Introducción Los 48

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INTRODUCCION

Chile 181 8- 1850

El entorno y la sociedad

La poblacidn chilena era hacia 1835 de alrededor de 1.010.000 habitantes (aprox.)';


10s que aumentaron hacia 1854 a 1.439.063 *.Esta poblacidn era fundamentalmen-
te campesina y se concentraba en su mayor parte en el valle que une Santiago y
Concepcidn; vale decir el sector agricola mis aprovechable.
En el Chile de la tpoca no existian diferencias regionales de importancia ni
subculturas. Toda la sociedad chilena era mestiza, predominando la sangre europea
entre 10s miembros del grupo oligirquico y descendiendo ese porcentaje en 10s
sectores populares. Por otra parte, desde e1 punto de vista de Ia estructura social.
existia una divisi6n jerirquica asentada y aceptada: en un extremo el referido gru-
PO oligirquico, representado fundamentalmente por 10s notables de Santiago, y en
el otro la gran masa campesina. La hegemonia de la oligarquia santiaguina era
indisputada, aun cuando, durante la primera mitad del siglo XIX, comenzaban a
perfilarse otros sectores sociales: por una parte, una burguesia mercantil, formada
por inmigrantes recientes de origen no hispano, y un grupo creciente de artesanos,
en el cual, aunque tambitn habian extranjeros, era muy mayoritariamente criollo.
Pero, antes de 1850, estas minorias no alteraban la fundamental dualidad oligar-
quia-campesinado de la estructura social chilena. LCuiles eran 10s porcentajes, so-
bre el total de la poblacidn, que correspondian a ambos grandes sectores? La infor-
macidn precisa parece dificil de obtener, per0 hacia 1850 puede pensarse que la
poblacidn rural llegaba todavia a alrededor del 80% del total. Un historiador con-
temporineo da la cifra de 71.4% para 18653. Es a partir de tsta y tomando en
cuenta el ritmo de crecimiento promedio de la poblacidn urbana, que la cifra del
80% aprox. para 1850 parece plausible.
El sector social alto, secularmente interconectado por vinculos econdmicos y
familiares y con aspiraciones aristocriticas, mostraba conciencia de clase y un alto
nivel de coherencia; entre otras razones porque, a diferencia de otras ex colonias
hispanas en America, como Venezuela, Colombia o MCxico, la oligarquia chilena
no se vi0 diezmada por las guerras de la Independencia.
' Censo de 1835, en Reperrorio chileno, publicado por FERNANDO UR~ZAR GARFIAS, Santiago, Imp.
Araucana, 1835. Mamalakis entrega la cifra revisada de 1.1 11.370 habitantes, para el Chile de 1835, Cfr.
MARKOS MAMALAKIS, Historical Statistics of Chile, London, Greenwood Press, 1978, vol. 11. p6g. 13.
Censo de 1854, Santiago, Imp. del Ferrocarril, 1858; segljn Mamalalakis, la cifra corregida seria
de 1.5 16.387 habitantes.
MAMALAKIS, Hisrorical ..., op. cit., vol. 11, (Demography and Labor Force), pig. 402.

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Las masas campesinas, analfabetas y pobres, aunque poseian tambiCn una cul-
tura bastante homogCnea, no tenian conciencia de su postergada situacidn social y
estaban resignadas a “una vida mon6tona y tranq~ila”~.
En la primera mitad del siglo XIX habia en Chile s61o cuatro ciudades de alguna
relevancia. En primer lugar Santiago, la capital, equidistante de las fronteras norte
y sur con una poblacion de unos 85.000 habitantes en 184S.
Santiago era el centro politico, administrativo, economico, social y cultural de
la Republica. Sin embargo, hacia 1850, su aspecto y estructura urbana, su arquitec-
tura (baja y rustica) y servicios, eran 10s de una ciudad pre-moderna y pobre6.
El inglCs Alexander Caldcleugh, quien habit6 en Chile durante la primera
mitad del siglo X I X , escribia al respecto: “nada puede ser mhs irregular, hasta
pintoresco, que el aspecto de Santiago. El follaje (...) est6 tan entremezclado con
las torres y las casas que el efecto es nuevo. Distinto de Paris y de otras grandes
ciudades, donde cada casa tiene su jardin, pero en cierto modo rodeado por 10s
altos edificios”’. El estilo de vida era pausado; otro testigo de la Cpoca, que visit6
Santiago en 1847 cuenta: “el ocio, la indolencia, las intrigas, el vicio de fumar, el
del juego y otros menos finos, dan una idea de 10s habitantes de Santiago. Faltan
las industria. El trafico escasea. El mate, la ‘toilette’, la misa y las aventuras
amorosas ocupan a estas mujeres, porque 10s hombres, seglin parece, tienen aun
menos que hacer”’.
Otros viajeros europeos se refieren tambiCn al aspecto rural y rustic0 de la
ciudad y sociedad, lo que no impedia que, en 10s dias de buen tiempo, reinara en
ella bastante animation. Funcionaban teatros, posadas, pensiones, cafes y merca-
dos. Por las calles pululaban 10s vendedores ambulantes que ofrecian dukes, carne
salada, velas, o tortillas. Habia bastante comercio y por las tardes de verano la
poblaci6n se volcaba a 10s paseos de la Cafiada y 10s Tajamares.
Desde la Cpoca colonial se habian conservado numerosas fiestas populares
profanas; como “El Carnaval”, de origen europeo y que desapareci6 hacia la dCca-
da de 1840. Los domingos habia rifias de gallos, carreras de caballo e incluso corri-
das de toros. La oligarquia asistia a reuniones sociales (“tertulias”), sesiones musi-
cales, obras de teatro, rifas y loterias. Existian varios cafes, per0 se trataba de lugares
mal vistos donde se jugaba.
TambiCn las fiestas religiosas se celebraban con gran pompa. Los devotos de
diversos santos organizaban procesiones para sus fechas de aniversario y no falta-

SIMON COLLIER, “Evoluci6n politica, institucional, social y cultural de Chile entre 1829 y 186S”,
en Bello y Chile, Caracas, Ed. La Casa de Bello, 1981, torno 1, pig. 29.
’ RICHARD MORSE,Las ciudades latinoamericunas, MCxico, Septiembre Setentas, 1973, torno 11,
pig. 29 y ss.
‘ No hay que confundir con la “Provincia de Santiago”, a la que ya nos referiremos en el cap. I.
ALEXANDER CALDCLEUGH, Travels in South America During the Years 1919, 1920, 1921, London,
1825.
* AQUINAS REID,“De Valparaiso a1 Lago Llanquihue”, en RChHG, No40, Santiago, 1920.

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ba, durante Semana Santa, el desfile de las cofradias de encapuchados acompafia-
dos por flagelantes y otros penitentes9.
Valparaiso, el puerto de Santiago, que habia sido una aldea hasta 10s afios de la
Independencia, tenia en 1854 unos 52.000 habitantes’O. Se trataba de una ciudad
comercial en rapid0 crecimiento, habitada por una proporci6n relativamente nu-
merosa de extranjeros; unos 3.000 hacia 1827” y hacia la Cpoca del medio siglo
posiblemente alrededor del dobleI2.
Otras dos ciudades de alguna consideracibn existian en el Chile por la Cpoca:
Concepci6n y La Serena. Sin embargo, “eran pocos m8s que aldeas”I3. Sin embar-
go, la primera de ellas ejerci6, hasta la Cpoca que nos interesa, la funcidn de propor-
cionar 10s cuadros militares superiores para el ejCrcito por estar la ciudad ubicada
en la frontera sur del territorio, en el limite con las tierras de 10s Araucanos. Fun-
ci6n que la oligarquia santiaguina, eminentemente civil, no estaba en condiciones
de cumplir. Durante la Colonia, La Serena y Concepcibn habian sido poblados de
relativa importancia, per0 las guerras de la Independencia, la decadencia de la mi-
neria en el cas0 serenense y la posterior centralizaci6n de la vida nacional en torno
a Santiago, 10s habia afectado. Incluso habian disminuido su poblaci6n total.

El panorama econdmico

Durante la Cpoca colonial, la economia de Chile se habia caracterizado por su po-


breza. Si la Corona espafiola se interes6 en conservar a1 entonces Reino de Chile
bajo su dominio, fue ante el temor de que se apoderara de su territorio otra potencia
europea y amenazara a1 rico Perk Per0 Chile fue casi siempre una carga para las
Cajas Reales. Es asi que la economia pitblica del Chile colonial s610 podia mante-
nerse merced a1 subsidio anual (El “Situado”) que le llegaba del Perit.
La pobreza del Chile anterior a la independencia se debi6, en parte, a su aisla-
miento geogrhfico y a la incontinua per0 latente guerra con 10s Araucanos; pero,
principalmente, a que el pais no poseia grandes cantidades de metales preciosos ni
una agricultura de productos exbticos, cotizados en Europa.

