Los Siglos Xvi y Xvii Oscar Mazín

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LOS SIGLOS 

XVI Y XVII

Óscar Mazín
E l C o l e g i o d e M éx i c o

A lo largo de sus 70 años Historia Mexicana es atalaya indiscu-


tible de la historiografía. La continuidad de sus cuatro nú-
meros anuales la convierte en fuente imprescindible para tomar el
pulso a los procesos de profesionalización de nuestra disciplina.
En ocasión de este feliz homenaje, se me ha pedido dar cuenta de
lo publicado sobre los siglos xvi y xvii. Es un encargo complejo
de extensión limitada, lo que hace necesario apretar la síntesis.
Hay que preguntarse cuántos artículos salieron publicados,
en qué décadas de la revista se advierte más producción y en cuá-
les menos. También interesa saber si la mayor concentración de
materiales permite distinguir etapas. ¿Cuál es la tónica o carácter
de cada una? ¿Qué temas predominan? ¿Qué se puede decir de
la procedencia de los autores? ¿Qué regiones son más estudia-
das? ¿Hay trabajos relativos a otras posesiones de la corona de
España? Es asimismo importante saber qué tanto ha interesado
la historia comparada. ¿Hay artículos que abrazan de manera
explícita alguna perspectiva de método? ¿Cómo interactúan los
autores con las humanidades y con las ciencias sociales?1

1 Para todo ello, el equipo editorial de Historia Mexicana me ha dotado de una


base de datos provista de enlaces electrónicos con cada uno de los 138 artículos.

HMex, LXXI: 1, 2021 95


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No se puede responder a casi nada de esto sin una apreciación


estadística básica. A lo largo de su historia, el total de artículos
que en Historia Mexicana tratan acerca de los siglos xvi y xvii es
de 138. Se lleva las palmas el siglo xvi con 67 (48.55%). Le sigue
el xvii con 47 (34.05%). Sin embargo, 24 artículos (17.39%)
se ubican en la transición entre ambas centurias, por lo que
integran un tercer indicador que equilibra el predominio de los
textos dedicados exclusivamente al siglo xvi. Hay que aclarar
que estos últimos no incluyen los procesos de las conquistas
hispanas, que son objeto de otro capítulo en este homenaje.
¿Cómo está distribuida esa producción? Curiosamente, la
más numerosa se ubica en el extremo inaugural de la revista. En
cambio, la de mayor concentración por años corresponde a los
primeros quinquenios del siglo xxi. Se perfilan, pues, claramen-
te, dos etapas: La inicial (1951-1970), que reúne 56 artículos, o
sea 40% del total. Y en el otro extremo (2001-2016), 35 artículos,
que equivalen a 25.3% del conjunto.2 Ambas concentran poco
más de 65% de la producción aquí considerada. El resto se halla
disgregado a lo largo de las décadas intermedias: a la de 1970
corresponden 12 artículos; durante los años ochenta aparecieron
24, y en la década de 1990 se publicaron 10 trabajos.

una aurora humanística

Acerquémonos, pues, a la etapa fundacional. Nunca la historia


“colonial” ha interesado más a los autores. Para explicarlo hay
que considerar algunos hechos. El mundo de la posguerra, tan
atraído por la “descolonización”, debió ser un estímulo rele-
vante para indagar qué clase de posesiones habían sido las del

Fue elaborada de manera comprehensiva y acuciosa. Hay que agradecerlo a


Frida Martínez León y a mi querida e inolvidable Beatriz Morán Gortari. Las
referencias a pie de página de este artículo se refieren a Historia Mexicana.
2  De esos 35 artículos, 14 tratan de los siglos xvi y xvii; 8 sólo de este último,

y 13 se refieren al primer siglo de Nueva España.


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Nuevo Mundo y Nueva España en particular. Pero, además,


en México había una fascinación por el oficio. Escribir historia
se vinculaba a las humanidades, pues había que elaborar expli­
caciones comprehensivas, de tal manera que no se tendía a la es-
pecialización extrema. La gente de letras, historia, filosofía y arte
se complacía en hurgar en lo propio para encontrarlo ya fuera
en el pasado prehispánico, en el pasado hispánico o “colonial”,
o en la epopeya más o menos reciente de un pueblo en armas.
También debemos considerar el ímpetu y las aportaciones de
aquellos docentes y escritores peninsulares “transterrados” a
Hispanoamérica y que en nuestro país fueron acogidos por La
Casa de España/El Colegio de México y por la Universidad Na-
cional. Sin olvidar que en aquella misma coyuntura (1938-1941)
se habían fundado el Centro de Estudios Históricos del primero
y los Institutos de Investigaciones Históricas y Estéticas en la
segunda. Sus profesores más ilustres descuellan en la época ini-
cial de Historia Mexicana.
Las décadas de 1950 y 1960 se hacen notar por la aparición de
trabajos pioneros sobre temas que abrieron brecha y suscitaron
debates importantes, algunos todavía vigentes: por ejemplo, el
colapso demográfico de la población autóctona en el centro de
Mesoamérica, su duración y los inicios de su recuperación.3 O
bien, corolario del anterior, la controversia sobre la legitimidad
de la conquista hispana y la naturaleza de los indios, con trabajos
en el ámbito de las ideas, obras y trayectoria de fray Bartolomé
de Las Casas.4 La relevancia de estos temas no debe, sin embar-
go, opacar la riqueza de aquella alborada.
Así tenemos que si la despoblación autóctona es impor-
tante, no es menos relevante el estudio de las tendencias de la

