Individualismo

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Individualismo Preocuparse solo por uno mismo.

Fusión, abnegación, sacrificio extremo,


"prostitución relacional".

¿Pensar solo en ti mismo te vuelve miserable?


¿De verdad pensar solo en ti es tan malo? Como en todo, hay un mensaje escondido
entre líneas. Parecería que lo propio del ser humano es el egoísmo, y que este debe
luchar contra él para ser más virtuoso.
Con el desarrollo de las neurociencia comprobamos que todo es diferente. No tiene
tanto que ver con la virtud, como con las propias necesidades de supervivencia humana.
La capacidad para ver más allá de uno mismo es también el rasgo de una inteligencia
evolucionada. Y por si esto fuera poco también se comprobó que incrementa la
serotonina y, con ella, la sensación de felicidad.
“El único egoísmo aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno
mejor”
-Jacinto Benavente-

Pensar solo en ti te lleva al deterioro


Matthieu Ricard está convencido de que el egoísmo es, sobre todo, una fuente de
infelicidad. El hecho de estar tan pendiente del “yo” obliga a adoptar una posición
paranoica. Sin darte cuenta, todo el tiempo tienes que estar pensando en cómo preservar
ese yo o en cómo exaltarlo o en cómo hacerlo prevalecer por encima de otros.
El resultado de pensar solo en ti mismo es que te llenas de miedo. Amar es romper con
ese yo, permitir que se desvanezca en otros. En cambio, el egocentrismo te lleva a
construir barreras. Eso te lleva a ponerte a la defensiva. Te sientes amenazado en alguna
medida y también solo.
Si estás todo el tiempo dándole vuelta a las ideas que giran solo en torno a ti mismo,
también limitas significativamente la percepción del mundo. Esta costumbre hace que te
cueste mirar la realidad desde otro punto de vista. Te cierra a la sorpresa. Hace que tu
experiencia emocional diaria sea muy limitada y fácilmente te desensibiliza.

El egoísmo conduce a la infelicidad


Para Matthieu Ricard, el ser humano es un lobo de dos caras. Una es la cara de un lobo
cruel, que solo piensa en sí mismo. La otra es la cara de un lobo que trabaja para su
manada. ¿Cuál de los dos vence? Aquel al cual se alimente.
Para este monje budista, pensar solo en ti te lleva a la indolencia. Además, piensa que
de la indolencia se pasa fácilmente a la crueldad. En ese estado, solo aparecen
pensamientos de indiferencia o de odio. Comienza a odiarse a los demás como una
estrategia para exaltarse a uno mismo. Los demás son malos y uno, bueno. Los demás
son torpes, solo uno ve la luz.
Cuando la persona queda atrapada en esa dinámica la sonrisa se apaga. El enfado se
convierte en el estado de ánimo normal. Los demás no son fuente de felicidad, sino de
desdicha. Todos fastidian, todos molestan. Todos aquellos que no cumplan la función
de complacer al propio ego. En esas condiciones, de ahí a la amargura hay un solo un
paso pequeño.

El altruismo es un nivel superior

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Matthieu Ricard pudo comprobar que servir a los demás hace muy feliz a la gente. De
hecho, ser más solidario es un método que se aplica para levantarle el ánimo a las
personas que sufren depresión.
Con la solidaridad pasa lo opuesto al egoísmo. Cuanto más altruista eres, más te
sensibilizas al mundo. Tu mente y tu corazón se abren para comprender la realidad de
los demás y esto te vuelve más perceptivo e inteligente. También te permite ver el
mundo desde diferentes puntos de vista y esto enriquece tu mundo emocional. También
puedes construir relaciones de mayor calidad.
Para Matthieu Ricard el nivel más alto de la solidaridad se llama compasión. Este monje
llama la atención sobre un hecho histórico. El mundo ha ido progresando hacia formas
de compasión cada vez más elaboradas. Los derechos humanos, los derechos de las
mujeres y, más recientemente, los de los animales, son prueba de esta evolución.
Para este monje budista, ya comenzó una gran revolución en el mundo: la de la
compasión. Así, en el corto plazo, esto generará las condiciones para que haya una
mejora económica. A mediano plazo, conducirá a una elevación de la calidad de vida.
Finalmente, a largo plazo, alcanzará la preservación del medio ambiente. Asegura que
paulatinamente nos daremos cuenta de que la humanidad solo tiene un camino para
seguir existiendo: la cooperación.

Pensar en uno mismo no es egoísmo


A todos mis pacientes desde la primera consulta les digo esta frase «pensar en uno
mismo no es egoísmo». Les digo que lo más importante son ellos, su felicidad, su
bienestar, su salud y su cuidado.
Primero son ellos y luego los demás, parejas, padres, hijos, hermanos, amigos…
A muchos de ellos, esta idea les sorprende, puesto que en muchos casos, la educación
que han recibido de sus familias y el mensaje de la sociedad, ha ido en otra dirección.
No solo les sorprende, si no que ni siquiera se han parado a pensar en ello y mucho
menos en llevarlo a cabo. Para muchos, pensar en uno mismo les genera un conflicto
interior y malestar, apareciendo emociones como la culpa.
Asimismo, aparecen verbalizaciones del tipo «pensarán que soy un/a egoísta», «lo
primero son mis hijos», etc.
Nos han educado para anteponer y satisfacer los deseos, intereses y necesidades de los
demás antes que los propios.
Esto, tiene una serie de consecuencias negativas, entre ellas, un desgaste físico y
mental por estar siempre disponible para los demás, problemas psicosomáticos
(dolores de cabeza, dolores de estómago…) por no ser capaces de decir que no y
anteponer nuestras necesidades. Consecuencias relacionadas con la aparición y gestión
de determinadas emociones como la culpa, así como un posible deterioro en las
relaciones personales.

¿Qué es el egoísmo? Pensar en uno mismo


El egoísmo podemos definirlo como el excesivo aprecio o interés que tiene una persona
hacia si misma y esto le hace atender su propio interés antes que el de los demás.
Realmente, ¿es esto tan malo?
Pensar en uno mismo es algo que se hace desde la infancia, los niños sólo miran por
ellos mismos, por sus necesidades y el mundo gira a su alrededor.

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Esto es una característica normal de la evolución humana, del crecimiento y del
descubrimiento de lo que les rodea.
Por tanto, pensar en uno mismo, es instintivo en el ser humano desde la infancia.
Cada uno de nosotros tenemos nuestro propio sistema de creencias que viene
determinado por la educación que hemos recibido y las experiencias vividas.
Estas creencias nos ayudan a interpretar el mundo y de ellas se derivan nuestros
pensamientos.
Por tanto, cada uno de nosotros tenemos un concepto distinto del egoísmo.
Cuando alguna persona nos pide que hagamos algo por ella y por el motivo que sea
decidimos no hacerlo, normalmente recibimos el mensaje de que somos egoístas.
Esto nos conlleva un gran malestar, pero ¿realmente estamos siendo egoístas nosotros
por decir que no o es la otra persona la que está siendo egoísta por no estar empatizando
y respetando mi decisión de decir que no?
Es importante distinguir entre ser y actuar, ya que no es lo mismo ser una persona
desconfiada que actuar de forma desconfiada. No vamos a juzgar a las personas por
sus conductas.
No hacer algo que alguien nos ha pedido en un momento determinado, no es ser egoísta.
Todos tenemos derecho a decir que no sin sentirnos culpables.

¿Por qué no logro anteponer mis necesidades a las de los demás?


Detrás de la idea de anteponer las necesidades de los demás frente a las nuestras está el
miedo al rechazo, a la discusión o enfrentamiento.
También hay una fuerte necesidad de ser aceptado y querido por los demás y
tenemos miedo a que si no estamos ahí para los demás, no vamos a tener su cariño y
aprobación.
Por mucho que nos esforcemos en estar siempre ahí para los demás, siempre habrá algo
o alguien que pueda reprocharnos y valorarnos negativamente.
Por ello, resulta fundamental dejar de estar pendiente de lo que opinen los demás y
pensar en uno mismo, ya que solo así nos sentiremos libres.
Lo importante es encontrar el equilibrio entre ser complaciente con los demás
(siempre y cuando estemos bien en esa situación y sea por decisión propia) sin
olvidarnos de nosotros.
Para encontrar ese equilibrio tenemos la asertividad, que es la capacidad de atender
las necesidades de otros sin desatender las nuestras propias.
Respetar las necesidades de la otra persona implica reconocerlas, pero no tener que
cumplirlas.
Un ejemplo sería el siguiente: cuando una pareja decide romper la relación o darse un
tiempo. Uno de los miembros quiere dejarlo y el otro no. El que quiere dejarlo, expone
que necesita tiempo para sí mismo y para superar la ruptura. A su vez, entiende que el
otro miembro de la pareja quiera seguir, pero ahora no puede darle lo que quiere y/o
necesita.
Está respetando sus propias necesidades (tiempo, espacio y superación de la ruptura) y
reconociendo las de la otras persona, pero sin llegar a cumplirlas (no continúa en la
relación).

