Mosquetes Españoles en La Batalla de Almansa
Mosquetes Españoles en La Batalla de Almansa
Mosquetes Españoles en La Batalla de Almansa
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adelantada del muelle que sujeta el rastrillo excluye al modelo 1789-, y bayoneta “de
tapón” también llamada “de taco” o “de mango” que nos remite hacia el año 1700.
Este mosquete tiene una llave española, y por la configuración de la caja del mosquete y
cañón es muy probablemente un arma militar al ser habitualmente las de caza de
configuración más ligera. De todas formas el arma tiene en su configuración actual
elementos de época posterior: la baqueta y las abrazaderas. La baqueta original tendría
que ser de madera, ya que las primeras de metal aparecen en Prusia a mediados del siglo
XVIII empezando a difundirse en Europa durante la “Guerra de los Siete Años” (1756-
1763) adoptándose en España en 1762. Las abrazaderas del cañón las veo demasiado
elaboradas para ser originales. La bayoneta responde totalmente a modelos de finales
del siglo XVII y principios del siglo XVIII. Si este mosquete se utilizó en la guerra de la
independencia norteamericana (1775-1781), como dice la publicación norteamericana,
ya entonces contaba con una notable antigüedad.
Las medidas del ejemplar tratado en la publicación mencionada son: longitud total 58
1/2” (1,48m), longitud del cañón 42 ½” (1,079m), con la bayoneta calada 75” (1,90m),
presentando numerosas marcas ilegibles.
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La aparición de la llave “de pedreñal”, “de rastrillo”, “de patilla” o
“española”
La “llave de mecha” aparece a mediados del siglo XV, la primera ilustración en la que
aparece es de 1475, y se generalizó en el siglo XVI tanto para arcabuces como para
mosquetes. Dado su bajo coste y simplicidad predominó en toda Europa hasta la
segunda mitad del siglo XVII, a pesar de la aparición de otros mecanismos más
avanzados como la llave de rueda y las primeras llaves de chispa.
Las llaves “de mecha” y “de rueda” acabaron siendo sustituidas por las llaves “de
chispa”: una piedra de pedernal golpeando sobre una pieza de hierro para provocar la
chispa. Las llaves de chispa o “de pedernal” más antiguas son la “de patilla” también
llamada “de rastrillo” o “española”, y la “schapp-hahn” –gallo picando- llamada “de
chenapán” u “holandesa”, ambas de mediados del siglo XVI aunque no se generalizaron
hasta la segunda mitad del siglo XVII usándose para todo tipo de armas portátiles desde
pistolas y escopetas hasta mosquetes.
“Segunda Parte de las Guerras civiles de Granada” Ginés Pérez de Hita, edición 1696
Poco después leemos en la obra “Segunda Parte de las Guerras civiles de Granada”
escrita por Ginés Pérez de Hita, publicada originalmente en 1610, narrando hechos
acaecidos durante la Rebelión de las Alpujarras (1568-1571) durante el asedio a la
población de Galera por los cristianos -que fue tomada a principios de 1570- describe al
morisco el Tuzani con “Una buena espada en un buen tahalí, y su escopeta de rastrillo
muy buena, la qual él entendía muy bien, porque avia estado muchas veces en Valencia
y en Xativa, y en otros lugares donde semejantes armas se usaban, y se usan, de adonde
llevó aquella llave de su escopeta” (pag 474 de la edición impresa en Madrid en 1696 –
me he limitado a cambiar la “f” y “v” originales por la “s” y “u” actuales para facilitar la
comprensión dejando el resto en su versión original-, así como en la pag 469 de la
edición impresa en Madrid en 1833 y pag 400 en la edición de París de 1847). Esto
además nos muestra que el “pedreñal” de la zona valenciana y la llave “de rastrillo” son
la misma cosa.
