Dark Light Series #3 Shadows

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Índice
Sinopsis Capítulo 19 Epílogo

Antes Capítulo 20 Sobre la autora

Capítulo 1 Capítulo 21 Créditos

Capítulo 2 Capítulo 22

Capítulo 3 Capítulo 23

Capítulo 4 Capítulo 24

Capítulo 5 Capítulo 25

Capítulo 6 Capítulo 26

Capítulo 7 Capítulo 27

Capítulo 8 Capítulo 28

Capítulo 9 Capítulo 29

Capítulo 10 Capítulo 30

Capítulo 11 Capítulo 31

Capítulo 12 Capítulo 32

Capítulo 13 Capítulo 33

Capítulo 14 Capítulo 34

Capítulo 15 Capítulo 35

Capítulo 16 Capítulo 36

Capítulo 17 Capítulo 37

Capítulo 18 Capítulo 38
Sinopsis

H
ace veintiún años, la vida de Gabriella le fue robada incluso
antes de que comenzara.

Huérfana de nacimiento y rodeada de una fortaleza de


mentiras protegiendo su identidad, nunca entendió realmente
su propósito en esta tierra. Pero ahora que ha ascendido,
abrazando su destino, los fantasmas de su pasado han vuelto para perseguirla.

Incluso con un poder insuperable corriendo por sus venas, parte de Gabriella
está rota irreparablemente. Y con los viejos enemigos trabajando para destruir la
pequeña pizca de normalidad que le queda, se verá obligada a enfrentar la fea verdad
sobre Dorian, el hombre que eligió amar a pesar de su oscuridad.

Todo lo que amaba es mentira, y todos los que creía conocer son extraños. Y
ahora que Gabriella está a punto de ser arrastrada a la batalla de su vida, descubre
que puede estar luchando por el lado equivocado.

Dark Light #3
La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad: solo la luz
puede hacer eso. El odio no puede sacar al odio: solo el amor
puede hacer eso.
—Doctor Martin Luther King Jr.
Antes
Era tiempo.

E
l hedor repugnante del odio era palpable, incluso a kilómetros de
distancia. Podía saborearlo en el aire helado y sentir cómo se frotaba
contra mi piel como una capa oscura y erizada. Ellos venían por
nosotros. Sabíamos que llegaría este día, pero estar sentada aquí, esperando que
llegue la muerte… ese fue un truco que ni siquiera yo había dominado después de
siglos en esta tierra.

Apreté mi vientre abultado y recé una oración silenciosa, pidiendo coraje y


fuerza a mi amado Alexander, el Brujo Oscuro que había capturado mi corazón y
liberado mi alma. Su mano grande y bronceada cubrió la mía mientras envolvía sus
brazos alrededor de mí para acunar a nuestra hija, escondida en mi vientre. Quería
recordarnos así… juntos, seguros y delirantemente enamorados. Miré sus
interminables ojos azules y sonreí por el dolor de perderlo.

—Te amo —susurró—. Nunca las dejaré, a ninguna de ustedes. Somos una
familia. Estamos en esto juntos. Esto es para siempre, Nat.

Asentí, pero mi acuerdo estaba lleno de engaño. Tenía que ser. No había
forma de que él y yo pudiéramos permanecer juntos; no había ninguna posibilidad
de supervivencia para ninguno de nosotros. Él también lo sabía; solo quería creer en
la ilusión de segundas oportunidades. Esos no existían para nosotros. No después de
lo que habíamos hecho.

—Alex —susurré con voz ronca—. No tenemos mucho tiempo, mi amor.


Tienes que irte. Tienes que irte ahora o no tendrás oportunidad.

—No te voy a dejar —dijo sin pensarlo dos veces. Su voz era gruesa y áspera,
la emoción exprimía el aire de su pecho—. Esperaré aquí contigo y nuestra hija. No
hay forma de que abandone a mi familia. Eres todo lo que tengo.

Apretó mi cuerpo con más fuerza, enterrando su cabeza en el hueco de mi


cuello. Podía sentir cómo se rompía, e hice todo lo posible para absorber su agonía.
Era demasiado para él cargarlo solo y demasiado fuerte para que yo lo contuviera
con el mío. Esto era. Este era nuestra última despedida.

Como si fuera una señal, su compañero se apresuró a entrar, una mirada


frenética pintando su rostro generalmente estoico.
—Alexander, es hora. Debemos irnos ahora.

Nos miró a los dos, el ceño fruncido entre sus cejas transmitía con urgencia
que el problema estaba cerca.

La cabeza de Alex se levantó aún más rápido de lo que mis ojos entrenados
podían seguir.

—No —gruñó, mostrando los dientes—. No la voy a dejar. No dejaré a mi


familia.

Su querido amigo, su hermano en armas, sacudió la cabeza con exasperación


antes de que sus ojos azul océano se clavaran en los míos. Sabía que no había forma
de disuadir a Alex de hacer lo que creía correcto. Era terco hasta el extremo, una
cualidad que tanto amaba como detestaba de él.

—Alex… —Ahuequé su rostro entre mis manos, obligándolo a mirarme—.


Cariño, tienes que irte. Si estás aquí cuando lleguen, no habrá posibilidad de
supervivencia para ti. Para nosotros. —Presioné su mano en mi vientre, esperando
aprovechar su racionalidad—. Puedo hablar con ellos. Puedo hacerles entender. Si
hay alguna posibilidad de misericordia, no puedes estar aquí.

Cayendo de rodillas, Alex acunó mi vientre. Mi corazón se rompió en un


millón de pedazos pequeños cuando presionó su mejilla contra mi estómago y cerró
los ojos. No pude luchar contra las lágrimas y dejar que se derramaran por mi cara
libremente. Él comenzó a tararear una melodía que yo conocía bien. Desde el día en
que descubrimos que seríamos padres, él había cantado esta melodía en mi vientre
todas las noches, su voz sedosa nos hacía dormir, a nosotros y a nuestra pequeña.
Sería la última vez que sentiría la riqueza de su voz cautivarme en una euforia
armónica.

Un siseo bajo resonó detrás de nosotros.

—Hay demasiados. Si no nos vamos ahora, seguramente habrá


derramamiento de sangre. Nos separaremos. Puedo llevarlos más al norte mientras
los sigues al este. La Luz no se atrevería a ir al sur.

—¿Y los Oscuros? —murmura él contra mí.

—Maldita sea, tendremos que esperar que sean demasiado pomposos y


arrogantes para que les importe lo suficiente.

Pude ver la incertidumbre que esperaba ocultar en sus rasgos casi angelicales
antes de girar hacia la puerta principal. Era hermoso, como lo era mi Alexander.
Todos lo eran. Se creía que los Oscuros eran la creación más perfecta de la Deidad.
Donde nosotros, la Luz, abarcamos la humildad y la compasión, ellos irradiaban
belleza y mística. Juntos, éramos equilibrio y armonía. ¿Aparte? Traición, caos y
envidia.
—¡Espera! —grité, sorprendiéndome a mí misma. Alex se puso de pie de
inmediato, listo para atacar—. Espera —repetí en un tono más suave. Suavemente,
toqué la piel desnuda del brazo de Alex, tranquilizándolo al instante—. Solo necesito
hablar con él antes de que se vaya —le dije, asintiendo a Dorian.

Como siempre, Dorian me miró con cautela, pero asintió cortésmente antes
de seguirme a la habitación contigua. Había algo que necesitaba decir, y Alex no
podía saberlo. No lo entendería.

—Eres valiente y leal —comencé—. Sé que es difícil para ti entenderlo, y


luchas con la idea de Alexander y yo, pero quiero agradecerte por mantener nuestro
secreto. Y por ser un verdadero amigo para Alex… y para mí.

Dorian asintió, sus ojos azules pálido precavidos.

—Sí, por supuesto.

—Hay fuerza en ti. Y bondad. Más de lo que puedas saber. Y es por eso… por
eso necesito tu valentía y lealtad nuevamente. Este niño restaurará nuestro mundo a
cómo debería ser. Los Oscuros y la Luz, hermanos y hermanas, hijos de la Deidad.
Seremos como una vez fuimos. Pero ella te necesitará.

—¿Ella?

—Sí. —Sonreí a mi vientre hinchado—. Nuestra pequeña niña. Ella nos


salvará a todos. Y has sido elegido para ayudarla.

—¿Y por qué dices eso? ¿Por qué yo? —Frunció el ceño, poco convencido.
Pude ver la reticencia en esos brillantes ojos azules, sin creer completamente mis
palabras, pero lo suficientemente sabio como para no descartarlas.

—Es tu destino, Dorian. Ella es tu destino.


Capítulo 1
Ocho respiraciones.

Diecisiete latidos de su corazón.

Cinco parpadeos de sus helados ojos azules.

E
sa es la primera visión que tengo de mi padre, un hermoso fantasma
parado en el umbral, cuando me encuentra… cabello desordenado y
ropa maltrecha. Él mira a Dorian, sin camisa, congelado en medio del
movimiento, su mano aún extendida hacia mí. Frunciendo el ceño, los ojos de mi
padre se estrechan como si acabara de verme. De ver a Dorian. Viéndonos juntos.

Sus labios se contraen infinitamente, casi demasiado rápido para atraparlos.


Eso debería haber sido una señal. Ese pequeño detalle debería haberme dicho lo que
sucedería en mi próximo aliento.

Gira su cabeza bruscamente hacia mí y luego extiende un solo dedo acusador.


Mechones de vapores grises se arremolinaban sobre su mano antes de llevar ese dedo
a sus labios justo cuando sus ojos azules brillan con un blanco intenso.

—Shhh.

Y se ha ido del marco de la puerta, disuelto en una mancha de color y humo.


Estoy casi demasiado aturdida y confundida para reaccionar. El chasquido de la
carne dura sobre la madera y los cristales rotos que crujen bajo fuertes pisadas me
hace retroceder. La realidad se derrumba y, ahogando la conmoción, me giro a
tiempo para ver a Alexander, mi padre, con su mano alrededor del cuello de Dorian,
golpeándolo contra la pared con la fuerza suficiente para hacer que el yeso caiga del
techo. Tira de Dorian hacia adelante, a solo centímetros de su burla asesina y la sed
de sangre que palidece en sus ojos, antes de golpearlo contra la pared agrietada.
Dorian se apodera del agarre de Alexander alrededor de su cuello, su propio
resplandor helado con furia violenta.

Para. Haz que se detenga.

Puedo escuchar claramente la voz susurrando en mi cabeza, pero no puedo


moverme, hablar o pensar. Es como si estuviera viendo una secuencia en cámara
lenta, que se aleja más y más de cada recuadro. Lejos de una verdad que mi corazón
y mi mente se niegan a aceptar.
Hace unos minutos, estaba recostada en el sofá, besando y tocando al hombre
que amo. El hombre que mi padre está tratando de matar actualmente. El padre que
se supone que está muerto.

Ahora estoy dando testimonio de su desaparición, la desaparición de su


amistad y potencialmente sus vidas, y no hay nada que pueda hacer al respecto.

Despierta, Gabriella. Esto no es un sueño. Para esto. Lo matará.

Vuelvo a escuchar la voz y me doy cuenta de que no es la mía. No es el toque


habitual en mi conciencia cada vez que participo en mi comportamiento cuestionable
habitual. Pero conozco esta voz. No sé cómo, pero la conozco.

Se hunde aún más, haciéndome consciente del ruido del piso debajo de mis
pies y de las maldiciones gritadas mientras los dos hombres luchan para hacerse con
el control del otro. Jadeo por aire mientras el sabor a sangre y sudor inunda mis
pulmones.

—Paren. —No me escuchan en su lucha por el suelo, rodando a través de


fragmentos de vidrio irregular y madera astillada—. ¡Paren!

—¿Qué demonios te pasa? —gruñe Dorian, después de luchar contra el agarre


de Alexander de su cuello.

—¡Tú! —escupe Alexander, golpeando la sien de Dorian. Hago una mueca


por el impacto, y mis rodillas se doblan cuando el vértigo se apodera de mi equilibrio.
El sabor del metal llena mi boca—. Estás enfermo de mierda. Ella es mi hija. ¡Mi
hija! Te dije que la protegieras, no fo…

Dorian toma represalias con un golpe en el pecho de Alexander que le quita


el aliento antes de pronunciar sus siguientes palabras.

—¡No es así! ¡Sabes que no te traicionaría! Sabes que nunca la lastimaría.

Miro a través de los ojos nebulosos cómo su piel comienza a desvanecerse


como cenizas, sus formas humanas se disipan en vapores negros. Puedo ver a Dorian
tratando de aferrarse a su humanidad, tratando de seguir siendo el hombre que amo
y conozco, el hombre que no quiere lastimar a su amigo. Pero con cada golpe, se
vuelve más de lo que es: un monstruo, un demonio. Oscuro hasta su núcleo.

Dorian toma la delantera y monta a horcajadas sobre Alexander, sujetando


sus brazos a los costados. El cabello negro y sudoroso cae sobre los ojos opacos y una
herida en su pecho desnudo se filtra con una sustancia negra como el alquitrán. Hago
una mueca, porque verlo herido, saber que tiene dolor, me devasta. También siento
su dolor. Siento la forma en que sus pulmones arden con esfuerzo. Siento el latido en
su sien, haciendo que su visión se vea salpicada de puntos negros y borrosos. Y puedo
sentir el dolor en sus nudillos huesudos mientras aprieta las muñecas de mi padre
hasta que los huesos crujen amenazando con romperse.
Aprieto mi propio pecho, frotando el aguijón de una abrasión fantasma.
Cuando alejo mi mano, está pegajosa y húmeda con sangre fresca y tibia, sangre de
una herida que no debería estar allí. Eso no estaba allí hace solo unos segundos.

—Dorian —susurro roncamente, sin dejar de mirar con incredulidad mi mano


cubierta en la sustancia oscura y espesa. Esto no puede suceder. Es físicamente
imposible. Puedo sentirlo a él, nuestro vínculo lo aseguró, pero esto… se supone que
esto no sucederá—. Dorian. Dorian, por favor.

De alguna manera, me escucha, o tal vez solo siente mi descontento. Tal vez
pueda oler el miedo tiñendo el aire, porque en un abrir y cerrar de ojos, él está a mi
lado, agarrando mi mano manchada de sangre.

—Gabriella, qué… —Baja suavemente la camisa donde se pega a la herida en


mi pecho, sus ojos pálidos se entrecerraron con desconcierto. Ahora son más ligeros,
salvajes con violencia y carnicería. Mientras evalúa el corte profundo que se extiende
desde mi clavícula hasta mi seno izquierdo, sus ojos cálidos y descongelados,
volviendo a ese azul brillante que me hipnotizó en el mismo momento en que lo vi
exactamente hace un año en un club nocturno lleno de gente. Esos ojos me han
hipnotizado todos los días desde entonces.

Toma mis mejillas con sus manos espinosas, buscando en mi rostro con esa
misma mirada penetrante. Puedo sentir su temor, casi puedo predecir sus siguientes
palabras como si fueran mías.

—¿Qué pasó? Pequeña, ¿qué te pasó?

Temblando, mi visión se atenuó con repentino agotamiento, toqué con un


dedo ensangrentado la carne rota que estropeaba su piel una vez hermosa.

Los brazos de Dorian son lo último que siento… antes de que no sienta nada
en absoluto.
Capítulo 2

N
o soy ajena a la confusión. La conozco bien, probablemente mejor
que a mí misma. Pero eso no dice mucho, ¿verdad? No cuando la
vida que creías tener nunca fue realmente tuya. Fue una ilusión. Un
despertar. Tu familia, tus amigos… todos diseñados para mantener la imagen
perfecta de una mujer normal y joven. Y no hay una maldita cosa normal en mí.

¿Yo y la confusión? Primer nombre base.

Aun así, esto es otra cosa, algo más. Algo para lo que realmente no puedes
prepararte. Mierda de estado cataclísmico que te hace sentir como si estuvieras en
una de esas atracciones en un carnaval que te marean.

No, la casa de la diversión. Mi vida es definitivamente más como una casa de


la diversión. Espejos que distorsionan tu imagen de la realidad, reflejando algo que
ni siquiera reconoces. Una vez que obtienes una pequeña comprensión de lo que es
real, el piso se mueve debajo de ti y estás sobre tu trasero, luchando por volver a una
posición estable. La única diferencia es… nada de esta mierda es divertida.

—¿Gabriella? —me llama una voz apagada. Sé que debería responder, pero la
Tierra se está moviendo nuevamente, sacudiéndome a un estado constante de
vértigo. No termina. Nunca lo hace—. ¿Gabriella? —llama de nuevo. Realmente
deseo que la gente se calle y deje de llamarme. Ya ni siquiera sé quién es esa chica.
Esta no es mi vida. La mayoría de la gente diría que nunca fue así. Pero al menos,
sabía quién era. Sabía lo que más significaba para mí en esta vida. Y sabía por qué
estaba dispuesta a morir. Al menos eso pensaba—. ¿Gabriella? Por favor… respóndeme.
Abre los ojos, pequeña.

—¿Que…? ¿Pequeña? ¿Qué clase de mierda pervertida es esa?

—Este no es el momento, Alexander. Retírate. Apártate.

—Basura. No voy a ninguna parte. ¡Quítale las manos de encima a mi hija!

—Un poco tarde para que intentes tirar del acto de padre preocupado. La he conocido
y amado durante el año pasado. ¿Dónde demonios has estado?

Un gruñido profundo y gutural penetra en la atmósfera tensa, advirtiendo de


una amenaza inminente.
—Sería sabio de tu parte contemplar tus próximas palabras con mucho cuidado,
Dorian. En este momento, mi hija ha sido herida, por tu culpa, y necesita mi ayuda.
Arreglaremos nuestras diferencias más adelante, te lo prometo.

Ah. Ahí estamos. Sé exactamente en qué parte de la casa de la diversión


estamos. La parte donde algo salta y te asusta, haciéndote gritar y correr como el
infierno. La parte donde la mierda se vuelve real.

—¿Te necesita? Te necesitaba hace veintiún años. ¿Pero dónde estabas, Alexander?
¿Eh? ¿Esperando tu tiempo cuando ella necesitaba protección? ¿Cuándo estaba en peligro?

—No olvidemos de quién necesitaba protección, ¿eh, príncipe Dorian? Dime, ¿de quién
surgió ese peligro? Sabes bastante y bien que habría dado mi vida por protegerla. Todo lo que
me importa es Gabriella. Y si tuvieras una pizca de afecto por ella, sentirías lo mismo.

—Ni siquiera pienses que puedes comprender la profundidad del afecto que siento por
ella. Ella es mía y yo soy suyo. Me aseguré de eso. Y no hay nada que tú ni nadie más pueda
hacer para cambiar eso.

Otro gruñido gutural y bajo.

—¿Seguro de eso, viejo amigo? ¿O has olvidado quién mier…?

Obligo a mis ojos a abrirse lentamente, ansiosa porque dejen de discutir antes
de que se vuelva violento… otra vez. Ha habido suficiente derramamiento de sangre
y ni siquiera he tomado mi café.

El rostro de Dorian aparece a la vista, y suspira con alivio, con la frente llena
de preocupación.

—Gabriella —dice sin aliento, como si hubiera estado privado de precioso


oxígeno durante horas… días… milenios. Me da una pequeña sonrisa
tranquilizadora antes de mirar torpemente algo, o alguien, frente a él.

Muero.

No literalmente… Diablos, no puedo hacer eso. Pero algo dentro de mí


(recuerdos olvidados, dolor, mentiras) perece en polvo. Porque lo que pensaba que
era real, con lo que había llegado a un acuerdo a pesar de todo el dolor que este
mundo me había maldecido, no es lo que parece. Mi realidad está parada sobre mí,
mirándome con el tipo de preocupación y afecto que solo un padre podría albergar.
Es el tipo de mirada que un padre le da a su hija cuando se raspa la rodilla, o llega a
casa llorando después de que un chico le rompe el corazón. El tipo de mirada que se
jacta de gentileza, cuidado y amor.

Aunque no conozco a este hombre llamativo frente a mí, sé sin lugar a dudas
que él es mi padre. Y algo dentro de mí florece con esperanza, instándome a aceptar
esta improbable revelación y a aferrarme desesperadamente a la hermosa aparición
por temor a que se disipe ante mis ojos.

—¿Gabriella?

Abro la boca para decir algo, cualquier cosa, pero no puedo encontrar las
palabras correctas. Entonces, al estilo de Gabriella, voy con mi primer pensamiento.

—Te ves bastante bien para un hombre muerto.

Alexander exhala y sonríe como si acabara de escuchar los primeros sonidos


de mi llanto de recién nacida. Supongo que de alguna manera lo ha hecho. Esta es
nuestra primera introducción. Algo que nos fue robado hace veintiún años.

—Mi hija —murmura, acariciando tentativamente la masa de cabello


anudada y desordenada en mi cabeza. Me toca con una reticencia que solo los
Oscuros podían entender. Invoca afecto puro, desatado, desinteresado, algo que rara
vez sienten o experimentan.

Me siento para realmente dejarme mirarlo, y al instante me quedo


boquiabierta con su belleza. Rizos oscuros, piel bronceada y ojos azules
sorprendentemente brillantes. Su cabello es largo y tiene una buena cantidad de vello
en la barbilla, lo suficiente para que parezca amenazante y peligroso. Sin embargo,
es indudablemente guapo. Casi lindo. Este hombre no puede ser mi padre. A pesar
de su chaqueta de traje rasgada y su camisa de lino manchada de sangre, no hay
forma de que me relacione con alguien tan guapo. Pero lo veo… me veo. La forma
de su nariz, sus labios carnosos, el hoyuelo entre sus cejas cuando se está
concentrando. Él es parte de mí, por extraño que parezca.

Me muevo para sentarme en el sofá, y tanto Dorian como Alexander corren


en mi ayuda, lo cual es completamente innecesario. Lo entiendo; no es por mi
comodidad, sino completamente por su tranquilidad.

Bajé la mirada para ver que el trozo de tela que llevaba era una vez la camisa
blanca y fresca de Dorian. La parte superior está manchada con mi sangre, pero la
piel que está debajo es suave y sin manchas, solo un poco fría al tacto. Paso una mano
desde la clavícula hasta la parte superior de mi seno izquierdo, siguiendo el rastro
helado que una vez estuvo abierto, carne sangrienta. Luego hago lo mismo con
Dorian, dejando que mis dedos acaricien su pecho desnudo. Se estremece
marginalmente al principio, todavía acostumbrándose a la sacudida inicial de mi
toque. Se inclina más cerca, absorbiendo la sensación de mi piel y el aroma de mi
poder.

—¿Qué pasó, Dorian? —pregunto, justo por encima de un susurro. Abre la


boca para responder, pero no se escapa el sonido, como si le hubieran robado las
palabras de la lengua. Presiono mi mirada en la suya y me inclino hacia adelante. No
estoy tratando de influir en él, no quiero obligarlo nunca a doblegarse a mi voluntad,
pero necesito escucharlo decirlo. Puedo sentir la reticencia en él; puedo sentirlo
tratando de sacarme de su cabeza. Hay algo que no me está diciendo, y es conocido
por ser críptico.

Ya no.

—Gabriella, lo siento, yo… no tenía idea de que esto sucedería. No lo sabía


—tartamudea. Su mano cubre la mía donde todavía está plantada en su pecho
desnudo, su toque frío, pero cómodo.

—¿No sabías qué? —Asiento, animándolo a continuar—. ¿Qué me pasó,


Dorian? ¿Qué te pasó? Háblame.

Presiono más y hace una mueca, como si sentirme dentro de él le doliera. O


tal vez sea su resistencia lo que lo lastima. Un escalofrío lo atraviesa mientras me
acerco aún más, aferrándome a cada respiración superficial.

—El vínculo —gruñe finalmente, su voz llena de emoción—. Te dije que no


sabía qué pasaría después de que ascendieras. Y no lo hice, lo juro. Pero esto… esto
es algo que nunca podría haber imaginado.

Mi mirada es amplia y enfocada en la suya.

—Sigue.

Dorian respira hondo y aprieta mi mano sobre su corazón.

—Cada herida que sufro, tú la sufres conmigo. Todo lo que me pasa


aparentemente te pasará a ti. No sé por qué y no sé cómo detenerlo, pero tenemos
que averiguarlo. Porque si eso es cierto, si algo fuera a… si no sobrevivo… no
puedo… —Hace una mueca de nuevo antes de acariciar mi mejilla con ternura—.
Lo siento, pequeña. Si lo hubiera sabido, nunca lo habría hecho.

—Pero lo hiciste de todos modos —interrumpe Alexander, veneno en sus


palabras—. Pusiste a mi hija en peligro sin saber lo que estabas haciendo. ¿Cómo te
atreves a ser tan descuidado con su vida?

Dorian mantiene su mirada en mí, sin inmutarse por las palabras de mi padre.

—Tienes que creer que tu seguridad es lo único que me importa. Eres lo único
que me importa.

Asiento, escuchándolo, pero no entendiéndolo del todo.

—Pero estoy bien ahora. Estás bien ahora. ¿Nos sanaste? Como me curaste
cuando… cuando Xavier me llevó y…

Dorian se estremece ante el recuerdo hablado de mi casi muerte hace menos


de veinticuatro horas. Me encontró golpeada, ensangrentada y torturada en el sótano
de un almacén abandonado a kilómetros de los límites de la ciudad. Había estado
cerca de la muerte en esa losa de concreto, mi garganta y mi pecho aplastados por las
manos desnudas de un monstruo. Pero, de alguna manera, Dorian me trajo de vuelta.
Su amor me salvó en esa imposible hora final. Tal vez la Deidad había mostrado
misericordia y le permitió hacerlo nuevamente.

Cuando solemnemente sacude la cabeza, me doy cuenta de que estoy fuera


de lugar.

—No. No lo hice. Tú lo hiciste.

¿Qué mierda?

Leyendo la confusión en mi expresión, Dorian continúa.

—Nosotros, los Oscuros y la Luz, hemos acelerado la curación, obviamente.

—Oh sí, obviamente —me burlo, rodando los ojos. En caso de duda, actuar
inmaduro. Siguiente paso, estampar mis pies y sacar mi labio inferior como la
mocosa que soy.

Me estabiliza con una mano en cada uno de mis hombros como si tuviera
miedo de que corriera.

—Y traté de curarte. Traté con todo en mí para sanarte, nena. Pero tú… tu
curación es algo que nunca hemos visto antes. Tu cuerpo, Gabriella, se reparó ante
nuestros ojos. Tu carne se juntó y se selló como…

Corre sus dientes sobre su labio inferior, tratando de encontrar las palabras
para explicarlo.

—Como magia —susurro, casi avergonzada de pronunciar las palabras.

—Sí —responde Dorian, una sonrisa suave en esos labios deliciosamente


llenos—. Como magia. Pero no una magia ordinaria. Esto es algo que nadie ha
experimentado nunca. En todos nuestros años combinados —dice asintiendo a
Alexander, cuya cara se vuelve cada vez más grave—, nunca hemos visto algo así.
Como tú.

—Sabíamos que serías especial, Gabriella —intervino Alexander, su voz


suave y relajante, como si estuviera persuadiendo a una bestia salvaje—. Pero no nos
dimos cuenta de que tendrías un tipo de magia completamente diferente a la nuestra.
Y como es diferente, no sabemos qué esperar.

Una vez más, asiento, solo para mostrar que estoy escuchando, pero todo
suena como un idioma extranjero. Nada debería sorprenderme, pero lo hace. Toda
esta mierda me sorprende muchísimo.
Dorian deja que sus palmas se deslicen hacia mis manos para agarrarlas con
fuerza, tratando de exudar confianza y calidez en su toque. Su pulgar se demora sobre
la pequeña ancla azul marcada en mi piel, enviando ondas frías por mi brazo.

—Te prometo, pequeña, que haré todo lo que esté a mi alcance para
mantenerte a salvo. Encontraremos una manera de romper el vínculo. Agotaré cada
maldito recurso que tenga para hacer esto bien.

Me alejo de él, no porque desconfíe de su promesa, sino porque es demasiado


para digerir de una vez. Mi padre muerto aparece; él y Dorian intentan matarse el
uno al otro; llevo las heridas de Dorian que potencialmente podrían ser mi fin;
descubro que poseo un poder desconocido dentro de mí… ¿cómo empiezo a
responder? Las preguntas llenan mi cráneo más rápido de lo que incluso puedo
sacarlas. E incluso si pudiera dar sentido a estas revelaciones, cayendo sobre mí como
un maremoto, ¿entonces qué? ¿Estaré lista para escuchar la verdad? ¿Puedo manejar
eso? Mi cuerpo puede ser más fuerte, mi visión más clara, mis reflejos más rápidos,
pero sigo siendo Gabriella. Y hace veinticuatro horas, mi vida estaba en manos de
un Hechicero de Luz psicótico, mientras que el hombre que amo se estaba
preparando para casarse con su loca ex.

¿Dónde diablos está el botón de pausa?

Cierro los ojos por un instante, tratando de orientarme y controlar la ansiedad


que se apodera de mí. Esto no está bien. Todo esto está mal. Se suponía que debía
ascender, aceptando mi destino de caminar tanto en la Luz como entre los Oscuros.
Se suponía que debía unir a las dos fuerzas y salvarlos a todos de los males del mundo
humano. Para restablecer el equilibrio. Se suponía que Alexander no regresaría.
Murió por amor, por mí, hace más de dos décadas. Y se suponía que el vínculo nos
ayudaría a Dorian y a mí. Era un testimonio de nuestro amor que protegería nuestras
vidas. No se suponía que fuera otro obstáculo contra nosotros.

Solo alto. Solo quiero que todo se detenga.

Presiono las puntas de mis dedos contra mis sienes y respiro hondo y calmado,
esperando que la confusión en mi cabeza disminuya. Puedo hacer esto. Claro,
Dorian y yo tenemos algunos fenómenos espeluznantes de estigmas, pero, mierda,
hemos pasado por cosas peores. Y tener a mi padre aquí, tener mi carne y sangre aquí
conmigo, es un sueño hecho realidad. Mis padres adoptivos, Chris y Donna, han
sido increíbles y nunca podría haber pedido más, pero tener esta segunda
oportunidad con Alex… qué regalo.

Abro los ojos y exhalo, lista para enfrentar cualquier otra cosa que esta vida
sobrenatural quiera arrojarme con una nueva resolución de “Ven a mí, hermano”,
pero estoy completamente congelada en el lugar antes de que pueda pronunciar una
sola palabra.

No. No, no estoy congelada en el lugar.


Ellos lo están.

La conmoción y el horror me atraviesan a un ritmo alarmante, cuando me


doy cuenta de lo que sucedió. Dorian… Alexander… ambos completamente quietos
y en silencio. Congelados como maniquíes místicos justo delante de mis ojos de dos
colores.

Esto está jodido. Esto está tan jodidamente jodido.

Agito una mano frente a la cara de Dorian, sus brillantes ojos azules, aún tan
seductores e hipnóticos como siempre. No se mueven para guiñarme un ojo
juguetonamente. Toco mis dedos en sus labios carnosos y suaves, pero él no me da
mi sonrisa torcida favorita. Incluso cuando paso una mano por ese desorden de
cabello negro sexy como el infierno que me encanta apretar y tirar tanto cuando está
dentro de mí, no se mueve. Ni siquiera siente que lo toco. Mi cuerpo es un extraño
para el suyo.

Mierda.

Mierda, mierda, mierda. Esto no puede estar pasando.

Me vuelvo hacia Alexander, que luce la misma expresión de frustración que


tenía desde que llegó y se dio cuenta de lo que había sucedido entre su hija y su mejor
amigo. Su ceño todavía está fruncido, sus labios aún apretados por la irritación.
Incluso agarra el respaldo del sofá como lo había estado haciendo solo unos
segundos.

—Oh, Dios mío —digo en voz alta, aunque nadie me escuchará.

¿O ellos pueden?

Desesperada, empiezo a aplaudir fuerte frente a sus caras, pero no hay


reacción. Grito en sus oídos, gritando sus nombres, pero nadie responde. Ni siquiera
se estremecen. Las lágrimas frustradas comienzan a formarse en las esquinas de mis
ojos, pero rápidamente las aparto. Este no es el momento de tener un momento de
chica. Necesito pensar; necesito resolver esta mierda antes de joder las cosas aún más
con mis emociones inestables.

Solo he visto que esto sucedió una vez antes; el día que Stavros apareció en el
salón, Luxe, exigiendo que hablara con él. ¿Cómo lo hizo? ¿Un chasquido de sus
dedos? Lo intento, pero nada cambia. Me estremezco y abofeteo a Dorian en la cara.
Su suave mandíbula se siente como mármol bajo las yemas de mis dedos y su piel ni
siquiera cede con el impacto.

—¡Despierta, Dorian! —grito, abofeteándolo de nuevo. Mi mano pica con el


golpe, pero golpeé la suya nuevamente, esta vez sobre su pecho desnudo, una y otra
vez antes de enterrar mi cara contra su piel. Lo inhalo, robando su aroma por
comodidad—. ¡Por favor despierta! ¡Por favor!
Estoy perdiendo el control, puedo sentirlo. Adormecedoras ondas frías desde
las manzanas de mis mejillas hasta los bordes de mis ojos. Trato de parpadear, pero
sigue creciendo más fuerte, más frío.

Levanto la cabeza del pecho de Dorian justo cuando el piso comienza a


temblar bajo mis pies descalzos, haciendo que se rompan fragmentos de vidrios rotos
y astillas de madera. Una ráfaga de viento barre la habitación, sacudiendo lo que
queda de los muebles. Las luces parpadean salvajemente a nuestro alrededor
mientras un rugido bajo envuelve el vasto espacio.

Miro mis manos temblorosas justo cuando un resplandor ardiente y rojizo


ilumina las yemas de mis dedos, subiendo por mis palmas y mis muñecas. La neblina
etérea se retuerce y gira hasta mis codos, cada vez más caliente, pero sin quemarme.
Puedo sentir su poder filtrándose en mi piel y penetrando la médula en mis huesos.
Jadeo ante la sensación que enciende cada célula de mi cuerpo. Ni siquiera puedo
explicar lo que me está pasando. Hace calor, pero hace frío. Discordante, pero
eufórico. Siento que no tengo peso, floto fuera de mi cuerpo, encima de Dorian y
Alexander, y más allá de esta habitación, más allá del Broadmoor. Estoy en todas
partes, pero disuelta en la oscuridad. Un mero susurro y un rugido atronador.

He visto a Dorian transformarse antes; demonios, lo presencié unos


momentos antes de perder el conocimiento. Tanto él como Alexander despojaron
sus formas humanas y desataron la oscuridad que se cernía debajo de la superficie.
La mayoría de la gente se habría aterrorizado y, sinceramente, era la primera vez que
Dorian me permitía verlo. Pero ahora… ahora me gusta. Me encanta. Es lo que
realmente es, Oscuro, y amo a cada parte de ese hombre, incluso las partes
aterradoras.

Y ahora lo he perdido. De nuevo. Y no sé cómo traerlo de vuelta a mí.

—Ayuda —susurro, la palabra cayendo en oídos sordos. No hay nadie aquí


para ayudarme. Nadie aquí para arreglar lo que he hecho. Estoy sola con este desastre
que he hecho—. Que alguien me ayude.

Suena un golpe en las puertas dobles, respondiendo a mi angustiada súplica.

—Servicio a la habitación —anuncia alguien.

Miro a la entrada de la suite nerviosamente, sin saber qué hacer. Estoy


cubierta de sangre seca, la habitación está destruida y tengo dos Brujos
aterradoramente hermosos congelados frente a mí. No puedo explicar esto; quién me
creería. Ni siquiera yo puedo creerlo.

Se establece una nueva ola de desesperación que hace que el piso retumbe más
violentamente. El frío punzante en mis ojos casi duele, y se vuelve más intenso
cuando miro fijamente esas puertas dobles, sintiendo que podría atravesarlas.
Respiro hondo, oliendo fruta dulce, café recién hecho y sudor humano justo al otro
lado. Puedo oler la decadencia azucarada de la creme brulee y el mousse de chocolate
descansando sobre platos cubiertos de plata… puedo escuchar el latido rápido del
corazón tartamudeando debajo de la camisa de algodón humedecida por el sudor del
conserje. Él está nervioso. Ansioso. Pero hay algo más que siento en él. Algo que
nunca antes había sentido.

Justo como lo pienso, ya estoy agachada a la defensiva, protegiendo a Dorian


y Alexander con mi cuerpo. ¿Qué razón tendría para estar nervioso?

Respiro hondo, inhalando restos de marihuana y alcohol que se filtran por sus
poros. Lo escucho tragar y chasquear los labios, buscando humedad. Su aliento es
rancio y sucio con alcohol y bilis. Lo pruebo en mi propia lengua, y me golpea con
una intensa ola de mareos.

—¿Hola? —llama de nuevo antes de tocar la manija de la puerta—. ¿Está todo


bien?

Miro mis manos, todavía cubiertas de fuego. Algo no se siente bien. Este no
es un conserje ordinario. Y si está aquí para lastimarnos, si alguien lo envió aquí,
tengo que garantizar nuestra seguridad a toda costa. Incluso si eso significa hacer lo
impensable.

Siento que alguien se acerca por el pasillo, pero no puedo decir exactamente
quién o qué es. Incluso con sus pisadas silenciosas, puedo decir que están llegando
rápido, más rápido de lo humanamente posible. Y puedo sentirlo… puedo sentir su
poder. Es fuerte. Potente.

Oscuro.

Doy unos pasos hacia la puerta, esperando, lista para atacar si es necesario.
Siento que todas las células de mi cuerpo se calientan con expectación, y la
adrenalina sube por cada vena. La parte carnal de mí toma las riendas, y solo me
guía el sentido y el instinto animal.

Escucho al conserje jadear de sorpresa cuando el intruso desconocido aparece


ante él, pero le roban el aliento antes de que incluso tenga la oportunidad de formular
palabras coherentes.

Entonces todo está en silencio y sosegado… inquietantemente. Incluso el


rumor bajo mis pies ha cesado y los vientos aulladores han muerto. Ni siquiera puedo
escuchar mis propias respiraciones ansiosas.

Tres golpes en la puerta. Y la última voz que espero escuchar.

—Servicio a la habitación.
Capítulo 3

E
stoy en las puertas dobles antes de que mi cerebro incluso inicialice la
orden. Sin siquiera un movimiento de mi dedo, se abren de golpe,
revelando a un inconsciente trabajador del hotel con mala piel
desplomado en un rincón, y al peligrosamente guapo Brujo conocido como Nikolai
Skotos.

—Niko —casi sollozo, arrojándome a sus brazos. Él tentativamente me rodea


con sus brazos y me aprieta fuerte. Niko siempre se ha sentido más cómodo con el
contacto humano que su hermano mayor. Las demostraciones físicas de afecto nunca
fueron un problema para nosotros.

—Feliz cumpleaños, niña. Tranquila ahora, estoy aquí —dice, empujándome


de su cuerpo para evaluar mi estado de angustia. Sus ojos, tan azules y brillantes
como un cielo sin nubes, se ensanchan con incredulidad—. Santa mierda, Gabs.
¿Qué has… qué te hiciste?

Sé exactamente lo que ve; camisa rasgada y ensangrentada, cabello rebelde y


ojos que no deberían existir en ninguno de nuestros mundos. Me ve por lo que soy,
en lo que me he convertido.

Con su mano temblorosa, extiende lentamente un solo dedo para tocar el


espacio justo debajo de mi ojo derecho, el dorado. La parte de mí que estaba
destinada a gobernar en la Luz. Jadea fuertemente cuando su piel desnuda toca la
mía.

—Tus ojos —susurra, miedo y asombro espesos en su voz—. ¿Cómo


hiciste…? ¿Cómo lo hiciste?

—No lo sé. Simplemente me negué a ascender a uno sin el otro. No quería


elegir.

Lleva su otra mano a mi cara y toma ambas mejillas, cerrando los ojos
mientras la quemadura se infiltra en la superficie de sus palmas.

—¿No duele? —le pregunto, confundida acerca de por qué no se ha


estremecido por el ardor de mi piel.

Con los ojos aún cerrados, Niko niega con la cabeza, una pequeña y triste
sonrisa en sus labios.
—No. Ya no.

Cuando finalmente abre los ojos y me mira, una emoción sin nombre nada
entre el azul. Va más allá del miedo a la sorpresa desconocida y lejana. No puedo
decir si está triste con mi decisión o si está contento, o tal vez una mezcla de los dos.

—Bien. —Trato de sonreír—. Porque necesito tu ayuda.

De mala gana, me alejo de la comodidad de su toque y me giro hacia la escena


en la sala de estar. Niko tira del trabajador del hotel por el cuello manchado de sudor
de su camisa y lo arrastra a la suite, antes de empujar el carrito de comida adentro
también. En la lengua Oscura, murmura algo en voz baja sobre humanos asquerosos
y repugnantes, y luego me sigue a la habitación.

—Qué demonios… —comienza, observando los muebles rotos. Luego sus


ojos se posan en Dorian y Alex, todavía erigidos como estatuas sobrenaturales. Se
esfuma hasta su hermano en el siguiente parpadeo y agarra sus inmóviles hombros
de mármol—. ¿Qué pasó? ¿Quién les hizo esto?

Retuerzo mis manos delante de mí nerviosamente.

—Um, creo que yo lo hice. —La expresión alarmada de Niko se me acerca,


con el ceño fruncido entre sus cejas.

—¿Qué?

—¡Pero lo juro, no era mi intención! Ni siquiera sé cómo lo hice. ¡En un


minuto estoy teniendo un mini colapso mental y al siguiente momento, abro los ojos
y están así! Y ahora… ahora no sé cómo arreglarlos. Ni siquiera sabía que podía
hacer esto, Niko. Por favor, tienes que ayudarlos.

Niko coloca una mano sobre la parte superior de la cabeza de Dorian y cierra
los ojos.

—Despierta —ordena, su voz fuertemente acentuada. Para nuestra


consternación, no pasa nada. Dorian todavía mira, preocupación y amor grabados
en esos hermosos ojos sin parpadear.

Moviéndose a Alex, Niko hace lo mismo, obteniendo los mismos resultados.

—Mierda —escupe, caminando por el suelo. Se pasa una mano por el


desordenado cabello negro y tira de las capas más largas en la frente con frustración.

—¿Qué? ¿Por qué no puedes arreglarlo? Pensé que tu poder era…

—No es mi poder el problema, Gabs —interrumpe bruscamente—. Es el tuyo.


Como sospechaba, solo tú puedes revertirlo. Ni siquiera pude penetrar el hechizo.
¿Qué hiciste?
—¡Nada! —Estoy frente a él antes de que pueda tomar su próximo aliento—.
¡No hice nada! Estaba simplemente sentada aquí, tratando de entender todo esto —
digo, agitando una mano entre mi padre, Dorian y yo—, y lo siguiente que sé, ¡es
que están así! ¡No hice una maldita cosa!

Como si mis palabras hubieran activado un interruptor invisible, cada luz en


la habitación parpadea violentamente y el temblor bajo nuestros pies se reanuda.
Flexiono los dedos mientras esa quemadura familiar me cubre las manos y las
muñecas. Puedo sentir cómo se enrosca en cada vena y arteria. Estoy perdiendo el
control nuevamente. Y si me las arreglaba para arruinar las cosas con solo pensar
que las cosas estaban jodidas, imagina lo que haría si verbalizara mi miedo y
frustración.

Contra el buen sentido y su propio auto preservación, Niko me agarra de los


hombros, estabilizándome. Inmediatamente, siento su influencia, llevándome a la
paz. No es suficiente, pero lo siento. Lo siento tratando de penetrar.

—Mírame, Gabs. —Su voz es tranquila y relajante, como si estuviera


hablando con un bebé o una bestia rabiosa lista para atacar. Estoy bastante segura
que soy lo último—. Necesito que te calmes, niña. Si quieres que ayude a Dorian y
Alex, tienes que escucharme. ¿Puedes hacer eso?

Asiento, porque quiero creerle. Quiero estar segura de que todo estará bien.

—Bueno. —Sus ojos nunca dejan los míos. Acuna mi rostro gentilmente,
empujando su camino en mi mente—. Céntrate en mí, ¿de acuerdo? Concéntrate en
el sonido de mi voz y la sensación de mis manos sobre ti. Mírame y solo a mí. Solo
déjame entrar, Gabs.

—Está bien —susurro, dispuesta a hacer lo que me pide. Confío en Niko de


todo corazón. Incluso cuando Dorian me decepcionó de todas las maneras posibles,
la amistad de Niko fue constante.

Como si pequeñas cuerdas de seda pulsante se extendieran desde mi cuerpo,


me acerco a él, instando a que se abra mi corazón y mi mente. Mi conciencia toca la
suya, sus pensamientos y sentimientos se vuelven míos, y me veo a través de sus ojos.
Todo es tan abrumador e increíble, pero no reacciono. Un parpadeo y podría perder
esta conexión.

No puedo leer su mente, por decirlo, pero puedo sentirlo. Por supuesto, espero
sentir su alegría y celo por el peligro, tal vez un poco de oscura perversión, pero en
cambio, estoy llena de melancolía y nostalgia. Mi garganta se tensa, su tristeza me
estrangula, y trato de tragarme la oscuridad acercándose a mí. No lo entiendo; Niko
siempre ha sido tan despreocupado y travieso. ¿Cómo podría tanta tristeza pudrirse
justo debajo de tanta belleza?
Abro la boca para preguntarle, la pregunta me está comiendo viva, pero él
parpadea y el enlace se pierde.

—Ahí —murmura, dando un paso atrás.

Parpadeo rápidamente, tratando de comprender exactamente lo que sucedió


en esos últimos segundos. Ni siquiera puedo estar segura de lo que sentí. ¿Vio él
dentro de mi cabeza? No creo que me haya respirado, pero he visto a Dorian usar sus
ojos para penetrar en mi mente, casi usando su poder para calmarme y
desensibilizarme.

—Veo lo que hiciste. Maldición, Gabs, tu magia es… increíble. No puedo


entenderlo. Solo tratando de romper la superficie casi me ha agotado. Y ni siquiera
me acerqué lo suficiente como para manipularlo. No puedo. —Frunce el ceño,
inclinando la cabeza hacia un lado—. No eres como nosotros. No eres como ellos.
Eres mucho más.

Pongo los ojos en blanco y exhalo un suspiro frustrado.

—Sí, sí, soy diferente. Soy un jodido enigma. Pero nada de eso importa
cuando ni siquiera puedo controlarme. —Envuelvo mis brazos alrededor de mi
cintura, hundiendo mis dedos en mis costados—. No confío en mí misma, Niko. No
con sus vidas. Ni siquiera con la mía.

En un instante, él está frente a mí, tan cerca que puedo sentir el aire fresco que
brota de sus fosas nasales.

—Déjate de mierda, niña. Muchos de nosotros mataríamos por tu poder, y


créeme, algunos lo intentarán. Si tienen éxito o no, depende de ti. Así que corta la
fiesta de lástima y revierte el maldito hechizo.

—¿Qué? —me burlo. ¿Qué demonios le ha pasado? ¿Por qué me está hablando
así?

—Me escuchaste. Reviértelo. Ahora, Gabs. Arregla lo que has hecho antes de
que empeore. Antes de que los mates.

—¡Pero, pero no puedo! ¡No puedo hacerlo! ¡Ni siquiera sé cómo! —Lágrimas
frías pinchan mis ojos, pero ninguna cae. El fuego me lame los nudillos mientras
cierro las manos en puños apretados.

—¡Ahora, Gabs! ¡Hazlo! ¡Muéstrame quién eres! Querías esto; elegiste este
poder. ¡Ahora úsalo, maldita sea!

—¡No! ¡No sé cómo! —grito, mi voz sacudiendo el candelabro colgando sobre


mi cabeza. Algunas lágrimas de cristal caen a nuestro alrededor, atacando el suelo
como lluvia helada.
—¡Sí, tú puedes! —Los ojos de Niko se vuelven más pálidos, helados. Muestra
los dientes con un gruñido y se acerca, pero no me toca. Aun así, puedo sentir su
poder soplando sobre mí. Puedo sentir la oscuridad filtrándose por sus poros,
infectándome. Siento que su ira irracional me intoxica hasta que es mía. Hasta que
estoy borracha de furia y sed de sangre.

Los vientos aúllan y azotan a nuestro alrededor, y todo lo que no está clavado
cae al suelo. No me importa. Quiero romperlo todo. Quiero destruir todo en esta
habitación hasta los escombros. Quiero quemar este hotel hasta los cimientos y bailar
sobre las cenizas. Quiero aullar a la luna como el animal que soy.

—¡Vamos! —grita Niko en una lengua pesada y antigua. No es el inglés ni el


idioma de los Oscuros, pero lo entiendo. Siento las palabras haciendo señas a algo
dentro de mí, anulando mis instintos humanos y hablando directamente a mi
oscuridad. Llamando a la bestia golpeando profundamente dentro de mí.

Niko continúa cantando, poseyendo más y más de mi alma con cada palabra
acentuada. Puedo sentir que me estoy escapando, pero no puedo controlarlo. Quiero
hacer lo que él dice. Quiero someterme a esta oscuridad.

En su siguiente orden pronunciada, estoy de pie directamente frente a Dorian


y Alex. Otro destello de luz, y mis manos están extendidas, llegando a ellos. Entonces
también estoy cantando, palabras que nunca he escuchado ni hablado. Palabras que
ni siquiera entiendo.

—Despierta.

No puedo decir si soy yo quien dice la palabra o Niko, pero tan pronto como
se pronuncia, cada gota de cristal fijada en el candelabro sobre nosotros se hace
añicos. Mi mano se eleva reflexivamente, deteniendo su descenso en el aire antes de
que una pueda tocarnos.

—¿Gabriella?

En el momento en que escucho su voz, mi concentración vacila y los cristales


rotos sobre nosotros explotan en brillantes granos de arena. Con el polvo iridiscente
que llueve sobre nosotros, mi príncipe Oscuro y mi padre regresan a mí,
revolviéndose de su estado petrificado.

—¿Gabriella? —repite Dorian, sus manos corriendo sobre mí, buscando


lesiones.

—Estoy bien. —Miro a Alexander, que frunce el ceño con confusión, luego
de regreso a Dorian—. Lo siento. Oh, Dios mío, lo siento tanto. No sé qué pasó.

—¿Qué pasó exactamente, Gabriella? —pregunta Alex, su voz mezclada con


un toque de acusación.
Abro la boca para responder, pero Niko da un paso adelante, apoyando una
mano en mi hombro.

—Solo un pequeño contratiempo. Nuestra Gabs es natural con hechizos de


inmovilización. —Me mira con una sonrisa en los labios y me guiña un ojo—. Pero
fue capaz de revertirlo sin mucha provocación.

Pura. Mierda.

Estrecho mis ojos, pero no digo una palabra. Sin mucha provocación, mi trasero.
Niko lo sabe muy bien y yo no tenía ni jodida idea de qué demonios estaba haciendo.
¿Por qué está mintiendo?

Antes de que pueda pensar en contar su historia, da un paso alrededor del sofá
y se detiene junto a Alexander.

—Caray, niña. Sería bueno que no trataras de romper mi regalo de cumpleaños


tan pronto como lo recibas.

—¿Tu regalo de cumpleaños? —Dorian está de pie y en la cara de su hermano,


casi tocando su nariz con sus propias fosas nasales ensanchadas—. Explica. Ahora.

—Tranquilo, D —dice Niko empujando contra el pecho de Dorian, sin


embargo, permanece tan inamovible como piedra. El hombre más joven se encoge
de hombros con indiferencia y se acerca a lo que queda de la barra.

—Tienes treinta segundos, hermano, o no seré tan amable —advierte Dorian,


volviendo a pararse a mi lado. Tira de mi cuerpo a su lado de manera protectora
como si las siguientes palabras de Niko pudieran encender más conflictos.

—Bien. —Suspira Niko, antes de tomar un trago de whisky de lo que debe ser
el único vaso restante—. Si debes saberlo, no podía decírtelo, querido hermano. No
podía confiar en ti. Tus pensamientos no son seguros, y si tenía alguna esperanza de
recuperar a Alexander, no podía contarte mis planes.

Siento que Dorian se encoge a mi lado y levanto la vista a tiempo para verlo
asentir solemnemente. Las palabras de Niko, por verdaderas que sean, han dolido.

—¿Entonces lo sabías? Todo este tiempo, ¿sabías que mi padre estaba vivo?
—presiono con aire de escepticismo. No pretendo sonar desagradecida, pero
demonios, ese es un secreto bastante monumental para que se lo guardes a alguien
que supuestamente te importa. Es como de los hombres Skotos retener información
imperativa. Proclaman amarme y protegerme, pero me codician con mentiras y
engaños.

—No, Gabriella —responde Alexander, dando un paso hacia mí—. Él no


sabía nada. Nadie lo hacía.
—Nadie más que Cyrus —interrumpe Niko—. Salvó a tu padre hace veintiún
años y lo escondió hasta que supo que sería lo suficientemente seguro para los dos.
—Su mirada se posa tanto en mí como en Dorian, buscando comprensión—. Mi plan
era usar la gran boda real como una distracción y moverlo entonces. Cuando eso no
sucedió, tuve que recurrir al plan B. A juzgar por el desastre, puedo ver que la reunión
fue memorable, ¿sí?

Dorian se aleja de mi lado, acechando, casi fantasma, hacia donde su


hermano menor sirve otra copa.

—Sabías lo que sucedería —dice entre dientes fuertemente apretados—.


Sabías que habría derramamiento de sangre, y debido a tu descuido, fue la sangre de
Gabriella la que se derramó.

Niko frunce el ceño y deja el vaso de cristal justo antes de que toque su labio
inferior completo. No le pide a Dorian explicaciones; no tiene que hacerlo. Puede
escucharlo en sus pensamientos, la razón por la cual mi camisa está manchada con
mi propia sangre. Puedo sentir la agitación en sus entrañas mientras Dorian explica
el cambio en el vínculo. Lo que se suponía que nos conectaría bien podría ser lo que
nos destruye.

—No —apenas susurra, con los ojos muy abiertos por el terror.

—Sí. —Dorian asiente, sonando derrotado—. Tenemos que hacer lo que


podamos para revertirlo. Y solo conozco a una persona que puede manejar ese tipo
de hechizo…

Tres pares de ojos azul océano caen sobre mí simultáneamente, cada uno lleno
de diversos grados de arrepentimiento y aprensión. Y miedo. Temor por lo que saben
que deben hacer.

—Sé lo que están pensando. No me miren así —dije con tono amonestador.

Aprieto la camisa hecha jirones a mi alrededor, sintiéndome de repente


expuesta.

—Gabriella… —Dorian da un paso cauteloso en mi dirección.

Sacudo la cabeza furiosamente.

—No. Eso es una locura. No te dejaré hacerlo.

Niko habla, su voz nivelada, pero su mente y su corazón están preocupados.

—Si tenemos alguna posibilidad de encontrar una manera de romper el


enlace, necesitaremos…

—¡Dije que no!


—Mi hija —dice Alexander suavemente. Viene a pararse frente a mí, sus ojos
azul pálido más suaves de lo que los he visto desde que llegó—. Hay cosas que no
podemos proporcionarte, no importa lo mucho que desearíamos poder hacerlo.
Incluso con nuestras habilidades combinadas, no poseemos ese tipo de poder. Solo
uno tiene la capacidad de evocar ese tipo de magia. Por mucho que me duela decirlo,
tanto como preferiría morir antes que someterme a ese tirano sádico, necesitamos a
Stavros.

—Bien. Entonces iré sola. Sabes lo que hará si ve que lo has engañado. Y no
te sentenciaré a muerte, a ninguno de ustedes. —Miro a los tres hombres hermosos
delante de mí, todos dispuestos a poner sus vidas a los pies de Stavros para
protegerme. Es mi turno de protegerlos—. Los perdí a todos una vez. No puedo pasar
por eso otra vez. Así que por favor… no me obliguen a hacerlo. Déjenme ir a él sola.

—Sabes que no hay ninguna posibilidad en el infierno de que te dejemos hacer


eso —replica Niko, moviéndose a mi lado—. Gabs, estás atrapada con nosotros,
todos nosotros. A donde vayas, nosotros vamos.

Dorian aparece a la vista, capturando mi atención y mi mirada. Roza mi


mejilla con la mano, ofreciendo tranquilidad en su suave toque.

—No amamos fácilmente, Gabs. Tú de todas las personas deberías saber eso.
Y cuando lo encontramos, cuando la Deidad nos otorga ese precioso regalo, nos
aferramos a él.

Niko desliza su palma contra la mía, entrelazando nuestros dedos, y su regalo


de paz me inunda al instante.

—Luchamos por ello.

Alexander toma mi otra mano y cerramos el círculo, compartiendo este


vínculo no convencional de fuerza y serenidad. Se vuelve hacia mí, nostalgia en esas
amplias profundidades azules.

—Morimos por eso.

Por mucho que quiera luchar contra ellos y hacer caso omiso de sus deseos,
no puedo. Es más que solo su toque relajante que inmoviliza mi desafío, es su amor.
Y eso es más fuerte que cualquier magia en este mundo y más allá.

Esto era; eso era todo lo que necesitaba. La decisión fue tomada. Haría
cualquier cosa por las personas que amo. Incluso hacer un trato con el mismísimo
diablo.
Capítulo 4
Lo siento sobre mí.

D
eslizándose en la superficie de mi piel, cosquilleándome la nuca.
Rozando la parte externa de la oreja con un susurro sin palabras, su
voz es tan clara que juraría que está justo detrás de mí.

Gracias por no decir nada, pequeña, te debo una.

Miro a través de la habitación a Niko, sus ojos azules ahondando en los míos.
Gira su cabeza en mi dirección antes de agacharse para analizar al aún inconsciente
conserje que había arrastrado hasta aquí. Alzo la vista para encontrar a Dorian
mirándome, sus ojos entrecerrados con recelo. Esto es suficiente para hacerme
estremecer visiblemente. La intensidad de Dorian es sexy como el infierno; un
enojado Dorian es simple y francamente aterrador.

—¿Tienes algo en contra del servicio de habitaciones? —le pregunto a Niko


en voz alta, tratando de desviar la atención de Dorian. Él aprieta los labios antes de
liberarme de su mirada fría—. Él es humano; es completamente inofensivo.

—¿Humano? Sí. ¿Completamente inofensivo? El jurado aún está deliberando


sobre esto. —Niko indaga en los bolsillos del joven, tomando su cartera—. Dave
Kramer, diecinueve años, un metro ochenta, cabello negro, ojos marrones y es
donante de órganos. Es bueno saberlo.

—Es un niño, Nikolai —amonesta Dorian, cruzando sus brazos en la parte


frontal de su pecho—. Espero que haya una buena razón para que lo incapacitaras y
te arriesgaras a exponernos a todos.

Niko le quita hábilmente el saco del servicio y tira del cuello de la camisa
sucia.

—¿Esto es una buena razón para ti, hermano?

Alexander, Dorian y yo nos acercamos para observar la tinta negra que había
en el hombro del chico, impresionándonos para callarnos.

Thanatos.

—¿Qué demonios significa esto? —pregunto, mi voz apenas un tenso susurro.


Parte de mí ya conocía la respuesta.
—Muerte —responde Dorian, su frente fruncida por la concentración. Se
arrodilla para obtener un vistazo más de cerca, pasando sus dedos por la sudorosa y
amarillenta piel del hombre—. Una de las ocho familias originales de los Oscuros.
Pero obviamente no es uno de los nuestros.

—Humano —escupe Alex detrás de él—. ¿Cómo siquiera sabría qué significa
esa palabra? Con toda seguridad es una coincidencia. —Retuerce sus manos delante
de su regazo, y ese acto llama inmediatamente mi atención. Bajo la mirada para
encontrar que nerviosamente estoy haciendo lo mismo.

—No es una coincidencia —dijo Dorian, sacudiendo su cabeza. Arranca un


mechón de cabello grasiento y marrón del hombre y lo lleva a su nariz—. Hmmm. Y
no es completamente humano.

Dorian le pasa el delgado mechón a Alexander quien no solo lo huele, sino


que lo prueba. Qué asco.

—Es imposible —murmuró él, sus ojos azules brillando con ira.

Dorian asiente sombríamente.

—Sin embargo, lo es.

Alexander mira a su viejo amigo, mirando al hombre que él conocía y con el


que había luchado por casi un siglo. El hombre al que consideraba tan cercano como
un hermano.

—¿Piensas…?

—Es posible. Cuando tratas con los Oscuros, todo es posible.

Pongo los ojos en blanco y aclaro mi garganta dramáticamente.

—¿Alguien quiere contarme el gran secreto? —pregunto, cansada de tratar de


descifrar su fragmentada conversación.

Los ojos de Dorian encuentran los míos.

—Gabriella, esas fotos que me enseñaste de la tienda de tatuajes ¿aún las


tienes?

Hago una mueca.

—Las tenía. Pero estaban guardadas en mi móvil, el que se rompió en el


estacionamiento de Cashmere. —Doy un paso cauteloso hacia el desplomado cuerpo
del joven—. ¿Piensas que él podría ser uno de esos chicos de la foto?

—Posiblemente. —Se encoge de hombros—. Definitivamente tendríamos que


investigarlo.
Niko se detiene y avanza hacia el carro que alberga casi una docena de platos
cubiertos.

—¿Alguien tiene hambre?

—Yo no —replico sacudiendo mi cabeza. Había estado sintiendo nauseas


desde… bueno, desde que el chico humano apareció.

Niko quita la cubierta de un plato de fruta fresca y arranca una uva. La hace
girar entre sus dedos antes de llevársela a los labios.

—¡Espera! —grita Dorian, corriendo hacia el carro y golpea la uva de los


dedos de su hermano.

—¡Oye! Consigue la tuya propia…

—Cierra la boca y piensa por un minuto —ordena Dorian, destapando cada


uno de los platos—. Thanatos es la Casa Oscura de la Muerte, pero más importante
aún, del silencio, prácticamente de la muerte silenciosa. Usa la cabeza, Nikolai. El
chico humano que lleva la marca de Thanatos trae un carro de comida a esta
habitación.

Nikolai acerca otra uva a su nariz antes de sacudir su cabeza.

—Huele bien.

—Por supuesto que sí. —Dorian toma un cuchillo de mantequilla de una


servilleta de lino blanco y corta la uva por la mitad. Entonces arranca un mechón de
cabello de la cabeza de su hermano, causando que este proteste.

—¿Qué pasa hoy contigo y con el cabello? ¿Celoso? —se burla Niko, pasando
su mano por su meticuloso y estiloso peinado. Dorian lo ignora y deja caer el sedoso
y negro mechón en la uva abierta. Tan pronto como toca la fruta, arde y estalla antes
de quemarse en una llama purpura.

—Veneno —dice Niko enojado. La furia palidece sus ojos mientras se acerca
al chico y lo levanta por el cuello—. ¿Este hijo de puta intentaba envenenarnos?

Dorian asiente.

—Thanatos es conocido por el eterno sueño. Su magia puede manifestarse en


veneno, la Muerte Violeta. Pero solo ellos pueden crearla. Alguien de Thanatos ha
tenido que envenenar la comida.

—¿Pero darle su magia? —interrumpe Alexander, con disgusto e incredulidad


en su lengua—. ¿Dejar que este… este humano ingiera su poder? Es inútil. Ni siquiera
sabría qué hacer con este.
—Pero es suficiente para infundirle valor. Lo suficiente para hacerle creer que
él podría llevar a cabo su plan y vivir lo suficiente para informar a quien le envió.
Estúpido, estúpido chico.

Dorian se detiene al lado de su amigo y mira hacia abajo al arrugado cuerpo


del chico.

—Gabriella, cariño, adelántate y toma un agradable y largo baño. Sé que


debes estar exhausta y lista para quitarte esa ropa.

—¿Qué? —Doy un paso adelante, una mano en mi cadera—. ¿Por qué? ¿Qué
vas a hacer?

—Gabriella, haz lo que te ha dicho —ordenó Alexander, sin molestarse en


voltearse y mirarme.

¿Qué demonios?

Niko se acerca y coloca una mano en la parte baja de mi espalda justo en el


momento que aprieto mis dientes tan fuerte que mi mandíbula duele. Una sensación
de paz sube por mi espina dorsal, arrancando la furia fuera de mí.

—Nena, vamos. No quieres ver esto.

Dejo que Niko me lleve al baño, donde cierra la puerta detrás de mí. Cuando
estoy sola en la vasta habitación cubierta de negro y dorado, el frío pánico empieza
a filtrarse mientras me doy cuenta exactamente qué es lo que ellos no quieren que
vea: Van a matarlo.

Debería hacer algo. Debería intentar salvar la vida del chico ¿verdad? Este
chico punk traidor y drogadicto que vino aquí a envenenarme a mí y a la gente que
amo. Ese estúpido idiota que pensaba que era lo máximo con el toque de la Magia
Oscura dentro de él. Debería ser más insistente en salvar la vida humana porque solía
ser más o menos un humano. ¿Verdad?

Sacudo el arrepentimiento y la duda tratando de entrar en mi cabeza y camino


hacia el cuarto de baño privado. Aun así, estoy furiosa por la forma en la que tanto
Dorian como Alexander me ordenaron salir de la habitación. Sé que fue por mi
propio bien y que trataban de ahorrármelo, pero mierda, había visto cosas peores,
había experimentado cosas peores.

Yo soy la peor.

Buscando cualquier forma de desafiar al Dorian mandón, opto por tomar una
ducha en vez de un baño. Esto le enseñaría. Pongo mis ojos en blanco por mi propia
inmadurez.
Abro el agua caliente, y una caliente niebla llena la habitación mientras me
quito la camisa sucia. Aún huele como Dorian, sonrío y dejo que su esencia me
intoxique una vez más antes de dejarla caer en la habitación. Cabello salvaje, labios
hinchados y completamente desnuda, estoy de pie delante del espejo del tocador del
baño y admirando a la chica, no, a la mujer que me devolvía la mirada.

Quiero ser fuerte. Quiero ser la chica ruda que todos esperan que sea. Pero la
verdad sea dicha, estoy aterrorizada. No sé qué demonios estoy haciendo, y en el
momento que siento que tengo una comprensión de la realidad, la alfombra es tirada
de debajo de mí. Los Oscuros trataron de matarme. La Luz trató de matarme. ¿Ahora
humanos? Toma tu turno imbécil. Aparentemente hay fila.

Lanzo una mirada mortal a la chica de ojos extraños hasta que el espejo se
empaña con vapor. Y mucho después de que el aire se vuelve demasiado espeso y
caliente para respirar, sigo ahí, preguntándome si tomé la decisión correcta.
Esperando que no destruyera cualquier futuro que pudiera haber tenido con Dorian
ascendiendo tanto en la Luz como entre los Oscuros.

No le veo cuando entra en la habitación, silenciosamente cierra la puerta del


baño detrás de él. Pero lo siento. Siempre lo hago. Lo siento en las partes más
profundas de mí, poseyendo mi cuerpo como un encantador de serpientes.
Persuadiendo al animal que yace latente justo bajo la superficie.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunto, mi espalda aún hacia él.

Siento una fría respiración contra mi cuello, estremeciendo el sudor grabado


por todo mi cuerpo desnudo.

—Comprobándote.

—Pensaba que tenías que encargarte del chico.

No oculto la irritación de mi voz. Sé que fue por mi propio bien, pero no


aprecio que me excluyan.

—Alexander y Nikolai pueden encargarse a partir de aquí.

Finalmente me giro hacia Dorian para encontrarlo desnudo y tan cerca que
mis pechos se presionan contra la parte superior de sus abdominales. Mis labios se
separan automáticamente pero él no me besa. Nunca me da lo que quiero cuando lo
necesito.

—¿Quieres explicar esa mirada de antes? —Me mira sin aspavientos, su voz
baja y siniestra.

—¿Qué mirada? —Deslizo mis manos subiéndolas sobre sus hombros, él aún
sigue sin tocarme.
—Entre tú y mi hermano. Y no mientas. Sé cuando mientes, y solo empeorará
las cosas para ti.

Sin mirarle a los ojos, le doy una despreocupada sonrisa.

—No sé de lo que estás hablando.

—Como quieras.

Me besa con hambre, con ira, dolorosamente antes de saber lo que está
pasando. Sus manos codiciosas aprietan mis pechos, ya hinchados para él, y aprieta
mis pezones lo suficiente fuerte para dejar un persistente dolor. Gimo en su boca, y
él mordisquea mi labio inferior con los dientes.

—Duele, ¿no es así? —espeta, alejándose lo suficiente para pronunciar las


palabras. No me da la oportunidad de responderle antes de besarme de nuevo,
sofocando mis pequeños gemidos y quejidos con su lengua y sus labios.

Todavía devorando mi resistencia, separa mis muslos ahuecando mi sexo


posesivamente, como si estuviera sujetando una joya rara en la palma de su mano.
Entonces, sin advertencia o provocación, introduce dos dedos dentro de mí hasta los
nudillos.

—¿Qué estás haciendo, Dorian? —logro jadear contra sus demandantes


labios.

Me observa salvajemente con lujuria… o furia… o ambas. Me siento cada vez


más caliente, y una gota de rastro de sudor corre entre mis pechos. Dorian ni siquiera
piensa en ello. Inclina su cabeza y lame la salada gota, su lengua no para hasta que
sus labios se encuentran en mi mandíbula. Su voz suena más ronca de lo que nunca
había oído, y eso me asusta y tienta.

—Recordándotelo.

Parpadeo una… dos… veces antes de que el sentido común regrese.

—¿Recordarme qué?

Saca sus dedos lentamente, estos pálidos ojos azules iluminados con pasión
mirándome fijamente, antes de introducirlos de vuelta hasta el fondo.

—Quién posee esto.

Su cara se entierra en mi cuello en el siguiente segundo e inhala


profundamente, respirándome y tocándome a la vez. Nos lleva al cielo con sus
pervertidos actos. Trato de tragarme mis gritos mientras sus hábiles dedos atraen mi
orgasmo, ordenándome venirme para él, pero no lo tendrá. Su otra mano sujeta un
puñado de mi cabello y tira tan duro de mi cabeza hacia atrás para garantizar que
pueda verlo a él y solo a él.
—Grita para mí.

Sacudo mi cabeza, asustada y avergonzada de lo que yace justo detrás de la


puerta de su dormitorio, pero él solo me penetra con sus dedos duro, rápido. Sus
dientes están en mi cuello, mordiendo tan fuerte que juro que me ha extraído sangre.
Gimo fuerte antes de poder detenerme.

—Grita.

Aprieto fuertemente mis ojos y sacudo mi cabeza de nuevo, negándome a


someterme, pero dejándole que continúe torturándome. Podría empujarle lejos:
podría hacerle parar. Pero no quiero. La Oscura en mí necesita eso, anhela eso.
Deseo ese lado de Dorian tanto como adoro su dulzura y amabilidad. Pero ahora
mismo, ahora mismo no quiero que sea gentil. Necesito su marca de pecado para
marcarme de adentro hacia afuera.

Como si escuchara mis pensamientos, él sujeta mis manos por las muñecas y
me da la vuelta. Estoy presionando la cintura contra el mostrador de mármol. Con
una mano sujeta mis brazos frente a mí y con la otra sigue manipulando mi sexo,
Dorian presiona su erección en la unión de mi culo, dejándome sentir su vida
palpitante entre nosotros.

—Te lo dije, pequeña, no me mientas. Voy a tener que castigarte. Y sabes lo


mucho que disfruto eso. —Abre más las piernas, y siento la cabeza resbaladiza de él
en mi entrada. Aguanto la respiración, esperando… muriendo—. Grita para mí.
Ahora.

Cada parte de él está dentro de mí, tocando lugares que solo él puede tocar.
Se introduce dentro de mí sin descanso, gruñendo su frustración con cada duro golpe.
Suelta mis muñecas y agarra de forma áspera ambas caderas por lo que puede
llenarme más profundo. Me ahogo con un gemido y cada parte de mí se estremece
de necesidad.

—¡Grita!

Siento los latidos del corazón de Dorian irradiando a través de mi cuerpo, su


vida sosteniendo la mía. Lágrimas se deslizan por mis mejillas, el cabello sudado se
pega en mi cara. Quiero gritar. Quiero decirle cuán bien se siente él.

Quiero gritar.

Estoy al borde de la locura, mirando por encima del borde, preparada para
caer. Pero quiero que se venga conmigo. Necesito que Dorian sujete mi mano
mientras me sumerjo de cabeza en una dicha sin límites.

—¿Sientes esto, nena? —pregunta, jadeando duramente, luchando con su


propio clímax. El ritmo de sus caderas se incrementa, tirando del orgasmo palpitante
dentro de mí. Sé que necesita esto. Sé que quiere que me suelte. Y Dios… Lo
necesito. No puedo aguantar más.

—Dorian —digo con voz ronca, mi voz tensada por un sollozo.

—¡Maldición, Gabriella! —Sus uñas de las manos marcan la piel de mis


caderas y él se intensifica entre mis paredes, empujando más profundo que nunca.
Duele tan condenadamente tanto… tan condenadamente bien. Más lágrimas caen
por el dolor de él atravesando mi útero, pero grito con puro e inmensurable placer.

Nos venimos juntos, yo gritando su nombre una y otra vez, él gruñendo como
una perversa, salvaje bestia devorando a su presa. Dura tanto tiempo que mis rodillas
se doblan, y Dorian tiene que sostenerme, sus brazos envueltos en mi cuerpo
protectoramente, mientras cabalgamos las violentas olas del orgasmo.

Exhausta y dolorida, mi cabeza se recuesta en su hombro. Dorian besa mi


cara y cuello suavemente, probando la sal del sudor y las lágrimas.

—Te amo, pequeña —susurra tan dulce y tierno.

—Lo sé. —Casi un gemido. Me siento tan pesada, tan indefensa. Todo mi
cuerpo está bajo su merced.

Él gira mi cabeza para que pueda ver la sinceridad en esos brillantes iris azules.

—Y tú eres mía, como yo soy tuyo. Eso es todo, Gabriella. No hay nadie más.
Para siempre.

Trago, ingiriendo la gravedad de sus palabras.

—Lo sé.

Sin mucho esfuerzo, Dorian me toma en sus brazos y me lleva dentro del agua
hirviendo de la ducha. Me coloca de pie temblorosa, envolviendo mis brazos
alrededor de su cuello para que pueda soportar mi peso mientras me lava.

—Fuiste duro —murmuro en su pecho.

—Sí. Tú querías que lo fuera. Y yo necesitaba serlo. —Su tono plano, en


absoluto brusco o frío como esperaba. Como había sido minutos antes mientras me
arruinaba hasta el punto del dolor.

Levanto mi cabeza para fijarla en él con el ceño fruncido.

—¿Querías hacerme daño?

—No, Gabriella —responde, sus manos enjabonadas masajeando mi


espalda—. Querías hacer daño contigo. Y quería que sintieras la forma en la que me
hacías daño.
—¿De qué estás hablando?

—La parte Oscura de ti… la parte que anhela la carnicería y el hedonismo,


necesita ser alimentad. Si la dejas hambrienta, puede consumirte. Y puede que
termines buscando otras formas de saciar tus necesidades.

Frunzo el ceño con curiosidad.

—¿Cómo cuáles?

Dorian deja que sus manos cubiertas de jabón viajen hacia la parte baja de mi
espalda, y gentilmente desliza sus manos contra mi pliegue.

—Violencia, ira… sexo.

—¿Sexo? Pero te tengo a ti.

—Es aceptable para nuestra raza tomar más de un amante. Sin embargo, no
es aceptable para mí.

Las yemas de sus dedos acarician el pliegue de carne e instantáneamente me


quedo quieta en sus brazos, distrayéndome de su sincera declaración. Esto no es algo
que haya intentado con nadie, y no estoy segura si alguna vez quiero aventurarme en
el patio trasero1.

—Relájate nena —murmura, acariciando el borde con un solo dedo—. Confía


en mí. Recuesta tu cabeza.

Hago lo que me dice, y me sujeta más fuerte contra él, los músculos de su
hombro se tensan. Besa la coronilla de mi cabeza, arropándome bajo su barbilla.

—Buena chica —murmura en mi cabello. Aplica una pequeña presión con la


punta de su dedo, haciéndome saltar, aún sujetándome firmemente contra su
pecho—. Shhhh, está bien, nena. Cuidaré de ti.

—Dorian, ¿qué estás…?

—Respírame, Gabriella. Tómame dentro de ti. Y cuando lo haga, tu cuerpo


se abrirá para mí, justo como mi poder se abrirá a ti.

—Pero yo… yo no sé cómo —susurro, tanto asustada como entusiasmada de


sentir la magia de Dorian en mí. Él mismo me la dio anteriormente, así como yo se
la he dado. Pero nunca lo hemos hecho de esta forma.

—Solo respira, nena. Tómame. Siénteme fluyendo profundo dentro de ti.

De nuevo, hago lo que me pide, cuando la primera bocanada de la magia de


Dorian acaricia mis sentidos, siento la punta de su dedo penetrar en mi prohibida

1
Hace referencia a sexo anal.
estrechez. Grito por la sorpresa, y Dorian todavía continua su avance, aún sin
retirarse. Inhalo la base de su cuello de nuevo, sofocando la quemadura con la pura
felicidad de su esencia. Realmente no dolía, pero se siente mal tenerlo ahí,
presionando dentro del lugar más privado de mi cuerpo.

Ahogo mi cara en el calor del cuello de Dorian, y ambos jadeamos mientras


tomo otra calada de su poder. Cada parte de mi cuerpo se estremece con la sensación,
y quiero decir cuán bien se siente viviendo dentro de mí. Estoy drogada con su amor,
borracha con su magia. Tanto es así que no protesto cuando noto su dedo
moviéndose lentamente dentro y fuera de mí.

Abro mi boca para decirle que se detenga, pero me encuentro gimiendo en su


lugar, los brazos todavía envueltos alrededor de su cuello, silencio mis gritos de
pasión mordiéndole en su hombro. Dorian gime, pero responde mi violencia
deslizando su dedo más profundamente, extendiéndome, empujándome a mis
límites. Me estremezco en sus brazos, sintiendo las ardientes espirales de placer
serpenteando por mi columna. No lucho en esta ocasión, ni siquiera lo intento. Tan
pronto como su otra mano se desliza entre nuestros resbaladizos, desnudos cuerpos
y presiona mi sensible montículo, me derrumbo contra su pecho, palpitándolo
salvajemente alrededor del dedo de Dorian, aturdida y desconcertada de la reacción
de mi cuerpo a la extraña sensación.

—Lo hiciste maravillosamente, nena. —Sonríe una vez que he dejado de


temblar lo suficiente para mantenerme de pie por mí misma. Dorian se ríe.

—¿Qué es tan divertido? —Hago un mohín.

Dorian succiona mi labio inferior en su boca, pasando con sus dientes sobre
este.

—Puede que estuvieras más lista de lo que inicialmente pensaba. Esperaba


más resistencia por tu parte, chica testadura.

Levanta una ceja.

—¿Entonces querías que peleara?

—Puede. Puede que solo quiera hacerte retorcerte. —Sonríe torcidamente, y


Siento que me derrito en un charco a sus pies.

—Puede que solo quieres controlarme —digo juguetonamente, aunque hay


algo solemne en mis palabras—. Puede que quieras arruinarme solo para que puedas
hacerme completa de nuevo. Para que sea completamente dependiente de ti para el
placer… y para el dolor.

Dorian sonríe con satisfacción, sus ojos resplandecían de sexo y pecado.

—Tal vez.
Capítulo 5

T
engo que ir a Paralia y reportarme con Morgan. Probablemente crea
que estoy tirada en alguna zanja. ¿Puedo tomar prestado tu auto?

—Absolutamente no —responde Dorian bruscamente.

¿Eh? Me quito la camiseta sobre la cabeza y cruzo mis brazos frente a mí,
esperando su respuesta con más que una pizca de actitud.

—Bueno, ¿te molestaría darme un aventón?

—Te llevaré, pero no te dejaré ahí sola.

Pongo mis ojos en blanco y dejo salir un suspiro exasperado. Aquí vamos de
nuevo.

—Dorian, ese es mi hogar. A veces, voy a tener que estar sola ahí. Además,
está protegido, según tú.

—Protegido de sobrenaturales. No de humanos.

¿Qué demonios?

—¿Sobrenaturales?

Dorian toma una profunda respiración y lanza una camiseta negra sobre la
cama, antes de acercarse a mí, sus jeans gastados aún desabotonados y exhibiendo la
sexy V de su torso definido. Dios, su cuerpo nunca me aburrirá. Tengo que
pellizcarme solo para evitar babear en mi trance lujurioso.

—Sobrenaturales, Gabriella, son aquellos seres como yo. Y como tú. No


somos del mundo humano. Nuestra raza nació mucho antes de la existencia del
hombre.

—Entiendo. Tiene sentido. —Asiento.

—Paralia está custodiada de la mayoría de los seres sobrenaturales, Nikolai y


Cyrus siendo la excepción. Luego de lo que te pasó hoy, no me arriesgaré más.

Pongo mis ojos en blanco.


—¿Quién va a lastimarme, Dorian? ¿Morgan me atacará con un rizador? ¿O
el perro-rata de dos kilos y medio me ladrará hasta matarme?

Dorian pasa una mano a través de su cabello metódicamente desordenado y


aún húmedo, convirtiendo el estilo en algo incluso más tentador.

—Gabriella.

—Gabriella nada. Y mientras estamos en el tema, no aprecio que me apartes


a la mesa de niños tampoco.

Arruga sus labios, sus fosas nasales inflamándose con molestia.

—No sé a qué te refieres.

—Um, qué tal: “Gabriella, ve a tomar un largo baño caliente. No quieres ver esto.
Los adultos están hablando”. ¿En serio? No soy una niña.

—Entonces, deja de actuar como una —replica Dorian, su tono tan frío que
casi puedo ver la condensación de su aliento. Frota una mano sobre su rostro,
tomando un momento para considerar sus siguientes palabras—. Gabriella, te perdí
una vez. Moriste en mis brazos. Observé mientras tu sangre hacía un charco y se
derramaba en el suelo, y no pude hacer una maldita cosa para detenerlo. No quiero
atravesar eso de nuevo. No puedo atravesar eso de nuevo. —Toma mi rostro en sus
manos y besa ambos párpados suavemente, antes de bajar su mirada a mí—. Eres mi
vida, pequeña. Si mueres, muero contigo.

—Y no lo harás. No pasarás por eso de nuevo, Dorian. Tienes que confiar que
puedo cuidarme sola.

—Lo hago, Gabriella. Es el resto del mundo en el que no confío.

Miro su expresión seria, viendo todo el amor que tengo por él reflejado en sus
ojos. Tan barbárico y anticuado como pueda ser, sé que todo lo que desea es
mantenerme a salvo. Y si los roles fueran cambiados, yo sería igual. Verás, la humana
Gabriella de veinte años habría pisoteado hasta salirse con la suya o lo hubiese
desafiado a sus espaldas. La Gabriella más grande, más sabia y ascendida nota lo
afortunada que es solo por tener a Dorian en su vida. Diablos, es afortunada de
siquiera estar viva.

—Bien —resoplo.

—¿Bien?

—Bien. Haremos las cosas a tu manera si sientes que realmente estoy en


peligro. Pero ya no me escondas cosas, ¿de acuerdo? Ya no soy tan frágil.

Dorian jala mi cuerpo contra el suyo, así que estamos pecho con pecho,
nuestros latidos palpitando juntos en una armonía sincronizada.
—No, no eres frágil. Pero aún puedo romperte.

Salimos a la sala, para encontrar que estamos solos. Una ola de alivio me
inunda cuando noto que nuestra ruidosa sesión en la ducha pudo no ser audible para
Alexander y Nico. No solo eso, la habitación está completamente restaurada a su
meticuloso estado usual. El gabinete de caoba ya no está reducido a una pila de
maderas astilladas contra la pared. Las lámparas y jarrones están puestos
pulcramente en sus sitios asignados, completamente intactos. Y la gran araña cuelga
sobre nosotros, fijada con cientos de lágrimas de cristal.

Sacudo mi cabeza por la brillantez pura que tiene mi príncipe Oscuro. Incluso
si tiene un poco de trastorno obsesivo-compulsivo, es mío. Además, su neurosis
palidece en comparación de mi colorido circo de locura.

—Nikolai y Alexander se fueron para manejar el… cuerpo. Esperan abajo, en


el auto —dice Dorian, tomando su chaqueta de cuero suave y desgastada. Está
nublado hoy, y con esta cantidad de fuerzas Oscuras residiendo en la ciudad de
Colorado Springs, no me sorprendería si comenzase a llover.

Cuando llegamos a las puertas de Paralia, Niko se gira hacia nosotros antes
de que podamos cruzar el umbral.

—Tienes que dejar que Alex entre, D —dice él, desde el asiento del
conductor—. Sabes que él no puede pasar.

Dorian lanza dagas con la mirada a la parte trasera de la cabeza de Alex, desde
su asiento junto al mío, en la parte trasera.

—¿Tengo que hacerlo?

Lo empujo con mi codo.

—Sí. Sí debes. —No entiendo su hostilidad descolocada. Alexander es su


mejor amigo, y mi padre. ¿Por qué parece tan cauteloso con el hombre con el que
pasó la mayor parte del siglo?

Dorian me mira por el rabillo del ojo, y el borde de su boca se retuerce, antes
de inclinarse al frente para tomar el hombro de Alexander. La ventana del asiento
trasero junto a él desciende, justo cuando el estallido de un trueno agita el cielo,
abriéndolo al medio. Cierra sus ojos, atrayendo fuerza y energía de la tormenta que
se formaba rápidamente, y comienza un canto, un bajo canturreo en lengua Oscura.

—¿Qué está haciendo? —susurro, acercándome un poco a Niko.


—Abriendo la defensa y extendiéndola alrededor de Alexander. Observa.

Tan pronto como dice las palabras, un brillo perlado aparece alrededor del
perímetro del bloque de apartamentos, extendiéndose por casi dos cuadras. Observo
asombrada, mientras se dobla y sacude, casi palpitando en un despliegue de colores
silenciosos. Dorian lo convoca, concentrándose furiosamente para evitar romperlo
mientras se estira como una banda elástica alrededor del vehículo.

—Verás, Gabs —susurra Niko, su propia mirada llena de asombro—. Es


delicado… frágil. No puedes simplemente decir varias órdenes y esperar que ceda.
La magia toma paciencia y delicadeza. Tienes que educar tu poder y funcionará para
ti.

El destellante brillo pastel alrededor del SUV retrocede hacia el borde de la


puerta, hasta que regresa a su sitio de golpe. Entonces, se vuelve borroso a la vista,
volviendo a su rol como una defensa invisible. Niko lleva su Range Rover a avanzar
y conduce a través de la entrada cerrada, saludando al guardia. Cuando estacionamos
en mi apartamento y salimos, noto que no tengo mi llave.

—Mierda. Mi bolso… todas mis cosas. Lo tenía ayer, en el estacionamiento.


—Golpeo la puerta, pero no oigo movimientos del otro lado. Miro al
estacionamiento y localizo el Mustang rojo de mi compañera, en su sitio usual—. El
auto de Morgan está aquí. Debería estar despierta a esta hora.

—Permíteme —dice Dorian.

Antes de que pueda voltear para responder, está desbloqueando y abriendo la


puerta por nosotros… desde adentro. Pero ni siquiera tengo oportunidad de
reaccionar. Con la alarma tiñendo sus brillantes ojos azules, Dorian se aferra a mi
cuerpo y me hace girar, poniendo mi lado frontal hacia su espalda.

—Algo está mal.

No.

No, no, no, no.

Niko y Alexander se mueven instantáneamente para pararse a los lados de


Dorian, escudando mi cuerpo de cualquier peligro que yace adelante. Trato de espiar
entre ellos, y obtengo la vista de nuestra sala, completamente destrozada. Cojines del
sillón han sido lanzados al suelo. Revistas, libros, CD, fotos; todas han sido
arrancadas de sus lugares de costumbre y dejadas en un desastre desaliñado. Dolce
está en su perrera, ladrando y aullando de alivio. Eso no está bien; Morgan ama a
ese perro. No hay forma en que lo dejara encerrado a esta hora del día.

—Morgan. —Apenas grazno, el miedo limitando mi voz—. Oh, Dios mío,


¿dónde está Morgan?
—Gabriella, quiero que regreses al auto y bloquees las puertas —ordena
Dorian, en un tono serio.

—No, Dorian. No me iré. No me importa lo que digas. ¿Dónde está Morgan?


¡Necesito encontrarla!

—La huelo —dice Niko, aunque tengo el presentimiento de que no está


hablándome a mí—. Y…

—Sí. —Asiente Dorian—. También lo huelo. Mucho.

—¿Qué significa eso? ¿Dónde está ella? ¿Está aquí? ¡Alguien respóndame! —
chillo, tratando de forzar mi camino a través del diminuto espacio entre sus cuerpos.
Los tres son fuertes, y siendo la novata que soy, apenas puedo hacer que se muevan.

—Gabriella, te dije…

—¡A la mierda lo que me dijiste! —grito, empujando la espalda de Dorian—.


Morgan es mi mejor amiga. ¡Voy a encontrarla, maldita sea!

Finalmente logro atravesar la pared de rígidos músculos y salgo disparada por


el corredor, hacia la habitación de Morgan. Siento a Dorian justo sobre mis talones,
pero ya estoy en su puerta, girando la perilla, chillando con horror, sorpresa, miedo…

—¡Oh, Dios mío, Morgan! —grito, corriendo a donde ella yace sobre la cama.
Acuno su cuerpo flácido en mis brazos, con tanta suavidad como puedo, pero estoy
temblando descontroladamente—. ¿Qué hiciste, Morgan? ¿Qué te hiciste?

Morgan voltea su cabeza para mirarme y, aun así, su visión está muy lejos.
Me da una sonrisa débil y, lentamente, toca mi rostro con un dedo sangriento.

—Traté de llamarte, Gabs —responde, en un susurro ronco—. Traté de


llamarte toda la noche.

Dorian corre para envolver su muñeca en tela, para detener el sangrado, pero
sé que es demasiado tarde. Llegamos demasiado tarde. Morgan ya ha perdido
bastante sangre. Su tez una vez hermosa, de color moca, está cenicienta con la
pérdida de sangre, y su piel está fría al tacto. Demasiado fría para un humano. Un
cuchillo de cocina yace entre el mar carmesí que una vez fue la cama de Morgan,
junto a una botella abierta de medicina recetada para el dolor, la cual desapareció
completamente.

—¿Por qué, Morgan? —lloro, meciendo su cuerpo en mis brazos—. ¿Por qué
te harías esto? ¿Por qué te lastimarías así?

Hace un esfuerzo para tragar y sus labios secos hacen un chasquido y se


separan.
—Toda la noche te llamé, Gabs. Estaba tan aterrada. Ellos seguían…
viniendo. No me dejaban sola. Tantos… eran tantos.

—¿Quiénes, Morgan? ¿Quiénes seguían viniendo?

Morgan hace un sonido tarareante con la garganta, antes de dejar que sus
párpados se cierren.

—Estoy tan cansada, Gabs. Traté de llamarte.

Angustiadas lágrimas nublan mi visión mientras observo a mi mejor amiga


esfumarse. ¿Por qué haría algo como esto? En cualquier caso, Morgan y el narcisismo
van de la mano. Se ama demasiado para siquiera tratar de suicidarse.

—La casa está limpia —anuncia Alexander desde la entrada—. No hay


señales de intrusión. Ni siquiera un rastro de otro humano por varias horas.

Niko se acerca para ponerse de pie junto a nosotros, revisando sus signos
vitales mientras Dorian continúa presionando la profunda herida, de siete
centímetros de largo, en su muñeca.

—Tienes que sanarla, nena —me dice tristemente—. Si no lo haces pronto,


morirá.

—Pero no sé cómo —lloro, sacudiendo mi cabeza. Volteo a Dorian, quien


luce igual de serio—. Por favor, ayúdala. Lo has hecho antes; quizás podrías hacerlo
de nuevo.

—Desearía poder, cariño. Pero te sané por fuerza de amor y la agonía de mi


propio corazón rompiéndose. No podría regresar a ese sitio en mi interior, a menos
que se tratara de ti. E incluso entonces, probablemente no sería capaz de hacerlo,
viendo cómo fallé antes. Lo siento tanto.

—Pero tú puedes, Gabs —insta Niko—. Igual que como lo hablamos antes.
Tienes que educar tu poder; tienes que cortejarlo. No puedes hacerlo por miedo.
Canaliza todos tus sentimientos por ella. Piensa en todo lo que han atravesado juntas
y la gran amiga que ha sido contigo. Enfócate en las ocasiones en que rieron juntas,
lloraron juntas. Cómo siempre sabía que decir para hacerte sonreír, incluso cuando
no querías. Incluso cuando el mundo era tan oscuro y lúgubre que no podías
soportarlo.

Niko toca mi rostro, borrando una lágrima. Levanto la mirada, para encontrar
los suyos llenos de emoción.

—Sálvala con amor, Gabs. Si algo puede traerla de regreso, es el amor.

Aunque estoy confundida por su sentido franco, creo cada palabra que dice.
Puedo sentir su verdad revolverse profundo dentro de mí, calentando mi corazón que
late rápido, hasta que el calor irradia por mis brazos a mis dedos. Toco mis ojos, que
de alguna forma se siente increíblemente fríos, congelando la tristeza húmeda que
bajaba por mis mejillas solo segundos antes. ¿Qué está pasándome? La pregunta está
en mi cabeza y, aun así, mi cuerpo se mueve por instinto, como si ya no fuera mío.
Como si hubiera cedido todo el control a la magia atravesando mis venas. Como si
me hubiera convertido en ella.

—Mírame, Morgan —digo, mi voz ya no tan mía. Sus ojos se abren


instantáneamente y me echan un vistazo como si hubiera encendido algunos
interruptores ocultos. Una mano acuna su rostro, así nuestras miradas están
alineadas, mientras la otra se cierne sobre la herida en su muñeca, rodeada en una
neblina caoba.

Y entonces, lo siento.

Mi mente toca la suya. Mis pensamientos, mis emociones, empujo todo a mi


mejor amiga, obligando a mi poder para sanarla. A mi magia, para que selle la herida
en su muñeca derecha y purgue las drogas de su sistema.

