LASSO, J. Ideales de La Vida Humana en La Antigua Grecia

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Ideales de Ia vida humana en Ia antigua

Grecia

«Una cultura —ha escrito Rickert '— es Ia totalidad de los


objetos reales en que residen valores universalmente reconocidos
y que, por esos mismos valores, son cultivados». Pero los valores
son descubiertos y, como las estrellas en el cielo, van entrando
poco a poco, al compás de Ia cultura, en el horizonte visual del
hombre. La experiencia de los valores está ligada a Ia historia
de su sucesivo descubrimiento. El valor no es un don con que
nuestra subjetividad gratifica a las cosas y, así como nada
empece al carácter absoluto de Ia verdad Ia diversidad inarmó-
nica de las humanas opiniones, a Ia esencia del valor Ie son
indiferentes las vicisitudes del sufragio universal, situados como
están los valores en un ámbito aparte al del ser J. Pero, aunque

* Reproduce el texto que, en versión reducida, sirvió de introducción a


un curso de lecciones profesado, en abril de 1960, en Ia Universidad de
La Laguna.
1. Ciencia cultural y ciencia natural. Trad. esp. CoI. Austral, Espasa-
Calpe, 1952 3, 60.
2. Frente al escepticismo relativista de Troilo :
What is aug!it, but as 'tis valued?
Shakespeare (Troilus and Cressida acto H, esc. 2.") hace responder
así a Héctor :
But value dwells not in particular will ;
It fiolds its estúnate and, dignity
As well whereñn'tis precious of itself
As in tfie prizer: 'tis mad idolatry
To make the service greater than the god.

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tan objetivos como el propio ser, el linaje de estos objetos que


llamamos valores se hace patente sólo en Ia estimación y, por
ello, cabe hablar con todo rigor de un descubrimiento histórico
de los valores.
Los valores tanto como por su cualidad, positiva o negativa,
o su materia, vienen caracterizados por su jerarquía o rango.
La vida es, en buena medida, perspectiva y cada hombre ordena
Ia vida desde un punto de vista o principio o estilo de existencia
diferente. Cuando en una perspectiva se introduce un nuevo
término, cambia automáticamente Ia jerarquía de los demás :
por ello, Ia simple presencia de un nuevo valor puede deprimir
el rango de los restantes. La variación histórica en Ia jerarquía
de los valores es un hecho de experiencia común. Tales varia-
ciones se refieren unas veces a diferencias del percibir senti-
mental (ethos), o concretamente en Ia esfera del juicio estima-
tivo y relaciones de jerarquía (ética), o en tipos de instituciones,
bienes y acciones (moral vigente) o, en fin, en Ia esfera de Ia
moralidad práctica, correlato del ethos vigente. Herbart definía
Ia ética como ciencia del gusto (Geschmack), como una estética
o ciencia de Ia sensibilidad estimativa, cuyo objeto fuera Io bello-
moral. Pero el «gusto» puede cambiar de acuerdo con el «es-
píritu del tiempo» (Zeitgeist), con las «ideas de Ia época», con
las variaciones del repertorio de convicciones o preferencias
típico de una generación determinada.
Se da, pues, una indubitable variación histórica de los valores
y valoraciones, y esa variación atañe a los valores de cosas y
también a un género más enaltecido de valores, que no es un
valor de cosas, estados o leyes, sino un valor de personas. La
ética de los valores de Max Scheler encuentra el sentido moral
definitivo del mundo en Ia posible existencia de personas po-
sitivamente valiosas. Al deber-ser ideal, que resulta como una
exigencia del valor intuido en una persona, Ie llamamos prototipo

Una primera orientación sobre las distintas tendencias de Ia moderna


axiologla puede verse en LEON DujovNE, Teoría de los valores y filosofía
<ii> Ia historia. Buenos Aires, Paidos, 1959.
3. Etica, II. Trad. esp. Madrid, R, O., 1942, 393.

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o ideal. «Los prototipos —escribe Scheler :I— son genéticamente


más primitivos por su esencia que las normas y por esto en Ia
comprensión histórica de un sistema de normas hemos de re-
montarnos al sistema de prototipos y, en definitiva, a los tipos
ideales de personas que rigen y dominan en cada caso».
El prototipo atrae en forma de tracción sugestiva, que no
es imitación ni obediencia, sino un adentrarse del ser personal
mismo y de Ia disposición de ánimo en Ia estructura y rasgos
del prototipo, siquiera existan, junto a esta libre entrega, otras
formas de influjo mixtas o indirectas, de un prototipo trans-
mitido de generación en generación, por tradición o herencia
de disposiciones o estructuras de preferencia. En cualquier uni-
dad social existe todo un sistema de personas sociales proto-
típicas, de las cuales brota una influencia positiva —o como
contrafigura— sobre el comportamiento moral. Son categorías
inmarcesibles, mitos del espíritu humano, que orientan y verte-
bran las aspiraciones de los hombres, perennes cazadores de
ideal. Sin poner sobre sí un ideal no puede el hombre andar
derecho, en el sentido espiritual de Ia palabra. Para vivir ple-
nariamente requerimos de un algo que colme ajustadamente
el hueco de nuestro corazón. Como los estímulos físicos excitan
nuestras actividades corporales, hay en el paisaje figuras cor-
póreas o imaginarias, cuyo oficio consiste en disparar nuestras
actividades espirituales. Como los antiguos caballeros de Ia An-
dante Caballería, Ia vida necesita espuelas: los arquetipos
ideales son las espuelas de nuestra vida, gestos más o menos
remotos o próximos que definen rutas y crean direcciones *.
La ejemplaridad ética, estética, vital, de unos pocos, es el origen
de Ia sociedad. Muerto el hombre eminente queda un hueco
o forma anónima ejemplar que otros ocuparán. La sociedad es
nataliciamente un aparato de perfeccionamiento. Leopoldo von
Wiese ha visto en Ia «ley del pequeño número», en Ia conducción
(Führen) de un pequeño número y en su ulterior seguimiento
(Folgen), Ia forma básica de todo obrar social.

4. ORTEGA, Obras completas, iIi, 324-6 ; A. Schlesinger Der Begriff des


Ideats. Eme historisch-psychologische. Analyse. Dis. Würaburg, 1908.

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Los tipos puros de personas valiosas con validez general, re-


sultan de vincular Ia idea de Ia persona valiosa como valor
primero con Ia jerarquía de los diversos tipos de valores supre-
mos: el Santo, el Genio, el Héroe, el Espíritu-guia y el Artista,
precisamente escalonados por este orden y rango. De los tipos
supremos de personas valiosas se deducen tipos de valores per-
sonales derivados: el filósofo, el científico, el general... que son
a priori, pero no a priori valiosos. Los tipos puros de personas
valiosas no pueden ser hipostasiados en figuras personales his-
tóricas, aunque sí son objeto de esperanza y expectación, como,
entre los judíos, el Mesías, «que ha de venir», o, entre los estoi-
cos, el Sabio que realizase Ia unión perfecta de Ia razón humana
con Ia Razón universal.
Por las razones que antes apuntábamos, esos cinco valores-
tipo, supremos se han presentado, en el transcurso de los siglos,
a Ia apetición de los hombre con ropajes históricos muy diversos.
Con su carcaj al costado, siglo tras siglo, Ia humanidad ha ido
disparándose, como un buen arquero, hacia variables blancos.
Y como que todo ideal, por perfecto que sea, posee alguna insu-
ficiencia que Ie hace no totalmente congruente con nuestro
corazón y, por tanto, susceptible de ser negado, Ia historia asiste
al drama, mil veces repetido, de un ideal que nace, fructifica
y perece para ceder paso a otros nuevos ideales, destinados luego
a ser arrastrados hacia el ocaso por Ia inevitable resaca de los
tiempos. Ninguna reconstrucción hay más apasionante de Ia
historia que aquella que Ia enfronta como un proceso de descu-
brimiento de valores. A su luz se revela Ia peculiar sensibilidad
de cada época o raza para un determinado tipo de valor, así
como su ceguera para otros, Io que nos permite delinear el
perfil estimativo de los pueblos y períodos de Ia historia. El
sistema típico de valoraciones, propio de un pueblo, es, en de-
finitiva, el secreto último de su carácter y de su historia. «El
dato que mejor define Ia peculiaridad de una raza —ha escrito
Ortega ''— es el perfil de los modelos que elije, como nada
sp*..
»

5. ORTEGA, Obras completas IU, 107.

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revela mejor Ia radical condición de un hombre que los tipos


femeninos de que es capaz de enamorarse».
Tomando como motto esta frase de Ortega vamos a intentar
definir el perfil estimativo de Grecia a través de una selección
de modelos o tipos ideales de vida humana, poniendo proa
peregrinante por entre el vasto repertorio de ideales de Ia vida
griega, cuya inagotable fecundidad arquetípica ha resultado
esencial para Ia formación de los modos de vida del hombre
occidental. Porque así como hay razas y culturas caracterizadas
por un número muy limitado de humanos prototipos, seguidos
por una masa dócil, a Ia cultura griega Ia caracteriza, en cambio,
una increíble superabundancia de personalidades prototípicas, a
cuyo lado se mueve inquieta una masa exigua e indócil. Un ina-
gotable taller de proyección de modelos, y no una fábrica en
serie, fue Grecia, genial como cultura y, por ello mismo, política
y socialmente bastante menos consistente.
La propensión, típica del pensamiento humano, de ver al
hombre, no es individualidad pura, sino sostenido, elevado o
rebajado por el tipo general en que Ie situamos ", a ningún
pensamiento caracteriza tanto como al griego luchando siempre,
como el Goethe del Tasso, por hallar Ia forma en el arte y en
Ia vida. El pensamiento antropoplasta del griego concibe Ia
paideia como Ia configuración artística y plástica del hombre,
de acuerdo con una idea o tipo normativo, que se cierne sobre
Ia intimidad del artista o del pensador : Ia «humanidad» es vista
en el conocimiento de Ia verdadera forma esencial humana '.

6. SiMMEL, Sociología. Trad. esp. Madrid, R. O., 1927, 43-4.


7. Aunque, paradójicamente, no concedieran los griegos a Ia contempla-
ción de Ia plástica el valor pedagógico que conferían a Ia poesía, rnúsica o
danza (constatación que, a primera vista, resulta sorprendente : cf. ARNOLD
BoRCK, Des junge Grieche Zürich, Artemis, 1959, 133-4) Ia verdad es que
Ia educación, Ia poesia y el arte escultórica caminaron en Ia más estrecha
correlación. Paralelo al esfuerzo de Ia plástica por llegar a Ia creación de
Ia forma humana es Ia tensión de los poetas y filósofos en pos de una
idea del hombre, modelo de Ia paideia. De aquí Ia íntima fidelidad que con
respecto a los ideales helénicos mantienen el humanismo de un Winckel-
mann o de un Herder, al ver en Ia plástica griega su más acabada «escuela
de humanidad» (Schule der Humanität). El poeta, el político, el sabio son

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El hombre clásico no es naturalista, al modo que el español.


No Ie interesan las cosas tal y como se Ie ofrecen en su nuda
y menesterosa realidad, sino Io que de normal, jocundo y bien
aliñado se halle en cada ser. El arte clásico es arte universal:
no trata de este hombre Calias, sino del hombre. Es selección
y arquitectura. La vida, dice Macbeth (V, 6), es un cuento mal
contado, «contado por un tonto, lleno de estrépito y furia, sin
sentido». El artista clásico quiere contarlo bien y en forma que
destaque su sentido: el arte clásico es idealizador y universal.
TaI propensión se documenta en el arte y Ia literatura griega
de todas las épocas y géneros. La poesía épica arcaica, idealiza-
dora por definición, adapta al idealismo noble Ia vieja heroici-
dad guerrera s. La didáctica, Ia elegía o Ia lírica coral siguen los

los escultores que dan forma al ser viviente. «No soy un escultor —pregona
Pindaro N V, 1— que crea sus obras inmóviles sobre su zócalo», él que es
escultor de los modelos ideales de areté, Sófocles es el escultor de hombres,
en quien forma y norma se compenetran profundamente : por eso él los
esculpe como deben ser, Eurípides como son, uÙTOç |iav oto'x Set -otetv, Kàpi-
rcíZtyv òi oíoc etoiv (Arist. Poet. 25, 1460 b 34). Aunque Platón es el primero
en emplear el verbo xXátietv «modelar» referido a Ia educación, el con-
cepto es evidentemente muoho más antiguo. Los vocablos EtSoc, ;Mai «for-
mas», tomados por Ia filosofía a Ia medicina de Ia época, que enfoca los
casos concretos de enfermedad agrupándolos en eiS^, y Ia reiterada pro-
fesión de que sólo con vistas al e!8oc, axoßXeswv etc Tt se puede dar defi-
nición de los objetos, dan fe de Ia atávica necesidad poética de intuición
plástica del pensamiento griego, unida a una voluntad firme de renovación,
al impulso innato hacia Ia perfección siuna, al descontento ante Ia realidad,
acicate de nuevas construcciones y paradignas. Incluso Ia idea platónica del
«estado perfecto» y las utopías políticas de un Hipódamo o un Pales tienen
detras de sí las imágenes ideales de Ia «eunomía» creadas por Ia poesía
arcaica de un Tirteo o un Solón y, con mucha mayor evidencia aún, el
modelo ideal del sabio platónico recoge Ia herencia de los modelos vivos de
areté de Ia épica o Ia elegía arcaicas.
8. Los ideales encarnados en personalidades sobresalientes, surgidos de
tendencias y deseos éticos, intelectuales, de anhelos culturales de ciertos
círculos, pueblos o profesiones, no pertenecen en sí a Ia realidad, sino que
son producto de Ia fantasía y, por ello, pertenecen sobre todo a Ia poesia.
Junto a las notas sociales (linaje divino), económicas (costosa armadura,
etc.) y políticas (ejercictó celoso del mundo> aparecen en muchos héroes
homéricos otras notas éticas, propias de Ia nueva moral noble. Prente al

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pasos de Ia épica ". La calidad plástica y «erosiva» del Mito


griego, su concreción formal significativa, su abertura a nuevas
experiencias históricas y su disponibilidad para Ia aprehensión
ágil de nuevas aventuras, hacen a sus figuras capaces de cons-
tante reinterpretación. Los poetas estructuran una nueva forma
de vida para su tiempo e interpretan el mito de acuerdo con
ella '". El carácter edificante, Ia exigencia de edificación (o!xo.
8ofteEv) que imperaba San Pablo del hombre, novelista de sí mis-

tipo arcaico de campeón guerrero, simbolizado en un Ayax, Néstor era ya


para Aristóteles un anticipo del héroe que encarna Ia çpóv^oiç, y en Héctor
nos encontramos con los valores éticos del «hombre simpático» (cf. R. MüLLER-
PREIENFELS, Persönlichkeit und Weltanschauung, 1923 2, 139 ss.). Los valores
éticos del típico representante del ideal heroico aristocrático (amor al honor
y Ia gloria, sentimiento de Ia amistad) están tan decisivamente configurados
en el Aquiles de Ia Ilíada que sirven de pauta a Ia tradición posterior hasta
Ia descripción del ne-faXó^uXoc de Aristóteles. Cf. K. Bielohlawek «Das
Heldenideal in der Sagendichtung vom troischen Krieg» W St 65, 1950-1.
5-18 y 56, 1953, 5-23 y «Zu den ethischen Werten in Idealtypen der griechis-
chen Heldensagen» W St 70, 1957, 22^3.
9. El empleo de paradigmas es típico del discurso didáctico (el de Me-
leagro en boca de Néstor; Orestes, vagando con su padre, ejemplo para
Telémaco) y sabido es el carácter esencial de los ejemplos míticos en Ia
poesía pindàrica : cada caso individual es referido al mundo de modelos
ideales del mito, mirando hacia el cual el héroe puede hacer realidad al
imperativo del -¡évoi' oto; isyl. Cf. B. OEHLER, Mythologische Exerrvplen
in der altercn griechischen Dichtung, Dis. Basilea, 1925. Si el elemento
aristocrático del modelo personal de imitación (¡tqi^otï) desaparece en Ia
democracia y es sustituido por Ia ley, paradigma de acuerdo coii el cual
debe el joven vivir, en el drama ático asistimos a una asombrosa reno-
vación del mito. También los sofistas coleccionan ejemplos mitológicos que,
de acuerdo con su relativismo disolvente, podían servir para todos los fines,
como en Ia disputa entre el logos justo y el injusto en las Nubes.
10. AsI Ulises se ha metamorfosado de guerrero aqueo en legado romano,
rey de armas medieval, hidalgo hispano o en el dublinés del Ulysses de
Joyce. El héroe 5coXUTpoxoc ha sido el oportunista del siglo vi a. C., el sofista
o demagogo del siglo v, el estoico del siglo rv, el clérigo ilustrado medieval,
el explorador colombino, el principe del siglo xvn, el filósofo del xvní,
el viajero esteta desilusionado «a Io Byron» del xix, el protofascista o el
desilusionado ciudadano de una moderna Megalópolis del siglo xx. Cf.
P. PocKE, Odysseus, Wandlungen eines Heldeiiideal, «Antike. Alte Sprach, u.
dtsche. Bild.» 1944, 41 ss. y W. B. STANDFORD, The Ulysses Theme, Oxford, 1954.

