Dark Light Series #3 Shadows
Dark Light Series #3 Shadows
Dark Light Series #3 Shadows
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Índice
Sinopsis Capítulo 19 Epílogo
Capítulo 2 Capítulo 22
Capítulo 3 Capítulo 23
Capítulo 4 Capítulo 24
Capítulo 5 Capítulo 25
Capítulo 6 Capítulo 26
Capítulo 7 Capítulo 27
Capítulo 8 Capítulo 28
Capítulo 9 Capítulo 29
Capítulo 10 Capítulo 30
Capítulo 11 Capítulo 31
Capítulo 12 Capítulo 32
Capítulo 13 Capítulo 33
Capítulo 14 Capítulo 34
Capítulo 15 Capítulo 35
Capítulo 16 Capítulo 36
Capítulo 17 Capítulo 37
Capítulo 18 Capítulo 38
Sinopsis
H
ace veintiún años, la vida de Gabriella le fue robada incluso
antes de que comenzara.
Incluso con un poder insuperable corriendo por sus venas, parte de Gabriella
está rota irreparablemente. Y con los viejos enemigos trabajando para destruir la
pequeña pizca de normalidad que le queda, se verá obligada a enfrentar la fea verdad
sobre Dorian, el hombre que eligió amar a pesar de su oscuridad.
Todo lo que amaba es mentira, y todos los que creía conocer son extraños. Y
ahora que Gabriella está a punto de ser arrastrada a la batalla de su vida, descubre
que puede estar luchando por el lado equivocado.
Dark Light #3
La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: solo la luz
puede hacer eso. El odio no puede sacar al odio: solo el amor
puede hacer eso.
—Doctor Martin Luther King Jr.
Antes
Era tiempo.
E
l hedor repugnante del odio era palpable, incluso a kilómetros de
distancia. Podía saborearlo en el aire helado y sentir cómo se frotaba
contra mi piel como una capa oscura y erizada. Ellos venían por
nosotros. Sabíamos que llegaría este día, pero estar sentada aquí, esperando que
llegue la muerte… ese fue un truco que ni siquiera yo había dominado después de
siglos en esta tierra.
—Te amo —susurró—. Nunca las dejaré, a ninguna de ustedes. Somos una
familia. Estamos en esto juntos. Esto es para siempre, Nat.
Asentí, pero mi acuerdo estaba lleno de engaño. Tenía que ser. No había
forma de que él y yo pudiéramos permanecer juntos; no había ninguna posibilidad
de supervivencia para ninguno de nosotros. Él también lo sabía; solo quería creer en
la ilusión de segundas oportunidades. Esos no existían para nosotros. No después de
lo que habíamos hecho.
—No te voy a dejar —dijo sin pensarlo dos veces. Su voz era gruesa y áspera,
la emoción exprimía el aire de su pecho—. Esperaré aquí contigo y nuestra hija. No
hay forma de que abandone a mi familia. Eres todo lo que tengo.
Nos miró a los dos, el ceño fruncido entre sus cejas transmitía con urgencia
que el problema estaba cerca.
La cabeza de Alex se levantó aún más rápido de lo que mis ojos entrenados
podían seguir.
Pude ver la incertidumbre que esperaba ocultar en sus rasgos casi angelicales
antes de girar hacia la puerta principal. Era hermoso, como lo era mi Alexander.
Todos lo eran. Se creía que los Oscuros eran la creación más perfecta de la Deidad.
Donde nosotros, la Luz, abarcamos la humildad y la compasión, ellos irradiaban
belleza y mística. Juntos, éramos equilibrio y armonía. ¿Aparte? Traición, caos y
envidia.
—¡Espera! —grité, sorprendiéndome a mí misma. Alex se puso de pie de
inmediato, listo para atacar—. Espera —repetí en un tono más suave. Suavemente,
toqué la piel desnuda del brazo de Alex, tranquilizándolo al instante—. Solo necesito
hablar con él antes de que se vaya —le dije, asintiendo a Dorian.
Como siempre, Dorian me miró con cautela, pero asintió cortésmente antes
de seguirme a la habitación contigua. Había algo que necesitaba decir, y Alex no
podía saberlo. No lo entendería.
—Hay fuerza en ti. Y bondad. Más de lo que puedas saber. Y es por eso… por
eso necesito tu valentía y lealtad nuevamente. Este niño restaurará nuestro mundo a
cómo debería ser. Los Oscuros y la Luz, hermanos y hermanas, hijos de la Deidad.
Seremos como una vez fuimos. Pero ella te necesitará.
—¿Ella?
—¿Y por qué dices eso? ¿Por qué yo? —Frunció el ceño, poco convencido.
Pude ver la reticencia en esos brillantes ojos azules, sin creer completamente mis
palabras, pero lo suficientemente sabio como para no descartarlas.
E
sa es la primera visión que tengo de mi padre, un hermoso fantasma
parado en el umbral, cuando me encuentra… cabello desordenado y
ropa maltrecha. Él mira a Dorian, sin camisa, congelado en medio del
movimiento, su mano aún extendida hacia mí. Frunciendo el ceño, los ojos de mi
padre se estrechan como si acabara de verme. De ver a Dorian. Viéndonos juntos.
—Shhh.
Se hunde aún más, haciéndome consciente del ruido del piso debajo de mis
pies y de las maldiciones gritadas mientras los dos hombres luchan para hacerse con
el control del otro. Jadeo por aire mientras el sabor a sangre y sudor inunda mis
pulmones.
De alguna manera, me escucha, o tal vez solo siente mi descontento. Tal vez
pueda oler el miedo tiñendo el aire, porque en un abrir y cerrar de ojos, él está a mi
lado, agarrando mi mano manchada de sangre.
Toma mis mejillas con sus manos espinosas, buscando en mi rostro con esa
misma mirada penetrante. Puedo sentir su temor, casi puedo predecir sus siguientes
palabras como si fueran mías.
Los brazos de Dorian son lo último que siento… antes de que no sienta nada
en absoluto.
Capítulo 2
N
o soy ajena a la confusión. La conozco bien, probablemente mejor
que a mí misma. Pero eso no dice mucho, ¿verdad? No cuando la
vida que creías tener nunca fue realmente tuya. Fue una ilusión. Un
despertar. Tu familia, tus amigos… todos diseñados para mantener la imagen
perfecta de una mujer normal y joven. Y no hay una maldita cosa normal en mí.
Aun así, esto es otra cosa, algo más. Algo para lo que realmente no puedes
prepararte. Mierda de estado cataclísmico que te hace sentir como si estuvieras en
una de esas atracciones en un carnaval que te marean.
—¿Gabriella? —me llama una voz apagada. Sé que debería responder, pero la
Tierra se está moviendo nuevamente, sacudiéndome a un estado constante de
vértigo. No termina. Nunca lo hace—. ¿Gabriella? —llama de nuevo. Realmente
deseo que la gente se calle y deje de llamarme. Ya ni siquiera sé quién es esa chica.
Esta no es mi vida. La mayoría de la gente diría que nunca fue así. Pero al menos,
sabía quién era. Sabía lo que más significaba para mí en esta vida. Y sabía por qué
estaba dispuesta a morir. Al menos eso pensaba—. ¿Gabriella? Por favor… respóndeme.
Abre los ojos, pequeña.
—Un poco tarde para que intentes tirar del acto de padre preocupado. La he conocido
y amado durante el año pasado. ¿Dónde demonios has estado?
—¿Te necesita? Te necesitaba hace veintiún años. ¿Pero dónde estabas, Alexander?
¿Eh? ¿Esperando tu tiempo cuando ella necesitaba protección? ¿Cuándo estaba en peligro?
—No olvidemos de quién necesitaba protección, ¿eh, príncipe Dorian? Dime, ¿de quién
surgió ese peligro? Sabes bastante y bien que habría dado mi vida por protegerla. Todo lo que
me importa es Gabriella. Y si tuvieras una pizca de afecto por ella, sentirías lo mismo.
—Ni siquiera pienses que puedes comprender la profundidad del afecto que siento por
ella. Ella es mía y yo soy suyo. Me aseguré de eso. Y no hay nada que tú ni nadie más pueda
hacer para cambiar eso.
Obligo a mis ojos a abrirse lentamente, ansiosa porque dejen de discutir antes
de que se vuelva violento… otra vez. Ha habido suficiente derramamiento de sangre
y ni siquiera he tomado mi café.
El rostro de Dorian aparece a la vista, y suspira con alivio, con la frente llena
de preocupación.
Muero.
Aunque no conozco a este hombre llamativo frente a mí, sé sin lugar a dudas
que él es mi padre. Y algo dentro de mí florece con esperanza, instándome a aceptar
esta improbable revelación y a aferrarme desesperadamente a la hermosa aparición
por temor a que se disipe ante mis ojos.
—¿Gabriella?
Abro la boca para decir algo, cualquier cosa, pero no puedo encontrar las
palabras correctas. Entonces, al estilo de Gabriella, voy con mi primer pensamiento.
Bajé la mirada para ver que el trozo de tela que llevaba era una vez la camisa
blanca y fresca de Dorian. La parte superior está manchada con mi sangre, pero la
piel que está debajo es suave y sin manchas, solo un poco fría al tacto. Paso una mano
desde la clavícula hasta la parte superior de mi seno izquierdo, siguiendo el rastro
helado que una vez estuvo abierto, carne sangrienta. Luego hago lo mismo con
Dorian, dejando que mis dedos acaricien su pecho desnudo. Se estremece
marginalmente al principio, todavía acostumbrándose a la sacudida inicial de mi
toque. Se inclina más cerca, absorbiendo la sensación de mi piel y el aroma de mi
poder.
Ya no.
—Sigue.
Dorian mantiene su mirada en mí, sin inmutarse por las palabras de mi padre.
—Tienes que creer que tu seguridad es lo único que me importa. Eres lo único
que me importa.
—Pero estoy bien ahora. Estás bien ahora. ¿Nos sanaste? Como me curaste
cuando… cuando Xavier me llevó y…
¿Qué mierda?
—Oh sí, obviamente —me burlo, rodando los ojos. En caso de duda, actuar
inmaduro. Siguiente paso, estampar mis pies y sacar mi labio inferior como la
mocosa que soy.
Me estabiliza con una mano en cada uno de mis hombros como si tuviera
miedo de que corriera.
—Y traté de curarte. Traté con todo en mí para sanarte, nena. Pero tú… tu
curación es algo que nunca hemos visto antes. Tu cuerpo, Gabriella, se reparó ante
nuestros ojos. Tu carne se juntó y se selló como…
Corre sus dientes sobre su labio inferior, tratando de encontrar las palabras
para explicarlo.
Una vez más, asiento, solo para mostrar que estoy escuchando, pero todo
suena como un idioma extranjero. Nada debería sorprenderme, pero lo hace. Toda
esta mierda me sorprende muchísimo.
Dorian deja que sus palmas se deslicen hacia mis manos para agarrarlas con
fuerza, tratando de exudar confianza y calidez en su toque. Su pulgar se demora sobre
la pequeña ancla azul marcada en mi piel, enviando ondas frías por mi brazo.
—Te prometo, pequeña, que haré todo lo que esté a mi alcance para
mantenerte a salvo. Encontraremos una manera de romper el vínculo. Agotaré cada
maldito recurso que tenga para hacer esto bien.
Presiono las puntas de mis dedos contra mis sienes y respiro hondo y calmado,
esperando que la confusión en mi cabeza disminuya. Puedo hacer esto. Claro,
Dorian y yo tenemos algunos fenómenos espeluznantes de estigmas, pero, mierda,
hemos pasado por cosas peores. Y tener a mi padre aquí, tener mi carne y sangre aquí
conmigo, es un sueño hecho realidad. Mis padres adoptivos, Chris y Donna, han
sido increíbles y nunca podría haber pedido más, pero tener esta segunda
oportunidad con Alex… qué regalo.
Abro los ojos y exhalo, lista para enfrentar cualquier otra cosa que esta vida
sobrenatural quiera arrojarme con una nueva resolución de “Ven a mí, hermano”,
pero estoy completamente congelada en el lugar antes de que pueda pronunciar una
sola palabra.
Agito una mano frente a la cara de Dorian, sus brillantes ojos azules, aún tan
seductores e hipnóticos como siempre. No se mueven para guiñarme un ojo
juguetonamente. Toco mis dedos en sus labios carnosos y suaves, pero él no me da
mi sonrisa torcida favorita. Incluso cuando paso una mano por ese desorden de
cabello negro sexy como el infierno que me encanta apretar y tirar tanto cuando está
dentro de mí, no se mueve. Ni siquiera siente que lo toco. Mi cuerpo es un extraño
para el suyo.
Mierda.
¿O ellos pueden?
Solo he visto que esto sucedió una vez antes; el día que Stavros apareció en el
salón, Luxe, exigiendo que hablara con él. ¿Cómo lo hizo? ¿Un chasquido de sus
dedos? Lo intento, pero nada cambia. Me estremezco y abofeteo a Dorian en la cara.
Su suave mandíbula se siente como mármol bajo las yemas de mis dedos y su piel ni
siquiera cede con el impacto.
Se establece una nueva ola de desesperación que hace que el piso retumbe más
violentamente. El frío punzante en mis ojos casi duele, y se vuelve más intenso
cuando miro fijamente esas puertas dobles, sintiendo que podría atravesarlas.
Respiro hondo, oliendo fruta dulce, café recién hecho y sudor humano justo al otro
lado. Puedo oler la decadencia azucarada de la creme brulee y el mousse de chocolate
descansando sobre platos cubiertos de plata… puedo escuchar el latido rápido del
corazón tartamudeando debajo de la camisa de algodón humedecida por el sudor del
conserje. Él está nervioso. Ansioso. Pero hay algo más que siento en él. Algo que
nunca antes había sentido.
Respiro hondo, inhalando restos de marihuana y alcohol que se filtran por sus
poros. Lo escucho tragar y chasquear los labios, buscando humedad. Su aliento es
rancio y sucio con alcohol y bilis. Lo pruebo en mi propia lengua, y me golpea con
una intensa ola de mareos.
Miro mis manos, todavía cubiertas de fuego. Algo no se siente bien. Este no
es un conserje ordinario. Y si está aquí para lastimarnos, si alguien lo envió aquí,
tengo que garantizar nuestra seguridad a toda costa. Incluso si eso significa hacer lo
impensable.
Siento que alguien se acerca por el pasillo, pero no puedo decir exactamente
quién o qué es. Incluso con sus pisadas silenciosas, puedo decir que están llegando
rápido, más rápido de lo humanamente posible. Y puedo sentirlo… puedo sentir su
poder. Es fuerte. Potente.
Oscuro.
Doy unos pasos hacia la puerta, esperando, lista para atacar si es necesario.
Siento que todas las células de mi cuerpo se calientan con expectación, y la
adrenalina sube por cada vena. La parte carnal de mí toma las riendas, y solo me
guía el sentido y el instinto animal.
—Servicio a la habitación.
Capítulo 3
E
stoy en las puertas dobles antes de que mi cerebro incluso inicialice la
orden. Sin siquiera un movimiento de mi dedo, se abren de golpe,
revelando a un inconsciente trabajador del hotel con mala piel
desplomado en un rincón, y al peligrosamente guapo Brujo conocido como Nikolai
Skotos.
Lleva su otra mano a mi cara y toma ambas mejillas, cerrando los ojos
mientras la quemadura se infiltra en la superficie de sus palmas.
Con los ojos aún cerrados, Niko niega con la cabeza, una pequeña y triste
sonrisa en sus labios.
—No. Ya no.
Cuando finalmente abre los ojos y me mira, una emoción sin nombre nada
entre el azul. Va más allá del miedo a la sorpresa desconocida y lejana. No puedo
decir si está triste con mi decisión o si está contento, o tal vez una mezcla de los dos.
—¿Qué?
Niko coloca una mano sobre la parte superior de la cabeza de Dorian y cierra
los ojos.
Asiento, porque quiero creerle. Quiero estar segura de que todo estará bien.
—Bueno. —Sus ojos nunca dejan los míos. Acuna mi rostro gentilmente,
empujando su camino en mi mente—. Céntrate en mí, ¿de acuerdo? Concéntrate en
el sonido de mi voz y la sensación de mis manos sobre ti. Mírame y solo a mí. Solo
déjame entrar, Gabs.
No puedo leer su mente, por decirlo, pero puedo sentirlo. Por supuesto, espero
sentir su alegría y celo por el peligro, tal vez un poco de oscura perversión, pero en
cambio, estoy llena de melancolía y nostalgia. Mi garganta se tensa, su tristeza me
estrangula, y trato de tragarme la oscuridad acercándose a mí. No lo entiendo; Niko
siempre ha sido tan despreocupado y travieso. ¿Cómo podría tanta tristeza pudrirse
justo debajo de tanta belleza?
Abro la boca para preguntarle, la pregunta me está comiendo viva, pero él
parpadea y el enlace se pierde.
—Sí, sí, soy diferente. Soy un jodido enigma. Pero nada de eso importa
cuando ni siquiera puedo controlarme. —Envuelvo mis brazos alrededor de mi
cintura, hundiendo mis dedos en mis costados—. No confío en mí misma, Niko. No
con sus vidas. Ni siquiera con la mía.
En un instante, él está frente a mí, tan cerca que puedo sentir el aire fresco que
brota de sus fosas nasales.
—¿Qué? —me burlo. ¿Qué demonios le ha pasado? ¿Por qué me está hablando
así?
—Me escuchaste. Reviértelo. Ahora, Gabs. Arregla lo que has hecho antes de
que empeore. Antes de que los mates.
—¡Pero, pero no puedo! ¡No puedo hacerlo! ¡Ni siquiera sé cómo! —Lágrimas
frías pinchan mis ojos, pero ninguna cae. El fuego me lame los nudillos mientras
cierro las manos en puños apretados.
—¡Ahora, Gabs! ¡Hazlo! ¡Muéstrame quién eres! Querías esto; elegiste este
poder. ¡Ahora úsalo, maldita sea!
Los vientos aúllan y azotan a nuestro alrededor, y todo lo que no está clavado
cae al suelo. No me importa. Quiero romperlo todo. Quiero destruir todo en esta
habitación hasta los escombros. Quiero quemar este hotel hasta los cimientos y bailar
sobre las cenizas. Quiero aullar a la luna como el animal que soy.
Niko continúa cantando, poseyendo más y más de mi alma con cada palabra
acentuada. Puedo sentir que me estoy escapando, pero no puedo controlarlo. Quiero
hacer lo que él dice. Quiero someterme a esta oscuridad.
—Despierta.
No puedo decir si soy yo quien dice la palabra o Niko, pero tan pronto como
se pronuncia, cada gota de cristal fijada en el candelabro sobre nosotros se hace
añicos. Mi mano se eleva reflexivamente, deteniendo su descenso en el aire antes de
que una pueda tocarnos.
—¿Gabriella?
—Estoy bien. —Miro a Alexander, que frunce el ceño con confusión, luego
de regreso a Dorian—. Lo siento. Oh, Dios mío, lo siento tanto. No sé qué pasó.
Pura. Mierda.
Estrecho mis ojos, pero no digo una palabra. Sin mucha provocación, mi trasero.
Niko lo sabe muy bien y yo no tenía ni jodida idea de qué demonios estaba haciendo.
¿Por qué está mintiendo?
Antes de que pueda pensar en contar su historia, da un paso alrededor del sofá
y se detiene junto a Alexander.
—Bien. —Suspira Niko, antes de tomar un trago de whisky de lo que debe ser
el único vaso restante—. Si debes saberlo, no podía decírtelo, querido hermano. No
podía confiar en ti. Tus pensamientos no son seguros, y si tenía alguna esperanza de
recuperar a Alexander, no podía contarte mis planes.
Siento que Dorian se encoge a mi lado y levanto la vista a tiempo para verlo
asentir solemnemente. Las palabras de Niko, por verdaderas que sean, han dolido.
—¿Entonces lo sabías? Todo este tiempo, ¿sabías que mi padre estaba vivo?
—presiono con aire de escepticismo. No pretendo sonar desagradecida, pero
demonios, ese es un secreto bastante monumental para que se lo guardes a alguien
que supuestamente te importa. Es como de los hombres Skotos retener información
imperativa. Proclaman amarme y protegerme, pero me codician con mentiras y
engaños.
Niko frunce el ceño y deja el vaso de cristal justo antes de que toque su labio
inferior completo. No le pide a Dorian explicaciones; no tiene que hacerlo. Puede
escucharlo en sus pensamientos, la razón por la cual mi camisa está manchada con
mi propia sangre. Puedo sentir la agitación en sus entrañas mientras Dorian explica
el cambio en el vínculo. Lo que se suponía que nos conectaría bien podría ser lo que
nos destruye.
—No —apenas susurra, con los ojos muy abiertos por el terror.
Tres pares de ojos azul océano caen sobre mí simultáneamente, cada uno lleno
de diversos grados de arrepentimiento y aprensión. Y miedo. Temor por lo que saben
que deben hacer.
—Sé lo que están pensando. No me miren así —dije con tono amonestador.
—Bien. Entonces iré sola. Sabes lo que hará si ve que lo has engañado. Y no
te sentenciaré a muerte, a ninguno de ustedes. —Miro a los tres hombres hermosos
delante de mí, todos dispuestos a poner sus vidas a los pies de Stavros para
protegerme. Es mi turno de protegerlos—. Los perdí a todos una vez. No puedo pasar
por eso otra vez. Así que por favor… no me obliguen a hacerlo. Déjenme ir a él sola.
—No amamos fácilmente, Gabs. Tú de todas las personas deberías saber eso.
Y cuando lo encontramos, cuando la Deidad nos otorga ese precioso regalo, nos
aferramos a él.
Por mucho que quiera luchar contra ellos y hacer caso omiso de sus deseos,
no puedo. Es más que solo su toque relajante que inmoviliza mi desafío, es su amor.
Y eso es más fuerte que cualquier magia en este mundo y más allá.
Esto era; eso era todo lo que necesitaba. La decisión fue tomada. Haría
cualquier cosa por las personas que amo. Incluso hacer un trato con el mismísimo
diablo.
Capítulo 4
Lo siento sobre mí.
D
eslizándose en la superficie de mi piel, cosquilleándome la nuca.
Rozando la parte externa de la oreja con un susurro sin palabras, su
voz es tan clara que juraría que está justo detrás de mí.
Miro a través de la habitación a Niko, sus ojos azules ahondando en los míos.
Gira su cabeza en mi dirección antes de agacharse para analizar al aún inconsciente
conserje que había arrastrado hasta aquí. Alzo la vista para encontrar a Dorian
mirándome, sus ojos entrecerrados con recelo. Esto es suficiente para hacerme
estremecer visiblemente. La intensidad de Dorian es sexy como el infierno; un
enojado Dorian es simple y francamente aterrador.
Niko le quita hábilmente el saco del servicio y tira del cuello de la camisa
sucia.
Alexander, Dorian y yo nos acercamos para observar la tinta negra que había
en el hombro del chico, impresionándonos para callarnos.
Thanatos.
—Humano —escupe Alex detrás de él—. ¿Cómo siquiera sabría qué significa
esa palabra? Con toda seguridad es una coincidencia. —Retuerce sus manos delante
de su regazo, y ese acto llama inmediatamente mi atención. Bajo la mirada para
encontrar que nerviosamente estoy haciendo lo mismo.
—Es imposible —murmuró él, sus ojos azules brillando con ira.
—¿Piensas…?
Niko quita la cubierta de un plato de fruta fresca y arranca una uva. La hace
girar entre sus dedos antes de llevársela a los labios.
—Huele bien.
—¿Qué pasa hoy contigo y con el cabello? ¿Celoso? —se burla Niko, pasando
su mano por su meticuloso y estiloso peinado. Dorian lo ignora y deja caer el sedoso
y negro mechón en la uva abierta. Tan pronto como toca la fruta, arde y estalla antes
de quemarse en una llama purpura.
—Veneno —dice Niko enojado. La furia palidece sus ojos mientras se acerca
al chico y lo levanta por el cuello—. ¿Este hijo de puta intentaba envenenarnos?
Dorian asiente.
—¿Qué? —Doy un paso adelante, una mano en mi cadera—. ¿Por qué? ¿Qué
vas a hacer?
¿Qué demonios?
Dejo que Niko me lleve al baño, donde cierra la puerta detrás de mí. Cuando
estoy sola en la vasta habitación cubierta de negro y dorado, el frío pánico empieza
a filtrarse mientras me doy cuenta exactamente qué es lo que ellos no quieren que
vea: Van a matarlo.
Debería hacer algo. Debería intentar salvar la vida del chico ¿verdad? Este
chico punk traidor y drogadicto que vino aquí a envenenarme a mí y a la gente que
amo. Ese estúpido idiota que pensaba que era lo máximo con el toque de la Magia
Oscura dentro de él. Debería ser más insistente en salvar la vida humana porque solía
ser más o menos un humano. ¿Verdad?
Yo soy la peor.
Buscando cualquier forma de desafiar al Dorian mandón, opto por tomar una
ducha en vez de un baño. Esto le enseñaría. Pongo mis ojos en blanco por mi propia
inmadurez.
Abro el agua caliente, y una caliente niebla llena la habitación mientras me
quito la camisa sucia. Aún huele como Dorian, sonrío y dejo que su esencia me
intoxique una vez más antes de dejarla caer en la habitación. Cabello salvaje, labios
hinchados y completamente desnuda, estoy de pie delante del espejo del tocador del
baño y admirando a la chica, no, a la mujer que me devolvía la mirada.
Quiero ser fuerte. Quiero ser la chica ruda que todos esperan que sea. Pero la
verdad sea dicha, estoy aterrorizada. No sé qué demonios estoy haciendo, y en el
momento que siento que tengo una comprensión de la realidad, la alfombra es tirada
de debajo de mí. Los Oscuros trataron de matarme. La Luz trató de matarme. ¿Ahora
humanos? Toma tu turno imbécil. Aparentemente hay fila.
Lanzo una mirada mortal a la chica de ojos extraños hasta que el espejo se
empaña con vapor. Y mucho después de que el aire se vuelve demasiado espeso y
caliente para respirar, sigo ahí, preguntándome si tomé la decisión correcta.
Esperando que no destruyera cualquier futuro que pudiera haber tenido con Dorian
ascendiendo tanto en la Luz como entre los Oscuros.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunto, mi espalda aún hacia él.
—Comprobándote.
Finalmente me giro hacia Dorian para encontrarlo desnudo y tan cerca que
mis pechos se presionan contra la parte superior de sus abdominales. Mis labios se
separan automáticamente pero él no me besa. Nunca me da lo que quiero cuando lo
necesito.
—¿Quieres explicar esa mirada de antes? —Me mira sin aspavientos, su voz
baja y siniestra.
—¿Qué mirada? —Deslizo mis manos subiéndolas sobre sus hombros, él aún
sigue sin tocarme.
—Entre tú y mi hermano. Y no mientas. Sé cuando mientes, y solo empeorará
las cosas para ti.
—Como quieras.
Me besa con hambre, con ira, dolorosamente antes de saber lo que está
pasando. Sus manos codiciosas aprietan mis pechos, ya hinchados para él, y aprieta
mis pezones lo suficiente fuerte para dejar un persistente dolor. Gimo en su boca, y
él mordisquea mi labio inferior con los dientes.
—Recordándotelo.
—¿Recordarme qué?
Saca sus dedos lentamente, estos pálidos ojos azules iluminados con pasión
mirándome fijamente, antes de introducirlos de vuelta hasta el fondo.
—Grita.
Como si escuchara mis pensamientos, él sujeta mis manos por las muñecas y
me da la vuelta. Estoy presionando la cintura contra el mostrador de mármol. Con
una mano sujeta mis brazos frente a mí y con la otra sigue manipulando mi sexo,
Dorian presiona su erección en la unión de mi culo, dejándome sentir su vida
palpitante entre nosotros.
Cada parte de él está dentro de mí, tocando lugares que solo él puede tocar.
Se introduce dentro de mí sin descanso, gruñendo su frustración con cada duro golpe.
Suelta mis muñecas y agarra de forma áspera ambas caderas por lo que puede
llenarme más profundo. Me ahogo con un gemido y cada parte de mí se estremece
de necesidad.
—¡Grita!
Quiero gritar.
Estoy al borde de la locura, mirando por encima del borde, preparada para
caer. Pero quiero que se venga conmigo. Necesito que Dorian sujete mi mano
mientras me sumerjo de cabeza en una dicha sin límites.
Nos venimos juntos, yo gritando su nombre una y otra vez, él gruñendo como
una perversa, salvaje bestia devorando a su presa. Dura tanto tiempo que mis rodillas
se doblan, y Dorian tiene que sostenerme, sus brazos envueltos en mi cuerpo
protectoramente, mientras cabalgamos las violentas olas del orgasmo.
—Lo sé. —Casi un gemido. Me siento tan pesada, tan indefensa. Todo mi
cuerpo está bajo su merced.
Él gira mi cabeza para que pueda ver la sinceridad en esos brillantes iris azules.
—Y tú eres mía, como yo soy tuyo. Eso es todo, Gabriella. No hay nadie más.
Para siempre.
—Lo sé.
Sin mucho esfuerzo, Dorian me toma en sus brazos y me lleva dentro del agua
hirviendo de la ducha. Me coloca de pie temblorosa, envolviendo mis brazos
alrededor de su cuello para que pueda soportar mi peso mientras me lava.
—¿Cómo cuáles?
Dorian deja que sus manos cubiertas de jabón viajen hacia la parte baja de mi
espalda, y gentilmente desliza sus manos contra mi pliegue.
—Es aceptable para nuestra raza tomar más de un amante. Sin embargo, no
es aceptable para mí.
Hago lo que me dice, y me sujeta más fuerte contra él, los músculos de su
hombro se tensan. Besa la coronilla de mi cabeza, arropándome bajo su barbilla.
1
Hace referencia a sexo anal.
estrechez. Grito por la sorpresa, y Dorian todavía continua su avance, aún sin
retirarse. Inhalo la base de su cuello de nuevo, sofocando la quemadura con la pura
felicidad de su esencia. Realmente no dolía, pero se siente mal tenerlo ahí,
presionando dentro del lugar más privado de mi cuerpo.
Dorian succiona mi labio inferior en su boca, pasando con sus dientes sobre
este.
—Tal vez.
Capítulo 5
T
engo que ir a Paralia y reportarme con Morgan. Probablemente crea
que estoy tirada en alguna zanja. ¿Puedo tomar prestado tu auto?
—
—Absolutamente no —responde Dorian bruscamente.
¿Eh? Me quito la camiseta sobre la cabeza y cruzo mis brazos frente a mí,
esperando su respuesta con más que una pizca de actitud.
Pongo mis ojos en blanco y dejo salir un suspiro exasperado. Aquí vamos de
nuevo.
—Dorian, ese es mi hogar. A veces, voy a tener que estar sola ahí. Además,
está protegido, según tú.
¿Qué demonios?
—¿Sobrenaturales?
Dorian toma una profunda respiración y lanza una camiseta negra sobre la
cama, antes de acercarse a mí, sus jeans gastados aún desabotonados y exhibiendo la
sexy V de su torso definido. Dios, su cuerpo nunca me aburrirá. Tengo que
pellizcarme solo para evitar babear en mi trance lujurioso.
—Gabriella.
—Um, qué tal: “Gabriella, ve a tomar un largo baño caliente. No quieres ver esto.
Los adultos están hablando”. ¿En serio? No soy una niña.
—Entonces, deja de actuar como una —replica Dorian, su tono tan frío que
casi puedo ver la condensación de su aliento. Frota una mano sobre su rostro,
tomando un momento para considerar sus siguientes palabras—. Gabriella, te perdí
una vez. Moriste en mis brazos. Observé mientras tu sangre hacía un charco y se
derramaba en el suelo, y no pude hacer una maldita cosa para detenerlo. No quiero
atravesar eso de nuevo. No puedo atravesar eso de nuevo. —Toma mi rostro en sus
manos y besa ambos párpados suavemente, antes de bajar su mirada a mí—. Eres mi
vida, pequeña. Si mueres, muero contigo.
—Y no lo harás. No pasarás por eso de nuevo, Dorian. Tienes que confiar que
puedo cuidarme sola.
Miro su expresión seria, viendo todo el amor que tengo por él reflejado en sus
ojos. Tan barbárico y anticuado como pueda ser, sé que todo lo que desea es
mantenerme a salvo. Y si los roles fueran cambiados, yo sería igual. Verás, la humana
Gabriella de veinte años habría pisoteado hasta salirse con la suya o lo hubiese
desafiado a sus espaldas. La Gabriella más grande, más sabia y ascendida nota lo
afortunada que es solo por tener a Dorian en su vida. Diablos, es afortunada de
siquiera estar viva.
—Bien —resoplo.
—¿Bien?
Dorian jala mi cuerpo contra el suyo, así que estamos pecho con pecho,
nuestros latidos palpitando juntos en una armonía sincronizada.
—No, no eres frágil. Pero aún puedo romperte.
Salimos a la sala, para encontrar que estamos solos. Una ola de alivio me
inunda cuando noto que nuestra ruidosa sesión en la ducha pudo no ser audible para
Alexander y Nico. No solo eso, la habitación está completamente restaurada a su
meticuloso estado usual. El gabinete de caoba ya no está reducido a una pila de
maderas astilladas contra la pared. Las lámparas y jarrones están puestos
pulcramente en sus sitios asignados, completamente intactos. Y la gran araña cuelga
sobre nosotros, fijada con cientos de lágrimas de cristal.
Sacudo mi cabeza por la brillantez pura que tiene mi príncipe Oscuro. Incluso
si tiene un poco de trastorno obsesivo-compulsivo, es mío. Además, su neurosis
palidece en comparación de mi colorido circo de locura.
Cuando llegamos a las puertas de Paralia, Niko se gira hacia nosotros antes
de que podamos cruzar el umbral.
—Tienes que dejar que Alex entre, D —dice él, desde el asiento del
conductor—. Sabes que él no puede pasar.
Dorian lanza dagas con la mirada a la parte trasera de la cabeza de Alex, desde
su asiento junto al mío, en la parte trasera.
Dorian me mira por el rabillo del ojo, y el borde de su boca se retuerce, antes
de inclinarse al frente para tomar el hombro de Alexander. La ventana del asiento
trasero junto a él desciende, justo cuando el estallido de un trueno agita el cielo,
abriéndolo al medio. Cierra sus ojos, atrayendo fuerza y energía de la tormenta que
se formaba rápidamente, y comienza un canto, un bajo canturreo en lengua Oscura.
Tan pronto como dice las palabras, un brillo perlado aparece alrededor del
perímetro del bloque de apartamentos, extendiéndose por casi dos cuadras. Observo
asombrada, mientras se dobla y sacude, casi palpitando en un despliegue de colores
silenciosos. Dorian lo convoca, concentrándose furiosamente para evitar romperlo
mientras se estira como una banda elástica alrededor del vehículo.
No.
—¿Qué significa eso? ¿Dónde está ella? ¿Está aquí? ¡Alguien respóndame! —
chillo, tratando de forzar mi camino a través del diminuto espacio entre sus cuerpos.
Los tres son fuertes, y siendo la novata que soy, apenas puedo hacer que se muevan.
—Gabriella, te dije…
—¡Oh, Dios mío, Morgan! —grito, corriendo a donde ella yace sobre la cama.
Acuno su cuerpo flácido en mis brazos, con tanta suavidad como puedo, pero estoy
temblando descontroladamente—. ¿Qué hiciste, Morgan? ¿Qué te hiciste?
Morgan voltea su cabeza para mirarme y, aun así, su visión está muy lejos.
Me da una sonrisa débil y, lentamente, toca mi rostro con un dedo sangriento.
Dorian corre para envolver su muñeca en tela, para detener el sangrado, pero
sé que es demasiado tarde. Llegamos demasiado tarde. Morgan ya ha perdido
bastante sangre. Su tez una vez hermosa, de color moca, está cenicienta con la
pérdida de sangre, y su piel está fría al tacto. Demasiado fría para un humano. Un
cuchillo de cocina yace entre el mar carmesí que una vez fue la cama de Morgan,
junto a una botella abierta de medicina recetada para el dolor, la cual desapareció
completamente.
—¿Por qué, Morgan? —lloro, meciendo su cuerpo en mis brazos—. ¿Por qué
te harías esto? ¿Por qué te lastimarías así?
Morgan hace un sonido tarareante con la garganta, antes de dejar que sus
párpados se cierren.
Niko se acerca para ponerse de pie junto a nosotros, revisando sus signos
vitales mientras Dorian continúa presionando la profunda herida, de siete
centímetros de largo, en su muñeca.
—Pero tú puedes, Gabs —insta Niko—. Igual que como lo hablamos antes.
Tienes que educar tu poder; tienes que cortejarlo. No puedes hacerlo por miedo.
Canaliza todos tus sentimientos por ella. Piensa en todo lo que han atravesado juntas
y la gran amiga que ha sido contigo. Enfócate en las ocasiones en que rieron juntas,
lloraron juntas. Cómo siempre sabía que decir para hacerte sonreír, incluso cuando
no querías. Incluso cuando el mundo era tan oscuro y lúgubre que no podías
soportarlo.
Niko toca mi rostro, borrando una lágrima. Levanto la mirada, para encontrar
los suyos llenos de emoción.
Aunque estoy confundida por su sentido franco, creo cada palabra que dice.
Puedo sentir su verdad revolverse profundo dentro de mí, calentando mi corazón que
late rápido, hasta que el calor irradia por mis brazos a mis dedos. Toco mis ojos, que
de alguna forma se siente increíblemente fríos, congelando la tristeza húmeda que
bajaba por mis mejillas solo segundos antes. ¿Qué está pasándome? La pregunta está
en mi cabeza y, aun así, mi cuerpo se mueve por instinto, como si ya no fuera mío.
