0% encontró este documento útil (0 votos)
91 vistas144 páginas

Argentina

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1/ 144

UNA DISCIPLINA EN CRISIS: BASES PARA UN CAMBIO DE

PARADIGMA EN EDAFOLOGÍA (EL SUELO, SU


CLASIFICACIÓN E INVENTARIO)

J.J.Ibáñez(1) , S de Alba(2), A. García Alvarez(1)


(1) Centro de Ciencias Medioambientales, Consejo Superior de Investigaciones Científicas CSIC Madrid
(2) Departamento de Geodinámica, Facultad de CC. Geológicas. Universidad Complutense de Madrid..

Resumen
La comunidad científica de edafólogos a comenzado a reconocer que la Edafología
se encuentra inmersa en una profunda crisis. A la luz de los recientes avances
conceptuales, metodológicos y tecnológicos, se reflexiona sobre los principales
problemas que acucian a esta disciplina, y más concretamente en lo concerniente a la
conceptualización del suelo, clasificación e inventario. Algunos de tales problemas se
encuentran directamente relacionados con su desarrollo histórico. Otros, poseen
repercusiones indirectas aunque incuestionables, afectando también a otras ramas
académicas que abordan el estudio de otros recursos naturales (p. ej. Hidrología,
Geografía, Geomorfología, Ecología, etc.). Entre los primeros, se abordan las
dificultades inherentes a la definición, clasificación e inventario del suelo, cuantificación
de la información edafológica, planificación de los muestreos, análisis de su diversidad y
variabilidad espacial y temporal, procesamiento estadístico de la información y uso de las
nuevas herramientas tecnológicas. Así, por ejemplo, resulta alarmante que aún no se haya
alcanzado una concepción heurística del sistema suelo capaz de dar coherencia a un
cuerpo doctrinal sólido y rigurosamente formalizado que se enfrente a los retos y
demandas actuales de información edafológica. En otras palabras, la comunidad
científica de edafólogos aun no ha sido capaz de conformar una "ciencia" en el sentido
estricto del término, bajo los cánones actuales de la filosofía de la ciencia. Se analiza la
dificultad que entraña el análisis de un recurso cuya variabilidad espacio-temporal se
produce en continuum. Todos estos conflictos, siempre que ha sido posible, son
presentados como dilemas y paradojas. Para la mayoría de ellas se intentan ofrecer
soluciones, globales o sectoriales. Así pues, el objetivo perseguido es el de presentar una
serie de alternativas que nos aproximen a una conceptualización y representación más
rica de la "realidad" edafológica. Entre las metodologías propuestas destaca el uso más
intensivo de la geoestadística, lógica difusa, física y matemáticas del caos y la aplicación
de la teoría de campos.
1. Introducción: La crisis actual de la Edafología como ciencia
1.1 Objetivos y algunas recomendaciones para la lectura de este manuscrito
1.2 El reconocimiento de la crisis por la comunidad científica
1.3 Algunas razones de la crisis edafológica: Consideraciones políticas y
socioeconómicas. Un análisis bibliométrico
1.4 El cambio de orientación de los reconocimientos de suelos y el problema de
la cuantificación
1.5 Nuevas demandas conceptuales, metodológicas e instrumentales en materia de
información edafológica
1.6 La paradoja tecnológica de Burrough
1.7 Las paradojas estadísticas
1.8 La teoría de los sistemas jerárquicos y los problemas escalares
1.8.1 Aspectos generales
1.8.2 Aplicación de la teoría de los sistemas jerárquicos: La edafosfera
1.9 La paradoja de la medida
1.9.1 La rugosidad superficial
1.9.2 El problema de las escalas
1.9.3 Escalas y procesos
1.9.4 Conclusiones sobre la paradoja de la medida
2.¿Qué es esa cosa llamada ciencia?
2.1 Introducción
2.2 El Inductivismo: La ciencia como conocimiento derivado de los hechos de la
experiencia
2.2.1 El razonamiento inductivo
2.2.2 La lógica y el razonamiento deductivo
2.2.3 La predicción y la explicación en el inductivismo
2.2.4 El encanto del inductivismo ingenuo
2.3 El problema de la inducción
2.3.1¿Se puede justificar el principio de inducción?
2.3.2 La retirada a la probabilidad
2.3.3 Posibles respuestas al problema de la inducción
2.4 La observación depende de la teoría
2.4.1 La concepción popular de lo que es la observación
2.4.2 Los enunciados observacionales presuponen la teoría
2.4.3 La teoría guía la observación y la experimentación
2.4.4 El inductivismo no esta refutado concluyentemente
2.5 Introducción del falsacionismo
2.5.1 Apoyos a Lógica falsacionista
2.5.2 La falsabilidad como criterio de teorías
2.5.3 Grado de falsabilidad, claridad y precisión
2.5.4 Falsacionismo y progreso
2.5.5 El falsacionismo sofisticado: Grados de falsabilidad relativos en vez de
absolutos
2.5.6 El aumento de la falsabilidad y las modificaciones “ad hoc”
2.5.7 La confirmación en la concepción falsacionista; audacia, novedad y conocimiento
básico
2.6 Comparación de las concepciones inductivista y falsacionista de la
confirmación
2.7 Las limitaciones del falsacionismo
2.7.1 La dependencia de la observación de la teoría y la falibilidad de las falsaciones
2.7.2 La complejidad de las situaciones reales de prueba
2.7.3 Sobre la base de los argumentos históricos, el falsacionismo es insuficiente
2.8 Las teorías como estructuras: los programas de investigación
2.8.1 Considerar las teorías como totalidades estructurales
2.8.2 Los programas de investigación de Lakatos
2.8.3 La metodología dentro de un programa de investigación
2.8.4 La comparación de los programas de investigación
2.9 Las teorías como estructuras: Los paradigmas de Kuhn
2.9.1 Los paradigmas y la ciencia normal
2.9.2 Crisis y revolucion
2.9.3 Función de la ciencia normal y las revoluciones
2.10 Las escuelas relativistas más radicales de la filosofía de la Ciencia
3. Problemas conceptuales de la Edafología
3.1 El suelo como concepto: ¿Qué es un suelo?
3.2 La primera paradoja conceptual: Pasos hacia un modelo holístico del suelo
3.2.1 Introducción
3.2.2 Modelos conceptuales o representaciones del sistema edáfico
3.2.2.1 El suelo como cuerpo natural
3.2.2.2 El suelo como substrato del desarrollo vegetal
3.2.2.3 El suelo como entidad geológica
3.2.2.4 El suelo como manto estructural
3.2.2.5 El suelo como manto transmisor de agua
3.2.2.6 El suelo como componente del ecosistema
3.2.2.7 Modelo holístico de la edafosfera
3.2.2.8 El suelo como componente de los sistemas superficiales terrestres
3.2.2.9 Consideraciones sobre los modelos mencionados: la primera paradoja
conceptual
3.3 La segunda paradoja conceptual: El continuum edafosférico
3.4. Sobre el concepto de bio y edafotaxas, las clasificaciones y la paradoja del
continuum: consideraciones epistemológicas
3.5. Un análisis científico y metacientífico de las clasificaciones biológicas
3.6. Consideraciones sobre la estructura de los sistemas taxonómicos: El caso de las
clasificaciones biológicas y edafológicas
4. Algunas propuestas para la extensión de las fronteras actuales de la
Edafología
4.1 Hacia la elaboración de mapas de recursos edáficos
4.1.1 Aproximación a la extensión de la pedosphere
4.1.1.1 Introducción
4.1.1.2 Pérdida de suelo e infraestructuras materiales
4.1.1.3 Suelos y humedales (suelos hígricos y/o anfibios)
4.1.1.4 El volumen de sedimentos edafosféricos y la cartografía de la erosión
4.1.2 A modo de resumen
5. Consideraciones finales
1. Introducción: La crisis actual de la Edafología como ciencia

1.1 Objetivos y algunas recomendaciones para la lectura de este manuscrito


Antes de iniciar nuestras argumentaciones quisiéramos explicar brevemente su
génesis al temerario lector. En 1998 el Buró Europeo de Suelos tuvo el atrevimiento (o
insensatez) de firmar un contrato con el CSIC, para que uno de los autores (J.J. Ibáñez)
elaborara cinco monografías sobre temas que difícilmente hubieran sido subvencionados
por otros canales. Entre ellas cabría mencionar la elaboración de un mapa de edafomas
(concepto propuesto por el mismo investigador), criterios científico-técnicos para la
constitución de una Red Europea de Reservas Naturales de Suelos y un análisis del
estado actual de la edafología como disciplina científica ("the state of the art", que tanto
gusta decir en el mundo anglosajón). Como todos los posibles lectores de este manuscrito
entenderán, es decir aquellos que no se asusten al contemplar lo voluminoso de esta
contribución (que hemos elaborado siguiendo también al pie de la letra la filosofía
anglosajona ("si quieres que te lean se breve") presentamos al Congreso Argentino de la
Ciencia del Suelo un primer borrador de la última tarea citada. Obviamente, se trata de
un análisis preliminar. Aún queda mucho por hacer para que obtengamos un producto
más o menos acabado. Quedan todavía muchos temas que añadir. Lo lógico es que
finalmente hubiéramos optado por presentar una trabajo más breve y bellamente acabado.
Sin embargo este modo de proceder, aunque hubiera dado lugar a un producto ortodoxo,
también es cierto que sería menos polémico. Deseábamos ofrecer un documento abierto a
la controversia, el debate y la discusión, sobre la actual crisis de la edafología, no
cuestionada ya por nadie, al menos en los países autodenominados desarrollados. Y aquí
está. Hemos tenido que optar por la inclusión de abundante información, frente a la
concisión y el buen gusto. Sin embargo creemos que merece la pena.
No dudamos que aquellos aventureros que se decidan a leer esta contribución
tomarán posturas frente a las opiniones aquí vertidas, es decir no creemos que consigan
permanecerán insensibles a nuestras consideraciones. El que se adhieran a ellas o no, nos
parece más irrelevante. Tomar conciencia de los problemas actuales de la edafología ha
sido la misión que nos hemos impuesto. Esperamos haberlo conseguido. Se trata pues de
lo que en lengua inglesa se denomina una "brainstorm".
En 1988, un lamentable accidente estuvo a punto de costarle una cojera permanente
al primer firmante de este trabajo (que va de un contratiempo a otro sin interrupción).
Durante dos años no supo si podría volver a andar con normalidad. Como científico de
campo, aquella situación le resultaba aún más preocupante, por cuanto podía destrozar su
carrera profesional. Durante varios meses meditó sobre el tema. Comenzó a leer libros de
teoría por los que reconducir su carrera. Casi inadvertidamente se topó con libros acerca
de la filosofía y sociología de la ciencia y quedo atrapado en su lectura. Como en el caso
de Kuhn, del que se hablará más adelante, se dio cuenta de que los investigadores no
solemos tener ni la menor idea de lo que realmente significa, intelectual y socialmente, la
empresa científica. En consecuencia, impelido por razones que ni el mismo acababa de
entender (quizás fuera un filósofo frustrado), cambió su cosmología y se convirtió en un
teórico recalcitrante. Inició seguidamente un análisis de la edafología a la luz de sus
nuevos conocimientos y se quedó bastante preocupado y frustrado. ¿Es la edafología una
ciencia sensu stricto?. Si no fuera el caso, ¿qué habría que hacer para convertir nuestra
disciplina en una ciencia rigurosa (dentro de lo posible) y respetada por la comunidad
científica?. He aquí el primer borrador (insistimos en ello) que se presenta para su
examen público. Lo que queremos decir es que no fueron sus ansias de impresionar como
persona docta y erudita, sino el azar y las circunstancias los que le hicieron "descubrir"
un nuevo mundo, una aventura intelectual novedosa. Pronto intentó contagiar a otros
colegas sobre sus preocupaciones. Dos de ellos (Dr. A. García Álvarez y Dr. S de Alba.
cometieron la imprudencia de escucharle y de ir en auxilio suyo con vistas a que este
desdichado pudiera dictar esta conferencia en Argentina. Aunque pronto cayeron en un
gravísimo error, ya era demasiado tarde. Gracias a su ayuda el Dr. Ibáñez logró terminar
este manuscrito por lo que les invitó a figurar como coautores de la ponencia. Esto no
significa que aquellos tengan necesariamente que estar de acuerdo con todos los
estrafalarios argumentos de la desiderata aquí presentada. Las tres semanas empleadas
para acabar este texto resultaron un infierno (a los tres). También lo fue para los
temerarios organizadores del evento que cometieron la imprudencia de invitarle. El texto
fue enviado a Argentina con mucho más retraso del razonable y una extensión demencial,
como pueden comprobar. Aún así aceptaron publicarlo, por lo que también puede
considerárseles corresponsables (como Gustavo Moscatelli, quién les sugirió iniciar esta
aventura y, por lo tanto, el instigador) de este desatino. Como autores, gracias por
quitarnos un peso de encima.
Como borrador poco elaborado por falta de tiempo, el texto es, permítasenos la
expresión un tanto ordinaria, un "ejaculatio precox" o un "coitus interrupus", según se
prefiera. Aparte de las carencias que alberga, con más tiempo hubiera sido organizado de
forma más coherente. Aún quedan por incluir varios ítems. Entre ellos cabría destacar
una descripción detallada de las nuevas corrientes en sociología de la ciencia. Por otro
lado, el apartado dedicado a la filosofía adolece de la carencia de ejemplos concretos que
ilustren como podría interpretarse nuestra disciplina, a la luz de las distintas escuelas
presentadas (aunque ya pueden inferirse varias conclusiones). No hubo tiempo y pedimos
disculpas también por ello. El Dr. Ibáñez, siempre tan proclive a etiquetar todo (aspecto
que, para más "inri", detesta en los demás) considera que las principales deficiencias son
la carencia de "conectores" y "conceptores" (¿?). Los primeros serían aquellos
constructos lógico-argumentativos, que vincularían los diversos apartados del texto para
dar mayor coherencia al producto (eso dice él). Por su parte, los segundos (de acuerdo
con Mosterín, 1984) se utilizan para pasar de teorías de bajo nivel, o concretas
(generalizaciones muy primarias a partir de los datos observacionales), a otras de alto
nivel o abstractas. Según Ibáñez, uno de los principales problemas de las ciencias
empíricas o experimentales reside en que nunca se suele pasar de las primeras a las
segundas, lo que impide, o al menos dificulta, que se elabore un cuerpo doctrinal en base
a enunciados más o menos "universales". Esta actitud también parece impedir que
podamos contemplar a los suelos como una "clase de sistemas", que compartan
regularidades con otros objetos de la naturaleza, de tal modo resultaría harto difícil
conectar el comportamiento de esa(s) cosa(s) que llamamos suelo(s) con la de otras
materias, e incluso con la física teórica (hecho muy mal visto por los empiristas pero no
por los teóricos de la física y los filósofos de la ciencia). De este modo, aun siendo
edafólogos podríamos discutir con los especialistas de otras disciplinas, incluso con los
de las denominadas duras (física y matemáticas) sobre el comportamiento genérico de
nuestros sistemas "dinámicos" (el sistema suelo se entiende), respecto a los estudiados en
otras ciencias. Esa es la aventura particular de Ibáñez, quien tuvo incluso el atrevimiento
de discrepar en público (en un curso de verano de la Universidad Complutense de
Madrid) con el propio I. Prigogine, Premio Nobel de Física y uno de los padres de las
Ciencias del Caos (ante el espanto y la incredulidad de los Organizadores y la sorpresa,
que no disgusto, del propio "genio", que pareció complacido de que alguien le diera
"caña").
Dicho todo esto, simplemente terminar reiterando nuestras disculpas (tanto a los
organizadores como a los asistentes al Congreso) por la heterodoxia de esta contribución,
así por su susodicha naturaleza "interrupta". Que ustedes lo "disfruten", porque hasta en
la ciencia hay gustos para todos. Tampoco nos importaría que lo repudien y denosten
(eso sí públicamente para darle mayor difusión), todo antes que la indiferencia (esa no
suele ser citada).
El suelo es un recurso natural más o menos renovable en función de la escala
temporal considerada. El reconocimiento de suelos (soil survey) es la disciplina
edafológica que aborda el inventario (incluida la cartografía) de los recursos edáficos.
A consecuencia de las nuevas demandas sociales en materia de suelos (Hartge 1986)
y de los progresos tecnológicos recientes (Zinck 1990), tanto la Edafología en general,
como el reconocimiento de suelos en particular se encuentran obligados a enfrentarse a
una revolución conceptual y metodológica, o lo que es lo mismo, a un cambio de
paradigma (Kuhn 1970; Ibáñez et al. 1991 y 1993). Del éxito de la empresa dependerá el
futuro de esta actividad y el prestigio de sus practicantes. En todo caso, debe tenerse en
cuenta que, para que se produzca un cambio de paradigma, no son suficientes los avances
tecnológicos. También se requiere la transformación de los elementos conceptuales sobre
los que se asienta una ciencia (Davies 1988). Dicho de otro modo, no debemos confundir
los progresos científicos derivados del desarrollo tecnológico con la potencialidad
heurística de las hipótesis audaces que convulsionan la matriz disciplinaria de una
disciplina científica. No obstante, ambos procesos están interrelacionados.
En esta conferencia se intentan concatenar una serie de reflexiones sobre el camino
que deberían seguir la Edafología y el reconocimiento de suelos con vistas a su
renovación. Con tal propósito, se ha elaborado un hilo argumental sobre la base de
ciertos problemas, deficiencias, dilemas y paradojas, conceptuales y metodológicos.
Éstas, por hundir sus raíces en la ortodoxia científica de sus practicantes, llegan a formar
parte de la infraestructura tácita del saber de los profesionales implicados sin ser filtradas
por un riguroso análisis epistemológico a la luz de los conocimientos científicos actuales.
Más concretamente, nos referiremos a la definición del objeto de estudio (el suelo y los
recursos edáficos), su clasificación (taxonomía), inventario (reconocimiento),
cuantificación y representación de la información (especialmente la que concierne a la
variabilidad espacial y temporal). Intentaremos demostrar que, como edafólogos,
debemos reconocer, o al menos recapacitar, sobre la posible carencia de una concepción
heurística del sistema suelo pertinente para dar coherencia a un nuevo cuerpo doctrinal
rigurosamente científico que sea capaz, simultáneamente, para cambiar estancamiento
por progreso, así como de enfrentarse a los retos y demandas actuales de información
edafológica.
Con vistas a solayar confusiones, antes de comenzar con nuestras consideraciones
quisieramos indicar que reservamos aquí el vocablo "Edafología" para todas aquellas
materias o subdisciplinas de las CC. del Suelo que versan sobre su morfología, génesis y
clasificación, así como a las que abordan la explotación y aplicación de sus resultados (p.
ej. evaluación y rehabilitación de tierras). Conservamos el término de "Ciencias del
Suelo", en su sentido más amplio. Somos conscientes que, estos nombres son usados para
designar cosas diferentes en distintos países. Así, por ejemplo en España no se suele
discernir entre Edafología y Ciencias del Suelo, usándose indistintamente.

1.2 El reconocimiento de la crisis por la comunidad científica


Durante los últimos años, se han publicado diversos artículos, notas editoriales,
cartas al editor, etc., en los que se reconoce la crisis que desde la década de los 70 sufre
la Edafología a nivel internacional (p. ej. Dudal 1987; Nachtergaele 1990; Jacob y Nordt
1991; Hudson 1992; Miller 1992 y 1993; Sposito y Reginato 1992; Warkentin 1992;
Zinck 1993; Notohadiprawiro 1993; Gardner 1991 y 1993; Greenwood 1993; Miller
1993; Ibáñez et al. 1993, 1997 y 1999; Bouma 1994; British Soc. Soil Sci. 1994; Bullock
1994; Bridges y Catizzone 1996; Yaalon 1996, 1997, Basher 1997). Básicamente la
mayoría de estos autores coinciden en la caída de la credibilidad de la disciplina y sus
practicantes en la comunidad científica, así como entre los responsables de las políticas
científicas nacionales e internacionales, en cuyas manos está la llave de lo que es
prioritario, y en consecuencia de su financiación y promoción. Esta situación ha
conducido a que, incluso en los títulos de algunos papers publicados en revistas
internacionales de prestigio se puedan leer títulos tan reveladores como: “Is pedology
dead and buried?” (Basher 1997).
Más aún, el reconocimiento de suelos parece ser la rama de la Edafología que viene
sufriendo más críticas en los últimos años. De hecho, el declive del interés por la
actividad en materia de investigación edafológica ha sido vinculado al del
reconocimiento de suelos (p. ej. Basher 1997). También se asume que el tradicional
matrimonio entre agricultura y Edafología, al que algunos han denominado como
"paradigma agronómico", muy fructífero científica, técnica e institucionalmente en el
pasado, ya no resulta serlo en la actualidad (Yaalon 1996, 1997; Ibáñez et al. 1997). De
hecho, el énfasis sobre las vinculaciones entre agronomía y Edafología, reiterado "ad
nauseum" en el pasado, ha propiciado el aislamiento de esta última de las otras
disciplinas que también abordan el estudio de ciertos recursos naturales, tales como la
Geología, Hidrología, Geomorfología y Ecología entre otras. Para algunos autores
(Nielson 1987). son justamente estas las que permitirían en la actualidad nuevas
demandas y aplicaciones de la información edafológica. En consecuencia, se ha
encendido una señal de alarma que reclama la necesidad de pasar inmediatamente a la
acción (Gardner 1993; Ibáñez et al. 1997). No intentaremos aquí profundizar
exhaustivamente en las circunstancias históricas que han conducido a esta situación, por
cuanto escapan al objetivo de esta comunicación, a la par que pudieran generar ciertas
suspicacias entre algunos lectores. La bibliografía reseñada es suficiente para todos
aquellos que deseen profundizar en el tema.
Este hecho resulta paradójico, por cuanto, actualmente la sociedad demanda una
mayor y más diversificada información Edafología (Zinck 1990; Ibáñez et al. 1993). En
los países industrializados, tanto la opinión pública como los media y gobernantes
manifiestan estar más preocupados por los problemas ambientales que por el incremento
de las producciones agrarias (Ibáñez et al. 1993; Yaalon, 1997). De hecho, las nuevas
directrices de la Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea (UE), con vistas a
reducir excedentes y a evitar la contaminación ambiental por agroquímicos, priman la
reducción de las producciones agrícolas y la retirada de tierras del sector agropecuario.
En este contexto, los problemas de la degradación de los suelos (p. ej. contaminación y
erosión) son prioritarios. Así ha sido recientemente reconocido por la European
Environmental Agency en su informe: “Europe’s Environment: The Second Assessment”
(EEA 1998). En dicho documento se manifiesta, con rotundidad, que la degradación de
la calidad de los suelos y aguas son los dos mayores problemas ambientales europeos, así
como en los que se han detectado menores progresos en las políticas sectoriales de los
estados miembros (EEA, 1998, Tabla 1, pág. 16). Más aún, existe una iniciativa para
promover una “Soil Conection or Convention on Sustainable Use of Soils” a nivel global
(Catizone 1998). Bajo este ambiente, han sido constituidos recientemente el Buró
Europeo de Suelos (European Soil Bureau -ESB-), adscrito al Joint Research Centre de
la UE (JRC, Ispra, Italy) y el Centro Temático Europeo de Suelos (European Topic
Center on Soils -ETC/S), perteneciente a la EEA, con sede en Sevilla (España) . 1

En este contexto resulta difícil entender, a primera vista, la reticencia de los


gobiernos e instituciones nacionales e internacionales en promover la investigación
edafológica y el inventario del recurso suelo. ¿Cuales son las razones subyacentes?.
Zinck (1990), Basher (1997), Ibáñez et al. (1994, 1997) y Catizzone (1998), entre otros,
comparten la opinión de que se han conjugado, simultáneamente, razones coyunturales
(razones externas a la propia actividad científico-técnica) y estructurales (inherentes a la
propia disciplina). Son precisamente estos últimos los que reclaman un cambio de
paradigma (una revolución científica) en la epistemología edafológica, ya que,
actualmente, esta aparenta ser incapaz de ofrecer los nuevos productos de calidad que la
sociedad y otras ramas del conocimiento científico demandan, y menos aun mediante
inversiones razonables y en un periodo de tiempo políticamente aceptable (Dudal 1987;
Zinck 1993). Ésta es una de las razones que ha promovido que comiencen a lanzarse
duras autocríticas desde el mismo seno de la comunidad de edafólogos, frente a otras
anteriores en donde la responsabilidad de la crisis era plenamente achacada a razones
coyunturales. En varias de ellas se inculpa a los propios edafólogos y cartógrafos de
suelos de ser los causantes de su propio aislamiento por falta de iniciativas para corregir
la presente situación (p. ej. Ibáñez et al. 1994; Catizzone 1998). Otros especialistas son
aun más taxativos en sus proclamas y han sugerido que la actual crisis se ha generado, al
menos en parte “por el conservadurismo, introspección, carencia de imaginación y falta
de visión de futuro” (p. ej. White 1993, citado por Basher 1997).
Posiblemente, en los eufemísticamente denominados países en vías de desarrollo,
lógicamente mucho más preocupados por el autoabastecimiento alimentario que por la
ética ambiental, la Edafología no haya sufrido tales ataques, o al menos no con la misma
virulencia. Yaalon (1997) advierte, no sin razón, de que esta situación puede dar lugar a
una fractura de la comunidad edafológica, por cuanto se corre el riesgo que se generen
dos comunidades de edafólogos ocupados y preocupados por temas diferentes. Se trata de
un aspecto que no hay que perder de vista. En cualquier caso, la experiencia de los
autodenominados países desarrollados debe alertar a los edafólogos de aquellos países

1 En diciembre de 1999 el contrato entre la EEA y el CSIC, para el mantenimiento del ETC/S finalizó sin
ser renovado. La EEA pretende hacer lo mismo con sus restantes Centros Temáticos, a la espera de un
año de reflexión y estudio con vistas a renovar sus estructuras. La EEA es un Organismo reciente cuya
operatividad aún esta muy lejos de la alcanzada por la Environemental Protection Agency de Estados
Unidos.
que se encuentren en posiciones intermedias sobre su posible futuro, de alcanzar
situaciones socioeconómicas más privilegiadas que las que actualmente ostentan.
Es en la búsqueda de una nueva identidad para la Edafología en donde las estrategias
propuestas por los expertos para la renovación (o cambio de paradigma, si bien el uso de
este último vocablo desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia requiere
contemplar ciertas premisas más restrictivas que para el primero) divergen. Básicamente,
existen dos actitudes claramente diferenciadas.
La primera enfatiza la necesidad de trasformar una disciplina reconocida como
aplicada en otra de carácter básico, dentro del contexto de las CC. de la Tierra. Los
partidarios de esta postura proponen incidir en la investigación básica, con vistas a
renovar el corpus teórico de la Edafología y potenciar la cuantificación y modelización
de la estructura dinámica y evolución del suelo, en consonancia con las tendencias
actuales de otras ramas del conocimiento (Wild 1989; Sposito y Reginato 1992; Gardner
1991; Miller 1993; Ibáñez et al. 1993, 1994, 1997, 1999; Yaalon 1996).
La segunda línea de pensamiento defiende el mantenimiento de la tradicional
naturaleza aplicada de la investigación edafológica. Los partidarios de esta última actitud
ven su futuro al amparo de la “crisis medioambiental”, ya sea sobre problemáticas no
agronómicas (p. ej. erosión, desertificación, lluvia ácida, cambio climático, o
relacionadas con ella (p. ej. agricultura sostenible o sustentable) (p. ej. Miller 1993;
Bullock 1994; Bouma 1994; Singer y Warkentin 1994; Bridges y Catizzone 1996).
En nuestra opinión ambas posturas son compatibles. Sin embargo, pretender
sacralizar una vocación fundamentalmente aplicada obligaría, como en el pasado, a
buscar refugio en otras disciplinas socialmente más respetadas, estrategia que ya condujo
en el pasado hacia la situación actual de crisis. Sostenemos la tesis de que la búsqueda de
áreas de investigación en donde encontrar refugio son manifestaciones evidentes de
debilidad; soluciones temporales que tan solo legitiman el principio de oportunidad, no
los de necesidad y calidad. Si en verdad el suelo es un cuerpo natural, un ente "real" con
sus propias leyes de organización, debe avanzarse en su conocimiento global desde una
perspectiva holística (Ibáñez 1994; Catizone 1998). Será ésta última estrategia la que
permita buscar nuevas soluciones a viejos problemas, encontrar nuevos dominios de
aplicación y legitimar tanto a la disciplina como a sus practicantes (Gardner 1991 y 1993;
Miller 1993; Yaalon 1993, Ibáñez et al. 1997).
Sin embargo, durante los últimos años, debido a la crisis mencionada, tanto los
Programas Marco de RTD de la UE, como los de muchos de sus países miembros (p. ej.
España) no contemplan acciones de relevancia sobre investigación edafológica. Así
mismo, los grandes programas internacionales conocidos con el pomposo vocablo de
"big science" (p. ej. MAB, IGBP) o ignoran la información edafológica, o lo hacen de
manera colateral frente a los de otras muchas disciplinas (Ibáñez et al. 1997; Catizzone
1998). No cabe la menor duda de que existen reticencias sobre lo que la Edafología, en
general, y el reconocimiento de suelos en particular, pueden aportar con su actual matriz
disciplinaria (o paradigma), a la hora resolver los problemas que importan a científicos,
ciudadanos y gobernantes. La cuestión no reside en buscar culpables y depurar
responsabilidades, sino en ser lo suficientemente honestos como para realizar un
profundo análisis. Este no debería sustentarse en meros juicios de valor, sino sobre
razones sólidamente asentadas en criterios científicos, epistemológicos, históricos y
sociológicos. Ninguna de las referencias anteriormente aludidas cumplen tales requisitos.
Este tipo de crisis no es infrecuente, cuando uno se documenta sobre historia de la
ciencia. Más aún, actualmente, tanto la Geomorfología como la Ecología, por citar tan
solo dos ejemplos, se enfrentan a graves crisis de identidad, si bien su popularidad y/o
reconocimiento y/o antecedentes históricos, no las han hecho retrotraer hasta la situación
que actualmente ocupa la Edafología. En otros casos, como el de la Hidrología, el
autorreconocimiento por sus practicantes (creo que equivocadamente) de disciplina
aplicada la asemeja al caso de la Edafología. Así, por ejemplo, la Geomorfología
comienza a ser considerada como una subdisciplina menor de la Geología. Por su parte,
el desarrollo de la Ecología ha defraudado todas las expectativas que prometían sus
especialistas en la década de los sesenta (p. ej. Peters, 1991). Del mismo modo la
Geografía anda en busca de su identidad, sumergida en una permanente crisis durante
décadas.
Sin embargo, a diferencia del comportamiento de la comunidad de edafólogos, tanto
geomorfólogos como ecólogos, sí han pasado a la acción de forma seria y rigurosa. En
sus revistas comienzan a abundar, no solo artículos de opinión, sino ensayos seriamente
formalizados sustentados en sólidos argumentos metacientíficos (filosóficos,. históricos y
sociológicos), dando lugar a interesantes y acalorados debates sobre la naturaleza teórica
de su disciplina y su futuro. Así por ejemplo, en el ámbito de la Geomorfología, revistas
del calibre de "Geomorphology" y "Earth Surface Processes and Landforms", han
comenzado a publicar numerosos artículos de esta naturaleza. También se han publicado
diversas monografías (Schumm, 1991) y dedicado importantes congresos (tales como los
mundialmente reconocidos Binghamton Symposiums) a este tópico. Lamentablemente,
los edafólogos no hemos pasado el umbral de espetar lastimeros quejidos de indignación:
¿cuantos artículos han aparecido últimamente en nuestras prestigiosas revistas que
cuestionen las bases teóricas sobre las que se sustenta la Edafología?; ¿cuántos libros y
congresos se han dedicado al tema en la década de los noventa?; ¿cuántos conocen
ustedes, como lectores?; ¿Cuál es la razón?. Tanto geomorfólogos como ecólogos
consideran que sus disciplinas son de naturaleza científica que abordan tanto aspectos
básicos como aplicados con el mismo rigor y peso específico. ¿No será que ante nuestra
autopercepción de la naturaleza aplicada de la Edafología, y como corolario, de nuestra
actitud práctica y utilitarista frente al sistema suelo eludimos (o nos autoimponemos) que
estos tópicos (tan esotéricos) ni nos conciernen ni son de nuestra incumbencia. Pero si es
así ¿A quién competen?. Como ya citamos hace casi dos años en el Boletín de su
Sociedad: ¿Puede existir una ciencia aplicada sin otra de naturaleza básica que le dé
sustancia?; ¿Cómo es posible que una disciplina aplicada, tal como la Agronomía,
proporcione las bases teóricas a una de sus subdisciplinas, obviamente también aplicada?.
Desde un punto de vista filosófico tales percepciones y consideraciones carecen de toda
lógica; no son racionales.
En la tabla adjunta, recientemente publicada por A. E. Hartemink (Boletín de la
IUSS nº 96,1999/2) 1999, pp. 16-21, los datos sobre el crecimiento de distintas
disciplinas y/o subdisciplinas relacionadas con las Ciencias del Suelo son suficientemente
ilustrativos de la situación de crisis que actualmente padece la Edafología, reforzando
nuestra tesis. Nótese que el número de artículos publicados que versan sobre aspectos
generales, así como acerca de la tipología y clasificación de suelos no han aumentado,
pese al incremento sustancial de los relacionados con otras temáticas concernientes a las
Ciencias del Suelo. Podrían extraerse muchas más conclusiones de este material. Sin
embargo de momento nos detendremos aquí.

Tabla 1. Number of Abstracts published in "Soil and Fertilizers" between 1938 and
1998 (Data from CAB International) (después de Hartemink 1999)
__________________________________________________________________
Year
________________________________________________

1938 1948 1958 1968 1978 1988 1998


____________________________________________________________________________

Soil Science General 15 19 2 0 6 11 20


Soil Chemistry 248 182 342 704 832 1290 2204
Techniques y Analysis 221 111 263 465 423 763 738
Soil Physics 123 98 195 316 409 635 922
Soil Classification y Soil Types 139 38 148 346 180 424 126
Soil Fertility 56 4 6 28 44 154 286
Soil Biology 77 110 279 624 750 1332 1694
Soil y Land Resources 41 12 21 143 289 334 324
Soil Morphology, Formation y Erosion 80 67 57 109 235 684 560
Soil Management 33 37 29 41 38 105 95
Fertilizers (inc. plant nutrition) 276 215 476 651 506 1731 833
Reclamation, Soil y Water Conservation, 54 46 30 76 247 832 909
Irrigation y Drainage
Total 1363 939 1848 3503 3959 8295 8711
__________________________________________________________________
These figures taken from the sections "Soil Science" and "Fertilizers. Soil Management. Crop Management" of Soil and Fertilizers, do
not include books, reports, and other reference documentation, except 1938 and 1948 which include documentation apart from
reports.
__________________________________________________________________

No debe extrañarnos por tanto que Basher (1997) constate como en Australia, Nueva
Zelanda y Estados Unidos, los Staff de los Servicios de Suelos han ido reduciendo
drásticamente sus plantillas en los últimos años. Nuestra impresión en el Buró Europeo
de Suelos es la misma que la del autor mencionado. De hecho, incluso en ciertos países
(p. ej. Portugal, tales Servicios han sido suprimidos). Sinceramente desconocemos la
situación en Iberoamérica.

1.3 Algunas razones de la crisis edafológica: Consideraciones políticas y


socioeconómicas. Un análisis bibliométrico
Si bien existe un amplio consenso en la comunidad internacional de edafólogos sobre
la crisis de nuestra disciplina, apenas se ha tratado el tema en profundidad. Como
mencionábamos con anterioridad, la situación actual ha sido adjudicada a razones
coyunturales o estructurales. Ambas no son mutuamente excluyentes (Zinck 1990; Ibáñez
et al. 1993). Obviamente, resulta más fácil detectar un fenómeno que dar con su origen.
Probablemente, las causas sean numerosas y variadas. Cuando un investigador se
enfrenta a este tipo de análisis es muy frecuente que se decante por una u otra posibilidad
en función de sus creencias y experiencias personales. En consecuencia, dada la carencia
de argumentaciones previas, intentaremos ofrecer distintos escenarios posibles, sin
decantarnos taxativamente por ninguno de ellos, por cuanto no disponemos de la
información suficiente (no creemos que nadie la posea en estos momentos). De nuevo, en
los denominados países desarrollados, concurren una serie de circunstancias que, es
posible, que no sean totalmente extrapolables a nivel global.
En primer lugar cabe señalar que las nuevas demandas en materia de información
edafológica comienzan a ser distintas, cuantitativa y cualitativamente, tras el
reconocimiento de la crisis ambiental que sufre el planeta como consecuencia de las
actividades (expoliadoras) humanas (Ibáñez et al. 1993). Tal reconocimiento público,
que comienza en la década de los sesenta, ha ido aumentando con el tiempo hasta la
actualidad. Sin embargo, la emergencia de los problemas ambientales ha coincidido en
muchos países (como es el caso de España y otros países europeos) con el periodo de
mayor auge en la cartografía de suelos. Cuando los incrementos en las producciones
agropecuarias seguían siendo un objetivo prioritario para gran parte de los Estados. Con
el tiempo, y por razones de índole macroeconómica que no es posible detallar aquí, para
muchos países industrializados ha resultado más rentable importar alimentos y fibras de
los países subdesarrollados, o en vías de desarrollo, que mantener o aumentar sus propios
rendimientos.
El mantenimiento y/o incremento de la calidad de vida en el medio rural de los
ciudadanos de estos países económicamente privilegiados, ha exigido otorgar una enorme
financiación que, lógicamente, debía sustraerse de otras inversiones más rentables, como
ha sido y lo es el desarrollo e innovación tecnológica. De este modo, se ha alcanzado una
situación caracterizada por una enorme cantidad de excedentes alimentarios. Este ha sido
el caso de la Comunidad Económica Europea (CEE). El resultado final es la denominada
nueva Política Agraria Común. Ésta pretende (con poco éxito hasta el momento) reducir
la productividad, frecuentemente mediante la retirada de tierras con fines agrícolas (con
frecuencia financiando su reforestación), pero también primando la "calidad" a costa de
los rendimientos (p. ej. productos ecológicos certificados con "ecoetiquetas" que
garantizan que los alimentos han sido cultivados sin agroquímicos de dudoso beneficio
para la salud). Sinceramente es difícil saber con certeza si el fin primordial es meramente
económico, mientras que el ambiental un mero escudo publicitario, o si la contaminación
y degradación físico-química y la erosión del suelo han llegado realmente a preocupar a
nuestros gobernantes (sinceramente lo dudamos, excepto cuando es con fines
electoralistas).
En cualquier caso, la investigación sobre problemas medioambientales (p. ej. lluvia
ácida, inventario de sitios localmente contaminados, evaluación de la contaminación
difusa por agroquímicos, erosión, desertificación, etc.) ha comenzado a absorber la
financiación anteriormente destinada a otro tipo de investigaciones agrarias que,
usualmente, requerían información edafológica en mayor o menor grado). Asimismo
mismo, la "revolución biotecnológica" con vistas a obtener cultivares transgénicos
adaptados a ambientes concretos, frecuentemente hostiles (p. ej. suelos salinos,
resistencia a sequías y plagas), también comenzó a suponer en la década de los noventa
otra nueva línea de investigación destinada a competir ventajosamente con la
investigación agronómica de carácter más tradicional. Las inversiones sobre esta materia
parecen ventajosas, o al menos así les parece a los gestores de las políticas científicas
comunitarias y nacionales. Por un lado, sus valedores prometen que reducirá el consumo
de agroquímicos, que tan graves problemas de contaminación de tierras y aguas está
generando. Pero tampoco hay que olvidar que ofrecen la oportunidad de generar gran
cantidad de patentes, así como de no perder con USA y Japón en la guerra comercial
agroalimentaria del futuro. Debe tenerse en cuenta que estos dos últimos estados han sido
mucho menos escrupulosos que los europeos a la hora de analizar los presuntos riesgos
inherentes a la manipulación genética de las plantas. Mientras tanto, los ambientalistas se
quejan sobre la falta de adecuación de los reconocimientos de suelos a las nuevas
demandas de información ambiental.
De este modo, poco a poco, se han ido reduciendo los fondos destinados a la
investigación edafológica, tanto a nivel comunitario como nacional. Junto a estos hechos,
la creciente implantación de los criterios de evaluación de la actividad investigadora en
función del número de publicaciones en revistas incluidas en la base de datos SCI, así
como por el número de contratos y proyectos conseguidos por los equipos de
investigadores, han supuesto un duro revés a las expectativas profesionales de muchos
edafólogos, muchos de los cuales han sido obligados a cambiar paulatinamente de líneas
de investigación con la esperanza de relanzar su promoción como científicos (Ibáñez
1997).
A nuevos proyectos de investigación, nuevos productos que publicar. A mayor
demanda social, más facilidad para publicar los resultados científicos. A mayor número
de publicaciones, más facilidad de conseguir nuevos contratos y proyectos, a la par de
abrir las puertas para el ascenso dentro de la escala investigadora y/o docente. El
resultado es conocido por todos: (i) proliferación de las revistas sobre temas ambientales;
(iv) dificultad de trabajar en líneas de investigación básica no directamente relacionadas
con los tópicos de moda (p. ej. génesis de suelos); (iii) dificultad para publicar sobre
temas relacionados con la morfología, génesis y cartografía de suelos, incluso en las
revistas tradicionalmente destinadas a ello; (iv) cambio en los hábitos de los científicos;
(v) dificultad de promoción y financiación; (v) escasas expectativas de futuro para todos
aquellos jóvenes investigadores que decidieran embarcarse en ítems "pasados de moda";
(vi) envejecimiento de las plantillas de edafólogos y como corolario en su capacidad de
adoptar las cada vez más abundantes innovaciones tecnológicas, etc. (Ibáñez 1997).
Llegado a este punto debemos preguntarnos como se ha vivido esta mutación en
nuestros colegas de otros continentes, como es el caso de la América del Sur.
Obviamente, estos deberían estar menos presionados por publicar en revistas de "alto
nivel". Asimismo, las condiciones socioeconómicas de sus naciones, posiblemente
requirieran otras demandas de información edafológica que las previamente expuestas
sopena de trabajar para los países desarrollados en lugar de hacerlo en el beneficio de sus
respectivas naciones. Pero ¿Cómo publicar en revistas del SCI sobre temas que ya no les
interesan a los países desarrollados?. ¿De que países proceden las revistas edafológicas de
mayor impacto y prestigio internacional?; ¿Qué países dominan sus comités editoriales?.
Y como corolario de todo ello ¿Cuáles son los temas de mayor "actualidad y novedad"
que desean recibir las editoriales implicadas?. El imperialismo no es una mera materia de
conflictos y guerras, sino que compete al intento de imponer ciertas culturas frente a
otras. El imperialismo científico y tecnológico va sustituyendo otras formas más
prosaicas de conquista-sumisión.
Una mirada a la Tabla 1 no deja lugar a duda de que la respuesta a las nuevas
demandas de información han condicionado los hábitos de publicación de los
investigadores, al menos los de los países desarrollados que, lógicamente son los de
mayor productividad científica bajo los estándares ISI. Sin embargo, si se consultan las
temáticas de las comunicaciones y conferencias de los Congresos Internacionales de
Suelos (Tabla 2), se obtienen resultados, a los que (más o menos) concurren por igual
edafólogos de todas las naciones, se observa una cierta estabilidad en la evolución de
número de publicaciones, por lo que vemos en definitiva comportamientos
cualitativamente distintos.

Tabla 2. Trends in International Soil Congress participation


(Bull. IUSS nº 95, 1999/1, pp. 12) (después de Hartemink 1999)

__________________________________________________________________
Congress 19091 19272 19603 19904 19982
Year
__________________________________________________________________
Number of Participants and Countries
__________________________________________________________________
Total 90 500 1100 1600 2600
not including totals
Countries 11 43 74 75 99
__________________________________________________________________
Number of Presentations
__________________________________________________________________
Pedology 40 26 21 17 28
Soil Physics 10 12 10 11
Soil Chemistry 20 14 13 17
Soil Mineralogy 5 11 4
Soil Biology 22 12 13 10
Soil Fertility 12 25 26 19
Soil Technology 10 11 10 11
__________________________________________________________________
International Society of Soil Science Membership

__________________________________________________________________

Individuals 1000 3500 6500 7000


National Societies 3 30 60 65
__________________________________________________________________

Así, por ejemplo, puede observarse como la Edafología, que apenas contribuye a la
"mainstream" de las Ciencias del Suelo en las revistas de alta visibilidad sigue, por el
contrario, manteniendo su hegemonía dentro de la Unión Internacional de las CC. del
Suelo. Por el contrario, la Biología de suelos, una de las disciplinas que mayor
crecimiento ha ido alcanzando en las Revistas del SCI, sorprendentemente, parece decaer
en las actas de estos macroeventos internacionales. Y aquí surge una duda que resulta
difícil de responder. O bien los biólogos del suelo de la UISS comienzan a desinteresarse
sobre este tipo de reuniones, o bien, comienzan a publicarse en revistas del SCI
numerosos artículos sobre el tema por investigadores que no se consideran asimismo
especialistas en CC. del Suelo (y probablemente sea así). Lo mismo podría ser válido
para otras disciplinas no mencionadas. Desde el punto de vista de la Sociología de la
Ciencia, y tanto o más como reflejo de la imagen de nuestras "Ciencias" el tema es
interesante y preocupante a la vez. Un estudio llevado a cabo en España, sobre el mismo
tipo de materiales que los presentados en las Tablas 1 y 2 ofrece resultados muy similares
(Ibáñez et al. 1997). Lo que llama la atención de este último estudio es un hecho que por
no poderse inferirse de la información presentada es digno de resaltar. En el mencionado
estudio, el autor señalaba que:
"A pesar de todo, la tasa de crecimiento de su producción científica en el periodo 1991-1992 alcanzó el 16% (Mato, 1994),
manteniéndose al mismo ritmo desde entonces. Actualmente el CSIC cuenta, según las fuentes, entre el 6% y el 9% del potencial
humano de la investigación española, mientras aporta entre el 25 y el 37% a su producción científica, ocupando el primer puesto del
Estado en Agricultura y Geociencias, entre otras áreas (Mato, 1994). Los investigadores del Área de CC. Agrarias producen
anualmente una media de 1 artículo en revistas incluidas en el SCI, mientras que los del Área de Recursos Naturales rebasan la cifra
de 2. Si se comparan estos datos con la producción media europea, 0,2 artículos por investigador y año, no cabe la menor duda que la
cualificación de los investigadores del CSIC es más que notable (Ayala, 1995)".

En otras palabras, el CSIC es el Organismo público de mayor envergadura que existe


en España, pero también el más productivo, así como el de mayor calidad en su
producción, si se atiende a los criterios SCI. Sin embargo, la Tabla 3 ofrece resultados
muy reveladores.

Tabla Nº 3
___________________________________________________________
Número de artículos publicados en las revistas Soil Science, Soil Science Soc. Am.
J., J. Soil Science, Catena y Geoderma en el periodo 1980-1995 por los
investigadores de los antiguos centros de Edafología y Agrobiología y su
contribución relativa a la producción científica global de los mismos
___________________________________________________________
Año 80 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95
Nº artículos 2 1 1 6 1 1 1 2 2 1 7 2 3 0 3 5
Contribución 6.3 5.3 3.1 21.4 3.9 2.4 2.2 2.9 3.5 1.5 10. 2.0 2.7 0.0 1.6 2.7
(%)
____________________________________________________________________________

Por tanto, todo parece apuntar a que la producción científica del CSIC sobre
Edafología ha debido decaer considerablemente durante los últimos años. Dado que las
plantillas de los centros implicados han permanecido estables, inferimos que los
edafólogos que han ido jubilándose están siendo sustituidos mayoritariamente por
investigadores de otros campos (implicados en las CC. del Suelo o no), como se puede
inferir de la Tabla 4 en donde se presentan los perfiles de las altas y bajas del Instituto de
Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS, CSIC). Asimismo, Ibáñez et al.
(1997), refiriéndose a los antiguos Centros de Edafología y Agrobiología del CSIC
señalan que:
"Aunque pudiera parecer anecdótico a primera vista, el hecho de que los vocablos suelo y Edafología hayan ido paulatinamente
desapareciendo de las denominaciones de los institutos mencionados, así como de sus estructuras departamentales, no es una cuestión
trivial, por cuanto ya no son parte sustancial de su vocación".

La supresión de ciertos servicios nacionales o de suelos (el CSIC llevo a cabo este
tarea en España durante las décadas de los años 50, 60, 70 y 80), o su integración en
otros de mayor envergadura (como ha sido el caso de Estados Unidos) parece ser una
tendencia generalizada a nivel global (Basher, 1997). La Tabla 4 ilustra la política
llevada a cabo por el CSIC en materia de suelos en uno de sus más de diez centros que,
desde su acta fundacional hasta la década de los ochenta, mantuvieron una intensa
actividad investigadora en el ámbito de la Edafología. Estos resultados son extrapolables
a los restantes Institutos considerados.
___________________________________________________________
Tabla 4
Perfil temático de las altas y bajas de personal en el Instituto de Recursos Naturales
y Agrobiología de Sevilla (1985-1996)
___________________________________________________________
Altas Bajas
___________________________________________________________
Perfil Número Perfíl Número
___________________________________________________________
Biología Molecular 5 Bioquímica Vegetal 1
Biología Vegetal 1 Química de Suelos 2
Restauración de Monumentos1 Física de Suelos 1
Teledetección 1 Fertilidad de Suelos 2
Química Ambiental 1 Edafología s.s. 2
Química de Suelos 1
Física de Suelos 1
Materia Orgánica 1
___________________________________________________________

A pesar de todo, estos datos, por sí solos, no dicen mucho sobre la participación de
los investigadores de los antiguos centros de Edafología y Agrobiología en la comunidad
de intereses que representa la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo (SECS). Con
objeto de abordar este tema se ha procedido a analizar la participación de los edafólogos
del CSIC en los cuatro Congresos Nacionales de la Ciencia del Suelo, organizados por la
SECS hasta la fecha. Más aún, también se ha estudiado la contribución de otros OPIs y
de las distintas universidades, así como la distribución de las comunicaciones y ponencias
presentadas entre las distintas Secciones en las que la UISS subdivide la actividad. Sólo
nos detendremos en describir aquella información que ilustre la participación del CSIC.
Como puede observarse en la Tabla (5), la participación activa de los edafólogos del
CSIC en los Congresos de la SECS ha decaído potencialmente desde 1988, hasta alcanzar
valores testimoniales, tanto en número como en proporción. Estos datos también ponen
de manifiesto que las restantes instituciones no universitarias mantienen sus
contribuciones estables durante los últimos 12 años. Como corolario, cabe señalar que el
peso de la SECS, y seguramente de la Edafología española, recae, y seguirá recayendo,
sobre la actividad que puedan desarrollar en el futuro los departamentos universitarios.
Tabla Nº 5
Participación de los edafólogos del CSIC en los Congresos Nacionales de la Ciencia
del Suelo (porcentaje de comunicaciones y ponencias que al menos han sido
firmadas por un investigador del Organismo)
___________________________________________________________

Institución Congresos
__________________________________________
1984 1988 1992 1996
___________________________________________________________

CSIC 48.2 48.1 24.3 8.3


Universidades 56.6 52.8 83.4 83.3
Otros Organismos 7.2 21.6 14.5 19.4
___________________________________________________________
(*) Dado que diversos artículos son firmados por más de una de las tres instituciones señaladas, los porcentajes siempre superan el
100%
___________________________________________________________

Esta situación puede acarrear consecuencias no deseables para la Edafología


española. Debe tenerse en cuenta que la transferencia de las competencias universitarias a
las Comunidades Autónomas (CC.AA), junto con el desmembramiento de la Edafología
en el CSIC, deja un vacío institucional a nivel estatal que será difícil de rellenar.
Justamente en un periodo en el que las instancias comunitarias implicadas en la
recopilación de información edafológica (p. ej. European Soil Bureau) o destinadas a
evaluar el estado de degradación de los suelos en Europa (p. ej. European Topic Centre
on Soils -ETC/S-, perteneciente a la Agencia Europea de Medio Ambiente) demandan
con urgencia la información correspondiente a cada estado miembro, la Edafología del
CSIC padece la crisis más grave de su historia, poniendo en riesgo cualquier tipo de
coordinación a nivel nacional.
En la Tabla (6) se expone la contribución de los edafólogos del CSIC a las distintas
Secciones reconocidas por la SECS. La participación más numerosa de los investigadores
del Organismo, ha recaído tradicionalmente en la Sección de Génesis, Clasificación y
Cartografía de suelos. El escaso desarrollo de la tecnología de suelos en los centros
estudiados queda reflejada en el exiguo número de comunicaciones presentadas a la
Sección VI. Este dato induce a pensar que la transferencia de conocimientos de los
edafólogos del CSIC al sector privado es muy limitada. Recordemos aquí, que tras las
publicaciones en revistas de alta difusión, la cooperación con la industria es la actividad
más estimada por nuestros evaluadores. Poco más se puede decir, por cuanto los
porcentajes del último congreso no son representativos, ya que los investigadores del
CSIC tan solo remitieron seis trabajos. Ibáñez et al. (1997) constatan un acusado
incremento del número de publicaciones de los investigadores del CSIC en CC del Suelo,
si bien, como hemos visto, este hecho no afecta a la Edafología. La Tabla 6 también deja
constancia que, a nivel de congresos, la Edafología sigue manteniendo su hegemonía
sobre otras subdisciplinas de las Ciencias del Suelo, del mismo modo que ocurría en los
Congresos de la UISS. Así pues, los hábitos de los investigadores del CSIC (los más
presionados por la política del SCI) son los mismos que los previamente descritos a
escala internacional.

Tabla Nº 6
Participación de los edafólogos del CSIC en los Congresos Nacionales de la Ciencia
del Suelo (porcentaje de comunicaciones y ponencias por secciones de la SECS, que
al menos han sido firmadas por un investigador del Organismo)
___________________________________________________________

Secciones Congresos
___________________________________________________________
1984 1988 1992 1996
___________________________________________________________
I. Física del suelo 8 8 8 0
II. Química del suelo 15 6 12 33.3
III. Biología del suelo 22 8 0 0
IV. Fertilidad del suelo y 20 16 16 0
Nutrición de plantas
V. Edafología 27 28 40 33.3
VI Tecnología de suelos 0 4 16 0
VII. Mineralogía de Suelos 8 16 4 0
VIII. Ecología del Suelo 0 14 4 33.3
___________________________________________________________
(*) La SECS al margen de las secciones establecidas por la ISSS creó en su momento otra sobre Ecología de suelos

Resumiendo, estos datos al margen de indicar el reiterado declive de las CC. del
Suelo en el CSIC, también son un testimonio de los cambios de hábito de los edafólogos
del Organismo, que responden esencialmente a los principios de economía y
reconocimiento (Ibáñez et al., 1997). Estos últimos autores entienden por principio de
economía a aquel que sirve para maximizar el rendimiento de los recursos captados a la
hora de transformarlos en producción científica que sea positivamente valorada bajo los
criterios de evaluación y promoción vigentes en un momento dado (SCI en estos
momentos). Dado que las publicaciones en actas de congresos ni tan siquiera son tenidas
en cuenta, si no lo son negativamente, por los responsables de enjuiciar la investigación,
no debe extrañar que los científicos intenten destinar sus limitados fondos a otros fines.
La participación en congresos nacionales y extranjeros ha decaído durante los últimos
años en todo el Área de CC. Agrarias. Los Congresos de la SECS no son una excepción
(Ibáñez et al. 1997).
Ibáñez et al. (1997) entienden por principio de reconocimiento a aquél que induce a
que los investigadores orienten su participación hacia aquellos foros que, en un momento
dado, tengan mayor prestigio y ofrezcan más oportunidades de publicación en revistas de
amplia difusión, captación de fondos y prestigio de los practicantes (asistentes). Ya que
los problemas ambientales, por ejemplo, ofrecen más posibilidades en todos los aspectos,
tampoco debe extrañar que los edafólogos opten por participar activamente en los foros
(congresos, workshops, sociedades, grupos de trabajo, etc.) más afines a su actividad, y
que incluso, al llegar a formar parte de estas comunidades de intereses renuncien a su
participación en aquellos de los que proceden.
A la vista de todo lo expuesto, no cabe la menor duda que, los actuales sistemas de
valoración de la actividad científica no benefician en nada a los especialistas que se
dedican al inventario de los recursos naturales en Centros de Investigación, al menos en
los países desarrollados. Más concretamente, el abuso en la utilización de índices
bibliométricos basados en las estadísticas elaboradas por el "Institute of Scientific
Information" (ISI) está perjudicando seriamente el normal desarrollo de la actividad
científica de muchas disciplinas pertenecientes a los ámbitos de las investigaciones
agrarias y de los recursos naturales (Ibáñez et al. 1994b, 1997; Peet 1995). Así, por
ejemplo, en el campo de la Ecología vegetal, Peet (1995) señala: “

It is important for research groups to have high-impact journals at their disposal,


because it is becoming more and more common in science policy to judge research
groups on the average impact of the journal emnployed. Unfavourable judgements have
immediate consequences for funding…whole disciplines are being included in broad-
scale comparisons, and in some countries the allocation policy of governmental science
organisations is being determined by the “impact status”, with the inevitable
consequence that ecology is experiencing a major decline in funding in several countries.
This is alarming situation, created by the use of inappropiate criteria that unfairly favour
certain disciplines at expenses of others”.

En cualquier caso, a nivel mundial la distribución de los recursos en materia de


investigación y desarrollo tecnológico (I +DT) es muy desigual en función de los
distintos recursos naturales considerados, como se demuestra en la Tabla 7. Obviamente
la financiación de los recursos edáficos es muy escasa. Más aún también padece una
menor tasa de crecimiento. En consecuencia, no debía extrañar a los gestores de las
políticas científicas nacionales e internacionales que su progreso sea menor, con
independencia de otras razones.

Tabla 7
Total Number of publications with soil, air and water between 1993 and 1998 (as a
percentaje of the total in parentheses (Data of Current Contents)
(después de Hartemink 1999)
__________________________________________________________________
Year Total in Current Contents Soil Air Water
__________________________________________________________________
1994 887,685 9,279 (1.1) 14,081 (1.6) 35,875 (4.0)
1995 920,746 10,001 (1.1) 14,851 (1.6) 38,275 (4.2)
1996 962,263 10,804 (1.1) 15,978 (1.7) 40,172 (4.2)
1997 967,086 10,958 (1.1) 16,467 (1,7) 41,705 (4.3)
1998 976,088 11,561 (1.2) 17,107 (1.8) 44,306 (4.5)
__________________________________________________________________

Resumiendo, como hemos podido observar, los especialistas en CC. del Suelo, en
general, parecen haber cambiado sus hábitos de comportamiento en respuesta a las
demandas de información de moda, a los criterios de evaluación en boga y a la oferta
financiera por parte de los gobiernos (parcialmente condicionada por los ciudadanos y
mediatizadas por los medios de comunicación). Como intentaremos demostrar en otro
apartado, son estos factores sociológicos y no los considerados en el seno de su
comunidad científica como importantes para el progreso de la disciplina los que dictan
que líneas de investigación son pertinentes abordar y cuales no. Como veremos
posteriormente, este hecho dificulta un análisis filosófico de la Edafología (y ciencias
afines), por cuanto, resultan muy difíciles de aplicar los actuales modelos de racionalidad
científica, exceptuando aquellos de carácter más relativista y postmodernista que tanto
desagradan a muchos científicos.
Según ha ido transcurriendo el desarrollo científico, las investigaciones han ido
demandando una mayor financiación. En consecuencia, los gobiernos han tenido que ir
seleccionando ciertas líneas prioritarias (con independencia del acierto o desatino de sus
elecciones) y descartando otras, sin que sus practicantes hayan podido, frecuentemente,
intervenir en tales tomas de decisiones. En los países desarrollados, en una lucha
frenética por conseguir que el progreso científico se traduzca inmediatamente en
innovación tecnológica (ya no parece interesar el conocimiento por conocimiento, es
decir, la cultura) con la que competir con sus rivales, los gobiernos comienzan a
demandar una mayor participación (a todos los niveles) del sector industrial. Esta
tendencia es francamente peligrosa, en nuestra opinión, por cuanto finalmente dejaría el
futuro de la Ciencia en manos del sector privado y sus intereses que no tienen que
coincidir necesariamente con los de los ciudadanos-contribuyentes. En otras palabras, los
científicos están perdiendo el control de su actividad en manos del sector privado y
ciertos grupos de opinión (sin descartar aquí a los ecologistas). Los datos del Current
Contents son una manifestación palmaria de estos últimos intereses. Por el contrario, las
cifras de los congresos nacionales e internacionales parecen serlo de la actitud vocacional
de los científicos. Obviamente, no parece existir un matrimonio entre ambos tipos de
intereses y percepciones de lo que es relevante.