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También aparecen mencionados escopetas y arcabuces “de rastrillo” en el inventario de
bienes de Don Sebastián de Santoya fechado en Marzo de 1585, fabricados por Simón
Marquarte “El Viejo”. Las primeras llaves “de rastrillo” o “de patilla” que se conservan
pueden fecharse en 1625 en mosquetes de muralla conservados en la Armería Real de
Madrid firmados por Simón Marquarte “El Joven” con su ayudante Lucas de Ros y su
discípulo Pedro de Santiago, y ya con el diseño que se mantendrá durante los siguientes
doscientos años.
Finalmente la representación gráfica más antigua donde se aprecia claramente una llave
española es en el cuadro “Felipe IV, cazador”, pintado por Diego Velázquez entre 1632
y 1638 y conservado en el Museo de Prado, donde el rey empuña un mosquete con llave
“de rastrillo” más tarde llamada “de patilla” o “española”.
La llave “de rastrillo”, “de patilla” o “española” se caracteriza porque es toda exterior,
por lo cual la caja del mosquete conserva toda su fortaleza al no ser necesario perforarla
para alojar la llave. En la llave española el muelle real en forma de V situado bajo el
rastrillo prolonga su vástago superior hasta la base del pie de gato simplificando todo el
mecanismo, disponiendo en este punto de dos calzos con una pieza llamada “palillo”
para producir los dos tiempos de seguro y disparo. Al ser el mecanismo de esta llave
exterior permite la instalación sin limitaciones de espacio de un muelle real más fuerte
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que en la llave holandesa o la posterior llave francesa, y con ello el uso de piedras de
sílex incluso apenas talladas produciéndose al chocar contra el rastrillo una mayor lluvia
de chispas hacia la cazoleta siendo más raros los fallos de disparo. Además la superficie
de fricción del rastrillo presenta surcos verticales para dirigir las chispas con más
precisión a la cazoleta. Así la piedra de sílex golpea sobre el rastrillo en forma de L
levantándolo destapando la cazoleta a la vez que produce las chispas, que así se vierten
directamente sobre la pólvora, y al producirse la deflagración comunica el fuego por el
oído del arma a la carga principal en el fondo del interior del cañón produciéndose el
disparo.
“Felipe IV Cazador” de Diego Velázquez, obra realizada entre 1632 y 1638. Detalle de
la llave del mosquete del rey y de su llave “de rastrillo”, “de patilla” o “española”
A principios del XVII entre 1610 y 1615 el armero francés Marin Le Bourgeois
combina el rastrillo y cazoleta españolas con el pie de gato y el muelle real interior
holandés, aportando una pieza llamada “nuez” que provoca los dos tiempos de seguro y
disparo, creando así la llamada “llave francesa”.
Las llaves de chispa se generalizaron a finales del siglo XVII, extendiéndose la llave
española por el Mediterráneo así como América y Filipinas apareciendo derivados como
la llave llamada “patilha de invençao” portuguesa, la “catalana” calificable como "de
miquelete", las “de invenzione” italianas como la “romana” y la “napolitana” o “alla
brobana”, la “turca”, así como variantes en el Cáucaso, el sur de Rusia, las del norte de
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África... todas caracterizadas por tener el mecanismo exterior y disposición general
similar a la original española. Por su parte la llave francesa se extendió por Europa
central y del norte, especialmente durante el reinado de Luis XIV de Francia llamado el
“Rey Sol” (1638-1715) con su nuevo modelo de ejército, y así usan llave francesa por
ejemplo los mosquetes británicos cuya primera ordenanza aparece en 1722 como el
llamado “Brown Bess” –Es un sobrenombre, traducible como “Isabelita la Morena”,
atribuido a casi todos los modelos de mosquete utilizados por el ejército británico-.
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Las fábricas de armas de la Corona española
Desde el siglo XVI al XIX las armas de fuego de la Corona española se fabrican casi en
exclusiva en la población vizcaína de Placencia de las Armas / Soraluze, dada su
proximidad a los yacimientos de hierro de buena calidad de la zona. En Placencia se
fabrican armas al menos desde 1481 y para la Corona desde 1548, pero en 1573 el rey
Felipe II establece la Real Casa-Fábrica de armas produciendo desde entonces la mayor
parte de las armas de fuego de uso militar de la Corona española, recibiendo entonces
por esta actividad su apelativo “de las Armas”.