Como si hubiera cedido todo el control a la magia atravesando mis venas. Como si
me hubiera convertido en ella.
Y entonces, lo siento.
Puedo hacer esto; puedo ser lo suficientemente fuerte por ambas. Morgan
siempre ha sido lo que yo deseaba poder ser: valiente, glamorosa e indudablemente
segura. No puedo perderla. No puedo dejarla ir cuando la necesito con tanta
desesperación. Quizás incluso ahora, más que nunca.
Cuando la última gota es expulsada de su cuerpo, dejo que mis ojos cansados
se cierren, rompiendo el vínculo. Morgan cae en un sueño pacífico, hundiéndose en
mis brazos con agotamiento.
—Hay que limpiarla y moverla —dice Dorian, deslizando sus brazos bajo su
espalda para alzarla—. No querrá despertar y ver esto.
D
espués de desechar la ropa de Morgan y cambiarla a un camisón
suelto, la dejamos descansar en el sofá mientras Niko y Alexander
recogen lo que puedan salvar de nuestras pertenencias. Dorian
insiste en llevarme a mi habitación para limpiarme, siguiéndome como una sombra.
—¿Cómo te sientes?
Me encojo de hombros.
¿Lo necesito? Al principio creo que quiere decir sexo o abrazos u otra forma de
consuelo humano, pero luego entiendo la connotación.
Dorian muerde su delicioso labio inferior, su mirada azul bebé cae al suelo.
—¿Quieres… Nikolai?
—¿Qué?
—Ustedes dos tienen una conexión. Es obvio. Parece sacar a relucir tus
habilidades, y te sientes a gusto con él. Quizás es a él a quien necesitas.
Estrecho mis ojos confundidos, insegura de lo que estoy escuchando. Dorian
Skotos es el hombre más seguro de sí mismo que conozco, humano o sobrenatural.
Está eones más allá de la fantasía más salvaje de cualquier mujer y más de lo que
jamás podría soñar merecer. ¿Cómo demonio podría estar inseguro de la relación
estrictamente platónica que tengo con su hermano menor?
Fue Dorian quien le ordenó a Niko que me cuidara cuando salió corriendo a
jugar a las casitas con Aurora. Él fue quien confió en que su hermano se quedaría
conmigo porque era un imbécil que no podía controlar sus malditas hormonas e hizo
un video sexual con dicha súper perra. Niko no ha sido más que confiable y
comprensivo. ¿Cómo podría Dorian dudar de él? ¿Cómo podría alguna vez dudar de
mí?
Resoplo mi agravación mientras me quito los jeans y camino hacia él, todavía
usando mi ropa interior manchada de sangre.
—No hay nada entre tu hermano y yo, Dorian. Dijiste que confiabas en mí.
—Lo hago.
Dorian apoya sus manos sobre mis hombros, tocando los tirantes del
sujetador ensangrentados. Los desliza lentamente hacia abajo antes de acariciar las
muescas que quedan en mi piel. Siento que el broche de mi espalda se deshace, un
gancho a la vez, sin que sus dedos lo toquen en absoluto. Cuando estoy
completamente desnuda de la parte superior, mis senos pesados y expuestos, él
muestra una sonrisa torcida.
—No puedo evitar ser posesivo de lo que tengo. Mírate, ¿tienes idea de lo que
me haces? ¿Qué tan loco y fuera de control me haces sentir? ¿Cómo cuento los
minutos… segundos… hasta que pueda tocarte de nuevo? Sentir tu piel contra la mía,
quemándome. ¿Marcarme con un deseo implacable?
Con un brillo perverso en sus ojos, palmea mis senos, pasando las yemas de
sus pulgares sobre mis pezones que rápidamente se endurecen. Sé exactamente lo
que está haciendo, distrayéndome. No solo haciéndome liberar mi irritación, sino
obligándome a olvidar por qué incluso estaba molesta en primer lugar.
—Pensé que querrías saber… Morgan se está moviendo. Querrá verte cuando
se despierte.
—Entiende esto —me dice Dorian tan pronto como escuchamos el clic de la
puerta de mi habitación cerrarse—. Soy un hombre paciente y racional, Gabriella.
Pero hay cosas que pueden, y me provocarán a hacerme actuar irracionalmente. Tú
eres uno de ellos. ¿Ha quedado claro?
Luego se fue en una bruma de humo gris, dejándome sin palabras y atónita.
Me sacudo su actitud fría y me subo a la ducha para lavar rápidamente los restos de
la sangre descascarada y seca de Morgan. No tengo tiempo para lidiar con los
cambios de humor de Dorian. No puedo considerar su fragilidad en este momento,
no cuando tengo que pensar en los que son realmente frágiles. Los que se cortan las
muñecas desde la palma de la mano hasta el antebrazo, solo para desangrar todo el
miedo y el dolor.
Salgo de la habitación y encuentro a Niko y Alexander flotando en silencio
sobre el cuerpo de Morgan. Dorian no está en el área inmediata, y una parte de mí
piensa que es lo mejor. Puede que tenga que apoyarme en alguien que no sea él para
obtener fuerza, tanto mental como físicamente, y no quiero que provoque aún más
fricción entre nosotros.
—Sus signos vitales son constantes —responde, tocando su muñeca con los
dedos. Me mira y me da lo que estoy segura de que considera una sonrisa paternal y
alentadora—. Ella estará bien. Fuiste increíble, Gabriella. Le salvaste la vida. Estoy
muy orgulloso de ti. Tu madre también lo habría estado.
Alexander asiente antes de poner una mano tímida sobre la mía. Al principio
se estremece, todavía no está acostumbrado a sentir mi piel, pero no se aleja. Él está
aquí por mí. Mi padre ha luchado por sobrevivir… por mí.
—Eres muy valiente. Como Natalia. Veo tanto de ella en ti que duele. Pero
un buen dolor. El tipo de dolor que me hace sentir agradecido de estar vivo.
Como era de esperar, ambos sacuden la cabeza. Pero Niko habla primero.
—Por favor. Ella es mi amiga y necesito que se sienta segura. Ella ha pasado
por el infierno. No quiero confundirla aún más, ¿de acuerdo?
—Nikolai, dale lo que ella desea. Es una chica inteligente. Si cree que esto es
lo mejor, deberíamos respetar sus deseos.
Un largo momento pasa entre nosotros antes de que Niko suelte un suspiro.
—Bien. Estaremos en la cocina. Pero si pasa algo, si ella incluso respira mal,
voy a venir.
Asiento.
—De acuerdo.
Los dos caminan hacia la cocina, desapareciendo de la vista, mientras veo que
los párpados de Morgan comienzan a agitarse. Se abren lentamente antes de
enfocarse en mi cara. Cuando ella no grita con horror, finalmente me permito sentir
alivio. Ella está de vuelta. Mi amiga ha vuelto a mí.
—Hola, dormilona.
—Te explicaré más tarde —miento, sabiendo que nunca podré compartir mi
verdadera identidad con ella. Sé que tendré que reclutar a uno de los muchachos para
que me ayude a cubrirme el trasero—. En este momento, quiero hablar sobre lo que
pasó anoche.
Tan pronto como las palabras salen de mi boca, los ojos de Morgan se vuelven
vidriosos y sacude la cabeza. Puedo ver que cualquier terror que se encuentre justo
debajo de la superficie está listo para manifestarse en cualquier momento.
Morgan aspira una fuerte bocanada de aire, sus labios tiemblan de miedo. No
quiero presionarla, pero necesito saber qué pasó.
Ella niega con la cabeza otra vez, con los ojos cerrados, tratando de borrar el
recuerdo.
—¿Quién era?
—No lo sé. —Cuando Morgan abre sus profundos ojos marrones, una
solitaria lágrima rueda por su mejilla—. Pero no estaba vivo. Ninguno de ellos lo
estaba. Podría… ver… lo que los mató. Cómo murieron.
—¡Sé lo que vi! —llora, más lágrimas humedecen sus mejillas. Tiembla como
si la hubieran sumergido en un baño de hielo, pero su frente comienza a gotear de
sudor—. ¡Lo juro! ¡No estoy loca! ¡No estoy loca!
—Sé que no lo harías. Pero tengo que preguntar… ¿por qué lo hiciste? ¿Por
qué no tuviste elección?
Con un sollozo roto, golpea sus puños contra sus sienes una y otra vez,
sacudiendo la cabeza.
—No puedo, Gabs —llora—. No puedo pasar por eso otra vez. ¡Por favor no
me hagas hacerlo!
Se golpea aún más fuerte, y tan suavemente como puedo, le quito los puños
de la cara.
—Dios mío, Gabs. Esta aquí. ¡Dios mío, no! —Morgan me quita las manos y
se encoge en el rincón más alejado del sofá, cubriéndose la boca con manos
temblorosas.
—¿Qué hay aquí, Morgan? —Miro de ella a Dorian, que con cautela se dirige
hacia nosotros. Niko y Alexander están justo detrás de él.
—No te des la vuelta, Gabs —susurra frenéticamente, con los ojos abiertos y
aterrorizados fijos en los hombres que están a solo unos pasos de distancia—. Dijeron
que esto sucedería. Dijeron que vendría.
—¡No, Gabs! ¡No! —Se mueve rápidamente a mi lado, agarrando mis brazos
con tanta fuerza que sus uñas rompen la piel—. ¡Debería haber escuchado! ¡Me
dijeron que vendría por mí! ¡Ellos me dijeron!
Con los labios secos temblando, susurra la palabra que ha llenado mis
pesadillas durante el año pasado.
—Oscuridad.
Me vuelvo hacia los tres Brujos que están detrás de mí, cada uno con caras
variadas de conmoción y rabia.
—Mierda, puede vernos —murmura con furia. Luego, antes de que sepa lo
que está haciendo, se lanza frente a nosotros y le pasa una mano por la frente,
dejándola inconsciente.
—¿Qué?
—Tu amiga es una responsabilidad. Sé que es difícil de entender para ti, pero
si no actuamos ahora, ella podría…
—Te lo dije antes, Gabs: la magia que fluye por sus venas no es natural. Y
ahora que su vista parece estar amplificada, puede ser peligrosa para nuestra especie.
No hay garantía de que un hechizo dure. No podemos arriesgarnos, sobre todo no
ahora.
Lágrimas enojadas llenan mis ojos, pero las aparto, negándome a aceptar la
cruda verdad que él dice. Podría salvar a Morgan; podría obligarlos a salvar su vida.
¿Pero entonces, qué? ¿Cómo voy a explicar lo que le está pasando cuando no lo
entiendo yo misma? ¿Cómo me explicaré? E incluso si logro entenderlo todo, ¿me
creerá? ¿Y juraría mantener mi secreto?
—Puedo hacerle entender —le digo sin pensarlo dos veces. Miro a Dorian,
rogándole que entienda. Si alguien es capaz de misericordia y empatía, es él—.
Morgan es mi amiga; me ama. Nunca haría nada para lastimarme.
—Entonces, ¿me estás diciendo que ningún otro humano ha sabido sobre la
Luz y los Oscuros? ¿Donna? ¿Chris? —Miro a Niko, que siempre me había mostrado
aceptación y compasión—. Me dijiste que una vez amaste a un humano. ¿Vas a decir
que ella no sabía lo que eres?
—No lo sabes con seguridad, Gabriella. Ella nos ha visto, y alguien puede
encontrar la verdad en sus palabras. Podemos desviarnos, pero el daño ya está hecho.
Y su mente puede estar más allá del razonamiento en este momento —responde
Dorian, colocando una mano reconfortante en mi hombro. Lo siento, siento su
consuelo infiltrándose en mí, pero no es suficiente para disuadirme.
Miro a cada uno de ellos con ojos llorosos: Niko, Alexander y luego otra vez
a Dorian.
—Cada uno ha elegido salvar una vida a pesar de lo que eso significó para
ustedes. Tú salvaste la mía. Entonces sabes lo que significa ser verdaderamente
desinteresado. Y bueno. Y amable. Por favor… muéstrame eso ahora. Necesito que
todos ustedes sean eso para mí ahora.
—Sin presión.
—Lo harás genial. Estoy aquí contigo. Adelante, habla con ella. Ella
escuchará.
—Hola, Morgan.
—De ninguna manera —jadea Morgan. Siento que la sangre en sus venas se
apresura más rápido y escucho que su ritmo cardíaco se dispara, sin embargo, no
lucha fuera de mi alcance. Todavía es receptiva.
Sus ojos están muy abiertos y animados mientras observa al alto Adonis de
piel bronceada de frente a ella.
Ella admira a las hermosas criaturas que están frente a nosotros, dioses
modernos disfrazados con hilos oscuros de diseñador. En este momento, ve rasgos
tan impresionantes que podrían haber sido pintados por da Vinci, y cuerpos que
incluso Miguel Ángel no podría esculpir sin sonrojarse. Eso es lo que quieren que
ella vea. Eso es lo que habían esperado que ella, y todos los demás, solo vieran.
—Pero… sus caras… —Aprieta mis manos con tanta fuerza que sus nudillos
se ponen blancos. El terror regresa a su rostro, pero no lo rechazo. La dejé sentirlo.
La dejé poseer sus emociones. No son mías para manipular o robar—. Hace solo
unos minutos, eran monstruos. Los vi con mis propios ojos. No entiendo.
—¿Eres como ellos? ¿Me estás diciendo que eres como ellos, Gabs? —
pregunta, acusación en su voz.
Morgan intenta apartar sus manos, pero las aprieto con más presión,
negándome a dejarla escapar de mi agarre.
—¿Confiar en ti? ¿Cómo puedo confiar en ti, Gabs? ¡Me estás diciendo que ni
siquiera eres humana! ¿Qué eres, algún tipo de alienígena o vampiro o alguna mierda
como esa? ¿Brillas en el maldito sol? ¿Te conviertes en un perro callejero de gran
tamaño o algo así? Mierda, ¿estás viva?
Los ojos marrones de Morgan se ensanchan tanto que tocan sus cejas. Me
mira como si quisiera creer las palabras de Dorian, pero no puede. Como si estuviera
tratando de ver la magia en mí, pero su lógica no la deja.
—De. Ninguna. Puta. Forma. ¿Una bruja, Gabs? ¿En serio? ¿Están ustedes
jodidamente drogados?
En un movimiento rápido, volteo sobre sus manos para exponer sus muñecas.
La piel es un poco fría al tacto, fina como el papel y casi iridiscente, pero por lo demás
no está manchada.
Morgan mira sus brazos, estudiando la piel lisa que una vez estuvo abierta y
sangrando con una laceración hasta el hueso.
Morgan lo sabe. Lo puedo ver en ella. Puedo sentirlo en ella. Me cree. Ahora
solo espero que crea en mí.
—Lo sé.
—Y sabes que solo un paciente mental creería esta historia. Que tienes que
estar absolutamente loca para hacer un balance de esta mierda.
—Lo sé.
A
sí que déjame entender esto: Alexander es tu padre. Y el ex
compañero de Dorian en la Sombra, que es básicamente una
organización de asesinos. Asesinos que estaban cazando a tu madre
y viceversa.
Asiento a Morgan.
—Correcto.
—Y tu madre era una Hechicera de Luz, como una buena bruja, y enemiga
jurada de los Oscuros.
—Más o menos.
—Y de alguna manera eres los dos, ¿verdad? Luz y Oscuros. Lo que explica
la mierda del ojo extraño. Por cierto, tenemos que conseguirte algunos lentes de
contactos o algo, porque es genial, pero sobre todo espeluznante.
—Bien. Entonces, cuando atraparon a tus padres, ¿se suponía que Alex debía
ser ejecutado?
—Sí.
—Correcto.
—Pero Cyrus fue quien lo rescató antes de que pudiera ser ejecutado —agrega
Niko.
Morgan se vuelve hacia Niko, con las cejas arqueadas por la confusión.
—¿Cyrus?
—¿Pensativa?
Levanto la vista de las tazas de humeante café caliente y mis ojos profundizan
en un océano infinito de azul. Sonrío, la gratitud llena mi pecho hasta que siento que
puedo estallar de orgullo.
—Algo así.
—Oh, Gabriella. ¿Cuándo vas a aprender? No deberías jugar con alguien que
no juega limpio.
Abro la boca para replicar, pero Dorian toma mi barbilla y guía mi boca hacia
la de él, sofocando mi protesta. Luego, tan abruptamente como me besó, aparta sus
labios, pero mantiene su frente tocando la mía.
—¿Por qué?
—Por estar… celoso. Los celos no son una emoción Oscura. No los
necesitamos. —Siento sus cejas arrugarse contra las mías.
—Tú no lo necesitas, Dorian. No tienes nada de qué estar celoso. Regresé por
ti. Nadie más que tú.
Intento retroceder para ver su rostro, pero me abraza contra él. No dice una
palabra, y yo tampoco. Solo la sensación de su cuerpo contra el mío es suficiente.
—¿Crees que podría tomar uno de esos? —pregunta Niko, señalando a las
tazas de café que Dorian y yo tenemos como rehenes. Con una sonrisa tímida, salgo
de los brazos de Dorian y le doy una.
—Ella está bien. Recuerda la mayoría de los detalles, por lo que es más fácil
juntarlos todos. Alex cree que podemos hechizarla para que al menos debilite su vista
lo suficiente como para proporcionarle un poco de paz.
—¿Entonces eso significa que te vas a quedar? —Siento que mis ojos se
iluminan con esperanza y emoción. No quiero que lo hagan, pero no puedo evitarlo.
Solo espero que Dorian no lo vea también. No me molestaré en levantar mi mirada
para averiguarlo, eso es absolutamente seguro.
Para el momento en que el sol se pone y todos están cómodos para la noche,
siento que podría desmayarme de fatiga. Pero cuando abro la puerta de mi
dormitorio, encuentro a Dorian de pie junto a mi ventana, mirando la noche,
instantáneamente cada célula en mi cuerpo vibra con una indescriptible carga sexual.
No voltea ni dice palabra alguna, porque no necesita hacerlo. Puede sentir mi
necesidad, igual que yo puedo sentir la suya.
—Me alegra poder divertirlo, señor Skotos. —Doy un paso hacia mi armario
para tomar una camiseta para dormir, pero decido no hacerlo. En lugar de eso, doy
zancadas hacia Dorian, usando solo mi sujetador y bragas. Extiende el vaso para mí
y doy una probada al potente licor, dejando que su calidez se deslice por mi garganta.
—En serio, estoy bien. Mejor ahora que sé que todo estará bien. Niko y Alex
están alternando entre revisar a Morgan y vigilar el perímetro del complejo de
apartamentos.
—Aun así, debes dejar que te ayude. Apenas tienes un día de edad y aún
mucho que aprender. Podrías estar presionándote demasiado.
Lo siento por todas partes; provocando mis puntos de placer con sus toques
fantasmas. Se mueve más cerca, tanto que nuestros labios casi se encuentran, y aún
no me besa. Aún no me dejará saborear el dulce anhelo que, indudablemente, está
provocando en su lengua. Levanto mi cabeza para tomarlo de él, solo para encontrar
que estoy atada a la cama, completamente bajo su control.
—No. —Sus ojos brillan con fuego ardiente con esa única palabra, mostrando
el tormento de su limitación.
—Sí. —Mi voz es un chillido inentendible. Sí duele, pero aun así se siente, oh,
tan increíblemente bien. El dolor de Dorian es la forma más potente de placer.
—Siento la dureza de tus pezones; cómo duelen por ser lamidos y chupados.
¿Quieres que haga eso, Gabriella? ¿Quieres que cubra tus pezones con mi boca y pase
mi lengua por ellos? ¿Quieres que los apriete entre mis dientes antes de chuparlos,
cariño?
—Y cuando termine de jugar con tus pezones, ¿quieres que pase mi lengua y
baje… —otra sacudida de electricidad pincha en mi carne sensible—… más… y
más… hasta que encuentre ese sitio suave y dulce que te duele tanto? ¿Quiere que lo
bese y te haga sentir mejor?
Trato de asentir en medio de la neblina de lujuria y agonía, pero no puedo
moverme. Solo puedo sentirlo adueñarse de mi cuerpo en la forma más deliciosa.
—¡Dilo! Di que quieres que te chupe, te lama, te saboree hasta que te vengas
sobre mi lengua. Y quizás, pequeña, solo quizás, te permita hacerlo.
Abro mi boca para gritar o llorar, solo para encontrarme que, ahora, él está
limitando mi voz. Este hijo de puta enfermo y sexy solo quiere torturarme.
Como si oyera mis pensamientos, Dorian me deja con una sonrisa sádica
antes de irse en una nube de humo gris. El pánico comienza a invadirme hasta que
siento la cama ceder junto a mí, y la esencia de Dorian me inunda una vez más.
Abro mi boca, para encontrar que el uso de mis cuerdas vocales ha sido
restaurado.
—Sí. —No tiene caso mentir. Incluso si no pudiera sentir mis emociones,
claramente puede ver lo empapadas que están mis bragas.
—Sí. Así es. —Lágrimas frustradas corren por mi rostro—. Eso me haría feliz.
Por favor, no me dejes así.
Con una hábil sacudida de un dedo, mis bragas y sujetador son arrancados de
mi cuerpo. Entonces, al siguiente segundo, él está de pie a los pies de la cama, con
sus palmas extendidas sobre mi cuerpo mientras flamas de un azul brillante lamen
sus muñecas.
—Mírame —ordena, y no dudo al encontrar su mirada, ardiente con pasión
fogosa. No tiene camisa, y la vista de suaves ondas sobre la piel bronceada hace agua
mi boca.
Solo toma ese segundo, ese único momento en que nuestras miradas se
encuentran, antes de que mis piernas estén temblando incontrolablemente y yo gima
el nombre de Dorian. Es tan fuerte, tan increíblemente fuerte, que siento que podría
matarme. Pero él no se detendrá. Sus manos continúan cerniéndose sobre mi cuerpo
que se retuerce, persuadiendo a mi clímax como un encantador de serpientes.
Trayéndolo de lo profundo de mí, en ondas tan intensas que mi cuerpo se eleva de la
cama, y estoy suspendida solo con el poder del placer.
Solo tengo unos segundos para recuperar el aliento cuando Dorian se quita
los pantalones antes de que mis muslos estén en sus manos y me está abriendo,
revelando la humedad que ya empapa las sábanas. Luego está empujando dentro de
mí, sin siquiera detenerse para dejar que mi cuerpo se ajuste al tamaño de su
intrusión. Sus embestidas son tan profundas y urgentes que juro que está intentando
enterrarse dentro de mí para desaparecer para siempre. Y desde este ángulo, con mi
cuerpo aún levitando a centímetros de la cama, él puede sentir todo de mí, igual que
yo puedo sentir todo de él, destruyendo lo que queda de mi control desde adentro
hacia afuera.
Al darme cuenta de que mis brazos ya no están atados, envuelvo uno sobre
sus hombros para apretarle el cabello, bajando la cabeza para saborear sus labios.
Quería negarme su beso, quería mantenerme al borde del precipicio de la locura, pero
se inclina a mi voluntad, fusionando su boca con la mía.
—Sí.
Dorian inclina suavemente mi rostro para poder ver la convicción en esos ojos
ardientes.
—Lo sé. Lo sé porque también lo sentí. Y todavía me siento así por ti, Dorian.
Siempre lo he hecho y siempre lo haré, hasta el final de los tiempos. Hasta que
perezcamos en polvo, ya sea una semana o una eternidad a partir de ahora.
—No, Gabriella. Ese collar simbolizaba lo que eras entonces. —Abre la caja
negra, y estoy momentáneamente cegada por más diamantes de los que puedo
contar—. Este anillo simboliza lo que eres ahora, lo que siempre has sido y lo que
siempre soñé que fueras para mí.
No puedo hablar.
—Vaya. —Es todo lo que puedo decir. Es mi collar, pero mejorado. Realmente
mejorado. Los diamantes negros contienen un deslumbrante diamante blanco tallado
en cojín tan increíblemente grande y brillante que no puedo mirarlo directamente. La
banda es probablemente platino, ya que cualquier cosa menos sería muy poco
Dorian, e incluso eso está rodeado con más diamantes brillantes.
—Pero esto debe haberte costado una fortuna, Dorian. No necesita gastar
dinero para que sepa que me amas.
—El dinero no significa nada para mí, Gabriella. No lo necesito. Pero lo que
sí necesito es a ti.
Miro el anillo que adorna ese dedo sagrado y me pregunto qué pensarán mis
amigos y mi familia cuando lo vean. Por supuesto, al instante pensarán que es un
anillo de compromiso; diablos, pensé lo mismo. Pero, ¿cómo se sentirán sabiendo
que elijo comprometer mi vida con alguien que nunca, nunca, me hará su esposa?
Incluso Alexander discrepó con ese hecho, y ha dejado más que claro que no es el
mayor admirador de Dorian.
—Puedes elegir otra cosa si no te gusta —dice, su voz cada vez más ansiosa
por mi falta de respuesta.
Sacudo la cabeza.
—No, es perfecto. Y si significa mucho para ti, significa aún más para mí.
Pero no hagas esto porque creas que necesito una falsa sensación de seguridad.
Dejaste tus sentimientos muy claros cuando se trataba del matrimonio, y aun así elegí
estar contigo. Entonces, si me siento de alguna manera porque no quieres casarte
conmigo, es mi problema, no el tuyo.
—¿Sí? —Me toca la barbilla y me inclina la cabeza hacia la suya—. ¿Te sientes
menospreciada de alguna manera?
Esto es todo lo que importa. Este momento aquí mismo. Todo lo demás es
solo una inconsecuencia mortal.
Capítulo 8
T
e dije que ya podías levantarte de la cama? Pon tus manos en la
encimera y separa tus piernas. Ahora.
—¿
Me congelo a medio paso de la ducha para encontrar a
Dorian en el umbral de mi baño, con el cabello deliciosamente sexy de la noche de
sexo estridente, y ojos todavía adormilados. Y si eso no fuera suficiente para hacer
que mis piernas se sientan débiles, está completamente desnudo.
—No solo te quedes ahí de pie atontada. Escuchaste lo que dije. —Se inclina
en el umbral en una pose sin esfuerzo que alarga su cuerpo, acentuando cada músculo
bronceado. Mi boca se hace agua con la urgencia de probar su piel, y avanzo
reflexivamente. Sin embargo, antes de que pueda avanzar más, mi frente está clavado
en el tocador. Las manos de Dorian se fijan en las mías, manteniéndome en el lugar
mientras aprieta su dureza contra mi trasero. ¿Qué pasa con él y los baños?—. Una
chica tan obstinada. ¿Cuándo aprenderás? —Su aliento es frío y nivelado, casi
amenazante. Siento que me mojo por el sonido de eso solo.
Dorian me aprieta las muñecas con más fuerza mientras dobla las rodillas lo
suficiente como para alinearse con mi resbaloso sexo. Luego, de la manera más lenta
y tortuosa, entra por detrás, deslizándose hasta la empuñadura, hasta que cada parte
de mí está devorando cada parte de él.
—Por favor —lloriqueo, mis ojos cerrados con fuerza—. Por favor, Dorian.
—Casi, pero no del todo, pequeña. —Su voz es tan controlada que me
enfurece. ¿Cómo puede estar tan tranquilo? ¿No puede sentir lo voraz que estoy por
él?
—Abre tus ojos. —Es una orden susurrada, pero mi cuerpo cumple de
inmediato, completamente hechizado—. Mírate a ti misma. Mira qué increíble te ves
conmigo dentro de ti.
Me llena tan a fondo que me siento conmovida. Esta vez es diferente. Anoche
fue todo frenesí y hambre. En este momento, él llenándome de impulsos lentos y
perezosos mientras me ve deshacerme por el espejo, se trata de seducción y
moderación.
Sus dedos rozan el espacio entre mis omóplatos donde una flor de loto está
grabada en mi piel.
—Están… desvaneciéndose.
Dorian hace una mueca antes de girarme para enfrentarlo. Toma mi mano y
pasa su pulgar sobre la marca de ancla que me dio en un acto de amor y compromiso.
Ahora es gris azulado, mucho más claro que el que él también usa.
—No lo sé.
Salgo a la sala donde todos están sentados, Dorian incluido. Cada uno de ellos
me mira con expectativa, aun así, no dicen una sola palabra. ¿Qué demonios? Por qué
siento como si hubiera sido enviada a la oficina del director y están esperando a que
confiese mis crímenes.
—Siéntate, Gabriella —dice Dorian, su voz sigue siendo fría y distante—. Por
favor.
—Pensamos saber qué fue lo que detonó las alucinaciones de Morgan anoche.
—¿Bien…?
—¿Yo? —Bajo mi mirada a Morgan, pero ella aleja su mirada a una hebra
imaginaria en su sudadera. Su cabello está peinado en un chongo despeinado, y no
está usando una gota de maquillaje. Tiene ojeras, pero ni una señal de sus lesiones
auto infligidas. Y por eso, estoy agradecida. Incluso si ella no se anima a siquiera
mirarme.
Sacude la cabeza y frunce los labios, claramente todavía enojado por casi estar
envenenado.
—¿Seguro para mí? —ladré una risa sardónica, haciendo que Morgan se
estremeciera y se acercara al brazo opuesto de su asiento—. ¿Cuándo ha sido seguro
para mí? Esta es mi casa, Dorian. Nadie me va a obligar a irme. Especialmente ahora.
Antes de que pueda siquiera poner los ojos en blanco, Dorian está delante de
mí, agarrando mis manos y tirando de mí hacia sus brazos. Él mira la pequeña ancla
azul desvaneciéndose en mi mano, y corre con el pulgar sobre él, deseando que se
quede.
—No puedes luchar contra todos ellos, nena. Sé que crees que puedes, pero
no te dejaré negociar con tu vida. Perderte no es una opción, pequeña. No cuando
amarte es lo único por lo que tengo que vivir.
—Más seguro que en cualquier otro lugar. Muy pocas personas saben que
existe. Y los que lo hacen… están muertos.
—¿Y qué se supone que debo hacer con mis amigos? ¿Mi familia? ¿Qué se
supone que debo decirles a Chris y Donna?
—¿De acuerdo con qué? —Me mira a través de la esquina de sus lentes de sol
oscuras y el borde de su boca se contrae.
—Gabriella…
—Hay una recompensa por mi hermano, tu padre y por mí. Stavros nos quiere
a los tres y está dispuesto a agotar sus recursos para que eso suceda.
—¿Una recompensa? ¿Entonces envió gente detrás de ti? —Ni siquiera puedo
ocultar el terror en mi voz.
—No gente, Gabriella. Asesinos. Hechiceros que saben cómo matar un millón
de formas diferentes. Como tu padre. Y como yo.
—Oh Dios mío, Dorian. ¿Por qué no me dijiste esto antes? ¡Tenemos que
hacer algo!
—¡No hay nada que podamos hacer, Gabriella! Solo tengo que llevarte a un
lugar seguro.
—¿A mí? ¿Por qué a mí? Por el amor de Dios, ¿por qué todos están tan
preocupados por mí?
Las manos de Dorian se tensan alrededor del volante hasta que puedo ver el
blanco de sus nudillos. Mierda. Hay más. Debería haber sabido que habría más.
—¿Alguna vez te dije acerca de la primera vez que te vi? —Su voz ha vuelto
a ser controlada y tan suave como la seda, pero no me mira.
—No.
—Era el día de San Valentín. Estabas en un restaurante con tus amigos. Ese
chico estaba allí… Jared. Vi que te preocupabas por él. Y por alguna razón, eso me
hizo enojar. Podría haberte matado esa noche, había planeado hacerlo, pero una vez
que te vi, y el afecto que sentías por él, decidí esperar. Para verte. Para aprender de
ti. Para descubrir por qué alguien como tú podría amar a alguien como él. Alguien
tan humano, débil y ordinario.
Antes de que pueda responder, él está fuera del auto y abre mi puerta. Los
otros se unen a nosotros momentos después pero mantienen su distancia. Nadie
cuestiona la expresión de puro terror en mi rostro, y deduzco que ya lo saben. Saben
que son ellos o yo. No podemos escondernos para siempre, e incluso si pudiéramos,
¿qué tipo de vida sería esa? ¿Cómo podría desterrar a mis amigos y familiares a una
eternidad en las sombras?
Escucho pasos acercarse, y un extraño y casi floral esencia del otro lado de la
puerta. No es perfume o esos aceites esenciales que le gusta usar a Donna. Es su
magia. Es débil, pero puedo sentirlo flotando sobre mí, llenando mis pulmones,
tentando mi lengua. Instintivamente, doy un paso adelante, ansiosa por probar más,
pero Dorian me detiene con una mano en mi pecho, sintiendo mi curiosidad como
si fuera la suya.
—Necesitas recordar lo que eres ahora —susurra—. Nos atrae la magia. Está
en nuestra naturaleza querer aprovecharlo. Tienes que controlar esos impulsos. Si
no, podrías matar a Donna por error.
Se aleja para mirarme mejor y jadea al ver mis ojos de dos colores. Prueba
física de mi transformación.
—Mamá —le digo, apoyando una mano sobre su hombro—. ¿Por qué no
entramos y podemos explicar todo?
Nos acomodamos en el sofá de dos plazas mientras los otros toman el sofá
más grande. Donna se va a la cocina por refrescos justo cuando Chris emerge de su
estudio.
—Siempre supe que eras especial, niña —dice con voz rasposa, su voz está
ronca de un sollozo sin salir. Acuna mi rostro, secando con sus dedos la humedad en
mis mejillas—. Siempre supe que ibas a tomar la decisión correcta. Me haces sentir
tan orgulloso, y tan honrado de llamarte mi hija. Y no importa qué suceda, siempre
es lo que serás.
Sé que es difícil para él, permitirse sentir algo además de desdén por Dorian.
Pero está intentando ver el bien en él de nuevo. Lo bueno que vio hace más de dos
décadas cuando un asesino despiadado eligió el amor y la amistad sobre el deber y la
tradición.
Chris da un paso adelante y ofrece una palma extendida, tendiendo una rama
de olivo. Dorian lo considera por un momento antes de ponerse de pie y unir su mano
con la suya.
—¿Alex? Dios mío, realmente eres tú. ¿Cómo hici…? ¿Dónde has estado?
¿Y yo? Solo estoy sentada allí, preguntándome cómo demonios llegué aquí.
Y qué demonios planeo hacer para detenerlo. Quiero decir, podría detenerlo. Debería
pararlo. La ira de Alexander es infundada. No tiene derecho a sentir nada más que
gratitud hacia mis padres adoptivos. Me acogieron y me amaron cuando ya no
quedaba nadie para desempeñar ese papel. Y sí, he cometido muchos errores, pero
creo que han hecho un muy buen trabajo.
—¡Oh Dios mío! ¿Es esto lo que creo que es? —Sus ojos emocionados bailan
entre Dorian y yo, esperando el gran anuncio. Retiro mi mano y la pongo detrás de
mi espalda.
—No, no —insisto, sacudiendo la cabeza mientras la vergüenza me calienta
la cara—. No es así. Solo un regalo de cumpleaños.
—Qué maravillosa sorpresa. Pensamos con certeza que fuiste capturado por
los Oscuros. ¿Cómo escapaste? ¡Dinos todo!
¿Qué mierda?
Abro la boca para pedirle que aclare, pero las palabras quedan atrapadas en
mi garganta cuando una inexplicable ola de náuseas me supera. Agarro el muslo de
Dorian, de repente me siento mareada, y él instantáneamente me atrae para apoyar
mi cuerpo caído.
—Le has dado mucho de ti a Morgan. Has exagerado tus poderes. Necesitas
descansar.
I
mposiblemente rápido, él revela una daga y la hunde directamente en el
abdomen de Donna. La forma en que sonríe mientras la cuchilla se
desliza en su carne, casi creo que lo estoy imaginando. Pero no puedo
negar el sonido húmedo del acero caliente desgarrando en la suave, piel flexible y el
tejido. Puedo olerlo quemar en su cuerpo, matando sus órganos vitales en su viaje a
través del vientre de Donna. Sin embargo, aun así, no lo creo. No hasta que ella
lentamente se gira hacia nosotros, la cuchilla sobresaliendo de su frágil contextura en
un mar de rojo profundo. Abre la boca para hablar, sin embargo, solo sangre brota
de su garganta, chorreando fuera de su boca. Entonces cae al piso, ahogándose en
sus últimos alientos.
—¡No! —grito, con los brazos extendidos, cubiertos en una ardiente neblina
rojiza. Fuego eléctrico estalla de la punta de mis dedos, surgiendo hacia el chico
humano asesino hasta que ya no puedo ver más esa siniestra sonrisa. Hasta que la
piel se derrite de sus huesos siendo incinerados en una pila de cenizas—. ¡Mamá! —
lloro, cayendo en mis rodillas para acunar su cuerpo flácido en mis brazos—. ¡No,
no, no! ¡Por favor!
—¡No! Por favor no me dejes. Por favor quédate conmigo, bebé. Quédate
conmigo.
Mis manos pintadas de sangre ya están envueltas en una neblina rojiza cuando
las levanto sobre su herida. Sus pupilas están desenfocadas, vacías, pero aun así trato
de alinear nuestras miradas. Dorian alza su cabeza para encontrar mi mirada, pero
no hay conexión. No puedo sentir la mente de ella. No puedo sentir su alma.
—¡Ay!
—Solo tengo que intentarlo más fuerte. Tengo que seguir intentándolo. —La
neblina rojiza está extendida alrededor del cuerpo entero de Donna ahora—. ¡Por
favor, mamá! Por favor no me dejes. No puedo hacer esto sin ti. Te necesito. ¡Por
favor!
—Nena, es demasiado tarde. Hiciste todo lo que podías. Tienes que detenerte
ahora.
Cuando pone sus manos sobre las mías, sacándolas de la herida abierta, no
puedo detenerlo. Todo lo que puedo hacer es llorar, mis lágrimas agonizantes
lloviendo en el rostro de Donna hasta que no hay ni un gramo de sentimiento dentro
en mí. Hasta que estoy demasiado entumecida de dolor que no puedo llorar más. Sé
que él tiene razón; muy en el fondo sabía que era demasiado tarde para mi mamá.