1.4 El cambio de orientación de los reconocimientos de suelos y el problema de la


cuantificación
Como hemos podido observar, en los países industrializados, últimamente los
objetivos de los levantamientos de suelos han sufrido cambios sustanciales (Hartge1986;
Ibáñez et al. 1993). Las prioridades agrarias han dado paso a las ambientales (Kellog
1974; Lammers y Johnson 1991; Ibáñez et al. 1993). Estas últimas son más
transdisciplinares. En este contexto, los suelos, sólo pueden ser considerados como un
recurso más, entre otros muchos (Bliss 1989). Sin embargo, a diferencia de otras
disciplinas de las CC. del Suelo (p. ej. física y erosión de suelos), buena parte de la
información derivada de los reconocimientos de edafológicos sigue siendo cualitativa.
Por estas razones, suele ser difícil abordar el tratamiento estadístico de los datos (p. ej.
Webster 1977; Wilding y Dress 1983; De Gruijter 1977; Van Meirveenne y Hofman
1991) y elaborar taxonomías numéricas (Webster 1977; Webster y Oliver 1990, Wilding
1998). Tampoco es una tarea sencilla realizar predicciones recurriendo al uso de potentes
y complejos modelos matemáticos (p. ej., De Roo et al. 1989; Brus 1993; Domburg
1994). Este no es el caso de la evaluación de suelos (Beek et al. 1986; Carter y
Thomassson 1989; Burrough 1989a y 1993), en donde ciertos datos son utilizados en los
procesos de modelización para cuantificar cualidades difícilmente estimables sobre el
terreno (p. ej. traficabilidad, comportamiento hidrológico). Los Sistemas de Información
Geográfica y los Sistemas de Información de Suelos basados en ellos, facilitan
técnicamente la vertebración de bases de datos georeferenciadas y modelos (Lamp 1987;
Raper 1991; Tomlin 1990). No obstante, como intentaremos demostrar en otros
apartados tales iniciativas no bastan. Sin embargo, como veremos posteriormente, en la
actualidad, no existen problemas irresolubles que impidan comenzar a cuantificar de
manera rigurosa la información de los reconocimientos de suelos. Un proceso de esta
envergadura requerirá el abandonar viejos hábitos y obligará a la adopción de nuevas
herramientas conceptuales y metodológicas.

1.5 Nuevas demandas conceptuales, metodológicas e instrumentales en materia de


información edafológica
A la vista de lo expuesto, no cabe la menor duda que la Edafología y el
reconocimiento de suelos necesitan nuevas herramientas conceptuales, metodológicas y
tecnológicas. Seguidamente se expondrán, sin entrar en detalles sobre sus posibles
ventajas y limitaciones, todas aquellas que han sido consideradas como prometedoras por
diferentes edafólogos en diversas publicaciones, y posteriormente recopiladas por Ibáñez
et al. (1999). Obviamente un listado de estas características no puede ser exhaustivo,
siendo susceptible de mejora. Dado que una descripción detallada de este material está
fuera de los objetivos de este estudio, remitimos a los posibles interesados a las
revisiones realizadas por Zinck (1990, 1993), Ibáñez et al. (1993, 1994, 1998) y Basher
(1997), así como a las monografías editadas por Mausbach and Wilding (1991) y Bryant
and Arnold (1994), con vistas a obtener una mayor información bibliográfica.

New requirements
(·) Better understanding of the spatial variability of soil properties and. pedodiversity of soil taxa.
(·) Better understanding of temporal changes in soil properties (researching on soil monitoring methods).
(·) Improvements in cartographic representation of the pedosphere including types of boundaries between map units, lesser
overemphasis on non spatialised taxonomic entities: (towards to classification of spatial and functional soil bodies rather than current
edafotaxa, etc.).
(·) Improvements of a more appropriate presentation of soil information in an accessible, purpose-orientated, user-friendly language and
format.
(·) Rationalisation of the current excessive terminological jargon used to name and classify soils in soil map legends and reports, and the
range of schemes used for classifying soils.
(·) Mapping of soilscape functional units rather than conventional soil associations: characterisation of soilscapes into areas where soils,
hydrology, and landform attributes are products of common processes of formation and that function in an integral manner.
(·) Better techniques for designing sampling schemes for soil mapping and spatial analysis of the pedosphere.
(·) A better characterisation of regoliths to depths below those traditionally considered in the soil survey and classification to address
issues such as interactions between soil management and groundwater contamination, suitability for waste disposal, erosion
vulnerability, etc.
(·) Mapping of soil properties in addition to edafotaxa for simulation modelling and land evaluation procedures.
(·) Improved knowledge of the effect of land management on soil properties in order to plan sustainable use of soil resources and
environmental protection. Indicators of soil vulnerability.
(·) Improvements on the identification of soil health indicators (or soil quality), particularly those that can be used in the field by land
users.
(·) Identification of keystone soil properties -pedo-indicators- that determine soil functioning and influence soil use.
(·) Improvements of mathematical tools for scaling soil data from site-specific to regional and global territories.
(·) Developing our knowledge of the structure and dynamics of the pedosphere at global level (global soil change).
(·) Better interpretation of the paleo-environmental record contained in soils and regolith (indicators of past climatic changes, and long-
term landscape instability, using soils as relative dating tools, stratigraphic markers, etc.).
(·) Improvement of our understanding of the role of pedosphere in the global climatic system; interactions with other sub-systems.
(·) Study of the soil-plant-atmosphere continuum for climatic and agroclimatic modelling.
(·) Conservation of unaltered benchmark soils in networks of natural reserves for research activities and preservation of soil biodiversity
and pedodiversity.

Technologies
(·) GIS and nested soil databases for building Soil Information Systems (SIS).
(·) Quantitative numerical modelling of soil processes. Implementation of SIS, including cellular automata and neural networks, based
expert systems, etc.
(·) Research on non-invasive inventory techniques, such as: DEMs, GPR, GPS, electromagnetic induction, and airborne and satellite
remote sensing tools (e.g., gamma-ray spectrometry).

Conceptual and mathematical tools


(·) Chaos theory (synergetics, non-equilibrium thermodynamics, percolation theory, theory of non-linear systems, self-organised
criticality, etc.).
(·) Fuzzy logic methods for analysing continuous soil variation and fuzzy soil classification schemes (pedosphere as a continuum entity).
(·) Theory of hierarchical systems.
(·) Fractals (self-similar, self-affine fractals, Multifractals) and other relevant techniques for the analysis of scale invariant structures,
patterns and processes.
(·) Spatial analysis (e.g., geostatistical tools and auto-correlation analysis).
(·) Temporal analysis (time series analysis) and temporal GIS

New focus
(·) Transition of the current paradigm (soil use as a medium for agriculture) to another based on the consideration of soils as a basic
natural soil resource, as well as a component of ecosystems, a repository of waste disposal, an ameliorator of water quality, a medium
for bioremediation and engineering uses, a source of environmental, paleo-environmental (paleopedology) and cultural (soil geo-
archeology) information.
(·) A more holistic approach to soil system structure and function, as well as to soil management.

Más aún, también se requiere mucha mayor financiación con vistas a investigar sobre
la generación de modelos edafosfera-paisaje, así como en Geomorfología y estratigrafía de
suelos, la segunda de las cuales ha constituido tradicionalmente la base de las actividades
para el reconocimiento de suelos. Sin embargo, en muchos países industrializados, si en
este momento comenzaran a potenciarse de nuevo la Edafología y el reconocimiento de
suelos, la asimilación de las nuevas herramientas conceptuales, metodológicas y
tecnológicas reseñadas, se encontraría frenada por el descenso en el tamaño de las
plantillas de edafólogos y cartógrafos de suelos, así como por el envejecimiento de sus
plantillas.

1.6 La paradoja tecnológica de Burrough


En los últimos años, diversas instituciones, nacionales e internacionales, relacionadas
con el reconocimiento de suelos han adoptado algunas de las innovaciones más recientes
en los campos de la informática, telecomunicaciones, instrumentación geofísica, etc.
Entre ellas destacan la creación de bases de datos computerizadas (Zinck y Valenzuela
1990), sistemas de información geográfica (Aronof 1989), teledetección aeroespacial
(Mulders 1987), teledetección sobre el terreno y sistemas de posicionamiento global
(Olson y Doolittle 1985; Doolittle 1987; Larsen et al. 1989), análisis de videoimágenes
(Harrison et al. 1987; Pfordresher 1988), inteligencia artificial (Coulson et al. 1987),
ciencias del caos (Ibáñez, 1995; Phillips 1999) etc. La revolución tecnológica a la que
estamos asistiendo conlleva un incremento en el tiempo y los recursos destinados a estos
propósitos en detrimento de los dedicados a la recolección sistemática de datos de campo
y mapeos intensivos (Ibáñez et al. 1993). Es decir, la dependencia tecnológica del
reconocimiento de suelos es cada vez mayor. Como corolario, los grupos de trabajo
comienzan a ser más multidisciplinarios. No es extraño, por tanto, que el reconocimiento
de suelos comience a contemplarse actualmente como un complejo sistema de
información, multidisciplinar, plurifásico y polifuncional (Ibáñez et al., 1993). El
objetivo que se persigue es elaborar sistemas de información de suelos (SIS) capaces de
resolver las demandas actuales de los usuarios, reales o potenciales (LAMP 1987; Finke
et al. 1999). Sin embargo, no se han obtenido resultados espectaculares, ni tan siquiera
las expectativas iniciales.
El entusiasmo precipitado y acrítico (hay que estar con la moda) sobre las
potencialidades que ofrecen las nuevas tecnologías ha encubierto numerosos problemas
de fondo. Por estas razones, la optimización en el uso de la información ofrecida por los
levantamientos de suelos aún dista de ser la deseada. En otras palabras, la mayor parte de
los SIS y Bases de datos de Suelos Georeferenciadas (BDSG) no proporcionan la
información idónea para una gestión racional del recurso suelo. Burrough (1993),
denominó paradoja tecnológica a las consecuencias derivadas de esta situación. Una de
las causas que alude el mencionado autor estriba en que gran parte de las nuevas
herramientas instrumentales fueron diseñadas para tratar con objetos cuya naturaleza es
cualitativamente diferente a la de los suelos. Los SIS y SIG son instrumentos
extremadamente útiles (Lamp 1987; Burrough 1987; Aronof1989). Sin embargo, no es
aconsejable usar tecnologías de la información sin un riguroso análisis de sus bondades y
debilidades. También hay que considerar cuales son más aptas para alcanzar un
determinado objetivo. Las decisiones deben ser consensuadas en el seno un equipo
multidisciplinario bien instruido (Burrough 1993). Por otro lado, frecuentemente, no se
dispone del tipo y/o calidad de datos deseados para numerosos propósitos, como
intentaremos demostrar en otros apartados.
Por estas razones, la mayor parte de los SIS, BDSG y SIG disponibles en el mercado
suelen usarse como meras herramientas para automatizar tareas que con anterioridad
fueron manuales (Burrough 1993). Es aquí en donde algunas de las paradojas y dilemas
conceptuales que posteriormente analizaremos convergen con la paradoja tecnológica.
Se están utilizando unos modelos conceptuales del sistema suelo inapropiados (por
obsoletos) para un apropiado análisis de su variabilidad espacio-temporal de los suelos, a
pesar de que éste es actualmente viable. Sin embargo, ha sido el reconocimiento de la
paradoja tecnológica el que esta propiciando que muchos especialistas comiencen a
percatarse de la paradoja conceptual. Dicho de otro modo, las nuevas tecnologías han
inducido a recapacitar sobre el cuerpo doctrinal de la Edafología y los levantamientos de
suelos. Actualmente, son muchos los edafólogos que reclaman un cambio de orientación
y tal vez de paradigma (p. ej. Targulian et al. 1990a y b; Arnold y Wilding 1991; Ibáñez
y García Álvarez 1991; Ibáñez el al. 1990, 1993 y 1994; Burrough 1993; Sánchez 1994;
Buol, 1994; Richter y Markewitz 1975; Paton et al.1995).
Con el énfasis puesto en la cuantificación de estructuras y procesos iniciada en la
década de los 60, tanto en el ámbito de la Edafología como de otras ciencias afines, llegó
la era de la modelización numérica. Los vertiginosos avances de las ciencias y
tecnologías de la computación pronto permitieron que estas herramientas estuvieran al
alcance de todos aquellos investigadores con un mínimo de conocimientos matemáticos.
Algunos investigadores parecen haber asociado la cuantificación de procesos y la
modelización en Edafología y ciencias afines con un cambio de paradigma de sus
especialidades. Este es el caso, por ejemplo, de Yaalon (1997). No cabe la menor duda de
que estos instrumentos son muy útiles. Sin embargo, como en el caso de las tecnologías
SIG, por sí solos no representan avance conceptual alguno, por lo que en ningún caso
puede hablarse de cambio de paradigma. Como un matemático inglés me comentó no
hace mucho tiempo, "El problema no estriba en que los edafólogos y otros especialistas
en recursos naturales elaboren modelos, es una práctica muy útil; si no en que se llegan
a creer sus resultados".
Los modelos numéricos, al menos hasta la fecha, tropiezan con muchas dificultades
a la hora de hacer avanzar el conocimiento científico, muchas de las cuales son ajenas al
propio proceso de modelización. Un modelo determinista, regido por un sistema más o
menos arbitrario de ecuaciones diferenciales (u otras técnicas matemáticas) es un tipo de
razonamiento deductivo rigurosamente formalizado, cuyos resultados pueden
contrastarse con el mundo observable a la hora de analizar si nuestras premisas son
válidas o no. Por lo tanto, pueden concebirse como experimentos mentales
matemáticamente formalizados. Sin embargo, no resulta conveniente depositar en los
mismos excesivas expectativas. Son muchas las razones para ello. En primer lugar aún
estamos muy lejos de haber alcanzado el conocimiento suficiente sobre la estructura,
dinámica y evolución de los suelos (y de otros recursos, como para poder "comprimirlos"
en unas pocas ecuaciones y esperar que sean un reflejo del comportamiento "real" del
objeto de estudio. Más aún, generalmente las condiciones iniciales y las temporalmente
cambiantes condiciones de frontera son casi imposibles de conocer con la precisión
requerida. Los problemas de escala y de parametrización también suelen impedir obtener
soluciones aceptables. Felicitémonos de tener una herramienta adicional para investigar
en nuestra disciplina. Pero seamos también conscientes de sus enormes limitaciones. En
una reciente e interesante monografía sobre el pensamiento geomorfológico
contemporáneo (Rhoads y Thorn 1996), prestigiosos modelizadores (Kirby, 1996; Beven,
1996; Phillips, 1996 y Haff, 1996) analizan tales limitaciones con una sinceridad y rigor
digna de encomio. Un debate sobre la relevancia de la modelización numérica en CC. del
suelo puede encontrase en el Soil Sci. Soc. Am. J., entre los años 1992 y 1994 (Thomas
1992; Smith, 1993; Yaalon 1994). Aunque indudablemente este último también es de
interés, cualquier lector interesado en el tema comprobará la profundidad de los discursos
mantenidos en Geomorfología, con los publicados en la mencionada revista de suelos
(mucho más pobre, por desgracia).
Personalmente recomendamos vívidamente su lectura. En resumen, la modelización
numérica puede ser complementaria de....no sustituto de...nada. Así pues, las nuevas
tecnologías no son suficientes. Se requieren, además, nuevas aproximaciones con un
fuerte componente heurístico, tales como las que podrían producirse con el uso de la
física y las matemáticas del caos (Burrough 1983; Armostrong 1986; Culling 1986;
Ibáñez y García Álvarez 1991; Ibáñez et al. 1990, 1991, 1994 1995a, b, c; Ibáñez et al.
1998, 1999a, b, Yaalon, 1995; Phillips, 1999). Algunas de ellas se expondrán en los
siguientes apartados.
En cualquier caso resulta sorprendente que nuestros gestores en materia de política
científica y conservación ambiental confíen tanto en la modelización y la monitorización
sin un previo inventario exhaustivo del recurso a estudiar. Cualquiera de las dos
herramientas metodológicas aludidas, y en especial la monitorización, deben partir de un
inventario previo lo más preciso posible. Respondan ustedes a esta pregunta: ¿Cómo es
posible monitorizar un recurso e intentar modelizar los mecanismos subyacentes si
desconocemos de antemano el estado de tales recursos?. Yo sinceramente desconozco la
respuesta. A una situación parecida se enfrentan también ciertos biólogos actuales cuando
se les pregunta sobre los posibles efectos del cambio climático o de la polución sobre la
biodiversidad de un determinado territorio, por cuanto frecuentemente o no cuentan con
catálogos de flora y vegetación o estos son inadecuados o caducos.
1.7 Las paradojas estadísticas
Las herramientas estadísticas tradicionales incluyen los denominados métodos
paramétricos y no paramétricos. La selección de los procedimientos adecuados para
describir y comparar poblaciones depende de los atributos de la muestra que se considera
representativa de la población. El uso de descriptores y test paramétricos asumen la
normalidad, aleatoriedad, equivarianza e independencia de las observaciones(p. ej.
Upchurch y Edmonds 1991). Cuando las tres primeras asunciones no se cumplen
rigurosamente, las conclusiones que se derivan de los análisis estadísticos solo pueden ser
consideradas como inferencias aproximadas. Si, adicionalmente, la transformación de los
datos no se traduce en resultados satisfactorios, puede acudirse a los denominados
métodos no paramétricos o de distribución libre. Estos tienen un amplio espectro de
aplicaciones, por cuanto requieren pocas asunciones sobre los atributos muestrales (p. ej.
Upchurch y Edmonds 1991). De este modo, si la población de datos de suelos posee una
distribución de tipo continuo y las observaciones demuestran ser independientes y
aleatorias, los métodos no paramétricos pueden emplearse con el propósito de determinar
la tendencia central y la varianza. Más aún, algunas de las herramientas no paramétricas
tan solo requieren que se cumpla la condición de distribución continua.
Cuando se analiza la variabilidad espacial y temporal de los suelos, es usual que las
asunciones de la estadística paramétrica sean violadas (p. ej. Uehara et al. 1985;
Upchurch y Edmonds 1991). En ocasiones, incluso los procedimientos más permisivos
de la estadística no paramétrica manifiestan su enorme pobreza para la descripción de la
variabilidad de los suelos (p. ej. Upchurch y Edmonds 1991). Más concretamente,
cuando la variabilidad observada en la serie de datos de una población posee correlación
espacial o temporal, la asunción de independencia de las observaciones no es válida, a
pesar de la aleatoriedad del muestreo. Si la naturaleza de la correlación es de tipo
espacial, puede acudirse al uso de la geoestadística u otras técnicas de análisis de
autocorrelación espacial sensu lato (p. ej. Oliver et al.. 1989a y b).
La geoestadística se desarrolló, en el ámbito de la Geología minera, a partir de la
Teoría de las Variables Regionalizadas (Krige 1951; Matheron 1971). Básicamente trata
de encontrar funciones matemáticas aptas para describir y analizar las poblaciones de
datos cuyos valores varían en el espacio continuamente (p. ej. semivariogramas,
covariogramas, krigeage, cokrigeage, y krigeage en bloques). En consecuencia, esta
metodología, permite cuantificar el grado con que se produce la dependencia espacial de
las observaciones, así como la estimación de los parámetros estadísticos de la población
(p. ej. media, varianza). También es útil para realizar interpolaciones e inferir el valor de
las variables estudiadas en localizaciones intermedias no muestreadas (Oliver y Webster
1990). Finalmente, mediante procedimientos geoestadísticos se puede determinar el
número de muestras necesarias para estimar adecuadamente la variabilidad espacial de
cada una de las propiedades analizadas (McBratney y Webster 1983).
Para las poblaciones de datos que muestran dependencia temporal o espacial,
también puede hacerse uso del análisis armónico o de series temporales. Estos incluyen la
determinación de autocorrelaciones espaciales o temporales, funciones de densidad
espectral, etc. (Kachanosky 1988; Upchurch y Edmonds 1991). Tales procedimientos son
pertinentes para el análisis de datos secuenciales (en el espacio o el tiempo) que pueden
representarse en una dimensión (curva). En general, permiten discernir si la secuencia es
aleatoria o si posee una tendencia determinada. Cuando se presenta esta última, son útiles
para contestar a ciertas preguntas sobre su naturaleza o estructura (p. ej. ¿Se presentan
patrones periódicos?, ¿Con qué frecuencia?). El análisis de series temporales también es
idóneo para comparar autocorrelaciones entre distintas series de datos secuenciales.
Nos encontramos pues con lo que podríamos denominar paradoja estadística. Con
ello se quiere aludir a que, hasta la aparición de la geoestadística, los edafólogos han
soslayado el hecho de que, generalmente, las poblaciones de datos secuenciales de suelos
suelen estar espacial y/o temporalmente correlacionadas. Pero además, la geoestadística
permite realizar cartografías del continuum edáfico, soslayando muchos de los problemas
inherentes a los mapas convencionales de coropetas (p. ej. Bouma 1985; Bregt et al.
1987).
No cabe la menor duda de que las herramientas geoestadísticas han constituido un
avance notable para la cuantificación de la Edafología. De hecho el floreciente campo de
la subdisciplina denominada "pedometrics" parece concebirse por muchos edafólogos
como sinónimo de la aplicación de la geoestadística a nuestra disciplina. El hecho de que
en una buena parte de las revistas internacionales de mayor prestigio hayan ido
incorporando a sus staffs afamados "pedometricians" como Editores en Jefe", es un
reflejo ineludible de la reputación y posición que estos han logrado alcanzar en el ámbito
de la comunidad internacional.
Sin embargo, los diseños muestrales que requieren el uso correcto de estas técnicas
estadísticas son extraordinariamente copiosos. Asimismo, la mayor parte de su aparataje
técnico todavía requiere trabajar con campos de variables singulares, es decir de variable
por variable, por lo que no es posible, por el momento, alcanzar mediante el una visión
espacial holística de los cuerpos edáficos (p. ej. elaborar rigurosamente mapas
convencionales de suelos o edafotaxa). Las líneas a seguir en este campo deberían ir
limando este tipo de impedimentos (tamaños muestrales y variabilidad espacial de los
suelos, más que de sus propiedades). Posiblemente la mejora de la instrumentación
geofísica actual (como es el caso de los "GPR"), con independencia o el auxilio de la
geoestadística, nos permita en un futuro elaborar cartografías de los horizontes del suelo
al modo de la estratigrafía en las CC. Geológicas. Sin embargo, también debemos ser lo
suficientemente críticos como para analizar las limitaciones de estos instrumentos
matemáticos sin con ello ser optimistas sobre su futuro.
Una cosa si es cierta, los mapas basados en el uso de la geoestadística ha constatado
algunas de las muchas limitaciones inherentes a los procedimientos tradicionales de las
cartografías de suelos convencionales. Uno de los más importantes ha sido comprobar la
extremada variabilidad de sus propiedades incluso en intervalos especiales decamétricos
y métricos. Este hecho también comienza a reconocerse en el ámbito temporal con el
reciente advenimiento de los primeros programas de monitorización de suelos.
Seguidamente analizaremos algunas creencias erróneas representativas de cuando los
científicos aplican el conocimiento intuitivo basado en el sentido común a problemas de
esta naturaleza. Como se denuncia en otro apartado, los mayores progresos científicos se
han conseguido en contra y no a favor del sentido común (p. ej. Chalmers, 1984).
Aunque el concepto de diversidad ha sido un tópico muy estudiado y debatido en el
ámbito de la Biología, su aplicación a la Edafología es muy reciente (p. ej. Ibáñez et al.
1990, 1994, 1995, 1998a, b, 1999a, b, c, 2000; McBratney 1992; Yaalon, 1998, Wilding
y Nordt, 1998, Phillips, 1999). Como se puede observar, fueron los autores los que
formalizaron su aplicación a nuestra disciplina, así como a la Geomorfología. La historia
es tan larga, curiosa e implicó a tantos investigadores, revistas, editores y "referees" que
merecería por sí sola una conferencia (o un artículo) independiente. Se podría comprobar
hasta que punto la práctica científica cotidiana se ve más condicionada por factores
sociológicos y psicológicos (sociología de la ciencia) que por otros meramente formales
(filosofía de la ciencia). Sería a su vez un espaldarazo para todos aquellos que defienden
el relativismo epistemológico, en contraposición a los que consideran que el progreso de
la ciencia puede explicarse mediante argumentos puramente racionales. Sin embargo, no
es el momento o lugar. Baste señalar que, hasta 1998, las publicaciones y conferencias de
los autores tan solo consistieron en aplicar los instrumentos matemáticos utilizados para
el estudio de la biodiversidad y diversidad ecológica (conceptos no sinónimos) en
Edafología con vistas a cuantificar la edafodiversidad taxonómica (diversidad de
edafotaxa). Posteriormente los autores han comenzado a introducir contribuciones más
personales (como la propuesta de un índice estructural de "complejidad", o las relaciones
entre índices de diversidad y las estructuras fractales. Todos estos estudios hicieron uso
de datos procedentes de levantamientos de suelos a distintas escalas.
Merece la pena señalar que entre 1994 y 1998, diversos referees y algún que otro
autor consideraban que la aplicación de los instrumentos para la estimación de la
biodiversidad y diversidad ecológica al ámbito de la Edafología era espuria, por cuanto
era "obvio" que a mayor diversidad de edafotaxa "debería" corresponder una mayor
variabilidad espacial de las propiedades de los suelos (p. ej. McBartney 1992). En
consecuencia, la geoestadística podría dar cuenta, directa o indirectamente de la misma.
De hecho varios autores, en sus réplicas a nuestro Discussion Paper de Geoderma
utilizaban variabilidad y diversidad de forma intercambiable (sinónimos de un mismo
hecho). Del mismo modo, ciertos autores (p. ej. Yaalon 1998; Camargo, 1999) y
"referees" dudaban de la idoneidad de aplicar instrumentos matemáticos desarrollados
para tratar con entes discretos a un recurso natural que varía en continuum. Todos estos
argumentos son infundados, como ya comenzamos a demostrar en otros trabajos (Ibáñez
et al., 1998b, 1999a, b, c, 2000), así como en algunos que se encuentran en fase de
redacción. El dilema del continuum en Edafología (pero también en Biología será el
motivo de otro apartado. Nos centraremos aquí en la primera objeción. Para ello haremos
uso de conclusiones extraídas, "empíricamente", de ciertos estudios que se encuentran
pendientes de publicación (Saldaña e Ibáñez, en preparación).
No albergamos la menor duda de que, con vistas a cuantificar la diversidad de
diversos recursos naturales (p. ej. suelos, modelado terrestre, clima) la aproximación
taxonómica podría sustituirse por otra que entendiera los recursos como una colección de
atributos que varían en un continuum espacio-temporal y no como entidades compuestas
de taxas discretos. Desde esta perspectiva, pueden utilizarse los variogramas de atributos
concretos, es decir herramientas geoestadísticas, como una medida de distancia
(McBratney). Este modo de proceder permite el cálculo de las varianzas de los distintos
atributos de un área determinada. Cuando se necesitan considerar varios atributos
conjuntamente puede elaborarse un variograma de su combinación lineal (McBratney
1995). Así mismo, al margen de la diversidad taxonómica, las metodologías descritas
también pueden ser utilizadas con objeto de determinar la diversidad de otro tipo de
estructuras (p. ej. diversidad de horizontes del suelo dentro de un mismo edafotaxa, la de
cuerpos edáficos en un paisaje de suelos, la de estos últimos en una región, la diversidad
edafogenética, la funcional, e incluso la de un sistema taxonómico determinado) (Ibáñez
et al. 1998; Odeh, 1998).
Insistimos, aunque en un principio pudiera pensarse que debiera existir algún tipo de
vínculo entre los conceptos de variabilidad espacial y diversidad (lo dicta el sentido
común), veremos que estas "presuntas" relaciones no son triviales en absoluto. Un
determinado objeto natural, en un espacio concreto, puede ser muy diverso y poseer al
mismo tiempo escasa variabilidad espacial, de ciertas o muchas de sus propiedades o
viceversa. Al objeto de demostrar esta aparente paradoja escogeremos el ejemplo de
Saldaña e Ibáñez (en preparación).
Saldaña et al. (1996) y Saldaña (1997) realizaron un muestreo anidado de suelos a
varias escalas en una topo-cronosecuencia del Río Henares (centro de España). Con este
propósito se abrieron y analizaron más de 300 calicatas de suelos. Saldaña et al. (1996)
comprobaron como la variabilidad espacial de las propiedades de suelos estudiadas
decrece desde los depósitos más recientes (terrazas jóvenes del Holoceno) a los más
antiguos (terrazas pliocuaternarias antiguas). De hecho, la estimación de los
semivariogramas de algunas propiedades edáficas en las terrazas jóvenes demostraron
albergar un efecto “nugget” puro, lo cual implica una total ausencia de correlación
espacial, o lo que es lo mismo, la imposibilidad de predecir los valores de la variable
entre calicatas separadas por pocos metros. Por tanto, no debe extrañar que la dimensión
fractal “D” de ciertas propiedades fuera cercana a 2 (Saldaña 1997). Por el contrario, al
aumentar la edad de las terrazas, decrecía la variabilidad espacial de las variables
analizadas (pH, granulometría, carbonatos, materia orgánica, etc.), lo que implica un
proceso de uniformización de las propiedades de los materiales edáficos y una
correlación espacial creciente entre las observaciones. Los autores concluían que el
incremento en la edad de las terrazas determinaba que las variables muestren variogramas
no transitivos, con varianza limitada dentro del rango de observación seleccionado
(Saldaña et al. 1996). Así mismo, el número de (riqueza de, diversidad de) modelos
standard a los que ajustar los semivariogramas de las observaciones decrecía al aumentar
la edad de las superficies muestreadas. Si entendemos tales modelos como objetos
matemáticos, podría decirse que existía una mayor diversidad de tipos de variabilidad en
los paisajes de suelos jóvenes que en los maduros. Desde esta perspectiva, diversidad y
variabilidad espacial sí parecían encontrarse positivamente correlacionadas.
Por el contrario, Saldaña (1997) comprueba que la diversidad taxonómica aumentaba
continuamente conforme lo hacía la edad de las terrazas. De este modo, la diversidad de
edafotaxa y la variabilidad espacial de las propiedades de suelos se encontraban
negativamente correlacionadas. Una posible interpretación de los resultados sería la
siguiente. Sobre las superficies recientes, la variabilidad espacial de las propiedades
analizadas es casi aleatoria, lo que implicaría la presencia de materiales deposicionales
muy heterogéneos en su disposición y composición. Con el tiempo, los procesos
edafogenéticos uniformizan las heterogeneidades iniciales del material parental, dando
lugar a correlaciones espaciales y, como corolario, a una transformación de la
variabilidad aleatoria en sistemática, mucho más fácil de predecir (Tabla 8). Por el
contrario, el incremento de la diversidad de edafotaxas con el transcurso del tiempo
sugiere un proceso de cristalización de las inhomogeneidades espaciales primarias
(sistemas altamente desordenados) en estructuras más complejas y ordenadas, a la par
que fácilmente discernibles, dando lugar a la emergencia progresiva de edafotaxa
distintos. Es decir, el sistema que constituye el continuum edafosférico va alcanzando
con el tiempo un mayor grado de diversidad y complejidad, por cuanto pequeñas
diferencias en las condiciones iniciales les hace "caer" en diferentes "cuencas de
atracción", hacia distintos tipos de edafotaxa o "atractores". Se trata de un proceso
típico de los sistemas complejos autoorganizativos al borde del caos.

Tabla (8)
Modelos de semivariograma y rangos de dependencia espacial en una topo-
cronosecuencia de suelos en el valle del Río Henares
(después de Saldaña et al.1996*

Area Prof. (cm) Arena Limo Arcilla pH CaCO3 C.O

10-20 Efecto hole Gaussiano Esférico Efecto hole Esférico Esférico


A1 (27) (66) (76) (27) (65) (93)
40-50 Esférico Esférico Exponencial Gaussiano Efecto hole Nugget
(131) (84) (719) (55) (23)
90-100 Nugget Nugget Nugget Nugget Nugget Nugget
10-20 Nugget Efecto hole Nugget Esférico -- Lineal
A2 (26) (161)
40-50 Nugget Lineal Nugget Exponencial -- --
(50)
10-20 Nugget Lineal Lineal Esférico -- Lineal
A3 (100)
40-50 Lineal Lineal Lineal Lineal Indefinido --
90-100 Lineal Lineal Lineal Indefinido Lineal --
(*) A1 corresponde a la terraza de menor edad mientras que A3 a la más antigua. Prof. especifica a la profundidad a la que se tomaron
las muestras en las calicatas

Por razones obvias, omitimos exponer los datos referentes a la edafodiversidad. Sin
embargo, si podemos afirmar que, cuando éstos fueron expuestos a un grupo de
edafólogos del Buró Europeo de Suelos, que se encontraban elaborando un Manual para
la creación de una Base de Datos Georreferenciada para los Suelos de Europa, estos no
dudaron en explicitar tal diferencia en el Manual, así como de incluir simultáneamente la
estimación de la variabilidad espacial de las propiedades de los suelos y la cuantificación
de la edafodiversidad taxonómica (Finke et al., 1998, 2000).
En consecuencia, podemos afirmar que el sentido común de los "referees" y autores
mentados, y como corolario, sus críticas al concepto de edafodiversidad taxonómica
carecen de fundamento: diversidad y variabilidad no son conceptos sinónimos. Por tanto
sus estimas no están "necesariamente" positivamente correlacionadas (incluso como
hemos podido ver lo pueden estar negativamente). Aquella falsa asunción retrasó en
algunos años la publicación del trabajo de Ibáñez et al de 1998. La edafosfera es un
recurso que se despliega en el espacio y deviene en el tiempo. Con toda seguridad, ambos
conceptos no explotan más que una ínfima parte de la compleja estructuración espacial
del suelo (como ya estamos intentando demostrar al introducir y cuantificar en
Edafología el concepto de complejidad. Estamos convencidos de que descubrimientos
futuros nos ofrecerán nuevas perspectivas, hoy impensables de las estructuras espaciales.
Tan solo hace falta atrevimiento y tenacidad para abordarlas.
1.8 La teoría de Los sistemas jerárquicos y los problemas escalares
1.8.1 Aspectos generales
El problema de las escalas constituye uno de los tópicos de mayor actualidad y
dificultad en el dominio de las CC. de la Tierra (Rosswall et al.. 1988; Willding 1994;
Wagenet et al. 1994). En consecuencia lo hemos incluido aquí, a pesar de que todavía no
existan las herramientas conceptuales y metodológicas necesarias para su solución. La
Teoría de los Sistemas Jerárquicos (Koestler 1978), es una de las inestimable herramienta
conceptual para su análisis, pero hay otras. Una de las principales premisas de esta
aproximación se basa en la idea de que, en el estudio de los sistemas jerárquicos, la
comprensión de un nivel de la jerarquía requiere el conocimiento adecuado de los niveles
inmediatamente superior y e inferior (p. ej. Allen y Starr 1982). Asimismo, cada escalón
de una organización o entidad jerárquica puede ser considerado como un sistema en sí
mismo, con sus propias escalas espaciales y temporales representativas (Tabla 9). En la
práctica suele ocurrir que cada nivel es estudiado mediante técnicas experimentales
específicas y posee su propia terminología científica. Adicionalmente, la Teoría de los
Sistemas Jerárquicos asume que determinadas dimensiones espaciales se correlacionan
con otras temporales, de tal modo que las escalas de los niveles superiores suelen
corresponder a las espacialmente más groseras y temporalmente más dilatadas. Lo
inverso también es cierto para los niveles inferiores de la jerarquía.
Según las Ciencias del Caos y de la complejidad, un sistema dinámico abierto a los
flujos de energía y materia (prácticamente todos los sistemas naturales) se encuentra
regido por procesos de organización generadores de una complejidad creciente y
jerárquicamente organizada a diferentes escalas de espacio y tiempo) (Prigogine y
Stengers 1984; Haig 1987; Weber et al.. 1988; Risser et al. 1988). En terminología de
Koestler (1978), cada nivel de la jerarquía recibe el nombre de Holón, mientras que el
conjunto se denomina Holarquía. Cada nivel jerárquico estaría compuesto por una
determinada multiplicidad de subsistemas que, de hecho, son los sistemas del nivel
jerárquico inferior, a la par que sería un subsistema del nivel jerárquicamente superior.
Cada nivel de la jerarquía debe integrar los conocimientos necesarios para explicar el
comportamiento de los subsistemas componentes, lo que implica que las investigaciones
al nivel del subsistema jerárquico i-1, aportan las bases para la comprensión del sistema
del nivel i. Sin embargo, estas bases de conocimiento son insuficientes para reconocer y
formalizar las relaciones interescalares, o lo que es lo mismo, entre holones. Se trata de
un procedimiento racionalmente válido. No obstante, la variabilidad espacial y temporal
de las múltiples propiedades y procesos de un determinado holón, así como sus
interrelaciones, introducen tal complejidad analítica e incertidumbres como para hacer
inviable una aproximación tan simplista. En consecuencia, se necesitan vías conceptuales
y metodológicas alternativas para abordar el problema. De hecho, cada nivel ascendente
de la jerarquía disfruta de propiedades emergentes no inferibles mediante el
conocimiento detallado de los procesos y propiedades del holón jerárquicamente inferior.

Tabla (9)
__________________________________________________________________
Tiempos de Equilibración para Diversos Subsistemas del Sistema Climático
(Escalas Temporales de Respuesta)
(Después de Hendeson-Sellers y K. McGuffie 1987-1990)
__________________________________________________________________

Tiempos de Equilibración
Dominio Climático Segundos Equivalente
__________________________________________________________________

ATMÓSFERA
Libre  106  11 días
Capa Límite  105  24 horas

OCÉANO
Capa Mixta  108-109  7-8 años
Fondo del Mar  1010  300 años
Hielo del Mar  106--1010  días-siglos

CONTINENTES
Lagos y ríos 106  11 días
Suelo/Vegetación  106  11 días
Nieve y Superficie de la Capa de Hielo  105  24 horas
Glaciares de Montaña  10 10
 300 años
Capas de Hielo  1012  3000 años
Manto de la Tierra (Tectónica de Placas)  10 15
 30.000.000 años
__________________________________________________________________

Un problema adicional surge a la hora de discernir entre variables que pueden ser
consideradas como constantes o uniformes para un rango discreto de dimensiones
espaciales y/o temporales, de aquellas que no lo son. En algunos casos, el reto de analizar
las interacciones entre diferentes holones con distintas escalas de espacio y tiempo puede
ser abordado exitosamente con el auxilio de nuevas metodologías y tecnologías (p. ej.
sensores remotos). Sin embargo, para Jeffers (1988), una buena parte de las dificultades
que se presentan con vistas a la comprensión escalar de la biogeosfera emergen de errores
en la aplicación de las reglas lógico-axiomáticas de la filosofía de la ciencia. En cualquier
caso, comienzan a divulgarse metodologías prometedoras para el análisis de los procesos
naturales que muestran variación a diferentes escalas. Entre estas últimas cabe citar el
análisis armónico, los modelos markovianos, los autómatas celulares, la geometría
fractal, etc. A pesar de todo, mientras en la literatura comienza a proliferar la publicación
de trabajos teóricos aparentemente prometedores, en la práctica, estos no aciertan a
cumplir los objetivos que se proponen.
Como hemos podido observar, mientras la geometría fractal aborda la búsqueda de
las regularidades invariantes a los cambios de escala, la teoría de los sistemas jerárquicos
se centra en la determinación de las propiedades emergentes que son características de
cada nivel de organizativo de una determinada jerarquía espacio-temporal. Por tanto,
ambas teorías son dialécticamente complementarias. Resulta lamentable que la reciente y
excelente monografía de Phillips sobre la aplicación de las ciencias de la complejidad a
los sistemas superficiales terrestres, y en especial a los suelos, aborde muy
superficialmente las potencialidades de las matemáticas fractales para centrarse en los
procesos dependientes de la escala. En la naturaleza, existen muchos más objetos y
procesos fractales que los que este autor apunta (Ibáñez et al. 1999) y debía seguir
trabajándose con ambas herramientas simultáneamente.

1.8.2 Aplicación de la teoría de los sistemas jerárquicos: La edafosfera


Durante las tres últimas décadas se han propuesto numerosos esquemas de
organización jerárquica para diversos recursos y procesos ambientales. Obviamente, una
descripción de todos ellos esta fuera del alcance de esta contribución. Así pues, en este
apartado, nos centraremos tan solo en edafosfera. Más adelante propondremos como se
puede abordar el estudio de los geosistemas bajo una óptica semejante.
La edafosfera es un ejemplo de sistema abierto, complejo y auto-organizativo, con
las suficientes peculiaridades genéticas, estructurales, dinámicas y evolutivas para ser
considerado como un subsistema individualizado dentro del sistema biogeosférico, y por
lo tanto para requerir una ciencia básica que aborde su estudio (Ibáñez y García Álvarez
1991; Ibáñez et al.. 1995). Sin embargo, como veremos más adelante, también es cierto
que se comporta más como una "esfera" de frontera o interacción entre diversas esferas
primarias (atmósfera, litosfera, hidrosfera, biosfera, toposfera, etc.) que como una de
estas últimas (Targulian et al. 1990a).
La edafosfera sería pues como una geoderma o geomembrana del modelado terrestre
que posee ciertas analogías con las biomembranas de los seres vivos (Targulian et al.
1990 a, b). Como geomembrana epilitosférica, a través de la edafosfera se producen y
regulan los flujos de energía y materia con aquellas esferas del sistema planetario con las
que interactúa. Es decir afecta y es afectada por estas últimas. Sus propiedades provienen
de su estructura: ligera, porosa, permeable a los gases atmosféricos y al agua, así como
por constituir la habitación de las biocenosis terrestres e incluso acuáticas (os
microorganismos y parte de su microfauna son organismos acuáticos) (Targulian et al..
1990b; Ibáñez 1991, 1995, 1997).
Actualmente se considera al pedón como la unidad tridimensional de menor tamaño
apta para describir los rasgos de los horizontes del suelo (Soil Survey Staff 1960, 1975).
Sin embargo, diferentes propiedades tienen distintos rangos de variabilidad espacio-
temporal. Adicionalmente, esta variabilidad depende, en gran medida, de la distribución
espacial de algunos parámetros topográficos relevantes, a una escala dada, que
condicionan las transferencias de masa y energía en el sistema. Incluso a nivel del
espesor de los horizontes del suelo, se detectan diferentes escalas espaciales
representativas, dependiendo de sí su estructura, dinámica y evolución se encuentra
preferentemente controlada por procesos superficiales o subsuperficiales (Kachanosky
1988). Por tanto, para diversos autores la dependencia escalar es un rasgo esencial de los
atributos y procesos edáficos (p. ej. Wagenet et al. 1994). En consecuencia, necesitamos
disponer de un marco jerárquico apropiado, con vistas a modelizar el continuo suelo-
fisiografía, o geoderma, a diferentes escalas (Ibáñez et al. 1994b; 1995e). Sin embargo,
también es muy dudoso que la noción de polipedón (de la que hablaremos seguidamente)
pueda dar cuanta con el rigor necesario de un cuerpo edáfico. A nuestro modo de ver, un
cuerpo edáfico puede variar su tamaño en algún orden de magnitud, por lo que no tiene,
necesariamente, que tener un tamaño concreto característico para su descripción y/o
conceptualización. Como los organismos biológicos, y seguramente otros recursos
naturales, un cuerpo edáfico puede tener unos o pocos metros, o cientos de ellos.
Nosotros personalmente hemos podido comprobar, sobre antiguas superficies pliocenas
cuerpos edáficos de pocos metros (Vertisoles) salpicando dispersamente una matriz
(Alfisoles) muy homogénea que abarcaría centenares e incluso miles (dicho de otro
modo, un cuerpo que incluye a otro). Los "nanopodsoles" (ver Phillips para una revisión
detallada de estos últimos) sería otro ejemplo. Por lo tanto, la escala de descripción de un
perfil, pedón y polipedón(ventana(s) en la edafosfera, pero nada más) no tiene porque
corresponder necesariamente con la de un cuerpo edáfico (el ente tridimensional que
debiéramos inventariar y cartografiar), ni puede saberse a priori toda su variabilidad. Se
trata de un problema que los edafólogos debemos valorar con la autocrítica que la
gravedad del tema requiere, como veremos más adelante, y al que actualmente no se le
presta la debida atención.
Wagenet et al. (1994), a partir de las ideas previamente expuestas por Hoosbeek y
Bryant (1993), elaboran un esbozo de jerarquía espacial edafológica con vistas a
encuadrar los procesos edafogenéticos, basado en los siguientes niveles o categorías:

Nivel escalar i-4 : Nivel molecular (p. ej. reacciones moleculares, interacciones
partícula-partícula, distribuciones de tamaños de partículas).

Nivel escalar i-3: Este dominio escalar es el que concierne al flujo de gases y agua en los
microporos del suelo y a la Ecología microbiana. A este nivel de resolución solo se
estudian agregados estructurales primarios, analizando problemas tales como flujos no
saturados en la matriz del suelo.

Nivel escalar i-2: También denominado “muestra de mano” (hand sample scale). En el
se abordan las estructuras de suelo secundarias (conjunto de agregados), y los flujos de
agua y gases entre las mismas (macroporosidad).

Nivel escalar i-1: Nivel de estudio de los horizontes individuales del suelo. La mayor
parte de los conocimientos sobre taxonomía de suelos se han basado sobre la
extrapolación de los estudios de los horizontes de diagnóstico.

Nivel escalar i: dominio en el que se describen los pedones. Como un objeto


tridimensional, el pedón está definido de tal modo que posee el tamaño necesario para
analizar la organización espacial de los horizontes y su variabilidad lateral.

Nivel escalar i+1: Nivel de estudio del polipedón. El polipedón es una agrupación de
pedones. Por tanto se amplía la extensión lateral del dominio jerárquico anterior. En el se
analiza no solo la horizonación, sino también procesos tales como la escorrentía y
erosión. La variabilidad en el espacio de procesos y propiedades a esta escala es enorme,
por lo que su análisis requiere de técnicas de estadística espacial. El concepto tradicional
de cuerpo de suelo, también se circunscribe a este nivel de resolución.

Nivel escalar i+2: Nivel de estudio de los paisajes de suelos (p. ej. laderas, cuencas de
drenaje). Se trata también de la escala más usual para abordar numerosas investigaciones
ecológicas e hidrológicas. Sin embargo, en estos últimos, el suelo es uno de los
componentes de los ecosistemas peor entendido, cuantificado y representado: suele
asimilarse a un modelo de caja negra entre otros subsistemas mejor cuantificados tales
como las biocenosis, el clima y la Hidrología. No debe extrañar por tanto, que
actualmente se demande la construcción de modelos edafogenéticos cuantitativos basados
en leyes físicas y, a ser posible, espacialmente distributivos. Estos deberían poderse
acoplar con los modelos de otros componentes de los ecosistemas y de los sistemas
superficiales terrestres sensu lato.

Nivel escalar i+3: Se trata de la escala a la cual se estudian las interacciones entre
diferentes paisajes de suelos (p. ej. entre cuencas de drenaje contiguas). En Ecología
correspondería al dominio de Ecología del paisaje. En estos últimos estudios, los suelos
suelen tratarse de manera anacrónica. A esta resolución las unidades espaciales
edafológicas son consecuencia de numerosos procesos determinados por una
multiplicidad de interacciones espacio-temporales. Por lo tanto, para su análisis es
preferible el uso de modelos holísticos en lugar de los de procesos. A este nivel de la
jerarquía, como en el precedente, las aproximaciones empleadas corresponden con las
metodologías utilizadas en la cartografía de suelos.

Nivel escalar i+4: Escala de regionalización edafológica. En este nivel la atención se ha


centrado tradicionalmente en áreas delimitadas por fronteras administrativas (p. ej.
Estados). En los holones i+3 e i+4, se genera el conocimiento para reconocer la
verdadera importancia de todos los factores formadores del suelo (clima, biocenosis,
fisiografía, litología y tiempo). Con tal propósito actualmente se hace uso de las bases de
datos existentes sobre estos últimos, así como de tecnologías SIG, sensores remotos y
estadística espacial.

Nivel escalar i+5: Se trata de la escala de los edafomas, entendiendo como tales las
unidades jerárquicas que abordan el estudio del continuum edáfico a nivel continental
(Ibáñez et al. 1997). Cuando se estudia la edafosfera a nivel global, cabría hablar de un
nivel escalar adicional: el i+6. A esta resolución los edafotaxa más utilizados son los
Órdenes y Subórdenes de la USDA-Soil Taxonomy (Soil Survey Staff 1992) y los Grupos
principales de suelos (Major Soil Groups) de las claves de la FAO (FAO 1989) y de la
WRB (1998). Por lo tanto, los rasgos y procesos edafogenéticos solo son descritos
groseramente. La presencia o ausencia de horizontes y propiedades de diagnóstico
indicadores de determinados materiales parentales, actividad biológica y tipos climáticos
suelen ser los criterios discriminantes más utilizados.

Kachanosky (1988) realiza un análisis de la influencia de la topografía sobre la


distribución espacial de propiedades y procesos edáficos, abordando diversos problemas
de escala. Éste y otros estudios similares (p. ej. Saldaña et al. 1996) constatan la enorme
variabilidad espacial de las propiedades edáficas, hasta el punto de que, en numerosas
ocasiones, no se encuentra correlación espacial alguna (determinadas propiedades
variarían aleatoriamente incluso en distancias muy pequeñas (desde un punto de vista
fractal podría decirse que la D de tales variables sería igual a 2). Dicho de otro modo
toda la variabilidad tendría naturaleza estocástica.
A nuestro modo de ver, esta jerarquía puede resultar útil como ejercicio académico
(muy saludable y valioso), pero resulta prácticamente imposible llevarla a la práctica.
Todavía queda mucho por estudiar en este campo. Debemos tener presente que la
transferencia de información entre datos y estudios realizados a diferentes niveles de
resolución se presenta hoy como uno de los retos más importantes y elusivos de las
Ciencias de la Tierra.

1.9 La paradoja de la medida


Si a cualquier geógrafo o edafólogo, argentino o español, se le preguntara cuanto
mide la superficie de su país, con toda seguridad se apresuraría (al menos tras consultar
la información pertinente, si no recuerda el dato), "tantos millones de kilómetros
cuadrados". ¿Aportaría la respuesta acertada?. Científicamente: ¡No!. Veamos porqué, ya
que la respuesta correcta es una "afrenta" al sentido común, que considerábamos
sólidamente fundado en criterios científicos triviales por conocidos: no es posible ofrecer
una cuantificación exacta de las superficies con independencia de la escala de
referencia y procedimiento utilizado. Veamos porqué.

1.9.1 La rugosidad superficial


De todos es sabido que a la hora de "medir" o estimar la extensión ocupada en un
mapa de suelos por un paisaje de suelos (entendido aquí como un polígono concreto
ocupado por una asociación de suelos determinada) suele recurrirse a procedimientos
planimétricos (no me detendré aquí en las posibles correcciones geodésicas que pueden
realizarse mediante herramientas SIG). Sin embargo, nadie duda tampoco que la
superficie terrestre es rugosa, independientemente de la escala de observación, por la cual
la planimetría ofrece necesariamente estimas infravaloradas (o muy infravaloradas, como
en regiones altamente montañosas). En consecuencia, con vistas a "mejorar" la
cuantificación de la superficie edafosférica, sería necesario hacer uso de modelos
digitales del terreno "DTM", por cuanto mediante éstos y procedimientos SIG es posible
obtener estimaciones "más realistas", aunque todavía permanezca un sesgo residual de
subestimación indeterminado.
Como corolario, cuando actualmente pretendemos estimar la superficie ocupada por
un determinado edafotaxa en un paisaje de suelos (por ejemplo), incurrimos en graves
errores de medida. Con vistas a explicar con la mayor claridad posible esta afirmación
presentaremos un sencillo ejemplo abstracto. En las áreas montañosas suelen dominar,
con frecuencia, suelos someros (p. ej. Leptosoles). Dado que estas superficies son
extremadamente rugosas, sus valores planimétricos proporcionan subestimaciones
conspicuas respecto a las que podrían obtenerse mediante DTM. Si por ejemplo,
queremos cuantificar la extensión en un país ocupada por los diferentes edafotaxa
presentes en él, con toda seguridad, estaremos subestimando las cifras de todos aquellos
asociados significativamente a las áreas de montaña. ¿Cuál es el grado de infravaloración
en el que incurrimos?; ¿En qué medida quedan distorsionadas las cifras que se presentan
actualmente en atlas, libros y artículos?. Se trata de preguntas pendientes de respuesta, a
pesar de que se dispone, al menos para ciertas áreas, de los DTM apropiados.

1.9.2 El problema de las escalas


Como demostró hace varias décadas B. Mandelbrot (progenitor contemporáneo
incuestionable de la geometría fractal; y otros antes que él, aunque con menor éxito) en
su conocido ensayo sobre la cuantificación de la longitud de las costas de Gran Bretaña
(p. ej. Korvin 1992; Turcotte 1992), no existe ninguna medida "real" independiente de
la escala de referencia. En el límite (matemático), es decir, de utilizar "reglas de medir"
infinitesimal, el valor obtenido sería una longitud infinita. Por extensión lógica y
empírica, lo mismo es cierto para las superficies. Existe una rama de las "matemáticas
no lineales" denominada "análisis de las superficies no rectificables" que intenta
abordar formalmente este problema, aunque con propósitos diferentes (por ahora).
¿Significa esto que no podemos cuantificar con exactitud ninguna superficie
edafosférica?. Reiteramos que la respuesta es que efectivamente no podemos, a no ser
que se demuestre la naturaleza fractal de las mismas. Si este fuera el caso, la contestación
sería negativa: sí podrían estimarse. En cualquier caso, si lo que pretendemos es obtener
estimaciones más "ajustadas" a la "realidad". ¿Cómo podríamos obtenerlas?. La respuesta
sería, mediante una serie de DTM anidados. Este trabajo podría ser abordado en ciertas
áreas piloto representativos de territorios con distinta rugosidad. De proceder así, como
mínimo podríamos obtener ciertas funciones de transferencia, relacionadas con las
dimensiones fractales características de las susodichas áreas piloto, que en consecuencia,
serían extrapolables a otros territorios de rugosidad semejante. Mientras tanto, las
superficies deberían valorarse, mediante los DTMs pertinentes a las escalas a las que se
desea realizar el levantamiento de suelos, pero nunca planimétricamente (si es posible).

1.9.3 Escalas y procesos


Una problema adicional, aunque complementario, emerge cuando nos hacemos
cierto tipo de preguntas tales como: ¿A qué escala debemos cuantificar un determinado
proceso con vistas a obtener datos "útiles" para alcanzar los propósitos perseguidos?.
Pongamos otro ejemplo sencillo.
La cuantificación de la biomasa aérea arbórea puede estimarse con "cierto" rigor
mediante fotografías aéreas 1:20.000, partiendo de los estudios de campo pertinentes para
estimar las biomasas de las especies arbóreas según la extensión de sus copas y diámetros
de troncos (procedimiento semejante a los que realizan los ingenieros forestales a la hora
de estimar el volumen maderable de un determinado bosque con vistas a su gestión
silvícola-industrial). Sin embargo, esta escala resulta a todas luces insuficiente e
ineficiente para estimar (ni siquiera aproximadamente) la biomasa microbiana de un
suelo, o la evaporación del agua desde el mismo hacia la atmósfera. La superficie
microtopográfica (relacionada con la microrugosidad superficial) puede aquí superar,
incluso en órdenes de magnitud, las cifras obtenidas a escala 1:20.000. Por tanto la escala
idónea de observación depende del objeto de estudio y/o proceso a estimar

1.9.4 Conclusiones sobre la paradoja de la medida


Obviamente, estos problemas tan solo pueden ser abordados por instituciones o
equipos de investigación bien dotados en personal, infraestructura instrumentación e
información adecuada en formatos útiles (digitales). En cualquier caso, al menos a
primera vista, parece ser un problema serio, pero a la vez una línea de investigación
fructífera. Con vistas a mejorar el diseño de la Base de Datos Georreferenciada de
Europa a Escala 1:250.000 (Versión 1.1), en el seno del Buró Europeo de Suelos
(perteneciente al Joint Reserach Centre -JRC- y más concretamente el Space Aplications
Institute -SAI- de la Unión Europea) uno de nosotros, en un taller reciente (septiembre-
octubre de 1999), propuso la siguiente metodología de cara a abordar el problema aquí
expuesto a la escala mencionada (Ibáñez 1999):

 Disponer de una cobertura completa DTM a escala 1:250.000 para toda Europa (o al
menos de áreas piloto representativas de territorios previamente regionalizados ex
profeso). El objetivo perseguido, como hemos mencionado, estriba en abordar
cualquier estimación superficial mediante estos productos digitales (es decir relegar
cualquier cuantificación planimétrica).
 Recalcular la superficie del continente europeo, así como de sus edafopaisajes y
edafotaxa constitutivos, cubierta por la Base de Datos Georreferenciada de Suelos de
Europa a Escala 1:1.000.000 (ya editada pero de difusión restringida) con un DTM de
la misma escala, al objeto de comparar después las estimaciones planimétricas con las
obtenidas mediante DTM. De este modo, se podría obtener una primera valoración de
la magnitud del problema (como mínimo a la escala del producto testado
1:1.000.000). Comparar, en áreas representativas (las propias áreas piloto del
programa 1:250.000) los resultados anteriores con los obtenidos con DTM 250.000 y
1:50.000. De este modo, se dispondría, de estimaciones de las superficies a tres
escalas (y órdenes de magnitud), así como de sus repercusiones sobre cuantificación
de las áreas cubiertas por los distintos edafotaxas y edafopaisajes presentes. En
principio, estos datos serían suficientes con vistas a permitir analizar si los resultados
obtenidos se ajustan a leyes potenciales, indicadoras de presuntas estructuras fractales
subyacentes.
 Incluir este tipo de información en los estudios de las denominadas "zonas piloto" del
Programa 1:250.000, con vistas a intentar implementar las futuras versiones del
Manual de Procedimientos de la Base de Datos (a la escala aludida) con las
especificaciones y procedimientos pertinentes, para analizar los sesgos que vienen
produciéndose mediante los procedimientos planimétricos tradicionales. Como hemos
mencionado, se dispondría (o podría disponerse) de DTM e información edafológica
a escalas 1:1.000.000, 1:250.000 y 1.50.000 (o 1:25.000). Al mismo tiempo,
reiteramos que estos estudios darían lugar a la detección de posibles procesos
invariantes a los cambios de escala (leyes potenciales o incluso estructuras fractales)
que pudieran utilizarse con vistas a la elaboración de reglas de transferencia que
permitieran mejorar las cuantificaciones superficiales actuales.
 Incluir en el Manual de Procedimientos de la Base de Datos 1: 250.000 dos nuevos
ítems con vistas a cuantificar la rugosidad superficial a nivel de edafopaisajes, y a
nivel de cuerpos edáficos en transectos y parcelas representativos de ambas entidades
edafológicas. El primero consistiría en un índice de rugosidad de los edafopaisajes, a
estimar a nivel de laderas o pequeñas cuencas de drenaje representativas de la
topografía característica de esta entidad (existen varias fórmulas propuestas en la
literatura). El segundo sería un índice de microrugosidad de los cuerpos edáficos, y
debería obtenerse mediante los procedimientos microtopográficos adecuados
(también se han publicado diversos métodos).
Finalmente, cabe señalar que los resultados obtenidos podrían llamar la atención de
los expertos de otras disciplinas afines, por cuanto se enfrentan a los mismos problemas
que los edafólogos a la hora de estimar la superficie terrestre, ya sea emergida o
sumergida (p. ej. Ecología, Geomorfología, Oceanografía). Debemos tener en cuenta que
esta paradoja puede afectar la cuantificación de numerosos procesos biogeosféricos y
sesgar los resultados de los más dispares modelos de simulación (incluidos los de
Circulación General de la Atmósfera, a la vanguardia de la detección del cambio
climático global). Desconocemos si los resultados serán reveladores de grandes
distorsiones en las estimaciones métricas al uso o no. Sin embargo, a modo de ejemplo,
en la Tabla 9 se presentan los resultados de medir las líneas costeras europeas a distintas
escalas (CORINE, 1998). Como se puede observar los datos son como mínimo
inquietantes. Lo que resulta más sorprendente de esta paradoja es que dada su trivialidad,
no lográramos encontrar ningún ingeniero en cartografía y geodesia que tuviera noticia
de estudios formales sobre la misma. Tras una búsqueda intensiva, el único documento
que hemos detectado es la mencionada monografía CORINE. Diversos estudios sobre
filosofía de la ciencia apuntan a que numerosos progresos científicos espectaculares se
han alcanzado al detectar y explicitar hechos o problemas muy triviales pero que,
sorprendentemente, la comunidad científica no había detectado con anterioridad (p. ej.
Chalmers 1984).