Entre 10s viajeros europeos: el franc& Mallet, el inglCs Haigh, el sueco Bladh, el alemin
Schrnidtmeyer. Para conocer la vida de la ciudad de Santiago en la Cpoca, ver, GUILLERMO F E L IC.,
~
Santiago a comienzos del siglo X I X , Santiago, Ed. AndrCs Bello, 1970. Sobre 10s cafCs: Jose ZAPIOLA,
Recuerdo de 30 &os, Santiago, Ed. Fco. de Aguirre, 1974, pigs. 25-35 y BENJAM~N VICUAA MACKENNA,
Historia de Santiago, Santiago, Ed. Nascimento, 1926, torno 11, p8g. 529. Recientemente Fernando
Silva present6 un interesante estudio, titulado “Los cafks en la Prirnera Mitad del siglo XIX”, en el libro
Formas de sociabilidad en Chile 1840-1940, Santiago, Fundaci6n Mario Gbngora, 1992, pigs. 31 5-
344.
I” Censo de 1854
‘ I RORERTO HERNANDEZ C., Valparaiso en 1827, Valparaiso, 1927, pig. 66.
‘*Elcenso de 1854 entrega cifras para la provincia, de Cste proyectamos las de la ciudad.
I’ ALRERTO EDWARDS V., La fronda aristocrdtica en Chile, Santiago, Ed. del Pacifico, 1945, pig. 23.
El hecho es que hacia comienzos del siglo XIX la gran masa de la poblaci6n
chilena, el campesinado, vivia precariamente en un sistema econ6mico con fuertes
rasgos de autosubsistencia, dentro de lo que era el nucleo econ6mico esencial del
Chile de entonces: la hacienda. Claudio Gay, hacia 1830, describia asi la vida del
obrero agricola: “El campesino chileno, retirado en su campo y alejado de toda
sociedad, se ve en la necesidad de ser a la vez tejedor, sastre, carpintero, albaiiil,
etc.”I4. Las tCcnicas de cultivo propiamente tales, eran tambiCn muy primitivas.
Antes de la Independencia (18 18) s61o la oligarquia gozaba, mAs o menos ple-
namente, de una economia de intercambio y tenia acceso a bienes manufacturados,
incluso de procedencia extranjera. Estos llegaban a travCs del Per6 o del Plata (des-
de el siglo xvrrr). El dinero para pagar estos lujos venia de las limitadas exportacio-
nes q u e caracterizaron la economia del Chile colonial, consistentes en productos
agricolas o pecuarios: sebo, grasa, came salada, cueros, y en el siglo XVIII, trigoI5.
La independencia politica de Chile no produjo grandes innovaciones en la es-
tructura econ6mica del pais; excepto por lo que se refiere a la libertad de comercio
intemacional que f a v o r e d a 10s mercaderes de Valparaiso y santiaguinosI6.
La hacienda publica continu6 con su dCficit cr6nico el que deb% ser cubierto,
ahora, con emprkstitos contratados en Europa. La economia privada continu6 tam-
biCn siendo de base agricola y teniendo como n6cleos productivos a las hacien-
d a ~La ’ ~perpetuacibn, despuCs de la Independencia, de la antigua legislaci6n espa-
Aola sobre 10s “mayorazgos” y las herencias en general ayud6 a la subsistencia de
esta estructura econ6mica y social’*.
La oligarquia mantuvo su tren de vida holgado pero rhtico, m5s pobre que el
de otras oligarquias latinoamericanas. El viajero alemin Eduard Poeppig escribia
al respecto en 1829: “El piso de simple tierra (ladrillo) de la mejor sala de recep-
ci6n est5 cubierto por ricas alfombras inglesas; una elegante limpara de araiia, de
cristales, est5 colgada de una tosca viga, valiosos muebles importados contrastan
curiosamente con 10s ornamentos a n t i g u ~ s ” ’Viviendo
~. una parte del aiio en 10s
campos y otra en las ciudades (y en especial Santiago), la oligarquia chilena tenia

l 4 CLAUDIO GAY,Historiafisica y politica de Chile, Paris, 1844-187.5, 26 v6lumenes, tom0 I (La


Agricultura), pig. 127.
l 5 DANIELMARTNER, Historia de Chile (historia econdmica), Santiago, Imp. Balcells, 1929. Otra obra
reciente que aborda de manera exhaustiva algunos aspectos de la economia de Chile colonial es: ARMAN-
DO DE RAMON Y JOSE M. LARRA~N, Origenes de la vida econdmica chilena, Santiago, Ed. CEP, 1982.
“SERGIO VILLALOBOS, El comercio y la crisis colonial, Santiago, 1968.
” Sobre la hacienda chilena, cfr.: MARIO GONGORA,Encornenderos y estancieros (1580-1660),Uni-
versidad de Chile, Sede Valparaiso, 1970; MARIOG6NGORA Y JEANBORDE, Evolucidn de la propiedad
rural en el valle del Puange, Santiago, Ed. Instituto de Sociologia, Universidad de Chile, 19.5.5 y
ARNOLD BAUER, “Expansibn econ6mica en una sociedad tradicional”, en Revista Historia, N” 9, San-
tiago, Universidad Cat6lica de Chile, 1970, pigs. 137-23.5.
l 8 Durante la primera mitad del siglo XIX en Chile, 10s mayorazgos s610 estuvieron temporalmente

abolidos entre 1828 y 1830. La abolici6n definitiva se Ilev6 a cabo el afio 18.57.
l 9 EIJUARDPOEPPIG,Un testigo de la alborada de Chile (1826-1829),Santiago, Zig-Zag, 1960, pig. 112.

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una cultura que amalgamaba elementos diversos pero que mostraba homogeneidad
y solidez. Predominaba lo tradicional y no mostraba, en su conjunto, caracteristicas
burguesas, aunque exhibia algunos rasgos aislados.
Tampoco exhibia un sdlido afin por intentar modernizar la sociedad chilena,
except0 en 10s usos y ritualidades sociales. Como veremos, el progreso material y
cultural del Chile de tpoca se debi6 a la obra de 10s gobiernos y a la de empresarios
particulares que, por lo general, no formaban parte de la oligarquia tradicional, la
mayoria extranjeros, hijos de inmigrantes o inmigrantes ellos mismos.
La masa campesina continud viviendo durante todo el siglo XIX como durante
la Colonia. Ya se ha reproducido la descripcidn de Claudio Gay. Otros testimonios
pintan mejor alin la miseria econdmica de la vida del campesino. Un editorial del
diario El Mercurio, del 17 de febrero de 1860 denunciaba asi la pobreza en 10s
campos: “jcuil es su estado?, jcuil el mejoramiento que han obtenido en su condi-
ci6n fisica y en su condicidn moral? Tenemos que decirlo con franqueza: nada se
ha hecho alin, todo permanece en su estado primitivo; y peor adn porque hoy la
codicia de 10s amos y sus exigencias oprimen cada dia mis a esa infortunada cla-
se... Puesbien, ahi est5 el rancho de un inquilino: penetrad en 61 (...) alli se cocina,
se come, se recibe y se duerme a la vez, y 10s hombres y 10s animales ocupan mis
o menos la misma categoria”2”.
Se ha afirmado ya que el linico sector de la actividad econdmica que experi-
mentd un crecimiento apreciable con la independencia politica de Chile fue el comer-
cio. Per0 hub0 tambitn otra actividad que se vi0 favorecida por la nueva situacidn
aunque en menor medida. Fue la de 10s artesanos urbanos que vieron incorporarse
a sus filas a algunos extranjeros, la mayor parte europeos, 10s que trajeron nuevas
ttcnicas y posibilitaron nuevas actividades m8s complejas. Pero al sector artesanal
nos referiremos largamente mis adelante cuando tratemos 10s origenes de la “So-
ciedad de Igualdad”.
El panorama de la economia chilena, esbozado mis atris, fue cambiando pau-
latinamente hacia 1830-1840, cuando la actividad minera, tradicionalmente mis
dtbil en relacidn a la agricultura, comenz6 a experimentar un crecimiento impor-
tante. Este fue consecuencia de la intensificaci6n de la explotaci6n de minerales de
cobre y plata. En 1826 Chile pus0 en puertos ingleses 60 toneladas de cobre; en
1831 el volumen ascendid a mis de 2.000 y en I835 a 12.700. Pero m8s importante
fue el descubrimiento de varios minerales de plata en el norte del pais: Chaiiarcillo
en 1832 y Tres Puntas en 1848. La producci6n de plata se multiplicd seis veces
entre 1840 y 185521.Por 10s mismos alios se iniciaba en las provincias del sur de
Chile la mineria del carbdn. En 1854, la produccidn llegaba ya a 22.000 toneladas.

’“El Mercurio de Valparaiso, 17 de febrero de 1860.


*’ A N ~ B APINTO
L SANTA CRUZ,Chile un cuso de desurrollo frustrudo, Santiago, Ed. Universitaria,
1958, pig. 15. Sobre el cobre, ver FERNANDO SILVA,Historia de Chile (La organizacih nacional),
Santiago, Ed. Universitaria, 1979, torno 111.

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El auge minero permitid la construcci6n de las primeras industrias de fundi-
cibn; de la primera linea de buques a vapor que unieron 10s puertos de la costa del
Pacific0 (en 1843) y el primer ferrocarril chileno, que entr6 en funciones en 185 1.
El primer banco comercial chileno modern0 fue fundado por Antonio Arcos en
1850, per0 s610 existiria algunos meses22.
Estos cambios en la economia del pais, si bien permitieron un cierto desarro-
110, no produjeron alteraciones mayores en la estructura social de Chile sino hasta
fines del siglo XIX cuando el auge del salitre vino a quebrar la situacibn. Hacia
1850, vale decir durante 10s aiios que nos interesan, Chile tenia todavia, en lo esen-
cial, una economia basada en la agricultura y en el sistema de haciendas. Se trataba
de una agricultura poco productiva, no sblo por 10s atrasados mCtodos de cultivo,
sino tambiCn porque, como ya se dijo, el clima templado del territorio chileno no
permite el cultivo de productos tropicales de gran demanda en Europa. Este mismo
factor explica por quC en el Chile de la Cpoca no habia ni una economia de planta-
ci6n ni esclavitud. Los relativamente pocos esclavos negros que habian existido en
la Cpoca colonial habian sido emancipados en 1823.

La evolucidn politica

El centro de la vida politica chilena era la capital, Santiago. En esta ciudad estaban
asentados 10s representantes miximos de 10s tres poderes del estado y, en particu-
lar, la Presidencia de la Repdblica y 10s ministerios que de ella dependian. En San-
tiago tambiCn residia -a1 menos durante la mayor parte del aiio- el grueso de la
oligarquia agraria, verdadera “duefia” del pais. Dentro de esta oligarquia se darian
todas las pugnas politicas, todas las corrientes de ideas e intereses. De ella surgirian
todos 10s gobiernos. La realidad social del Chile de entonces hubiera hecho impo-
sible una situaci6n diferente.
Los intereses de esta oligarquia, aparecen, (mirados desde el presente al me-
nos) como claramente definidos. Cualquier cambio socioecon6mico s610 podia ir
contra su absoluta hegemonia. Sin embargo, esta situaci6n objetiva no impidib que
muchos de sus integrantes -la mayoria posiblemente- se mostraran, al menos en el
discurso, partidarios de reformar la estructura politico-social del pais, modernizar
la sociedad chilena y, en lo politico, afianzar una forma de republica democrdtica
genuina. Esto se debib al afdn de romper con el pasado colonial, espaiiol y monir-
quico, per0 tambiCn a una admiraci6n por la evoluci6n de las ideas politicas libera-
les, republicanas y democriticas, existente en las sociedades europeas occidenta-
les, a partir de la Revoluci6n Francesa, y la de 10s Estados Unidos a partir de su
Independencia.

