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TESOROS

HUMANOS
VIVOS
2016
TESOROS
HUMANOS
VIVOS
2016
PRESENTACIÓN
La cultura de una comunidad se plasma en las valoraciones que hace de su
memoria, de las tradiciones compartidas y releídas constantemente, de los
sujetos que encarnan esas tradiciones y de los símbolos asociados a ellas.
El CNCA se ha hecho parte de los esfuerzos por sacar a la luz, reconocer y
visibilizar a quienes son portadores(as) de esas expresiones, que identi-
fican a las regiones, las localidades y al país, en las variadas y múltiples
manifestaciones de la cultura inmaterial, y lo ha hecho siguiendo los
lineamientos de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cul-
tural Inmaterial de la Unesco desde el año 2009, año en que asumimos
el camino de construir políticas públicas y desarrollar iniciativas vincu-
ladas a las comunidades de cultores y cultoras que animan los diversos
universos culturales chilenos.
Este sendero se ha transitado desde un horizonte donde las nociones de
rescate y conservación, documentación y difusión han ido de la mano con
la participación comunitaria, el enfoque de derechos, la memoria social
y cultural de los cultores(as) y la comprensión de la naturaleza colectiva,
territorial y dinámica de las comunidades asociadas al patrimonio inma-
terial. Una de las líneas de trabajo en esa dirección es el Reconocimiento
Tesoros Humanos Vivos, que convoca a la ciudadanía a postular a personas
y colectivos considerados como portadores(as) del patrimonio cultural
inmaterial con el fin de valorarlos(as) y así contribuir a la preservación

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de las expresiones que albergan. Desde sus inicios se han entregado 42
reconocimientos, los que se han constituido en signos palpables de la re-
levancia que las comunidades otorgan a los sujetos y a las manifestaciones
que guardan, así como a la ciudadanía en general, que las ha conocido,
admirado y apreciado como parte de la diversidad cultural del país.
El Reconocimiento Tesoros Humanos Vivos ha hecho visibles muchas
prácticas que aparecían soterradas, perdidas o marginadas, como las
tradiciones y expresiones orales de los pueblos originarios. En ese sentido
podemos destacar el traspaso de conocimientos, a través de la narración
de relatos en el hogar y la escuela, por parte de la comunidad colla de Río
Jorquera y de Basilia Escalante, matriarca de esta cultura; las acciones
emprendidas por la comunidad kawéskar de Puerto Edén; la voluntad
de mantener la lengua y las prácticas culturales de Cristina Calderón de
la comunidad yagan; la sabiduría de Paula Painén, wewpife, portadora
de la rica y poderosa tradición de narradores mapuche; la persistencia
de Virginia Haoa, transmisora de la lengua rapanui en la escuela; la re-
lectura poética de la tradición mapuche con el trabajo de Lorenzo Ailla-
pán, hombre pájaro o uñümche; y la decisión de Manuel Ladino, cultor y
transmisor de la lengua y cosmovisión mapuche en el universo urbano.
Estos reconocimientos han mostrado que al efectuarlos se ha puesto en
marcha una cadena de significaciones al interior de las comunidades,
pero también en la sociedad en su conjunto.
También otros usos sociales, rituales y festivos relacionados al mundo mes-
tizo, campesino y a la religiosidad popular han sido reconocidos: El Baile

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Chino Pescador n° 10 de Coquimbo, don Arturo Barahona, caporal de la
Fiesta de La Tirana, la cofradía de fiscales San Juan Bautista de Calbuco, y el
baile de los negros de la localidad de Lora, en Licantén, son muestra de ello.
Asimismo, se han valorado saberes y prácticas tradicionales relaciona-
das con el vínculo entre las comunidades y la naturaleza, que expresan
una relación estrecha con el uso y cuidado del medioambiente. Zunilda
Lepín, cocinera tradicional y guardadora de semillas; los carpinteros de
ribera de lanchas chilotas; los Ngütamchefe, componedores de huesos de
Tirúa; los salineros de Cáhuil, Barrancas y La Villa; y don Arturo Lucero,
constructor de ruedas de agua de la localidad de Larmahue, representan
diversos modos de preservación de los patrimonios alimentarios, cons-
tructivos, de salud, y productivos.
Sin duda, las artesanías como expresión de conocimientos y saberes
transmitidos transgeneracionalmente han identificado a muchas co-
munidades desde tiempos precoloniales y republicanos rebasando sus
alcances locales y constituyéndose en íconos nacionales: las artesanas en
crin de caballo de Rari; las loceras de Pilén; Dominga Neculmán, maestra
ceramista y textilera mapuche; las arpilleristas de Lo Hermida; Amalia
Quilapi, artesana textil, y Uberlinda Vera, fabricante de coronas de flores
funerarias al estilo pampino, son ejemplo de ello.
Por último, es preciso destacar el reconocimiento a otras expresiones
del patrimonio cultural inmaterial vinculadas a las artes del espectá-
culo, como los entregados al maestro titiritero Sergio Tito Guzmán y a

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la Corporación Cultural de Organilleros de Chile, que muestran su vi-
gencia de estas expresiones de la cultura popular urbana que tienen un
profundo eco y significado en medio de los procesos de globalización y
mediatización de la sociedad.
Estos reconocimientos han sido objeto de una política de sensibilización
de la ciudadanía sobre el patrimonio cultural inmaterial, el cual no había
sido colocado en la escena pública hasta hace algunos años atrás. Es así
como hemos realizado 42 documentales entre el 2009 y el 2016, los que
permiten reconocer a nuestro país como un territorio diverso e intercul-
tural y a los hombres y mujeres que hacen que esto sea posible. Junto a
ello, se dio inicio a Portadores de Tradición, línea de trabajo que propone
espacios de intercambio directo con cultores y cultoras en la educación
formal y no formal en los lugares donde habitan, trabajo reforzado con
una mediación a través de material didáctico y audiovisual.
El sustrato de esta labor ha sido el desarrollo y fortalecimiento de un
Proceso para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, con
una mirada participativa que incluye distintas etapas como registro,
investigación, inventario y planificación. En esta dirección se han desa-
rrollado investigaciones participativas de 12 expresiones patrimoniales
relacionadas con Tesoros Humanos Vivos que integran a toda la comu-
nidad cultora, además de una etapa más avanzada asociada a Planes de
Salvaguardia, como los casos del Canto a lo Poeta, el de los Bailes Chinos
y el de la alfarería de Quinchamalí.

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Comprendiendo que la valoración de los sujetos y las comunidades debe ir
necesariamente acompañada con el resguardo de sus condiciones de vida,
se han aplicado instrumentos de caracterización socioeconómica que han
permitido determinar el estado en el que se encuentran, respecto a factores
sociales, territoriales y económicos. Para abordar estas problemáticas —y
con la convicción que se requiere establecer sinergias y un apoyo estatal
transversal—, el Consejo de la Cultura ha impulsado la Mesa Interinstitu-
cional de Salvaguardia de Expresiones y Cultores de Patrimonio Inmaterial,
que tiene por finalidad coordinar esfuerzos entre instituciones públicas
en favor de quienes han sido reconocidos como Tesoros Humanos Vivos.
Finalmente, esta publicación multimedia presenta a las personas y co-
lectivos reconocidos(as) el año 2016: Basilia Escalante, depositaria de la
cultura colla, que por medio de su sabiduría ancestral ha representado y
liderado la resiliencia de su pueblo y difundido su cultura en el desierto
de Atacama; Sergio Tito Guzmán, titiritero, quien encarna con fidelidad la
tradición popular del teatro de muñecos, manteniendo viva la presencia y
magia del retablillo en la escena pública como una de las expresiones más
persistentes del arte popular callejero; Las Palomitas Blancas de Laraquete,
agrupación de mujeres fabricantes de tortillas de rescoldo con mariscos,
práctica culinaria donde se involucran las memorias familiares y regiona-
les; y la familia Marilicán Lindsay, artesanos en fibra vegetal de quilineja,
cuyo saber identifica el modo de vida de la sociedad chilota; todos Tesoros
Humanos Vivos que simbolizan con sus historias el esfuerzo por mantener
vivas sus tradiciones.

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Tenemos la certeza que este camino de valoración que hemos empren-
dido, representa el sentimiento compartido de que una sociedad que
valora su patrimonio cultural inmaterial es capaz de enfrentar su futuro
y los cambios desde la cohesión social que da la argamasa de la cultura.

Ernesto Ottone Ramírez


Ministro Presidente
Consejo Nacional de la Cultura y las Artes

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TESOROS
HUMANOS
VIVOS
2016
BASILIA ESCALANTE
MATRIARCA
DEL PUEBLO COLLA
Diego de Almagro, región de Atacama
Se entrega el reconocimiento por su sabiduría ancestral,
con la cual ha representado y liderado la resiliencia del
pueblo colla y difundido su cultura en el contexto del
desierto de Atacama; la autoridad social y espiritual que
en ella reconoce su comunidad; sus saberes y prácticas aso-
ciados al telar y el floreo de animales; y por la experiencia
acumulada en relación con la naturaleza, las costumbres
y las ritualidades.
Patrocinadora: Nicolasa Barbarita Gerónimo.
BASILIA ESCALANTE
Basilia Santos Escalante Escalante nació el 15 de marzo de 1929
en la quebrada El Asiento, ubicada en el sector El Cadillal de la
comuna de Diego de Almagro, región de Atacama. Es hija de
Eduardo Araya y María Catalina Escalante, ambos colla, pro-
venientes de Argentina. Basilia es la mayor de cinco hermanos:
Román, Jesús, Violeta y Zulema. Solo su hermano mayor lleva el
apellido del padre, lo que da cuenta de la particularidad matriar-
cal de su vida familiar y cómo esta marcará la autoconstrucción
de Basilia como matriarca colla.
Basilia Escalante ha pasado gran parte de su vida en zonas
cordilleranas de la provincia de Chañaral, viviendo un vínculo
profundo con el entorno natural como parte de su cosmovisión
de mujer colla y su modo de vida cíclico y trashumante como
pastora de animales. Esto lo aprendió de sus padres y lo continuó
junto a su esposo, también colla, Claudio Gerónimo Vásquez,
con quien tuvo diez hijos: Zoilo, Ilario, Salomón, Abraham,
Benjamín, Elba, Fermín, Nicolasa, Leonidas y Anita. Su vida
familiar en la cordillera —en los «campos» de El Cadillal y sus
alrededores— se vio interrumpida en la década del 70, cuando,
al igual que muchos colla, fue forzada a emigrar de sus tierras
debido al impacto de la gran minería en la región.
Actualmente, Basilia tiene 88 años. Su vida se desarrolla entre
la ciudad de Diego de Almagro y la quebrada de Agua Dulce, lu-
gares donde recrea sus tradiciones y conocimientos con el fin de
proteger y difundir la sabiduría y riqueza ancestral de su cultura.
PUEBLO COLLA
Los colla son un pueblo andino prehispánico que ha habitado históricamen-
te una gran zona del territorio andino, ocupado hoy por Chile, Argentina,
Perú y Bolivia. Es un pueblo de pastores trashumantes que recorren los
territorios cordilleranos en busca de alimento y agua para sus animales.
El pueblo colla es mucho, es todo el cordón de cordillera. Antes no
había fronteras, así que se transitaba de Argentina a Chile, Bolivia
que estaba más cerca. Eso es porque es muy andariego el pueblo
colla. Recorrían grandes territorios, no había fronteras y no había
problemas, nosotros traspasábamos la cordillera por cualquier
lado, no nos decían na’, ya sea para pastar animales, por el asun-
to del pasto que no había agua… después nos devolvíamos pa’cá,
después bajábamos pa’llá, así que era un territorio muy grande,
muy grande el territorio colla.
Nicolasa Gerónimo Escalante,
hija de doña Basilia, Agua Dulce, 2016
En territorio chileno, la presencia colla data a partir de la segunda mitad
del siglo xix, momento en que varias familias cruzaron la cordillera de los
Andes, desde el noroeste de Argentina y el sur de Bolivia, para asentarse
en las quebradas del norte, específicamente en las provincias de Copiapó
y Chañaral, en la región de Atacama. Llegaron buscando alimento para
sus animales —como consecuencia de sus circuitos de trashumancia— y

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también por el trabajo asociado a las actividades mineras y de arrieraje. Sus
asentamientos se encuentran principalmente en El Salvador, Potrerillos,
quebrada Paipote y Río Jorquera, aunque muchas familias han migrado
a lugares más urbanizados como Copiapó, Tierra Amarilla, Los Loros o
Diego de Almagro.

Basilia y la trashumancia
Desde su nacimiento en el sector de El Cadillal, doña Basilia creció re-
corriendo el «campo» en trashumancia, siguiendo el ritmo de la Mama
Pacha de acuerdo a los cambios de estaciones. De esta manera, los ciclos
de la naturaleza, sus animales, los cerros, quebradas y aguadas cordillera-
nas tienen en ella un profundo significado, ya que los colla se encuentran
íntimamente ligados a la tierra, la que es vista como su razón de ser. Así,
la tierra, la Mama Pacha o Pachamama es fundamental para entender la
cosmovisión de esta cultura ancestral.
El ser colla es ser trashumante, es ser nómade, es ser una persona
que convive con la naturaleza, la respeta, la ama, y es ser una per-
sona que necesita de la tierra, que necesita de estos cerros que se
ven acá, que necesita del cielo limpio, de las estrellas en la noche,
la luna, que necesita del sol.
Leonidas Gerónimo Escalante,
hija de doña Basilia, Peña Negra, 2016

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En sus prácticas y conocimientos, se expresa una forma de ver el mun-
do ligada a la tierra, donde los ciclos de la naturaleza, y la relación que
establece el ser humano con esta, estructuran el modo de vida de sus
comunidades. Es por ello que los colla realizan migraciones estacionales
de invierno y verano —invernadas y veranadas—, entre la alta y la baja
cordillera, según la disponibilidad de forraje y agua para sus rebaños, y
las condiciones climáticas de temperatura y precipitación. Sus circuitos
de trashumancia tienen lugares habilitados con viviendas de paso que les
permiten dormir y residir el tiempo que dura su estadía. El cuidado de su
rebaño y el habitar extensas zonas cordilleranas implican vivir siempre
en relación y diálogo profundo con la naturaleza y sus ciclos.
Para la familia Gerónimo Escalante, la trashumancia es fundamental. Tanto
doña Basilia como sus hijos relatan esta experiencia como uno de los me-
jores recuerdos de su crianza, y destacan la libertad, simpleza, esfuerzo y
compañerismo que colmaban esos días en la cordillera. Durante el verano,
la familia recorría la alta cordillera entre los 3.000 y 4.200 metros sobre el
nivel del mar, estableciéndose en cuatro lugares de veranada: El Cadillal,
Tinajas, Peñas Blancas y Estancitas, siendo este último el lugar más sig-
nificativo e importante para la familia, ya que era allí donde permanecían
la mayor parte del tiempo criando sus animales —cabras, ovejas, mulas y
caballos—, trabajando la tierra con cultivos a pequeña escala, haciendo
tejidos y elaborando alimentos. Durante el invierno —tiempo de inver-
nada— se desplazaban hacia la baja cordillera, entre los 2.000 y 2.800
metros sobre el nivel del mar, a lugares como La Rinconada, Agua Amarga

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y la aguada de San Juan. En la aguada de San Juan es posible visitar aún
la antigua morada de la familia Gerónimo Escalante fabricada con pircas.

Relocalización, desarraigo y reinvención


A finales del siglo xix y principios del xx se produce un auge de la actividad
minera a gran escala en la región de Atacama, donde se instalaron grandes
faenas y campamentos mineros como Potrerillos y El Salvador. Esta acti-
vidad tuvo consecuencias culturales y ecológicas, y afectó directamente la
vida del pueblo colla, al verse desplazados de sus territorios ancestrales.
En un principio, muchas familias colla complementaron su subsistencia
vendiendo sus productos en los campamentos mineros de Mina Vieja y
Potrerillos. Los productos que comercializaban eran principalmente queso,
carne, tejidos, leña y carbón. Doña Basilia, con ayuda de sus hijos, era la
encargada de fabricar dichos productos, los que luego eran vendidos por
su esposo Claudio Gerónimo.
Sacaba dos tarros grandes así, harta leche, (…) eran como 50 o 60,
harto, sí, se venden dos jabitas, de esas jabas en que traen las cerve-
zas, de esas, dos tenían que llenarse y son grandecitas pue’, caben
de a tres. Primero se vendían a la Mina Vieja, que se llama, sí, ahí
vendía mucho, ahora se llama El Hundimiento, porque se hundió
la mina (…) Él [su marido] vendía, yo me daba vuelta sacando la
leche, haciendo el queso (…) Así le hacíamos nosotros: yo hacía el
queso y mi viejo vendía. Yo sacaba leche para después hacerla hervir,
hacía unos tambores que se llamaban tarros, tarros bien hechos,

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entonces hacía leche, y él la traía, la vendía en Potrerillos; en Mina
Vieja primero, porque la mina estaba bien, había trabajo, mucho
trabajo, y ahí compraban la leche, el queso, la carne, compraban
los calcetines, compraban las coipas. Hicimos mucho, mucho,
trabajábamos en eso en invierno (…) y el carbón y la leña, porque
en esos años no había cocinas a gas, así que todos los pueblitos
estos compraban leña, puras cocinitas a leña… después comenzó
a llegar el maldito gas con las cocinas, entonces no se vendió más.
Basilia Escalante, Agua Dulce, 2016
Más tarde, Basilia y su familia vivirían los efectos negativos de la insta-
lación de las mineras al enfrentarse a la escasez y contaminación de las
aguas. Las empresas mineras comenzaron a captar el agua de los glaciares
en la alta cordillera para abastecer sus faenas, provocando una reducción
de los caudales de los ríos que proveían de este recurso a las comunida-
des colla. Asimismo, se produjo la contaminación de los suelos, de los
campos de pastoreo y las quebradas, lo que terminó por limitar la tierra
y deteriorar el forraje para alimentar al ganado. Producto de aquello, en
el año 1974 Basilia y su familia tuvieron que abandonar sus tierras para
trasladarse a un territorio que no tenía ningún significado para ella y su
familia: el campamento minero Potrerillos.
Y de aquí, se presentaron los años medios malos, no había pasto.
Así que de ahí nos fuimos a Potrerillos de acá [aguada de San Juan].
Vendimos todo, todos nuestros animalitos, pa’ irse pa’ allá… nos
quedamos sin na’.
Basilia Escalante, aguada de San Juan, 2016

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La relocalización en Potrerillos fue una experiencia absolutamente trau-
mática para Basilia y su familia, pues el traslado significó abandonar su
forma de vida y prácticas propias de su cultura, distanciándose del con-
tacto cotidiano con la naturaleza, donde la tierra es parte de su equilibrio
como ser humano en el mundo.
Me costó mucho, mucha pena de botar acá e irse adonde no podía
hacer na’. Gracias a Dios, todo se aprende en la vida, dicen que
golpeándose se aprende, a trabajar pa’ tener a mis niños, esa fue
la vida en Potrerillos. Mis niños comenzaron a trabajar y yo tuve
que echar las patitas a trabajar también, porque nosotros antes
vivíamos de otro modo.
Basilia Escalante, Agua Dulce, 2016
Una de las transformaciones más fuertes y violentas que experimentó Basilia
en este desarraigo fue tener que ingresar al sistema de trabajo «occidental»
[urbano], pues en Potrerillos ya no podía vivir de lo que le daba la tierra. Así
fue como debió comenzar a vender su fuerza de trabajo e ingresar al mer-
cado laboral informal. Doña Basilia aprendió a planchar ropa, y consiguió
trabajo haciendo tareas domésticas en casas particulares y cuidando niños.
Usted sabe que en el pueblo ya cambia todo, y costó mucho poder
acostumbrarse, tenía que trabajar, pero así, así he pasado la vida,
ir a lavar, ir a planchar, ir a cuidar los niños, así tuve que trabajar.
Ahora estamos acá por el campo otra vez, Dios dirá hasta cuándo,
él único que sabe de nuestras vidas, qué más le voy a contar.
Basilia Escalante, Agua Dulce, 2016

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La adaptación de la familia Gerónimo Escalante a la vida de Potrerillos
fue un proceso difícil, ya que no solo tuvieron que cambiar su modo de
vida a nuevas costumbres y aprender nuevos oficios para la subsistencia,
sino también sobrellevar la descalificación social por el hecho de ser in-
dígenas y pobres, dos estigmas que hicieron más dura aún su inserción
a la vida urbana.
La familia completa se ubicó en Potrerillos en precarias condiciones de
vida. Al no tener los recursos del «campo», la pobreza se hizo presente
en sus vidas. En ese lugar, los conocimientos ancestrales y la forma de
vida de su cultura no tenían espacio ni reconocimiento; sin embargo,
Doña Basilia logró mantener ciertas costumbres, como la crianza de ani-
males —gallinas y patos—, con el fin de no perder del todo sus prácticas
de vida tradicional.
En esta etapa, don Claudio Gerónimo —esposo de doña Basilia— sufrió
un fuerte impacto físico y sicológico. Trabajó durante seis años como al-
bañil y hojalatero en una empresa de Potrerillos, pero producto del fuerte
desarraigo y choque cultural, cayó en una profunda depresión que, con los
años, terminó por afectar su salud y mantenerlo la mayor parte del tiempo
retraído de la vida diaria hasta su muerte a los 90 años. Don Claudio llegó
a expresarle a su familia su profundo dolor, señalándoles que era mejor
olvidar todo lo aprendido arriba en la cordillera, pues ya no les servía en la
ciudad. Según lo que relata su hija Nicolasa, su padre le decía que «había
que aprender las cosas de la ciudad para poder sobrevivir».

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El proceso de inserción de los hijos del matrimonio Gerónimo Escalante
en la ciudad también estuvo marcado por el desarraigo. La escuela, como
espacio de enseñanza y socialización, en muchos casos no fue el camino
elegido por ellos, debido a la exclusión y el estigma del que eran objeto,
producto de su identidad como niños indígenas. De esta manera, muchos
de los hijos de Basilia y Claudio salieron adelante gracias a sus propias ca-
pacidades, aprendiendo oficios y trabajos al margen de la educación formal.
La gente que nos conocía nos decía: «Traiga a los niños y échelos a
la escuela para que aprendan algo», pero no quería. Entonces los
niños se criaron así no más, pero gracias a Dios todos son nove-
dosos mis niños, todos saben trabajar, ellos construyen, trabajan
(…), todo eso aprendieron.
Basilia Escalante, Agua Dulce, 2016
Doña Basilia y sus hijos siguieron luchando por sacar adelante a su familia,
sin olvidar su origen colla y las quebradas de donde venían. Es en este contex-
to que ella se yergue como sostenedora y matriarca colla, reinventando sus
tradiciones y costumbres, difundiéndolas en el campamento hacia su familia
nuclear y hacia otras familias colla que vivían la misma situación que ellos.
En el año 1988 el campamento minero de Potrerillos cerró, al convertirse
en una zona extremadamente contaminada, y su población fue relocali-
zada en centros urbanos cercanos. La familia Gerónimo Escalante tomó
rumbo a Diego de Almagro donde doña Basilia y sus hijos tienen hasta
hoy la casa familiar.