Puedo hacer esto; puedo ser lo suficientemente fuerte por ambas. Morgan
siempre ha sido lo que yo deseaba poder ser: valiente, glamorosa e indudablemente
segura. No puedo perderla. No puedo dejarla ir cuando la necesito con tanta
desesperación. Quizás incluso ahora, más que nunca.

—Está ocurriendo. —Oigo decir a Niko, pero no puedo verlo yo misma. No


puedo perder la conexión.

—Nunca antes lo vi pasar. No noté lo… increíble… que sería —jadea


Alexander, con asombro.

—Ella es increíble —dice Dorian. Siento una mano confortante en mi


hombro—. Fuerte. Y continuará volviéndose fuerte. Su magia será la más magnífica
que este mundo haya visto.

Morgan se retuerce en mis brazos, mientras la lleno con mi ser. Mi esencia


toca su carne dañada, juntándola y sellándola con piel nueva. Las toxinas de las
píldoras que tragó se filtran por sus poros y se disipan en vapores que huelen mal.

Cuando la última gota es expulsada de su cuerpo, dejo que mis ojos cansados
se cierren, rompiendo el vínculo. Morgan cae en un sueño pacífico, hundiéndose en
mis brazos con agotamiento.

—Hay que limpiarla y moverla —dice Dorian, deslizando sus brazos bajo su
espalda para alzarla—. No querrá despertar y ver esto.

Alexander sigue a Dorian fuera de la habitación, para ayudar. Tomo el brazo


de Niko antes de que él haga lo mismo.
—Gracias, Niko —digo débilmente, mientras una ola de agotamiento me
inunda—. ¿Cómo sabías? ¿Cómo sabías todas esas cosas en el hotel, y ahora? ¿Ya
habías hecho esto antes?

—No. —Sacude su cabeza—. Pero lo intenté. Y habría dado mi vida para


hacer que funcionara.

Sus ojos caen al suelo y escapa de la habitación cubierta de sangre, dejándome


con el aroma de muerte e incluso más preguntas sin respuesta.
Capítulo 6

D
espués de desechar la ropa de Morgan y cambiarla a un camisón
suelto, la dejamos descansar en el sofá mientras Niko y Alexander
recogen lo que puedan salvar de nuestras pertenencias. Dorian
insiste en llevarme a mi habitación para limpiarme, siguiéndome como una sombra.

—¿Qué? —pregunto, quitándome la ropa empapada de sangre. Su revoloteo


realmente está empezando a irritarme.

—¿Cómo te sientes?

Me encojo de hombros.

—Bien, supongo. Un poco cansada.

—Eso es normal. ¿Me necesitas?

¿Lo necesito? Al principio creo que quiere decir sexo o abrazos u otra forma de
consuelo humano, pero luego entiendo la connotación.

—No. —Sacudí la cabeza—. Estoy bien, de verdad. Además, tomé mucho de


ti antes.

Dorian muerde su delicioso labio inferior, su mirada azul bebé cae al suelo.

—¿Quieres… Nikolai?

Me detengo de la tarea de quitarme los jeans a medio tirón y frunzo el ceño.

—¿Qué?

—¿Prefieres respirarlo a él?

Pongo los ojos en blanco con exasperación.

—Dorian, ¿de qué estás hablando?

Da un paso hacia mí, pero no me mira a los ojos.

—Ustedes dos tienen una conexión. Es obvio. Parece sacar a relucir tus
habilidades, y te sientes a gusto con él. Quizás es a él a quien necesitas.
Estrecho mis ojos confundidos, insegura de lo que estoy escuchando. Dorian
Skotos es el hombre más seguro de sí mismo que conozco, humano o sobrenatural.
Está eones más allá de la fantasía más salvaje de cualquier mujer y más de lo que
jamás podría soñar merecer. ¿Cómo demonio podría estar inseguro de la relación
estrictamente platónica que tengo con su hermano menor?

Fue Dorian quien le ordenó a Niko que me cuidara cuando salió corriendo a
jugar a las casitas con Aurora. Él fue quien confió en que su hermano se quedaría
conmigo porque era un imbécil que no podía controlar sus malditas hormonas e hizo
un video sexual con dicha súper perra. Niko no ha sido más que confiable y
comprensivo. ¿Cómo podría Dorian dudar de él? ¿Cómo podría alguna vez dudar de
mí?

Resoplo mi agravación mientras me quito los jeans y camino hacia él, todavía
usando mi ropa interior manchada de sangre.

—No hay nada entre tu hermano y yo, Dorian. Dijiste que confiabas en mí.

Sus ojos azules como el cristal se encuentran con los míos.

—Lo hago.

—Y confías en tu hermano, ¿verdad? Ya que obviamente confiaste en él con


mi vida.

Dorian asiente, y un mechón de cabello negro cae sobre su frente. En


circunstancias normales, lo peinaría hacia atrás, solo para sentir los mechones suaves
y sedosos entre mis dedos, pero su sospecha me hace sentir menos cálida y
confundida.

—¿De dónde viene esto, Dorian? ¿Tu comportamiento hacia mi padre, tu


mejor amigo, y esta duda que tienes con Niko? No lo entiendo.

Dorian apoya sus manos sobre mis hombros, tocando los tirantes del
sujetador ensangrentados. Los desliza lentamente hacia abajo antes de acariciar las
muescas que quedan en mi piel. Siento que el broche de mi espalda se deshace, un
gancho a la vez, sin que sus dedos lo toquen en absoluto. Cuando estoy
completamente desnuda de la parte superior, mis senos pesados y expuestos, él
muestra una sonrisa torcida.

—No puedo evitar ser posesivo de lo que tengo. Mírate, ¿tienes idea de lo que
me haces? ¿Qué tan loco y fuera de control me haces sentir? ¿Cómo cuento los
minutos… segundos… hasta que pueda tocarte de nuevo? Sentir tu piel contra la mía,
quemándome. ¿Marcarme con un deseo implacable?

Con un brillo perverso en sus ojos, palmea mis senos, pasando las yemas de
sus pulgares sobre mis pezones que rápidamente se endurecen. Sé exactamente lo
que está haciendo, distrayéndome. No solo haciéndome liberar mi irritación, sino
obligándome a olvidar por qué incluso estaba molesta en primer lugar.

Estoy arqueándome en su toque, mi cuerpo rogando por su distracción para


borrar todo lo malo que ha sucedido en la última hora, cuando alguien toca la puerta
de mi habitación. Antes de que ninguno de los dos podamos responder, Niko asoma
la cabeza y me mira casi completamente desnuda, con los senos hinchados en las
manos de su hermano.

—Oh, mierda, lo siento, no me di cuenta… —tartamudea, tratando de mirar


hacia otro lado, pero fracasa.

—¿Qué deseas? —dice Dorian con los dientes y la mandíbula apretada.


Maniobra su cuerpo para bloquear el mío, pero estoy segura de que Niko ya obtuvo
más de una mirada. No sería la primera vez. Ya me había desnudado cuando estaba
demasiado angustiada para hacerlo yo misma después de descubrir un video casero
muy explícito protagonizado por Dorian y Aurora. Si él estuviera realmente
interesado en mi cuerpo, probablemente ya podría haberlo tenido. Me pudo haber
tenido. Considerando mi estado mental esa noche, habría hecho cualquier cosa para
adormecer el dolor. Triste pero cierto.

Niko se mueve incómodo hacia la puerta, luchando con el impulso de dejar


que sus ojos azules y cristalinos encuentren mi piel desnuda.

—Pensé que querrías saber… Morgan se está moviendo. Querrá verte cuando
se despierte.

—Gracias, Niko —respondo, mirando a un Dorian con cara de piedra—.


Saldremos en un minuto.

Todavía estoy demasiado aturdida para responder. E incluso si pudiera, mis


palabras serían como gasolina en una llama ya encendida.

—Entiende esto —me dice Dorian tan pronto como escuchamos el clic de la
puerta de mi habitación cerrarse—. Soy un hombre paciente y racional, Gabriella.
Pero hay cosas que pueden, y me provocarán a hacerme actuar irracionalmente. Tú
eres uno de ellos. ¿Ha quedado claro?

Luego se fue en una bruma de humo gris, dejándome sin palabras y atónita.
Me sacudo su actitud fría y me subo a la ducha para lavar rápidamente los restos de
la sangre descascarada y seca de Morgan. No tengo tiempo para lidiar con los
cambios de humor de Dorian. No puedo considerar su fragilidad en este momento,
no cuando tengo que pensar en los que son realmente frágiles. Los que se cortan las
muñecas desde la palma de la mano hasta el antebrazo, solo para desangrar todo el
miedo y el dolor.
Salgo de la habitación y encuentro a Niko y Alexander flotando en silencio
sobre el cuerpo de Morgan. Dorian no está en el área inmediata, y una parte de mí
piensa que es lo mejor. Puede que tenga que apoyarme en alguien que no sea él para
obtener fuerza, tanto mental como físicamente, y no quiero que provoque aún más
fricción entre nosotros.

Ugh. Feliz jodido cumpleaños para mí.

—¿Dónde está Dorian? —pregunta Alexander, un pequeño ceño fruncido en


su frente.

—No lo sé. —Me encojo de hombros, sentada en el espacio junto a Morgan


en el sofá—. ¿Cómo está?

—Sus signos vitales son constantes —responde, tocando su muñeca con los
dedos. Me mira y me da lo que estoy segura de que considera una sonrisa paternal y
alentadora—. Ella estará bien. Fuiste increíble, Gabriella. Le salvaste la vida. Estoy
muy orgulloso de ti. Tu madre también lo habría estado.

Me encojo de hombros, mis mejillas calientes.

—Gracias. Y gracias por estar aquí… por ayudar con mi amiga.

Alexander asiente antes de poner una mano tímida sobre la mía. Al principio
se estremece, todavía no está acostumbrado a sentir mi piel, pero no se aleja. Él está
aquí por mí. Mi padre ha luchado por sobrevivir… por mí.

—Eres muy valiente. Como Natalia. Veo tanto de ella en ti que duele. Pero
un buen dolor. El tipo de dolor que me hace sentir agradecido de estar vivo.

Un latido pasa cuando solo me mira, su hermoso rostro lleno de nostalgia,


antes de que Morgan comience a despertarse. Miro hacia atrás a Alexander y Niko,
disculpándome en mi sonrisa apretada.

—¿Les importaría darnos algo de privacidad? No quiero asustarla.

Como era de esperar, ambos sacuden la cabeza. Pero Niko habla primero.

—Diablos no. Maldita sea, no, niña.

—¿Por qué no? Ella no me hará daño.

—No tienes idea de lo que es capaz. No te dejaré sola con ella.

Se cruza de brazos frente a su pecho, dándome su mejor cara de “me refiero


a los negocios”. Sin embargo, todo en lo que puedo concentrarme es en la forma en
que sus mangas parecen abrazar sus bíceps cincelados. Algo tira y se aprieta dentro
de mí cuando el recuerdo del cuerpo de Niko envuelto alrededor del mío aparece de
manera protectora en el primer plano de mi mente. Un momento tan dulce podría
fácilmente volverse tan sexy con solo deslizar una mano o rozar un muslo…

¿Qué demonios es lo que me pasa? No debería estar albergando pensamientos así


en este momento. No debería estar albergando pensamientos como ese nunca.

Sacudo la cabeza, obligando a que el recuerdo regrese al rincón prohibido de


mi mente, y los llamo a ambos con ojos suplicantes.

—Por favor. Ella es mi amiga y necesito que se sienta segura. Ella ha pasado
por el infierno. No quiero confundirla aún más, ¿de acuerdo?

Alexander mira a Niko, que todavía tiene un ceño terco.

—Nikolai, dale lo que ella desea. Es una chica inteligente. Si cree que esto es
lo mejor, deberíamos respetar sus deseos.

Un largo momento pasa entre nosotros antes de que Niko suelte un suspiro.

—Bien. Estaremos en la cocina. Pero si pasa algo, si ella incluso respira mal,
voy a venir.

Asiento.

—De acuerdo.

Los dos caminan hacia la cocina, desapareciendo de la vista, mientras veo que
los párpados de Morgan comienzan a agitarse. Se abren lentamente antes de
enfocarse en mi cara. Cuando ella no grita con horror, finalmente me permito sentir
alivio. Ella está de vuelta. Mi amiga ha vuelto a mí.

—Hola, dormilona.

—¿Gabs? ¿Qué… qué pasó? —Se apresura a sentarse, agarrándose la muñeca.


Cuando su mano sale completamente limpia, desprovista de sangre, sus ojos se abren
por la sorpresa y su boca se afloja—. ¿Qué me pasó, Gabs? ¿Cómo fue esto… cómo
puede ser esto?

—¿Cómo te sientes? —pregunto con voz tranquila, como si no estuviera


temblando delante de mí, confundida y asustada.

—No lo sé. No sé qué pasó. Y tú… ¿cómo… qué te hiciste? —tartamudea


Morgan. Alcanza una mano temblorosa hacia mí, pero la deja caer antes de que su
dedo toque mi cara—. Tus ojos… ¿qué pasó con tus ojos?

Mierda. Ni siquiera pensé en hacer algo con mi apariencia. Difícilmente hay


una explicación fácil para generar espontáneamente un ojo azul y uno dorado.

—Te explicaré más tarde —miento, sabiendo que nunca podré compartir mi
verdadera identidad con ella. Sé que tendré que reclutar a uno de los muchachos para
que me ayude a cubrirme el trasero—. En este momento, quiero hablar sobre lo que
pasó anoche.

Tan pronto como las palabras salen de mi boca, los ojos de Morgan se vuelven
vidriosos y sacude la cabeza. Puedo ver que cualquier terror que se encuentre justo
debajo de la superficie está listo para manifestarse en cualquier momento.

—Anoche, había estado tratando de llamarte, pero no contestabas. Estaba a


punto de acostarme alrededor de la medianoche, cuando pensé que te había visto en
el pasillo. Llamé, pero no hubo una respuesta. Así que fui a preguntarte dónde
demonios habías estado cuando…

Morgan aspira una fuerte bocanada de aire, sus labios tiemblan de miedo. No
quiero presionarla, pero necesito saber qué pasó.

—Adelante, Morgan. Está bien.

Ella niega con la cabeza otra vez, con los ojos cerrados, tratando de borrar el
recuerdo.

—No eras tú, Gabs. No eras tú.

—¿Quién era?

—No lo sé. —Cuando Morgan abre sus profundos ojos marrones, una
solitaria lágrima rueda por su mejilla—. Pero no estaba vivo. Ninguno de ellos lo
estaba. Podría… ver… lo que los mató. Cómo murieron.

¿Ellos? Santo cielo.

Miro a través de la habitación a Niko, luego a Alexander, buscando una


explicación lógica. Ambos comparten la misma mirada de desconcierto, rivalizando
con mi propio temor de ojos abiertos.

—Morgan, ¿estás diciendo que fuiste perseguida por… fantasmas?

—¡Sé lo que vi! —llora, más lágrimas humedecen sus mejillas. Tiembla como
si la hubieran sumergido en un baño de hielo, pero su frente comienza a gotear de
sudor—. ¡Lo juro! ¡No estoy loca! ¡No estoy loca!

—Lo sé, cariño —arrullo, tratando de calmarla—. Sé que no estás loca.

—¿Entonces me crees? —pregunta, histeria en su mirada—. Me crees,


¿verdad, Gabs? ¡No inventaría esta mierda! ¡No… haría eso… a mí misma si tuviera
otra opción!

—Sé que no lo harías. Pero tengo que preguntar… ¿por qué lo hiciste? ¿Por
qué no tuviste elección?

Lucha por tragarse el terror como si la estuviera asfixiando.


—Me seguían hablando… me decían que lo hiciera. Tenía que hacerlo. No
saldrían de mi cabeza, Gabs. ¡No me dejarían en paz!

En un ataque de inconmensurable horror y locura, Morgan comienza a


apretar su cabello, tirando de él como si extrajera los recuerdos de su cráneo. Le
ruego que se detenga, pero no quiero perder el control. No puedo dejar que me vea
todavía. No cuando ella está en un estado tan frágil.

—¡Basta, Morgan! ¡Detente antes de hacerte daño!

Con un sollozo roto, golpea sus puños contra sus sienes una y otra vez,
sacudiendo la cabeza.

—No puedo, Gabs —llora—. No puedo pasar por eso otra vez. ¡Por favor no
me hagas hacerlo!

Se golpea aún más fuerte, y tan suavemente como puedo, le quito los puños
de la cara.

—Estoy aquí, Morgan. No dejaré que te lastimen más.

Justo cuando comienza a calmarse bajo mi toque, su ritmo cardíaco se


ralentiza, su respiración se estabiliza, Dorian entra por la puerta principal, abriendo
de par en par el infierno de la mente de Morgan y desatando sus demonios.

—Dios mío, Gabs. Esta aquí. ¡Dios mío, no! —Morgan me quita las manos y
se encoge en el rincón más alejado del sofá, cubriéndose la boca con manos
temblorosas.

—¿Qué hay aquí, Morgan? —Miro de ella a Dorian, que con cautela se dirige
hacia nosotros. Niko y Alexander están justo detrás de él.

—No te des la vuelta, Gabs —susurra frenéticamente, con los ojos abiertos y
aterrorizados fijos en los hombres que están a solo unos pasos de distancia—. Dijeron
que esto sucedería. Dijeron que vendría.

—Morgan, cálmate. Es solo Dorian. Lo conoces. Y su hermano, Niko, ¿lo


recuerdas? Y ellos…

—¡No, Gabs! ¡No! —Se mueve rápidamente a mi lado, agarrando mis brazos
con tanta fuerza que sus uñas rompen la piel—. ¡Debería haber escuchado! ¡Me
dijeron que vendría por mí! ¡Ellos me dijeron!

Agarro los hombros de Morgan, obligándola a mirarme.

—¿Qué vendría, Morgan? ¿Qué viene por ti?

Es como si ella estuviera mirando a través de mí. Mi mejor amiga, mi


hermana, está justo aquí delante de mí, rompiéndose en mis manos. La chica que
conocía y amaba se está desmoronando, y no hay nada que pueda hacer para
detenerlo.

Con los labios secos temblando, susurra la palabra que ha llenado mis
pesadillas durante el año pasado.

—Oscuridad.

Me vuelvo hacia los tres Brujos que están detrás de mí, cada uno con caras
variadas de conmoción y rabia.

—¿Qué debo hacer?

Alexander abre la boca para responder, pero la cierra rápidamente, dejando


que la solución dolorosa muera en su lengua. Niko se mueve a su lado, con la
mandíbula apretada por la irritación. Literalmente puedo sentirlo irradiando ira.

—Mierda, puede vernos —murmura con furia. Luego, antes de que sepa lo
que está haciendo, se lanza frente a nosotros y le pasa una mano por la frente,
dejándola inconsciente.

—¿Qué demonios hiciste? —grité, acunando su cuerpo caído.

—Ella está bien. Simplemente la noqueé para que tengamos la oportunidad


de desviarnos. No la necesitamos gritando y llorando como una loca. —Sacude la
cabeza con frustración—. Tienes que saber que ella es una amenaza para todos
nosotros ahora. Nos ha visto. Tendrá que ser tratada… permanentemente.

—¿Qué?

Intenta mirarme a los ojos, pero rechazo su mirada.

—Tu amiga es una responsabilidad. Sé que es difícil de entender para ti, pero
si no actuamos ahora, ella podría…

—¡No! ¡No la lastimarás! —lloro, sacudiendo mi cabeza—. ¿No puedes


simplemente hechizarla para que olvide o algo así?

—Te lo dije antes, Gabs: la magia que fluye por sus venas no es natural. Y
ahora que su vista parece estar amplificada, puede ser peligrosa para nuestra especie.
No hay garantía de que un hechizo dure. No podemos arriesgarnos, sobre todo no
ahora.

Lágrimas enojadas llenan mis ojos, pero las aparto, negándome a aceptar la
cruda verdad que él dice. Podría salvar a Morgan; podría obligarlos a salvar su vida.
¿Pero entonces, qué? ¿Cómo voy a explicar lo que le está pasando cuando no lo
entiendo yo misma? ¿Cómo me explicaré? E incluso si logro entenderlo todo, ¿me
creerá? ¿Y juraría mantener mi secreto?
—Puedo hacerle entender —le digo sin pensarlo dos veces. Miro a Dorian,
rogándole que entienda. Si alguien es capaz de misericordia y empatía, es él—.
Morgan es mi amiga; me ama. Nunca haría nada para lastimarme.

—Está prohibido —interrumpe Alexander, sacudiendo la cabeza—. Los


humanos no pueden saber de nuestra existencia. Lo siento, niña. Tu amiga podría
ser perjudicial para todos nosotros. Para ti, especialmente.

Estrecho mi mirada hacia él.

—Entonces, ¿me estás diciendo que ningún otro humano ha sabido sobre la
Luz y los Oscuros? ¿Donna? ¿Chris? —Miro a Niko, que siempre me había mostrado
aceptación y compasión—. Me dijiste que una vez amaste a un humano. ¿Vas a decir
que ella no sabía lo que eres?

El dolor y el anhelo se apoderan de él, pero no dice una palabra. Solo me


mira, sin pestañear, reviviendo la agonía de su amor perdido. Me odio por hacerle
eso, pero en este punto, estoy desesperada.

—Ella no dirá nada. E incluso si lo hiciera, ¿a quién se lo diría? ¿Cómo podría


explicarlo?

—No lo sabes con seguridad, Gabriella. Ella nos ha visto, y alguien puede
encontrar la verdad en sus palabras. Podemos desviarnos, pero el daño ya está hecho.
Y su mente puede estar más allá del razonamiento en este momento —responde
Dorian, colocando una mano reconfortante en mi hombro. Lo siento, siento su
consuelo infiltrándose en mí, pero no es suficiente para disuadirme.

—Por favor, Dorian —le suplico, mirando a Morgan, durmiendo


tranquilamente en mis brazos—. Ella nos necesita como yo te necesitaba a ti cuando
descubrí lo que eras. ¿Recuerdas cómo me perdonaste? ¿Cómo estabas dispuesto a
sacrificarte por mí? ¿Por amor?

Miro a cada uno de ellos con ojos llorosos: Niko, Alexander y luego otra vez
a Dorian.

—Cada uno ha elegido salvar una vida a pesar de lo que eso significó para
ustedes. Tú salvaste la mía. Entonces sabes lo que significa ser verdaderamente
desinteresado. Y bueno. Y amable. Por favor… muéstrame eso ahora. Necesito que
todos ustedes sean eso para mí ahora.

Con un suspiro de resignación, Dorian asiente antes de inclinarse para


besarme suavemente el cabello, dejando que mi aroma llene sus pulmones. Luego se
apodera del cuerpo desplomado de Morgan y arrastra la punta de los dedos por su
frente. Ella se despierta sobresaltada, pero Dorian instantáneamente alinea su mirada
con la de ella antes de que el pánico se instale por completo.

—Escúchame, Morgan. Estás bien. Estás a salvo ahora.


Morgan intenta golpear contra él, resistiendo su influencia. Pero solo toma
unos segundos antes de que su mirada penetre en sus ojos inyectados en sangre,
empujando en el centro de su psique. Ella exhala y se hunde contra el cojín del sofá,
liberando su voluntad para él.

—Estás a salvo aquí, Morgan. Me conoces. Necesito que te calmes y nos


escuches. No estamos aquí para lastimarte. Pero si gritas o peleas, no tendremos otra
opción. ¿Lo entiendes?

—Sí —chilla, su voz ronca por los gritos.

—Bien, Morgan. —Dorian se vuelve hacia mí y coloca sus manos en las


mías—. Ella es toda tuya. Simplemente no presiones demasiado. Quieres que
absorba lo que dices, que no se doblegue a tu voluntad. Empuja demasiado fuerte y
podría causar daños permanentes.

Asiento y trato de tragarme la creciente aprensión.

—Sin presión.

Dorian me da una pequeña sonrisa alentadora, y estoy casi distraída por la


curva de sus labios.

—Lo harás genial. Estoy aquí contigo. Adelante, habla con ella. Ella
escuchará.

Reúno el coraje que me queda y me coloco directamente frente a Morgan,


asegurándome de que mi piel no rompa el contacto con la de ella. Pienso en ese día
en el centro comercial hace menos de un año, el día en que se encontró un cuerpo en
el vestuario de un centro comercial. Ese guardia de seguridad… la forma en que
instantáneamente pasó de enloquecer a estar tranquila y complaciente en el momento
en que toqué su piel, esa era yo. Yo lo hice. Entonces no lo entendí, y aunque sé que
es lo único que impide que Morgan salte del puente más cercano, realmente no lo
entiendo ahora.

—Morgan, sabes quién soy, ¿verdad? —pregunto nerviosamente, insegura de


cómo empezar.

—Sí. —Asiente lentamente. Su voz todavía es ronca, pero carece de histeria—


. Por supuesto que sí. Hemos sido mejores amigas durante años.

—Lo hemos sido. —Sonrío, aliviada de que todavía me ve como… bueno…


yo. Todavía puedo ser Gabs para ella. Solo tengo que hacerle ver eso—. Sabes que
fui adoptada, ¿verdad?

—Sí. Por Chris y Donna.


—Así es. —Me doy la vuelta y asiento a Alexander, señalándole que dé un
paso adelante. Él viene a pararse al otro lado de mí, y siento la mano de Dorian
tensarse en mi hombro. No puedo pensar en eso ahora. E incluso si pudiera, ese es
el problema de Dorian. No es mío.

—Morgan este… este es mi padre biológico, Alexander.

Alex inclina la cabeza, pero no hace ningún movimiento para acercarse.

—Hola, Morgan.

—De ninguna manera —jadea Morgan. Siento que la sangre en sus venas se
apresura más rápido y escucho que su ritmo cardíaco se dispara, sin embargo, no
lucha fuera de mi alcance. Todavía es receptiva.

—Sí, Morgan. Alexander es mi padre.

Sus ojos están muy abiertos y animados mientras observa al alto Adonis de
piel bronceada de frente a ella.

—Pero él es muy joven. Y hermoso. No quiere decir que un hombre hermoso


no puede ser tu padre, pero… él es… —Me mira y entrecierra los ojos, tratando de
comprender—. ¿Cómo? ¿Cómo es eso posible?

Una sensación de miedo y emoción me recorre mientras me preparo para


decirle a otra alma viva lo que he estado ocultando desde que todo esto se me ocurrió
hace un año. Hubo momentos en los que me sentí tan sola en esto porque
prácticamente no tenía con quien hablar. Y ahora… ahora tengo mi mejor amiga.

—Morgan, nosotros cuatro, Dorian, Alexander, Niko y yo no somos


exactamente humanos.

—¿Qué? —Su corazón tartamudea, y siento un ligero temblor en sus manos.


Dorian me da un apretón en el hombro y me dice que mi agarre está resbalando.
Cierro los ojos con Morgan y empujo mi influencia un poco más profundamente en
su mente. Solo lo suficiente para calmarla para que pueda digerir lo que estoy
diciendo.

—Somos diferentes. Especiales. Y tenemos ciertas habilidades. La


inmortalidad es una de ellas.

Ella admira a las hermosas criaturas que están frente a nosotros, dioses
modernos disfrazados con hilos oscuros de diseñador. En este momento, ve rasgos
tan impresionantes que podrían haber sido pintados por da Vinci, y cuerpos que
incluso Miguel Ángel no podría esculpir sin sonrojarse. Eso es lo que quieren que
ella vea. Eso es lo que habían esperado que ella, y todos los demás, solo vieran.
—Pero… sus caras… —Aprieta mis manos con tanta fuerza que sus nudillos
se ponen blancos. El terror regresa a su rostro, pero no lo rechazo. La dejé sentirlo.
La dejé poseer sus emociones. No son mías para manipular o robar—. Hace solo
unos minutos, eran monstruos. Los vi con mis propios ojos. No entiendo.

Sonrío, con la esperanza de aliviar su inquietud, pero ella no responde. Su


mirada sigue saltando de mí a los hombres que están detrás de mí, reflejando su
frustración.

—¿Eres como ellos? ¿Me estás diciendo que eres como ellos, Gabs? —
pregunta, acusación en su voz.

—Lo soy. —Asentí—. Pero diferente.

—Pero no eres un monstruo, ¿verdad? No te pareces a ellos. —Parpadea


rápidamente y frunce el ceño, como si estuviera tratando de ver quién soy realmente.
Como si esperara vislumbrar mi propia sombra de maldad.

Morgan intenta apartar sus manos, pero las aprieto con más presión,
negándome a dejarla escapar de mi agarre.

—No son monstruos, Morgan. Ellos te ayudaron. Ellos me ayudaron. Solo


tienes que confiar en mí en esto.

—¿Confiar en ti? ¿Cómo puedo confiar en ti, Gabs? ¡Me estás diciendo que ni
siquiera eres humana! ¿Qué eres, algún tipo de alienígena o vampiro o alguna mierda
como esa? ¿Brillas en el maldito sol? ¿Te conviertes en un perro callejero de gran
tamaño o algo así? Mierda, ¿estás viva?

Siento la mano de Niko en mi otro hombro.

—Gabs —advierte, instándome a despojarme de la creciente ansiedad de


Morgan. Me encojo de hombros, esperando… rezando… puedo comunicarme con
ella. Que en algún lugar debajo de todo su escepticismo, me ama lo suficiente como
para saber que puede confiar en mí de todo corazón. No quiero quitarle su libre
albedrío o manipular sus emociones, no le haré lo que me han hecho. Su aceptación
de mí debe ser orgánica.

—Escucha, Morgan. No es lo que piensas. Ellos… nosotros… no somos


extraterrestres ni vampiros ni nada de eso. —Me detengo para respirar, buscando
frenéticamente las palabras sin sonar completamente ridícula. Mi mirada se dirige a
Dorian, y silenciosamente le pido ayuda.

—Somos lo que tú y otros humanos considerarían Hechiceros —dice,


respondiendo a mi desesperada oración—. Pero eso es decir suavemente. Siglos atrás,
el creador de todas las cosas, la Deidad, nos creó para gobernar la noche. Nos llaman
Oscuros. En el mismo sentido, creo a los Hechiceros de Luz, gobernantes del día.
Juntos somos la forma más pura de magia. El poder original. Y Gabriella es a la vez
Luz y Oscura, lo que la convierte en la más poderosa de todas.

Los ojos marrones de Morgan se ensanchan tanto que tocan sus cejas. Me
mira como si quisiera creer las palabras de Dorian, pero no puede. Como si estuviera
tratando de ver la magia en mí, pero su lógica no la deja.

—De. Ninguna. Puta. Forma. ¿Una bruja, Gabs? ¿En serio? ¿Están ustedes
jodidamente drogados?

—No —respondo sacudiendo la cabeza—. Por mucho que desearía no


estarlo, estoy sobria como una piedra. Es verdad, Morgan. Lo descubrí hace un año,
el mismo día que conocí a Dorian, lo que realmente soy y lo que estaba destinado a
ser cuando cumpliera veintiún años. Hoy.

Ella sacude la cabeza frenéticamente, negándose a confiar en mis palabras.

—No te creo. No creo lo que me estás diciendo. No lo creeré. ¿Magia? ¡Eso es


jodidamente ridículo! No existe los Hechiceros… lo que sea que seas… ¡no existe!

En un movimiento rápido, volteo sobre sus manos para exponer sus muñecas.
La piel es un poco fría al tacto, fina como el papel y casi iridiscente, pero por lo demás
no está manchada.

—Mira, Morgan. ¿Que ves? Cuando te encontramos, te estabas muriendo.


¡Muriendo! ¿Cómo explicas esto? ¿Qué podría haber pasado para hacerte sanar tan
rápido?

Morgan mira sus brazos, estudiando la piel lisa que una vez estuvo abierta y
sangrando con una laceración hasta el hueso.

—No puedo creerlo. No puede ser.

—Sabes en tu corazón que lo que te digo es verdad, ¿no? ¿Recuerdas lo que


me dijiste sobre tu abuela? ¿Recuerdas que dijiste que ella vino a ti cuando estábamos
en Breckenridge? Te creí, Morgan. Sin duda, te creí. Necesito que hagas eso por mí
ahora. Y lo prometo, explicaré más cuando pueda. Pero por ahora, solo escucha lo
que te estoy diciendo. Todo lo que creías que era mito es real. El mundo que conoces
es mucho más complejo de lo que puedas imaginar. La magia es real. Y lo que sea que
te haya pasado anoche, lo que sea que te haya llevado a ese punto de desesperación,
te ha atado al mío, te guste o no.

En un acto de seguridad, o tal vez simplemente una estupidez absoluta, quito


mis manos de las de ella, dejando de lado la fe y esperando que ella, mi amiga y
hermana, realmente me escuche.
—No voy a ninguna parte, Morgan. Entonces puedes pelear conmigo, puedes
patear y gritar, pero hasta que descubramos lo que te sucedió, estás atrapada
conmigo. Con todos nosotros.

Los momentos de silencio se convierten en varios minutos mientras reflexiona


sobre mi vehemente declaración. Repitiendo todas las historias sobre su abuela y su
herencia que ella pensó que no tenían sentido. Recordando esa noche en nuestro viaje
de esquí que la hizo temblar y llorar cuando su abuela se le apareció, advirtiéndole
de la oscuridad que acechaba cerca. Ella lo supo entonces. Sabía que había cosas más
allá de nuestro mundo que la ciencia y la lógica no podían explicar. Cosas mucho
más complejas que nuestro pequeño e insípido reino de las compras y las discotecas.

Morgan lo sabe. Lo puedo ver en ella. Puedo sentirlo en ella. Me cree. Ahora
solo espero que crea en mí.

—Sabes que esto es increíblemente jodido, ¿verdad?

Me encojo de hombros y asiento.

—Lo sé.

Ella sacude la cabeza.

—Y sabes que solo un paciente mental creería esta historia. Que tienes que
estar absolutamente loca para hacer un balance de esta mierda.

—Lo sé.

Respira con resignación antes de mirarme, sus ojos desprovistos de cualquier


indicio de rabia o miedo.

—Bueno, entonces es bueno que esté jodidamente loca.


Capítulo 7

A
sí que déjame entender esto: Alexander es tu padre. Y el ex
compañero de Dorian en la Sombra, que es básicamente una
organización de asesinos. Asesinos que estaban cazando a tu madre
y viceversa.

Asiento a Morgan.

—Correcto.

—Y tu madre era una Hechicera de Luz, como una buena bruja, y enemiga
jurada de los Oscuros.

—Más o menos.

—Y de alguna manera eres los dos, ¿verdad? Luz y Oscuros. Lo que explica
la mierda del ojo extraño. Por cierto, tenemos que conseguirte algunos lentes de
contactos o algo, porque es genial, pero sobre todo espeluznante.

Me rio, sacudiendo mi cabeza. Deja que Morgan se haga cargo de una


situación como esta.

—Bien. Entonces, cuando atraparon a tus padres, ¿se suponía que Alex debía
ser ejecutado?

—Sí.

—Y Dorian también se salvó. En los términos en que él te mataría antes que


tú, um… ascen…

—Ascendido. Sí. Antes de mi ascensión en mi cumpleaños veintiuno.

—Pero no lo hizo. Se enamoró de ti. ¿Y desafió a su padre, que es como el rey


de los Oscuros que hace príncipes a Dorian y Niko?

—Correcto.

Los ojos de Morgan se abren de emoción.

—¡Mierda, Gabs! Entonces, si te casas con Dorian, ¿te conviertes en una


princesa o algo así? ¿O, demonios, una reina?
—No —digo, sacudiendo la cabeza antes de que la imaginación de Morgan
se escape de ella—. No es así. Dorian y yo… no vamos a… eso no va a suceder.

—Entonces eres lo suficientemente buena para seducir, pero no lo


suficientemente buena como para casarte —resopla Alexander con malicia en su
voz—. Imagínate.

—Ten mucho cuidado —advierte Dorian, sentado en el sofá a mi lado. Puedo


sentir la creciente ira irradiando de su cuerpo.

—Espera un minuto. Entonces, ¿cómo encaja Niko en todo esto? ¿También


era parte de la Sombra?

Morgan me mira a los ojos y me guiña un ojo, diciéndome que tiene la


situación bajo control. Déjale a ella saber exactamente cómo manejar a los hombres,
incluso los mortales e inmortales.

Alex se aclara la garganta y se vuelve hacia Morgan, su expresión se suaviza.

—No, no lo estaba. Pero él fue quien me trajo aquí.

—Pero Cyrus fue quien lo rescató antes de que pudiera ser ejecutado —agrega
Niko.

Morgan se vuelve hacia Niko, con las cejas arqueadas por la confusión.

—¿Cyrus?

—Nuestro primo. Y vampiro.

Ella sacude la cabeza y levanta las manos, como si acabara de agotar su


ingesta de mierda extraña durante el año.

—Oh diablos, no. No acabas de decir vampiro.

Niko salta a la historia de los Oscuros y la Luz, y cómo surgió la existencia


de los vampiros, así que aprovecho la oportunidad para disculparme en la cocina en
una búsqueda para arrojar algo comestible. ¿El veredicto? Sería un ama de casa de
mierda. Aparte del alcohol y la comida chatarra, no tenemos nada remotamente
nutritivo en la casa. Si no fuera por las cenas dominicales de Donna, viviría
únicamente con una dieta de cerveza y Cheetos. Ahora que eso es un pensamiento
atractivo.

Obviamente, las cosas no eran así cuando Dorian y yo estábamos juntos. Se


preocupaba por mí hasta el punto de adularme. Tengo que admitir que me hizo sentir
apreciada. Preciosa. Él quería que yo fuera delirantemente feliz y saludable. Y lo era.

Hasta que se fue.

Perderlo me devastó. Perderlo con Aurora me demolió por completo.


No podía ver los motivos de Dorian más allá de mi dolor. Y a pesar de que él
también había estado sufriendo, lo odié por hacerme eso. Por amarme solo para
dejarme. Hubiera preferido ser una dama soltera que haber sentido el golpe de su
abandono por un día más. Ser amada por Dorian es como tener el vino más dulce en
la lengua mientras descansa sobre un lecho de nubes. Pero cuando ese amor es
robado, no hay sabor. Sin sentimientos. Mi corazón y mi mente se habían
entumecido porque no podía soportar sentir una onza más de agonía.

—¿Pensativa?

Levanto la vista de las tazas de humeante café caliente y mis ojos profundizan
en un océano infinito de azul. Sonrío, la gratitud llena mi pecho hasta que siento que
puedo estallar de orgullo.

—Algo así.

Dorian toma la taza de café de mi mano y la deja sobre el mostrador antes de


acercar mi cuerpo al suyo.

—Pensamientos felices, espero.

—Tal vez —digo, imitando su vaguedad de antes.

Mi príncipe Oscuro me da esa media sonrisa malvada y una oleada de espinas


agradables corre por la superficie de mi piel. Cuando jadeo por la sorpresa, su sonrisa
se expande.

—Oh, Gabriella. ¿Cuándo vas a aprender? No deberías jugar con alguien que
no juega limpio.

—Cabrón. —Apreté a través del fuego encendido en mi vientre y el calor


chispeante entre mis muslos. Mierda. Este no es el momento para esto.

—¿Oh? —Otra oleada de sensaciones me atraviesa, empujando esa bola de


fuego más profundo… más abajo.

Abro la boca para replicar, pero Dorian toma mi barbilla y guía mi boca hacia
la de él, sofocando mi protesta. Luego, tan abruptamente como me besó, aparta sus
labios, pero mantiene su frente tocando la mía.

—Lo siento, pequeña —susurra.

—¿Por qué?

—Por estar… celoso. Los celos no son una emoción Oscura. No los
necesitamos. —Siento sus cejas arrugarse contra las mías.

—Tú no lo necesitas, Dorian. No tienes nada de qué estar celoso. Regresé por
ti. Nadie más que tú.
Intento retroceder para ver su rostro, pero me abraza contra él. No dice una
palabra, y yo tampoco. Solo la sensación de su cuerpo contra el mío es suficiente.

No es hasta que oímos que se aclara la garganta de alguien detrás de nosotros


que no recuerdo que no estamos solos.

—¿Crees que podría tomar uno de esos? —pregunta Niko, señalando a las
tazas de café que Dorian y yo tenemos como rehenes. Con una sonrisa tímida, salgo
de los brazos de Dorian y le doy una.

—¿Cómo está Morgan? —pregunto, con la esperanza de disipar cualquier


tensión creciente entre los hermanos.

—Ella está bien. Recuerda la mayoría de los detalles, por lo que es más fácil
juntarlos todos. Alex cree que podemos hechizarla para que al menos debilite su vista
lo suficiente como para proporcionarle un poco de paz.

Agarro una taza para mí y sirvo un poco de crema con sabor.

—¿Y crees que funcionará?

Niko se encoge de hombros.

—No será infalible, pero la mantendrá cuerda. No deberíamos tener un


problema mientras uno de nosotros esté cerca de ella.

—¿Entonces eso significa que te vas a quedar? —Siento que mis ojos se
iluminan con esperanza y emoción. No quiero que lo hagan, pero no puedo evitarlo.
Solo espero que Dorian no lo vea también. No me molestaré en levantar mi mirada
para averiguarlo, eso es absolutamente seguro.

Se encoge de hombros otra vez y mira su taza.

—Durante el tiempo que sea necesario para garantizar tu seguridad.

Me permití echar un vistazo a Dorian y, como sospechaba, su expresión es


tan fría y dura como la piedra. Su mirada se desliza sobre mí, calentando mi cuerpo
como lava lenta. Conozco esa mirada; vivo por esa mirada. Esa mirada me ha
despertado y destruido más veces de las que puedo contar.

No puedo responder al comentario de Niko. Demonios, ni siquiera puedo


recordarlo.
No hace falta decir que este cumpleaños pasará a la historia para siempre,
como el cumpleaños más memorable y exhaustivo.

Para el momento en que el sol se pone y todos están cómodos para la noche,
siento que podría desmayarme de fatiga. Pero cuando abro la puerta de mi
dormitorio, encuentro a Dorian de pie junto a mi ventana, mirando la noche,
instantáneamente cada célula en mi cuerpo vibra con una indescriptible carga sexual.
No voltea ni dice palabra alguna, porque no necesita hacerlo. Puede sentir mi
necesidad, igual que yo puedo sentir la suya.

Me quito pateando mis jeans y camiseta, y los dejo en medio de la habitación,


sabiendo que le molestará. Me rio por dentro ante mi inmadurez. El Dorian fanático
de la limpieza debe estar encogiéndose en este momento.

—Muy divertido —murmura desde la ventana. Da un sorbo del vaso de


líquido ámbar en su mano.

—Me alegra poder divertirlo, señor Skotos. —Doy un paso hacia mi armario
para tomar una camiseta para dormir, pero decido no hacerlo. En lugar de eso, doy
zancadas hacia Dorian, usando solo mi sujetador y bragas. Extiende el vaso para mí
y doy una probada al potente licor, dejando que su calidez se deslice por mi garganta.

—¿Divertido? No. ¿Excitado? Definitivamente. Pero ya sabes eso, ¿no?

Quita el vaso de mis manos y lo pone en la mesa de noche, antes de hacerme


girar para que mi culo se presione contra su entrepierna y su duro pecho se amolde a
mi espalda. Me recuesto en él y dejo que mis ojos se cierren, perfectamente cómoda
y segura en sus brazos. Tanto que ni siquiera puedo acallar el bostezo que escapa
cuando abro mi boca para responder.

—Estás exhausta. —Dorian envuelve sus brazos alrededor de mi figura


escasamente vestida y entierra sus labios en mi cabello—. Debí ser más cuidadoso
contigo.

—En serio, estoy bien. Mejor ahora que sé que todo estará bien. Niko y Alex
están alternando entre revisar a Morgan y vigilar el perímetro del complejo de
apartamentos.

—Aun así, debes dejar que te ayude. Apenas tienes un día de edad y aún
mucho que aprender. Podrías estar presionándote demasiado.

Volteo en sus brazos, presionando mis pechos contra su pecho.

—¿Apenas tengo un día? —pregunto, con una ceja cuestionadora.

—Para nosotros, apenas comienzas a vivir. La magia se vuelve tu fuerza vital;


sin ella, mueres. —Acaricia mi nariz con la suya y sus labios rozan mi boca, aunque
no me besa—. Diste mucho de ti el día de hoy. Ahora, es mi turno de darte mi ser.
Sin advertencia, estamos en la cama, hilillos de vapor carbón se arremolinan
alrededor de nuestros cuerpos. Estoy sobre mi espalda, con Dorian cerniéndose sobre
mí, observándome, esperando que su influencia sobrepase mi consciencia. Mientras
su cuerpo no toca el mío, su mente (su hermosa y jodida mente) comienza a infiltrarse
a cada parte de mí. Se desliza sobre la superficie de mi piel, tan suave y ligero, como
la pluma más sedosa. Pellizca mis pezones sensibles y acaricia mi vientre. Enciende
calor entre mis muslos, hasta que mis bragas están empapadas con deseo.

Lo siento por todas partes; provocando mis puntos de placer con sus toques
fantasmas. Se mueve más cerca, tanto que nuestros labios casi se encuentran, y aún
no me besa. Aún no me dejará saborear el dulce anhelo que, indudablemente, está
provocando en su lengua. Levanto mi cabeza para tomarlo de él, solo para encontrar
que estoy atada a la cama, completamente bajo su control.

Ya he pasado por esto. He estado bajo el hechizo de Dorian las veces


suficientes para saber cómo se desarrollará esto. Es un hombre de control dominante,
y hoy ha sido totalmente un caos. Está recuperándolo. Está recuperándome.

—Tócame —ruego, mi voz sin aliento, con agonía.

—No. —Sus ojos brillan con fuego ardiente con esa única palabra, mostrando
el tormento de su limitación.

—Por favor —gimo—. Necesito que me toques. Necesito sentirte.

—Me sientes ahora —dice con voz ronca.

—No. Eso no es suficiente.

—¿Oh? ¿No es suficiente? —La presión pincha mi núcleo y grito mientras la


sensación repta a través de mi sexo hinchado. No se mueve, pero lo siento allí:
tocando, lamiendo, incluso mordiendo. Suave y duro, caliente y húmedo, todo al
mismo tiempo—. Puedo sentirte palpitando, Gabriella. Duele, ¿no es cierto?

—Sí. —Mi voz es un chillido inentendible. Sí duele, pero aun así se siente, oh,
tan increíblemente bien. El dolor de Dorian es la forma más potente de placer.

—Siento la dureza de tus pezones; cómo duelen por ser lamidos y chupados.
¿Quieres que haga eso, Gabriella? ¿Quieres que cubra tus pezones con mi boca y pase
mi lengua por ellos? ¿Quieres que los apriete entre mis dientes antes de chuparlos,
cariño?

—Sí, Dorian —logro decir a través de un sollozo.

—Y cuando termine de jugar con tus pezones, ¿quieres que pase mi lengua y
baje… —otra sacudida de electricidad pincha en mi carne sensible—… más… y
más… hasta que encuentre ese sitio suave y dulce que te duele tanto? ¿Quiere que lo
bese y te haga sentir mejor?
Trato de asentir en medio de la neblina de lujuria y agonía, pero no puedo
moverme. Solo puedo sentirlo adueñarse de mi cuerpo en la forma más deliciosa.

—¡Dilo! Di que quieres que te chupe, te lama, te saboree hasta que te vengas
sobre mi lengua. Y quizás, pequeña, solo quizás, te permita hacerlo.

Abro mi boca para gritar o llorar, solo para encontrarme que, ahora, él está
limitando mi voz. Este hijo de puta enfermo y sexy solo quiere torturarme.

Como si oyera mis pensamientos, Dorian me deja con una sonrisa sádica
antes de irse en una nube de humo gris. El pánico comienza a invadirme hasta que
siento la cama ceder junto a mí, y la esencia de Dorian me inunda una vez más.

—Mi dulce, dulce Gabriella —arrulla, pasando sus dedos a través de mi


cabello—. Viendo que es tu cumpleaños, probablemente no debería torturarte
demasiado. Pero eres tan abierta conmigo, que simplemente no puedo evitarlo.
Puedes hablar ahora.

Abro mi boca, para encontrar que el uso de mis cuerdas vocales ha sido
restaurado.

—Estás enfermo. Eres un bastardo enfermo y retorcido —arrojo, jadeando


con necesidad inmensurable.

—Ah. Un bastardo enfermo y retorcido que quieres dentro de ti, asumo. —


Aparece en mi línea de visión, usando esa sonrisa conocedora y diabólica.

Quiero abofetearlo y besarlo, al mismo tiempo.

—Sí. —No tiene caso mentir. Incluso si no pudiera sentir mis emociones,
claramente puede ver lo empapadas que están mis bragas.

—¿Eso te haría feliz, Gabriella? ¿Que esté dentro de ti? ¿Llenándote?


¿Follándote? —Se inclina más abajo, tan cerca que puedo sentir su frío aliento soplar
por mi rostro y saborear la lujuria en su lengua—. ¿Que te arruine plenamente que la
simple mención de mi nombre te haga gemir en un ataque de pasión?

—Sí. Así es. —Lágrimas frustradas corren por mi rostro—. Eso me haría feliz.
Por favor, no me dejes así.

Finalmente, me toca, pasando un dedo solitario desde mi clavícula al hueco


entre mis senos.

—Oh, pequeña. Nunca te dejaría. Especialmente así.

Con una hábil sacudida de un dedo, mis bragas y sujetador son arrancados de
mi cuerpo. Entonces, al siguiente segundo, él está de pie a los pies de la cama, con
sus palmas extendidas sobre mi cuerpo mientras flamas de un azul brillante lamen
sus muñecas.
—Mírame —ordena, y no dudo al encontrar su mirada, ardiente con pasión
fogosa. No tiene camisa, y la vista de suaves ondas sobre la piel bronceada hace agua
mi boca.

Solo toma ese segundo, ese único momento en que nuestras miradas se
encuentran, antes de que mis piernas estén temblando incontrolablemente y yo gima
el nombre de Dorian. Es tan fuerte, tan increíblemente fuerte, que siento que podría
matarme. Pero él no se detendrá. Sus manos continúan cerniéndose sobre mi cuerpo
que se retuerce, persuadiendo a mi clímax como un encantador de serpientes.
Trayéndolo de lo profundo de mí, en ondas tan intensas que mi cuerpo se eleva de la
cama, y estoy suspendida solo con el poder del placer.

—Dorian —jadeo—. Por favor. Ahora, por favor.

Solo tengo unos segundos para recuperar el aliento cuando Dorian se quita
los pantalones antes de que mis muslos estén en sus manos y me está abriendo,
revelando la humedad que ya empapa las sábanas. Luego está empujando dentro de
mí, sin siquiera detenerse para dejar que mi cuerpo se ajuste al tamaño de su
intrusión. Sus embestidas son tan profundas y urgentes que juro que está intentando
enterrarse dentro de mí para desaparecer para siempre. Y desde este ángulo, con mi
cuerpo aún levitando a centímetros de la cama, él puede sentir todo de mí, igual que
yo puedo sentir todo de él, destruyendo lo que queda de mi control desde adentro
hacia afuera.

Al darme cuenta de que mis brazos ya no están atados, envuelvo uno sobre
sus hombros para apretarle el cabello, bajando la cabeza para saborear sus labios.
Quería negarme su beso, quería mantenerme al borde del precipicio de la locura, pero
se inclina a mi voluntad, fusionando su boca con la mía.

Con su hábil lengua todavía moviéndose con la mía, gruñe, enterrándose


imposiblemente más profundo dentro de mí. Ni siquiera me doy cuenta de que me
ha levantado sobre su regazo hasta que mis pezones hinchados rozan su pecho
desnudo, rogando que me toquen. Una de sus manos agarra mi cintura mientras
manipula mi cuerpo hacia arriba y hacia abajo para encontrar sus golpes hacia arriba.
La otra guía mi brote como guijarro hasta su boca, y comienza a chupar, lamer y
morder, tal como dijo que lo haría.

Oh Dios… esto. Solo… esto. Ni siquiera puedo comenzar a ponerlo en


palabras. La sensación de él enterrado hasta la empuñadura, su lengua acariciando
mis pezones, la fricción de mi clítoris hipersensible frotando contra su hueso
púbico… esto me matará seguro. Siento que me estoy rompiendo, disolviéndome en
él… en él. Compartiendo cada respiración, gemidos y suspiros como una entidad
jadeante y temblorosa.

—¿Lo sientes? —Dorian aprieta entre empujes—. ¿Sientes lo que me haces?


Cierro los ojos y me concentro en sus palabras y en las ondas de placer que
me recorren.

—Sí.

Él gruñe, y siento los dientes hundirse en la piel de mi cuello. No lo


suficientemente fuerte como para romper la piel, pero lo suficiente como para
decirme que está cerca. Está tratando de aguantar un poco más, tratando de
mantenerse en esta ola de éxtasis indescriptible, pero es demasiado bueno para
retroceder ahora. Necesita más: más duro, más rápido, más profundo.

Puedo sentirlo hinchándose dentro de mí, palpitando con su inminente


liberación. Su crecimiento presiona contra ese lugar escondido dentro de mis paredes.
Ese lugar que instantáneamente me hace gritar cada vez que la punta hinchada de él
lo golpea con una presión perfecta, tal como lo está haciendo ahora.

Dorian me abraza con fuerza y entierra su rostro en la curva de mi cuello


mientras nos separamos. Su cuerpo tan rígido, el mío tan flexible como la gelatina,
nos quejamos y gemimos hasta que nuestras voces se vuelven roncas por el
agotamiento. Luego, muy gentilmente, acuesta mi cuerpo sobre la cama, coloca mi
cabeza sobre la almohada y cubre nuestros cuerpos desnudos, humedecidos por el
sudor, con las sábanas desaliñadas.

—Ahora ya sabes —susurra en la coronilla de mi cabeza—. Ahora sabes lo


que me haces. Y por qué mataría a cualquiera que intentara quitarme ese sentimiento
de nuevo. Antes de anoche, antes de que volvieras a mí después de tu ascensión, me
sentí como un hombre moribundo. Durante meses, mientras estábamos separados,
añoraba la muerte. Hubiera sido mucho más amable que vivir sin ti.

Dorian inclina suavemente mi rostro para poder ver la convicción en esos ojos
ardientes.

—Sé lo que es el verdadero sufrimiento, Gabriella. Y ningún grado de agonía


podría superar lo que se siente no tenerte a mi lado.

La mayoría de los jóvenes normales de veintiún años se alejarían de


declaraciones tan profundas de amor, pero las palabras de Dorian me acercan más.
Toco mis labios con los suyos, dejándolo probar la verdad en mi beso.

—Lo sé. Lo sé porque también lo sentí. Y todavía me siento así por ti, Dorian.
Siempre lo he hecho y siempre lo haré, hasta el final de los tiempos. Hasta que
perezcamos en polvo, ya sea una semana o una eternidad a partir de ahora.

Él sonríe antes de besarme nuevamente, su mano acunando mi cabeza


suavemente. Tal contraste de la ferocidad que me mostró hace unos momentos. Lo
amo así. También lo amo duro y exigente, pero el lado más suave de Dorian, el lado
vulnerable que nadie más puede ver, es lo que me abrió el corazón. Fue su tristeza
secreta lo que me hizo regresar a la suite del hotel noche tras noche. El sexo, por
supuesto, es extraordinario, pero saber que había tanta melancolía justo debajo de
ese exterior acerado me hizo sentir por él.

—Tu cumpleaños está por terminar, y ni siquiera tuve la oportunidad de darte


tu regalo de cumpleaños. —Levanta la palma de la mano y flexiona los dedos como
si estuviera sosteniendo una esfera invisible, y efectivamente, una pequeña caja de
terciopelo con una tapa abovedada aparece en su mano—. Cuando devolviste el
collar que te di, dejaste en claro que no tenías ganas de volver a usarlo. Quería
respetar tus deseos, así que no te pediré que lo hagas.

Toco mis dedos con su mejilla.

—Dorian, estaba herida y molesta entonces. Por supuesto que lo quiero…

—No, Gabriella. Ese collar simbolizaba lo que eras entonces. —Abre la caja
negra, y estoy momentáneamente cegada por más diamantes de los que puedo
contar—. Este anillo simboliza lo que eres ahora, lo que siempre has sido y lo que
siempre soñé que fueras para mí.

No puedo hablar.

Ni siquiera puedo pensar.

¿Es esto…? Dios mío, ¿esto realmente está sucediendo?

¿Dorian Skotos me está pidiendo que…?

—Esto no es exactamente lo que piensas que es —dice, sacando el anillo de


la caja y rompiendo con éxito mis sueños en escombros—. Como te dije, el
matrimonio significa algo muy diferente para mi especie, y tú no eres como nosotros.
Nunca te sometería a tanta crueldad. Pero entiendo tu necesidad de una ficha. Así
que aquí está el mío: Gabriella, eres todo para mí. Eres mi “para siempre”. Y este
anillo simboliza la eternidad que quiero pasar contigo. Y si me hicieras el honor de
usarlo, prometo amarte y protegerte hasta el final de los tiempos. Hasta que los dos
perezcamos en polvo y volemos al viento.

Dorian toma mi mano izquierda y desliza el anillo brillante sobre mi dedo, el


dedo reservado para mi futuro esposo. Entonces, aunque su promesa es no casarse
conmigo y someterme a una vida de oscuridad, está dejando en claro que nadie más
tendrá esa oportunidad tampoco.

No sé si sentirme halagada por su posesividad o enojarme por su egoísmo.


Pero en el momento en que miro mi mano y veo pruebas materiales del amor de
Dorian por mí, toda duda se disipa de mi mente.

—Vaya. —Es todo lo que puedo decir. Es mi collar, pero mejorado. Realmente
mejorado. Los diamantes negros contienen un deslumbrante diamante blanco tallado
en cojín tan increíblemente grande y brillante que no puedo mirarlo directamente. La
banda es probablemente platino, ya que cualquier cosa menos sería muy poco
Dorian, e incluso eso está rodeado con más diamantes brillantes.

Es bonito. Y extravagante. Y sé que incluso para él, era ridículamente caro.

—Dorian, es tan… —Trago saliva al verlo colocado en mi dedo, incapaz de


encontrar algo notable que decir—. Es demasiado. No puedo aceptar algo tan
hermoso. —Hago un movimiento para deslizarlo de mi dedo, pero él agarra mis
manos.

—Sí, puedes. Y lo harás.

—Pero esto debe haberte costado una fortuna, Dorian. No necesita gastar
dinero para que sepa que me amas.

Se vuelve hacia mí para que mis pechos desnudos se presionen contra el


mármol duro de su pecho. Un rizo errante cae en mi cara, y él lo enrolla con ternura
alrededor de su dedo antes de ponerlo detrás de mi oreja.

—El dinero no significa nada para mí, Gabriella. No lo necesito. Pero lo que
sí necesito es a ti.

Miro el anillo que adorna ese dedo sagrado y me pregunto qué pensarán mis
amigos y mi familia cuando lo vean. Por supuesto, al instante pensarán que es un
anillo de compromiso; diablos, pensé lo mismo. Pero, ¿cómo se sentirán sabiendo
que elijo comprometer mi vida con alguien que nunca, nunca, me hará su esposa?
Incluso Alexander discrepó con ese hecho, y ha dejado más que claro que no es el
mayor admirador de Dorian.

—Puedes elegir otra cosa si no te gusta —dice, su voz cada vez más ansiosa
por mi falta de respuesta.

Sacudo la cabeza.

—No, es perfecto. Y si significa mucho para ti, significa aún más para mí.
Pero no hagas esto porque creas que necesito una falsa sensación de seguridad.
Dejaste tus sentimientos muy claros cuando se trataba del matrimonio, y aun así elegí
estar contigo. Entonces, si me siento de alguna manera porque no quieres casarte
conmigo, es mi problema, no el tuyo.

Vaya. Incluso estoy un poco sorprendida por mi respuesta madura. ¿A quién


estoy engañando? Estoy muy contenta conmigo misma.

—¿Sí? —Me toca la barbilla y me inclina la cabeza hacia la suya—. ¿Te sientes
menospreciada de alguna manera?

Coincido con la seriedad en esos claros ojos azules.


—¿Importa?

Nos miramos en la oscuridad, el silencio oculta nuestras verdaderas


emociones en la sombra. Cuando se hace demasiado difícil ignorar las preguntas sin
respuesta que aún persisten en nuestras lenguas, dejo que mis ojos se cierren y
coloque mi cabeza contra el pecho de Dorian. De vuelta al lugar seguro que me hace
pensar en la playa de Skiathos y hacer el amor bajo un cielo lleno de estrellas mientras
las olas rompen a nuestros pies.

Esto es todo lo que importa. Este momento aquí mismo. Todo lo demás es
solo una inconsecuencia mortal.
Capítulo 8

T
e dije que ya podías levantarte de la cama? Pon tus manos en la
encimera y separa tus piernas. Ahora.
—¿
Me congelo a medio paso de la ducha para encontrar a
Dorian en el umbral de mi baño, con el cabello deliciosamente sexy de la noche de
sexo estridente, y ojos todavía adormilados. Y si eso no fuera suficiente para hacer
que mis piernas se sientan débiles, está completamente desnudo.

Desnudo. Dorian Skotos, el candente dios de follar, está desnudo y medio


adormilado.

—No solo te quedes ahí de pie atontada. Escuchaste lo que dije. —Se inclina
en el umbral en una pose sin esfuerzo que alarga su cuerpo, acentuando cada músculo
bronceado. Mi boca se hace agua con la urgencia de probar su piel, y avanzo
reflexivamente. Sin embargo, antes de que pueda avanzar más, mi frente está clavado
en el tocador. Las manos de Dorian se fijan en las mías, manteniéndome en el lugar
mientras aprieta su dureza contra mi trasero. ¿Qué pasa con él y los baños?—. Una
chica tan obstinada. ¿Cuándo aprenderás? —Su aliento es frío y nivelado, casi
amenazante. Siento que me mojo por el sonido de eso solo.

—Tal vez deberías enseñarme. —Casi gimo.

—Eso suena prometedor, pero necesitaría todo el día y posiblemente toda la


noche. Y tenemos un día ocupado por delante. —Desliza su rodilla entre mis piernas
y las separa, tal como lo solicitó—. Mmmm. Ya te puedo oler. Sí, definitivamente
necesitaría al menos veinticuatro horas para enseñarte adecuadamente.

Él flexiona las caderas y gimo al sentirlo palpitar contra mí.

—Me conformaré con un resumen por ahora.

Dorian me aprieta las muñecas con más fuerza mientras dobla las rodillas lo
suficiente como para alinearse con mi resbaloso sexo. Luego, de la manera más lenta
y tortuosa, entra por detrás, deslizándose hasta la empuñadura, hasta que cada parte
de mí está devorando cada parte de él.

Él no se mueve, lo que le da a mi cuerpo la oportunidad de aclimatarse a su


tamaño y saborear su sensación desde este ángulo. Tal vez está compensando su
comportamiento rudo de anoche. O tal vez solo me quiere tan jodidamente loca por
él que haré cualquier cosa para que se mueva.

—Por favor —lloriqueo, mis ojos cerrados con fuerza—. Por favor, Dorian.

—Aún no. No hasta que estés lista, nena.

—¡Estoy lista ahora! —me quejo, retorciéndome.

—Casi, pero no del todo, pequeña. —Su voz es tan controlada que me
enfurece. ¿Cómo puede estar tan tranquilo? ¿No puede sentir lo voraz que estoy por
él?

Gruño de frustración, pero el sonido termina en un gemido cuando siento la


mano de Dorian envolver mi cuello con una suave presión. Sus labios están en mi
oreja, haciendo que se mueva aún más profundo.

—Abre tus ojos. —Es una orden susurrada, pero mi cuerpo cumple de
inmediato, completamente hechizado—. Mírate a ti misma. Mira qué increíble te ves
conmigo dentro de ti.

Lo asimilo todo: ver el cuerpo de Dorian fundido con el mío. La sensación de


su mano apretando alrededor de mi garganta. La ardiente lujuria ardiendo en esos
pálidos ojos azules.

Ni siquiera se ha movido aún y siento que podría desmoronarme en cualquier


momento.

Al leer mi mente, o tal vez sacarme de mi miseria, se desliza hacia la punta,


lentamente… deliberadamente. Tanto control envuelto en mi locura. Luego se
empuja sin prisa, haciendo que cada parte de mí tiemble con necesidad.

—Tranquila —gruñe, acariciándome constantemente—. Solo sigue mirando,


nena. Te tengo.

Me llena tan a fondo que me siento conmovida. Esta vez es diferente. Anoche
fue todo frenesí y hambre. En este momento, él llenándome de impulsos lentos y
perezosos mientras me ve deshacerme por el espejo, se trata de seducción y
moderación.

Mis rodillas comienzan a temblar y él acuna mi cuello más fuerte, elevando


el intenso placer. Siento que me voy a desmayar. O gritar. O llorar. Se siente tan bien
que puedo hacer los tres.

Hasta que se detiene.

Dorian sale de mí abruptamente, haciéndome gritar de sorpresa y disgusto.


Agarra mis hombros e inclina su cabeza hacia abajo, su atención en mi espalda.
—Tus tatuajes —susurra, su expresión se oscurece.

—¿Qué pasa? —Intento darme la vuelta, pero su agarre es firme.

Sus dedos rozan el espacio entre mis omóplatos donde una flor de loto está
grabada en mi piel.

—Están… desvaneciéndose.

—¿Qué? —Miro apresuradamente los que tengo en mis brazos, mi hombro…


la pequeña ancla azul en mi mano.

Es como dijo. Se están desvaneciendo. Todos. Incluso el que más significa


para mí. El que me ata a Dorian.

—¿Qué está pasando? —Ni siquiera puedo mantener el pánico fuera de mi


voz—. ¿Cómo podría ser eso posible?

Dorian hace una mueca antes de girarme para enfrentarlo. Toma mi mano y
pasa su pulgar sobre la marca de ancla que me dio en un acto de amor y compromiso.
Ahora es gris azulado, mucho más claro que el que él también usa.

—Parece que tu cuerpo se está curando a sí mismo. Está purgando la tinta de


tu piel. Incluso el mío.

—Entonces, ¿qué significa eso? —¿Podría esto significar que ya no estoy


marcada por Dorian? ¿Que ya no soy de él?

Deja caer mi mano como si estuviera ardiendo, como si no pudiera soportar


tocarme. Ni siquiera me mirará.

—No lo sé.

—¿Hay otros? ¿Algo… nuevo? —Me habló de la marca de los Oscuros y de la


antigua profecía de que podría llevar el último símbolo de corrupción, la marca de la
bestia, en el momento de la ascensión. No había visto ni sentido nada, pero tampoco
me había dado cuenta de que mis tatuajes se estaban desvaneciendo.

—No. Vístete. Necesitamos hablar con los demás.

Y luego se ha ido, dejándome fría y un poco lastimada. Me lavo con manos


temblorosas y peino mi cabello en una sencilla cola de caballo. Cuando salgo del
baño para vestirme, encuentro que él no está en mi habitación. No estoy sorprendida;
he llegado a acostumbrarme a los actos de desaparición de Dorian. Aun así, no puedo
entender su indiferencia.

Salgo a la sala donde todos están sentados, Dorian incluido. Cada uno de ellos
me mira con expectativa, aun así, no dicen una sola palabra. ¿Qué demonios? Por qué
siento como si hubiera sido enviada a la oficina del director y están esperando a que
confiese mis crímenes.

—Siéntate, Gabriella —dice Dorian, su voz sigue siendo fría y distante—. Por
favor.

Hay un espacio en seguida de él en el sofá de dos plazas, pero me siento en el


brazo del sofá de una plaza donde está sentada Morgan. Dorian exhala lentamente,
liberando su frustración, pero aun así no dice nada.

—¿Alguien quiere decirme que demonios está sucediendo? —pregunto,


cansada del incómodo silencio. Nadie hace un movimiento para explicar excepto por
Alexander, quién parece fresco y descansado, a pesar de haber estado levantado toda
la noche observando a mi compañera suicida.

—Pensamos saber qué fue lo que detonó las alucinaciones de Morgan anoche.

—¿Bien…?

Su elusiva es frustrante, y tengo la idea de decirle que corte la mierda y diga


todo. Pero, no solo le dices eso a tu papá antes muerto quien resulta también ser un
despiadado asesino sobrenatural, ¿verdad?

—Gabriela, eres tú.

—¿Yo? —Bajo mi mirada a Morgan, pero ella aleja su mirada a una hebra
imaginaria en su sudadera. Su cabello está peinado en un chongo despeinado, y no
está usando una gota de maquillaje. Tiene ojeras, pero ni una señal de sus lesiones
auto infligidas. Y por eso, estoy agradecida. Incluso si ella no se anima a siquiera
mirarme.

Sofoco el dolor sordo de su rechazo y me vuelvo hacia Alexander.

—¿Cómo hice que Morgan actuara así?

—Tu ascensión… generó algún tipo de oleada de energía sobrenatural —


agrega Niko—. Lo que sea que estuviera latente dentro de Morgan fue empujado a
la superficie cuando ascendiste en tu cumpleaños, amplificando su vista. Y hay una
buena posibilidad de que haya otros, humanos con solo un toque de magia, que ahora
también tengan habilidades mejoradas.

—¿Podría eso explicar a ese tipo de ayer? ¿Del hotel?

Sacude la cabeza y frunce los labios, claramente todavía enojado por casi estar
envenenado.

—No. Él era un nadie. Un peón. Y quien lo envió es un hombre muerto.


—Gabriella —dice Dorian justo por encima de un susurro, pero lo escucho
fuerte y claro. Mi nombre es terciopelo en sus labios y mi cuerpo reacciona
instantáneamente al sonido de su voz. Me vuelvo hacia él, mi agravación ya es un
recuerdo lejano—. Si tu ascensión ha influenciado a otros, eso significa que son
susceptibles a la influencia Oscura, o incluso a la Luz. Puede que ya no sea seguro
para ti aquí.

—¿Seguro para mí? —ladré una risa sardónica, haciendo que Morgan se
estremeciera y se acercara al brazo opuesto de su asiento—. ¿Cuándo ha sido seguro
para mí? Esta es mi casa, Dorian. Nadie me va a obligar a irme. Especialmente ahora.

—Escúchalo, Gabriella —dice Alexander, su voz suavemente ordenando—.


Solo porque tienes tus habilidades, eso no significa que eres invencible. En todo caso,
eres más vulnerable que nunca. Eres la Luz Oscura; eres más única que cualquier
cosa que este mundo haya visto. Y habrá enemigos de ambos lados que querrán
aprovechar tu poder.

Antes de que pueda siquiera poner los ojos en blanco, Dorian está delante de
mí, agarrando mis manos y tirando de mí hacia sus brazos. Él mira la pequeña ancla
azul desvaneciéndose en mi mano, y corre con el pulgar sobre él, deseando que se
quede.

—No puedes luchar contra todos ellos, nena. Sé que crees que puedes, pero
no te dejaré negociar con tu vida. Perderte no es una opción, pequeña. No cuando
amarte es lo único por lo que tengo que vivir.

Miro a los ojos de Dorian y veo la eternidad en esas profundidades azules


ilimitadas. No puedo resistirme a él cuando está así, tan vulnerable y abierto a mí.
Su aparición es tan novedosa que estoy tentada a congelar el tiempo y a todos a
nuestro alrededor, solo para quedarme con él así para siempre.

—Bien —le susurro roncamente. Me aclaro la garganta e intento de nuevo—


. Bien. ¿Qué sugieres que hagamos?

—Tengo una casa —interrumpe Niko desde el sofá detrás de nosotros—. En


Luisiana, a las afueras de Nueva Orleans.

De mala gana, me desenredo de los brazos de Dorian para prestarle atención


a su hermano menor.

—¿Y crees que estaremos a salvo allí?

—Más seguro que en cualquier otro lugar. Muy pocas personas saben que
existe. Y los que lo hacen… están muertos.

No me pierdo el momentáneo destello de dolor en su rostro antes de que se


encoja de hombros y se aleje. Simplemente lo atribuyo al atractivo de Nikolai Skotos,
esa emoción cruda que lo hace parecer casi… humano. Desde el principio,
compartimos una agonía común, y entendí su necesidad de hacer frente a la
indulgencia excesiva y la vulgaridad. Reflejó mis propias tácticas de escape.

—¿Y qué se supone que debo hacer con mis amigos? ¿Mi familia? ¿Qué se
supone que debo decirles a Chris y Donna?

—Lo entenderán —tranquiliza Dorian.

—Y quien no lo haga, los haremos hacerlo —agrega Niko con un guiño.

—No puedo creer que solo estuve de acuerdo.

Dorian y yo estamos dirigiéndonos al norte sobre el bulevar Academy, hacia


la casa de Chris y Donna. Morgan optó por ir con Niko y Alexander en la Range
Rover, así que Dorian fue dejado para que condujera su ostentoso Mustang rojo
caramelo. Él se ve fuera de lugar en el auto brillantemente coloreado, tan pulido y
refinado. Nunca me di cuenta de lo llamativo que era el auto de Morgan hasta que
estuvo adornado con la belleza de Dorian.

—¿De acuerdo con qué? —Me mira a través de la esquina de sus lentes de sol
oscuras y el borde de su boca se contrae.

—Sabes qué. Permitiendo que me lleven lejos de mi casa… mi trabajo… mi


vida. A aceptar huir. Nunca antes había huido de una pelea, Dorian. No veo por qué
debería comenzar ahora.

Sacude la cabeza y frunce los labios, como si tratara de no decirme algo.


Como si me estuviera ocultando otro secreto. Sé que podría hacer que me lo diga,
pero no quiero hacerlo. Quiero que él quiera ser honesto conmigo. Al menos eso se
me debe.

—Hay más, ¿no? Hay algo que no me estás diciendo.

—Gabriella…

—Escúpelo, Dorian. Si quieres que siga tu plan, necesito una divulgación


completa. Lo prometiste, no más secretos.

Sacude la cabeza, pero puedo ver cómo se desmoronan sus defensas. No me


puede mentir. Quiere hacerlo, pero su maldición no lo dejará.

—Hay una recompensa por mi hermano, tu padre y por mí. Stavros nos quiere
a los tres y está dispuesto a agotar sus recursos para que eso suceda.
—¿Una recompensa? ¿Entonces envió gente detrás de ti? —Ni siquiera puedo
ocultar el terror en mi voz.

—No gente, Gabriella. Asesinos. Hechiceros que saben cómo matar un millón
de formas diferentes. Como tu padre. Y como yo.

—Oh Dios mío, Dorian. ¿Por qué no me dijiste esto antes? ¡Tenemos que
hacer algo!

—¡No hay nada que podamos hacer, Gabriella! Solo tengo que llevarte a un
lugar seguro.

—¿A mí? ¿Por qué a mí? Por el amor de Dios, ¿por qué todos están tan
preocupados por mí?

Las manos de Dorian se tensan alrededor del volante hasta que puedo ver el
blanco de sus nudillos. Mierda. Hay más. Debería haber sabido que habría más.

—Hay una estipulación —murmura con los dientes apretados—. Tú, a


cambio de nosotros tres. Vivimos si aceptas ir con él.

Me muerdo el labio inferior para evitar que tiemble.

—Y… ¿no crees que deberíamos considerar esa opción?

—Maldición, no —escupe Dorian, haciéndome estremecer ante la dureza de


su tono—. Esa no es una jodida opción, Gabriella. Y si incluso piensas que podría
ser una posibilidad, quítatelo de la cabeza ahora, porque no está sucediendo.

Recorremos el resto del camino a Briargate en silencio, sin siquiera el sonido


de la radio para reemplazar la fricción en el pequeño espacio. Cuando Dorian gira
en mi calle, apaga el motor unas pocas casas. No tiene que hacerlo, ha sido capaz de
penetrar en las guardas desde hace varios meses. Niko se detiene justo detrás de él,
pero todos esperan nuestra señal para hacer un movimiento.

—¿Alguna vez te dije acerca de la primera vez que te vi? —Su voz ha vuelto
a ser controlada y tan suave como la seda, pero no me mira.

—No.

—Era el día de San Valentín. Estabas en un restaurante con tus amigos. Ese
chico estaba allí… Jared. Vi que te preocupabas por él. Y por alguna razón, eso me
hizo enojar. Podría haberte matado esa noche, había planeado hacerlo, pero una vez
que te vi, y el afecto que sentías por él, decidí esperar. Para verte. Para aprender de
ti. Para descubrir por qué alguien como tú podría amar a alguien como él. Alguien
tan humano, débil y ordinario.

Finalmente, Dorian se vuelve hacia mí y se quita sus gafas oscuras,


dejándome verlo, el verdadero él.
—Todavía me pregunto eso hoy. ¿Cómo podría alguien como tú amar a
alguien como yo? Con todo lo que eres y todo lo que te he hecho pasar, ¿cómo podrías
entregarte a mí una y otra vez? No soy digno de ti, Gabriella; sé eso. Así que recuerda
eso antes de intentar hacer algo estúpido. Yo no lo valgo.

Antes de que pueda responder, él está fuera del auto y abre mi puerta. Los
otros se unen a nosotros momentos después pero mantienen su distancia. Nadie
cuestiona la expresión de puro terror en mi rostro, y deduzco que ya lo saben. Saben
que son ellos o yo. No podemos escondernos para siempre, e incluso si pudiéramos,
¿qué tipo de vida sería esa? ¿Cómo podría desterrar a mis amigos y familiares a una
eternidad en las sombras?

Toco en la puerta y espero ansiosamente, preparándome para el caos que


indudablemente sigue. ¿Qué pensarán ellos de mi apariencia? ¿Mi decisión?
Demonios, ¿qué pensarán sobre Alexander?

Escucho pasos acercarse, y un extraño y casi floral esencia del otro lado de la
puerta. No es perfume o esos aceites esenciales que le gusta usar a Donna. Es su
magia. Es débil, pero puedo sentirlo flotando sobre mí, llenando mis pulmones,
tentando mi lengua. Instintivamente, doy un paso adelante, ansiosa por probar más,
pero Dorian me detiene con una mano en mi pecho, sintiendo mi curiosidad como
si fuera la suya.

—Necesitas recordar lo que eres ahora —susurra—. Nos atrae la magia. Está
en nuestra naturaleza querer aprovecharlo. Tienes que controlar esos impulsos. Si
no, podrías matar a Donna por error.

Asiento y me paro lo más recto posible, presionando mis puños a mis


costados. La vergüenza pinta mis mejillas. ¿Podría matar a Donna? ¿Podría lastimar
a la única madre que he conocido?

Donna abre la puerta con una sonrisa brillante y acogedora en su rostro,


burlándose del demonio dentro de mí. Pero tan pronto como ella observa la escena
que tiene delante, su expresión va de la conmoción al miedo y se vuelve
completamente eufórica.

—¡Gracias a Dios! —grita, tomándome en sus brazos sin una pizca de


renuencia—. Oh, mi dulce niña. Estábamos muy preocupados por ti. ¡Estoy muy
agradecida de tenerte de vuelta!

Se aleja para mirarme mejor y jadea al ver mis ojos de dos colores. Prueba
física de mi transformación.

—Estoy muy orgullosa de ti —solloza—. Mírate. Tan fuerte y hermosa. Solo


desearía que tus padres pudieran haber visto a la maravillosa joven en la que te has
convertido.
—Por suerte para mí, lo he hecho —dice Alexander, apareciendo y llegando
a mi lado—. Solo desearía que Natalia hubiera tenido el mismo placer.

—¿Alex? —Donna se tapa la boca con incredulidad y las lágrimas brotan de


sus grandes ojos azules—. ¡Oh Dios mío, no puedo creer que seas tú! ¡Estas vivo!

—Lo estoy —dice con una inclinación de su cabeza—. Es bueno verte de


nuevo, Donna.

—Pero ¿cómo? ¿Cuándo?

—Mamá —le digo, apoyando una mano sobre su hombro—. ¿Por qué no
entramos y podemos explicar todo?

—Sí, por supuesto. —Donna asiente, haciéndonos pasar. Su mirada se detiene


en Niko cuando pasa, y él extiende su mano.

—Encantado de conocerla, señorita Winters. Soy Nikolai Skotos. Gracias por


invitarme a tu casa. —Cuando Donna coloca su mano en la suya, él desliza
suavemente la otra sobre sus nudillos, acercándola a él—. Tengo que decir que eres
demasiado joven y hermosa para tener una hija adulta.

Deslumbrada por su encanto y su aspecto pícaro, Donna se sonroja y


murmura algo ininteligible antes de que Niko la roce, dejándola quedarse en su
influencia. Le lanzo una mirada de complicidad y sacudo la cabeza, incitándolo a
guiñarme un ojo con una sonrisa maliciosa. Por supuesto, nuestra diversión no pasa
desapercibida para Dorian, quien aprieta su agarre alrededor de mi cintura antes de
llevarme a la sala familiar. Es completamente ridículo para él albergar una pizca de
celos, pero no puedo evitar sentir una oleada de felicidad. Durante mucho tiempo,
me sentí inadecuada. Como una niña enamorada de un dios inalcanzable. Y ahora,
por una vez, Dorian está probando cómo era verlo interactuar con esa perra, Aurora.
Nunca entenderá cómo fue perderlo por ella. Nunca podrá comprender esa magnitud
de agonía. Pero tal vez esto, esta cosa imaginaria e infundada que ve entre Niko y
yo, le dará un vistazo del infierno puro en el que estuve durante los últimos seis
meses. Sé que es infantil por mi parte querer eso, pero no puedo evitarlo.

Nos acomodamos en el sofá de dos plazas mientras los otros toman el sofá
más grande. Donna se va a la cocina por refrescos justo cuando Chris emerge de su
estudio.

—¡Papá! —exclamo antes de poder detenerme. Mierda. No me atrevo a mirar


a Alexander. Ni siquiera puedo imaginar cómo se debe sentir escuchar esa palabra
para describir a alguien más.

Chris ni siquiera parece notar el montón de gente sentados en su sala. Se dirige


directamente hacia mí, tirándome en sus brazos para un abrazo de oso como si fuera
de nuevo una niña de cinco años. Puedo sentir literalmente drenarse la tensión de su
cuerpo, permitiendo que una ola de alivio lo bañe. Cuando él se aleja, hay lágrimas
en sus ojos, pero no de miedo o confusión por mi apariencia. De una felicidad pura
y sin diluir.

—Siempre supe que eras especial, niña —dice con voz rasposa, su voz está
ronca de un sollozo sin salir. Acuna mi rostro, secando con sus dedos la humedad en
mis mejillas—. Siempre supe que ibas a tomar la decisión correcta. Me haces sentir
tan orgulloso, y tan honrado de llamarte mi hija. Y no importa qué suceda, siempre
es lo que serás.

Cuando él da un paso atrás de mí, reflexivamente miro a Alexander, quien


tiene una mirada en blanco hacia el piso. Me siento mal, pero no puedo rechazar al
único padre que he conocido. No puedo rehuir del hombre que me ha amado y criado
solo porque Alexander de repente reapareció. Sé que él habría estado ahí si hubiera
podido, pero no pudo. Y Chris y Donna fueron dejados para llenar el cupo cuando
estuve huérfana en mi infancia. Ellos tomaron la tarea imposible de criar a una niña
que estaba rota y extraña a ellos en cada forma, y ellos tuvieron éxito. Ellos amaron
al pequeño monstruo como si fuera su propia carne y sangre.

Antes de que Chris camine hacia su reclinatorio favorito, reconoce a Dorian


en seguida de mí, dándole un rígido asentimiento.

—Dorian. Gracias. Gracias por proteger a mi hija.

Sé que es difícil para él, permitirse sentir algo además de desdén por Dorian.
Pero está intentando ver el bien en él de nuevo. Lo bueno que vio hace más de dos
décadas cuando un asesino despiadado eligió el amor y la amistad sobre el deber y la
tradición.

Chris da un paso adelante y ofrece una palma extendida, tendiendo una rama
de olivo. Dorian lo considera por un momento antes de ponerse de pie y unir su mano
con la suya.

—Fue, y es, mi mayor honor. Y planeo continuar amándola y protegiéndola,


mientras ella me tenga a mí.

Chris asiente una vez más, aceptando la proclamación de Dorian como


verdad. Antes de dirigirse a su sillón reclinable favorito y desgastado, sus ojos se
deslizan hacia el sofá, ensanchándose por la sorpresa. La sangre se drena
instantáneamente de su rostro, dejándolo pálido y distorsionado con incredulidad.

—¿Alex? Alex, ¿eres tú? —tartamudea, tragando varias veces. Su mirada va


hacia mí, hacia Dorian y luego hacia la cocina donde Donna todavía está preparando
bocadillos.

Alexander levanta la cabeza lentamente, prolongando deliberadamente lo


inevitable. Sabía lo que estaba haciendo al venir aquí. Tenía que haber esperado que
Chris hubiera llenado el espacio que dejó su supuesta ejecución. Por lo tanto, no tiene
sentido que sus ojos azules pálidos que no parpadean estén chispeados con furia
desenfrenada mientras mira a mi padre adoptivo, con una sonrisa tensa y casi burlona
en los labios.

—¿Alex? Dios mío, realmente eres tú. ¿Cómo hici…? ¿Dónde has estado?

Alexander no habla. Simplemente sigue mirando fijamente, esos


sorprendentes ojos azules se vuelven más y más pálidos, a medida que décadas de
dolor y arrepentimiento salen a la superficie.

Puedo sentir a Dorian tensándose a mi lado, sus propios instintos diciéndole


que se están gestando problemas. Se mueve en un movimiento rápido, empujándome
hacia atrás para proteger mi cuerpo con el suyo. Él mira a Niko por unos segundos,
lo que hace que su hermano se deslice hasta el borde de su asiento, en guardia y
preparado para someter a Alexander si es necesario. O al menos intentarlo.

Todo esto está sucediendo en el lapso de una respiración humana. Un latido


mortal. Dejando a Chris ajeno al hilo único y delgado del que cuelga su vida.

¿Y yo? Solo estoy sentada allí, preguntándome cómo demonios llegué aquí.
Y qué demonios planeo hacer para detenerlo. Quiero decir, podría detenerlo. Debería
pararlo. La ira de Alexander es infundada. No tiene derecho a sentir nada más que
gratitud hacia mis padres adoptivos. Me acogieron y me amaron cuando ya no
quedaba nadie para desempeñar ese papel. Y sí, he cometido muchos errores, pero
creo que han hecho un muy buen trabajo.

—¡Aquí vamos! —trina Donna, sosteniendo una bandeja de limonada y


galletas. Observo cómo la fricción palpable en la habitación retrocede lentamente
como una víbora en retirada, concediendo pero aún mortal.

Dichosamente inconsciente del peligro que acecha dentro de esta humilde


habitación familiar, Donna deja la bandeja y comienza a distribuir vasos de
limonada, comenzando con Niko. Acepta amablemente, pero mantiene sus ojos fijos
en Alexander, que se sienta a unos metros a la derecha de Morgan. Podía apartarla
y detener al Brujo antes de que ella supiera lo que sucedió.

Cuando Donna le ofrece un vaso a Alexander, él amablemente le agradece y


desvía su mirada venenosa hacia el piso, haciendo que el resto de nosotros suelte un
pequeño suspiro de alivio.

Ella me da un vaso, y cuando extiendo mi mano para recibirlo, Donna toma


mi mano y le da vuelta.

—¡Oh Dios mío! ¿Es esto lo que creo que es? —Sus ojos emocionados bailan
entre Dorian y yo, esperando el gran anuncio. Retiro mi mano y la pongo detrás de
mi espalda.
—No, no —insisto, sacudiendo la cabeza mientras la vergüenza me calienta
la cara—. No es así. Solo un regalo de cumpleaños.

—Oh. —Sonríe con fuerza, a pesar de su evidente decepción—. Bueno, es


hermoso, querida.

Con la esperanza de salvar el estado de ánimo, Donna se vuelve hacia


Alexander.

—Simplemente no puedo creerlo. ¡Alex está vivo!

Ella se sienta en el brazo del sillón reclinable de Chris, y él reflexivamente


coloca su mano sobre su rodilla en un acto de posesión y protección. Tal vez pueda
sentir el cambio en la atmósfera. O tal vez simplemente no confía completamente en
la banda de asesinos sobrenaturales que se sientan ante él.

Donna, ninguna sabia, parlotea de emoción.

—Qué maravillosa sorpresa. Pensamos con certeza que fuiste capturado por
los Oscuros. ¿Cómo escapaste? ¡Dinos todo!

Alexander levanta la barbilla, lo suficiente como para que su lenta mirada se


acerque a Chris.

—¿Por qué no le haces esa pregunta a tu marido?

¿Qué mierda?

Abro la boca para pedirle que aclare, pero las palabras quedan atrapadas en
mi garganta cuando una inexplicable ola de náuseas me supera. Agarro el muslo de
Dorian, de repente me siento mareada, y él instantáneamente me atrae para apoyar
mi cuerpo caído.

—¿Qué es? —pregunta, colocando una mano fría en mi rostro repentinamente


sonrojado.

—Empecé a sentirme mareada. Estoy bien, pasará. —Intento sentarme, pero


él se niega a dejarme ir.

—Le has dado mucho de ti a Morgan. Has exagerado tus poderes. Necesitas
descansar.

Donna se apresura, preocupación mostrándose.

—Gabi, cariño, ¿estás bien? ¿Necesitas acostarte?

Dorian se vuelve hacia ella, reflejando su preocupación. Los otros también se


acercan, listos para ayudar de cualquier manera.
—Gabriella tuvo que curar a Morgan anoche, y debe haberle quitado más de
lo que pensábamos inicialmente. Ella necesita reponerse.

Me estremezco, sabiendo exactamente lo que eso implicaría. Obviamente, ese


acto no sería apropiado frente a mis padres, inmortal o de otro tipo.

—Estoy bien, lo prometo. Solo un poco mareada.

—Tal vez un poco de té de menta le hará bien —dice Donna volviéndose


hacia la cocina. Trato de decirle que espere, que espere hasta que pase la sensación,
cuando suena el timbre, enviando una ola de náuseas debilitantes que me atraviesan.

—¡Yo voy! —anuncia, tomando un desvío hacia la puerta principal. En los


pocos segundos que le toma girar el pomo de la puerta, las náuseas se reemplazan
con una sensación de duda. De peligro. Justo como me sentía hace un año cuando
el Oscuro estaba cerca.

—¡Espera! —grité, extendiendo mi mano para evitar que cruzara la


habitación.

Donna abre la puerta, revelando a un niño, no mayor de dieciocho años,


vestido con pantalones negros y una camisa blanca. Una biblia encuadernada en
cuero negro está metida debajo de su brazo, junto con algunos panfletos. El niño le
sonríe brillantemente a Donna antes de extender su mano en señal de saludo.

—¡No! ¡Cierra la puerta, Donna! —grité, provocando diversas miradas de


confusión por parte de todos, incluido Dorian. Utilizo mi fuerza para liberarme de
sus brazos, saltando sobre la mesa de café, hacia la puerta…

Pero es muy tarde.

Demasiado tarde para detenerla.

Demasiado tarde para salvarla.


Capítulo 9
Todo sucede tan rápido. Demasiado rápido para cualquier chico humano.

I
mposiblemente rápido, él revela una daga y la hunde directamente en el
abdomen de Donna. La forma en que sonríe mientras la cuchilla se
desliza en su carne, casi creo que lo estoy imaginando. Pero no puedo
negar el sonido húmedo del acero caliente desgarrando en la suave, piel flexible y el
tejido. Puedo olerlo quemar en su cuerpo, matando sus órganos vitales en su viaje a
través del vientre de Donna. Sin embargo, aun así, no lo creo. No hasta que ella
lentamente se gira hacia nosotros, la cuchilla sobresaliendo de su frágil contextura en
un mar de rojo profundo. Abre la boca para hablar, sin embargo, solo sangre brota
de su garganta, chorreando fuera de su boca. Entonces cae al piso, ahogándose en
sus últimos alientos.

—¡No! —grito, con los brazos extendidos, cubiertos en una ardiente neblina
rojiza. Fuego eléctrico estalla de la punta de mis dedos, surgiendo hacia el chico
humano asesino hasta que ya no puedo ver más esa siniestra sonrisa. Hasta que la
piel se derrite de sus huesos siendo incinerados en una pila de cenizas—. ¡Mamá! —
lloro, cayendo en mis rodillas para acunar su cuerpo flácido en mis brazos—. ¡No,
no, no! ¡Por favor!

Chris está gritando, sollozando histéricamente, rezando desesperadamente


por un milagro. Cae de rodillas frente a nosotros.

—¡No! Por favor no me dejes. Por favor quédate conmigo, bebé. Quédate
conmigo.

Siento a Dorian a mi costado, verificando sus signos vitales. Alza la mirada


con graves y desamparados ojos, pero me rehúso a verlos. Me rehúso a creer que esto
haya sucedido.

—¡No! ¡Puedo salvarla! ¡Puedo traerla de regreso!

Mis manos pintadas de sangre ya están envueltas en una neblina rojiza cuando
las levanto sobre su herida. Sus pupilas están desenfocadas, vacías, pero aun así trato
de alinear nuestras miradas. Dorian alza su cabeza para encontrar mi mirada, pero
no hay conexión. No puedo sentir la mente de ella. No puedo sentir su alma.

—Vamos —gruño entre dientes, enfocando cada pedazo de mi poder en mis


manos—. Tenemos que sacar la daga. ¡Deprisa!
Ni siquiera me doy cuenta de que Niko está a mi otro lado hasta que estira la
mano para agarrar la daga. Chispea cuando su piel encuentra el mango, y al instante
huelo a carne quemada.

—¡Ay!

Retira su mano, solo para sacudirla para intentarlo de nuevo, obteniendo el


mismo resultado.

—¡Está maldita! ¡No puedo jodidamente tocarla!

Dorian cuidadosamente pone la cabeza flácida de Donna en mis manos antes


de estirarse para tratar de sacar la daga.

—¡Mierda! —ladra, retirando su mano.

—¿Qué es? ¿Qué podemos hacer? —Estamos perdiendo valioso tiempo.


Puedo sentir la vida de Donna menguando. Ni siquiera puedo sentir ya su presencia.

