Espeche-A Contracorriente, Bolivia...
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Ximena Espeche
Universidad de Buenos Aires/CONICET
Martínez Moreno era abogado y narrador; fue parte de la llamada “generación del
1
45” considerada renovadora de la crítica y literatura uruguayas, una de cuyas tribunas fue
Marcha. Pablo Rocca, “Carlos Martínez Moreno: ficción y realidad”, Raviolo Heber y Pablo
Rocca, dir. Historia de la literatura uruguaya contemporánea, Tomo I: La narrativa del medio siglo
(Montevideo: EBO, 1996), 167-189.
2 Pablo Stefanoni, “Qué hacer con los indios…” Y otros traumas irresueltos de la colonialidad
(La Paz: Plural, 2010), 79. La “rosca minera-feudal” hace referencia al conjunto de las familias
Aramayo, Hostschild y Patiño titulares de las minas de estaño que conformaban un
conglomerado de presión política y económica en Bolivia. El MNR fue un partido político
fundado entre 1941 y 1942, que con un discurso antioligárquico y antiimperialista defendió una
plataforma nacionalista y reformista. Entre sus líderes estaban Víctor Paz Estenssoro, Walter
Guevara Arze, Augusto Céspedes, Carlos Montenegro y Hernán Siles Zuazo. Sus dirigentes
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provenían en parte de las clases medias urbanas y se foguearon en la política en los años 30,
bajo el socialismo militar, y en los 40 en el gobierno de Gualberto Villarroel, en el nuevo clima
político favorable al nacionalismo antioligárquico resultante de la guerra del Chaco (1932-
1935) que enfrentó a Bolivia con Paraguay y se vivió como una derrota militar que desprestigió
severamente a los partidos tradicionales y a las clases dirigentes. Las “medidas insignia” de la
revolución liderada por el MNR fueron la nacionalización de las minas, la universalización del
voto, la reforma agraria y la educación de las masas. En 1951 el MNR ganó las elecciones pero
el presidente en ejercicio, Mamerto Urriolagoitía, declaró que ese resultado era un peligro para
la democracia y entregó el gobierno a una junta militar. Stefanoni, Qué hacer…, 80.
3 Pablo Rocca, “35 años en Marcha”, Nuevo texto crítico (1993): 3-151 y Claudia
Gilman, Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina,
(Buenos Aires: Siglo XXI, 2002).
4 “Bolivia comienza a vivir su revolución”, Marcha Nº 618 (18 de abril de 1952): 16;
“Bolivia comienza a vivir su revolución”, Marcha Nº. 619 (25 de abril de 1952): 16; “Un
reportaje a la revolución boliviana”, Marcha Nº 633 (1 de agosto de 1952): 11 y 13; “Un
reportaje a la revolución boliviana (II)”, Marcha Nº 634 (8 de agosto de 1952): 11; “Un
reportaje a la revolución boliviana (III)”, Marcha Nº 635 (15 de agosto de 1952): 14; “Un
reportaje a la revolución boliviana”, Marcha Nº 636 (22 de agosto de 1952): 8-9. Volvió sobre
el tema más adelante: “El 9 de abril en Bolivia”, Marcha Nº 659 (15 de abril de 1955): 5-4;
“Retrato de una revolución a sus tres años”, Marcha Nº 760 (22 de abril de 1955): 11;
“Hambres y urgencias tras el ayuno de Siles Zuazo”, Marcha Nº 846 (11 de enero de 1957): 10;
“Una revolución en la encrucijada”, Marcha Nº 860 (3 de mayo de 1957): contratapa. En
ficción, Bolivia es tema central en su relato “Los aborígenes” (Montevideo: Alfa, 1964) y en
Coca (Caracas: Monte Ávila, 1970). Para la consulta online del semanario Marcha:
www.publicacionesperiodicas.edu.uy.
5 Esto es, esa suerte de “Poética de la traducción” que inauguró la revolución
Ana Frega y Ariadna Islas (coords.) Nuevas Miradas en Torno al Artiguismo: Recopilación de ponencias
e intervenciones del Simposio “La Universidad en los 150 años de la Muerte de José Artigas: Nuevas Miradas
y Debates Actuales sobre el Artiguismo” (Montevideo: Depto. de Publicaciones de la FHCE, 2001);
“Del viraje conservador al realineamiento internacional. 1933-1945” y “El Uruguay próspero y
su crisis. 1946-1964”, Frega Ana et al., Historia del Uruguay en el siglo XX (1890-2005)
(Montevideo: EBO, 2010), 85-162.
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“un oasis de excepción”—como dijera uno de sus presidentes, Luis Batlle Berres, en
1948 o, según dos viajeros extranjeros un “País feliz” y un “Estado benefactor”—.
