo Creador del Universo
cuando rechaza a las fuerzas nocivas. El primer precepto es:
“Dios hace vivir a quien le ama.”
Para ayudar mejor al enfermo a recobrar la salud, el mago lo
identifica con ciertas divinidades, en primer lugar Ra. Previene de
ello a las divinidades: “¡Oh, Ra, Geb, Nut, Osiris, Horus!
¡Restableced el corazón de este hombre sufriente! ¡Devolvedle a
la vida como habéis hecho revivir el corazón de Ra cuando le
atacó Nehaher (un demonio)! ¡Rechazad el veneno que esta en su
cuerpo como habéis alejado el veneno de Apophis que estaba en
el cuerpo del gran dios!”; conclusión esencial para el paciente:
“Ra es tu protección”.
Paso indispensable: dirigirse directamente al demonio para que
éste revele sus malévolas intenciones y la forma de que acabar
con aquel que se ha apoderado de él. “¡Atrás, dice el mago,
enemigo, demonio que causa este dolor a untel! ¡Tú dices que
infligirás heridas en esta cabeza que es suya, a fin de forzar tu
entrada en esta frente que es suya, de hundir estas sienes que son
suyas! Vete, retrocede ante el poder fulminante de este Ojo
deslumbrante que es suyo! El previene tu poder agresivo, dispersa
tus eyaculaciones, tu simiente, tus ruidos, los productos de tu
digestión, tus opresiones, tus males, tus tormentos, tus
inflamaciones, tus aflicciones, calor y fuego, todas las cosas malas
sobre las que has dicho: “Sufrirá a causa de ellas”. Gracias a Ra,
el enfermo permanece con vida. El dios sol impedirá que le maten
los venenos.
Pero el mismo Ra no está totalmente a cubierto del asalto de las
fuerzas maléficas. Su barca puede encontrarse inmovilizada en el
cielo. Si se interrumpe la navegación cósmica, el universo se
detiene porque Horus está en peligro. Estando el enfermo
identificado con Horus, es necesario que tanto el dios como el
hombre sean liberados de sus males para que el orden sea
restablecido en el universo.
La protección de Horus es ejercida por el primogénito en el cielo,
el cual gobierna todo lo que existe, el gran enano que hace el
recorrido del Duat, el mundo intermedio, el libro de la noche que
viaja en la montaña del Oeste, el gran poder oculto, el inmenso
halcón que vuela en el cielo, sobre la tierra y en el Duat, el
escarabajo sagrado, el cuerpo secreto simbolizado por la momia,
el fénix divino, el nombre propio de Horus, los nombres de su
padre Osiris, sus imágenes en sus nomos, la lamentación de su
madre Isis: tales son también las protecciones del enfermo
identificado con Horus cuando es curado correctamente por un
mago.
En un caso que se nos presenta como único, un enfermo recibe el
consejo de dirigirse directamente al Duat, es decir, a ese mundo
particular que no es cielo n1 tierra y que rodea el cosmos. El
hecho es rarísimo porque el mago es el intermediario
indispensable entre el enfermo y sus causas. Para aprender su
oficio, dispone de una enseñanza oral impartida en las Casas de
la Vida y de una, enseñanza escrita, los papiros médicos.
Estos no se pueden dejar en cualquier mano. El papiro médico de
Londres, por ejemplo, no es un escrito profano. Fue encontrado
una noche en una sala de un templo. Un rayo de luna lo iluminó.
Fue entonces entregado al rey. Este gran suceso tuvo lugar
mientras deliberaba la Enéada. Todo escrito médico pertenece en
realidad a la esfera de lo sagrado.
Este arte maravilloso, de origen divino, necesita una estrecha
colaboración entre el médico y su paciente. La técnica sola no
basta. El efecto del medicamento no es total si la voluntad de
conjurar el mal no viene también del corazón y del cuerpo del
paciente. La fórmula mágica ayuda a concretar la acción
conjugada del enfermo y del terapeuta. Del mismo modo que
Horus y Seth “sanaron”, el primero provisto de nuevo de su “ojo”
y el segundo de sus testículos, del mismo modo el hombre que
está en la tierra puede gozar de su integridad física recobrando
la salud.
El médico-mago, hombre de iniciación y de ciencia, dispone de
un arsenal terapéutico impresionante. Para extirpar el mal del
cuerpo del enfermo se beneficia de su saber técnico, de la
identificación mágica de su paciente con una divinidad (a
menudo es Horus combatiendo contra Seth), del conocimiento de
los nombres de los enemigos y demonios, de la capacidad de
dialogar con el mal para convencerle de su ineficacia y del poder
del ser sufriente que tiene los suficientes recursos internos para
combatir de forma victoriosa. Si, por desgracia, la enfermedad ha
entrado profundamente en el cuerpo, queda todavía la
posibilidad de interpelarla, de amenazarla, de ordenarle que se
vaya, de expulsaría. El mago explica a la enfermedad que hará
mal en acomodarse en las partes del cuerpo a las que quisiera ir:
la lengua será para ella una serpiente, el ano la degollará, los
dientes la triturarán. Es seguro que la enfermedad se sentirá
mucho más a gusto en su propia morada, lejos de los humanos.
*
En Heliópolis, como hemos visto, el médico-mago sufría una larga
iniciación, tan difícil que debía salvarse a sí mismo antes de
poder curar a los demás. ¿Debemos deducir de esta información
que se inoculaba en el adepto una enfermedad para verificar el
alcance de su sangre fría y de sus conocimientos? O bien
“simplemente” franqueaba pruebas físicas siempre presentes en
un ritual de iniciación? Sea como fuere, el nuevo médico, tras este
período de prueba, visitaba otras Casas de la Vida, como la de
la Sais, y recibía las enseñanzas de numerosos colegas. Las
divinidades principales le ayudaban en esta tarea. Ra en persona
le defendía contra sus enemigos visibles e invisibles. Thot era su
guía, el que conocía las fórmulas, las enseñaba a los estudiantes
para que éstos liberaran del mal a aquellos a los que el dios
deseaba conservar con vida.
Primer deber del médico: ligar el destino del enfermo al del
universo. Si no sanaba, el cielo se derrumbaría, la luz
desaparecería. Incluso el demonio causante de esta desarmonía
sería destruido por la catástrofe. Para salvarse a sí mismo, no
tiene otro recurso que la huida... que equivale a la curación de su
víctima.
Dato esencial: se compara la toma de un medicamento con la
apertura de la boca por los dioses Ptah y Sokaris en los ritos de
resurrección. La fórmula mágica era recitada por Nephtis, la
“señora del templo”. La apertura de la boca tenía como objeto
devolver la vida a la momia y animar a la estatua. Al practicar
esta operación “sobre un enfermo”, se le añadía un inmenso
potencial vital y una facultad de resistencia a las agresiones
exteriores. Cuando se ingiere un remedio, es indispensable
pronunciar las palabras mágicas. Las dos acciones se refuerzan.
La materia de la que está compuesto el medicamento toma vida
con la fórmula.
Para quitar un vendaje, se evoca a Horus liberado por Isis del mal
que le produjo Seth. El enfermo implora a Isis, “grande de la
Magia”, que aleje de él toda mala influencia. El ha entrado en el
fuego, ha salido del agua, no se dejará apresar por demonios. El
mago dice: “Él fue liberado, fue liberado por Isis. Liberado fue
Horus por Isis de todo el mal que le había producido su hermano
Seth, cuando éste mató a su padre Osiris. Oh, Isis, gran maga,
libérame, libérame de toda cosa mala, maléfica, candente, de la
enfermedad de un dios y de la enfermedad de una diosa, de la
muerte varón y de la muerte hembra, del enemigo y de la
enemiga, que vengan contra mí”.
Ninguna acción médica, por sencilla que sea, es considerada
como puramente material. Siempre está ligada al mundo mágico,
en cual encuentra su modelo divino. Los poderes de los médicos
egipcios a menudo eran sorprendentes, incluso a la vista de
nuestro saber actual. Con frecuencia los egiptólogos han quitado
valor a la fórmula del papiro medico Edwin Smith que propone
“transformar a un anciano en hombre joven de veinte años”, pero
es seguro que los sabios de Egipto practicaron una ciencia de las
transmutación y del rejuvenecimiento que explica la longevidad
de ciertos dirigentes, a pesar de estar agobiados de deberes y de
trabajo. ¿Y no estaba la edad media de los sabios en ciento diez
años?
Un texto del papiro Ebers hace alusión a un aspecto fundamental
de la ciencia egipcia: la percepción de la realidad por la
intuición surgida del corazón: “Comienzo del secreto del médico,
conocimiento de la marcha del corazón y conocimiento del
corazón. Hay en éste vasos sanguíneos que van a todos los
miembros. En cuanto a aquello sobre lo que cualquier practicante
pone sus dedos, ya sea la cabeza, la nuca, las manos o incluso el
corazón, los brazos, las piernas o cualquier otra cosa, se siente
una especie de corazón, ya que los vasos sanguíneos van a cada
uno de sus miembros; es por eso que le habla a los vasos de cada
miembro.”

Figura 20
El genio Nedj-Her, sentado, sostiene la vida en sus manos. El
iniciado debe saber responder a las preguntas de este guardián
del umbral para descubrir esta vida en sí mismo. (Las capillas de
Tutankhamon)
No se trata, como se ha supuesto a menudo, de una fisiología
elemental, sino, por el contrario, de indicaciones precisas
concernientes al “cuerpo sutil” del ser que es preciso curar con
tanta atención como al cuerpo físico. En el mismo orden de ideas,
y conforme a una lógica mágica, el mago no utiliza más que
remedios físicos o directos contra el veneno, por ejemplo. Hace
siete nudos en un tejido, sujeta en sus manos una reliquia
proveniente de un cofre conservado en Heliópolis, que contiene
en especial un cuchillo de piedra negra. El conocimiento de los
nombres secretos ¿no es el remedio más eficaz contra los humores
malignos?.
Frente a tales males, sólo la magia lucha con algún éxito. Si el
enfermo está muy grave, el médico le conferirá un terrible furor
que le hará capaz de destruir ciudades como Busiris y Menes, de
impedir que lleguen ofrendas a Abidos, en suma, perturbar el
orden del mundo. Los demonios de la enfermedad estarán
obligados a retroceder.
Contra la fiebre y el catarro se utiliza... ¡un decreto real! El rey
del Alto y el Bajo Egipto, Osiris, dice al visir, el príncipe heredero
Geb, que levante el mat de su barca, que despliegue su vela y
bogue hacia los campos de rosas. Que se lleve a las fuerzas
hostiles, la fiebre y el catarro, lejos de la tierra. Palabras divinas a
pronunciar sobre dos barcas divinas y dos ojos completos; se
dibujan dos escarabajos sobre un papiro que se pondrá en la
garganta del paciente.
Contra el resfriado, afección que parecía especialmente penosa
para los egipcios, el médico-mago despliega todos los recursos de
su elocuencia: “¡Retírate, coriza, hijo de coriza! Tú que destrozas
los huesos, que rompes el cráneo, que te hundes en el cerebro,
que haces enfermar las siete aberturas de la cabeza, sirvientes de
Ra, lisonjeros de Thot. Mira, yo traigo un remedio contra ti, una
poción contra ti: leche de mujer que ha traído al mundo a un niño
varón, y resma perfumada. ¡Que él te cace y te expulse, y
viceversa! Decirlo cuatro veces sobre leche de mujer que haya
traído al mundo a un niño varón, y sobre resina odorífera. Ponerlo
sobre la nariz.
Incidentes, banales o a veces de consecuencias desastrosas: una
fórmula mágica evita la asfixia a quien tiene un hueso atascado
en la garganta. El mago se identifica con un busto de león, con
una cabeza de carnero, con un diente de leopardo.
Técnicamente, vierte aceite en la boca del enfermo. Con el dedo
ayuda a tragar el aceite. Cuando escupa su saliva, el hueso
saldrá con ella. En el mismo caso, el mago, utilizando medios
aparentemente desproporcionados contra el mal, se identifica con
aquel cuya cabeza toca el cielo y cuyos pies descansan sobre las
aguas eternas. Son necesarios un huevo de halcón en su boca y
un huevo de ibis en su vientre.
El hueso de dios, de hombre, de pájaro, de animal, las espinas,
saldrán de la boca del enfermo y caerán en la mano del mago,
hijo del dios vivo.
La saliva es un remedio excelente. Echando saliva sobre una
herida, se la cura. La saliva forma parte de las secreciones y
exudaciones que, como la sangre, el sudor, la orina, provienen
del cuerpo de los dioses. Es por ello que la utilización de los
excrementos, la orina y otras materias en principio repugnantes,
procede de una concepción mágica. El mundo de las fuerzas
demoníacas es el anverso del hombre justo. En el otro mundo, los
condenados comen excrementos y marchan cabeza abajo. No
obstante, es posible el uso homeopático de estas materias
naturales. Como los demás elementos de la vida, contienen una
parcela de divinidad que el mago debe saber extraer y
manipular. Herencia tardía de esta concepción, una tradición
curiosa, que deriva de Egipto, fue conservada en la Edad Media
y conocida hasta el siglo XVII. Para conocer el sexo del niño que
va a nacer, se moja espelta y trigo en la orina de la mujer encinta
y se colocan los granos en dos saquitos. Si el trigo germina,
nacerá un niño. Si es la espelta, una niña. También se pueden
cavar dos fosas. En una se arroja cebada; en la otra trigo. En las
dos se vierte orina de la mujer encinta y se recubre de tierra. Si el
trigo crece más deprisa que la cebada, será un niño. Pero si la
cebada crece primero, es una niña lo que la madre dará a luz.
Estas anécdotas mágicas, fundadas por otra parte en
conocimientos químicos, no deben disfrazar extraordinarios
aspectos de la magia de estado, como las estatuas curativas.
Estas, cubiertas de textos mágicos y consagradas en los templos,
eran situadas en sanatorios sagrados o en capillas. En su zócalo
estaba excavada una cubeta donde se recogía el agua vertida
sobre la estatua y que, al pasar sobre los textos, se impregnaba
de magia. Este agua se convertía en energética, y se ofrecía a los
enfermos o a los infelices picados por una serpiente o un
escorpión. Este agua mágica tenía un efecto preventivo,
protegiendo de toda agresión a los viajeros que se aventuran en
el desierto.
Figura 21
Una diosa-estrella recibe del sol una energía que entra en su
boca. Ella la restituye a una serpiente; símbolo de las fuerzas
telúricas, animadas así con una energía celeste. Lo que está en
arriba es como lo que está en abajo. (Las capillas de
Tutankhamon)

