Apuntes Psicoanaliticos Sobre La Paz
Apuntes Psicoanaliticos Sobre La Paz
Apuntes Psicoanaliticos Sobre La Paz
I
En el año 2001 escribí un ensayo sobre el tema de la paz que comencé con
las siguientes palabras: “Voy a iniciar este trabajo formulando algunas preguntas,
pero antes debo hacer una aclaración. Los planteamientos que voy a exponer co-
rresponden a una mirada personal, sustentada desde mi formación como miem-
bro participante en una sociedad convulsionada, en la cual el tema de la paz está
cada vez más en boga y de moda.” (Jácome, 2001, p. 5)
Hace ya más de una década los colombianos estábamos igual que hoy, pen-
dientes y expectantes de un difícil proceso de paz en curso. A veces parece que
los hechos se repiten así nos pasen los años y cambien algunos de los personajes
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Camilo Ernesto Jácome Archila
protagonistas de los mismos. Parece como si la concepción del tiempo del “eter-
no retorno” de los estoicos, efectivamente se presentara como algo inevitable
pero además, que en ocasiones, lo hace dentro de periodos de tiempo relativa-
mente cortos para la vida individual de un ser humano. Ante el “retorno” del
tema y de la situación, quisiera experimentar la vivencia en el sentido dado por
la concepción del tiempo de la filosofía de Nietzsche, para intentar hacerlo tan
intensamente que valga la pena volver a vivirla en la búsqueda de la comprensión
realizadora y liberadora que nos puede hacer más humanos. En su obra La gaya
ciencia, en el apartado 341: La carga más pesada, Nietzsche plantea la posibi-
lidad de que no sólo son los acontecimientos los que se repiten, sino también
los pensamientos, sentimientos e ideas, vez tras vez, en una repetición infinita e
incansable (Nietzsche, 1882).
En el 2001, las preguntas básicas que me hacía y que ahora las vuelvo a for-
mular eran: ¿Qué es la paz?, ¿Qué puedo decir yo sobre la paz?, ¿Cuál es el sen-
tido de eso que en lo cotidiano llamamos la paz?
Hoy, al corroborar la vigencia de estas preguntas y al sentir la repetición de
los hechos vividos, quisiera retornar a la reflexión de estos asuntos expuestos
en el ensayo escrito más de diez años atrás, llamado Acerca de La Paz, el sentido
de un anhelo social, publicado en la revista de la Sociedad Colombiana de Psi-
coanálisis en 2001. Sin embargo, dentro de este mismo orden de ideas, uno no
deja de sorprenderse al encontrar que este tema de la paz no sólo se nos vuelve
a presentar prioritariamente a los colombianos, sino que también retorna y está
presente cíclicamente en la historia de la humanidad.
II
El historiador e investigador austriaco de ciencia política Wolfang Dietrich,
Director del Master of Arts-Programm para la paz, el desarrollo, la seguridad
y la transformación internacional de conflictos en la Universidad de Innsbruck,
Austria, muestra en su artículo llamado La Paz: sobre la difícil historia de un con-
cepto clave de la cultura, que “la idea de la paz es tan antigua como la conciencia
del ser humano de que vive en una sociedad” (Dietrich, 2012). De acuerdo con
Dietrich, se trata de un problema al que se ha enfrentado la humanidad desde
el hombre primitivo hasta el de nuestros días de la postmodernidad. Existen en
ese sentido, diferentes paces, como lo señalo en su artículo de 2006: Llamada a
muchas paces (Dietrich, 2006). Este autor describe la evolución de la idea de la
paz de acuerdo a 4 concepciones históricas principales dentro de 2 tendencias
básicas: primero, la “energética” que es la del hombre primitivo, la de la Roma
imperial y del surgimiento de las grandes religiones, la de los hombres de la mo-
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Durante la segunda mitad del siglo pasado hasta nuestros días, las corrientes
contemporáneas posmodernistas con el desarrollo de nuevas maneras de ver el
mundo, posibilitaron que el sociólogo noruego Johan Galtung que tiene actual-
mente 83 productivos años, desarrollara un modelo investigativo que permitiera
avanzar en el estudio del fenómeno de la paz y los conflictos sociales. Dietrich
muestra que en 1972 Galtung introduce el concepto de “Violencia Estructural”
que rechaza y transciende los postulados de las modernas escuelas realista e
idealista. La violencia estructural se presenta “cuando las estructuras político-
económicas impiden a los individuos ó grupos realizar el potencial de sus capa-
cidades mentales y “somáticas”. A partir de esta propuesta surgió la demanda de
una paz positiva que pudiera “transcender” la idea de progreso.
