Apuntes Psicoanaliticos Sobre La Paz

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Rev. Soc. Col.

Psicoanálisis (2013) 38:193-204 Artículos de revisión teórica

Apuntes psicoanalíticos sobre la paz

Camilo Ernesto Jácome Archila1

Objetivo: Retomar la reflexión desde el psicoanálisis, acerca del tema de la paz en el


contexto social a partir de situaciones y circunstancias que se sienten ya vividas. Con-
textualizar algunos aportes del psicoanálisis sobre la violencia, la guerra y la paz en el
marco de estudios y enfoques contemporáneos sobre el tema. Desarrollo: Se describe la
reiteración del asunto de la paz en la historia de la humanidad y se rescatan los aportes
del psicoanálisis sobre el tema a partir de un artículo anterior del mismo autor del pre-
sente texto y de artículos puntuales de S. Freud. Conclusión: Se destaca la influencia
que el psicoanálisis ha tenido en el desarrollo de las ideas de la posmodernidad, seña-
lando la importancia del reconocimiento del conflicto dinámico como base de las recientes
conceptualizaciones sobre la paz, así como del posible camino para conseguirla a través
del desarrollo de espacios culturales de no violencia, contenedores y vinculantes.

Palabras clave: conflicto, cultura, guerra, psicoanálisis, violencia

I
En el año 2001 escribí un ensayo sobre el tema de la paz que comencé con
las siguientes palabras: “Voy a iniciar este trabajo formulando algunas preguntas,
pero antes debo hacer una aclaración. Los planteamientos que voy a exponer co-
rresponden a una mirada personal, sustentada desde mi formación como miem-
bro participante en una sociedad convulsionada, en la cual el tema de la paz está
cada vez más en boga y de moda.” (Jácome, 2001, p. 5)
Hace ya más de una década los colombianos estábamos igual que hoy, pen-
dientes y expectantes de un difícil proceso de paz en curso. A veces parece que
los hechos se repiten así nos pasen los años y cambien algunos de los personajes

1. Psicoanalista, Miembro Titular de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis.

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protagonistas de los mismos. Parece como si la concepción del tiempo del “eter-
no retorno” de los estoicos, efectivamente se presentara como algo inevitable
pero además, que en ocasiones, lo hace dentro de periodos de tiempo relativa-
mente cortos para la vida individual de un ser humano. Ante el “retorno” del
tema y de la situación, quisiera experimentar la vivencia en el sentido dado por
la concepción del tiempo de la filosofía de Nietzsche, para intentar hacerlo tan
intensamente que valga la pena volver a vivirla en la búsqueda de la comprensión
realizadora y liberadora que nos puede hacer más humanos. En su obra La gaya
ciencia, en el apartado 341: La carga más pesada, Nietzsche plantea la posibi-
lidad de que no sólo son los acontecimientos los que se repiten, sino también
los pensamientos, sentimientos e ideas, vez tras vez, en una repetición infinita e
incansable (Nietzsche, 1882).
En el 2001, las preguntas básicas que me hacía y que ahora las vuelvo a for-
mular eran: ¿Qué es la paz?, ¿Qué puedo decir yo sobre la paz?, ¿Cuál es el sen-
tido de eso que en lo cotidiano llamamos la paz?
Hoy, al corroborar la vigencia de estas preguntas y al sentir la repetición de
los hechos vividos, quisiera retornar a la reflexión de estos asuntos expuestos
en el ensayo escrito más de diez años atrás, llamado Acerca de La Paz, el sentido
de un anhelo social, publicado en la revista de la Sociedad Colombiana de Psi-
coanálisis en 2001. Sin embargo, dentro de este mismo orden de ideas, uno no
deja de sorprenderse al encontrar que este tema de la paz no sólo se nos vuelve
a presentar prioritariamente a los colombianos, sino que también retorna y está
presente cíclicamente en la historia de la humanidad.

