Qué Son Las Matemáticas
Qué Son Las Matemáticas
Pero primero, evoco una propuesta aparentemente inútil que discutió J.J. Sylvester en
torno a la diferenciación que debe hacerse entre los términos matemática y matemáticas
(que ya había defendido Descartes), que considero valiosa como preámbulo en este
texto. Sylvester postuló en 1869 a la British Association, que el término matemáticas se
reservara para las aplicaciones que ésta tenía con las ciencias fácticas, destinando el
vocablo en singular para la “ciencia” en sí, de modo más general. Así que, secundando la
premisa del matemático, sustituyo en la pregunta original la palabra matemática en lugar
de matemáticas, para tomar este campo de conocimiento como uno solo y no es sus
ramificaciones. Entonces, y a modo de una pseudo-demostración, utilizaré con cierto
rigor los contraejemplos como vía de resolución del problema en cuestión.
LA MATEMÁTICA
NO ES UNA CIENCIA
“Las proposiciones matemáticas, en cuanto tienen que ver con la realidad, no son ciertas;
y en cuanto que son ciertas, no tienen nada que ver con la realidad”.
Albert Einstein.
LA MATEMÁTICA
NO ES UNA FILOSOFÍA
Pese a que la matemática fue la columna vertebral de la filosofía griega cuando formaba
tres de las partes principales del llamado cuadrivium filosófico en aquel tiempo
(geometría, aritmética astronomía y música), y que el conocimiento helénico,
alejandrino, medieval y renacentista, se centró en el estudio de estas disciplinas como
filosóficas, ahora la matemática como primogénita, ha dejado de su madre y ha hecho
vida aparte cuando ella misma ha llegado a ser madre de otras disciplinas. Heredó de su
madre, eso sí, las características que la hacen distintiva de las ciencias, como se vio antes.
Estos aspectos le dieron forma y carácter de “ciencia”, como fuente de adquisición de
conocimiento, pero meramente exacta y deductiva, pues su método axiomático fue
engendrado por la lógica aristotélica, el formalismo platónico y la deducción euclidiana.
Y aunque la matemática se la toma como parte de las ciencias formales junto con la
filosofía, se diferencia de ésta por su carácter puro y pragmático que, originado en la
abstracción de la mente humana se ha decantado en toda suerte de aplicaciones en la
realidad de los fenómenos físicos, no quedándose en el formalismo e irracionalidad del
mundo de las ideas por sí mismas, sino que tomó forma en lo concreto también.
Según la postura de Russell, la filosofía no es ciencia pues no posee objeto propio, sino
que estudia todos aquellos problemas inmaturos que no tienen todavía una categoría, es
decir, que no pueden ser tratados científicamente. Así, en el momento en que una
disciplina filosófica se separa e independiza de ella, se engendra una ciencia o un cuerpo
de conocimiento nuevo, como le ocurriera a la lógica formal, a la matemática y a la física
(llamada aún en tiempos de Newton como Filosofía Natural). Sin embargo, se dice que la
filosofía como madre de todas la ciencias, por cuanto vive y se sustenta en lo supra
racional, lo incomprensible, lo que se halla más allá de los límites de la razón; lejos de
morir por el desenvolvimiento de otras ciencias, se vigoriza y enriquece más, pues al
desprenderse las ciencias de ella, asimismo surgen casi simultáneamente disciplinas
filosóficas paralelas, como el caso de la misma matemática que durante su maduración y
aritmetización en los siglos XVIII y XIX, ha originado sus propias corrientes filosóficas
como el intuicionismo, el racionalismo, el logicismo, el formalismo, el
convencionalismo, el absolutismo, el axiomatismo, el idealismo y el platonismo; pero sin
ser la matemática sola una disciplina filosófica estricta por sí misma.
LA MATEMÁTICA
NO ES UNA RELIGIÓN
“Los números enteros son obra del buen Dios. Todo lo demás es obra del hombre”
Leopold Kronecker.
“Parece que uno de los rasgos fundamentales de la naturaleza es que las leyes
físicas fundamentales se describen en términos de una teoría matemática de gran
belleza y poder, para comprenderla se necesita una norma muy elevada en
matemáticas… Uno quizá pudiera describir la situación diciendo que Dios en un
matemático de orden muy elevado, y que Él usó matemática muy adelantada al
construir el universo”, Paul Dirac.