—Déjame. —Alexander se arrodilla mientras Morgan aleja a Chris para


darnos lugar para trabajar. Estira la mano, envolviendo su mano alrededor del puñal
de la daga y la desliza fuera de su cuerpo. Ni siquiera tengo el tiempo para
preguntarme porqué él fue capaz de hacerlo. De inmediato enfoco mi energía en la
punta de mis dedos, disponiendo mi vida para sostener la de ella. Esperando poder
salvarla como lo hice con Morgan. Rezando por un milagro.

Copos grises de carne humana muerta soplan en el viento, algunas


adjuntándose a la pegajosa sangre que aún se derrama del abdomen de Donna. Mi
estómago se enturbia, pero trago el tirón en mi garganta. Tengo que concentrarme
más. Tengo que darle más de mí.

—Gabriella. —Escucho a Dorian decir a mi lado. Pone una mano en mi


antebrazo, pero la alejo.

—Solo tengo que intentarlo más fuerte. Tengo que seguir intentándolo. —La
neblina rojiza está extendida alrededor del cuerpo entero de Donna ahora—. ¡Por
favor, mamá! Por favor no me dejes. No puedo hacer esto sin ti. Te necesito. ¡Por
favor!

—Nena, es demasiado tarde. Hiciste todo lo que podías. Tienes que detenerte
ahora.

—¡No! ¡No dejaré de intentarlo! ¡Esto funcionará!

—Niña, escúchalo —dice Niko gentilmente—. No puedes salvarla. Te estás


matando a ti misma.

—¡No me importa! —Empujo más mi poder, ignorando la fatiga atacando mi


cuerpo. Estoy mareada, pero no me importa. Solo necesito aguantar un poco más.
—Te estás desvaneciendo, nena. Por favor. Tienes que detenerte —insiste
Dorian.

Cuando pone sus manos sobre las mías, sacándolas de la herida abierta, no
puedo detenerlo. Todo lo que puedo hacer es llorar, mis lágrimas agonizantes
lloviendo en el rostro de Donna hasta que no hay ni un gramo de sentimiento dentro
en mí. Hasta que estoy demasiado entumecida de dolor que no puedo llorar más. Sé
que él tiene razón; muy en el fondo sabía que era demasiado tarde para mi mamá.
Ni toda la magia en el mundo podría traerla de regreso a nosotros.

Siento manos en mí, enviando oleadas de consuelo y serenidad, pero el dolor


es demasiado profundo. Me está aplastando, desnudándome pedazo a pedazo hasta
que estoy cruda con dolor. No quiero ser consolada. Quiero sentir esta pena; tengo
que recordarlo. Quiero alimentar mi ira cuando vaya cara a cara con el bastardo
responsable de llevarse a la única madre que alguna vez he conocido.

Niego con la cabeza.

—No. Yo no. Chris. Él lo necesita más que yo. —Escucho a mi padre


adoptivo clamando de angustia como si él hubiera sido el que cayó sobre esa daga.
En este momento, sé que haría cualquier cosa para tomar el lugar de Donna.

Nick va hacia él mientras Morgan viene a deslizarse en su lugar.

—Lo siento tanto, Gabs —susurra ella—. Pero está bien. Ella está bien. Gabs.

—¿Bien? ¡Bien! —sollozo—. ¡Ella no está bien, Morgan! ¡Se fue! Ella se…
ella…

No puedo decirlo. No puedo decir la palabra. Ella está muerta. La mujer que
me amó y se preocupó por mí como si fuera suya desde el momento en que fui puesta
en sus brazos está muerta.

—Pero está bien. Está en paz. Y ella está aquí. Con nosotros, en este
momento.

Con ojos llorosos abiertos, Morgan apunta a un lugar vacío a solo unos metros
de donde estamos sentadas.

—Ella está aquí, Gabs. Y dijo que te dijera que está bien. Está bien dejarla ir.

La habitación se vuelve misteriosamente silenciosa y queda como si una paz


general nos envolviera. No puedo ver el espíritu de Donna, pero puedo sentirlo.
Puedo sentir su amor y calidez envolviendo esta misma habitación. Incluso en la
muerte, es su gentil fortaleza la que me consuela.
Me ahogo en mis lágrimas una vez más, sosteniéndome del cuerpo aún sin
vida de Donna, en mis brazos. Hace veintiún años, perdí a la madre que me dio la
vida. Ahora he perdido a la madre que me dio amor.

Me siento en el sofá, en el mismo lugar en el que me senté hace solo horas


mientras Donna nos servía a todos limonada y galletas. Alguien me cubrió con una
manta sobre mis hombros, pero aún me estoy estremeciendo. Parece que no puedo
parar. Morgan me trae una taza de té caliente, y la tomo con manos temblorosas,
pensando en todas las veces que Donna me preparó té con sus hierbas especiales.
Ella quería protegerme. Sabía que era una hazaña imposible, pero lo hizo de todas
formas.

—¿Cómo te sientes? —susurra ella a mi lado.

—Entumecida —respondo, mi voz ronca de gritar y llorar—. Pero duele.


Duele en todas partes.

Aprieto más fuerte la manta a mi alrededor. Afortunadamente, todavía tenía


algo de ropa en mi antiguo dormitorio, y cuando Dorian pudo finalmente sacarme
del piso, me sacó de mis ropas empapadas en sangre. Estaba agradecida; no podía
aguantar el olor a muerte en mí por un segundo más.

Alzo la mirada hacia mi mejor amiga, que luce agitada hasta su núcleo.

—¿Qué hay de ti? Sé que debió haber sido difícil para ti verlo.

Ella se encoge de hombros.

—Ya no sé qué sentir, en qué creer.

Nos quedamos en silencio por un largo rato mientras ambas sorbemos nuestro
té y miramos fijamente el piso, no seguras de qué decir o hacer para consolarse una
a la otra.

—La viste —susurro, incapaz de aguantarlo un momento más.

—Sí.

—¿Y ella… ella se había ido? ¿Estás segura de que la viste?

Sé la respuesta, pero si hay un pequeño fragmento de esperanza… si hay


alguna forma de traerla de regreso…
—Estoy segura, Gabs —dice, disipando mi falsa esperanza—. Lo siento, sabes
que lo estoy. Desearía que fuera diferente. Pero ella está bien. Está en paz. Solo está
preocupada por ti.

Debería estarlo, dice una pequeña voz dentro de mi cabeza.

Dorian y Niko vienen de la habitación trasera, sus rostros cansados y


solemnes. Estoy débil, pero me empujo fuera del sofá, ignorando la fatiga
endureciendo mis articulaciones.

—¿Cómo está él? —pregunto, sacando lo que a mi pequeña voz le queda.

—Está descansando —responde Dorian. Le da una mirada a Niko luego mira


de regreso a mí—. Se resistió, pero fuimos capaces de subyugarlo.

Cuando Alexander mencionó deshacerse del cuerpo de Donna, Chris


enloqueció. Se rehusó a dejar que otros hombres la tocaran e insistió en poner su
cuerpo en su cama hasta que estuviera listo para decir adiós. Pero por más difícil que
fuera de admitir, sabía que teníamos que actuar rápido. La policía no podía saber de
esto, y era una posibilidad de que los vecinos escucharan la conmoción. Teníamos
que dejarla ir si queríamos mantener esto en bajo perfil. Ellos podrían usar magia
para limpiar la sangre, pero Alexander necesitaba transportar su cuerpo a otra parte
para incinerarlo.

Dorian me inclina en el sofá y me pone en su regazo, acunándome en sus


brazos. Él huele tan bien, su esencia tranquilizante y eufórica. Acaricio mi cara en la
curva de su cuello y antes de poder detenerme, respiro profundamente, dejando que
su esencia llene mis pulmones.

—Lo siento —susurro, enterrando mi cara en el cuello de su camisa.

—No lo estés, nena —arrulla, pasando una mano sobre mi cabello—. Lo


necesitabas. Cuidaré de ti más tarde. Pero ahora mismo… en este momento creo que
necesitamos hablar de algo más.

Me siento y lo miro, su expresión pensativa.

—¿Qué pasa?

—Pensamos —empieza, asintiendo hacia Niko sentado al frente de


nosotros—, que podemos ayudar a Chris a sanar de esto. De… todo esto.

Frunzo mis cejas.

—¿A qué te refieres?

—Está en un gran dolor, Gabriella. Dolor que puede nunca desaparecer,


incluso con el tiempo. Podemos ayudarlo a olvidar… todo.
¿Todo?

—Sigue.

—Podemos hacer un hechizo de reversión. Le quitará su dolor, y él podrá


seguir con su vida. Puede ser feliz de nuevo.

—Espera, un momento —digo, levantando una palma—. ¿A qué te refieres?


¿Quieres retroceder el tiempo?

Dorian sacude la cabeza.

—No. Sus recuerdos. En el lapso de un día, él ha perdido a su hija y su esposa.


Su único propósito era protegerlas a ambas. Ahora no tiene nada. Los hombres como
Chris simplemente no superan su dolor fácilmente. Los consume. Yo debería saberlo,
sentí la misma magnitud de agonía cuando pensé que te había perdido.

—¿Pero qué recuerdos quieres revertir?

Dorian mira hacia Niko y su hermano menor asiente antes de fijar sus ojos en
mí.

—Todos lo que incluyen a Donna. Y a ti.

—¿A qué te refieres, con todos…?

—Él no tendría recuerdos de ninguna de ustedes. Sería como si hubiera vivido


su vida sin tener una esposa y una hija. Todo quedaría intacto, su carrera, sus amigos,
sus aficiones, pero no tendría recuerdos de ti o de Donna. Podemos transferirlo a otro
estado, darle un nuevo comienzo. Puede encontrar el amor de nuevo. Puede tener
otra oportunidad de vida.

—¿Quieres que él nos olvide? ¿Que olvide al amor de su vida? ¡Eso es


demente! ¡Absolutamente no!

Dorian gentilmente gira mi cabeza para enfrentarlo, y veo cuanto le duele


siquiera mencionarme esto.

—Gabriella, es egoísta mantenerlo con un dolor así. Está desamparado, nena.


Lo sentí. Él siente como si no tuviera nada más por lo que vivir. Esa no es ninguna
clase de vida. Es injusto dejarlo en desesperación cuando no habrá nadie más para
sacarlo de allí.

Lágrimas se deslizan por mis mejillas ahora. Ni siquiera entiendo cómo me


quedan algunas para llorar.

—¡Pero él me tiene a mí! ¡Yo puedo ayudarlo! ¡Puedo estar allí para él!
—No, no puedes, niña —interviene Niko—. No es seguro para él estar aquí,
o en cualquier lugar cerca de ti para el caso. ¿Cuánto tiempo crees que tome antes de
que otro sea enviado para matar? Chris será un blanco fácil.

Abro la boca para discutir, pero no puedo encontrar una refutación lógica.
Ellos tienen razón. Por mucho que duela, sé que lo que están diciendo es verdad.

Tengo que dejarlo ir. Si realmente lo amo, tengo que darle otra oportunidad
de una vida normal.

Justo cuando ingiero la finalidad de mi decisión, Alexander entra por la


puerta, sus ojos desolados. De repente, todo viene hacia mí… su conversación
anterior con Donna. Ese giro sospechoso en mis entrañas…

—Pensamos que de seguro fuiste capturado por los Oscuros. ¿Cómo escapaste?

—¿Por qué no le haces esa pregunta a tu esposo?

Estoy en su cara antes de que él incluso cierre la puerta frontal, mi fatiga


olvidada.

—¿Quién eres? ¿Qué estás haciendo aquí? —Pincho un dedo acusatorio en su


pecho—. Dime lo que sabes. ¡Ahora!

—Gabriella… No entiendo de dónde esto…

—¡Desde que apareciste, las personas están muriendo! Cosas están


sucediendo que no podemos explicar. Sé honesto; ¿tienes algo que ver con los
humanos que intentan matarnos?

Alexander da un paso atrás, traición y dolor en su cara apuesta.

—No. Por supuesto que no.

—Entonces ¿cómo explicas todo esto? ¿Qué sabes acerca del cuchillo que ese
chico tenía? ¿Cómo fuiste capaz de tocarlo cuando tanto Dorian como Niko no
pudieron?

Alexander saca el cuchillo detrás de él antes de ir a la sala de estar para


sostenerlo para que el resto del grupo lo vea.

—Esta es una daga de Polemos, El Borde de la Guerra. Muy pocas fueron


creadas, y solo un Polemos puede manejarla. Una herida de esta cuchilla es casi
siempre fatal, para mortales e inmortales por igual.

—¿Sabes a quién le pertenece? —Le creo, pero aún no está fuera de la mira.

—No. Solo es sostenida por dignitario y guerreros decorados. Pero es evidente


que un Polemos le trasfirió su poder a ese chico humano. Esa es la única manera de
que pudiera haberla manipulado. Y eso explica su habilidad para eludirnos a todos
con su sigilo.

—Polemos —murmura Dorian—. El chico anterior fue influenciado por la


casa de Thanatos.

—¿Entonces piensas que las ocho familias están viniendo por nosotros y
enviando a humanos para hacer su trabajo sucio? —pregunta Niko, acariciando la
delgada capa de rastrojo de su barbilla—. Jodidos cobardes si me preguntas.

Tomo mi lugar en el sofá a un lado de Dorian, poniendo mi mano en la suya.

—Pero si es verdad, ¿por qué esos humanos estaban obteniendo tatuajes hace
varios meses? No debieron haber sabido que los traicionarías. ¿Y si hay cientos,
mierda, miles, representando cada casa?

Miro hacia Morgan, quien luce como si se pudiera desmayar en cualquier


momento. Puedo sentir su descontento. Está atemorizada, confundida y exhausta.
Las últimas veinticuatro horas la han destrozado completamente.

—Morg, ¿por qué no vas a acostarte en mi habitación? Creo que deberíamos


quedarnos aquí esta noche. No quiero dejar a Chris solo.

Siento a Dorian tensarse a mi lado, y Niko niega con la cabeza.

—No está sucediendo, niña. Ellos podrían enviar a más. Regresen al complejo
de apartamentos. Dorian puede reforzar las guardas allí, pero no podemos alterar el
que ya tienen aquí. No es nuestra magia. Tú y Morgan regresen a casa, y yo me
quedaré aquí con Chris. Me dará una oportunidad para… manejar… nuestra
situación.

¿Ahora? ¿Ellos quieren hacer esto ahora?

—Pero… no estoy lista. —Sacudo la cabeza, mis ojos nublados con lágrimas
frescas—. No estoy lista para decir adiós todavía.

Dorian tira de mí más cerca, descansando su barbilla en mi cabeza. Siento sus


labios en mi cabello.

—Es más fácil de esta forma, nena. Él está sometido ahora. Si esperamos y
dejamos que despierte, solo estará plagado de más dolor. No quieres que enfrente eso
de nuevo.

Dejo salir un aliento tembloroso y aparto la humedad en mis mejillas.

—Tienes razón. Odio admitirlo, pero tienes razón. —Me giro hacia
Alexander, dirigiéndome hacia él con una expresión apretada—. Solo tengo que
saber una cosa primero, ¿qué querías decir cuando le dijiste a… Donna… que le
preguntara a Chris acerca de tu escape? ¿Cómo él podría saber algo acerca de eso?
Él sacude la cabeza y respira profundamente.

—Él no sabía acerca de mi escape. Pero sí sabía acerca de mi captura.


Incluyendo la de tu madre.

¿Mi madre?

—Fue Chris quien alertó a los de la Luz cuando fueron a buscarla. Había sido
interrogado y, por supuesto, usaron su amor por Donna contra él. Me imagino que
lo hizo para protegerla, pero no puedo evitar sentir que él fue responsable de la
ejecución de Natalia.

Me tomo un latido para digerir sus palabras, empujando la sospecha de mi


mente. Estoy a punto de decirle adiós a Chris para siempre. No quiero que nada
contamine mi visión de él en este momento.

—Voy a ver a Chris —le digo a él—. Pero hablaremos de esto más tarde.

Antes de caminar hacia la parte posterior de la casa, Niko tira de mi brazo.

—No te preocupes, Gabs. Cuando él se despierte, estará bien. Conseguirá un


traslado de trabajo fuera del estado y estará de camino a algún lugar seguro para el
término de la semana. Conseguirá otra oportunidad de felicidad. No te recordará ni
a ti ni a Donna.

Asiento, sin embargo, una mueca descansa en mis labios. Chris ni siquiera
nos recordará, a su esposa e hija. Y aunque sé que es necesario, me duele hasta el
núcleo.

Entro a la oscura habitación que una vez él compartió con su esposa.


Estuvieron casados por veinte años; probablemente lo mataría despertar sin ella a su
lado. Chris duerme pacíficamente de espaldas, roncando suavemente en su sueño
inducido mágicamente. Aún hay un poco de sangre seca en su rostro, y estiro la mano
para raspar los copos rojos con mis uñas, dejando que mi toque persista contra su
mandíbula con barba.

—Hola, papá —susurro, acomodándome a su lado en la cama—. No sé si


puedas escucharme o no, pero solo quiero decir que… gracias. Gracias por ser el
mejor papá que podrías ser para mí, a pesar de todo el problema que he causado. Sé
que no debió haber sido fácil cuidar a una niña que no era tuya biológicamente, pero
nunca lo sentí así. Nunca me sentí como que no perteneciera. Siempre me sentí tuya.

Un nudo duro se forma en mi garganta, y me tomo un momento para respirar


a través de este antes de que invoque un sollozo. He llorado lo suficiente hoy. No
quiero que nuestro último adiós esté lleno con más tristeza.

—No quería esto para nosotros. Si pudiera, te protegería de todos los males
de este mundo. ¿Pero qué tipo de vida sería esa? ¿Siempre corriendo y escondiéndose?
Mereces más que eso. Te mereces otra oportunidad en la vida. De amor. Una
oportunidad de tener una familia real con hijos propios. —Mi voz se quiebra con esas
últimas palabras, y una lágrima se escapa—. Papá, fuiste tan bueno conmigo y
mamá. Ahora, quiero que seas bueno para alguien más. Alguien que te amará,
cuidará y protegerá como lo has hecho por nosotras. Es hora de que seas el primer
amor para otra pequeña niña. Es hora de que le enseñes lo que debería esperar y
exigir de sus futuros novios. Es hora para que tú seas un ejemplo del esposo y padre
ideal.

Más lágrimas caen, pero no las limpio. Dejo que caigan libremente mientras
le digo adiós al hombre al que tuve el privilegio de llamar papá.

—Lo hiciste bien. Y por eso, siempre estaré agradecida. Por favor no pienses
que me estoy rindiendo contigo, con nosotros. Con nuestra familia. Porque no lo
estoy. Te estoy dando una segunda oportunidad. —Tomo su mano quieta en la mía
y la presiono en el espacio que sostiene mi roto corazón—. Adiós, papi. Siempre te
amaré. En la vida y en la muerte.
Capítulo 10

N
o recuerdo el viaje de regreso a Paralia. Difícilmente incluso registré
cuando Dorian me llevó a mi baño y comenzó a quitarme la ropa.
Incluso después de haber llenado la bañera con agua tibia y jabonosa
y haber metido mi cuerpo en ella, creo que apenas me estremecí. El dolor, la pena…
Había sentido demasiado hasta que no pude sentir nada. No estaba de luto, me
convertí en luto. Me convertí en desesperación en su grado más severo. Sabía que
Dorian estaba allí. Podía sentir esos ojos llenos de compasión sobre mí, pero no tenía
ganas de reconocerlo. Estaba vacía de palabras, pensamientos y sentimientos.

Algo me sucedió en el momento en que sentí la vida de Donna desaparecer.


Fue como si ella se llevara una parte de mí. Trozos y pedazos de un corazón roto…
fragmentos destrozados de una simple niña humana, algo en mí desapareció. Y
cuando le dije adiós a Chris, más de mí se fue volando, como esas cenizas dispersas
en el viento. El abismo en mi alma se estaba volviendo tan profundo y vasto, que no
podía imaginar volver a sentirme completa de nuevo. No sin ellos. Nunca sería lo
mismo sin mis padres.

—Di algo, pequeña —susurra, tomando agua con las manos y dejando que se
derrame sobre mi pecho. No me toca de manera sexual mientras se arrodilla fuera de
la bañera. Solo quiere nutrir mi alma sangrante.

Levanto la mirada con ojos desenfocados y vidriosos.

—¿Qué quieres que te diga? —Mi voz es plana, desprovista de toda emoción.
No hay más que sentir. Solo entumecimiento.

La preocupación está profundamente grabada en su hermoso rostro.

—Dime que estás bien.

Sacudo la cabeza mientras el nudo en mi garganta se agranda, haciéndome


jadear.

—No puedo. No puedo decir eso.

—Entonces dime qué hacer. Dime qué necesitas.

¿Qué necesito?
—Necesito que mi madre esté viva. Necesito que mi padre recuerde quién soy.
Necesito que mis seres queridos estén a salvo. Necesito que la gente deje de joderme,
todas las cosas que tú o yo o cualquier otra persona no puedan solucionar. —Miro
hacia otro lado, avergonzada por arremeter contra él. Sus dedos tocan mi temblorosa
barbilla y me empujan hacia atrás para enfrentarlo. Casi espero que Dorian se enoje,
pero no hay nada más que amor y comprensión en esos ojos azules como el cristal.

—No, no puedo arreglar esas cosas. Pero puedo arreglarte, si me dejas. Si me


quieres. —El dorso de su mano acaricia suavemente mi mejilla antes de que él incline
mi cabeza para encontrar su mirada. Inmediatamente me alejo.

—No, Dorian. No quiero olvidar.

—No tienes que hacerlo, amor. Pero déjame darme. Respírame. Déjame
sustentarte, nena.

Él extiende un brazo, ofreciendo el interior de su muñeca desnuda. Lo miro y


algo en mi intestino se enrosca por la necesidad. Quiero esto. Necesito esto. Pero me
siento tan culpable por ello. Sé que esto es parte de quiénes somos, pero odio la forma
en que mi deseo invoca el deseo en cada célula de mi cuerpo.

Solo un poco para reponer, me digo. Tomaré lo que necesito y volveré a llorar a
mis padres. Eso suena razonable. ¿Cierto?

Tomo su brazo con mis manos temblorosas y acaricio la delgada piel


iridiscente sobre las venas azules. Pulsa, llamándome. Retándome a negar lo que mi
cuerpo necesita desesperadamente.

Con la primera toma de la magia de Dorian, gimo, haciéndolo silbar mientras


arrastra los dientes sobre su labio inferior. Mi mirada se encuentra con la suya,
penetrando profundamente en su interior mientras tomo otra chupada de su fuerza
vital. Observo con ojos entrecerrados cómo se dilatan sus pupilas y él aspira un poco
de aire.

—Más —gruñe, su aliento saliendo en jadeos cortos—. Más.

Deslizo mi boca desde la muñeca de Dorian hasta la curva de su codo,


dejando que la euforia me llene con cada pulso. Hormigueo por todas partes, cada
célula de mi cuerpo estalla de felicidad. Puedo sentirlo viviendo dentro de mí,
alimentando mi alma. Alimentando mi oscuridad. Follando cada terminación
nerviosa.

Otra toma, y mis gemidos se hacen más fuertes. La necesidad y el deseo carnal
se hacen cargo, y atraigo a Dorian por el cuello de su camisa, apretando sus labios
contra los míos. Me devuelve el beso durante un segundo antes de alejarse.

—Esto no está bien. Estás herida. Solo quiero ayudarte a sanar.


El dolor del rechazo se acumula en mi pecho pero lo ignoro, mirándolo con
ojos desesperados.

—Te necesito, Dorian. Por favor. Si quieres ayudarme, ayúdame a sentir algo
más que dolor. Solo por un pequeño momento. ¿Por favor?

Él busca en mi cara, buscando cualquier signo de incertidumbre. Cuando no


encuentra ninguno, toma mi cara y aplasta sus labios contra los míos. Mis manos se
deslizan en su cabello y tiro de los mechones de seda, haciéndolo gemir en mi boca.
Esa es toda la motivación que necesito antes de agarrar sus hombros y tirar de su
cuerpo completamente vestido a la bañera conmigo.

El agua salpica a nuestro alrededor mientras nuestros cuerpos se encuentran


en medio de un mar de pecado y tristeza. Envuelvo mis piernas a su alrededor,
instándolo a acercarse, deseando poder sentir su piel contra la mía. No es suficiente.
Necesito más de él. Necesito todo de él.

Nuestros labios nunca se separan cuando le arranco la camisa empapada de


su cuerpo y la arrojo a un lado, saboreando la sensación de su cuerpo resbaladizo
moviéndose contra el mío. Cuando me estiro entre nosotros para desabrocharle los
pantalones, él me detiene y mete mis manos entre nuestros pechos.

Los labios de Dorian me abandonan, pero permanece cerca, tan cerca que
puedo sentir su fría respiración abanicando mi cara. Me mira, justo a mi alma, viendo
millones de tonos de dolor y auto aversión. No puedo esconderme de esos intensos
ojos. No puedo esconder el pánico que me abruma cada vez que pienso en perder
otro amor. Él lo ve todo… cada simple trozo de mi fealdad.

Con los ojos todavía clavados en mí, libera mis manos para desabrocharse los
pantalones, rápidamente desenfundándose. Luego empuja dentro de mí, el agua
añade otro nivel de resbaladiza fricción.

—No te detengas —ruego.

—Nunca.

Dorian besa mis labios bruscamente mientras embiste salvajemente…


hambriento. Como si estuviera buscando algo dentro de mis estremecidos muros.
Entierro mi cabeza en la curva de su cuello y agarro su trasero, tratando de tirar de
él más profundo. Mi cuerpo puede estar lleno, pero algo dentro de mí todavía está
muy vacío. Algo que quizás nunca se vuelva a llenar.

Odio sentirme de esta manera. Odio estar usándolo para escapar de mí


misma. Pero la sensación de Dorian acurrucado dentro de mí, adorando mi cuerpo,
haciéndome el amor más allá de la sensación, es el cielo. Y estoy cansada de vivir en
el infierno.
Sus dedos tocan mi mejilla, y siento sus movimientos desacelerar a empujes
flojos.

—Oye. Vuelve a mí —susurra Dorian a un lado de mi cabeza.

Me giro para encontrarme con su gentil mirada y descarrilo por mi propio


reflejo en esos inquietantes ojos azules. Intento alejarme, pero él agarra mi cara,
obligándome a enfrentar mi miedo y mi odio.

No solo perdí a dos padres hoy. Maté a alguien. Yo. Tomé una vida humana
sin pensarlo dos veces. Y sé que no dudaría en volver a hacerlo. Sé que lo volveré a
hacer.

Hay algo discordante en el momento en que te das cuenta de que eres un


asesino. Que la capacidad de robar una vida está al alcance de tu mano,
hormigueando con la necesidad de sentir esa abrumadora oleada de poder
nuevamente. Y cada vez que cedes a ese anhelo, pierdes un poco de tu humanidad.
Pierdes un poco de ti mismo, hasta que ni siquiera reconoces a la persona que una vez
fuiste.

—Páralo —me ahogo.

—No. No hasta que me mires. No hasta que veas lo que yo veo.

Estoy llorando, pero no es suficiente para que me deje ir o incluso desacelerar


sus golpes avariciosos. Quizás sea mi resistencia o mi vulnerabilidad, pero juro que
le siento estirarse más profundo. Como si estuviera tratando de llenar el vacío dentro
de mí y completarme otra vez.

Gimo a través de un sollozo, mientras mi cuerpo lucha con mis emociones.


Debería estar completamente repelida conmigo misma. Con él. Debería despreciarlo
por hacerme esto en mis momentos más débiles. Pero no lo detendré. Necesito esto.
Necesito que Dorian me aleje de esto. Solo llevárselo todo.

En el siguiente instante se pone de pie, sujetando mi espalda con sus palmas


para mantener mi cuerpo unido al suyo. El baño es un borrón con el dormitorio y él
me está recostando en la cama, todavía empujando, todavía mirándome como si
tuviera miedo de que me deslice lejos en la oscuridad.

—Quédate conmigo —dice sin aliento, sus golpes cada vez más urgentes, más
desesperados—. Quédate, pequeña.

Me estremezco cuando su punta presiona contra ese lugar escondido en el


fondo, rogándome que ceda. Eso persuade al puro olvido tan cerca que puedo
saborearlo. Aun así, sacudo la cabeza, negándome. Rechazando el placer que me da
Dorian. No me lo merezco. Y estoy segura de que no lo merezco a él.
—Gabriella —gime con los dientes apretados. Está rogando. Necesita que me
venga con él. Volar lejos de toda esta fealdad y dolor juntos, de la mano. Lo estoy
lastimando con mi negación. Lo sé, pero no puedo evitarlo.

—No. —Las lágrimas caen libremente, deslizándose por los costados de mi


cara, escapando de la angustia que supura dentro de mí.

—Por favor.

—No puedo.

Pero incluso mientras digo las palabras, sé que lo haré. Mi cuerpo es suyo.
Siempre lo ha sido. Y aunque mi alma está rota, él siempre tendrá dominio sobre las
partes de mí que tiemblan y lo anhelan. Incluso si mi corazón está demasiado
destrozado para volver a funcionar.

Agarro su espalda cuando me vengo, sollozando en el hueco de su cuello. Él


reprime sus propios gemidos de clímax, dejando que me desmorone tanto por el dolor
como por el placer. Me abraza, besa mi cabello y me dice que estaré bien. Que él está
aquí, y siempre estará aquí. Que nunca me dejará ir. Siendo tan dulce, tan paciente
y tan jodidamente demasiado bueno para mí.

Dorian Skotos se convirtió en mi salvador en ese momento, más de lo que ya


era. Y una parte de mí, el lado oscuro, feo y aborrecible, comenzó a resentirse por él.
Capítulo 11

N
o estoy segura de cuándo paré de llorar. O cuándo Dorian se apartó
de mí. Solo sé que repentinamente hacía frío, y me sentí
irrevocablemente vacía.

—Tengo que irme —dice él. Está tumbado a mi lado, sus pantalones
empapados todavía están alrededor de sus tobillos.

—¿A dónde? —No le miro. No quiero que me vea de esta forma. Tan… rota.
Débil.

—Tengo que manejar algunas cosas. Volveré más tarde. —Retira un mechón
de cabello húmedo de mi mejilla—. Descansa. Necesitas dormir.

Casi me rio.

—¿Dormir? No puedo dormir. Puede que no vuelva a dormir de nuevo.

—Al menos inténtalo. Por mí.

Giro mi cabeza y lo miro. Este hombre, capaz de mucho amor, pero de tanta
maldad. Ha herido a la gente, matado gente, sin embargo está aquí. Confortándome
en mi peor momento.

—¿Cómo lo haces? ¿Cómo te guardas todo? ¿Todo el dolor y el abandono?


¿Toda la pérdida? ¿Cómo puedes superarlo? ¿Cómo puedes seguir viviendo, seguir
respirando, incluso cuando sientes que podrías ahogarte en un luto perpetuo?

Dorian me acerca, presionando sus suaves labios en mi frente.

—Encontrarás algo, o a alguien, por el que vivir. Y cada día de tu existencia


te centraras en mantenerla feliz y saludable. E incluso cuando falles, lo intentaras de
nuevo. Porque ella es tu vida. Ella lo es todo.

Sus palabras me dejan sin palabras, mirándole con unos asombrosos ojos
vidriosos. Una dulce sonrisa pasa por sus labios, antes de que toquen mi frente una
vez más.

—No abras la puerta bajo ninguna circunstancia. Alex estará patrullando el


área. Trata de descansar. Volveré antes de que te des cuenta.
Entonces él se ha ido, dejándome temblando de frío y soledad. Contemplo
simplemente envolverme en el húmedo edredón y forzar a mis parpados a cerrarse,
pero no puedo imaginarme estar sola. Me deslizo en un desgastado suéter y un
pijama viejo y andrajoso de franela raída que le robé a Chris hace años. Es tres tallas
demasiado grandes, y tengo que rodar la cintura un par de veces, pero me encantan.
Y en estos momentos es probablemente el último pedacito que tengo de mi padre, no
podría imaginar dejarlos ir nunca.

Camino lentamente por el pasillo y coloco mi oído contra la puerta de la


habitación de Morgan. Su respiración es constante, pero puedo sentir su mente. Está
tan inquieta como yo.

—¿Morgan? —susurro, abriendo la puerta. Morgan esta acostada en su lado


de la cama, su rostro contra la pared. Es sorprendente lo que un poco de magia puede
hacer. Un día antes, sangre estaba empapando hasta el somier. Ahora no parecía
haber siquiera un indicio de su posible muerte. Incluso Dolce se apoya en la
almohada esponjosa de satén, situada en la esquina como si el pobre cachorro no
hubiera sido casi testigo del suicidio de su amada dueña.

Morgan no se da la vuelta, pero me escucha.

—¿Sí? —Su voz ronca, como si hubiera estado llorando. No puedo recordar
cuantas veces he visto a mi amiga llorar. Nunca había sido del tipo demasiado
emocional. Eso era algo que teníamos en común.

Subo a la cama con ella, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura. No


éramos muy sensibles tampoco, pero a veces, cuando la vida era especialmente fea,
ella se metía en la cama conmigo o yo me metía en la cama con ella. Y nos
acurrucábamos manteniéndonos la una junto a la otra porque nadie más lo haría.

—¿No puedes dormir? —pregunto, descansando mi cabeza en su almohada.


Está húmeda de las lágrimas saladas. Puedo olerlas.

—¿Dormirías si fueras yo? ¿Si en cada momento en el que cierras tus ojos
pudieras ver otra cara mutilada en la muerte más espantosa que jamás podrías
imaginar?

Aguanto la respiración durante medio minuto, tragándome un grito ahogado.

—Lo siento.

—¿Por qué?

—Por… todo esto. Por lo que te ha pasado.

—No es tu culpa, Gabs.


Pero ambas sabíamos que era mi culpa. Todo… Su súper desarrollada visión,
el asesinato de Donna, el distanciamiento de Chris… Tengo la culpa de todo.

Nos quedamos en silencio porque no hay nada más que decir. Morgan nunca
volvería a conocer la paz. Incluso si ella aprende a controlar su recién descubierta
habilidad, ella todavía estaría plagada de recuerdos. Ella no sería capaz de no ver
esas caras… Esas muertes. Y no se merecía esto. Puede que yo sí, pero no ella.

Le acaricio el cabello antes de dejar que las yemas de mis dedos toquen su
frente, deseosa que sus ojos se cierren. Rezando para que en algún lugar en la tierra
de los sueños pueda encontrar paz, aunque solo sea por unas pocas horas.

—Duerme —susurro en voz tan baja, que la palabra es apenas audible incluso
para mis oídos.

Había visto a Niko hacerle lo mismo a Morgan el día anterior cuando ella
estaba en un ataque de pánico, demasiado lejos para entrar en razón. Honestamente
no sé si soy capaz de invocar la misma reacción en ella. Pero mientras su respiración
se volvía lenta y plana, y su cuerpo se hunde en un sueño profundo, sé que lo he
hecho. Incluso si Morgan puede que nunca más duerma, incluso si los monstruos se
ocultan detrás de sus ojos, observando, esperando, para llevársela por agotamiento,
fui capaz de darle una pequeña porción de serenidad.

Salto de la cama, agachándome para acariciar a Dolce detrás de las orejas, y


camino lentamente hacia la sala de estar. Está oscuro… tranquilo… pero no de
manera inquietante. Sé que Alexander está cerca; puedo sentirlo. Puedo sentir la
bruma de su magia rozando por mi piel como una dulce caricia. Puedo degustar su
fuerza en mi lengua, incluso cuando es disimulado por el sake de Morgan. No
obstante, él no puede ocultarse de mí. Ninguno de ellos puede. Puedo sentirlos
incluso cuando ellos no quieren.

Me siento en el bar de la cocina, deseando que alguien, cualquier persona,


estuviera alrededor. Estar sola me hacía darme cuenta de cuán sola realmente estoy.
Sí, tengo a Dorian, pero a pesar de lo disfuncional y lo completamente jodidos que
eran, él todavía tenía a sus padres. Todavía tenía a su familia, un hermano que lo
adoraba y admiraba. Todavía tiene un hogar de la infancia al que escapar cuando la
vida se vuelve demasiado pesada para soportar. Incluso Morgan puede recoger a
Dolce, saltar en su Mustang, y volver a la casa de sus padres en el norte. Claro, tengo
a Alexander, y sé sin duda alguna que es mi padre biológico. Pero tal como está, eso
es todo lo que es. No lo conozco. No me conoce. ¿Y quién dice que puedo realmente
confiar en él? ¿Cómo sé que no solo está esperando su momento, esperando el
momento adecuado para golpear y robar mi poder para sí mismo?

Golpeo mis dedos contra la encimera de mármol, sintiéndome


abrumadoramente agitada y paranoica. Eso es lo que el silencio hará por ti, hará que
tu mente invente todo tipo de estúpidas ideas y teorías de traiciones. Esa es
exactamente la razón de por qué había bebido hasta dormirme cada noche cuando
Dorian me dejaba. No había sido capaz de soportar el silencio de su ausencia. Se
sentía demasiado pesado, demasiado grueso. Demasiado lleno de preguntas sin
respuesta y medias verdades.

Odio esta versión de Gabs. Desprecio incluso esta línea de conciencia.


Siempre ridiculizaba esas heroínas en libros y películas, las que se convertían en
ridículas y patéticas ante la adversidad. Las que se volvían débiles justo cuando las
cosas se ponían difíciles. No fui hecha para romperme bajo la presión. Chris y Donna
me enseñaron mejor que eso.

Pero lo hice.

Lo soy.

Y no sé cómo detener esto. No sé cómo recoger los pedazos y seguir adelante.


Para luchar por algo más grande que yo cuando no tengo nada más por lo que vivir.

Sacudo los pensamientos de mi cabeza, negándome a dejar que me hundan.


La muerte de Donna no será en vano. No dejaré que esto me mate. Si acaso, dejaré
que la venganza se convierta en mi fuente de vida. Dejaré que llene mis pulmones,
corra por mis venas. Lo comeré, lo respiraré. Y en esas raras ocasiones cuando pueda
dormir, soñaré con matar al bastardo responsable de quitarme a mi madre. Mi
primera muerte fue simplemente una reacción instintiva. Esta será deliberada,
calculada. Jodidamente satisfactoria.

Llena de rabia y adrenalina, ni siquiera me doy cuenta de que he abierto el


armario que alberga nuestro alijo de alcohol hasta que me he servido un trago de
whisky. Lo tomo de un trago, dejando que el fuego avive las llamas de furia dentro
de mí. Me sirvo otro y otro más, dando la bienvenida a ese dulce olvido donde no
hay vergüenza y culpa. Donde el diablo dentro de mí baila en un pozo de fuego,
riendo y escupiendo a mis enemigos mientras se arrodillan ante mí.

Esta es la Gabs que querían cuando enviaron a meros humanos a destruirme.

Esta es la reacción que esperaban obtener cuando eligieron matar a la única


madre que había conocido.

Ahora la tienen. Y esta habitación, este apartamento, no puede contenerla.

Quiero salir. Necesito aire. Necesito espacio para respirar, gritar y ser.
Morgan esta fuera de servicio, y Niko está lidiando con Cris (no voy a pensar sobre
eso; no puedo pensar sobre eso). Por lo que solo hay una persona que yo pueda pensar
que me entendería. Puede que no entienda a esta Gabs, sin embargo, la ama y acepta
de todos modos.

—¿Hola? —Su voz es somnolienta como si hubiera estado durmiendo. Miro


hacia la pantalla digital del microondas. Parpadea las 12:47 a.m. Mierda.
—Hola. Jared. ¿Estabas dormido?

—¿Gabs? ¿Qué…? ¿Estás bien? —Su voz es más clara, como si un cubo de
hielo hubiera sido volcado sobre su cabeza. Oigo crujidos en el otro extremo, e
imagino que está sentado en la cama.

—Sí, estoy bien. Quiero decir no. No estoy bien, pero… no quiero hablar
sobre ello.

Él libera una pesada respiración.

—Demonios, chica. Me tenías preocupado. Morgan estuvo llamando por


toda la ciudad tratando de encontrarte la otra noche. Y yo probé con tu teléfono, pero
fue directo al buzón de voz. ¿Estás segura de que estás bien?

Me sirvo otro trago, deseando poder de alguna manera alimentar a Jared a


través del teléfono. No quiero que haga preguntas que no puedo responder. Solo
quiero que sea el divertido Jared. El despreocupado Jared. El Jared que me recogería
y me llevaría al carnaval para una noche de diversión despreocupada y comida
chatarra cuando las cosas se volvieran demasiado locas. Perdí a mi amigo. Infiernos,
incluso perdí su amor fácil y sin complicaciones. Era seguro, y maldita sea, necesito
seguridad.

Pero desde que intentamos tener algún tipo de relación solo para que
terminara mal en la fiesta de compromiso de Dorian cuando me atraparon bailando
con el futuro novio, las cosas han sido más que tensas entre nosotros. No habíamos
hablado desde esa noche, ni siquiera un mensaje de texto. Y justo cuando por fin
reúno el valor de ir a verle y disculparme, Xavier, el psicótico, asesino hechicero de
la Luz, frustra completamente esos planes.

—Entonces… ¿qué es lo que quieres Gabs?

Auch. Su tono pica, pero me lo merezco. Probablemente algo mucho peor por
lo que le he hecho pasar.

—Um, uh… —Mierda. ¿Qué quiero? ¿Qué él me consuele? ¿Que me diga que
todo estará bien? ¿Que se pase por aquí y me recoja para una noche de desenfreno
sin sentido? Hace meses, no habría dudado en sugerir todo lo anterior. Pero ahora…
ahora hay demasiado que no se ha dicho. Demasiadas cuestiones sin resolver. Y
ahora que mi futuro está más oscuro que nunca, ¿tengo tiempo para arreglar las
cosas?

—¿Gabs? ¿Necesitabas algo?

Respiro profundamente y lo libero, exhalando todo lo que una vez fuimos y


lo que podríamos haber sido. La Gabs humana debería haber acabado con Jared.
Ella habría sido su más grande animadora en cada partido de fútbol. Ella habría
apretado su musculoso brazo y se habría aferrado a cada una de sus palabras en las
fiestas. Y cuando estuvieran listos, habría dicho que sí cuando él hiciera la gran
pregunta después de la graduación. Jared habría sido su mundo, y ella le habría dado
cada pedacito de sí misma, sin mediar provocación. Porque él valía la pena, y ella
tenía suerte de tenerlo.

Pero la Gabs Humana murió hace apenas unos días, allí mismo en el Jardín
de los dioses con un rayo que caía alrededor de ella en una furia de la naturaleza. En
el minuto en el que mudé mi vida humana, al igual que una serpiente muda su piel,
me volví salvaje y libre. Renací. Y Jared, con esos deslumbrantes ojos verdes y un
saludable encanto juvenil, simplemente ya no encajaba. No estaba bien para mí que
lo quisiera.

Desearía poder contarle esto, él lo entendería más que nadie. Él me diría que
estaba loca, que sin importar qué, siempre sería su Gabs. Siempre sería esa chica de
ojos castaños, cabello rizado que no podía ocultar su amor secreto por él. Esa chica
que quería que fuera la luna y las estrellas, antes de que ella pudiera ver su inmensa
belleza.

Vuelvo a la tierra, su pregunta resonando en mi cabeza. ¿Necesitaba algo?


¿Algo que el dulce, guapo y mortal Jared, pudiera proporcionarme?

—No —le respondo, mi voz un mero susurro—. No necesito nada. Solo


quiero contarte…

Escucho el crujido, seguido por tres golpes en la puerta.

Oh no.

No, no, no, no.

—¡Jared, no la abras! —grito, corriendo en ese momento a mi armario y


deslizándome en mis zapatillas de tenis. Meto mis pies en ellas en menos de un
segundo y ya estoy buscando mis llaves.

¡Mierda!

No tengo mi auto.

Busco las de Morgan, pero no puedo encontrarlas. ¡Maldición! Dorian debe


haber tomado su auto.

—¡Jared! Escúchame. ¡No abras la puerta! ¡Estaré allí en un minuto!

—¿Qué? —Puedo escucharlo cruzando el pasillo, caminando directamente


hacia la Muerte. El aguanta la respiración solo por un momento, e imagino que él
está mirando por la mirilla—. ¡Relájate, Gabs! Es solo Carey desde el otro lado del
pasillo. Creo que ella y un par de sus hermanas de hermandad están teniendo una
fiesta o algo.
—¡No es ella, Jared! Por favor, ¡escúchame! ¡No puedes confiar en nadie!
¡Nadie es seguro!

En el siguiente instante, Alexander aparece ante mis ojos, la preocupación


marca su frente. Él debe haber oído mi alarma. Pongo mi mano sobre el auricular y
aparto el teléfono de mi oreja, antes de girarme hacia él, desesperada por cualquier
ayuda que pueda conseguir.

—Por favor, ¡necesito tu ayuda! Necesito que vueles, te teletransportes, o lo


que sea que hagas. Necesito que llegues a UCCS y rescates a mi amigo. ¡Ahora!

La esperanza se drena de la cara de Alexander y sus hombros se hunden antes


de que sacuda la cabeza.

—Gabriella, ojalá… ojalá pudiera. Pero nosotros no podemos manifestarnos


donde nunca hemos estado. Nunca he visitado ese lugar. Lo siento.

Ni siquiera me permito enojarme. No tengo tiempo para eso.

—Bien. Entonces enséñame cómo.

Él sacude su cabeza.

—No se puede enseñar. Viene de tu interior.

Esto no puede suceder. No puedo permitir que suceda.

No puedo perder a Jared. No puedo sentir ni siquiera una onza de dolor. No


más. Por favor… no más.

Escucho el grito de Jared desde el teléfono en mi mano, tratando de captar mi


atención.

—¿Hola? ¿Gabs? ¿Sigues ahí?

Trago, mi boca seca y saboreo el licor rancio.

—No la abras, Jared. Por favor.

Ni siquiera sé si realmente estoy diciendo estas palabras. Puede que me


imaginara diciéndolas. Puede que eso es el arrepentimiento persistente de mi lengua
por no hacer que él me escuche. Porque mientras las palabras resuenan dentro de mi
cabeza, escucho el clic de una cerradura, el giro de un pomo. La aguda inhalación de
la respiración.

Él abre la puerta.
Capítulo 12

N
o tengo que mirar a Alexander para saber que su rostro está retorcido
en un estado congelado de sorpresa y horror. No podría verlo a
través de mi neblina de temor, incluso si lo intentara. Todo en lo que
puedo enfocarme es en el sonido de la voz de Jared, esperando, escuchando, por
cualquier entonación. Cualquier indicador de que su siguiente palabra será la última.

—Hola, Casey. ¿Qué sucede? —Puedo oír la reticencia en su voz. Quizás, en


algún nivel, sabe que mi advertencia fue justificada. Aun así, abrió la puerta.

Él abrió la puerta.

En las últimas cuarenta y ocho horas, abrir malditas puertas me ha tirado


sobre mi culo cada jodida vez.

Abrí la puerta en la suite de Dorian, y Alexander, mi padre no tan muerto,


está ahí de pie.

Entonces, la abrí para dejar entrar al servicio a la habitación, solo para


encontrar a Niko y un carrito cargado de veneno, empujado por un vándalo mejorado
con magia Oscura.

Abrí la puerta de la habitación de Morgan. Encontré que casi se había matado.


Y la vez en que no abrí la puerta en casa de mis padres… deseé hacerlo. Ese golpe
fue para mí. Esa daga en el estómago debió estar en el mío.

La sangre de Donna aún está fresca en mis manos. Aún puedo olerla. Puedo
sentir su calidez escurriéndose mientras sostenía su cuerpo laxo. Aún veo la mirada
en sus ojos mientras me veía, rogándome que la ayudara, que la salvara. Que fuera
exactamente lo que estaba destinada a ser.

Ahora, estoy a punto de perder otra preciosa parte de mí. Y temo que después
de esto, no tendré nada más que perder.

—Por favor. Por favor, cierra la puerta, Jared. —Sé que no puede oírme; alejó
el teléfono de su oreja. Mi voz es tan débil, como si mi cuerpo se hubiera rendido. O
quizás aprendió a protegerse de lo inevitable. Aprendió, se adaptó. Sabe que
cualquier otro dolor, incluso solo una pizca más, sería mi perdición. No habría
oportunidad de recuperarse.
Una voz femenina, empalagosa y nauseabundamente chillona, ronronea su
nombre, la seducción goteando en cada letra.

—Jared. ¿Cómo estás?

—Bien. —Suena casi como una pregunta, como si tratara de descubrir por
qué demonios estaba esta chica en su puerta, casi a la 1 de la madrugada—. ¿Todo
está bien, Casey?

Incluso sospechando, es excesivamente amable. La chica ríe como si su


amabilidad fuera una broma. Como si le divirtiera que él fuera tan distraído.
Conozco ese sonido; es el llamado de un depredador. Y Jared es la presa más dulce.

—Todo está definitivamente bien, Jared. —Dice su nombre de nuevo,


dejando que se deslice por su venenosa lengua. Suena antinatural, demasiado
intencionado—. Pero esperaba que pudiéramos hablar.

¿Hablar? ¿Quién mierda habla a esta hora de la noche? ¿Qué diablos necesita
decir?

—¡No! —grito en el auricular—. ¡Cierra la puerta, Jared! —Estoy


completamente consciente de los celos agitando mi pecho, pero en su mayor parte,
es miedo. E ira. Ira cegadora y teñida de rojo.

—¿No quieres colgar el teléfono? —pregunta ella, una pizca de molestia en


ese forzado chillido de voz. La oigo entrar arrastrando los pies, y su ritmo cardíaco
se acelera con excitación. Retrocede, perra, grito silenciosamente.

—Eh… solo, uh, un segundo —tartamudea Jared, antes de poner el teléfono


en su oído—. Gabs, ¿puedo llamarte luego?

—No, no puedes. —Estoy gritando antes de que siquiera complete la


pregunta—. No cuelgues. Cierra la puerta, Jared. Hay algo que necesito decirte. Por
favor.

—¿Dime? ¿Puede esperar? —La chica reafirma su sugerencia, y juro que


siento mi presión elevarse a la zona de peligro.

—Dile a esa perra que se meta en sus asuntos y cierra la puerta. No puede
esperar, Jared. Podría ser demasiado tarde. Y… y… algo pasó esta noche. No quería
decírtelo así, pero tienes que saber… es sobre Donna.

—¿Donna?

Casey se enoja, impaciente, insistiendo a Jared que le dé su atención


completa. No va a retroceder, totalmente preparada para pelear sucio.

—Jared, ¿no quieres oír lo que tengo para decir? O mejor aún, ¿lo que quiero
hacer? Vamos, sexy, sabes que lo quieres.
—¡No la escuches, Jared! En serio, ¡necesito hablar contigo!

Jared suspira incómodo, y lo imagino frotándose la nuca mientras los nervios


suben por su columna.

—De acuerdo, Gabs. Solo dame un segundo. —Incluso cuando cubre el


micrófono con su pulgar, aún puedo oír claro como el cristal. Incluso puedo imaginar
el irritado ceño fruncido que esta chica, Casey, debe llevar indudablemente—. Oye,
Case, ¿puedo pasar luego por tu casa? ¿Tal vez, en la mañana?

—No, no puedes. Esto tiene que ser ahora —dice con desprecio, obviamente
ofendida de que él la haya menospreciado. Casey no suena como si hubiese aceptado
bien el rechazo. Buuu, perra.

—¿Qué cosa? —¡Por amor de Dios, Jared! ¡Cierra la maldita puerta! ¡Deja de ser tan
amable!

—Lo que he estado muriendo por hacer durante meses. —Su voz cae una
octava, y puedo oírla moviéndose, acercándose al umbral de la puerta. Su voz está
más cerca, su aliento agitado con lujuria—. Bésame, Jared.

—¿Qué? —Suena genuinamente sorprendido, como si su pedido hubiera


salido totalmente de la nada. Como si estuviera fuera de lugar que Casey pidiera tal
cosa.

—Bésame.

—Casey, creo que tu…

Un fuerte ruido chirriante atraviesa mi tímpano y sus voces se vuelven gritos,


aunque suenan demasiado alejadas. Hay una lucha, carne arañada, ropa
rompiéndose. O están rodando en una pasión violenta o Jared está siendo atacado.
La Gabs humana habría sido abatida con el primer escenario. La Gabs inmortal que
Te-Cortará-Perra sabe que es lo último.

—Solo un beso, Jared —ruge Casey, su voz sonando menos chillona y más
amenazante—. Solo dame un beso.

¿Qué mierda? ¿Le está violando los labios?

—¿Qué demonios te sucede, Case? ¿Cuándo te volviste tan malditamente


fuerte? ¡Sal de encima! ¡Esta no eres tú!

Malditamente fuerte.

Comportamiento fuera de lugar.

Maldito infierno.
Nunca quise estar equivocada más que en este momento. Anhelaba que fuera
paranoia. Rogaba que solo estuviese siendo irracionalmente celosa y posesiva de un
chico de ojos verdes que nunca podría ser mío. Habría sido más fácil imaginarlo
follando con su vecina miembro de una hermandad. Cualquier cosa habría sido
mejor que esto.

El tono en la voz de Casey se vuelve más profundo, y un sonido inhumano


retumba en su garganta, precediendo una voz antigua y fantasmal que prolonga por
mucho sus jóvenes años.

—Pondrás tus labios sobre los míos, muchacho. Y probarás la más dulce de
las muertes.

Estoy gritando, rogando que Jared me oiga desde donde sea que haya sido
tirado el teléfono, tan fuerte que casi no oigo un estridente estallido, seguido por el
sonido enfermizo de huesos volviéndose polvo.

Entonces, hay silencio. Tanto que solo oigo el palpitar de mi acelerado


corazón. Solo un corazón humano.

Suaves pasos se vuelven más cercano antes de que haya movimiento en el


teléfono de nuevo. Alguien lo recogió. Mantengo la respiración, rogando que sea él.
Que el solitario latido pertenezca a Jared, y que esté sano y salvo de nuevo. Mi dulce
y hermoso amigo, quien siempre ha sido demasiado bueno para mi gusto.

Cuando oigo la voz en el otro lado, trago el aliento que retengo, sintiendo
como si nunca pudiera respirar de nuevo.

—Lo siento, chiquilla.

Hay un clic, y la conexión muere, junto con mi última pizca de esperanza.


Capítulo 13

U
na vez creí que estaba atada a esta tierra por la gravedad. Por una
fuerza invisible tan grande y poderosa que mantiene mis pies
plantados al piso, sin importar lo lejos de la realidad que pueda
delirar.

Siempre regresaba abajo. Mi existencia estaba regida a la ciencia.

Entonces un hermoso hombre me dijo que todo en mi mundo podría no ser


explicado con la ciencia y lógica. Que había fenómenos mucho más allá de mi reino
del entendimiento que solo podía ser medido como una cosa: magia. Y me di cuenta
de que la gravedad era tan superficial como mi vida humana. Era una idea
impregnada en la razón de un mundo sin razón. Así que realmente no había estado
ligada para nada a ello.

Estoy sostenida por una fuerza mucho mayor, algo tan poderoso que no se
puede contener. No puedo controlarlo. Solo puedo vivirlo, y rezar que me muestre
misericordia.

Me di cuenta de que estoy atada al amor.

Amor por mi familia, mis amigos. Amor por un hombre que aún lucha contra
el deseo de matarme. Que se complace en lastimarme con cada uno de sus clímax
que aplastan mi alma.

Me he convertido en un ser ilógico, algo que no puede ser encontrado en los


libros de texto o estudiado en un laboratorio. Soy magia. Y estoy regida por un amor
tan errático e inestable que estoy forzada a renunciar a controlarlo. Me provoca. Me
castiga. Cuelga serenidad y felicidad frente a mí solo para quitármela, clamando de
alegría con mi agonía. Sin embargo, me sigo sosteniendo de eso, sigo encomendando
mi existencia a este monstruo con la esperanza de que considere capturarme para
siempre. Porque sin eso, no tengo conexión con esta vida. Ningún enlace forjado en
mi sangre y hueso. Ninguna razón para respirar, ninguna razón para vivir.

El amor es mi debilidad. Es mi enemigo. Es mi salvador.

Una vez más, me está probando, viendo cuán lejos podría presionarme hasta
que empiece a romperme. Jared siempre había sido una de esas cuerdas invisibles
que me mantenían atada a mi vida humana. Había sido forzada a cortar las que me
enlazaban a Chris y Donna. Sin Jared, ¿cuántas más cuerdas me quedarían? ¿Cuántas
más tenían que ser cortadas antes de flotar en la nada? ¿Cuán lejos puedo continuar
antes de querer cortar la que me atan a mí misma?

Alexander me mira caminar por el piso, tan quieto que me olvido que está
allí. Él no habla, no respira. Ni siquiera pestañea. Solo me mira, remordimiento
endureciendo sus facciones etéreas.

Debería odiarlo. Debería enviarlo hacia el rey Oscuro como un acto de


penitencia. Pero incluso mientras lo pienso, sé que nunca lo haría. Nunca me podría
subyugar a ese tipo de maldad para un hombre cuyo único crimen fue amar. Ese
mismo demonio se había robado a las personas que más nos importaban.

—¿No debería estar de regreso ahora? —murmuro por vigésima vez. Presiono
marcar nuevamente, solo para obtener el mismo mensaje automático. Lo sentimos. La
línea que intenta alcanzar ha sido desconectada…

Maldigo e intento con el celular de Dorian de nuevo, y por supuesto, pasa al


buzón de voz, informándome que su buzón está lleno.

—A la mierda esto. Voy hacia allá.

—Eso es imposible, Gabriella.

—¿Cómo es eso imposible? Fui capaz de congelarte a ti y a Dorian muy bien.


Tal vez soy de rápido aprendizaje.

Alexander sacude la cabeza.

—Sin entrenamiento apropiado, podrías perderte. Atrapada entre


dimensiones. Solo tu mente podría ser la llave para encontrarte, eso podría tomarnos
siglos.

Resoplo un aliento irritado.

—Bien. Llamaré un taxi. Tengo que llegar a Jared, con o sin tu ayuda.

De nuevo, sacude la cabeza, aumentando mi enojo a unos pocos grados.

—Eso tampoco sería posible. No puedes confiar en nadie. En los humanos


especialmente.

—¿Entonces se supone que tengo que esconderme? ¿Temer al mundo? ¿Y no


soy la Luz Oscura? ¿Más poderosa que nadie más, incluso Dorian? ¿Incluso tú?

Su mirada se congela, y lo miro luchar contra la oscuridad saliendo en la


superficie.
—Sé humilde, niña. A quien mucho es dado, mucho es requerido. No dejes
que tu orgullo nuble tu propósito. Así de simple como recibiste estos dones de la
Deidad, pueden ser arrancados.

Sacudo la cabeza y aparto la mirada, luchando con las lágrimas frustradas. Sé


que tiene razón, y sé que estoy actuando como una niña malcriada. Pero no puedo
imaginar qué podría estar pasando al otro lado de la ciudad. ¿Jared está… muerto?
¿Dorian estuvo demasiado tarde? ¿O podría haber tenido algo que ver con eso?

Lo siento, pequeña.

¿Por qué? ¿Por no salvarlo? ¿Por tener una mano en su muerte? El


pensamiento me da náuseas.

—Él es un hombre honorable, Gabriella —remarca Alexander, leyendo la


confusión en mis ojos vidriosos—. Nunca lastimaría a alguien que amaras, y los
protegería tan ferozmente como te protege a ti.

Miro hacia mi padre, mi último familiar vivo, biológicamente o no.

—¿Realmente crees eso?

—Sí. Confié en él por casi un siglo. Sin importar qué animosidades puedan
descansar entre nosotros, no dudaría en hacerlo de nuevo. La guerra te une en una
forma que va más allá de la amistad y del acoplamiento emocional. Construye
hermanos de extraños. Dorian Skotos podría haber estado mal guiado
persiguiéndote, pero sus intenciones eran buenas. Y si realmente no se preocupara
por ti, no estaría aquí ahora. Lo he presenciado derribando a grandes hombres con
sus manos desnudas sin un atisbo de remordimiento. Él ha visto arder de pueblos
enteros sin un atisbo de culpa. Pero contigo… él es diferente. Él siente. Se las ha
arreglado para retener sus emociones por cerca de doscientos años, solo para tenerlas
purificadas de su alma por una joven y hermosa chica. Imagina lo increíblemente
difícil que debió ser para él, no ser capaz de contener su afecto por la misma criatura
a la que fue enviado para asesinar. Entiendo esa batalla interna, más de lo que
pudieras saber.

Estoy aturdida sin hablar, no solo por sus palabras, sino por la convicción en
su voz. Le creo. Y aunque realmente puede que no lo conozca, conozco a Dorian.
Conozco al hombre que conocí hace un año en ese club lleno de gente. Y cuando él
presionó sus labios contra mi mano, dejando un camino de hormigueo helado, sentí
algo removerse dentro de mí. Él no estaba despertando a la bestia. La estaba
reconociendo como suya. Aceptándola. Mostrándome que podía amar cada parte
compleja de mí, incluso la parte que no entendía.

No creo que alguna vez haya planeado matarme. Cuando lo conocí, no sentí
miedo. No había una alarma silenciosa sonando en mi cabeza cuando estaba cerca.
Estaba regocijada por su presencia. Sabía que era peligroso en algún nivel, pero eso
solo hacía que lo quisiera más. Si tenía miedo por algo, era de perderlo, solo para ser
desechada como una mediocre artimaña de la vida.

Tomando algo de consuelo con mi comprensión, junto con la vehemente


descripción de Alexander de Dorian, camino hacia el sofá y me hundo en el cojín,
liberando un mundo de confusión y frustración en un suspiro pesado. No miro de
regreso a Alexander, pero sabe que estoy esperando que él acepte mi invitación para
unirse a mí. Cuando se sienta en el sillón adyacente, alzo la mirada con disculpa. He
actuado como una mocosa desde que él llegó. Este hombre escapó del cautiverio y
vivió escondido por veintiún años, alimentado con la esperanza de que algún
podríamos estar juntos. Y en los últimos dos días, apenas hemos tenido la
oportunidad de tener una conversación decente.

Quiero conocer a mi papá. Quiero saber acerca del Brujo que traicionó a su
raza por una mujer a la que fue programado para despreciar. Una mujer por la que
había sido entrenado para matar.

¿Qué secretos están detrás de esos ojos azul hielo? ¿Qué dolor escondido está
ocultando bajo ese controlado y estoico aspecto?

—¿Puedes decirme… cómo? ¿Cómo llegaste a conocer a mi madre? ¿Natalia?

Una sonrisa hace tic en sus labios solo con la mención de su nombre, e
imagino que su cara se manifiesta en su mente.

—Ella era una valiente guerrera, altamente entrenada y astuta. Increíble


fuerza y rapidez. De todos los cazadores de Oscuros, ella era la más venerada. Había
matado a más hombres de los que me gustaría admitir. —Se ríe entre dientes, como
si el pensamiento de la pequeña, hermosa mujer matando hombres que le doblaban
el tamaño fuera divertido. Pero puedo ver que no solo la amaba, la respetaba.
Admiraba su habilidad—. Cuando a Dorian y a mí nos dieron la orden de cazarla
después de que hombres menores fallaran, estaba entusiasmado por la oportunidad.
Finalmente, una batalla real. Algo para sacarme de la monotonía de mi existencia.
Algo que me hiciera sentir vivo de nuevo. Pero lo que me encontré en su lugar era
algo más. Estaba… intrigado. No había estado interesado en más que matarla por
muchas décadas. Pero me encontré curioso por ella. Deseando solo un momento de
su atención.

Trato de imaginar el día en el bosque sobre el que mi madre escribió en su


diario. El día que vio por primera vez a mi padre mientras se encaramaba de un árbol.
Me encuentro sonriendo también.

—¿Piensas que ella se sintió igual? ¿Crees que también estaba intrigada?

—Al principio, no —responde con una sacudida de cabeza—. Ella aborrecía


todo lo que representaba a los Oscuros. No éramos personas compasivas.
Sacrificamos a muchos de los suyos a través de los años de batalla. Podía entender
su hostilidad, ella fue enviada para extinguirnos. Ese era su objetivo. Sin embargo,
ella no estaba sin compasión. Tal vez vio cuánta guerra había marchitado mi
voluntad de vivir. Tal vez encontró honor en mí cuando no la expuse ese día.

—¿Por qué no lo hiciste? ¿Por qué mentiste acerca de verla? —Estoy al borde
de mi asiento. Esto es lo máximo que hemos hablado desde que él llegó. Hay tanto
que quiero saber acerca de él, de mi madre, incluso de Dorian. Él podría responder
todas las preguntas que he estado albergando por las últimas dos décadas.

—No lo sé. Pero creo que fue algo más grande que ambos lo que nos abstuvo
de matarnos uno al otro ese día. Era el destino, la voluntad de la Deidad. De lo
contrario no nos habría salvado.

—¿Y qué hay de la siguiente vez, cuando la emboscaste en el almacén


abandonado? ¿Planeabas salvarla entonces también?

Se encoge de hombros, y luce como un gesto extraño para él, como si no


estuviera familiarizado con el movimiento.

—No sé lo que estaba pensando cuando no pude atacar. Me dije que había
sido engañado por la ilusión de Luz durante nuestro primer encuentro. No había
planeado dejar que volviera a pasar. No había decepción en sus ojos dorados cuando
la atamos de todos los costados. No lloró ni mostró un gramo de temor. Era audaz y
orgullosa y radiante. Su Luz era más brillante que ninguna otra que hubiera visto en
mi vida.

Mi madre una preciosa, mujer ruda, incluso en la cara de la Muerte. Vaya.


Qué legado para el que estar a la altura. Qué no daría por tener la oportunidad de
aprender de ella.

—Tenía que buscarla —continúa Alexander, inmerso en la historia que


probablemente haya repetido una y otra vez desde el día en que fue arrancado de
ella—. Tenía que averiguar por qué estaba tan atraído a ella. Me estaba volviendo
loco, distrayéndome de mi trabajo. Dorian estaba sospechando. Éramos más
cercanos que hermanos, sin embargo, nunca me había visto actuar de manera tan
arriesgada e impredecible. Sabía que no lo aprobaría, así que me puse en camino a
encontrarla por mi cuenta. Naturalmente, los cazadores eran nómadas, pero mis
habilidades de rastreo eran superiores. Y cuando la encontré, casi me mata.

—Y la dejaste.

Él asiente una vez.

—Sí. Estaba en su territorio. Fue tonto de mi parte, pero no había sido capaz
de pensar racionalmente desde ese día en el bosque. Cuando se dio cuenta de que no
pelearía de regreso, ella me ató, pero me sanó.

—¿Ella te sanó? Entonces, ¿la Luz puede sanar a los Oscuros?


¿Entonces tengo una oportunidad de ayudar a las personas que amo?

—Más o menos. Nuestra magia es como las cargas positivo y negativo. Yin y
yang. Somos opuestos en cada forma. Para sanarme, ella tuvo que reabsorber su
energía. Luego me dio su fuerza de vida para que así pudiera regenerarme.

—Pero eso no… ¿te cambió?

¿No lo haría eso más Luz?

—No en la forma en que pensarías. Creé un vínculo físico entre nosotros.


Ligero y temporal, dado a la pequeña cantidad de ella transferida a mí, pero la sentí
viviendo dentro de mí. Y solo solidificó mi deseo por conocerla.

Aparto la mirada de su fascinante mirada para encontrar que de alguna


manera me he acercado a él y estoy al borde del sofá. He estado tan absorta en su
historia que no me di cuenta de que me había estado moviendo.

—¿Entonces eso fue lo que lo hizo? Eso es lo que te hizo…

Mis siguientes palabras fueron cortadas por un confuso grito, cuando un dolor
segador abraza mi espalda. Trato de llegar detrás de mí, convencida de que alguien
ha puesto un hierro al rojo vivo en mi piel. Puedo oler mi propia carne quemándose,
derritiéndose directo hasta mis huesos. Alexander ya está sobre mí, rasgando mi
camiseta mientras me doblo al piso de dolor, chillando, llorando, ahogándome.
Vomito a través de los sollozos hasta que estoy demasiado débil para incluso
levantarme.

—Oh, no —jadea Alexander en horror detrás de mí.

Es lo último que escucho antes de desmayarme encima de mi propia bilis.


Capítulo 14
La paz reina aquí.

N
ada en las frescas y claras aguas arrasadas por una marea ondulante.
Brilla en el brillante sol que cuelga por encima, irradiando calor y
vida. Está enterrada en las suaves arenas debajo de mí, haciéndome
cosquillas en los dedos de los pies y en la parte posterior de las piernas con pequeños
y grandiosos besos. Es llevada por los dulces vientos que acarician la parte superior
de mis hombros.

No hay sufrimiento en este lugar. No hay dolor. No hay conflictos. Es mi


propio paraíso escondido.

Me siento en el mismo lugar donde Dorian me hizo el amor bajo un millón


de estrellas. El mismo lugar donde nos sentamos cuando morí y mi mente y mi
cuerpo necesitaron tiempo para sanar.

—¿No estás olvidando algo?

Su voz se rebela y me emociona. No es que me sorprenda que esté aquí, soy


lo suficientemente sabia para saber que nunca está demasiado lejos, pero buscaba la
paz. La serenidad. Una casa segura en medio de una dura tormenta.

—Por eso estoy aquí —dice, leyendo mis pensamientos—. Reconoces lo que
puedo proporcionarte: seguridad, comodidad, satisfacción. ¿No recuerdas la última
vez que estuvimos aquí juntos? ¿La forma en que querías complacerme? ¿La alegría
que sentiste con solo un gramo de mi aprecio? Imagina el impacto total de mi favor,
Gabriella. Nunca tendrías que sentir nada más que felicidad por el resto de tus días.

Giro hacia la voz de Stavros, aunque sé que no está allí. Mi sangre no zumba
en mis venas. Mi piel no se humedece y ni duelo por ser tocada. Mi boca no saliva
con la necesidad incontrolable de tenerlo en mi lengua.

—Pero quieres hacerme daño —logro decir, sonando cada vez más como la
niña mansa que él cree que soy.

Se ríe, y una frígida ráfaga de viento se rasga sobre mi piel, rozando mis
pezones.
—No quiero hacerte daño, Gabriella. Quiero enseñarte. Quiero guiarte. Y
cuando estés lista, quiero follarte. Y lo haré. Tú y yo lo sabemos. No estabas
destinada a acostarte con un simple príncipe. Fuiste hecha para habitar la cama de
un rey. Para sentarte a su lado en un trono construido con la sangre sagrada de la
realeza Oscura. Necesitas un hombre, Gabriella. No un niño.

Quiero disputar sus afirmaciones, decirle que Dorian es el hombre completo


que necesitaré, pero la marea sube repentinamente y soy lanzada a tres centímetros
de agua helada. Las nubes oscuras eclipsan el brillante sol y las suaves arenas se
endurecen contra mi piel.

Me retuerzo y giro mi cuerpo, pero me hundo más profundamente en el agua.


La impecable arena blanca que antes me hacía cosquillas en los dedos de los pies se
vuelve oscura y pegajosa, agarrándose a mis extremidades, tirando de mí hacia abajo
como un vacío. Lucho por permanecer en la superficie, pero es demasiado fuerte. En
segundos mis brazos y piernas han sido completamente devorados por las arenas
movedizas. Abro la boca para gritar, esperando que el rey muestre misericordia, pero
un rayo abre el cielo, purgando las lluvias torrenciales de los cielos.

No puedo respirar. Me atraganto, me asfixio. Mi cuerpo está atado a la tierra,


mientras el cielo me castiga con una lluvia tan espesa que no puedo ver a centímetros
delante de mí. El agua se acumula en mis ojos, mi nariz, mi boca. Y aunque ya no
puedo oír el rugido del viento, escucho su risa burlándose de mí una vez más, antes
de que la tierra me trague entera.

Despierto paralizada, tragando aire, arañando almohadas y mantas como si


luchara por mi vida. Estoy boca abajo, pero no hay arenas movedizas. No me van a
enterrar viva en esa playa de Skiathos. Estoy en mi habitación y estoy completamente
seca, excepto por la sensación de terciopelo húmedo y suave que me roza la espalda
con movimientos lentos y suaves. Deja un rastro de placenteros cosquilleos, una
sensación de florecimiento por toda mi columna vertebral. He sentido esa suavidad
antes. En mis labios, en mis pezones, entre mis muslos. Me ha traído más placer del
que cualquier persona debería poder sentir.

—¿Me estás lamiendo? —susurro. Supe que Dorian estaba aquí, en el


momento en que abrí los ojos. Su aroma a agua de lluvia y sexo me rodea,
embriagando mis sentidos.

Se mueve, se instala a mi lado, y las pinceladas de terciopelo cesan. Aun así,


el calor y el confort continúan irradiando sobre mi espalda.
—Mis manos son hábiles, pero mi lengua puede darte mucho más. —No me
pierdo la sonrisa en su voz. Incluso cuando está preocupado por mí, no puede evitar
gotear erotismo—. Vine tan pronto como sentí tu agonía, pero acababas de caer
inconsciente. ¿Cómo te sientes?

Hago una evaluación mental de mi cuerpo, agradeciendo que el dolor


espontáneo y ardiente se haya ido. No hay ni una pizca de vómito en mí, excepto
por el vil sabor de mi boca. Debe haberme limpiado antes de ponerme en la cama.

—¿Qué ha pasado? —Mi voz es ronca por los gritos y las arcadas, y me duele
al tragar. Sintiendo mi incomodidad, Dorian me da un vaso de agua que con aprecio
trague en segundos—. Había tanto dolor… entonces estaba en la playa… —Con
Stavros.

Giro a mi lado y vislumbro la estrecha y lúgubre línea de sus labios.

—Lo sé. Te traje de vuelta. Siento no haber estado aquí cuando ocurrió.
Estaba tan seguro de que te habías salvado.

Levanto las sábanas para cubrir mis pechos desnudos antes de sentarme.

—¿Salvada?

—De la maldición. Tu marca.

¿Mi marca? Mi mano vuela hacia mi omóplato donde mis dedos trazan un
parche de piel levantada, indicando algún tipo de diseño. Está fría al tacto, pero no
duele. He sido marcada. Mientras me retorcía en el suelo, sintiendo que algo o alguien
tallaba sus iniciales en mi piel con un atizador abrasador, me habían marcado como
una bestia corrupta, el precio que había tenido que pagar por haber nacido
simplemente de un padre Oscuro.

Después de que los Oscuros se disolvieran de la Luz, la Deidad los maldijo


para que llevaran una marca que significara su nombre familiar. Solo era visible para
aquellos que eran sobrenaturales, o de otro mundo, como dijo Dorian, como una
forma de identificar su vergüenza y perversión. Dorian llevaba la suya en las costillas,
una escritura audaz que decía Skotos en letras griegas. Cuando nada apareció al
momento en que ascendí, asumí que mi lado de la Luz había cancelado mi lado
Oscuro. Especialmente considerando que mi magia está operando en una longitud
de onda diferente a cualquiera de los dos poderes.

Salí de la cama y corrí hacia el baño, ansiosa por ver la marca que se grabó en
mi piel para la eternidad. ¿Cómo podría ser categorizada? ¿Polemos? ¿Me
perseguirán los pecados de mi padre por el resto de mis días? ¿O he creado una nueva
casa, completamente única para quién y qué soy?

Desnuda de cintura para arriba, me giro en el ángulo justo para ver un símbolo
tallado en mi omóplato derecho. Es un triángulo al revés, aunque está roto en la parte
superior y los dos extremos no se unen. Dentro del triángulo, parece haber una P con
una X que se bifurca. No se parece a nada de lo que he visto nunca, y ciertamente
nada a los tatuajes que esos aspirantes a Oscuros recibieron.

—¿Qué es?

Dorian se pone a la vista detrás de mí y apoya sus manos con cautela sobre
mis hombros.

—El triángulo invertido es lo que simbolizamos como humanos. El emblema


dentro de él es el emblema de la casa de Polemos.

Frunzo el ceño.

—Pero eso no tiene sentido. Sí, entiendo la parte sobre Polemos, pero no soy
humana. ¿Verdad?

Asiente una vez, dejando caer su solemne mirada al suelo. Pero no antes de
ver la disculpa en sus ojos.

—No lo eres. Y la ruptura del triángulo significa un defecto: una fractura.


Como si un humano estuviera lo suficientemente roto como para ser infiltrado por la
magia. La magia Polemos, para ser exactos.

El impacto total de sus palabras me golpea lo suficiente como para hacer que
mis rodillas se doblen. Dorian rápidamente se da cuenta de mi vacilación, y me
apoyo en el lavabo, dejando que las piezas caigan juntas.

—Este símbolo no me representa a mí, ¿verdad? Esta no es mi marca.

Niega con la cabeza, se encoge de hombros.

—Es mi castigo, ¿verdad? Mi cruz por matar a ese chico… ese inocente,
humano, maldito chico que fue poseído y enviado en una misión suicida por un
pedazo de mierda de cobarde Oscuro.

—Lo siento, pequeña.

Lo siento, pequeña.

—Oh, Dios mío. Jared —susurro mientras el recuerdo me golpea—. ¿Qué


pasó, Dorian? ¿Está bien? ¿Dónde está ahora?

De nuevo, Dorian me mira con pesar en esos interminables ojos azul claro, y
siento que mi sangre se enfría.

—El chico está bien.


¿Bien? ¿Entonces por qué demonios me mira así? Como si acabara de
descubrir la última parte de mi corazón que aún no está casado, aún late con vida,
solo para poder aplastarlo en la palma de su mano.

—Bueno, ¿dónde está? ¿Puedo verlo? Dame las llaves. Iré a su habitación
ahora. —Doy un paso hacia el dormitorio, y Dorian detiene mi avance con una mano
en mi codo.

—Eso no es posible, Gabriella. Se ha… ido.

—¿Irse? —Me aparto de su alcance como si las puntas de sus dedos estuvieran
cubiertas de arsénico—. Acabas de decir que estaba bien. ¿Qué pasó allí? ¿Qué es lo
que no me estás contando?

Abre la boca, pero rápidamente la cierra antes de desviar los ojos. Conozco
ese gesto. Desprecio ese gesto. Es la forma de Dorian de evitar la pregunta. No puede
mentir, así que simplemente omitir la verdad es lo mejor. No dejaré que se salga con
la suya. No esta vez. Me dirá lo que pasó, aunque tenga que infiltrarme en sus
pensamientos y sentimientos internos y sacarlos yo misma.

—No —murmura a través de una mandíbula muy apretada. Me lanza una


mirada que se ilumina con la promesa de violencia si lo empujo. Tráelo.

—Dime, Dorian. No te lo preguntaré de nuevo.

Me perfora con esa mirada penetrante en mí, la que dice que está a dos
segundos de desatar su demonio interior y hacerme comer mis palabras. No hace
amenazas, da o toma.

—Déjalo en paz, Gabriella. —Hay una inflexión peculiar en su voz, como si


acabara de ser transportado a la antigua Grecia.

—No dejaré pasar esto. —Niego con la cabeza, mis ojos siguen fijos en los
suyos para que pueda ver la resolución en los charcos de azul y oro—. Es mi amigo,
Dorian. Sabes lo que siento por él. Y si crees que voy a seguir adelante sin saber que
él está bien, entonces honestamente no sabes nada de mí.

Está quieto como una piedra, completamente inamovible, durante un largo


latido antes de soltar un suspiro resignado.

—Está en el aeropuerto. Se está trasladando a Notre Dame para su programa


de fútbol. Se acaba de abrir un hueco recientemente, y tiene que estar allí hoy.

—¿Qué? —Doy un paso atrás, poniendo aún más distancia entre nosotros—.
¿De qué estás hablando? Es la mitad del semestre. Es un estudiante de tercer año.
¿Por qué se transferiría ahora? ¿Y todo el camino hasta Notre Dame? ¿Cómo es que
incluso…?
Me paro ahí, con la boca abierta, viendo finalmente la verdadera razón por la
que Dorian me ha estado mirando con tanta culpa y rabia pintada en su rostro. Es
culpable porque tuvo algo que ver con el repentino movimiento de Jared a través del
país. Y enojado consigo mismo porque sabía que esto me lastimaría.

—¿Por qué estabas en el dormitorio de Jared, Dorian? ¿Qué razón tendrías


para salir de mi cama durante el tiempo que más te necesitaba, solo para visitar a
Jared en medio de la noche? —Mi voz es tranquila, fría, como la suya.

—Sabes por qué, Gabriella. Viste lo que pasó con Donna. ¿Realmente
pensaste que dejaría que eso sucediera de nuevo?

Frunzo los labios y levanto una ceja acusadora.

—Así que me estás diciendo que hiciste esto por mí. —No es una pregunta—
. Que esto no tiene nada que ver con que quieras a Jared fuera del cuadro para
siempre.

—¿Me has dado una razón para querer eso? —Me fulmina con una mirada
tan helada como sus palabras.

—Absolutamente no —digo, poniendo los ojos en blanco—. Mi lealtad nunca


ha sido puesta a prueba. ¿Puedes decir lo mismo?

Dorian chupa sus dientes y resopla, una apretada y sardónica sonrisa en sus
labios.

—Tu amigo estaba en peligro, Gabriella. La chica que trató de atacarlo había
sido obligada por un Orexis, compartía su marca y tenía su magia en sus labios. Hice
lo que había que hacer para garantizar su seguridad, lo que incluía exponerme. No
tenía otra opción. ¿Debería haberme quedado al margen y dejar que aceptara su beso?
¿Que una pequeña e inocente chica le succionara la vida de su cuerpo?

—No, por supuesto que no…

—Entonces, ¿qué es lo que quieres de mí? ¿Quieres que sufra por lo que he
hecho? ¿Quieres que me sienta mal por quererte todo para mí? Porque no es así. No
me disculparé por haber hecho lo que había que hacer.

Sus palabras me quitan el vapor, y muerdo mi réplica inicial.

—Solo desearía que me lo hubieras dicho. Para poder despedirme… Para


poder decirle… —Sacudo los pensamientos de mi cabeza y giro hacia el dormitorio—
. No tengo tiempo para esto. Necesito llegar al aeropuerto.

—No. —La finalidad de su voz me detiene en seco, y giro hacia él.

—¿No?
—No. —Se frota la mano sobre el rostro, la estática de la agitación se
desprende de él en oleadas—. Es imposible.

—¿Imposible? —Toco con mis palmas su pecho, consciente de mi estado


actual de desnudez. Si no atiende a razones, tal vez un poco de distracción sirva—.
Nada es imposible, Dorian. Tú más que nadie deberías saberlo.

Se inclina hacia mi toque, con los ojos cerrados, e inhala el pequeño espacio
que hay entre nosotros.

—Él… ya no te conoce. No puedes decir adiós, porque Jared no recuerda que


hayas sido parte de su vida.

Escucho sus palabras, pero no puedo digerirlas. Me niego a dejar que sean
reales.

Dorian ha revertido los recuerdos que Jared tenía de mí.

Cada dulce sonrisa, cada tierno roce de su mano, cada cálido abrazo que de
alguna manera devoró todo mi cuerpo en la dureza de su cuerpo. Se ha ido. Borrado
en las manos del hombre que elegí sobre el hombre que una vez pensé que amaba. El
hombre con el que pensé que pasaría el resto de mi vida.

—¿Cómo pudiste? —Mi labio inferior tiembla, pero lo capto con los dientes,
negándome a mostrar debilidad—. A la mierda con esto. Me voy al aeropuerto. Jared
es mi amigo. Si no se acuerda de mí, lo obligaré. —Agarro un poco de enjuague bucal
y lo meto en la boca por unos segundos para disipar el sabor a vómito, luego pongo
mi cabello en un moño descuidado.

—Gabriella, no puedo dejarte hacer eso. —Dorian está detrás de mí,


mirándome mientras saco unos viejos jeans gastados y una camiseta que dice Spring
Break 2009.

—¿Ah, sí? Trata de detenerme.

Termino de vestirme, negándome a reconocer su mirada penetrante. Dorian


sabía lo que hacía al no informarme al menos de sus intenciones. Le agradezco que
salvara la vida de Jared, pero sus planes para revertir la memoria de Jared fueron
premeditados. Por eso me dejó. No fue para asegurarse de que mi amigo estuviera a
salvo; sabía que me lo estaba robando cuando salió de mi cama. Me amaba tanto y
tan tiernamente para poder arrancarme otro pedazo de mi corazón.

Azoto la casa como un tornado, llamando a Morgan, a quien encuentro


sentada en el sofá con Alexander. Están siendo… normales. Viendo la televisión y
bebiendo de tazas de café caliente. Se ve mejor, salvo por las pequeñas líneas de
preocupación en su frente.
—¿Qué pasa, Gabs? —Empuja a Dolce de su regazo, que rápidamente se
escabulle fuera de la vista. Una bestia más pequeña y débil siempre puede sentir
cuando un depredador más vicioso está cerca.

—Vamos, tenemos que ir a buscar a Jared al aeropuerto.

—¿Al aeropuerto? ¿De qué estás hablando, Gabs? —Estrecha los ojos,
tratando de averiguar si soy seria o delirante—. ¿Cuándo le hablaste? Pensé que
ustedes dos no estaban…

—Te lo explicaré en el camino. —Le tiro las llaves de su auto y su bolso. Aun
así, no se mueve—. Morgan. ¡Tenemos que irnos ahora!

Echa una mirada a Alexander y luego a Dorian antes de darme una sonrisa
nerviosa, la confusión apretando sus labios. Su renuencia me enfurece. Soy su amiga.
Debería confiar en mí. Hace dos días, estaba muerta de miedo por estos hombres, ¿y
ahora los busca como guía? ¿Me he convertido en una carga? ¿O es que todos me
compadecen, la pobre niña casi huérfana que ni siquiera sabe quién carajo es?

—A la mierda —escupo, arrebatándole las llaves del lugar donde aterrizaron


en el sofá. Si no viene, salvaré a Jared.

Estoy afuera, en el Mustang rojo caramelo cuando la oigo acercarse. Morgan


me quita con cuidado las llaves de los dedos y le da un golpe a mi hombro con el
suyo.

—Tú hablas, yo conduzco.

—¿Así que Dorian realmente piensa que todos sus seres queridos son un
objetivo? —Morgan acelera por el bulevar Powers hacia el aeropuerto de Colorado
Springs, como si el auto estuviera en llamas. Por suerte, no nos saltamos ni un solo
semáforo en rojo. No cuestiono los cómo y los porqués. Solo me fijo en la carretera,
rezando para que Morgan no haga que nos maten. Bueno… que se mate a sí misma.
Probablemente me iría sin un rasguño.

—Aparentemente. Pero obviamente no puede salvarlos a todos, ya sabes.


¿Qué hay de James y Tammy? ¿O Carmen y Miguel?

Al mencionar el nombre de su novio latino, se desvía, perdiendo por poco a


un transeúnte.

—Oh, Dios mío.


—¿Cuándo fue la última vez que hablaste con él?

—No lo sé. —Su voz es lejana, como si el pensar en él la impulsara a otro


lugar y tiempo. Donde la mierda no era tan complicada, y no había Brujos o magia
o sacerdotisas vudú haitianas acechando sus sueños. Donde teníamos padres
cariñosos y amigos increíbles, y nuestra mayor preocupación era qué atuendo
llevaríamos al club el sábado por la noche.

Ojalá pudiera llevarla de vuelta allí. Demonios, me gustaría poder volver allí.
Pero todo es diferente ahora. No podemos fingir ignorancia o atribuirlo todo a la
inmadurez. Esto es todo para nosotros. No hay vuelta atrás a la vida que una vez
tuvimos.

Llegamos al aeropuerto en tiempo récord, y Morgan se retrasa para dejarme


salir frente a las puertas de salida.

—Tú vas. Estacionaré y te encontraré —grita mientras salgo. Asiento con la


cabeza, agradecida de que todo el aeropuerto es solo un poco más grande que una
caja de zapatos. Encontrar a Jared debería ser pan comido. ¿Verdad?

Incorrecto.

Me deslizo por hordas de viajeros antes de encontrar un grupo de pantallas


que muestran las interminables listas de vuelos de salida y entrada.

Correcto… Salidas. Ya lo tengo.

Destino: ¿Notre Dame? Eso no está bien.

Busco vuelos a Indianápolis, pensando que sería mi apuesta más segura.

—South Bend —susurra una voz que se desliza en mis oídos y hace eco en mi
cabeza. Ando por ahí, buscando la fuente, pero no hay nadie. Es como si ni siquiera
lo escuchara todo, que solo imaginé la voz familiar. Al menos, eso es lo que quiero
creer.

—Sal de mi maldita cabeza —murmuro, volviendo mi atención a las


pantallas. Encuentro un vuelo a South Bend, IN programado para salir en los
próximos treinta minutos. ¡Mierda! ¿Cómo se supone que voy a atraparlo antes de
eso? Miro hacia la fila de gente descontenta que espera pasar por la seguridad y niego
con la cabeza. No hay forma de que llegue a tiempo, pero me odiaré a mí misma si
al menos no lo intento.

Afortunadamente, el mostrador es más corto de lo que esperaba, y llego a un


asistente en minutos.

—Señora, necesito el vuelo más barato que tenga. Y no me importa a dónde


va.
La rubia detrás del mostrador inclina la cabeza hacia un lado, como si no me
escuchara correctamente.

—¿No te importa a dónde va?

Niego con la cabeza.

—Lo que sea que tengas. Y date prisa por favor.

Sonríe, mirando hacia abajo a su pantalla mientras toca las teclas.

—Va a detener al que se escapó de escapar, supongo.

—Algo así.

Golpea una tecla, causando que una impresora escupa una tira de papel.
Luego me da una tarjeta de embarque.

—En ese caso, yo invito. —Sonríe, sus ojos se calientan hasta que se ven
casi… dorados. Es solo por un segundo, pero juro que veo el brillante destello de luz
en sus brillantes lirios. Ella es Luz. Oh, Dios mío. Hay tanto que quiero saber, tanto
que quiero preguntarle. Pero si no corro ahora, no atraparé a Jared.

—Esto debería hacerte pasar por seguridad más rápido también —dice
señalando un emblema en la tarjeta de embarque—. La vida es demasiado dura para
pasarla sin la gente que amas. No dejes que se escape.

Me trago el repentino estallido de emoción en mi garganta y asiento.

—Gracias —respondo con un susurro áspero.

La asistente sonríe y asiente una vez. Su etiqueta dice “Analiese”. Lo


recuerdo, prometiendo mentalmente que volveré a buscarla. Tal vez sea una locura
considerando que un Hechicero de Luz fue responsable de capturarme y casi
matarme, pero no siento nada más que bondad a los ojos de Analiese. Eso tiene que
contar para algo.

Paso por la seguridad como ella dijo, sin tener que parar para quitarme los
zapatos. Luego lo reservo para la puerta de Jared, esperando, rezando para que no
haya embarcado ya.

Cuando veo un destello de cabello castaño y un par de hombros anchos bajo


un polo ajustado, me detengo para gatear. Jared. El hermoso chico que vi crecer hasta
convertirse en un hombre hermoso. El tipo que era bueno para mí, el correcto para mí.
Siempre imaginé que, si Chris se hubiera salido con la suya, habría elegido a Jared
para mí. Una parte de mí piensa que mis padres siempre alentaron una relación
potencial. Nunca se pelearon porque me quedara hasta tarde con él. Preguntaron
constantemente por él. Y siempre que había funciones familiares, Chris y Donna
siempre se aseguraban de que Jared estuviera presente.
En un lugar y tiempo diferentes, Jared habría sido mi alma gemela. Tal vez lo
sea incluso ahora. Pero al mirarlo, tan despreocupado y emocionado por embarcarse
en su nuevo viaje, veo por qué Dorian hizo lo que hizo. ¿Cómo podría pensar que
Jared sería feliz conmigo, complaciente en una vida que no fue diseñada para él?
¿Maldito a vivir entre monstruos y asesinos? Es demasiado bueno para mí, siempre
lo ha sido. Y por mucho que quiera ser egoísta y mantenerlo por el resto de sus días,
no puedo. No puedo quitarle la vida así. Lo amo demasiado.

—¿Jared?

Se da la vuelta, con un ligero cabello rojizo cayendo en sus ojos. Lo aparta


con un empujón y me da una sonrisa amistosa.

—¿Sí?

—Soy yo. Gabs.

Un pequeño ceño fruncido le pellizca la frente y se frota la nuca. Es un gesto


nervioso. Por supuesto, conozco su lenguaje corporal como el mío.

—Lo siento. ¿Te conozco?

Ese nudo sangriento golpea mi garganta con una venganza, generando un


jadeo para deslizarse entre los labios temblorosos. No puedo evitar las lágrimas que
automáticamente bordean mis ojos. Mierda. No puedo llorar ahora mismo. ¿Por qué
se siente como si siempre estuviera llorando últimamente?

—Lo haces. Lo hiciste. —Trago, rezando para tener fuerza para pasar mis
próximas palabras—. Eres mi mejor amigo. Y solías ser…

Dios. No puedo hacer esto. Solo me estoy torturando. Jared ya no me conoce.


Solamente soy una chica loca sin chaqueta en jeans rotos que se le acerca en el
aeropuerto. Y aún con todas las razones para alejarse y escapar de la incomodidad,
sigue sonriéndome, dándome su atención. Porque es así de bueno.

—¿Sí? —Puedo ver la confusión en su rostro mientras intenta buscar signos


de reconocimiento.

—Solías ser más. Solíamos estar… juntos.

Se ríe, no por ser condescendiente, sino más bien para romper el hielo.

—No lo creo. Definitivamente recordaría a una chica bonita como tú.

—Embarque final para todos los pasajeros del vuelo 2306 a South Bend,
Indianápolis. Por favor, diríjanse a la puerta B3 inmediatamente —dice una voz
chillona por el intercomunicador del aeropuerto. Jared mira hacia su puerta antes de
encogerse de hombros.
—Bueno, mejor me voy antes de que el avión despegue sin mí. Fue un placer
conocerte… Gabs, ¿verdad? —Extiende su mano, y se necesita todo lo que hay
dentro de mí para no agarrarlo y arrastrarlo fuera de este aeropuerto, pateando y
gritando.