II
El historiador e investigador austriaco de ciencia política Wolfang Dietrich,
Director del Master of Arts-Programm para la paz, el desarrollo, la seguridad
y la transformación internacional de conflictos en la Universidad de Innsbruck,
Austria, muestra en su artículo llamado La Paz: sobre la difícil historia de un con-
cepto clave de la cultura, que “la idea de la paz es tan antigua como la conciencia
del ser humano de que vive en una sociedad” (Dietrich, 2012). De acuerdo con
Dietrich, se trata de un problema al que se ha enfrentado la humanidad desde
el hombre primitivo hasta el de nuestros días de la postmodernidad. Existen en
ese sentido, diferentes paces, como lo señalo en su artículo de 2006: Llamada a
muchas paces (Dietrich, 2006). Este autor describe la evolución de la idea de la
paz de acuerdo a 4 concepciones históricas principales dentro de 2 tendencias
básicas: primero, la “energética” que es la del hombre primitivo, la de la Roma
imperial y del surgimiento de las grandes religiones, la de los hombres de la mo-

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dernidad y del progreso y segundo, la moral, que es la de los hombres contem-


poráneos postmodernos de nuestros días.
Para el hombre primitivo, el concepto “energético” de la paz de las comuni-
dades arcaicas, estaba y sigue estando definido en todas partes por su vínculo
con la naturaleza, que se experimentaba y reverenciaba como una “gran madre”
(Dietrich, 2012). La idea de la paz era tomada como sinónimo de naturaleza.
Para los pueblos indoeuropeos (4.000 A.C – 1.000 A.C), nos dice Dietrich
(2012), la guerra era el estado natural de la existencia social y tenían una ética de
la misma altamente moral; las interrupciones de la guerra las llamaban Eirene y
no eran un estado apetecible sino una pausa inevitable de esa noble actividad.
Fue ya con los griegos y con la formación de sus ciudades estados, polis, (500 -
300 A.C) en que autores como Platón y Aristóteles reconocen la paz como un
valor autónomo deseable, en el sentido de un contrato jurídico institucional.
De acuerdo con Dietrich, en la Roma Imperial (27 A.C – 476 D.C) se desa-
rrolla esta idea de paz de los griegos; de la idea mágica de la diosa de la fertilidad
y la victoria pax (energética) y del Dios de la guerra Marte (Ares de Grecia), se
pasa a una visión más mítica con el nacimiento del estado como institución y
la paz como un valor moral. Aquí ya se concibe la paz como regulada por un
contrato. El paso de una idea “energética” a una más moral e institucionalizada,
también se observa en el desarrollo de las religiones Cristiana, el Judaísmo y el
Islam, (“shalon” de judíos y “Salam” de musulmanes era un Dios Paz), así como
del confusionismo y budismo en China, donde los representantes de cada una
son los que interpretan y regulan la idea de paz y guerra, a partir del uso del con-
vencimiento y de la razón (Dietrich, 2012).
Para los hombres de la modernidad y del progreso (siglo XV – XX D.C), la
idea de paz está cada vez más marcada por la razón. Menciona Dietrich (2012)
que por un lado Hobbes (1588-1679) introduce el concepto de “paz negativa”
relacionándola con ausencia de violencia física en una clara alusión a la Eirene
de los griegos y que Kant (1724-1804) en el Tratado de la paz perpetua (1795)
la interpreta como un valor ético y pactado en concordancia con la pax romana.
Estas dos concepciones terminaron siendo la base de las escuelas “realista” e
“idealista” de la disciplina científica de las “relaciones internacionales” que sur-
gió luego de la primera guerra mundial (1914-1918), cuando se crearon centros
de estudio del sistema internacional que evitaran en el futuro los desastres cau-
sados por ese tipo de guerras; Dietrich sustenta que estas escuelas se basaban
en las ideas que llevaron al Capitalismo, con las estructuras de poder que le son
inherentes, donde lo deseable es una paz que eluda los inmorales conflictos que
generan la violencia y la guerra (Dietrich, 2012).

