Teoria Del Condicionamiento y Lenguaje

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1

A Lucha: por su mucho amor

A Paco (González Aramburu): por sus muchas enseñanzas


1

TEORIA DEL CONDICIONAMIENTO Y LENGUAJE: UN ANALISIS

HISTORICO Y CONCEPTUAL

EMILIO RIBES IñESTA


1

I N D I C E

Página

PROLOGO............................................

I. INTRODUCCION.......................................

Planteamiento del problema......................... 2

Marco de referencia y análisis..................... 4

II. DESCRIPCION DE LAS CARACTERISTICAS PARADIGMATICAS

DE LA MECANICA CARTESIANA COMO LOGICA DEL CONOCI-

MIENTO............................................. 16

La Mecánica Cartesiana y su inserción en el modelo

geométrico del Universo............................ 23


El concepto de la causalidad eficiente, el contacto

proximal y el movimiento de los cuerpos............

31

El punto como elemento analítico de la descripción. 42

La demostración geométrica como deducción racional. 51

III. UBICACION HISTORICA DE LA MECANICA CARTESIANA COMO

EJEMPLAR EN LA BIOLOGIA Y LA PSICOLOGIA: LA FORMU-

LACION DE LA TEORIA DEL CONDICIONAMIENTO........... 59


La distinción cartesiana entre conocimiento y
1

acción............................................. 65

El análisis mecanicista del movimiento animal y la

psicología del reflejo.............................

76

La psicología del reflejo y la "materialización"

del alma...........................................

86

La teoría del condicionamiento y el ejemplar del

reflejo............................................ 97

IV. ESTRUCTURA MECANICISTA DE LA TEORIA DEL CONDICIO-

NAMIENTO. SU OPOSICION A LOS SUPUESTOS DEL

CONDUCTISMO RADICAL................................

106

La formulación del condicionamiento operante, y la

ruptura con la teoría estímulo-respuesta...........

109
La herencia histórica del ejemplar del reflejo: la

unificación de dos tipos de relaciones como forma

de condicionamiento................................

117

El análisis atomista del comportamiento............

125

La explicación como relaciones causa-efecto en

tiempo real........................................
136
1

La anulación de las categorías disposicionales

referidas a la situacionalidad y a la historia.....

150

V. EL ANALISIS DEL LENGUAJE: CONTRASTACION ENTRE LOS

OBJETIVOS PROPUESTOS Y LAS LIMITACIONES LOGICAS

IMPUESTAS POR LA EXTENSION DEL EJEMPLAR DEL

CONDICIONAMIENTO...................................

163

Distinción entre comportamiento verbal y no verbal.

170

Morfología, función y medida básica de la conducta

verbal.............................................

198

La ruptura del episodio verbal.....................

222

La función del escucha.............................


240

La taxonomía de la conducta verbal.................

257

La estructura del discurso.........................

282 VI. LA EXTENSION DEL EJEMPLAR DEL REFLEJO A LA CONDUC-

TA VERBAL. LAS VIOLACIONES DEFINICIONALES RESULTANTES

....320

La operante verbal discriminada................... 337


Las funciones de la audiencia..................... 345
1

El mando como definición morfológica y su contra-

dicción con el concepto de operante incondicional. 352

Los estímulos internos y la propia conducta verbal

como estímulos discriminativos.................... 368

La violación del concepto de reforzamiento........ 380

El concepto de respuesta: el tamaño de la unidad

verbal............................................ 386

VIII. CONTRADICCIONES INTERNAS EN LA CLASIFICACION Y

ANALISIS DE "HECHOS".............................. 392

Indistinguibilidad observacional de las operantes

verbales.......................................... 396

Las relaciones tacto-mando y tacto-intraverbal.... 403

Vacíos observacionales y contradicciones defini-

cionales.......................................... 413

La mediación del reforzamiento y su reductibilidad

a términos mecánicos.............................. 420


La doble ocurrencia simultánea de la conducta verbal

como operantes de primer y segundo órdenes..........428

La extensión del tacto............................ 436

Reforzamiento educativo vs. reforzamiento natural. 446

El hablante como escucha y su circularidad........ 451

IX. A manera de conclusión............................ 457


1

P R O L O G O

Las relaciones entre la filosofía, la psicología y el

lenguaje han sido motivo de preocupación e interés desde muy

diferentes perspectivas. Esta obra es un intento por abordar

críticamente desde la psicología algunos vínculos lógicos y

conceptuales establecidos entre la lógica del conocimiento, la

teoría de la conducta y el análisis del lenguaje.

La evolución histórica de las ciencias no es líneal ni se

ajusta a ningún método prescriptivo infalible. Las ciencias se

conforman a lo largo de un sinuoso proceso asimétrico, con

retrocesos ocasionales y ramificaciones sin destino. Las ciencias

modernas tal como las conocemos hoy son el resultado de un proceso

de depuración conceptual y de intereses institucionales no

necesariamente previsibles por aquellos que ahora forman parte de


su historia. Del mismo modo, los prácticantes contemporáneos de

las diversas ciencias no son conscientes, en su mayoría, de los

origenes, supuestos y campos de conocimiento que convergieron

históricamente para constituir sus disciplinas. Aceptan, por

comodidad personal y por inducción institucional, que la ciencia

que profesan es acumulativa y líneal en la historia, y que existen

criterios universales permanentes que guían al científico en su

quehacer cotidiano. Esta ideología del científico se aviene a la


concepción de Thomas Kuhn sobre la ciencia normal.
1

En esta obra se intentan desentrañar algunos de los vínculos

no aparentes entre ciertas concepciones del mundo y la lógica con

que las ciencias particulares abordan sus contenidos

disciplinares.

En la medida en que estos vínculos se establecen a lo largo de las

historias específicas de cada ciencia, mi estudio va a ser

casuístico. Abordaré las relaciones ocultas entre la lógica de la

mecánica cartesiana y la teoría del condicionamiento, relaciones

transmitidas a través del concepto de movimiento como reflejo de

otro movimiento. Aunque la teoría de la conducta abandonó el

término particular de reflejo en el transcurso de la década de los

cuarenta, conservó, a través del método del condicionamiento, la

lógica del reflejo heredada de la biología y de la mecánica

cartesiana. Esta lógica delimitó inadvertidamente las unidades

analíticas y las formas explicativas de la teoría de la conducta,

deformando sus propósitos de conocimiento mediante la


sobresimplificación y confusión de las propiedades,

características y dimensiones de su objeto de estudio.

Tomé como caso de estudio una de las obras más importantes de

la literatura científica en la psicología contemporánea: Verbal

Behavior de B.F. Skinner. Es una obra importante por muchas

razones, pero destaca, para mis propósitos, el que sea la

culminación lógica de la extensión de un modelo analítico y

explicativo del comportamiento a la forma más compleja de conducta


humana: el lenguaje, en todas sus variantes, incluyendo la
1

actividad lógica y científica.

El análisis que me propongo desarrollar intenta demostrar la

fundamentación lógica del concepto de reflejo nervioso en la

mecánica cartesiana, y como la psicología al heredar el concepto

de reflejo de la neurobiología experimental del siglo XIX heredó

también, inadvertidamente, una concepción acerca de la

representatividad de las propiedades de la realidad y de la

explicación como causalidad eficiente, entre otros aspectos.

Al abordar la teoría de la conducta el estudio del lenguaje lo

hizo a través de la óptica omnipresente de la lógica oculta del

reflejo. Ello condujo a inconsistencias en la propia definición

del lenguaje como conducta verbal, a la violación de las

definiciones fundamentales de la teoria del condicionamiento, y al

surgimiento de contradicciones, vacíos y ambigüedades en el

análisis de fenómenos particulares de la conducta verbal. Estos

son los problemas que se examinan en esta obra, subrayando sus


orígenes en las premisas lógicas no desechadas de la mecánica

cartesiana.

En 1959, N. Chomsky publicó su famosa crítica a Verbal

Behavior (Verbal Behavior, by B.F. Skinner. Language, 1959, 35,

26-58). Skinner nunca respondió a dicha crítica pues consideró,

correctamente, que Chomksy no había entendido su libro. Era la

crítica a un libro "inventado", por decirlo de algún modo, por el

propio Chomsky. En años posteriores se publicaron varias


respuestas exponiendo los argumentos que justificaban ampliamente
1

la opinión de Skinner. Paradójicamente, la crítica de Chomsky erró

en su objetivo por ser la crítica de un cartesiano confeso a una

propuesta teórica que, en el fondo, compartía las mismas premisas

lógicas de la obra de Skinner. Ello quizá explique el porqué no

entendió Verbal Behavior.

El análisis crítico que presento en este libro es también

relativamente paradójico, pues se trata de la crítica profunda a

la teoría de la conducta como teoría del condicionamiento

realizada por un conductista. La crítica, sin embargo, va dirigida

a demostrar que el reclamo conductista de una ciencia psicológica

que se fundamente en la actividad real de los individuos, haciendo

a un lado ficciones internalistas, no ha podido cristalizar, y no

podrá hacerlo, mientras no se abandonen una serie de supuestos

lógicos y metodológicos que provienen de la mecánica cartesiana.

La psicología debe construir su propia lógica de conocimiento para

desarrollarse como una ciencia específica. En esta obra muestro


uno de los caminos que deben recorrerse con este propósito:

indagar los orígenes y propósitos de nuestros conceptos y métodos

en la historia de nuestra disciplina como parte de la historia de

la biología, de la física y de la filosofía. Confío en que este

esfuerzo será del interés no solo de psicólogos, lingüistas y

filósofos, sino de todos aquellos científicos preocupados por

descifrar el sentido de su propia práctica.


1

Emilio Ribes Iñesta

Guadalajara, México, enero 1997

CAPITULO I

INTRODUCCION

La presente obra constituye una investigación de naturaleza

histórico-conceptual acerca de las influencias paradigmáticas de

la

lógica de la mecánica cartesiana en la formulación y desarrollo de

la teoría del condicionamiento en psicología.

Aún cuando la psicología, como todas las ciencias

experimentales, dispone de criterios y métodos empíricos que


fundamentan la pertinencia y adecuación de sus propuestas

teóricas, dichos criterios y métodos no pueden desvincularse de

los supuestos y creencias que subyacen a los postulados de toda

ciencia. En el caso particular de la psicología, su íntima ligazón

con los problemas de la moral y el conocimiento han deformado o

complicado su desarrollo histórico como ciencia experimental. La

tesis principal de esta investigación es que la psicología

contemporánea heredó su encargo de conocimiento a partir de la


teoría cartesiana de la existencia de dos substancias y que,
1

además, como consecuencia de la dominación de un modelo geométrico

como modelo general de representación de la realidad, la

psicología incorporó la lógica de la mecánica cartesiana como

sintaxis de una de sus formas teóricas más importantes en el siglo

XX: la teoría del condicionamiento. Esta incorporación de la

lógica paradigmática de la mecánica cartesiana, tuvo lugar a

través de la adopción del ejemplar del condicionamiento, importado

de la neurofisiología

experimental.

El propósito de este trabajo es identificar los aspectos

esenciales que definen a la lógica de la mecánica cartesiana,

describir como dicha lógica se incorporó históricamente a la

psicología a través de la teoría del condicionamiento y,

finalmente, previa elección del caso del lenguaje, demostrar las

inconsistencias conceptuales que ha producido la operación

implícita de la lógica de la mecánica cartesiana en el análisis


del comportamiento humano.

Planteamiento del problema

La teoría psicológica contemporánea, tal como lo señaló

Wittgenstein (1953), se basa en la existencia de métodos

experimentales y está presa a la vez de confusión conceptual. Por

tal motivo, al margen de la importancia que tienen los datos

provenientes del análisis experimental y naturalista del


comportamiento, es prioritario desarrollar paralelamente esfuerzos
1

en el análisis histórico y conceptual de los problemas de la

psicología moderna. No puede haber avance empírico si se formulan

preguntas inadecuadas o incorrectas. Esta obra representa un

esfuerzo por develar la lógica subyacente en la teoría del

condicionamiento que fundamenta la formulación de preguntas de

difícil solución empírica. Se pretende realizar un análisis a

fondo de la estructura lógica de la teoría del condicionamiento,

examinando un ejercicio teórico concreto, que constituye, por otra

parte, una de las aportaciones conceptuales más destacadas en la

teoría de la conducta. Se ha seleccionado Verbal Behavior de B.F.

Skinner (1957), obra en la que el autor extiende los principios

teóricos del condicionamiento operante al análisis del lenguaje

como conducta verbal.

Partiendo del argumento de que la teoría del condicionamiento

posee una estructura paradigmática adoptada a partir de los

ejemplares de la mecánica cartesiana y la fisiología del reflejo,


y de que dichos ejemplares como lógica tácita no son compatibles

con los supuestos del Conductismo Radical, tal como pueden

identificarse a partir de ciertas formulaciones expresas (Skinner,

1938; 1957), esta obra se propone:

l) Identificar el ejemplar de la mecánica en la teoría del

condicionamiento, como teoría construída a partir de

procedimientos, en la medida en que sus conceptos se han derivado

como descripciones operacionales o como metáforas de los efectos


obtenidos a partir de los procedimientos para presentar estímulos
1

y producir u observar respuestas;

2) Señalar las contradicciones lógicas entre los conceptos de

la teoría del condicionamiento y la naturaleza de los fenómenos

que dicha teoría se propone examinar cuando se aplica al

comportamiento humano y, en especial, al lenguaje;

3) Demostrar las inconsistencias que se producen en el empleo

de los conceptos al analizar la conducta humana y el lenguaje, en

relación a sus condiciones definitorias originales. Los conceptos

se emplean en condiciones que no justifican su función semántica o

bien se les adicionan significados que no corresponden a su

definición inicial; y

4) Demostrar las contradicciones internas en la propia teoría

del condicionamiento al describir el comportamiento verbal humano.

Dichas contradicciones se expresan en la forma de ambigüedades u

oposiciones conceptuales al tratar con dos conceptos un mismo tipo

de problema empírico, o bien al examinar con un mismo concepto dos


problemas distintos.

Marco de referencia y análisis

Kuhn (1962, 1969, 1970, 1974) ha señalado la importancia que

tiene la matriz disciplinaria o estructura paradigmática en la

aceptación, modificación y formulación de las teorías científicas.

Aún cuando en su obra La estructura de las revoluciones

científicas introdujo el concepto de paradigma para examinar los


cambios sufridos en la historia de las diversas ciencias, como lo
1

reconoce el propio Kuhn, el término paradigma es utilizado en

múltiples acepciones, las cuales para Masterman (1970) pueden ser

reducidas a tres categorías fundamentales: el metaparadigma o

paradigma metafísico, el paradigma sociológico, y el paradigma

artefacto o método.

Por ello, en escritos posteriores (Kuhn, 1970, 1982) intenta

deslindar el concepto de paradigma del de otros que hacen

referencia a criterios lógicos explícitos respecto de la

interpretación de las teorías científicas, y en especial, respecto

de las reglas de correspondencia directa e indirecta entre el

lenguaje científico y los objetos de la realidad, vía el lenguaje

ordinario ostensivo. Aún cuando se puede establecer formalmente un

lenguaje científico neutro respecto de los datos referidos a un

objeto de estudio, en la práctica cotidiana del conocimiento

científico no se da tal lenguaje básico neutro. De hecho, los

datos que describe una teoría cualquiera no son independientes de


los supuestos y creencias que amparan a dicha teoría y que, en la

mayoría de los casos, la fundamentan. Por tal razón, aún cuando se

puede asumir una realidad "equivalente" de la cual parten las

diversas teorías como lenguaje científico, una vez formuladas las

correspondencias realidad-lenguaje dentro de una teoría, estas son

relativamente específicas a cada teoría y, por ello, cuando menos

parcialmente inconmensurables.

En la medida en que el conocimiento científico como actividad


social se contextúa con base en las tradiciones de grupos, o como
1

lo describe Kuhn, de "comunidades científicas", el proceso de

aprendizaje de la actividad científica no corresponde

necesariamente a las reglas que se formulan a posteriori como

lógica de su justificación. El científico actúa, desde este punto

de vista, de acuerdo con una matriz disciplinaria que condensa las

creencias, rutinas, formulación de problemas y modos de

resolverlos de la comunidad de profesionales de la que forma

parte. De este modo, aún cuando pudiera formularse idealmente un

conjunto de reglas de correspondencia entre el lenguaje teórico

del científico -que constituye su instrumento de conocimiento

fundamental- y los objetos y acontecimientos de la realidad que

estudia, esto no implica que el científico esté regulado

directamente por dichas reglas de correspondencia cuando investiga

y formula preguntas teóricas. La matriz disciplinaria se expresa,

en este sentido, en la forma de un paradigma tácito, más que en

las de estructuras lógicas y semánticas explícitas.


De acuerdo con Kuhn son tres los componentes de un paradigma:

las generalizaciones simbólicas, los modelos o análogos, y los

ejemplares. Los ejemplares incluyen, en gran medida, componentes

semánticos y sintácticos de la teoría, así como la metodología que

permite formular y resolver problemas en dicho contexto. Kuhn

(1962, traducción española 1971) lo expresa al decir que:

"...estas tres clases de problemas -la determinación del

hecho
significativo, el acoplamiento de los hechos con la teoría, y
1

la articulación de la teoría- agotan, creo yo, la literatura

de la ciencia normal, tanto empírica como teórica." (p. 66)

Las generalizaciones simbólicas corresponden a relaciones

generales entre eventos (o hechos), de modo tal que representan

las referencias semánticas de la teoría. Los modelos describen a

manera de símil el tipo de relaciones, descripciones y

explicaciones que puede buscar la teoría, y en rigor constituyen

el sistema básico de

representación conceptual de la realidad como lógica o sintaxis de

la teoría. Los ejemplares son casos típicos a seguir en el

planteamiento y solución de problemas en una disciplina o campo

particular del conocimiento. Son precisamente los ejemplares, los

que según Kuhn, tienen un significado cercano al sentido

filosófico

con que introdujo el término de paradigma, pues ellos constituyen

los ejemplos normales de como hacer ciencia, entendiendo bajo esto


último no solo a la solución de problemas aceptados como tales,

sino también al aprendizaje y empleo de generalizaciones

simbólicas bajo los supuestos de un modelo tácito o expreso -como

lo ha sido alguna forma de mecánica para abordar los diversos

campos de la física y de otras ciencias. Por ello, Kuhn (1962-1971

traducción

española) expresa que:

"...al aprender un paradigma, el científico adquiere al mismo


tiempo teoría, métodos y normas, casi siempre en una mezcla
1

inseparable." (p. 174)

El atractivo principal de la interpretación kuhniana no

reside solamente en la posibilidad de explorar las circunstancias

sociohistóricas que dan lugar o bajo las cuales ocurren cambios

significativos en la teorización científica -las llamadas

revoluciones científicas-, sino que a la vez permite reconocer que

la actividad teórica y de investigación de los científicos no está

regida por reglas formales que se pueden establecer a partir de

los resultados de dicha actividad, sino que la práctica

cognoscitiva se da como un todo integrado que asume, a través del

ejemplo de otros, problemas y supuestos cuyo origen y alcance no

siempre son evidentes al científico. En la medida en que los

ejemplares se derivan históricamente de un modelo, presuponen la

ontología y la epistemología del modelo, es decir, parten de la

selección de lo que el modelo considera hechos significativos y de

las preguntas conceptuales pertinentes a esa clase de hechos. Por


esta razón, el modelo conlleva siempre una lógica específica de la

teoría, que constituye el armazón o estructura conceptual que

articula las relaciones entre los hechos descritos. Estas

relaciones son los enunciados generales acerca de la interacción o

comportamiento de determinadas clases de eventos u objetos, a los

que Kuhn denomina generalizaciones simbólicas. Constituyen las

proposiciones legales y tipo ley (enunciados causales y

disposicionales respectivamente) de la teoría.


El proceso histórico de integración de las disciplinas como
1

teorías científicas orgánicas, como es el caso de la física,

resulta de la posibilidad de que un paradigma (en términos de los

tres componentes recién señalados) pueda unificar, mediante

ejemplares comunes, el trabajo de investigación, y que plantee a

su vez modos semejantes o análogos para formular y solucionar

problemas bajo un mismo modelo -muchas de las veces implícito- en

campos considerados tradicionalmente autónomos. La constitución de

nuevas ciencias, como lo fué en los siglos XVII, XVIII y XIX el

caso de la biología, y en los siglos XVIII, XIX y XX el de la

psicología, se da como un proceso histórico gradual en el que

conviven múltiples ontologías, todas inconmensurables respecto de

las otras en muchos -sino es que en todos- aspectos y que, las más

de las veces, son solo modelos que provienen de campos distintos

del conocimiento. La mecánica, en sus versiones cartesiana y

newtoniana, ejerció esta influencia poderosa sobre la química, la

biología y la psicología, e ilustra lo que Kuhn (1962) describe


como la existencia de paradigmas externos.

En la psicología, por ejemplo, todavía coexisten en la

actualidad ontologías distintas respecto de lo psicológico, en la

medida en que las diferentes aproximaciones teóricas conciben

objetos de conocimiento distintos -e incomensurables, al menos

parcialmente-, vbgr., la conducta como movimiento, la mente como

representación, lo psíquico como energías contrapuestas, la mente

como un aparato procesador de información, etc. Estas diversas


concepciones de lo psicológico descansan, sin embargo, en
1

representaciones paradigmáticas de un objeto de conocimiento

externo a lo psicológico y están modeladas, directa o

indirectamente, por una concepción mecánica de la acción y la

estructura de los cuerpos. Por ello, comparten, a pesar de sus

diferencias, una preocupación común por las maneras de construir

un conocimiento causal de lo psicológico.

Los paradigmas externos, como analogías conceptuales, llenan

el vacío teórico que representa la carencia de un paradigma

específico propio del campo de conocimiento, es decir, el acuerdo

o consenso sobre un conjunto de reglas de correspondencia entre el

lenguaje cientifico y la realidad estudiada, reglas de

correspondencia que se expresan como definiciones adicionales a

los significados y usos que tienen ciertos términos del lenguaje

ordinario, en los que se fundamenta la selección y descripción

inicial de los hechos "específicos" de una disciplina. El

paradigma restringe o establece nuevos usos que norman el


significado de los términos del lenguaje ordinario en relación a

una realidad abstraída como objeto de conocimiento especial.

Aún cuando, en ocasiones, el paradigma externo puede ser

enunciado explícitamente para una disciplina o grupo de

disciplinas científicas, como fué el caso de la mecánica

cartesiana para la biología, en otras, se incorpora o acepta a

través de los ejemplares. Los modos de formular y solucionar

problemas en una ciencia son tomados por otras disciplinas con


menor desarrollo o grado de evolución como "medida de seguridad"
1

para la obtención de datos "objetivos" y la formulación de

problemas "significativos". Véase, por ejemplo, la tendencia

actual a matematizar en las ciencias sociales como criterio de

objetividad y rigor científicos.

Aunque se puede ubicar históricamente el primer tratado

sistemático sobre la psicología en el De Anima de Aristóteles, la

problemática actual que confronta la psicología como proyecto de

ciencia se remonta a la formulación cartesiana de las dos

substancias. Dejando a un lado la ontología explícita del sistema

cartesiano, formalizador de la teoría de las dos substancias que

todavía tiene vigencia en las discusiones teóricas respecto al

objeto de estudio de la psicología, nos interesa profundizar en la

influencia que ejercieron la ontología y la epistemología

implícitas en dicha formulación y, en particular, la estructura

paradigmática que se transfirió de la física a la psicología en la

forma de modelos y ejemplares.


La mecánica cartesiana, amparada en consideraciones expuestas

en El Discurso del Método, en Sobre los Principios de la Filosofía

y en las Meditaciones Metafísicas, posee tres características

paradigmáticas: a) la concepción de dos estados de los cuerpos, el

reposo y el movimiento; b) el cambio de estado de los cuerpos como

acción causada necesariamente por otro cuerpo en movimiento que lo

impulsa; y, c) la especificación de unidades corpusculares,

discretas, para representar geométricamente las relaciones


mecánicas. El primer aspecto hace hincapié en la descripción de
1

estados en términos del movimiento y de su ausencia, es decir, el

movimiento y el no-movimiento. La causalidad mecánica, en

Descartes, se concibe como causalidad eficiente, en la que el

cuerpo que se mueve, en la medida en que hace contacto con el

cuerpo en reposo, lo impulsa y lo mueve a su vez. Tan influyente

fué esta concepción, que se entrelazó con los análisis empiristas,

como lo testimonia el examen que hizo John Locke en el Ensayo

sobre el Entendimiento Humano respecto del movimiento de los

espíritus animales y la causalidad como acción directa, y la

formulación de Hume en el Tratado de la Naturaleza Humana sobre la

causalidad como acción contigua, antecedentes y conexión

necesaria.

Finalmente, la geometría cartesiana constituye un sistema

conceptual basado en la Razón:

"...en cambio, la aritmética, la geometría y las otras

ciencias análogas, que tratan de cosas muy simples y


generales, sin preocuparse de si existen o no en la

naturaleza, contienen algo cierto e indudable." (Meditaciones

Metafísicas, I, pp. 56-57)

La geometría cartesiana está basada en el punto, como

contraparte de la creencia sostenida por Descartes de que la

materia se divide en partes indefinidas e innumerables y de que no

hay corpúsculo o átomo que sean indivisibles. La mecánica, como

descripción del movimiento de los cuerpos, se fundamenta en la


suposición de que todas las variedades que hay en la materia
1

dependen del movimiento de sus partes, y que el movimiento es el

modo de existencia de la materia. De esta manera, el punto y el

movimiento de las partículas de un cuerpo se constituyen en

unidades representativas para describir el movimiento y

propiedades de ese cuerpo.

La concepción mecanicista de Descartes fué de tal amplitud

que, como lo señala Ryle (1949), incluso en su formulación de la

psicología como la disciplina a cargo del estudio de la

interacción entre la mente y el cuerpo, dicha interacción se

contempló como una relación de causalidad paramecánica. La

formulación dualista de Descartes sobre la naturaleza humana

influyó de dos maneras en la evolución de la psicología como

proyecto de ciencia. Una primera, que no trataré por rebasar los

objetivos de este escrito, derivó en la cosificación de procesos

que en el lenguaje ordinario se describen en la forma de

relaciones, y su consiguiente internalización como agentes


causales de las acciones "externas" componentes de dichas

relaciones. Estas formas de abordar los procesos psicológicos

utilizaron un esquema paramecánico de teorización, que sufrió su

primer cuestionamiento con la aparición de los modelos de campo en

la física de finales del siglo XIX y la incorporación de dichos

modelos por la psicología de la Gestalt y algunos pensadores

funcionalistas. Una segunda manera en que cristalizó la influencia

del paradigma mecánico cartesiano fué en la reducción de las


relaciones y de las entidades cosificadas a las
1

acciones de los organismos como movimientos, y la búsqueda de

factores causales antecedentes en el sistema nervioso y/o en el

medio externo.

Las tres características paradigmáticas de la mecánica

cartesiana se transfirieron a la psicología vía la fisiología del

reflejo y el ejemplar que constituyó el método del

condicionamiento, elevado posteriormente a principios de la teoría

de la conducta. La mecánica cartesiana se tradujo para la

psicología en ejemplar paradigmático a través del concepto de

reflejo, que históricamente fue introducido por el propio

Descartes en Las Pasiones del Alma, y que en conjunción con su

Tratado del Hombre, constituyen las obras en que se da cuenta de

la naturaleza mecánica del movimiento muscular. El empleo del

término de reflejo en Las Pasiones del Alma no es de primera

importancia, pues su uso en la fisiología propiamente dicha fué

una aportación explícita de Willis (citado por Canguilhem, 1955).


La contribución significativa de Descartes fué la concepción del

movimiento animal como movimiento mecánico, a través de la acción

de los espíritus animales en los nervios y músculos, de manera

semejante a la acción de los fluidos líquidos. Estos espíritus

animales actuaban como reflexión de la excitación de un objeto

externo. El cerebro, el corazón, el hígado y el estómago

desempeñaban varios papeles en el funcionamiento de estos

espíritus animales, pero estos eran autónomos del alma en relación


a la acción o movimientos involuntarios.
1

De cualquier modo, el alma podía ejercer una influencia

indirecta en el movimiento voluntario a través de la interacción

en la glándula pineal con el cuerpo como materia. Con Descartes,

las funciones biológicas se incorporaron como un caso especial de

las leyes mecánicas. La concepción de la conducta en términos de

la lógica del reflejo, pasó de la biología a la psicología

incorporando no solo los supuestos acerca de un objeto de estudio

ajeno a la conducta, sino también la preocupación dualista

respecto de la interacción entre la mente y el cuerpo como

substancias. La inversión realizada por Descartes convirtiendo

relaciones en substancias, planteó la existencia de dos diferentes

entidades: la mente, por una parte, y la conducta como acción del

cuerpo, por la otra. Las relaciones se reificaron en substancias,

y la conducta como interacción se aisló en varios aspectos: la

conducta como acción o movimiento, y la mente como la

representación de las interacciones con el cuerpo.


El conductismo surgió como una filosofía especial de la

psicología con el llamado Manifiesto Conductista, publicado por

John Watson en 1913 (Psychology from the standpoint of a

behaviorist). El conductismo surgió como un intento por

proporcionar una identidad propia a la psicología como ciencia

experimental, independizándola de la metafísica tradicional a la

que la vinculaban el funcionalismo y el estructuralismo clásicos.

La fisiología del reflejo, la teoría de la evolución, y algunos


aspectos del funcionalismo, fueron los antecedentes históricos del
1

pronunciamiento watsoniano; sin embargo, los modos de solución

aportados por el método de los reflejos condicionales, y después

extendido en la forma de los procedimientos de condicionamiento

operante, se constituyó en el ejemplar de la nueva disciplina.

Es así que, aún cuando el conductismo no es una teoría en la

psicología, sino una teoría acerca de la psicología, se ha

expresado como una teoría especial en la psicología mediante

desarrollos particulares que, aún cuando están fundamentados en

una u otra versión de esta filosofía especial de la ciencia,

parecen haber adoptado categorías, supuestos y la lógica básica de

las teorías prescritas para un objeto de estudio diferente,

enmarcadas en las filosofías de otras ciencias (la mecánica, la

biología de la evolución). El condicionamiento operante, como un

conjunto especial de categorías se ha ubicado históricamente en el

paradigma oculto del reflejo, a pesar de que este término

particular fue abandonado después de los años cuarenta. Sostengo


que la lógica preconstruída del reflejo ha limitado la perspectiva

conceptual y empírica de la teoría operante, a la cual limitaré mi

análisis como teoría dominante encuadrada en el conductismo

radical.
1

CAPITULO II

DESCRIPCION DE LAS CARACTERISTICAS PARADIGMATICAS DE LA MECANICA

CARTESIANA COMO LOGICA DEL CONOCIMIENTO.

El Renacimiento constituyó un período histórico de profundas

transformaciones en todas las actividades humanas. El conocimiento

no fue una excepción en este proceso. Tal como lo comenta Cassirer

(l953 - traducción española):

"...el problema del conocimiento es preparado y preludiado

desde los más diversos campos -por las ciencias naturales y

por la concepción humanista de la historia, por la crítica


del aristotelismo y por la transformación interior e

inmanente de las doctrinas peripatéticas en los tiempos

modernos-, antes de que llegue a su madurez y a su

provisional culminación en la filosofía de Descartes." (p.

18)

Al desplazar el interés por los problemas del ser a las

cuestiones del conocimiento del universo, el problema del

conocimiento se plantea, en lo fundamental, como el problema del


método. Bacon (1980, traducción española) y Descartes culminan
1

esta preocupación renacentista con fundamentos y argumentaciones

opuestas respecto de los criterios de certeza que deben guiar el

proceso del conocimiento. En el caso bajo examen -la "refundación"

de la psicología como disciplina- la tesis cartesiana resultó

crucial, y por ello me dedicaré en este capítulo a examinar los

aspectos vinculados a las unidades y criterios de conocimiento

implicadas en el método, tal como fué formulado y aplicado por

Descartes en sus varios escritos filosóficos y científicos.

En la formulación de un método, Descartes subordinó el

problema del conocimiento al problema del ser. Las tesis de

Descartes sobre la certeza o validez del conocimiento son tesis

derivadas de supuestos acerca del ser y sus atributos. La

existencia del espíritu como substancia constituyó el fundamento

de la verdad y certeza del conocimiento como autoconocimiento.

Descartes asumió que todo criterio de conocimiento podía derivarse

a partir de la existencia del espíritu como razón, y que en la


medida en que solo podía tener certeza de su existencia como

espíritu, era la reflexión del espíritu sobre si mismo la fuente y

criterio de todo conocimiento verdadero en principio. De esta

forma, la inferencia de la substancia racional a partir de un

problema de conocimiento, constituyó a su vez el fundamento del


criterio metódico para determinar el conocimiento verdadero.

Descartes, en el Discurso del Método, desarrolló el argumento

ontológico acerca de la verdad o falsedad del conocimiento a


partir de su duda sistemática sobre la fiabilidad de los sentidos.
1

Citándolo en extenso, argumentó que:

"Como a veces los sentidos nos engañan, supuse que ninguna

cosa existía del mismo modo que nuestros sentidos nos las

hacen imaginar...Y, finalmente, como los pensamientos que

tenemos cuando estamos despiertos, podemos también tenerlos

cuando soñamos, resolví creer que las verdades aprendidas y

por la experiencia no eran más seguras que las ilusiones de

mis sueños.

Pero en seguida noté que si yo pensaba que todo era falso,

yo, que pensaba, debía ser alguna cosa, debía tener alguna

realidad; y viendo que esta verdad, pienso, luego existo era

tan firme y tan segura que nadie podría quebrantar su

evidencia, la recibí sin escrúpulo alguno como el primer

principio de la filosofía que buscaba.

Examiné atentamente lo que era yo, y viendo que podía

imaginar que carecía de cuerpo y que no existía nada


en que mi ser estuviera, pero que no podía concebir mi no

existencia, porque mi mismo pensamiento de dudar de todo

constituía la prueba más evidente de que yo existía -

comprendí que yo era una substancia, cuya naturaleza o

esencia era a su vez el pensamiento, substancia que no

necesita ningún lugar para ser ni depende de ninguna cosa

material; de suerte que este yo -o lo que es lo mismo, el

alma- por el cual soy lo que soy, es enteramente distinto


del cuerpo y más fácil de conocer que él.
1

Después de esto reflexioné en las condiciones que deben

requerirse en una proposición para afirmarla como verdadera

y cierta; acababa de encontrar una así y quería saber en que

consistía su certeza. Y viendo que en el yo pienso, luego

existo, nada hay que me dé la seguridad de que digo la

verdad, pero en cambio comprendo con toda claridad que para

pensar es preciso existir juzgué que podía adoptar como

regla general que las cosas que concebimos muy clara y

distintamente son todas verdaderas; la única dificultad

estriba en determinar bien qué cosas son las que concebimos

clara y distintamente." (pp. 21-22)


Este pasaje del Discurso del Método estableció las bases

sobre las que, posteriormente, la geometría y su lógica de

demostración, se convirtieron en el cánon metódico para justificar

la verdad y certeza del conocimiento. No obstante, es importante

destacar que dicha justificación implicó asumir, entre otras


premisas:

a) La existencia del alma o razón como substancia

independiente,

b) La capacidad de autoconocimiento del alma,


c) La verdad del conocimiento como demostración racional,

d) La demostración racional como argumento de existencia, y

e) La extensión del argumento de la demostración de la propia

existencia del alma racional a todo aquello que se concibe clara y


distintamente, y especialmente a la idea de Dios, como Ser
1

perfecto -y sustento mismo de toda substancia espiritual.


Esta vinculación metódica de Dios con los criterios de

validación del conocimiento, se hacen explícitos en el siguiente

pasaje de la misma obra:

"...Tan cierta es la existencia del Ser perfecto como una

demostración geométrica y aún es más evidente la primera

que la segunda." (p 23)

La verdad de la demostración geométrica se fundamentó en su


existencia como demostración y, por consiguiente, el criterio de

validez-falsedad del conocimiento se supeditó al criterio de

demostrabilidad en tanto evidencia de lo existente como substancia

cognoscente.

El uso del criterio geométrico como método no obligaba

necesariamente a formular una posición como la cartesiana. Un

ejemplo de ello lo constituye Spinoza, quien en su Etica

demostrada según el orden geométrico (1958, traducción española),


siguiendo los cánones expositivos de la geometría y asumiendo la

existencia de Dios como una verdad clara y evidente, llegó, sin

embargo, a la conclusión de que el alma solo conoce a través de

los padecimientos del cuerpo, y por tanto no es capaz de

autoconocimiento. Esta conclusión en Spinoza fue totalmente

opuesta a la fundamentación cartesiana del conocimiento a partir

de la substancia, y por consiguiente, no incurrió en la

identificación de substancia espiritual y conocimiento verdadero,


y por consiguiente, no supuso tampoco una identidad entre la
1

estructura formal-abstracta de la geometría y la estructura del

universo como manifestación de la divinidad.

La fundamentación ontológica por Descartes de la demos-

tración geométrica como método de validación del conocimiento no

constituyó una mera decisión "instrumental" respecto del método,

sino que implicó una correspondencia entre la estructura del

universo y el método para conocerlo. La demostración geométrica se

ajustaba a los criterios de "revelación" racional de las cosas

claras y evidentes por corresponder a la estructura misma de la

realidad como realidad creada por un Dios perfecto. Las

representaciones geométricas incorporaban, en abstracto, las

propiedades definitorias de los cuerpos materiales sin incluir sus

accidentes sensibles, y en esa medida, la demostración geométrica

constituía una demostración de lo esencial de la realidad. El

universo era geométrico en su esencia, aún cuando se presentara a

los ojos del ser humano como un mundo de accidentes sensibles.


Solo aquello que podía representarse y demostrarse por si mismo,

al margen de los accidentes captados por la sensibilidad, podía

ser verdadero, como también lo era el hecho de que el alma se

identificara a sí misma a través de la duda metódica. En la quinta

meditación (Meditaciones Metafísicas), Descartes argumenta que:

"Si puedo sacar de mi pensamiento la idea de alguna cosa,

todo lo que conozco clara y distintamente que pertenece

a esta cosa, me pertenece en efecto. Si esto es así,


)no puedo sacar de aquí un argumento y una prueba
1

demostrativa de la existencia de Dios? No encuentro su

idea menos en mí que la de alguna figura o número; no

conozco menos clara y distintamente que una actual y

eterna existencia pertenece a su naturaleza, que lo

demostrado de alguna figura o número pertenece a la

naturaleza de la figura o del número. Y aunque lo que

he concluido en las precedentes Meditaciones no fuera

verdadero, la existencia de Dios debía estimarla tan

cierto por lo menos, como he estimado hasta aquí todas

las verdades matemáticas relativas a los números y

figuras, aunque a primera vista no aparezca esto de un

modo manifiesto por haber en ello cierta apariencia de

sofisma. Acostumbrado en todas las demás cosas a distinguir

la esencia de la existencia, me persuado fácilmente de que

la existencia puede ser separada de la esencia de Dios, y

así es posible concebir un Dios que no es actualmente. Pero


cuando pienso más detenidamente, veo que no puede separarse

la esencia de la existencia de Dios, del mismo modo que de

la esencia de un triángulo rectángulo no puede separarse el

valor de sus tres ángulos igual a dos rectas, ni de la idea

de una montaña la idea de un valle; de suerte que concebir

un Dios, un ser soberanamente perfecto, sin existencia, con

falta de alguna perfección, es lo mismo que concebir una

montaña sin valle.