Todas estas caracterizaciones sintetizadas en las referencias al Uruguay batllista como
sinécdoque de la excepcionalidad que Marcha cuestionaba.7
El segundo movimiento es entender que esas notas estaban pensadas para un
público rioplatense acostumbrado a una prensa rica en noticias del mundo, como lo
muestra un mínimo paneo de las tapas de la prensa periódica del período. Quiero
decir, Martínez Moreno convivía no sin conflicto con otras traducciones: las de los
cables de las agencias de noticias Associated Press (AP), United Press (UP) y Agence
France-Press (AFP) que eran utilizados por los principales medios del periodismo
montevideano, quienes a su vez en determinados momentos debían traducir al lenguaje
de cada órgano de prensa, y de acuerdo a una lectura específica de la coyuntura
político-partidaria los hechos bolivianos.8
En este sentido, la convivencia estaba enlazada con una serie de usos
políticos y coyunturales de las noticias que pasaban de la lógica de lo internacional a la
trama de discusiones político-partidarias nacional. En cada diario había una suerte de
inestabilidad respecto a la valoración de los hechos informados: convivía la información
de los cables a veces contradictoria con las notas editoriales o colaboraciones de
diverso tenor; así también estaba la sospecha de que, si desde Argentina la revolución
era bienvenida, ello contravenía cualquier reconocimiento de legitimidad posible.
Como veremos, Martínez Moreno insistió en discutir la propia legitimidad de las
informaciones vertidas por las agencias de noticias—porque en el caso boliviano
7 Carlos Real de Azúa, “Dos visiones extranjeras”, Marcha Nº640 (26 de septiembre
afín. Por ejemplo, el diario Acción respondía a la lista “15”, liderada por Batlle Berres; El Día,
también del partido Colorado, estaba vinculado a la lista “14”; en el partido Nacional se
destacaban El Debate (vinculado a la fracción herrerista) y El País (al partido Blanco
Independiente). El partido socialista contaba con el diario El Sol y el comunista con Justicia.
Traducir Bolivia: Carlos Martínez Moreno y la revolución del 52 204
además las vinculaba a la égida del Departamento de Estado de los Estados Unidos y
su connivencia con la rosca—y, a la vez, desmarcar a la revolución del visto bueno
peronista. En definitiva, se trataba de discutir los alcances de esa revolución en ese
marco y hacerlo desde la apuesta del semanario en el que las notas habían sido
publicadas, especialmente el antiimperialismo y el llamado ‘tercerismo’.
Aunque el tercerismo fue objeto de ensayos, debates en la prensa y
discusiones variadas (¿desde cuándo datar su origen?, ¿antes o después de 1947?
Fecha consensuada del inicio de la Guerra Fría; ¿qué implicancias tenía para la historia
misma del semanario? ¿había sido una postura mantenida con anterioridad?, por
ejemplo), en Marcha al menos desde poco después del fin de la Segunda Guerra había
notas que explicaban su tercería. Por ejemplo, en 1951 y en sus páginas centrales, una
nota firmada por A.F.S aclaraba qué era y qué no era propio de la tercera posición.
Era algo más que una posición uruguaya respecto a la disputa por el liderazgo mundial
entre bloques oriental y occidental; lejos estaba de ser neutral y sí se pensaba como
parte de una línea en política internacional que era saludable tener en cuenta,
justamente porque incidía en el desarrollo del país. También implicaba la defensa de la
paz mundial frente a la amenaza atómica.9 El semanario insistió en definir la tercera
posición y el tercerismo y desplegar la relación entre pacifismo y antiimperialismo
como dos puntos de una misma prédica, teniendo muy en cuenta la capacidad de
presión concreta ya fuera territorial, política, económica y/o cultural por parte de la
órbita soviética o estadounidense.10 La Federación de Estudiantes Universitarios de
Uruguay (FEUU) también lo había hecho parte de su posicionamiento político-
9 A.F.S, “Lo que es y lo que no es la Tercera Posición”, Marcha Nro. 580 (15 de junio
de 1951): 8-9.
10 Véase, por ejemplo, la recopilación realizada por Aldo Solari sobre el Tercerismo
unas reuniones de discusión en la que la “Tercera Posición” fue un problema sobre el que
discutieron el líder del partido comunista, Rodney Arismendi, Eduardo Rodríguez Larreta del
partido Nacional independiente y Vivian Trías, líder reciente del partido Socialista. Para los dos
primeros la “tercera posición” era recusable. Arismendi diría que podía entenderse como una
forma solapada de anti-comunismo y Rodríguez Larreta que era una estrategia argentina en
relaciones internacionales de dudosa apariencia democrática. AA.VV. Transcripción a máquina
de las conferencias sobre “Tercera Posición” organizadas por la Federación de Estudiantes
Universitarios de Uruguay, 1953. Agradezco la generosidad de Rodolfo Porrini al prestarme
este material.
12 Sobre la revolución como fundadora de tiempo y espacio: Sylvia Saitta, “Hacia la
revolución”, Hacia la revolución. Viajeros argentinos de izquierda (Buenos Aires: FCE, 2007), 11-30.