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Vinimos a Potrerillos, cuando el caballero [su esposo] ya estaba
enfermo, también tanto trabajar, obligado a venirse y aquí ahora
estamos más abajo, nos corrieron más abajo todavía, vamos de-
jando el campo de a poquito.
Basilia Escalante, Agua Dulce, 2016
Durante el invierno, doña Basilia vive en Diego de Almagro con dos de sus
hijas, mientras que en la primavera y verano sube a la quebrada de Agua
Dulce, a la que cariñosamente llama «el rinconcito». Allí tiene otra casa
familiar, en la que vive permanentemente uno de sus hijos.
Esta casa se encuentra en terrenos de Codelco, quienes entregaron en co-
modato un sector de la quebrada como parte de los acuerdos territoriales
con las comunidades colla de Diego de Almagro.
Para la familia Gerónimo Escalante, «el rinconcito» es una especie de refu-
gio, un lugar que los devuelve a sus orígenes, a la cordillera, donde pueden
seguir practicando antiguas costumbres como la crianza de cabras, el telar
y la agricultura. Desde allí también se desplazan hacia zonas más altas de
la cordillera para realizar celebraciones o festejos tradicionales colla, como
por ejemplo el floreo, ritual íntimo celebrado cada solsticio de verano.

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Comunidades colla
La herencia de doña Basilia ha sido transmitida a sus descendientes,
quienes, junto a ella, han luchado para que la memoria y la sabiduría de
su cultura ancestral sigan vivas.
El proceso de reconocimiento del pueblo colla como grupo étnico se realizó
en la década de 1990, gracias a la Ley nº 19.253 que establece normas
de protección, fomento y desarrollo indígena. Sin embargo, en la década
anterior ya había comenzado un proceso de organización colla en el cam-
pamento minero de Potrerillos.
Impulsado por la familia Gerónimo Escalante, con doña Basilia como ma-
triarca, se forma el Club de Huasos de Potrerillos, que más tarde cambiará
de nombre a Centro Cultural Colla. Ambas instancias de organización
fueron las primeras actividades realizadas con el fin de aunar, reivindicar y
expandir la cultura colla. Con estas agrupaciones se realizaron encuentros
folclóricos y se reunieron algunos antecedentes que, más tarde, en 1993,
les permitieron ser reconocidos como pueblo originario. En este contex-
to, doña Basilia cumplió un rol fundamental, ya que fue la encargada de
enseñar y mostrar algunos de los elementos tradicionales de la cultura
colla, siendo reconocida y respetada por su comunidad.
En el año 2002, y gracias a los acuerdos obtenidos en la propuesta para la
Comunidad Indígena Colla del río Jorquera y sus afluentes, realizada por
dirigentes de distintas comunidades colla, hubo un renacimiento de la
identidad. Se establecieron elementos fundacionales de su cultura y las

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prácticas culturales que los identifican como comunidad indígena. Salo-
món Gerónimo Escalante, hijo de doña Basilia, representó a la comunidad
de Diego de Almagro en dicha reunión.
Se constituyeron así tres comunidades colla en la comuna de Diego de
Almagro. Una de ellas, la Comunidad Indígena Chillagua, está confor-
mada por la familia Gerónimo Escalante, lugar desde donde doña Basilia
y sus hijos perpetúan sus tradiciones ancestrales, dándole vida y sentido
a sus prácticas culturales.
En la comuna de Diego de Almagro hay tres comunidades forma-
lizadas por la ley, porque el pueblo colla es distinto a una comuni-
dad, para mí. Entonces yo pertenezco a un ayllu, nosotros somos
un ayllu porque somos puros hermanos y sobrinos por ahora, así
que somos poquititos. Somos cuatro mujeres y seis hombres, y la
comunidad está conformada por la mayoría de los hermanos más
los sobrinos mayores de edad. En total somos como 15 o 14.
Nicolasa Gerónimo Escalante,
hija de doña Basilia, Agua Dulce, 2016
En la actualidad, las generaciones jóvenes colla se han desplazado hacia
pueblos y ciudades de la región de Atacama, abandonando la vida trashu-
mante de la cordillera. Solo algunas familias continúan practicando este
modo de vida en sectores de la precordillera, vegas y quebradas, y mantie-
nen sus costumbres de pastores nómades con ganado a pequeña escala,
principalmente cabras y otros animales como ovejas, aves, burros y perros.

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Prácticas culturales revalorizadas
El acervo de conocimiento de doña Basilia y de sus hijos e hijas se ve ex-
presado en la cosmovisión representada en las actividades que rememoran
el vínculo espiritual del pueblo colla con la Pachamama.
La cosmovisión colla identifica a la tierra como la madre dadora del ali-
mento necesario para la vida de todos quienes habitan en ella, la que a su
vez recibe los restos mortales de sus creaciones al morir, tal como señala
doña Basilia. En esta relación hombre–tierra se establecen una serie de
ciclos vinculados a la germinación de la vida, el crecimiento, el enveje-
cimiento y la muerte de todos los seres vivos de la naturaleza, donde el
hombre tiene un rol esencial en la reproducción del ciclo agrícola.
De este modo, la vida ocurre en los ciclos de actividad agrícola y pecuaria,
y siempre está ligada a lo espiritual, a la organización social y a la repro-
ducción de tradiciones y costumbres que les son propias.
Los pueblos andinos empezamos el año en junio, pal’ solsticio de
invierno, ahí empieza el año de nosotros, ahí se hace el culto al sol,
a la pacha. Normalmente es entre el 22, 23, el solsticio de invierno
(…) En agosto también, que es la pacha, ahí tú le pides permiso a
la tierra para cultivarla; si quieres cultivar, normalmente papas,
maíz, porotos. (…) Siempre en la familia hay una persona que hereda
y le gusta eso a todo nivel: tejido, santigua, las ceremonias, todo
eso… Siempre hay personas que les gusta y dicen: «Ya, yo», y queda
así para eso, entiende, participamos todos, pero siempre hay una

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persona que lleva la batuta en todo eso. Actualmente en nosotros
es mi hermano Zoilo, siempre que hacemos ceremonias grandes lo
llamamos a él [para] que venga (…) Después (…) en septiembre, no-
sotros también celebramos y estamos tratando de volver a celebrar
el sisayay que es la fiesta de la primavera en septiembre (…) se hace
un sisayay que es súper alegre, porque uno se disfraza de animal,
de un animalito que a usted le guste. Por ejemplo, yo encuentro
espectacular la vicuña… Nosotros [tenemos] harto respeto con la
vicuña, con el cóndor, que lo tienen todos los pueblos andinos,
porque el cóndor es especial, porque él recorre grandes distancias
y ve todo desde arriba. Sí, poh, es como que nosotros hiciéramos lo
mismo, porque nosotros tenemos mucha intuición para todas las
cosas, es muy difícil subir a la cordillera y equivocarse en ciertas
cosas, cuando tú partes a campear, a buscar las cabras, al pastoreo,
si vas sola, tú sabí’ para dónde las vai a encontrar más menos…
Nicolasa Gerónimo Escalante,
hija de doña Basilia, Agua Dulce, 2016
Los conocimientos de los ciclos de la naturaleza, así como las expresiones
rituales y sociales, quedan de manifiesto en la forma como se concibe el
mundo en los ciclos de la vida y la muerte. Los ciclos vitales están de-
terminados por los equinoccios y solsticios, y el Dios Sol va marcando
los ciclos rituales. Dentro de estas manifestaciones, una es la del floreo.

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El ritual del floreo
El floreo es una antigua práctica ritual realizada por distintos pueblos
originarios andinos para marcar su ganado y agradecer a la tierra. Asimis-
mo, es una instancia de congregación muy íntima donde se vivencian,
transmiten y reafirman los conocimientos y prácticas de la cultura colla
a las nuevas generaciones.
Los colla organizan el floreo con mucha dedicación y eligen el lugar donde
se realiza el ritual con un año de anticipación. Las familias se distribuyen
las responsabilidades de acuerdo al rol que cada una desempeña en la co-
munidad. La ceremonia es realizada en temporada de veranada, donde una
o más familias se reúnen en un ayllu con todos sus animales y consiste en
adornar, capar y marcar a cada uno de los animales —identificados con
lanas de colores en las orejas— para el nuevo ciclo que comienza.
Parte importante de este rito es devolver lo recibido a la Pachamama, pues
el floreo tiene que ver con la llegada de nuevos animales a cada familia
o a la comunidad; es por ello que se hace necesario marcarlos y dar las
gracias a la tierra. En este contexto, se sacrifica a un animal que ha sido
criado especialmente por la comunidad para ser entregado como ofrenda
a la Mama Pacha. Esta práctica tradicional se ha vuelto cada vez es más
íntima y sigilosa, pues en el mundo actual no son del todo comprendidas
por la sociedad.

29
Ahí van a sacrificar el animal parece. Son costumbres que vienen
de la gente de la Argentina. Porque hay que dar de comer a las
hierbas, como le digo, la tierra también cobra y a veces le damos
sangre a la tierra.
Basilia Escalante, Agua Dulce, 2016
Dentro de la cosmovisión colla, el floreo representa la relación que tienen
los seres humanos con la naturaleza. Con el paso de los años, si bien el
rito del floreo se ha ido transformando, ha logrado mantener el sentido
y significado, donde el sacrificio —como parte del rito— es el mecanis-
mo que utiliza la comunidad para agradecer y retribuir a la Pachamama
lo recibido, entregándole ofrendas como hojas de coca y agua ardiente.
Cuando el sol está en su máximo, calentando, ese es el solsticio de
verano, y después, [en] los carnavales que se hacen en diciembre,
[en] que hay más actividades, se hacía el floreo, se hacía amansá,
se señalaban los animales, marcaban los animalitos.
Nicolasa Gerónimo Escalante,
hija de Doña Basilia, Agua Dulce, 2016

La cría de animales
Luego de la desestructuración de la trashumancia y de la implementación
de la propiedad privada de las tierras, doña Basilia y su familia se vieron
forzados a asentarse y criar animales de manera sedentaria. A pesar de esto,
la crianza de cabras y ovejas requirió de ciertas estrategias que involucran

30
el movimiento para alimentar al ganado; así, aunque los colla han debido
establecerse en espacios reducidos, de cierto modo, han logrado conservar
una forma de desplazamiento.
Para Basilia, vivir en el campo y criar animales le ha dado sentido a su
existencia, ya que desde su visión el hombre tiene mucho que aprender de
ellos. El significado y valor que tienen los animales al interior del mundo
colla es muy importante, pues forman parte de la totalidad dentro de la
cual coexisten los seres vivos. En este sentido, cobran relevancia los dichos
de Nicolasa, donde realza la idea de que los colla «son con animales».
De repente, cuando había una persona que se casaba, se le entre-
gaban los animales, porque el colla siempre vive en familia… De
repente la hija se queda un tiempo más [en la familia], pero hay
una fecha [en] que se separa [de la familia], y ahí se lleva a sus
animales, porque uno casi siempre tiene animales.
Nicolasa Gerónimo Escalante,
hija de doña Basilia, Agua Dulce, 2016
La crianza de animales es una práctica de gran importancia cultural den-
tro de las comunidades, pues hay múltiples quehaceres productivos que
giran alrededor de estos. En ese sentido, los animales resultan fundamen-
tales tanto para el aspecto económico como para el mundo espiritual. Es
mediante la crianza de ganado que los colla organizan su vida cotidiana,
su calendario, sus movimientos espaciales y sus roles al interior de las
comunidades y familias.

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El dios Jehová hizo todas estas cosas, hizo todos los animales y los
dejó pa’ que sus hijos se ganen la vida. Con esto, el hombre cría al
animal hasta que se para el animalito cuando llega el verano, en
el verano se da, en el invierno casi no porque es muy helado. Dios
Jehová dejó todo esto pa’ sus hijos: hizo la cabra, hizo la oveja,
hizo la vaca, pa’ que saquen la leche y se mantenga con esto, para
comer, para vender y para comprar el comestible.
Basilia Escalante, Agua Dulce, 2016

Herencia tejedora
Otra actividad característica de la cultura colla, derivada de la cría de ani-
males —de la oveja principalmente— son los quehaceres y saberes rela-
cionados con las técnicas de tejido tradicional. Doña Basilia adquirió ese
conocimiento de su madre, quien, según cuenta, era una buena «tejendera».
Mi mamá era muy buena tejendera, harto tejido, harto hilado,
tejía, le mandaban a hilar otra gente de otro puesto, hilaba y des-
pués tenía que hacerlo todo, hacer la tela pa’ pantalón, chaquetón,
todo, paletó de lana, rodilleras de lana, cuando hacía frío, y con
polainas, que se llamaban.
Basilia Escalante, Agua Dulce, 2016
Doña Basilia ha transmitido este saber a sus hijos de manera práctica en
la vida diaria, ya que en la vida de cordillera era fundamental saber tejer
para poder proveerse de vestimenta y protegerse del frío.

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Esto va por transmisión, le ayudaba yo a mi madre a urdir. Mi
madre estaba acá y yo llevaba el ovillito para allá, lo pasaba por el
este y lo volvía para acá y lo tensaba, porque el tensado también
tiene que ser parejito. Entonces yo corría con el ovillito pa’ allá, le
daba la vuelta, entonces uno aprende. Aprendí el tejido y bueno,
todo, la mayoría de las cosas que sabe mi madre (…) Uno en la cor-
dillera, es todo un cuento, o sea, si tú no sabes esquilar la oveja,
no sabes hilar, no sabes tejere [sic], no tienes tu vestimenta… Si la
vestimenta la hacías tú, todo nosotros, desde las botas hasta esto
[pantalón], todas las prendas.
Fermín Gerónimo Escalante,
hijo de doña Basilia, Agua Dulce, 2016
Las técnicas textiles incluyen la esquila, el lavado de lana, la tintura (para
la cual se utilizan tintes naturales —como la raíz de cadillo o cáscara de
cebolla— y pigmentos comprados), el hilado, enlizado y el tejido a telar.
El trabajo en telar es una técnica compleja, cuyo primer paso es el enli-
zado, que consiste en poner la lana en la urdimbre con un compás. Este
procedimiento posee diferentes formas según lo que se quiera hacer: pon-
chos, mantas, bufandas, chales, etc. Luego, se va pasando la lana entre la
urdimbre con un palo, que a su vez sirve para apretar la lana. Terminado
el nivel, se aprieta una pisadera que permite avanzar en el tejido.
Lizo, se llama lizo este, ya va a ver, espérese un poquito no más,
ya va a ver… Estas telas, esto es lo más demoroso que tiene, la tela
grande… Echo todo el día pa’ hacer todo esto, pa’ urdir. Enlizar,

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se hace [en] un día, porque esto es lo más demoroso, esto requiere
habilidad, requiere paciencia, tranquilidad, pa’ que no se le eche
a perder.
Basilia Escalante, Agua Dulce, 2016
Las vestimentas más comunes que se fabrican son pantalones, ponchos,
calcetines, gorros y rodilleras, además de mantas, frazadas y sogas.

La fabricación de queso
Otra práctica vinculada a la crianza de animales que doña Basilia continúa
realizando y transmitiendo a las nuevas generaciones es la elaboración
de queso hecho con leche de cabra. Este es un proceso artesanal donde
primero se extrae —o chagua— la leche de la cabra (siempre que no haya
comido y antes de que le dé a sus crías); luego, se corta la leche con un
cuajo elaborado con un pequeño pedazo del estómago de una cabra, y más
tarde se deja reposar alrededor de 20 minutos en un ambiente templado,
cerca del fuego o de la cocina a leña. La parte clave del procedimiento para
producir queso a mano es el cuajo y la técnica del colado. El colado se hace
con una tela fina —como la gasa—, que permite sacar todas las impurezas o
suciedades que pueda tener la leche. Posterior a esto, se toma con la mano
la leche ya cuajada y se hacen pelotitas que se dejan reposar a un lado.
La leche se cuela [en] la bolsita porque el género que tiene ataja
un pelo, puede caer hasta una mosca, una cosa mala, ¿ve? Ahora
colamos ya todo (…) Este se llama cuajo, (…) está remoja’o ya… Le

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vamos a echar una jarrita, ¿ya? Esta es otra bolsita, pa’ colar el cuajo
son dos bolsitas: una pal’ cuajo y la otra pa’ la leche… entonces le
echamos esto. Está bien coladita [la leche], ahora la revolvemos,
otra vez, bien revolviito, entonces usted le hace una cruz ahí, ahí.
Ya, echamos el cuajo, ese es un trabajo (…) Esto se maneja bien tapa-
dito, que no vaya a entrar ni un animal. La cruz es costumbre, una
cruz pa’ que no venga el malo y meta su cola ahí, pa’ eso es la cruz.
Basilia Escalante, Agua Dulce, 2016
Para darle la forma al queso, este se prensa a mano y se coloca en un cin-
chón, cinturón elaborado con un trenzado de fibra vegetal o paja traída
desde las vegas cordilleranas. También se utilizan moldes de lata, aunque
según doña Basilia, esos moldes le cambian el sabor al queso.
Finalmente, para que el queso adopte la forma del cinchón, se le coloca
dos o más piedras planas a fin de que tome la forma redonda y libere el
resto de líquido. La fabricación del queso de cabra fresco toma alrededor
de dos días, uno para la elaboración y otro para el reposo y la maduración.
Ya van a ver, para mañana va a estar listo, hay que poner una piedra
o dos piedras, con tres piedras (…) para que se apriete bien prensa-
dito, [para que] chorree todo el suero que queda de la cuajada, ya
van a ver. Queda muy rico, queda [con] otro gusto que en el cinchón
de latita (…) Esto, ¿ve?, ahora sale chico pero está bueno este, en
este hacemos también, pero este se hace con pura mano, los relle-
no bien rellenaditos, lo doy vuelta al otro lado, lo echo cuajadito,
entonces ya cuando está [y] salió un poco de suero, lo meto al agua

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hirviendo y lo comienzo a dar vuelta… Lo saca y lo vuelve a prensar
otra vez, lo da vuelta y prensado otra vez y lo vuelve a echar al agua
hasta que deja de salir suero, sí, y se lo deja ahí. A esto se le pone la
piedra encima, para que no se desenvuelva (…) se echa la cuajada,
se prensa bien y se lo pone arriba la piedra no más.
Basilia Escalante, Agua Dulce, 2016
Es importante mencionar que las prácticas relativas a la cultura tradicional
colla se encuentran hoy influenciadas por la religiosidad occidental. Este
sincretismo está muy presente en doña Basilia, quien profesa la religión
evangélica de la misma manera que sus creencias en la Pachamama. Por
lo mismo, es común observar a doña Basilia proteger el alimento, el telar
u otra actividad que realice dibujando cruces en el aire, o bien instalando
cruces sobre el producto que está elaborando a fin de que el «malo» —re-
firiéndose a los malos espíritus o al diablo— vierta malignas vibraciones
en sus trabajos.

Mate y hierbas medicinales


El consumo de mate va ligado al encuentro entre miembros de la familia
o de la comunidad. Se bebe caliente, a veces dulce y acompañado de otras
hierbas como bailahuén o chachacoma. Se llama cojú cuando se le pone
agua ardiente.
El primer mate lo toma uno, la cebadora de mate, siempre está
ella al lado del caldero, de la tetera, porque tú le vas agregando
yerbita y azúcar y limpiando la bombilla con un mantelito que se

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deja solamente para eso y lo voy pasando así, de persona [a perso-
na], y uno aprovecha de sociabilizar, conversar, pelar. Yo creo que
de ahí viene el asunto de pelar, poh, estai tomando mate, estai
pelando, porque siempre se juntaban hartas mujeres y hombres,
y se ponían a conversar de la vida, qué pasaba tanto, todo esto,
y ahí se dedica, no sé, poh, una hora, media hora, pero es así, es
ceremonial para nosotros el mate, pero también se puede tomar
mate solo, como te digo.
Nicolasa Gerónimo Escalante,
hija de doña Basilia, Agua Dulce, 2016
Otro elemento importante que da cuenta de la relación de las comunidades
colla con la naturaleza es el empleo de hierbas con usos medicinales. Para
la familia Gerónimo Escalante y la comunidad colla, el chañar (Geoffroea
decorticans), la chachacoma (Senecio oreophyton), el naranjillo (Citronella
mucronata) y el pingo pingo (Ephedra chilensis) son algunas de las plantas
más utilizadas para fines medicinales, reflejando los saberes ancestrales
andinos y el regalo de la cordillera.
Si nos detenemos en las expresiones culinarias del pueblo colla, encon-
tramos algunas preparaciones relevantes que incorporan diferentes ele-
mentos como carne y granos. La churrasca —tortilla de harina de trigo
hecha sobre una plancha o parrilla— constituye un elemento básico de
su alimentación. A diferencia de la tortilla de rescoldo, la churrasca no se
hace en la ceniza y tiene una textura más bien fina ya que no lleva levadura.

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Otro plato representativo de este pueblo es el locro, guiso típico de toda
la zona andina de Sudamérica, hecho de mote majado, papa y carne seca
de cabra.

De colores y sonidos
El conjunto de expresiones tradicionales, simbólicas y territoriales del
pueblo colla está representado en su bandera, cuyos cuatro colores sin-
tetizan distintos aspectos de su cultura: el amarillo representa al sol, el
blanco la cordillera y la montaña, el negro la medicina y la magia, y el rojo
que representa la sangre. Además de vestir la bandera colla, estos colores
también son utilizados en textiles y en las flores o pompones de lana para
florear los animales.
Por otro lado, encontramos también el canto tradicional colla. Este se
denomina vidala y es un canto al viento, una especie de lamento que
puede reflejar un sentimiento de felicidad o tristeza. Se acompaña con
un tambor vidalero y una caja chayera. Puede ser ejecutado por hombres
o mujeres y se canta en contextos rituales y en momentos significativos
de la vida comunitaria.