...No es que mi pensamiento pueda hacer que esto sea así, ni
1

que le imponga ninguna necesidad a las cosas; es que la

necesidad de la cosa misma, de la existencia de Dios, me

determina a tener este pensamiento: no soy libre de concebir

un Dios sin existencia, un ser soberanamente perfecto, del

mismo modo que soy para concebir un caballo como me plazca,

con alas o sin ellas.

Reconozco de muy diversos modos, que esta idea no es algo

fingido e inventado, dependiente únicamente de mi

pensamiento, sino la imagen de una naturaleza verdadera e

inmutable: porque no puedo concebir más que un ser Dios, a

cuya esencia pertenezca necesariamente la existencia; porque

es imposible concebir dos o más dioses como El; porque yo veo

claramente la necesidad de que haya existido eternamente

hasta ahora y de que exista eternamente en lo futuro; y, en

fín, porque concibo en Dios muchas otras cosas que es

imposible disminuir o alterar.


...)Hay algo más claro y manifiesto que el pensamiento

de que existe un Dios, un ser soberano y perfecto, de

existencia necesaria o eterna, inseparable, por lo tanto, de

la esencia? Y si para concebir esta verdad hubiera

necesitado una gran aplicación del espíritu, después de

concebida la tengo por tan segura que me parece la más

cierta de todas; es más, la certeza de las demás depende de

ella, de tal modo que sin el conocimiento de Dios es


imposible saber nada perfectamente." (pp. 78-79)
1

La mecánica cartesiana y su inserción en el modelo geométrico del

universo

Turbayne (l974-traducción española) en su análisis de la

metáfora como mito, examina particularmente el caso de la Mecánica

como Geometría, tal como fue formulada y desarrollada por

Descartes y Newton. El objetivo fundamental del análisis realizado

por Turbayne es demostrar que, en el caso de la física -y para

propósitos de nuestro propio análisis, de la ciencia occidental

que se fundamentó en la física postrenacentista, incluyendo a la

psicología-, la geometría no constituyó exclusivamente una

metáfora del universo sino que se constituyó en una descripción de

las propiedades "reales" de dicho universo. En términos del propio

Turbayne, Newton y Descartes confundieron la máscara con el

rostro, y esa confusión, en la medida en que no fue identificada,

y sigue no siéndolo, marcó el desarrollo de las ciencias y de los


criterios de conocimientos vinculados a ellas.

Turbayne distingue entre hablar como y hablar de. En el

primer caso se trata del uso conciente de una metáfora, y por

consiguiente, de la distinción entre lo que se dice y aquello

acerca de lo que se dice. En el segundo caso, se trata de la

identificación entre aquello de lo que se habla y como se habla,

circunstancia en la que se confunde la descripción con el objeto

descrito. Es en este segundo caso en el que la metáfora se


confunde con la realidad, al suponerse que las propiedades de la
1

metáfora como descripción corresponden a las propiedades de la

realidad descrita. Al referirse a Descartes y Newton, Turbayne

comenta que:

"Sin embargo, en todas sus explicaciones acerca de la

naturaleza, ambos utilizaban las hipótesis constantemente.

Las `cualidades manifiestas' que Newton halló en los

cuerpos, y que Descartes percibió `clara y distintamente' en

ellos, no fueron descubrimientos de hecho sino, desde un

punto de vista, cualidades ocultas y, desde otra pespectiva,

libres invenciones de mentes altamente imaginativas. Ellos

creían estar ofreciendo auténticas descripciones del proceso

de la naturaleza, cuando en realidad estaban proyectando los

métodos de una a los hechos de otra.

Así, desde un punto de vista ...fueron metafísicos malgré

eux y su metafísica era el mecanismo. Pero vistos desde otra

perspectiva ..., estaban inventando hipótesis, y su gran


hipótesis fue la de que todo el mundo físico es una máquina

gigantesca. Si bien el propio Descartes habló incluso desde

estos dos puntos de vista, al decir en su Discurso que "las

leyes de la mecánica son idénticas a las de la naturaleza",

y en los Principios, que había descrito al mundo `como si

fuera una máquina', pocas dudas caben al respecto de cuál de

estas afirmaciones es la que él cree. La primera implica

creer, la otra, fingir que se cree. Desde el punto de vista


de esta sección, ambas afirmaciones revelan cruza de
1

especies: la primera, invasión de especie; la segunda, cruza

de especies consciente. Desde la misma perspectiva, en el

primer caso se ha caido víctima de la metáfora; en el

segundo ejemplo se está empleando una metáfora. Desde el

mismo punto de vista, el primero caracteriza el

`reduccionismo' de la física a la geometría euclidiana,

mientras que el segundo caracteriza, ya sea la extendida

aplicación de la geometría al mundo físico, ya sea la

interpretación física de la geometría euclidiana. Descartes

y Newton dieron muy pocas diferencias de significado a sus

respectivas expresiones: `manera geométrica' y `modo

matemático'. Inventaron hipótesis apenas distintas.

Además, según la tradición clásica, ambos creyeron que

derivaban sus principios primeros del análisis, usando la

luz de la razón, en un caso, y la luz de la naturaleza, en

el otro. Como creyeron que no había nada hipotético en


ellos, dieron el ilustre título de `leyes de la naturaleza'

a sus resultados. Presentaron gran parte de su obra escrita,

en estilo analítico, para mostrar -según creyeron- la

secuencia de las investigaciones que culminaron en el

descubrimiento de tales leyes. Al parecer no advirtieron que

estaban presentando, no las pautas de sus descubrimientos,

sino detallados relatos autobiográficos de sus experiencias

resultantes de poner a prueba sus hipótesis libremente


inventadas..." (pp. 70-72)
1

Descartes formuló dos versiones del modelo geométrico de la

realidad: uno para el movimiento de los cuerpos, y otro para la

luz y su influencia en los sentidos (la dióptrica). La primera

versión del modelo geométrico se aplicó a la mecánica como ciencia

del movimiento de los cuerpos, pero, obviamente, esta aplicación

se constituyó en sí misma en un modelo especializado: el de la

Geometría Mecánica. La segunda versión del modelo geométrico se

aplicó en el campo de la óptica, como un modelo de proyecciones de

los cuerpos a través de y sobre otros cuerpos mediante la luz, y a

su vez se constituyó en un modelo especializado: el de la

Geometría Optica. Aunque Newton reformuló ambos modelos, en el

caso que me ocupa, me limitaré exclusivamente al exámen del modelo

geométrico tal como fue propuesto por Descartes.

La fundamentación sustancialista del conocimiento por

Descartes, le condujo a una peculiar concepción del ser humano, la

que Gilbert Ryle (l949) bautizó como el mito del fantasma en la


máquina. En The Concept of Mind, Ryle describe este mito de la

siguiente manera:

"...las mentes son cosas, pero cosas de clase diferente a

las de los cuerpos; los procesos mentales son causas y

efectos, pero estos son diferentes de los movimientos

corporales. Los que repudian los mecanismos presentaron a

las mentes como centros extra de los procesos causales,

más bien como máquinas, pero también considerablemente


distintas a ellas. Su teoría era una hipótesis paramecá-
1

nica...El trabajo de las mentes tenía que ser descrito como

los meros negativos de las descripciones específicas dadas

a los cuerpos: no están en el espacio, no son movimiento, no

son modificaciones de la materia, no son accesibles a la

observación pública. Las mentes no son pedazos de

maquinaria, sólo son pedazos de no maquinaria. El problema no

era de la mecánica y (Descartes) asumió que debía ser, por

lo tanto, un problema de alguna contraparte de la mecánica. No

es extraño que la psicología haya sido propuesta para este papel

(...) El dogma del Fantasma en la Máquina (...) sostiene que

existen cuerpos y mentes, que ocurren procesos físicos y

procesos mentales, que hay causas mecánicas de movimientos

corporales y causas mentales de movimientos corporales." (pp.

19-22)

En esta concepción, todos los cuerpos materiales y sus

movimientos se comportaban de acuerdo con los principios de la


mecánica: un cuerpo en reposo entraba en movimiento como efecto

del impulso recibido por el contacto con otro cuerpo en

movimiento. Todos los cuerpos, orgánicos o inorgánicos se regían

por los principios de la mecánica, tal como esta se formulaba con

base en criterios geométricos. Pero las mentes, aún cuando eran

cuerpos, no eran el tipo de cuerpos que los cuerpos materiales a

los que se accedía mediante los sentidos. Las mentes eran

substancias no extensas que, sin embargo, podían interactúar sobre


la substancia extensa de los cuerpos materiales, y ser afectadas
1

por los cambios en dichos cuerpos (los padecimientos del alma).

Dado que las mentes no eran extensas pero actuaban sobre

substancias extensas, la relación entre la mente y el cuerpo era

de naturaleza paramecánica. Los cuerpos eran movidos mecánicamente

por otros cuerpos y eran movidos paramecánicamente por las mentes.

La causalidad eficiente como relación mecánica daba cuenta de

los movimientos de los cuerpos inanimados y animados, incluyendo

el del hombre. Sin embargo, en el caso del hombre, la existencia

del alma, como una substancia distinta y autónoma del cuerpo, no

podía explicarse con base en los principios de la mecánica. El

alma actuaba paramecánicamente sobre el cuerpo, pero su propio

funcionamiento no podía ser mecánico. Para este caso, Descartes

utilizó la metáfora de la óptica. El alma, en la medida en que era

como una luz interior, reflexionaba sobre sus propias ideas y

aquellas que provenían de los sentidos. Alma y cuerpo obedecían a

principios distintos. La primera, a las reglas de la deducción


geométrica en la forma de un proceso paraóptico (Turbayne, l974),

y el segundo a los principios de la mecánica, que regían a todos

los cuerpos de la naturaleza.

El alma para Descartes era la substancia cognoscente, ya

fuera por medio de los sentidos o a través de su propia reflexión.

El cuerpo, en cambio, era la substancia vinculada a la acción, al

movimiento. De este modo, el hombre se encontraba formado por una

substancia cognoscente y una substancia movible extensamente. La


interacción entre el alma y el cuerpo fue la aportación particular
1

de Descartes a la refundación de la psicología como disciplina

empírica. La forma particular de esta interacción, detallada

principalmente en el Tratado del Hombre y en el Tratado de las

Pasiones del Alma, consistió en una relación paramecánica entre el

alma y el cuerpo. Aún cuando el alma no residía en ni requería

del cuerpo para su existencia, interactúaba con él a través de la

glándula pineal, en la que, como voluntad racional, podía activar

a los espíritus animales del cuerpo para dirigir sus movimientos,

y en donde, a su vez, recibía los influjos del cuerpo en la forma

de pasiones. El alma conocía directamente y podía, de manera

paramecánica, afectar los movimientos del cuerpo. Así se

constituyó el Mito del Fantasma en la Máquina, con un hombre

escindido en conocimiento y en acción.

Descartes formalizó la doctrina substancialista del alma como

sujeto, a la vez que le otorgó también el carácter de substancia y

de sujeto. De esta manera construyó una formulación de la realidad


con dos substancias y dos sujetos. Estas substancias y sujetos

cohabitaban en un espacio muy especial: el cuerpo humano, y de ese

modo se concibió al ser humano como un individuo viviendo en dos

mundos: el de su cuerpo del que era sujeto, y el de su alma o

razón del que también era sujeto. Eran dos sujetos en un solo

individuo. Un sujeto era externo, el cuerpo material, y el otro

era interno, el alma racional. El cuerpo tenía extensión espacial

y el alma carecía de ella. Sin embargo, el alma como sujeto de


conocimiento actuaba sobre el cuerpo dentro del cuerpo. El cuerpo
1

era solo sujeto de acción, y en consecuencia solo era movido, ya

fuera por los objetos del mundo material, ya fuera por el alma

racional en la forma de voluntad. El sujeto material se explicaba

por las leyes de la mecánica: los principios del movimiento

causado; el sujeto racional se explicaba por los principios de la

óptica y la demostración geométrica: el conocimiento como reflejo

pasivo de las formas y de los contenidos de los objetos. El cuerpo

era sujeto mecánico, el alma era sujeto paraóptico, y ambos

interactúaban en un mismo espacio paramecánicamente.

Ryle (1949) describe esta concepción de la siguiente manera:

"La doctrina oficial, que proviene principalmente de

Descartes es que (...) los cuerpos humanos están en el

espacio y están sometidos a las leyes mecánicas que

gobiernan a los demás cuerpos en el espacio. Los procesos y

estados corporales pueden ser inspeccionados por

observadores externos...Pero las mentes no están en el


espacio, ni sus operaciones están sometidas a las leyes

mecánicas. El funcionamiento de la mente propia no es

testimoniable por otros observadores; su carrera es privada.

Sólo yo puedo tener conocimiento directo de los estados y

procesos de mi propia mente. Por consiguiente, una persona

vive dos historias colaterales, una que tiene que ver con lo

que le pasa a y en su cuerpo, y la otra que consiste en lo

que ocurre a y en su mente. La primera es pública, la segunda


privada." (p. 11)
1

Al formalizar esta concepción de los dos sujetos en un solo

individuo, y conferirle, inadvertidamente, a la psicología el

encargo histórico de estudiar la interacción de esos dos sujetos,

uno escenario de sí mismo y el otro espectador privilegiado de su

propio escenario, Descartes legó un mito que sustenta todavía la

discusión sobre la naturaleza de lo psicológico, mito que se

fundamenta en el doble modelo geométrico de la realidad.

El modelo geométrico de Descartes de acuerdo con Turbayne

(l974) se caracterizó por cuatro propiedades: la deducción, la

extensión, el movimiento y la fuerza física.

A continuación examinaré las principales características

paradigmáticas de la mecánica cartesiana, a saber:

a) El concepto de causalidad eficiente y los principios de

contacto proximal en relación al movimiento y la fuerza;

b) El punto como elemento analítico descriptivo de la

extensión; y
c) La demostración deductiva como criterio de racionalidad.

El concepto de causalidad eficiente, el contacto proximal y el

movimiento de los cuerpos

La teoría cartesiana sobre la causalidad como causalidad

eficiente (o mecánica) y el principio de contacto proximal se

encuentra desarrollada en El Mundo o Tratado de la Luz y en la

Segunda Parte de Sobre los Principios de la Filosofía. En ellos se


analiza la naturaleza de la materia, de los elementos y los
1

cuerpos, y de la leyes del movimiento. Dado que los textos que

transcribiré en esta sección, provienen exclusivamente de dichas

obras, las citaré como abreviaciones (El Mundo; Principios) de las

traducciones españolas realizadas en 1986 y 1989 respectivamente.

Para Descartes, el movimiento es un concepto consubstancial

al de materia y cuerpo. La materia para Descartes se da siempre

como cantidad y extensión. Por consiguiente, la materia siempre es

substancia corporal cuya forma y esencia es la de ocupar espacio,

y toda variación en la materia depende del movimiento. Al imaginar

un mundo nuevo, Descartes argumenta que:

"... es necesario que les diga a los filósofos que, si no me

equivoco, toda la dificultad que experimentan en la suya

[su concepción de la materia] no procede sino de que la

quieren distinguir de su propia cantidad y de su extensión

externa, es decir, de la propiedad que tiene de ocupar

espacio. En lo cual de todos modos, deseo que crean tener


razón , ya que no tengo interés en detenerme a

contradecirlos. Pero tampoco deben encontrar extraño si

supongo que la cantidad de materia que describí no difiere

de su substancia, como tampoco difiere el número de las

cosas numeradas; y si concibo su extensión, o la propiedad

que tiene de ocupar espacio, no como un accidente sino como

su verdadera forma y esencia, ya que ellos [los filósofos]

no podrán negar que esta manera de concebir [a la materia]


no sea muy sencilla. Y mi deseo no es el de explicar como
1

ellos las cosas que están en efecto en el verdadero mundo,

sino únicamente simular uno a placer en el cual no haya nada

que los más burdos espíritus no sean capaces de concebir y

que pueda no obstante ser creado tal como lo he inventado."

(El Mundo, pp. 80-81)

Y si la materia no es más que la substancia corporal como

cantidad y forma en el espacio, de la misma manera la materia en

tanto variación solo puede concebirse como movimiento de las

partes. La materia surge como y equivale a movimiento:

"...Por lo cual, me doy cuenta, con evidencia, de que no es

solamente en la flama donde hay gran cantidad de pequeñas

partes que no dejan de moverse, sino que las hay también en

todos los otros cuerpos y que, a causa de su pequeñez, no

pueden ser percibidas por ninguno de nuestros sentidos.

No me detengo a buscar la causa de sus movimientos, porque

me basta pensar que han comenzado a moverse tan pronto como


el mundo comenzó a existir. Y asentado esto encuentro, a

través de mis razonamientos, que es imposible que sus

movimientos cesen jamás, e incluso que cambien de algo más

que de sujeto. Es decir, que la virtud o potencia de moverse

a sí mismo, que se encuentra en un cuerpo, puede muy bien

pasar, todo o en parte, a otro, y así no estar ya en el

primero, pero que puede dejar de estar del todo en el

mundo." (El Mundo, pp. 57-58)


Los cuerpos, como cantidades -o partes- en movimiento en el
1

espacio, tienen, desde el punto de vista de Descartes, la

propiedad de transferir o transmitir movimiento hacia otros, en la

medida en que el movimiento es definición esencial de la materia y

no de ningún cuerpo en particular. En esta premisa se fundamenta

la concepción de la causalidad mecánica como movimiento

transmitido. El movimiento puede pasar de un cuerpo a otro pero no

puede desaparecer del mundo, de modo que aún cuando un cuerpo

determinado esté en reposo siempre hay movimiento como propiedad

de la materia extensa, y todo cuerpo en reposo puede ser puesto en

movimiento por otro cuerpo móvil. El movimiento en otro cuerpo

solo puede ser transmitido por el movimiento del cuerpo que se

mueve. Se requiere de un cuerpo móvil para transmitir el

movimiento a otros cuerpos:

"...el movimiento (a saber, el local, pues no concibo

ningún otro, y por eso creo que tampoco hay que imaginar

ningún otro en la naturaleza), tal como se suele entender,


no es más que la acción por la que un cuerpo pasa de un

lugar a otro. Por ello, así como veíamos antes que se puede

decir que la misma cosa, al mismo tiempo, cambia y no cambia

de lugar, también se puede decir que se mueve y no se

mueve... si pensamos, tal como se suele creer, que en todo

movimiento hay acción, la cual cesa en el reposo, entonces

diremos más propiamente que está en reposo, y no que se

mueve, pues aquel hombre no experimenta en sí ninguna acción.


Pero si consideramos qué hay que entender por movimiento, no
1

en sentido ordinario sino según la verdad, a fin de

atribuirle una naturaleza determinada, podemos decir que es

la translación de una parte de la materia, es decir, de un

cuerpo, desde la proximidad de los cuerpos contiguos, que

se consideran en reposo, hasta la proximidad de otros. Donde

por un cuerpo o una parte de la materia entiendo cualquier

cosa que se translade de una vez, aunque ella misma pueda

constar a su vez de muchas partes que tengan otros

movimientos. Y digo que es la translación, y no la fuerza o

acción que traslada, para poner de manifiesto que el

movimiento está siempre en el móvil y no en lo que mueve...

Y añado que el movimiento es solo un modo de lo que se

mueve, y no una cosa subsistente, de la misma manera que la

figura es un modo de la cosa configurada, y el reposo, de la

cosa que está en reposo." (Principios, pp. 87-88)

Descartes formuló tres leyes generales del movimiento, las


que sustentan su concepción del movimiento como estado de la

materia, la naturaleza geométrica del movimiento, y la relación

entre movimiento y fuerza como expresión de la causalidad. Estas

tres leyes son las siguientes:

"Primera ley de la naturaleza: cada cosa persevera siempre

en el mismo estado en cuanto depende de ella; de modo que lo

que se mueve una vez, tiende a moverse siempre."

(Principios, p. 99);
"Segunda ley de la naturaleza: todo movimiento es recto de
1

suyo. Por eso, las cosas que se mueven circularmente tienden

siempre a separarse del centro del círculo que describen."

(Principios, p. 100); y

"Tercera ley de la naturaleza: cuando un cuerpo choca con

otro más fuerte, no pierde nada de su movimiento; pero

cuando choca con uno menos fuerte, pierde tanto como

transmite a éste." (Principios, p. 102)

En la primera ley, Descartes asume que la forma y estado de

un cuerpo no cambia a menos que actúe sobre él una causa externa.

De este modo, un cuerpo en reposo seguirá en reposo hasta que otro

cuerpo lo ponga en movimiento, y aquel que está en movimiento

caerá en reposo también como efecto de una causa externa. Nada hay

en el universo que tienda hacia el reposo como condición, pero

aquellos cuerpos que son duros, es decir que sus partes no estan

separadas, tienden a estar en reposo. Sin embargo, la materia en

tanto materia siempre está en movimiento como estado general, aún


cuando puedan existir cuerpos particulares en reposo en un momento

determinado. La separación de las partes se refiere al contacto

del movimiento entre ellas. Las partes separadas no implican

vacío, pues por una parte el mundo es indefinidamente extenso y en

la extensión no puede haber vacío, pues el vacío no es un lugar o

espacio donde no haya nada en absoluto, sino un lugar donde no hay

lo que se piensa que debiera haber: materia sensible. Por

consiguiente, la separación entre dos cuerpos o dos partes de un


cuerpo es extensión con materia subsistente, aunque no sea
1

sensible. El movimiento dentro de un cuerpo o entre los cuerpos

solo pueda darse en la extensión, y la extensión es la dimensión

definitoria de la materia y el movimiento como su modo de

existencia. Con base en esto, Descartes (El Mundo) afirma que:

"...no encuentro ninguna otra diferencia entre los cuerpos

duros y los cuerpos líquidos, salvo que las partes de unos

pueden separarse en conjunto mucho más fácilmente que las

de los otros. De modo que para componer el cuerpo más duro

que podamos imaginar, pienso que basta con que todas sus

partes se toquen sin que quede ningún espacio entre dos de

ellas y que ninguna de ellas esté en disposición de

moverse..." (p. 59)

La segunda ley de la naturaleza, basándose en la

inmutabilidad y simplicidad de la acción por la que se supone que

Dios conserva el movimiento en la materia, establece que todo

movimiento se da en línea recta y no de manera oblicua. Las


desviaciones que se pueden dar en los movimientos en línea recta,

cuya sucesión puede dar la apariencia de un movimiento circular,

no son más que tangentes contínuas respecto de un círculo. La

naturaleza lineal del movimiento no es solo necesaria para

explicar la estructura de la materia y la causación de sus

cambios, sino también para justificar la divisibilidad de

cualquier cuerpo y su movimiento en términos del punto como unidad

mínima de análisis.
La tercera ley de la naturaleza describe las características
1

de la causación como transmisión del movimiento de un cuerpo a

otro. En ella se enuncia como la acción de un cuerpo sobre otro

determina la continuación del movimiento de la causa móvil. Si el

cuerpo contra el cual se acciona es duro, se transmite poco

movimiento pues la dureza del cuerpo afectado rechaza al cuerpo

móvil, mientras que si se trata de un cuerpo blando este último

incorpora el movimiento del cuerpo móvil y este tiende entonces a

un estado de reposo.

En el sistema cartesiano causa y movimiento son inseparables,

en la medida en que todo cambio en la naturaleza se da como

movimiento. Solo el movimiento puede causar movimiento, y este se

restringe al movimiento de translación. La translación es el

cambio de lugar, y representa un cambio en la situación, dado que

las características propias del cuerpo como extensión representan

al espacio, es decir la magnitud o la figura. Sin embargo, en los

cuerpos que estan formados por partes que se mueven y se tocan de


distinta manera (diferencia entre sólidos y líquidos), la

translación también se aplica a los cambios que como movimientos

ocurren dentro de los cuerpos en su figura y magnitud (lugar

interno). Descartes (Principios) aclara esto cuando dice que:

"...siempre entendemos el espacio como extensión en

longitud, anchura y profundidad. En cuanto al lugar,

a veces lo consideramos como interno a la cosa que está

en él, y otras veces como externo a ella. El interno es


exactamente lo mismo que el espacio, mientras que el
1

externo puede entenderse como la superficie que rodea

inmediatamente a la cosa. Pero debe advertirse que por

superficie no entendemos aquí ninguna parte del cuerpo

que rodea, sino solo el límite que hay entre este cuerpo

que rodea y el que es rodeado, el cual no es más que un

modo. Incluso puede entenderse el lugar externo como una

superficie en general, que no pertenezca a un cuerpo más

que a otro, sino que se considera la misma siempre que

mantenga la misma magnitud y figura..." (p. 82)

El movimiento, como estado y cambio de la materia y los

cuerpos, solo tiene efecto por contacto, es decir, por contigüidad

con aquellos otros cuerpos respecto de los que se mueve. La

contigüidad, como condición de relación del movimiento, constituye

en la Mecánica Cartesiana el principio sobre el que descansa la

causalidad entendida como transmisión del movimiento por un cuerpo

móvil sobre otro, ya sea móvil o en reposo. Descartes (Principios)


dice que:

"He añadido en la definición que la translación se produce

desde la proximidad de los cuerpos contiguos hasta la

proximidad de otros, y no desde un lugar hasta otro, porque,

como expliqué [arriba], se puede entender el lugar en varios

sentidos; en cambio, cuando entendemos el movimiento como la

translación que se produce desde la proximidad de los

cuerpos contiguos, no podemos atribuir al móvil varios


movimientos al mismo tiempo, sino uno sólo, porque sólo unos
1

cuerpos pueden ser contiguos al mismo móvil al mismo tiempo." (p.

28)

La fuerza para mover otro cuerpo depende de la dureza o

blandura del cuerpo que se va a mover. Si el cuerpo es duro

implica que sus partes estan menos separadas que las de un cuerpo

blando, y por consiguiente se requerirá de mayor fuerza para

separar sus partes. De la misma manera, la fuerza para separar las

partes de un cuerpo es proporcional al número de partes de dicho

cuerpo. Descartes (El Mundo) afirma que:

"...no encuentro ninguna otra diferencia entre los cuerpos

duros y los cuerpos líquidos, salvo que las partes de unos

pueden separarse mucho más fácilmente que las de los otros.

De modo que para componer el cuerpo más duro que podamos

imaginar, pienso que basta con que todas sus partes se

toquen sin que quede ningún espacio entre dos de ellas y que

ninguna de ellas esté en disposición de moverse.


Pienso, también, que para componer el cuerpo más líquido que

se pueda encontrar, basta con que sus más ínfimas partes se

muevan lo más diversamente la una de la otra y lo más rápido

que sea posible, aunque con esto no excluyan su posibilidad

de contacto mutuo por todos lados y su acomodamiento en tan

poco espacio como si estuvieran sin moverse." (pp. 59-60)

Una parte para Descartes es aquello que está bien unido y que

no está a punto de separarse. El tamaño y la divisibilidad de las


partes es diversa, por lo que la mecánica del movimiento de los
1

cuerpos comprende tanto el tamaño y número de partes, como la

variación de movimientos y velocidades. La partes pequeñas en

tanto son más veloces pueden desarrollar mayor fuerza con su

movimiento que partes más grandes pero menos veloces. La fuerza

requerida para mover es proporcional al grado de separación de las

partes del cuerpo a ser movido. Aunque el movimiento de las partes

tiende hacia donde hay menos resistencia (por ej., hacia arriba),

paradójicamente, a menor fuerza aplicada, es decir, al mover a un

cuerpo blando el cuerpo móvil pierde mayor movimiento que a mayor

fuerza aplicada, de modo que el movimiento resultante en el cuerpo

móvil resulta ser inversamente proporcional a la fuerza ejercida

al transmitir el movimiento.

Otra característica fundamental de la teoría cartesiana del

movimiento es el supuesto de que las partes de la materia, como

partes individuales creadas por Dios, permanecen existiendo en un

mismo estado, y que solo cambian de estado como consecuencia de


la acción de otra parte de la materia. De este modo, las partes en

reposo solo entran en movimiento por la acción móvil de otra

parte, y dependiendo de dureza o blandura de la parte en reposo

cambiará asimismo el estado de la parte que actúa sobre ella. La

acción de una parte de la materia sobre otra siempre se da como

choque, es decir como fuerza por contacto directo entre cuerpos o

partes contiguas. A este respecto, Descartes expresa que:

"...toda parte de la materia, individualmente, continúa


siempre existiendo en un mismo estado, mientras el
1

encuentro con las otras no la obligue a cambiarlo. Es decir,

que si tiene cierto tamaño no se tornará jamás más pequeña

a menos que las otras la dividan; si es redonda o cuadrada

no cambiará jamás esta figura sin que las otras la obliguen;

si se ha detenido en algún lugar no saldrá jamás de él si

las otras no la desplazan; y si ha comenzado en alguna

ocasión a moverse, continuará haciéndolo con la misma fuerza

hasta que las otras la detengan o la retrasen." (p. 84)

"...hablando en general, entre más grande es un cuerpo, más

fácil le es comunicar una parte de su movimiento a los otros

cuerpos, y más difícil les es a los otros comunicarle algo

del suyo. Porque aún cuando muchos cuerpos pequeños,

reuniéndose para actuar contra uno más grande, puedan tener

tanta fuerza como él, no obstante, no pueden jamás hacerlo

moverse tan aprisa en todos sentidos como se mueven ellos;

ya que si se acoplan en algunos de sus movimientos, los


cuales le comunican [al más grande], al mismo tiempo difieren

infaliblemente en otros que no le pueden comunicar." (p. 115)

El punto como elemento analítico de la descripción

La mecánica cartesiana, por su fundamentación en un modelo

geométrico, asumió la divisibilidad infinita de la materia, y

eligió al punto como representación última de todo cuerpo y su

movimiento. Descartes (El Mundo) nos dice que el punto es el


límite de la línea y el componente de toda pluralidad:
1

"...la naturaleza del movimiento del que yo quiero hablar

aquí es tan fácil de conocer, que los geómetras mismos, que

entre todos los hombres son los más dedicados a concebir muy

distintamente las cosas que han considerado, lo han juzgado

más simple y más inteligible que el de sus superficies y sus

líneas; así se hace manifiesto en el hecho de que han

explicado la línea por el movimiento de un punto y la

superficie por el de una línea." (p. 85)

Para Descartes el conocimiento proveniente de los órganos

sensibles no era fiable, no solo con base en el argumento de los

sueños, sino en la medida en que suponía que había propiedades de

la materia -aquella concebida como vacío- que no eran asequibles

directamente a los sentidos. Dado que la imaginación se basaba en

lo sensible tampoco constituía una base sólida para fundamentar el

conocimiento. Este solo podía partir del entendimiento racional

como representación abstracta de los cuerpos y el movimiento de


sus partes. Descartes no asumía una correspondencia entre las

propiedades materiales de los cuerpos y su "representación"

sensible, sino que consideraba que era solo mediante la

abstracción geométrica (y las cinco operaciones matemáticas

fundamentales: adición, sustracción, multiplicación, división y

raíz cuadrada) como se podía captar las propiedades esenciales de

la realidad y no sus meros accidentes. Desde este punto de vista,

como lo examinaré más adelante, el universo o realidad material


tenía una estructura geométrica.
1

La extensión como condición idéntica a la materia se da como

longitud, latitud o anchura y profundidad, y a partir de ella se

puedan dar otras dimensiones de mensurabilidad como el peso y la

velocidad, entre otras. La mensurabilidad se da como división de

las partes de una dimensión y a través de la medición se pueden

establecer comparaciones entre las cosas existentes y las cosas

inventadas por el espíritu:

"De lo anterior resulta con toda evidencia que en un mismo

sujeto puede haber infinidad de dimensiones diferentes, que

si bien nada añaden a las cosas en que se encuentran, deben

ser consideradas de igual manera, lo mismo si tienen un

fundamento real en los sujetos que si son una invención de

nuestro espíritu. La pesadez de los cuerpos, la velocidad

del movimiento, la división del siglo en años y días, son

cosas reales; pero la división del día en horas y minutos

nada tienen de real. Y pudiéramos citar muchos ejemplos


como éste. Sin embargo, todas esas cosas son idénticas, si

las consideramos desde el punto de vista de la dimensión

como debe hacerse aquí y en las ciencias matemáticas. A los

físicos corresponde examinar si las dimensiones inventadas

por el espíritu tienen fundamento real." (Reglas para la

Dirección del Espíritu, XIV, p. 134)

De este modo, toda comparación entre cuerpos y partes depende

de la disponibilidad de unidades de medición, y el punto destaca


como el referente geométrico elemental para establecer medidas
1

proporcionales y equivalentes en cualquier dimensión:

"La Unidad es -como ya se ha dicho en otro lugar- aquella

naturaleza de que deben participar igualmente todas las

cosas que se comparan entre sí. Cuando en una cuestión no

hay alguna unidad determinada, podemos adoptar una de las

magnitudes dadas o cualquier otra magnitud, y ella será la

medida común a todas las demás; consideramos que tiene

tantas dimensiones como términos se comparan; y la

concebimos como algo extenso, haciendo abstracción de sus

demás caracteres (y entonces vendrá a ser lo mismo que el

punto de los geómetras, cuando por su movimiento componen

la línea), como una línea o como un cuadrado." (Reglas para

para la Dirección del Espíritu, XIV, p. 135)

De esta manera, el punto constituyó la abstracción geométrica

fundamental para comparar todos los cuerpos y partes de la materia

en términos de unidades numéricas equivalentes, al margen de la


existencia física o no de dichos cuerpos y partes. La

divisibilidad infinita de la materia se representaba mediante una

última construcción geométrica libre de todos los accidentes de la

materia: el punto, a partir del cual se podían construir todas las

representaciones geométricas posibles mediante el procedimiento

analítico de composición y descomposición de figuras y sus

dimensiones:

"Representaremos la unidad...por un punto ., si la


consideramos componente de la pluralidad..." (Descartes.
1

Reglas para la Dirección del Espíritu, XV, p. 136)

Cassirer (1953 - traducción española) describe con especial

rigor la función del punto en la geometría y en el método

cartesianos:

"...el análisis tiene que ahondar más: no basta con llevar a

cabo de un modo general la reducción de los conceptos, sino

que hay que demostrar, al mismo tiempo, cómo una determinada

forma individual nace y se construye a base de estos

elementos de un modo rigurosamente unívoco y sujeto a leyes.

Substituímos, así, la diversidad de las formas por la

diversidad de los movimientos de puntos. Decíamos que el

orden y la medida son los dos medios fundamentales del

pensamiento matemático; pues bien, ahora vemos cómo entre

estos factores media, a su vez, una relación lógica de

subordinación y dependencia. Las formas geométricas, antes

de que podamos pensarlas como susceptibles de ser medidas


exactamente, son reducidas a "órdenes" de puntos que se

suceden los unos a los otros con sujeción a una determinada

regla.

El punto como elemento `absoluto' se concibe aquí

exactamente en el sentido en que el método fija y razona

este concepto. Se le debe considerar, desde el punto de

vista del conocimiento, como lo último a que podemos reducir

todas las formas complejas; pero ello no impide que


expresemos y reproduzcamos su propia determinabilidad por
1

medio de una relación.

Lo `absoluto' no es ya, como veíamos, la antítesis

excluyente entre dos relaciones, sino que expresa los

conceptos fundamentales de la relación misma. Tampoco el

elemento espacio puede considerarse como un concepto

sencillamente desglosado y aislado de todos demás, como

una `natura solitaria', sino que la posición simple en el

espacio debe expresarse por medio de una relación

aritmética." (pp. 462-463)

El punto, como medio del entendimiento para describir y

representar la materia como extensión, se ajustaba perfectamente a

las características de la extensión como divisible infinitamente.

Descartes rechaza la existencia de unidades o partes materiales

indivisibles como el átomo, y asume la divisibilidad sin límite de

la materia y sus partes. El punto, desde esta perspectiva

geométrica, se adapta con toda precisión a la posibilidad de


concebir en forma abstracta cualquier división de la materia como

extensión. Al margen de la magnitud real de dicha parte, esta

puede ser subsumida en una dimensión númerica cuya representación

elemental es el punto. El punto constituye la categoría geométrica

mínima representativa de cualquier variación en la materia como

extensión y movimiento.

Descartes enuncia estas características de la materia -e

implicitamente la justificación del punto como límite de


representación de la extensión- en varios textos:
1

"Sabemos también que no pueden existir átomos, es decir,

partes de la materia indivisibles por naturaleza. Pues si

los hubiera, como tendrían que ser necesariamente extensos,

por muy pequeños que nos los imagináramos, podríamos dividir

con el pensamiento cada uno de ellos en dos o más que fueran

más pequeños, y reconoceríamos entonces que son divisibles.

En efecto, sabemos que es divisible todo lo que podemos

dividir con el pensamiento; y si juzgáramos que es

indivisible lo que sabemos que es divisible, nuestro juicio

estaría en contradicción con nuestro conocimiento. Es más,

aunque imaginemos que Dios quiso que alguna partícula de

materia no pudiera ser divisible en otras más pequeñas, no

cabría decir propiamente que fuera indivisible; pues aunque

la hubiera hecho tal que ninguna criatura pudiera dividirla,

no pudo sin embargo quitarse a sí mismo el poder de

dividirla, porque es imposible que él disminuya su propio


poder, como observamos arriba. Por lo tanto, hablando

absolutamente, la partícula seguirá siendo divisible, pues

así es por naturaleza." (Sobre los Principios de la

Filosofía, Segunda Parte, pp. 85-86)

La divisibilidad de la materia en tanto extensión, es

consecuencia, por lo tanto, de su divisibilidad en el pensamiento.

En la medida en que geométricamente podemos representarnos la

extensión como infinitamente divisible, en esa medida la materia


es divisible. El pensamiento crea la condición misma de existencia
1

de la materia como extensión. El pensamiento ya no solo refleja en

mayor o menor grado las propiedades del mundo, sino que dicho

mundo, en tanto mundo pensado por un espíritu, tiene las

propiedades mediante las que se le piensa. Esto es inevitable dada


la primacía del espíritu como Yo que piensa como criterio

fundamental de existencia y verdad clara y evidente por si misma.