Tabla 9. Length of coastline by country and by maritime area, acording to map


scale

Member States 1/100,000 1/1,000,000 1/3,000,000 Ratio

Belgium 98 72 65 1,49
Denmark 4.488 3.780 3.614 1,24
Germany 1.864 1.586 1.551 1,20
Greece 5.333 4.596 4.387 1,22
Spain 6.567 5.306 5.110 1,29
France 7.205 4.739 4.682 1,54
Ireland 5.148 3.842 3.295 1,56
Italy 7.409 6.188 6.088 1,22
The Netherlands 861 761 745 1,16
Portugal 924 843 836 1,11
United Kindom 12.911 11.698 11.577 1,37
Total EUR 11 55.806 43.410 41.950 1,33

Mediterranean
Balearic Islands 2.861 2.332 2.274 1,26
Gulf of the Lion 1.366 797 768 1,78
Sardinia 5.521 4.348 4.292 1,29
Adriatic 970 841 839 1,16
Ionian 3.890 3.327 3.206 1,21
Aegean 3.408 2.957 2.824 1,21
Total 18.016 14.602 14.203 1,27

Atlantic areas
Scotland and Donegal 6.542 4.958 4.745 1,38
Irish Sea 2.670 2.011 1.994 1,34
Connaught abd 2.096 1.568 1.285 1,63
Munster
English Channel 3.140 2.221 2.368 1,33
Celtic Sea 2.021 1.424 1.197 1,69
Kerry 1.154 810 816 1,41
Bay of Biscay 4.189 2.976 2.856 1,47
Iberian Sea 1.913 1.607 1.526 1,25
Total 23.724 17.576 16.788 1,41

Areas of the North Sea


North 3.073 2.202 2.463 1,25
Centre 3.172 2.570 2.165 1,47
South 2.015 1.566 1.603 1,26
Total 8.260 6.338 6.230 1,33

2.¿Qué es esa cosa llamada ciencia?


2.1 Introducción
¿Qué hay de especial en la ciencia, si es que hay algo? ¿Cuál es este «método
científicos que, según se afirma, conduce a resultados especialmente meritorios o
fiables?. Los autodenominados «científicos» en esos campos a menudo considerarán que
siguen el método empírico de la física, que para ellos consiste en recopilar «hechos»
mediante una observación y una experimentación cuidadosas y en derivar posteriormente
leyes y teorías de estos hechos mediante alguna especie de procedimiento lógico. En este
apartado, siguiendo la exposición de Chalmers (1984) se analizará y demolerá la
concepción errónea de la ciencia a la que tiene la mayor parte de la opinión pública lega,
peto también muchos de los propios científicos. Como veremos la filosofía de la ciencia
actual ofrece alternativas mucho menos ingenuas generalmente llamadas relativistas). Sin
embargo, en esta exposición trataremos de profundizar que tiene de errónea la
concepción de una buena parte de los propios practicantes, por cuanto muchos de ellos
pregonan su apoyo a este método, a ningún filósofo de la ciencia moderno se le
escaparán por lo menos algunos de sus defectos. Una característica de las modernas
tendencias en las teorías del método científico es la creciente atención prestada a la
historia de la ciencia. Para muchos filósofos de la ciencia, uno de los embarazosos
resultados de este hecho es que los episodios de la historia de la ciencia que, por lo
general, se consideran más característicos de los principales adelantos, ya sean las
innovaciones de Galileo, Newton, Darwin o Einstein, no se han producido mediante algo
similar a los métodos típicamente descritos por los filósofos.
Las modernas tendencias de la filosofía de la ciencia han indicado y subrayado de un
modo muy preciso las dificultades profundamente arraigadas que están asociadas a la
idea de que la ciencia se basa en un seguro fundamento adquirido gracias a la
observación y a la experimentación, y a la idea de que hay cierto tipo de procedimiento
inferencia que nos, permite derivar teorías científicas de semejante base de una manera
fiable. No hay ningún método que permita probar que las teorías científicas son
verdaderas ni siquiera probablemente verdaderas. Los intentos de llevar a cabo una
reconstrucción lógica, simple y sencilla, del “método científicos“ tropiezan con más.
dificultades cuando se comprende que, no hay tampoco ningún método que permita
refutar de un modo concluyente las teorías científicas.
Una reacción ante la constatación de que las teorías científicas no pueden ser
probadas o refutadas de manera concluyente y de que las reconstrucciones de los
filósofos tienen poco que ver con lo que en realidad hace progresar a la ciencia consiste
en renunciar completamente a la idea de que la ciencia es una actividad racional que
actúa de acuerdo con un método o unos métodos especiales. Una reacción
en cierto modo parecida ha llevado recientemente al filósofo anarquista Paul Feyerabend
(1970, 1981) a escribir un libro titulado "Against method: Outline of an anarchistic
theory of knowledg". De acuerdo con la tesis más radical que se puede leer en los escritos
recientes de Feyerabend, la ciencia no posee rasgos especiales que la hagan
intrínsecamente superior a otras ramas del conocimiento, tales como los antiguos mitos o
el vudú. El elevado respeto por la ciencia es considerado como la religión moderna, que
desempeña un papel similar al que desempeñó el cristianismo en Europa en épocas
anteriores. Se insinúa que la elección entre distintas teorías se reduce a una elección
determinada por los valores y deseos subjetivos de los individuos. Demasiado radical.
Nosotros no pretendemos dar una explicación de la física que sea tan subjetivista o
individualista, aunque como Chalmers (1984) aceptamos buena parte de la crítica contra
el método de Feyerabend.
La filosofía de la ciencia tiene su historia. Francis Bacon fue uno de los primeros que
intentaron articular lo que es el método de la ciencia moderna. A principios del siglo
XVII propuso que la finalidad de la ciencia es la mejora de la suerte del hombre en la
tierra y, según él, esa finalidad se lograría recogiendo hechos a través de la observación
organizada y derivando de ellos teorías. Desde entonces, unos han modificado y
mejorado la teoría de Bacon y otros se han opuesto a ella de una manera bastante radical.
Una explicación y un enfoque históricos de la evolución de la filosofía de la ciencia
supondría un estudio muy interesante. Por ejemplo, sería muy interesante investigar y
explicar el surgimiento del positivismo lógico, que comenzó en Viena en las primeras
décadas de este siglo, se hizo muy popular y aún hoy tiene considerable influencia.
El positivismo lógico fue una forma extrema de empirisrno según la cual no sólo las
teorías se justifican en la medida en que se pueden verificar apelando a los hechos
conocidos mediante la observación, sino que además se considera que sólo tienen
significado en tanto se puedan derivar de este modo. Existen dos aspectos problemáticos
en el surgimiento del positivismo. Uno es que se produjo en una época en que, con el
advenimiento de la física cuántica y la teoría de la relatividad de Einstein, la física estaba
avanzando espectacularmente y de un modo muy difícil de reconciliar con el positivismo.
El otro aspecto problemático es que, ya en 1934, Karl Popper en Viena y Gaston
Bachelard en Francia habían publicado obras que contenían refutaciones muy
concluyentes del positivisrno, pero no obstante eso no detuvo la marca del positivismo.
De hecho, las obras de Popper y Bachelard pasaron casi completamente inadvertidas y
sólo recientemente han recibido la atención que se merecen. De modo paradójico, en la
época en que A. J. Ayer introducía en Inglaterra el positivismo lógico con su obra
"Language, truth and logic" (1936, 1971), convirtiéndose de este modo en uno de los
más famosos filósofos ingleses, estaba predicando una doctrina algunos de cuyos
funestos defectos ya habían sido expuestos y publicados por Popper (1968, 1967) y
Bachelard (1934).
Gran parte de este apartado abordará dos enfoques de la ciencia simples, pero
inadecuados, a los que me refiero corno inductivismo y falsacionismo. Por lo que hemos
podido observar gran parte de nuestros colegas científicos consideran que estas
perspectivas son correctas e inmutables, pero no es así. Su contrapunto es el denominado
relativismo radical. Según esta escuela, el mérito de las teorías debe ser juzgado en
relación con los valores de los individuos o grupos que las contemplan. Sus tesis se ha
puesto de moda y cada vez es aceptada por un mayor número de filósofos y sociólogos
de la ciencia. Incluso en un reciente debate en el ámbito de la geomorfología (Rhoads y
Thorn 1996) gran parte de los contribuidores la aceptan frente a las concepciones más
clásicas que aquí detallaremos. .La corriente denominada objetivista se opone en algunos
aspectos al relativismo, especialmente a los más radicales. También tiene muchos
defensores en el pensamiento filosófico contemporáneo. El objetivismo priva a los
individuos y sus juicios de su posición de primacía con respecto al análisis del
conocimiento. Desde este punto de vista, resulta posible dar una explicación del cambio
de teoría que no sea relativista en aspectos importantes y que, sin embargo, sea inmune a
las críticas que han hecho a las explicaciones tradicionales del cambio de teoría ciertos
relativistas corno Feyerabend.

2.2 El Inductivismo: La ciencia como conocimiento derivado de los hechos de la


experiencia
2.2.1 El razonamiento inductivo
Una opinión de sentido común ampliamente compartida es que el conocimiento
científico es conocimiento probado. Las teorías científicas se derivan, de algún modo
riguroso, de los hechos de la experiencia adquiridos mediante la observación y la
experimentación. La ciencia se basa en lo que podemos ver, oír, tocar, etc. Las opiniones
y preferencias personales y las imaginaciones especulativas no tienen cabida en la
ciencia. La ciencia es objetiva. El conocimiento científico es conocimiento fiable porque
es conocimiento objetivamente probado. Esta perspectiva es la que en la época actual
parece ser la opinión popular más compartida de lo que es el conocimiento científico. Se
hizo popular durante y como consecuencia de la revolución científica que tuvo lugar
fundamentalmente en el siglo XVII y que fue llevada a cabo por pioneros de la ciencia
tan grandes corno Galileo y Newton. El filósofo Francis Bacon y muchos de sus
contemporáneos resumían así su la actitud, estimulados por los éxitos de «grandes
experimentadores» como Galileo. La concepción inductivista ingenua de la ciencia,
puede ser considerada como un intento de formalizar esta imagen popular de la ciencia.
Se suele denominar inductivista porque se basa en un razonamiento inductivo Sin
embargo la mayor parte de los filósofos y sociólogos de la ciencia consideran que es
totalmente errónea, e incluso es peligrosamente engañosa. El adjetivo «ingenuo» es el
adecuado para describir a muchos inductivistas Chalmers (1984).
Según el inductivista ingenuo, la ciencia comienza con la observación. El observador
científico debe registrar con sus órganos sensoriales (o expandidos por la
instrumentación), de un modo fidedigno, lo que pueda sobre su objeto de estudio y debe
hacerlo con una mente libre de prejuicios. Los enunciados a los que se llega de este modo
(los llamaremos enunciados observacionales o singulares) forman, pues, la base de la que
se derivan las leyes y teorías que constituyen el conocimiento científico. La verdad de
estos enunciados se ha de establecer mediante una cuidadosa observación. Los
enunciados singulares, a diferencia de un segundo grupo de enunciados que veremos en
breve, se refieren a un determinado acontecimiento o estado de cosas en un determinado
lugar y en un momento determinado. Las conclusiones directas así obtenidas constituirían
los denominados "enunciados generales" que expresan afirmaciones acerca de las
propiedades o el comportamiento de algún aspecto del universo. A diferencia de los
enunciados singulares, se refieren a todos los acontecimientos de un determinado tipo en
todos los lugares y en todos los tiempos. Todas las leyes y teorías que constituyen el
conocimiento científico son afirmaciones generales de esa clase y a tales enunciados se
les denomina enunciados universales. Ahora bien si la ciencia se basa en la experiencia,
entonces ¿por qué medios se pueden obtener de los enunciados singulares, que resultan
de la observación, los enunciados generales que constituyen el conocimiento científico?
¿Cómo se pueden justificar las afirmaciones generales y no restringidas que constituyen
nuestras teorías, basándose en la limitada evidencia constituida por un número limitado
de enunciados observacionales?. La respuesta inductivista es que, suponiendo que se den
ciertas condiciones, es lícito generalizar, a partir de una lista finita de enunciados
observacionales singulares, una ley universal. Las condiciones que deben satisfacer tales
generalizaciones para que el inductivista las considere lícitas se pueden enumerar así (de
acuerdo con Chalmers): (i) el número de enunciados observacionales que constituyan la
base de una generalización debe ser grande; (ii) las observaciones se deben repetir en una
amplia variedad de condiciones; y (iii) ningún enunciado observacional aceptado debe
entrar en contradicción con la ley universal derivada.
La condición 1 exige la necesidad de tomar una gran cantidad de observaciones antes
de que se pueda justificar cualquier generalización. El inductivista. insiste en que no
debernos sacar conclusiones precipitadas. La condición 2 es obvia por cuanto pretende
garantizar la generalización de la conclusión, mientras la tres es obvia. El tipo de
razonamiento analizado, que nos lleva de una lista finita de enunciados singulares a la
justificación de un enunciado universal, que nos lleva de la parte al todo, se denomina
razonamiento inducido y el proceso se denomina inducción. Podríamos resumir la
postura inductivista ingenua diciendo que, según ella, la ciencia se basa en el principio de
inducción, que podemos expresar así: Si en una amplia variedad de condiciones se
observa una gran cantidad de A y ;si todos los A observados poseen sin excepción la
propiedad B, entonces todos los A tienen la propiedad B.
Así pues, según el inductivista ingenuo el conjunto del conocimiento científico se
construye mediante la inducción a partir de la base segura que proporciona la
observación. A medida que aumenta el número de hechos establecidos mediante la
observación y la experimentación y que se hacen más refinados y esotéricos los hechos
debido a las mejoras conseguidas en las técnicas experimentales y observacionales, más
son las leyes y teorías, cada vez de mayor generalidad y alcance, que se construyen
mediante un cuidadoso razonamiento inductivo. El crecimiento de la ciencia es continuo,
siempre hacia adelante y en ascenso, a medida que aumenta el fondo de datos
observacionales. Hasta aquí el análisis sólo constituye una explicación parcial de la
ciencia, ya que, con seguridad, una característica importante de la ciencia es su capacidad
para explicar y predecir. Seguidamente el inductivista debe derivar de leyes y teorías
científicas. Con tal motivo debe hacer uso del la lógica y del razonamiento deductivo.

2.2.2 La lógica y el razonamiento deductivo


Una vez que un científico tiene a su disposición leyes y teorías universales puede
extraer de ellas diversas consecuencias que le sirven como explicaciones y predicciones.
La deducción es muy distinta de la inducción. El estudio del razonamiento deductivo
constituye la disciplina de la lógica axiomática o formal y desde el positivismo lógico
hace uso esencialmente del lenguaje matemático del álgebra. Chalmers ilustra con
algunos ejemplos triviales las sus características esenciales de la deducción lógica.

Ejemplo 1:
1. Todos los libros de filosofía son aburridos.
2. Este libro es un libro de filosofía.
______________________________________
3. Este libro es aburrido.

En este argumento, (1) y (2) son las premisas y (3) es la conclusión. Es evidente,
creo, que si (1) y (2) son verdaderas, (3) ha de ser verdadera. No es posible que (3) sea
falsa si (1) y (2) son verdaderas, ya que si (1) y (2) fueran verdaderas y (3) falsa ello
supondría una contradicción. Esta es la característica clave de una deducción lógicamente
válida. Si las premisas de una deducción lógicamente válida son verdaderas, entonces la
conclusión debe ser verdadera. Una ligera modificación del ejemplo anterior nos
proporcionará un caso de deducción no válida.

Ejemplo 2:
1. Muchos libros de filosofía son aburridos.
2. Este libro es un libro de filosofía.
_____________________________________
3. Este libro es aburrido.

En este caso (3) no se sigue necesariamente de (1) y (2). Es posible que (1) y (2)
sean verdaderas y que, no obstante, (3) sea falsa. Aunque (1) y (2) sean verdaderas,
puede suceder

Que este libro sea, sin embargo, uno de los pocos libros de filosofía que no son
aburridos. Afirmar que (1) y (2) son verdaderas y que (3) es falsa no supone una
contradicción. El argumento no es válido. Por tanto, la lógica y la deducción por sí solas
no pueden establecer la verdad de unos enunciados fácticos del tipo descrito. Lo único
que la lógica ofrece (que no es poco) es que, si las premisas son verdaderas, entonces la
conclusión debe ser verdadera. Pero el hecho de que las premisas sean verdaderas o no es
una cuestión que se pueda resolver apelando a la lógica. Una argumentación puede ser
una deducción perfectamente lógica aunque conlleve una premisa que sea de hecho falsa.
Así pues, la lógica deductiva por sí sola no actúa como fuente de enunciados verdaderos
acerca del mundo. La deducción se ocupa de la derivación de enunciados a partir de otros
enunciados dados.

2.2.3 La predicción y la explicación en el inductivismo


Estamos ya en condiciones de comprender de una manera simple el funcionamiento
de las leyes y teorías como aparatos explicatorios y predictivos en la ciencia, según la
inducción: se efectúan una gran cantidad de observaciones o experimentos, en una gran
variedad de situaciones, hasta que se den las condiciones necesarias para considerar lícita
la generalización inductiva de las leyes.
Nos referiremos a estos conjuntos de enunciados, que describen los detalles de la
situación experimental u observacional que se investiga, como condiciones iniciales y
condiciones de contorno (que en el mejor de los casos deberían ser idénticas, pero no lo
suelen ser, y menos aún en condiciones poco controladas, como las de campo). Las
descripciones de las situaciones experimentales serán ejemplos típicos de condiciones
iniciales y de contorno. Dadas unas determinas leyes y las condiciones mencionadas, es
posible entonces efectuar deducciones que proporcionen una explicaciones del fenómeno
observado. Estas deducciones ya no serán tan evidentes y supondrán tanto
argumentaciones matemáticas como verbales.
Dado que las leyes son verdaderas (y para el inductivista ingenuo esto se puede
establecer por inducción a partir de la observación) y dado que las condiciones iniciales y
de frontera están descritas de modo precisión (hecho totalmente imposible en condiciones
de campo, y más aún desde que el caos determinista ha demostrado que una infinitesimal
variación de estas puede hacer divergir exponencialmente las trayectorias de los
sistemas), se sigue necesariamente la explicación válida. Se puede resumir de la siguiente
manera la forma general de todas las explicaciones y predicciones científicas:

1. Leyes y teorías
2. Condiciones iniciales
____________________________________________
3. Predicciones y explicaciones

2.2.4 El encanto del inductivismo ingenuo


Su atractivo parece residir en el hecho de que proporciona una explicación
formalizada de algunas de las impresiones populares sobre el carácter de la ciencia, su
poder explicatorio y predictivo, su objetividad y su superior fiabilidad en comparación
con otras formas de conocimiento. La objetividad de la ciencia inductivista se deriva del
hecho de que tanto la observación como el razonamiento inductivo son "objetivos" en sí
mismos. Cualquier observador que haga un uso normal de sus sentidos puede averiguar
enunciados observacionales. No se permite que se inmiscuya ningún elemento personal,
subjetivo (hecho que negarán los relativistas, como también el objetivismo). La validez
de los enunciados observacionales, cuando se obtienen de manera correcta, no dependen
del gusto, la opinión, las esperanzas o las expectativas del observador. Lo mismo puede
decirse del razonamiento inductivo, mediante el cual se deriva el conocimiento científico
a partir de los enunciados observacionales. O las inducciones satisfacen las condiciones
prescritas o no las satisfacen. No es una cuestión subjetiva de opinión. Así, para los
inductivistas, la fiabilidad de la ciencia se sigue de sus afirmaciones acerca de la
observación y la inducción.
La mayor parte de los filósofos de la ciencia contemporánea consideran que la
concepción inductivista ingenua de la ciencia está muy equivocada y es peligrosamente
engañosa. Muchos inductivistas denominados sofisticados no querrían verse asociados
con algunas características del inductivismo ingenuo. No obstante, todos los inductivistas
afirmarían que, en la medida en que se pueden justificar las teorías científicas, se
justifican porque se apoyan inductivamente en la base más o menos segura que
proporciona la experiencia. Pero no parece ser así.

2.3 El problema de la inducción


2.3.1 ¿Se puede justificar el principio de inducción?
Según el inductivista ingenuo, la ciencia comienza con la observación; la
observación proporciona una base segura sobre la que se puede construir el conocimiento
científico, y el conocimiento científico se deriva, mediante la inducción, de los
enunciados observacionales. Seguidamente, siguiendo la monografía de Chalmers (1984)
criticaremos la concepción inductivista, poniendo en duda el tercero de estos supuestos.
Se pondrá en duda la validez y justificabilidad del principio de inducción. Más adelante,
se recusarán y refutarán los dos primeros supuestos.
El principio de inducción reza, más o menos, así: “Si en una gran variedad de
condiciones se observa una gran cantidad de A y todos los A observados, sin excepción,
poseen la propiedad B, entonces todos los A poseen la propiedad B”. Este principio, o
algo muy parecido, es el principio básico en el que se basa la ciencia, si se acepta la
postura inductivista ingenua. A la vista de esto, una cuestión obvia con la que se enfrenta
el inductivista es: “¿Cómo se puede justificar el principio de inducción?”. Esto es, si la
observación nos proporciona un conjunto seguro de enunciados observacionales como
punto de partida, ¿por qué el razonamiento inductivo conduce al conocimiento científico
fiable e incluso verdadero? Al inductivista se le abren dos vías de acercamiento al
problema para intentar responder a esta cuestión. Podría tratar de justificar el principio
apelando a la lógica, recurso que admitimos, francamente, o podría intentar justificar el
principio apelando a la experiencia, recurso que yace en la base de toda su concepción
científica. Examinemos las dos posibilidades siguiendo a Chalmers.
Las argumentaciones lógicas válidas se caracterizan por el hecho de que, si la
premisa de la argumentación es verdadera, entonces la conclusión debe ser verdadera.
Las argumentaciones deductivas poseen ese carácter. El principio de inducción estaría de
seguro justificado si las argumentaciones inductivas también lo poseyeran, pero no es así.
Las argumentaciones inductivas no son argumentaciones lógicamente válidas. No se da el
caso de que, si las premisas de una inferencia inductiva son verdaderas, entonces la
conclusión deba ser verdadera. Es posible que la conclusión de una argumentación
inductiva sea falsa y que sus premisas sean verdaderas sin que ello suponga una
contradicción. Aunque no podemos detenernos a examinar la cuestión, hoy casi ningún
filósofo duda de que la inducción no se puede justificar sobre bases estrictamente lógicas.
El principio de inducción no se puede justificar simplemente apelando a la lógica.
Dado este resultado, parecería que el inductivista, según su propio punto de vista, está
ahora obligado a indicar cómo se puede derivar de la experiencia el principio de
inducción. ¿Cómo sería una derivación semejante? Probablemente, sería algo así. Se ha
observado que la inducción funciona en un gran número de ocasiones. Esa justificación
de la inducción es completamente inaceptable, como ya demostrara David Hume a
mediados del siglo XVIII. La argumentación que pretende justificar la inducción es
circular ya que emplea el mismo tipo de argumentación inductiva cuya validez se supone
que necesita justificación. La forma de la argumentación justificatoria es la siguiente:

El principio de inducción funcionó con éxito en la ocasión x1.


El principio de inducción funcionó con éxito en la ocasión x2, etcétera.
______________________________________________________________
E1 principio de inducción funciona siempre.

Aquí se infiere un enunciado universal que afirma la validez del principio de


inducción a partir de cierta cantidad de enunciados singulares que registran aplicaciones
con éxito del principio en el pasado. Por lo tanto, la argumentación es inductiva y, no se
puede, pues, utilizar para justificar el principio de inducción. No podemos utilizar la
inducción para justificar la inducción. Esta dificultad, que va unida a la justificación de la
inducción, ha sido denominada tradicionalmente “el problema de la inducción.”. Parece,
pues, que el inductivista ingenuo impenitente tiene problemas. La exigencia extrema de
que todo conocimiento se derive de la experiencia mediante reglas de inducción excluye
el principio de inducción, básico para la postura inductivista. Además de la circularidad
que conllevan los intentos de justificar el principio de inducción, el principio, tal y como
lo he establecido, adolece de otras desventajas. Estas desventajas proceden de la
vaguedad y equivocidad de la exigencia de que se realice un “gran número” de
observaciones en una “amplia variedad” de circunstancias. ¿Cuántas observaciones
constituyen un gran número? Sea cual fuere la respuesta a esta cuestión, se pueden
presentar ejemplos que hagan dudar de la invariable necesidad de un gran número de
observaciones. En circunstancias, la exigencia de un gran número de observaciones
parece inapropiado. En otras situaciones, la exigencia parece más plausible. Muchos
ejemplos ponen de manifiesto que si el principio de inducción ha de ser una guía de lo
que se considere una lícita inferencia científica, entonces hay que matizar con cierto
cuidado la cláusula del “gran número”.
Además, la postura inductivista ingenua se ve amenazada cuando se examina en
detalle la exigencia de que se efectúen las observaciones en una amplia variedad de
circunstancias (condiciones de contorno, tan importantes, por ejemplo, en los
experimentos de campo). ¿Qué se ha de considerar como variación significativa en las
circunstancias?, ¿en qué nos basamos para dar estas respuestas? Esta cuestión es
importante porque la lista de variaciones se puede extender indefinidamente añadiendo
una variedad de variaciones adicionales (p. ej. la identidad del experimentador, la
situación geográfica, el tipo d suelo, etc.) A menos que se puedan eliminar esas
variaciones “superfluas”, el número de variaciones necesarias para hacer una lícita
inferencia inductiva será infinitamente grande. ¿Sobre qué base, pues, se considera
superflua una gran cantidad de variaciones? Creo que la respuesta está bastante clara. Las
variaciones que son significativas se distinguen de las que son superfluas apelando a
nuestro conocimiento teórico de la situación y de los tipos de mecanismos físicos y/o
químicos, y/o biológicos operativos. Pero admitir esto es admitir que la teoría
desempeña un papel vital antes de la observación. El inductivista ingenuo no puede
admitir eso. Pro es así, como veremos más adelante. Simplemente apuntar ahora que 1a
cláusula de" la amplia variedad de circunstancias” en el principio de inducción plantea al
inductivista serios problemas.

2.3.2 La retirada a la probabilidad


Hay una manera muy evidente de moderar la postura extrema del inductivismo
ingenuo criticada en la sección anterior en un intento de contrarrestar algunas críticas.
Una argumentación que defendiera una postura más moderada podría ser la siguiente. No
podemos estar ciento por ciento seguros de que sólo porque hayamos observado en
muchas ocasiones que el sol sale cada día, el sol saldrá todos los días. (De hecho en el
Ártico y en el Antártico hay días en que el sol no sale.). Sin embargo, aunque no se
puede garantizar que las generalizaciones a las que se ha llegado mediante inducciones
lícitas sean perfectamente verdaderas, son probablemente verdaderas. A la luz de las
pruebas, es muy probable que el sol siempre salga en Sidney. El conocimiento científico
no es conocimiento probado, pero representa un conocimiento que es probablemente
verdadero. Cuanto mayor sea el número de observaciones que formen la base de una
inducción y cuanto mayor sea la variedad de condiciones en las cuales se hayan realizado
estas observaciones, mayor será la probabilidad de que las generalizaciones resultantes
sean verdaderas.
Si se adopta esta versión modificada de la inducción, entonces se reemplazará el
principio de inducción por una versión probabilista que dirá más o menos lo siguiente:
“Si en una amplia variedad de condiciones se ha observado un gran número de A y si
todos estos A observados poseen sin excepción la propiedad B, entonces probablemente
todos los A poseen la propiedad B”. Esta reformulación no supera el problema de la
inducción. El principio reformulado sigue siendo un enunciado universal. Basándose en
un número finito de éxitos, implica que todas las aplicaciones del principio conducirán a
conclusiones generales que son probablemente verdaderas. Los -intentos de justificar la
versión probabilista del principio de inducción apelando a la experiencia han de adolecer
de la misma deficiencia que, las intentos de justificar el principio en su forma original.
La justificación utilizará una argumentación del tipo que se considera necesitado de
justificación.
Aunque el principio de inducción en su versión probabilista se pueda justificar,
existen problemas adicionales con los que se enfrenta nuestro más precavido inductivista.
Los problemas adicionales están relacionados con las dificultades que se encuentran
cuando se trata de precisar exactamente la probabilidad de una ley o teoría a la luz de
unas pruebas especificadas. Puede parecer intuitivamente plausible que, a medida que
aumenta el apoyo observacional que recibe una ley universal, aumente también la
probabilidad de que sea verdadera. Pero esta intuición no resiste un examen. Según la
teoría de la probabilidad, es muy difícil dar una explicación de la inducción que evite la
consecuencia de que la probabilidad de cualquier enunciado universal que afirme algo
sobre el mundo sea cero, sea cual fuere la evidencia observacional. Para decirlo de una
manera no técnica, cualquier evidencia observacional constará de un número finito de
enunciados observacionales, mientras que un enunciado universal hace afirmaciones
acerca de un número infinito de posibles situaciones. La probabilidad de que sea cierta la
generalización universal es, por tanto, un número finito dividido por un número infinito,
lo cual sigue siendo cero por mucho que aumente el número finito de enunciados
observacionales que constituyan la evidencia.
Este problema, junto con los intentos de atribuir probabilidades a las teorías y leyes
científicas a la luz de la evidencia dada, ha dado origen a un detallado programa técnico
de investigación que en las últimas décadas han seguido y desarrollado tenazmente los
inductivistas. Se han construido lenguajes artificiales en los que es posible atribuir
probabilidades únicas, no iguales a cero P. ej. los conjuntos difusos de los que
hablaremos en otro apartado), a ciertas generalizaciones pero estos lenguajes son también
limitados y no suelen dar lugar a generalizaciones universales.
Otro intento de salvar el programa inductivista, supone renunciar a la idea de atribuir
probabilidades a, las. teorías y leyes científicas. En lugar de esto, se llama. la atención
sobre la probabilidad de que sean correctas las predicciones individuales. Se han
desarrollado algunos sistemas en ese sentido que permiten que se atribuya probabilidades
no iguales a cero a predicciones individuales. Se mencionarán a continuación dos de las
críticas que se les hacen. En primer lugar, la idea de que la ciencia se ocupa de la
producción de un conjunto de predicciones individuales y no de la producción de
conocimiento en forma de complejo de enunciados generales es, por lo menos,
antiintuitiva. En segundo lugar, aunque se limite la atención a las predicciones
individuales, se puede argumentar que las teorías científicas, y por tanto los enunciados
universales, están inevitablemente implícitas en la estimación de la probabilidad de que
tenga éxito una predicción. La evidencia que apoyará muchas afirmaciones estará
presumiblemente constituida por los datos estadísticos disponibles. Pero esta
probabilidad intuitiva aumentará de modo significativo si se dispone de una teoría
plausible y bien fundada que implique alguna conexión causal entre fumar y el cáncer de
pulmón. De modo similar, aumentarán las estimaciones de la probabilidad de que el sol
salga mañana una vez que se tenga en cuenta el conocimiento de las leyes que rigen el
comportamiento del sistema solar. Pero el hecho de que la probabilidad de la corrección
de las predicciones dependa de las teorías y leyes universales socava el intento
inductivista de atribuir probabilidades no iguales a cero a las predicciones individuales.
Una vez que se encuentran implícitos de un modo significativo enunciados universales,
las probabilidades de la corrección de las predicciones individuales amenazan de nuevo
con ser iguales a cero.

2.3.3 Posibles respuestas al problema de la inducción


Como vemos, los inductivistas han tropezado con dificultad tras dificultad al intentar
construir la ciencia como un conjunto de enunciados que se pueden establecer como
verdaderos o como probablemente verdaderos a partir de una evidencia dada. Cada
maniobra efectuada para cubrir la retaguardia les ha llevado más lejos de nociones
intuitivas acerca de esa excitante empresa denominada ciencia. Su programa técnico ha
conducido a adelantos interesantes dentro de la teoría de la probabilidad, pero no ha
proporcionado nuevas ideas acerca de la naturaleza de la ciencia. Su programa ha
degenerado.
Hay un cierto número de posibles respuestas al problema de la inducción. Una de
ellas es la del escéptico. El propio Hume adoptó esta postura. Mantuvo que nuestras
creencias en las leyes y teorías no son más que hábitos psicológicos que adquirimos
como resultado de las repeticiones de las observaciones relevantes. Una segunda
respuesta consiste en atenuar la exigencia inductivista de que todo el conocimiento no
lógico se tenga que derivar de la experiencia y argumentar en favor del principio de
inducción basándose en alguna otra razón. Sin embargo, considerar que el principio de
inducción, o algo parecido, es “evidente” no es aceptable. Lo que consideramos evidente
depende y tiene demasiado que ver con nuestra educación, nuestros prejuicios y nuestra
cultura para ser una base fiable de lo que es razonable. Una tercera respuesta al problema
de la inducción supone la negación de que la ciencia se base en la inducción. Se evitará el
problema de la inducción si se puede establecer que la ciencia no conlleva la inducción.
Esto es lo que intentan hacer los falsacionistas, y principalmente K. R. Popper como
posteriormente veremos.

2.4 La observación depende de la teoría


Como hemos podido observar, para el inductivista ingenuo, la observación cuidadosa
y sin prejuicios proporciona una base segura a partir de la cual se puede derivar un
conocimiento científico probablemente verdadero, si no verdadero. Los argumentos que
hemos expuesto hasta el momento (siguiendo a Chalmers, pero avalados por la mayor
parte de los filósofos de la ciencia ccontemporáneos) no constituyen una definitiva
refutación del inductivismo, en especial cuando resulta que muchas teorías rivales de la
ciencia se enfrentan con una dificultad similar y conexa. Desarrollaremos ahora (también
siguiendo a Chalmers y diversas escuelas filosóficas) una objeción más seria a la postura
inductivista, objeción que no supone una crítica a las inducciones de las que se supone
que se deriva el conocimiento científico a partir de la observación, sino a los supuestos
inductivistas sobre el estatus y el papel desempeñado por la propia observación.
Hay dos supuestos importantes que conlleva el inductivismo ingenuo con respecto a
la observación. Uno es que la ciencia comienza con la observación. El otro es que la
observación proporciona una base segura a partir de la cual se puede derivar el
conocimiento. Criticaremos seguidamente ambos supuestos de diversas maneras y los
rechazaremos por varias razones. Pero, ante todo, describiremos una concepción de la
observación sugerida por Chalmers que creemos que resulta adecuada, que es
comúnmente aceptada y que presta plausibilidad a la postura inductivista ingenua.

2.4.1 La concepción popular de lo que es la observación


En parte porque el sentido de la vista es el sentido que se usa de un modo más
extenso en la práctica de la ciencia y en parte por conveniencia, se restringirá el análisis
de la observación al dominio de la visión. En la mayoría de los casos no resultará difícil
ver cómo se podría reformular el argumento presentado de manera que fuera aplicable a
la observación mediante los otros sentidos. En este sentido existen dos cuestiones clave
para el inductivista. La primera es que un observador humano tiene acceso más o menos
directo a algunas propiedades del mundo exterior en la medida en que el cerebro registra
esas propiedades en el acto de ver. La segunda es que dos observadores que vean el
mismo objeto o escena desde el mismo lugar "verán" lo mismo. A continuación se
atacarán directamente estas dos cuestiones.
Hay una gran cantidad de datos que indican que no se trata de que la experiencia
sufrida por los observadores cuando ven un objeto esté determinada únicamente por la
información, en forma de rayos de luz, que entra en los ojos del observador, ni de que
esté determinada solamente por las imágenes formadas en las retinas de un observador.
Dos observadores normales que vean el mismo objeto desde el mismo lugar en las
mismas circunstancias físicas no tienen necesariamente idénticas experiencias visuales.
En inductivista presupone la experiencia visual de los observadores es relativamente
independiente de su cultura. Además, parece seguirse que las experiencias perceptuales
que los observadores tienen en el acto de ver no están especialmente determinadas por las
imágenes de las retinas(Hanson 1958: "Patterns of discovery, Cambridge University
Press en Chalmers 1984). Ya nadie duda, especialmente tras los recientes
descubrimientos en el capo de las neurociencias, que lo que un observador ve, esto es, la
experiencia visual que tiene cuando ve un objeto, depende en parte de su experiencia
pasada, su conocimiento y sus expectativas. Ya existen pocas dudas de que un cambio en
conocimiento y expectativas del observador va acompañado otro en lo que ve, aunque
siguieran viendo el mismo objeto físico.
¿Qué tienen que ver estos ejemplos artificiales con la ciencia?” La respuesta es que
no resulta difícil proporcionar ejemplos procedentes de la práctica científica que ilustren
la misma cuestión, a saber, que lo que ven los observadores, las experiencias subjetivas
que tienen cuando ven, un objeto o una escena, no está determinado únicamente por las
imágenes formadas en sus retinas sino que depende también de la experiencia; el
conocimiento, las expectativas y el estado interno en general del observador. Es necesario
aprender a ver de un modo experto a través de un telescopio o de un microscopio, y la
serie no estructurado de manchas brillantes y oscuras que observa el principiante es
diferente del ejemplar o de la escena detallada que puede distinguir el observador
adiestrado. Una respuesta usual de los inductivistas a las cuestiones planteadas sobre la
observación consiste en que los observadores que ven la misma escena desde el mismo
lugar ven la misma cosa, pero interpretan de diferente modo lo que ven. Una respuesta
discutible. En la medida en que se refiere a la percepción, con lo único que el observador
está en inmediato y directo contacto es con sus experiencias. Estas experiencias no están
dadas de modo unívoco ni son invariantes, sino que cambian con las expectativas y el
conocimiento del observador. Lo que viene unívocamente dado por la situación física es
la imagen formada en la retina del observador, pero el observador no tiene contacto
perceptual directo con la imagen. Cuando el inductivista ingenuo, y muchos otros
empiristas, suponen que hay algo unívocamente dado en la experiencia que puede
interpretarse de diversas maneras, están suponiendo, sin argumentarlo a pesar de las
muchas pruebas en contra, que hay una correspondencia unívoca entre las imágenes de
nuestras retinas y las experiencias subjetivas que tenemos cuando vemos. Están llevando
demasiado lejos la analogía. Mientras que las imágenes de nuestras retinas forman parte
de la causa de lo que vemos, otra parte muy importante de esa causa está constituida por
el estado interno de nuestras mentes o, cerebros, el cual dependerá evidentemente de
nuestra educación cultural, nuestro conocimiento, nuestras expectativas, etc., y no estará
determinado únicamente por las propiedades físicas de nuestros ojos y de la escena
observada (las discusiones que absorben a un grupo de edafólogos mientras analizan un
perfil de suelos sería un ejemplo). Esto no significa que como Chalmers, nosotros
aceptemos que la dependencia entre lo que vemos y el estado de nuestras mentes o
cerebros no es tan sensible como para hacer imposible la comunicación y la ciencia. Por
otro lado, nadie discute que los observadores ante un mismo objeto vean en un cierto
sentido la misma cosa. Aceprtamos que existe un solo y único mundo físico
independiente de los observadores (realismo ontológico, que no necesariamente
epistémico. Pero de eso no se sigue que tengan experiencias perceptivas idénticas. Hay
un sentido, muy importante en el que no ven la misma cosa, y en él se basa la crítica que
he realizado y de la postura inductivista.

2.4.2 Los enunciados observacionales presuponen la teoría


Aunque se diera una única experiencia perceptiva para todos los observadores,
todavía seguiría habiendo objeciones importantes al supuesto inductivista acerca de la
observación. En este subapartadoi nos centraremos en los enunciados observacionales
que se basan en las experiencias perceptivas de los observadores que afirman los
enunciados y que están supuestamente justificados por ellas. Según la concepción
inductivista de la ciencia; la sólida base sobre la que se construyen las leyes y teorías, que
constituyen la ciencia está formada por enunciados observacionales públicos, y no por las
experiencias subjetivas privadas de los observadores individuales. Evidentemente, las
observaciones que efectuó Darwin durante su viaje en el Beagle, por ejemplo habrían
tenido las consecuencias que tuvieron para la ciencia si hubieran seguido siendo
experiencias privadas de Darwin. Sólo se convirtieron en observaciones relevantes para
la ciencia cuando fueron formuladas y comunicadas corno, enunciados observacionales
susceptibles de ser utilizados y criticados por otros científicos. La concepción
inductivista exige la derivación de “enunciados” universales a partir de enunciados
singulares mediante la inducción. Tanto el razonamiento inductivo como el deductivo
conllevan relaciones entre diversos conjuntos de enunciados y no relaciones entre
enunciados por un lado y experiencias perceptivas por otro.
Podemos suponer que hay experiencias perceptivas de algún, tipo directamente
accesibles al observador, pero no sucede así con los enunciados observacionales. Estos
últimos son entidades públicas, formuladas en un lenguaje público, que conllevan teorías
con diversos grados de generalidad y complejidad. Una vez que se centra atención en los
enunciados observacionales en cuanto forman la supuesta sólida base de la ciencia, se
puede advertir que, en contra, de la pretensión del inductivista, una teoría de algún tipo
debe preceder a todos los enunciados observacionales y que los enunciados
observacionales son tan falibles como las teorías que presuponen. Los enunciados
observacionales se deben realizar, en el lenguaje de alguna teoría, por vaga que sea
Cuando pasamos a enunciados del tipo de los que se dan en la ciencia, los presupuestos
teóricos son, menos tópicos y mas evidentes. No es necesario argumentar mucho en favor
de la existencia de presupuestos teóricos en la afirmación "el haz de electrones fue
repelido por el polo norte del imán". Así pues, los enunciados observacionales se hacen
siempre en el lenguaje de alguna teoría y serán tan precisos como lo sea el marco
conceptual o teórico que utilicen. Las teorías precisas, claramente formuladas,
constituyen un requisito previo de unos enunciados observacionales precisos. En este
sentido las teorías preceden a la observación. La afirmación de que el concepto de «rojo»
o cualquier otro concepto se deriva de la experiencia, y de nada más, es falsa.
Hasta ahora hemos atacado la concepción inductivista ingenua de la ciencia,
argumentando que las teorías tienen que preceder a los enunciados observacionales, de
modo que resulta falso afirmar que la ciencia comienza con la observación. Veamos
ahora una segunda manera de atacar al inductivisrno. Los enunciados observacionales
son tan falibles como las teorías que presuponen y por lo tanto no constituyen una base
completamente segura sobre la que construir las leyes y teorías científicas. Así, por
ejemplo, en ciencia, las nuevas escuelas de filosofía de la ciencia coinciden en que cada
una de las etapas de una serie de intentos por consolidar la validez del enunciado
observacional conlleva una apelación no sólo a nuevos enunciados observacionales, sino
también a más generalizaciones teóricas. Este hecho está en directa contradicción con lo
que podríamos esperar según la opinión inductivista, a saber, que para establecer la
verdad de un enunciado observacional problemático apelamos a enunciados
observacionales más seguros y quizás a leyes derivadas inductivamente de ellos, pero no
a la teoría. A veces, incluso en el lenguaje cotidiano sucede que un enunciado
observacional que en apariencia no plantea problemas resulta ser falso al verse
defraudada una expectativa, debido a la falsedad de alguna teoría presupuesta en la
afirmación de enunciado observacional. Por ejemplo, puede que unos excursionistas que
se encuentran en lo alto de una montaña elevada observen mientras echan una ojeada al
fuego de campamento: «el agua está suficientemente caliente para hacer té» y luego
descubran que estaban tristemente equivocados cuando beban el brebaje resultante. La
teoría que erróneamente se había dado por supuesta es que el agua hirviendo estaba
suficientemente caliente para hacer té, lo cual no tiene por qué ser así en el caso del agua
hirviendo en las bajas presiones experimentadas en altitudes elevadas. Podrían exponerse
muchos ejemplos de lo dicho, pero no es el momento y el lugar (ver Chalmers, pp. 51 y
52).
Por tanto, el inductivista está equivocado en dos cosas. La ciencia no comienza con
los enunciados observacionales, porque una teoría de algún tipo precede siempre a todos
los enunciados observacionales, y los enunciados observacionales no constituyen una
base firme sobre la que pueda descansar el conocimiento científico, porque son falibles.
Sin embargo no pretendo afirmar que de esto se siga que los enunciados observacionales
no deberían desempeñar ningún papel en la ciencia. Con ello no queremos decir que se
descarten todos los enunciados observacionales porque son falibles; simplemente
sostenemos el papel que atribuyen los inductivistas, a los enunciados observacionales en
la ciencia es incorrecto es incorrecto, por ingenuo.

2.4.3 La teoría guía la observación y la experimentación


Según el más ingenuo de los inductivistas las observaciones efeadas por un observador
imparcial y sin prejuicios proporcionan la base del conocimiento científico * 7. Sin esta
postura se interpreta literalmente, es absurda e insostenible. Existen muchos ejemplos
extraídos de la historia de la ciencia que la teoría precede a la observación en la ciencia.
Las observaciones y los experimentos se efectúan para comprobar o aclarar alguna teoría,
y sólo se deben registrar las observaciones que se consideran relevantes para esa tarea,
Sin embargo, en la medida en que las teorías que constituyen nuestro conocimiento
científico son falibles e incompletas, la guía que las teorías nos ofrecen con respecto a
que observaciones son relevante para algún fenómeno que se está investigando puede ser
engañosa, y puede hacer que se pasen por alto algunos factores importantes. Así pues, las
falibles e incompletas teorías que constituyen el conocimiento científico pueden servir de
falsa guía para un observador. Pero este problema se ha de abordar mejorando y
ampliando nuestras teorías y no registrando una lista infinita de observaciones sin un
propósito fijo.

2.4.4 El inductivismo no esta refutado concluyentemente


El hecho de que la observación dependa de la teoría, que se ha analizado en este
capítulo, socava la afirmación inductivista de que la ciencia comienza con la observación.
Sin embargo, sólo los inductivistas más ingenuos desearían defender esta postura.
Ninguno de los inductivistas modernos, más "sofisticados", desearía mantener esa versión
literal. Pueden prescindir de la afirmación de que la ciencia debe comenzar con la
observación imparcial y sin prejuicios estableciendo una distinción entre el modo en que
se concibe o descubre por primera vez una teoría, por un lado, y el modo en que se
justifica o se valoran sus méritos, por otro. Esta postura modificada admite francamente
que las nuevas teorías se conciben de diversas maneras y a menudo a través de muchos
caminos. Se le pueden ocurrir al descubridor en un momento de inspiración, como en la
mítica historia de que el descubrimiento por parte de Newton de la ley de gravitación
surgió cuando vio caer una manzana de un árbol. Igualmente podría producirse un nuevo
descubrimiento como resultado de un accidente, como sucedió cuando Roentgen llegó al
descubrimiento de los rayos x por el continuo ennegrecimiento de las placas fotográficas
almacenadas en las proximidades de su tubo de descarga. O también podría llegar un
nuevo descubrimiento después de largas series de observaciones y cálculos. Las teorías
pueden ser concebidas, y usualmente lo son, antes de hacer las observaciones
necesarias para comprobarlas. Además, según este inductivismo más sofisticado, los
actos creativos, los más nuevos e importantes de los cuales exigen genio e implican la
intervención de la psicología individual de los científicos, se resisten al análisis lógico. El
descubrimiento y la cuestión del origen de las nuevas teorías, son materias que quedan
excluidas de la filosofía de la ciencia.
Sin embargo, una vez que se ha llegado a nuevas leyes y teorías, no importa por qué
camino, todavía queda la cuestión de la adecuación de esas leyes y teorías.
¿Corresponden a un conocimiento científico lícito o no? Esta es la pregunta que interesa
a los inductivistas sofisticados. Su respuesta es más o menos la ya esbozada: Gran
cantidad de hechos relevantes para una teoría se deben determinar mediante la
observación en una amplia variedad de circunstancias y hay que establecer en qué medida
se puede demostrar que la teoría es verdadera o probablemente verdadera a la luz de esos
hechos y mediante algún tipo de inferencia inductiva. La separación entre el contexto del
descubrimiento y la lógica de la justificación permite que los inductivistas eludan parte
de las críticas anteriores y que iba dirigida contra la afirmación de que la ciencia
comienza con la observación Sin embargo, se puede cuestionar seguramente parecería
razonable sugerir que una teoría que tal como la teoría de Clerk Maxwell condujo al
descubrimiento de las ondas de radio, es más digna de consideración y más justificable
que una ley o teoría ideada para explicar fenómenos ya conocidos y no conducente al
descubrimiento de otros nuevos. Esperomos que con lo expuesto en los siguientes
apartados quede cada vez más claro que es esencial entender la ciencia como un conjunto
de conocimientos que se desarrollan históricamente y que sólo se puede- apreciar,
correctamente una teoría si se presta la debida atención a su contexto histórico. La
apreciación de una teoría está íntimantente vinculada a las circunstancias en las cuales
apareció esa teoría por primera vez.
Aunque con Chalmers aceptemos que los inductivistas separen el contexto del
descubrimiento del modo de justificación, su postura se seguirá resintiendo del hecho de
que los enunciados observacionales están cargados de teoría y son por tanto falibles. Los
ultrainductivistas como los positivistas lógicos, han llegado incluso a decir que las teorías
sólo tienen sentido en tanto pueden ser verificadas por la observación directa. Esta
postura se ve contradicha por el hecho de que no se puede mantener esa tajante distinción
entre observación y teoría, ya que la observación, o mejor dicho los enunciados
resultantes de la observación, están influidos por la teoría.
Aunque he criticado duramente las filosofías de la ciencia inductivistas los
argumentos presentados no constituyen una refutación definitiva de ese programa. No se
puede considerar que el problema de la inducción se ha resuelto definitivamente porque
la mayor parte de las otras filosofías de la ciencia tropiezan con dificultades similares.
Solamente intentamos demostrar algunas maneras por las cuales los inductivistas pueden
eludir hasta cierto punto las críticas que se centran en el hecho de que la observación
depende de la teoría: probablemente podrán idear defensas más ingeniosas. Sin embargo,
la principal razón por la pensamos con Chalmers que se debería abandonar el
inductivismo es que, comparado con otros enfoques más modernos, cada vez le ha
resultado más difícil arrojar nueva e interesante luz sobre la naturaleza de la ciencia,
hecho que llevó a Imre Lakatos, durante las décadas de los sesenta y setenta, a afirmar
que el programa estaba en vías de degeneración. Las concepciones de la ciencia
progresivamente más adecuadas, más interesantes y más fructíferas que intentaremos
esbozar seguidamente constituirán el argumento más contundente contra el inductivimo.

2.5 Introducción del falsacionismo


El falsacionista admite con rotundidad que la observaciones guiada por la teoría y la
presupone. También se congratula de abandonar cualquier afirmación que implique que
las teorías, se pueden establecer como verdaderas o probablemente verdaderas a la luz de
la evidencia observacional. Las teorías se construyen como conjeturas o suposiciones
especulativas y provisionales que el intelecto humano crea libremente en un intento de
solucionar los problemas con que tropezaron las teorías anteriores y de proporcionar una
explicación adecuada del comportamiento de algunos aspectos del mundo o universo.
Una vez propuestas, las teorías especulativas han de ser comprobadas rigurosa e
implacablemente por la observación y la experimentación. Las teorías que no superan las
pruebas observacionales y experimentales deben ser eliminadas y reemplazadas por otras
conjeturas especulativas. La ciencia progresa gracias al ensayo y al error, a las conjeturas
y refutaciones. Sólo sobreviven las teorías más aptas (¿darwinismo filosófico?). Aunque
nunca se puede decir lícitamente de una teoría que es verdadera, se puede decir con
optimismo que es la mejor disponible, que es mejor que cualquiera de las que han
existido antes.

2.5.1 Apoyos a Lógica falsacionista


Según el falsacionismo, se puede demostrar que algunas teorías son falsas apelando a
los resultados de la observación y la experimentación. En este punto, hay una cuestión
lógica, simple, que parece apoyar al falsacionista. Ya hemos comentado que aunque
supongamos que disponemos, de alguna manera, de enunciados observacionales
verdaderos, nunca es posible llegar a leyes y teorías universales basándose sólo en
deducciones lógicas. Por otro lado, es posible efectuar deducciones lógicas, partiendo de
enunciados observacionales singulares como premisas, y llegar a la falsedad de teorías y
leyes universales mediante una deducción lógica. Por ejemplo, si tenemos el enunciado
“En el lugar x y en el momento t se observó un cuervo que no era negro”, entonces de
esto se sigue lógicamente que “Todos los cuervos son negros” es falso. Esto es, la
argumentación:

Premisa:
En el lugar x y en el momento t se observó un cuervo que no era negro.

Conclusión:
No todos los cuervos son negros.

es una, deducción lógicamente válida. Si se afirma la premisa y se niega la conclusión,


hay una contradicción. La falsedad de enunciados universales se puede deducir de
enunciados singulares adecuados. El falsacionista explota al máximo esta cuestión lógica.

2.5.2 La falsabilidad como criterio de teorías


El falsacionista considera que la ciencia es un conjunto de hipótesis que se proponen
a modo de ensayo con el propósito de describir o explicar de un modo preciso el
comportamiento de algún aspecto del mundo o universo. Sin embargo, no todas las
hipótesis lo consiguen. Hay una condición fundamental que cualquier hipótesis o sistema
de hipótesis debe cumplir si se le ha de dar el estatus de teoría o ley científica. Si ha de
formar parte de la ciencia, una hipótesis ha de ser falsables. Antes de seguir adelante, es
importante aclarar la utilización que, hace el falsacionista del término «falsable».Una
hipótesis es falsable si existe un enunciado observacional o un conjunto de enunciados
observacionales lógicamente posibles que sean incompatibles con ella, esto es, que en
caso de ser establecidos como verdaderos, falsarían la hipótesis. El falsacionista exige
que las hipótesis científicas sean falsables en el que pueden darse enunciados
observacionales que la contradigan. Insiste en ello porque una ley o teoría es informativa
solamente en el caso de que excluya un conjunto de enunciados observacionales
lógicamente posibles. Si un enunciado no es falsable entonces el mundo puede tener
cualquier propiedad y comportarse de cualquier manera sin entrar en conflicto con el
enunciado. Desde un punto de vista óptimo, una teoría o ley científica debería
proporcionarnos alguna información acerca de cómo se comporta en "realidad" el mundo,
excluyendo por esta razón las maneras en las que podría posiblemente (lógicamente)
comportarse, pero de hecho no se comporta. La ley «Todos los planetas se mueven en
elipses alrededor del sol» es científica porque afirma que los planetas se mueven de
hecho en elipses y excluye que las órbitas sean cuadradas u ovales. La ley tiene contenido
informativo y es falsable solamente porque hace afirmaciones definidas acerca de las
órbitas planetarias. Sin embargo, el falsacionista mantiene que algunas teorías pasan de
hecho como teorías científicas sólo porque no son falsables y deberían ser rechazadas,
aunque superficialmente pueda parecer que poseen las características de las buenas
teorías científicas. Popper (el padre del falsacionismo) ha afirmado que al menos algunas
versiones de la teoría de la historia de Marx, el psicoanálisis freudiano (sobre la que
insiste obsesivamente) etc. adolecen de este fallo. Para que una teoría posea, un
contenido informativo, ha de correr el riesgo de ser falsada.

2.5.3 Grado de falsabilidad, claridad y precisión


Una buena teoría o ley científica es falsable justamente porque hace afirmaciones
definidas acerca del mundo. Para el falsacionista, de ello se sigue bastante claramente
que cuanto más falsable es una teoría mejor es, empleando la palabra “más” en un sentido
amplio. Cuanto más afirme una teoría, más oportunidades potenciales habrá de demostrar
que el mundo no se comporta de hecho como lo establece la teoría. Una teoría muy
buena será aquélla que haga afirmaciones de muy amplio alcance acerca del mundo y
que, en consecuencia, sea sumamente falsable y resista la falsación todas las veces que se
someta a prueba. Las teorías sumamente falsables se deben preferir, pues, a las menos
falsables, siempre, que no, hayan sido falsadas de hecho.Las teorías que han sido falsadas
tienen que ser rechazadas de forma tajante. La empresa científica consiste en proponer
hipótesis, sumamente falsables, seguidas de intentos deliberados y tenaces de falsarias,
como dice Popper. Nosotros consideramos que esta afirmación, por lógica que sea es
inaplicable. ¿Conocen ustedes alguien que tras elaborar una teoría y corroborarla con
éxito dedique el resto de su vida a intentar refutarla o falsarla?.:Nosotros personalmente.
Aprendemos de nuestros errores. La ciencia progresa mediante el ensayo y el error.
Debido a que la situación lógica hace imposible la derivación de leyes y teorías
universales a partir de enunciados observacionales, pero posible la deducción de su
falsedad, las falsaciones se convierten en importantes hitos, en logros sobresalientes, en
los principales puntos del desarrollo de la ciencia. Este hincapié algo antiintuitivo que
hacen los falsacionistas más extremos en la importancia de las falsaciones es, como
veremos francamente criticable. Como la ciencia aspira a lograr teorías con un gran
contenido informativo, los falsacionistas dan la bienvenida a la propuesta de audaces
conjeturas especulativas (aunque la sociología de la ciencia constata que, el stablisment,
suele comportarse de manera antagónica a los gustos de Popper). Se han de estimular las
especulaciones temerarias (como las que presentamos a este Congreso) siempre que sean
falsables ¿lo son nuestras tesis?) y siempre que sean rechazadas al ser falsadas. Esta
actitud de “choca con la precaución recomendada por el inductivista ingenuo. Según éste,
sólo aquellas teorías de las que se puede demostrar que son verdaderas o probablemente
verdaderas habrán de ser admitidas en la ciencia. Sólo debemos ir más allá de los
resultados inmediatos de la experiencia en la medida en que nos guíe inducciones
legítimas. El falsacionilsmo, en contraposición, reconoce las limitaciones de la inducción
y la subordinación de la observación a la teoría. Sólo se pueden descubrir los secretos de
la naturaleza con la ayuda de teorías ingeniosas y perspicaces. Cuanto mayor sea el
número de teorías conjeturadas que se enfrentan a la realidad del mundo y cuanto más
especulativas sean estas conjeturas, mayores serán las oportunidades de hacer importantes
avances en la ciencia. No hay peligro de que proliferen las teorías especulativas porque
las que sean descripciones inadecuadas del mundo pueden ser eliminadas drásticamente
como resultado de la observación o de otras pruebas (¿funciona sí la comunidad
científica?, sinceramente pensamos que no; han intentado elaborar una conjetura audaz e
intentando publicarla?).
La exigencia de que las teorías sean sumamente falsables tiene la atractiva
consecuencia de que las teorías sean establecidas y precisadas con claridad. Si se
establece una teoría de forma tan vaga que no queda claro qué afirma exactamente,
entonces, cuando se comprueba mediante la observación o la experimentación, siempre
se podrá interpretar que es compatible con los resultados de esas pruebas. De esta
manera, podrá ser defendida contra las falsaciones.
Con respecto a la precisión existe una situación similar. Cuanto más precisamente se
formula una teoría, se hace más falsable. Si aceptamos que cuanto más falsable es una
teoría tanto mejor es (siempre que no haya sido falsada), entonces también debemos
aceptar que cuanto más precisas sean las afirmaciones de una teoría, mejor será ésta. Las
exigencias de precisión y claridad de expresión, que van íntimamente ligadas, se siguen
naturalmente de la concepción de la ciencia que tiene el falsacionista.

2.5.4 Falsacionismo y progreso


El progreso de la ciencia tal y como lo ve el falsacionista se podría resumir de la
siguiente manera. La ciencia comienza con problemas, problemas que van asociados con
la explicación del comportamiento de algunos aspectos del mundo o universo. Los
científicos proponen hipótesis falsables como soluciones al problema. Las hipótesis
conjeturadas son entonces criticadas y comprobadas. Algunas serán eliminadas
rápidamente. Otras pueden tener más éxito. Estas deben someterse a críticas y pruebas
más rigurosas. Cuando finalmente se falsa una hipótesis que ha superado con éxito una
gran variedad de pruebas rigurosas, surge un nuevo problema, afortunadamente muy
alejado del problema original resuelto. Este nuevo problema exige la invención de nuevas
hipótesis, seguidas de nuevas críticas y pruebas. Y así el proceso continúa
indefinidamente. Nunca se puede decir de una teoría que es verdadera, por muy bien que
haya superado pruebas rigurosas, pero afortunadamente se puede decir que una teoría
actual es superior a sus predecesoras en el sentido de que es capaz de superar pruebas que
falsaron a sus predecesoras.
Antes de seguir con la concepción falsacionista del progreso científico, habría que
decir algo acerca de la afirmación de que “el punto de partida de la ciencia son los
problemas”. Al insistir en el hecho de que el punto de partida de la ciencia son los
problemas, ¿no sucede acaso que para el falsacionista, al igual que sucedía con el
inductivista ingenuo, la ciencia comienza con la observación? La respuesta a esta
pregunta es un rotundo “no”. Las observaciones consideradas como problemáticas tan
solo deben serlo a la luz de alguna teoría La afirmación de que el origen de la ciencia está
en los problemas es perfectamente compatible con la prioridad de las teorías sobre la
observación y los enunciados observacionales. La ciencia no comienza con la pura
observación.