La herencia cultural de doña Basilia


Luego de vivir el desarraigo de su tierra natal y la posterior erradicación del
campamento de Potrerillos, doña Basilia logró retornar a la cordillera, al
«rincocito» en el sector de Agua Dulce. A sus 88 años sigue desempeñado
el rol de transmisora de los saberes ancestrales de la cultura colla, tanto a

40
nivel familiar como local, entrega que ha efectuado sin importar el lugar
donde ha tenido que estar, logrando reinventar sus prácticas culturales
de acuerdo a los momentos que ha vivido. Como matriarca se convirtió
en una autoridad tradicional, tutelando varias celebraciones y ritos colla.
El camino que tomó doña Basilia ha sido replicado por su hijo mayor Zoilo
Gerónimo Escalante, miembro de la Comunidad Colla del río Jorquera
y sus afluentes, reconocida como Tesoro Humano Vivo el año 2010. Él
encarna la voluntad de la familia de poner en valor los elementos cul-
turales propios, el modo de vida, la forma de entender la relación con la
naturaleza y los animales.
Sus otros nueve hijos, y sus nietos y nietas, aprenden hoy de doña Basilia
no solo cuestiones prácticas de los saberes tradicionales, sino también la
importancia que estos tienen dentro de la cosmovisión colla y el rol que
ellos representan como continuadores de su cultura.
Ella me ha enseñado muchas cosas desde que yo he estado con ella.
Igual me alejé unos años cuando salimos de Potrerillos y todas
esas cosas, pero uno vuelve, uno vuelve y volví con más ganas que
nunca, volví y he aprendido muchas cosas con ella. Con ella he
aprendido de lo que ella hace, el tema del telar, el proceso que tiene
la lana, para poder llegar a terminar una prenda y ese proceso yo
lo conozco, no lo he practicado, pero lo sé, se cómo se hace… Todo
lo que les mostró recién, hacer el queso, desde el momento que tú
sacas la leche de la cabra, preparas el cuajo y todo ese proceso, uno
lo aprende mirando, no es que ella me llame y me diga: «Mira te

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voy a enseñar esto», no, hay que estar para aprender, entonces es
algo que se da cotidiano, lo vas aprendiendo día a día mientras vas
pasando los días con ella.
Cristofer Castillo Gerónimo,
nieto de doña Basilia, Agua Dulce, 2016
Su rol como matriarca es también reflejo de los cambios en la estructura
de parentesco de la organización tradicional de la familia colla, la que
hasta principios del siglo xx aún se estructuraba en base al patriarcado.
A Basilia, al igual que muchas mujeres colla, le tocó vivir un proceso de
transformación cultural de alta complejidad que fue la transición del or-
den familiar a una estructura matrilineal, donde la mujer adquirió el rol
de velar por la subsistencia del núcleo familiar y de transmitir los cono-
cimientos de su cultura. Esta modificación del sistema de parentesco es
un fenómeno asociado principalmente a los procesos de modernización y
urbanización, donde gran parte de los hombres emigraron a las ciudades
en busca de trabajo y las mujeres se quedaron en los terruños junto a los
hijos, siendo las encargadas de cuidar y difundir la cultura, tarea que doña
Basilia ha sabido realizar amorosa y respetuosamente.

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GLOSARIO
Ayllu: Comunidad, familia extendida en Enlizar: Poner lana en la urdimbre.
la zona andina.
Floreo: Rito realizado por pueblos andi-
Caja chayera: La caja es un instrumento de nos para marcar su ganado y agradecer
percusión con forma de tambor pequeño. a la tierra.
Está compuesta por dos membranas de
Invernadas: Parte del recorrido de pas-
piel tensada a ambos lados de una caja de
toreo de los rebaños en las comunidades
madera. Este instrumento es resultado de
colla, luego del solsticio de invierno.
la mezcla indígena-española, y se utiliza
Asentamiento en la cordillera en zona de
para acompañar coplas y tonadas como
poca altura.
la vidala.
Mama Pacha / Pachamama: Madre
Campear: Ir en busca del ganado que está
tierra, naturaleza.
pastando en las praderas.
Sisayay: Ceremonia en la cual se agradece
Coipa: Gorro tejido.
a la Pachamama y se festeja la llegada de
Chaguar: Sacar la leche a la cabra antes la primavera.
de que esta le dé a las crías. La cabra no
Veranadas: Parte del recorrido de pastoreo
debe haber comido antes.
de los rebaños en las comunidades colla,
Cinchón: Molde para el queso hecho con luego del solsticio de verano. Asentamien-
paja traída del monte y piedras trenzadas. to en la cordillera en zona de gran altura.
Es la forma antigua de moldear el queso.
Vidala: Canto colla, a la manera de un
Cojú: Mate con agua ardiente, con lamento, que se realiza en actividades
«picardía». ceremoniales.
Cuajo: Proceso mediante el cual se separa
el suero de la leche de la proteína para se-
carlo y elaborar derivados como el queso.
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SERGIO GUZMÁN
TITIRITERO
Lo Espejo, región Metropolitana
Se entrega el reconocimiento por encarnar con fidelidad
la tradición popular del teatro de muñecos; por mante-
ner viva la presencia y magia del retablillo en la escena
pública, como una de las expresiones más persistentes del
arte popular callejero; por su integralidad como titiritero,
cultor de un oficio que abarca la fabricación, guión, mon-
taje, pantomima, dramaturgia, itinerancias y formación
de nuevas generaciones; y por haber contribuido a la dig-
nificación de un oficio popular que, de paso, alcanzó por
primera vez para el ámbito de las Artes del Espectáculo, el
más alto reconocimiento que otorga el Estado de Chile a
un cultor del patrimonio cultural inmaterial.
Patrocinadora: Leonor Andrea Gaete Pesaj.
SERGIO TITO GUZMÁN
Sergio Guzmán Vallejos es un reconocido titiritero que cultiva
el arte de elaborar y animar títeres, y que ha emocionado, di-
vertido y educado a generaciones por medio de sus historias y
personajes. Tito Guzmán, como se le conoce coloquialmente,
ha creado escuela en Chile, trasmitiendo el saber de los títeres
a su familia y discípulos.
Guzmán nació un 25 de agosto de 1935 en la comuna de Quinta
Normal, región Metropolitana. De niño se trasladó a vivir al
sur del país. A los siete años de edad asistió a una función de
títeres que le cambió la vida y le abrió una ventana para lo que
más tarde sería su pasión y sentido de vida.
SER TITIRITERO
En Chile el oficio de titiritero se yergue desde la cultura popular urbana.
Su expresión patrimonial es el arte del títere y la marioneta. Se trata de
un arte sincrético que ha perdurado en su vertiente tradicional por más
de cinco siglos en América Latina.
El oficio de titiritero se caracteriza por recrear historias y relatos que
muestran mundos reales o de fantasía, que pueden contener moralejas
éticas o enseñanzas de vida. De igual manera, las historias pueden estar
asociadas tanto a saberes tradicionales como a expresiones o elementos
culturales, manteniendo vivas historias locales y saberes que forman parte
fundamental de nuestras identidades y memorias.
Para Tito Guzmán, la labor del titiritero consiste en contar historias que
transmitan enseñanzas de vida. Este oficio involucra la construcción de
universos de entretención y narración que sean significativos para los
espectadores. Es por ello que don Tito evoca imágenes, sonidos, colores,
olores y sabores que hacen posible que el espectador viaje y experimente
un universo nuevo, un mundo paralelo que es construido en el espacio y
tiempo de la obra, por medio de muñecos que en sus manos cobran vida.
Llevo más de 58 años siendo titiritero. Es una de las profesiones más
hermosas que puede existir en el mundo. Ser titiritero es divertir,
educar y enseñar a los niños a través de los muñecos fantásticos
que son los títeres.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017

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«Me enganché de los títeres»
Sergio Guzmán nació en la ciudad de Santiago; sin embargo, su estadía
en la capital fue bastante breve, pues producto del trabajo de su padre,
que era militar, tuvo una vida nómade en la que se trasladaban de pueblo
en pueblo y de ciudad en ciudad. Esto le permitió conocer distintas geo-
grafías y realidades que fueron forjando su visión de mundo y un modo
de vida itinerante.
Un día, cuando tenía siete años y asistía a una escuela rural en Victoria
(provincia de Malleco), su profesora le contó que darían una función de
títeres, pero solo quienes tuviesen dinero para costear la entrada podrían ir.
Este fue un hito que marcó para siempre su vida: conocer el teatro de títeres
y darse cuenta de que no todos podían acceder a ese maravilloso mundo.
Cuando yo tenía unos siete años me enganché de los títeres. Un
día, la profesora llegó y preguntó quién quería ir a ver los títeres a
la escuela más importante de abajo del pueblo Victoria. El proble-
ma es que nosotros no sabíamos qué era eso de los títeres… Ahí la
profesora nos explicó, pero solo los que tenían monedas podían ir.
Por esas cosas del destino, con un compañero de curso andábamos
con algunas monedas y fuimos a ver la función. Teníamos mucha
curiosidad de saber qué es lo que era, porque no conocíamos nada de
eso, no sabíamos que existía el teatro de títeres. Ahí nos encontra-
mos con la sorpresa de que era una obra de teatro, (…) la compañía
era una compañía de actores uruguayos. Ahí vi la primera función

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49
de títeres y me quedé impresionado, en especial sobre cómo podían
unos muñequitos interpretar una obra de teatro. Me llamó mucho
la atención que se pudiese hacer una historia teatral tan solo con
muñecos… Recuerdo que había unos señores detrás de un biombo
que eran los que les daban vida a los títeres: eran los titiriteros.
Ellos trataban de interactuar con nosotros, y nosotros con la boca
abierta, ¡no contestábamos nada de lo asombrados que estábamos!
(…) Ese fue el primer enganche con el teatro de títeres.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
Más adelante, y ya de vuelta en Santiago, Sergio Guzmán realizó varios
cursos de teatro para aficionados, experiencias que lo incentivaron a es-
tudiar Teatro Experimental en la Universidad de Chile, siempre pensando
en desarrollar este conocimiento en función de los títeres.
Su acceso al mundo titiritero fue algo dificultoso, ya que este no es un
oficio que pudiese aprender de su familia o conocidos. Tampoco existían
escuelas dedicadas a ello y los titiriteros de la época no compartían su
conocimiento, pues no querían tener competencia.
Tuve que hacer toda una búsqueda para aprender este oficio. Antes
no había escuelas de títeres. No teníamos la suerte que tienen las
personas de ahora que ven en internet lo que quieren y se perfec-
cionan a través de las redes. Como en mis tiempos no había ni te-
levisión, era muy difícil informarse y aprender de este oficio. Pero
lo más importante que teníamos en contra era que los titiriteros

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profesionales de Chile eran todos muy egoístas, cuidaban mucho su
trabajo y no querían que saliera ninguna competencia con ellos; así
que nos daban la guerra, pero al final aprendimos y salimos adelante.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
Cuando Tito Guzmán ingresó a estudiar formalmente teatro, conoció
a Humberto Guerra, quien pudo enseñarle algunos aspectos del teatro
ligados al mundo de los títeres.
Recién cuando entré a estudiar teatro en Santiago conocí a un
titiritero que era actor de teatro experimental. Él hacía títeres
también, fue una de las únicas personas que no [me] tuvo rechazo,
que me enseñó algo de títeres.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
A partir de ese momento, Sergio Guzmán emprendería de manera autodi-
dacta una fructífera carrera como titiritero, creando continuamente per-
sonajes e historias que impactarían en su vida, su familia, sus discípulos
y, por supuesto, en los recuerdos de niños, niñas y adultos que alguna vez
vieron y disfrutaron de sus obras.

Toda una vida de titiritero


Tito Guzmán lleva 58 años desarrollando el arte y oficio de titiritero. Ha
dedicado una vida entera a construir títeres, crear guiones y obras que
les den existencia y sentido, y a explorar en la escenografía, la actuación
y la dramaturgia.

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Desde sus inicios, ha llevado a cabo este gusto y pasión con su esposa
Luisa Flores, Luchita, con quien comparte su proyecto de vida hace 60
años, y con quien ha trabajado codo a codo en el teatro de títeres. Luisa,
folclorista desde pequeña, ha contribuido en la confección de la vesti-
menta de todos los personajes y ha desarrollado la actuación por medio
de los muñecos. Su encuentro hizo dialogar el folclor y el teatro en una
mixtura prolífica que sería el escenario del nacimiento de muchos de sus
personajes e historias de títeres.
Igualmente, fruto del amor de Tito y Luchita son sus ocho hijos —Manuel,
Héctor, Pablo, Elizabeth, María Elsa, Sergio, Patricia y Alexis—, sus 22
nietos, sus 18 bisnietos y su tataranieto. Todos sin excepción se han cria-
do, han vibrado y han sido parte del mundo de los títeres; actualmente,
Elizabeth y Sergio son quienes cultivan este arte de manera profesional.

Los inicios del teatro de títeres


Tito Guzmán, a lo largo de sus años en escena, ha situado su trabajo de
teatro de títeres en barrios carenciados y populares, donde la entreten-
ción ligada al arte no está al alcance de la mano. Don Tito, a partir de su
experiencia como poblador, observó esta situación como una necesidad
y decidió brindar, con sus títeres, una posibilidad de disfrute y goce para
los más necesitados, en especial niñas, niños y jóvenes.

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Nosotros fuimos siempre pobres, con carencias, entonces yo tenía
que entregar a mi gente lo que había aprendido. Además que ahí [en
las poblaciones] yo veía la necesidad de reír, de gozar, y los padres
no podían llevar a los niños a ninguna parte…
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
En la década del 50 existía mucha competencia entre los titiriteros y se
privilegiaba trabajar en sectores acomodados con funciones para munici-
pios, o bien en fiestas de cumpleaños para niños. Frente a esta situación,
los barrios vulnerables representaban un nicho de trabajo sin competencia
y con un público llano a la entretención.
Existía mucha competencia en ese tiempo… Los titiriteros trabajan
todos para el barrio alto, allá compraban funciones las municipa-
lidades, para cumpleaños, entonces ellos, ¿qué hacían? Si aparecía
un titiritero trataban de destruirlo. Entonces yo me fui a los barrios
donde se necesitaba, y encontré un público maravilloso, ¡tenía
más trabajo que los otros colegas! Por eso elegí trabajar en barrios
carenciados donde no llegaba mucha entretención.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
El inicio del teatro de títeres de Tito Guzmán y Luisa Flores tiene lugar
en el año 1957, cuando ambos confeccionaron un teatrino desmonta-
ble y comenzaron a realizar funciones para los niños de su barrio en la
población Santa Adriana de Lo Espejo, en centros comunitarios, y, más
adelante, en la parroquia Santa Cristina, con el fin de recolectar fondos
para dicha parroquia.

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Primero empezamos en la parroquia, en la casa de la mami empeza-
mos a hacer las primeras funciones así con los niños del pasaje, en
1958, no, en el 1957 tiene que haber sido, porque después, en 1958,
ya estábamos en la parroquia haciendo las primeras funciones (…).
En la parroquia hacíamos los títeres y al padre se le ocurrió hacer
títeres con desayuno, porque siempre hay niños que necesitan, o
con once, y daban un aporte y todo era para la parroquia.
Luisa Flores, Lo Espejo, 2017
Dicha experiencia daría pie a la creación en paralelo del Centro Cultural
Rapa Nui en Lo Espejo, lo que provocó un impacto cultural de importancia
en la comuna. La construcción de este espacio sería la realización de un
sueño: contar con un lugar dedicado a las artes, abierto a la comunidad
para enseñar y educar a los niños, niñas y jóvenes de su población, con el
fin de brindar una alternativa de sana entretención frente a los riesgos a los
que se podía estar expuesto en la calle. Allí, niños y pobladores pudieron
aprender expresiones artísticas como el teatro y el folclor.
Nosotros creamos un centro cultural. Luisa, como era folclorista,
enseñaba folclor, y yo enseñaba teatro, hacíamos obras de teatro
con los pobladores.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017

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Teatro de títeres Candelilla
A comienzos de la década del 60, y tras la experiencia acumulada, la pareja
creó la Compañía de Teatro de Títeres Candelilla. Con esta compañía Tito
Guzmán profesionalizó el oficio de titiritero y comenzó una larga carrera
de funciones y talleres de títeres.
Convencido de que los títeres son un vehículo que contribuye al aprendi-
zaje de niñas y niños, fomenta su imaginación, fortalece su personalidad
y promueve el trabajo en equipo, Tito Guzmán hizo del arte de los títeres
una potente herramienta de educación no formal. De manera innovadora
para la época, recorrió con sus títeres innumerables escuelas y colegios en
distintas ciudades y pueblos del país.
Íbamos a colegios, fuimos los precursores de hacer las funciones en
los colegios, de ir a las escuelas de provincia, a los lugares más pobres,
de la cordillera al mar, en todo Chile (…) De ahí [de las funciones]
nacieron muchas ideas que todavía tienen los titiriteros chilenos
y argentinos, y después en Perú también, o sea se expandió; noso-
tros, sin saber, formamos una escuela de eso.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
Dentro del Gran Santiago, las primeras actuaciones las realizaron en el
Sindicato de Trabajadores de Mademsa, en centros comunitarios, y en
escuelas y colegios de diferentes poblaciones, ubicadas mayoritariamen-
te en las comunas de Independencia, San Bernardo, La Pintana, Pedro
Aguirre Cerda y Lo Espejo; en esta última comuna sobresale su trabajo
permanente en las poblaciones Santa Adriana y La Victoria.

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Aquí mismo teníamos seis escuelas y en todas hacía funciones
yo, dos, tres veces en el año, acá, en mi barrio (…) después fui a La
Victoria, trabajé mucho en La Victoria, en los tiempos difíciles,
en la dictadura era conflictivo… y así empecé a trabajar, a trabajar.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
La creación de la compañía no solo significó incorporar el teatro de títe-
res en escuelas y colegios, sino también impartir talleres de títeres para
jóvenes y adultos. A partir de estos talleres, Tito Guzmán ha enseñado la
técnica y transmitido este oficio a nuevas generaciones de titiriteros, y
también ha colaborado con estudiantes de educación parvularia, para que
puedan integrar los títeres en sus métodos educativos.
Los años 80 traerían un nuevo afán, y Tito Guzmán ampliaría su escenario
para participar con sus títeres en televisión: primero en el programa in-
fantil «Los Bochincheros» de Canal 11, y luego en «Teleduc» y «Éxito»
de Canal 13.
Su prolífico trabajo también ha sido presentado en diversos festivales de
distintos países, como Argentina, Bolivia y Perú, donde Tito Guzmán y
la Compañía de Teatro de Títeres Candelilla ha representado a Chile en
variadas ocasiones.
La vasta trayectoria de Tito Guzmán y la Compañía Teatro de Títeres Can-
delilla hace difícil dimensionar a cabalidad su quehacer en el arte de los
títeres. Sin embargo, algo que marcó la vida de Tito Guzmán y de su familia
fueron los más de 30 años de trabajo en el teatro itinerante El Castillo. Este

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teatro fue el escenario que puso a prueba la creatividad y espontaneidad
de la compañía, y que dio pie a uno de los legados más relevantes de Tito
Guzmán: la transmisión de este arte a su familia, quienes, al igual que él,
son orgullosos guardianes del hermoso oficio de titiriteros.

Itinerancia frente al mar: El Castillo


A principios de los años 70, Tito Guzmán y su familia emprendieron una
nueva forma de trabajo con un teatro móvil. El Castillo fue un teatro iti-
nerante con el que recorrieron las playas del litoral central hasta el año
2004, dando funciones de títeres en la época estival.
Con una capacidad para 70 personas, El Castillo se armaba cada verano
en los predios cercanos a los balnearios de la región de Valparaíso, gene-
ralmente junto a un patio de juego, en localidades como El Tabo, Costa
Azul, San Sebastián, Las Cruces, El Quisco, Algarrobo y Viña del Mar. El
Tabo fue el primer balneario donde se instaló el teatro móvil.
Nació la idea del teatro porque nos contrataron, una argentina con
una chilena, hicieron sociedad, se construyeron un teatro y lo ins-
talaron en la plaza Victoria, pero era un cajón grande (…) no tenía
vista hacia arriba, entonces yo dije: «No, poh, el que voy a hacer yo
va ser diferente», y empecé a mirar cómo eran las construcciones,
con el arco así arriba, yo se lo hice en madera, entonces eso tiene
una vista hacia el escenario (…) El teatro tenía una carpa arriba
de 10 metros y tanto, y esa la mandé a hacer (…) Fui yo al Tabo y

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encontré unos juegos que eran de un matrimonio viejito (…) y ahí
tenían un tremendo sitio en El Tabo, entonces ellos se instalaban
con sus jueguitos en un rinconcito ahí y caí, poh, caí, entonces
le dije: «Mire, tengo un teatro y me gustaría hacer funciones de
títeres», todo eso. «Claro, aquí tiene espacio, ¿cabrá aquí?» ¡Ca-
bían tres teatros ahí! Y ahí llegamos con todo, Manuel a la cabeza,
y vamos armando, y como yo sabía que en la playa los vientos son
fuertes, tres días [en] que vuela todo, me compré una cantidad de
rollo de alambre, mandé a hacer estacas para cruzar arriba en el
teatro y afirmarlo para que no se nos volara (…) Y ahí empezamos
a armar y todo coincidía, yo no sé cómo.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
La creación de este teatro tuvo varios matices, pues si bien surgió como
un sueño para Tito Guzmán, sirvió también para suplir la falta de trabajo
durante el verano en la ciudad, a la vez que aprovechaba la instancia para
otorgar a su familia la posibilidad de salir de Santiago.
Eso se hizo por un sueño de él, pero también por una necesidad,
porque en la época de verano no había trabajo, porque mi papá
principalmente trabajaba en los colegios; la época de navidad
también ayudaba bastante, era la mejor época que tenía él, pero lo
que era enero y febrero era muerto, entonces la solución fue tener
El Castillo itinerante.
Sergio Guzmán Flores,
hijo de Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017

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Las instalaciones del teatro que servían para dar las funciones eran las
que albergaban a la familia durante la noche, improvisando camas, un
espacio para la cocina y un comedor.
Al principio había una sola caseta que era la cama de nosotros, la
cocina, el comedor en la caseta, y todos los hijos, todos los amigos
de los hijos, a dormir al teatro encima de las bancas.
Luisa Flores, Lo Espejo, 2017
Esta época es, sin duda, una de las más recordadas por la familia, especial-
mente por los hijos, ya que quedó plasmada en sus recuerdos de infancia
y adolescencia, donde los títeres eran un juego y a la vez un trabajo que,
día a día, ponían en escena colectivamente.
Cuando las lolas mías estaban grandecitas ya hacían algunas cosas
de los títeres, y si no, ellas se quedaban en la boletería.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017

El trabajo era fuerte la primera semana: en cargar, trasladar, limpiar


el terreno, armar, qué sé yo, eso demoraba toda una semana por lo
menos; pero después, ya todo armado, las funciones partían a las
ocho, teníamos que estar nosotros, y terminaban a las 11, máximo
12 de la noche el fin de semana (…) Esa fue una linda experiencia.
Pablo Guzmán Flores,
hijo de Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017

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El teatro, además, era un espacio que congregaba a mucha gente: de día
a los niños y sus familias para ver las funciones, y de noche a la familia
Guzmán Flores y sus amigos, o bien titiriteros y músicos que sabían que
tenían un lugar donde poder compartir su arte.
Siempre estaban llegando amigos, titiriteros, cantidad de gente y
algunos ni siquiera amigos. Por ejemplo, Florcita Motuda fue va-
rias veces y no lo conocíamos, salvo en la televisión, pero él llegó,
se hizo amigo y llegaba cuando quería, venía al teatro y así, poh,
un montón de gente.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
Esta experiencia es fruto del trabajo conjunto que realizó la familia com-
pleta; sin embargo, el rol que cumplió Luisa como pilar en ámbitos crea-
tivos y logísticos merece destacarse.
Mi mujer ha sido esencial para mi oficio, nuestro oficio. Ella, aparte
de ayudarme a hacer los títeres, siempre se hizo cargo de vender
las entradas y los dulces. Pero además tenía que ver la parte logís-
tica de las funciones, recibir a los amigos y visitantes, e inventar
alguna forma de compartir la comida que siempre se hacía poca.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
En el año 2004, El Castillo dejó de dar funciones itinerantes debido al
ingreso de los artistas callejeros a la escena; esto produjo un cambio en
la costumbre y gusto del público, quienes prefirieron disfrutar de este

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tipo de arte gratuito o de bajo costo. Esa situación mermó los ingresos
de la familia, que no pudo sostener los costos asociados a la mantención
de El Castillo.
Duró hartos años, 35 años… Fue decayendo el público porque
aparecieron los artistas callejeros, que se les mira con bastante
respeto, ¿cierto?, y la gente se acostumbró a dar o no dar una pro-
pina. Era entendible, porque estábamos en balnearios populares,
la gente con suerte juntaba plata para viajar, arrendar algo, qué
sé yo, y tener que costear una entrada en vez de pagar 200 pesos,
y si es que pagaba, entonces se fue mermando mucho e instalar el
teatro significaba un costo altísimo: había que contratar camión,
permisos, o la electricidad del arriendo, el diario vivir… entonces
era un costo fuerte que al final no se podía costear, la competencia
fue muy, muy fuerte en ese sentido.
Sergio Guzmán Flores,
hijo de Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
La experiencia del teatro El Castillo fue un hito en la historia familiar
de los Guzmán Flores. Para los hijos fue una instancia de formación en
el arte de los títeres, donde aprendieron todo lo concerniente al oficio y
adquirieron una profesión y un sentido de vida.
Ser titiritero para mí es fundamental, más allá de la familia, en mi
caso personal, yo tengo una profesión de vida (…) Y darme cuenta
con los títeres [de] que los niños son niños donde tú vayas, donde

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tú vayas; en el pueblo, en la ciudad, en estrato social alto, en el
bajo, los niños son niños y reciben la función de títeres como lo
más hermoso de su vida.
Elizabeth Guzmán Flores,
hija de Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
Las memorias de cada uno de los hijos y nietos que vivieron esta expe-
riencia son traspasadas a las nuevas generaciones por medio de reuniones
familiares en las que rememoran y comparten anécdotas, pero por sobre
todo se transmite el amor que cada uno siente por el teatro de títeres y
la responsabilidad que tienen para seguir fomentando este oficio y arte
en el país.