Ni toda la magia en el mundo podría traerla de regreso a nosotros.
—Lo siento tanto, Gabs —susurra ella—. Pero está bien. Ella está bien. Gabs.
—¿Bien? ¡Bien! —sollozo—. ¡Ella no está bien, Morgan! ¡Se fue! Ella se…
ella…
No puedo decirlo. No puedo decir la palabra. Ella está muerta. La mujer que
me amó y se preocupó por mí como si fuera suya desde el momento en que fui puesta
en sus brazos está muerta.
—Pero está bien. Está en paz. Y ella está aquí. Con nosotros, en este
momento.
Con ojos llorosos abiertos, Morgan apunta a un lugar vacío a solo unos metros
de donde estamos sentadas.
—Ella está aquí, Gabs. Y dijo que te dijera que está bien. Está bien dejarla ir.
Alzo la mirada hacia mi mejor amiga, que luce agitada hasta su núcleo.
—¿Qué hay de ti? Sé que debió haber sido difícil para ti verlo.
Nos quedamos en silencio por un largo rato mientras ambas sorbemos nuestro
té y miramos fijamente el piso, no seguras de qué decir o hacer para consolarse una
a la otra.
—Sí.
—¿Qué pasa?
—Sigue.
Dorian mira hacia Niko y su hermano menor asiente antes de fijar sus ojos en
mí.
—¡Pero él me tiene a mí! ¡Yo puedo ayudarlo! ¡Puedo estar allí para él!
—No, no puedes, niña —interviene Niko—. No es seguro para él estar aquí,
o en cualquier lugar cerca de ti para el caso. ¿Cuánto tiempo crees que tome antes de
que otro sea enviado para matar? Chris será un blanco fácil.
Abro la boca para discutir, pero no puedo encontrar una refutación lógica.
Ellos tienen razón. Por mucho que duela, sé que lo que están diciendo es verdad.
Tengo que dejarlo ir. Si realmente lo amo, tengo que darle otra oportunidad
de una vida normal.
—Pensamos que de seguro fuiste capturado por los Oscuros. ¿Cómo escapaste?
—Entonces ¿cómo explicas todo esto? ¿Qué sabes acerca del cuchillo que ese
chico tenía? ¿Cómo fuiste capaz de tocarlo cuando tanto Dorian como Niko no
pudieron?
—¿Sabes a quién le pertenece? —Le creo, pero aún no está fuera de la mira.
—¿Entonces piensas que las ocho familias están viniendo por nosotros y
enviando a humanos para hacer su trabajo sucio? —pregunta Niko, acariciando la
delgada capa de rastrojo de su barbilla—. Jodidos cobardes si me preguntas.
—Pero si es verdad, ¿por qué esos humanos estaban obteniendo tatuajes hace
varios meses? No debieron haber sabido que los traicionarías. ¿Y si hay cientos,
mierda, miles, representando cada casa?
—No está sucediendo, niña. Ellos podrían enviar a más. Regresen al complejo
de apartamentos. Dorian puede reforzar las guardas allí, pero no podemos alterar el
que ya tienen aquí. No es nuestra magia. Tú y Morgan regresen a casa, y yo me
quedaré aquí con Chris. Me dará una oportunidad para… manejar… nuestra
situación.
—Pero… no estoy lista. —Sacudo la cabeza, mis ojos nublados con lágrimas
frescas—. No estoy lista para decir adiós todavía.
—Es más fácil de esta forma, nena. Él está sometido ahora. Si esperamos y
dejamos que despierte, solo estará plagado de más dolor. No quieres que enfrente eso
de nuevo.
—Tienes razón. Odio admitirlo, pero tienes razón. —Me giro hacia
Alexander, dirigiéndome hacia él con una expresión apretada—. Solo tengo que
saber una cosa primero, ¿qué querías decir cuando le dijiste a… Donna… que le
preguntara a Chris acerca de tu escape? ¿Cómo él podría saber algo acerca de eso?
Él sacude la cabeza y respira profundamente.
¿Mi madre?
—Fue Chris quien alertó a los de la Luz cuando fueron a buscarla. Había sido
interrogado y, por supuesto, usaron su amor por Donna contra él. Me imagino que
lo hizo para protegerla, pero no puedo evitar sentir que él fue responsable de la
ejecución de Natalia.
—Voy a ver a Chris —le digo a él—. Pero hablaremos de esto más tarde.
Asiento, sin embargo, una mueca descansa en mis labios. Chris ni siquiera
nos recordará, a su esposa e hija. Y aunque sé que es necesario, me duele hasta el
núcleo.
—No quería esto para nosotros. Si pudiera, te protegería de todos los males
de este mundo. ¿Pero qué tipo de vida sería esa? ¿Siempre corriendo y escondiéndose?
Mereces más que eso. Te mereces otra oportunidad en la vida. De amor. Una
oportunidad de tener una familia real con hijos propios. —Mi voz se quiebra con esas
últimas palabras, y una lágrima se escapa—. Papá, fuiste tan bueno conmigo y
mamá. Ahora, quiero que seas bueno para alguien más. Alguien que te amará,
cuidará y protegerá como lo has hecho por nosotras. Es hora de que seas el primer
amor para otra pequeña niña. Es hora de que le enseñes lo que debería esperar y
exigir de sus futuros novios. Es hora para que tú seas un ejemplo del esposo y padre
ideal.
Más lágrimas caen, pero no las limpio. Dejo que caigan libremente mientras
le digo adiós al hombre al que tuve el privilegio de llamar papá.
—Lo hiciste bien. Y por eso, siempre estaré agradecida. Por favor no pienses
que me estoy rindiendo contigo, con nosotros. Con nuestra familia. Porque no lo
estoy. Te estoy dando una segunda oportunidad. —Tomo su mano quieta en la mía
y la presiono en el espacio que sostiene mi roto corazón—. Adiós, papi. Siempre te
amaré. En la vida y en la muerte.
Capítulo 10
N
o recuerdo el viaje de regreso a Paralia. Difícilmente incluso registré
cuando Dorian me llevó a mi baño y comenzó a quitarme la ropa.
Incluso después de haber llenado la bañera con agua tibia y jabonosa
y haber metido mi cuerpo en ella, creo que apenas me estremecí. El dolor, la pena…
Había sentido demasiado hasta que no pude sentir nada. No estaba de luto, me
convertí en luto. Me convertí en desesperación en su grado más severo. Sabía que
Dorian estaba allí. Podía sentir esos ojos llenos de compasión sobre mí, pero no tenía
ganas de reconocerlo. Estaba vacía de palabras, pensamientos y sentimientos.
—Di algo, pequeña —susurra, tomando agua con las manos y dejando que se
derrame sobre mi pecho. No me toca de manera sexual mientras se arrodilla fuera de
la bañera. Solo quiere nutrir mi alma sangrante.
—¿Qué quieres que te diga? —Mi voz es plana, desprovista de toda emoción.
No hay más que sentir. Solo entumecimiento.
¿Qué necesito?
—Necesito que mi madre esté viva. Necesito que mi padre recuerde quién soy.
Necesito que mis seres queridos estén a salvo. Necesito que la gente deje de joderme,
todas las cosas que tú o yo o cualquier otra persona no puedan solucionar. —Miro
hacia otro lado, avergonzada por arremeter contra él. Sus dedos tocan mi temblorosa
barbilla y me empujan hacia atrás para enfrentarlo. Casi espero que Dorian se enoje,
pero no hay nada más que amor y comprensión en esos ojos azules como el cristal.
—No tienes que hacerlo, amor. Pero déjame darme. Respírame. Déjame
sustentarte, nena.
Solo un poco para reponer, me digo. Tomaré lo que necesito y volveré a llorar a
mis padres. Eso suena razonable. ¿Cierto?
Otra toma, y mis gemidos se hacen más fuertes. La necesidad y el deseo carnal
se hacen cargo, y atraigo a Dorian por el cuello de su camisa, apretando sus labios
contra los míos. Me devuelve el beso durante un segundo antes de alejarse.
—Te necesito, Dorian. Por favor. Si quieres ayudarme, ayúdame a sentir algo
más que dolor. Solo por un pequeño momento. ¿Por favor?
Los labios de Dorian me abandonan, pero permanece cerca, tan cerca que
puedo sentir su fría respiración abanicando mi cara. Me mira, justo a mi alma, viendo
millones de tonos de dolor y auto aversión. No puedo esconderme de esos intensos
ojos. No puedo esconder el pánico que me abruma cada vez que pienso en perder
otro amor. Él lo ve todo… cada simple trozo de mi fealdad.
Con los ojos todavía clavados en mí, libera mis manos para desabrocharse los
pantalones, rápidamente desenfundándose. Luego empuja dentro de mí, el agua
añade otro nivel de resbaladiza fricción.
—Nunca.
No solo perdí a dos padres hoy. Maté a alguien. Yo. Tomé una vida humana
sin pensarlo dos veces. Y sé que no dudaría en volver a hacerlo. Sé que lo volveré a
hacer.
—Quédate conmigo —dice sin aliento, sus golpes cada vez más urgentes, más
desesperados—. Quédate, pequeña.
—Por favor.
—No puedo.
Pero incluso mientras digo las palabras, sé que lo haré. Mi cuerpo es suyo.
Siempre lo ha sido. Y aunque mi alma está rota, él siempre tendrá dominio sobre las
partes de mí que tiemblan y lo anhelan. Incluso si mi corazón está demasiado
destrozado para volver a funcionar.
N
o estoy segura de cuándo paré de llorar. O cuándo Dorian se apartó
de mí. Solo sé que repentinamente hacía frío, y me sentí
irrevocablemente vacía.
—Tengo que irme —dice él. Está tumbado a mi lado, sus pantalones
empapados todavía están alrededor de sus tobillos.
—¿A dónde? —No le miro. No quiero que me vea de esta forma. Tan… rota.
Débil.
—Tengo que manejar algunas cosas. Volveré más tarde. —Retira un mechón
de cabello húmedo de mi mejilla—. Descansa. Necesitas dormir.
Casi me rio.
Giro mi cabeza y lo miro. Este hombre, capaz de mucho amor, pero de tanta
maldad. Ha herido a la gente, matado gente, sin embargo está aquí. Confortándome
en mi peor momento.
Sus palabras me dejan sin palabras, mirándole con unos asombrosos ojos
vidriosos. Una dulce sonrisa pasa por sus labios, antes de que toquen mi frente una
vez más.
—¿Sí? —Su voz ronca, como si hubiera estado llorando. No puedo recordar
cuantas veces he visto a mi amiga llorar. Nunca había sido del tipo demasiado
emocional. Eso era algo que teníamos en común.
—¿Dormirías si fueras yo? ¿Si en cada momento en el que cierras tus ojos
pudieras ver otra cara mutilada en la muerte más espantosa que jamás podrías
imaginar?
—Lo siento.
—¿Por qué?
Nos quedamos en silencio porque no hay nada más que decir. Morgan nunca
volvería a conocer la paz. Incluso si ella aprende a controlar su recién descubierta
habilidad, ella todavía estaría plagada de recuerdos. Ella no sería capaz de no ver
esas caras… Esas muertes. Y no se merecía esto. Puede que yo sí, pero no ella.
Le acaricio el cabello antes de dejar que las yemas de mis dedos toquen su
frente, deseosa que sus ojos se cierren. Rezando para que en algún lugar en la tierra
de los sueños pueda encontrar paz, aunque solo sea por unas pocas horas.
—Duerme —susurro en voz tan baja, que la palabra es apenas audible incluso
para mis oídos.
Había visto a Niko hacerle lo mismo a Morgan el día anterior cuando ella
estaba en un ataque de pánico, demasiado lejos para entrar en razón. Honestamente
no sé si soy capaz de invocar la misma reacción en ella. Pero mientras su respiración
se volvía lenta y plana, y su cuerpo se hunde en un sueño profundo, sé que lo he
hecho. Incluso si Morgan puede que nunca más duerma, incluso si los monstruos se
ocultan detrás de sus ojos, observando, esperando, para llevársela por agotamiento,
fui capaz de darle una pequeña porción de serenidad.
Pero lo hice.
Lo soy.
Quiero salir. Necesito aire. Necesito espacio para respirar, gritar y ser.
Morgan esta fuera de servicio, y Niko está lidiando con Cris (no voy a pensar sobre
eso; no puedo pensar sobre eso). Por lo que solo hay una persona que yo pueda pensar
que me entendería. Puede que no entienda a esta Gabs, sin embargo, la ama y acepta
de todos modos.
—¿Gabs? ¿Qué…? ¿Estás bien? —Su voz es más clara, como si un cubo de
hielo hubiera sido volcado sobre su cabeza. Oigo crujidos en el otro extremo, e
imagino que está sentado en la cama.
—Sí, estoy bien. Quiero decir no. No estoy bien, pero… no quiero hablar
sobre ello.
Pero desde que intentamos tener algún tipo de relación solo para que
terminara mal en la fiesta de compromiso de Dorian cuando me atraparon bailando
con el futuro novio, las cosas han sido más que tensas entre nosotros. No habíamos
hablado desde esa noche, ni siquiera un mensaje de texto. Y justo cuando por fin
reúno el valor de ir a verle y disculparme, Xavier, el psicótico, asesino hechicero de
la Luz, frustra completamente esos planes.
Auch. Su tono pica, pero me lo merezco. Probablemente algo mucho peor por
lo que le he hecho pasar.
—Um, uh… —Mierda. ¿Qué quiero? ¿Qué él me consuele? ¿Que me diga que
todo estará bien? ¿Que se pase por aquí y me recoja para una noche de desenfreno
sin sentido? Hace meses, no habría dudado en sugerir todo lo anterior. Pero ahora…
ahora hay demasiado que no se ha dicho. Demasiadas cuestiones sin resolver. Y
ahora que mi futuro está más oscuro que nunca, ¿tengo tiempo para arreglar las
cosas?
Pero la Gabs Humana murió hace apenas unos días, allí mismo en el Jardín
de los dioses con un rayo que caía alrededor de ella en una furia de la naturaleza. En
el minuto en el que mudé mi vida humana, al igual que una serpiente muda su piel,
me volví salvaje y libre. Renací. Y Jared, con esos deslumbrantes ojos verdes y un
saludable encanto juvenil, simplemente ya no encajaba. No estaba bien para mí que
lo quisiera.
Desearía poder contarle esto, él lo entendería más que nadie. Él me diría que
estaba loca, que sin importar qué, siempre sería su Gabs. Siempre sería esa chica de
ojos castaños, cabello rizado que no podía ocultar su amor secreto por él. Esa chica
que quería que fuera la luna y las estrellas, antes de que ella pudiera ver su inmensa
belleza.
Oh no.
¡Mierda!
No tengo mi auto.
Él sacude su cabeza.
Él abre la puerta.
Capítulo 12
N
o tengo que mirar a Alexander para saber que su rostro está retorcido
en un estado congelado de sorpresa y horror. No podría verlo a
través de mi neblina de temor, incluso si lo intentara. Todo en lo que
puedo enfocarme es en el sonido de la voz de Jared, esperando, escuchando, por
cualquier entonación. Cualquier indicador de que su siguiente palabra será la última.
Él abrió la puerta.
La sangre de Donna aún está fresca en mis manos. Aún puedo olerla. Puedo
sentir su calidez escurriéndose mientras sostenía su cuerpo laxo. Aún veo la mirada
en sus ojos mientras me veía, rogándome que la ayudara, que la salvara. Que fuera
exactamente lo que estaba destinada a ser.
Ahora, estoy a punto de perder otra preciosa parte de mí. Y temo que después
de esto, no tendré nada más que perder.
—Por favor. Por favor, cierra la puerta, Jared. —Sé que no puede oírme; alejó
el teléfono de su oreja. Mi voz es tan débil, como si mi cuerpo se hubiera rendido. O
quizás aprendió a protegerse de lo inevitable. Aprendió, se adaptó. Sabe que
cualquier otro dolor, incluso solo una pizca más, sería mi perdición. No habría
oportunidad de recuperarse.
Una voz femenina, empalagosa y nauseabundamente chillona, ronronea su
nombre, la seducción goteando en cada letra.
—Bien. —Suena casi como una pregunta, como si tratara de descubrir por
qué demonios estaba esta chica en su puerta, casi a la 1 de la madrugada—. ¿Todo
está bien, Casey?
¿Hablar? ¿Quién mierda habla a esta hora de la noche? ¿Qué diablos necesita
decir?
—Dile a esa perra que se meta en sus asuntos y cierra la puerta. No puede
esperar, Jared. Podría ser demasiado tarde. Y… y… algo pasó esta noche. No quería
decírtelo así, pero tienes que saber… es sobre Donna.
—¿Donna?
—Jared, ¿no quieres oír lo que tengo para decir? O mejor aún, ¿lo que quiero
hacer? Vamos, sexy, sabes que lo quieres.
—¡No la escuches, Jared! En serio, ¡necesito hablar contigo!
—No, no puedes. Esto tiene que ser ahora —dice con desprecio, obviamente
ofendida de que él la haya menospreciado. Casey no suena como si hubiese aceptado
bien el rechazo. Buuu, perra.
—¿Qué cosa? —¡Por amor de Dios, Jared! ¡Cierra la maldita puerta! ¡Deja de ser tan
amable!
—Lo que he estado muriendo por hacer durante meses. —Su voz cae una
octava, y puedo oírla moviéndose, acercándose al umbral de la puerta. Su voz está
más cerca, su aliento agitado con lujuria—. Bésame, Jared.
—Bésame.
—Solo un beso, Jared —ruge Casey, su voz sonando menos chillona y más
amenazante—. Solo dame un beso.
Malditamente fuerte.
Maldito infierno.
Nunca quise estar equivocada más que en este momento. Anhelaba que fuera
paranoia. Rogaba que solo estuviese siendo irracionalmente celosa y posesiva de un
chico de ojos verdes que nunca podría ser mío. Habría sido más fácil imaginarlo
follando con su vecina miembro de una hermandad. Cualquier cosa habría sido
mejor que esto.
—Pondrás tus labios sobre los míos, muchacho. Y probarás la más dulce de
las muertes.
Estoy gritando, rogando que Jared me oiga desde donde sea que haya sido
tirado el teléfono, tan fuerte que casi no oigo un estridente estallido, seguido por el
sonido enfermizo de huesos volviéndose polvo.
Cuando oigo la voz en el otro lado, trago el aliento que retengo, sintiendo
como si nunca pudiera respirar de nuevo.
U
na vez creí que estaba atada a esta tierra por la gravedad. Por una
fuerza invisible tan grande y poderosa que mantiene mis pies
plantados al piso, sin importar lo lejos de la realidad que pueda
delirar.
Estoy sostenida por una fuerza mucho mayor, algo tan poderoso que no se
puede contener. No puedo controlarlo. Solo puedo vivirlo, y rezar que me muestre
misericordia.
Amor por mi familia, mis amigos. Amor por un hombre que aún lucha contra
el deseo de matarme. Que se complace en lastimarme con cada uno de sus clímax
que aplastan mi alma.
Una vez más, me está probando, viendo cuán lejos podría presionarme hasta
que empiece a romperme. Jared siempre había sido una de esas cuerdas invisibles
que me mantenían atada a mi vida humana. Había sido forzada a cortar las que me
enlazaban a Chris y Donna. Sin Jared, ¿cuántas más cuerdas me quedarían? ¿Cuántas
más tenían que ser cortadas antes de flotar en la nada? ¿Cuán lejos puedo continuar
antes de querer cortar la que me atan a mí misma?
Alexander me mira caminar por el piso, tan quieto que me olvido que está
allí. Él no habla, no respira. Ni siquiera pestañea. Solo me mira, remordimiento
endureciendo sus facciones etéreas.
—¿No debería estar de regreso ahora? —murmuro por vigésima vez. Presiono
marcar nuevamente, solo para obtener el mismo mensaje automático. Lo sentimos. La
línea que intenta alcanzar ha sido desconectada…
—Bien. Llamaré un taxi. Tengo que llegar a Jared, con o sin tu ayuda.
Lo siento, pequeña.
—Sí. Confié en él por casi un siglo. Sin importar qué animosidades puedan
descansar entre nosotros, no dudaría en hacerlo de nuevo. La guerra te une en una
forma que va más allá de la amistad y del acoplamiento emocional. Construye
hermanos de extraños. Dorian Skotos podría haber estado mal guiado
persiguiéndote, pero sus intenciones eran buenas. Y si realmente no se preocupara
por ti, no estaría aquí ahora. Lo he presenciado derribando a grandes hombres con
sus manos desnudas sin un atisbo de remordimiento. Él ha visto arder de pueblos
enteros sin un atisbo de culpa. Pero contigo… él es diferente. Él siente. Se las ha
arreglado para retener sus emociones por cerca de doscientos años, solo para tenerlas
purificadas de su alma por una joven y hermosa chica. Imagina lo increíblemente
difícil que debió ser para él, no ser capaz de contener su afecto por la misma criatura
a la que fue enviado para asesinar. Entiendo esa batalla interna, más de lo que
pudieras saber.
Estoy aturdida sin hablar, no solo por sus palabras, sino por la convicción en
su voz. Le creo. Y aunque realmente puede que no lo conozca, conozco a Dorian.
Conozco al hombre que conocí hace un año en ese club lleno de gente. Y cuando él
presionó sus labios contra mi mano, dejando un camino de hormigueo helado, sentí
algo removerse dentro de mí. Él no estaba despertando a la bestia. La estaba
reconociendo como suya. Aceptándola. Mostrándome que podía amar cada parte
compleja de mí, incluso la parte que no entendía.
No creo que alguna vez haya planeado matarme. Cuando lo conocí, no sentí
miedo. No había una alarma silenciosa sonando en mi cabeza cuando estaba cerca.
Estaba regocijada por su presencia. Sabía que era peligroso en algún nivel, pero eso
solo hacía que lo quisiera más. Si tenía miedo por algo, era de perderlo, solo para ser
desechada como una mediocre artimaña de la vida.
Quiero conocer a mi papá. Quiero saber acerca del Brujo que traicionó a su
raza por una mujer a la que fue programado para despreciar. Una mujer por la que
había sido entrenado para matar.
¿Qué secretos están detrás de esos ojos azul hielo? ¿Qué dolor escondido está
ocultando bajo ese controlado y estoico aspecto?
Una sonrisa hace tic en sus labios solo con la mención de su nombre, e
imagino que su cara se manifiesta en su mente.
—¿Piensas que ella se sintió igual? ¿Crees que también estaba intrigada?
—¿Por qué no lo hiciste? ¿Por qué mentiste acerca de verla? —Estoy al borde
de mi asiento. Esto es lo máximo que hemos hablado desde que él llegó. Hay tanto
que quiero saber acerca de él, de mi madre, incluso de Dorian. Él podría responder
todas las preguntas que he estado albergando por las últimas dos décadas.
—No lo sé. Pero creo que fue algo más grande que ambos lo que nos abstuvo
de matarnos uno al otro ese día. Era el destino, la voluntad de la Deidad. De lo
contrario no nos habría salvado.
—No sé lo que estaba pensando cuando no pude atacar. Me dije que había
sido engañado por la ilusión de Luz durante nuestro primer encuentro. No había
planeado dejar que volviera a pasar. No había decepción en sus ojos dorados cuando
la atamos de todos los costados. No lloró ni mostró un gramo de temor. Era audaz y
orgullosa y radiante. Su Luz era más brillante que ninguna otra que hubiera visto en
mi vida.
—Y la dejaste.
—Sí. Estaba en su territorio. Fue tonto de mi parte, pero no había sido capaz
de pensar racionalmente desde ese día en el bosque. Cuando se dio cuenta de que no
pelearía de regreso, ella me ató, pero me sanó.
—Más o menos. Nuestra magia es como las cargas positivo y negativo. Yin y
yang. Somos opuestos en cada forma. Para sanarme, ella tuvo que reabsorber su
energía. Luego me dio su fuerza de vida para que así pudiera regenerarme.
Mis siguientes palabras fueron cortadas por un confuso grito, cuando un dolor
segador abraza mi espalda. Trato de llegar detrás de mí, convencida de que alguien
ha puesto un hierro al rojo vivo en mi piel. Puedo oler mi propia carne quemándose,
derritiéndose directo hasta mis huesos. Alexander ya está sobre mí, rasgando mi
camiseta mientras me doblo al piso de dolor, chillando, llorando, ahogándome.
Vomito a través de los sollozos hasta que estoy demasiado débil para incluso
levantarme.
N
ada en las frescas y claras aguas arrasadas por una marea ondulante.
Brilla en el brillante sol que cuelga por encima, irradiando calor y
vida. Está enterrada en las suaves arenas debajo de mí, haciéndome
cosquillas en los dedos de los pies y en la parte posterior de las piernas con pequeños
y grandiosos besos. Es llevada por los dulces vientos que acarician la parte superior
de mis hombros.
—Por eso estoy aquí —dice, leyendo mis pensamientos—. Reconoces lo que
puedo proporcionarte: seguridad, comodidad, satisfacción. ¿No recuerdas la última
vez que estuvimos aquí juntos? ¿La forma en que querías complacerme? ¿La alegría
que sentiste con solo un gramo de mi aprecio? Imagina el impacto total de mi favor,
Gabriella. Nunca tendrías que sentir nada más que felicidad por el resto de tus días.
Giro hacia la voz de Stavros, aunque sé que no está allí. Mi sangre no zumba
en mis venas. Mi piel no se humedece y ni duelo por ser tocada. Mi boca no saliva
con la necesidad incontrolable de tenerlo en mi lengua.
—Pero quieres hacerme daño —logro decir, sonando cada vez más como la
niña mansa que él cree que soy.
Se ríe, y una frígida ráfaga de viento se rasga sobre mi piel, rozando mis
pezones.
—No quiero hacerte daño, Gabriella. Quiero enseñarte. Quiero guiarte. Y
cuando estés lista, quiero follarte. Y lo haré. Tú y yo lo sabemos. No estabas
destinada a acostarte con un simple príncipe. Fuiste hecha para habitar la cama de
un rey. Para sentarte a su lado en un trono construido con la sangre sagrada de la
realeza Oscura. Necesitas un hombre, Gabriella. No un niño.
—¿Qué ha pasado? —Mi voz es ronca por los gritos y las arcadas, y me duele
al tragar. Sintiendo mi incomodidad, Dorian me da un vaso de agua que con aprecio
trague en segundos—. Había tanto dolor… entonces estaba en la playa… —Con
Stavros.
—Lo sé. Te traje de vuelta. Siento no haber estado aquí cuando ocurrió.
Estaba tan seguro de que te habías salvado.
Levanto las sábanas para cubrir mis pechos desnudos antes de sentarme.
—¿Salvada?
¿Mi marca? Mi mano vuela hacia mi omóplato donde mis dedos trazan un
parche de piel levantada, indicando algún tipo de diseño. Está fría al tacto, pero no
duele. He sido marcada. Mientras me retorcía en el suelo, sintiendo que algo o alguien
tallaba sus iniciales en mi piel con un atizador abrasador, me habían marcado como
una bestia corrupta, el precio que había tenido que pagar por haber nacido
simplemente de un padre Oscuro.
Salí de la cama y corrí hacia el baño, ansiosa por ver la marca que se grabó en
mi piel para la eternidad. ¿Cómo podría ser categorizada? ¿Polemos? ¿Me
perseguirán los pecados de mi padre por el resto de mis días? ¿O he creado una nueva
casa, completamente única para quién y qué soy?
Desnuda de cintura para arriba, me giro en el ángulo justo para ver un símbolo
tallado en mi omóplato derecho. Es un triángulo al revés, aunque está roto en la parte
superior y los dos extremos no se unen. Dentro del triángulo, parece haber una P con
una X que se bifurca. No se parece a nada de lo que he visto nunca, y ciertamente
nada a los tatuajes que esos aspirantes a Oscuros recibieron.
—¿Qué es?
Dorian se pone a la vista detrás de mí y apoya sus manos con cautela sobre
mis hombros.
Frunzo el ceño.
—Pero eso no tiene sentido. Sí, entiendo la parte sobre Polemos, pero no soy
humana. ¿Verdad?
Asiente una vez, dejando caer su solemne mirada al suelo. Pero no antes de
ver la disculpa en sus ojos.
El impacto total de sus palabras me golpea lo suficiente como para hacer que
mis rodillas se doblen. Dorian rápidamente se da cuenta de mi vacilación, y me
apoyo en el lavabo, dejando que las piezas caigan juntas.
—Es mi castigo, ¿verdad? Mi cruz por matar a ese chico… ese inocente,
humano, maldito chico que fue poseído y enviado en una misión suicida por un
pedazo de mierda de cobarde Oscuro.
Lo siento, pequeña.
De nuevo, Dorian me mira con pesar en esos interminables ojos azul claro, y
siento que mi sangre se enfría.
—Bueno, ¿dónde está? ¿Puedo verlo? Dame las llaves. Iré a su habitación
ahora. —Doy un paso hacia el dormitorio, y Dorian detiene mi avance con una mano
en mi codo.
—¿Irse? —Me aparto de su alcance como si las puntas de sus dedos estuvieran
cubiertas de arsénico—. Acabas de decir que estaba bien. ¿Qué pasó allí? ¿Qué es lo
que no me estás contando?
Abre la boca, pero rápidamente la cierra antes de desviar los ojos. Conozco
ese gesto. Desprecio ese gesto. Es la forma de Dorian de evitar la pregunta. No puede
mentir, así que simplemente omitir la verdad es lo mejor. No dejaré que se salga con
la suya. No esta vez. Me dirá lo que pasó, aunque tenga que infiltrarme en sus
pensamientos y sentimientos internos y sacarlos yo misma.
Me perfora con esa mirada penetrante en mí, la que dice que está a dos
segundos de desatar su demonio interior y hacerme comer mis palabras. No hace
amenazas, da o toma.
—No dejaré pasar esto. —Niego con la cabeza, mis ojos siguen fijos en los
suyos para que pueda ver la resolución en los charcos de azul y oro—. Es mi amigo,
Dorian. Sabes lo que siento por él. Y si crees que voy a seguir adelante sin saber que
él está bien, entonces honestamente no sabes nada de mí.
—¿Qué? —Doy un paso atrás, poniendo aún más distancia entre nosotros—.
¿De qué estás hablando? Es la mitad del semestre. Es un estudiante de tercer año.
¿Por qué se transferiría ahora? ¿Y todo el camino hasta Notre Dame? ¿Cómo es que
incluso…?
Me paro ahí, con la boca abierta, viendo finalmente la verdadera razón por la
que Dorian me ha estado mirando con tanta culpa y rabia pintada en su rostro. Es
culpable porque tuvo algo que ver con el repentino movimiento de Jared a través del
país. Y enojado consigo mismo porque sabía que esto me lastimaría.
—Sabes por qué, Gabriella. Viste lo que pasó con Donna. ¿Realmente
pensaste que dejaría que eso sucediera de nuevo?
—Así que me estás diciendo que hiciste esto por mí. —No es una pregunta—
. Que esto no tiene nada que ver con que quieras a Jared fuera del cuadro para
siempre.
—¿Me has dado una razón para querer eso? —Me fulmina con una mirada
tan helada como sus palabras.
Dorian chupa sus dientes y resopla, una apretada y sardónica sonrisa en sus
labios.
—Tu amigo estaba en peligro, Gabriella. La chica que trató de atacarlo había
sido obligada por un Orexis, compartía su marca y tenía su magia en sus labios. Hice
lo que había que hacer para garantizar su seguridad, lo que incluía exponerme. No
tenía otra opción. ¿Debería haberme quedado al margen y dejar que aceptara su beso?
¿Que una pequeña e inocente chica le succionara la vida de su cuerpo?
—Entonces, ¿qué es lo que quieres de mí? ¿Quieres que sufra por lo que he
hecho? ¿Quieres que me sienta mal por quererte todo para mí? Porque no es así. No
me disculparé por haber hecho lo que había que hacer.
—¿No?
—No. —Se frota la mano sobre el rostro, la estática de la agitación se
desprende de él en oleadas—. Es imposible.
Se inclina hacia mi toque, con los ojos cerrados, e inhala el pequeño espacio
que hay entre nosotros.
Escucho sus palabras, pero no puedo digerirlas. Me niego a dejar que sean
reales.
Cada dulce sonrisa, cada tierno roce de su mano, cada cálido abrazo que de
alguna manera devoró todo mi cuerpo en la dureza de su cuerpo. Se ha ido. Borrado
en las manos del hombre que elegí sobre el hombre que una vez pensé que amaba. El
hombre con el que pensé que pasaría el resto de mi vida.
—¿Cómo pudiste? —Mi labio inferior tiembla, pero lo capto con los dientes,
negándome a mostrar debilidad—. A la mierda con esto. Me voy al aeropuerto. Jared
es mi amigo. Si no se acuerda de mí, lo obligaré. —Agarro un poco de enjuague bucal
y lo meto en la boca por unos segundos para disipar el sabor a vómito, luego pongo
mi cabello en un moño descuidado.
—¿Al aeropuerto? ¿De qué estás hablando, Gabs? —Estrecha los ojos,
tratando de averiguar si soy seria o delirante—. ¿Cuándo le hablaste? Pensé que
ustedes dos no estaban…
—Te lo explicaré en el camino. —Le tiro las llaves de su auto y su bolso. Aun
así, no se mueve—. Morgan. ¡Tenemos que irnos ahora!
Echa una mirada a Alexander y luego a Dorian antes de darme una sonrisa
nerviosa, la confusión apretando sus labios. Su renuencia me enfurece. Soy su amiga.
Debería confiar en mí. Hace dos días, estaba muerta de miedo por estos hombres, ¿y
ahora los busca como guía? ¿Me he convertido en una carga? ¿O es que todos me
compadecen, la pobre niña casi huérfana que ni siquiera sabe quién carajo es?
—¿Así que Dorian realmente piensa que todos sus seres queridos son un
objetivo? —Morgan acelera por el bulevar Powers hacia el aeropuerto de Colorado
Springs, como si el auto estuviera en llamas. Por suerte, no nos saltamos ni un solo
semáforo en rojo. No cuestiono los cómo y los porqués. Solo me fijo en la carretera,
rezando para que Morgan no haga que nos maten. Bueno… que se mate a sí misma.
Probablemente me iría sin un rasguño.
Ojalá pudiera llevarla de vuelta allí. Demonios, me gustaría poder volver allí.
Pero todo es diferente ahora. No podemos fingir ignorancia o atribuirlo todo a la
inmadurez. Esto es todo para nosotros. No hay vuelta atrás a la vida que una vez
tuvimos.
Incorrecto.
—South Bend —susurra una voz que se desliza en mis oídos y hace eco en mi
cabeza. Ando por ahí, buscando la fuente, pero no hay nadie. Es como si ni siquiera
lo escuchara todo, que solo imaginé la voz familiar. Al menos, eso es lo que quiero
creer.
—Algo así.
Golpea una tecla, causando que una impresora escupa una tira de papel.
Luego me da una tarjeta de embarque.
—En ese caso, yo invito. —Sonríe, sus ojos se calientan hasta que se ven
casi… dorados. Es solo por un segundo, pero juro que veo el brillante destello de luz
en sus brillantes lirios. Ella es Luz. Oh, Dios mío. Hay tanto que quiero saber, tanto
que quiero preguntarle. Pero si no corro ahora, no atraparé a Jared.
—Esto debería hacerte pasar por seguridad más rápido también —dice
señalando un emblema en la tarjeta de embarque—. La vida es demasiado dura para
pasarla sin la gente que amas. No dejes que se escape.
Paso por la seguridad como ella dijo, sin tener que parar para quitarme los
zapatos. Luego lo reservo para la puerta de Jared, esperando, rezando para que no
haya embarcado ya.
—¿Jared?
—¿Sí?
—Lo haces. Lo hiciste. —Trago, rezando para tener fuerza para pasar mis
próximas palabras—. Eres mi mejor amigo. Y solías ser…
Se ríe, no por ser condescendiente, sino más bien para romper el hielo.
—Embarque final para todos los pasajeros del vuelo 2306 a South Bend,
Indianápolis. Por favor, diríjanse a la puerta B3 inmediatamente —dice una voz
chillona por el intercomunicador del aeropuerto. Jared mira hacia su puerta antes de
encogerse de hombros.
—Bueno, mejor me voy antes de que el avión despegue sin mí. Fue un placer
conocerte… Gabs, ¿verdad? —Extiende su mano, y se necesita todo lo que hay
dentro de mí para no agarrarlo y arrastrarlo fuera de este aeropuerto, pateando y
gritando.
—Sí. Gabs. Buena suerte, Jared. Lo harás muy bien en Notre Dame. Sé que
lo harás. —En el momento en que pongo mi mano en la suya, una oleada de energía
pasa por mi cuerpo y se transfiere al suyo. Como una pequeña sacudida de
electricidad. Él se retira con un gesto de dolor y mete la mano en su bolsillo.
Veo a mi mejor amigo, mi roca, dar la vuelta y caminar hacia su futuro. Uno
que está pintado con esperanzas y sueños. Con amor y felicidad. Un futuro sin mí.
Cuando llega a la azafata y le entrega su tarjeta de embarque, me obligo a alejarme,
con las lágrimas cayendo por mis mejillas. Lo dejo ir para siempre. Lo estoy
liberando.
Hago unos pocos metros antes de ver a Dorian, de pie contra una pared, tan
quieto y sin expresión que los ojos humanos lo habrían confundido con una estatua
de mármol. Cuando mi mirada se encuentra con la suya, hace una mueca, sintiendo
todo el dolor. Me da la mano, ofreciéndome consuelo y comodidad, y por mucho
que quiera tomarla, por mucho que quiera caer en sus brazos y llorar, niego con la
cabeza y sigo caminando.