2.5.5 El falsacionismo sofisticado: Grados de falsabilidad relativos en vez de absolutos


Los falsacionistas más sofisticados se dan cuenta de que estas condiciones por sí
solas son insuficientes. Una condición adicional va unida a la necesidad que tiene la
ciencia de progresar. Cualquier hipótesis debe ser más falsable que aquélla en cuyo lugar
se ofrece. La concepción falsacionista sofisticado de la ciencia, con su hincapié en el
desarrollo científico, traslada el centro de atención de los méritos de una sola teoría a los
méritos relativos de teorías enfrentadas. Proporciona una imagen dinámica de la ciencia
en lugar de la concepción estática de los falsacionistas más ingenuos. En vez de
preguntarse de una teoría: “¿Es falsable?”, “¿En qué medida es falsable?” y “¿Ha sido
falsada?” resulta más apropiado preguntar: “La teoría recién propuesta, ¿es un sustituto
viable de aquélla a la que desafía?” En general, una teoría recién propuesta será
considerada como digna de atención por parte de los científicos si es más falsable que su
rival y en especial si predice un nuevo tipo de fenómeno que su rival no mencionaba. El
hincapié en la comparación de los grados de falsabilidad de series de teorías, que es
consecuencia del hincapié en la ciencia como un conjunto en evolución y desarrollo de
conocimientos, permite evitar un problema técnico, ya que es: muy difícil especificar
hasta qué punto es falsable una teoría. No se puede definir la medición absoluta de la
falsabilidad simplemente porque el número de falsadores potenciales de una teoría
siempre será infinito. Por otro lado, a menudo es posible comparar los grados de
falsabilidad de las leyes o teorías. Idealmente, al falsacionista le gustaría poder decir que
la serie de teorías que constituyen la evolución histórica de la ciencia está hecha de
teorías falsables, siendo cada una en la serie más falsable que su predecesora.

2.5.6 El aumento de la falsabilidad y las modificaciones “ad hoc”


La exigencia de que, según progresa la ciencia, sus teorías sean cada vez más
falsables y en consecuencia tengan cada vez más contenido y sean cada vez más
informativas excluye que se efectúen modificaciones en unas teorías destinadas
simplemente a proteger una teoría de una falsación amenazadora. Una modificación en
una teoría, tal como la adición de un postulado más o un cambio en algún postulado
existente, que no tenga consecuencias comprobables que no fueran ya consecuencias
comprobables de la teoría sin modificar, será denominada modificación ad hoc. Pero
¿qué es una modificación ad hoc?. Se trata de la introducción de cambios (p. ej. hipótesis
adicionales) en la teoría que eviten su falsación, pero que no sean contrastables de forma
independiente de la propia teoría. Cuando la hipótesis modificada es menos falsable que
la versión original. El falsacionista rechaza tal acción de retaguardia. Las modificaciones
efectuadas en una teoría en un intento de salvar una dificultad no necesitan ser ad hoc, en
consecuencia, son aceptables desde un punto de vista falsacionista. Todas las pruebas,
muchas de las cuales no constituyen pruebas de la hipótesis original, podrían dar como
resultado la falsación de la hipótesis modificada. Si la hipótesis modificada, más falsable,
supera la falsación frente a las nuevas pruebas, entonces se habrá aprendido algo nuevo y
se habrá progresado.

2.5.7 La confirmación en la concepción falsacionista; audacia, novedad y conocimiento


básico
Sin embargo, prestar una atención exclusiva a los casos de falsación equivale a
representar de manera equivocada la postura del falsacionista sofisticado.. El intento
independientemente comprobable de salvar una teoría mediante una hipótesis
especulativa puede tener éxito porque de lugar a descubrimientos que confirmen la
hipótesis, y no porque ésta sea falsada. La historia de la ciencia proporciona muchos
ejemplos al respecto. Es un error considerar que la falsación de conjeturas audaces,
sumamente falsables, es la ocasión para que avance la ciencia de modo significativo .
Este hecho queda claro cuando consideramos las diversas posibilidades extremas. En un
extremo tenemos unas teorías que toman la forma de conjeturas audaces y aventuradas,
mientras que en el otro tenemos unas teorías que son conjeturas prudentes, que hacen
afirmaciones que no parecen implicar riesgos significativos. Si cualquiera de los dos
tipos de conjetura fracasa en una prueba experimental u observacional, resultará falsada,
mientras que si pasa tal prueba diremos que está confirmada. Los adelantos importantes
vendrán marcados por la confirmación de las conjeturas audaces o por la falsación de las
conjeturas prudentes. Los casos del primer tipo serán informativos y constituirán una
importante aportación al conocimiento científico, simplemente porque señalan el
descubrimiento de algo hasta entonces inaudito o considerado improbable. Las
falsaciones de conjeturas prudentes son informativas porque establecen que lo que se
considera sin más problemas verdadero es en realidad falso. La demostración que hiciera
Russell de que la teoría ingenua de conjuntos, que se basaba en lo que parecían ser
proposiciones casi evidentes, es incoherente proporciona un ejemplo de falsación
informativa de una conjetura en apariencia libre de riesgo. En contraposición, de la
falsación de una conjetura audaz o de la confirmación de una conjetura prudente se
aprende poco. Si se falsa una conjetura audaz, entonces todo lo que se aprende es que
otra idea loca ha resultado errónea. De modo semejante, las confirmaciones de las
hipótesis prudentes no son informativas. Esas confirmaciones indican meramente que se
ha aplicado una vez más con éxito una teoría que estaba bien establecida y
no se consideraba problemática. En cualquier caso, debe tenerse en cuenta no hay que
confundir este uso de “confirmado” con otro uso, según el cual decir de una teoría que
está confirmada es afirmar que ha sido probada o establecida como verdadera.
El falsacionista desea rechazarlas hipótesis ad hoc y estimular la propuesta de
hipótesis audaces como mejoras potenciales de las teorías falsadas. Estas hipótesis
audaces conducirán a predicciones nuevas y comprovables, que no se siguen de la teoría
original falsada. Sin embargo, aunque el hecho de que ello conduzca a la posibilidad de
nuevas pruebas haga digna de investigación a una hipótesis, no figurará como una mejora
de la teoría problemática para cuya sustitución ha sido ideada hasta que haya superado al
menos algunas de esas pruebas. Esto equivale a decir que antes de que se pueda
considerar que es un sustituto adecuado de una teoría falsada, una teoría recién y
audazmente propuesta debe efectuar algunas nuevas predicciones que queden
confirmadas. Muchas especulaciones descabelladas e imprudentes no superarán las
pruebas posteriores y, en consecuencia, no se las estimará como contribuciones al
desarrollo del conocimiento científico. La ocasional especulación descabellada e
imprudente que conduzca a una nueva e improbable predicción, que no obstante queda
confirmada por la observación o la experimentación, quedará por ello establecida como
un momento culminante en la historia del desarrollo científico. Las confirmaciones de
nuevas predicciones resultantes de conjeturas audaces son muy importantes en la
concepción falsacionista del desarrollo científico.
Resulta necesario decir algo más acerca de los adjetivos “audaz” y “nuevo” tal y
como se aplican a las hipótesis y a las predicciones respectivamente. Ambas son nociones
históricamente relativas. Lo que se clasifica como conjetura audaz en una etapa de la
historia de la ciencia no tiene por qué ser audaz en otra etapa posterior. Si llamamos al
complejo de las teorías científicas generalmente aceptadas y bien establecidas en alguna
etapa de la historia de la ciencia conocimiento básico de esa época, entonces podemos
decir que una conjetura, será audaz si sus afirmaciones son improbables a la luz del
conocimiento básico de la época.. La astronomía de Copérnico era audaz en 1543 porque
chocaba con el supuesto básico de que la tierra está inmóvil en el centro del universo.
Hoy en día no se la consideraría audaz. Así como las conjeturas se consideran audaces o
no por referencia al conocimiento básico relevante, así también se juzgará que las
predicciones son nuevas si conllevan algún fenómeno que no lo era. La predicción que
dedujo Poisson de la teoría ondulatoria de la luz de Fresnel en 1818, a saber, que se debía
observar una mancha brillante en el centro de una cara de un disco opaco
convenientemente iluminado desde la otra, era nueva porque la otra, era nueva porque la
teoría corpuscular de la luz, que formaba parte del conocimiento básico de la época,
excluía la existencia de esa mancha brillante.
Anteriormente cometamos que, según el falsacionismo, las principales
contribuciones al desarrollo del conocimiento científico suceden cuando se confirma una
conjetura audaz o cuando se falsa una conjetura prudente. La idea del conocimiento
básico nos permite ver que estas dos posibilidades se darán juntas como resultado de un
solo experimento. El conocimiento básico consta de hipótesis prudentes precisamente
porque ese conocimiento está bien establecido y no se considera problemático. La
confirmación de una conjetura audaz supondrá la falsación de alguna parte del
conocimiento básico con respecto al cual era audaz la conjetura.

2.6 Comparación de las concepciones inductivista y falsacionista de la


confirmación
Hemos visto que la confirmación tiene un importante papel que desempeñar en la
ciencia, tal y como la interpreta el falsacionista sofisticado. Sin embargo, eso no quiere
decir que esté mal puesto el calificativo de «falsacionismo» a su postura. El falsacionista
sofisticado sigue manteniendo que las teorías se pueden falsar y rechazar, aunque niegue
que se puedan establecer como verdaderas o probablemente verdaderas. El propósito de
la ciencia es falsar las teorías y reemplazarlas por teorías mejores, teorías que demuestren
una mayor capacidad para resistir las pruebas. Las confirmaciones de las nuevas teorías
son importantes en la medida en que constituyen la demostración de que una nueva teoría
es una mejora de la teoría a la que reemplaza, la teoría, que es falsada por la evidencia
descubierta con ayuda de la nueva. teoría y que la confirman. Una vez que la audaz teoría
recién propuesta logra desbancar a su rival se convierte a su vez en un nuevo blanco al
que se dirigirán las pruebas rigurosas, ideadas- con la ayuda de otras teorías audazmente
conjeturadas.
Debido al hincapié que hacen los falsacionistas en el desarrollo de la ciencia, su
concepción de la confirmación es significativamente distinta a la de los inductivistas. La
importancia de algunos casos confirmadores de una teoría, según la postura inductivista,
está determinada exclusivamente por la relación lógica existente entre los enunciados
observacionales que son confirmados y la teoría que éstos apoyan. El contexto histórico
en el que se obtiene la evidencia no tiene importancia Los casos confirmadores lo son si
proporcionan apoyo inductivo a una teoría, y cuanto mayor sea el número de casos
confirmadores establecidos, mayor será el apoyo a la teoría y más probable será que sea
verdadera. Esta teoría ahistórica de la confirmación parece tener la consecuencia negativa
de que innumerables observaciones realizadas de piedras que caen, posiciones
planetarias, etc., constituyen una actividad científica valiosa en la medida en que llevan a
aumentar la estimación de la probabilidad de la verdad de la ley de la gravitación.
En contraposición, en la concepción falsacionista la importancia de las
confirmaciones depende muchísimo de su contexto histórico. Una confirmación conferirá
un alto grado de valor a una teoría si esa confirmación fue el resultado de la
comprobación de una predicción nueva. Esto es, una confirmación será importante si se
estima que es improbable que suceda a la luz del conocimiento básico de la época. Las
confirmaciones que son conclusiones conocidas de antemano son insignificantes. Si hoy
en día confirmo la teoría de Newton tirando una piedra al suelo, no contribuyo con nada
de valor a la ciencia. El contexto histórico es el que marca la diferencia.

2.7 Las limitaciones del falsacionismo


2.7.1 La dependencia de la observación de la teoría y la falibilidad de las falsaciones
El falsacionista ingenuo insiste en que la actividad científica debe dedicarse a
intentar falsar las teorías estableciendo la verdad de los enunciados observacionales que
son incompatibles con ellas. Los falsacionistas, más sofisticados se dan cuenta de la
insuficiencia de esto y reconocen la importancia del papel que desempeña la
confirmación de las teorías especulativas, así como la falsación de las bien establecidas.
Una cosa que ambos tipos de falsacionistas poseen en común, sin embargo, es que hay
una importante diferencia cualitativa en el estatus de las confirmaciones y de las
falsaciones. Las teorías se pueden falsar de manera concluyente a la luz de las pruebas
adecuadas, mientras que nunca se pueden establecer como verdaderas o incluso como
probablemente verdaderas sean cuales fueren las pruebas. La aceptación de la teoría
siempre es provisional. El rechazo de la teoría puede ser concluyente. Este es el factor
que hace a los falsacionistas acreedores a su nombre.
Las afirmaciones del falsacionista se ven seriamente contradichas por el hecho de
que los enunciados observacionales dependen de la teoría y son falibles. Eso se puede ver
inmediatamente cuando se recuerda la cuestión lógica que invocan los falsacionistas en
apoyo de su causa. Si se dan enunciados observacionales verdaderos, entonces es posible
deducir de ellos lógicamente la falsedad de algunos enunciados universales, mientras que
no es posible deducir de ellos la verdad de ningún enunciado universal. Esta no es una
cuestión universal, sino una cuestión condicional basada en el supuesto de que existen
enunciados observacionales completamente seguros. Pero, como ya hemos mencionado,
no lo son. Todos los enunciados observacionales son falibles. En consecuencia, si un
enunciado universal o un grupo de enunciados universales que constituyen una teoría o
parte de una teoría choca con algún enunciado observacional, puede ser que sea el
enunciado observacional el que esté equivocado. No hay nada en la lógica de la situación
que exija que siempre haya de ser la teoría la rechazada en caso de un choque con la
observación. Se podría rechazar un enunciado óbservacional falible y conservar la teoría
falible con la que choca. Se trata de un hecho archiconstatado a lo largo de la historia de
la ciencia. La ciencia está llena de ejemplos de rechazo de enunciados observacionales y
conservación de las teorías con las que chocan. Por muy seguramente basado en la
observación que pueda parecer que está un enunciado, no se puede excluir la posibilidad
de que los nuevos adelantos teóricos revelen insuficiencias en ese enunciado. En
consecuencia, no se pueden conseguir falsaciones de teorías que sean concluyentes y
simples.
Popper era consciente del problema, ya en la época en que se publicó por primera
vez la edición alemana de su libro The logic of scientific discovery, en 1934. En el
capítulo 5 de ese libro, titulado «El problema de la base empírica», exponía una
concepción de la observación y de los enunciados observacionales que tenía en cuenta el
hecho de que los enunciados observacionales infalibles no se dan directamente a través
de las percepciones sensoriales. La postura de Popper destaca la importante distinción
entre los enunciados observacionales públicos, por un lado, y las experiencias perceptivas
privadas de los observadores, por otro. Estas ultimas vienen “dadas” de algún modo a los
individuos en el acto de observar, pero no hay un paso simple que lleve de esas
experiencias privadas (que dependerán de factores peculiares a cada observador, tales
como sus expectativas, su conocimiento anterior, etc.) a un enunciado observacional que
pretenda describir la situación observada. Un enunciado observacional, formulado en un
lenguaje público, será comprobable y estará sujeto a modificaciones o rechazos. Los
observadores pueden aceptar o no un determinado enunciado observacional. Su decisión
sobre esa cuestión estará motivada en parte por las experiencias perceptivas pertinentes,
pero ninguna experiencia perceptiva de un individuo será suficiente para establecer la
validez de un enunciado observacional. Cualquier observador puede verse movido a
aceptar algún enunciado observacional basándose en una percepción y, sin embargo, ese
enunciado observacional puede ser falso.
La esencia de la postura de Popper sobre los enunciados observacionales es que su
aceptabilidad se mide por su capacidad para sobrevivir a las pruebas. Los que no superan
las pruebas subsiguientes son rechazados, mientras que los que pasan todas las pruebas a
las que son sometidos son conservados de modo provisional. En su primera obra al
menos, Popper subraya el papel de las decisiones que hacen los individuos y los grupos
de individuos para aceptar o rechazar los que Chalmers denomina enunciados
observacionales, y Popper “enunciados básicos”. Así, por ejemplo, escribe: “Los
enunciados básicos se aceptan como resultado de una decisión o acuerdo y en esa
medida son convenciones”; y añade:
"Cualquier enunciado científico empírico puede ser presentado....de tal modo que
cualquiera que haya aprendido la técnica necesaria pueda comprobarlos, como
resultado, rechaza el enunciado, no nos satisfará si nos habla de sus sentimientos de
duda o de sus sentimientos de convicción con respecto a sus percepciones. Lo que debe
hacer es formular una afirmación que contradiga la nuestra y darnos instrucciones para
comprobarla. Si no lo hace solamente podemos pedirle que eche otra mirada, quizás más
cuidadosa, a nuestro experimento y reflexione de nuevo. (Popper 1968)"

El -hincapié de Popper en las decisiones conscientes de los individuos introduce un


elemento subjetivo que choca en cierta, medida con su posterior insistencia en la ciencia
“como proceso sin sujeto. De cualquier modo, de acuerdo con la postura popperiana, los
enunciados observacionales que sirven de base para valorar el mérito de una teoría
científica son en sí mismos falibles. Popper subraya este punto con una metáfora notable:

"La base empírica de la ciencia objetiva no tiene, por consiguiente, nada de “absoluto”.
La ciencia no descansa en una sólida roca. La estructura audaz de sus teorías se
levanta, como si dijéramos, encima de un pantano.(Popper 1968)!".

Pero, como señala Chalmers, precisamente lo que socava la postura falsacionista es


el hecho de que los enunciados observacionales son falibles y de que su aceptación es
sólo provisional y está sujeta a revisión. Las teorías no se pueden falsar de modo
concluyente, porque los enunciados observacionales que sirven de base a la falsación
pueden resultar falsos a la luz de los posteriores progresos. Como ha ha sido recurrente a
lo largo de la historia de la ciencia. Las falsaciones concluyentes quedan excluidas por la
carencia de una base observacional perfectamente segura, de la que dependen.
2.7.2 La complejidad de las situaciones reales de prueba
Pero las ilustraciones simplificadas de la lógica de una falsación como ocultan una
seria dificultad del falsacionismo, que procede de la complejidad de cualquier situación
real de prueba. Una teoría científica real constará de un conjunto de enunciados
universales y no de uno solo. Además, para comprobar experimentalmente una teoría,
habrá que recurrir a algo más que los enunciados que constituyen la teoría sometida a
prueba. Habrá que aumentar la teoría mediante hipótesis auxiliares, tales como las leyes y
teorías que rigen el uso de cualquiera de los instrumentos utilizados, por ejemplo.
Además, para deducir una predicción cuya validez se haya de comprobar
experimentalmente, será necesario añadir condiciones iniciales y de contorno tales como
una descripción del marco experimental, o como el ambinte varía conforme avanza una
experiencia en el campo. Las premisas de las que se deriva la predicción incluirán los
enunciados interrelacionados que constituyen la teoría sometida a prueba, las condiciones
iniciales tales, supuestos auxiliares, etc. Ahora bien, si la predicción que se sigue de este
montón de premisas resulta falsa entonces todo lo que la lógica de la situación nos
permite concluir es que al menos una de las premisas debe ser falsa. No nos permite
identificar la premisa que falla. Puede ser que lo que falle sea la teoría sometida a prueba,
pero también, puede ser que el responsable de la predicción incorrecta sea algún supuesto
auxiliar o alguna parte de la descripción de las condiciones iniciales. No se puede falsar
de manera concluyente una teoría porque no se puede excluir la posibilidad de que la
responsable de una predicción errónea sea alguna parte de la compleja situación de
comprobación, y no la teoría sometida a prueba. De hecho, es plausible, proteger una
teoría de la falsación desviando la falsación hacia otra parte de la compleja red de
supuestos.

2.7.3 Sobre la base de los argumentos históricos, el falsacionismo es insuficiente


Para los, falsacionistas un hecho embarazoso es que si los científicos se hubieran,
atenido estrictamente a su metodología, aquellas, teorías que se consideran por lo general
como los mejores ejemplos de teorías científicas nunca habrían sido desarrolladas,
porque habrían sido rechazadas en su infancia. Dado cualquier ejemplo de una teoría
científica clásica, ya sea en el momento de su primera formulación o en una fecha
posterior, es posible encontrar afirmaciones observacionales que fueron generalmente
aceptadas en esa época y que se consideraron incompatibles, con la teoría. No obstante,
estas teorías no fueron rechazadas y esto fue una suerte para la ciencia. A continuación
Chalmers ilustra con un ejemplo histórico este hecho. En los primeros años de su vida, la,
teoría gravitatoria de Newton fue falsada por las observaciones de la órbita lunar. Llevó
casi cincuenta años desviar esta falsación hacia causas distintas de la teoría newtoniana.
Al final de su vida, se sabía que la misma teoría era incompatible con los detalles de la
órbita del planeta Mercurio, si bien los científicos no abandonaron la teoría por esta
razón. Resultó que nunca fue posible explicar esta falsación de tal manera que la teoría
de Newton quedara protegida. Todos los progresos importantes de la teoría cinética
tuvieron lugar después de esta falsación. De nuevo, es una suerte que no se abandonara la
teoría a la vista de las falsaciones, cosa en la que se habría visto obligado a insistir el
falsacionista ingenuo. Seguidamente, Chalmers, tras narrar la revolución copernicana
como ejemplo que pone de manifiesto las dificultades y limitaciones que se le presentan
al falsacionista cuando se toma en cuenta la complejidad de los cambios teóricos
importantes. Tal historia demuestra como este hito histórico no surgió de una vez por
todas. Resulta evidente que ni inductivistas ni falsacionistas proporcionan una
concepción de la ciencia que sea compatible con esa historia. Los nuevos conceptos de
fuerza y de inercia no surgieron como resultado de una observación y una
experimentación cuidadosas. Tampoco surgieron de la falsación de conjeturas audaces y
del continuo reemplazo de una conjetura audaz por otra. Las primeras formulaciones de
la nueva teoría, que implicaban nuevas concepciones imperfectamente formuladas, no se
abandonaron y se desarrollaron a pesar de las aparentes falsaciones. Solamente después
de que se elaborara un nuevo sistema de física, proceso que supuso el trabajo intelectual
de muchos científicos durante varios siglos, se pudo enfrentar con éxito la nueva teoría a
los resultados de la observación y la experimentación de manera detallada. No se puede
pensar que una concepción de la ciencia es mínimamente correcta a menos que pueda
reconciliar estos factores.

2.8 Las teorías como estructuras: los programas de investigación


2.8.1 Considerar las teorías como totalidades estructurales
Los comentarios precedentes sobre la teoría copernicana sugieren que las
concepciones inductivistas y falsacionistas de la ciencia son poco sistemáticas. Al
concentrarse en las relaciones entre teorías y enunciados observacionales individuales o
conjuntos de éstos, no tienen en cuenta la complejidad de las principales teorías
científicas. Ni el hincapié del inductivista ingenuo en la necesidad de derivar
inductivamente las teorías de la observación ni el esquema falsacionista de conjeturas y
falsaciones son capaces de describir adecuadamente la génesis y el desarrollo de teorías
realmente complejas. Para dar una idea más adecuada hay que considerar las teorías
como totalidades estructuradas de algún tipo.
Una razón por la que es necesario considerar las teorías como estructuras procede de
un estudio de la historia de la ciencia. El estudio histórico revela que la evolución y el
progreso de las principales ciencias muestran una estructura que no captan ni la
concepción inductivista ni la falsacionista. El desarrollo programático de la teoría
copernicana a lo largo de más de un siglo nos proporciona un ejemplo, aunque podrían
citarse muchos otros. Sin embargo, el argumento histórico no es la única base para
afirmar que las teorías son totalidades estructurales de algún tipo. Hay otro argumento
filosófico más general que está íntimamente vinculado al hecho de que la observación
depende de la teoría. Ya hemos comentado que los enunciados observacionales se deben
formular en el lenguaje de alguna teoría. En consecuencia, los enunciados, y los
conceptos que figuran en ellos, serán tan precisos e informativos como precisa e
informativa sea la teoría en cuyo lenguaje se construyen. Esta visión estructuralista,
defendida por Kuhn, Lakatos, Chalmers y otros muchos filósofos contemporáneos
defiende que la razón del significado relativamente preciso del primero se debe al hecho
de que el concepto desempeña un determinado papel, bien definido en una teoría
estructurada y precisa en ciertos casos como la mecánica newtoniana. Por el contrario,
existen otros contructos teóricos en las que aparecen conceptos que son notoriamente más
vagos y múltiples (o. ej. la teoría edafológica, si puede hablarse de tal). Si esta estrecha
conexión entre la precisión del significado de un término o enunciado y el papel
desempeñado por ese término o enunciado en una teoría es válida, de ello se desprende
directamente la necesidad de teorías coherentemente estructuradas.
Que el significado de los conceptos depende de la estructura de la teoría en que
aparecen y que la precisión de aquéllos depende de la precisión y el grado de coherencia
de ésta es algo que. puede resultar más plausible observando las limitaciones de algunas
maneras alternativas en las que se puede considerar que un concepto adquiere
significado. Una de estas alternativas es la tesis de que los conceptos adquieren su
significado mediante una definición (como sugería Odeh en su "reply" a nuestro
Discusion Paper de 1998). Hay que rechazar las definiciones como procedimiento
fundamental para establecer significados (como le replicamos nosotros a Odeh). Los
conceptos sólo se pueden definir en función de otros conceptos cuyos significados están
ya dados. Si los significados de estos últimos conceptos son también establecidos por
definición, es evidente, que se producirá una regresión infinita a menos que se conozcan
por otros medios los significados de algunos términos. Un diccionario es inútil a menos
que ya se sepan los significados de muchas palabras. Newton no pudo definir la masa o la
fuerza en términos de conceptos prenewtonianos. Tuvo que superar los términos del viejo
sistema conceptual desarrollando uno nuevo (cuestión que debe ser recordada si
deseaamos elaborar una teoría edafológica más completa como la actual; ver más
adelante nuestro concepto de geoderma). Una segunda alternativa es la sugerencia de que
el significado de los conceptos se establece a través de la observación, mediante la
definición ostensible.
La afirmación de que los conceptos sacan su significado, al menos en parte, del
papel que desempeñan en una teoría se ve apoyada por las siguientes reflexiones
históricas. En contra del mito popular, parece que Galileo efectuó muy pocos
experimentos en mecánica. Muchos de esos «experimentos» a los que se refiere cuando
articula su teoría son experimentos mentales (costumbre que por desgracia no suele darse
en muchas ciencias experimentales y menos aun en edafología). Este hecho resulta
paradójico para aquellos empiristas que piensan que las nuevas teorías se derivan de
alguna manera de los hechos, pero resulta plenamente comprensible cuando se cae en la
cuenta de que sólo se puede llevar a cabo una experimentación precisa si se tiene una
teoría precisa susceptible de proporcionar predicciones en la forma de enunciados
observacionales precisos. Galileo estaba efectuando una importante contribución a la
construcción de una nueva mecánica que iba a resultar capaz de soportar una
experimentación detallada en una etapa posterior. No es de extrañar que sus esfuerzos
implicaran experimentos mentales, analogías y metáforas ilustrativas en vez de una
detallada experimentación. Creo que la típica historia de un la mayoría de los conceptos
científicos conlleva el surgimiento inicial del concepto como idea vaga, seguido de su
aclaración gradual a medida que la teoría en la que desempeña un papel toma una forma
más coherente y precisa. El surgimiento del concepto de campo eléctrico proporciona un
ejemplo especialmente notable, aunque algo técnico. Cuando Faraday introdujo por
primera vez el concepto en la cuarta década del siglo XIX, éste era muy vago y se
articuló con la ayuda de analogías y metáforas. Sin embargo, el concepto de campo se
fue definiendo cada vez mejor a medida que se especificaban de modo mas claro las
relaciones entre el campo eléctrico y otras cantidades. Una vez que Maxwell hubo
introducido su corriente de desplazamiento, fue posible, dar, mayor coherencia a la teoría
en la forma de las ecuaciones de Maxwell, que establecían claramente la interrelación,
existente entre todas las cantidades del campo electromagnético. Fue, en esta etapa
cuando el significado de “campo eléctrico” en la teoría electromagnética clásica alcanzó
un alto grado de claridad y precisión. También fue en esta etapa cuando se concedió
independencia propia a los campos.
Hasta ahora hemos mencionado dos razones por las cuales hay que considerar a las
teorías como estructuras organizadas de algún tipo: el hecho de que el estudio histórico
muestra que las teorías poseen esa característica y el hecho de que los conceptos
solamente adquieren un significado preciso mediante una teoría coherentemente
estructurado. Una tercera razón surge de la necesidad de desarrollo por parte de la
ciencia. Es evidente que la ciencia avanzará de modo más eficaz si las teorías están
estructuradas de manera que contengan en ellas prescripciones e indicaciones muy claras
con respecto a cómo se deben desarrollar y ampliar. Deben ser estructuras sin límites que
ofrezcan un programa de investigación. Siguiendo los criterios de Lakatos, consideramos
que la "teoría edafológica no ofrecen un programa coherente que guíe la futura
investigación.

2.8.2 Los programas de investigación de Lakatos


Imre Lakatos ofreció una imagen de las teorías como estructuras organizadas en su
«Methodology of scientific research programmes»'. Lakatos desarrolló su idea de la
ciencia en un intento por mejorar el falsacionismo popperiano y por superar las
objeciones hechas a éste. Un programa de investigación lakatosiano es una estructura
que- sirve de -guía a 1a futura investigación tanto de modo positivo como de modo
negativo. La heurística negativa. de un programa conlleva la estipulación de que no se
pueden rechazar ni modificar los supuestos básicos subyacentes al programa, su núcleo
central. Está protegido de la falsación mediante un cinturón protector de hipótesis
auxiliares, condiciones iniciales, etc. La heurística positiva está compuesta por las
líneas maestras que indican cómo se puede desarrollar el programa de investigación.
Dicho desarrollo conllevará completar el núcleo central con supuestos adicionales en un
intento de explicar fenómenos previamente conocidos y de predecir fenómenos nuevos.
Los programas de investigación serán progresistas o degeneradores según consigan o
no conducir al descubrimiento de fenómenos nuevos. Más que cualquier otra cosa, la
característica definitorio de un programa es su núcleo central. Toma la forma de hipótesis
teóricas muy generales que constituyen la base a partir de la cual se desarrolla el
programa. Nuestro ensayo intenta, en cierta medida, proporcionar el núcleo central de
una nueva teoría edafológica. En cambio, reducir la edafología a química, física y
biología, como algunos colegas propusieron en el Congreso de Montpellier (Ibáñez,
1998) es uns manera de anular cualquier intento de elaborar una teoría edafológica
coherente. Así, por ejemplo, el núcleo central de la astronomía copernicana lo
constituirían los supuestos de que la tierra y los planetas giran alrededor de un sol
inmóvil y de que la tierra gira sobre su eje una vez al día.
El núcleo-central de un programa se vuelve infalsable por la «decisión metodológica
de sus protagonistas». Cualquier insuficiencia en la confrontación entre un programa de
investigación articulado y los datos observacionales no se ha de atribuir a los supuestos
que constituyen el núcleo central, sino a alguna otra parte de la estructura teórica. El
laberinto de supuestos que constituyen esta otra parte de la estructura es a lo que Lakatos
se refiere como cinturón protector. No sólo consta de hipótesis auxiliares explícitas que
completan el núcleo central, sino además de supuestos subyacentes a la descripción de las
condiciones iniciales y también de enunciados observacionales.
La heurística negativa de un programa consiste en la exigencia de que, durante el
desarrollo del programa, el núcleo siga sin modificar e intacto. Cualquier científico que
modifique el núcleo central se apartará de ese determinado programa,,de.-investigación.
El hincapié de Lakatos en el elemento convencional que corresponde al trabajo dentro. de
un programa de investigación, en la necesidad que tienen los científicos de decidir
aceptar su núcleo central, tiene mucho en común con la postura de Popper acerca de los
enunciados observacionales ya mencionados. La principal diferencia estriba en que,
mientras que para Popper las decisiones sólo conciernen a la aceptación de los
enunciados singulares, en Lakatos el mecanismo se extiende hasta ser aplicable a los
enunciados universales que constituyen el núcleo. Sobre el hincapié de Lakatos en las
decisiones personales explícitas de los científicos, mis reservas son similares a las que
mencioné en relación con Popper (nosotros, al contrario que Chalmers, si compartimos
esta perspectiva, y para ello podríamos incluir numerosos ejemplos de la edafología y
ciencias afines (¿a caso, por ejemplo, la Leyenda de la FAO no fue alcanzada mediante
un consenso difícil entre numerosos edafólogos pertenecientes a diversas escuelas?). La
mayoría de los relativistas también estarían de acuerdo con nosotros- La heurística
positiva, ese aspecto de un programa de investigación que indica a los científicos el tipo
de cosa que deben hacer en vez del que no deben hacer, es algo más vaga y más difícil de
describir de manera específica que la heurística negativa. La heurística positiva indica
cómo se ha de completar el núcleo central para que sea capaz de explicar y predecir los
fenómenos "reales". Como dice el propio Lakatos: "La heurística positiva consiste en un
conjunto parcialmente articulado de sugerencias o indicaciones sobre cómo cambiar y
desarrollar las 'variantes refutables' del programa de investigación, cómo modificar,
refinar el cin turón protector refutable". El desarrollo de un programa de investigación
no sólo supondrá la adición de las oportunas hipótesis auxiliares, sino también el
desarrollo de las técnicas matemáticas y experimentales idóneas. Lakatos ofrece una
explicación muy detallada de la teoría de¡ átomo de Bohr como otro ejemplo
convincente.
Una característica importante de muchos ejemplo históricos sobre el desarrollo de
los programas de investigación lo constituye la etapa comparativamente tardía en que
resultan oportunas las comprobaciones observacionales. Los primeros trabajos en un
programa de investigación se realizan sin prestar atención a las aparentes falsaciones
mediante la observación o a pesar de ellas. Hay que dar una oportunidad al programa de
investigación para que haga efectivo todo su potencial. Hay que construir un cinturón
protector adecuado y convenientemente sofisticado. Cuando se ha desarrollado un
programa hasta un punto en que es conveniente someterlo a pruebas observacionales,
según Lakatos son las confirmaciones (utilizamos el término «confirmación» para
referirnos a los resultados de una prueba experimental que apoyan una teoría, y no a la
prueba de una teoría; Lakatos utilizaba «verificación» allí donde nosotros con Chalmers
utilizamos «confirmación») y no las falsaciones las que tienen capital importancia. Se
exige que un programa de investigación tenga éxito, al menos de vez en cuando, a la hora
de realizar predicciones nuevas que se confirmen. Tales éxitos constituyeron los hitos del
carácter progresivo del programa
Podríamos por tanto decir con Lakatos que existen dos maneras de valorar un
programa (aunque pensamos que hay más, de acuerdo a otras escuelas filosóficas). En
primer lugar, un programa de investigación debe tener un grado de coherencia que
acarree la elaboración de un programa definido para la investigación futura. En segundo
término, un programa de investigación debe conducir al descubrimiento de nuevos
fenómenos, al menos de vez en cuando. De hecho se deben satisfacer, necesariamente
ambos requisitos.

2.8.3 La metodología dentro de un programa de investigación


En el contexto del marco conceptual de Lakatos, debe tratarse la metodología desde
dos puntos de vista: uno se refiere a la labor realizada dentro de un solo programa de
investigación, y el otro a la comparación de los méritos de programas de investigación
rivales. El primer ítem debe suponer la expansión y modificación de su cinturón
protector, añadiendo y articulando diversas hipótesis, mientras que no sean ad hoc. Es
decir tales modificaciones deben ser comprobables de forma independiente, a la par,
lógicamente, de permitir nuevas comprobaciones y, por tanto la posibilidad de realizar
nuevos descubrimientos. Hay dos tipos de maniobras que excluye la metodología de
Lakatos. Quedan excluidas las hipótesis ad hoc, las hipótesis que no son comprobables de
forma independiente. El otro tipo de maniobra que queda excluido es el que va en contra
del núcleo central. El hecho de que cualquier parte del complejo laberinto teórico pueda
ser responsable de una aparente falsación plantea un serio problema al falsacionista que
confía en un método, general de conjeturas y refutaciones. Para él, la incapacidad, de
localizar la fuente del problema da como resultado un caos ametódico. La concepción
lakatosiana de la ciencia está lo suficientemente estructurado como para evitar esa
consecuencia. Se mantiene el orden gracias a la inviolabilidad del núcleo central de un
programa y a la heurística positiva que lo acompaña. La proliferación de conjeturas
ingeniosas dentro de ese marco le llevará a progresar siempre que alguna de las
predicciones resultantes de las conjeturas ingeniosas tengan éxito de vez- en cuando. Los
resultados de las comprobaciones experimentales son los que determinan de modo muy
sencillo las decisiones de mantener o rechazar. una hipótesis. Las que sobreviven a las
pruebas experimentales se conservan de modo provisional y las que no se rechazan,
aunque dichas decisiones puedan ser reconsideradas a la luz de alguna otra hipótesis
ingeniosa, comprobable de forma independiente. La relación de la observación con una
hipótesis que se está comprobando es relativamente poco problemática dentro de un
programa de investigación debido a que el núcleo central y la heurística positiva sirven
para definir un lenguaje observacional sumamente estable.

2.8.4 La comparación de los programas de investigación


Mientras que dentro de un - programa de investigación se pueden determinar los
méritos relativos de hipótesis rivales de un modo relativamente sencillo, la comparación
de programas de investigación rivales es más problemática. En términos generales, los
méritos relativos de los programas de investigación se tienen que juzgar por la medida en
que dichos programas progresan o degeneran. Un programa que degenera dará paso a un
rival más progresista. Una dificultad importante de este criterio de aceptación y rechazo
de los programas de investigación va unida al factor tiempo. ¿Cuánto tiempo debe pasar
hasta que se pueda decidir que un programa ha degenerado gravemente, que es incapaz
de llevar al descubrimiento, de nuevos fenómenos? Debido a la incertidumbre del
resultado de futuros intentos por desarrollar y comprobar un programa de investigación,
nunca se puede decir si un programa ha degenerado más allá de: toda esperanza. Siempre
es posible que alguna ingeniosa modificación de, su cinturón protector conduzca a algún
descubrimiento espectacular que haga que el programa reviva y entre en una fase
progresista.
Así pues, dentro de la explicación de Lakatos, no se puede decir nunca de modo
absoluto que un programa de investigación es «mejor» que otro rival. El propio Lakatos
admite que sólo se pueden decidir los méritos relativos de dos programas
«retrospectivamente». Como no ha conseguido ofrecer un criterio claro para rechazar un
programa de investigación coherente o para elegir entre programas de investigación
rivales, se podría decir, junto con Feyerabend, que la metodología de Lakatos es un
«ornamento verbal, una especie de recuerdo dle tiempos más felices cuando todavía se
creía posible manejar un asunto complejo y a menudo catastrófico como la ciencia
mediante unas cuantas reglas racionales y simples».

2.9 Las teorías como estructuras: Los paradigmas de Kuhn


Existe una segunda concepción de las teorías científicas como estructuras complejas
que ha recibido y está recibiendo mucha atención en los últimos años. Me refiero a la
concepción desarrollada por Thomas Kuhn, cuya primera versión apareció en su obra
"The structure of scientific revolutions", que se publicó inicialmente en 1962. Kuhn
comenzó su carrera académica como físico y luego centró su atención en la historia de la
ciencia. Al hacerlo, descubrió que sus ideas preconcebidas acerca de la naturaleza de la
ciencia quedaban destrozadas (como casi cualquier investigador que se adentre en la
filosofía de la ciencia). Se dio cuenta de que las concepciones tradicionales de la ciencia,
ya fueran inductivistas o falsacionistas, no resistían una comparación con las pruebas
históricas. Posteriormente la teoría de la ciencia de Kuhn se desarrolló como un intento
de proporcionar una teoría de la ciencia que estuviera más de acuerdo con la situación
histórica tal y como él la veía. Un rasgo característico de su teoría es la importancia
atribuida al carácter revolucionario del progreso científico, en la que una revolución
supone el abandono de una estructura teórica y su reemplazo por otra, incompatible con
la anterior. Otro aspecto importante reside en el importante papel que desempeñan en la
teoría de Kuhn las características sociológicas de las comunidades científicas.
Los enfoques de Lakatos y Kuhn poseen algunas cosas en común. Concretamente,
ambos exigen de sus concepciones filosóficas que resistan a las críticas basadas en la
historia de la ciencia. La concepción de Kuhn es anterior a la metodología de los
programas de investigación científica de Lakatos y pienso que resulta acertado decir que
Lakatos adaptó algunos de los resultados de Kuhn a sus propósitos. Hemos presentado en
primer lugar la concepción de Lakatos porque puede decirse que es la culminación del
programa popperiano y una respuesta a las limitaciones del falsacionismo popperiano; un
intento de superarlas. Las principales diferencias entre Kuhn, por un lado, y Popper y
Lakatos, por otro, estriban en el hincapié que hace el primero en los factores sociológicos
(cada vez más importante en la dinámica de la ciencia contemporánea) . Seguidamente
resumiremos la propuesta de Kuhn. Se puede resumir la imagen que tiene Kuhn
(siguiendo a Chalmers) de cómo progresa una ciencia mediante el siguiente esquema
abierto:

(i) preciencia (ii) ciencia normal (iii) crisis (iv) revolución (v) nueva ciencia
normal
(vi) nueva crisis

La desorganizada y diversa actividad que precede a la formación de una ciencia se


estructura y dirige finalmente cuando una comunidad científica se adhiere a un solo
paradigma. Un paradigma está constituido por los supuestos teóricos generales, las leyes
y las técnicas para su aplicación que adoptan los miembros de una determinada
comunidad científica. Los que trabajan dentro de un paradigma, ya sea la mecánica
newtoniana, o cualquier otra, practican lo que Kuhn denomina ciencia normal. La
ciencia normal articulará y desarrollará el paradigma en su intento por explicar y
acomodar el comportamiento de algunos aspectos importantes del mundo real, tal y como
se revelan a través de los resultados de la experimentación. Al hacerlo experimentarán
inevitablemente dificultades y se encontrarán con aparentes falsaciones. Si las
dificultades de ese tipo se escapan de las manos, se desarrolla un estado de crisis. La
crisis se resuelve cuando surge un paradigma completamente nuevo que se gana la
adhesión de un número de científicos cada vez mayor, hasta que finalmente se abandona
el paradigma original, acosado por problemas. El cambio discontinuo constituye una
revolución científica (omo el saltacionismo frente al gradualismo en la teoría de la
evolución). El nuevo paradigma, lleno de promesas y no abrumado por dificultades, en
apariencia insuperable, guía entonces la nueva actividad científica normal hasta que
choca con serios problemas y aparece una nueva crisis seguida de una nueva revolución.

2.9.1 Los paradigmas y la ciencia normal


Una ciencia madura está regida por un solo paradigma (o matriz disciplinaria). El
paradigma establece las normas necesarias para legitimar el trabajo dentro de la ciencia
que rige. Coordina y dirige la actividad de “resolver Problemas” que efectúan los
científicos normales que trabajan dentro de él . La característica que distingue a la ciencia
de la no ciencia es, según Kuhn, la existencia de un paradigma capaz de apoyar una
tradición de ciencia normal. La mecánica newtoniana, la óptica ondulatoria y el
electromagnetismo clásico constituyeron y quizás constituyen aún paradigmas y se
califican de ciencias, Gran parte de la sociología moderna carece de un paradigma y en
consecuencia no se califica de ciencia. En la naturaleza de un paradigma está el escapar a
una definición precisa. No obstante, es posible describir algunos componentes típicos que
constituyen lo constituyen. Entre esos componentes se encontrarán las leyes
explícitamente establecida y los supuestos teóricos comparables al núcleo central de un
programa de investigación lakatosiano. Así, por ejemplo, las ecuaciones de Maxwell
forman parte del paradigma que constituye la teoría electromagnética clásica. Los
paradigmas también incluirán las maneras normales de aplicar las leyes fundamentales a
los diversos tipos de situaciones. También se incluirán en el paradigma el instrumental y
las técnicas instrumentales necesarios para hacer que las leyes del paradigma se refieran
al mundo real. También cabría añadir el modo de uso de tales técnicas, y diversos
procedimientos para corregir los datos recopilados con su ayuda. En el caso de el
reconocimiento de suelos, la estructura de una base de datos dicta, por ejemplo, que
información es relevante para ser recopilada y de que modo. Otro componente adicional
de los paradigmas lo constituyen algunos principios metafísicos muy generales, que
guían el trabajo dentro del -paradigma. Por último, todos los paradigmas contendrán
algúnas prescripciones metodológicas muy generales tales como: "Hay que intentar
seriamente compaginar el paradigma con la naturaleza" o "Hay que tratar los intentos
fallidos de compaginar el paradigma con la naturaleza como problemas serios". La
ciencia normal conlleva intentos detallados de articular- un paradigma con el propósito
de compaginarlo mejor con la naturaleza. Un paradigma siempre será lo suficientemente
impreciso y abierto como para permitir que se hagan ese tipo de cosa (recordar la
eurística positiva de Lakatos). Kuhn describe la ciencia normal como una actividad de
resolver problemas gobernada por las reglas de un paradigma. Los problemas serán tanto
de naturaleza teórica como experimental. La ciencia normal debe presuponer que un
paradigma proporciona los medios adecuados para resolver los problemas que en él se
plantean. Se considera que un fracaso en la resolución de un problema es un fracaso del
científico, más que una insuficiencia del paradigma. Los problemas que se resisten a ser
solucionados son considerados como anomalías, más que como falsaciones de un
paradigma. Kuhn reconoce que todos los paradigmas contendrán algunas anomalías y
rechaza todas las corrientes del falsacionismo. Un científico normal no debe criticar el
paradigma en el que trabaja. Sólo de esa manera es capaz de concentrar sus esfuerzos en
la detallada articulación del paradigma y efectuar el trabajo esotérico necesario para
explorar la naturaleza en profundidad.

Lo que distingue a la ciencia normal, madura, de la actividad relativamente


desorganizada de la prenciencia inmadura es la falta de desacuerdo en lo fundamental.
Según Kuhn, la preciencia se caracteriza por el total desacuerdo y el constante debate de
lo fundamental, de manera que es imposible abordar el trabajo detallado, esotérico.
Habrá casi tantas teorías como trabajadores haya en el campo y cada teórico se verá
obligado a comenzar de nuevo y a justificar su propio enfoque (aspecto muy
característico de la ecología, por ejemplo, con lo cual no queremos decir que la
edafología no pueda ser también considerada como una preciencia, desde esta
perspectiva). En la medida en que Kuhn reconoce el papel desempeñado por un
paradigma como guía de la investigación y la interpretación de los fenómenos
observables, da cabida, por ejemplo como la dependencia de la observación por parte de
la teoría. Kuhn insiste en que en un paradigma hay más de lo que se puede exponer
explícitamente en forma de reglas y directrices explícitas. Invoca el análisis efectuado
por Wittgenstein de la noción de «juego» para ilustrar en parte lo que quiere decir.
Wittgenstein mantenía que no es posible detallar las condiciones necesarias y suficientes
para que una actividad sea un juego. Cuando se intenta, se encuentra invariablemente una
actividad que la definición incluye pero que no se desearía considerar como un juego, o
una actividad que la definición excluye pero que se desearía considerar como un juego.
Kuhn afirma que existe la misma situación con relación a los paradigmas. Si se trata de
dar una descripción explícita y precisa de algún paradigma en la historia de la ciencia o
en la ciencia actual, siempre resulta que algún trabajo efectuado dentro del paradigma va
en contra de la descripción. Sin embargo, Kuhn insiste en que esta situación no hace
insostenible el concepto de paradigma, del mismo modo que la situación similar con
respecto al «juego» no excluye el uso legítimo de ese concepto. Aunque no exista una
descripción explícita y completa, los científicos traban conocimiento con un paradigma a
través de su formación científica. Un aspirante a científico se pone al corriente de los
métodos, las técnicas y las normas del paradigma resolviendo problemas normales,
efectuando experimentos normales y, finalmente, haciendo alguna investigación bajo la
supervisión de alguien que ya es un experto dentro del paradigma. No será capaz de
hacer una relación explícita de los métodos y las técnicas que ha aprendido, del mismo
modo que un carpintero no es capaz de describir plena mente lo que hay detrás de sus
técnicas. Gran parte del conocimiento del científico normal será tácito.

Así pues, debido al modo en que es adiestrado, y necesita ser adiestrado, si ha de


trabajar de manera eficaz, un científico normal típico será inconsciente de la naturaleza
precisa del paradigma en el que trabaja e incapaz de articularla. Sin embargo, de esto no
se desprende que un científico no sea capaz de intentar articular las presuposiciones
implícitas en su paradigma, si surge la necesidad. Semejante necesidad surgirá cuando un
paradigma se vea amenazado por un rival. En esas circunstancias será necesario intentar
detallar las leyes generales, los principios metodológicos y metafísicos, etc., implícitos en
un paradigma para defenderlos de las alternativas que conlleva el nuevo paradigma que
lo amenaza.

2.9.2.Crisis y revolucion
El científico normal trabaja confiadamente dentro de un área bien definida, dictada
por un paradigma. El paradigma se le presenta con un conjunto de problemas definidos,
junto con unos métodos que él confía serán adecuados para su solución. Si culpa al
paradigma de no haber conseguido resolver algún problema, estará expuesto a las mismas
acusaciones que el carpintero que culpa a sus instrumentos. No obstante, habrá fallos que
pueden a la larga llegar a tal grado de gravedad que constituya una seria crisis para el
paradigma y lleve al rechazo del paradigma y a su reemplazo por una alternativa
incompatible. La mera existencia dentro de un paradigma de problemas sin resolver no
constituye una crisis. Kuhn reconoce que los paradigmas siempre encontrarán
dificultades. Siempre habrá anomalías. Solamente en condiciones especiales las
anomalías se pueden desarrollar de tal manera que socaven la confianza en el paradigma.
Se considerará que una anomalía es particularmente grave si se juzga que afecta a los
propios fundamentos de un paradigma y, no obstante, resiste con vigor a los intentos de
eliminarla por parte de los miembros de la comunidad científica normal. También se
considera que las anomalías son serias si son importantes con relación a alguna necesidad
social apremiante. Este es el caso, por ejemplo, más reconocido por los propios
edafólogos, como hemos podido observar (la demanda en información edafológica que
no podemos proporcionar bajo el paradigma vigente). Sin embargo, nosotros también
consideramos que son los problemas conceptuales los que en gran medida han dado lugar
a esta situación. También tendrá que ver con la seriedad de una anomalía la cantidad de
tiempo que resista a los intentos de eliminarla. El número de anomalías serias es otro
factor que influye en el comienzo de una crisis. Según Kuhn, analizar las características
de un período de crisis en la ciencia exige tanto la competencia de un psicólogo como la
de un historiador. Cuando se llega a considerar que las anomalías plantean al paradigma
serios problemas, comienza un período de "inseguridad profesional marcada". Este hecho
creemos que ha sido claramente demostrado al principio de esta contribución. Los
intentos por resolver el problema se hacen cada vez más radicales y progresivamente se
van debilitando las reglas establecidas por el paradigma para solucionar problemas. Los
científicos normales comienzan a entablar discusiones metafísicas y filosóficas y tratan
de defender sus innovaciones, de estatus dudoso desde el punto de vista del paradigma,
con argumentos filosóficos. Los científicos empiezan incluso a expresar abiertamente su
descontento e intranquilidad con respecto al paradigma reinante. A la vista de esta
alocución, el lector no creo que albergue duda alguna de que, desde la percepción
kuhniana, la edafología se encuentra en una fase de crisis que reclama un nuevo
paradigma.

Una vez que un paradigma ha sido debilitado y socavado hasta el punto de que sus
defensores pierden su confianza en él, ha llegado el momento de la revolución. La
gravedad de una crisis aumenta cuando hace su aparición un paradigma rival. El nuevo
paradigma, o un indicio suficiente para permitir una posterior articulación, surge de
repente, a veces en medio de la noche, en el pensamiento de un hombre profundamente
inmerso en la crisis.

Los paradigmas rivales considerarán lícitos o significativos diversos tipos de


cuestiones y a su vez normas de actuación diferentes e: incompatibles. El paradigma en el
que esté trabajando guiará el modo en que el científico vea un determinado aspecto del
mundo. Kuhn mantiene que, en cierto sentido, los defensores de paradigmas rivales
"viven en mundos distintos". Este autor vincula el cambio de la adhesión por parte de los
científicos de un paradigma a otro alternativo e incompatible con un «cambio de gestalt»
o una "conversión religiosas". No existe ningún argumento puramente lógico que
demuestre la superioridad de un paradigma sobre otro y que, por tanto, impulse a
cambiar de paradigma a un científico racional. Una razón de que no sea posible esa
demostración estriba en el hecho de que en el juicio de un científico sobre los méritos de
una teoría científica intervienen muchos factores. La decisión del científico dependerá de
la prioridad que dé a dichos factores. Los factores incluirán cosas tales como la
simplicidad, la conexión con alguna necesidad social urgente, la capacidad de resolver
algún determinado tipo de problema, etc.

Una segunda razón de que no exista una demostración lógicamente convincente de la


superioridad de un paradigma sobre otro surge del hecho de que los partidarios de los
paradigmas rivales suscribirán distintos conjuntos de normas, principios metafísicos, etc.
Juzgadlo por sus propias normas, el paradigma A podrá ser considerado superior al
paradigma B, mientras que si se utilizan como premisas las normas del paradigma B, el
juicio podrá ser el contrario. La conclusión de una argumentación es convincente
solamente si se aceptan sus premisas. Los partidarios de paradigmas rivales no aceptarán
las premisas de los contrarios y por lo tanto no se dejarán convencer necesariamente por
los argumentos de los demás. Por este tipo de razón, Kuhn compara a las revoluciones
científicas con las revoluciones políticas. Así como las revoluciones políticas pretenden
cambiar las instituciones políticas por unos medios que las propias instituciones
prohíben- y en consecuencia falla el recurso político, así también la elección entre
paradigmas rivales resulta ser una elección entre modos incompatibles de vida
comunitarias y ningún argumento puede ser lógica ni siquiera probabilísticamente
convincente'. Sin embargo, esto no quiere decir que los diversos argumentos no se
encuentren entre los importantes factores que influyen en las decisiones de los
científicos. En opinión de Kuhn, qué tipo de factores resultan eficaces para hacer que los
científicos cambien de paradigma es algo que debe descubrir la investigación psicológica
y sociológica. Así pues, hay ciertas razones interrelacionadas de que no haya un
argumento lógicamente convincente que dicte el abandono de un paradigma por parte de
un científico cuando un paradigma compite con otro. No hay un criterio único por el que
un científico pueda juzgar el mérito a porvenir de un paradigma y, además, los
defensores de los programas rivales suscribirán distintos conjuntos de normas, e incluso
verán el mundo de distinta manera y lo describirán en distinto lenguaje,. El propósito de
los argumentos y discusiones entre defensores de paradigmas rivales debe ser persuadir y
no coaccionar. Este resumen intenta contemplar la polémica aseveración de Kuhn de que
los paradigmas rivales son "inconmensurables".

Una revolución científica corresponde al abandono de un paradigma y a la adopción


de otro nuevo, no por parte de un científico aislado sino por parte de la comunidad
científica en su totalidad. A medida que se convierten más científicos, por diversas
razones, al paradigma, hay un creciente cambio en la distribución de las adhesiones
profesionales. Para que la revolución tenga éxito, este cambio ha de extenderse hasta
incluir a la mayoría de los miembros de la comunidad científica, que- dando sólo unos
cuantos disidentes, los cuales serán excluidos de la nueva comunidad científica y tal vez
se refugiarán en otros campos o en un departamento de filosofía. De cualquier modo,
finalmente se extinguirán.

2.9.3. Función de la, ciencia normal y las revoluciones


Algunos aspectos de los escritos de Kuhn podrían dar la impresión de que su
concepción de la naturaleza de la ciencia es puramente descriptiva, es decir que sólo
pretende describir las teorías científicas o paradigmas y la actividad de los científicos. Si
este fuera el caso, entonces la concepción científica de Kuhn tendría poco valor como
teoría de la ciencia. Una supuesta teoría de la ciencia basada solamente en la descripción
estaría expuesta a algunas de las objeciones esgrimidas contra la concepción inductivista
ingenua de cómo se llega a las teorías científicas. A menos que la concepción descriptiva
de la ciencia esté configurada por alguna teoría, no se ofrece ninguna guía con respecto a
los tipos de actividades y productos de actividades que se han de describir. Sin embargo,
constituye un error considerar que la idea que tiene Kuhn de la ciencia proviene
únicamente de una descripción del trabajo de los científicos. Kuhn insiste en que su
concepción constituye una teoría de la ciencia porque incluye una explicación de la
función de sus diversos componentes. Según Kuhn, la ciencia normal y las revoluciones
desempeñan funciones necesarias, de modo que la ciencia debe conllevar estas
características o algunas otras que sirvan para efectuar las mismas funciones. Veamos
cuáles son esas funciones según Kuhn.

Los períodos de ciencia normal proporcionan la oportunidad de que los científicos


desarrollen los detalles esotéricos (más rutinarios) de una teoría. Trabajando dentro de un
paradigma cuyos fundamentos se dan por sentados, son capaces de efectuar el duro
trabajo teórico y experimental necesario para que el paradigma se compagine con la
naturaleza en un grado cada vez mayor. Gracias a su confianza en la adecuación de un
paradigma, pueden dedicar sus energías a intentar resolver los detallados problemas que
se les presentan dentro de este, en vez de enzarzarse en disputas sobre la licitud de sus
supuestos y métodos fundamentales. Es necesario que la ciencia normal sea en gran
medida acrítica. Si todos los científicos criticaran todas las partes del marco conceptual
en el que trabajan todo el tiempo, no se llevaría a cabo ningún trabajo detallado. Si todos
los científicos fueran y siguieran siendo científicos normales, una determinada ciencia se
vería atrapada en un solo paradigma y nunca progresaría más allá de él. Desde el punto
de vista kuhniano, este sería un grave defecto. Un paradigma entraña un determinado
marco conceptual a través del cual se ve el mundo y en el cual se le describe, y un
determinado conjunto de técnicas experimentales y teóricas para hacer que el paradigma
se compagine con la naturaleza. Pero no hay ninguna razón a priori para esperar (no hay
razonamientos inductivos) que un paradigma sea perfecto o el mejor de los que se
dispone. En consecuencia, la ciencia debe albergar en sí misma las vías para cambiar de
un paradigma a otro. mejor. Esta es la labor de las revoluciones. Todos los paradigmas
son inadecuados, en cierta medida, en su representación de la naturaleza. Cuando esta
inadecuación es seria es cuando se produce la crisis.

Como vemos, frente a los inductivistas y su concepción del progreso acumulativo,


Kuhn ofrece otro saltacionista o revolucionario, más acorde con la historia de la ciencia.
Los paradigmas de Kuhn no son tan precisos como para poder ser reemplazados un
conjunto explícito de reglas. Los científicos o conjuntos de científicos bien pueden
aplicar el paradigma de modos relativamente diferentes. Enfrentados a una misma
situación no todos adoptarán las mismas decisiones ni estrategias. Así los riesgos se
distribuyen por todo el colectivo y las probabilidades de éxito a largo plazo aumentan.

2.10. Las escuelas relativistas más radicales de la filosofía de la Ciencia


Hasta aquí, hemos comentado las escuelas de filosofía de la ciencia más
convencionales. Hemos observado como el concepto de ciencia, método científico,
progreso y otros ítems relacionados han ido relativizándose, en vista de que ninguna
escuela ha sido capaz de ofrecer un modelo válido de cómo funciona la ciencia y cuales
son sus principios. La sociología de la ciencia ofrece una perspectiva del comportamiento
de la(s) comunidad(es) científica(s) como empresas humanas. En consecuencia, añaden
más elementos, tanto para el debate como para la discusión. Las filosofías de la ciencia,
posteriores a la propuesta de Kuhn son aún más relativistas y abundan en el componente
sociológico. La empresa científica, como los valores de la sociedad, cambian con los
tiempos y, en consecuencia, también las perspectivas que tenemos de ella. La actividad
científica, insistimos, es una actividad humana y social, como corolario, no puede
disociarse de los individuos que la constituyen, ni de sus valores. Aunque nosotros nos
sentimos relativistas moderados, también consideramos que todas las escuelas tienen algo
que ofrecer. De aquí, nuestro apoyo al pluralismo epistemológico, que es también del
gusto de muchos relativistas. El encarecimiento de la actividad científica y la necesidad
creciente que tienen las sociedades modernas de la ciencia como motor de la innovación
tecnológica, del que dependen y el desarrollo económico, esta generando una
dependencia cada vez más estrecha entre la primera, los agentes sociales y la política.
Bajo estas circunstancias resulta totalmente vano desvincular la ciencia de su entorno.
Intentar analizarla como un sistema cerrado que evoluciona, total o exclusivamente,
gracias a un determinado tipo de racionalidad y método es una mera quimera. Desde la
promoción, hasta el logro de subvenciones, pasando por la posibilidad de publicar en las
revistas de mayor prestigio se encuentra condicionada, como el suelo, por aquellos
factores externos o de control de los cuales depende.