De cuentos y títeres
La construcción de los personajes y las historias de las obras de Tito Guz-
mán inevitablemente son un espejo de su vida y de lo que le ha tocado
experimentar como poblador al sobrellevar la pobreza y la desigualdad
en carne propia.
Por lo mismo, sus historias también son reflejo de nuestras vivencias y de
lo que nos constituye como sociedad. De hecho, muchas veces sus per-
sonajes están inspirados en personas reales, que en los muñecos cobran
una nueva vida, entregándonos, por medio de sus palabras, mensajes y
enseñanzas sobre temáticas sociales, históricas y ecológicas.

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A lo largo del tiempo, Tito Guzmán ha creado más de 40 obras, tanto
adaptaciones de cuentos clásicos como de su autoría. La primera de ellas
fue El rey que no sabía sumar, que con el tiempo se convirtió en una de sus
obras emblemáticas.
Cuesta mucho al artista salirse de su vida propia (…) de los mo-
mentos duros (…) porque teníamos esa lucha contra la vida, la vida
misma de ser un poblador, de ser pobre, todos los problemas de
los trabajadores, los obreros… entonces yo tenía esa rabia contra
los dominantes, por eso aparecían con mucha fuerza en la obra,
a los pobres malos, entonces por ahí se inspira el primer cuento,
El rey que no sabía sumar, un poco de ir haciendo un contrapeso en
la diferencia de educación… Yo todavía tengo eso, de que el malo
contra el bueno, el bien contra el mal, la dramaturgia… Yo entendí
después que más que la acción está la palabra, la forma de decir las
cosas llega más que una acción violenta.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
Otras obras queridas y destacadas dentro las muchas que Tito Guzmán ha
realizado a lo largo del tiempo son El cocodrilo Tilo, Carlitos contra el pirata
negro, Los apuros de doña Panchita, Un tesoro a la vista y La brigada animal. Todas
ellas nos entregan algún tipo de enseñanza o moraleja, ya sea sobre el valor
del aprendizaje de las matemáticas, la amistad entre vecinos, el cuidado
a la naturaleza, el respeto y cuidado de los abuelos, o la prevención del
uso y consumo de drogas.

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El proceso creativo es directo: decidida la historia, comienza a imaginar
los personajes necesarios para llevarla a cabo. Cuando la idea de ellos está
lista, construye los muñecos de acuerdo a sus características.
Lo primero que uno hace es pensar en los personajes de la historia.
Por ejemplo, para la historia de El rey que no sabía sumar, necesito un
rey, ¿cierto? Un rey y el malo que lo engañe, entonces ahí ya ten-
dríamos que estar diseñando para hacer el personaje de acuerdo
a lo que representa en la historia.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
Una vez identificado el personaje, comienza su creación y caracteriza-
ción. Desde sus inicios, Tito Guzmán trabaja principalmente con títeres
de guante hechos con la técnica tradicional de papel maché. Para lograr
su movimiento, se introduce el dedo índice en la cabeza del muñeco y los
dedos mayor y pulgar en las manos, asomando medio cuerpo del muñe-
co por el escenario. Tito Guzmán confecciona el cuerpo del muñeco con
tela, mientras que la cabeza y las manos son hechas de papel maché. De
manera complementaria, también utiliza marionetas, las que empleaba
originalmente para promocionar sus funciones en los colegios.
Cuando comenzamos con la difusión en los colegios, ahí nació la
primera marioneta. Siempre fueron los títeres de guante, prime-
ro el del papel maché (…) La primera marioneta la hice para hacer
propaganda de difusión en los colegios.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017

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Antes, la técnica de confección de los títeres en papel maché consistía en
la elaboración de figuras usando papel de cemento y un engrudo hecho en
base a harina y agua, con los que se iba modelando la forma del títere. Esta
técnica originaba muñecos pesados y difíciles de mover en las obras, y te-
nían la desventaja de ser comidos por gorgojos al estar hechos con harina.
Antiguamente, nosotros hacíamos los títeres con el papel de cemento
y engrudo, pero como el engrudo se hace con harina se entraban
los gorgojos (…) y me comieron un montón de títeres.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
Para evitar problemas, Tito Guzmán comenzó a usar trementina para fijar
mejor el muñeco y así salvarlo de los gorgojos. Ésta técnica fue luego re-
emplazada por nuevos pegamentos, como el pegamento industrial para
papel mural. Esta nueva manera de hacer el papel maché facilitó el tra-
bajo de modelado e hizo más livianos, firmes y duraderos a los muñecos.
Con esta nueva pasta aplicamos la misma técnica, pero en vez de
engrudo usamos un pegamento que la industria hace para pegar
papel decomural y nada más, no como antes que teníamos que
echarle trementina y un montón de química para que no se lo
comieran. Eliminamos la harina y el engrudo, ese es el papel ma-
ché de ahora y lo usa todo el mundo. Si conmigo se difundió por
todos lados. Yo no lo iba a guardar en mis talleres, a mis alumnos
yo les enseño la pasta [y los muñecos quedan] livianitos, firmes,
se modela muy bien con eso.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017

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De la historia de Tito Guzmán como titiritero destaca profundamente su
necesidad de aprender nuevas técnicas y de actualizarse constantemen-
te, pero sobre todo resalta su interés en compartir y difundir sus conoci-
mientos, de transmitir sus enseñanzas y artes con otros titiriteros y con
la comunidad en general.
Resulta que un día fui a la casa de otro titiritero y me mostró un
títere que había hecho un argentino amigo de él, livianito, perfecto,
el ideal de uno. Entonces le pregunté: «Oye, y ¿cómo lo haces?»,
y me dijo: «Yo no te voy a dar ese secreto», pero como estaba en
la casa de un amigo mío, al amigo no le iba a negar el secreto y el
amigo no me lo iba a negar a mí y yo no se lo voy a negar a nadie,
así que ahí su secreto se fue a las pailas.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
De esta forma, luego de conocer la técnica del titiritero argentino, Tito
Guzmán se encargó de compartirla y difundirla con sus colegas y aprendices
que asistían a sus talleres, masificando esta nueva técnica y simplificando
el trabajo para los titiriteros.
Así, Tito Guzmán ha mantenido y conservado la manera tradicional de
confección de los muñecos en papel maché. A su vez, ha incursionado
con otros materiales —como por ejemplo la esponja—, pero desde su
perspectiva, estos títeres no se asemejan a los hechos en papel maché
ya que duran menos y su resultado no muestra el trabajo artesanal de
su confección.

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Ya sea que el títere sea elaborado con papel maché o esponja, Tito Guzmán
colorea y pinta las facciones de sus títeres a mano con pintura látex o
acrílica, mientras que Luisa, su mujer, es quien se ocupa de la confección
de la vestimenta de los muñecos, elemento fundamental para terminar
de caracterizar y dar personalidad a los personajes; además, junto a su
marido, repara y mantiene los títeres que, producto del uso y del paso del
tiempo, se han desgastado. Esta labor es imprescindible, porque si bien
los personajes son creados para una historia particular, muchas veces
Tito Guzmán los utiliza para personificar otros roles en otras historias.

Un oficio familiar
Aunque Tito Guzmán no provenía de una familia involucrada con las artes,
y menos aún con el teatro de títeres, él y su esposa forjaron una familia
dedicada a este oficio, haciendo de este arte un trabajo y pasión familiar
que se ha traspasado a través de las generaciones.
La transmisión de conocimiento al interior de la familia se ha dado des-
de la experiencia cotidiana, especialmente a través del juego. Cada niño
que nace recibe un títere de regalo, y así, desde su nacimiento, los hijos,
nietos y bisnietos de la pareja Guzmán Flores han crecido jugando con
títeres, personajes e historias, en mundos llenos de fantasía y creatividad,
de imaginación y magia. Resultado de ello es que hoy las nuevas genera-
ciones de la familia son titiriteros, colaboran en este oficio, o desarrollan
alguna actividad afín.

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El legado
En Chile, el arte de los títeres circula al margen de las artes valoradas ins-
titucionalmente en la escena artística, como lo son el teatro, la danza o
el circo. Los títeres han sido considerados históricamente como un arte
menor o una subdisciplina del teatro, y no existen espacios exclusivos
que fomenten y colaboren en su desarrollo y difusión.
En este sentido, el camino recorrido por Tito Guzmán es reflejo de un es-
fuerzo constante de reinvención y de generación de espacios autónomos
para poner en escena el arte de los títeres y mantener el oficio de titiritero
a través del tiempo. Su trayectoria es un acto de resistencia en tanto ha
logrado sobrevivir en el tiempo: al comienzo, sobrellevando el duro esce-
nario competitivo de los orígenes de este arte en Chile; luego, logrando
mantener y difundir este arte en tiempos de dictadura, donde las expresio-
nes artísticas no eran bien valoradas, menos si se circunscribían a barrios
populares o vulnerables; finalmente, ha logrado resistir a la modernidad y
a la sobrevaloración de la entretención fugaz que nos brindan los medios
de comunicación masiva y las nuevas tecnologías. De esta manera, Tito
Guzmán ha continuado su trabajo en poblaciones y escuelas, divirtiendo
y fomentando el desarrollo creativo y la imaginación de niños, niñas y
jóvenes, y ha logrado mantener vigente este arte en el país.
Los títeres no tienen academia en Chile, entonces para la dictadura
todas las artes fueron pisoteadas, y los títeres casi desaparecen, y
Tito es una de las personas que mantuvo ese arte en Chile, junto con
otros más como Sergio Liberona o los Morán… Mantuvieron el arte

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de los títeres autogestionados y resistiendo en una época que era
difícil (…) y hoy siguen resistiendo, siguen resistiendo a la vorágine
del mundo en que vivimos, entonces por eso es muy importante.
Martín Muñoz, ATTICH, Santiago, 2017
Producto de su historia de vida, su elección fue estar siempre donde
más se necesitaba. Llevó sus obras —muchas veces gratuitamente— a
diversas partes del país, y su hacer ha estado invariablemente ligado a
los niños, ya sea en escuelas o centros comunitarios de las poblaciones,
o bien en balnearios populares, siempre con el fin de acercar el arte de
los títeres a la gente.
De igual manera, el trabajo realizado en los talleres de formación y de
enseñanza del arte de los títeres ha sido extraordinario: no solo hizo es-
cuela, sino que además dejó un gran legado para las nuevas generaciones.
Aparte de entregar una escuela del quehacer del titiritero, también
nos ha enseñado a mantenernos en el lugar donde tenemos que
estar: haciendo títeres.
Martín Muñoz, ATTICH, Santiago, 2017

Una de las cosas importantes del Tito es que entrega fácilmente


su conocimiento, su experiencia, su trabajo. Es como dar por dar,
porque en la parte artística muchas veces uno no recibe respuesta,
o las respuestas que recibes de los que aprendieron de ti no son
tan positivas. El Tito ha dado siempre, lo hemos visto en la misma

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actitud, siempre entregando sin esperar, eso es bien loable dentro
de las características no solo de los titiriteros, sino del arte.
Juan Carlos Césped,
Compañía Teatro Callejero Itinerante TECAI, Santiago, 2017

Nosotros conocimos al Tito a través de unos talleres que él dio


en la población Las uvas y el viento, en la comuna de La Granja.
Convocaron a un taller de títeres, nosotros en esa época hacíamos
teatro, teatro de calle, y nos interesó la idea de conocer los títeres,
y llegamos a tomar un taller de maché, de construcción de títeres
de maché, que es el cachiporro que uno conoce, el convencional,
el tradicional. Luego, después de conocer al Tito (…), a mí lo que
personalmente más me marcó del Tito [fue] que, en esa ocasión,
entre todos los que confeccionaron su muñeco, sus títeres, el mío
no tenía mucha forma, era amorfo, no era muy atractivo, digamos,
físicamente. Entonces el Tito opinó una cosa muy importante cuando
uno, cuando tú estás en la búsqueda de lo que quieres desarrollar
o tomar como disciplina… Tito me dijo: «¡Pero tu muñeco está pre-
cioso! Está maravilloso, mira, hazle esto…», y fui haciendo, claro,
y fui viendo que fue tomando forma y que fue diferente, entonces
no me arruinó mi carrera de titiritera, al contrario, me dijo: «Va,
por ahí está, nada es errado, nada es equivocado, siempre hay que
seguir». Entonces el Tito para mí, personalmente, ha sido muy
importante (…) Y el Tito, yo creo que no hay ningún lugar donde el
Tito no ha estado, entonces para uno es como una referencia, una

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perseverancia, es como «se puede, vamos». Yo creo que somos unos
agradecidos del Tito Guzmán (…) para mí fue primordial el teatro
de títeres… El que no ha tomado un taller con el Tito Guzmán no ha
pasado por la academia de titiriteros… Yo me considero su alumna
y su admiradora (…) su trayectoria también tiene que ver con lo
que él ha aportado a esta sociedad, porque los niños son el futuro
de Chile, y el que ha visto títeres le ha cambiado de todas mane-
ras la visión de la vida (…) El Tito siempre está ahí, donde queman
las papas, uno también ha aprendido eso de él, que hay que ir ahí
donde realmente se necesita, y donde realmente uno siente que
está aportando a la sociedad.
Roxana Manríquez,
Compañía Teatro Callejero Itinerante TECAI, Santiago, 2017
Por todo lo anterior, su trayectoria es reflejo del compromiso del cultor
con el arte popular chileno; su trabajo es sinónimo de perseverancia, de-
dicación y sabiduría, por lo que Tito Guzmán es reconocido como uno de
los titiriteros más importantes del país, siendo su nombre y su hacer una
referencia para muchos de los titiriteros chilenos y extranjeros.

«Volvería a ser titiritero»


El oficio de titiritero para Tito Guzmán ha sido su vida y pasión. Gracias a
él ha fluido toda su creatividad como cultor tradicional y su solidaridad
como ser humano. Es un oficio que ha llevado a cabo con dedicación y
compromiso, valores que han sido transmitidos a su familia y aprendices.

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Como titiritero sigue activo hasta el día de hoy, haciendo presentaciones
por el país, tal como lo hacía en sus inicios en la población Santa Adriana.
Igualmente, continúa impartiendo talleres de formación en el arte de los
títeres a niños y adultos, fomentando de este modo la vigencia del teatro
de títeres, en miras a que este oficio sea reivindicado en la escena nacional
como una profesión de importancia para el mundo de las artes.
Aquí estamos trabajando aún, entregando todo lo que yo conozco,
lo que sé y lo que he aprendido. Intento ayudar a todos los que quie-
ran ser titiriteros y salir adelante, porque es una profesión no bien
reconocida. Si algún día le dice al papá: «Quiero ser titiritero», o a
la mamá, en general ellos pensarán que es una humorada, que es
un hobby, pero nunca piensan que se puede vivir de eso… ¡Y no, poh!
Es una profesión como cualquiera otra, y la persona, como en toda
profesión, tiene que entregarlo todo para poder surgir, tiene que
dedicarse con entereza y resistir con fuerza los momentos difíciles
para superarlos. También hay momentos muy lindos, se pasa muy
bien (…) Siempre digo que, si yo volviera a nacer, volvería a ser titiri-
tero, con más fuerza, con más experiencia, con más conocimiento.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
Tito Guzmán observa que el oficio de titiritero ya no es como en sus tiempos
de principiante; hoy en día existen cada vez más titiriteros que cultivan y
practican este noble oficio, presagiando un futuro positivo para el mismo.

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Yo me imagino un futuro bien auspicioso. Cuando veo la gran
cantidad de jóvenes nuevos motivados con este arte, que estudian
bastante y que muchos hacen un trabajo bien meticuloso, me ima-
gino un buen futuro.
Sergio Tito Guzmán, Lo Espejo, 2017
Actualmente los titiriteros chilenos están agrupados en la Asamblea de
Titiriteros y Titiriteras de Chile (ATICH), colectivo que busca mantener
vigentes el oficio de titiritero y el arte de los títeres, para que este sea
considerado y reconocido como un arte autónomo.
Tito Guzmán ha entregado de manera generosa todo su conocimiento
técnico y artístico, así como su experiencia acumulada, traspasando a
chicos y grandes la sabiduría del arte de los títeres y su ejemplo de cons-
tancia y perseverancia. El arte y la enseñanza de Tito Guzmán continúa, y
aún es posible ver sus funciones o asistir a sus talleres a lo largo del país.
Como ya ha quedado demostrado, su enorme trayectoria lo ha conver-
tido en un referente del arte de los títeres y ha sido reconocido como un
ejemplo a seguir tanto por su familia y su comunidad como por el medio
de titiriteros en Chile.

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GLOSARIO
Cachiporro: Nombre popular con el Títeres de guante: También llamados
cual se denomina a los títeres de guante. «títeres de mano», están fabricados
en tela, lo que permite que se ajusten
Papel maché: Antigua técnica arte-
a la mano del titiritero como si fuesen
sanal utilizada para la confección de
un guante.
objetos decorativos o artísticos, y para
la creación de muñecos o títeres. El
papel maché es una masa de papel
elaborada con papel picado y remojado
en agua, a la que, una vez escurrida, se
le agrega pegamento, transformándose
en una pasta homogénea que sirve para
modelar objetos.
Teatrino: Es un teatro desmontable
o espacio de representación, donde
dentro de o sobre él el titiritero po-
siciona a los títeres para realizar la
representación de sus historias. En su
parte frontal se realiza el montaje de la
historia de frente al público, mientras
que es su interior, ocultos del público,
se encuentran los titiriteros que ma-
nipulan los muñecos, dando la ilusión
de que los títeres tiene vida propia.