Pistola española modelo 1789 para caballería, llave “de patilla” o “española”,
longitud 43,5cm, cañón 26,2cm, calibre 18mm. Una belleza.
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Las armas de chispa en la organización militar española.
Se puede decir que hasta finales del siglo XVII no hay ningún control sobre los modelos
de armas que se utilizan en los ejércitos europeos. En España esta situación, como en
muchos otros puntos, cambia durante el reinado de Carlos II de España (1665-1700) y
en concreto desde 1680 con el comienzo de todo un periodo de reformas en todos los
campos.
Los descubridores de finales del siglo XV así como los conquistadores y en Europa los
ejércitos de Tercios hicieron de España la primera hegemonía a escala mundial de la
historia de la Humanidad, indiscutible durante todo el siglo XVI y el enemigo a batir
para cualquier aspirante a potencia. El agotamiento de las minas de metales preciosos a
mediados del siglo XVII y la escasa demografía propia frente al resto de Europa,
hicieron que tras la paz de Westfalia de 1648 la Corona española tuviera que compartir
su puesto con Francia y recién llegados como Inglaterra y Holanda en un sistema
equilibrio de poderes europeo.
En el siglo XVII también se asiste en toda Europa a la separación de la función del rey
de la función de gobierno, apareciendo los llamados en España “validos”: Richelieu y
Mazarino en Francia, Lerma y Olivares en España, Oxenstierna en Suecia, Buckingham
en Inglaterra… donde tras una guerra civil se llega a ejecutar al rey instaurando la
primera dictadura moderna presidida por Cromwell como “Lord Protector”.
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En España comienzan las reformas cuando el rey Carlos II, físicamente poco agraciado
y enfermizo pero ni mucho menos tonto como tantas veces lo presentan y menos aún
“hechizado”, nombra como primer secretario del rey –equivalente al actual presidente
del gobierno- al duque de Medinaceli (1680-1685) y tras él al conde de Oropesa (1685-
1691 y 1698-1699): se hace una devaluación monetaria –eliminando los llamados
“resellos” y moneda de baja ley- para estabilizar la moneda, se investiga y aumenta el
control de la Corona sobre la Iglesia y la Inquisición, se reorganiza la administración
pública y se reducen los gastos de la Casa del Rey y de la corte recortando sus gastos,
pero sobre todo se reorganiza el tráfico comercial con los territorios americanos pasando
a ser el pulmón económico de la Corona española. En 1680 la cabecera de las flotas de
Indias pasa de Sevilla a Cádiz y desde entonces España pasa a ser el gran intermediario
entre América y Europa, como suministrador de productos americanos para todo el
mercado europeo, e importando productos elaborados europeos que a su vez reexporta a
los virreinatos americanos. Se extiende entonces por Europa el uso del maíz, la patata,
el cacao y el chocolate, o el tabaco entre otros productos, todos ellos de procedencia
americana. A su vez en América se reactiva la expansión española y se fundan ciudades,
como Matanzas en Cuba en 1683 por el capitán general de la isla don Severino de
Manzaneda y de Pensacola en Florida en 1698 por el gobernador Andrés de Arriola.
Con la Real Cédula del 9 de octubre de 1693 el rey Carlos II nombra a tres “tenientes
generales”, miembros del Consejo de Estado y consejeros del de Guerra, con funciones
militares a la cabeza de los territorios peninsulares. La Real Cédula de 26 de octubre de
1693 confirma la disposición y concreta los territorios: las actuales Galicia, Asturias,
Cantabria, País Vasco, Navarra y Castilla-León tienen como teniente general al
Condestable de Castilla, mientras Rioja, Aragón, Cataluña, Valencia, Baleares, y
Cerdeña tienen como teniente general al duque de Montalto, y para Extremadura,
Castilla-La Mancha, Murcia, Andalucía, plazas de África y Canarias es teniente general
el Almirante de Castilla conde de Melgar. Las funciones y procedimientos de los
tenientes generales se concretan en el Decreto de 14 de noviembre de 1693. Sin
embargo territorios como Nápoles, los virreinatos americanos o Filipinas siguen con el
antiguo sistema virreinal.