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Durante la segunda mitad del siglo pasado hasta nuestros días, las corrientes
contemporáneas posmodernistas con el desarrollo de nuevas maneras de ver el
mundo, posibilitaron que el sociólogo noruego Johan Galtung que tiene actual-
mente 83 productivos años, desarrollara un modelo investigativo que permitiera
avanzar en el estudio del fenómeno de la paz y los conflictos sociales. Dietrich
muestra que en 1972 Galtung introduce el concepto de “Violencia Estructural”
que rechaza y transciende los postulados de las modernas escuelas realista e
idealista. La violencia estructural se presenta “cuando las estructuras político-
económicas impiden a los individuos ó grupos realizar el potencial de sus capa-
cidades mentales y “somáticas”. A partir de esta propuesta surgió la demanda de
una paz positiva que pudiera “transcender” la idea de progreso.
De acuerdo con Dietrich (2012), para Galtung la definición de cultura propia
de la modernidad, como “una actividad emancipadora del ser humano frente
a un medio ambiente que se percibe como separado de los hombres” era muy
limitante ya que “una cultura así definida se sitúa por encima de otras sociedades
organizadas de distinta manera” y legitima la violencia contra ellas. Esta concep-
ción de Galtung permite transcender el pensamiento moderno sin rechazarlo, al
tener en cuenta y respetar las complejas estructuras sociales de diferentes cultu-
ras y organizaciones humanas. En 1992, Galtung introdujo la idea de “Violencia
Cultural” haciendo referencia a las manifestaciones de la cultura (arte, religión,
ciencia, derecho, etc) que legitiman la violencia; esta idea completó su concepto
de “Violencia” al definir la violencia física, la estructural y la cultural, como una
unidad cuyos distintos aspectos se condicionan mutuamente.
Un aspecto fundamental de esta visión -dice Dietrich- que sustenta la critica
pacifista de Galtung a la idea capitalista de progreso, es que obliga a reconocer
“en igualdad de derechos de los conceptos alternativos, transracionales y espi-
rituales” de una manera en que es decisivo que el conflicto no sea considerado
el “adversario inmoral de la paz, sino un signo positivo de energía social que se
puede aprovechar, aplicando medios no violentos para transformar los proble-
mas” (Dietrich, 2012). Con esta concepción, los conceptos claves de la política
internacional como la prevención de conflictos, la formación para la paz y su
mantenimiento ya no tienen sentido pues desconocen y evitan la energía positiva
del conflicto y sus efectos.
Esta conceptualización “energética” de la paz que plantea Galtung y que se
visualiza como un concepto cultural, desde luego no es aceptada por las escuelas
del realismo y del idealismo ni incluso por el marxismo, pero está sustentada en
múltiples estudios interdisciplinarios que la confirman. Actualmente, “el con-
cepto moral y el “energético” de la paz conviven en igualdad derechos”.

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Concluye Dietrich el escrito que vengo reseñando con estas palabras: “La
paz y el conflicto siempre han tenido que ver con los contextos interpersonales
concretos en el aquí y ahora. Estos contextos deben definirse, analizarse y reco-
nocerse para lograr una transformación no violenta de los conflictos. A través de
este reconocimiento y teniendo en mente la equivalencia de ambos conceptos de
paz, la energía del conflicto puede ser aprovechada para “trascenderlo”, es decir,
para transformarlo” (Dietrich, 2012).
El autor utiliza el término “trascender” no como superación, sino en el triple
sentido de preservación, neutralización y elevación del pensamiento moderno
transracional.

III
Hasta aquí la reseña ha abordado la evolución de la concepción de la idea de
la paz que intenta dar respuesta a la pregunta acerca de qué es la paz, o mejor,
qué ha sido la paz para la humanidad. Como se observa, no es una sola paz po-
sible sino muchas formas de “paces” concebibles. De hecho, como lo señalé en
mi artículo de 2001, se puede afirmar que toda persona tiene una vivencia y un
concepto propio de lo que es la paz (Jácome, 2001). Sin duda, el aporte de Freud
y del psicoanálisis ha sido transcendental en el pensamiento contemporáneo y ha
contribuido también en la posmoderna concepción de la idea de la paz; la contri-
bución de esta disciplina se enmarca dentro de las corrientes posmodernas que
reconocen la necesidad de aceptar el conflicto y transcender el concepto mo-
derno e idealista de la misma. En 2001, en el trabajo ya mencionado, mostré sin
la intención actual de enmarcarlo en este contexto, la pertinencia de esta visión
“energética” de la paz, coincidente en muchos aspectos con los planteamientos
de Galtung reseñados por Dietrich.
En ese momento que ahora retorna, argumenté lo siguiente:

“Según la definición que se encuentra en la Nueva Enciclopedia Larousse,


(1984), la paz significa fundamentalmente:
-“Tranquilidad, estado de concordia y buena correspondencia entre los miem-
bros de una familia, de un grupo social, etc.”.