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LAS PALOMITAS BLANCAS
DE LARAQUETE
FABRICANTES DE TORTILLAS
DE RESCOLDO
Arauco, región del Biobío
Se entrega el reconocimiento por la mantención y vigencia
de un patrimonio alimentario, las tortillas de rescoldo, que
incorporan productos del mar, aportando un sello local de
inconfundible identidad; por la ejecución de una práctica
culinaria donde se involucran las memorias familiares,
regionales y nacionales; y por la persistencia de un oficio
que, a través de la organización femenina y su capacidad
de autogestión, se ha adaptado a los cambios en sus plazas
de comercialización, el ramal ferroviario y la carretera.
Patrocinador: Juan Carlos Ibacache Soto.
LAS PALOMITAS BLANCAS DE LARAQUETE
Laraquete, que en mapudungun significa «barbilla abultada»,
es una localidad de la comuna de Arauco, ubicada al suroeste
de Lota, en la costa del golfo de Arauco, en la región del Biobío.
Su población, de 4.605 habitantes, se mueve entre montañas,
llanuras, quebradas sinuosas y la cordillera de Nahuelbuta, que
da curso al río Cruces y al río Laraquete en su vertiente oeste.
El borde costero del golfo de Arauco y sus extensas playas son
el escenario de una tradición gastronómica con más de cien
años de permanencia y que ha sido sostenida principalmente
por mujeres de esta localidad: las palomitas de Laraquete. La
historia de estas aguerridas mujeres se inicia con el ferrocarril
que unía el trayecto de Concepción a Curanilahue, cuando un
grupo de lugareñas comenzaron a vender en la estación de tre-
nes una tradicional tortilla de rescoldo rellena con mariscos,
producto local y genuino cuyo reconocimiento ha llegado mucho
más allá de los límites de la comuna.
El proceso productivo de estas tortillas urde técnicas de fabri-
cación, preparación, presentación y forma de venta con cono-
cimientos tradicionales, que son parte de una identidad local
muy arraigada, resguardada como el patrimonio de un grupo de
mujeres organizadas que sostienen una economía local y fami-
liar basada en esta actividad. El valor patrimonial de este oficio
es un ejemplo de organización y lucha por resistir los embates
de la modernidad, adaptándose a los cambios y manteniendo
un fuerte sentido de pertenencia y memoria local a través de
su quehacer.
ORIGEN DE UN OFICIO
Las venteras de Laraquete en el antiguo tren de pasajeros
Las antiguas venteras o tortilleras —actualmente conocidas como «pa-
lomitas blancas»— constituyen un grupo de vendedoras que por más
de cien años han ofrecido sus productos gastronómicos a los viajantes
que transitan por la costa de la provincia de Arauco. Esta oferta consiste
en tortillas de rescoldo rellenas con un picadillo de mariscos sazonados,
recolectados en el litoral de la zona. Originalmente, las palomitas blan-
cas vendían en la parada que el tren hacía en la estación de Laraquete,
actividad que se inició después de que, en septiembre de 1889, el ramal
ferroviario Concepción-Curanilahue iniciara el servicio de pasajeros entre
las secciones tercera y quinta del ramal, correspondientes a los tramos
Coronel-Lota y Laraquete-Carampangue.
Se construyó una estación de ferrocarriles, en este trayecto de
Concepción a Curanilahue, aquí en Laraquete. Entonces ahí las
familias pescadoras pudieron vender inicialmente sus productos,
y aparecen las palomitas blancas en ese contexto, y de ahí no han
parado hasta la actualidad, ya 110 años, 120 años, lo que he inves-
tigado. Hay un registro del año 1907, un artículo periodístico que
reclama sobre las venteras de Laraquete que se suben a los carros
y provocan alboroto y empujan, y hay un reclamo ya formal, ima-
gino que ya una década antes de eso, ya estaban trabajando ahí.
Juan Carlos Ibacache, profesor de historia, Laraquete, 2016

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El paso del tren de pasajeros y la actividad asociada a él es, sin duda, un
momento de la historia de Laraquete especialmente recordado por los
antiguos lugareños, quienes rememoran con nostalgia las formas de vida
de antaño. El tren no solo era el medio de transporte primordial de la
época, sino también el generador de un sin fin de actividades económicas
y sociales que contribuían a dar vida a la localidad. El antiguo ramal de
ferrocarriles que unía Concepción con Curanilahue fue el escenario del
nacimiento de un oficio. Así como Laraquete, hubo también muchas otras
estaciones ferroviarias, tanto del Longitudinal Sur como de ramales, en las
que prosperó este oficio, de modo que entre fines del siglo xix y la primera
mitad del siglo xx era bastante frecuente encontrar venteras vendiendo
alimento preparado en la estación de trenes, donde los convoyes perma-
necían algunos minutos detenidos en los andenes.
El transbordo de pasajeros representaba una inmejorable oportunidad
para vender productos locales. Aparecían, entonces, las familias de pes-
cadores artesanales de la localidad como improvisados comerciantes que
aprovechaban la ocasión para ofrecer su producción diaria, destacando
el sándwich de tortilla de rescoldo con mariscos. Desde aquel tiempo
la venta de tortillas y mariscos fue una actividad gestada por mujeres,
como una labor autónoma, complementaria a la tarea masculina de la
pesca artesanal.
El tren cuando venía saliendo, tocaba un pito ahí, piteaba cuando
ya venía el tren y empezaba su campana a sonar «¡clin, clin!» y noso-
tros: «¡el tren, el tren!» y corrían de un lado para otro y parándolo,

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acomodándolo para vender las tortillas… y la gente también, poh,
acomodándose (...) Paraba allá la máquina, paraba allá adelante y
los carros quedaban de aquí p’acá, y cuando venían de allá de Cu-
ranilahue, paraba acá la máquina y los carros quedaban por allá,
así que era un cambio de líneas que había ahí.
Luz Loyola, Palomita Blanca, Laraquete, 2016
Si bien la venta de tortillas es una actividad emblemática de Laraquete,
en el pasado la producción de este artículo era más bien discreta y, en
general, una palomita vendía una cantidad que variaba entre las 12 y 20
tortillas diarias.
Pero en ese tiempo, no, no se trabajaba con esta misma cantidad
que tienen ahora la gente. Antes mi madre trabajaba con un kilo y
medio de tortillas de harina, un kilo; los días sábados trabajaban
con dos kilos y el kilo y medio de tortillas de harina, salían 12 tor-
tillas, con 12 tortillas trabajan aquí las ventas; los días sábados
trabajaban con dos kilos, salían como 18 tortillas, pero trabajaban
pa’ la pura medida de la gente, de la hora del tren no más, por día,
y al otro día la misma.
Mamerto González,
pescador y constructor de embarcaciones, Laraquete, 2016

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Cuando las ventas estaban por debajo de lo esperado, las antiguas venteras
iban a Curanilahue y Lota a vender sus productos. Aunque las jornadas
eran extenuantes, ellas se animaban cuando llegaban los compradores.
Pasaban el día a la espera de vaciar poco a poco sus canastas de mimbre.
Terminada la venta, regresaban a Laraquete en el tren de la tarde.
En el tren se vendía de todo, mariscos, pescados, lo que salía del
mar se vendía en el tren. Era un algo muy lindo para negociar y la
gente aquí cuando llegaba con el marisco y no se vendía todo en
el tren, tomaba un equipaje [el carro portaequipaje] que traía el
tren y se iba pa’ Curanilahue, para allá se iba a vender la gente.
Después volvía en el tren de allá de Curanilahue, volvían para acá,
pa’ Laraquete… a las cinco de la tarde nosotros lo tomábamos aquí
e íbamos para Lota a vender las tortillas y el marisco. En Lota nos
poníamos en la bajá de la estación, al ladito, afuera nos poníamos
a vender las tortillas… ya la gente nos conocía, llegaba a comprar-
nos las tortillas y el marisco y así trabajamos nosotros; después
nos veníamos en el otro tren que pasaba a las siete de la tarde por
Lota, nos veníamos de vuelta a Laraquete.
Luz Loyola, Palomita Blanca, Laraquete, 2016
Desde sus inicios, las venteras comercializaron sus productos en la vía
pública, entre pasajeros y transeúntes, ya sea en los andenes del tren o a
orillas de la línea férrea. Además de sus delantales blancos —ya usados
desde la época más remota de este oficio—, las palomitas debían premu-
nirse de gruesas ropas y fortaleza anímica para soportar un trabajo que se

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hacía con total carencia de un espacio para guarecerse de las inclemencias
climáticas de la costa de Arauco, zona que se caracteriza por una alta hu-
medad y pluviosidad, intensos vientos, bajas temperaturas en invierno
y fuerte insolación en verano.
Con grandes temporales, con grandes aguaceros, las viejas mojás
como pitilla en la estación… era una linda estación, pero que no
tenía defensa al frente, pasaba todo el viento y el agua pa’dentro
y las tortilleras ahí quedaban acurrucás, unas con otras, adentro
de la estación… pero como le digo yo, que la estación no tenía una
defensa pa’ atajar el viento y el agua, pasaba todo pa’dentro.
Mamerto González,
pescador y constructor de embarcaciones, Laraquete, 2016
Esta actividad comenzó a verse fuertemente resentida tras la decadencia
que el servicio de transporte ferroviario de pasajeros comenzó a experi-
mentar a partir de la década de 1980. En la actualidad, el ramal ferroviario
Concepción-Curanilahue ya no existe, al igual que muchos otros ramales
donde también existían vendedoras de sándwiches y tortillas vestidas
de blanco. No obstante, las palomitas de Laraquete lograron sobrevivir,
adaptándose al transporte de pasajeros en buses.

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TRADICIÓN CULINARIA
Tortillas y mariscos desde la niñez
Las tortillas de Laraquete responden a una larga tradición culinaria fami-
liar, en la que madres e hijas, nietas y abuelas, se vinculan en una prácti-
ca cotidiana con características productivas. En su preparación se unen
memoria colectiva y antiguos saberes para lograr la textura, el color y el
sabor que las caracteriza.
Desde sus inicios, la labor de las palomitas abarcó aspectos de la vida
familiar, que se ha debido organizar en torno al proceso de elaboración,
con parte importante de los integrantes del hogar cooperando en alguna
fase del proceso. Por este motivo, el aprendizaje de este oficio comenzaba
a temprana edad, y muchas de las palomitas antiguas aprendieron el que-
hacer de las tortillas desde pequeñas, observando a sus madres o abuelas,
o bien acompañándolas a vender sus productos a la orilla del tren.
Yo tendría unos siete años cuando ya salía a trabajar a ayudarle a
mi mamá, porque antes trabajábamos en el tren que pasaba tres
veces al día. Igual íbamos a Lota con ella a vender, así que pasaba
un tren a las nueve de la mañana, el otro pasaba como a las cinco
hacia abajo, y volvía hacia arriba, hacia el norte, como a las ocho
de la noche. Esos eran los únicos horarios que había de tren, así
que íbamos a Lota igual.
Clarina Roa, Palomita Blanca, Laraquete, 2016

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Yo empecé a mirar como preparaba tortillas mi abuelita, claro
que en un rescoldo, incluso se hacían unas tortillas así gigantes.
Siempre mi abuela decía: «Esta tiene que dar como el porte de una
rueda de carreta», y estamos hablando de una carreta de bueyes,
de estas carretas, y eran así, ocupaban todo lo que era el cuadrado
del rescoldo, y así aprendí lo que se le ponía, todo poh.
Marta Vera, Palomita Blanca, Laraquete, 2016
La preparación de la tortilla ha sido, a lo largo de generaciones, un asunto
fundamental en la experiencia de vida de un número importante de fa-
milias en Laraquete; por lo mismo, esta preparación está profundamente
presente en la memoria individual y colectiva de muchos lugareños que
han nacido y crecido entre los sabores y olores de la elaboración de las
tortillas y mariscos, cultivando así una tradición desde el seno familiar,
con acento local.

Una tradición de mar y tierra


La zona de Arauco es, por su condición geográfica, un territorio boscoso y
de litoral, con una costa oceánica que históricamente ha sido una fuente
rica en recursos gastronómicos marinos, como pescados, algas y maris-
cos. En el territorio aledaño, ubicado al noreste de Arauco, se hallan las
grandes extensiones que, desde tiempos coloniales, dieron lugar a los más
grandes graneros del país, siendo el trigo el principal cultivo. Así, no es
extraño que la culinaria local haya sabido reunir, con acierto gastronó-
mico, el grano de las llanuras vecinas con los mariscos recolectados en el

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litoral. Es, por tanto, notable el resultado conseguido por las palomitas,
al unir en las tortillas y el marisco los sabores de la tierra y el mar, mezcla
que aporta connotación al viaje de paseantes, turistas y pasajeros que,
eventual o recurrentemente, pasan por Laraquete.
Por su parte, la recolección de mariscos fue siempre una tarea matutina
que, día tras día, encaraban las mujeres. Todas las mañanas iban a mariscar
en las playas cercanas a la localidad: de ahí sacaban caracoles y chuchitas,
principalmente, para la preparación del acompañamiento de las tortillas.
Su extracción era respetuosa con el medio, ya que recolectaban solamente
lo necesario para la venta del día.
Nosotros íbamos a mariscar y sacábamos caracolitos, la chuchita,
chuchitas se llamaban antes, porque todavía se llaman chuchitas
poh, pero es que ya ahora compran congelá’. Nosotras mismas ahí
nos dábamos el trabajo de ir a buscar mariscos, íbamos a buscar
el poquitito de mariscos que usábamos en el día no más, todos los
días, con unas conchitas chiquititas como las cholgas, pero más,
como los choritos, esa era la muy famosa.
Ida Rifo, Palomita Blanca, Laraquete, 2016
El sándwich de tortilla con marisco no es lo único que han vendido las
palomitas. En el pasado también vendían mariscos preparados para con-
sumo inmediato. El procedimiento a seguir era relativamente simple: una
vez recolectados los mariscos, empezaba su proceso de preparación, que
se iniciaba con el lavado del molusco. Luego, una vez cocido y enfriado, se
daba inicio al desconchado. Terminada esta fase, se les dejaba reposar en

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una salmuera con la que se adobaba, sazonaba y conservaba. Finalmen-
te, se drenaba la salmuera y se agregaba cilantro picado, un poco de ají y
limón, y se volvían a colocar en las conchas para ser vendidos. Algunas
venteras también preparaban un aderezo o pasta de ají tostado y molido,
para que el comprador sazonase a gusto tanto mariscos como tortillas.
Los lavábamos, a refregarlos, a lavarlos, cocerlos, desmenuzarlos,
sacarlos de la conchita. Después dejarlos en salmuera pa’ después
armar las conchitas (...) En la mañana nos tocaba ir a mariscar,
después en la tarde veníamos a vender en el tren de las seis, de
las cinco; pasaban en la mañana como a las diez, el de las ocho…
pasaba uno para Concepción y otro para Curanilahue en la tarde,
como a las cinco, de Curanilahue pasaba para allá y el otro volvía
a las siete de la tarde, para acá. Teníamos nosotras que estar con
las ventas hechas pa’ esperar el tren, algunas veces nos pillaban
por la mitad del camino corriendo con los canastos.
Luz Loyola, Palomita Blanca, Laraquete 2016

Se vendía mucho con la verdurita y el ajicito machacado. Antes


tampoco usábamos el frasco que usamos ahora para echarle el ají,
usábamos un vaso de vidrio con una cuchara y molíamos el ají en
la piedra de moler, una piedra que usábamos que era grandota. Yo
tostaba el ají en la cocina o en el pollo, lo tostaba y después lo ma-
chacaba. A la gente le gustaba mucho ese ají machacado.
Ida Rifo, Palomita Blanca, Laraquete, 2016

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Pero si la venta de marisco aderezado era importante, lo era también la
elaboración de las tortillas. La primera fase, la preparación de la masa,
comenzaba con la mezcla de la harina de trigo con salmuera, bicarbonato,
manteca de cerdo y levadura. Este último ingrediente tenía una particula-
ridad culinaria que la actual tortilla ha perdido: por entonces las tortilleras
usaban «masa madre» como leudante, técnica arcaica de leudado que
consiste en el empleo de una masa previamente fermentada, en la que
se cultiva la levadura y se conserva viva para futuros usos. Era común en
tiempos pasados que en la cocina de cada hogar campesino se tuviese un
recipiente donde se mantenía la masa madre como un producto infalta-
ble, pues de ella dependía la posibilidad de hacer pan.
Uno no usaba la levadura en polvo que se usa ahora. Ellas [las abue-
las] usaban [un] tipo de levadura que era como la misma masa que
iba quedando del día anterior, eso hacía que volviera a fermentar
la tortilla y subiera. Y lo otro que se hacía [era] levadura en libras
también, pero yo al menos recuerdo que antes la gente usaba cosas
más naturales que ahora, porque ¿quién iba a creer que íbamos a
tener levadura en polvo? Pero todo va evolucionando.
Marta Vera, Palomita Blanca, Laraquete, 2016
El amasado antiguamente se hacía a mano, como cualquier amasado ca-
sero. No obstante, este trabajo se volvió muy fatigoso cuando aumentó
el volumen del negocio de la tortilla, porque el pan cocido en rescoldo re-
quiere de una masa muy sobada. Dicho de otro modo, para que la tortilla
alcance esa textura suave y semiesponjosa que la caracteriza, es necesario

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un amasado prolongado. Por este motivo, una de las primeras innovacio-
nes que tuvo el proceso productivo de la tortilla de rescoldo se relacionó
con el procedimiento del amasado. Así fue como aparecieron las primeras
máquinas de amasar hechas de madera y movidas manualmente, las que
fueron reemplazadas en las últimas décadas por máquinas metálicas mo-
vidas por un motor eléctrico incorporado. Esta innovación tecnológica ha
facilitado el proceso de elaboración, a la vez que ha permitido un aumento
considerable en la producción.
Igual le ayudaba a mi mamá, no se poh… a sobar la masa, porque
antiguamente se sobaba así poh, a mano, le llamaban a mano,
después ya se hicieron máquinas de madera y se sobaba así con
máquina, pero era todo más sacrificado.
Clarina Roa, Palomita Blanca, Laraquete, 2016

Cambió todo, ahora ya no usamos… Yo antes sobaba con la máquina


a pulso, es a pulso no más, una máquina de madera que usted la
tenía que usar usted misma, dele dando vuelta y sacando el pedazo
de masa por acá. Le echaba la masa y usted seguía trabajando, hasta
que ya le daba sus buenas 40 o 50 vueltas. Yo cuando estaba sola
tenía que hacer ese trabajo sola… ahora se usa la máquina eléctrica,
después yo compré mi máquina eléctrica también.
Ida Rifo, Palomita Blanca, Laraquete, 2016

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Una vez lista la masa, esta es subdividida en bollos o bolitas, las que luego
son aplastadas y modeladas a mano hasta obtener la característica forma
circular que, generalmente, bordea los 15 cm de diámetro y un grosor que
no sobrepasa los dos y medio centímetros. Modelada la tortilla se inicia el
procedimiento de cocción, el cual también ha presentado modificaciones
tecnológicas, aunque mantiene el mismo principio. La cocción por rescoldo
se realizaba en un pollo, o área sobre el suelo de tierra, que contiene una
cantidad abundante de arena. El pollo solía tener una forma cuadrada o
rectangular, con una superficie de un metro cuadrado o más, y un perí-
metro cercado por ladrillos o piedras. La arena utilizada alcanzaba una
profundidad de varios centímetros. Sobre esta arena se hacía una fogata
con abundantes leños que se mantenían encendidos hasta su total con-
sumición. Luego, con un atizador, se retiraban las brasas aún encendidas
y la ceniza se mezclaba con la arena caliente para obtener un rescoldo
apropiado. Finalmente, se enterraban las tortillas entre el rescoldo ca-
liente y ahí se mantenían bien tapadas hasta que estas estuviesen cocidas.
Hacíamos cantidad poca porque ahí nosotras mismas las fabri-
cábamos y las íbamos a vender, y eran mejores porque... En un
hoyo que se hacía abajo y se calentaba, uno tenía que ir a buscar
la leña, tenía que hacer las tortillas con arena de playa algunas
veces y llegar a la casa con la leña, calentar el pollo, hacer la masa,
enterrarla, y a las cinco de la tarde ir a vender al tren, sí. Antes era
un ladrillo así, en la mesa, no era puro rescoldo, decían que [era]
rescoldo, pero nosotros siempre lo empezamos a hacer así, pa’ te-
ner harto pa’ poder tapar la arena, porque la ceniza de la arena no

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[daba] abasto, había que calentar arena pa’ revolverla con la ceniza,
entonces abajo estaba la ceniza.
Luz Loyola, Palomita Blanca, Laraquete, 2016

Antes era más sacrificado todo, porque había que hacer fuego en el
suelo, se llamaban pollos. Le ponían ladrillo así, con unas corridas
de ladrillos y se calentaba la arena y ahí se enterraban las tortillas,
sí, siempre en arena, igual que ahora, ahora también se entierran
en arena, pero más modernizada no más, poh.
Clarina Roa, Palomita Blanca, Laraquete, 2016
Especial atención requería la etapa de cocción de la tortilla. El mayor cui-
dado se ponía en que el rescoldo mantuviese una temperatura estable por
el máximo de tiempo posible. Esto permitía que la cocción fuese pareja y
homogénea, a fin de evitar que la tortilla quedase cocida por fuera y cruda
por dentro. Otro aspecto que requería del mayor cuidado era el punto de
temperatura que debía alcanzar el rescoldo, pues si esta era muy eleva-
da, la tortilla se carbonizaba por fuera. Junto con cuidar la temperatura
apropiada, la cocción requería de atención para revisar el proceso y rotar
la posición las tortillas en el rescoldo cada cierto tiempo.
Lo más que hay que tener es cuidado del fuego, que no se enfríe
la arena, claro, porque enfriándose la arena no va a sacar tortilla
blanca, pueden salir crudas, entonces eso es lo que usted tiene que
tener cuidado, que el fuego, la arena esté bien caliente.
Luz Loyola, Palomita Blanca, Laraquete, 2016

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Una vez cocidas las tortillas, eran sacadas del pollo y raspadas para eliminar
los restos de arena y el exceso de tostado, dejando su superficie homogénea
en color y forma. Este particular y esforzado proceso de producción otorga
un resultado con características únicas: una sabrosa tortilla de superficie
crocante y dorada, con un interior suave, de esponjosidad discreta, apro-
piada para acompañar otras comidas, comerla sola, o bien como sándwich.

NUEVOS TIEMPOS
Cambio de estación
Una parte importante de la economía monetaria de algunos hogares de
Laraquete se sustentaba en la venta de tortillas y productos marinos que
las lugareñas ofrecían a los pasajeros del ramal ferroviario Concepción-Cu-
ranilahue. Por este motivo, cuando en la década de 1970 este ramal dejó
de funcionar, las palomitas y sus familias debieron buscar nuevos modos
de continuar su actividad. Fue entonces que comenzaron a vender sus
productos en la Ruta CH-160, por el acceso norte de la carretera que une
Laraquete con Concepción.
El reemplazo de la vía férrea por las carreteras fue un golpe desastroso para
este oficio, y hacia fines de la década de 1980 ya habían desaparecido la casi
totalidad de vendedoras de andenes ferroviarios. Sin embargo, la creación
de la ruta 160, que corre entre Concepción y Lebu, tuvo un impacto más
bien positivo para las palomitas de Laraquete, ya que en este poblado se

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instaló un control caminero de fiscalización, que hizo que el tránsito de
camiones, buses y autos particulares tuviese en este punto una pausa, la
que se prestaba para la venta de las tortillas con mariscos que antaño se
vendían en la estación de trenes.
Este cambio de contexto significó para las palomitas una instancia de
exitosa adaptación que se tradujo en un crecimiento de la actividad y la
economía resultante de ella, lo que de paso permitió que progresivamente
se sumaran nuevas familias al oficio de venteras.
Las palomitas blancas vieron así crecer en complejidad una actividad que
en sus inicios venía directamente desde la cocina hogareña. Debieron
aceptar el desafío que siempre se produce cuando una actividad se moder-
niza, proceso inevitable y vertiginoso en que la actividad debió mudar no
solo a nuevas tecnologías, sino también a la formalización de la actividad
como oficio organizado. En este crecimiento, las formas de producción
evolucionaron hacia la inserción de nuevas herramientas de trabajo y un
sistema cada vez más organizado de producción. La prueba más palpable
de lo anterior ha sido la voluntad de corporativizar el oficio de ventera.

