El Libro de Rut PDF
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OTOÑO 2011 • Nº 71
EL LIBRO DE RUT
Coordinadora: Dra. Mercedes Navarro Puerto
EDITORIAL
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Dolores Aleixandre
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esde niña me gustaba escuchar de labios de mi promesa de dar a nuestros padres esta tierra en la que
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Ahora que soy anciana y he vuelto a Belén después (“mi suavidad”, “mi dulzura”) me pareció una gran
de los años duros y tristes de mi exilio, le cuento esas mentira, porque me había convertido en una mujer
mismas historias a Obed, el nieto que me ha dado mi vacía y habitada por la amargura. Ahora mis sentimien-
nuera Rut y que es la alegría de mi vejez. Él se sienta tos han cambiado y he llegado a comprender que recibí
junto a mí muy atento y yo le recuerdo que cuando mi nombre en mi nacimiento como una promesa aún
hablo de “servir al Señor” estoy pronunciando su nom- incumplida: solo llegaría a madurar con el tiempo, lo
bre, porque Obed significa “siervo” en nuestra lengua, mismo que ocurre con la siembra o con la gravidez de
y fue así como le llamaron nuestras vecinas el día de su las mujeres. Es ahora, en mi vejez, cuando se ha hecho
nacimiento. Y como también significa “el que escucha”, realidad, pero Obed es aún demasiado pequeño para
tiene que aprender a vivir muy atento y con sus oídos oírme contar mi propia historia: antes tiene que cono-
bien abiertos cuando el Señor le dirija su palabra. cer la de nuestro pueblo. Sin embargo, cuando Rut y
Siempre me ha gustado ahondar en el significado de yo nos sentamos juntas a tostar trigo o a amasar pan,
los nombres, aunque hubo un tiempo en el que el mío nos gusta hacer memoria juntas de cómo el Señor ha
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ido conduciendo nuestras vidas hasta entregarnos en ré...”, el temor a la soledad y a las limitaciones de mi
plenitud lo que encerraban nuestros nombres. vejez habría paralizado mi deseo de volver a Belén y ya-
Recordamos aquel tiempo de pérdidas y duelo, cuando cería ahora en otra tumba en tierra extraña.
murieron los hombres bajo cuyos nombres nos habíamos Cuando entramos en Belén se alborotaron las veci-
refugiado y nos encontramos solas y nas: me habían visto salir hacia Moab
viudas. Ante nosotras se abrían dos ca- colmada de vitalidad, en compañía de
minos: quedarnos para siempre junto a Rut me confiesa que los mi esposo y mis hijos, y me veían
aquellas tumbas, llorando y lamentán- nombres con los que yo ahora retornar sin ellos, encorvada por
donos por la ausencia de los que ama- llamaba al Dios de Israel el peso de los años y del sufrimiento.
mos, o dejar atrás esa etapa de nuestra Renegué ante ellas de mi nombre:
vida y emprender el retorno hacia la
le hicieron temer en un “No me llaméis Noemí, llamadme
tierra que ahora prometía de nuevo principio que fuera aún peor ‘Amarga’, porque salí llena y vuelvo
darnos pan. Orfá, mi otra nuera, no que los ídolos de Moab que vacía...”. Y hasta me atreví, ante el es-
tuvo el valor de arrancarse del pasado y había abandonado. panto de quienes me oyeron, a hablar
volvió a su vida anterior, mientras que del Señor con nombres terribles que
Rut y yo nos pusimos en camino. Mu- expresaban mis quejas y mi rebeldía:
chas veces le recuerdo a ella que, si no es “el que me ha vaciado”, “el que me
hubiera sido por la firmeza decidida de las palabras que ha vuelto amarga”...
me dirigió: “Donde tú vayas, yo iré; donde vivas, vivi- Cuando hago memoria de aquella escena, Rut me
confiesa que los nombres con los que yo llamaba al
Dios de Israel le hicieron temer en un principio que
fuera aún peor que los ídolos de Moab que había aban-
donado. “El primero en hablarme del Señor de otra
forma –me recuerda– fue Boaz en nuestro primer en-
cuentro en su campo: ‘Que el Dios de Israel, bajo cuyas
alas has venido a refugiarte –me dijo–, te lo pague con
creces’. La imagen de un Dios protector y materno,
como un ave que recoge a sus polluelos, me sorprendió
y llenó mi corazón de gozo: supe en aquel momento
que también yo, la última entre los siervos del campo
en que espigaba, y además extranjera, tenía también
derecho a encontrar refugio bajo las alas de ese Dios.
No tenías razón, Noemí, al hablar de él como lo hicis-
te: mira cómo ahora estás de nuevo llena con mi hijo
Obed a tu lado y él te colma de la dulzura que creíste
haber perdido para siempre...”.