Por otro lado, el vínculo más importante que se puede encontrar entre temáticas tan
disímiles como lo son la matemática y la religión es lo que, evocando lo sucedido durante
los periodos de más apogeo en la historia de la matemática, cuando florecían de las
mentes brillantes los descubrimientos que la fundamentan se puede comprobar: la
motivación primera de esos grandes científicos y matemáticos provino de la admiración
a las Escrituras, su fe en Dios y de sus profundas creencias cristianas, como es el caso de
Copérnico, Descartes, Galileo, Kepler, Liebniz, Newton, Pascal, entre otros. Pero por
otra parte, hubo también episodios lamentables durante esta historia en los que entraron
en conflicto la razón incipiente y la religión dominante; como lo fue la injusta acusación y
posterior condena de Galileo en 1633 por la inquisición romana, o mucho antes, la
muerte trágica de la matemática alejandrina Hipatia, a manos de una secta cristiana en el
siglo V d.C. Sin embargo, lejos de ser una religión o un conjunto de dogmas y doctrinas
religiosas, puede decirse que la matemática es un lenguaje universal que unifica a las
naciones y lenguas en un solo sentir, donde los hombres la admiran y se llenan de ella;
doquiera que se la topen los fanáticos, académicos, profesores, estudiantes o aficionados
a los números y formas.
LA MATEMÁTICA
NO ES UNA POLÍTICA
“Cultivad asiduamente la ciencia de los números, porque nuestros crímenes no son más
que errores de cálculo”. Pitágoras
“Quien sólo haya hecho ejercicios de matemáticas sin haber resuelto ningún problema,
es igual a quien sabe mover las piezas del ajedrez sin haber jugado nunca un verdadero
juego; lo real en matemáticas es participar en el juego”.
Stephen J. Turner
Fin Formativo. Este fin es quizá el más importante de los anteriores pero el menos
conocido y comprendido por la mayoría, pues se refiere al área cognoscitiva de un
individuo, por ende intangible para determinar concretamente en sus alcances.
Trata del conjunto de habilidades, competencias y aptitudes que el estudiante de
matemáticas obtiene sin percatarse, generadas por el ejercicio constante y el
desarrollo paulatino de las destrezas y capacidades matemáticas, como lo son:
capacidad de abstracción, orden y aseo, discernimiento en la resolución de
problemas de la vida hallando la solución más lógicamente o probabilísticamente
acertada al eliminar o descartar las menos adecuadas, rigor científico, orientación
espacial, ordenamiento y clasificación de ideas y pensamientos, capacidad de
asociación, cromática, localidad, estimación de peso y resistencia, temporalidad,
sonido, lenguaje, comparación, causalidad, memoria, capacidad de análisis y
síntesis, deducción e inducción, selección, capacidad de desenvolvimiento en las
artes (música, pintura, escultura, dibujo, literatura); entre muchas otras
aplicaciones directas e indirectas que el estudiante de matemáticas adquiere a
medida que le sean familiares los conceptos y objetos matemáticos, sus
aplicaciones y su lenguaje.
Aunque muchos consideran a la matemática como todo un arte por la belleza de sus
proposiciones, relaciones, aplicaciones y resultados; además de la singularidad de su
carácter abstracto, estético y casi perfecto, no es posible encasillarla en esa categoría.
Muchas aplicaciones ha encontrado la matemática en sus múltiples caras. Ya lo
evidenciaba Pitágoras con su contribución maravillosamente práctica que figura en la
ejecución de cualquier instrumento musical solo o en el conjunto de una orquesta. Se
trata del fundamento matemático que se esconde detrás de la escala musical en su
relación con los números racionales a la armonía. Sin duda un descubrimiento
trascendental y por demás interesante de la matemática en sus aplicaciones
insospechadas en medio de la naturaleza de las cosas humanas; quizá sólo comparable a
lo que siglos más tarde de apoderaría de la arquitectura y de las artes plásticas, cuando
Leonardo Da Vinci, dentro de su extraordinaria inventiva e imaginación (así como los
artistas Seurat y Morian), relacionó la geometría con su arte, haciendo uso de la llamada
proporción áurea en sus obras maestras como la Mona Lisa, y recapitulando lo que ya los
egipcios y griegos habían descubierto y aplicado en sus monumentales obras
arquitectónicas, como las pirámides de Gizeh y El Partenón, respectivamente. Luego en
la actualidad, trasladando esta divina proporción a la escala métrica relativa a la
anatomía humana, Le Corbusier decantaría en su obra El Modulor, algo que ya Da Vinci
en su Hombre de Vitrubio comprobaría y aplicaría en su tiempo, como un amate
obsesionado con la búsqueda de pautas que relacionaran no sólo la anatomía humana y
la arquitectura, sino con la estructura armónica propia de la naturaleza. Y es que uno de
los grandes misterios de la belleza de la matemática se encuentra en un número
irracional y enigmático, al parecer llamado por él como el número de oro, que viene dado
por (letra griega Phi, al parecer en honor a Fibonacci). Este número se
relaciona los cinco números más importantes de la matemática con tres operaciones
fundamentales y la igualdad, en una elación casi imposible, con números aparecidos en
diferentes épocas de la historia y en teorías independientes unas de otras, lo que
resumiría un anónimo con la siguiente interrogante: “¿Qué puede ser más místico que un
número imaginario interaccione con números reales para producir nada?”.