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mo, al que se ajusta el empleo del Mito en Ia poesía griega,


Io posee también para el griego Ia historia real. Esta, en cuanto
imagen inteligente del pretérito, selecciona y presenta los hechos
a través de Ia intimidad del espectador: Ia imagen de Ia his-
toria cambia, por ello, con el tiempo. Para los griegos muy
especialmente Ia historia no era un pasado irrevocable, sino algo
activamente informado por el espíritu e ideales del transmisor.
En Ia tradición histórica sobre los artífices del pasado, legisla-
dores y pensadores, imprimían los distintos espectadores sus per-
sonales y diversos ideales. La biografía en sentido moderno es
algo bastante tardío en Grecia. El encomio, el retrato literario,
los excursus biográficos en Tucídides o Jenofonte, no son biogra-
fía pura : Ia vida de los personajes interesa menos que el canon
de virtudes de una figura ideal, que se manifiesta en una serie
de acciones seleccionadas ".

11. En su sentido propio -interpretación de Ia esencia de una persona-


lidad expresada en Ia totalidad unitaria de sus acciones y destino—' Ia
primera biografía griega es seguramente Ia Apologia de Sócrates platónica
(cf. R. HACKFORD, TAe Composition of Plato's Apology, Cambridge, 1933). En
los ejemplos de géneros cuasi-biográficos, que no llegan a biografía pura,
arriba citados, Ia acción individual típica e& presentada como consecuencia
de una determinada propiedad individual, Io que lleva al establecimiento
de un catálogo de las cualidades del individuo ; pero en seguida se las
orienta en el sentido de una imagen ideal <'el Espartano, el Bey, el General.,, :
cf. E'. FruEDERici, Das persische ¡dcalhecr der Cyropadie, Dis. Berlin, 1909'.
Desde Ia ética de Demócrito a Ia socrático-platónica se aprecia una tendencia
cada vez mayor hacia Io absoluto y general. Al Alcibiades, Pedro, etc., de
los primeros diálogos sucede el Ateniense de las Leyes. Es Aristóteles quien,
con su doctrina de Ia relación de las -páJeic del hombre con su f|f>o; Ia doc-
trina del xáftoQ y Ia tipología ética formulada en Ia Etica Nicomaquea y lle-
vada a Ia práctica por Teofrato en los Caracteres, provee al biógrafo del
necesario fundamento teórico para Ia praxis biográfica. Pero todavía en Ia
Etica a Nicomaco los retratos de hombres allí descritos son sólo ilustra-
ciones de Ia influencia de una In<; moral determinada y los Caracteres de
Teofrasto no pretenden tampoco ser retratos de individuos concretos y reales.
El término ^apaxtVjp designa el tipo general normativo, no su realización
individual. Cf. ALBRECHT DiHLE. StvAien sur griechischen Biographie. Abh.
Ak. d. Wiss. in Gött. Phil-hist. Kl. 87. lS>5G. La actitud ante los hechos bio-
gráficos en el período prefilosófico es de '.oa o censura (ensiemplos) ; en
el periodo filosófico, cuando Ia ética clásica crea Ia noción de «forma de

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 31

En Ia historia y en Ia poesía muestra el pensamiento griego


su pretensión idealizadora y universalizante : Ia reducción a
unas cuantas categorías racionales, limitadas y precisas, de Ia
realidad compleja y múltiple. Así, a partir de Ia observación
de las formas muy varias de gobierno de las ciudades, los teó-
ricos establecen unos cuantos tipos de constitución política.
Nada más natural también que, a partir de Ia observación de
los aspectos múltiples de Ia vida cuotidiana, los griegos dedujeran
pronto una teoría de los géneros de vida: teórica, práctica,
apolaústica...
«Que ha de ser un hombre, qué género de vlda ha de escoger
y hasta qué punto, en su juventud y en su vejez, he aquí el
más bello objeto que pueda ofrecerse a Ia consideración». Así
dice Sócrates en el Gorgias platónico (487e). El problema de Ia
vocación humana, y más concretamente el de Ia elección entre
las dos formas de vida que para un griego de elevado espíritu

vida», se presenta al individuo como representante de un píoç. En ambos


casos hay estilización. Este carácter idealizador que encontrarnos en las
vidas de filósofos, con su ideal del filósofo pagano como au)T% y Oeïot âvOpouKoç
(por ejemplo, en Ia Vita Apollonii, de Pilóstrato), es adoptado luego por el
Cristianismo, dotando a sus formas de nuevo contenido, a partir de Ia
Vtta Antonii de Atanasio. Cf. K. HoLL, Die schriftel0risch. Form des griech.
Heiligenlebens, N JJ 29, 1912, 406-27. Si los primeros 150 años del Helenismo
son época de emulación, frente al Clasicismo, a partir de ese momento se
abre un período de ¡u^oic que inspira Ia vida espiritual toda de Ia época.
En filosofía y ética se busca para cada virtud un hombre del tiempo antiguo
que Ia encarne y sirva de rcapu8eiy|iu o, como comienza a decirse entonces,
de xavo)v. También en las artes (en Ia plástica, el Doriforo ; en Ia retórica de
Dionisio de Halicarnaso, Lisias) se impone Ia |u^otc; Tüjv ap-/oiojv sobre el
veu>TepiCeiv. La historia misma de Ia palabra xavu>v (Cf. JENOFONTE, Ages.
10, 2), es, a este respecto, especialmente ilustrativa. He aquí algunos ejemplos
de Ia palabra aplicada a personas : ARisr., Protr. fr. 52 Bose ; EPiCTETO, Diss.
III, 4; PLux., quom. adul. poet. aua. deb. 24 E; PiLON, Vita Mosis I, 76;
LuciANo, Scyth. 1 y Hermot. 76, p. 819 s. C. H. OPPEL, xavtuv Phil. Supplbd.
30, 4, 1937 ; 40 ss. Sobre Ia importancia de los «paradigmas» en Ia oratoria
y Ia historia, remito a los estudios de K. JosT, Das Beispiel und Vorbitâ
der 'Vorjahren' Wi den attischen Rednern und Geschichtschreibern bis
Demosthenes. Rhet, Stud. ed. E. Drerup, 19. Paderborn, 1936, y G. ScHMiTz-
KAHLMANN, Das Beispiel der Geschichte im politischen Denken des lsokrates.
Phil. Suppbd. 31, 42.

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tienen valor y dignidad: acción y contemplación, es el indefec-


tible bivio ante el cual todo griego se sintió, y a menudo más
de una vez en su vida, fuertemente perplejo.
El tema filosófico de los géneros de vida se sistematiza y
precisa con Platón. De Ia legendaria parábola pitagórica de Ia
vida concebida como una asamblea o -«viyppi; lL! a Ia que con-
curren los hombres, unos por amor de las riquezas, otros por
anhelo de gloria y otros, los filósofos, por amor de Ia contem-
plación o &Etup<a, Platón hizo una amplia construcción, cuya
osada claridad sobrepasa con mucho a Io que otros hayan podido
pensar sobre el tema. Aristóteles fijaría para Ia posteridad el
vocabulario del género 8-ewpr,Ttxoc ~p«xTixóç ( ~oXi~íxóç, à-oXixuoTixò;
ßtoc. Durante Ia primera mitad del siglo iv los discípulos de
Platón y de Aristóteles (Jenócrates, Heráclides, Dicearco, Teo-
frasto, Clearco, Demetrio de Falero), los epicúreos y los estoicos
hacen del tema centro de sus preocupaciones éticas. Cada es-
cuela tiene su teoría de vida, cada filósofo escribe su r,epi púuv
A veces incluso, como en el caso del peripatetismo, po<3emos ir
siguiendo las acomodaciones sucesivas que exige Ia polémica
o simplemente Ia evolución de las tendencias, desde Aristóteles
a Dícearco. Se inicia después el período escolástico de lenta
esclerosis del tema: Plutarco, Máximo de Tiro, Dión de Prusa,
Ia Carta a Temistio de Juliano... hasta llegar a Plotino y su
tratamiento original del tema, convertido ya en los demás sis-
temas en lugar común, como, por Io demás, acabaría ocurriendo
también del neoplatonismo : Proclo se limitaba ya a aceptar una
doctrina fijada por Porfirio.
El tema ciceroniano de Ia dignitas curn otio, las variaciones
senequianas sobre este mismo tema, los numerosos tratados

12. La «parábola de Ia panegiria», como Ia ha llamado I. Lévy, nos es


transmitida por distintas fuentes (Cic,, Tu,sc. V, 3, 8-9 ; Diog. L. VTLI, 8 ;
Jámblico, V. P. 58-9) y parece que puede hacerse remontar al repi &vou
de Heráclides Póntico. Que remonte realmente Ia doctrina a Pitágoras es
cosa más dudosa y debatida. Jaeger Io niega, JoIy cree que Heráclides nos
refiere, con lenguaje platónico, una vieja leyenda auténticamente pitagórica,
(Of. también en este sentido R. MoNDOLFO, Los orígenes del ideal filosófico
de vida, «Rev, de estudios clásicos», 1944, 47-71)

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IDEALES DE VIDA H0MANA EN LA ANTIGUA GRECIA 33

medievales De vita contemplatva, Ia superioridad de Ia vida


contemplativa sobre Ia acción traducida a piedra en Ia esta-
tuaria simbólica de las catedrales góticas, Ia rehabilitación de
Ia vida activa desde el Renacimiento al Romanticismo, que
proclama con Goethe en el Fausto Ia primacía de Ia acción
Am Anfang war die Tat..., son los capítulos sucesivos de Ia
historia del desarrollo del tema de los géneros de vida, por
primera vez elaborado por los griegos. La disputa entre Anfión
y Zeto en Ia Antiope euripidea n, ha sido reproducida en múl-
tiples ecos a Io largo de Ia historia de Ia literatura europea:
no es Ia última muestra el diálogo entre Prometeo y Epimeteo
en Ia Pandora de Goethe.
El tema de los géneros de vida no ha sido en Grecia una
creación absolutamente inédita de Ia reflexión filosófica. Los
filósofos tomaron los elementos del tema al clima intelectual
de su época, cuya génesis nos es dado descubrir a través de Ia
lírica arcaica. La desilusión cínica de Arquíloco, Ia interioridad
erótica de Safo, el desgarro de Anacreonte buscan, por solucio-
nes diferentes, el ser en lugar de Ia apariencia. En esa búsqueda
son frecuentes las oposiciones de valor y un juicio decidido por
parte del poeta que presta su adhesión a uno de esos valores:
el trabajo, el placer, Ia riqueza, Ia gloria guerrera, Ia sabi-
duría... :i. Diversos elementos esenciales del tema, desde Ia cons-

13. Sobre Ia reconstrucción de Ia píeza, vid. A. Taccone en RLFC, 1905,


243 ss., y H. WEiL, Eludes sur Le árame antique, Paris, 1908, 213-46..., y sobre
Ia escena en cuestión ; H. ScHAAL, De Euripidis Antiopa, Berlin, 1914, 21 ss.
14, Og. B. SNELL, Die Entdeckung des Geistes, Hamburgo, 19482, 57 ss.
La variedad de gustos humanos es ya constatada en Ia Odisea £ 288 y por
Antíloco, fr. 41. Las distintas tablas estimativas suelen presentarse en Ia
forma estilística de Ia Priamel : Tirteo fr. 9, Safo fr. 16, Lobel-Page, Jenó-
íanes fr. 2 D. K., Pind., I, 1, 47 ss., Baquil., X, 37 ss. Cf. W. KROHLiNO, Die
Priamel als Stílmittel in der gricch.-romischen Dichtung, Greifswald, Dallme-
ye'r, 1935, 32 ss. Otras veces se presentan cn forma de enumeración, pura-
mente numérica o en orden cualitativo diferencial: esc. ático n. 8: BERC,K,
Teognís, 255-6, el Arp.taxóv e~i-¡pa\ííut citado por Aristóteles E. N. A. 8, 1099
a. 25. Cf. A. J. PESTUGiERE, Acta Congri'ssus Madvigiani II, 136 ss. Otros pasajes
de interés; Solón, fr. 1. 43 ss., Teognis, 1067-8 y 911-30, Pind., fr. 221. Sobre
BaquIlides X. 38 ss. vid.. WiLAMOwiTz, Sappho und Simonides, Berlin, Weid-
3

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tatación de Ia variedad de ocupaciones hasta el reconocimiento


de algunos fines esenciales de Ia vida humana, encuentran así
su expresión clara. También en el siglo vi pueden datarse una
serie de historias délficas planteadas en forma de preguntas:
«¿quién es el más sabio?, ¿quién es el más piadoso?», y una
serie de «xoóojxata pitagóricos presentan Ia misma forma: -(
«otatov; «¿qué es Io mejor?» ;i> . La respuesta dada a estas pre-
guntas implicaba una doctrina, una escala de valores, estable-
ciendo categorías y oponiendo géneros de vida, bajo apariencias
puramente individuales: Giges frente a Aglao o el Magnesio
frente a Clearco de Metidrion. Mas tarde, filosóficamente ela-
borado, el tema de las formas de vida se situará en un nivel
más abstracto y sintético, del que se excluye todo elemento
anecdótico. La vida ideal comporta una respuesta simultánea
a todas las preguntas oraculares del siglo vi. Desde el pitagorismo
de Ia vida ideal es a Ia vez Ia más piadosa, Ia más sabia, Ia más
feliz (ef. Et. Eud. 1214a 1-8).
El proceso concreto de Ia génesis del tema de las formas de
vida y su ulterior desarrollo filosófico ha sido objeto de nume-
rosos estudios de autores como BoIl, Terzaghi, Jaeger, Kapp,
Snell, Festugiere, Grilli y de uri libro de conjunto reciente de
Robert JoIy ". Más interesante que insistir de nuevo sobre tema

.ti-' •
marin', 1913, 185 que descubre allí muy agudamente un germen de Ia doctrina
de los 4 ptot: -fiXóoo^o; y 9iXcra|io;, cftXoy_p7|iatoc .v cfiXr¡Sovoc. También en
Pindaro (fr. 123, P. 1, 41, N. 8, 37, O. 9, 100, etc.), está según Wilamowitz en
embrión Ia doctrina de los cuatro 3>oi «aber mit Pindars Sinnesart sind sir
unvereinbar» (p. 190). De estos precedentes griegos deriva, por ejemplo. Hora-
cio, Od, I, 1, 3 ss.
15. Of. H. HERzoG, Das dclphíKclic, Orakel o/,s ethische Preisrichter,
apéndice al libro de E. HoRNEi'pEii, Der junge Platón, Giessen, 1922, y Pn.
WEHRLi AuUE ßtwaac. Leipzig, 1931, 30 ss. Muchas de las sentencias atribuidas
a los Siete Sabios, son también respuesta,s a este tipo de preguntas : cf,
B. SNELL, Lct>en und Meinungen der Sieben Weisen, Munich, 19521. 96.
16. Fn. BoLL, ViIa contemplativa, Sitzungsber. d. Heldelb. Ak. 1920,8;
N. TERZAGHi, La seelta della vila, SIPC 1920, 364-400; W. JAEGER, Ueber Urs-
prung und Kreislau) des philosophischen Lebensiäeal, Sitzungsber. Preuss,
Ak. 1928, 390 ss. (incluido como apéndice en Ia trad. esp. de Ia obra -del mis-
mo autor, Aristóteles. México, Fondo de cultura económica, 1946) ; E. KAPP.
Th,eoria una. Praxis im Denken des Abend!andes, Hamburgen Universitatsre-

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 35

tan trillado, intentemos una síntesis del comportamiento del


hombre, a Io largo de los distintos períodos de Ia historia griega,
frente a la.s diversas especies de valor, labor previa que nos per-
mitirá situar históricamente Ia galería de modelos o ideales de
vida. Dirne con qué valores andas y te airé quién eres.
Antes de hacerlo convendrá, sin embargo, comenzar por dos
observaciones preparatorias. El estudio de estos ideales Io vamos
a abordar naturalmente a través de una documentación literaria,
cuyo compás no siempre marcha al unísono con Ia situación
real histórica. Más todavía: parece ser una ley en Ia vida del
espíritu que, cuando un tipo de vida llega a su término, halla
fuerza para formular de modo definitivo su ideal, como si de
Ia muerte se destacara su elemento inmortal. La decadencia de
Ia cultura rioble produce a Píndaro ; Ia polis agonizante a Platón
y Demóstenes. Puesta esa forma de vida en tensión en su obra
postrimera alcanza categoría de eternidad.
La segunda observación se refiere al muy variable impacto
que en Ia sociedad imprimen los ideales de una época dada. Por
supuesto los ideales de vida, en el sentido en que aquí los vamos
a considerar, no son nunca ideales «standard» ; pero hay épocas
présbitas que se complacen en ideales distantes y difícilmente
alcanzable, y otras épocas miopes que requieren ideales próxi-
mos y sólo por ellos se dejan arrebatar. El mundo de Ia sociedad
griega real se había visto hasta cierto punto reflejado en los
ideales humanos forjados por Ia poesía arcaica: el hombre he-
róico de Tirteo, el ciudadano justo de Solón, el campesino tra-
bajador y justo de Hesíodo... El filósofoplatónico, planta celeste
—oupáviov 9'j-óv—, incomprendido por el filisteismo de Ia masa
dominante, ha de refugiarse en Ia escuela, en Ia secta. Su ideal
no es un «mensaje para todos»; Ia expresión :masa filosófica»,
ydóoopov ~\-f¡'ioc, sería para Platón una contradictio in adiecto.

den XJII. Hainburgo, 1951 : A. J. FEsi'UGŒiiE, Lcs trois vies, en «Acta Con-
gressus Madvigiani, II. Copenhague, Munksgaard, 19o8. 13 ss. ; A. GRiLLi,
Il problema della vita contemplativa nel mondo greco-romano. Milan. Bocco,
1952; B. JoLY, Le thème philosophique des genres de vie. dans l'antiquité
classique. Mém. Acad. Boyale de Belgique, Cl. Lettres LI, 3. Bruselas, 1956.