La Agrupación Palomitas Blancas de Laraquete


Hasta principios de la década de 1990 las palomitas blancas llevaban a
cabo su trabajo de manera informal, como expresión del esfuerzo e ini-
ciativa particulares, sin contar con ningún tipo de organización que las
agrupase y protegiese. Es la época en la que se instaló la empresa de celu-
losa Celco, plantando miles de hectáreas de bosque de pino y eucaliptos

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que alteraron el ecosistema y las condiciones medioambientales del en-
torno, junto con provocar la grave contaminación de las aguas de los ríos
cercanos que llegaban al mar. Finalmente, el mal manejo de los residuos
de la producción papelera repercutió fuertemente en la actividad de las
palomitas: a causa de la contaminación del entorno, la autoridad sanita-
ria intentó prohibir la venta de tortillas con mariscos recolectados en el
litoral local. Las palomitas reaccionaron oportunamente y, en conjunto
con autoridades locales, iniciaron su proceso de formalización para con-
tar con personalidad jurídica en el año 1993 y, con ello, tener algún tipo
de resguardo legal que las protegiese. La idea inicial fue crear, junto a 15
mujeres, una agrupación de vendedoras y manipuladoras de tortillas y
mariscos, con total autonomía respecto de los pescadores artesanales.
Tuvimos problemas, un tiempo nos quitaron la venta de mariscos,
porque aquí cuando entró la firma de la celulosa empezó a contami-
nar las aguas y nos quitaron la venta de mariscos (…) pero pudimos
[hablar] con el señor de sanidad que nos atendía a nosotros. Él
nuevamente nos dio la oportunidad para vender el marisco, pero
tuvimos que andar harto y de ahí ya a mí se me dio por hacer una
agrupación y poder tener nosotros voz y voto para poder defender-
nos, porque no teníamos una persona jurídica ni nada. Entonces
de ahí yo formé esta [Agrupación de] Palomitas Blancas. Dije yo:
«Voy a ponerme a trabajar». Fue con el señor alcalde que está ahora,
trabajando. Antes era asistente social, y él me ayudó para poder
formar esta agrupación. Así que primero éramos unas poquitas que

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lo formamos, éramos 15 personas, y así después el señor Mauricio
[Alarcón] empezó a reunirnos más, porque muchas querían irse al
sindicato de pescadores. Yo le dije: «Pero no es lo mismo que tener
uno su agrupación, si uno consigue algo es para uno». Entonces
yo empecé a moverme así, de esa manera, e hicimos la agrupación
(…) porque si no, hubiéramos estado pegá’ a los pescadores, con
los pescadores habría estado todo el grupo de pescadores no más.
Pero no, nosotros lo hicimos aparte, la agrupación de vendedoras,
de manipuladoras de tortillas y mariscos, así que por eso yo me
siento contenta y me siento orgullosa.
Luz Loyola,
Fundadora Agrupación de Palomitas Blancas, Laraquete, 2016

Nos agrupamos porque nos querían quitar la venta del marisco (…)
Desde ahí entonces llegamos a organizarnos, la persona que es el
alcalde actual, él nos organizó, con estatuto, personalidad jurídica,
con rol, con todo. Nos formalizamos el 23 de enero del 1996, no
hace tantos años. De todas maneras [ha sido importante], porque
esto mismo, el tema de la ruta 160, si nosotros no hubiésemos sido
una agrupación con todo en regla, a lo mejor no hubiéramos tenido
credibilidad el haber peleado el tema de la ruta 160 y en base a eso,
sí nos ha servido mucho.
Gladys Hernández,
Presidenta Agrupación Palomitas Blancas, Laraquete, 2016

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La iniciativa de conformar la agrupación fue ampliamente aceptada por
la administración comunal, que reconoció el valor de la organización en
la defensa de la fuente laboral. Así fue como, en enero de 1996, se forma-
lizó mediante personalidad jurídica la Agrupación de Palomitas Blancas.
Este acto administrativo y fundacional les permitió a las venteras perfilar
aún más su carácter de mujeres aguerridas y resilientes, capaces de crear
condiciones para interpelar, negociar y dialogar en la legítima defensa
de su trabajo que, además de constituir su medio de subsistencia, con-
forma también un modo de vida con raigambre en una tradición que da
identidad a la localidad. Es en este proceso de institucionalización que
las palomitas blancas adoptan el uniforme guardapolvo —quepí blanco
y delantal azul—con el nombre de la organización bordado en la peche-
ra. Esta indumentaria ha sido el distintivo del oficio y de la capacidad de
organización de estas cultoras de la culinaria local.
Actualmente, Palomitas Blancas agrupa a 47 socias y un solo socio. Por
reglamento este cupo es cerrado, ya que los estatutos no permiten el
ingreso incremental de nuevos asociados. Esto no impide que los cupos
de las socias puedan traspasarse a otra persona más joven, o bien a algún
familiar, siempre y cuando se haga efectivo el retiro previo de la asociada
que le antecede. Esto último pone en evidencia que el patrimonio cultu-
ral, por inmaterial que sea, siempre pertenece a los cultores, que son sus
titulares y tienen plenos derechos para heredarlo.

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De la vereda al área de servicio
La formalización del trabajo les ha permitido a las palomitas gestionar
proyectos con diversos fondos públicos que han ayudado a solucionar
algunas demandas y necesidades de diversa índole, como infraestruc-
tura, equipamiento y cursos de capacitación en ámbitos relativos a la
producción de alimentos.
Su trabajo se organiza en turnos de casi 20 horas. El producto es ofrecido
a viva voz, con buen humor y un espíritu siempre alegre y jovial. Las tor-
tillas se ofrecen por unidad o en bolsas de cuatro tortillas, siempre con la
opción de acompañarlas con un sazonado surtido de mariscos cocidos.
Asimismo, hay palomitas que complementan sus ventas con té, café y
bebidas. Una de las personas que realiza esta labor es el único hombre
de la agrupación.
Con el traslado a la ruta 160, las palomitas se asentaron en las paradas
de buses por la entrada norte de Laraquete, ocupando ambas aceras del
camino. Luego de un tiempo, y tras mucho esfuerzo, lograron instalar dos
puntos de servicios. En estos puntos venden y también almacenan los
productos que comercializarán. Por el costado norte del camino poseen
un local de servicios equipado con refrigeradores y mesones de trabajo,
una sala de reunión y servicios higiénicos, mientras que por el lado sur
han implementado puestos techados de venta al público. Sin duda estas
instalaciones han facilitado el trabajo y han permitido afrontar una mayor
demanda durante las cuatro estaciones del año, los siete días de la semana.

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La venta en los paraderos de Laraquete ha representado una relativa esta-
bilidad laboral para las palomitas, gracias al flujo constante de personas y
vehículos que comúnmente circulaba por esa vía. Sin embargo, a partir del
año 2016 la realidad descrita comenzó a resentirse severamente a causa
de la construcción de una ruta bypass que conduce el flujo vehicular por
las afueras de la localidad. Este proyecto no consideró el impacto negativo
que su construcción tendría en la economía local de Laraquete y, menos
aún, en el mercado de las venteras.
Frente a dicha situación, la agrupación emprendió un proceso de mo-
vilización para protestar por las consecuencias negativas de esta nueva
ruta. En este contexto, las palomitas se tomaron la carretera a fines del
2015. Pero, más allá de las protestas, ellas mismas han patrocinado un
estudio de impacto social y económico, a fin de proponer a la empresa
concesionaria que genere proyectos compensatorios frente a las repercu-
siones negativas causadas por el nuevo trazado. Tras algunas instancias
de diálogo y presión, y con apoyo de entidades municipales y regionales,
consiguieron la construcción de áreas de servicio a un costado de la nueva
ruta, con espacios para comercializar sus productos. Esta infraestructura
está en funcionamiento; no obstante, las palomitas señalan que las obras
están incompletas ya que no se ha construido todo lo comprometido y
aún faltan terminaciones en las estructuras edificadas. Junto a lo anterior,
estiman que estos locales no son seguros ni aptos y que fueron ubicados
en un lugar poco visible y distante, lo que incide en el aumento de los
tiempos y costos de su trabajo.

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Otra medida considerada entre las opciones reparativas es un proyecto
de restaurant que en el futuro permitiría a las palomitas diversificar su
oferta con platos típicos de la zona. Sin embargo, esta medida, si bien
puede compensar pérdidas económicas por la nueva ruta, podría tener un
efecto adverso para la vigencia de la tortilla con marisco como expresión
gastronómica distintiva de la localidad.
El proyecto del restaurant venía entre comillas, medidas mitiga-
torias y compensatorias a la agrupación… eso fue lo que produjo
haber hecho el [estudio de] impacto social y económico en dicho
momento, cuando lo hicimos (…) Lo menos que pudieron haber
hecho, habernos incluido en la ruta 160 y habernos hecho aéreas
de servicio. Al lado oriente hicieron 10 puestos de venta, y con los
dineros de las compensaciones que dieron a la agrupación tenemos
que construir el restaurant más cuatro puestos de ventas con las
platas que vienen tanto del Ministerio de Obras Públicas como de
la concesionaria. Así que ahí estamos peleando, tratando de que
suelten, suelten, porque ya hay acumuladas cuatro cuotas, y con
eso tenemos que trabajar… la primera cuota ya fue cancelada. Gra-
cias al alcalde hicimos que se volviera a hacer un segundo protocolo
de acuerdo, porque todas las mitigaciones venían solamente para
proyectos y [lo] encontramos injusto, porque nosotras éramos las
dañadas, las perjudicadas… era como obvio que algo tocáramos
de manera de compensación. Gracias al alcalde y al senador lle-
gamos al Ministerio de Obras Públicas, y en una mesa de trabajo,
lo digo personalmente, no fuimos muy bien atendidas, porque

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les llevábamos un documental para que vieran realmente como
trabajábamos, como comercializábamos, como nuestras familias
vivían gracias a esto y no se nos tomó mucho en cuenta.
Gladys Hernández,
presidenta de la Agrupación Palomitas Blancas, Laraquete, 2016
La existencia de estos nuevos lugares de trabajo, así como las nuevas con-
diciones en que deben realizarlo, son factores que han puesto en evidencia
una vez más la capacidad de adaptación de las palomitas blancas, la que,
finalmente, permite que se consolide una tradición como la que ellas
representan. No obstante, estos últimos años han sido complejos para
las integrantes de la agrupación; su perseverancia ha sido fundamental
para enfrentar el impacto y los cambios en el contexto local derivados de
la modernización de la vida. Los logros alcanzados en la defensa de sus
fuentes laborales han permitido también que Laraquete conserve su dis-
tintivo gastronómico como un persistente símbolo local.

«Es un arte esto de hacer tortillas»


Durante las últimas décadas, el proceso de elaboración de las tortillas en
rescoldo ha experimentado modificaciones; otro tanto ha sucedido con la
preparación de los mariscos, lo que se debe, en gran medida, al aumento
de la demanda. Por otra parte, también han incidido en este proceso las
normas sanitarias que condicionan los procedimientos tecnológicos y de
manipulación que actualmente implica la venta de alimentos.

107
En el caso de los mariscos ha habido un cambio aún más drástico: este
recurso, que antaño se recolectaba en las costas de Arauco por las propias
familias de las palomitas, hoy es comprado a comerciantes que los traen
desde otras ciudades del país, principalmente de Puerto Montt, debido
a la contaminación de las aguas provocada por la industria de la celulosa.
Por otra parte, la legislación sanitaria obliga a las palomitas a trabajar con
mariscos certificados y conservados mediante una rigurosa cadena de frío
que resguarde la salud de los consumidores.
Lo anterior ha hecho que las palomitas dependan del mercado externo
para conseguir un producto del que antes se autoabastecían, lo que ha
impactado al mercado local y al producto en sí. Desde el punto de vista
de las palomitas blancas, el sabor de las tortillas ha cambiado, ya que los
mariscos no son los mismos y no pueden ser preparados a la usanza anti-
gua. Asimismo, hoy en día los mariscos no son ofrecidos en sus conchas,
sino en envases plásticos que han estado refrigerados hasta el momento
de su venta. Sin embargo, las palomitas han continuado con la tradición,
pese a las nuevas exigencias impuestas. Con ello han manteniendo, hasta
donde es posible, la conjunción de sabores de las chuchitas (Mytilus chilen-
sis) y liquives o machitas (Mesodesma donacium) con la tortilla de rescoldo.
En la preparación de las tortillas, por su parte, los cambios se observan
principalmente en las herramientas de trabajo y el reemplazo de algunos
ingredientes de la receta tradicional. Un ejemplo de esto se observa en el
reemplazo de la masa madre por levadura industrial en polvo. Respecto
a las herramientas de trabajo, ya no se soba la masa a mano ni se utilizan

108
las máquinas de madera: ahora se emplea una máquina eléctrica que
permite elaborar hasta 300 unidades diarias. Así también los pollos, que
en el pasado se armaban en el suelo, hoy han sido reemplazados por unas
estructuras rectangulares dotadas de una bandeja de aproximadamente
un metro y medio de ancho por dos metros y medio de largo. Esta bandeja
contiene la arena que, desde su parte inferior, es calentada mediante una
fogata de leños.
Una vez que la temperatura de la arena está en su punto, las tortillas son
depositadas en filas dentro del pollo y luego cubiertas con otra capa de
arena también caliente. Se espera unos 10 minutos y luego, con una especie
de rastrillo, se va revisando el punto de cocción de la tortilla. Terminada la
cocción, se retira la arena que las cubre, se sacan una a una y se depositan
en grandes canastos. Las tortillas son raspadas para quitar el tostado de
su superficie y eliminar cualquier rastro de arena que haya podido quedar
adherido a la masa. Una vez concluida esta importante labor, las tortillas
son puestas en sacos y canastos para su venta.
Para desarrollar este proceso, las cultoras han adaptado sus casas, o bien
han construido lugares especiales para la fabricación de las tortillas, ya
que se requiere de un gran espacio tanto para sobar la masa como para
tener el pollo funcionando. Idealmente, este debe estar en un lugar prote-
gido y con ventilación, pues al estar prendido el ambiente puede alcanzar
fácilmente unos 35 grados de temperatura.
Tal cantidad de tortillas implica, además, contar con más manos para el
trabajo. La palomita blanca es la encargada de organizar las labores, además

109
de tener bajo su responsabilidad hacer la masa y estirarla, hacer los bollos
y luego dar forma a las tortillas, colocarlas en el pollo, cuidar su cocción y
retirarlas cuando están listas. El trabajo del fuego generalmente es realizado
por el marido de la palomita o algún pariente masculino, mientras que el
raspado es una labor que se confía a los hijos o a los vecinos contratados
para este efecto. Estas tareas comienzan de madrugada, alrededor de las
cuatro de la mañana, y un poco antes en el caso del fuego para el pollo.
Los maridos de las palomitas —o algún pariente masculino— son los
encargados de la confección de herramientas indispensables para llevar a
cabo el proceso. Ejemplo de esto es la fabricación artesanal de rastrillos y
raspadores, así como también la instalación y mantención de los pollos.
Actualmente, la producción de tortillas a la manera tradicional es una
actividad que siguen desarrollando las palomitas antiguas, quienes por lo
general producen y venden sus productos. No obstante, cada vez es más
frecuente encontrar palomitas mayores que solo producen, mientras las
más jóvenes solo se dedican a la venta.

«Esto es mi vida, es lo que yo he hecho en toda mi vida»


Las palomitas continúan su arduo trabajo día a día, enfrentando nuevos
desafíos, capacitando y alentando a quienes le sucederán en el relevo de
esta tradición.
El legado y práctica de esta costumbre va más allá de lo culinario y lo eco-
nómico: ser palomita representa un modo digno de ganarse el sustento

110
diario, mediante un trabajo organizado y colectivo, en el cual se unen a las
antiguas recetas las esperanzas compartidas y la capacidad de lucha de un
grupo de mujeres. La tortilla de rescoldo con mariscos es hoy la expresión
de esa capacidad para sobreponerse a cualquier adversidad que resienta el
anhelo y las expectativas de este grupo de mujeres de Laraquete. Por este
motivo, las palomitas son personas que se sienten orgullosas tanto por lo
que hacen como por todo lo que han logrado con esfuerzo y perseverancia.
Con ello no solo han consolidado una fuente laboral, sino también una
posición de prestigio y reconocimiento que permite, entre otras cosas, que
su descendencia tenga la posibilidad de una mejor calidad de vida. Estos
aspectos hacen que las mujeres más antiguas en esta tradición culinaria
sientan especial orgullo por el oficio.
Ahí estamos, y ¿por qué? Porque nosotros con esto mantenemos a
nuestros hijos. Yo crie a nueve hijos con esta pura venta, gracias a Dios.
Luz Loyola, Palomita Blanca, Laraquete, 2016
La palomita es una trabajadora independiente y todos los beneficios aso-
ciados al oficio son resultado de su propia iniciativa y capacidades. En este
sentido, es importante señalar que el éxito de la palomita blanca no solo
se sustenta en esa receta familiar que por generaciones ha mantenido el
sabor de lo local, con ingenio y esmero; un aspecto superlativo es también
la capacidad de comunicación que la palomita aprende a desarrollar en
el trato con sus clientes. La venta presupone una disposición anímica de
parte de la palomita para entablar una relación de cordialidad y familia-
ridad con los pasajeros, un aspecto emocional importante en la comida

111
que se disfruta y que comienza por el agrado de tratar y comprar. Por lo
mismo, un ingrediente tan importante como la harina, el marisco y el
rescoldo, es la sonrisa, el piropo o el cumplido, la simpatía muchas veces
acompañada de sutil picardía. Este gesto de empatía incide directamente
en que la venta de tortillas tenga habitués, clientes cautivos que al pasar
por Laraquete están siempre dispuestos a hacer un alto en el camino para
ser la otra, e indispensable, parte de esta tradición.
Ser palomita blanca para mí ha significado [una] oportunidad de
trabajo, generas tus propios recursos, tú eres tú, tu patrona, tu
jefa, tu empleador, tú lo eres todo: si tú trabajas, la palomita tiene
(dinero), si tú no puedes trabajar, la palomita no tiene. Desde mi
abuela, mi mamá —ellas no fueron palomita blanca, porque en
dicho momento no tenían nombre—, pero desde ahí yo vengo, de
esas raíces y ahí pasamos, a través del tiempo, a ser una palomita
blanca. Esto es mi esencia, me siento bien haciendo lo que hago, me
siento muy orgullosa de ser palomita blanca; pese al trabajo, pese a
la adversidad, pese a veces a los malos tratos, a los sacrificios, a estar
expuesta a tantas cosas, pero también tú te sientes bien cuando te
felicitan, porque como te decía, de todo había, de todo había, pero
nosotros ahí tenemos que saber sobrellevar a todo tipo de gente.
Gladys Hernández,
presidenta de la Agrupación Palomitas Blancas, Laraquete, 2016
Ser palomita constituye para sus cultoras un sentido de vida que ha
formado la identidad de estas mujeres; de lunes a lunes, han pasado su

112
vida entre la textura de la masa cruda o los olores de cuando está recién
cocida, mezclada con la presencia de la leña encendida, los fermentos, el
calor del fogón y las ventanillas de los autos y buses que deben atender.
Mi trabajo para mí ha sido hacer tortillas… es un arte. Todos los
días ver mis tortillas, ahí cuando uno las… a ver, cómo le digo…
cuando yo las cubro con la arena, cuando las veo que van subien-
do, me he acostumbrado tanto al aroma de cuando sale, calentito,
que es como una costumbre: yo saco la primera tortilla y vamos
a la nariz, porque ese aroma de la tortilla [es] lo que yo hago con
sacrificio. Para mí es un arte esto de hacer tortillas todos los días:
como la gente hace su trabajo en diferentes cosas, lo mío es hacer
mis tortillas y todos los días ojalá me queden mejores. De repente
las tortillas no subieron bien, hace frío, porque aquí hay que ma-
nejar los tiempos [del clima]. Por ejemplo, si hoy día hizo mucho
frío yo tengo que agregarle un poquito más de levadura para que me
queden buenas, me queden bonitas, para que la gente, el pasajero,
el cliente, se coma una tortilla con gusto, con ganas. Uno tiene que
hacerlo con amor, siempre yo les decía a mis compañeras: «Esto
uno tiene que hacerlo con ganas, siempre tratando de agradar al
cliente». No es llegar, tomar un canasto e ir a vender. Por eso yo he
trabajado tantos años, [he] conocido tanta gente. Yo fui dirigen-
te de esta agrupación (…) Cada vez que hay reclamos, que a veces
como en todas partes, hay, de repente no nos llevamos muy bien,
sobre todo la juventud, la que viene entrando ahora, porque [a] ella

113
se le dio una opción de trabajo ahí, no es lo mismo que nosotros,
nosotros lo comenzamos por necesidad, vimos que en esto íbamos
a tener para sobrevivir, para salir adelante. Entonces algunas di-
cen… ellas vienen, se ganan sus pesos no más, vendiendo y todo.
Pero para mí tiene otro significado, esto es mi vida, es lo que yo he
hecho en toda mi vida.
Marta Vera, Palomita Blanca, Laraquete, 2016
Ser una Palomita Blanca de Laraquete, finalmente, es ser continuadora de
una larga tradición relacionada con el gesto de la comida; es un grupo de
mujeres que, en colaboración con sus familiares, perpetúan un patrimonio
de la culinaria local, propia de algunas estaciones de trenes en los ramales
ferroviarios de antaño, y que hoy es, gracias al esmero y tenacidad de estas
mujeres, un legado particular y distintivo de Laraquete, remota localidad
de nuestro país donde aún se cultiva el gusto por la tortilla de rescoldo.

Orgullo de ser Palomita Blanca


La Agrupación Palomitas Blancas de Laraquete es un testimonio vivo del
esfuerzo por mantener una economía monetaria hogareña, basada en una
tradición anclada en la memoria y la culinaria locales. El oficio y sus técnicas
se han mantenido en una práctica cotidiana, y con ello se han conservado
sabores, texturas, recetas y formas de consumir como una tradición que,
día a día, construye impronta. Además, se pone de relieve el aporte de
estas esforzadas mujeres, quienes, a pesar de las dificultades y conflictos
propios del desarrollo, han sabido resistir a los cambios, manteniendo el
inconfundible sello de un sabor con raigambre en la sabiduría femenina.

114
Ellas son reconocidas y valoradas por sus familias y por su comunidad
local, participando como agrupación en diversas actividades sociales
conmemorativas, culturales y de esparcimiento. Resalta, por ejemplo, la
Fiesta de la Tortilla, organizada por la Municipalidad de Arauco, día de
especial significación pues pone en valor la importancia de esta receta en
la identidad local de Laraquete. De esta manera, las palomitas blancas han
llegado a ser parte destacada de una cultura local que constituye parte la
memoria de gastronómica del país.

