Panorama Del Arte Virreinal

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SEPARATA

PANORAMA DEL ARTE VIRREINAL

Virgilio Freddy Cabanillas Delgadillo

ARQUITECTURA RELIGIOSA
Durante el virreinato del Perú la arquitectura logró uno de los desarrollos más notables del continente
americano. El rubro más espectacular es el de la arquitectura religiosa; los campanarios, cúpulas y
portadas-retablo de los templos, así como los claustros de los conventos edificados en ciudades como
Cusco, Lima, Arequipa, Ayacucho, Cajamarca, Juli, Trujillo, Huancavelica, etc. revelan que la arquitectura
peruana virreinal no fue una mera copia del arte europeo, sino más bien, supo enriquecer con valores
propios aquello que los españoles implantaron en el Perú.

En el siglo XVI los edificios tuvieron influencias góticas y renacentistas; en el siglo XVII y hasta mediados del
XVIII se manifiesta esplendoroso el Barroco. En el sur andino este estilo es tan particular que se denomina
Barroco Mestizo. Es cierto que el concepto de mestizo aplicado al arte y la cultura es materia de polémica,
sin embargo, es útil si se le entiende como una “voluntad de forma” propia de la colonia, un estilo artístico
que expresa de manera genuina la sensibilidad de la sociedad virreinal.

A mediados del siglo XVIII destaca la presencia del sensual Rococó; finalmente, en el siglo XIX se impone la
sobriedad neoclásica.

ARQUITECTURA MILITAR

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El Callao fue el puerto principal del virreinato peruano, por esa razón en el siglo XVIII se edificó la Fortaleza
del Real Felipe. Había que protegerse de los piratas y las potencias enemigas de España, como por ejemplo
Inglaterra. La obra fue diseñada por el matemático y proyectista francés Luis Godin. El castillo tiene forma
pentagonal, con cinco baluartes, dos torreones y foso. La muralla tiene 1532 m y el área total interna es de
70000 m².

ARQUITECTURA CIVIL

Importantes casonas de las grandes familias de la aristocracia se conservan en Lima, Arequipa, Cusco,
Ayacucho y Trujillo. En Lima es característico el empleo de materiales como el adobe y la quincha, así como
la presencia de balcones de cajón, de los que existen todavía varios ejemplares. El balcón pasó de los países
árabes a España, y de ahí a América. Lima los aceptó con entusiasmo y se convirtió en la “ciudad de los
balcones”. La casa limeña poseía un corredor llamado zaguán -ahí voceaban sus productos los vendedores-
y luego estaba el patio, alrededor del cual se ubicaban las habitaciones. El caso más notable es el palacio
Torre Tagle.

También es notable la casa arequipeña, arquitectura que emplea el sillar -piedra volcánica- para elevar
muros gruesos que buscan resistir los frecuentes movimientos sísmicos de la zona. Varias fachadas
conservan complejos tallados en piedra que daban distinción a las familias poseedoras, como por ejemplo
la casa Tristán del Pozo. Su ornamentación planiforme-textilográfica es sin duda la más representativa de
esta ciudad. Se trata de un tratamiento de los relieves tallados en superficie externa plana, sin interés en la
tridimensionalidad, que nos hace recordar la disposición de los diseños en los textiles (el estilo se empleó
también en la arquitectura religiosa, por ejemplo la iglesia y convento de la Compañía de Jesús).

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Sala de exposiciones de la Casa Tristán del Pozo.

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RETABLOS

Estos muebles de madera que se encuentran al interior de las iglesias son un ejemplo de “integración de las
artes”, ya que en ellos interactúan arquitectura, escultura y pintura. Están conformados por una mesa o
altar que sirve para realizar los oficios religiosos, un sagrario para el Santísimo Sacramento -el cuerpo de
Cristo- y una estructura arquitectónica formada por cuerpos, calles, remates, nichos y hornacinas. En los
espacios respectivos se colocan pinturas y esculturas que representan a Cristo, la Virgen María y los santos.
Incluso puede participar la platería, ya que en la parte delantera del altar era frecuente colocar frontales de
este metal, con diseños religiosos. En algunos retablos se ponían también pequeños espejos que lograban
agradables efectos visuales.

Los templos más importantes poseían varios retablos, uno principal que correspondía al altar mayor y otros
laterales.