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¿Cómo puedo lograrlo?
En este caso no os voy a dar unas pautas concretas, ya que es un tema con bastantes
matices y depende mucho de la historia o momento personal de cada uno.
Lo que quiero es que lo tengáis presente y lo trabajéis, ya que una cosa tenemos clara,
siempre hay que guardar un tiempo para nosotros.
Llevamos toda nuestra vida comportándonos de una forma determinada, por lo tanto, el
cambio requerirá de tiempo, esfuerzo y paciencia.
Asimismo, este cambio sorprenderá a nuestro entorno e incluso puede haber veces que
no lo entiendan.
Están acostumbrados a vernos actuar de una determinada forma (siendo en muchos
casos beneficioso para ellos) y frente a ese cambio va a haber resistencias, sobre todo si
supone acabar con la comodidad de alguien.
Quiero invitarte a pensar en ti, ya que cuando estamos bien, podemos ayudar a los
demás, nuestro estado de ánimo se contagia, aprendemos a ver las cosas de otra manera
y lo trasmitimos a los demás.
Busca complacerte a ti, quien te quiere, estará ahí, con tus defectos y tus virtudes.
¡Aprende a pensar en ti y decidir qué es lo que quieres en la vida!

ES UNA PAREJA, NO UNA FUSIÓN


Cuando dos personas forman una pareja no se fusionan, a pesar de lo que digan los
cánones románticos. En realidad, deben preservar la intimidad individual. Un espacio
físico y psíquico individual para cada uno es básico. La clave es el diálogo aunque no es
un tema que sea fácil de abordar. Convivir en pareja significa compartir, crear un
espacio común. Sin embargo, también es importante poder tomar un poco de aire,
disfrutar de momentos en soledad o sin compañía de la otra persona. La idea romántica
de compartir absolutamente todo en una relación tiene sus límites. Hay parejas de
enamorados que no se separan ni un instante, mientras que otras hacen planes diferentes
con sus respectivos amigos cada semana.
¿Dónde se encuentra el equilibrio ideal? Los psicólogos recomiendan que cada
miembro de la pareja cultive un tiempo y un espacio propio para conservar su
individualidad y mantener una relación amorosa sana y duradera. Las personas somos
seres sociales que buscamos relacionarnos y sentirnos acompañados, pero también
necesitamos cuidar nuestro ámbito privado, el espacio donde nos encontramos con
nosotros mismos, con la tranquilidad y el silencio buscados. Los expertos señalan que
esa intimidad personal no sólo es buena para el desarrollo de cada uno, sino que es
imprescindible para que las relaciones sociales, laborales, y especialmente las de pareja,
sean sólidas y constructivas. Esa parcela privada de nuestra vida es un lugar donde cada
uno toma conciencia de sí mismo. Pero no es un refugio de huida ni de desconexión con
el mundo, sino un espacio básico para la estabilidad emocional. Nunca se debe olvidar
que la relación de pareja se sustenta sobre tres cimientos, y que se debe cuidar cada uno
de ellos: el tú, el yo y el nosotros.
Josep López, coautor del libro Los jardines secretos (Aguilar) junto con el
psicoterapeuta George Escribano, cree que la intimidad personal consiste en algo así
como una tercera vía en las relaciones de pareja. "Ni compartirlo todo ni esconder una
parte, sino que cada miembro de la pareja tenga un espacio propio que cuide y ame, y al
que deje entrar a quien quiera cuando quiera. Y que cada uno, por supuesto, respete esa
libertad en el otro y evite invadir ese espacio". La creación de ese jardín secreto es
indisociable de la evolución del individuo hacia la madurez y un síntoma de buena salud

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mental, según López. Lo contrario sería una señal de pérdida de autonomía, que
conlleva la creación de una relación simbiótica. "Muchas parejas adultas adoptan una
relación de dependencia en la que al final la mujer acaba haciendo de madre del
hombre".
¿Por qué surge la necesidad de un refugio físico y emocional? López encuentra la
respuesta en la antropología, en nuestra condición de seres animales. “La existencia de
que los espacios compartidos pequeños generan irritabilidad. Uno ha de los animales en
general, y de los mamíferos en particular, se caracteriza por ocupar un territorio y
defenderlo. Es ahí donde nos sentimos seguros, protegidos, es ahí donde nuestra
supervivencia está garantizada. Los seres humanos, debido a nuestra evolución, hemos
perdido en buena parte ese territorio físico individual. Lo hemos cambiado o sacrificado
por la vida en sociedad. Es la sociedad, al menos en principio, la que nos garantiza
ahora la supervivencia". No obstante, seguimos necesitando instintivamente un
territorio personal. Ese espacio físico propio puede ser un sillón, un paseo, una afición o
un círculo de amistades. La tendencia de vivir en pisos cada vez más reducidos hace que
la convivencia en casa no deje mucho margen para el espacio propio. "Está demostrado
estar junto a su pareja porque quiere, no porque el espacio no le permita tener su propia
privacidad", comenta Antoni Bolinches, psicólogo especializado en relaciones de pareja
y autor del libro Seco sabio (Random House Mondadori). A falta de espacio físico, el
ser humano ha tenido que crear ese territorio psicológico que es el jardín secreto. Sentir,
pensar y actuar son las tres actividades principales de los seres humanos, pero López
cree que a mucha gente le cuesta distinguir entre las tres y no desarrolla su espacio en
esos campos. "Por lo general la gente cree que no puede sentir o pensar determinadas
cosas porque estaría traicionando a su pareja. Los actos afectan a otra persona, y hay
que controlarlos, pero los sentimientos y pensamientos pertenecen a lo privado, y por
tanto ahí hay libertad absoluta. En definitiva, imaginar y actuar, dentro de lo permitido,
forman parte de nuestro jardín secreto ".
De hecho, la idea de la relación absolutamente sincera es la que en muchas ocasiones
provoca miedo respecto al espacio privado del amado. "Esa idea romántica en la
práctica puede causar más daño que beneficio", advierte el autor de Los jardines
secretos. El problema, según él, es que a menudo se confunde el concepto de
individualidad con el de infidelidad. Por ello mucha gente no soporta que su pareja
mantenga su parcela íntima y lo puede llegar a entender como una amenaza a la
fidelidad, y ello le lleva a invadir ese ámbito privado. Uno de los campos más delicados
en este sentido puede ser el de las contraseñas secretas. "Son muchas las personas que
se sorprenden a sí mismas cuando ven que violan la intimidad de su pareja entrando en
su correo electrónico o consultando los mensajes de su móvil -comenta Bolinches-. En
ocasiones, el niño que llevamos dentro no puede resistir la tentación de clarificar la
sospecha". Los expertos coinciden en que cada uno debe poseer sus claves, ya sea en el
ordenador, el correo electrónico, las redes sociales o los teléfonos móviles, para gozar
de absoluta privacidad en cuanto a las llamadas y mensajes que recibe. Ahora bien, si
ambos están de acuerdo en compartir las claves de acceso no hay ningún problema. "Lo
importante es que no sientan ninguna obligación de hacerlo", apunta López.
Por otra parte, además de la distribución de espacios físicos y psicológicos, Bolinches
asegura que lo ideal para una pareja es tener un tiempo común y un tiempo propio,
porque así ambos se sienten libres, y vinculados voluntariamente. Cada uno puede
conseguir su tiempo y espacio físico mediante algún tipo de actividad. "Hay quien se
dedica, por ejemplo, al canto -señala López-. Ir cada viernes a ensayar con la coral se
convierte en un espacio donde la pareja no entra. Precisamente esa sensación de tiempo
y lugar propio refuerza y permite que el acuerdo de convivencia se mantenga sin
tensiones". Es más, que cada uno mantenga un círculo propio de amistades o aficiones
puede enriquecer la relación, y evitar frustraciones. Imaginemos una pareja en la que a

