De LA GARZA Mercado de Trabajo de Profesionistas en México

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Modelos de Producción y Mercado de Trabajo de los Profesionistas en México

Enrique de la Garza Toledo1


Héctor Gaspar2

Introducción

Es parte de las polémicas sobre políticas educativas la reflexión de hasta que punto la
producción de profesionistas (niveles licenciatura y postgrado) debe ser guiada
fundamentalmente por el mercado, es decir por la demanda de los mismos por empresas
e instituciones, con la finalidad de evitar gastos improductivos por parte del Estado y
frustración de los egresados de las Universidades. Esto porque es la demanda que viene
de empresas e instituciones principalmente la que determina las ocupaciones, puesto que
el 80% de los profesionistas en México son asalariados y que, por tanto, las
Universidades deberían de captar las señales que vienen de los empleadores y ajustar la
producción de profesionistas a la demanda de los mismos y no lo están haciendo por
trabas institucionales. Al respecto señala la importante empresa de reclutamiento de
personal, Man Power:
..los planes de estudio están desvinculados de las necesidades reales del mercado
laboral” (Reforma, 21 de sept. del 2009, p. 11).
En esta lógica, se supone que las profesiones tradicionales tales como médico, abogado
y contador estarían saturadas y la oferta debería de dirigirse hacia las profesiones
relacionadas con la economía del conocimiento, principalmente informática,
telecomunicaciones y computación, sin dejar de lado, biotecnología, nuevos materiales,
etc. Añade Man Power: “Las posiciones que serán más demandadas en 2015 no existían
en 2006, como por ejemplo diseñador de blogs, diseñador de pantallas para
Blackberrym twitteros, diseñadores de Second Life” (op.cit)
En este camino se supondría también que profesiones humanísticas como Historia,
Filosofía, Letras serían prescindibles por su escasa demanda y, aunque no se dice
claramente, por su nula contribución para las empresas productivas. El objetivo de este
ensayo es problematizar algunas de las tesis comúnmente aceptadas:

1. Que la demanda de profesionistas es guiada unilateralmente por la demanda a


partir de empresas e instituciones empleadoras, plantearemos por el contrario que

1
Profesor investigador del postgrado en Estudios Laborales de la UAMI, email: egt@xanum.uam.mx
2
Doctor en Estudios Laborales por la UAMI
el lado de la oferta de profesionistas no es pasiva en el mercado de trabajo bajo la
perspectiva de construcción social del mercado y de la ocupación.
2. En esta lógica demostraremos que la poca demanda de nuevas profesiones y el
predominio de las antiguas debe analizarse no solo a partir de variables
económicas tradicionales, tales como inversión, producción, exportación, sino en
otro nivel que de cuenta de las características de los procesos de producción y
circulación de empresas e instituciones empleadoras que no solo limitan el
número de plazas de profesionistas sino orientan los tipos de profesiones
requeridas que no son, por ahora. en general las de la supuesta economía del
conocimiento en México.

3. Que las profesiones tradicionales están sobresaturadas, que hay una sobreoferta
de médicos, abogados, contadores y las ingenierías más antiguas como
profesiones que provocan gran desempleo entre estos profesionistas, y bajos
salarios entre los que logran emplearse.

4. Que el mercado de trabajo de las profesiones es muy desfavorable para las


Humanidades y reclama profesionistas vinculados con la Economía del
Conocimiento, especialmente informática y computación. Plantearemos por el
contrario, que hay una mistificación de la economía del conocimiento, que si bien
el impacto de las combinaciones entre, telecomunicaciones, informática y
computación son muy amplias, se exagera la participación de los trabajadores en
actividades intensivas en conocimiento y se ocultan las asimetrías entre países y
grupos sociales en la participación de la sociedad de la información a nivel global.