Descartes continúa diciendo que:

"Sabemos además que este mundo, es decir, la totalidad de la

substancia córporea, carece de límites en su extensión. Pues

dondequiera que supongamos que están esos límites, no sólo

imaginamos siempre un espacio indefinidamente extenso más

allá de ellos, sino que además percibimos que es

verdaderamente imaginable, esto es, que es real; y por lo

tanto, que se contiene en él una substancia corpórea

indefinidamente extensa. Pues, como ya hemos puesto de

manifiesto, la idea de la extensión que concebimos en


cualquier espacio, es exactamente la misma que la idea de la

substancia corpórea." (Sobre los Principios de la Filosofía,

Segunda Parte, p. 86)

Queda claro que en Descartes lo racional es real, y que en la

medida en que la substancia corpórea y la materia se conciben como

extensión, toda representación geométrica de dicha substancia es

real. Por ello, la divisibilidad infinita de la materia se impone

como una característica intrínseca a la extensión como divisible


ad infinitum. Sin embargo, aún cuando la divisibilidad se da en el
1

pensamiento, esta no se aplica al pensamiento, pues la cosa real y

su representación no son lo mismo: no es igual el número que lo

numerado, ni la superficie que su contenido. En ese sentido,

Descartes dice que:

"...he de observar, ante todo, que existe una gran

diferencia entre el espíritu y el cuerpo, porque aquél es

indivisible, y éste divisible. Con efecto, cuando me

considero en tanto no soy más que una cosa que piensa, no

puedo distinguir en mí partes; antes bien, conozco que soy

una cosa absolutamente una y entera; y aunque todo el

espíritu parece unido al cuerpo, cuando un pie, un brazo,

cualquier otro miembro es separado del cuerpo conozco

perfectamente que mi espíritu no pierde nada; las facultades

de querer, sentir, concebir, etc., no deben llamarse partes,

porque es el espíritu todo entero el que quiere, siente,

concibe, etc. En las cosas corporales o extensas ocurre todo


lo contrario; la más pequeña, puede ser dividida por mi

espíritu en multitud de partes con la mayor facilidad. Esto

debiera enseñarme que el espíritu o el alma del hombre es

enteramente diferente del cuerpo." (Meditaciones

Metafísicas, VI, p. 88)

La característica de indivisibilidad del espíritu es lo que

permite que el pensamiento divida en y como extensión a la

realidad material corpórea. Esta distinción entre el espíritu y el


cuerpo es en lo que fundamenta Descartes, como imaginación
1

racional, la divisibilidad de la materia y la receptividad por

ella de todos y cada una de sus movimientos:

"Agreguemos a esto que esta materia puede dividirse en todas

las partes y según todas las figuras que podamos imaginar; y

que cada una de sus partes es capaz de recibir en sí todos

los movimientos que podamos también concebir..." (El Mundo,

p. 79)

La divisibilidad de los cuerpos y sus partes implica la

diversificación de los movimientos de dichas partes, condición

esencial en la teoría cartesiana del movimiento para explicar

-a partir de los vórtices- el movimiento circular como movimiento

lineal, y la ausencia de vacío en la extensión. La divisibilidad

indefinida de los cuerpos y sus partes, como materia en

movimiento, son necesariamente la consecuencia de la

diversificación de un primer móvil que se da en el origen del

mundo creado por Dios. Las diferencias de velocidad y de


separación entre las partes, que se sustentan en la divisibilidad

de la materia, permiten a Descartes explicar con un solo conjunto

de principios mecánico-geométricos todos los fenómenos de la

naturaleza, comenzando por las diferencias entre cuerpos sólidos y

líquidos y la naturaleza de la luz, el fuego y el calor como

movimiento de la extensión.

La demostración geométrica como deducción racional


Descartes asume la existencia de dos substancias en el mundo,
1

ambas creadas por Dios: la substancia material extensa y la

substancia espiritual cognoscente, res extensa y res cogitans.

Con base en el argumento metódico de la duda y del criterio de

claridad y evidencia racional como criterio de existencia,

Descartes supraordinó al espíritu racional (y a la revelación

racional) no solo la certeza del conocimiento sino también la

validación del mundo en tanto mundo posible, y por ende, el método

para realizarla.

Descartes enuncia el argumento racionalista del conocimiento

cuando dice que:

"Si puedo afirmar con pleno convencimiento que los cuerpos no

son conocidos propiamente por los sentidos o por la

facultad de imaginar, sino por el entendimiento; si puedo

asegurar que no los conocemos en cuanto los vemos o tocamos

sino en cuanto el pensamiento los comprende o entiende bien

-veo claramente que nada es tan fácil de conocer como mi


espíritu..." (Meditaciones Metafísicas, III, p. 63)

Descartes continúa al decir que:

"...Siendo la verdad lo mismo que el ser, es evidente que

todo lo verdadero es alguna cosa; ya he demostrado

ampliamente que las cosas conocidas clara y distintamente

son verdaderas. Y aunque no lo hubiera demostrado es tal la

naturaleza de mi espíritu que las estimaría verdaderas en

tanto las concibiera de un modo claro y distinto. Me


acuerdo, de que, cuando me adhería fuertemente a los
1

objetos de los sentidos, contaba en el número de las

constantes verdades las que concebía clara y distintamente

relativas a las figuras, números y otras cosas

pertenecientes a la aritmética y la geometría."

(Meditaciones Metafísicas, V, p. 78)

La primera idea clara y distinta que se planteó Descartes fue

la idea de un Dios perfecto. A partir de la idea de Dios,

Descartes justificó, bajo el mismo argumento, la apropiación y la

propiedad cognoscitiva de cualquier otra idea que fuera evidente y

clara al margen de los sentidos:

"Esta misma ciencia se extiende a todas las cosas que en

otro tiempo demostré como las verdades de la geometría y

otras semejantes, porque )qué se podrá objetar para

obligarme a ponerlas en duda? )Que mi naturaleza está

sujeta al error? A eso contesto que no me equivoco en

los juicios cuyas razones conozco claramente. )Que en otro


tiempo he estimado muchas cosas como verdaderas y ciertas y

después he reconocido que eran falsas? Es que no había

conocido clara y distintamente ninguna de esas cosas, y

-no sabiendo esta regla que me asegura de la verdad- concebí

razones menos fuertes de lo que imaginé en un principio.

)Qué más se me podrá objetar? )Que tal vez duermo (como yo

mismo me he objetado) o que mis pensamientos actuales no

tienen más realidad que los sueños? Pues bien, aún cuando
duerma, todo lo que se presenta a mi espíritu con evidencia,
1

es absolutamente verdadero.

Y así, reconozco con toda claridad que la certeza y la

verdad de la ciencia, depende del conocimiento del verdadero

Dios; de suerte que antes de conocerle, yo no podía saber

perfectamente ninguna cosa. Ahora que conozco a Dios tengo

el medio de adquirir una ciencia perfecta relativa a

infinidad de cosas tanto a las que están en El, como a las

que pertenecen a la naturaleza corporal en tanto puede

servir de objeto a las demostraciones de los geómetras, los

cuales la consideran desde el punto de vista de su

existencia." (Meditaciones Metafísicas, V, p. 80)

Siendo la representación de las figuras geométricas y sus

dimensiones más clara y evidente con base en el entendimiento y

las reglas de la demostración que mediante su captación por los

sentidos a partir de los objetos concretos, Descartes asume a la

demostración deductiva de la geometría como el método de


conocimiento verdadero por excelencia:

"Lo único que me queda por examinar es la existencia de las

cosas materiales. Por lo menos sé que pueda haberlas, en

tanto se consideren como objeto de las demostraciones

geométricas, porque de esta manera las concibo muy clara

y distintamente." (Meditaciones Metafísicas, VI, p. 81)

En este pasaje, Descartes subordina el conocimiento acerca

de la existencia de los cuerpos materiales como objetos al hecho


de poder representarlos, y por ende, demostrarlos geométricamente.
1

La geometría, como demostración racional, no solo constituye un

método para el conocimiento de las cosas materiales, sino para el

reconocimiento de su existencia misma. Es la representación

racional de las cosas en tanto objetos geométricos lo que les da

existencia para el espíritu ()qué otra existencia se podría

plantear?). La realidad material adquiere existencia en la forma

de su representación geométrica y sus propiedades se conocen con

certeza mediante la demostración deductiva de la geometría.

Obviamente, los datos de los sentidos no deben contradecir a estas

demostraciones geométricas, pero el conocimiento sensible no es

suficiente como criterio de verdad y certeza.

Mediante esta argumentación, Descartes no solo empleó la

geometría como un método racional para el conocimiento de la

naturaleza, sino que convirtió a la geometría en la esencia misma

de la naturaleza: el mundo era geométrico. En Sobre los Principios

de la Filosofía, Descartes establece que:


"No admito en física principios distintos a los de las

matemáticas, porque todos los fenómenos de la naturaleza

pueden explicarse y demostrarse a partir de ellos.

Nada añadiré aquí sobre las figuras, ni sobre las

innumerables variedades de movimientos que se siguen de la

infinita variedad de las mismas, porque todo ello resultará

evidente cuando sea preciso tratarlo. Y supongo que mis

lectores conocen ya los primeros elementos de la geometría,


o al menos tienen bastante ingenio para entender las
1

demostraciones matemáticas. Pues confieso abiertamente que

la única materia de las cosas corpóreas que reconozco es

aquella absolutamente divisible, configurable y móvil, que

los geómetras llaman cantidad, y que toman como objeto de

sus demostraciones; y no considero en ella nada más que

estas divisiones, figuras y movimientos; ni admito como

verdadero acerca de éstos nada que no se deduzca, a partir

de las nociones comunes de cuya verdad no podemos dudar, de

un modo tan evidente que puede considerarse como una

demostración matemática. Y como todos los fenómenos de la

naturaleza pueden explicarse así, como se verá en lo que

sigue, me parece que no hay porque admitir o desear en

física otros principios distintos de aquellos." (p. 121)

A partir de la geometrización de la realidad, el mundo puede

ser conocido de acuerdo con los principios más simples y

elementales para representar el movimiento como extensión. Estos


principios se refieren a la línea recta (y al punto como su

principio y criterio de divisibilidad) y a todas la reglas que

permiten deducir de manera a priori respecto de las dimensiones y

propiedades de los cuerpos y sus fenómenos:

"...yo no conozco [ningún tipo de movimiento] que sea más

fácil de concebir que el de las líneas de los geómetras,

que hace que los cuerpos pasen de un lugar a otro y ocupen

sucesivamente todos los espacios que están entre dos


[lugares]." (El Mundo, p. 85)
1

"...Dios conserva cada cosa por medio de una acción

continuada y en consecuencia que no la conserva tal y como

pudo haber sido en un tiempo anterior, sino justamente tal y

como es en el preciso instante en que la conserva. De ahí

que de todos los movimientos que hay, sólo el recto es

enteramente simple, por lo que su naturaleza íntegra puede

comprenderse en un instante. Pues, para concebirlo, es

suficiente pensar que un cuerpo está en actitud de moverse

hacia cierto lado, lo que se constata en cada uno de los

instantes que pueden determinarse durante el tiempo en que

se mueve. Mientras que para concebir el movimiento circular,

o cualquier otro que pudiera ser, es necesario considerar al

menos dos de sus instantes, o más bien, dos de sus partes y

la relación que hay entre ellas." (El Mundo, pp. 89-90)

Descartes, al plantear la reductibilidad de todo conocimiento

material al de los principios más simples de la geometría que se


fundamentan en la línea recta, asume la posibilidad de desarrollar

una física demostrativa basada en la racionalidad deductiva de los

principios geométricos, y a partir de ella, como lo señalaré en el

siguiente capítulo, al conocimiento de todo cuerpo y movimiento,

incluyendo los orgánicos. El mundo material, para Descartes, no es

más que un gigantesco mecanismo que sigue los principios

demostrables mediante la geometría. Desde esta perspectiva, el

mundo es deducible en forma a priori:


"...De modo que aquellos que sepan examinar suficientemente
1

las consecuencias de estas verdades y de nuestras reglas,

podrán conocer los efectos por sus causas, y para explicarme

en términos de la Escuela, podrán tener demostraciones a

priori, de todo lo que puede producirse en este nuevo

mundo." (El Mundo, p. 92)

La impulsión y la inducción son consideradas por Descartes

como maneras de composición de las nociones que no están exentas

de engaños y dificultades. El único procedimiento fiable es la

intuición evidente (revelación racional) y la deducción:

"...no hay otras vías abiertas al hombre para llegar al

conocimiento cierto de la verdad, que la intuición evidente

y la deducción necesaria; y [que] son esas naturalezas

simples de que hablamos en la regla octava. Es evidente que

la intuición se aplica a estas naturalezas y a las uniones

necesarias que existen entre ellas, y, finalmente, a las

cosas que el entendimiento encuentra por una experiencia


precisa, ya en sí, ya en la imaginación. Cuanto a la

deducción, ya trataremos con extensión en las reglas

siguientes." (Reglas para la Dirección del Espíritu,

XII, p. 124)

A partir de la linea recta y la divisibilidad de cualquier

parte de la materia, Descartes construyó un conjunto de

demostraciones y deducciones geométricas que no solo resultaron en

un nuevo método de descripción de la forma de los cuerpos y su


movimiento, sino que constituyeron finalmente los principios del
1

mundo material. El mundo no se conoció solo mediante la geometría

y la deducción demostrativa, sino que se constituyó como geometría

solo asequible a través de la revelación racional y de la

deducción mediante demostraciones basadas en las relaciones entre

los elementos más simples. La ciencia post-renacentista heredó un

mundo y un método para su conocimiento: el de la geometría

mecánica cartesiana.
1

CAPITULO III.

UBICACION HISTORICA DE LA MECANICA CARTESIANA COMO EJEMPLAR EN LA

BIOLOGIA Y LA PSICOLOGIA: LA FORMULACION DE LA TEORIA DEL

CONDICIONAMIENTO

Descartes no se limitó a proponer el método racional-

deductivo de la geometría para el estudio de los fenómenos

físicos, sino que lo hizo extensivo a todos los fenómenos

naturales, incluyendo a las acciones humanas en tanto movimientos

de un cuerpo material. De acuerdo con la concepción cartesiana de

la naturaleza, toda la substancia material en tanto extensión

podía ser explicada por los principios de la geometría. La


mecánica se aplicaba a todo movimiento, fuera el de cuerpos

inorgánicos o el de cuerpos orgánicos, incluyendo al hombre en

tanto cuerpo material. La óptica se refería a un tipo especial de

cuerpos, los cuerpos con luz (los astros y los que producen calor

como la flama y el fuego), y a la luz como un tipo de movimiento

especial producido por dichos cuerpos.

En el caso del hombre, Descartes asumió su dualidad

sustantiva singular en la naturaleza, y ubicó su estudio como


cuerpo dentro del ámbito de la geometría mecánica, y el exámen de
1

su racionalidad como un proceso deductivo gramatical análogo al de

la geometría óptica. El hombre resultó así en un compuesto

especial de dos substancias, el cuerpo material y el alma

racional, que siendo una de ellas extensión y la otra

exclusivamente temporalidad, coexistían en la extensión.

La cohabitación del alma racional y el cuerpo mecánico se

concibió como una condición peculiar de interacción entre ambas

entidades, en la que el cuerpo, como entidad material solo podía

moverse con base en el movimiento de otros cuerpos (los objetos

del mundo) o mediante una para-acción voluntaria de la razón, la

que ejercía su influencia desencadenando el movimiento de los

espíritus animales a través de los nervios y la sangre por su

"contacto" privilegiado con la glándula pineal. Por su parte, el

alma racional padecía el influjo del cuerpo a través de las

sensaciones internas y externas, pero su "acción" racional, como

un aparato gramático-deductivo, le permitía distinguir las cosas


verdaderas de las falsas.

De este modo, el hombre resultaba ser un compuesto

interactivo peculiar de dos substancias que se influían

diferentemente: una iniciando acciones para-mecánicas sobre el

cuerpo, y la otra, procurando la materia para que, a la manera de


una luz interior, la razón reflexionara sobre el material sensible

para establecer el conocimiento verdadero respecto del mundo y

todas las cosas. El cuerpo se movía como una máquina activada por
los movimientos de otros cuerpos o por los movimientos internos
1

iniciados por el alma racional. El alma a su vez no se movía, pero

era afectada por los movimientos del cuerpo en la forma de

sensibilidad, y su única función, la de conocer, se realizaba

como una reflexión sobre la sensibilidad. El cuerpo obedecía las

leyes de la mecánica e interactuaba para-mecánicamente con el

alma, mientras que esta obedecía las leyes de la gramática y la

geometría deductiva, y funcionaba como un sistema para-óptico. En

conjunto, el hombre era concebido como un complejo sistema de

acciones y para-acciones interactuando con base en los principios

geométricos de la mecánica y la óptica.

La concepción del hombre formulada por Descartes, al

descansar en los principios geométricos separados de la óptica y

la mecánica, planteaba, no obstante, el problema de la interacción

de las dos substancias en un mismo individuo. Como lo ha señalado

Ryle (1949), el hombre cartesiano representaba la paradoja de una

substancia no extensa cohabitando e interactuando en y con la


extensión. En el plano fenomenológico, el hombre constituía dos

individuos al mismo tiempo: el individuo material, que estaba

inmerso y se movía en el mundo, y el individuo racional que era el

espectador privilegiado de sí mismo . El hombre vivía así en dos

mundos simultáneos, el que lo delimitaba materialmente y el mundo

autoobservado racionalmente por sí mismo. Aún cuando Descartes

asumió que el Yo era la entidad racional, esa entidad racional

solo cobraba significación fenomenológica en la medida en que


cohabitaba con una entidad material. En realidad, el hombre era
1

dos Yos, uno supraordinado al otro, pero al fin de cuentas,

fenomenológicamente dependiente de él. El interaccionismo

cartesiano legó un modelo de individuo a la humanidad, y con su

formulación general del mundo hizo entrega también de una

concepción del hombre como ente individual. A la psicología post-

renacentista le correspondió el cuestionable honor de desarrollar

una formulación científica basada en esta mitología dual.

Descartes convirtió al hombre en un doble sujeto. Según

Turbayne (1990), la noción de sujeto implica una substancia que

padece cambios a través de la acción de otra substancia, y de la

cual se pueden predicar atributos. El hombre para Descartes estaba

compuesto de dos substancias, ambas sujetos de predicación, el

cuerpo y el alma (o razón). Ambos sujetos no solo eran afectados

por los cuerpos del exterior sino que, además, al cohabitar de

manera sui generis, se afectaban recíprocamente. El error

cartesiano fue otorgarle carácter de sujeto al alma en tanto


substancia, en vez de considerarla exclusivamente un atributo o

predicación de la substancia material o cuerpo. El planteamiento

del hombre como un doble sujeto obligó no solo a distinguir a cada

una de las dos substancias como sujeto -es decir, como eran

afectadas-, sino que impuso una interacción entre ellas en la que

cada sujeto afectaba al otro de manera distinta.

Cada uno de las dos substancias poseía características

distintas como sujeto, pues mientras el cuerpo seguía los


principios de los demás cuerpos extensos -es decir los principios
1

del movimiento transmitido mecánicamente-, el alma operaba a

partir de principios paraópticos con base en criterios de

revelación racional: lo claro y evidente por sí mismo. Estos dos

sujetos, que constituían el hombre, poseían, además atribuciones

distintas en lo que respecta a su mutua afectación. El cuerpo

podía ser movido por iniciativa del alma mediante el impulso de

los espíritus animales, lo que constituía una especie de para-

acto, denominado voluntad. Por su parte, el alma era afectada por

lo que ocurría en el cuerpo y mediante el cuerpo, parte de las

llamadas pasiones del alma, pasiones que se producían a través de

la sensibilidad externa e interna (incluyendo los afectos y

sentimientos). Las pasiones provenientes del cuerpo y el exterior

eran potencialmente perturbadoras de los principios racionales y

obligaban al alma a ser vigilante de la sensibilidad corporal.

Había, además, las pasiones del alma stricto sensu, que eran las

pasiones referidas al alma misma por los movimientos de los


espiritus animales. Sin embargo, toda pasión del alma era pasión

derivada de su cohabitación con el cuerpo y de su interacción con

él.

El resultado de esta peculiar cohabitación de dos sujetos

como substancias distintas entre sí, pero interactúando de manera

peculiar cada una de ellas, fue un hombre que vivía dos mundos

simultáneamente, el mundo que realmente vivía (el del cuerpo) y el

mundo que lo vigilaba y razonaba acerca de sus acciones (el del


alma). El hombre se convirtió en un doble sujeto protagonista y
1

espectador privilegiado de sí mismo. En la concepción cartesiana,

esta cohabitación no era simétrica. El alma como substancia era el

Yo en la medida en que era la única que permitía la percepción

clara y evidente de las cosas. El hombre era primero su Razón y

después su Cuerpo, aún cuando solo se le pudiera identificar a

través del cuerpo y la razón no pudiera operar como tal al margen

e independientemente de la existencia de dicho cuerpo. Esta

concepción del hombre como un ser dividido en dos substancias,

interactúando y padeciendo distintivamente, y reconociendo la

supremacía de una sobre la otra, fue el legado directo de

Descartes a la ciencia postrenacentista: la nueva psicología como

la disciplina encargada del estudio de la interacción de los dos

sujetos que componían el hombre. Los animales quedaban excluidos

de la psicología, en tanto podían ser descritos exclusivamente con

base en los principios de la mecánica.

En este capítulo examinaré brevemente las características del


legado cartesiano, a saber:

l) La distinción entre conocimiento y acción como atributos

distintivos de los dos sujetos constitutivos del hombre;

2) Las pasiones y acciones del alma como atributos de su

carácter de sujeto respecto al cuerpo;

3) El análisis mecanicista del movimiento animal y la

fisiología del reflejo;

4) La fisiología del reflejo y la "materializacíon" del alma;


y
1

5) La teoría del condicionamiento y el ejemplar del reflejo.

El propósito de examinar estos puntos es ilustrar como la

teoría del condicionamiento constituye un resultado histórico,

ubicado en la concepción mecánica cartesiana del movimiento

animal, del intento por reducir el alma al sistema nervioso. Aún

cuando la teoría del condicionamiento pretende rebasar el

reduccionismo neural (veáse Pavlov, 1927; Watson, 1924; Skinner,

1931), pretendo demostrar como conserva las características


lógicas fundamentales del paradigma cartesiano sobre el movimiento

mecánico, y como en esta medida, incorporó tácitamente la misma

problemática -y confusión conceptual- construida en dicho sistema.

La distinción cartesiana entre conocimiento y acción

La concepción cartesiana del hombre como la cohabitación de

dos substancias culminó en la atribución de funciones separadas

específicas a cada una de ellas. El cuerpo, en la medida en que


era concebido como materia y extensión, no podía ser otra cosa más

que movimiento. El cuerpo manifestaba su función específica como

acción o reacción. Por su parte, la razón como substancia

espiritual, no poseía extensión y por consiguiente no se movía -ni

podía ser movida en sentido estricto. La razón "reflejaba" el

movimiento sin moverse, a la manera de los cuerpos que reflejaban

la acción de otros cuerpos cuyo movimiento se daba como luz. Sin

embargo, esta reflexión no ocurría directamente a partir de la


acción de otros cuerpos, sino que provenía de la acción "hacia
1

adentro" del propio cuerpo con el que se coexistía como doble

sujeto. La reflexión tenía lugar como proceso deductivo a partir

de la interacción de las ideas claras y evidentes con las ideas

provenientes directamente de la sensibilidad. La materia cruda de

la reflexión estaba constituida por la sensibilidad del cuerpo, y

la razón, en tanto reflexión, "operaba" como un proceso lógico-

geométrico.

El argumento cartesiano de la existencia de la razón como

substancia es diferente al de la fundamentación de su existencia.

El primero parte de la duda metódica mientras que el segundo se

basa en la certidumbre y clara evidencia de la idea de Dios como

principio de todo lo existente. La naturaleza, para Descartes, es

creación divina y todas sus leyes estan construidas en el acto

mismo de la creación"

"...aunque El no le hubiera dado al principio más forma que

la
del caos, hay que suponer que al establecer las leyes de la

Naturaleza, prestó a esta su concurso para que obrara como

observamos que obra constantemente." (Discurso del Método, p.

26)

Estas leyes son reconocidas solo por el hombre debido a la

razón, que posee las características singulares para reconocer su

propia existencia como principio de funcionamiento (reflexión) y

la
existencia de Dios y su supremacía ontológica:
1

"...he observado ciertas leyes establecidas por Dios en la

Naturaleza, leyes de las cuales ha impreso tales nociones en

nuestra mente, que, después de reflexionar sobre ellas con la

debida atención, no podemos poner en duda su exacto

cumplimiento en todo lo que existe o se hace en el mundo."

(Discurso del Método, p. 25)

Al hablar de como en su Tratado del Mundo y de la Luz (del

cual se supone formaba parte el Tratado del Hombre) reseñaba la

creación del mundo y su funcionamiento con base en la idea de un

Dios perfecto, Descartes admitía la imposibilidad de justificar la

creación del hombre como un simple agregado o continuación del

resto de la Naturaleza:

"De la descripción de los cuerpos inanimados y de las

plantas, pasaba a la de los animales deteniendome con

particular cuidado en la de los hombres.

No tenía yo los suficiente conocimientos para hablar


del

hombre con la misma filosofía empleada en los anteriores

capítulos de mi tratado; no podía demostrar los efectos por

las causas ni hacer ver por que semillas y de que modo la

naturaleza debe producir los seres humanos.

Por estas razones me limité a suponer que Dios había

formado el cuerpo de un hombre semejante a nosotros, tanto en

la figura exterior de sus miembros como en la conformación


interior de sus órganos, sin que entrara en su composición
1

otra materia que la que ya he descrito y sin animarle con un

alma racional. Dios excitaba en el corazón del hombre así

formado uno de esos fuegos sin luz -acerca de los cuales ya

me había ocupado en un capítulo anterior- semejantes al que

calienta el heno cuando se encierra antes de hallarse

completamente seco o al que hace hervir los vinos cuando se

deja que la uva fermente.

Examinando las funciones que podían tener lugar en ese

cuerpo, observaba que eran las mismas que se verifican en

nosotros cuando no pensamos, cuando el alma -parte distinta

del cuerpo- no contribuye con su actividad intelectual a la

realización de esas funciones que son las mismas que hacen

nos asemejemos a los animales irracionales.

En ese supuesto, ninguna función de las que nos

corresponden como hombres, encontraba en aquel cuerpo humano.

En cambio, encontraba todas las funciones racionales y las


explicaba con perfecta lógica, si admitia la existencia de

un alma racional, unida al cuerpo por Dios." (Discurso del

Método, pp. 26-27)

Descartes concluía que:

"...Si consideramos el cuerpo como una máquina, hemos de

venir

a la conclusión de que es mucho mas ordenada que otra

cualquiera y sus movimientos más admirables que los de las


máquinas inventadas por los hombres, puesto que el cuerpo ha
1

sido hecho por Dios.

...Quería demostrar que una máquina con los órganos y la

figura exterior de un ser humano y que imitase nuestras

acciones en lo que moralmente fuera posible, no podía ser

considerada como un hombre; y por ello aducía dos considera-

ciones irrefutables. La primera era que nunca una máquina

podrá usar palabras ni signos equivalentes a ellas, como

hacemos nosotros para declarar a otros nuestros

pensamientos... La segunda consideración era que aún en el

caso de que esos artefactos realizaran ciertos actos mejor

que nosotros, obrarían no con conciencia de ellos, sino como

consecuencia.La razón es un instrumento universal, porque

puede servir en todos los momentos de la vida; y esos órganos

necesitan una particular disposición para cada acto. De aquí

se deduce que es moralmente imposible que una máquina obre en

todas las circunstancias de la vida del mismo modo que


nuestra

razón nos hace obrar." (Discurso del Método, p. 31)

En estos pasajes se aprecia claramente como Descartes parte

de la duda metódica para fundamentar la existencia del alma o

razón como substancia, y como a partir de su existencia establece

la primacía de la idea de Dios como idea clara y verdadera, y la

justificación de la racionalidad en el hombre como una atribución

en el proceso divino de la creación. El hombre comparte con el


resto de la naturaleza su materialidad, como extensión y
1

movimiento, pero se separa de ella por la razón, que es voluntad

conciente y moralmente guiada.

La concepción cartesiana del hombre distingue tajantemente la

acción, como movimiento mecánico, de la cognición, como reflexión

racional. La acción se explica por los principios de la mecánica

que he examinado en el capítulo anterior. La cognición (cogito) es

la actividad propia y específica del alma como razón. Es actividad

que se da solo en el punto de confluencia del alma con el cerebro,

la glándula pineal:

"Ahora bien, entre todas estas figuras no considero a

las

que se imprimen en los órganos de los sentidos exteriores o

en la superficie interior del cerebro, sino únicamente a las que

se trazan en los espíritus sobre la superficie de la glándula

H, lugar en el que reside la imaginación y el sentido común,

como a las que debemos considerar como las ideas, es decir,


como las formas o imágenes que el alma racional considerará

inmediatamente cuando, estando unida a esta máquina, imagine

o sienta algun objeto." (Tratado del Hombre, p.98)

Descartes daba un énfasis especial a la glándula pineal como

el locus privilegiado, pero no exclusivo, de la interacción del

alma con el cuerpo:

"Pero para entender perfectamente todas estas cosas es

necesario saber que el alma está unida verdaderamente al


cuerpo, y que no se puede propiamente decir que está en
1

algunas de sus partes con exclusión de las otras, porque el

cuerpo es uno y, en cierto modo, indivisible por la

disposición de sus órganos, todos los cuales se refieren de

tal manera unos a otros que si uno se quita, todo el cuerpo

se hace defectuoso; y porque el alma es de tal naturaleza que no

hace relación alguna a la extensión ni a las dimensiones, ni

a las restantes propiedades de la materia de que el cuerpo

está compuesto, sino solo el conjunto entero de sus órganos,

como se manifiesta por no poderse concebir de ningún modo la

mitad o tercera parte del un alma, ni que extensión ocupe; y

porque no se hace más pequeña porque se quite una parte del

cuerpo, sino que se separa de él por completo cuando se

deshace la estructura conjunta de sus órganos.

También es necesario saber que aunque el alma esté

unida a todo el cuerpo, hay en él sin embargo una parte en la

que
ejerce sus funciones más particularmente en que todas las

demás...me parece haber reconocido con evidencia que la parte

del cuerpo en la que el alma ejerce más particularmente sus

funciones no es de ningún modo el corazón, ni tampoco todo

el cerebro, sino solo la más interna de sus partes que es una

cierta glándula muy pequeña situada en medio de su sustancia,

y suspendida de tal manera encima del conducto por el que

tienen comunicación los espíritus de las cavidades anteriores


con los de las posteriores, que sus menores movimientos
1

tienen

gran poder para cambiar el cuerpo de estos espíritus, y,

recíprocamente, los menores cambios que le acaecen al curso

de los espíritus tienen gran poder para cambiar los movimientos

de esta glándula." (Tratado de las Pasiones del Alma,

Artículos XXX y XXXI, pp. 100-101)

El cuerpo era afectado por los objetos externos y sus propios

cambios internos, de modo que era independiente en este sentido

del alma. El dominio del cuerpo eran las acciones causadas por

objetos externos y por su propia sensibilidad y afecciones

interiores. En cambio, el alma poseía a los pensamientos como

funciones distintivas, algunos de los cuales eran acciones y otros

pasiones.

El pensamiento era el equivalente para el alma de los movimientos

extensos que tenían lugar en y mediante el cuerpo. El alma actuaba

como pensamiento y era afectada como pensamiento, aún cuando en sí


misma no poseyera extensión que le permitiera, en sentido

estricto, mover, moverse, ser movida, o ser afectada por el

movimiento de otro cuerpo directamente. Por esta razón,

indudablemente, Descartes requería que el alma, no siendo extensa,

interactuara con el cuerpo todo y recibiera la sensibilidad del

cuerpo y afectara el movimiento del cuerpo en un locus

privilegiado, aquel en donde los espirítus animales, cuerpos en

movimiento dentro del propio cuerpo, pudieran afectar desde dentro


al cuerpo del que formaban parte.
1

Las acciones del alma como pensamiento eran las voliciones,

es decir, los actos del alma afectando al cuerpo directamente para

que este actuara en un sentido u otro. Las pasiones del alma eran

las percepciones o conocimiento, que consistían en imaginaciones

que podían tener por causa a la propia alma o al cuerpo. Las

llamadas pasiones del alma pertenecían, en sentido estricto, a las

imaginaciones causadas por la propia alma, mientras que las

imaginaciones causadas por el cuerpo, aún cuando también afectaban

al alma no eran funciones puras de ella.

Descartes decía que:

"Después de haber considerado en que difieren las

pasiones del alma de todos sus restantes pensamientos, me

parece que se puede definirlas, en general, como percepciones

o sensaciones o emociones del alma que se refieren

particular-

mente a ella y que son causadas, mantenidas y fortificadas


por un movimiento de los espíritus."(Tratado de las Pasiones del

Alma, Artículo XXVII, p. 99)

Las imaginaciones causadas por el cuerpo provenían de los

nervios en el caso de la acción de objetos exteriores y de

necesidades o afecciones en el propio cuerpo (hambre, frío, etc.),

mientras que las referidas al alma provenían del movimiento

fortuito de los espíritus animales, y se relacionaban con las

ilusiones y los sueños. Las percepciones directamente construídas


por el alma eran actos de voluntad y por lo tanto no constituían
1

pasiones sino acciones del alma. Eran aquellas pasiones que no

tenían causa directa en objetos exteriores o afecciones del cuerpo

transmitidas por los nervios las que se referían al alma misma y

no al cuerpo. Estas pasiones eran efecto, no obstante, del

movimiento fortuito de los espíritus animales y se distinguían de

las pasiones causadas por el cuerpo en tanto que eran

imaginaciones menos vívidas, especie de sombras, de las

imaginaciones producidas directamente por los objetos y las

afecciones del cuerpo:

"Queda aquí por advertir que las mismas cosas de que se

da cuenta el alma por medio de los nervios, le pueden ser

representadas también por el curso fortuito de los

espíritus...Es preciso advertir también que algunas veces

acontece que esta imagen es tan parecida a la cosa que

representa, que se puede uno equivocar respecto de las

percepciones de los objetos exteriores o de las que se


refieren a algunas partes de nuestro cuerpo, pero no puede

equivocarse sobre las pasiones, porque están tan próximas y

son tan interiores para el alma que es imposible que las

sienta sin ser verdaderamente como las siente. Así, frecuen-

temente cuando se está dormido, y aún a veces estando

despierto, se imaginan algunas cosas con tanta fuerza que se

piensa tenerlas delante o sentirlas en el propio cuerpo,

aunque en ningun modo se den en él; pero, aunque se esté


dormido y se sueñe, no podría uno sentirse triste o con-
1

movido por cualquier otra pasión sin ser muy verdadero que el

alma tiene en sí misma esta pasión." (Tratado de las Pasiones

del Alma, Artículo XXVI, pp. 98-99)

El alma actúa y padece. Sus acciones se basan en las propias

ideas innatas y aquellas a las que se llega siguiendo el método de

la deducción geomótrica, a partir de sus percepciones (pasiones).

Las pasiones son todas afecciones causadas por el exterior, el

cuerpo y los propios espíritus animales. Esta doble función del

alma mimetiza a la del cuerpo: padece y actúa. Padece por vía del

cuerpo al mundo, al cuerpo mismo y al movimiento fortuito de los

espíritus animales que activan impresiones en el cerebro. Actúa

como voluntad conciente en forma racional, validando el

conocimiento proveniente de sus pasiones, y actuando sobre el

cuerpo a través de la glándula pineal moviendo a los espíritus

animales. El alma constituye así una substancia dentro de otra

substancia (el cuerpo), que siente a través de ella (el cuerpo),


pero que se percibe a sí misma racionalmente, y actúa regulando

sus pasiones mediante la acción sobre el cuerpo y sus movimientos

respecto los objetos exteriores y sus propias afecciones. El alma

es racional en tanto acción volitiva y no como substancia

percibiente que padece los influjos del cuerpo y de los espíritus

animales. Conoce, pero confusa, incierta o falsamente, a través de

sus pasiones. Solo conoce verdaderamente como pensamiento activo,

racional, voluntario que guía al cuerpo y así, indirectamente,


regula sus propias pasiones.
1

El conocimiento verdadero, como producto del pensamiento, no

es pasivo (pasión) sino que es acción, acción racional siguiendo

las reglas del método deductivo. Para conocer la realidad y el

mundo no se requiere de los sentidos. Basta que las cosas se

ajusten a los principios deductivos de la geometría para tener

certeza de su existencia:

"Lo único que me queda por examinar es la existencia

de las cosas materiales. Por lo menos se que puede

haberlas, en tanto se consideren como objeto de las

demostraciones geométricas, porque de esta manera las

concibo muy clara y distintamente." (Meditaciones Metafísicas

p. 81)

"...es preciso, pues, concluir que hay cosas corporales

existentes. Sin embargo, no son enteramente tal como las

percibimos por los sentidos, porque hay cosas que hacen esta

percepción obscura y confusa; pero todas las cosas que yo


concibo clara y distintamente, es decir, todas las cosas

comprendidas, hablando en general, en el objeto de la

geometría especulativa, existen verdaderamente."

(Meditaciones

Metafísicas, p. 85)

La reflexión del alma no es más que la acción racional,

siguiendo las reglas de la demostración geométrica y las ideas

innatas vinculadas a la duda metódica y la existencia de un Dios


perfecto, sobre las percepciones del alma provenientes del cuerpo
1

y los espíritus animales. Conocer es solo conocer verdaderamente,

y conocer verdaderamente es la acción del alma, que a diferencia

de la acción del cuerpo no es acción mecánica causada por otro

movimiento. La acción del alma es autogenerada y no-mecánica,

aunque actúa paraópticamente sobre sus propias percepciones y

para-mecánicamente sobre el cuerpo a quién causa a actuar.

