Capitulo 7
Capitulo 7
Capitulo 7
CAPÍTULO 7
Fecha = 23/04/2020
Sucre-Bolivia
CAPÍTULO 7:
Introducción
Las estimaciones de algunos autores como Kauffman y Whitaker demuestran que hay una
cantidad considerable que oscila entre 3-6 % y 20% de aprendices con trastornos
emocionales/conductuales no reciben una buena atención con respecto a los demás
aprendices con necesidades educativas especiales.
Características Personales
En 1964 los primeros trabajos sobre los aprendices identificados como con trastornos
emocionales/conductuales reflejaban que tenían una capacidad cognitiva por encima del
promedio, en contra posición los estudios más recientes demuestran que la capacidad
cognitiva de estos aprendices es igual al promedio e incluso por debajo del promedio y los
aprendices con trastornos más severos reflejan una capacidad intelectual cerca del rango de
los deficientes mentales.
En Estados Unidos los aprendices con trastornos conductuales reprobaron más de un curso en
el primer año de bachillerato durante 1989 y 1990, el promedio de sus calificaciones fue el
más bajo respecto a los demás estudiantes de las otras áreas de necesidades educativas
especiales. Los aprendices con trastornos conductuales también tienden a abandonar el
bachillerato.
No se tiene un conocimiento general sobre las habilidades sociales de los aprendices con
trastornos emocionales/conductuales debido a falta de una base teórica. Las calificaciones de
estos aprendices fueron significativamente diferentes a las calificaciones de sus semejantes en
los diferentes aspectos de la prueba de representación de papeles de competencia social, que
realizaron.
Respecto a las niñas, según Caseau, Luckasson y Kroth, tenían más posibilidades de tener
problemas de depresión, ideación suicida e intento de suicidio, problemas familiares, este tipo
de problemas era difícil de detectarlo en escuelas públicas, a pesar de igual de importante
para ser identificados.
Lenguaje: El lenguaje expresivo que los aprendices identificados como con trastornos
emocionales/conductuales utilizan es diferente al de los aprendices no identificados, a
diferencia de estos, su lenguaje expresivo es más corto, no relacionan bien la información
nueva.
Depresión: Para diagnosticar depresión en niños se deben cumplir los mismos criterios que se
toman en cuenta para adultos, los síntomas en adultos y niños pueden ser similares pero los
niños lo manifiestan de diferente manera, ya sea en su conducta y la mayoría de las veces se
confunde el síntoma considerado como un problema muy diferente, la depresión en niños no
es algo raro en estos tiempos, sin embargo, debido a sus funciones cognitivas es más difícil
de evaluar depresión en niños.
Una de las características que diferencia a los aprendices identificados como con trastornos
emocionales/conductuales de los aprendices no identificados es la depresión, y dentro de este
grupo las mujeres son más propensas a caer depresión respecto a los varones. Uno de los
factores activadores sería el rechazo por parte de sus compañeros no identificados.
Se mostró que las mujeres con trastornos emocionales/conductuales son las que más intentos
de suicidio han tenido en comparación a los varones con o sin trastornos
emocionales/conductuales.
Se sugiere que muchos de estos comportamientos agresivos son a causa del trato y
reforzamiento intermitente que reciben dentro de su salón de clase.
Identificación y Evaluación
Ley Pública 94-142 definió el término “individuo con trastorno emocional severo” para
referirse a los aprendices identificados como con trastornos emocionales/conductuales, para
poder identificar a un aprendiz con trastorno, debe presentar ciertas condiciones durante un
tiempo prolongado y en un grado marcado por cual afecta en su rendimiento académico,
como ser:
-una incapacidad para aprender que no puede explicarse por factores intelectuales, sensoriales
ni de salud
-una incapacidad para formar o mantener relaciones interpersonales satisfactorias con los
compañeros y maestros
La Coalición Nacional de Salud Mental y Educación Especial en 1990 propone una nueva
definición que sustituye a la anterior definición de trastorno emocional severo. La definición
sostiene que el trastorno emocional o conductual es una condición donde la respuesta
emocional/conductual de un aprendiz no es coherentes en comparación a los aprendices de su
edad y no es aceptada por su cultura, lo cual hace que haya un deterioro tanto en sus
relaciones sociales como en el ámbito académico. Dentro del término se incluye a niños con
esquizofrenia depresión, trastornos de ansiedad, trastornos por déficit de atención o con otras
perturbaciones continuas de la conducta o la adaptación. Este tipo de comportamiento
persiste aun cuando se ha hecho una intervención individualizada. El trastorno emocional o
conductual debe exhibirse en al menos dos escenarios diferentes, y al menos uno debe ser el
educativo.