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36 JOSE S. LASSO DE LA VEGA

En Ia obra platónica, desde el Protágoras y el Gorgias, se va


perfilando cada vez más dramáticamente el inevitable conflicto
entre el estado ideal y Ia nueva ciuitas, marco ideal necesario
del filósofo platónico. La actitud de Ia propia aristocracia ática
frente al nuevo ideal de educación y cultura no hubo de ser muy
comprensiva: el Calicles del Gorgias y el Zeto de Ia Antiope
euripidea son sus portavoces. Dodds ha hecho notar ;T que, en
Ia época de máximo racionalismo en Atenas, se observa, por
otro lado, un recrudecimiento de Ia magia, de los cultos extran-
jeros, de Ia incubación. TaI vez habría que traer aquí también
Ia calificación dada por Burckhardt a Ia religión del siglo xix
«racionalismo para unos pocos y magia para Ia mayoría». La
insolidaridad entre Ia realidad y el ideal se resuelve, muchas
veces, en una invertebración histórica, que priva de fuerza de
tracción sugestiva a los ideales. Contemplamos entonces Ia rara
unanimidad en el incumplimiento de los ideales, que pasan a
ser pura posse plástica. El aristocratismo del ideal platónico y
aristotélico, reservado, muchas veces, a los privilegiados por el
nacimiento y Ia fortuna, cede paso con el estoici&mo> a un ideal
abierto a todos, al hombre de estudio y al de acción, al esclavo
Epicteto y al emperador Marco Aurelio.
Precisados estos puntos, pasemos a caracterizar las líneas
generales de Ia estructura espiritual de las grandes épocas de Ia
historia griega, en un intento por ganar el adecuado cuadro
plástico en que destaquen los rasgos que configuran Ia galería
de tipos ideales de vida humana, característicos de esas épocas.
Definir hoy los tipos humanos forjados por una época histórica
no es tarea que pueda compadecerse con unas generalizaciones
poco rigorosas. Se imponen hoy los historiadores, al elaborar
una periodización histórica, Ia obligación de huir de las gene-
ralizaciones basadas en un mínimo de abstracciones ordenadoras
y ahondar, por el contrario, en el pormenorizado examen de las
unidades periódicas más elementales, como son las generacio-
nes 1S. No sólo útil, sino necesario, parece ligar generatim el haz

17. «The Greeks and the Irrational», Berkeley-Los Angeles, 19562, 199 ss.
18. Cf. «Estudios clásicos», II, 185 ss. En general sobre Ia periodización

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 37

proteico de los hechos históricos. No es posible ganar las eternas


direcciones configuradoras de un concepto integral del hombre
griego sin un previo análisis riguroso de los distintos ideales
humanos de cada época, dbtenidos mediante Ia confrontación
de los de sus distintas generaciones. Eduardo Spranger en gu
libro Formas de vida "'•' ha preconizado, cómo método de com-
prensión de Ia historia, el estudio de las diferentes modalidades
que resultan de Ia variedad en Ia preferencia por distintos va-
lores. La determinación de los «tipos ideales» o «formas de vida»,
puros o mixtos, representantes de un sector cultural que no
excluye el resto, pero que actúa sobre él en sentido predomi-
nante, formas de tipo variable con los cambios de tiempo o
geográficos, define Ia «moral común» de una cultura y cons-
tituye Ia mejor hermenéutica del espiritu objetivado en Ia
historia. Hay que describir para cada época, para cada genera-
ción, los distintos tipos humanos, según prevalezca en ellos uno
u otro tipo de valor: el homo theoreticus, el politicus, oecono-
micus, socialis, aestheticus, religiosus, asi como los recíprocas
interrelaciories entre las diferentes especies de valor, el compor-
tamiento del hombre político frente a los valores religiosos,
estéticos o sociales, por ejemplo, y las motivaciones que obran
sobre cada tipo, y las muy diversas encarnaciones históricas, con
que se nos presentan, en cada época, vestidos los tipos humanos
generales y eternos. Y ello sin olvidar nunca que así corno un
tipo psíquico individual no es nunca más que una racionalización
teórica, rebasada en múltiples aspectos por el perfil del hombre
real, así los tipos históricos humanos son también abstracciones,
desbordadas en buena parte por Ia vida histórica real, pero que
no por ello dejan de ser los más adecuados esquemas de compre-
sibilidad de Ia historia.
Esto sentado, ¿cuáles son las líneas generales de los distintos
tipos humanos, definidos por su comportamiento frente a las
diversas especies de valor, en cada una de las tres grandes épocas
de Ia historia griega?

histórica ; cf. J, H. J. VAN DER PoT, De perioaisering der geschiedenis : een


overzic!it der theorieen, La Haya, 1951.
19. Trad. esp. Madrid, R. O., 1935.

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38 JOSE S. LASSO DE LA VEGA

Comencemos por el período arcaico.


El homo oeconomicus, que en todas las esferas de Ia vida se
orienta hacia Ia estimación de los valores utilitarios, es sin
duda el tipo humano que menos se compadece con los ideales
griegos arcaicos. La aristocracia necesita de Ia ostentación, del
boato externo y Ia pompa de los objetos inútiles, que O. Wilde
llamaba «bellos». Para ella el lujo no es algo superfluo, sino un
instrumento de poder. La ociosidad, juego y negligencia —non-
chalance— típicas de Ia existencia del noble, requieren, natural-
mente, una base econòmica; pero el arte de obtener dinero tiene
su raíz en un ethos distinto del que consiste en saber gastarlo.
La genuina aristocracia griega arcaica es timocrática, no oli-
gárquica en el sentido platónico del vocablo —que brota de Ia
timocracía, pero se basa en Ia fe materialista en las riquezas—.
La ¡iEY«Ao~p£~e;a y Ia ¿ÀeuOspiótr,=;, virtudes específicas del noble,
las c'jcpYeoú«, u(t7Mvui, 9t/,oqcvti/.t, e~í3cí.ít;, í~~o~poyíu del noble pin-
dárico, necesitan de una base material consistente. La riqueza
forma parte del 3Apoc, de Ia felicidad del héroe pindàrico; pcro
una riqueza adornada de virtud y, como Ia de Solón, sin fraude
conseguida -". El aristócrata desposeído Teognis echa de menos
el poder de las riquezas 2 : ; pero éstas nada son si no se sabe
usar de ellas y, por supuesto, al poder de las riquezas Io supera
el de Ia buena fama -1, El trabajo de los oficios y artes manuales,
actividad sórdida y grosera carente de Ia ley de Ia inteligencia,
es mera ßavauaia, envilecedora del hombre al someterle a las ne-
cesidades e intereses económicos y al ajeno arbitrio, convirtién-
dole en instrumento de otras voluntades.
Claro es que no puede afirmarse sin más que los griegos
desconocieran Ia estimación del trabajo -•''. La verdad es que a Io

20. O. 2, 58 y P. 5, 2 ; Solón, fr. 1, 6-7, Lugar común que repite Ia propia


Safo, poco preocupada de moralizar, en el fr. 148.
21. Teognis, 717.
22. Baquílides X. 47 y III, 81. Cf.-/pr,|iaTa,xpwaT'uvrjpen Alceo, fr. 50,
y Pmd. I, 2, 11.
23. Cf. A. 'IiLGHEK 1 Homo fabe,r, Boma, 1929 y Il concetto del lavoro
iii'U'anticliita u nel mondo wmt,cmporanet>, «Stu-di politici». Boma. 1923.

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 39

largo de toda Ia literatura griega, desde Hesíodo -1, discurren dos


concepciones antinómicas a este respecto. Una que ve en el
trabajo Ia esencia misma del hombre ; otra que Io considera
abyecto y obra de esclavos. Responden a dos distintas concep-
ciones de Ia vida: Ia de Ia sociedad aristocrática doria y Ia de
Ia democracia jónica. Todavía mucho tiempo más tarde el dorio
Arquímedes se resistía a poner por escrito sus inventos pura-
mente mecánicos. En cambio, en las florecientes ciudades jonias
el desarrollo económico y material condiciona Ia aparición de
un t'.po de sabio, que, como Tales o Solón, se lanza al mundo
XGtV ¿!rtopíav (/.¡ta xui xa~a ftc<miav -5. Son sabios prácticos, ooso< Et;
ta ipY« :ii, homo sapiens que al propiO' tiempo es horno faber
interesado por las técnicas y sus problemas. El autor del tratado
hipocrático Sobre Ia antigua medicina gustará de llamarse
obrero y artesano y de comparar Ia medicina con el arte culi-
naria '''', El sofista Hipias se jactará de que toda su indumentaria
ha sido fabricada con sus propias manos ±H. Y Anaxágoras vin-
culará el homo sapiens al hmno faber, al afirmar que Ia supe-
rioridad del hombre con respecto a los demás animales —capa-
cidad de progreso y de creación de cultura— tiene su causa en
Ia posesión de Ia mano, ejecutora del trabajo material. Una
amplia cosecha de sentencias sobre Ia cpiXoxovía y el zóvoc y el
|io-/Ooc como fuente de areté y de éxito, nos saldrá al paso a
través de los escritos de los sofistas y de Eurípides 2". Pero en
pleno período arcaico estamos aún lejos de todo ésto y en las

24. Trabajos 289-92 y 303-5 (cf. SAN PABLO II Tes, 3. 8-10). Vid. P. BAiTA-
GLiA. Filosofía de! lavoro, Bolonia, 1951. p. 22 ss. ; A. AYMARD, L'idcc de
travaü dans Ia Grèce arcliaiquc, «Journal de Psychologie», 1948, 29-50;
G. GLOTz. Le travail dans Ia Grèce ancienne, Paris, 1920 ; P. M. ScnuiiL, La-
heur et contemplation, en «Effort et réalisation», Paris, 1951 ; R, MoNDoi,Fo,
La comprensión del sujeto humano en Ia cultura antigua, Buenos Aires,
Imán, 1955, 485 ss.
25. ARisT., Ath. pol. 11.
26. PLAi., Rep, 600a.
27. Of. B. PARRiNGTON, El cerebro y Ia mano en Ia antigua Grecia,
trad, esp., B. Aires, Lautaro.
28. PlAT,, Hipp. 368b-e.
29. Recogidas por Estobeo cn sus Eclo(/ac, s. u. ^t>,oicovta y ap-{ia.

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40 JOSE S. LASSO DE LA VEGA

aristocracias dorias guerreras y en las oligarquías militaristas


o entre las minorías filoligárquicas de las democracias indus-
triales nacientes, Ia soberbia de los distinguidos y el orgullo del
intelectual no olvidan nunca que el homo faber es, en todo caso,
un hombre de segunda clase frente al homo sapiens o al homo
antioeconomicus y deportivo.
El homo socialis es una figura ausente de Ia tipología humana
arcaica. Hay, por supuesto, un sentido general de comunidad
entre los hombres, débiles mortales, hojas del árbol perecederas,
y una conciencia limitada de ciertos deberes de socorro y asis-
tencia para con el huésped o el mendigo :1"; pero, estos deberes
se basan en motivos religiosos, para no incurrir en 3ppi;, no en
Ia existencia de una cierta conciencia social. Por primera vez
en Ia época de Ia lírica símpótica comienzan a emplearse pala-
bras como o'jjxwio-/siv, ouvMj-/a).cev, auvetíévaí 3I y Ia reunión de los
hombres en los partidos políticos o en las sectas de órficos y
pitagóricos condicionaron sin duda el descubrimiento de nuevas
esferas del alma humana, aquellas que hacen del hombre un
animal «simpático». Un principio de actuación filantrópica se
da en Ia persona de algunos tiranos, grandes señores de un tipo
de dominación, cuyas formas típicas de cobertura de las nece-
sidades son las mecenísticas y las mendicantes :t> ; pero, en con-
junto, el alma arcaica, encerrada en si misma, suscribe Ia distan-
ciadora profesión pindàrica (Pit. 1, 85) xpéooov yào otxttpaou ç'Jóvoc.
Bl homo poUticus arcaico es el no<ble cpuS, por Ia gracia de
Dios, heredero de los reyes homéricos descendientes de Zeus 3I
En el tránsito tormentoso desde el antiguo régimen hacia nuevas
formas políticas, las figuras del tirano o de los grandes Iegisla-

30. 0 546: uvTÍ xaarfv^Tou ^etvoc 0' IXETT 1 Q Tt TÉT'jxTut


~ 207-8: "pOQ Y^P >i-'K Etatv 'XftavT&Q
-;EiVQ> TE T.'U>-/n'l TE, ítóotQ V oXiyT TE ^ÍATj TE
81. B. SNELL, Die Entdœckung des Geistex', 85 nota.
32. M. WEBER. Economía y sociedad. Trad. esp. México, Pondo de cul-
tura, 1, IV.
33. Cf. A. LESKY, Erbe und Erziehung im griechischen Denken des f ü n f t e n
Jatirhunderts, NJJ 1939, 361 ss., y W. HAEOiCKE, Die Gedanken der Griechen
über Familienherkunft und Vererbung. Dis. Halle. 1936.