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ella le gusta ir los domingos por la tarde al cine y a él al fútbol. "Si ella obliga a él a ir al
cine o él a ella a ir al fútbol, uno de los dos se sentirá frustrado, y evidentemente le hará
pagar al otro la frustración", comenta López. "Por el contrario, si ella acepta que él vaya
al fútbol y él acepta que ella vaya con sus amigos al cine y deciden encontrarse después
y explicarse qué tal lo pasaron, no hay frustración y sí aceptación de la diferencia del
otro". Pero, evidentemente, para que el espacio propio y el común converjan
adecuadamente es importante la compatibilidad.
"Si a tu pareja le encanta la escalada y a ti no, y va dos veces a la semana a la montaña
sin ti, estaríamos ante un problema de compatibilidad. El espacio propio siempre se
tiene que equilibrar con el de la pareja. Y si no estamos juntos, ¿para qué estamos?", se
pregunta Ribot. La psicóloga subraya que muchas veces el problema radica en el límite
entre la intimidad individual y la responsabilidad de pareja, ya que en ocasiones
alimentar el espacio propio se traduce en dejar de cumplir ciertas obligaciones. Se trata
de una cuestión de equilibrio. "Cuando una persona convive con otra, los dos tienen que
asumir responsabilidades, y deben negociarlo todo, obviamente también su espacio
propio. Pero si, por ejemplo, hay un bebé en casa, queda poco espacio propio para los
dos. Hay épocas de la vida en las que uno tiene que renunciar temporalmente a la
intimidad personal, por una cuestión puramente logística".Alguien podrá pensar que la
intimidad personal es una excusa para huir de la pareja. "Nada más lejos de la realidad",
asevera López. "El respeto absoluto hacia el espacio íntimo del otro o la otra no sólo es
compatible con el amor, sino que es una condición sine qua non para que una pareja
funcione verdaderamente como tal... Y es así porque la persona que conoce su propia
intimidad y la valora es capaz de construir a partir de ella, mientras que la que no la
posee, porque la ignora o porque renuncia a ella, poco o nada puede aportar a la
intimidad de pareja".
Estudios psicológicos han comprobado que las parejas en las que existen jardines
secretos por ambas partes tienen una relación más satisfactoria. No obstante, Montserrat
Ribot recuerda que también hay personas que por una falta de capacidad emocional de
conectar con su pareja piden siempre un espacio propio. Se trata de aquellas personas
que tienen pareja pero van totalmente a lo suyo. "Hay gente que evita la intimidad de
dos, que huye de la pareja. Esto no puede sostenerse, porque en una relación tiene que
haber esa conexíón íntima. Una persona emocionalmente madura necesita las dos cosas:
desarrollar su propio espacio individual y, al mismo tiempo, el espacio común entre los
dos. El secreto está en cultivar con equilibrio las dos intimidades, la personal y la de la
pareja".
Pero ¿dónde se encuentra el equilibrio ideal? ¿Cómo dar con él? Cada persona es un
mundo, y ha de crear un espacio a su medida, respetando siempre el de la pareja. Pero
todos los expertos coinciden en lo mismo: hay que dialogar. El problema es que casi
nunca se habla de esto en la pareja. "En realidad es complicado -confiesa Ribot-, porque
en la fase de enamoramiento los dos, voluntariamente, renuncian al espacio propio pues
en ese momento la pareja es su máxima ilusión. En esa fase de la relación no ves cómo
se comportará tu pareja después, y por eso suele haber tantas decepciones cuando pasa
el maravilloso efecto bioquímico del enamoramiento". Por ello, lo mejor es siempre
establecer desde el principio un tipo de contrato. "No sería una mala idea empezar una
relación reconociendo explícitamente la individualidad del otro y su libertad de sentir,
pensar y hacer lo que quiera (con sus lógicos límites). Sería una forma de tomar
consciencia, en primer lugar, de la existencia del otro más allá de la pareja, y al mismo
tiempo de prevenir futuras desavenencias", propone López. Aunque no sea al inicio de
la relación, en algún momento se tiene que hablar tranquilamente sobre ello y
consensuar los límites de la intimidad común y de las personales para evitar
malentendidos y culpabilidades.

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En esa línea, Bolinches recomienda establecer dos vías de diálogo continuo: el diálogo
interior y con la pareja. Se trata de no perder la congruencia y consensuar un estilo de
vida en el que los dos se sientan bien consigo mismos y cómodos con los demás. "Un
elemento fundamental para que una pareja funcione es que la persona entienda que para
estar bien con el otro primero ha de estar bien consigo mismo". Bolinches constata que,
debido a la desorientación general del modelo de sociedad actual, muchas parejas se ven
perdidas a la hora de delimitar los espacios; sin embargo, asegura que, como código de
relación, el hecho de cultivar la intimidad en el seno de la pareja es un principio
aceptado de manera muy amplia hoy en día. "Otra cosa es la disparidad de criterios que
hay respecto a lo que entendemos por espacio y tiempo común, y espacio y tiempo
propio". Para dar con el equilibrio y disfrutar de una relación gratificante propone un
axioma que se puede aplicar tanto al matrimonio como a la convivencia en pareja: "La
clave es casarse con el otro sin divorciarse de uno mismo".

4 CARACTERÍSTICAS DE PERSONAS QUE SE PREOCUPAN DEMASIADO


Las preocupaciones forman parte de la vida de toda persona. Preocuparnos es un
mecanismo que nos ha ayudado a desarrollarnos como especie y sin el cual nuestra vida
sería bien distinta.
Pero... ¿cómo de distinta?
Imagínate en el parque con tu hijo de 5 años, de repente desaparece y eso no te
preocupa, posiblemente no le buscarías.
Imagínate que un día te levantas y no ves por un ojo pero tampoco te preocupas...
posiblemente tampoco irás al médico a hacerte un chequeo y ver que lo ha causado.
Si no nos preocupáramos toda nuestra sociedad, nuestras relaciones, nuestra
manera de hacer las cosas, en definitiva nuestra vida sería muy diferente, no
podríamos enfrentar las dificultades que se presentan a lo largo de nuestra vida.
Porque preocuparse forma parte del proceso de resolución de problemas.
Cuando preocuparse se convierte en un problema
Ahora bien, en muchas ocasiones estas preocupaciones no son operativas es decir, no
nos ayudan a resolver problemas, sino que ellas mismas se convierten en un problema.
Desde el punto de vista psicológico podemos definir el estado de preocupación como un
estado de ánimo orientado hacia el futuro en el que se está dispuesto o preparado para
intentar afrontar los acontecimientos negativos venideros. Esto genera un estado
emocional negativo, alta activación fisiológica y sensación de incontrolabilidad. En el
estado de preocupación la atención se centra en los estímulos que podemos interpretar
como amenazas.
CARACTERÍSTICAS DEL ESTADO DE PREOCUPACIÓN
Está orientado hacia el futuro en el que anticipamos acontecimientos negativos, es decir,
hacemos anticipaciones ansiógenas y catastrofistas.
Genera un estado emocional negativo con una alta activación fisiológica, lo que se
traduce en inquietud.
Genera una sensación de incontrolabilidad. Se desarrolla la percepción de que no se
podrán contener las consecuencias negativas.
La atención se centra en estímulos relativos a la amenaza, es decir, nuestra atención se
centra en comprobar las "señales" que efectivamente son prueba de que la amenaza que
anticipamos es real.

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Como decíamos antes, el preocuparse es un proceso que hacemos todos los humanos
como parte fundamental del proceso de resolución de problemas, pero no todas las
personas nos preocupamos de igual manera o el preocuparnos no produce el mismo
malestar emocional en todos nosotros.

Características de las personas que se preocupan excesivamente


Las personas que se preocupan de tal manera que sus preocupaciones son una fuente de
malestar constante presentan unas características personales reconocibles y específicas.
1. Tienen buenas capacidades para la resolución de problemas y la búsqueda de
soluciones, pero les cuesta ponerlas en práctica.
Las personas que se preocupan demasiado tienen una capacidad extraordinaria para
analizar los problemas y desmenuzarlos, también tienen una capacidad excelente para
buscar soluciones pero les cuesta ponerlas en marcha para darles solución. Son personas
que tienen la atención centrada en los problemas y en darles vueltas en la cabeza. A
diferencia de las personas con atención centrada en la solución que analizan el
problema, evalúan el tipo de soluciones que podrían poner en marcha y se ponen
“manos a la obra”.
2. Tienen intolerancia a la incertidumbre, no toleran bien los estímulos ambiguos y los
toman como negativos, por eso tienden a los pensamientos catastrofistas.
Muchas de las situaciones a las que nos enfrentamos son ambiguas, por lo que las
podemos interpretar de diferentes maneras. La persona preocupada tendrá tendencia a
interpretar las situaciones de manera catastrófica.
Por ejemplo que el jefe te llame a su despacho puede ser una de estas situaciones
ambiguas, en realidad no sabes para que te llama y puedes interpretarlo de una manera
positiva o negativa. Si eres una persona que se preocupa demasiado tenderás a
interpretar esa reunión como algo catastrófico, anticipando que el jefe va a criticar un
trabajo que has hecho o va a despedirte. En realidad no sabes si quiere hablar del
horario de las vacaciones o proponerte un ascenso, pero al ser una situación ambigua tu
tendencia será a pensar de manera negativa.
Contando con que la vida tiene muchas situaciones ambiguas que tomarás como
amenazas, tenderás a estar normalmente en estado de alerta, con el consiguiente
agotamiento psicológico y emocional que eso conlleva.