Por estas razones animamos a los posibles lectores a que profundicen en el tema
consultando posturas aún más radicales que las de Kuhn. Si deseamos saber que papel
desempeñamos en la empresa científica, no podemos adoptar posturas acomodaticias,
debemos pasar de ser meros obreros en nuestros puestos de trabajo a intentar conocer
cuales son nuestros roles en una estructura tan compleja. Los sistemas de investigación y
desarrollo tecnológico son mucho más que el mero colectivo de científicos y tecnólogos.
Aquí hemos puesto nuestro granito de arena. En cualquier caso debemos advertir que,
para muchas escuelas de filosofía de la ciencia, la edafología sería más una protociencia
que una ciencia, por cuento no tiene articulado ningún entramado teórico que guée
nuestra actividad.y articule nuestros conocimientos en un corpus doctrinal coherente. Tan
solo algunas de las escuelas relativistas más radicales nos apreciarían como científicos.
De nosotros depende que seamos capaces de articular una teoría edafológica digna de ser
considerada como tal por la comunidad científica. La tarea es difícil, pero posible. Este
trabajo pretende dar un modesto paso en esa dirección. Como hemos referido a lo largo
del texto, otras disciplinas afines (geomorfología, ecología, geografía, etc.) han iniciado
una seria reflexión sobre sus respectivos status epistemológicos con vistas a solucionar
sus problemas. A nosotros nos a resultado sorprendente, como los especialistas de
muchos de estos campos, enfocan ya la cuestón desde puntos relativistas. Si no logramos
dar los mismos pasos, la edafología no pasará de ser considerada como una disciplina
académica (que no ciencia) cuyo rumbo irá al vaivén de las modas, la sociedad, los
grupos fácticos y la política.

3. Problemas conceptuales de la Edafología


3.1. El suelo como concepto: ¿Qué es un suelo?.
El principal objetivo de una ciencia (¿Lo es la Edafología?) consiste en el estudio de
un determinado objeto, o aspecto de la naturaleza desde un determinado punto de vista.
Para ello, comúnmente se mantiene la creencia de que se utiliza el denominado "método
científico". El problema estriba en que los filósofos de la ciencia no han conseguido
alcanzar una definición consensuada acerca de la esencia y procedimientos de tal método
(Chalmers, 1982). En otras palabras, no han conseguido una demarcación científica que
sea útil para discernir las prácticas científicas de las que no lo son, por sorprendente que
pudiera parecer. Decir, por ejemplo, que la Edafología es la ciencia que estudia la
estructura, dinámica y evolución de los suelos (o el suelo), por trivial resulta vacua, por
cuanto retrotrae la cuestión hacia concepto de suelo. Por otro lado, tampoco corresponde
a la práctica de la Edafología que tienen la mayor parte de sus practicantes, ya que para
una gran mayoría de ellos (idea que no compartimos) es una ciencia aplicada, que no
básica. Pero retornemos hasta el concepto de suelo. La mayor parte de las definiciones
que uno puede consultar en los libros de texto (si no todas) son descriptivas y apenas
albergan contenido informativo alguno, incluido el reciente "bestseller" "Handbook of
Soil Science" (que, digámoslo también, ofrece otra definición trivial y vacua de la
Edafología). Si nos atenemos a la definición de la Edafología expresada con anterioridad,
su objetivo sería en profundizar en el conocimiento del suelo. En consecuencia, no se
puede ofrecer una definición inequívoca, ya que esta tendrá necesariamente que cambiar
conforme a los progresos que vayan acaeciendo con el tiempo. En cualquier caso resulta
inquietante que desde que Dokuchaev advirtiera en 1883 que el suelo es un cuerpo
natural, apenas se haya enriquecido el contenido de la definición, tan solo sus formas.
Probablemente éste sea uno de los síntomas del presunto estancamiento de nuestra
disciplina, del mismo modo que los Manuales de texto básicos escritos hace unas decenas
de años siguen estando de actualidad hoy en día, muy al contrario de lo que ocurre en
otras disciplinas afines. Por ejemplo, los textos de Geología han "mutado de forma
radical" desde la aceptación por la comunidad científica de la teoría de la Tectónica de
Placas.
Más aún los recientes textos sobre historia de la Edafología (Boulaine 1989;
Krupenikov 1993; Yaalon y Berkowick 1997) se concentra en ensalzar nuestro glorioso
pasado, entronizar, mitológicamente a los héroes que construyeron al desarrollo de
nuestra disciplina, así como a una mera narración, casi acrítica, de los acontecimientos
acaecidos. En el único texto con una explicación de su contenido en la portada posterior
(Boulaine 1989), publicada por el INRA francés, ensalza el paradigma agronómico de la
Edafología. Al mismo tiempo Yaalon (1997), en las conclusiones de su capítulo
introductorio al texto que editó con Berkowick, considera que las Ciencias del Suelo
experimentó en el pasado tres cambios de paradigma: (i) la formulada por Liebig para la
química agrícola (su mentor murió aproximadamente diez años antes de la obra
fundacional de Dokuchaev); (ii) la del propio autor ruso junto a Hildarg y Jenny; (iii) y la
aceptación de la cuantificación de los procesos edáficos como cuerpo nucleador de la
Edafología acaecida entre las décadas de 1960 y 1970.
En primer lugar, su primer paradigma no afecta a la Edafología ni a su naturaleza
por cuanto la precede, sin reconocer que el suelo es un "cuerpo natural" que demandaba
su propia ciencia de estudio. La tercera, no puede considerarse paradigma desde ningún
punto de vista: Se trató de una tendencia lógica que afectó a todas las disciplinas que
abordan todos los recursos naturales simultáneamente, propiciada por los avances
tecnológicos y otra serie de circunstancias que no es posible analizar aquí. En ningún
caso supuso la ruptura con la matriz disciplinaria del pasado, requisito indispensable para
un cambio de paradigma en el sentido filosófico del término (Kuhn 1970). ¿La sufrieron
los reconocimientos de suelos?. No. La inclusión de una nueva herramienta instrumental
no constituye un cambio paradigma. Tras una cierta euforia inicial, incluso los propios
geomorfólogos que sí parecían haber dado este último paso, al romper con la tradición
davisiana (el ciclo geográfico de denudación continental propuesto por Davis),
comienzan a cuestionar que aquel paso significara un cambio de paradigma (p. ej.
Rhoads y Thorn 1996).
Por tanto, en contra de la valoración de Yaalon, que creo que ha mal interpretado la
obra de Kuhn, cabe señalar sin riesgo a equivocarme, que la Edafología no ha tenido más
paradigma que el avanzado por Dokuchaev. Es decir, la de su acta fundacional. Eso sí,
existe un vínculo en la perspectiva de las tres obras de la historia de la las Ciencias del
Suelo (incluyendo la Edafología), el regionalismo. Si tendemos a las referencias citadas
en estos textos, se puede observar que para el autor ruso los edafólogos de la antigua
Unión Soviética han sido los que más han contribuido a la historia de la Edafología,
mientras que para el francés fueron las francesas. Las referencias citadas en la obra
monografía editada por Yaalon y Berkowick 1997, son más variopintas, aunque destaca
la autoridad de los países occidentales, por lo general.
La monografía editada por Rhoads y Thorn (1996), que lleva por título "The
Scientific Nature of Geomorphology " debería constituir un ejemplo para la comunidad
internacional de edafólogos. No conozco ninguna de tal envergadura y profundidad en
nuestra disciplina. Estos colegas, muy próximos a nosotros en su objeto de estudio, sí
están profundizando en los fundamentes epistemológicos de su materia, cuestionan
duramente las tendencias actuales y se plantean su futuro con seriedad. ¿Es que nosotros
no somos capaces de realizar una obra semejante, tal análisis de autocrítica?. Sería
lamentable y, como mínimo materia para la reflexión. Adelantándonos al discurso que
ofreceremos en el siguiente apartado, debemos mencionar que resulta sorprendente que
las contribuciones aportadas por Huggett, Phillips e Ibáñez., probablemente las más
atrevidas de los últimos tiempos en el ámbito de la Edafología (en nuestra opinión
personal, por cuanto aquí somos juez y parte a la vez) hallan sido mejor recibidas (y más
referenciadas) en las revistas y libros de Geomorfología que en los de nuestra propia
especialidad. Este hecho debería ser materia de reflexión, por cuanto induce a pensar que
la comunidad de edafólogos, enclaustrada en su pasado, padece una enorme inercia
(quizás pereza, quizás desidia) (Basher, 1997) y pocos deseos de un verdadero cambio de
paradigma.
El progreso de una ciencia no siempre consiste en el aumento del número de
"verdades" que conocemos, sea lo que fuere el significado ontológico del término, por
cuanto las nuevas corrientes de la filosofía de la ciencia también reconocen la vacuidad
de la noción de verdad (p. ej. Chalmers 1984). La noción de verdad es relativa a la de
enunciado, y ésta a la de concepto. Que verdades haya depende de qué conceptos usemos
(Mosterín 1984). Y a menudo el progreso de la ciencia no consiste en el incremento del
número de "verdades" expresadas, sino en el cambio del sistema conceptual, en su
ampliación o extensión o en su sustitución por otro (p. ej. Mosterín 1984). El mundo no
se encuentra estructurado de por sí de un modo unívoco, sino que somos nosotros los que
lo estructuramos al proyectar sobre él nuestros conceptos (p. ej. Mosterín 1984). Resulta
sorprendente que los aludidos llamamientos a un cambio de paradigma en Edafología
suelan soslayar este hecho (el puramente científico) y sustituirlo por otras perspectivas de
mucha menor envergadura, con algunas salvedades (p. ej. Paton et al. 1995; Phillips
1999).
Cualquier concepto es una abstracción "compresión" de la realidad, y como tal
conlleva una gran pérdida de información. Esta suele ser aún cuando el objeto a definir es
tan complejo, pluriestructural y polifuncional como el suelo. Por lo que, si el mundo
exterior es inaprensible en su totalidad, y nuestra capacidad de conceptualizar se
encuentra intrínsecamente limitada, el suelo nunca será definido con precisión y rigor.
Sería ingenuo pensar lo contrario. Pero éste no es un problema esencial, ni desde el punto
de vista científico, ni epistemológico. Más bien se trata de una cuestión ontológica. Lo
realmente preocupante, insistimos, es que no se haya avanzado en la conceptualización
del suelo desde el acta fundacional de la Edafología como ciencia. Posiblemente su
naturaleza poliestructural y polifuncional reclame un saludable pluralismo
epistemológico. En otras palabras, diferentes aproximaciones desde diferentes
perspectivas (los aspectos dialécticos de la ciencia). Ello dará lugar también a distintas
definiciones. debemos recordar los enormes progresos de la Biología desde Darwin, sin
que ello signifique que se halla alcanzado una definición de la esencia de la vida, de la
naturaleza de la materia viviente. Sin embargo, como científicos que somos, nunca
debemos perder de vista el objetivo último y primordial de avanzar en el conocimiento
global del sistema suelo e intentar mejorar nuestras definiciones (siempre de forma
provisional), por deficientes que nos parezcan. Todos los esquemas propuestos para la
clasificación de los suelos reflejan las teorías genéticas abrazadas por sus arquitectos
(Simonson 1985).

3.2 La primera paradoja conceptual: Pasos hacia un modelo holístico del suelo
3.2.1 Introducción
A través de su historia, el reconocimiento de suelos se ha orientado, preferentemente,
hacia la resolución de problemas específicos, permaneciendo siempre,
"lamentablemente", la investigación básica en un plano subordinado. En otras palabras,
se ha comportado como una disciplina cuasi-aplicada (p. ej. Arnold 1988). Sin embargo,
cada aplicación o problema a resolver demanda una perspectiva y unos datos concretos
que, frecuentemente, no son muy útiles para otros propósitos (p. ej. Zinck 1990; Jamagne
y King 1991). De este modo, cada tipo de reconocimiento refleja tanto el estado del
conocimiento de las Ciencias del Suelo, como su relación con las principales
preocupaciones ambientales sensu lato y socioeconómicas de cada época (Simonson
1985; Dumansky 1993). A la hora de analizar este proceso evolutivo, podemos acudir al
auxilio de varios modelos conceptuales del sistema suelo. En cierta medida, estos
deberían corresponder a distintas concepciones de la estructura y dinámica de los suelos,
aunque como hemos visto es un tema, como mínimo controvertido. Con este propósito,
Dumansky (1993) utiliza los cinco modelos propuestos por, R.T. Meurisse (en
Dumansky1993). Adicionalmente, hemos añadido tres más. Uno de ellos parte de la
proposición realizada en su día por Simonson (1985), otra presentada por Ibáñez et al.
(1995), y una última defendida por Hugget (1995), refinada por Phillips (1999) y que
nosotros intentaremos depurar más aún seguidamente. Básicamente estos son: (1) cuerpo
natural: (2) substrato para el desarrollo vegetal; (3) entidad geológica; (4) material
estructural; (5) manto transmisor de agua; (6) componente del ecosistema; (7) modelo
holístico de la geoderma; (8) componente auto-organizado de los sistemas superficiales
terrestres. Tradicionalmente, los primeros cuatro modelos han sido los más utilizados en
los reconocimientos de suelos. Sin embargo, los cuatro últimos comienzan a recibir una
cierta, aunque aun minoritaria atención.
Seguidamente, describiremos como estas perspectivas fueron aplicadas
secuencialmente a los programas de levantamiento de suelos. También discutiremos la
información que puede obtenerse de cada una de ellas.

3.2.2 Modelos conceptuales o representaciones del sistema edáfico


3.2.2.1 El suelo como cuerpo natural
El suelo es un cuerpo "natural" que varia de modo continuo en el espacio y en el
tiempo. Esta variabilidad está condicionada por la de otros recursos naturales (p. ej.
clima, organismos, relieve, litología, etc.). Sin embargo, para el estudio de los suelos, el
continuum edáfico se ha venido dividiendo arbitrariamente en individuos-suelo. La
unidad básica para su análisis es el pedón. Los agregados de pedones son denominados
polipedones. A su vez, los últimos son agrupados en unidades de mapeo con vistas a
elaborar representaciones cartográficas. Convencionalmente, las unidades de mapeo o
coropetas son separadas mediante fronteras abruptas. Cada una de ellas se caracteriza por
uno o varios individuos-suelo (edafotaxa) con propiedades morfológicas, físicas,
químicas y mineralógicas concretas. Los edafotaxa, son identificados y definidos de
acuerdo a ciertos sistemas de clasificación. La escala temporal de los principales procesos
considerados en este modelo oscila entre cientos y miles de años. La perspectiva del
suelo como cuerpo natural es básica para la comprensión de los restantes modelos. De
hecho, suele relacionarse bien con los modelos 2, 3 y 4 y en menor grado con los 5, 6, 7
y 8.
El principal problema de este modelo estriba en definir correctamente lo que es un
cuerpo natural, y más aun la "esencia de naturalidad" en términos científicos. Si el suelo
es un continuo, al que actualmente comienza a llamársele edafosfera, su fragmentación
en unidades discretas es arbitraria o artificial y, por tanto, "natural". Más aún el vocablo
natural ha quedado fuera de la filosofía de la ciencia contemporánea desde hace décadas,
tan solo los induccionistas más impenitentes consideran que tiene algún significado "real"
(otro vocablo más que cuestionado) (p. ej. Sattler 1986). Como veremos, desde un punto
de vista lógico formal, la esencia de la naturalidad sí puede explicitarse, pero a costa de
perder gran parte de su vinculación con el mundo sensible.
En la práctica científica no solo se exige que un concepto, e incluso una clasificación
satisfagan las condiciones formales de adecuación (las impuestas por la lógica
axiomática), así como ciertas condiciones materiales de adecuación peculiares de cada
ciencia concreta (Mosterín 1984). Esto mismo suele expresarse en la pretensión de que la
el objeto de estudio o clasificación sea "natural". Desde el punto lógico, una clasificación
es "natural" si y solo sí se ajusta a las condiciones formales de adecuación. Pero
consideremos el archiconocido caso de las clasificaciones biológicas siguiendo a
Mosterín (1984). ¿Qué significa que determinadas clasificaciones, por ejemplo las
biológicas, sean "naturales"?. En general suele considerarse que una clasificación es más
natural que otra si los conceptos que constituyen la primera son más fecundos
científicamente, en el sentido de que sirven para formular leyes más generales y/o más
precisas y/o con mayor poder predictivo. Sin embargo, los biólogos a la hora de intentar
concretar lo que se entienden por clasificación "natural" discrepan, dando lugar a grandes
controversias interminables (p. ej. Mosterín 1984; Sattler 1986). Sobre este tema
abundaremos en otro apartado. Ni los requerimientos lógicos, ni los anteriormente
descritos impiden que la partición de un recurso "natural" o "artificial" que varíe en
continuum implique perdidas en su esencia de naturalidad. ¿Confuso y confundente, no?.
Dejaremos aquí la cuestión, aunque volveremos sobre ella en otro apartado, aunque
anticipemos que no hay una respuesta inequívoca al dilema naturalia/artificialia.
Posiblemente, lo que tácitamente queramos expresar con la idea de cuerpo natural es
que el suelo es un recurso natural (aquí el vocablo natural no es puesto entre comillas,
por cuanto se refiere de otra acepción de naturalidad) que se auto-organiza
espontáneamente, de tal modo que su conjunto adquiere propiedades emergentes que no
son reducibles a un análisis reduccionista de sus elementos componentes. Sin embargo
esta visión, es muy personal, por cuanto la teoría de sistemas y más aun las teorías de los
sistemas complejos son muy posteriores a las propuestas de Dokuchaev.

3.2.2.2 El suelo como substrato del desarrollo vegetal


Este modelo es el de mayor antigüedad (Simonson 1985). De hecho precede al
nacimiento de la propia Edafología. Tradicionalmente, se ha utilizado como la principal
herramienta para la interpretación de los levantamientos de suelos (Dumansky 1993).
Pretende analizar, mejorar, organizar y predecir el desarrollo vegetal (cultivos, pastos,
bosques), dando consejos sobre la aptitud y manejo de los suelos frente a diversos usos
(p. ej., dosis de fertilizantes, irrigación, etc.). Las propiedades de suelos más relevantes
para este modelo (medidas directamente o inferidas mediante funciones de
edafotransferencia, etc.) son: agua útil, nutrientes asimilables, conductividad del calor,
posibilidad de expansión del sistema radicular etc. También se presta cierta atención a la
actividad biológica, en tanto afecta a la disponibilidad de nutrientes, y a los problemas de
toxicidad, naturales o producidos por las intervenciones humanas. Los estudios de
fertilidad de suelos, ensayos en parcelas experimentales, etc., son esenciales para el
modelo. La escala temporal relevante para el estudio de los procesos considerados oscila
entre unas semanas y varios miles de años (Dumansky 1993). Los nuevos desarrollos
tecnológicos están mejorando los enfoques tradicionales hacia cotas de mayor precisión y
sofisticación (Peck 1990; Carr et al. 1991).

3.2.2.3 El suelo como entidad geológica


En antigüedad, esta representación del sistema suelo tan sólo ha sido precedida por el
modelo anterior (Simonson 1985). Considera que el suelo es, esencialmente, una entidad
geológica, originada por la alteración de los materiales litológicos de la superficie
terrestre como consecuencia de la acción del clima y los organismos. Por estas razones,
durante el periodo de mayor apogeo de esta tesis (siglo XIX e inicios del XX), los suelos
fueron clasificados atendiendo principalmente a la naturaleza de las rocas subyacentes
y/o por las propiedades fisico-químicas del regolito, permaneciendo los factores
climáticos, y biológicos en un segundo plano. Con el transcurso del tiempo, esta
representación del suelo, es decir la alteración del material litológico y la constitución de
regolitos y perfiles de meteorización, ha ido evolucionando dentro del ámbito de la
Geología, asociándose a disciplinas tales como la Geomorfología y la geoquímica del
paisaje. La escala temporal adecuada para el estudio de los procesos implicados cubre
uno o más millones de años. Actualmente son muchos los edafólogos que consideran que
el regolito forma parte del suelo, aunque lamentablemente no lo sea por sus sistemas de
clasificación e inventario (p. ej. (p. ej. Sánchez, 1994; Yaalon 1995; Paton, et al 1995;
Ibáñez et al. 1995, Richter y Markewitz 1995). Sin embargo ya en fechas mucho más
remotas Ramaan (1928), Glinka (1931); Cline 1961 y otros, sostenían la misma tesis.
Veremos también como la mencionada propuesta es contemplada en los modelos 6, 7 y
8.

3.2.2.4 El suelo como manto estructural


Se trata de un modelo de gran importancia en lo que concierne a la interpretación de
los datos de los levantamientos de suelos. Sin embargo, su uso es relativamente reciente.
La aplicación de este tipo de representación ha sido llevada a cabo esencialmente por
ingenieros y especialistas en geotécnia. A pesar de ello, los cartógrafos de suelos y otros
edafólogos han realizado contribuciones relevantes a través del análisis de las relaciones
suelo-Geomorfología y del estudio de las propiedades mecánicas de los suelos. Este
modelo utiliza como propiedades edáficas relevantes: la resistencia, plasticidad,
consistencia, infiltración, compactación, porosidad de los suelos, etc. La escala temporal
para el estudio de los procesos implicados oscila entre varias semanas y cientos de años
(Dumansky1993).
La perspectiva estructural, muy utilitarista, relacionada con la tecnología de suelos,
tiene importantes aplicaciones en los estudios de desarrollo urbano, gestión de cuencas,
estabilidad de laderas, transporte, colmatación de presas y lagunas, localización de
vertederos, etc. Actualmente, desde la perspectiva de los sistemas dinámicos no lineales,
el suelo puede ser considerado como un medio poroso heterogéneo con sus propias leyes
de auto-organización.

3.2.2.5 El suelo como manto transmisor de agua


Esta representación, también de naturaleza utilitarista o aplicada considera al suelo
como un elemento del ciclo hidrológico (absorción, almacenamiento y transmisión de
agua en el paisaje). Las propiedades físicas del suelo y sus relaciones con el sustrato,
clima y vegetación son sus principales objetivos. Las herramientas básicas para
interpretar los datos se sustentan en la aplicación de modelos matemáticos: empíricos,
deterministas y/o estocásticos y fractales (Dumansky 1993). Un ejemplo sería, como
hemos visto en el modelo anterior, la utilización de modelos de flujo en medios porosos
heterogéneos que hacen uso de los recientes progresos en física y matemáticas del caos.
Las funciones de edafotransferencia de propiedades físicas (Bouma y Van Lanen 1986)
son usadas, frecuentemente, para estimar algunos de los parámetros de los modelos. Esta
representación tiene en los estudios de erosión, estabilidad de laderas, respuesta
hidrológica de cuencas y parcelas experimentales, etc., sus principales campos de
aplicación. Por tanto, mediante ella, pueden abordarse ciertos estudios de calidad
ambiental, riesgos naturales, planificaciones agrícolas, forestales y urbanas, etc. La escala
temporal adecuada para el análisis de los procesos considerados oscila desde unas pocas
semanas a cientos de años.

3.2.2.6 El suelo como componente del ecosistema


El objetivo de la perspectiva eco-edafológica es la comprensión del suelo como un
subsistema de los ecosistemas terrestres. Se trata de un modelo relativamente reciente y
multidisciplinar. Aborda el estudio del suelo y sus interacciones con los restantes
elementos de los ecosistemas. Sin embargo, el suelo, en si mismo, también puede ser
considerado como un ecosistema. Esta representación se ha centrado preferentemente
sobre los ciclos de nutrientes, las biocenosis edáficas, los flujos de energía y materia y las
redes tróficas. Así pues, se diferencia de los modelos anteriores por su énfasis sobre los
aspectos biológicos y bioquímicos de los suelos, incorporando adicionalmente diversos
conceptos originados en el ámbito de la Ecología. La escala temporal adecuada para el
estudio de los procesos implicados es muy amplia (de un día a millones de años).
Esta perspectiva, aunque de indudable interés científico, posee actualmente ciertas
dificultades para su aplicación en los levantamientos de suelos. Debe tenerse en cuenta
que, el suelo, es uno de los subsistemas de los ecosistemas terrestres cuya estructura y
funcionalidad son menos conocidas (Margalef 1993). Así mismo una buena parte de sus
propiedades son transitorios ("transient properties"), es decir cambian rápidamente en el
espacio y sobre todo en el tiempo, estando adicionalmente condicionadas por su ciclo
anual. Recientemente se han comenzado a aplicar en los estudios de calidad (soil
quality) y monitorización de suelos.
3.2.2.7 Modelo holístico de la edafosfera
El concepto de edafosfera se ha venido utilizando más o menos regularmente en
ciertos contextos. Sin embargo, los problemas ambientales de alcance planetario
reclaman el interés de redefinirlo con mayor rigor (Ibáñez y García Álvarez 1991). La
necesidad de clarificar un patrón global de los paisajes de suelos del mundo, desde una
perspectiva holística, es hoy más urgente que nunca (p. ej. Peters 1988; Arnold et al.
1990; Baumgardner 1990; Bouwman 1990; Ibáñez et al. 1998a).
El modelo que se propone a continuación fue propuesto por Ibáñez y García Álvarez
(1991) e Ibáñez et al (1995)contempla una visión lo más globalizadora (holística) posible
del sistema suelo considerando como tal también al regolito. Adicionalmente, intenta
reconocer la naturaleza del continuum edáfico y plantea el uso de nuevas metodologías
para su estudio. Por último, aborda el análisis simultáneo de la edafosfera y el modelado
terrestre (Geomorfología), por considerarlos elementos integrantes de una misma entidad
básica: la geoderma.
La edafosfera es un sistema auto-organizativo con las suficientes peculiaridades
genéticas, estructurales, dinámicas y evolutivas para ser considerada como un subsistema
susceptible de ser individualizado en el contexto del sistema biogeosférico (Ibáñez y
García Álvarez 1991). Sin embargo, también es cierto que se comporta más como una
"esfera" de frontera o interacción entre diversas esferas primarias (atmósfera, litosfera,
hidrosfera, biosfera, etc.) que como una de estas últimas (Targulian et al. 1990a).
Una de las conceptualizaciones del sistema suelo de más amplia aceptación se
remonta a la ecuación de los factores de estado de Jenny (1941). Según este autor, el
estado de desarrollo de un suelo es función del clima, litología, organismos, relieve y
tiempo, así como de ciertos factores de menor relevancia. Expresado axiomáticamente:

S =f (cl, li, bio, re, t) (1)

Si a continuación sustituimos clima por atmósfera e hidrosfera (incluyendo también


en esta última a la criosfera), organismos por biosfera, litología por litosfera y
desplazamos el relieve al primer término de la ecuación obtenemos la siguiente
expresión:

Geoderma »f (sol, re) = f (at, hi, li, bio, t) (2)

Es decir, el suelo y el modelado terrestre son una misma esfera de frontera con
propiedades auto-organizativas propias que proceden de la acción conjugada en el tiempo
de las mencionadas esferas primarias (Ibáñez et al. 1994b, 1995; Huggett, 1995 Phillips
1999). Dentro de esta expresión podría incluirse también la acción humana o tecnosfera,
segregándose pues, por sus peculiaridades, del resto de los organismos vivos. Debe
tenerse en cuenta que existen ciertas estimaciones que señalan que, actualmente, el
hombre moviliza anualmente más sedimentos superficiales (incluidos los suelos, por
supuesto) que todos los restantes agentes morfogenéticos simultáneamente (Monastersky
1994).
La edafosfera sería pues como una geoderma o geomembrana del modelado terrestre
con ciertas analogías a las biomembranas de los seres vivos (Rozanov, 1988 in Targulian
et al.. 1990a y b). No obstante posee rasgos organizativos propios. Adicionalmente,
también cabe señalar que se trata de un sistema abierto, complejo, polifásico y
polifuncional (Targulian et al. 1990b). Como geomembrana epi-litosférica, a través de la
edafosfera se producen y regulan los flujos de energía y materia con aquellas esferas del
sistema planetario con las que interactúa. Es decir afecta y es afectada por la litosfera,
hidrosfera, biosfera, etc. Estas propiedades de la edafosfera provienen de su estructura:
ligera, porosa, permeable a los gases atmosféricos y al agua, así como por constituir la
habitación de las biocenosis terrestres e incluso acuáticas (la microflora y los taxones de
menores dimensiones de la microfauna son organismos acuáticos) (Targulian et al.
1990b).
Este nexo de unión entre edafosfera y modelado terrestre, o lo que es lo mismo entre
las matrices disciplinarias de la Edafología, Geomorfología y Geoquímica de los
procesos de alteración no debe contemplarse como un artilugio conceptual elaborado por
los autores, sino como una propuesta reiterada en la bibliografía (p. ej., Conacher y
Dalrymple 1977; Zinck y Valenzuela 1990; Ibáñez et al. 1990; Hall y Olson 1991;
Sánchez 1994; Paton et al. 1995; Richter y Markewitz 1996). De hecho, la cartografía de
suelos suele hacer uso de las estrechas interconexiones existentes entre los paisajes de
suelos (de difícil análisis desde la superficie terrestre) y los paisajes geomorfológicos
(fácilmente diferenciables en el campo y mediante teledetección) (p. ej. Hall y Olson
1991; Hudson 1992). Dicho de otro modo, gran parte de los modelos que se utilizan en
los reconocimientos de suelos para la delimitación de las unidades de mapeo se basan en
las mencionadas relaciones (Zinck 1990; Hudson 1992). Para ser más rigurosos, el
concepto de geoderma debería incluir también, como se especificó con anterioridad, todo
aquel material subsuperficial que, sin considerarse suelo s.s., recubre las rocas inalteradas
subyacentes. Nos referimos más concretamente a los mantos o perfiles de alteración con
sus correspondientes procesos de auto-organización.
El uso de los modelos de paisaje con una fuerte base geomorfológica han mostrado
ser una poderosa herramienta predictiva para el análisis de las interrelaciones entre suelos
y Geomorfología (p ej., Hall y Olson 1991). Mediante ellos se ha hecho evidente la
existencia de patrones no aleatorios (Fridland 1980; Hole y Campbell 1985). Es esta
variabilidad no aleatoria (regularidades) la que justifica la utilización de ciertos modelos
de paisaje para predecir la distribución espacial de los suelos a un nivel de resolución
dado (p. ej. Hole y Campbell 1985). Lamentablemente, los reconocimientos de suelos
vigentes no han hecho uso de las metodologías propuestas por Fridland, Hole y Campbell
en las referencias citadas, a pesar de su gran interés (Yaalon, 1998)
Las bases para la comprensión de las relaciones entre suelo y paisaje se sustentan en
los conceptos y modelos desarrollados por Davies, Penck, Milne, King, Ruhe, Huggett,
Conacher y Dalrymple, etc. (Hall y Olson 1991). La seriación histórica de los distintos
modelos conceptuales propuestos demuestra que los aspectos evolutivos han ido
perdiendo peso frente a los procesos contemporáneos. La pertinencia y/o eficacia de este
modo de proceder ha sido cuestionada por algunos investigadores que defienden la
compatibilidad y complementariedad de las aproximaciones históricas y dinámicas
(Ibáñez y García Álvarez 1991),.
Del mismo modo, y como ya hemos comentado con anterioridad, existen pruebas
irrefutables de que la actividad biológica de los suelos y sus repercusiones sobre los
procesos de alteración biogeoquímica se extienden desde la superficie hasta algunas
decenas e incluso más de un centenar de metros en suelos desarrollados sobre superficies
geomorfológicas muy estables (Sánchez 1994; Richter y Markewitz 1996). Postulamos
que si los regolitos o saprolitas no han sido considerados ni en las clasificaciones
edafológicas, ni en los levantamientos de suelos, ha sido el resultado conjugado del
paradigma agronómico que sustento la Edafología en el pasado, así como de los
problemas técnicos inherentes de perforar grandes profundidades. Sin embargo,
actualmente comienzan a desarrollarse instrumentos que podrían facilitar estas tareas.
Más aun, la demanda actual en información de suelos exige la elaboración de modelos
hidrológicos (incluyendo la modelización del transporte acuoso de contaminantes desde
los suelos hasta los acuíferos o manantiales). En consecuencia la presente propuesta,
además de corregir una concepción del suelo ciertamente miope, a la luz de los
conocimientos actuales, es apta para resolver diversos problemas que ocupan y
preocupan a los gestores de la política científica y a los propios ciudadanos. Por
consiguiente, su estructuración y aplicación demanda el desarrollo de un programa de
investigación científica, en el sentido que Lakatos da al término, apto para ampliar las
fronteras de la Edafología a nivel científico y social (o dicho de otro modo afecta tanto a
la investigación básica como a la aplicada).

3.2.2.8 El suelo como componente de los sistemas superficiales terrestres


El concepto de geosistema o geoecosistema como sinónimo de sistema superficial
terrestre (earth surface system) pretende abarcar a todas aquellas estructuras naturales
que componen, e interactúan, en la superficie terrestre. De hecho, amplia la visión
tradicional de la teoría ecológica al contemplar, con el mismo rigor y peso específico, las
estructuras bióticas y abióticas del paisaje. Huggett (1995), entre otros, sintetiza sus
raíces históricas. Básicamente, los geosistemas pueden ser entendidos como entidades
dinámicas que responden tanto a sus propios cambios internos como del medio
(externos), y cuyos componentes se encuentran estrechamente interrelacionados,
organizándose jerárquicamente en el espacio y el tiempo. Se han elaborado diversas
propuestas con vistas a la conceptualización de los geosistemas, partiendo de la teoría de
los sistemas jerárquicos. Las más recientes suelen conjugar las aproximaciones sistémicas
tradicionales (Bertalanffy 1950) con las novedosas aportaciones de la teoría del caos (p.
ej. Phillips, 1989, 1993, 1999; Ibáñez et al. 1990a, b; 1991, 1995, 1997). Seguidamente
expondremos una de ellas Huggett, 1995).
Ya hemos comentado como, a partir de la ya descrita ecuación de los factores de
estado de Jenny (1941), también denominada “clorpt equation”, en terminología
anglosajona, su formulación se ha generalizado a escala planetaria por introducir el
concepto de esferas planetarias (Ibáñez et al. 1994, 1995, Huggett, 1995; Phillips, 1999).
Nótese que esta alternativa sustituye la concepción atomista implícita en la versión
tradicional a otra que explícitamente reconoce la naturaleza del continuum de los factores
formadores. Phillips, parafraseando un texto clásico (¿Se acuerdan de cuál?) se refiere
coloquialmente a ellas como la "música de las esferas"
Recientemente, tiende a generalizarse el uso del concepto de esferas, para referirse a
la globalidad de los recursos naturales, introduciendo, simultáneamente, su dimensión
espacial (Ibáñez y García Álvarez 1991). No pensamos que exista impedimento lógico y
científico alguno para sustituir clima por atmósfera e hidrosfera (incluyendo también en
esta última a la criosfera), organismos por biosfera, litología por litosfera y relieve por
toposfera. Como hemos visto Ibáñez et al. (1994b, 1995e), pero también con algunas
modificaciones, Huggett (1995) y posteriormente Phillips (1999), con vistas a tratar el
continuum suelo-regolito-modelado como una entidad única e indivisible, realizan esta
operación, transfiriendo, además, la toposfera al primer término de la ecuación (y
considerando o no la tecnosfera), dando paso así de la ecuación (1) a la (2).
Es decir, la geoderma serían una esfera de frontera con propiedades auto-
organizativas propias que proceden de la acción conjugada en el tiempo de las
mencionadas esferas primarias (la tecnosfera, desde luego no parece que pueda
calificarse como "natural", si bien segrega al Homo sapiens tecnológicus, por sus
peculiaridades, del resto de los organismos vivos y esta operación epistemológicamente
contiene connotaciones no triviales).
Cabe recordar que con posterioridad a su proposición inicial, el propio Jenny (1961 y
1980) modificó la ecuación (1) con objeto de formalizar el concepto de ecosistema,
aunque de hecho, se trata más bien del geoecosistema, tal como lo hemos definido
(Huggett). Más concretamente:

ec, s, v, a = f (cl, or, r, p, t,......) (3)

en donde ec puede ser cualquier propiedad del geoecosistema (p. ej. producción
primaria), s sería una propiedad del suelo, v de la vegetación y a de los animales. Por su
parte cl, or, r, p, t y (...) son equivalentes a las de la ecuación (1).
Huggett (1991, 1995) y Phillips (1989 y 1993) reformulan este tipo de ecuaciones, ya
sea para el suelo, ya para el geosistema, en términos de esferas, bajo un sistema de
ecuaciones diferenciales acopladas, más adecuadas (en teoría) para el estudio de los
sistemas dinámicos. Más concretamente, la propuesta de Huggett (1995), en términos
matemáticos (denominada por el autor “brash equation”) es la siguiente:

db
dt
 f (b, r, a, s, h)  z

dr
dt
 f (b, r , a, s, h)  z
(4)
da
dt
 f (b, r , a, s, h)  z

ds
dt
 f (b, r , a, s, h)  z

dh
dt
 f (b, r , a, s, h)  z

en donde b es la biosfera, r la toposfera, a la atmósfera, s la edafosfera, h la hidrosfera y


z como la suma de forzamientos externos al sistema (litosfera, barisfera, cósmosfera,
etc.). Como puede observarse, Huggett excluye la litosfera como variable interna del
sistema (cuestión discutible pero no trivial). Este conjunto de ecuaciones diferenciales
acopladas es el resultado de considerar a los geoecosistemas como entidades evolutivas
constituidas por unas esferas primarias íntimamente interrelacionadas. En contraste a la
primitiva aproximación de Jenny, este modo de proceder permite tratar las interrelaciones
mutuas con mayor facilidad, por cuanto reconoce la reciprocidad interactiva entre todos
los factores geoecosistémicos, a la par de asumir al tiempo como una variable
independiente.
En contraposición a la ecuación de Jenny, la aproximación dinámica permite
abordar, teóricamente, soluciones analíticas, aproximarnos a ellas mediante técnicas
multivarientes y utilizar modelos de simulación numérica. Otra diferencia fundamental
consiste en que, a diferencia de la cosmovisión de Jenny, o de la clementsiana de la
sucesión ecológica (basadas en la idea de desarrollo), los geoecosistemas emergen como
entes evolutivos. En consecuencia, la concepción de fases progresivas o progresivas hacia
un estado clímax deja de tener sentido (para mayor información ver Huggett 1995).
Como hemos podido observar Ibáñez et al. y Phillips llegan, independiente y casi
simultáneamente, a conclusiones similares, mediante razonamientos semejantes
Resultaría difícil saber que mente albergó por primera vez este constructo, dados los
lapsos de tiempo, más o menos prolongados, que se dan entre la concepción ,
formulación, aprobación por el comité editorial de una revista o libro, etc. En cualquier
caso, este tipo de simultaneidades "desinformadas" ha sido recurrente a lo largo de la
historia de la ciencia, y comenzada a estudiar por la escuela anglosajona de sociología
que encabeza el reputado Merton.
Ibáñez et al. (1994b, 1995e y 1997) también intentaron unificar bajo una doctrina
común dos concepciones del suelo tan distintas como las de Jenny (1941) y Simonson
(1959). Estos autores consideran que los suelos (e implícitamente los geoecosistemas)
son estructuras disipativas al borde del caos. En consecuencia, son susceptibles de estudio
mediante disciplinas tales como la termodinámica del no equilibrio (Prigogine y Stengers
1983 y 1990; Huggett 1988; Ibáñez et al. 1991) o la sinergética (Haken 1983).
La ecuación de los factores de estado de Jenny, considera al suelo como una caja
negra susceptible de formalizarse mediante el análisis de sus factores formadores. No
obstante, el sistema edáfico también puede conceptualizarse como un modelo de caja
blanca. De este modo, para Simonson (1959), los cambios que sufre un suelo durante su
evolución son función de las adiciones, exportaciones, transferencias y transformaciones
de materiales en el sistema: Expresado axiomáticamente:

S = f (ad, exp., transfer., transfor.) (5)

Se trata pues de dos concepciones complementarias del sistema edáfico. Ambas


influyeron en los sistemas de clasificación que se propusieron tras su publicación. De este
modo, las clasificaciones de suelos desarrolladas durante las décadas de los años 40, 50 e
inicios de los 60, resaltan la importancia de los factores formadores. Por el contrario, los
sistemas taxonómicos modernos hunden sus raíces en los procesos de organización de las
estructuras edáficas, relegando los factores formadores a un segundo plano. Sin embargo,
en la práctica, el cartógrafo de suelos sigue haciendo uso de estos últimos por razones
que serían difíciles de rebatir.
La sinergética es ciencia que aborda el estudio de los sistemas abiertos y complejos,
es decir, compuestos por gran número de subsistemas (Haken 1983). Esta disciplina
posee estrechas conexiones con la termodinámica del no equilibrio (Ibáñez et al. 1995c).
Por ejemplo, las estructuras macroscópicas ordenadas de Haken (Haken y Wunderlin
1990) son conceptual y operacionalmente compatibles con las estructuras disipativas de
Prigogine (Prigogine y Stengers 1983 y 1990). Ambas disciplinas se encuadran en el
marco de las denominadas ciencias del caos.
La sinergética brinda la posibilidad de unificar bajo un mismo cuerpo doctrinal los
modelos de caja blanca y de caja negra, dando lugar a una nueva representación del
sistema suelo. Este, es perfectamente compatible con nuestro modelo holístico. Lo que
intentamos mostrar es que, aunque los modelos de Jenny y Simonson recogen y exponen
concepciones del sistema suelo en apariencia muy distintas, ambas pueden y deben
formalizarse simultáneamente, con rigor matemático y sin dificultad, bajo un mismo
sistema de ecuaciones. Este modo de proceder, daría lugar a una nueva generación de
sistemas taxonómicos capaces de compatibilizar lo mejor de las representaciones de
Jenny y Simonson.
Para la sinergética, un sistema abierto debe formalizarse mediante el auxilio de dos
tipos de descriptores (Haken y Wunderlin 1990). Los denominados parámetros de orden
describen la formación y el comportamiento de las estructuras macroscópicas ordenadas
(horizontes edáficos y otros rasgos morfológicos). Estos pueden ser considerados como
descriptores fenomenológicos espacio-temporales de los procesos internos al sistema. Por
lo tanto, están emparentados con los factores de Simonson (ecuación 5). Por su parte, los
parámetros de control determinan las influencias externas (p. ej. atmósfera, biosfera,
litosfera, toposfera e hidrosfera). Lógicamente, se relacionan con el tipo e intensidad de
los flujos de energía y materia que alimentan la edafosfera. Los factores formadores de
Jenny, directa o indirectamente, pueden relacionarse con esta última clase de
descriptores. Los sistemas de ecuaciones diferenciales que rigen la dinámica del sistema
incluyen tanto a los parámetros de orden como a los de control y poseen, muy
frecuentemente, un comportamiento no lineal (Haken y Wunderlin 1990).
Ambas aproximaciones también reconocen la naturaleza evolutiva (histórica) de los
sistemas naturales, en contra de las visiones previas sustentadas en una epistemología del
desarrollo. No nos detendremos en precisar aquí, los posibles comportamientos de las
estructuras macroscópicas ordenadas Haken, ni los de las estructuras disipativas de
Prigogine (Prigogine y Stengers 1990). Tan solo pretendemos señalar que, con el auxilio
de la física del caos, puede resolverse sin dificultad la paradoja que en su momento
produjo la existencia de dos alternativas tan dispares como las propuestas de Jenny y
Simonson.
Más recientemente Phillips (1999), en su monografía "Earth Surface Systems",
compila toda esta información (dando preferencia a sus contribuciones, frente a las de
Huggett e Ibáñez, como hacemos todos) desde el punto de vista de la teoría de los
sistemas no lineales (que de hecho incluyen la termodinámica del no equilibrio y la
sinergética), aportando una rica variedad de ejemplos procedentes del ámbito de la
Edafología, Geomorfología, Hidrología etc. Pero lo más interesante de la obra mentada
es como su autor explícita las regularidades en la estructura y dinámica de diferentes
materias abordadas por casi todas las distintas disciplinas que conforman los sistemas
superficiales terrestres. De este modo llega a la conclusión de que, muy posiblemente,
sería fructífero estudiar todos estos componentes subsistemas de un sistema: "el sistema
superficial terrestre". Las regularidades detectadas las desglosa en el último capítulo de
su libro en 11 Principios de aplicación general. Por tanto, desde esta perspectiva del
modelo 8, que de hecho incluye al 7, el suelo debería considerarse como un subsistema
de los sistemas superficiales terrestres. Como corolario, la Edafología podría ser
considerada como una subdisciplina de una ciencia más holística y pluritemática. La base
de toda esta argumentación consistiría en analizar las distintas materias actuales bajo la
óptica de las ciencias de la complejidad y extraer regularidades comunes a todas ellas.
Desde luego de conseguirse, sería dar un gran paso adelante en la conformación de una
ciencia más unificadora de lo que hoy lo es, de hecho, la Ecología. En nuestra opinión,
como en la de Huggett y Phillips, existen suficientes evidencias como para aventurarse en
esta empresa.

3.2.2.9 Consideraciones sobre los modelos mencionados: la primera paradoja conceptual


Cada representación del sistema suelo ofrece un camino concreto y (muy)restringido
de comunicar la información edafológica. Sin embargo, la comprensión global de la
estructura, dinámica y evolución de la edafosfera pasa ineludiblemente por considerar,
simultáneamente, las propiedades más relevantes en cada uno de los modelos. Con la
excepción de los modelos 7 y 8, las restantes perspectivas mencionadas sólo perciben una
visión fragmentada (la tan manida división disciplinaria que hace bueno el refrán de que
"los árboles no dejan ver el bosque") y, por lo tanto, sesgada de la realidad. Dicho de
otro modo, tan solo proporcionan la información relevante para unas pocas áreas
específicas de investigación y/o aplicación.
Los levantamientos de suelos, sustentados principalmente en los principios del
primer modelo, se relacionan "relativamente" bien con el segundo (Dumansky 1993). No
obstante, presentan serias dificultades de integración con el tercero, cuarto y quinto, y
escasas posibilidades de compatibilización con el sexto y el séptimo y octavo. Sin
embargo son las cuatros últimas perspectivas las que están recibiendo actualmente una
mayor atención por parte de los responsables de las políticas científicas nacionales e
internacionales. Esta afirmación se encuentra apoyada por varios de los documentos
elaborados en la conferencia de Río (UNCED) dentro del marco de la agenda 21. Se trata
de lo que podría denominarse la paradoja conceptual del sistema suelo. En otras
palabras, las concepciones tradicionales del sistema suelo acogidas por los cartógrafos no
son por si solas cualitativamente adecuadas para satisfacer las demandas actuales de
información edafológica, pero sí las propuestas en los modelos 7 y 8. ¿Cuál es la
solución?. Comenzar a investigar sobre nuevos procedimientos de levantamientos de
suelos que se dirijan en esa dirección. La tarea es ardua, no se logrará alcanzar
rápidamente, pero es una aventura emocionante y sustentada en razones tanto científicas
como pragmáticas.
Estas consideraciones no deben inducir a pensar que el modelo de suelo como
cuerpo natural (1er modelo) sea incorrecto para organizar las operaciones del
levantamiento de suelos. Las informaciones suministradas por el segundo modelo
también seguirán siendo de utilidad en el futuro. Esto es especialmente cierto para los
países en vías de desarrollo, en donde la planificación agraria permanecerá siendo
prioritaria. Lo mismo podría decirse de los modelos restantes modelos con la excepción
del sexto, más apto para las actividades de monitorización que para las de los
reconocimientos de suelos. Pretendemos recalcar que los datos que suministran los
levantamientos de suelos tradicionales sólo se adaptan razonablemente bien a los
objetivos previstos por el primer modelo, y en menor grado el segundo.
Varias son las razones que han conducido a esta situación. En primer lugar, las
propiedades analizadas tradicionalmente suelen ser bastante perdurables en el tiempo,
mientras que las necesarias para poder aplicar los modelos 2º, 4º, 5º, 6º, más dinámicas o
temporalmente variables, no son consideradas con la debida atención (p. ej. Jamagne y
King 1991; Ibáñez y García Álvarez 1991; Ibáñez et al 1993). Por otro lado, el hecho de
que los levantamientos de suelos raramente contemplen con el rigor necesario las
propiedades físicas de los suelos impide que sean tratados adecuadamente aquellos
aspectos que interesan a sus propiedades mecánicas (4º modelo) e hidrológicas (5º
modelo). Asimismo, la ausencia de información sobre la Biología y bioquímica del
sistema edáfico imposibilita el tratamiento del suelo como ecosistema (6º modelo). Si a
todo ello se le añade la visión reduccionista y compartimentada del paradigma
determinista imperante en la ciencia contemporánea (Ibáñez y García Álvarez 1991) que
impide considerar simultáneamente suelos, mantos de alteración y modelado, y tal vez
Hidrología superficial, como una "realidad" unitaria, no debe extrañar que sea totalmente
impensable comprender el suelo desde un punto de vista transdisciplinar y globalizador
(7º y 8º modelos).
Por estas razones, deben adoptarse nuevas estrategias y metodologías para que los
levantamientos de suelos puedan cumplir con los requerimientos que la sociedad actual
demanda (Bouma 1988, Ibáñez et al 1993). Entre otras propiedades, estos deberán ser
más flexibles y diversificados con el propósito de cubrir el mayor número de objetivos
posibles. Entre estos últimos cabe mencionar la necesidad de que las bases de datos
generadas sean compatibles con las suministradas por otras disciplinas (Briggs y Martin
1988; Bliss 1989). Debe tenerse en cuenta que la creación de bases de datos integradas
que incluyan Geología, Geomorfología, suelos, clima, agua, usos del territorio, etc., junto
con el auxilio de los SIG y los modelos analíticos, representan el futuro de los
levantamientos de suelos, abriéndoles horizontes hasta ahora insospechados (p. ej.
Wilson y Henderson-Sellers 1985; Dumansky 1993). Sin embargo, una base de datos útil
para resolver la demanda actual de información debe partir de un modelo conceptual
novel que especifique cuales son los parámetros a estimar y mediante que
procedimientos.
En el futuro, la estructuración de bases de datos anidadas tan solo optimizará con
rigor la información recopilada si esta se encuentra carente de las lagunas insalvables que
padece en la actualidad. Tan solo así, se permitirá el flujo de información entre distintas
escalas al garantizar la integridad científica de datos recopilados a diferentes niveles de
resolución. En consecuencia, nosotros no compartimos el optimismo tecnológico en el
que incurre una gran parte de la bibliografía actual, y que defendimos también en el
pasado (p. ej. Bliss 1987 y 1990; Reybold y Teselle 1989; Zinck y Valenzuela 1990;
Madsen 1991). Cuando se conjuguen bases de datos georreferenciadas y modelos
matemáticos, sobre la base de una nueva generación de inventarios del recurso suelo (o
mejor dicho geodérmico) la información ofrecida por tales levantamientos no solo se
enriquecerá cuantitativamente sino cualitativamente, integrando las concepciones de los
ocho modelos estudiados. Así, por ejemplo, el uso simultáneo de estas bases de datos,
junto a la información pertinente sobre el crecimiento de cultivos y los modelos hídricos
del suelo permiten transformar la perspectiva del suelo como cuerpo natural en la del
medio edáfico como substrato del crecimiento vegetal, capturando, adicionalmente,
aspectos relacionados con el enfoque del suelo como manto transmisor de agua (King et
al. 1989). Pero por mucho que nos empeñemos la circulación del agua no respeta las
actuales fronteras disciplinarias, por lo que no podremos enfrentarnos a los graves retos
de la contaminación de las aguas superficiales y subterráneas. En otras palabras, el
objetivo que debe perseguir el levantamiento de suelos es el de la obtención de una
información más apropiada para los requerimientos de un mayor número y variedad de
usuarios (Van Keulen y Wolf 1986; Van Lanen y Bregt), pero tal propósito no se
conseguirá sino se estudian simultáneamente y bajo un mismo corpus doctrinal los
suelos, regolitos, modelado y tal vez las aguas superficiales.

3.3 La segunda paradoja conceptual: el continuum edafosférico


Dado que el suelo varía de un modo continuo en el espacio y en el tiempo, diversos
autores reflexionan sobre la inadecuación epistemológica de los modelos y taxonomías
tradicionales (p. ej., Huajun, 1991; Mcbratney y Gruijter 1992; Burrough 1993; Ibáñez y
García Álvarez 1991; Ibáñez et al. 1990 y 1991). Como ya se apuntó, tanto las
clasificaciones como las operaciones cartográficas tradicionales, inducen a
compartimentar la edafosfera en unidades tipológicas discretas con fronteras abruptas.
Estas son posteriormente tratadas como individuos u objetos independientes. Un pedón
puede ser adscrito a edafotaxa diferentes mediante criterios arbitrarios que consideran
que ciertos atributos de suelos deben poseer mayor poder discriminante que otros. La
segregación entre diferentes edafotaxa se produce cuando algunas de las propiedades
discriminantes rebasan un cierto umbral.
El hecho de que un sistema de variabilidad en continuum sea analizado mediante
herramientas elaboradas para tratar con entidades discretas da lugar a lo que podríamos
denominar paradoja del continuum. Por estas razones, McBratney y Gruijter (1992)
proponen la elaboración de sistemas de clasificación de suelos basados en la lógica difusa
(fuzzy logic) y su derivación algebraica, la teoría de los conjuntos difusos (fuzzy sets).
Estas herramientas sostienen que, el solapamiento de las clases que produce cualquier
sistema de ordenación o clasificación numérica no debe ser violado (Bezdek 1974;
Burrough 1989b y 1993). Las investigaciones realizadas constatan la robustez de este
método frente a los derivados de la lógica booleana (De Druijter y Mcbratney 1988;
Odeh et al. 1990; Burrough 1993; Burrough et al. 1992; Ibáñez et al. 1995b). La teoría
de conjuntos clásicos, los análisis multivariantes y la mayor parte de los modelos de
simulación numérica (Ibáñez et al 1995) se sustentan en esta última.
Ibáñez y García Álvarez (1991) van más lejos y proponen considerar la edafosfera
como un continuum que puede ser rigurosamente formalizado mediante la Teoría de
Campos. Si aceptamos que el manto de suelos es una formación discreto-continua
(Fridland 1982, en Dmitriev 1993), la paradoja epistemológica que se produce al tratar a
la edafosfera como un agregado de individuos-suelo y como un continuum,
simultáneamente, podría ser equiparable al que se presenta en la mecánica cuántica. Nos
referimos al conocido Principio de Complementariedad Onda-Partícula. No
encontramos ningún problema conceptual para que el mencionado principio se aplique en
el ámbito de la Edafología y ciencias afines (p. ej., Climatología, Hidrología,
Geomorfología), como ya se intuía al hablar de la música de las esferas (Phillips 1999).
Niels Bohr, lo aplicaba a situaciones éticas y filosofía, lo mismo que a la quantum
mechanics (Bohr, 1958 and 1963; Dysson, 1992, Capítulo 16). La complementariedad
dice que la naturaleza es demasiado compleja como para ser descrita desde cualquier
punto de vista singular. Para obtener una descripción adecuada hay que mirar las cosas
desde diversas perspectivas, aun cuando pudieran parecer no aplicables simultáneamente.
No hay aquí contradicción lógica alguna (Heisenberg, 1958 and Dysson, 1994). De hecho
encaja con nuestra postura, ya mencionada, en defensa del pluralismo epistemológico.
De este modo, la edafosfera, sería la manifestación fenomenológica de un presunto
campo edafosférico. Su variabilidad en el espacio-tiempo, se generaría por las
interacciones de los campos que representan a sus factores formadores (biosférico,
litosférico, atmosférico, hidrosférico, fisiográfico).
El postulado del campo edafosférico puede formalizarse con el auxilio de algunas
funciones de tipo vectorial. Si utilizamos los argumentos expuestos con anterioridad, en
cada punto del campo edafosférico debería describirse mediante tres descriptores o
funciones vectoriales. El primero, especificaría la coordenadas topográficas y la
altimetría de cada localización (vector de posicionamiento). El segundo, determinaría los
valores de sus parámetros de control. Para ello hay que formalizar y cuantificar los
factores de estado de Jenny (Ibáñez y García Álvarez 1991). Este descriptor tendrá una
acusada variabilidad superficial. El tercero, detallaría los valores de los parámetros de
orden. Como ya se comentó en otro apartado estos corresponden a los factores de
Simonson, y darían cuenta, principalmente, de la variabilidad vertical del suelo,
generalizada al regolito (rasgos morfológicos y horizontes edáficos). No hay razones
epistemológicas que impidan aplicar este mismo hilo argumental para la descripción de la
geoderma o, más concretamente, del continuum geodérmico.

3.4. Sobre el concepto de bio y edafotaxas, las clasificaciones y la paradoja del


continuum: consideraciones epistemológicas
Fue la necesidad de transmitir información relativa a los posibles usos de los
organismos vivos lo que llevo a los pueblos paleolíticos primero, y después a los
filósofos naturales de la antigüedad (p. ej. Anaximandro de Mileto, Empedocles,
Aristóteles, Teofrasto, etc.) a establecer los primeros sistemas de clasificación biológicos,
cuyo máximo exponente es Carl von Linné con sus "Species Plantarum" (1753) y
"Systema Naturae" (1758) (p. ej. Mayr, 1995).
La identificación y clasificación de biotaxas ha sido llevada a cabo por pueblos
aborígenes de todo el mundo desde la edad de piedra. Diversos estudios etnológicos han
demostrado que los pueblos aborígenes de Nueva Guinea y Chiapas (México), por
ejemplo, identifican las especies de su entorno con una precisión similar a como lo hacen
los biólogos contemporáneos con todo su bagaje científico (p. ej. Mayr, 1995; Diamond,
1998).
Antes de continuar con este apartado quisiéramos señalar que decidimos dejar los
comentarios de ciertos autores, en especial Sattler, en la lengua en que se publicaron.
Debido a que muchas de las ideas expuestas pueden ser desconocidas para los lectores,
consideramos que es mejor evitar controversias sobre si nuestra traducción se encuentra
sesgada por nuestros intereses. Por otro lado, como consecuencia de la profusión de
referencias en estos fragmentos de texto comentados, advertimos que aquellas no han
sido incluidas en el apartado de bibliografía, por cuanto muchas nos son desconocidas.
En consecuencia, tampoco nos responsabilizamos de la interpretación que los autores
realizan de los textos citados. También hay que tener en cuenta que su inclusión alargaría
aun más este extensísimo documento (¡sí, es posible!) que los organizadores del congreso
nos han permitido publicar con su infinita benevolencia (la cual agradecemos con toda
sinceridad y asombro).
Aunque desde fuera del ámbito de la Biología la mayoría de los investigadores de
otras disciplinas científicas consideran que los conceptos de especie y los esquemas de
las clasificaciones biológicas se basan sobre fundamentos muy sólidos, consensuados por
la mayoría de la comunidad científica, en este apartado intentaremos demostrar que tal
percepción es ingenua. Veremos que el problema del continuum también aparece, cada
vez con más ímpetu, en estos contextos. Constataremos que tales conceptos siguen siendo
temas debatidos y polémicos en Biología (p. ej. Mayr, 1995), dando lugar a una plétora
de escuelas antagónicas. Con tal motivo, nos centraremos en la obra de uno de los más
famosos biólogos contemporáneos (al que algunos califican como padre de la teoría
sintética de la evolución), Ernest Mayr. La obra en cuestión lleva el titulo de "This is
biology" (1995). También analizaremos en profundidad una brillante monografía más
crítica con la heterodoxia neodarwiniana vigente: "Biophilosophy", escrita por Sattler
(1986). Esta última nos parece más profunda, y sobre todo, dirigida a analizar las
relaciones entre la Biología y otras ramas del conocimiento científico. En consecuencia,
seguiremos esencialmente la última, refiriéndonos a la de Mayr cuando resulte apropiado.
Obviamente, existen muchos más textos sobre el tema. Sin embargo, los
seleccionados reflejan los dos extremos de un espectro que pivota entre la ortodoxia y el
dogmatismo más puro y el pluralismo epistemológico defendido cada vez con más fuerza
por muchos biólogos y especialistas en otras ramas del conocimiento científico.
Mayr (1995) en la primera página del capítulo 5 de la obra aludida anteriormente,
comenta sobre las controversias teóricas de la Biología que, existen polémicas
interminables, que parecen no tener fin, tales como: las del equilibrio puntuado
(saltacionismo versus evolución gradualista), el significado de la biodiversidad, el
programa adaptativo, la definición de especies, etc. Seguidamente, en el Capítulo 8,
señala que es típico de la Biología que la solución definitiva a una larga controversia
combine elementos de los distintos bandos opuestos. Para este autor, tales bandos suelen
ser escuelas que abordan un cierto tema desde una determinada perspectiva, considerando
la suya como la más pertinente. Todos manifiestan dogmáticamente poseer la "verdad".
Probablemente, cada uno albergue parte de ella, pero habitualmente hacen
extrapolaciones erróneas, por cuanto parten de verdades parciales (Mayr, 1995). Para
Mayr, la respuesta definitiva suele encontrarse eliminando los errores y combinando las
porciones válidas de las diversas teorías rivales. La dinámica de las controversias
científicas, en general, ha sido abordada en detalle por varias escuelas de filosofía de la
ciencia (ver por ejemplo l síntesis de Chalmers, 1984), soliendo ser bastante más
compleja y diversa de lo que piensa Mayr, si bien perspectiva bien puede servirnos como
punto de partida.
En las primeras líneas del capítulo 4 "Concepts and Classificatión", sobre el que se
basará esencialmente mi discurso, Sattler escribe:

"...Science, like philosophy, is conceptual, i.e. scientific statements are made


through the use of concepts.... A concept is an abstraction..... Another
example that illustrate different ways of abstraction and concept formation is
the subdivision of biology into subdisciplines. Using a taxonomic criterion
one can subdivide biology into botany and zoology..... In terms of level of
organisation biology consists of molecular, cellular, organismal and
environmental biology. And according to other features of living organisms
one may distinguish between morphology, physiology, genetics, systematics,
taxonomy, etc. Separating certain features and thus forming a concept often
requires the drawing of boundaries. From this point of view abstraction and
concept formation are a problem of delimitation......".