3  Borah, “La despoblación del México central” (45), 1962, pp. 1-12 y Miran-
da, “La población indígena” (46), 1962, pp. 182-189.
4  O’Gorman, “La idea antropológica” (63), 1967, pp. 309-319; Silva Tena,

“Las Casas, biógrafo” (16), 1955, pp. 523-543 y “El sacrificio humano” (63),
1967, pp. 341-357; Ortega, “El indio absuelto” (16), 1955, pp. 477-505.
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emigración hispana y el poblamiento a partir de la península


ibérica, según regiones de procedencia y sitios de destino.5 El
ámbito de la cristianización de los indios dio lugar a trabajos
acerca de sus figuras señeras, como fray Juan de Zumárraga;
pero también a la influencia que recibieron de las ideas de Eras-
mo de Rotterdam, sin duda como reflejo del impacto que enton-
ces tuvo Erasmo y España de Marcel Bataillon, obra traducida al
español por Antonio Alatorre y publicada en México en 1956.6
La conciencia de los españoles oriundos del Nuevo Mundo
o “criollos” interesaba entonces más desde una perspectiva filo-
lógica y literaria, es decir, a causa de los escritos tanto en prosa
como en verso de algunos de sus exponentes. Este enfoque es
revelador de los intercambios prevalecientes entre el Centro de
Estudios Históricos y el de Estudios Lingüísticos y Literarios
de El Colegio de México, todavía bajo la égida de Alfonso Reyes
y Raimundo Lida. Interesa la pluma de los miembros de la pri-
mera nobleza mexicana, como Juan Suárez de Peralta (Tratado
del descubrimiento de las Indias y su conquista), Baltasar Do-
rantes de Carranza (Sumaria Relación de las cosas de la Nueva
España), Juan de Cárdenas (Problemas y secretos maravillosos
de las Indias);7 la indagación acerca de los autores clásicos que
inspiraron la prosa a la vez sobria y grandilocuente de Francisco
López de Gómara (Historia general de las Indias y la conquista
de México);8 o bien el carácter compendioso de la Monarquía

5  Boyd-Bowman, “La emigración peninsular” (50), 1963, pp. 165-192 y “La


procedencia de los españoles” (65), 1967, pp. 37-71.
6  Bataillon, “Zumárraga reformador” (9), 1953, pp. 1-10; Almoina, “Citas

clásicas” (11), 1954, pp. 391-419; Miranda, “Renovación cristiana” (1), 1951,
pp. 22-47; Corona, “Religiones indígenas” (40), 1961, pp. 557-570; López,
“Términos del nahuallatolli” (65), 1967, pp. 1-36.
7  Benítez, “Los criollos del siglo xvi” (2), 1951, pp. 251-267; Uranga, “Juan

de Cárdenas” (64), 1967, pp. 477-497; López Cámara, “La conciencia criolla”
(23), 1957, pp. 350-377.
8  Durand, “Gómara” (6), 1952, pp. 210-222.
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Indiana de fray Juan de Torquemada como crónica.9 También se


aprecian procedimientos filológicos para desentrañar la autoría
de testimonios documentales tan relevantes como la Relación de
Michoacán.10 La impronta humanista de esa primera hora al-
canza una de sus cimas con el ensayo “El sueño de un sueño”.
Con penetración y belleza, su autor hace un análisis filosófico y
literario de la obra Primero sueño de sor Juana Inés de la Cruz.11
Historia Mexicana también acogía artículos de historia del
arte. Era el momento de las grandes síntesis sobre el arte colo-
nial y la catedral de México de Manuel Toussaint, así como del
arte hispanoamericano por Diego Angulo Íñiguez. El bino-
mio arte e historia gozaba, pues, de vigencia. Los de la revista
son trabajos que hacen la crítica a atribuciones de autoría de
obras de pintura mural y de retablos en conventos e iglesias del
siglo xvi;12 o bien discurren acerca de si hubo o no un retrato
verosímil de sor Juana.13 Además de hacer gala de su oficio, sus
autores explican las implicaciones históricas de las obras de arte.
Otros se interesan por la historia de actitudes y de costumbres
asociadas a los objetos artísticos, como el lujo y el boato como
estilo de vida, o bien dan cuenta de actividades artesanales
como la herrería y la cerrajería.14
Por otra parte, se corrobora una conciencia creciente de la
inserción de Nueva España en una primera economía de pro-
porciones mundiales. Es la minería la actividad que la preside, ya
sea por medio de la circulación de las monedas de plata acuñadas
en México, de la búsqueda del azogue o de las innovaciones

9  Moreno, “Vindicación” (48), 1963, pp. 497-515.


10  Bravo, “La Relación” (45), 1962, pp. 13-25.
11  Gaos, “El sueño” (37), 1960, pp. 54-71.
12  Toussaint, “Las pinturas murales” (2), 1951, pp. 173-184 y Castro Mo-

rales, “El retablo” (79), 1968, pp. 179-189.