No puede arreglar esto. Él causó esto. Todos lo hicimos. Tal vez yo más que
nadie.
Capítulo 15
T
odos los arreglos se han hecho para nuestro viaje al sur. Nos vamos
esta noche, así que aten los cabos sueltos que puedan tener. Sin
— embargo, es mejor que no le digan a nadie de nuestra partida,
amigos y familiares incluidos.
Un cansado Niko nos mira a todos los que estamos en la sala, fijándonos con
una mirada azul oscuro. Sus ojos no son tan brillantes, y los rodean círculos oscuros.
Se esfuerza por mantener la fachada de inmaculada belleza y control, pero la máscara
sigue resbalando. Ha usado mucho en los últimos días, y necesita descansar y
reponerse. La pregunta es cuándo… y con quién.
—Espera un minuto… ¿qué tiene que ver esto conmigo? —se burla Morgan.
Veo que Niko se estremece por una fracción de segundo antes de que su rostro
caiga en un disfraz impasible.
—Bueno, ahora que está decidido… haz las maletas. Y encuentra algo que
hacer con ese pequeño roedor que llamas perro. No vendrá con nosotros.
—Bueno, alguien es solo un rayo de sol dorado —responde, con una sonrisa
juguetona en los labios. Gira la cabeza justo cuando saco mi maleta del interminable
pozo de mi vestidor, y su expresión cambia a algo más solemne—. Pensé que te
gustaría saber que Chris está a salvo. Su trabajo es trasladarlo a Hawái. Clima cálido,
mucho sol. Será como unas vacaciones permanentes.
—¿No eres una criatura viciosa, pequeña criatura? Pensé que esto era lo que
querías, Gabs. Que tus seres queridos estuvieran a salvo.
—Es lo que quiero. Pero no tienes que alegrarte tanto por ello. Actúas como
si esto fuera divertido para ti. Diablos, mira cómo acabas de tratar a Morgan, después
de todo lo que ha pasado.
—Lo sé, Niko. Y estoy agradecida por toda tu ayuda. Es solo que… no sé lo
que estoy haciendo. Tengo todas estas preguntas… todos estos sentimientos. Y estos
pensamientos… pensamientos que nunca he tenido antes.
—Ah, sí. Los elementos Oscuros son más fuertes de lo que anticipaste. Es
normal, ya que estás en la actual compañía de tantos de nosotros. Absorbes nuestra
esencia, nos alimentamos unos a otros. Encontrarás que puede ser lo mismo cuando
estés en la presencia de la Luz.
Niko estrecha los ojos y frunce los labios, natural disgusto por la raza de su
hermano que le agria la lengua.
—Lo dudo. Si no podemos detectarlo, dudo mucho que sus sentidos sean
superiores. ¿Qué te ha dicho?
—No lo sé. Quiero decir… puedo ver a todos, incluso cuando lo están. Incluso
a ti.
—Ya veo.
—No.
—¿No le hablas?
—¿Por qué demonios debería hacerlo? —Reanudo la tarea de meter la ropa
en mi maleta, y casi rompo mis jeans favoritos en dos con la fuerza de mi irritación.
—Um, creo que la pregunta es, ¿por qué demonios no estás de rodillas,
dándole la mamada de su vida ahora mismo? Estás actuando como una niña, Gabs.
Sabes que hizo lo que tenía que hacer, y si te lo hubiera dicho de antemano, nunca
le habrías dejado seguir con ello. Entonces estaríamos alojando a otro vagabundo.
Deberías agradecerle, no quejarte por un niño humano que nunca llegó a la tercera
base. Supéralo.
—¿Superarlo? ¿Qué sabes tú de lo que estoy pasando? Has tenido todo lo que
siempre has querido y más… ¡eres un maldito príncipe, por el amor de Dios!
Probablemente nunca has sentido verdadero dolor un día en tu vida. ¡Así que no te
atrevas a decirme que lo supere!
—¿Dolor? ¿Qué mierda sabes tú de dolor? —Niko también está de pie, se eleva
sobre mí, su cuerpo dominante está tenso. Aunque es unos centímetros más bajo que
Dorian, su cuerpo aún está envuelto en un músculo duro, y su siniestra apariencia
intimidaría incluso al hombre más seguro de sí mismo. Aun así, me niego a echarme
atrás.
—¡Obviamente más que tú! Porque si pudieras sentir solo una fracción de lo
que estoy pasando, no estaríamos teniendo esta conversación. Pero, obviamente, no
te das cuenta del daño de los demás.
—Intenta matar a la mujer que amas después de que te haya salvado la vida.
Intenta vivir con su sangre en tus manos, incapaz de lavar la mancha de su muerte.
Trata de hacer todo lo que no sea tallar tu propio corazón para sentir algo, cualquier
cosa, de nuevo. Lidia con esa mierda, y luego ven a hablar conmigo.
Sus palabras me congelan donde estoy, con la boca abierta y los ojos bien
abiertos. Da un paso atrás, frotando una mano sobre su rostro. Ahí es cuando me
doy cuenta de lo cansado que se ve, menos bonito.
Me tomo unos segundos para absorber sus palabras antes de cerrar la boca,
tocando mis dedos con los labios en un acto de arrepentimiento.
—¿Qué pasó? —susurro contra la punta de mis dedos. Niko niega con la
cabeza, negándose a mirarme a los ojos. Doy un paso adelante y tentativamente
descanso mi mano en su hombro—. Oye. Háblame, Niko.
Suspira, los músculos de sus brazos y cuello se tensan con ansiedad.
—Fue hace mucho tiempo en Nueva Orleans. Era la hija de un borracho con
un toque de vudú en su línea de sangre. La línea de sangre Laveau. Su nombre era
Amelie. Se metió en mi vida de la manera más inesperada y lo cambió todo. Cambió
el mismo hombre que yo era.
—¿Y la amaste?
—No al principio. Quería odiarla, odiar lo que era y lo que representaba, pero
no podía. Y luego estaba la conexión que teníamos… ella había sido influenciada por
la Luz, sus sueños malditos con imágenes de mí. Algo en el universo nos quería
juntos, solo para separarnos.
—No lo sé. No puedo entenderlo. Era el alma más pura, amable y cariñosa
que había conocido. Era buena. Demasiado buena para los que son como yo. Sigo
pensando que si no la hubiera corrompido… si no se hubiera enamorado de mí,
dándome su inocencia, se habría salvado. Murió por mí. Y por mi culpa. —El dolor
de Niko satura el aire, y yo ni siquiera trato de luchar contra el impulso de envolverlo
con mis brazos. Me acepta libremente, me sostiene contra su pecho y apoya su
barbilla en mi cabello—. Intentaba salvarme. Me estaba muriendo, y esta dulce y
hermosa chica dio su vida por la mía. Nunca me he perdonado por matar mi única
oportunidad de ser feliz. Y nunca lo haré.
Debí haber sabido que no tomaríamos un vuelo comercial a Luisiana. Oh, no.
Eso sería demasiado peatonal para los hermanos Skotos.
No es que fuera un jet privado, algo en lo que nunca soñé con montar. Era el jet
privado. Como la hermana más sexy y menos asequible de un avión normal. Todo,
desde el lujoso mobiliario azul marino y de color crema hasta los frescos lirios de cala
situados por toda la cabina suavemente iluminada, gritaba opulencia. Era como sexo
en alas. De repente, mi Samsonite y yo nos sentimos extremadamente fuera de lugar.
Dorian y yo no habíamos hablado todavía, pero podía sentir sus ojos sobre
mí. Cuando por fin salí de mi habitación, vestido para el viaje con unos jeans negros
muy ajustados, una blusa de franela y botas, supe que esperaba que siguiera el consejo
de Niko y lo dejara entrar de nuevo. No lo hice. Lo amaba y sabía que él me amaba,
pero eso no cambió el dolor que sentí por otra traición. En algún momento, las
pequeñas cosas se convierten en grandes cosas. Y las grandes cosas se convierten en
rompecabezas. Esto no era una ruptura, pero definitivamente garantizó una reacción.
Me siento en uno de los sofás y me quito las botas, doblando mis pies con
calcetines debajo de mí. Después de algunas noches de descanso, los cojines se
sienten suntuosos y me acomodo, apoyando una almohada detrás de mi espalda.
Dorian se sienta a unos metros en una mesa, donde Niko y Alex se acurrucan con
cuidado. Una hermosa asistente pelirroja aparece al instante con una bandeja de
bebidas, sonriendo a los tres magníficos hombres.
—Me alegro de volver a verle, señor Skotos —dice, su voz melódica y sedosa.
Su ajustado vestido azul acentúa cada amplia curva de sus caderas y muestra una
generosa porción de escote. Su piel pálida es tan clara y delicada que casi puedo ver
las venas azules en su delgado cuello. Si no lo conociera mejor, pensaría que es
Oscura. Pero su olor es tan potente, amplificado por su excitación, que sé que no es
nada más que humana.
—Maldición. ¿Qué pasa con estos tipos? ¿Todo lo que les rodea tiene que ser
tan ridículamente hermoso? —murmura Morgan, se instala a mi lado en el sofá. Pasa
por una revista de Elle, deteniéndose en un artículo sobre libros de romances eróticos
y los autores sexys que los escriben.
Miro mis jeans lisos y la blusa a cuadros rojos. Mis tetas no son enormes, mi
vientre es suave pero plano, y tengo más trasero del que se considera deseable por la
mayoría de las revistas de moda.
—Oh, cariño —dice Morgan, extendiendo la mano para apretarla—. Eres más
que ordinaria. Eres extraordinaria. Quiero decir… deben haber estado rodeados de
mujeres hermosas toda su vida. Probablemente cada una de ellas ha tenido su cuota
de modelos, actrices, estrellas del pop. ¿Y las mujeres como ellos? Probablemente nos
veríamos como ogros junto a ellas.
—Hola, soy Lynda con una Y, le serviré esta noche. ¿Hay algo que pueda
hacer por ustedes? Tenemos un bar completamente abastecido y una cocineta a
bordo. Si lo quiere, estoy segura de que podemos proporcionárselo.
Aturdida, Lynda con una Y asiente y corre hacia atrás para cumplir nuestra
ridícula orden. Lanzo una mirada divertida a Morgan que ya ha vuelto a hojear las
páginas de Elle, completamente imperturbable.
A
terrizamos en el pequeño aeropuerto privado cerca de las tres de la
madrugada hora del este a una única limosina en la pista oscura. Ni
siquiera parece haber ninguna otra señal de vida adentro de la
terminal. Una cansada Morgan y yo nos deslizamos en el enorme vehículo,
hundiéndonos en los asientos de cuero blanco en el lejano asiento trasero. Después
de un par de botellas de champaña, y más comida de la que podamos nunca terminar,
estamos vencidas las dos. Los chicos actuaban como si ni siquiera existiéramos, y la
parte menos madura de mí realmente, realmente deseaba que lo hubieran hecho.
Maldición.
Lo estás.
Puedo hacer que duela, susurra él en mi cabeza. Eso es lo que quieres, ¿verdad?
Siento su lengua más gruesa, y más mojada. Demonios, juro que cubre mi
montículo hinchado completamente. Me está chupando, lamiéndome con urgencia
y tan profundamente que ni siquiera tengo tiempo para comprender el cambio en su
asalto oral. No puedo respirar; me estoy ahogando en mis gritos. El satén se
desintegra en mis palmas cuando desgarro un puñado del edredón. Él se sumerge en
mi interior, y un zumbido estalla en su garganta mientras saborea mi sabor. Me está
bebiendo, chupando mi orgasmo con lengua, dientes y labios tan suaves y llenos en
su perfección, que deberían ser patentados. Y todo lo que puedo hacer es gritar
mientras me come viva. Grito hasta que mi garganta está adolorida y mi voz está
ronca, mientras me rompo una y otra vez en una deliciosa agonía.
Él toma cada gota de mí, a través de múltiples olas de orgasmo que derivan
en réplicas. Mi cuerpo se sacude y tiembla mientras se instala en la fatiga de la pasión
inducida. Él se arrastra por mi cuerpo, besándome con cuidado, murmurando su
alabanza contra mi piel.
Cuando siento las hebras de seda de su cabello contra mis pezones, sé que él
ha vuelto a mí. Le da a cada pezón un suave beso antes de levantar su cabeza, las
capas más largas de su cabello negro azabache cayendo en esos ojos ardientes azul
hielo. Un costado de su boca se curva en una sonrisa satisfecha, complacido de cuan
completamente ha destrozado mi cuerpo. Cuando él habla, casi tiemblo con el sonido
de su voz, provocando que un bajo y salvaje siseo escape de entre mis dientes.
Despierto a la luz del sol, calidez y el pecho desnudo más suave en el mundo.
El único pecho que alguna vez necesitaré desde ahora a la eternidad.
—La casa de Niko. Escogí la habitación blanca para nosotros. Algunas veces
olvido que no eres como nosotros, necesitas tanta luz, así como necesitas oscuridad.
—Te cargué.
Cierro los ojos y me acurruco más cerca de él, inhalando su fresca y limpia
esencia una vez más. El silencio se estrecha entre nosotros, y lo dejo. No sé qué
decir… qué sentir. Había estado soñando con su hermano. Y no solo cualquier
sueño. Un sueño devastadoramente orgásmico que hizo temblar la tierra y que
todavía tenía a mis piernas temblando y la profundidad de mis piernas goteando de
lujuria.
No lo entiendo. No hay nada sexual entre Niko y yo. Claro, pienso que es
precioso, encantador y honesto en una forma que puedo aceptar. No negaré que
tenemos una conexión en el frente mágico también. Pero sea lo que esa conexión sea,
es únicamente platónica. Él es el hermano de Dorian y un mujeriego hasta su núcleo.
No hay nada que pueda darme que Dorian no me haya dado.
—¿Sí?
D
eambulo por los pasillos de la gran mansión de Niko, con los ojos
muy abiertos de asombro. Es bonita. Impresionante, realmente. Las
famosas obras de grandes artistas adornan las paredes, cosas que
solo deberían alojarse en exhibiciones de museos encerradas en vidrio protector. Hay
esculturas y jarrones elaboradamente vestidos en cada esquina, agregando toques de
color y vida. Estoy asombrada de toda la belleza en la que estoy inmersa, tanto que
me siento fuera de lugar. No puedo imaginar por qué Niko alguna vez abandonaría
un hogar tan increíble.
—Este lugar es increíble. No esperaba que tu hermano tuviera una casa como
esta —respondo, deslizándome en un asiento en el mostrador de mármol.
Dorian está en la estufa, preparando algo que huele tan increíble que mi
estómago retumba en respuesta.
—¿Un lugar como qué? —pregunta, cortando hierbas frescas para agregar a
un tazón de patatas crujientes asadas. ¿De dónde demonios vino toda esta comida?
—Pensarías eso, ¿no? Ambos fuimos criados para tener un profundo aprecio
por las artes. Y creo que la arquitectura del renacimiento griego que se encuentra
aquí le recuerda a su hogar. Nikolai es mucho más tradicional de lo que cabría
esperar. Es comprensible que esperes algo más… desviado.
Mi cara arde y dejo caer mi mirada, estudiando el mapa de ruta de las líneas
grabadas en el mostrador de mármol.
—¿De verdad?
—¿Tu chica? —Me rio. Algo tan mundano y ordinario parece cómico
proveniente de Dorian.
—Voy a ser grande como una casa contigo, lo sabes, ¿verdad? —digo antes de
que deslice una fresa con punta de crema entre mis labios.
—Incluso si eso fuera posible, no me importaría. Me gusta darte de comer.
Me gusta cuidarte. Es una de las cosas que más extrañaba cuando estábamos
separados. —Se pone el resto de la fresa en la boca y muerde, el jugo gotea de sus
labios. Atrapo el néctar con un dedo y lo succiono lentamente, mientras él mira
atentamente con los ojos entrecerrados.
—Es por eso que deberíamos esperar a que ella nunca tenga que enfrentar eso
—dice una voz peligrosamente profunda desde la entrada de la cocina.
Alexander entra a la habitación con los ojos duros y fríos fijos en Dorian, en
silencio amonestando.
—Relata la historia de todas las casas Oscuras reales, enumerando sus dones
especiales y funciones en la monarquía. Desde que está atado a la magia Oscura y tú
eres mitad Luz, puede haber un efecto desagradable cuando lo tocas.
—Su presa estaría tan afligida que se ahogarían en sus lágrimas. Literalmente
se ahoga con su pena —agrega Dorian, con una solemne inflexión en su voz.
—Pero no siempre fueron así, ¿verdad? Su linaje fue creado después de que
los Oscuros fueran corrompidos. Como todos ustedes.
Dorian asiente.
—En ese tiempo, Grecia fue casi invadida por los Oscuros, marcando lo que
los libros de texto humanos han considerado la Edad Media. Pero como su historia
lo ha indicado, hubo siglos de guerra que causaron el declive del Imperio griego —
agrega Alex.
Girando la cabeza con preguntas y ansiosa por mucho más, miro el libro y leo
las páginas dedicadas a la casa de Apatē, gobernantes de mentiras y engaños. Eran
conocidos por jugar trucos mentales, creando ilusiones dañinas para sus víctimas
hasta que se volvían locos. Tiemblo, imaginando cómo debe sentirse no tener control
sobre tu mente. Estar completamente a merced de un mal tan arraigado.
—Mierda… los humanos estaban infectados con magia Oscura. ¿Qué pasa
si… qué pasa si la historia se repite? ¿Qué pasa si alguien está tratando de crear un
desvío que funcione para causar histeria colectiva, solo para que puedan mudarse a
un nuevo territorio?
Sacudo la cabeza.
—Nosotros no. Yo. Estaba destinada a restablecer el equilibrio entre Luz y
Oscuros. Este plan estaba en marcha mucho antes de ascender. Y ahora… ahora
estoy en el camino.
—Creo que estás haciendo algo, Gabriella —dice Alex con gravedad—.
Contigo, Stavros podría demoler rápidamente a la oposición, usando tu poder para
armar a los humanos. Sin ti, él encontraría demasiada resistencia, incluso de su
propia especie. Pueden tener poder y números, pero no tienen a los poderes Divinos.
—Es por eso que tenemos que detener a querido papi antes de que intente
matar a todos los que Gabs ha conocido. —Suena una voz suave detrás de nosotros.
Niko aparece a la vista luciendo elegante y bien vestido como siempre. Las ojeras
debajo de sus ojos han desaparecido por completo, y su piel es lisa y brillante. Debe
haber ido a la ciudad para reponerse. El recuerdo tira de mí, pero lo muerdo, dejando
que el miedo anule mis deseos salvajes.
Mis amigos, lo que queda de mi familia… Oh, Dios mío. Nadie está a salvo
a mi alrededor. E incluso si hubiera una manera de proteger a las personas que amo,
¿qué impide que Stavros persiga a personas inocentes para llamar mi atención?
Mierda, podría demoler una manzana entera con un chasquido de dedos si quisiera.
Niko mira a los otros Brujos alrededor del mostrador, reflejando sus
expresiones asesinas antes de asentir.
E
studio cada página de ese libro antiguo hasta que me duelen los ojos,
con la esperanza de absorber todo lo que pueda en un intento de estar
un paso por delante del enemigo. Cuando tengo preguntas sobre los
Oinos, la casa Oscura del vino, Dorian arquea una ceja.
—Como dije, te atraen ciertos elementos. Oinos es uno de ellos. No, no matas
a nadie, pero piensa en cómo te sientes cuando bebes. Al principio te sientes bien.
Libre. Pero luego una emoción más oscura se apodera de ti y te hace desear la
violencia y la ira. Ahora imagina esos sentimientos en humanos de voluntad más
débil. Imagina pequeñas voces susurrando en sus oídos, diciéndoles que tomen un
trago más, manden la precaución al viento, cedan ante la paranoia. Así es como
operan los Oinos. Y no es solo vino. Es todas las drogas y alcohol.
—Entonces, esa noche en ese club, Aria, cuando supuestamente intenté matar
a una chica, ¿eso fue todo el trabajo de Oinos?
Morgan gira la tapa de la botella de jugo de naranja entre sus dedos, girándola
sobre la encimera.
—Sabes que Alex ha estado trabajando para apagar mi vista, así no estaré
constantemente obsesionada por los fantasmas. Aun así… algo en esta casa no está
bien. Siento esta inquietud, como si algo, o alguien, tratara de llamar mi atención.
—¡Lo siento! —digo, estirando la mano para agarrarla antes de que se caiga.
Tanto la tapa de la botella como el taburete caen en su lugar simultáneamente.
Morgan niega con la cabeza antes de que una risita brote de su pecho.
—Entonces, todo este tiempo, ¿nunca supiste lo que eras? ¿En serio nunca
sentiste que eras más que humana?
Me encojo de hombros otra vez, recogiendo la tapa de la botella de jugo de
naranja.
Levanto mi mirada hacia la de ella, mis ojos entrecerrándose con una sonrisa.
En ese momento, me sentí como la mayor imbécil del mundo. Había perdido,
pero no era la única. Morgan estaba sufriendo mucho, no importa cuán buena actriz
fuera. Cuando ascendí, le robé algo. Su inocencia, su flotabilidad. Le robé la vida. Y
aunque fue inadvertidamente, no puedo evitar sentirme responsable de eliminar
cualquier posibilidad de un futuro real, libre de todos los terrores sobrenaturales de
nuestro mundo.
Yo hice esto. Yo causé esto. Si no hubiera elegido estar indecisa para siempre,
podría haberla salvado.
—Como dije antes, Gabs, no es culpa tuya. No tenías ni idea de que esto
sucedería. Y todavía podría haber terminado así. Sabes, mi padre pasó por lo mismo.
Tal vez siempre estuvo en mi sangre.
—Lo hizo.
Los hormigueos avanzan por mi columna cuando escucho su voz. Dios. Está
mal, sé que está mal, pero no puedo evitarlo. Y si bien puedo odiarme por sentirme
así cuando está en mi presencia, tengo que descubrir por qué… ¿Por qué me hace
esto?
Niko entra a la habitación con tanta gracia que ni siquiera puedo decir si sus
pies alguna vez tocan el suelo. La sonrisa en su rostro es tan endiabladamente
atractiva que incluso Morgan tiene que girar la cabeza para ocultar su sonrojo.
Me siento allí sin palabras, sin poder presionar por más, pero
afortunadamente, Niko continúa.
—Me inclino a creer que Morgan no fue maldecida, sino elegida. Elegida para
estar a tu lado como aliada, no como víctima.
—¿Pero ¿cómo sabes eso? ¿Por qué alguien elegiría esto? ¿Ser perseguido por
fantasmas cada maldito día? ¿Cómo podría eso ayudar alguna vez? —pregunta
Morgan, levantando las manos.
—No éramos los únicos que contamos con tu ascensión —explica—. Otras
formas de magia, incluso las antinaturales, tienen sus propias razones para querer
restaurar la paz entre los Oscuros y la Luz.
—No importa lo que quiera. Aprendí a no desear las cosas hace mucho
tiempo.
Hay esa triste inflexión de nuevo. Ese dolor oculto que a veces levanta su fea
cabeza en un solo temblor de su voz. Abro la boca para decir algo para ofrecer
consuelo, pero él rápidamente asiente hacia Morgan.
Y así, Niko ha vuelto a los chistes malos y al descaro. Aun así, no dejaré que
se salga con la suya y me vuelva a sacudir.
—¿Cómo sabes todo esto? —pregunto, tan pronto como Morgan está fuera
del alcance del oído.
—Espera. Sabes algo. De hecho, sabes mucho más de lo que quieres que los
demás sepan. Como cómo pudiste hacer que descongelara a Dorian y Alex.
Escúpelo, Skotos. Y no quiero escuchar ninguna mierda acerca de que no sabes de
lo que estoy hablando.
—Bien. Pero tienes que jurar mantener esto entre nosotros. —Levanta una
mano y mueve un dedo en un movimiento circular, hechizando la habitación para
ocultar nuestras voces.
—Lo prometo.
—¿Yo?
—Sí, Gabriella. Todos te han estado esperando. Todos, desde los wiccanos
celtas hasta los curanderos del Perú y los Mo Phi en Tailandia. Todos habían estado
esperando tu ascensión.
—¿Por qué?
—¿Y? —Mierda. ¿Hay más? ¿Qué podría ser más perturbador que saber que
eres parte de una predicción loca que se extiende por todo el mundo?
No puedo evitar el aguijón de dolor que sus palabras infligen en mi frágil ego.
Excelente. ¿Una raza entera de las creaciones preciosas de la Deidad está eligiendo
odiarme solo por respirar? No les he hecho nada, pero su tipo simplemente no puede
dejar de joderme. Primero matan a mi madre. Luego Xavier, aunque completamente
psicótico, estuvo muy cerca de llevarme al mismo destino hace solo unos días. Y la
única hechicera de la Luz que intentó ayudarme, Solara, fue asesinada tratando de
protegerme.
Niko sisea un suspiro antes de inclinarse hacia adelante sobre sus codos,
dejando solo unos centímetros de espacio entre nosotros.
—La profecía solo habla de dos nacidos de los Oscuros. Dos Oscuros. No tres.
—¿Qué?
—Haz los cálculos, niña. Hay tres de nosotros aquí. Uno no estará contigo en
la batalla. Lo que significa que te traicionará o se encontrará con la muerte antes de
que llegue ese momento.
Solo tengo una fracción de segundo para digerir sus palabras antes de que una
sombra borrosa atrape el rabillo de mi ojo. Alguien está aquí. Niko también lo ve, y
en mi próximo aliento, se disipa en una ola de humo gris, dejándome solo con sus
susurradas palabras resonando dentro de mi cabeza.
—No hables de esto. Nunca. No importa lo que haga para que te sometas.
Capítulo 19
E
s tarde cuando regreso a la habitación blanca. Después de levantar mi
mandíbula del piso cuando Niko desapareció, reanudé mis estudios
del libro que me dio Alexander, obligando a mi mente a enfocarme en
algo, cualquier cosa, más que en la profecía.
Aun así, el hecho se mantenía en que Niko era Oscuro, y admitió realmente
no saber si quería que su raza se uniera a la Luz. Era el menos reformado del grupo,
el que menos aceptaba. Tal vez su distancia de la Luz anularía su lealtad hacia mí.
Cuando se trataba de Dorian, sabía desde lo más estrecho de mis huesos que
él me amaba, y haría cualquier cosa para protegerme. No tenía que adivinar; su
corazón hablaba por él. El vínculo entre nosotros estaba creciendo más fuerte cada
día, y pronto no sería capaz de distinguir sus sentimientos de los míos. Y mientras
era inquietante, y bastante jodidamente invasivo, realmente fue útil durante tiempos
como estos cuando estaba enfrentada a tantas dudas.
No, Dorian nunca estaría dispuesto a traicionarme, pero sabía que moriría
por mí. Y ese escenario era el más temeroso de todos ellos.
Dios, vivo por ese toque. Muero por su beso. Adoro cada suspiro y gemido
que retumba dentro de su duro pecho. Solo el sonido de su placer es suficiente para
hacerme venir.
Tengo que controlarme. ¿Qué clase de salvadora podría ser cuando me estaba
convirtiendo en un demonio de buena fe?
Cuelgo a más de un metro del piso, mis muslos descansando en los hombros
de Dorian mientras sus manos acoplan mi trasero. Me está sosteniendo alto, su cara
enterrada en mi ápice, respirando irregularmente mientras abre más mis piernas. Su
boca no me toca todavía, pero puedo sentir su aliento frío, puedo escucharlo inhalar
la esencia de mi sexo expuesto. Un gruñido profundo brota de su pecho y acaricia mi
carne con su nariz, respirando la más potente parte de mí. Estoy avergonzada, pero
tan jodidamente encendida. No sé si debería rogarle que pare o rogarle por más.
Dorian absorbe cada pedazo, atrapando cada gota en su lengua mientras gime
con gozo. Nos cambiamos, y con mis ojos cerrados en la bruma del orgasmo
inducido, siento como que estoy cayendo. Cuando trato de atraparme, encuentro que
estamos en la cama. Dorian está debajo de mí, y estoy a horcajadas en su cara. Él
estira la mano para rasgar la toalla de mí completamente antes de agarrar con
tenacidad mis pesados senos y guiar mi cuerpo en un lento ritmo de embestidas.
E
stoy en la biblioteca, buscando algo y todo lo que puedo encontrar
sobre la historia de la Luz y los Oscuros, cuando Niko entra
apresuradamente, su cabello es un desastre de ondas negras sobre su
frente y su barbilla manchada de rastrojos. Esto es lo menos arreglado que le he visto,
incluso cuando su poder disminuyó. Incluso cuando me desperté en sus brazos
después de una noche de llanto histérico. Sus ojos están inyectados en sangre y
salvajes de agitación, pero sus iris azules están llenos de ira.
Entonces se va.
—¿Qué? —Dorian está de pie, con los puños apretados a los costados.
Esto se siente tan bien… pero tan mal. Niko es mi amigo y está dolido. Solo
necesita ser consolado. Y aunque sé que Dorian puede compartir un dolor similar,
algo en mi corazón duele por Niko. Él necesita esto. Yo necesito esto.
—Bien. Hagámoslo.
Los chicos rotan los planos del palacio Oscuro que Niko había guardado en
su estudio. Trabajan incansablemente durante horas, esbozan planes, ensayan
estrategias y analizan innumerables escenarios. Sintiéndome impotente, recluto a
Morgan para que me ayude a preparar algunos sándwiches y café.
—¿No tienes miedo? —pregunta ella, untando una rebanada de pan con
mostaza Dijon.
—¿De qué?
—¿De ellos yendo a Grecia? ¿De ellos casi suicidándose al embarcarse en una
loca misión de rescate?
—Por supuesto que sí —susurro, negándome a mirarla a los ojos. Solo hará
que sea más difícil luchar contra las lágrimas—. Estoy aterrorizada. Deseo a Dios, a
la Deidad, que no vayan, pero no puedo pedirles que se sienten y no hagan nada.
Cyrus es un buen tipo. Ayudó a rescatarme cuando fui atacada y casi violada. Le
salvó la vida a mi padre. Él es la familia de Dorian. Y de alguna manera, eso lo hace
como mi familia también.
Sacudo la cabeza.
—¿Y Niko?
—Te preocupas por él. También lo amas. Puedo verlo cuando él está cerca.
Te pones toda… rara y retorcida.
—¡No soy rara y retorcida a su alrededor! —me burlo—. Sí, tengo un cierto
nivel de amor y respeto por Niko, pero estoy enamorada de Dorian. Tú lo sabes.
Mierda, todo el mundo lo sabe.
¿Cuál es el problema de Morgan? Ella sabe bien, muy bien que soy leal a
Dorian. Mierda, ella sabía que no podía sacarlo de mi sistema mientras estábamos
separados, sin importar cuánto lo intentara. Dorian se había convertido en mi
adicción. Amarlo era mi enfermedad. Y no había regreso de eso. Nunca, nunca
podría sacudir el hábito.
—Sabes a lo que me refiero. Vamos, cuatro cabezas son mejores que tres.
Déjame ayudar.
—Absolutamente no.
Termino mi sándwich sin decir una palabra más, tratando de ocultar mi labio
sobresaliente detrás de rebanadas de pavo ahumado y gouda. Todavía me tratan
como a una niña indefensa. ¡Yo podría ayudarlos! Finalmente podía demostrar que
todo este dolor y sufrimiento no era en vano. ¿Y qué pasa si Stavros me capturaba?
Me gustaría salir de allí.
—Mi… cabeza —me las arreglo para graznar—. Duele… tan… to.
—¡Mierda! —gruñe Niko—. Stavros… —Es todo lo que puede decir antes de
gritar de pura tortura. Me arrodillo y uso cada parte de mi fuerza para arrastrarme
hacia donde él se retuerce de dolor.
Mis dedos apenas tocan los de ella antes de que todo se vuelva negro y
tranquilo.
—Estoy aquí —gruñe una voz. No es hasta que Dorian tose con un doloroso
gemido que reconozco quién es.
—¿Stavros? —La palabra sale como un susurro roto—. ¿Cómo? ¿Dónde están
Alex y Morgan?
—No lo lograron.
—¡¿No lo lograron?! —De repente estoy de pie, mis puños calientes como el
carbón a mis costados.
—No, no, niña —dice Niko levantando sus palmas—. Cálmate. No llegaron
aquí.
—Fuimos convocados.
—Él no lo sabe. Él nos convocó al aprovechar nuestra magia Oscura. Por eso
Morgan no se vio afectada. Es extremadamente difícil y agota tu poder, así que no
esperaba que lo intentara.
¿Stavros puede sacarnos de la nada cada vez que lo desee? Mierda. ¿Alguna
vez estuvimos realmente seguros?
—Parece que Morgan actuó como un escudo sobre el cuerpo de Alex —agrega
Dorian—. Debilitó su conexión, por lo que se salvaron.
L
a casa en el acantilado es más como una choza destartalada, y nada
como esperaba de un palacio Oscuro.
Marcha el resto del camino, gruñendo en griego. Miro a Dorian a mi lado con
los ojos completamente abiertos y horrorizados.
—Pero tiene que saber que nunca, jamás nos aliaremos con él.
—¿Me estás tomando el pelo? ¡Este lugar es asombroso! Quiero decir, pensé
que la casa de Niko era hermosa, pero este lugar… es… es…
—Además —añade Niko con una sonrisa maliciosa—, espera hasta que veas
la sala del trono.
Caminamos unos veinte metros más, antes de que tres hombres en traje negro
con lentes de sol bloqueen nuestro avance. Vampiros. No puedo sentir ninguna
magia agitándose en ellos, pero el olor a sangre es tan espeso que casi puedo
saborearlo en mi lengua. Aguanto la respiración para evitar que mi estómago se
revuelva.
—El rey los verá en una hora —dice el del frente, mostrando un bocado de
colmillos.
—¿Una hora? —resopla Niko—. Envió por nosotros. Lo veremos ahora para
que así podamos darnos prisa y salir de una puta vez de aquí.
—No. Lo verán en una hora. Su padre solicita su compañía en el té. Por favor
—dice Colmillos, agitando una mano con gracia hacia otro largo pasillo.
—¡No, a la mierda eso! ¿Por qué prolongar lo inevitable? ¿Por qué pasar por
la molestia de traernos, traerla a ella, si lo único que quería era reunirse para comer
bocadillos y bollos? Esto es una mierda y lo sabes bien, D. Deja de intentar darle
sentido a su locura. Malditas noticias de última hora: No tiene.
—Es muy fácil para ti decirlo, querido hermano. No soy el favorito de padre.
Eres su heredero. Solo soy la prueba viviente de que le gusta mojarse la polla.
Coloco una mano sobre cada uno de ellos, emitiendo un consuelo cálido que
afloja sus apretones tensos y calma sus latidos rápidos. Dorian da un paso atrás,
soltando a su hermano. Niko se encoge de hombros por completo, su ira aún evidente
pero nivelada.
Deja caer sus manos de mi cara y se da vuelta, girando el pomo de una puerta
que ni siquiera me había dado cuenta que estaba allí.
—¿En serio renunciarías a todo esto por mí? ¿Podrías estar sinceramente
complacido con una vida normal y ser un tipo en cierto modo normal?
Deslizo las yemas de mis dedos suavemente sobre un tocadiscos que parece
al menos veinte años mayor que yo. Dorian viene a pararse justo detrás de mí y ajusta
la aguja en el vinilo ya colocado en el plato giratorio. Una melodía inquietante
resuena por toda la habitación mientras mi cuerpo es acariciado por la voz sensual
de una mujer. Hay tanta alma detrás de ella… tanto dolor. Como si estuviera
viviendo las palabras mientras las cantaba. Cierro los ojos y dejo que mi cabeza ruede
hacia atrás contra el pecho de Dorian. Balancea nuestros cuerpos de lado a lado, y
siento sus labios en mi cabello.
—Nina Simone.
Sí. Él es hermoso. Pero siempre ha sido triste. Triste por lo que es, y por lo
que ha hecho. Triste por la vida que nunca tendrá, a pesar de lo verdaderamente
bueno y decente que es en su esencia.
Desearía poder disfrutar esto. Desearía poder traer a Dorian aquí conmigo e
instarlo a que me haga el amor contra el vidrio rápidamente matizado. Pero sabiendo
que nos encontraremos cara a cara con nuestro torturador dentro de una hora, mi
libido se siente menos viable.
Me aseo rápidamente, lavándome el cabello con el champú de Dorian. No
dudo en empaparme en su aroma, disfrutando de la oportunidad de usarlo en mi piel.
Es como respirarlo, sin el hormigueo mágico que seduce mi alma cada vez que tomo
una bocanada de su esencia pulsante.
Cuando salgo del baño y entro en su habitación, unas telas suntuosas yacen
en el edredón, casi mezclándose. El vestido es del color de la obsidiana brillante, el
resplandor recordándome a una galaxia llena de estrellas lejos de aquí. Lo tomo entre
mis dedos, deseando poder apreciar la suavidad de la seda. Lo mismo para la lencería
de encaje que está al lado. Prendas así de hermosas deberían ser apreciadas. No
desperdiciadas en una chica que solo puede imaginarse asesinando a su anfitrión.
Después de deslizar mis pies en los tacones a juego de diez centímetros (los
cuales son tan increíblemente cómodos que, juro que estoy caminando sobre las
nubes) me peino mi cabello aún húmedo con los dedos y me dirijo a la sala de estar
de Dorian. Las puertas francesas al balcón están abiertas de par en par, indicando
que está afuera, probablemente con un vaso de whisky a su lado. Cuando llego el
umbral de la puerta, encuentro que tengo razón.
—¿Hemos?
—Su padre los verá en el recibidor —dice el vampiro vestido con elegancia,
girándose para guiarnos por el pasillo largo.