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 41

dores y aisymnetas, que aspiran a Ia depuración moral y eco-


nómica del estado aristocrático, son, por otra parte, modelo del
hombre de estado posterior y, como el filósofo y el poeta, resul-
tado del desarrollo de Ia individualidad espiritual. Los grandes
representantes de Ia paideia griega arcaica se hallan entre las
estirpes continentales, a las que Ia formación consciente de un
tipo superior de hombre les confiere una enorme ventaja sobre
los jonios. La cultura aristocrática, cuyas raíces penetran hasta
Io más hondo de Io humano, es Ia fuente que alimenta Ia más
alta voluntad educativa de Ia Grecia arcaica.
En Ia vida moderna profanada, el hombre, señor del Universo,
puede ordenarlo racionalmente, poniendo el arte al servicio ex-
clusivo de su pensamiento: el arte puede convertirse en coto
cerrado de especialización estética, experimento de colores y for-
mas, música para los ojos. Pero en el arte antiguo, cuya lengua
hablaron con mayor pureza que nadie los griegos, «todas las
cosas están llenas de Dios», -úv-u -Xr.py; &swv ai , y el arte es un
canto de gratitud por Ia realidad, el Dasein concedido por Dios.
La religión griega no fue nunca una religión estática, petrificada
de formas y figuras halladas de una vez y para siempre, sino
perpetua y renovada Ilustración. El Mito cambia, y Ia palabra
y Ia imagen prestan a nuevas experiencias nuevas respuestas.
¿Qué experiencias religiosas van hallando forma en los cambios
de estilo del arte griego? Los estudios, en estos últimos años, de
autores como Buschor, Clerc, Dobschütz y Sohefold :lf>, van po-
niendo en claro definitivamente que, también en el caso griego,
«la historia del arte es —como ha dicho H. Seldmayr m— una
historia de experiencias religiosas». La palabra y el arte son
respuestas a Ia realidad divina. La relación entre arte y palabra

34. Tales fr. A 22.


35. E. BuscHOR, Von griechischen Kunst. Ausgewählte Schriften. Munich,
1956; Die Plastik der Griechen, Berlin, 1942s; Vom Sinn der Griechischen
Standbilder, Berlin, Mann, 1942 ; C. CLERC, Les theories relatives au culte
des images chez les auteurs grecs au 2>' siècle après J. C., Paris, 1915 ;
K. ScHEFOLD, art. «Bild», cii «Realex. f. Antike u. Christ.» ; Griechische Kunst
als religiöses Phänomen, Hamburgo, 1959.
36. Kunst und Wahr>ieit. Hamburgo. 1958, 77,

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42 JOSE S. LASSO DE LA VEGA

es distinta que en el Medievo, cuando el arte se apoya sobre


el texto de un libro sagrado. La saga griega se corporeiza a Ia
vez eB poesía y arte plástico, y no se puede hablar del arte griego,
sin conocer el arte de las Musas. Sólo sus lecturas homéricas
proveyeron a Winckelmann de Ia lengua apropiada para Ia des-
cripción de las estatuas griegas ;1T. Herder describió en su Kalli-
gone al plástico pueblo griego como aquel que vivió en constante
familiar trato con otro pueblo de estatuas. Poesia y arte, estatuas
y figuras poéticas son un trasunto de Ia forma de Ia vida y, a su
vez, influyen sobre Ia propia vida. No Ia magia o el anhelo de
transcendencia, buscado en Ia ceguera para el movimiento fun-
cional y en Ia apetencia de eternidad —como en el arte oriental—
o en el éxtasis y Ia danza y el movimiento —como en el arte
cretense antiguo— o en Ia oposición sobre el mundo pasajero
sensible de otro mundo de figuras normativo e ideal —como en
el arte romano— daban al arte griego su privilegiada situación
frente a Ia vida, sino su permanente contacto con el manantial
originario del Mito, por medio de formas siempre nuevas.
El ethos de Ia escultura griega arcaica es una actitud fun-
damentalmente religiosa. Es no sólo el ethos del ¡i^Bev a-fuv y
üel -fvu)fa oeuutóv más también el del |i.etavoei «fiaptcóv del arrepen-
timiento que abre una nueva vida :".
Lo divino de Ia forma dignifica en grado eminente al arte.
Buschor ha calificado al arte arcaico de «Wirklichkeitswelt», y
nada enaltece tanto al artista arcaico como Ia conciencia orgu-
llosa de crear seres reales. Arte de figuras divinas y sólo al filo
ya del período clásico los prototipos advienen representación de
Ia vida diaria; pero no para representar Ia complejidad toda de
Ia vida —>como en Ia pintura flamenca—, sino Io demònico de Ia
vida, poseído el artista de un sentimiento de profunda venera-
ción ante Ia vida, de ese primario sentimiento religioso que Albert
Schweitzer ha identificado con «die Ehrfurcht vor dem Leben».

37. Cf. W. KRAUS, Winckelmann und Homer. Berlin, 1935, y W. SCHA-


DEWALDT, Winckelmann und Homer, Leipz^, Barth, 1941.
38. R. PFEIFFER, The Image of the Delian Apollo and Apolline Ethics,
«Journal of the Warburg and Courtauld Institutes», 15, 1952, 20 ss.

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 43

La religión griega ha sido caliñcada muchas veces de «reli-


gión del arte» (Kunstreligion), tal vez no con demasiado acierto.
Más acertadamente cabría calificar al arte griego, especialmen-
te al arcaico, de un arte religioso. El homo aestheticus arcaico,
el art;sta plástico o el poeta Píndaro es el hombre que con el
producto artístico o con Ia palabra busca respuesta a Ia realidad
divina de Ia vida y Ia encuentra no fuera del mundo, sino dentro
de esa vida hecha «de espíritu y de verdad».
Pasemos al homo theoreticus. El pío; ôeioprpxóç, en cuanto
ideal consciente de una vida exclusivamente consagrada al co-
nocimiento, es una creación platónica. La ética platónica esta-
tuye varios tipos de vida y se centra en el problema de Ia elección
de Ia vida mejor. Aristóteles es, en cierto modo, un representante
todavía más puro del 3to; 9ccop7,T'xo; En Ia última redacción de
ia Etica aristotélica, en el libro VII de Ia Etica Nicomaquea, el
término 9povr,at; es reservado a Ia razón moral práctica y cppóvqioi
son llamados Pericles y otros hombres prácticos de Ia misma
clase, mientras que los vocablos ooyí« y oocpoí designan Ia sa-
biduría del xrioaoc y de las cosas divinas y se reservan para
hombres como Tales o Anaxágoras. Entre los sucesores de Aris-
tóteles surgió una viva polémica sobre Ia primacía del 3<o;
9'giop7]Ttxoc (actitud del maestro seguida por Teofrastro) o Ia
del p<oc -p<xxTtxoc (actitud de Dicearco de Mesina). Divorciada
cada vez más Ia especulación pura de Ia vida, el filósofo no
podía seguir siendo considerado como el arquitecto del espíritu
y de Ia sociedad. Hubo que vincular Ia vida filosófica con Ia vida
práctica y fue entonces cuando las figuras de los pensadores
presocráticos, presentadas hasta ese momento como puros re-
presentantes de Ia vida contemplativa, fueron interpretadas en
las Bíot cpiXooócpwv, de acuerdo con las nuevas ideas éticas, como
legisladores y hombres prácticos. Eh un trabajo sobre este tema
de Werner Jaeger :!l1, que es ya clásico, quedó probado que Ia
doble luz, tanto como frewp^tixòç ßioc cuanto como itpaxTtxoc píoc,
bajo Ia que Ia tradición antigua nos ofrece su imagen de los
• 4v*t,
f X-.
39. Uebcr Ursprung und Kreìslmif p7iztosop/iiscfte7i Lebensideal, cf. not IG.

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44 JOSE S. LASSO DE LA VEGA

primeros pensadores presocráticos es, en fin de cuentas, reflejo


de Ia evolución de las ideas sobre Ia vida contemplativa desde
Platón hasta Dicearco. Pero, esto admitido, nadie puede poner
en duda que el ideal de vida dedicada a Ia 9^copvq pura fue ha-
llazgo de los jonios, que tardó bastante en ser recogido, en
fórmula definitiva por Platón, en Atica, en donde era más difícil
despojar al pensamiento de su contenido político y práctico.
La peculiar actitud espiritual, Ia consagración incondicional al
conocimiento del ser, Ia sosegada indiferencia y osada soledad
de aquellas heroicas existencias de intelectuales como Tales,
Anaximandro, Parménides, Empédoeles o Anaxágoras estruc-
turan una forma inédita de vida intelectual, que, con orgullosa
conciencia de superioridad, enfrenta Jenófanes agresivamente
a los ideales de vida heroica o noble vigentes en Ia Grecia ar-
caica w. Son figuras que, independientemente de su verdad,
poseen una significación pluscuanhistórica, en cuanto «typischen
Philosophenköpfe», que decía Nietzsche. Nuestra admiración se
dirige a ellas no sólo por sus hallazgos, sino porque todo Io que
afirman es reflejo de su propio f/Ooc personal. Cada uno de ellos
(Anaximandro y Heráclito, Parménides, Empédocles, Anaxágoras
y Demócrito) realiza una forma posible de vida del ser espiritual,
que no son las únicas posibles, pero con las que guardan conexión
todas nuestras posibles actitudes intelectuales o científicas ".
No es aquí del caso pasar revista, ni siquiera sumariamente,
a Ia cadena de situaciones en que se ve envuelta Ia sabiduría
griega hasta que Sócrates introduce en Grecia un nuevo tipo
de sabiduría, el puro ßio; (k<opr^ixo'c, En un ensayo penetrante Io
ha precisado magistralmente Xavier Zubiri í!. La sabiduría que
era, desde sus comienzos, un saber sobre las ultimidades del

40. Fr. 2, Diels-Kranz, con todas las restricciones con que haya de ser
entendida Ia oo^íij de Jenófanes ; cf. A. J. PESTUciERE, Acta Congre$sus
Madvigiani, IT, 136-T.
41. Cf. K. DEicHGRAEKER, Personliclikeitsethos und pMlosophisches For-
sctiertum der vorsokratischen Denker, en «Der listensinnende Trug des
Gottes», Gotiiiga, Buprecht, 1952, 57-82.
42. Sócrates, y Ia sabiduría griega, en «Naturaleza, historia, Dio.s», Madrid,
Ed. Nacional, 19553, 143-206.

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 45

mundo y de Ia vida, muy próxima a Ia religión, se convirtió, por


obra de los milesios, en un descubrimiento o posesión de Ia
verdad sobre Ia naturaleza, más que en ciencia en una visión
teorética del mundo, a Ia que los jonios aportaron su ideal de
&ewpÍT¡, los pitagóricos su ideal de vida filosófica y Jenófanes una
nueva actitud teológico-religiosa. Con Parménides y Heráclito
el sabio dirige su mirada hacia el descubrimiento del Ser, hacia
Ia visión de Io que las cosas son. Con Bmpédocles, Anaxágoras
y Demócríto Ia sabiduría se convirtió en ciencia, cuyo objeto
no es ya Ia visión, sino Ia intelección de las cosas: no ya Ia
naturaleza, sino Ia naturaleza de las cosas es su objeto. Por otra
parte, con los sofistas, Ia sabiduría se convertiría en retórica y
cultura en Ia vida ciudadana de Atenas. De esta herencia arran-
caría Sócrates para su descubrimiento de Ia Sabiduría como
ética, como r,'ioc filosófico.
Si en los tipos del hombre griego arcaico hasta ahora rese-
ñados el comportamiento ante los valores religiosos es acusada-
mente positivo, el homo theoreticus, en cambio, representado
por los filósofos presocráticos, ha causado a muchos una pri-
mera impresión radicalmente destructiva y antirreligiosa, como
de contrafigura del homo religiosus arcaico, de Ia que, con fre-
cuencia, se ha predicado el verso goethiano.
Prophete rechts, Prophete links, das Weltkind in der Mitte.
Aristóteles les llamó cpuotxoí y bastantes positivistas modernos
(Gomperz, Burnet), parecen haber entendido ese calificativo en
el sentido moderno de «físicos» y naturalistas. Pero Cicerón y
San Agustín habían visto en ellos a los fundadores de Ia teología
natural. Recientemente Werner Jaeger ha emprendido en su
libro excelente *' Ia revisión de este problema, mostrando que
Ia filosofía presocrática es también, en el fondo, una teología.
En el desarrollo histórico de Ia especulación sobre Ia cpjoi; y Ia
ap-/ji del mundo, Io divino, perdiendo Ia figura de los dioses del
Mito, fue sometido a una reelaboración y depuración concep-
tual, y Ia nueva Weltanschauung, desde el ánetcov de Anaxi-

43. La teología de los primeros /ilósofos griegos, México-B. Aires. Pondo


de cultura, 1952.

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46 JOSE S. LASSO DE LA VEGA

mandro al v o ù c de Ia teologia anaxagórica o de Diógenes de


Apolonia, desembocó de nuevo en una teología. Como que la
religión griega no descansaba sobre una revelación dada para
siempre y solo en parte conciliable con Ia luz de Ia razón, el
Zeus del Mito y Ia poesía recibe el impacto de las nuevas ideas
sobre Io divino y, a Ia vez, Io divino, -ó 9eiov de los filósofos, Io
Sabio de Heráelito por ejemplo, «quiere y no quiere a un tiempo
ser llamado Zeus» ". La forma de himno religioso que, con fre-
cuencia, adoptan las descripciones que los presocráticos hacen
de su Primer Principio corroboran nuestro derecho a considerar,
en buena parte, sus especulaciones como un modus deum cog-
nosc&ndi et colendi K.
El hombre griego arcaico es un homo religiosus. Scheler ha
hecho notar *6 que no es Ia nueva concepción de los valores, ni
su acuñación histórica en nuevos contenidos plásticos Io que
produce las variaciones históricas que hallamos en las ideas
sobre Io divino, sino que es el cambio primario de contenido de
Io que se tiene por divino Io que hace que cambien los modelos
prototípicos reales. Los tipos puros de personas valiosas no son
sino los aspectos laterales, jerárquicamente escalonados, de Ia
Divinidad simple e indivisa, cuya bondad esencial se los hace
contener de modo enteramente ejemplar. Esta proposición, muy
importante para el estudio de las relaciones entre Ia historia
de Ia religión y Ia historia de Ia ética y de Ia cultura, en ningún
período de Ia historia griega podría documentarse más clara-
mente que en el arcaico. Al Dios-héroe de los poemas épicos
corresponde un modelo prototípico personal muy distinto de
aquel que corresponde al Dios-justo, Dios legislador de los filó-
sofos jonios: el ciudadano justo, cuyo ethos refleja por ejemplo
Ia elegía soloniana 4T.

44. Heráclito, fr. B 32.


45. Cf. K. DEicHGRAEBER, Hij7nnische Elemente in der philosophischen
Prosa der Vorsokratikcr, «Philologus», 88, 1933, 347 ss.
46. Etica n.
47. Que en Ia idea homérica de los dioses el rasgo distintivo, más aún
que Ia inmortalidad, es Ia fuerza es Ia tesis defendida por ERLAND EHNMARK.
The Idea of God in Homer. Uppsala, 1935. Sobre Solón, cf. W. jAEGEis, Solons

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 47

Esbocemos ahora sumariamente el comportamiento del hom-


bre clásico frente a los distintos tipos de valor.
La línea arcaica de menosprecio del trabajo material y de
los valores utilitarios de Ia vida se continúa en Ia Atenas clásica
en las voces de los intelectuales más caracterizados. Jenofonte,
militar y laconófilo, considera el trabajo manual como un es-
tigma social y degeneración física que daña al alma, sin tiempo
para cultivar Ia amistad y practicar Ia ciudadanía 4Í. Son ,muche-
dumbre los pasajes platónicos '9 en que parece percibirse un
eco de Ia pregunta bíblica de Jesús, hijo de Sirach: «¿Cómo
convertirse en sabio, cuando se guía el arado?». Pero con Sócra-
tes el concepto del trabajo se había universalizado, extendién-
dose a cualquier clase de actividad, proclamando Ia dignidad
moral del trabajo y considerando que, en el doble plano econó-
mico y moral, el trabajo productivo es conveniente. Herederos
fieles en ésto de Sócrates, Antístenes y los cínicos se conver-
tirían en los filósofos del proletariado griego. En Platón sus
ideas aristocráticas, su laconofilia, su hostilidad idealista contra
Ia materia luchan, en este punto, con Ia herencia socrática y
con el estado de conciencia de Ia polis democrática. Aristóteles w
exige Ia mutua conexión entre Ia actividad material y Ia espi-
ritual: Ia inteligencia evita que, en el trabajo material, el hom-
bre se convierta en ciego instrumento y, a Ia vez, Ia técnica es
reconocida como momento esencial del proceso de conquista y
avance de Ia ciencia. Más tarde, los estoicos extenderán a Ia
esfera ética Ia idea de lucha y «0/^01;. Si el ßa/Hoaoc 3ioc o el
appaio; 3ioc son innobles y contrarios a Ia virtud, el trabajo al
servicio de Ia inteligencia y productor de bienes exteriores, po-
sibilita Ia 0/0X7] o el ocio, necesario soporte de Ia vida intelectual.

Kunomte, «Sitz. Berl. Ak.», 1926, 69 ss. y Paideia 137 ss. La conciencia hi-
perestésica de justicia, típica de Ia época, Ia puede ilustrar un solo detalle:
Ia comparación entre Homero IL, 1. 356 r¡tí¡ir¡a£v y Arquíloco, fr. 79, 13 6;
it'^8ixT]OE <cf. H. GuNDERT, ArchHokos und Solon, «Das Neue Bild der Antike»,
I, Leipzig, 1942. 137».
48. Económico 4, 203.
49. Rep. 371e. 415a, Ley, 846d, I AIc. 131a-b, etc.
50. E. N. X, 7 ; PoHi. 1253b, 1328b.