Sangre y magia

En todas las magias conocidas, la sangre juega un papel


indudable. Es vehículo de cualidades vitales de gran importancia,
cuyo secreto no es conocido más que por un mago
experimentado. Es por ello que la sangre entra en la composición
de diversos productos. Conocemos, por ejemplo, un ungüento
fabricado con sangre de ternero negro o con la sangre del cuerno
de un toro negro, producto que otorga energía a quien lo utiliza.
¿No es incluso el faraón la sangre nacida de Ra, la sangre del
sol? Ahora bien, es el mismo Ra quien abre el cuerpo del enfermo
y le devuelve a la vida, impidiendo que actúen los venenos, y no
dejando al hombre justo a merced de los fluidos maléficos. Las
palabras mágicas deben pronunciarse sobre una figura de Ra,
dibujada con la sangre de un pez-abdjou, sobre una tela de lino
real, que se coloca luego sobre la cabeza del individuo en
cuestión.
Cuando la diosa Sekhmet se desencadena, lista para destruir a la
humanidad, Ra está obligado a intervenir. Hace beber a la diosa
un brebaje mágico del color de la sangre. Operación delicada en
extremo, pero que triunfa plenamente, porque la furiosa Sekhmet
se transforma en la dulce Hathor.
Sangre y sudor se mezclan en una fórmula de regeneración
destinada a acrecentar el poder del mago: “¡Que el sudor de los
dioses penetre hasta ti, que las protecciones de Ra se extiendan a
tu cuerpo, que tengas acceso al territorio sagrado, al suelo
sagrado de las provincias, que hagas lo que desees en los dos
países, gracias al divino sudor originario del país del Punt! ¡Que
la grasa de tus enemigos penetre hasta ti, que tu corazón sea
regenerado gracias a la sangre de los que te son rebeldes!”.
La sangre de la diosa Isis protege al mago de todo ataque
negativo, impide que se le haga daño. Esta sangre femenina es
también la de la desfloración; se le atribuían excepcionales
cualidades, vinculadas a la revelación del nombre secreto de las
divinidades y a la adquisición del poder de abatir a las criaturas
maléficas. En cierto modo, al practicar su arte, el mago hacía el
amor con una diosa siempre virgen que le revelaba su eterna
verdad.
Una magia simplista desvirtúa esta simbología que utiliza una
mezcla de sangre y esperma para desatar la pasión amorosa en
la persona deseada. Amar, incluso en el nivel más simple, es una
vibración común de dos energías diferentes: de ahí la intervención
de los magos que favorecen conjunciones análogas.
La sangre es un líquido precioso. Por ello, una hemorragia es
considerada como un mal espantoso. Por fortuna existe una
fórmula para ponerle fin: “¡Atrás, tú que estás en la mano de
Horus! ¡Atrás, tú que estás en la mano de Seth! La sangre que
circula se ha detenido!” La fórmula se recita sobre un amuleto en
forma de cama, colocado luego sobre la espalda del individuo en
cuestión.
La hemorragia femenina es una de las más graves. Para
detenerla, es preciso invocar a Anubis, el cual impide que se
extienda la inundación sobre lo que es puro. Se pronuncian
fórmulas sobre los filamentos de un tejido con un nudo. Luego se
aplica al interior de la vagina de la enferma. También se puede
hacerle beber, en ayunas, jugo de la planta llamada “Gran Nilo”,
mezclado con cerveza. La corriente del río es comparable al flujo
menstrual. Los dos deben ser regulares para que tanto la tierra de
los hombres como el cuerpo de la mujer estén en armonía.

Dolencias de la cabeza

La cabeza debe ser preservada de las enfermedades, porque


contiene las puertas de la vida: los ojos para ver y recrear el
mundo, la nariz para respirar tanto lo sutil como lo concreto, las
orejas para escuchar el Verbo y las palabras, la boca para que el
hombre viva. Las dolencias de cabeza, que perturban este
“órgano” vital, atacaron incluso al dios Horus cuando escalaba
una montaña, en verano, al mediodía. Encontró dioses que
celebraban un banquete en una sala de tribunal. Le convidaron a
participar de sus alimentos. Pero Horus respondió que no tenía
apetito. Sufría de jaqueca. Estaba consumido de fiebre. ¡Que los
trescientos sesenta y cinco dioses sentados al banquete sacaran el
dolor de su cabeza! El mago debe relatar esta historia siete veces
cuando trata a un enfermo, y friccionarse las manos, el cuerpo y
los pies con un ungüento especial.
Otro relato evoca a Horus, siempre con jaqueca, que pasa el día
apoyado en un almohadón. Seth, su hermano, vela por él. El
mago, experto, coge el tejido con el que se había confeccionado
el almohadón y hace con él siete nudos. Los aplica al dedo gordo
del pie del enfermo, el cual sana. Horus, por su parte, llamó a
Isis, y propuso un remedio radical: que la diosa le diese su
cabeza a cambio de la suya. Isis no acepta esta oferta tan
delicada. Sin embargo, actúa en favor de Horus, fabricando
nudos mágicos, siempre en número de siete. El mago imita a la
diosa y aplica el tejido sobre el pie izquierdo del enfermo,
porque, como concluye la fórmula, “lo que ha sido aplicado a las
partes inferiores es válido para las partes superiores”. ¿Cómo no
reconocer en esto uno de los orígenes de la célebre máxima
hermética “lo que está abajo es igual que lo que está arriba”?
Sabía precaución: llevar de amuleto la cabeza de algunas
divinidades (Bes, Hathor, por ejemplo), que valen para cualquier
divinidad. Los capiteles llamados “hatóricos” -dicho de otro modo,
cabezas gigantes de la diosa-, que coronan las columnas de
algunos templos, como el de Dendera, son talismanes muy
potentes que protegen el edificio.
La cabeza del enfermo se identifica con la de Ra. Es por esto que
habrá trastornos en el cosmos si el paciente no encuentra el
equilibrio. La cabeza de Ra ilumina la tierra, hace vivir a la
humanidad. Es preciso igualmente tener cuidado de que Ra no se
duerma hambriento, para que los dioses no estén tristes. Si no, se
corre el riesgo de ver regresar la oscuridad primordial, ese
tiempo, anterior a la creación, en que los cielos estaban unidos. El
agua celeste sería entonces arrebatada y la tierra condenada a la
esterilidad. Como se ve, las consecuencias de una jaqueca divina
que no sea curada mágicamente serían terroríficas.
Si el mal alcanza los dos lados de la cabeza, es que un demonio
se ha apoderado de su víctima un día de fiesta. El caso es grave.
Es preciso proporcionar una máscara al enfermo, labrada por el
dios Khnum, identificado con el dios, el paciente adquiere la
fuerza necesaria para vencer el mal. Pero existen remedios más
sencillos para desembarazarse de una jaqueca persistente. Isis
nos da un ejemplo. Despeinó su cabello como una mujer en
duelo, por analogía con el desorden de la cabellera de Horus,
que había sido herido por Seth cuando ambos combatieron.
Quien consiga ordenar sus cabellos evitará los dolores de
cabeza.
Se recomienda igualmente apoyar las manos sobre la cabeza: los
sufrimientos desaparecerán bajo el efecto del magnetismo que se
provocará a uno mismo, a condición de que el acto mágico
permita identificarse a Horus el Anciano con el vigor primordial.
Precaución útil: añadir a esto un amuleto que cubra la parte
superior de la espalda y de la columna vertebral, una especie de
peluca protectora que haya sido tejida e hilada por Isis y Nepthis.
Otro modo de luchar contra la jaqueca: recitar una fórmula sobre
un cocodrilo de arcilla en la boca del cual se coloca una pepita.
Sobre la cabeza de la figurilla, un ojo de barro. Es preciso luego
unirlo e inscribir un dibujo de los dioses sobre una venda de lino.
Otro encantamiento eficaz: asimilar la cabeza del enfermo con la
de Osiris Onofris, sobre cuya cabeza fueron colocadas 377
serpientes divinas que escupen fuego y ahuyentan el dolor. El
mago pasa al ataque arrojando al fuego el animal del más allá
cuya parte delantera es idéntica a la de un chacal y que ha
arrojado un maleficio sobre el paciente. Al destruir la causa,
destruye el efecto.
Es especialmente importante conservar la cabeza. La cabeza de
Osiris era una réplica esencial, conservada cerca de Abidos,
centro principal del culto del dios. Al convertirse en Osiris, el justo
adquiere una condición de divino. Además evita que se le corte la
cabeza. Toma todas las precauciones para conservarla intacta en
el imperio de los muertos. Para paliar cualquier riesgo cuentan
incluso con “cabezas de sustitución” que se depositan en las
tumbas.
El capítulo de los Textos de los sarcófagos es uno de los textos
más extraños. El mago recita sobre una cabeza posada en el
suelo, iluminada por la luz proveniente de una ventana. El objeto
de la operación es una trasmigración física. El alma humana
adquiere cierta facultad de desplazarse por el cosmos y de
reencontrar a Shu, el dios del aire luminoso. En la cabeza se
ocultan capacidades misteriosas que únicamente el mago es
capaz de despertar y de hacer madurar. Estos antiguos
conocimientos fueron conservados en Occidente, en especial en
ciertos rituales masónicos. Señalemos, por ejemplo, que al
Aprendiz, si perjura y traiciona los secretos, se le cortará
simbólicamente el cuello: pierde la cabeza y el sentido de la vida
en espíritu.
Figura 22
Representaciones de personajes cabeza abajo, en el interior de
un círculo, dispuesto en forma de estrella. Es el mundo inverso, en
el que el movimiento “gira” en el sentido contrario a la armonía.
El conocimiento mágico de las fórmulas de la vida permite al
iniciado evitar esta postura, enderezar la situación y marchar con
la cabeza erguida en todos los universos. (La tumba de Ramsés
IX).

Dolencias del vientre

Los dioses no están a salvo de esta dolorosa afección que sufren


divinidades tan importantes como Ra y Horus. Cuando el dios
solar se queja del vientre, la barca se detiene. Su curso celeste se
interrumpe. La tripulación está inquieta. Cuando la navegación se
detiene, el orden del mundo está en peligro. Hay que apelar
entonces a los grandes que están en Heliópolis, es decir, a los
maestros en magia que conocen los remedios más complejos.
Para aliviar al enfermo, se le magnetiza colocándole la mano
sobre el vientre. Como complemento, se pronuncia una fórmula
sobre una estatuilla de arcilla de mujer hacia la que el mago
envía el mal. Se apela al Duat, a través de la superficie de la
tierra. El cielo, el mundo intermedio y la tierra están en peligro
cuando Ra sufre del vientre. Hasta incluso el movimiento de los
astros corre el riesgo de pararse, al igual que la barca.
El dolor de vientre es causado por un demonio. Es preciso
consultar a Isis y Nepthis. Isis solicita la acción de los versos. Si es
el caso, se graban diecinueve signos con la punta de un arpón.
Las palabras mágicas deben decirse sobre un dibujo trazado en
el vientre del hombre enfermo.
Horus se quejaba del vientre porque comió un pez de oro llegado
del estanque puro de Ra. Violó, pues, un tabú. Isis le curará. La
fórmula debe recitarse sobre un disco de ocre amarillo. Luego,
untar con miel y lavar al enfermo.
Horus cometió una falta más grave todavía. Se comió el halcón,
¡su propio animal sagrado! La consecuencia no se hace esperar.
Se retuerce de dolor. El dolor le perfora el vientre. Apela a los
demonios para prevenir a su madre Isis. Pero encuentra muchas
dificultades para encontrarlos suficientemente rápidos para
recorrer el espacio. Por fin, elige a uno que viaja con el soplo de
su aliento y regresa del mismo modo. El demonio advierte a Isis
que Horus está sufriendo. La diosa invoca su verdadero nombre
que conduce el sol hacia el oeste y la luna hacia el este, hace que
sean conjuradas las trescientas venas que rodean el ombligo, así
como a toda dolencia que aflija el cuerpo del paciente. Horus se
salva. Pero el papiro mágico copto que relata esta historia
termina de forma bastante extraña, terminando la fórmula mágica
con estas palabras: “Yo soy quien habla, yo soy el Señor Jesús
que cura.” Indudablemente, Cristo heredó el poder mágico de Isis
la Grande.