Retablos de la Iglesia de San Pedro. El primero barroco y el segundo neoclásico.

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ESCULTURA

El material más empleado para la escultura en las portadas de iglesias y fachadas de casonas fue la piedra;
en cambio para los objetos de los interiores se empleó principalmente la madera. Retablos, sillerías corales,
púlpitos, cajonerías, artesonados e imágenes religiosas se produjeron abundantemente.

La sillería coral de la Catedral de Lima (siglo XVII) es una de las más importantes de Latinoamérica. Su autor
fue Pedro de Noguera, artista español radicado en el Perú. Hay que recordar que su disposición original fue
cambiada a fines del siglo XIX, pasando de la nave al presbiterio. La iconografía representada conforma un
valioso catálogo de hagiografía. También en la Catedral se puede apreciar otro mueble escultórico notable:
la cajonería de Martínez de Arrona (siglo XVII). Su programa iconográfico incluye a Cristo, San José, san Juan
Bautista, San Pablo y el Apostolado.

Un púlpito de intrincadas formas barrocas se encuentra en la iglesia de San Blas, en el Cusco. El mueble
servía para que el sacerdote dirigiera su sermón a los fieles. El programa iconográfico celebra el triunfo de
la Iglesia Docente (los doctores de la iglesia) sobre la herejía. Ha sido atribuido al escultor indígena Juan
Tomás Tuyru Túpac, pero el dato no ha sido comprobado (fines del siglo XVII).

El mobiliario rococó está representado por la cajonería de la iglesia de La Merced (Lima), con sus rocallas,
cresterías caladas y las atrevidas escenas del Hijo pródigo pintadas sobre vidrio.

Los templos estaban repletos de esculturas policromadas que representaban a Cristo, a María y a los
santos. Incluso se importaban obras de autores españoles, como por ejemplo los cristos de Juan Martínez
Montañés, el genio de la escultura barroca en madera (Catedral de Lima e Iglesia de La Merced). Otro
escultor español notable que envío obras a Lima es Juan de Mesa (crucificados de la Iglesia de San Pedro y
del convento de Santa Catalina).

Crucificado de Martínez Montañés. Catedral de Lima.

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Un importante escultor peruano fue Baltazar Gavilán (siglo XVIII), autor de El arquero de la muerte
(convento de San Agustín, Lima), una obra sobrecogedora que muestra a un esqueleto disparando sus
flechas contra los frágiles seres humanos. La muerte que llega sin previo aviso. Meditar con esta imagen
servía para olvidarnos de las vanidades de esta pasajera vida terrena y pensar en el Cielo.

También hay que tener en cuenta la escultura en metal. Particularmente interesantes son las fieras
representadas en la pileta de la Plaza Mayor de Lima (Pedro de Noguera, 1651). Su sentido ha sido
develado por Francisco Stastny: los leones de Castilla atacan a los amarus andinos -éstos últimos con
evidentes rasgos femeninos- abrazándolos y sometiéndolos desde atrás. Un símbolo de la conquista del
imperio hispano y la caída del imperio indígena. Nosotros siempre habíamos pensado que la pileta del
Conde de Salvatierra tenía un mensaje más bien teológico: Cristo, el “León de Judá” (Gn 49, 8-10, Ap. 5,5)
somete al pecado (simbolizado por los dragones). En el centro de la plaza principal del virreinato, la corona
confirma su defensa de la fe católica. Sin embargo, la lectura de Stastny amplía nuestros horizontes.

No podemos dejar de lado el espectacular pelícano de plata de Barrios Altos, pero lo veremos en el rubro
siguiente.

PLATERÍA

El virreinato del Perú fue un gran productor de plata, por la posesión de la mina de Potosí, en el Alto Perú
(hoy Bolivia). La abundancia de este metal facilitó el desarrollo de la platería, así se crearon preciosas obras
de arte, tanto para el uso litúrgico -en la iglesia- como para la vida cotidiana de las familias aristocráticas.
Del metal plateado que tantos sudores costó al minero indígena, se hicieron los objetos sagrados, los finos
recipientes de la mesa familiar, los pendientes de las damas y hasta la fama del Perú:

¡Vale un Perú! – y el oro corrió como una onda.

¡Vale un Perú! – y las naves lleváronse el metal…

Pero quedó esa frase magnífica y redonda,

como una resonante medalla colonial.