I. La Construcción Social del Mercado de Trabajo

Los análisis sobe Mercado de Trabajo han estado muy influenciados por la Economía
Neoclásica, en tanto considerarlo como el encuentro entre oferta de trabajo y demanda y
la preocupación por sus condiciones de equilibrio. A lo anterior se añaden supuestos
como que el que ofrece su fuerza de trabajo es un actor racional que equilibra la utilidad
que le dan las remuneraciones del futuro empleo con la satisfacción del ocio. En este
sentido las variables sociodemográficas se suponen dadas. Por otro lado, se presupone
que los patrones también son actores racionales y que su función de producción no
cambia, en esta medida para determinado nivel de producción o demanda del producto
se tendrá necesidad de cierta cantidad de trabajadores. Los que se ofrecen en el mercado
de trabajo y los que ofrecen empleo tendrían conocimiento total de dicho mercado de
trabajo, no habría monopolios ni acuerdos entre actores. Es decir, si no hubiera
imperfecciones del mercado se tendería al equilibrio entre oferta y demanda, si hubiera
mayor demanda que oferta de trabajo los patrones ofrecerían mas salarios y con esto
más trabajadores estarían dispuestos a emplearse, de tal forma que el salario tendería a
ser el de equilibrio. Este salario de equilibrio desde el punto de vista de la producción
coincidiría con su productividad marginal. Sin embargo, este Modelo de mercado
perfecto no solo contiene demasiados supuestos, sino que es posible oponerle otro
enfoque de actores que construyen dentro de ciertas restricciones unos su oferta y otros
su demanda de fuerza de trabajo (Granovetter y Swedberg, 2001) (Maki, 1993)(Nelson
y Winter, 1982)(Powell y Doerr, 1994)(Coase, 1960).
Vistos como actores, los que se ofrecen en el mercado de trabajo no simplemente
actúan como actores racionales equilibrando remuneraciones con ocio a través de una
optimización que es incalculable en la práctica, sino que están acotados por estructuras
diversas, entre estas se mueven y deciden a través de un proceso de construcción del
sentido de la decisión de trabajar y en donde hacerlo, la construcción de la Estrategia de
Empleo (Della Giusta, 2001). Entre estas restricciones estructurales desde el punto de
vista del individuo que se ofrece en el mercado de trabajo hay unas que son de carácter
sociodemográfico: la edad (las expectativas de empleo no son las mismas para las
diversas edades), el género y la etnia (hacia esto apuntan los estudios de discriminación
por género y etnia), la escolaridad (evidentemente que habrá empleos vedados para
individuos de escolaridad baja), el estado civil y número de dependientes (las
necesidades de sobrevivencia pueden ser diferentes para el casado y el soltero); otras
restricciones son la experiencia laboral anterior y la calificación (que abren
expectativas de empleo diferenciadas). Por otro lado, tendría que considerarse que la
expectativa de empleo puede variar según el ciclo vital y la coyuntura biográfica en la
que se encuentra el individuo. Además, cuando se trata de decisiones de emplearse que
involucran al grupo familiar se pueden engarzar con estrategias de sobrevivencia de la
familia. Finalmente, la ubicación en determinadas redes sociales, así como las
características e instituciones económicas, sociales y culturales del espacio urbano o
rural pueden influir en las expectativas de emplearse (Granovetter, 1992).
A todo esto tendrían que agregarse los aspectos relacionados con la cognición del
individuo acerca del mercado de trabajo en el que puede insertarse, los valores
culturales que pueden influir en decisiones, los estéticos, los discursivos y las formas de
razonamiento para construir una estrategia de empleo (de la Garza, 2001). Por
estrategia no estamos entendiendo simplemente la optimización neoclásica, sino la
cadena de decisiones acerca de un curso parcialmente ordenado y consciente de acción,
aunque contenga elementos llamados por aquella teoría irracionales, que conducen a
medidas tendientes a la obtención de empleo.
Como ya vimos estas estrategias de empleo no se generan por simples decisiones
individuales sino que están acotadas por estructuras que limitan o posibilitan los cursos
de acción, además implican una construcción en el plano subjetivo pero principalmente
en el plano práctico, que puede poner en juego a la familia, redes de amistad,
parentesco, paisanaje (Granovetter, 1985). La construcción de la estrategia de empleo es
también la construcción del espacio social donde opera, es decir, el conocimiento, las
relaciones y expectativas acotadas de dichas estrategias que nunca conciben al mundo
entero como su espacio, sino que este es delimitado por factores estructurales,
subjetivos y de relaciones sociales y económicas (Cicourel, 1996).
Por el lado de la demanda de fuerza de trabajo, el actor fundamental capitalista es el
empresario. Evidentemente que un aumento en la escala de la producción de la empresa
puede implicar el incremento en demanda de trabajo, pero resulta improcedente suponer
que la función de producción es constante y en particular que en condiciones de
equilibrio el salario igualará a la productividad marginal del trabajador (Chandler,
1984)(Di Maggio, Powell y Walters, 1991)(North y Weingast, 1989). La demanda de
trabajo también es una construcción social que se relaciona en un nivel abstracto con la
acumulación de capital, pero que está muy influenciada por las características del
mercado del producto, el tamaño de los establecimientos, si hay actividad exportadora,
la propiedad del capital, el nivel de la productividad, la región y si la empresa es parte
de un clusters. Estos factores influyen a su vez como variables estructurales sobre la
construcción de las estrategias empresariales de producción y en particular de
construcción de las ofertas de ocupación (Hollignsworth y Boyer, 1997)(Axeltrod,
1984). Es decir, los empresarios pueden acuñar diversas estrategias de demanda de
trabajo (número de ocupados, calificaciones de cada ocupación, salarios, etc.)
presionados por variables estructurales: al nivel macro (macroeconomía,
macroinstitucionales, macropolíticas, macroculturales) o micro (mercado del producto,
configuración sociotécnica del proceso productivo, entorno local del mercado de
trabajo, de clientes y proveedores, del dinero, de la tecnología, sindical, gubernamental,
cultural) (Heckarthorn, 1997)(Hirschmann, 1977). Los empresarios modernos,
combinando aspectos de ciencias diversas pretenderían dar un sentido puramente
racional a sus decisiones, pero en la realidad se combinan con aspectos subjetivos que
les vienen de las culturas empresariales, corporativas, profesionales y regionales. Es
decir, las estrategias empresariales de oferta de ocupaciones no pueden desligarse de las
estrategias productivas y de gestión de la mano de obra (Cimoli y Dosi, 1994). En otras
palabras, el emplear no es para el empresario ni para el trabajador el punto final de
encuentro entre oferta y demanda de trabajo sino el inicio del uso productivo de la
fuerza de trabajo (Coase, 1937)(Dosi, 1994). Dentro de estas estrategias de producción,
gestión y ocupación se encontrarían las decisiones tecnológicas, organizacionales, de
relaciones laborales (incluidas las de flexibilidad laboral), las de promoción,
capacitación, rotación interna, bonos, escalas salariales y por supuesto los perfiles
demográficos, sociales, laborales y hasta culturales de la mano de obra que se preferirá
emplear. Una versión puramente racional de la estrategia de oferta ocupacional llevaría
a la respuesta fácil de ser aquella la que permita máxima productividad con el mismo
salario; sin embargo, no hay manera de calcular a priori, sin extremas simplificaciones,
cual sería esa mano de obra y en esa medida los supuestos teóricos neoclásicos para el
empresario en la práctica se convierten en supuestos en parte subjetivos acerca del
desempeño futuro de la mano de obra. Podrán aplicarse pruebas diversas de aptitudes,
conocimientos, actitudes, pero el hecho es que estas pruebas no garantizan el
desempeño futuro del trabajador, empezando porque ese desempeño será en un
ambiente colectivo del trabajo. Habría que agregar a las presiones estructurales que
juegan sobre la construcción social de la política empresarial de oferta de ocupación, las
que vienen del sistema de relaciones industriales, cuando este funciona (leyes laborales,
de seguridad social, instituciones de vigilancia de condiciones de trabajo, contratos
colectivos, acuerdos corporativos con los sindicatos) (Di Maggio y Powell,
1983)(Williamson, 1985). En otras palabras, la demanda de trabajo es una construcción
social, sobre todo del empresario aunque en interacción con otros actores, acotado por
estructuras diversas del mercado del producto, de la oferta de trabajo externa a la
empresa, construido y delimitado social, cultural y políticamente, por la interacción con
otros actores como sindicatos, gobiernos u otras empresas, que se configuran y
reconfiguran en torno de la construcción de la decisión y la estrategia de cuantos
emplear, con que características y cuanto pagarles. Es decir, en esa construcción de la
demanda de trabajo también influyen las cogniciones limitadas de las gerencias, junto a
sus valoraciones culturales, estéticas, con la ciencia intervienen formas de razonamiento
cotidiano para llenar huecos, a veces por encima de la propia ciencia, cuando toman la
forma de prejuicios, tradiciones, costumbres, rituales o mitos empresariales (Ouchi,
1980). Por supuesto dentro de estas construcciones se encuentran los propios conceptos
de Trabajador, Trabajo y Salario.
El encuentro entre los actores que intervienen en la construcción social de la oferta y
la construcción social de la demanda de trabajo constituye la construcción social del
mercado de trabajo. Estas dos construcciones no tienen porque coincidir y en esa
medida la del mercado ser una articulación parcial. El que busca empleo por
determinado salario puede no encontrarlo y su decisión no siempre será ofrecerse por
menor salario, también puede emigrar, es decir redefinir los límites socio espaciales de
su oferta. Asimismo, el que demanda trabajo puede no encontrar los trabajadores que
busca dispuestos emplearse por el salario ofrecido, no siempre su decisión será ofrecer
mayores salarios, también puede reestructurar su proceso productivo o trasladarse a otra
localidad, con ellos estará redefiniendo socialmente el espacio de su demanda y oferta
de trabajo. Finalmente, estos encuentros o desencuentros entre la oferta y demanda de
trabajo implica comúnmente también una jerarquía en cuanto a poder, las empresas
tienen mayores recursos de poder para la construcción de su demanda que los
trabajadores de su oferta; en esta medida es común que se encuentren mejor
posicionados que los trabajadores para fijar condiciones al empleo, que debe ser visto
como un aspecto más de la construcción social del mercado (Williamson,
1991)(Granovetter, 1994).
El análisis anterior ha ilustrado algunas dimensiones de los encuentros y
desencuentros entre la construcción social de la oferta y la demanda de trabajo, sin
pretender esclarecer todos los aspectos que pueden intervenir en cada caso concreto. En
otras palabras la demanda de trabajo ciertamente que se relaciona con la acumulación
del capital. Manteniendo todas las otras variables que pudieran influir sobre la demanda
de trabajo constante un crecimiento en el producto implicará una elevación en el
empleo. Pero a partir de este punto, el segundo factor central será la estrategia
empresarial de producción y de gestión de la mano de obra las que repercutirán sobre la
de la ocupación. Estas estrategias tienen detrás el interés por optimizar el uso de los
recursos productivos, pero los empresarios están lejos de tener una fórmula precisa de
optimización. Primero, porque no hay ciencia total, unificada acerca del empleo
productivo de la fuerza de trabajo, desde el momento en que intervienen muchos
factores blandos no incorporados estrictamente a las ecuaciones microeconómicas de
optimización (Arrow, 1974). Segundo, porque lo que interesa finalmente a la empresa
es el uso productivo de la fuerza de trabajo y este comportamiento no puede ser
estrictamente predicho como relación social que es, por la existencia de espacios
inevitables de incertidumbre en el proceso productivo y en el comportamiento de los
actores que se van llenando con negociación implícita o conflictivamente como
relaciones de poder (North, 1986). Es decir, la política de personal, dentro de la cual
estaría la de ocupación, está influenciada por la estrategia empresarial de producción,
dentro de esta la de gestión de la mano de obra. En cuanto a estrategias de producción
las pude haber de tipo tecnologicista, que ponen el acento en la automatización; otras de
reorganización del trabajo y cambio en las relaciones laborales; y otras de simple
reducción de costos, en particular los laborales. Por supuesto que pueden darse
combinaciones entre estas estrategias. Como parte de la estrategia está la preferencia
por cierto perfil sociodemográfico, laboral y salarial del trabajador. No hay
determinismo de un factor en especial sobre las características de la fuerza de trabajo,
en todo caso existen espacios de posibilidades con limitaciones que pueden ser vistas
como parámetros. Una opción tecnológica u organizacional puede aceptar varios
perfiles sociodemográficos (edad, escolaridad, género, estado civil, experiencia) laboral
(tipo de contratación, capacitación, calificación) o salarial (salario base, prestaciones,
bonos). Sobre las decisiones de emplear un tipo de trabajador u otro influyen, además
de los costos, la tecnología, la organización del trabajo, las relaciones laborales, la
oferta de trabajo del entorno, las políticas de empleo de empresas similares y de la zona,
las leyes laborales, las políticas sindicales y gubernamentales, y las culturas
empresariales sobre todo en cuanto a su concepción sobre los trabajadores, el salario y
el trabajo (Baker, 1984). Todo esto puede ser pertinente para el empleo de
profesionistas, las empresas e instituciones establecen parámetros para emplear, por
ejemplo perfiles de los profesionales, pero no todo el que dispone de recursos para
emplear encuentra lo que se propone, muchas veces tienen que conformarse no con
soluciones óptimas sino satisfactorias. Habría que agregar que un camino frecuente para
emplearse la mano de obra en muchos países son las redes sociales de amigos,
compadres, parientes que pueden alejar también de ideales de optimización.