3. Dan igual valor a las consecuencias probables e improbables.


Aquí, lo que se produce es una confusión entre lo posible y lo probable. Como dice el
dicho “todo es posible en esta vida”, esto es cierto, pero no todo es igual de probable.
Las personas que se preocupan demasiado, suelen conceder la misma probabilidad de
ocurrencia a posibilidades probables o improbables.
Por ejemplo, es posible que cruzando una carretera te atropelle un coche, pero no es
probable, porque cuando cruzas una carretera pones métodos de control para que lo
catastrófico no ocurra: antes de cruzar verificas que el semáforo esté abierto para
peatones y aunque sea así, si el coche que se acerca a ti no aminora la marcha no cruzas.
Todos ponemos métodos de control para que las consecuencias más catastróficas no
ocurran, de ahí que sean poco probables.
4. Tienen una percepción distorsionada de su capacidad para controlar problemas.
Podemos dividir los problemas en aquellos sobre los que tenemos control y sobre los
que desgraciadamente no lo tenemos. Las personas que se preocupan demasiado, tienen

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la percepción de que pueden controlar situaciones incluso aunque no tengan ninguna o
muy poca influencia en ellas.
Por ejemplo puedes estar muy preocupado porque caer bien a los demás e intentar
agradar a todos adaptándote a lo que crees que esperan de ti, sin tener en cuenta que la
opinión que generen los demás de ti depende de sus valores, creencias y juicios.
Por otro lado, las personas que se preocupan demasiado perciben que tienen menos
capacidad de influencia en aquellos problemas que si pueden gestionar.
Por ejemplo puede preocuparte por desarrollar una enfermedad coronaria y pensar al
mismo tiempo que no puedes hacer nada para evitar desarrollarla. Sin darte cuenta que
tienes control si empiezas a comer de manera más saludable, dejas de fumar y haces
algo de deporte diariamente.
Influencias culturales en la personalidad.
La cultura es un sistema de significados (creencias, valores, normas, actitudes,
conductas, conocimientos, habilidades…) compartido por un grupo determinado, que
habla una lengua común, en un periodo histórico específico y en una región geográfica
concreta.
Su función es mejorar la adaptación de los miembros que pertenecen a la cultura, a las
características ecológicas del lugar en el que viven, pero también incluye el
conocimiento que la gente necesita para funcionar de forma efectiva en su ambiente
social.
Todo el sistema de significados que constituye la cultura debe ser aprendido por cada
generación mediante el proceso de socialización, a través de las prácticas de crianza de
los padres, las escuelas y otras instituciones sociales.
Existe una gran heterogeneidad intracultural en el grado en el que las personas
internalizan y usan las normas culturales, dependiendo de sus preferencias, estados de
ánimo, situaciones concretas…
No existe una única correspondencia entre personalidad y cultura, sino solo vínculos
probabilísticos, de tal forma que la cultura incrementa la probabilidad de ciertos
comportamientos consistentes de la sociedad.
La persona se adapta al marco cultural, desarrollando su propio y único conjunto de
tendencias de respuesta, orientaciones cognitivas, metas y valores.
Se estima que aprox. el 60% de los individuos de una cultura se comportan de acuerdo
con el sistema de significados compartidos por los miembros de la misma.
La dimensión de diferenciación cultural que más atención ha recibido ha sido la de
individualismo-colectivismo (grado en que la persona está integrada en el grupo) ⇒ en
las culturas colectivistas la unidad básica de actuación es el grupo, mientras que en las
individualistas es la persona.
Según Triandis el colectivismo hace referencia a un conjunto de significados y prácticas
que propician que las personas:
 enfaticen la conexión con su grupo, considerándose interdependientes del mismo
 se describan a sí mismas más como miembros del grupo que como individuos
 crean que la conducta social está más determinada por los elementos externos
que por los internos
 enfaticen las metas colectiva
Según Triandis el individualismo es un conjunto de significados y prácticas que produce
que las personas:
 enfaticen el carácter único e independiente del individuo

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 se describan a sí mismas mediante atributos personales
 crean que la conducta social está más determinada por estos atributos personales
que por las características externas
 den prioridad a sus metas personales sobre las del grupo
Las sociedades tradicionales del este de Asia, África, Latinoamérica y las islas del
Pacífico son colectivistas, mientras que las culturas del Norte de América, Australia y
Europa son individualistas, aunque quedan algunas comunidades colectivistas en el sur
de Italia, la Grecia rural y este de Europa.
Modelos teóricos en el estudio de la personalidad y la cultura
Existen 2 perspectivas en el estudio de la personalidad y la cultura  la psicología
cultural y la psicología transcultural.
La psicología cultural enfatiza:
 la constitución mutua de cultura y personalidad, la personalidad no se puede
separar del contexto social y cultural en el que se desarrolla y se expresa por lo
que se considera que la personalidad se construye socialmente a través de las
interacciones entre el individuo y su ambiente cultural.
 el estudio de los aspectos específicos o indígenas de cada cultura, a los que se
denomina émicos (palabra que deriva de fonémico que hace referencia a los
sonidos específicos de cada lengua) por lo tanto, hacen descripciones de los
fenómenos psicológicos muy contextuales.
 el estudio de los procesos como expectativas, atribuciones, creencias, motivos…
 el empleo de metodología experimental.
La psicología transcultural enfatiza:
 considera que cultura y personalidad son entidades distintas, entendiendo que la
cultura es la VI que tiene influencia en la personalidad que sería la VD.
 se centra en los aspectos universales de todas las culturas, denominaos éticos
(que deriva de fonético que se refiere a los sonidos idénticos en todas las
lenguas) y por ello sus estudios se focalizan en la comparación de diferentes
culturas con el fin de encontrar estos universales culturales.
 pone énfasis en el estudio de las diferencias individuales (vs. Procesos) sobre
todo los rasgos.
 metodológicamente se centra en el empleo de cuestionarios estandarizados
tradicionales.
Personalidad y cultura
La psicología cultural se centra principalmente en el estudio de los procesos
(motivacionales, emocionales, cognitivos) mientras que la psicología transcultural se ha
focalizado sobre todo en el estudio de los rasgos.
El self
Constructo que integra de forma holística el conjunto de características de personalidad
del individuo.
El self hace referencia a cómo la persona se ve a sí misma y cómo se evalúa. A su vez,
este conjunto de esquemas autoreferentes que constituyen lo que se denomina self,
incluye, e incluso determina la experiencia individual, es decir, cómo se percibe el
mundo, o cómo se piensa, siente y actúa.
El self se va constituyendo a través de la interacción del individuo con el ambiente
cultural. Mediante esta interacción el individuo capta los significados del ambiente. El
autoconcepto que emerge en las culturas individualistas difiere sustancialmente del que
surge en las sociedades colectivistas ⇒ se distingue el self independiente, propio de las
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culturas individualistas, del self interdependiente, más frecuente en las sociedades
colectivistas.
Distintas construcciones del self en función de la cultura en la que se desarrolla:
En las culturas individualistas:
 las personas se perciben como independientes, autónomas y completas o
intentan lograr esa autonomía e independencia.
 acentúan los límites entre el “yo” y los “otros”, percibiéndose como agentes
separados que actúan para conseguir sus propias metas, siendo algunas de las
más importantes intentar ser único y autosuficiente.
 es el propio self el que actúa como fuente de acción y motivación.
 se describen en mayor medida con una seria de atributos internos (rasgos,
preferencias, deseos…) que consideran que son los que predominantemente
determinan y causan la conducta.
 se experimentan a sí mismas como relativamente inmutables a través de las
situaciones, haciendo todo tipo de cosas para mantener esta consistencia, pero
por el contrario, consideran que se puede cambiar el mundo, el ambiente
circundante.
 el que sea crea que el mundo es más mutable que el self propicia que se
experimente una percepción de control individual peculiar a la que se denomina
control primario.
 consideran que las acciones y propósitos que emprenden los seres humanos son
independientes y se ven como completas en sí mismas, las relaciones con los
demás juegan un rol menor en la identidad.
 las relaciones son importantes, pero su importancia deriva de lo que pueden
aportar al self. Sirven para conseguir metas individuales o paliar necesidades,
más que como un fin en sí mismas.
En las culturas colectivistas:
 las personas se experimentan a sí mismas como interdependientes de los demás,
se sienten en conexión con los miembros del grupo al que pertenecen.
 su self está inherentemente conectado con los demás y los individuos se ven
como agentes conjuntos que actúan en sintonía con las metas y deseos de los
otros cercanos.
 algunas de las metas más importantes son conseguir ser similar a los otros y
lograr su respeto y para ellos, los otros son una fuente importante de acción y
motivación.
 se describen a sí mismas mucho más mediante relaciones y roles que con
atributos internos. El cambio de situación implica nuevos roles y distintas
obligaciones, la conducta está determinada mucho más por roles y normas
sociales que por las características personales.
 el self interdependiente implica estar alerta a las necesidades, deseos y metas de
los otros, pero cuando se dice “los otros” no se hace alusión a todo el mundo,
sino que se refiere a los miembros del intragrupo (familia, amigos, grupo de
trabajo…).
 el self es fluido y puede cambiar en función de los distintos roles que se
desempeñan y las diferentes expectativas y demandas situacionales de los roles y
las relaciones.
 estos roles son relativamente inmutables. El mundo social se ve como duradero
y permanente, y por ello, la flexibilidad individual debe acomodarse a la
inflexibilidad del mundo social.

11
 cuando el mundo es más fijo que el self, la gente demuestra control mediante el
control secundario o ajuste a las demandas situacionales.
 la fuente de la acción no es el individuo autónomo sino que la acción
individual .se distribuye a través de la configuración de las relaciones con los
otros.
 las relaciones son muy importantes y tienen un fin en sí mismas.
 ven a los miembros de su intragrupo como una extensión de su self, mientras
que mantienen la distancia con los miembros de los exogrupos.