El contexto es muy importante para definir a un aprendiz con trastorno, ya que puede haber
diferencia entre tipos de educación regular, por eso para describir los problemas de
comportamiento en aula se debe reconocer tanto la situación problema y estudiante problema.
El Comité Ejecutivo del Consejo para los Niños con Trastornos Conductuales recomienda
incluir en la evaluación un reconocimiento del contexto en el que ocurre la conducta, esto con
el fin de disminuir estos problemas al momento de evaluar, este medio de evaluación
contempla un proceso interactivo que ocurre dentro de un contexto, además evita los
prejuicios por parte de maestros y las diferencias entre culturas, así se evita etiquetar o
clasificar al niño.
Ramsey y Walker (1988) estudiaron las prácticas familiares de control de aprendices
varones de cuarto grado identificados como antisociales. Aunque no encontraron
diferencias entre ellos y sus semejantes no identificados en el área de la participación,
se encontraron diferencias significativas en la disciplina, supervisión, reforzamiento
positivo y solución de problemas. Concluyeron que los aprendices identificados como
antisociales estaban expuestos a prácticas familiares de control mucho más negativas y
menos competentes que sus pares.
Reimers y Wacker (1988) encontraron que aunque al principio lo que influye en la
aceptación de la intervención y, en la disposición de los padres a participar en ella es.
El grado de perturbación detectado, pero una vez que el tratamiento está en marcha,
los padres calculan que lo que más influye en la aceptación es su efectividad.
Necesidades de los padres. Simpson (1988), en su exploración de las necesidades de
los padres, encuentra que el servicio usado y solicitado con mayor frecuencia por los
padres es el de intercambio de información, por medio de retroalimentación informal,
informes de progreso, reuniones e información sobre el programa. También solicitan
programas de servicios coordinados con ellos; consejería, terapia y consulta capacitación
para el consumidor y defensoría; y capacitación en programas de entrenamiento para el
hogar. Los maestros perciben en los padres sólo la necesidad de estos últimos siete
servicios. Sin embargo, plantea Simpson, hay una diferencia significativa entre las
necesidades de los padres según las perciben los maestros y las necesidades reales que
estos últimos expresan.
Como se indicó antes, uno de los indicadores más usados para la identificación de un
estudiante con trastorno emocional y conductual son las deficiencias en las relaciones
con sus semejantes y sus maestros. Los profesores consideraron que el retraimiento social
extremo (falta de comunicación) y las deficiencias en las estrategias y habilidades
específicas para el aprendizaje académico son las más difíciles de manejar en el aula
(Safran, Safran y Barcikowski, 1988). En un estudio reciente, Farmery Hallowell (1994)
encontraron que los estudiantes identificados como con trastornos emocionales y
conductuales tienden a afiliarse con sus compañeros en salones de clases inclusivos. Sin
embargo, la tendencia es a elegir compañeros que, como ellos, presenten menos
comportamientos pro sociales y niveles más elevados de comportamiento problemático.
Los individuos con quienes interactuaban los estudiantes identificados demostraron
niveles significativamente inferiores de cooperación, liderazgo y capacidades académicas
cuando eran evaluados por sus pares. No obstante, los aprendices identificados formaron
amistades y asociaciones íntimas en salones de clases inclusivos. Los alumnos tendieron
a auto clasificarse y formar grupos de semejantes con los compañeros de clase que
compartían sus características sociales.
En la adaptación del entorno para los aprendices identificados como con trastornos
emocionales y conductuales, se ha vinculado a las estrategias e intervenciones, desde el
punto de vista histórico, con diferentes perspectivas. Desde el punto de vista psicodinámico
la causa del comportamiento está dentro del individuo, así que las intervenciones
deben ocuparse de la vida intrapsíquica y dinámica de los aprendices. La perspectiva
biofísica postula una relación entre las condiciones físicas y el comportamiento
mostrado por el aprendiz. El enfoque conductual considera que los comportamientos son
actos humanos observables y mensurables determinados por variables en el entorno. La
perspectiva ecológica, como en la que se fundamenta este libro, se centra en la relación
recíproca entre el aprendiz o grupo de aprendices y los contextos en los que interactúan.
