Café, Inmigración y Estructura Urbana: São Paulo en El Siglo XIX y Principios Del XX
Café, Inmigración y Estructura Urbana: São Paulo en El Siglo XIX y Principios Del XX
Café, Inmigración y Estructura Urbana: São Paulo en El Siglo XIX y Principios Del XX
Hablar sobre São Paulo es hablar del café, ya que si hay algo que la
caracteriza en un período de tiempo que podemos delimitar entre 1880 y
1930, es que todo el Estado se va a convertir en una gran plantación que
abastecerá gran parte del mercado mundial. Y es precisamente la economía
cafetalera la que va a ser definitoria en cuanto a sus influencias en la capi-
tal: aumento de población urbana, desarrollo comercial y mejoras en la
infraestructura, por una parte. Por otra, el inicio de la expansión industrial.1
Pero antes de analizar esos años, recordemos cómo fueron los co-
mienzos. Los jesuitas Nóbrega y José Anchieta —por cierto de origen
canario— fueron los fundadores de São Paulo de Piratininga, el 25 de ene-
ro de 1554, en las confluencias de los ríos Tamanduateí y Anhangabaú. La
capilla y el colegio de los jesuitas constituían, junto a algunas aldeas de
indios que se organizaron desde los orígenes de la villa y desempeñaban el
papel de satélites de ésta, el municipio.
Sus primeros habitantes tuvieron que enfrentarse a diferentes peli-
gros: las epidemias, en particular la de viruela, los ataques de tribus beli-
gerantes y los conflictos entre los primeros colonos y los propios jesuitas
sobre el tema indígena; los primeros querían exclavizarlos mientras que los
padres se oponían a tal sistema. A partir del siglo XVII la situación sería,
1 Cano, Wilson: Raízes de la concentración industrial em São Paulo, Rio de Janeiro, 1977.
pág. 129.
2 Maw, J.: Viagens ao Interior do Brasil. Principalmente aos Distritos do Ouro e dos Dia-
mantes, Rio de Janeiro, 1944, pág. 78.
3 Marcílio, Maria Luiza: A cidade de Sâo Paulo. Povoamento e Populaçâo. 1750-1850, Sâo
Paulo, 1973, págs. 3-4.
4 Dennis, F.: Brésil, Paris, 1837, pág. 190.
Hacia la tercera década del siglo XIX, además del núcleo central, ya
señalado, comenzaron a perfilarse algunos barrios. Entre las chacras de la
Figueira y Tatuapé surgía el Brás —con 600 habitantes en 1836— que has-
ta entonces había sido zona de paso para los viajeros que seguían a Rio de
Janeiro. Este barrio, con los años, se convertiría en uno de los más popula-
res de la ciudad, albergando a un buen número de inmigrantes, fundamen-
talmente italianos y españoles. También en esos años se pudo atravesar el
río Anhagabaú, y un núcleo de 3.000 habitantes se situaba en la margen
izquierda, hacia el actual barrio de Santa Ifigênia.
En 1836 diez parroquias componían el término de la ciudad: la de Sé,
Santa Ifigènia y Brás eran las que podríamos considerar como más céntri-
cas; la mayoría de los habitantes se repartía en las restantes, que formaban
parte de los suburbios de la ciudad: Guarulhos, Nossa Senhora do O, Cotia,
Nossa Senhora da Penha, São Bernardo, Juquerí y Embú.
En cuanto a los transportes, se sabe que en 1822 existía sólo un
carruaje, el del obispo. Los particulares adinerados comenzaron a adquirir-
los en 1850. Hacia ese año algunas de las personas más destacadas de la
ciudad —la marquesa de Santos, el barón de Sousa Queiroz, el brigadier
Tobías Aguiar, etc.— poseían ese medio de transporte, generalmente con
un chofer uniformado.
Los carros de alquiler para particulares circularon en 1865 y su lugar
de estacionamiento fue la plaza da Sé; no tenían luz y los cocheros parece
ser que eran poco diestros en su manejo. Según indican las fuentes, a par-
tir de un reglamento de circulación en 1867 se corrigieron, en parte, estas
deficiencias. De todos modos en el Diario de São Paulo aparecían anuncios
como los que transcribimos:
5 Theodoro da Silva, Janice: Sâo Paulo, 1554-1880. Discurso ideológico e organizaçâo espa-
cial, Sâo Paulo, 1984, págs. 109-111.
nados no Largo da Sé, onde podem ser procurados para qualquer serviço. Enquanto
não houver um regulamento da polícia ou postura a respeito en nem for aprovada uma
tabela especial, previne o abaixo assinado que vigorarão os preços seguintes: —carros
dentro das pontes e pela primeira hora, preenchida ou não 3$000. Daí por diante, cada
hora excedente, 2$000.— Fora das pontes:— preço convencionado com os cocheiros.