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48 ,IOSE S. LASSO DE LA VEGA

La universalización socràtica del concepto de trabajo y las exi-


gencias de una sociedad como Ia atenien.se clásica, en Ia que
Policrates había podido hacer motivo de acusación contra So-
crateselquenO'Sededicaraalosnegocios, tpu-e^'.tr,i o3x i ; 7 t / - 1 ' ,
explican el cambio de apreciación; pero todavía Arriano, hablan-
do del sitio de Tiro, se creerá obligado a recordar por su nombre
a los soldados que escalaron los primeros Ia muralla, y no al
inventor del ingenio bélico que Io hizo posible l! ,
De Ia renuncia del intelectual clásico hacia Ia sobrevaloraeión
de Io económico bastará a dar idea el hecho de que uno de los
más graves motivos de inculpación contra Ia sofística, esgri-
midos por Sócrates y Platón, fuera el de haberse convertido en
enseñanza pagada, saliendo del círculo de amigos y presentán-
dose, como una mercancía, en el mercado '", fcócrates, que en
su juventud fue durante algún tiempo logògrafo y abogado,
todavía en su más avanzada vejez se avergonzaba de estos co-
mienzos 5l. La acusación de cpiAo-/pr,|H/To; era aún tenida por una
inculpación vergonzosa, incluso en Ia sociedad burguesa ateniense
del siglo v, cuyo espíritu «victorino» es bastante diferente del
espíritu social del siglo iv, La «vida en seguridad» es ahora ideal
de muchos (cf. EtmiP., I. A. 16 y fr. 194, IsocR., 1, 43). Los pro-
gresos de Ia economía en Ia época debían de haber hecho a los
hombres más materialistas de Io que los filósofos desearan e
incluso para algunos políticos del momento to -/pr,ai|tov, Ia uti-
lidad, era Ia medida de Ia justicia. Léase, si no, en el libro V de
Tucídides el episodio de los nielios y atenienses, en el que el
historiador ha configurado, como filósofo, un paradigma de su

51. Cf, V. DE MAGALHAEs ViLHENA, Socrcilc t't Ia légende platonicienne,


Paris, 1952, 78 ss.
52. H. DiELS, Antike Technik, Leipzig, 1924'-<, 29 ss.
53. Jen. Mem. I 6, 13; PiAT., Gorg., 420e; ARisr., E. N, 1164a 24. Cf.
TH. CoMPERz, Pensatori greci, Trad. ¡t. Plorencia, La Nuevo Italia, 195ff'.
II 216 ss., y GüsTAV KAFKA, Sokrates, Platon und der sokratische Kreis,
Munich, Reinhardt, 1921, 19 ss.
14. Ci, F. BLAss, Die Attische Beredsamkeit II, 14 y Io que cuenta Ps.
Plut. Vita X Orat. 4, 837b. Sobre !a avaricia como rasgo oriental, Plat.,
Ley. 747c.

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 49

doctrina de Ia política de Ia fuerza y, como artista, Ia tragedia


típica de Ia vida de los pueblos ".
El homo socialis, figura típica del mundo helenístico, ausente
casi por completo del mundo arcaico, comienza a perfilarse bas-
tante claramente a finales del clásico.
El griego arcaico cultiva cuidadosamente el nietzscheano
«pathos de Ia distancia» : griego frente a bárbaro, hombre frente
a mujer, libre frente a esclavo, adulto frente a niño, rico frente
a pobre. La conciencia de comunidad entre los hombres, frente
a Ia divinidad o al animal irracional, lleva al griego clásico al
descubrimiento de dos dominios específicamente humanos: Ia
razón, como condición de toda creación ordenada, y el estado-
ciudad, como deber común a todos los ciudadanos. La filantro-
pía o el consentimiento cordial con Ia humanidad toda será una
creación del Helenismo ; pero sus antecedentes están en Ia
Grecia clásica.
A partir del año 420, ha hecho observar Buschor x, los re-
lieves funerarios atenienses representan a Ia esclava con Ia mis-
ma talla que a Ia mujer libre. La sofística y Ia tragedia digni-
fican progresivamente a Ia mujer '7. Sófocles presenta en el
Flloctetes a Ia compasión como el origen de toda verdadera
virtud -'\ y en el I/.so; y el ao3o; de Ia catarsis trágica, afectos
elementales -v', no deja de haber, como quería Lessing, un cierto
fondo humanitario-filantrópico.
El esclavo, hombre sin derechos en Ia sociedad griega, co-
mienza a ser tratado con más humanidad y benevolencia: el
viejo oligarca autor de Ia Constitución de los Atenienses, atri-
buida a Jenofonte, se queja del trato dulce dado en Atena.s

55. Cf. H. voN ARNM, Gerechtigkeit und Nutzen in der griechischen


Au/klärungs-pfiilosaphie, Frankfurt, Werner-Winter, 1916, 10 ss.
56. EuRiPiDES, Medea Hippolytos Heracles, Munich, 1952, 84.
57. Cf. El descubrimiento del amor en Grecia, Madrid, Facultad de
Filosofía, 1959, 82 ss. y 181 ss.
58. Cf. A. LBSKY, Sophokles und das Humane, «Almanach d. österr. Ak.
d. Wiss.», 101, 1951, 222 ss. y Hermes 80. 19o2. 95.
59. W. SCHADEWALDT, Hermes 83. 1955, 129-81.

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50 JOSE S. LASSO DE LA VEGA

a los esclavos li(l. Los médicos tratan al esclavo como al hombre


libre y en las Epidemias h:pocraticas abundan las historias
clínicas de esclavos y, sotore todo, esclavas enfermas "'. Las crí-
ticas de sofistas como Hipias y Antifonte, pero seguramente
rnucho más aún el ethos religioso del culto de Dionisio, los mis-
terios eleusinos y otros cultos extranjeros, debieron de influir
considerablemente en el camb'.o de actitud, que proclama Esquilo
en el Agamenón >>2.
|ievst TO freiov oouXÍ« 7iep iv cppeví.
A Eurípides su personal visión poética de Ia vida y las in-
fluencias intelectuales y religiosas de su tiempo Ie capacitaron
para descubrir nuevas esferas de Ia realidad e integrarlas en
su cosmos trágico Ki. Alguno de los esclavos de sus p:ezas sabe
superar Ia esclavitud por gracia de su libertad interior; pero
los verdaderos esclavos no se confunden nunca con los hombres
libres, mientras que los hombres nobles y libres, incluso en
Ia esclavitud, son libres. En Ia tragedia Alejandro " el problema
de Ia esclavitud y Ia nobleza del hombre es el central: Ia no-
bleza, EOyéveía, se identifica allí con i;, cppóvqtov y -'., auvEicv,
mientras que las diferencias sociales son cosa del vójioí, de Ia
convención. En el Ion el hierodulo es un acabado ejemplo de
ßio; oe|ivos. En Ia época de Euripides, y por influjo de Ia sofistica,
llegó a creerse que circunstancias externas (nacimiento en ciu-

60. I U) ss. Detalle drast:co : Ia Knabcnliebe es permitida a los hombres


libres, pero no a los esclavos (EsQuiNEs. Contra Timarco, 138 y 139, Purr,,
Erot., 4).
61. K. DpiCHGRAEBER, Dic ürztHclic StaiidcsctMk des iiippokratisclm-ii
Eides, Quellen und Stud. zur G«sch. d. Naturwiss. u. d. Medizin 3, 1933,
29 ss. y especialmente 37 ss.
62. V. 1084.
63. Cf. W. NESTLE, Euripidf,s der Dichter der griechischen Aufklärung,
Stuttgart, Kohlhammer, 1901 (sobre este libro : TH. ZiEUNSKi, Antike Hu-
nw,mtat, «Neue Jahrbücher», 9, 1902, 6S5-51); K. LATTE, Griechentum und
Humanität, 1947; J. Vocx, Sklaverei und Humanität im klassischen Griechen-
tum, Abh. d. Ak. d. Wiss. u. Lit. Mainz, 1953, 4, 13 ss.
64. Reconstrucción y edición de los fragmentos : B. SNELt, Euripides
Alexandras und andere Strass!mrger Papyri nvt Fragm. griech. Dichter,
Hermes Einzelschr., 1937.

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TDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 51

dad extranjera, esclavitud a consecuencia de una guerra, etc.)


no condicionaban una auténtica esclavitud; pero ésta siguió
considerándose como algo natural. Platón dictaría severas leyes
de separación entre libres y esclavos '*. La comedia arsto<fanesca
no ha descubierto Ia humanidad de los esclavos, que, en este
respecto, no son comparables al tipo de los criados del teatro
del xvii o xviii, y en el propio Menandro, en su humanísima
Comedia Nueva, pervive fuertemente ese factor de incompren-
sión. En Ia institución de Ia esclavitud griega subyace un ele-
mento de defensa de una fuerte vitalidad, aún a costa del pró-
jimo, y otro factor de espiritualidad, que entiende el ouder no
como fuerza bruta, sino como disposición racional, base nece-
saria, por otra parte, del 3ioc 8'so>pr,tixo; ". De aqui Ia resistencia
que a prescindir de ella mostró siempre el hombre griego clásico,
ciudadano de un estado en que alentaba un curioso pat-hos,
mezcla del frío e interesado cálculo del éxito con el sentido
abnegado de Ia comunidad. Los individuos sólo prosperan si se
engrandece Ia comunidad ; pero, a Ia vez, el egoísmo natural era
encauzado como fuerza de conducta política.
Por otra parte, Ia tajante oposición entre griego y bárbaro
se mantiene a Io largo de todo el período clásico. La idea de Ia
Helenidad, del carácter universal de Ia cultura griega, había
sido entrevista, antes de Isócrates, por algunos sofistas: ser
o no griego es asunto de u.a><M/. y de -</AOeu3i;, no de naci-
miento en tal o cual ciudad ; pero Ia gracia de Ia paideia es
atributo exclusivo del griego y no del bárbaro. El propio Eurí-
pides conoce tan bien como Heródoto (que edifica sobre esta
oposición todo su sistema histórico) Ia oposición entre las cos-
tumbres y modos bárbaros y las helénicas, siquiera algunos
pasajes de sus obras parezcan preludiar ya Ia superación del
nacionalismo por el helenismo universal *7. Algo semejante cabe
decir de Isócrates (i!i.

65. Cf. GLENN R. MORROW, Plato's Law of Slavery, Urbana, Illinois, 1939
(Illinois Stud, in Lang, and Lit. 25, 3).
66. TaI es el sentir de Heráclides Póntico (Aten. XII, 512a>.
67. Cf. W. NESTLE, Eurípides, 361-8.
68. Cf. JuLtus JtJTHNEn, [sokratcs und die Menschheitsidec, «Wiener

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52 JOSE S. LaSSO DE LA VEGA

El hombre clásico no es aún un horno socialis. Ni siquiera


el hermoso verso de Ia Antigona sofoclea (523)
ouTot ouve/_Oetv ù/.Xà auji.oc/,civ I^'jv
«no nací para compartir el odio, sino el amor», puede tener otro
sentido que el restricto del caso concreto a que se aplica "'',
bien que los personajes de Ia tragedia clásica muestren a veces
mucha humanidad e incluso humanitarismo en sus reacciones:
Antígona, Edipo y sus hijas, Admeto que, sobreponiéndose a su
duelo, ofrece hospitalidad a Heracles, Teseo que, por encima de
su propio interés, pone Ia consideración de las «miserias hu-
manas» T0, Ia actitud de Ayax ante Ia muerte o de Filoctetes al
abandonar Lemnos...
El ideal estético del hombre griego clásico no es un esquema
atemporal o inespacial, sino fuertemente arraigado en su am-
biente político, pese a Ia engañosa impresión que puedan pro-
ducirnos los humanismos clásicos que han visto en él sólo su
aspecto intemporal 7 I . En Ia Grecia clásica era tan imposible
un estado ajeno al hombre corno uri hombre ajeno al estado.
El arte y Ia literatura clásicas trascienden Ia esfera puramente
estética y apuntan a una finalidad socil y política, El artista
plástico, arquitecto, pintor o escultor, y el poeta son vinculados
por el griego clásico al legislador. La palabra y el sonido, Ia
armonía y el ritmo son las fuentes configuradoras del espíritu.
El cultivo del arte por el arte es algo absolutamente ajeno al
artista clásico. El arte fue, en cierto sentido, siempre en Grecia
un arte impuro, nunca ajeno a Ia educación política. El caso del
filósofo Platón infravalorando Ia poesía, convencido de Ia im-
perfectibilidad de Ia vocación puramente estética de forma y de
Io irresponsable y fantástico de todo estilo vital puramente

Studieri», 47, 1929, 26-31. Este estudioso es también autor de un libro de


conjunto sobre el tema: Hellenen una Barbaren, Leipzig, 1923 (Das Erbe
d. Alten 2, 8).
69. Cl W. ScHMiD, Gríecti. Lit, 2, 351 ; W. EBERHARD, Die Antike 20,
1944, 106. Como estudio general: O. HERWEROEN, Dos Mitleid in der grie-
chischen Pliilos&phie tris auf die Stoa, Dis. Bonn, 1912.
70. Eur. Supt,, 549 aAX', to ¡LCtTaioi, ^vtoTe Tav^pto^tov xaxú.
71. Cf. W. jAEGEii, Paideia, Trad, esp., México, 1957, 14 ss.

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 53

estético es altamente ilustrativo ;J. El arte griego fue instru-


mento de paideia, äe Ia cultura animi. Sólo al filo ya del período
helenístico aparecería en algunos géneros literarios una dege-
neración virtuosista del arte, desligado de toda finalidad edu-
cadora y política 7I Los valores estéticos atraen poderosamente
al hombre griego clásico. El estilo vital griego, estético, descansa
sobre un acto de intuición o visión instintiva, que aspira a dar
forma a un plan complejo mediante un a<<apropiacion de Ia be-
lleza» Ti. El ideal ético del griego, Ia /aXo/ayauía, es Io bello-moral.
La «erótica» es un amor condicionado por Ia belleza. Su religión,
una religión del arte y Ia belleza, y en el humanismo griego
del yevoi' oíoc éoaí, 'Ció tú mismo», Ia belleza es algo así como
un cbáXoyov de Ia razón normativa de todO1 iusnaturalismo. Pero
Ia vocación estética del griego clásico no apunta a una finalidad
estética químicamente pura, sino a una intención pedagógica
al servicio de un hombre que es, ante todo, un Co>ov 7toAtt;xov.
TaI vez para su época Sócrates no fuera un intelectual,
creador de ciencia. TaI vez no fuera un filósofo. No creó cien-
cia; pero sí un nuevo tipo de vida, Ia sabiduría como ética.
Su vida toda fue unsa existencia filosófica. El rjOo; socrático
condujo al píoc de Ia inteligencia. A él fueron fieles —(frente
a las falsificaciones de otros socráticos menores —tos dos dis-
cípulos Platón y Aristóteles. Por primera vez con Sócrates Ia
vida filosófica se hizo «lo totalmente otro», el filósofo se sintió
llamado a una existencia absoluta 7!. Pero el nuevo ideal socrá-

72. Cf. M. ScHUHL, Platón ct l'art dc son tem.ps, Ann. Pac. Lett. Tou-
louse, 1952: B. ScHWEiTZER, Platon und dic bildende Kunst, 1953: E. GriAssi,
Kunst und Mythos, Hamburgo, 1957, 144 ss.
73. TaI un Cinesias : cf. Ia critica de Platón en Gor</. 50Ul-502d.
74. 'üpÉYeo&ai ToQ xct),o5 ARisT, E. N. 9, 8 es fórmula que recurre con
frecuencia en Aristóteles para indicar el fin de Ia arete. La valencia estética
pervive hasta el final del Helenismo. Sa Plotino el perfccionamiento moral
adviene una exigencia estética, que nos obliga a realizar en nosotros mismos
Ia belleza, para poder contemplar Ia Belleza divina (of. Enead. I 6, 9 y vid.
W. B. lNGE, The Philosophy of Plotinus II. Londres, Green, 1918, 183 ss.).
75. La vocación a Ia filosofía es entendida entonces como un auténtico
«renacimiento» del individuo : cf. O. GiooN, Antike Erzählungen über die
Bcru|ung zur Philoso-phie, «Museum Helveticum», 1946, 1-21. Las varias anec-

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54 JOSE S. LASSO DE LA VEGA

tico-platónico de vida contemplativa no fue un ideal apolitico.