Mayr (1995) comenta que, a diferencia de otras ciencias más duras, como la física y
la química, los conceptos en Biología constituyen la semilla nucleadora sobre la que se
sustenta el progreso de la disciplina, aunque desde fuera sea considerada como una de las
ciencias más experimentales (empíricas). En nuestra opinión, esta idea es extensiva a
otras disciplinas históricas y/o que abordan el estudio de los recursos naturales, tal como
lo es la Edafología. Ya hace tiempo García-Álvarez e Ibáñez (1988) comentaron que en
Edafología y otros campos afines la mayor parte de los científicos actuales parecen
confundir progreso científico con innovaciones tecnológicas, soslayando el rol central de
la potencialidad heurística de las hipótesis audaces.
Resulta pertinente aquí tomar nota sobre el status ontológico y epistemológico de las
ideas de "realidad" y "verdad" Respecto al concepto de "realidad", en filosofía de la
ciencia se distinguen dos posturas antagónicas bajo los vocablos de nominalistas
(relativistas, etc.) y realistas (induccionistas, positivistas, etc..). Sattler sintetiza así estas
dos escuelas de racionalidad:

".... Two extreme views have been taken already...The nominalists think that
concepts are only names that lack any relationship to reality..... Conceptual
realists claim, however, that at least some of the concepts are real. This
mean that they "exist in themselves and would exist even if there were no
minds to be aware of them" (Woozley 1967). Hence they are not the result of
abstraction.... Among biologists we also find nominalists and realists. For
example, species by some considered just a names devoid of a
representation of reality, whereas others maintain that species are real, i.e.
they are natural kinds (see, e.g., kitts and kitts 1967). Maybe it is fair to say
that most of the practising biologists are conceptual realists or have tendency
toward this position. Thus genes, cells, organs, organisms and species are
real... where higher taxonomic categories such as families, orders or phyla
are often considered to be unreal or only partially real.... There are also
authors who take position somewhat intermediate between extreme
nominalism and realism that postulates natural kinds defined by the
possession of common (essential) properties see, e.g., Dupré (1981) who
defends a "promiscuous realism" according to which species lack essences
because they are seen as peaks in a continuum ; although view may come
closer to nature than postulate of natural kinds (essences), it is questionable
whether it applies to "ochlospecies with a mainly unresiolvable, reticulate
variation pattern" (Whitmore, 1976, p.25). I think that neither realism nor
nominalism are tenable in the extreme forms as described above. Since
concepts are abstractions from reality, they are not totally fictitious; they do
represent at least certain features of reality....".
Personalmente nosotros nos adscribiríamos a la ideología relativista, moderada, pero
sofisticada, postulada por Sattler. En el campo de la Edafología, esta polémica podría
tener correspondencia con en el debate sobre si los cuerpos de suelo son entidades
"naturales" o artificiales. En los "benchmark papers" recopilados por Finkl Jnr (1982),
diversas figuras actuales y pasadas de la Edafología debaten el tema en profundidad.
Recientemente, el Buró Europeo de Suelos" ha editado un Manual titulado
"Georeferenced Soil Database for Europe: Manual of Procedures" (Finke et al., 1998)
en el cual los autores (entre los cuales figura uno de nosotros) adoptan también la
perspectiva defendida por Sattler al comentar en el Capítulo 4 ("Conceptos Generales")
que "It has been debated (Cline, 1977) whether the universe of soils comprehends
discrete physical bodies, large enough to enable classification into a taxonomic system
or whether it should be considered as a continuum (Marbut, 1935). The soil body is here
considered as an artificial but recognisable three-dimensional entity in a soil continuum.
Within the soil body we recognise two kinds of variability (i) diversity which results from
the possible occurrence of different pedotaxa (artificial classes) within the soil body, and
spatial variability of soil properties, which is of more continuous nature". Al igual que
Fridland (1976), y como ya explicamos en nuestro Discussion Paper de 1998, pensamos
que el manto de suelos o edafosfera es: "a discrete-continuous entity". Del mismo modo,
Hole and Campbell (1985; pp.38) siguiendo las propuestas de Fridland señalan que "...
Heterogeneity or diversity of a soil landscape may be expresed in terms of soil taxonomic
complexity....".
En nuestro Discussion Paper referíamos que este tipo de paradojas también ocurre
en disciplinas más duras (y/o más blandas) que la Edafología. La mecánica cuántica, por
ejemplo, ha progresado sin problemas respetando Principio de Complementariedad
onda-partícula propuesto por N. Borh. La coexistencia de perspectivas diferentes dentro
de una misma disciplina es preferida por muchos filósofos de la ciencia respecto a
posiciones más dogmáticas. Como ya hemos comentado, esta actitud se conoce bajo el
vocablo de pluralismo epistemológico, y gana adeptos día a día (Rescher, 1993). Un
pluralismo tal implica tolerancia, respeto y aún potenciación de la diversidad de
perspectivas, frente a la vacuidad de la noción de verdad y a posturas dogmáticas que
defienden aún muchos científicos (Sattler, 1986; Rescher, 1993). También el Premio
Nobel de Química Ilia Prigogine, entre otros muchos, asevera que un choque de doctrinas
no es un desastre, sino una oportunidad (Prigogine y Stengers, 1984). El mismo Robert
Mayr se adhiere a esta posición, y la encuentra saludable en el campo de la Ecología
(Mayr, 1995). De nuevo aquí, no encontramos ningún obstáculo epistemológico para
aplicar el concepto de diversidad independientemente que las clases configuradas por un
determinado esquema de clasificación sean "naturales" o artificiales. Chalmers (1984), al
hacer referencia a la evolución de las ciencias físicas comenta como el rayo de luz fue
inicialmente descrito como una corriente de partículas (cosmología atomista), luego
como una onda (cosmología del continuo) y finalmente como algo que no es ni una
corriente de partículas ni una onda. Seguidamente se pregunta, ¿Cómo puede esta
secuencia de teorías ser concebida como un progresivo acercamiento a una descripción
"verdadera" de lo que es el mundo "realmente"?. Su contestación viene a ser que este
problema surge, aunque no siempre de forma tan clara, cada vez que se produce un
avance revolucionario en física. ¿Comienza a impregnar la percepción contemporánea de
la física las ciencias de los recursos naturales?. En nuestra opinión sí. En cualquier caso,
la mecánica cuántica demostró que el atomismo se encuentra falseado (en el sentido
popperiano del término). Mosterín (1984) es de la misma opinión, como también el
famoso filósofo argentino Mario Bunge (en Mosterín 1984).
Sattler continua analizando el status ontológico y epistemólogico del concepto de
especie y señala como:
"... Practizing taxonomist often distinguish between "good" and "bad"
species. "Bad" species are comparable to a poor map. Taxonomists also
make a distinction between natural and artificial classes. Quite often it is
implied that artificial classes are concepts devoid of any real basis, whereas
natural classes are looked upon real. I hope that the preceding discussion
has shown that neither is the case. Even the most artificial classes that is
based on only one feature... presents an aspect, although and extremely
limited aspect, of nature. For this reason even a so-called artificial concept
may be useful for our orientation in the world. And the most natural
classes...... is still an abstraction and in this sense no real (as defined
above)..... Biologists also use different kinds of species concept and
continue debating which is the best one. Although it is possible that some of
these may be less adequate than others, they can also be considered
complementary to each other. For example, the biomorphological species
concept (muy parecido al concepto actual de edafotaxa) that is based on
overall similarity may be complementary to the biological concept that is
based on reproductive isolation or related phenomena. The two are not
necessarily correlated with each other..... In biology it is not infrequent that
concepts are applied beyond their limits. An example is a certain approach
towards individuals that are intermediate between species. If individual x is
such an intermediate between species A and B, it does not make sense to
apply the mutually exclusive concepts of species A and B to x. Thus already
pointed out in the introduction, it is a misguided question to ask whether x
belongs to species A or B because it does not fall into the domain of either
one of the two species. Many examples of such cases have become known
(see van Valen 1976 on oaks). A failure to recognise the limits of
applicability of concepts is characteristic of many fruitless debates in both
science...".

El trabajo de Van Valen al que se refiere Sattler trata de la imposibilidad de elaborar


una taxonomía "natural" y "universal" basada en el concepto biológico de especie para el
género Quercus, por cuanto parece existir un continuum genético por hibridación, de tal
modo que en la práctica es imposible saber cuales son las especies puras y cuales las
hibridadas. Este tipo de plantas vasculares (arbóreas o arbustivas) constituyen en
Laurasia y América del Norte, uno de los taxones de árboles planifolios de mayor
impronta y extensión paisajística. Obviamente, como suele ocurrir en Biología de la
conservación, las especies más conspicuas concentran más atención que las diminutas (p.
ej. invertebrados, microorganismos, etc.), a pesar de que estas últimas suelen presentar
mayores problemas de clasificación, por las razones que no nos detendremos a precisar
aquí. Permítaseme que haga una pausa para presentar la postura más radical defendida
por Van Valen (1976). En el resumen de su artículo Van Valen recapitula del siguiente
modo su visión del problema:

"Oaks exemplify problems with the reproductive species concept which


motivate a reconsideration of the use and nature of species.... The species
level is usually overemphasized in evolutionary thought; selection acts on
phenotypes and any mutualistic units. Standard definitions tend to inhibit
free conceptual progress. Multispecies, sets of broadly sympatric species that
exchange genes, may occur among animals as well as plants and may
conceivably bridge kingdoms. This phenomenon can be adaptively important.
There may be taxa without species.....".

A lo largo del texto, el autor aborda más detalladamente la cuestión y concretamente


menciona:

"Muller (1952) and more directly Burger (1975) have shown that North
American populations of oaks (Quercus) cut across the frame of reference of
the now usual concept of species. This discordance may well be widespread
among plants and microorganisms and seems to occur for some animals;
oaks are merely conspicuous and well studied. I believe with Burger that the
situation is sufficiently serious that a reconsideration of the nature of species
is needed..... The usual concept of species can be stated as follows (Mayr,
1979).... This concept is grandly called "the biological species concept"....
For instance, it is arbitrary whether otherwise similar populations on
isolated islands are called different species........ but decision seems to be one
of taste rather than biology...... Completely asexual communities would
perhaps be as diverse as sexual ones, with numerous subcontinuities and
even discontinuities..... A set of broadly sympatric species that exchange
genes in nature can be called a multispecies. Higher taxa may almost fit the
definition of the ecological species concept.... This delimits species from
higher taxa and, as the end of a possible continuum is why species are less
arbitrary taxa than are those in higher categories. It is also why the species
category itself is the least arbitrary category.".

"The apparent fact that species can originate from intermediate individuals
(this seems to have happened in oaks: Quercus alvordiana as discussed by
Tucker, 1952) permits the possibility that some such species have multiple
origin, from geographically separate intermediates expanding with the
expansion on an intermediate environment. The lack of reproductive isolation
between the more extreme species makes interbreeding of such expanding
populations likely when they meet. Conversely, one species can expand and
incorporate some or even all the surviving genes of another.... Ecotypes
differ from species in being multiply derived from an ancestral stock and
usually in being allopatric or parapatric to it. However, a geographically
continuous ecotypes restricted to small, unique areas of serpentine-derived
or lead polluted soil would be marginal cases and indicate a mechanism of
origin for species if the edaphic conditions were more widespread...
incomplete reproductive isolation of species permits better evolutionary
adaptation.... There may be taxa without species, Rubus, Crataegus... are
possible examples, and the dandelion case is conceptually similar. The
problem resulting from this possibility would be nomenclatural and not
scientific. Why, other than for names, must there always be species?. And
even names can be treated non-traditionally. It seems preferable to see
whether there are in fact objectively bounded clusters more or less
comparable in adaptative scope to those in other taxa, rather than starting
from the assumption of the existence of species and then trying to find their
boundaries (cf. Rahn, 1929; Cowan, 1962; Hutchinson, 1968)... In an
important but obscurely published paper, Durden (1969) han proposed that
there are often geographic clines (a true continnum) between the extremes of
one and two reproductive species, the intermediates being Multispecies
like.....".

"From the point of view of ecological interactions...... the species level unit in
a community is fuzzy bounded. The possibility (confirmada en la década de
los 90 mediante multitud de evidencias. como veremos más adelante)
mutualistic nature of chloroplasts and some other organelles is repeated by
definitely mutualistic interactions that are less highly integrated (Margulis,
1970). Lichens... A double genome is accepted for lichens.... It is unclear why
mulitspecies seems to occur less commonly among metazoans than
elsewhere...... There may nevertheless be metazoan multispecies. theory
which denies the possibility of multispecies inhibits their discovery.".

Los comentarios de Van Valen, vienen a reiterar que el "aparente" consenso de los
especialistas sobre el concepto de especie es una quimera, mientras que las teorías
defendidas por el "stablishment", como en otros campos del conocimiento, pueden llegar
a ser coercitivas para el progreso de la ciencia.
En los apartados 4.1.5 "Conceptos Clasificatorios" y 4.1.6 "Términos, Conceptos y
Realidad" del Capítulo 4, Sattler, de acuerdo con las tendencias recientes (relativistas) en
filosofía de la Ciencia, comenta:

"..... Our constant use of language reinforces the belief that individuals
actually exist as entities independently of our conceptualisation..... It is
important to make distinction between the concept and its term. The term is
merely a symbol, a word,...... the concept is an abstraction........ one can refer
to objectively in the sense of inter-subjectively......".

Seguidamente, con vistas a explicar más extensamente el contenido de este último


párrafo, Sattler modifica un ejemplo presentado por el filósofo de origen argentino Mario
Bunge (en Mosterin, 1984) para el concepto de célula, que a su vez sustituimos aquí, sin
que existan problemas lógicos alguno, por el binomio especies/biodiversidad (como
podría serlo para el de edafotaxa/edafodiversidad) tal como sigue:
Levels Examples
________________________________________________________________________
 Linguistic level Species/biodiversity
(terms, phrases, languages) (= a symbol or word of "n" letters
 Conceptual level Species/Biodiversity
(concepts, propositions, theories) (= a concept defined by certain
properties)
 Level of reality (= problematical entities because it is
questionable wheter these actually exists
independently of our conceptualization)
________________________________________________________________________

Sattler continua escribiendo:

"... I Think, however, that reality is neither physical nor spiritual, but
unnamable (see Chapter 2). I also think that there is more and more
evidence from a variety of scientific disciplines and a profound experience
of the world indicating that reality is not just atomistic, i.e., composed of a
hierarchy of entities, but that it also is unity (see. e.g., Bateson 1972, 1979,
Capra 1975, 1982; Bhom 1971, 1980). This view does not imply that
atomistic concepts are totally useless and inadequate. Atomistic concepts
such as atom, cell, or individual (organism) may capture and represent the
discontinuous aspect of reality. In this sense atomistic concepts are
complementary to those underlining the continuous aspect of the reality. If
we want to make any general statement at all about the nature of reality
and of life it might be best to speak of a "patterned continuum" (Weis,
1973). Since it is a continuum it form a unity, but since it is patterned,
elements can be distinguished. However, these elements are not totally
discontinuous and therefore an atomistic view of reality that posits a
hierarchy of entities such as elementary particles, atoms, molecules, cells,
organs, and organisms does not seem to be real in the sense of existing
independently of our conceptualization.....".

Esta perspectiva, ya fue adoptada por nosotros en la Réplica al Discussion Paper,


así como en la siguiente Réplica (Ibáñez y De Alba, 1999) a los Comentarios de
Camargo (1999) contra nuestro concepto de edafodiversidad. Reiteramos que también es
la visión de Fridland, Hole y Campbell, y del Buró Europeo de Suelos, como suponemos
también de otros edafólogos. Incluso, en la reciente publicación de la FAO-ISRIC-ISSS
(1998), en donde se presenta el nuevo esquema clasificatorio "WRB", (1998), con el
propósito de sustituir a la antigua Leyenda Revisada de la FAO, explícita en el Capítulo
1: "The soil cover is a continuous natural body which has three spatial and one temporal
dimension", para continuar seguidamente tratando la estructura del constructo presentado,
desde una perspectiva atomista y jerárquica de la edafosfera. Al margen de otras
consideraciones, el esquema WRB no hace más que seguir las directrices del Principio de
Complementariedad, como antes lo hicieron Fridland y otros. En consecuencia, una vez
más, no encuentro ninguna razón para "oponer" la naturaleza en continuum de la
edafosfera a la elaboración de clasificaciones que ayuden a organizar nuestro
conocimiento sobre la misma, teniendo en cuenta su carácter de continuo heterogéneo
(patterned continuum). Ambas perspectivas son complementarias y útiles. Estoy
convencido de que muchos edafólogos son epistemológicamente atomístas. Sin embargo,
como indicamos en la Reply de nuestro Discusssion Paper, nosotros abogamos por un
pluralismo epistemológico en nuestra disciplina, como la vía más fructífera para su
progreso. Sinceramente albergamos dudas sobre si las diferencias entre biotaxa y
pedotaxa, en "ciertos" aspectos (relevantes para la clasificación), pudieran ser más de
grado que de clase.
Seguidamente, Sattler, en el apartado 4.1.9, continua escribiendo:

".. The question that I am posing is whether there are such biological
concepts. Beckner (1959) discusses this question..... answer it negatively.
However, he underlines that there are three kinds of concepts that, although
in principle not limited to biology are characteristic of biology in contrast to
the physical sciences such as physics or chemistry where they are hardly of
importance. They are the polytypic (= polythetic), functional and historical
concepts. Functional and historical concepts are well known.....Polytypic (=
polythetic) concepts are less known...... They are characterized by the
following three conditions (Beckner 1959 p.22): Suppose that we have a
group K with an aggregation G of properties f1, f2, f3....such that......

(1) each individual of K possesses a large number of the properties of G,


(2) each property of G is possessed by a large number of individuals of K,
(3) no property is posed by all individuals of K.

If conditions 1 and 2 are fulfilled, the class is polytypic. If all three


conditions are satisfied the class is full polytypic...... One point of
fundamental importance that Beckner demonstrated by his analysis of fully
polytypic classes is the fact that these classes can no longer be defined in the
traditional sense because their members have not even a single defining
property in common. The great importance of Beckner's analysis was to show
that the notion of a fully polytypic class allows us to conceive of classes
where the traditional approach fail..... The traditional concept of class is
called monotypic (= monothetic). Monotypic classes are defined by a set of
properties or at least one single property. This concept of monotypic classes
is only of limited usefulness in biology. Living systems usually are too
variable to conform to fixed sets of properties. Intuitively this has been
known for a long time, specially by competent systematics. They have,
however failed to point out the logical structure of polytypic concepts. When
I was a student I could not understand why taxonomic classes were not well
defined monotypically. Most of the definitions of such classes were followed
by a list of exceptions. These exceptions, although they did not satisfy the
definitions, were nonetheless considered as belonging to the class.... Beckner
(1959) work revealed the solution to this puzzle..... Wittgenstein had made a
similar point long before Beckner, but.... A botanical example of fully
polytypic classes are the two major groups of the flowering plant, namely the
monocotyledons and the dicotyledons. The dicotyledons usually are defined
by the following set of properties..... One can find exceptions to all of these
properties. Thus.... they belong to the fully polytypic class .... It would be
wrong to conclude that such classes cannot be defined as is sometimes
claimed. They cannot be defined monotypically, but they can be defined in
the fully polytypic sense. I think it is obvious that the notion of polytypic
classes is also of great significance in everyday life......".

En mi opinión, las tres clases de conceptos utilizados en Biología también son de uso
corriente en Edafología. Del mismo modo, el reconocimiento del concepto de clases
politípicas puede ser un gran consuelo lógico y emocional en la elaboración de los
esquemas de las clasificaciones biológicas. Comienza pues a inferirse que los problemas
lógicos a los que se enfrenta la Edafología tienen ciertas similitudes con los de la
Biología, en muchos aspectos. La Edafología, como también la Geomorfología son
disciplinas históricas. También en Edafología, actualmente, es muy corriente el uso del
vocablo funciones del suelo "soil functions".

Sin embargo aquí deberíamos reseñar que nosotros estamos en un radical desacuerdo
con el uso de este vocablo. Por un lado existan razones epistemológicas para ello, ya que
los suelos no tienen funciones per se, no poseen intencionalidad alguna, como los
organismos vivos. Se trata de un vocablo con connotaciones "teleológicas"
(intencionales, finalistas) muy mal vistas por los científicos y filósofos de la ciencia. Así
mismo, el vocablo en cuestión, como otros muchos neologismos propuestos
recientemente (soil care, soil health, soil quality) tan solo pretenden introducir vino
viejo en nuevas botellas, es decir una jerga técnica postmodernista, totalmente
redundante, confusa o innecesaria (según el caso). Algunas de ellas, como las funciones
del suelo, solo adquieren significado desde el punto de vista utilitarista. ¿cuáles son en
definitiva las diferencias entre estudiar las funciones del suelo y la evaluación de los
mismos?. Por otro lado los suelos tienen cualidades pero no "calidades", si no es desde
una perspectiva meramente antropomórfica. Del mismo modo ¿Qué significa salud de un
suelo? en un contexto ajeno al de su utilización por el ser humano. Y así ad nauseum.
Estamos seguros que generar un neologismo tras otro no es el mejor camino por el que la
Edafología levantará cabeza. Todo lo contrario, no producen más que confusión..

Pero sigamos con el discurso de Sattler:

"...Although the concept of (fully) polytypic classes allows us to deal with


many problems of classification much more satisfactorily than that of the
traditional monotypic classes, there are certain limitations to the use of the
(fully) polytypic concept. Beckner´s first and second condition contain the
notion of ‘large number’ . What constitutes a large number? ... We cannot
draw a sharp line and therefore (fully) polytypic classes cannot be clearly
delimited from a collection of individuals that no longer constitutes a class in
either a monotypic or (fully) polytypic sense. How do we deal with such
situations?. Zadeh (1965,1971) presented a solution by his “fuzzy set
theory”. According to this theory, class membership is no longer total, but a
matter of degree. Any individual may be a member of a class from 0% to
100%. Being a 0% member of a class is the borderline case in which the
individual does not belong any more to that class at all. A 1% member would
still partially belong to the class and would be closer to the 0% member than,
for example, to a 10% member".

En mi opinión, cada vez debería quedar más claro al lector que los problemas de las
taxonomías biológicas no son, en muchos aspectos ni triviales, ni lejanos a los taxónomos
de suelos. Probablemente, si estos últimos se familiarizaran más con la literatura
producida por los biotaxónomos seríamos menos críticos con nuestra actividad, a la par
que podríamos haber ganado con la experiencia adquirida por aquellos (más proclives a
teorizar que nosotros). Sattler continua comentando la potencialidad que ofrece la Teoría
de los Conjuntos Difusos, con vistas a volverse a topar con el problema del continuum:

"Fuzzy set theory so far has been very little used in biology (see e.g., Marchi
and Hasell 1975; Dubois and Prade 1980; Beatty 1982). Nonetheless, I think
that this theory has enormous potential in biology because it can cope
successfully with fuzzy situations that are so typical of life. It also should
prove very useful and adequate in psychology and the social sciences as well
as in everyday life situations and in politics. Communist and capitalists are
often treated like members of two monotypic classes that are defined by a set
of properties. What we find in real life is a whole range of membership form
0% to 100%. Many people actually are partial members of both fuzzy sets.
Much unnecessary antagonism would disappear if we just realized that we do
not belong to mutually exclusive classes, but that we occupy a place along a
“patterned continuum”. Weiss (1973) who used the concept of “patterned
continuum” has dealt with these issues and their far-reaching consequences
for society in a most perceptive and penetrating manner".

Personalmente tenemos la impresión de que, como señala Sattler, al menos la cultura


occidental está impregnada a muchos niveles por la cosmología atomista, a pesar de que
ciertos pensadores clásicos como Parmenides o Aristóteles concebían el universo como
un continuo. También en cierto que otros como Democrito y Léukippos eran puramente
atomistas (Mosterín 1984). Lo cierto es que el debate es tan antiguo como la cultura
occidental. De hecho también se remonta al origen de las taxonomías científicas,
ejemplarizada en la famosa polémica entre Linneo (atomista) y Bufón ("continuista"),
durante el siglo XVIII. Mayr (1995), a pesar del éxito de la nomenclatura propuesta por
el primero, considera que el segundo fue el naturalista "de la vida" más original y creador
hasta la entrada en escena de Darwin, un siglo después. Desde niños somos enseñados a
clasificar los objetos, muy a menudo mediante una lógica booleana. En mi país existe un
refrán que critica esta forma de proceder: "los árboles (individuos) no dejan ver el
bosque (la totalidad o globalidad)". También, en nuestra opinión, las soluciones a los
problemas de las taxonomías, bióticas o abióticas, no pueden sustentarse exclusivamente
en la búsqueda de nuevas herramientas matemáticas, sino que requiere de un cambio en
la manera de percibir el mundo. En este sentido recomiendo la lectura de la monografía
de Kosko "Fuzzy Thinking" (1993), de fácil comprensión para los no iniciados. Kosko
también nos hace ver que el Principio de Incertidumbre de la mecánica cuántica
formulado por Werner Heisenberg puede extenderse a otros muchos ámbitos del
conocimiento. Mostró, por ejemplo que, según este último, se puede mirar más de cerca y
ver menos. También hizo científica la duda. (Kosko 1993).
El continuum y el atomismo son dos percepciones del mundo. Desde un punto de
vista estrictamente científico (es decir soslayando connotaciones filosóficas y místicas),
el atomismo tan sólo se impuso con el nacimiento de la ciencia moderna, y más
concretamente con el reconocimiento de la existencia de los átomos por los químicos. Ni
la idea del continuo ni la percepción atomista del mundo aportó nada a la ciencia (tan
solo a la filosofía) hasta el siglo XIX (Mosterín, 1984). Pero poco después, ya nuestro
siglo, a partir de los años 20, las extrañas lógicas (al sentido común) de la mecánica
cuántica y de la teoría de la relatividad propiciaron que algunos físicos entablaran diálogo
con místicos orientales. Estos últimos, avalaron que lo que la nueva física postulaba no
era tan extraño para sus culturas. De hecho, la propia idea de campos físicos (postulada
ya en el siglo XIX) debería habernos hecho reflexionar antes sobre este tema.
Desafortunadamente se ha tardado demasiado en encontrar un instrumento matemático
para abordar una cosmología del continuum. Por ello, tanto Los Principios formulados
por Borh y Heisemberg, tan extraños e inquietantes en el momento de su formulación,
con el tiempo, han comenzado a entenderse, extenderse y aplicarse a otras muchas ramas
de la indagación científica. Probablemente, la idea de "campos mórficos" formulada por
Sheldrake bajo el título de "A New Science of Life" (1981) , a partir de la de los campos
físicos, a pesar de estar lastrada por un cierto misticismo, tiene mucho que aportar con
vistas a lograr representaciones complementarias de la cosmología del continuum.
Resumiendo, en ciencia, la "verdad atomista" tan solo ha sido aceptado por un siglo
(Mosterín 1984 y Bunge en Mosterín 1984).
Vemos pues nuevas evidencias de que el continuum no puede utilizarse como arma
arrojadiza contra las tareas del taxónomo de suelos, ni enfrenta la naturaleza de los
biotaxa a la de los edafotaxa. Las clasificaciones seguirán siendo necesarias como
instrumentos para organizar nuestro conocimiento. Comienzan a proliferar numerosos
artículos sobre "clasificaciones difusas", todavía un tanto ad hoc, en Ecología (p. ej..
Feoli y Zuccarello 1988), Edafología (p. ej. McBratney y De Gruijter, 1992) y otras
muchas ramas del conocimiento científico. Nuestros primeros borradores del Discussion
Paper remitidos a Geoderma, incluían un análisis de la -edafodiversidad de la
edafosfera global basado tanto en los análisis multivariantes booleanos como en otros
difusos. Lamentablemente, debido a que el algoritmo empleado no gustó a algún
"referee" (desconocemos las razones, aunque no las excluimos), decidimos prescindir de
los resultados obtenidos en la versión finalmente publicada. Resulta irónico que poco
después, algunos "Discussants" (1998) y Camargo (1999) nos "recuerden" su existencia
(así es la ciencia institucionalizada, primero te censuran y después te reprochan no
exponer lo censurado). Pero continuemos con los interesantísimos comentarios de Sattler
(Capítulo 4):

"....Hassenstein (1954,1971) , who instead of “pattern continuum” used H.


Rickert´s term “ heterogeneous continuum”, also emphasized the fuzziness
of so-called biological entities (or classes) which are no entities because the
have no boundaries. Since in such cases definitions would lead to arbitrary
and artificial delimitations, Hassenstein proposed to refrain form definitions
and to concepts as “injunctions”, i.e., as fuzzy, nondefinable concepts.... An
injuction is characterized by an area in which the applicability of the concept
fades out. Areas of partial applicability of concepts may overlap..... In that
case the area of overlap has to be characterized by two (or more) concepts
that may serve as injunctions ( and hence are not defined ) are “individual”,
“plant” and “animal”,..... “innate” and “learned”, “territorial behavior” ,
“species”, and “life” (see Hassenstein 1978). Properties may, of course, be
enumerated for each of these concepts, but in the fuzzy margin of the concept
those properties apply only partially. Hence, neither monotypic nor polytypic
definitions are adecuated. Fuzzy set theory may perhaps represent such
situations in a mathematical fashion. The notion of types may be used in the
sense of sharply delimited, mutually exclusive classes or as injections. The
latter use appears to be appropriate in many biological instances where
sharp boundaries are lacking.".

Sattler sintetiza su posición respecto a los conceptos y objetos biológicos en siete


puntos. Ofrecemos seguidamente un extracto de los mismos.

(1) "Conceptualization is a prerequisite for science, i.e., science has to be conceptual..."


Mayr, (1995) es de la misma opinión.
(2) "The conceptual approach is not restricted to science, but is also characteristic of
philosophy...". Una excelente, sencilla y amena introduccción a la filosofía de la
ciencia, traducida a más de diez idiomas, es la monografía de Chalmers (1984):
"What is this Thing Called Science", de la Universidad de Queensland.
(3) "Concepts formation removes us one step from reality.....".
(4) "Through abstraction we create things (including events) that do not exist as "real"
entities independently of our conceptualization. Thus entities are result of selective
attention (Wats 1970, p.57).... Basically everything is one...".
(5) "What applies to things, is also true for classes of things; they do not exist
independently of our conceptualization...".
(6) "A fragmented vision and experience of the world and ourselves will eventually lead
to physical and mental illness...".
(7) "... How can we see "reality" as it is, undivided by categories and abstractions?.
There is no single, simple, and foolproof answer to these questions....".

Todo lo dicho hasta aquí viene a reforzar nuestras convicciones sobre el pluralismo
epistemológico y, en consecuencia, con la cohabitación y complementariedad en
Edafología y ciencias afines de las cosmologías atomistas y del continuo. Seguidamente
Sattler (Capítulo 4, Sección 4.2, pp. 87) aborda el tema de las clasificaciones, con las
cuales terminaremos nuestro repaso a aquellos ámbitos de la Biología que hemos
considerado de interés para la presente discusión. Sattler (en la subsección 4.2.1,
"Clases") comenta:
"... Among the kinds of concepts used, class concepts play a very important
role. It is probably no exaggeration to state that most, if not all, scientific
statements, wheeler they are singular or general propositions, contain class
concepts. For example...... Many other biological statements ranging from
molecular biology to taxonomy and ecology are made with reference to
certain taxonomic groups (taxa) such as species, families, phyla, or
kingdoms. Thus, in making scientific statements it seems to be unavoidable
that we distinguish classes. If the mere use of class concept is called
classifications, classification is all-pervasive in biology..... However, often
the notion of classification is used in more restricted sense, namely in the
sense of classifying classes to form systems of classifications. Such systems
can be constructed with classes of different content... biochemical compounds
... behavioral classes.... structures (in morphology)... or classes of individual
organisms and groups of organisms (taxa) (in taxonomy or systematics)...
Taxonomy, also according to Simpson (1961, p.11) is defined as "the
theoretical study of classification, including its bases, principles, procedures,
and rules".... As far as classes in general are concerned, they can be
conceived as monotypic or polytypic. Thus species.... usually have been
considered as monotypic or polytypic. Different kinds of properties, i.e.,
different criteria, are used to establish species. Accordingly, different
species concepts are distinguished (see Slobodchikoff 1976; Grant
1981).The major species concepts are the (holo)morphological
(phenetic)concept, based on overall similarity, and the biological concept
that use the common gene pool due to reproductive isolation as the main
criterion... Still other ways of classifying species concepts have been
proposed...... The literature of species concept is enormous.... Some of the
philosophical issues at stake are the following. For the conceptual realists
the question is which of the concepts is the "real" one..... For those who
accept the view of concept formation as presented in the preceding section,
the question may arise which of the various concepts is the most adequate
one....".

Tras los estudios de Popper a mediados de siglo, los programas de investigación de


los realistas conceptuales, induccionistas y otras escuelas filosóficas anteriormente
reconocidas, han entrado en recesión, etiquetándose con vocablos como "realistas
ingenuos", etc. (p. ej. Chalmers, 1984). Sobre la vacuidad de la noción de verdad o de la
existencia de una realidad "objetiva" independiente del observador ya vertimos algunas
críticas (ver también la obra recomendada de Chalmer, 1981 2nd). En consecuencia, la
posición de Sattler es hoy epistemológicamente más aceptada. Pero continuemos
analizando la visión de este autor sobre los diferentes conceptos de especies:

"..... it need not be assumed that one of them must be superior as far as
adequacy is concerned; they may in fact be equally adequate representing
complementary aspects of the "patterned continuum" of nature. Much
evidence exists for this view.... that results in a pluralism which means "that
a variety of species concepts are necessary to capture the complexity and
variation patterns in nature (Mishler and Donoghue 1982).....".

Si muchos de los lectores, como anteriormente diversos Discussants, desconocieran


de que estamos hablando, suscribirían esta sentencia para los edafotaxa. ¿O no?. A
renglón seguido, Sattler pasa a describir uno de los conceptos de especie biológica más
en boga.
Estoy seguro que, este último, sorprenderá a muchos edafológos, por cuanto viene
avalado por algunos de las figuras más notables de la Biología contemporánea y
ultradefensores del "dogma" (así lo llaman ellos, lamentablemente en nuestra opinión)
neodarwinista (una explicación amena, sencilla y más amplia del tema puede encontrase
en Mayr, 1995). Al respecto este autor dice:

".... An important contribution to the philosophy of the species was made by


Ghiselin (1974) and Hull (1976, 1980). These authors consider a species not
a class, but individuals (see also Mayr, 1976). Thus what we normally
consider as an individual plant or animal organism, in terms of this concept,
it seen as an integrated subunit (part) of one individual species..... An
empirical basis for this view of species is the common gene pool that
provides spatiotemporal continuity and integration between the organisms
of a species see, e.g. Richmond (1979, p. 247) with regard genetic
integration of bacteria. Since organisms also have a relative autonomy,
class concepts and the new individualistic concept of the species may be
considered complementary to each other in a pluralistic outlook... If one
accepts the individualistic species concept as a new valid concept, which I
think it is, then more general conclusion may be drawn. As the organisms
belonging to one species are integrated with each other, so species are
continuous with each other as a result of their evolution..... Only an
observer who considers simply cross-section of phylogeny at one particular
time, i.e., a time slice of phylogeny, may come to the conclusion that many
species are discontinuous. If phylogeny is seen in its space-time extension,
then the continuity between species is obvious. This mean, however, that if
we accept the individualistic species concept, we may go further to consider
as one individual the totality of species that share in a common gene pool or
exhibit other ways of genetic integration (see ... Margulis and Sagan 1985).
If now, in addition to genetic integration, the interaction and continuity of
organisms with the environment is taken into consideration, then we can see
the whole world as one integrated system (see, e.g., Gaia Hypotheses
proposed by Lovelock 1979). We arrive at a scientific view of unity or
oneness that is fundamental in mystical experience......".

Por lo tanto la biosphere sería una unidad y la pedosphere podría ser otra. Como
corolario, tan solo ciertas propiedades de los sistemas biológicos (y no en todos) harían
de la autonomía (también cabría añadir la clausura al mundo externo, lo cual les
convierte en individuos discretos, más o menos) la propiedad más relevante para
distinguir con mayor facilidad biotaxa que edafotaxa. En consecuencia, la estimación de
la biodiversidad, por ejemplo, sería más asequible que la de la edafodiversidad, pero no
más "realista". Desconozco si Mayr u otros afamados defensores del concepto
individualista de especie defenderían también las consecuencias epistemológicas
derivadas del mismo (si no lo hicieran tendrían que convenir que su propuesta es un sin
sentido). Personalmente lo dudo. Sin embargo, el impecable razonamiento de Sattler
viene a avalar, al menos, que las diferencias entre biotaxa y edafotaxa son más cuestión
de grado que de clase, como ya apuntamos. Vemos de nuevo que el concepto de especie
en Biología es un tema polémico que dista mucho de haber sido resuelto. Existen
especies de microorganismos del suelo y de algún otro medio (p. ej. el mixomiceto
celular Dictyostelium discoideum) que, en condiciones óptimas, vive como célula
autónoma. Sin embargo, cuando el ambiente no les es propicio, lanzan señales químicas a
las cuales responden colectivamente otros individuos agregándose en un organismo
pluricelular. Este, a su vez, iniciará un proceso de diferenciación celular a partir del
colectivo de individuos unicelulares previamente indiferenciado. Finalmente, la entidad
autoconstruida se autodestruirá tras lanzar al medio espórulas que permanecerán inactivas
hasta que el entorno retorne a ser favorable. En estos casos resulta difícil discernir si
estamos hablando de especies unicelulares o pluricelulares (Margulis y Sagan, 1986;
Goodwin,1994). Se trata de un ejemplo típico de auto-organización espontánea citado
frecuentemente en libros de divulgación sobre Ciencias del Caos (p. ej. Goodwin, 1994).
Hasta aquí, hemos intentado "no" defender posiciones más radicales o
controvertidas. Por el contrario, hemos expuesto la opinión de autoridades que defienden
concepciones muy extendidas y aceptadas por los biólogos sobre el concepto de especie
(p. ej. Mayr, 1995). La obra de Sattler, se encontraría en una posición intermedia, ya que,
aunque podría calificarse de vanguardista, recoge y respeta tanto las posturas
tradicionales, como las más provocadoras e innovadoras. Sin embargo, las hipótesis y
argumentos propuestos por científicos como Lovelock (Hipótesis Gaia), Margulis (Teoría
Simbiogénica de la Evolución) y Goodwin (biólogo teórico de reconocido prestigio, cuya
popularidad se sustenta en sus agudos ataques al paradigma o "dogma" darwiniano), muy
cuestionadas en décadas anteriores, comienzan a recibir el respeto y la anuencia de un
buen número de colegas, según se van recogiendo evidencias a su favor. Para Margulis y
Sagan (1986), el individuo también es algo abstracto, una categoría, un concepto,
mientras que en la naturaleza tiende a evolucionar aquello que se encuentra más allá de
cualquier categoría o concepto limitados. Del mismo modo, para estos dos autores, no es
posible trazar una línea divisoria clara entre los organismos y su ambiente, o entre lo que
es "natural" y no lo es.

3.5. Un análisis científico y metacientífico de las clasificaciones biológicas


Sattler aborda en el Capítulo 4, (subapartado 4.2.2, pp. 89) El problema de las
clasificaciones biológicas. Este autor comienza diciendo:

"...One question that arises with regard to systems of classification is: how
do we construct them?. Due to the biophilosophical studies of many
taxonomists much has been learned about taxonomic methodology during the
last decades. Particularly the analytical studies of the numerical taxonomists
(Sneath and Sokal 1973) should be taken into consideration, regardless of
whether one accepts the philosophical and biological tenets of the numerical
taxonomists, which have become increasingly sophisticated, diversified and
comprehensive; they may even include evolutionary aspects and thus are not
necessarily restricted to phenetic classifications based on equal weighting of
characters (see below)....".
No nos detendremos aquí en el problema de las taxonomías numéricas, ya abordado
someramente por Wilding and Nortd (1998) en su Reply a nuestro Discussion Paper.
También sería un tema muy interesante, especialmente en lo que concierne a las razones
que motivaron su abandono, quizás prematuro, con vistas a elaborar nuevos esquemas de
clasificación de suelos Continuemos con el texto de Sattler. Este autor señala poco
después que:

"....The Following steps may be distinguished in the construction of a


phenetic system of classification: (1) the choice of classes (that will be
classified) with their members and the distinction of characters with their
states; (2) the determination of the degree of similarity or difference of the
classes, and (3) the arrangements of the classes in a system of classification
according to the degree of similarity or difference.... Characters and their
states are the result of conceptualization. This conceptualization provides the
foundation for what is considered the same character and the same state in
different organisms. Sameness is a fundamental issue. We know that
sameness in the sense of identity does not exists....... there is not identity in
this world because everything is more or less in flux. What appears to be
stable is only so because it changes relatively slowly with respect to faster
transformations in the environment. Thus, we must conclude that what is
considered to be the same is never exactly the same.... Hence, the very basis
of the classificatory process that assumes sameness of characters is already
an oversimplification. It is only through abstraction that sameness emerges.
The ask, of course, is to abstract in the most adequate way. Showing the
sameness of characters is usually refereed to as homologization..... I think
that homologization of this kind, i.e. the establishing of total correspondence
(or 1:1 correspondences) of the characters, may be considered adequate in a
number of cases. In other cases the correspondence of characters is rather
partial. In these the traditional concept of homology implying sameness
should be replaced of partial homology which I have termed a
semiquantitative homology concept (Sattler, 1966, 1984).... Homology can be
considered as a central concept of comparative biology and as the most basic
concept in taxonomy because homologization has to be carried out as the
first step in the process of classification. It is ironical that the central concept
of comparative biology has been treated predominantly as a qualitative
concept which implies that a character is either homologous with another
one or not ...... A further step to be taken would be the quantification of
homology (see, e.g., Sneath and Sokal, 1973). Fuzzy set theory may provide
the appropriate tool in this respect. It would allow us to see a quantitative
relation between the so-called same character and others that are different.
Total homology would then turn out to be the borderline case in which the
degree of homology (=degree of similarity) approaches 100% without ever
reaching it completely since absolute sameness does not exist .... (Sattler
1984)...".

Como puede observarse, también en el campo de las biotaxonomías existen grandes


expectativas respecto a la aplicación de la lógica difusa y su derivación algebraica la
teoría de los conjuntos difusos. El propósito sería obtener clasificaciones difusas. Lo
mismo puede decirse de los ecólogos vegetales con vistas a la clasificación de
ecosistemas, como ya pudimos observar. Seguidamente, Sattler continua diciendo:

"...... The second step in the process of classification involves the


determination of the degree of similarity or difference between the chosen
classes (or individuals). This can be done quantitatively through the use of a
similarity (or difference) coefficient. As a result, the classes (or individuals)
can be arranged in a matrix according to their degree of similarity or
differences (see, e. g., Sneath and Sokal 1973). The practicing taxonomist
often does all that intuitively..... The third step is the construction of the
system of classification on the basis of the matrix of similarity or difference.
An array of quantitative techniques can be used to achieve this clustering
(see Sneath and Sokal 1973). Again, this is often done intuitively. It would be
naive to assume that the system of classification obtained in this way
represents the System of Nature. As pointed out already, the first step, which
involves homologization and the introduction of character states, may lead to
considerable oversimplifications and distortions of the natural affinities. The
second and the third steps add other problematic decisions. There are several
coefficients of similarity and difference. In some cases they may give similar
results, in other cases they lead to discrepant conclusions. So, which
coefficient are we to use?. All we can say in the case of discrepancies is that
the similarity or difference obtained is relative to the coefficient used. The
same applies to clustering techniques. They may give deviating classification
in at least certain cases. Hence, even the best system of classification
reflects not only the order of nature (if nature has any order) but also the
methodology of classifying. It would be presumptuous to believe that there
is one methodology that is in total harmony with nature so that nature
would describe herself. Even if this wishful thinking were justified, how could
we decide whether it is the methodology of the taxonomist x, y or z that
reflects nature as she is?".

Resulta ingenuo, tanto en Edafología como en Biología, hablar de "verdad", objetos


o cuerpos "naturales" y clasificaciones naturales (ya mencionamos anteriormente que
sólo era lícito en el sentido lógico formal de los vocablos). Esta ideología, como hemos
visto, se cuestiona incluso en la disciplina en donde pudiera parecer, en principio, que
sería más legítimo hablar en estos términos. Reiteramos que los términos "verdad" y
"natural" ("propios del realismo ingenuo") no pueden sostenerse desde un punto de vista
epistemológico, bajo las corrientes actuales de la filosofía de la ciencia (p. ej. Chalmers
1984). Sattler aborda seguidamente otro espinoso tema que afecta a las taxonomías
numéricas:
"....The preceding account of the methodology of classification is not
complete. It is actually still more complicated and involves additional
assumptions and problems. For example, in the determination of the degree
of similarity or difference, equal weight can be given to all characters or
characters can be weighted differentially. Equal weighting is characteristic
of the neo-Adansonian school of numeral taxonomist (see Sneath and Sokal
1973). It leads to phenetic systems that reflect the overall similarity of the
classes. Although differential weighting of characters is also possible in
phenetic taxonomy, it is mainly practiced by taxonomist who insist that
adequate systems of classification must be either phylogenetic or at least
consistent with phylogeny (see, e.g., Simpson 1961; Mayr 1969, 1981,
Eldredge and Cracraft 1980; Platnick and Funk 1983)". The difficult
question that arises for these taxonomists is how to determine the proper
weighting of characters. Much disagreement and vagueness exists in this
respect and as a consequence phylogenetic systems of classification are
often rather speculative .....Thus it is not surprising that even the most
enthusiastic proponents of phylogenetic systems, such as, for example
Simpson (1961) could write the following: "Taxonomy is a science, but its
applications to classifications involves a great deal of human contrivance
and ingenuity, in short, of art". In this art, there is a leeway for personal
taste, even foibles, but there are also canons that help to make some
classifications better, more meaningful, more useful than others (quoted after
Mohr 1977, p.125). Some critics of phylogenetic and evolutionary
systematics would be even more negative....".

Sinceramente pensamos que con las modificaciones pertinentes, este fragmento de


texto podría haber sido escrito por cualquier taxónomo de suelos con una cierta
capacidad de autocrítica. Sabemos que clasificar suelos es una actividad que requiere de
mucha destreza y capacidad de percepción, es decir, de un componente relativamante
subjetivo. Pero cualquier enunciado observacional (dato) se encuentra cargado de teoría,
no es objetivamente neutro, por lo que la objetividad de la ciencia debería entenderse
como un acuerdo intersubjetivo entre los especialistas (p. ej. Chalmers, 1984 y todos los
relativistas a partir de Kuhn). La cuestión es que nunca se llega a alcanzar un acuerdo que
sea del gusto de toda una comunidad científica. Se generan así diferentes escuelas rivales,
cada una de las cuales presume de estar en posesión de la "verdad". Todo ello aporta
nuevas evidencias a nuestro discurso. La diferencia epistemológica entre una
clasificación de edafotaxa y otra de biotaxa es más cuestión de grado que de clase. Con
ello no queremos decir, en absoluto, que exista una homología o paralelismo entre los
objetos de estudio y las teorías de ambas disciplinas. Lo que estamos abordando aquí son
los procedimientos para clasificar los distintos objetos o entidades de la naturaleza, no la
comparación de las distintas regularidades y leyes de diferentes disciplinas. Para entrar
en profundidad en este último tema, habría que discernir entre causas primeras y últimas,
o entre teorías concretas y abstractas (Mosterín 1984), como implícitamente hicimos para
defender los modelos 7 y 8 del concepto de suelo en un apartado anterior. Como
argumenta Mosterín (1984), la estructura lógico-formal de todas las clasificaciones
científicas es exactamente igual, independientemente del objeto de estudio: desde las
lingüísticas, a las biológicas, pasando por la tabla periódica. Por tanto, no debe extrañar
que, como dice Sattler:

"...Pages and pages, articles and articles have been written to show either
that phenetic systems are the natural ones or, more frequently, the contrary,
i.e., that only phylogenetic systems can be the systems of the nature. From
what has been said before about the relation of concepts and systems of
classification to reality, it follows that neither a phylogenetic, nor a phenetic
system can be natural in the sense of representing nature as she exists
independently of our conceptualization. However both kinds of
classificatory systems present aspects of nature. To some extent these aspects
are complementary to each other, to some extent they may even coincide
depending on the situation..... Instead of contrasting phenetic with
phylogenetic methodologies, one might distinguish a larger number of
approaches to classification.... numerical taxonomy,... chemotaxonomy...
allozyme analysis..... DNA/DNA hybridization.... standard cytogenetic
approaches.... All of them produced different classifications of....
populations. Vickery (1984 p. 12) emphasized that: "each of these
classifications can be seen as a different perspective..... they are
complementary"..... We have to content ourselves with more or less
contradictory perspectives that show different aspects of "reality".

¿Cuál es la razón por la que este tipo de debates no se encuentran actualmente en las
revistas internacionales de las Ciencias del Suelo (si es que se permiten en algunas
otras)?. Nosotros no estamos seguros pero, la aceptación del carácter aplicado de la
Edafología y la búsqueda de sistemas universales de clasificación de suelos parece haber
tenido como resultado la aceptación tácita de unos pocos esquemas con bastantes
similitudes (p. ej. USDA-Soil Taxonomy, FAO, WRB). Si los edafólogos hubieran
considerado más seriamente el carácter de ciencia básica, que en nuestra opinión deben
tener todas las ciencias que estudian los recursos naturales, independientemente de sus
aplicaciones, en este momento podríamos haber alcanzado una teoría edafológica más
articulada. Se trata de una materia para la reflexión: ¿por qué no existe ninguna revista
internacional sobre Edafología teórica y/o taxonomía, como ocurre en el ámbito de la
Biología (y otras disciplinas)?, cuando existe una sensación (y para muchos frustración)
generalizada de que el estado actual de nuestra disciplina (incluyendo el reconocimiento
de suelos), no corresponde, ni a las expectativas creadas en épocas anteriores, ni a la
demanda científica, técnica y social en materia de información edafológica (Basher,
1977; Ibáñez et al. 1997). Como ya indicamos en nuestra Reply, el problema no es si los
suelos se pueden clasificar, sino como podemos mejorar nuestras clasificaciones. Como
apunta de nuevo Sattler, en nuestra opinión, muy acertadamente:

"A system of classification may be considered as a theory that is testable by


the predictions that can be deduced from it. It seems that good phenetic
systems might yield better predictions and confirmations than phylogenetic
systems. Reasons for this were given by Gilmour (1940, 1961). He made a
distinction between a general purpose system, which is based on many
criteria, and special purpose systems, which is based on only one criterion.
According to this view, the phenetic system is considered a general purpose
system because it is based on many criteria such as morphology, chemistry,
physiology, ethology, etc., where as the phylogenetic system is a special
purpose system based solely on the genealogical criterion .... it is
questionable whether the phylogenetic system contains less information than
phenetic system. The difficulty of making predictions on the basis of a
phylogenetic systems may be related to other factors (see, e.g., Hull 1974). It
is also controversial issue whether evolutionary theory can make predictions
(see Chap. 8)".

Resulta tan ingenuo y pernicioso que muchos biólogos moleculares consideren las
investigaciones biotaxonómicas una mera actividad técnica (Mayr, 1995), como que el
reconocimiento de suelos se valore por los responsables de las políticas ambientales y
científicas del mismo modo (Ibáñez et al. 1997). El grado de tecnicismo o cientifismo
está más condicionado por la actitud del especialista que por la esencia de la especialidad
en si misma. Mayr (1995) se atreve a decir algo que muchos sabemos, pero que resulta
difícil explicar a los mandamases de la gestión de los recursos científicos. Cuando ciertas
líneas de investigación adquieren gran prestigio, por la razón que sea (entre las cuales
abundan las ajenas a la propia ciencia), sus practicantes tienden a descalificar a los de
otras, con vistas a monopolizar los máximos recursos financieros, siempre muy
limitados. ¿A que se debe el descrédito que sufre la Edafología entre los practicantes de
otras disciplinas? (p. ej. Basher 1997).
Mayr (1995), en el Capítulo 5 de su monografía "This is Biology", incluye un
subapartado en el que se pregunta ¿porqué es tan difícil lograr el consenso científico?.
Según este autor, los no científicos tienden a suponer, ingenuamente, que cuando se
propone una explicación o teoría científica, o un nuevo sistema de clasificación, se acepta
inmediatamente. En realidad, esto ocurre en muy raras ocasiones (pero sí en Biología por
razones muy concretas). Casi todos los grandes principios de la ciencia han tenido que
superar años de resistencia por el "stablishment". Hay muchas razones por las que
numerosas teorías tienen que luchar decenios para ser aceptadas, mientras que muy pocas
tienen éxito inmediato. Mayr cita seis ítems sin pretender ser exhaustivo. Sintetizaré las
mismas:

(1) Diferentes pruebas conducen a diferentes conclusiones


(2) Los científicos discrepantes profesan diferentes ideologías de fondo, siendo más
difícil un cambio de paradigma profundo que la sustitución de teorías espurias
(3) En un momento dado puede parecer que varias teorías explican con igual eficacia el
mismo fenómeno
(4) Presión social y/o política de factores externos a la actividad científica, en sentido
estricto, tales como: ofensa a los poderes establecidos, luchas entre camarillas
influyentes, diferentes escuelas (a veces nacionales; recordar aquí los comentarios
vertidos en su momento sobre los libros que versan sobre la Historia de las Ciencias
del Suelo), influencia de ciertas instituciones científicas que ostentan un gran poder
(5) A veces, a un colectivo de científicos le interesan fundamentalmente las causas
próximas, mientras que a otro las últimas
(6) Publicar en otro idioma distinto del inglés (o en su momento el latín) (hemos nacido
tarde, lástima)

En nuestra opinión, muchas de ellas están resultando ser un freno para el progreso de
la Edafología. Pero también, como puede observarse, somos muy distintos de los
biólogos, geólogos, geomorfólogos, etc. Retornando al problema de las clasificaciones,
Sattler continua diciendo (subapartado 4.2.2, pp. 96):

"Systems of classification, which can be conceived as theories, are


themselves dependent of other theories including the theoretical
assumptions of methodology by means of which they are constructed. Thus,
phylogenetic systems depend on evolutionary theories. One reason why the
pheneticits originally objected to phylogenetic systems was their
dependence on evolutionary theory. They hoped, at first, to make phenetic
systems totally repeatable and objective (real), a dream that did not last long
because it was shown that phenetic systems depend on assumptions or
theories too, although not on evolutionary theory (see, e.g., Hull 1974).".

Así, los fenetistas contrajeron la enfermedad del realista ingenuo. Ignoraron que no
hay enunciados observacionales libres de carga teórica (p. ej. Chalmers 1984). Por otro
lado, no albergamos la menor duda de que, con vistas a lograr mejores sistemas de
clasificación, necesitamos cambios radicales en la teoría edafológica (por otro lado, muy
deficientemente articulada, insistimos) y no nuevos y/o más precisos instrumentos de
medición generados por nuevas tecnologías, sin menoscabo de su importancia (Ibáñez et
al., 1994). Como Mayr (1995), consideramos que los cambios conceptuales son más
relevantes de lo que los científicos actuales perciben. El párrafo previo de Sattler puede
considerarse también como una réplica (yo así lo asumo) a los comentarios de Yaalon
sobre de biotaxa, pedotaxa y darwinismo en su Reply a nuestro Discussion Paper.
Como ya mencionaba Sattler en otro apartado, el pensamiento jerárquico ha sido
muy fructífero en la investigación científica. Sin embargo, también ha obstruido otras
percepciones que podrían ser igualmente heurísticas. Como corolario, ha frenado el
pluralismo epistemológico. Sattler señala que el pensamiento jerárquico forma parte de la
infraestructura tácita de las culturas judeocristianas. En consecuencia, no es trivial
indagar sus repercusiones sobre la percepción del mundo en los países occidentales.
Sobre este tema Sattler (Capítulo 4 subsección 4.2.2, pp. 96 y 97) continua diciendo:

"....With regard to the structure of systems, phylogenetists, and to some


extent also pheneticists, tend toward hierarchical systems of classification
because hierarchical structure is often perceived as natural. Riedl (1980,
p.108), for example, claims that the natural order of life is a hierarchical one
and that our thinking in terms of hierarchies han been selected as an
adaptation to the nature of things. This, according to Riedl, explains why
hierarchical thinking dominates systems of classification from everyday life
and aspects of our society to scientific systems of classification...... It is
possible that due to our cultural background, which has been greatty
influenced by hierarchical thinkers, we have become conditioned to think in
terms of hierarchies?. Riedl (1980) reports how quickly we learn if there is
sufficient reinforcement. Now we know that specially in our western culture
the hierarchical reinforcement is constantly at work in almost all aspects of
our lifes.... Therefore, the fact that our lives and our thinking are permeated
by hierarchies goes not at all mean that nature independently of us has be
hierarchical..... (1) that there are cases where hierarchical thinking leads to
difficulties and inconsistencies, and (2) that such cases are more adequately
modeled by nonhierarchical systems such as nets. Nets are known not only in
systematics (see, e.g., Sneath and Sokal 1973, p.260; Stace 1980, p. 155), but
also in morphology (see Chap. 5 on plant morphology), in neurobiology
(neural networks), in morphogenesis (morphogenetics networks), ecology
(e.g., food webs), etc...... Probably, one could find examples in all biological
disciplines. Furthermore, in many other domains of human activity the terms
net and network have been applied successfully. Cybernetics and systems
thinking utilize the concepts of feedback loops and networks.... and Hesse
(1974) developed a network theory of scientific methodology. The scheme of
Laszlo, which I have modified slightly (see Chap.1, Fig. 1.7), is also a
network model of the scientific enterprise....".

No se trata pues de abanderar el pensamiento en redes frente al jerárquico, sino de


tener en cuenta que pueden ser complementarios. Aquí, como en el caso de los dilemas
del atomismo versus continuismo (teoría de los campos físicos) o el de lo lógica boolena
frente a la difusa, la cuestión es comprender que varias perspectivas son mejores que una;
que el pluralismo es más positivo que el dogmatismo y, como corolario, que el Principio
de Complementariedad siendo vigente. Sattler escribió su libro en la década de los 80.
Desde entonces, la perspectiva pluralista ha ido ganando más y más adeptos, tanto en
epistemología como en diversas ramas del conocimiento científico. Sattler sigue
abundando sobre el tema:

"... I think that nets are often a more adequate, although more complex,
representation of nature than hierarchies. In these cases, hierarchies can be
considered to be a simplified and an impoverished version of nets in which
some relations or interactions have been ignored..... The reason why the
notion of hierarchy works to a certain extent may be that in some cases .....
represent weaker relations or interactions so that they may be negligible
without a great loss of information. Thus hierarchies may be considered to be
useful approximations in a number of cases, although nets seem to be more
adequate model in many cases..... The challenge of modern systematics is to
adapt our methodology of classification to nature so that the resulting
systems will become more adequate. We distort nature if we impose rigid
class concept where she is fuzzy and continuous. In those cases injunctions
and fuzzy set theory may be more appropriate. Classification thus turns into
ordering. Ordering is a broader concept than classifying by means of
monotypic or polytipic classes in hierarchical or nonhierarchical
systems........".