Descartes distingue estas dos funciones del alma y su

relación con el cuerpo:

"Más, la voluntad es por naturaleza libre de tal modo

que

nunca puede ser coaccionada; y de las dos clases de

pensamiento que he distinguido en el alma, uno de los cuales

son las acciones, a saber, sus voliciones, y las otras sus

pasiones, tomando la palabra en su significado más general,

que comprende toda clase de percepciones, las primeras están

por completo en su poder y solo indirectamente pueden ser


cambiadas por el cuerpo, mientras que, por el contrario, las

segundas dependen absolutamente de las acciones que las

producen, y solo indirectamente pueden ser cambiadas por el

alma, excepto cuando ella misma es su causa. Y toda acción

del alma consiste en que solo por el hecho de querer algo,

sabe que la pequeña glándula, a la que está estrechamente

unida, se mueve del modo requerido para producir el efecto

correspondiente a esta volición." (Tratado de las Pasiones


del Alma, Artículo XLI, pp. 106-107)
1

El análisis mecanicista del movimiento animal y la fisiología del

reflejo

El Tratado de las Pasiones del Alma constituye la obra en que

Descartes examina los problemas psicológicos propiamente dichos, y

dicho análisis, sin lugar a dudas, vincula a lo psicológico con lo

moral. Desde este punto de vista, las pasiones del alma

constituyen las afecciones que se sufren a partir del mundo

exterior, el propio cuerpo y los espíritus animales, y la guía

moral que realiza el alma misma como acción volitiva tiene lugar

en la forma de la prevención y el manejo hábil de dichas pasiones:

"Y ahora que las conocemos todas, tenemos menos motivos

que antes para temerlas. Porque vemos que son todas buenas

por

naturaleza, y que no tenemos que evitar más que su mal uso o

sus excesos, contra los que podrían bastar los remedios que
he

señalado si todos pusieran el cuidado suficiente en

practicarlos." (Tratado de las Pasiones del Alma, Artículo

CCXI, p. 203)

La forma en que el alma como razón previene y conduce con

habilidad a las pasiones es mediante el juicio y el apego de los

actos del cuerpo a dicho juicio. El alma racional juzga lo bueno y

lo malo de las pasiones con base en los criterios fijados por el


método racional de la geometría: por su propia evidencia y
1

claridad y por su deducibilidad a partir de ideas claras y

evidentes -es decir, verdaderas:

"Ahora bien, por el éxito de estos combates es como

puede

conocer cada uno la fuerza o debilidad de su alma. Porque,

sin

duda, las almas más fuertes son las de aquellos cuya voluntad

puede vencer más fácilmente las pasiones e impedir los

movimientos del cuerpo que la acompañan. Pero hay quienes no

pueden experimentar sus fuerzas, porque nunca hacen combatir

a su voluntad con sus propias armas, sino con las que le

proporcionan unas pasiones para resistir a otras. Lo que yo

llamo sus propias armas son juicios firmes y determinados

sobre el conocimiento del bien y el mal, según los cuales ha

resuelto conducir sus actos y su vida." (Tratado de las

Pasiones del Alma, Artículo XLVIII, pp. 111-112)


Descartes ilustró el funcionamiento del alma racional, como

acción volitiva, mediante la duda metódica, las reglas para la

dirección del espíritu, y la justificación de la idea de Dios como

idea verdadera, clara y evidente, de modo tal que el

funcionamiento psicológico, en sus dos vertientes, ocurría como

conocimiento racional respecto de las percepciones y como juicio

moral respecto de las pasiones. El problema del conocimiento

directo del mundo externo y de las afecciones inmediatas


producidas por los objetos se ubicó exclusivamente en el dominio
1

de la concepción mecánica del movimiento animal -incluyendo sus

sensaciones y apetitos, y de la supuesta acción volitiva del alma

racional como acto paramecánico sobre el propio cuerpo.

Descartes examinó este último problema, la acción corporal

como acción mecánica, en su Tratado del Hombre y en El

Discurso del Método. En estos escritos analizó la sensibilidad y

el movimiento de los cuerpos animales -incluyendo al hombre, y

aunque es cuestionable que sus contribuciones e interpretaciones

particulares hayan influído de manera determinante en el estudio

posterior de la relación entre el sistema nervioso y el

comportamiento como movimiento, intentaré señalar, cuando menos,

como los aspectos centrales de la lógica cartesiana sobre el

movimiento fueron incorporados por la posteriormente llamada

"fisiología del reflejo".

La importancia del movimiento mecánico radica en su autonomía

respecto del alma en el hombre y de su condición esencial como


efecto -y causa- respecto de los objetos exteriores:

"Es algo muy digno de tenerse en cuenta que no puede

realizarse movimiento alguno, bien se trate del cuerpo de las

bestias o bien del nuestro, si no tienen todos los órganos e

instrumentos por medio de los cuales estos movimientos

pudiesen ser realizados por una máquina. De modo que, incluso

en nosotros, no es el espíritu (o el alma) lo que mueve

inmediatamente los miembros exteriores...E incluso no lo


determina siempre, pues existen movimientos de los que
1

realizamos que en nada dependen del espíritu, tal como el

latido del corazón, la digestión de los alimentos, la

nutrición, la respiración de aquellos que duermen..."

(Meditaciones Metafísicas. Respuestas a las Cuartas

Objeciones, p. 156)

El Tratado del Hombre está dividido en cinco partes, en las

que se examina el cuerpo como máquina con especial énfasis en la

digestión y la circulación, los movimientos de la máquina, los

sentidos exteriores de la máquina corporal, los sentidos

interiores de la máquina corporal, y la estructura del cerebro y

la distribución de los espíritus animales.

El hombre puede asumirse como máquina creada por Dios que,

en esa medida, es más perfecta y más diversa que cualquier otra

máquina existente creada por el propio hombre. Es la disposición

de los órganos en su conjunto lo que constituye a la máquina como

tal y establece la posibilidad de sus movimientos como mecanismo


en acción. La disposición de las partes de la máquina hacen

innecesario suponer la existencia de un principio adicional al de

su propia estructura para explicar su movimiento. Por ello, el

comportamiento de los animales, y una gran parte del

comportamiento del hombre, podían entenderse con base en el simple

accionar del mecanismo del cuerpo en relación con las causas

externas, entendiendo que la superioridad del hombre, incluso como

cuerpo mecánico, proviene de Dios.


La digestión y la circulación operan a traves de un proceso
1

termomecánico por transportación, agitación, calentamiento,

vaporización, dilatación, sutilización, penetración y bombeo. La

alimentación que se transforma en sangre, la cual circula de

manera perpetua por el cuerpo, y las partes más fuertes de la

sangre, de acuerdo con los principios de la geometría, tienden a

dirigirse a las cavidades del cerebro, donde se producen los

espíritus animales:

"...las partes más vivas, más fuertes y más sutiles de la

sangre van a parar a las concavidades del cerebro, puesto

que las arterias que allí las conducen, se dirigen en línea

recta desde el corazón y, como se sabe, todos los cuerpos en

movimiento tienden en lo posible a continuar su movimiento en

línea recta." (Tratado del Hombre, p. 58)

"En relación con las partes de sangre que llegan a

alcanzar el cerebro, no solo sirven para alimentar y

conservar
sus sustancias, sino principalmente para producir allí un

viento muy sutil, o más bien, una llama muy viva y muy pura,

llamada Espíritus Animales. Digo tal porque es necesario

conocer que las arterias por donde discurren tales partes

desde el corazón, después de dividirse en infinidad de

pequeñas ramificaciones y de haber compuesto estos pequeños

tejidos que se extienden como un tapiz sobre el fondo de las

concavidades del cerebro, se reunen alrededor de una pequeña


glándula, situada aproximadamente en la parte central de la
1

sustancia de este cerebro, a la entrada misma de sus concavi-

dades...Y así, sin más preparación ni modificación,

exceptuando el que tales partes han sido separadas de las más

gruesas y que conservan aún la extrema velocidad conferida

por el calor del corazón, dejan de tener forma de sangre; son

entonces lo que llamamos Espíritus Animales." (Tratado del

Hombre, pp. 129-130)

El conjunto de los movimientos del animal -o del

cuerpo-

no requieren de mayor explicación que la que proporciona la

mecánica, ya sea para explicar los movimientos involuntarios

(indigestión, respiración, circulación) como aquellos que en el

hombre pueden considerarse voluntarios y vinculados con los

apetitos, la sensibilidad, los sentimientos y los movimientos

exteriores. Toma como símil las estatuas móviles de las fuentes

reales:
"En verdad puede establecerse una adecuada comparación

de

los nervios de la máquina que estoy describiendo con los

tubos

que forman parte de la mecánica de estas fuentes; sus

músculos y tendones pueden compararse con los ingenios y

resortes que

sirven para moverlas; los espíritus animales con el agua que


las pone en movimiento; su corazón con el manantial y, final-
1

mente, las concavidades del cerebro con los registros del

agua. Por otra parte, la respiración, así como otras

actividades naturales y comunes en ella que dependen del

curso

de los espíritus, son como los movimientos de un reloj o de

un

molino que pueden llegar a ser contínuos en virtud del curso

constante del agua. En tercer lugar, los objetos externos,

cuya sola presencia actúa contra los órganos de los sentidos,

determinandola por este medio a moverse de formas variadas...

son como los extranjeros, que, penetrando en algunas grutas

donde se encuentran instaladas estas fuentes, causan sin

saberlo los movimientos que en su presencia acontecen...

Finalmente, cuando esta máquina posea un alma racional,

estará

localizada en el cerebro y su función será comparable a la


del

fontanero, que debe permanecer ante los registros donde se

reunen todos los tubos de estas máquinas, si desea provocar,

impedir o modificar en cierto modo sus movimientos." (Tratado

del Hombre, pp. 62-63)

Este pasaje ilustra la forma en que Descartes aplica un

modelo mecánico al funcionamiento del cuerpo, y el papel que le

asigna al alma como gobierno parcial del propio cuerpo. El


funcionamiento de los músculos, incluyendo el de los órganos
1

internos se basaba en el desplazamiento de los espíritus animales,

que introduciéndose por los poros, entraban a los nervios y de

allí a los músculos, inflándolos o desinflándolos. Los principios

geométrico-mecánicos descritos en el Tratado de la Luz o el Mundo

daban cuenta de los diversos desplazamientos de los espíritus

animales y su capacidad de penetración diferencial en diversos

músculos en momentos distintos. El papel de los objetos externos

al producir movimientos vía la sensibilidad igual se ajustaba a

una descripción mecánica:

"...si deseamos comprender como puede esta máquina ser

excitada por los objetos que impresionan los órganos de los

sentidos, de modo que mueva de otras mil formas todos sus

miembros, debe pensarse que los pequeños filamentos que,

como he explicado, provienen de la parte más interna del

cerebro y componen la médula de sus nervios, están compuestos

de tal manera en todas las partes que sirven como órgano de


algún sentido, que puede ser muy fácilmente movido por los

objetos de los sentidos; asimismo, aunque no sean movidos

sino

con una pequeña intensidad, tiran en ese instante de las

partes del cerebro de donde provienen y, por el mismo medio,

se provoca la abertura de las entradas de ciertos poros que

están en la superficie interna del cerebro. A través de los

mismos, los espíritus animales situados en las concavidades


del cerebro se ponen rápidamente en movimiento para dirigirse
1

por esos poros hacia los nervios y los músculos, que sirven

para realizar en esta máquina movimientos en todo iguales a

los que nosotros estamos naturalmente inclinados cuando

nuestros sentidos son estimulados de igual forma." (Tratado

del Hombre, p. 70)

Los sentidos internos operan también de manera mecánica, a la

manera de agitaciones que sutilizan o vuelven más grosera la

sangre, afectando de esta manera, de acuerdo con la disposición de

los nervios y los poros, a los espíritus animales y su movimiento

en relación con el cerebro. Los espíritus animales a su vez pueden

producir impresiones en la superficie blanda de la glándula pineal

y en una zona del cerebro interior (que corresponde al mesencéfalo

aproximadamente) cuyas trazas excitadas nuevamente por los

espíritus animales corresponden a la memoria, y en el caso de

poseer un alma, a la imaginación. Los movimientos exteriores,

obedecen tambien a principios mecánicos, que Descartes enuncia de


manera precisa:

"Ahora bien, en tanto deseo hacerles concebir estos

movi-

mientos semejantes a los que nosotros estamos normalmente

incitados por las distintas acciones de los objetos que

mueven

nuestros sentidos, es preciso que sean consideradas seis

clases diferentes de circunstancias de las que pueden


depender. La primera es el lugar de donde proviene la acción
1

y por la que se abren algunos de los pequeños tubos por donde

inicialmente penetran los espíritus. La segunda consiste en

la

fuerza y otras cualidades de la acción. La tercera, en la

disposición de los pequeños filamentos que componen la

sustancia del cerebro. La cuarta, en la desigual fuerza que

pueden tener las pequeñas partes de los espíritus. La quinta,

en la distinta situación de los miembros exteriores. La

sexta,

en la coincidencia de varias acciones que mueven al mismo

tiempo los sentidos." (Tratado del Hombre, p. 108)

La fuerza, la disposición espacial, la intensidad de la

estimulación son los principios que explican todo movimiento

externo. En el caso de los movimientos voluntarios iniciados por

el alma, esta substituye a los objetos externos como incitadora

del movimiento de los espíritus animales. Los movimientos que no


tienden a producir efectos en el exterior (acercarse al bien,

alejarse del mal) y que tienen que ver con la expresión de las

pasiones, se explican por la proximidad espacial de los nervios y

los filamentos respecto a los de los movimientos exteriores. En el

sueño, en contraste a la vigilia, la presión sobre los nervios,

impide que pase la estimulación o se desplacen los espíritus

animales por los nervios. Por ello, las trazas de la memoria se

vuelven más vívidas (hay más sangre en el cerebro durante el


sueño) pues se requiere menos fuerza para producir el mismo
1

efecto.

Existen discrepancias en atribuir a Descartes y su

descripción mecánica del funcionamiento corporal la paternidad del

concepto de

reflejo, tal como fué desarrollado por la fisiología del siglo

XIX.

Como lo examinaré más adelante, la descripción mecánica del

movimiento a partir del objeto externo no corresponde al de un

movimiento en reflejo de las características del estímulo, como

una interpretación literal del término requeriría. Sin embargo, y

como lo desarrollaré en otro capítulo, la noción de reflejo como

lógica del movimiento si es trazable a la concepción cartesiana de

la mecánica como descripción de la extensión y el movimiento. No

es el movimiento producido reflejo del estímulo -concebido en

sentido estrecho respecto de la sensibilidad de un organismo-,

sino que el movimiento producido -dada la condición de reposo


previa- es reflejo de otro movimiento, la del cuerpo móvil que lo

afecta sin el cual no habría efecto. Desde mi punto de vista, la

lógica del concepto de reflejo descansa en la relación causa-

efecto implicada por el cambio de un estado de reposo a un estado

de movimiento por la acción de cuerpo móvil sobre un cuerpo

estacionario. El movimiento del cuerpo previamente en reposo solo

puede concebirse como reflejo del movimiento del cuerpo eficiente

que actúa sobre él. Desde esta perspectiva, la noción de reflejo


no hace referencia a un efecto de espejo, sino a un contexto de
1

causalidad eficiente del movimiento.

La fisiología del reflejo y la materialización del alma

La mecánica cartesiana constituía un sistema geométrico

formulado para la descripción y explicación de todo lo existente.

La materia era concebida como extensión en movimiento, y los

principios de la geometría mecánica examinados en el capítulo

anterior daban cuenta del funcionamiento de todos los cuerpos,

fueran o no directamente observables. Los principios de la

interacción entre las funciones del alma, y las funciones del alma

(volición y pasión) y las funciones del cuerpo (sensibilidad y

movimiento) se ajustaban a los principios geométricos de la

mecánica y la óptica, ya fueran como paramecánica o como

paraóptica. La peculiar concepción cartesiana de una interacción

entre una substancia no extensa y una substancia extensa en la

extensión promovió la búsqueda del locus y mecanismos de esta


interacción, y en muchos otros casos, la reducción de una

substancia a la otra. En gran medida, la historia de la fisiología

del reflejo constituye, si no en todos los casos, la búsqueda de

una sustentación empírica que permitiera materializar al alma como

una función del cerebro.

Descartes concibió que en los animales y en el hombre -en

ocasiones- los movimientos de sus cuerpos obedecían exclusivamente

a los principios de la mecánica, es decir, los movimientos eran


cambios en el estado de reposo de los músculos y de los sentidos
1

por la acción del movimiento de otros cuerpos -a distancia, en el

caso de algunos de los sentidos, o por acción proximal. En ambos

casos, no obstante, el movimiento solo podía ser causado por

contigüidad, y no había movimiento espontáneo. Todo movimiento en

un cuerpo era transmitido por el movimiento de otro cuerpo. Es en

este sentido, el de la transmisión del movimiento, en el que cobra

significado el reflejo como acción refleja. Descartes utilizó el

término en El Tratado de las Pasiones del Alma (artículo XXXVI)

cuando hace referencia a como los espíritus animales reflejan las

imagenes formadas en la glándula pineal y se desplazan a los

nervios correspondientes para llevar a cabo la acción:

"...Porque esto hace que, en algunos, el cerebro este

dispuesto de tal manera que los espíritus reflejados por

la imagen así formada, en la glándula, van a parar desde

esta,

en parte a los nervios que sirven para volver la espalda..."


(p. 104)

La acción es refleja en dos sentidos: primero, en que es

causada por una estimulación externa que no es nada más que el

movimiento de otro cuerpo, y segundo, que la acción que se realiza

refleja la naturaleza funcional de la circunstancia en que ocurre

(huir, acercarse, etc.).

Esta interpretación difiere de la opinión de Canguilhem

(1955), quién considera que aún cuando Descartes fué el primero en


formular una teoría general sobre los movimientos involuntarios (y
1

yo agregaría -los voluntarios), su contribución no es directamente

sobre el concepto del reflejo nervioso, en la medida en que el

concepto de reflejo requiere de un efecto de reflexión tipo espejo

que no se delínea en Descartes (de hecho en su teoría no hay

"correspondencia" simbólica, ni podría haberla por tratarse de una

interpretación mecánica del movimiento). La mecánica y la óptica

cartesianas se ajustaban, como ya lo he examinado, a un modelo

geométrico. Desde este punto de vista, la propia reflexión óptica

era solo una descripción geométrica y no implicaba,

necesariamente, un efecto de espejo o de correspondencia icónica.

La teoría del conocimiento en Descartes cuestionaba la veracidad

misma de los datos procurados por los sentidos. Era la razón,

siguiendo las reglas que guiaban al espíritu (con base en la

deducción geométrica), la que contrastaba lo evidente y claro de

las ideas provenientes de la sensibilidad vacíandolas de empiria.

Nada más apartado de Descartes que proponer una teoría del


conocimiento del reflejo como espejo: el conocimiento verdadero

como copia de la realidad estimulante. El uso de la palabra

reflexión en el Tratado de las Pasiones del Alma para referirse a

los espíritus animales y las percepciones del alma no hace

referencia a los "contenidos" de las percepciones sino a su

disposición espacial en el cerebro. Es la disposición de los

órganos y la de las ideas -como orden geométrico- lo que determina

la naturaleza de los movimientos y sus funciones. En el artículo


XXXVIII (p. 105) Descartes dice:
1

"Por lo demás, del mismo modo que el curso que toman

estos espíritus hacia los nervios del corazón basta para

mover

la glándula por la que el miedo se pone en el alma, así

también, solo porque algunos espíritus llegan al mismo tiempo

a los nervios que sirven para mover las piernas para huir,

causan otro movimiento en la misma glándula, por medio del

cual el alma siente y se da cuenta de esta huida, que puede

ser, así, producida en el cuerpo por la sola disposición de

los órganos, y sin que el alma contribuya a ello."

En la formulación cartesiana, la reflexión óptica, en

todo caso, era más bien una forma particular de acción mecánica a

distancia producida por la luz, pero que, en última instancia,

como todo movimiento, tenía un efecto por contacto. Por ello, la

opinión de Canguilhem es poco sustentable, pues de hecho el

concepto mismo de reflejo nervioso -o arco reflejo- nunca supuso


un efecto de "espejo" respecto del estímulo causante, y si soslaya

el hecho histórico del interés suscitado por la teoría cartesiana

por investigar empíricamente las características de la transmisión

neuromuscular y la función relativa de las diversas estructuras

cerebrales en la regulación del comportamiento y la sensibilidad.

Fearing (1930), por el contrario, establece que:

"El reconocimiento de la importancia de estas

actividades
automáticas y el principio de la acción refleja, junto con el
1

concepto de acción animal dependiendo de y explicable en

términos de las leyes de los mecanismos físicos, constituyen

las contribuciones principales de Descartes a la psicología

fisiológica." (p.28)

El propio Fearing subraya la importancia de la teoría

cartesiana de la acción refleja, por el interés inmediato

producido para investigar las tesis contenidas en sus escritos.

Así, por ejemplo, ya en 1670 (veinte años después de la muerte de

Descartes)

el científico holandés Swammerdam descubría que los músculos no se

inflaban por los espíritus animales, como lo había sugerido

Descartes, pues el volúmen de los músculos no aumentaba con su

contracción.

La contribución de Descartes fué formular una teoría mecánica

de la acción voluntaria e involuntaria, pues la acción volitiva

del alma se daba paramecánicamente a través de los propios


estímulos animales. La diferencia entre conducta voluntaria e

involuntaria no radicaba en el proceso o función bajo los cuales

ocurrían dichas acciones, sino que se refería a su origen, en un

objeto exterior o en el propio cuerpo, o por acción del alma

racional. La concepción del reflejo, como descripción y

explicación de la acción involuntaria en la fisiología de los

siglos XVII al XIX, se originó en la interpretación cartesiana del

movimiento corporal como movimiento mecánico, y desde ese punto de


vista, la teoría del reflejo, como teoría de la acción corporal,
1

incorporó la lógica de la explicación y la descripción mecánicas

formuladas por Descartes.

Canguilhem (1955) examina meticulosamente como Thomas Willis

es el verdadero creador del concepto de reflejo en la descripción

y explicación de los fenómenos neuromusculares. Dice que:

"En resumen, en lo que toca al reflejo, encontramos en Willis

la cosa, la palabra y la noción. La cosa, en la forma de una

observación original, el reflejo cutáneo del sistema cerebro-

espinal, el reflejo de rascarse; la palabra (motus reflexus),

que se volvió clásica, aunque impropia, como adjetivo y como

sustantivo; la noción, es decir, la posibilidad de un juicio

sobre la forma inicial de una clasificación, acerca de la

forma eventual de un principio de interpretación de la

experiencia." (pp. 68-69)

No es mi propósito hacer una revisión del concepto mismo de

reflejo a lo largo de la historia del pensamiento fisiológico. Lo


que pretendo es examinar como el concepto de reflejo, basado en la

concepción cartesiana del cuerpo como una máquina, y propuesto

formalmente por Willis en la descripción y explicación "química"

de la función neuromuscular de la máquina corporal, se convirtió

progresivamente en un dispositivo conceptual para materializar las

funciones del alma, ya sea negando la necesidad misma del alma, ya

sea reduciendo las funciones del alma a la función del cerebro, ya

sea identificando un paralelismo funcional entre el hacer del


cerebro y el hacer del alma. La versatilidad lógica del concepto
1

de reflejo para abarcar esta diversidad de propósitos, es,

incuestionablemente, el fundamento histórico para que el concepto

mismo, impuesto a la biología por la física del siglo XVII, se

convirtiera en la piedra angular de la nueva psicología científica

del siglo XX que intentaba romper con la tradición dualista

formalizada por los pensadores postrenacentistas, y muy en

especial, aunque no exclusivamente, por Descartes y su concepción

del hombre como un doble sujeto.

Para Fearing (1930):

"Las contribuciones del siglo XVII al desarrollo de

teorías de la acción refleja y la conducta automatizada puede

resumirse como sigue:

(1) La teoría del automatismo corporal como lo formuló

Descartes y lo elaboró Willis. Esta teoría comprendió la

enunciación específica del principio de la acción refleja, e

incluyó la descripción de numerosos actos automáticos


específicos que la fisiología moderna reconocería como

reflejos.

(2) Las contribuciones de Swammerdam especialmente en

el uso de la preparación nervio-músculo como una técnica en el

estudio de los fenomenos neuromusculares.

(3) Las contribuciones de Swammerdam, Borelli, Glisson,

Stenson y Mayow que tendieron a mostrar que el concepto

tradi-
cional de los espíritus animales era inadecuado en lo que
1

concernía a los procesos neuromusculares.

(4) El estudio de los efectos sobre el comportamiento

de la destrucción experimental de varios segmentos del sistema

nervioso central. Las teorías y contribuciones de Willis,

Perrault, DuVerny, Chirac, Preston, Mayow y otros debieran

mencionarse en relación a esto." (p. 67)

Siguiendo a Fearing (consulténse las referencias

correspondientes a los investigadores mencionados en su obra ya

citada [1930]), en el siglo XVIII ocurren cambios importantes que

fortalecen el concepto del reflejo y su significación de

automatismo de la acción en la descripción y explicación de la

relación entre comportamiento y sistema nervioso.

Estos cambios son los siguientes:

l) Se subrayó el concepto de un tipo de acción independiente

de la mente o de la voluntad: la acción involuntaria o vital

descrita originalmente por Whytt. Estas acciones involuntarias, de


acuerdo con las aportaciones de Haller y Blane principalmente, se

concibieron como inaprendidas, innatas, como consecuencias

necesarias del estímulo, conectadas con sentidos especiales, más

rápidas que las voluntarias, como movimientos coordinados, con

funciones protectoras y adaptativas, y con una localización

nerviosa que no requería del cerebro para su ocurrencia. De este

modo, los movimientos involuntarios se asignaron a la médula

espinal, mientras que los movimientos voluntarios (o concientes)


se ubicaron en el cerebro;
1

2) La concepción del cuerpo como una máquina (véase el

ejemplo de La Mettrie -1983, traducción española) fué ganando

aceptación respecto de las concepciones animistas;

3) El fenómeno del hábito se volvió objeto importante de

observación fisiológica, haciendo hincapié en la similitud de los

movimientos involuntarios y los hábitos adquiridos de naturaleza

motora, que comenzaron a ser tratados como reflejos psíquicos,

adquiridos o corticales posteriormente a finales del siglo XIX y

principios del XX;

4) Se hizo hincapié en el estímulo como agente de la acción

involuntaria y de la importancia de la intensidad del estímulo en

la fuerza de la acción refleja resultante; y

5) Los fluidos y espíritus animales fueron sustituidos por

conceptos como la vis nervosa propuesta por Prochaska, quién la

consideraba una energía potencial o latente liberada por el

estímulo. Son los conceptos predecesores de la transmisión


nerviosa como un proceso electro-químico.

El siglo XIX se distinguió por un conocimiento empírico más

refinado de la estructura y funcionamiento del sistema nervioso

central, y por consiguiente, de la posibilidad de ubicar los

movimientos voluntarios y los procesos "superiores" (racionales)

en el sistema nervioso. Fearing identificó los siguientes cambios

como los avances más importantes logrados por la fisiología del

siglo XIX:
l) El concepto de acción refleja pasó de referirse a
1

fenómenos neuromusculares simples a actividades integradas

complejas. Aún cuando Sherrington (1906) formalizó de manera

sistemática esta transformación del concepto de reflejo, la

tendencia puede ubicarse en el siglo XIX en autores como Lombard y

Bowdicht y Warren (citados por Fearing);

2) La contribución de Marshall Hall de aplicar el concepto de

arco-reflejo (reflejos específicos) a la interpretación y

diagnóstico de los padecimientos nerviosos y "mentales";

3) El conocimiento más preciso de los mecanismos

estructurales del arco reflejo, especialmente los descubrimientos

por Golgi y Ramon-y-Cajal de la neurona como unidad de conducción

nerviosa, y por Bell y Magendie de las funciones de las raices

anteriores y posteriores de los nervios espinales que culminaron

posteriormente en la teoría de la sinapsis;

4) La controversia entre Pfluger y Lotze sobre la

divisibilidad de la conciencia en distintas partes del cerebro y


la posibilidad de un "alma" espinal, con base en los movimientos

automáticos de los animales decapitados; y

5) El descubrimiento empírico de una gran variedad de

reflejos específicos (posturales, vestibulares, oculares,

tendinosos y de la piel).

El desarrollo de los estudios sobre la acción refleja así

como el surgimiento del pensamiento evolucionista en el siglo XIX,

dieron lugar a un fuerte movimiento en el siglo XX para crear una


psicología objetiva, en la que los procesos psíquicos concientes
1

pudieran ser estudiados experimentalmente como funciones

localizables en el cerebro, y de acuerdo con las características

identificadas en y por el concepto de reflejo. Destacan en este

sentido las aportaciones de Loeb, y posteriormente las de Pavlov.

El conductismo hizo suyo el concepto de reflejo hasta 1916 como un

instrumento metodológico, y posteriormente en 1924 y 1931 se

formalizó la teoría del condicionamiento (forma psicológica de la

teoría del reflejo) como equivalente a la teoría de la conducta.

Para concluir esta sección, ilustraremos con algunos pasajes

de Loeb (1903) la fuerza adquirida por la noción de reflejo como

instrumento conceptual y experimental en el análisis del

comportamiento y su relación con el sistema nervioso:

"Un reflejo es una reacción que es causada por un

estímulo externo, y que resulta en un movimiento coordinado,

el cierre del párpado, por ejemplo, cuando la conjuntiva es

tocada por un cuerpo extraño, o el estrechamiento de la


pupila

bajo la influencia de la luz. En cada uno de estos casos, se

producen los cambios en la terminaciones de los nervios

sensoriales que traen consigo un cambio en la condición de

los

nervios. El cambio viaja al sistema nervioso central, pasa de

ahí a los nervios motores, y termina en las fibras

musculares,
produciendo allí una contracción. Este pasaje de la parte
1

estimulada al sistema nervioso central y de regreso a los

músculos periféricos, se llama un reflejo." (pp. 1-2)

"Un estudio, entonces, de la psicología comparada,

destaca el hecho de que la irritabilidad y la conductividad

son las únicas propiedades esenciales de los reflejos, y

ambas son cualidades comunes de todo protoplasma...El

supuesto de que el sistema nervioso central o las células

ganglionares son los portadores de los mecanismos reflejos

es insostenible...Su valor radica en el hecho de que son

conductores más rápidos y sensibles que el protoplasma

indiferenciado." (p. 7)

"El problema más importante de la fisiología del

sistema

nervioso central es el análisis de los mecanismos que dan

lugar a los llamados procesos psíquicos. Estos últimos

aparecen invariablemente como una función de un proceso


elemental, a saber, la actividad de la memoria asociativa...

Por memoria asociativa quiero decir, por lo tanto, el

mecanismo por medio del cual un estímulo produce no solo los

efectos que corresponden a su naturaleza y a la estructura

específica de los órganos estimulados, sino que produce,

además, los efectos de otras causas como en un tiempo

anterior

pueden haber atacado al organismo o de manera casi simultánea


con el estímulo dado." (pp. 213-214)
1

La teoría del condicionamiento y el ejemplar del reflejo

La evolución del concepto de reflejo no solo facilitó el

estudio del sistema nervioso como un complejo sistema de

mecanismos integrados en distintos niveles, sino que, de manera

conspicua, mostró la posibilidad de describir y explicar el

comportamiento del ser humano, y muy especialmente sus procesos

"concientes", como la parte terminal de acciones reflejas

incluyendo distintas porciones del sistema nervioso central. El

concepto de reflejo, como acción no conciente, conducía,

paradójicamente, a analizar a la propia conciencia como una forma

de actividad refleja.

Sechenov es, indudablemente, la figura central en la historia

del pensamiento científico que incorporó la noción de reflejo como

el concepto central para desarrollar una teoría del "psiquismo"

directamente. Su obra Los Reflejos Cerebrales (1866-1978


traducción

española) es la culminación de dicho esfuerzo. Concibiendo al

reflejo como cualquier actividad mediada -o en la que participaba-

el sistema nervioso, Sechenov incluyó a toda la actividad del

organismo -y del hombre- como actividad refleja:

"...todas las manifestaciones externas del funcionamiento del

cerebro se pueden reducir al movimiento muscular." (p. 36)

Considerando que el cerebro podía demorar e inhibir la acción


de los estímulos, Sechenov supuso que estos mecanismos -vinculados
1

a la palabra- como un forma de reactividad tipicamente humana,

permitían el estudio y la explicación del psiquismo con base en su

análisis como reflejos cerebrales:

"Todos los actos psíquicos, sin excepción, si no están

complicados con elementos emotivos...se desarrollan en forma

refleja. Por tanto, todos los movimientos conscientes que

proceden de estos actos y que, generalmente, se describen

como

voluntarios, son movimientos reflejos en el sentido estricto

del término" (p. 131)

Los Reflejos Cerebrales de Sechenov no solo es una obra

destacada por ser el primer intento sistemático de estudiar los

procesos psicológicos desde la perspectiva de la teoría del

reflejo -es decir, bajo las características de la conducta como

acción automática, incluyendo a la conciencia misma-, sino por su

sensibilidad a los procesos de adaptación evolutiva incorporados


explicítamente en sus análisis, así como por la anticipación de

descubrimientos importantes, como la sinapsis, por razones

estrictamente lógicas.

La teoría del reflejo se incorporó órganicamente a la

teorización psicológica con Iván P. Pavlov. Aún cuando Pavlov no

fue discípulo directo de I. Sechenov las ideas de este último

influyeron de manera importante en la fisiología rusa (véase el

caso de Bekhterev [1913], fundador de la reflexología). Ambos


propusieron una teoría del comportamiento o actividad del
1

organismo entero, y no un mero análisis de los diversos reflejos

como segmentos separados. Como es bien sabido, Pavlov "descubrió"

accidentalmente lo que el posteriormente denominó reflejos

condicionales. En 1897, Pavlov, que se dedicaba al estudio de la

fisiología digestiva, así como a las relaciones entre la

fisiología cardiovascular y nerviosa, describió sus primeras

observaciones de lo que inicialmente llamó "secreciones psíquicas"

y después, antes de denominarlos reflejos condicionales, reflejos

a distancia.

Pavlov comentaba el hecho, ahora ya conocido popularmente, de que

los perros con implantaciones de fístulas gástricas y esofágicas

salivaban o segregaban jugos gástricos en ausencia de comida, al

presentarse algun acontecimiento de estímulo vinculado en tiempo y

espacio con la administración del alimento.

En su obra Los Reflejos Condicionales (Conditioned Reflexes,

1927-traducción inglesa), Pavlov presentó el primer tratado


sistemático, basado en un método experimental de estudio del

comportamiento del organismo individual, de lo que él denominá la

actividad nerviosa superior. Pavlov examinó mediante el método -y

los conceptos- del condicionamiento -después adjetivado "clásico"

o "respondiente"- como el organismo intacto respondía con

respuestas biológicas de carácter reflejo ante circunstancias de

estímulo que no guardaban ninguna relación de necesidad con dichas

respuestas. Sus estudios le permitieron encontrar que ciertas


relaciones de orden y temporalidad entre los objetos naturalmente
1

productores de las acciones reflejas y otros objetos de estímulo,

permitían que estos últimos adquirieran la capacidad funcional de

evocar respuestas semejantes.

Pavlov planteó que el sistema nervioso central -en

particular,

la corteza cerebral- podía establecer conexiones estrictamente

temporales entre los estímulos contigüos y las respuestas

biológicas de orden reflejo, de manera que se establecían nuevas

acciones reflejas pero con un carácter condicional a las

circunstancias en que dichos objetos de estímulo se presentaban de

manera contigua. Al describir los reflejos condicionales como

formas nuevas de relación del comportamiento reflejo con los

objetos del exterior mediante la experiencia, Pavlov logró

superar el análisis de las actividades del organismo como meros

reflejos automáticos dados y procuró una descripción y explicación

de como las actividades reflejas por necesidad se podían convertir


en actividades reflejas por condicionalidad.

Desde esta perspectiva, Pavlov no era un teórico de la

fisiología del sistema nervioso. El, más bien, se consideraba un

teórico del comportamiento psicológico del organismo completo e

intacto. Como él mismo lo expresa (1927):

"...comunicaré un hecho que me impacta de manera poderosa, el

que incluso los partidarios de la psicologia no contemplan a

su ciencia como si fuera exacta en ningún sentido. El


eminente
1

psicólogo americano, Williams James, en años recientes se ha

referido a la psicología no como una ciencia, sino como una

esperanza de ciencia. Otra ilustración destaca es procurada

por Wundt, el célebre filósofo y psicólogo, fundador del

llamado método experimental en psicología y previamente, el

mismo, un fisiólogo. Apenas antes de la guerra (1913), en

ocasión de una discusión en Alemania respecto de cuán

aconsejable era separar las cátedras de filosofía y

psicología, Wundt se opuso a la separación, siendo uno de sus

argumentos la imposibilidad de fijar un programa común de

exámen en la psicología, puesto que cada profesor tenía su

propia idea especial respecto de que trataba la psicología.

Si este es el caso, no hay necesidad de que el

fisiólogo

recurra a la psicología. Sería más natural que la

investigación experimental de las actividades fisiológicas de


los hemisferios sentaran una base sólida para una futura

ciencia verdadera de la psicología; tal curso es más probable

que conduzca al avance de esta rama de la ciencia natural.

El fisiólogo debe tomar su propio camino, donde ya se

ha

señalado para él una ruta. Hace trescientos años Descartes

desarrolló la idea del reflejo. Partiendo de la suposición de

que los animales se comportaban simplemente como máquinas,


consideró cada actividad del organismo como una reacción
1

necesaria a algun estímulo externo..." (pp. 3-4)

Pavlov desarrolló una elaborada metodología experimental para

el estudio de los reflejos condicionales en animales intactos, y

extendió su análisis a los procesos superiores como el lenguaje y

el pensamiento, asi como al exámen de las alteraciones patológicas

del comportamiento. El método de los reflejos condicionales, y la

teoría construída en forma concomitante, subrayó los principios

básicos de la concepción mecánica de la acción por Descartes:

la causalidad por contacto, la naturaleza discreta de los eventos

y la descripción dinámica de los cambios en la acción (la fuerza).

Las condiciones que describía Pavlov cambiaban de manera

acelerada en los Estados Unidos. En 1913, en un artículo ya

clásico (Psychology as the Behaviorist Views It), conocido como

"El Manifiesto Conductista", John B. Watson formulaba la

especificidad de la psicología como ciencia natural en el ámbito

del estudio de la conducta de los organismos individuales,


incluyendo al hombre. El propósito de Watson era descartar la

factibilidad de la introspección como método experimental, en la

medida en que el objeto y el sujeto eran el mismo. Tres años más

tarde, el propio Watson publicaba un segundo artículo que iba a

tener un profundo impacto en la teorización psicológica. Este

artículo, The Place of the Conditioned Reflex in Psychology,

planteaba al método de los reflejos condicionales como el método

básico de la psicología, y la posibilidad de analizar los


componentes simples de todo comportamiento en la forma de
1

reflejos. Watson no solo incorporaba el condicionamiento

respondiente creado por Pavlov, sino también el condicionamiento

motor de evitación elaborado por Bekhterev. Así,

Watson, en 1924, afirmaba que:

"La relación, teóricamente, entre los casos más simples

de respuestas condicionadas que hemos estudiado y los hábitos

más complicados, integrados en tiempo y espacio que estamos

considerando, parece ser muy simple. Es la relación

aparentemente de la parte con el todo, es decir, el reflejo

condicionado es la unidad a partir de la cuál se forma todo

el hábito. En otras palabras, cuando se analiza en forma

completa un hábito complicado, cada unidad del hábito es un

reflejo condicionado." (p. 207)

En Watson, sin embargo, a diferencia de Pavlov, no había

necesidad de recurrir al lenguaje o a las descripciones

fisiológicas para hablar del comportamiento como secuencias


complejas integradas de reflejos condicionados. Los reflejos

originales, llamados por Watson respuestas embriológicas, eran la

base sobre la que se desarrollaban todos los hábitos a lo largo

del desarrollo individual. Sin embargo, la explicación de como se

formaban estos hábitos no dependía ya de la estructura de

respuesta

construída en el organismo, sino que solo se podía desarrollar a

partir del análisis de las relaciones de condicionamiento entre


los eventos del ambiente y las propias respuestas disponibles o
1

entrenadas en los individuos.