22 En las dkcadas de 1820 y 1830 existieron algunos bancos rudimentarios en la zona minera, pero
m6s que bancos eran agencias de prkstamo.

18
Sin embargo, este sector liberal y progresista (conocido desputs de 1823 como
“Partido Pipiolo”), pronto encontrd grandes dificultades para concretar sus aspira-
ciones. De partida, hubo de enfrentar la oposici6n de otro sector de la elite, el que,
superada la agitaci6n emotiva de las guerras de la Independencia, se mostrd parti-
dario de conservar lo esencial de lo que habia sido la sociedad chilena colonial.
Este sector estaba de acuerdo en hacer de Chile, en lo politico, una repliblica, per0
bajo el control oligirquico, jerarquizada, autoritaria, conservadora. Aceptaba la
modernidad s610 en parte; en general en lo que se referia a la educacidn formal, las
ritualidades mundanas, la tCcnica y a las nuevas formas econ6micas; per0 se mos-
traba desconfiado de las tendencias igualitarias en lo social, el liberalism0 politico,
el laicismo y cualquier tendencia que significara destruir el orden tradicional de la
sociedad chilena. Este grupo fue conocido como “Partido Peluc6n”*’ .
Desde el fin del gobierno autoritario de Bernard0 O’Higgins, el aiio 1823,
estos dos grupos se fueron ligando a diversos caudillos, dependiendo de las cir-
cunstancias, hasta 1830. Hubo, por lo general, predominio de 10s pipiolos, el grupo
mis ideologizado. Este periodo de 7 aiios, que 10s historiadores han calificado de
“anarquia’l, se caracteriz6, efectivamente, por la inestabilidad politica y 10s fre-
cuentes cambios de gobierno.
Se intentaron diversos experimentos institucionales a partir de modelos tebri-
cos todos 10s cuales derivaban, en definitiva, del pensamiento politico de la Ilustra-
ci6n. Incluso hub0 un intento federal tomado de la Constituci6n de Estados Uni-
dos. Se redactaron constituciones 10s aiios 1822, 1823, 1826 y I 82824.Todos estos
intentos de institucionalizacion politica de Chile, respondian a una idea utbpica, en
el sentido de que un sistema tedrico (racional) bien pensado e implantado adecua-
damente podia alterar ripidamente una realidad hist6rica.
Per0 estas constituciones -con la relativa excepci6n de la de 1828- no respon-
dian a las condiciones hist6ricas reales del pais y, aunque bien intencionadas, de-
mostraron reiterada y ripidamente su ineficacia.
Los fracasos no s610 conspiraron contra el desarrollo nacional, sino que ade-
mis fueron fortaleciendo progresivamente al Partido Peluch, que reunid en torno
a si a todos 10s que querian estabilidad y orden.
El hecho fue que hacia 1829 Chile entr6 en una crisis politica grave cuyo
desenlace afectaria toda su historia futura. La preponderancia pipiola sucumbi6

2 3 SERGIO VILLALOROS, Tradicidn y reforma en 1810, Santiago, Ed. Universitaria, 1961. TambiCn
cfr. SIMON COLLIER, Ideas ypolitica de la Independencia de Chile (1808-1833), Santiago, Ed. AndrzCs
Bello, 1977.
Sobre el federalism0 en Chile ver: COLLIER, Ideas y politica ..., op. cit., Parte 11, N” 8; sobre el
periodo en general: DIEGOBARROS ARANA, Historia general de Chile,Santiago, Imp. Cervantes, 1884-
1902, 16 v6lumenes; FRANCISCO A. ENCINA, Historia de Chile, Santiago, Ed. Nascimento, 1945, 20
v6lumenes, vdlumenes 11 al 15. Una descripci6n pintoresca de las relaciones entre pelucones y pipiolos
la hizo Ignacio Domeyko. La caracterizaci6n es parecida a la que exponemos en este texto. Cfr.:
ICNACIODOMEYKO, “Memorias”, revista Mapocho, N” 9, Santiago, 1965, reproducido por HERNAN GODOY,
El cardcter chileno, Santiago, Ed. Universitaria, 1976, pig. 201.

19
ante una ofensiva politico-militar pelucona coordinada y dirigida por un estadista
de genio: Diego Portales. No es del cas0 referirnos aqui a la personalidad de Cste,
per0 si a1 hecho de que su aparicidn en la escena politica aglutin6 a las fuerzas
conservadoras, a pesar de no ser 61 conservador en lo personal. Portales sup0 sumar
al grupo peluc6n otros sectores descontentos con el desorden reinante, organizan-
do una sangrienta rebeli6n contra el gobierno pipiolo cuyas fuerzas quedaron aplas-
tadas en la batalla de Lircay (abril de 1830)25.
Desputs de Lircay, Portales se transform6 en la figura omnipotente del mundo
politico chileno. Aun cuando nunca quiso ser Presidente de la Republica, ocup6
varias veces el cargo de ministro y siempre fue el “poder tras el trono”, hasta 1837,
aAo en que fue asesinado.
Los historiadores de todas las tendencias reconocen en Diego Portales al orga-
nizador de la Republica de Chile. En todo caso, fue el artifice de la estabilidad
politica que, con mano de hierro, mantuvieron 61 y sus sucesores y que caracteriz6
a Chile hasta 1861. Autoritario y pragmAtico, aunque firmemente republicano, su
objetivo principal era implantar el orden a cualquier precio; esto significaba no
s610 controlar la oposicidn pipiola, sino tambitn a 10s caudillos militares, que aun-
que en menor numero y con menos influencia que en otros paises de HispanoamC-
rica, tambitn existieron en Chile. En una famosa carta escrita en 1822 resumi6 10s
que serian sus objetivos politicos: “La republica es el sistema que hay que adoptar,
ipero sabe como yo la entiendo para estos paises? Un gobierno fuerte, centraliza-
dor, cuyos hombres Sean verdaderos modelos de virtud y de patriotismo, y asi en-
derezar a 10s ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes. Cuando se
hayan moralizado, venga el gobierno completamente liberal, libre y lleno de idea-
les, donde tengan parte todos 10s ciudadanos. Esto es 10 que yo pienso”26.
Sin embargo, m6s all6 del indudable talento politico de Portales, el triunfo de
10s pelucones se debi6 a que representaban mejor que 10s pipiolos la8 estructuras
sociales culturales y mentales heredadas del largo pasado colonial. Los historiado-
res chilenos conservadores del siglo xx,influidos por Oswald Spengler, han califi-
cad0 el triunfo pelucdn como manifestacibn del “alma nacional”; per0 quiz6 sea
mejor hablar de cultura, estructuras sociales y mentalidad tradicionales.
Pero, jcu6les eran 10s contenidos politicos concretos del “alma nacional”?:
a) Un concept0 de autoridad politica inatacable, casi sacralizada, propio de la
concepci6n de estado monhrquico.
b) La aceptaci6n de una estructura social jerarquizada como algo “natural”.
c) Apego a1 orden y temor a toda situaci6n politico-social de incertidumbre.

Sobre este episodio hay mucha bibliografia. Ver: BARRO?


2c ARANA, Historia..., op. cit., tomos xv y
XVI;R A M ~SOTOMAYOR
N VALDES, Historia de Chile bajo el gobierno del general don Joaquin Prieto,
Santiago, 1900-1903, 4 vblumenes; BENIAM~N VICUFIAMACKENNA, Don Diego Portales, Valparaiso,
1863, 2 vollimenes.
2h Diego Portales a JosC Manuel Cea, Lima, marzo de 1822, en Epistolario de Diego Portales,

Santiago, 1937, 3 tomos, vCase tom0 I, pig. 177.

20
Algunos de estos elementos pueden comprenderse en cuanto herencia espafio-
la mon6rquica. Pero otros deben ser explicados en virtud de las circunstancias par-
ticulares de lo que fue la realidad histdrica de Chile colonial*’.
En el Chile colonial el “estado” fue el organizador y permanente controlador
de la “sociedad civil”, esto fue asi porque durante 10s siglos X V I , X V I I y en menor
medida el XVIII, Chile fue una sociedad semi movilizada militarmente. Ya se ha
hecho mencidn a la interminable guerra contra 10s indios Araucanos que debib
sostener la administracidn espafiola. El hecho que Chile fuese lo que algunos auto-
res han llamado “tierra de guerra” ciertamente tambiCn ayudd a implantar la idea
del “deber ser” social como un todo ordenado y jerarquizado2*.Portales sup0 apro-
vechar este elemento cultural encuadrando a la poblacidn en una guardia nacional
(Civicos) que, en el hecho, era instrumento para controlarla y tambitn para mante-
ner a raya a 10s caudillos militares.
En favor del orden y la mantencidn de las tradiciones jugaron tambitn factores
geogrdficos. Chile es, en cierto modo, una isla. Rodeado por el norte y este por un
desierto y una enorme cordillera; por el sur y el oeste limita con el Mar de Drake y
el ocCanoPacifico, una gigantesca extensidn de agua, entonces con muy poca na-
vegacibn. Este aislamiento creb un sentimiento de provincianismo y una limitacidn
cultural: 10s acontecimientos producidos en Europa se conocian en Chile desputs
de mucho tiempo y las “novedades” despertaban desconfianza.
TambiCn trabajd en favor de la existencia de una mentalidad proclive a aceptar
la jerarquizacidn social, el orden y una autoridad politica fuerte, el hecho de que la
hacienda fuese la estructura social predominante. Chile no tenia aldeas rurales nu-
~ ~sistema de haciendas -cada una, una socie-
merosas como en el cas0 e ~ r o p e yo el
dad autoritaria y jerarquizada en pequefio- tendia a proyectar esos valores a nivel
del cuerpo social todo. Un periddico de la Cpoca decia acerca de la hacienda: “Cada
hacienda chilena constituye una sociedad aparte, cuyo jefe es el duefio y cuyos
subditos son 10s inquilinos. El duefio es un verdadero monarca absoluto en su ha-
cienda. Si alguien quiere gozar de condicidn de rey y recibir honores reales, h6gase
hacendado (.....) y a1 momento vera efectuado su ~ueiio”~”.
Recordemos, por otra parte, que Chile no tiene grandes planicies, ni existi6,
por lo tanto, como tip0 campesino por excelencia, el vagabundo montado, semi
vaquero, semiguerrero cuando la ocasidn se presentaba; persona celosa de su liber-

