Paganos Sobre Primeros Cristianos
Paganos Sobre Primeros Cristianos
Paganos Sobre Primeros Cristianos
Versión de Eusebio de Cesarea: Apareció en este tiempo Jesús, un hombre sabio, si en verdad
se le puede llamar hombre. Fue autor de hechos sorprendentes; maestro de personas que
reciben la verdad con placer. Muchos, tanto judíos como griegos, le siguieron. Este era el Cristo
(el Mesías). Algunos de nuestros hombres más eminentes le acusaron ante Pilato. Este lo
condenó a la cruz. Sin embargo, quienes antes lo habían amado, no dejaron de quererlo. Se les
apareció resucitado al tercer día, como lo habían anunciado los divinos profetas que habían
predicho de él ésta y otras mil cosas maravillosas. Y hasta hoy, la tribu de los cristianos, que le
debe este nombre, no ha desaparecido (Historia eclesiástica I, 11).
Versión árabe: En este tiempo existió un hombre de nombre Jesús. Su conducta era buena y
era considerado virtuoso. Muchos judíos y gente de otras naciones se convirtieron en
discípulos suyos. Los convertidos en sus discípulos no lo abandonaron. Relataron que se les
había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo. Según esto fue quizá el
Mesías de quien los profetas habían contado maravillas.
(3) Les preguntaba a ellos mismos si eran cristianos (an essent christiani). A quienes
respondían afirmativamente, les repetía dos o tres veces la pregunta, bajo amenaza de
suplicio; si perseveraban, les hacia matar. Nunca he dudado, en efecto, fuera lo que fuese lo
que confesaban, que semejante contumacia e inflexible obstinación (pertinaciam certe et
inflexibilem obstinationem), merece castigo al menos.
(4) A otros, convictos de idéntica locura, como eran ciudadanos romanos, hacia los trámites
pertinentes para enviarlos a Roma. Y no tardaron, como siempre sucede en estos casos, al
difundirse el crimen (difundente se crimine) a la par que la indagación, en presentarse
numerosos casos diversos.
(5) Me llegó una denuncia anónima que contenía el nombre de muchas personas. Quienes
negaban ser o haber sido cristianos (qui negabant esse se christianos aut fuisse), si invocaban a
los dioses conforme a la fórmula impuesta por mí, y si hacían sacrificios con incienso y vino
ante tu imagen, que a tal efecto hice erigir, y maldecían además de Cristo (male dicerent
Christo) –cosas todas que, según me dicen, es imposible conseguir de quienes son
verdaderamente cristianos (qui sunt re vera christiani)– consideré que debían ser puestos en
libertad.
(6) Otros, cuyo nombre había sido denunciado, dijeron ser cristianos y lo negaron poco
después (esse se christianos dixerunt et mox negaverunt); lo habían sido, pero luego habían
dejado de serlo, algunos hacia tres años, otros más, otros incluso veinte años atrás. También
todos estos han adorado tu imagen y la estatua de los dioses y han maldecido de Cristo (et
Christo male dixerunt).
(7) Por otra parte, ellos afirmaban que toda su culpa y error consistía en reunirse en un día fijo
antes del alba y cantar a coros alternativos un himno a Cristo como a un dios (quod essent
soliti statuto die ante lucem convenire carmenque Christo quasi deo dicere secum invicem) y
en obligarse bajo juramento (sacramento) no ya a perpetrar delito alguno, antes a no cometer
hurtos, fechorías o adulterios, a no faltar a la palabra dada, ni a negarse, en caso de que se lo
pidan, a hacer un préstamo. Terminados los susodichos ritos, tienen por costumbre el
separarse y el volverse a reunir para tomar alimento (rursusque coeundi ad capiendum cibum),
común e inocentemente. E incluso de esta práctica habían desistido a raíz de mi decreto por el
que prohibí las asociaciones (hetaerias), conforme a tus órdenes.
(8) Intenté por todos los medios arrancar la verdad, aun con la tortura, a dos esclavas que
llamaban servidoras (ministrae). Pero no llegué a descubrir más que una superstición irracional
y desmesurada (superstitionem pravam et inmodicam).
(9) Por ello, tras suspender la indagación, recurro a ti en busca de consejo. El asunto me ha
parecido digno de consulta, sobre todo por el número de denunciados: Son, en efecto,
muchos, de todas las edades, de todas las clases sociales, de ambos sexos, los que están o han
de estar en peligro. Y no sólo en las ciudades, también en las aldeas y en los campos se ha
propagado el contagio de semejante superstición. Por eso me parece que es preciso
contenerla y hacerla cesar.
(10) Me consta con certeza que los templos, desiertos prácticamente, comienzan a ser
frecuentados de nuevo, y que las ceremonias rituales (sacra sollemnia) hace tiempo
interrumpidas, se retoman, y que se vende por doquier la carne de las victimas que hasta la
fecha hallaba escasos compradores. De donde es fácil deducir qué muchedumbre de hombres
podría ser sanada si se aceptase su arrepentimiento.
Suetonio, Claudius 25
Como los judíos provocaban continuos disturbios por instigación de un cierto Cresto, [Claudio]
los expulsó de Roma.
Este texto se debe poner en relación con la presencia de Aquila y Priscila en Corinto, donde
entraron en contacto con san Pablo durante el segundo viaje apostólico, como ya lo habían
hecho anteriormente con Apolo.
Preguntas
2. Explica el valor positivo y el negativo que estos textos tienen para el conocimiento de la
historia de la Iglesia antigua.