Traducir Bolivia: Carlos Martínez Moreno y la revolución del 52 206
además había colaborado en 1943 con un golpe militar. Esto es, se trataba de explicar
y lograr empatía sobre hechos de un país en otro que se había asumido como
democrático, republicano y liberal (aun cuando desde 1933 hubiera tenido dos golpes
de estado) cuando al mismo tiempo los sucesos bolivianos parecían tener demasiadas
similitudes con los sucesos argentinos: en el país peronista había censura—el caso del
diario La Prensa fue el más utilizado para relacionar con el de La Razón, en Bolivia—,
las elecciones que dieron la victoria a Juan Domingo Perón fueron realizadas dos años
después de un golpe de Estado en el que éste último había sido una pieza central, y de
hecho los principales líderes del MNR al momento de exilarse habían contado con la
protección de la Argentina peronista. (O al menos así podía leerse en rigor que el país
hubiera acordado darles asilo, aunque más adelante, como veremos, los hubiera
desterrado a Uruguay.)
Las notas que escribió Martínez Moreno primero hicieron hincapié en la
información sobre una coyuntura específica y, luego, ya unos meses después, en
clarificar sobre aquellos hechos que hacían al poder del MNR en el estado. Así, las
primeras notas son un resumen de ciertos datos de la política, economía y cultura
bolivianas que parecían necesarios para explicar los sucesos de abril (los antecedentes
de la revolución y del MNR, la participación en el golpe de Villarroel, las diferencias
entre sus líderes), y sobre todo la cita a las palabras de Paz Estenssoro dándoles un
primerísimo lugar; y las notas desde La Paz y Oruro se querían expresiones de una
“experiencia viva de la Revolución”, por ello la importancia de que el título tuviera al
reportaje como la acción que el periodista asumía allí: un realismo desatado en el ser y
estar de Martínez Moreno en el lugar de los hechos.
En los casos de las citas a las palabras de Paz Estenssoro, el periodista
operaba como una suerte de médium o vocero; sus notas describían, vía una síntesis
realizada en 1950 Paz Estenssoro desde su exilio uruguayo, esa distancia en la historia
política y económica entre Uruguay y Bolivia:
Cuando cuatro quintas partes de la población boliviana tiene un nivel
de vida infrahumano, en nada superior a lo que encontraron los españoles al
llegar a América hace cerca de quinientos años; cuando la explotación de las
riquezas naturales apenas si deja beneficio al país y sólo sirve para hacer más
ricos a unos pocos y más pobres aún a la inmensa mayoría de sus habitantes ya
inconciblemente pobres; cuando la hegemonía que ejercen en la vida nacional
las grandes compañías cierra toda posibilidad a los profesionales, los pequeños
comerciantes e industriales para que puedan surgir y lograr una situación
independiente si no es poniéndose al servicio directo o indirecto de tales
empresas; cuando el Estado sometido al poder de éstas o constituido en su
instrumento se halla incapacitado para realizar las obras públicas y poner en
Espeche 207
marcha los servicios que Bolivia requiere de modo angustioso precisamente por
ser un país económica y socialmente atrasado; cuando la vida transcurre para la
mayoría de los bolivianos sin ningún aliciente o compensación y falta de toda
seguridad para el porvenir, no están dadas evidentemente, las condiciones para
que pueda la República tener estabilidad política.13
Martínez Moreno, “Bolivia…II”, 16. Paz Estenssoro junto con otros líderes del
13
MNR se exiló en Argentina después del golpe a Villarroel. Luego de un intento fallido de
retornar a Bolivia en pos de un alzamiento en 1949, Paz Estenssoro y el resto de los dirigentes
del MNR fueron desterrados de Argentina. Uruguay los recibió y se les permitió residir en el
país pero no en Montevideo. Paz Estenssoro habría vivido en el departamento de Minas.
Eduardo Arze Cuadros, Bolivia, el programa del MNR y la revolución nacional. Del movimiento de
Reforma Universitaria al ocaso del modelo neoliberal (La Paz: Plural, 2002), 130-131.
14 Madolin Shorey de Cervantes, “El Uruguay, visto por una periodista
15 Martínez Moreno, “Un reportaje…III”, 11.
16 Ibídem.
Espeche 209
17 Stephen Gregory afirma que había sido una suerte de nacionalismo atemperado por
la necesidad de integración. José Pedro Cabrera Cabral, sigue a Solari al decir que el tercerismo
habría sido una característica propia del nacionalismo de las izquierdas uruguayas entre 1950 y
1973. Diría más bien que el tercerismo poco a poco comenzó a funcionar como un modo
legítimo de ser nacionalista (esto es, sin ser expansionista, militarista ni de derecha) en
Uruguay. Stephen Gregory, The Collapse of Dialogue. Intellectuals and Politics in the Uruguayan Crisis
1960-1973 (Tesis de doctorado. Australia: University of New South Wales, 1998), 51-64. José
Pedro Cabrera Cabral, “El pensamiento nacionalista de la izquierda uruguaya (1950-1973)”,
Cuadernos Americanos, 133 (2010): 75-87; Espeche, La paradoja, op.cit.