De acuerdo con Dietrich (2012), para Galtung la definición de cultura propia
de la modernidad, como “una actividad emancipadora del ser humano frente
a un medio ambiente que se percibe como separado de los hombres” era muy
limitante ya que “una cultura así definida se sitúa por encima de otras sociedades
organizadas de distinta manera” y legitima la violencia contra ellas. Esta concep-
ción de Galtung permite transcender el pensamiento moderno sin rechazarlo, al
tener en cuenta y respetar las complejas estructuras sociales de diferentes cultu-
ras y organizaciones humanas. En 1992, Galtung introdujo la idea de “Violencia
Cultural” haciendo referencia a las manifestaciones de la cultura (arte, religión,
ciencia, derecho, etc) que legitiman la violencia; esta idea completó su concepto
de “Violencia” al definir la violencia física, la estructural y la cultural, como una
unidad cuyos distintos aspectos se condicionan mutuamente.
Un aspecto fundamental de esta visión -dice Dietrich- que sustenta la critica
pacifista de Galtung a la idea capitalista de progreso, es que obliga a reconocer
“en igualdad de derechos de los conceptos alternativos, transracionales y espi-
rituales” de una manera en que es decisivo que el conflicto no sea considerado
el “adversario inmoral de la paz, sino un signo positivo de energía social que se
puede aprovechar, aplicando medios no violentos para transformar los proble-
mas” (Dietrich, 2012). Con esta concepción, los conceptos claves de la política
internacional como la prevención de conflictos, la formación para la paz y su
mantenimiento ya no tienen sentido pues desconocen y evitan la energía positiva
del conflicto y sus efectos.
Esta conceptualización “energética” de la paz que plantea Galtung y que se
visualiza como un concepto cultural, desde luego no es aceptada por las escuelas
del realismo y del idealismo ni incluso por el marxismo, pero está sustentada en
múltiples estudios interdisciplinarios que la confirman. Actualmente, “el con-
cepto moral y el “energético” de la paz conviven en igualdad derechos”.
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Concluye Dietrich el escrito que vengo reseñando con estas palabras: “La
paz y el conflicto siempre han tenido que ver con los contextos interpersonales
concretos en el aquí y ahora. Estos contextos deben definirse, analizarse y reco-
nocerse para lograr una transformación no violenta de los conflictos. A través de
este reconocimiento y teniendo en mente la equivalencia de ambos conceptos de
paz, la energía del conflicto puede ser aprovechada para “trascenderlo”, es decir,
para transformarlo” (Dietrich, 2012).
El autor utiliza el término “trascender” no como superación, sino en el triple
sentido de preservación, neutralización y elevación del pensamiento moderno
transracional.
III
Hasta aquí la reseña ha abordado la evolución de la concepción de la idea de
la paz que intenta dar respuesta a la pregunta acerca de qué es la paz, o mejor,
qué ha sido la paz para la humanidad. Como se observa, no es una sola paz po-
sible sino muchas formas de “paces” concebibles. De hecho, como lo señalé en
mi artículo de 2001, se puede afirmar que toda persona tiene una vivencia y un
concepto propio de lo que es la paz (Jácome, 2001). Sin duda, el aporte de Freud
y del psicoanálisis ha sido transcendental en el pensamiento contemporáneo y ha
contribuido también en la posmoderna concepción de la idea de la paz; la contri-
bución de esta disciplina se enmarca dentro de las corrientes posmodernas que
reconocen la necesidad de aceptar el conflicto y transcender el concepto mo-
derno e idealista de la misma. En 2001, en el trabajo ya mencionado, mostré sin
la intención actual de enmarcarlo en este contexto, la pertinencia de esta visión
“energética” de la paz, coincidente en muchos aspectos con los planteamientos
de Galtung reseñados por Dietrich.
En ese momento que ahora retorna, argumenté lo siguiente:
Tal vez este último significado es el que se acerca más a la concepción de paz
que hoy quisiera señalar como valiosa, por dar más claridad sobre lo que implica
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la paz. Digo que esta última acepción es más adecuada, porque precisamente el
significado de “guerra”, es más explícito en la esencia, tanto de la misma guerra
como de la paz.
La guerra viene definida en la misma enciclopedia (Larousse, 1984) como:
-“Forma violenta de dirimir un conflicto entre sociedades humanas, recu-
rriendo a la lucha armada”.
A partir de esta definición de guerra, resulta enriquecedor y clarificador plan-
tear por contraposición una nueva definición de la paz que no suele aparecer en
los diccionarios:
-“La paz es la forma no violenta de dirimir un conflicto entre sociedades
humanas”.