13  De la Maza, “Primer retrato” (5), 1952, pp. 1-23.
14  Durand, “El lujo” (21), 1956, pp. 59-74; Muro Arias, “Herreros y cerra-

jeros” (19), 1956, pp. 337-372.


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tecnológicas en materia de extracción y beneficio de ese metal.15


Pero le hace competencia la difusión de colorantes como la
grana cochinilla y el “pastel” a partir de plantas tintóreas;16
o la introducción de la sericultura en la Mixteca17 y de la ga-
nadería extensiva;18 sin faltar la ruta transpacífica del galeón
de Manila hacia las Filipinas.19 Vemos asimismo aparecer una
primera comparación sistemática entre las economías de Nueva
España y el Brasil.20
Un artículo de importante calado historiográfico debe men-
cionarse por su visión, precoz a la vez que honda, de las fuerzas
geopolíticas que estructuraban la Nueva España. Es aquel que
explica la centralidad del puerto de Veracruz y su relevancia
universal en la transición del siglo xvi al xvii.21 También hacen
acto de presencia trabajos sobre la movilidad de fronteras hacia
el septentrión, ya sea en el ámbito de la guerra chichimeca o de la
posterior rebelión tepehuana.22 Interesan asimismo los procesos
de fundación de ciudades como Durango o la implantación de
gobiernos en las provincias ganadas a los indios de guerra para
la década de 1590, como San Luis Potosí.23

15  Beltrán, “Primeras casas” (3), 1952, pp. 372-394; Lang, “La búsqueda”

(72), 1969, pp. 473-484; Muro, “Bartolomé de Medina” (52), 1964, pp. 517-
531; McMaster, “Aventuras asiáticas” (31), 1959, pp. 372-399.
16  Berthe, “El cultivo del pastel” (35), 1960, pp. 340-377; Heers, “La búsque-

da de colorantes” (41), 1961, pp. 1-27.


17  Borah, “El origen de la sericultura” (49), 1963, pp. 1-17.
18  Matesanz, “Introducción de la ganadería” (56) 1965, pp. 533-566.
19  Carrera, “La Nao de China” (33), 1959, pp. 97-118; Quirino, “El primer

mexicano en Filipinas” (54), 1964, pp. 250-260; Pizano y Saucedo, “El puerto
de la Navidad” (54), 1964, pp. 227-249; González, “Expansión de Nueva
España” (54), 1964, pp. 206-226; Bernal, “México en Filipinas” (54), 1964,
pp. 187-205.
20  Mauro, “México y Brasil” (40), 1961, pp. 571-587.
21  Chaunu, “Veracruz” (36), 1960, pp. 521-557.
22  McCarty, “Los franciscanos” (43), 1962, pp. 321-360.
23  Gallegos, “El fundador de Durango” (50), 1963, pp. 272-276; Borah,

“Un gobierno provincial” (52), 1964, pp. 532-550 y “La defensa fronteriza”
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Aun cuando la mayoría de los autores de esta primera etapa


interactúan con el resto de las humanidades, no adscriben su
trabajo de manera explícita a algún paradigma de método. La
interlocución más notoria con las ciencias sociales llegó a His-
toria Mexicana partir de la década de 1970, ¿Qué es, entonces, lo
más característico de los trabajos inaugurales? Definitivamente,
la amplitud de miras. Quienes escriben se interesan no sólo
por la historia, sino por la literatura, la filosofía, la filología y el
arte. Son gente con vocación humanística, escriben bien y saben
dirigirse a un público general de lectores ávidos. Si bien estudian
Nueva España, su mirada trasciende los límites de ésta en busca
de ejemplos, por lo menos en el resto de Hispanoamérica.
Las procedencias de esos maestros fundadores son diversas:
hay profesores del exilio español en México, como José Gaos
y José Miranda; exponentes de la historiografía francesa, como
Pierre Chaunu y Jean-Pierre Berthe; mentores de la Escuela de
Berkeley como Woodrow Borah; docentes mexicanos como
Edmundo O’Gorman y Silvio Zavala, cuyas obras eran ya re-
ferente obligado. También se publicaron trabajos de algunos de
sus alumnos, como el de un joven Luis González; en fin, hacen
acto de presencia académicos por entonces recién egresados,
como Juan Ortega y Medina o Enrique Florescano.

fermento al filo de los años

La producción de Historia Mexicana acerca de los siglos xvi


y xvii comprendida entre 1971 y 2000 equivale a poco menos
de 35% del total aquí examinado. Pero sucede que ahora los ar­
tícu­los no se concentran en un conjunto determinado de años;
tampoco configuran propiamente una etapa, pues se hallan
disgregados a lo largo de esas décadas. Por este motivo, para

(61), 1966, pp. 15-29.