Parece que han pasado años para cuando llegamos a la habitación conocida
como el recibidor: una sala de exposición gigante llena de arte precioso, muebles
antiguos y una chimenea más grande que todo mi apartamento entero. El vampiro
nos lleva a una sala de estar albergando una elaborada variedad de sándwiches,
galletas y, curiosamente, té. Estaba totalmente segura cuando pensé que té era el
código para la muerte repentina o tortura por clavos.
Sacudo la cabeza.
—Solo tengo… frío. —Mis ojos se dirigen al Skotos más joven, quien se ha
puesto cómodo en un lujoso sillón jacquard. Ni siquiera mira en nuestra dirección, y
mucho menos habla, aunque puedo ver la apretada tensión de su mandíbula.
—¿Por qué?
Dorian me atrapa con esa intensa mirada azul, haciendo que otra ola de frío
se arrastre por mi espalda.
P
or un lado, es ridículamente joven. Como en, no parece un día más de
treinta. Y parece cálida y cariñosa. Es una verdadera madre. Aun así,
no puedo evitar sentir algo oscuro y engañoso escondido en las
sombras de su sonrisa. Abraza a sus hijos como si no hubiera respirado desde la
última vez que estuvieron juntos, tomando sus mejillas en sus manos antes de besar
a cada uno. Les dice lo guapos que se ven, les pregunta si han estado bien; incluso
los amonesta por salir corriendo de aquí la semana pasada sin despedirse. Es raro,
pero raro-bueno. Siempre esperé que Dorian y Niko tuvieran un sentido de
normalidad en sus vidas. Delia puede haber sido solo eso.
Asumiendo que está satisfecha con lo que ve, la reina me quita las manos de
la cara y sujeta mis manos.
—Siempre mantén la cabeza en alto, niña. Incluso el ratón más tímido puede
causar estragos en una casa grande y poderosa. —Y justo cuando mis labios se
separan para agradecerle su consejo, me besa. Como en, realmente me besa. Sus labios
son tan suaves, cálidos y, Señor, perdóname, dulces como el azúcar. Solo dura unos
segundos, máximo cinco, pero es lo suficientemente largo para que me derrita en su
toque, y provoque un anhelo por probar más. Y aunque no me permite saborear su
lengua, siento que me han seducido. Seducida hasta el punto de la locura, donde
quiero ser yo quien la tiente. Quiero que mi beso la infecte, la manche, la haga sentir
fuera de control con la lujuria.
Por repulsivo que sé que es Stavros, hay una parte de mí que siempre estará
intrigada desconcertantemente por él. No puedo evitarlo. Tal vez es la forma en que
sus ojos embrujados parecen diseccionarme, poco a poco, hasta que no soy más que
tendón y hueso. O cómo sus labios apenas se contraen, insinuando la más mínima
de las sonrisas, sin saberlo, haciéndome añorar una muestra de su aprobación. Es el
deseo más oscuro, el tabú más dulce del mundo. Y sin importa lo que quiera, o
cuánto amo a su hijo, la Oscura en mí anhela aventurarse en ese sombrío territorio
desconocido.
Oh, sí. Si Delia era una MQMF, Stavros era el rey de los PQMF3. Y llevaba
esa corona como si nada.
Siento que Dorian se remueve a mi lado, y la vergüenza al rojo vivo pinta toda
mi cara, haciéndome bajar la vista desde la mirada penetrante de Stavros. ¿Qué
diablos me pasa? Primero, prácticamente me estoy besuqueando con la madre de
Dorian, ¿y ahora estoy casi follándome con los ojos a su padre? No tiene sentido.
Esta no soy yo. ¿Por qué demonios me siento tan fuera de control?
2
MQMF: Madre que me follaría, siglas provenientes del inglés MILF.
3
PQMF: Padre que me follaría.
trajeron hasta aquí solo para que ustedes dos puedan practicar un poco. Lo juro,
siempre presumiendo cuando viene compañía.
—Con suerte, no tendremos que explorar cuánto tiempo dura ese futuro —
agrega Stavros, con desprecio derramándose de una sonrisa dentada demasiado
amplia. Un mayordomo vampiro se apresura a verter té en tazas. Con la boca seca,
me inclino para alcanzar la mía, pero Dorian me detiene sacudiendo la cabeza.
Delia se pone rígida junto a Stavros, pero él solo se ríe, golpeándose la rodilla
en broma.
—Tal vez en otro momento —dice impasible—. Prefiero que me digas por
qué demonios estamos aquí, para empezar. Luego, hablemos de lo que has hecho
con Cyrus.
—Aurora no era apta para ser mi esposa, ni para ser reina algún día. Era un
error —dice Dorian, ignorando la burla de Stavros.
—Tal vez sea así. Pero como príncipe, y el futuro heredero de este reino, es
una mala forma de incumplir tus promesas. ¿No tienes dignidad, hijo? ¿No te
preocupan las consecuencias de tus decisiones?
—Entonces, ¿por qué hacer una promesa sagrada solo para mancillarla con
engaño? Tú de todas las personas deberías saber lo que habría hecho por esta casa. Y
ahora… ahora dejaste a una linda chica para ahogarse en su dolor, porque su futuro
novio disfruta el sabor de un coño híbrido. No puedo decir que te culpo, pero el deber
y el honor deben prevalecer sobre nuestros deseos carnales. Y no es que se espere que
te acuestes solo con tu esposa. No te reclamaríamos por conservar a la pequeña
Gabriella como tu concubina.
—Sí, sí. —Stavros asiente. Chasquea los dedos, y la puerta de la gran sala se
abre.
Aurora sonríe tan asquerosamente dulce que una ola de náuseas ataca mi
estómago. Me agacho, sosteniendo mi abdomen, jadeando entre cada respiración
irregular.
—No es lo que le he hecho. Sino ellos. —Escucho su respuesta con esa aguda
voz cantarina. Me obligo a levantar la vista, negándome a darle poder sobre mi
cuerpo. Y una vez que mis ojos brumosos caen sobre ellos, me enderezo por
completo, la sorpresa y la adrenalina reemplazando todo rastro de enfermedad—.
Estoy segura que ya conociste a algunos de mis amigos. Lástima cómo terminó,
aunque totalmente esperado. Sabía que lo entenderías, Dorian. Y en lugar de
decírtelo, simplemente elegí mostrarte. ¿No son maravillosos?
—¿Qué has hecho, Aurora? —espeta, como si su boca estuviera llena de bilis.
—Lo que tenía que hacer. —Sonríe—. Lo que debí haber estado haciendo
todo el tiempo. Le di a tu padre lo que quería: algo que podría beneficiar a nuestra
especie y librarnos de atrocidades como ella. Necesitábamos un ejército. Creé uno.
—No tan rápido —interviene Stavros riendo, encontrando una gran alegría
en los tres humanos poseídos frente a nosotros, mirándome con ojos de zombi. Es
cierto. Todo es cierto. Pero esto no era cosa de Stavros. Era de Aurora. ¡Ella había
estado jugando con Dorian todo el tiempo!
—Tú —siseo, con la garganta apretada con una ira abrumadora—. Mataste a
Donna.
—Aurora pudo haber tomado la iniciativa y nos dio la idea —dice Stavros,
señalando a los humanos (dos chicas y un chico), ninguno de los cuales parece tener
más de dieciocho años—, pero esperamos expandir este plan a nivel mundial. ¿No
es curioso? Todo este tiempo añoré un hijo: un heredero que algún día tomaría mi
lugar y guiaría a nuestra gente con un poder inconmensurable. Y todo lo que en
realidad necesitaba era una hija.
Aurora sonríe intensamente ante sus palabras, haciendo que Delia ponga los
ojos en blanco y suelte un resoplido agravado.
—El vampiro está vivo —dice Stavros con un gesto de su mano—. Aunque,
no puedo decir por cuánto tiempo. Considéralo una… motivación.
—¿Motivación?
Stavros asiente.
—Tal como están las cosas, solo tenemos los ocho verdaderos poderes
Oscuros involucrados, y el proceso está agotando nuestras habilidades. Sin embargo,
hay uno que podría ser beneficioso para la causa. Uno que se dice que es aún más
poderoso que incluso yo —resopla. Se vuelve hacia mí, sus ojos salvajes de
emoción—. Matar a Cyrus lastimaría a mis hijos. Y lastimar a mis hijos te lastimaría
a ti. Te riges por tu amor por ellos, no por tu amor a la humanidad. ¿Cierto?
—No sabes de lo que estás hablando —me burlo—. No sabes nada de mí.
—¿Ah, no? —responde Stavros, con una sonrisa diabólica en sus labios. Se
vuelve hacia los chicos humanos e inclina un solo dedo, empujando a la primera
chica humana hacia adelante con cuerdas invisibles—. Entonces sálvala.
—Y-yo… no puedo… yo… —Levanto mis manos para detener su dolor, pero
están frías. No siento… nada. Ningún poder surge a través de mí, lamiendo mis
brazos con fuego punzante. No hay hielo crepitante alcanzando mis ojos, besándolos
con una magia helada. Se ha ido. Esta chica está sufriendo en agonía justo frente a
mí, y soy demasiado cobarde como para hacer algo para detenerlo.
—Stavros —dice Delia con un acento fuerte. Él se ríe, pero baja la mano,
reclinándose en su asiento, dejando a la joven retorcerse de agonía en el suelo.
—¿Ves, Gabriella? Incluso tú sabes que los humanos no significan nada. Son
prescindibles. Ni siquiera pudiste encontrar en tu corazón salvar a éste. —Chasquea
los dedos y un vampiro da un paso adelante y agarra un puñado del cabello de la
chica herida. Por extraño que parezca, apenas hace un sonido cuando él la arrastra
fuera de la habitación, dejando un rastro de sangre roja brillante. Tal vez sabe que
todo terminará pronto. Su dolor cesará una vez que los últimos restos de su vida sean
drenados de su cuerpo.
—Estás enfermo —espeto, mis manos temblando de ira. Lo odio por lo que
le hizo a esa chica. Y por lo que me hizo comprender.
—Tal vez. Pero me pregunto… —reflexiona Stavros, agitando una mano para
despedir a los otros humanos. Suelto un suspiro de alivio—. ¿Cómo reaccionarías si
tu precioso Dorian estuviera en peligro? O tal vez arriesgarías tu vida por Nikolai.
Probemos esa teoría, ¿de acuerdo?
Chasquea los dedos, y antes de que pueda girar completamente la cabeza para
captarlo, un vampiro agarra a Niko por detrás, sus colmillos afilados como cuchillas
desplegados y a solo centímetros de su cuello.
—Está bien, nena —dice, bajando mis manos lentamente—. Está bien. Se
acabó.
Miro a Niko, quien parece tan conmocionado como yo. Todo sucedió tan
rápido. Ni siquiera creo que se dé cuenta de lo cerca que estuvo de que le arrancaran
la garganta.
—Estás loco. —Niko niega con la cabeza y se pasa una mano por la cara—.
Y completamente delirante. Gabs nunca se alineará contigo.
—¿Ah, no? —Stavros se para y rodea la habitación, contemplando su próximo
movimiento—. ¿Y si dijera que la recompensa sigue en pie? ¿Y que no es solo una
recompensa, sino un llamado a la ejecución? ¿Deberíamos incluir a tu pequeña amiga
humana, Morgan? Me encantaría conocerla. Lástima que no pudo llegar.
Eso me llama la atención, y me giro alrededor del respaldo del sofá para
mirarlo con los dientes al descubierto.
—¡¿Si. Lo. Hago. Qué?! —Su voz se extiende por la habitación, sacudiendo las
tazas de té y platillos, estremeciendo las valiosas pinturas en las paredes. Luego está
en mi cara, solo a escasos centímetros separando su gruñido tortuoso de mis labios—
. Haré lo que sea necesario para conseguir lo que quiero. ¿No entiendes eso, niña
estúpida? Y si eso significa sacrificar mi propia carne y sangre, haré exactamente eso.
—¿Y qué podrías hacer? Dejaste en claro que estabas por encima de esta
familia cuando nos diste la espalda. Así que, has sido reemplazado. Ahora… quiero
a la chica. Y puede venir voluntariamente, o pateando y gritando.
Mira alrededor del cuerpo de Dorian, sus fríos ojos azules recorriendo mi
cuerpo de arriba abajo.
—¿Opción C?
—Sí.
—¡Dorian, no! ¡No lo hagas! —Extiendo la mano para agarrar su brazo, pero
él lo anticipa, y se desliza fuera del camino. Una mano se desliza alrededor de mi
cintura, evitando que vaya hacia él, y me doy cuenta que es Niko. Sacude la cabeza,
pero su expresión es tan sombría como la mía. Aun así, tengo que hacer algo, decir
algo, para que cambie de opinión.
—¿Y cómo sé que eres digno? —pregunta Stavros, ignorando mis gritos de
protesta—. Me has decepcionado antes, Dorian. ¿Cómo puedo confiar en que no
volverás a hacerlo?
—Mi mente está abierta para ti. Soy incapaz de engañar. He tenido tiempo de
vivir en el mundo humano y ahora… ahora estoy listo para hacer lo que sea
necesario. Antes era débil… estaba confundido, equivocado sobre dónde están mis
alianzas. Ya no.
—¿En serio?
—Sí. Ya he terminado de intentar ser algo que no soy —dice Dorian sin
expresión, su voz tan fría y distante que ni siquiera lo reconozco—. No necesitas a
Gabriella, y definitivamente no necesitas a Aurora. Tómame. Soy el que tú quieres.
Enséñame, entréname. Muéstrame cómo gobernar a nuestra gente. Solo pido dos
cosas.
—No estoy tan seguro que puedas negociar favores, pero escuchémoslo.
—Deja que Cyrus viva —dice Dorian—. Y rompe el vínculo entre Gabriella
y yo.
¿Qué?
¡¡¿QUÉ?!!
Dorian quiere romper el vínculo. Quiere cortar el único lazo que nos
conectaría para siempre. ¿Por qué nos haría esto? Esto no puede estar bien.
—¿Y por qué haría eso? —pregunta Stavros con una sonrisa burlona.
—Bien.
—Ahora.
—¿Ahora?
—Quiero que rompas el vínculo ahora. Entonces, haré lo que me pidas. ¿Qué
dices padre? ¿Tenemos un trato?
No puedo dejar que pase eso. No a él. No mientras aún tenga aliento en mis
pulmones y sangre en mis venas. A la mierda el vínculo. Él y yo estamos atados por
el amor.
—Ya terminé de jugar con niños. Huye, pequeña. No eres uno de nosotros.
—Y luego, con la misma rapidez, me quedo mirando su espalda con lágrimas
ardientes.
No tengo que levantar la vista para saber qué está pasando. Puedo sentir mi
alma siendo arrancada de mi cuerpo. ¿Y por qué pararlo? ¿Por qué luchar por alguien
que me ve como nada más que un defecto? Ni siquiera puedo estremecerme cuando
siento que la esencia de Dorian es evocada de mi cuerpo. Ya recibí el golpe final al
momento en que dijo que ya no me quería.
Cuando termina unos minutos después, me siento más vacía de lo que nunca
antes me había sentido. No fue solo su magia lo que me dejó… fue él. Dorian me
abandonó. Ahora todo tiene sentido: su silencio, su desesperación. Lo sentí en su
toque. Probé su intención en su beso, y lo confundí con pasión. Todo el tiempo estuvo
intentando despedirse, y me negué a aceptarlo. Me negué a dejarlo ir.
Dorian aún me da la espalda, pero puedo ver que tiene la cabeza baja y sus
hombros suben y caen como si jadeara. No le pediré que me enfrente. Ahora no.
Nunca más. No merece la satisfacción de verme destrozada.
Stavros se aleja silenciosamente, girándose para ver una de las únicas pinturas
que quedan en la pared.
—Un seguro.
Antes de que la última sílaba abandone sus labios, Stavros se desliza para
pararse ante Dorian y agarra la frente del hombre más joven. Clava sus dedos en sus
sienes tan fuerte que literalmente puedo escuchar los repugnantes sonidos de las
yemas de los dedos de Stavros arañando contra las delicadas arterias. Dorian grita, y
ese sonido puro y sin diluir de miedo y desesperanza me pone de rodillas. Puede que
lo odie en este momento, pero cada parte agonizante de mí amará a Dorian hasta el
final de los tiempos. Y estoy jodidamente segura que no puedo soportar verlo
sufriendo… con vínculo o sin él.
Boquiabierta de terror, todo lo que puedo hacer es colgarme allí mientras veo
a Muerte y Malicia bailar en el reflejo de sus ojos. Me suelta, enfocando su atención
en torturar a su hijo. Las piernas de Dorian se doblan y deja escapar un chillido
espeluznante, haciendo que las luces parpadeen y chisporroteen antes de estallar
como pequeños fuegos artificiales de vidrio.
Expongo mis ojos lo suficiente como para ver a Stavros y Dorian, sus dos
cuerpos parpadeando dentro y fuera de sus formas humanas. Es como verlos
electrocutarse, cada oleada dándonos destellos de esqueleto y oscuridad. Solo puedo
echarle un vistazo antes de que el tornado se condense, reuniéndose alrededor de los
dos hasta que están completamente cubiertos de escombros giratorios. Se moldea a
su alrededor, acumulando fuerza y velocidad, hasta que se convierte en nada más
que un borrón, incluso para mis ojos sobrehumanos. Y justo cuando pienso que no
puede ir más allá de sus límites, supera la velocidad del sonido, haciendo que el
silencio se asiente sobre la habitación por solo un segundo antes de que estalle por
completo, incinerando los restos en arena reluciente.
—No lo sé.
M
e apresuro junto a Dorian, acunando su cabeza en mi regazo. No
hace mucho, estaba en la misma posición, viendo cómo se le
escapaba la vida a mi madre. No puedo hacer esto otra vez. No
puedo perderlo, incluso si no me quiere.
Oigo vidrio cayendo detrás de mí mientras Aurora se tambalea sobre sus pies.
—Él volverá.
Eso es todo lo que Niko necesita. Sus ojos encuentran los míos, brillando con
miedo y frenesí.
—Sujétate.
Alexander entrecierra los ojos a medida que revisa los signos vitales de
Dorian, mientras coloco una almohada debajo de su cabeza.
Todo lo que Niko puede hacer es sacudir la cabeza antes de comenzar a perder
el conocimiento. Su máscara ha caído completamente, y se revela su verdadera
forma, la cual no es más que humo negro y hueso. Por supuesto, este es el momento
exacto en que Morgan decide entrar a la habitación.
—Niko, dime cómo ayudarte. ¿Qué puedo hacer? —Claro, sané a Morgan e
incluso intenté sanar a Donna, pero fue Niko quien estuvo justo ahí a mi lado. Fueron
sus palabras las que escuché cuando conjuré la fuerza para empujar mi fuerza vital
en ellas.
Abre sus pálidos labios huesudos, pero no puedo escuchar sus palabras. Me
inclino más cerca, colocando mi oreja justo en su boca. Ahí es cuando siento esos
dedos espinosos clavándose en mi cuello, acercándome más hasta que sus pálidos
labios secos están en la base de mi garganta.
—¡Niko! Niko, eso es suficiente. —Empujo, pero está hecho de acero. Y con
él absorbiendo mi poder con tanto entusiasmo, me queda una energía mínima.
Además, me siento… exaltada. Tan bien. Como si estuviera flotando más allá de las
nubes, tomando el sol.
—Sí. Creo que sí. —Tomo su mano y dejo que me levante, cuidando alisar el
vestido rasgado sobre mi cuerpo.
Cuando estoy de pie, busco a Niko a regañadientes, quien está de pie al otro
lado de la gran sala, horrorizado y arrepentido. Aun así, ahora se ve mejor, y sé que
está más fuerte.
—¿Cómo está? —pregunto, esperando que haya visto algo así antes.
—No puedo decirlo. Cualquier cosa que hizo Stavros fue fuerte, lo que
significa que debe ser raro.
Asiento.
—Fue fuerte. Lo dejó casi tan mal como a Dorian. —Aparto un mechón de
cabello sedoso de su frente empapada en sudor antes de inclinarme hacia adelante
para besar su piel húmeda suavemente. Se siente caliente, aunque frío bajo las yemas
de mis dedos, como si estuviera superando la fiebre. Más que nada, desearía poder
sentir su dolor. Desearía poder compartir esta maldición que lo ha dejado tan débil y
roto—. Por favor, ayúdame a llevarlo a nuestra habitación. Quiero asegurarme que
esté cómodo.
—Gracias —le digo, mientras le quito los zapatos a Dorian—. Por ayudarme.
Y por salvarme.
—De nada. —Se gira para salir de la habitación, pero se detiene en la puerta—
. Nikolai es un buen hombre, pero es peligroso. Deberías tener cuidado con él.
—Cierto. Pero hay algunos de nosotros que luchan con episodios de adicción.
Niko tiene un pasado problemático. Hay una razón por la que se le considera la oveja
negra de esa familia.
Me siento y observo a Dorian durante más de una hora antes de que Morgan
venga a verme. Después de alimentarme a la fuerza con una taza de yogurt, se ofreció
a quedarse con Dorian para que así pudiera asearme y cambiarme el vestido rasgado.
Terminé en tres minutos. Si Dorian despertaba, quería que supiera que nunca lo
había dejado; que me había mantenido fiel a él a pesar de cómo me había traicionado.
La maldición de Dorian era una espada de doble filo. No podía mentir, así
que nunca tuve que cuestionar sus palabras. Cuando me dijo que me amaba, supe
que lo decía en serio. Cuando dijo que pasaría la eternidad haciendo las cosas bien
para mí, para nosotros, nunca sentí la necesidad de cuestionarlo. Y cuando me miró
a los ojos, anunciando que había terminado conmigo, supe en ese mismo momento
que estaba seguro.
Ya no me quería.
Solo era una fase: su paseo por el lado salvaje con la huérfana degenerada.
Sacudo la cabeza.
—¿Crees que estará bien? Como en, ¿no crees que él…?
—No lo sé. —Ni siquiera puedo pensar en eso. Un mundo sin Dorian no es
una opción para mí. No podría sobrevivir a una eternidad sin él. Demonios, apenas
podría sobrevivir unos meses sin él. Sin embargo, aquí estamos nuevamente, dando
vueltas en círculos mientras el futuro de nuestro reino pende de un hilo.
—Ja, ja. Muy gracioso. —Se ríe entre dientes—. Sé lo que hizo por mí. Fue el
único dispuesto a ayudarme a ver la verdad cuando Alex y Niko me habrían matado.
Y sé que solo te estaban protegiendo, así que lo entiendo. Pero si no fuera por el amor
de Dorian hacia ti, no habría sido más que un montón de cabello increíble,
maravillosa ropa elegante y uñas acrílicas.
Una risa burbujea en mi pecho, y por morbosa que sea la conversación, estoy
agradecida por la distracción. Morgan aprieta mi cuerpo antes de descansar su cabeza
sobre mi hombro.
—Él estará bien, Gabs. El hombre es tan adicto a ti como tú a él. Simplemente
no puede dejarte, y ni siquiera dejará que la muerte se interponga en su camino.
Pero lo hizo…
Me dejó.
Y ni siquiera parpadeó ni una de esas pestañas largas. Fue así de fácil para él
dejarme. De nuevo.
Morgan me besa en la mejilla antes de ponerse de pie para dejarme con mis
pensamientos. Peina el enredo de mis rizos, sin duda estremeciéndose ante su estado
menos que estilizado.
—Incluso con lo que soy ahora —susurra antes de girar hacia la puerta—,
daría lo que sea para que alguien me ame así. Mortal o inmortal. Luz, Oscuro,
vampiro, hombre lobo, ángel, demonio… ni siquiera creo que discriminaría. Como
dije, Gabs, ni siquiera la muerte lo alejaría de ti. Ese es el tipo de amor que la gente
pasa toda la vida buscando: el tipo de amor por las que se luchan guerras. Ya ni
siquiera se puede describir en realidad como amor. Es una locura del corazón.
—¿Gabs?
Levanto la vista para encontrar a Niko en la puerta, aún con el aspecto tímido
que tenía antes. Estaba tan atrapada en mi mente que ni siquiera lo escuché entrar.
Y aunque aún estoy conmocionada por lo que sucedió antes, necesito hablar con él.
Si alguien tenía alguna una idea de los motivos de Dorian, sería él.
—Adelante.
—No iría tan lejos. He visto cómo se ve la verdadera adicción, y nada más
que la muerte puede detenerla. Pero, ¿he matado a más personas de las que puedo
contar? Sí. ¿Viviré odiándome para siempre por ser demasiado débil para
controlarme? Oh, demonios, sí.
—No es todo culpa tuya. Estabas agotado y delirante. Debí haberte sanado.
—Oye. Niko, estoy bien. Lo único que resultó herido fue mi vestido. Me
molesta más que esa belleza terminara arruinada que cualquier otra cosa.
—Gabs, no lo entiendes…
La mano de Niko gira lentamente hasta que su palma se encuentra con la mía.
Nuestras respiraciones vacilan cuando sus dedos se mueven entre los míos hasta que
nuestras manos se entrelazan en un abrazo íntimo. Nuestras miradas se encuentran
simultáneamente, y sonreímos a medida que el calor invade mis mejillas.
Esto es… bonito. Como la primera vez que nos tomamos de las manos el
último Halloween mientras estábamos sentados en su auto en un estacionamiento
abandonado. Otra chica acababa de ser asesinada, y nos encontramos con Solara, la
Hechicera de Luz quien secretamente me había estado cuidando. Las emociones y
la adrenalina eran altas. Y tocarlo… él tocándome… fue reconfortante, incluso si no
fuera del todo inocente.
Sus labios se separan al mismo tiempo que los míos, pero sea lo que sea que
pretendemos decir queda atascado en nuestras lenguas al momento en que
escuchamos un gemido angustiado.
—¡Oh, Dios mío! —Salto, soltando la mano de Niko sin pensarlo dos veces.
No se ofende. Ambos nos dirigimos a la cabecera de la cama, justo cuando Dorian
suelta otro gemido dolido que termina en una tos—. Estoy aquí, Dorian. Está bien,
estás a salvo.
Tose una vez más, y el sonido áspero me hace estremecer. Nunca antes lo
había visto enfermo. Ahora que lo pienso, nunca lo he visto herido físicamente. Sí,
podría haberle sacado sangre cuando lo abofeteé en la cara (no mi mejor momento,
debería agregar) y sí, vi que su pecho se rasgó cuando Alex y él lucharon. Pero aún
me parecía como Superman: invencible.
Con los ojos aún cerrados, Dorian desliza su lengua sobre sus labios secos y
jadea. Por alguna razón impía, siento que mi sexo se contrae. ¿En serio? De todas las
veces para estar excitada, ¿mis hormonas eligen este momento para despertar?
—D, hombre, estamos aquí. Todos estamos aquí. —Al sonido de la voz de
Niko, los párpados de Dorian comienzan a agitarse rápidamente, como si estuviera
luchando por despegarlos. Cuando finalmente se abren, parpadea una docena de
veces más, intentando enfocarlos en la dirección del suspiro de alivio de su
hermano—. Hombre, maldición. —Sonríe Niko—. Nos asustaste. Hazme un favor:
la próxima vez que tengas intención de atraer toda la atención, solo dilo. No tienes
que enfurecer al viejo.
—Sí, D. Aquí estoy. Nos saqué de allí tan pronto como pude.
Sin embargo, al momento en que una gota salada se desliza por mi mejilla y
toca sus dedos, Dorian se estremece, alejando su mano como si lo hubiera
sorprendido. Frunce el ceño, el disgusto reflejado claramente en su rostro, y abre la
boca para hablar de nuevo con esa voz extranjera que no conozco. La esperanza me
desinfla como el aire de un globo viejo.
E
sto está mal. Esto está jodidamente mal. —Niko camina por el piso,
metiéndose las manos en su cabello cada pocos segundos para tirar
— de las largas capas frontales con frustración—. Tan jodido.
—Ya dijiste eso. Ahora dime lo que pasó. —Casi tengo que gritar por encima
de los sonidos de los gritos iracundos de Dorian: una mezcla de griego, inglés
acentuado y lenguaje Oscuro. Lo miro a medida que se revuelve en la cama, atado
por restricciones invisibles. Verlo tan furioso y disgustado con lo que le hemos hecho
me duele profundamente, y me vuelvo hacia Niko rápidamente.
—¿Espera… qué? ¿Como lo hiciste con Chris? ¿Y le que Dorian hizo a Jared?
Pero, ¿por qué está… diferente? Vi a Jared y era el mismo de siempre: dulce, amable.
¿Pero ese? —Agito la mano en dirección a Dorian justo cuando amenaza con
desmembrar a Alexander miembro por miembro por hechizarlo a la cama—. Ese no
es Dorian. Ni siquiera suena como él.
Niko niega con la cabeza antes de detenerse a medio paso y me mira con la
misma mirada de pesar de antes.
¿Un siglo?
—Tenemos que pensar en otra cosa —le dice Niko a Alex, quien está mirando
furibundo al desconocido que alguna vez fue su mejor amigo. Después de escuchar
la conmoción cuando Dorian despertó, Alex entró y encontró a Niko protegiéndome
de su hermano mayor, quien estaba empeñado en matarme.
Su sonrisa lucía fuera de lugar cuando me miró, rastrillando esos pálidos ojos
azules de arriba abajo por mi cuerpo. Menos seductor, más perturbador. Y el dialecto
del inglés que habló no era americanizado, como si no hubiera vivido en los EE. UU.
Inicialmente, pensé que Stavros había hecho algo raro, pero obviamente era Dorian.
Sabía que Niko era su hermano. Simplemente no me conocía.
—No sé —dijo Niko—. Pero sea lo que sea, tenemos que poner a Gabs a
salvo. No está segura a su alrededor.
—Tonterías —desafié, dando un paso para enfrentarlos, con las manos en mis
caderas—. No iré a ninguna parte.
—No iré a ninguna parte. Y agradecería que me trataras como si no fuera una
niña que no puede defenderse. Si viene hacia mí, sabes que podría lastimarlo
seriamente.
—¡Amigo, suficiente! —se queja Niko, arrojando las manos al aire—. ¿Alguna
vez cierra su puta boca? Demonios, me gustaba mucho más cuando estaba noqueado.
—No podemos… dejarlo… así para siempre. Tiene que ser incómodo para él.
¿Y no vendrán a buscarlo?
A él. A eso se había reducido el hombre que amaba… amo. A él. No podía ni
mirarlo. No podía intentar ver a la persona de la que me había enamorado dentro del
monstruo que había amenazado con violarme y torturarme hasta que suplicara por
la muerte. Quienquiera que fuera esta persona, no era Dorian.
—Un día, día y medio como máximo. Lo he atado bastante firme, pero es
fuerte.
—¿Hay algo que pueda hacer? —pregunto—. Sabes, tal vez si lo intento, sería
suficiente para retenerlo por más tiempo.
—Sé eso. —El débil sonido de mi voz no coincide con la convicción de mis
palabras.
—Solo necesito saber que puedo confiar en ti para que hagas lo que sea
necesario para que vuelva a ser como era. No será fácil, demonios, ni siquiera estoy
seguro que sea posible, pero tenemos que intentarlo.
—Lo soy.
—No pude proteger algo que amaba. Jamás volveré a cometer ese error.
—¿Amelie?
Inclinó la cabeza solo una vez antes de mirar hacia otro lado, terminando la
conversación. No me atreví a presionar más. No lo haría pasar por más dolor
indebido.
—Gabriella.
—Gabriella.
—Eres una cosa pequeña. ¿Cuántos años tienes, niña? —No puedo decir si
hay malicia en su tono, o curiosidad genuina.
—Veintiuno.
Conozco a este hombre. Amo a este hombre. Y tal vez… tal vez si puedo
recordarle eso, él volverá a mí.
—No.
—¿Diferente cómo?
—Solo diferente.
Frunce los labios ante mi respuesta, pero la acepta. Pasan algunos momentos
tensos mientras lucho contra el impulso de arrastrarme dentro de su cabeza y
desenterrar cualquier bloqueo que tenga en su mente.
Trago con fuerza contra la sequedad de mi boca a medida que me paro con
las piernas temblorosas. Está a solo unos metros de distancia, pero con cada paso que
doy siento que estoy partiéndome por la mitad. Puedo sentirlo atrayéndome,
empujándome a su trampa. Y aunque sé que es peligroso, y su único interés en mí es
depravado, quiero ir con él. Quiero abrazarlo, besarlo y decirle lo feliz que estoy de
que está vivo. Después quiero abofetearlo por asustarme así.
Aun así, me dirijo a la cama donde está atado, su magia sofocada para
dificultar su escape.
Sacudo la cabeza.
—¿Qué quieres?
—¿Salía contigo?
—Bueno, por un lado, no eres uno de nosotros. ¿Y sabes a qué me refiero con
eso?
Cruzando los brazos frente a mi pecho, crispo mis labios en una mueca
parcial.
Ouch.
—¿En serio?
—Lo es. Es el orden del poder. Los poderes Divinos siempre gobernarán.
Todos los demás seguirán siendo dóciles o se enfrentarán a la muerte —responde con
naturalidad.
—Aun así, tú eres el que está atado a esta cama, retenido en cautiverio por
una pequeña e insignificante larva.
Dorian sonríe torcidamente y, por un minuto, imagino que es para mí.
—Irónico, ¿no?
—Lo es.
—¿Disculpa?
—He sufrido cosas peores. Además, planeo hacerlo peor cuando salga de
aquí. —Hay promesa en sus palabras, no una amenaza.
—Tu hermano está haciendo esto por tu propio bien. No quiere lastimarte.
Quiere mantenerte a salvo —insisto.
—Te lo dije, niña. Soy un príncipe. Te dirigirás a mí como tal —se burla con
amargura, esos ojos azul hielo tornándose inquietantemente pálidos—. No sabes
nada de mi hermano. ¿Crees que se preocupa por ti? ¿Por alguien que no sea él
mismo? ¿Cuán considerado podría ser si te dejó aquí, sola con un monstruo? ¿Una
pobre niña indefensa, atrapada aquí con el epítome del mal?
Una sonrisa lenta se dibuja en su rostro y la ira chispea dentro de esos pálidos
ojos azules.
—Ah. Veo que he tocado un nervio. Estoy en lo cierto, ¿no? Me amas. Puedo
olerlo, apestando a esperanza falsa y desesperación. Te afecto. Incluso aunque he
sido vil contigo, aún puedo saborear tu excitación. —Inhala y luego se lame los
labios, con un leve zumbido retumbando en su garganta—. Mmmm. Sabes dulce. El
aroma de tu sexo está en esta cama. Te he follado en estas mismas sábanas, ¿no? —
No digo nada, aturdida. No puedo disputar su reclamo cuando sé que cada palabra
es cierta. Pero era Dorian con quien había hecho el amor. No con este impostor—.
Dime, Gabriella… ¿cuántas veces te hice venir la última vez que estuve dentro de ti?
¿Gritaste mi nombre? ¿Me clavaste las uñas en la espalda? ¿Quieres que te tome por
detrás y te folle duro como un animal salvaje?
—Detente.
De hecho, peligroso. Aprieto mis labios y me giro, negándome a dejar que vea
mi culpa y vergüenza.
—Lo sé —susurro en respuesta. Ahora, más que nunca, me alegra que Stavros
haya roto el vínculo. Si no lo hubiera hecho, habría muerto al momento en que él
despertó. Aun así, siento que me estoy muriendo en este momento, justo aquí delante
de él mientras se burla de mi debilidad por él. Por este monstruo.
—Y cualquier cosa que pienses que sabes sobre mí, cualquier cosa que tengas
en esa cabeza tuya que me pinta como un caballero perfecto, es una mentira. No soy
tu caballero en armadura brillante. No soy tu príncipe azul. Y nunca lo seré.
Cierro los ojos para mantener mis emociones bajo control a medida que
pronuncio mis siguientes palabras con labios temblorosos.
—Lo sé.
E
stoy despierta, pero no quiero estarlo. Así que, mantengo mis ojos
cerrados, demasiado asustada de lo que estará grabado en mi espalda.
Además, alguien está acariciando mi cabeza gentilmente… con amor,
y temo que una vez que abra los párpados, este gesto tranquilizador que no tengo
derecho a disfrutar cese.
Niko.
Dios, ¿por qué Dorian tuvo que decir eso? ¿Por qué tuvo que llenar mi cabeza
con pensamientos que no debería estar teniendo? Pensamientos que me mantendrían
en serio despierta toda la noche, preguntándome si sus palabras pudieran ser ciertas.
Que Niko de hecho pudiera estar enamorado de mí.
Abro los ojos muy despacio, dejando que su hermoso rostro aparezca a la
vista. Incluso con una barba de algunos días, sigue siendo uno de los hombres más
hermosos que he visto en mi vida. Su cabello oscuro cae sobre sus ojos azul cristalino,
solo aumentando ese atractivo sexual crudo que parece rezumar de sus poros. Sus
hombros caen como si su cuerpo acabara de liberar dos toneladas de preocupación.
La forma en que se muestra en los retratos irradia tanta vida, tanto amor. Está
sonriendo, riendo, mirando a alguien con una pizca de travesura juguetona. En una,
está completamente desnuda, acostada de lado, con los ojos pesados y hambrientos,
y una sonrisa satisfecha en sus labios. Me alejo de esa rápidamente.
—¿Amelie?
—Me gustaría pensar que sí. Al menos así la veía cuando los pinté.
—¿Hiciste esto?
Puedo decir que hablar de su amor perdido aún lo lastima, así que le permito
que me ayude a rodar sobre mi estómago y levantar mi camisa, incluso aunque es
completamente innecesario.
Ah, sí. Por supuesto, hay un gran espejo en la parte superior del dosel.
Niko coloca el espejo más pequeño de modo que pueda ver el reflejo del más
grande. Está a varios metros de distancia, pero mis ojos pueden verlo como si
estuviera justo frente a mí.