115
GLOSARIO
Chuchita: Pequeño chorito de color
negro de la especie Mytilus chilensis.
Pollo: Horno especial, fabricado arte-
sanalmente, que sirve para la cocción
de las tortillas. Es una estructura
rectangular, antiguamente armado
de ladrillos puestos sobre la tierra,
donde se quemaba leña para hacer ce-
nizas a las que se les agregaba arena de
playa. Dentro de esta mezcla caliente
se insertaban las tortillas crudas para
su cocción. Actualmente, los pollos
tienen una bandeja en altura, donde
en la parte inferior se hace el fuego a
leña, y en la parte superior se coloca la
arena para la cocción de las tortillas.
Un pollo alcanza altas temperaturas
y requiere de un tubo de ventilación
para la extracción del humo de la leña.
Venteras: Denominación coloquial
con la que se nombraba antiguamente
a las vendedoras de tortillas.

116
117
FAMILIA MARILICÁN LINDSAY
ARTESANOS
CESTERÍA EN QUILINEJA
Ancud, región de Los Lagos
Se entrega el reconocimiento por el trabajo permanente e
integral que ha realizado en la cestería de la fibra vegetal
de quilineja, para usos utilitarios y ornamentales; por la
transmisión y custodia de los saberes asociados al bosque
y la «cultura de la madera» que identifica el modo de vida
de la sociedad chilota; por el valor patrimonial, artístico
y ecológico de esta expresión de la técnica cestera campe-
sina que mantiene entre sus saberes, una forma de relación
con el ambiente que contribuye a preservar una materia
prima en peligro de extinción, con vinculación a la sacra-
lidad y tradición oral; por el respeto a las formas y técnicas
tradicionales y por la impronta familiar de la técnica con
que los cultores han aportado a esta tradición ancestral.
Patrocinador: Dirección de Bibliotecas, Archivos
y Museos.
FAMILIA MARILICÁN LINDSAY
La familia Marilicán Lindsay está compuesta por dos hermanos,
Clodomiro (1943) y Dagoberto (1960), últimos descendientes
de un linaje de artesanos de la localidad de Llanco, sector rural
ubicado 28 km al este de la comuna de Ancud, al norte de la isla
Grande de Chiloé. Sus padres, Juan Marilicán y Ánjela Lindsay,
tuvieron ocho hijos, de los cuales Cloro y Dago —como todos los
conocen— son los únicos que han perpetuado el oficio familiar
de la cestería en quilineja (Luzuriaga radicans), fibra vegetal
endémica de los bosques templados de Chiloé.
El trabajo de la familia Marilicán Lindsay da cuenta de una
profunda relación con el medio ambiente, siendo el bosque —o
monte— una de las principales fuentes para la subsistencia y
cuna de una rica tradición cultural expresada por medio de la
artesanía en quilineja.
Antiguamente, además de confeccionar diversos tipos de ceste-
ría, don Juan y doña Ánjela producían carbón. Ambos productos
eran transportados en bongo desde Llanco, por los afluentes del
río Pudeto, para ser comercializados en Ancud, donde tanto
la familia Marilicán como su trabajo se hicieron conocidos y
fueron valorados a través del tiempo.
El valor patrimonial e importancia del trabajo de don Juan y
doña Ánjela ha sido reconocido por distintas instancias locales.
Los trabajos de doña Ánjela —fallecida en el año 2004— forman
parte de la colección de cestería del Museo Regional de Ancud,
mientras que el trabajo de don Juan fue reconocido por la Red
de Cultura de Chiloé con el premio Defensa del Patrimonio
Cultural de Chiloé en el año 2007, antes de su fallecimiento en
agosto del 2016.
122
LA QUILINEJA
La quilineja es una planta trepadora endémica de los bosques templados
del litoral del sur de Chile, zona de constantes y abundantes precipitacio-
nes, con terrenos ácidos y una capa de vegetación superior muy tupida
que produce más de un 80% de sombra durante el día. Esta enredadera
se caracteriza por su textura leñosa y crece adosada a especies arbóreas
nativas tales como la luma (Amomyrtus luma), el arrayán (Luma apiculata),
el mañío (Podocarpus nubigenus y Saxegothaea conspicua), el canelo (Drimys
winteri), el coigüe (Nothofagus dombeyi), la patagua (Crinodendron patagua),
el ulmo (Eucryphia cordifolia) y la tepa (Laureliopsis philippiana), entre otras
tantas especies presentes en los bosques de los alrededores de Ancud y de
la cordillera de San Pedro, en la isla Grande de Chiloé. Por tratarse de una
especie epífita,1 su crecimiento tiene dos fases: en la primera, la planta
se desarrolla desde el suelo, adosada a algún tronco, hasta una altura
aproximada de 1,5 m; en la segunda, la planta se enraíza sobre el tronco
y completa su crecimiento en sentido inverso, avanzando hacia el suelo.

1  Epífita o epifita (del griego epi sobre y phyton planta), se refiere a cualquier planta
que crece sobre otro vegetal usándolo solamente como soporte, pero que no lo parasita
nutricionalmente (RAE, 2005).

123
La enredadera crece más o menos a la altura de un metro cincuen-
ta y después viene la quilineja, que empieza a crecer desde arriba
para abajo, no crece de abajo para arriba, sino que de arriba crece
hacia abajo, porque hace un tallo en la enredadera y del tallo que
viene empieza a crecer la quilineja. Esa se agarra hasta la tierra y
desde ahí se forma la quilineja. Son 30 años para formarla, antes
de eso no hay quilineja para trabajar. No existe raíz porque la raíz
viene de arriba hacia abajo, y después, cuando llega al fondo de la
tierra, hace raíz y desde ahí se alimenta, pero más se alimenta con
la savia del madero. Ese es el sistema de la quilineja.
Dagoberto Marilicán, Llanco, 2016
La quilineja tiene una fuerte relación con la cultura chilota y muy espe-
cialmente con sus aspectos mágico-simbólicos. Los antiguos habitantes
del archipiélago creían que el Trauco usaba ropas hechas con esta fibra.
También era costumbre hacer cruces protectoras de quilineja, las que se
introducían en los ataúdes para así evitar que los brujos exhumasen los
cadáveres (Cárdenas y Villagrán, 2005, p.299). En el siglo XX, cuando
ya se había extendido el uso de soga de yute o cáñamo para amarrar las
embarcaciones, se volvió común creer que los navegantes de lanchas de
casco alquitranado y que usaban amarras de vetas tenían vinculación
con el Caleuche.
En el ámbito artesanal, esta fibra tiene múltiples aplicaciones que de-
penderán de las características que presente el material en el proceso de
recolección. Los criterios de selección se basan en el análisis de su color,

124
flexibilidad, textura y grosor, y sobre estas distinciones se determina si la
fibra sirve para cestería o para otro uso. Conforme a su propia experien-
cia, los hermanos Marilicán distinguen tres colores de quilineja: verde,
amarillo y café. También existe una quilineja fina y otra gruesa. Tanto los
colores como los grosores están asociados al tipo de árbol donde crece la
planta y la edad de esta.
Por madero crece la quilineja, porque en la tepa crece material fino,
[en] la patagua crece material fino, y [en] los otros maderos crece
todo material grueso para trabajar artesanía gruesa (...), enton-
ces [en] cada madero tiene distinta forma de crecer la quilineja,
diferentes colores.
Dagoberto Marilicán, Llanco, 2016
La quilineja fina es lisa y delgada, tiene color verde o amarillo y crece pre-
ferentemente en árboles como el ulmo nuevo, la tepa y la patagua. Esta
quilineja se utiliza para la confección de pequeños objetos ornamentales
como pantallas para lámparas, paneras e individuales.
La fina es buena, el ulmo nuevo tiene quilineja media lisa y delga-
da. La tepa nueva, que es más o menos [de] un tamaño así, tiene
quilineja media amarillosa y bien derechita. Esa es buena para
artesanía porque es lisa, es derecha, no tiene tanta vuelta ni tiene
ganchos tantos tampoco. Cuando crece del arrayán es más colora-
da, más café, como el arrayán mismo, lleva el color del palo. Hay
tres colores: verde, café y ese color que está ahí… Casi de todos los

125
árboles hay esto… algunas salen amarillas… esa crece en la tepa
nueva, [en] la tepa nueva crece más amarillosa.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016
La quilineja gruesa, en cambio, se encuentra en árboles como el coigüe,
el ulmo y la tepa vieja. Es de color café oscuro, con filamentos más tor-
cidos u ondulados, lo que implica cierta dificultad para tejerla. Este tipo
de quilineja se utiliza para confeccionar objetos de mayor tamaño como
escobillones, escobas y canastos.
Si la quilineja es gruesa, es muy como negra, café, sucia, o dema-
siado crespa, que no la pueda tejer, uno la manda a la escoba, al
escobillón. Ahí la dejo para que no se pierda y no se eche a perder.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016

Recolección y extracción de la quilineja


La recolección de la quilineja requiere de un profundo conocimiento del
bosque. Cuando era niño, Cloro recorría el monte cercano a Llanco con su
abuela, su madre o su padre buscándola; su recolección se hacía a caballo
o a pie, con la carga al hombro, y se usaban machetes, cuchillos y varas
para la extracción y limpieza.
Lo hacía ella [abuela Rosario] como lo hacía yo, ella lo hacía a ve-
ces porque los ata’os más grandes los botaba yo y los más chicos
los botaba ella, los limpiaba ella y yo también con el mío para que
avanzáramos, para hacer carga y bajar de la montaña. A veces

126
íbamos a encontrar a mi veterano que venía con una carga de qui-
lineja para arriba (…), entonces nosotros agarrábamos un rollo de
quilineja entre los dos, los juntábamos, y de ahí hacíamos carga
con la carga que traía él y veníamos por abajo (…). Bueno, [madre y
abuela] casi eran iguales, porque en eso no hay diferencia, las dos
eran iguales, una vida pareja para trabajar, mi mamá y mi abuela
eran parejas para trabajar las dos.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016
La extracción de la quilineja es un procedimiento simple: para desprender
la fibra adherida al tronco del árbol se tiran los manojos —o huecho—, en
un movimiento ascendente desde el suelo hacia su enraizado en altura.
Luego, se sacude el huecho para botar la vegetación adherida. Desprendida
la fibra, se coloca la quilineja en el suelo y con la ayuda de una vara se la
golpea para así terminar su limpieza. Una vez limpia y seleccionada, se
estira en el suelo y se enrolla para hacer atados y transportarla. Este es el
procedimiento que la familia Marilicán ha usado para extraerla.
Ellas estaban acostumbradas, eran costumbres que aprendieron
para trabajar, así que igual lo sacaban del palo no más, si no lo cor-
taban a cuchillo abajo en la raíz y de ahí lo iban tirando para arriba,
le iban buscando lazo por donde estaba arriba el ata’o y buscaban
por lado y lado hasta que botaban el ata’o de quilineja. No es fácil,
porque para compartir las hebras derechas hay que tomarlo de
abajo y buscarle una derechura de hebras hasta arriba, porque la
quilineja es aguanta’era, no corta casi (…). Después tengo mi palo

127
quilinejero, con eso le pego unos palotazos a lo largo y ahí le boto
la basura, pero tengo que ir de vuelta a limpiarlo. No me traigo
basura porque es peso para traerlo, y [en] un viaje desde lejos no
es fácil traer la carga con suciedad, hay que traerla limpia. Antes
era a caballo, ahora no, es a pie no más.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016
La quilineja es una fibra muy resistente que, al crecer como enredadera,
cuesta liberarla del árbol, por lo que su extracción requiere de movimien-
tos enérgicos y precisos.
Ese es el trabajo que se hace, no es fácil botar un ata’o que está bien
tapado, no es fácil partirlo, ahí hay que trabajar, porque la hebra de
aquí se cruza por acá y la otra cruza por allá, y entonces se cruzan
como si fueran alambre duro. La quilineja no es blanda para botarla
del palo, es bien dura cuando está el palo espeso de quilineja, pero
cuando es un ata’o chico lo arranco abajo, lo tiro y se fue, es fácil.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016
Tiene en sus hebras, pequeños brotes filudos y duros denominados hue-
sitos, que dañan fácilmente la piel y deben ser quitados al momento de
la extracción. Los hermanos Marilicán los sacan con un palo y, para ma-
nipular las hebras de la enredadera protegen sus dedos cubriéndolos con
huincha aisladora, o bien con una especie de dedal de género utilizado
en el dedo índice.

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Arriba es más sucio que aquí abajo, abajo es más fácil para limpiarlo
y arriba no, arriba tiene huesos. Le llaman huesos los antiguos, la
basura que tiene, huesitos, sí. Donde nace la hoja de la quilineja
para arriba, de ahí los huesos va naciendo y esos son duros, no es
nada delgado el hueso de la quilineja, es grueso. Cuando es monte
virgen y es un palo que está tapado de quilineja no es fácil sacar
un ata’o de quilineja. Las mujeres lo sacaban hasta donde podían
no más y de ahí, si no, lo cortaban a cuchillo.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016

«Se trabaja verde»


El proceso de elaboración de una pieza en quilineja comienza cuando se
recolecta y extrae la fibra, ya que las características del material —grosor,
textura y color— van delineando en la mente de los artesanos las formas y
usos que le darán. Al contrario de la quilineja destinada a escobas y escobi-
llones, la escogida para la confección de piezas de cestería debe trenzarse
antes de ser utilizada. Para ello es necesario que la fibra esté verde, ya que
al secarse se vuelve más dura y difícil de manipular; cuando esto sucede, es
necesario remojarla en agua para recuperar parte de su ductilidad y brillo.
Se trabaja verde, si no, no sirve mucho. Así como está, sirve, pero
hay que hacerlo enseguida, sino no se puede. Este es duro, este crece
más o menos en las quebradas, por ahí, de ahí abajo (…). Esta [la
quilineja] está muy seca, la tiene que remojar. Sí, mejor queda, se
pone más brillante el color porque está fresca.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016

129
Antes de comenzar el procedimiento de trenzado, la quilineja siempre
debe ser lavada, pues esto facilita su manipulación, favorece la termina-
ción del trabajo y abrillanta el material.

«Cualquier madero que venga de afuera mata toda la especie nativa»


En la actualidad, los hermanos Marilicán continúan recolectando la quili-
neja con los mismos procedimientos de sus abuelos y padres. Sin embargo,
el entorno ha sufrido un cambio dramático, pues en las últimas décadas
el bosque nativo de Llanco ha sido talado progresivamente y, con ello, el
hábitat en que crece esta especie está desapareciendo. Esto ha incidido en
que la recolección de la quilineja requiera hoy de prolongadas caminatas a
bosques más lejanos, expediciones que bien pueden tomar un día entero.
Con mi abuela iba para Choroihué, en la parcela del fina’o David
Miranda (…). Después, con mi mamá nos íbamos Llanco arriba,
donde había monte. Ahora no hay monte, y al monte del «gringo»,
el fina’o Gerardo Ritz, ahí nos íbamos igual. Ahí voy todavía, ahí
hay monte, queda un pedacito de monte.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016

(…) De a poquito se encuentra esta quilineja, pero cuánto hay que


[re]correr para poder encontrar. Hay que andar un día entero para
poder hallar un poquito, salir de la mañana e ir quizás a bosques
que son de personas, que uno tiene que pedir una autorización
para entrar. Entonces está complicado el trabajo de la artesanía.
Dagoberto Marilicán, Llanco, 2016

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Hace algunas décadas el bosque nativo de Chiloé, y en especial el de la
provincia de Ancud, se ha visto afectado por la tala indiscriminada de la
industria maderera y la reforestación con especies introducidas como el
eucalipto (Eucalyptus globulus y eucaliptus nitens) y el pino (Pinus radiata).
Ellos [los hermanos Marilicán] trabajan la quilineja en los alrededo-
res de Ancud. La zona de Ancud es una zona donde el bosque nativo
se ha devastado en una forma grosera. Entonces, claro, a ellos les
cuesta mucho encontrar la fibra, la materia prima para su trabajo.
Marijke van Meurs,
Directora Museo Regional de Ancud, Ancud, 2016

Todos los productos, tanto en la quilineja como en el voqui han sido


destruidos por las empresas que han venido de afuera, han sacado
todo el producto de la isla de Chiloé. Las empresas madereras que
han venido, han llevado todo… de la época del 73 en adelante,
desde ahí el bosque [se] lo llevaron. Ya no quedó nada de bosque,
lo llevaron con raíces y todo para hacerlo astilla.
Dagoberto Marilicán, Llanco, 2016
El reemplazo de especies arbóreas nativas por especies introducidas en
Chiloé no solo ha provocado el desequilibrio y la destrucción del ecosiste-
ma, sino también la disminución del crecimiento de especies endémicas
como la quilineja, que solo crecen en el bosque nativo.

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En el bosque que se planta ahora, que se hace forestación, la quili-
neja no permanece porque los maderos [las especies introducidas]
tienen mucho ácido, entonces, no puede ser [que] la quilineja per-
manezca porque se muere. Esos son los temas de los crecimientos,
no sacamos nada en forestar si no tenemos quilineja, por eso se está
perdiendo… Cualquier madero que venga de afuera, sea planta de
pino o sea de eucalipto, es lo mismo, mata toda la especie nativa.
Dagoberto Marilicán, Llanco, 2016

El bosque nativo era (...) una cosa muy buena, porque ahí había
muchos elementos para trabajar, estaba el voqui, el voqui blanco,
el voqui negro, estaba la quilineja y no sé cuántas enredaderas más
que crecen en los montes, pero se va terminando.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016

132
TRADICIÓN FAMILIAR
«No se puede cortar el hilo»
Los hermanos Clodomiro y Dagoberto Marilicán Lindsay son actualmente
la cuarta generación de artesanos en quilineja de la familia. Ellos hereda-
ron los conocimientos de sus antepasados como un tesoro familiar. En el
caso de la familia Marilicán, el traspaso de saberes en torno a la cestería
se ha dado en un contexto hogareño y cotidiano, donde el aprendizaje
—como consecuencia del traspaso generacional de los saberes— ha sido
resultado de la participación y el trabajo colaborativo entre los miembros
de la familia. Dicho aprendizaje no responde a un momento o a acciones
específicas, sino más bien a experiencias familiares, donde la artesanía con
esta fibra ha estado profundamente ligada a la vida cotidiana, y donde la
capacidad de observación la ha definido del mismo modo que el entorno
y los conocimientos relacionados con la práctica. La observación —que
surge de la participación— permite adquirir el saber necesario para conti-
nuar con la recolección, extracción y confección de la cestería en quilineja.
Esta labor se ha dado al interior de la familia Marilicán como un continuo
transgeneracional arraigado en las experiencias de la niñez.
Yo aprendí así solamente, por mi pura inteligencia, ninguno me
enseñó, no. Y solamente veía que ellos buscaban quilineja (…). Yo
miraba que ellos trabajaban, pasaba y seguía en lo mío, pero cuando

133
yo quise hacer algo lo hice, lo ingenié y empecé a trabajar. Yo por
eso le digo, las creaciones son todas nuestras.
Dagoberto Marilicán, Llanco, 2016

Tradición e innovación
Como toda tradición que debe adaptarse al paso del tiempo, la práctica
de esta artesanía se ha transformado con los años. Si bien la materiali-
dad y la técnica se han mantenido vigentes, algunos formatos y usos han
experimentado cambios al actualizar las funciones aplicadas al uso del
material, lo que se expresa en nuevos diseños.
Es una cestería súper entretenida porque tenemos en esa familia
todos los cambios que tú puedes pensar que existen. Doña Ánjela
realiza una cestería fina, a la que le denominan lujos o fantasía, que
es casi una filigrana hecha en bolillo, como una técnica europea
antigua. Don Juan, por el otro lado, también teje canastos más bien
con la fibra fina, pero es Cloro [Clodomiro] el que fabrica canastos
a la usanza tradicional para la fabricación de chicha, los canastos
chicheros. Y estos canastos chicheros son de una fibra súper dura
y el trabajo es difícil (…), no es la filigrana que hacía su mamá, pero
igual hay una fineza que es súper entretenida y bonita. Y Dago [Da-
goberto] es el innovador de la familia, es el más joven y él fabrica
canastos con innovaciones, con unos trenzados, con unas cosas
más modernas, adaptando las técnicas antiguas.
Marijke van Meurs,
Directora Museo Regional de Ancud, Ancud, 2016

134
Usanzas antiguas
Antiguamente los abuelos fabricaban diversos elementos a partir de la
quilineja. Se destacan objetos útiles para la vida cotidiana del campo,
tales como escobas, escobillones y canastos que servían para transportar
enseres, alimentos o animales pequeños como gallinas y patos. También
se fabricaban cuerdas para amarrar animales o para hacer cercos con varas
entrelazadas. Asimismo, se hacían sogas para fondear embarcaciones.
Este tipo de cestería era vendida en Ancud, a orillas del río Pudeto, en las
calles del centro de la ciudad o en el mercado.
Mis abuelos… ellos lo ocupaban como lazo para sus animales, si
iban amarrados los bueyes con esto, los hacía amanecer la noche
amarraditos para que no les rompan las huertas, para eso era.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016

El voqui y la quilineja se utilizaban para hacer cercos… Ahora nadie


ve cercos de vara trenzada, antes todo era madera trenzada: una
estaca aquí, otra estaca allá, iban cruzando y las iban amarrando
con quilineja. Hoy día ya no se ve un cerco de esos. Se hacían tren-
zas o si no la torcían un poco no más y como la quilineja es flexible,
puede aguantar una yunta de bueyes y no la corta. Eso es lo que
hacía la gente antes cuando trabajaban en los cercos de madera.
Dagoberto Marilicán, Llanco, 2016

135
136
Resalta dentro de este tipo de confección tradicional el canasto chiche-
ro, utilizado para prensar el bagazo2 de la manzana molida con la que se
produce chicha. Este canasto se hacía generalmente por encargo y, pese
a no ser utilizado comúnmente en la actualidad, su fabricación ha per-
durado en el tiempo como un objeto icónico de la artesanía tradicional
de la cestería en quilineja.
Para hacer la chicha se empezó a trabajar el canasto de quilineja,
se hacía ancho... se hace. Se colocan [los canastos] en las prensas,
adentro, y ahí se coloca la manzana, después se aprieta y ahí sale
la chicha… Ahora lo tienen de tradición, de modelo para poner
flores en los hoteles, para decorar, para eso lo tienen, pero antes
se utilizaba solamente para puro trabajo de la chicha. Eso lo hacía
mi papá, se lo encargaban para la chicha.
Dagoberto Marilicán, Llanco, 2016

Lujos o fantasías
Asimismo, existe un trabajo en quilineja de tipo ornamental realizado
principalmente por doña Ánjela Lindsay y por don Juan Marilicán. Este
tipo de cestería es un trabajo más delicado, hecho a partir de quilineja

2  Residuo fibroso resultante de la trituración, presión o maceración de frutos, semi-


llas, tallos, etc., para extraerles su jugo, especialmente el de la vid o la caña de azúcar
(RAE, 2005).