II. El Mercado de Trabajo de los Profesionistas en México

Las profesiones con mayor número de ocupados al primer trimestre del 2009 en
México fueron administración, contaduría y finanzas, derecho, ingeniería mecánica,
industrial y textil, de la madera y formación docente en educación preescolar y primaria.
Es decir, las carreras tradicionales siguen siendo las de mayor ocupación en el país.
Cuadro No. 1: Carreras con mayor número de ocupados (primer trimestre del 2009)

CARRERAS CON MAYOR NÚMERO


DE OCUPADOS 2009
De los cuales
se ocupan en
MILES DE
lo que
PERSONAS
estudiaron
(%)
Administración 657.7 50.49
Contaduría y Finanzas 640.1 66.08
Derecho 532.3 69.17
Ingeniería Mecánica e Industrial, Textil y
377.7 59.65
Tecnología de la Madera
Formación Docente en Educación Prescolar y
369.0 93.45
Primaria
Ingeniería en Computación e Informática 333.6 62.39
Medicina, Terapia y Optometría 289.8 91.61
Pedagogía y Ciencias de la Educación 203.7 81.41
Ingeniería Eléctrica y Electrónica 188.1 58.78
Psicología 167.3 75.02

En este listado se encuentran las carreras de nivel superior, con mayor número de
profesionistas ocupados y el porcentaje respectivo de estos, que se ocupan en
actividades productivas relacionadas con sus estudios. Fuente: ENOE, STPS-INEGI

Por otra parte, un tercio de los egresados (31.4%) de educación superior no se ocupan
en actividades que correspondan con lo que estudiaron. Los datos de la ENOE muestran
para el primer trimestre del 2009 que las carreras en las que hay mayor correspondencia
entre cierta formación y la actividad realizada son: profesor de primaria y preescolar,
formación docente de educación especial, música y danza, educación musical, canto,
teatro y cinematografía, medicina, terapia y optometría. Las que menos se corresponden
son: ingeniería de transporte, aeronáutica, naval, pilotos aviadores y turismo. Las
carreras tradicionales, derecho (69.17%) y medicina (91.61%), contaduría y finanzas
(86.08%), arquitectura e ingeniería civil son más elevadas en los porcentajes de los
egresados que se dedican a su profesión que ingeniería de computación y de la
información (62.39%).
Cuadro No. 2 : Porcentaje de profesionistas ocupados en lo que estudiaron

Carreras con mayor número de


Profesionistas Ocupados en actividades
afines a los estudios realizados
%
Formación Docente en Educación Especial 95.2
Educación Musical, Danza y Canto 93.8
Formación Docente en Educación Prescolar y Primaria 93.5
Teatro y Cinematografía 92.5
Medicina, Terapia y Optometría 91.6
Música y Danza 91.2
Biomédicas 90.4
Educación Física y Deportes 87.4
Formación Docente en Educación Secundaria y Normal 85.3
Odontología 84.3

En este listado se encuentran las carreras de nivel superior con mayor porcentaje de
profesionistas ocupados en actividades productivas relacionadas con los estudios
realizados. Fuente: ENOE, STPS-INEGI

Es cierto que está en función de la oferta y la demanda, algunas profesiones son de


pocos miembros egresados y otras no. Sin embargo, las profesiones que crecieron más
en la ocupación como porcentaje no fueron las modernas o las dirigidas a empresas
industriales sino en educación musical, danza, artes plásticas, filosofía, matemáticas,
física, psicología entre otras.
Cuadro No. 3: Crecimiento más elevados de profesionistas egresados en los últimos 5
años

Carreras con pocos egresados y mayor


crecimiento en la ocupación
CRECIMI
ENTO EGRESADO
OCUPACI S (2007-2008)
ON (5 (personas)
AÑOS) (%)
Nutrición 16.0 1,756
Educación Musical, Danza y Canto 12.8 548
Artes Plásticas 12.0 929
Matemáticas, Estadística y Actuaría 11.0 1,152
Filosofía y Humanidades 10.4 860
Turismo 9.6 8,029
Psicología 9.1 16,227
Diseño Industrial y de Interiores y
8.9 7,711
Textil
Física y Astronomía 8.7 374
Biología y Biotecnología 8.6 3,414

En este listado se encuentran las carreras de nivel superior que registran tasas de crecimiento
elevadas en la ocupación en los últimos cinco años y que además tienen un número menor de
egresados de las instituciones de educación superior. Fuente: ENOE, STPS-INEGI y SEP.

Fuente: ENOE, INEGI, primer trimestre del 2009

El 80% de los profesionistas actualmente son asalariados, el salario promedio es de $10


203 pesos mensuales
Los salarios de los profesionistas no son los que pudieran suponer los sostenedores de
la tesis de la sociedad de la información. Los más elevados los reciben y carreras
insospechadas de pagar bien como física y astronomía, o bien matemáticas, actuaría y
estadística se encuentran en los primeros lugares. En general el resto de los primeros
lugares corresponde a profesiones muy tradicionales como arquitectura, urbanismo
ingeniería extractiva, metalúrgica, arquitectura, ingeniería civil, medicina, química,
ingeniería química, ingeniería mecánica e industrial. Ingeniería en computación e
informática está muy rezagada con respecto de las mencionadas. En términos de
ingresos totales de los profesionistas sean asalariados o no, los más elevados
corresponden al área de economía-administración. Son notables las disparidades entre
relativo alto salario en fisico-matemáticas, humanidades, arquitectura y urbanismo y
artes con el bajo empleo
Cuadro No. 4: Ingresos de los profesionistas (primer trimestre del 2009)

CARRERAS MEJOR PAGADAS 2009


Ingeniería del Transporte,
Aeronáutica, Naval, Pilotos $16,171.80
Aviadores y Navales
Ingeniería Extractiva,
$14,747.57
Metalúrgica y Energética
Física y Astronomía $14,722.15
Biomédicas $14,098.59
Matemáticas, Estadística y
$12,745.27
Actuaría
Arquitectura y Urbanismo $12,710.83
Ingeniería Civil y de la
$12,667.43
Construcción
Medicina, Terapia y Optometría $12,658.33
Química, Ingeniería Química,
Química Industrial y Tecnología $12,365.42
de los Alimentos
Ingeniería Mecánica e
Industrial, Textil y Tecnología $11,999.19
de la Madera

En este listado se encuentran las carreras de nivel superior, cuyos


profesionistas ocupados registraron los ingresos mensuales promedio
más altos. Fuente: ENOE, STPS-INEGI