En 1931, B.F. Skinner culmina la construcción lógica de la

teoría de la conducta como teoría del reflejo. En su artículo

The Concept of the Reflex in the Description of Behavior, Skinner

examina como el concepto de reflejo, desde la concepción

cartesiana misma de la acción automática hasta los reflejos

integrados de Sherrington, no significa más que una variación

entre condiciones de estímulo y de respuesta. El concepto de

reflejo no requiere de la suposición de vías nerviosas ni de

centros mediadores para poderse aplicar al análisis y predicción

del comportamiento de los organismos individuales completos. Es

suficiente observar covariaciones ordenadas en los cambios entre

estímulos y respuestas, y dichas covariaciones son el reflejo. Al

desfisiologizar el reflejo, Skinner lo naturaliza como concepto

analítico psicológico, y lo convierte en el dispositivo lógico

fundamental para la construcción de una teoría de la conducta


basada en el análisis experimental directo de las interacciones

del individuo con los objetos de estímulo en su ambiente.

Skinner (1931) afirma que:

"...Un reflejo se define como una correlación observada de

dos

eventos, un estímulo y una respuesta...Como una disciplina

científica, debe describir el evento no solo por si mismo

sino
en relación con otros eventos; y, para ser satisfactorio,
1

debe

explicar. Estas son, esencialmente, actividades idénticas."

(p. 337)

"...La fisiología del reflejo describe los eventos que inter-

vienen entre un estímulo y una respuesta. El uso fisiológico

no cuestiona la definición de un reflejo como una

correlación,

pues la sinapsis es solamente una expresión conceptual de las

características `reducidas' de dicha correlación...Se

sostiene

que la esencia de la descripción de la conducta es la

determi-

nación de leyes funcionales que describan la relación entre

las fuerzas que actúan sobre, y el movimiento de, un sistema

determinado. El reflejo es, por definición, el instrumento

preciso para esta descripción." (p. 346)


Posteriormente, en 1938 con la publicación de The Behavior

of Organisms, Skinner propone un sistema descriptivo y explicativo

de la conducta basado en la unidad analítica del reflejo, y que

sin recurrir a términos o explicaciones fisiológicas, examina

experimentalmente de manera sistemática las relaciones entre los

estímulos y la conducta (reflejos o conducta respondiente) y las

relaciones entre la conducta y los estímulos (reflejos o conducta

operante). Con ello, la lógica del reflejo queda integrada en la


base que fundamenta el estudio del comportamiento desde la
1

perspectiva de la teoría del condicionamiento.

CAPITULO IV

ESTRUCTURA MECANICISTA DE LA TEORIA DEL CONDICIONAMIENTO. SU

OPOSICION A LOS SUPUESTOS DEL CONDUCTISMO RADICAL.

El sistema teórico formulado por B.F. Skinner ha sido auto-


denominado Conductismo Radical. Esta denominación se usó por vez
1

primera en el escrito The operational definition of psychological

terms (l945), en el que Skinner contrastó su posición respecto a

los evento privados con los operacionalistas en boga: S.S. Stevens

(1939) y Boring (1945). A partir de ese momento, toda la

formulación skinneriana fué identificada como conductismo radical

en contraposición a las diversas formas de conductismo

coexistentes: Hull (1943), Tolman (1932) y Guthrie (1935), entre

los más sobresalientes. Es innecesario agregar que el conductismo

radical se constituyó en el polo opuesto del conductismo

metodológico.

Skinner reconoció que sus influencias fundamentales habían

sido Pavlov, Watson, Russell y Mach. Pero quizá fueron Pavlov y

Mach los que tuvieron una influencia decisiva en el trabajo

teórico y experimental de B.F. Skinner y su formulación de un

conductismo "distinto", al que también se le reconoce como

análisis experimental de la conducta, teoría del condicionamiento


operante, y análisis de la triple relación de contingencia. La

influencia de Pavlov radicó no solo en los conceptos básicos de la

teoría del condicionamiento. También tuvo que ver, y de manera


fundamental, en el interés por una metodología de análisis de la

conducta basada en el estudio de un solo individuo bajo

circunstancias rigurosas de observación y presentación de las

variables experimentales. Por su parte, Mach le inspiró una nueva

manera de construir la teoría: como una compleja red de relaciones


funcionales entre clases de eventos, que substituyera la rígida
1

formulación de leyes causa-efecto. Las definiciones de las

variables no podían realizarse al margen de las operaciones

observacionales implicadas (Skinner, l931, 1938) y, por

consiguiente, el sistema se formuló con un carácter descriptivo

más que explicativo:

"...el sistema formulado ...puede caracterizárse como sigue.

Es positivista. Se limita a la descripción más que a la

explicación. Sus conceptos de definen en términos de

observaciones inmediatas y no se les atribuyen propiedades

locales o fisiológicas. Un reflejo no es un arco, una

pulsión no es el estado de un centro, la extinción no es

el agotamiento de un estado o substancia fisiológica. Este

tipo de términos se usan únicamente para reunir grupos de

observaciones, para enunciar uniformidades, y para expresar

propiedades de la conducta que trascienden a las instancias

aisladas. No son hipótesis, en el sentido de cosas que


pueden probarse o descartarse, sino representaciones

convenientes de cosas ya sabidas. En lo que toca a las

hipótesis, el sistema no las requiere -al menos en el

sentido acostumbrado." (l938, p. 44)

El sistema propuesto por Skinner establecía la necesidad de

contar con datos del organismo individual durante tiempo real;

analizar covariaciones funcionales bajo condiciones

experimentalmente controladas; formular conceptos como


descripciones de dichas covariaciones funcionales, amparados, por
1

consiguiente, en criterios de observabilidad homogeneos y

justificables; superar la descripción estrictamente narrativa,


identificando propiedades de la conducta y sus condiciones de

ocurrencia; identificar dichas propiedades a partir de la

suposición de que la conducta y el ambiente pueden ser

fraccionados, que retienen su identidad y sufren cambios

ordenados; substituir el análisis estímulo-respuesta por el

análisis de contingencias, integradas en su nivel más simple por

tres términos: el estímulo, la respuesta, y el reforzamiento; y,

extender los conceptos obtenidos en el análisis experimental del

comportamiento a los diversos fenómenos psicológicos, de manera

que, mediante un ejercicio hermenéutico riguroso, se examinara

sistemáticamente la diversidad de la conducta con base en

conceptos formulados y aplicados en un mismo nivel de

observabilidad.

En este capítulo intentaré demostrar que, en el desarrollo de


la teoría basada en el análisis de la triple relación de

contingencia -o condicionamiento operante-, Skinner no se ajustó a

su propio programa científico. La forma en que incorporó el

concepto de reflejo, como unidad descriptiva fundamental de la

conducta, y los conceptos correlativos de extinción,

reforzamiento, estímulo y respuesta, no fue suficiente para romper

con la tradición mecanicista de la teoría del reflejo. Ello

distorsionó progresivamente el desarrollo de la teoría y la forma


en que se amplió su ejercicio al análisis de fenómenos de mayor
1

complejidad que aquellas situaciones relativamente simples tomadas

como punto de partida.

La formulación del condicionamiento operante y la ruptura con la

teoría estímulo-respuesta

Skinner ha sido considerado, incorrectamente, un teórico

estímulo-respuesta, quizá por el hecho de que el ejemplar empleado

fue el de la teoría del condicionamiento. Pero, Skinner, a

diferencia de la corriente principal en la teoría del

condicionamiento, no adoptó un sistema analítico estímulo-

respuesta, sino que, en la medida en que postuló una doble

clasificación de los procesos de condicionamiento, dió prioridad a

un segundo sistema analítico, el de respuesta-estímulo.

Skinner partió del supuesto de que todo hecho, con valor


teórico para la ciencia, es antes que nada un hecho observacional.

Los conceptos deben fundamentarse en los criterios observacionales


que permiten la determinación de un hecho como tal, y en

consecuencia, aún cuando los hechos, desde este punto de vista,


anteceden al concepto, su valor fáctico depende de la

explicitación de los criterios observacionales adoptados para su

identificación. Los conceptos deben fundamentarse en las

dimensiones observacionales implicadas en la identificación de los

hechos y, por consiguiente, no deben poseer ninguna propiedad

inferencial adicional a la de los criterios observacionales


propiamente dichos. Por ello, aún cuando teóricamente se pueden
1

asumir propiedades adicionales respecto de los hechos, estos


poseen la identidad funcional que se avala exclusivamente por

medio de los criterios observacionales empleados para identificar

los hechos como miembros de clases distintas.

La teoría del condicionamiento, tal como fue formulada a

partir del concepto de reflejo, privilegió la descripción de

relaciones entre condiciones previas a la acción y la acción.

El concepto de reflejo sirvió como el dispositivo lógico para

otorgar propiedades funcionales al sistema nervioso central con

base en las covariaciones observadas entre estímulos y respuestas.

Sechenov (l978 - traducción española), creó la teoría del reflejo

para sustentar la materialidad de los fenómenos psicológicos con

base en el funcionamiento del sistema nervioso central. Supuso que


mediante el mecanismo de la inhibición, el aparato cerebral podía

dar cuenta de las covariaciones no mecánicas (la inhibición y la

demora) que, a partir de las relaciones entre estímulos


antecedentes y respuestas, constituían los fenómenos psicológicos.

Continuando esta tradición, Pavlov subrayó la participación

privilegiada del sistema nervioso central en la actividad

psicológica, o como actividad psicológica, de allí que el método

de los reflejos condicionales (o condicionados) se empleara para

la investigación de la actividad nerviosa superior vista como un

sistema de conexiones temporales en la corteza cerebral.

En la teoría pavloviana se partió de la existencia de


conexiones nerviosas ya establecidas (innatas, naturales o
1

incondicionales) entre ciertas características físicas del

ambiente (los estímulos incondicionales) y ciertas respuestas del

organismo (los reflejos incondicionales). Estas conexiones,

mediadas por el sistema nervioso central (siguiendo a Sechenov),

eran reflejos que manifestaban, por decirlo así, el alambrado de

la máquina biológica desarrollado a través de la filogenia. Esta

estructura corporal, articulada por el sistema nervioso central,

era producto de la evolución, y por consiguiente, reflejaba a su

vez las características funcionales adaptativas del ambiente y el

comportamiento del organismo.

Para Pavlov, la actividad nerviosa superior como equivalente

a la actividad psicológica, se manifestaba en la forma de

relaciones condicionales entre ciertas características del

ambiente y las respuestas del organismo. En la medida en que estas


relaciones eran condicionales se basaban en la arquitectura o

estructura del sistema nervioso central y de los analizadores (los


sistemas reactivos sensoriales), pero su carácter era
estrictamente funcional y, por ende, transitorio. Las conexiones

condicionales entre los estímulos del ambiente y los reflejos del


organismo eran de carácter temporal, y tenían lugar en las áreas

de asociación sensorio-motriz de la corteza cerebral, donde Pavlov

suponía residían filogenéticamente las condiciones estructurales

requeridas para sustentar la actividad psicológica. Desde esta

perspectiva, todos los sistemas de acción del organismo eran, en


sentido estricto, sistemas de reacción, los que, sin embargo, dada
1

la plasticidad de la corteza cerebral, podían vincularse


temporalmente (es decir, funcionalmente) a condiciones de estímulo

que no estaban pre-estructuradas biológicamente. El descubrimiento

accidental por Pavlov, al realizar sus estudios sobre fisiología

digestiva, de que los animales segregaban saliva y jugos gástricos

ante la presencia de su cuidador (las primeramente llamadas

secreciones psíquicas),

constituyó el referente empírico de que las vias eferentes


(motoras) del organismo podían conectarse condicionalmente a

circunstancias de estímulo (vías aferentes) que no tenían una

conexión ya establecida. No es necesario agregar que el

descubrimiento de la posibilidad de establecer conexiones

funcionales en el sistema nervioso central, mediante el arreglo de

contingencias estructuradas entre el ambiente y la conducta del

organismo, abrió un campo promisorio para estudiar el fenómeno de

la evolución a nivel individual, y para avanzar en la comprensión


de los procesos de la selección natural y la transmisión de los

caracteres aprendidos (Pavlov realizó algunos estudios para

evaluar la posibilidad de la transmisión genética de respuestas

adquiridas por condicionamiento).

El estudio de las contingencias, con base en la tradición del


reflejo, subrayó que los reflejos se volvían condicionales ante

estímulos, que por contigüidad, eran recíprocamente

significativos. De este modo, un estímulo que precedía de manera


consistente a otro, adquiría propiedades de señal de este último,
1

y por consiguiente, la respuesta incondicional ante él, se

desplazaba temporalmente ante el nuevo estímulo señal. Asi se

establecía la relación entre un estímulo condicional y un reflejo

o respuesta condicional. El condicionamiento pavloviano o clásico

describía relaciones de condicionalidad entre estímulos -y sus

reflejos asociados- que seguían un curso temporal lineal, en el

que el fin del episodio o fenómeno estaba determinado por la

ocurrencia del reflejo o respuesta incondicional. De este modo, el

condicionamiento era concebido como un proceso que seguía una

direccionalidad otorgada inicialmente por los estímulos previos a

la respuesta incondicional. El condicionamiento clásico, ubicado

en la tradición de la fisiología del reflejo, concebía la

actividad nerviosa superior -o la actividad psicológica- como un

proceso lineal, en tiempo, de conexiones funcionales entre


estímulos y respuestas. El sistema nervioso central era el locus

donde se establecian las conexiones temporales que se describian


como relaciones condicionales, contingentes, entre estímulos y

respuestas (o reflejos).

Históricamente, en forma paralela a los estudios de Pavlov

sobre los reflejos condicionales, tuvieron lugar las

investigaciones sobre la inteligencia animal, realizadas en una

variedad de situaciones-problema, en las que los animales tenían

que resolver un acertijo para, por lo común, encontrar comida.

De entre estos estudios, destacaron las aportaciones de Edward Lee


Thorndike (1911), quien diseñó una caja de trucos para adiestrar a
1

gatos para salir de ella y poder ingerir comida (pescado). Las

observaciones de Thorndike -como la de todos los evolucionistas

estudiosos de la llamada inteligencia animal- privilegiaban la

acción del animal sobre el ambiente, manipulando algún dispositivo

o desplazándose en un laberinto, a diferencia de los estudios

pavlovianos en los que el animal estaba inmovilizado y se veía

expuesto a relaciones entre estímulos discretos en el tiempo.

Los estudios de inteligencia animal destacaron la función

instrumental del comportamiento de los organismos, y en esa medida


privilegiaron el concepto de hábito (siguiendo entre otros a

Charles Darwin). El método desarrollado por Thorndike para

estudiar la conducta instrumental (así como aquella que ocurría

cuando se usaban laberintos) se denominó genéricamente como método


del aprendizaje por ensayo y error, método y nombre que destacaron

la importancia de la variación de la conducta y de sus

consecuencias. Pavlov, subrayando la variación del ambiente y la

constancia de la conducta, consideró que este tipo de

comportamiento podía ser analizado como una cadena de reflejos

condicionados clásicamente, postura que asumieron, curiosamente,

todos los conductistas posteriores -a excepción de Skinner-, y que

determinó que la teoría del condicionamiento se igualara con la

teoría estímulo-respuesta.

Skinner planteó una teoría del condicionamiento fundamentada

en los criterios observacionales para determinar la existencia de


covariaciones entre propiedades del ambiente y propiedades de la
1

conducta del organismo. Siendo la actividad de los organismos un

contínuo en tiempo y espacio, una porción determinada de la

conducta solo podía tener dos tipos de covariaciones con

propiedades discretas del ambiente (estímulos). La covariación

entre la conducta y los estímulos podía darse cuando se


identificaban cambios discretos en el ambiente antes de los

cambios en la conducta en la forma de respuestas, o bien la


covariación podía tener lugar como cambios en la conducta antes de

los cambios en el ambiente en la forma de estímulos. En el primer

caso, cuando la conducta covariaba con estímulos previos se podía


hablar de conducta provocada, y en el segundo caso, cuando la

conducta covariaba con estímulos subsiguientes se podía hablar de


conducta emitida. La conducta emitida, ontogenéticamente podía ser

provocada en origen, pero para clasificarla como provocada o

emitida se requería de un criterio observacional definido: si la

conducta, en su ocurrencia actual, covariaba con un estímulo que


la precedía o con un estímulo que la seguía. Skinner (1938)

comenta:

"Con el descubrimiento del estímulo y la colección de un

gran número de relaciones específicas del estímulo y la

respuesta, se supuso por parte de muchos autores que toda

la conducta podía ser explicada de esta manera tan pronto

se identificaran los estímulos apropiados. Se han hecho

intentos muy elaborados para establecer la plausibilidad


de esta suposición, pero creo que no han probado ser
1

convincentes. Hay una gran cuerpo de conducta que no parece

ser provocada o evocada, en el sentido en el que una ceniza

en el ojo provoca el cierre del párpado, aunque

eventualmente puede tener un tipo distinto de relación con

los estímulos externos. La actividad `espontánea' original

del organismo es principalmente de este tipo, como lo es

la mayor parte de la conducta condicionada de los organismos

adultos, como espero mostrarlo después. Afirmar solamente

que debe de haber estímulos provocadores es apelar de manera

insatisfactoria a la ignorancia.

Un evento puede ocurrir sin un evento antecedente observado

y de todas maneras ser tratado adecuadamente en una ciencia

descriptiva. No digo que no hay fuerzas que originen la

conducta espontánea sino simplemente que no están

localizadas en el ambiente. No estamos en posición de verlas

y no lo necesitamos. Podría decirse que este tipo de


conducta es emitida por el organismo." (pp. 19-20)
Skinner asumió observacional y conceptualmente dos procesos:

los dos tipos de covariación funcional de la conducta, con

estímulo antecedentes y subsiguientes. La conducta provocada

correspondió al ámbito de los procedimientos empleados en el

condicionamiento pavloviano, mientras que la conducta emitida

correspondió al ámbito de los estudios de inteligencia animal como

conducta instrumental por ensayo y error. El arreglo de las


covariaciones como dos tipos de condicionalidad, antes de la
1

respuesta y después de la respuesta, dió lugar a la integración de

los dos procedimientos, el pavloviano y el de Thorndike, bajo el

ejemplar de la teoría del condicionamiento. Skinner privilegió el

segundo tipo de arreglo, y la selección por consecuencias, por lo

que rompió con la concepción estímulo-respuesta de la teoría del

condicionamiento, abriendo una nueva formulación respuesta-

estímulo, en la que el hábito propuesto por los evolucionistas

dejaba de tener una estructura mecánica y se ajustaba a los

procesos de variación y selección, pero en el contexto de la

conducta del organismo individual, y ya no de la especie como una

población de individuos.

La herencia histórica del ejemplar del reflejo: la unificación de

dos tipos de relaciones como formas de condicionamiento

La principal contribución teórica de Skinner es,

probablemente, la formulación de los dos procesos de covariación

de la conducta como tipos de condicionamiento.


Skinner (l931, l935, l937, l938) examinó la sustentación

empírica del concepto de reflejo a lo largo de su uso científico

en la neurofisiología, y demostró que, al margen de las

especulaciones respecto a su "estructura", dicho concepto se

empleó siempre para describir las covariaciones entre estímulos y

respuestas de un organismo individual. El concepto de reflejo

implicaba solamente la descripción de una covariación entre

estímulos definidos por cierta(s) propiedad(es) y respuestas


definida(s) igualmente por determinada(s) propiedad(es). Desde
1

esta perspectiva, los estímulos y respuestas que covarían en

función de una tercera variable (R=fS, A) lo hacen en términos de

una propiedad compartida que los define como miembros de una misma

clase, es decir, como instancias con una función equivalente. No

obstante, dichos estímulos y respuestas particulares, como

instancias que varían de ocurrencia a ocurrencia, comparten y

difieren a la vez en lo que Skinner llamó las propiedades

definitorias de la clase. Un reflejo, para Skinner, era una

covariación de clases de estímulo y respuesta con base en una

propiedad definitoria de dicha covariación. Las propiedades no

definitorias de ambas clases podían también covariar en ocasiones,

pero dichas propiedades no eran esenciales para la identificación

y manipulación de la covariación denominada reflejo.

En la medida en que el reflejo es una covariación de clases

de estímulo y de respuesta, ninguno de los dos términos de la

correlación puede definirse independientemente del otro, y aunque


la coincidencia de ambos términos constituye el criterio

observacional básico para su descripción, existen otras

propiedades importantes en la definición del reflejo. Si una misma

respuesta está vinculada a dos clases de estímulo distintas, y

cada una implica una propiedad definitoria distinta, aunque la

respuesta (o clase) sea morfológicamente similar, se trata de dos


reflejos distintos. De este modo, el término reflejo deja de ser

equivalente al término respuesta y se convierte en un concepto

estrictamente descriptivo de una covariación de clases de estímulo


1

y respuesta definidas por una o varias propiedades.

De acuerdo con Skinner, sea la conducta o no condicionada, es

decir, se observe bajo condiciones "naturales" o se intervenga

directamente respecto de su ocurrencia, hay dos posibles tipos de

covariaciones entre la conducta y los cambios en el ambiente. El

primer tipo de covariación corresponde a lo que ya he descrito

como conducta provocada, y el segundo tipo corresponde a la

llamada conducta emitida. Siguiendo este argumento, ambas clases

de covariaciones fueron descritas como tipos de reflejos,

concediendo que las propiedades definitorias de ambos tipos de

reflejos y las leyes dinámicas que los describían serían

distintas. Las covariaciones definidas por estímulo precedente


fueron denominadas respondientes mientras que las covariaciones

definidas por un estímulo consecuente fueron llamadas operantes.

Skinner (l938) comentó que:

"La clase de conducta que se correlaciona con un estímulo


provocador específico puede llamarse conducta respondiente y

una correlación dada una respondiente. Se pretende que el

término conlleve el sentido de una relación con un evento

previo. A aquella conducta que no está bajo este tipo de

control la llamaré operante y a cualquier ejemplo específico

una operante. El término se refiere a un evento posterior,

como se notará enseguida. El término reflejo se usará para

incluir a ambas, la respondiente y la operante, aún cuando


en su significado original se aplica solo a las
1

respondientes. Un solo término para ambas es conveniente

porque ambas son unidades topográficas de la conducta y

porque una operante puede y normalmente adquiere una

relación con un estímulo previo. En general, la noción de

un reflejo debe vaciarse de cualquier connotación de

"empuje" activo del estímulo. El término se refiere aquí

a entidades correlacionadas, y nada más. Todas las impli-

caciones de dinamismo y todas las definiciones figurativas

y metafóricas debieran evitarse en lo posible.

Una operante es una parte identificable de la conducta de la

que puede decirse, no el que no se le pueda encontrar un

estímulo que la provoque (puede haber una respondiente cuya

respuesta tenga la misma topografía), sino que no se puede

detectar ningún estímulo correlacionado en las ocasiones en

que se observa que ocurre. Se estudia como un evento que

aparece espontáneamente con una determinada frecuencia..."


(pp. 20-21)

El término reflejo fue abandonado posteriormente, para

referirse exclusivamente a clases respondientes y operantes. En un

capítulo posterior examinaré algunos de los problemas relativos a

la asimetría de ambas clases de conducta. En esta sección es mi

propósito señalar los criterios bajo los cuales se integró a la

conducta regulada por ensayo y error con el reflejo condicionado

pavloviano como dos clases bajo un mismo ejemplar, y las


consecuencias lógicas de este paso: romper con el esquema
1

analítico estímulo-respuesta, y a la vez incorporar

inadvertidamente la lógica subyacente en la teoría del reflejo.

El mérito de Skinner no radicó en haber descrito la conducta

operante como conducta instrumental. Esto ya había sido realizado

anteriormente por Thorndike, entre otros. Su contribución

consistió en considerar que dicha conducta era regulada por

procesos diferentes (leyes) a las del condicionamiento clásico,

pero que a la vez, a pesar de no ser conducta provocada, se

trataba de conducta que podía ser analizada mediante el ejemplar

del condicionamiento. Se estableció que podía haber

condicionamiento de dos tipos (regulado por el estímulo [E] y

regulado por la respuesta [R]), que ambos podían implicar

relaciones con una misma topografía (morfología) de respuesta,

pero que los procesos que los regulaban eran distintos y que, en

esa medida, el condicionamiento por ensayo y error no se podía

reducir a una interpretación en términos de una cadena de reflejos


condicionados clásicamente.

El aspecto fundamental que introdujo Skinner tuvo que ver con

las propiedades otorgadas al reforzamiento en el caso del

condicionamiento operante. El término reforzamiento era un

concepto central en la teoría del condicionamiento estímulo-

respuesta. Su empleo por Pavlov se refería al papel que

desempeñaba el estímulo incondicional en el "fortalecimiento" de

las conexiones temporales en la corteza cerebral, y por


consiguiente, a la magnitud y permanencia del reflejo condicional.
1

Posteriormente, el término reforzamiento adoptó significados

múltiples, ya fuera el de reducción de los estímulos pulsión

(Hull), el de interruptor de un acto (Guthrie), o el de

confirmador de una expectativa (Tolman), entre otros. En todos

estos casos, el reforzamiento constituía una condición necesaria

para que el condicionamiento clásico (por contigüidad) tuviera

lugar, especialmente cuando dicho condicionamiento clásico, a

diferencia del examinado de manera prioritaria por Pavlov,

implicaba conexiones relativamente permanentes no solo entre

estímulos sino también entre estímulos y respuestas, y entre

respuestas y estímulos propioceptivos.

El reforzamiento, para Skinner, se identificó como una

relación pertinente a las propiedades de la operante como

conducta. La fuerza de una operante estaba definida por: a)

ciertas propiedades topográficas tácitas o explícitas vinculadas a

un efecto en el ambiente, y b) su frecuencia de ocurrencia en


tiempo. Skinner (l938) decía lo siguiente respecto de la

naturaleza del reforzamiento como operación y como evento:

"La operación de reforzamiento se define como la

presentación de una cierta clase de estímulo en una

relación temporal ya sea con un estímulo o una respuesta. Un

estímulo reforzante se define como tal por su poder para producir

el cambio resultante. No hay ninguna circularidad en esto;

se
encuentra que algunos estímulos producen el cambio, otros
1

no, y, concordantemente, se clasifican como reforzantes y no

reforzantes..." (p. 62)

Un reforzador, en el ámbito de la conducta operante, es aquel

estímulo que sigue en tiempo a una respuesta que comparte una

propiedad particular con otras instancias, propiedad que se define

como condición necesaria y suficiente para la ocurrencia del

estímulo reforzador, y cuyo efecto es el de fortalecer la operante

como relación, es decir, aumentar la frecuencia de la(s)

respuesta(s) que poseen la propiedad en cuestión. Desde este punto

de vista, el reforzamiento "operante" comprende dos aspectos

fundamentales: l) un aumento en la frecuencia de las instancias de

respuesta que forman parte de la clase, y 2) un efecto diferencial

respecto de otras respuestas que no comparten la propiedad

definitoria de dicha clase. Estos dos aspectos dan cuenta de la

importancia de la variación y selección de la conducta en el

condicionamiento operante (Skinner, l981) en contraste con la mera


provocación e integración de estímulos en el condicionamiento

clásico.

El efecto diferencial del reforzador sobre las instancias que

comparten la propiedad definitoria de la operante desempeña un

papel selectivo sobre la conducta, mientras que el incremento en

la frecuencia de dichas instancias se ve acompañado también de las

propiedades no definitorias que comparten igualmente (no

necesariamente intercambiables). El incremento en la frecuencia de


ambos tipos de propiedades da cuenta de la variación requerida por
1

la selección. El proceso de reforzamiento operante incluye la

interacción de procesos de variación y selección, a diferencia del

proceso de reforzamiento respondiente que parece constituir un

proceso estrictamente selectivo e inhibitorio.

La importancia de esta distinción fue objeto de una discusión

entre Skinner (l937) y Konorski y Miller (l937). En ese contexto

surgió la distinción entre operantes y respondientes. Konorski y

Miller suponían que cuando se administraba un choque eléctrico

ligero a un perro y este aprendía a contraer la extremidad

anticipadamente, se trataba de conducta igualmente evocada que

cuando la contracción de la extremidad ocurría seguida por la

entrega de comida. En el primer caso se trataba de una conducta de

tipo respondiente, mientras que en el segundo caso el primer

componente podía seguirse examinando como respondiente y el

segundo componente como operante, de modo que una respuesta

originalmente provocada podía ser regulada por reforzamiento


operante en un segundo momento. Solo desde este punto de vista se

podía suponer que el segundo tipo de reflejo descrito por Konorski

y Miller podía ser una operante, pues en esta relación la conducta

es emitida y no provocada.

La unificación de la conducta operante y la conducta

respondiente bajo la teoría del condicionamiento fue inicialmente

contemplada desde el concepto de reflejo, como una descripción de

covariaciones entre clases de estímulo y respuesta. Al abandonar


el concepto de reflejo, sin embargo, dicha unificación subsistió
1

pero en la forma de dos tipos de condicionamiento con procesos

distintos. )Qué tenían en común ambas clases de "reforzamiento"


para describirlas como dos tipos de condicionamiento? Los efectos

del reforzamiento, la forma de presentarlo, las medidas

pertinentes, así como la relación temporal requerida y sus

parámetros eran distintos. Skinner consideró que el aspecto

definitorio del condicionamiento, de manera análoga al concepto de

reflejo, no era ningún cambio interno especial que ocurriera en

uno a diferencia del otro, sino que hablar de condicionamiento era

hablar de condicionalidades, es decir, de contingencias entre la

conducta y el ambiente. El condicionamiento respondiente

establecía contingencias de la respuesta respecto del estímulo,

mientras que el condicionamiento operante establecía contingencias

del estímulo respecto de la respuesta. El papel y funciones del

estímulo como reforzador variaban dada la diferencia en la

contingencia que lo definía funcionalmente en relación a la


conducta. Cuando se hablaba de la covariación como correlación

entre el estímulo y la conducta, Skinner (l937) expresa que

"...Por `correlacionado con' podríamos escribir `contingente a'"

(p. 377). Sin embargo, Skinner nunca adoptó un criterio claro

respecto de la contingencia operante. En ocasiones se refirió a

ella en esos términos y en otros se refirió a ella como una

correlación temporal. En el primer caso, la contingencia implica

que la respuesta provoca el estímulo. En el segundo caso,


simplemente significa que el estímulo sigue a la respuesta. Los
1

problemas conceptuales y metodológicos derivados de esta

ambigüedad son múltiples, y la delimitación de los varios tipos de

relación respuesta-estímulo pudieron ser útiles, no solo en la

clarificación del concepto mismo de reforzamiento y de operante,

sino en la definición de otros fenómenos como los de la conducta

verbal y la conducta gobernada por reglas.

Skinner integró conceptualmente a los reflejos condicionales

pavlovianos y a la conducta por ensayo y error como dos tipos

independientes de condicionamiento, mediante su análisis de la

relación temporal de las covariaciones, y su definición en la

forma de contingencias diferenciales entre el ambiente y la

conducta. Sin embargo, como lo examinaré en las siguientes

secciones, en vez de superar la lógica construida en la tradición

del reflejo, incorporó inadvertidamente sus criterios

fundamentales.

El análisis atomista del comportamiento

Como ya se examinó en capítulos anteriores, una de las

características lógicas del ejemplar del reflejo es su atomismo.

La lógica del reflejo contempla dos estados de los cuerpos: el

reposo y el movimiento, estados que constituyen cambios discretos,

cuya representación puede ser asumida por el punto a partir del

cual se reconstruye la trayectoria y características del

movimiento como descripción geométrica.


Ya he descrito previamente la lógica atomista de la mecánica
1

cartesiana y de como dicha lógica determinó los criterios

conceptuales de la teoría del reflejo. Las descripciones

geométricas de la mecánica se basaban en la posibilidad de

calcular cualquier magnitud, tomando al punto como elemento

último. La concepción atomista de la magnitud de los cuerpos y sus

relaciones se agregaba a la naturaleza discontínua de las acciones

mecánicas, que alternaban entre dos estados, de reposo y

movimiento. El reflejo en la biología se concibió como una

relación punto a punto entre los impulsos, como estímulos, y los

efectos, como movimiento. Así, la relación refleja se describía

como una relación discreta, discontínua entre el estímulo y la

respuesta, y el no-estímulo y la no-respuesta. El lenguaje

fisiológico se adaptó a esta concepción al hablar acerca de los

impulsos nerviosos, la transmisión todo-o-nada, el estado de

reposo, el período refractario, etc. Las teorías del

condicionamiento no escaparon de este modelo representacional. El


atomismo y la discontinuidad en los estados conductuales

constituyeron el marco conceptual para las descripciones teóricas

y empíricas. Los estímulos y las respuestas se definieron como

eventos puntuales en el tiempo, en términos de las restricciones

máximas posibles, de manera análoga a la preparación de la placa

neuromuscular aislada (Skinner, l931).

Los eventos puntuales, con el fín de ser cuantificados y

considerados como hechos replicables de observación, se integraron


en clases. El reflejo -y después la operante y la respondiente- se
1

convirtieron en un concepto de clase, y los estímulos y

respuestas, como instancias singulares, se midieron con base en su

repetición como eventos discretos, discontínuos en el tiempo. Las

respuestas aisladas, repetitivas, se tomaron como la base del

análisis de la estructura de la conducta, de tal modo que las

descripciones teóricas de los segmentos más o menos extensos de

comportamiento se formularon en términos de principios que

describían interacciones de estos eventos puntuales de respuesta.

Algunas aplicaciones de estos principios pueden encontrarse en

conceptos tales como el encadenamiento, la inducción, el

reforzamiento condicionado, y el reforzamiento diferencial. Por

otra parte, los procedimientos de castigo, evitación y extinción

se convirtieron en ejemplos pertinentes del análisis conceptual de

dos estados: las respuestas se suprimían, se extinguían, o los

eventos de estímulo se posponían o eliminaban. Las respuestas y

los estímulos ocurrían en un contínuo de tiempo y espacio de no-


respuesta y no-estimulación. No obstante, se suponía que estos

eventos puntuales seleccionados para el análisis de la conducta

eran representativos de todos aquellos otros eventos, lógicamente

considerados no-eventos.

Skinner, en sus primeros escritos, fundamentó la conveniencia

de utilizar el concepto de reflejo como unidad de análisis del

comportamiento:

"...el estudio del reflejo conduce, entonces, a la


formulación de dos tipos de leyes. Las primeras son leyes
1

que describen correlaciones de estímulo y respuesta...En

segundo lugar, hay leyes que describen cambios en cualquier

aspecto de estas relaciones primarias como funciones de

terceras variables...Es difícil descubrir ningún aspecto de

la conducta de los organismos que no pueda ser descrito por

una ley de uno de estos dos tipos. Desde el punto de vista

del método científico, al menos, la descripción de la

conducta es abarcada de manera adecuada por el principio del

reflejo." (1931, pp. 456-457)

La naturaleza mecánica de la concepción refleja parecía estar

fuera de toda duda:

"La esencia de la descripción de la conducta debe ser la

determinación de leyes funcionales que describan la relación

entre las fuerzas que actúan sobre, y un movimiento de, un

sistema determinado. El reflejo es, por definición, el

instrumento preciso para esta descripción." (1931, p. 458)


La naturaleza discontínua del reflejo, como alternancia de

estados de reposo y movimiento, requería de un análisis atomista

de la conducta, integrado por las covariaciones de instancias

discretas, puntuales, de estímulos y respuestas:

"...en la descripción de la conducta se supone usualmente

que tanto el ambiente como la conducta se pueden descomponer

en partes, a las que se puede referir por nombre, y que

estas partes retendrán su identidad de experimento a


experimento...Así un estímulo o una respuesta son un
1

evento, es decir, no una propiedad; y debemos dirigirnos,

por consiguiente, a una definición basada en el principio de

clases." (1935, pp. 40-42)

La representatividad de las partes componentes de la conducta

y el ambiente no era una simple suposición, sino que partía de

bases empíricas determinadas por un criterio de orden en la

correlación de los eventos de estímulo y respuesta. Dichos eventos

eran el núcleo de integración de los segmentos contínuos de

conducta y ambiente, y en la medida en que el nivel de partición

del contínuo respetara dichas fracciones funcionales, se

obtendrían covariaciones ordenadas, susceptibles de ser analizadas

como reflejos.