27 En relaci6n a 10s contenidos del “alma nacional” expresados en el proyecto politico de Portales
hay una extensa bibliografia. Los historiadores m i s favorables a Portales, y quizi, quienes mejor 10s
exponen, son: ALBERTO EDWARDS V., La fronda aristocra‘tica; FRANCISCO A. ENCINA, Historia de Chile y
Portales, Santiago, Ed. Nascimento, 1964, 2 vdlumenes; JAIME EYZACUIRRE, Fisonomia histdrica de
Chile, Santiago, Ed. Universitaria (hay varias ediciones).
2x MARJO G6NGORA, Ensnyo sohre la nocidn de “estado” en Chile en 10.7 siglos XIX y X X , Santiago,
Ed. Universitaria, 1986, capitulo I. La “mentalidad” estatista del chileno es destacada por Gdngora
que estudia su permanencia hasta el presente.
29 COLLIER, “Evolucidn politica ...”, op. cit., pig. 40.
””Revistadel Pac$co, tomo v ( I 86 I ), pig. 94.

21
tad personal, rebelde a toda jerarquia formal y leal, por otra parte, a un caudillo que
en cierta medida representaba sus propias virtudes. Este fue el cas0 de 10s gauchos
en Argentina y de 10s llaneros venezolanos, per0 no del campesino chileno, agri-
cultor y sedentario”.
A estos factores geogrhficos hist6ricos y culturales, Portales 10s 11amo el “peso
de la noche”.
Frente a1 “peso de la noche”, 10s liberales (pipiolos) representaban la moderni-
dad y las tendencias innovadoras de la cultura europea de su tiempo. Su causa
estaba destinada a imponerse en la medida que esa cultura y la modemidad estaban
destinadas a triunfar en una dimensi6n planetaria; per0 eso ocurriria en la segunda
mitad del siglo XIX.
En otras palabras, si tras 10s pelucones estaban las tendencias mentales y cultu-
rales de largo tiempo de la historia chilena (0de la geohistoria chilena como diria
Braudel); tras 10s pipiolos estaban las tendencias de la evoluci6n reciente de la
cultura occidental. Per0 durante la primera mitad del siglo XIX chileno, en Chile
pesaban mhs las primeras. El triunfo de las formas de la modernidad seria un f e n 6
meno posterior.

La institucionalidad

El predominio pelucon qued6 plasmado en la Constituci6n de 1833, obra de 10s


juristas Mariano Egafia y Andrks Bello, per0 inspirada por Portales.
El espiritu de la Constitucidn de I833 era el de mantener el orden y la hegemo-
nia oligfirquica, per0 sin que eso significara cerrarse a todo cambio y, menos aun, al
desarrollo econ6mico del pais. Tampoco manifestaba un clericalismo particular-
mente acentuado’*.
La institucionalidad desarrollada en 10s articulos de la Constituci6n de 1833’3
presentaba rasgos autoritarios. En primer lugar, se trataba de un sistema acentuada-
mente presidencialista. El Presidente de la Repfiblica -un monarca sin corona en la
expresi6n del futuro presidente Jost Manuel Balmaceda- era elegido por una infi-
ma minoria controlada por la oligarquia y gozaba de una enorme autoridad. Ade-
mhs, podia desempefiar sus funciones durante dos periodos consecutivos de cinco
aAos; de alli las cuatro presidencias decenales entre 10s aAos I83 1 y 1871 : Joaquin
Prieto (1831-1841); Manuel Bulnes (1841-1851); Manuel Montt (1851-1861) y
Jost Joaquin Ptrez (1861-1871).

3 1 Para cornprender la diferencia entre el inquilino y el gaucho, consultar dos testimonios de la


Cpoca: SANTIAGO ARCOS,La Plata Etude Hisforique, Paris, Levy Frkres, 1865 y, rnejor adn DOMINCO E
SARMIENTO, Facundo o civilizncirin y harbarie (hay muchas ediciones).
’’ COLLIER, “Evoluci6n politica...”, op, cit., pAg. 34.
’’ La Constituci6n de 1833 est6 reproducida en LUISVALENCIA AVARIA, Anales de la Repdhlica,
Santiago, 1951, 2 tomos, velse torno I, pigs. 172-213.

22
Este presidente-rey tenia una amplisima gama de atribuciones formales e in-
formales: sobre la administraci6n politica, sobre el aparato judicial, sobre la admi-
nistraci6n publica y las fuerzas armadas. Sus poderes excepcionales de “estado de
sitio” y “facultades extraordinarias”, ampliaban aun m6s sus prerrogativas, permi-
tiCndole controlar la vida nacional.
S610 en el context0 de las relaciones entre el ejecutivo y el legislativo, el Pre-
sidente de la Republica, aun cuando tenia una preponderancia Clara, debia aceptar
algunas limitaciones. La Constitucidn de 1833 concedia al Congreso la facultad de
aprobar anualmente el presupuesto nacional, la tributaci6n y el numero de 10s efec-
tivos de las fuerzas armadas. En una perspectiva formal, estas leyes periddicas
permitian al poder legislativo poner en jaque a1 ejecutivo. Pero, como quedaria
comprobado en 1891, esta arma no podria ser empleada con Cxito sin generar una
crisis n a ~ i o n a l ~ ~ .
Pero el predominio del Presidente de la Republica en el sistema politico de
1833 iba mucho m8s all6 de la letra del texto constitucional, pues era pr6cticamente
imposible cier elegido parlamentario sin su apoyo; ya que -a travts de la adminis-
tracidn territorial- el Presidente controlaba tambiCn el aparato electoral, hasta el
punto que el Parlamento le era siempre incondicional. Para ejercer este control se
veia favorecido por la escasa proporci6n de votantes. En la elecci6n de Manuel
Bulnes para Presidente de la Reptiblica votaron sdlo 39.029 personasT5,en circuns-
tancias que la poblaci6n del pais, como hemos visto, era de m6s de un mill6n.
Otro aspecto de la Constitucidn de 1833 que es precis0 destacar era su tenden-
cia centralizadora. La carta hacia del intendente y subdelegados de cada provincia
agentes directos del Presidente de la Republica para quien las controlaban eficaz-
mente. Asi, el predominio de Santiago y la oligarquia (pelucona) sobre el pais ente-
ro, via Presidente de la Republica, quedaba consagrado.
En suma, la Constituci6n de 1833 permiti6 al elemento conservador de la oli-
garquia chilena de la tpoca formalizar su control sobre la naci6n. Esto significo
orden y un cierto desarrollo econbmico, per0 tambiCn la perpetuaci6n de moldes
sociales y politicos arcaicos que mantuvieron a la gran mayoria de 10s chilenos en
la marginalidad politica, social y econ6micaTh.
En las tres dtcadas posteriores 10s gobiernos chilenos hicieron amplio uso de
todas las armas que la Constitucidn de 1833 les entreg6, particularmente 10s pode-
res “extraordinarios”. Sin embargo, la pena de muerte fue aplicada rara vez a meros
disidentes politicos y, por lo general, quedd reservada a 10s cabecillas de motines
armadas".

24 COLLIER,“Evolucibn politica ..., op. cit., pigs. 30 y 31.


’s DIEGOBARROS ARANA, CJn decenio de historiu de Chile, Santiago, Imp. Barcelona, 1913, tom0 I,
pigs. 201 y 202 (nota).
”El testimonio mis patCtico al respecto esti en LUISEMILIO RECARARREN, “Ricos y pobres a travCs
de un siglo de vida republicana”, en Ohrus escogidas, Santiago, Imp. Arancibia, 1965.
” COLLIER, “Evoluci6n politica ...”, op. cit., pig. 3 1.

23
Es probable, por otra parte, que de otra forma hubiese sido imposible mantener
el orden amenazado por la impericia de 10s pipiolos y el caudillismo de 10s jefes
militares. El hecho es que desde la Independencia no se habia podido afianzar un
orden legal de base civil antes de la consagracidn del “orden” autoritario de 1833.
En suma, la Constitucidn de 1833 y la hegemonia conservadora asentaron en
Chile un regimen republicano, una democracia censitaria muy restringida, un siste-
ma politico autoritario y centralizado que privilegiaba el orden como valor social
fundamental y defendia la existencia de una sociedad jerarquizada. Por otra parte,
reiteramos, el rCgimen pelucdn foment6 el desarrollo econdmico, la educacidn y la
vida cultural.

La cultura y las ideas, 1750-1830

AI producirse la independencia politica de Chile la cultura nacional, como la socie-


dad toda, aunque pobre era relativamente homogtnea, pero estaba escalonada. Existia
una cultura de grado superior, propia de la oligarquia, de raices europeas y en par-
ticular hispanas, y otra cultura, mis mestiza y primitiva, todavia sumergida en un
universo mggico, que comprendia al mundo campesino y a1 de 10s sectores popula-
res en general.
El corte entre estas dos culturas no era muy claro y se tocaban en una serie de
aspectos importantes, lo que no es de extraiiar, pues 10s rasgos centrales de su vi-
sidn de mundo eran compartidos. En particular: la idea trascendente de la existen-
cia, de raiz catdlica, era la misma y tenia mucha influencia en la vida cotidimn E n
otro plano, tambien aquellos elementos culturales que ya vimos como exp
del triunfo politico pelucdn, eran m6s o menos comunes a todos 10s chiler
que, ciertamente, desde diversas perspectivas determinadas por la difere
social. Y asi, hasta alcanzar elementos de la vida cotidiana y domCstica, c(
ejemplo, la comida: 10s platos tipicos eran 10s mismos en ambos sectores. I
caso, sin embargo, de la vestimenta.
Su base era una religiosidad catdlica omnipresente, de molde Tridenti
versidn que caracterizd a la llamada “Cultura Jesuita” en America Espaiia
cordemos que los jesuitas habian sido expulsados de EspaAa y sus colonias
per0 su influencia, ejercida por siglos, persistia.
Pero, ciertamente, habia tambien grandes diferencias entre ambas cull
de la minoria olig6rquica comprendia una cosmovisidn m6s racional y n
usaba idioma, matemiticas, pesos y medidas, dinero, f6rmulas econdmic
ciales, de origen europeo; su vestimenta era europea, sus gustos esttticos
cidn al arte y la arquitectura estaban muy influidos por 10s moldes europe

’’HERNANGODOY La culturu chilenu, Santiago, Ed. Universitaria, 1982, capitulo i n , pigs.