«Platón —ha escrito Kelsen ii;— no e,s un sabio que se siente
satisfecho con conocer intelectualmente el mundo... Es mas
bien un alma sacudida por las más violentas pasiones, en Ia
que vive —inseparablemente hermanda con su eros— una inex-
tinguible voluntad de poder, de poder sobre los hombres».
Cuando Platón pone al homo theoreticus por encima del homo
potiticus, está pensando en los políticos de su época. En el fondo
está cometiendo un fraude: en él al:enta una vigorosa concien-
cia de poder, aunque el radicalismo del filósofo Ia condene de
antemano a quedar en pura utopía.
La religión clásica es una religión de Ia polis, una religión
política. En el pritaneo de cada ciudad las divinidades poliadas
exaltan el patriotismo local. La estrecha unión entre religión
y ciudad da a las principales manifestaciones de Ia vida politica
un carácter religioso y, a Ia inversa, un carácter cívico a Ia
vida religiosa. No hay ceremonia pública que no sea santificada
por una plegaria o una ofrenda; pero Ia ceremonia religiosa

dotas que refieren el comienzo de una vocación filosófica al cumplimiento


de un mandato divino (así, en el caso de Sócrates Ia tradición relativa al
oráculo de Querefonte>, prueban que Ia profesión de vida filosófica se en-
tiende en un sentido parecido al de Ia profesión del cristiano, del monje
cristiano. Sabido es que el vocablo griego para vocación, xX^at; es empleado
en tal sentido so!o por Ia literatura cristiana y, salvo en un solo pasaje
(I Cor. 7, 20, en donde vale «profesión»» referido siempre a Ia «llamada»
divina al cristiano ( c f . K. Hoi,i,, Die Ge*chichte des Worts Beruf, «sitz,
d. Preuss. Ak, d. Wiss,», 1924. 1-29). Pero de que !os griegos poseen un
concepto de vocación profesional bastan a dar idea muchos pasajes del
empleo de --éyvr¡ cn Ia sofística y algo muy semejante en dignidad, a ojo.s
de un heleno intelectual, a Ia vocación clel monje cristiano es, según ates-
tiguan, aquellas anécdotas, Ia vocación filosófica (ello ha escapado a
W. ScKWER. art. «Beruf», en «Reallex, f. Ant. u. Christ»). El «renacimiento»
del filósofo es total y, contra el ideario aristocrático expresado por Teognis
535 ss. ( C f . H. KRONAssER, Wiener StndJm 57, J939, 21), puede afectar a
personas de baja condición social (cf. H. MuTscHMANN, Hermes 50, 1915.
347 ss. y los fr. 171 y 172 de Bpicuro). Cf. en general W. JAEGER, Dic Griechen
und das p!iilosophische Lebenisdeal, en «Humanistische Reden und Vor-
träge», Berlin, De Gruyter, 1960, 222-S9.
76. Die platonische Gercctiti<jlceil.

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 55

impetra siempre Ia bendición divina sobre Ia ciudad. La reli-


gión se convierte en un servicio de Estado. El rito es estricta-
mente regulado, y Ia acusación por impiedad, ypwcpr; </oe3ei«c, se
intentaba siempre que Ia seguridad del Estado se veía impli-
cada en el interés de las divinidades nacionales. Arisóteles 7T
definió Ia aaápeta como «una falta contra los dioses y los dé-
mones, o hacia los muertos, padres y patria». Flexible en Io
que a las creencias atañía, el Estado era inflexible en Io relativo
al rito. En este último aspecto podría suscribirse Ia afirmación
de Renan: «Atenas poseía su inquisición. El inquisidor era el
arconte-rey ; el santo oficio era el pórtico real» ;s.
El fSíoc 7tuOayopeto;, misión salvadora de una secta de prosé-
litos, el ideal heraclíteo abierto a todos los hombres, o el hipo-
crático, tendente a crear no una casta sino una profesión, no
partían de Ia polis como tal. Un siglo más tarde esto ya no será
posible. El ideal pedagógico que explícita Pericles en el libro II
de las Historias de Tucidides exige el necesario marco de Ia
polis, pues sólo ella hace autárquicos a los ciudadanos, siendo
ella misma autárquica. El pensamiento todo de Ia época tiende
hacia Ia totalidad, al SAov : el cuerpo en escultura; en matemá-
ticas, el primado del círculo sobre Ia recta ; el tiempo es con-
cebido como un «período» ; el «período» estilístico ; el Dios de
Jenófanes es Ia totalidad que «ve como un todo, como un todo
piensa, como un todo oye» '•'-'; y Ia medicina investiga Ia «natu-
raleza del todo» del organismo "'. Al pensamiento pedagógico
arcaico, con el símbolo hesiódico del camino empinado y arduo,
pensamiento educativo, se opone el pensamiento pedagógico de
Pericles, con el símbolo de Ia totalidad autárquica en que orgá-

77. Ttepí apeTcüv xai xaxiov 7. C. Eurípides, fr. 853. Nauck.


78. Les Apotres 314.
79. Jenófanes fr. B 24 o5Xoc ópu, o5Xoc 8e voet, ou),oc 8é ~' axoúct.
80. Cf. W. NESTLE, Hippocratica. 2. Der Begriff der çúoiç, «Hermes», 73,
1938, 8-17; K. L>ErcHGRAEBER, DIc Stellung des griechischen Arztes zurNatur,
«Die Antike», 1939, 117-38; H. DiLLEn, Der griechische Naturbegriff, «Nevue
Jahrbücher», 1939, 248 ss. ; PEDRO LAiN, La curación por Ia palabra en la
antigüedad clásica, Madrid, R. D., 1958, 207 ss. Además del fundamental libro
de P. HEiNiMANN 1 Nomos und Phi/sis., Basilea. 1945.

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56 JOSE S LASSO DE LA VEGA
?:,
nìcamente se desarrollan los distintos elementos, pensamiento
o ide>al formativo, syxuxJaoc -uàda ".
La cultura jónica se despojó pronto de contenido político;
pero el espíritu ático, profundamente arraigado en Ia vida po-
litica, no dejaba margen para aspiraciones individuales ( p í o b
aoea-oTo;) que prescindieran de Ia polis. Por ello surge a veces
Ia tragedia del hombre apolítico, el conflicto entre los deberes
políticos y Ia 0/OAr 11 revelado por vez primera por Eurípides eri
Ia Antiope. «La polis enseña al hombre» había dicho Simóni-
des SL> y «estar educado en el espíritu de las leyes» era Ia suprema
aspiración del ciudadano clásico. En Ia Antígona (v. 370) se
exalta al hombre ú^í-oÀcç obediente a Ia norma de conducta
que establece un orden social permanente, frente al apólida
(u-o).ic), que se coloca a sí mismo fuera del seno de Ia comu-
nidad en que vive. Y un último efecto de Ia antigua unidad
de vida, determinada y profundamente penetrada por Ia polis,
hállase en el hecho léxico de que en griego moderno el vocablo
~o/.ÍTEU|!.a es sinónimo de educación o cultura.
En Ia coyuntura histórica de Ia democra,cia periclea se inicia
por primera vez Ia crítica del Estado. La justicia, quicio de Ia
sociedad, descubierta por Hesíodo y exaltada por el legalismo
jónico-ático ":i, sería criticada destructivamente por los sofistas,
a Ia vez que Ia visión geométrica del y.oa|io; cedía paso ante una
visión biolog:ca, dominada por el principio de Ia lucha por Ia
existencia. La ley sería relativizada en Ia Umsturz der Werte
que caracteriza a Ia época y exaltado frente a ella el papel de
Ia <f>oa;c. La filosofía política de Platón, al transferir Ia noción

81. Ct. ERNST HoFFMANN. Padoi/<K/tsc/i,<T HirmaíiísTOHs. Zürich, Artemis.


1955, 119 SS.
82.
83. Cf. W. JAEGER, Alabanza de Ia ley. Los orígenes de Ia filosofía del
derecho y los griegos, «Rev. de est. políticos», 1953, 17-48 (trad. esp. de un
trabajo publicado en el vol. col. Interpretations of Modern Legal Philosophies.
Essays in Honour of Roscoe Potmd. New York, Oxford, Univ. Press, 1947.
352-75; trad, francesa en Lettres d"numai,itc VIII. Paris, Les Belles Lttres,
l!)48. 5-42).

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 57

de justicia al mundo interior del alma, salvó Ia virtud cívica,


ToXiTix7] «feTT,, sobre Ia que descansaba el Estado antiguo 8*.
No sé si se podria documentar Ia índole esencialmente polí-
tica del hombre clásico con una prueba más gráfica que Ia que
proveen algunos sofistas con sus análisis filosófico-culturales y
soc:ologicos de Ia religión *•'•. Frente a Ia crítica destructiva de
los dioses tradicionales de Ia polis muestran algunos sofistas
un conservatismo, basado en puntos de vista prácticos de tipo
moral y político. Cricias proyecta al pasado una situación actual
cuando nos presenta en el Sísifo "'' al político avisado que in-
venta un «dios-policía» perenne testigo de los actos humanos,
que sirve exclusivamente para llenar las lagunas del organismo
político. Y muchos elementos de Ia religión de Ia ciudad plató-
nica pueden en justicia ser calificados de «religión política» *7.
En Ia variada fauna de los tipos de irreligiosidad (virulenta, sar-
cástica, rencorosa, blasfematoria, nihilista) Ia irreligiosidad del
político es positivista y conservadora : creyendo insuficiente a Ia
religión Ia juzga empero necesaria y quiere verla prolongada
e incluida, en las instituciones patrias. «La foi —escribió Renan—
a cela de particulier, que, disparue, elle agit encoré».
Otra prueba de Ia índole política del hombre clásico cabe
descubrir en Ia actitud de Ia aristocracia ática frente al nuevo
ideal de educación y cultura de Ia época de los sofistas. Calicles
en el Gorgias subordina Ia educación a Ia política. En Ia Antíope
el hombre de acción, Zeto, habla a su hermano Anfión, el teó-
rico y soñador innato en un 3io; ¡touoixóc, en los mismos tér-

84. Por Io demás, y contra interpretaciones apresuradas, debe reconocerse


que, en puntos fundamentales, Ia propia sofística fundamenta Ia teoría pla-
tónica del Estado : cf. JonANNEs MEWAU>T, Fundament des Staates, en aOene-
tfiliakmi»; WiLHELM ScHMiD, Tiíbinger Beiträge sur Altertumswiss., 5.
Stuttgart, Kohlhammer, 1929, 71-93.
85. Ct. W. jAEGER, Teología de los primeros filósofos griegos, 179 ss.
86. Cricias, fr. B 25, Diels-Kranz (conservado por Sexto Empírico IX, 54).
87. Así su código de castigos contra lo,s disidentes de su religión refor-
mada. E. M. CORNFORD, TAc Unwritten Philosophy, 66 ss., hace un paralelo
muy sugestivo entre esta actitud del filósofo y Ia del Inquisidor de Ia
historia que Dostoiewski pone en boca de Iván en Los !icrnianos Karamazof,

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58 JOSE S. LASSO DE LA VEGA

minos en que Calicles a Sócrates. El philosophari sed paucis


de Ennio no es un producto específicamente romano y, en fin
de cuentas, una intención semejante alienta en el cptAooo<poo|isv
aveu ^aXaxtac de Pericles 8J.
Pasemos ahora al hombre helenístico *•'.
¿Qué desarrollo alcanza en Ia época helenística el tipo del
homo oeconom>icws^ Aunque los acaeceres políticos y guerras fre-
cuentes impidieron que Ia economía helenística marchara deci-
didamente por un camino* de estabilidad, Ia hondura y alcance
de Ia transformación experimentada en el plano económico por
el mundo helenístico son, sin embargo, notorios M. La conciencia
de Ia unidad del mundo, de que por primera vez se percata el
griego a consecuencia de las conquistas territoriales alejan-
drinas, de que dan fe el entusiasmo de Ia literatura por estas
conquistas (Egipto, sobre todo) y Ia renovada atención por Ia
geografía ( TcepíicAot ), Ia construcción de emporios y puertos, de
aTaOpot y óSoiftopíai, condiciona Ia aparición de una economía
ambiciosa, planificada y dirigida. Los Diádocos cambian por
completo Ia estructura económica del Mediterráneo con sus
planes de economía dirigida, en los que no es ya Ia polis Ia
unidad económica, sino Ia ecúmene sobre Ia que se extienden
ahora en ingente diaspora los griegos. Es un momento de ilimi-
tado optimismo y de actividad febril, muy alejado de Ia rutina y
mimetismo de los graeculi de los siglos más tarde. El nuevo or-
den económico condiciona, a su vez, una cierta transformación
del orden social: el profesionalismo creciente da nuevo impulso
a Ia burguesía, del que son documento Ia comedia de Menan-
dro ", Teofrasto, Polibio y las inscripciones; y el proletariado,

88. Tusc. II, 40. Cf. Enníanae poesis reliquiae, ed. J. Vahlen, 2." ed., 191.
89. Repetimos aqui, en parte, Ia caracterización del hombre helenístico
que hemos dado en E? concepto del hombre en Ia antigua Grecia, Madrid,
Facultad de Filosofía y Letras, 1955, 95 ss.
90. M. RosTovTZEFF, The Social aiiá Economic History o/ the Hellenistic
World. Oxford, Clarendon Press, 1941.
91. Cf. A. KÖRTE, Die Menschen Menaiuìers, Ber. Verhandl. Säohs. Ak.
d. Wiss. 89, 1937, 23 ss. Sobre el tema del elogio de Ia pobreza : W. MEYER,
La,ua,es inopiae, Dis. Gotinga, 1915. Un estudio sintético de Ia influencia

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 59

consciente de su importancia en una sociedad progresivamente


industrializada, reivindica una más justa distribución de las
riquezas. No sólo en el plano teórico, con el género de las Uto-
pías de un Zenón, Hecateo, Evémero o Yambulo, sino en el de
Ia vida real, con personalidades como Esfero, Cleomenes, Blosio
y Aristonico, halla su traducción aquella preocupación econó-
mico-moral por una más equitativa justicia social. Los vastos
planes de economía dirigida, las Utopías de los filósofos, Ia con-
denación frecuente de Ia « E o / p o x é p S e t a y Ia exaltación de Ia
dilapidación humanitaria e incluso, entre cínicos y estoicos, Ia
condenación de las riqueza ssiguen siendo en Ia época hele-
nística documento típico de Ia reacción de un espíritu genui-
namente teórico y estético, y ahora prevalentemente social,
frente a Ia anteposicón en todas las relaciones vitales de los
valores útiles, que es típica del homo oeconornicus.
El homo politicus helenístico, que vive inserto en el nuevo
tipo de dominación instaurado por Alejandro, por fuerza ha
de ser diferente, en muchas cosas, del ciudadano griego de Ia
polis clásica. Si, por una parte, las doctrinas políticas de Ia so-
fística griega, al contraponer tajantemente cpúotç y vo]xoc, lleva-
ron a sofistas como Calicles y Ttasímaco a Ia justificación bru-
tal del poder del más fuerte, a Ia resignación del reino del deber
ser ante las groseras exigencias de Ia realidad, por otra parte
condicionaron Ia justificación por otros sofistas, como Antifonte,
del derecho de los débiles, que anticipa Ia decidida profesión de
igualdad entre todos los hombres, helenos y bárbaros, pobres y
ricos, esclavos y libres. Si esta doctrina es todavía desconocida
por Platón, Aristóteles y el propio Isócrates, Teofrasto, que vive
35 años después de Ia muerte de Alejandro, sabría trascender Ia
rígida idea de Ia polis en Ia convicción de una superior unidad
religiosa, cultural y práctica. Y los cínicos con su ideal de virtud
abierto a todos los hombres ( oí oicooScuot. cp>Xot ) y el hombre
estoico, cpúoet xotvojvix<b, son ya plenamente xoo^oxoJüTcu, ciuda-

deI Helenismo en un caso concreto cristiano es el de A. DiRKDJG, Semcti


Büsüei Mu,gni de divitiis et paupertate sententiae quam habeant rationem
cum veterum philosophorum doctrina. Dis. Münster, 1911.