Así, Skinner decía que:

"...el análisis de la conducta no es un acto de subdivisión

arbitraria. No podemos definir los conceptos de estímulo y

respuesta tan simplemente como `partes de la conducta y del


ambiente' sin tomar en cuenta las líneas naturales de

fractura a lo largo de las cuales realmente se rompen la

conducta y el ambiente." (l938, p. 33)

La identificación de las líneas naturales de fractura de la

conducta y el ambiente es un problema empírico. Skinner afirmaba

que:

"...un reflejo, entonces, es una correlación de un estímulo

y una respuesta, marcada por el orden del cambio de la


correlación." (1935, p. 58)
1

"...al establecer al reflejo (de flexión) como una unidad

el término `estímulo' se debe referir a una clase de

eventos, cuyos miembros poseen alguna propiedad en común,

pero que de otra manera difieren bastante, y el término

`respuesta' a una clase similar mostrando una gran libertad

de variación pero definida también rigurosamente con

respecto a una o más propiedades. La correlación llamada

reflejo es una correlación de clases, y el problema del

análisis es el problema de encontrar las propiedades

definitorias correctas." (1938, p. 34)

"Ninguna propiedad es una propiedad definitoria válida de

una clase hasta que se ha demostrado su realidad

experimental, y esta regla excluye a muchos términos

incorporados a la descripción de la conducta." (1938, p. 41)

En el caso de la conducta operante, la repetición de una

muestra de conducta constituye el criterio de orden y uniformidad


requerido para establecer la propiedad definitoria apropiada, es

decir, aquella que haga contacto con las líneas naturales de

fractura de la conducta y el ambiente. La propiedad definitoria

consiste en el criterio mismo que establece la contingencia de

reforzamiento, de modo que se obtendrá una covariación ordenada

entre la repetición de las muestras de conducta especificadas por

la contingencia y la ocurrencia del reforzamiento condicional a

dicha ocurrencia. La contingencia de reforzamiento, como criterio


de covariación de componentes de respuesta y de estímulo,
1

constituyen la propiedad definitoria de toda operante. El resto de

las propiedades presentes, aún cuando pueden covariar con cierto

grado de orden, constituyen propiedades no definitorias, y solo

cuando se establece un criterio de restricción máximo, puede

esperarse que todos las propiedades de los eventos que tienen

lugar en la covariación correlacionen ordenadamente, es decir, se

obtenga la inducción total. El grado de inducción observado entre

dos clases de operante describirá la cantidad de propiedades no

definitorias correlacionadas que comparten ambas clases. Aún

cuando, en principio, dichas propiedades no definitorias son

soslayables desde un punto de vista de la definición, pueden ser

irremplazables funcionalmente, y en esa medida, aportar

información respecto de las líneas de fractura naturales de la

conducta y el ambiente. Mientras más genérica sea la restricción

de la propiedad definitoria, mayor será la probabilidad de

observar dichas covariaciones ordenadas ocurriendo en las


propiedades no definitorias de la clase operante.

Skinner (l938) comenta que:

"Dentro de la clase dada por una primera propiedad

definitoria, entonces podemos establecer subclases mediante

la restricción arbitraria de otras propiedades. Este proceso

arroja una serie de respuestas, generadas por la restricción

progresiva, cada una de cuyos miembros posee un estímulo

correspondiente en una serie más o menos paralela.


Alcanzamos como límite la correlación de una respuesta espe-
1

cificada por completo y un estímulo que, por necesidad, no

es estrictamente constante pero que puede sostenerse así

experimentalmente. En esta etapa, la unidad no es práctica

y nunca es representativa." (p. 36)

"La naturaleza genérica de los conceptos de estímulo y

respuesta se demuestra por el hecho de que se obtiene

inducción completa (y los cambios dinámicos alcanzan

entonces una uniformidad óptima) antes de haber especificado

completamente todas las propiedades de estímulo o respuesta

en la descripción y respetadas en cada evocación...En un nivel

cualitativo la definición de una

operante depende de la repetición de una muestra de conducta

con mayor o menor uniformidad...Puede agregarse que en el

caso de la conducta operante condicionada, la propiedad

definitoria de una clase es exactamente aquella dada por

condiciones de reforzamiento." (pp. 37,38)


Al partir del concepto (y de la lógica) del reflejo, la que

el propio Skinner disectó de manera tan aguda, su nueva propuesta

incorporó una categoría analítica general compuesta por instancias

discretas, atómicas en el tiempo y espacio, cuyo criterio de orden

se daba como covariación de propiedades de dichas instancias. La

propiedad definitoria de toda covariación constituía el punto

mínimo de restricción posible para establecer la representatividad

de cualquier correlación de instancias como correlación de la


clase general, y dado que las instancias puntuales elegidas, en la
1

medida en que compartían la propiedad definitoria, eran

representativas del segmento total, contínuo de conducta y

ambiente elegido, también en esa medida eran representativas de

todas las propiedades no definitorias que compartían las


instancias de la clase, fueran o no identificables

observacionalmente. Los puntos discretos de covariación de

estímulo y respuesta, dada una propiedad definitoria determinada,

no solo daban cuenta del orden observado en la forma de leyes

dinámicas, sino que además daban cuenta de lo no observado, es


decir, de la no-respuesta y el no-estímulo.

Por este motivo, aún cuando Skinner abandonó el término

reflejo, y con él algunas, pero no todas las analogías y metáforas

mecánicas acompañantes, mantuvo la lógica subyacente y fundacional

del concepto de reflejo como un análisis en términos atómicos de

la interacción contínua del ambiente y la conducta. El concepto de

clase, aplicado a la operante y a la respondiente, en substitución


del de reflejo no alteró la lógica esencial de análisis de la

conducta en términos de estados discontínuos de respuestas y no-

respuestas, de estímulos y no-estímulos, y de la supuesta

representatividad de la correlación mínima definida por el

criterio de covariación de la clase (un criterio operacional, las

más de las veces) respecto de todos los componentes observados y

no observados en determinado segmento de interrelación entre

conducta y ambiente. La tasa y la frecuencia de respuesta


emergieron como medidas necesarias para fundamentar un criterio de
1

reproducibilidad de la clase, es decir, la repetición de una

correlación definida como criterio explícito de contingencia entre

la respuesta operante y el estímulo reforzador. Solo cuando el

segmento de interrelación entre la conducta y el ambiente

prescindía, por no ser significativo, del criterio de

reproducibilidad como criterio de frecuencia, se hicieron

aparentes las limitaciones impuestas por la lógica del reflejo al

análisis de las covariaciones entre conducta y ambiente. En el

caso de la conducta verbal, estas limitaciones, como se demostrará

en los siguientes capítulos, fueron particulamente notorias.

En un análisis atomista, las covariaciones de los eventos

definidos puntualmente en relación a clases, solo pueden

examinarse en términos de correlaciones entre las propiedades o

valores de las instancias de dichas clases, si ambas clases son

tomadas como unidad analítica de una tercer conjunto de variables

con x propiedades, sean causales o disposicionales. Al adoptar


Skinner el concepto de reflejo como covariación, este fue descrito
como R=f(S, A), en donde R representa la clase de respuestas, S la

clase de estímulos, y A el conjunto de terceras variables que

afectan a la correlación (estado de privación, etc.). Al postular

que la clase de respuesta era función de la clase de estímulo y

una clase de terceras variables, Skinner separó la covariación

como unidad analítica, y convirtió a la conducta en un segmento


definicionalmente independiente de la clase de estímulos con la

que covariaba. De haber concebido a la covariación como unidad


1

analítica, el reflejo se hubiera descrito como R-S=f(A).

Esta distorsión definicional está directamente vinculada al

concepto de reflejo, en el que se describe una covariación, pero

esta covariación es la covariación de un antecedente y un efecto,

y solo en la medida en que aparece o no el efecto dada la

presencia del antecedente, se establece la consistencia de la

covariación. De este modo, el reflejo, en cualquiera de sus dos

acepciones por Skinner, la E-R o la R-E, implica un análisis de

sucesión de eventos en tiempo real, sucesión que en el caso del

reflejo operante implica tres momentos, cuando menos, pues la

propiedad reforzante de E dada R, solo puede observarse, y por

definición, constatarse sobre Rs sucesivas a dicha relación R-E.

La concepción atomista vinculada al reflejo, conllevó dos

limitaciones analíticas fundamentales:

l) El concepto de operante como covariación solo podía

aplicarse cuando se encontraban instancias repetitivas, puntuales


a las que pudiera aplicarse el criterio de definición del

reforzamiento. La ocurrencia, dada un episodio, de una sola

instancia de respuesta, de extensión mayor al punto, impedía

observar los efectos de reforzamiento operante, y en esa medida,

era de difícil aplicación analítica. Los casos del estudio de la

"superstición" en la paloma (l948) y el examen del lenguaje como

conducta verbal (l957) constituyen ejemplos en los que el criterio

definicional del reforzamiento no se aplican tal cual;


2) Al plantear a la covariación como una función separada en
1

sus dos términos, se formuló la posibilidad, lógicamente

contradictoria, de analizar una covariación mediante sus

componentes separados. Esta práctica usual en el análisis

experimental de la conducta animal, en la que los cambios en la

frecuencia de R son contemplados como una función de cambios en

los parámetros de E (reforzamiento), se extendió al estudio de la

conducta verbal, en la que el episodio verbal entre un hablante y

un escucha, fue separado para propósitos analíticos en sus

componentes, el hablante y el escucha. Este hecho, que se

examinará con mayor detenimiento en otros capítulos, llevó a

romper de facto el episodio verbal en átomos discretos

consistentes en palabras y frases por el hablante, y en palabras o

actos discretos por parte del escucha.

La explicación como relaciones causa-efecto en tiempo real


Como ya se reseñó al inicio de este capítulo, el conductismo

radical, a diferencia de las otras versiones o formas de

conductismo, adoptó una posición teórica muy particular: romper

con la teorización tradicional basada en inferencias y postulados

previos a los datos, construir los conceptos a partir de

operaciones observacionales respecto de los hechos, privilegiar el

análisis de covariaciones concebidas como constructos cuyos

componentes observacionales eran inseparables, y formular leyes en


la forma de relaciones funcionales en las que se cancelan las
144

relaciones rígidas causa-efecto propias de las leyes tradicionales

de la mecánica.

La estructura causal mecánica de las diversas modalidades de

teoría del condicionamiento privilegiaron un factor sobre todos,

factor que se consideró condición necesaria para la ocurrencia de

un efecto en la forma de conducta: el reforzamiento. Este factor,

aún cuando era acompañado por algún otro principio adicional (el

ejercicio, la existencia de una pulsión, etc.), se planteaba como


la variable responsable de los cambios observables en el

comportamiento -y en otras estaciones intermedias, como la

cognición, el sistema nervioso conceptual, etc. Los otros factores

eran subsidiarios a su influencia, y podían colaborar únicamente

en lo que correspondía a la suficiencia de su efecto en

determinadas condiciones particulares.

La característica fundamental del análisis causal del

comportamiento, al estilo del modelo implantado por la mecánica

clásica, era establecer relaciones de necesidad y suficiencia


entre una condición discreta antecedente en el ambiente o dentro

del organismo (la causa) y un cambio observable en la conducta (el

efecto). Este análisis requería, a fortiori, de relaciones de

necesidad-suficiencia lineales en tiempo real, de modo que la


condición causal siempre antecediera a la condición causada.

Obviamente, las causas fueron identificadas en los estímulos

precedentes a la conducta o en estados hipotéticos inducidos por


144

los estímulos, siempre y cuando dichos estados precedieran en

tiempo real a los cambios en la conducta que eran causados por

ellos. En el caso del reforzamiento, desde la perspectiva del

condicionamiento clásico, este, de una manera u otra, estaba

directamente vinculado a la conducta consumatoria (es decir, a la

respuesta incondicional significativa biológicamente), y en esa

medida, constituía el último eslabón de una cadena causal que se

iniciaba en señales, signos, estímulos intero y exteroceptivos,

etc. En teorías como la de Hull (l943), la formulación del

reforzamiento como reductor de la pulsión o estímulos pulsión y

fortalecedor de una conexión estímulo respuesta, fué resuelta a

través de la postulación de actos de estímulo puro de la huella

aferente del estímulo, y dispositivos lógicos semejantes. En todos

los sistemas teóricos, la preocupación lógica fundamental yacía en

demostrar la factibilidad de una acción causal líneal entre la

variable teóricamente significativa y los cambios observados en el

comportamiento del organismo.


En los términos consonantes con la metodología derivada de

esta concepción, se buscaba encontrar relaciones causales entre

una variable independiente y una variable dependiente. La variable

independiente estaba siempre representada por una condición de

estímulo o una representación lógica interna en el organismo (los

constructos hipotéticos y las variables intercurrentes, examinadas

lógicamente por MacQuorcodale y Meehl (l948), y la variable


144

independiente era siempre un cambio observable en la

conducta con base en un criterio de ejecución o desempeño. Para

constatar dicha relación era indispensable que la relación entre

la variable independiente y la variable dependiente pudiera


establecerse, cuando menos teóricamente, como una relación de

contigüidad temporal, en la que la variable independiente actuaba

con precedencia al cambio causado.

Al proponer su sistema teórico, Skinner (l938) planteó dos

diferencias de principio respecto de los análisis causalistas

mecánicos:

l) Los estímulos no eran causas de la conducta en el sentido

de provocarla, y si lo hacían, ello tenía lugar solo sobre

conductas simples con significación biológica únicamente, como lo

ejemplificaba el condicionamiento clásico pavloviano; y


2) La mayor parte de la conducta era funcionalmente emitida,

y por consiguiente, las únicas relaciones funcionales que se

podían establecer con dicha conducta eran respecto de sus


covariaciones con estímulos subsiguientes en tiempo. Desde este

punto de vista, el papel de la teoría era construir leyes en la


forma de relaciones funcionales observadas como covariaciones no

causales entre la conducta y sus consecuencias de estímulo.

El concepto de reflejo como covariación era fundamental en

este nuevo esquema teórico, pues aún en aquellos casos en lo que,

como en el caso de la conducta provocada o respondiente, se podían


144

identificar condiciones de estímulo antecedentes que operaban

sobre el organismo produciendo cambios efectivos en su

comportamiento, se conceptualizaban dichas relaciones como

covariaciones funcionales y no como relaciones causales de orden

mecánico. El concepto genérico de la respondiente y la operante

como covariación de clases obligaba a pensar en la propiedad

definitoria en términos de la covariación, y esta propiedad


definitoria estribaba directamente en la contingencia como

criterio de covariación. El propio Skinner (l938) lo reconoció

cuando afirmaba que:

"Deben haber propiedades definitorias tanto del lado del

estímulo como del de la respuesta o las clases no tendrán

referencia necesaria a los aspectos reales de la conducta"

(p. 35)

En una nota al pie en la misma página, Skinner agregó que:

"La imposibilidad de definir un estímulo funcional sin

referencia a una respuesta funcional, y viceversa, ha sido


subrayada especialmente por Kantor."
La explicación consistía en la descripción de dichas

covariaciones funcionales con base en terceras variables, como la

privación del reforzamiento, condiciones "emocionales", etc. Así,

se pensaba en la posibilidad de formular leyes de la conducta sin

necesidad de apelar a relaciones causales mecánicas. Sin embargo,

para seguir este camino era indispensable no fracturar la


144

covariación conceptualmente, aún cuando, con propósitos

analíticos, se realizaran intervenciones y observaciones

experimentales que se pudieran describir como relaciones lineales

en tiempo entre una variable independiente y una variable

dependiente. El análisis causal implica relaciones de necesidad

diacrónicas, mientras que por el contrario, un análisis funcional


concibe dichas relaciones como sincrónicas, al margen del tiempo
real en el que ocurren los eventos que representan las variables

de referencia. El operacionalismo observacional de la teoría y la

tradición mecánica del ejemplar fueron obstáculos que no

permitieron cumplir con el propósito de superar el análisis

causal.

)Cómo tuvo lugar esta "reabsorción" del nuevo planteamiento

teórico por la lógica mecánica sustentante del ejemplar del

reflejo? Examinaré algunos de los aspectos que parecen

determinantes de este proceso deformativo y de como se construyó

en la forma de "leyes" o "principios".


El primer nudo conceptual parece radicar en la definición de

comportamiento propuesta por Skinner en The Behavior of Organisms

(l938), obra en la que desarrolla su postura frente a la

psicología y presenta su métodos y primeros datos sistemáticos en

la forma de leyes y relaciones funcionales. Skinner define a la

conducta de la siguiente manera:

"La conducta es solo parte de la actividad total de un


144

organismo, y se requiere una delimitación formal...A

diferencia de otras actividades, los fenómenos de la

conducta están unidos por una conspicuidad común. La

conducta es lo que un organismo está haciendo - o con más

precisión lo que otro organismo observa que está haciendo.

Pero decir que una muestra determinada de actividad cae

dentro del campo de la conducta simplemente porque normal-

mente puede observarse no representaría correctamente la

significancia de esta propiedad. Viene más al caso decir que

la conducta es esa parte del funcionamiento de un organismo

dedicada a actuar sobre o tener comercio con el mundo

externo. Las propiedades peculiares que hacen a la conducta

un objeto de estudio unitario y único se desprenden de esta

definición. Solo porque los receptores de otros organismos

son las partes más sensibles del mundo externo, tiene éxito

apelar a un interés establecido en lo que un organismo está

haciendo.
Entonces, por conducta quiero decir simplemente el

movimiento de un organismo o de sus partes en un marco de

referencia procurado por el organismo mismo o por varios

objetos o campos de fuerza externos. Es conveniente hablar

de esto como la acción del organismo sobre el mundo

exterior, y a menudo es deseable tratar con un efecto más

que con el movimiento mismo, como en el caso de la


144

producción de sonidos." (p. 6)

En esta definición se privilegia una concepción de la


conducta en la que el organismo está separado del ambiente, es

decir, se trata del organismo frente al mundo "externo", y en la

que los aspectos importantes del organismo, a ser considerados, es

su actividad en la forma de movimientos que promueven intercambios

con dicho mundo. Los efectos del movimiento son preferibles a los

movimientos mismos. Todo movimiento puede ser descrito como un

cambio discreto frente a una condición de no movimiento, y en

consecuencia, como cambio relativo a una condición de "reposo". Su

característica de intercambio con el mundo solo puede ser

analizada en términos de un intercambio en la forma de una


reacción o en la forma de una acción, es decir, de conducta

provocada o de conducta emitida.

En este punto se puede observar que el comportamiento del


organismo, como acción o reacción, está separado definicionalmente

del ambiente. Si el comportamiento es acción o reacción, el


interés se centra en cómo cambia el comportamiento frente a las

variables o circunstancias. Cuando el comportamiento es reacción

cambia en función de los eventos de estímulo previos. Cuando el

comportamiento es acción cambia en función de los estímulos

subsiguientes, pero dado que algo que ya ocurrió no puede cambiar,

se supone que el estímulo reforzador afecta la frecuencia o

probabilidad de las instancias futuras de respuesta que forman


144

parte de la misma clase que la respuesta sobre la que se

correlacionó. De este modo, se tiene un esquema en el que la

conducta como reacción se refiere a la acción de un estímulo

provocador previo, y la respuesta como acción se relaciona con el

efecto a futuro de un estímulo sobre la frecuencia de las

respuestas miembros de la mismas clase. En ambos casos, el efecto

del estímulo, precedente o subsiguiente, es proactivo, y en ambos


casos la conducta es considerada el efecto de las variables de

estímulo.

Skinner (l957) al delinear su análisis de la conducta verbal

dice:

"La probabilidad de que una respuesta verbal de determinada

forma ocurrirá en un momento dado es el dato básico a ser

predicho y controlado. Es la `variable dependiente' en un

análisis funcional. Las condiciones y eventos a los que nos

dirigimos con el fín de alcanzar dicha predicción o control

-las `variables independientes'- deben ser consideradas en


este momento." (p. 28)

La conducta, en la forma de respuestas, es concebida como la

variable dependiente, cuya explicación, en la forma de

descripciones causales, será procurada por las correlaciones que

puedan establecerse entre cambios en las llamadas variables

independientes, casi siempre condiciones de estímulo precedente o

subsecuente, y los cambios en la propia conducta, especialmente en


144

lo que toca a su frecuencia de ocurrencia, o medidas derivadas

como la tasa, la velocidad, la "probabilidad" -que en rigor no es

una medida, sino un estimado-, etc. La transformación de las

relaciones funcionales en correlaciones entre variables

independientes (los estímulos) y la variable dependiente (la

conducta) restableció el esquema de análisis causa-efecto, lineal

en tiempo.

El restablecimiento de un análisis causal de carácter lineal

en tiempo se reflejó entre otros, en los siguientes aspecto del

análisis de la conducta, tanto no verbal como verbal:

l) La estructura causal de la lógica del reflejo se articuló

como una relación líneal, unidireccional, entre el estímulo y la

respuesta. La relación terminaba con una respuesta, sin ninguna

otra interacción subsecuente. La triple relación de contingencia

operante se representó como una relación líneal entre un estímulo

antecedente (el estímulo discriminativo), la respuesta, y el

estímulo subsecuente (o reforzante). Así, las relaciones de


contingencia entre los elementos se describieron siempre como

conexiones sucesivas, proactivas en el tiempo, y el reforzamiento

se analizó con base en su efecto sobre el responder subsecuente a

su presentación. La descripción se limitó a una ocurrencia de

pasos sucesivos estímulo antecedente-respuesta-estímulo

subsecuente-cambio en la respuesta;

2) La conducta se representó como los cambios en la


144

ocurrencia de una clase de respuesta que tenían lugar como efecto

de una contingencia de reforzamiento, entendiendo por contingencia

tanto la condicionalidad del reforzador respecto de la ocurrencia

de la respuesta, como la simple correlación de un estímulo de

manera subsecuente a la ocurrencia de una respuesta. La precisión

de la conducta, es decir, la ocurrencia de una forma de respuesta

dadas ciertas condiciones (parámetro que se ajusta más a un

concepto de probabilidad "cualitativo", o sea, funcional), fue

substituída por el análisis de un criterio estrictamente

cuantitativo de frecuencia: cuantas veces ocurría la respuesta. El

reforzador se transformó en un estímulo que causalmente regulaba

la frecuencia siguiente de la respuesta, como variable

dependiente, y la precisión quedó restringida a un caso particular


de control discriminativo derivado de la contingencia de

reforzamiento;

3) Dado que la frecuencia de respuesta, como medida de la


"fuerza" de la operante, constituía un indicador intermitente de

la conducta, era necesario dar cuenta de las ocurrencias sucesivas

en tiempo en términos de variables adicionales que procuraran

soporte causal al efecto distante de un reforzamiento respecto del

reforzamiento siguiente ( y el previo, desde luego). La conducta

se describió como sucesiones de tiempos de respuesta y de no

respuesta, tal como se observaba su registro en la forma de

frecuencia acumulada o tasa. Este segmento contínuo de conducta no


144

se observó directamente, sino solo de manera indirecta a través de

los efectos de la presión de la palanca o el picoteo de una tecla

sobre un microinterruptor y su registro como puntos discretos en

tiempo. )Cómo explicar los efectos observados en la forma de

patrones más o menos consistentes de respuesta en tiempo

relativamente prolongados? Se recurrió a dos procedimientos

teóricos:

a) El primero fue molecularizar la conducta aún más, para

establecer efectos diferenciales específicos de la

contingencia de reforzamiento, como variable independiente,

sobre porciones limitadas de la conducta predeterminada. Así

surgió el análisis de los tiempos entre respuestas (TERs)

que concentraban el tiempo de dos respuestas -tal como se

define por el cierre discreto del microinterruptor del

operando- y el tiempo sin respuesta entre ellas. Los

segmentos conductuales se pudieron describir, siguiendo esta

lógica, como secuencias o sucesiones -dependiendo de la


supuesta acción de la contingencia de reforzamiento- de

diversas clases de tiempos entre respuestas, todas ellas

subclases de la operante bajo estudio; y

b) El segundo, fue proponer "procesos" de naturaleza molar

que "rellenaran" el vacío temporal entre los efectos de

dos reforzadores sucesivos. De este modo, la conducta

operante se vió regulada por procesos de "encadenamiento",


144

"discriminación temporal", "gradientes de reforzamiento",

"conductas interinas", "conductas colaterales", etc. Todas

estas conductas y los procesos intermediarios eran

componentes necesarios en una descripción causal, lineal,

de efectos temporales contiguos. Su propósito era evitar la

postulación de efectos a distancia, recurso lógico ausente

en la lógica del reflejo como derivación de la mecánica

cartesiana y no de la newtoniana, siendo que esta última

influyó más en los modelos posteriores de tipo paraóptico

referidos a la cognición;

4) El reflejo como covariación implicaba la relación de ambos

componentes en forma necesaria, y dichos componentes debían variar

en función de una tercera clase de variables (A), de modo que, por

una parte, la covariación completa constituía la unidad de

análisis, y por otra parte, sus cambios se daban dependiendo de la

forma en que estaba definida -la contingencia- y la acción de

terceras variables respecto de sus componentes. Como ya lo he


señalado, en la medida en que la covariación se fraccionó, y la

conducta se convirtió en efecto a ser explicado por las variables

causales de estímulo, el concepto de covariación como unidad

perdió vigencia.

En el caso de la operante, la propiedad definitoria de la

covariación era la relación de contingencia entre una clase de

respuestas y una clase de estímulos consecuentes a su emisión.


144

El reforzador, o la clase de instancias de estímulo que

funcionaban como reforzador, era un componente necesario de la


covariación definida como operante, y en consecuencia, no podía

formar parte de la tercera clase de variables (A). Sin embargo, en

el análisis de la conducta operante, la respuesta, medida como

frecuencia o cualquier otra de sus transformaciones, constituye el

efecto sistemático de las variables de reforzamiento. Surge

inevitablemente la siguiente pregunta: )Cómo una variable,

definida genéricamente, puede ser unidad analítica, y variable que


afecta a dicha unidad simultáneamente? De ahí se deriva el uso

sistemático de la representación de las supuestas relaciones

funcionales de las unidades operantes en la forma de la abscisa

describiendo parámetros del reforzamiento y la ordenada cambios en

la frecuencia de la respuesta. Siguiendo la lógica inicialmente

planteada por Skinner, la ordenada debiera describir cambios en la

relación respuesta-reforzamiento, y en la abscisa debieran

describirse parámetros variados, tanto de la respuesta, como del


reforzamiento o de otras condiciones de estímulo o de privación;

5) La concurrencia de factores diversos respecto de una sola

conducta, dada una situación determinada, obligó a la postulación

de la causación múltiple. La causación múltiple representó la


acción simultánea de diversas variables que por sí solas tenían un

efecto causal sobre la conducta. La forma en que se propuso que

estas variables causales concurrieran fue mediante un modelo


144

algebráico aditivo, en que las distintas variables, al sumarse, se

cancelaban, se añadían, se restaban, etc. Skinner (l957) describió

las características de esta concepción de la causalidad múltiple:

"...es un principio bien establecido en la conducta no

verbal que las fuentes separadas de fuerza son aditivas.

(Dado que algunas variables reducen la fuerza de la conducta

verbal, la adición debe ser algebráica.)..." (p. 228)

La causación múltiple no representó una superación del modelo

líneal de análisis, sino que consistió en una extensión de como

podían interactúar simultáneamente las diversas variables


independientes para concurrir como una resultante actuando sobre

la conducta, como variable dependiente; y

6) La conducta verbal, definida como un episodio en el que el

escucha media el reforzamiento de la conducta del que habla, se

transformó en el análisis de cambios en la conducta del hablante,

en la forma de palabras y frases -cuando menos en las llamadas

operantes de primer orden- con base en las características


formales de los estímulos antecedentes o de las condiciones de

privación existentes. En ambos casos, la causalidad se atribuyó,

de facto, a las condiciones de estímulo iniciales, representadas

por el escucha como audiencia o presentador de estímulos, e

irrespectivamente de la conducta del escucha como mediador del

reforzamiento. Paradójicamente, la conducta verbal, como conducta

operante, se describió y analizó explicativamente (causalmente) al


144

margen de su propiedad definitoria: la acción mediadora del

reforzamiento por parte del escucha. El reforzamiento se postuló

como una necesidad lógica, subrrogada en la conducta de otro, pero

la atribución funcional se otorgó a los estímulos y condiciones


precedentes, así como al propio hablante siendo su escucha antes

de hablar. La extensión del análisis causal a un tipo de conducta

en que la frecuencia no constituía la dimensión significativa,

redujo al reforzamiento a una mera propuesta lógica, y

transparentó el análisis causa-efecto subyacente en la lógica de

la teoría del condicionamiento.

La anulación de las categorías disposicionales referidas a la

situacionalidad y a la historia

Ryle (l949) ha examinado el papel lógico que juegan las

categorías disposicionales en el lenguaje ordinario y en el

lenguaje científico. Las categorías disposicionales son categorías

referidas a colecciones de ocurrencias, sean estas ocurrencias


simultáneas -equivalentes al conjunto de una situación-, o sean

estas ocurrencias sucesivas -en la forma de tendencias o

inclinaciones históricas. Las categorías disposicionales, como lo

ha señalado Ryle, pueden formularse como enunciados quasi-ley pero

no tienen las mismas propiedades que los enunciados propiamente

legales. Estos establecen relaciones entre ocurrencias, mientras

que los enunciados disposicionales tienen que ver con ocurrencias,


144

pero con ocurrencias que se derivan a partir de otras ocurrencias

en la forma de colecciones. Desde este punto de vista, las reglas

de inferencia permitidas para ambos tipos de enunciados son

distintas. Los enunciados legales son "explicativos" en la medida

en que formulan relaciones entre ocurrencias y sus condiciones,

mientras que los enunciados disposicionales se derivan de los

enunciados legales pero no pueden transformarse en ellos. Son

enunciados actuariales y predictivos basados en ocurrencias

previas, pero no en condiciones generales que describen relaciones

entre ocurrencias particulares. Los enunciados legales describen

relaciones genéricas, mientras que los enunciados disposicionales

describen ocurrencias genéricas.

La lógica del ejemplar del reflejo, en la medida en que se

fundamenta estrictamente en relaciones de causa eficiente, asume

que las definiciones de los términos empleados en sus enunciados

corresponden a términos de ocurrencia. Sin embargo, quiero

argumentar que, aún cuando en el discurso teórico del


condicionamiento operante se ha asumido el carácter legal de sus

enunciados, estos se basan en definiciones que hacen referencia a

categorías disposicionales, y que, no solo se ha dejado de

reconocer la naturaleza disposicional de los conceptos empleados -

y la cancelación teórica de dichas funciones lógicas en la

descripción y explicación de la conducta- sino que además se les

ha confundido con enunciados y categorías de ocurrencias, con lo


144

que se ha caído en confusiones lógicas severas desde el punto de

vista del dominio lógico que cubre la teoría.

Las categorías clave en la teoría del condicionamiento

operante corresponden a los tres términos de la contingencia: el

estímulo discriminativo, la respuesta operante, y el estímulo

consecuente (reforzante o punitivo). Estas categorías, descritas

como estímulos y respuestas, son empleadas como si fueran

conceptos relativos a ocurrencias y, por consiguiente,

susceptibles de ser incluidos en enunciados causales, pero en

realidad, su geografía lógica corresponde a aquellas categorías

pertenecientes a los enunciados cuasi-legales de tipo

disposicional.

Los conceptos de estímulo y respuesta se emplean normalmente

como términos referidos a episodios u ocurrencias, que destacan

por sí mismos: comer y apretar una palanca con una extremidad son

respuestas, mientras que prender una luz y entregar una porción de

comida son operaciones que tienen que ver con presentaciones de


estímulo. Tanto el estímulo como la respuesta se refieren a

eventos discretos en el tiempo, y son identificables como

ocurrencias singulares, diferenciables de cualesquier otro evento

u ocurrencia teniendo lugar en la misma situación. Una ocurrencia

puede identificarse en términos de su inicio y su final. Si no se

cumple esta condición, el término aplicado a un supuesto evento no

se ajusta a los requerimientos de un categoría que lógicamente se


144

refiere a ocurrencias. Cuando un término o un enunciado se refiere

a una colección de eventos presentes o sucesivos, su dominio

pertenece a la lógica de las categorías disposicionales: aquellas

que tienen que ver con las tendencias y las propensiones.

Los términos y los enunciados disposicionales tienen relación

con los eventos, pero no como ocurrencias singulares, discretas.

Las ocurrencias son las condiciones en las cuales puede aplicar un

enunciado disposicional, pero solo porque una ocurrencia es parte

de una colección mayor de ocurrencias.Los términos y enunciados

disposicionales se aplican cuando un evento singular tiene lugar,

pero los términos y enunciados no se refieren a ese evento

singular sino a la colección de eventos a los cuales dicha

ocurrencia pertenece como una instancia. La belleza, la

generosidad, la fragilidad y términos similares son ejemplos de

categorías disposicionales.

Las sentencias acerca de ocurrencia y de colecciones de

ocurrencias satisfacen diferentes funciones lógicas y desempeñan


diferentes papeles como enunciados teóricos relativos a leyes y

explicaciones. Citando a Ryle (l949) en extenso:

"Las leyes se enuncian a menudo en sentencias indicativas

gramaticalmente complejas, pero también pueden ser

enunciadas, entre otras construcciones, en sentencias

hipotéticas de estructura tal como `Sea lo que sea esto

y esto, es esto y esto' o `Si un cuerpo se deja sin apoyo,


144

cae con tal y tal tasa de aceleración'. No llamamos a una

sentencia hipotética una ley a menos que sea un enunciado

hipotético `abierto' o `variable', vbgr., uno en el que la

prótasis pueda comprender cuando menos una expresión como

`cualquier' o `siempre que'. Es en virtud de esta

característica que una ley se aplica a instancias, aunque

su enunciación no las mencione...el enunciado de una ley

no cubre un informe de su existencia (de las instancias a

las que se aplica). Por otra parte, conocer o incluso

comprender la ley no implica saber que pudiera haber estados

de cosas particulares que satisfacieran la apódosis de la

ley. Tenemos que aprender a usar los enunciados de estados

particulares de hechos antes de que aprendamos a usar los

enunciados legales que se pueden o no aplicar a ellos. Los

enunciados legales pertencen a un nivel de discurso

diferente y más refinado de aquel, o aquellos, a los que

pertenecen los enunciados de los hechos que los


satisfacen... Los enunciados legales son falsos o verdaderos

pero no establecen verdades o falsedades del mismo tipo que

aquellas afirmadas por los enunciados de hecho a los que se

aplican o se suponen que se aplican...Al menos parte del

punto de tratar de establecer leyes es encontrar como

inferir a partir de estados de cosas particulares otros

estados de cosas particulares, como explicar estados de


144

cosas particulares por referencia a otros estados de cosas,

y como producir o prevenir estados de cosas particulares.

Una ley se usa, por decirlo así, como un boleto de

inferencia." (pp. 120-121)

Siguiendo el mismo argumento, Ryle (l949) continúa diciendo:

"...los enunciados-ley no pueden `reducirse' a las

contrapartes de las inferencias y explicaciones que

licencian, y las inferencias y explicaciones no pueden

`reducirse' a contrapartes de los enunciados fácticos que

constituyen sus términos. El trabajo-sentencia de enunciar

hechos es diferente del trabajo de enunciar un argumento a

partir de un enunciado fáctico a otro enunciado fáctico, y

ambos son diferentes del trabajo de dar garantías para tales

argumentos. Tenemos que aprender a usar sentencias de la

primera clase antes de aprender a usarlos para el segundo

trabajo, y tenemos que aprender a usarlos para los primeros

dos trabajos antes de usarlos para el tercero." (p. 123)


Esta cita extensa aclara la naturaleza de los enunciados ley

y porque los enunciados disposicionales no constituyen leyes, dado

que solo mencionan o se refieren a cosas o personas particulares

en términos de tendencias, propensiones, capacidades o riesgos.

Aunque los enunciados disposicionales no constituyen leyes,

parecen leyes en la medida en que son enunciados parcialmente

variables o abiertos, es decir, que no describen ocurrencias


144

invariantes o fijas. Los enunciados disposicionales, como los

enunciados ley, son satisfechos por la acción, reacción y estados

del objeto. No obstante, los enunciados disposicionales no narran

incidentes ni informan sobre estados de cosas observados u

observables, pero "sus trabajos están conectados íntimamente con

las narrativas de incidentes, pues, de ser verdaderas, son

satisfechos por los incidentes narrados" (Ryle, l949, p. 125).

Los términos comprendidos en la contingencia del

condicionamiento operante son el estímulo discriminativo, la

respuesta operante, y el estímulo reforzante. Estos términos se

identifican observacionalmente -es decir, se definen

operacionalmente- de acuerdo con la ocurrencia de instancias

particulares del ambiente o de cambios en la conducta. Las

relaciones de contingencia observadas entre estas tres instancias

u ocurrencias constituyen los enunciados fácticos sobre las que

se deben basar las leyes de la conducta. No obstante, aunque los

tres términos están definidos e identificados inicialmente como


términos fácticos, es decir, como ocurrencias, su definición

funcional, es decir, su significado conceptual, esta formulado

aparentemente en relación a enunciados disposicionales.

La respuesta operante es observada y contada como una

ocurrencia singular a través de un efecto de la conducta del

organismo sobre un instrumento (un substituto de los sentidos

humanos): el operando. El efecto se mide como el cierre de un


144

microinterruptor que, aunque no es la respuesta misma, constituye

la satisfacción observacional de la ocurrencia de una respuesta

particular. La respuesta, de hecho, puede variar en todas sus

propiedades dimensionales (geografía, topografía, intensidad,

duración, morfología, etc.) pero se le considera la misma

instancia como respuesta en el grado en que produce un efecto o

resultado invariante, vbgr., el cierre de un microinterruptor de

acuerdo con una localización fija del operando y a un criterio

mínimo de duración y fuerza (esfuerzo: Notterman y Mintz, l965).

La satisfacción de un criterio de resultado permite la

identificación de una instancia repetitiva de respuesta aunque las

respuestas particulares involucradas puedan variar en algunas

propiedad de una ocasión a otra. Así, la respuesta operante,

aunque identificada como una instancia de una clase operante, es

solamente una colección de respuestas diferentes en el tiempo que

comparten la misma propiedad: la propensión a cerrar un

microinterruptor. La operante, como un concepto de clase, se


ajusta a la lógica de los términos disposicionales dado que la

ocurrencia de una respuesta satisface los criterios

observacionales respecto de la identificación de una operante,

pero, no obstante, la respuesta particular no se puede identificar

con dicha operante. Es solo una instancia de esa clase, y no la

clase misma.

El estímulo reforzante también se define operacionalmente


144

como una ocurrencia: la presentación de una bolita de comida a

través de un dispensador de alimento, la presentación de unas

gotas de agua, la apertura por tiempo limitado de un dispensador

de grano, etc. Aunque esto es seguido normalmente como un criterio

para la presentación e identificación del estímulo reforzador

potencial, a veces solamente se infiere el reforzador a partir de

propiedades cuantitativas de la respuesta a la que sigue, como en

correr en una rueda giratoria, beber sin restricciones con agua

disponible ad libitum, etc. (Premack, l959; l962). En cualquier

caso, los reforzadores como estímulos deberían ser independientes,

como operaciones, de aquellas de medición de la respuesta.

Lamentablemente, esto no tiende a ser así. Pero aún cuando el

reforzador se identifica y produce como una operación de estímulo

independiente, su propiedad como un estímulo reforzante o punitivo

es dependiente de un efecto subsecuente en la clase de respuestas

a la que pertenece la instancia particular de respuesta que es

seguida por el estímulo en cada ocasión. El estímulo se identifica


como un reforzador si y solo si la frecuencia, tasa, densidad o

probabilidad de la clase de respuestas aumenta como un efecto de

su presentación. Así, si la respuesta como instancia es definida -

y/o identificada- mediante un efecto común compartido con

diferentes respuestas, el estímulo reforzante también se

identifica en términos de dicho efecto: el cierre repetido de un

microinterruptor. El estímulo, a veces, se puede identificar como


144

una ocurrencia, aunque esto no sea necesariamente la regla, pero

el estímulo reforzante solo es referible en términos de un efecto

definido como una colección de ocurrencias producidas por la

respuesta. El estímulo reforzante no es una ocurrencia

independiente, sino solo la manifestación de las propiedades de

una colección de eventos como una tendencia a distribuirse en el

tiempo con patrones y frecuencias particulares. De hecho, el

concepto de reforzamiento parece ser solamente un enunciado

disposicional acerca de la tendencia de cierta colección de

respuestas a variar en el tiempo de acuerdo a una relación de

contiguidad o de contingencia con estímulos relativamente

semejantes.