URZUA,
99-148.

24
que con un retraso considerable por lo general. Entre la oligarquia, un sector del
elemento masculino tenia incluso una educacidn de nivel alto. En el Chile colonial
habian existido varios colegios ~uperiores’~ e incluso la Universidad de San Felipe
con cuatro facultades y que IIeg6 a otorgar 300 grados de docto?”.
De la cultura de la masa campesina hacia comienzos del siglo XIX se conoce
poco4’. Por otra parte, dindose la problemhtica objeto de esta obra en ambiente
urbano y mayoritariamente oligarquico, me parece que aqui podemos dejar de lado
el tema de la cultura popular campesina y limitarnos a presentar solo un panorama
de la urbana durante la primera mitad del siglo XIX.
la cultura de la Ilustracidn, aunque modesta-
En el ~ l t i m otercio del siglo XVIII,
mente, llegd hasta 10s sectores oligirquicos de Chile. Ilustracidn catdlica, llegada a
travCs las obras y pensamiento de ilustrados espafioles que fueron conocidos en Chi-
le. Entre Cstos el mis leido fue Feijoo, aunque tambiCn se conocid a Campomanes y
posiblemente otros. Llegaron tambiCn hasta el lejano Chile “Las Luces” francesas;
esto fue, principalmente, una consecuencia de 10s libros traidos por criollos chilenos
que viajaron a Europa por esos afios y de 10s que, en menor medida, fueron desem-
barcados de navios que tocaron las costas chilenas y que asi ingresaron a1 pais a pesar
de las prohibiciones civiles y eclesiisticas existentes. Entre 10s libros que entraron en
Chile estaba, ademis de varias de las principales obras de 10s ilustrados ibCricos
mencionados, la Enciclopedia,asi como obras de Diderot, D’Alambert, Montesquieu,
Rousseau, Helvetius, Raynal, Holbach y B ~ f f o n ~ ~ .
En una primera Cpoca, estas obras, que atacaban al colonialismo, el absolutis-
mo y a la Iglesia Catdlica, no ejercieron gran influencia. Esto se debid a su escaso
n6mero (a1 parecer, por ejemplo, llegaron a Chile no mis de dos colecciones de la
Enciclopedia) y, mis todavia, por la reducida cantidad de personas de cultura sufi-
ciente para leerlas o con capacidad para asimilarlas, lo que resultaba mis grave si
se tiene en cuenta que muchas de las obras de la Ilustracion llegaron editadas en
franc6s4?.
Sin embargo, esta apertura hacia el espiritu del siglo se acentuaria con la con-
sumacidn de la Independencia de 10s Estados Unidos y, despuCs, con la conmocidn
que produjo la invasidn napolednica de Espaiia e instalaci6n de unas Cortes y Junta
de Regencia en representacidn del pueblo espaRol y espaiiol-americano.
Es posible que entre 10s motivos que llevaron a 10s criollos a plantearse la
posibilidad de la independencia frente a la metrdpoli la influencia de las ideas ilus-
99 WALTER HANISCH, “Del primer colegio de 10s jesuitas a[ Instituto Nacional ( I 653- I8 13)”, en
ChH, aiio xxx,No 68, Santiago, I “ semestre de 1963.
4” JOSE TORIRIO MEDINA, Historia de la Real Universidad de San Felipe, Santiago, 1928,2 voldmenes.
4 1 Todavia no existe una obra comprensiva sohre el tema, pero lo han tratado entre otros: Juan
Se Echeverria, Ricardo Latcham, Mario Gongora, Hernin Godoy U.
42 Cfr. MIGIJEL LUISAMUNATEFUI, Los precursores de la Independencia de Chile, Santiago, Imp. Barce-
I, 1909, tomo 111 y CRISTIAN
GAZMURI, “Ideas y lihros politicos franceses en la gestacion de Independen-
de Chile”; en, Ln Revolucirin Fruncesa y Chile. Santiago, Ed. Universitaria, 1990, pigs.15 1-178.
GAZMURI, “Ideas y libros...”, op. cit.

25
tradas no fuese inicialmente el principal. Pero una vez iniciado el proceso se recu-
rri6 a esas ideas politicas para fundamentar te6ricamente el nuevo orden republica-
no. La prensa periodica que se public6 en Chile durante esos aiios reprodujo, casi
textualmente, trozos de El Contrato Social, El Espi‘ritu de las Leyes y de la Consti-
tucibn de 10s Estados U n i d o ~ ~ ~ .
De alli 10s intentos constitucionales de 1822, 1823, 1826 y 1828, a 10s que ya
hemos hecho referencia.
Durante 10s aiios de gobierno de 10s pipiolos, este tipo de ideas politicas predo-
minaron ampliamente entre la elite culta chilena. Como correlato, tambiCn las for-
mas artisticas y literarias predominantes en la Europa liberal, romintica y burguesa
(y en especial en Francia) fueron admiradas y aceptadas, especialmente por parte
de la juventud y como contrapartida de la cultura hispinica tradicional.
iC6mo se afianz6 esta preponderancia de la cultura europea no hispana y par-
ticularmente francesa? Se trat6 de un fen6meno general en Occidente, el que en
Chile se vi6 favorecido por varias circunstancias. Ya en 1822 O’Higgins contratd a
profesores europeos y entre ellos algunos franceses, como Jost Dauxion de Lavisse,
designado para dirigir un jardin botinico. Otro impulso que favoreci6 la imposi-
ci6n de la cultura francesa en Chile fue el hecho que, a partir de 1825, grupos de
j6venes de la oligarquia chilena comenzaron a viajar a Francia a realizar “estu-
dios”. Este proceso fue consecuencia, inicialmente, de que el gobierno franc& ofre-
ciera pasaje gratis en un barco de esa naci6n. La iniciativa se debid a una gesti6n
del almirante Bar6n de Mackau, que habia visitado Chile en 1823.
Fue asi que el 16 de Enero de 1825 salian de Valparaiso a bordo del transporte
“Moselle”, de la marina de guerra francesa, con destino al puerto de El Havre y de
alli a Paris, el primer grupo de j6venes chilenos que partia a estudiar a la “Ciudad
Luz”. Ellos eran: “Santiago Rosales, Manuel Solar, 10s cuatro hermanos Jaraque-
mada, Lorenzo Ram6n, Manuel y Miguel; 10s hermanos Antonio y JosC de la Las-
tra, Jose Manuel Ramirez, mi hermano Rupert0 Solar y yo”, escribi6 Vicente PCrez
Rosales. Poco despuCs viajaron: Lorenzo, Calixto y Victor Guerrero, Rafael San-
tiago, y JosC Maria Larrain Mox6, Bernard0 Domingo, Alonso y Nicasio Toro,
Manuel Izquierdo. Manuel Talavera, Jose Luis Borgoiio, Ram6n Undurraga y Mi-
guel Ramirez, con lo cual el nlimero de chilenos en Paris lleg6 a unos 26. Casi
todos se matricularon en el colegio hispanoamericano de Manuel Silvela4’.
Como nos cuenta el mismo PCrez Rosales, a su retorno, 10s “afrancesados”
(como se les comenz6 a Ilamar) traian libros, objetos de arte, mobiliario, pero, mis
que cualquier otra cosa, una profunda admiraci6n por la cultura francesa.

RAULSILVA CASTRO, Prensa y periodismo en Chile (1812-1956), Santiago, Ed. del Pacifico, 1962
y SIMONCOLLIER, Ideas y politica de la Independencia de Chile (1808-1933), Santiago, Ed. Andrts
Bello, 1977, parte 11,No’4 y 5 .
4.3VICENTE P ~ K EROSAI.E.S,
Z Recurrdos drlpa.rodo, Ruenos Airen, Ed. Francisco de Aguirre, 1971,
pigs. 95-1 12; Cfr. tambitn Guillermo Felih Cruz, Inrroduccidn a: Diccionario del Entrometido de
Vicente Pe‘rez Rosales, Santiago, Ed. Difusih, 1946.