También establece este segundo significado:


-“Ausencia de guerra”

Tal vez este último significado es el que se acerca más a la concepción de paz
que hoy quisiera señalar como valiosa, por dar más claridad sobre lo que implica

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la paz. Digo que esta última acepción es más adecuada, porque precisamente el
significado de “guerra”, es más explícito en la esencia, tanto de la misma guerra
como de la paz.
La guerra viene definida en la misma enciclopedia (Larousse, 1984) como:
-“Forma violenta de dirimir un conflicto entre sociedades humanas, recu-
rriendo a la lucha armada”.
A partir de esta definición de guerra, resulta enriquecedor y clarificador plan-
tear por contraposición una nueva definición de la paz que no suele aparecer en
los diccionarios:
-“La paz es la forma no violenta de dirimir un conflicto entre sociedades
humanas”.
Pero, ¿Por qué esa diferencia tan grande entre la definición de diccionario de
la paz y esta última que obtuvimos al contrastarla con la de la guerra? Quizás
esta pregunta ya señala el significado oculto e inconsciente que la paz tiene para
muchos de nosotros y el cual me atrevo a plantear ya, como un deseo de quietud
y tranquilidad con ausencia fundamental de conflictos entre los miembros del
grupo humano al que pertenecemos.
Este sentido profundo es una concepción idealizada e irreal de la paz que,
como vemos, se ha ido incrustando en la cultura de manera general, debido entre
otras posibles causas, a la tendencia que ya señalé anteriormente, de evitar ocu-
parse y pensar en los conflictos, pues eso genera angustia y malestar. Lo que se
observa con claridad, es que, de acuerdo a este sentido profundo e inconsciente
de la paz, la realidad de los conflictos inevitables es negada y se idealiza la paz
como un estado de armonía sin desavenencias, sin contradicciones y sin diferen-
cias importantes. Se sobre-valora entonces una intención, para así defenderse
de la angustia y el esfuerzo que implica aceptar las diferencias y la búsqueda de
solución a los conflictos” (Jácome, 2001, p. 8).
Con muchos años de anterioridad, en 1932, luego de la primera guerra mun-
dial (1914 – 1918) y antes de la segunda (1939 – 1945), Albert Einstein con la
motivación del Instituto Internacional de Cooperación Intelectual en París, que
auspiciaba la Liga de las Naciones, estableció un dialogo epistolar con Sigmund
Freud donde intercambió ideas con el fin de encontrar respuestas en la búsqueda
de la paz y la prevención de la guerra. La carta se encuentra en las obras comple-
tas de Freud con el título de ¿Por qué la Guerra? y debería ser de obligada lectura
para todo aquel que se interese en el tema de la paz, la guerra y los conflictos
sociales.
En su misiva, Einstein formula cuatro preguntas con sus consideraciones, que
Freud posteriormente intenta resolver desde el conocimiento psicoanalítico del

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Apuntes psicoanalíticos sobre la paz