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técnica española de la Ilustración durante el siglo XVIII irá al mismo ritmo que la del
resto de Europa.
Ya las antiguas “Coronelías” de Gonzalo Fernández de Córdoba “El Gran Capitán” con
sus piqueros y las primeras armas de fuego habían sido actualizadas, por orden de
Carlos I de España y emperador V de Alemania, con las Ordenanzas de 1534 y 1536
llamadas “Ordenanzas de Génova” creando los legendarios “Tercios” armados
principalmente con picas y arcabuces. Y éstos a su vez por orden de Felipe II de España
por la Ordenanza de 1560 se habían actualizado de nuevo adoptando los entonces
novedosos así como poderosos y pesados mosquetes que requerían un pie de metal para
su manejo. Esta combinación de largas picas de hasta seis metros de longitud, ligeros
arcabuces y pesados mosquetes, encuadrados en compañías y éstas en “Tercios”, fueron
el primer ejército voluntario, profesional, estatal y permanente desde la época romana,
constituyéndose en el modelo militar en toda Europa durante todo el siglo XVI y la
primera mitad del siglo XVII.
No fueron éstas las únicas innovaciones aportadas desde España en esta época. En 1477
se funda el tribunal del “Protomedicato” como institución que examinaba y regulaba la
profesión médica. Los hospitales de campaña con personal sanitario acompañaban a las
tropas españolas desde la Guerra de Granada (1482-1492), y el hospital militar español
de Mechelen (Malinas) en el sur de Bélgica abierto 1567 por el duque de Alba fue el
primer hospital militar fijo de Europa. El resto de los países europeos tardaron en torno
a un siglo en adoptar una organización sanitaria similar en sus ejércitos.
España fue el primer país de Europa que abolió la servidumbre, por las “Leyes de Toro”
promulgadas el 7 de abril de 1505, que también prohibían a la nobleza tener ejércitos o
fortificaciones propios de forma que la Corona tenía el monopolio de la fuerza militar.
Por estas normas legales tampoco podía haber en España regimientos propiedad de
nadie, ni se podía reclutar tropas sin permiso escrito del rey debiendo hacerse además
sólo en nombre de la Corona. El resto de Europa no empezó a seguir esta línea hasta
más de un siglo después, y por ejemplo la servidumbre no fue abolida en Francia hasta
la revolución francesa de 1789 y en Rusia hasta 1861. Se ha llegado a decir que “los
Tercios españoles eran un ejército de hombres libres recorriendo una Europa de
siervos”, lo cual es algo exagerado pero no tan desencaminado.
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El sistema de fortificación abaluartada lo desarrolla el ingeniero valenciano Luis
Escrivá, aplicándolo en sus castillos napolitanos de l’Aquila (1534-1567) y San Telmo
(1538-1546), poniéndolo por escrito en su obra “Apologia en excusación y favor de las
fortificaciones de Nápoles” (1538) considerado uno de los primeros textos modernos
sobre fortificación siendo citado como referencia por ingenieros italianos como
Gabrielle Busca en su “Della Architectura Militare” (Milán, 1601). En construcción
naval uno de los primeros tratados del mundo es “Espejo de Navegantes” (Sevilla,
1538) de Alonso de Chaves. También el primer manual escrito sobre guerra irregular es
“Milicia y descripción de las Indias” (Madrid, 1599), más conocido como “Milicia
Indiana”, de Bernardo de Vargas Machuca (1555-1622).