26
RefiriCndose al afrancesamiento intelectual, Simon Collier afirma: “la prensa
peri6dica de 10s afios 1820, period0 del florecimiento miximo del filosofar politi-
co, citd a una gama impresionante de pensadores. Seria casi imposible enumerarlos
a todos, per0 10s diez autores mis populares -a juzgar por el numero de veces que
se invocaron sus nombres o se citaron sus obras- fueron: Montesquieu, Bentham,
Constant, Rousseau, Voltaire, Filangieri, Mably, Paine, De Pradt y Destut de Tracy”.
Como podemos apreciar siete eran franceses. MBs adelante, continua Collier: “La
preponderancia de Montesquieu era casi indiscutible” (10s pensadores criollos) “to-
maron de tl lo que necesitaban y pasaron por alto 10s elementos contradictorios de
su t e ~ r i a ” ~ ~ .
La renovacih cultural de la dCcada de 1820 tambiCn recibi6 impulso de algu-
nas iniciativas que se habian tomado durante la Cpoca de las guerras de la Indepen-
dencia ( 1 810- 1817) y el gobierno de O’Higgins ( 1 8 17-1 823), como la fundacidn
de la Biblioteca Nacional (IS13), de algunos colegios, entre 10s que destacd el
Instituto Nacional (l813), y la aparicidn de numerosos peri6dicos (mhs de diez
entre 1823 y 1829), aunque la mayoria de corta duraci6n4’. TambiCn la fonnacidn
de asociaciqnes filantrdpicas segun el molde de la Ilustraci6n; por ejemplo: la “So-
ciedad de Amigos de la Raza Humana” (1 826).
Segdn Julio Heisse, 10s aiios de 1810 a I 830 fueron para Chile “afios de forma-
ci6n y de aprendizaje politico” (...) “entre 1810 y I830 -escribe- 10s chilenos vi-
vian una etapa de transici6n en la cual 10s grandes principios que dieron a la Cpoca
colonial su Clara y sdlida estructura, pierden prestigio y poder de atraccidn por obra
de nuevos ideales que empezaban a adquirir vigencia y autoridad. El sistema de
valores que disciplinaba la existencia colonial empieza a perder fuerza imperativa
sin que todavia se hubiesen socializado 10s nuevos valores que habian de sustituir-
10s”~’. A nuestro juicio, estas palabras constituyen una buena sintesis de la evolu-
ci6n cultural-intelectual de la Cpoca que estamos describiendo.
A la socializaci6n progresiva de 10s nuevos valores cooperaria el esfuerzo edu-
cacional que se venia haciendo desde la independencia y el cual fue impulsado por
administraciones pipiolas y peluconas, (particularmente estas liltimas). En 1861 a1
concluir 10s decenios pelucones, funcionaban en el pais 91 1 escuelas (648 de ]as
cuales eran fiscales o municipales) con una asistencia total de mi, de 43.000 alum-
nos49.Seglin un estudio sociol6gic0, hacia 1865, el I0,9% de la poblaci6n escolar
estaba matriculada en las escuelas primarias5”.En ese mismo afio, de acuerdo con
el censo nacional, la proporci6n de alfabetismo en el pais era de 17,0%5’.

4h COLLIER, Ideas y polifica..., op. cit., pigs. 160 y 161.


47 SILVACASTRO, op. cit., cap. 11.
4x JULIO HEISSE,citado por Godoy, op. cif., pig. 256.
4c) FERNANDO CAMPOS HARRIET, Desarrolla educaciortal 18iO-1960,Santiago, Ed. Andrks Bello,
1960, pig. 26.
’” EDUARDO HAMUY, El profderna educacional del pueblo de Chile, Santiago, I96 1, pig. 8.
” Censo de 1865.

27
Con respecto a la educaci6n secundaria, la instituci6n clave durante todo este
tiempo fue el Instituto Nacional. Se ha dicho que en sus aulas se educ6 por lo
menos el 80 por ciento de 10s hombres que dirigieron Chile entre 1830 y 1891.
Pero, ademis del Instituto Nacional, se establecieron liceos estatales y estableci-
mientos particulares en Santiago y ciudades de provincia; en el afio 1861 el n6mero
de liceos estatales llegaba a 18, con un total de rnis de 2.500 alumnos, mientras que
el de 10s particulares habia ascendido a 63, con un total de rnis de 3.800 alumnos5*.
Sin embargo, el hecho rnis importante en todo el panorama cultural y educa-
cional chileno de la Cpoca fue la fundaci6n de la Universidad de Chile en 184253.
Tomando por modelo el “Institut de France”, fue un cuerpo deliberante, consultivo
y acadCmico, con la responsabilidad expresa de revisar toda la educaci6n nacional.
Los estudios superiores profesionales se cursaron en el Instituto Nacional hasta
185154.
Las diversas actividades y funciones de la universidad: el otorgamiento de
grados, las reuniones de facultad, la publicaci6n de 10s Andes, constituyeron un
gran aporte a la difusidn del saber y la cultura.

La cultura y las ideas despue‘s de 1830

Sin embargo, despuCs de iniciarse la “era pelucona” el predominio cultural de Francia


se atenu6 un tanto. Esto no fue consecuencia de una ptrdida de prestigio de esta
nacibn, sino de una mayor diversificaci6n de 10s modelos admirados y un retorno a
10s valores tradicionales; de hecho Francia continuaria siendo el paradigma a se-
guir, especialmente entre la juventud oligirquica. Por ejemplo: Francisco Bilbao,
en afio 1843, cuando tenia 20 afios, envi6 una serie de cartas al futuro Presidente
Anibal Pinto (algunas incluso escritas en franc&) las que constituyen un notable
testimonio de la importancia que alcanzaba el afrancesamiento juvenil. Son pocos
10s grandes autores franceses de la Cpoca que no se mencionan en las m i s i v a ~ ~ ~ .
Por otra parte, fueron varios 10s factores que contribuyeron a la diversificacidn
de 10s modelos europeos imitados y el retorno a 10s valores tradicionales. En pri-
mer lugar, el tiempo transcurrido desde las luchas de la independencia (ya m& de
doce aiios) habia aminorado el sentimiento anti espafiol, el que, sin duda, habia
ayudado a la expansidn de la cultura francesa. Ahora se comenzaban a revalorizar,
en el hecho rnis que en el discurso, algunos elementos de esa tradici6n. Ya hemos
visto que el triunfo peluc6n represent6 una suerte de retorno a las estructuras socia-
les coloniales, el que se dio justamente porque respondia a valores y conceptos
arraigados secularmente.
52CAMPOSHARRIET,op. cit., pig. 79.
ST “Evoluci6n politica ..., op. cit., pig. 46.
COLLIER:
” Ibid.
” ARDSM: 00747; Carta de Francisco Bilbao a Anibal Pinto, agosto de 1844.

28
Tan importante como lo anterior fue un factor casi circunstancial: la llegada a
Chile de un hombre, AndrCs Bello, quien iba a transformarse en el centro indiscu-
tido del mundo intelectual chileno por mis de 35 aiios. Bello llegd a Chile en 1829,
pasando casi inmediatamente a ocupar cargos de importancia en la vida politica y
cultural de la nacidn. Secretario del Ministerio de Relaciones Exteriores ( I 829-
1852); redactor de “El Araucano”, diario del gobierno de Chile (1 830-1 853); re-
dactor del Cddigo Civil chileno (1841-1855) y rector de la Universidad de Chile
(1 843-1865), Bello fue ademis maestro venerado de toda una generacidn que pro-
dujo desde eruditos, como Barros Arana, hasta politicos revolucionarios fogosos
como Francisco Bilbao.
El venezolano Bello, estudioso desde su primera j ~ v e n t u d habia
~ ~ , viajado a
Londres en 1810 donde permaneci6 hasta 1829 adquiriendo una enorme erudicidn
en filosofia, literatura, derecho, filologia, gramitica y abn otras materias. En 1829
fue contratado por el gobierno (pipiolo) de Chile como asesor de la administracidn
pliblica, con el cargo de oficial mayor. En Chile, ademis de ejercer las funciones
someramente enumeradas mis arriba, escribid varias obras sobre diversos temas
erudito?’.-
Muy influido por la escuela escocesa del “Common Sense”, politicamente era
un liberal, moderado y pragmitico. Pero, siendo un hombre amante del orden, pronto
se transform6 en un litil colaborador de 10s gobiernos pelucones, convencido de
que en ese momento representaban el mejor rCgimen politico para Chile.
La llegada de Bello consolid6 el contact0 de la clase ilustrada chilena con la
alta cultura europea; pero cultura que, en buena medida, no era de origen francts.
Aunque buen conocedor de Csta, Bello era gran admirador del pensamiento y las
instituciones inglesas y tambiCn conocia en profundidad la herencia cultural espa-
iiola, la que se encargd de reivindicar en lo literario y lingiiistico.
Pero AndrCs Bello no fue el bnico extranjero de alto nivel cultural que llegd a
Chile por esos afios. A partir de 1830 arribaron varios estudiosos y cientificos euro-
peos, asi como numerosos latinoamericanos (en su mayoria argentinos). Estos blti-
mos venian huyendo o exiliados por las diversas dictaduras gobernantes en 10s
paises del continente y poseian por lo general una cultura superior a1 medio
santiaguinos8.

s6 Fue, a 10s 19 aiios, uno de 10s acompafiantes de Alejandro de Humboldt durante parte de su

estadia en Venezuela; cfr: Oscar Sambrano, “Cronologia de Bello en Caracas”, en Bello y Caracas,
Caracas, Ed. La Casa de Bello, 1979, pdg. 95 y ss.
” MICUEL L. AMUNATEGUI, Vida de don Andre% Bello, Santiago, 1882.
” Sobre 10s extranjeros inmigrantes hay mucha bibliografia. Se refieren a1 tema: Barros Arana,
Vicuiia Mackenna, Isidoro Errdzuriz, J. V. Lastarria, Jotabeche y otros, entre 10s contempordneos. El
tema tambikn ha sido tocado por todos 10s estudios generales o sobre cultura e ideas del periodo.
Recientemente en tesis doctoral en relaci6n a1 tema ha reunido valiosa informacih. Ver ROBERTO
HERNANDEZ PONCE, Sabios extranjeros en el desarrollo cultural de Chile, Santiago, Universidad Cat&
lica de Chile, Instituto de Historia, 1986.