Del ojo y del oído

Existen numerosas fórmulas para proteger los ojos. El viento del


desierto causaba oftalmias, cataratas, enfermedades transmitidas
por demonios. Porque el ojo es un órgano esencial. El verbo
“crear”, en egipcio, se escribe con un ojo. Ver es recrear, abrirse
a la realidad. El ojo de carne es la expresión tangible de un ojo
interior. El ojo sano, el ojo completo, son símbolos de la totalidad,
de la vida en su plenitud. Es por eso que el mago realiza un acto
creador al regenerar, con el uso del ojo, a quien se muestra digno
de la iniciación a los misterios: “Yo te he aplicado el Ojo de
Horus a fin de que tu rostro sea regenerado por él, te he
maquillado los ojos con el color verde y el color negro a fin de
que tu rostro sea regenerado por ellos... Completo tu rostro con el
ungüento que proviene del Ojo de Horus, con el que él fue
completado. Junta tus huesos, une tus miembros, reúne tus carnes
y disipa tus males”.
Para luchar contra las enfermedades de los ojos, el mago evoca
un desorden cósmico que se produjo una tarde, en el cielo del
norte y el cielo del sur. Uno de los pilares que sostienen el cielo
cayó al agua. Para evitar que el cosmos se derrumbe, el mago
fija sólidamente las cabezas de los miembros de la tripulación de
la barca de Ra a sus cuellos. Así serán aptos para realizar su
labor y la embarcación bogará con normalidad. Las palabras
deben pronunciarse sobre la vesícula biliar de una tortuga,
aderezada con miel. El producto se aplica por el exterior de los
ojos.
Es decir, que el tratamiento de una enfermedad ocular está en
relación directa con el equilibrio del universo. Otra confirmación:
contra las enfermedades de los ojos, se apela al ojo de Horus.
Este destruye las perturbaciones causadas por los espíritus
malignos, por un difunto o una difunta, un enemigo o una
enemiga. Gracias al Ojo de Horus, un remedio aplicado a los
dos ojos se demuestra eficaz. Es preparado especialmente por los
maestros magos de Heliópolis. Thot está encargado de transportar
al Ojo a la gran morada que está en la ciudad santa y le protege
de toda influencia nociva.
Si, a pesar de estas precauciones, se declara un leucoma, una
voz resuena en el cielo del sur. El cielo del norte se oscurece. Las
construcciones se derrumban, las piedras caen al agua. Es preciso
enderezar lo que amenaza ruina, volver a levantar el edificio. De
esta forma se rechaza el mal y se preserva el ojo.
Llevar un amuleto con un ojo permite tener en sí la medida de
todas las cosas, el análogo del Ojo de Ra que destruye a sus
enemigos. “Ojo de Horus” es también el nombre genérico de la
ofrenda: el hombre que lo lleva en amuleto se presenta como una
ofrenda a los dioses, hace don de su persona al Creador y, de
esta forma, se preserva del mal.
En Egipto, el ojo está presente por todas partes... para quien sabe
ver. Se graba sobre las estelas, sobre los sarcófagos, sobre los
barcos. Por todas partes es la mirada del más allá quien observa
a los vivos y les guía. El rey, como siempre, da ejemplo. El ureus,
la serpiente femenina que lleva en la frente, es “el ojo brillante de
Ra”, fuego activo de la corona que dispersa a sus adversarios. En
Saqqara, en el terreno funerario del rey Zoser, un friso de ureus
constituye otros tantos ojos protectores del alma del faraón.
Sucede lo mismo con las dos serpientes que rodean al sol,
formando un símbolo frecuentemente inscrito sobre los muros de
los templos. Por otra parte, la estela de Metternich habla de la
protección del ojo divino del derecho y del ojo divino del
izquierdo. De este modo, abierta la mirada del creador sobre el
mundo, las estrellas se mantiene en su lugar, y el tiempo
transcurre ritualmente, dando al ser humano su correcta función
en la creación.
El mago pinta un ojo en su mano. En el interior del ojo, la imagen
del dios Onouris, cuyo nombre significa “El que devuelve a la
lejana”, es decir, la diosa que simboliza el ojo que huye a lugares
lejanos y que el mago debe devolver a Egipto. Al pronunciar las
fórmulas sobre un ojo de lapislázuli, el mago se demuestra capaz
de situar su mirada sobre cualquiera de sus miembros y así
volverles clarividentes.
Las fórmulas mágicas pronunciadas sobre el ojo completo, el
oudjat, que conllevan la figura de Onuris, autorizan al mago a
hacer esta declaración: “¡Yo soy un ser elegido entre una
multitud, que ha salido del Duat, cuyo nombre es` desconocido. Si
se pronuncia su nombre sobre la tierra, entonces se producirá una
llama. Yo soy Shu, símbolo de la Luz, que reside en el interior del
ojo completo de su padre. Si cualquier cosa que esté sobre el
agua abre la boca, si mueve sus brazos, yo haré que la tierra sea
invadida por la corriente, que el sur se convierta en el norte, y
que la tierra esté a la inversa!”
Cuando el mago utiliza un recipiente para medir, éste no es un
objeto profano, sino una “reliquia” que sirve otras veces para
medir el Ojo de Horus. Según esto, este Ojo es también un medio
mágico por el cual Horus resucita a su padre Osiris.
Es decir, que el biólogo, el químico y el alquimista del antiguo
Egipto usaban el “buen ojo” para hacer sus cálculos y descubrir
las justas proporciones que entran en la composición de los
medicamentos y las drogas. Este “buen ojo” ve su acción
contrarrestada por un “mal de ojo” que causa graves inquietudes
al mago. El dragón Apophis dirige su mal de ojo contra Ra.
Hipnotiza a la tripulación de la barca solar. Sólo Seth puede
resistirle porque posee también una temible mirada que le permite
luchar contra el dragón maléfico. Este último, como los demás
poderes de las tinieblas, intenta hundir o robar al Ojo de Ra.
Única solución: cegar a Apophis para impedirle que haga daño.
Si no ve, será incapaz de extender la desgracia. Hay que utilizar
un método preciso: el rito de golpear la pelota. En este juego anti-
Apophis, el faraón golpea una pelota ante la diosa Hathor. La
pelota es el ojo del dragón Apophis, ofendido de esta forma a fin
de que la vida cósmica prosiga en armonía. Este rito está
integrado en una serie de acciones mágicas que consisten en
matar al oryx, al cocodrilo, a la tortuga, en abrir las partes
sacrificadas de un ser maléfico vencido: tantos medios de
dominar las fuerzas negativas utilizando toda su energía.
Desde épocas muy antiguas, la mirada de la serpiente está
considerada como peligrosa. La mirada de la cobra, que se
esconde aún hoy en las cavidades de los muros de los templos, se
consideraba como hipnótica: en realidad, la vista de este
espantoso reptil es tan impresionante que inmoviliza. Es entonces,
si no se tiene la precaución de cerrar los ojos, cuando la cobra
clava su veneno y ciega a su víctima. Este chorro de veneno es
tan terrible como una mordedura, ya que puede provocar una
ceguera definitiva.
Es preferible no mirar de frente a las criaturas maléficas; es por
eso que el mago, gracias a su arte, les obliga a mirar hacia atrás.
*
La oreja merece igualmente la atención del mago. Las oreas son,
en efecto, las puertas de entrada del soplo que comporta tanto la
vida (por la oreja derecha) como la muerte (por la oreja
izquierda). Es preciso tener cuidado de no ser violado ni
fecundado por las energías negativas que podrían, en cualquier
momento, penetrar por las orejas y alcanzar el corazón del ser.
La salud es para el “buen oyente”, es decir, para quien sólo
presta oídos a las vibraciones armónicas. También es
indispensable identificar a los genios malos que intentan penetrar
por el conducto auditivo.
Sobre una estela dedicada al dios Min, designado como “toro de
su madre”, vemos a un fiel arrodillado haciendo un gesto de
adoración a Arnmón-Min itifalico. Encima de él, dos orejas
gigantescas.. Es la garantía de que el dios oirá la plegarla y la
ejecutará. En la Época Baja se multiplicaron las “estelas de
oreja”, representantes de las esperanzas más inmediatas. Los
creyentes estaban persuadidos de que sus deseos se realizarían
por efecto de una magia simpática que atraía la atención de las
divinidades sobre su caso.

Una alimentación mágica

Lo que el faraón detesta es el hambre. No la comerá. También


detesta la sed. No la beberá. Esto implica una alimentación
realmente particular para que el soberano esté satisfecho. Los
oficiales de la boca, como en la antigua China, ocupaban un
puesto envidiable en la corte. Calidad y cantidad de los alimentos
y bebidas son igualmente importantes, tanto para los vivos como
para los muertos. En las tumbas se depositaban “pancartas de
ofrendas”, con verdaderos menús destinados a los del otro
mundo. No es el aspecto material de los alimentos el que cuenta,
sino su esencia. Esta nace de los mismos jeroglíficos cuando se
leen en alta voz las fórmulas de ofrendas. Es, pues, la magia del
verbo la que alimenta realmente el alma de los habitantes del más
allá. La fórmula clásica, repetida sobre numerosas estelas, es:
“Una ofrenda que otorga el rey, una ofrenda que otorga Anubis,
mil panes, mil cántaros de cerveza, mil bueyes, mil patos para el
poder vital de untel.”
El ritual de la apertura de la boca es más explícito:
“¡Oh untel, proclama el mago,
yo te ofrezco un millar de panes,
yo te ofrezco un millar de cántaros de cerveza,
yo te ofrezco un millar de toros,
yo te ofrezco un millar de pájaros,
yo te ofrezco un millar de piezas de lino,
yo te ofrezco un millar de piezas de vestido,
yo te ofrezco un millar de gacelas,
yo te ofrezco un millar de antílopes,
yo te ofrezco un millar de bóvidos,
yo te ofrezco un millar de cabezas de ganado,
yo te ofrezco un millar de patos,
yo te ofrezco un millar de cabezas de sauvagines,
yo te ofrezco un millar de palomas,
yo te ofrezco un millar de carnes trinchadas en el matadero,
yo te ofrezco un millar de panes cocidos en la corte,
yo te ofrezco un millar de granos de incienso,
yo te ofrezco un millar de tarros de aceite,
yo te ofrezco un millar de jarros de agua fresca,
yo te ofrezco un millar de ofrendas divinas,
yo te ofrezco un millar de trozos elegidos de la mesa de ofrendas,
yo te ofrezco un millar de trozos de carnes elegidas,
yo te ofrezco un millar de ramilletes de ofrenda,
yo te ofrezco un millar de cosas buenas y puras, un millar
de cosas excelentes, deliciosas, y dos veces puras,
destinadas a tu ka, untel!”
A esta lista tan apetitosa añadimos la miel, alimento
extraordinario que viaja en una barca divina y que escapa a las
langostas. El corazón de los dioses era amargo, cuando aceptó la
miel: recobró la felicidad al comerla. Así será para los justos.
La diosa Ouret-hekaou, “Grande-en-magia”, es señora de la
alimentación. Toma la forma de la doble serpiente ureus que está
en la frente del rey. Comer y beber no son acciones profanas.
Son las expresiones más inmediatas de una alquimia que se
realiza en el interior del cuerpo. En ciertas circunstancias, también
es necesario tomar precauciones mágicas. Así, se debe recitar
una fórmula mientras se bebe cerveza. Se evoca a Seth, dios del
poder vital, y al corazón, centro del equilibrio espiritual. La
cerveza es considerada como una bebida que aporta la salud, es
decir, la curación. Sirve de purga al estómago. Pero corre el
riesgo de embriagar: el que bebe cerveza con exceso es
comparado al Seth borracho. La utilización mágica de la cerveza
aleja las influencias demoníacas. Recitada la fórmula, absorbida
la cerveza, es bueno expulsar una parte. Se dirige entonces al
demonio que está en el vientre y se le nombra. Se le llama “el
muerto”. Se nombra también a su padre, “el que hace caer
cabezas”. Gracias a esta identificación, el enfermo se cura de sus
males.
El mago pronuncia igualmente fórmulas sobre otros líquidos como
el agua y el vino: los que los absorben gozan de virtudes
sobrenaturales que se expanden por sus cuerpos.
*
El mago se dirige al guardián de la Gran Morada y le pide que
la abra porque él es Ra y el Nilo. Afirma que las puertas del Duat
le son abiertas, que sale por la portada sagrada. Pero es
necesaria una operación mágica para lograr, uno de esos
innumerables tránsitos de puerta. La fórmula debe ser recitada
sobre siete ojos sagrados dispuestos en forma de escritura. Luego,
se bebe una mezcla de cerveza y natrón.
La cerveza constituye, junto con el pan, la alimentación energética
básica. No obstante, para saciar la sed algo sobrenatural de un
niño asimilado a un dios, se utiliza “la gran corriente” venida del
ciclo, análoga a la leche de la vaca sagrada que amamanta al
faraón niño. Alimentación mágica por naturaleza, porque
confiere a los afortunados beneficiarlos una vitalidad excepcional.
No se debe bromear con los alimentos sagrados ni manipularlos
de ninguna forma. Existen prohibiciones que cualquier mago
cualificado conoce al detalle. Comer alimentos “tabús” hace caer
enfermo. Como ya hemos dicho anteriormente, el mismo Horus
sufrió una grave indisposición tras haber comido de un pescado
consagrado a Ra e incluso halcón, su propio animal sagrado. Sus
dolores necesitaban la intervención de Isis. En cuanto al mago
que trata casos parecidos, recita fórmulas sobre un plato nuevo,
pintado de ocre amarillo. Hace untar de miel al hombre que sufre
de los mismos dolores que el dios. Una vez lavado, sanará.
Haría falta un gran estudio sobre la alimentación del Egipto
faraónico. Sabemos, sin embargo, que los antiguos egipcios
gustaban mucho de los placeres de la mesa, de los que la magia,
ritual o no, no escapaba.