18 “Contra el tratado”, Marcha Nº 633 (1 de agosto de 1952): 5. El gobierno uruguayo
firmó el 30 de junio de 1952 un Tratado de asistencia militar con los Estados Unidos, similar al
firmado entre este último país y Brasil. La firma de este tratado estaba en estrecha vinculación
al que el Uruguay había firmado en 1947 en la Conferencia de Cancilleres realizada en Río de
Janeiro: el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Esther Ruiz, “El Uruguay
próspero”, 146-147. Véase entre otras, “El Tratado” (Editorial), y “El trámite del tratado”,
Marcha Nº 629 (4 de julio de 1952): 1 y 5 respectivamente; “Sin Brújula y sin velas” (Editorial),
y “Aspectos constitucionales de la aprobación del tratado”, Marcha Nº 630, 1 y 5
respectivamente; “El Tratado y el imperialismo”, Marcha Nº 631 (19 de julio de 1952): 5.
19 Ibídem.
Traducir Bolivia: Carlos Martínez Moreno y la revolución del 52 210
Las notas de Martínez Moreno recuperaron las acciones del MNR y de la
revolución como parte de una lucha justamente nacional afincada en la línea tercerista,
cuya agenda no debía estar marcada por los bloques occidental u oriental. Como si
fuera una suerte de nacionalismo posible en un Uruguay que desconfiaba de los
nacionalismos.20 Como si intentase marcar una suerte de diferencial boliviano, y sin
embargo hacerlo comprensible, lograr empatía y apoyo. Por ello, en sus explicaciones
del nacionalismo boliviano de los del MNR, Martínez Moreno aclaraba que “puede
parecer patético porque nace de la convicción de una larga estafa y de un largo
desaliento, pero que no es jingoísmo” que además tiene una definida conciencia anti-
imperialista, que llama a las cosas por su nombre; sin nuestra pudibundez para el
problema; tiene sus decididos objetivos de nacionalización de las minas, reforma
agraria, diversificación de industrias y cultivos para acrecentar el potencial del país,
escapando así al colonialismo, etc. Como todo y como todos en Bolivia, el MNR es
católico; pero no clerical21
Nuevamente aquí Martínez Moreno volvía con la diferencia entre los modos,
los estilos de la política en Bolivia y Uruguay. ¿Cuál era ese problema? Justamente el
del nacionalismo y el de una república que, incomprensible, podía dejar en suspenso
ciertas cualidades institucionales en pos de un proyecto revolucionario y, a la vez,
democrático. Que, también, el MNR no tuviera inconvenientes en, al parecer,
asumirse como católico y “no clerical”, para un país como Uruguay cuya imagen
también estaba formulada bajo la bienaventuranza de un estado laico y donde el
batllismo había pugnado desde bien temprano que la separación entre Estado e Iglesia
quedase clara en todos los aspectos organizaba una sintonía impensada. Que Martínez
Moreno enunciara lo positivo de ese “llamar por su nombre” de la revolución estaba
en que, sobre todo, afincó al MNR y su revolución en esa serie de “sus decididos
objetivos”.22 Además, lo ubicó en una tradición particular que compartía con otros
ejemplos de los nacionalismos anti-imperialistas y revolucionarios del subcontinente,
en los que afirmaba una filiación que no era comunista o estadounidense y que debía
ser reconocida como democrática. Por ello, aclaró que hay que rechazar por igual las
Espeche, La paradoja, op. cit.
20
(accésit del premio Seix Barral en 1962) también realiza una suerte de traducción para volver
comprensible los fusilamientos realizados por la llamada “Operación Verdad” en la Cuba
revolucionaria. Aunque el narrador critica los criterios y alcances de esos fusilamientos,
también establece los límites de la comprensión del republicanismo liberal uruguayo para un
proceso revolucionario como el cubano.
Espeche 211
Martínez Moreno, “Un reportaje...II”, 11.