—Sí. Gabs. Buena suerte, Jared. Lo harás muy bien en Notre Dame. Sé que
lo harás. —En el momento en que pongo mi mano en la suya, una oleada de energía
pasa por mi cuerpo y se transfiere al suyo. Como una pequeña sacudida de
electricidad. Él se retira con un gesto de dolor y mete la mano en su bolsillo.

—¿Cómo supiste…? Lo siento, no importa —murmura, un suave colorete que


le calienta su rostro—. Nos vemos, Gabs.

Veo a mi mejor amigo, mi roca, dar la vuelta y caminar hacia su futuro. Uno
que está pintado con esperanzas y sueños. Con amor y felicidad. Un futuro sin mí.
Cuando llega a la azafata y le entrega su tarjeta de embarque, me obligo a alejarme,
con las lágrimas cayendo por mis mejillas. Lo dejo ir para siempre. Lo estoy
liberando.

Hago unos pocos metros antes de ver a Dorian, de pie contra una pared, tan
quieto y sin expresión que los ojos humanos lo habrían confundido con una estatua
de mármol. Cuando mi mirada se encuentra con la suya, hace una mueca, sintiendo
todo el dolor. Me da la mano, ofreciéndome consuelo y comodidad, y por mucho
que quiera tomarla, por mucho que quiera caer en sus brazos y llorar, niego con la
cabeza y sigo caminando.

No puede arreglar esto. Él causó esto. Todos lo hicimos. Tal vez yo más que
nadie.
Capítulo 15

T
odos los arreglos se han hecho para nuestro viaje al sur. Nos vamos
esta noche, así que aten los cabos sueltos que puedan tener. Sin
— embargo, es mejor que no le digan a nadie de nuestra partida,
amigos y familiares incluidos.

Un cansado Niko nos mira a todos los que estamos en la sala, fijándonos con
una mirada azul oscuro. Sus ojos no son tan brillantes, y los rodean círculos oscuros.
Se esfuerza por mantener la fachada de inmaculada belleza y control, pero la máscara
sigue resbalando. Ha usado mucho en los últimos días, y necesita descansar y
reponerse. La pregunta es cuándo… y con quién.

—Escúchame —dice, su mirada oscura se interpone entre Morgan y yo—. No


puedes confiar en nadie. Incluso en la gente que has conocido toda tu vida. No
sabemos quién ha sido comprometido.

—Espera un minuto… ¿qué tiene que ver esto conmigo? —se burla Morgan.

Niko levanta una ceja burlona.

—Vienes con nosotros. Tiene todo que ver contigo.

—¿Qué? No firmé para ir a ninguna parte. Especialmente no con Harry


Pothead y la pandilla Hogwarts. Oh, diablos, no. Me quedo aquí.

Veo que Niko se estremece por una fracción de segundo antes de que su rostro
caiga en un disfraz impasible.

—Como quieras. Pero considerando que estás completamente indefensa y que


tu vista te ha causado tanta confusión que intentaste cortarte las venas con un cuchillo
para carne, te doy veinticuatro horas antes de que alguien venga y te mate, o intentes
hacerlo tú misma. —Ante sus propios ojos, él pasa delante de ella en el sofá, dejando
un rastro de humo gris carbón. Está tan cerca de su rostro, casi a la altura de la nariz,
que apenas puedo distinguir el terror en sus ojos—. Pero Morgan, haznos un favor a
todos y hazlo bien esta vez, amor. Porque si tenemos que volver aquí, si causas una
onza más de angustia, te juro que acabaré contigo yo mismo. ¿Entendido?

Morgan está aturdida, sin palabras, algo que raramente he presenciado en


todos los años que hemos sido amigas. Asiente con la cabeza una vez antes de correr
hasta el final del sofá y rodearse las rodillas con los brazos. Niko se levanta
casualmente de su posición en cuclillas y vuelve a tomar el suelo. Abro la boca para
castigarlo, pero Dorian me golpea con una sola palabra murmurada. No es inglés ni
siquiera la lengua Oscura. Suena a griego, y lo que sea que haya dicho suena como
una reprimenda.

Niko se encoge de hombros y nos mira a Morgan y a mí.

—Bueno, ahora que está decidido… haz las maletas. Y encuentra algo que
hacer con ese pequeño roedor que llamas perro. No vendrá con nosotros.

Lanzo una mirada al otro lado de la habitación a Dorian, cuya habitual


expresión fría está marcada con un toque de abatimiento. En el momento en que sus
fríos ojos tocan los míos, se suavizan y calientan, invitándome a dar los diez pasos
hacia sus brazos. Sería tan fácil dejarle entrar, dejarle borrar todo el dolor. ¿Pero
entonces qué? ¿Lo aceptaré en un acto de perdón? ¿O solo cubriré la herida abierta y
supurante con una tirita?

Me doy la vuelta y me retiro a mi habitación antes de que se haga demasiado


difícil negar mi corazón y mi cuerpo. Justo cuando paso el umbral y cierro la puerta,
un movimiento borroso me llama la atención, y Niko se manifiesta en mi sillón
situado en un rincón de la habitación. Con las piernas cruzadas en los tobillos y las
manos cruzadas detrás de la cabeza, se relaja como si no acabara de invadir mi
espacio privado.

—Qué amable eres al llamar —murmuro, acechando a mi armario para


recuperar mi maleta.

—Bueno, alguien es solo un rayo de sol dorado —responde, con una sonrisa
juguetona en los labios. Gira la cabeza justo cuando saco mi maleta del interminable
pozo de mi vestidor, y su expresión cambia a algo más solemne—. Pensé que te
gustaría saber que Chris está a salvo. Su trabajo es trasladarlo a Hawái. Clima cálido,
mucho sol. Será como unas vacaciones permanentes.

Trago el nudo que se forma instantáneamente en mi garganta solo con la


mención de mi padre adoptivo.

—¿Y estará a salvo?

Niko inclina la cabeza.

—Además de no tener recuerdos de ti, ya no tiene ni rastro de tu olor. Para


los Oscuros, todos los humanos se ven iguales. Son como el ganado, no podemos
distinguir uno de otro a menos que estén marcados o tengan un rastro de magia.
Chris no tiene ninguna de las dos cosas. Alguien podría escanear su memoria y no
encontrarían nada.

Asiento, a pesar de mis verdaderos sentimientos, y me ocupo de la tarea de


meter la ropa en mi maleta.
—Bien.

—Escuché que tu juguete humano recibió el mismo tratamiento.

La ira se enciende detrás de mis ojos, con un hormigueo de congelación. Mi


cuello se tuerce tan rápido que mi cuerpo se retuerce de forma poco natural antes de
alcanzar el movimiento. Niko se estremece visiblemente antes de que una lenta y
siniestra sonrisa se deslice por sus labios.

—¿No eres una criatura viciosa, pequeña criatura? Pensé que esto era lo que
querías, Gabs. Que tus seres queridos estuvieran a salvo.

Cierro mis ojos, tomando un ritmo para retener mi temperamento.

—Es lo que quiero. Pero no tienes que alegrarte tanto por ello. Actúas como
si esto fuera divertido para ti. Diablos, mira cómo acabas de tratar a Morgan, después
de todo lo que ha pasado.

—Morgan es ingenua y malcriada, y necesita una gran dosis de amor duro si


tiene alguna posibilidad de sobrevivir. No tiene un año para adaptarse como tú lo
hiciste. Así que cuanto antes se dé cuenta de que esta es su vida ahora, mejor estará.
Así que sí… si tengo que hacer de villano solo para despertar su trasero a la realidad,
lo haré. Es mejor herir sus sentimientos ahora, que causarle más dolor insoportable
después.

Me rindo al tratar de empacar y me hundo en el piso, frotándome las sienes.

—Lo sé, Niko. Y estoy agradecida por toda tu ayuda. Es solo que… no sé lo
que estoy haciendo. Tengo todas estas preguntas… todos estos sentimientos. Y estos
pensamientos… pensamientos que nunca he tenido antes.

—¿Qué tipo de pensamientos?

Violencia. Furia. Asesinato. Sexo.

Sacudo la voz de mi cabeza.

—¿Recuerdas tu ascenso? ¿Te… cambió?

Niko se sienta en un instante de movimiento.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir, ¿te encontraste pensando en cosas en las que no pensabas


antes? ¿O queriendo cosas que sabías que eran malas?

Una sonrisa suave mueve la esquina de su boca.

—Ah, sí. Los elementos Oscuros son más fuertes de lo que anticipaste. Es
normal, ya que estás en la actual compañía de tantos de nosotros. Absorbes nuestra
esencia, nos alimentamos unos a otros. Encontrarás que puede ser lo mismo cuando
estés en la presencia de la Luz.

Sus palabras encienden mi recuerdo y me siento de rodillas, la emoción me


recorre.

—Hoy vi un Hechicero de Luz en el aeropuerto. Me ayudó a llegar a Jared.


¿Crees que ella sabía quién o qué soy?

Niko estrecha los ojos y frunce los labios, natural disgusto por la raza de su
hermano que le agria la lengua.

—Lo dudo. Si no podemos detectarlo, dudo mucho que sus sentidos sean
superiores. ¿Qué te ha dicho?

—Nada. —Me encojo de hombros—. Quiero decir, me dio un pase de


abordaje para llegar a Jared, diciendo algo sobre no dejar que el amor se escape, pero
nada que aluda a lo que ella es. Intenté volver a hablar con ella, pero se había ido. Y
un empleado de la aerolínea dijo que nadie trabajaba allí que coincidiera con su
descripción o nombre. Si no hubiera visto el destello de luz en sus ojos, no lo habría
sabido.

Niko se acerca al borde de su asiento y pone los dedos delante de su barbilla.

—¿Te dejó verla? ¿No se estaba desviando?

—No lo sé. Quiero decir… puedo ver a todos, incluso cuando lo están. Incluso
a ti.

La sangre se drena de su hermoso rostro y se sienta en el sillón.

—Ya veo.

—Nunca lo usaría en tu contra, lo juro —explico apresuradamente, viendo


cómo la desconfianza se filtra en sus ojos—. No es exactamente algo que pueda
controlar. Ustedes no pueden sentirme, pero yo siempre puedo sentirlos, incluso
cuando no quiero. Es como si mis lados Oscuro y Luz se anulan mutuamente.

Aprieta los dientes y respira.

—Así parece. ¿Se lo has dicho a Dorian?

Una pizca de dolor se apodera de mi pecho, y me aparto de su penetrante


mirada.

—No.

—¿No le hablas?
—¿Por qué demonios debería hacerlo? —Reanudo la tarea de meter la ropa
en mi maleta, y casi rompo mis jeans favoritos en dos con la fuerza de mi irritación.

—Um, creo que la pregunta es, ¿por qué demonios no estás de rodillas,
dándole la mamada de su vida ahora mismo? Estás actuando como una niña, Gabs.
Sabes que hizo lo que tenía que hacer, y si te lo hubiera dicho de antemano, nunca
le habrías dejado seguir con ello. Entonces estaríamos alojando a otro vagabundo.
Deberías agradecerle, no quejarte por un niño humano que nunca llegó a la tercera
base. Supéralo.

Me burlo de sus palabras, saltando a mis pies en un rápido movimiento.

—¿Superarlo? ¿Qué sabes tú de lo que estoy pasando? Has tenido todo lo que
siempre has querido y más… ¡eres un maldito príncipe, por el amor de Dios!
Probablemente nunca has sentido verdadero dolor un día en tu vida. ¡Así que no te
atrevas a decirme que lo supere!

—¿Dolor? ¿Qué mierda sabes tú de dolor? —Niko también está de pie, se eleva
sobre mí, su cuerpo dominante está tenso. Aunque es unos centímetros más bajo que
Dorian, su cuerpo aún está envuelto en un músculo duro, y su siniestra apariencia
intimidaría incluso al hombre más seguro de sí mismo. Aun así, me niego a echarme
atrás.

—¡Obviamente más que tú! Porque si pudieras sentir solo una fracción de lo
que estoy pasando, no estaríamos teniendo esta conversación. Pero, obviamente, no
te das cuenta del daño de los demás.

Resopla, mostrando sus dientes, que parecen colmillos brillantes y afilados


bajo la luz del sol poniente. Y mientras su expresión es todo malicia y furia, su voz
es fría como un hueso, tanto que su aliento forma pequeños estremecimientos en mis
mejillas mientras pasan por mi cara en jadeos inestables.

—Intenta matar a la mujer que amas después de que te haya salvado la vida.
Intenta vivir con su sangre en tus manos, incapaz de lavar la mancha de su muerte.
Trata de hacer todo lo que no sea tallar tu propio corazón para sentir algo, cualquier
cosa, de nuevo. Lidia con esa mierda, y luego ven a hablar conmigo.

Sus palabras me congelan donde estoy, con la boca abierta y los ojos bien
abiertos. Da un paso atrás, frotando una mano sobre su rostro. Ahí es cuando me
doy cuenta de lo cansado que se ve, menos bonito.

Me tomo unos segundos para absorber sus palabras antes de cerrar la boca,
tocando mis dedos con los labios en un acto de arrepentimiento.

—¿Qué pasó? —susurro contra la punta de mis dedos. Niko niega con la
cabeza, negándose a mirarme a los ojos. Doy un paso adelante y tentativamente
descanso mi mano en su hombro—. Oye. Háblame, Niko.
Suspira, los músculos de sus brazos y cuello se tensan con ansiedad.

—Fue hace mucho tiempo en Nueva Orleans. Era la hija de un borracho con
un toque de vudú en su línea de sangre. La línea de sangre Laveau. Su nombre era
Amelie. Se metió en mi vida de la manera más inesperada y lo cambió todo. Cambió
el mismo hombre que yo era.

—¿Y la amaste?

Sonríe suavemente, conjurando el recuerdo de su amor caído.

—No al principio. Quería odiarla, odiar lo que era y lo que representaba, pero
no podía. Y luego estaba la conexión que teníamos… ella había sido influenciada por
la Luz, sus sueños malditos con imágenes de mí. Algo en el universo nos quería
juntos, solo para separarnos.

—¿La Luz te maldijo? ¿Pero por qué?

Niega con la cabeza, su mandíbula hace tictac con frustración.

—No lo sé. No puedo entenderlo. Era el alma más pura, amable y cariñosa
que había conocido. Era buena. Demasiado buena para los que son como yo. Sigo
pensando que si no la hubiera corrompido… si no se hubiera enamorado de mí,
dándome su inocencia, se habría salvado. Murió por mí. Y por mi culpa. —El dolor
de Niko satura el aire, y yo ni siquiera trato de luchar contra el impulso de envolverlo
con mis brazos. Me acepta libremente, me sostiene contra su pecho y apoya su
barbilla en mi cabello—. Intentaba salvarme. Me estaba muriendo, y esta dulce y
hermosa chica dio su vida por la mía. Nunca me he perdonado por matar mi única
oportunidad de ser feliz. Y nunca lo haré.

Entierro mi rostro en su camisa, mi corazón se rompe con el sonido de la


desesperanza hambrienta en su voz. Huele a madreselva, a brisa de verano, a agua
de lluvia y a hombre. Todo hombre. Antes de saber lo que estoy haciendo, tomo un
trago de aire, absorbiendo su olor junto con su esencia. Siseó al sentirme extraer de
su fuerza vital, pero me abrazó más fuerte. Lo suficientemente fuerte como para que
pueda sentir que se pone rígido contra mi estómago.

—Lo siento —tartamudeo. Debería apartarme, pero no quiero avergonzarlo.


Especialmente porque su actual situación es mi culpa.

—Está bien —murmura, la melancolía de su voz reemplazada por la


seducción de los susurros. Siento que se frota la nariz en la coronilla de mi cabeza
antes de inhalar, tomando un golpe de mi poder. Me estremezco en sus brazos y
aprieto los músculos enroscados en sus hombros, sintiendo cómo se aflojan y relajan
mientras la euforia llena sus pulmones.
Antes de que pueda instarle a hacerlo de nuevo, a tomar más de mí para
sostenerse, está desenrollando sus brazos alrededor de mi cintura y dando un paso
atrás. No me mira, y yo no lo miro a él.

—Habla con Dorian —dice finalmente después de un largo momento—. Te


ama, Gabriella. —Y luego se ha ido, disipándose ante mis ojos como la mayoría de
los hombres de mi vida.

Debí haber sabido que no tomaríamos un vuelo comercial a Luisiana. Oh, no.
Eso sería demasiado peatonal para los hermanos Skotos.

¿Mi primera reacción al subirme al Airbus A318 Elite? Mierda.

No es que fuera un jet privado, algo en lo que nunca soñé con montar. Era el jet
privado. Como la hermana más sexy y menos asequible de un avión normal. Todo,
desde el lujoso mobiliario azul marino y de color crema hasta los frescos lirios de cala
situados por toda la cabina suavemente iluminada, gritaba opulencia. Era como sexo
en alas. De repente, mi Samsonite y yo nos sentimos extremadamente fuera de lugar.

Dorian y yo no habíamos hablado todavía, pero podía sentir sus ojos sobre
mí. Cuando por fin salí de mi habitación, vestido para el viaje con unos jeans negros
muy ajustados, una blusa de franela y botas, supe que esperaba que siguiera el consejo
de Niko y lo dejara entrar de nuevo. No lo hice. Lo amaba y sabía que él me amaba,
pero eso no cambió el dolor que sentí por otra traición. En algún momento, las
pequeñas cosas se convierten en grandes cosas. Y las grandes cosas se convierten en
rompecabezas. Esto no era una ruptura, pero definitivamente garantizó una reacción.

Me siento en uno de los sofás y me quito las botas, doblando mis pies con
calcetines debajo de mí. Después de algunas noches de descanso, los cojines se
sienten suntuosos y me acomodo, apoyando una almohada detrás de mi espalda.
Dorian se sienta a unos metros en una mesa, donde Niko y Alex se acurrucan con
cuidado. Una hermosa asistente pelirroja aparece al instante con una bandeja de
bebidas, sonriendo a los tres magníficos hombres.

—Me alegro de volver a verle, señor Skotos —dice, su voz melódica y sedosa.
Su ajustado vestido azul acentúa cada amplia curva de sus caderas y muestra una
generosa porción de escote. Su piel pálida es tan clara y delicada que casi puedo ver
las venas azules en su delgado cuello. Si no lo conociera mejor, pensaría que es
Oscura. Pero su olor es tan potente, amplificado por su excitación, que sé que no es
nada más que humana.
—Maldición. ¿Qué pasa con estos tipos? ¿Todo lo que les rodea tiene que ser
tan ridículamente hermoso? —murmura Morgan, se instala a mi lado en el sofá. Pasa
por una revista de Elle, deteniéndose en un artículo sobre libros de romances eróticos
y los autores sexys que los escriben.

—¿Qué quieres decir? —pregunto, arrancando una revista propia, tratando de


ignorar la escena a pocos metros de distancia. Niko presenta a Dorian y Alex, y el
olor de la excitación del asistente es casi nauseabundo. Ugh.

—Bueno… míralos. Todos parecen modelos de GQ. Conducen los mejores


autos, llevan la ropa más bonita, mierda, ¡estamos en un avión privado por el amor
de Dios! Imagina cómo son sus mujeres. Quiero decir, ¿hay algo ordinario con ellas?

Miro mis jeans lisos y la blusa a cuadros rojos. Mis tetas no son enormes, mi
vientre es suave pero plano, y tengo más trasero del que se considera deseable por la
mayoría de las revistas de moda.

—Bueno… soy ordinaria. —Me encojo de hombros, sintiendo el aguijón de


ese entendimiento.

—Oh, cariño —dice Morgan, extendiendo la mano para apretarla—. Eres más
que ordinaria. Eres extraordinaria. Quiero decir… deben haber estado rodeados de
mujeres hermosas toda su vida. Probablemente cada una de ellas ha tenido su cuota
de modelos, actrices, estrellas del pop. ¿Y las mujeres como ellos? Probablemente nos
veríamos como ogros junto a ellas.

Disparo su mirada afilada, rechazando la necesidad de poner los ojos en


blanco.

—Um, Morgan, te das cuenta de que Aurora es una de ellas, ¿verdad?

Morgan se golpea la palma de la mano en la frente, dándose cuenta de su


error.

—Duh. Lo sabía. Bueno… doblemente maldito. ¿Te imaginas si ella y Dorian


se hubieran casado y tenido hijos? Mierda, serían como los niños más lindos del
planeta. Y yo odio a los niños. —Tan pronto como las palabras salen de sus labios,
cubre con una mano su boca—. Oh Dios mío, lo siento, Gabs. No dejo de decir lo
incorrecto. Sabes que no quería decir eso. Por supuesto, tú y los bebés de Dorian
serán aún más hermosos. Y realmente me gustarían.

Desvío mi atención hacia mi revista, rezando para que no se dé cuenta de la


herida que me cruza el rostro.

—Está bien. Y completamente innecesario que lo digas. Nunca tendré hijos


con Dorian.

—¿Eh? ¿Por qué no? —Morgan suena genuinamente perpleja.


Antes de que me vea obligada a la diatriba de la maldición que me dejó estéril,
incapaz de darle un heredero a Dorian, la azafata se acerca a nosotros, su sonrisa
sigue siendo brillante pero ligeramente atenuada por la pérdida de compañía
masculina.

—Hola, soy Lynda con una Y, le serviré esta noche. ¿Hay algo que pueda
hacer por ustedes? Tenemos un bar completamente abastecido y una cocineta a
bordo. Si lo quiere, estoy segura de que podemos proporcionárselo.

Estoy mirando a los chicos, acurrucados alrededor de los vasos de whisky de


primera calidad y hablando en voz baja en un idioma que no entiendo, cuando
escucho a Morgan hablar.

—Encantada de conocerte, Lynda con Y. Tráenos tu mejor botella de


champán, caviar, un cóctel de camarones jumbo y dos de los más tiernos filetes
miñón que tengas. Eso debería ser un buen comienzo.

Aturdida, Lynda con una Y asiente y corre hacia atrás para cumplir nuestra
ridícula orden. Lanzo una mirada divertida a Morgan que ya ha vuelto a hojear las
páginas de Elle, completamente imperturbable.

—Si no puedes vencerlos, únete a ellos. —Sonríe—. Además, estoy


hambrienta. ¿Ustedes los inmortales nunca comen? Mierda. ¿Puede una perra
conseguir un sándwich o algo así?

No puedo evitar reírme. Mi chica ha vuelto. Aunque casi se derrumbó cuando


tuvimos que dejar a Dolce en casa de sus padres, dándoles una historia sobre una
convención de belleza en la costa este, estaba manejando nuestra reubicación
temporal como una campeona. Estaba más que orgullosa de ella. Estaba asombrada.

Sin un anuncio en el altavoz, el avión comienza a rodar por la pista minutos


después. Me giro para mirar por la ventana mientras despegamos, viendo como las
brillantes luces de la ciudad se van apagando cada vez más antes de desaparecer por
completo, eclipsadas por las pesadas nubes y las majestuosas Rocosas.

No derramo ni una lágrima mientras me despido de Colorado Springs.


Incluso si pudiera volver, no me queda nada más a lo que volver.
Capítulo 16

A
terrizamos en el pequeño aeropuerto privado cerca de las tres de la
madrugada hora del este a una única limosina en la pista oscura. Ni
siquiera parece haber ninguna otra señal de vida adentro de la
terminal. Una cansada Morgan y yo nos deslizamos en el enorme vehículo,
hundiéndonos en los asientos de cuero blanco en el lejano asiento trasero. Después
de un par de botellas de champaña, y más comida de la que podamos nunca terminar,
estamos vencidas las dos. Los chicos actuaban como si ni siquiera existiéramos, y la
parte menos madura de mí realmente, realmente deseaba que lo hubieran hecho.

Después de meter nuestro equipaje, Dorian, Niko y Alex se deslizaron en el


auto y se sentaron al frente de nosotras, demasiado callados y sombríos para mi
consuelo.

—Es un largo camino a la casa. Ustedes dos deberían descansar algo —


murmura Niko, firmemente cerrando la puerta. El vidrio es más grueso que cualquier
que hubiera visto. Más oscuro de alguna manera.

—¿Por qué volamos a un aeropuerto en el medio de la nada? —cuestiona


Morgan cuando el auto empieza a moverse. Ahora que lo pienso, ni siquiera recuerdo
haber visto a un conductor.

—Es más seguro —responde Niko—. Demasiados ojos en la ciudad. Relájate.


Estaremos allí en unas pocas horas.

Puedo echar un vistazo a Dorian sentado directamente frente a mí, y estoy al


instante hipnotizada por su penetrante mirada. Me llama, diciéndome que deje de
pelear. Rogándome que solo lo deje ir y lo deje entrar a él. Sería mucho mejor, mucho
más fácil. No habría dolor o sufrimiento. Solo pasión, amor, ternura, todo envuelto
en dulce agonía…

Maldición.

Estrecho mis ojos hacia él cuando la realización se asienta. Él entró en mi


cabeza, y lo dejé. Tal vez realmente estoy cansada. O solo cansada de pelear.

Lo estás.

Antes de que pueda mentalmente castigar a esa molesta voz en mi cabeza,


Dorian se manifiesta a mi lado, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuerpo. Abro
la boca para protestar, pero él presiona un dedo contra mis labios, causando que
todas las palabras y pensamientos vuelen lejos en el húmedo viento sureño.

—Shhhh —susurra—. Ahora no. Solo descansa. —Y con eso, me acuna en


sus brazos, presionando mi cabeza contra su pecho. En el momento que mis
pulmones están llenos con su intoxicante esencia y el ritmo calmado de su corazón
palpitando, el sueño me vence y me deslizo en la oscura expansión de un sueño…

Velas parpadeantes me rodeaban, proveyendo la única luz en la oscura


habitación. Estoy acostada en una enorme cama con doseles dorado y negro, muy
parecida a la de Broadmoor. Sin embargo, no hay habitación, ninguna pared que nos
contenga. Solo oscuridad sin fin.

Siento su esencia gatear por mi piel desnuda, dejando un rastro de escalofríos


en mi piel. Jadeo con la quemadura inicial, luego gimo cuando se vuelve fría y
calmante, como si él estuviera soplando mi carne caliente con aliento helado.

—Por favor —gimoteo—. Tócame.

Él no dice nada. Simplemente continúa dejando que esas manos invisibles me


toquen por todos lados. Se mantiene en las sombras, rehusándose a dejarme verlo,
pero casi puedo imaginar esa sonrisa siniestra y la intensidad en esos ojos agua.
Probablemente se está mordiendo su labio inferior lleno mientras se concentra en
apenas acariciar cara zona erógena. Él no me da mucho, solo lo suficiente para
volverme loca.

Me golpeo en la cama, mis manos cerrándose en puños en el edredón, pero


estoy sometida por restricciones invisibles. Quiero más, mucho más. Tanto que
duele. Lo busco en la oscuridad, pero él aún no camina a la vista.

—Por favor —ruego—. Duele. Duele en todas partes.

Respondiendo mi angustiada súplica, la sensación se intensifica, encendiendo


la superficie de mi piel. Grito cuando cada terminación nerviosa en mi cuerpo
evoluciona en su propia entidad, explotando con sus propios pensamientos,
sensaciones y deseos. Todas lloran en un éxtasis sin fin, retorciéndose en placer y
dolor. Mi cuerpo se contorsiona y se arquea en la cama, el control completamente
entregado de mis extremidades. No podría detenerlo, aunque intente.

Puedo hacer que duela, susurra él en mi cabeza. Eso es lo que quieres, ¿verdad?

—¡Sí! —grito, presionando el botón rojo de mi propia autodestrucción.


Quiero esto, necesito esto. La Oscura en mí debe ser alimentada.

Un millón de pinchazos helados perforan la superficie de mi piel, cavando en


mí, infectándome con felicidad erótica. Me vengo tan violentamente que la cama
empieza a sacudirse y las llamas de las velas empiezan a temblar en un baile
hedonista. Las espinas se centralizan, concentradas, y se mueven a mis senos. Atacan
mis pezones con tanta ferocidad que otra ola de clímax me abruma, tirándome más
profundo en la oscuridad. Hay estrellas detrás de mis ojos, y sé que en cualquier
momento puedo perder la consciencia.

Los pinchazos ceden, volviéndose más un bálsamo calmante para mis


hinchados senos. Mi cabeza se inclina a un costado en agotamiento, gimo con la
sensación de una suave e imaginaria lengua lamiendo su camino por mi ombligo. Se
detiene allí, sumergiéndose en el pequeño hueco antes de trazar la línea de un hueso
de cadera al otro. Es gentil, tierno, y mientras no tienta mis más carnales anhelos, es
exactamente lo que necesito.

La humedad de su invisible lengua deja un sendero de frescura en mi húmeda


piel, lamiendo las cuentas de sudor. Toca la cima de mis muslos y me estremezco
con anticipación. Mis rodillas lentamente se separan, y la sensación se mueve con
ellas, dejando la suave y sensible piel entre mis piernas.

Lo siento a él allí, su aliento abanicando sobre mi sexo, enfriando el calor


sofocante. Él no se mueve por varios minutos como si estuviera solo mirando,
mirándome. Admirando el desastre húmedo que ha hecho y contemplando cómo
destruirme una vez más.

En el momento en que la punta de su lengua roza mi entrada, sollozo. Soy


tan sensitiva, y su toque es tan increíblemente excitante. Profundiza en mí más,
saboreando mi suavidad en lentos y perezoso trazos. Lo siento vibrar con un gemido
cuando me lame desde arriba de mi sexo todo el camino hasta abajo a ese lugar
escondido. Todo se siente bien, demasiado bien. Sé que en cualquier segundo podría
significar la muerte súbita. Y la quiero. Oh Dios, cómo quiero morir miles de muertes
con su cabeza entre mis piernas.

Siento su lengua más gruesa, y más mojada. Demonios, juro que cubre mi
montículo hinchado completamente. Me está chupando, lamiéndome con urgencia
y tan profundamente que ni siquiera tengo tiempo para comprender el cambio en su
asalto oral. No puedo respirar; me estoy ahogando en mis gritos. El satén se
desintegra en mis palmas cuando desgarro un puñado del edredón. Él se sumerge en
mi interior, y un zumbido estalla en su garganta mientras saborea mi sabor. Me está
bebiendo, chupando mi orgasmo con lengua, dientes y labios tan suaves y llenos en
su perfección, que deberían ser patentados. Y todo lo que puedo hacer es gritar
mientras me come viva. Grito hasta que mi garganta está adolorida y mi voz está
ronca, mientras me rompo una y otra vez en una deliciosa agonía.

Él toma cada gota de mí, a través de múltiples olas de orgasmo que derivan
en réplicas. Mi cuerpo se sacude y tiembla mientras se instala en la fatiga de la pasión
inducida. Él se arrastra por mi cuerpo, besándome con cuidado, murmurando su
alabanza contra mi piel.

Esa es una buena chica.


Shhh, está bien, nena.

Sabes tan bien.

Cuando siento las hebras de seda de su cabello contra mis pezones, sé que él
ha vuelto a mí. Le da a cada pezón un suave beso antes de levantar su cabeza, las
capas más largas de su cabello negro azabache cayendo en esos ojos ardientes azul
hielo. Un costado de su boca se curva en una sonrisa satisfecha, complacido de cuan
completamente ha destrozado mi cuerpo. Cuando él habla, casi tiemblo con el sonido
de su voz, provocando que un bajo y salvaje siseo escape de entre mis dientes.

—Eres una pequeña viciosa criatura, ¿no es así, niña?

Despierto a la luz del sol, calidez y el pecho desnudo más suave en el mundo.
El único pecho que alguna vez necesitaré desde ahora a la eternidad.

Estamos en una cama de almohadas mullidas y edredones de plumas. Las


paredes están desnudas, aparte de sus pinturas vívidas de óleo que lucen
tenebrosamente familiares. Afuera de esa salpicadura de color, todo es blanco, la
ropa de cama, la alfombra, las cortinas. Y hay tres grandes ventanas, dando la
bienvenida al sol brillante para llenar la habitación.

—¿En dónde estamos? —susurro, no lista para rendirme a la comodidad de


los brazos de Dorian todavía. Respiro su esencia, perpetrándola en el recuerdo.
Forzando a mi mente a borrar todo recuerdo de cualquiera o cualquier cosa.

Él gentilmente frota sus dedos por mi cabello enmarañado.

—La casa de Niko. Escogí la habitación blanca para nosotros. Algunas veces
olvido que no eres como nosotros, necesitas tanta luz, así como necesitas oscuridad.

Trago, mi lengua de repente sintiéndose demasiado gruesa.

—¿Cómo llegué aquí?

—Te cargué.

Cierro los ojos y me acurruco más cerca de él, inhalando su fresca y limpia
esencia una vez más. El silencio se estrecha entre nosotros, y lo dejo. No sé qué
decir… qué sentir. Había estado soñando con su hermano. Y no solo cualquier
sueño. Un sueño devastadoramente orgásmico que hizo temblar la tierra y que
todavía tenía a mis piernas temblando y la profundidad de mis piernas goteando de
lujuria.
No lo entiendo. No hay nada sexual entre Niko y yo. Claro, pienso que es
precioso, encantador y honesto en una forma que puedo aceptar. No negaré que
tenemos una conexión en el frente mágico también. Pero sea lo que esa conexión sea,
es únicamente platónica. Él es el hermano de Dorian y un mujeriego hasta su núcleo.
No hay nada que pueda darme que Dorian no me haya dado.

Jodidos elementos Oscuros.

Es lo suficientemente malo que tenga a un Stavros tratando de entrar en mis


fantasías secretas cada que quiera sacudir mi jaula un poco. ¿Ahora Niko? No hay
forma de que él pudiera hacerme esto. Siempre ha dejado claro que le pertenezco a
Dorian y que no tiene interés en las complicaciones de las relaciones románticas,
especialmente conmigo. Somos amigos, algunas veces incluso más cercanos. Es
como si nuestras almas reconocieran algo entre sí. Como una vida pasada, comparten
un vínculo en común. Un amor en común… o pérdida.

Suspiro, exasperada por tratar de examinar todo le funcionamiento interno de


mi subconsciente. Me giro y le doy mi atención a Dorian, el hombre que amo. El
hombre que me ama, aunque algunas veces tenga una manera de mierda de
demostrarlo.

—Estoy cansada de pelear —digo, renunciando a todos los pensamientos


sobre Niko y enfocándome en el dilema real.

Él sonríe torcidamente, absorto en sí mismo en girar un mechón de mi cabello


alrededor de su dedo.

—No estaba al tanto que estábamos peleando.

—Bueno, estoy cansada de estar enojada contigo. Sabes que me lastimaste. Y


yo sé que te excluya te duele. Solo dejemos de lastimarnos, ¿bien?

Él besa la cima de mi cabeza y me aprieta más fuerte a su cuerpo.

—Está bien. Pero, ¿Gabriella?

—¿Sí?

—Hablas mientras duermes.


Capítulo 17

D
eambulo por los pasillos de la gran mansión de Niko, con los ojos
muy abiertos de asombro. Es bonita. Impresionante, realmente. Las
famosas obras de grandes artistas adornan las paredes, cosas que
solo deberían alojarse en exhibiciones de museos encerradas en vidrio protector. Hay
esculturas y jarrones elaboradamente vestidos en cada esquina, agregando toques de
color y vida. Estoy asombrada de toda la belleza en la que estoy inmersa, tanto que
me siento fuera de lugar. No puedo imaginar por qué Niko alguna vez abandonaría
un hogar tan increíble.

Me limpio una lágrima cuando me encuentro con una pieza particularmente


llamativa con una madre y un niño. A Donna le hubiera encantado esta casa. Habría
atravesado estos pasillos y se habría preocupado por cada flor exótica y baratija
antigua. No podía imaginarla con ganas de irse. Sonrío, a pesar de mis lágrimas y el
dolor apretando mi pecho. Si no fuera por ella, nunca hubiera podido apreciar una
belleza como esta. Ni siquiera sabría cómo reconocerla.

—¿Disfrutando? —Dorian sonríe mientras me dirijo a la igualmente


impresionante cocina. La pared posterior está hecha completamente de vidrio,
permitiendo que la luz brillante se filtre en el espacio ya brillantemente iluminado.

—Este lugar es increíble. No esperaba que tu hermano tuviera una casa como
esta —respondo, deslizándome en un asiento en el mostrador de mármol.

Dorian está en la estufa, preparando algo que huele tan increíble que mi
estómago retumba en respuesta.

—¿Un lugar como qué? —pregunta, cortando hierbas frescas para agregar a
un tazón de patatas crujientes asadas. ¿De dónde demonios vino toda esta comida?

—Esto… hermoso y elegante. Esperaba algo más como una casa de


fraternidad o una elegante y moderna casa de soltero llena de artilugios y juegos de
pared a pared. Demonios, he estado buscando el poste de stripper.

Dorian sonríe y continúa preparando la comida, exprimiendo limón fresco


sobre las patatas antes de batir un tazón grande de huevos.

—Pensarías eso, ¿no? Ambos fuimos criados para tener un profundo aprecio
por las artes. Y creo que la arquitectura del renacimiento griego que se encuentra
aquí le recuerda a su hogar. Nikolai es mucho más tradicional de lo que cabría
esperar. Es comprensible que esperes algo más… desviado.

Mi cara arde y dejo caer mi mirada, estudiando el mapa de ruta de las líneas
grabadas en el mostrador de mármol.

—Dorian, sobre esta mañana…

Levanto la mirada justo cuando él levanta una mano y sacude la cabeza.

—No es necesaria la explicación. No puedes controlar tus sueños, lo sé. Tú y


Niko son amigos. Es normal pensar en las personas que te importan en un nivel
subconsciente.

Lo miro aturdida. Esperaba totalmente una reacción diferente, más llena de


ira.

—¿De verdad?

—De verdad. —Asiente—. Hemos acordado dejar de lastimarnos


mutuamente, y quiero tratar de superar estos sentimientos poco convencionales de…
duda y celos. —Hace una mueca como si incluso admitirlo dejase un sabor agrio en
la boca—. Ahora, si no te importa, me gustaría darle de comer a mi chica.

Observo a mi príncipe hermoso mientras se mueve con gracia por la cocina.

—¿Tu chica? —Me rio. Algo tan mundano y ordinario parece cómico
proveniente de Dorian.

—Estoy tratando de seguir el ritmo de los tiempos. No quisiera que sintieras


como si estuvieras con un artefacto antiguo —bromea, volviéndose para guiñarme
un ojo.

Cuando termina de cocinar, me sirve un plato lleno de esponjosos huevos


revueltos, tocino, patatas crujientes y pan de centeno con mantequilla.

—¿Qué pasa con todos los demás? —pregunto, cuestionándome cómo


demonios espera que los dos comamos todo esto.

—Morgan está dormida, Alex está en la biblioteca y Niko fue a la ciudad.


Somos solo nosotros por ahora.

Solo nosotros. Dios, eso suena bien.

Dorian cumple su palabra y me da de comer casi cada bocado. Y cuando


terminamos nuestro almuerzo, él trae un tazón de fruta fresca y crema.

—Voy a ser grande como una casa contigo, lo sabes, ¿verdad? —digo antes de
que deslice una fresa con punta de crema entre mis labios.
—Incluso si eso fuera posible, no me importaría. Me gusta darte de comer.
Me gusta cuidarte. Es una de las cosas que más extrañaba cuando estábamos
separados. —Se pone el resto de la fresa en la boca y muerde, el jugo gotea de sus
labios. Atrapo el néctar con un dedo y lo succiono lentamente, mientras él mira
atentamente con los ojos entrecerrados.

—¿Incluso si eso fuera posible? —pregunto, agarrando una rodaja de melón y


ofreciéndoselo. Dorian lo chupa de la punta de mis dedos, dejando que su lengua se
deslice sobre mis dedos extendidos.

—Tu cuerpo permanecerá como está. Estarás libre de cambios, enfermedades,


vejez. Usar magia agotará tu forma humana, sin embargo, puedes reponerla con los
elementos. O… —Gira la cabeza, pero no antes de que vea el arrepentimiento en sus
ojos.

—¿O? —pregunto, instándolo a continuar.

Con un resoplido de resignación, Dorian me mira.

—Respirar a otro satisfará pequeñas necesidades. Pero matar… es como


alimento para nosotros. Cuando tomamos un alma, tomamos su magia. Es como
una comida de Acción de Gracias en comparación con una merienda. Y una vez que
lo haces, una vez que terminas una vida llevándolo dentro de ti, es difícil dejar de
querer ese sentimiento nuevamente. Esa sensación de pura felicidad te llena, te
sostiene.

—Es por eso que deberíamos esperar a que ella nunca tenga que enfrentar eso
—dice una voz peligrosamente profunda desde la entrada de la cocina.

Alexander entra a la habitación con los ojos duros y fríos fijos en Dorian, en
silencio amonestando.

—Preocupar a Gabriella con historias de adicción es difícilmente apropiado


para semejante alma joven. Deberíamos estar enseñándole a controlar sus poderes,
sin darle una cosa más de qué preocuparse.

Abro y cierro las manos delante de mí.

—Bueno… enséñame. Hay tanto que necesito aprender. No quiero matar a


nadie, pero necesito protegerme y proteger a mis seres queridos.

—Lo sé —comenta Alex, deslizando un libro antiguo encuadernado en cuero


frente a mí—. Pero antes de llegar a eso, debes aprender con qué estás lidiando.

Toco suavemente la cubierta marrón gastada y chisporrotea debajo de las


yemas de mis dedos.
—¿Qué es? —pregunto, retirando mi mano—. ¿Y por qué está tratando de
quemarme?

—Relata la historia de todas las casas Oscuras reales, enumerando sus dones
especiales y funciones en la monarquía. Desde que está atado a la magia Oscura y tú
eres mitad Luz, puede haber un efecto desagradable cuando lo tocas.

Lentamente presiono un dedo contra la tapa una vez más, absorbiendo la


picadura. Tiene razón, es incómodo. Pero me niego a ser golpeada por un maldito
libro. Me estremezco, pero aguanto, deslizando mi mano sobre el cuero. Si hay
información valiosa en esto que nos ayude, me ayude, a vencer a los Oscuros,
entonces una pequeña quemadura no me detendrá.

Escaneo las páginas delgadas, amarillentas, ávidas de conocimiento,


absorbiendo todo lo que mi mente puede procesar. Alex y Dorian me miran
atentamente, aún como estatuas. Tal vez tengan miedo de tropezar con algo que me
haga correr y gritar por las colinas. O tal vez les preocupa que descubra la verdad
sobre cuán profunda es su depravación.

—¿Entonces se sabe que los Algea invocan sentimientos de dolor extremo,


tristeza y dolor? —pregunto, sin molestarme en buscar el texto.

—Sí —responde Alex—. Pueden manipular la oscuridad del duelo, trayendo


un tremendo sufrimiento tanto a la mente como al cuerpo.

—Su presa estaría tan afligida que se ahogarían en sus lágrimas. Literalmente
se ahoga con su pena —agrega Dorian, con una solemne inflexión en su voz.

Miro a los dos, un ceño perplejo recubre mi frente.

—Pero no siempre fueron así, ¿verdad? Su linaje fue creado después de que
los Oscuros fueran corrompidos. Como todos ustedes.

Dorian asiente.

—Correcto. Cuando perdimos el favor de la Deidad, todos los Oscuros fueron


despojados de sus justos nombres y desechados. La realeza huyó a lo que ahora se
conoce como Grecia, y luego creó ocho castas. A partir de esas familias, se formó un
nuevo orden, generando un tipo de magia más oscura y malvada.

—En ese tiempo, Grecia fue casi invadida por los Oscuros, marcando lo que
los libros de texto humanos han considerado la Edad Media. Pero como su historia
lo ha indicado, hubo siglos de guerra que causaron el declive del Imperio griego —
agrega Alex.

—¿Luz y Oscuros? —pregunto, fascinación brillando en mis ojos.


—Sí —responde—. Los poderes Divinos han estado reclutando humanos para
luchar en sus guerras durante muchos, muchos años con el fin de crear una diversión.
La Luz luchó mucho y duro para restablecer el orden en este mundo, y muchas
almas, mortales e inmortales, se perdieron.

—Pero espera, el Imperio Romano ganó, ¿verdad? —pregunto, tratando de


recordar mi lección de historia de la escuela secundaria. Dios, debería haber prestado
más atención.

—Correcto —responde Alex—. Aunque, la Luz pudo haber recuperado la


mayor parte de Grecia y salvar la tierra y su gente de una mayor destrucción, las ocho
familias se mudaron bajo tierra, ganando números e incursionando en la magia que
estaba prohibida en este mundo y más allá. Su corrupción susurró en los oídos del
hombre, instándolos a explorar sus deseos y anhelos ilícitos. Ves, este fue el plan de
los Oscuros todo el tiempo. No ganar y superar a la Luz y todo su poder. Sino acechar
en las sombras y contaminar a los humanos, influyéndolos para que hicieran su
trabajo sucio por ellos.

Me tomo un momento para asimilarlo todo. Vaya. ¿Qué otros eventos


monumentales en la historia fueron obras de los poderes Divinos? ¿Qué otras
mentiras se les han dicho a los humanos, solo para ser peones en un juego de ajedrez
mucho más grande?

Girando la cabeza con preguntas y ansiosa por mucho más, miro el libro y leo
las páginas dedicadas a la casa de Apatē, gobernantes de mentiras y engaños. Eran
conocidos por jugar trucos mentales, creando ilusiones dañinas para sus víctimas
hasta que se volvían locos. Tiemblo, imaginando cómo debe sentirse no tener control
sobre tu mente. Estar completamente a merced de un mal tan arraigado.

Cuando llego a Mīsos, que esparció la semilla Oscura del odio, la


comprensión finalmente encaja.

—Mierda… los humanos estaban infectados con magia Oscura. ¿Qué pasa
si… qué pasa si la historia se repite? ¿Qué pasa si alguien está tratando de crear un
desvío que funcione para causar histeria colectiva, solo para que puedan mudarse a
un nuevo territorio?

Dorian entrecierra los ojos e inclina la cabeza hacia un lado.

—Es absolutamente posible, pero nada como esto ha sucedido en muchos


siglos. A los Oscuros les gusta seguir siendo un misterio, siempre escondidos en las
sombras. ¿Y por qué vendrían por nosotros?

Sacudo la cabeza.
—Nosotros no. Yo. Estaba destinada a restablecer el equilibrio entre Luz y
Oscuros. Este plan estaba en marcha mucho antes de ascender. Y ahora… ahora
estoy en el camino.

—Creo que estás haciendo algo, Gabriella —dice Alex con gravedad—.
Contigo, Stavros podría demoler rápidamente a la oposición, usando tu poder para
armar a los humanos. Sin ti, él encontraría demasiada resistencia, incluso de su
propia especie. Pueden tener poder y números, pero no tienen a los poderes Divinos.

—Es por eso que tenemos que detener a querido papi antes de que intente
matar a todos los que Gabs ha conocido. —Suena una voz suave detrás de nosotros.
Niko aparece a la vista luciendo elegante y bien vestido como siempre. Las ojeras
debajo de sus ojos han desaparecido por completo, y su piel es lisa y brillante. Debe
haber ido a la ciudad para reponerse. El recuerdo tira de mí, pero lo muerdo, dejando
que el miedo anule mis deseos salvajes.

—Está tratando de derribarla, hacerla rogar por su misericordia. Eres la niña


dorada de la Deidad. Stavros sabe que en realidad no puede matarte directamente,
por lo que está tratando de destruir tu espíritu. Apuesta a que te rindas una vez que
no te quede nadie.

¿Matar a todos los que he conocido?

Mis amigos, lo que queda de mi familia… Oh, Dios mío. Nadie está a salvo
a mi alrededor. E incluso si hubiera una manera de proteger a las personas que amo,
¿qué impide que Stavros persiga a personas inocentes para llamar mi atención?
Mierda, podría demoler una manzana entera con un chasquido de dedos si quisiera.

—¿Qué hacemos? —susurro, los ojos muy abiertos por el terror.

Niko mira a los otros Brujos alrededor del mostrador, reflejando sus
expresiones asesinas antes de asentir.

—Lo matamos primero.


Capítulo 18

E
studio cada página de ese libro antiguo hasta que me duelen los ojos,
con la esperanza de absorber todo lo que pueda en un intento de estar
un paso por delante del enemigo. Cuando tengo preguntas sobre los
Oinos, la casa Oscura del vino, Dorian arquea una ceja.

—Detente y habla en serio —digo, golpeándole el hombro—. Sí, puedo ser


exuberante, pero no voy a matar a nadie.

—Como dije, te atraen ciertos elementos. Oinos es uno de ellos. No, no matas
a nadie, pero piensa en cómo te sientes cuando bebes. Al principio te sientes bien.
Libre. Pero luego una emoción más oscura se apodera de ti y te hace desear la
violencia y la ira. Ahora imagina esos sentimientos en humanos de voluntad más
débil. Imagina pequeñas voces susurrando en sus oídos, diciéndoles que tomen un
trago más, manden la precaución al viento, cedan ante la paranoia. Así es como
operan los Oinos. Y no es solo vino. Es todas las drogas y alcohol.

Miro la copa de vino que Dorian me sirvió y la aparto.

—Entonces, esa noche en ese club, Aria, cuando supuestamente intenté matar
a una chica, ¿eso fue todo el trabajo de Oinos?

Dorian niega con la cabeza.

—Encontrarás que algunos elementos funcionan en conjunto con otros. Tu


temperamento ardiente y naturaleza violenta se atribuyen a Polemos, tu línea de
sangre. La casa de Polemos eran conocidos buscadores de guerra. Disfrutaban de la
carnicería y la ira. Has sido una cosita insignificante toda tu vida. Es por eso.

Tiene razón, lo he sido. Mi temperamento siempre ha sacado lo mejor de mí,


lo que ha resultado en más peleas de las que puedo contar. Cada vez que mi vida se
sentía fuera de control, siempre me enojaba hasta el punto de la violencia.
Afortunadamente, Chris vio ese demonio en mí y me involucró en el boxeo,
ayudándome a canalizar mi ira antes de que me metiera en serios problemas.
Entonces, aunque todavía veía rojo, sabía que debía sacarlo sobre la bolsa pesada, no
en la cara de un llorón.

Morgan entra rápidamente a la cocina, tarareando una melodía a todo


volumen de su iPod y distrayéndome con éxito de mi torturado flujo de conciencia.
Dorian se inclina para besar mi frente, murmurando algo sobre hablar con los demás
y darnos un poco de espacio.

—Este lugar es bastante tonto —comenta, con la cabeza completamente


sumergida dentro del refrigerador.

Cierro el libro y lo deslizo hacia un lado. Morgan toma el taburete a mi lado


y se quita los auriculares, sosteniendo una botella de jugo y una manzana.

—Sí, lo es. Supongo que tu “hermosa teoría” fue muy acertada.

Desenrosca su botella de zumo de naranja y toma un sorbo.

—Sí. Hermosa. Y espeluznante. Realmente espeluznante.

—¿Por qué dices eso?

Morgan gira la tapa de la botella de jugo de naranja entre sus dedos, girándola
sobre la encimera.

—Sabes que Alex ha estado trabajando para apagar mi vista, así no estaré
constantemente obsesionada por los fantasmas. Aun así… algo en esta casa no está
bien. Siento esta inquietud, como si algo, o alguien, tratara de llamar mi atención.

Me vuelvo hacia Morgan, que desvía la mirada hacia la tapa de la botella de


plástico, negándose a encontrar mi mirada inquisitiva. Golpeo mi muñeca
reflexivamente, y la tapa de la botella se congela a su lado, completamente quieta
como si estuviera suspendida por cuerdas invisibles.

—¡Guau! ¡Qué demonios! —exclama, casi volcando su taburete. Estiro una


mano para estabilizarla y termino congelando el asiento también, balanceándose
inmóvil sobre una pata.

—¡Lo siento! —digo, estirando la mano para agarrarla antes de que se caiga.
Tanto la tapa de la botella como el taburete caen en su lugar simultáneamente.

Morgan niega con la cabeza antes de que una risita brote de su pecho.

—Vaya, Gabs… eres un poco increíble, ¿verdad?

Inhalo alivio y exhalo mi miedo antes de encogerme de hombros.

—Supongo. Toma un tiempo acostumbrarse al principio. Pero es bastante


genial, cuando puedo recordar controlarlo.

Morgan avanza, la fascinación provoca sus grandes ojos marrones.

—Entonces, todo este tiempo, ¿nunca supiste lo que eras? ¿En serio nunca
sentiste que eras más que humana?
Me encojo de hombros otra vez, recogiendo la tapa de la botella de jugo de
naranja.

—Quiero decir, siempre me sentí fuera de lugar. No importaba lo que hiciera,


no encajaba. Intenté ser normal, honestamente intenté ser feliz con ser mediocre. Pero
sabía que faltaba algo.

Ella asiente pensativamente.

—Y luego conociste a Dorian.

Levanto mi mirada hacia la de ella, mis ojos entrecerrándose con una sonrisa.

—Y luego conocí a Dorian.

—Maldición. Escuché de algunos encuentros que cambian la vida, pero nada


como esto.

Mis mejillas arden y desvío mis ojos hacia mis manos.

—Sí. Es bastante especial.

—¿Bastante especial? —trina Morgan—. Amiga está cargado, bien como el


infierno, y te adora, Gabs. Nunca he visto a alguien tan… conectado… con otra
persona. Es como si él pudiera sentir y ver todo a través de tus ojos y actuar en
consecuencia. Como si moviera su cuerpo alrededor del tuyo para protegerte de sentir
dolor. —Mira hacia los amplios ventanales que enmarcan la frondosa vegetación
verde y un pequeño cuerpo de agua—. Debe ser agradable sentirse así, tan amada y
apreciada. Pensé que tenía algo parecido a eso una vez. Ahora dudo que alguna vez
vuelva a sentirlo.

En ese momento, me sentí como la mayor imbécil del mundo. Había perdido,
pero no era la única. Morgan estaba sufriendo mucho, no importa cuán buena actriz
fuera. Cuando ascendí, le robé algo. Su inocencia, su flotabilidad. Le robé la vida. Y
aunque fue inadvertidamente, no puedo evitar sentirme responsable de eliminar
cualquier posibilidad de un futuro real, libre de todos los terrores sobrenaturales de
nuestro mundo.

Yo hice esto. Yo causé esto. Si no hubiera elegido estar indecisa para siempre,
podría haberla salvado.

—Lo siento —digo, sin saber qué más ofrecer.

Ella sacude la cabeza.

—Como dije antes, Gabs, no es culpa tuya. No tenías ni idea de que esto
sucedería. Y todavía podría haber terminado así. Sabes, mi padre pasó por lo mismo.
Tal vez siempre estuvo en mi sangre.
—Lo hizo.

Los hormigueos avanzan por mi columna cuando escucho su voz. Dios. Está
mal, sé que está mal, pero no puedo evitarlo. Y si bien puedo odiarme por sentirme
así cuando está en mi presencia, tengo que descubrir por qué… ¿Por qué me hace
esto?

Niko entra a la habitación con tanta gracia que ni siquiera puedo decir si sus
pies alguna vez tocan el suelo. La sonrisa en su rostro es tan endiabladamente
atractiva que incluso Morgan tiene que girar la cabeza para ocultar su sonrojo.

—¿Qué quieres decir? —pregunto al ver que Morgan se ha quedado sin


palabras por su presencia. Niko en toda su gloria es difícil de digerir, incluso para el
devorador de hombres más fuerte. Morgan no es rival para sus encantos, incluso con
él siendo un imbécil con ella hace no menos de un día.

—Estaba en su sangre —responde, deteniéndose para pararse frente a


nosotras—. Investigué un poco sobre la historia familiar de Morgan. Siempre
sospechamos que su abuela dio su vida para protegerla de ti, Gabs. Pero, ¿y si ese
hechizo no fuera de protección? ¿Qué pasaría si hubiera rumores sobre ti, una
profecía, que se filtraron a formas mágicas inferiores? ¿Esta hablaba de una chica que
resucitaría la paz entre otros mundos y humanos?

Me siento allí sin palabras, sin poder presionar por más, pero
afortunadamente, Niko continúa.

—Me inclino a creer que Morgan no fue maldecida, sino elegida. Elegida para
estar a tu lado como aliada, no como víctima.

—¿Pero ¿cómo sabes eso? ¿Por qué alguien elegiría esto? ¿Ser perseguido por
fantasmas cada maldito día? ¿Cómo podría eso ayudar alguna vez? —pregunta
Morgan, levantando las manos.

—No lo sé —responde Niko, sacudiendo la cabeza—. No sé qué significa todo


esto. Pero están sucediendo cosas, cosas que han sucedido en el pasado, que prueban
que esta profecía ha estado en movimiento durante años. Antes de que ninguna de
ustedes naciera.

—Simplemente no lo entiendo —susurro—. ¿Quién le haría esto?

—No éramos los únicos que contamos con tu ascensión —explica—. Otras
formas de magia, incluso las antinaturales, tienen sus propias razones para querer
restaurar la paz entre los Oscuros y la Luz.

Miro a Niko con curiosidad.

—¿Es eso lo que tú quieres?


Mantiene mi mirada durante largos y tensos segundos antes de mirar hacia
otro lado.

—No importa lo que quiera. Aprendí a no desear las cosas hace mucho
tiempo.

Hay esa triste inflexión de nuevo. Ese dolor oculto que a veces levanta su fea
cabeza en un solo temblor de su voz. Abro la boca para decir algo para ofrecer
consuelo, pero él rápidamente asiente hacia Morgan.

—Morgan, Alex ha estado trabajando en algo para ayudarte a dormir. Lo


encontrarás en el estudio, poniéndose su Harry Pothead. Escabúllete ahora, amor.

Y así, Niko ha vuelto a los chistes malos y al descaro. Aun así, no dejaré que
se salga con la suya y me vuelva a sacudir.

—¿Cómo sabes todo esto? —pregunto, tan pronto como Morgan está fuera
del alcance del oído.

—No lo hago —responde, volviéndose hacia la puerta.

—Espera. Sabes algo. De hecho, sabes mucho más de lo que quieres que los
demás sepan. Como cómo pudiste hacer que descongelara a Dorian y Alex.
Escúpelo, Skotos. Y no quiero escuchar ninguna mierda acerca de que no sabes de
lo que estoy hablando.

Él baja la cabeza y respira hondo y agravado antes de volverse para pararse


frente a mí.

—Bien. Pero tienes que jurar mantener esto entre nosotros. —Levanta una
mano y mueve un dedo en un movimiento circular, hechizando la habitación para
ocultar nuestras voces.

—Lo prometo.

—Hablo en serio, Gabs. Decírselo a alguien, especialmente a Dorian, podría


ser peligroso para todos nosotros.

—Lo juro, no diré nada —digo, levantando tres dedos—. Honor de


explorador.

—Nunca fuiste una chica exploradora. —Sonríe, sacudiendo la cabeza.

—Pero podría haberlo sido.

—No. Te habrían echado. Pero admito que imaginarte en ese pequeño


atuendo verde es muy tentador.

—Cállate —respondo, rodando los ojos en broma—. Deja de tratar de


distraerme y sigue adelante. En serio, Niko, ¿cómo sabes todo esto? Lo que me hiciste
en Broadmoor no parecía magia Oscura. Pero se sentía… oscuro-oscuro. Como si
estuviera mal.

—Eso es porque lo fue —responde con un suspiro—. Después de… Amelie…


comencé a buscar una razón para su muerte. ¿Por qué me vería obligado a entrar en
su vida solo para matarla? Es como si ella supiera que ese sería nuestro destino. No
tenía sentido. Te dije que era una Laveau, una de las líneas de sangre vudú más
poderosas del mundo. Después de mucho… persuadir… encontré a alguien dispuesto
a enseñarme. Necesitaba controlar el mal que me alejó de Amelie para asegurarme
de que nunca más volvería a suceder. En secreto, pasé años aprendiendo sus ritos y
rituales, e incluso me topé con algunas de sus leyendas.

—¿Vudú? ¿Como en la que estaba metida la abuela de Morgan?

—No —responde con un movimiento de cabeza—. El vudú haitiano es


diferente del vudú que se encuentra dentro de las calles manchadas de orina de Nueva
Orleans. Pero todos compartían un hilo común. Tú.

—¿Yo?

—Sí, Gabriella. Todos te han estado esperando. Todos, desde los wiccanos
celtas hasta los curanderos del Perú y los Mo Phi en Tailandia. Todos habían estado
esperando tu ascensión.

Me ahogo con mi siguiente palabra, mi boca se seca de repente.

—¿Por qué?

—No lo sé. —Se encoge de hombros—. Esa es la parte que me desconcierta.


Eso y…

—¿Y? —Mierda. ¿Hay más? ¿Qué podría ser más perturbador que saber que
eres parte de una predicción loca que se extiende por todo el mundo?

Niko mira sus manos, flexionando sus nudillos.

—Cada profecía te describía como su propia forma de salvador: la elegida, la


encarnación del bien y del mal. Y aunque se perdieron algunos detalles en la
traducción, todos explicaban que habría aquellos que te apoyarían y lucharían. Un
humano, nacido del antiguo folklore…

—¡Morgan! —trino, deslizándome hasta el borde de mi taburete.

—Uno nació del sol. Un caminante o uno que camina en la Luz…

—¿Un hechicero de la Luz? —Frunzo el ceño, perpleja—. Pero… pero no


conozco a nadie de la Luz. —Mi mente se dirige a la asistente del aeropuerto:
Analiese. Pero eso fue en Colorado Springs, y ni siquiera pude hablar con ella.
¿Podría de alguna manera participar en todo esto?
—Lo sé… no estoy seguro de cómo se mezcla la Luz en esto. Han sido muy
claros en cuanto a que no quieren participar en lo que a ti respecta. La elección de
reunirse contigo es motivo de ejecución de acuerdo con sus leyes. Y ahora que eres
medio Oscura, dudo que alguien pueda venir voluntariamente a menos de tres metros
de ti.

No puedo evitar el aguijón de dolor que sus palabras infligen en mi frágil ego.
Excelente. ¿Una raza entera de las creaciones preciosas de la Deidad está eligiendo
odiarme solo por respirar? No les he hecho nada, pero su tipo simplemente no puede
dejar de joderme. Primero matan a mi madre. Luego Xavier, aunque completamente
psicótico, estuvo muy cerca de llevarme al mismo destino hace solo unos días. Y la
única hechicera de la Luz que intentó ayudarme, Solara, fue asesinada tratando de
protegerme.

A la mierda la Luz. Si no hubiera sido por el recuerdo de mi madre, los habría


rechazado por completo, tal como me lo habían hecho a mí.

—¿Eso es todo? —pregunto, mi estado de ánimo cae en picado—. ¿Eso es lo


que no puedes entender? ¿Cómo querría la Luz algo que ver conmigo?

—No, Gabs. No es eso. Tus…

—¡Solo dímelo ya! —digo bruscamente.

Niko sisea un suspiro antes de inclinarse hacia adelante sobre sus codos,
dejando solo unos centímetros de espacio entre nosotros.

—La profecía solo habla de dos nacidos de los Oscuros. Dos Oscuros. No tres.

—¿Qué?

—Haz los cálculos, niña. Hay tres de nosotros aquí. Uno no estará contigo en
la batalla. Lo que significa que te traicionará o se encontrará con la muerte antes de
que llegue ese momento.

Solo tengo una fracción de segundo para digerir sus palabras antes de que una
sombra borrosa atrape el rabillo de mi ojo. Alguien está aquí. Niko también lo ve, y
en mi próximo aliento, se disipa en una ola de humo gris, dejándome solo con sus
susurradas palabras resonando dentro de mi cabeza.

—No hables de esto. Nunca. No importa lo que haga para que te sometas.
Capítulo 19

E
s tarde cuando regreso a la habitación blanca. Después de levantar mi
mandíbula del piso cuando Niko desapareció, reanudé mis estudios
del libro que me dio Alexander, obligando a mi mente a enfocarme en
algo, cualquier cosa, más que en la profecía.

Alguien en la casa me traicionaría, o moriría. Ambos resultados se sintieron


iguales de mórbidos. Por supuesto, mi mente fue directamente a Alex ya que él era
el recién llegado en el grupo y apenas lo conocía. Pero mi corazón… mi corazón no
podía aceptar que mi sangre, mi padre, alguna vez iría en contra mía. ¿Y el
pensamiento de él muriendo? ¿Después de recuperarlo? No podía comprender eso.

Luego estaba Niko, mi amigo, mi compañero. Las cosas se habían vuelto


extrañas entre nosotros últimamente. No necesariamente extraño malo, pero desde
que sentí su mente ese día en el Broadmoor cuando se abrió, sentí un extraño
atractivo hacia él. Como si nos hubiéramos conectado en un nivel celular, como lo
había hecho con Dorian. Sabía cómo se sentía acerca de mí; sabía que nunca me
traicionaría. Además ¿por qué compartiría estos secretos conmigo solo para
apuñalarme en la espalda?

Aun así, el hecho se mantenía en que Niko era Oscuro, y admitió realmente
no saber si quería que su raza se uniera a la Luz. Era el menos reformado del grupo,
el que menos aceptaba. Tal vez su distancia de la Luz anularía su lealtad hacia mí.

Cuando se trataba de Dorian, sabía desde lo más estrecho de mis huesos que
él me amaba, y haría cualquier cosa para protegerme. No tenía que adivinar; su
corazón hablaba por él. El vínculo entre nosotros estaba creciendo más fuerte cada
día, y pronto no sería capaz de distinguir sus sentimientos de los míos. Y mientras
era inquietante, y bastante jodidamente invasivo, realmente fue útil durante tiempos
como estos cuando estaba enfrentada a tantas dudas.

No, Dorian nunca estaría dispuesto a traicionarme, pero sabía que moriría
por mí. Y ese escenario era el más temeroso de todos ellos.

Nuestra habitación está vacía, y algunas docenas de velas parpadeantes son la


única señal de que Dorian había estado aquí recientemente. No lo había visto en todo
el día y estaba empezando a preocuparme. No obstante, estaba agradecida de que me
hubiera dado espacio para estudiar y pensar. Su sola presencia era una distracción,
especialmente cuando todo lo que realmente quería estudiar era la forma en que su
boca se ajustaba a la mía. O el sabor de su lengua cuando juguetonamente la
deslizaba sobre la costura de mi boca. O el sonido que hacía en la parte posterior de
su garganta cuando finalmente se empujaba adentro de mí después de provocarme al
punto del dolor.

Dios, vivo por ese toque. Muero por su beso. Adoro cada suspiro y gemido
que retumba dentro de su duro pecho. Solo el sonido de su placer es suficiente para
hacerme venir.

Sacudo la cabeza y pestañeo rápidamente, dándome cuenta que mi lujurioso


sueño despierto me ha llevado al baño. Estoy completamente desnuda, parada ante
el enorme espejo del tocador y mi mano entre mis piernas, mis dedos deslizándose
sobre mis sensibles pliegues. Jadeo, vergüenza pintando mi cara. ¿Qué está mal
conmigo? ¿Ascender me ha convertido en alguna clase de ninfómana?

Apresuradamente salto en la ducha, con ganas de apagar mis hormonas con


algo de agua fría.

Tengo que controlarme. ¿Qué clase de salvadora podría ser cuando me estaba
convirtiendo en un demonio de buena fe?

Desafortunadamente, la ducha no hace nada para disuadir el problema


presionando, pero estoy lo suficientemente fría para mantener la toalla acolchada
envuelta bien apretada alrededor de mi cuerpo desnudo. Me escurro del salón de
baño a la habitación en búsqueda de un pijama cálido, cuando mi cuerpo es
arrancado del suelo y mi espalda va a golpearse contra la pared, lo suficientemente
duro que traquetea el lienzo de pinturas coloridas en las paredes. Estoy aturdida,
confundida, desorientada… pero todo eso es estrangulado de mi garganta cuando me
doy cuenta de exactamente qué me está sucediendo.

Cuelgo a más de un metro del piso, mis muslos descansando en los hombros
de Dorian mientras sus manos acoplan mi trasero. Me está sosteniendo alto, su cara
enterrada en mi ápice, respirando irregularmente mientras abre más mis piernas. Su
boca no me toca todavía, pero puedo sentir su aliento frío, puedo escucharlo inhalar
la esencia de mi sexo expuesto. Un gruñido profundo brota de su pecho y acaricia mi
carne con su nariz, respirando la más potente parte de mí. Estoy avergonzada, pero
tan jodidamente encendida. No sé si debería rogarle que pare o rogarle por más.

Agarro un puñado de su cabello y lo empujo lejos, solo para tirarlo de regreso.

—Dorian —jadeo—. ¿Qué demonios estás…?

Mis últimas palabras son rotas en un gemido cuando siento su lengua


reemplazar su nariz. No, no solo su lengua. Su boca completa. Me está lamiendo,
chupando, comiéndome como un hombre hambriento. Como si nunca hubiera
saboreado algo tan dulce en sus siglos de existencia. Gime lo suficientemente alto
que vibra mi sexo, enviando ondas de choque desde mi clítoris a mis pezones. Y no
se detiene. Gime como si yo fuera la que lo está chupando. Como si yo fuera la que
pintar una obra de arte con mi lengua. Está hambriento, peligrosamente. Por un
segundo, temo que el hombre en realidad haya tomado un bocado de mí, y la
perspectiva de carnicería solo me excita más.

Mi cuerpo se sacude y estremece cuando las primeras gotas de mi liberación


caen en sus labios.

Dorian absorbe cada pedazo, atrapando cada gota en su lengua mientras gime
con gozo. Nos cambiamos, y con mis ojos cerrados en la bruma del orgasmo
inducido, siento como que estoy cayendo. Cuando trato de atraparme, encuentro que
estamos en la cama. Dorian está debajo de mí, y estoy a horcajadas en su cara. Él
estira la mano para rasgar la toalla de mí completamente antes de agarrar con
tenacidad mis pesados senos y guiar mi cuerpo en un lento ritmo de embestidas.

Santa. Mierda. Él quiere que monte su cara.

Encuentro que mi cuerpo ya no es más el mío. Mis manos empuñan la


cabecera involuntariamente. Mis caderas empiezan a mecerse adelante y atrás,
causando una increíble fricción contra los labios y lengua de Dorian. Incluso la
sensación de su barbilla con rastrillo acariciando mi sensible y húmedo sexo me hace
brincar y gemir. Sin embargo, no puedo parar. No puedo evitar hacerlo una y otra
vez, moviéndome más rápido, meciéndome abajo más duro. Sus dedos pinchan mis
pezones, el dolor enviando una nueva capa de sensaciones, y grito. Quiero rogar que
pare, pero sale como una declaración confusa por más. No sé si Dorian me está
controlando, o los Oscuros están tomando las riendas, pero mientras grito su nombre
y follo su cara, sé sin duda, esto es lo que quiero.

Me vengo de nuevo, temblando incontrolablemente mientras me abrazo a mí


misma contra la cabecera. Luego hay otro cambio, y Dorian ya no está debajo de mí.
Está detrás, guiando mis caderas hacia él y abriendo mis piernas, exponiendo una
corriente de humedad corriendo por mis muslos. Él no dice una palabra, y no tiene
que hacerlo. No cuando su cuerpo me habla con cada lengua en cada idioma.

La punta de él se presiona en mi entrada tan insanamente lento que trato de


empujar hacia atrás contra él. Él no me deja. Simplemente continúa torturándome
un centímetro a la vez, rehusándose a llenarme como le ruego. Es como si ni siquiera
me escuchara gritar por más, como si no tuviera tanta prisa por sacarme de mi
miseria. Podría estar ya mareada con dos, desgarradores orgasmos, pero lo necesito
dentro de mí. Necesito que me llene tanto que no haya espacio para nada más.

Él se retira de repente, y se frota contra mi agujero arrugado. Me sacudo, pero


él me sostiene quieta, continúa frotando su longitud contra mi hendidura. Luego está
de regreso dentro de mí, de regreso a la apretada calidez que anhela de él.

—Dorian —gimo, agradecida de tenerlo en donde pertenece—. Más, por


favor. Te necesito más profundo.
Él no habla, pero concede, golpeando dentro de mí con tanta fuerza que casi
colapso con la cabecera. Se sale hasta la punta y me empala de nuevo. Y de nuevo.
Y de nuevo. Hasta que estamos fluyendo en un ritmo salvaje que castiga mi cuerpo
y arrasa con todas mis sensaciones.

Agarra mi cabello, envolviéndolo en su mano así no puedo alejarme. Cuando


siento la ligera presión en mi parte trasera de nuevo, sé por qué.

Hay un pinchazo de dolor cuando sus dedos penetran el apretado manojo de


nervios.

Agradecidamente, está disminuyendo sus embistes a un perezoso rodar de


caderas así mi cuerpo puede ajustarse a la intrusión prohibida.

—¿Qué estás haciendo? —jadeo.

Él responde mi pregunta con un jalón de cabello, enviando pequeñas


puñaladas de dolor por todo mi cráneo. Solo dura un segundo antes de que pueda
sentir su dedo de nuevo, y su gruesa longitud moviéndose dentro y fuera de mí
lentamente.

Gimo. No. Lloriqueo. No, sollozo.

No sé qué sentir. Es diferente, no exactamente cómodo, pero se siente… se


siente… bien. Dos partes de mí, una toda mojada y de calidez invitadora, la otra
adolorida y deleitada tortuosamente, sincronizándose juntas para crea una masa
pulsante de blanco placer caliente. Se expande, se contrae. Se moldea y transforma
en algo más grande que la sensación. Más grande que yo. Algo tan fuera de control y
sin límites que ya no puedo contenerlo más. Está creciendo, empujándome a
entregarme, desgarrándome a lo crudo cuando se enrolla una vez más antes de que
empiece a estallar por completo.

Me estremezco, mis brazos incapaces de aguantar mi peso, y Dorian me


envuelve en sus brazos sin romper su paso. Ahora nos estamos moviendo juntos,
empujando y sacando uno al otro. Buscando el final de todos los finales. Él está
pulsando salvajemente dentro de mí. Incluso sus dedos tiemblan con la promesa del
clímax. Él gime mientras yo estiro la mano entre mis piernas y lo acuno gentilmente,
sintiéndolo tensarse y palpitar dentro de la palma de mi mano. Esa es su perdición.
Y su perdición genera la mía.

Juntos caemos en una pelea confusa cuerpo a cuerpo de gritos y gemidos,


agotando tanta energía de nuestros cuerpos que cada vela en la habitación se
extingue. Nos retorcemos en la oscuridad, acostados en nuestros costados,
besándonos uno al otro con tanta desesperación que lágrimas llenan mis ojos y
ruedan abajo por mi rostro. Es demasiado… tanto que ni siquiera puedo comprender
este sentimiento. Solo sé que nunca quiero que termine. Preferiría morir en este
momento que dejarlo ir.
Dorian besa mi cabello antes de acercar mi cuerpo lo más cerca posible y
meterme debajo de su brazo. Él aún no habla, pero aun así siento las palabras en su
toque, incluso si él no quiere. Lloro lágrimas silenciosas mientras ambos derivamos
en un sueño, sosteniéndonos en esta paz. Sosteniéndome de él como si fuera nuestra
última vez.
Capítulo 20

E
stoy en la biblioteca, buscando algo y todo lo que puedo encontrar
sobre la historia de la Luz y los Oscuros, cuando Niko entra
apresuradamente, su cabello es un desastre de ondas negras sobre su
frente y su barbilla manchada de rastrojos. Esto es lo menos arreglado que le he visto,
incluso cuando su poder disminuyó. Incluso cuando me desperté en sus brazos
después de una noche de llanto histérico. Sus ojos están inyectados en sangre y
salvajes de agitación, pero sus iris azules están llenos de ira.

—Reunión de la casa, Gabs. ¡Ahora! Agarra a Morgan y reúnete conmigo en


la gran sala.

Cierro el libro y me pongo de pie lentamente, con cuidado de no hacer


movimientos bruscos que puedan irritarlo más.

—Niko, ¿qué pasa? ¿Qué pasó?

—Solo haz lo que te dije, ¿quieres? ¡Mierda!

Entonces se va.

Agarro a Morgan de su habitación y la llevo a la gran sala donde Dorian,


Alexander y Niko ya están reunidos. Todos nos sentamos, dándole a Niko el suelo.

—Tienen a Cyrus —dice impasible.

—¿Qué? —Dorian está de pie, con los puños apretados a los costados.

—Stavros, lo tiene. Y si conozco a nuestro padre como creo que lo conozco,


Cyrus no estará vivo por mucho tiempo.

—¿Pero no es tu primo? —pregunto, mi voz demasiado alta rayando en tono


de perro—. ¿Cómo podría matar a su familia?

Niko niega con la cabeza.

—Ya no lo ve como familia. Cyrus es un vampiro ahora. En el momento en


que perdió su poder, no se convirtió en más que un sirviente a los ojos de mi padre.

—Mierda —escupe Dorian—. Tenemos que recuperarlo. Tenemos que


encontrarlo. ¡Ahora!
—Es más fácil decirlo que hacerlo, viejo amigo —dice Alex con gravedad—.
Sé mejor que nadie lo difícil que es escapar.

—¿Así que qué hacemos? Simplemente no podemos dejarlo —pregunta Niko,


con desesperación en su voz. Se tira del cabello y gruñe su frustración. Puedo ver que
tiene dolor.

—Niko —le susurro, yendo a su lado—. Lo encontraremos. Vivo.

Ni siquiera pienso en lo que estoy haciendo, no cuando su agonía es tan


palpable. Lo envuelvo en mis brazos, apretándolo contra mi cuerpo. Sus manos están
flojas a los costados durante varios segundos hasta que siento que se deslizan
alrededor de mi espalda.

Esto se siente tan bien… pero tan mal. Niko es mi amigo y está dolido. Solo
necesita ser consolado. Y aunque sé que Dorian puede compartir un dolor similar,
algo en mi corazón duele por Niko. Él necesita esto. Yo necesito esto.

—Deberíamos discutir la estrategia —muerde Dorian bruscamente. Dejo caer


mis brazos a los costados y me alejo, sintiendo tres pares de ojos quemándome. Niko
me da un rápido destello de media sonrisa y se vuelve hacia el grupo.

—Bien. Hagámoslo.

Los chicos rotan los planos del palacio Oscuro que Niko había guardado en
su estudio. Trabajan incansablemente durante horas, esbozan planes, ensayan
estrategias y analizan innumerables escenarios. Sintiéndome impotente, recluto a
Morgan para que me ayude a preparar algunos sándwiches y café.

—¿No tienes miedo? —pregunta ella, untando una rebanada de pan con
mostaza Dijon.

—¿De qué?

—¿De ellos yendo a Grecia? ¿De ellos casi suicidándose al embarcarse en una
loca misión de rescate?

Tira el trozo de pan sobre la encimera y yo lo recojo con cuidado, cubriéndolo


con rebanadas de jamón.

—Por supuesto que sí —susurro, negándome a mirarla a los ojos. Solo hará
que sea más difícil luchar contra las lágrimas—. Estoy aterrorizada. Deseo a Dios, a
la Deidad, que no vayan, pero no puedo pedirles que se sienten y no hagan nada.
Cyrus es un buen tipo. Ayudó a rescatarme cuando fui atacada y casi violada. Le
salvó la vida a mi padre. Él es la familia de Dorian. Y de alguna manera, eso lo hace
como mi familia también.

—Pero él es un vampiro, ¿verdad? No puede ser asesinado.

Sacudo la cabeza.

—Todos podemos ser asesinados. Simplemente no podemos morir por causas


naturales. E incluso si fuéramos invencibles, no podría pedirle a Dorian que se haga
a un lado y envíe a su hermano y amigo a la zona de peligro. No podría vivir conmigo
misma si eso significara una muerte inminente para las personas que amo.

—¿Los amas? —Puedo escuchar la acusación subyacente en la voz de


Morgan.

—Alexander es mi padre, Morgan. Lo sabes. Por supuesto, una parte de mí


lo ama, a pesar de que no he tenido la oportunidad de conocerlo realmente. Ya sabes,
con gente muriendo y desapareciendo a mi alrededor. —Pongo queso y lechuga en
la pila de jamón, y casi pulverizo una rebanada de pan encima.

—¿Y Niko?

—¿Qué pasa con él?

—Te preocupas por él. También lo amas. Puedo verlo cuando él está cerca.
Te pones toda… rara y retorcida.

—¡No soy rara y retorcida a su alrededor! —me burlo—. Sí, tengo un cierto
nivel de amor y respeto por Niko, pero estoy enamorada de Dorian. Tú lo sabes.
Mierda, todo el mundo lo sabe.

—Bien, Gabs —concede Morgan, sosteniendo sus palmas en señal de


rendición—. Solo digo…

—Bueno, no digas, ¿de acuerdo? —digo bruscamente, volviendo mi atención


a preparar sándwiches de jamón y pavo con centeno.

¿Cuál es el problema de Morgan? Ella sabe bien, muy bien que soy leal a
Dorian. Mierda, ella sabía que no podía sacarlo de mi sistema mientras estábamos
separados, sin importar cuánto lo intentara. Dorian se había convertido en mi
adicción. Amarlo era mi enfermedad. Y no había regreso de eso. Nunca, nunca
podría sacudir el hábito.

Continuamos haciendo el almuerzo en silencio hasta que tenemos suficientes


sándwiches para alimentar a un pequeño ejército. Los chicos están más que
agradecidos por el sustento, aunque no hace nada para calmar el brillo sediento de
sangre en sus ojos.
—¿Encontraron algo? —pregunto, agarrando un sándwich y sentándome en
el sofá. Dorian niega con la cabeza sin levantar la vista del mapa que está estudiando.

—Hay formas de entrar, pero salir será problemático. Incluso si uno de


nosotros causa una distracción, existe una pequeña posibilidad de que todos
salgamos con vida.

—Pues llévame —me encuentro diciendo antes de que pueda pensarlo


completamente—. Déjame ayudar. Tal vez pueda hacer esa cosa de congelar y
llevarnos a todos a salvo.

—¿Esa cosa de congelar? —pregunta divertido.

—Sabes a lo que me refiero. Vamos, cuatro cabezas son mejores que tres.
Déjame ayudar.

Los tres Brujos responden al mismo tiempo, rechazando completamente mi


oferta.

—De ninguna jodida manera.

—Absolutamente no.

—Oh, demonios no, niña.

Dorian levanta la vista y me da una sonrisa suave para amortiguar el rechazo.

—Aprecio tu valentía, pequeña, de verdad. Pero no arriesgaré ni un cabello


de esa hermosa cabeza tuya.

Termino mi sándwich sin decir una palabra más, tratando de ocultar mi labio
sobresaliente detrás de rebanadas de pavo ahumado y gouda. Todavía me tratan
como a una niña indefensa. ¡Yo podría ayudarlos! Finalmente podía demostrar que
todo este dolor y sufrimiento no era en vano. ¿Y qué pasa si Stavros me capturaba?
Me gustaría salir de allí.

Morgan se desliza a mi lado, ofreciéndome una papa de su bolsa. Traducción:


Lamento lo que dije antes, y lamento que tus sentimientos estén heridos ahora. Aquí. Ahoga
tus penas en grasas trans grasientas bañadas en sal.

Justo cuando pongo la papa en mi boca, el dolor se apodera de mi cráneo y


me llena la cabeza con una presión increíble. Parece que mi cerebro explotará en
cualquier momento, y sangrará por mis orejas en un lío sangriento y pegajoso. Gimo,
pero pronto me doy cuenta de que no estoy sola en mi agonía. Dorian, Niko y
Alexander están retorciéndose en el suelo mientras se agarran la cabeza. Ellos
también lo sienten. Y aunque se siente como si alguien golpeara mi cráneo con un
martillo neumático, puedo decir que sienten mucho más dolor que yo.
Incapaz de verbalizar lo que me está pasando, me acerco para llegar a Morgan
y ella me agarra de la mano.

—¿Qué está pasando? Gabs, ¿qué pasa?

—Mi… cabeza —me las arreglo para graznar—. Duele… tan… to.

—¡Mierda! —gruñe Niko—. Stavros… —Es todo lo que puede decir antes de
gritar de pura tortura. Me arrodillo y uso cada parte de mi fuerza para arrastrarme
hacia donde él se retuerce de dolor.

—Convocándonos… —Dorian raspa al lado de su hermano. Él extiende una


mano temblorosa hacia mí—. Espera.

Me obligo a recurrir a Morgan, la única persona en la sala exenta de los


fenómenos extraños.

—¡Morgan! —grito—. ¡Ayuda! Agárrate… a… ellos.

Comprendiendo, se lanza sobre el cuerpo de Alex, usando su propio peso


corporal para sostenerlo contra el suelo. Entonces ella extiende su mano hacia
nosotros, instándonos a tomarla.

Mis dedos apenas tocan los de ella antes de que todo se vuelva negro y
tranquilo.

Me despierto boca abajo con arena húmeda alojada en mi boca y nariz,


tosiendo y escupiendo montones de tierra. Mi cabello es un desastre enmarañado en
mi cara y mi ropa está húmeda. Empujándome sobre brazos temblorosos, miro hacia
la oscuridad.

—¿Dorian? —llamo, sacando mi audición, esperando detectar cualquier


ruido—. ¿Hola? ¿Niko? ¿Morgan? ¿Alex? ¿Dónde están chicos?

—Estoy aquí —gruñe una voz. No es hasta que Dorian tose con un doloroso
gemido que reconozco quién es.

Empiezo a arrastrarme hacia la dirección de su voz cuando escucho a Niko


morder una maldición a unos metros de mí. Me apresuro a su lado mientras se sienta,
quitándose arena de la cara y el cabello.

—Jodidamente irreal —murmura.

—¿Qué demonios pasó?


Niko se chupa los dientes, haciendo una mueca.

—Stavros. Eso fue lo que pasó.

—¿Stavros? —La palabra sale como un susurro roto—. ¿Cómo? ¿Dónde están
Alex y Morgan?

—No lo lograron.

—¡¿No lo lograron?! —De repente estoy de pie, mis puños calientes como el
carbón a mis costados.

—No, no, niña —dice Niko levantando sus palmas—. Cálmate. No llegaron
aquí.

—¿Y dónde es aquí? —Ya sé la respuesta. Solo necesito escucharlo en voz


alta.

—Skiathos —dice Dorian detrás de nosotros.

Me apresuro a sus brazos, casi tirándolo al suelo.

—¿Cómo diablos…? ¿Cómo llegamos aquí?

Niko se pone de pie, todavía limpiando arena mojada de su ropa.

—Fuimos convocados.

—¿Convocados? —pregunto, frunciendo el ceño—. ¿Eso fue ser convocado?


¿Sientes que alguien te está apretando el cerebro como si fuera una maldita uva?
Pensé que habías dicho que nadie sabía dónde estaba tu casa. ¡Dijiste que estaríamos
a salvo!

—Él no lo sabe. Él nos convocó al aprovechar nuestra magia Oscura. Por eso
Morgan no se vio afectada. Es extremadamente difícil y agota tu poder, así que no
esperaba que lo intentara.

¿Stavros puede sacarnos de la nada cada vez que lo desee? Mierda. ¿Alguna
vez estuvimos realmente seguros?

—Parece que Morgan actuó como un escudo sobre el cuerpo de Alex —agrega
Dorian—. Debilitó su conexión, por lo que se salvaron.

—Interesante —reflexiona Niko—. Tendremos que probar esa pequeña teoría


más tarde. Pero por ahora, tenemos que descubrir qué demonios estamos haciendo
aquí.

Sacudo la cabeza, sintiendo gránulos de arena goteando de las puntas de mi


cabello.
—No lo entiendo. ¿Cómo pasó esto? ¿Por qué vendría por nosotros?

Dorian desliza su mano en la mía, volviéndose hacia el extremo oeste de la


playa donde la luz dorada ilumina una pequeña casa fijada en un acantilado rocoso.

—Supongo que deberíamos ir a preguntarle.


Capítulo 21

L
a casa en el acantilado es más como una choza destartalada, y nada
como esperaba de un palacio Oscuro.

—Solo parece insignificante y modesto por fuera —dice


Dorian, leyendo la confusión en mi rostro—. Tal gran opulencia, escondida detrás
de la pobreza.

—Todo es una mentira —comenta Niko, parándose frente a nosotros


mientras subimos el rocoso camino sin pavimentar hacia la puerta—. Sería prudente
que recuerdes eso.

—¿Estás seguro que deberíamos entrar? Quiero decir, ¿no deberíamos al


menos intentar escapar? —Miro alrededor, sintiendo docenas de ojos invisibles sobre
mí. ¿Por qué estamos caminando directamente hacia la guarida del león?
Simplemente no parece lógico.

Niko resopla una carcajada.

—¿Escapar? Pequeña, no hay escapatoria. Hemos estado bajo vigilancia


desde el momento en que aterrizamos en esta jodida isla. O vamos a darle a Stavros
la audiencia que quiere, o morimos. Tan simple como eso.

Marcha el resto del camino, gruñendo en griego. Miro a Dorian a mi lado con
los ojos completamente abiertos y horrorizados.

—No saldremos vivos de aquí, ¿verdad? —susurro. Dorian lleva mi mano a


sus labios y me da una suave sonrisa triste.

—Nunca se sabe con Stavros. Matarnos se consideraría un desperdicio.


Somos mucho más valiosos para él vivos que muertos.

—Pero tiene que saber que nunca, jamás nos aliaremos con él.

Dorian se encoge de hombros, arrastrándome hacia la entrada de adoquines


sin decir una palabra más. La puerta es de pesada madera inacabada: del tipo que se
encuentra en las antiguas cabañas y mazmorras rurales. Niko envuelve su mano
alrededor del pomo de la puerta, con vacilación, pero no lo gira. El pomo se ilumina
bajo su agarre por solo un segundo, y la puerta se abre por sí sola.
Todo lo que Dorian dijo era verdad. Este lugar no es para nada una choza en
ruinas. Ni por asomo. Entramos en un largo pasillo bien iluminado, adornado
lujosamente en tonos dorados y crema. Todo, desde las mesas de salón con mármol
dorado hasta los candelabros enjoyados, es impresionante. Miro hacia el alto techo
abovedado, completamente asombrada a medida que contemplo los deslumbrantes
candelabros salpicados con un millón de pequeños cristales en lágrima. Todo es
magnífico: más de lo que podría imaginar. Es imposible sentir miedo o enojo cuando
estás rodeado de una belleza tan asombrosa.

—¿Aquí vivías? —jadeo, pasando mis dedos sobre un sillón de terciopelo


suave como una pluma.

—Sí. Lleva un tiempo acostumbrarse. Mis disculpas —comenta Dorian,


ligeramente avergonzado.

—¿Me estás tomando el pelo? ¡Este lugar es asombroso! Quiero decir, pensé
que la casa de Niko era hermosa, pero este lugar… es… es…

—Demasiado —responde Dorian—. Hay personas hambrientas en todo el


mundo. La mayoría de las áreas en mi país están afectadas por la indigencia, y ese
candelabro solo podría sustentar a toda una ciudad. Nosotros, los Oscuros, somos
curadores de la belleza, por así decirlo. Pero hay una diferencia entre apreciación y
exceso. Y esto… esto es más que excesivo.

—Además —añade Niko con una sonrisa maliciosa—, espera hasta que veas
la sala del trono.

Caminamos unos veinte metros más, antes de que tres hombres en traje negro
con lentes de sol bloqueen nuestro avance. Vampiros. No puedo sentir ninguna
magia agitándose en ellos, pero el olor a sangre es tan espeso que casi puedo
saborearlo en mi lengua. Aguanto la respiración para evitar que mi estómago se
revuelva.

—El rey los verá en una hora —dice el del frente, mostrando un bocado de
colmillos.

—¿Una hora? —resopla Niko—. Envió por nosotros. Lo veremos ahora para
que así podamos darnos prisa y salir de una puta vez de aquí.

—No. Lo verán en una hora. Su padre solicita su compañía en el té. Por favor
—dice Colmillos, agitando una mano con gracia hacia otro largo pasillo.

Niko escupe un comentario desagradable, diciéndole al vampiro exactamente


lo que podría hacer con su té, aunque igual gira hacia el corredor lleno de oro.

—Típico de él —murmura, avanzando por él—. Tráenos aquí solo para


hacernos esperar. Que se joda su té.
—Nikolai —le advierte Dorian suavemente. Parece mucho más tranquilo que
su hermano menor, sin embargo, no ha aflojado mi mano desde que llegamos. Algo
me dice que hay algo más que un poco de ira justo debajo de su exterior calmado.

—¡No, a la mierda eso! ¿Por qué prolongar lo inevitable? ¿Por qué pasar por
la molestia de traernos, traerla a ella, si lo único que quería era reunirse para comer
bocadillos y bollos? Esto es una mierda y lo sabes bien, D. Deja de intentar darle
sentido a su locura. Malditas noticias de última hora: No tiene.

Antes de que pueda parpadear, Dorian se ha ido de mi lado, y tiene a Niko


atrapado contra la pared, con un puñado de su camisa en sus manos.

—Puede que quieras morir, pero no dejaré que sigas comprometiendo la


seguridad de Gabriella con tus miserables berrinches. Contrólate de una jodida vez,
y ayúdame, o padre será el menor de tus problemas —gruñe.

Niko no retrocede. Tensa el cuello de la camisa de Dorian con tanta fuerza


que oigo rasgar la tela.

—Es muy fácil para ti decirlo, querido hermano. No soy el favorito de padre.
Eres su heredero. Solo soy la prueba viviente de que le gusta mojarse la polla.

—Suficiente —grito, justo cuando un jarrón de porcelana cae al suelo—.


¡Mírense! Acabamos de llegar, y están dejando que este lugar los afecte. —Los
hombres dejan de pelear pero no retroceden, solo unos centímetros se alzan entre sus
gruñidos violentos—. Esto es exactamente lo que quiere Stavros, y están cayendo
directamente en su juego. Sabe que son más fuertes juntos que divididos. No dejen
que gane.

Coloco una mano sobre cada uno de ellos, emitiendo un consuelo cálido que
afloja sus apretones tensos y calma sus latidos rápidos. Dorian da un paso atrás,
soltando a su hermano. Niko se encoge de hombros por completo, su ira aún evidente
pero nivelada.

—A la mierda con esto —murmura antes de desaparecer en una oscura nube


de humo.