El self interdependiente también incluye representaciones de atributos personales


(habilidades, rasgos…) que además pueden ser fenomenológicamente muy
sobresalientes, pero generalmente están subordinados al orden social y por ello son
menos importante en la regulación y predicción de la conducta.
A modo de síntesis: el self individualista es un muro que separa a la persona de los
demás, mientras que el self colectivista es un puente que la conecta con los demás seres
humanos.
Además de darse tan marcadas diferencias entre personas de distintas culturas en cómo
se perciben y describen a sí mismas, también se dan en cómo se valoran, o lo que es lo
mismo, en su autoestima.
Algunos autores han encontrado que las personas individualistas puntúan más alto en las
escalas de autoestima que las colectivas, pero algunos defienden que estas diferencias
culturales no son reales y se deben a la deseabilidad, puesto que en las culturas
colectivistas se valora mucho la modestia.
Se entiende que no es que tengan una menor autoestima, sino que informan menos
autoestima para comportarse de forma modesta. Sin embargo, algunos estudios usando
medidas implícitas de autoestima siguen encontrando que los colectivistas muestran una
autoestima más baja que los individualistas.
Ejemplo: en un estudio se empleó una medida implícita de autoestima, en la que los
participantes tenían que decidir si una serie de palabras relacionadas con rasgos de
personalidad, positivos o negativos les eran aplicables.
Los rasgos se presentaban en 2 condiciones de carga atencional: la condición de baja
carga y la condición de alta carga.
Resultados:
Mostraron que los tiempos de latencia en la condición de alta carga atencional eran
mayores que en la condición de baja carga.
No encontraron diferencias en el porcentaje de rasgos (positivos y negativos)
Los resultados más importantes fueron las diferencias encontradas entre japoneses y
euro-canadienses en el porcentaje de rasgos positivos y negativos.
El porcentaje de rasgos positivos que consideraron que les eran aplicables los euro-
canadienses era mayor que el de los japoneses. En conjunto, los euro-canadienses
mostraron una mayor autoestima que los japoneses.
La autoestima es uno de los predictores del bienestar más potentes en las culturas
individualistas, pero no en las colectivistas, en las que la armonía en las relaciones y la
adherencia exitosa a las normas son mucho más determinantes del mismo.

Motivación

12
En relación a la motivación, las personas individualistas se orientan más a conseguir el
éxito (motivación de aproximación), mientras que las colectivistas se orientan más a la
evitación del fracaso (motivación de evitación).
Este hecho implica que en los individualistas la motivación se incremente después del
éxito, mientras que en las colectivistas lo haga después del fracaso.
En las sociedades individualistas el mandato cultural fundamental para las personas es
conseguir ser una entidad única, independiente y autosuficiente, por lo tanto una
motivación importante será percibir el self lo más positivamente posible (mostrar una
alta autoestima).
Para conseguir mantener o aumentar la autoestima presentan lo que se conoce como
motivo de autoensalzamiento (tendencia a verse lo más positivamente posible) aunque
para ello tengan que sesgar o distorsionar la realidad. Esta motivación también les va a
llevar a intentar trabajar duro o persistir en tareas en que tengan éxito, y que por lo tanto
aumenten la probabilidad de aumentar la positividad del self y permitan mantener el
sentido del self como un agente eficaz.
En las sociedades colectivistas el mandato cultural más importante para las personas es
lograr el respeto y deferencia de los otros, lo que solo se puede conseguir cuando los
demás juzgan que uno se comporta adecuadamente, lo que a su vez, solo se logra en la
medida en que el individuo es capaz de vivir con las expectativas (frecuentemente
desconocidas) de los otros.
Dada su gran necesidad de ajuste al mundo social circundante, es natural que atiendan
selectivamente a los atributos negativos (autocrítica) y que sean especialmente
responsivos a los eventos que señalan negatividad y necesidad de mejora. Esta
motivación de automejora les lleva a trabajar duro y persistir en tareas en las que han
fracasado y en las que quieren mejorar.

El autoensalzamiento característico de los individualistas se logra de diferentes formas:


 muestran un estilo atributivo defensivo, es decir, explican sus éxitos por causas
internas y sus fracasos por causas externas
 cuando se comparan con los demás (compañeros, padres, profesores…) indican
que son mejores que los otros, y a la hora de definirse emplean muchos más
atributos positivos que negativos
Entre las personas de las culturas colectivistas, no solo no se da el sesgo de
autoensalzamiento que muestran los individualistas, sino que son muy autocríticos.
Aunque se había creído que la focalización en los aspectos positivos de uno mismo era
la única forma de motivar al self, la psicología cultural ha puesto de manifiesto que la
autocrítica también se asocia con el buen rendimiento.
En un estudio llevado a cabo por Heine se informaba a los participantes de que el
objetivo era valorar la relación entre creatividad e inteligencia emocional.
Los resultados permiten sugerir que las personas individualistas incrementan su
motivación después del éxito, mientras que las colectivistas lo hacen después de
fracaso.
En el mismo estudio se les pregunto el grado en que creían que los ítems de la prueba
eran precisos, encontrando que los canadienses que habían tenido éxito consideraban la
prueba más precisa que los que habían fracaso, lo que denota autoensalzamiento. Sin
embargo, entre los japoneses no se mostraba autoensalzamiento pues valoraban igual de
precisa la prueba tanto si había tenido éxito como si habían fracasado.

13
En relación al autoensalzamiento, se ha encontrado que los colectivistas sí muestran los
sesgos típicos de favorabilidad (autoensalzamiento cuando se refiere a uno mismo) pero
cuando valoran a su familia.
Cuando la gente actúa para influir en el ambiente, experimenta eficacia (creencia en la
propia capacidad y sentimiento de competencia) mientras que cuando las personas se
ajustan a su ambiente, especialmente cuando se ajustan a otras personas, reciben
respuestas interpersonales positivas y apoyo socioemocional y experimentan un
sentimiento de conexión con los demás.
La motivación de control, típicamente occidental, no necesariamente se expresa igual en
todas las culturas, ya que la percepción de control sobre los eventos es mucho mayor en
los euroamericanos que en los asiáticos e hispanos, pero sin embargo, tanto asiáticos
como hispanos perciben que tienen más control sobre sus propias características
personales internas.

Emociones y bienestar
Los procesos emocionales se dan en todas las culturas, pero existen marcadas
diferencias entre las sociedades en las emociones predominantes, la frecuencia con que
se expresan y la regulación y valoración de las mismas.
Se pueden distinguir entre emociones implicativas (tienen como referente a los
demás) y las emociones no implicativas (tienen como referente al yo,
egofocalizadas). Esta diferencia se puede hacer tanto entre las emociones positivas
como entre las negativas.
En cuanto a los sentimientos positivos, las emociones como orgullo, autoconfianza
o sentimiento de superioridad (emociones no implicativas) suelen ser el resultado
de la satisfacción o confirmación de los atributos internos como metas, deseos o
derechos. Experimentar y expresar estas emociones afirma la identidad del self
como una entidad independiente.
Otras emociones positivas como la simpatía o los sentimientos de respeto, cercanía
o amistad (emociones implicativas) resultan del hecho de estar conectados con los
demás en las relaciones. Cuando estos sentimientos se experimentan y se expresan
la armonía y unidad se fortalecen y se percibe el self como implicado en estas
relaciones.
Las emociones negativas como ira o frustración (emociones no implicativas)
normalmente derivan del bloqueo de metas, deseos o derechos, o de interferencias
en creencias. Este tipo de emociones motivan para eliminar la amenaza y restaurar
el sentido de independencia.
Otras emociones negativas como la culpa o la vergüenza (emociones implicativas)
resultan de algún tipo de fracaso producido en las relaciones con los demás y
motivan al individuo para cambiar su comportamiento y restaurar la armonía y
unidad que se dan en las relaciones.
Se ha encontrado que los japoneses experimentan y expresan más emociones
implicativas que no implicativas (tanto positivas como negativas) mientras que los
americanos presentan el patrón contrario.
En el estudio de Kitayama los participantes tenían que valorar la intensidad con que
habían sentido una serie de emociones, tanto implicativas como no implicativas.
Los resultados mostraron una interacción significativa donde los americanos mostraron
más emociones no implicativas que implicativas, mientras que entre los japoneses fue al
revés.

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Japoneses:
 informan de menos emociones, menos intensas y de más corta duración que los
americanos.
 están más atentos a la información extra individual, dedican gran parte de sus
recursos atencionales a los demás y al ambiente circundante y atienden menos a
sus emociones.
 las emociones juegan un rol menos importante en la vida diaria, no son
importantes predictores del bienestar.
 tienden a controlar la expresión emocional para mantener las relaciones
armónicas con los demás.
 han desarrollado estrategias para evitar la expresión de emociones negativas
como la ira que pueden ser amenazantes para el self interdependiente.
Ejemplo: en china las discusiones tienen una estructura clara, explícitamente diseñada
para prevenir el conflicto. Los japoneses expresan ira a los extraños pero no a las
personas cercanas, todo lo contrario que en las culturas occidentales. Entre los
occidentales se siente culpa por violar un principio moral o ley, mientras que entre los
chinos se siente por dañar a otros psicológicamente.
sentir orgullo por los propios logros se considera arrogancia y se procura su evitación,
pero si está bien considerado sentir orgullo por acciones dignas de elogio de los otros
miembros del grupo.