El estímulo discriminativo es el tercer término en la

contingencia operante. Aunque el estímulo discriminativo se define

operacionalmente como la presentación de un estímulo en cuya

presencia una respuesta operante puede ser reforzada, la

definición misma concibe la duración del estímulo como un asunto


relativo a la satisfacción de la entrega del reforzamiento. Así,

el estímulo es, en efecto, un estímulo cuando se inicia: cuando

aparece como un cambio en alguna propiedad de un objeto o locación

del ambiente. Pero, en la medida que el estímulo permanece de

manera contínua hasta que se refuerza la respuesta, no satisface

el criterio de ser un cambio discreto, como suele serlo el

reforzador. Hay algunas excepciones como aquellas relacionadas con


144

los programas de segundo orden y de estímulo breve (Marr, l969), o

la interpolación e intrusión de estímulos en programas simples

(Estes y Skinner, l941; Farmer y Schoenfeld, l966). Sin embargo,

generalmente los estímulos empleados como estímulos

discriminativos constituyen cambios extendidos hasta que se

obtiene el reforzamiento o el componente del programa cambia, y

difícilmente satisfacen la definición misma de un estímulo como un

cambio discreto de energía en el ambiente. La supuesta diferencia

entre el control de estímulos respondiente y el operante puede

relacionarse con el hecho de que los criterios usados para definir

un estímulo parecen ser muy diferentes en ambos procedimientos de

condicionamiento. El procedimiento respondiente especifica

cambios discretos (inicio-terminación) como estímulos, mientras

que el procedimiento operante especifica un cambio en la condición

inicial en la que una respuesta puede ser reforzada. Por eso el

estímulo discriminativo no es concebido como un provocador o

evocador de la respuesta (aunque en sentido estricto el estímulo


condicional tampoco lo es), y se le describe mejor como la ocasión

para el reforzamiento. El estímulo discriminativo tiene el mismo

estatuto que la palanca (o cualquier otro operando), y en este

sentido es parte del contexto de una relación respuesta-

reforzador. Puesto que no cumple los criterios de ser una

ocurrencia discreta, el llamado estímulo discriminativo parece

ajustarse a los criterios de los términos disposicionales.


144

Uno de los supuestos básicos de la teoría del

condicionamiento operante, tal como es expuesta desde la

perspectiva del Conductismo Radical, es que la búsqueda de

relaciones funcionales entre los tres términos de la contingencia

operante permitirá el "descubrimiento" de las leyes de la

conducta. Surgen dos preguntas a partir del análisis lógico de la

naturaleza de los tres términos en la contingencia operante:

l) )Es posible establecer relaciones funcionales, concebidas

como covariaciones entre ocurrencias, cuando los términos que

describen los eventos están formulados como categorías

disposicionales?

2) Si los términos y expresiones disposicionales se refieren

a colecciones de ocurrencias identificadas a través de

acontecimientos particulares )cuál es su papel en la búsqueda o

formulación de enunciados causales acerca de la conducta?

La primera pregunta trata con la naturaleza misma de los

principios o leyes de la conducta tal como han sido formulados


desde la perspectiva de la teoría del condicionamiento operante.

La segunda pregunta tiene que ver con la necesidad de términos

disposicionales y su papel en la construcción de enunciados

causales en la forma de leyes o relaciones funcionales. En este

caso, cuando me refiero a enunciado causal me refiero

exclusivamente a relaciones abstraídas si-entonces referidas a

enunciados fácticos, pero independiente de cualquier objeto u


144

ocurrencia singulares a los que puedan aplicarse.

De estar en lo correcto, el conductismo radical en la medida

en que ha enmarcado su práctica científica en la teoría de la

contingencia de tres términos del condicionamiento operante, ha

trabajado con conceptos que, aunque se basan en ocurrencias, no

abstraen sus enunciados a partir de descripciones particulares, y

por consiguiente, estos conceptos desempeñan funciones lógicas que

corresponden a enunciados disposicionales y no a enunciados ley. A

la vez, la transposición equivocada de términos disposicionales al

dominio de las expresiones causales, ha privado a la descripción

de los episodios conductuales de todo contexto, si entendemos por

contexto a los factores situacionales e históricos que constituyen

los límites funcionales de cualquier ocurrencia o episodio

conductual. La paradoja lógica de la teoría del condicionamiento

operante es que al usar términos disposicionales como enunciados

causales ha privado a sus formulaciones de una descripción

disposicional genuina, sin poder construir verdaderos enunciados


causales o leyes acerca de la conducta.

Una observación adicional en este sentido, es la carencia de

una representación lógico conceptual para condiciones como el

operando, los estados de privación, las condiciones de estímulo

más o menos invariantes -pero diferenciales- de la situación, la

historia funcional de los estímulos y respuestas que componen la

clase operante, y la reducción de la historia conductual a la


144

historia de reforzamiento en términos de un "repertorio" de

conducta disponible.
144

CAPITULO V

EL ANALISIS DEL LENGUAJE: CONTRASTACION ENTRE LOS OBJETIVOS

PROPUESTOS Y LAS LIMITACIONES LOGICAS IMPUESTAS POR LA

EXTENSION DEL EJEMPLAR DEL CONDICIONAMIENTO.

Al examinar la factibilidad de un análisis del comportamiento

humano basado en el sistema formulado para estudiar el

comportamiento operante en ratas, Skinner (l938) en las

conclusiones de su libro The Behavior of Organisms comentaba que:

"No se puede decidir en este momento si se justifica o no la

extrapolación. Es posible que existan propiedades de la

conducta humana que requieran de una clase distinta de

tratamiento. Esto solo puede asegurarse aproximándose al

problema de manera ordenada y siguiendo los procedimientos

acostumbrados en una ciencia experimental. No podemos

afirmar ni negar la discontinuidad entre los campos humano


y subhumano en tanto sepamos tan poco acerca de ellos. No

obstante, si se espera que el autor de un libro como este se

atreva a hacer una conjetura públicamente, puedo decir que

las únicas diferencias que espero ver reveladas entre la

conducta de la rata y la del hombre (aparte de las enormes

diferencias en su complejidad) yacen en el campo de la

conducta verbal." (p. 442)


144

En l957 Skinner publica un libro dedicado por entero al


análisis de la conducta verbal : Verbal Behavior . A partir de

este momento, todas las citas textuales, a menos que se indique lo

contrario, pertenecen a esta obra. No es un tratado experimental

ni tampoco un examen exhaustivo de las evidencias empíricas

recogidas del estudio naturalista o en el laboratorio. Tal como él

lo establece en dicha obra:

"El énfasis se centra en un arreglo ordenado de hechos bien

conocidos, con base en una formulación de la conducta

derivada de un análisis experimental de tipo más riguroso.

La extensión presente a la conducta verbal es, de este modo,

un ejercicio de interpretación más que una extrapolación

cuantitativa de resultados experimentales rigurosos." (p.

11)

El tratamiento teórico propuesto pretende superar varias

limitaciones de las formulaciones tradicionales psicológicas

acerca del lenguaje, a saber:


a) El análisis puramente formal que la lógica ha

desarrollado para estudiar las limitaciones que las

prácticas lingüisticas imponen a los procesos de

pensamiento;

b) Las comparaciones puramente históricas y entre lenguas

que ha realizado la lingüistica a partir de los registros

de vestigios o productos de las prácticas lingüisticas;


144

c) La concepción semántica del significado y de las ideas

como causas del lenguaje, en tanto medio expresivo de

entidades abstractas o mentales; y

d) La concepción instrumentalista del lenguaje como

herramienta que se utiliza mediante las palabras, los

mensajes, etc.

En todos estos casos las propiedades formales de los

registros del habla o la escritura suplantan a la actividad misma

que les dió origen. Esto no significa que dichos productos o

vestigios no tengan una existencia objetiva y que en consecuencia

puedan ser estudiados en su pleno derecho.

El problema radica en considerar que las propiedades de la

actividad práctica de hablar y escribir pueden inferirse

directamente de dichos registros, y de que estos constituyen la

evidencia de un mundo paralelo de objetos y entidades abstractas o

mentales, de las cuales el lenguaje como actividad de los

individuos es una mera expresión o indicador superficial.


Como alternativa, Skinner propone el estudio de las

relaciones funcionales que gobiernan la conducta verbal:

"...llamar a tales relaciones `expresión' o `comunicación'

es correr el peligro de introducir propiedades y eventos

extraños e incorrectos. La única solución es rechazar la

formulación tradicional de la conducta verbal en términos

de significados."(p.10)
144

Para ello, el análisis de la conducta verbal como práctica

individual debe comenzar por la descripción de cual es la

topografía (morfología) de esta clase de conducta humana, con el

fín de proseguir posteriormente a su explicación. Esta debe darse

como la determinación de las condiciones que son pertinentes a la

ocurrencia de la conducta, con el fín de dar cuenta de sus

propiedades dinámicas y de la relación entre la conducta del

escucha y la conducta del hablante.

)Cuáles son los supuestos básicos de Skinner acerca de la

naturaleza de la conducta verbal? Skinner considera que la

conducta verbal constituye en principio conducta operante, es

decir, conducta que actúa sobre el ambiente y que produce cambios

en él que la afectan funcionalmente. A diferencia de la conducta

operante no verbal, la conducta verbal no produce los efectos

sobre el ambiente de manera mecánica, sino que lo hace por la

intermediación de otro individuo (el escucha), quien media las

consecuencias (o reforzamiento, en términos técnicos) de emitir


dicha conducta. De este modo, la conducta verbal es conducta

operante que altera el ambiente por mediación de otra persona, aún

cuando las consecuencias de dicha acción mediada afectan en primer

término -aún cuando no exclusivamente- al propio hablante.

Transcribiré algunas de las propuestas que fundamentan el

tratamiento de la conducta verbal por Skinner, con el objeto de

poder examinar posteriormente las limitaciones lógicas que le


144

imponen las categorías del ejemplar del condicionamiento:

"Los hombres actúan sobre el mundo, y lo cambian, y a su

vez son cambiados por las consecuencias de sus acciones.

Ciertos procesos, que los organismos humanos comparten con

otras especies, alteran la conducta de modo que logra un

intercambio más util y seguro con un ambiente particular.

Cuando se ha establecido la conducta apropiada, sus

consecuencias operan a través de procesos similares para

mantenerla fuerte. Si por casualidad cambia el ambiente, las

viejas formas de conducta desaparecen, mientras que las

nuevas consecuencias construyen nuevas formas.

La conducta altera al ambiente a través de la acción

mecánica, y sus propiedades o dimensiones se relacionan

frecuentemente de manera simple con los efectos producidos.

Cuando un hombre camina hacia un objeto, usualmente se

encuentra más cerca de él; si lo alcanza, normalmente le

sigue el contacto físico; y si lo agarra y lo toma, o lo


empuja y lo jala, el objeto, frecuentemente, cambia de

posición en las direcciones apropiadas. Todo esto se sigue

de principios geométricos y mecánicos simples.

Sin embargo, muchas de las veces el hombre solo actúa

indirectamente sobre el ambiente del cual emergen las

consecuencias últimas de su conducta. Su primer efecto es

sobre otros hombres. En vez de ir a beber de una fuente, un


144

hombre sediento puede simplemente `pedir un vaso de agua'

-es decir, puede realizar conducta que produce un

determinado patrón de sonidos que a su vez induce a alguien

a llevarle un vaso de agua. Los sonidos mismos son fáciles

de describir en términos físicos; pero el vaso de agua llega

al hablante solo como resultado de una serie compleja de

eventos incluyendo a la conducta de un escucha. La

consecuencia última, el recibo de agua, no guarda ninguna

relación mecánica o geométrica útil con la forma de la

conducta de `pedir agua'. Sin lugar a dudas, es

característico de tal conducta el que sea impotente respecto

al mundo físico. Rara vez derribamos con nuestras voces los

muros de Jericó o le mandamos con éxito al sol que se

detenga o a las olas que permanezcan quietas. Los nombres no

quiebran huesos. Las consecuencias de tal conducta son

mediadas por un tren de eventos que no son menos físicos o

inevitables que la acción mecánica directa, pero que,


claramente, son más díficiles de describir. La conducta que

es efectiva solo a través de la mediación de otras personas

tiene tantas propiedades dinámicas y topográficas distintivas

que justifica y, sin lugar a dudas, demanda un tratamiento

especial. Los problemas planteados por este modo especial de

acción se asignan, usualmente, al campo del discurso o el

lenguaje. Desafortunadamente, el término `discurso' hace


144

hincapié en la conducta vocal y rara vez ese aplica a

instancias en que la persona que media es afectada

visualmente, como al escribir una nota. El término

`lenguaje' es satisfactoriamente remoto de su compromiso

original con la conducta vocal, pero ha llegado a referir

las prácticas de una comunidad lingüistica más que la

conducta de cualesquiera de sus miembros. El adjetivo

`lingüistico' sufre de la misma desventaja. El término

`conducta verbal' tiene mucho de recomendable. Su sanción

etimológica no es muy poderosa, pero hace énfasis en el

hablante individual y, lo reconozca o no el usuario,

especifica conducta moldeada y mantenida por consecuencias

mediadas. También tiene la ventaja de ser relativamente poco

familiar a los modos tradicionales de explicación."(pp.1-2)

En la medida en que la conducta verbal es conducta operante

mediada por otro en su reforzamiento, el escucha, como mediador de

la conducta del hablante, forma parte inseparable de la acción


verbal (excepción hecha del caso en que las funciones de hablante

y escucha se concentran en una misma persona). Es en este sentido

que para Skinner la conducta verbal constituye un episodio

conformado por las conductas del hablante y el escucha (p.2).

Desde este punto de vista, en la conducta verbal, como episodio,

no hay nada más que las conductas del hablante y del escucha en

interacción con acontecimientos del medio ambiente. Un análisis


144

genuino de la conducta verbal debe fundamentarse en la descripción

y explicación de las relaciones funcionales que se dan entre las

conductas del hablante, del escucha y los acontecimientos del

ambiente.

En este capítulo, examinaré como las limitaciones lógicas del

ejemplar del condicionamiento impidieron a Skinner cumplir con sus

propósitos teóricos, conduciéndole a caer en las mismas

reducciones conceptuales que pretendía superar.

Distinción entre comportamiento verbal y no verbal.

Aún cuando la conducta verbal, por lo menos desde la

perspectiva de las formulaciones tradicionales derivadas de la

lógica, la gramática y la lingüistica, posee una morfología

(topografía) particular, esta no constituye el punto de partida

empleado por Skinner para definirla. De acuerdo con lo que he

citado apenas, Skinner considera a la conducta verbal como una

subclase de la conducta operante. No constituye, en sentido


estricto, una forma de comportamiento cualitativamente distinto de

la conducta operante, sino que, en parte debido a su morfología

severamente restringida para producir efectos mecánicos directos

en el ambiente, la conducta verbal es solo conducta operante, por

decirlo así, productora de efectos indirectos.

La conducta verbal se define como aquella conducta mediada en

su reforzamiento por otro -es decir, la conducta de otra persona.


144

Esta otra persona es lo que puede designarse como el escucha. El

escucha interactúa con el hablante en la medida en que media el

reforzamiento -o consecuencias- de la conducta de este último. De

este modo, la distinción entre la conducta verbal y la conducta no

verbal se basa en la intermediación, por lo menos en primera y/o

última instancia, de los efectos mecánicos que deben seguir a toda

conducta operante en tanto conducta que afecta las propiedades del

ambiente y produce, en consecuencia, efectos sobre el propio

individuo que la emite. Aún cuando existen efectos que pueden ser

de naturaleza no mecánica, en principio estos solo pueden tener

funcionalidad como intermediadores iniciales o finales de efectos

directos sobre los objetos e individuos del entorno del hablante.

No obstante, esta definición parece ser insuficiente para

distinguir a la conducta verbal de la conducta no verbal, a menos

que se iguale a todo comportamiento regulado por consecuencias

sociales con el comportamiento verbal. Por ejemplo )puede

considerarse la conducta de tocar el timbre para que alguien abra


la puerta un comportamiento verbal? Aparentemente, una distinción

establecida exclusivamente en la mediación de las consecuencias

por una segunda persona no es suficiente para delimitar el campo

tradicional del lenguaje que Skinner se propuso reformular desde

un punto de vista psicológico. Por ello, más adelante en el mismo

libro Verbal Behavior, Skinner ofrece un refinamiento -como él lo

llama- de la definición de la conducta verbal. Señala que cuando


144

el escucha que media los efectos participa meramente como un

objeto físico no se requiere distinguir un campo especial. Agregar

que la conducta verbal tiene un efecto sobre la conducta de otro

individuo tampoco plantea algo específico puesto que ello

comprende a toda la conducta social. Con base en ello Skinner

establece que:

"...una restricción preliminar sería limitar el término

verbal a instancias en que las respuestas del `escucha' han

sido condicionadas" (p.224)

Pero para distinguirla de situaciones en que se pueden emitir

conductas que, como las del pintor que representa escenas

realista, pueden evocar reacciones apropiadas, añade el criterio

de que:

"...el `escucha' debe responder de maneras que hayan sido

condicionadas precisamente con el objeto de reforzar la

conducta del que habla..."(p.225)

Esto significa que, dadas la circunstancias en que el


hablante emite conducta verbal, las consecuencias procuradas por

el escucha son tales que hacen más probable que esta conducta o

conductas semejantes ocurran en el futuro en circunstancias

similares.

Son varios los problemas que surgen inmediatamente de esta

redefinición, a saber:

1) )Deben tener todos los comportamientos verbales


144

consecuencias producidas mecánicamente, aún cuando esto sea a

través de la acción de otros individuos?

2) Si no es así )cómo distinguir el comportamiento verbal del

no verbal como intermediación de los efectos a través de la acción

de otra persona, cuando el comportamiento del otro es en sí mismo

el efecto, vbg.: una expresión, una contestación, etc.?

3) Si la conducta del hablante depende de que la respuesta

del escucha haya sido condicionada precisamente para reforzarla

)se identifica la conducta verbal siempre a partir del escucha?

4) )Cómo es posible averiguar si la respuesta del escucha ha

sido condicionada especialmente para reforzar al hablante en una

circunstancia? El condicionamiento del escucha forma parte de su

historia, y esta no es observable, por decirlo así, en los

episodios particulares en que se aplica la definición.

5) Si el papel del escucha es reforzar la conducta del

hablante con base en los criterios prescritos por una "comunidad

verbal" )no constituye su función la de un mero sucedáneo de los


efectos directos que definen a toda conducta operante? Esto

implicaría considerar al escucha como un mero gestor de

consecuencias.

6) La pregunta inevitable es )qué mantiene la conducta del

escucha frente al hablante? )Es a su vez el hablante un mediador

del reforzamiento del escucha por intermediar las consecuencias

del hablante? )No constituye esto una definición circular?


144

7) En caso de que la definición no fuera circular se tendría

que postular que: a) la comunidad verbal mantiene la conducta del

escucha, y esto implica violar el nivel empírico observacional de

la definición; b) que la historia de condicionamiento del escucha

(que nunca se aclara si es simultánea, precedente o subsecuente a

su condicionamiento como hablante) tiene una acción a distancia

permanente, lo que significa atribuir a la historia propiedades

causales cuestionables; o, c) que el escucha refuerza al hablante

por "solidaridad" o por reciprocidad diferida, como lo implica el

concepto de reforzamiento educativo, entre otros.

8) En última instancia, lo que permitiría distinguir a la

conducta verbal de la no verbal sería que el escucha -que desde el

punto de vista de Skinner paradójicamente no se comporta

verbalmente- respondiera apropiadamente a ciertas morfologías de

conducta del hablante, procurando las consecuencias estipuladas

por la comunidad verbal para tal tipo de conductas. De manera

curiosa, la definición propuesta conduciría a identificar el


comportamiento verbal con base en criterios morfológicos, lo que

como veremos en otras secciones, constituye en última instancia el

criterio observacional adoptado por Skinner en su análisis.

Examinaremos cada una de estas cuestiones a continuación.

Comportamiento verbal y consecuencias "mecanicas". La conducta

verbal constituye una subclase de comportamiento operante, y en

esa medida se define e identifica con aquellas acciones que


144

producen un efecto en el medio ambiente, efecto que se supone

afecta su probabilidad futura de ocurrencia en situaciones

semejantes. Dada esta circunstancia, el problema fundamental

radica en distinguir a las conductas operantes de naturaleza

verbal de aquellas que no lo son. La definición formulada por

Skinner propone dos elementos esenciales: 1) la naturaleza no

mecánica de la consecuencia -en el sentido de ser efecto de una

manipulación o acción directa sobre los objetos o personas del

entorno; y, 2) la naturaleza de la respuesta del escucha, quién

además de ser el intermediario activo para producir la

consecuencia mecánica, también es fundamental en la medida en que

ha sido condicionado específicamente para reforzar de manera tal

que la conducta del hablante tienda a volver a ocurrir en

condiciones semejantes.

El examen de las consecuencias de la conducta verbal, que

constituyen su propiedad definitoria como comportamiento operante,

abre varias posibilidades que alimentan la ambigüedad


lógica de la propuesta de Skinner. En primer término, destaca la

distinción entre operantes que producen efectos mecánicos y

directos (características que no son necesariamente equivalentes

en el ambiente) y aquellas otras que producen efectos mecánicos-

indirectos y no mecánicos-directos. Estas últimas son las que

comprenden el amplio campo del comportamiento verbal humano.

Obviamente, a partir de esta definición, las conductas que


144

producen efectos mecánicos en forma directa quedan automáticamente

excluidas como comportamiento verbal. Sin embargo, queda abierta

la posibilidad de que otras combinaciones de tipo-manera de efecto

puedan o no ser consideradas distintivas del comportamiento

verbal. Se pueden observar efectos no mecánicos-indirectos,

efectos mecánicos-indirectos, efectos no mecánicos-directos y

efectos no mecánicos-indirectos. )Son las cuatro combinaciones

incluibles dentro de la definición de conducta verbal? Se pueden

analizar dos opciones:

La primera es que solo sea verbal la conducta que produce

efectos mecánicos indirectamente. Esto implica que la conducta del

escucha es la que produce los efectos mecánicos directos, y que

por consiguiente, en esa medida, y tal como lo supone Skinner, la

conducta del escucha normalmente no es verbal (es decir, y

ajustándonos a la definición, no produce a su vez efectos

mecánicos indirectos mediante la acción de otra persona). De ser

asi, la conducta del escucha es un mero substituto o sucedáneo de


un dispositivo productor de efectos mecánicos dadas ciertas

conductas características por parte del hablante, y la conducta

del hablante es verbal solo en la medida en que produce efectos

mecánicos (aún cuando sea a través de otro). Sin embargo, y como

examinaremos más adelante, Skinner considera también como verbales

(de hecho constituyen la mayoría de las formas funcionales de

comportamiento verbal) a muchas conductas cuyas consecuencias no


144

son mecánicas, a menos que, se considerara como mecánica (en

sentido estricto, biomecánica) la emisión de comportamientos

vocales y no vocales por parte del escucha. Ahora bien, si la

conducta verbal no requiere necesariamente de efectos mecánicos

intermediados por la conducta de otro )para qué postular la

mediación del reforzamiento como condición definitoria? Si las

consecuencias que establecen y mantienen (y por ende, definen) a

la conducta verbal no son necesariamente de naturaleza mecánica,

)cómo distinguir a la conducta verbal como conducta cuyas

consecuencias están funcionalmente vinculadas a la conducta de una

segunda persona? )Es acaso verbal toda conducta cuyas

consecuencias son las acciones y efectos de las acciones de otros?

Evidentemente, en este caso, la definición se vuelve a empantanar

con la distinción entre conducta verbal, conducta social, y

efectos mecánicos producidos directamente por la conducta de

otros. Por otra parte, cancelar los efectos mecánicos en la

definición de la conducta verbal llevaría a absurdos tales como


negar que "pásame el salero" no constituye una muestra de conducta

verbal.

La segunda opción se refiere a que la conducta verbal tenga

que ver no con el tipo, sino con la manera de los efectos, es

decir, que en vez de plantear la distinción entre efectos

mecánicos directos e indirectos como eje definicional, se pueda

proponer el eje indirecto-directo como dimensión definicional, al


144

margen del tipo de efecto (mecánico o no mecánico). Ello

significaría considerar que la conducta verbal es siempre conducta

reforzada indirectamente. )Pero qué quiere decir esto? Si

significa la acción de otra persona, el término indirecto carece

de sentido, pues toda conducta frente a otro, cuya consecuencia

fuera alguna forma de acción o reacción de la segunda persona,

sería de hecho directa. Para hablar, en este sentido de efectos

indirectos se tendría que hablar siempre del episodio verbal

compuesto por lo menos por tres individuos, lo cual no parece

conducir a ningún lado, Si, por otra parte, el término indirecto

significa nuevamente la intermediación de una segunda persona para

producir efectos mecánicos que a su vez afecten a la conducta del

hablante, nos encontraríamos ante paradojas tales como negar que

un sujeto que mientras come dice

"estoy comiendo..." no está emitiendo conducta verbal.

Por otro lado, el escucha constituye el segundo elemento

esencial en la definición de la conducta verbal. Su papel es


doble: constituye el mediador de las consecuencias mecánicas para

la conducta del hablante, y además, lo hace de tal manera que

vuelve más probable la conducta del hablante en circunstancias

semejantes (en términos técnicos: refuerza) por el hecho de haber

sido condicionado especialmente para hacerlo. No examinaré en este

punto todos los problemas comprendidos por la peculiar concepción

de Skinner sobre la conducta del escucha, pues su importancia


144

conceptual abarca una gama muy amplia de situaciones. Me limitaré

a señalar que la función asignada al escucha en la definición de

conducta verbal solo tiene sentido dada la importancia atribuida a

la naturaleza de las consecuencias, como efectos mediados. En el

momento en que se reconoce que el tipo y o manera de los efectos

del comportamiento no son suficientes para distinguir a la

conducta verbal de la no verbal, se sobreentiende que pierde toda

significación lógica la conceptualización del escucha como un

mediador especialmente condicionado para procurar las

consecuencias del comportamiento del hablante. En este mismo

capítulo examinaremos algunas otras contradicciones lógicas

implicadas por la definición del escucha como un mediador de

conducta verbal mediante conductas estrictamente no verbales. Cabe

señalar que la asimetría en el tratamiento conceptual del hablante

y el escucha como elementos definidores del comportamiento verbal,

constituye el núcleo de la ambigüedad de la definición propuesta

por Skinner. Obviamente, la definición misma no pudo desligarse de


las características lógicas impuestas por su conceptualización

dentro del marco de la teoría del condicionamiento. La ubicación

de la conducta verbal como conducta operante obligó a considerar

los efectos como su dimensión definitoria, y por consiguiente, a

caracterizar las funciones del escucha dentro de las restricciones

propias de un simple mediador o procurador de consecuencias para

el hablante. La pregunta que surge de este análisis es )puede


144

definirse la conducta verbal de manera exclusiva centrada en el

hablante? Esta limitación la comparte la teoría del

condicionamiento con todas las formulaciones derivadas de análisis

lingüisticos formales.

La inversión lógica de la definición: el escucha como

determinante. La mayor parte del comportamiento humano no se

ubica respecto de los objetos y acontecimientos físicos aislados -

si es que esto en realidad alguna vez ocurre-, sino que, por el

contrario, siempre tiene lugar como acción frente a otros y sus

acciones. Desde esta perspectiva, como el propio Skinner afirma,

"la conducta verbal frecuentemente ocurre solo en la presencia de

un escucha" (p.172). Por consiguiente, dada la naturaleza de la

definición de la conducta verbal que descansa en la historia de

condicionamiento del escucha para reforzar de la manera en que lo

hace a la conducta del hablante, queda abierta la tentación lógica

de explorar una inversión de la carga de los elementos

definicionales: )se reduce la ambigüedad de la definición de la


conducta verbal si se explora su consistencia a partir del

escucha?

Examinaremos dos aspectos de esta inversión lógica de la

determinación de los elementos definicionales.

Supóngase que el escucha funge como tal solo en la medida en

que refuerza efectivamente la conducta del hablante, es decir, que

dada una conducta verbal determinada del hablante, las


144

consecuencias que procura el escucha son suficientes para que en

el futuro el hablante se comporte de manera semejante en dicha

circunstancia. La efectividad de la relación hablante-escucha como

probabilidad cumplida en el futuro asegura la confirmación

-por afirmación del consecuente- de que la conducta del escucha se

ajusta a su historia de condicionamiento por la comunidad verbal.

En un primer caso, se tendría que negar el carácter verbal de la

conducta del hablante, por no darse la consecuencia efectiva por

parte del escucha, por ejemplo, la persona que está en un

restaurante pide un salero al mesero que le atiende, y a pesar de

reiterar en su pedido, el mesero -por circunstancias que no viene

al caso analizar- nunca cumple con la solicitud. Pasado un

período, esta persona deja de pedir el salero. )Acaso la conducta

de pedir un salero en voz alta al mesero no es una conducta verbal

solo por el hecho de que el mesero no llevó el salero a la mesa

correspondiente, y como consecuencia de ello no se dió el

reforzamiento? Obviamente no estoy hablando aquí del caso de


considerar la ocurrencia de una conducta como instancia única en

tiempo dada una consecuencia, sino que me refiero directamente al

problema de la identificación de una conducta repetida sin

consecuencia efectiva. La ausencia de consecuencias efectivas

mediadas por el escucha llevarían a cancelar, erróneamente, casos

evidentes de comportamiento verbal por parte del hablante.

No solo es inadecuada la perspectiva definicional desde el


144

escucha cuando este no procura consecuencias, sino que también lo

es cuando las consecuencias que procura pudieran caracterizarse

como inadecuadas o imperfectas. Tengamos el caso de una madre

enseñandole a su hijo menor a comer un determinado platillo con

los cubiertos. Las recomendaciones, ordenes e instrucciones de la

madre )serían una muestra de conducta NO verbal por el solo hecho

de que el niño no fuera capaz de manejar apropiadamente dichos

utensilios? Otra situación, que parece no ajustarse a una

definición de la conducta verbal desde la perspectiva del escucha,

es aquella en que la conducta del escucha elimina las

circunstancias que requieren que el hablante vuelva a comportarse

de la misma manera en una situación sejemante. Un ejemplo de ello

sería el profesor que pregunta al alumno acerca del curso y este

le responde satisfactoriamente. )Es o no ésta una conducta

efectiva para producir las consecuencias esperadas por el

profesor? Si lo es, el reforzamiento de la conducta del profesor

como hablante debiera producir un aumento en la probabilidad de


seguir haciendo preguntas a este alumno en el futuro. No obstante,

las pruebas anecdóticas parecen señalar lo contrario. Pero

)significa esto entonces que una contestación adecuada por parte

del alumno al profesor no constituye una muestra de reforzamiento,

en el sentido que prescribe la definición de la conducta verbal

que estamos examinando? Parece ser que existen instancias en que

el escucha se comporta de manera efectiva con respecto al


144

hablante, y esta conducta no necesariamente produce los efectos

que define el concepto de reforzamiento. Finalmente, existen otros

casos en que la conducta del hablante parece no estar dirigida a

un escucha en especial -a menos que las entidades trascendentes

como Dios tengan que entrar en la definición de la conducta verbal

en la forma de escucha- o que los escuchas potenciales presentes

en la situación no requieren mostrar ningun tipo especial de

conducta para reforzar la conducta del hablante. Un ejemplo típico

de esto es la situación ejemplificada por un sacerdote bautizando

al niño frente a una serie de testigos. Los testigos como tales no

parecen comportarse de manera especial para reforzar la conducta

de bautizar, pues la conducta de bautizar del sacerdote parece ser

independiente de lo que hagan en particular los testigos. El niño

bautizado tampoco

parece ser depositario funcional de la conducta verbal implicada

en el acto de bautizar. )Puede afirmarse, entonces, que la

conducta desplegada por el sacerdote no es verbal? y si lo es


)cuál es la conducta y la consecuencia intermediada de manera

específica por el escucha? Evidentemente, se dan casos en que es

difícil identificar a una conducta como verbal a partir de las

propiedades del escucha.

Un segundo argumento, que se deriva de la inversión lógica de

los elementos de la definición, es que es verbal toda conducta

cuyas consecuencias son dispuestas o administradas por un


144

individuo, miembro de una comunidad verbal, que estipula las

condiciones bajo las cuales dichas consecuencias son aplicables.

En otras palabras, el marco definidor de la conducta verbal esta

constituído por el acto del escucha en tanto administra y dispone

consecuencias para la conducta de otro individuo que, en la medida

en que es reforzado, es hablante. El peso de la definición se

transfiere totalmente al escucha como sancionador efectivo de la

comunidad verbal. Esta es la extensión a la que llega el propio

Skinner, cuando en una nota al pie en la página 108, afirma que:

"...nuestra definición de conducta verbal, incidentalmente,

incluye a la conducta de los animales experimentales cuyos

reforzamientos son procurados por un experimentador o por

un aparato diseñado para establecer contingencias que

asemejan a aquellas mantenidas por el escucha normal. El

animal y el

experimentador constituyen una comunidad verbal pequeña pero

genuina. Esto puede ofender nuestro sentido de las


propiedades, pero hay el consuelo en el hecho de que tal

relación como la representada por el tacto abstracto es

suceptible de estudio en el laboratorio."

Esta extensión de la definición de la conducta verbal con

referencia absoluta al escucha tiene dos interpretaciones

posibles.

La primera interpretación consiste en considerar que la


144

conducta verbal es siempre la conducta que el escucha estipula

como tal en relación a las consecuencias que administra y dispone

respecto de ella. El problema con esta interpretación radica en la

identificación de los criterios del escucha independientemente de

su conducta respecto del hablante, pues )cómo saber que un escucha

estipula y procura consecuencias a un hablante en tanto hablante?

Averiguar esto conduciría a referir al escucha a un marco

supraordinado de prescripciones, a identificar las conductas que

lo caracterizan como escucha miembro de una determinada comunidad

verbal, y a identificar las conductas que tienen que ver

propiamente con la disposición y administración de consecuencias

para con el hablante. La segunda interpretación tiene

implicaciones más radicales, y de hecho, conllevaría a cancelar la

propia definición de conducta verbal propuesta por Skinner. Si el

escucha, en tanto estructurador y dispensador de las consecuencias

de la conducta del hablante, establece virtualmente en la práctica

los criterios de verbalidad del comportamiento de este último,


esto resulta del hecho de que todo el comportamiento humano se

desenvuelve en un ambiente cuyas reglas prácticas son de

naturaleza lingüistica. Dada la dimensión lingüistica de toda

interrelación entre individuos en tanto miembros de un grupo,

cuyas prácticas solo pueden ser reproducidas individualmente como

y por medio del lenguaje, está determinado de antemano que toda

conducta, sea del escucha o del hablante, en tanto conducta


144

regulada por los criterios y prácticas de una comunidad que

constituye el entorno funcional efectivo de todos y cualesquier

individuo, sea siempre conducta verbal. Obviamente, en esta

extensión del concepto de interacción hablante-escucha como

práctica de una comunidad verbal, se pierde la necesidad de

distinguir entre conducta verbal y no verbal. Toda conducta humana

es verbal. Y no solo eso: lo es también, en cierto grado, la

conducta de los animales que interactúan con el ser humano como

miembros no humanos de una comunidad verbal.

El escucha y la comunidad verbal. Tanto la conducta del hablante

como la del escucha tienen sentido solo en la medida en que se

ubican como miembros de una comunidad verbal, cuyas prácticas

individuales comparten. Así se entiende el hincapié de Skinner al

definir la conducta verbal en términos de la historia de

condicionamiento del escucha para reforzar la conducta del

hablante. La definición subraya no solo que las conductas del

escucha han sido entrenadas especialmente por la comunidad verbal,


sino que lo han sido para reforzar la conducta del hablante. De

este modo, se plantea que el escucha constituye fundamentalmente

un instrumento de la comunidad verbal para procurar las

consecuencias adecuadas a la conducta del hablante, y asegurar así

que este siga hablando. Varios problemas importantes surgen de la

consideración del escucha como "representante" de la comunidad

verbal.
144

El primer problema que se plantea es doble. En primer lugar

destaca la cuestión de la recognoscibilidad del criterio de

reforzamiento estipulado por la comunidad verbal, y en segundo

lugar, cómo determinar que la conducta del escucha en un episodio

particular ha sido condicionado especialmente en el pasado para

adecuarse "de tal manera" a la conducta del hablante. Obviamente,

no se discute que ambos problemas tienen significación empírica.

Lo que se cuestiona es que puedan constituírse en elementos

definicionales del campo de fenómenos que se pretende investigar

empíricamente. Es indudable que el escucha forma parte de una

comunidad verbal, y que esta establece, mediante prácticas

concretas y relativamente sistemáticas, los criterios de

interacción que se dan como lenguaje y mediante el lenguaje. El

problema radica en asumir que esos criterios son genéricos, pues

solo en esa medida se puede entrenar especialmente al escucha a

"reforzar" la conducta del hablante de manera apropiada. Sin

embargo, es bien sabido, y el propio Skinner lo reconoce en la


sección dedicada a las audiencias múltiples, que las prácticas

ordinarias de la conducta verbal no tienen un sentido unívoco. Si

las prácticas son multívocas, del mismo modo deben serlo los

criterios para "reforzar" la conducta del hablante. )Cómo es

posible entonces reconocer dichos criterios en cada una de las

situaciones en que determinado hablante participa? Es totalmente

insatisfactorio postular como definicional a un conjunto de


144

criterios que se deben identificar de facto en cada ocasión en que

se da una interacción hablante-escucha y que, por la naturaleza

misma del concepto de reforzamiento (en que se sustentan dichos

criterios) solo puede valorarse su aplicabilidad en un tiempo

posterior al de la observación del acontecimiento a ser definido.

Si el problema del reconocimiento de los criterios se traslada al

futuro, la cuestión de la "capacidad" (entendida como eficacia

entrenada) del escucha para reforzar de manera adecuada a la

conducta del hablante se traslada al pasado. La definición del

conducta verbal es temporalmente asimétrica, pues mientras el

hablante es reforzado en tiempo presente, y constituye un

acontecimiento observable que corresponde o no a la definición, la

conducta del escucha que se da en tiempo presente solo es

categorizable como hecho incluible en las definición en la medida

en que ha sido entrenada especialmente en el pasado para tener

lugar de la manera en que lo hace en el momento de la observación.