momento; en un diálogo que deja abierta la discusión de este complejo y vital


aspecto de la condición humana. Las preguntas de Einstein fueron:
-“¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra?”
(Freud, 1933).
-“¿Cómo es posible que (una) pequeña camarilla (de dirigentes) someta al
servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para la cual el estado de
guerra representa pérdidas y sufrimientos?” (Freud, 1933).
-“¿Cómo es que estos procedimientos (de la clase dominante) logran desper-
tar en los hombres tan salvaje entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar la vida?”
(Freud, 1933).
-“¿Es posible controlar la evolución mental del hombre como para ponerlo a
salvo de las psicosis del odio y la destructividad?” (Freud, 1933).
Hay que recordar que ya en 1915, Freud definía la guerra en De Guerra y
muerte como una transgresión mayor que, como lo señala Manuel Alejandro
Moreno Camacho en un artículo sobre el tema, “casi podría decirse que se refie-
re a un fracaso en relación con los ideales de la modernidad. Esta transgresión
se hace explícita en el hecho de que lo que se ha logrado como civilización se ve
desmentido cuando la guerra estalla. Aquello que se ve desmentido, a saber: la
regulación de los vínculos recíprocos entre los seres humanos, es llevado hasta el
extremo en el fenómeno de la guerra y transgredido en el mayor sentido posible
al dar muerte al otro” (Moreno, 2009).
Es en ese mismo sentido que Freud responde a los cruciales cuestionamien-
tos de Einstein planteando los siguientes argumentos:
- Hay una conexión entre el derecho y la violencia; “el derecho fue en su
origen “violencia bruta” que luego “pasó a través del hecho de que la mayor
fortaleza de uno podía ser compensada por la unión de varios débiles, y ahora el
poder de estos unidos constituye el derecho en oposición a la violencia del úni-
co. Vemos que el derecho es el poder de una comunidad”, y “sigue siendo una
violencia pronta a dirigirse contra cualquier individuo que le haga frente; trabaja
con los mismos medios, persigue los mismos fines; la diferencia sólo reside, real
y efectivamente, en que ya no es la violencia de un individuo la que se impone,
sino la de la comunidad” (Freud, 1933).
- La “unión de los débiles” es el camino primario para prevenir la guerra
y evitar así sus estragos. Esta premisa “necesita como condición psicológica
que la unión de los muchos sea organizada con leyes que determinen la medida
en que el individuo debe renunciar a la libertad personal de aplicar su fuerza
como violencia, a fin de que sea posible una convivencia segura, permanente,
duradera”(Freud, 1933).

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- La desigualdad entre los dominadores y los dominados con leyes “hechas


por los dominadores y para ellos” genera “dos fuentes de movimientos en el de-
recho y en su desarrollo”, por un lado, “los intentos de ciertos individuos entre
los dominadores para elevarse por encima de todas las limitaciones vigentes, vale
decir, para retrogradar del imperio del derecho al de la violencia; y por el otro,
los continuos empeños de los oprimidos para avanzar de un derecho disparejo
a la igualdad de derecho”; en ultimas, evidencia la existencia de un conflicto di-
námico (Freud, 1933).
-“La compulsión de la violencia y las ligazones de sentimientos -técnicamente
llamadas identificaciones- son los dos factores que “mantienen cohesionada a
una comunidad” y “de estar ausente uno de esos factores, es posible que el otro
mantenga en pie a la comunidad” (Freud, 1933).
- Efectivamente existe “una pulsión a odiar y aniquilar, que transita en el azu-
zamiento” que conduce a los hombres a la guerra. La investigación psicoanalítica,
sustenta la existencia de dos clases de pulsiones en el ser humano: “aquellas que
quieren conservar y reunir, y otras que quieren destruir y matar”, de tal forma
que “de las acciones conjugadas y contrarias de ambas surgen los fenómenos de
la vida”, por lo que “ambas son indispensables” (Freud, 1933).
- Así entonces, “cuando los hombres son exhortados a la guerra, puede que
en ellos responda afirmativamente a ese llamado toda una serie de motivos, no-
bles y vulgares, unos de los que se habla en voz alta y otros que se callan, entre
los que se cuenta el placer de agredir y destruir” (Freud, 1933).
- La agresividad debe incluirse entre los rasgos instintivos y por ende inevi-
tables del hombre, “no se trata de eliminar por completo la inclinación de los
hombres a agredir; puede intentarse desviarla lo bastante para que no deba en-
contrar su expresión en la guerra” (Freud, 1933).
- Si la guerra es “un desborde de la pulsión de destrucción, lo natural será
apelar a su contraría, el Eros. Todo cuanto establezca ligazones de sentimiento
entre los hombres no podrá menos que ejercer un efecto contrario a la guerra”.
Tales ligazones pueden ser de dos clases. En primer lugar, vínculos como los
que se tienen con un objeto de amor, aunque sin metas sexuales. La otra clase de
ligazón de sentimiento es la que se produce por identificación. Todo lo que es-
tablezca sustantivas relaciones de comunidad entre los hombres provocará esos
sentimientos comunes; identificaciones. Sobre ellas descansa en buena parte el
edificio de la sociedad humana (Freud, 1933).
- Entre los caracteres psicológicos de la cultura, dos parecen ser los más
importantes: el fortalecimiento del intelecto, que empieza a gobernar a la vida
pulsional, y la interiorización de la inclinación a agredir, con todas sus conse-