Lo que Sattler quiere decir es que, cuando las conexiones horizontales de los objetos
de un mismo nivel de una red son débiles, pueden soslayarse, dando lugar a un esqueleto
de morfología jerárquica y de frecuentemente de naturaleza fractal (Ibáñez et al. 1999).
Dicho de otro modo, al eliminar los enlaces horizontales de la red, el diagrama de flujo
se simplifica en un árbol jerárquico. Resulta esclarecedor al respecto la polémica
generada por la hipótesis simbiogénica de Margulis (p. ej. Margulis y Sagan, 1986). Esta
autora propuso en su día que la célula eucariota (con o sin cloroplastos) no se originó
como un producto de la selección darwiniana, sino por la simbiosis de varios procariotas
ancestrales. Dicho de otro modo, las asociaciones de ciertos organismos dieron lugar a
otros nuevos sobre los que se edificó, por ejemplo, la evolución de los organismos
pluricelulares. Por tanto, más que evolución por selección se dio otra por cooperación
interespecífica. Originalmente, esta idea (cuyas fuentes se remontan a la poco conocida
controversia entre el capitalista Darwin y el anarquista Koprotkin) fue duramente
criticada por la comunidad científica (como también lo fue en su día la hipótesis Gaia de
James Lovelock, a pesar de que hoy goza de más reconocimiento, mientras que ciertas
conceptualizaciones actuales del sistema climático se asemejan a los procesos de
autorregulación biosféricos propuestos en Gaia). De hecho, sus primeros artículos sobre
el tema fueron rechazados decenas de veces por diversas revistas internacionales.
Actualmente, numerosas evidencias avalan la hipótesis de Margulis, por lo que ésta ha
sido mayoritariamente aceptada. Sin embargo, lo que para ella eran incuestionables
evidencias que refutaban el neodarwinismo, no han sido entendidas como tales por los
defensores de este "dogma" central de la Biología teórica. Estos últimos, mediante
hipótesis ad hoc y una gran retórica, parecen haber asimilado sin más problemas la
simbiogénesis aunque no las críticas de Margulis contra el papel de la selección natural
como motor de la evolución. En nuestra opinión, la hipótesis simbiogénica refuerza la
perspectiva ofrecida por el pensamiento en redes frente al de las jerarquías, como mínimo
en materia evolutiva (pero seguramente en otras muchas).
También, en nuestra opinión, la percepción de una naturaleza ordenada
jerárquicamente ha calado tan prolongada y profundamente en el pensamiento occidental
que un cambio de perspectiva requeriría más de una revolución cultural que de otra
exclusivamente científica. De hecho, a nosotros nos cuesta concebir una clasificación de
suelos basada en el pensamiento en red. En cualquier caso, en nuestra Reply al
Discusssion Paper, ya defendimos una perspectiva semejante a la de Sattler, al reconocer
la naturaleza del continuo edafosférico, así como la importancia que deberían adquirir en
los futuros desarrollos de la Edafología los conjuntos borrosos o difusos, la teoría de
campos, las ciencias del caos o de la complejidad (que no son exactamente lo mismo, si
deseamos ser rigurosos), etc. Otra alternativa consistiría en desviar la atención del meollo
del problema y pensar que somos incapaces de elaborar mejores sistemas de clasificación
edafológica, ya que como señalamos en nuestra reply:

"....Consequently, in our opinion, the principal question is not to know


whether the soil continuum can or cannot be classified, but to know which
should be the purpose for that classification and how it should be made.......
Although, at the present time, only few pedologists can doubt on the existence
of a soil continuum, the crucial point is to understand that this continuum is
not conceptually incompatible with the representation of soil bodies as
discrete entities. Furthermore, can the science of pedology progress
(properly) in the absence of soil classification systems? In our personal
opinion, it cannot.".

Por tanto, el debate que actualmente se presenta en Geoderma (y que continuará


como mínimo con dos ítems adicionales) debería haber consistido en preguntarse, no si el
concepto de edafodiversidad es válido o no (creemos haber aportado ya suficientes
pruebas), sino si es recomendable su medida. Ni el problema del continuo, ni los
principios y procedimientos utilizados para la elaboración de la clasificaciones
biológicas, ni ninguno de los otros restantes argumentos esgrimidos por el algunos
discussants (1998) y Camargo (1999) carecen del fundamento científico y epistémico
para descalificar el interés de evaluar la edafodiversity. Otra cuestión es que cuanto mejor
sea una clasificación edafológica, tanto más precisa e informativa será la estimación de la
edafodiversidad. Sin embargo, también hemos tenido la oportunidad de observar que lo
mismo es cierto para numerosos biotaxa. Seguidamente, Sattler abordan el tema de la
naturaleza en continuo de la vegetación (y ecosistemas), ya esbozado, para añadir:

"....Although in the preceding discussion mainly classes of individual


organisms and groups of organisms were considered, all sorts of other
entities can be classified, such as, for example, processes, functions,
chemical compounds, hypotheses, systems of classifications, methods of
classification, ideas, philosophies, ideologies,..... Again, it may often be more
appropriate to look for order that is not expressed by a system of classes but
rather by a net of fuzzy sets or injunctions. Even the latter may create
distortion (see Chap.2 on the chaotic aspect of nature), but they may be more
adequate than conventional classes and hierarchical systems. The latter will,
of course, retain a certain practical usefulness, especially if we are aware
of their limitations......".

Reiteramos nuestra empatía por la perspectiva de Sattler. Tan solo recalcar aquí,
que muchas de las entidades citadas por este autor como susceptibles de ser ordenadas
mediante clasificaciones (de hecho gran parte de los objetos naturales y/o culturales) son
de naturaleza difusa y varían en continuum. No veo razón epistemológica alguna que
invalide la aplicación del concepto de diversidad en Edafología que no invalide a su vez
otras ya aceptadas en Biología y Ecología. Como dice de nuevo este autor en el resumen
de su Capítulo 4:

".. Through the process of selective attention (abstraction), things and classes
of things (including events) are created. Consequently, the unity of the
universe is fragmented into digestible bits. This fragmentation is useful
inasmuch as it is in partial correspondence with "reality" and thus provides
conceptual guidelines for our orientation in the world. However, the vision
and experience of unity is also necessary........".
En el caso que nos preocupa sería el concepto de pedosphere. Sattler continua
diciendo:

"...Classification. In the widest sense of the term, we are classifying whenever


we use class concept. Since most, if not all, biological statements contain
class concepts, classification in this sense is an all-pervasive activity. The
classes may be monotypic or polytypic. As an example of class concept
different species concepts are mentioned...... Neither phenetic nor
phylogenetic systems can be considered natural in the sense that they present
the system of nature (if there is one). Both kinds of systems are
complementary, representing different aspects of nature. Both are theory
dependent and thus constantly open to doubt and change. Although the form
of most systems is hierarchical, it need not be so. Nets often appear to be
more adequate representations of nature, although hierarchies have a limited
usefulness.......".

Una de las principales diferencias entre las taxonomías biológicas y edafológicas, no


procede tanto de las características diferenciales de sus respectivos objetos de estudio,
como de sus distintas historias, modo de consensuar la terminología, y llevar a cabo sus
actividades. Por ejemplo, la utilización del vocablo "universal" en ambas disciplinas no
es equivalente. Desde hace tiempo, casi ningún edafólogo ha sido lo suficientemente
audaz como para proponer un nuevo sistema de clasificación "universal". Las causas
deben buscarse en la basta cantidad de conocimientos e información necesarios. ¿Qué ha
ocurrido en el ámbito de la Biología?. Resulta que la elaboración de taxonomías
biológicas se puede dividir en dos actividades bien diferenciadas. Cada una de ellas
requiere conocimientos distintos, y suele ser abordada por diferentes especialistas (Mayr
1995). La primera consiste en la discriminación entre las especies de un determinado taxa
y es denominada "microtaxonomía". La segunda aborda la agregación de distintas
especies en taxa de categorías superiores (género, familia, orden, etc.) y es conocida por
el término de "macrotaxonomía". Simpson (1961) definió la taxonomía, o combinación
de ambas tareas, como la teoría y práctica de delimitar tipos de organismos y
clasificarlos.
Los microtaxónomos abordan una actividad "universal", en el sentido de que son
"especialistas" en el estudio de un tipo concreto de organismos, independientemente de
su distribución geográfica. Sin embargo, no son "universalistas" en el sentido de que sus
conocimientos y estudios abarquen muchos o todos los biotaxa. En cambio, un
edafotaxónomo debe conocer y aplicar todos los conocimientos de una clasificación. Por
tanto, no existe distinción entre microtaxónomos y macrotaxónomos en nuestra
disciplina. No es posible debido a como se ha institucionalizado esta actividad en
Edafología. Un (bio)microtaxónomo puede realizar aportaciones importantes sobre el
taxa en el que se especializó, y publicarlas en revistas internacionales ex profesos. Más
aún, distintos grupos taxonómicos (p. ej. hongos, virus, algas, mamíferos, fanerógamas,
nemátodos, ácaros) son clasificados mediante criterios diferentes, por cuanto solo un
subgrupo de biotaxónomos se ocupan de él y publica sus resultados en revistas
especializadas sobre el biotaxa en cuestión (p. ej. Journal of Nematology).
En nuestra opinión, esta es una de las razones que posibilitan el continuo debate
sobre los criterios de clasificación y el concepto de especie. Una taxonomía "universal"
de suelos sólo suele ser elaborada, tras intensos trabajos y duros consensos, por un
colectivo numeroso de edafólogos. A posteriori, lo único que puede hacer un
edafotaxónomo es aplicar una clasificación determinada y denunciar sus inconsistencias.
Prácticamente les es imposible abordar actividades teóricas más ambiciosas. Por estas
razones, nadie cuestiona que los biotaxónomos realicen una tarea científica, al contrario,
por ejemplo, que un "reconocedor de suelos". En filosofía de la ciencia se asume que un
experto dedicado al reconocimiento de taxa ya establecidos es un técnico. Tan solo se les
considera científicos cuando son capaces de descubrir nuevos taxa, o elaboran propuestas
sobre los esquemas de clasificación (Mosterín, 1984). Por tanto, la pretensión de alcanzar
esquemas clasificatorios "universales" en Edafología, por un reducido número de
especialistas, y la imposibilidad de que los demás puedan a posteriori aportar
contribución alguna, ha tenido un resultado ciertamente perverso. En principio, no existe
ningún impedimento insuperable para que la comunidad científica de edafólogos
adoptara una práctica institucionalizada semejante a la de los biólogos.
Asimismo, mientras la nomenclatura binómica linneana fue aceptada desde el siglo
XVIII, no se ha producido ningún consenso de esta naturaleza en taxonomía de suelos.
Probablemente, muchos edafólogos han llegado a la falsa conclusión de que la solidez y
aceptación universal de la nomenclatura linneana es el resultado de la solidez y
aceptación de un concepto de biotaxa y de una clasificación biológica incuestionable.
Espero que este manuscrito sirva, al menos, para corregir esta impresión ingenua.

3.6. Consideraciones sobre la estructura de los sistemas taxonómicos: El caso de las


clasificaciones biológicas y edafológicas
Algunos biólogos consideran que las estructuras biotaxonómicas y los árboles
filogenéticos son objetos fractales (Burlando 1990; Minelli et al. 1991; Green 1991). Con
tal propósito, examinan los modelos de distribución de los taxa, según su tamaño-
frecuencia (entendiendo por "tamaño" el número de subtaxa por taxa: nº de especies por
género, de géneros por familia, o de familias por orden, etc.). Los resultados muestran
como un gran número de taxa tan solo albergan uno o muy pocos subtaxa, mientras que
unos pocos contienen muchos. Willis (1922) fue el primero en percatarse de este hecho.
Cuando el número de subataxa por taxa se representan en coordenadas cartesianas se
obtienen curvas cóncavas que descienden de izquierda a derecha, a las que denominó
"hollow curves". Este patrón también aparece cuando se hace inventario de floras o
faunas locales y se pretende representar, en orden decreciente el número de individuos
pertenecientes a cada taxa. La ubicuidad de este tipo de curvas (las cuales, muy a menudo
se ajustan a leyes potenciales o logarítmicas, pero también a las distribuciones
lognormales) ha sido demostrada para todos los grupos de organismos biológicos
(Dehalu y Leclercq 1951; Mandelbrot 1956; Williams 1964; Clayton 1972, 1974; de
Queiroz 1988; Cronk 1989; Dial y Marzluff 1989). El exponente de la correspondiente
ley potencial puede considerarse como la dimensión fractal “D” (o al menos una
magnitud relacionada con ella) característico del ensamblaje taxonómico considerado, y
por tanto, en cierto sentido también da cuenta de su diversidad. (Burlando 1990; Minelli
et al. 1993).
Se han propuesto diversas hipótesis con vistas a explicar la naturaleza de las curvas
de Willis (p. ej. Walters 1986; Minelli 1991; Green 1991): (i) algunas de ellas se basan
en supuestos biológicos y evolutivos; (ii) otras consideran que son un mero producto o
sesgo de los criterios taxonómicos empleados; (iii) algunos autores postulan que al menos
en parte son fruto de sesgos perceptuales y/o cognoscitivos de la mente humana; (iv)
otros consideran que son el resultado de la dinámica caótica (no lineal) de la evolución
biológica; (v) finalmente, para algunos podrían proceder de una mezcla de varias de las
hipótesis previamente expuestas (Ibáñez et al. 1999). En la literatura sobre el tema es
frecuente encontrarse con leyes potenciales o de escala (p. ej. Burlando, 1990) cuyo
formalismo sería el siguiente:

S = c· Az (6)

en donde S es la frecuencia del género; A el número de especies por género; c una


constante característica del grupo taxonómico considerado, y z el exponente de la
ecuación potencial, y para algunos también su dimensión fractal. Minelli (1993) sugiere
comparar las clasificaciones biológicas con otras que no lo sean, con vistas a intentar
corroborar o refutar la hipótesis de que la invariancia de escala (la naturaleza fractal)
podría proceder del susodicho sesgo perceptual-cognoscitivo. Recientemente, nosotros
aceptamos el reto y estudiamos la posibilidad de que la estructura de la USDA Soil
Taxonomy pudiera también ser fractal o, al menos, ajustarse a la curva de Willlis.
Como hemos podido comprobar, la controversia “naturalia/artificialia” de las
taxonomías biológicas se remonta a los orígenes de las clasificaciones científicas, es decir
al siglo XVIII. Lo mismo podría decirse de la naturaleza del continuum edafosférico
respecto al acta fundacional de la Edafología. Nadie duda que los edafotaxónomos
fraccionan el continuo edafosférico en unidades discretas y artificiales pero reconocibles
(edafotaxa) (p. ej. Finke et al. 1998; Ibáñez et al. 1998). ¿Son las taxonomías
edafológicas más o menos "artificiales" y las biológicas más o menos “naturales”?.
Hemos podido comprobar (Ibáñez et al. 1999) como la estructura jerárquica propuesta
por la USDA Soil Taxonomy (1998), tanto en su conjunto, como orden por orden, es
muy similar a la de las clasificaciones biológicas convencionales. Sin embargo, existen
dos diferencias esenciales entre ambas. Por un lado, mientras en las biotaxonomías existe
una gran variación en el “tamaño” (en el sentido aludido con anterioridad) de los
diferentes taxa (lo que se denomina baja equitabilidad, o lo que es lo mismo,
distribuciones que se alejan ostensiblemente de la equiprobabilidad), esto no ocurre en la
USDA Soil Taxonomy, en donde la variación en el tamaño de los taxa es
manifiestamente inferior (Ibáñez et al., 1999). Actualmente, estamos intentando
comprobar si tales distribuciones frecuencia-tamaño de los edafotaxa de la taxonomía de
suelos americana se ajustan o no a leyes potenciales. Podemos adelantar que los datos
obtenidos hasta el momento parecen indicar que, efectivamente, si se ajustan a tales leyes
de escala. De ser así, ambas podrían considerarse constructos fractales, con
independencia de su “naturalidad”.
Por otro lado, estudios filosóficos de las biotaxonomías han constatado que estas
presentan ciertos problemas (relativamente graves) de adecuación a la lógica formal
(Mosterín 1984), hecho en el que no incurre la edafotaxonomía americana. En efecto, si
los taxones de la clasificación biológica son conjuntos (en el sentido formal del término),
entonces los taxones monotípicos (que tienen los mismos elementos, p. ej. un orden que
alberga una sola familia, que incluye un solo género que contiene una única especie) han
de ser lógicamente idénticos, debido a que dos conjuntos con los mismos elementos son,
necesariamente, el mismo conjunto. Pero los biólogos sistemáticos, que elaboran las
clasificaciones, piensan que una especie es siempre algo muy distinto (más natural) que
una familia (más artificial), por ejemplo. Por tanto, aunque una familia y una especie
tengan los mismos elementos (organismos), serán taxones distintos. John R. Gregg
(1954) fue el primero en percatarse de tal paradoja, y desde entonces se la conoce como
paradoja de Gregg. Mosterín (1984) detalla las sucesivas propuestas que desde entonces
han elaborado diversos estudiosos con vistas a resolver el problema. No se obtuvo una
solución relativamente satisfactoria hasta el trabajo de Jardine (1969, en Mosterín 1984).
Según este autor, desde un punto de vista intuitivo, lo más satisfactorio es considerar los
taxones como conjuntos de organismos. La paradoja de Gregg puede entonces disolverse
por el trivial expediente de distinguir taxones a secas, que serían meros conjuntos de
organismos, de los taxones jerarquizados (según un esquema clasificatorio determinado)
que serán pares ordenados de taxones a secas y rangos (jerárquicos). Por tanto, para
Mosterín (1984), dos taxones monotípicos coinciden en cuanto a taxones a secas (son el
mismo conjunto de organismos), pero difieren en tanto taxones jerarquizados (pues
poseen rango distinto). En consecuencia, el que consideremos de un modo u otro depende
de “nosotros” y no de ellos. Hay que recordar que la llamada jerarquía taxonómica
linneana consta de siete categorías (particiones de grano decreciente) o rangos: reino,
phylum, clase, orden, familia, género y especie.
A la vista de lo expuesto, podemos darnos cuenta de los problemas lógicos de las
clasificaciones biológicas. Considerar estos constructos como “naturales”, como hacen
las escuelas realistas de filosofía, y en la práctica un buen número de biólogos, es, por ser
condescendiente, totalmente ingenuo. Veremos seguidamente que la paradoja de Gregg
se encuentra relacionada con la denominada “curva de Willis”, y esta a su vez con las
dificultades a las que se enfrentan las taxonomías biológicas para convertirse en sistemas
de información eficientes.
Mayr (1969), alienta a los taxónomos y sistemáticos a elaborar "unidades
taxonómicas de igual “tamaño”. Para Mayr (1969, p. 236), un pequeño número de
taxones politípicos de excesivo tamaño y una gran cantidad de taxones monotítpicos (con
una sola especie) debilita la utilidad de las clasificaciones como “sistemas de
(almacenamiento y recuperación) de información biológica" (SIB). Mayr implícitamente
reconoce que los sistemas taxonómicos más eficientes son aquellos que se ajustan al
Principio de Máxima Entropía (MaxEnt principle) (Jaynes 1957; Pastor Satorras y
Wagensberg 1998; Ibáñez et al. 1999). En contraposición a las biotaxonomías, la USDA
Soil Taxonomy, sí que se ajusta al Principio MaxEnt, como mínimo en términos
estructurales, esta última sería más eficaz.
El Principio MaxEnt afirma que: “todo sistema tiende a alcanzar el modelo de
distribución (probabilidades estructurales) que más se acerque a la equiprobabilidad y,
por tanto que maximice la su entropía, dentro de las posibilidades físicas permisibles por
su naturaleza ”. Esto no significa que el sistema suela alcanzar la condición trivial de
equiprobabilidad (entropía máxima), sino que se acercará a ella tanto como le sea posible
(Jaynes 1958). A pesar de ello es frecuente que se ajusten a leyes potenciales.
Ibáñez et al. (1999) al comparar desde el punto de vista de la geometría fractal
ciertas estructuras y procesos edáficos con los constructos conceptuales aludidos llegan a
las siguientes conclusiones: (i) en muchas situaciones la naturaleza construye árboles
fractales (filling fractal trees) con vistas a optimizar la economía de los flujos de energía
y materia, de acuerdo al Principio MaxEnt; (ii) Al objeto de optimizar los flujos de
información, la mente humana adopta tácitamente el mismo principio. Así pues, parece
lícito preguntarse: ¿Emula la mente humana las solucionas que adopta la naturaleza
cuando se enfrenta a problemas semejantes?); (iii) en términos estructurales, (al igual que
ocurría desde una perspectiva lógico-formal) la USDA Soil Taxonomy es un mejor
Sistema de Información que las taxonomías biológicas, con independencia de la espuria
polémica sobre la naturalidad versus artificialidad de ambos constructos. Ibáñez et al
(1999) terminan señalando que, muy posiblemente, las interrelaciones entre diversidad,
entropías y fractales sea una línea de investigación de gran potencial heurístico con vistas
a analizar problemas como el aquí planteado.
Como observará el lector, hemos omitido cualquier discusión sobre los criterios
utilizados por los taxónomos de suelos con vistas a discernir (en términos formales, la
partición de un universo muestral) y clasificar los edafotaxa constituyentes del continuo
edafosférico. Esta es otra cuestión bien distinta y francamente cuestionable. El paradigma
agronómico ha primado una selección de caracteres clasificatorios incuestionablemente
sesgada por el utilitarismo productivista. No discutimos que con vistas a la aplicación de
una determinada clasificación, tal sesgo confiera ciertas ventajas. Sin embargo, desde el
punto de vista de la investigación básica es totalmente inadecuado, perjudicial y
criticable. No podemos, por ejemplo, entender la actual partición de los órdenes de la
USDA Soil Taxonomy (por citar un caso). Un Histosol se diferencia más de un Alfisol
que éste de un Ultisol. Lo mismo podría decirse si se compara la estructura y dinámica de
este último par de taxa con la de los Vertisoles. Peor resulta todavía incluir los regímenes
de humedad y temperatura en el esquema. Existen tanto argumentos lógicos como
científicos para reprochar esta actuación. Así, por ejemplo, para hablar tan solo de los
aspectos meramente científicos, se han acumulado numerosas evidencias sobre la
variabilidad climática interanual como para considerar racional mantener los criterios de
pertenencia de clase actuales (de tener que mantenerlos, cuestión con la que
discrepamos). Nosotros hemos constado en España (datos no publicados), como al
escoger distintas secuencias decenales (décadas), un mismo suelo, en la misma localidad
podría entrar en la categoría de arídico, xérico o ústico. Nos parece, con todos los
respetos, francamente demencial.
Las particiones actuales de los esquemas clasificatorios de la USDA Soil Taxonomy,
FAO o WRO no se sostienen desde un punto de vista lógico. Si queremos avanzar por la
ruta de la investigación básica con vistas a mejorar nuestra comprensión de la edafosfera,
habrá necesariamente que cambiar de hábitos y criterios. Otra cuestión bien distinta es
que, con fines aplicados (agronómicos hasta el momento, ambientales en el futuro)
puedan mantenerse esquemas taxonómicos como los actuales. Los estudios de filosofía
de la ciencia en materia de clasificación muestran que existen muchas más posibilidades
que las actualmente explotadas en Edafología y Biología. Estudiémoslas y veamos como
podemos progresar en esta materia.
Consideramos que lo dicho hasta aquí es suficiente para que los edafólogos
desmitifiquen la racionalidad y coherencia de las biotaxonomías y comiencen a
vislumbrar que los problemas a los que nos enfrentamos también aquejan a otras
disciplinas, sin que por ello haya que lamentarse, sino todo lo contrario: abordar nuevas
líneas de investigación que abran nuevos horizontes, hasta ahora insospechados. Seamos
optimistas y no victimistas. Abramos las fronteras de nuestra disciplina a un programa de
investigación básico que nos ayude a salir del atolladero en el que nos encontramos.

4. Algunas propuestas para la extensión de las fronteras actuales de la


Edafología
El reconocimiento de las paradojas y dilemas conceptuales previamente descritos
debe obligarnos a reflexionar sobre la inadecuación de algunos de los procedimientos
utilizados con objeto de describir la realidad estructural y funcional del manto de suelos o
edafosfera. Si lo que se pretende es describir su estructura, dinámica y evolución en el
espacio tridimensional, conviene abandonar viejos hábitos y recurrir a concepciones
novedosas y audaces. Como sistema que varía en un continuum tridimensional, la
edafosfera debería dividirse en unidades de paisajísticas funcionalmente coherentes. Sería
metodológicamente útil, y epistemológicamente pertinente, hacer uso de los
procedimientos difusos y de la teoría de campos. Sin embargo, esta operación no puede
ser abordada si se continua recurriendo, exclusivamente, los criterios convencionales de
las clasificaciones actuales (p. ej. USDA-Soil Taxonomy, FAO) y a los procedimientos
rutinarios de la cartografía de suelos. Aunque estos últimos son de utilidad para
numerosos propósitos, por si solos, no constituyen solución alguna a los problemas
previamente planteados. Acudiremos al campo de la anatomía biológica en busca de una
analogía que ayude a clarificar nuestro punto de vista.
Para analizar la estructura anatómica de un organismo se realizan disecciones o
ventanas mediante cortes de diferente dirección, profundidad, etc. Esta actividad permite
adquirir la información necesaria para reconstruir la forma, disposición y estructura
interna de los diferentes órganos. Los taxónomos de suelos utilizan los mismos
procedimientos. Sin embargo, ya en principio, las relaciones de escala entre el tamaño de
un organismo biológico y el de las disecciones realizadas para estudiarlo, son más
razonables que las empleadas en los reconocimientos de suelos. En este último caso, tan
solo suele abrirse un escaso número de pequeñas calicatas para describir paisajes de
suelos muy extensos y, a menudo complejos. En Biología el anatónomo no se dedica a
elaborar clasificaciones para ordenar lo encontrado en cada una de las disecciones o
ventanas. Estas son un medio y no la finalidad de su trabajo. La apertura de calicatas es
esencial para el reconocimiento de las estructuras y procesos edáficos. No obstante, el
taxónomo de suelos se ha dedicado a elaborar sistemas para clasificar la información
suministrada por las ventanas. Esta tarea no debe confundirse con la que debiera ser la
principal meta de su trabajo: construir clasificaciones, estructural y funcionalmente
coherentes, de la cobertura edafológica en el espacio tridimensional. Son las unidades de
paisajes de suelos las que necesitan ser conceptualizadas y clasificadas en función de su
estructura (p. ej., profundidad, rasgos morfológicos) y dinámica (p. ej., flujos verticales y
laterales de materia y energía, comportamiento frente a los procesos de erosión y
contaminación). Ello requiere el conocimiento previo de su variabilidad y diversidad
interna, a través de muestreos intensivos, así como del uso de herramientas matemáticas
(p. ej. geoestadística, metodologías para el análisis de la diversidad y complejidad,
conjuntos difusos, geometría fractal, etc.). Sin embargo, los muestreos muy intensivos
son caros y tediosos. Así pues, son necesarios también nuevos desarrollos tecnológicos
que faciliten la adquisición de información edafológica. Los recientes progresos
realizados en el campo de la instrumentación geofísica (p. ej. GPR) son esperanzadores.
Resulta difícil cubrir numerosas demandas de información de suelos partiendo de
cartografías estrictamente edafológicas. Todos los factores formadores tienen gran
influencia sobre la estructura, dinámica y variabilidad del manto de suelos. De hecho, las
leyendas de algunos mapas utilizan la fisiografía y litología como primeros elementos de
entrada. Este es el caso del programa SOTER (ISRIC 1991). Dudal et al. (1993) en su
"Feasibility Study on the Creation of a Soil Map of Europe at a Scale of 1: 250.000",
también defienden las bondades de esta aproximación. Así pues, los mapas de suelos
cuyas leyendas utilizan edafotaxa como primeros elementos de entrada, están siendo
sustituidos por otros que dan más importancia a los factores formadores. En otras
palabras, comienza a reconocerse, implícitamente, el valor del concepto de geoderma. En
consecuencia, la necesidad de definirlo formalmente se hace aquí más patente que nunca.
La geoderma sintetiza una buena parte de la informaciones necesarias para analizar los
patrones y comportamiento de la superficie terrestre. Sin embargo, también mentamos la
necesidad ineludible de incluir el estudio y representación espacial del manto de
alteración o regolito.
Dudal el al. (1993) aconsejan la sectorialización de la edafosfera, a nivel continental,
en regiones de suelos, mientras que Lammer y Johsnon (1991) van aún mas lejos al
proponer la compartimentación del paisaje en ecorregiones de suelos que incluyan
información de todos los factores formadores. En esta dirección, Ibáñez et al. (1997) han
diseñado una metodología concreta, para la elaboración de mapas de edafomas basada en
la yuxtaposición de cartografías de tectónica de placas (que darían cuenta de fisiografía,
relieve y tiempo), cartografías bioclimáticas (que incluye información de clima y
vegetación), así como la delineación de la distribución espacial de las masas de hielo
pleistocenas (que informaría sobre aquellos territorios que sufrieron una erosión glaciar
generalizada). Estas iniciativas deben entenderse como propuestas para elaborar
clasificaciones jerárquicas de los paisajes de suelos.
La sinergética y nuestra aproximación holística permiten elaborar modelos del
sistema suelo y de la geoderma más integradores que los precedentes y, por lo tanto, más
útiles para alcanzar los fines perseguidos.
Las tecnologías SIG, pueden solucionar numerosos problemas relacionados con la
integración de las informaciones suministradas por el análisis de los factores formadores
(más o menos equivalentes a los parámetros de control) y procesos de auto-organización
del sistema suelo (más o menos relacionados con los parámetros de orden). Dado que la
edafosfera y la geoderma son entidades con variabilidad en continuum, su representación
espacial se aborda mejor con SIG raster que con SIG vectoriales (Burrough 1993). Sin
embargo, para lograr su mejor representación espacio-temporal, se requiere que las
investigaciones sobre tecnologías SIG también abran nuevos horizontes (Burrough 1993).

4.1 Hacia la elaboración de mapas de recursos edáficos


Ibáñez et al. (1999) elaboraron una propuesta al Buró Europeo de Suelos con vistas a
sustituir, paulatinamente los mapas de suelos convencionales por otros que den cuenta de
los recursos edáficos. No se pretende elaborar un nuevo producto per se, como el que
hemos defendido con anterioridad. Ibáñez et al (1999) proponen que, partiendo de la
información contenida en las bases de datos georreferenciadas de suelos de Europa a
escalas 1:1000.000 (ya ultimada) y 1:250.000 (en fase de elaboración), se puede obtener
un nuevo producto mediante la incorporación de capas de información espacial
adicionales, tal como: (i) las proporcionadas por los DTM (con vistas a enfrentarse a la
ya reseñada paradoja de la medida; (ii) imaginería satelital. (al objeto de conocer que
proporción de la superficie continental emergida es realmente edafosfera, soslayando así
las masas de agua naturales y artificiales, así como los espacios antrópicamente sellados
por urbanización y creación de infraestructuras, que en los países industrializados y
densamente poblados del Europa puede llegar a "borrar" más del 20% de su edafosfera
primigenia, etc.); (iii) la re-elaboración de otra información ya disponible.
Podemos considerar que un mapa de suelos s.l. es una representación espacial de la
información de suelos que parte de la agregación de edafotaxa (o en el mejor de los casos
podría llegarse al nivel de cuerpos edáficos, tal como en la iniciativa 1:250.000 aludida)
en asociaciones, paisajes y regiones de suelos, así como en edafomas. Con este propósito
se utilizan criterios de más o menos conocidos por los edafólogos. En muchos aspectos el
producto resultante sería equivalente a la elaboración de un mapa de fitocenosis partiendo
de su composición florística (biotaxa). Se trata pues de una aproximación atomista Por
el contrario, un mapa de recursos edáficos consideraría, en primera instancia, variables
no tenidas en cuenta con anterioridad, con vistas a satisfacer las demandas actuales de
información edafológica, así como para incrementar la ya proporcionada por mapas y
bases de datos convencionales. Se trataría de compaginar la cosmología atomista con otra
que de cuanta de la paradoja del continuun heterogéneo (la edafosfera considerado a
modo de los campos físicos). Como intentaremos mostrar, equivaldría a un mapa de
cobertura (land cover map) y a un mapa de biomasas vegetales yuxtapuestos a otro de
fitocenosis. Partiendo de que la edafosfera es un continuo (con hiatos más o menos
difusos) que cubre una buena parte de la superficie terrestre emergida. De este modo, un
primer inventario (y/o mapa) de los recursos edáficos consistiría en:

 Determinar la verdadera extensión espacial (superficie) de la edafosfera de un


determinado territorio (recordar la paradoja de la medida), en otras palabras, cubierto
por suelos, y solo por suelos.
 Volumen de los materiales edáficos de la edafosfera considerada. Esta podría
obtenerse mediante reglas de edafotransferencia o taxotransferencia, partiendo de la
superficie ocupara y el espesor o profundidad aproximado de los solum (y mejor de
los cuerpos edáficos) constitutivos. En otras palabras, puede valorarse a partir de los
mapas de suelos convencionales. Insistimos que este producto mejoraría los
productos actuales, pero no solucionaría la cartografía de la geoderma, entendida
como la combinación holística de suelo, regolito y relieve.
 Cualidades y diversidad en el espacio edafosférico. En primera instancia podría
considerarse como tal la información proporcionada por un mapa de suelos
convencional (no incluiré aquí la determinación de la variabilidad espacial de las
propiedades de los suelos, aunque siempre debe tenerse presente, tal como lo hace la
susodicha iniciativa 1:250.000 de Europa).
 Grado al deterioro de la pedosphere. En primera instancia sería un producto
equivalente (aunque lógicamente mejorable) a la cartografía y base de datos de la
iniciativa GLASOD llevada a cabo por la FAO).
 Vulnerabilidad a la pérdida o deterioro de la edafosfera por agentes humanos y
naturales. Se trataría de un producto análogo a los actuales mapas de riesgo (p. ej. de
contaminación, erosión, desertificación, etc.), pero mediante procedimientos
mejorados.

Este producto debería acoplarse a un programa de monitorización de las


propiedades de los suelos de naturaleza más efímera (p. ej. propiedades hidraúlicas,
biológicas, etc.). Más o menos sería equivalente a los actuales estudios sobre cualidades
(?) de los suelos (soil quality).
En líneas generales (sin entrar en detalles conceptuales o metodológicos ya
suficientemente abordados a lo largo de este trabajo), los dos últimos ítems son más o
menos conocidos por todos, por lo que nos centraremos en los primeros.

4.1.1 Aproximación a la extensión de la pedosphere


Aunque a primera vista pudiera parecer la propiedad más trivial, como hemos visto
no lo es. Más aún, se trata probablemente de una de las cuantificaciones más complejas
de abordar (y no solo en Edafología). Sin embargo, también pudiera ser la más
innovadora. Y sería muy interesante que fuéramos nosotros quien dentro de la
comunidad científica la pusiera encima de la mesa de discusión.

4.1.1.1 Introducción
En este apartado pretendo reseñar, una vez más, las posibles mejoras en la
cuantificación de la extensión de la edafosfera cuando esta se encuentra formando
mosaicos con otros cuerpos terrestres, naturales o artificiales que también cubren parte de
la superficie emergida de los continentes. Uno de los primeros datos que deberían
proporcionar los mapas de recursos edáficos es, cual es la extensión del manto de suelos
edafosférico actual, cuanta (extensión y volumen) se ha perdido por la acción del hombre
en el pasado y cuanta se está perdiendo en la actualidad (y a que tasas por unidad de
tiempo).
A escalas de tiempo geológico, las dilataciones y expansiones de la edafosfera son
impresionantes". Expondremos tan sólo solo el ejemplo del Cuaternario: Durante las
glaciaciones, se produjo, por un lado, la expansión de la edafosfera (en millones de
hectáreas) debido a la emergencia de parte de las plataformas continentales (descenso del
nivel del mar de hasta 150 m). No obstante, pero por otro lado, también inmensas
porciones terrestres y sus edafosferas quedaban enterradas (perdidas; también por
millones de hectáreas) como consecuencia del imponente tamaño de las láminas de hielo
de los territorios septentrionales de Laurasia, América y grandes cadenas montañosas. Ya
en el Holoceno, recientes investigaciones apuntan a que la génesis catastrófica del Mar
Negro, que paso de ser un lago de agua dulce con una extensión 1/3 inferior de la actual,
a convertirse en el actual mar salado, significo la pérdida de cientos de miles de hectáreas
de edafosfera). Podrían citarse otros muchos ejemplos que constatarían una dinámica
superficial (a escalas geológicas) muy activa, con perdidas y ganancias de edafosféricas y
cambios conspicuos de sus distribuciones latitudinales (recordar la desecación del Mar
Mediterráneo a finales del Neógeno e imaginar las tremendas consecuencias, cualitativas
y cuantitativas, sobre la edafosfera de esas latitudes).
4.1.1.2 Pérdida de suelo e infraestructuras materiales
Actualmente, cuando nos preocupamos sobre los procesos de la pérdida de suelo (no
de su deterioro físico y químico, como el producido por contaminación y salinización),
solemos tener in mente el proceso de erosión. En consecuencia, se presupone, por
ejemplo en Europa, que las mayores pérdidas se generan en bajo los ambientes
mediterráneos y estépicos áridos (sudeste de este continente). ¿Resulta ser esta valoración
cualitativa adecuada?. Posiblemente no. En un informe que uno de nosotros preparó para
la elaboración del Capítulo de Suelos del Informe anual sobre el estado del medio
ambiente en Europa (EEA, 1999) (Ibáñez et al. en preparación), se destacó que,
posiblemente, las pérdidas de suelo por el constante crecimiento de las infraestructuras
materiales en los países densamente poblados de la Europa Atlántica (p. ej. Holanda,
Dinamarca, Bélgica, Alemania) podían llegar a superar a las de los países del sur como
consecuencia de sus más intensos procesos erosivos. Sin embargo, en un primer
momento, no se pudo obtener, ni tan siquiera, una valoración muy aproximada. ¿Cuál era
la razón?. Las estadísticas proporcionadas por EUROSTAT se encontraban totalmente
distorsionadas como consecuencia de los distintos criterios y procedimientos utilizados
por diferentes países a la hora de cuantificar la superficie cubierta en ellos por tales
infraestructuras materiales (p. ej. urbanización, carreteras, embalses, minería, etc.).
Por estas razones, se solicitó al Centro Temático Europeo de "land cover"(ETC/LC)
la posibilidad de obtener datos más "objetivos" (aunque también de grano grueso),
mediante herramientas satelitales. La información que pocas semanas después suministró
el Centro consultado fue reveladora. Si adicionalmente se consideraban las tasas de
crecimiento de estas infraestructuras, disponibles para ciertos países, la situación parecía
más que alarmante. Cuando el Director de la EEA presentó la Monografía ya mencionada
sobre el estado del medio ambiente, llamó especialmente la atención sobre este punto.
Ciertamente no se trata de una observación original. Sin embargo, lo que sí es novedoso
es el hecho de que un problema tan grave y conspicuo hubiera pasado inadvertido
durante tanto tiempo y a tantos especialistas.
Obviamente, no es posible, en la actualidad, comparar las pérdidas de suelo en
Europa debidas a la erosión respecto a las acaecidas por el crecimiento de las
infraestructuras, por cuanto los datos disponibles, en ambos casos, son muy deficientes e
insuficientes. Sin embargo, todo apunta a que no se está prestando la debida atención al
grave interrogante que uno de nosotros planteó. En cualquier caso, cabe señalar que la
cuantificación de la perdida de recursos edáficos por el constante crecimiento de las
infraestructuras materiales es muchísimo más sencillo que el producido por la erosión.
Las razones son obvias. Su detección y monitorización es "relativamente" simple
mediante el uso de la imaginería satelital. Asimismo, se conoce desde hace tiempo que la
frecuencia-tamaño de los poblamientos urbanizados (como también de los reservorios de
agua) siguen leyes potenciales y, por tanto resulta fácil la extrapolación de los resultados
obtenidos a escala grosera a otra de grano fino, al menos para el proceso que más
pérdidas parece haber producido: el desarrollo urbano. Implementar un mapa
convencional de suelos con la información adecuada consistiría en una operación tan
sencilla como solaparlo con una imagen de información satelital que refleje las
infraestructuras y los cuerpos de agua. Creemos importante cuantificar un proceso cuya
gravedad se vislumbra aunque no es conocida con exactitud. Debemos recordar que, al
margen de las facilidades que las imágenes satelitales ofrecen para la monitorización, el
proceso mentado también tiene graves repercusiones en otros ámbitos, como la alteración
del ciclo hidrológico y, probablemente, el incremento en el frecuencia de inundaciones
catastróficas, respecto al pasado, para eventos pluviales de semejante magnitud (en
contrapartida, o complementando la trivialidad que subyace en atribuir "alegremente"
tales eventos al cambio climático antrópicamente inducido, sin la base de conocimientos
pertinente).

4.1.1.3 Suelos y humedales (suelos hígricos y/o anfibios)


Otro problema que se ha venido soslayando tradicionalmente en los reconocimientos
de suelos, y que tampoco ha recibido la atención requerida en los esquemas taxonómicos
vigentes, concierne a aquellos edafotaxa y "cuerpos edáficos", que bordean las zonas
húmedas, y que se encuentran sumergidos bajo el agua durante una parte importante del
ciclo anual (o porque no, durante todo el año). Actualmente la gestión de los humedales
se ha convertido en uno de los tópicos ambientales de mayor interés en los países
desarrollados. Sin embargo, los edafólogos en general, y aún en mayor medida los
cartógrafos de suelos, como en otras ocasiones, lastrados por una enorme inercia (como
consecuencia del denominado paradigma agronómico), parecen haberse autoexcluido de
su clasificación y delimitación geográfica. En una excelente aproximación al tema,
Reddy et al. (1996) explican, ejemplarmente, la situación y denominan "suelos hígricos"
("hydric soils"), a este tipo de suelos, partiendo de la experiencia norteamericana.
La dinámica de los humedales (wetlands) a través de los tiempos geológicos también
ha tenido un enorme impacto sobre los procesos de dilatación y contracción
edafosféricos. Actualmente los humedales ocupan entre un 3 y un 6% de la superficie
terrestre, por lo que su estudio no puede considerarse trivial desde ningún punto de vista.
Durante los últimos siglos, las tasas de reducción y/o desaparición de estos ecosistemas
han sido dramática. Más aún, su creciente contaminación está generando un problema de
degradación, frecuentemente irreversible, que pone en riesgo la supervivencia de la
mayor parte de los mismos. Si bien algunos de los denominados suelos hígricos pueden
ser incluidos en las taxonomías tradicionales, los criterios empleados no parecen ser los
más adecuados desde una perspectiva ambiental (Reddy et al. 1996). Personalmente,
albergo muchas dudas de que, en los reconocimientos de suelos muchos de estos "suelos"
temporalmente (y por supuesto los permanentemente) inundados hayan sido reconocidos
como tales. Yo suelo referirme a estos últimos como "amphibious soils" en
correspondencia con la denominación que se le da a la vegetación vinculada a la interfase
edafosfera-hidrosfera.
Independientemente de que bajo los criterios actualmente utilizados en las
clasificaciones de la FAO y USDA-Soil Taxonomy, los suelos hígricos sean considerados
o no como suelos, opinamos que futuras clasificaciones debieran recogerlos como tal.
Como mínimo, sería prudente su delimitación especial, a la espera de que se desarrollen
criterios taxonómicos para su clasificación (como actualmente está ocurriendo en USA).
De nuevo aquí, la imaginería satelital resulta ser una herramienta idónea para su
cartografía (y monitorización) y, en parte también para su clasificación. Debe tenerse en
cuenta que las imágenes temporalmente secuenciadas proporcionarían criterios sobre el
periodo anual medio (y variabilidad interanual) de su emersión-sumersión.
Como en otros casos que he mencionado aquí, y en otros lugares, no he pretendido
aportar, exclusivamente, argumentaciones científicas, sino hacer ver que debemos
"acomodar nuestra disciplina" a las percepciones cambiantes que la sociedad tiene del
ambiente, y como corolario, también a sus demandas de información. Una pregunta que
cabría hacerse en este contexto sería: ¿por qué no deberíamos entender también como
edafosfera los ambientes intermareales. Y yendo más allá aún por que no también los
suelos y/o sedimentos sumergidos de las plataformas continentales, al menos los que se
encuentran en la zona fótica (a los que alcanza la luz solar. Si consideramos la edafosfera
como la esfera de frontera entre hidrosfera, litosfera, atmósfera y toposfera, estos cuerpos
deberían considerase suelos también. ¿Acaso no se incluyen también muchos suelos
terrestres permanentemente encharcados?. Entonces ¿porqué no contemplar estos?.
Compañeros limnólogos de nuestra Institución nos han comentado como estos
sedimentos se encuentran estratificados, con un descenso gradual o abrupto del horizonte
orgánico superficial, así como su mezcla por bioturbación. ¿Qué procesos dan lugar a la
génesis de tales horizonaciones: ¿Son solo sedimentarios?. Sencillamente no se sabe.
Estos ambientes son muy importantes en la regulación de los ciclos biogeoquímicos. No
se ha valorado ni su capacidad tampón frente a la contaminación, ni su potencial como
sumidero de carbono atmosférico, por citar dos ítems. La sociedad demandará estudiarlos
con rigor en su momento. Quién haya comenzado a estudiarlos y clasificarlos, tendrá una
gran ventaja en la "parrilla de salida". ¿No nos quejamos de la falta de reconocimiento
social y científico?. Si es así, comencemos otra aventura en "terra incognita".

4.1.1.4 El volumen de sedimentos edafosféricos y la cartografía de la erosión


En la elaboración de los diversos informes y borradores que sirvieron de partida a la
redacción del mencionado capítulo de suelos para el informe anual de la Agencia
Europea del Medio Ambiente (EEA): Europe's Environment, the Third Assesment
(1999), tanto en el documento previamente mencionado, como en otro elaborado por el
Prof. J. Sánchez et al. (1999) (Catedrático de Edafología de la Universidad de Valencia),
se planteó la problemática de la calidad de los productos (publicaciones y mapas)
actuales para valorar las pérdidas de recursos edáficos por erosión a escalas groseras. Los
resultados y valoraciones (incluyendo un cuestionario remitido a diversos expertos
europeos) de estos documentos fueron bastante pesimistas.
La erosión no es un proceso en si, sino la manifestación fenomenológica de una
multitud de procesos, cada uno de los cuales posee una problemática propia con vistas a
su cuantificación. Si bien es obvio que el resultado final es el mismo: la pérdida del
suelo, también lo es que, actualmente, resulta extremadamente difícil (por no decir
imposible) elaborar un producto único que aborde con precisión todos los mecanismos
implicados. Los mencionados estudios y gráficos elaborados por J. Sánchez y
colaboradores en 1998, en los que se comparan ciertos resultados (puntos calientes -hot
spots -.de erosión) para el territorio Español, conforme a diferentes procedimientos
metodológicos no permitieron albergar duda alguna de que aún queda mucho camino por
andar con vistas a conseguir una visión "razonablemente integradora" de este gravísimo
problema ambiental. Sus estudios y los nuestros pusieron de manifiesto que los Mapas
de leptosolización o entisolización (en los cuales se sumaban todos los suelos someros,
generalmente incluidos en el grupo de los Leptosoles o Entisoles), que pueden elaborarse
con facilidad a partir de un mapa de suelos convencionales, mostraban una imagen más
realista de las regiones muy erosionadas (como era de esperar) ocurrida desde tiempos
pretéritos hasta el presente. Este tipo de información debería ser el punto de partida
respecto a cualquier iniciativa con vistas a elaborar procedimientos para estimar las
pérdidas "globales" de los recursos edáficos originadas por los procesos de erosión. De
no ser así se llega a paradojas como la siguiente: ¿Por qué en muchos mapas de erosión
(incluidos los confeccionados con la metodología USLE) se indica que existen graves
"riesgos" de erosión en ciertas zonas en donde actualmente ya queda muy poco suelo por
erosionar? (paisajes de suelos caracterizados por la abrumadora dominancia de los
Leptosoles). Como para valorar el estado de otros recursos naturales, primero debemos
partir de los inventarios (cuánto suelo hay y cuál es su distribución espacial) y sólo
después pasar a la monitorización (tasas anuales de pérdida, mapas de riesgos, etc.).
Debemos reincidir una vez más que, un mapa de la edafosfera, en donde valoremos
el "volumen" de material edáfico existente, aporta, a nuestro juicio, más información
sobre el estado actual de los recursos edáficos que muchos de los productos existentes en
el mercado. Los Mapas de Leptosolización a escalas muy groseras, que hemos elaborado
para Europa son, simplemente, un mero ensayo de lo que podría hacerse con el tiempo y
la información suficientes (mapas convencionales y funciones de taxotransferencia). A
tal respecto, nuestra labor en el Buró Europeo de Suelos a penas acaba de iniciarse. Ante
este tipo de problemas (las enormes sumas de dinero gastadas en la elaboración de mapas
de estados erosivos y de riesgos de erosión, frente a la falta de financiación con vistas a
continuar los reconocimientos de suelos, mejorando las metodologías actualmente
existentes) solemos utilizar la siguiente frase: "más vale acertar aproximadamente que
errar con precisión ". En cualquier caso insistimos la inclusión de los regolitos en los
reconocimientos de suelos es una tarea irremplazable. Recientemente, Oliver y Pain
(1998) han escrito un libro interesantísimo en donde a demás de profundizar en esta
problemática, presentan metodologías e instrumentación para la cartografía de los
regolitos. Más aun dedican un capítulo a analizar las relaciones sobre esta entidad y los
geosistemas, por lo que también estos autores parecen acercarse a los postulados que
anteriormente presentamos en nuestro modelo 8 del concepto de suelos.
Como en otros muchos casos, este tipo de incoherencias no es exclusivo de la
Edafología. Pongamos tan solo un ejemplo. Actualmente la sociedad esta muy
preocupada por el tema de la pérdida de la biodiversidad. En consecuencia se destinan
abundantes financiaciones con vistas a intentar monitorizar este proceso. Sin embargo, en
numerosos países, los inventarios de flora, vegetación y fauna son bastante deficientes o
caducos (como los de suelos). Yo me pregunto: ¿cómo es posible monitorizar, y, más
aún, pretender predecir rigurosamente la pérdida de un recurso (ya sean especies o
ecosistemas o suelos), sin el conocimiento previo de su situación actual?. Mutatus
mutandi, el mismo argumento (o inferencia lógica) podría utilizarse para el tema de la
erosión: (i) primero inventariar lo más rigurosamente posible nuestros suelos (extensión y
volumen ocupado por la edafosfera), (ii) seguidamente indicar los "presuntos riesgos"
para cada unidad de mapeo y, (iii) monitorizar sus pérdidas en el tiempo. Todos sabemos
que la situación es la inversa: se destinan muchos recursos económicos y humanos para
investigar erosión y desertificación, y muy pocos (en numerosos países ninguno) para
mejorar nuestro conocimiento sobre el recurso suelo (el reconocimiento de suelos s.s. e
investigaciones destinadas a mejorar nuestra representación espacial de este recurso
natural). Resulta totalmente absurdo y también un despilfarro que solo obedece a
"modas", o a los intereses de nuestros gobernantes, más preocupados de su imagen
pública (más votos electorales) frente a la corriente pública ambientalista que de intentar
solucionar realmente los problemas que aquejan a las sociedades contemporáneas.

4.1.2 A modo de resumen


Aunque parezca demagogia a simple vista, cuantificar los recursos edáficos,
partiendo del concepto de edafosfera generalizada (al modelado y regolito) y
compatibilizando la cosmología atomista con la ofrecida por nuestra idea del contiuum
heterogéneo caracterizados por: (i) una superficie, (ii) un volumen (ambos dependientes
de la escala de observación), (iii) unas discontinuidades o hiatos (zonas ya desprovistas
de suelos por causas naturales u antrópicas), y (iv) unas cualidades (aproximaciones más
convencionales) puede ayudar a mejorar nuestra "percepción" de este cuerpo "natural",
ayudar a resolver las demandas actuales de información y, finalmente, detectar nuevos
problemas (generación de nuevas demandas), así como proporcionar nuevas perspectivas
(que ayudarían a elaborar procedimientos noveles con vistas a resolver antiguas y nuevas
demandas). Por todo lo dicho consideramos que nuestras tesis se alzan sobre el respaldo
de las nuevas necesidades de investigación básica, así como de las recientes demandas en
materia de información edafológica. Como ya comentó uno de nosotros en el Boletín de
su Sociedad: No es posible concebir una ciencia aplicada de un recurso natural sin
otra ciencia básica que le de alimento. No tiene sentido desde ningún punto de vista.

5. Consideraciones finales
El suelo es un sistema abierto, extremadamente complejo; un cuerpo natural en el
que confluyen biosfera, litosfera, atmósfera e hidrosfera. En consecuencia, la
comprensión de los procesos edáficos implicados, así como sus sinergias no es tarea
fácil. Pero, por las mismas razones, su estudio es esencial para comprender los procesos
biogeosféricos. Aún estamos lejos de comprender adecuadamente su funcionamiento.
Al amparo de la agronomía, la Edafología creció, esencialmente, como una ciencia
aplicada que pretendía mejorar las producciones agrosilvopastorales. Durante décadas, la
mayor parte de la investigación en Ciencias del Suelo se vio constreñida por estas
circunstancias. En gran medida, la agronomía dictó que era prioritario y relevante
investigar sobre el funcionamiento del suelo. No debe por tanto extrañar que algunos
edafólogos etiqueten bajo el término de “Paradigma Agronómico”, la actividad científica
desarrollada hasta el momento. Sin embargo, la sociedad actual demanda, además, otro
tipo de información edafológica, que sirva para resolver los problemas que la acucian.
Estos últimos son, en esencia, de naturaleza ambiental y afectan también a la agricultura.
Nuestros conocimientos sobre el funcionamiento de los suelos, y los procesos implicados,
no son suficientes para poder abordar tales requerimientos sociales, desde la óptica de
una investigación aplicada. Necesitamos, más que nunca, profundizar en el estudio de los
suelos en si mismos, es decir dedicar más esfuerzos a la investigación básica, antes de
poder responder con rigor a nuevas preguntas.
El desarrollo de una teoría edafológica, moderna, cuantitativa, holística, con
capacidad de poder predecir el comportamiento de los suelos, mediante la adecuada
modelización de los procesos implicados, además de legitimar nuestra disciplina como
una ciencia básica en el ámbito de las CC. de la Tierra, elevaría tanto su reconocimiento,
como el de sus practicantes. No se trata tanto de renegar del pasado, de abandonar las
aplicaciones agronómicas, como de ampliar sus horizontes. Diversas ramas de saber
científico están sufriendo el mismo deterioro de imagen (p. ej. Geomorfología, Geografía
física, etc.). No somos los únicos. Sin embargo, aquellas no han dudado en replantearse
su futuro en base a análisis autocríticos, con frecuencia feroces (p. ej. Gregory 1985;
Rhoads y Thorn 1996). Incluso la Ecología, que alcanzó un gran prestigio durante los
años 60 y 70, padece actualmente una crisis profunda, tras el reconocimiento entre sus
practicantes del fracaso de la actual teoría ecológica (p. ej. Peters 1991). Quizás a
algunos edafólogos les sorprendan estas aseveraciones sobre la crisis de nuestra materia
de estudio. No es difícil llegar a estas conclusiones cuando se asiste a foros
multidisciplinares de diversa índole (grupos de expertos para la valoración de proyectos
nacionales e internacionales, comités de los grandes programas mundiales -big science-,
tales como el MaB o el IGPB, etc.). Como apuntan Jacobs y Nordt (1991): “It appears
that pedology has a rather low status among sciences, perhaps lower than we would
like to admit”. Por tanto, es lógico que Miller (1993) incite a “Pasar a la Acción”.
A nuestro entender, uno de los mayores problemas que aquejan a las CC. de la
Tierra, y más concretamente a las investigaciones sobre los recursos naturales, estriba en
que, actualmente, se consumen muchos más recursos en analizar su degradación
(investigación aplicada) que en entender su estructura y dinámica (investigación básica).
Esta conclusión es válida a nivel nacional e internacional. Nadie puede poner en duda de
que se dispone de muchos más recursos para investigar sobre erosión y contaminación de
suelos, que para comprender el funcionamiento del sistema edáfico; o para la
monitorización de la biodiversidad que para el inventario de las floras y faunas, por citar
solamente dos ejemplos. El interés que despiertan los problemas ambientales en la
opinión pública a llevado a esta paradoja. Una priorización de este calibre resulta
perniciosa y poco útil, tanto para el progreso de la ciencia como para resolver las
inquietudes sociales. Difícilmente se progresará en la lucha contra la degradación de un
recurso si carecemos de los conocimientos necesarios sobre su estructura y
funcionamiento. En estas circunstancias cabe esperar el fracaso de muchas líneas de
investigación aplicada, así como de los proyectos de restauración que se deriven de sus
resultados. En nuestra opinión este es uno de los argumentos que debiéramos utilizar para
mentalizar a nuestras autoridades para que inviertan más en investigación básica sobre el
sistema suelo.
Otro de los principales problemas para la comunidad de edafólogos proviene del
hecho de que los especialistas de otras disciplinas han sido, hasta la fecha, más sensibles
y agresivos a la hora de abordar los problemas de degradación de los recursos edáficos.
Así, por ejemplo, tanto en España como en muchos países europeos, es más frecuente
encontrar a geomorfólogos y geógrafos, que a edafólogos, estudiando la erosión de los
suelos. Ya que esta línea de investigación atesora mayor popularidad, sus practicantes
también gozan de mayor reconocimiento, promoción y posibilidad de captación de
recursos. ¿No sería más lógico que los edafólogos hubiéramos participado más
activamente, cuando no liderado, este tipo de actividades?.
En España, la Edafología ha sido tradicionalmente abordada en las Escuelas
Politécnicas, (agrónomos preferentemente), así como en las Facultades de Farmacia y
Químicas. Mientras las primeras abordan, lógicamente, el estudio de los suelos desde un
punto de vista agronómico, las últimas investigaron sobre todo las propiedades químicas
de los suelos. Más recientemente, algunas Facultades de CC. Biológicas también lograron
albergar Cátedras de Edafología. Evidentemente todas estas alternativas enriquecen una
disciplina. Sin embargo, resulta más ocasional la vinculación de la Edafología a las
Facultades de CC. Geológicas. En un país de fisiografía abrupta, sometido a graves
procesos erosivos, en donde el la Geomorfología es clave para analizar la distribución de
los suelos, resulta paradójico el escaso desarrollo que han alcanzado las cooperaciones
entre edafólogos y geomorfólogos. Este hecho ha dificultado nuestra integración en los
proyectos encaminados a estudiar la idea de edafosfera o georderma generalizada que
proponemos, así como a cuantificar los procesos de erosión del suelo en el espacio y en
el tiempo.
Lamentablemente, muchos especialistas en erosión consideran irrelevante la
participación de edafólogos en sus investigaciones. ¿Porque?. Probablemente las
responsabilidades recaigan, indiferentemente, sobre las actitudes tomadas por ambos
colectivos. La Edafología necesita, imperiosamente, desarrollar perspectivas más
geomorfológicas, tanto por razones científicas como estratégicas. Más aún, aunque sus
responsables no quieran reconocerlo, los estudios de erosión también se beneficiarían.
Resulta más que dudoso que se progrese en el conocimiento de la erosión más allá de un
cierto umbral, sino se conoce adecuadamente el funcionamiento del recurso degradado.
Debemos recordar que en el contexto del debate suscitado en las revistas Soil Science,
Journal of Soil Science y Soil Science Society of America Journal, sobre la necesidad de
un cambio de paradigma en Ciencias del Suelo, diversos edafólogos de prestigio han
propuesto articular uno basado en una estrecha imbricación entre suelos, Geomorfología,
(p. ej. Jacob y Nordt 1991; Ibáñez y García Álvarez 1991; Hudson 1992; Huggett 1995),
suelos-modelado-regolito (p. ej. Sánchez 1994; Ibáñez et al. 1994, 1995, 1997; Huggett
1999), o incluyendo también los humedales y las zonas fóticas de las plataformas
continentales.