Plantas mágicas

La tierra es un factor de protección mágica. Es utilizada por el


exorcista para combatir el mal. Cuando el veneno de un ser
nocivo cae a tierra, es destruido. La tierra, padre de los dioses,
extingue el fuego destructor. El rocío de la mañana, enviado por
el cielo para bañar a las plantas con un flujo divino, se
consideraba que curaba los miembros paralizados.
“Cuando las plantas de los dioses están sobre su cabeza,
proclama un ritual, todas las protecciones de la vida vienen a ti...
A ti vienen las plantas que salen de la tierra, el lino originario del
campo de juncos, los vegetales regenerativos originarios de la
campiña de la alegría, la emanación de olores que reviste a los
dioses desde su salida. Viene a ti bajo la forma de un precioso
sudario, te preserva bajo la forma de una banda, te hace crecer
bajo la forma de un lienzo, consolida tus huesos bajo la forma de
un vendaje inmaculado”.
Todas las plantas esenciales de Egipto, papiro, lino, así como las
sustancias preciosas, mirra, incienso, miel, son de origen divino.
En realidad son los llantos de Horus, la sangre de Geb, las
lágrimas de Shu, de Tefnut y de Ra que han caído del cielo a la
tierra. Algunos vegetales juegan un papel particular: la acacia,
símbolo de la regeneración, o el enebro, del que se dice que
proviene la luz.
Para curar los senos, cuyos modelos divinos son los de Isis que
amamanta a los gemelos cósmicos Shu, y Tefnut, se emplean
numerosas hierbas, especialmente rosales. Incluso el veneno ve
contrarrestada su acción con la aplicación de un loto sobre la
llaga. En cuanto a la raíz de la mandrágora, es eficaz para hacer
dormir a un hombre durante dos días. El ajo es utilizado en una
casa para cerrar la boca de las serpientes varones, hembras, y de
los escorpiones. Los brazos de Ra, de Horus, de Thot, de la Gran
y de la Pequeña Enéada, son los que, activados por el empleo del
ajo, matarán a los enemigos de un enfermo. La fórmula debe
recitarse sobre ajo molido y reducido a polvo con cerveza. No es
otro que el “ojo blanco de Horus”. Se impregna con ello la
vivienda durante la noche, de forma que ninguna criatura
peligrosa penetre allí. Por otra parte la cebolla se revela también
totalmente eficaz. En cuanto al pin-ach, es portador de un fluido
que aumenta las percepciones del mago.
Las materias vegetales son muy utilizadas en magia: por ejemplo,
la cera, materia básica para la fabricación de las figurillas
mágicas, cubiertas de inscripciones y luego arrojadas al fuego, es
el signo de la destrucción del enemigo al que encarnan. Los
magos eran particularmente expertos en el arte de crear
ungüentos. Se beneficiaban de notables laboratorios en el interior
de los templos. Uno de sus productos más maravillosos era “el
gran ungüento secreto de la Casa de la Vida”, que sirve para
proteger los edificios, y que incluso mantiene en armonía los
miembros del cuerpo humano.
Conocer los secretos de los perfumes es indispensable en el otro
mundo. El muerto justificado sustituye el olor de la putrefacción
por el de la mirra, que Hathor coloca para sí misma en su
cabeza; su olor es el del incienso que utiliza la diosa, su
emanación es un óleo precioso con el que Hathor se embadurna.
¿Quién dudaría que el universo vegetal está recorrido por
vibraciones mágicas? ¿Pueden darse en el preciso momento de
tomar el fresco bajo la hierba del venerable persa de Heliópolis,
de despertarse cada día en un jardín contemplando los rayos de
sol, después de conseguir superar las pruebas de iniciación y de
que el alma se eleve hacia la luz?
Capítulo VIII
El amor mágico

Cuando los hombres salen a la caza de las serpientes y los


escorpiones, las mujeres se quedan en casa. Como mi anfitrión de
Luxor me hacía el gran honor de presentarme a su esposa, me
atreví con mucha discreción a preguntarle sobre el papel mágico
de la mujer.
Reflexionó bastante tiempo antes de responderme: “El amor entre
un hombre y una mujer –afirmó-, no es lo que la gente cree. El
amor es una ofrenda de la magia. Mi mujer y yo vivimos la misma
aventura”.
Tantos textos, tantas esculturas que nos muestran parejas
tiernamente enlazadas, tantas evocaciones del amor humano
como símbolo viviente del amor divino… sí, el antiguo Egipto
celebró múltiples formas del amor mágico.
*

Encantamientos

En un en encantamiento para provocar el amor, el mago invoca a


las siete Hathor; Ra-Horakhty, el padre de los dioses, los señores
del cielo y la tierra. Les dirige esta petición que la mujer que ama
le busque como una vaca la hierba, la madre a sus hijos, el
pastor a su rebaño. ¡Si estos poderes rehúsan ayudarle, el mago
prendería fuego a Busilis y Osiris ardería!
Es decir que el amor (energía totalmente mágica) necesita
frecuentes intervenciones por parte de especialistas en las
pasiones tanto del alma como del cuerpo. El capítulo 576 de los
Textos de los sarcófagos está consagrado al poder divino que
reside en el filo de aquel cuyo pensamiento está a la vez en el
cielo y en la tierra. El hombre que conoce la fórmula mágica
copulará sobre esta tierra de día y de noche, el deseo vendrá a la
mujer que se encuentre debajo de él cuando haga el amor.
El papiro griego de la Biblioteca Nacional, que registra textos
destinados a inspirar el amor de una mujer, recuerda la leyenda
de Isis que, en pleno verano, se dirige a las montañas, errante y
dolorosa. Thot se inquieta al verla en ese estado. ¿Por qué el
rostro de Isis está cubierto de polvo, por qué sus ojos están llenos
de lágrimas? La razón es simple y trágica. ¡Ella ha encontrado a
su hermana Nephtis durmiendo con Osiris, su esposo! Sobreviene
entonces una terrible conjuración que espantará a la rival,
hechizando las distintas partes de su cuerpo. La magia greco-
egipcia tardía se pierde a menudo en esos senderos llenos de
obstáculos. Un papiro griego, para suscitar el amor en una mujer,
no duda en apelar a Anubis, el encargado de ritual de los
funerales: “¡Anubis, dios terrestre, subterráneo y celeste, perro,
perro, perro, utiliza todo tu poder y toda tu fuerza con Titer, que
fue engendrada por Sofía (la Sabia). Despójala del orgullo, de la
reflexión y del pudor, y condúcela hasta mí, a mis pies,
languideciente de pasión a cualquier hora del día y de la noche,
soñando en mí sin cesar, cuando coma y cuando beba, cuando
trabaje e incluso cuando cohabite, cuando descanse, cuando
sueñe y cuando esté pensativa; que atormentada por ti, se
apresure languideciente hacia mí, con las manos llenas, el alma
generosa, ofreciéndose a mí y realizando el deber de las mujeres
hacia los hombres, satisfaciendo mi ansia y la suya propia, sin
fastidio, sin vergüenza, apretando su muslo contra mi muslo,
vientre contra vientre, su vello negro contra mi vello negro, de la
forma más dulce! Si, mi señor, tráeme a Titer, a la que Sofía dio a
luz, a mí, Hermes, a quien dio a luz Hermione.”
Los métodos mágicos destinados a enamorar a una mujer a
menudo son una complejidad extrema. Es preciso utilizar diversos
productos vegetales, triturarlos, ponerlos en un recipiente, añadir
aceite en un momento determinado, fijarse en las fases de la luna,
recitar fórmulas, levantarse temprano para dirigirse a un jardín,
poner allí un sarmiento de viña en la mano izquierda y luego en
la mano derecha cuando haya crecido siete dedos, llevarlo
consigo, sacar aceite de un pescado que se ponga a macerar,
atarle la cola, etc. Orientarse en este laberinto de manipulaciones
no es cosa fácil.
El método llamado del escarabajo y de la copa de vino no es
mucho más práctico. Para enamorar a una mujer se recomienda
coger un escarabajo pequeño y sin cuernos. S actúa al salir el sol.
Se mete el escarabajo en la leche de una vaca negra. Se deja allí
hasta la tarde. Al retirarlo, hay que verter arena sobre su parte
inferior, poner debajo una franja circular de tela. Hacer un
incensario ante él. Al día siguiente, está seco. Dividirlo por el
medio con un cuchillo de bronce. Cocerlo con vino de bosque,
triturarlo con pepitas de manzana mezcladas con orín o sudor del
mago. Hacer con ello una bola que se puede meter en el vino y
que se haga beber a la mujer deseada.
Las buenas pociones mágicas antiguas, como se ve, tenían
derecho de ciudadanía en la magia popular. Pero necesitaban
ingredientes casi imposibles de obtener, como pelos de la cabeza
de un hombre muerto de forma violenta o siete granos de espelta
que provengan de una tumba. Los artificios más rápidos son los
que consisten en verter ungüento de rosa en una lámpara o en
triturar fruta de la acacia, mezclada con miel, para obtener una
sustancia con la que se recubre el falo. El resultado, sin embargo,
no está asegurado. El amor de una mujer es un sentimiento tan
complejo que este tipo de magia no tiene la mayor parte de las
veces, más que pobres resultados.
La única verdadera magia amorosa es la identificación del mago
con Osiris, de la que Isis, está enamorada hasta el punto de
resucitarle de entre los muertos. Esta maga es parte integrante de
la iniciación a los grandes misterios y de la transmutación del
amor humano en energía divinizada.

Dar a luz mágicamente

El nacimiento es un momento tan peligroso como feliz, tanto para


la madre como para el niño, cuya existencia está amenazada por
los malos espíritus. El mago debe asistir a la parturienta haciendo
intervenir a genios buenos armados con cuchillos, que disponen
de armas tan eficaces como las de sus temibles adversarios.
También es prudente apelar a grandes divinidades. Para un parto
difícil son tanto la madre como el niño los que son objeto de los
cuidados del mago. Este invoca a una diosa y a Horus. Pero éstos
están ocupados en sus actividades de medida de los campos y se
hacen esperar. Disponibles al fin, se presentan ante el niño como
los modelos de los justos que cultivan su parcela de tierra en las
regiones celestes. El nacimiento material es, pues, preludio del
nacimiento celeste. La cuerda de agrimensura se identifica con el
cordón umbilical.
Son muy raras las fórmulas destinadas a acelerar el nacimiento.
Como Hathor e Isis se encuentran en un caso muy delicado, las
mujeres que sufren dolores comparables serán igualmente
asistidas por las más grandes divinidades, las cuales acudirán en
su socorro. Es útil llevar amuletos protectores, especialmente joyas
del enano Bes. La parturienta puede igualmente dirigirse
directamente a Hathor para que venga a asistirla.
Los ginecólogos son obligatoriamente magos. Volver a poner en
su lugar el útero, por ejemplo, no es una operación mecánica. Es
preciso conjugar cirugía y magia, fabricar una estatuilla de ibis
en cera, echarla al fuego. El humo entrará en las partes genitales
de la mujer y, gracias a la intervención de Thot, todo volverá a
estar en su lugar.
Una diosa está especialmente involucrada en el desarrollo del
parto. La diosa Meskhenet, descendiente de Atum, hija de Shu y
de Tefnut, realiza su obra haciendo penetrar el espíritu en el
cuerpo del recién nacido que va a salir del vientre de su madre.
Esta le ofrecerá los poderes celestes y terrestres que necesita,
impedirá que se pronuncie un maleficio, alejará el mal de él. El
mago pronuncia las fórmulas sobre dos ladrillos, en el lugar
donde está instalada la mujer que da a luz. Arroja incienso y
grasa de pájaro al fuego. De esta forma, todo transcurrirá bien.
Para acelerar el parto de Isis, el mago implora a Ra y a Atón, los
dioses que están en la región del oeste, a la asamblea de las
divinidades que juzga a toda la tierra, el consejo de los dioses de
Heliópolis y el de Letópolis. Isis sufre. Su gravidez llega a término.
Si Horus no naciera, ¡cuántas desgracias! ¡No habría cielo, ni
tierra, ni ofrendas a las divinidades, solo trastornos cósmicos!
Isis es la madre por excelencia. Si no da a luz felizmente, las
consecuencias serán terroríficas. El mismo principio de la vida
sería cuestionado. Esto se debe a que toda futura madre pone en
ella su confianza, del mismo modo que consigue que la asista la
diosa-hipopótamo Tueris, “la grande”, hembra ingrávida, que
sostiene el jeroglífico de la protección. Dos figurillas de Tueris,
conservadas en el Museo de Berlín, están excavadas para que s
puedan poner trozos de prendas de vestir pertenecientes a una
mujer encinta. Otra figurilla se llenaba de leche. El líquido
manaba dulcemente de la mama de la diosa-hipopótamo,
garantizando a la madre que amamantaría a su hijo sin
problema. Existía una comunidad de doce diosas-hipopótamo y
cada una de ellas velaba por un mes del año. En sus orígenes, la
diosa-hipopótamo Ipet se identificaba con el cielo. Hasta la Época
Baja presidirá los mamarios, santuarios especialmente
consagrados a los ritos de nacimiento. La obesa Tueris, con el
vientre enorme, las patas y el morro de león, no es fea más que
en apariencia; bajo esta forma sorprendente, oculta su verdadera
naturaleza, que se nos revela por el texto de una estatuilla: “Yo
soy Tueris, en todo su poder, la que lucha por lo que le pertenece
y rechaza a los que le hacen violencia a su hijo, Horus. Yo soy
Ipet que reside en el horizonte y cuyo cuchillo protege al Señor
del Universo, la señora a quien se teme, cuyo aspecto es un
adorno y que decapita a los que se rebelan contra él”.
En el momento del alumbramiento se invoca a Nut, la diosa del
cielo. En ella están todos los dioses, las estrellas que transmiten la
luz y que son las almas glorificadas. El mago pide que la bóveda
de las estrellas descienda sobre la mujer que da a luz y la
proteja. Emanación más concreta de la diosa del cielo, la cerda
Reret protege a los humanos contra las mordeduras venenosas y
favorece igualmente el proceso de alumbramiento. Amamantando
a sus numerosos hijos, esta cerda será enaltecida hasta el fin de
la Edad Media occidental donde aparecía en la iconografía de
las catedrales.