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cuencias ventajosas y peligrosas (Freud, 1933).


- Es posible mantener “la esperanza de un mundo en paz en el proceso de
desarrollo de la cultura, mediante el uso de la razón y no de la violencia”. Para
ello “todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la
guerra”. (Freud, 1933).
Freud entonces explica desde su saber las causas y sentidos, tanto de la paz
como de la guerra, y señala finalmente al desarrollo de la cultura como el camino
hacia una paz. Reconoce las tendencias innatas del individuo y la necesidad de
tramitar los conflictos mediante el uso de la razón y sin violencia.

IV
Debemos recordar nuevamente que Freud había señalado ya en 1930 que
“una de las fuentes del sufrimiento humano era precisamente, las relaciones en-
tre sus semejantes, siendo insuficientes los métodos que se tienen para regular
las relaciones en la familia, el estado y la sociedad”. Las otras dos fuentes de su-
frimiento, de acuerdo con Freud en El Malestar de la cultura (1930) son; primero
el mundo exterior con la supremacía de la naturaleza y segundo, nuestro propio
cuerpo caduco, “condenado a la desaparición” (Jácome, 2001). A pesar del re-
conocimiento de la dificultad y de la inevitabilidad del dolor por las relaciones
entre los humanos, muestra una vía difícil que hay que trabajar: el desarrollo de
la cultura teniendo en cuenta la no violencia en la solución de los conflictos.
En ese orden de ideas, debo volver a retomar mi trabajo de 2001, cuando
planteo que debemos: “ubicarnos mejor en la realidad y dejar de lado esa idea-
lización de la paz, para tratar siempre de incluir en su concepción, la presencia
constante e inevitable del conflicto, pudiendo así buscar mejores métodos para
resolverlos” (Jácome, 2001, p. 10).
Planteo entonces que “La paz así concebida, no es simplemente una meta a
la cual hay que llegar para sentirse bien y tranquilos. No puede ser una meta para
“descansar en paz” como se dice de los vivos cuando se mueren. No. La paz
dentro de la concepción que aquí defiendo, es más para vivirla cotidianamente
como una manera, como una forma para dirimir y manejar y resolver lo mejor
posible, los conflictos, las contradicciones y las diferencias inevitables entre los
seres humanos. Es una forma diferente a la de la guerra, es decir no violenta. Es
una manera de enfrentar los conflictos, asumiéndolos y confrontándolos gracias
a la capacidad de tener en cuenta la realidad existente” (Jácome, 2001, p. 10).
En esa ocasión me preguntaba: “¿Y cómo es que se logra eso de dirimir
conflictos teniendo en cuenta la realidad existente?” (Jácome, 2001, p. 11). La
posible respuesta la encontré en uno de los descubrimientos del psicoanálisis