En el recuadro “Lineamientos para la práctica” se muestra una estrategia de
presentación de exámenes para estudiantes identificados como con trastornos emocionales/
conductuales. Aunque estos campos perceptuales argumentan con fuerza por el empleo
de estrategias significativamente diferentes en la literatura se dispone de muy pocas
descripciones generales de programas para aprendices identificados como con
trastornos emocionales/ conductuales (Grosenick, George y George, 1988). McConnell
(1987) sugiere volver a enfatizar el cuidado en la selección de las conductas que se han
de abordar. Según ella, para maximizar la probabilidad de que las conductas y habilidades
serán “atrapadas”; es decir, mantenidas bajo el control de reforzamiento que ocurre en
forma natural, aquellas que sean seleccionadas deberán mantenerse una vez que termine
la intervención, generalizarse a otros escenarios o comportamientos y covariar con
comportamientos sociales específicos de los compañeros. Cuando se seleccionan conductas
como éstas, aumenta la probabilidad de que los comportamientos sociales recién
adquiridos permanezcan en la mayoría de los casos y se generalicen a nuevos escenarios
después de que cese la intervención específica. La evidencia sugirió que las decisiones
para la ubicación residencial respondieron a factores distintos a las necesidades de los
estudiantes, como falta de servicios en la escuela o la necesidad de la familia de tener una
tregua. A menudo se ubicó a los niños lejos de sus hogares, lo que dificultaba la
supervisión del caso y el contacto con los padres. En algunos estados se condicionó a los
padres a renunciar a la custodia de su hijo para brindarles tratamiento residencial.
Sin embargo, esta ubicación no sólo no apoyó el desarrollo del niño, sino que lo aisló
aún más de la familia y sus pares. En sus observaciones de programas educativos
aplicados a los aprendices identificados como con trastornos emocionales/conductuales a
lo largo de la nación, Knitzer y sus colegas encontraron varios temas recurrentes:
El control de los aprendices servía como una parte central de la naturaleza de su
experiencia escolar.
Lo académico (lo que se estaba enseñando y cómo se enseñaba) era secundario al
control de la conducta. Los autores sugirieron una naturaleza fortuita de las actividades
curriculares.
El programa de habilidades sociales se consideraba importante, pero la estructura de los
salones de clases impedía que ocurriera ninguna interacción social.
La actividad física era rara; a veces se esperaba que los estudiantes se sentaran en sus
pupitres sin hablar o interactuar durante horas interminables. En ocasiones se
consideraba la actividad física como una recompensa en lugar de un derecho de los niños.
En muchos programas, el acceso a la terapia y consultas para los niños, y el apoyo
para los maestros era limitado.
Muy frecuentemente se pasaban por alto las transiciones, en particular las de una
ubicación a otra.
En un estudio sobre la forma en que los estudiantes percibían sus ambientes educativos,
Leone, Luttig, Zlotlow y Trickett (1990) describen datos que apoyan el trabajo de
Knitzer y su grupo. Encontraron que los alumnos ubicados en escuelas especiales para
aprendices identificados como con trastornos conductuales percibían menores el orden
y la organización y mayor el control del maestro que los estudiantes en programas
escolares tradicionales. La satisfacción del aprendiz con NEE, sin embargo, se relacionó
con la percepción de mayores niveles de participación, afiliación y apoyo del maestro.
Preescolar. Beare y Lynch (1986) sostienen que hay cantidades considerables de niños
preescolares que demuestran comportamientos indicativos de trastornos conductuales,
pero que no son atendidos por programas escolares públicos preceptuados o una
programación consultiva. Al parecer, las escuelas públicas no detectan el problema de
estos niños, a pesar de los esfuerzos de tamizado. Scruggs, Mastropieri, Cook y Escobar
(1986) realizaron un metanálisis de investigaciones de un solo sujeto realizadas con
niños pequeños. Encontraron que los resultados más positivos se lograron con el
reforzamiento, seguido por el castigo y el tiempo fuera, y después por la atención
diferencial, y que las características de los aprendices, como el género, la NEE y la
conducta objeto, por lo general tenían poca relación con el resultado del tratamiento.