Así cantaba José Santos Chocano, y aunque no somos tan osados como para corregir al poeta, podemos
precisar que el oro fue expoliado sólo al inicio de la conquista, en los siglos siguientes la gran riqueza del
Perú fue la plata; mucha de ella enviada a Europa, pero buena parte -convertida en magníficas obras de
arte- conservada en nuestro país en templos, conventos, museos, colecciones privadas y casas familiares.

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La pieza más famosa es un sagrario en forma de pelícano. Pertenece al convento del Prado (Barrios Altos,
Lima), mide 1.25 cm. y tiene incrustaciones de piedras preciosas. En su interior se guardaba el Santísimo
Sacramento. En realidad no se parece a un pelícano porque el autor se inspiró en un grabado europeo de
poca precisión ornitológica. La verdad es que lo importante era el simbolismo cristológico-eucarístico del
ave. Lamentablemente esta maravilla no puede verse ya que por cuestiones de seguridad, se conserva en la
bóveda de un banco. Hay una pieza similar en el museo de la Catedral de Arequipa.

Pelícano del Convento del Prado en una muestra del BCP. Fotografía: V.F.C.D.
PINTURA

A fines del siglo XVI e inicios del XVII, llegaron a nuestro país tres maestros italianos que ejercieron enorme
influencia en el arte peruano: Bernardo Bitti, Mateo Pérez de Alesio y Angelino Medoro.

En el siglo XVII la pintura virreinal limeña y cusqueña sintió la influencia de los grabados y pinturas europeas
con composiciones barrocas. El flamenco Rubens y el español Zurbarán nunca estuvieron en el Perú pero
enviaron obras importantes. Pinturas del taller de Rubens se conservan en el convento de San Francisco
(Lima). Y los envíos del taller de Zurbarán se encuentran en el convento de la Buena Muerte y el convento
de San Francisco (Lima).

A fines del siglo XVII el Cusco vivió una época de esplendor artístico con la labor del obispo Mollinedo, gran
impulsor del arte religioso. En ese tiempo destacaron pintores indígenas como Diego Quispe Tito y Basilio
de Santa Cruz.

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En el siglo XVIII se produce el apogeo de la Escuela Cusqueña de pintura, con artistas como Basilio Pacheco,
Marcos Zapata y muchos anónimos. Los talleres cusqueños produjeron miles de obras para todo el
virreinato peruano e incluso exportaron a Chile.

En Lima, el pintor más reconocido fue Cristóbal Lozano, autor del retrato del virrey Conde de Superunda
que se conserva en la catedral de Lima. Este virrey reconstruyó Lima después del terremoto de 1746.

Firma del pintor Diego Quispe Tito.

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PINTURA MURAL

La pintura realizada directamente sobre los muros de las iglesias alcanzó notable desarrollo especialmente
en el Cusco y en la sierra de Lima. El más importante pintor muralista fue Tadeo Escalante, que hizo varios
murales en la iglesia de Huaro (Cusco, inicios del siglo XIX).

Mural del Infierno en Huaro.

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QUEROS

Con la conquista europea, los descendientes de los incas tuvieron que adecuarse a la nueva situación para
poder mantener sus tradiciones. Por ejemplo, los keros incas lucían diseños geométricos y no tenían color.
Ya en el virreinato, los keros siguieron usándose en las viejas ceremonias pero sus diseños se volvieron
figurativos e incorporaron colores. Siempre se hicieron en pares.

Quero del Museo de Arqueología y Antropología de la UNMSM. Archivo del museo.

Iconografía:

Podemos establecer la siguiente clasificación de los temas iconográficos de mayor presencia en el arte
virreinal:

A) TEMAS SACROS

I) La Santísima Trinidad:

Trinidad trifacial, Trinidad de tres personas iguales, Trinidad de dos personas iguales y el Espíritu Santo en
forma de paloma, Trinidad típica: Padre Eterno, Jesucristo y Espíritu Santo (en forma de paloma), una
variante de la anterior con Jesucristo como Niño Jesús y la Trinidad eucarística: El Padre Eterno,
el Espíritu Santo (en forma de paloma) y el Santísimo Sacramento.

II) El Antiguo Testamento:

Escenas del Génesis, los hijos de Jacob, los reyes de Israel, David, etc.