Norteamericanos:
 desarrollan una sensibilidad especial para detectar cualquier cambio interno.
 informan de más emociones, más intensas y de más larga duración que los
japoneses.
 las emociones son uno de los factores que más influyen en el bienestar, juegan un
rol importante en la vida diaria.

Resumiendo ⇒ en las culturas colectivistas, las emociones emergen como fenómenos


relacionales y reflejan el estado de estas relaciones, mientras que en las culturas
individualistas se refieren mucho menos al ambiente social y más a los aspectos
subjetivos e intrapersonales. En las culturas colectivistas, las emociones se apoyan más
en las valoraciones de valía social o en cambios en esa valía y reflejan más las
relaciones del self con los demás y la realidad externa que el mundo interno del
individuo.

Predictores de la felicidad en las sociedades individualistas son: la autoestima, las


emociones positivas, el logro de metas personales y la percepción de control personal.
La felicidad se asocia al predominio de emociones positivas sobre las negativas. Se
experimentan como opuestas correlacionando muy poco y negativamente.

Predictores de la felicidad en las sociedades colectivistas son: la armonía social, la


adaptación a las normas sociales, el logro de metas interpersonales, la percepción de
conexión social y el apoyo emocional de los demás. La felicidad se relaciona con el
balance entre emociones positivas y negativas y las experimentan simultáneamente y
correlacionan alta y positivamente. Creen que lo positivo contiene, en sí mismo, lo
opuesto o negativo (yin- yang). Ejemplo: algo bueno puede causar envidia o celos en
los demás, mientras que algo malo, puede provocar la simpatía de los otros. Estas

15
creencias sugieren que, aunque las emociones positivas son deseables, no deben ser
excesivas para no producir consecuencias negativas.

Cognición
Error fundamental de atribución consiste en sobreestimar las causas internas e
infravalorar las situacionales en la explicación de la conducta. Este sesgo no es
universal como se creía y es mucho más débil en las culturas colectivistas.
Las culturas colectivistas, usan en mayor medida que las individualistas, causas de tipo
situacional para explicar la conducta.
Los orientales, respecto a los occidentales, atienden más al ambiente y además, prestan
atención a un rango más amplio de eventos simultáneamente, por lo que atienden tanto
al objeto como al campo, mientras que los americanos se centran más en el objeto. Por
ello se dice que en los colectivistas la atención es más holística, mientras que en los
individualistas está focalizada.
Los orientales no se enfrentan de la misma forma a las contradicciones que los
occidentales. Ejemplo: cuando se enfrentan a proposiciones contradictorias, los chinos
las ven igual de plausibles, como si se vieran obligados a encontrar méritos en ambas,
sin embargo, los americanos eligen una. Los americanos intentan evitar las
contradicciones y cuando se les presentan argumentos contradictorios, los intentan
eliminar seleccionado de la información que les interesa, lo que les lleva a ignorar
información útil. Los chinos aceptan la contradicción como una parte de la vida y
cuando se enfrentan con argumentos contradictorios aceptan ambos y no hacen
esfuerzos para resolver la inconsistencia.
El rechazo o aceptación de las contradicciones pone de manifiesto 2 formas diferentes
de pensamiento en las distintas culturas:
el pensamiento analítico (predominante en las culturas individualistas): implica la
separación del objeto del contexto, una tendencia a focalizarse en los atributos el objeto,
lo que propicia que se le asigne a diferentes categorías, y una preferencia por usar reglas
sobre las categorías para explicar y predecir el comportamiento del objeto.
el pensamiento holístico (propio de las colectivistas): implica una orientación al
contexto o campo como un todo, incluyendo las relaciones entre el objeto focal y el
campo y la preferencia por explicar y predecir los eventos de acuerdo a sus relaciones.
Es un conocimiento basado en la experiencia más que en la lógica abstracta y es además
dialéctico, con énfasis en el cambio, la necesidad de múltiples perspectivas y búsqueda
de un punto medio entre proposiciones opuestas.
Se ha encontrado que los occidentales se basan en la lógica, pero los orientales, aún
dominando la lógica, se fundamentan más en la experiencia.
Los coreanos y americanos rinden igual en los ítems abstractos, lo que indica que no
hay diferencias culturales en la capacidad de razonamiento, sin embargo, los coreanos
presentan una especie de “sesgo de creencia” (juzgar los silogismos válidos como no
válidos si tenían conclusiones no probables).

Rasgos
La psicología transcultural tiene como objetivo fundamental demostrar que los rasgos,
son universales y se presentan en todas las culturas.
La psicología cultural no pone en duda la existencia de los rasgos en las diversas
culturas, sino su relevancia.

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La estructura de los 5 grandes emerge en países de América del Norte y del Norte de
Europa. Sin embargo, en otros países emergen dimensiones indígenas o específicas,
mientras que no se obtienen algunos de los 5 grandes.
Las dimensiones indígenas parecen mucho más predictivas que cualquiera de las 5
dimensiones básicas.
Se ha comprobado que en las culturas no occidentales, los roles y normas sociales son
más predictivos del comportamiento que los atributos internos. El menor poder
predictivo de los rasgos se ve reafirmado por el hecho de que las personas de culturas
colectivistas tardan mucho más en definirse a sí mismas en comparación a las
individualistas. Dado que la conducta de los individuos colectivistas depende más de los
roles que desempeñan, es mucho menos consistente a través de las situaciones, que la de
las personas individualistas.

Resumiendo ⇒ En las culturas occidentales, el sentido de consistencia o coherencia


deriva de la identificación de características internas que se asume son estables y
duraderas, mientras que en oriente, la coherencia y predictibilidad proviene de los roles,
relaciones y obligaciones que son las que se perciben como estables y duraderas.

Consideraciones finales
La psicología cultural considera que personalidad y cultura se influyen mutuamente. Sin
embargo, los estudios se han centrado en cómo en las diferentes culturas, los individuos
desarrollan diferentes patrones de comportamiento, pero se ha prestado muy poca
atención a los procesos mediante los que la persona puede influir en la cultura.
Aunque la psicología cultura defiende que la personalidad se construye socialmente, a
través de las continuas interacciones del individuo con el ambiente, sus estudios se
centran en los efectos de esas interacciones, pero no en la interacción en sí misma.
Los efectos de la interacción se observan cuando las personas se comportan
diferencialmente en las distintas culturas.

Individualismo: ¿en qué consiste?


¿Te consideras una persona individualista? ¿Con qué asocias el concepto? En este
artículo ahondaremos en la cuestión del individualismo, un término que en principio
hace referencia a la tendencia a obrar y pensar con independencia de los demás.
Individualismo: ¿en qué consiste?
¿Qué es el individualismo? ¿Se puede ser individualista y a la vez pensar en los demás?
Según la RAE, el individualismo se define como una ‘tendencia a pensar y obrar con
independencia de los demás, sin sujetarse a normas generales’. Así, cuando nos
imaginamos a alguien individualista, solemos pensar en alguien que “va a su rollo”, que
solo mira por sus intereses o que no piensa en lo que los otros necesitan.
Realmente, se trata de un concepto con dos caras, la buena y la mala, aunque
socialmente (y cada vez más) se enfoque como un aspecto negativo. Se dice mucho que
la sociedad es cada vez más individualista. Pero, ¿por qué se ha producido este auge?
Individualismo: ¿en qué consiste?
El individualismo se puede definir como ‘la tendencia de una persona a obrar según su
propia voluntad, sin contar con la opinión de los demás individuos que pertenecen al
mismo grupo y sin atender a las normas de comportamiento que regulan sus relaciones’.

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En psicología su significado va más allá, y cuando hablamos de individualismo nos
referimos también a un rasgo de personalidad o a una manera de ser.

¿Un fenómeno en auge?


Buena parte de las sociedades occidentales parecen haber dado un giro hacia el
individualismo en los últimos años, y es que, como se suele decir, parece ser que “la
sociedad es cada vez más individualista”. Esto se relaciona directamente con el
fenómeno del “Culto al yo“, que implica poner siempre nuestros intereses por
delante de los intereses de otros. Además, con el apogeo del individualismo
también ha habido un aumento notable del narcisismo.

En una persona narcisista, el yo opaca tanto al entorno vital, que es muy complicado
que la persona termine por cuidar intereses que sean más allá de los propios. Así, es
cierto que las personas narcisistas se caracterizan, entre otros rasgos, por esa
tendencia a ponerse por delante de los demás en todo momento, buscando siempre
la admiración ajena, la aprobación, y situándose siempre en el centro de todo. Esto
lo vemos, también, en otro trastorno de la personalidad: el histriónico.