El niño
El niño, sobre todo el recién nacido, es una criatura frágil. Es por
eso que el mago dispone de una abundante serie de fórmulas
para protegerle. En Heliópolis, el primero y el último día de la
lunación, se celebran las fiestas para salvaguardar a la madre y
al niño.
La protección del niño es comparable a la del cielo, de la tierra,
del día y de la noche, de los dioses que poseen los fundamentos
de la tierra. Los dioses protegen el nombre del niño, la leche que
mama, la ropa con la que se viste, la época en que vive, los
amuletos fabricados para él y colocados alrededor de su cuello.
Se recitan fórmulas sobre el niño cuando aparece la luz del sol.
La mano y el sello del dios sol constituyen la protección de la
madre.+ Cada mañana y cada tarde pronuncia fórmulas
mágicas sobre un amuleto colgado del cuello de su bajo. Apela al
sol naciente. Implora que aleje a los muertos que querrían
arrebatarle a su niño. “Es Ra, mi señor, quien me salva”, afirma:
de esta forma no entrega a su hijo al ladrón o la ladrona venidos
del reino de los muertos.
A menudo a los magos egipcios se oponen los magos de los
países extranjeros. La madre protege a su hijo contra la magia
extranjera rodeándole con sus brazos. Desconfía en particular de
la hechicera nubia y de la asiática. Ya sean esclavos o nobles,
ella profiere al encontrarlas un terrible maleficio: ¡que se
conviertan en vómito u orina!
Existe inquietud por el bebé en todo momento: ¿Está bien caliente
en su nido, él que parece un pajarillo? ¿Su madre se ocupa bien
de él? ¿Está ella presente? ¿Si no es así, está su nodriza? ¿Se
tiene cuidado de que respire bien? Para evitarle cualquier
molestia, se confeccionan nudos mágicos y se pronuncian
fórmulas sobre bolitas de oro y de granate y sobre un sello con un
cocodrilo y una mano.
Si el niño es atacado por una hinchazón sospechosa, se le
recuerda que es Horus y se rechaza el demonio que se manifiesta
como un agresor con cuchillo afilado, como un carnicero. La
hinchazón disminuye y el fluye el pus. Frente a este poco
gratificante espectáculo, el mago evoca una escena deliciosa en
la que está acostado en compañía de maravillosas mujeres con
cabellos perfumados con mirra.
La estela de Metternich explica que Horus fue mordido en un
campo de Heliópolis mientras Isis se encontraba en las moradas
superiores, haciendo libaciones en honor de su hermano Osiris.
Horus gritó de dolor. Isis apeló a los poderes celestes para que le
socorrieran. Para que Horus sea curado las nodrizas de la ciudad
santa de Buto velan por él, marcando su camino entre los
hombres hasta que él haya tomado posesión del trono de las Dos
Tierras. El poder mágico de su madre es su protección, ella le
rodea de amor y hace que los hombres tengan temor de él.
Este mito fundamental de Isis y Horus, de la Madre y del Niño es
frecuente en el pensamiento egipcio. Aquí se enfrentan la
fragilidad de la existencia humana y la fuerza de la magia. El
drama vivido por Isis es intenso. Escapando del furor de Seth,
oculta a su hijo y marcha a buscar a la nodriza. Cuando regresa,
encuentra a Horus inconsciente. Interroga a los habitantes de los
pantanos. Horus ha sido mordido por un escorpión o una
serpiente. Isis abraza a Horus y canta la letanía “Horus ha sido
mordido”. Por consejo de la diosa escorpión, Serket, invoca a la
barca solar, que se ve obligada a detenerse. Thot desciende de
ella. Ordena al veneno que desaparezca, para que cesen las
perturbaciones cósmicas debidas a la inmovilidad del barco
solar.300
No existe educación que no sea mágica. ¿Cómo podría una
madre atenta rechazar a los genios malvados si no es por la
magia? Para curar la fiebre del vientre del niño, Isis y Nepthis
lanzan un llamamiento a Geb, padre de los dioses. Recitan la
fórmula sobre dos imágenes de Thot, trazadas con tinta fresca
sobre la mano de un hombre.301
Para ayudar a un niño a crecer, se le hace absorber un pedazo
de su placenta, empapado en leche. Si lo vomita, morirá. Si lo
ingiere bien, vivirá mucho tiempo. La placenta real estaba
considerada, en efecto, como uno de los símbolos del principio de
la vida. Esto se debe exaltar en todo momento frente a las
fuerzas de los muertos que vagabundean. El demonio de la
enfermedad viene de las tinieblas. Tiene la nariz detrás y el rostro
vuelto también hacia atrás. Hay que evitar que este demonio
abrace al niño, apoderándose de él, que se le lleve, es decir, que
le haga morir. La madre está siempre inquieta por la salud de su
hijo. A cada momento, una forma inquietante, un fantasma
femenino puede penetrar en la casa. La madre pregunta: “¿Has
venido para abrazar a este niño? Yo no te lo permitiré. ¿Has
venido para debilitar a este niño? No te lo permitiré. ¿Has venido
para llevártelo? No te lo permitiré.” El espectro es una difunta.
Descorazonada por las preguntas de la madre, no sabe ya para
qué ha venido. Se aleja y se pierde en la nada.302
Los antiguos egipcios tenían un acusado sentido de una magia
médica en la que el entorno jugaba un importante papel. Las
fuerzas negativas son no solo expulsadas fuera del cuerpo, sino
también fuera de la casa. No se puede estar sano en un medio
malsano. Por fortuna, la madre de familia dispone de un
formidable remedio mágico: su leche. La lecha de las diosas
regenera al faraón, el de la madre aleja a los niños de los
demonios. Este extraordinario alimento cura los cólicos, el catarro,
las quemaduras, y da vigor y potencia. La leche, “potenciada”
mágicamente por medio de fórmulas, se vierte en un recipiente
cuya forma es la de una madre sosteniendo a un niño sobre sus
rodillas. La leche de la madre o de la nodriza es considerada
como un “agua de protección” que pone al recién nacido al
abrigo de las enfermedades. Al salir de la fábrica de tejidos ¿no
extinguió Isis con su leche el fuego que había alcanzado a Horus?
303
Leche de mujer y granos de perfume son excelentes soportes
mágicos para luchar contra una penosa afección, el catarro del
cerebro. “Deja de fluir, catarro del cerebro, que haces enfermar a
los siete orificios de la cabeza”, dice el mago; los servidores de
Ra dirigen sus plegarias a Thot y el mago aporta el remedio, a
saber, la leche de una mujer que haya dado a luz a un niño, y
granos de perfume muy seleccionados. Thot curó de esta forma a
Ra de una sinusitis que le afligía enormemente.304
*
La infancia es un estado a reconquistar. El faraón se convierte en
niño para beber de la fuente de la vida. Lo mismo sucede con el
iniciado que entra en el reino del más allá, que proclama el ritual:
“Tú vas a recomenzar el camino, bajo la apariencia de un niño
pequeño, porque lo que se ha hecho a tu ka, según el decreto de
la Soberana, los cuatro soportes del cielo te dan una sepultura
perfecta, esmerada, terminada”.305
Este es el bello resultado del amor mágico: hacer de un niño un
hombre cuyo espíritu se abra al conocimiento de lo divino, un ser
cuya inteligencia sensible capte las energías sutiles del cosmos.
Capitulo IX
El mundo animal

Mis anfitriones de Luxor amaban a los animales, incluso a los


escorpiones y las serpientes. En su vivienda, perros y gatos
habían aceptado vivir en paz. Pero el patriarca y su familia no les
miraban con indiferencia o compasión. “Estas criaturas, me confió
el Anciano, son receptáculos del alma. No tienen necesidad de
conocer a los espíritus porque ellos son los espíritus”.

Figura 23
La vaca celeste, madre nutricia, sostenida por genios. Circulan
por ella las barcas divinas. De ella proviene la leche
regeneradora de la que se alimentan el rey y el universo. (Las
capillas de Tutankhamon)
Desde luego, yo le hice mil preguntas sobre las divinidades
egipcias con cabeza de animales, sobre los animales sagrados,
sobre ese amor extraordinario del antiguo egipcio para con el
mundo animal donde lo divino se expresa con tanta fuerza y
precisión. En muchos momentos se contentó con aprobar con la
cabeza, como si el tiempo hubiera sido abolido, como si el
paisaje espiritual del antiguo Egipto se desarrollase ante nuestros
ojos.

Halcón, gato y compañía

En el primer escalafón de los animales mágicos figura


naturalmente el halcón, encarnación de Horus y protector de la
realeza. El capítulo del Libro de los muertos se expresa así:
“Palabras a decir sobre un halcón erguido con la corona blanca
sobre su cabeza, y sobre Atum, Shu, Tefnut, Geb, Nut, Osiris, Isis,
Seth, Nephtis, pintados en blanco sobre una copa nueva y
dispuestos en la susodicha barca con la imagen de este
bienaventurado al que deseas glorificar, untado de afeites; éste
les habrá presentado incienso sobre la llama”.
Fórmulas de los Textos de los sarcófagos permiten al mago
convertirse en halcón. Los dioses están asustados. El es agresivo y
rápido. Recorre los caminos de la eternidad. Se convierte en
hombre-halcón capaz de volver a la tierra para vengarse de sus
enemigos y desgarrarles con sus garras, destruyendo su familia y
su vivienda. El Ojo de Horus es su guía, sus poderes mágicos son
su poder, nadie puede oponerse a él. Es bajo la forma de halcón
como el mago va y viene hasta los confines del cielo, a fin de
recibir la palabra de Geb, el dios-tierra y de pedirle al Verbo
eficacia al Maestro de la totalidad. Halcón de oro, el mago coge
lo que se encuentra en las vides del cielo y se alimenta en los
mataderos de Horus. Es pues por asimilación del poder celeste del
halcón como el mago adquiere el poder de Horus.
*
El gato, tan amado por los egipcios, no es sólo un felino astuto e
inteligente. Es también la encarnación de Ra, de Hathor y de
Bastet. El mago apela a ka porque un escorpión ha picado a la
gata en un sendero apartado. Esta aúlla de dolor. Su grito llega
hasta el cielo. “¡Acude a tu hija!”, suplica el mago, “el veneno ha
entrado en su cuerpo, circula por su carne.” Ra llega. “¡No tengas
miedo, hija mía!”, le dice para reconfortaría. El dios se sitúa tras
ella con el signo de la vida. Todas las partes del cuerpo de la
gata son identificados con partes del cuerpo de las divinidades.*
Su ser se convierte en el símbolo del conjunto de las fuerzas
divinas. Por eso es esencial curarla, lo que ya se ha realizado.
“Es Ra quien recita esto”, concluye el texto mágico: así, pues, el
encantamiento ha sido pronunciado por la Luz en persona.
Otro felino, quizá la jineta, es el animal simbólico de la diosa
Mafdet. Rápida, ágil, actúa contra los enemigos del mago que
buscan destruir su poder sexual y sus facultades de creación. Las
palabras deben pronunciarse sobre el falo de un asno, cuya
forma se le ha dado a una torta, y que lleva el nombre del
enemigo y el de su padre y su madre. Se le coloca en un pedazo
de carne y se le da a un gato que suprimirá el mal comiéndoselo.
El perro goza igualmente de una consideración especial. Para
atarle, según un papiro copto, el mago utiliza medios poco
corrientes. Liga el cielo, la tierra, los cuatro pilares de la tierra, el
sol al este, la luna al oeste (impidiéndoles salir), los campos a la
tierra (impidiéndoles producir). Todos los lazos son atados de
forma que no puedan ser desatados. Pero el perro no siempre es
dócil. Es capaz de rebelarse y morder. Por eso existe una fórmula
mágica contra la mordedura de un perro. El mago afirma que su
boca se llena de sangre de un perro negro. Invoca a su agresor,
que forma parte de una compañía de diez animales
pertenecientes a Anubis, para que extraiga su “veneno”. Si no, se
ensañará contra él.
En el desierto del antiguo Egipto se practicaba la caza del león.
Se decía que la fiera conserva abiertos los ojos mientras duerme.
El faraón se identificaba con el león, porque éste es todo
vigilancia, todo poder, irradiando una luz que le protege de las
criaturas peligrosas. El capítulo 83 de los Textos de los sarcófagos
debe recitarse sobre la parte delantera de un león. Se sujeta el
amuleto al cuello del mago que desciende a la necrópolis. Esto le
permite ejercer su dominio sobre los vientos del cielo y convertirse
en rey. El que conoce la fórmula correcta “no morirá nunca una
segunda muerte”. Sus enemigos no tendrán poder sobre él.
Ninguna magia contraria le inmovilizará en el suelo. Saldrá
cuando quiera de la necrópolis y se convertirá en un ser de luz en
compañía de Osiris.
*
Animal característico del paisaje egipcio antiguo, el hipopótamo
es un ser ambivalente, tanto benéfico como maléfico. Un mito
contra la victoria de Horus el arponero sobre Seth el hipopótamo
que simboliza el triunfo de la luz sobre las tinieblas y sobre todos
los poderes del mal. La “fiesta de arponear al hipopótamo” es
conocida desde la I dinastía, siendo identificado el paquidermo
con los enemigos del rey. En los Textos de las pirámides las
puntas del arpón son comparadas con los rayos del sol. El mago,
según los Textos de los sarcófagos, es un arponero instalado en su
barca. Mata al monstruo, tomando así la condición de Horus
coronado.
El hipopótamo es maléfico cuando se presenta como glotón,
monstruo pesado que aplasta cultivos y saquea las poblaciones.
Siendo el faraón el primer arponero, se debe repetir su hazaña.
Pero el hipopótamo hembra es considerado benéfico. En Tebas es
una diosa blanca que destruye a los enemigos del rey, como hizo
al comienzo del mundo; no se la arponea, sino que se la
conmemora como símbolo de la fecundidad materna.