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60 JOSE S, LASSO DE LA VEGA

danos del mundo : uniuersus híc niunäus —escribirá Cicerón '•'•—


una ciuitas commimis deorum atque hominum.
El homo politicus es un hombre de énfasis, que busca im-
ponerse por encima de todo, que atisba todos los sectores pro-
picios de motivación: el arte, Ia literatura, Ia retórica que es
Io propio de su estilo, Io económico visto como instrumento de su
poder politico, Io religioso de Io que se sirve presentándose como
«siervo de Dios» o como «caudillo por Ia gracia de Dios». En Ia
época helenística, cuando el poder supremo se centra en Ia
utilidad colectiva, deberá basar su poder en una apetencia de
felicidad universal de sus subditos, en Ia ayuda filantrópica a
sus gobernados, más que en el derecho estricto —como el go-
bernante romano— o en Ia lisonja —como los demagogos de
todas las épocas—.
El homo socialis es sin duda el tipo de hombre más carac-
terístico de Ia época helenística. La idea de un Helenismo, ba-
sado en el carácter universal de Ia cultura helénica, estaba ya
prefigurada en Lsócrates, en Ia obra de algunos sofistas y por
los cirenaicos, escépticos y cínicos; pero por primera vez Ia es-
pada de Alejandro incorpora al y.óouoc; helénico el mundo de los
bárbaros, y son los estoicos, hombres muchos de ellos de sangre
no griega, los encargados de configurar en sistema las nuevas
ideas sobre el cosmopolitismo. Bárbaros y griegos, esclavos y
hombres libres son todos iguales ante el derecho natural, había
predicado ya el sofista Antifonte "3. Y los cínicos Antistenes y
Diógenes sámbolizan Ia oposición individual frente a las con-
diciones políticas y sociales, morales y espirituales de Ia r.oAt-eía
y los vójioi tradicionales. El ideal de cultura de los estoicos, Ia
integración de las partes en ei xoo|toc, plenifica estos anhelos
y lega al mundo moderno, tajantemente formulada, Ia oposición
entre nacionalismo e internacionalismo. Este cosmopolitismo he-
lenístico postula Ia confraternidad universal, el consentirse con

92. De natura deorum III, 23.


93. Fr. 44 Diels-Kranz iOxyrh. Pup. XI, n. 1364). Cf. J. MewALDT, Das
Welthürgenlum in dcr Antikc, «Die Antike», 2, 1926, 177 ss,

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 61

los demás, Ia cdavfrpcuTtí« !". El amor al hombre vlene a conside-


rarse principio organizador de Ia vida social, política, econó-
mica e incluso de Ia vida mental. En Ia esfera de los hechos eco-
nómicos Ia actitud social empujaría hacia un comunismo avant
Ia lettre '*; en Ia política hacia el anarquismo de los débiles y
hacia Ia velada voluntad de poder que caracteriza al político
igualitario de Ia época; en Ia del arte, hacia un arte más po-
pular que nunca y una literatura que predica el amor del gé-
nero humano Wi ; en religión, hacia Ia mística de Ia compasión y
Ia idea de un Dios amante de los hombres, ajeno a Ia mentali-
dad arcaica o clásica ":. TaI vez no haya documento más ex-
presivo del cambio de los tiempos que las numerosas inscripcio-
nes de Ia época referentes a fundaciones de escuelas gratuitas M.
La época helenística, como el siglo xix por ejemplo, tiene un
concepto extensivo, cuantitativo, de Ia humanidad: Io social es
Io humano. Concepción ciertamente opuesta a Ia griega arcaica
—o, en nuestra época, a Ia de un Nietzsche— para Ia que Ia
humanidad se identifica con las virtudes culturales, cada vez
más perfectas y potentes, alumbradas por algunos hombres pri-
vilegiados, que piensan que vivir es siempre vivir más.
También el tipo del homo aestheticus se delinea con carac-
teres inéditos en el período postalejandrino. Los cambios socia-
les, los progresos de Ia ciencia y de las técnicas informan una
nueva experiencia vital que, durante cierto tiempo—como suce-

94. E. WALFF, Ph,ilanthropie beí den alten Griechen. Progr. Berlin, 1902 ;
A. PREY, Das Problem der Menschensliebe (atXavOpuma) in d. älteren Stoa.
Eichsfeld, 1906. S. LoRENZo, De progressu notionis cptXavOporeiaç. Dis. Leip-
zig, 1914; S. TROMP DE BuiTER, Mnemosyne 59. 1932, 271-306 y el art. de
Heinemann, en Ia B.E.
95. B. PöHLMANN, Geschichte d. sozialen Frage und des Sozialismus in
d. antiken Welt. Munich, 19253.
96. Decididamente ahora el griego descubre a Ia mujer, y al niño (cf.
H. HERTER, Das Kind im Zeitalter des Hellenismus, «Bonner Jahrbuoh», 132,
1927, 250 ss.).
97. Con Ia sola excepción tal vez de Platón : cf. El descubrimiento del
amor en Grecia, 142-4.
98. Of. W. ScHUBART, Die religiose Haltung des frühen Hellenismus,
«Der alte Orient», 35, 1937, 22 ss.

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62 JOSE S. LASSO DE LA VEGA

de siempre que una cultura empalidece y se disipa, al tiempo


que otra pugna por nacer—, libre de una conexión demasiada-
mente estrecha con el pensar conceptual, cobra nuevo poder
sobre los espíritus. Surge entonces una nueva estimación de Ia
literatura y del arte como expresiones inmediatas de los ideales
de Ia época y, unido a ello, Ia relación más directa de Ia lite-
ratura acerca de Ia naturaleza del hombre y su estilo de vida
con el arte y Ia poesía. El pequeño género escultórico, con su
pintura exacta de Ia realidad, el mimiambo, el idilio y Ia lírica
eróticapersonal, el epigrama, Ia literatura científica... son refle-
jo del impacto de Ia vida real sobre el arte. Al propio tiempo, y
como contraste y contrafigura, surgen Ia literatura y el arte
eruditos, alejados de Ia vida: el literato de gabinete, perescru-
tador de Ia mitología y de las leyendas antiguas y olvidadas, en
el ambiente impermeable al exterior del Museo, cementerio de
las Musas. El artista que cultiva, por vez primera en Grecia, el
arte por el arte. Frente a Ia pretensión panespacial del imperio
alejandrino, el artista helenístico responde frecuentemente con
una concentración hacia formas limitadas: composiciones de-
finidas, con figuras nítidamente aisladas. Frente a Io eterno,
Io momentáneo; frente a Ia idea, el fenómeno; frente a Io mo-
numental, Io pintoresco. Poetas y pensadores son representados
como héroes, trascendiendo el antañón ideal del ciudadano he-
roico. Si el influjo de los valores económicos es solo episódico
(el pathos de Ia limitación estoica otorando sobre el producto
artístico y creando el idilio o Ia terracota tanagrina), los va-
lores sociales (ipsa caritas generis hunmni, cwpináfkiu ttov oXmv)
actúan intensamente sobre los estéticos. Por otra parte, el com-
portamiento de estos frente a los valores religiosos cambia de
caríz. El mundo de figuras mitológicas de Ia tradición adviene
cuestionable. Sólo donde subyacen a ese mundo auténticos va-
lores éticos o sentimentales son utilizadas aquellas por el He-
lenismo, con un nuevo sentido para Ia realidad, que caracteriza
a Ia época y que no cabe confundir con el realismo romano,
sujeto al fenómeno, pues que busca fundamentar Ia figura viva
en el mundo de Io divino. En lugar de las escenas mitológicas
arcaicas aparecen las estatuillas con caricaturas de viejas, es-

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 63

clavos y lenones, a que se asocia Io demònico de Io perecedero


y anormal. «Mundo de imágenes» (Büdwelt) ha llamado Buschor
al arte helenístico; pero en el que las imágenes de los dioses
ceden su situación de privilegio ante las de los caudillos, Ale-
jandro y sus sucesores, o ante las de los poetas y filósofos. El
panteísmo estético propio del artista impresionista, hambriento
de vivencias; Ia simbologia estética de que el artista helenístico
dota muchas veces al mundo figurativo mitológico tradicional...
son prueba fehaciente del escepticismo del hombre postalejan-
drino con respecto a Ia religión tradicional.
Porque el homo religiosus de esta época es sustancialmente
diferente del anterior "". Los dos hechos de mayor significación
política, motivados por las empresas de Alejandro, Ia pérdida
de autonomía de las ciudades griegas y el intenso contacto entre
griegos y orientales, no podían dejar de tener honda repercusión
•en Ia evolución religiosa. Las viejas divinidades de Ia polis fue-
ron perdiendo significación en el corazón de los hombres nue-
vos; nuevos cultos y ritos fueron introducidos preparando el
sincretismo posterior. El sentimiento de inestabilidad de los ne-
gocios humanos predispondría a los espíritus a Ia aceptación,
más o menos resignada o reticente, de una Tj^r, o Fortuna pu-
ramente mecánica y fatal, ~h «ùtó^atov, regulada por el inexo-
rable determinismo de los movimientos astrales, y también ha-
cia Ia retirada o «va/cóp^otc a una vida recoleta y contempla-
tiva 10Í). Al poder el hombre elegir una divinidad especialmente
dilecta en su corazón, sin sujeción a las de su ciudad natal, se
hacía posible una vinculación personal más íntima entre el hom-
bre y aquélla: ejemplos como el de Lsis y el Lucio de Apuleyo
o el de Elio Arístides y Asclepio "" documentan un nuevo tipo

99. M. P. NttssoN, Die Religion in den griech. Zauberpapyri, «Bull. Soc.


Boy. d. Lettres de Lund», 1947-8, II, 58 ss.
100. Cf. A. FESTüGiERÉ, La révélation d'Hermès Trismégiste, I. Paris,
Gabalda, 1944, 45 ss., y Personal Religion among the Greecks. Berkeley-
Los Angeles, 1954, 53 ss.
101. A. J. fESTUGiERE, Personal Religion among the Greeks, 68 ss;
O. WE3NREiCH, Typisches und Individuelles in der Religiosität des Aelius
Aristides, «Neue Jahrbücher», 33, 1914, 597 ss.

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64 ,TOSE S. LASSO DE LA VEGA

de piedad popular, más confiado y místico que Ia relación entre


Hipólito y Artemis en Eurípides por ejemplo.
Finalmente, el homo theoreticus V]1. El hombre aristotélico
permanece solo frente al mundo; su D;os ignora el mundo y,
por ello, el hombre no puede apelar a una Providencia divina
que gobierne el mundo y garantice Ia justicia. Pero el deseo de
felicidad, de eoSut^ovú/, sólidamente asentado en las más secre-
tas latitudes del alma humana, no puede contentarse con Ia
mera protesta ante el mundo. La moral estoica comienza por
sentar el principio de que para ser dichoso no necesita el hom-
bre de los bienes exteriores, pues que, según el principio cínico,
Ia sola virtud basta para asegurar Ia felicidad del sabio aoTÚpxr
Í£ TT]V OpSTT 1 V 7CpOC SOa<iC|lOviaV, [t7,SsVOC EOOoScOaSVrjV OTt ¡1,7] Z(OXpHTlXi 1 C
lo:i
to^úoc .

Bl proceso de interiorización de Ia virtud es llevado al extremo,


a Ia vez que el aristocratismo del ideal platónico y aristotélico
del sabio advierte un aristocratismo exclusivamente moral, abier-
to a todos los hombres de buena voluntad. El dios estoico es
un dios cósmico y el hombre es parte del xoa|ioc elevado por Ia
razón a Ia altura de los dioses. La física estoica afirma así Ia
dignidad del hombre, parte del Universo-Dios, que se siente
superior a los bienes exteriores, y, al despreciarlos, afirma su
superioridad. Ante las cosas uSiúcpop«, objeto de nuestras tenden-
cias naturales, el sabio estoico afirma su eOTovi«, cuataOe:u, ocjivÓT^c,
OappaÀeÓT^ç, xapTEpta, ^¿"¡üi.ofyuyj.u, ¿.T«p(/cí«, y a~oví«. En el ideal
estoico de un ßtoc -oÀinxoc, vida mixta, oóvOeioç, entre el ßio; Oíoipr¡-
7ixo4 y el r.puxTtxóç, el desprecio del mundo advierte energía
exterior y utilidad social. En cambio, el filósofo escéptico '", re-

102. Una visión general sobre los distintos tipos de sabio en Ias varías
escuelas filosóficas da P. Friedlaiider, en «Gött. gel. Anz.», 1931, 251 ss.
103. Que este principio fue proclamado por Antístenes el cínico, nos Io
cuenta Diógenes Laercio (VI, U). Fue repetido por Zenón (D. L. VIII, 127)
y, en pos de él. por todos los estoicos (cf. VoN ARNiM, Stoic, veterum fragm.
IH, 49^7).
104. Sobre el sabio estoico : A. ScHWBGi,ER, Gesch. d. griech, Philosophic,
Tubinga, 1859, 309 ss. ; M. PoHi,ENz, Die Stoa. Gotiga, 1948-9, I, 153 ss ; Ein

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 65

fugiándose en su «cpuoíi/. y ¿ro// ( I renuncia a todo juicio de valor


sobre el mundo, negándole realmente y sintiéndose indiferente
frente a él. La ¿-oyrt estoica no excluye Ia decidida y jocunda
afirmación de los valores espirituales del mundo y de Ia vida :il!l.
También para los filósofos del Jardín de Epicuro (oí àzò -Av
x7j7ccuv) como para Aristóteles y Zenón, Ia autonomía del hombre
deberá ser absoluta, como total Ia seguridad de su felicidad.
Esta se identifica con una sabia y calculada aritmética, capaz
de proporcionar el máximo de placer con el mínimo de pena,
oponiendo al sufrimiento presente el recuerdo del placer pasado
y Ia esperanza del placer futuro. El sabio epicúreo domina Ia
Fatalidad, de Ia que espera muy poco y a Ia que teme aún me-
nos: de aquí su serenidad (a-/.u-aTJ.rfcia) ante Ia vida y el mundo
y ante unos dioses que no se curan de favorecer o dañar a los
mortales ""1. El culto de Ia amistad, despreocupándose de Ia vida
política, es Ia regla de vida que aconseja Epicuro a sus discí-
pulos, de acuerdo con Ia máxima del ).ufte ptu>oa;, Ia vida retirada
y en silencio. El apoliticismo del sabio epicúreo, condicionado por
su apetencia de «T«pa£í«, Ie separa del ideal estoico, cínico o
sofista y Ie acerca, en cambio, al sabio plotiniano o filoniano.
Los cínicos Antístenes y Diógenes, ó Zwxptb^c |iwivo|ievo;, con-
quistan Ia libertad individual mediante Ia conciencia de los

Antikes Führer-ideal, «Forschungen und Forschritte», 1934, 202 ss. ; Antikes


Fiiìirertum. «Neue Wege zur Antike», II. 3. Leipzig, 1934 <sobre el ideal del
caudillo en Panecio. que se inspira en las instituciones romanas) ; B. A. GAu-
THiER, Magnanimité. L'idéal dc Ia grandeur aans Ia pfulosophie païenne et
dans Ia théologie chrétienne. Paris, Vrin, 1951, 119 ss.; J. FERRATER MuKA,
El homt>re en la encrucijada.
105. Cf. M. PoHLENz, Das Lebensziel der Skeptiker. «Hermes» 1904, 15 ss.
106. Cf. A. J. FESTUGiERE, Epicure et ses äieiix, Paris, Presses Univ., 1946;
W. ScHMiiD, Götter undi Menschen in der Theologie Epikurs, «Rhein. Mus.»,
94, 1951, 97 ss. ; y especialmente A. GRiLLi, Il problema della vita contem-
plativo, nel mondo greco-rmnano. La aspiración a Ia tranquilidad de una
existencia sustraida a Ia envidia de los dioses y al juego de Ia fortuna, el
ideal del Jux8e ßio'joac, tiene muy antiguos antecedentes en Grecia y hasta
—con evidente unilateralidad—- se ha pretendido sintetizar en tal aspiración
Ia intuición griega de Ia vida : F. WEHRLi, Xúfte 3u!>oa; Studien zur ältesten
EtMk Dei den Griechen. Leipzig, cuiner 1931.