Individualismo: las dos caras de la moneda


El individualismo tiene dos caras (o puede entenderse de dos formas): la cara buena y la
mala. Ser individualista puede reportar beneficios personales, pero a su vez también
puede tener consecuencias negativas. Por ejemplo, nos referimos a alguien
individualista cuando está centrado únicamente en conseguir sus propios éxitos
personales, sin importarle demasiado los demás.
Así, hay personas individualistas que rozan el egoísmo. Sin embargo, también es cierto
que el individualismo se puede ver desde el prisma positivo, cuando pensamos en
alguien que lucha por sus metas personales y a quien no le importa demasiado lo que
piensen otros.
La interpretación de este fenómeno, en un sentido positivo o negativo, dependerá de
algunas variables más variables: otras características personales tiene la persona, si sus
acciones benefician o perjudican a los demás, cómo interfiere su conducta en la libertad
ajena, si ese individualismo conlleva también egoísmo o no, etc.

Investigando el individualismo
¿Qué dicen las expertos sobre el individualismo?
A través del estudio, liderado por Igor Grossmann, llegaron a la siguiente conclusión: la
causa más probable del gran auge del individualismo son los “trabajos de oficina”.
¿Por qué? Porque dejan atrás todos aquellos otros trabajos más de tipo colectivo o
cooperativo (típicos de la clase obrera), por ejemplo.
El auge del individualismo y el trabajo de oficina
Pero, ¿cómo llegaron a esta conclusión? Para entenderlo, debemos saber que los
investigadores en su estudio analizaron 6 factores culturales relacionados con el
individualismo:
Enfermedades infecciosas.
Desastres naturales.
Clima.

18
Religiosidad.
Urbanización de las zonas habitadas.
Estructura socioeconómica.
Por otro lado, analizaron también tres variables más: el vocabulario utilizado en los
libros (palabras individualistas, colectivas…), las prácticas culturales (nombres únicos
vs. compuestos) y la estructura interpersonal (matrimonio, divorcio, vivir solo/a, etc.).
¿Qué obtuvieron después de analizar todas estas variables? ¿Cuáles eran los marcadores
potenciales de un aumento del individualismo?
Pues fue la clase social (estructura socioeconómica) la que se relacionaba directamente
con los trabajos de oficina. Concretamente, encontraron que este era el único marcador
que precedía a los cambios en el individualismo a través de este siglo. Así, los trabajos
de oficina dejaban atrás trabajos de tipo más cooperativo o colectivo (más
característicos de la clase obrera).

Reflexiones finales
Es cierto que hay diferentes maneras de entender el individualismo, pero no es menos
cierto que en el ideario colectivo no está bien considerado. Además, es importante
diferenciar aquí a la persona autónoma -con un bajo grado de dependencia-, con sus
propias metas e intereses, de la persona individualista (que cuida de sus intereses
con independencia de lo que eso signifique para los intereses de los demás).
Sea como sea, muchas personas manifiestan esta tendencia, y quizás lo que revela el
estudio mencionado tenga parte de razón: variables como el tipo de trabajo
preponderante en la sociedad (un “trabajo de oficina”) podrían estar en la base (entre
otros factores) del creciente individualismo en el que parece ser, vivimos inmersos.
“El individualismo debe ser, mañana, la realización completa de las capacidades de todo
un individuo en beneficio absoluto de una colectividad”.
-Che Guevara-

Complacer a los demás y olvidarse de uno mismo, convertirse en UNA


PROSTITUTA RELACIONAL
Hay personas que funcionan complaciendo las necesidades de los demás, ignorando las
suyas propias, adaptándose como un camaleón a los deseos de la pareja, del amigo, del
conocido, e incluso del desconocido.
Es como si tuvieran un radar para rastrear lo que necesita el prójimo y lo ofrecen para
sentirse conectados al otro, descuidando sus propias necesidades.
Este acto de altruismo continuo se convierte en su peor enemigo. Es una esclavitud
autoimpuesta, que con el tiempo se vuelve más exigente, aumentando la frecuencia e
importancia de las peticiones por parte de los demás.
Lo que parece fortalecer la relación en un principio, a la larga genera en la
persona una sensación de vacío, de que tiene valor por lo que se hace y no por lo
que se es, de esta manera disminuye nuestra autoestima.
La relación que se establece con los otros es asimétrica, siempre se aceptan las
demandas de los demás, “sí a todo” y no exige nada. Las personas que mantienen ese
patrón de conducta de aceptar cualquier petición y llevarla a cabo, pierden de vista su
perspectiva, sus deseos y abandonan cualquier objetivo personal.
Son cadenas de favores que se convierten con el tiempo en obligaciones.
Las relaciones sanas generan felicidad a ambas personas, cuando uno de ellos se siente
presionado, agobiado, estresado ante una petición, debe hacer caso a su fuero interno y
19
preguntarse si quiere hacerlo y pensar que siempre se tiene una alternativa y el derecho
a negarse.
La seguridad en uno mismo se desarrolla diciendo “no” a las peticiones abusivas o
exigentes, aquí entra en juego la asertividad, esa habilidad para relacionarnos libremente
expresando nuestras emociones, pero sin usar la agresividad ni la pasividad. Somos
asertivos cuando nos sentimos libres de decir lo que pensamos, sin faltar al respeto al
prójimo.
Como un baile en pareja que necesita a los dos miembros en sintonía, así la relación
social supone dar y recibir, dejar a un lado nuestros deseos y ponernos en el lugar del
otro, anticipar lo que quiere y ofrecérselo sin marcar un limite nos convierte en esclavos
de los demás.
¿Y nosotros? ¿donde estamos? ¿somos el último de la fila?
Llevo un tiempo que no descanso, que como poco, que cuesta sonreír. He pasado por el
aro y he hecho cosas que no me hacen feliz…..tengo la bandeja llena de peticiones, de
mil favores y absolutamente nadie pregunta por mi……
Si elijo ser mi prioridad no es cuestión de egoísmo….el tiempo de calidad parte
dedicado a uno mismo. Y si no me sale del corazón voy a aprender a decir que no….
El miedo a la impopularidad: prostitución relacional
Todos necesitamos sentirnos amados, es una necesidad primordial, básica. Pero cuando
esa necesidad básica se extiende a la de sentirse amado por todos, con temor excesivo,
nos encontramos ante su aspecto más disfuncional. Es decir, ante una auténtica
“prostitución relacional” que esclaviza a constantes comportamientos que traigan
consigo la aprobación externa.
Los afectados se mostrarán sin remedio
 constantemente disponibles y atentos.
 evitarán dar su opinión y/o expresar sus propias inquietudes para evitarles
inconvenientes a los demás, para asegurarse de que la idea que tienen de ellos
siempre es positiva.
 los demás nunca son importunados, tienen todos los derechos y el afectado solo
todas las obligaciones de facilitarle la vida al otro.
Todos me rechazarían
Así que acaban por convertirse en frágiles y casi invisibles personalidades. Y guardan
un gran dolor dentro: la seguridad de que si no se mostrasen tan disponibles y atentos,
tan amables, confiados y serviciales, de que si se mostrasen tal y como son, nadie los
querría. Y cuanto más siguen el guion de la prostitución relacional y menos dan la
opción a comprobar con la realidad que sus presupuestos son falsos, más acaban por
confirmar esa terrible creencia.
Porque no tienen en cuenta la idea de que es imposible que todos te quieran y acepten.
Que por tanto es mejor inmunizarse cuanto antes a los rechazos inevitables en lugar de
actuar toda la vida tratando de evitarlos. Y no tienen en cuenta tampoco que con
frecuencia serán incluso más valorados y respetados si son capaces de marcar límites a
los demás.

El rechazo inevitable
Es la regla ya conocida de que si hay abundancia de algo entonces vale poco: las
actitudes altruistas y generosas se entenderán poco a poco como un signo de poca valía
personal y un síntoma de debilidad. Y tenderán a verse más como un derecho personal

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de uno el recibirlas y no tanto un acto especial y meritorio del otro que se valore
positivamente.
Con este guion relacional se cumple por tanto el aforismo de Robert Ardrey que dice
“Mientras perseguimos lo inalcanzable hacemos imposible lo realizable”.
Como escribe el sociólogo Elster:
“El altruismo genera egoísmo”
Así que es una auténtica obligación social que todos nos comportemos con sano
egoísmo: que esperemos a recibir antes de volver a dar. Para que nos aseguremos de que
todos recibamos y todos demos. Y así nadie se acomode en el puesto del que siempre
recibe y nunca da.