—Es nuestra marca para vampiro. Me salvaste la vida y, como resultado, has
sido maldecida a soportar esta atrocidad. Por eso, estoy tanto agradecido como
apenado. —Hay dolor en su voz. Arrepentimiento—. Pequeña, desearía poder
quitártelo. Haría cualquier cosa solo para…
—Está bien. Niko, estoy bien. Habrías hecho lo mismo por mí, y me has
salvado muchas veces. No te estreses. Estoy bien.
Exhala, e imagino que solo ha dejado ir una pequeña parte de su culpa. Ahí
es cuando la mía finalmente decide hacer presencia.
—¿Eso es lo que Amelie fue para ti? ¿Algo que se sintió bien?
—Cuidado. Tú de todas las personas deberías saber que algunas cosas son
sagradas.
—Mira, tengo que ir a la ciudad. Hablar con alguien que podría saber lo que
necesitamos para revertir el hechizo.
Niko imita mi acción, pero hay una sonrisa divertida en sus labios.
—Entonces, ¿por qué vas? —Si cree que voy a dar marcha atrás, entonces está
tristemente equivocado.
—Pero no pueden detectarme, Niko. Solo diles que estoy contigo o, mierda,
diles que soy humana y planeas borrar mis pensamientos. No me importa lo que
digas. Solo sé que voy, y si intentas dejarme, haré mi cosa extraña de congelación, y
te encerraré antes de que puedas dar dos pasos fuera de la puerta de esa habitación.
Y si intentas desaparecer, intentaré seguirte, y sabes que eso solo será más problema
en tus manos.
—Podrías matar a alguien. Y entonces habría aún más sangre en tus manos.
¿En serio podrías vivir contigo misma después de algo así?
—Bien. Pero si estás segura de esto, tendrás que estar preparada. —Da un
paso adelante, colocando sus manos sobre mis hombros—. ¿Quieres entrar en mi
mundo? Solo entérate que nunca podrás volver atrás. Al menos no viva.
—Mantén la cabeza baja —murmura Niko por lo bajo, con una gorra sobre
su frente. Está vestido de negro de pies a cabeza, con una chaqueta de cuero y botas
de combate. Incluso me hizo hacer lo mismo, insistiendo en que me recogiera el
cabello en una coleta discreta antes de ponerme un sombrero en la cabeza. Nos
estacionamos a unas cuadras de Canal, optando por uno de sus autos menos
llamativos: un BMW 750Li negro.
Lo sigo sin otra palabra por un sucio callejón estrecho. Es del tipo que te
advierten que te mantengas alejado cuando los oficiales de seguridad del campus
universitario te dan un silbato anti violación. Mantengo mis manos metidas en mis
bolsillos, cuidando no rozar contra nada. Me gustaría mucho salir de aquí libre de
hepatitis.
—Te he estado esperando —le dice a Niko, sin una pizca de alarma. Sin
siquiera molestarse en mirar en mi dirección, pregunta—: ¿Quién es la chica?
Hago lo que dice, agradecida de que Niko hechizara mis ojos a su estado
original: castaño avellana. La mujer resopla, claramente decepcionada.
Claudine aparta sus ojos de los míos y asiente al Brujo perturbado dentro del
pasillo totalmente oscuro.
—¿Qué es este lugar? —pregunto, a medida que Claudine nos lleva a otra
habitación que alberga solo una pequeña mesa redonda y sillas.
—¿Nunca has estado en una tienda vudú, niña? —Tiene un acento diferente
a todos los que he escuchado.
Niko se desliza en una desvencijada silla de madera, y junta los dedos delante
de su boca.
Él sacude su cabeza.
—¿Estás loco? Mi gente no sabe de esas cosas. No tenemos ese tipo de magia.
—Pregunta a los espíritus. Tus antepasados, los viejos, pueden saber. Tendrán
recuerdos de cómo era antes. Pregúntales, Claudine. Es una cuestión de vida o
muerte.
—¿Hablas en serio?
—Está bien. —Se vuelve hacia mí, extendiendo sus palmas sobre la mesa—.
Quédate o vete, niña. Pero decide ahora. Una vez que comience, no podrás cambiar
de opinión.
—Me quedaré.
Y no pasa nada.
Qué incóóóómodo.
Hay un fuerte grito final antes de que todo se quede en silencio. Las luces
vuelven a encenderse, revelando a Claudine temblando sobre la mesa. Niko se
apresura a su lado rápidamente y la toma en sus brazos cuidadosamente.
—Tenemos que salir de aquí —dice Niko, alejándose de la mujer. Sus ojos
moviéndose alrededor ansiosos.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué está pasando? ¿Está bien? —Me pongo de pie tan
rápido que mi silla se estrella hacia atrás, haciendo que ambos nos estremezcamos.
—¿Qué demonios fue eso? —grito a medida que me empuja hacia las fiestas
vibrantes en Bourbon. Nos desviamos hacia la multitud detrás de una despedida de
soltera. Niko presiona su cuerpo contra el mío y envuelve su brazo alrededor de mi
cintura.
—Solo quédate callada hasta que lleguemos al auto —susurra. Hago lo que
dice, dejándolo que me lleve fuera de la muchedumbre y de vuelta a la Calle Canal—
. Los espíritus no estaban contentos de que estuvieras allí —dice finalmente mientras
zigzaguea por el tráfico, en dirección a la interestatal.
—Mierda, no me digas.
Él sacude su cabeza.
—Debí haber sabido que serían capaces de sentirte. Fui descuidado con tu
vida… con la vida de Claudine. Lo jodí.
—¿Quién es Claudine para ti? ¿Pensé que odiabas toda la magia que no fue
creada por la Deidad? Pero obviamente sientes algo por ella.
Claro. Por supuesto que lo es. No puedo imaginar a Niko teniendo ni una pizca
de paciencia por una bruja vudú que no estuviera relacionada con su largo amor
perdido.
—La práctica del vudú en Luisiana está prohibida por los Oscuros. Mantienen
las tiendas abiertas como trampas para turistas, pero eso es todo. Claudine es una de
los últimos Laveau que de hecho la practican en el Barrio Francés. Y a cambio de su
orientación e información, le proporciono protección.
—¿Pero crees que realmente puede ayudarnos? Quiero decir, ¿cómo sabría
ella sobre los Oscuros y la Luz? ¿Pensé que el anonimato era la regla número uno?
Llegamos a la rampa hacia la autopista, y Niko despega a mayor velocidad
hacia la noche, el BMW ronroneando como un gatito saciado.
Se vuelve hacia mí, su mano sigue guiando el volante a medida que sus ojos
captan mi expresión confundida.
Sacude su cabeza.
—Algo está mal dentro de la casa. Siento… miedo. Pánico. Rabia. Quédate
aquí. Estás justo dentro de las protecciones, así que estarás a salvo.
Lo miro con acero en mis ojos, justo cuando la escarcha comienza a formarse
a lo largo de mis pestañas.
—Mi mejor amiga y mi último pariente vivo están allí, junto con el hombre
que amo. ¿Parece que estoy jugando?
Traga con fuerza y veo que el nudo en su garganta sube y baja por su cuello.
—¡Morgan! —susurro. Niko se encuentra con mis grandes ojos abiertos solo
una vez antes de llevarse un solo dedo contra sus labios. Señala hacia la gran sala,
donde el olor a sangre fresca, y los sonidos de sollozos son más fuertes. Miro al Brujo
a mi lado, esperando transmitir mi horror. Cualquier cosa que se avecine no es buena.
—Qué amable de su parte unirse a nosotros. —Su voz nos saluda incluso antes
de que aparezca. Nos ha estado esperando.
Doy un paso adelante con las piernas temblorosas, pero Niko me empuja
detrás de su cuerpo protectoramente.
—D, déjala ir —dice Niko, su voz nivelada y tranquila. Levanta las palmas
de sus manos a medida que se acerca lentamente a Dorian, y yo estoy justo detrás de
él. Ahí es cuando veo el inmóvil cuerpo derribado de Alexander detrás del sofá, su
cabeza cubierta de sangre fresca.
Este hombre frente a mí, con sus dedos clavados en el cuello de mi mejor
amiga, nunca más volverá a hacerme el amor. Nunca más me besará hasta que mis
rodillas se debiliten. Tengo que aceptar eso. Tengo que ser lo suficientemente
inteligente como para darme cuenta que el hombre que amo está muerto.
—¿Qué?
Ni siquiera puedo decir las palabras. Sé que este es el principio del fin, pero
aun así no puedo decirlo. Y ni siquiera es el hecho de que Dorian no me ama lo que
en realidad me mata. Es porque, cuando lo miro (viendo nada más que violencia y
maldad dentro de este extraño de pálidos ojos azules) me doy cuenta que no lo amo.
Mis piernas me sacan de la gran sala, bajan por el pasillo y pasan la sala blanca
donde una vez sentí que el cielo y la tierra se mueven. Lejos de la batalla entre el
amor y el odio que está azotando a mi espalda. Lejos de él. Lejos de nosotros.
Ya lo hice.
Capítulo 26
He estado antes aquí.
A
costada en la cama, llorando, escuchando la misma canción triste en
repetición. La canción que Dorian tocó para mí esa noche en mi
habitación. No podía transmitir sus sentimientos, así que dejó que la
música hablara por él. Y Dios… dijo tantas cosas. Cosas que estaban prohibidas.
Cosas que me dejo creer.
Pero es solo una canción, y esas letras en realidad nunca fueron para mí en
primer lugar. Aun así, sigo aferrándome a cómo se sentía fingir. Cómo se sentía tener
esa hermosa mentira acariciándome con sus dulces promesas.
Los golpes reanudan, así que me giro de lado para enfrentar la pared y grito:
—Vete. —Pero incluso con Bruno Mars gimiendo en mis oídos, escucho la
puerta abrirse. Mierda. ¿Cuándo carajo Vete significa Adelante?—. ¡No quiero hablar
de eso, Morgan! —grito contra el edredón, ahogándome en un sollozo. ¿No puedo
tener ni un día? ¿Solo un día para ser una chica normal destruida con ojos llorosos?
Sé que no soy humana, pero mierda, igual me duele.
—Para. No va a funcionar. Aún me sentiré como una mierda. Aún sabré que
se ha ido.
—¿En serio crees eso? ¿En serio crees que volverá con nosotros? El Dorian
que solíamos conocer, al que solíamos amar, ¿volverá y todo estará bien? Niko, se
fue con Aurora. Sabes que los dos probablemente están follando en este momento,
preparándose para una oleada de asesinatos psicópatas. Mierda, ya sabes cómo es.
¡Probablemente estarán follando mientras matan, solo por diversión! ¿Y quieres que
crea que volverá completamente ileso?
Sus palabras traen más lágrimas a mis ojos, derramando un ungüento curativo
sobre la herida que estaba permitiendo supurar por autocompasión. Tiene razón. Me
había rendido. Estaba lista para darle la espalda a Dorian por el simple hecho de que
ahora estaba con Aurora. Estaba dispuesta a sentarme y dejarla ganar.
Niko se inclina para limpiar una lágrima renegada, antes de introducir su dedo
en su boca y succionarlo. Miro, con la boca ligeramente entreabierta y los ojos tan
abiertos que siento que mis pestañas rozan mis cejas. Debería estar disgustada, pero
estoy intrigada. Tal vez sea la bestia en mí, pero encuentro el gesto entrañable, casi
erótico.
—Gabs, necesito saber que estás conmigo. Necesito saber que puedo confiar
en ti.
Niko se desliza sobre la cama, cruzando las piernas por los tobillos. Se
recuesta sobre un montón de almohadas, y me doy cuenta que no lo he visto
detenerse o disminuir la velocidad en días. Mierda, tal vez una semana.
Afortunadamente, aún está sustentado por mi magia, pero el hombre tiene que estar
exhausto.
—Necesito saber que estás lista para hacer esto. Estoy dispuesto a continuar
con esta búsqueda estúpida de un hechicero de Luz, y necesito saber que tú también
estás dispuesta. —Resoplo y sacudo la cabeza, no en desacuerdo, sino por
incredulidad—. Sabes, tenía esta imagen de Dorian cuando era más joven… este
atractivo hombre rudo que simplemente no podía ser domado. Sabía que había hecho
cosas terribles, y sabía que salió con Aurora, pero esto… nunca esperé que fuera tan
cruel. ¿Qué le pasó? ¿Cómo pudo haber cambiado tan drásticamente? —Niko me da
esa sonrisa traviesa antes de doblar las manos detrás de la cabeza—. Cyrus. Cyrus lo
cambió. Fue un accidente extraño: siendo unos cabrones con derecho y provocando
problemas. Pensábamos que éramos invencibles, pero Cyrus… siempre fue el más
sensato del grupo. Cuando pasó, nos aplastó a los dos. Dorian no podía lidiar… no
podía dejarlo ir, así que lo convirtió. Él engendró a Cyrus, porque lo amaba. Así que
siempre estuvo en él, Gabs. Simplemente aún no lo sabía. Y darse cuenta de que
podía perder lo que apreciaba, lo cambió.
Niko asiente.
—Sí. Hizo lo que honestamente no tuve las agallas para hacer. Era difícil y
jodidamente aterrador, pero él se las arregló para hacerlo. Cyrus no estuvo
entusiasmado una vez que se hizo la transformación, pero nunca le reprochó a
Dorian por hacerlo. Si hubiera sido uno de nosotros, probablemente habría hecho lo
mismo.
Cuando Niko me dijo que íbamos a un concierto para seguir una pista, no
mencionó que estaba justo al otro lado del país en el maldito Seattle.
—Supongo que sí. Quiero decir, es verde y todo eso, pero un poco sombrío y
húmedo.
—Lo sé. ¿No es genial? —responde Niko, sus ojos iluminados como luces
centelleantes.
Le doy mi mejor mirada de “perra, por favor” y pongo mis ojos en blanco.
—Um. Sí. ¿No lo han hecho todos? —La banda no solo es ridículamente
talentosa y vanguardista, sino que el cantante principal había protagonizado
bastantes sueños húmedos. Antes de la era Dorian, por supuesto.
—¿Y de alguna manera se supone que debemos encontrar una pista allí?
Lo ignoro, girándome para mirar por la ventana a medida que nos dirigimos
al centro. Seattle en realidad es hermoso, y aunque los beneficios naturales no
funcionan conmigo, definitivamente puedo verle el atractivo. El agua, los árboles, el
aguacero casi constante… es el sueño de un Oscuro. Tal vez hay algo místico en esta
ciudad que nos llevará a la Luz.
Desliza una tarjeta llave en una ranura, abriendo la puerta con la etiqueta
1604, antes de entrar, manteniéndome a sus espaldas. La habitación es espectacular,
con una vista preciosa del muelle y del mercado Pikes Place. Sin embargo, Niko
cierra las pesadas cortinas oscuras rápidamente y después va a revisar el baño.
—¿Qué? ¿No habrá pijamada? —Se deja caer sobre la cama, recostándose
sobre los codos. Desde este ángulo, con él solo usando jeans y una camiseta, puedo
ver cada flexión de sus músculos duros. Su cuerpo es esbelto, sin una pizca de grasa
corporal en él, pero hay algo en él que simplemente hace que quieras acurrucarte a
su lado y recostar tu cabeza en el nicho de su brazo y pecho. Niko no tiene nada
jodidamente suave, pero exuda calidez y gentileza. Incluso con su atractivo por los
elementos fríos.
—Oh. Y espero que no te importe, pero te pedí algo especial para el concierto
de esta noche. Espero que te guste. —Después sale por la puerta, dejándome
preguntarme qué demonios quiso decir con “algo especial”.
Cuando abro la puerta del armario, me doy cuenta que algo especial significa
algo cachondo.
¿En serio he sido tan ciega? ¿Cómo pude pensar que solo podría levantarme y
seguir adelante cuando Dorian invadió, no, consumió todos los aspectos de mi vida?
Quizás esto sea lo mejor. Quizás esta es la única forma en que puedo darle
una patada fríamente. Porque mientras estoy aquí de pie, desnuda y tiritando como
una adicta atravesando la rehabilitación, sé que no seré yo quien se aleje por
completo. De ninguna jodida forma. Él tiene que dejarme. Él tiene que dejar de
quererme.
Me arrastro hasta la ducha, decidida a restregar la oscura bruma del dolor que
me cubre de pies a cabeza. Aún no ha terminado. Aún podemos salvarlo. Y si aun
así, decide que no me ama, si elige la familiaridad que Aurora le brinda, estaré bien.
Puedo alejarme, sabiendo que hice todo lo posible para salvarlo porque era lo
correcto. Después de todo, él nunca se dio por vencido conmigo, ni siquiera cuando
me había rendido conmigo misma.
Justo cuando salgo de la ducha, llaman a la puerta. Me congelo, sin saber qué
demonios hacer. Niko no mencionó invitados, y si es un humano, si es uno de los
drones de Aurora, entonces tenemos problemas mucho mayores en nuestras manos.
Saco la esponjosa bata blanca del gancho en la parte posterior de la puerta del
baño y la envuelvo alrededor de mi cuerpo aún húmedo. Respirando profundamente,
saboreo la atmósfera, intentando sentir algo fuera de lo común. Las náuseas no me
abruman, y no me siento enferma. En cambio, capto… carne de res. Y papas fritas
saladas. Y, Oh por Dios, cremoso chocolate helado.
Salgo corriendo del baño y abro la puerta, casi arrancándola de las bisagras.
Frente a mí hay un carrito, cubierto con platos tapados con cúpulas de plata y una
nota.
Pequeña,
No recuerdo la última vez que tuve una comida decente. Sí, lo hago. Fue
cuando Dorian me preparó el almuerzo. Hace cuatro o cinco días… no lo sé. Mierda,
ni siquiera sé qué día es.
Eso podría ser suficiente, me digo. Solo ser normal, incluso aburrido, podría ser
suficiente. Incluso si no traemos a Dorian de regreso, incluso si nunca más me ama.
Ser yo, ser promedio, la vieja Gabs, podría ser suficiente. Sería suficiente.
I
ntento estirar el vestido torpemente por mis muslos una vez más,
recostándome en el asiento de cuero de la limusina para ayudar a mi
causa. Sin suerte. La tela elástica regresa nuevamente a su lugar,
exponiendo cada centímetro de mis piernas, y probablemente un poco más en el
ángulo correcto.
—¿Tuviste que elegir algo tan corto? —me quejo—. Mierda, por Jesucristo,
mi vagina podría resfriarse con este frío aire nocturno.
—¡No! —gruño, mi voz ronca por casi terminar asesinada por un trago de Ace
of Spades—. Tienes prohibido pensar alguna vez en mi vagina, y mucho menos
hablar de eso. Todas las discusiones sobre mi vagina están fuera de la mesa.
—En serio —dice Niko, inclinándose hacia adelante para descansar los codos
sobre sus rodillas—. Mi contacto tiene gustos… muy… lascivos. Tienes que lucir el
papel, para llamar su atención. Si te presentar luciendo como una monja, no hay
forma de que nos acerquemos lo suficiente como para hablar con él.
—Oh, qué alegría —murmuro con entusiasmo falso—. Punto para el Equipo
Fenómeno.
Niko suelta un suspiro agravado, y se pasa una mano por su mandíbula recién
afeitada.
—En serio, Gabs. Nada de esa mierda de sentir pena por ti misma esta noche.
Intenta al menos divertirte un poco.
—Lo siento. —Me hundo en el asiento, sintiéndome como una total negativa.
¿Y qué si mi vida se está desmoronando a mis pies y he perdido a casi todos los que
amo? Me he puesto unos zapatos asesinos y, curiosamente, mi cabello está teniendo
un buen día. Además, voy a ir a un concierto de The Fallen, lo cual ha estado en mi
lista de deseos durante años.
—Esto es más seguro que cualquier otra cosa —dice Niko, sacando el corcho
del champán y llenando las copas—. Además, pensé que disfrutarías el espectáculo
desde aquí. Parecías realmente emocionado de verlos.
—¿Me estás tomando el pelo? —grito por encima de los fuertes riffs del bajo
y la guitarra—. ¡Esto es estupendo! —Agarro una copa, la segundo de la noche, y
casi la engullo de un trago. No hay forma de que me siente, a la mierda los tacones.
—Bueno, como dije, diviértete. Diversión real. Nada de esa mierda que
intentas aparentar con el resto de nosotros para hacernos creer que estás bien.
—Oh, lo haré —respondo, tragando el último trago—. Sobre todo, una vez
que Denny Nox suba al escenario. ¡Santo cielo, puedo arrojarle mis bragas a él! —
Me estremezco. Nota personal: el champán me pone cachonda.
—Oh, entonces eres fanática de Nox. —Niko sonríe engreído, probablemente
pensando que soy tan básica como las demás perras. No me importa. Denny Nox
está absolutamente riquísimo desde su peinado de cabello suelto hasta su elegante
ropa rockera. ¿Y esos ojos? Mierda. Puede que me haya corrido solo con la imagen
de él guiñando un ojo.
—Escuché que es gay —murmura Niko detrás de mí, doblando una pierna de
modo que su tobillo descansa sobre su rodilla.
Al final del espectáculo, me duelen los pies, estoy cubierta de una fina capa
de sudor y mi cabeza está dando vueltas por compartir dos botellas más de champán
con Niko. Y aunque no me senté ni una vez, siento que estoy volando. No sé si
absorbí la energía eléctrica en el sitio, si estoy ebria o qué. Solo sé que no me he
sentido tan bien, tan inspirada, en semanas. Quizás incluso meses.
—Vamos —dice Niko, extendiendo mi chaqueta para que así pueda pasar mis
brazos. Aunque estoy ardiendo, sé que me congelaré una vez que alcancemos ese frío
aire húmedo.
—¿Hacia dónde ahora? —Mierda. Olvidé por completo que de hecho estamos
aquí por trabajo. Agarro mi bolso negro y saco el compacto. Probablemente parezco
un desastre sudoroso en este momento.
—Probablemente.
Me pongo una nueva capa de lápiz labial rojo y me peino, justo antes de que
Niko me haga pasar entre la multitud. Nos abrimos paso entre hordas de fanáticos,
dirigiéndonos hacia la puerta marcada solo para VIP. Un hombre corpulento que
fácilmente pesa tres veces mi peso, y probablemente un ex Seahawks esperanzado,
nos pide nuestros pases. Niko se acerca al hombre mucho más grande, con el pecho
hinchado y los ojos fijos en los suyos.
—Pensé que habías dicho que no podías usar tu magia —susurro mientras
pasamos más equipos de seguridad.
Entramos en la bulliciosa zona entre bastidores, y veo por qué Niko me hizo
vestir como lo hacía. La habitación es una mezcla heterogénea de piel, con chicas
intentando hasta pasar la parte superior de un bikini como camisa. Pongo los ojos en
blanco ante la desesperación pura filtrándose de sus poros. ¿Esto es lo que estas
mujeres aspiran ser? ¿Nada más que posibles contenedores de desperdicio para una
estrella de rock que ni siquiera recordará su nombre?
—Por aquí —dice Niko, alejándome de la escena de una fanática besándose
con alguien quien parece no ser más que un ayudante. Pero parece que estaría
dispuesta a hacer aún más con tal de acercarse a la banda.
Dejo que Niko me guíe por un pasillo lleno de algunas docenas de rezagados.
Vamos directamente a la puerta al final, la cual está vigilada por otro gorila
musculoso. Niko agita una mano casualmente, y el hombre se hace a un lado sin otra
mirada en nuestra dirección. Cuando coloca su mano en el pomo de la puerta, oigo
que se desbloquea sonoramente desde el otro lado de la puerta. Cuando estamos a
salvo dentro del vestidor, me giro para mirarlo, con un millón de preguntas en mi
lengua.
Niko presiona sus labios en una línea firme, pero se recupera rápidamente.
—Porque es el único que conozco que odia a mi padre más que yo.
Justo cuando mis manos se deslizan hacia el sur, mis dedos rozando el interior
de mis muslos vestidos de rejilla, la puerta se abre. Todavía me estoy tocando
mientras miro a Denny Nox, flanqueado por al menos media docena de chicas
semidesnudas. Quiero ser una de esas chicas. En este mismo momento, las odio, pero
las envidio. Tanto es así que el sabor de la ira recubre mi lengua y siento que mi
cuerpo se calienta por una razón completamente diferente.
Miro a los dos dioses sexuales delante de mí, escucho lo que Niko ha dicho,
pero no entiendo sus palabras plenamente. Lo único en lo que puedo pensar es en
estar desnuda, y en lo que se sentiría tenerlos también desnudos. Imaginando la
deliciosa plenitud de tenerlos entrar simultáneamente en mí, Denny empujando
desde el frente, Niko estirándome, tomándome desde atrás…
—Um, Denny. ¿Te importa apagarlo? En realidad, estamos aquí por negocios.
—Lo siento, amor —dice Denny, avanzando hacia la nevera para tomar una
cerveza—. Al principio, es un poco discordante, pero desaparecerá. —Tiene acento,
totalmente diferente de la forma en que habla en entrevistas en la televisión.
—Creo que has perdido el toque después de todos estos años. Por lo general,
tus putas son más del tipo ver y no escuchar. Así mismo, sabes que las mías me gustan
más combativas.
—Eh. ¿Y qué me importa? Es toda una puta. Mis disculpas. —Esos ojos
penetrantes están de vuelta en mí, recorriendo mi figura curiosamente de los pies a
la cabeza—. Entonces, ¿quién eres, Gabriella? ¿Y por qué demonios mi querido viejo
amigo te ha traído aquí sin la promesa de un buen revolcón?
—¿Ah, sí? —Denny cruza sus brazos revestidos de cuero frente a él, los
tatuajes en sus antebrazos extendiéndose sobre el músculo tenso. Al verlo de cerca,
me siento estúpida por no sospechar que era Oscuro todo el tiempo. Por supuesto. Los
humanos normales no son ni remotamente tan sexuales y hermosos.
—¿Y qué te hace pensar que puedo hacer que eso suceda?
—¿Y la chica? ¿Cómo sé que puedo confiar en ella? Ni siquiera sé qué es ella.
Podría ser una de las concubinas descerebradas de tu padre, por lo que sé.
Miro a Niko y asiento, esperando transmitir mi intención. Sé que quiere
protegerme y lo amo por eso, pero no seré una carga. No puedo permanecer
escondida para siempre.
Ante mis ojos, Denny desaparece en una ráfaga de humo oscuro antes de
manifestarse detrás de nosotros a metros de distancia. Abraza la pared con miedo,
aunque hay intriga y emoción en su voz.
—¡Mierda! ¿Qué haces con ella? ¿Cómo la encontraste? ¿Quién más sabe que
está aquí?
—Tranquilo, Denny —dice Niko, con las palmas en alto—. Está aquí porque
es una amiga. Y nadie más lo sabe, así que en serio necesitas relajarte. Hay ojos y
oídos en todas partes.
Denny gime, aferrándose su cabello oscuro a medida que sus ojos recorren la
habitación.
—¿Y sabes que no hay garantía alguna de que la Luz te dé la hora del día?
—Lo sé.
—Deleazó —digo, mis ojos aún observando las luces y las vistas de la
ciudad—. ¿Qué significa eso?
—No. Mi linaje familiar fue creado hace siglos con la fusión de los Órexis y
Apatē. Deseo y engaño. Soy capaz de crear una ilusión de profunda necesidad sexual.
—¿Ninguna?
—No es así con nosotros. No somos… humanos. Nuestro linaje se define por
su pureza, no por su diversidad. Stavros ha estado planeando el momento adecuado
y la combinación correcta durante casi dos siglos.
—¿Es por eso que odias al rey? —le pregunto—. ¿Porque ve su línea de sangre
como algo superior?
A primera vista, The Eagle parece un agujero iluminado con luces de neón en
la pared, rodeado de una variedad de personajes, desde jovencitos hasta drag queens
y hombres musculosos en camisas ajustadas. Sí, Denny nos ha llevado a un bar gay.
Morgan estará absolutamente celosa. Es como GaGa Jr. cuando se trata de sus
homosexuales. Salimos de la limusina y tomamos un lugar en la fila. Varios tipos se
vuelven para chillar por la presencia de Denny, pero una vez que el portero lo ve, nos
hace pasar inmediatamente. Miro alrededor, buscando alguna señal de que estemos
entre la Luz, pero Denny nos lleva rápidamente a un baño de hombres en ruinas sin
puestos a la vista.
—¿Qué es este lugar? —jadeo, mis sentidos sobrecargados. Niko está justo a
mi lado, con el mismo aspecto de asombro y confusión.
—Aquellos que deambulan no están perdidos. Bienvenidos a The Lost and Found,
mis amigos. Hogar de los niños caídos de la Deidad.
Capítulo 28
—No deberíamos estar aquí. Mierda, en serio no deberíamos estar aquí.
N
iko está nervioso, incluso frenético, pero no puedo encontrar las
palabras para calmarlo. ¿Los hijos caídos de la Deidad? ¿Qué significa
eso? ¿Que hay más personas como él? ¿Esos que no están de acuerdo
con la política del orden Divino?
—Ahora que están todos unidos, ¿ha habido otras personas… como yo? —
susurro, a medida que Denny nos lleva a una sección VIP privada cubierta con
cortinas de colores. Me recuerda a esas cabañas al aire libre en Las Vegas, menos la
piscina y el calor debilitante.
—No me lo agradezcas todavía. Los metí, pero están por su cuenta para
encontrar a un hechicero que esté dispuesto a ayudar a un príncipe Oscuro, y mucho
menos a dos. —Luego se fue, arrastrado a la pista de baile por su grupo de
admiradoras sobrenaturales.
—¿Qué estás pensando? —pregunto, una vez que Niko y yo estamos solos.
—No te odian, Niko —le aseguro, extendiendo la mano para tomar la suya—
. Odian lo que representa tu familia, pero no es a ti a quien odian. Ni siquiera te
conocen.
Aprieto su mano con más fuerza, haciendo que se encuentre con mi mirada.
—Oye. Los recuperaremos. Y no son los únicos que tienes. Te veo, Niko.
Siempre te he visto.
No sé qué pensamos que lograríamos una vez que llegáramos aquí, pero
improvisar claramente no era una buena idea. La gente estaba cansada de hablar con
los recién llegados, con toda razón. Y no ayudaba que siguieran mirando a Niko con
recelo. Y yo, con mis simples ojos color avellana y mi magia indetectable tampoco
nos hacía ningún favor.
—Sé quién eres. —Ignóralo, me digo. No hay forma de que esté hablando
conmigo—. Y sé lo que eres.
—¿Disculpa?
Y jadeo.
—Sé que quieres la ayuda de la Luz para salvar a un Oscuro. Y sé que jamás
conseguirás lo que quieres, especialmente cuando estás aliándote a un príncipe
Oscuro.
—Sin embargo, soy todo menos típico. Así que si necesitas un hechicero,
estoy a tu servicio.
—¿Por qué?
—Porque me necesitas.
El hechicero de Luz sonríe con picardía, sin parecer nada más que seguro
mientras observa al Brujo a mi lado. Niko puede ser increíblemente hermoso, pero
cualquiera podría ver que es peligroso. Él es la Belladona: hermoso pero mortal.
—¿Y por qué deberíamos creerte? —pregunta Niko burlón por encima de su
hombro.
—Mi nombre es Solaris, pero por favor, llámame Lars. Mi hermana gemela
era Solara, la hechicera que murió intentando protegerte. —Sacude la cabeza y mira
hacia otro lado, pero no antes de que pueda ver un poco de tristeza destellando en
esos ojos de topacio. Su muerte aún está fresca. Está de luto. Y aunque mi vida ha
sido un caos total desde el día de mi posible fallecimiento, apenas han pasado dos
semanas. Tal vez todos seguimos afligidos.
—Lo siento mucho —digo, sin saber qué más ofrecer. Lo siento, y me siento
completamente responsable de lo que pasó a su hermana. Y si lo que necesita para
seguir adelante es vengarse, ¿quién soy yo para negarle eso?—. Y gracias, Lars.
Apreciamos lo que estás dispuesto a hacer por nosotros.
—¿Qué? —Las manos de Niko están aferrando mis hombros, y me hace girar
para enfrentarlo—. Gabs, no conoces a este tipo. Me importa una mierda quién es o
lo que dice que pasó a su hermana. No me gusta.
—El sentimiento es mutuo. Pero no estoy aquí por ti, Oscuro. Estoy aquí por
Gabriella. Y si ella quiere mi ayuda, entonces no hay nada que puedas hacer o decir
para detenerme.
—Oigan, chicos, aquí no. —Se vuelve hacia Lars y frunce el ceño—. Lars,
conoces las reglas. Sé que tu cabeza está jodida ahora mismo, pero espero más de ti.
Lars toma aire bruscamente antes de apartarse del agarre de Denny y alejarse.
Observo cómo desaparece en un corredor oscuro detrás de la barra, sintiendo que
acabamos de perder nuestra única pizca de esperanza. La derrota se me escapa con
un suspiro pesado, y lucho contra las lágrimas frustradas. Mierda. Estuvimos muy
cerca. Tan jodidamente cerca de conseguir lo que necesitamos.
—Tienen que irse. —Escucho decir a Denny—. La gente está empezando a
hablar.
—Gabs, dije que, espera —grita Niko detrás de mí. Lo ignoro. Si respondo,
diré algo de lo que me arrepentiré. Me preocupo por Niko, y aprecio su naturaleza
protectora, pero en este momento, quiero estrangularlo. Y no lo digo en sentido
figurado. Puede que haya recorrido un largo camino, pero sigo siendo esa chica
temperamental de mal genio que no piensa antes de hablar. Sé que tengo la tendencia
a lastimar a las personas que amo. Así que hablar con Niko en este momento no es
una opción. No si quiero que se quede en mi vida. Y justo ahora mismo, cuando
estoy luchando por aferrarme a un pedazo de mi humanidad, lo necesito a mi lado.
Es más que mi amigo: es mi familia.
Para cuando logro salir, estoy jadeando, la frustración escapando con cada
respiración. Tomo aire teñido de cigarrillos, intentando limpiar las emociones tóxicas
agitándose dentro de mí. Cuando un taxi se detiene frente a mí, entro sin siquiera
esperar a ver si Niko está justo detrás de mí. Por suerte para él, salta al otro lado antes
de que le dé nuestra dirección al taxista.
—Gabs, estoy…
—Ahora no.
Lo escucho suspirar, pero sigo mirando por la ventana, observando las luces
de la ciudad pasando frente a nosotros como una mancha de pintura. Esto es en lo
que se ha convertido mi vida, solo un borrón, una mancha de aceite negro que se
vuelve más grande y más problemática cuanto más intentas borrarla. Y justo cuando
crees que lo tienes bajo control, la mancha se extiende, creando un desastre aún
mayor, hasta que todo lo que ves es una negrura aceitosa. Y no sirve de nada rescatar
lo que ya no es un lienzo hermoso.
Tan pronto como llegamos al Pacifica, salto del taxi, dejando a Niko para que
se encargue de la tarifa. Estoy en los ascensores cuando finalmente me alcanza.
—Estás actuando como una niña. No puedes confiar en cualquier persona que
se te atraviese con un hacha. Eso podría haber sido una trampa para ti.
Niko da unos pasos hacia mí, pero mantiene una distancia segura.
Finalmente me permito mirarlo, pero no puedo ver más allá de la neblina roja
de la ira.
—Sin embargo, ¿se supone que debo confiar en ti? ¿Alguien que admitió haber
matado a más personas de las que puede contar, incluyendo a la mujer que amaba?
Sin mencionar que, también me atacaste y casi me matas.
Soy un monstruo.
Nikolai Skotos es uno de los hombres más fuertes que he conocido en toda mi
vida, y lo he destruido en tres oraciones. En realidad, no he cambiado. No he
madurado en absoluto desde mi ascensión. Todavía soy esa perra cruel e implacable,
dispuesta a sacrificar a las personas con las que es más cercana como su propio saco
de boxeo personal.
Algo está mal conmigo. Necesito que me detengan. Si sigo así, no me quedará
nadie. ¿Y por qué debería hacerlo? ¿Por qué alguien se sometería a mis agresiones
verbales?
—Di algo —le ruego. Trago, probando la bilis. Estoy tan disgustada conmigo
misma que, enfermo físicamente—. Incluso si quieres gritarme, llamarme perra,
decirme que soy una persona miserable. Solo por favor… di algo.
Sé que esos tres golpes están por venir, aun así me estremezco. Nunca me
acostumbraré al sonido de unos nudillos desnudos golpeando contra la madera.
Siempre atormentarán mis sueños, sirviendo como la música amenazante que suena
en mi propia película de terror personal.
Toc, toc, toc.
Niko se dirige a ver por la mirilla, pero se vuelve hacia mí, sacudiendo la
cabeza. O no hay nadie allí, o alguien está cubriendo la mirilla deliberadamente. La
teoría número uno queda descartada rápidamente cuando alguien toca una vez más
y anuncia:
—Limpieza.
Es la 1:37 de la madrugada.
No es la jodida limpieza.
Nos han encontrado. Aurora, Stavros y ahora Dorian, nos han encontrado. Y
quieren recordarnos que no hay dónde esconderse. Seguirán enviando a la Muerte a
nuestra puerta. Seguirán obligándonos a matar niños inocentes que no tienen control
sobre sus pensamientos o acciones. Quieren que nos rindamos: que regresemos
arrastrándonos, pidiendo clemencia. Y justo en este momento, no estoy segura si es
una mala idea.
Hay un último golpe antes de que se escuchen los sonidos de unos ruidos
amortiguados al otro lado de la puerta. Hay una lucha rápida, un chasquido crujiente
y luego silencio. Silencio muerto.
Niko salta frente a mí, protegiéndome con su propio cuerpo, incluso después
de todo lo que le he dicho. Pero es muy tarde. Ya he visto lo que se encuentra justo
detrás de esa puerta, absorbiendo espacio y aire con su cuerpo masivo.
Es Lars.
D
ebemos haber estado allí de pie durante unos sesenta segundos antes
de que alguien recupere la función del habla o movimiento.