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III) Seres angélicos:

Arcángeles bíblicos (Miguel, Gabriel y Rafael), Arcángeles y ángeles de nombres apócrifos, Arcángeles
arcabuceros, el Ángel de la guarda.

IV) Jesucristo:

Escenas de su vida (nacimiento, niñez, vida pública, última cena, pasión y resurrección), advocaciones.

V) La Virgen María:

Escenas de su vida, advocaciones.

VI) Hagiografía:

San José, San Juan Bautista, Apóstoles, Evangelistas, Reyes Magos, Mártires, Santos Padres del Desierto,
Doctores y doctoras de la Iglesia, Fundadores de órdenes religiosas, Santos representativos de las diversas
órdenes religiosas, Santos legendarios.

VII) Composiciones alegóricas:

Alegorías eucarísticas, alegorías marianas, La Barca de la Iglesia, Árboles genealógicos de las órdenes
religiosas, alegorías universitarias.

VIII) Temas de vanitas (desengaño del mundo), las postrimerías o novísimos (muerte, juicio, gloria e
infierno) y ars moriendi (el arte de bien morir).

IX) Animales simbólicos: Hay un gran repertorio. Ejemplo: El pelícano que se hiere el pecho para revivir a
sus polluelos es símbolo de la Eucaristía.

B) TEMAS PROFANOS:

I) Retratos de autoridades y personalidades:

Virreyes, funcionarios, eclesiásticos, catedráticos sanmarquinos, señores y damas de la aristocracia, nobleza


indígena: los incas y sus descendientes.

II) Las castas.

III) Iconografía de los queros policromados.

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MÚSICA

La complejidad cultural del Perú se manifiesta de manera especial en las artes musicales: el canto, la danza
y los instrumentos, trajes y máscaras empleados en su ejecución. Esta diversidad se gestó en el Virreinato,
cuando la música indígena se encontró con la de los conquistadores europeos y la de los afroperuanos.

Importantes testimonios visuales (colección de acuarelas) ha dejado el obispo de Trujillo, Baltazar Jaime
Martinez de Compañón donde apreciamos danzas, trajes, máscaras y letras de canciones (1783).

También hay imágenes interesantes en los murales de la iglesia de Huaro (Cusco), donde podemos ver la
ejecución de las danzas y el colorido de los trajes (1802).

En Juli (Puno) los jesuitas realizaban teatralizaciones públicas para enseñar a los indígenas la fe católica
(fines del siglo XVI). Se sabe que una de las obras consistía en mostrar la lucha entre los ángeles y los
demonios. Este sería un antecedente de la famosa danza de la “diablada” que se ejecuta en Bolivia y Puno.

Con los instrumentos ocurrieron interesantes transformaciones, tal es el caso del charango: adaptación
local de los instrumentos de cuerda europeos.

La música barroca también tuvo cultores, como por ejemplo el compositor español Tomás de Torrejón y
Velasco, autor de La púrpura de la rosa (1701). Se trata de la primera ópera compuesta en América, con
libreto de Calderón de la Barca. Fue dedicada al virrey Conde de la Monclova.

Actualmente, en todo el Perú se realizan festividades que datan del período virreinal, son varios días de
música, danza y comida en los que participa todo el pueblo. Se trata de los carnavales, que en cada región
tiene variantes, y las fiestas patronales, en las que se celebra al santo -o santa- patrón del pueblo.

Sirena tañendo instrumento de cuerda. Catedral de Puno. Fotografía: V.F.C.D.

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VESTIMENTA

Los españoles trajeron la moda de las cortes europeas, sobriedad en los siglos XVI-XVII y sensualidad en el
siglo XVIII. Esto puede comprobarse al observar los retratos de las autoridades virreinales, por ejemplo la
colección de rectores y catedráticos de la UNMSM (Museo de Arte de la UNMSM, Casona del Parque
Universitario).

En Lima tuvo éxito el traje femenino de las tapadas. Consistía en una saya (falda) y un manto que cubría la
cabeza, dejando al descubierto sólo un ojo. Este típico traje limeño se prolongó hasta el siglo XIX.

En las provincias de la sierra surgieron los trajes mestizos, adaptaciones de las vestimentas que trajeron los
españoles de distintas regiones de su país.

Castas del virreinato peruano y su indumentaria. Museo de América, Madrid.

Tapada según Ignacio Merino.

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