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identificar temas, tendencias y eslabonarlos, hay que proceder


en orden cronológico.
La década de 1970 se significa por entregas de investigaciones
en curso o recién consolidadas. Ahora sí se advierte una fuerte
interlocución con la demografía, la economía, así como con mi-
radas sociológicas a la “estructura social” en regiones bastante
delimitadas, por ejemplo, los minerales ubicados entre San Luis
Potosí y Zacatecas.24 O bien, que cuantifican el ganado menor y
calculan el peso del comercio hispano en las Mixtecas a expensas
de la población y la economía india declinantes.25
También encontramos artículos que se interesan por las cor-
poraciones, es decir, por “instituciones” de índole eclesiástica
tales como conventos de monjas y cofradías de renombre de los
que se describe su fundación y prácticas. No obstante, prevalece
la atención a sus haberes, a su modus operandi: cuantificación
de haciendas y ganados, de censos al quitar, cuotas y limosnas.26
Hay asimismo trabajos sobre una religiosidad asociada a la
presencia cada vez más importante de los grupos resultantes
de la mezcla de calidades, sobre todo mestizos y mulatos.27 En
continuidad con la década anterior, sobresalen artículos sobre
milenarismo y escatología franciscana, pensamiento erasmista,
gente de saber y ciencia, ya fueran eclesiásticos o seglares vincu-
lados a las matemáticas o a la herbolaria.28
Mención especial requieren los textos de la década de 1970
centrados en la historia urbana. Algunos, acaso, se habrán bene-
ficiado del seminario animado por Alejandra Moreno Toscano
desde el entonces llamado Departamento de Investigaciones

24  Carmagnani, “Demografía y sociedad” (83), 1972, pp. 419-459.


25  Romero Frizzi, “Los intereses españoles” (114), 1979, pp. 241-251.
26  Lavrin, “El convento de Santa Clara” (97), 1975, pp. 76-17 y “La congre-

gación de San Pedro” (116), 1980, pp. 562-601.


27  López Sarrelangue, “Mestizaje y catolicismo” (89), 1973, pp. 1-42.
28  Frost, “El milenarismo” (101), 1976, pp. 3-28; Trabulse, “El erasmismo”

(110), 1978, pp. 224-296 y “Un científico mexicano” (93), 1974, pp. 36-69.
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Históricas del inah. Descuellan artículos pioneros sobre las


congregaciones de indios de Nueva España con un fuerte com-
ponente de geografía histórica, sin olvidar instituciones y formas
de tenencia de la tierra. Otros tratan de la fundación de ciudades
como Puebla de los Ángeles o del emplazamiento espacial de la
capital de Nueva España. Hay trabajos también iniciales acerca
del impacto de la venalidad como estrategia fiscal de la corona de
España sobre los cabildos o ayuntamientos.29
La década de 1980 fue más abundante en artículos, en parte
a causa del homenaje a Silvio Zavala en ocasión de sus 80 años
de vida, del que resultaron dos números conmemorativos de
Historia Mexicana (1989). En algunos títulos se advierte cierta
concatenación de intereses respecto a la década anterior. Así, por
ejemplo, la evolución de las economías india e hispana, tanto en
la Mixteca costera como en la Alta, adopta una posición crítica
ante la “crisis del siglo xvii”, importante debate internacional de
esos años;30 o la situación que guardaban el comercio y los mer-
caderes de Guatemala en relación con los de México.31 También
persiste el tema de la expansión hacia el Pacífico y las Filipinas
a partir de Nueva España.32 El interés por las formas de trabajo
incluye un texto sobre Hernán Cortés como empresario y amo
de esclavos negros;33 otros se hacen cargo de la mano de obra en
los obrajes y del repartimiento forzoso de indios.34 En unos y
otros repercute la obra portentosa de Zavala.

29  Hirschberg, “La fundación de Puebla” (110), 1978, pp. 185-223; Alvara-
do, “El cabildo y regimiento” (112), 1979, pp. 489-514; Gerhard, “Congre-
gaciones de indios” (103), 1977, pp. 347-395; Boyer, “La ciudad de México”
(115), 1980, pp. 447-471.
30  Takahashi, “De la huerta a la hacienda” (121), 1981, 1-78; Romero Frizzi,

“Evolución económica” (128), 1983, pp. 496-526.


31  De la Peña, “Comercio y poder” (120), 1981, pp. 469-505.
32  García-Abasolo, “La expansión mexicana” (125), 1982, pp. 55-88.
33  Verlinden, “Cortés como empresario” (159), 1989, pp. 771-778.
34  Viqueira, “El significado de la legislación” (137), 1985, pp. 33-58; Jiménez

Pelayo, “Condiciones del trabajo” (151), 1989, pp. 455-470.