Dorian se endereza la chaqueta del traje, todavía manchada de arena, y vuelve


a tomar mi mano, reanudando nuestra caminata por el pasillo sin fin.

—Está actuando como un malcriado —dice finalmente después de largos


minutos silenciosos.

—Está perturbado… y con toda razón. Tiene miedo. Todos lo tenemos. —


Comprendo la reacción de Niko. Es algo que probablemente habría hecho. Descubrir
que su primo, un hombre que estuvo a su lado durante siglos, ha sido capturado por
un tirano maníaco y probablemente encontrará su muerte final, es suficiente para
justificar una crisis nerviosa. Pero idear y planear su rescate durante horas, solo para
ser golpeado por Stavros… no veo por qué Dorian no está igual de furioso.

—Nikolai sabe que padre se preocupa por él. Está exagerando.

Lo miro con una ceja levantada.

—Entonces, lo que dijo… sobre ti siendo el favorito de Stavros. ¿Era cierto?

Dorian se encoge de hombros, pero se niega a encontrarse con mi mirada


inquisitiva.

—Cualquier interés que padre tenga en mí es puramente egoísta, te lo puedo


asegurar.

—¿Y cómo te resulta eso? ¿Ser el heredero del trono Oscuro?

Se detiene de repente y se vuelve hacia mí, acunando mis mejillas.

—Gabriella, no aspiro a ser más de lo que soy ahora: tu amante y protector.

Mi voz sale en un susurro débil, temiendo la verdad.

—Pero ¿será suficiente? —¿Seré suficiente?

Deja caer sus manos de mi cara y se da vuelta, girando el pomo de una puerta
que ni siquiera me había dado cuenta que estaba allí.

—¿Por qué no lo sería?

—¿En serio renunciarías a todo esto por mí? ¿Podrías estar sinceramente
complacido con una vida normal y ser un tipo en cierto modo normal?

Entra en la habitación, sosteniendo la puerta para que yo pase. Aunque, no


responde. No tiene que hacerlo. Su silencio dice lo suficiente.

No. No será suficiente. Dorian nació y se crio como un príncipe. Ha estado


rodeado de riqueza y opulencia toda su vida. Y a medida que entro en su habitación,
que es más como una lujosa suite de un gran apostador en el ático de un casino en
Las Vegas, me doy cuenta que ha estado rebajándose conmigo durante el año pasado.

—Vaya —jadeo, incapaz de expresar con más elocuencia mi fascinación por


lo que me rodea.

La habitación de Dorian es como un pequeño palacio, lleno de todo lo que


amo y admiro de él. Cada detalle intrincado cuenta con una pieza de él: su amor por
la música, su aprecio por el arte, su obsesión por el orden.

Deslizo las yemas de mis dedos suavemente sobre un tocadiscos que parece
al menos veinte años mayor que yo. Dorian viene a pararse justo detrás de mí y ajusta
la aguja en el vinilo ya colocado en el plato giratorio. Una melodía inquietante
resuena por toda la habitación mientras mi cuerpo es acariciado por la voz sensual
de una mujer. Hay tanta alma detrás de ella… tanto dolor. Como si estuviera
viviendo las palabras mientras las cantaba. Cierro los ojos y dejo que mi cabeza ruede
hacia atrás contra el pecho de Dorian. Balancea nuestros cuerpos de lado a lado, y
siento sus labios en mi cabello.

—¿Quién es? —susurro.

—Nina Simone.

—Es bonito. Y triste.

—Las cosas más hermosas son a menudo las más tristes.

Respiro sus palabras, dejándolas hundirse en mi alma con punzantes espinas


puntiagudas. Sufro por Dorian, por el amor que tenemos, por la vida que podemos
perder hoy dentro de estos hermosos muros del palacio.

Sí. Él es hermoso. Pero siempre ha sido triste. Triste por lo que es, y por lo
que ha hecho. Triste por la vida que nunca tendrá, a pesar de lo verdaderamente
bueno y decente que es en su esencia.

Deja de balancearse y me da la vuelta, deslizando sus manos sobre mis


hombros hasta la base de mi cuello, mi pulso latiendo al ritmo del suyo.

—Usa mi baño; aséate. Te traeré algo adecuado para que te lo pongas.

Dorian se aleja justo cuando la canción triste termina y es reemplazada por


algo más dinámico. Aun así, el hedor a muerte se cierne espesamente en el aire, lo
que hace que sea difícil sentir otra cosa que miedo indescriptible.

Me dirijo a través del esplendor de su dormitorio cubierto de iridio a su vasto


baño, demasiado estremecida para disfrutar plenamente de su brillo, y me quito la
ropa sucia. En circunstancias normales, llenaría la enorme bañera infinita acentuada
por mil azulejos de color turquesa y remojaría mis preocupaciones, pero como
estamos justos de tiempo, salto a la ducha. También está envuelta en esas pequeñas
baldosas de color turquesa, que van de oscuro a claro, creando un mosaico ombre de
medianoche y día. No hay cortina, solo una delgada puerta de cristal exponiendo mi
cuerpo desnudo. Cuando giro la palanca, el agua tibia me dispara desde todas las
direcciones, incluso desde el suelo.

Desearía poder disfrutar esto. Desearía poder traer a Dorian aquí conmigo e
instarlo a que me haga el amor contra el vidrio rápidamente matizado. Pero sabiendo
que nos encontraremos cara a cara con nuestro torturador dentro de una hora, mi
libido se siente menos viable.
Me aseo rápidamente, lavándome el cabello con el champú de Dorian. No
dudo en empaparme en su aroma, disfrutando de la oportunidad de usarlo en mi piel.
Es como respirarlo, sin el hormigueo mágico que seduce mi alma cada vez que tomo
una bocanada de su esencia pulsante.

Cuando salgo del baño y entro en su habitación, unas telas suntuosas yacen
en el edredón, casi mezclándose. El vestido es del color de la obsidiana brillante, el
resplandor recordándome a una galaxia llena de estrellas lejos de aquí. Lo tomo entre
mis dedos, deseando poder apreciar la suavidad de la seda. Lo mismo para la lencería
de encaje que está al lado. Prendas así de hermosas deberían ser apreciadas. No
desperdiciadas en una chica que solo puede imaginarse asesinando a su anfitrión.

Después de deslizar mis pies en los tacones a juego de diez centímetros (los
cuales son tan increíblemente cómodos que, juro que estoy caminando sobre las
nubes) me peino mi cabello aún húmedo con los dedos y me dirijo a la sala de estar
de Dorian. Las puertas francesas al balcón están abiertas de par en par, indicando
que está afuera, probablemente con un vaso de whisky a su lado. Cuando llego el
umbral de la puerta, encuentro que tengo razón.

Dorian se para en la barandilla, mirando hacia el abismo de oscuridad


absoluta. La noche sin luna devora cualquier destello de luz, tragándose su cuerpo
tenso, pero puedo verlo claramente. Doy un paso adelante, sin querer interrumpir su
ritual silencioso, pero es casi imposible para mí estar tan cerca de él y no tocarlo.
Especialmente cuando sé que está inundado hasta el borde de agitación interna.

—Ven, pequeña —murmura, antes de llevarse el vaso a sus labios y tomar un


sorbo largo. Hago lo que dice, avanzando hacia él hasta que mis seños tocan su
espalda. Se estira para encontrar mi mano, y la deja descansar sobre su pecho. Su
corazón late como un pequeño tambor debajo de mi palma, tanto miedo y ansiedad
corriendo por su sangre. Quiero decirle que todo va a estar bien, pero eso sería una
mentira. Nada ha estado bien en mucho tiempo.

—¿Qué ves? —pregunto después de largos segundos tensos.

—Dolor —responde, su voz ronca de repente—. Tanto. Y la parte mórbida al


respecto es que es principalmente autoinfligido. Todas las guerras, todos los
combates… destrucción por nuestra propia mano en nombre de la codicia, envidia,
lujuria. —Toma otro trago, drenando los restos ardientes de su vaso—. La
humanidad es su peor enemigo. Hemos creado monstruos.

—¿Hemos?

—Los Oscuros. —Respira hondo, soltando el aire entrecortado como si el


peso del mundo lo desinflara—. Antes, no era así. Antes, nosotros no éramos así. Y
solo va a empeorar, a menos que…

—¿A menos qué?


Dorian se gira para mirarme, y hay tanta melancolía y pesar en esos
interminables ojos azules. Sonríe, pero es forzado.

—¿A menos qué, Dorian?

—Te ves hermosa —susurra, acariciando un mechón de cabello. Se lo lleva a


la cara e inhala, cerrando los ojos en éxtasis—. Ven. Stavros no espera.

—Pero, espera —protesto cuando Dorian regresa a su suite rápidamente.


Intento interrogarlo nuevamente, pero se vuelve hacia mí velozmente, sus ojos
resplandeciendo con fuego vengativo a medida que lleva un dedo a sus labios,
silenciándome. Entrecierro mis ojos, pero no me atrevo a decir una palabra más. Si
Dorian quiere que me calle, hay una muy buena jodida razón.

Cuando entramos en el pasillo, encontramos que tenemos una escolta. Por


supuesto. Me inclino a creer que en realidad nunca estuvimos solos.

—Su padre los verá en el recibidor —dice el vampiro vestido con elegancia,
girándose para guiarnos por el pasillo largo.

—Por supuesto que sí —murmura Dorian. Le echo una mirada furtiva,


notando que está recién duchado y vestido con un traje azul medianoche. Su camisa
es igual de oscura, y ha dejado los botones superiores abiertos, tentándome con
recuerdos de mí corriendo mi lengua por su pecho cincelado.

Me atrapa mirándolo boquiabierta y me lanza un guiño travieso, haciendo


que me sonroje como una colegiala.

—¿Ves algo que te guste, pequeña?

—Siempre. —Es verdad. Siempre lo querré, incluso aunque mi vida esté


equilibrándose en una delgada hebra.

Parece que han pasado años para cuando llegamos a la habitación conocida
como el recibidor: una sala de exposición gigante llena de arte precioso, muebles
antiguos y una chimenea más grande que todo mi apartamento entero. El vampiro
nos lleva a una sala de estar albergando una elaborada variedad de sándwiches,
galletas y, curiosamente, té. Estaba totalmente segura cuando pensé que té era el
código para la muerte repentina o tortura por clavos.

Niko entra en la habitación justo cuando nos sentamos, llevando un viento


helado con él. Me estremezco y envuelvo mis brazos alrededor de mi cintura a
medida que la piel de gallina cubre mis brazos y piernas.

—¿Qué pasa? —murmura Dorian, atrayéndome más cerca.

Sacudo la cabeza.
—Solo tengo… frío. —Mis ojos se dirigen al Skotos más joven, quien se ha
puesto cómodo en un lujoso sillón jacquard. Ni siquiera mira en nuestra dirección, y
mucho menos habla, aunque puedo ver la apretada tensión de su mandíbula.

—Estar aquí lo pone ansioso. Raramente los visita.

—¿Por qué?

Dorian me atrapa con esa intensa mirada azul, haciendo que otra ola de frío
se arrastre por mi espalda.

—Si supieras la carga de nuestro apellido, ¿vendrías al mismo lugar donde te


lo recuerdan constantemente?

No tengo oportunidad de responder. Suena un traqueteo desde la entrada al


otro lado de la habitación, y Dorian me pone de pie rápidamente. La adrenalina se
dispara a través de mí, encendiendo mis sentidos salvajes, y envuelvo mis manos en
puños instintivamente duros a mis costados. Sin embargo, todo instinto desaparece
y queda olvidado al mero momento en que mis ojos se centran no en uno, sino en
dos conjuntos sorprendentes de iris azules. Me ahogo con el siseo atrapado en mi
garganta, y miro a Dorian por alguna señal de comprensión. ¿Está viendo lo que yo
estoy viendo? ¿Me estoy perdiendo algo?

Él casi… sonríe. Casi. Pero la expresión de admiración (demonios, incluso


amor) es innegable en su rostro. Mis entrañas se retuercen en mil ochocientos nudos
cuando la realidad comienza a asentarse. Maldición. Santa. Mierda. ¿En qué me he
metido?

—Padre. —Dorian asiente ceremoniosamente. Su mirada cae hacia la


hermosa joven exótica que está de pie junto a Stavros. Ella sonríe brillantemente tan
pronto como capta la atención de Dorian, y la inseguridad y duda se agitan en mi
vientre. Él le devuelve la sonrisa en respuesta, esta vez, genuinamente y asiente una
vez más—. Madre.
Capítulo 22
Delia Skotos no es para nada como esperaba. Nada en absoluto.

P
or un lado, es ridículamente joven. Como en, no parece un día más de
treinta. Y parece cálida y cariñosa. Es una verdadera madre. Aun así,
no puedo evitar sentir algo oscuro y engañoso escondido en las
sombras de su sonrisa. Abraza a sus hijos como si no hubiera respirado desde la
última vez que estuvieron juntos, tomando sus mejillas en sus manos antes de besar
a cada uno. Les dice lo guapos que se ven, les pregunta si han estado bien; incluso
los amonesta por salir corriendo de aquí la semana pasada sin despedirse. Es raro,
pero raro-bueno. Siempre esperé que Dorian y Niko tuvieran un sentido de
normalidad en sus vidas. Delia puede haber sido solo eso.

—Y tú debes ser Gabriella. Qué lindo conocerte finalmente, querida. Todo el


revuelo que has causado por una cosa tan simple —dice, deteniéndose frente a mí.
Dirijo mis ojos al suelo, sin saber qué etiqueta apropiada usar cuando me estoy
dirigiendo a una reina, especialmente una que disfruta succionando almas para
mantener su brillo juvenil. ¿Quién necesita Botox cuando solo puedes respirar
belleza?—. Bueno, echemos un vistazo, ¿de acuerdo? —Su majestad toma mi rostro
en sus manos, inclinando mi cabeza hacia arriba para encontrar su mirada. Sé lo que
está mirando: mis ojos. Se está preguntando si en realidad he optado por vender la
mitad de mi alma a los Oscuros. Y si se trata de la guerra, ¿qué bando elegiré?

Asumiendo que está satisfecha con lo que ve, la reina me quita las manos de
la cara y sujeta mis manos.

—Siempre mantén la cabeza en alto, niña. Incluso el ratón más tímido puede
causar estragos en una casa grande y poderosa. —Y justo cuando mis labios se
separan para agradecerle su consejo, me besa. Como en, realmente me besa. Sus labios
son tan suaves, cálidos y, Señor, perdóname, dulces como el azúcar. Solo dura unos
segundos, máximo cinco, pero es lo suficientemente largo para que me derrita en su
toque, y provoque un anhelo por probar más. Y aunque no me permite saborear su
lengua, siento que me han seducido. Seducida hasta el punto de la locura, donde
quiero ser yo quien la tiente. Quiero que mi beso la infecte, la manche, la haga sentir
fuera de control con la lujuria.

Se aleja tan rápido como me ha tocado, rompiendo el hechizo erótico. La


bruma comienza a levantarse, y me doy cuenta de lo que acaba de suceder. ¡Estaba
besando a la madre de Dorian! Y me gustó… ¡incluso me encantó! Quería más.
Quería que me tomara, justo aquí en el recibidor, sobre una mesa de macarrones
delicados y té. ¿Qué demonios… cómo demonios…?

Bueno, mierda. Aporta un significado completamente nuevo al término


MQMF2.

Me tambaleo sobre mis tacones de aguja cuando Delia se aleja, volviendo


junto a su esposo. Me obligo a enfrentarlo; a la mierda la vergüenza. Este hombre
podría muy bien ser responsable de la muerte de Donna. Podría llevar la sangre de
esos humanos poseídos en sus manos, pero aquí está, sonriéndome como el gato que
se tragó al canario. La punta de su lengua rosada traza su labio inferior, a medida
que sus ojos permanecen fijos en mí, observando, esperando a que me quiebre.

Por repulsivo que sé que es Stavros, hay una parte de mí que siempre estará
intrigada desconcertantemente por él. No puedo evitarlo. Tal vez es la forma en que
sus ojos embrujados parecen diseccionarme, poco a poco, hasta que no soy más que
tendón y hueso. O cómo sus labios apenas se contraen, insinuando la más mínima
de las sonrisas, sin saberlo, haciéndome añorar una muestra de su aprobación. Es el
deseo más oscuro, el tabú más dulce del mundo. Y sin importa lo que quiera, o
cuánto amo a su hijo, la Oscura en mí anhela aventurarse en ese sombrío territorio
desconocido.

Su marco dominante envuelto en un traje oscuro de diseñador llena toda la


habitación. Stavros tiene la contextura de un atleta convertido en modelo. Tiene una
belleza pícara que habla de un pasado peligroso, pero es tan elegante y refinado, que
no puedes imaginar nada más que las mejores telas agraciando su cuerpo. Las
pequeñas líneas en el pliegue de sus ojos me dicen que su cuerpo ha visto mucha
guerra y destrucción, y justo en las sienes, un ligero toque de canas se destaca
orgullosas entre el negro cabello sedoso, solo haciéndolo parecer más distinguido.

Oh, sí. Si Delia era una MQMF, Stavros era el rey de los PQMF3. Y llevaba
esa corona como si nada.

Siento que Dorian se remueve a mi lado, y la vergüenza al rojo vivo pinta toda
mi cara, haciéndome bajar la vista desde la mirada penetrante de Stavros. ¿Qué
diablos me pasa? Primero, prácticamente me estoy besuqueando con la madre de
Dorian, ¿y ahora estoy casi follándome con los ojos a su padre? No tiene sentido.
Esta no soy yo. ¿Por qué demonios me siento tan fuera de control?

—No es gracioso —murmura Niko, dejándose caer en la silla, sin molestarse


en esperar a que el rey y la reina se sienten primero—. Por favor, no me digan que la

2
MQMF: Madre que me follaría, siglas provenientes del inglés MILF.
3
PQMF: Padre que me follaría.
trajeron hasta aquí solo para que ustedes dos puedan practicar un poco. Lo juro,
siempre presumiendo cuando viene compañía.

Delia le sonríe amorosamente a su hijo antes de tomar la mano de su esposo


y llevarlo a sentarse. Dorian y yo hacemos lo mismo rápidamente.

—Bueno, ¿qué clase de reina sería si no probara a uno de los nuestros,


especialmente una que ha desarmado enteramente a tu hermano de toda su cordura?
Es mi deber como madre. Aunque debo decir que… ella es tan abierta,
peligrosamente. Podría ser problemático para ella en el futuro.

—Con suerte, no tendremos que explorar cuánto tiempo dura ese futuro —
agrega Stavros, con desprecio derramándose de una sonrisa dentada demasiado
amplia. Un mayordomo vampiro se apresura a verter té en tazas. Con la boca seca,
me inclino para alcanzar la mía, pero Dorian me detiene sacudiendo la cabeza.

—Es más fuerte de lo que piensan —responde, viniendo en mi ayuda. Otra


capa de culpa me cubre de pies a cabeza—. Te ha sacado de sus sueños suficientes
veces, ¿cierto, padre?

Delia se pone rígida junto a Stavros, pero él solo se ríe, golpeándose la rodilla
en broma.

—Sí, lo suficientemente cierto. Pero tuvo ayuda. Y créeme, muchacho, no soy


el único con el que sueña. Pero eso ya lo sabes, ¿no? —Sus ojos se dirigen a Niko, y
él le guiña un ojo, ganándole una mirada confusa—. Pero tu hermano no parece
saberlo. ¿Lo iluminamos, hijo?

Siento que la sangre se drena de mi cara cuando una sonrisa maliciosa


comienza a curvar la esquina de la boca de Stavros. Niko me mira, luego a Dorian,
y después de vuelta a su padre con sospechas estrechas.

—Tal vez en otro momento —dice impasible—. Prefiero que me digas por
qué demonios estamos aquí, para empezar. Luego, hablemos de lo que has hecho
con Cyrus.

Stavros inclina la cabeza hacia un lado, fingiendo ignorancia.

—¿No sería justo de mi parte esperar una explicación? Tu hermano y tú


huyeron de aquí en el evento más esperado en décadas, y ¿quieren saber por qué
solicité su presencia? Seguramente no son tan tontos. —Su mirada encuentra la mía
otra vez, y sonríe—. O tal vez sí.

—Aurora no era apta para ser mi esposa, ni para ser reina algún día. Era un
error —dice Dorian, ignorando la burla de Stavros.

—Estoy dispuesta a estar de acuerdo —dice su madre asintiendo, bebiendo té


de una taza de porcelana colorida.
Stavros inclina la cabeza de un lado a otro, sopesando la evaluación de Delia.

—Tal vez sea así. Pero como príncipe, y el futuro heredero de este reino, es
una mala forma de incumplir tus promesas. ¿No tienes dignidad, hijo? ¿No te
preocupan las consecuencias de tus decisiones?

Dorian suelta un suspiro agravado.

—Por supuesto que sí, padre, pero…

—Entonces, ¿por qué hacer una promesa sagrada solo para mancillarla con
engaño? Tú de todas las personas deberías saber lo que habría hecho por esta casa. Y
ahora… ahora dejaste a una linda chica para ahogarse en su dolor, porque su futuro
novio disfruta el sabor de un coño híbrido. No puedo decir que te culpo, pero el deber
y el honor deben prevalecer sobre nuestros deseos carnales. Y no es que se espere que
te acuestes solo con tu esposa. No te reclamaríamos por conservar a la pequeña
Gabriella como tu concubina.

—No es una concubina —espeta Dorian. Su voz todavía es fría y tranquila,


pero hay malicia en cada palabra que escapa de sus labios—. Es mía. Soy de ella. Y
nadie va a cambiar eso.

—¿Estás seguro de eso? —Stavros inclina su cabeza, señalando la marca


desvaída en mi mano—. Quizás no eres lo suficientemente fuerte como para
mantenerla. Hay algunos animales que no pueden enjaularse.

—Suficiente —ordena Delia—. Sigamos con esto, mi rey.

—Sí, sí. —Stavros asiente. Chasquea los dedos, y la puerta de la gran sala se
abre.

Lo supe al momento en que escuché el ritmo sensual de esos tacones de


diseñador. Cada paso sonaba como si estuviera imaginando mi cuerpo incrustado en
la base, y estaba pinchando y perforando mi carne con esos tacones de punta. Me
estremecí, porque aunque sabía que eventualmente tendría que enfrentarla, esperaba
que fuera en mis términos. En mi territorio, donde no solo me habían reducido
verbalmente a una prostituta destroza hogares y comparado con alimañas por encima
de galletas delicadas rellenas de crema.

—Hola, maridito —saluda Aurora alegremente, bajando su esbelta figura en


el asiento frente a nosotros. Cruza sus largas piernas tonificadas y sacude sus negras
ondas cayendo en cascada. Para alguien que fue dejada en el altar hace días, se ve
increíble. ¿Dónde demonios están los ojos hinchados? ¿El acné de comer chocolate
hasta que vomitara? Y ese vestido ceñido, ajustado a sus curvas no se parece en nada
a las sudaderas y camisetas holgadas.

—¿Qué estás haciendo aquí? —gruñe Dorian prácticamente, su mirada helada


centrada en su ex novia.
—Bueno, se suponía que este sería mi hogar. Pero tú y tu pequeña mujerzuela
aquí intentaron arruinar todo eso. Afortunadamente, tenía un seguro.

—¿Ah, sí? —pregunta Dorian con condescendencia—. ¿Y qué seguro podría


ser, por favor, dinos?

Aurora sonríe tan asquerosamente dulce que una ola de náuseas ataca mi
estómago. Me agacho, sosteniendo mi abdomen, jadeando entre cada respiración
irregular.

—¿Qué hiciste? —ladra Dorian, agarrando mis hombros antes de


derrumbarme. Estoy perdiendo el conocimiento, luchando por permanecer en el aquí
y ahora antes de desmayarme. Su voz suena cada vez más lejos mientras exige
respuestas entre preguntarme si estoy bien.

—No es lo que le he hecho. Sino ellos. —Escucho su respuesta con esa aguda
voz cantarina. Me obligo a levantar la vista, negándome a darle poder sobre mi
cuerpo. Y una vez que mis ojos brumosos caen sobre ellos, me enderezo por
completo, la sorpresa y la adrenalina reemplazando todo rastro de enfermedad—.
Estoy segura que ya conociste a algunos de mis amigos. Lástima cómo terminó,
aunque totalmente esperado. Sabía que lo entenderías, Dorian. Y en lugar de
decírtelo, simplemente elegí mostrarte. ¿No son maravillosos?

—¿Qué has hecho, Aurora? —espeta, como si su boca estuviera llena de bilis.

—Lo que tenía que hacer. —Sonríe—. Lo que debí haber estado haciendo
todo el tiempo. Le di a tu padre lo que quería: algo que podría beneficiar a nuestra
especie y librarnos de atrocidades como ella. Necesitábamos un ejército. Creé uno.

—No tan rápido —interviene Stavros riendo, encontrando una gran alegría
en los tres humanos poseídos frente a nosotros, mirándome con ojos de zombi. Es
cierto. Todo es cierto. Pero esto no era cosa de Stavros. Era de Aurora. ¡Ella había
estado jugando con Dorian todo el tiempo!

—Tú —siseo, con la garganta apretada con una ira abrumadora—. Mataste a
Donna.

La perra malvada chupa alma tiene el descaro de encogerse de hombros. ¡Solo


se encoge de hombros! ¡Como si no fuera gran cosa! Como si matar a mi madre fuera
el equivalente a aplastar una hormiga.

Siempre supe que mataría a la persona responsable del asesinato de Donna.


Simplemente no sabía que me complacería mucho hacerlo.

Justo cuando el calor vengativo serpentea por manos y muñecas, siento el


agarre apretado de Dorian en mi muslo y escucho su voz gritando en mi cabeza.
¡Ahora no! ¡Ahora no, Gabriella! Te vengarás, te lo prometo. Pero este no es el
momento. No si queremos salvar a Cyrus.

Mi aliento sale en jadeos entrecortados a medida que me tambaleo en la


encrucijada de matar a Aurora de una vez por todas y confiar en Dorian lo suficiente
como para esperar. Mis ojos se dirigen a su complacido puchero rojo sangre, luego a
Stavros, quien se ve igual de orgulloso. Los odio. Los odio a los dos. Y juro por todo
lo que amo que los mataré. Puede que no sea hoy, pero no descansaré hasta que
drene hasta la última gota de vida de sus patéticas almas.

—Aurora pudo haber tomado la iniciativa y nos dio la idea —dice Stavros,
señalando a los humanos (dos chicas y un chico), ninguno de los cuales parece tener
más de dieciocho años—, pero esperamos expandir este plan a nivel mundial. ¿No
es curioso? Todo este tiempo añoré un hijo: un heredero que algún día tomaría mi
lugar y guiaría a nuestra gente con un poder inconmensurable. Y todo lo que en
realidad necesitaba era una hija.

Aurora sonríe intensamente ante sus palabras, haciendo que Delia ponga los
ojos en blanco y suelte un resoplido agravado.

—Sí. Una hija a la que te gusta follar —murmura Niko, tomando un


sándwich—. Aún no veo cómo esto tiene algo que ver con Cyrus. ¿Dónde está?

—El vampiro está vivo —dice Stavros con un gesto de su mano—. Aunque,
no puedo decir por cuánto tiempo. Considéralo una… motivación.

—¿Motivación?

Stavros asiente.

—Tal como están las cosas, solo tenemos los ocho verdaderos poderes
Oscuros involucrados, y el proceso está agotando nuestras habilidades. Sin embargo,
hay uno que podría ser beneficioso para la causa. Uno que se dice que es aún más
poderoso que incluso yo —resopla. Se vuelve hacia mí, sus ojos salvajes de
emoción—. Matar a Cyrus lastimaría a mis hijos. Y lastimar a mis hijos te lastimaría
a ti. Te riges por tu amor por ellos, no por tu amor a la humanidad. ¿Cierto?

—No sabes de lo que estás hablando —me burlo—. No sabes nada de mí.

—¿Ah, no? —responde Stavros, con una sonrisa diabólica en sus labios. Se
vuelve hacia los chicos humanos e inclina un solo dedo, empujando a la primera
chica humana hacia adelante con cuerdas invisibles—. Entonces sálvala.

—¿Qué? ¿Qué quieres decir…?

El primer crujido de un hueso es casi suficiente para hacerme vomitar. Eso,


acompañado por los gritos espeluznantes de la chica mientras cae, aferrando su
pierna ahora en forma de L, alimentaría toda una vida de pesadillas. Está poseída,
pero siente un dolor indescriptible. Fue tan grande y tan profundo que pude sentir un
dolor fantasma en mi propia pierna.

—Sálvala, Gabriella —dice Stavros antes de levantar un dedo otra vez,


enviando a la chica a otro ataque de gritos. Aferra su brazo por el codo a medida que
la sangre brota de una profunda herida desde el húmero sobresaliendo—. ¡Vamos!
¡Sé su salvadora! ¡Muéstranos de qué estás hecha!

—Y-yo… no puedo… yo… —Levanto mis manos para detener su dolor, pero
están frías. No siento… nada. Ningún poder surge a través de mí, lamiendo mis
brazos con fuego punzante. No hay hielo crepitante alcanzando mis ojos, besándolos
con una magia helada. Se ha ido. Esta chica está sufriendo en agonía justo frente a
mí, y soy demasiado cobarde como para hacer algo para detenerlo.

—Gabriella —susurra Dorian a mi lado, el horror en su rostro instándome a


hacer algo. O tal vez lo que me está diciendo es que no haga nada en absoluto.

—¡Sí, vamos, Gabriella! ¡Veamos a la Luz Oscura en toda su espléndida


gloria! —brama Stavros, embriagado de poder y sed de sangre. Su dedo se retuerce
nuevamente, y la pobre chica grita tan fuerte que su voz cede y se convierte en nada
más que un gemido ronco. No puedo mirarla… no puedo ver cómo la ha mutilado
aún más, pero puedo oler la sangre. Tanta sangre.

—Stavros —dice Delia con un acento fuerte. Él se ríe, pero baja la mano,
reclinándose en su asiento, dejando a la joven retorcerse de agonía en el suelo.

—¿Ves, Gabriella? Incluso tú sabes que los humanos no significan nada. Son
prescindibles. Ni siquiera pudiste encontrar en tu corazón salvar a éste. —Chasquea
los dedos y un vampiro da un paso adelante y agarra un puñado del cabello de la
chica herida. Por extraño que parezca, apenas hace un sonido cuando él la arrastra
fuera de la habitación, dejando un rastro de sangre roja brillante. Tal vez sabe que
todo terminará pronto. Su dolor cesará una vez que los últimos restos de su vida sean
drenados de su cuerpo.

—Estás enfermo —espeto, mis manos temblando de ira. Lo odio por lo que
le hizo a esa chica. Y por lo que me hizo comprender.

—Tal vez. Pero me pregunto… —reflexiona Stavros, agitando una mano para
despedir a los otros humanos. Suelto un suspiro de alivio—. ¿Cómo reaccionarías si
tu precioso Dorian estuviera en peligro? O tal vez arriesgarías tu vida por Nikolai.
Probemos esa teoría, ¿de acuerdo?

Mi rostro se calienta con sangre inundada de furia.

—No te atrevas, o haré…


—¿Harás qué? ¿Sentarte allí como una niña asustada? ¿Callarte y dejar morir
a tu precioso príncipe? Por supuesto, ningún humano es rival para ellos. Pero con el
oponente correcto…

Chasquea los dedos, y antes de que pueda girar completamente la cabeza para
captarlo, un vampiro agarra a Niko por detrás, sus colmillos afilados como cuchillas
desplegados y a solo centímetros de su cuello.

Grito, derribando a Dorian fuera del camino en un movimiento borroso, y


escudándolo con mi propio cuerpo. Entonces, lo siento: la pulsante magia
hormigueando, y deslizándose por mis brazos. Calienta la punta de mis dedos antes
de que evolucione y se expanda en una criatura abrasadora en mis palmas,
demasiado salvaje para ser retenida o contenida. Extiendo mis manos, dejándolo
libre, dándole vuelo y libertad en forma de cintas eléctricas. Busca un anfitrión en el
vampiro y se esconde en su pecho, llenándolo con una magia tan grande y
desinhibida que lo inunda hasta el punto de desbordarse. Un lodo oscuro empieza a
escurrir de sus ojos, nariz y orejas mientras la magia lo mantiene en cautiverio
congelado. Y, justo cuando el resto deja mis dedos, la habitación queda
completamente inmóvil y en silencio. Todos observamos con un terror horrorizado
y fascinación cuando el vampiro se desintegra en una pila de cenizas malolientes.

—¡Ja! —exclama Stavros, aplaudiendo. Aun así, estoy congelada en el lugar,


incapaz de comprender plenamente lo que he hecho—. ¡Bravo! ¡Bravo!

Siento una mano en mi espalda, y me estremezco antes de darme cuenta que


es de Dorian. Se inclina hacia mí, sus labios en mi oreja.

—Está bien, nena —dice, bajando mis manos lentamente—. Está bien. Se
acabó.

Miro a Niko, quien parece tan conmocionado como yo. Todo sucedió tan
rápido. Ni siquiera creo que se dé cuenta de lo cerca que estuvo de que le arrancaran
la garganta.

—¿Qué carajo? —grita él, poniéndose de pie, sacudiendo frenéticamente los


restos muertos de su atacante en su ropa. Levanta la cabeza, su mirada violenta
buscando a Stavros—. ¿Cómo pudiste?

No paso por alto el dolor en su voz. Ya se sentía inadecuado… no amado.


Ahora su padre lo ha hecho prescindible.

—Oh, cálmate, Nikolai —responde Stavros con un gesto—. No hubo un


peligro real. Bueno, no para ti. Pero ¿no es eso interesante? ¿Que el poder de
Gabriella no está regido por su amor por un hermano, sino por dos?

—Estás loco. —Niko niega con la cabeza y se pasa una mano por la cara—.
Y completamente delirante. Gabs nunca se alineará contigo.
—¿Ah, no? —Stavros se para y rodea la habitación, contemplando su próximo
movimiento—. ¿Y si dijera que la recompensa sigue en pie? ¿Y que no es solo una
recompensa, sino un llamado a la ejecución? ¿Deberíamos incluir a tu pequeña amiga
humana, Morgan? Me encantaría conocerla. Lástima que no pudo llegar.

Eso me llama la atención, y me giro alrededor del respaldo del sofá para
mirarlo con los dientes al descubierto.

—Lo juro por Dios, si tocas…

—¡¿Si. Lo. Hago. Qué?! —Su voz se extiende por la habitación, sacudiendo las
tazas de té y platillos, estremeciendo las valiosas pinturas en las paredes. Luego está
en mi cara, solo a escasos centímetros separando su gruñido tortuoso de mis labios—
. Haré lo que sea necesario para conseguir lo que quiero. ¿No entiendes eso, niña
estúpida? Y si eso significa sacrificar mi propia carne y sangre, haré exactamente eso.

—Retrocede —gruñe Dorian, insertándose entre nosotros. Se encuentra con


el desprecio de Stavros con una mirada absolutamente aterradora de su parte—. No
vas a hablarle así. Haz lo que quieras conmigo, padre, pero déjala fuera de esto.

Stavros resopla, retrocediendo unos pasos.

—¿Y qué podrías hacer? Dejaste en claro que estabas por encima de esta
familia cuando nos diste la espalda. Así que, has sido reemplazado. Ahora… quiero
a la chica. Y puede venir voluntariamente, o pateando y gritando.

Mira alrededor del cuerpo de Dorian, sus fríos ojos azules recorriendo mi
cuerpo de arriba abajo.

—Aunque estoy inclinado a la opción de pateando y gritando. Me encanta


cuando se pone salvaje. —Olfatea el aire, saboreándolo—. Hace que huela a sexo y
azúcar.

—No puedes tenerla —dice Dorian, ignorando su comentario—. Es mía, con


marca o sin ella. Así que te doy la opción C.

Intrigado, Stavros levanta una ceja.

—¿Opción C?

—Sí.

Dorian se vuelve hacia mí y toma mi rostro suavemente en sus manos. Busca


mi rostro, guardando cada pequeño detalle en su memoria, hojeando las instantáneas
mentales de cada peca y lunar. Luego sus labios rozan mi frente antes de que su toque
me abandone, dejando mi piel todavía hormigueando.

Se vuelve hacia Stavros y da un paso adelante.


—A mí. Tómame. Siempre has querido un heredero digno. Ahora tienes uno.

—¡Dorian, no! ¡No lo hagas! —Extiendo la mano para agarrar su brazo, pero
él lo anticipa, y se desliza fuera del camino. Una mano se desliza alrededor de mi
cintura, evitando que vaya hacia él, y me doy cuenta que es Niko. Sacude la cabeza,
pero su expresión es tan sombría como la mía. Aun así, tengo que hacer algo, decir
algo, para que cambie de opinión.

—¿Y cómo sé que eres digno? —pregunta Stavros, ignorando mis gritos de
protesta—. Me has decepcionado antes, Dorian. ¿Cómo puedo confiar en que no
volverás a hacerlo?

—Mi mente está abierta para ti. Soy incapaz de engañar. He tenido tiempo de
vivir en el mundo humano y ahora… ahora estoy listo para hacer lo que sea
necesario. Antes era débil… estaba confundido, equivocado sobre dónde están mis
alianzas. Ya no.

—¿En serio?

—Sí. Ya he terminado de intentar ser algo que no soy —dice Dorian sin
expresión, su voz tan fría y distante que ni siquiera lo reconozco—. No necesitas a
Gabriella, y definitivamente no necesitas a Aurora. Tómame. Soy el que tú quieres.
Enséñame, entréname. Muéstrame cómo gobernar a nuestra gente. Solo pido dos
cosas.

Stavros se cruza de brazos frente a él.

—No estoy tan seguro que puedas negociar favores, pero escuchémoslo.

—Deja que Cyrus viva —dice Dorian—. Y rompe el vínculo entre Gabriella
y yo.

¿Qué?

¡¡¿QUÉ?!!

Dorian quiere romper el vínculo. Quiere cortar el único lazo que nos
conectaría para siempre. ¿Por qué nos haría esto? Esto no puede estar bien.

—¿Y por qué haría eso? —pregunta Stavros con una sonrisa burlona.

—No deseo estar atado a ella. Su magia no es pura: es un defecto. Permitir


que la mía se fusione con el de ella solo contaminará aún más nuestro linaje. Si algún
día tengo que gobernar, lo haré con nada más que sangre Oscura en mis venas.

—Aun así, le diste tu marca. Luego un anillo —desafía Stavros.

—Muestras humanas —explica Dorian, como si hubiera ensayado esta


conversación durante semanas—. No significan nada para los nuestros.
La expresión del rostro de Stavros es casi… impresionada.

—Bien.

—Ahora.

Stavros levanta ambas cejas con sorpresa.

—¿Ahora?

Dorian asiente lentamente.

—Quiero que rompas el vínculo ahora. Entonces, haré lo que me pidas. ¿Qué
dices padre? ¿Tenemos un trato?

—D, no hagas esto —dice Niko, su voz debilitada por la desesperación.


Dorian gira la cabeza hacia un lado solo una fracción, pero ignora la súplica de su
hermano, extendiendo su mano hacia Stavros.

Stavros se toma un largo momento para contemplar la oferta de Dorian.


Nadie habla. Nadie siquiera respira. Incluso Delia y Aurora están aturdidas en
incredulidad silenciosa. Esto no está bien. No se supone que pase esto. Si Dorian
cumple con Stavros, ¿qué significa eso para nosotros? ¿Para él? ¿Se está castigando
deliberadamente a una eternidad de condenación?

No puedo dejar que pase eso. No a él. No mientras aún tenga aliento en mis
pulmones y sangre en mis venas. A la mierda el vínculo. Él y yo estamos atados por
el amor.

Aprovechando la distracción, me libero del agarre de Niko y corro hacia


Dorian. Justo cuando extiendo la mano para agarrar su hombro, se da la vuelta
inhumanamente rápido, y encuentra mi expresión con su desprecio frío.

—Ya terminé de jugar con niños. Huye, pequeña. No eres uno de nosotros.
—Y luego, con la misma rapidez, me quedo mirando su espalda con lágrimas
ardientes.

Sus palabras sellan el trato con el diablo, y Stavros asiente.

—Acepto tu oferta, hijo —dice, sonriendo con orgullo. Desliza su mano en la


de Dorian y la estrecha, y siento que alguien me ha golpeado en el estómago,
absorbiendo el aire de mis pulmones. Me tambaleo, y Niko está allí para
estabilizarme, envolviendo un brazo protector alrededor de mis hombros.

—Te tengo —susurra, inclinándose para susurrar en mi oído y agitando los


rizos alrededor de mi cuello. Lo siento estremecerse cuando Stavros se acerca, pero
no me suelta. Él no se rinde conmigo.
La amplia mano fría de Stavros se apoya contra mi pecho, sus ojos muy
abiertos con deleite y picardía.

—No te muevas, o podría perder la conexión y terminar aplastando tu pecho


—advierte. Después comienza a cantar en voz baja y acentuada. Es la lengua de los
Oscuros, el lenguaje antiguo genéticamente incrustado en el lóbulo frontal de cada
Oscuro. Una ráfaga de viento barre sobre el lugar, haciendo que tazas y platos caigan
al suelo.

No tengo que levantar la vista para saber qué está pasando. Puedo sentir mi
alma siendo arrancada de mi cuerpo. ¿Y por qué pararlo? ¿Por qué luchar por alguien
que me ve como nada más que un defecto? Ni siquiera puedo estremecerme cuando
siento que la esencia de Dorian es evocada de mi cuerpo. Ya recibí el golpe final al
momento en que dijo que ya no me quería.

Cuando termina unos minutos después, me siento más vacía de lo que nunca
antes me había sentido. No fue solo su magia lo que me dejó… fue él. Dorian me
abandonó. Ahora todo tiene sentido: su silencio, su desesperación. Lo sentí en su
toque. Probé su intención en su beso, y lo confundí con pasión. Todo el tiempo estuvo
intentando despedirse, y me negué a aceptarlo. Me negué a dejarlo ir.

Dorian aún me da la espalda, pero puedo ver que tiene la cabeza baja y sus
hombros suben y caen como si jadeara. No le pediré que me enfrente. Ahora no.
Nunca más. No merece la satisfacción de verme destrozada.

Stavros se aleja silenciosamente, girándose para ver una de las únicas pinturas
que quedan en la pared.

—Sin embargo, solo hay una cosa —reflexiona.

La voz de Dorian es cruda, casi ronca.

—¿Y qué es eso?

—Un seguro.

Antes de que la última sílaba abandone sus labios, Stavros se desliza para
pararse ante Dorian y agarra la frente del hombre más joven. Clava sus dedos en sus
sienes tan fuerte que literalmente puedo escuchar los repugnantes sonidos de las
yemas de los dedos de Stavros arañando contra las delicadas arterias. Dorian grita, y
ese sonido puro y sin diluir de miedo y desesperanza me pone de rodillas. Puede que
lo odie en este momento, pero cada parte agonizante de mí amará a Dorian hasta el
final de los tiempos. Y estoy jodidamente segura que no puedo soportar verlo
sufriendo… con vínculo o sin él.

—¡Para! ¡Lo estás matando! —sollozo, sintiendo el fuego arrastrándose sobre


mis palmas. Mis manos elevándose automáticamente, controladas solo por el poder
corriendo bajo mi piel. En un instante, Stavros se mueve, y su mano está firmemente
apretada alrededor de mi garganta y levantándome sobre mis pies, su otra aún
apretando el cráneo de Dorian.

—Hazlo, y él muere —ruge con esa antigua voz dominante.

Boquiabierta de terror, todo lo que puedo hacer es colgarme allí mientras veo
a Muerte y Malicia bailar en el reflejo de sus ojos. Me suelta, enfocando su atención
en torturar a su hijo. Las piernas de Dorian se doblan y deja escapar un chillido
espeluznante, haciendo que las luces parpadeen y chisporroteen antes de estallar
como pequeños fuegos artificiales de vidrio.

—Así es —gruñe Stavros, poniendo de rodillas a su hijo—. Todo terminará


pronto.

Los vientos aullando se alzan y el suelo tiembla violentamente, revolviendo


baratijas, vajilla y comida en un mini tornado. Crece, azotando a nuestro alrededor,
empujando nuestros propios cuerpos con la mera fuerza de la magia de Stavros. Una
gran repisa cruje y gime antes de astillarse por el medio y unirse al ciclón.

—¡Cuidado! —grita Niko, empujándome hacia el suelo justo cuando grandes


fragmentos de vidrios rotos fallan marginalmente mi rostro. Su cuerpo está cubriendo
el mío parcialmente en el suelo, protegiéndome de la tormenta que crece
rápidamente. Rasga la pintura y el yeso de la pared, y arranca una enorme lámpara
de araña del techo que se estrella contra la sala de estar. Escucho a Aurora y Delia
gritar cuando todos terminamos cubiertos de astillas de cristal rotas.

Expongo mis ojos lo suficiente como para ver a Stavros y Dorian, sus dos
cuerpos parpadeando dentro y fuera de sus formas humanas. Es como verlos
electrocutarse, cada oleada dándonos destellos de esqueleto y oscuridad. Solo puedo
echarle un vistazo antes de que el tornado se condense, reuniéndose alrededor de los
dos hasta que están completamente cubiertos de escombros giratorios. Se moldea a
su alrededor, acumulando fuerza y velocidad, hasta que se convierte en nada más
que un borrón, incluso para mis ojos sobrehumanos. Y justo cuando pienso que no
puede ir más allá de sus límites, supera la velocidad del sonido, haciendo que el
silencio se asiente sobre la habitación por solo un segundo antes de que estalle por
completo, incinerando los restos en arena reluciente.

Me resuenan los oídos, y estoy completamente cubierta de polvo. Tosiendo,


me froto la suciedad de los ojos. El peso de Niko todavía cubre mi cuerpo, pero él se
aleja, también ahogándose con el aire nublado.

—¿Qué pasó? —pregunto ásperamente.

—No lo sé.

Me ayuda a ponerme de pie justo cuando el polvo comienza a asentarse, y


finalmente podemos evaluar las consecuencias.
Dos cuerpos sin vida yacen ante nosotros.

Uno de Dorian, el otro perteneciente al rey Oscuro.


Capítulo 23

M
e apresuro junto a Dorian, acunando su cabeza en mi regazo. No
hace mucho, estaba en la misma posición, viendo cómo se le
escapaba la vida a mi madre. No puedo hacer esto otra vez. No
puedo perderlo, incluso si no me quiere.

Los sirvientes vampiros corren junto a Stavros justo cuando comienza a


gemir. Ni siquiera le doy un segundo de mi atención. Dorian está herido. Está roto.
En todo el tiempo que lo conozco, nunca lo he visto tan débil. Siempre ha sido
sinónimo de poder, fuerza y belleza. Ahora no es más que un montón en el suelo.

—¿Qué hacemos? —susurro a Niko frenéticamente, notando los muchos ojos


en nosotros.

—Tenemos que sacarlo de aquí. No está a salvo aquí.

Oigo vidrio cayendo detrás de mí mientras Aurora se tambalea sobre sus pies.

—¡Deténgalos! ¡Se irán!

Los vampiros ayudando a Stavros miran a su amo, quien acaba de recuperar


la conciencia. Da una sacudida débil de su cabeza.

—Él volverá.

Eso es todo lo que Niko necesita. Sus ojos encuentran los míos, brillando con
miedo y frenesí.

—Sujétate.

Cubre su cuerpo sobre Dorian y yo, envolviéndonos en su magia. Siento el


tirón, pero esta vez no es doloroso. Es como caer de un edificio de cuarenta pisos sin
red. Se siente abrumadoramente interminable, hasta que ya no estás cayendo. Estás
planeando. Estás entretejiendo a través del tiempo y el espacio en una mancha de
color, atravesando dimensiones, hasta que de repente chocas contra una pared
invisible. Y solo te detienes.

Estamos en la mansión de Niko, tendidos en el suelo de la gran sala. Todos


estamos de una pieza, aunque Dorian aún está inconsciente, apenas aguantando. Me
aferro a su silueta lánguida, intentando protegerlo y orientarme al mismo tiempo.
Alexander se aparece frente a nosotros antes de que pueda siquiera tomar un poco
de aire.

—¿Qué pasó? —pregunta, arrodillándose para ayudarnos.

—Stavros, sucedió —se queja Niko. Se ve débil y pálido como un fantasma,


y su cuerpo tiembla de pies a cabeza. Usó mucho de sí mismo para traernos de vuelta
aquí; probablemente más de lo que debería. Pero lo hizo porque, como yo, no
renunciaría a las personas que amaba.

Niko logra sentarse erguido, apoyándose en el sofá de dos plazas, y respira


profundamente.

—Le… hizo… algo…

Alexander entrecierra los ojos a medida que revisa los signos vitales de
Dorian, mientras coloco una almohada debajo de su cabeza.

—¿Algo como qué?

Todo lo que Niko puede hacer es sacudir la cabeza antes de comenzar a perder
el conocimiento. Su máscara ha caído completamente, y se revela su verdadera
forma, la cual no es más que humo negro y hueso. Por supuesto, este es el momento
exacto en que Morgan decide entrar a la habitación.

—¡Oh, Dios mío! ¿Qué carajo…?

—¡Morgan, no hay tiempo para eso! —grito, tomando la decisión difícil de


dejar a Dorian para correr junto a Niko antes de que caiga de cara—. Ayúdame a
sostenerlo. Necesito sanarlo.

Al sentir la urgencia en mi voz, Morgan se arrodilla de mala gana al otro lado


de él, pero tiene cuidado de no tocarlo. Niko levanta una mano frágil y roza mi
mejilla gentilmente.

—Niko, dime cómo ayudarte. ¿Qué puedo hacer? —Claro, sané a Morgan e
incluso intenté sanar a Donna, pero fue Niko quien estuvo justo ahí a mi lado. Fueron
sus palabras las que escuché cuando conjuré la fuerza para empujar mi fuerza vital
en ellas.

Abre sus pálidos labios huesudos, pero no puedo escuchar sus palabras. Me
inclino más cerca, colocando mi oreja justo en su boca. Ahí es cuando siento esos
dedos espinosos clavándose en mi cuello, acercándome más hasta que sus pálidos
labios secos están en la base de mi garganta.

—¡Niko! ¿Qué demonios…?

Inhala entrecortadamente, tomando una bocanada profunda de mi magia. Sus


manos tiemblan a medida que empuja mi cuerpo hacía el suyo, fusionándonos
prácticamente pecho con pecho. Siento su boca y nariz acariciando mi clavícula antes
de tomar otro trago. Es suficiente para calmar el temblor, y siento que los músculos
enroscados en su cuerpo comienzan a aflojarse. Intento alejarme, dispuesta a excusar
sus acciones como una locura temporal, pero él me gira sobre mi espalda y encaja su
cuerpo entre mis piernas.

—¡Niko! Niko, eso es suficiente. —Empujo, pero está hecho de acero. Y con
él absorbiendo mi poder con tanto entusiasmo, me queda una energía mínima.
Además, me siento… exaltada. Tan bien. Como si estuviera flotando más allá de las
nubes, tomando el sol.

Escucho mi vestido rasgarse y el viento frío golpea la parte superior de mis


muslos, hasta mi cadera. El corpiño de mi vestido está a punto de irse, pero antes de
que Niko pueda enterrar su rostro en mis senos, una mano se cierra sobre su hombro,
instándolo a que se levante.

—¡Eso es suficiente! —grita Alexander. Niko se lo quita de encima, y vuelve


a sumergirse, inhalando la curva de mi escote. Él gime, entrando por una bocanada
más drenando mi vida, cuando de repente es arrancado de mí y arrojado pulcramente
por la habitación. Alexander se para frente a mí, su expresión es furia y preocupación
pura—. ¿Estás bien? —pregunta, extendiendo su mano para ayudarme a levantarme.

—Sí. Creo que sí. —Tomo su mano y dejo que me levante, cuidando alisar el
vestido rasgado sobre mi cuerpo.

Cuando estoy de pie, busco a Niko a regañadientes, quien está de pie al otro
lado de la gran sala, horrorizado y arrepentido. Aun así, ahora se ve mejor, y sé que
está más fuerte.

—Gabs… —empieza ásperamente—. Lo siento mucho. No me di cuenta lo


que estaba haciendo. Intenté parar, pero no pude.

Lo desestimo, pero me es imposible encontrar su mirada triste.

—Lo sé. Fue un accidente.

Ansiando la distracción, me arrodillo junto a Dorian, quien todavía está


inconsciente. Se ve tan pequeño, tan indefenso. Sigo esperando que sus labios se
contraigan en una media sonrisa traviesa, o que abra esos ojos deslumbrantes, solo
para darme un guiño juguetón. ¿Qué le pasó? ¿Qué podría haber hecho Stavros para
reducir a esta increíble fuerza de la naturaleza a nada más que un charco a mis pies?

Alexander se detiene junto a mí, su presencia proporcionándome una


sensación necesaria de comodidad y seguridad.

—¿Cómo está? —pregunto, esperando que haya visto algo así antes.
—No puedo decirlo. Cualquier cosa que hizo Stavros fue fuerte, lo que
significa que debe ser raro.

Asiento.

—Fue fuerte. Lo dejó casi tan mal como a Dorian. —Aparto un mechón de
cabello sedoso de su frente empapada en sudor antes de inclinarme hacia adelante
para besar su piel húmeda suavemente. Se siente caliente, aunque frío bajo las yemas
de mis dedos, como si estuviera superando la fiebre. Más que nada, desearía poder
sentir su dolor. Desearía poder compartir esta maldición que lo ha dejado tan débil y
roto—. Por favor, ayúdame a llevarlo a nuestra habitación. Quiero asegurarme que
esté cómodo.

Alexander obedece, levantando el cuerpo flácido de Dorian como si fuera tan


liviano como un gatito. Me sigue a nuestra habitación, donde lo deja cuidadosamente
sobre la colcha blanca como el invierno.

—Gracias —le digo, mientras le quito los zapatos a Dorian—. Por ayudarme.
Y por salvarme.

Me da una inclinación de cabeza rígida.

—De nada. —Se gira para salir de la habitación, pero se detiene en la puerta—
. Nikolai es un buen hombre, pero es peligroso. Deberías tener cuidado con él.

—¿Acaso no se puede decir lo mismo de todos ustedes? —resoplo.

Alexander inclina la cabeza hacia un lado.

—Cierto. Pero hay algunos de nosotros que luchan con episodios de adicción.
Niko tiene un pasado problemático. Hay una razón por la que se le considera la oveja
negra de esa familia.

Me encojo de hombros, sin querer escuchar nada más, aunque agradezco la


advertencia de Alex. Niko no es perfecto. Gran cosa; ninguno de nosotros lo es. Y
aunque entiendo por qué a Alex le gustaría usar la tarjeta del padre preocupado
después de lo que acaba de pasar en la gran sala, es completamente innecesario. Niko
tuvo un momento de debilidad. Eso es todo. Y cuando supuestamente eres el ser más
fuerte de la tierra, pero tu debilidad más debilitante es el amor, tiendes a simpatizar
con los abandonados y defectuosos.

Me siento y observo a Dorian durante más de una hora antes de que Morgan
venga a verme. Después de alimentarme a la fuerza con una taza de yogurt, se ofreció
a quedarse con Dorian para que así pudiera asearme y cambiarme el vestido rasgado.
Terminé en tres minutos. Si Dorian despertaba, quería que supiera que nunca lo
había dejado; que me había mantenido fiel a él a pesar de cómo me había traicionado.
La maldición de Dorian era una espada de doble filo. No podía mentir, así
que nunca tuve que cuestionar sus palabras. Cuando me dijo que me amaba, supe
que lo decía en serio. Cuando dijo que pasaría la eternidad haciendo las cosas bien
para mí, para nosotros, nunca sentí la necesidad de cuestionarlo. Y cuando me miró
a los ojos, anunciando que había terminado conmigo, supe en ese mismo momento
que estaba seguro.

Ya no me quería.

Solo era una fase: su paseo por el lado salvaje con la huérfana degenerada.

Me estremezco, aún sintiendo la frialdad en su mirada azul hielo cuando me


dijo que no era como él. Estar de vuelta a casa dentro de los muros de oro del palacio,
debe haberle hecho darse cuenta de lo mucho que quería recuperar su antigua vida.
Fue criado para estar rodeado de magnificencia. No inadaptados.

Aun así, no podía dejarlo morir. Me quedaría a su lado mientras se


recuperara. Haría lo que fuera necesario para traerlo de vuelta. Y cuando volviera a
estar fuerte, me obligaría a dejarlo ir. No seguiría intentando hacer que me ame
nuevamente, porque era lo suficientemente inteligente como para saber que no sería
real.

—¿No has intentado curarlo? ¿Como lo hiciste conmigo? —pregunta Morgan


después de varios minutos de silencio.

Sacudo la cabeza.

—Tengo miedo. Stavros dijo que si usaba, moriría. No sé si eso también se


refería a la sanación, pero no puedo arriesgarme.

Vuelve a estudiar el ascenso y la caída de su pecho.

—¿Crees que estará bien? Como en, ¿no crees que él…?

—No lo sé. —Ni siquiera puedo pensar en eso. Un mundo sin Dorian no es
una opción para mí. No podría sobrevivir a una eternidad sin él. Demonios, apenas
podría sobrevivir unos meses sin él. Sin embargo, aquí estamos nuevamente, dando
vueltas en círculos mientras el futuro de nuestro reino pende de un hilo.

—Regresará —dice ella, envolviendo un brazo alrededor de mis hombros—.


Te ama demasiado como para dejarte enfrentar toda esta mierda sola.

—No estoy tan segura de eso.

Se gira para dispararme una mirada de soslayo.

—Estás bromeando, ¿verdad? El hombre te mira como si fueras el sol y la


luna. Como si fueras cada nota en todas sus canciones favoritas. Nunca antes había
visto a alguien tan dedicado a otra persona.
Sacudo la cabeza.

—¿Desde cuándo te convertiste en la presidente del Club de Fan de Dorian?


¿Tienes un parche especial con una D en tu chaqueta Letterman?

—Ja, ja. Muy gracioso. —Se ríe entre dientes—. Sé lo que hizo por mí. Fue el
único dispuesto a ayudarme a ver la verdad cuando Alex y Niko me habrían matado.
Y sé que solo te estaban protegiendo, así que lo entiendo. Pero si no fuera por el amor
de Dorian hacia ti, no habría sido más que un montón de cabello increíble,
maravillosa ropa elegante y uñas acrílicas.

Una risa burbujea en mi pecho, y por morbosa que sea la conversación, estoy
agradecida por la distracción. Morgan aprieta mi cuerpo antes de descansar su cabeza
sobre mi hombro.

—Él estará bien, Gabs. El hombre es tan adicto a ti como tú a él. Simplemente
no puede dejarte, y ni siquiera dejará que la muerte se interponga en su camino.

Pero lo hizo…

Me dejó.

Y ni siquiera parpadeó ni una de esas pestañas largas. Fue así de fácil para él
dejarme. De nuevo.

Una lágrima silenciosa rueda por mi mejilla, y la aparto rápidamente. No


estoy lista para ir allí ahora mismo. Tal vez más tarde, cuando sepa que está bien,
puedo odiarlo por romperme el corazón por enésima vez. Puedo cerrar la puerta de
una vez por todas. Por suerte para mí, aún no me había recuperado por completo de
la última vez que me arrebató su amor y me descartó como un condón usado. De
modo que, aunque dolía (Dios, esta mierda duele jodidamente) era casi esperado. No
había estado esperando que cayera el otro zapato. Estaba esperando que toda la
maldita pierna caiga.

Morgan me besa en la mejilla antes de ponerse de pie para dejarme con mis
pensamientos. Peina el enredo de mis rizos, sin duda estremeciéndose ante su estado
menos que estilizado.

—Incluso con lo que soy ahora —susurra antes de girar hacia la puerta—,
daría lo que sea para que alguien me ame así. Mortal o inmortal. Luz, Oscuro,
vampiro, hombre lobo, ángel, demonio… ni siquiera creo que discriminaría. Como
dije, Gabs, ni siquiera la muerte lo alejaría de ti. Ese es el tipo de amor que la gente
pasa toda la vida buscando: el tipo de amor por las que se luchan guerras. Ya ni
siquiera se puede describir en realidad como amor. Es una locura del corazón.

No respondo, no puedo, así que sale silenciosamente de la habitación,


dejándome reflexionar sus palabras. Si lo que dijo es verdad, ¿por qué aceptar darle
a Stavros lo que quiere? ¿Cómo podría mirarme a la cara y decirme que me vaya?
¿Como si fuera un patético cachorrito que lo ha estado siguiendo, pidiendo comida?

—¿Gabs?

Levanto la vista para encontrar a Niko en la puerta, aún con el aspecto tímido
que tenía antes. Estaba tan atrapada en mi mente que ni siquiera lo escuché entrar.
Y aunque aún estoy conmocionada por lo que sucedió antes, necesito hablar con él.
Si alguien tenía alguna una idea de los motivos de Dorian, sería él.

Me aclaro la garganta y asiento, deslizándome sobre la cama para dejar más


espacio entre nosotros. Una parte de mí confía en él, pero la otra mitad no.

—Adelante.

—Gracias —murmura, deslizándose hasta el borde de la cama. Sabe que ya


no estoy exactamente cómoda con él, y le duele. Puedo ver el dolor y el
arrepentimiento en su rostro. Y, aunque solo debería encogerme de hombros y
recordarle que es su culpa, no puedo. Jamás podré mirarlo como un monstruo. No
cuando ya he vislumbrado la hermosa tristeza de su alma—. Solo quiero decirte lo
mucho que lo siento —dice en voz baja, con los ojos fijos en su hermano mayor.

—Sé que lo haces.

—No, no lo sabes —sacude la cabeza—. Nunca sabrás lo mucho que me mató


ver lo que te había hecho. Prometí no volver a hacer eso nunca más… nunca perder
el control. —Sus ojos encuentran los míos, y casi jadeo ante la agonía en ellos—. Me
odio por haberme sobrepasado… más de lo que podrías saber. Y aunque sé que no
merezco tu perdón, necesito que sepas que no dejaré de intentar ganarlo.

Asiento, dividida entre la necesidad de reunirlo en mis brazos y consolarlo, y


respetar la alarma silenciosa que resuena en mi cabeza.

—Entonces, ¿es verdad? ¿Eras adicto?

Niko resopla y sacude la cabeza.

—No iría tan lejos. He visto cómo se ve la verdadera adicción, y nada más
que la muerte puede detenerla. Pero, ¿he matado a más personas de las que puedo
contar? Sí. ¿Viviré odiándome para siempre por ser demasiado débil para
controlarme? Oh, demonios, sí.

Le doy una sonrisa apretada y comprensiva.

—No es todo culpa tuya. Estabas agotado y delirante. Debí haberte sanado.

—No. No quería que lo hicieras. Nuestro proceso de sanación requiere que


absorba energía. Habrías asumido toda mi fatiga. No podía hacerte eso. —Espeta
una risa sardónica—. Así que, en cambio, hice algo mucho peor.
Odiando la distancia entre nosotros, y la tristeza en su voz, corro hacia él.

—Oye. Niko, estoy bien. Lo único que resultó herido fue mi vestido. Me
molesta más que esa belleza terminara arruinada que cualquier otra cosa.

—Gabs, no lo entiendes…

—Sí, lo entiendo —interrumpo, poniendo mi mano sobre la suya. Tiembla


bajo mi toque, como si tuviera miedo de lo que pudiera hacer—. Los accidentes
ocurren, y eso es exactamente lo que fue eso: un accidente. Puedo ver cómo esto te
está carcomiendo por dentro, así que no te preguntaré por qué, pero sé que debes
perdonarte a ti mismo. Lo que sea que haya sucedido allí afuera, o antes, debes
dejarlo atrás, Niko. Ya no eres esa persona.

La mano de Niko gira lentamente hasta que su palma se encuentra con la mía.
Nuestras respiraciones vacilan cuando sus dedos se mueven entre los míos hasta que
nuestras manos se entrelazan en un abrazo íntimo. Nuestras miradas se encuentran
simultáneamente, y sonreímos a medida que el calor invade mis mejillas.

Esto es… bonito. Como la primera vez que nos tomamos de las manos el
último Halloween mientras estábamos sentados en su auto en un estacionamiento
abandonado. Otra chica acababa de ser asesinada, y nos encontramos con Solara, la
Hechicera de Luz quien secretamente me había estado cuidando. Las emociones y
la adrenalina eran altas. Y tocarlo… él tocándome… fue reconfortante, incluso si no
fuera del todo inocente.

Sus labios se separan al mismo tiempo que los míos, pero sea lo que sea que
pretendemos decir queda atascado en nuestras lenguas al momento en que
escuchamos un gemido angustiado.

—¡Oh, Dios mío! —Salto, soltando la mano de Niko sin pensarlo dos veces.
No se ofende. Ambos nos dirigimos a la cabecera de la cama, justo cuando Dorian
suelta otro gemido dolido que termina en una tos—. Estoy aquí, Dorian. Está bien,
estás a salvo.

Tose una vez más, y el sonido áspero me hace estremecer. Nunca antes lo
había visto enfermo. Ahora que lo pienso, nunca lo he visto herido físicamente. Sí,
podría haberle sacado sangre cuando lo abofeteé en la cara (no mi mejor momento,
debería agregar) y sí, vi que su pecho se rasgó cuando Alex y él lucharon. Pero aún
me parecía como Superman: invencible.

Con los ojos aún cerrados, Dorian desliza su lengua sobre sus labios secos y
jadea. Por alguna razón impía, siento que mi sexo se contrae. ¿En serio? De todas las
veces para estar excitada, ¿mis hormonas eligen este momento para despertar?

Sacudo la cabeza y aprieto mis muslos, negándome a reconocer el pequeño


temblor abajo. Me concentro en solo estar aquí para él, tomando una de las manos
de Dorian. Sin embargo, reconozco que rezo en secreto para que todavía me quiera
aquí una vez que abra los ojos.

—D, hombre, estamos aquí. Todos estamos aquí. —Al sonido de la voz de
Niko, los párpados de Dorian comienzan a agitarse rápidamente, como si estuviera
luchando por despegarlos. Cuando finalmente se abren, parpadea una docena de
veces más, intentando enfocarlos en la dirección del suspiro de alivio de su
hermano—. Hombre, maldición. —Sonríe Niko—. Nos asustaste. Hazme un favor:
la próxima vez que tengas intención de atraer toda la atención, solo dilo. No tienes
que enfurecer al viejo.

Dorian frunce el ceño en confusión.

—¿Nikolai? —Su voz suena muy débil y, curiosamente, diferente. Como,


acentuada fuertemente, más de lo que lo he escuchado alguna vez.

—Sí, D. Aquí estoy. Nos saqué de allí tan pronto como pude.

Aprieto la mano de Dorian suavemente, haciéndole saber que también estoy


aquí. Quiero que sepa que nunca me fui, sin importar lo que dijo. El movimiento lo
lleva a girar la cabeza lentamente hacia mí, donde le sonrío con todo mi amor. Un
alivio abrumador inunda mis ojos, y llevo su mano a mis labios justo cuando caen
las primeras lágrimas de agradecimiento.

Sin embargo, al momento en que una gota salada se desliza por mi mejilla y
toca sus dedos, Dorian se estremece, alejando su mano como si lo hubiera
sorprendido. Frunce el ceño, el disgusto reflejado claramente en su rostro, y abre la
boca para hablar de nuevo con esa voz extranjera que no conozco. La esperanza me
desinfla como el aire de un globo viejo.

—¿Quién carajo eres tú?


Capítulo 24

E
sto está mal. Esto está jodidamente mal. —Niko camina por el piso,
metiéndose las manos en su cabello cada pocos segundos para tirar
— de las largas capas frontales con frustración—. Tan jodido.

—Ya dijiste eso. Ahora dime lo que pasó. —Casi tengo que gritar por encima
de los sonidos de los gritos iracundos de Dorian: una mezcla de griego, inglés
acentuado y lenguaje Oscuro. Lo miro a medida que se revuelve en la cama, atado
por restricciones invisibles. Verlo tan furioso y disgustado con lo que le hemos hecho
me duele profundamente, y me vuelvo hacia Niko rápidamente.

—Una reversión —dice en respuesta, haciendo una mueca—. Stavros hizo un


hechizo de reversión.

—¿Espera… qué? ¿Como lo hiciste con Chris? ¿Y le que Dorian hizo a Jared?
Pero, ¿por qué está… diferente? Vi a Jared y era el mismo de siempre: dulce, amable.
¿Pero ese? —Agito la mano en dirección a Dorian justo cuando amenaza con
desmembrar a Alexander miembro por miembro por hechizarlo a la cama—. Ese no
es Dorian. Ni siquiera suena como él.

Niko niega con la cabeza antes de detenerse a medio paso y me mira con la
misma mirada de pesar de antes.

—Eso es porque Stavros no revirtió sus recuerdos. Lo revirtió a él. No es la


misma persona. Y a juzgar por el hecho de que ni siquiera reconoce a Alex, diría que
arrancó al menos un siglo entero. Lo que explicaría por qué nuestro padre estaba tan
debilitado después.

¿Un siglo?

¿Era Dorian de hace cien años? ¿Vil? ¿Beligerante? ¿Cruel?

—Tenemos que pensar en otra cosa —le dice Niko a Alex, quien está mirando
furibundo al desconocido que alguna vez fue su mejor amigo. Después de escuchar
la conmoción cuando Dorian despertó, Alex entró y encontró a Niko protegiéndome
de su hermano mayor, quien estaba empeñado en matarme.

—Apesta a inmundicia y humanidad, pero no es humana —siseó,


rodeándonos como un depredador—. Dámela, hermano, y haré que me diga qué es.
—¡Soy yo, Dorian! —Intenté gritar alrededor de Niko, pero me empujó detrás
de él al instante—. Soy Gabriella. Ya sabes quién soy.

—¡Cómo te atreves a dirigirme la palabra, puta degenerada! Debería cortarte


la lengua por hablarme de esa manera, pero te guardaré para Aurora. Ella se divertirá
con una perra como tú. Quizás te profanemos juntos.

Su sonrisa lucía fuera de lugar cuando me miró, rastrillando esos pálidos ojos
azules de arriba abajo por mi cuerpo. Menos seductor, más perturbador. Y el dialecto
del inglés que habló no era americanizado, como si no hubiera vivido en los EE. UU.
Inicialmente, pensé que Stavros había hecho algo raro, pero obviamente era Dorian.
Sabía que Niko era su hermano. Simplemente no me conocía.

Cuando Alex irrumpió por la puerta del dormitorio, inmovilizó a Dorian


instantáneamente, congelándolo donde estaba parado.

—¿Qué demonios le pasó? —preguntó, con alarma en su voz generalmente


tranquila y nivelada.

—No sé —dijo Niko—. Pero sea lo que sea, tenemos que poner a Gabs a
salvo. No está segura a su alrededor.

—Tonterías —desafié, dando un paso para enfrentarlos, con las manos en mis
caderas—. No iré a ninguna parte.

—Pequeña, es un peligro para ti. Tienes que…

Levanté una mano, negándome a escuchar más.

—No iré a ninguna parte. Y agradecería que me trataras como si no fuera una
niña que no puede defenderse. Si viene hacia mí, sabes que podría lastimarlo
seriamente.

Me miró con el ceño fruncido.

—Sé eso. Pero ambos sabemos que no quieres.

El hechizo de inmovilización solo aguantó durante un par de minutos antes


de que Dorian lo rompiera. Ahora que no me tenía en consideración, podía ver que
había subestimado su fuerza seriamente. Tanto Niko como Alex tuvieron que actuar
rápido, atándolo a la cama. El problema era que el Dorian Malo no se callaría.

—¡Amigo, suficiente! —se queja Niko, arrojando las manos al aire—. ¿Alguna
vez cierra su puta boca? Demonios, me gustaba mucho más cuando estaba noqueado.

Captando la indirecta, Alexander lanza una mordaza imaginaria en dirección


de Dorian, haciendo que sus amenazas e insultos incesantes terminen amortiguados
instantáneamente.
Me tomo un momento para recuperar el aliento y me dejo caer en un sillón
de cuero blanco en la esquina de la habitación.

—No podemos… dejarlo… así para siempre. Tiene que ser incómodo para él.
¿Y no vendrán a buscarlo?

A él. A eso se había reducido el hombre que amaba… amo. A él. No podía ni
mirarlo. No podía intentar ver a la persona de la que me había enamorado dentro del
monstruo que había amenazado con violarme y torturarme hasta que suplicara por
la muerte. Quienquiera que fuera esta persona, no era Dorian.

—Te garantizo que ya ha convocado a Aurora —responde Niko, frotando la


barba oscura en su barbilla. Mira a Alex quien está mirando a su antiguo amigo como
si estuviera dispuesto a rasgar… su… cabeza ante la más mínima palabra—. Alex,
¿cuánto tiempo podremos retenerlo?

Mi padre inclina la cabeza de lado a lado.

—Un día, día y medio como máximo. Lo he atado bastante firme, pero es
fuerte.

—Mierda. —Niko se pasa una mano por su cara cansada.

—¿Hay algo que pueda hacer? —pregunto—. Sabes, tal vez si lo intento, sería
suficiente para retenerlo por más tiempo.

Él sacude la cabeza, reanudando su paseo.

—No estás entrenada. Podrías terminar soltándolo en su lugar, y arrancaría


tu cabeza en dos segundos. Demasiado riesgo. Voy a reforzar las protecciones
alrededor de la casa, de modo que mantenga afuera a cualquiera que convoque.

—Hasta que Stavros decida invitarnos otra vez a tomar el té —murmuro.

—No. No tendrá la fuerza suficiente para hacerlo. Al menos, no por un


tiempo. Ya viste lo debilitado que estaba. —Niko deja de caminar abruptamente y se
arrodilla frente a mí—. Solo prométeme que no te rendirás. Él te dirá cosas, intentará
obligarte a dejarlo ir. Pero no puedes, lo sabes, ¿verdad? No puedes dejar que se meta
en tu cabeza y te haga creer que te ama. Porque ese hombre de allá no te ama. Él no
te ama, Gabs. No quiere nada más que verte desangrada y golpeada, retorciéndote
en el suelo como un animal moribundo. Y eso es exactamente lo que te hará al
momento en que lo liberes.

—Sé eso. —El débil sonido de mi voz no coincide con la convicción de mis
palabras.
—Solo necesito saber que puedo confiar en ti para que hagas lo que sea
necesario para que vuelva a ser como era. No será fácil, demonios, ni siquiera estoy
seguro que sea posible, pero tenemos que intentarlo.

Asiento una vez.

—Puedes confiar en mí.

—Bien —responde saltando a sus pies—. Alexander y yo tenemos que


fortalecer las protecciones y patrullar el área. Necesito que solo… lo vigiles. Podrá
hablar pronto, y necesito saber que eres lo suficientemente fuerte como para manejar
lo que te diga.

—Lo soy.

—Esa es mi chica —dice, dirigiéndose a la puerta—. Y mantén a Morgan


afuera. Apenas la olfatee, estará delirando de hambre. Ni siquiera tú podrías
detenerlo.

Asiento con entusiasmo, recordando cuán salvaje con la sed de sangre se


había vuelto Dorian cuando Morgan había intentado entrar en la habitación. Solo
oler su esencia a metros de distancia fue suficiente para que casi rompa las
restricciones invisibles. Ahora estaba desterrada a su habitación en el otro extremo
de la mansión.

Niko y Alex desaparecen en el área boscosa alrededor de la casa, buscando


cualquier punto débil en las guardas protegiendo la propiedad. Niko me dijo antes
que era una de las guardas más fuertes y complejas jamás creadas. Dijo que tomó
varios meses hacerlo bien, y que cualquier ajuste podría ser tedioso.

—¿Por qué es necesario, cuando aquí no vive nadie? —le pregunté.

Nunca olvidaré la mirada perdida en sus ojos cuando respondió.

—No pude proteger algo que amaba. Jamás volveré a cometer ese error.

—¿Amelie?

Inclinó la cabeza solo una vez antes de mirar hacia otro lado, terminando la
conversación. No me atreví a presionar más. No lo haría pasar por más dolor
indebido.

Me siento en silencio solitario durante horas, negándome a mirar hacia donde


está Dorian. Ha dejado de gritar, su voz amortiguada con éxito por el hechizo de
Alex. Sin embargo, puedo sentir sus ojos ardiendo sobre mí. Observándome.
Retándome a volverme hacia él. Me tientan desde el otro lado de la habitación,
recordándome que sin importar lo que sea ahora, y lo que siempre ha estado en el
fondo, estoy bajo su hechizo. Es mi dueño. Y si bien puedo ser un juguete roto para
él, él sigue siendo cada estrella en el cielo para mí.

—Gabriella.

No estoy segura que realmente escucho mi nombre en su lengua. Como si tal


vez mi deseo por esa sensación de familiaridad era tan fuerte que mi imaginación
creó una variación. Una versión muy acentuada que conozco, pero no conozco a la
vez.

—Gabriella.

La voz ahora es más rica, menos áspera. Lo escucho aclararse la garganta y


lo repite una tercera vez con perfecta claridad. Me permito mirarlo, o tal vez en
realidad estoy obligándome a desviar mi mirada hacia el hombre en la cama. Porque
incluso cuando mis ojos encuentran los suyos en la habitación con poca luz, arden
como si estuviera mirando al sol.

—Ese es tu nombre, ¿cierto?

Asiento lentamente, como si el movimiento me doliera.

—Eres una cosa pequeña. ¿Cuántos años tienes, niña? —No puedo decir si
hay malicia en su tono, o curiosidad genuina.

Después de un largo segundo mientras debato internamente si responderle o


no, susurro:

—Veintiuno.

—Y no eres humana, ¿verdad?

No debería decírselo. Niko me había advertido que intentaría meterse en mi


cabeza y manipularme para que lo deje ir, pero honestamente no veo el daño en
hablar con él. Se trata de Dorian. No es un extraño en la calle. Demonios, hace menos
de cuarenta y ocho horas, los dos estábamos en esta cama, y yo estaba a horcajadas
sobre su rostro a medida que componía una sinfonía entre mis muslos.

Conozco a este hombre. Amo a este hombre. Y tal vez… tal vez si puedo
recordarle eso, él volverá a mí.

—No —chillo, no completamente confiada en mi decisión.

—Pero no eres como yo.

—No.

Reflexiona mi respuesta antes de levantar una ceja.

—Entonces… ¿qué eres?


—Diferente.

—¿Diferente cómo?

—Solo diferente.

Frunce los labios ante mi respuesta, pero la acepta. Pasan algunos momentos
tensos mientras lucho contra el impulso de arrastrarme dentro de su cabeza y
desenterrar cualquier bloqueo que tenga en su mente.

—Ven aquí, niña. Déjame mirarte más de cerca. Lo prometo, no morderé. A


menos que quieras que lo haga.

Trago con fuerza contra la sequedad de mi boca a medida que me paro con
las piernas temblorosas. Está a solo unos metros de distancia, pero con cada paso que
doy siento que estoy partiéndome por la mitad. Puedo sentirlo atrayéndome,
empujándome a su trampa. Y aunque sé que es peligroso, y su único interés en mí es
depravado, quiero ir con él. Quiero abrazarlo, besarlo y decirle lo feliz que estoy de
que está vivo. Después quiero abofetearlo por asustarme así.

Pero este Dorian… este Dorian no me devolvería el beso. No se reiría cuando


lo abordara en la cama. Y cuando lo abofeteara, este Dorian seguramente me
golpearía en respuesta lo suficiente como para hacerme volar contra la pared.

Aun así, me dirijo a la cama donde está atado, su magia sofocada para
dificultar su escape.

—Ahí estás. —Sonríe de esa manera equivocada nuevamente—. Ves, eso no


fue tan difícil, ¿verdad?

Sacudo la cabeza.

—¿Qué quieres?

Su hombro se contrae como si su intención fuera encogerse de hombros, pero


sus restricciones no lo dejarían.

—Solo el placer de tu compañía. Dijiste que me conoces, y te conozco.


¿Cómo?

Casi me muerdo el labio a medida que intento encontrar una manera de


explicar lo que él es para mí… lo que somos el uno para el otro. No hay una
definición para ello, no hay un término que abarque plenamente esa profundidad de
devoción. Dorian una vez me llamó su novia, y simplemente no pareció correcto.
Ciertamente era más que un novio para mí. Vivía dentro de mí. Sentía cada una de
mis emociones como si fueran propias. Se corría cuando sentía mi orgasmo, la
intensidad exaltada a través del profundo vínculo emocional entretejido de su magia.
Dorian se había convertido en algo más que vida para mí. Pero justo aquí,
mientras miraba al impostor ocupando espacio dentro de su cuerpo, no pude
encontrar las palabras para decirle. Y aunque esperaba traerlo de vuelta con esos
recuerdos, no estaban destinados a este Dorian. Y no lo dejaría tenerlos.

—Éramos… salíamos —me decidí.

Suelta una carcajada que suena de todo menos humorística.

—¿Salía contigo?

Mi cara se calienta con agravación.

—Sí. ¿Por qué es tan gracioso?

—Sin ofender, pero no saldría contigo. Ni siquiera creo que te follaría.

Doy un paso adelante, audaz por el dolor y la ira.

—¿Y por qué no?

—Bueno, por un lado, no eres uno de nosotros. ¿Y sabes a qué me refiero con
eso?

Cruzando los brazos frente a mi pecho, crispo mis labios en una mueca
parcial.

—Te refieres a Oscuro.

—Correcto. Y si no eres Oscuro, bien podrías ser Luz. No nos mezclamos.


Nunca.

—Pero sabes que no soy Luz.

Dorian pone los ojos en blanco con aburrimiento.

—No importa. En la cadena alimentaria sobrenatural, mi especie está en la


cima. Y tú, niña, es muy probable que te encuentres en algún lugar de la tierra,
escondiéndote debajo de las rocas, junto con las otras larvas y roedores.

Ouch.

—¿En serio?

—Lo es. Es el orden del poder. Los poderes Divinos siempre gobernarán.
Todos los demás seguirán siendo dóciles o se enfrentarán a la muerte —responde con
naturalidad.

—Aun así, tú eres el que está atado a esta cama, retenido en cautiverio por
una pequeña e insignificante larva.
Dorian sonríe torcidamente y, por un minuto, imagino que es para mí.

—Irónico, ¿no?

—Lo es.

—También está el asunto de tu nacimiento.

Mi frente se frunce. ¿Qué sabría él de mi nacimiento?

—¿Disculpa?

—Tu derecho de nacimiento. Tu apellido. Si conoces a mi hermano, como


dices que me conoces, también sabrías que soy un príncipe. Pero no cualquier
príncipe, soy el heredero del trono. Estás en presencia de una gran realeza y un linaje
exquisito. Deberías estar honrada.

Me rio sardónicamente. ¿Está hablando en serio? ¿La máquina del tiempo


improvisada de Stavros convirtió a Dorian en el idiota arrogante más grande del
mundo? ¿O este imbécil yació dormido dentro de él todo el tiempo?

—Lástima que toda tu grandeza se esté desperdiciando en una campesina tan


inútil —respondo, sonriendo dulcemente.

Dorian vuelve a hacer la extraña cosa nerviosa con su hombro.

—He sufrido cosas peores. Además, planeo hacerlo peor cuando salga de
aquí. —Hay promesa en sus palabras, no una amenaza.

—Tu hermano está haciendo esto por tu propio bien. No quiere lastimarte.
Quiere mantenerte a salvo —insisto.

—¿Mi hermano? ¡Ja! —resopla, sus fosas nasales dilatándose—. A la mierda


mi hermano. No es mi sangre. ¿Un hermano permitiría esto? —Intenta luchar contra
la cuerda invisible, pero no se mueve.

—Dorian, por favor. No es lo que piensas…

—Te lo dije, niña. Soy un príncipe. Te dirigirás a mí como tal —se burla con
amargura, esos ojos azul hielo tornándose inquietantemente pálidos—. No sabes
nada de mi hermano. ¿Crees que se preocupa por ti? ¿Por alguien que no sea él
mismo? ¿Cuán considerado podría ser si te dejó aquí, sola con un monstruo? ¿Una
pobre niña indefensa, atrapada aquí con el epítome del mal?

Siento algo romperse dentro de mí antes de que un chisporroteo se asiente en


mis venas. Es como si la magia dentro de mí fuera una vara incandescente, y una vez
que agregas un poco de presión, haciendo que se rompa, cobra vida.

Miro al extraño en la cama, viendo el fantasma de alguien que solía conocer.


—Nadie dijo que era una pobre niña indefensa. —Mi voz es fría y vacía, sin
nada que de lo pude haber sentido por él alguna vez.

—¿En serio? Bueno, entonces, demuéstrame que estoy equivocado.

Me acerco, inclinándome hacia delante de modo que pueda ver el fuego


encendido detrás de mi comportamiento helado. Sé que estoy molestando a un oso
dormido, pero no me importa. Quiere ver quién soy, quiere saber de lo que soy capaz.
Ahora es su oportunidad.

—Podría lastimarte. Podría reducirte a nada más que un montón de cenizas


con un chasquido de mis dedos. Podría hacerte desear nunca haber visto mi cara.

Una sonrisa lenta se dibuja en su rostro y la ira chispea dentro de esos pálidos
ojos azules.

—Pero no lo harás. Porque estás enamorada de mí Y estoy aquí, atado como


un prisionero, porque mi hermano piensa que está enamorado de ti.

—¿Qué? —espeto enderezándome y cruzando la habitación lo


suficientemente rápido como para revelar el secreto de mis habilidades. Su sonrisa se
vuelve más tensa, satisfecho consigo mismo.

—Ah. Veo que he tocado un nervio. Estoy en lo cierto, ¿no? Me amas. Puedo
olerlo, apestando a esperanza falsa y desesperación. Te afecto. Incluso aunque he
sido vil contigo, aún puedo saborear tu excitación. —Inhala y luego se lame los
labios, con un leve zumbido retumbando en su garganta—. Mmmm. Sabes dulce. El
aroma de tu sexo está en esta cama. Te he follado en estas mismas sábanas, ¿no? —
No digo nada, aturdida. No puedo disputar su reclamo cuando sé que cada palabra
es cierta. Pero era Dorian con quien había hecho el amor. No con este impostor—.
Dime, Gabriella… ¿cuántas veces te hice venir la última vez que estuve dentro de ti?
¿Gritaste mi nombre? ¿Me clavaste las uñas en la espalda? ¿Quieres que te tome por
detrás y te folle duro como un animal salvaje?

—Detente.

—Y cuando te follé tan a fondo, tan completamente, ¿imaginaste que era mi


hermano deslizándose dentro de ti? ¿Te preguntaste si te estaba escuchando gemir
desde afuera de la puerta? ¿Ansiaste su sabor en tu lengua, su semilla derramándose
dentro de tu boca? Lo hiciste, ¿no? Dices que me amas, pero fue mi hermano menor
a quien imaginaste entre tus piernas.

—Dije que, ¡pares! —Cada luz en la habitación parpadea y chisporrotea.


Estoy jadeando como si acabara de correr un maratón, con la adrenalina corriendo
por mis venas. La mirada de locura pura en mis ojos solo incita a Dorian a sonreír
una vez más.
—Hmph. Solo estaba bromeando. Pero teniendo en cuenta tu reacción, diría
que no estoy muy lejos. Mascota, estás jugando un pequeño juego peligroso.

De hecho, peligroso. Aprieto mis labios y me giro, negándome a dejar que vea
mi culpa y vergüenza.

—Por cierto, no te amo —agrega, sin una pizca de remordimiento en su voz—


. Nunca lo haré.

—Lo sé —susurro en respuesta. Ahora, más que nunca, me alegra que Stavros
haya roto el vínculo. Si no lo hubiera hecho, habría muerto al momento en que él
despertó. Aun así, siento que me estoy muriendo en este momento, justo aquí delante
de él mientras se burla de mi debilidad por él. Por este monstruo.

—Y cualquier cosa que pienses que sabes sobre mí, cualquier cosa que tengas
en esa cabeza tuya que me pinta como un caballero perfecto, es una mentira. No soy
tu caballero en armadura brillante. No soy tu príncipe azul. Y nunca lo seré.

Cierro los ojos para mantener mis emociones bajo control a medida que
pronuncio mis siguientes palabras con labios temblorosos.

—Lo sé.

Las paredes se están cerrando sobre mí, y no puedo escapar de la habitación


y de mi verdad lo suficientemente rápido. Escucho a Dorian reír cuando salgo
corriendo a la salida y cierro la puerta bruscamente detrás de mí. Luego me desplomo
en el suelo, gritando y retorciéndome a medida que un dolor indescriptible recorre
mi espalda.
Capítulo 25

E
stoy despierta, pero no quiero estarlo. Así que, mantengo mis ojos
cerrados, demasiado asustada de lo que estará grabado en mi espalda.
Además, alguien está acariciando mi cabeza gentilmente… con amor,
y temo que una vez que abra los párpados, este gesto tranquilizador que no tengo
derecho a disfrutar cese.

—Vamos, pequeña —susurra Niko a medida que sus dedos rastrillan mi


cabello—. Aquí estoy. Está bien. Ahora estoy aquí.

Niko.

Dios, ¿por qué Dorian tuvo que decir eso? ¿Por qué tuvo que llenar mi cabeza
con pensamientos que no debería estar teniendo? Pensamientos que me mantendrían
en serio despierta toda la noche, preguntándome si sus palabras pudieran ser ciertas.
Que Niko de hecho pudiera estar enamorado de mí.

Abro los ojos muy despacio, dejando que su hermoso rostro aparezca a la
vista. Incluso con una barba de algunos días, sigue siendo uno de los hombres más
hermosos que he visto en mi vida. Su cabello oscuro cae sobre sus ojos azul cristalino,
solo aumentando ese atractivo sexual crudo que parece rezumar de sus poros. Sus
hombros caen como si su cuerpo acabara de liberar dos toneladas de preocupación.

—Hola, bella durmiente. Qué amable de tu parte unirte a nosotros. —Sonríe.


Y no es una de esas sonrisas forzadas. Es una sonrisa de esas absolutamente honesta
estoy tan contento de que estés aquí… conmigo. Del tipo que hace que sus ojos
resplandezcan como si hubieran sido reemplazados por diamantes.

Me deslizo en una posición sentada, observando mi entorno. Estoy en una


habitación enorme, mucho más grande que la habitación blanca donde Dorian y yo
estamos, estábamos, quedándonos. La decoración y la tapicería está decorada
profundamente en colores rojo oscuro y negro, y no hay más obras de arte,
incluyendo muchos retratos intrincados de una mujer. Cabello rizado, castaño
oscuro, nariz esbelta y una carnosa boca llena. La evidencia de una compleja mezcla
de herencias está grabada en su tez clara con solo un toque de caramelo, resaltado
por sus pómulos altos y una figura bien torneada.

La forma en que se muestra en los retratos irradia tanta vida, tanto amor. Está
sonriendo, riendo, mirando a alguien con una pizca de travesura juguetona. En una,
está completamente desnuda, acostada de lado, con los ojos pesados y hambrientos,
y una sonrisa satisfecha en sus labios. Me alejo de esa rápidamente.

Es hermosa, exótica, y algo en ella me recuerda a… bueno, a mí. Sé quién es,


pero de todos modos, miro a Niko y le pregunto.

—¿Amelie?

Asiente solo una vez.

—Me gustaría pensar que sí. Al menos así la veía cuando los pinté.

—¿Hiciste esto?

Solo un lado de su boca se levanta.

—Tenía mucho tiempo en mis manos. —Agarra un espejo de la cama y me


lo da—. Toma. Deja que te ayude.

Puedo decir que hablar de su amor perdido aún lo lastima, así que le permito
que me ayude a rodar sobre mi estómago y levantar mi camisa, incluso aunque es
completamente innecesario.

—¿Cómo se supone que lo vea así? —pregunto, volviéndome para estrechar


mis ojos hacia él. Señala el techo.

Ah, sí. Por supuesto, hay un gran espejo en la parte superior del dosel.

Niko coloca el espejo más pequeño de modo que pueda ver el reflejo del más
grande. Está a varios metros de distancia, pero mis ojos pueden verlo como si
estuviera justo frente a mí.

—¿Qué es? —Me estremezco, fijándome en el símbolo opuesto al


Humano/Polemos. Se parece a la letra V, pero con sus extremos curvados, es
diferente a cualquiera que haya visto.

—Es nuestra marca para vampiro. Me salvaste la vida y, como resultado, has
sido maldecida a soportar esta atrocidad. Por eso, estoy tanto agradecido como
apenado. —Hay dolor en su voz. Arrepentimiento—. Pequeña, desearía poder
quitártelo. Haría cualquier cosa solo para…

Me giro, bajando mi camisa.

—Está bien. Niko, estoy bien. Habrías hecho lo mismo por mí, y me has
salvado muchas veces. No te estreses. Estoy bien.

Exhala, e imagino que solo ha dejado ir una pequeña parte de su culpa. Ahí
es cuando la mía finalmente decide hacer presencia.

—¿Cómo está Dorian? ¿Descubrimos algo sobre cómo revertir el hechizo?


Niko se sienta en la cama a mi lado, y aunque su expresión es sombría, hay
algo esperanzado en sus ojos.

—Alex y yo pudimos reforzar las protecciones y sus restricciones. Con suerte,


es suficiente para retenerlo hasta que podamos descubrir cómo transportarlo. Porque
si conozco a mi hermano, y alguna vez pensé que lo hice, sé que Aurora no está muy
lejos.

—¿Aurora? —Ugh. ¿Por qué esa puta pretenciosa no encuentra un agujero


oscuro y se arroja?

—Sí. La ha convocado. Su vínculo físico aún está intacto, y viene


arrastrándose cada vez que él llama. Esos dos… es una locura. Se alimentan entre sí
como una bacteria carnívora o caníbales. Enfermo, te lo digo.

Un dolor profundo aprieta mi pecho, y me falta el aliento. Niko se da cuenta


de la mueca de dolor en mi cara, y me estabiliza con una mano sobre mi hombro.

—Oye, pequeña. No es así. Él no la ama. Mierda, una parte de mí piensa que


ni siquiera le gusta. Quiero decir, ¿cómo podría?