BIBLIOGRAFÍA Y LECTURAS RECOMENDADAS

AMUDSON, R. HARDEN, J., SINGER, M. (editores) 1994. Factors of Soil Formation: A Fiftieth
Anniversary Retrospective. SSSA Sp. Plubl. Nº 33, 160 pp.
ANDERSON, J.M. 1978. Inter- and Intra-Habitat relatioships between woodland Cryptostigmata species
diversity and diversity of soil and litter microhabitats. Oecologia, 32: 341-348.
ANDREUCCI, F., BIONDI, E., FEOLI, E. and ZUCARELLO, V., 1999. Modelling environmental
responses of plant associations by fuzzy set theory: an example from halophilous vegetation of the
Northern Adriatic Coast (Italy). Coenoses, (In press).
API, 1992. El Despegue de la Ciencia en España: Realidad o Quimera, Mundo Científico, 124: 408-117,
API es el acrónimo de la Asociación de personal Investigador del CSIC:
ARMSTRONG,A.C. 1986. On the fractal dimensions of some transient soil properties. J. Soil Sci., 37:
641-652.
ARNOLD,R.W. 1988. Soil survey: An example of applied research. Soil Survey Horizons, 29: 102-106.
ARNOLD,R. 1990. Fractal dimensions of some soil map units. Proc. 14th Int. Congr., Soil Sci., pp V92-
V97.
ARNOLD,R.W. y WILDING,L.P. 1991. The need to quantify spatial variability. In: M.J.Maus bach y
L.P.Wilding (Eds.), Spatial Variabilities of Soils and Landforms. 1-8. SSSA Special Publication nº
28, Wisconsin, USA.
ARNOLD,R.W., SZABOLCS,I. y TARGULIAN,V.(eds.). 1990. Global Soil Change. IIASA, Laxenburg,
Austria, 110 pp.
ARNOLD, R. W. 1992. Becoming a pedologist. Soil Survey Horizons, 33: 33-36.
ARONOF, S. 1989.Geographic Information Systems: a management Perspective. Ottowa, WDL Publ.
AYALA, F.J. 1995. La Ciencia española en la última década. Política Científica, 43: 5-12.
BARRÈRE, M. 1990. La investigación científica española vista desde Francia. Mundo Científico, 106:
1019-1025.
BASHER, L. R.1997. Is pedology dead and buried?. Australian Jour. Soil Res., 35: 979-994.
BAUMGARDNER, M.F. 1990. A global soils and terrain database: a tool to quantify global change. In:
Bouwman,A.F. (Eds.), (pp.519-527), Soils and the Greenhouse Effect., J.Wiley y Sons, NY., 575
pp.
BEEK, K. J., BURROUGH,P.A. and McCORMACK,D.E. 1986. Quantified Land Evaluation Procedures,
ITC Publications nº 6, Enschede, The Netherlands.
BEVEN, K. 1996. Equifinality and uncertainty in geomorphological modelling. In: B.L. Rhoads and C.E.
Thorn, (pp. 289-314), The Scientific Nature of Geomorphology, Willey, NY, 481 pp.
BERTALANFFY, L. Von., 1950. The theory of open systems in physics and biology. Science, 111:23-
29.
BEZDEK, J.C. 1974. Numerical taxonomy with fuzzy sets. J. mathematical Biology, 1: 57-71.
BLISS, N. B. 1987. Structuring the soil-data into a relational database. Proceedings Seventh Annual
Environmental System Research Institute User Conference, April 27-May 1, 1987, Palm Springs,
California, Environmental Systems Research Institute, Redlands, California, USA.
BLISS, N. B. 1989. A National Natural Resouse Data Base: techniques for linking the major Land
Resource Area Map, the 1982 National Resources Inventory and the Soil Interpretations Record
Data Bases in a geographic information system. EROS Data Center, U.S. Geological Survey, Siux
Falls, South Dakota, USA (in press).
BLISS, N. B. 1990 A hierarchy of soil databases for calibrating models of global climate change. In:
Bouwman,A.F. (Eds.), (pp.529-533), Soils and the Greenhouse Effect., Wiley, NY., 575 pp.
BOHR, N. 1958., Natural philosiphy and human cultures. In: Essays 1932-1957 on Atomic Physics and
Human Knowledge. The Philosophical Writings of Niels Bhor, Vol. II (pp. 23-31), Wiley, New
York.
BOHR, N., 1963. Quantum physics and philosiphy: Causality and complementarity. In: Essays 1958-
1962 on Atomic Physics and Human Knowledge. The Philosophical Writings of Niels Bhor, Vol. III
(pp. 1-7), Wiley, New York.
BOIXADERA, J. y PORTA, J (dir). 1991. Información de Suelos y Evaluación Catastral: Método del
Valor Índice. C.G.C.T. Monografías 3. Ministerio de Economía y Hacienda. Madrid, Spain, 151 pp.
BOIXADERA, J. and IBÁÑEZ, J. .J. 1996. Soil survey and soil data bases in Spain. In: C. Le Bas and.
Jamagne (eds), (pp. 99-105 pp), Soil Data Bases to Support Sustainable Development. 149 pp. EU-
JRC & INRA France.
BOIXADERA, J., DAROUSSIN, J., DUDAL, R., ECKELMANN, W., FINKE, P., HARTWICH, R.,
IBÁÑEZ,J. J., JAMAGNE, M., JONES, R. J. A., KING, D., LE BAS., C., MADSEN, H. B.,
MAGALDI, D., THOMASSON,A .J., VAN RANST, E., VARALLYAY, G., and YASSOGLOU, N.
1998. The soil geographical database of Europe at the scale 1,000,000, Version 3.28. 16 th World
Congress of Soil Science. Vol. “Scientific and Technical Exhibition”, pp.94-95, IUSS, Montpellier
(20-26 August 1998).
BOULAINE, J. 1989. Historie des Pedologues et de la Science des Sols. INRA, París, 285 pp.
BOUMA, J. 1985. Soil variability in soil survey. In: D.R. Nielsen y Bouma (eds.). Soil Spatial
Variability. (pp. 130-149), Proceedings of a workshop of the ISSS and the SSA. Las Vegas, USA,
1984., PUDOC, Wageningen, 243 pp.
BOUMA, J. 1988.When the mapping is over, then what?. Proc. Int. Interactive Workshop on Soil
Resources: their inventory, analysis and interpretation for use in the 1990s, pp 3-12. Minnesota.
BOUMA, J. y van LANEN, H. A. J. 1986. Transferfunctions and threshold values: from soil
characteristics to land qualities. In: Proceedings of the International Workshop on Quantified Land
Evaluation procedures. USDA-SCS., Washington D.C.: 106-110.
BOUMA, J. 1994. Sustainable land use as a future focus for pedology? (a guest editorial). Soil Sci. Soc.
Am. J., 58: 645-646.
BOUWMAN, A.F. (Eds.). 1990. Soils and the Greenhouse Effect. J.Wiley y Sons, NY., 575 pp.
BREGT, A.K., BOUMA, J y JELLINEK, M. 1987. Comparison of thematic maps derived from a soil
map and from kriging of point data. Geoderma, 39: 281-291.
BRIDGES, E. M. and CATIZZONE, M. 1996. Soil science in a holistic framework: discussion of an
improved integrated approach. Geoderma, 71: 275-287.
BRIGGS, D. J. and MARTIN, D. M. 1988. CORINE: an environmental information system for the
European Community. Environment Review, 2: 29-34.
BRITISH SOCIETY OF SOIL SCIENCE, 1994. The decline in soil science? BSSS Nwesletter, 24: 6-7
BROOKS, D.R., WILEY, E. O., 1986. Evolution as Entropy, Chicago Univ. Press, Chicago, 415 pp.
BRUS,D. 1993. Incorporating Models of Spatial Variation in Sampling Strategies for Soil. Doctoral
thesis, Wageningen Agricultural Univ. Wageningen, The Netherlands, 211 pp.
BRYANT, R. B. & ARNOLD, R.W. (eds.), 1994. Quantitative Modeling of Soil Forming Processes.
SSSA Special Publication nº 39, Madison, Wisconsin, 185 pp.
BULLOCK, P. 1994. The need for a paradigm change in soil science in the next century. Trans. 15th
World Cong. Soil Sci., Acapulco, Mexico, 9: 427-436.
BUOL, S. 1994. Saprolite-regolith taxonomy. In: D.L. Cremeens, Brown, R.B., and Huddleston J.H.
(eds.). Whole Regolith Pedology, (pp 119-132), SSSA Special Publication nº 34, Madison, WI,
SSSA.
BURLANDO, B. 1990. The fractal dimension of taxonomic systems. J. Theor. Biol. 146, 99-114.
BURROUGH, P. A. 1983. Multiscale sources of spatial variation in soil II. A non-Brownian fractal
model and its application in soil survey. J. Soil Sci., 34: 599-620.
BURROUGH, P.A. 1987. Principles of Geographical Information System for Land Resources
Assessment. Clarendon Press, Oxford. 194 pp.
BURROUGH, P.A. 1989. Modelling land qualities in space and time: The role of Geographical
Informatios systems. In: J.Bouma y A.K.Bregs (Eds.). Land Qualities in Space And Time, (pp. 45-
60), Pudoc, Wageningen, The Netherlands, 356 pp.
BURROUGH, P.A. 1989. Fuzzy mathematical methods for soil survey and land evaluation. J. Soil Sci.,
40: 477-492.
BURROUGH, P.A. 1993. The technologic paradox in soil survey: new methods and techniques of data
capture and handling. ITC Journal, 1993-1. 15-22.
BURROUGH, P.A., VAN DEURSEN, W. and HEUVALINK, G. 1988. Linking spatial process models
and GIS: a marriage of convenience or a blossoming partnership?. In: Proceedings of GIS/LIS ´88,
Volume 2, San Antonio (Falls Church,VA: ACSM), pp. 598-607.
BURROUGH, P. A., MACMILLAN, R. A. and VAN DEURSEN, W. 1992. Fuzzy classification methods
for determining land suitability from soil profile observations and topography. J. Soil Sci., 43: 193-
210.
CAMARGO, J. A., 1999. On the concept of pedodiversity and its measurement. Letter Geoderma.
CARR, P. M. CARLSON, G. R., JACOBSEN, J. S., NIELSEN, G. A. and SKOGLEY, E. O. 1991.
Farming soils, not fields: A strategy for increasing fertilizer profitability. J. Prod. Agric., 4: 57-61.
CARTER, A. D. and THOMASSON, A. J. 1989. Data to feed and calibrate land evaluation models. In:
H.A.J. Van Lanen y A.K. Bregt (Eds.), (pp. 35-43), Application of Computerized EC Soil Map and
Climatic Data. CEC, Luxenbourg.
CATIZZONE, M. 1995. Open Adress. In: Reale, L., Nori,M. and Ferrari, G (ed.). Holistic Approach to
Sustainable Development: Interactions of Soil Science with Different disciplines (pp. 18-19). EU,
DG XII & ASTER, 117 pp. Florence.
CATIZZZONE, M. 1998. For an agreement on the soil. 16º World Congress of Soil Science, Volume
with the Introductory Conferences and Debate (pp. 118), Montpellier (20-26 August), France.
CHALMERS, A. F. 1984. ¿Que es esa cosa Llamada Ciencia?. Siglo XXI, Madrid, 246 pp. (traducido al
Castellano del original Inglés de 1982: What is this thing called Science?, 2nd edition, Univ.
Queensland Press.
CICYT, 1996. III Plan Nacional de I+D, CICYT, Madrid, 47 pp.
CLAYTON, W. D., 1972. Some aspects of the genus concept. Kew Bull., 27: 281-287.
CLAYTON, W. D., 1974. The logarithmic distribution of angiosperm families Kew Bull., 29: 271-279.
CLINE, M. G. 1961. The changing model of Soil. Soil Sci. Soc. Am. J., 25: 442-446.
CLINE, M.G. 1977. Historical highlights in soil genesis, morphology and classification. Soil Sci. Soc.
Am. J. 41, 250-254.
CONACHER, A. J. and DALRYMPLE, J. B. 1977. The nine unit landsurface model: An approach to
pedomorphic research. Geoderma, 18: 1-154.
CORINE, 1998. Coastal Erosion, European Communities, Belgium.
COULSON, R. N., FOLSE, L. J. and LOH, D. K. 1987. Artificial intelligence and natural resource
management. Science, 237: 262-267.
CRONK, Q. C. B. 1989. Measurement of biological and historical influences in plant classifications.
Taxon 38, 357-370.
CSIC, 1977. La Investigación Científica y el Desarrollo Tecnológico en España: 1967-1974. Evolución y
Comparación con Algunos Países Europeos. Gabinete Técnico del CSIC, Madrid, 112 p.
CULLING, W. E. H. 1986. Fractal geometry of soil-covered landscapes. Earth Surf. Proc. Landforms,
12: 369-385.
DAVIES, P. 1988. The Cosmic Blueprint. Orions (translated into Spanish by Piramide Ed. 1989, Madrid,
286 p.).
DE GRUIJTER, J. J. 1977. Numerical Classification of Soils and its Applications to Soil Survey. Pudoc,
Wageningen, The Neherland.
DE GRUIJTER, J. J. and McBRATNEY, A. B. 1988. A modified fuzzy k-means for predictive
classification. In: H.H.Bock (ed.), (pp. 97-104). Classificaation and Related Methods of Data
Analysis. Elsevier.
DEHALU, M., LECLERCQ, J. 1951. Applications des séries logarithmiques de Fisher-Williams à la
classification des Hyménoptères Cabroniens. Ann. Soc. R. Zool. Belg., 82: 67-82.
de QUEIROZ, K. 1988. Phylogenetic systematics and the species problem. Cladistics, 6: 61-75.
DE ROO, A. P. J. 1993. Modelling Surface Runoff and Soil Erosion in Catchments Using Geographical
Information System. Netherlands Geographical Studies Utrecht.
DE ROO, A. P. J., HAZELHOF F. L. and BURROUGH, P. A. 1989. Soil erosion modelling using
"ANSWERS" and geographical information systems. Earth Surfaces Processes and Landforms, 14:
517-532.
DIAL, K. P., MARZLUFF, J. M., 1989. Nonrandom diversification within taxonomic assemblages. Syst.
Zool. 38, 26-37.
DIAMOND, J. 1998. Armas, Gérmenes y Acero. Editorial Debate, Madrid, 527 pp.
DÍAZ-FIERROS, F. 1979. Análisis estadístico y Sociométrico de la Ciencia del Suelo. Anal. Edaf.
Agrobiol. 38: 331-347
di-CASTRI, F. and YOUNÈS, T. 1996. Biodiversity, Science and Development. IUBS-CAB
International, Wallingford, 646 pp.
DMITRIEV, E. A. 1983. Continuity of soils and the problem of soil classification. Pochvovedenie, 38(3):
10-19.
DOMBURG, P. 1994. A Knowledge-Based System to Assist the Design of Soil Survey Schemes.
Doctoral thesis, Wageningen Agricultural Univ. Wageningen, The Netherlands, 192 pp.
DORAN, J. W., COLEMAN, D. C. BEZDICEK, D. F. and STEWART, B. A: (eds.) 1994. Defining Soil
Quality for a Substainable Environment. SSSA Sp. Publ. Nº 35, 244p.
DORAN, J. W. and JONES, A. J. (eds) 1996. Methods for Assessing Soil Quality. SSSA Sp. Publ. Nº 49,
409 pp.
DOOLITTLE, J. A. 1987. Using ground-penetrating radar to increase the quality and efficiency of soil
surveys. SSSA Spec. Publ. nº 20: 11-32. Madison.
DUDAL, R. 1987. The role of pedology in meeting the increasing demands on soils. Soil Survey and
Land Evaluation, 7: 101-110.
DUDAL, R., BREGT, A. K. and FINKE, P .A. 1993. "Feasibility Study on the Creation of a Soil Map of
Europe at a Scale of 1: 250.000". CE DG XI, European Enviroment Agency. 69 p.
DUMANSKI, J. 1993. Strategies and opportunities for soil survey information and research. ITC Journal,
1993-1: 36-41.
DYSSON, F., 1992. From Eros to Gaia. (translated into Spanish by Tusquets from English in 1994,
Barcelona, 387 pp).
ELDREDGE, N., 1992. Introduction: Systematics, Ecology and the Biodiversity Crisis, In: Eldredge, N.
(Ed.) Systematics, Ecology and the Biodiversity Crisis. Columbia Univ. Press, New York, pp. vii-ix.
EUROPEAN ENVIRONMENTAL AGENCY. 1998. Europe’s Environment: The Second Assessment.
Luxembourg, 293 pp.
FAO, 1988. FAO-UNESCO Soil Map of the World: Revised Legend. FAO World Soil Resources Reports 60,
Rome, 119 pp.
FEOLI, E. and ZUCCARELLO V. 1988. Syntaxonomy: A source of useful fuzzy sets for environmental
analysis. Coenoses, 3: 141-147.
FRIDLAND, V. M. 1976. Patterns of soil cover. Transl. From Russian 1972, ed. By D. H. Yaalon, IPST,
Jerusalem, and Wiley , Chichester, 291 pp.
FRIDLAND, V. M. 1980. Classification of the tructure of the soil mantle and land typification. Soviet J.
Soil Sci. 1980, 642-654.
FINKE, P., DUDAL, R., HARTWICK, R., IBÁÑEZ, J. J., JAMAGNE, M., KING, D.
MONTANARELLA. L. and YASSOGLOU, N. 1998. Georeferenced Soil Database for Europe.
Manual of procedures (Draft 1).European Soil Bureau, JRC.UE, Ispra, 149 pp.
FINKL, Jnr.C.W. 1982. Soil Classification. Benchmark Papers in Soil Science, V. 1. Hutchinson Ross,
Stroudsburg. Pennsylvania, 391 pp.
GARCÍA LÓPEZ, E. 1996. ¿Qué futuro le espera a la I+D en España?. Boletín del API del CSIC, 1996,
nº 2, 9-11.
GARDNER, W. R. 1991. Soil science as a basic science. Soil Sci., 151: 2-6.
GARDNER, W. R. 1993. A call for action (a guest editorial). Soil Sci. Soc. Am. J., 57: 1403-1405.
GARFIELD, E. 1993. Ciencia en España 1981-1992. La perspectiva de un Experto. Traducción de la
disertación impartida en la Residencia de Estudiantes del CSIC.
GARFIELD, E. 1994. La ciencia en España desde la Perspectiva de las citaciones (1981-1992). Arbor,
147: 111-133.
GENTILE, A. R., KOPROK, G., BLUM, W. H., POLLACK, M., LOVELAND, P., VAN DEN BORN,
G. J., SYED, B., DE LA ROSA, D., IBÁÑEZ, J. J., KRISTENSEN, P. 1999. Soil degradation. In:
(pp. 183-201). Environment in the European Union at the Turn of the Century. European
Environmental Agency. Copenague, Dinamarca 447 pp.
GIBBS, W. W. 1995. Ciencia del tercer mundo, Investigación y Ciencia, Diciembre, 70-79.
GLINKA, K. D. 1928. Soil Science. 4 th ed. Moscu.
GOODWIN, B. 1994. How the Leopard Change Its Spots: The Evolution of Complexity (traducido al
castellano en 1998 como Las Manchas del Leopardo, Tusquets, Barcelona, 307 pp.
GREEN, D. M., 1991. Chaos, fractals ands nonlinear dynamics in evolution and phylogeny. Tree 6, 333-
337.
GREENWOOD, D. J. 1993. The changing scene of British soil science. J. Soil Sci., 44: 191-207.
GREGG, J. R. 1954. The Languaje of Taxonomy. Columbia Univ. Press, N.Y.
GREGORY, K. J. 1985. The nature of Physical Geography. Arnold, 262 p., London.
GUERRA, A. 1997. Historia de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo. 50 Aniversario de la
Sociedad Española de la Ciencia del Suelo, 1947-1997. (volúmen de ponencias), (3-16 de
Septiembre, 1997). (pp 25-66).
HAFF, P. K. 1996. Limitations on predictive modelling in Geomorphology. In: B.L. Rhoads and C.E.
Thorn, (pp. 337-358), The Scientific Nature of Geomorphology, Willey, NY, 481 pp.
HAKEN, H. 1983. Synergetics (3nd ed.). Springer-Verlag, 371 p. Berlin.
HAKEN, H. y WUNDERLIN, A. 1990. El caos determinista. Mundo Científico, 108: 1210-1217
(Spanish edition of the La Recherche)
HALL,, G. F. and OLSON, C. G. 1991. Predicting variability of soils from landscape models. In:
M.J.Maus bach y L.P.Wilding (Eds.), Spatial Variabilities of Soils and Landforms. 1-8. SSSA
Special Publication nº 28, Wisconsin, USA.
HARRISON, W. D. JOHNSON, M. E. y BIGGAM, P. F. 1987. Video image analysis of large-scale
vertical aerial photography to facilitate soil mapping. SSSA Spec. Publ. nº 20, pp. 1-9. Madison.
HARTEMINK, A. E. 1999. Publishing in soil sciences: Publish or perish (1); Journal Prices and Impact.
Boletín de la Unión Internacional de la Ciencia del Suelo, 1999/1, 95: 13-17.
HARTEMINK, A. E. 1999. Publishing in soil sciences: Publish or perish (2); How much we write.
Boletín de la Unión Internacional de la Ciencia del Suelo, 1999/2, 96: 17-22.
HARTGE, K. H. 1986. Damands on soils increasing in diversity and intensity. In: Transactions 13 th
congres of ISSS., Hamburg. ISSS Plenary papers V1: 1-12.
HASTINGS, H. M. and SUGIHARA, G. 1993. Fractals: a User’s Guide for the Natural Sciences. Oxford
Univ. Press, N.Y., 235 pp.
HEISENBERG, W. 1958. The Physicist's Conception of Nature. Trnaslated by A. J. Pomerans, Harcourt,
Brace, New York.
HODGSON, J. M. (ed.). 1991. Soil Survey -A Basis for European Soil Protection. Soil and Groundwater
Research Report, (pp. 81-90), EC, Brussels-Luxenbourg. 214 pp.
HOLE, F. D. y CAMPBELL, J. B. 1985. Soil Landscape Analysis.Routledge y Kegan Paul, London, 196
pp.
HUGHES, R. G., 1986. Theories and models of species abundance. Amer. Nat. 128, 879-899.
HUAJUN, T., DEBAVEYE, J. and VAN RANST, E. 1991. Land suitability classification based on fuzzy
set theory. Pedologie, XLI-3: 277-290.
HUANG, P. M. (Ed.), 1998. Soil Chemistry and Ecosystem Health. SSSA Sp. Publ. Nº 52, 386 pp.
HUGGETT, R. J. 1988. Dissipative systems: Implications for geomorphology. Earth Surf. Proc. and
Landforms, 13: 45-49.
HUGGETT, R. J. 1991. Climate, Earth Processes and Earth History. Heildelberg, Springer, Berlin, 281
pp.
HUGGETT, R. J. 1995. Geoecology: An Evolutionary Appproach. Routledege, London, UK. 320 pp.
HUDSON, H. D. 1992. The soil survey as paradigm-based science. Soil Sci. Soc. Am. J., 56: 836-841.
HUDSON, G. M. 1998. In Discussion of: J.J., Ibáñez, S., De-Alba., A., Lobo, A. V., Zucarrello,
Pedodiversity and global soil patterns at coarser scales Geoderma, 83: 193-196.
HUSTON, M. A. 1994. Biological Diversity. Cambridge Univ. Press, Cambridge, 681 pp.
IBÁÑEZ, J. J., JIMÉNEZ, R. and GARCÍA ÁLVAREZ, A. 1990. Soil landscapes and drainage basins in
mediterranean mountain areas. Catena, 17: 573-583.
IBÁÑEZ, J. J. y GARCÍA-ÁLVAREZ, A. 1991. Suelos y cambio global. Un enfoque histórico-
termodinámico. Rev. Écol. Biol. Sol., 28: 349-375 (since 1992 retitled European Journal of Soil
Biology).
IBÁÑEZ, J. J., JIMÉNEZ, R. y GARCÍA-ÁLVAREZ,A. 1991. Sistemología y termodinámica en
edafogénesis. II. Suelos, estructuras disipativas y teoría de catástrofes. Rev. Écol. Biol. Sol, 28: 237-
254 (since 1992 retitled European Journal of Soil Biology).
IBÁÑEZ, J. J., GÓMEZ de MIGUEL, V., JIMÉNEZ BALLESTA, R., GALLARDO, J.and LAYA, H.
1992. Status, Prospects and Strategies of Soil Survey in Developing Versus Developed Countries. Soil
Survey. Prospects and Strategies for the 21st Century. An International Workshop for Heads of
National Soil Survey Organizations. International Institute for Aerospace Survey and earth Sciences,
Enschede, Thee Nethetlands (November, 1992).
IBAÑEZ, J. J., ZINCK, A. J. and JIMENEZ BALLESTA. 1993. Soil Survey: old and new challenges.
ITC Journal, 1993-1: 7-13.
IBÁÑEZ, J. J., PÉREZ, A., JIMÉNEZ BALLESTA, R., SALDAÑA, A, and GALLARDO, J. 1994.
Evolution of fluvial dissection landscapes in mediterranean environments. Quantitative estimates
and geomorphological, pedological and phytocenotic repercusions. Z. Geomorph. N.F. 38(1): 105-
119.
IBÁÑEZ, J. J., BOIXADERA, J. and JIMÉNEZ BALLESTA, R. 1993. El reconocimiento e inventario de
suelos en España. Problemas y posibilidades actuales. Meeting of EU Soil and GIS Support Group.
Madrid, Spain, December 1993.
IBÁÑEZ, J. J., GARCÍA ÁLVAREZ, A. and BOIXADERA, J. 1994. Current Paradoxex in Soil Survey.
1th Meeting of the Soils Information Focal Point´s. EU-Working Group on Soils Information
System Develoment, Hannover.
IBÁÑEZ,J. J., de-ALBA, S., ZUCCARELLO, V. and GARCÍA ÁLVAREZ 1994. Pedodiversity and
Global Soil Patterns. 1th Meeting of the Soils Information Focal Point´s. EU-Working Group on Soils
Information System Develoment.
IBÁÑEZ, J. J. 1994. Paradojas, Modas y Contradicciones en la Valoración de la Actividad de I+D:
Algunos Comentarios sobre el Caso Español. Asamblea General de la Asociación del Personal
Investigador (API), 23 de febrero de 1994 (conferencia y manuscrito).
IBÁÑEZ, J. J., de ALBA, S. and BOIXADERA, J. 1995. The pedodiversity concept and its
measurement: application to soil information systems. In: D.King, R.J.A.Jones & A.J.Thomasson
(eds.).European Land Information Systems for Agro-Environmental Monitoring. EU-JRC.,
Luxenbourg, (pp 181-195).
IBÁÑEZ, J. J., de ALBA, S., BERMÚDEZ, F. F. and GARCÍA ÁLVAREZ, A., 1995. Pedodiversity:
concepts and tools. Catena 24, 215-232.
IBÁÑEZ, J. J., de ALBA, S. Y GARCÍA ÁLVAREZ,A. 1995. Aportaciones del caos a las ciencias de la
tierra (estructura, evolución y dinámica del modelado terrestre. In: (pp. 43-80), Ibáñez,J.J. &
Machado,C. (Editores), Análisis de la Variabilidad Espacio-Temporal y Procesos Caóticos en
Ciencias Medioambientales, Geoforma-CSIC, 308 p. Logroño.
IBÁÑEZ, J. J., BOIXADERA, J. y BARAHONA, E. 1995. Análisis de la variabilidad espacial y temporal
de los suelos: Procedimientos y paradojas. In: (pp. 189-211), Ibáñez,J.J. & Machado,C. (Editores),
Análisis de la Variabilidad Espacio-Temporal y Procesos Caóticos en Ciencias Medioambientales,
Geoforma-CSIC, 308 p. Logroño.
IBÁÑEZ, J. J. 1995. Pedodiversity: pedometrics and ecological reserach. Pedometron. 4: 2-5.
IBÁÑEZ, J. J., 1996. Comments to the Working Paper: Criteria and Considerations for the Choice of
1:250,000 scale Pilot Areas in the EU. Workshop of EU-SISD Soil Bureau (Athens, 11th-13th March,
1996)
IBÁÑEZ, J. J. 1996. Criteria and Considerations for Elaboration of a Pedome Map of Europe. 3º EU-
Meeting of the EU-Working Group of 1:250,000 Soil Information System of Europe, European Soil
Bureau, (8th-9th November, 1996) INRA, Orleans.
IBÁÑEZ, J .J. 1996. A introduction to pedodiversity analysis. ESSC Newsletter, 1/1996: 11-17.
IBÁÑEZ, J. J. 1996. Proposals for institutional consolidation of demands for soil information at a
European Union Level. ESSC Newsletter, 1/1996: 3-7
IBÁÑEZ, J. J., MÉNDEZ, I., MARTÍN SEMPERE, Mª. J., PLAZA, L. & REY, J. 1997. La edafología en
el CSIC: evolución o involución. Productividad y política científica en los antiguos centros
relacionados con la edafología y agrobiología durante el periodo 1980-1995. 50 Aniversario de la
Sociedad Española de la Ciencia del Suelo, 1947-1997. (volúmen de ponencias), (24-26 de
Septiembre, 1997). (pp 25-66).
IBÁÑEZ, J. J., .GONZÁLEZ REBOLLAR, J. L., GARCÍA ÁLVAREZ, A. y SALDAÑA, A. 1997. Los
goecosistemas mditerráneos en el epacio y el tempo. In: J.J. Ibáñez, B. Valero & C. Machado
(Editores) (pp. 27-130), La Evolución del Paisaje Mediterráneo en el Espacio y el Tiempo.
Implicaciones en la desertificación. Geoforma, Logroño, 478 p.
IBÁÑEZ, J. J., de ALBA, S., LOBO, A. and ZUCARELLO, V., 1998. Pedodiversity and global soil
patterns at coarser scales (with Discussion). Geoderma, 83: 171-192.
IBÁÑEZ, J. J., SALDAÑA, A. and de ALBA, S., 1998. In Discussion of: J.J., Ibáñez, S., De-Alba., A.,
Lobo, A. V., Zucarrello, Pedodiversity and global soil patterns at coarser scales Geoderma, 83: 206-
214.
IBÁÑEZ, J. J. 1998. “Carta a Mosca”. Reflexiones sobre las actividades institucionales desarrolladas en
el 16th World Congress of Soil Science. (Montpellier, 20-26 August 1998). Boletín de la Asoc.
Argentina de la Ciencia del Suelo, 76: (pp.14-21). Buenos Aires
IBÁÑEZ, J. J. and de Alba, S. 1999. On pedodiversity concept and its measurement. A Reply.
Geoderma, 93: 339-344 (Discussion Paper).
IBÁÑEZ, J. J. and CARRERA, C. 1999. Diversity and Scaling Laws. International Workshop on Chaotic
Dynamics and Fractals in Geosciences. E.T.S.I. Agrónomos, Madrid, (September 14-17), Madrid
(dissertation).
IBÁÑEZ, J. J., RUÍZ RAMOS, M., and CARRERA, C., 1999. Diversity, Power Laws and Fractals in
Mental Constructs: Biological and Pedological Taxonomies. International Workshop on Chaotic
Dynamics and Fractals in Geosciences. E.T.S.I. Agrónomos, Madrid, (September 14-17), Madrid
(dissertation).
IBÁÑEZ, J. J., SÁNCHEZ DÍAZ, J., DE LA ROSA, D. and de ALBA, S. 1999. Soil Survey and Soil
Monitoring in Spain. In P. Bullock, R.J.A. Jones. & L. Montanarella (eds.), Soil Resources in Europe
(pp. 135-144). European Soil Bureau, Research Publications, nº 6, JRC-SAI, EU, Luxemburg, 188 pp.
IBÁÑEZ,J. J., de-ALBA, S., ZUCCARELLO, V. and GARCÍA ÁLVAREZ 1994. Pedodiversity and
Global Soil Patterns. 1th Meeting of the Soils Information Focal Point´s. EU-Working Group on Soils
Information System Develoment.
IBÁÑEZ, J .J. and de ALBA, S. 2000. Pedodiversity, scaling laws and fractals relationships. (Geoderma,
en prensa, 3pp) (Aceptado, Letter to Editor).
ISRIC, 1991. The SOTER Manual. Procedures for small scale digital map and database compilation for
soil and terrain conditions. 4th edition. Ed. by V.W.P. van Engelen y J.H.M. Pulles. Wageningen,
91 p.
JACOB, J. S. and Nordt, L. C. 1991. Soil and landscape evolution: a paradigm for pedology. Soil Sci.
Soc. Am. J., 55: 1194.
JAMAGNE, M. and KING, D. 1991. Mapping methods for the 1990's and beyond. In: Soil Survey -A
Basis for European Soil Protection. (pp. 181-196), (Proceedings of the meeting of European Heads
of Soil Survey, 11 to 13 December 1989, Silsoe, UK.); CEC, EUR 13340, Brussels, J.M.Hodgson
(ed.)., 214 pp.
JAYNES, E. T. 1957. Information theory and statistical mechanics. Phys. Rev., 106: 620-630.
JENNY, H. 1941. Factors of soil formation. McGraw-Hill, N.Y., 281 p.
KACHANOSKY, R. G. 1988. Processes in soils-from pedon to landscape. In: T. Rosswall,
R.G.Woodmansee y P.G.Risser (eds.), (pp.153-177), Scales and Global Change, Scope nº 35,
Wiley,355 p.
KATZ J. S. et al. (1995). The Changing Shape of British Science. Brighton: Science Policy Research
Unit, University of Sussex. STEEP Special Report No 3.
KING, D., VOSSEN, P. and DAROUSSIN, J. 1989. Creation of an agropedoclimatical information
system for the European Communities under the project "Remote sensing Applied to Agriculture
Statistics". 14 th World Conference of International Cartography Association, (pp. 211-230),
Budapest 14-15.11.88.
KIRBY, M. J. 1996. A Role for Theoretical Models in Geomorphology. In: B.L. Rhoads and C.E. Thorn,
(pp. 257-272), The Scientific Nature of Geomorphology, Willey, NY, 481 pp.
KELLOG, Ch.E. 1974. Soil genesis, classification and cartography: 1924-1974. In: Fifty years of
progress in soil science. Geoderma,12: 347-362.
KOSKO, B. 1993. Fuzzy Thinking; The New Science of Fuzzy Logic. Hyperion, USA (traducido al
castellano como el Pensamiento Borroso, Crítica, Barcelona, 301 pp.
KRIGE, D. G. 1951. A Statistical Appproach to Some Mine Valuations and Allied Problems at the
Witwatersrand. M.S. University of Witwatersrand, South Africa.
KRUPENIKOV, Y. A. 1993. History of Soil Science. Balkema, Rotterdam, 350 pp.
KUHN,T. S. 1970. La Estructura de las Revoluciones Científicas. Fondo de Cultura Económica, 320 pp.
Madrid.
LAKATOS, I. 1974. Historia de la Ciencia y sus Reconstrucciones Racionales.Technos, Madrid., 158 pp.
LAKATOS, I. 1981. La Crítica y la metodologia de los Programas Científicos de Investigación.
Cuadernos Teorema, Valencia, 60 pp.
LAYA, H., LÓPEZ LAFUENTE, A., GÓMEZ MIGUEL, V., IBÁÑEZ ,J .J. y DE ALBA,S. 1993.
diversidad edáfica en Rañas: existencia de vertisoles. In: Symposium sobre la Raña, (celebrado en
octubre de 1992), (pp. 115-125), (SECS-CSIC-CAM).
LAMMERS,D. A. and JOHNSON, M. G. 1991. Soil mapping concepts for environmental assessment. In:
M.J.Mausbach y L.P.Wilding (Eds.), Spatial Variabilities of Soils and Landforms.149-160. SSSA
Special Publication nº 28, Wisconsin, USA.
LAMP, J. 1987. Prospect of Soil Information Systems. In: K.J.Beek., P.A.Burrough. y D.E.McCormack
(pp.57-59), Quantified Land Evaluation Procedures, ITC Publications nº 6, Enschede, The
Netherlands.
LARSEN, W. E., ABOUSABE, A., TYLER, D. and NIELSEN, G. A. 1989. Test with the field
navigation system. Amer. and Canadian Soc. Agric. Engin., 44th meeting, Penticton, BC.NPR: 89-
108.
Le BAS, C. and JAMAGNE, M. (eds). 1996. Soil Data Bases to Support Sustainable Development. 149
pp. EU-JRC & INRA France.
LI, W. 1990. Mutual information functions versus correlation functions. J. Stat. Phys. 60, 823-829.
JAYNES, E. T. 1957. Information theory and statistical mechanics. Phys. Rev. 106, 620-630.
KORWIN, G. 1992. Fractal Models in the Earth Sciences. Elsevier, Amsterdam, 396 pp.
MaCARTHUR, R. H. and WILSON, E.O., 1967. The Theory of Island Biogeography. Princeton Univ.
Press, Princeton, 203 pp.
MADSEN, H. B. 1991. The principles for construction of an EC-Soil Database System. In: Soil Survey
-A Basis for European Soil Protection. (pp. 173-180), (Proceedings of the meeting of European
Heads of Soil Survey, 11 to 13 December 1989, Silsoe, UK.); CEC, EUR 13340, Brussels,
J.M.Hodgson (ed.)., 214 pp.
MAGURRAN, A. E. 1988. Ecological Diversity and Its Mesurement. Croom Helm, London, 179 p.
MANDELBROT, B. 1956. On the language of taxonomy: an outline of a thermostatistical theory of
systems of categories with Willis (natural) structure. In: C. Cherry (Ed.), Information Theory. The
3rd London Symposium, Academic Press, N.Y., pp. 135-145.
MARGALEF, R. and GUTIÉRREZ, E. 1983. How to introduce connectance in a frame of an expression
for diversity. Amer. Natur. 121, 601-607.
MARGALEF, R. 1993. Teoría de los Sistemas Ecológicos. Univ. Barcelona, 290 p.
MARGULIS, L. and SAGAN, D. 1987. Microcosmos, Allen & Unwin, London (traducido al castellano
en 1995como Microcosmos, Tusquests, Barcelona, 317 pp.
MARTÍN, M. A., TAGUAS, F. J., 1998. Fractal modelling, characterization and simulation of particle-
size distribution in soil. Proc. R. Soc. Lond. A 454, 1457-1468.
MARTÍN, M. A., REY, J, M. 2000. On the role of Shannon's entropy as a measure of heterogeneity.
Geoderma (In press).
MATHERON,G. 1971. The Theory of Regionalized Variables and its Applications. Les Cahiers du
Centre de Morphologie Mathematique 5, Centre de Geostatistique, Fontaineblau, France,
MATO, J. M. 1994. El CSIC que queremos, Arbor, 577-578: 21-26.
MARTÍN PEREDA, A 1994. Diálogos sobre la ciencia. Entrevista a Eugene Garfield, Director del
Institute for Scientific Information (ISI) de Estados unidos. fronteras de la Ciencia y la Tecnología,
3: 6-11.
MAUSBACH, M. J. and WILDING, L. P. (eds), 1991. Spatial Variabilities of Soils and Landforms.
SSSA Special Publication nº 28, Madison, Wisconsin, 270 pp.
MAY, R. M. 1975. Patterns of species abundance and diversity. In: M.L. Cody and J.M. Diamond (Eds.),
Ecology and Evolution of Communities. Harvard Univ. Press, Cambridge, MA, pp. 81-120.
MAY, R. M. 1983. Review of Food Webs. Science 220, 295-296.
MAYR, E., 1969. Principles of Systematic Zoology. McGraw-Hill, New York, 428 pp.
MAYR, E. 1995. This is Biology. (Translated into Spanish by Editorial Debate from English., 326 pp.,
Madrid).
McBRATNEY,A. B. and WEBSTER, R. 1983. How many observations are needed for regional
estimation of soil properties?. Soil Sci., 135: 177-183.
McBRATNEY,A. B. and DE GRUIJTER, J. J. 1992. A continuum approach to soil classification by
modified k-meeans with extragrades. J. Soil Sci., 43: 159-175.
McBRATNEY, A. B. 1992. On variation, uncertainty and informatics in environmental soil management.
Aust. J. Soil Res. 30, 913-935.
McBrRATNEY, A. B. 1995. Pedodiversity. Pedometron, 3: 1-3.
McINTOSH, R.P. 1985. The Backgroud of Ecology. Concept and Theory. Cambridge Univ. Press,
Cambridge, 383 pp.
MILLER, F. P. 1992. Soil science: should we change our paradigm?. Bull. ISSS 81: 26-27.
MILLER, F. P. 1993. Soil science: a scope broader than its identity (A guest editorial). Soil Sci. Soc.
Am. J., 57: 299 and 564.
MINELLI, A., FUSCO, G. and SARTORI, S., 1991. Self-similarity in biological classifications.
BioSystematics 26, 89-97.
MINELLI, A. 1993. Biological Systematics. The State of the Art. Chapman y Hall, London, 387 pp.
MONASTERSKY, R. 1994. Earthmovers. Humans take their place alongside wind, water and ice.
Science News, 146: 412-433.
MOSTERÍN, J. 1984. Conceptos y Teorías en la Ciencia. Alianza Univ. Madrid, 220 pp.
MULDERS, M. A. 1987. Remote Sensing in Soil Science. Developmets in Soil Sci., 15: 379 pp. Elsevier
Amsterdam.
NOMA, E., GEE, H. H. and HARRIS, M. 1986. Subject classification and influence weights for 3000
journals. (Computer Horizons) (updated version 1993).
NACHTERGAELE, F. 1990. Soil surveyors: an endangered species. Soil Survey Horizons, 31:83-84
NIELSON, D. R. 1987. Emerging frontiers in soil science. Geoderma, 40: 267-273.
NOTOHADIPRAWIRO, T. 1993. Rethinking soil science paradigm. In: New Ways in Soil Science. ITC
Publ. Nº. 4, 4-16. ITC, Ghent, Belgium.
NOTOHADIPRAWIRO, T. 1993. Rethinking soil science paradigm. In: New Ways in Soil Science. ITC
Publ. Nº. 4, 4-16. ITC, Ghent, Belgium.
O'DONNELL, A. G., GOODFELLOW, M. and HAWKSWOTRH, D. L. 1995. In: Hawksworth, D.L.
(Ed.) Biodiversity: Mesurement and Stimation. Chapman y Hall in asssociation with the Royal
Society, London, pp. 65-73.
ODEH,I.O.A., McBRATNEY,A.B. y CHITTLEBOROUGH,D.J. 1990. Desing of optimal sample spacing
for mapping soil using fuzzy-k-means and regionalized variable theory. Geoderma, 47: 93-122.
ODEH, I. O. A., MCBRATNEY, A. B. and CHITTLEBOROUGH, D. J. 1992. Soil pattern recognition with
fuzzy-c-means: classification and soil-landform interrelationships. Soil Science Society of America
Journal, 56: 505-516.
ODEH, I. O. A. 1998. In Discussion of: J.J., Ibáñez, S., De-Alba., A., Lobo, A. V., Zucarrello,
Pedodiversity and global soil patterns at coarser scales Geoderma, 83: 203-205.
OLIVER, M. A. y WEBSTER, R. 1990. Kriging: a method of interpolation for GIS. Int. J. GIS, 4: 313-
332.
OLIVER, M., WEBSTER, R. and GERRARD, J. 1989a. Geostatistics in physical geography. Part I:
theory. Trans. Inst. Br. Geogr., 14: 259-269.
OLIVER, M., WEBSTER, R. and GERRARD, J. 1989b. Geostatistics in physical geography. Part II:
applications. Trans. Inst. Br. Geogr., 14: 259-269.
OLLIER, C. and PAIN, C. 1996. Regolith Soils and Landforms, Willey, Chichester, UK,316 pp.
OLSON, C. G. y DOOLITTLE, J. A. 1985. Geophysical techniques for reconnaissance investigations of
soils and surficial deposits in mountainous terrain. Soil Sci. Soc. Am. J., 49: 1490-1498.
ORTEGA, C.; PLAZA, L. M.; MARTÍN, M. J. and Urdín M. C. 1992. Spanish scientific and technical
journals. State of the art. Scientometrics, 24 (1): 21-42.
PASCUAL, J. A. 1997. El Arca de la Biodiversidad: De genes, Especies y Ecosistemas. Celeste
Ediciones, Madrid, 366 pp.
PASTOR SATORRAS, R. and WAGENSBERG, J. 1996. Branch distribution in diffusion-limited
aggregation: a maximum entropy approach. Physica A 224, 463-479.
PASTOR SATORRAS, R. and WAGENSBERG, J. 1998. The maximum entropy principle and the nature
of fractals. Physica A 251, 291-302.
PATON, T. R., Humpherys, G. S. and Mitchell, P. B. 1995. Soils, a New Global View. UCL Press, 213
pp, London.
PECK, C. 1990. Precision farming coming in the '90s. Montana farmer-Stockman, 78: 6-9.
PEET, R., 1974. The measurement of species diversity Annual Review of Ecology and Systematics, 5:
285-302.
PESTAÑA, A. 1995. Un apunte bibliométrico para España. Investigación y Ciencia, diciembre: 74-75.
PESTAÑA, A. 1996. El sistema español de Ciencia y técnica, Investigación y Ciencia, diciembre de
1996: 6-13.
PETERS, W. L. (ed.). 1988. Proceedings of the First Regional Workshop on a Global Soils and Terrain
Digital Database and Gobal Assessment of Soil Degradation. SOTER Report, 3. ISRIC.
Wageningen, The Netherlands.
PETERS, R. H. A. 1991. Critique for Ecology. Cambridge Univ. Press, Cambridge, USA, 366 pp.
PFORDRESHER, A. A. 1988. Evaluation of vegetative cover on reclaimed land by color infrared
videography relative to soil properties. Master of Science thesis, Texas A & M University.
PHILLIPS, J. D. 1989. An evaluation of the state factor model of soil ecosystem. Ecol. Model., 45: 165-
177.
PHILLIPS, J. D. 1993. Stability implications of the state factor model of soils as a non linear dynamical
system. Geoderma, 58: 1-15.
PHILLIPS, J. D. 1996. Deterministic Complexity, Explanations and Predictability in Geomorphic
Systems. In: B.L. Rhoads and C.E. Thorn, (pp. 315-336), The Scientific Nature of Geomorphology,
Willey, NY, 481 pp.
PHILLIPS, J. D., 1999. Earth Surface Systems, Blackwell, Oxford, 180 pp.
PIMM, S. L., 1982. Food Webs, Chapman and Hall, London, 219 pp.
POWELL, B., McBRATNEY, A. B. and MaCLEOD, D. A. 1992. Fuzzy classification of soil profiles and
horizons from the Lockyer Valley, Queensland, Australia. Geoderma,52: 73-197.
POPPER, K. R. 1962. La Lógica de la Investigación Científica. Tecnos, Madrid, 451 pp.
PRESTON, F. W. 1948. The commonness and rarity of species. Ecology, 29, 254-283.
PRIGOGINE, I. y STENGERS, I. 1983. La Gran Alianza. (Edición española corregida y extendida del
original francés). Alianza Univ. Madrid, 287 pp.
PRIGOGINE, I. y STENGERS, I. 1988. Entre le Temps et l' Éternité. Librairie Arthème Fayard, Paris
(Translated into Spanish by Alianza Universidad, Madrid, 235 pp).
PRIGOGINE, I. y STENGERS, I. 1990. Entre el Tiempo y la Eternidad. (Spanish version from the
Oroginal French), Alianza Univ., Madrid, 241 p.
QUINTANILLA, M. A. y MALTRÁS, B. 1992. La estructura de la producción científica en España
(1981-1989) y las prioridades del Plan Nacional. Arbor, 161: 107-130.
RAMAAN, E. 1928. The Evolution and Clasification of Soils. Heffer and Sons, London, UK,
RAPER, J. (ed.). 1989. Three Dimensional Applications in Geographical Information System. Taylor y
Francis. London.
RAPER, J. 1991. Geographical information system. Progress in Physical Geography, 15: 438-444.
REGUANT, S. 1995. Reflections on scientific evaluation. Some comments on the 8th Conference of the
International Federation of Science Editors. Microbiología SEM, 11: 499-502.
REALE, L., NORI, M. and FERRARI, G. (eds.). 1995. Holistic Approach to Sustainable Development:
Interactions of Soil Science with Different disciplines. EU, DG XII & ASTER, 117 pp. Florence.
REDDY, K. R., DEBUSK, W. F. and COLLINS, M. E. SSSA Special. Publication, nº 45.
REYBOLD, W. U. and TESELLE, G. W. 1989. Soil Geographic Databases. J. Soil and Water
Conservation, January-February: 28-29.
REY, J., MARTÍN,.M. J., PLAZA, L., IBAÑEZ,J. J. and MÉNDEZ, I. 1997. Changes in pblishing
behavior in response to research policy guidelines: the case of the Spanish Research Council in the
field of agronomy. Sixth International Conference of the Internatiomal Society for Scientometrics
and Infometrics, proceedings 1997, 351-360 (jerusalem, June 16-19, 1997).
REY, J., MARTÍN, L., PLAZA, L., IBÁÑEZ, J. J. & MÉNDEZ, I. 1998. Changes on Publishing
behavior in response to reserach policy guidelines. The case of the Spanish Research Council in the
field of Agronomy. Scientometrics, 41(1-2): 101-111 (Budapest).
RHOADS, B. L. and Thorn, C. E. 1996. The scientific nature of Geomorphology. Wiley & Sons, 481 pp.
RICHARDS, K. 1990. Real Geomorphology (Editorial), Earth, Surf. Proc. Landforms, 15: 195-197.
ROSENWEIG, M. L. 1995. Species diversity in space and time. Cambridge Univ. Press, Cambridge, 436 pp.
RICHTER, D. D. and MARKEWITZ, D. 1995. How deep is soil. BioScience, 45: 600-608.
RUBIO, J.L. e IBÁÑEZ, J. J. 1996. El Centro Temático Europeo de Suelos: Un reto para la investigación
ambiental. Fronteras de la Ciencia y la tecnología, 12: 48-51.
RYAN, W. y PITMAN, W. 1999. El Diluvio Universal. Editorial debate, Madrid, 351 pp.
SALDAÑA, A., IBÁÑEZ,J. J., STEIN, A. y ZINCK,A. 1996. Variabilidad espacial de las propiedades
de los suelos en las terrazas del Río Heneres. IV Congreso de la Soc. Española de Ciencias del Suelo:
La Información de Suelos para el Siglo XXI: Volumen I, 237-242, ETSI Agrónomos, Lleida,
Catalunya. SECS-Univ. Lleida.
SALDAÑA, A. and IBÁÑEZ, J. J. 2000. Pedodiversity analysis in a chronosequence at large scales.
(Geoderma, submited).
SALDAÑA, A. and IBÁÑEZ, J. J. 2000. Pedodiversity and soil variability; What is the relationship.
(Geoderma, submited).
SANCHEZ; P. A. 1994. Tropical soil fertility reserach: towards the second paradigm. Transactions 15 th
World Congress of Soil Science, Vol 1 (pp. 65-88), Acapulco, México, ISSS.
SÁNCHEZ, J. 1999. Informe interno del Centro Temático del Suelo. Agencia Europea de Medio
Ambiente. UE.
SANZ, L. 1995. Research actors and the State: research evaluation and evaluation of science and
technology policies in Spain. Madrid: Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA). Work paper
95-12. 28 pp.
SANZ, E., ARAGÓN, I. and MÉNDEZ, A. 1995. The function of national journals in disseminating
applied science. Journal of Information Science, 21 (4): 319-323.
SALVADOR, P. 1996. La ciencia en España durante la etapa socialista: datos para un análisis crítico.
Boletín API del CSIC, nº 4: 10-11.
SATTLER, R., 1986. Biophilosophy. Analytic and Holistic Perpectives. Springer-Verlag, 284 pp.
SCHEIDEGGER, A. E. 1991. Theoretical Geomorphology. Springer, Berlin, 434 pp.
SCHUMM, S. A. 1991. Interpret the Earth. Then Ways to be Wrong, Cambridge Univ. Press, Cambridge,
133 pp.
SHANNON, C. and Weaver, W. 1948. The Mathematical Theory of Communication. Univ. Illinois
Press, Urbana, III., 117 pp.
SIMONSON, R. W. 1959. Outline of a generalized theory of soil genesis. Soil Sci. Soc. Am. Proc., 23:
152-156.
SIMONSON, R.W. 1985. Soil classificatiuon in the past: Roots and Philosophies. ISRIC Annual Report
1984: 6-18.
SIMONSON, R. W. 1991. Soil science-goals for the nest 75 years. Soil Sci., 151: 7-18.
SINGER, M. J. and WARKENTIN, B. P. 1995. Soil in an environmental context. 18 th Int. Cong. Soil
Sci., Acapulco, México.
SMITH, R. E. 1993. Coments on "in defence of observation and measurements". Soil Sci. Soc. Am. J. ,
57: 1395.
SOIL SURVEY STAFF, 1998. Keys to Soil Taxonomy, 8th Edition. Soil Survey Staff, USDA/NRCS,
Washington D.C., USA, 326 pp.
SOKAL, A. and BRICMONT, J. 1998. Impostures Intellectuelles, Editions Odile Jacob, Paris, 276 pp.
SOLÉ, R. V. y MANRUBIA, S. C., 1996. Orden y Caos en Sistemas Complejos. Ediciones UCP,
Barcelona, 595 pp.
SPOSITO, G. and REGINATO, R. J. 1992. Opportunities in Basic Soil Science Reserach. Soil Sci. Soc.
Am., Madison, Wisconsin, 109 pp.
SOUTHWOOD, T.R. E., 1978. Ecological Methods. Chapman & Hall, London.
SUMNER, M. E. (Editor), 2000. Handbook of Soil Science,CRC Press, London, 2000 pp.
TAGUAS, F.J., MARTÍN, M. A., PERFERCT, E. 1999. Simulation and testing of self-similar structures
for soil particle-size distributions using iterated function systems. Geoderma, 83, 171-192.
TARGULIAN,V.O., ARNOLD, R. W., SOLOMON,A. M. y SZABOLCS, I. (1990): Introduction. In:
R.W.Arnold, I.Szabolcs y V.O.Targulian (Eds.), Global Soil Change. 15-20. IIASA, Laxenburg,
Austria.
TARGULIAN, V. O., ARNOLD, R. W. y ROZANOV, B. G. 1990. Pedosphere. In: R.W.Arnold,
I.Szabolcs y V.O.Targulian (Eds.), Global Soil Change. 21-29. IIASA, Laxenburg, Austria.
TAYLOR, L. R., 1978. Bates, Williams, Hutchinson -a variety of diversities. In: I.A. Mound and N.
Warloff (Eds.), Diversity of Insect Faunas: 9 th Symposium of the Royal Entomological Society.
Blackwell, Oxford., (pp. 1-18).
THOMAS, G. W. 1992. In defence of observation and measurements. Soil Sci. Soc. Am. J. , 56: 1979-
1980.
TOMLIN, D. C. 1990. Geographic Information System and Cartographic Modelling. Englewood Cliffs,
N.J: Prentice Hall.
TURCOTTE, D. L. 1992. Fractals and Chaos in Geology and Geophysics. Cambridge Univ. Press.,
Cambridge, 210 pp.
UEHARA, G., TRANGMAR, B. B. and YOST, R. S. 1985 Spatial variability of soil properties. In: D.R.
Nielsen y Bouma (eds.). Soil Spatial Variability. (pp. 61-95), Proceedings of a workshop of the ISSS
and the SSSA. Las Vegas, USA, 1984., PUDOC, Wageningen, 243 pp.
UPCHURCH, R. and EDMONDS,W. J. 1991. Statistical procedures for specific objectives. In: M.J.Maus
bach y L.P.Wilding (Eds.), Spatial Variabilities of Soils and Landforms. 1-8. SSSA Special
Publication nº 28, Wisconsin, USA.
Van KEULEN,H. and WOLF, J. (Eds.). 1986. Modelling of Agricultural Production: Weather, Soils and
Crop. Simulation Monographs, Pudoc, Wageningen.
Van LANEN, H. A. J. and BREGT, A. K. (Eds.). 1989. Application of Computerized EC Soil Map and
Climatic Data. CEC, Luxenbourg: 35-43.
Van Meirvenne, M., 1998. In Discussion of: J.J., Ibáñez, S., De-Alba., A., Lobo, A. V., Zucarrello,
Pedodiversity and global soil patterns at coarser scales Geoderma, 83: 201-203.
Van MEIRVENNE, M. and HOFMAN, G. 1991. Sampling strategy for quantitative soil mapping.
Pedology, XLI-3: 263-275.
Van VALEN, L., 1976. Ecological species, multispecies, and oaks. Taxon, 25: 233-239
Von ENGELHARDT, W. and ZIMMERMAANN, J. 1988. Theory of Earth Science. Cambridge Univ.
Press, Cambridge, 381 pp.
WAGENET, R. J. and Bouma, J. (eds). Role of Soil Scientifist in Wetland Research and Resources
Management. SSSA Sp. Publ. nº 45, 143 pp.
WALTERS, S. M., 1986. The name of the rose: A review of ideas on the European bias in angiosperm
classification (Tnasley Rev, nº 6). New Phytol. 104, 527-546.
WARKENTIN, B. P. 1992. Soil science for environmental quality: how do we know what we know? J.
Envir. Qual., 21: 163-166.
WEBSTER, R. 1977. Quantitative and Numerical Methods in Soil Classification and Survey. Clarendon
Press, Oxford, 269 pp.
WEBSTER, R. and OLIVER, M. A. 1990. Statistical Methods in Soil and Land Resource Survey. Oxford
Univ. Press, New York, 316 pp.
WEBTER, R., 1994. The development of pedometrics. Geoderma, 62: 1-15.
WHITTAKER, R. H., 1978. Direct gradient analysis, In: R.H. Whittaker (Ed.) Ordination of Plant
Communities, Junk, The Hague, pp. 7-50.
WHITE, R. E. 1993. The role of soil scientists in shaping policies for sustainable land management. Soil
News, 93: 1-4.
WILD, A. 1989. Soil scientists as members of the scientific community. J. Soil Sci., 40: 209-221.
WILDING, L. P. and DREES, L. R. 1983. Spatial variability and pedology. In: WILDING,L.P.,
SMECK,N.E. y HALL,G.F. Pedogenesis and Soil Taxonomy. Vol. 1: (pp. 83-116) Elsevier,
Amsterdam. 303 pp.
WILDING, L. P. and NORDT, L. C., 1998. In Discussion of: J.J., Ibáñez, S., De-Alba., A., Lobo, A. V.,
Zucarrello, Pedodiversity and global soil patterns at coarser scales Geoderma, 83: 203-205.
WILLIAMS, C. B. 1964. Patterns and Balance of Nature. Academic Press, London, 324 pp.
WILLIAMSON, M. 1981. Island Populations. Oxford Univ. Press, 286 pp.
WILLIS, J. C., 1922. Age and Area. Cambridge Univ. Press, Cambridge, 259 pp.
WILSON, M. F. and HENDERSON-SELLERS, A. 1985. A global archive of land cover and soils data
for use in general circulation climate models. J. Climatology, 5:119-143.
YAALON, D. H. 1994. On models, modelling, and process understanding. Soil Sci. Soc. Am. J., 58:
1276.
YAALON; D. H. 1995. The soils we classify: essay review of recent publications on soil taxonomy.
Catena, 24: 233-241
YAALON, D. H. 1996. Soil Science in transition: Soil awareness and soil care reserach strategies. Soil
Sci., 161: 3-7.
YAALON, D. H. 1997. History of soil sciences in context: interntional perspective, In: Yaalon, D.H. y
Berkowicz (editores), (pp. 1-14). History of Soil Sciences -International Perspectives- Catena
Verlag, Reiskirchen, Germany, 438 pp.
YAALON, D.H. 1997. Soil science in transition. Soil awares and soil care research strategies.
YAALON, D. H. and BERKOWICZ (eds.), 1997. History of Soil Sciences -International Perspectives-
Catena Verlag, Reiskirchen, Germany, 438 pp.
YAALON, D. H., 1998. In Discussion of: J.J., Ibáñez, S., De-Alba., A., Lobo, A. V., Zucarrello,
Pedodiversity and global soil patterns at coarser scales Geoderma, 83: 193-196.
ZINCK, J. A. 1990. Soil Survey. Epistemology of a vital discipline. ITC, Enschede, The Netherlands, 40
pp.
ZINCK, J. A. and VALENZUELA,C. R. 1990. Soil geographic data base: structure and applications
examples. ITC Journal, 1990-3: 270-294.
ZINCK, J. A. 1993. Introduction. ITC Journal 1993-1: 2-6.

También podría gustarte