23
Fue revolución
La del 52 se convertía de este modo en una revolución que había que
considerar positivamente. Era lo nuevo, pero también lo esperable, lo que en realidad
había estado allí presente desde siempre como parte de una justicia popular que,
citando a Paz Estenssoro, caracterizaba como “un fenómeno que está planteado
permanentemente, mientras subsista la actual estructura económico-social”.25
Martínez Moreno había tenido tiempo para madurar su análisis, dado que las primeras
notas dedicadas enteramente al tema aparecieron a partir del día 18 de abril. Antes que
ellas, los diarios uruguayos habían seguido el día a día de la revolución, y en varios
convivía la transcripción de las informaciones emitidas por las agencias noticiosas con
pequeños comentarios originados en cada publicación. Como decía al comienzo, la
evaluación de los hechos en los diarios era inestable. Para El País, por ejemplo,
“Cristóforo Colombo” debía “rogar a Dios” por el mundo descubierto, y el diario
filiaba el levantamiento boliviano como parte de una seguidilla de levantamientos,
como el de la Cuba de Batista, signados por el militarismo y, también, como
resultantes de la variación de los precios de las materias primas. El País publicaba un
editorial del New York Times que dejaba entrever un análisis sobre los sucesos en los
que definía cierta ilegitimidad ideológica (la vinculación de uno de los líderes
revolucionarios, Paz Estenssoro, con “tendencias totalitarias”) más allá de la
legitimidad de la restauración de la democracia que la revolución habría venido a
poner en primer plano:
Hace nueve años Washington consideró a Paz Estensoro como un
hombre con tendencias nacionalistas y totalitarias con fuertes nexos con los
regímenes militares, inclusive el de Juan Perón en Argentina. El régimen de
Villarroel no fue reconocido. Pero por el momento, y por lo menos hasta que
la lucha se solucione de manera definitiva la cuestión central no es un posible
cambio en la dirección interna de Bolivia, ni siquiera el efecto de ese cambio en
las relaciones exteriores de Bolivia. El hecho que domina la situación y hace
surgir una pregunta que probablemente dejará perplejos a los que planean
políticas para el hemisferio occidental es que en una elección dominada por el
gobierno el pasado mes de mayo Paz Estenssoro—aun en el exilio—ganó una
clara mayoría. Una Junta Militar formada precipitadamente, anuló la elección y
literalmente bloqueó la voluntad de los electores. La junta presidida por el
general Hugo Ballivián fue reconocida por los Estados Unidos el 7 de junio del
25 Cit. Martínez Moreno, “Bolivia comienza…II”, 16.
Espeche 213
El diario Acción repetía en un recuadro sobre este último país que el “nuevo
golpe” había sido ayudado por miembros del MNR, “que desde hace tiempo
conspiraban contra los gobiernos constituidos. Se trata pues de una secuela de
ilegalidades.” Casi dos semanas más tarde, el mismo diario publicó un artículo del
aprista Ezequiel Ramírez Novoa, en ese momento exilado en Montevideo, que definió
a los sucesos de abril como parte de la lucha de un pueblo en pos de la democracia.
Bolivia según Ramírez Novoa era parte de “nuestros países hermanos”, la revolución
tenía un “profundo significado social” y, además, había una responsabilidad “nacional
y continental”. Y, en particular, el apoyo mayoritario a los levantamientos de abril
afirmaba que se trataba de un movimiento distinto al peronista, porque en Bolivia
“hay igual acceso a las radios, diarios, o sea, idénticas condiciones democráticas, para
diferenciarlas de las que dirigen las dictaduras, como el caso argentino.”27 Ramírez
Novoa había sido Secretario General de la juventud universitaria del APRA y
Presidente de la Federación Nacional de Estudiantes del Perú (FEP) en los tempranos
cincuenta. El gobierno de Odría lo obligó al exilio y recaló en Montevideo. Allí logró
“cultivar buenas relaciones sociales que llegaban hasta el presidente Batlle Berres”.
Durante su exilio en Montevideo, además, fue uno de los que organizó la reunión de
exilados apristas, incluyendo a su líder máximo, Haya de la Torre. Este pequeño
derrotero es apenas un muestrario de la escena montevideana en los años cincuenta:
los exilados políticos peruanos, bolivianos y guatemaltecos y los diversos modos en
que era expresada la denuncia contra el imperialismo estadounidense.
Para Ramírez Novoa, claramente la revolución de Bolivia debía ser entendida
como una revolución que había sido el levantamiento contra la connivencia de los
capitales extranjeros asociados a las oligarquías locales. Para Hernán Piriz, del diario
comunista Justicia, la duda arreciaba sobre el liderazgo antiimperialista de Paz
El País, sábado 12 de abril de 1952, Año XXXIV, Nro. 10.688, tapa. El gobierno
26
de Villarroel sí fue reconocido por Estados Unidos luego de que desplazara a los líderes del
M.N.R.
27 Acción, Año IV, Nº 1237, (jueves 10 de abril de 1952), Montevideo, tapa y Martínez
Novoa Ezequiel, “La Revolución Popular de Bolivia”, Acción, Año IV, Nro. 1241, (martes 15
de abril de 1952), Montevideo, 3 respectivamente. Ramírez Novoa también publicó BOLIVIA:
UN PUEBLO EN LA MISERIA Y EL ANALFABETISMO, Acción, Año IV, Nº 1254,
(martes 29 de abril de 1952), Montevideo, 2. Véase: Manrique Nelson, ¡Usted fue aprista! Base
para una historia crítica del APRA (Perú: CLACSO-Fondo editorial de la Pontificia Universidad
Católica del Perú, 2009), 139. Agradezco a Martín Ribadero por la información sobre Martínez
Novoa.