—Bueno, le gustaba lo suficiente como para acostarse con ella.

Niko se encoge de hombros.

—¿Y? No es así para nosotros. Follamos lo que se sienta bien. Tú lo sabes.

Levanto una ceja, desafiando su excusa superficial.

—¿Eso es lo que Amelie fue para ti? ¿Algo que se sintió bien?

Sus ojos palidecen instantáneamente ante la mención de su nombre,


formando escarcha en los bordes de sus ojos. Un gruñido bajo se desliza entre sus
labios apretados.

—Cuidado. Tú de todas las personas deberías saber que algunas cosas son
sagradas.

—Lo mismo digo.

Él asiente, mirando hacia otro lado.

—Mira, tengo que ir a la ciudad. Hablar con alguien que podría saber lo que
necesitamos para revertir el hechizo.

Estoy de pie, antes de que pueda terminar su oración.

—Solo dame un segundo para agarrar mis zapatos.

—No vendrás. Tienes que saber que no te dejaría venir, ¿verdad?


—¿Por qué no? —pregunto, cruzando los brazos frente a mi pecho.

Niko imita mi acción, pero hay una sonrisa divertida en sus labios.

—Porque a donde voy, las personas como tú y yo no son bienvenidas.

—Entonces, ¿por qué vas? —Si cree que voy a dar marcha atrás, entonces está
tristemente equivocado.

—Porque me conocen. Pero no te conocen. Y los asustaría jodidamente. O


excitarían. —La perspectiva de esto último claramente lo entretiene.

—Pero no pueden detectarme, Niko. Solo diles que estoy contigo o, mierda,
diles que soy humana y planeas borrar mis pensamientos. No me importa lo que
digas. Solo sé que voy, y si intentas dejarme, haré mi cosa extraña de congelación, y
te encerraré antes de que puedas dar dos pasos fuera de la puerta de esa habitación.
Y si intentas desaparecer, intentaré seguirte, y sabes que eso solo será más problema
en tus manos.

Niko se frota el vello negro en su barbilla, contemplando mis amenazas. Por


extraño que parezca, no parece enojado con mi comportamiento malcriado. Está casi
algo… impresionado.

—Podrías matar a alguien. Y entonces habría aún más sangre en tus manos.
¿En serio podrías vivir contigo misma después de algo así?

—Haré lo que sea necesario —respondo y asiento, dando un paso adelante


para detenerme frente a él—. Niko, he estado indefensa por tanto tiempo, confiando
en otros para salvarme. Estoy harta de ser una espectadora. Por favor. Déjame entrar
a tu mundo. Aquí es donde pertenezco.

Resopla con una agravación falsa e inclina su cabeza hacia un lado.

—Bien. Pero si estás segura de esto, tendrás que estar preparada. —Da un
paso adelante, colocando sus manos sobre mis hombros—. ¿Quieres entrar en mi
mundo? Solo entérate que nunca podrás volver atrás. Al menos no viva.

El hedor a orina y vómito se adhieren a mi piel y cabello como si la bilis


estuviera incrustada permanentemente en el pavimento. Lo siento sobre mí,
cubriéndome como una caliente película pegajosa, haciendo que sea imposible
escapar. Respirar por la boca es igual de terrible: puedes saborear el sabor rancio de
cientos de hígados corroídos y excremento. Aun así, respirar por la nariz está fuera
de discusión con mi súper sentido del olfato. Prefiero meter la cabeza dentro de una
taza de inodoro en The Cat's Meow.

Esto no es lo que me había imaginado de Nueva Orleans. Claro, hay muchos


fiesteros deambulando por la Calle Bourbon, pero saber que sus vidas podrían
reducirse a nada más que ganado estilo zombi… simplemente no me parece
divertido.

—Mantén la cabeza baja —murmura Niko por lo bajo, con una gorra sobre
su frente. Está vestido de negro de pies a cabeza, con una chaqueta de cuero y botas
de combate. Incluso me hizo hacer lo mismo, insistiendo en que me recogiera el
cabello en una coleta discreta antes de ponerme un sombrero en la cabeza. Nos
estacionamos a unas cuadras de Canal, optando por uno de sus autos menos
llamativos: un BMW 750Li negro.

—¿Por qué los disfraces? —susurro, mientras caminamos entre la multitud


borracha.

—Mira a tu alrededor. Esta ciudad está llena de oscuridad, especialmente


Oinos. Solía controlar este territorio. Ya no lo hago.

El pánico se instala en mi interior, haciéndome casi tropezar con mis pies en


zapatillas deportivas. ¿Hay Oinos por aquí? Quiero decir, no me sorprende, a juzgar
por todos los cachondos desastrosos vomitando hasta sus tripas entre mostrar sus
senos por collares. Pero aun así, es bastante desalentador saber que estamos rodeados
de Oscuros.

—No tengas miedo —murmura Niko, leyendo mis pensamientos—. Pueden


que ahora tengan jurisdicción, pero esta es mi ciudad.

Lo sigo sin otra palabra por un sucio callejón estrecho. Es del tipo que te
advierten que te mantengas alejado cuando los oficiales de seguridad del campus
universitario te dan un silbato anti violación. Mantengo mis manos metidas en mis
bolsillos, cuidando no rozar contra nada. Me gustaría mucho salir de aquí libre de
hepatitis.

Nos detenemos en una diminuta puerta de madera que no habría notado si no


hubiera sido por Niko. Toca dos veces, luego tres veces en sucesión rápida. Después
termina el ritual con dos más. Momentos después, una mujer corpulenta envuelta en
una bata y pañuelos abre la puerta. Usa una envoltura colorida en su cabeza, y su
piel marrón está grabada con arrugas.

—Te he estado esperando —le dice a Niko, sin una pizca de alarma. Sin
siquiera molestarse en mirar en mi dirección, pregunta—: ¿Quién es la chica?

—Está conmigo. —La autoridad en su voz es inconfundible.


—Hmmm. Está contigo, pero no es tuya. —La mujer se hace a un lado y abre
la puerta para que podamos pasar. Al momento en que golpeo la jamba de la puerta,
una oleada de energía cae sobre mí, arrastrándose por toda mi piel como pulgas. Me
estremezco, quitándome la infestación fantasma de mi cuerpo, pero por supuesto, no
hay nada allí. La mujer chasquea la lengua.

—Parece que hay más en esta de lo que se ve. —Evalúa mi rostro,


diseccionando cada rasgo que su mirada puede tocar—. Quítate los lentes, niña. No
hay ningún sol en el cielo.

Hago lo que dice, agradecida de que Niko hechizara mis ojos a su estado
original: castaño avellana. La mujer resopla, claramente decepcionada.

—Sigamos con esto, Claudine —dice Niko, fingiendo aburrimiento—. No


tengo toda la noche.

Claudine aparta sus ojos de los míos y asiente al Brujo perturbado dentro del
pasillo totalmente oscuro.

—Muy bien. Ella puede pasar.

Me obligo a avanzar y al momento en que lo hago, veo que el pasillo no está


oscuro en absoluto. Ni siquiera es un pasillo. Es lo que parece ser una tienda de algún
tipo, con varias baratijas y libros en los estantes. También hay canastas con pequeños
bolsos en una encimera, todos en diferentes colores. El olor a incienso y… algo más…
en el aire no es desagradable, pero dificulta la respiración. Cada bocanada que tomo,
me siento un poco… apagada. Sometida. No es como si acabara de fumar un porro
o algo así. Es más como un efecto tranquilizante.

—¿Qué es este lugar? —pregunto, a medida que Claudine nos lleva a otra
habitación que alberga solo una pequeña mesa redonda y sillas.

—¿Nunca has estado en una tienda vudú, niña? —Tiene un acento diferente
a todos los que he escuchado.

Las sílabas son exageradas y las consonantes omitidas por completo.

Sacudo la cabeza y ella se encoge de hombros con desinterés.

—Bueno, siéntate para que podamos comenzar. ¿Qué te trae a mi puerta,


Nikolai?

Niko se desliza en una desvencijada silla de madera, y junta los dedos delante
de su boca.

—¿Qué sabes sobre las reversiones?

Las cejas dibujadas de Claudine alcanzan su pañuelo en la cabeza.


—¿Reversiones? Creo que ese es tu territorio, Brujo.

Él sacude su cabeza.

—Necesito información sobre hechizos más complejos. No uno que revierta


recuerdos. Necesito uno que pueda revertir el tiempo.

Claudine se ríe, el sonido áspero y hosco rebotando en las paredes de la


pequeña habitación.

—¿Estás loco? Mi gente no sabe de esas cosas. No tenemos ese tipo de magia.

—Pregunta a los espíritus. Tus antepasados, los viejos, pueden saber. Tendrán
recuerdos de cómo era antes. Pregúntales, Claudine. Es una cuestión de vida o
muerte.

La anciana se recuesta en su silla, contemplando a Niko con una mirada casi


admirativa. Como si incluso pudiera preocuparse por él.

—¿Hablas en serio?

La cara de Niko se suaviza por una fracción de segundo, lo suficientemente


rápido como para que ella vea su sinceridad.

—No estaría aquí si no fuera así.

—Está bien. —Se vuelve hacia mí, extendiendo sus palmas sobre la mesa—.
Quédate o vete, niña. Pero decide ahora. Una vez que comience, no podrás cambiar
de opinión.

Asiento con rigidez, preparándome.

—Me quedaré.

—Como prefieras. —Toma una respiración profunda y reparadora, y cierra


los ojos. Miro a Niko, pero su mirada está clavada en Claudine. Comienza a cantar
en voz baja, en un idioma que está más allá de mi comprensión. Me inclino hacia
adelante, observando, esperando que su ancestro vudú caiga sobre nosotros.

Y no pasa nada.

Qué incóóóómodo.

Estoy al borde de un comentario sarcástico, lista para poner mis ojos en


blanco, cuando la mesa comienza a temblar bajo la punta de mis dedos. Una vieja
lámpara de latón descolorida sobre nosotros comienza a balancearse, aunque no hay
ventanas en la habitación y no sopla ninguna brisa por debajo de la puerta. Antes de
que pueda descartarlo como un truco barato de salón, las luces se apagan, dejándonos
en la oscuridad total.
Nadie dice nada. Incluso Claudine ha dejado de cantar.

Ahí es cuando los escucho.

Susurros. Silenciosos susurros frenéticos a nuestro alrededor. Algunos llenos


de miedo y horror. Otros gruñen de ira. Y todos parecen estar hablándome.

—¡Espíritus! Reyes y reinas al otro lado. Hablen con nosotros. Bendígannos


con su sabiduría.

Los susurros se tornan más fuertes, aumentando a un rugido bajo en mis


oídos. Puedo escuchar su alarma, aunque no puedo entender sus palabras. Miro a
Niko en la oscuridad, cuyos ojos están tan abiertos como los míos. Mierda. Esto fue
un error. Podemos disfrazar mi apariencia, pero los espíritus lo sabrían igual. ¿En
qué me he metido?

—Ella no es importante —dice Claudine, también escuchando el cambio en


sus enfoques—. Por favor, santos. Los llamamos. Buscamos su conocimiento de las
fuerzas prohibidas. Sin ella, la oscuridad eclipsará nuestro mundo.

Las voces se elevan a gritos terroríficos, haciéndome buscar el consuelo de la


mano de Niko. Sus dedos me encuentran a medio camino, enroscándose alrededor
de mi palma con la misma sensación de urgencia. Convoco al lugar dentro de mí, la
bola de energía que pulsa y calienta, suplicando liberación… rezando por protección.
Pero hay un bloqueo; algo impidiendo que la magia llegue a mis dedos. Niko aprieta
mi mano más fuerte, y me pregunto si él también siente el obstáculo.

Hay un fuerte grito final antes de que todo se quede en silencio. Las luces
vuelven a encenderse, revelando a Claudine temblando sobre la mesa. Niko se
apresura a su lado rápidamente y la toma en sus brazos cuidadosamente.

—Claudine, háblame. Dime qué dijeron. ¡Necesito saber! —Le da una


pequeña sacudida, pero mantiene su cabeza y cuello apoyados. Por la forma en que
la sostiene, puedo decir que tiene cierto nivel de afecto por ella, a pesar de que su
herencia, su magia, va en contra de todo lo que él cree.

—Está sucediendo —responde ásperamente, su voz estrangulada. Aprisiona


la camisa de Niko, acercándolo a sus labios temblorosos. Susurra brevemente en su
oído antes de caer inconsciente, desplomándose sobre la mesa.

—Tenemos que salir de aquí —dice Niko, alejándose de la mujer. Sus ojos
moviéndose alrededor ansiosos.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué está pasando? ¿Está bien? —Me pongo de pie tan
rápido que mi silla se estrella hacia atrás, haciendo que ambos nos estremezcamos.

—Estará bien. Pero nosotros no lo estaremos si no nos vamos.


Niko me agarra de la mano y me saca de la habitación. Toda la tienda está
inquietantemente silenciosa, pero incluso puedo sentir que algo no está bien. Cuando
llegamos a la salida que conduce al callejón, Niko prácticamente me empuja, la
puerta cerrándose de golpe a su espalda.

—¿Qué demonios fue eso? —grito a medida que me empuja hacia las fiestas
vibrantes en Bourbon. Nos desviamos hacia la multitud detrás de una despedida de
soltera. Niko presiona su cuerpo contra el mío y envuelve su brazo alrededor de mi
cintura.

—Solo quédate callada hasta que lleguemos al auto —susurra. Hago lo que
dice, dejándolo que me lleve fuera de la muchedumbre y de vuelta a la Calle Canal—
. Los espíritus no estaban contentos de que estuvieras allí —dice finalmente mientras
zigzaguea por el tráfico, en dirección a la interestatal.

—Mierda, no me digas.

Él sacude su cabeza.

—Debí haber sabido que serían capaces de sentirte. Fui descuidado con tu
vida… con la vida de Claudine. Lo jodí.

Lo miro desde el lado del pasajero, al ceño fruncido en su hermoso rostro


bañado en el crepúsculo.

Manejar es instintivo para él, mirar la carretera ni siquiera es necesario, pero


se niega incluso a mirar en mi dirección.

—¿Quién es Claudine para ti? ¿Pensé que odiabas toda la magia que no fue
creada por la Deidad? Pero obviamente sientes algo por ella.

Niko respira hondo, y el ceño fruncido en su frente se profundiza.

—Claudine fue la que me enseñó sobre la magia de su gente. Es la que me


mostró la práctica de la nigromancia. Y también es la tía abuela de Amelie.

Claro. Por supuesto que lo es. No puedo imaginar a Niko teniendo ni una pizca
de paciencia por una bruja vudú que no estuviera relacionada con su largo amor
perdido.

—La práctica del vudú en Luisiana está prohibida por los Oscuros. Mantienen
las tiendas abiertas como trampas para turistas, pero eso es todo. Claudine es una de
los últimos Laveau que de hecho la practican en el Barrio Francés. Y a cambio de su
orientación e información, le proporciono protección.

—¿Pero crees que realmente puede ayudarnos? Quiero decir, ¿cómo sabría
ella sobre los Oscuros y la Luz? ¿Pensé que el anonimato era la regla número uno?
Llegamos a la rampa hacia la autopista, y Niko despega a mayor velocidad
hacia la noche, el BMW ronroneando como un gatito saciado.

—Hay excepciones, como tu amiga Morgan. Además, Claudine nos dio la


información que necesitábamos. Ahora sabemos lo que debemos hacer para revertir
el hechizo. Por más imposible como pueda parecer.

—¿Y qué es eso?

Se vuelve hacia mí, su mano sigue guiando el volante a medida que sus ojos
captan mi expresión confundida.

—Pequeña, Luz. Tenemos que encontrar a un hechicero de luz.

Conducimos en un silencio agradable durante todo el viaje. ¿Un Hechicero de


Luz? ¿En serio? ¿Cómo demonios vamos a encontrar uno de esos? Seamos realistas:
a la Luz no le importa ni mierda. ¿Y tratar de hacer que se preocupen lo suficiente
como para salvar a Dorian, un Príncipe Oscuro? ¡Ja! Tendríamos una mejor
oportunidad encontrando a Waldo en una convención de bastones de caramelo.

Justo antes de llegar a las puertas de la mansión de Niko, se desvía hacia un


lado de la carretera. Al sentir su alarma, un calor hormigueante ya está subiendo por
mis muñecas.

Sacude su cabeza.

—Algo está mal dentro de la casa. Siento… miedo. Pánico. Rabia. Quédate
aquí. Estás justo dentro de las protecciones, así que estarás a salvo.

—Tonterías. Voy contigo —digo, ya desabrochándome el cinturón de


seguridad.

—¡Maldita sea, Gabs! —grita Niko, golpeando sus palmas en el volante—.


Este no es el momento para uno de tus berrinches. No tenemos idea de en qué
podríamos estar entrando… ni una maldita pista. Este no es momento para juegos.

Lo miro con acero en mis ojos, justo cuando la escarcha comienza a formarse
a lo largo de mis pestañas.

—Mi mejor amiga y mi último pariente vivo están allí, junto con el hombre
que amo. ¿Parece que estoy jugando?

Toma aire bruscamente, sus labios apretados alrededor de una sonrisa


frustrada.

—Bien. Pero si algo te sucede… si te lastimas… —Su voz se rompe y mira


hacia otro lado, incapaz de encontrar mi expresión determinada. Me estiro y tomo
su antebrazo, calmando su ansiedad.
—Niko, estaré bien. No te dejaré entrar allí solo. Haremos esto juntos, ¿de
acuerdo?

Traga con fuerza y veo que el nudo en su garganta sube y baja por su cuello.

—Bien. Pero te quedas detrás de mí. ¿Entendido? Y no hagas nada a menos


que yo lo diga. Hablo en serio, Gabs.

Ambos saltamos del auto y nos precipitamos hacia la puerta principal,


prácticamente en silencio total. La puerta aún está bajo llave y no parece haber
señales de irrupción. Aun así, es una mansión grande. Y, los intrusos no suelen pasar
por la puerta principal. Cuando nos dirigimos al vestíbulo, sé con seguridad que algo
está mal.

—¡Morgan! —susurro. Niko se encuentra con mis grandes ojos abiertos solo
una vez antes de llevarse un solo dedo contra sus labios. Señala hacia la gran sala,
donde el olor a sangre fresca, y los sonidos de sollozos son más fuertes. Miro al Brujo
a mi lado, esperando transmitir mi horror. Cualquier cosa que se avecine no es buena.

—Qué amable de su parte unirse a nosotros. —Su voz nos saluda incluso antes
de que aparezca. Nos ha estado esperando.

Doy un paso adelante con las piernas temblorosas, pero Niko me empuja
detrás de su cuerpo protectoramente.

—¿Qué estás haciendo con ella?

Dorian vuelve su cabeza hacia Morgan y aprieta su agarre alrededor de su


cuello. Ella tiembla en sus brazos, sus rodillas doblándose, y puedo ver el terror puro
en sus ojos inyectados en sangre.

—Mi amiga Morgan y yo solo estábamos conversando un poco —se burla


Dorian. Pasa la nariz por la concha de su oreja, e inhala—. Bueno, alguien decidió
hechizar esta casa para mantenerme encerrado en su interior. Y Morgan no me dice
quién lo hizo. Así que, esto es lo que va a pasar: vas a levantar la guarda, querido
hermano. O si no, la pequeña y bonita Morgan aquí perderá su cabeza.

—D, déjala ir —dice Niko, su voz nivelada y tranquila. Levanta las palmas
de sus manos a medida que se acerca lentamente a Dorian, y yo estoy justo detrás de
él. Ahí es cuando veo el inmóvil cuerpo derribado de Alexander detrás del sofá, su
cabeza cubierta de sangre fresca.

—¡Papá! —La palabra escapa de mi boca, y me arrodillo junto a él antes de


poder detenerme. Sé que Niko me dijo que me quede detrás de él, pero es Alexander.
Es mi padre. Hemos tenido muy poco tiempo. No puedo perderlo ahora. No cuando
he perdido todo lo demás.
Su cabello está empapado con sangre, y hay una herida desagradable que ha
partido la base de su cráneo, pero está vivo. ¿Por qué no se ha curado para ahora? A
pocos metros de distancia, parcialmente oculta debajo del sofá, está la daga Polemos,
el mango manchado de sangre. Mierda. La herida está deteniendo su curación. Y si
Dorian en realidad hubiera usado la hojilla, podría haber muerto por el arma que
creó su gente… nuestra gente. Dorian pudo haber asesinado a mi padre.

—¿Qué le hiciste? —gruño, volviendo mi mirada acalorada al hombre que


una vez creí conocer. Me sonríe, sus dientes blancos demasiado cerca del cuello de
Morgan.

—Solo le di un poco de su propia medicina, eso es todo, mascota. Pero esta


—dice, tirando de Morgan más cerca de él—. Esta no será tan afortunada si no me
dejas salir de aquí. —Sus dedos acarician la delicada piel sobre su carótida.

—D, no entiendes —dice Niko, acercándose sigilosamente—. Estamos


intentando ayudarte. En este momento, no eres tú mismo, pero podemos ayudarte.

—¡Jódete! —espeta—. Quieres mantenerme enjaulado como un animal.


¿Para qué? ¿Por ella? ¿Una estúpido niña insignificante? Hermano, me decepcionas.
No mereces llevar el apellido Skotos.

Es en ese mismo momento que se produce la comprensión, filtrándose en mí


como una droga lenta. Este es Dorian. Este es quién es. Y puede que no haya nada
que podamos hacer para salvarlo. Demonios, él no quiere ser salvado. Obligarlo a
volver a convertirse en el hombre que una vez fue no hará que me ame. Es posible
que nunca más me vuelva a mirarme y mostrarme esa sexy sonrisa torcida. O bese la
parte superior de mi cabeza con ternura a medida que me envuelve en sus brazos.
Puede que nunca más sienta el calor y la suavidad de su piel contra la mía, o que
sienta esa plenitud devastadora cuando empuja dentro de mí.

Este hombre frente a mí, con sus dedos clavados en el cuello de mi mejor
amiga, nunca más volverá a hacerme el amor. Nunca más me besará hasta que mis
rodillas se debiliten. Tengo que aceptar eso. Tengo que ser lo suficientemente
inteligente como para darme cuenta que el hombre que amo está muerto.

—Déjalo ir —susurro ásperamente, mi garganta apretada imposiblemente.


Niko se vuelve hacia mí, con el ceño fruncido.

—¿Qué?

—Dije, déjalo ir. Levanta la protección. Él no quiere estar aquí, y no podemos


retenerlo para siempre.

Niko niega con la cabeza.

—Gabs, tenemos la información que necesitamos. Podemos intentar revertir


el hechizo, y traerlo de vuelta.
—Pero no hay garantía de que podamos. —Me pongo de pie, y camino hacia
Dorian, quien se pone rígido ante mi avance. Morgan se estremece en sus brazos
cuando la agarra con más fuerza—. Será lo que esté destinado a ser. Si él es mi
destino, y yo soy el suyo, lo recuperaremos. Y si no, entonces…

Ni siquiera puedo decir las palabras. Sé que este es el principio del fin, pero
aun así no puedo decirlo. Y ni siquiera es el hecho de que Dorian no me ama lo que
en realidad me mata. Es porque, cuando lo miro (viendo nada más que violencia y
maldad dentro de este extraño de pálidos ojos azules) me doy cuenta que no lo amo.

—Solo déjalo ir —digo nuevamente, mi voz más segura mientras la decisión


se instala en mis entrañas. Le doy la espalda cuando Niko suelta un suspiro
desafiante, pero ni siquiera él puede discutir. Sabe que es demasiado tarde. No
podemos seguir intentando aferrarnos a algo, a alguien, que no quiere ser retenido.

Mis piernas me sacan de la gran sala, bajan por el pasillo y pasan la sala blanca
donde una vez sentí que el cielo y la tierra se mueven. Lejos de la batalla entre el
amor y el odio que está azotando a mi espalda. Lejos de él. Lejos de nosotros.

Solo déjalo ir.

Ya lo hice.
Capítulo 26
He estado antes aquí.

A
costada en la cama, llorando, escuchando la misma canción triste en
repetición. La canción que Dorian tocó para mí esa noche en mi
habitación. No podía transmitir sus sentimientos, así que dejó que la
música hablara por él. Y Dios… dijo tantas cosas. Cosas que estaban prohibidas.
Cosas que me dejo creer.

Podría tomar esas letras literalmente. Podría pararme en la ventana de mi


habitación y mirar a la luna, esperando que ambos la estuviéramos mirando desde
nuestros extremos separados de la tierra. Deseando que él pudiera escuchar todas las
cosas que nunca pude decir, y a su vez, que lo trajera de vuelta a mí.

Pero es solo una canción, y esas letras en realidad nunca fueron para mí en
primer lugar. Aun así, sigo aferrándome a cómo se sentía fingir. Cómo se sentía tener
esa hermosa mentira acariciándome con sus dulces promesas.

Llaman a la puerta, pero finjo no escucharla, metiendo mis auriculares más


profundos. Ya dije a Morgan que no quería hablar de ello. Pero, como la buena amiga
que es, me abrazó mientras sollozaba cuando Dorian se fue. No debería haber dolido
tanto, especialmente ya que sabía que iba a pasar… demonios, lo dejé ir. ¿Pero
descubrir que Aurora estaba esperando a las puertas, con una sonrisa engreída en su
rostro impecable? Eso desbloqueó un nuevo reino de agonía.

Los golpes reanudan, así que me giro de lado para enfrentar la pared y grito:

—Vete. —Pero incluso con Bruno Mars gimiendo en mis oídos, escucho la
puerta abrirse. Mierda. ¿Cuándo carajo Vete significa Adelante?—. ¡No quiero hablar
de eso, Morgan! —grito contra el edredón, ahogándome en un sollozo. ¿No puedo
tener ni un día? ¿Solo un día para ser una chica normal destruida con ojos llorosos?
Sé que no soy humana, pero mierda, igual me duele.

La cama se hunde detrás de mí, y hundo mi cara en el colchón aún más


profundamente, negándome a revelar mis ojos inyectados en sangre y mi nariz
mocosa. Un toque suave acaricia mi cabello, sus dedos deslizándose a través de mis
rizos sueltos, y me doy cuenta que no es Morgan en absoluto. De hecho, es la única
persona que no quiero ver aquí, aunque es la única persona a la que permitiría verme
así. Además, esta es su habitación. En cierta forma, esperaba que viniera.
—Pequeña, te vas a asfixiar.

—No me importa —respondo ásperamente.

—Pero a mí sí. —Niko acaricia mi brazo suavemente, su esencia relajante


penetrando mi piel.

—Para. No va a funcionar. Aún me sentiré como una mierda. Aún sabré que
se ha ido.

—Pero podemos recuperarlo. Podemos arreglarlo, y él será exactamente


como era. —Hay tanta esperanza en su voz. Tanta confianza fuera de lugar en el
destino.

A la mierda eso. A la mierda todo.

Me doy la vuelta, sin siquiera importarme mis malditos ojos rojos e


hinchados, o la humedad alrededor de mis fosas nasales.

—¿En serio crees eso? ¿En serio crees que volverá con nosotros? El Dorian
que solíamos conocer, al que solíamos amar, ¿volverá y todo estará bien? Niko, se
fue con Aurora. Sabes que los dos probablemente están follando en este momento,
preparándose para una oleada de asesinatos psicópatas. Mierda, ya sabes cómo es.
¡Probablemente estarán follando mientras matan, solo por diversión! ¿Y quieres que
crea que volverá completamente ileso?

—¡Pensé que esto era lo que querías! —replica Niko, su temperamento


estallando—. Me dijiste que lo dejara ir. Hice lo que querías. Demonios, entiendo
que estás herida, ¡pero eso no significa que te rindas! No te rindes con las personas
que amas, Gabs. Nunca. Luchas. Luchas hasta que sangras. Luchas hasta quedar
reducido a la nada, luego te levantas y luchas un poco más.

Sus palabras traen más lágrimas a mis ojos, derramando un ungüento curativo
sobre la herida que estaba permitiendo supurar por autocompasión. Tiene razón. Me
había rendido. Estaba lista para darle la espalda a Dorian por el simple hecho de que
ahora estaba con Aurora. Estaba dispuesta a sentarme y dejarla ganar.

Niko se inclina para limpiar una lágrima renegada, antes de introducir su dedo
en su boca y succionarlo. Miro, con la boca ligeramente entreabierta y los ojos tan
abiertos que siento que mis pestañas rozan mis cejas. Debería estar disgustada, pero
estoy intrigada. Tal vez sea la bestia en mí, pero encuentro el gesto entrañable, casi
erótico.

Niko me mira, sus ojos azules resplandeciendo contra la penumbra del


amanecer. No parece avergonzado ni arrepentido, y no quiero que lo haga. Es
curioso cómo estamos dispuestos a disfrutar de todas las formas de aceptación,
incluso cuando no podemos aceptarnos a nosotros mismos.
—Alex —dice finalmente después de más de un minuto, como si acabara de
recordar para qué vino—. Está comenzando a sanar. Morgan lo está cuidando.
Estará completamente restaurado dentro de un día.

—Bien. —Suspiro con alivio. En realidad, no me di cuenta de lo mucho que


quería a Alexander en mi vida hasta que casi lo pierdo. Dejando a un lado los
secretos, en serio creo que él me ama. Aún se siente un poco incómodo conmigo, y
la calidez y el afecto no son sus puntos fuertes, pero puedo decir que se preocupa por
mí. Simplemente no sabe cómo mostrarlo. No está en su naturaleza.

Niko respira hondo, soltándolo por la nariz. Ya sé que algo pasa.

—Gabs, necesito saber que estás conmigo. Necesito saber que puedo confiar
en ti.

Me siento lentamente, envolviendo mis brazos alrededor de mis rodillas.

—¿Qué quieres decir?

Niko se desliza sobre la cama, cruzando las piernas por los tobillos. Se
recuesta sobre un montón de almohadas, y me doy cuenta que no lo he visto
detenerse o disminuir la velocidad en días. Mierda, tal vez una semana.
Afortunadamente, aún está sustentado por mi magia, pero el hombre tiene que estar
exhausto.

—Necesito saber que estás lista para hacer esto. Estoy dispuesto a continuar
con esta búsqueda estúpida de un hechicero de Luz, y necesito saber que tú también
estás dispuesta. —Resoplo y sacudo la cabeza, no en desacuerdo, sino por
incredulidad—. Sabes, tenía esta imagen de Dorian cuando era más joven… este
atractivo hombre rudo que simplemente no podía ser domado. Sabía que había hecho
cosas terribles, y sabía que salió con Aurora, pero esto… nunca esperé que fuera tan
cruel. ¿Qué le pasó? ¿Cómo pudo haber cambiado tan drásticamente? —Niko me da
esa sonrisa traviesa antes de doblar las manos detrás de la cabeza—. Cyrus. Cyrus lo
cambió. Fue un accidente extraño: siendo unos cabrones con derecho y provocando
problemas. Pensábamos que éramos invencibles, pero Cyrus… siempre fue el más
sensato del grupo. Cuando pasó, nos aplastó a los dos. Dorian no podía lidiar… no
podía dejarlo ir, así que lo convirtió. Él engendró a Cyrus, porque lo amaba. Así que
siempre estuvo en él, Gabs. Simplemente aún no lo sabía. Y darse cuenta de que
podía perder lo que apreciaba, lo cambió.

—¿Dorian convirtió a Cyrus?

Niko asiente.

—Sí. Hizo lo que honestamente no tuve las agallas para hacer. Era difícil y
jodidamente aterrador, pero él se las arregló para hacerlo. Cyrus no estuvo
entusiasmado una vez que se hizo la transformación, pero nunca le reprochó a
Dorian por hacerlo. Si hubiera sido uno de nosotros, probablemente habría hecho lo
mismo.

Dorian era capaz de amar. Amor verdadero. No un hechizo, un vínculo o una


profecía. Dorian cambió por amor a su familia.

Sonrío, renovada con el aleteo de esperanzas recién encontradas. Es pequeño


y débil, pero está ahí. Es suficiente para hacerme creer que mi Dorian aún se puede
salvar.

Tomo un respiro purificante, dejando ir la desesperación y afirmando el


coraje.

—De acuerdo. ¿Cuál es el siguiente paso?

—Bueno, mi pequeña Luz Oscura —responde Niko, pasando


juguetonamente un brazo por mis hombros y atrayéndome hacia él—. Prepárate.
Tenemos que asistir a un concierto.

Cuando Niko me dijo que íbamos a un concierto para seguir una pista, no
mencionó que estaba justo al otro lado del país en el maldito Seattle.

Afortunadamente, su jet privado estaba cargado y esperándonos en la pista


cuando llegamos al aeropuerto. Morgan se estaba quedando para cuidar a Alex,
quien se había negado a dejar que lo sane. Quería que conservara mi energía,
especialmente después de lo que pasó con Niko.

—Hermoso, ¿no? —murmura a medida que descendemos en Sea-Tac. Me


encojo de hombros

—Supongo que sí. Quiero decir, es verde y todo eso, pero un poco sombrío y
húmedo.

—Lo sé. ¿No es genial? —responde Niko, sus ojos iluminados como luces
centelleantes.

Por supuesto, hay una limusina esperándonos cuando desembarcamos. Y, por


supuesto, es demasiado grande y elegante para nosotros dos.

—Entonces, ¿a qué concierto vamos? —pregunto una vez que el auto


comienza a moverse. Niko se sienta frente a mí, sirviendo un par de vasos de whisky.
Me da el mío, luego se recuesta, inclinando el cuello a ambos lados, estirando las
vértebras.
—¿Has oído hablar de la banda The Fallen?

Le doy mi mejor mirada de “perra, por favor” y pongo mis ojos en blanco.

—Um. Sí. ¿No lo han hecho todos? —La banda no solo es ridículamente
talentosa y vanguardista, sino que el cantante principal había protagonizado
bastantes sueños húmedos. Antes de la era Dorian, por supuesto.

—Bueno, esta noche están tocando, y tú y yo iremos a verlos. —Se lleva el


vaso a sus labios, pero me da un guiño antes de tomar un sorbo.

—¿Y de alguna manera se supone que debemos encontrar una pista allí?

—Eso es lo que espero.

—Bastante camino que hemos recorrido solo por una corazonada —


murmuro, tomando un sorbo del ardiente líquido caliente.

—¿Tienes alguna idea mejor? —replica con las cejas levantadas.

Lo ignoro, girándome para mirar por la ventana a medida que nos dirigimos
al centro. Seattle en realidad es hermoso, y aunque los beneficios naturales no
funcionan conmigo, definitivamente puedo verle el atractivo. El agua, los árboles, el
aguacero casi constante… es el sueño de un Oscuro. Tal vez hay algo místico en esta
ciudad que nos llevará a la Luz.

Nos detenemos en el gran complejo del hotel Pacifica, y Niko me lleva


apresuradamente a través de la entrada, sin detenerse para sutilezas mientras un
botones se encarga de nuestras maletas. Ni siquiera tengo la oportunidad de echar un
vistazo a las instalaciones lujosas, que parecen presumir de un ambiente del Lejano
Oriente con sus tapices ricos y estatuas de oro.

—Eso fue grosero —reprendo, mientras él me lleva apresuradamente al


elevador y teclea un código.

—El hotel es de Dorian —se queja—. No ha atendido sus propiedades desde


que llegaste, pero siempre existe la posibilidad de que alguien vigile a sus clientes.

Doy un paso atrás, golpeando la pared del ascensor.

—Espera. ¿Propiedades? ¿Qué más posee?

—¿Aparte de éste y el Broadmoor? Probablemente cerca de cada hotel de lujo


en cada ciudad importante del mundo. Es lo suyo: crear hogares fuera de casa.

¿Dorian es dueño del Broadmoor? ¿Por qué ni siquiera estoy sorprendida?

Pongo los ojos en blanco y espero a que el elevador disminuya la velocidad


hasta nuestro piso deseado.
—¿No vamos al ático? —me burlo, entrando en el pasillo. Niko saca dos llaves
de su bolsillo que ni siquiera se detuvo para recuperar de la recepción.

—Demasiado visible. Además, a Dorian le gusta mantener las suites premium


para los clientes que pagan de verdad. Ya sabes. Siempre el hombre de negocios.

Desliza una tarjeta llave en una ranura, abriendo la puerta con la etiqueta
1604, antes de entrar, manteniéndome a sus espaldas. La habitación es espectacular,
con una vista preciosa del muelle y del mercado Pikes Place. Sin embargo, Niko
cierra las pesadas cortinas oscuras rápidamente y después va a revisar el baño.

—Todo despejado. —Suspira, pasando una mano por su melena. El


movimiento hace que su camiseta se levante, exponiendo una pequeña cantidad de
vello negro contra sus músculos abdominales duros, descendiendo hacia sus bóxer
de Armani. Se quita la chaqueta de cuero y la arroja sobre la cama tamaño King.

—Um… entonces, ¿dónde vas a dormir? —pregunto, con una mezcla


embriagadora de ansiedad y emoción infiltrándose en mi torrente sanguíneo. De
hecho, es ridículo. Niko y yo hemos compartido una cama antes sin problema.

—¿Qué? ¿No habrá pijamada? —Se deja caer sobre la cama, recostándose
sobre los codos. Desde este ángulo, con él solo usando jeans y una camiseta, puedo
ver cada flexión de sus músculos duros. Su cuerpo es esbelto, sin una pizca de grasa
corporal en él, pero hay algo en él que simplemente hace que quieras acurrucarte a
su lado y recostar tu cabeza en el nicho de su brazo y pecho. Niko no tiene nada
jodidamente suave, pero exuda calidez y gentileza. Incluso con su atractivo por los
elementos fríos.

—Absolutamente no —respondo, girándome rápidamente para ocultar el


sonrojo subiendo por mis mejillas. Sí. Nikolai Skotos puede ser un osito de peluche
cuando quiere, pero sé que es todo un hombre. Hasta el último centímetro atractivo de
él.

Se desliza a sus pies tan rápido que ni siquiera detecto el movimiento de la


cama al espacio justo en frente de mí. Una sonrisa lenta aparece en su rostro.

—No te preocupes, amor. Me quedo al lado.

Mi voz es solo un chillido débil cuando respondo, nuestras caras, nuestros


cuerpos, nuestros labios, demasiado cerca para hablar más fuerte.

—No estoy preocupada. —Sí, lo estoy. Totalmente.

—Bien. —Para mi alivio, da un paso atrás, dejando que el aire vuelva a


filtrarse en este espacio que se había vuelto demasiado íntimo… demasiado pronto.

—Estaré en la habitación contigua —reitera, dirigiéndose hacia la puerta. Y


ahora, puedo respirar nuevamente—. Solo grita si me necesitas.
—Está bien. Lo haré. —No lo haré.

—Oh. Y espero que no te importe, pero te pedí algo especial para el concierto
de esta noche. Espero que te guste. —Después sale por la puerta, dejándome
preguntarme qué demonios quiso decir con “algo especial”.

Cuando abro la puerta del armario, me doy cuenta que algo especial significa
algo cachondo.

Colgando de una percha está un diminuto numerito negro endeble que es


demasiado corto incluso para cubrirme el culo. Colgando al lado hay medias de red
(ew) y una chaqueta de cuero (¡anotación!). Al menos es lo suficientemente
considerado como para asegurarse que no me congele el culo por completo. Debajo
de las prendas, si incluso podías llamarlas así, hay botines de tacón negro con cadenas
plateadas sobre ellos. Tengo que admitir que, son muy lindos. En circunstancias
normales, los amaría usar totalmente, con algunas capas adicionales de ropa, por
supuesto.

Después de un día de viaje, todo en lo que puedo pensar es en una agradable


ducha caliente. Me quito mis jeans y camiseta, los pateo por la habitación y los dejo
caer donde caigan. Y entonces me golpea: nadie va a recogerlos. Nadie me
amonestará en silencio por dejar todos mis productos para el cabello y maquillaje
esparcidos por todo el tocador del baño. Y cuando mis sábanas y mantas caigan al
suelo en un sueño intranquilo, no habrá nadie aquí que los recoja los ponga sobre mi
cuerpo.

¿En serio he sido tan ciega? ¿Cómo pude pensar que solo podría levantarme y
seguir adelante cuando Dorian invadió, no, consumió todos los aspectos de mi vida?

Estoy perdida sin él. Completamente abandonada en el olvido. No sé cómo


hacer esto. No sé cómo levantarme todos los días y no pensar en él. No puedo dormir
sin soñar con su cara. No puedo sonreír a menos que sea él quien lo haya causado.

Esto no es saludable… lo entiendo. Las personas normales experimentan un


enamoramiento, tal vez incluso aman si tienen suerte. Como Morgan dijo, esto no
es amor: es una locura del corazón. Esto es enfermo. Patológico.

Desde el día en que nos conocimos, he estado viviendo en peligro constante,


mi existencia eclipsada por la pasión demente que sentí cada vez que me tocaba o me
daba solo un segundo de su atención. Ansiaba su afecto como ansiaba sustento. Y
cuando se fue, sacrificándose para salvar mi vida, me estaba muriendo de hambre…
mi corazón y mi alma marchitados.

Quizás esto sea lo mejor. Quizás esta es la única forma en que puedo darle
una patada fríamente. Porque mientras estoy aquí de pie, desnuda y tiritando como
una adicta atravesando la rehabilitación, sé que no seré yo quien se aleje por
completo. De ninguna jodida forma. Él tiene que dejarme. Él tiene que dejar de
quererme.

Y eso es exactamente lo que ha hecho.

—Fe, pequeña —susurra una voz en mi cabeza—. Porque de verdad te digo, si


tienes la fe del tamaño de una semilla de mostaza, le dirás a esta montaña, “Muévete de aquí
para allá”, y se moverá; y nada te será imposible. Fe, pequeña. La fe es tu mayor poder.

—Pero, ¿cómo puedo salvarlo —susurro—, cuando él no quiere ser salvado?


—Sé que la voz no responderá. Las lágrimas corren por mi cara, y las limpio
rápidamente. Hoy no. Ahora no.

Permanezco en silencio con solo el eco de mi corazón palpitando ferozmente


para hacerme compañía. Esa es una buena señal. Por más roto como está, por más
destrozada como estoy, aún estoy viva. Maldita sea, contra todo pronóstico, aún
estoy viva.

Me arrastro hasta la ducha, decidida a restregar la oscura bruma del dolor que
me cubre de pies a cabeza. Aún no ha terminado. Aún podemos salvarlo. Y si aun
así, decide que no me ama, si elige la familiaridad que Aurora le brinda, estaré bien.
Puedo alejarme, sabiendo que hice todo lo posible para salvarlo porque era lo
correcto. Después de todo, él nunca se dio por vencido conmigo, ni siquiera cuando
me había rendido conmigo misma.

Justo cuando salgo de la ducha, llaman a la puerta. Me congelo, sin saber qué
demonios hacer. Niko no mencionó invitados, y si es un humano, si es uno de los
drones de Aurora, entonces tenemos problemas mucho mayores en nuestras manos.

Saco la esponjosa bata blanca del gancho en la parte posterior de la puerta del
baño y la envuelvo alrededor de mi cuerpo aún húmedo. Respirando profundamente,
saboreo la atmósfera, intentando sentir algo fuera de lo común. Las náuseas no me
abruman, y no me siento enferma. En cambio, capto… carne de res. Y papas fritas
saladas. Y, Oh por Dios, cremoso chocolate helado.

Salgo corriendo del baño y abro la puerta, casi arrancándola de las bisagras.
Frente a mí hay un carrito, cubierto con platos tapados con cúpulas de plata y una
nota.

Pequeña,

Supuse que te estabas muriendo de hambre. Esta comida es segura.

Lo juro, podría besar a Niko en este momento. Empujo el carrito dentro de


mi habitación y quito las cúpulas de plata con un movimiento de mi dedo. Una
hamburguesa de tamaño masivo (sin mayonesa ni tomates, tal como me gusta) casi
ocupa un plato entero por sí sola. También hay un plato de doradas papas fritas
crujientes y un batido de chocolate en uno de esos altos vasos anticuados, coronado
con una cereza. Un gesto tan simple y dulce, pero suficiente para que se me salte una
lágrima antes de que el hambre abrumadora tome las riendas y estoy devorándolo
todo con entusiasmo.

No recuerdo la última vez que tuve una comida decente. Sí, lo hago. Fue
cuando Dorian me preparó el almuerzo. Hace cuatro o cinco días… no lo sé. Mierda,
ni siquiera sé qué día es.

Termino mi comida en silencio, preguntándome si las cosas volverán a ser


normales alguna vez. Si alguna vez volveré a tener un sábado perezoso estando en
sudadera y viendo películas con Morgan. ¿Alguna vez habrá otra cena familiar los
domingos? ¿Volveré a sonreír porque esté feliz, y reiré porque de alguna manera
encontraré alegría en este mundo lleno de tanta destrucción y dolor?

Eso podría ser suficiente, me digo. Solo ser normal, incluso aburrido, podría ser
suficiente. Incluso si no traemos a Dorian de regreso, incluso si nunca más me ama.
Ser yo, ser promedio, la vieja Gabs, podría ser suficiente. Sería suficiente.

Y por primera vez, creo que en cierto modo, lo digo en serio.


Capítulo 27
—Deja de retorcerte. Te ves estupenda.

I
ntento estirar el vestido torpemente por mis muslos una vez más,
recostándome en el asiento de cuero de la limusina para ayudar a mi
causa. Sin suerte. La tela elástica regresa nuevamente a su lugar,
exponiendo cada centímetro de mis piernas, y probablemente un poco más en el
ángulo correcto.

—¿Tuviste que elegir algo tan corto? —me quejo—. Mierda, por Jesucristo,
mi vagina podría resfriarse con este frío aire nocturno.

Niko se ríe antes de rellenar una copa champán burbujeante y entregármela.

—Toma. Relájate. Te ves bien. Además, tu vagina está a salvo conmigo.

Me ahogo con el sorbo atrapado en mi garganta y empiezo a toser un pulmón,


lo cual solo es destacado por los sonidos de las carcajadas de Niko.

—¡No! —gruño, mi voz ronca por casi terminar asesinada por un trago de Ace
of Spades—. Tienes prohibido pensar alguna vez en mi vagina, y mucho menos
hablar de eso. Todas las discusiones sobre mi vagina están fuera de la mesa.

—Tú empezaste. —Se encoge de hombros—. Solo estaba siendo un amigo


protector.

—Claro que sí —respondo, recostándome en mi asiento. Tomo otro sorbo de


champán, y ahora que no está intentando ahogarme, en realidad sabe bastante bien.

—En serio —dice Niko, inclinándose hacia adelante para descansar los codos
sobre sus rodillas—. Mi contacto tiene gustos… muy… lascivos. Tienes que lucir el
papel, para llamar su atención. Si te presentar luciendo como una monja, no hay
forma de que nos acerquemos lo suficiente como para hablar con él.

—¿Por qué no puedes simplemente agitar una mano y meternos en el sitio?


¿O hacerle pensar que estoy medio desnuda? —Ya cambió el color de mis ojos,
aunque dijo que solo sería temporal. ¿Por qué no puede producir la ilusión de una
mujerzuela con poca ropa?

Niko sacude la cabeza, leyendo mi mente.


—Los Oscuros estarán en todas partes a donde vamos. Desviarán la ilusión.
Y sabes que no podré usar mi magia. Afortunadamente, hasta donde sabemos, eres
el único ser sobrenatural en la tierra que es indetectable.

—Oh, qué alegría —murmuro con entusiasmo falso—. Punto para el Equipo
Fenómeno.

Niko suelta un suspiro agravado, y se pasa una mano por su mandíbula recién
afeitada.

—En serio, Gabs. Nada de esa mierda de sentir pena por ti misma esta noche.
Intenta al menos divertirte un poco.

—Lo siento. —Me hundo en el asiento, sintiéndome como una total negativa.
¿Y qué si mi vida se está desmoronando a mis pies y he perdido a casi todos los que
amo? Me he puesto unos zapatos asesinos y, curiosamente, mi cabello está teniendo
un buen día. Además, voy a ir a un concierto de The Fallen, lo cual ha estado en mi
lista de deseos durante años.

El viaje a KeyArena es corto, incluso con el tráfico ridículo al centro de


entretenimiento de Seattle. Por suerte para nosotros, tenemos un pase especial que
nos lleva directo al frente de modo que la limusina pueda dejarnos salir. La Deidad
debe ser una mujer, porque si bien estos zapatos son sexy, caminar un kilómetro y
medio desde el estacionamiento abarrotado no es una opción.

El acto de apertura está preparándose en el escenario cuando un ujier nos lleva


a una sección privada de butacas, donde parece que somos los únicos dos clientes.
Segundos después, una camarera trae una cubeta de hielo con otra botella de Ace of
Spades y dos copas.

—Oh, sí. Muy discreto —sonrío, balanceándome con la música.

—Esto es más seguro que cualquier otra cosa —dice Niko, sacando el corcho
del champán y llenando las copas—. Además, pensé que disfrutarías el espectáculo
desde aquí. Parecías realmente emocionado de verlos.

—¿Me estás tomando el pelo? —grito por encima de los fuertes riffs del bajo
y la guitarra—. ¡Esto es estupendo! —Agarro una copa, la segundo de la noche, y
casi la engullo de un trago. No hay forma de que me siente, a la mierda los tacones.

—Bueno, como dije, diviértete. Diversión real. Nada de esa mierda que
intentas aparentar con el resto de nosotros para hacernos creer que estás bien.

—Oh, lo haré —respondo, tragando el último trago—. Sobre todo, una vez
que Denny Nox suba al escenario. ¡Santo cielo, puedo arrojarle mis bragas a él! —
Me estremezco. Nota personal: el champán me pone cachonda.
—Oh, entonces eres fanática de Nox. —Niko sonríe engreído, probablemente
pensando que soy tan básica como las demás perras. No me importa. Denny Nox
está absolutamente riquísimo desde su peinado de cabello suelto hasta su elegante
ropa rockera. ¿Y esos ojos? Mierda. Puede que me haya corrido solo con la imagen
de él guiñando un ojo.

—Escuché que es gay —murmura Niko detrás de mí, doblando una pierna de
modo que su tobillo descansa sobre su rodilla.

—Envidioso —me burlo—. Solo te molesta que probablemente pudiera


dormir con cualquier chica que quisiera simplemente al abrir su boca. Yo incluida.
—De acuerdo, el champán me pone muy cachonda.

Lo escucho resoplar, pero le presto atención al escenario, perdiéndome en la


energía vibrante de la multitud. Para cuando la banda de apertura termina su set y
sale del escenario, tengo dos copas más de placentera alegría burbujeante en mi
sistema.

Me vuelvo hacia Niko, mi rostro iluminado con anticipación. Él sonríe ante


mi emoción, realmente feliz de que yo sea feliz. O al menos eso parezco. Y en este
momento, no puedo distinguir entre lo que es real y lo que es falso. ¿Qué es una
sonrisa manufacturada y una que nace de la sinceridad? Quizás soy feliz. Quizás,
solo quizás, haya vida después de Dorian.

Las luces principales se atenúan y la multitud se vuelve completamente loca,


todos gritando y animando ante la entrada de The Fallen. Me encuentro saltando de
arriba hacia abajo y también gritando, la euforia en el lugar absolutamente
contagiosa. Niko se para a mi lado, sus ojos pegados al escenario. Incluso él debe
estar un poco emocionado.

Las luces se encienden nuevamente, mostrando un patrón rítmico de luces


rojas, azules, amarillas y verdes junto con la introducción al último éxito de The
Fallen. Los gritos y vítores resuenan en toda la arena, casi tan fuerte como la melodía
de ritmo acelerado. Y justo cuando creo que no puede volverse más caótico, Denny
Nox y sus compañeros de banda suben al escenario.

Me pierdo en la música durante la siguiente hora y media, dejando que respire


de vida hermosa en mi alma cansada. Canto, bailo, incluso sollozo un poco cuando
Denny canta una balada sobre desmoronarse, estar en el punto más bajo, pero volver
a subir, más fuerte que nunca. Considero que es mi tema honorífico, prometiendo
hacer lo mismo. Prometiendo que, sin importar lo que pase después, sin importar a
quién y qué elija Dorian, no dejaré que eso me rompa. Volveré a subir. Sobreviviré.
No llegué tan lejos para no hacer nada y morir de un corazón roto.

Al final del espectáculo, me duelen los pies, estoy cubierta de una fina capa
de sudor y mi cabeza está dando vueltas por compartir dos botellas más de champán
con Niko. Y aunque no me senté ni una vez, siento que estoy volando. No sé si
absorbí la energía eléctrica en el sitio, si estoy ebria o qué. Solo sé que no me he
sentido tan bien, tan inspirada, en semanas. Quizás incluso meses.

—Vamos —dice Niko, extendiendo mi chaqueta para que así pueda pasar mis
brazos. Aunque estoy ardiendo, sé que me congelaré una vez que alcancemos ese frío
aire húmedo.

—¿Hacia dónde ahora? —Mierda. Olvidé por completo que de hecho estamos
aquí por trabajo. Agarro mi bolso negro y saco el compacto. Probablemente parezco
un desastre sudoroso en este momento.

—Entre bastidores. Mi conexión debería reunirse con nosotros allí.

—¿Entre bastidores? —Una nueva oleada de emoción retumba en mis


venas—. ¿Crees que veremos a la banda?

Niko se encoge de hombros y me da un guiño de ojos azules.

—Probablemente.

Me pongo una nueva capa de lápiz labial rojo y me peino, justo antes de que
Niko me haga pasar entre la multitud. Nos abrimos paso entre hordas de fanáticos,
dirigiéndonos hacia la puerta marcada solo para VIP. Un hombre corpulento que
fácilmente pesa tres veces mi peso, y probablemente un ex Seahawks esperanzado,
nos pide nuestros pases. Niko se acerca al hombre mucho más grande, con el pecho
hinchado y los ojos fijos en los suyos.

—Aquí tienes —dice, justo cuando dos pases aparecen instantáneamente en


su mano. El guardia los revisa contra un papel en un portapapeles.

—No estás en la lista —gruñe.

—Mira de nuevo. —No es una solicitud

El guardia hace lo que le dicen y se sorprende al encontrar nuestros nombres


al final. Nos hace pasar, con los ojos entrecerrados por la confusión.

—Pensé que habías dicho que no podías usar tu magia —susurro mientras
pasamos más equipos de seguridad.

—Eh. Eso no fue nada. Ni siquiera detectable.

Entramos en la bulliciosa zona entre bastidores, y veo por qué Niko me hizo
vestir como lo hacía. La habitación es una mezcla heterogénea de piel, con chicas
intentando hasta pasar la parte superior de un bikini como camisa. Pongo los ojos en
blanco ante la desesperación pura filtrándose de sus poros. ¿Esto es lo que estas
mujeres aspiran ser? ¿Nada más que posibles contenedores de desperdicio para una
estrella de rock que ni siquiera recordará su nombre?
—Por aquí —dice Niko, alejándome de la escena de una fanática besándose
con alguien quien parece no ser más que un ayudante. Pero parece que estaría
dispuesta a hacer aún más con tal de acercarse a la banda.

Dejo que Niko me guíe por un pasillo lleno de algunas docenas de rezagados.
Vamos directamente a la puerta al final, la cual está vigilada por otro gorila
musculoso. Niko agita una mano casualmente, y el hombre se hace a un lado sin otra
mirada en nuestra dirección. Cuando coloca su mano en el pomo de la puerta, oigo
que se desbloquea sonoramente desde el otro lado de la puerta. Cuando estamos a
salvo dentro del vestidor, me giro para mirarlo, con un millón de preguntas en mi
lengua.

—¿Cómo es que…? ¿En qué vestidor estamos?

Niko avanza casualmente hacia un mini refrigerador lleno de cerveza y agua


embotellada. Me arroja una botella de plástico helada.

—Hidrátate —dice, ignorando mi pregunta—. Te necesito enfocada.

Desenrosco la botella de agua, pero mantengo mis ojos fijos en el Brujo


críptico a medida que se relaja en el lujoso sofá de cuero. Así que esta es la pista de
Niko. Un compañero de banda. A primera vista, no hay detalles distintivos que
revelen exactamente a quién pertenece este vestuario. Claro, hay grandes ramos
lujosos de flores, junto con bandejas y canastas de bocadillos. Y, por supuesto, están
las comodidades: televisión pantalla plana, sistema estéreo, videojuegos, etc. Pero
aparte de eso, la habitación parece bastante impersonal.

—No lo sé, Niko —digo, mirando alrededor. Estamos en el espacio privado


de alguien. Irrumpir en un sitio no estaba en mi lista de deseos—. ¿Tu contacto sabe
que estamos aquí?

—No —responde Niko, cruzando las manos detrás de su cabeza—. Pero


pronto lo hará.

—¿Y qué te hace pensar que podemos confiar en él?

Niko presiona sus labios en una línea firme, pero se recupera rápidamente.

—Porque es el único que conozco que odia a mi padre más que yo.

En ese preciso momento, una serie de aullidos y gritos ininteligibles estallan


justo afuera de la puerta. Me agacho en una posición defensiva, con los puños
apretados, esperando que algún lunático frenético arremeta a toda prisa, exigiendo
que revelemos nuestras identidades. Niko, por otro lado, está completamente
tranquilo y relajado, sus manos aún presionadas en la parte posterior de su cabeza y
sus pies apoyados sobre la mesa. No puedo decir si es un frente o si en realidad tiene
tanta jodida confianza. Aun así, no puedo bajar la guardia. No cuando no sé quién,
y qué, está al otro lado de esa puerta.
El alboroto se torna más fuerte, aproximándose. Puedo escuchar los rugidos
de las fanáticas ofreciendo cualquier cosa por solo cinco minutos de prostitución. La
desesperación rezumando es tan espesa que casi puedo saborearla, combinada con
una mezcla embriagadora de sudor y sexo. Mierda, es fuerte. Y se está volviendo
más fuerte, tan potente que me siento casi intoxicada. Mi ropa se siente demasiado
apretada, mi piel demasiado caliente. Me arranco la chaqueta de cuero como si
estuviera ardiendo, jadeando por alivio, pero no es suficiente. Araño mi ropa,
deseando quitármela, pero aún estoy parcialmente consciente de que Niko todavía
está aquí, observándome con fascinación a medida que tomo mis pesados senos en
mis manos y los aprieto a través de la delgada tela. Se siente bien, pero necesito más.
Mucho más.

Justo cuando mis manos se deslizan hacia el sur, mis dedos rozando el interior
de mis muslos vestidos de rejilla, la puerta se abre. Todavía me estoy tocando
mientras miro a Denny Nox, flanqueado por al menos media docena de chicas
semidesnudas. Quiero ser una de esas chicas. En este mismo momento, las odio, pero
las envidio. Tanto es así que el sabor de la ira recubre mi lengua y siento que mi
cuerpo se calienta por una razón completamente diferente.

Denny me echa un vistazo, jadeante y desaliñada, después a Niko, recostado


en el sofá, y se congela.

—Váyanse —ordena, su cabeza ligeramente girada hacia las chicas colgando


de él. Cada mujer gime y solloza, jodidamente empeñadas en que se quede, pero se
dan la vuelta y se van, con la puerta golpeándolas en el trasero—. ¿Qué estás
haciendo aquí? —pregunta Denny, la malicia en su voz haciéndolo parecer aún más
sexy, provocando una nueva ola de deseo que me golpea como un ariete—. ¿Y quién
carajo es ella?

Niko se pone de pie en un movimiento borroso y se detiene frente al hombre


igualmente maravilloso. Le da una palmada en el hombro y sonríe.

—Bueno, ¿esa es la forma de tratar a un viejo amigo?

Denny se queda completamente inmóvil durante varios segundos antes de


esbozar una sonrisa fácil.

—Ha pasado mucho tiempo, Nikolai. —Toma a Niko en un abrazo fraternal


antes de volver su atención hacia mí—. ¿Y la chica?

—Ah, sí —dice Niko, agitando una mano en mi dirección como si estuviera


en exhibición. Soy muy consciente de que mis manos aún están palpando mi propio
cuerpo, aun así, parece que no me importa—. Denny Nox conoce a Gabriella
Winters. Gabriella conoce a Daneus Deleazó, líder de The Fallen.

Miro a los dos dioses sexuales delante de mí, escucho lo que Niko ha dicho,
pero no entiendo sus palabras plenamente. Lo único en lo que puedo pensar es en
estar desnuda, y en lo que se sentiría tenerlos también desnudos. Imaginando la
deliciosa plenitud de tenerlos entrar simultáneamente en mí, Denny empujando
desde el frente, Niko estirándome, tomándome desde atrás…

—Um, Denny. ¿Te importa apagarlo? En realidad, estamos aquí por negocios.

Denny se ve avergonzado por un segundo antes de lanzarme un guiño que es


lo suficientemente seductor como para hacer que mi tanga se derrita por mis piernas.
Gimo. Pero entonces, respira hondo y cierra los ojos por un minuto, pronunciando
una palabra en voz baja.

Me estremezco, sintiendo que he estado caminando sonámbula durante los


últimos cinco minutos y me acaban de dar una bofetada. Miro hacia mis manos, una
sujetando mi seno izquierdo, la otra en la parte superior de mi muslo, y las sujeto
detrás de mi espalda, confundida y avergonzada.

¿Qué carajos? ¿Me estaba tocando? ¿Delante de Niko? ¿Y Denny? Mierda…


¡Denny Nox! Espera. ¿Qué acaba de suceder?

—Lo siento, amor —dice Denny, avanzando hacia la nevera para tomar una
cerveza—. Al principio, es un poco discordante, pero desaparecerá. —Tiene acento,
totalmente diferente de la forma en que habla en entrevistas en la televisión.

—¿Qué… qué me hiciste? —pregunto, aún intentando recuperar mi rumbo.


Denny Nox, Daneus Deleazó o quienquiera que sea, acaba de ponerme algún yuyu
sexual extraño, haciéndome quererlo como una adicta necesitando una dosis. Me
vuelvo hacia él mientras toma un largo trago de su cerveza—. ¿Quién, y qué, eres?

Denny se vuelve hacia Niko, ignorándome por completo.

—Creo que has perdido el toque después de todos estos años. Por lo general,
tus putas son más del tipo ver y no escuchar. Así mismo, sabes que las mías me gustan
más combativas.

—No es una puta —responde Niko, su voz afilada, con amenaza—. Y si la


vuelves a llamar puta, te arrancaré la lengua y se la daré de comer a tu madre.

Denny baja el resto de su cerveza y arroja la botella vacía en un basurero. Me


mira y luego mira a Niko, antes de encogerse de hombros.

—Eh. ¿Y qué me importa? Es toda una puta. Mis disculpas. —Esos ojos
penetrantes están de vuelta en mí, recorriendo mi figura curiosamente de los pies a
la cabeza—. Entonces, ¿quién eres, Gabriella? ¿Y por qué demonios mi querido viejo
amigo te ha traído aquí sin la promesa de un buen revolcón?

—Te pregunté primero —respondo, sintiendo que mi confianza regresa.


—Lo hiciste. Pero verás, el problema es que él reveló mi verdadero nombre.
Lo que me dice que ya sabes lo que soy. —Se acerca, prácticamente deslizándose, y
se detiene a pocos centímetros de mi cuerpo. Tocando un mechón de mi cabello, se
lo lleva a la nariz e inhala—. Bueno, la pregunta es, ¿qué eres tú?

Niko está a mi lado al mismo segundo, arrancando mi cabello de sus dedos y


cepillándolo con cuidado detrás de mi oreja. Incluso en este momento acalorado, no
puedo evitar la ráfaga de sangre que calienta mis mejillas.

—Está conmigo —dice Niko, envolviendo un brazo protector alrededor de mi


cintura—. Y si te dijera lo que era, no durarías hasta la luz del día. Así que considera
su esquividad un favor. Y a su vez… necesitamos un favor tuyo.

—¿Ah, sí? —Denny cruza sus brazos revestidos de cuero frente a él, los
tatuajes en sus antebrazos extendiéndose sobre el músculo tenso. Al verlo de cerca,
me siento estúpida por no sospechar que era Oscuro todo el tiempo. Por supuesto. Los
humanos normales no son ni remotamente tan sexuales y hermosos.

Da un paso atrás, evaluándonos a Niko y a mí.

—¿Y que sería eso?

Niko respira hondo, y siento su cuerpo tensarse contra mi costado.

—Necesitamos un hechicero de Luz.

Como se esperaba, Denny estalla en una carcajada incontrolable, presionando


sus dedos contra su boca para controlar su histeria.

—Me estás jodiendo.

Niko sacude la cabeza.

—Me temo que no.

Denny se recuesta en el sofá y se inclina hacia adelante, presionando los codos


en la parte superior de sus muslos.

—¿Y qué te hace pensar que puedo hacer que eso suceda?

—Te conozco —responde Niko, con sinceridad en sus palabras—. Tenemos


historia. Si alguien sabría cómo encontrar uno, serías tú. Sabes que no preguntaría si
no se tratara absolutamente de una cuestión de vida o muerte.

Denny me echa un vistazo, sus salvajes ojos azules se entrecerraron con


sospecha.

—¿Y la chica? ¿Cómo sé que puedo confiar en ella? Ni siquiera sé qué es ella.
Podría ser una de las concubinas descerebradas de tu padre, por lo que sé.
Miro a Niko y asiento, esperando transmitir mi intención. Sé que quiere
protegerme y lo amo por eso, pero no seré una carga. No puedo permanecer
escondida para siempre.

—Soy Gabriella —digo, dando un paso adelante—. Pero puedes conocerme


como la Luz Oscura.

Ante mis ojos, Denny desaparece en una ráfaga de humo oscuro antes de
manifestarse detrás de nosotros a metros de distancia. Abraza la pared con miedo,
aunque hay intriga y emoción en su voz.

—¡Mierda! ¿Qué haces con ella? ¿Cómo la encontraste? ¿Quién más sabe que
está aquí?

—Tranquilo, Denny —dice Niko, con las palmas en alto—. Está aquí porque
es una amiga. Y nadie más lo sabe, así que en serio necesitas relajarte. Hay ojos y
oídos en todas partes.

Denny gime, aferrándose su cabello oscuro a medida que sus ojos recorren la
habitación.

—Esto es jodidamente ridículo —dice—. ¿Traes a la persona número uno en


la lista de los más buscados de tu padre aquí, y se supone que debo proporcionarte a
alguien de Luz? ¿Qué te hace pensar que soy capaz de eso? ¿Y mucho menos que soy
así de estúpido?

—Mira, sé que estamos pidiendo mucho. Pero… es por D. Stavros lo revirtió,


y está completamente perdido. —Niko se separa de mí y se para frente al otro
hombre—. Por favor, Denny. Sé que esto es absolutamente desconocido, peligroso e
insano, pero necesito que lo hagas. No podemos dejar que él gane. No dejes que se
salga con la suya otra vez. No dejes que Dorian tenga el mismo destino que tu padre.

Los ojos de Denny se suavizan, pasando de Niko a mí y luego de vuelta a


Niko.

—Sabes que esta es una misión suicida, ¿verdad?

—Soy consciente de la posibilidad.

—¿Y sabes que no hay garantía alguna de que la Luz te dé la hora del día?

—Lo sé.

—Y me deberás por el próximo siglo si lo consigo.

—Todo lo que quieras.

Una sonrisa casi vertiginosa se extiende por la cara de Denny.

—Muy bien. Hagámoslo.


Estamos en la limusina de Denny, ya que él insistió en que viajáramos con él.
No quería arriesgarse a que siguieran nuestra ruta a la ubicación; donde sea que esté.
El tráfico es intenso por el concierto, de modo que nos arrastramos por las calles
resbaladizas por la lluvia de la Ciudad Esmeralda, la cual probablemente será la única
visita turística que pueda hacer.

—Deleazó —digo, mis ojos aún observando las luces y las vistas de la
ciudad—. ¿Qué significa eso?

—Seducción —responde Denny.

Giro la cabeza para mirarlo, mi ceño fruncido en acusación.

—Por eso me sentí tan… mal. Como si quisiera arrancarme la ropa.

Denny resopla una risita.

—Sí. Mis disculpas. Es útil para mi carrera. Mi especie es conocida por su


influencia en el entretenimiento, incluyendo los de naturaleza sórdida.

—Pero no eres un miembro de la realeza, ¿verdad? —De toda la investigación


que había hecho, no había oído hablar de los Deleazó. No es sorprendente,
considerando que podría haber miles de razas Oscuras.

—No. Mi linaje familiar fue creado hace siglos con la fusión de los Órexis y
Apatē. Deseo y engaño. Soy capaz de crear una ilusión de profunda necesidad sexual.

¿Entonces Órexis y Apatē unieron casas para crear una familia


completamente nueva con dones únicos? ¿No es eso lo que Stavros esperaba hacer al
obligar a Dorian a casarse con Aurora?

Me vuelvo hacia Niko.

—¿Qué familias han sido engendradas por los Skotos?

—Ninguna —dice inexpresivo.

—¿Ninguna?

—Ninguna. —Niko se inclina hacia adelante en su asiento. El cambio hace


que una sombra cubra su rostro enteramente, haciendo que sus ojos brillen de azul
eléctrico en la oscuridad—. Somos la última línea de sangre inmaculada. Por eso
hemos regido durante tanto tiempo —agrega.
—Pero si nunca se han cruzado con otras casas, ¿no es algo así como…
incesto? —Me estremezco, disgustada ante la sola idea de que Dorian o Niko se
involucren y ensucien con sus primas.

Niko niega con la cabeza.

—No es así con nosotros. No somos… humanos. Nuestro linaje se define por
su pureza, no por su diversidad. Stavros ha estado planeando el momento adecuado
y la combinación correcta durante casi dos siglos.

—Tonterías —murmura Denny.

—¿Es por eso que odias al rey? —le pregunto—. ¿Porque ve su línea de sangre
como algo superior?

Denny se ríe, pero el dolor es evidente en su rostro.

—Odio a Stavros porque es un cabrón narcisista y un sádico. Pero también


odio la razón por la que los Oscuros y la Luz fueron creados. Prácticamente fueron
creados para destruirse los unos a otros, no para crear armonía. Sin embargo, tendré
que expresar después mi disgusto general a nuestra gran y poderosa Deidad por sus
pequeñas creaciones perfectas. Ya llegamos.

A primera vista, The Eagle parece un agujero iluminado con luces de neón en
la pared, rodeado de una variedad de personajes, desde jovencitos hasta drag queens
y hombres musculosos en camisas ajustadas. Sí, Denny nos ha llevado a un bar gay.
Morgan estará absolutamente celosa. Es como GaGa Jr. cuando se trata de sus
homosexuales. Salimos de la limusina y tomamos un lugar en la fila. Varios tipos se
vuelven para chillar por la presencia de Denny, pero una vez que el portero lo ve, nos
hace pasar inmediatamente. Miro alrededor, buscando alguna señal de que estemos
entre la Luz, pero Denny nos lleva rápidamente a un baño de hombres en ruinas sin
puestos a la vista.

—Entonces… ¿se supone que debemos encontrar lo que estamos buscando


aquí? —pregunto, intentando evitar pisar algo pegajoso.

—No —dice Denny, apoyando una palma contra la húmeda pared de


azulejos—. Aquí dentro.

Un destello brillante de color verde oscuro rodea su mano, y luego se ha ido,


desapareciendo dentro de la pared. Denny da un paso adelante, entrando en los
azulejos a medida que se los tragan entero. Dando la bienvenida al cuerpo de Denny
como si estuviera entrando en una pared hecha de gelatina flexible.

Antes de que su cara desaparezca en el azulejo, Denny se vuelve hacia


nosotros y dice:
—Vamos. —Extiende su mano, y la tomo sin renuencia, intrigada por lo que
hay al otro lado. Le ofrezco mi otra mano a Niko, quien parece mucho más
cauteloso. Sin embargo, su protesta cae en oídos sordos, porque antes de que pueda
detenernos, Denny nos empuja con él a través de la pared. Es frío y sólido, pero no
lo es, amoldándose alrededor de nuestros cuerpos como cojines resbaladizos. Solo
dura unos segundos y estamos del otro lado, bañados por luces tenues y luces
estroboscópicas. La energía pulsa junto con la música cargada de bajos, alimentando
a los cientos de cuerpos sacudiéndose.

—¿Qué es este lugar? —jadeo, mis sentidos sobrecargados. Niko está justo a
mi lado, con el mismo aspecto de asombro y confusión.

Denny agita una mano alrededor de la vasta habitación del tamaño de un


almacén, con orgullo brillando en su sonrisa.

—Aquellos que deambulan no están perdidos. Bienvenidos a The Lost and Found,
mis amigos. Hogar de los niños caídos de la Deidad.
Capítulo 28
—No deberíamos estar aquí. Mierda, en serio no deberíamos estar aquí.

N
iko está nervioso, incluso frenético, pero no puedo encontrar las
palabras para calmarlo. ¿Los hijos caídos de la Deidad? ¿Qué significa
eso? ¿Que hay más personas como él? ¿Esos que no están de acuerdo
con la política del orden Divino?

Denny se detiene detrás de nosotros y nos palmea en nuestros hombros.

—Aquí encontrarás a todos, desde aquellos con poderes divinos hasta


vampiros, hombres lobo y brujas. Somos los desamparados. Los rebeldes. Nos hemos
negado a conformarnos, así que hemos elegido reescribir nuestros destinos.

Espera. ¿Dijo hombres lobo?

Oh, maldición no.

—¿Y han logrado mantenerse bajo tierra? ¿Completamente indetectados? —


pregunta Niko, aunque dudo que apenas haya respirado desde que entramos.

—Hay portales en todas las ciudades importantes del mundo —explica


Denny—. Llevamos vidas normales, mantenemos el frente como buenos soldados
de infantería, peleamos las buenas batallas por el bien de nuestros respectivos
gobernantes, pero es simplemente por supervivencia. Para ser sincero, la mayoría de
nosotros estamos cansados. La inmortalidad nos ha dado tiempo para cuestionar
algunas de nuestras elecciones, solo para ver que de hecho nunca tuvimos la
oportunidad de elegir. Somos meros peones en un juego de ajedrez mucho más
grande. Vamos, déjame mostrarte.

Seguimos a Denny mientras camina entre la multitud, dándonos el gran


recorrido por el enorme club. Las hordas de Oscuros y Luz se detienen para saludarlo
con cariño, así como otras criaturas de la noche. Cuando sus ojos cautelosos caen
sobre Niko y yo, Denny explica que somos familiares de otra ciudad, buscando
encontrar consuelo de la tiranía del Rey Oscuro. Y solo así, las miradas de sospecha
se convierten en saludos de aceptación.

—Ahora que están todos unidos, ¿ha habido otras personas… como yo? —
susurro, a medida que Denny nos lleva a una sección VIP privada cubierta con
cortinas de colores. Me recuerda a esas cabañas al aire libre en Las Vegas, menos la
piscina y el calor debilitante.

—Oh, mierda, no —responde, sacudiendo la cabeza enfáticamente—.


Confraternizar, y mucho menos reproducirse, significa la muerte súbita. Tus padres
fueron el ejemplo. Nadie quiere encontrar el mismo destino.

Asiento, desviando mis ojos al piso. Aprecio la ayuda de Denny, pero no


pienso revelar la verdad sobre Alexander. Claro, podría dar esperanza a otros, pero
también podría poner en peligro su vida. Como si necesitáramos alguna ayuda con
eso.

Un grupo de chicas entran a la mini cabaña, pidiendo a Denny que vaya a


bailar con ellas. Todas son diferentes: rubias, morenas, pelirrojas, y sus ojos brillan
como joyas multicolores contra la oscuridad del club. Los ojos de una chica
resplandecen en un extraño verde amarillento neón. Me vuelvo hacia Niko con una
ceja levantada y curiosa, y él articula “hombre lobo”. Huh. Imagínate. Si los Oscuros
crearon a los vampiros, entonces tiene sentido que la Luz haya creado a los hombres
lobo para contrarrestarlos.

—Tengan cuidado —advierte Denny en voz baja, poniéndose de pie—.


Especialmente con ella. Para algunos, es un faro de luz, prueba de que se avecinan
cambios. Para otros, es el principio del fin. Lo mejor es mantener su identidad en
secreto hasta que encuentre lo que está buscando.

—Gracias, Denny —le digo, dándole una sonrisa de agradecimiento—. En


serio. Gracias. Estamos un paso más cerca de encontrar una manera de traer de
vuelta a Dorian.

—No me lo agradezcas todavía. Los metí, pero están por su cuenta para
encontrar a un hechicero que esté dispuesto a ayudar a un príncipe Oscuro, y mucho
menos a dos. —Luego se fue, arrastrado a la pista de baile por su grupo de
admiradoras sobrenaturales.

—¿Qué estás pensando? —pregunto, una vez que Niko y yo estamos solos.

—Que he estado tan ciego —comenta, su voz apenas por encima de un


susurro—. Y si todos supieran quién soy, me matarían en esa pista de baile solo por
diversión.

—No te odian, Niko —le aseguro, extendiendo la mano para tomar la suya—
. Odian lo que representa tu familia, pero no es a ti a quien odian. Ni siquiera te
conocen.

Sacude la cabeza, frunciendo el ceño.

—Las cosas que he hecho… probablemente he ordenado golpes a sus seres


queridos, si no los maté yo mismo. ¿Sabes lo que impulsa a alguien a traicionar a su
raza? La tragedia. Y estoy seguro que he causado más que mi parte justa de eso a
estas almas. ¿Para qué? ¿Para aun así no ser aceptado por mi padre? ¿Para ser visto
como no más que un hijo delincuente por mi madre? Cyrus y Dorian fueron los
únicos dos que me vieron por lo que soy realmente. Y ahora se han ido.

Aprieto su mano con más fuerza, haciendo que se encuentre con mi mirada.

—Oye. Los recuperaremos. Y no son los únicos que tienes. Te veo, Niko.
Siempre te he visto.

La esquina de su boca se contrae, pero mira hacia otro lado.

—Vamos —dice, poniéndome de pie—. Tenemos trabajo que hacer.

No sé qué pensamos que lograríamos una vez que llegáramos aquí, pero
improvisar claramente no era una buena idea. La gente estaba cansada de hablar con
los recién llegados, con toda razón. Y no ayudaba que siguieran mirando a Niko con
recelo. Y yo, con mis simples ojos color avellana y mi magia indetectable tampoco
nos hacía ningún favor.

Niko está trabajando en una mesa de mujeres de Luz, apostando al encanto


abundante mientras observo, encaramada en un taburete alto en la barra. Se lo están
comiendo, impresionadas por su ropa de diseñador y el caro champán con el que las
ha tratado. Aparentemente, la mayoría de ellos se han visto obligados a abandonar
sus riquezas a cambio de probar la libertad. Así que toman trabajos modestos fuera
del ojo público, que no requieren que usen sus poderes. Usarlo llama la atención, y la
atención es lo que quieren evitar a toda costa.

Denny Nox es la excepción, por supuesto. Mantiene la fachada y, a su vez, es


beneficioso para su estilo de vida. Sin embargo, parece ser bien conocido y respetado
entre esta multitud, especialmente con las damas. No me sorprende. Incluso sin el
mojo súper sexual, es un jodido dios.

Estoy bajando mi segundo club soda con limón, intentando no bostezar,


cuando el chico a mi lado murmura algo que casi me hace caer del taburete.

—Sé quién eres. —Ignóralo, me digo. No hay forma de que esté hablando
conmigo—. Y sé lo que eres.

Me giro en el taburete lentamente, siguiendo la dirección de la profunda voz


aterciopelada.

—¿Disculpa?

—Lo sé —dice el hombre, aunque su cabeza está girada en la dirección


opuesta, solo dándome una vista de su cabello rubio hasta los hombros. Es una
montaña de hombre, pero sus jeans elegantes, su chaqueta de cuero suave y su
bufanda lo hacen parecer menos intimidante.
Como si sintiera mis ojos evaluándolo, se vuelve hacia mí.

Y jadeo.

Es hermoso. Etéreo. Radiante. Y es de la Luz.

Sus ojos dorados resplandecen bajo la iluminación tenue, destacando sus


pómulos afilados, hoyuelos profundos y labios arqueados. Solo he visto mujeres de
Luz, y aunque fueron impresionantes, nada podría haberme preparado para esto.
Dorian, Niko, Denny e incluso mi padre son extraordinariamente atractivos. Pero
este hombre… es bonito. Como en bonito femenino. Pero con su cuerpo descomunal
y su mirada fundida, algo me dice que es cien por ciento hombre.

Me muevo incómoda en mi asiento, contemplando correr hacia Niko, pero el


hombre vuelve a hablar, provocándome un escalofrío.

—No corras. No quieres hacer eso.

—No sabes lo que quiero —replico, pero me quedo atada a mi taburete.

—Sé que quieres la ayuda de la Luz para salvar a un Oscuro. Y sé que jamás
conseguirás lo que quieres, especialmente cuando estás aliándote a un príncipe
Oscuro.

—¿Y cómo sabes eso? —pregunto, bajando el pequeño temblor en mi voz.

—Porque te conozco, Gabriella. Te he estado vigilando por un tiempo a estas


alturas. Y conozco a mi especie. Nadie te ayudará. Dicen que estás maldita: que
todos los que te importan morirán. La Luz suele ser típicamente comprensiva, no
suicida.

Muerdo el interior de mi mejilla y me giro, obligándome a retroceder la ira


burbujeando y el dolor. No necesitaba ese recordatorio. Sé el sacrificio que conlleva
estar en mi vida. He perdido a más seres queridos desde mi ascensión de lo que soy
fuerte y lo suficientemente cuerda como para reconocer. Así que no necesito que un
idiota niño bonito de la Luz me repita todo el dolor que he estado intentando sofocar.

—Sin embargo, soy todo menos típico. Así que si necesitas un hechicero,
estoy a tu servicio.

Mi cabeza gira tan rápido que él se estremece ante el movimiento repentino.


¿Él acaba…?

—¿Por qué?

—Porque me necesitas.

Sacudo la cabeza con incredulidad. Esto es simplemente demasiado fácil.


Tiene que haber una trampa.
—¿Qué quieres?

—Ah. —Sonríe con aire de suficiencia—. La pregunta candente. ¿Qué quiero?


De hecho, es bastante simple, Gabriella. —Se inclina más cerca. Tan cerca que puedo
oler la dulce fragancia de la luz del sol en su piel y la seducción en sus labios—.
Venganza, dulzura. Quiero venganza.

Niko se aparece a mi lado, sintiendo el cambio en la atmósfera. Sin atraer más


miradas, se inserta lo más cerca posible de mí.

—¿Algún problema por aquí? —Hay malicia en su aliento helado.

El hechicero de Luz sonríe con picardía, sin parecer nada más que seguro
mientras observa al Brujo a mi lado. Niko puede ser increíblemente hermoso, pero
cualquiera podría ver que es peligroso. Él es la Belladona: hermoso pero mortal.

—No, ningún problema en absoluto —dice el rubio, volviendo su atención a


su bebida—. A menos que cuentes perder a tu hermano para siempre.

—¿Qué dijiste? —Niko aprieta su mandíbula tensa ferozmente. Se acerca más,


unos pocos centímetros separándolo de su enemigo mortal. Aun así, el hechicero
parece ajeno.

—Tu hermano, Dorian. Está en problemas, ¿cierto? Y has estado bailando


con cuidado con esas chicas durante la última media hora porque crees que puedes
seducir a una de ellas para que te ayude. Por cierto, no va a funciona. Ven más allá
de tu mierda, como yo. Simplemente disfrutan del alcohol gratis.

El cuerpo de Niko vibra de rabia, los tendones en su cuello y hombros


enroscándose como bandas de goma. Aun así, cuando agarra mi brazo, su toque es
gentil, casi demasiado cuidadoso.

—Vamos —murmura, guiándome fuera del taburete. Puedo ver cuán


dolorosamente difícil es para él alejarse solo para preservar nuestra ambigüedad. El
Niko que conozco habría rasgado el cuello de ese hombre con un movimiento de su
muñeca, dejándolo ahogarse en su propia sangre.

—Puedo ayudarte —dice el rubio a medida que Niko me lleva lejos de la


barra—. Puedo ayudarte a traerlo de vuelta.

—¿Y por qué deberíamos creerte? —pregunta Niko burlón por encima de su
hombro.

—Porque no tienes otra opción. Soy tu única oportunidad. Mira alrededor:


para variar, eres el extraño. Además —dice, deslizándose de su taburete y caminando
hacia nosotros, su cuerpo alto y ancho al menos unos quince centímetros más alto
que Niko—. Es lo justo por hacer. Es lo que habría hecho mi hermana. Es lo que ella
hizo.
—¿Tu hermana? —susurro con los ojos completamente abiertos.

El hombre inclina su cabeza humildemente.

—Mi nombre es Solaris, pero por favor, llámame Lars. Mi hermana gemela
era Solara, la hechicera que murió intentando protegerte. —Sacude la cabeza y mira
hacia otro lado, pero no antes de que pueda ver un poco de tristeza destellando en
esos ojos de topacio. Su muerte aún está fresca. Está de luto. Y aunque mi vida ha
sido un caos total desde el día de mi posible fallecimiento, apenas han pasado dos
semanas. Tal vez todos seguimos afligidos.

—Lo siento mucho —digo, sin saber qué más ofrecer. Lo siento, y me siento
completamente responsable de lo que pasó a su hermana. Y si lo que necesita para
seguir adelante es vengarse, ¿quién soy yo para negarle eso?—. Y gracias, Lars.
Apreciamos lo que estás dispuesto a hacer por nosotros.

—¿Qué? —Las manos de Niko están aferrando mis hombros, y me hace girar
para enfrentarlo—. Gabs, no conoces a este tipo. Me importa una mierda quién es o
lo que dice que pasó a su hermana. No me gusta.

Lars da un paso adelante, su cuerpo descomunal proyectando una sombra


sobre nosotros.

—El sentimiento es mutuo. Pero no estoy aquí por ti, Oscuro. Estoy aquí por
Gabriella. Y si ella quiere mi ayuda, entonces no hay nada que puedas hacer o decir
para detenerme.

Niko se gira, presionando su pecho contra el hombre más alto.

—¿Estás seguro de eso, estrellitas? No querría arruinar tu bonito cabello.

—Oh, no lo harás —responde Lars, sus ojos dorados agitándose en lava


fundida—. Ni siquiera voy a sudar.

—Chicos, ya basta —susurro furiosamente, sintiendo docenas de ojos


curiosos sobre nosotros. Denny capta el viento del otro lado de la habitación y se
manifiesta frente a nosotros al siguiente segundo, colocando sus manos en el hombro
de cada hombre.

—Oigan, chicos, aquí no. —Se vuelve hacia Lars y frunce el ceño—. Lars,
conoces las reglas. Sé que tu cabeza está jodida ahora mismo, pero espero más de ti.

Lars toma aire bruscamente antes de apartarse del agarre de Denny y alejarse.
Observo cómo desaparece en un corredor oscuro detrás de la barra, sintiendo que
acabamos de perder nuestra única pizca de esperanza. La derrota se me escapa con
un suspiro pesado, y lucho contra las lágrimas frustradas. Mierda. Estuvimos muy
cerca. Tan jodidamente cerca de conseguir lo que necesitamos.
—Tienen que irse. —Escucho decir a Denny—. La gente está empezando a
hablar.

Asiento, negándome a mirarlo a él o a Niko. No puedo. Si lo hago, perderé


mi jodido control. Y eso se manifestará como un dolor desenfrenado o una ira
incontrolable. Ambos me expondrán, y prácticamente reprimirán cualquier
posibilidad de salir con vida de aquí.

Nos vamos rápidamente por donde vinimos, empujando a través de la pared


y entrando en el sucio baño del bar gay. Dos hombres se están besando junto al
pequeño lavabo manchado, frotando sus ingles entre sí a través de unos ajustados
pantalones de cuero. Otro está capturando el acto explícito en su iPhone, muy
complacido ante las travesuras de sus amigos ebrios. Me apresuro a pasar junto a
ellos, demasiado molesta como para mirar la escena por segunda vez.

—Reduce la velocidad —dice Niko, a medida que paso entre la multitud.

Una versión drag de Britney Spears alrededor de 1999, complementada con


coletas de pompón y minifalda a cuadros, se detiene frente a nosotros para mandar
un beso en el aire a sus amigos. Me deslizo alrededor de sus cuerpos, probablemente
más rápido de lo que debería, pero a la mierda, ¿qué me importa? Sin Lars, no
tenemos esperanza. No tendremos otra oportunidad como la que tuvimos.

—Gabs, dije que, espera —grita Niko detrás de mí. Lo ignoro. Si respondo,
diré algo de lo que me arrepentiré. Me preocupo por Niko, y aprecio su naturaleza
protectora, pero en este momento, quiero estrangularlo. Y no lo digo en sentido
figurado. Puede que haya recorrido un largo camino, pero sigo siendo esa chica
temperamental de mal genio que no piensa antes de hablar. Sé que tengo la tendencia
a lastimar a las personas que amo. Así que hablar con Niko en este momento no es
una opción. No si quiero que se quede en mi vida. Y justo ahora mismo, cuando
estoy luchando por aferrarme a un pedazo de mi humanidad, lo necesito a mi lado.
Es más que mi amigo: es mi familia.

Para cuando logro salir, estoy jadeando, la frustración escapando con cada
respiración. Tomo aire teñido de cigarrillos, intentando limpiar las emociones tóxicas
agitándose dentro de mí. Cuando un taxi se detiene frente a mí, entro sin siquiera
esperar a ver si Niko está justo detrás de mí. Por suerte para él, salta al otro lado antes
de que le dé nuestra dirección al taxista.

—Gabs, estoy…

—Ahora no.

Lo escucho suspirar, pero sigo mirando por la ventana, observando las luces
de la ciudad pasando frente a nosotros como una mancha de pintura. Esto es en lo
que se ha convertido mi vida, solo un borrón, una mancha de aceite negro que se
vuelve más grande y más problemática cuanto más intentas borrarla. Y justo cuando
crees que lo tienes bajo control, la mancha se extiende, creando un desastre aún
mayor, hasta que todo lo que ves es una negrura aceitosa. Y no sirve de nada rescatar
lo que ya no es un lienzo hermoso.

Tan pronto como llegamos al Pacifica, salto del taxi, dejando a Niko para que
se encargue de la tarifa. Estoy en los ascensores cuando finalmente me alcanza.

—¿Podrías calmarte por un segundo? —espeta, deteniendo la puerta ya


cerrándose del ascensor con una mano.

Me deslizo hasta el otro extremo de la cabina cuando él entra, mis ojos


desviándose hacia el suelo.

—Estás actuando como una niña. No puedes confiar en cualquier persona que
se te atraviese con un hacha. Eso podría haber sido una trampa para ti.

—Pero no lo era. —Mi voz es baja, pero es la calma antes de la tormenta. Sé


lo que viene; puedo sentirlo. Aun así, ni siquiera puedo detenerlo.

Afortunadamente, el ascensor se detiene en nuestro piso y salgo a toda prisa,


prácticamente corriendo de Niko. Corriendo de mi rabia y dolor. Saco la tarjeta llave
de mi bolso, pero mi mano tiembla tanto que la dejo caer al suelo. Niko la recupera
antes de que pueda y abre la puerta, sosteniéndola para que así pueda pasar. Paso
junto a él, quitándome el abrigo bruscamente y arrojándolo sobre la cama.

—No sabes cuál es su modo operandis, Gabs. Acabas de conocer al chico.

—Pero conocí a su hermana. Murió intentando protegerme.

Niko da unos pasos hacia mí, pero mantiene una distancia segura.

—Esa no es una razón suficiente para confiar en él.

Finalmente me permito mirarlo, pero no puedo ver más allá de la neblina roja
de la ira.

—Sin embargo, ¿se supone que debo confiar en ti? ¿Alguien que admitió haber
matado a más personas de las que puede contar, incluyendo a la mujer que amaba?
Sin mencionar que, también me atacaste y casi me matas.

El golpe de traición es lo suficientemente fuerte como para hacer que Niko


retroceda varios pasos, haciendo una mueca como si lo hubiera golpeado físicamente
en la cara. El dolor en su expresión es innegable, haciendo que mi propia cara se
contorsione como si pudiera sentir el aguijón de mis propias palabras. Lo he
lastimado. Pero aún peor, le he recordado todas las razones por las que no puede
perdonarse a sí mismo.

Soy un monstruo.
Nikolai Skotos es uno de los hombres más fuertes que he conocido en toda mi
vida, y lo he destruido en tres oraciones. En realidad, no he cambiado. No he
madurado en absoluto desde mi ascensión. Todavía soy esa perra cruel e implacable,
dispuesta a sacrificar a las personas con las que es más cercana como su propio saco
de boxeo personal.

Mis pensamientos me llevan al verano pasado, caminando con Dorian. Me


había protegido furiosamente y se sintió frustrado porque no pudo encontrar a mi
atacante. ¿Y qué hice tan pronto como me dio una excusa para estar cabreada? Lo
lastimé. Lo humillé. Lo hice sentir débil e inútil, cuando en realidad, es todo lo
contrario.

Algo está mal conmigo. Necesito que me detengan. Si sigo así, no me quedará
nadie. ¿Y por qué debería hacerlo? ¿Por qué alguien se sometería a mis agresiones
verbales?

Avanzo hacia él, mis ojos suplicando su perdón.

—Lo siento. No quise decir eso —tartamudeo, intentando pronunciar las


palabras lo más rápido posible. Cualquier cosa para borrar esa mirada en su rostro—
. Niko, por favor. Tienes que creerme.

Simplemente me mira fijamente, sin pestañear, como si acabara de verme por


lo que soy. Como si hubiera sido un lobo con piel de cordero todo este tiempo, y
alguien ha quitado la lana frente a sus ojos. Y tal vez lo soy. Quizás el villano no sea
Stavros o Aurora. Quizás soy yo. La gente muere por mi culpa. La gente ha tenido
que desarraigar toda su vida por mi culpa.

El silencio se extiende entre nosotros, empujando a Niko más y más lejos de


mí. Su espalda golpea la pared, dejando en claro que quiere escapar de esta
habitación: escapar de mí. Quiero ir hasta él, pedirle perdón, pero tengo miedo.
Miedo de haberlo perdido para siempre, al igual que Dorian.