El escarabajo

El papiro Ebers aconseja comerlo: curiosa recomendación que se


comprende mejor cuando se sabe que el nombre egipcio del
escarabajo es kheper, palabra que significa también “creer,
convertirse, transformarse”. Talismán poderoso, el escarabajo de
piedra verde se coloca sobre el corazón de un hombre purificado
con mirra, después de que los ritos de apertura de la boca (esto
es, la resurrección) hayan sido realizados.
El escarabajo es una criatura sorprendente. Hace rodar por
delante de él sus huevos depositados en una materia con forma
de esfera, impulsando ésta con sus patas traseras. De esta forma
imita el curso del sol.
Para hacer venir a los dioses hacia él, el mago coge un
escarabajo y lo moja en la leche blanca de una vaca negra.
Luego lo pone sobre un brasero. La magia actuará plenamente en
el momento deseado y la luz llegará. Los “escarabajos” eran
también una especie de sellos, que servían especialmente para
sellar documentos oficiales. Llevados como amuletos se revelaban
de una gran eficacia, asegurando a sus propietarios
acontecimientos felices y una vida espiritual siempre en evolución.
*
Los tres animales más peligroso ó porque comportan un
considerable poderío son el cocodrilo, el escorpión y la serpiente.
El cocodrilo es particularmente temible porque podría arrebatar al
difunto su poder mágico. Existen fórmulas que sirven para
rechazarle: “¡Atrás, vete! ¡No vengas contra mí! ¡Yo disfruto de
mi poder mágico! ¡Que tu rostro se vuelva hacia Maat! (es decir,
la armonía del mundo que aplacará al cocodrilo)”. El mago
dialoga con el monstruo, el cual habla del cielo y de que conoce
las cualidades que posee en su boca. El taumaturgo debe evitar
un dramático combate entre magia celeste y magia terrestre. Debe
dominar al cocodrilo, quitarle su poder, no destruirlo.
En cada uno de los puntos cardinales que delimitan el cosmos
reside un cocodrilo. El del Oeste se come las estrellas. El de
Oriente vive de los seres que comen sus propios detritus. El de
Mediodía vive de excrementos. El del Norte se come las horas. El
mago los vence a los cuatro y declara: “Yo estoy revestido y
cuento con el poder mágico de Ra: está sobre mi, plenamente
realizado por mí, ampliado por mí, ensanchado por mi
garganta.”
El cocodrilo “terrestre” no es menos temible que el cocodrilo
celeste, sobre todo para el ganado que atraviesa una extensión
de agua y corre el riesgo de ser atacado. El monstruo encarna al
muerto que vagabundea, invisible, angustiado. Por eso el pastor,
para preservar la vida de los animales que forman su rebaño,
debe comportarse como un mago. Debe estar vigilante y dejar
ciego al cocodrilo. De esta forma, el agresor no podrá ver a sus
eventuales víctimas y no se aproximará. El pastor mago pronuncia
un conjuro que impide al cocodrilo agarrar con sus patas y abrir
la boca. El agua se convertirá en un fuego que le consumirá. Un
encantamiento especial quitará al cocodrilo el uso de su cola.
Sesenta y siete dioses hundirán sus dedos en los ojos mientras
será atado al poste de amarre de Osiris o a los cuatro postes de
piedra verde que están en la proa de la barca de Ra.
El mago se identifica también con Amón. Recita palabras sobre
una imagen de este dios Amón, que tiene cuatro rostros sobre un
mismo cuello, dibujado sobre el suelo, con un cocodrilo a sus pies
y ocho dioses a su derecha y a su izquierda. Según el papiro
mágico Harris, el marinero que hace la función de mago se
mantiene en la proa de un barco con un huevo de arcilla en la
mano. Se asemeja así al sol surgiendo de las aguas en un
principio y dispersando las tinieblas. Los habitantes maléficos de
las aguas tienen miedo viendo el espectáculo y se sumergen en
sus refugios. El barco continúa su camino con plena seguridad. Si
el cocodrilo se atrevía a emerger del río con una actitud
amenazante, el marinero arrojaría el huevo y haría huir al
demonio.
Algunas estelas presentan a Horus de pie, con los pies sobre las
cabezas de dos cocodrilos. El dios-niño está desnudo. Estos
objetos son de diversos tamaños, alcanzando un metro de altura
mientras otros no sobrepasan las dimensiones de un amuleto.
Estas estelas se depositaban tanto en templos como en casas. El
dedicante se hacía representar sosteniendo la preciada estela.
Estatua y estela se situaban sobre un zócalo donde se horadan
cuencos a diferentes niveles comunicados por un canal. Cuando
se vierte agua sobre el monumento, esta agua se impregna de los
textos y representaciones mágicas. El que beba estará a salvo del
mal.*
Resulta extraordinario que el capítulo 991 de los Textos de los
sarcófagos permite al mago convertirse en Sobek, ¡es decir, en el
cocodrilo divino!, según afirma. Señor del Nilo, es calificado
incluso de “bello de rostro” y de “gran seductor” que entusiasma
a las mujeres. Por otra parte, existe una manera de encantar
rápidamente un recipiente de forma verídica al mago hasta poner
sobre el fuego la cáscara de un huevo de cocodrilo.
Especialmente terrorífico es el escorpión, hermano de la serpiente.
Se asienta en los cruces de caminos, esperando al que camina en
la noche. Para éste, ¡que su talón sea de bronce y el empeine de
marfil! Gracias a la magia, los pies del paseante son los siete
halcones que se mantiene en la proa de la barca de Ra. ¿Qué
mejor protección para evitar el ser picado? Sin embargo, los
mismos dioses han sido víctimas del escorpión, pero no han
muerto por ello. El hombre picado por un escorpión se identifica
con ellos para beneficiarse de su actitud para luchar contra el
mal. Debe conocer los mitos, como el que se refiere a la hija de
Ra, la gata que fue picada por un escorpión y más tarde curada
por Ra.
El mago que creó la estatua curativa de Djed-her, llamada “el
salvador”, se expresa en estos términos: “Yo he puesto las
inscripciones sobre esta estatua conforme a lo que está escrito en
los libros sagrados de Ra, en el escrito donde se exponen todos
los procedimientos para domesticar al escorpión a fin de
reanimar, gracias a ellos, a todas las personas y todos los
animales y protegerlos contra el veneno de todas las serpientes
varones y hembras, de todos los reptiles, haciendo lo que desea
el corazón del Señor de los dioses.. Identificado con Horus-el-
justo, el mago domestica al escorpión. Protector de su padre,
coloca sus brazos detrás de Ra. Sus capacidades de
magnetizador le aseguran vida, prosperidad y salud. Proporciona
cuidados a todos sus miembros, calmando los dolores, alejando el
mal. Ra se encuentra curado, más bello que antes. De este modo
será sanado de cualquier enfermedad por un buen mago.
Este ordena al escorpión que se mantenga tranquilo. Le cierra la
boca. Si se mueve, cortará las setenta y siete cabezas que salen
del cuello del gran dios, la mano de Horus cegara el ojo de Seth,
aferrará la boca de la Gran Enéada, Osiris arderá. ¡Que el
escorpión permanezca inmóvil como Seth ante Ptah!.
“Yo soy Osiris”, afirma el mago para impresionar al escorpión.
Se presenta como la serpiente de Heliópolis capaz de combatir
contra cualquier criatura maléfica.
El escorpión, que sirve para escribir el nombre de uno de los
primeros faraones egipcios, no es totalmente negativo. Es el
receptáculo del espíritu de una diosa, Serket, que reinaba sobre
una cofradía de curanderos a la que comunicaba los secretos del
poder del escorpión. El escorpión de agua, por lo demás, es
inofensivo. Es éste el que se dibuja en los jeroglíficos porque estos
jeroglíficos, figuras vivientes, no pueden albergar a seres
peligrosos.
Existe una Isis-escorpión que protege a Horus y al rey. “Dama de
la luz que ilumina a los dos países, es asimilada a la estrella
Sothis”. Se dice que emite una irradiación para alejar la
oscuridad. La diosa-escorpión es conocida desde la más remota
antigüedad, pero sus primeras representaciones figuran en
templos nubios de la dinastía XVIII. Es a Isis-la Grande a quien se
dirige esta plegaria: “Ven a mí, Isis--a Grande, dígnate asegurar
mi protección, sálvame de los reptiles y que sus bocas sean
selladas, que sus hocicos sean obstruidos.” La diosa otorgaba a
sus fieles «”ida, salud, duración de la vida y extensa, duradera y
perfecta vejez”. Isis-escorpión pisotea serpientes y cocodrilos. Un
texto del templo de Edfú la define como hija de Ra que destruye a
los enemigos del sol y a los adversarios de Horus, en tanto que
“escorpión imponente, reptil venerable cuyo veneno es fulminante,
que invade el suelo de los enemigos en un instante, de forma que
mueren sobre el campo cuando ella ataca”.
Tal es la paradoja mágica: enemiga acérrima de los escorpiones,
Isis es también su diosa, venerada en la ciudad de Coptos.
Cuando ella intenta escapar de Seth, Thot le aconseja que se
oculte con su hijo Horus, para que éste crezca y se reúna con los
dioses que le colocarán sobre el trono de su padre para que reine
sobre los Dos Países. Isis se pone en camino por la tarde. Para
protegerse de un eventual ataque de Seth, va acompañada de un
extraño cortejo: ¡siete escorpiones! Ella les ordena que no hagan
ninguna diferencia entre el rico y el pobre, que sean severos pero
equitativos con el género humano. Mientras la diosa entra en la
vivienda de una mujer, ésta, atemorizada por los escorpiones,
cierra su puerta. Aquéllos, furiosos, deliberan. Dan su veneno a
uno sólo de ellos, el cual logra penetrar en la casa y picar al hijo
de la mala posadera. Pero Isis no acepta que la muerte se cebe
así en un inocente. Crea fórmulas mágicas para salvar al niño y
expulsa el veneno tras haber llamado a los siete escorpiones por
sus nombres. Las palabras pronunciadas servirán como remedio
para curar a todo niño picado por un escorpión: “Vive, niño
odiceó, y muera el veneno, así como Ra vive mientras muere el
veneno! ¡Como Horus sanó gracias a su madre Isis, así sana el
enfermo!.”
El mago sabe utilizar al escorpión para luchar contra la serpiente,
de forma que la pique y la destruya. Es incluso capaz de
identificarse con el escorpión, como lo prueba un extraño detalle
simbólico: la trenza del mago es la de la diosa-escorpión y, en
concreto, la cola del animal. Así, pues, es posible deslizarse en el
interior de un temible escorpión y dirigirle a su antojo, a
condición de ser un maestro en el arte mágico.
*
Los Textos de las Pirámides conceden un lugar importante a los
textos mágicos destinados a aniquilar el peligro representado por
la serpiente. Están formados por palabras raras, incomprensibles,
de conjuntos de sonidos considerados como eficaces cuando eran
pronunciados. Papiros completos están consagrados a los
encantamientos contra las serpientes. «”Su cara cae sobre su
cara”, es la fórmula clásica para expresar la destrucción de la
serpiente: se ordena a los reptiles que no ataquen al faraón, ya
que éste es el representante de los dioses sobre la tierra. Ra
maldice a la serpiente, Isis la ata, Nephtis la encadena. El mago
lanza a veces una llamada excepcional a Ra para impedir que
actúe el veneno de todas las serpientes del universo. El poder
luminoso del dios sol confiere al mago un don particular.
Para protegerse contra los reptiles es bueno situarse de cara al
Oriente y reconocer la soberanía de Amón, tocado con la corona
blanca. Se observa el silencio, se obtiene y se adquiere poder.
No se temerá el encuentro con la serpiente calificada de “negra
de rostro, ciega de los dos ojos, de ojo blanco, que avanza
retorciéndose”. El reptil está identificado con Seth, salido de los
muslos de Isis.
El fuego producido por la mordedura de la serpiente se asemeja a
la llama peligrosa que debe dominar Horus mago, señor del
fuego. La serpiente es “la del fuego”. La criatura a domesticar. El
mago, identificado con el sol, sale indemne de la isla del fuego
porque es capaz de extinguir el aspecto nocivo del fuego cuando
se produce.
Según los Textos de las pirámides, las serpientes se enredan unas
con otras. El mago pide a la tierra que las trague, ordena a los
monstruos que se escondan, que se arrastren; sus cabezas son
cortadas, los colmillos con veneno se vacían. El mago hace
incluso que la serpiente varón muerda a la hembra, y viceversa.
Si actúa correctamente, gozará de la protección del cielo y de la
tierra, necesarias por igual para reforzar la eficacia de las
fórmulas que sellan la boca de los reptiles que moran en el cielo,
la tierra y el agua.
La estela Metternich evoca a la serpiente que está a la vez en el
agujero y en la abertura del agujero y también a la que está en el
camino. Dicho de otro modo, un peligro constante para quien se
desplaza. ¿Y cómo viajar sin miedo? Identificándose con el toro
Mnevís, el ciempiés Sepa, la diosa-escorpión Serket o divinidades
más importantes como Ra o Thot. Impresionada, la serpiente no
morderá al viajero investido por estas personalidades divinas.
Desde luego, no hay que olvidarse de pronunciar la fórmula
adecuada: “¡Oh, toda serpiente varón o hembra, todo escorpión,
todo reptil! ¡Que vuestras bocas sean selladas! Es Ra quien ha
tapado vuestras gargantas. Es Sekhmet quien ha cortado vuestras
lenguas. Es Thot quien ha cegado vuestros ojos. Es Heka, el
cuarto de los dioses principales, quien protege a Osiris. Estos son
los que protegen de las enfermedades: de todas las personas, de
todos los animales que están sufriendo en este día”.
Grave problema: ciertas serpientes son también magas. Para
rechazar a uno de esos reptiles furiosos que atacan, es preciso
dispersar los libros de magia que utiliza, gracias al empleo de la
arcilla de Isis, salida de la axila de la diosa-escorpión. El dedo
del mago es su guardián, la arcilla es la que obstruye el agujero
de la serpiente. Geb, dios-tierra, es padre de las serpientes, sobre
las cuales tiene poder. A veces se le considera como creador de
Atum. Padre y príncipe de los dioses, está a la cabeza de una
Enéada. Los griegos hicieron de él su Cronos, que luego fue el
Saturno de los romanos.
El capítulo 163 del Libro de los muertos recomienda pronunciar
las palabras mágicas sobre una serpiente provista de dos piernas
y que porta el disco solar entre dos cuernos; al lado, dos ojos
sagrados provistos de dos piernas y dos alas. Se dibuja esta
imagen con mirra seca mezclada con vino de granada sobre una
franja de tejido verde, y se envuelve el cuerpo de un hombre con
ella para que sea protegido mágicamente.