137
seleccionada y tejido con una y dos hebras finas. Entre estas piezas or-
namentales —lujos o fantasías, como las denomina la propia familia— se
encuentran figuras que aluden a la tetera, el azucarero y el mate, y hay
también paneras, bandejas y pantallas para lámparas y canastillos para
colocar tarros de café.
Eso es lo que hacía la finá’ de mi mamá, la tetera, este era el trabajo
de ellos… Se trabaja con dos hebras, pero en quilineja escogida, es
muy fino el trabajo. Tanto mi papá como mi mamá trabajaban los
dos esa forma de dos hebras de quilineja escogida.
Dagoberto Marilicán, Llanco, 2016
Estas piezas ornamentales eran generalmente hechas por encargo para
comercializarlas en las ciudades de Ancud y Castro, ya fuese por venta
directa a clientes o, bien, por intermediarios dedicados a la venta de ar-
tesanía local en el mercado de Ancud.
Lámparas le encargaba la gente del pueblo. Sí, era la mejor canas-
tera [Ánjela], le ganaba a mi veterano lejos, ella no fue de esta
generación, claro que la raza inglesa es muy industriosa sí, eso es
lo que tiene, porque le viene un acuerdo y le viene otro para hacer,
así era mi mamá. Le venía un acuerdo para hacer teteras, después
se le dio por hacer chiquititas y lo hizo no más. Ella iba mucho a
buscar quilineja igual, se iba conmigo a buscar.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016

138
Actualmente las piezas de doña Ánjela y don Juan forman parte de coleccio-
nes particulares, propiedad de lugareños que valoran y admiran su trabajo, y
que las atesoran no solo por su valor patrimonial y estético, sino además por
el valor sentimental que permite conservar la memoria de este matrimonio.

«Son creaciones nuevas que vamos trabajando cada día»


En el contexto familiar ya descrito, los hermanos Marilicán Lindsay son los
herederos de la manera de trabajar la cestería en quilineja; ellos consiguie-
ron preservar los conocimientos técnicos necesarios que les han permitido
innovar y lograr que esta práctica artesanal alcance una mayor valoración.
Uno de los elementos innovadores del trabajo de estos hermanos es la
combinación de las técnicas de trenzado y soga de la fibra para la creación
de piezas en quilineja de gran tamaño, tales como el canasto estilo copa,
el canasto florero o el redondo con adornos y terminaciones. Si bien las
creaciones realizadas por estos hermanos pueden tener un uso práctico
y cotidiano, su principal valor es ornamental y decorativo.
Después empezamos a crear con la trenza distintas formas de tra-
bajo (…) Cada uno se las fue ingeniando, haciendo distintas formas.
Todas las figuras que nos piden las vamos haciendo, vamos cam-
biando de distintas formas, entonces son creaciones nuevas que
vamos trabajando cada día; ellos [los padres] tenían otra forma de
trabajar, trabajaban con quilineja de una hebra, todavía la tengo
por ahí de muestra, sus trabajos, de una hebrita, una quilineja que
no se quiebre ni menos, era una quilineja bien especial.
Dagoberto Marilicán, Llanco, 2016

139
140
Como se ve, ambos hermanos se dedican principalmente a la creación
de piezas de mayor tamaño en comparación a los lujos o fantasías de sus
padres. Siguiendo la usanza antigua, las piezas de Clodomiro son las que
rescatan más fielmente la manera tradicional de la cestería, siendo el
canasto chichero, el canasto con forma de florero y el con forma de copa
sus trabajos más representativos.
La inspiración del diseño de sus canastos proviene de modelos como el
canasto chichero, o bien de los lujos o fantasías, sin ser una réplica de ellos.
Como dice Cloro, sus trabajos los lleva «en la mente», «en las manos», en
el «temperamento» de la hebra, o bien, según se le dé «el entusiasmo».
Está todo en las manos, eso no más es lo que tiene que ver, las manos
no más, sí, que estén sanas, su temperamento que tienen… Copas,
trenzas para canastos, ahí trabaja la mente de uno, como se le da
el entusiasmo de hacerlo… Ese es un dibujo de canasto, eso sale
de la mente de uno, no más, cómo lo quiere hacer, sí, y después le
puede colocar una trenza de estas, ahí lo va dibujando más arriba,
ahí va con trenza, con dos trenzas de estas, va matizando… El ca-
nasto lo va haciendo uno como se le da el entusiasmo de hacerlo,
porque son dibujos, un canasto para vender, para ropa, así, y con
dos tomadores queda bonito.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016
Dagoberto, por su parte, es quien ha realizado más innovación en relación
al diseño y técnicas de tejido en quilineja. Su trabajo rescata el volumen y

141
tamaño del canasto tradicional, pero incorpora terminaciones en forma
de flequillos con bordes o contornos calados, dándole un estilo más mo-
derno a la cestería. Las piezas más representativas de Dago son canastos
redondos, canastos estilo copa, floreros, individuales y lámparas.
Acá hago las trenzas, los canastos, esto es lo que se hace para poder
hacer la artesanía, se van trenzando, busca la quilineja usted, esta
es la que de verdad es quilineja. Acá están las trenzas y aquí está la
verdadera quilineja, entonces uno lo lava y después empieza a tra-
bajar. Esta es quilineja lavada y de ahí va haciendo distintos tipos
de trenzas para poder hacer distintos tipos de trabajos, canastos,
floreros, individuales, lámparas y decomurales para paredes, de todo
se utiliza. Esta es una quilineja que no se echa a perder, cuidándolo
dura muchos años, el producto más duradero en la artesanía.
Dagoberto Marilicán, Llanco 2016
Confeccionar un canasto en quilineja puede demorar alrededor de cinco
días de trabajo, tiempo que puede variar dependiendo de la complejidad
de la técnica y el tamaño.
Un canasto se demora cuatro o cinco días, más o menos. Está todo
en las manos, eso no más es lo que tiene que ver, que estén sanas,
su temperamento que tiene[n], sí. Yo una semana me tiro en una
copa... pero para que lo haga bien, sin apuro. A lo mejor igual lo
puedo hacer antes, cuando uno está bueno para trabajar, eso sí.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016

142
Si bien la fibra de quilineja es resistente y difícil de quebrar, las formas
predilectas en la cestería de los hermanos Marilicán son por lo general
canastos con líneas redondas, curvas u ondulares, que siguen el movi-
miento natural de la fibra. Crear objetos con líneas rectas representa una
complejidad mayor pues las figuras se descuadran.
En cuadrado es difícil, ¡uy! En cuadrado pasa rabia uno porque
se descuadra, no es como los canastos redondos, redondo va re-
dondeando no más (…), porque hace unas como olas que van muy
adentro o muy afuera. Igual es jodido, hay que trabajarlo con calma
no más, buscarle y buscarle hasta que salga.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016
La comercialización de la cestería es compleja, ya que no existe una gran
demanda ni un mercado que retribuya este trabajo con un precio justo. A
ello se suma la escasez de la quilineja, lo que implica una menor producción
de cestería. Si bien la principal forma de comercializar sus productos es por
intermediarios, su venta no satisface todas las necesidades económicas de
los hermanos Marilicán, y debe ser complementada con otras actividades
como, por ejemplo, la agricultura de autoconsumo.
Actualmente, sus productos son vendidos en las ciudades grandes de Chi-
loé. Gracias a su valor ornamental, las obras de los hermanos Marilicán
se pueden encontrar en algunos locales de artesanía, principalmente en
Castro y en el mercado de Ancud, donde es posible conseguir escobas.
Sus trabajos, además, son tanto piezas decorativas en cafés, restaurantes
y hoteles de Ancud como también piezas de colección y exhibición en el
Museo Regional de Ancud.

143
DEVENIR DE UNA PRÁCTICA
«Si no hay material, no podemos trabajar»
Como ya se ha dicho, la fibra vegetal de quilineja es un material que está
disminuyendo a causa de la progresiva desaparición del bosque nativo de
Chiloé, lo que dificulta la pervivencia de esta artesanía, pues cada vez es
mayor el tiempo y la distancia que demanda la exploración de nuevas áreas
para la recolección de la fibra. Esta situación desalienta a los artesanos
que quieren mantener vivo el legado de sus ancestros.
Yo salgo en la mañana tempranito, a las siete, a las ocho ya voy en
camino, llego a las 12 del día al bosque, porque hay que caminar,
pasar por dentro de campos donde no pasa nadie, y uno como está
acostumbrado, pasa, pero otra persona no pasa. Entonces, trabajo
dos horas en el día porque es puro caminar, así que no está ren-
table como para seguir trabajando [en la artesanía de quilineja],
porque [se] va a buscar bien poquito y es un tremendo sacrificio
(…). Es escaso el material, ya no hay material. Ya no dan ganas de
seguir trabajando la artesanía porque el material ya no existe, y no
existe porque se han destruido mucho los bosques, [se] han llevado
al bosque nativo al barrer. Las empresas que vinieron de afuera lo
explotaron todo, le echaron astillas, llevaron los árboles de raíces, y
al final ya no hay bosques acá en Chiloé. Es bien poquito de reserva
lo que va quedando, así que la artesanía ya se va a ir terminando

144
porque se está explotando todo el bosque nativo. Ese es el problema
de la artesanía en Chiloé: si no hay material, no podemos trabajar,
y en cualquier parte no se encuentra el material. Hay materiales,
pero no son los que se deben de trabajar… no sirven, sirven para
escoba no más, para pura escoba. Esa quilineja no da resultado
porque es más gruesa, más quebradiza… La quilineja es blandita,
esta es blandita, es especial, que uno la dobla para donde quiera, la
otra no, la otra [se] dobló y se quebró, entonces no tiene la misma
savia, no se puede trabajar porque esta quilineja se mantiene de
la savia y por la savia se mantiene flexible.
Dagoberto Marilicán, Llanco, 2016

«Al final se va a perder el trabajo de la artesanía»


A partir de los elementos descritos, el devenir de la cestería en quilineja se
vislumbra incierto, sobre todo si se considera que las causas identificadas
pueden mantenerse sin cambios favorables. Esta situación es común en
muchas prácticas artesanales tradicionales cuya producción depende del
medioambiente y de ecosistemas frágiles, donde la posibilidad de recupe-
ración frente a la extracción industrializada es muy baja.
Al final se va a perder el trabajo de la artesanía porque ya no exis-
ten los bosques que había acá en la isla verdadera. Van quedando
restos, pero a orilla de mar, y en la orilla tiene otra forma de ser
el producto. Esos son los temas del trabajo de la artesanía. Van
a quedar recuerdos que la gente trabajó, nada más; no habiendo

145
material, no va a haber fuente de trabajo (…). Por eso es que le digo
yo, que acá en la isla de Chiloé ya no va a haber ninguna cosa para
trabajar artesanía con el tiempo…
Dagoberto Marilicán, Llanco 2016

Es malo porque no va a haber nadie que haga nada acá en este lu-
gar, eso va a ser así, va a desaparecer todo. Los bosques ya van cada
tiempo menos, menos, menos. Los van cortando con motosierra,
con hacha, y los llevan para la ciudad, a Ancud, y la leña para
Puerto Montt y no sé qué parte más, hasta Osorno creo que llega.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016
A esta preocupante realidad se agrega el hecho que no existe una nueva
generación en la familia Marilicán que conozca y practique el trabajo de
la artesanía en quilineja.
Aquí no salió nadie que pueda hacer esto, solo yo y Dago que apren-
dió ahora, somos los únicos, los únicos somos, de ahí no hay nadie.
De nuestros apellidos ninguno quiso trabajar con esto y no va a
haber nadie más, porque se ve ya, no les interesa.
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016

«Pero que quede en familia»


Pese a lo anterior, se tiene la esperanza que algún integrante de la familia
se motive a aprender y a seguir desarrollando y transmitiendo la sabiduría

146
heredada de los abuelos Marilicán en torno a la artesanía en quilineja y al
conocimiento del bosque nativo.
Esta es una tradición de familia, y si algún día uno ve que hay im-
plementos para trabajar, se lo deja a un hijo, a un sobrino o a un
nieto… Le gusta bastante a los sobrinos, igual están interesados,
vienen acá a practicar (…). Así que está en ellos, yo les dije: «El día
que ustedes quieran aprender, aprendan para sí, porque después
cuando tengan hijos lo irán entregando a sus otros hijos». Eso
es tradición de familia, y lo tengo puesto en todos los proyectos:
«tradición de familia». Yo anhelo que se mantenga, que quede
todo en familia, ahí sí pongo todo mi anhelo de enseñarles, pero
que quede en familia.
Dagoberto Marilicán, Llanco, 2016
Dicho anhelo se circunscribe estrictamente al ámbito familiar, es decir,
los hermanos Marilicán Lindsay, quienes, tal como señalaba su padre,
don Juan, no desean que la sabiduría y conocimiento de la cestería en
quilineja sea traspasado a otras personas que no pertenezcan al entorno
familiar. Esto se fundamenta en experiencias observadas en las que los
maestros enseñaron el oficio a personas ajenas a su linaje y, finalmente,
los aprendices terminaron por convertirse en competencia para los artesa-
nos antiguos, los que en muchos casos quedaron marginados y relegados
a segundo plano. Esta medida de protección hacia el trabajo que realizan
contribuye a resguardar lo tradicional de su oficio, pero al mismo tiempo
restringe las posibilidades para que se siga perpetuando en el tiempo, tal
como sucedió con el estilo de doña Ánjela y sus lujos o fantasías.

147
Yo siempre me recuerdo de eso, cuando hubo un tiempo [en] que los
curas hicieron cursos, se perdieron unas tradiciones muy bonitas.
Por haber enseñado, perdieron los propios artesanos: quedaron en
la calle pidiendo limosnita y ellos [los curas] crearon tremendos
talleres y le quitaron toda la fuente de trabajo a esas personas y
los dejaron así, a brazos cruzados. Entonces desde ahí tomé carta
en eso y dije: «No». Y por eso yo no quiero crear escuelas, para allá
ponen distintas cosas y después el artesano, ¿dónde queda? ¿Su
fuente de trabajo dónde queda? Ese es el motivo.
Dagoberto Marilicán, Llanco 2016
Este sentido de pertenencia es un punto fundamental en la noción de
patrimonio, ya que no solo se debe considerar la transmisión de los cono-
cimientos como cuestión básica para practicar el oficio de artesano, sino
que, principalmente, y como condición previa, es necesario definir quién
o quiénes tienen derecho al acceso de este conocimiento antes de iniciar
un proceso de transmisión. Dicho de otra forma, los hermanos Marilicán
explicitan de manera muy clara que el patrimonio es un legado familiar al
que no todos tienen acceso. Así lo deja ver también Clodomiro cuando,
haciendo mención a su oficio, declara: «Yo no pude ir a la escuela, así que
esto fue lo único que pudieron dejarme mis padres».

148
DE BOSQUES Y TRAMAS
La cestería en el archipiélago de Chiloé es una actividad de larga data,
practicada desde tiempos precolombinos, y en muchos casos responde
a vestigios de culturas arcaicas como las de los chonos y huilliche. Su
permanencia en el tiempo da cuenta de la importancia que, a lo largo de
diversas culturas sucesivas, esta práctica ha tenido en la vida cotidiana
de los habitantes que han poblado este territorio. Por lo mismo es que,
históricamente, la cestería ha circulado como parte de la vida cotidiana,
tanto en espacios domésticos como en actividades rituales y producti-
vas. Las técnicas de confección y los diseños han ido cambiando, pero el
material se ha mantenido como elemento constante. Sin embargo, en el
último tiempo, nuevos objetos y materiales han reemplazado a los anti-
guos en las funciones que estos cumplían: el plástico y sus aplicaciones
en utensilios domésticos ha incidido fuertemente en la desaparición o
disminución de muchas artesanías tradicionales.
No obstante, este reemplazo ha hecho posible el proceso de refuncionali-
zación e innovación, como las observadas en las fantasías ejecutadas por los
padres de los hermanos Marilicán. Incluso, la pieza más emblemática de
esta artesanía, el canasto chichero, ha tenido un desarrollo que, sin perder
su funcionalidad, ha ganado valoración no solo como objeto decorativo
sino también como un objeto de alto sentido simbólico y evocativo. En
efecto, este canasto era una pieza sin la cual no se podía prensar la pulpa
de la manzana en la maja para hacer chicha. Hoy, ha sido reemplazado

149
por sacos paperos que tienen una vida útil muy breve bajo la presión de
la prensa chichera. Pero, paralelamente, este canasto se sigue usando en
celebraciones y festividades costumbristas relacionadas con la tradición
chichera chilota, donde su ausencia es inexcusable. En este contexto, el
canasto chichero ha tenido una mayor relevancia, haciendo posible la
incursión en diseños innovadores.
Estos cambios han operado gracias a la sabiduría de los hermanos Marilicán
Lindsay: si bien no son los únicos en Chiloé que utilizan la quilineja para
la realización de piezas artesanales, son ellos los exponentes más desta-
cados de esta disciplina y los guardianes de un conocimiento depurado
en el tratamiento de este material y su imaginería resultante.
La dimensión que la artesanía en quilineja tiene en la vida de la familia
Marilicán Lindsay no solo reviste una estrecha relación con el medio y el
entorno, sino además implica una compenetración con su paisaje, que,
para el caso, es mucho más que el mero bosque. Ser artesano, tal como los
Marilicán asumen esta disciplina, compromete una noción de vida y una
cultura originadas en la experiencia profunda del bosque, de sus especies,
sus tiempos, crecimientos, florecimientos y respiros, sus misterios y re-
velaciones. La vida organizada desde la quilineja es también una forma
de participar en un orden preestablecido, donde existen entidades que
rigen dicho universo.
Artesanos como los hermanos Marilicán saben que donde hay quilineja
también está presente el Trauco, entidad que vive en el bosque nativo y
lo gobierna con poderes que están más allá del bienestar humano; por lo

150
mismo, es necesario disponer de los saberes y los recursos rituales para
protegerse de sus influjos nocivos y evitar ser alcanzado por su poder, hay
que saber por dónde entrar y salir del bosque, cómo permanecer y qué
hacer frente a un encuentro con dichas entidades.
He andado en el bosque… he visto de todo ahí, hasta el Trauco,
todo. Me ha perseguido, pero conmigo la ha corrido después (…).
Anduve con los machis pa’ afuera cuando me tiró aire la mugre esa,
y la machi me dijo: «Defiéndete así, defiéndete asá», también lo
hice. Había que andar trayendo un cuchillo de acero, en la cintura,
blanco. Entonces, llegó no más uno, sintió algún ruido, llegó no
más uno y cortó así en cruz, así, se mandó la puñalá, y se retiró el
espíritu malo que anda, y así anda uno fácil en la montaña. No tiene
por qué meterse a molestar a uno… 60 años en el bosque andando…
Clodomiro Marilicán, Llanco, 2016
Ser artesano en quilineja compromete una relación entre el ser humano
y la naturaleza cimentada en el aprovechamiento de sus recursos, en un
diálogo de respeto y complicidad. La riqueza de esta disciplina da cuenta
de un saber y de un hacer que va más allá de los procedimientos y téc-
nicas propias de la cestería, en tanto expresa un conocimiento cultural,
enraizado en el medio que se habita y en las costumbres y tradiciones
familiares y locales.

151
GLOSARIO
Bongo: Antigua barca monóxila o em- Voqui (Cissus striata): Planta trepadora
barcación de madera cavada, utilizada —a veces también rastrera— con tallos
para navegar en ríos o cauces fluviales. que se enredan por medio de zarcillos.
Crece en forma natural o nativa entre
Caleuche: Legendario barco fantas-
las regiones de Coquimbo y de Aysén
ma parte de la mitología, historia y
en Chile. Sus tallos se usan para hacer
creencias del archipiélago de Chiloé.
amarras, sogas y canastos rústicos, así
Huecho: Conjunto o agrupación de como también artesanías decorativas
hebras de quilineja en los árboles. y utilitarias. Sus hojas son utilizadas
para hacer cataplasmas para curar
Huesos o huesitos: Brotes pequeños, erupciones cutáneas.
duros y filudos ubicados en la fibra de
quilineja.
Trauco: Ser mitológico que habita en
los bosques de Chiloé y se viste de
quilineja. Se caracteriza además por
poseer una fuerza descomunal y hacer
daño a distancia. Se dice que enamora
a las jovencitas y las embaraza.
Veta: Antigua soga hecha de quiline-
ja trenzada con la que se amarraban
las embarcaciones.

152
Ministro: Ernesto Ottone Ramírez
Subdirectora Nacional: Ana Tironi Barrios
Jefe del Departamento de Patrimonio Cultural: Patricio López Beckett

TESOROS HUMANOS VIVOS


RECONOCIMIENTO 2016
Publicación a cargo de Selección fotográfica
Karla Maluk Spahie (CNCA) María Paz Jones González (CNCA)
Luna Meza Urrutia (CNCA)
Textos
Francisca Retamales Quintero, Dirección de Arte
Agustín Ruiz González, Patricio Díaz Soledad Poirot Oliva (CNCA)
Rodríguez, Luna Meza Urrutia (CNCA)
Diseño y diagramación
Coordinación y producción editorial Estudio Vicencio
Aldo Guajardo Salinas (CNCA)
EQUIPO REALIZADOR
Corrección de estilo Dirección:
Cristina Vega Videla Gonzalo Duque Casellas, Marcelo Celedón Ortiz,
Francisca Retamales Quintero
Fotografía
Helen Hughes Guion:
Natalia Espina (CNCA) Marcelo Celedón Ortiz, Gonzalo Duque Casellas
Sonido Directo: Post Producción de Sonido:
Isaac Moreno Castillo Pedro Ormeño Ramírez

Cámara: Fotografía fija:


Gonzalo Duque Casellas Helen Hughes

Cámara 2: Coordinación registro y edición


Pedro Aceituno Hoffmann audiovisual
Luna Meza Urrutia, Jorge
Montaje:
Maldonado Soto y Agustín
Marcelo Celedón Ortiz
Ruiz Zamora (CNCA)
Asistencia de Cámara: Bancoimagen
Álvaro Cabieses Saitúa,
Directora audiovisual
Sandra Alarcón Valdés
Alejandra Ruiz Reyes (CNCA)
Asistencia General:
Pablo Silva Pérez
© Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, 2017

ISBN (papel): 978-956-352-263-1

ISBN (pdf): 978-956-352-264-8

www.cultura.gob.cl

http://portalpatrimonio.cl/tesoros-humanos/

Se autoriza la reproducción parcial citando la fuente correspondiente.

Se terminó de imprimir el mes de diciembre del año 2017 en los talleres de


A Impresores, en la ciudad de Santiago (Chile).

Se imprimieron 2.000 ejemplares.


En esta publicación, presentamos con orgullo
cuatro reconocimientos a individuos y comunidades
por expresiones asociadas al Patrimonio Cultural
Inmaterial en Chile. Un camino diferente para
recorrer sus creaciones, pero tremendamente rico
en matices y texturas, que muestra la diversidad
cultural presente en nuestro territorio.

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