104 Óscar Mazín

En la estela de Gibson, Lockhart y Taylor, son numerosos los


estudios sobre los indios, sus pueblos, las formas de gobierno y
fiscalidad (tributos) tanto en la cuenca de México (Xochimilco)
como en los Altos de Chiapas y en Yucatán.35 También resalta
el estudio y edición de documentos híbridos de mediados del
siglo xvi, con pictografías de origen prehispánico y glosas en
español para tasar los tributos por orden del virrey Luis de
Velasco en pueblos de la cuenca del alto Balsas.36 El homenaje
a Silvio Zavala también trajo un texto análogo referente al Alto
Perú (Oruro).37
Durante los años ochenta reaparece el tema del presunto mi-
lenarismo entre los franciscanos;38 el interés por la elaboración
de instrumentos de catequesis: doctrinas o catecismos, pron-
tuarios de teología moral y manuales para párrocos.39 Rebrotan
estudios en torno al pensamiento y tradición de Las Casas; aná-
lisis cuidadosos sobre fray Jerónimo de Mendieta en memoriales
dirigidos a Juan de Ovando, presidente del Consejo de Indias
acerca de lo que ese fraile cronista consideraba que debía ser la
“República de los indios”;40 o referentes a escritos incendia-
rios como los de fray Alonso de Maldonado que, al impugnar
los justos títulos de la soberanía del Rey Católico en las Indias,
incluso suscitaron causas de índole inquisitorial.41
En el ámbito del seminario de historia de la educación aus-
piciado por el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de
México, destacan aportaciones sobre la influencia social de los

35  Pérez Zevallos, “El gobierno indígena” (132), 1984, pp. 445-462; Gosner,
“Las élites indígenas” (132), 1984, pp. 405-423; Quezada, “Encomienda, ca-
bildo y gubernatura” (136), 1985, pp. 662-684.
36  Noguez, “Tres documentos pictográficos” (141), 1986, pp. 5-48.
37  Sánchez-Albornoz, “Territorio y etnia” (153), 1989, pp. 167-179.
38  Weckmann, “Las esperanzas milenaristas” (125), 1982, pp. 89-105.
39  De la Torre, “Aspectos sociales de los instrumentos” (152), 1989, pp.

609-622.
40  Assadourian, “Memoriales de fray Gerónimo” (147), 1988, pp. 357-422.
41  Assadourian, “Fray Alonso de Maldonado” (152), 1989, pp. 623-662.
LOS SIGLOS XVI Y XVII 105

jesuitas y los métodos de enseñanza en los colegios de la Com-


pañía de Jesús de Nueva España.42 También interesa la vida
conventual mercedaria como ámbito propicio, aunque no ex-
clusivo, para la formación de sabios como el matemático fray
Diego Rodríguez.43 El interés por el saber se extiende hasta el
palacio real, ya que un autor escudriña los títulos de la biblioteca
del virrey Martín Enríquez.44 Era un saber en que el derecho
ocupaba un lugar de preeminencia, como testimonia la indaga-
ción y discusión acerca de las prerrogativas del reino de Nueva
España para hacerse representar en las Cortes de Castilla, así
como para convocar a Cortes o “congresos” en sus propios
términos territoriales.45
La producción de la década de 1990 es poco numerosa y he-
terogénea en cuanto a temáticas. Hay primicias de trabajos de
tesis dirigidos por profesores del Centro de Estudios Históricos
de El Colegio y de otras instituciones, aun extranjeras.46 Con
todo, los trabajos apuntan en dirección tanto a herencias como
hacia continuidades respecto de la etapa subsiguiente. Entre las
primeras sobresalen textos insertos en el ámbito de la historia
regional, especialmente de índole económica: por ejemplo, el
impacto del comercio sevillano con la península de Yucatán
por el puerto de Campeche;47 o los componentes demográ-
ficos como sustento para considerar y cuantificar los empal-
mes de minería y agricultura, así en Guadalajara, las villas y
pueblos de su entorno, como en aglomeraciones más lejanas en

42  Gonzalbo, “La influencia de la Compañía” (126), 1982, pp. 262-281 y


“Paideia cristiana” (131), 1984, pp. 185-213.
43  Trabulse, “La vida conventual” (152), 1989, pp. 743-769.
44  Hampe, “La biblioteca del virrey” (142), 1986, pp. 251-271.
45  Lohmann, “Notas sobre la presencia” (153), 1989, pp. 33-40; Bernal, “Las

características” (152), 1989, pp. 663-675.