Figura 24
Fases de mutación de la energía creadora: los rayos de luz
penetran en la cabeza de seres momificados que sirven de canal
a la radiación, la cual se transmite luego a las fuerzas telúricas
simbolizadas por serpientes. En sus ojos entra una columna
inclinada de fuego. (Las capillas de Tutankhamon)
A veces la serpiente es considerada como benéfica. Así, Aha, una
serpiente de buen carácter, estaba situada a la entrada de los
templos, es el guardián del umbral. Otra serpiente protege el
palacio real o rodea la mesa de las ofrendas, poniéndola a salvo
de influencias maléficas. Renenutet, mujer con cabeza de
serpiente, vela sobre las cosechas y las mieses. Es por excelencia
la serpiente nutricia que conserva la vida sobre la tierra. Según
los capítulos 87-88 de los Textos de los sarcófagos, el difunto es
la serpiente-naou, toro de los Enéadas, y no está sujeto a ninguna
magia. Nada malo puede sucederle. Ni el fuego ni el agua le
alcanzarán. Será como Ra cada día. Transformado en serpiente
“hijos-de-la-tierra”, el mago nace cada noche, renovado,
rejuvenecido.
Veneno y ponzoña son temibles, porque se introducen en los
canales del cuerpo, perturban el fluido y conducen a una muerte
segura. Sin embargo, la iniciación del. mago le conduce a
familiarizarse con estos peligros. Es incluso probable que haya
sido picado, de manera controlada, para experimentar los efectos
reales del mal. Djed-her, el mago, se expresa en estos términos:
“Yo me he aproximado de forma que he sido mordido y he caído
enfermo. Pero el veneno saldrá. ¡Que sea quemado el veneno que
estuvo por todo el cuerpo de este hombre sufriente!”.
Al hombre sufriente se le llama “señor de la noche”, es decir, del
período durante el cual la serpiente, invisible, es más peligrosa.
Es dueña de las fuerzas oscuras, desciende a las tinieblas y vuelve
a salir de ellas. El mago vivía una iniciación indispensable para
poder combatir el mal con alguna probabilidad de éxito.
El veneno es una fuerza. Como tal, es preciso conjurarla. Al
cegarla mediante sus fórmulas, el mago impide que circule a su
antojo. El veneno tiene un rostro, que no podrá levantar, una
cabeza que no podrá bajar, vagará sin poder dar en el blanco.
No lanzará gritos de alegría.
Cuando se le da orden al veneno de descender al suelo dejando
el cuerpo del individuo enfermo, se crea un clima mágico muy
particular. Hay un rumor de viento, pero no hay viento. Hay un
rumor de agua, pero la inundación no ha llegado. Es necesario
estar alerta ante la aparición de la luz solar, al brillo del disco
que terminará por vencer a las tinieblas. El mago mira el cielo y
ve a Ra. Es él quien le salvará. Mira a la tierra y ve a Geb. El
también le salvará. “¡Oh, Ra invoca el mago, ven, actúa como un
salvador, ten presente que te he visto!”.
El veneno ya no actuará. Se amenaza al veneno, se le explica
que su acción podría tener consecuencias catastróficas para el
orden universal: “Si el veneno avanza hacia el corazón del
hombre sufriente, avanza hacia el corazón de Ra. Si se apodera
del corazón de este hombre, se apodera del corazón de Ames de
Heliópolis. Esta última catástrofe es imposible. Durante todo el
tiempo que el mago no sufra el veneno, Ra no se marchará, Thot
no se marchará, Horus no se marchará, la luz vendrá, el rito será
realizado en los templos.
La voz del exorcista es fuerte cuando interpela al veneno, como la
voz de Ra dirigiéndose a su Enéada, como la de Thot a sus
escritos, de la harina al grano, de Seth cuando se bate con el
mal. Existe una fórmula para impedir la acción del veneno desde
“el tiempo primordial”, aquel en que las criaturas comenzaron su
existencia. Las palabras son pronunciadas por Serket, la diosa-
escorpión, evocando al dios que se creó a sí mismo, formó el
cielo, la tierra, el agua, el aliento, la vida, los dioses, los pájaros
y los peces. El mago obtiene así la revelación de que la realeza
sobre los hombres y sobre los dioses es una misma cosa. Por
medio de este dominio obliga al veneno y la ponzoña a ejecutar
las órdenes que formula con un tono severo: “¡Sal, veneno, ven,
espárcete sobre el suelo! Horus te conjura, te destruye, te escupe
encima. No te levantas, te caes, eres débil, no tienes fuerza, eres
despreciable y no luchas, eres ciego y no ves, tu cabeza cuelga y
no levantas el rostro”.
Para luchar contra el dardo del escorpión, Isis utiliza un aceite
con el cual dirige una plegaria especial. Este aceite se compara
con una gota de lluvia, con un diluvio de Júpiter que desciende de
la barca del sol al alba. Si alguien ha bebido veneno, el mago
evoca el hecho de que él mismo, Isis y Osiris lo bebieron también
y no murieron. Utilizará “la copa de oro de Osiris” que
transforma todo líquido maléfico en brebaje benéfico. Según la
estela de Metternich, Isis y Nephtis hilan y tejen contra el veneno.
Crean así una red de armonías que impiden a las fuerzas del mal
estrellarse sobre la tierra. Son estas dos diosas las que fabrican a
los magos las cintas y tejidos necesarios para la práctica de su
arte.

Figura 25
En los dos registros superiores, un genio-carnero, representación
del sol, genera la energía naciente representada a su vez por un
hombre (vertical) y por hombre con cabeza de carnero
(horizontal). En el registro inferior, al lado de criaturas amarradas
marchando cabeza abajo, los magos magnetizan el cofre
misterioso donde se elabora la energía de la resurrección. (La
tumba de Ramsés IX)
El mago, vencedor del dardo del escorpión, es considerado como
un rey alrededor del cual se concentran los dioses. Si ha sido
herido durante su combate, Isis viene en su ayuda, aconsejándole
lamer con sus labios el borde de su herida, porque su lengua es la
del creador, Atum. De esta forma será curado instantáneamente.
*
Decenas de animales juegan un papel más o menos destacado en
los rituales mágicos. Sería pesado enumerarlos aquí. Algunos
casos sorprendentes merecen ser citados. Así, para alejar a las
criaturas siniestras atraídas a pesar suyo por el mago, es preciso
poner sobre un brasero excrementos de mono. Ectoplasmas y
fantasmas, incómodos por el olor, retornarán a las zonas oscuras
de donde salieron.
No se olvidan de las criaturas más modestas, ya que se conoce
una fórmula para purificar una mosca e impedir que contamine.
El capítulo 98 de los Textos de los sarcófagos, que se refiere a un
viaje celeste del alma del mago, debe recitarse sobre un piojo de
su cabeza, posado sobre su rodilla hasta que una mosca se lo
trague.
Pero la principal preocupación del mago que utiliza las fuerzas
del mundo animal es no caer bajo las garras del monstruo más
espantoso de todos, “la comedora del Occidente”, con cabeza de
cocodrilo, lomo de hipopótamo y crines de leona. Está encargada
de comerse y destruir al difunto que no ha sido reconocido como
justo por el tribunal. El mago debe evitar tal desgracia, gracias a
las fórmulas de conocimiento, y franquear este obstáculo para
acceder a los paraísos celestes.
Apéndice
Magia egipcia, magia cristiana

Los coptos, cristianos de Egipto, no olvidaron la antigua magia.


Retomaron varios aspectos de los rituales y procesos mágicos
utilizados en la época faraónica. Cristo, la Virgen, los santos y los
ángeles, sucedieron a los dioses y diosas. Una gran parte de la
ideología y simbología llamadas “paganas” pasó al cristianismo
por la magia. Lo que se llama “superstición” recobra, en realidad,
antiguas costumbres. Allí se encuentran, en completo desorden,
fórmulas para curar, favorecer un alumbramiento, protegerse de
los demonios, etc. El mago copto es un personaje importante y
escuchado. El sacerdote y el patriarca ¿no son también un poco
magos?
Los papiros mágicos coptos son, en su mayoría, adaptaciones
cristianas de antecedentes egipcios. Una gran fórmula de
protección era utilizada “contra todo lo que sabemos y lo que no
sabemos, y contra todo lo que proviene de los hombres curiosos,
astutos y cobardes”: sabiduría eterna que trasciende las formas
religiosas en su particularismo y nos despierta, tanto hoy como
ayer, a las realidades de lo invisible. En la magia egipcia, el
taumaturgo se identifica con Isis. En la magia copta se da un
proceso idéntico: el mago se identifica con María y Jesús, “el que
manda y el que habla”.
Numerosas divinidades sobrevivieron en la cristiandad. La más
popular entre ellas era Bes. Se aparecía especialmente a los
monjes del convento de Apa Moise, burlándose de ellos con
gestos horribles. Sobrevivió todavía en el folklore egipcio
contemporáneo, donde se convirtió en un espectro que causa
pavor a todos porque transporta las almas de los vivos al más
allá. Bes se manifestaba también en un templo al norte del
convento del Apa Moise. Salía de allí y golpeaba a los que
pasaban, dejándoles tuertos o paralizados. Además, tomaba
muchas formas distintas. Apa se llevó a siete hermanos consigo,
uno de los cuales es el narrador que cuenta la historia. Entraron
en el templo, por la tarde, orando. La tierra se estremecía bajo sus
pies. Un gran estrépito se dejó oír. Rayos y truenos. El Apa
continuaba impasible: ¡No es otra cosa que hechicerías del
demonio! A medianoche, éste último exclamó: “¿No nos dejas
aún descansar, Moise? ¡Debes saber que yo no te temo! ¡Tus
súplicas no van a hacer que me equivoque! ¡Pierdes en vano tu
noche velando. Huye, si no quieres morir y hacer perder la vida a
los que te acompañan!” Entonces se oyó un estrépito de multitudes
vociferantes, pero los monjes continuaban impasibles. El templo
tembló. Cayeron rostro a tierra, pero el Apa les ayudó: “¡No
tengáis miedo, sed valientes y percibiréis la gloria de Dios!” El
final del relato se ha perdido, pero el resultado era evidentemente
favorable a este hombre santo.
Un texto copto relata la captura de monjes que fueron
depositados sobre el altar de un templo pagano para ser allí
sacrificados. Pero el Apa Besa llamó a la puerta del templo donde
se iba a perpetrar este crimen y pronunció una fórmula mágica:
“Gran Dios Todopoderoso, que sacaste a Pedro de la prisión
desatando sus manos y sus pies, haciendo que la puerta se
abriese ante él, que los guardianes no le retuvieran y que los
soldados que vigilaban la puerta se durmiesen; que el ángel del
Señor le siga y le conduzca por la puerta de hierro que da acceso
a la ciudad; ¡haz que este templo se abra por sí mismo!” La
puerta del santuario se abrió. Los monjes fueron liberados de sus
ataduras. El Apa Besa entró con catorce monjes, Todos juntos
rogaron para que el fuego cayera del cielo. De hecho, un muro
de llamas rodeó el templo y luego los monjes hicieron
alegremente quemar vivo al gran sacerdote del dios pagano. Los
infieles se convirtieron o huyeron al desierto.
Estos textos de propaganda pro-cristiana utilizan ampliamente la
magia, como se ve, para combatir la antigua religión mágica.
Cerca de la ciudad de Akhmim había una isla famosa donde los
paganos que cultivaban la vid producían un vino malo, vendido a
precios excesivos a los campesinos. Estos se quejaron al Apa
Shenoute. Por la noche, el santo hombre se dirigió a la isla y, con
una pequeña rama de palmera que tenía en la mano, golpeó una
palmera contra el suelo: ordenó a la isla que retrocediese al
medio del río y que se sumergiese, como la Atlántida. Esto fue
cumplido: casas, jardines y seres humanos desaparecieron bajo el
agua. La leyenda oculta un hecho religioso esencial: la supresión
del “terreno primordial” de los antiguos egipcios, simbolizado por
esta isla que encarnaba también la religión faraónica y las mil
facetas de su magia.
Epílogo
“La magia es conocer el poder, saber, hablarle, saber escucharle,
sumergirse en el interior de las múltiples formas que adopta sobre
la tierra de los hombres”... El sol estaba ya alto en el cielo de
Luxor cuando mi anfitrión, el patriarca de la familia mágica más
antigua de Egipto, pronunció estas palabras, tan fieles a la
tradición faraónica. Su esposa se había retirado hacía ya largo
rato, sus hijos habían partido para el trabajo, sobre la pista de las
serpientes y los escorpiones. El Anciano había hecho a su invitado
un gran honor al permanecer en su compañía.
A pesar de la falta de sueño, no estábamos cansados. ¿Quizá la
magia nos había ofrecido, sin saberlo, una energía especial? Esta
energía que los antiguos egipcios habían aprendido a dominar en
el secreto de los templos y de las Casas de la Vida, este poder
que es el verdadero origen del arte de construir.
Una de las palabras del patriarca permanecerá para siempre
grabado en mi memoria: “La Magia construye al Hombre”. No al
individuo, esa pequeña parcela de existencia perdida en el flujo
de lo posible, sino al Hombre a imagen del cosmos, ese ser
formado por las cualidades creadoras de todos aquellos que
buscan percibir el sentido de su vida, que se sumergen en ella
como el perfecto nadador de la sabiduría china, dispuesto para
confundirse con la corriente sin oponerle resistencia.
¿Qué tentación mayor que la de sentarse, frente al desierto, al
lado de un viejo mago formado por milenios de práctica,
observando los juegos de luz sobre la arena, y borrar la frontera
entre lo visible y lo invisible? ¿Qué sueño más bello que fundirse
en el movimiento inaccesible del viento que transporta la vida
hasta las colinas desecadas combinado con la soledad del
desierto?
Sí, todo esto sería fácil, maravilloso, encantador... pero los
antiguos egipcios no percibían el mundo en términos de facilidad.
Si utilizaron la magia, es porque la civilización, el lazo sutil entre
todas las formas de vida, les parecía como un combate con la
realidad, una lucha cotidiana que no dejaba resquicio de éxito a
los débiles e incapaces. Regla severa, quizá, pero realidad
implacable: ¿el descubrimiento vivido del orden del mundo no
exige un proceso similar?
Cuando los ojos del mago de Egipto se abrían al mundo, lo
recreaban. El desierto es la tierra de Seth el Rojo, el lugar donde
se libra el peligroso duelo con las fuerzas incontroladas que, una
vez dominadas, permitirán que nazcan las tierras cultivadas,
morada de Horus. El faraón, Mago entre los magos, es el “tercero
en discordia”, el Uno que une a los dos hermanos siempre
enemigos y siempre inseparables. La magia ¿no forma parte de
las “artes del Rey” que nos invitan a ser, también nosotros,
mediadores entre el cielo y la tierra?