Ingreso promedio de los


profesionistas por carrera

Ingeniería Topográfica,
Hidrografica, Geológica y $11,970.13
Geodesta
Filosofía y Humanidades $11,931.92
Ciencias Políticas,
Administración Pública y $11,633.27
Relaciones Internacionales
Antropología y Arqueología y
$11,588.87
Etnología
Ingeniería Eléctrica y
$11,574.80
Electrónica
Ciencias del Mar $11,500.79
Economía $11,144.80
Administración $10,954.23
Diseño Industrial y de Interiores
$10,943.05
y Textil
Geografía $10,923.78
Mercadotecnia $10,552.50
Contaduría y Finanzas $10,285.33
Ecología, Ingenieria Ambiental y
$10,280.90
Ciencias Atmosféricas
Veterinaria y Zootecnia $10,060.33
Continuación…

Derecho $9,951.10
Ingeniería en Computación e
$9,691.31
Informática
Biología y Biotecnología $9,574.15
Odontología $9,562.97
Agronomía $9,516.11
Química Farmacéutico-Biológica $9,445.15
Ciencias de la Comunicación $9,348.00
Turismo $9,025.37
Nutrición $9,001.85
Artes Plásticas $8,931.80
Bioquímica $8,766.89
Teatro y Cinematografía $8,659.00
Diseño Gráfico $8,532.03
Ingeniería Pesquera $8,433.50

Fuente: ENOE, INEGI, primer trimestre del 2009

Gráfica No. 1: Ingresos de los profesionistas en México por grandes áreas de


conocimiento

Promedio de ingresos de los


profesionistas

Fuente: ENOE, INEGI, primer trimestre del 2009

Por rama de la economía, los profesionistas con mejores ingresos (el promedio por
profesionista es de $10203.00) están en la industria extractiva, seguida de servicios
profesionales y educación y salud
Las carreras con mayor crecimiento en la ocupación en los últimos 5 años y con el
ingreso de los profesionistas no estuvieron relacionadas con computación e informática,
así como tampoco estas últimas implican el mayor porcentaje de sus egresados
empleados en actividades para las que estudiaron.
En cuanto a otra condiciones de trabajo, las profesiones más tradicionales como
abogacía, contaduría y administración, alrededor del 50% de sus miembros se
encentran adscritos a algún régimen de seguridad social, principalmente al IMSS, igual
que las ingenierías tradicionales (mecánica, química, metalúrgica, petrolera, minas,
civil, industrial), las nuevas profesiones en informática y telecomunicaciones se
encuentran sobre todo en el IMSS. Con respecto de prestaciones como vacaciones,
aguinaldo, habitación, SAR y reparto de utilidades, en el primer grupo casi la mitad las
tienen, en el segundo también, así como en las más actuales. El empleador en las
tradicionales es un despacho o empresa, en el segundo grupo se reparten entre gobierno,
empresa privada, por su cuenta; en las modernas son eminentemente empleados de
empresas privadas; en cuanto a condición laboral, los tradicionales son sobre todo
asalariados y en parte los del grupo dos, en cambio los informáticos y de
telecomunicaciones aumentan su condición de asalariados con respecto de los dos
grupos anteriores. Finalmente, las ocupaciones de administración e ingeniería industrial
son compartidas por administradores de profesión, pero además con diversos tipos de
ingenierías y en el caso de administradores con economistas, por lo que respecta de los
informáticos, estos comparten sus puestos con diversos tipos de ingenieros.
Es decir, no resultó cierto que la informática y las telecomunicaciones estén
avasallando a las otras profesiones, ni en demanda, salario, o mejores condiciones de
trabajo. En cambio, profesiones despreciadas por su supuesto carácter no productivo y
atendiendo a la baja producción de estos profesionistas, como las humanidades,
resultaron en varios indicadores en mejores condiciones que las ocupaciones propias de
la sociedad del conocimiento
III. Las Limitaciones del Modelo Productivo

Fue el programa regulacionista de GERPISA quien acuñó después de varios años de


titubeos el concepto de Modelo de Producción. Para GERPISA este concepto incluye la
fabricación, el abastecimiento y las ventas y comprende tres niveles: una política de
producto (a cuales mercados se dirige), en modelos, diversidad y calidad; una
organización productiva, es decir métodos y medios para llevar a cabo la política de
producto; una relación salarial (reclutamiento, empleo, categorías laborales,
remuneraciones, promociones, jornadas y formas de representación de los asalariados).
Sin embargo, esta definición fundacional (Freyssenet, 2000) presenta varias fallas:
primero, hay un olvido de la tecnología dura, que debería formar parte de todo modelo
productivo; segundo, confunde y mezcla organización de la producción con relación
laboral. El concepto de relación salarial opera esta misma confusión, porque
organización y relación laboral se refieren al mismo espacio de interacciones de los
trabajadores, con mandos medios y gerencia y con los medios de producción, pero
analizadas con un ángulo diferente: la organización es efectivamente la forma como se
combinan hombres y medios de producción para hacer realidad el proceso productivo,
en cambio la relación laboral remite a la del capital con el trabajo y en esta medida su
problema central no es la eficiencia productiva como en el primero, sino la regulación,
de tal forma que esa regulación se extiende al externo de la empresa y conforma el
sistema de relaciones de trabajo que implica, entre otros, a las leyes laborales, que a
nadie se le ocurriría incluir dentro de la organización del trabajo.

Por otro lado, el concepto regulacionista de Modelo de Producción tiende a olvidar a


los actores y a congelarlos en las estructuras cuando se añade que el modelo no
estabilizado conforma una configuración socioproductiva que se convierte en modelo al
estabilizarse, pero la estabilización no se logra nunca para siempre porque los actores
del trabajo construyen cotidianamente los consensos necesarios para que el orden
relativo se consiga. La necesidad de la negociación cotidiana del orden impide congelar
a los actores en las estructuras (De la Garza, 1999) y hacer depender la productividad
solo de factores estructurales; en esta mediada, un modelo productivo (mejor sería
configuración sociotécnica que nunca llega a modelo) debe implicar no solo a la cultura
laboral de los trabajadores, de los mandos medios y la gerencia, sino a los procesos de
dar sentido, a la subjetividad de dichos actores (De la Garza, 2000).
Es decir, el concepto de configuración sociotécnica, alternativo al de modelo
productivo, no es simple cambio de nombre sino que implica sobre todo: 1). El
abandono de la idea de modelo como sistema, con partes coherentemente
interconectadas y funcionales al todo, por la idea de que las conexiones en un todo
pueden ser duras o laxas, con contradicciones, discontinuidades y disfuncionalidades;
2). Que las estructuras acondicionan, presionan o canalizan la acción de los sujetos, pero
que las reglas pueden cumplirse o no, que siempre hay incertidumbre en su
interpretación y espacios no claramente regulados, que en la aplicación de las reglas
intervienen intereses, cogniciones, sentimientos, estética y formas de razonamiento
científicos y cotidianos que pueden llevar a los actores a la negociación o al conflicto;
3). Finalmente, que las estructuras no hacen nada sin la intervención de los sujetos, que
interaccionan en los procesos productivos con medios de producción y otros hombres,
pero estas interacciones están embebidas de sentidos, sentidos construidos a partir de
códigos culturales que pueden o no ser compartidos por los actores de la empresa, en
todo caso una parte de esos códigos no se generan en el trabajo sino fuera de la firma y
corresponden a clases sociales diferentes (De la Garza, 2006).
En este concepto modificado de configuración sociotécnica cabe especificar el
concepto de nivel tecnológico: herramental, maquinizado, maquinizado automatizado,
automatizado computarizado, en red informática; así como el tipo de organización del
trabajo: tradicional, taylorista-fordista y toyotista; el nivel de flexibilidad del trabajo en
lo numérico, funcional y salarial, en lo formal e informal, en la forma unilateral o
bilateral; el perfil de la fuerza de trabajo: salarial, laboral y sociodemográfico; las
culturas laborales, de mandos medios, gerenciales y empresariales.