Pero, ¿Por qué esa diferencia tan grande entre la definición de diccionario de
la paz y esta última que obtuvimos al contrastarla con la de la guerra? Quizás
esta pregunta ya señala el significado oculto e inconsciente que la paz tiene para
muchos de nosotros y el cual me atrevo a plantear ya, como un deseo de quietud
y tranquilidad con ausencia fundamental de conflictos entre los miembros del
grupo humano al que pertenecemos.
Este sentido profundo es una concepción idealizada e irreal de la paz que,
como vemos, se ha ido incrustando en la cultura de manera general, debido entre
otras posibles causas, a la tendencia que ya señalé anteriormente, de evitar ocu-
parse y pensar en los conflictos, pues eso genera angustia y malestar. Lo que se
observa con claridad, es que, de acuerdo a este sentido profundo e inconsciente
de la paz, la realidad de los conflictos inevitables es negada y se idealiza la paz
como un estado de armonía sin desavenencias, sin contradicciones y sin diferen-
cias importantes. Se sobre-valora entonces una intención, para así defenderse
de la angustia y el esfuerzo que implica aceptar las diferencias y la búsqueda de
solución a los conflictos” (Jácome, 2001, p. 8).
Con muchos años de anterioridad, en 1932, luego de la primera guerra mun-
dial (1914 – 1918) y antes de la segunda (1939 – 1945), Albert Einstein con la
motivación del Instituto Internacional de Cooperación Intelectual en París, que
auspiciaba la Liga de las Naciones, estableció un dialogo epistolar con Sigmund
Freud donde intercambió ideas con el fin de encontrar respuestas en la búsqueda
de la paz y la prevención de la guerra. La carta se encuentra en las obras comple-
tas de Freud con el título de ¿Por qué la Guerra? y debería ser de obligada lectura
para todo aquel que se interese en el tema de la paz, la guerra y los conflictos
sociales.
En su misiva, Einstein formula cuatro preguntas con sus consideraciones, que
Freud posteriormente intenta resolver desde el conocimiento psicoanalítico del
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IV
Debemos recordar nuevamente que Freud había señalado ya en 1930 que
“una de las fuentes del sufrimiento humano era precisamente, las relaciones en-
tre sus semejantes, siendo insuficientes los métodos que se tienen para regular
las relaciones en la familia, el estado y la sociedad”. Las otras dos fuentes de su-
frimiento, de acuerdo con Freud en El Malestar de la cultura (1930) son; primero
el mundo exterior con la supremacía de la naturaleza y segundo, nuestro propio
cuerpo caduco, “condenado a la desaparición” (Jácome, 2001). A pesar del re-
conocimiento de la dificultad y de la inevitabilidad del dolor por las relaciones
entre los humanos, muestra una vía difícil que hay que trabajar: el desarrollo de
la cultura teniendo en cuenta la no violencia en la solución de los conflictos.
En ese orden de ideas, debo volver a retomar mi trabajo de 2001, cuando
planteo que debemos: “ubicarnos mejor en la realidad y dejar de lado esa idea-
lización de la paz, para tratar siempre de incluir en su concepción, la presencia
constante e inevitable del conflicto, pudiendo así buscar mejores métodos para
resolverlos” (Jácome, 2001, p. 10).
Planteo entonces que “La paz así concebida, no es simplemente una meta a
la cual hay que llegar para sentirse bien y tranquilos. No puede ser una meta para
“descansar en paz” como se dice de los vivos cuando se mueren. No. La paz
dentro de la concepción que aquí defiendo, es más para vivirla cotidianamente
como una manera, como una forma para dirimir y manejar y resolver lo mejor
posible, los conflictos, las contradicciones y las diferencias inevitables entre los
seres humanos. Es una forma diferente a la de la guerra, es decir no violenta. Es
una manera de enfrentar los conflictos, asumiéndolos y confrontándolos gracias
a la capacidad de tener en cuenta la realidad existente” (Jácome, 2001, p. 10).
En esa ocasión me preguntaba: “¿Y cómo es que se logra eso de dirimir
conflictos teniendo en cuenta la realidad existente?” (Jácome, 2001, p. 11). La
posible respuesta la encontré en uno de los descubrimientos del psicoanálisis
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Propuse que “Para ello debemos empezar a entender primero lo que pasa en
lo más cercano, es decir, en nuestra ciudad, en nuestros grupos de estudio y de
trabajo y sobre todo en lo que pasa de contradictorio y conflictivo en nuestras
familias y en nuestro interior, para aprovechar cada oportunidad para vivir la
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Translation of summary
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Correspondencia
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