Yo me río y le respondo que tiene razón, pero que a
nuestro Dios no le ofende que derramemos ante él con
libertad lo que desborda de nuestro corazón, y, cuando
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la veo asentir, pienso que ella ha llegado a conocer al taste que Fares significa “brecha” y que, en el parto de
Señor mejor que yo, a pesar de que hace poco que per- Tamar, uno de los gemelos extendió su mano y la par-
tenece a nuestro pueblo. Ella me dice: “Es porque me tera le ató en ella un hilo, diciendo: ‘Este ha sido el pri-
siento envuelta en la bendición que mero en salir’, pero retiró su mano, y
pronunciaron ante Boaz los ancianos el otro salió antes. Entonces dijo la co-
y todo el pueblo: ‘¡Que a la mujer que También yo he abierto madrona: ‘¡Qué brecha has abierto!’. Y
va a entrar en tu casa la haga el Señor una brecha en la fama le llamó por ese nombre, Fares. Pienso
como Raquel y Lía, las dos que cons- que también yo he abierto una brecha
truyeron la casa de Israel! ¡Que tengas
de las mujeres moabitas: en la fama de las mujeres moabitas: el
riqueza en Éfrata y renombre en el nombre de Moab, unido nombre de Moab, unido al incesto de
Belén! ¡Que por los hijos que el Señor al incesto de Lot, ha estado Lot, ha estado siempre asociado a la
te dé de esta joven tu casa sea como la siempre asociado a la perdición y la ruina de los israelitas. Y,
de Fares, el hijo que Tamar dio a sin embargo, el Señor ha hecho de mí
perdición y la ruina
Judá!’. Cuando te pregunté después una portadora de bendición para Boaz,
por esas tres mujeres, Raquel, Lía y de los israelitas. un hijo de Israel. Y he abierto también
Tamar, tú me contaste sus historias: otra brecha en las costumbres de este
las dos primeras, hermanas, cómplices pueblo que rechaza a las mujeres ex-
y también adversarias entre sí por el tranjeras: conmigo ha roto su tradición
amor de Jacob, fueron, junto a Sara y Rebeca, nuestras y me ha invitado a cobijarme bajo sus alas, como si fue-
Matriarcas. Raquel, la Cordera, y Lía, la Fatigada: dos ran las del Señor”.
mujeres fuertes, libres y fecundas que llenaron de vida
y de orgullo el clan al que pertenecían, y sus doce hijos
siguen dando nombre a nuestras tribus”.
“También Tamar, la Palmera, fue una mujer vigorosa
que actuó con energía y sagacidad y no se resignó ante
el comportamiento injusto de Judá, su suegro: al negar-
se él a darle en matrimonio a otro de sus hijos, la con-
denaba a una esterilidad semejante a la muerte, pero
ella diseñó un plan para defender sus derechos. Es ver-
dad que acudió al engaño para conseguir ser madre,
pero el propio Judá reconoció que había actuado más
justamente que él, y el Señor la recompensó dándole
dos hijos gemelos”.
“Cuando conocí las vidas que se escondían detrás de
aquellos nombres –siguió diciendo Rut–, supe que ten-
dría que esforzarme mucho si quería que el mío fuera
digno de ser pronunciado junto a los suyos en la histo-
ria de nuestro pueblo. Hasta el nombre de Fares, el hijo
mayor de Tamar, me ha supuesto un desafío: me con-
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Me conmueve escuchar a mi nuera, porque contem- vidor, el Escuchador, o uno de sus descendientes alcance
plo cómo va afirmando día a día su identidad: no reco- algo aún más hermoso: que el Señor, lo mismo que a
nozco ya en esta mujer, erguida y segura de sí misma, Moisés, lo considere más que un siervo, un “amigo” con
a aquella muchacha temerosa que se presentó ante quien se habla cara a cara.
Boaz como “su sierva”, se postró ante él y se mostró Rut toma mis manos, emocionada, y me dice que va
extrañada de que prestara atención a una extranjera. a hacer suya la bendición que pronunciaron sobre mí
Ni tampoco a la que me contó, después de haber pa- las mujeres cuando nació Obed:
sado la noche con él en la era, que se le había acerca- Bendito sea Dios,
do “sigilosamente” y no se había dado a conocer hasta que te ha dado hoy quien responda por ti,
la medianoche. y este niño será para ti descanso y ayuda
Han ido madurando en ella sus mejores rasgos: aque- en tu vejez:
lla audacia con la que decidió acompañarme a Belén; su yo misma lo pongo en tu seno como signo
valentía para enfrentarse a lo desconocido y adentrarse de nuestra amistad fiel,
del amor y la lealtad que me llevaron a decirte
en una tierra que podía serle hostil; la responsabilidad
un día:
de ponerse a trabajar como espigadora para poder man-
“A donde tú vayas, iré yo;
tenernos; el vigor para permanecer en la tarea de sol a
donde tú vivas, viviré yo;
sol; el atrevimiento de pedirle a Boaz: “Extiende sobre tu pueblo es el mío, tu Dios es mi Dios;
mí tu manto...”. donde tú mueras, allí moriré y allí me enterrarán.
Estás empezando a recibir tu nombre –le digo–. Ya no Solo la muerte podrá separarnos”.
te sientes la esclava de nadie; ahora sabes que tu nombre
significa “amiga, cercana, próxima”, y por eso no te pos- Las últimas palabras de Rut se quedan resonando en
tras ni te arrodillas, sino que miras de frente y a los ojos. mi interior, porque allá, en lo más profundo, sé que
Porque fue así como soñó nuestro Dios a nuestra madre nuestros nombres permanecerán vivos en la memoria
Eva cuando la creó: al lado del varón, frente a él y a su de Israel, como una huella del amor fiel de nuestro
altura, ofreciéndole su ayuda y su apoyo y recibiéndolos Dios. Y la sombra que proyectan sus alas va más allá de
de él en total reciprocidad. Y quizá tu hijo Obed, el Ser- las fronteras de la muerte. n
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