—Di algo —le ruego. Trago, probando la bilis. Estoy tan disgustada conmigo
misma que, enfermo físicamente—. Incluso si quieres gritarme, llamarme perra,
decirme que soy una persona miserable. Solo por favor… di algo.

Baja la mirada, dejándome en el frío donde pertenezco. Luego, al segundo


siguiente, se gira hacia la puerta y se congela, con el ceño fruncido en concentración.

Lo escucho al mismo tiempo que él: la rueda chirriante de un carrito. Pasando


las habitaciones 1588 a 1602, parando en la 1604. Mi habitación.

Sé que esos tres golpes están por venir, aun así me estremezco. Nunca me
acostumbraré al sonido de unos nudillos desnudos golpeando contra la madera.
Siempre atormentarán mis sueños, sirviendo como la música amenazante que suena
en mi propia película de terror personal.
Toc, toc, toc.

Ese es el sonido de la Muerte llamando.

Niko se dirige a ver por la mirilla, pero se vuelve hacia mí, sacudiendo la
cabeza. O no hay nadie allí, o alguien está cubriendo la mirilla deliberadamente. La
teoría número uno queda descartada rápidamente cuando alguien toca una vez más
y anuncia:

—Limpieza.

Es la 1:37 de la madrugada.

No es la jodida limpieza.

Nos han encontrado. Aurora, Stavros y ahora Dorian, nos han encontrado. Y
quieren recordarnos que no hay dónde esconderse. Seguirán enviando a la Muerte a
nuestra puerta. Seguirán obligándonos a matar niños inocentes que no tienen control
sobre sus pensamientos o acciones. Quieren que nos rindamos: que regresemos
arrastrándonos, pidiendo clemencia. Y justo en este momento, no estoy segura si es
una mala idea.

Hay un último golpe antes de que se escuchen los sonidos de unos ruidos
amortiguados al otro lado de la puerta. Hay una lucha rápida, un chasquido crujiente
y luego silencio. Silencio muerto.

La siguiente ronda de golpes me deja sin aliento, pero algo me obliga a


aparecerme en la puerta y abrirla. Llámalo intuición o simple estupidez. Pero al
momento en que giro esa manija, sé que estoy abriendo una lata entera de gusanos
con los que solo una persona certificablemente loca podría lidiar.

Niko salta frente a mí, protegiéndome con su propio cuerpo, incluso después
de todo lo que le he dicho. Pero es muy tarde. Ya he visto lo que se encuentra justo
detrás de esa puerta, absorbiendo espacio y aire con su cuerpo masivo.

Es Lars.

Y hay una niña muerta a sus pies.


Capítulo 29

D
ebemos haber estado allí de pie durante unos sesenta segundos antes
de que alguien recupere la función del habla o movimiento.
Entonces, fuimos simplemente un torbellino de caos, hablando el
uno sobre el otro, intentando descubrir frenéticamente qué hacer a continuación.

—¡La mataste! —chillo, aunque es más por sorpresa que otra cosa.

—Tuve que hacerlo —responde Lars, arrojando su cuerpo sin vida al otro lado
de la habitación. Aterriza anormalmente, sus extremidades plegándose como una
bolsa de papel. Si su cuello ya no hubiera estado roto, lo habría estado ahora—. Si
no lo hubiera hecho, ella te habría matado.

—De todos modos, ¿por qué demonios estás aquí? —pregunta Niko
acusadoramente, paseándose de un lado a otro. Se detiene abruptamente, girando
para fijar a Lars con sus ojos azul pálido—. ¿Y cómo supiste que estaba infectada?

Lars se dirige al cadáver enfriándose rápidamente y empuja a un lado el


uniforme beige de limpieza. En negrita, tinta negra, la palabra Mīsos está grabada en
su piel.

—Te seguí hasta aquí. Podía oler el repugnante hedor Oscuro del odio desde
el fondo del pasillo.

Niko maldice, revisando el carrito de limpieza para buscar pistas.

—Mīsos es la casa Oscura del Odio. Producen veneno que quema la carne y
los huesos como el ácido. Sospecho que esta chica habría tenido algo así en ella.

—Ten cuidado —le advierto, retorciendo mis manos delante de mí. Niko me
lanza una tensa sonrisa dolida y asiente. No está todo olvidado y perdonado.

—Creo que encontré algo —anuncia Lars, después de voltear el cuerpo.


Levanta una botella plástica de espray con solo la punta de sus dedos, manteniéndola
alejada de su cuerpo—. Apuesto que esto no es solo desinfectante.

—Solo hay una forma de averiguarlo. —Niko camina hacia él y levanta una
mano, haciendo que la botella permanezca suspendida en el aire. Lars retrocede
rápidamente, no muy dispuesto a ser un sujeto en el experimento científico de Niko.
Guiando los movimientos de la botella con la mano a metros de distancia,
Niko gira la boquilla hacia el cadáver. Al segundo siguiente, una fina niebla cae sobre
ella, pareciendo un fresco rocío matutino sobre una niña tranquilamente dormida.

Hasta que comienza.

Su piel empieza a chisporrotear, burbujeando con ampollas horribles. Las


llagas estallan y rezuman sangre y pus, haciendo que el líquido corra por su cara.
Pero no es solo un líquido de olor vil escurriendo sobre la alfombra del hotel. Es su
piel. Su piel y tejido derritiéndose de su esqueleto como sangre, creando una pila
humeante en la base de su cráneo ahora expuesto.

Salgo corriendo al baño, la vista y el olor a carne chamuscada convocando los


restos de mi hamburguesa y champán de mis entrañas. Incluso después de estar
segura que está completamente vacío, me quedo plantada en el suelo, apoyada en la
porcelana fría de la bañera.

—Ya puedes salir —llama Niko desde el otro lado varios minutos después—.
Lars se deshizo de eso y pude limpiar aquí.

—¿Por qué hiciste eso? —pregunto ásperamente, tengo la garganta seca y


dolida.

—Tenía que probarlo —dice, su voz más cerca. Se escuchan movimientos


contra el otro lado de la puerta como si acabara de sentarse en el suelo y se apoyara
contra ella—. Lo siento. No quise enfermarte.

—No te disculpes. Tú, de todas las personas, no deberías disculparte conmigo.


No lo merezco. —Hay silencio, e imagino la mirada de dolor en los ojos de Niko de
solo unos minutos antes—. Lo siento, Niko. Lo siento mucho. Nunca quise hacerte
daño. Siempre has sido tan bueno conmigo, y yo… no quiero perderte. No puedo
perderte.

—Nunca me perderás, pequeña. Nunca.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo por todo lo que he amado y perdido. Lo prometo por cada
estrella en cada universo desde aquí hasta el infinito. No iré a ninguna parte.

Sonrío, cerrando los ojos mientras la fresca suavidad de la bañera me calma


hasta el agotamiento. Ha sido un día infernal. Ni siquiera estoy segura de cómo he
aguantado tanto tiempo.

Solo soy ligeramente consciente de los sonidos de movimientos fuera de la


puerta cuando al final se abre. Y entonces estoy siendo levantada del piso.
—No —protesto, cubriendo mi boca con una mano—. Tengo que cepillarme
los dientes.

—Está bien. —Se ríe Niko—. Eso es probablemente lo mejor.

—Cállate.

Me acuesta en la cama, retirando las sábanas antes de doblar mis piernas


suavemente entre las sábanas. Con ojos brumosos, veo como él entra al baño,
saliendo unos segundos después con mi cepillo de dientes, un vaso y una botella de
agua.

—Toma. Déjame ayudarte —murmura, su voz gentil y suave como la seda.


Intento alcanzar el cepillo de dientes, pero él aparta mis manos. Y honestamente,
estoy demasiado cansada y débil para luchar contra él.

—Puedo hacerlo —me quejo. Pero justo cuando digo las palabras, me siento
entrando y saliendo del sueño.

Niko me ignora, apretando mi barbilla entre sus dedos a medida que abre mi
boca. Después siento las suaves cerdas cubiertas de menta, acariciando mis dientes y
encías ligeramente. Me está cepillando los dientes. Este supuesto malvado ser asesino
que ha visto y hecho cosas indescriptibles, me está cepillando los dientes. Cuando
termina, acuna mi cabeza con cautela, antes de insertar un pequeño bocado de agua.
Apenas soy consciente cuando me dice que escupa en el vaso, lo que de alguna
manera logro hacer sin ensuciarme.

—Duerme, cariño —lo escucho murmurar, metiéndome debajo del edredón.


La luz que resplandece a través de mis párpados se atenúa con el clic de una lámpara.

Estoy cayendo en la inconsciencia, aferrando las páginas de las esquinas de


un sueño elaborado cuando siento unos suaves labios cálidos rozar mi frente.
Entonces, no siento nada.

La única manera en que sé que es de mañana son los números rojos


intermitentes en el reloj de cabecera. 9:03 a.m. Dormí toda la noche. Por primera vez
desde que Dios sabe cuándo, dormí profundamente, mierda, casi pacíficamente. Y
también sé por qué. Simplemente no estoy lista para reconocerlo.

Hay unos brazos a mi alrededor.

Unos fuertes brazos cálidos, enrollados alrededor de mi cuerpo de manera


protectora. Sosteniéndome. Acunándome.
Hay una respiración fresca haciéndome cosquillas en la nuca a un patrón
rítmico. Y cuando me recuesto solo una fracción, rozo contra una pared dura como
una roca de lisa piel desnuda.

Esto no debería molestarme, y no lo hace. Esto no debería confundirme, pero


lo hace.

Quiero quedarme aquí. Solo quiero quedarme bajo estas mantas y vivir en la
seguridad y soledad de los brazos de Niko. Quiero recordar la forma en que me cuidó
anoche y reírme de lo tonta que debo haberme visto. Y cuando nos despertemos, su
cabello en un halo negro y desordenado, quiero ver esa sonrisa somnolienta suya,
porque sé que me hará sonreírle de vuelta.

Pero las chicas que acaban de perder el amor de su vida no se meten en la


cama para abrazarse con el hermano menor de dicho amor. Simplemente está mal,
sin importar lo correcto que se sienta.

Respiro con resignación antes de intentar quitar el brazo de Niko de mi


cintura. Justo cuando creo que lo tengo, se tensa, acercándome más, tan cerca que
puedo sentir fácilmente su erección matutina pulsando contra mi trasero.

Santa. Mierda.

—No te vayas —murmura—. Quédate un poco más.

—Niko, déjame…

—Por favor, Amelie. Dijiste que no te irías.

¿Amelie? Oh Dios, está soñando.

—Si la amas, la salvarás. —Un sonido angustiado rompe su voz, que sale en un
temblor débil—. Por favor, regresa. Lo siento. No me dejes.

Niko solloza, el ruido haciendo que se despierte bruscamente. Intento


quedarme completamente inmóvil, sin querer avergonzarlo.

—Mierda —gime, rodando lejos de mí. La pérdida de su cuerpo calentando


el mío hace que la habitación caiga veinte grados más. Me doy la vuelta lentamente,
tirando de las mantas hasta mi barbilla. Niko yace de espaldas, con una mano sobre
sus ojos.

—Buenos días. —Sé que es algo artificial, considerando lo que acabo de


escuchar, pero ¿qué más se supone que debo decir?

—Buenos días —gruñe, su voz aún estrangulada por el sueño y la emoción.


La aclara, intentando deshacerse de su debilidad—. ¿Te sientes mejor?

—Sí. —Y de hecho, es así. Mucho mejor.


—Bien. —Se pasa una mano por su cara, frotando la barba oscura en su
mandíbula—. No pude dejarte. —¿Qué? ¿Qué quiere decir con…?—. Después de lo que
pasó anoche, no quería que tuvieras miedo si despertabas sola. Y hasta que supiera
que estabas a salvo, no quería…

No paso por alto la desesperación en su voz, sus palabras pidiendo aceptación.

—Gracias —digo apresuradamente, sin querer que ninguna incomodidad se


extienda entre nosotros—. Gracias por quedarte. Me alegra que estuvieras aquí.

Observo su pecho desnudo subir y bajar, obligándome a concentrarme en el


movimiento y no en el músculo ondulante de su torso. Dios, es hermoso. Piel
bronceada y suave. Abdominales por montón. Y por lo que sentí presionado contra
mi trasero mientras él estaba en lo profundo de la tierra de los sueños, sé que cuenta
con una tubería bastante impresionante.

Puta vida de mierda.

—¿Dónde está Lars? —pregunto, aferrándome a cualquier cosa que desvíe mi


atención. Mierda, aún puedo ver su enorme apéndice descansando sobre su muslo,
dócil pero lleno de vitalidad.

—Tenía que hacer un viaje. El hechizo para traer de vuelta a Dorian requiere
algo de investigación. Y a donde va, no somos bienvenidos. Así que regresará en un
par de días, con suerte menos. Afortunadamente, ha colocado una guarda de Luz
alrededor del perímetro de nuestras habitaciones. Eso se encargará de los humanos
pasando por aquí con magia Oscura.

—Entonces, ¿estaremos atrapados aquí por días? —No estoy quejándome


porque crea que moriré de claustrofobia, sino porque estar con Niko me hace pensar
y sentir cosas que no quiero enfrentar. Ni siquiera debería estar entreteniendo esta
mierda. Y pasar todos los días con él, sin el amortiguador de Morgan, Alex o incluso
de Lars, ¿cómo voy a seguir ignorando esa urgencia persistente de actuar sobre estos
impulsos locos?

Niko niega con la cabeza, sus ojos aún clavados en el techo.

—Intentaremos aprovecharlo al máximo. Hay otras formas de entretenernos.


Solo tenemos que ser creativos.

¿Entretenernos…? Trago con fuerza.

—¿Como, qué?

Se sienta de repente, plantando sus pies descalzos en el suelo y dándome una


vista de su dura espalda acordonada con músculos. De pie, agarra su camisa
descartada y simplemente se la pone sobre el hombro.
—Prepárate y te lo mostraré. —Luego desaparece por la puerta que une
nuestras habitaciones.

Ruedo sobre mi espalda, resoplando un poco de frustración. ¿Qué estoy


haciendo? ¿Mi ascensión en serio me ha vuelto tan insensible? ¿Estoy tan hambrienta
de afecto que estoy dispuesta a arriesgar lo que tengo, tenía, con Dorian? Nunca he
sido esa clase de chica para actuar como una completa puta solo para llamar la
atención de un chico. Quiero decir, tengo moral, por muy superficiales que sean.

Salgo de la cama y estiro las extremidades, dándome cuenta que todavía estoy
vestida con ese vestido negro escaso, que ha subido hasta mi cintura, dejando al
descubierto la mayor parte de mi trasero en tanga negra. Excelente. Como si necesitara
otra cosa para obsesionarme.

Me ducho y me preparo lo más rápido posible, ansiosa por descubrir los


métodos de entretenimiento de Niko. Cuando alcanzo mi cepillo de dientes, un
aleteo inexplicable estalla en mi vientre al recordarlo lavándome los dientes anoche.
Fue tan gentil, tan dulce. Me sentí increíblemente apreciada y adorada.

Me lo quito de la mente, diciéndome que solo estaba siendo amable, e


interpretar más solo me volvería delirante. Era el equivalente de una niña pequeña
para él, o una paciente indefensa en el hospital. No hubo nada remotamente sexual
en estar tan ebria que necesité que alguien me ayudara a lavarme los malditos dientes.

Excepto que, no estaba ebria. Y después de que él me acostara y se aseguró


de nuestra seguridad, se metió en la cama conmigo, presionando mi trasero casi
desnudo contra la erección tensándose debajo de sus pantalones.

Esto está tan jodido.

Me agacho, poniéndome mis cómodas botas forradas de piel cuando un par


de piernas vestidas en jeans aparece por el rabillo de mi ojo.

—¡Mierda! —chillo, aferrando mi pecho—. ¡No hagas eso! ¡Maldita sea, me


asustaste muchísimo!

Niko sonríe, el demonio en él riéndose de mi miedo.

—Bueno, con suerte, para el final de hoy, podrás hacer lo mismo.

—¿En serio? —¡Aprender a manifestarse de un lugar a otro, incluso a largas


distancias, sería una locura! Si hubiera tenido esa habilidad hace una semana, podría
haber estado allí para Jared. Demonios, tal vez incluso para Donna.

—En serio. Ahora tendrás que aferrarte a mí para el primer tramo de nuestro
viaje, pero al volver, deberías poder hacer el viaje de forma independiente.

—¿De verdad?
—De verdad. —Cierra el espacio entre nosotros, y antes de que pueda
protestar, sus brazos me rodean por segunda vez esta mañana. Miro a esos ojos azules
como el cristal, viendo el reflejo del anhelo en mi propia expresión—. Sujétate —
susurra, su aliento agitando los rizos alrededor de mi cara. Y entonces nos vamos,
transportados a la oscuridad.

Un ataque de vértigo hace que mis piernas se tambaleen como gelatina, a


pesar de que esta vez fue un viaje mucho más suave que las veces anteriores. Niko
soporta mi peso, sosteniéndome fuerte contra su pecho, mientras me tomo un minuto
para recuperar el equilibrio.

—Te acostumbrarás. Respira profundo, pequeña. Pasará. —Acaricia mi


cabello, negándose a soltarme hasta que pueda pararme sin temblar.

—Gracias —digo, mis mejillas calientes. Cuando me alejo, veo que estamos
al borde de un lago, encapsulados por una pared de árboles altos y frondosos—.
¿Dónde estamos?

—Lago Verde. Pude… persuadir… a los ocupantes locales para que


mantuvieran su distancia por un tiempo. Tendremos algo de privacidad.

Sonrío, contemplando la rica vegetación y escucho el sonido de una ligera


brisa susurrando a través de mil pequeñas hojas. El sol apenas atraviesa las gruesas
nubes grises, pero es suficiente para hacerme levantar la cara hacia el cielo y absorber
la vitamina D. La Luz en mí anhela esto. Necesitaba estar afuera, rodeada del
esplendor de la naturaleza, para recargar mis baterías. Y a medida que el aroma del
agua fresca y el follaje llena mis pulmones, siento como si finalmente hubiera
encontrado la paz. Esta es mi pequeña porción de nirvana.

—¿Te gusta? —pregunta Niko en voz baja, después de darme varios minutos
para asimilarlo todo.

—Me encanta —susurro, sintiendo que no puedo tomar suficiente aire


fresco—. Gracias por traerme aquí.

Él inclina su cabeza.

—Me gustaría poder decir que solo fue para relajarse. En realidad, estamos
aquí para trabajar. Quieres aprender cómo usarlo, y existe la posibilidad de que
Dorian no se rinda sin luchar. Es hora de que aprendas cómo protegerte y manipular
ese poder dentro de ti.

—¿Pero pensé que no había libros de hechizos o cosas así?

—No los hay. —Niko camina hacia mí, dejando meros centímetros entre
nosotros—. Viene de aquí —dice, tocando mi frente. Su otra mano yendo sobre mi
corazón—. Y desde aquí. Siempre lo has tenido dentro de ti. Simplemente has tenido
demasiado miedo de dejarlo salir.
No me doy cuenta que he dejado de respirar hasta que siento que puedo
estallar con la necesidad de oxígeno. Niko capta la indirecta y retrocede, tomando
mi mano en su lugar.

—Pero primero, cenamos. Necesitas tener tu fuerza antes de trabajar en ti.

Más allá de un grupo de árboles, hay un pequeño claro donde Niko ha


colocado una manta y una canasta de comida. Se me hace un nudo en la garganta
cuando dejo que me guíe hacia él, pensando en el momento en que Dorian me llevó
al parque a hacer un picnic. Siempre hacía que las cosas más simples parecieran tan
grandiosas y especiales. Fue el día perfecto. Y ahora que estoy aquí con su hermano,
todo lo que puedo pensar es que nunca podré aceptar a otro hombre sin compararlo
con Dorian. Siempre pensaré: Dorian lo hizo primero. O, me gustó más cuando Dorian lo
hizo. Y aunque estoy perfectamente feliz y agradecida de estar aquí con Niko, sé que
cualquier hombre que elija solo recibirá la mitad de mi corazón. La otra mitad
siempre pertenecerá a otra persona.

Me siento de rodillas mientras Niko saca unos cuantos pasteles, sándwiches


de cruasanes salados, yogur helado y, mi favorito, Starbucks. Obviamente, no tomar
café en Seattle es como un pecado capital o algo así.

—Gracias. Esto se ve genial —digo, yendo por un gran queso danés,


agradecida de que mi mojo sobrenatural de alguna manera hace que las calorías no
cuenten. Niko me da mi café con leche de canela antes de agarrar uno de los
sándwiches.

—No hay problema. Allané una panadería cercana y agarré el café mientras
aún te estabas preparando. Pensé que tendrías hambre. Espero que aún esté caliente.

Tomo un sorbo y dejo escapar un gemido de calificación X. ¡Oh, dulce maná


del cielo!

—Es perfecto.

Escucho a Niko aclararse la garganta antes de volver la cabeza para ocuparse


de su propia comida. ¿Eso es un… es un sonrojo?

Me rio por dentro e intento cortar la incomodidad con una conversación fácil
para pasar el tiempo. Cuando ambos estamos llenos, Niko me lleva de vuelta al borde
del agua.

—Camina sobre ella.

—¿Disculpa?

—Camina sobre el agua.

¿Este tipo dijo lo que creo que acaba de decir?


—Te das cuenta que no puedo convertir el agua en vino, ¿verdad? ¿Y que no
llevo puesta una túnica y sandalias?

—En serio, Gabs. Camina sobre el agua.

—¿Acaso anoche estaban dando Bruce Almighty en la televisión? Porque


también amo esa película.

—Gabs.

—Niko.

Niko suspira, ya exasperado.

—Gabs, esto es serio. Si no fuera posible, no perdería el tiempo intentando


enseñarte. Ahora lleva tu trasero a ese lago o te empujaré hasta allí.

Me burlo de su actitud y pongo los ojos en blanco.

—Qué grosero. —Sin embargo, me encuentro deslizándome hacia la línea de


flotación donde las suaves olas tocan la punta de mis botas.

—Ahora cierra tus ojos y visualiza que el lago no es agua en absoluto, sino un
piso de vidrio. Sabes que es sólido, te apoyará, pero debes ser amable con él. Es
delicadamente hermoso, y no quieres romperlo. Y no lo harás. Eres ligera como una
pluma. Ingrávido. Efervescente.

Hago lo que dice, visualizando cada palabra que pasa por sus labios. Estoy
flotando, completamente sin peso, ni gravedad. Solo soy un susurro en el viento. Una
aparición.

—Ahora abre los ojos, Gabs.

Lo hago, y cuando veo la escena a mi alrededor, jadeo tan fuerte que resuena
entre los árboles. Estoy sobre el lago. ¡Sobre el lago! Estoy de pie justo en el medio,
pero estoy completamente seca.

—¿Cómo hice… cómo puede esto…? —Estoy tropezando con mis palabras,
demasiado emocionada para completar una sola oración.

—Magia. —Niko sonríe, apareciendo justo a mi lado—. Está en ti.


Simplemente tenías demasiado miedo para dejarla salir. —Extiende una mano hacia
mí y entrelaza sus dedos con los míos—. Vamos, regresemos caminando juntos.

Practico caminar sobre el agua una docena de veces más, una vez más con
Niko y las demás sola, antes de dominarlo. Impresionado, Niko me tiene trabajando
en la manipulación. Puedo elevar el agua unos pocos metros por encima de mi cabeza
y sostenerla durante casi treinta segundos antes de que mi conexión se corte.
—Lo estás pensando demasiado —dice—. Esa agua es parte de ti. Un
apéndice. Levántala como si levantaras el brazo. ¿Miras tu hombro y le pides que
funcione? ¡No! Solo lo haces. Así que vamos, intentemos de nuevo.

Después de una hora y algunas conversaciones más duras, finalmente puedo


lograr que el agua se doble a mi voluntad. Queriendo mantener esa intensa sensación
de impulso, pasamos a objetos sólidos, primero comenzando con hojas, luego con
ramas y troncos. Incluso los objetos más pesados parecen completamente ingrávidos.
Sin embargo, al momento en que me permito pensar en lo grandes y fuertes que
deberían ser, pierdo la conexión y se derrumban.

—¡Mierda! —rujo, cuando una gran rama se estrella contra el suelo. Me


limpio el sudor de la frente y aprieto los dientes con frustración. Pude sostener eso
por más de un minuto—. Lo tenía. Maldición, lo tenía. ¿Qué estoy haciendo mal?
Me dijiste que no pensara, así que dejé de pensar. ¿Por qué demonios no puedo hacer
que haga lo que quiero?

Niko sacude la cabeza antes de pararse a mi lado. Con su mirada aún clavada
en mí, levanta una mano con gracia, manipulando la rama gigante para que se
levante con el movimiento. Es tan fácil para él, tan perfecto. Demonios, ni siquiera
necesita mirarla. Lo deja caer con la misma cautela y toma mi cara en sus manos.

—Lo estás forzando. Estás haciendo esto por frustración y enojo. ¿Qué te dije
ese día cuando vimos a Dorian extender la guarda? La magia es delicada. Es sensual.
Debes seducirla para que venga a ti. ¿Forzarías a un amante a complacerte? No, claro
que no. Lo acariciarías. Lo adorarías. Le harías el amor. Tómala dentro de ti y exhala
suavemente como si estuvieras apagando una vela. Sé que puedes hacerlo, Gabs. Tu
corazón está roto en este momento, de modo que no puedes imaginar cómo
canalizarías esos sentimientos. Pero tiene que haber algo más por lo que sientas
pasión.

Pasión.

Algo que no pensé que volvería a heredar. Tanto es así que la palabra misma
suena extraña. Pasión. Por supuesto, sé que todavía soy capaz de sentirla. ¿Pero por
qué? ¿Y por quién?

Salgo de su agarre y ocupo mi mente proyectando toda la confusión e


inquietud que he sentido estos últimos días que pasé con Niko. Cómo me atrae su
cuerpo. Cómo me desafían sus palabras. Cómo esa mirada que me da… me asusta.
No porque lo encuentre cruel o amenazante. Sino porque tengo miedo de lo que
empiezo a sentir por él. O tal vez es lo que he sentido todo el tiempo. Solo tenía a
Dorian para eclipsarlo.

Cuando levanto la mano en un movimiento fluido, la rama se mueve


conmigo, colgando en el aire como si fuera una pluma llevada por el viento. No
siento su carga. No estoy tensa con la tarea. Es una parte vital de mí. Del mismo
modo que Niko también se ha convertido en una parte vital.

Estamos tumbados en la hierba varios minutos después, bebiendo agua


embotellada, cuando me vuelvo hacia él y le digo:

—¿En serio crees que Dorian peleará con nosotros? ¿Incluso contigo, su
hermano?

Se encoge de hombros, mirando el agua.

—No me sorprendería. Nos enseñaron que la rendición es debilidad, y la


debilidad es enfermedad. Los Skotos luchamos hasta que estamos muertos, por todo
lo que apreciamos y valoramos.

Asiento, tomándome un momento para escuchar la canción del viento


silbando entre los árboles. Una vez tuve a alguien que luchó por mí así. Alguien que
prometió protegerme y amarme hasta que ambos perezcamos en la tierra. Y ahora…
ahora no sé si alguna vez lo recuperaré.

—No crees que lo haga, ¿eh? —pregunto, mi voz apenas un susurro—. No


crees que pueda luchar contra él.

—No creo que quieras luchar con él. Hay una gran diferencia entre habilidad
y deseo. Es comprensible que quieras evitar lastimarlo.

—¿Y tú? —pregunto, volviendo la cabeza para mirarlo. Sé que puede sentir
mis ojos sobre él, pero mantiene su mirada fija hacia adelante—. ¿Intentarás evitar
lastimarlo? ¿Serás capaz de pelear con tu hermano?

Observo la sacudida de su manzana de Adán mientras traga, contemplando


mi pregunta.

—Si se resume a eso, sí. Si se tratara de mi vida o la de él, haría lo que sea
necesario. —Sus ojos están sobre mí al siguiente instante, llenos de fuego azul—. Y
sería prudente que hagas lo mismo. Porque te lastimará, Gabriella, si tiene la
oportunidad. No vacilará. Tu vida no significa nada para él. Y si matarte es lo único
que se interpone entre su objetivo y él, entonces ya estás muerta. Recuerda eso
cuando lo veas. Y no dejes que tus pequeñas emociones te dejen olvidarlo.

Solo puedo sostener su mirada por unos segundos antes de verme obligada a
mirar hacia otro lado en un intento de ocultar las lágrimas acumulándose en mis ojos.
Sé que está diciendo esto para ayudarme, para protegerme, pero ¿por qué debe ser
tan cruel? Lo entiendo: Dorian se ha ido. No me ama. Pero, ¿mi debilidad por él
disgusta tanto a Niko que no puede mostrar ni un poco de compasión? ¿Un poco de
sensibilidad?
Me pongo de pie de un salto, con un sentido renovado de determinación
nacido de la angustia.

—Estoy lista para seguir —murmuro, sacudiendo mis jeans.

—Gabs…

—Otra vez. Ya no quiero sentarme a hablar sobre esta mierda. Así que,
ayúdame o no lo hagas. En realidad, no me importa.

Lo escucho exhalar pesadamente detrás de mí, su aliento agitando mi cabello


humedecido por el sudor en la parte posterior de mi cuello.

—No quiero que me odies —susurra—. Jamás podría querer eso. Pero
prefiero que estés viva y cabreada conmigo, que muerta por decirte lo que querías
oír. Mis palabras son por necesidad. Porque te necesito.

Me giro para mirarlo con los ojos entrecerrados, porque no podría haberlo
escuchado bien. Pero su resolución no flaquea. No retrocede ni tartamudea para
explicarse. No se retracta.

Y no quiero que lo haga.

—Ven —dice finalmente, tomando mi mano—. Vamos otra vez.

Practicamos hasta que puedo levantar troncos gigantes con solo mover un
dedo. Y cuando me he cansado de mover todo lo que no está arraigado al suelo, Niko
intenta enseñarme el arte del phaneróō o manifestación. Comenzamos lentamente,
trabajando en la meditación para centrarme. Aunque he podido hacer distancias
cortas en el pasado, fue totalmente esporádico y no intencional. Niko explica que
intentarlo sin el enfoque adecuado podría dejarme atascada en el limbo, perdida en
una dimensión completamente diferente. Y si no sé dónde estoy, es casi imposible
volver.

—Está bien, intenta de aquí a ese árbol de allá —indica, señalando hacia un
olmo a unos metros de distancia—. Puedes ver a dónde vas; ya sabes lo que hay ahí.
Ahora, visualiza la ubicación en tu mente y transporta tus pensamientos allí.

Respiro hondo, siguiendo sus instrucciones al pie de la letra. Dejando que mis
ojos se cierren por un segundo, imagino estar parada debajo del gran olmo,
apoyándome contra él, riendo mientras Niko se para a mi lado…

—Increíble, ¿no?

Abro los ojos para ver la cara sonriente de Niko. Él levanta la vista,
instándome a seguir su mirada. Estamos debajo del olmo. Y no solo estoy parada
debajo de él, sino que me apoyo en él. Y Niko está justo a mi lado, con orgullo y
asombro brillando en sus ojos. Y me rio, una genuina risa real, purificante, como en
mi visión.

Es asombroso. La vida, ahora mismo, en este momento, es asombrosa.

Voy de poder manifestarme desde una corta distancia, a teletransportarme a


través del lago. Es emocionante, y cuanto más lo hago, mejor me vuelvo. Saber que
puedo estar en un lugar en un solo respiro, y luego a kilómetros de distancia al
siguiente… es increíble. Demonios, puede que nunca vuelva a caminar.

—Será mejor que regresemos —dice Niko, mientras observamos el sol


comenzar a establecerse detrás de las montañas. Me vuelvo hacia él, mi expresión
aprensiva, pero me da una sonrisa tranquilizadora rápidamente—. Tienes esto, Gabs.
Puedes hacerlo. Pero la mejor parte es que, no tienes que hacerlo sola. —Sus dedos
se deslizan contra el interior de mi palma antes de enredarse con los míos,
sujetándome. Negándose a soltarme—. Te tengo. Y si siento que te resbalas, te
atraparé y nos llevaré a un lugar seguro, ¿de acuerdo? Puedes hacerlo.

—Pero qué pasa si… —Mi voz es pequeña, mis labios casi temblando.

—Sin peros. No quiero escuchar eso. Puedes hacerlo. Creo en ti.

Asiento, intentando sacar fuerzas de su expresión alentadora. Cerrando los


ojos, imagino que los dos estamos en mi habitación de hotel en el Pacifica. El sol se
ha puesto y las cortinas están corridas; aunque, hay una luz suave filtrándose desde
una lámpara de noche. Estoy de pie a los pies de la cama. Niko está a mi lado. Me
mira y sonríe torcidamente. No puedo evitar hacer lo mismo…

Unos brazos gruesos me rodean, aplastándome contra un pecho duro. Huele


a brisa marina y agua de lluvia. Inhalo, dejando que la euforia se agite dentro de mí.

Niko jadea, sintiendo el tirón de su cuerpo. Doy un paso atrás, aterrorizada


por lo que acabo de hacer. Lo respiré. Sin querer, por supuesto, pero lo hice. Robé
su magia sin preguntar.

—Oh, Dios mío —chillo, con mis manos sobre mi boca—. Lo siento, no debí
haber hecho eso. Estaba tan atrapada en el momento, y feliz, y completamente…

Niko sonríe y sacude la cabeza, con las palmas levantadas.

—No es gran cosa. Honestamente, apenas lo sentí.

—Pero tomé de ti. Sin tu permiso. Oh, Dios mío, lo juro… —Está justo frente
a mí, acunando mi rostro en sus manos. Inclinando mi barbilla para que mis ojos se
alineen con los suyos.

—Gabs, está bien. Honestamente. Has tenido un largo día. Es fácil quedar
atrapado en el momento.
Mi mirada recorre el movimiento de sus labios carnosos, e imagino cómo se
sentirían contra los míos. Cómo sabrían después de haberlos humedecidos con su
lengua. Oh Dios, ahora estoy pensando en su lengua.

—Debes estar exhausta —dice, alejándose. Se gira hacia la puerta que conecta
nuestras habitaciones, y de repente siento pánico—. Puedo hacer que te envíen algo
de comida, si quieres.

Me encojo de hombros.

—Seguro. Supongo que sí. —Ni siquiera tengo tanta hambre. No cuando mi
estómago sigue revolviéndose como si estuviera haciendo una rutina de Zumba.

—Está bien. —Asiente—. Lo hiciste muy bien hoy, Gabs. Y seguirás


mejorando… más fuerte. Estoy orgulloso de ti.

—Tuve un buen maestro —sonrío.

Niko baja la cabeza en señal de buenas noches y sale de la habitación,


dejándome sola con mis locos pensamientos. Decido tomar un buen baño caliente,
con la esperanza de que ahogue mi confusión creciente y vergüenza. Sin embargo,
mientras me sumerjo en la bañera, honestamente no puedo ver de qué me
avergüenzo. Dorian se ha ido. No hay garantía de que lo recuperemos. Y
probablemente ya se ha follado a Aurora más de tropecientas maneras diferentes.

Aun así, esa ni siquiera es la peor parte. Es malvado. M-A-L-V-A-D-O. Y tan


psicótico como su padre. ¿En serio puedo disculpar todo eso? ¿Puedo honestamente
olvidar todo lo que me dijo, aunque no era él mismo?

¿O lo era?

Me siento en la bañera hasta que el agua se enfría con mi iPod a todo volumen.
Hoy he cambiado a Bruno Mars por Linkin Park, necesitando un respiro de las letras
tristes y melancólicas que me habían arrullado hasta dormir la mayoría de las noches.
Y honestamente, en realidad no creo que las necesite más.

Sí, la mierda apesta. Mi mamá está muerta. Chris no me conoce. Jared se ha


ido. No puedo volver a casa. Y Dorian Malo ha escapado con Aurora. La mierda en
serio apesta de verdad.

Pero tengo a Alex, el padre que pensé que había muerto antes de mi
nacimiento. Puedo confiar en Morgan, algo que nunca antes había podido hacer.
Descubrí una comunidad secreta y subterránea de seres sobrenaturales a través de
Denny Nox. Conocí a Lars, un hechicero de Luz y hermano gemelo de Solara, y él
quiere ayudarnos. Y tengo estas increíbles habilidades rudas que apenas he
aprovechado.
Y luego está Niko. El hombre que ha estado a mi lado todo el tiempo. El chico
que nunca me rechazó o se dio por vencido, sin importar lo molesta que fuera. Se
convirtió en mi roca cuando necesitaba que alguien me apoye. Se convirtió en mi sol
cuando todo parecía sombrío.

Así que, sí, la mierda apesta. Pero no lo hace. No completamente.

Cuando salgo al área de la sala de estar/dormitorio usando nada más que una
esponjosa bata grande y de felpa (que tengo la intención de robar cuando dejemos
este sitio), hay un carrito de servicio a la habitación en medio del lugar. Ahora, por
lo general, la vista de estas cosas invocaría un miedo instantáneo, pero ya puedo ver
garabatos familiares en una pequeña tarjeta de notas, apoyada contra una sola rosa
rosa en un florero delgado.

Pequeña,

Hoy lo hiciste estupendo. Espero que lo disfrutes.

Llámame si me necesitas. Estoy a solo una puerta de distancia.

-N

Sonrío y sostengo la pequeña cartulina blanca contra mi pecho. Luego levanto


una de las cúpulas plateadas para revelar un hermoso filete miñón a un lado de
zanahorias pequeñas y puré de papas revestido con perejil. Otro plato cubierto
alberga una cola de langosta del tamaño de un mamut, mientras que otro tiene una
gran porción de pastel de chocolate. Chillo de alegría, recojo los platos y los arrastro
a una pequeña mesa redonda. Todo está delicioso, por supuesto. Pero cuando tomo
otro bocado de langosta mantecosa, no puedo evitar sentir que falta algo. Algo está
simplemente… mal.

Termino mi comida, con menos entusiasmo cuando comencé, y decido que


debo estar cansada. Ha sido un día agotador, y usar tanto probablemente ha afectado
mi mente. Después de asaltar la mini nevera por una pequeña botella de vino (¡adiós,
vinos de dos dólares!), me acurruco en la cama, aún con la cómoda bata de baño.
Hay una película en VH1: Purple Rain, la favorita de Morgan. La tristeza tira de mi
corazón cuando me doy cuenta de lo mucho que extraño a mi chica. Maldición,
desearía tener mi teléfono celular. Sería tan bueno escuchar su voz. Pero dado que
técnicamente estamos huyendo, tal vez sea mejor que no tengamos ningún contacto.
No querría llevar a nadie hasta ella y a Alex.

Estoy viendo a Prince intentando convencer a Apollonia de purificarse en las


aguas del lago Minnetonka, cuando un dolor repentino de soledad pura se retuerce
en mis entrañas. ¿Por qué estoy sentada aquí, bebiendo mini botellas de vino de diez
dólares y sintiendo pena por mí, cuando tengo a alguien justo al lado? ¿Alguien que
de hecho me gusta y que, con suerte, aún le gusto? Y no es que las cosas estén extrañas
entre nosotros… todo lo contrario. Niko siempre ha sido el menos intenso de los
hermanos Skotos. Siempre hemos tenido una amistad sencilla, incluso cuando las
cosas a nuestro alrededor eran todo lo contrario. Así que, no hay razón por la que
debería sentirme rara por pasar el rato con él. ¿No es eso lo que siempre hemos
hecho? ¿Incluso cuando estaba obsesionada con su hermano?

Arranco las mantas y me deslizo hacia la puerta, sintiéndome audaz con dos
botellas de vino demasiado caras. Sin embargo, cuando la alcanzo, la duda y la
confusión me impiden golpear la puerta. Estoy en una bata de baño, mi cabello está
en un moño desordenado en la parte superior de mi cabeza, y probablemente estoy
luciendo un bigote de vino tinto épico. Pero incluso más que eso, hay una buena
posibilidad de que Niko quiera estar solo. Me ha estado cuidando durante días. Tal
vez estaba agradecido de poner algo de espacio entre nosotros esta noche.

Suelto un pesado suspiro resignado, decidiendo simplemente dando la noche


por terminada, pero antes de que pueda dar la vuelta para regresar con Prince, la
puerta se abre.

Y ahí está Nikolai Skotos. Sin camisa.

Y me doy cuenta exactamente lo que faltaba.


Capítulo 30
—¿Está todo bien?

L
a expresión de su rostro muestra curiosidad y preocupación, mientras
que indudablemente debo parecer un ciervo a la luz de los faros.

—Oh… um… yo…

—¿Le pasaba algo a tu comida? ¿Te sientes bien?

Pasa junto a mí rápidamente hacia mi habitación para comprobarla, y recibo


un olor a jabón y hombre, mezclado con su aroma natural a océano. Su cabello negro
todavía está húmedo por una ducha reciente, y no lleva nada más que pantalones de
pijama de seda. Ni siquiera puedo estar segura que haya algo debajo de ellos.

—¿Gabs?

Solo cuando mis ojos se ven obligados a viajar por su cuerpo para encontrarse
con su mirada preocupada, me doy cuenta que había estado estudiando sus
abdominales. Dios, sus abdominales. La gente hace moldes de abdominales como
los suyos.

Trago con fuerza y humedezco mis labios, mi boca de repente tiene la


consistencia del papel de lija.

—Oh, yo… solo iba a ver lo que estabas haciendo.

—¿Ah, sí? —Frunce el ceño confundido—. Escuché tu suspiro. Sonabas…


frustrada. O molesta. ¿Estás segura que todo está bien?

Malditos sean él y su súper audición. Le doy una sonrisa manufacturada, y


asiento hacia la mesita de noche.

—Me quedé sin vino, eso es todo. ¿Tienes más?

Estudia mi rostro por un momento, buscando… no lo sé. Luego se gira hacia


su habitación, saliendo unos segundos después con dos mini botellas de Cab, y una
de whisky.

—Entonces, ¿qué vamos a ver? —pregunta, poniéndose como en casa en la


cama. Desenrosca la botella diminuta y toma un sorbo.
Um, ¿hola? ¿No se da cuenta que está casi desnudo? ¿Y en mi cama? ¿Dónde
duermo?

Abro una botella de vino y la engullo de un trago. Puede que necesite algo
más fuerte si voy a sobrevivir esta noche.

—Purple Rain —respondo, acercándome para deslizarme al otro lado de la


cama.

—Purple Rain, ¿eh? Prince es… todo un personaje. —Me guiña un ojo,
haciendo que mis ojos salgan de sus cuencas.

—¡No me digas que es Oscuro!

Niko se encoge de hombros, con una sonrisa tímida en sus labios.

—Oye, te dije que estábamos en todas partes. Vamos, mira al tipo. Se supone
que ahora tiene más de cincuenta años, pero no parece tener más de treinta. ¿En serio
no puedes notarlo?

Ahora que lo pienso, Prince es prácticamente un fenómeno de la naturaleza


en el departamento de los genes buenos. ¡Morgan estará impactada!

—Pero sus ojos… no son azules.

—Truco de salón. La otra noche cambié los tuyos fácilmente.

—¿Y quién más es Oscuro? ¿Alguien que conozca?

Niko tuerce los labios hacia un lado como si estuviera pensando.

—Hmmm… ¿quiénes están en la cima de las listas en este momento?

—Beyonce, Katy Perry, Pharrell, Maroon 5. —También The Fallen, pero ya


sé el asunto con ellos.

—Ahí tienes.

Mi mandíbula golpea el suelo.

—¿Todos ellos?

—Todos ellos.

—Mierda.

Niko se ríe antes de tomar otro trago de su botella.

—Por supuesto, no puedes andar diciendo eso por toda la ciudad. En los años
70 y 80, cuando el heavy metal estaba en su apogeo, nuestra especie podría ser un
poco más extravagante y tomarse algunas libertades más. Ahora con los paparazis
en cada esquina, tenemos que mantener un poco más de anonimato.

—Comprensible. —Me siento con entusiasmo, con especial cuidado al


posicionar mis piernas de modo que no exponga mis partes desnudas de debajo de la
bata—. Tienes que decirme… ¿qué hay de las estrellas de cine? Tiene que haber
toneladas de Oscuros en Hollywood.

—Oh sí, claro. ¿Quién es tu favorito?

—Uhhh… ¿Angelina?

—Oscuro.

—Pero ¿qué hay de Brad Pitt?

—Humano.

—¿Y eso está bien? ¿Digo, tu padre lo permite?

—No es inaudito —se encoge de hombros—. Sucede. Simplemente no


necesariamente con nosotros.

—Te refieres a la realeza Oscura.

Niko asiente y luego traga el contenido de su botella. Puedo ver que ese detalle
de su historia lo irrita.

—Creo que definitivamente podría lograr la imagen de una estrella de rock —


digo, con la esperanza de aligerar su estado de ánimo, y hacerle olvidar cualquier
recuerdo que aún lo atormente.

—¿Por qué dices eso?

—Vamos, festejar todo el día y toda la noche. Estar ebria y ser desagradable.
Meterme en peleas embarazosas en lugares públicos. ¡Demonios, estoy
prácticamente a medio camino!

Niko se ríe, la tarea haciendo que los músculos de su torso se tensen bajo esa
piel deliciosamente bronceada. Pretendo reír también, solo para encubrir mi flagrante
estado embobado.

—Oye, ¿quieres otra? —pregunto, saltando de la cama hacia el mini bar. Sí.
Necesitaré algo más fuerte.

—Por supuesto.

Tomo otra botella de whisky irlandés que está bebiendo y una linda botellita
de Patron. Es definitivamente una decisión terrible, ya que el tequila hace que mi
puta interna se libre de sus restricciones, pero bueno, es solo una botella pequeña.
¿Qué daño podría hacer?

Salto de nuevo a la cama, riendo como una idiota sin razón aparente. Le
arrojo a Niko su bebida, que desenrosca de inmediato.

—Salud —digo, sosteniendo la pequeña jarra de fuego líquido.

Niko choca mi botella, pero se detiene en seco.

—¿Por qué estamos brindando?

Me tomo un segundo para reflexionar, omitiendo toda la mierda que ha


sucedido y concentrándome en los puntos brillantes. Los tiempos que invocaron la
paz. Las pequeñas victorias que nos dieron esperanza.

—Por los nuevos comienzos. —Para mí. Para él. Para nosotros.

Niko choca suavemente su botella con la mía.

—Por los nuevos comienzos.

Tres botellas de Patron, cinco whiskies, cuatro botellas de vino tinto y un


asqueroso trago de vodka más tarde, y estamos borrachos. Al menos lo estoy. Más o
menos.

Quiero decir, he bebido mucho, pero sinceramente me siento bien, en todo


caso un poco cálida y más que un poco entusiasta. Niko me está contando sobre una
de sus etapas rebeldes a principios de 1900, y estoy colgada de cada palabra, fascinada
por su interpretación de una época que solo había leído en los libros de historia.
Habla con tanta emoción, moviendo sus manos animadamente, mientras describe la
moda, la arquitectura, el arte. Me cuenta sobre las hordas de mujeres que se metían
en su cama por las noches, lo que lo llevó a la idea de abrir el burdel más venerado
de Nueva Orleans.

—¿Y las chicas en serio estuvieron de acuerdo con eso? ¿Vender sus cuerpos?
—pregunto, absorta en la historia.

—¿De acuerdo? Teníamos una lista de espera de un kilómetro de chicas que


querían trabajar allí. Las cuidábamos, las dábamos una vida con la que solo podían
soñar. Y, por supuesto, teníamos un proceso de selección estricto, que incluía
exámenes de salud rigurosos. Vivieron más que cómodamente por algo que habrían
hecho gratis.
Sacudo la cabeza, una sonrisa juguetona en mis labios.

—Nikolai el chulo. Por favor, dime que no llevabas espantosos trajes morados
y grandes sombreros con estampado de cebra.

—Solo si combinaban con las botas de plataforma.

—¡No! —chillo, riendo como una hiena—. ¡Oh Dios, dime que tienes fotos!

Niko se ríe conmigo, limpiándose las lágrimas de sus ojos.

—No, no. No hubo trajes morados. Tal vez naranja o azul cielo. Pero nunca
dominé el púrpura.

Lo golpeo juguetonamente en su brazo desnudo, mi mano, sin duda,


absorbiendo la mayor parte del aguijón.

—¡Ay! Jesús, ¿estás hecho de acero?

Niko levanta una ceja astuta.

—Tal vez algunas partes.

Poniendo los ojos en blanco, me dejo caer sobre un montón de almohadas.

—Seguro, seguro. Lo juro, ¿qué hay con los chicos y su obsesión con su pene?
Todos los hombres piensan que están cargados con las armas grandes, pero cuando
finalmente lo consigues, es más como una pistola de bolsillo. ¡Pew, pew!

—No estoy obsesionado. Simplemente soy honesto —comenta Niko,


recostándose sobre las almohadas a su lado de la cama. Su. Lado. De. La. Cama. Oh
Dios, ¿acaso eso es ahora una cosa?

—¿Honesto sobre…?

—Tengo un pene grande.

Casi me ahogo en mi propia saliva. Santo infierno. Estoy intentando


orientarme, intentando encontrar una respuesta rápida, pero no puedo pensar con los
sonidos de la risa presumida de Niko. Podría haberlo hecho sin esa información.
Pero ahora que está ahí expuesta, flotando en el universo, no puedo no pensar en ello.

—¿Qué… acabas de…? —balbuceo, agitando mis manos como un pollo


drogado.

—Bueno, preguntaste —se encoge de hombros.

Sacudo la cabeza, esperando dispersar cualquier pensamiento futuro sobre el


orgullo y la alegría de Niko.

—De acuerdo, necesito un trago después de eso.


Levanta una mini botella de Stoli a medio terminar.

—Creo que hay más vodka.

—Oh, carajo, no —me estremezco—. Prefiero beber gasolina.

Salto de la cama y reboto hasta el min bar, que se ve bastante patético. Saco
un poco de Disarrono.

—Eso servirá, burro —murmuro, desenroscando la tapa incómoda, sin prestar


atención. Y, por supuesto, choco épicamente mi dedo pequeño con el carrito del
servicio de habitaciones de antes—. ¡Hijo de puta! —grito, brincando—. ¡Maldita
mierda!

Niko parpadea a mi lado en un instante y me atrapa antes de empezar a cojear.

—¿Estás bien?

—¡Ah, mierda! Está roto. Sé que está roto. Está colgando de mi pie, ¿no?
Probablemente hay sangre chorreando por todas partes.

—Vamos a revisar. —Y sin previo aviso, Niko me levanta como si no pesara


nada, y me lleva a la cama, recostándome tan suavemente como lo hizo anoche—.
Está bien, déjame echar un vistazo —dice, colocando mi pie en su regazo para una
inspección más profunda. Siento sus dedos fríos en mi dedo del pie, pero no duele.
En cambio, hace frío, como si se hubiera convertido en mi propia bolsa de hielo
personal.

—¿Cómo está? —pregunto, mi voz dócil.

—No está roto. Y no hay chorros de sangre por todas partes. Y me complace
informar que aún está bien sujeto a tu pie. —Aprieta sus labios como si intentara no
reírse.

—¡Cállate! —exclamo, lo que lo pone histérico—. ¡Esa mierda duele!

—Awww, ven aquí —bromea—. ¿La pobrecita Luz Oscura se lastimó su


dedito?

—Imbécil. —Intento apartar mi pie, pero él lo mantiene sujeto a su regazo,


aún acariciando mi dedo con uno de sus dedos fríos. Después de unos segundos, me
relajo bajo su toque y lo dejo trabajar su magia.

—¿Cómo se siente ahora? —pregunta, todo el humor desapareció de su voz.

—Bien. —Soy muy consciente del tono ronco en mi voz.

Niko desliza sus manos hacia la planta de mi pie masajeándolo con perfecta
presión. Casi me derrito allí como una pila de aguanieve.
—¿Y qué tal esto?

—Tan… bien.

Momentos después, él está masajeando mi tobillo, su toque desplegándose


hasta mis pantorrillas, que aún están un poco doloridas por los tacones asesinos de
la noche anterior y el entrenamiento de hoy. Gimo reflexivamente, sintiendo los
tensos nudos de mis músculos aflojarse.

—¿Aún bien?

—Sí. —Hay tanta… necesidad… en mi voz. Me da miedo, pero no lo detengo.

Sus dedos acarician el espacio debajo de mis rodillas, causando un hormigueo


que se dispara a mi espalda. Su toque es ligero, cuidadoso, como si supiera que es
una zona erógena sensible para mí. Quiero enderezarme y sentarme, pero termino
arqueando la espalda. El cambio haciendo que la mano de Niko aterrice en el interior
de mi muslo.

Lo miro.

Él me mira.

Ni siquiera tengo la oportunidad de congelar el tiempo y pensarlo un segundo


más.

Está arrastrándose por mi cuerpo al mismo tiempo que me inclino hacia él.
Cuando sus labios cubren los míos, estoy sorprendida por la suavidad de ellos y la
gentileza de su beso. Niko, con todo su humor descarado y su honestidad brutal,
espero que sea como besar a una fuerza indomable de la naturaleza. Pero es tan
tierno, tan cuidadoso. Como si hubiera planeado la forma en que me besaría. Como
si hubiera pensado en este momento durante días, repitiendo el escenario en su
cabeza mientras permanece despierto por las noches. Sin embargo, aunque su beso
es reverente, su toque es dominante. Sus dedos aferran mi espalda a través de la
toalla, y luego sujetan mi cabello. Libera cada restricción que está practicando en mis
labios a través de sus manos.

Lo atraigo sobre mí a medida que me empuja hacia las mullidas almohadas


bajas. Absorbo su peso, sintiéndome tan segura y tan a salvo con su cuerpo asentado
sobre el mío. Mis piernas se separan para darle la bienvenida al lugar más suave de
la tierra, acunando sus caderas cubiertas de seda. Su beso ni siquiera vacila. Su
lengua, dulce con sabor a alcohol y él, continúa deslizándose contra la mía
rítmicamente, saboreando mi boca. Bebiéndome como un elixir embriagador.

Mis manos se deslizan de ida y vuelta por la suave piel de su espalda, sintiendo
sus músculos tensarse y temblar bajo las yemas de mis dedos mientras intenta
acercarse más. Y lo quiero más cerca. Quiero su piel sobre la mía. Quiero que los
latidos de su corazón golpeando contra mi pecho. Quiero inhalar su aliento y beber
su lujuria.

Quiero a este hombre. Quiero a Niko. Y sé que me hace una enferma, horrible
y desesperada, pero no me importa.

Mi necesidad se convierte en su necesidad, y él está arrancando mi bata,


exponiendo mis senos pesados. Se aleja solo lo suficiente para mirarlos, estudiando
mi desnudez. Y justo cuando empiezo a sentirme cohibida, baja la cabeza y toma un
pezón endurecido en su boca hambrienta, acariciando la piel sensible con su lengua.
Aferro su cabello, tirando con manos temblorosas. No porque esté nerviosa o
asustada, sino porque quiero esto con demasiadas ansias. Su boca, sus manos, su
dura longitud sobre mi muslo, tensándose a través de la fina seda… he necesitado
esto. Y me importa una mierda lo que eso me haga. Ni siquiera quiero pensar en eso.

La lengua caliente de Niko se mueve hacia mi otro seno, chupando y


amasando los montículos para darle un mejor acceso a su lengua. Gimo,
deleitándome en la sensación de placer, algo que se había convertido en un recuerdo
tan lejano. Me devora, negándose a dejar intactas las pieles arrugadas y calientes. Y
es tan bueno… Niko es tan, tan bueno en eso. Es como si ya lo supiera. Ya sabía lo
que ansiaba mi cuerpo.

Lo siento cada vez más duro contra mi pierna, excitado por el hecho de que
solo una débil capa de tela separa su sexo del mío. Qué fácil sería tenerlo empujando
dentro de mí. Hacer que ahuyente a mis demonios con cada centímetro de él
llenándome. Gritaría su nombre a medida que me derrumbara contra él. Me correría
tan fuerte que las paredes temblarían con nuestra liberación.

Me estiro entre nosotros, tomándolo en mis manos para mostrarle mis


intenciones. Se detiene un minuto, mirando hacia mi cuerpo jadeante, haciendo y
respondiendo preguntas en su cabeza. Se decide, empujándose sobre sus rodillas para
liberar su deseo.

Es hermoso. Dios, es hermoso.

Se me hace agua la boca, dejo caer el resto de la bata, ofreciendo mi cuerpo a


cambio del suyo. Me evalúa entera, enrutando su asalto antes de atacar,
aplastándome bajo un beso hambriento. Lo siento pulsando, esperando, pero
necesito sentir más. Necesito sentirme completa otra vez. Y tal vez… tal vez él podría
hacerlo. Tal vez Niko podría ser el que cure este corazón roto. Porque si mi cuerpo
lo quiere tanto como lo hace, tal vez esa parte destrozada de mí también lo hará.

Se aleja de repente, aún cernido sobre mí, pero nuestros pechos desnudos ya
no se tocan.

—Detente. Espera. No podemos hacer esto.


Me estremezco ante el aguijón del rechazo y la pérdida de su cuerpo sobre el
mío.

—¿Por qué no?

Cierra los ojos, como si intentara luchar contra las voces dentro de su cabeza.

—Créeme, quiero hacerlo. Mierda, quiero hacerlo.

—Entonces, ¿qué te detiene? —Estoy casi sin aliento, retorciéndome debajo


de él con la necesidad de ser tocada.

Sacude la cabeza, con la mandíbula apretada.

—Mira, pequeña… no soy Dorian, y nunca lo seré. Jamás seré capaz de llenar
el vacío que ha dejado atrás. Así que será mejor que estés jodidamente segura que
estás bien con eso. ¿De acuerdo? Porque solo me conseguirías a mí. Solo a mí. Y no
puedo ser alguien que no soy. No puedo curarte y volverte entera. No como antes.

Miro esos ojos azules como el cristal, sintiendo hielo en mis venas.

—Creo que podría decirte lo mismo.

No responde. Ni siquiera tengo que infiltrarme en su mente para saber qué


voz en su cabeza habló más fuerte.

La incomodidad se instala sobre nosotros, y nos quedamos mirando al


desorden que hemos hecho. Se agacha para recoger sus pantalones de pijama al
mismo tiempo que agarro mi bata.

—Debería irme —murmura, poniéndoselos apresuradamente y girando hacia


la puerta. Aún no puede ni mirarme. Ahora mismo, tampoco puedo mirarme.

—Espera. —Me escucho decir, estirándome para sujetar su brazo. Retiro mi


mano rápidamente, el toque ahora sintiéndose demasiado íntimo—. Por favor,
solo… quédate. Quédate conmigo, como lo hiciste anoche. Solo… siento…

—Está bien. —La expresión de su rostro es de resignación, y tal vez un poco


de alivio—. Vamos a dormir un poco, ¿de acuerdo?

Asiento, tan jodidamente agradecida que incluso pueda soportar estar en la


misma habitación que yo. Ambos nos arrastramos bajo las sábanas en silencio,
desterrándonos a nuestros respectivos lados. Me giro de lado, lejos de él, sintiéndome
como una tonta. Sintiendo que acabo de arruinarlo todo.

Lo escucho respirar profundamente detrás de mí antes de sentirlo moverse.


Su brazo envuelve mi cintura, atrayendo mi espalda contra su pecho. Me abraza con
firmeza, sabiendo que necesito esto. Sabiendo que lo necesito a él, de cualquier
manera que pueda conseguirlo.
Su suave respiración constante en mi cuello me adormece, y caigo en un sueño
colorido. Estamos rodeados de árboles, el agua y la luz del sol. Cuando lo miro, él
sonríe. Y lloro, porque nunca sabré cómo se siente eso otra vez.
Capítulo 31

H
ay una banda marchando en mi habitación de hotel. Y la línea de
batería actualmente está tocando “Hollaback Girl” en mi cráneo.

Los golpes se intensifican, obligándome a abrir mis párpados,


que juro que se han cerrado con pegamento. Mi boca se siente como si estuviera llena
de arena con sabor a trasero y mi estómago se revuelve con gasolina. Aun así, lucho
por levantarme en mis codos, intentando localizar la fuente de los golpes implacables,
con la esperanza de callarlo de una puta vez.

Me siento con un gemido justo cuando la cama se hunde a mi lado. Oh


mierda, tal vez todavía estoy ebria. Pero no. No podría ser tan afortunada. Tenía que
tener resaca y ser estúpida.

Niko me mira, con su desordenado cabello negro sobre su frente. Lo peina


hacia atrás, haciendo una mueca como si solo tocar su cuero cabelludo le duele. Se
reanudan los golpes y ambos salimos disparados de la cama, mirando hacia la puerta.
No hay ninguna banda marchando, y aunque mi cabeza está palpitando, queda
silenciada por el sonido de alguien tocando a la puerta.

—Hola, soy yo, Lars —llama alguien desde el otro lado de la puerta—. Abre
o voy a entrar.

¡Lars! Está de vuelta. Con suerte con buenas noticias.

Más cerca de la puerta, Niko la abre y deja entrar al Hechicero de Luz agitado
que se ve extrañamente elegante y meticuloso para alguien tan grande.

—¿Has visto las noticias? —pregunta tan pronto como la puerta se cierra
detrás de él. Se lanza hacia el control remoto puesto en la pequeña mesita y enciende
el televisor.

—No. —Mi garganta se siente áspera, así que me aclaro e intento


nuevamente—. No, acabamos de despertar.

Ahí es cuando Lars finalmente disminuye la velocidad y observa la escena


delante de él. Yo en nada más que una bata de baño. Niko sin camisa. La habitación
en un maldito desastre.
—Um, ¿es un mal momento? Quiero decir… aún estamos en marcha,
¿verdad? ¿Aún quieren salvar a Dorian?

—Sí, por supuesto —insisto, apretando la bata alrededor de mi cuerpo—.


Todo sigue en marcha, siempre y cuando hayas conseguido la información que
necesitabas.

—Lo hice. Pero tenemos que actuar rápido. Como en las próximas cuarenta
y ocho horas.

—¿Por qué? —pregunta Niko, finalmente encontrando su voz, aunque no


suena mejor que la mía.

—Mira.

Ambos nos volvemos hacia el televisor mientras un anuncio circulando


parpadea Noticias de Última Hora en la parte inferior. Aparece una presentadora, su
expresión es grave cuando informa sobre los fenómenos sorprendentes extendiéndose
por todo el país. Los casos de personas desaparecidas se han disparado en las últimas
treinta y seis horas y los departamentos de policía en todas las ciudades de los Estados
Unidos han sido inundados con nada más que callejones sin salida. Y para empeorar
las cosas, ha habido una actividad extraña en el reino animal. Las aves, los peces y
las pequeñas criaturas del bosque han desaparecido. Ha habido varios intentos de
fuga en los zoológicos por animales hostiles. Incluso las mascotas domésticas han
escapado. Han llamado a todos los expertos con un doctorado, maestría y un montón
de otras siglas inútiles, pero nadie puede explicarlo.

—Está sucediendo —susurra Niko, con los ojos completamente abiertos


pegados a la televisión.

—La gente lo llama la Ascensión. Creen que el final está cerca. Ahí afuera
hay una histeria masiva, y solo va a empeorar. —Lars me mira, su expresión casi
reverente—. Es por esto que murió Solara: este momento. Cuando tomarías tu lugar
en el orden Divino y volverías a enderezar las cosas. Ya es hora.

—¿La profecía? —Las palabras se sienten como una maldición en mi lengua.

Lars asiente antes de girar hacia la puerta.

—Los dejaré para que se alisten. El tiempo es la esencia.

Luego sale por su cuenta, dejándonos ahogarnos en nuestra propia inquietud.

—Niko… —Ni siquiera sé lo que quiero decir. Una disculpa no parece


suficiente, aunque sé que está justificada. Y ahora que estamos a punto de
embarcarnos en la oscuridad de lo desconocido, necesito enmendar esto. Necesito
que sepa que lo de anoche puede haber estado mal, pero no fue un error. Él no fue
un error—. Niko, yo…
Levanta una mano y sacude la cabeza, deteniendo más palabras.

—No te disculpes. No es nada.

No es nada. No somos nada.

Se dirige a la puerta contigua, pero se detiene justo cuando gira el pomo.


Aguanto la respiración, esperando que grite, chille, maldiga… cualquier cosa.
Cualquier cosa que nos vuelva a poner en equilibrio.

—¿Gabs? —Su voz es de grava sobre vidrio: peligrosamente cerca de


romperse—. Si hubieras dicho que estaba bien… si hubieras dicho que era a mí a
quien querías, no un reemplazo temporal para mi hermano, habría hecho cualquier
cosa que quisieras anoche. Cualquier cosa.

Desaparece en la habitación de al lado, y me hundo en el suelo, sintiendo que


he perdido a mi mejor amigo. Porque lo hice.

El viaje en avión de regreso a Luisiana es largo, y solo se vuelve más


incómodo por la tensión entre Niko y yo. Afortunadamente, Lars es un amortiguador
bienvenido y está dispuesto a responder todas mis preguntas inquisitivas sobre la Luz,
su hermana e incluso lo que ha oído de mi madre.

—Era una leyenda —musita—. Una campeona para los nuestros. Es por eso
que su relación con el Oscuro apestó a traición. Aún se considera traición pronunciar
su nombre en la corte de Luz.

—¿Porque se enamoró? ¡No lastimó a nadie! —Sacudo la cabeza, sin


comprender cómo una raza que se enorgullece de la compasión y la sanación podría
ser tan cruel.

—Lo sé. Y también Solara. Cuando te vio con el príncipe Oscuro esa noche,
su plan era simplemente vigilarte desde lejos y no intervenir. Pero siempre estabas
con él… cayendo aún más profundamente bajo su hechizo. No podía decir si sus
intenciones eran buenas o no, de modo que mantuvo una distancia segura, rezando
para que no te hiciera daño. Y cuando él se comprometió para casarse con la hembra
Órexis, ella vino hasta mí, rogándome ayuda para protegerte. La rechacé, como un
tonto, negándome a involucrarme. Y por eso, perdió su vida. —Me mira con esos
ojos de topacio llenos de pena y arrepentimiento—. Gabriella, perdóname. Fui un
cobarde. Si no hubiera sido tan terco y débil, podría haberlas salvado a las dos.

Me estiro para apretar su mano y ofrecerle una sonrisa tranquilizadora.


—No es tu culpa. Nada de eso fue culpa de nadie más que de Xavier.

Lars se toma el tierno momento para inclinarse antes de mirar a Niko, quien
se sienta a varios metros de distancia, observando por la ventana distraídamente.

—No quiero entrometerme, pero ¿estás segura que esto es lo que quieres?
¿Volver al otro hermano? Porque si no, no tenemos que hacer esto. Puedo pensar en
un millón de otras cosas que preferiría hacer antes de cazar a un príncipe Oscuro e
intentar conjurar la humanidad que le queda.

Mi mirada se dirige hacia Niko, tan hermoso y solitario. Recuerdo la


sensación de su piel contra la mía, sus caderas moviéndose entre mis muslos. Sus
labios y lengua explorándome con tan delicada precisión. Se había sentido tan bien,
tan atento y minucioso. Lo deseé tanto que casi me dolió.

Pero él no era Dorian. Y nadie podría llenar ese agujero que había dejado
atrás.

—Esto es lo que quiero.

Porque Dorian es todo lo que siempre querré, desde ahora hasta el final.
Siempre fue él… siempre será él. Fui simplemente estúpida y lo suficientemente
desesperada como para intentar hacer que mi corazón sienta lo contrario.

Cuando finalmente llegamos a las puertas de la mansión, siento una sensación


de alivio abrumador. He extrañado a Morgan, e incluso a Alex. Ha sido leal durante
todo esto, y me siento mal por cuestionar antes su presencia. No más. No perderé
más tiempo con las personas que amo, incluido Niko. Y tan pronto como
recuperemos a Dorian, voy a ponerme a trabajar para arreglar las cosas con él
nuevamente. Sé que no será fácil, pero tenemos que superar esto. Hemos pasado por
demasiado para dejar morir nuestra amistad por una noche de errores estando ebrios.

Pero incluso cuando lo pienso, sé que fue algo más que el alcohol lo que
influyó nuestras manos y labios. Y si en realidad soy honesta conmigo, no estaba tan
ebria. No lo suficientemente ebria como para olvidar la suave sensación de su piel
contra la mía y el dulce sabor de su lengua. Ninguna cantidad de alcohol podría
borrar la imagen de él cernido sobre mi cuerpo, su cabello oscuro cayendo en sus ojos
mientras me miraba con reverencia.

Atrapada en una ensoñación, ni siquiera me doy cuenta que estamos frente a


la casa hasta que Morgan prácticamente arranca la puerta de la limusina.

—¡Gabs! ¡Oh Dios mío, te he echado mucho de menos! —Hay lágrimas en


sus ojos, y tira de mi brazo hasta que mis zapatos golpean la grava. Luego me abraza
furiosamente, como si estuviera agradecida de que esté viva.
—¿Qué pasa, Morg? ¿Está todo bien? ¿Dónde está Alexander? —Sujeto sus
hombros y aparto su cuerpo del mío para evaluar cualquier señal de angustia en su
rostro. Pero solo hay amor en esos grandes ojos castaños.

—Solo estoy tan contenta de que estés en casa. —Su voz es ronca, como si
estuviera luchando por evitar que el nudo en su garganta salga a la superficie. Sonríe
a través de la incomodidad—. Y Alex está estupendo. Me ha estado enseñando un
poco sobre lo que soy y cuáles son mis habilidades. Casi me hace sentir como una
chica ruda.

—¿Qué eres? —Un momento. ¿Habilidades?

—Una guardiana. —Lars se acerca desde el otro lado de la limusina. Se


inclina ante Morgan antes de tomar su mano y besarle el dorso. Sus ojos dorados
están llenos de asombro y admiración—. Lo has hecho bien. Tienes mi más profundo
agradecimiento.

—¿Una guardiana?

—Sí. —Lars asiente—. Tu amiga es una de los Elegidos. Su sangre fue


mejorada al nacer para darle habilidades especiales que resultarán útiles en un futuro
muy cercano. Dime, guardiana, ¿ves las caras de los muertos? ¿Escuchas sus susurros
en la brisa nocturna?

Los ojos de Morgan se abren dos veces su tamaño y asiente, incapaz de hablar.

—Sí. Esas son las voces de los antepasados. Al principio muy debilitante,
según he oído. Pero a medida que tu visión se ajuste, deberías poder enfocarlo.
Escucharlos. Te dirán lo que debes hacer en tiempos de problemas.

Morgan vuelve la cabeza hacia mí, con mil preguntas grabadas en su


expresión confusa. Sonrío y le paso un brazo por los hombros.

—Morgan, este es Lars. Es un hechicero de Luz, y la clave para desbloquear


la maldición de Dorian. Vamos, entremos y te poner al tanto.

Alrededor de la mesita de café en la gran sala, Lars, Niko, Alex, Morgan y yo


compartimos la información que hemos descubierto en los últimos días e ideamos la
misión de rescate. Morgan está a un lado de mí, nuestros brazos tocándose, ya que
Lars nos informó que, como Guardiana, el contacto físico con ella desviaría el poder
de Stavros, razón por la cual pudo sostener antes a Alex. En su regazo, se encuentra
la daga Polemos, un regalo de Alexander. Él le había estado enseñando a luchar en
mi ausencia, y la daga le proporciona aún más protección. Con solo una mirada, la
mayoría de los enemigos retrocederán, si no huyen con sus colas entre sus piernas.
En serio se está convirtiendo en una chica ruda, y estoy orgullosa de ella. Nada de
esto es fácil de digerir, incluso para mí. Y aquí está ella, una humana frágil, y está
dispuesta a luchar. Dispuesta a sacrificar su vida para proteger lo que ni siquiera
comprende enteramente.

Mi padre se sienta al otro lado, su cuerpo zumbando de emoción. Se gira para


mirarme y sonríe, rompiendo su habitual exterior estoico.

—¿Qué?

—Solo estoy agradecido de tenerte aquí. Y estoy muy orgulloso de tu coraje.


Creces cada vez más como tu madre todos los días, y le agradezco a la Deidad por
eso. La Luz en ti es fuerte.

—Lo es. —Lars asiente, sonriendo respetuosamente—. Mis más sinceras


condolencias por tu pérdida, Oscuro. Natalia fue una gran y poderosa guerrera, y su
legado perdura en tu hija. Me siento honrado de servirla.

Alex responde con una inclinación de su cabeza y le ofrece la mano al hombre


rubio, una señal de gran respeto. Lars lo acepta agradecido, apretando su otra mano
sobre ella.

—Tu hija es una joven extraordinaria. Nuestra gente siempre estará en deuda
con ella, contigo, y el espíritu de Natalia será redimido. Su muerte no fue en vano,
sino en amor.

Alexander me acerca con su otro brazo, llevándome al momento más sincero


que alguna vez hayamos compartido. Es la primera vez que me abraza abiertamente,
y me siento tan agradecida por él. Por todos ellos.

Miro alrededor de la habitación, observando la escena ante mis ojos llorosos


y de dos colores. Lo hemos hecho. Hemos dado vida a la profecía. Esto es lo que los
mortales e inmortales de todo el mundo han estado esperando durante siglos.

—Entonces, está resuelto. —La voz fría de Niko corta el calor de la atmósfera
y se pone de pie. Su mirada plana se encuentra con la mía por solo una fracción de
segundo antes de alejarse, quitándome el aliento al hacerlo—. Mañana partimos a
Skiathos.
Capítulo 32
Esto es todo.

E
l momento para el que todos nos hemos estado preparando. Por lo
que la gente ha sufrido, desangrado. Por lo que murió.

Este es el fin.

Después de hoy, no habrá dudas sobre lo que defiendo, y contra quién me


enfrento. Lo haremos saber alto y claro, salpicándolo en la pared con la sangre de
nuestros enemigos. Esta no es solo una misión de rescate, ni mucho menos. Nos
estamos alzando contra Stavros. Nos estamos alzando por la humanidad. Por la
libertad.

Esa noche, cuando Denny Nox nos llevó a Lost and Found, eché un vistazo
a la multitud de otros mundos riéndose y bailando juntos. Creando la paz por la que
tantos han sacrificado sus vidas. Y me di cuenta de algo. No estoy aquí para volver
a poner a los Oscuros en su lugar, o castigarlos por sus iniquidades. Ni siquiera estoy
segura de estar aquí para unir tanto a la Luz como a los Oscuros. Pero lo que sí sé es
que, merecen una elección. No debería haber limitaciones sobre a quién pueden
amar. No debería esperarse que asuman ciertos roles en la sociedad por cuál sea su
apellido. La Luz, los Oscuros, los vampiros, los hombres lobo y los sobrenaturales
merecen libertad. Y es por eso que lucharé.

No viviré mi vida con miedo ni un segundo más. Y no permitiré que mi gente:


Luz, Oscuros, humanos y todos los seres con solo una pizca de magia en sus venas,
continúen viviendo en las sombras.

Este es el fin.

El final del reinado de Stavros. El final del mal.

E incluso si eso significa el final para mí, sé que no puedo tener miedo. No
tendré miedo. La fe es mi espada y mi escudo. Con ellos, nada puede vencerme.
Miro por la ventana del avión, ocupando mi mente con todo lo que he
aprendido. Ayer, Alexander trabajó conmigo durante horas, ayudándome a
aprovechar el poder rugiendo por mis venas. Sintiendo un sentido renovado de
propósito y canalizando lo que había aprendido de Niko, entendí rápidamente y
presioné todo lo que tenía en la lección. Estuvo impresionado, al igual que Lars y
Morgan, quienes observaron atentamente. Y aunque estaba orgullosa de mi
progreso, una pena me sacudió el corazón porque Niko no estuvo allí para compartir
mi victoria. Después de nuestra reunión, había permanecido encerrado en su
habitación, haciendo Dios sabe qué. Probablemente contando los días hasta que
pudiera sacarme de su vida.

¿Y podía culparlo?

Sí, revertir el hechizo de Dorian le devolvería a su hermano, pero ¿qué


significaría eso para nosotros? ¿Cómo puedo demostrarle que no era solo un
reemplazo?

—Pronto estaremos allí —dice Alex, viniendo a sentarse a mi lado y,


afortunadamente, interrumpiendo mis pensamientos. Una oleada de adrenalina se
dispara en mi corazón, enviando un hormigueo a mis extremidades—. Una vez que
aterricemos en Creta, las cosas se pondrán en marcha con bastante rapidez.

Sabiendo que aterrizar en cualquier lugar cerca del reino Oscuro de hecho era
una misión suicida, hemos decidido parar en una isla diferente. A partir de ahí,
podremos manifestarnos en Skiathos, y como no es una distancia muy larga, Alex
llevará a Morgan. Se está encariñando con ella, cuidándola como si fuera mi
hermana. Y lo es. Morgan es mi familia, y desde este momento, nada más que la
muerte la mantendrá fuera de mi vida.

Echo un vistazo a través del avión para encontrar que no soy la única que
admira a la señorita Pierre. Lars y ella están sentados uno al lado del otro en el lujoso
sofá azul marino, sonriéndose entre sí. Él abre su mano hacia ella, y aparece un
pequeño sol, flotando a solo centímetros de su palma. Lo cierra, sofocando la luz.
Cuando lo vuelve a abrir, le presenta una sola rosa roja. Lars se la ofrece, y ella acepta
felizmente, mirando al hermoso gigante con asombro en sus ojos.

—Te preocupas por ella —dice Alex en voz baja.

—Sí.

Asiente.

—Comprensible. Pero creo que ella estará en buenas manos. El Hechicero de


Luz se ha interesado en ella. Creo que es honorable y está dispuesto a protegerla con
su vida.
—También yo. Pero, ¿y si… y si esto es demasiado para ella? No es como
nosotros. No quiero que le pase nada.

Alex toma mis manos anudadas, cubriéndolas con las suyas.

—No temas, hija. La Deidad ha estado planeando este momento durante


siglos. Morgan puede no ser tan frágil como piensas. —Me guiña un ojo, y veo un
flash de ese hombre despreocupado en la foto Polaroid, sus grandes manos acunando
el estómago de mi madre. Acunándome. La emoción se apodera de mí y me libero de
su agarre, solo para envolver mis brazos alrededor de él. Al principio se pone rígido,
tomado por sorpresa ante mi sinceridad. Pero luego siento que me abraza,
apretándome. Un escalofrío recorre su pecho y lo escucho jadear, su cabeza
presionada contra la parte superior de la mía—. Te amo, mi valiente y dulce niña —
susurra, su voz espesa—. Siempre lo he hecho. Saber que estabas ahí fuera fue lo
único que me mantuvo vivo durante todos esos años escondido. Solo la idea de
conocerte era suficiente para hacerme seguir adelante.

Nos abrazamos por lo que parecen horas, intentando compensar todo el


tiempo perdido, cuando Niko sale de la cabina. Nos lanza una mirada helada a
Alexander y a mí, luego se vuelve hacia Morgan y Lars. La tristeza descansa al borde
de su frialdad.

—Prepárense para aterrizar —murmura antes de acomodarse en el asiento


más alejado del resto de nosotros, y se abrocha el cinturón. Alex me mira expectante,
probablemente esperando que vaya con él. Continúo mirando por la ventana,
observando las nubes pasando a medida que descendemos hacia nuestro destino.

Como sabíamos que no sería fácil infiltrarse en el castillo, y obviamente no


esperábamos cruzar justo a través de las puertas, nos preparamos para caminar desde
el lado sur del palacio, donde las rocas de la montaña son de las más irregulares,
evitando cualquier intruso. Por supuesto, la tierra está hechizada por kilómetros, de
modo que Lars debe tomar la mano de Morgan, una dificultad que estuvo demasiado
feliz de soportar. Los dos mantienen contacto constante a medida que luchan contra
el terreno accidentado, lo que me da un poco de paz. Si bien puedo tener el don de
la regeneración, Morgan no. Y tener a Lars a su lado me da consuelo de que no se
caerá ni se lastimará, algo que es una posibilidad real entre las rocas afiladas.

—No falta mucho más —anuncia Alex desde el frente del grupo dos horas en
nuestro viaje.

Estamos perdiendo la luz del día y nuestra energía física está menguando.

—Bien. —Escucho murmurar a Niko desde la parte trasera.

Cuando nos acercamos a la vivienda secreta del acantilado, nos despojamos


de nuestro equipo para que así podamos deslizarnos a través de una grieta en la
montaña que tiene solo un poco más de unos treinta centímetros de ancho.
Afortunadamente, solo es así de estrecho en la sección más cercana a la pared del
castillo.

—¿Qué es esto? —pregunto, señalando un símbolo grabado en la negra piedra


metálica.

—El símbolo de los niños caídos —responde Lars detrás de mí, su voz llena
de orgullo—. Hemos estado aquí.

Paso mis dedos por los bordes acanalados de la roca tallada, imaginando las
almas aterrorizadas que deben haber atravesado estos mismos muros en busca de la
libertad. Y el hecho de que Cyrus llevó a mi padre a través de este túnel me hace creer
que él también es uno de los caídos. Tendría sentido, teniendo en cuenta el apoyo
inquebrantable del vampiro a sus primos y el odio innegable de Stavros por su
sobrino.

Llegamos a un parche de roca lisa que es simplemente del tamaño de una gran
puerta para perros. Alexander empuja con todas sus fuerzas hasta que comienza a
gemir bajo la presión de su inmensa fuerza. Una vez que puede hacer que se mueva,
emite un sonido chirriante cuando se desliza automáticamente hacia un lado,
revelando un agujero que incluso yo tendré problemas para atravesar. Miro a Lars y
él inclina la cabeza.

—No te preocupes por mí. Tengo mis trucos. —Guiña un ojo.

Alex pasa primero, sosteniendo una linterna, más por el bien de Morgan que
por cualquier otra cosa. El resto de nosotros podemos ver perfectamente a través del
pequeño espacio negro. Estoy justo detrás de él, meneándome en mis manos y
rodillas. Trozos de grava se clavan en mis palmas, y ni siquiera puedo imaginar qué
clase de roedores viven aquí. Lo aparto de mi mente, negándome a asustarme.
Tenemos peces más grandes para freír, y las ratas y las arañas son el menor de
nuestros problemas.

Nos arrastramos unos cincuenta metros antes de llegar a un gran respiradero


del que Alex se desliza fácilmente, como si desenroscara así a propósito. Se vuelve
hacia nosotros, presionando un dedo sobre sus labios. A partir de este momento,
nadie habla. Cualquier cosa que deba comunicarse se transmitirá telepáticamente.

Hay señales de actividad dentro del conducto: huellas de rodillas estampadas


perturbando centímetros de polvo y escombros. Caminamos lo más silenciosamente
posible, estremeciéndonos cada vez que el metal galvanizado cruje. Cuando llegamos
a un segundo respiradero, ni siquiera estoy respirando.

—Esto es. —Escucho a Alex susurrar en mi cabeza, su presencia dejando atrás


el fantasma de un escalofrío.
Empuja el respiradero y lo atrapa antes de que caiga al suelo. Tan
silenciosamente como es posible, salimos del conducto hacia más oscuridad.
Estamos en una sala de almacenamiento de algún tipo, los olores a humedad de la
tapicería vieja y los artículos de limpieza casi nos sofocan en la pequeña habitación
abarrotada. Sé lo que viene después. Alex y Niko mapearon cada paso para nosotros,
hasta el último centímetro. Fuera de esta sala hay un largo corredor de cuartos para
guardias, un área repleta de vampiros. Alex empuja las ropas en nuestras manos
rápidamente y hacemos un trabajo veloz para ponernos las chaquetas oscuras antes
de deslizarnos los lentes de sol y las gorras negras. Obviamente no engañaremos a
nadie de cerca, pero esperamos que sea suficiente para superar el escrutinio de
docenas de ojos rojos.

Niko toma la delantera ya que conoce los terrenos del palacio como el dorso
de su mano, y con una respiración profunda, abre la puerta. El pasillo está lleno de
gente, lo que es un regalo y una maldición para nosotros. Un regalo porque podemos
filtrarnos entre la multitud fácilmente. Una maldición porque ahora estamos muy
cerca de los vampiros asesinos que saltan a las órdenes de Stavros.

Atravesamos la multitud lo más rápido posible sin generar alarma. Pueden


sentir la presencia de los Oscuros, lo cual no es inusual, pero afortunadamente, no
pueden oler a Lars, debido a su contacto con Morgan. Y gracias a mi pedigrí mestizo,
no me detectan.

Niko nos lleva a una escalera desierta que es utilizada principalmente por los
sirvientes de la cocina. Una vez que estamos fuera de la vista, salimos corriendo,
subiendo las escaleras de dos en dos hasta llegar a otra puerta. Niko se estira para
abrirla, pero se detiene con la mano en el pomo de la puerta. Esto es todo. Al otro
lado de esta puerta, nos espera la muerte. Y aunque esperamos que de alguna manera
hayamos eludido a nuestros enemigos, no puedo evitar preguntarme si hemos llegado
tan lejos solo para caer en una trampa. Podríamos estar jugando directamente en las
manos de Stavros, entrando en la guarida del león con un filete crudo envuelto
alrededor de nuestros cuellos. Pero esta es nuestra única oportunidad: nuestra única
oportunidad de liberar a Dorian.

Niko se gira y me mira, su expresión en blanco y cautelosa. Pero no paso por


alto el temblor de su mano cuando abre la puerta.
Capítulo 33

E
l pasillo adornado en oro y crema está despejado y tranquilo, no hay
ni un alma a la vista. Saboreo el aire, intentando detectar cualquier
señal de vida. Nada. Está completamente desierto. Sin embargo, Niko
nos hace señas y nos dirigimos rápidamente a otro corredor, prácticamente en
silencio. Si bien sería más fácil simplemente aparecernos en nuestra ubicación
deseada, el uso requiere energía y atraería la atención. Aun así, nos mantenemos en
guardia, listos para atacar si es necesario.

Nos detenemos justo antes de doblar otra esquina justo cuando escuchamos
voces flotando por el pasillo de conexión. Niko se gira y nos da una señal,
diciéndonos que las habitaciones de Dorian están en esa dirección. El plan es
llevarnos a Lars, Morgan y a mí con él para comenzar el proceso de sanación, luego
Niko y Alex se apresurarán a las celdas de la prisión para liberar a Cyrus. Cuando
expresé mi preocupación de que fueran solos ellos dos, Alex me miró con total
confianza, con una sonrisa engreída en sus labios.

—Soy un guerrero, hija, un asesino entrenado. La guardia del rey puede ser
dura, pero no lo suficientemente dura.

Una vez que las voces se desvanecen lo suficiente como para que incluso mis
oídos no puedan detectarlas, doblamos la esquina.

Y corro justo contra una pared de músculos envueltos en negro y lentes de sol.

Vampiros. Al menos ocho de ellos.

Solo toma medio segundo antes de que todos estemos agachados en


posiciones defensivas, con las manos iluminadas preparadas para atacar. Incluso
Morgan ha desenvainado la daga Polemos, que será aún más efectiva en nuestra
compañía actual, reduciéndolos a cenizas con solo un pinchazo de la cuchilla.

Los vampiros están inmóviles, ni siquiera hacen un movimiento para atacar.


Se paran hombro con hombro, abarcando todo el ancho del pasillo, como si
estuvieran protegiendo algo… o alguien. Cuando escucho un sonido familiar, sé
exactamente lo que estaban ocultando.

—Bueno, ¿esa es forma de dar la bienvenida a su anfitrión? —reprende


Stavros, mientras los vampiros se mueven en tándem para acomodar su avance. Está
vestido con un traje azul marino a rayas, muy parecido al que usó cuando lo vi por
primera vez en el pasillo de la tienda de comestibles. Me estremezco al pensar en él
eligiendo conscientemente este traje solo por mí, obligando ese recuerdo en mi
cabeza.

El rey Oscuro pasa su mirada sobre nuestro grupo, su rostro pasivo. Aunque,
sus ojos son agudos y entrecerrados a medida que nos evalúa. Sé lo que está
pensando. No puede creer que la profecía se haya cumplido. Cuando mira a su hijo,
chasquea la lengua y sacude la cabeza, como si la traición de su hijo lo ofende.

—Reunámonos en la sala del trono —dice, dándole la espalda. Es un cabrón


engreído, pensando que no nos atreveremos a atacarlo.

—No lo hagamos —replica Niko—. Solo danos a Dorian y Cyrus, y nadie


saldrá herido.

Stavros se detiene para dispararle a Niko una mirada divertida.

—Lo que buscas está en la sala del trono, muchacho. Ven y tómalo, si te
atreves. —Luego desaparece bajo el alto muro de vampiros.

—Mierda —maldice Niko, mientras observamos sus espaldas en retirada. La


energía fría vibra por todo su cuerpo, y sus iris son casi blancos. No encuentra mi
mirada horrorizada, pero sé que sus palabras susurradas son para mí—. Vuelve.
Ponte a salvo. Si no te vas ahora, no tendrás otra oportunidad.

—No voy a dejarte —respondo en un tono igualmente bajo, sacudiendo mi


cabeza de modo que pueda sentir la certeza en mis palabras—. No harás esto solo.
No te dejaré.

—Maldita sea, Gabs. Por una vez, escúchame. Vete, ahora. Por favor. Llévate
a los demás contigo. Esto fue un error. Todo esto fue un error.

Mi vida nunca ha sido la viva imagen de la buena moral y la virtud. He


cometido errores: muchos de ellos. Pero Niko no era uno de ellos. Permaneceré con
él con un propósito, con una fe inquebrantable, dispuesta a asumir su carga como
mía.

Como si leyera mis pensamientos, Alexander se acerca sigilosamente a Niko


dándole una palmadita en el hombro.

—Hermano, estamos juntos. No enfrentarás esto solo. —Tanto Morgan como


Lars asienten al unísono, sin signos de reticencia.

—Está bien —responde Niko, su voz débil. Finalmente, esos vacíos ojos
pálidos se encuentran con los míos, y comienzan a agitarse con una emoción sin
nombre. Su expresión se derrumba por solo un segundo y sus labios se separan, pero
los muerde nuevamente.
Alcanzo su mano, deslizando mi palma contra la suya en un acto de disculpa,
de perdón. De amor.

—Está bien.

La sala del trono es todo lo que su nombre sugiere: ostentosa, excesiva e


increíblemente desalmada. Imagino a Dorian, mi Dorian, temiendo el espacio a
medida que crecía, considerando su aversión a todas las cosas llamativas y
derrochadoras. O tal vez le gustaban originalmente las cosas como esta, sus gustos
solo cambiando como lo hizo su punto de vista sobre la humanidad.

Stavros se sienta sobre un llamativo trono dorado, su traje oscuro luce rico y
regio contra el majestuoso telón de fondo. Delia se sienta a su lado, su silla de
respaldo alto no es tan grande, pero igualmente grandiosa. Sus ojos caen primero en
su hijo, el dolor reflejado en ellos tan claramente evidente. Aferra el brazo de su
asiento hasta que sus nudillos se ponen blancos, pero no dice nada, presionando esos
exuberantes labios rojos en una línea sombría. Mi boca se seca cuando la miro,
embelesada por toda su belleza. Preguntándose cómo una mujer tan aparentemente
amorosa con sus hijos pudo casarse con alguien tan cruel y sanguinario.

—Me hieres, muchacho —dice Stavros después de varios minutos de


clavarnos su mirada odiosa—. Mi propia carne y hueso, mi hijo, traicionando a su
familia. A su raza. ¿Por qué? ¿Una abominación? ¿Un crimen viviente contra nuestra
especie? ¿Sin mencionar por un fugitivo, una perra humana y un llorón parásito de
Luz? —Inhala con desagrado antes de apretar los labios contra una mueca asesina—
. Inclínate ante mí. ¡Todos ustedes! Inclínense ante mí y supliquen perdón. Imploren
compasión. Y tal vez, solo tal vez, haré que su muerte sea rápida.

—No. —La simple palabra hace vibrar el pecho de Niko con el peso de mil
almas caídas, reverberando por toda la habitación.

—¡Inclínate, indigno hombre traidor! Odio que mi sangre corra por tus venas.
Tu mera existencia es una plaga para el apellido Skotos.

Delia se estremece antes de extender la mano para tocar el brazo de su esposo


suavemente. Incluso ella sabe que él ha ido demasiado lejos.

—Stavros…

El rey Oscuro retrocede ante su toque, disparándole una mirada de muerte


que resuena con violencia. Delia se estremece instantáneamente en su silla, el miedo
haciendo temblar las pesadas joyas alrededor de su garganta.

—No —repite Niko, sin inflexión en su voz. Hay una locura marcada en los
ojos de Stavros, pero el hombre más joven permanece impasible, un pilar de
contención. Y aunque no necesita la muestra de apoyo, me acerco y agarro su mano,
mostrándole que no está solo. Nunca más volverá a estar solo.
Stavros suelta una carcajada burlona, el sonido más áspero que su habitual
barítono profundo. Se sienta erguido, inclinándose hacia adelante en el borde de su
asiento.

—¿Crees que puedes desafiarme? ¿Crees que esa zorra híbrida puede salvarte,
muchacho? Es tan desgraciada como tú.

Escucho a Alexander gruñir a mi lado, la promesa de venganza emanando de


él en olas amenazantes. Me estiro y agarro su mano antes de que la ira pueda hacer
que dé un paso adelante. Por otro lado, Morgan se mueve, haciendo lo mismo, su
otra mano aún aferrando a Lars con fuerza. Nos alzamos ante ese bastardo Oscuro,
como un frente unido. Si hoy somos asesinados, será uno al lado del otro, como uno.
Como una familia.

Ahogando mi tristeza abrumadora al pensar en mis seres queridos perdiendo


la vida, mantengo la cabeza en alto, encontrándome con la mirada de Stavros.

—Basta de tus amenazas. Danos por lo que vinimos, y consideraremos dejarte


vivir.

El rey se ríe una vez más con diversión.

—¿Dejarme vivir? ¿Y quién demonios crees que hará cumplir esa directiva,
perra tonta?

No hay una sola pizca de incertidumbre en mi voz. Ni una.

—Yo lo haré.

—Como lo haré yo —agrega Niko, su voz elevándose por encima de la risa


desdeñosa de Stavros.