Concluyeron que se encontró resultados positivos en las intervenciones con base en el
hogar y para los sujetos más pequeños, aunque estos hallazgos resultaron algo
inconsistentes. Efecto de las opciones de ubicación. Durante el año escolar 1992-1993, el
mayor porcentaje de aprendices identificados como con trastornos
emocionales/conductuales fue atendido en clases separadas (35.2%), un porcentaje menor
fue atendido en salones de recursos (26.7%) y otro mucho menor en clases regulares
(19.6%), escuelas separadas (13.7%), escenarios residenciales (3.5%) y hogares u
hospitales (1.3%). Sólo dos categorías de NEE tuvieron más estudiantes atendidos en
instalaciones separadas: los aprendices con desventajas múltiples y los aprendices con
hipoacusia y ceguera (U.S. Department of Education, 1995). No es de sorprender que los
aprendices identificados como con trastornos emocionales/conductuales mostraran más
comportamientos problema que sus compañeros con problemas de aprendizaje, y los
estudiantes de secundaria mostraran mayor tendencia a romper las reglas que los de
educación elemental (Sindelar, King, Gantland, Wilson y Meisel, 1985).
La selección de técnicas y estrategias para el manejo del salón de clases se ve a través
de los lentes del individuo que pone en práctica la estrategia. Un profesional que
considera al aprendiz desde una perspectiva psicodinámica se enfocará en técnicas de
consejería, medios expresivos y biblioterapia, y técnicas de manejo superficial para tratar
el “aquí y ahora” de los comportamientos. En el recuadro “Lineamientos para la
práctica” de la página siguiente se muestra un ejemplo de biblioterapia. El conductista
manipulará el ambiente inmediato y aplicará la teoría del aprendizaje social, al incluir
modelamiento, desensibilización y diversas intervenciones de automanejo y
autoinstrucción. Los tratamientos biofísicos pueden incluir dieta o medicación. Sin
embargo, de acuerdo con la perspectiva ecológica, se puede aplicar cada una de la amplia
gama de intervenciones disponibles después de una consideración esmerada de los
aprendices y el contexto en el que ocurre el comportamiento. Bauer y Sapona (1988)
afirman que con el creciente reconocimiento del desarrollo infantil dentro del contexto,
los modelos conductuales del manejo de la conducta se usarán sólo como una parte de las
estructuras generales de manejo. Con el énfasis sobre el control implícito en el modelo
conductual, los aprendices identificados como con trastornos conductuales pueden estar
limitados en su capacidad de rendimiento por el ambiente restrictivo del aula. El
concepto naciente de educación escolarizada es “llevar a los estudiantes las habilidades que
les ampliarán el espectro de los ambientes de aprendizaje en los que se pueden
relacionar” (Joyce, 1987, p. 427). Con un énfasis en el control de los comportamientos
pueden perderse muchas oportunidades incidentales para aprender. Bauer y Sapona
(1988) sugieren que en vez de esto el maestro debería ser un facilitador proactivo.
Esta postura apoya el coaprendizaje en un contexto significativo, con una negociación
mutua entre maestro y alumno y mayores oportunidades para interactuar. Cuando se
trabaja con aprendices identificados como con trastornos emocionales y conductuales, el
patrón de interacción del estudiante se considera por lo general como un problema en
sí mismo. Brooks (1991) relaciona algunos de estos patrones de conducta, sin embargo, con
la relación de poder que es evidente en el aula o en los escenarios de tratamiento. Hubbell
(1981) describe cambios de primer y segundo orden al abordar estos problemas de
comportamiento. Indica que los cambios de primer orden son estrategias de manejo
que modifican el ambiente, como acomodar las contingencias, proporcionar un
fundamento para las reglas y recompensas o modificar la actitud y la actividad. Conforme
los estudiantes avanzan a través de cada uno de los niveles, aumentan las
responsabilidades y privilegios conductuales (Bauer, Shea y Keppler, 1986). Los
sistemas en niveles pueden diferir en muchas formas, como:
1. La forma en que un estudiante avanza a través de los niveles. Las opciones
incluyen negociación del nivel con el estudiante, avance con pasos bloqueados a
través del sistema, consenso grupal sobre el nivel de cada estudiante, o
designación del nivel por parte del maestro, de acuerdo con una evaluación del
comportamiento del es- tudiante.