El tratamiento para la prostitución relacional


La terapia breve estratégica puede ayudar a salir poco a poco de esta esclavitud
relacional. Las técnicas estratégicas, creadas ad hoc, ayudan a superar el miedo a la
desaprobación. Mientras se alcanza inevitablemente más estima personal (y más estima
de los demás), y una mayor libertad de acción y de decisión.
Es el mismo descubrimiento que realiza el dragón que buscaba la perla de la virtud
suprema en el conocido cuento oriental:
“El dragón buscaba la perla de la virtud suprema por todas partes, por mar y por tierra,
en las selvas y en los desiertos, sin lograr encontrarla nunca. Y continuará buscándola
hasta el infinito si no mira en un espejo de agua, para darse cuenta de que la perla de la
virtud está incrustada sobre su cresta, exactamente sobre sus ojos”

Abnegación
La madre Teresa de Calcuta, considerada por muchos un modelo de virtud más cercano
a la abnegación.
La abnegación es un tipo de virtud moral que consiste en el sacrificio espontáneo o
por medio de la voluntad de los propios intereses, deseos e incluso de la misma vida
en favor de otros o de todos. Es una forma de altruismo que exige inmolación, y
crea, si no es patológica, cohesión social.
Concepto
Se define como un absoluto y espontáneo sacrificio que alguien hace de su
voluntad, de sus afectos, de sus gustos o de sus intereses personales, generalmente
por amor paternal o maternal, motivos religiosos o por el bien ajeno.2
Una persona abnegada deja de lado sus intereses personales (como puede ser formar una
familia en pos de entregar ese tiempo que se le dedicaría a fines sociales o colectivos) al
cuidado y asistencia de los pobres, enfermos o de los más necesitados: una hija que
renuncia a su crecimiento profesional y a casarse para cuidar de sus padres que están
enfermos puede considerarse una muestra fiel y auténtica de la abnegación.
En la teología cristiana se tiene a Jesucristo como el mayor ejemplo de esta virtud,
haciendo consistir en ello la perfección cristiana.34 Y en el cristianismo, algunas
órdenes monásticas constituyen ejemplos de abnegación haciendo votos de pobreza y de
ayudar a los pobres y necesitados: la Orden franciscana, por ejemplo, o la de las
Misioneras de la Caridad, que posee un ejemplo de abnegación premiado con el Nobel
de la Paz, la madre Teresa de Calcuta.
La abnegación, para ser tal, ha de tener por finalidad el Bien Supremo, ya que en otro
caso no sería completa ni perfecta, pues tratándose de bienes relativos, todos ellos
21
pueden dejarse por otro mejor. Se entiende en este sentido por abnegación la renuncia o
el sacrificio hecho de una cosa por una causa cualquiera. Esta clase de abnegación es
más o menos perfecta, filosóficamente hablando, según sea la causa que la motive.
Hecha por fines humanos ha sido practicada en todos los tiempos. La vida es una
continua abnegación, pues siempre se sacrifican unos bienes para alcanzar otros.
También se llama abnegación, algunas veces, al acto o idea contrarios al egoísmo; en
este sentido la caridad, el desinterés, el altruismo y la filantropía pueden entrar, según
sus fines, en una u otra de las clases referidas.

¿POR QUÉ MORIR POR NADIE?


O más bien ¿por qué morir por nadie? Los seres vivos se rigen por el imperativo de la
supervivencia, propia y de sus descendientes. Aunque a veces utilizan vías complejas o
indirectas, sus actos tienen como principales objetivos protegerse del entorno,
procurarse sustento y reproducirse.
Solo cuando se producen circunstancias excepcionales pueden aparecer
comportamientos autodestructivos que transgreden estos dictados. En la mayoría de los
casos, estos comportamientos autodestructivos están asociados a un profundo desarreglo
emocional o a la presencia de intensos estresores ambientales.

El sacrificio altruista
Pero existe un comportamiento bien documentado, tanto en animales como en humanos,
que contraviene esa pauta por la que el individuo busca, ante todo, su propia
supervivencia frente a las agresiones del medio: el sacrificio altruista.
Los comportamientos altruistas extremos pueden alcanzar hasta la propia muerte
con el fin de lograr la supervivencia de otros –ya sean estos reales o intangibles,
como una idea–. Lógicamente, el carácter paradójico de los comportamientos
altruistas ha estimulado la curiosidad científica y la controversia acerca de su
origen.

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El autosacrificio no puede ser explicado fácilmente por modelos evolucionistas clásicos,
que afirman que los individuos de una población competirán por los recursos con objeto
de sobrevivir y transmitir sus genes a la siguiente generación (lo que la teoría
darwiniana clásica denomina fitness –eficacia o aptitud– se define como el número
medio de descendientes que produce un organismo en un ambiente dado).
Y, sin embargo, existe, aunque no de forma indiscriminada. El ser humano está
dispuesto a sacrificarse, pero no todos los individuos y no por cualquiera. En caso de
necesidad imperiosa, estaríamos dispuestos a sacrificarnos por alguien o algo
especialmente importante para nosotros: un descendiente, un hermano, una patria, una
religión…
Preferencias por cercanía genética
Cuando hablamos de sacrificarse por individuos, existe una clara gradación de
preferencia relacionada con la cercanía genética. El ser humano está más dispuesto al
sacrificio por individuos con los que comparte una parte de sus genes; es decir, sus
familiares cercanos. En palabras atribuidas a J.B.S. Haldane, uno arriesgaría su vida
por, al menos, un gemelo idéntico u ocho primos. Al fin y al cabo, compartimos la
totalidad de nuestros genes con un gemelo idéntico, pero solamente 1/8 con un primo.

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La principal explicación desde un punto de vista evolutivo de este tipo de
comportamiento es la teoría de la selección de parentesco (kin selection theory)
planteada por W.D. Hamilton, que explica el comportamiento altruista en términos de lo
que se denomina eficacia inclusiva (inclusive fitness).

Costes y beneficios del autosacrificio


La conocida como “regla de Hamilton” (C < r B) predice que podemos esperar que los
individuos muestren conductas de autosacrificio cuando el coste de la conducta para sí
mismo (C) sea menor que el beneficio reproductivo adicional para el receptor de la
conducta altruista (B), siendo (r) el grado de parentesco genético entre ambos.
Estos costes y beneficios se miden en términos de eficacia inclusiva, que alude a la
eficacia tanto directa (incrementar la presencia de genes propios en la siguiente
generación a través de los descendientes), como indirecta (incrementarla a través del
éxito reproductivo de otros individuos que portan los mismos genes). En otras palabras,
la probabilidad de que cooperemos, cuidemos, o lleguemos incluso a sacrificarnos por
otras personas aumenta cuando compartimos genes con ellas, y esa probabilidad se
incrementará paralelamente a la proporción de genes compartidos.

¿Qué ocurriría entre gemelos?


Una prueba directa de esta teoría la proporciona la comparación de la voluntad de
sacrificarse por un hermano si este es un gemelo monozigótico (MZ) o dizigótico (DZ).
Los primeros comparten la totalidad de su genoma, pero los segundos comparten, en
promedio, el 50 % de sus genes.

Sin embargo, en ambos casos, su ambiente ha sido muy similar. Ya sean hermanos MZ
o DZ comparten el útero, los cuidados maternos, la alimentación, el entorno familiar…
Por otra parte, en ambos casos, existe una alta probabilidad de responder que sí cuando
se les pregunta si estarían dispuestos a sacrificarse por su par. Ahora bien, la
probabilidad de una respuesta afirmativa es mayor en los MZ, como predice el modelo
expuesto.

Morir por la patria


Por tanto, podemos explicar desde un punto de vista evolucionista que alguien esté
dispuesto a morir por un hermano, pero ¿y por una idea? ¿Cómo explicamos que
alguien pueda sacrificarse por la patria, por la libertad, o por su religión? ¿Por qué
alguien se inmolaría en beneficio de personas con las que no guarda una relación
genética cercana?
Se puede especular que, de forma genérica, detrás de conceptos abstractos/simbólicos
como la patria o la bandera está un grupo de personas con quienes tenemos semejanzas
(religión, lengua, costumbres, aspecto físico…), y que si el grupo tiene una fuerte
identidad adquiriría unas connotaciones similares a la familia.
Es decir, la pertenencia al grupo se asociaría, por ampliación, con una mayor afinidad
genética en comparación con “los otros”. Las conocidas (y mantenidas en el tiempo a
pesar de su irrelevancia científica) apelaciones a la singularidad genética de
determinados grupos (razas, etnias, poblaciones…) formarían parte de este entramado
mental/emocional.

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Un individuo estaría más dispuesto a colaborar y, llegado el caso, sacrificarse en
beneficio de una idea que representa un grupo con el que siente una fuerte afinidad; de
tal magnitud que se identifica o sustituye a la familia. En línea con esta argumentación,
desde la Psicología Social se ha acuñado el concepto de fusión de identidad, definida
como “una conexión visceral entre la identidad personal y la grupal” que predice
sistemáticamente la disposición a realizar sacrificios extremos por el grupo y sus
miembros. Hay un gran número de trabajos en este campo que amplían y desarrollan
este modelo.
Origen en nuestro pasado evolutivo
Estos mecanismos pudieron tener su origen en nuestro pasado evolutivo, cuando la
supervivencia de los individuos y de su descendencia era mucho más dependiente de la
pertenencia al grupo y la fuerza de este. Obviamente, sin embargo, esto no tiene el
mismo sentido en el mundo actual donde las migraciones y la globalización han
incrementado la mezcla genética y cultural hasta diluir los límites intergrupales
tradicionales y sustituirlas por fronteras administrativas.
En todo caso, la perspectiva evolucionista es, probablemente, solo una parte de la
explicación. La regla de Hamilton no se cumple en todas las circunstancias y existen
otras perspectivas que añaden interesante información y matizaciones para comprender
estos comportamientos que, independientemente de su origen, tienen una enorme
relevancia en nuestra sociedad actual.

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