1. La Reestructuración Productiva en México

La Reestructuración Productiva en México primero tomó la forma de cambio


tecnológico en la primera mitad de la década del ochenta (De la Garza, 1992), fue
llamada reconversión industrial y se dirigió preferentemente a la industria, aunque
posteriormente se extendió a los servicios modernos de grandes empresas. Pero pronto
se transitó hacia un énfasis en la organización del trabajo, con la introducción de nuevas
formas de organización, bajo la idea de la posibilidad de una reestructuración
organizacional que no implicara las grandes inversiones de la tecnológica (Pruijt, 1997).
Posteriormente, hacia finales de la década del ochenta, arribó el concepto de flexibilidad
(Pollert, 1989), primero asociado al Toyotismo, muy pronto implicando al conjunto de
las relaciones de trabajo y finalmente al mercado de trabajo (Simonazzi y Villa, 1999).
La idea de los distritos que llegó a fines de los ochenta todavía en esos años tenía el
componente de utopía de las pequeñas y medianas empresas que competían con las
grandes, pero se encontró que muchos distritos de PyMES en realidad eran detritus de
changarros y hacia mediados de los noventa la perspectiva mas realista se contentó con
la formación de clusters y organismo intermedios de apoyo mutuo entre empresas
(Cook, 1999). De cualquier forma el eje dominante de la reestructuración productiva fue
en toda la década del noventa y posiblemente hasta la actualidad el del Toyotismo-
flexibilidad (De la Garza, 1993ª). Recientemente, ya en el siglo XXI, llegaron las
perspectivas de la economía del conocimiento, pero su constitución en países como
México es en el mejor de los casos un proyecto de académicos, organismos
internacionales, funcionarios públicos y algunas empresas.
La reestructuración productiva en México, a diferencia de otros países tuvo su centro
en la manufactura, conformando un modelo económico secundario exportador, que
operó desde finales de los ochenta hasta el año 2000 con relativo éxito en exportaciones,
empleo e inversión (Ruiz Durán y Dussel, 1999). Sin embargo, desde el 2001 el sector
manufacturero entró en crisis, luego estancamiento y a partir del 2008 en su crisis
histórica más profunda que hace plantearnos la hipótesis de sí este modelo económico
con su reestructuración productiva de los noventa llegó a su límite.
Gráfica No. 2: Crecimiento del volumen físico de la producción industrial anual

Actividad industrial. Variación


anual, enero-mayo de cada año

La manufactura fue la joya de la corona del modelo neoliberal en México, llegó a


representar en 1998 el 90% del total de la exportación, luego ha disminuido, el 50%
corresponde a la maquila. La industria, en particular la manufacturera se encuentra hoy
en profunda crisis
Se trata de un Sector muy concentrado: 0.7% de establecimientos son grandes y
concentraron el 70% de la producción y el 50% del empleo.
Los modelos productivos dominantes en la manufactura se caracterizan por:
Tecnología:
Manufactura no maquiladora: 45% del equipo no es de última generación, solo 9.9%
hizo I&D, la tecnología en el 57.7% de los establecimientos se adquiere a través de la
literatura o eventos especiales
Maquila: 54.26% del equipo no es automático, el porcentaje de los gastos dedicados a
I&D es de 4.25%

Organización del trabajo:


Manufactura no maquiladora: control estadístico del proceso, 8.4%: justo a tiempo,
5.3% de los establecimientos
Maquila: más extendidas las nuevas formas de organización del trabajo
Relaciones laborales:
Manufactura no maquila: con sindicato el 4.52% de los establecimientos, trabajadores
sindicalizados, el 37.8%; tasa de regulación laboral cero en el 66.17% de los
establecimientos
Maquila: trabajadores con sindicato el 39%

Mano de obra:
Manufactura no maquiladora: el 50% son obreros generales (no especializados)
Maquila: 64.2% obreros generales

Vinculación:
Manufactura no maquila: porcentaje de establecimientos que forman clusters el 0.04%
Maquila: 0.35%

Un análisis reciente para la maquila de exportación de México (De la Garza (coord.),


2005) mostró que las configuraciones sociotécnicas predominantes fueron primero la
combinación entre organización fordista, tecnología baja o media, flexibilidad baja o
media y calificación baja o media con bajos salarios y en segundo lugar el Toyotismo
precario consistente en la introducción de nuevas formas de organización del trabajo,
con tecnología, flexibilidad y calificación bajas o medias y bajos salarios, otros perfiles
existen pero son francamente minoritarios

Cuadro No. 5: Configuraciones sociotécnicas de los establecimientos maquiladores en


México (2004)
PERFIL PORCENTAJE
Organización fordista, tecnología baja o media, flexibilidad baja o media y calificación de baja a media 47.2%
Organización fordista, tecnología baja o media, flexibilidad baja o media y calificación alta 7.5%
Organización fordista, tecnología baja o media, flexibilidad alta y calificación de baja a media 9.4%
Organización fordista, tecnología baja o media, con flexibilidad y calificación altas 3.8%
Organización fordista, tecnología alta, con flexibilidad y calificación bajas o medias 9.4%
Organización toyotista, con tecnología, flexibilidad y calificación bajas o medias 17.0%
Organización Toyotista, con tecnología y flexibilidad bajas o medias y calificación alta 3.8%
Organización Toyotista, con tecnología alta pero con flexibilidad y calificación bajas o medias 1.9%
Total 100.0%
Fuente: De la Garza, E. (coord.) (2005) Modelos de Producción en la Maquila de
Exportación en México. México, D.F.: UAM-Plaza y Valdés.

Para la manufactura en general y analizadas las configuraciones sociotécnicas por


dimensiones podríamos concluir que:
a). Una minoría tiene tecnología elevada
b). Una mayoría han hecho cambios sencillos de organización del trabajo
c). La mayoría ofrecen bajos salarios
d). La mano de obra en su mayoría no es calificada y de poca antigüedad en la empresa,
con escolaridad no alta.
Podemos concluir que la reestructuración productiva avanzó en México,
especialmente durante la década pasada, pero el camino principal seguido no fue el
cambio tecnológico en su nivel más alto, sino el cambio en la organización del trabajo,
sin flexibilidad numérica ni salarial importantes (De la Garza y Bouzas, 1998), no
obstante la implantación de bonos de productividad estos no representaron mucho en el
total de las remuneraciones (De la Garza, 2006a), la flexibilidad avanzó mas al nivel de
los contratos colectivos de trabajo en lo funcional permitiendo la movilidad interna, la
polivalancia, el ascenso por capacidad. Algo de lo más significativo es la no diferencia
de fondo entre la operación de la gran empresa con las de otros tamaños. Así como en la
maquila es probable que haya en la manufactura tres o cuatro configuraciones
sociotécnicas dominantes, la primera puede corresponder a las empresas macro con
tecnologías elevadas, con extensión de nuevas formas de organización del trabajo y
mano de obra calificada; la segunda puede ser el toyotismo precario, caracterizado por
tecnología media o baja, nuevas formas de organización del trabajo, flexibilidad media
o baja y calificación media o baja; la tercera la persistencia del taylorismo fordismo, con
tecnología media o baja, flexibilidad media o baja, media o baja calificación y
organización fordista, sin olvidar en las micro y una parte de las pequeñas
configuraciones tradicionales. En cuanto a la forma principal que en casi todos ha
adquirido la reestructuración productiva esta ha seguido la vía de toyotismo, pero un
toyotismo a la mexicana con bajos salarios en general, baja calificación, flexibilidad
funcional, alta rotación externa de personal. Excepto el primer perfil, los otros dos
corresponden a los que predominan en la maquila, sin embargo, para una parte de la
manufactura no maquiladora con los dos perfiles mencionados se podría hablar de una
maquilización de esta, en cuanto a producir de una manera semejante que dicho sector
(De la Garza, 2006).
Las implicaciones de los modelos productivos dominantes en México en cuanto al
empleo de profesionistas son inmediatos en cantidad y calidad, como se ve del siguiente
cuadro, la manufactura, centro del modelo exportador mexicano, sea en su forma
maquiladora o no maquiladora, emplea pocos profesionistas y en profesiones
tradicionales vinculadas con las empresas. La mayoría de sus trabajadores empleados no
son calificados.