Lista de abreviaturas

AEMT: Borghouts, Antiguos Textos Mágicos Egipcios, Leiden.


ASAE: Anales del Servicio de Antigüedades de Egipto, El Cairo.
BIFAO: Boletín del Instituto Francés de Arqueología Oriental, El
Cairo.
BSFE: Boletín de la Sociedad Francesa de Egiptología.
CdE: Crónica de Egipto, Bruselas.
CT: Textos Coffin.
Djedher: Cf. Jelinkova-Reymond.
JEA: Diario de la Arqueología Egipcia, Londres.
LdM: Lexikon der Agyptologie, Wiesbaden.
Pir: Textos de las pirámides.
SO: Fuentes orientales, Ediciones de Senil.
Zócalo: Cf. Klasens.
Text Sarc.: Textos de los sarófagos.
ZAS: Zeitschrift für ägyptische Sprache.

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- Príncipes y países de Asia y de Nubia, Bruselas, 0.
- Los textos de encantamiento de Mirgissa, Siria 43, 6, - .
ROEDER, G.: Zauberei und Jenseitsglauben im alten Agipten,
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SANDER-HANSEN, C. E.: Die Texte der Metternichstele,
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SAUNERON, S.: “Aspecto de un tema mágico egipcio: las
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- “El mundo del mago egipcio, en el mundo del hechicero”,
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SEELE, C.: “Horus con los, cocodrilos”, JNES, V, 7, 43-52.
SETHE, K.: Die Achtung feindlicher Fürsten, Völker und Dinge auf
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VIAUD, G.: Magia y costumbres populares en los coptos de
Egipto, Sisteron, 8.
WIEDEMANN, A.: Magie und Zauberei im alten Aegypten,
Leipzig, 5.
Glosario de los principales dioses y términos egipcios
mencionados en este libro
AKH: Término que designa el principio espiritual del ser humano y
uno de los tres elementos constitutivos de la persona.
AMON: Uno de los dioses principales y de gran importancia a
partir de la XII dinastía. Aunque primitivamente fue un dios de los
vientos, se representa como un dios solar muy identificado con Ra.
Su símbolo animal es un carnero de cuernos curvos. También se le
puede ver como figura antropomorfa con un cetro que lleva dos
altas plumas.
ANUBIS: Dios relacionado con la muerte y los embalsamamientos.
Es el que conduce a los muertos a la sala donde se pesaba su
alma en la balanza. Se le representa con forma humana y cabeza
oscura de chacal.
APOPHIS: Serpiente gigantesca que mora en el abismo oscuro y
el gran enemigo de Ra en su viaje en la barca solar. Es dueña del
inframundo y representa las fuerzas maléficas. No se la puede
destruir, sólo someter.
ATUM: Primer dios de la Enéada de Heliópolis. Es un dios solar
que luego se identificará con Ra y representa al sol cuando se
pone. De figura antropomorfa, lleva la doble corona como cetro y
porta la cruz egipcia.
BA: Término que designa el alma y otro de los tres principios
constitutivos de la persona. Se lo representa como un halcón con
cabeza humana (la del difunto).
BAST o BASTET: Diosa relacionada con la alegría y el placer en
cuyo honor se celebraban unas fiestas orgiásticas. Se la
representa con cabeza de gato y con un sistro en la mano.
BES: Extraño enano, deforme y barbudo, de gran aceptación
como protector y favorecedor de la fecundidad. Su figura se
convirtió en un amuleto.
DUAMUTEF: Uno de los cuatro hijos de Horus y responsable del
vaso canope que guardaba el estómago del difunto. Se le
representa con forma de momia y cabeza de chacal.
DUAT: Mundo subterráneo considerado como residencia de los
difuntos.
ENÉADA: Agrupación de dioses que forman la teología de
Heliópolis y formada por: Atum, dios primigenio que se manifiesta
como Ra, dios creador, cuyos hijos gemelos, Shu y Tefnut,
engendran a su vez al dios Geb, la tierra, y a la diosa Nut, el
cielo. Éstos a su vez engendran a dos parejas de hermanos: Isis y
Osiris, y Seth y Nephtis. De Isis y Osiris nace el dios Horus.
GEB: Dios de la Enéada de Heliópolis. Señor de la tierra y pareja
de Nut. Es el guardián de animales, plantas, minerales y seres
humanos. A veces se le representa como una oca.
HAPI: Uno de los cuatro hijos de Horus y responsable del vaso
canope que guardaba los pulmones del difunto. Aparece con
figura de momia y cabeza de babuino.
HAPY: Nombre del río Nilo. Se lo representa con forma
andrógina, con grandes pechos colgantes y enorme barriga.
Símbolo de fertilidad, también se asimila al loto y al papiro.
HATHOR: Diosa celeste con forma de vaca. Se representa a veces
como una mujer con orejas de este animal. Es diosa de la vida,
del amor y de la música y danza. En ocasiones se asimila a Isis.
HEKA: Nombre del dios de la magia y a su vez de la fuerza
mágica. En ocasiones se asocia con los principios creadores de
Hu y Sia. Se le representa con una figura humana que porta dos
serpientes cruzadas.
HEKET: Diosa con cabeza de rana, considerada como compañera
de Khnum.
HORUS: Hijo de Isis y Osiris representado por un halcón o como
hombre con cabeza de halcón. Es un dios de muchos aspectos. La
Luna era considerada el “ojo de Horus” que el dios perdió en su
lucha con su tío Seth. Es uno de los dioses más importantes de
Egipto y de naturaleza celestial.
HU: Es el Verbo creador. Más que una divinidad es la
representación de un poder. Se asimila a la lengua de Ptah y se
asocia al término Sia.
IMHOTEP: Arquitecto real responsable de la construcción de la
pirámide de Djoser. Posteriormente fue divinizado. Se lo
representa con forma humana y vistiendo ropa de sumo
sacerdote.
IMSETI o AMSET: Uno de los cuatro hijos de Horus y responsable
del vaso canope que guardaba el hígado del difunto. Aparece
con figura de momia y cabeza humana.
ISIS: Diosa madre de Horus y esposa-hermana de Osiris. Es la
gran diosa de Egipto, de naturaleza lunar, y protagonista de la
búsqueda del cadáver y posterior resurrección de su esposo. Se la
vincula con la magia y era conocida como la gran mediadora. Se
la representa con forma humana llevando un trono en la cabeza.
KA: Término que designa uno de los tres principios constitutivos
de la persona junto al BA y el AKH. Se le puede definir como el
principio vital o doble energético del ser humano. Se lo
representa como unos brazos alzados al cielo.
KEPHER: Dios solar que representa al sol en el momento del
amanecer. Se lo representa bajo forma de escarabajo o de
hombre con cabeza de escarabajo. Su efigie se consideraba un
poderoso amuleto.
KHNUM: Dios creador representado como un alfarero que forma
a los hombres de barro en su torno. Asimismo, modeló el huevo
cósmico y todas las criaturas. Cansado de su labor, ideó colocar
en cada ser una diminuta rueda para que se recreasen sin su
participación. Se lo representa con figura humana y cabeza de
oveja con cuernos ondulados. Junto a sus esposas ANURIS y
SATIS, forma la tríada Elefantina.
KHONSU: Se lo considera hijo de Amón y Mut. Es un dios lunar
representado con forma de niño y cuerpo de momia y el disco
lunar en la cabeza.
MAAT: Diosa de la verdad y de la justicia. En el juicio por el alma
del difunto, ésta debía de pesar menos que la pluma que portaba
Maat en su cabeza cuando se ponía en un platillo de la balanza.
Si pesaba más, el alma era devorada por la diosa monstruo
Ammut o castigada por el simio Babu, según sus faltas. Si pesaba
menos, era recibido en los reinos celestes por los 42 dioses.
Anubis era el encargado de pesar el alma o psicostasia, Toth era
el fiel testigo y notario, y Osiris presidía el tribunal.
MESKHENE: Diosa de los partos y la que recibía en el mundo al
recién nacido. Se la suele representar por el ladrillo que las
egipcias utilizaban para colocar al bebé nada más nacer.
MIN: Dios de fertilidad representado como un hombre con un
gran falo erecto. Se le daba un carácter lunar y en su honor se
celebraban grandes juegos gimnásticos.
MONTU: Dios guerrero que se representa bajo la forma de un
toro o con la cabeza de este animal.
MUT: Esposa de Amón cuyo nombre significa literalmente
“Madre”. Es representada bajo la forma de un buitre o como
mujer con cabeza de buitre. Era una diosa protectora relacionada
con la maternidad.
NEFERTEN: Hijo de Ptah y Sekhmet. Se le relaciona con el loto
azul del cual brota el sol de la mañana. Se lo representa con
forma humana y el loto azul en la cabeza.
NEIT: Diosa de guerra y caza que a veces aparece como madre
de Sobek. Es también la diosa que, mediante la palabra, crea el
mundo visible a través de siete palabras primordiales. Se la
representa con forma de mujer que lleva dos flechas cruzadas.
NEPTHIS: Hermana de Isis y Osiris, y a la vez hermana y esposa
de Seth. Según el mito, ayudó a Isis a encontrar a Osiris, al cual
embriagó para tener relaciones sexuales con él, y de las cuales
nació Anubis. Se representa con forma de mujer con un tocado
cilíndrico rematado en una copa.
NUN: Dios primordial que representa el caos primigenio y el
abismo acuático y oscuro de donde todo surge.
NUT: Diosa primordial del cielo y esposa de Geb (la Tierra). Se la
representa como una mujer gigantesca cuyo cuerpo arqueado
plagado de estrellas cubre la Tierra.
OGDOADA: Son los ocho dioses primordiales que se relacionan
con los elementos del caos. Pertenecen a la teología de
Hermópolis, que los llama “Los Padres y Madres creadores de
Luz”. Se relaciona asimismo con el Huevo Primordial del que
brota la creación.
OSIRIS: Uno de los dioses fundamentales del panteón egipcio.
Hermano de Nephtis y Seth y esposo y hermano de Isis. El relato
de su sacrificio, muerte y resurrección, es una de las claves de la
mitología egipcia. Es el dios que garantiza la salvación después
de la muerte, y se asimila con el más allá y el culto a los difuntos.
Se lo representa con forma de hombre con todos los atributos
reales.
PTAH: Este es un dios civilizador, esposo de Sekhmet y padre de
Nefertem, junto a los cuales forma la llamada Tríada de Menphis.
Es un dios primigenio que se asimilaba a la primera tierra que
emerge del abismo acuático de Nun. Se lo representa con forma
humana y momificada, habitualmente con el rostro verde.
QUEBEHNESUF: Uno de los cuatro hijos de Horus y responsable
del vaso canope que guardaba los intestinos del difunto. Se
representa con figura de momia y cabeza de halcón.
RA: Dios del sol y uno de los más importantes de Egipto.
Representa el sol de mediodía en toda su potencia. Originalmente
se llamó ATUM y nace de la oscuridad primigenia de NUN. Es
padre de la primera pareja de gemelos Shu y Tefnut y creó el
universo para que vivieran en él. Ra viaja en la barca solar que
surca el cielo por la mañana, y por la noche entabla una batalla
interminable con la gran serpiente APOPHIS que pretende
engullirla. Se lo representa más comúnmente en forma de hombre
con cabeza de carnero que porta el disco solar.
SEKHMET: Diosa leona, o con cabeza de leona, esposa de Ptah.
Su nombre es “la poderosa” y es una diosa destructora y feroz
con sus enemigos. Como símbolo solar, representa el poder
devastador del Sol.
SELKIS: Diosa protectora que representa la primera respiración
del niño al nacer. Es representada como escorpión o como mujer
con un escorpión en la cabeza.
SETH: Hermano de Isis, Osiris, y hermano y esposo de Nepthis.
Es el dios malvado que mata y despedaza a su hermano por celos
y ansias de poder. Se le llama el usurpador, el divisor y el
adversario. Es el que hiere y arranca un ojo a Horus, su sobrino y
vengador de su padre. Se le representa con figura humana y
cabeza de animal de difícil identificación cuya característica es el
color rojo y las orejas cuadradas.
SHOTIS: Nombre de la estrella Sirio que los egipcios divinizaron.
Se representa como una mujer con alto tocado coronado por una
estrella.
SHU: Uno de los dos hijos gemelos de Ra. Este dios representa
tanto el vacío como el “aire” o atmósfera. A veces se lo
representa con cabeza de león.
SIA: Es el pensamiento creador que, para los egipcios, nace del
corazón. Es el complemento de Hu y se asocia al dios Ptah, ya
que Sia, en sí misma, no es una divinidad, sino la representación
de un poder.
SOBEK: El dios cocodrilo, a veces representado también como
hombre con cabeza de cocodrilo. Es un dios acuático, tanto con
características malignas como benefactoras.
TEFNUT: Esposa y hermana gemela de Shu. Representa la
humedad necesaria a la vida. Aparece con cabeza de leona.
THOT: Uno de los más antiguos dioses egipcios. Dios de la
palabra y la escritura. Es el notario de los dioses. Es un dios lunar
que se asocia con la magia y la sabiduría, así como es
considerado “el gran juez”. Se lo representa como un ibis o como
hombre con cabeza de ibis.
UADJET: Es la cobra real que, a veces, se la representa también
con alas. Se relacionaba con el crecimiento y la sabiduría y
figuraba en la frente de los faraones como elemento en la corona.
UADJAT: El sagrado ojo izquierdo de Horus, que pierde en la
lucha contra Seth. Se lo identifica con la Luna y la creación a
través de la mirada. Era considerado un poderoso amuleto.

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