29
Entre 10s intelectuales europeos llegados hasta la tierra chilena, si bien abun-
daban 10s franceses, no eran 10s unicos. Franceses eran Claudio Gay, naturalista y
el primer autor de una historia general de Chile escrita durante la Republica; el
mtdico Lorenzo SaziC; Raymond Monvoisin, pintor; Amadeo Pissis, geologo y
Francois Brunet de Baines, arquitecto. Per0 no lo eran Ignacio Domeyko, cientifi-
co, autor de trabajos sobre orografia, geografia, geologia, mineralogia y educacidn,
de origen polaco; el bot5nico aleman Rodulfo Phillipi; el matemhtico espafiol An-
tonio Gorbea; 10s pintores, aleman e italiano, Mauricio Rugendas y Alejandro
Cicarelli; 10s impresores y editores espafioles Santos Tornero y Narciso Desmadryl.
Estos personajes no fueron menos importantes que 10s galos en el enriquecimiento
del ambiente cultural chileno de entonces. Este ya habia sido sacudido, poco antes
de 1830, por otro espafiol, JosC Joaquin de Mora, educador, literato y fildsofo.
Entre 10s latinoamericanos ingresados a Chile, cabe destacar como figuras que
hicieron un notable aporte cultural al pais a 10s argentinos Domingo F. Sarmiento,
educador y poligrafo; a Juan Bautista Alberdi, Bartolomt Mitre, Vicente Fidel Ldpez,
Esteban Echeverria, Domingo de Oro, Gabriel Ocampo y Juan Maria GutiCrrez,
etc. Todos ellos habian conocido la literatura politica ligada a1 ciclo revolucionario
de 1830 en Europa, el que, a diferencia de Chile, donde pas6 casi desapercibido,
conmovid al P l a t ~ tCabe
~ ~ . tambiCn mencionar a1 colombiano Juan Garcia del Rio y
a1 venezolano Simdn Rodriguez, quien habia sido maestro de Simdn Bolivar y que,
al parecer, desde la ddcada de 1830 conocia el pensamiento de Robert Owen y
quiz5 a Fourier y Saint Simon60.
Tanto 10s europeos como 10s americanos residieron largo tiempo en el pais,
radichndose en Chile algunos de manera definitiva.
Muchos (la mayoria) de estos extranjeros, fuese por necesidad o por simpatia,
y a pesar de ser de ideas liberales casi sin excepcidn, colaboraron con 10s gobiernos
pelucones; notablemente en el cas0 de Sarmiento. Per0 esto no impidid que su
accidn renovadora y enriquecedora del universo cultural chileno, referida a 10s
valores de la modernidad, fuese importante.
Las manifestaciones del nuevo espiritu no tardaron en aparecer. El aiio 1842 se
cred la “Sociedad Literaria” que reunid a lo m5s select0 de la juventud liberal de la
oligarquia santiaguina. Descollaron en Csta Francisco Bilbao, JosC Victorino
Lastarria, Jacinto Chacdn, Juan N. Espejo, Eusebio Lillo, Juan Bello, Anibal Pinto,

s9 En Argentina las revoluciones europeas de 1830 agitaron circulos culturales y politicos. “De esa

fecha en adelante llegan libros de Hugo, George Sand, Saint-Beuve, Lamartine, Dumas, Delavigne
(...) Villemain, Quinet, Michelet, Guizot, Lamennais, Cousin, Lerminier, Thiers, Nizard y el historia-
dor y fil6logo Alemfin Niebuhr”, nos informa Norberto Pinilla, en La generacicin chilena de 1842,
Santiago, Ed. Manuel Barros B., 1943, pfig. 77, citando a VICENTE FIDELL~PEz. SARMIENTO, en Recuer-
dos de P rovincia, Estella, Ed, Salvat, 1970, menciona a Hugo, Dumas, Lamartine, Chateaubriand,
Thiers, Guizot, Tocqueville, Lerminier, Jouffroy y Cousin, 10s que, suponemos, conocia antes de Ile-
gar a Chile.
JOSEV~CTORINO LASTARRIA, Recuerdos literarios, Santiago, Ed. Zig-Zag, 1968, pig. 53.

30
Santiago Lindsay y otros. Varios de estos jdvenes serian despuCs connotados repre-
sentantes de la cultura del “48” en Chile y miembros de las nuevas formas de socia-
bilidad que de ella nacieron y que son el tema de este libro. Ese mismo aiio apare-
cieron tres revistas de literatura6’.En 10s aiios siguientes se publicaron otras.
Paralelamente, se incrementaba la llegada de libros desde Europa; la mayor
parte literatura romhntica. Victor Hugo, Chateaubriand, Lamartine, de Musset y
George Sand entre 10s franceses; per0 tambiCn Byron, Walter Scott, Goethe, Larra,
Espronceda y Zorilla estaban entre 10s autores preferidos. Encina sostiene (con su
habitual misterio con respecto a las fuentes) que entre estos literatos, Victor Hugo,
Lamartine y Chateaubriand eran 10s mis leidos entre 10s j6venesh2.
Pero mhs que la literatura “seria”, fue el folletin romhntico el que se constituy6
en una verdadera marea. Entre 10s autores franceses de estos ultimos destacaron
Dumas padre y Eugkne Sue. La mayor parte de 10s diarios del Chile de entonces
publicaron sus obras, en capitulos que aparecian secuencialmente dia a dia. Incluso
“El Amigo del Pueblo”, periddico revolucionario perteneciente a la Sociedad de la
Igualdad public6, durante su breve existencia El collar de la reina, de Dumas6’.
Entre 1848 y I85 1 se imprimieron en diarios chilenos, entre otras, las siguientes
obras. Los tres mosqueteros, Pablo Jones, El Conde de Montecristo, El caballero
D ’Harmental,Veinte aiios despuks, Los cuarenta y cinco, La duma de Monsoreau,
Las dos Dianas, La guerra de las mujeres, La reina Margarita, El caballero de la
casu roja, El collar de la reina, El vizconde de Bragelonne y Angel Pitou de Dumas
padre. El judio errante, Los misterios de Paris, Matilde, Plik y Plok, Los sietepeca-
dos capitales, Teresa Dunoyel; El castillo del diablo, de Eugkne Sueh4.De Los
misterios de Paris ya se habian hecho, en 1849, treinta ediciones, segun Sarmien-
quien tambiCn afirmaba en ese mismo aiio: “Las novelas que se colectan en
folletines (...) circulan ya por el pais en millones (!) de ejemplares. Evidentes exa-
geracioneP.
Por cierto que no faltaban 10s folletines ingleses y espaiioles. Per0 el predomi-
nio de Francia en este aspecto era abrumador.
TambiCn llegd desde Europa literatura filosdfica y politica: Herder, Cousin,
Quinet, Lamennais y tambiCn 10s socialistas utdpicos Fourier, Owen y Blanc. AI
parecer Fourier era conocido en Chile hacia 1 84567;en todo cas0 hay evidencia que

h’ Godoy, La cultura ..., op.cit., pig. 312.


Encina, op. cit., tom0 XII, pig. 476.
A1 desaparecer “El amigo del Pueblo” la obra continud publicindose en el sucesor de este diario
en cuanto vocero de la Sociedad de la Igualdad, “La Barra”.
@ M A R ~CAROLINA
A ROBLERO A,, El folletin literario, Santiago, Universidad Cat6lica de Chile,
Instituto de Historia, 1992, tesis de grado, entrega una lista completa de 10s folletines publicados por
la prensa chilena entre 1830 y 1890.
h5 D. E SARMIENTO, Ohras Completus, Santiago, Imp. Gutemberg, 1885, torno 11, pig. 336 y ss.
(“Articulos criticos y literarios”). Aparecido originalmente en “La Crdnica” en 1849.
“ Op. cit., tom0 111, pigs. 334-339. Aparecido originalmente en “La Crhica” en 1849.
“JAIME EYZAGUIRRE, Historia de Chile, Santiago, Ed. Zig-Zag, 1973, pig. 564.

31
Francisco Bilbao envi6 a Chile traducciones de algunos escritos de este autor en
1849, las que fueron publicadas en “El Progreso”68.
Hemdn Ramirez N. reproduce un catdlogo de li breria de I850 en el que aparecen
ofrecidas las siguientes obras: Louis Blanc: L’Organisation du Travail; Bruxelles,
1845; Pierre Joseph Proudhon: Systeme de ContradictionsEconomiquesy Philoshopie
de la Mistre, Paris, 1846; sin indicaci6n del autor; Doctrine de Saint-Simon, Bruxelles
183I”. En 1844 una imprenta de Concepci6n habia editado: El libro del pueblo, de
Lamennais’”. En 1848 otra editora de Valparafso (Imprenta Europea) edit6 un folleto
titulado El socialimo, derecho al trabajo, folleto inspirado, creemos, en Louis Blanc7’.
Es seguro que existieron muchas otras importaciones e incluso otras ediciones chile-
nas de socialistas ut6picos y cat6licos sociales, algunos de 10s cuales estaban traduci-
dos a1 castellano desde la dtcada de 1830, notoriamente Palabras de un creyente72.
En todo caso, hacia 1850,los nombres de Saint-Simon, 10s integrantes de su escuela,
asi como probablemente Louis Blanc y Fourier, eran conocidos en Santiago como
sin6nimos de revoluci6n y redencibn, per0 tambitn de “inm~ralidad”~~.
Per0 si en literatura y pensamiento politico, la influencia francesa en el Chile
posterior a 1830, aunque todavia preponderante, como hemos visto, particularmente
en el cas0 de 10s folletines, se vi0 contrarrestada por otras, no ocurri6 asi en historic1-
grafia. En este campo la influencia de Bello tambitn fue fundamental, per0 palra
imponer el modelo francts. El sabio venezolano sostuvo dos polimicas sobre hi:5-
toriografia, la primera con Jost Victorino Lastarria todavia influido por el concepl.O
de la historiografia interpretativa propio de la Ilustraci6n y la otra con Jacinlle :0
Chac6n, amigo de Lastarria y profesor del Instituto Nacional; otro partidario c
mttodos historiogr6ficos que a Bello parecian anticuados.
Comentarios de Bello a ensayos hist6ricos realizados por Lastarria aparecic
ron en 10s afios 184474y 184775.La pol6mica con Chac6n se dio durante 10s primi
ros meses de 184S7‘j.

68 El P rogreso, 2 de mayo de 1849.


h9 HERNANRAM~REZ NECOCHEA, Historiu del movirniento obrero en Chile, Santiago, Eds. LA
1986, pig. 146.
7” H. E DE LAMENNAIS, El libro del pueblo, Concepcibn, Imprenta del Instituto, 1844.
” RAM6N B R I C E ~Estadistica
O, bibliogrufica (1812-1876).Santiago, Ed. Biblioteca Nacional, tonno
11, pig. 438.
72 Se sabe que Mariano Jose de Larra tradujo a1 castellano Palubrus de un creyente, el afio 18361

TOUCHARD, Historiu de las ideas politicus, Madrid, 1981, pig. 445). Una exposicidn anbnima d
pensamiento de Fourier, de 410 pigs., fue traducida en 1841 (Barcelona, J. Roger). En relacibn al lib
de Lamennais, a1 parecer habia una traduccidn anterior a la de Larra, hecha en Londres en 1834, la q
habria llegado a Chile. Ver al respecto: M A R ~EUGENIA
A PINTO y PATRICIA ARANCIRIA, La obru de pens
dores europeos en lu hihliotecu del Instituto Nucional, 1861-1890, un estudio comparutivo, Santiap
Universidad Catdlica de Chile, Instituto de Historia, 1980, pig. 220, tesis de grado.
l 3 DIEGO BARROS ARANA, Un decenio de historia de Chile, tomo 11, pigs. 385 y 386.
74 El Araucano, 8 y I5 de noviembre de 1844.