Donato Severino”.6
6 Diario de São Paulo, agosto de 1865, citado por: Freitas, Affonso A. de: Tradições e remi-
niscências paulistanas, Belo Horizonte/São Paulo, 1985, pág. 103.
7 Szmrecsányi, Tomás, y Flavio A. de Saes: “Energia eléctrica e capital estrangeiro: o caso da
São Paulo Ligth, 1899-1904”, en Resgate, Revista de Cultura, número 4, 1992, pág. 10.
8 Ver, por ejemplo, Egas, Eugenio: Galería dos Presidentes de São Paulo, (3 vols.), São
Paulo, 1926. V. I, págs. 395-396 y V. II, pág. 306.
9 Ver los datos apuntados por Muller, Daniel P.: Ensaio d’um quadro estatistico da provincia
de São Paulo, São Paulo, O Estado de São Paulo, 1838.
10 Morse, Richard: Formaçâo Histórica de Sâo Paulo, Sâo Paulo, 1970, pág. 171.
11 Citado por Morse: Formaçâo Histórica..., pág. 52.
“A este tempo, hospital e albergue puca diferença têm. E o abrigo e o alimento que
possam vir a fornecer que amparam os que dele precisam. Aliás, muito mais do que
local de tratamento, o hospital representava os umbrais da morte. As curas para os que
dispunham de recursos se faziam na própria morada. Posteriormente, este precário
hospital foi desativado, sendo os doentes da Irmandade passaram a usar, sob paga-
mento, O Hospital Militar. A Santa Casa voltou a funcionar na Chácara dos Ingleses
en 1825, quando inaugura seu hospital”.13
12 La construcción de nuevos cementerios sólo afectó a los ricos, los pobres ya eran enterra-
dos en uno próximo a la Capilla de los Ahorcados, en la calle de la Gloria. Ver Sposati, Aldaíza: Vida
Urbana e Gestão da Pobreza, São Paulo, 1988, pág.77.
13 Ibídem, pág.74.
14 Sobre el funcionamiento y características del hospital de la Irmandadê de Misericórdia ver
Mesgravis, Laima: A Santa Casa de Misericórdia de São Paulo, 1599-1884; contribuição ao estudo da
assistência social no Brasil, Tesis doctoral, Facultad de Filosofía y Letras y Ciencias Humanas de la
Universidad de São Paulo. 1972.
15 Sposati: Vida Urbana..., pág. 77.
billar. Todo esto en lo que respecta a los pasatiempos; pero por ejemplo, un
viajero que llegase a São Paulo a mediados del siglo XIX, todavía no
encontraba un hotel en donde pasar la noche. Los paulistanos entendían
que las personas que utilizasen ese medio para alojarse eran inmorales,
especialmente si se trataba de mujeres. Sólo a finales de la década de los
años cincuenta comenzaron a aparecer los primeros hoteles.
Y estos barones del café, así se los conoció, fueron también los impul-
sores del desarrollo ferroviario. A excepción de la primer línea férrea, la
“Inglesa” o São Paulo Railway Company Ltd. que fue organizada con capi-
tal de ese origen, las restantes fueron costeadas por paulistas.
La “Inglesa” se comenzó a construir en 1860 y debía salvar el gran
escollo que suponía atravesar la Sierra del Mar, desde Santos a la capital
del estado. En febrero de 1867 fue inaugurada con un trayecto de 139 kms.
desde Santos a Jundiaí. Ella se convertiría en el embudo por donde debía
pasar todo el café que se exportaba desde Santos.
Sucesivas líneas la siguieron, todas con rumbo al oeste: en 1872, la
Companhia Paulista de estradas de Ferro une Juandiaí con Campinas; años
más tarde llegaría hasta Rio Claro; La Ituana creada en 1870; la
Sorocabana, en 1871; Bragantina y la Mogiana en 1872; saliéndonos de
esta dirección, en 1877 la que unía Rio de Janeiro con São Paulo. En 1886,
la provincia de São Paulo tenía 1806 kilómetros de vías férreas y se esta-
ban construyendo 406; en 1900 ya eran 3.468 los kilómetros de raíles y,
veinte años después, en 1920, 6.595. A partir de la década de los años 30
comenzó la competencia del tránsito rodado, que en poco tiempo suplió
totalmente al transporte ferroviario.23
Concomitante al ferrocarril fue la aparición del telégrafo, que permi-
tió a la élite de fazendeiros comunicarse rápidamente; las distancias que
separaban la frontera del café de la capital eran vencidas, y muchos nego-
cios se resolvían en el Jockey Club paulista. Desde esa época vemos que
comienzan a construirse los palacetes en los barrios más distinguidos de la
21 Holloway, Thomas: Imigrantes para o café, Rio de Janeiro, 1984, págs. 26-29.
22 Ferreira Ramos, F.: La valorisation du café au Brésil, Antuerpia, 1907, citado por R. Soares
Júnior: Jorge Tibiriça e sua época, São Paulo, 1958, pág. 511.