2. La cantidad de tiempo que un alumno permanece en cada nivel. Puede
designarse una cantidad específica de tiempo como una permanencia mínima.
3. Quién revisa la situación del estudiante y supervisa el comportamiento del
apren- diz. Los estudiantes, compañeros, maestro o cualquier combinación de
éstos pue- den estar implicados en el proceso de evaluación. Puede usarse la auto
supervisión o la supervisión del maestro.
Las ventajas de un sistema en niveles individualizado y bien elaborado incluyen
seguridad, estructura y rutina. Se libera a los maestros de la posición “yo contra ellos” y
las estructuras y procedimientos promueven el automanejo. Rosenberg (1986) indica que
los sistemas de manejo del aula estructurada como las economías de fichas y los
sistemas en niveles son comunes, pero pueden no lograr una efectividad máxima. En su
estudio, la revisión diaria de las reglas del salón de clases dio como resultado una
mejora general del tiempo dedicado a la tarea y una reducción en la perturbación. Una
economía de fichas es un sistema de intercambio que proporciona a los individuos o
grupos cuyo comportamiento está en proceso de cambio con señales de
retroalimentación casi inmediatas acerca de lo apropiado de su conducta. Estas señales
(fichas) se intercambian después por reforzadores de respaldo (artículos y actividades).
Estas fichas, por lo general, al principio carecen de valor para los estudiantes. Sin
embargo, su valor se hace evidente cuando aprenden que se pueden intercambiar por
reforzadores de respaldo. Para desarrollar una economía de fichas, el educador debe
seleccionar primero la conducta o conductas específicas que se propone cambiar. Éstas, a
las que se hace referencia como conductas objetivo, deben discutirse y aclararse con el
individuo o grupo cuyo comportamiento se va a modificar. Después se selecciona la ficha,
se elabora un menú, o lista, de reforzadores de respaldo y se coloca en el salón de clases.
Transición. El problema de la transición con frecuencia surge en la exposición de
programas para aprendices identificados como con trastornos conductuales. Swan, Brown
y Jacob (1987) encontraron que más de la mitad del grupo preescolar y más de un tercio
de los grupos de escuela elemental, media y media superior fueron reintegrados en
forma directa en la educación regular. De aquellos reintegrados en escenarios de educación
especial menos restrictivos, más de la mitad continuaron como aprendices identificados
como con trastornos conductuales, lo que sugiere que la mayoría de los estudiantes no son
reclasificados cuando se les reintegra en escenarios menos restrictivos.
Intervención médica. La medicación es la intervención médica más común para los
trastornos conductuales (Cullinan, Epstein y Lloyd, 1983). En su análisis sobre el uso de
la medicación con aprendices identificados como con trastornos conductuales, Epstein y
Ollinger (1987) concluyeron que: a) el personal de la escuela debe estar bien informado
acerca de la terapia farmacológica; b) los maestros deben seguir la política escolar para
la administración y manejo de los medicamentos prescritos; c) la escuela debe asegurar
que se establezca un vínculo entre el médico, la escuela y los padres en cada caso en
que se hayan recetado medicamentos; y d) los maestros deben recopilar datos sobre las
conductas objetivo durante y después del uso de medicamentos. Por medio de la
observación directa, puede surgir un uso de medicamentos más cuidadoso y benéfico.
Entrevistas de espacio vital. La entrevista de espacio vital es una técnica elaborada por
Redi (1966) en la que el maestro y el estudiante interactúan en una entrevista guiada,
en la que se le permite al aprendiz describir un incidente y los sentimientos
relacionados con él y discutir cómo responder de manera más efectiva en el futuro. Aunque
la literatura sobre las entrevistas de espacio vital es “fragmentada, anticuada y carece de
cualquier evidencia concluyente acerca de la eficacia de esta estrategia” (Long, 1990), se
trata de una estrategia que se adapta muy bien a un modelo ecológico o contextual del
desarrollo: los docentes necesitan entender una crisis desde el punto de vista del
estudiante, al tiempo que promueven la elección activa en él y su responsabilidad por su
comportamiento. El recuadro “Lineamientos para la práctica” que aparece en la siguiente
página proporciona información descriptiva acerca de las entrevistas de espacio vital.