75 El Aruucano, 7 de enero de 1847.


76EIAraucuno,28 de enero de 1848 (“Modo de escribir la historia”); y E1 Araucuno, 14 de febre‘ro
de 1848 (“Modo de estudiar la historia”).

32
Bello refutd con brillo a sus adversarios defendiendo la tesis que para hacer
buena historiografia, antes de interpretar era precis0 esclarecer 10s hechos, dando
abundantes ejemplos tornados principalmente de la escuela romantica francesa. En
concreto, Bello pus0 como ejemplos a Barante (Historia de 10s d u p e s de Borgoiia);
a Agustin Thierry (Historia de la conquista de Inglaterra por 10s Normandos); a
Guizot (Historia de la civilizacidn europea);a Michelet, Thiers y Tocqueville.Ahora
bien, esto significaba que la maxima autoridad intelectual del Chile de entonces
consagraba 10s mCtodos de la historiografia francesa. Este hecho, sumado a1 sesgo
historicista de la literatura romantica que hemos mencionado (en especial la de
Dumas padre), tuvo directa incidencia en un fendmeno socio-cultural que ocurrid
en Chile desde 10s primeros meses de 1848: el Cxito e influencia pasmosos que tuvo
la obra de Alphonse de Lamartine Historia de 10s Girondinos, la que llego a Chile
precedida de la fama de su enorme Cxito de libreria en Francia.
Los primeros ejemplares de la Historia de Zos Girondinos llegaron a Valparaiso
en febrero de 1848, donde fueron vendidos a1 precio exhorbitante de 6 onzas de
oro. Vicuiia Mackenna nos cuenta que “aquella obra inmortal tuvo en Chile, y es-
pecialmente en Santiago, una boga inmensa, cual no la ha tenido, ni la tendra pro-
bablemente, libro alguno en lo ~ e n i d e r o ”Gabriel
~ ~ . Sanhueza afirma que fue posi-
blemente Santiago Arcos quien trajo a Chile el primer ejemplar, per0 no existe
evidencia a1 respecto7’.
En todo caso, el conocimeinto del libro de Lamartine y la noticia, recibida
pocos meses despuCs, del estallido de la revolucidn de 1848 en Francia, inflamaron
la imaginacion de la juventud oligarquica masculina hasta extremos casi inverosi-
miles. Desde mediados de 1848 se materializd un verdadero culto por la obra, la
que fue discutida y analizada en reuniones que se realizaban por las tardes en casas
particulares, o durante la jornada diaria en la sala de redacci6n del diario pipiolo
“El P r ~ g r e s o ”otra
~ ~ ,costumbre copiada de la Francia de entoncesX0.
La idolatria por 10s personajes de Lamartine lleg6 a tanto que espontaneamen-
te muchos j6venes se autoidentificaron con figuras girondinas o jacobinas: Lastarria
fue Brissot; Bilbao, orador fogoso, desde su retorno a Chile en 1850, fue Vergniaud;
Manuel Recabarren fue Barbaroux; Juan Bello y Rafael Vial fueron Ducos y Boyer-
FondrCde; Doming0 Santa Maria escogi6 por modelo a Louvet; hubo tambiCn un
PCthion, unos hermanos Lameth, un Danton, un Saint-Just y un Robespierre. Eusebio
Lillo, mlisico-poeta y futuro redactor jefe de “El Amigo del Pueblo” no podia ser
otro que Rouget de Lisle. Santiago Arcos fue Marat’’. Imposible concebir mejor
preparation sicoldgica de un ambiente revolucionario.

” BENIAM~N
VICUNA
MACKENNA,
Los Girondinos chilenos, Santiago, Ed. Universitaria, 1989, pig. 3 I .
7x GABRIEL Santiago Arcos,
SANHUEZA, Santiago, Ed. del Pacifico, 1856, pig. 114.
79 VICIJFJA
MACKENNA, Los Girondinos..., op. cit., pig. 41.
’” GEORGES WEILL,Histoire du Parti Rkpuhlicaine en France (1814-1870), Paris-Geneve, Ed.
Ressources, 1980, chap. VI.
’‘ VICUNA MACKENNA, Los Girondinos..., op. cit., pigs. 50-65.

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Per0 la ebullici6n cultural no se limit6 a1 mundo de 10s particulares. Numero-
sas iniciativas gubernamentales iniciaron en el Chile de la dCcada de 1840 el estu-
dio organizado de las artes, las ciencias naturales, las tCcnicas y 10s oficios. En
1844 fue creado un jardin de plantas o “Quinta Normal de Agricultura”, su direc-
ci6n fue encargada a1 agrdnomo italiano ( 0 jardinero especializado) Luis Sada en
1849. En el aiio I848 se fund6 la Escuela de Bellas Artes que pas6 a ser dirigida por
el pintor tambiCn italiano, Alejandro Cicarelli que lleg6 a Chile el aiio siguiente. En
este ultimo aiio nacia tambiCn la Escuela de Arquitectura; su primer director fue el
ya mencionado Franqois Brunet de Baines. Fue asimismo en 1849 que inici6 sus
actividades la “Escuela de Artes y Oficios”, a cargo del franc& Jules Jariez, para
preparar artesanos especializados, y el “Conservatorio Nacional de M6sica” enca-
bezado por otro galo: Adolfo Desjardins, ex organista de una iglesia de Paris. Fi-
nalmente, ese fecund0 aiio de 1849,lleg6 a Chile desde USA una comisi6n cienti-
fica fundando el “Observatorio Astron6mico de Santiago”82.
Ahora bien, este impresionante catastro de 10s aAos 1844-1949, si en algo afect6
a la admiraci6n de la juventud oligirquica pipiola por Francia, fue en aumentarla,
volviendo a transformar a ese pais en el modelo indiscutido en todo orden de cosas.
El historiador Jaime Eyzaguirre, refirihdose a1 ambiente “Quarante-Huitard” chi-
leno afirma, a nuestro juicio con raz6n: “no s610 las ideas liberales eran en la juven-
tud chilena recibidas como panacea (...) vivia Csta con la mirada estitica en direc-
ci6n a Paris que le dictaba sin apelaciones las leyes del pensamiento, del vestuario
y de la gastronomiax3.Vicuiia Mackenna, testigo de la Cpoca, afirma que “el pais y
la sociedad estaban preparados para este advenimiento” (del espiritu del “48”)84.
Este sector de la juventud oligirquica afrancesada constituia un grupo brillan-
te. Vicuiia Mackenna nos entrega 10s nombres de algunos de sus integrantes (mu-
chos de 10s cuales ya 10s hemos mencionado): Lastarria; 10s hermanos Amuni-
tegui, Benavente, Santa Maria, el presbitero Salas, Tocornal, Concha y Toro,
Sanfuentes, Espejo, Blanco Cuartin, 10s tres Matta, R. Vial, Felipe Herrera, Eusebio
Lillo, Ambrosio Montt, Francisco Marin, Mercedes Marin, Pedro Gallo, Jacinto
Chacbn, Santiago Lindsay, Victor y Pi0 Varas, Francisco y Manuel Bilbao, 10s tres
Blest, Isidoro Errizuriz, et^.'^.
Lista a la que habria que agregar 10s nombres de Federico Errizuriz, Vicente
Reyes, Manuel Guerrero, Eduardo de la Barra, Marcia1 Gonzalez, Francisco y
Manuel Bilbao y Santiago Arcos, ademis del propio Bynjamin Vicuiia Mackenna,
niiio maravilla del grupo.
Estos jdvenes serian 10s principales actores del que llamaremos “48” chileno,
entre ellos, como entre 10s artesanos de Santiago, la semilla revolucionaria del “48”
franc& encontr6 terreno fCrtil donde fructificar. Cuando se sup0 de su estallido, la
8 2 BARANA, ~ ~ ...,~ op. cit., torno 11, pigs. 403-430.
~ ~Un decenio
83 EYZAGUIRRE, Historia ..., op. cit, pigs. 564 y 565.
84 V I C U ~
MACKENNA,
~A Los Girondinos..., op. cit., pig. 24.
“Ihid., pigs. 26-21.

34
juventud liberal chilena ya conocia e incluso manejaba 10s conceptos y valores
fundamentales del pensamiento republican0 y liberal, democritico. MBs acn, a1
menos algunos de ellos, tambi6n 10s del socialismo ut6pico y las doctrinas cristia-
no-sociales. Conocian y admiraban asimismo fundamentalmente por obra de
Lamartine, la Revolution Francesa y no podian dejar de contrastar sus ideales con
10s del gobierno autoritario imperante y 10s del Partido Pelucon y sus hombres.
De este grupo saldrian, durante la segunda mitad del siglo XIX, dos Presidentes
de la Repitblica: Federico ErrBzuriz ZaAartu y Domingo Santa Maria; 15 o mis
senadores y/o ministros de estado; dos candidatos derrotados a la Presidencia de la
Repdblica: Vicente Reyes y Benjamin VicuAa Mackenna; el mejor novelista chile-
no del siglo XIX: Alberto Blest GamR6y el mis importante ideologo liberal del
mismo periodo: JosC Victorino Lastarria. De hecho, casi todos 10s nombres transcritos
mis arriba llegaron a ser personalidades de la vida pdblica chilena. Volveremos
sobre este punto latamente y de modo mis sistemitico cuando veamos la herencia
dejada por el “48 chileno”.

Blest describid en una de sus principales novelas Martin Rivas, lo que era el espfritu de la
juventud chilena afrancesada.

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