46  Calvo, “Demografía y economía” (164), 1992, pp. 579-613; Martínez

Baracs, “Colonizaciones tlaxcaltecas” (170), 1993, pp. 195-250; Quezada,


“Encomienda, cabildo y gubernatura” (136), 1985, pp. 662-684.
47  García Bernal, “El afianzamiento” (198), 2000, pp. 201-269.
106 Óscar Mazín

el reino de Nueva Galicia, por ejemplo, Lagos y aun la remota


Zacatecas.48 Otro tema asociado a etapas anteriores es el re-
lativo a religión y justicia, política y corporaciones eclesiásti-
cas. Reaparece el viejo tópico de fray Bartolomé de Las Casas,
esta vez como obispo de Chiapas en sus relaciones no siempre
cordiales con sus homólogos, especialmente el de Guatemala.49
La justicia en el foro eclesiástico es el ámbito de una monja de
Michoacán cuya causa llegó al tribunal ad hoc llamado proviso-
rato.50 Un estudio más trata de los ritos idolátricos en pueblos
de indios nahuas y zapotecos a partir del análisis de tratados que
los denunciaban, como el de Hernando Ruiz de Alarcón.51 Los
indios de Tlaxcala son objeto de un estudio que los caracteriza
como conquistadores y pobladores a lo largo de varias décadas,
que sigue sus andares por diversos horizontes: en la Gran Chi-
chimeca y más allá, en el Septentrión de Nueva España, así como
en dirección del istmo centroamericano.52
Algunos artículos apuntan a la década siguiente, sobre todo
en el sentido de que miran más allá de Nueva España. De esta
suerte, se indaga la trayectoria de aquellos virreyes de Nueva
España que pasaron enseguida a gobernar el Perú, aunque con
la particularidad de haber antes ejercido como asistentes en Se-
villa, el cargo más importante de designación real inserto en el
ayuntamiento de esa urbe del Guadalquivir.53 Otro texto exa-
mina el tema de la población negra y sus tendencias al mestizaje
en Centroamérica, según lo vieron cronistas extranjeros como
el inglés Thomas Gage.54 Por último, está considerado un grupo

48  Calvo, “Demografía y economía” (164), 1992, pp. 579-613.


49  Assadourian, “Fray Bartolomé de Las Casas” (159), 1991, pp. 387-451.
50  Traslosheros, “Los motivos de una monja” (188), 1998, pp. 735-766.
51  Tavárez, “La idolatría letrada” (194), 1999, pp. 197-252.
52  Martínez Baracs, “Colonizaciones tlaxcaltecas” (170), 1993, pp. 195-250.
53  Hampe, “Esbozo de una transferencia” (161), 1991, pp. 49-81.
54  Pastor, “De moros en la costa a negros” (174), 1994, pp. 195-235.
LOS SIGLOS XVI Y XVII 107

de jesuitas de origen flamenco que ejercieron como misioneros


en el noroeste de Nueva España.55

formulación de nuevos lenguajes

Ya advertí que se perfila una etapa en los primeros lustros del


presente siglo (2001-2016). La concentración y densidad de los
trabajos permiten asignar al conjunto un título, “Nuevos len-
guajes”. Sus autores no parecen haber escogido el siglo sobre el
cual iban a trabajar de manera prioritaria, sino que discurren en
la continuidad de las temporalidades. De ahí que poco más de la
mitad de los artículos cuyo tema se ubica en la transición del
siglo xvi al xvii correspondan a esta etapa. Los enfoques han
ganado en complejidad. Una autora dice adherirse a la “historia
cultural” como paradigma de método, otros se pronuncian por
una historia “postnacional”.56 Efectivamente, los intereses to-
man distancia de la historia nacional como marco exclusivo de
referencia. Se hallan estimulados por métodos y especialidades
que les hacen atisbar otros horizontes. Más aún, hay traba-
jos que inscriben a la Nueva España en la perspectiva analítica de
las monarquías compuestas de las que formó parte, que fueron
su ámbito natural.
Esta situación se hace eco de un proceso fuerte de interna-
cionalización de la disciplina, simultáneo al de globalización del
planeta. Su motor ha sido el intercambio entre colegas, intensi-
ficado a partir de mediados de la década de 1990 entre univer-
sidades y centros de investigación europeos, estadounidenses e
iberoamericanos. En el contexto mexicano intervienen autores
no solamente de El Colegio y la unam, sino de los centros de

55 
De Groof, “Encuentros discordantes” (187), 1998, pp. 537-569.
56 Respectivamente, Silva Prada, “Estrategias culturales” (209), 2003, pp.
5-63; Ruiz Ibáñez y Vallejo Cervantes, “Vivir ‘sin dexar parte’” (243),
2012, pp. 1109-1170.
108 Óscar Mazín