Traducir Bolivia: Carlos Martínez Moreno y la revolución del 52 214
Estenssoro: si iba o no a traicionar el mandato popular antiimperialista de ese pueblo
en armas retardando expedirse sobre la nacionalización de las minas: “¿Por qué mayor
apuro por quitar las armas de sus manos que en despojar y desalojar de sus posiciones
claves a sus mortales enemigos?”;28 o para el diario socialista El Sol, la pregunta era
“¿Cuál es la verdadera definición política del “movimiento revolucionario nacional” y
la del hombre que con su apoyo y en su nombre va a hacerse cargo, legalmente, de la
presidencia de Bolivia?” y, sobre todo, “¿Su ‘nacionalismo’ es nazificante como lo
dieron a entender sus contactos con Perón en la Argentina y las simpatías que en el
país los rodeaban, haciendo ostentación de ellas, el herrerismo?”.29 Porque, en efecto,
el herrerismo—la fracción hegemónica en el partido Nacional—tenía vínculos
estrechos con el peronismo en el poder y había sido acusado de tener contactos con
grupos de avanzada nazi en el país.30 El diario herrerista El Debate, por el contrario, no
dudaba sobre los alcances de la revolución: “resulta incuestionable que no se trata de
un golpe cuartelero más, sino de una sublevación general en la que colaboran en un
pie de igualdad, el Ejército y los civiles del M.N.R y del proletariado minero, es decir,
la inmensa mayoría del país”.31
Las notas de Martínez Moreno venían a estabilizar estas dualidades
informativas, y sus apreciaciones estaban muy cerca de las de Ramírez Novoa; a
diferencia de las afirmaciones de El Debate podía reconocer que además de la fuerza
de los mineros y el MNR, “En esta fase actual la revolución es invencible no sólo por
la adhesión mayoritaria que concita, no sólo por la abigarrada fuerza sindical que está
de pie para sostenerla—y de la que ya hablaremos—sino porque es un auténtico
estado de convicción, que el cholo y el indio defenderán con su vida, y un auténtico
estado de emoción”.32 A la vez, explicaba que el caso boliviano era un proceso
iniciado diez años antes. Esto es, el golpe que el mayor Gualberto Villarroel había
desbancado del poder a una junta militar liderada por Enrique Peñaranda, junto con la
participación del MNR y RADEPA (“Razón de Patria”, una logia militar
nacionalista).33 A diferencia de El País o Acción ese legado no era cuestionable. Para
28 Hernán Piriz, “¿Qué hay tras la cuestión boliviana?”, La semana internacional,
“La revolución en Bolivia”, El Sol, 2da. Época (Año XII), Nº 506, tapa y 8.
30 Juan Odonne, Vecinos en discordia, op. cit.
31 “Los sucesos en Bolivia”, El Debate Año XXI, Nº 7448 (jueves 10 de abril de
1952): 3.
32 Martínez Moreno, “Un reportaje…”, op. cit.
33 El golpe fue encabezado por Villarroel, Radepa y el MNR quienes formaron una
Junta de Gobierno encabezada por el primero. En 1944 Villarroel asumió como presidente
Espeche 215
constitucional. Su gobierno realizó una serie de reformas entre las que se encuentran la
proscripción del pongueaje y mitaje—dos modos de trabajo servil—en 1945, en un país de
sociedad cuyas jerarquías tendían a dividirse empardando clase con etnia, cuya población era
mayoritariamente indígena. Durante el gobierno de Villarroel se expandió el sindicalismo,
especialmente el minero con apoyo del sector minoritario del gobierno, el MNR. En 1944 se
creó la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB). En 1945, se llevó a
cabo el primer congreso indigenal. Este mismo gobierno reprimió a la oposición
(encarcelamiento y ejecuciones) y, sobre todo, lo hizo contra el Partido de la Izquierda
Revolucionaria. Por presión internacional—en particular del Departamento de Estado de los
Estados Unidos—apartó del gobierno a los líderes del MNR en 1944, quienes volvieron a
integrarse al gobierno después de unas elecciones parlamentarias donde salieron victoriosos.
(Hasta ese momento, por ejemplo, uno de los líderes del MNR Víctor Paz Estensoro estaba a
cargo de la cartera de Hacienda). La presión residía en que se acusaba a esos líderes como las
caras visibles de una suerte de cooperación con el gobierno argentino que no habría terminado
una vez que Villarroel llegase al poder, cooperación que además debía ser leída en torno del
clivaje Dictadura/Democracia—se acusaba al gobierno argentino y al gobierno de Villarroel de
filiación con el régimen nazi—. En 1946, una conmixtión de fuerzas civiles y militares derrocó
a Villarroel, quien fue linchado y colgado en la Plaza Murillo. Varios líderes del MNR salieron
al exilio. James Dunkerley, Rebelión en las venas. La lucha política en Bolivia. 1952-1982 (La Paz:
Plural, 2003), 31-34.
34 Martínez Moreno, “Bolivia…I”, op. cit.
Traducir Bolivia: Carlos Martínez Moreno y la revolución del 52 216
entonces amigo—como los comunistas de las demás latitudes—de los EE.