—Y yo —dice Alexander, su tono también cortando el desdén del rey.

—También yo —añade Morgan.

En el momento justo, Lars está justo detrás de ella.

—¡Aye!

—¿Eso es todo? —pregunta Stavros de forma divertida—. ¿Cinco inadaptados


degenerados? ¡Ja!

—Bueno, no nos olviden a nosotros —dice una voz familiar desde las
sombras, acercándose a donde estamos parados. Jadeos resonantes y susurros
retumban por toda la habitación, y la mirada en el rostro de Stavros cambia de alegría
a furia pura.
Denny Nox aparece a la vista, flanqueado por varias docenas de niños caídos
de todas las especies, formas y tamaños. Me guiña un ojo mientras le sonrío a él y a
la multitud entusiasta de desamparados, la gratitud brotando de mí por galones.

—Daneus Deleazó —gruñe Stavros, el desdén obvio goteando de lo que


parecen unos relucientes colmillos blancos. Está lívido, tanto que su oscuridad ha
emergido. Tiene una venganza personal contra el atractivo dios del sexo convertido
en rockero.

Denny inclina su cabeza dramáticamente y barre su mano hacia adelante con


un gesto elegante.

—Mi rey —se burla. Después levanta su cabeza, disparándole a Delia Skotos
una mirada tan sensual que ella jadea ruidosamente, retorciéndose en su asiento—.
Mi reina.

Stavros echa un vistazo al pecho jadeante de su esposa y sus mejillas


sonrojadas, y resopla antes de abofetear a la mujer, casi haciéndola volar de su silla.
Chillidos y gruñidos horrorizados brotan por toda la habitación y aprieto la mano de
Niko lo más fuerte que puedo. Está temblando de ira, y el simple poder de su ira hace
que la habitación baje de temperatura.

—En realidad no deberías haber hecho eso —advierte Denny, su voz tan fría
como la habitación ahora fría. Sus ojos permanecen fijos en la reina a medida que
sus doncellas se apresuran a su lado y la ayudan a sacarla de la habitación. Algo pasa
por sus rasgos… arrepentimiento. Y amor.

—¿Ah, sí? ¿Y por qué será? ¿Por qué trajiste a tus amiguitos? —Stavros se
pone de pie, pero es lo suficientemente inteligente como para no avanzar más allá de
la seguridad de sus guardias—. Bueno, he traído algunos amigos propios.

Chasquea sus dedos y las filas de vampiros y humanos poseídos salen con
expresiones en blanco. Sin almas. Después de que el último de su ejército se alinea,
lo que casi alcanza a superar la capacidad de la habitación, un Brujo saca una figura
con cadenas de plata. Al principio, ni siquiera lo reconozco, su rostro irreconocible
por las palizas. Está mareado, casi incapaz de mantenerse de pie, y parece que uno
de sus colmillos ha sido arrancado de su boca.

—¿Qué demonios le has hecho? —ruge Niko, estremeciéndose al ver a su


primo, Cyrus.

—No lo suficiente —responde Stavros—. Y nada parecido a lo que planeo


hacerle a esa puta degenerada a tu lado.

—Estás muerto —declara Niko, la verdad resonando clara como el cristal en


su voz llana—. Estás jodidamente muerto.

Stavros resopla antes de sujetar a su hijo con una sonrisa maliciosa.


—Tú primero.

El rey Oscuro desaparece, pero sus palabras vibran en toda la habitación,


haciendo temblar a todos con ira inutilizada. Sé lo que significa ese sonido. El fin.
Esto es el fin.

Los siguientes segundos parecen una secuencia de cámara lenta en lugar de


meros segundos a medida que Lars gira frente a nosotros, su expresión salvaje.

—¡Ahora! —grita.

Niko ya se fue de mi lado y se manifestó junto a Cyrus, antes de desaparecer


con él al segundo siguiente. El ejército de Stavros entra en acción, pero no antes de
que el cuerpo de Lars comience a trepidar donde está parado mientras sus manos
trabajan para contener una bola de luz cegadora creciendo cada vez más rápido. Es
como si estuviera sosteniendo el sol en sus palmas, el orbe resplandeciente
proyectando una radiante luz solar sobre toda la habitación. Con un rugido, la
empuja hacia la línea ofensiva avanzando. Los gritos resuenan cuando la bola prende
en fuego a todos los vampiros enemigos. Se retuercen y se marchitan en el suelo antes
de reducirse a montones de cenizas enfermizas. Aun así, los humanos siguen
adelante, la violencia reflejada en sus ojos vacíos, sin darse cuenta de lo que están
haciendo. Más enemigos se unen a ellos, corriendo hacia la sala del trono con los
brazos levantados en sed de sangre.

Nos preparamos para el impacto cuando nuestra línea choca contra la de ellos
en 5… 4… 3… 2…

—¡Intenten inmovilizar a los humanos! —grita Alex por encima del trueno de
la batalla—. ¡Maten al resto!

El instinto gobierna mi cuerpo completamente a medida que pateo, golpeo y


congelo a nuestros enemigos a la velocidad del rayo. Vienen hacia mí en masa, todos
queriendo ser el que mate a la Luz Oscura, y los derribo más rápido de lo que pueden
ver. La magia chisporrotea en mis venas cuando choco contra el pecho de un
humano, congelándolo donde está parado. Detrás de él, un Brujo intenta abalanzarse
contra mí, pero es demasiado lento, y las ráfagas eléctricas alcanzan las puntas de
mis dedos y se envuelven alrededor de su cuello, apretándolo hasta que es un montón
inconsciente en el suelo.

—¡Ve a Dorian! —llama Alex por encima de la refriega, justo cuando dos
Oscuros más son víctimas de su habilidad impecable—. ¡De prisa! ¡Los alcanzaré!

Me aparezco frente a Morgan mientras ella corta y rebana, empuñando la


daga Polemos como una jodida cirujana. Lars está a su espalda, haciendo estallar
mofos con bolas de luz ardientes.

—¡Vamos!
Conocen el plan, y Morgan se gira para sujetar al hechicero, aguantando
mientras nos disolvemos solo una fracción de segundo antes de que un humano con
una espada casi nos decapite. Nos manifestamos en el pasillo, y salimos corriendo de
la batalla. La culpa se retuerce en mis entrañas, odiando tener que abandonar la pelea
y a todos mis nuevos hermanos y hermanas en armas, pero tenemos que seguir el
plan.

—¿Dónde está? —pregunta Morgan, corriendo junto a mí. Nos detenemos


ante dos largos corredores mientras intento recordar el mapa que Niko dibujó para
nosotros. Solo había estado en las habitaciones de Dorian una vez y todas las puertas
tienen el mismo aspecto. Mierda. ¿Giramos en nuestra fuga?

Voy a la izquierda, rezando por haber elegido el camino correcto.

—¡Aquí abajo!

Corremos unos pocos metros, antes de que las paredes que nos rodean
cambian y se transforman en otra cosa. Cuando intentamos girar y doblar hacia atrás,
estamos atrapados entre las puertas en los extremos opuestos. Mierda, está
hechizado. Los malditos pasillos están hechizados de modo que no podamos
encontrar nuestro camino de salida.

Intento hacerlos explotar con una ráfaga eléctrica, pero las paredes solo se
retuercen y distorsionan antes de volver a su lugar como un espejismo de goma.
Tenemos que elegir una puerta, y cuanto más tiempo pasemos intentando decidir
cuál, más tiempo perdemos en encontrar a Dorian. Conteniendo la respiración, elijo
la puerta al final. Sospecho que el destino sería el mismo sin importar la entrada que
elijamos.

Estamos en el recibidor infame, que ha sido completamente restaurado desde


la última vez que estuve aquí. Pero me importa una mierda la decoración. Stavros
está aquí. Y en este momento, tiene a un Niko inconsciente suspendido en el aire,
completamente inmovilizado. Está muy golpeado, pero a juzgar por la ropa rasgada
de Stavros y su rostro ensangrentado, Niko puso toda una jodida batalla. Debajo de
él está Cyrus, quien no es más que un montón arrugado y sangriento. Oh, no.

—¡Suéltalo! —grito enfurecía, arrojando una ola de magia crepitante contra


Stavros. La desvía, empujándola de vuelta en mi dirección. Lars arroja a Morgan al
suelo y me tambaleo fuera del camino justo antes de que nos derribe.

—Qué encantador que te unas a nosotros, Gabriella. —La forma en que


escupe mi nombre lo hace sonar como una maldición. Sonríe, rodeándome como un
depredador, a medida que me agacho. Lars intenta intervenir, pero Stavros lo atrapa
inmediatamente a él y a Morgan en una celda invisible. Solo somos él y yo. Justo
como siempre lo ha querido—. Podrías haber sido maravillosa. Una leyenda. Pero
ahora no eres más que un patético desperdicio de poder —se burla, acechándome,
intentando buscar un agujero en mi defensa. Anticipo cada movimiento, mis ojos
agudos fijos en todo, desde el patrón de sus pasos hasta el pulso rápido de su
yugular—. ¡Un cáncer para nuestra raza! Nada más que el pequeño error ilícito de la
Deidad —continúa—. Eres una puta asquerosa. ¡Justo igual que tu madre!

Sé lo que está haciendo: está intentando meterse en mi cabeza. Piensa que, si


puede abrirse paso entre mis emociones, puede atraparme con la guardia baja. Piensa
otra vez, hijo de puta. Ni siquiera escucho sus palabras. Todo en lo que puedo
concentrarme es en cómo se sentirá su carne ensangrentada deslizándose entre mis
dedos cuando le arranque la cabeza.

—Sabes que Dorian nunca te amó, ¿verdad? El rumor de su maldición, la que


lo obligó a amarte, todo es cierto. Así que, incluso si logras revertir el hechizo, él aún
te despreciará. Aún estará disgustado por tu mera presencia. Así como tus supuestos
familiares y amigos. Probablemente no podían esperar para librarte de sus vidas. Por
cierto, ¿cómo está Chris? ¿Disfrutando de Hawái? ¿O Jared? Siempre he querido
visitar Notre Dame.

La amenaza en sus palabras me atraviesa como un cuchillo ardiente y aplasto


mi ira. Esa pequeña grieta en mis emociones es todo lo que Stavros necesita y al
siguiente destello, su mano está alrededor de mi cuello y estoy presionada contra la
pared, mis pies colgando del suelo.

—Te lo dije, perra asquerosa —gruñe, su boca a un susurro lejos de la mía. Su


saliva sangrienta vuela a mis ojos, picando como veneno—. Alinéate con los Oscuros
o muere. Elegiste y elegiste mal, así que ahora, aquí está tu recompensa.

Su agarre se tensa, y sin importar cuán duro luche y patee, no cede. Solo sigue
apretando más fuerte, sus ojos cada vez más pálidos. Escucho los gritos
amortiguados de Morgan y Lars, pero sus voces se están debilitando en mis oídos.
Manchas nublan mi visión, pero no puedo parpadearlas. En su lugar, veo la playa,
olas de azul cristalino chocando contra las arenas blancas. Huelo sal en la brisa
cálida. Siento la luz del sol contra mi cara.

Este es el fin.

Un húmedo sonido gorgoteante corta el graznido de las gaviotas arriba,


trayéndome de vuelta al recibidor. De vuelta a mi muerte. La mano de Stavros aún
está envuelta alrededor de mi cuello, aún exprimiéndome la vida. Pero hay sangre,
sangre roja oscura expandiéndose rápidamente en un círculo sobre la tela oscura. Y
la punta afilada de una lanza llega hasta mi esternón.
Capítulo 34

L
os ojos del rey Oscuro se clavan en los míos, sin parpadear y
anormalmente amplios. Su boca cae floja y su lengua rosa se mueve
como si estuviera intentando decir algo, pero no escapa ningún
sonido. Mira hacia la lanza sobresaliendo de su pecho, siguiendo la punta de madera
lisa hasta el propio extremo donde toca el mío. Su mirada horrorizada viaja de
regreso a mi cara por última vez, luego se derrumba en el suelo, llevándome con él.

Está muerto.

Stavros Skotos, rey de los Oscuros, está muerto.

Agarro mi cuello, tosiendo, mientras intento aspirar oxígeno a mis pulmones.


Arde con cada bocanada, pero no puedo tener suficiente, los sonidos sibilantes
traspasando las pisadas repentinas en mi dirección.

—¡Gabs! Oh Dios mío, ¿estás bien? —Morgan me rodea con sus brazos,
acercándome a ella. Aún no puedo hablar pero asiento, aunque el movimiento desata
un infierno en mi cuello. Pasará. Mi cuerpo comenzará a enmendarse en cualquier
momento.

Lars verifica cómo estoy antes de apresurarse a ayudar a Niko. Está tendido
en el suelo y en muy mal estado, pero está consciente y Lars ya ha comenzado a
sanarlo. Trabajando a través del dolor, me obligo a levantarme con las piernas
temblorosas. Entonces es cuando mi mirada se dirige hacia ella. Mi salvadora. La
asesina de Stavros.

Delia Skotos.

Sus manos pequeñas tiemblan incontrolablemente, y su mirada está llena de


una especie de terror casi vacío, como si estuviera perdida. Reúno mi fuerza y mis
cuerdas vocales funcionan.

—Gracias.

Se estremece, como si el sonido de mi voz ronca la ha sacado de alguna


manera de su trance.

—Sí. Ahora debes irte. Ve a salvar a mi hijo. Me quedaré con el vampiro, solo
ve a traer de vuelta a mi Dorian.
Asiento, sin saber qué más hacer. Estoy muy agradecida por su intervención,
y mientras salgo corriendo de la habitación, con los demás pisándome los talones,
rezo para que viva lo suficiente como para decirle eso.

Niko toma la delantera, recién curado, y nos dirigimos a las habitaciones de


Dorian. Ahora que Stavros se ha ido, los pasillos ya no están hechizados, y no
estamos atrapados en un laberinto. Doblamos una esquina y casi chocamos contra
Alex.

—Estaba perdido y no podía encontrarte —dice, poniéndose a nuestro paso—


. Entonces, de repente, todo cambió.

Niko asiente.

—Stavros está muerto.

—¿Qué?

—Se ha ido. Ahora solo tenemos que conseguir a Dorian y largarnos de una
jodida vez de aquí.

Llegamos a una puerta, y la familiaridad me estremece. La habitación de


Dorian. Solo madera y latón son las únicas cosas que se interponen entre mi amado
y yo.

Aspiro todo el oxígeno que me permiten mis pulmones y coloco mi mano en


la perilla. Gira, haz clic, cruje. Mis pies me llevan adentro, a la hermosa habitación
llena de las cosas favoritas de Dorian. Sin embargo, no se parece en nada a hace unos
días. El mal habita este espacio. Está salpicado en las paredes, cubriendo las
ventanas, incrustado en la alfombra. Se encuentra delante de mí con tacones de aguja
de diseñador, usando un vestido negro ceñido.

—Bueno, ¿no es una sorpresa maravillosa? ¡Querido, tenemos compañía! —


llama hacia la parte de atrás.

Aparto mis ojos entrecerrados del retorcido puchero rojo de Aurora justo
cuando Dorian sale del dormitorio. Su paso es fluido, casi fantasmal, como si ni
siquiera estuviera intentando ocultar su oscuridad. Está vestido de negro, como
Aurora, lamentando inadvertidamente la muerte del rey Oscuro. O tal vez
anticipando la mía.

—Qué adorable —se burla, deteniéndose junto a su puta de cabello negro—.


Nikolai y su pequeña manada de rechazados. Aurora, mi amor, pensé que ordenaste
que enviaran la basura al incinerador.

¿Mi amor?
Desestimo sus insultos, y me lleno de valor antes de dar otro paso en la
habitación. Niko está a mi derecha, mientras que Alex está a mi izquierda.

—Vamos, Dorian —digo, tendiéndole la mano—. Hemos venido a llevarte a


casa.

—¿Casa? —resopla, luciendo demasiado similar a su padre—. Estoy en casa,


perra sarnosa. Y ahora mismo, estás invadiéndola. Así que, voy a contar hasta diez
para que reúnas a tu pequeño clan de sinvergüenzas, y se larguen de mi jodida
propiedad antes de desollarlos vivos para hacerle un abrigo a mi mujer. Uno. Dos.
Tres. Diez.

Sus ojos estallan con llamas azules y levanta una mano sobre su cabeza,
preparándose para atacar. Los hombres a mi lado hacen lo mismo, con gruñidos
animales escapando de sus labios. Pero antes de que alguien pueda atacar, Aurora se
interpone entre nosotros.

—Mi amor —arrulla, colocando una mano sobre el pecho de Dorian—. ¿Qué
tal si deja que las chicas hablen? Gabriella y yo tenemos algunos… asuntos… que
resolver.

¿Hablar? A menos que sea mi puño hablándole a su cara, no tengo nada que
decirle. Y el destello perverso en sus ojos me dice que ella está pensando lo mismo.

—Hmmm. Sí. Diviértete, nena. Me encanta cuando te excitas así. —Dorian


besa sus labios, y siento que mi rabia aumenta otras diez muescas.

—Ve a disfrutar el espectáculo. No tardaré mucho. Aún tendremos tiempo de


sobra para hacer lo que te gusta. —Su húmeda lengua resbaladiza recorre sus dientes
a medida que se vuelve hacia mí.

Cuatro cuerpos se caldean a mi alrededor preparándose para pelear, pero


sacudo la cabeza, sin atreverme a apartar la mirada de la sonrisa pecaminosa de
Aurora.

—Esto es entre ella y yo.

Se alejan, pero aún puedo sentir su preocupación. Dorian se reclina en un sofá


lujoso, luciendo bastante aburrido. A él le gusta mirar, ¿eh? Bueno, ¿quién soy yo
para negarle un espectáculo?

—He esperado mucho tiempo por esto —dice Aurora, ampliando su postura.

—Lo mismo digo. —No vine a hablar mierdas. Estamos mucho más allá de
eso.

Aurora intenta rodearme, pero sigo sus movimientos, negándome a ser la


presa una vez más.
—Aún te debo por golpearme.

—Buena suerte.

Su aguda risa burlona resuena, lastimando mis oídos.

—Bueno, ¿no eres dulce?

Pongo los ojos en blanco, contemplando simplemente callarla de una puta vez
con una ráfaga mágica. Pero entonces correría el riesgo de que ella lo desvíe, y con
esta proximidad, podría terminar golpeando a mis seres queridos. Podría
inmovilizarla, arrebatarle a Dorian y salir corriendo, pero ¿dónde está la diversión en
eso? Y ella siempre volvería. Nunca nos libraríamos de ella.

No. Esto termina esta noche, de una vez por todas.

Aurora ataca primero, sus uñas sirviendo como garras afiladas. Falla, pero
una de sus garras atrapa mi camisa, triturándola. Oh, así que, ¿quiere jugar sucio?
Bien. Veamos de qué está hecha esta perra.

Flexiono mis dedos a medida que el metal con púas encapsula mis manos.
Nudillos de latón. Sonrío, sintiéndome como esa vieja Gabs que solía ser conocida
por su mal genio e incluso sus puños más rápidos. Es hora de traer de vuelta a esas
lecciones de boxeo en el garaje con Chris. Él sabía lo que venía; sabía que tendría
que recurrir a todo lo que me había enseñado en el combate cuerpo a cuerpo. Quizás
de alguna manera, él también era un Guardián.

Regreso al baile, mi cuerpo moviéndose con fluidez en un círculo cerrado.


Soy consciente de cada parte de mí, y cada miembro tendrá un propósito. Aurora
gira a la izquierda, chocando directamente con mi puño. El impacto la desequilibra,
pero se recupera rápidamente, usando la distracción para lanzar un gancho. Lo
bloqueo con mi antebrazo, pero sus uñas cortan mi piel, dejando tres cortes
sangrientos. Ni siquiera los miro. Solo sigo moviéndome, rebotando en las plantas
de mis pies para mantener mi cuerpo caliente.

—Odio las perras que arañan —le digo, cuando veo que la sangre gotea desde
el costado de su cabeza donde conectó mi puño—. ¿Qué vas a hacer después? ¿Jalar
mi cabello?

Aún rodeándome, se estira hasta donde una gota de sangre cuelga del lóbulo
de su oreja. Lo limpia con la punta de una uña y se lo lleva a la boca.

—A tu culo pervertido podría gustarle.

Le guiño un ojo.

—Tal vez. Solo pregúntale a tu novio.


Despliega sus dientes antes de lanzarse hacia mí, con las garras extendidas.
Giro a la derecha y conecto con la parte posterior de su cabeza cuando pasa, pero no
antes de que ella se doble y corte la parte posterior de mi pantorrilla. Mierda. Eso va
a ser desagradable. Siento el escozor profundo en mi músculo, pero no puedo
reconocerlo. Incluso aunque la sangre tibia se acumule en mi bota, mantengo mis
pies ocupados.

Aurora se tambalea sobre sus tacones, pero se endereza sobre sus piernas
temblorosas. Sus ojos son casi opacos y vidriosos, como si ese último golpe hubiera
soltado algunos tornillos. Oh sí, lo sentirá por la mañana… si llega hasta mañana.

—Oh, sigue con esto —dice Dorian detrás de nosotros—. Deja de jugar con
la chica y acaba con ella.

En una furia de garras y colmillos, Aurora se lanza como un gato,


tacleándome al suelo. Sus uñas se clavan a mis brazos y manos a medida que bloqueo
mi cara y cuello. Para alguien tan delgado, es fuerte. Y puedo decir que ha estado
esperando para arrancarme un trozo de carne durante meses.

Escucho a mis amigos y familiares gritar, solo a pocos metros de distancia,


diciéndome que me levante e intentando enviarme palabras de aliento a través de
sollozos sofocados. Alex está gritando y maldiciendo a Niko y Lars, exigiendo que
lo suelten. Morgan llora por mí, sus palabras son un desastre incoherente.

En realidad, debería dejar de torturarlos. Obviamente, no podrían saber que


este era mi plan todo el tiempo: dejar que Aurora se confíe, y permitirle pensar que
ha tomado la delantera. Y al momento en que sienta que ha ganado, y mire a Dorian
con orgullo repugnante, doy vuelta a las mesas y la aplasto como la cucaracha
asquerosa que es. Solo pensar en eso hace que la Oscura en mí salte de euforia.

A veces necesitas alimentar a la bestia, solo para hacerle saber que no la has
abandonado. Y mientras sepa que aún nutrirás ese lado engañoso de tu psique, esa
parte de tu alma que acuna tu resquebrantamiento, siempre te servirá cuando lo
necesites.

Matar a Aurora rápidamente habría sido demasiado fácil. Asesinar a mi


madre, intentar matar a Jared, robar a Dorian a escondidas… merece sentir el dolor
que me ha causado. Y quiero que lo use como una capa, que camine con él por el
resto de sus días. Quiero que ese dolor sea tan cercano y tan real para ella que se
incruste en su piel. Así, cada vez que se estremezca, recordará mi puto nombre.

Cambio de posición, plantando mis pies debajo de mí, y giro a Aurora tan
rápido que su cabeza gira al estilo Exorcista. Antes de que pueda abrir la boca para
escupir otro insulto desagradable, lo lleno con mi puño, el metal sobre mis nudillos
rompiendo sus dientes como cristal. Grita de dolor, pero se interrumpe al momento
en que conecto con su ojo derecho, robando su vista permanentemente y aplastando
la cuenca en pedazos. Cuando levanto mi puño para dar un golpe devastador a esa
pequeña nariz perfecta, siento un movimiento a mi derecha, haciendo que me
detenga por una fracción de segundo.

—¡Te mataré, puta repulsiva! —grita Dorian, con los brazos extendidos. Hay
odio en sus ojos. Aborrecimiento puro, sin diluir. Nunca en mi vida pensé que vería
esa cantidad de asco dirigida hacia mí. Incluso cuando me dijo que tenía que
matarme, pude ver que le dolía admitirlo.

Ahora, no hay dolor en su expresión asesina. Lo dice en serio: me matará. Y


esa realización se siente como un golpe en sí misma.

Un fuego azul le cubre sus muñecas, preparándose para atacar, sus ojos
volviéndose completamente blancos. Alex y Niko intentan avanzar, pero Dorian es
demasiado rápido, enfurecido al ver su amor siendo pulverizado en el suelo. Cuando
está a solo un respiro de mi cara, levanto una mano y lo congelo donde está parado.

Todo a mi alrededor se detiene. No hay más gritos, no hay más llantos. Ni


siquiera escucho los sonidos repugnantes de la sangre de Aurora acumulándose en el
suelo.

Miro al hombre que amo, al extraño que ansía mi muerte. Y por ese segundo
en un segundo, me permito verlo por lo que es.

—Lo siento —susurro. Y lo hago. Lo siento por lo que he hecho. Lo siento


por lo que tengo que hacer ahora.

Giro mi muñeca, regenerando el tiempo presente, y Dorian sale volando hacia


la pared con la fuerza suficiente para formar un cráter en el yeso. Se desploma
inconsciente en el suelo, y los demás corren a su lado para comenzar el hechizo. Aun
así, no puedo olvidar la expresión de su rostro. Está grabada permanentemente en
mis retinas. Me odia. Me odia. Y según Stavros, siempre lo hizo.

Grito de dolor y frustración, dejando que mi puño levantado se hunda en la


cavidad sinusal de Aurora. Eso es por Donna. Lo hago de nuevo, esta vez sacando su
otro ojo. Eso es por Jared. Un golpe más en la boca, partiéndole los labios. Eso es por
todos los humanos inocentes.

Levanto mi puño ensangrentado, lista para dar el golpe final de venganza, el


de Dorian, cuando alguien agarra mi mano.

—¡Eso es suficiente! —grita Alex—. Has hecho tu punto.

—¡No! ¡No es suficiente! ¡Tiene que pagar por lo que ha hecho!

La expresión severa de Alex se suaviza, pero su mano se mantiene apretada


alrededor de mi muñeca.
—¿A qué costo? ¿Tu alma? No eres una asesina, Gabriella. No dejes que te
convierta en algo que no eres. —Me trago el sabor de la muerte en mi lengua y miro
el desastre mancillado del rostro de Aurora. Está respirando, aunque ahora es una
lucha ya que su nariz está casi colgando y tiene la boca destrozada con los dientes
ensangrentados. Vivirá. No será muy bonita por un tiempo, pero vivirá.

Los nudillos de latón se disuelven de mis manos a medida que la rabia ciega
brota de mí en forma de lágrimas. Alex me ayuda a ponerme de pie, mi cuerpo de
repente débil y tembloroso. Me toma en sus brazos y me abraza, a pesar de toda la
sangre y la masacre en mi cara y manos. Escucho sus murmullos silenciosos en
lengua Oscura, diciéndome que está bien. Asegurándome que no tengo que tener
miedo. Todo ha terminado ahora.

Pero no ha terminado. Aún no.

—Tenemos que sacarlo de aquí —dice Niko, mirándonos desde su lugar en el


suelo.

Me separo del abrazo de Alex y me arrodillo a su lado.

—¿Funcionó?

—No lo sé —responde Lars con gravedad, sacudiendo la cabeza—. La


oscuridad en él es muy profunda. Su alma es casi negra. No lo sabremos hasta que
despierte.

—Y no queremos que despierte aquí —agrega Niko.

Después de revisar rápidamente nuestro plan de salida, Lars y Alex levantan


a Dorian, apoyando su peso sobre sus hombros. Nos movemos hacia la puerta lo más
rápido que podemos y Morgan grita con un dolor insoportable.

—¡Ah! ¡Mi pierna!

Miro hacia abajo para ver que incluso en su estado brutalizado, Aurora ha
logrado apuñalar a Morgan en el tobillo con una de sus uñas cruelmente largas. Está
sangrando bastante, y como es humana, no hay posibilidad de que se regenere.

Ni siquiera pienso en lo que pasa a continuación. Es como si mi cuerpo se


hubiera separado de mi mente temporalmente. Todo lo que puedo hacer es sentir los
huesos de su cara desmoronándose debajo de mi bota. Escucho los húmedos sonidos
enfermizos del tejido y la materia cerebral convirtiéndose en papilla. Huele el aroma
de la muerte fresca colgando espesamente en el aire.

Aurora está muerta. Y la maté. Y no siento… nada… al respecto.

—¡Vamos! —dice Niko, alejando mi cuerpo de la escena espantosa. Aún está


pegada a la parte inferior de mi bota. Arrastro mi pie sobre el suelo, pero no puedo
sacarla—. Gabs, tenemos que irnos. Sé que la realeza enviará más guardias. Mierda,
probablemente han llamado a la Sombra.

Dejo que me empuje, mi cuerpo aún entumecido, aún desarticulado. Me


permite correr por el pasillo hacia la sala del trono. La lucha ha cesado para ahora,
pero hay varias bajas. Denny nos dice que sigamos adelante, que se asegurará que
todos estén a salvo una vez que se encarguen de los humanos. No sé lo que eso
significa, y no pregunto. A estas alturas, con mi corazón y mi mente tan separados,
no puedo decir si me importa.

Soy lo suficientemente consciente como para manifestarme en el avión


esperándonos en Creta. Incluso ayudo a sujetar a Morgan a un asiento mientras Niko
y Alex aseguran a Dorian. Observo mientras Lars enrolla la pernera de su pantalón
para curar su herida. Se abrazan, sonriéndose entre sí con amor, pero no lo veo. No
veo a ninguno de ellos.

Observo con la vista perdida a medida que ascendemos a las nubes, lejos de
Grecia. Lejos de los males que supuraron dentro del reino Oscuro.

Lejos de otro pedazo de mi humanidad.


Capítulo 35

Y
a debería haber llorado. Gritado… algo. Pero no. No hago nada más
que sentarme junto a la cama de Dorian en la habitación blanca,
esperando que despierte. Esperando ver si me reconocerá, me amará,
como solía hacerlo.

Lars dice que fue aún más lejos de lo que todos anticipábamos. Y con su linaje
estelar y su voluntad de acero, fue difícil infiltrarse con la Luz en su magia. De modo
que, nos sentamos y esperamos.

Y rezamos.

Cuando me niego a dejar el lado de Dorian, Morgan trae una nueva muda de
ropa y comienza a desnudarme en silencio. La dejo, demasiado entumecida para
luchar contra ella, pero lo suficientemente consciente como para levantar mis brazos
sobre mi cabeza y ponerme de pie para salir de mis pantalones destrozados. Limpia
las costras de sangre seca en mi piel con una toallita tibia y me cepilla el cabello. Y
cuando estoy vestida y ligeramente normal, trae agua y un sándwich, dejándolos en
la mesita de noche.

Niko también está aquí, aunque no se sienta a mi lado. Se instala en el sillón


al otro lado de la habitación, sentándose tan inmóvil como una piedra. No hablamos.
No hay nada más que decir. Ha dejado en claro que está aquí como hermano de
Dorian, no como mi amigo. O lo que sea que nos hayamos convertido.

Sin embargo, el silencio no es nada comparado con el miedo. De todo lo que


hemos pasado, todo lo que hemos enfrentado, nunca he estado más aterrorizada que
ahora. Es la incertidumbre… el desconocimiento. El hecho de desear algo con todas tus
jodidas ganas, pero saber que hay una buena posibilidad de que no lo consigas.

Odio este sentimiento. Odio anhelar cosas que están más allá de mi control.
Hoy, he luchado y derrotado a mis enemigos. He matado. He generado una magia
lo suficientemente fuerte como para convertir el hueso en polvo. Aun así, el hombre
en esta cama puede destrozarme con una sola mirada. Demolerme solo con sus
palabras.

La reversión que Stavros le hizo a Dorian no era irreversible, pero era


complicada. Y después de todas las esperanzas y oraciones que teníamos de que
volvería con nosotros, descubrimos que muy bien podría recuperar su humanidad,
pero con una probabilidad del 50/50 de que sus recuerdos se perderían para siempre.

Podríamos haber perdido a Dorian para siempre.

Desde la perspectiva medio llena, él y yo tenemos la oportunidad de


enamorarnos nuevamente. ¿Medio vacía? Verá que en realidad no soy tan atractiva
ahora que la novedad ha pasado.

¿Y si el hechizo no funciona en absoluto? ¿Y si despierta para ser el mismo


cabrón violento y malvado que encontramos en el palacio? ¿Lo intentamos de nuevo?
¿O simplemente lo dejamos salir de aquí?

Y ahora que Stavros está muerto, ¿qué hace eso a Dorian?

Rey.

Dorian es el nuevo rey de los Oscuros.

Pensé que este era el final de todo el caos y la confusión, pero siento que recién
comienza. El comienzo de algo… grande. Simplemente no sé lo que es.

—Deberías comer. —Mis ojos se dirigen a Niko bruscamente, y frunzo el


ceño, preguntándome qué le hizo romper su voto de silencio—. Deberías comer —
repite—. Expulsaste demasiada energía. La comida te ayudará a mantenerte fuerte
hasta que puedas reponerla.

Me vuelvo hacia el sándwich en la mesita de noche, tomo un pequeño bocado


y lo engullo. Luego miro a Niko con una expresión que dice: Listo, ¿estás feliz?

Unos minutos más de silencio se extienden entre nosotros, y volvemos a lo


que estábamos haciendo antes: obsesionarnos en un pozo de negación.

—¿Has oído algo de Cyrus? —pregunto, mi mirada aún fija en Dorian.

—Sí. Se está recuperando bien. Estaba demasiado débil para intentar


transportarlo.

—Bien. Eso es bueno.

—Y Denny dijo que los Hechiceros de Luz han intervenido en nombre de los
humanos, despojándolos de la oscuridad en sus cuerpos y enviándolos a casa. La
realeza de los Oscuros ha pasado a la clandestinidad. Sin Stavros, temen intentar
luchar contra el mandato.

—Bien. —Caray, ya sueno como un disco roto, ¿no?

—El resto de los niños caídos están celebrando. Finalmente son libres. Ni
siquiera la Luz se interpondrá en su camino. Tienen miedo de que termine igual de
mal.
Sonrío, imaginando a todas esas personas siendo libres de amar y ser quienes
quieren ser. Supongo que hay muchos más como ellos que se han estado escondiendo
por miedo al castigo.

—Denny conoce a tu madre. Tuvieron algo. —No es una pregunta.

—Sí. Tiene más de cuatrocientos años. Conoció a mi madre cuando eran


niños. Se enamoraron muy jóvenes, pero no se consideró adecuado hacerla su
esposa. Fue prometida a Stavros, y no creo que Denny lo haya dejado pasar nunca.

Asiento, enviando una oración silenciosa por el rockero pecaminosamente


sexual y la reina. Delia fue una vez una joven enamorada. Tuvo sueños, esperanzas
y aspiraciones para su futuro. Pero la política y la codicia cambiaron eso. Y Stavros…
él simplemente tiene cierta forma de chupar la alegría de la médula de tus huesos.
Tal vez tendrá otra oportunidad con Denny. Tal vez aprenda a amar otra vez.

—Sospecho que volverá a reunirse con ella en la corte —dice Niko, leyendo
mi mente—. Ya sabes, ahora que es la reina consorte. Buscará su consejo, entre otras
cosas.

—¿Y qué hay de ti? ¿También volverás?

Escucho el susurro de la tela, señalando un encogimiento de hombros.

—Supongo que lo haría, si ella me convocara.

—¿Y Dorian? —Hago una mueca cuando digo su nombre, la imagen de él


tomando el trono Oscuro destellando en mi mente—. ¿Le servirás una vez que se
convierta en rey?

—Si él lo requiere. —Se queda callado por un momento, pero aún puedo
escuchar la pregunta ardiendo en su lengua. Ni siquiera tiene que preguntar—. ¿Y
tú? ¿Le servirás?

Me obligo a concentrarme en la subida y caída del pecho de Dorian,


recordándome que está vivo. Está a salvo, por ahora. Eso es lo importante.

—No lo sé. —Toco su rostro, el anillo que me dio, aquel en mi mano


izquierda, resplandeciendo contra la tenue luz de las velas. Aquel que se burla de mí,
diciéndome que no soy más que una concubina—. No me… tendrá. No en la forma
en que un rey necesita tener una mujer.

El silencio de Niko dice mucho. Sabe que tengo razón. Dorian nunca se casará
conmigo. Y una vez que sea rey, necesitará una esposa. Una que pueda
proporcionarle un heredero.

Alguien que no soy yo.

—Lo salvaste solo para dejarlo ir.


—Sí.

—Siempre supiste lo que esto significaba, pero de todos modos lo hiciste.


Arriesgaste tu vida por él, sabiendo que no podría funcionar.

—Sí.

Niko se ríe sardónicamente. Miro para encontrarlo inclinándose, con la


cabeza entre sus manos.

—¿Qué clase de amor es ese? ¿Cómo podría algo que se supone que te trae
alegría y triunfo ser tan doloroso?

—No es amor. Es locura.

Levanta su cara de sus palmas, y se encuentra con mis ojos. Veo que el dolor
del amor del que habló no era por mí o Dorian, era por él. Ese era su dolor, su
angustia. No soy la única que está loca.

—¿Por qué dejamos que nos hagan esto? —pregunta, su voz un susurro roto.

—¿Hacernos qué?

—Dejarnos. —Una gota iridiscente rueda por su mejilla, casi enmascarada


por la comodidad de las sombras.

—Porque somos estúpidos. Y porque preferimos tener un momento de


felicidad que una vida de soledad.

Niko hace un ruido en lo profundo de su garganta, como si mis palabras lo


estrangulan. Me doy la vuelta, permitiéndole sufrir en privado.

—Amamos lo que no se puede amar —murmura—. Salvamos lo que no se


puede salvar.

—Es una enfermedad.

—Es masoquismo.

Asiento, pero no digo nada. Ya lo hemos dicho todo.

Los demás nos revisan periódicamente para ver si hay algún cambio. Ahora,
es el turno de Lars, cuya expresión desigual me dice que está cansado. Salvar a
Dorian le ha pasado factura, y se está quedando sin energía. Cuando se inclina para
revisar sus signos vitales, sujeto su brazo suavemente.

—Lars, has dado tanto de ti mismo. ¿Hay algo que pueda hacer?
Justo como espero que lo haga, sacude la cabeza. Respirarnos es demasiado
íntimo, un acto compartido por amantes. Yo dándome a Lars… él tomándome en su
interior… no estaría bien.

—Aprecio la oferta, pero debo rechazarla —responde, y me da una sonrisa


cálida.

Asiento en respuesta.

—Solo avísame si se vuelve demasiado…

Dolor.

Mucho, demasiado, increíble dolor.

Desgarrando mi espalda, rebanando mi piel, tendones y huesos. Partiéndome


por la mitad con un machete ardiente. Grito, prácticamente colapsando en el suelo.
Unos brazos fuertes son lo único que me sostienen, y mis ojos están cerrados con
tanta fuerza, que ni siquiera puedo decir quién es.

—¡Quítamelo! ¡Quítamelo! —grito, arañando mi camisa.

Al instante, hay un rasgón de tela y el aire frío golpea mi piel. Aun así, no es
suficiente para extinguir el fuego arrastrándose por mi espalda. Puedo oler mi propia
carne chamuscándose y sentir el vómito en la parte posterior de mi lengua. Lo obligo
a bajar, agradecida de no haber comido mucho. Mi cuerpo tembloroso comienza a
balancearse a medida que todo alrededor se oscurece. Los temblores aumentan, los
estremecimientos rodando a través de mi cuerpo como si alguien me hubiera arrojado
a una piscina de agua helada.

—¡Va a desmayarse! ¡Que alguien haga algo! —Escucho gritar a Morgan, pero
su voz está muy lejos.

—Puedo quitarle el dolor. Puedo curarla. —Siento la mano de Lars sobre mis
hombros desnudos, pero las aparto con una mano temblorosa.

—No… no… necesito… esto —tartamudeo entre mis dientes castañeando.

No podré aguantar mucho más tiempo, pero tengo que hacerlo. Me niego a
dejar que esta marca, la marca de Aurora, me derribe. Suelto otro grito, liberando el
dolor, y siento las comisuras de mi boca dividirse. La sangre mana sobre mi lengua,
pero no siento el aguijón. Estoy más allá del dolor. Más allá de sentir algo más aparte
de la sensación de mi espalda siendo desollada en carne viva. Aun así, grito. Grito
hasta que se me rompen mis cuerdas vocales. Y cuando no sale más sonido, grito en
silencio junto a Dorian, mi frente cubierta de sudor presionada contra el edredón.

Pasan minutos, horas, días. Ni siquiera estoy segura. Solo sé que he dejado de
gritar. Y estoy completamente exhausta. Alguien me pasa una manta por los
hombros una vez que comienzan los escalofríos. Ni siquiera puedo levantar la cabeza
para ver quién es, o incluso hablar para agradecerles. Pero estoy agradecida. Tan
agradecida que hubieran superado esto conmigo mientras luchaba contra lo último
que quedaba de ese demonio. Aurora ya no puede lastimarme, ni siquiera desde la
tumba.

El dolor finalmente ha menguado lo suficiente como para que termine


inconsciente, y corro hacia los bordes del sueño. Alguien toca mi cabello dulcemente,
tranquilizándome hasta quedarme dormida. Escucho jadeos y murmullos alrededor
de mí, pero nada de eso tiene sentido. Los sonidos simplemente se mezclan en
cámara lenta, la versión cortada y jodida de las secuelas.

—Pequeña. —Escucho decir una voz ronca.

Sonrío contra el edredón. Ah, sí. Este es un sueño bueno. Del tipo del que
nunca quiero despertar.

—Lo siento mucho, pequeña. Siento mucho haberte dejado.

Las caricias en mi cabello, el sonido y el olor de él… el Dorian de Ensueño


casi parece real. Tan real que sé que me matará cuando despierte, solo para descubrir
que no está allí.

La cama se mueve a mi lado, y con los ojos aún cerrados, frunzo el ceño. No.
Alguien quiere llevárselo. Necesito esto ahora mismo. No me queda nada más a lo
que aferrarme.

La mano viaja desde la coronilla de mi cabeza hasta el costado de mi cuello.


Recuerdo ese toque. La sensación de su piel sobre la mía es algo que nunca, jamás
podría olvidar. Sus huellas están grabadas permanentemente en mi carne.

—Lo intenté. Intenté volver a ti. Te sentí conmigo… siempre. Por dentro, me
mató lastimarte.

—Entonces, ¿por qué lo hiciste? —pregunto a Dorian de Ensueño. ¿Qué más


tengo que perder? Si hablar con un producto de mi imaginación es lo que se necesita
para estar cerca de él, entonces eso es lo que haré.

—No podía luchar contra eso. Fue como estar petrificado dentro de mí. Podía
ver y oír, pero no tenía poder. Aunque, sabía que lucharías. Sabía que no me dejarías
ir.

Los dedos se deslizan hacia mi barbilla, obligándome a levantar la cabeza de


la cama. Intento luchar contra eso, pero no me quedan fuerzas.

—Abre los ojos, pequeña.


Intento sacudir la cabeza, negándome a abandonar este engaño hermoso, pero
mi cabeza es demasiado pesada. La mano acuna mi mejilla con amor y limpia mis
lágrimas frustradas.

—Está bien. Ahora estoy aquí. Ya no tienes que luchar. Déjame luchar por ti.

—¿Dorian? —Solo sale un susurro estrangulado.

—Sí, Gabriella. Estoy aquí. Estoy aquí, pequeña.

Abro los párpados, esperando descubrir que este sueño es en realidad una
pesadilla cruel. Sin embargo, unos ojos azules me devuelven la mirada, bordeados
por largas pestañas oscuras. Unos carnosos labios exuberantes se extienden en una
sonrisa torcida. Una suave piel bronceada se siente cálida contra mí, con vitalidad.

Él suspira con alivio, y siento su aliento frío en mi cara. Otra mano se extiende
hacia mí, y comienza a empujarme a la cama junto a él. Y cuando sus labios cubren
los míos, saboreando el remordimiento, la felicidad y el amor, sé sin lugar a dudas
que esto no es un sueño. Dorian ha vuelto a mí.

Una oleada de adrenalina se dispara en mis venas, y casi lo derribo.

—Estás… aquí. Me conoces. Pero… cómo… por qué…

Dorian se ríe, y hay color en mi mundo otra vez.

—Por supuesto que te conozco. Y te amo. Ahora, escúchame… te amo,


Gabriella. Y nunca dejé de hacerlo. Te lo prometo.

Agarro su cuerpo, sosteniéndolo como si fuera a escaparse otra vez. Rezando


para que esto no sea una broma enfermiza que me quitará a mi Dorian para siempre.
Entierro mi cara en la curva de su cuello, recordando su olor a océano y agua de
lluvia, y lloro lágrimas agradecidas. Algo que no he hecho en mucho, mucho tiempo.

—Bueno, maldita sea, ya era hora. —Escucho decir a Niko junto a nosotros.
Dorian se aparta a medida que se abrazan, pero sus brazos vuelven a rodearme en
seguida.

—Me alegra tenerte de vuelta, hermano —dice Alex, dándole una palmada
en el hombro.

—Alexander —dice Dorian, su voz pensativa—. Por favor, perdóname.


Prometo que…

—No es necesario —dice mi padre, con una sonrisa en su voz. Los dos se dan
la mano antes de darse un abrazo fraternal.
Morgan lo abraza a continuación, golpeándolo juguetonamente por
asustarnos. Cuando él intenta disculparse por ponerle un cuchillo en la garganta, su
respuesta es muy parecida a la de Alex.

—Solo ama a mi chica. Así es como puedes compensarme. Ámala y nunca la


dejes ir.

Dorian murmura una respuesta sincera, haciendo que Morgan rompa en un


sollozo suave mientras se hace a un lado para dejar pasar a Lars.

—Gracias —dice Dorian, estrechando su mano—. Eres un alma


increíblemente valiente, y estoy agradecido por el sacrificio que hiciste para
devolverme la vida. Estoy en deuda contigo. Cualquier cosa que quieras, es tuya.

Levanto la vista para ver a Lars inclinar la cabeza.

—Fue un honor para mí servir a Gabriella. Y si hay algo que pueda pedir, es
que reines con compasión y justicia para todas las criaturas divinas. Y que tu reinado
sea largo y próspero.

—¿Reinado? —Dorian frunce el ceño, mirando a Niko, quien asiente, con


expresión arrepentida.

—Padre. Está… muerto. Asesinado a manos de nuestra madre. —Da un paso


adelante y toma la mano de su hermano—. El trono ahora es tuyo, hermano.

Dorian se queda inmóvil y en silencio, congelado en estado de shock. Observo


su rostro en busca de señales de reacción: alegría, vergüenza, tristeza, pero está en
blanco. Como si la idea de ser rey no lo afecta en absoluto.

—Aún tenemos mucho que discutir —añade Niko, recuperándose—.


Obviamente, tendrás que reunirte con…

Dorian levanta una mano, deteniendo cualquier conversación sobre su


posición recién adquirida.

—Ya habrá tiempo para eso. Pero primero… primero, hay algo que debo
hacer. —Se mueve a mi lado de modo que su cuerpo enfrenta al mío, y toma mis
manos entre las suyas—. Gabriella, he caminado por la Tierra durante dos décadas
y media, buscando la otra mitad de mi alma. He hecho cosas indescriptibles en esa
búsqueda y, a su vez, he experimentado un dolor tremendo. Pero nada me ha herido
más que lastimarte. Puede que ya no exista un vínculo entre nosotros, pero siempre
soportaré tu dolor. Siempre compartiré tu alegría. Y pase lo que pase, siempre te
amaré con cada respiración en mi cuerpo. Cuando te conocí, no solo encontré la otra
mitad de mi alma, encontré la razón para cada latido de mi corazón. Cada lágrima.
Cada onza de sangre en mis venas. Eres mi vida, pequeña. Mi todo. Y si me aceptas,
sería un honor ser tu esposo.
Mis ojos completamente abiertos exploran los suyos, buscando cualquier
señal de burla.

—¿Qué?

Sonríe ante mi expresión estupefacta, esos labios haciendo cosas tortuosas a


mi corazón tartamudeando.

—Cásate conmigo, Gabriella.

—Pero dijiste… no podías. No lo harías. Y ahora eres el rey.

—Y como rey, te quiero a mi lado. Como mi esposa y mi reina. He perdido


demasiado tiempo sin ti. No puedo esperar ni un segundo más.

Sacudo la cabeza con incredulidad, intentando entender lo que está


ofreciendo.

—Pero no puedo… no puedo darte un heredero. No puedo darte lo que


quieres. Lo que necesitas.

Sus manos sujetan mis mejillas, de modo que me veo obligada a ver la
seriedad en su rostro.

—Lo único que quiero y necesito es a ti, Gabriella. Nada más importa, y lo
digo en serio, desde lo más profundo de mis huesos. Así que, di que sí. Di que serás
mía por la eternidad. Porque puedo vivir sin un heredero. Pero no puedo vivir sin ti.

Miro a mis amigos y mi familia, y veo diversas miradas de emoción y alegría


reflejadas en sus rostros. Incluso Niko se ve realmente contento. Inclina su cabeza
hacia mí, diciéndome que está bien. Que él estará bien. Y pase lo que pase, no lo
perderé.

—Sí —susurro, girando hacia la cara expectante de Dorian—. Sí, sí, sí. ¡Sí,
me casaré contigo, Dorian!

La sala estalla en vítores y más lágrimas alegres cuando Dorian me envuelve


en sus brazos, exprimiendo el aire de mis pulmones. No me quejo. Me encanta su
dulce asfixia. Mi Dorian ha vuelto, y es mío. Para siempre.

—Te amo, pequeña —susurra, besando mi mejilla. Su boca se mueve para


capturar la mía en un beso que hace que mi alma llore—. En la vida y en la muerte
—murmura contra mis labios—. Desde ahora hasta la eternidad. Y cuando no
seamos más que polvo y huesos, te amaré un poco más, porque tú eres mi destino.
Fui colocado en esta Tierra para amarte, y ninguna maldición, hechizo o fuerza
enemiga jamás podrá alejarte de mí.

La Tierra se mueve sobre su eje a medida que dos grandes fuerzas de la


naturaleza colisionan, plegándose entre sí. Existimos solo para que el otro prospere.
Este hombre, esta tormenta poderosa, es mi única razón de ser. Y cuando me
enamoré de él, cerré mis ojos y me entregué a la gravedad de esta vida
maravillosamente loca. Y caí en la eternidad.
Capítulo 36

C
uando el hilo de tu existencia se ha estirado y extendido hasta el punto
de amenazar con romperse más veces de las que puedes contar, no
pierdes el tiempo con las humanas formalidades sociales.

No.

Te casas en cuestión de veinticuatro horas de la propuesta.

Al menos, así lo explicó Dorian. Y tengo que decir que, no podría estar más
de acuerdo. ¿Por qué dejar pasar otro segundo cuando ambos sabemos cómo
queremos pasar la eternidad? ¿Qué estaríamos esperando?

Hemos sufrido lo impensable. Vivimos a través de pruebas y tribulaciones que


de otro modo deberían haber reclamado nuestras últimas respiraciones. Y ahora…
ahora somos libres. Y no puedo pensar en otra forma en que quiera pasar nuestra
libertad recién adquirida que no sea convirtiéndome en la esposa de Dorian.

Su esposa.

Apenas parece real. Cada vez que siento que nuestra relación ha mejorado, la
malevolencia nos desvía de nuestro camino, enviándonos a una picada de tragedia.
Pensé que nunca saldríamos de ese viaje. Y ahora no hay nada interponiéndose en
nuestro camino. No hay mal secreto que quiera separarnos. Dorian será el rey, y
trabajará para corregir los errores establecidos por su gente, con la esperanza de llevar
a su raza a su verdadero propósito: ser los gobernantes de la Noche. Nunca fueron
malvados inherentemente; simplemente fueron corrompidos por aquellos que lo
fueron.

Una vez que Dorian anunció que nos casaríamos al día siguiente, hoy,
Morgan saltó a la planificación. Con la ayuda de Lars, organizó un pastel, catering,
flores, decoración e incluso un vestido. Solo pude sentarme y dejar que ella tome las
riendas. La chica es una bestia por derecho propio. Lo juro, probablemente podría
dirigir su propio país pequeño, siempre permaneciendo elegante desde la cima de su
peinado brasileño hasta las puntas de su pedicura.

Así que aquí estoy, envuelta en un intrincado encaje transparente en marfil


con pedrería en champán de Inbal Dror mientras Morgan acomoda mi cabello.
Afortunadamente, el vestido no es tradicional y es atrevido sin ser demasiado sexy.
Es absolutamente impresionante, y no podría imaginar casarme con Dorian en otra
cosa.

—¡Listo! ¡Perfecto! —chilla alegremente, dando un paso atrás para admirar


su trabajo. Todo, desde mi maquillaje hasta mis zapatos, es obra de ella, y su talento
me sorprende.

Me levanto para mirarme, y jadeo ante la chica devolviéndome la vista. Unos


suaves párpados ahumados enmarcan sus ojos de dos colores, sus mejillas están
realzadas con un tono brillante de coral y sus labios llenos brillan con un tinte rosado
desnudo. Mil rizos están sujetados con una peineta cubierta de diamantes a nivel de
su nuca, dejando algunas sutiles ondas sueltas para enmarcar su rostro. Es hermosa…
la novia perfecta en este día perfecto.

—Oh, Dios, Morgan —susurro, con los labios temblorosos. Me giro para
envolverla en mis brazos, casi derribándola de sus tacones dorados—. Gracias.
Gracias por todo.

Me aprieta con todas sus fuerzas.

—Te lo mereces, cariño. Te mereces el mundo.

Nos abrazamos durante varios minutos antes de apartarnos, sonriendo con


suaves sorbidos.

—Ahora sé que es algo humano, pero compláceme —dice, apoyando sus


manos sobre mis hombros desde atrás—. Se me otorgó el honor de proporcionarte
algo viejo. —Morgan revela una pequeña caja, muy decorada con tul y perlas—.
Requerí un poco de ayuda por parte de Alex, pero pensamos que deberías tener esto
hoy de todos los días.

Abro la caja para encontrar la fotografía que cambió mi mundo. Chris,


Donna, Natalia, Alexander y Dorian todos juntos, riendo… amando. Y allí,
descansando pacíficamente dentro del útero de mi madre, estoy yo. Paso mi dedo
sobre el lugar donde sus manos acunan su vientre, intentando conjurar lo que habría
sido sentir esos brazos envolviéndome. Y aunque puede que nunca haya sentido su
abrazo o la calidez de su sonrisa, sé que siempre ha estado conmigo. Esa pequeña
voz en mi cabeza, consolándome cuando estaba débil, ayudándome cuando estaba
pérdida, mi madre. Lo supe todo el tiempo.

—Gracias —susurro, con lágrimas llenando mis ojos. Intento alejarlas,


sabiendo que Morgan se enfadará si arruino mi máscara de pestañas. O tal vez no, a
juzgar por su mirada acuosa.

Me abraza y me aprieta con todas sus fuerzas una vez más.

—Te amo, Gabs, y estoy tan agradecida de poder compartir este día contigo.
—Se aleja, limpiando el espacio debajo de sus ojos—. Quizás algún día, haremos
esto por mí. Aunque, aún no estoy segura de estar lista para entregar mi Tarjeta
Playa.

Las dos nos reímos.

—¿Qué? ¿No crees que Lars tiene lo necesario para sacarte del mercado?

—Chica, ya veremos. Es demasiado pronto para saberlo, pero todo es posible.

Nos abrazamos nuevamente antes de que ella salga para verificar los detalles
finales. Ni siquiera dos segundos después de haberse ido, hay un golpe en la puerta.
Es Lars.

—Espero no interrumpir nada —dice, inundando toda la habitación con su


presencia. Está vestido con un traje de color claro, combinado con una suave corbata
dorada con detalles en azul: los colores de nuestra boda. Su cabello rubio hasta los
hombros está atado detrás de su cabeza, haciendo que sus rasgos finos se vean aún
más bonitos que nunca.

—No, no, entra —le digo, invitándolo.

Presenta otra pequeña caja, sacándola de detrás de él, esta revestida con una
brillante cinta dorada.

—Me honraron con la tarea de proporcionarte algo nuevo. —Se toma la


libertad de abrir la delicada caja con sus enormes manos, luego levanta una delgada
cadena Bvlgari con un colgante del sol en dos tonos—. Este collar es nuevo, pero el
hechizo que se ha emitido sobre él es antiguo. Mi gente, nuestra gente, lo ha estado
usando para bendecir a las novias y sus novios con una eternidad de felicidad, amor
y Luz.

Se detiene detrás de mí para sujetarla alrededor de mi cuello. El pequeño sol


se asienta perfectamente en la grieta de mi escote, calentando mi piel.

—Tú, Luz Oscura, has brindado esperanza a quienes no tenían esperanza.


Nos diste algo para unirnos: para creer. Y tu imagen será para siempre un faro de fe.
Te pido que uses este símbolo de la Luz y permitas que sea lo mismo para ti.

Me giro para mirarlo y envolver mis brazos alrededor del gentil gigante. Al
principio se sobresalta, pero luego siento que sus fuertes brazos me envuelven en
calor.

Después que Lars se va, estoy intentando arreglar mi maquillaje de ojos


furiosamente cuando mi padre llama a la puerta. Oh, genial. No hay forma de que
supere esto sin llorar.

Nos sentamos en el borde de la cama, y contengo las lágrimas en silencio. Sé


que cualquier cosa que me dé será extremadamente especial.
—Algo prestado —dice, su voz pensativa. Toma mis manos gentilmente—.
Desearía haberte proporcionado un pedazo de tu madre. Habría dado cualquier cosa
por permitirla solo un momento contigo. Debes saber que ella te amó con cada fibra
de su ser, y dejarte no fue por elección.

—Lo sé. —Asiento.

Alexander sonríe, pero no llega a sus ojos. Puedo ver que el recuerdo de mi
madre aún lo mata por dentro.

—Fuimos muy afortunados cuando Donna y Chris te abrieron los brazos y la


vida. Sin importar nada, sé que se preocuparon por ti como si fueras suya. Y por eso,
tu algo prestado es de la mujer que fue tanto tu madre como mi Natalia.

Saca otra pequeña caja de su bolsillo, esta revestida con diferentes tonos de
azul, y la abre. Colocado entre una paleta de terciopelo suave hay un par de hermosos
aretes de perlas. Él toma uno entre sus dedos, y yo instantáneamente aparto un rizo
para darle acceso a mi oreja.

—Estos fueron un regalo de Natalia a Donna el día de su boda —explica,


sujetándolo con cuidado. Levanta el otro y se mueve al otro lado—. Ella misma
encontró las perlas, en la costa de Indonesia. Amaba a Donna. Las dos eran
inseparables. Y creo que, en algún nivel, las dos compartieron un vínculo que les
permitió amarte con un solo corazón.

Oh, diablos. Eso es. No hay posibilidad de salvar mi maquillaje después de


eso. Y a estas alturas, ni siquiera me importa.

Envuelvo mis brazos temblorosos alrededor del cuello de mi padre y sollozo


en silencio, agradecida por el recuerdo y el regalo. Hoy, mientras camine por el
pasillo para encontrarme con el hombre de mis sueños, cargaré con un pedazo de mis
dos madres, esperando que me estén mirando, sonriendo y riendo juntas como lo
hicieron hace años.

Cuando me alejo, hay humedad en las mejillas de Alex, que rápidamente se


quita antes de ponerse de pie. Se aclara la garganta y desvía los ojos hacia la pared,
intentando controlar sus emociones.

—Entiendo que estos deben ser prestados. Sin embargo, no creo que nadie
espere que los devuelvas.

Sonrío agradecida, y Alex se vuelve hacia la puerta. Antes de alcanzar la


manija, levanta la vista y me mira, el orgullo destellando en esos ojos azules llorosos.

—Estoy tan orgulloso de ti. Y agradecido de que me hayas dado el honor de


acompañarte por el pasillo. Sé que no me lo he ganado, y entendería si prefieres que
Chris esté aquí para llevarte. Pero tal como están las cosas, me siento honrado de que
me hayas elegido.
Asiento, contemplando mis siguientes palabras cuidadosamente.

—Me habría encantado que él esté aquí. Pero también me alegra que tú estés
aquí. Gracias… papá.

Alexander parpadea varias veces antes de inclinar la cabeza. Luego


desaparece de la habitación.

Lo que deja mi algo azul.

Niko.

Tan rápido como su nombre aparece en mi mente, él aparece ante mí, tan
increíblemente apuesto con su traje y corbata, su cabello una sexy caída de ondas
negras que alcanzan la parte superior de sus cejas. Su mirada intensa recorre mi
cuerpo a medida que avanza hasta donde me siento en la cama. No hablamos por
varios minutos. Solo se queda allí, observándome, soportando el peso del universo,
pero sin mostrar señales de debilidad.

Una vez pensé que amé a Jared. Y tal vez la Gabs humana lo hizo. Pero no
fue nada como amar a Dorian, ni mucho menos. Aunque, amar a Niko… podría
haber estado jodidamente cerca. Tal vez siempre habrá una parte de mí que se
preguntará cómo podría haber sido entre nosotros. Tal vez lo miraré desde el otro
lado de la mesa en la cena de Acción de Gracias y me sonrojaré cuando me sonría.
Pero nunca iré más allá. La clase de amor que tengo por Niko… va más allá del
romance convencional. Nunca necesitará las complicaciones de la intimidad. Nunca
tendré que clasificarlo con etiquetas o términos de cariño. Él es parte de mí, y lo
llevaré conmigo hoy, mañana y todos los días por la eternidad.

Desliza sus dedos por mi cara, sin decir palabras, solo rozando sus suaves
almohadillas a lo largo de mi mandíbula. Me inclino hacia él y cierro los ojos,
mientras nos comunicamos sin decir nada en absoluto.

—Lo siento.

—Lo sé. Pero no tienes que hacerlo.

—Te hice sufrir.

—Pequeña, sufro desde hace mucho tiempo.

Levanto la vista para mirarlo directamente a los ojos, los míos al borde de
lágrimas frescas. Me sonríe y captura una gotita perdida justo cuando comienza a
rodar por mi mejilla. Y justo como lo hizo esa noche en su habitación, se mete el
dedo en la boca y absorbe mi angustia.

Estoy a punto de romper el silencio y decirle que siempre me preocuparé por


él, que siempre lo amaré, cuando un cambio en la atmósfera hace que el aire a nuestro
alrededor cruja con energía. Jadeo, sintiendo la presión en mis pulmones, a medida
que el oxígeno en la habitación es aspirado como una aspiradora. Me estiro hacia
Niko, con los ojos completamente abiertos de horror mientras jadeo por respirar.
Luego, soy catapultada al piso en un borrón de humo oscuro, terminando volando
contra el otro lado de la habitación.

—¡No! —Lo escucho gritar, girando en una furia de oscuridad. Su forma


humana se disuelve en moléculas rotas a medida que algo aterrador y fantasmal toma
su lugar. Su forma real.

Solo lo vislumbro por medio segundo cuando un violento destello de luz


eléctrica explota y retumba un chirrido de metal. Me cubro la cara para protegerme
los ojos, pero cuando levanto la vista, ya no está allí. En su lugar, estoy mirando a
los ojos del auténtico mal puro. El epítome de la muerte reencarnada en su forma
más brutal.

Stavros.

—¡No! —grito, dándome cuenta de lo que acaba de pasar.

Levito sobre mis pies, impulsada por el horror puro y la rabia. Stavros intenta
avanzar hacia mí, pero se detiene en seco, cuando una corriente eléctrica zumba por
todo mi cuerpo. Cada molécula dentro de mí muta en luz, y mi sangre se transforma
en resplandeciente lava ardiente. He cambiado a otra cosa, algo que no es de este
mundo. Y a juzgar por la expresión de su rostro, tampoco es de su mundo.

Con un grito, lo libero todo sobre él, mi magia brotando de mí como una
corriente interminable de oro líquido. Se entierra en su pecho, infiltrándose en
músculos y huesos, reemplazando la carne con fuego. Su voz se rompe en un chillido,
antes de que el fuego incinere sus cuerdas vocales. Las llamas apresan todo su cuerpo
por un momento. Y entonces, hay una explosión ensordecedora que estalla cada
cristal en la habitación a medida que el cuerpo en llamas de Stavros explota como
una estrella moribunda.

Regreso a mi forma humana, mi cuerpo aterrizando junto a donde Niko yace


sobre su espalda. Alejando la fatiga, me inclino frenéticamente sobre su cuerpo y
acuno su cabeza en mi regazo. Está convulsionado, su espalda arqueándose del suelo
bajo un dolor retorcido. Mientras jadea, sus pulmones luchando por respirar, la
sangre brota de su garganta y se desliza por las comisuras de su boca.

Se está muriendo.

Niko se está muriendo. Aquí mismo, en mis brazos.

—¡Qué alguien me ayude! —grito lo más fuerte que puedo, con lágrimas
miserables corriendo por mi cara en una cascada. La puerta se abre de golpe, y
Dorian está al otro lado de Niko, ayudando a soportar su peso.
—¿Qué le pasó? —grita, con histeria en su voz.

—Él… Stavros… él… me… salvó… —logro decir ahogadamente entre


sollozos. Respiro hondo, intentando recuperar la poca cordura que me queda—.
Ayúdame. Ayúdame… a salvarlo.

Lars está justo allí, ya arremangándose las mangas. Ambos presionamos


nuestras manos empapadas de luz sobre su cuerpo, pero no hay cambio. Lo
intentamos de nuevo. Y otra vez. Y otra vez más. Pero nada está funcionando.

—¡Cámbialo! ¡Hazlo un vampiro! —grito a Dorian, quien rápidamente vuela


a la tarea. No puede controlar sus emociones el tiempo suficiente para ser de ayuda.
Alex lo intenta, pero el cuerpo de Niko está rechazando la magia. Es como si él
estuviera… bloqueándolo.

Niko sujeta mi brazo con un débil agarre tembloroso, y me atrae hacia él, sus
ojos vidriosos intentando desesperadamente transmitir un mensaje. Su boca se
mueve lentamente, pero lo único que sale es más sangre, manchando sus dientes con
el color de la muerte. El mismo color violento que ahora está empapado a través de
mi vestido.

—¿Qué es, Niko? —pregunto con la mayor calma posible. Le quito el cabello
de la frente, sintiendo la fría humedad de su piel—. Aquí estoy. Todos estamos aquí
para ti. Solo aguanta, ¿de acuerdo? Solo aguanta por mí.

—Dijo que pares —susurra Morgan, cayendo de rodillas a mi lado. Su cuerpo


se hunde con pesar—. Él quiere que pares. Quiere morir.

—¡No! —ruge Dorian, agarrando los brazos de su hermano. Las lágrimas


caen de su rostro, dejando pequeñas gotas saladas en su esmoquin ahora manchado
de sangre.

—Es lo que él quiere —dice Morgan, con la mirada vacía a medida que clava
la vista en la pared opuesta—. Él quiere… quiere ir con ella. Quiere estar con ella.
Volvió por él.

—¡Morgan, deja de decir locuras! ¡No me rendiré con él! —Miro hacia los
ojos desenfocados de Niko. Se encuentra con mi mirada, pero puedo decir que ya se
dio por vencido. Ya me está dejando. Y parece casi… pacífico… al respecto—. ¡Lo
prometiste! ¡Me prometiste que siempre te quedarías conmigo! ¡Por favor, no hagas
esto!

Lo estoy perdiendo, temblando incontrolablemente. Miro a Dorian, quien no


está mucho mejor que yo, justo cuando Alex lo abraza. Morgan agarra mi mano
ensangrentada, pero sus ojos todavía están fijos en la pared.

—Está bien, Gabs. Ella dijo… dijo que ahora puede encargarse de él. Y está
agradecida… agradecida contigo. Por amarlo.
—¿Quién? —La palabra es solo un susurro en mi garganta.

Morgan arranca su mirada desde el otro lado de la habitación girando la


cabeza lentamente como si estuviera siguiendo algo. O alguien. Cuando su atención
se centra en el espacio vacío justo a mi lado, justo encima de la cabeza de Niko,
finalmente me mira.

—Amelie —susurra—. Amelie está aquí para llevárselo. Tienes que dejarlo ir,
Gabs. Él quiere esto. Finalmente encontrará la paz.

Sacudo la cabeza furiosamente, negándome a creer sus palabras, aunque sé


que son ciertas.

—No puedo —lloro—. No puedo.

Un suave dedo tembloroso toca mi mejilla, y miro hacia arriba. Es Niko, y


está moviendo su boca nuevamente, intentando decirme algo. Me acerco sobre él,
colocando mi oreja lo más cerca posible de su cara.

Su voz es solo un susurro ahogado, demasiado débil y estrangulado para


entender, pero lo escucho. Lo escucho fuerte y claro. Y sé lo que esto significa para
él. Para nosotros.

—Para salvarla… debes amarla.

Luego, con los últimos restos de vida en su cuerpo, sonríe con esa sonrisa que
amo tanto, entregándose a la fuerte corriente de la muerte… encontrando su paz
después de siglos de oscuridad. Uniéndose a su amada para vivir entre las estrellas,
donde no hay dolor, pena o soledad.

Vamos, hermosa. Ahora eres libre.

Nikolai Skotos muere en mis brazos, la mancha roja de su vida saturando el


encaje de marfil de mi vestido de novia. Y mientras lloro tanto que me ahogo con las
lágrimas, tan fuerte que parece que mi pecho puede explotar, dejando mi corazón
roto en un charco en el suelo… sé que tengo que dejarlo ir.

No era la única con un destino. Él tenía una misión, al igual que Dorian.

Para salvarla… debes amarla.

Y él lo hizo.
Capítulo 37
Mi vida es una hermosa tragedia.

U
na triste historia de amor en un bucle sin fin. Los jugadores pueden
evolucionar y la configuración puede cambiar, pero siempre es lo
mismo. Amor. Dolor. Muerte. Repetición.

Solo estamos esperando el final. Esperando a hacer una reverencia y dejar que
la cortina se cierre para que así podamos escapar silenciosamente detrás del escenario
donde nos espera la normalidad.

Pero ¿en serio termina? ¿Alguna vez de verdad encontraremos la paz?

Niko lo hizo.

Dio su vida por la mía. Usó su propio cuerpo como escudo, porque en algún
lugar de su encantadora mente enrevesada, sintió que mi existencia valía más que la
suya. Y por alguna razón absurda de Dios, eligió absorber la enorme bola de poder
que Stavros había expulsado en un intento desesperado por destruirme de una vez
por todas. Qué estúpido. Qué completamente estúpido y valiente.

Niko era desinteresado. Valiente. Leal.

Y ahora es libre.

Me ahogué en mis lágrimas durante cuarenta y ocho horas. Ni siquiera


respiré. Lloré a ese hombre como si hubiera perdido una parte de mí. Como si alguien
me hubiera cortado un brazo o una pierna con una cuchilla oxidada, dejándola
infectarse bajo el sol ardiente. Lamenté esa parte de mí, temblando y sollozando
mientras Dorian me abrazaba fuertemente, meciendo nuestros cuerpos de un lado a
otro. Y cuando estuve demasiado débil y exhausta para derramar más lágrimas, él
lloró por mí. Por lo que había perdido, por… todo.

El día de nuestra boda venidera, Dorian perdió todo.

Su hermano, su padre. Y su madre.

Stavros no estaba tan muerto como pensábamos cuando dejamos Skiathos. Y


después de que su cuerpo hubiera sido movido, su espíritu vivió, buscando a su
asesina, consumiendo toda su magia hasta que ella no fue más que un cadáver seco
y vacío.
Con el poco poder que le quedaba, combinado con el de Delia, se manifestó
en la casa de Niko. Habían disminuido las guardas, ya que esperábamos invitados
para la boda, incluyendo a su madre. No nos quedaba nada que temer. Nuestros
enemigos estaban muertos, y era un día de esperanza y victoria. Era un momento
para celebrar la unión del futuro rey Oscuro y su futura reina.

Pero eso nunca sucedió.

Y honestamente, no creo que quiera.

Puede que siempre quede la mancha oscura de la muerte en nuestra relación.


Amo a Dorian con todo mi corazón. Pero ¿cuándo terminará? ¿Cuándo se nos
permitirá ser?

Y me pregunto… ¿seré suficiente para él?

Su familia está muerta. Su fe está menguada. ¿Qué otra razón tenemos para
vivir? ¿Qué puedo darle para que se recupere?

Me mira con reverencia y amor, como siempre lo ha hecho, pero sé el dolor


que está retorciéndose dentro de él. Conozco la frialdad de su alma. Y daría cualquier
cosa por llenar ese vacío con calidez y amor. Simplemente no sé si es posible.

Abordamos un avión a Skiathos para presentar nuestros respetos al príncipe


y la reina caídos. No recuerdo el vuelo. Solo sigo mirando por la ventana, rezando
para que los cielos me traguen por completo, dejándome exenta de más sufrimiento.
Quiero morir, pero no puedo. No puedo dejar que Dorian haga esto solo. No lo
dejaré pasar por esto solo.

Así que, aprieto su mano y dejo que me atraiga para descansar contra su
pecho. Lo dejo respirar la coronilla de mi cabeza cuando su cuerpo se derrumba
cansado. Y las noches en que la pena hace que el dolor físico sea demasiado fuerte
de soportar, dejo que me haga el amor. Los dos lo necesitamos. Es lo único que no
duele.

Le sonrío a Dorian mientras pasa sus labios por mis nudillos. Desde ese día…
no ha dejado de tocarme, especialmente después de haber sido testigo del dolor de la
marca Skotos rasgada a través de mi espalda. Así que, ahora me ama con tanta
gentileza y cuidado: como si fuera a romperme. Me besa constantemente,
diciéndome lo mucho que me ama… me necesita. Diciéndome que pase lo que pase,
estaremos juntos. Para siempre.

Siempre.

Esa palabra ya no tiene ningún peso sobre mí. Porque no hay tal cosa como
para siempre. No hay eternidad. Todo tiene su fin, y lo que tenemos hoy puede no
estar aquí mañana.
Niko me enseñó eso.

Pensé que ese hombre hermoso viviría para siempre. Imaginé mi futuro con
él en él, aún el mismo bastardo descarado con una sonrisa capaz de iluminar el cielo
nocturno. Y cuando yo actuara como una malcriada, no dudaría en darme una dura
dosis fuerte de perspectiva. Y lo amaría por su honestidad, porque él me entendía. De
alguna manera, él era yo.

Reconocí su tristeza secreta. Sentí el anhelo en su corazón como si fuera el


mío. Su alma había estado llorando durante demasiado tiempo y, en el proceso, parte
de él se entumeció. La parte que extrañaba demasiado a Amelie. La parte que nunca,
jamás superaría su muerte.

Lo odiaba por someterse a la muerte, pero lo entendía. Siempre sería


prisionero de ese entumecimiento. Nunca volvería a sentir sin ella. Y por mucho que
intentó seguir adelante, por mucho que quiso que su corazón se abriera a otra
persona, ya era demasiado tarde. La amaba con cada parte de sí mismo. Y la muerte
era la única forma en que podía estar completo otra vez.

Nunca sabré si Niko sabía que moriría ese día. Tal vez incluso en algún nivel
sospechaba que su fallecimiento sería el resultado de salvarme la vida. Pero sé que
siempre lo llevaré conmigo. Y él me estará mirando, con Amelie a su lado,
sacudiendo la cabeza mientras se ríe con ganas de cualquier locura que haya hecho.
O radiante de orgullo a su hermano, mientras dirige a su gente con integridad y
compasión. O simplemente sonriendo esa sonrisa deslumbrante que podría eclipsar
las luces de Times Square. Solo porque sí.

Ahora eres libre, Niko. Finalmente has encontrado tu paz. Ya no tienes que estar solo.
Nunca conocerás el dolor otra vez.

Y, Dios, envidio eso.

Mi vida es una hermosa tragedia.

Y solo estoy esperando el final.


Capítulo 38

E
l funeral para honrar a Niko y Delia es tan grandioso y magnífico
como sabíamos que sería. El reino no escatima en gastos, y Dorian lo
permite, queriendo solo lo mejor para el descanso de su familia. Sus
cenizas son presentadas en grandes urnas ornamentadas. Los seres sobrenaturales de
todo el mundo vienen a presentar sus respetos, arrodillándose ante las urnas y
presentando regalos a los fallecidos. Cantan canciones de una vida futura con la
Deidad. Bailan jovialmente mientras celebran sus vidas. Y cuando el duelo ha
agotado sus fuerzas, tienen un gran festín.

—¿Cómo estás? —pregunta Dorian, deslizando su palma contra la mía. Había


estado preocupado por la ansiedad que sentiría al volver aquí, pero honestamente,
estoy bien. No hay lugar donde prefiera estar que con la gente que amo.

—Bien —respondo. Y lo digo en serio.

Sonrío cuando Morgan se acerca, Lars pegado a su lado. Después de todo lo


que sucedió, no está lista para regresar a su hogar en Colorado Springs, y el rubio
guerrero de Luz prometió seguirla adónde quiera que vaya. Se ha enamorado de
ella… profundamente. Entiendo por qué. Morgan es demasiado fácil de amar.

Besa mis dos mejillas antes de moverse para abrazar a Dorian, atrayendo
docenas de ojos sorprendidos y curiosos. Está prohibido incluso acercarse al trono, y
mucho menos abrazar al rey. Pero este es Dorian. Y cuando has perdido más
familiares de los que te quedan en el lapso de unos días, muestras amor a las personas
que te importan. A la mierda las civilidades.

Tal como están las cosas, Dorian aún no ha tomado el trono oficialmente. No
está listo para hacerlo, y no lo culpo. Hay tanto dolor adjunto a ese título, para él y
para todas las criaturas sobrenaturales en la tierra. Ellos saben que el cambio está
llegando, pueden sentirlo. Y el hecho de que él haya abierto el reino para todos: Luz,
Oscuros, vampiros, hombres lobo, humanos, es una esperanza inspiradora.

Esperanza.

Es todo lo que tenemos. Y tal vez, es todo lo que necesitamos.

Alexander emerge de la multitud y sube las escaleras donde estamos sentados


en el salón de banquetes. Nos saluda a todos cálidamente, también sintiendo la
necesidad de ser más abierto y afectuoso. Cuando él me abraza, me aferro un poco
más. No estoy lista para dejar ir a mi papá. Puede que nunca lo esté. Y ahora que
tenemos una segunda oportunidad en una relación, no quiero pasar ni un segundo
de esta vida sin que él sepa lo mucho que significa para mí.

He perdido partes de quien era en las últimas semanas. Pequeñas pero


dolorosas partes como Jared y mis viejos amigos en Colorado, así como
extremidades más grandes y esenciales como Donna, Chris y Niko. Pero tengo a
Morgan, y ahora a Lars, para reemplazar esas partes y recomponerme otra vez. Alex
está aquí para llenar el espacio vacío dejado por perder a mis padres. Y tengo mi
corazón, la parte más necesaria de mí, tengo a Dorian.

Cansada de estar quieta, sugiero que nos acerquemos a la multitud y


socialicemos, algo que el rey no conoce. Pero Dorian me complace felizmente,
tomando mi mano para guiarme entre las festividades. Flanqueados por Morgan,
Lars y Alex, sonreímos, estrechamos sus manos y abrazamos a las personas. Cuando
vemos a Denny Nox, los cinco lo rodeamos instantáneamente con amor y palabras
sinceras. Él también perdió. Un amigo y una amante. Pero su amistad y valentía no
pasarán desapercibidas para su gente, o para su nuevo rey.

—Denny —empiezo, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura—. Lo


siento mucho. Pero… gracias. Gracias por todo. Lo que hiciste ese día, traer a las
personas hasta aquí y garantizar la seguridad de esos humanos inocentes, fue una
especie de milagro. Pero ¿cómo lo supiste? ¿Cómo podías saber de nuestros planes?

Denny sonríe, pero la calidez en el gesto no alcanza sus ojos.

—Niko. Me llamó, diciéndome cuáles eran tus intenciones, pero no pidió


ayuda. Solo pensó que debería estar aquí por si Delia… —se le quiebra la voz y mira
hacia abajo. Dorian descansa una mano sobre su hombro, diciéndole que está bien.
No hay necesidad de decir más.

Niko lo quería aquí para rescatar a Delia. Si las cosas se ponían feas, él quería
a alguien allí para ella. Era arriesgado, ya que Delia había cambiado tan
drásticamente desde que se casó con Stavros. Parte de su alma también había sido
corrompida, pero su corazón era el mismo. Y aún reconocía a Daneus Deleazó.

Todos lo abrazamos una vez más antes de continuar para permitirle


encargarse de su dolor en privado. Dorian le dijo que es bienvenido a cualquier
habitación del palacio todo el tiempo que desee. También ofrece lo mismo al resto
de nuestros amigos. Espero que todos acepten la invitación.

Cuando vemos a Cyrus sentado en una mesa, aún magullado y vendado, mi


corazón se hunde en mis entrañas. Él había estado postrado en cama cuando fuimos
atacados en la mansión de Niko. Quería asistir a la boda, pero su cuerpo todavía
estaba enmendando. Aun así, nada más que la muerte podría haberlo alejado del
funeral de su primo.
Dorian lo atrae para abrazarlo, sosteniendo al vampiro gigante de dos metros
con tanta ferocidad que tiene que doler físicamente. Aun así, ninguno se aleja por
varios minutos. Son familia. Y Niko… Niko era el pegamento que los mantenía
unidos. Cyrus había servido al Skotos más joven durante décadas, tanto como su
confidente cercano como su guardia personal. Nunca lo hicieron sentir menos digno
de su familia. Niko se encargó de eso.

—Te quiero a mi lado cuando tome el trono —le dice Dorian cuando se aleja.

Cyrus inclina la cabeza.

—Sería un honor servirle, señor.

—No. —Dorian da una palmada en el hombro del hombre más grande—. No


como mi sirviente. Te quiero en mi consejero personal.

Cyrus está estupefacto, sus ojos rojos yendo de mí a Dorian, esperando la


línea de golpe.

—No entiendo. ¿Tu consejero personal? ¿Qué dirían las otras siete familias?

—Bueno. No dirán nada más que expresar sus felicitaciones si quieren


permanecer en la corte. —Dorian respira hondo y se acerca un poco más de modo
que Cyrus pueda ver la verdad en su mirada—. Eres mi familia, Cyrus. Por lo tanto,
caminarás a mi lado. No detrás de mí. Te necesito, primo. —El vampiro gruñe una
tos, sin duda sintiendo un nudo en su garganta. Dorian le da una palmada en la
espalda—. Piénsalo y vuelve a verme cuando puedas.

Cyrus inclina la cabeza una vez más. Y cuando nos alejamos, vislumbro una
sola gota roja de sangre deslizándose por su rostro.

—Eso fue dulce de tu parte —susurro a Dorian mientras entrelaza sus dedos
con los míos—. Necesitaba eso.

—Ambos lo necesitábamos —responde—. Y lo dije en serio. Cyrus es


ferozmente leal, así como inteligente. Siempre lo ha sido. Y aunque sé que detesta lo
que es, no lamento haberlo salvado. Y si pudiera haber hecho lo mismo…

Aprieto su mano, y me detengo a medio paso, obligándolo a girarse para


mirarme.

—Hiciste todo lo que pudiste, y estoy orgullosa de ti. Y sabes que él está en
algún lugar allá arriba, mirándote y sintiendo el mismo sentimiento de orgullo. Te
amaba, Dorian. Te admiraba. Y no habría querido vivir el resto de sus días como
otra cosa que tu hermano menor. Tenemos que dejarlo ir, cariño. Esto es lo que él
quería. Encontrar la paz.
Dorian se inclina hacia adelante y besa mi frente para ocultar el destello de
dolor en su rostro. Pero sabe que tengo razón. Niko habría odiado ser convertido.
Eso no habría sido una vida para él.

Hemos reanudado nuestro avance hacia la multitud cuando alguien sujeta mi


mano. Creo que es Morgan detrás de mí, intentando llamar mi atención, pero
descubro que es una pequeña anciana sentada en una de las mesas del banquete. Su
cabello es del color de la nieve recién caída, y se detiene en su cintura. Usa una larga
túnica marrón que parece arpillera. Y sus ojos… sus ojos son opacos.

—Disculpe —digo cortésmente, inclinándome hacia adelante—. ¿Está bien?

La mujer no encuentra mi mirada, pero mira la conexión de nuestras manos


entrelazadas, su rostro arrugado enfocado con asombro.

—Ardes, niña. Hay fuego sagrado dentro de ti.

—Es ciega —murmura Alex por encima de mi hombro—. Los oráculos


siempre son ciegos. Aunque, ellos ven.

—Lo siento —le digo a la mujer quien aún no me ha soltado la mano—. ¿Hay
algo en lo que pueda ayudarle?

—No. No necesito ayuda, niña. Porque estoy aquí para ayudarte. Verás, hay
vida dentro del fuego. No debes tener miedo, porque es bueno. Y fuerte. —Y tan
rápido como agarró mi mano, sus palmas están sobre mi abdomen: unos pálidos
dedos huesudos contra la seda de mi vestido—. Sí, de hecho, bueno. Un luchador.
Aunque, hay compasión dentro del pequeño corazón. Y amor. —Levanta su barbilla
y alinea sus ojos con los míos como si pudiera ver a través de mí. Ver directamente a
las profundidades de mi alma—. Te ama, niña —gruñe, antes de volver esos ojos
embrujados a Dorian—. Y a ti, su padre.

Jadeo ruidosamente y doy un paso atrás, colocando mis dedos temblorosos


contra mis labios.

—Pero… pero eso es imposible. Estoy maldita. Yo… no puedo… —Miro a


Dorian, quien está tan blanco como una sábana, su propia mirada amplia con
desconcierto.

La anciana sonríe, revelando más encías que dientes.

—La vida que has perdido vive dentro de ti. Ahora reside contigo. —Luego,
como si estuviera en trance, se estremece, parpadea un par de veces y vuelve a su
comida.

No puedo pensar. No puedo sentir. Sigo temblando, mientras miles de


emociones inundan mi cuerpo a la máxima velocidad. Esto no puede ser cierto. Es
solo que… no puede ser.
Dorian se detiene junto a mí lentamente y me atrae contra él. Entonces, toca
mi vientre suavemente con su propia mano temblorosa, tan delicada y
amorosamente, como si estuviera sosteniendo un corazón en su palma. Lo miro con
los ojos llenos de lágrimas y veo que está sonriendo. Radiante, con amor y orgullo.
Y esperanza.

Después, sucede lo impensable.

Él ríe.

Dorian se ríe a carcajadas tan fuertes que toda la habitación se detiene para
observarlo. Las lágrimas brotan por el pliegue de sus joviales ojos azules mientras
libera días, semanas, meses, años de emoción reprimida. Lo miro asombrada,
absorbiendo la sensación de su mano contra mi vientre y la alegría pura brotando de
él. Sintiendo que todo finalmente estará bien.

Un fotógrafo pide capturar el momento extraño, y aceptamos con gusto.


Llamo a nuestros amigos y Morgan, Lars y Alex se apiñan con nosotros.
Envolviéndonos con amor.

Recuerdo esa foto en mi mesita de noche, canalizando la dicha caótica que


mi madre debe haber sentido ese día: el miedo a lo desconocido junto con la alegría
de compartir su vida con las personas que amaba. Sabía que se estaba embarcando
en una locura y un peligro, pero de todos modos lo hizo. Porque el amor valía la
pena. Para ella, yo valía la pena.

—De acuerdo, ahora sonrían —dice el fotógrafo.

Y los cinco hacemos exactamente eso. Porque en este momento, podemos ser
imposiblemente felices. Podemos encontrar el triunfo en la destrucción. Podemos
cometer errores, tropezar y caer. Pero sabemos que siempre hay alguien justo ahí,
echando una mano para ayudarnos a volver a levantarnos. Puede que no sepamos
qué hay del otro lado de la eternidad, pero por ahora, está bien. Estamos contentos
con estar aquí. Justo aquí en este momento.

Esa es la magia de la vida. Esos momentos que hacen que toda la angustia
parezca soportable. Pueden ser pocos y distantes entre sí, pero sabemos que la
mañana siempre llega después de la noche. Porque donde hay oscuridad, siempre
habrá luz.

Mi vida era una hermosa tragedia.

Pero este no es el final. Es solo el comienzo.


Epílogo
Dorian
Voy a arrancar las malditas puertas.

No puedo soportar esto. No puedo soportar escuchar su dolor. Y aunque


puede que ya no lo sienta, me penetra hasta el núcleo, infiltrándose en tejido y hueso.
El sonido de sus gritos… tengo que hacer algo. Tengo que detener su sufrimiento.

—A la mierda, voy a entrar —gruño, dirigiéndome a las puertas dobles.


Alexander me detiene antes de que pueda acercarme a un metro y medio de ellas,
rodeándome con sus gruesos brazos.

—Oh no, no lo harás. Tienes que dejar que hagan su trabajo, D.

—¿Su trabajo? ¡La están torturando! ¿No oyes su angustia?

Prácticamente me levanta y me lleva lejos, casi empujándome desde donde


mi amada grita de agonía.

—¿Sí? Pero irrumpir allí podría poner su vida en grave peligro. Sabes que no
podrás soportar verla así. Así que, deja de ser un idiota exagerado y toma asiento
hasta que te llamen.

Mis puños se aprietan a mis costados, y cada músculo de mi cuerpo se tensa


con furia ciega.

—No. Soy. Idiota.

Alexander se encoge de hombros antes de acomodarse en una silla, ni siquiera


un poco alterado por mi temperamento, lo que dejaría a la mayoría de los hombres
completamente sin palabras del terror. De hecho, Alex es una de las pocas personas
que no se aterroriza conmigo. Bueno… aterrorizado es una palabra fuerte. Digamos,
intimidado. No es que eso sea a lo que estoy apuntando. Pero como el rey Oscuro,
debo mantener cierto nivel de respeto y, sí, miedo, de modo que otros no me vean
como algo dócil. Pero dado que Alexander es mi suegro, así como mi mejor amigo,
usar la carta del rey simplemente no va con él.
Me siento junto a él con un suspiro de resignación, empujando mi cabeza en
mis manos con frustración… y temor. Han pasado horas. Horas escuchando el dolor
de Gabriella. Algo debe estar mal. Oh Dios… no puedo perderla. No puedo vivir sin
ella.

—Estará bien —dice Alex, colocando una mano sobre mi hombro—. Morgan
está ahí sosteniendo su mano. Y si algo anduviera mal, Lars se aseguraría que esos
doctores de Luz hicieran todo lo posible. Ten fe, hermano. Tu reina estará bien.

—Pero, ¿por qué parece tan… doloroso? —No paso por alto el quiebre de mi
voz, y no me importa—. Quiero decir, el acto de sacar a un niño del útero es cruel
tal y como es. Pero ¿no pueden aliviar su sufrimiento?

—Es demasiado poderosa, y su cuerpo está intentando regenerarse por sí


mismo cuando intentan abrirlo…

¿Qué? Me estremezco, un escalofrío recorriendo mi cuerpo.

—… y está quemando los medicamentos demasiado rápido. Pero esa joven


mujer allí… es hija de su madre. Es una luchadora. Lo logrará.

Exhalo y me recuesto en mi asiento, sintiendo un poco de consuelo en las


palabras de Alex. Gabriella es una luchadora. Luchó por mí. Luchó por Niko. Y
ahora está allí luchando por nuestro hijo.

Hay silencio al otro lado de esas puertas dobles. Silencio que me dice que algo
ha sucedido. Me pongo de pie de un salto, preparado para cruzar las puertas cuando
Morgan sale vestida con un uniforme azul claro inmenso. Su cara luce cansada de
estar sentada junto a su mejor amiga durante horas, intentando prestarle sus palabras
de aliento. Pero en este momento, se ve completamente exhausta.

Me manifiesto frente a ella, haciéndola gritar de sorpresa.

—¡Maldita sea, Dorian! —chilla, golpeándome el brazo.

—¿Se sabe algo? ¿Cómo está? ¿Qué está pasando? —Cuando Morgan no
responde de inmediato, sujeto sus hombros delgados, cuidando no apretar
demasiado. Estoy ansioso, pero sé que Lars arrancaría mi cabeza si la lastimara
accidentalmente… sea o no el rey.

—Está bien. —Morgan sonríe—. Entra y mírala. Eso sí, entiende que no tuve
tiempo para arreglar su cabello o maquillaje, así que no te enojes conmigo…

Ya me he ido.

Entro a la sala de partos del hospital justo a tiempo para escuchar a mi bebé
recién nacido llorar por primera vez. Gabriella sonríe, su rostro sudoroso más
radiante que nunca, mientras toma el bulto retorciéndose en sus brazos. Doy un paso
adelante con las rodillas temblorosas y, finalmente, contemplo la verdadera belleza
inmaculada, tan rara y maravillosa que mi pecho se contrae y se expande con el
desbordamiento de emociones. Respiro a medida que se mueven a través de mí,
provocando una corriente interminable de alegría en mis venas.

Algo dentro de mí cambia en ese momento, llenando ese último pedazo de


vacío desvalido que me dolía. Y siento que mi corazón oscuro se fractura en dos,
aunque late aún más salvajemente, más vitalmente, que nunca.

Puede que haya vivido vida tras vida, pero nunca supe lo que significaba estar
vivo hasta este preciso momento. Porque ahora, mi corazón recién renovado late por
ellos.

FIN
Sobre la autora

S.L. Jennings es la orgullosa esposa militar de su amor de secundaria, mamá


de tres revoltosos chicos, y autora de romance contemporáneo y paranormal en la
lista de los más vendidos en New York Times y USA Today.

Cuando no está obsesionada por sus novios literarios, puedes encontrarla


pasando el rato con algunos épicos amores de la ficción en librerías independientes o
bebiendo un Bloody Mary en su lugar favorito en Spokane, Washington.

Es una autoproclamada esnob de la comida, adicta del maquillaje y amanta


de todas las cosas brillantes, relucientes y cursis.

Dark Light:

1. Dark Light
2. The Dark Prince
3. Nikolai
4. Light Shadows
Créditos
Moderación
LizC y Mariela

Traducción
ElenaTroy

Eli25

LittleCatNorth

LizC

Mariela

Melody@

NataliCQ

Walezuca Segundo

Corrección, recopilación y revisión


LizC, Mariela y Nanis

Diseño
Evani
Realizado sin fines de lucro para promover la lectura.
Apoyemos a los autores comprando el original.

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