Cuadro No 6: Empleo de profesionistas en la manufactura no maquiladora y en la


maquila

Nivel educativo Manufactura no Maquila


maquiladora
Sin instrucción o primaria 7.3 6.9
incompleta
Primaria completa 23 31.9
Secundaria completa 39.6 40.8
Bachillerato y técnico 21.1 14.6
Profesional y postgrado 9.0 5.8
Fuente: ENESTyC, INEGI (2005)
Lo anterior es consecuente con el mercado de trabajo mexicano en general, en el que la
mayoría de los ocupados tienen un nivel de escolaridad menor o igual a secundaria
completa (71.69% de los ocupados), durante la crisis actual los niveles de desocupación
han afectado más entre mayor nivel educativo se tenga,

Cuadro No. 7: Distribución de la población ocupada por nivel educativo (mayo 2009)

Nivel educativo Porcentaje de la población


ocupada (%)
Sin instrucción y primaria incompleta 17.04
Primaria completa 22.34
Secundaria completa 32.31
Media superior y superior 28.21
No especificado 0.1
Fuente: ENOE, INEGI, Primer trimestre 2009
Es decir, el problema no es que las universidades no generan el tipo de profesionista
que supuestamente requeriría el mercado de trabajo, en general si lo hace, en cambio es
el aparato productivo el que no llega a generar suficientes plazas vinculadas con nuevas
tecnologías, porque los modelos de producción establecidos y que han conformado el
modelo manufacturero exportador a partir e los ochenta ha seguido la vía baja del
desarrollo, mano de obra barata con bajos niveles educativos.

IV. Los Límites del Toyotismo Precario

El concepto de límite de un Modelo Productivo se empezó a utilizar desde finales de


los setenta, referidos al Taylorismo Fordismo, aunque en esa época no se le denominaba
modelo de producción propiamente dicho sino forma de organización del trabajo o bien
régimen de acumulación. Los límites del taylorismo fordismo como forma de
organización del trabajo se referían a que la insistencia en sus principios no permitirían
el incremento de la productividad (Castillo, 1991). En esa época se cuestionaron las
bondades de los principios del taylorismo fordismo: la segmentación de tareas en forma
minuciosa, para tener operaciones simplificadas, estandarizadas y medidas con tiempos
y movimientos, la división del trabajo por puestos individualizados organizados en
secuencias lineales y, por tanto, la no necesidad de mano de obra calificada. Esta forma
de organización que permitió elevar la productividad desde principios del siglo XX,
primero en los Estados Unidos y luego en otros países, habría llegado a su límite en
torno de la gran crisis capitalista de segunda mitad de los setenta porque implicaba un
tiempo productivo y otro improductivo de transporte entre un puesto y otro en la línea
de producción, y el principio de segmentación minuciosa haría aumentar el porcentaje
del tiempo de transporte interno en las líneas de producción que llegaría a contrarrestar
la ventaja de operaciones más rápidas al dividir más el trabajo (Boyer, 1989). Por otro
lado, no era posible segmentar indefinidamente el trabajo, ni tampoco simplificarlo más
después de cierto punto. También, la organización taylorista fordista, basada en el
mayor desgaste de la fuerza de trabajo -lo que Marx llamaba intensificación del trabajo,
que no era el concepto de trabajo intensivo de la economía convencional que remite a
relación de costos laborales a costos totales- supuso resistencias individuales y
colectivas de los trabajadores relacionadas con dicha intensificación, con la monotonía,
el trabajo poco creativo y poco participativo (Boyer, 1989). Las resistencias de los
trabajadores podrían ir desde la incapacidad física para trabajar más rápido, hasta las
formas menos directas como el tortuguismo, el sabotaje a la producción, el ausentismo,
el turn over, el alcoholismo, la drogadicción. Las formas de resistencia colectiva a esta
forma de organización desgastante de la mano de obra más reconocidas fueron: el paro
loco, la huelga, la negociación colectiva que frenaba la velocidad de las cadenas de
montaje, y las culturales, con la no conformación de una cultura organizacional
homogénea, sino la segmentación entre las culturas obreras y las de las gerencias y el
empresariado, con sus consecuencias en la no identidad con el trabajo, con la empresa y
la productividad.