23 Sobre ferrocarriles en São Paulo ver Nogueira Mattos, Odilón: Café e ferrovias, São
Paulo, 1974.
“O pobre mora nos cortiços de Brás, Moóca, da Lapa, do Bom Retiro, em Vila
Guilherme ou Vila Maria, que são atingidos pelas enchentes do Tiête todos os años.
Os bairros pobres são calçados de poeira ou asfaltados de lama quando chove”.29
33 Cenni, Franco: Italianos no Brasil. “Andiamo in America”, São Paulo, 1975, pág. 231.
34 Fanfulla, 14 de março de 1899. Citado por Paulo Sérgio Pinheiro y Michael Hall: A classe
operária no Brasil. Condições de vida e de trabalho, relaçôes com os empresários e o estado.
Volumen II. Sâo Paulo, 1981, pág. 24.
35 Ibídem, pág. 25.
una estrategia, por una parte, para obtener una dedicación más completa del
trabajador y, por otra, para disciplinarlo. Allí vivían bajo un reglamento,
dado que el industrial definía un programa que organizaba la vida cotidia-
na y el tiempo libre de los obreros.
A lo largo de los años van surgiendo informes y propuestas de con-
curso para mejorar la vivienda; pero en ningún caso nos enfrentamos con
medidas efectivas que alteren la situación existente.
Un andaluz de Almuñecar, que llegó a Brasil en 1926, militante del
Partido Comunista, describe en sus memorias su llegada a São Paulo:
“Um sobrinho de minha mãe, o Antônio, veio nos buscar. Conhocendo as artimanhas
destas situações, sorrateiramente nos tirou da Imigração, levando-os para a casa da
irmã de minha mãe, já muito tempo no Brasil, habitando, por aquela época, á rua Ana
Neri, em São Paulo. Varios dias depois alugavamos um cuarto nessa mesma rua. Aqui
iniciávamos o que seria um longo caminho em nossas vidas. Cada porta um corredor
imenso, com dez, vinte quartos enfileirados, antecesores das favelas de hoje. O quar-
to tinha um área de 3 por 4 metros, onde seis pessoas —mesus pais, minhas duas
irmãs moças, minha avõ e eu dormíamos, comíamos, conversávamos... so não fazia-
mos as necessidades fisiológicas. A Latrina —como dizíamos— ficava bem no fun-
do do corredor, onde oito familias que também habitavam aquela via se serviam.
Imagine-se quando as varias criaturas estão apertadas... um desastre. A cozinha fica-
va no fundo do corredor —perto da latrina— once, junto com mais tres mulheres,
minha mãe cozinahaba, cada uma com um fogão de carvão, a se movimentarem numa
área de três metros por três. Outra cozinha, junto a esta, era ocupada por cinco mul-
heres, nas mesmas condições. Este, portanto, o reduto de nove familias, um quarto
cada, uma latrina e duas cozinhas coletivas. Para os menores, a rua”.37
“Es el caso Excmo. Sr. que nos hallamos en un país donde los intereses del elemento
indígena nos obligan, tanto a nosotros como a nuestros hijos, a adoptar para todas las
transacciones y en todas las circunstancias, el idioma oficial (portugués) y que, poco
a poco e insensiblemente, se va amalgamando por decirlo así, nuestra colonia al
ambiente exótico que respira, amoldándose al idioma extraño y dejándose llevar, unos
por convencionalismos, otros por parecer bien y los más por encontrarse sin el indis-
pensable centro de enseñanza del idioma nativo”.43
fez uma conferência brilhante sobre um tema de interesse popular, dedicada às mul-
heres e crianças do Brás. Foram distribuidas cartolinas ilustradas do Serviço
Sanitário. Ao término da festa, foram distribuidos doces, livros e jogos às crianças,
moldes de vestidos às mães”.45
45 L`Italia, 29 de diciembre de 1931. Citado por Maria Auxiliadora Guzzo Decca: A vida fora
das fabricas. Cotidiano operário em São Paulo, 1920-1934. Rio de Janeiro, 1987, pág. 102.