Entonces, fuimos simplemente un torbellino de caos, hablando el
uno sobre el otro, intentando descubrir frenéticamente qué hacer a continuación.
—¡La mataste! —chillo, aunque es más por sorpresa que otra cosa.
—Tuve que hacerlo —responde Lars, arrojando su cuerpo sin vida al otro lado
de la habitación. Aterriza anormalmente, sus extremidades plegándose como una
bolsa de papel. Si su cuello ya no hubiera estado roto, lo habría estado ahora—. Si
no lo hubiera hecho, ella te habría matado.
—De todos modos, ¿por qué demonios estás aquí? —pregunta Niko
acusadoramente, paseándose de un lado a otro. Se detiene abruptamente, girando
para fijar a Lars con sus ojos azul pálido—. ¿Y cómo supiste que estaba infectada?
—Te seguí hasta aquí. Podía oler el repugnante hedor Oscuro del odio desde
el fondo del pasillo.
—Mīsos es la casa Oscura del Odio. Producen veneno que quema la carne y
los huesos como el ácido. Sospecho que esta chica habría tenido algo así en ella.
—Ten cuidado —le advierto, retorciendo mis manos delante de mí. Niko me
lanza una tensa sonrisa dolida y asiente. No está todo olvidado y perdonado.
—Solo hay una forma de averiguarlo. —Niko camina hacia él y levanta una
mano, haciendo que la botella permanezca suspendida en el aire. Lars retrocede
rápidamente, no muy dispuesto a ser un sujeto en el experimento científico de Niko.
Guiando los movimientos de la botella con la mano a metros de distancia,
Niko gira la boquilla hacia el cadáver. Al segundo siguiente, una fina niebla cae sobre
ella, pareciendo un fresco rocío matutino sobre una niña tranquilamente dormida.
—Ya puedes salir —llama Niko desde el otro lado varios minutos después—.
Lars se deshizo de eso y pude limpiar aquí.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo por todo lo que he amado y perdido. Lo prometo por cada
estrella en cada universo desde aquí hasta el infinito. No iré a ninguna parte.
—Cállate.
—Puedo hacerlo —me quejo. Pero justo cuando digo las palabras, me siento
entrando y saliendo del sueño.
Niko me ignora, apretando mi barbilla entre sus dedos a medida que abre mi
boca. Después siento las suaves cerdas cubiertas de menta, acariciando mis dientes y
encías ligeramente. Me está cepillando los dientes. Este supuesto malvado ser asesino
que ha visto y hecho cosas indescriptibles, me está cepillando los dientes. Cuando
termina, acuna mi cabeza con cautela, antes de insertar un pequeño bocado de agua.
Apenas soy consciente cuando me dice que escupa en el vaso, lo que de alguna
manera logro hacer sin ensuciarme.
Quiero quedarme aquí. Solo quiero quedarme bajo estas mantas y vivir en la
seguridad y soledad de los brazos de Niko. Quiero recordar la forma en que me cuidó
anoche y reírme de lo tonta que debo haberme visto. Y cuando nos despertemos, su
cabello en un halo negro y desordenado, quiero ver esa sonrisa somnolienta suya,
porque sé que me hará sonreírle de vuelta.
Santa. Mierda.
—Niko, déjame…
—Si la amas, la salvarás. —Un sonido angustiado rompe su voz, que sale en un
temblor débil—. Por favor, regresa. Lo siento. No me dejes.
—Tenía que hacer un viaje. El hechizo para traer de vuelta a Dorian requiere
algo de investigación. Y a donde va, no somos bienvenidos. Así que regresará en un
par de días, con suerte menos. Afortunadamente, ha colocado una guarda de Luz
alrededor del perímetro de nuestras habitaciones. Eso se encargará de los humanos
pasando por aquí con magia Oscura.
—¿Como, qué?
Salgo de la cama y estiro las extremidades, dándome cuenta que todavía estoy
vestida con ese vestido negro escaso, que ha subido hasta mi cintura, dejando al
descubierto la mayor parte de mi trasero en tanga negra. Excelente. Como si necesitara
otra cosa para obsesionarme.
—En serio. Ahora tendrás que aferrarte a mí para el primer tramo de nuestro
viaje, pero al volver, deberías poder hacer el viaje de forma independiente.
—¿De verdad?
—De verdad. —Cierra el espacio entre nosotros, y antes de que pueda
protestar, sus brazos me rodean por segunda vez esta mañana. Miro a esos ojos azules
como el cristal, viendo el reflejo del anhelo en mi propia expresión—. Sujétate —
susurra, su aliento agitando los rizos alrededor de mi cara. Y entonces nos vamos,
transportados a la oscuridad.
—Gracias —digo, mis mejillas calientes. Cuando me alejo, veo que estamos
al borde de un lago, encapsulados por una pared de árboles altos y frondosos—.
¿Dónde estamos?
—¿Te gusta? —pregunta Niko en voz baja, después de darme varios minutos
para asimilarlo todo.
Él inclina su cabeza.
—Me gustaría poder decir que solo fue para relajarse. En realidad, estamos
aquí para trabajar. Quieres aprender cómo usarlo, y existe la posibilidad de que
Dorian no se rinda sin luchar. Es hora de que aprendas cómo protegerte y manipular
ese poder dentro de ti.
—No los hay. —Niko camina hacia mí, dejando meros centímetros entre
nosotros—. Viene de aquí —dice, tocando mi frente. Su otra mano yendo sobre mi
corazón—. Y desde aquí. Siempre lo has tenido dentro de ti. Simplemente has tenido
demasiado miedo de dejarlo salir.
No me doy cuenta que he dejado de respirar hasta que siento que puedo
estallar con la necesidad de oxígeno. Niko capta la indirecta y retrocede, tomando
mi mano en su lugar.
—No hay problema. Allané una panadería cercana y agarré el café mientras
aún te estabas preparando. Pensé que tendrías hambre. Espero que aún esté caliente.
—Es perfecto.
Me rio por dentro e intento cortar la incomodidad con una conversación fácil
para pasar el tiempo. Cuando ambos estamos llenos, Niko me lleva de vuelta al borde
del agua.
—¿Disculpa?
—Gabs.
—Niko.
—Ahora cierra tus ojos y visualiza que el lago no es agua en absoluto, sino un
piso de vidrio. Sabes que es sólido, te apoyará, pero debes ser amable con él. Es
delicadamente hermoso, y no quieres romperlo. Y no lo harás. Eres ligera como una
pluma. Ingrávido. Efervescente.
Hago lo que dice, visualizando cada palabra que pasa por sus labios. Estoy
flotando, completamente sin peso, ni gravedad. Solo soy un susurro en el viento. Una
aparición.
Lo hago, y cuando veo la escena a mi alrededor, jadeo tan fuerte que resuena
entre los árboles. Estoy sobre el lago. ¡Sobre el lago! Estoy de pie justo en el medio,
pero estoy completamente seca.
—¿Cómo hice… cómo puede esto…? —Estoy tropezando con mis palabras,
demasiado emocionada para completar una sola oración.
Practico caminar sobre el agua una docena de veces más, una vez más con
Niko y las demás sola, antes de dominarlo. Impresionado, Niko me tiene trabajando
en la manipulación. Puedo elevar el agua unos pocos metros por encima de mi cabeza
y sostenerla durante casi treinta segundos antes de que mi conexión se corte.
—Lo estás pensando demasiado —dice—. Esa agua es parte de ti. Un
apéndice. Levántala como si levantaras el brazo. ¿Miras tu hombro y le pides que
funcione? ¡No! Solo lo haces. Así que vamos, intentemos de nuevo.
Niko sacude la cabeza antes de pararse a mi lado. Con su mirada aún clavada
en mí, levanta una mano con gracia, manipulando la rama gigante para que se
levante con el movimiento. Es tan fácil para él, tan perfecto. Demonios, ni siquiera
necesita mirarla. Lo deja caer con la misma cautela y toma mi cara en sus manos.
—Lo estás forzando. Estás haciendo esto por frustración y enojo. ¿Qué te dije
ese día cuando vimos a Dorian extender la guarda? La magia es delicada. Es sensual.
Debes seducirla para que venga a ti. ¿Forzarías a un amante a complacerte? No, claro
que no. Lo acariciarías. Lo adorarías. Le harías el amor. Tómala dentro de ti y exhala
suavemente como si estuvieras apagando una vela. Sé que puedes hacerlo, Gabs. Tu
corazón está roto en este momento, de modo que no puedes imaginar cómo
canalizarías esos sentimientos. Pero tiene que haber algo más por lo que sientas
pasión.
Pasión.
Algo que no pensé que volvería a heredar. Tanto es así que la palabra misma
suena extraña. Pasión. Por supuesto, sé que todavía soy capaz de sentirla. ¿Pero por
qué? ¿Y por quién?
—¿En serio crees que Dorian peleará con nosotros? ¿Incluso contigo, su
hermano?
—No creo que quieras luchar con él. Hay una gran diferencia entre habilidad
y deseo. Es comprensible que quieras evitar lastimarlo.
—¿Y tú? —pregunto, volviendo la cabeza para mirarlo. Sé que puede sentir
mis ojos sobre él, pero mantiene su mirada fija hacia adelante—. ¿Intentarás evitar
lastimarlo? ¿Serás capaz de pelear con tu hermano?
—Si se resume a eso, sí. Si se tratara de mi vida o la de él, haría lo que sea
necesario. —Sus ojos están sobre mí al siguiente instante, llenos de fuego azul—. Y
sería prudente que hagas lo mismo. Porque te lastimará, Gabriella, si tiene la
oportunidad. No vacilará. Tu vida no significa nada para él. Y si matarte es lo único
que se interpone entre su objetivo y él, entonces ya estás muerta. Recuerda eso
cuando lo veas. Y no dejes que tus pequeñas emociones te dejen olvidarlo.
Solo puedo sostener su mirada por unos segundos antes de verme obligada a
mirar hacia otro lado en un intento de ocultar las lágrimas acumulándose en mis ojos.
Sé que está diciendo esto para ayudarme, para protegerme, pero ¿por qué debe ser
tan cruel? Lo entiendo: Dorian se ha ido. No me ama. Pero, ¿mi debilidad por él
disgusta tanto a Niko que no puede mostrar ni un poco de compasión? ¿Un poco de
sensibilidad?
Me pongo de pie de un salto, con un sentido renovado de determinación
nacido de la angustia.
—Gabs…
—Otra vez. Ya no quiero sentarme a hablar sobre esta mierda. Así que,
ayúdame o no lo hagas. En realidad, no me importa.
—No quiero que me odies —susurra—. Jamás podría querer eso. Pero
prefiero que estés viva y cabreada conmigo, que muerta por decirte lo que querías
oír. Mis palabras son por necesidad. Porque te necesito.
Me giro para mirarlo con los ojos entrecerrados, porque no podría haberlo
escuchado bien. Pero su resolución no flaquea. No retrocede ni tartamudea para
explicarse. No se retracta.
Practicamos hasta que puedo levantar troncos gigantes con solo mover un
dedo. Y cuando me he cansado de mover todo lo que no está arraigado al suelo, Niko
intenta enseñarme el arte del phaneróō o manifestación. Comenzamos lentamente,
trabajando en la meditación para centrarme. Aunque he podido hacer distancias
cortas en el pasado, fue totalmente esporádico y no intencional. Niko explica que
intentarlo sin el enfoque adecuado podría dejarme atascada en el limbo, perdida en
una dimensión completamente diferente. Y si no sé dónde estoy, es casi imposible
volver.
—Está bien, intenta de aquí a ese árbol de allá —indica, señalando hacia un
olmo a unos metros de distancia—. Puedes ver a dónde vas; ya sabes lo que hay ahí.
Ahora, visualiza la ubicación en tu mente y transporta tus pensamientos allí.
Respiro hondo, siguiendo sus instrucciones al pie de la letra. Dejando que mis
ojos se cierren por un segundo, imagino estar parada debajo del gran olmo,
apoyándome contra él, riendo mientras Niko se para a mi lado…
—Increíble, ¿no?
Abro los ojos para ver la cara sonriente de Niko. Él levanta la vista,
instándome a seguir su mirada. Estamos debajo del olmo. Y no solo estoy parada
debajo de él, sino que me apoyo en él. Y Niko está justo a mi lado, con orgullo y
asombro brillando en sus ojos. Y me rio, una genuina risa real, purificante, como en
mi visión.
—Pero qué pasa si… —Mi voz es pequeña, mis labios casi temblando.
—Oh, Dios mío —chillo, con mis manos sobre mi boca—. Lo siento, no debí
haber hecho eso. Estaba tan atrapada en el momento, y feliz, y completamente…
—Pero tomé de ti. Sin tu permiso. Oh, Dios mío, lo juro… —Está justo frente
a mí, acunando mi rostro en sus manos. Inclinando mi barbilla para que mis ojos se
alineen con los suyos.
—Gabs, está bien. Honestamente. Has tenido un largo día. Es fácil quedar
atrapado en el momento.
Mi mirada recorre el movimiento de sus labios carnosos, e imagino cómo se
sentirían contra los míos. Cómo sabrían después de haberlos humedecidos con su
lengua. Oh Dios, ahora estoy pensando en su lengua.
—Debes estar exhausta —dice, alejándose. Se gira hacia la puerta que conecta
nuestras habitaciones, y de repente siento pánico—. Puedo hacer que te envíen algo
de comida, si quieres.
Me encojo de hombros.
—Seguro. Supongo que sí. —Ni siquiera tengo tanta hambre. No cuando mi
estómago sigue revolviéndose como si estuviera haciendo una rutina de Zumba.
¿O lo era?
Me siento en la bañera hasta que el agua se enfría con mi iPod a todo volumen.
Hoy he cambiado a Bruno Mars por Linkin Park, necesitando un respiro de las letras
tristes y melancólicas que me habían arrullado hasta dormir la mayoría de las noches.
Y honestamente, en realidad no creo que las necesite más.
Pero tengo a Alex, el padre que pensé que había muerto antes de mi
nacimiento. Puedo confiar en Morgan, algo que nunca antes había podido hacer.
Descubrí una comunidad secreta y subterránea de seres sobrenaturales a través de
Denny Nox. Conocí a Lars, un hechicero de Luz y hermano gemelo de Solara, y él
quiere ayudarnos. Y tengo estas increíbles habilidades rudas que apenas he
aprovechado.
Y luego está Niko. El hombre que ha estado a mi lado todo el tiempo. El chico
que nunca me rechazó o se dio por vencido, sin importar lo molesta que fuera. Se
convirtió en mi roca cuando necesitaba que alguien me apoye. Se convirtió en mi sol
cuando todo parecía sombrío.
Cuando salgo al área de la sala de estar/dormitorio usando nada más que una
esponjosa bata grande y de felpa (que tengo la intención de robar cuando dejemos
este sitio), hay un carrito de servicio a la habitación en medio del lugar. Ahora, por
lo general, la vista de estas cosas invocaría un miedo instantáneo, pero ya puedo ver
garabatos familiares en una pequeña tarjeta de notas, apoyada contra una sola rosa
rosa en un florero delgado.
Pequeña,
-N
Arranco las mantas y me deslizo hacia la puerta, sintiéndome audaz con dos
botellas de vino demasiado caras. Sin embargo, cuando la alcanzo, la duda y la
confusión me impiden golpear la puerta. Estoy en una bata de baño, mi cabello está
en un moño desordenado en la parte superior de mi cabeza, y probablemente estoy
luciendo un bigote de vino tinto épico. Pero incluso más que eso, hay una buena
posibilidad de que Niko quiera estar solo. Me ha estado cuidando durante días. Tal
vez estaba agradecido de poner algo de espacio entre nosotros esta noche.
L
a expresión de su rostro muestra curiosidad y preocupación, mientras
que indudablemente debo parecer un ciervo a la luz de los faros.
—¿Gabs?
Solo cuando mis ojos se ven obligados a viajar por su cuerpo para encontrarse
con su mirada preocupada, me doy cuenta que había estado estudiando sus
abdominales. Dios, sus abdominales. La gente hace moldes de abdominales como
los suyos.
Abro una botella de vino y la engullo de un trago. Puede que necesite algo
más fuerte si voy a sobrevivir esta noche.
—Purple Rain, ¿eh? Prince es… todo un personaje. —Me guiña un ojo,
haciendo que mis ojos salgan de sus cuencas.
—Oye, te dije que estábamos en todas partes. Vamos, mira al tipo. Se supone
que ahora tiene más de cincuenta años, pero no parece tener más de treinta. ¿En serio
no puedes notarlo?
—Ahí tienes.
—¿Todos ellos?
—Todos ellos.
—Mierda.
—Por supuesto, no puedes andar diciendo eso por toda la ciudad. En los años
70 y 80, cuando el heavy metal estaba en su apogeo, nuestra especie podría ser un
poco más extravagante y tomarse algunas libertades más. Ahora con los paparazis
en cada esquina, tenemos que mantener un poco más de anonimato.
—Uhhh… ¿Angelina?
—Oscuro.
—Humano.
Niko asiente y luego traga el contenido de su botella. Puedo ver que ese detalle
de su historia lo irrita.
—Vamos, festejar todo el día y toda la noche. Estar ebria y ser desagradable.
Meterme en peleas embarazosas en lugares públicos. ¡Demonios, estoy
prácticamente a medio camino!
Niko se ríe, la tarea haciendo que los músculos de su torso se tensen bajo esa
piel deliciosamente bronceada. Pretendo reír también, solo para encubrir mi flagrante
estado embobado.
—Oye, ¿quieres otra? —pregunto, saltando de la cama hacia el mini bar. Sí.
Necesitaré algo más fuerte.
—Por supuesto.
Tomo otra botella de whisky irlandés que está bebiendo y una linda botellita
de Patron. Es definitivamente una decisión terrible, ya que el tequila hace que mi
puta interna se libre de sus restricciones, pero bueno, es solo una botella pequeña.
¿Qué daño podría hacer?
Salto de nuevo a la cama, riendo como una idiota sin razón aparente. Le
arrojo a Niko su bebida, que desenrosca de inmediato.
—Por los nuevos comienzos. —Para mí. Para él. Para nosotros.
—¿Y las chicas en serio estuvieron de acuerdo con eso? ¿Vender sus cuerpos?
—pregunto, absorta en la historia.
—Nikolai el chulo. Por favor, dime que no llevabas espantosos trajes morados
y grandes sombreros con estampado de cebra.
—¡No! —chillo, riendo como una hiena—. ¡Oh Dios, dime que tienes fotos!
—No, no. No hubo trajes morados. Tal vez naranja o azul cielo. Pero nunca
dominé el púrpura.
—Seguro, seguro. Lo juro, ¿qué hay con los chicos y su obsesión con su pene?
Todos los hombres piensan que están cargados con las armas grandes, pero cuando
finalmente lo consigues, es más como una pistola de bolsillo. ¡Pew, pew!
—¿Honesto sobre…?
Salto de la cama y reboto hasta el min bar, que se ve bastante patético. Saco
un poco de Disarrono.
—¿Estás bien?
—¡Ah, mierda! Está roto. Sé que está roto. Está colgando de mi pie, ¿no?
Probablemente hay sangre chorreando por todas partes.
—No está roto. Y no hay chorros de sangre por todas partes. Y me complace
informar que aún está bien sujeto a tu pie. —Aprieta sus labios como si intentara no
reírse.
Niko desliza sus manos hacia la planta de mi pie masajeándolo con perfecta
presión. Casi me derrito allí como una pila de aguanieve.
—¿Y qué tal esto?
—Tan… bien.
—¿Aún bien?
Lo miro.
Él me mira.
Está arrastrándose por mi cuerpo al mismo tiempo que me inclino hacia él.
Cuando sus labios cubren los míos, estoy sorprendida por la suavidad de ellos y la
gentileza de su beso. Niko, con todo su humor descarado y su honestidad brutal,
espero que sea como besar a una fuerza indomable de la naturaleza. Pero es tan
tierno, tan cuidadoso. Como si hubiera planeado la forma en que me besaría. Como
si hubiera pensado en este momento durante días, repitiendo el escenario en su
cabeza mientras permanece despierto por las noches. Sin embargo, aunque su beso
es reverente, su toque es dominante. Sus dedos aferran mi espalda a través de la
toalla, y luego sujetan mi cabello. Libera cada restricción que está practicando en mis
labios a través de sus manos.
Mis manos se deslizan de ida y vuelta por la suave piel de su espalda, sintiendo
sus músculos tensarse y temblar bajo las yemas de mis dedos mientras intenta
acercarse más. Y lo quiero más cerca. Quiero su piel sobre la mía. Quiero que los
latidos de su corazón golpeando contra mi pecho. Quiero inhalar su aliento y beber
su lujuria.
Quiero a este hombre. Quiero a Niko. Y sé que me hace una enferma, horrible
y desesperada, pero no me importa.
Lo siento cada vez más duro contra mi pierna, excitado por el hecho de que
solo una débil capa de tela separa su sexo del mío. Qué fácil sería tenerlo empujando
dentro de mí. Hacer que ahuyente a mis demonios con cada centímetro de él
llenándome. Gritaría su nombre a medida que me derrumbara contra él. Me correría
tan fuerte que las paredes temblarían con nuestra liberación.
Se aleja de repente, aún cernido sobre mí, pero nuestros pechos desnudos ya
no se tocan.
Cierra los ojos, como si intentara luchar contra las voces dentro de su cabeza.
—Mira, pequeña… no soy Dorian, y nunca lo seré. Jamás seré capaz de llenar
el vacío que ha dejado atrás. Así que será mejor que estés jodidamente segura que
estás bien con eso. ¿De acuerdo? Porque solo me conseguirías a mí. Solo a mí. Y no
puedo ser alguien que no soy. No puedo curarte y volverte entera. No como antes.
Miro esos ojos azules como el cristal, sintiendo hielo en mis venas.
H
ay una banda marchando en mi habitación de hotel. Y la línea de
batería actualmente está tocando “Hollaback Girl” en mi cráneo.
—Hola, soy yo, Lars —llama alguien desde el otro lado de la puerta—. Abre
o voy a entrar.
Más cerca de la puerta, Niko la abre y deja entrar al Hechicero de Luz agitado
que se ve extrañamente elegante y meticuloso para alguien tan grande.
—¿Has visto las noticias? —pregunta tan pronto como la puerta se cierra
detrás de él. Se lanza hacia el control remoto puesto en la pequeña mesita y enciende
el televisor.
—Lo hice. Pero tenemos que actuar rápido. Como en las próximas cuarenta
y ocho horas.
—Mira.
—La gente lo llama la Ascensión. Creen que el final está cerca. Ahí afuera
hay una histeria masiva, y solo va a empeorar. —Lars me mira, su expresión casi
reverente—. Es por esto que murió Solara: este momento. Cuando tomarías tu lugar
en el orden Divino y volverías a enderezar las cosas. Ya es hora.
—Era una leyenda —musita—. Una campeona para los nuestros. Es por eso
que su relación con el Oscuro apestó a traición. Aún se considera traición pronunciar
su nombre en la corte de Luz.
—Lo sé. Y también Solara. Cuando te vio con el príncipe Oscuro esa noche,
su plan era simplemente vigilarte desde lejos y no intervenir. Pero siempre estabas
con él… cayendo aún más profundamente bajo su hechizo. No podía decir si sus
intenciones eran buenas o no, de modo que mantuvo una distancia segura, rezando
para que no te hiciera daño. Y cuando él se comprometió para casarse con la hembra
Órexis, ella vino hasta mí, rogándome ayuda para protegerte. La rechacé, como un
tonto, negándome a involucrarme. Y por eso, perdió su vida. —Me mira con esos
ojos de topacio llenos de pena y arrepentimiento—. Gabriella, perdóname. Fui un
cobarde. Si no hubiera sido tan terco y débil, podría haberlas salvado a las dos.
Lars se toma el tierno momento para inclinarse antes de mirar a Niko, quien
se sienta a varios metros de distancia, observando por la ventana distraídamente.
—No quiero entrometerme, pero ¿estás segura que esto es lo que quieres?
¿Volver al otro hermano? Porque si no, no tenemos que hacer esto. Puedo pensar en
un millón de otras cosas que preferiría hacer antes de cazar a un príncipe Oscuro e
intentar conjurar la humanidad que le queda.
Pero él no era Dorian. Y nadie podría llenar ese agujero que había dejado
atrás.
Porque Dorian es todo lo que siempre querré, desde ahora hasta el final.
Siempre fue él… siempre será él. Fui simplemente estúpida y lo suficientemente
desesperada como para intentar hacer que mi corazón sienta lo contrario.
Pero incluso cuando lo pienso, sé que fue algo más que el alcohol lo que
influyó nuestras manos y labios. Y si en realidad soy honesta conmigo, no estaba tan
ebria. No lo suficientemente ebria como para olvidar la suave sensación de su piel
contra la mía y el dulce sabor de su lengua. Ninguna cantidad de alcohol podría
borrar la imagen de él cernido sobre mi cuerpo, su cabello oscuro cayendo en sus ojos
mientras me miraba con reverencia.
—Solo estoy tan contenta de que estés en casa. —Su voz es ronca, como si
estuviera luchando por evitar que el nudo en su garganta salga a la superficie. Sonríe
a través de la incomodidad—. Y Alex está estupendo. Me ha estado enseñando un
poco sobre lo que soy y cuáles son mis habilidades. Casi me hace sentir como una
chica ruda.
—¿Una guardiana?
Los ojos de Morgan se abren dos veces su tamaño y asiente, incapaz de hablar.
—Sí. Esas son las voces de los antepasados. Al principio muy debilitante,
según he oído. Pero a medida que tu visión se ajuste, deberías poder enfocarlo.
Escucharlos. Te dirán lo que debes hacer en tiempos de problemas.
—¿Qué?
—Tu hija es una joven extraordinaria. Nuestra gente siempre estará en deuda
con ella, contigo, y el espíritu de Natalia será redimido. Su muerte no fue en vano,
sino en amor.
—Entonces, está resuelto. —La voz fría de Niko corta el calor de la atmósfera
y se pone de pie. Su mirada plana se encuentra con la mía por solo una fracción de
segundo antes de alejarse, quitándome el aliento al hacerlo—. Mañana partimos a
Skiathos.
Capítulo 32
Esto es todo.
E
l momento para el que todos nos hemos estado preparando. Por lo
que la gente ha sufrido, desangrado. Por lo que murió.
Este es el fin.
Esa noche, cuando Denny Nox nos llevó a Lost and Found, eché un vistazo
a la multitud de otros mundos riéndose y bailando juntos. Creando la paz por la que
tantos han sacrificado sus vidas. Y me di cuenta de algo. No estoy aquí para volver
a poner a los Oscuros en su lugar, o castigarlos por sus iniquidades. Ni siquiera estoy
segura de estar aquí para unir tanto a la Luz como a los Oscuros. Pero lo que sí sé es
que, merecen una elección. No debería haber limitaciones sobre a quién pueden
amar. No debería esperarse que asuman ciertos roles en la sociedad por cuál sea su
apellido. La Luz, los Oscuros, los vampiros, los hombres lobo y los sobrenaturales
merecen libertad. Y es por eso que lucharé.
Este es el fin.
E incluso si eso significa el final para mí, sé que no puedo tener miedo. No
tendré miedo. La fe es mi espada y mi escudo. Con ellos, nada puede vencerme.
Miro por la ventana del avión, ocupando mi mente con todo lo que he
aprendido. Ayer, Alexander trabajó conmigo durante horas, ayudándome a
aprovechar el poder rugiendo por mis venas. Sintiendo un sentido renovado de
propósito y canalizando lo que había aprendido de Niko, entendí rápidamente y
presioné todo lo que tenía en la lección. Estuvo impresionado, al igual que Lars y
Morgan, quienes observaron atentamente. Y aunque estaba orgullosa de mi
progreso, una pena me sacudió el corazón porque Niko no estuvo allí para compartir
mi victoria. Después de nuestra reunión, había permanecido encerrado en su
habitación, haciendo Dios sabe qué. Probablemente contando los días hasta que
pudiera sacarme de su vida.
¿Y podía culparlo?
Sabiendo que aterrizar en cualquier lugar cerca del reino Oscuro de hecho era
una misión suicida, hemos decidido parar en una isla diferente. A partir de ahí,
podremos manifestarnos en Skiathos, y como no es una distancia muy larga, Alex
llevará a Morgan. Se está encariñando con ella, cuidándola como si fuera mi
hermana. Y lo es. Morgan es mi familia, y desde este momento, nada más que la
muerte la mantendrá fuera de mi vida.
Echo un vistazo a través del avión para encontrar que no soy la única que
admira a la señorita Pierre. Lars y ella están sentados uno al lado del otro en el lujoso
sofá azul marino, sonriéndose entre sí. Él abre su mano hacia ella, y aparece un
pequeño sol, flotando a solo centímetros de su palma. Lo cierra, sofocando la luz.
Cuando lo vuelve a abrir, le presenta una sola rosa roja. Lars se la ofrece, y ella acepta
felizmente, mirando al hermoso gigante con asombro en sus ojos.
—Sí.
Asiente.
—No falta mucho más —anuncia Alex desde el frente del grupo dos horas en
nuestro viaje.
Estamos perdiendo la luz del día y nuestra energía física está menguando.
—El símbolo de los niños caídos —responde Lars detrás de mí, su voz llena
de orgullo—. Hemos estado aquí.
Paso mis dedos por los bordes acanalados de la roca tallada, imaginando las
almas aterrorizadas que deben haber atravesado estos mismos muros en busca de la
libertad. Y el hecho de que Cyrus llevó a mi padre a través de este túnel me hace creer
que él también es uno de los caídos. Tendría sentido, teniendo en cuenta el apoyo
inquebrantable del vampiro a sus primos y el odio innegable de Stavros por su
sobrino.
Llegamos a un parche de roca lisa que es simplemente del tamaño de una gran
puerta para perros. Alexander empuja con todas sus fuerzas hasta que comienza a
gemir bajo la presión de su inmensa fuerza. Una vez que puede hacer que se mueva,
emite un sonido chirriante cuando se desliza automáticamente hacia un lado,
revelando un agujero que incluso yo tendré problemas para atravesar. Miro a Lars y
él inclina la cabeza.
Alex pasa primero, sosteniendo una linterna, más por el bien de Morgan que
por cualquier otra cosa. El resto de nosotros podemos ver perfectamente a través del
pequeño espacio negro. Estoy justo detrás de él, meneándome en mis manos y
rodillas. Trozos de grava se clavan en mis palmas, y ni siquiera puedo imaginar qué
clase de roedores viven aquí. Lo aparto de mi mente, negándome a asustarme.
Tenemos peces más grandes para freír, y las ratas y las arañas son el menor de
nuestros problemas.
Niko toma la delantera ya que conoce los terrenos del palacio como el dorso
de su mano, y con una respiración profunda, abre la puerta. El pasillo está lleno de
gente, lo que es un regalo y una maldición para nosotros. Un regalo porque podemos
filtrarnos entre la multitud fácilmente. Una maldición porque ahora estamos muy
cerca de los vampiros asesinos que saltan a las órdenes de Stavros.
Niko nos lleva a una escalera desierta que es utilizada principalmente por los
sirvientes de la cocina. Una vez que estamos fuera de la vista, salimos corriendo,
subiendo las escaleras de dos en dos hasta llegar a otra puerta. Niko se estira para
abrirla, pero se detiene con la mano en el pomo de la puerta. Esto es todo. Al otro
lado de esta puerta, nos espera la muerte. Y aunque esperamos que de alguna manera
hayamos eludido a nuestros enemigos, no puedo evitar preguntarme si hemos llegado
tan lejos solo para caer en una trampa. Podríamos estar jugando directamente en las
manos de Stavros, entrando en la guarida del león con un filete crudo envuelto
alrededor de nuestros cuellos. Pero esta es nuestra única oportunidad: nuestra única
oportunidad de liberar a Dorian.
E
l pasillo adornado en oro y crema está despejado y tranquilo, no hay
ni un alma a la vista. Saboreo el aire, intentando detectar cualquier
señal de vida. Nada. Está completamente desierto. Sin embargo, Niko
nos hace señas y nos dirigimos rápidamente a otro corredor, prácticamente en
silencio. Si bien sería más fácil simplemente aparecernos en nuestra ubicación
deseada, el uso requiere energía y atraería la atención. Aun así, nos mantenemos en
guardia, listos para atacar si es necesario.
Nos detenemos justo antes de doblar otra esquina justo cuando escuchamos
voces flotando por el pasillo de conexión. Niko se gira y nos da una señal,
diciéndonos que las habitaciones de Dorian están en esa dirección. El plan es
llevarnos a Lars, Morgan y a mí con él para comenzar el proceso de sanación, luego
Niko y Alex se apresurarán a las celdas de la prisión para liberar a Cyrus. Cuando
expresé mi preocupación de que fueran solos ellos dos, Alex me miró con total
confianza, con una sonrisa engreída en sus labios.
—Soy un guerrero, hija, un asesino entrenado. La guardia del rey puede ser
dura, pero no lo suficientemente dura.
Una vez que las voces se desvanecen lo suficiente como para que incluso mis
oídos no puedan detectarlas, doblamos la esquina.
Y corro justo contra una pared de músculos envueltos en negro y lentes de sol.
El rey Oscuro pasa su mirada sobre nuestro grupo, su rostro pasivo. Aunque,
sus ojos son agudos y entrecerrados a medida que nos evalúa. Sé lo que está
pensando. No puede creer que la profecía se haya cumplido. Cuando mira a su hijo,
chasquea la lengua y sacude la cabeza, como si la traición de su hijo lo ofende.
—Lo que buscas está en la sala del trono, muchacho. Ven y tómalo, si te
atreves. —Luego desaparece bajo el alto muro de vampiros.
—Maldita sea, Gabs. Por una vez, escúchame. Vete, ahora. Por favor. Llévate
a los demás contigo. Esto fue un error. Todo esto fue un error.
—Está bien —responde Niko, su voz débil. Finalmente, esos vacíos ojos
pálidos se encuentran con los míos, y comienzan a agitarse con una emoción sin
nombre. Su expresión se derrumba por solo un segundo y sus labios se separan, pero
los muerde nuevamente.
Alcanzo su mano, deslizando mi palma contra la suya en un acto de disculpa,
de perdón. De amor.
—Está bien.
Stavros se sienta sobre un llamativo trono dorado, su traje oscuro luce rico y
regio contra el majestuoso telón de fondo. Delia se sienta a su lado, su silla de
respaldo alto no es tan grande, pero igualmente grandiosa. Sus ojos caen primero en
su hijo, el dolor reflejado en ellos tan claramente evidente. Aferra el brazo de su
asiento hasta que sus nudillos se ponen blancos, pero no dice nada, presionando esos
exuberantes labios rojos en una línea sombría. Mi boca se seca cuando la miro,
embelesada por toda su belleza. Preguntándose cómo una mujer tan aparentemente
amorosa con sus hijos pudo casarse con alguien tan cruel y sanguinario.
—No. —La simple palabra hace vibrar el pecho de Niko con el peso de mil
almas caídas, reverberando por toda la habitación.
—¡Inclínate, indigno hombre traidor! Odio que mi sangre corra por tus venas.
Tu mera existencia es una plaga para el apellido Skotos.
—Stavros…
—No —repite Niko, sin inflexión en su voz. Hay una locura marcada en los
ojos de Stavros, pero el hombre más joven permanece impasible, un pilar de
contención. Y aunque no necesita la muestra de apoyo, me acerco y agarro su mano,
mostrándole que no está solo. Nunca más volverá a estar solo.
Stavros suelta una carcajada burlona, el sonido más áspero que su habitual
barítono profundo. Se sienta erguido, inclinándose hacia adelante en el borde de su
asiento.
—¿Crees que puedes desafiarme? ¿Crees que esa zorra híbrida puede salvarte,
muchacho? Es tan desgraciada como tú.
—¿Dejarme vivir? ¿Y quién demonios crees que hará cumplir esa directiva,
perra tonta?
—Yo lo haré.
—¡Aye!
—Bueno, no nos olviden a nosotros —dice una voz familiar desde las
sombras, acercándose a donde estamos parados. Jadeos resonantes y susurros
retumban por toda la habitación, y la mirada en el rostro de Stavros cambia de alegría
a furia pura.
Denny Nox aparece a la vista, flanqueado por varias docenas de niños caídos
de todas las especies, formas y tamaños. Me guiña un ojo mientras le sonrío a él y a
la multitud entusiasta de desamparados, la gratitud brotando de mí por galones.
—Mi rey —se burla. Después levanta su cabeza, disparándole a Delia Skotos
una mirada tan sensual que ella jadea ruidosamente, retorciéndose en su asiento—.
Mi reina.
—En realidad no deberías haber hecho eso —advierte Denny, su voz tan fría
como la habitación ahora fría. Sus ojos permanecen fijos en la reina a medida que
sus doncellas se apresuran a su lado y la ayudan a sacarla de la habitación. Algo pasa
por sus rasgos… arrepentimiento. Y amor.
—¿Ah, sí? ¿Y por qué será? ¿Por qué trajiste a tus amiguitos? —Stavros se
pone de pie, pero es lo suficientemente inteligente como para no avanzar más allá de
la seguridad de sus guardias—. Bueno, he traído algunos amigos propios.
Chasquea sus dedos y las filas de vampiros y humanos poseídos salen con
expresiones en blanco. Sin almas. Después de que el último de su ejército se alinea,
lo que casi alcanza a superar la capacidad de la habitación, un Brujo saca una figura
con cadenas de plata. Al principio, ni siquiera lo reconozco, su rostro irreconocible
por las palizas. Está mareado, casi incapaz de mantenerse de pie, y parece que uno
de sus colmillos ha sido arrancado de su boca.
—¡Ahora! —grita.
Nos preparamos para el impacto cuando nuestra línea choca contra la de ellos
en 5… 4… 3… 2…
—¡Intenten inmovilizar a los humanos! —grita Alex por encima del trueno de
la batalla—. ¡Maten al resto!