UU.35
Reconocer o no a un gobierno
Que Marcha publicase esas notas de Martínez Moreno—quien además citaba,
como si dijésemos con toda su autoridad, las palabras de dos de los principales líderes del
Martínez Moreno, “Bolivia…I”, 16.
35
participado como corresponsal de la Guerra del Chaco para el diario El Universal—el diario
que en Bolivia se había opuesto a la guerra. Redactor del diario La Calle—central en la difusión
del ideario del MNR—fue uno de los miembros fundadores del MNR, Secretario General
hasta 1944 en el gobierno de Villarroel y, luego de la revolución de abril de 1952, dirigió el
diario La Nación—el órgano de prensa del MNR en el poder. Había estado también exilado
como Paz Estenssoro en Argentina y en Uruguay.
Espeche 217
Ximena Espeche, Informe de Beca Fondo Nacional de las Artes (Buenos Aires:
38
FNA, 2005).
39 “El reconocimiento del gobierno de Paz Estenssoro”, Marcha Nº 618 (viernes 18
de abril de 1952): 5-4. Ruiz, “Del viraje …” y “El Uruguay próspero…”, 85-162. Para un
estudio del modo en que actuó la cancillería uruguaya en el marco del golpe de Villarroel en
Bolivia y del G.O.U en Argentina, y que permite relevar los grados diversos de las relaciones
entre Argentina y Uruguay en el marco de la Segunda Guerra donde al menos bajo el gobierno
de Amézaga hubo un intento de “aproximación” al gobierno argentino, incluso en el marco
del golpe de Estado, y de las internas en el mismo gobierno uruguayo en torno de los alcances
de ese acercamiento, véase, Ana María Rodríguez Ayçaguer, “Entre la hermandad y el
panamericanismo. El gobierno de Amézaga y las relaciones con Argentina I: 1943”, Papeles de
Trabajo (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UdelaR, agosto de 2004). Sobre
la actuación de Uruguay en las conferencias panamericanas, véase Isabel Clemente, “Uruguay
en las conferencias panamericanas: la construcción de una opción en política exterior”,
Ponencia presentada al Simposio “Los Asuntos Internacionales en América Latina y el Caribe.
Historia y teoría. Problemas a Dos Siglos de Emancipación”.
Traducir Bolivia: Carlos Martínez Moreno y la revolución del 52 218
constituido por la fuerza “si antes no se examinaban las circunstancias bajo las cuales
llegó al poder, para prevenir cualquier influencia totalitaria”.40 Esa propuesta era así
entendida como una reacción al golpe protagonizado por Villarroel. En el segundo,
Rodríguez Larreta presentó una doctrina que era una fórmula de intervención
colectiva y que llevó como punta de lanza en el marco del Tratado Interamericano de
Asistencia Recíproca (TIAR) de 1947: funcionaba como amenaza para cualquier país
considerado sospechoso de atentar contra la democracia de las repúblicas del
continente y estaba virtualmente dedicado a la Argentina peronista.
Martínez Moreno también prestó atención a los vaivenes de la política
exterior uruguaya en los mismos términos, recordando que la cancillería uruguaya
había sido, durante el gobierno de Villarroel, “la editora visible del sistema de las
consultas”. Así refería a las propuestas que desde las conferencias panamericanas de
Buenos Aires (1936) y Lima (1938) intentaron la organización de un sistema de
seguridad continental sustentado en el principio de consulta—que se fijó en la llamada
“Declaración de Lima”—y en el que quedó establecido el procedimiento de Consulta
de Ministros de Relaciones Exteriores ante el caso de amenaza a la Paz, la Seguridad o
la integridad territorial de una república americana. Los Estados signatarios, a través
de sus Ministros de Relaciones Exteriores, podrían solicitar las reuniones de consulta
derivadas, entonces, de lo que advirtieran como signos de amenaza de ese tipo.
En definitiva, tanto Martínez Moreno como quien escribió el artículo sobre el
reconocimiento o no del gobierno boliviano entendían que el modo en que Uruguay
se había manejado en torno al principio de consulta funcionó como una suerte de
punta de lanza del sistema interamericano liderado por los Estados Unidos. Esta
denuncia venía a conjugarse paradojalmente con aquellas otras provenientes del modo
en que, al menos hasta la Conferencia de Chapultepec en 1945, habían sido centrales
en el armado de las relaciones exteriores durante el peronismo. Esto es, la crítica a la
insistencia estadounidense en la configuración de un sistema jurídico americano que
supusiera como modelo el estadounidense.41 De este modo, al tiempo que otro
40 César Sepúlveda, “Las doctrinas del reconocimiento de gobiernos y su aplicación a
la práctica”, Boletín del Instituto de Derecho Comparado de México, Año VI, Nro. 16 (enero-abril
1953): 22.