Los Reyes Católicos habían formado en 1475 el cuerpo de artillería. Don Diego de
Álava y Beamont publica “El perfeto capitán instruido en la disciplina militar y nueva
ciencia de la artillería” (Madrid, 1590), que será el primer libro técnico sobre la
materia. Para racionalizar el caos de calibres y piezas artilleras en 1609 el intendente
general de la artillería española establece solo seis tipos de cañones, uno de obús y uno
de mortero. El tratadista español Cristóbal Lechuga en su obra “Discurso del capitán
Cristóbal Lechuga en que trata de la artillería y de todo lo necesario en ella, con un
tratado de fortificación y otros advertimentos” (Milán, 1611), difunde el sistema
español de clasificación artillera: en 1620 Francia y los Países Bajos adoptaron el
sistema español, a los que seguirían el resto de los países europeos manteniéndose en
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vigor, con las denominaciones traducidas al peso de su proyectil sólido de hierro en
libras –cañones de 4, 6, 8, 12, 16 y 24 libras-, hasta la segunda mitad del siglo XIX.
En 1638 aparecen en España por primera vez los “dragones” con tres compañías de
ochenta plazas cada una, marchando a caballo y combatiendo a pie como infantería con
arcabuces, y dado su buen resultado se forma un tercio o coronelía de 1.000 jinetes. En
1648 se crea el cargo de “sargento mayor de batallas” equivalente al actual general de
división.
En el plano de la enseñanza militar, por orden del rey Carlos II de España se funda en
Bruselas en 1674 la “Escuela General de Batalla” o “Academia Real y Militar del
Exercito de los Payfes Baxos de Flandes” para la formación de oficiales de todas las
armas, dirigida por uno de los militares más prestigiosos de la época: Sebastián
Fernández de Medrano más conocido como “El Alférez Medrano” que sería también
autor de la mayor parte de sus textos docentes. Para ello recibía todos los años treinta
oficiales alumnos y otros treinta soldados cadetes de los diversos Tercios y
Regimientos. Había también un número indeterminado de “oyentes” o jóvenes que
accedían a la Escuela mediante becas concedidas por los Gobernadores y que adquirían
los mismos derechos que los alumnos. Por lo que se refiere al plan de estudios, los
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oficiales estaban en el centro dos años y los cadetes tres. Los más aventajados de unos y
otros estaban un año más y salían con el título de Ingenieros o Arquitectos Militares.
Fue la primera academia general militar de Europa y modelo para todas las posteriores.
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otros femejantes inconvenientes, que todos fe difciplinen igualmente, y fe exerciten, y
manejen con unas mifmas voces”. Como comparación, en Gran Bretaña no se
empezaron a unificar las voces de mando hasta las reformas del duque de York iniciadas
en 1793 más de un siglo después.
Por Real Orden de 26 de abril de 1685 se crea por primera vez las compañías de
granaderos: “Teniéndose no solo por útil sino necesaria la introducción de compañías
de granaderos en mis ejércitos … y armándolas con fusiles (escopetas largas) y
bayonetas que se puedan fijar en ellos de manera que después de haber disparado
sirvan como chuzos o medias picas … para lo cual son mas a propósito los fusilieros
(escopeteros de chispas) (sea con el saquillo de las granadas o sin ellas) que los que
llevan armas mas pesadas”, así como por la misma orden se crean las compañías de
minadores (“Historia Orgánica” del conde de Clonard, tomo 5 página 10).
Las llaves de chispa no eran una novedad en las tropas españolas: el texto añade “… y
respecto de que no solo conviene que los granaderos estén armados de escopetas sino
que como se ha estilado en otros tiempos los usen también los cabos de escuadra y
algunos soldados reformados”. Así pues ya anteriormente suboficiales y soldados
veteranos seleccionados contaban con armas de chispa.