investigación fundados en las décadas precedentes tanto en la


capital como en las entidades federativas, como los Colegios,
el primero de los cuales en tiempo es el de Michoacán (1979).
Uno de esos nuevos lenguajes corresponde a la resignificación
de la que ha sido objeto la historia del derecho. De esta suerte,
las “instituciones” o corporaciones se entienden como cuadros
o referentes formales del orden social de las que se enfatiza su
naturaleza jurídica. Hay trabajos que consideran instituciones
seculares o profanas, como los consulados de comercio.57 Pero
son más numerosos los que indagan en las de índole eclesiástica,
lo que obedece a la renovación también efectuada desde los años
ochenta y la década siguiente en el ámbito de la historia de la
Iglesia católica y su enorme incidencia social en aquellos siglos.
Esos estudios presentan un amplio abanico de intereses: pueden
referirse a la familia de un obispo y aportar elementos para la
biografía como subgénero;58 interesarse en prácticas como la im-
partición de justicia en las repúblicas de indios;59 tratar acerca
de la dimensión jurídica de la consciencia en el sacramento de
la confesión;60 preguntarse sobre las devociones en los pueblos
y santuarios;61 caracterizar el perfil de las órdenes religiosas no
mendicantes que llegaron a Nueva España después del Concilio
de Trento;62 reconsiderar los colegios primitivos, como el de la
Santa Cruz de Santiago Tlatelolco;63 o, incluso, dar a conocer
formas de fiscalidad que antes no interesaban, como las bulas

57  Del Valle Pavón, “Expansión de la economía mercantil” (203), 2002, pp.
517-557.
58  Irigoyen, “Un obispado para la familia” (230), 2008, pp. 557-594.
59  Owensby, “Pacto entre rey lejano” (241), 2011, pp. 59-106.
60  Lira, “Dimensión jurídica de la conciencia” (220), 2006, pp. 1139-1178.
61  Ragon, “Los santos patronos de las ciudades” (206), 2002, pp. 361-389;

Moro, “Los santuarios novohispanos” (264), 2017, pp. 1750-1818.


62  Ramírez Méndez, “Las nuevas órdenes religiosas en las tramas” (251),

2014, pp. 1015-1075.


63  Alberro, “El Imperial Colegio de Santa Cruz” (253), 2014, pp. 7-63.
LOS SIGLOS XVI Y XVII 109

de la Santa Cruzada o los donativos que la corona de España


recaudaba en sus posesiones americanas.64
Permitió a los académicos incursionar en todo esto la resig-
nificación de conceptos tales como justicia y jurisdicción. Y
como en todo el orden social interactuaban numerosas juris-
dicciones, el conflicto nunca tuvo en aquellos siglos un carácter
excepcional, sino que fue la norma. De esta suerte surgen nue-
vos actores, por ejemplo, los defensores de tribunales indios o
los procuradores de ciudades y demás cuerpos sociales ante la
corte del rey.65
Un par de artículos se adscribe al enfoque o especialidad de la
historia cultural, entendida como una incursión en el estudio de
las formas de representación de los grupos sociales. Entran aquí
desde la discursividad relativa al saber, en particular la medicina
y la botánica, hasta aquella asociada a las formas de resistencia
violenta, como el tumulto o la rebelión en perspectiva compara-
da entre el Perú y la Nueva España.66 Pero también interesan las
prácticas judiciales desde el punto de vista de la parafernalia del
ceremonial, de los ritos practicados y de los recursos retóricos
que intervenían en el recibimiento de grandes dignatarios, lo que
explica una nueva vigencia de la emblemática.67 Como apunté,
los casos no se limitan ya a Nueva España, sino, por ejemplo,
miran hacia la corte de Lima, capital de las Indias meridionales.68
Un campo más de “nuevos lenguajes” es aquel mediante
el cual Historia Mexicana ha respondido a los estudios sobre

64 Respectivamente, Martínez López-Cano, “La administración de la bula”

(247), 2013, pp. 975-1017; Grossmann, “La Iglesia al servicio de la fiscalidad”


(266), 2017, pp. 551-604 y De Nardi, “El carácter voluntario de los donati-
vos” (268), 2018, pp. 1535-1596.
65  Cunill, “Los defensores de indios” (246), 2012, pp. 551-590; Trasloshe-

ros, “El tribunal eclesiástico y los indios” (203), 2002, pp. 485-516.
66  Silva Prada, “El uso de los baños” (205), 2002, pp. 5-56; Salinero, “Re-

beliones coloniales” (255), 2015, pp. 895-936.


67  Cárdenas Gutiérrez, “El teatro de la justicia” (220), 2006, pp. 1179-1220.
68  Osorio, “La entrada del virrey” (219), 2006, pp. 767-831.
110 Óscar Mazín