41 Martínez Moreno, “Bolivia empieza…I”, 16. Juan Pablo Scarfi, El imperio de la ley
(Buenos Aires: FCE, 2015). Para un estudio sobre las relaciones exteriores entre EEUU y
Argentina, Leandro Morgenfeld, Vecinos en conflicto. Argentina y Estados Unidos en conferencias
panamericanas (Buenos Aires: Ediciones Continente, 2010). Y sobre las relaciones entre Bolivia
y Argentina para el período 1939-1945 véase Beatriz Figallo, “Bolivia y Argentina: los
conflictos regionales durante la Segunda Guerra Mundial”, Estudios Interdisciplinarios de América
Espeche 219
factótum y redactor de Marcha como Julio Castro afirmaba que en Uruguay se volvía
imperioso la formulación de una “conciencia antiimperialista”, y el mismo año en el
que Estados Unidos y Uruguay negociaban la firma de un acuerdo militar contra el
que Marcha se opuso, Martínez Moreno traducía la experiencia boliviana en términos
de antiimperialismo y tercerismo: era a sus ojos ni más ni menos que de una
experiencia con características propias que debían ser objeto de ponderaciones
“realistas”.42
Latina y el Caribe, Vol. 7, nro. 1, Tel Aviv (1996). Disponible en:
http://www7.tau.ac.il/ojs/index.php/eial/article/view/1187/1215
42 Martínez Moreno, “Bolivia…II”, 16. Julio Castro, “Dos noticias sobre Uruguay”,
Ibídem.
46
47 Según el informe de la UNESCO sobre las agencias telegráficas de noticias, tanto
Uruguay como Argentina—junto con Chile y Brasil—estaban dentro de los países que
conocían las noticias del mundo vía las agencias UP, AFP, Reuters e International News
Service (INS). Bolivia, en cambio, lo hacía bajo las agencias estadounidenses (UP, AP y INS).
En las conclusiones del informe, la agencia de noticias soviética TASS, además de las antes
citadas, manejaban la comunicación internacional, pero bajo una lógica de interés nacional:
“NO EXISTE NINGUNA AGENCIA TELEGRÁFICA DE INFORMACIÓN QUE SEA
VERDADERAMENTE INTERNACIONAL”. Y esto constituía un problema de carácter
doble: desigualdad en la distribución de la información y que esta era producida por unas
pocas agencias nacionales. UNESCO, Les agences télégraphics d’ information (Paris: Unesco, 1953),
212-220. Disponible en: http://unesdoc.unesco.org/images/0013/001356/135686fo.pdf. La
fecha del informe no es ociosa teniendo en cuenta que la llamada “Guerra Fría” llevaba ya
unos pocos años y se dirimía también en torno a las operaciones de prensa. Y, un año después,
un reputado periodista inglés continuaba la investigación con otro estudio: Francis Williams,
Las telecomunicaciones y la prensa (París: Unesco, 1954). Disponible en:
http://unesdoc.unesco.org/images/0013/001372/137200so.pdf
48 “LAS AGENCIAS NOTICIOSAS RECIBEN TELETIPOS”, La Mañana Nro.
James F. Skiemeier, The Bolivian revolution and the United States, 1952 to the present
49
(State College, PA: The Pennsylvania State University Press, 2011), 61-64; según Skiemeier,
Andrade había hecho algo similar cuando fuera embajador bajo el gobierno de Villarroel entre
1944 y 1945; de acuerdo a este autor, gracias a sus gestiones Estados Unidos terminó por
reconocer el gobierno de Villarroel, con el costo de que los miembros del MNR dejaran sus
puestos.
50 Arze Cuadros, Bolivia..., 130.
Traducir Bolivia: Carlos Martínez Moreno y la revolución del 52 222
de los sucesos en Bolivia. Pareció funcionar como una disputa de ese espacio
noticioso, pero con el mandato revolucionario del MNR.
Breves conclusiones
La serie de notas que escribió Martínez Moreno en 1952 arman una suerte de
folletín de la revolución que insiste en dotar de legitimidad al levantamiento de abril.
En el esquema “continuará”, cada una de ellas presentaba aspectos de la historia
boliviana que para Martínez Moreno volvían comprensible un levantamiento popular,
dirigido por líderes del MNR. Quería hacer de esa revolución un hecho asimilable
para el paladar uruguayo, y sobre todo, para aquel paladar que Marcha contribuyó a
formar (y qué también modificó al semanario): la formación de una opinión pública
tercerista, antiimperialista y nacionalista, de izquierda y también defensora de la
democracia. Una revolución como la boliviana, que recibió numerosas acusaciones,
por derecha y por izquierda, podía ser una primera punta de lanza para la extensión
regional de una idea específica de tercerismo que parecía ir más allá que la afirmación
de una postura en política internacional o la defensa de la paz. Traducir los sucesos del
52 como parte de un panorama más amplio, que tuviera a América Latina como
corolario posible y deseable, y que tuviera al nacionalismo tercerista como de
indiscutible relevancia. Todo ello desmarcándose de la sombra que parecía representar
la Tercera Posición peronista.
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