El texto más ampliado es “Teniéndose no solo por útil sino necesaria la introducción
de compañías de granaderos en mis ejércitos… he resuelto que en cada uno de los
ejércitos de Cataluña, Flandes y Milán se formen cuatro compañías de a cincuenta
hombres… escogiéndose los que fueren más a propósito para este manejo y armándolas
con fusiles (escopetas largas) y bayonetas que se puedan fijar en ellos de manera que
después de haber disparado sirvan como chuzos o medias picas, y cuando se ofrezca
empleen estas compañías en partidas interpresas y en ocupar pasos y desfiladeros
como lo pidiese la ocasión o la necesidad, y que en los puestos, guardias y puertas de
las plazas haya siempre granadas… Y para alentarlos a este servicio… y alivio de la
fatiga que tuvieren en las correrías y otras facciones que les recrescen, como en salir
mezclados en mangas o con caballería o con tropillas pequeñas, cuando sea menester,
para lo cual son mas a propósito los fusilieros (escopeteros de chispas) (sea con el
saquillo de las granadas o sin ellas) que los que llevan armas mas pesadas…Y respecto
de que no solo conviene que los granaderos estén armados de fusiles (escopetas) sino
que como se ha estilado en otros tiempos los usen también los cabos de escuadra y
algunos soldados reformados. También pide muy particular providencia en punto que
toca a los minadores, que son igualmente necesarios en la defensa como en la
expugnación de las plazas. Y así he resuelto que también se forme compañía de ellos en
cada uno de los tres ejércitos referidos… De Madrid a 26 de abril de 1685” (Archivo
general de Simancas. –Estado, núm. 3911)
En la “Ordenanza de 1693” del rey Carlos II (1665-1700) se establece que cada uno de
los seis tercios provinciales permanentes que forman la guarnición de la Península –
Sevilla, Valladolid, Burgos, Toledo, Madrid y Segovia- han de estar formados por 1.000
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soldados, organizados en quince compañías de 66 soldados. También en 1693 se adopta
el uniforme de estilo francés adoptándose la casaca llamada “redingote” o “justacorps”
larga con grandes vueltas en las bocamangas y solapas así como bolsillos laterales,
teniendo la casaca un color diferente en cada tercio que recibe así el nombre de su
Maestre de Campo al mando y el sobrenombre del color de su casaca.
En 1694 se ordena la creación de otros diez tercios provinciales, llamados por ello
“tercios nuevos” frente a los seis originales que serán ahora “tercios viejos”. Los seis
tercios provinciales destinados a Cataluña tendrán cada uno 1.200 plazas organizadas en
12 compañías siendo una de ellas de granaderos, cada tercio se divide en dos
“escuadrones” cada uno mandado por un Sargento Mayor, y se ordena que en todos los
tercios cada compañía esté formada por un tercio de los soldados como “piqueros”, otro
tercio de “mosqueteros” pesados y otro tercio de “arcabuceros” ligeros, -concretamente
de cada 80 hombres 25 serán mosqueteros, 35 arcabuceros a los que se dotará de
bayonetas en lugar de espadas y 20 piqueros- (“Historia Orgánica” del conde de
Clonard, tomo 5 página 24).
Así pues el ejército español que encuentra Felipe V al llegar a España en 1700 está
técnica y materialmente a la altura correspondiente a una potencia europea del
momento, a pesar del mito tantas veces repetido.
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La organización del ejército español vigente en la batalla de Almansa
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Infantería: un regimiento está formado por doce compañías, de ellas una de
granaderos y once de fusileros. En cada compañía debe haber un capitán, un teniente, un
lugarteniente (posteriormente subteniente y actualmente alférez), dos sargentos, tres
cabos, tres cabos segundos, dos carabineros con fusil rayado (si, literalmente como
suena, toda una novedad pero duraron poco: ya habían armas de caza con ánima rayada
en centroeuropa aunque eran muy raras), un tambor y 39 soldados. Así cada compañía
está formada por cincuenta hombres, cada regimiento por doce compañías, y la plana
mayor del regimiento está formada por el coronel al mando, teniente coronel, sargento
mayor, ayudante, capellán, cirujano y tambor mayor.
Guardias de la Persona del Rey (más tarde llamados Guardia de Corps, van a
caballo pero pueden combatir tanto montados como a pie): cuatro compañías, de ellas
dos españolas, una italiana y otra valona –de Bélgica-. Cada compañía estará formada
por un capitán, dos tenientes, dos subtenientes, dos alféreces, cuatro exentos, un
ayudante, cuatro brigadieres, cuatro subrigadieres y 194 soldados como guardias, dos
portaestandartes, cuatro guardias o “soldados de la manga” –guardia próxima del rey,
tan cercana que “tocaban las mangas de su casaca”-, cinco trompetas o timbaleros, un
capellán, un cirujano mayor, un furriel, un sillero y un herrador. La plana mayor de las
compañías de las reales guardias está formada por un sargento mayor, dos ayudantes, un
furriel y un comisario. Cada compañía está formada por cuatro brigadas, cada una de
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ellas formada por un subteniente o alférez, un exento, un brigadier, un subrigadier, un
Guarda de la Manga, 49 guardias y un trompeta.