las monarquías de España y Portugal, renovados en el ámbito


internacional también a partir del final de la década de 1990.69
Entendidas como entidades mundiales de naturaleza compuesta
previas a los estados nacionales, en ellas se establecieron y de­
sarro­lla­ron reinos como Nueva España. Había, pues, que salir
de los marcos nacionales y dinamizar los estudios. Aparecen dos
modalidades: la movilidad como factor de cohesión de los mun-
dos ibéricos y el análisis comparativo. Gracias a este último, en
la revista se reconsideran las conquistas españolas de América,
hasta el grado de presentarlas como la implementación de sis-
temas de dominio indirecto basados en la subsistencia de prác-
ticas y grupos de poder prehispánicos hasta más allá del primer
siglo del dominio hispano.70
La movilidad y la circulación de hombres, papeles y objetos
entre los reinos y señoríos de esas monarquías también se ha
revelado como importante propulsor de los estudios históricos.
Las pautas de movilidad de la gente oriunda de Nueva España
por los horizontes de la vasta Monarquía fueron estudiadas en
un número de la revista en que se comparan los vínculos entre
redes y grupos de manera simultánea en Hispanoamérica, Es-
paña, los Países Bajos y el Extremo Oriente.71 O bien se estudia
la cuestión de la representación de cuerpos y de grupos ante la
Corte del rey, llámense pueblos de indios u otras entidades como
la Real Hacienda por medio de oficiales, agentes, procuradores
y demás personeros.72

69 Remito a la sección monográfica del número 73 de Relaciones (1998), “La


Monarquía española, grupos políticos locales ante la corte de Madrid”.
70  García Martínez, “Encomenderos españoles y British Residents” (240),

2011, pp. 1915-1978.


71  Rubial, “Religiosos viajeros” (243), 2012, pp. 813-848; Oropeza, “La

esclavitud asiática” (241), 2011, pp. 5-57; Ruiz Ibáñez y Vallejo Cervantes,
“Vivir ‘sin dexar parte’” (243), 2012, pp. 1109-1170; Herrera Reviriego,
“Flujos comerciales” (262), 2016, pp. 495-553.
72  Díaz Serrano, “La República de Tlaxcala” (243), 2012, pp. 1049-1107.
LOS SIGLOS XVI Y XVII 111

En esta etapa destacan varias generaciones de investigadores:


profesores insignes de El Colegio de México y de la Universi-
dad Nacional, algunos de los cuales figuraban medio siglo antes
como estudiantes aventajados. También están presentes in-
vestigadores en proceso de maduración. Proceden de casas de
estudios como la Universidad Autónoma Metropolitana o el
Instituto Nacional de Antropología e Historia. Con todo, en
este pasado reciente son también numerosos los autores extran-
jeros, sobre todo docentes de universidades francesas, españolas
y estadounidenses. Esto es reflejo del proceso de internacionali-
zación de los estudios históricos antes mencionado.

recapitulación

De este recorrido por los artículos publicados en Historia


Mexicana acerca de los siglos xvi y xvii se desprenden conside-
raciones que atañen al proceso de profesionalización de nuestra
disciplina. Los artículos surgen de tres matrices o ámbitos: la
interacción con el resto de las humanidades (1951-1970), la in-
terlocución con las ciencias sociales con énfasis en la historia
regional (1971-2001) y la formulación de nuevos lenguajes en
un mundo globalizado (2002-2016).
Hay temas que reaparecen a todo lo largo. Su interés per-
manente vertebra de alguna manera la revista en lo tocante a
los siglos aquí examinados: el ideario del padre Las Casas cuyo
entorno es la controversia sobre la legitimidad del dominio
del rey de España y los derechos de los indios como súbditos;
los actores de la cristianización, en particular los frailes y las
corrien­tes de pensamiento como el erasmismo y el milenarismo.
Está el tema concerniente a las propias poblaciones autóctonas:
demografía, pueblos, gobierno, religiosidad, historia, hispani-
zación o aculturación, trabajo y fiscalidad. También sobresale
la economía de los grupos no indios, sus actividades extractivas,
tecnológicas, sus tendencias comerciales y la ruta transpacífica.
112 Óscar Mazín

Son las corporaciones o instituciones de índole eclesiástica otro


de los temas recurrentes, con horizontes tan vastos como la
historia social, pues encuentran ahí cabida cuestiones jurídicas,
religiosas, científicas y educativas. Las regiones más estudia-
das para los siglos aquí analizados son la Mixteca, Yucatán,
Oaxaca central, Michoacán y Chiapas; enseguida vienen las
aglomeraciones mineras del Septentrión de Nueva España: San
Luis P­ otosí, Zacatecas, Durango. Por último, cabe destacar
la relevancia, aunque no sean numerosos, de los trabajos que
comparan o asocian la Nueva España con el Perú. Más allá,
se advierten énfasis que vinculan a aquélla con Guatemala, las
Filipinas y el Perú.
Como cabe esperar, por lo que hace a los siglos xvi y xvii,
Historia Mexicana es una revista aún especializada en Nueva Es-
paña. No hay trabajos que prescindan enteramente de ese reino
a expensas de otra latitud, dominio o territorio. No obstante, a
lo largo de sus 70 años, además de acoger autores procedentes de
muy diversas latitudes, nuestra revista ha respondido con suma
originalidad a las tendencias, métodos, debates e intereses más
sobresalientes de la historiografía. En este sentido, su nombre no
desdice de la proyección que hace de ella el importante referente
internacional de todos conocido.

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