La visión Regulacionista con su concepto alterno de Fordismo, como régimen de


acumulación, añadió el componente de articulación entre producción en masa y
consumo en masa, componente muy importante porque permitió relacionarlo con
niveles de la Economía y la política que rebasaban al proceso productivo (Boyer y
Saillard, 1988) (Saillard, 1998). Sin embargo, las teorías de crisis del taylorismo
fordismo no dejaban de ser tipos ideales con relación a situaciones muy diversas de
implantación de estas formas de organización en el mundo: primero, no en todos los
países se vivió un período keynesiano de casi pleno empleo, con sindicatos fuertes y
representativos de los trabajadores, ni se acuñaron en forma acabada culturas obreras
arraigadas en la gran fábrica manufacturera con trabajo estable y orgullo obrero; de tal
forma, que elementos importantes que apuntarían hacia límites de esta forma de
organización del trabajo, así como a las formas de resistencia, no operaron al mismo
tiempo ni se presentaron iguales siempre, de tal manera que el taylorismo fordismo
sigue existiendo en el mundo, especialmente en países maquiladores, de bajos salarios,
sindicatos inexistentes o controlados por los Estado, con abundante mano de obra
dispuesta a aceptar un empleo por bajas remuneraciones y gran desgaste de su fuerza de
trabajo (Kochan, Lansburry y Duffie, 1997).
De cualquier forma, de manera sistemática en los inicios de los ochenta las nuevas
doctrinas gerenciales, una parte de la academia y de los gobiernos y organismos
internacionales plantearon como salida a la crisis de productividad de los setenta la
implantación del Toyotismo con sus principios: reintegración de tareas vs.
segmentación del taylorismo; polivalencia vs trabajo simplificado y rutinario; movilidad
interna entre puestos, categorías y departamentos vs. un puesto un hombre;
participación e involucramiento del trabajador para poner a disposición de la empresa el
saber hacer tácito acumulado por éste vs un trabajador que se reduce a obedecer reglas;
la creación de una cultura propiamente organizacional, es decir compartida por
directivos y trabajadores y una identidad del trabajador con la empresa y con su trabajo
vs la actitud instrumental del trabajador (Boyer, 1988). Sin embargo, como sucede con
todas las recetas abstractas, tenía el defecto de ignorar que las doctrinas gerenciales
siempre se asientan en contextos y con actores locales que las llenan de contenido y con
esto las formas y los resultados de su aplicación pueden diferir (Anfossi, 1968). Se
olvidaba que el éxito de Japón a partir de la década del 50 y en especial durante la crisis
de los setenta no se podía disociar de instituciones del sistema de relaciones de trabajo
que sobrepasaban a las empresas, como era la institución en las grandes compañías del
trabajo de por vida, el ascenso no por capacidad sino por antigüedad, la existencia como
fenómeno histórico construido con conflictos después de la segunda guerra mundial de
la figura del sindicato de la casa (sindicato que coopera con la gerencia en la gestión
cotidiana de la fuerza de trabajo dentro del proceso de trabajo), la existencia de un
reparto de utilidades según el desempeño financiero de la empresa (muy diferente de los
bonos occidentales por productividad individualizada), la presencia de un mercado dual
de trabajo, uno muy protegido por las empresas grandes y otro desregulado que permitía
la expulsión de trabajadores de las compañías subcontratistas en tiempos de crisis, y,
finalmente una seguridad social en las firmas grandes dependiente de la empresa y no
del Estado (Kumazawua, 1996).
Pero, el nuevo Toyotismo, como antes el Taylorismo, se asentó inevitablemente en
contextos locales. Para países como México:
1). Con una abundante mano de obra en busca de empleo, no calificada, de bajo nivel
educativo, joven, sin experiencia laboral.
2). Dispuesta a aceptar bajos salarios
3). Con sindicatos corporativos poco representativos, dispuesto a aceptar condiciones
laborales bajas.
4). Con un gobierno controlador de las relaciones de trabajo a favor de las empresas que
avala, protege y contribuye junto con los sindicatos a erradicar la disidencia.
Esta “nacionalización” del Toyotismo ayudó, junto a decisiones de los actores
principales, Estado, empresas, sindicatos y trabajadores, a la conformación de un
Toyotismo precario, como forma dominante de la reestructuración productiva en
México, que implicó: aplicación parcial del Justo a Tiempo y el Control Total de la
Calidad, en la mayoría de las empresas reducido a sus aspectos más simples como los
círculos de control de calidad; un toyotismo que en México supuso la continuación de la
segmentación entre el trabajo de operación de los obreros y el de concepción de
técnicos, ingenieros y directivos, con el predominio de obreros no calificados; el
achatamiento de los tabuladores para obreros, con la consiguiente no carrera
profesional, sobre todo la persistencia de la barrera entre ser obrero y no ser;
flexibilidad salarial numerosa, pero convenios de productividad que premian sobre todo
puntualidad y asistencia, además de montos poco atractivos como bonos; persistencia en
el sector estructurado de la Economía de la rigidez en el empleo y desempleo, las reglas
generales de cómo desemplear no han cambiado y están contenidas en la Ley Federal
del Trabajo; flexibilidad funcional más amplia que la numérica; bajos salarios y una
mayoría de los obreros en los linderos de la pobreza (De la Garza, 1990)(De la Garza,
1993). El Toyotismo precario se combinó con la flexibilización de los contratos
colectivos de trabajo a partir de la segunda mitad de los ochenta (ACLAN,
1977)(ACLAN, 1988ª). Esta forma de Toyotismo se tradujo en alta rotación externa
voluntaria, y elevadas demandas individuales ante las juntas de conciliación y arbitraje
por violación en derechos laborales (Middlebrook y Quintero, 1998).
El Toyotismo precario se extendió con cierto éxito durante la década del noventa,
especialmente en el sector estrella del modelo neoliberal en México, el manufacturero,
pero al inicio del presente siglo –así como en el segundo quinquenio de los setenta para
el Taylorismo fordismo – la coyuntura de recesión en la Economía en los Estados
Unidos, bajó la demanda de productos manufacturados mexicanos, se articuló con la
propia recesión en México y la nueva competencia en las inversiones extranjeras
directas de países como China, especialmente en el área de las manufacturas. Esta crisis
no se dio sin un contexto nacional que le ayudó: la extensión del Toyotismo precario en
la maquila y, a la vez, la maquilización de una parte de las manufacturas no
maquiladoras, es decir, la extensión de los modelos productivos dominantes en la
maquila a otros sectores; la gran desarticulación de antiguas cadenas productivas, no
substituidas por los escasos encadenamientos que el modelo maquilador ha propiciado,
reflejado en el déficit persistente de la balanza de pagos en la manufactura. La casi
inexistencia de investigación y desarrollo en las empresas del país, correlacionado con
la importación creciente de su maquinaria y equipo; el fracaso para las empresas
productivas de la privatización bancaria con el encarecimiento del crédito y su escasez;
y, finalmente la falta de una política industrial de fomento, que supliera desventajas por
un tiempo de aquellos sometidos adentro y afuera del país a la competencia
internacional (Dombois y Pries, 1998).
Es decir, la crisis económica en México en la primera década de este siglo, tiene en
su centro no el sector financiero como en la anterior crisis de 1995, sino el aparato
productivo, especialmente el eje del modelo que ha sido el manufacturero. Esta crisis a
la fecha no ha sido remontada sino que se ha profundizado y han influido factores
externos a las empresas como los mencionados más otros internos que contribuyen a
convertirla en crisis de la productividad, al menos en la parte en que predomina el
Toyotismo precario.
En su aspecto más abstracto, el Toyotismo puede llegar también a su límite para
permitir incrementar la productividad en ciertos contextos (Schuldt, 1998). El
toyotismo, como el Taylorismo, también es un régimen laboral basado en la
intensificación del trabajo, no en la alta automatización de los procesos productivos y en
esa medida puede tener límites físicos y sociales. Los físicos son evidentes, aunque el
trabajador esté más motivado que en el taylorismo y su trabajo sea más creativo, hay un
límite a la capacidad física y a su ingenio para aumentar la productividad en términos de
no poder desgastar más rápido su fuerza de trabajo, so pena de crisis biológica o
psicológica. La muerte en Japón por exceso de trabajo como figura jurídica reconocida
en la legislación es indicador de estos límites (Boyer y Yamada, 2000). Los límites
sociales también pueden imaginarse: especialmente la rotación voluntaria, tan común en
la maquila de exportación en México y la insatisfacción con el trabajo que puede
originar demandas individuales o colectivas; también se puede ver la crisis del
Toyotismo como crisis de las relaciones en la familia, olvidada frente a largas jornadas
para poder cumplir con las metas de productividad o el trabajo en días de descanso con
la misma finalidad (Maurice, 1999). Finalmente, la crisis como crisis de identidad con
la empresa, como disyuntiva entre vivir o trabajar, como de la realización personal, que
puede conducir al rechazo a este trabajo que se apodera de toda la personalidad y reduce
los mundos de vida al del trabajo, es la crisis de la mejora continua que no tienen límite
para consumir toda la integridad del trabajador en aras de la productividad. Es decir, la
crisis y los límites del Toyotismo podrían ir más allá de su forma precaria y estar ya
presentes en el mismo Japón.
A la crisis del Toyotismo en México han contribuido también, como aspectos
específicos: la contraposición entre crisis en la Economía, especialmente en la
Manufactura en la primera década de este siglo y aumentos salariales reales en este
sector como parte de la política laboral del actual gobierno, que contribuyeron a
convertir la crisis de productividad en una de rentabilidad, sobre todo manifiesta en la
maquila de exportación. Tampoco esos aumentos reales lograron recuperar el poder
adquisitivo en la manufactura de inicios de los noventa, ni el actual gobierno propició el
tránsito hacia una vía alta del desarrollo, porque no contó con una política industrial
acorde con esa meta y porque prefirió la restauración de la relación corporativa
tradicional.
El corporativismo mexicano siempre fue de Estado, por largo tiempo se confundió
con el partido político –los sindicatos corporativos en México pertenecen a PRI– , pero
el cambio a un gobierno diferente en el año 2000 mostró que las raíces del
corporativismo sobre todo están en lo laboral y no en el sistema de partidos. Lo laboral
articulado con lo político estatal, pero no necesariamente con el sistema electoral. Así
sucedió, las corporaciones sindicales son cada vez menos importantes electoralmente,
pero son insustituibles en el control actual del sistema de relaciones de trabajo. Sistema
que incluye todavía una cúpula de decisión en la presidencia de la república en
comunicación con las cúpulas de los sindicatos y de los empresarios. Este sistema,
largamente construido involucra a la Secretaría del Trabajo y a las Juntas de
Conciliación y Arbitraje, en donde confluyen nuevamente patrones y líderes de
sindicatos y donde se reproduce principalmente el corporativismo como relación de
intercambio de paz laboral a través del control sindical a cambio del sostenimiento de
los cotos de poder de las direcciones gremiales. Este nodo central no cambió con los
gobiernos del PAN e incluso hubo intentos de renovar la alianza macro del Estado con
los sindicatos en torno de la elaboración del proyecto de Ley laboral impulsado por la
Secretaría del Trabajo que implicó un acuerdo de intercambio entre mayor flexibilidad
laboral con protección al monopolio sobre los sindicatos por la dirigencia del Congreso
del Trabajo.
La crisis del Toyotismo precario contribuyó al estancamiento o lento crecimiento de
la Economía y hoy a su crisis más profunda, especialmente del sector manufacturero,
incluyendo a la maquila de exportación.