Casa del rey: Quartel Maestre General, dos ayudantes, capitán de guías,
teniente de guías, veinte guías a caballo, preboste del ejército, dos tenientes, dos
exentos, treinta archeros –guardias armados con un “archa” o lanza terminada en
cuchilla, guardia interna de las estancias del rey aproximadamente como los actuales
alabarderos-, grefier (¿?), capilla del ejército con doce sacerdotes o religiosos para misas
y atención hospitalaria.
Esta sería la organización con la que se presentaron las tropas españolas del ejército
borbónico en la batalla de Almansa, el 25 de abril de 1707: la batalla que daría un
vuelco a la “Guerra de Sucesión Española” y a la propia historia de Europa.
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BIBLIOGRAFÍA:
- “Crida de les Armes de 7 de marzo de 1559” (documento original en pdf)
- “Segunda parte de las guerras civiles de Granada” Ginés Pérez de Hit, edición
Madrid 1696 (primera edición en 1610).
- “Arte de Ballestería y Montería” Alonso Martínez de Espina. Madrid, imprenta
real 1644. (edición facsimil 1946)
- “Reglamento para que la Infanteria Cavalleria y Dragones que al presente ay y
hubiere en adelante en mis Exercitos de España, fe pongan en el pye y numero
de Oficiales y Soldados, como fe hizo y obferva en mis Exercitos de Italia y
Flandes con las Ordenanzas aquí infertas. Año 1706” Cádiz imprenta
Christobal de Reche (1706)
- “Compendio histórico de los Arcabuceros de Madrid” Isidro Soler Madrid
segunda edición (1849, primera edición de 1795)
- “Colección General de las Ordenanzas Militares. Tomo I. Desde el año 1551
hasta el de 1713”. Joseph Antonio Portugués. Madrid Imprenta de Antonio
Marín (1764)
- “Historia orgánica de las armas de infantería y caballería españolas. Tomo V”
Conde de Clonard. Madrid, Imprenta del Boletín de Jurisprudencia (1854)
- “Los soldados europeos entre 1550 y 1650” Geoffrey y Angela Parker. Akal /
Cambridge (edición española, 1991)
- “Soldados de España” José María Bueno. Edit. Almena (1998).
- “La Guerra de la Independencia (1808-1814). El pueblo español, su ejército y
sus aliados frente a la ocupación napoleónica”, varios autores. Ministerio de
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portátiles de los soldados contendientes en la Guerra de la Independencia.
Reglamentación, manejo y efectividad” de José Borja Pérez.
- “La Batalla de Almansa, 25 de abril de 1707” José Luis Cervera Torrejón. Corts
Valencianes (2000)
- “La llave española o de Patilla, conocida como Miquelet o Miguelete” Nicolás
Borja Pérez. Militaria, revista de Cultura Militar. Nº2. Edit. Universidad
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el arte de la fabricación de armas de fuego en España” José Javier Labarga
Álava. Dialnet-719149
- “El virreinato interino de d Joan Llorens de Vilarrasa” María Antonia Piles
Almela. (síntesis de tesis de licenciatura) Dialnet_PDF257
- “Carlos II y las islas Canarias: singularidad y alcance de algunas normas
jurídicas de su reinado (El Almirante de Castilla, teniente general para las Islas
Canarias)” Mª del Carmen Sevilla González. Dialnet.
- “La formación de milicias generales en los reinos de la Corona de Aragón
durante el reinado de Carlos II, 1665-1700” Antonio Espino López,
Universidad de Barcelona. Dialnet.
- “Some Spanish weapons in the American Revolution” Herman O. Benninghoff
II. Dialnet_91_benninghoff_spanish
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