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contemporáneo, el cual ha demostrado con insistencia, la importancia funda-


mental que tienen los procesos de contención en todas las relaciones interperso-
nales de los seres humanos (Winnicott, 1965). Contención implica capacidad de
espera y de sostener una situación antes de pasar a la acción, dando oportunidad
al pensamiento para la comprensión de la realidad, tanto de uno mismo como
de los demás (Bion, 1963). Aquí también cobra importancia la contención como
requisito para dosificar la frustración y así canalizar sanamente las tendencias
naturales del hombre (Jácome, 2001, p.11).
Refería entonces que “Para enfrentar los conflictos de una forma no violenta,
se tiene que tener en cuenta la realidad gracias a los procesos de contención.
Deben darse procesos de contención sobretodo de nuestras propias angustias,
para poder pensar esa realidad difícil, entenderla y así tener la posibilidad real de
aprender de la experiencia, no repitiendo irrefrenablemente la destrucción, el
caos y el resentimiento, que nos viene perdiendo y que seguimos padeciendo”
(Jácome, 2001, p.11).
Y así, “De lo que se trata es, por tanto, de mejorar la manera que tenemos de
abordar los conflictos y las diferencias, sin que la angustia o cualquier frustra-
ción nos lleven a la acción irracional, que busca el dominio o la eliminación del
otro. No se trata, desde este punto de vista, de lograr simplemente la paz, sino
mejor, de construir espacios contenedores y estables que permitan reconocer las
diferencias, las motivaciones y los conflictos y a partir de allí, encontrar respues-
tas que no van a eliminar los conflictos, sino al contrario, van a permitir que se
manifiesten abiertamente para encontrar soluciones respetables y dignas para las
partes o grupos humanos naturalmente conflictivos y diferentes” (Jácome, 2001.
p. 11).

En esta medida, “Construir estos espacios de paz, es una tarea de todos y


se debe proyectar en nuestra cotidianidad. Tiene que ver con nuestra capacidad
como personas individuales y como personas miembros de grupo. Tiene que ver
con nuestra posibilidad de encontrar cada vez mejores formas de contenernos y
de hacer posible el “uso de la razón” (Jácome, 2001, p.12).

Propuse que “Para ello debemos empezar a entender primero lo que pasa en
lo más cercano, es decir, en nuestra ciudad, en nuestros grupos de estudio y de
trabajo y sobre todo en lo que pasa de contradictorio y conflictivo en nuestras
familias y en nuestro interior, para aprovechar cada oportunidad para vivir la

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Apuntes psicoanalíticos sobre la paz

paz. Dicho de otra manera, para vivir la comprensión, el respeto, la dignidad, la


libertad (…) la diferencia” (Jácome, 2001, p.12).
Hoy, con el retorno de la reflexión sobre este tema, veo que es así como “se
promueve el desarrollo de la cultura” que señalaba Freud en su carta de respues-
ta a Einstein. Con espacios culturales de no violencia, contenedores y vinculan-
tes, que permitan, en términos de Galtung, a los individuos o grupos realizar el
potencial de sus capacidades mentales y somáticas en contraste con la violencia
estructural.
Igual que en el 2001, voy terminar estas reflexiones citando a Estanislao Zule-
ta, pensador colombiano, quien planteando algunos comentarios sobre la guerra,
escribe en 1985: “Para mí una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener
mejores conflictos. De reconocerlos y contenerlos. De vivir no a pesar de ellos,
sino productiva e inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo escéptico sobre
la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz”
(Zuleta, 1985).

Translation of summary

Psychoanalytical commentary on peace

Objective: To re-analyze peace through a psychoanalytical perspective based on repea-


ted situations and circumstances. To provide a context to psychoanalytical contribu-
tions on violence, war and peace through contemporary theories. Development: Using
an old article by the same author of this text and specific articles written by Freud, the
reiteration of peace matters in human’s history is described, as well as psychoanalytical
influences on the subject. Conclusion: The impact of psychoanalysis on the develop-
ment of postmodernity ideas is highlighted, showing the significance of recognizing the
conflict’s dynamism on peace definition. The latter would mark a path to achieve peace
by creating cultural, non-violent, holding and linking spaces.

Key words: conflict, culture, psychoanalysis, violence, war

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Camilo Ernesto Jácome Archila

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tiva y otros ensayos. Bogotá: Procultura, 1985.

Correspondencia

Camilo Ernesto Jácome Archila


camilojacome@cable.net.co
Calle 134 No. 13-83 of. 710
Bogotá, Colombia

Recibido para evaluación: 4 de marzo del 2013


Aceptado para publicación: 26 de marzo del 2013

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