La Confianza de Mi Padre
La Confianza de Mi Padre
La Confianza de Mi Padre
Un día mi padre, que era obispo de nuestro barrio, antes de salir nos encargó a mi
hermano y a mí que hiciéramos determinada tarea en la granja donde vivíamos.
Supusimos que no iba a regresar sino hasta muy tarde de sus ocupaciones en la Iglesia;
pero regresó antes de lo que esperábamos y nos sorprendió jugando con los terneros.
Creo que jamás olvidaré la forma en que me miró cuando nos llamó a su presencia y me
dijo: “Hijo, creí que podía confiar en ti”. Fue una gran lección y un severo castigo para mí;
en ese mismo momento tomé la determinación de que ni él ni nadie, tendría jamás razón
alguna para repetir esas palabras.
Recuerdo perfectamente la forma en que mi padre se dirigía al Señor cuando nos juntaba
para ofrecer la oración familiar. No se trataba de pronunciar unas pocas palabras y luego
mandarnos a trabajar, sino que se arrodillaba a nuestro lado para compartir con el Señor
algunas de nuestras debilidades y algunos de nuestros problemas en los que habíamos
caído en falta:
“Eldon no hizo exactamente lo que debía hacer hoy y lamentamos que haya cometido tal
error. Ten a bien perdonarle, y estamos seguro, Padre, de que él tratará de hacer lo
correcto. Te rogamos que tu Espíritu le acompañe y que le bendigas para que pueda ser
un buen muchacho”.
Por las mañanas, papá solía orar diciendo: “Te rogamos que tus bendiciones descansen
sobre nosotros al entregarnos a nuestros deberes, a fin de que hagamos lo que es
correcto y podamos regresar por la noche a brindarte un informe”. Estas palabras siempre
nos daban mayor fortaleza para hacer frente a las tentaciones y vencerlas, pues sabíamos
que por la noche tendríamos que brindar un informe al Padre.
Esta noche tendré que informar al Señor, solía pensar, y ello me ayudaba a vivir conforme
con lo que se esperaba de mí durante el día.
Agradezco a mi padre por haberme enseñado a orar y a ser digno de confianza. Hoy en
día, cuando con mi familia nos inclinamos a orar, sabemos que estamos ofreciendo
oraciones a un Dios personal que está interesado en nosotros, que escuchará y
responderá nuestras oraciones, y que nos ha dado el evangelio que puede guiarnos hacia
la vida eterna.