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66 JOSE S. «SSO DE LA VEGA

valores naturales imperdibles y aquellos otros inconsistentes y


medíante el ejercicio práctico de Ia privación. El sabio cínico,
cuyos patronos son Heracles y Ciro, dos bárbaro«, y cuya auto-
descripción nos Ia hace Antístenes en el Banquete jenofon-
tiaco "i;, sabe limitar autocráticamente sus necesidades, en Ia
idea de que el eudemonismo estricto consiste en Ia carencia de
necesidades y, elevando aprincipio Ia antítesis entre cfJot;y voitoc,
con severa seriedad postula, en medio de las bellezas de Ia
civilización griega, el retorno a Ia naturaleza.
También el hedonista cirenaico, un Arístipo por ejemplo, es
indiferente a Ia vida política y a los prejuicios religiosos.
Durante el siglo i d. C., en oposición a estoicos como Musonio
o Epicteto, que buscaban en Ia filosofía Ia preparación para Ia
vida práctica, el filósofo grecojudío Filón, el Alejandrino se
consagra sólo a Ia contemplación de las cosas divinas. Es un
tipo de contemplación distinto de Ia filosofía práctica helénica
y de Ia contemplación religiosa llK . Surge en una época de crisis
de los sistemas estoico y epicúreo y de influencia oriental, cuan-
do nacen sociedades como Ia de los «terapeutas», que llevaban
una vida conventual. La influencia platónica, del Timeo espe-
cialmente, es manifiesta, pero restringida : nada de Providencia,
ni de esperanza, ni de demiurgo creador. La forma religiosa de
Ia vida contemplativa se convierte, desde el ~£pt ßioo Osu>pr^ixoO
de Filón, en el ideal de vida monástica.
«Hay sobre Ia tierra y en el cielo muchas más cosas que en
Ia filosofía toda», Ie dice Hamlet a Horacio "l!l; pero para un

107, Symp. 4, 34 ss. Sobre Ia concepción del héroe cinico : RAUNAi<


HoisTAD, Cynic Hero aiul Cynic King. Studii:s in ttie Cynic conception o/
Man, Uppsala, 1948. Sobre el ideal de p í o c Cevixó; de los cirenaieos cf.
Arist. PoI. 7, 2, 1324 a 16 y Jen. Mem. '2, 1, 13.
108, Cf. E. BREHiER, Lcs idées philosophiques ei réligieuses de Philon
d'Alexandrie. París, 1924, y M. PoHLENz, PAiIo von Alexandreia. Nachr. Ak.
Gött, Phil. hist. Kl. 1942, 409 ss., además del excelente art. de H. LnsEGANG
en Ia R. E. de Pauly-Wissowa.
109, Sobre el género literario de oposición entre vida mundana y vida
espiritual (píoQ xveu|i<xTixoc) del monje cf. H. M. WERHAHN, Gregorius Na-
zianzenus Xúyxptoic pi<uv Wiesbaden, Harasowih, 1953. El género se nutre
de Ia diatriba estoico-cívica.

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 67

griego del siglo ni después de Cristo el mundo sublunar parecía


no tener secretos y el ansia de pura contemplación se hace
exclusiva. El tema plotiniano por excelencia será el de Ia sole-
dad del sabio ¡lóvoç spòç TÒv y/Jvov "", frente al principio supremo,
al que halla acceso en una ruptura de encantos, salvándose,
como en una nueva Odisea, de Circe, en una ¿-latpoç^ en una
cpuy7] ^uivou ^p;,c ¡lóvov en una ingente anábasis de este mundo
limitado y definido. La sapientia se hace religio para el sabio
en busca de Ia potencia solitaria de Io Uno, despojándose de
amigos, deudos, conciudadanos, transparencias, olores, sabores
y luz del mundo sensible. La soledad desierta e infinita de Ia
suprema realidad, ante Ia cual nadie alcanza audiencia, es el
más caro voto del sabio plotiniano. Su actitud es bien distinta
a Ia del estoico. La ciudad de Zeus, el reino de fines propuesto
por los estoicos, es una trasposición ideal de Ia ciudad terrestre,
en Ia que el sabio estoico vive y quiere vivir. Para Cicerón " : ,
Séneca "-, Epicteto o Marco Aurelio Ia vida humana, intersección
de un carácter y una experiencia, acepta ser juzgada por su
eficacia, en un primer diálogo entre sabiduría y experiencia.
Sabiduría y voluntad hacen al sabio, cuyo deber es perfeccio-
narse, madurando en sus más secretas oficinas aquello que
pueda servir mejor a los fines a los que, como individuo situa-
do en un conjunto de relaciones bien establecidas, está subor-
dinado.
Aparte el caso del místico misántropo, el sabio helenístico
es un cosmopolita, bien por imperativo social o por disposición

110. Cl. E. PETERSON, Hcrkun/í und Bcdcuíunr/ der ¡LÓvo; -pò; ¡lovov
Formel bei Plotin, «Philologus», 88, 1932, 30^1. Vid. también M. GANDiLtsc,
La sagesse de Plotino. Paris, 1952 y RENE AnNou, Lc désir dc Dieu dans Ia
piiilosoptiie de Plotin. Paris, Alcan, 1921.
111. Cl M. KRETSCHMAR, Ottum, studia litterarum und píoç ftetup^nxó;
im Leben und Denken Ciceros. Leipzig, 1936. El sentido de Ia formula ideal
cum dignitate olium (que no nos parece pueda interpretarse de otro modo
que como «vida mixta>>i ha sido muy discutido: cf. P. BoYANCE. en «Rév, et.
anc.>>, 1941. 172 ss. ; y A. GrULLi, «Acine» 1951, 227-40.
112. Cf. sobre Ia imagen —mejor, sobre las varías imágenes— del sabio
en Séneca Ia disertación de WiLiiELM GANss, Das BiId dot Wcisen bei Séneca.
Preiburg Schw.. Schaern-Gutenberg, 1952.

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68 JOSE S, LASSO DE LA VEGA

cordial, bien por exigenc'.a teòrica como en muchos estoicos en


quienes Ia o'j|i7caOsto xwv oÀtov se .nos antoja racional y anémica
simpatía, bien, en fin, por una motivación estética en las na-
turalezas impresionistas típicas de Ia época. Idéntica vertiente
universalista y íilantróp'ca se observa en muchos de los cientí-
ficos de Ia época, con los que el científico positivista adviene
figura social: mecánicos como Ctesibio, Filón y Herón, botá-
nicos como Cratevas y Asclepiades, médicos como Herófilo y
Erasístrato o el empírico Filico de Cos,
Los valores sociales orientan decisivamente, Ia imagen del
hombre político, teórico, económico o religioso. El alma hele-
nística vibra a Ia llamada del amor. El cosmopolitismo y Ia fi-
lantropía es Ia valencia dominante en este homo socialis. El
ideal social de comunión de Ia especie humana toda, de huma-
nitarismo, de filantropía, es el que, unido al de Ia tradicional
palaela griega, había de producir Io que llamamos humanismo "',
Un ideal ético, estético, político, siempre creador y original, sal-
vador y liberador del ser del hombre en sus horas más criticas,
que prefiguran ya, con urgente cercanía, las figuras más típicas
de los ideales de vida humana en Ia época helenística: el sabio
estoico o el hombre filántropo.
He aquí el caftamazo tejido por las líneas generales de com-
portamiento del hombre helénico frente a los valores, sobre
el cual se dibujan, en las distintas épocas, las figuras de ideales
de Ia vida griega. El Santo, el Sabio, el Héroe, el Guía, y el
Artista arcaico, clásico y helenístico ofrecen, sobre Ia unidad
básica del estilo vital griego, notorias diferencias, que emanan
de Ia distinta jerarquizaeión de los valores. Esta jerarquización
define las cinco posibles actitudes del hombre frente a Ia rea-
lidad y frente a su propia vida: práctica, intelectual, moral,
religiosa, estética "'. Las crisis, las mudanzas históricas vienen
producidas por las transmutaciones de valores. Las épocas his-

113. Sobre el nacimiento del humanismo en Ia época helenística, cf.


El com:epto del hombre en Ia antigua Grecia, 102 ss.
114. Cf. Vieron BASCH, Essais d'Esthétique, de Philosophic et de Littéra-
ture. Paris, Alcan, 1934. 41.

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 69

tóricas no son plenamente «omnicomprensivas» lir> , sino que por


naturaleza cada una es o política o artística o religiosa, etc.
Como que los juicios de valor del individuo —salvo dentro de
límites muy restringidos— son impuestos o sugeridos por el
clima intelectual, moral, etc., de Ia época y por su peculiar
sistema de ideales (Ia Verdad, Ia Belleza, el Bien moral, Ia
Utilidad), las épocas conservan coherente una «unidad estilís-
tica», definida por su repertorio de valores y sus preferencias
de bienes. Constituyen estas actitudes en su diálogo con Ia
realidad Ia «forma nuolear» de las épocas en cuanto estilos
de vida.
Cuando en las páginas anteriores hemos definido al griego
arcaico como a un homo religiosus, al clásico como homo poli-
ticus y al helenístico como homo socialis, bien se entiende que
no se trata de proponerlos como exponentes de tipos puros, re-
sultantes de una extrema exclusividad en el predominio de un
valor: son representantes de formas de vida, que no excluyen
el resto, pero que actúan sobre él en sentido prevalente. Se
trata de una caracterización deducida de las tendencias pre-
dominantes de Ia época; pero su mismo predominio ocurre y
se mantiene al colidir ellas con otras tendencias y elementos de
signo contrario. TaI tensión condiciona los sucesivos cambios
de equilibrio del sistema y el proceso mismo de su evolución
histórica. Más que por una mutación radical de los constituyen-
tes del conjunto, los cambios de époea se originan por el des-
plazamiento del centro de gravedad del sistema. Las oposiciones
históricas no se resuelven en diametral incomunicabilidad, sino
en continuidad y tradición.
EHo es especialmente cierto en el caso de Ia cultura griega,
cuya progresión se consuma en una multiplicidad de direccio-
nes^ Io que nos veda definiciones simplistas del versátil y dia-
léctico espíritu griego. Sin embargo, bajo Ia muchedumbre de
diferencias estilísticas entre los tres grandes períodos de Ia vida
griega, late un fondo común que define al «genio griego». Nin-

115. M. MANDELBAUM, The problème of Historical Knowledge. N. York.


Liveright Pub., 1938, 280 ss.

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70 JOSE S, LASSO DE LA VEGA

guna civili2acion ha sabido contradecirse en forma tan inago-


table como Ia griega, sin dejar de ser nunca ella misma.
En el problema concreto que ahora nos ocupa, el de los tipos
ideales de vida, mientras que otras culturas han visto —bajo
distintas variantes según el momento— Ia forma ejemplar de
vida humana en Ia santidad, como el cristianismo, o en distintas
imágenes del Guía o Conductor, como los romanos, las dos for-
mas ejemplares de vida humana más constantemente mante-
nidas a Io largo de toda Ia Helenidad, decisivamente configura-
doras de nuestros propios ideales en ambos aspectos, fueron
sin duda Ia del Héroe y Ia del Sabio. El ideal heroico define
a Ia época arcaica y será manten'do por Ia moral popular griega
de todas las épocas. El ideal del Sabio "'1, creación de Ia filosofía
surgido en declarada oposición frente al ideal heroico antañón,
acabará asimilándose las esencias más genuinas de Ia heroi-
cidad arcaica y ya en Ia persona de su creador, Sócrates, nos
encontramos con Ia figura del sabio-héroe, a Ia vez que Ia ima-
gen arcaica del héroe guerrero se enriquece progresivamente
con las notas de Ia Sabiduría, por ejemplo en Ia figura del
héroe trágico, que, por otra parte, influyen a su vez en el ideal
de sabio. En Ia Apología platónica Sócrates se compara a PaIa-
medes "'•', el infortunado héroe al que dedicaran una tragedia
cada uno de los tres grandes trágicos y el sofista Gorgias una
Defensa u\ en Ia que presenta el trágico contraste entre Ia

116. En el estudio de Ia evolución de Ia figura del «sabio» griego puede


servir de hilo conductor Ia biografía de los propios vocablos oocpóc y ao;si</,.
Cf. PRANz EisENMANN, t/ffocr Bcf/ri// und Bedeutung éer griech. oo^ía von
den ältesten Zeitcn un bis Sokrates. Progr. d. WiIh. Gytnn. Munich. 1895.
y especialmente BRUNO SNEi.i., Die Ausdrücke für dcn Begriff des Wissens
in der vorplatonische>i Philosophie. Berlin, Weidmann, 1924 (Phil. Unter-
such., 29) 120. Un importante pasaje sobre Ia evolución de Ia palabra es
el atribuido a Aristocles en el Comentario de Juaii Filopono a Ia Kio</Y<oY*i
(ipi8-|uxr, de Nicómaco de Gerasa (ed. Hoche, Leipzig, 1864, LI a): a ) obrero
manual; t» artista; o «sabio» (aplicado por ejemplo a los Siete Sabios);
d') hombre dedicado a Ia -¿uatxï; 6eo>p>^; e> metafísico.
117. Ap. 41 b y Jen. Apol. 26. Ci. L. RáDERMACHER. «Bh. Mus.», 52, 1897.
24 y Phil. 65, 1906, 149.
118. Cf. W. NESTLE, Vom MyLhos mm Logos, Stuttgart, 1940. 330.

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IDEALES DE VIDA HUMANA EN LA ANTIGUA GRECIA 71

aX^Oeta del héroe justo y el vój.oc. No sin razón se ha pensado "3


en Ia posible influencia del Palarnedes de Eurípides sotore el
retrato que Ia Apología nos ofrece de Sócrates, desventurado
héroe eòspyÉTT;; como Palamedes o Prometeo.
Claro es que son grandes las diferencias entre el héroe griego
arcaico piadoso y temeroso de Dios y el héroe político, ideal de
muchos hombres de Ia edad clásica, paladinamente encarnado
por el Eteocles de Las Fenicias :
ercep ^ap <i8txeiv yjj'f,, Tup«vví8oc ~épt
I2>)
x(iXXiTTov a8ixetv, -<TUM. 8' cùaepeìv /pstóv
O entre el sabio arcaico Solón, temeroso del juicio de Dios, y
el sofista que abre proceso a Ia propia existencia de Dios. Sobre
un telón de fondo constante Ia reacción del hombre griego
ante los distintos valores va conformando los tipos ideales
históricos.
Bajo el signo de Ia Sabiduría ve el hombre griego al artista
y su actividad creadora IJ", al político y conductor de pueblos '--.

119. ERWiN WoLFF, Platos Apologie «Neue Phil. Unt.», 6. Berlin, 1929. 67.
120. vv. 524-5. Cicerón los traduce en el De of/iciis in 21, 82 : nam si
uiolandum est ins, regnandi gratia I uiolaiwlum est. ; aliis rebus pietatem
colas, y añade que César los recordaba frecuentemente. Cf. W. RiEMscnNEiDER,
HeW una Stuat in Eurípides Plionixsen. Dis. Berlín. 1940.
121. Cf. por ejemplo el sugestivo estudio de HERMANN GuNDEHx, Pindar
und, sein Diclitcrberu|, Frankfurt, Klostermann, 1935 passini sobre Ia acti-
vidad poética como 0091« y el poeta como aos f Jí. Vid. también W. KnAus,
Die Au/fassung des Dichlcrbernfs im frühen Griechentum, «Wiener Stu-
dien», 68, 1955, 129 ss. y D. F. W. vAN LENNEP, Euripides I K ) I U T H i I l ( M X I i :
Amsterdam, 1935.
122. Políticos y legisladores son algunos de los Siete Sabios, como sabi-
duría es vista Ia política por Tuc;dides (cf G. F. BENDER, Der Bcgri|| der
Staatmanncs bei Thucydidcs Würzburg, 1938), filósofo ha de ser el regente
ideal de Ia ^ o X i t e í a platónica, el buen orador (cf. J. ZuREx, Das Ideal des
Reaners bei Plato und Cicero, Kremsier, 1904), «filósofo», amigo de Ia cul-
tura es ante todo el sabio príncipe isocrático, el político magnánimo estoico
y como a sabios nos presentan a sus monarcas las numerosas muestras grie-
gas de Ia literatura sobre «espejos de príncipes» (vid. G. BáRNER, Compa-
rantur ínter se Graeci de regentium hominum uirtutibus auctores. Diss.
Marp. Catt., 1889 y K. EMMiNGER, Sludien z. d. griech. Fürstenspiegeln
I-III. Munich, 1906 v 1913>.

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72 JOSE S. LASSO DE LA VEGA

Como héroe o como sabio es visto el hombre ejemplar en sus


relaciones con los poderes divinos. Bajo el signo de Ia heroici-
dad, que se afirma en Ia acción y en Ia luoha, ve el griego al
guerrero Aquiles o Ayax o al hombre de estado Alcibíades o
Evágoras en pos del dominio del mundo. Bajo el signo de Ia
heroicidad, que se afirma en Ia resistencia endurecida ante Ia
desgracia y en Ia impasibilidad ante las vicisitudes de Ia fortuna,
ve el griego al héroe Heracles, al sabio socrático, al magná-
nimo aristotélico o al sabio valeroso, perseverante y magnánimo
de los estoicos que, en el desprecio del mundo, encuentra Ia afir-
mación de Ia grandeza del hombre.
Héroe y Sabio son las dos formas cardinales de ejempla-
ridad vital para el hombre griego. Frente a Ia abstracción de
toda actividad, de Ia que hace una virtud el hombre oriental,
el griego concibe Ia vida como acción en pos de Ia gloria. La
inexcusable apetencia de Razón, maestra de Ia vida, contrapone
con frecuencia Ia Sabiduría griega a Ia Paradoja cristiana.

JOSE S. LASSO DE LA VEGA.

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