—¡Ve a Dorian! —llama Alex por encima de la refriega, justo cuando dos
Oscuros más son víctimas de su habilidad impecable—. ¡De prisa! ¡Los alcanzaré!
—¡Vamos!
Conocen el plan, y Morgan se gira para sujetar al hechicero, aguantando
mientras nos disolvemos solo una fracción de segundo antes de que un humano con
una espada casi nos decapite. Nos manifestamos en el pasillo, y salimos corriendo de
la batalla. La culpa se retuerce en mis entrañas, odiando tener que abandonar la pelea
y a todos mis nuevos hermanos y hermanas en armas, pero tenemos que seguir el
plan.
—¡Aquí abajo!
Corremos unos pocos metros, antes de que las paredes que nos rodean
cambian y se transforman en otra cosa. Cuando intentamos girar y doblar hacia atrás,
estamos atrapados entre las puertas en los extremos opuestos. Mierda, está
hechizado. Los malditos pasillos están hechizados de modo que no podamos
encontrar nuestro camino de salida.
Intento hacerlos explotar con una ráfaga eléctrica, pero las paredes solo se
retuercen y distorsionan antes de volver a su lugar como un espejismo de goma.
Tenemos que elegir una puerta, y cuanto más tiempo pasemos intentando decidir
cuál, más tiempo perdemos en encontrar a Dorian. Conteniendo la respiración, elijo
la puerta al final. Sospecho que el destino sería el mismo sin importar la entrada que
elijamos.
Su agarre se tensa, y sin importar cuán duro luche y patee, no cede. Solo sigue
apretando más fuerte, sus ojos cada vez más pálidos. Escucho los gritos
amortiguados de Morgan y Lars, pero sus voces se están debilitando en mis oídos.
Manchas nublan mi visión, pero no puedo parpadearlas. En su lugar, veo la playa,
olas de azul cristalino chocando contra las arenas blancas. Huelo sal en la brisa
cálida. Siento la luz del sol contra mi cara.
Este es el fin.
L
os ojos del rey Oscuro se clavan en los míos, sin parpadear y
anormalmente amplios. Su boca cae floja y su lengua rosa se mueve
como si estuviera intentando decir algo, pero no escapa ningún
sonido. Mira hacia la lanza sobresaliendo de su pecho, siguiendo la punta de madera
lisa hasta el propio extremo donde toca el mío. Su mirada horrorizada viaja de
regreso a mi cara por última vez, luego se derrumba en el suelo, llevándome con él.
Está muerto.
—¡Gabs! Oh Dios mío, ¿estás bien? —Morgan me rodea con sus brazos,
acercándome a ella. Aún no puedo hablar pero asiento, aunque el movimiento desata
un infierno en mi cuello. Pasará. Mi cuerpo comenzará a enmendarse en cualquier
momento.
Lars verifica cómo estoy antes de apresurarse a ayudar a Niko. Está tendido
en el suelo y en muy mal estado, pero está consciente y Lars ya ha comenzado a
sanarlo. Trabajando a través del dolor, me obligo a levantarme con las piernas
temblorosas. Entonces es cuando mi mirada se dirige hacia ella. Mi salvadora. La
asesina de Stavros.
Delia Skotos.
—Gracias.
—Sí. Ahora debes irte. Ve a salvar a mi hijo. Me quedaré con el vampiro, solo
ve a traer de vuelta a mi Dorian.
Asiento, sin saber qué más hacer. Estoy muy agradecida por su intervención,
y mientras salgo corriendo de la habitación, con los demás pisándome los talones,
rezo para que viva lo suficiente como para decirle eso.
Niko asiente.
—¿Qué?
—Se ha ido. Ahora solo tenemos que conseguir a Dorian y largarnos de una
jodida vez de aquí.
Aparto mis ojos entrecerrados del retorcido puchero rojo de Aurora justo
cuando Dorian sale del dormitorio. Su paso es fluido, casi fantasmal, como si ni
siquiera estuviera intentando ocultar su oscuridad. Está vestido de negro, como
Aurora, lamentando inadvertidamente la muerte del rey Oscuro. O tal vez
anticipando la mía.
¿Mi amor?
Desestimo sus insultos, y me lleno de valor antes de dar otro paso en la
habitación. Niko está a mi derecha, mientras que Alex está a mi izquierda.
Sus ojos estallan con llamas azules y levanta una mano sobre su cabeza,
preparándose para atacar. Los hombres a mi lado hacen lo mismo, con gruñidos
animales escapando de sus labios. Pero antes de que alguien pueda atacar, Aurora se
interpone entre nosotros.
—Mi amor —arrulla, colocando una mano sobre el pecho de Dorian—. ¿Qué
tal si deja que las chicas hablen? Gabriella y yo tenemos algunos… asuntos… que
resolver.
¿Hablar? A menos que sea mi puño hablándole a su cara, no tengo nada que
decirle. Y el destello perverso en sus ojos me dice que ella está pensando lo mismo.
—He esperado mucho tiempo por esto —dice Aurora, ampliando su postura.
—Lo mismo digo. —No vine a hablar mierdas. Estamos mucho más allá de
eso.
—Buena suerte.
Pongo los ojos en blanco, contemplando simplemente callarla de una puta vez
con una ráfaga mágica. Pero entonces correría el riesgo de que ella lo desvíe, y con
esta proximidad, podría terminar golpeando a mis seres queridos. Podría
inmovilizarla, arrebatarle a Dorian y salir corriendo, pero ¿dónde está la diversión en
eso? Y ella siempre volvería. Nunca nos libraríamos de ella.
Aurora ataca primero, sus uñas sirviendo como garras afiladas. Falla, pero
una de sus garras atrapa mi camisa, triturándola. Oh, así que, ¿quiere jugar sucio?
Bien. Veamos de qué está hecha esta perra.
Flexiono mis dedos a medida que el metal con púas encapsula mis manos.
Nudillos de latón. Sonrío, sintiéndome como esa vieja Gabs que solía ser conocida
por su mal genio e incluso sus puños más rápidos. Es hora de traer de vuelta a esas
lecciones de boxeo en el garaje con Chris. Él sabía lo que venía; sabía que tendría
que recurrir a todo lo que me había enseñado en el combate cuerpo a cuerpo. Quizás
de alguna manera, él también era un Guardián.
—Odio las perras que arañan —le digo, cuando veo que la sangre gotea desde
el costado de su cabeza donde conectó mi puño—. ¿Qué vas a hacer después? ¿Jalar
mi cabello?
Aún rodeándome, se estira hasta donde una gota de sangre cuelga del lóbulo
de su oreja. Lo limpia con la punta de una uña y se lo lleva a la boca.
Le guiño un ojo.
Aurora se tambalea sobre sus tacones, pero se endereza sobre sus piernas
temblorosas. Sus ojos son casi opacos y vidriosos, como si ese último golpe hubiera
soltado algunos tornillos. Oh sí, lo sentirá por la mañana… si llega hasta mañana.
—Oh, sigue con esto —dice Dorian detrás de nosotros—. Deja de jugar con
la chica y acaba con ella.
A veces necesitas alimentar a la bestia, solo para hacerle saber que no la has
abandonado. Y mientras sepa que aún nutrirás ese lado engañoso de tu psique, esa
parte de tu alma que acuna tu resquebrantamiento, siempre te servirá cuando lo
necesites.
Cambio de posición, plantando mis pies debajo de mí, y giro a Aurora tan
rápido que su cabeza gira al estilo Exorcista. Antes de que pueda abrir la boca para
escupir otro insulto desagradable, lo lleno con mi puño, el metal sobre mis nudillos
rompiendo sus dientes como cristal. Grita de dolor, pero se interrumpe al momento
en que conecto con su ojo derecho, robando su vista permanentemente y aplastando
la cuenca en pedazos. Cuando levanto mi puño para dar un golpe devastador a esa
pequeña nariz perfecta, siento un movimiento a mi derecha, haciendo que me
detenga por una fracción de segundo.
—¡Te mataré, puta repulsiva! —grita Dorian, con los brazos extendidos. Hay
odio en sus ojos. Aborrecimiento puro, sin diluir. Nunca en mi vida pensé que vería
esa cantidad de asco dirigida hacia mí. Incluso cuando me dijo que tenía que
matarme, pude ver que le dolía admitirlo.
Un fuego azul le cubre sus muñecas, preparándose para atacar, sus ojos
volviéndose completamente blancos. Alex y Niko intentan avanzar, pero Dorian es
demasiado rápido, enfurecido al ver su amor siendo pulverizado en el suelo. Cuando
está a solo un respiro de mi cara, levanto una mano y lo congelo donde está parado.
Miro al hombre que amo, al extraño que ansía mi muerte. Y por ese segundo
en un segundo, me permito verlo por lo que es.
Los nudillos de latón se disuelven de mis manos a medida que la rabia ciega
brota de mí en forma de lágrimas. Alex me ayuda a ponerme de pie, mi cuerpo de
repente débil y tembloroso. Me toma en sus brazos y me abraza, a pesar de toda la
sangre y la masacre en mi cara y manos. Escucho sus murmullos silenciosos en
lengua Oscura, diciéndome que está bien. Asegurándome que no tengo que tener
miedo. Todo ha terminado ahora.
—¿Funcionó?
Miro hacia abajo para ver que incluso en su estado brutalizado, Aurora ha
logrado apuñalar a Morgan en el tobillo con una de sus uñas cruelmente largas. Está
sangrando bastante, y como es humana, no hay posibilidad de que se regenere.
Observo con la vista perdida a medida que ascendemos a las nubes, lejos de
Grecia. Lejos de los males que supuraron dentro del reino Oscuro.
Y
a debería haber llorado. Gritado… algo. Pero no. No hago nada más
que sentarme junto a la cama de Dorian en la habitación blanca,
esperando que despierte. Esperando ver si me reconocerá, me amará,
como solía hacerlo.
Lars dice que fue aún más lejos de lo que todos anticipábamos. Y con su linaje
estelar y su voluntad de acero, fue difícil infiltrarse con la Luz en su magia. De modo
que, nos sentamos y esperamos.
Y rezamos.
Cuando me niego a dejar el lado de Dorian, Morgan trae una nueva muda de
ropa y comienza a desnudarme en silencio. La dejo, demasiado entumecida para
luchar contra ella, pero lo suficientemente consciente como para levantar mis brazos
sobre mi cabeza y ponerme de pie para salir de mis pantalones destrozados. Limpia
las costras de sangre seca en mi piel con una toallita tibia y me cepilla el cabello. Y
cuando estoy vestida y ligeramente normal, trae agua y un sándwich, dejándolos en
la mesita de noche.
Odio este sentimiento. Odio anhelar cosas que están más allá de mi control.
Hoy, he luchado y derrotado a mis enemigos. He matado. He generado una magia
lo suficientemente fuerte como para convertir el hueso en polvo. Aun así, el hombre
en esta cama puede destrozarme con una sola mirada. Demolerme solo con sus
palabras.
Rey.
Pensé que este era el final de todo el caos y la confusión, pero siento que recién
comienza. El comienzo de algo… grande. Simplemente no sé lo que es.
—Y Denny dijo que los Hechiceros de Luz han intervenido en nombre de los
humanos, despojándolos de la oscuridad en sus cuerpos y enviándolos a casa. La
realeza de los Oscuros ha pasado a la clandestinidad. Sin Stavros, temen intentar
luchar contra el mandato.
—El resto de los niños caídos están celebrando. Finalmente son libres. Ni
siquiera la Luz se interpondrá en su camino. Tienen miedo de que termine igual de
mal.
Sonrío, imaginando a todas esas personas siendo libres de amar y ser quienes
quieren ser. Supongo que hay muchos más como ellos que se han estado escondiendo
por miedo al castigo.
—Sospecho que volverá a reunirse con ella en la corte —dice Niko, leyendo
mi mente—. Ya sabes, ahora que es la reina consorte. Buscará su consejo, entre otras
cosas.
—Si él lo requiere. —Se queda callado por un momento, pero aún puedo
escuchar la pregunta ardiendo en su lengua. Ni siquiera tiene que preguntar—. ¿Y
tú? ¿Le servirás?
El silencio de Niko dice mucho. Sabe que tengo razón. Dorian nunca se casará
conmigo. Y una vez que sea rey, necesitará una esposa. Una que pueda
proporcionarle un heredero.
—Sí.
—¿Qué clase de amor es ese? ¿Cómo podría algo que se supone que te trae
alegría y triunfo ser tan doloroso?
Levanta su cara de sus palmas, y se encuentra con mis ojos. Veo que el dolor
del amor del que habló no era por mí o Dorian, era por él. Ese era su dolor, su
angustia. No soy la única que está loca.
—¿Por qué dejamos que nos hagan esto? —pregunta, su voz un susurro roto.
—¿Hacernos qué?
—Es masoquismo.
Los demás nos revisan periódicamente para ver si hay algún cambio. Ahora,
es el turno de Lars, cuya expresión desigual me dice que está cansado. Salvar a
Dorian le ha pasado factura, y se está quedando sin energía. Cuando se inclina para
revisar sus signos vitales, sujeto su brazo suavemente.
—Lars, has dado tanto de ti mismo. ¿Hay algo que pueda hacer?
Justo como espero que lo haga, sacude la cabeza. Respirarnos es demasiado
íntimo, un acto compartido por amantes. Yo dándome a Lars… él tomándome en su
interior… no estaría bien.
Asiento en respuesta.
Dolor.
Al instante, hay un rasgón de tela y el aire frío golpea mi piel. Aun así, no es
suficiente para extinguir el fuego arrastrándose por mi espalda. Puedo oler mi propia
carne chamuscándose y sentir el vómito en la parte posterior de mi lengua. Lo obligo
a bajar, agradecida de no haber comido mucho. Mi cuerpo tembloroso comienza a
balancearse a medida que todo alrededor se oscurece. Los temblores aumentan, los
estremecimientos rodando a través de mi cuerpo como si alguien me hubiera arrojado
a una piscina de agua helada.
—¡Va a desmayarse! ¡Que alguien haga algo! —Escucho gritar a Morgan, pero
su voz está muy lejos.
—Puedo quitarle el dolor. Puedo curarla. —Siento la mano de Lars sobre mis
hombros desnudos, pero las aparto con una mano temblorosa.
No podré aguantar mucho más tiempo, pero tengo que hacerlo. Me niego a
dejar que esta marca, la marca de Aurora, me derribe. Suelto otro grito, liberando el
dolor, y siento las comisuras de mi boca dividirse. La sangre mana sobre mi lengua,
pero no siento el aguijón. Estoy más allá del dolor. Más allá de sentir algo más aparte
de la sensación de mi espalda siendo desollada en carne viva. Aun así, grito. Grito
hasta que se me rompen mis cuerdas vocales. Y cuando no sale más sonido, grito en
silencio junto a Dorian, mi frente cubierta de sudor presionada contra el edredón.
Pasan minutos, horas, días. Ni siquiera estoy segura. Solo sé que he dejado de
gritar. Y estoy completamente exhausta. Alguien me pasa una manta por los
hombros una vez que comienzan los escalofríos. Ni siquiera puedo levantar la cabeza
para ver quién es, o incluso hablar para agradecerles. Pero estoy agradecida. Tan
agradecida que hubieran superado esto conmigo mientras luchaba contra lo último
que quedaba de ese demonio. Aurora ya no puede lastimarme, ni siquiera desde la
tumba.
Sonrío contra el edredón. Ah, sí. Este es un sueño bueno. Del tipo del que
nunca quiero despertar.
La cama se mueve a mi lado, y con los ojos aún cerrados, frunzo el ceño. No.
Alguien quiere llevárselo. Necesito esto ahora mismo. No me queda nada más a lo
que aferrarme.
—Lo intenté. Intenté volver a ti. Te sentí conmigo… siempre. Por dentro, me
mató lastimarte.
—No podía luchar contra eso. Fue como estar petrificado dentro de mí. Podía
ver y oír, pero no tenía poder. Aunque, sabía que lucharías. Sabía que no me dejarías
ir.
—Está bien. Ahora estoy aquí. Ya no tienes que luchar. Déjame luchar por ti.
Abro los párpados, esperando descubrir que este sueño es en realidad una
pesadilla cruel. Sin embargo, unos ojos azules me devuelven la mirada, bordeados
por largas pestañas oscuras. Unos carnosos labios exuberantes se extienden en una
sonrisa torcida. Una suave piel bronceada se siente cálida contra mí, con vitalidad.
Él suspira con alivio, y siento su aliento frío en mi cara. Otra mano se extiende
hacia mí, y comienza a empujarme a la cama junto a él. Y cuando sus labios cubren
los míos, saboreando el remordimiento, la felicidad y el amor, sé sin lugar a dudas
que esto no es un sueño. Dorian ha vuelto a mí.
—Bueno, maldita sea, ya era hora. —Escucho decir a Niko junto a nosotros.
Dorian se aparta a medida que se abrazan, pero sus brazos vuelven a rodearme en
seguida.
—Me alegra tenerte de vuelta, hermano —dice Alex, dándole una palmada
en el hombro.
—No es necesario —dice mi padre, con una sonrisa en su voz. Los dos se dan
la mano antes de darse un abrazo fraternal.
Morgan lo abraza a continuación, golpeándolo juguetonamente por
asustarnos. Cuando él intenta disculparse por ponerle un cuchillo en la garganta, su
respuesta es muy parecida a la de Alex.
—Fue un honor para mí servir a Gabriella. Y si hay algo que pueda pedir, es
que reines con compasión y justicia para todas las criaturas divinas. Y que tu reinado
sea largo y próspero.
—Ya habrá tiempo para eso. Pero primero… primero, hay algo que debo
hacer. —Se mueve a mi lado de modo que su cuerpo enfrenta al mío, y toma mis
manos entre las suyas—. Gabriella, he caminado por la Tierra durante dos décadas
y media, buscando la otra mitad de mi alma. He hecho cosas indescriptibles en esa
búsqueda y, a su vez, he experimentado un dolor tremendo. Pero nada me ha herido
más que lastimarte. Puede que ya no exista un vínculo entre nosotros, pero siempre
soportaré tu dolor. Siempre compartiré tu alegría. Y pase lo que pase, siempre te
amaré con cada respiración en mi cuerpo. Cuando te conocí, no solo encontré la otra
mitad de mi alma, encontré la razón para cada latido de mi corazón. Cada lágrima.
Cada onza de sangre en mis venas. Eres mi vida, pequeña. Mi todo. Y si me aceptas,
sería un honor ser tu esposo.
Mis ojos completamente abiertos exploran los suyos, buscando cualquier
señal de burla.
—¿Qué?
Sus manos sujetan mis mejillas, de modo que me veo obligada a ver la
seriedad en su rostro.
—Lo único que quiero y necesito es a ti, Gabriella. Nada más importa, y lo
digo en serio, desde lo más profundo de mis huesos. Así que, di que sí. Di que serás
mía por la eternidad. Porque puedo vivir sin un heredero. Pero no puedo vivir sin ti.
—Sí —susurro, girando hacia la cara expectante de Dorian—. Sí, sí, sí. ¡Sí,
me casaré contigo, Dorian!
C
uando el hilo de tu existencia se ha estirado y extendido hasta el punto
de amenazar con romperse más veces de las que puedes contar, no
pierdes el tiempo con las humanas formalidades sociales.
No.
Al menos, así lo explicó Dorian. Y tengo que decir que, no podría estar más
de acuerdo. ¿Por qué dejar pasar otro segundo cuando ambos sabemos cómo
queremos pasar la eternidad? ¿Qué estaríamos esperando?
Su esposa.
Apenas parece real. Cada vez que siento que nuestra relación ha mejorado, la
malevolencia nos desvía de nuestro camino, enviándonos a una picada de tragedia.
Pensé que nunca saldríamos de ese viaje. Y ahora no hay nada interponiéndose en
nuestro camino. No hay mal secreto que quiera separarnos. Dorian será el rey, y
trabajará para corregir los errores establecidos por su gente, con la esperanza de llevar
a su raza a su verdadero propósito: ser los gobernantes de la Noche. Nunca fueron
malvados inherentemente; simplemente fueron corrompidos por aquellos que lo
fueron.
Una vez que Dorian anunció que nos casaríamos al día siguiente, hoy,
Morgan saltó a la planificación. Con la ayuda de Lars, organizó un pastel, catering,
flores, decoración e incluso un vestido. Solo pude sentarme y dejar que ella tome las
riendas. La chica es una bestia por derecho propio. Lo juro, probablemente podría
dirigir su propio país pequeño, siempre permaneciendo elegante desde la cima de su
peinado brasileño hasta las puntas de su pedicura.
—Oh, Dios, Morgan —susurro, con los labios temblorosos. Me giro para
envolverla en mis brazos, casi derribándola de sus tacones dorados—. Gracias.
Gracias por todo.
—Te amo, Gabs, y estoy tan agradecida de poder compartir este día contigo.
—Se aleja, limpiando el espacio debajo de sus ojos—. Quizás algún día, haremos
esto por mí. Aunque, aún no estoy segura de estar lista para entregar mi Tarjeta
Playa.
—¿Qué? ¿No crees que Lars tiene lo necesario para sacarte del mercado?
Nos abrazamos nuevamente antes de que ella salga para verificar los detalles
finales. Ni siquiera dos segundos después de haberse ido, hay un golpe en la puerta.
Es Lars.
Presenta otra pequeña caja, sacándola de detrás de él, esta revestida con una
brillante cinta dorada.
Me giro para mirarlo y envolver mis brazos alrededor del gentil gigante. Al
principio se sobresalta, pero luego siento que sus fuertes brazos me envuelven en
calor.
Alexander sonríe, pero no llega a sus ojos. Puedo ver que el recuerdo de mi
madre aún lo mata por dentro.
Saca otra pequeña caja de su bolsillo, esta revestida con diferentes tonos de
azul, y la abre. Colocado entre una paleta de terciopelo suave hay un par de hermosos
aretes de perlas. Él toma uno entre sus dedos, y yo instantáneamente aparto un rizo
para darle acceso a mi oreja.
—Entiendo que estos deben ser prestados. Sin embargo, no creo que nadie
espere que los devuelvas.
—Me habría encantado que él esté aquí. Pero también me alegra que tú estés
aquí. Gracias… papá.
Niko.
Tan rápido como su nombre aparece en mi mente, él aparece ante mí, tan
increíblemente apuesto con su traje y corbata, su cabello una sexy caída de ondas
negras que alcanzan la parte superior de sus cejas. Su mirada intensa recorre mi
cuerpo a medida que avanza hasta donde me siento en la cama. No hablamos por
varios minutos. Solo se queda allí, observándome, soportando el peso del universo,
pero sin mostrar señales de debilidad.
Una vez pensé que amé a Jared. Y tal vez la Gabs humana lo hizo. Pero no
fue nada como amar a Dorian, ni mucho menos. Aunque, amar a Niko… podría
haber estado jodidamente cerca. Tal vez siempre habrá una parte de mí que se
preguntará cómo podría haber sido entre nosotros. Tal vez lo miraré desde el otro
lado de la mesa en la cena de Acción de Gracias y me sonrojaré cuando me sonría.
Pero nunca iré más allá. La clase de amor que tengo por Niko… va más allá del
romance convencional. Nunca necesitará las complicaciones de la intimidad. Nunca
tendré que clasificarlo con etiquetas o términos de cariño. Él es parte de mí, y lo
llevaré conmigo hoy, mañana y todos los días por la eternidad.
Desliza sus dedos por mi cara, sin decir palabras, solo rozando sus suaves
almohadillas a lo largo de mi mandíbula. Me inclino hacia él y cierro los ojos,
mientras nos comunicamos sin decir nada en absoluto.
—Lo siento.
Levanto la vista para mirarlo directamente a los ojos, los míos al borde de
lágrimas frescas. Me sonríe y captura una gotita perdida justo cuando comienza a
rodar por mi mejilla. Y justo como lo hizo esa noche en su habitación, se mete el
dedo en la boca y absorbe mi angustia.
Stavros.
Levito sobre mis pies, impulsada por el horror puro y la rabia. Stavros intenta
avanzar hacia mí, pero se detiene en seco, cuando una corriente eléctrica zumba por
todo mi cuerpo. Cada molécula dentro de mí muta en luz, y mi sangre se transforma
en resplandeciente lava ardiente. He cambiado a otra cosa, algo que no es de este
mundo. Y a juzgar por la expresión de su rostro, tampoco es de su mundo.
Con un grito, lo libero todo sobre él, mi magia brotando de mí como una
corriente interminable de oro líquido. Se entierra en su pecho, infiltrándose en
músculos y huesos, reemplazando la carne con fuego. Su voz se rompe en un chillido,
antes de que el fuego incinere sus cuerdas vocales. Las llamas apresan todo su cuerpo
por un momento. Y entonces, hay una explosión ensordecedora que estalla cada
cristal en la habitación a medida que el cuerpo en llamas de Stavros explota como
una estrella moribunda.
Se está muriendo.
—¡Qué alguien me ayude! —grito lo más fuerte que puedo, con lágrimas
miserables corriendo por mi cara en una cascada. La puerta se abre de golpe, y
Dorian está al otro lado de Niko, ayudando a soportar su peso.
—¿Qué le pasó? —grita, con histeria en su voz.
Niko sujeta mi brazo con un débil agarre tembloroso, y me atrae hacia él, sus
ojos vidriosos intentando desesperadamente transmitir un mensaje. Su boca se
mueve lentamente, pero lo único que sale es más sangre, manchando sus dientes con
el color de la muerte. El mismo color violento que ahora está empapado a través de
mi vestido.
—¿Qué es, Niko? —pregunto con la mayor calma posible. Le quito el cabello
de la frente, sintiendo la fría humedad de su piel—. Aquí estoy. Todos estamos aquí
para ti. Solo aguanta, ¿de acuerdo? Solo aguanta por mí.
—Es lo que él quiere —dice Morgan, con la mirada vacía a medida que clava
la vista en la pared opuesta—. Él quiere… quiere ir con ella. Quiere estar con ella.
Volvió por él.
—¡Morgan, deja de decir locuras! ¡No me rendiré con él! —Miro hacia los
ojos desenfocados de Niko. Se encuentra con mi mirada, pero puedo decir que ya se
dio por vencido. Ya me está dejando. Y parece casi… pacífico… al respecto—. ¡Lo
prometiste! ¡Me prometiste que siempre te quedarías conmigo! ¡Por favor, no hagas
esto!
—Está bien, Gabs. Ella dijo… dijo que ahora puede encargarse de él. Y está
agradecida… agradecida contigo. Por amarlo.
—¿Quién? —La palabra es solo un susurro en mi garganta.
—Amelie —susurra—. Amelie está aquí para llevárselo. Tienes que dejarlo ir,
Gabs. Él quiere esto. Finalmente encontrará la paz.
Luego, con los últimos restos de vida en su cuerpo, sonríe con esa sonrisa que
amo tanto, entregándose a la fuerte corriente de la muerte… encontrando su paz
después de siglos de oscuridad. Uniéndose a su amada para vivir entre las estrellas,
donde no hay dolor, pena o soledad.
No era la única con un destino. Él tenía una misión, al igual que Dorian.
Y él lo hizo.
Capítulo 37
Mi vida es una hermosa tragedia.
U
na triste historia de amor en un bucle sin fin. Los jugadores pueden
evolucionar y la configuración puede cambiar, pero siempre es lo
mismo. Amor. Dolor. Muerte. Repetición.
Solo estamos esperando el final. Esperando a hacer una reverencia y dejar que
la cortina se cierre para que así podamos escapar silenciosamente detrás del escenario
donde nos espera la normalidad.
Niko lo hizo.
Dio su vida por la mía. Usó su propio cuerpo como escudo, porque en algún
lugar de su encantadora mente enrevesada, sintió que mi existencia valía más que la
suya. Y por alguna razón absurda de Dios, eligió absorber la enorme bola de poder
que Stavros había expulsado en un intento desesperado por destruirme de una vez
por todas. Qué estúpido. Qué completamente estúpido y valiente.
Y ahora es libre.
Su familia está muerta. Su fe está menguada. ¿Qué otra razón tenemos para
vivir? ¿Qué puedo darle para que se recupere?
Así que, aprieto su mano y dejo que me atraiga para descansar contra su
pecho. Lo dejo respirar la coronilla de mi cabeza cuando su cuerpo se derrumba
cansado. Y las noches en que la pena hace que el dolor físico sea demasiado fuerte
de soportar, dejo que me haga el amor. Los dos lo necesitamos. Es lo único que no
duele.
Le sonrío a Dorian mientras pasa sus labios por mis nudillos. Desde ese día…
no ha dejado de tocarme, especialmente después de haber sido testigo del dolor de la
marca Skotos rasgada a través de mi espalda. Así que, ahora me ama con tanta
gentileza y cuidado: como si fuera a romperme. Me besa constantemente,
diciéndome lo mucho que me ama… me necesita. Diciéndome que pase lo que pase,
estaremos juntos. Para siempre.
Siempre.
Esa palabra ya no tiene ningún peso sobre mí. Porque no hay tal cosa como
para siempre. No hay eternidad. Todo tiene su fin, y lo que tenemos hoy puede no
estar aquí mañana.
Niko me enseñó eso.
Pensé que ese hombre hermoso viviría para siempre. Imaginé mi futuro con
él en él, aún el mismo bastardo descarado con una sonrisa capaz de iluminar el cielo
nocturno. Y cuando yo actuara como una malcriada, no dudaría en darme una dura
dosis fuerte de perspectiva. Y lo amaría por su honestidad, porque él me entendía. De
alguna manera, él era yo.
Nunca sabré si Niko sabía que moriría ese día. Tal vez incluso en algún nivel
sospechaba que su fallecimiento sería el resultado de salvarme la vida. Pero sé que
siempre lo llevaré conmigo. Y él me estará mirando, con Amelie a su lado,
sacudiendo la cabeza mientras se ríe con ganas de cualquier locura que haya hecho.
O radiante de orgullo a su hermano, mientras dirige a su gente con integridad y
compasión. O simplemente sonriendo esa sonrisa deslumbrante que podría eclipsar
las luces de Times Square. Solo porque sí.
Ahora eres libre, Niko. Finalmente has encontrado tu paz. Ya no tienes que estar solo.
Nunca conocerás el dolor otra vez.
E
l funeral para honrar a Niko y Delia es tan grandioso y magnífico
como sabíamos que sería. El reino no escatima en gastos, y Dorian lo
permite, queriendo solo lo mejor para el descanso de su familia. Sus
cenizas son presentadas en grandes urnas ornamentadas. Los seres sobrenaturales de
todo el mundo vienen a presentar sus respetos, arrodillándose ante las urnas y
presentando regalos a los fallecidos. Cantan canciones de una vida futura con la
Deidad. Bailan jovialmente mientras celebran sus vidas. Y cuando el duelo ha
agotado sus fuerzas, tienen un gran festín.
Besa mis dos mejillas antes de moverse para abrazar a Dorian, atrayendo
docenas de ojos sorprendidos y curiosos. Está prohibido incluso acercarse al trono, y
mucho menos abrazar al rey. Pero este es Dorian. Y cuando has perdido más
familiares de los que te quedan en el lapso de unos días, muestras amor a las personas
que te importan. A la mierda las civilidades.
Tal como están las cosas, Dorian aún no ha tomado el trono oficialmente. No
está listo para hacerlo, y no lo culpo. Hay tanto dolor adjunto a ese título, para él y
para todas las criaturas sobrenaturales en la tierra. Ellos saben que el cambio está
llegando, pueden sentirlo. Y el hecho de que él haya abierto el reino para todos: Luz,
Oscuros, vampiros, hombres lobo, humanos, es una esperanza inspiradora.
Esperanza.
Niko lo quería aquí para rescatar a Delia. Si las cosas se ponían feas, él quería
a alguien allí para ella. Era arriesgado, ya que Delia había cambiado tan
drásticamente desde que se casó con Stavros. Parte de su alma también había sido
corrompida, pero su corazón era el mismo. Y aún reconocía a Daneus Deleazó.
—Te quiero a mi lado cuando tome el trono —le dice Dorian cuando se aleja.
—No entiendo. ¿Tu consejero personal? ¿Qué dirían las otras siete familias?
Cyrus inclina la cabeza una vez más. Y cuando nos alejamos, vislumbro una
sola gota roja de sangre deslizándose por su rostro.
—Eso fue dulce de tu parte —susurro a Dorian mientras entrelaza sus dedos
con los míos—. Necesitaba eso.
—Hiciste todo lo que pudiste, y estoy orgullosa de ti. Y sabes que él está en
algún lugar allá arriba, mirándote y sintiendo el mismo sentimiento de orgullo. Te
amaba, Dorian. Te admiraba. Y no habría querido vivir el resto de sus días como
otra cosa que tu hermano menor. Tenemos que dejarlo ir, cariño. Esto es lo que él
quería. Encontrar la paz.
Dorian se inclina hacia adelante y besa mi frente para ocultar el destello de
dolor en su rostro. Pero sabe que tengo razón. Niko habría odiado ser convertido.
Eso no habría sido una vida para él.
—Lo siento —le digo a la mujer quien aún no me ha soltado la mano—. ¿Hay
algo en lo que pueda ayudarle?
—No. No necesito ayuda, niña. Porque estoy aquí para ayudarte. Verás, hay
vida dentro del fuego. No debes tener miedo, porque es bueno. Y fuerte. —Y tan
rápido como agarró mi mano, sus palmas están sobre mi abdomen: unos pálidos
dedos huesudos contra la seda de mi vestido—. Sí, de hecho, bueno. Un luchador.
Aunque, hay compasión dentro del pequeño corazón. Y amor. —Levanta su barbilla
y alinea sus ojos con los míos como si pudiera ver a través de mí. Ver directamente a
las profundidades de mi alma—. Te ama, niña —gruñe, antes de volver esos ojos
embrujados a Dorian—. Y a ti, su padre.
—La vida que has perdido vive dentro de ti. Ahora reside contigo. —Luego,
como si estuviera en trance, se estremece, parpadea un par de veces y vuelve a su
comida.
Él ríe.
Dorian se ríe a carcajadas tan fuertes que toda la habitación se detiene para
observarlo. Las lágrimas brotan por el pliegue de sus joviales ojos azules mientras
libera días, semanas, meses, años de emoción reprimida. Lo miro asombrada,
absorbiendo la sensación de su mano contra mi vientre y la alegría pura brotando de
él. Sintiendo que todo finalmente estará bien.
Y los cinco hacemos exactamente eso. Porque en este momento, podemos ser
imposiblemente felices. Podemos encontrar el triunfo en la destrucción. Podemos
cometer errores, tropezar y caer. Pero sabemos que siempre hay alguien justo ahí,
echando una mano para ayudarnos a volver a levantarnos. Puede que no sepamos
qué hay del otro lado de la eternidad, pero por ahora, está bien. Estamos contentos
con estar aquí. Justo aquí en este momento.
Esa es la magia de la vida. Esos momentos que hacen que toda la angustia
parezca soportable. Pueden ser pocos y distantes entre sí, pero sabemos que la
mañana siempre llega después de la noche. Porque donde hay oscuridad, siempre
habrá luz.
—¿Sí? Pero irrumpir allí podría poner su vida en grave peligro. Sabes que no
podrás soportar verla así. Así que, deja de ser un idiota exagerado y toma asiento
hasta que te llamen.
—Estará bien —dice Alex, colocando una mano sobre mi hombro—. Morgan
está ahí sosteniendo su mano. Y si algo anduviera mal, Lars se aseguraría que esos
doctores de Luz hicieran todo lo posible. Ten fe, hermano. Tu reina estará bien.
—Pero, ¿por qué parece tan… doloroso? —No paso por alto el quiebre de mi
voz, y no me importa—. Quiero decir, el acto de sacar a un niño del útero es cruel
tal y como es. Pero ¿no pueden aliviar su sufrimiento?
Hay silencio al otro lado de esas puertas dobles. Silencio que me dice que algo
ha sucedido. Me pongo de pie de un salto, preparado para cruzar las puertas cuando
Morgan sale vestida con un uniforme azul claro inmenso. Su cara luce cansada de
estar sentada junto a su mejor amiga durante horas, intentando prestarle sus palabras
de aliento. Pero en este momento, se ve completamente exhausta.
—¿Se sabe algo? ¿Cómo está? ¿Qué está pasando? —Cuando Morgan no
responde de inmediato, sujeto sus hombros delgados, cuidando no apretar
demasiado. Estoy ansioso, pero sé que Lars arrancaría mi cabeza si la lastimara
accidentalmente… sea o no el rey.
—Está bien. —Morgan sonríe—. Entra y mírala. Eso sí, entiende que no tuve
tiempo para arreglar su cabello o maquillaje, así que no te enojes conmigo…
Ya me he ido.
Entro a la sala de partos del hospital justo a tiempo para escuchar a mi bebé
recién nacido llorar por primera vez. Gabriella sonríe, su rostro sudoroso más
radiante que nunca, mientras toma el bulto retorciéndose en sus brazos. Doy un paso
adelante con las rodillas temblorosas y, finalmente, contemplo la verdadera belleza
inmaculada, tan rara y maravillosa que mi pecho se contrae y se expande con el
desbordamiento de emociones. Respiro a medida que se mueven a través de mí,
provocando una corriente interminable de alegría en mis venas.
Puede que haya vivido vida tras vida, pero nunca supe lo que significaba estar
vivo hasta este preciso momento. Porque ahora, mi corazón recién renovado late por
ellos.
FIN
Sobre la autora
Dark Light:
1. Dark Light
2. The Dark Prince
3. Nikolai
4. Light Shadows
Créditos
Moderación
LizC y Mariela
Traducción
ElenaTroy
Eli25
LittleCatNorth
LizC
Mariela
Melody@
NataliCQ
Walezuca Segundo
Diseño
Evani
Realizado sin fines de lucro para promover la lectura.
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