V. La Economía del Conocimiento ¿Alternativa?


Mucho se ha dicho que la alternativa está en el tránsito hacia una economía del
conocimiento, una economía intensiva en conocimiento, puesto que el los países
desarrollados “el 80% de la fuerza de trabajo ya se ubica en dicha economía”, por tanto
que no se puede ser competitivo si no se producen productos con procesos productivos
intensivos en conocimiento.
Habría que aclarar primero la confusión contenida en el concepto de

producción “intensiva en conocimiento”. Entre producción propiamente de


conocimiento, con contenido eminentemente simbólico, de la producción
de medios de producción a partir de estos conocimientos y, sobre todo,
entre la producción de conocimiento y la operación de la maquinaria y el
equipo basados en dichos conocimientos para la producción de bienes
materiales o inmateriales. De entrada podríamos afirmar que toda
producción implica conocimiento, decía Marx que para el productor el
producto existe dos veces, primero en su conciencia y posteriormente como
objeto separado de quien produce, objetivado. El concepto de objetivación
no solo del conocimiento sino de la actividad productiva del productor, en
donde el conocimiento es solo una dimensión, actualmente muy
importante, en la cadena que va de la invención a la inversión en fábrica,
implica que el conocimiento se objetiva en tipo de proceso productivo, en
maquinaria y equipo, en conocimientos nuevos para el que operará en
fábrica. Pero las mediaciones entre investigación y desarrollo y producto
material o inmaterial para el mercado, implican objetivaciones y
traducciones entre los diversos actores involucrados. Objetivaciones del
conocimiento que entre otras cosas significa que quien opera la máquina no
tiene que conocer todo el trasfondo científico que intervino en su diseño,
mucho menos la concatenación que implica el proceso productivo en su
conjunto o como cadena productiva. Una Maquina Herramienta de Control
Numérico Computarizado (MHCNC) puede haber implicado un gran
“contenido de conocimiento” pero no se puede equiparar el trabajo y el
conocimiento del diseñador de MHCNC con el del obrero de la maquila
que los opera para generar productos electrónicos. De esta confusión
proviene una clasificación exagerada con consecuencia improcedentes en
cuanto a las ocupaciones intensivas en conocimiento en las que se incluyen
a los obreros de la maquila, por el hecho de generar productos intensivos en
conocimiento (por ejemplo ensamblar computadoras) y a veces operar
equipo “intensivo en conocimiento”. Una industria puede requerir
conocimiento sofisticados en la fase de invención y de su transformación
en tecnología, pero la tecnología al convertirse en planta productiva
implicar otro tipo de conocimientos en donde no hay determinismo
tecnológico. Una tecnología de punta (“intensiva en conocimiento”) no
necesariamente tiene que operarse con personal igualmente sofisticado en
conocimiento. Lo anterior tienen dos justificaciones, primero que el
contenido de conocimiento científico va de mas a menos en el camino a
veces largo que va de la invención a la producción en planta, esto se debe a
que la ciencia implica simplificación relativa de la realidad y los modelos
científicos en laboratorio, planta piloto e incluso como diseños de planta
forzosamente tienen que asumir supuestos y con ello simplificar la realidad
de un proceso productivo concreto. Es decir, todo diseño implicará dejar de
lado variables fisicoquímicas supuestamente no relevantes y sobre todo
sociales dentro del proceso productivo. Los procesos productivos no son en
general determinísticos, en el mejor de los casos probabilísticos y en la
cotidianidad de la vida en el trabajo los actores (obreros, supervisores,
jefes, gerentes) llenan con sus decisiones aquello que falló en los diseños o
los poros de incertidumbre. Este llenado cotidiano con decisiones en el
proceso productivo implica también lo que Edwards denominó la
negociación del orden en la planta, la negociación cotidiana en torno de las
decisiones frente a actores que pueden dar significados diferentes por
intereses, cultura a lo que debería de hacerse. Estas decisiones cotidianas
ponen en juego conocimiento científico pero también conocimiento
práctico, experiencia, intereses y poder, que remiten no simplemente a lo
intensivo del conocimiento sino al antiguo concepto de Calificación de la
mano de obra, en términos de conocimientos (científicos y no), experiencia,
habilidades y capacidad de trabajo en red. Es decir, hay procesos con
calificaciones altas o bajas, no simplemente intensivos en conocimiento.
Porque un proceso productivo, una maquinaria o un equipo “intensivo en
conocimiento” puede operarse a veces con mano de obra poco calificada o
muy calificada, dependiendo de las decisiones de la gerencia en cuanto a
como organizar el trabajo; es decir, sí decide la segmentación de tareas
entre operaciones simples y mantenimiento y control de calidad sofisticado
o no, de las dos formas se puede operar el equipo “intensivo en
conocimiento”.
A esta confusión han contribuido las tesis acerca del aprendizaje tecnológico, es
cierto que la tecnología no simplemente se opera en forma mecánica sino que la
complejidad de los procesos implica una adaptación y la posible innovación incremental
en el proceso mismo de producción, con la incorporación de conocimientos tácitos, pero
en general no se pueden comparar en cuanto a “contenido de conocimiento” la fase de
invención como ciencia básica, con la conversión en Tecnología, con el paso a planta
piloto, con el arranque de planta y con la operación de la misma en stady state. Es decir,
entre invención y operación de planta hay muchas mediaciones que implican
trayectorias diferentes más que determinismo tecnológico, además de que lo tecnológico
es solo una dimensión importante dentro de lo que permite la culminación del proceso
productivo en un producto generado con determinada eficiencia. Reducir el problema de
la productividad al aprendizaje tecnológico es francamente improcedente, sobre la
productividad hay que investigar cuales son los factores macro, mezo y micro que
inciden.
En cuanto a la aserción de que hoy solo se compite por intensidad en
conocimiento habría que decir que el mundo actual no es el de la
convergencia en Modelos de Producción sino el de la Polarización. Hay
procesos “intensivos en conocimiento”, junto a otros en mano de obra,
servicios que no extinguen a la manufactura sino la trasladan a regiones del
tercer mundo, basados en tecnología de punta y en otras ocasiones basados
en la mano de obra barata y que pueden utilizar maquinaria y equipo
“intensiva en conocimiento” por la simple vía de importarla. Decir que
todos los procesos productivos se encaminan hacia la tecnología de punta
es indemostrable en las actuales condiciones, salvo que como Castells se
haga la reducción al conocimiento de los múltiples factores que inciden en
la productividad y la competitividad. Es diferente a decir que una vía que
interesa voluntariamente desarrollar a los teóricos de la sociedad del
conocimiento no es la de la mano de obra barata sino la de la intensidad en
el conocimiento, pero lo anterior no es una simple constatación de lo que
pide el mercado sino de actores que deciden entre opciones no por estricto
cálculo racional sino impulsando una forma de desarrollo que para los
países de América Latina es posible pero no la más viable sin un cambio
estatal de fondo.
En esta medida, resulta simplista dirigir al aparato educativo de país hacia
la generación de profesiones de creación de conocimiento o en términos
más modestos hacia la formación en las tecnologías de punta, porque
podríamos encontrarnos con que los profesionistas que pide la Economía
fueran más de tipo tradicional, como hemos demostrado empíricamente, y
no por culpa de las Universidades no se transita hacia la sociedad del
conocimiento sino porque los inversionistas han encontrado grandes
ventajas políticas, culturales y sociales para preferir el establecimiento de
configuraciones socio técnicas de los procesos de producción y de
circulación que en general no requieren de tales profesionistas, que
emplean más a los tradicionales y que esta situación solo limitadamente la
pueden variar las instituciones de educación superior. Es decir, mientras no
se transite hacia modelos productivos y circulatorios diferentes del
toyotismo precario, las exigencias a las universidades de que actualicen sus
planes de estudio y métodos de enseñanza poco influirán en el avance
económico del país.
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