La no observabilidad simultánea de las condiciones que definen a


la conducta del hablante y a la conducta del escucha cancela la

utilidad lógica de la definición.

Un segundo problema tiene que ver con la concepción

instrumentalista del escucha como miembro de la comunidad verbal.

El escucha constituye la instancia de la comunidad verbal que

enseña, regula y mantiene la conducta del hablante. La conducta de

este último es funcional en la medida en que el escucha procura


144

las consecuencias apropiadas a su emisión. Como ya lo he examinado

previamente, dichas consecuencias son difíciles de caracterizar.

Aún cuando parecen constituir preponderantemente consecuencias

mecánicas producidas por la conducta del escucha, también parecen

incluir a la propia conducta de este último. La conducta del

escucha, desde este punto de vista, no es per se verbal. Solo lo

es en la medida en que cumple con los requerimientos (o

contingencias) de reforzamiento estipulados por la comunidad

verbal. Se da de esta manera la paradoja de que la identificación

de la conducta de un hablante como conducta verbal solo puede

establecerse mediante la identificación de la conducta del escucha

que no es verbal, pero que representa y cumple con los criterios

que caracterizan a la prácticas de la comunidad verbal a la que

pertenecen el hablante y el propio escucha. Nos encontramos frente

a una situación en que la definición de un acontecimiento como

miembro de una categoría lógica determinada (en este caso, la

conducta verbal) está determinado por otro acontecimiento


perteneciente a la dimensión lógica de la cual se le quiere

distinguir. Lo no verbal (la conducta del escucha) es

representación de lo verbal (instancia de la clase más general

constituída por la comunidad verbal) y definidor de lo verbal (en

tanto procura las consecuencias mediadas para la conducta del

hablante).

La pertenencia del escucha a una comunidad verbal plantea una


144

problemática triple )cómo se vuelve el escucha miembro de esa

comunidad? )qué mantiene a la conducta del escucha como miembro de

la comunidad verbal, y por consiguiente, como mediador del

reforzamiento de la conducta del hablante? )es el hablante a su

vez escucha del escucha cuando éste habla? La identificación de un

individuo como escucha potencial implica el reconocimiento de las

condiciones que lo definen como miembro de una comunidad verbal. A

menos que pertenezca a una comunidad verbal, un individuo

determinado podrá ejercer la función de escucha frente a un

hablante.

La definición propuesta por Skinner parece plantear la

pertenencia previa del escucha a una comunidad verbal para que

este pueda comportarse en forma efectiva como mediador del

reforzamiento del hablante. El escucha, definido en términos de su

historia de condicionamiento, permitiría inferir una doble

posibilidad. Una, que la historia de condicionamiento de un

individuo como escucha es independiente de la de su conducta como


hablante. Otra, que en la medida en que la conducta del hablante

depende de la conducta del escucha que ya es miembro de la

comunidad verbal, la conducta de escucha se adquiere después de la

de hablante, y por consiguiente, el escucha primero es

condicionado como hablante por la comunidad verbal. Las dos

posibilidades presentan problemas serios. La primera implica que

se puede hablar unilateralmente sin ser escucha de sí mismo y sin


144

formar parte del episodio en que el escucha participa también en

mayor o menor medida hablando. La segunda, presenta dos

dificultades. En primer lugar, se supone que se pertenece a una

comunidad verbal solo en la medida en que se habla, y que el

escuchar es una consecuencia de la actividad práctica de hablar.

Los datos observacionales del desarrollo natural de la conducta de

hablar parecen contradecir esta suposición. En segundo lugar,

supone que el hablante, aún cuando es activo en la medida en que

habla, es pasivo funcionalmente frente al escucha, y que en

consecuencia, el hablante, por lo menos en las primeras etapas del

desarrollo lingüistico, no ejerce funciones de escucha. Esto

plantea el serio problema de )qué es lo que refuerza la conducta

de los hablantes adultos cuando se dirigen a un niño "no verbal"?

)Acaso la conducta de los niños frente a las madres que les hablan

no es conducta de escuchar, en el sentido funcional del término?

Los infantes al responder a las verbalizaciones de la madre -ya

sea con expresiones, vocalizaciones, orientaciones, movimientos,


etc.- )no procuran consecuencias que ellos median dada la conducta

de la madre como hablante?

El segundo problema que quiero examinar es el relativo al

mantenimiento de la conducta del escucha en tanto escucha. Skinner

plantea varias modalidades de reforzamiento del escucha relativas

a la conducta del hablante: por eliminación de consecuencias

aversivas potenciales por parte del hablante (como cuando se


144

ordena o pide algo), por consecuencias educativas (al volver a un

individuo hablante y miembro de una comunidad verbal), o por

consecuencias vinculadas al aumento de información disponible (al

enseñar a un individuo a responder apropiadamente a las

condiciones no verbales del ambiente). En los tres casos, las

consecuencias son siempre eventos a ocurrir en el futuro,

excluyendo el caso en que se elimina la ocurrencia de

consecuencias aversivas al responder positivamente a una orden,

súplica, petición, etc. En esta última situación es plausible -

aún cuando no exenta de problemas- la suposición de que el escucha

es mantenido por la prevención de consecuencias aversivas, pero

solo cuando se trata de episodios que implique a un hablante en

posibilidades de manipular y disponer tal tipo de consecuencias.

Sin embargo, en el caso en que el hablante sea aprendiz del

lenguaje y de las prácticas sociales correspondientes, es poco

plausible que tal posibilidad pueda dar cuenta de la interacción

presente entre hablante y escucha. En general, las tres


posibilidades planteadas por Skinner se refieren a consecuencias

demoradas y potenciales, o bien a lo que él denomina reforzadores

generalizados, concepto con un sustento empírico débil, y que se

ejemplifica en conductas del hablante tales como dar las gracias,

etc. Evidentemente, la proposición respecto de las consecuencias

que definen a la conducta del hablante como tal no es simétrica

con la que tiene que ver con la conducta del escucha. Tres
144

posibilidades adicionales pueden plantearse para rescatar la

simetría de las condiciones que definen al hablante y al escucha

como individuos que participan de un episodio operante, regulado

por las consecuencias para las conductas de cada uno. La primera,

es que la comunidad verbal mantiene la conducta del escucha, lo

que viola el nivel observacional de la categoría de escucha (a

menos que se suponga que existe un tercero que refuerza

sistemáticamente al escucha por reforzar a su vez, al hablante, lo

cual es poco plausible).

La segunda es que el escucha refuerza al hablante por efecto de la

historia de condicionamiento original como escucha que estableció

la comunidad verbal. Esta propuesta incurre en el mismo problema

de la asimetría temporal de la consecuencia de la conducta para el

escucha y el hablante, con el agravante de que en este caso se

postula una acción remota, a distancia, de la historia de

reforzamiento del escucha respecto a episodios particulares que

poco tienen que ver con el aprendizaje de criterios de respuesta


como escucha. Finalmente, la tercera conduce a introducir

conceptos ajenos a la lógica del condicionamiento operante, como

sería el planteamiento de que el escucha refuerza al hablante por

solidaridad, altruismo o reciprocidad diferida.

El tercer problema radica en la circularidad última de la

definición de conducta verbal como un episodio en que el escucha

para reforzar al hablante tiene, a su vez, que ser reforzado por


144

el hablante. Si el hablante se define por el hecho de que el

escucha media las consecuencias de su conducta, la opción lógica

más plausible es asumir que a su vez, dentro del episodio incluido

por la definición, el escucha (cuya conducta también tiene que ser

seguida por efectos) es mediado en sus consecuencias por el

hablante. El hablante es simultáneamente escucha, así como el

escucha es simultáneamente hablante. )Dónde quedan los términos

independientes de la definición?

Conducta verbal y morfología. Aún cuando Skinner se propone

superar un enfoque morfológico de la conducta verbal, en una gran

parte de su análisis (sino es que en todo) parece utilizar

virtualmente una caracterización morfológica del lenguaje. En

principio (p.16) plantea que la conducta verbal no es

necesariamente vocal, y que puede adoptar morfologías de lo más

diversas: movimientos, expresiones, gestos, sonidos, grafismos,

etc. No obstante, como ya se ha señalado, Skinner considera que la

conducta verbal, dadas sus propiedades funcionales particulares,


posee tambieén características morfológicas (topográficas)

distintivas, las cuales corresponden, en la mayoría de los casos

examinados en su obra, a muestras de discurso hablado o escrito en

la forma de palabras o frases.

El problema de la definición de la conducta verbal reviste

dos aspectos entrelazados: uno, el referido a la identificación de

las condiciones bajo las cuales se aplica dicha definición -y


144

por ende, la determinación de los criterios observacionales que

regulan la categorización de una conducta como verbal-; y, otro

referido a la génesis de los elementos que componen la conducta

verbal bajo definición. Este segundo aspecto es particularmente

relevante en la medida en que la definición misma hace hincapié en

el papel de la comunidad verbal como elemento determinante de que

la conducta del individuo sea o no verbal.

En lo que toca a los criterios observacionales para

identificar a una determinada conducta como conducta verbal, la

definición abarca dos componentes: la conducta del hablante en

tanto conducta mediada en su reforzamiento por otro(s), y la

conducta del escucha como conducta especialmente establecida para

reforzar (es decir, hacer más probable la misma conducta en

circunstancias similares) la conducta del hablante. Examinemos

estos componentes desde el punto de vista de los criterios

observacionales para identificar a las conductas de un hablante y

un escucha potenciales como incluibles en la definición de


conducta verbal. La conducta del hablante es verbal solo en la

medida en que es mediada en su reforzamiento por otro (lo cual

plantea el problema, por demás irresoluble, de quién media el

reforzamiento del hablante cuando él funge como su propio

escucha). La conducta del escucha -que virtualmente nunca es

verbal de acuerdo a la definición- cumple con los requisitos de la

definición solo cuando responde de manera apropiada para reforzar


144

al hablante. )Cómo distingue el escucha la conducta que debe

reforzar, es decir, ante la cual se debe comportar de cierta

manera para lo cual ha sido previamente condicionado por la

comunidad verbal? La efectividad directa y/o mecánica de la

conducta del hablante no parece ser criterio suficiente para ello,

pues existen conductas inefectivas mediadas en su reforzamiento

que no son consideradas verbales, así como hay conductas efectivas

que pueden considerarse verbales y no verbales. Veamos algunos

ejemplos. Un individuo puede estar buscando "algo" en un mueble, y

ser observado durente el proceso por otra persona. La conducta

desplegada por el individuo que busca es físicamente efectiva:

remueve ropa, objetos, etc. El observador interviene y le dice "el

objeto que buscas no está ahí. Está en el otro mueble". )Es la

conducta del que busca conducta verbal? Su ocurrencia parece

ajustarse a los criterios observacionales de la definición, más

sin embargo, nadie categorizaría la conducta de remover objetos en

un mueble como verbal por el hecho de que un observador indique al


que busca donde puede encontrar lo que busca sin que haya mediado

otra conducta por parte del que busca. Por otra parte, en una

situación en que una persona al tiempo que dispara una pistola y

dice "te voy a matar por todo lo que me has hecho", sería absurdo

negar su naturaleza verbal, aún cuando la condición del

reforzamiento mediado por el escucha no se cumpla, a menos que se

llegue al extremo de asumir que la conducta de caer victima de un


144

disparo (es la conducta apropiada de un escucha! Como un caso

contrastante, se tiene una situación en la que el individuo

expresa dolor y malestar, sin que los "escuchas" potenciales -en

este caso, soldados enemigos- actuén respecto a la conducta del

hablante. )Acaso la conducta de queja no es conducta verbal por el

hecho de que los otros presentes no actúen de la manera en que la

comunidad verbal ha establecido para reforzar dicha conducta -es

decir, atender la queja? Estos tres ejemplos, demuestran que la

definición de conducta verbal propuesta por Skinner no es

aplicable con base en criterios observacionales derivados de la

naturaleza de sus dos componentes: la inefectividad de la conducta

del hablante, y la adecuación de la conducta del escucha para

reforzarla.

Dadas estas limitaciones en los criterios observacionales

derivados de la definición de conducta verbal propuesta por

Skinner, su aplicabilidad se desplaza en última instancia a lo

que, como consideración general, se señalan como características


distintivas en su morfología (topografía). En la medida en que la

inefectividad mecánica directa de la conducta no es suficiente

para identificar la conducta a ser reforzada por un escucha

determinado, este tiene que ajustar su manera especial de

comportamiento con base en la morfología de la conducta del

hablante. Solo la conducta inefectiva mecánicamente que posee

ciertas características morfológicas -sancionadas evidentemente


144

por la comunidad verbal- es la que debe ser reforzada por el

escucha. Las maneras de comportarse del escucha tienen que

ajustarse a las características morfológicas de la conducta del

hablante, y es la correspondencia pre-establecida por la comunidad

verbal entre las morfologías de la conducta del hablante y de la

del escucha lo que se condiciona especialmente, y a lo que Skinner

se refiere técnicamente como reforzamiento de la conducta verbal.

La necesidad de acudir a criterios morfológicos para identificar

la conducta que debe ser mediada en su reforzamiento por el

escucha de manera especial no solo contradice en la práctica el

supuesto o propósito original de la definición, sino que también

pone en evidencia que la conducta del escucha es fundamentalmente

verbal, pues de otra manera no podría responder diferencialmente a

morfologías especiales condicionadas y sancionadas de modo

convencional por la comunidad verbal.

El recurso a criterios morfológicos para identificar la

conducta verbal se hace particularmente evidente en el análisis de


las diferentes clases o tipos de operantes verbales propuesto por

Skinner. Dado que este es un tema que se examinará más adelante

como un apartado independiente, me limitaré a señalar en este

punto dos cuestiones.

La primera, es que aún cuando el libro de Verbal Behavior no

trata explícitamente el problema de la génesis o adquisición del

comportamiento verbal, su ubicación como práctica individual


144

dentro de una comunidad verbal, obliga a considerar categorías

clasificatorias que se adapten a un análisis ontogenético del

lenguaje. Las categorías propuestas implican un criterio de

entrenamiento o enseñanza progresivo, que aún cuando no se

estipula como eje de desarrollo del lenguaje, ordena inclusive la

presentación de las diversas clases de operantes verbales. Debe

destacarse que la clasificación de las operantes verbales así

formuladas, se guía por criterios de correspondencia morfológica

entre las propiedades de la conducta del hablante y las

propiedades de los eventos de estímulo (verbales o no verbales)

representados por objetos, acontecimientos, y conductas de otros

individuos. Este hecho confirma la insuficiencia de la definición

de conducta verbal, y enmarca el recurso a criterios morfológicos

explícitamente cuestionados y superados como punto de partida del

análisis propuesto por Skinner en su obra Verbal Behavior.

La segunda cuestión vuelve a plantear la naturaleza del

escucha. )Cómo es posible considerar la conducta del escucha como


una acción estrictamente no verbal, cuando mediante ella se

establece y enseña la conducta verbal de hablante? Resulta

paradójico, por no decir absurdo, suponer que la conducta del

escucha forma parte de un episodio verbal sin ser verbal,

especialmente cuando el reconocimiento y establecimiento de las

morfologías de la conducta del hablante y su correspondencia con

las circunstancias del ambiente -incluyendo la conducta del


144

escucha y de otros- depende directamente, en su aprendizaje, de la

manera en que se comporta el escucha.

Las insuficiencias lógicas de la definición de conducta

verbal, atribuibles a su vinculación conceptual con el modelo del

reflejo, conducen a: 1) utilizar criterios morfológicos no

prescritos en la definición para identificar observacionalmente la

conducta definida; y 2) realizar ajustes ad-hoc que justifiquen

conceptualmente que la conducta del escucha constituye un proceso

no verbal de intermediación del reforzamiento, sin el cual o bien

no habría distinción entre operantes verbales y operantes no

verbales, o simplemente se cancelaría todo análisis del lenguaje

en términos de la categoría general de la operante verbal.

Morfología, función y medida básica de la conducta verbal.

Skinner en su obra Verbal Behavior se propone superar el

análisis del lenguaje como un mero fenómeno con propiedades

morfológicas estructurales, mediante lo que él denomina un


análisis funcional de las variables que conforman el episodio

verbal, como episodio en el que la conducta del hablante es

mediada en su reforzamiento por la conducta del escucha. La

intención teórica de hacer a un lado todo criterio morfológico en

el análisis de la conducta verbal proviene, directamente, de la

lógica de la operante como una clase de conducta (originalmente de

reflejo).
144

En sus escritos teóricos fundamentales, Skinner (1931, 1935,

1938) propone al reflejo, clase de covariaciones entre las

propiedades de los estímulos y de las respuestas, como la unidad

básica de análisis del comportamiento. La covariación puede ser

de dos clases. En la primera, que corresponde a la preparación

experimental del condicionamiento respondiente o pavloviano, la

covariación se da entre propiedades de un estímulo que antecede a

la conducta y esta última. En la segunda, que corresponde a la

operante, la covariación tiene lugar entre propiedades de la

conducta y del estímulo que la sigue en tiempo. En ambos casos,

pero especialmente en el de la operante, la covariación se

determina a través de un efecto: la observación de una relación

ordenada entre las variaciones del estímulo y las variaciones de

la respuesta.

Lo que define a la covariación no son las propiedades

morfológicas que componen a cada una de las clases de eventos, la

de estímulo y la de respuesta. Cada estímulo y respuesta presentes


en una covariación real son solo instancias de la clase, pero no

son idénticas a la clase, de tal modo que es inapropiado

identificar a una respuesta operante particular con la clase

particular de la que es miembro. Las diversas instancias que

constituyen una clase, entendida como covariación, son pertinentes

funcionalmente solo en la medida en que cumplen o poseen la

propiedad definitoria de dicha clase. La covariación, como una


144

relación ordenada entre instancias de estímulo y de respuesta, se

basa en el cumplimiento de los criterios estipulados por la(s)

propiedad(es) definitoria(s) de dicha clase.

En el caso de la operante, la propiedad definitoria de la

clase, aún cuando se cumple a través de las dimensiones

morfológicas de los estímulos y las respuestas, implica un

criterio que se delimita con base en una relación entre dichos

tipos de eventos. La operante es una clase en donde los eventos de

estímulo son contingentes a la ocurrencia de los eventos de

respuesta que guarda ciertas propiedades mínimas. La

especificación de una operante consiste en predeterminar un

conjunto finito de propiedades de respuesta cuya ocurrencia puede

producir la presentación de un determinado cambio de estímulo. La

operante, de este modo, se define por la relación de contingencia

que se establece entre un conjunto posible de respuestas y la

ocurrencia de un cambio de estímulo. Sin embargo, aún cuando ambos

conjuntos de eventos, los de respuesta y los de estímulo poseen


propiedades morfológicas identificables, estas no constituyen las

propiedades definitorias de la clase operante como covariación.

Las propiedades definitorias se prescriben -cuando menos en la

preparación experimental estándar del condicionamiento operante-

como propiedades cuantitativas de la operación del organismo sobre

un dispositivo, necesarias y suficientes para producir la

presentación de un evento de estímulo.


144

La propiedad definitoria de una operante consiste en el

conjunto -normalmente restringido- de características físicas que

son necesarias y suficientes para producir un efecto en el entorno

en la forma de un cambio de estímulo: la presentación o

terminación de un evento de estímulo. En la medida en que dicho

efecto se cumple, todas las variaciones morfológicas de la

respuesta del organismo que pueden producir o producen dicho

cambio de estímulo, constituyen instancias de la clase operante

así establecida. Lo mismo puede decirse de las variaciones

morfológicas del lado del evento de estímulo, en la medida en que

el efecto es funcional en tanto se relaciona a una condición

motivacional del organismo (definida en términos de privación o

presencia de ciertas condiciones de estímulo). Sin embargo, aún

cuando las variaciones morfológicas correlacionadas con las

características físicas definitorias para que ocurra la

covariación forman parte de la clase, constituyen propiedades no

definitorias de la operante.
)Cómo se identifican o establecen las propiedades

definitorias que permiten la covariación ordenada de eventos de

estímulo y de respuesta características de una clase operante? Las

propiedades definitorias de una operante se predeterminan en

términos del efecto a ser producido. Así, por ejemplo, se define

como instancia de una operante toda aquella respuesta de apretar

la palanca que puede producir, mediante el cierre de un


144

microinterruptor, la presentación de comida. No importa con que

parte del cuerpo se dé la presión de la palanca, no importa la

posición geográfica relativa a la palanca en el momento de

presionarla, ni tampoco la duración o las variaciones de fuerza

física por arriba del umbral estipulado. El único criterio a

cumplir es el cierre del microinterruptor. En la medida en que las

propiedades definitorias que "permiten" el cierre del

microinterruptor varíen ordenada y regularmente con la

presentación de la consecuencia en comida, se supone que dicha

propiedades representan propiedades genéricas compartidas por

todas las instancias posibles de esa clase operante (en este caso,

la operante alimentaria). En el momento en que, por agregación de

requisitos, se restringe el rango de variación de las propiedades

que comparten las diversas instancias componentes de la clase, la

covariación se pierde, debido a lo que Skinner denominó el "punto

natural de fractura del reflejo" (Skinner, 1935). Al romperse la

covariación, se supone que las diversas instancias de estímulo y


de respuesta han dejado de ser equivalentes, y que, por

consiguiente, las que previamente se consideraban propiedades no

definitorias de la clase, constituyen propiedades definitorias de

distintas clases de operantes. Las variaciones cuantitativas y

cualitativas entre las instancias de la clase dejan de ser

remplazables mutuamente, y en consecuencia, las instancias

componentes de dicha clase dejan de ser representativas de todas


144

las posibles instancias que tienen o pueden tener lugar en la

situación.

Aún cuando las propiedades definitorias de los eventos de

estímulo y de respuesta de la operante son susceptibles de

especificación, estas deben identificarse inicialmente mediante la

observación, y después deben ser corroboradas por experimentación.

El criterio fundamental para determinar dichas propiedades

definitorias es la ocurrencia de la covariación como una relación

ordenada, es decir, como una correlación reproducible de

instancias de respuesta y de estímulo.

)Qué problemas plantea esta concepción al estudiar la

conducta verbal como un tipo de comportamiento operante? Una parte

de los problemas ya los hemos examinado en relación a la

definición de la conducta verbal como comportamiento mediado por

otro en su reforzamiento. Ahora, examinaremos el problema relativo

al papel explícito que guarda la morfología de la conducta en la

identificación de la o las unidades funcionales de análisis del


comportamiento verbal.

Skinner dice que:

"Al definir la conducta verbal como conducta reforzada por

la mediación de otra persona no podemos especificar, y no lo

hacemos, ninguna forma, modo o medio. Cualquier movimiento

capaz de afectar a otro organismo puede ser verbal.

Acostumbramos destacar la conducta vocal, no solo porque


144

es la más común, sino porque tiene poco efecto sobre el

ambiente físico y, por consiguiente, es casi necesariamente

verbal. Pero existen extensos lenguajes escritos, lenguaje

de signos, y lenguajes en que el "hablante" estimula la piel

del "escucha". La conducta audible que no es vocal (por

ejemplo, palmear para llamar a un sirviente) y los gestos

son verbales, aún cuando no compongan un lenguaje

organizado. El telegrafista experto se comporta

verbalmente

moviendo rítmicamente sus dedos o manos. Algunas de estas

formas surgen normalmente solo después de que se ha

establecido la conducta verbal, pero esto no es siempre

necesario. Escribir y mecanografíar pueden ser

primordialmente verbales o las transcripciones de una

forma vocal previa. Señalar palabras es verbal, como lo es

indudablemente, todo señalamiento, puesto que es

efectivo
solamente cuando altera la conducta de alguien. La

definición también cubre manipulaciones de los objetos

físicos que se realizan debido al efecto que tienen sobre

la gente, como es en el caso de los rituales ceremoniales.

En

el caso de cualquier medio, la conducta es tanto verbal como

no verbal al mismo tiempo -no verbal en su efecto sobre el


144

medio- verbal en su efecto último sobre el observador. Los

lenguajes ceremoniales, y el lenguaje de las flores o las

gemas, y así por el estilo, tienen poco interés, porque

constituyen vocabularios reducidos y con poca gramática o

ninguna, pero, no obstante son verbales bajo los términos

de la definición. Dado que la conducta vocal verbal es la

forma más común, trataremos con ella como representativa."

(p. 14)

)Cómo abordar el reconocimiento o identificación de la unidad

verbal dados estos antecedentes? Skinner afirma que:

"...Las unidades tradicionales de la conducta verbal nunca

establecen una distinción precisa entre lo observado y lo

inferido. Considérese, por ejemplo, el concepto de

"palabra". Tal como lo usan el lego y muchos lingüistas,

una palabra puede no ser más que una expresión (`Quiero unas

palabras contigo' o `La última palabra'), o una subdivisión

convencional de una expresión (`Que serían dos o tres


palabras en inglés si es solo una en alemán') o un símbolo

objetivo real o supuesto (`escoger una palabra' o `hilar

palabras juntas'), o algo común a dos o más modos de

conducta (`una palabra puede ser hablada o escrita'). Con

menos justificación hablamos incluso de una misma palabra en

dos idiomas (`el francés y el inglés usan la misma palabra

para accord'), o en dos etapas históricas del mismo lenguaje


144

o en dos formas semejantes (`adamant es la misma palabra que

diamond'). Algunas veces `palabra' parece significar un

diseño léxico estándar (`la palabra rápido')... Lo que se

necesita para los presentes propósitos -y a lo que se

aproxima ocasionalmente la `palabra' tradicional- es una

unidad de conducta compuesta de una respuesta de forma

identificable relacionada funcionalmente con una o más

variables independientes. En términos tradicionales

podríamos decir que necesitamos una unidad de conducta

definida en términos de `la forma y el significado`...Una

respuesta, como una instancia, puede ser descrita

completamente como una forma de conducta. Una operante

especifica cuando menos una relación con una variable -el

efecto que la conducta tiene característica, pero quizá no

inevitablemente, sobre el ambiente- y no es por consiguiente

una unidad puramente formal. No se puede evitar una

especificación formal, puesto que se puede decir que una


respuesta es una instancia de una operante solamente a

través de la identificación objetiva. Pero la

identificación no es suficiente. Como una instancia de una

operante verbal, la respuesta debe ocurrir como una función

de una variable

determinada." (pp. 19-21)

La cita transcrita parece añadir un nuevo criterio en la


144

identificación de la conducta verbal: la morfología de la

respuesta. Tal como se plantea al adicionar el criterio

morfológico, la conducta verbal es conducta que puede asumir

cualquier morfología, aún cuando la morfología privilegiada por su

incapacidad para producir efectos físicos en el ambiente es la de

naturaleza vocal, afirmación del todo discutible. Sin embargo, aún

cuando se subordina la forma de la respuesta a su función,

concebida como su relación con una o más variables independientes,

la función parece, cuando menos, contradictoria con la definición

misma de la operante en general y de la operante verbal en

particular: se delimita la función en términos del efecto de la

conducta del hablante sobre un escucha, y de la variable

independiente concebida como condición de estímulo antecendente en

la mayor parte de las ocasiones, como se verá en una sección

posterior.

Tal como había mostrado al examinar en la sección precedente

la definición de conducta verbal propuesta por Skinner, aún cuando


esta pretendía superar los criterios de orden morfológico, la

insuficiencia lógica de la definición obligaba a acudir a ellos

para poder identificar las conductas del hablante que debían de

ser reforzadas por el escucha. Al analizar la unidad de la

conducta verbal, bajo el marco de la definición propuesta -

subrayando que se trata de la definición ampliada- Skinner

introduce explícitamente la morfología de la conducta como


144

dimensión observacional fundamental, aún cuando extiende en

principio las morfologías pertinentes a prácticamente todas las

morfologías potenciales del individuo, y subordina su carácter de

unidad -en tanto unidad funcional- a dos aspectos que pudieran

estar ligados con la propiedad definicional de la conducta verbal

-estar mediada en su reforzamiento- pero que no necesariamente

corresponden a ella. Examinaremos a continuación estos dos

problemas, para después analizar en que medida esta formulación de

la unidad de la conducta verbal es congruente con la definición

misma de la operante, unidad analítica del comportamiento, tal

como fue propuesta por Skinner en sus escritos iniciales sobre el

sistema del condicionamiento operante.

La morfología de la conducta verbal. La respuesta verbal es una

forma de conducta, y aún cuando puede asumir potencialmente

cualesquier morfología -señalar, gesticular, vocalizar, escribir,

etc.-, la conducta vocal parece ser privilegiada en la medida en

que es una conducta físicamente no efectiva, y en tanto es la


forma más común de conducta verbal, su elección como objeto de

análisis fundamenta su representatividad respecto de todas las

otras formas que puede asumir la conducta verbal. En primer lugar,

cabe destacar que la inefectividad física de la conducta vocal no

parece ser razón suficiente para su condición privilegiada como

conducta verbal. Existen muchas otras formas de conducta

inefectivas físicamente que no forman parte de la conducta verbal


144

normal -aún cuando se les considere lenguajes especiales: la

ejecución de instrumentos musicales, la danza, las expresiones

emocionales, y una gran variedad de movimientos de orientación o

puramente espontáneos que no producen cambios físicos directos en

el entorno. Por otra parte, la escritura, que constituye quizá la

forma de conducta verbal por excelencia, en tanto que a partir de

ella se fundamentan todas las gramáticas conocidas, es una

conducta físicamente efectiva, pues escribir, como comportamiento

individual, produce efectos físicos más o menos permanentes en el

ambiente en la forma de objetos culturales: los textos. Por

consiguiente, es extremadamente cuestionable que la prominencia de

la conducta vocal como forma de la conducta verbal se deba a su

inefectividad física.

Si se examinan las propiedades de la conducta vocal y la de

escribir como formas dominantes de la conducta verbal, se puede

colegir que a diferencia de otras formas más primitivas en el

desarrollo individual o que acostumbran acompañar a las formas


vocal y gráfica -las indicaciones, los gestos- la conducta verbal

vocal y de escribir son capaces de afectar a distancia en tiempo y

espacio a otros individuos, y en esa medida, constituyen formas de

conducta que, por no depender en su emisión de circuntancias

físicas situacionales, pueden adquirir y ejercitar funciones que

superan los limites físicos de la situacionalidad inmediata en que

tienen lugar. Estas propiedades de las formas de conducta verbal


144

vocal y de escribir no radica, por lo tanto, en su inefectividad

física, sino más bien en su capacidad de afectar a distancia a

otros individuos, ya sea en tiempo, en espacio o en ambas

dimensiones. En segundo lugar, )es posible suponer que la conducta

vocal es representativa de todas las otras formas de conducta,

dada su prominencia como forma de conducta verbal? Aún cuando este

supuesto se refiere a las propiedades funcionales de la conducta

vocal como operante verbal, existen múltiples razones para poner

en duda tal aseveración. Entre ellas destacan las siguientes:

a)los efectos en tiempo y espacio son distintos en cada forma de

conducta; b) la ocurrencia y organización en tiempo y espacio de

cada conducta obedece a distintas propiedades físicas y criterios

convencionales de eficacia funcional; y, c) las posibilidades de

desarrollo funcional son diferentes para cada tipo de forma de

conducta verbal, como lo demuestran las diversas gramáticas reales

en la práctica de los diversos lenguajes escritos, vocalizados y

expresados muscularmente.
La unidad funcional en conducta verbal. Un segundo problema radica

en la justificación de la forma de la unidad verbal por los

efectos que produce en otros. La definición de la conducta verbal

subraya precisamente el efecto sobre la conducta del que habla y

no en el que escucha, por lo que es contradictorio elegir la forma

como criterio de la operante verbal en tanto es capaz de producir

efectos en otro(s), justamente aquel(los) que media(n) el


144

reforzamiento de la conducta del hablante, pues es esta última

característica lo que le otorga la propiedad de ser verbal a la

conducta del hablante, por definición. Es poco congruente definir

la conducta verbal como aquella que es mediada en su reforzamiento

por otro, y a la vez identificar la forma de la unidad verbal en

términos de su capacidad para producir efectos en otros. En última

instancia la capacidad de producir efectos en otros no es una

propiedad intrínseca de la forma de la conducta del hablante, sino

que obedece a las condiciones que estipula una comunidad verbal

para que la conducta del hablante sea efectiva o funcional

respecto de un escucha. En consecuencia, la propiedad de afectar a

otros no radica en la forma de la conducta vocal en este caso,

sino que, paradójicamente para los criterios que definen y

seleccionan la unidad de conducta verbal, dicha propiedad yace en

la conducta del que escucha. La capacidad de afectar a otros es

una atribución que otorgan los otros a la conducta del hablante, y

no una característica especial inmanente a la forma de la conducta


desplegada, excepto claro, cuando se trata de comportamiento que

opera mecánicamente sobre el ambiente y sus objetos.

La operante en general, y la(s) operante(s) verbal(es) se

conciben como clases de conducta, y aún cuando se observan y

afectan instancias particulares en la forma de respuestas, estas

no se identifican con la operante como clase. El análisis de las

operantes, es el análisis de las propiedades funcionales de las


144

respuestas. Por consiguiente, en el análisis de las diversas

clases de unidad verbal se tiene que establecer un criterio para

la identificación de diversos tipos de operantes verbales, aún

cuando las formas de conducta particular, es decir, las instancias

de respuesta, puedan ser parte de más de una clase de operante

verbal. A esto se refiere Skinner cuando dice que la operante

verbal es la forma de la respuesta más su relación con una o más

variables independientes. Pero )cuáles son las variables

independientes que permiten identificar diversas clases de

operantes verbales a partir de un conjunto o repertorio de

respuestas definidas solo por su morfología? En la formulación

original de la operante como una covariación de clases de estímulo

y de respuesta, el criterio de covariación se estipulaba como la

obtención de curvas acumuladas suaves y regulares, ordenadas, como

función de terceras variables. Estas terceras variables estaban

vinculadas a las variaciones cuantitativas en la privación, y en

los parámetros del estímulo y su programación, es decir, del


estímulo reforzador. )Debe entonces identificarse una instancia

como miembro de una u otra clase de operante verbal en términos de

las variaciones en sus estados motivacionales (privación-saciedad)

y de las características físicas y de contigencias del estímulo

consecuente a la respuesta? De ser así, se obtendría una

clasificación de las operantes verbales semejante a la de las

operantes no verbales: operantes vinculadas al programa de


144

reforzamiento y sus variables derivadas. Sin embargo, como se

examinará con más detenimiento en otra sección, la clasificación

de las operantes verbales -y por consiguiente de las unidades de

análisis de la conducta verbal- sigue otras coordenadas. En la

taxonomía que Skinner presenta sobre la conducta verbal solo

existe un tipo de operante que se ajuste al criterio original de

identificación y definición de la operante: la clase de los

mandos, constituídos por respuestas que "especifican" sus

consecuencias y están auspiciadas por condiciones de privación-

saciedad sin referencia a una condición de estímulo antecedente.

Las demás clases de operantes verbales -y me referiré aquí

solamente a las operantes de primer orden o nivel- postulan una

consecuencia equivalente, el reforzador generalizado, y su

diferenciación funcional se basa en la forma de los estímulos que

constituyen su circunstancia discriminativa. Obviamente, esta

clasificación no corresponde al papel secundario asignado a la

morfología de la respuesta respecto de la funcionalidad asignada


en forma preponderante al estímulo consecuente: el reforzador.

El estímulo verbal. Skinner, aún cuando no lo hace de manera

satisfactoria, discute explícitamente el problema de la morfología

de la conducta verbal. Sin embargo, no hay ninguna propuesta para

conceptualizar en forma independiente el estímulo verbal. En

términos generales se asume que el estímulo verbal está definido

por su morfología, ya sea gráfica o acústica. En este contexto se


144

plantean dos problemas: 1) la no verbalidad de la conducta del

escucha en tanto tal, y por consiguiente la aceptación de que la

operante verbal, que por definición se estipula como una relación,

se determina solo a partir de la conducta del hablante, dado que

el reforzamiento y su mediación no son verbales; y, 2) el

desplazamiento, lógicamente incorrecto, de la propiedad

definitoria de la operante verbal a los estímulos antecedentes -

técnicamente denominados estímulos discriminativos.

En cuanto al primer punto, destaca una ambigÜedad lógica en

el mejor de los casos: )si la conducta del escucha no es verbal,

quién presenta los estímulos verbales? )acaso una tercera persona

que es distinta al escucha? Si es así, )porqué es que el escucha

refuerza la conducta del hablante, si las condiciones de estímulo

para el hablante no son procuradas por el escucha? La alternativa

a este problema es que los estímulos verbales sean reconocibles

independientemente de la conducta del escucha. Pero al ser los

estímulos verbales reconocibles independientemente del escucha


)qué sentido tiene la identificación de la conducta del hablante

solo en términos de la conducta del escucha? La independencia de

los estímulos verbales respecto de la conducta del escucha solo

puede plantearse en términos de una morfología determinada, y de

ser así -que es de hecho como se ejercita su identificación en el

tratado de Skinner- )porqué no establecer simplemente que la

morfología de los estímulos verbales, al guardar correspondencia


144

con las consecuencias de estímulo directas de la conducta verbal,

procura los criterios observacionales para identificarla y

definirla? En otras palabras, conducta verbal es lo que la

comunidad verbal establece y reconoce morfológcamente como tal, y

en la medida que la conducta del hablante produzca estímulos con

correspondencia morfológica a los estímulos que la comunidad le

presenta, su conducta es verbal.

En lo que toca al segundo punto, parece tener lugar una

contradicción lógica de principio entre la definición de la

operante, como clase de conducta y el uso que se le da al concepto

de operante al clasificar tipos de conducta verbal. La operante se

define como una relación con el estímulo consecuente, contingente

a su emisión. La operante verbal, por consiguiente, debe definirse

como la conducta que, mediada en su reforzamiento por otro, guarda

diferencias de clase con base en las propiedades diferenciales

sobre las que se establece la relación de contingencia entre los

eventos de respuesta y los eventos de estímulo que la siguen. Si


la operante se define como una relación inseparable entre clases

de estímulo y de respuesta, la distinción entre conducta verbal y

no verbal -como conducta operante- solo puede darse en dos planos:

1) la naturaleza de la relación, y 2) la naturaleza de los eventos

implicados en la relación. El primer tipo de solución parece ser

insuficiente lógicamente: la mediación del reforzamiento no parece

constituir un criterio lógico-observacional adecuado, como ya lo


144

he examinado con cierta amplitud. El segundo tipo de solución

requiere que tanto los eventos de estímulo como de respuesta sean

de naturaleza distinta a aquellos que se consideran no verbales, o

que por lo menos una de dichas clases, pero no una u otra, sean

morfológicamente definitorios de la relación. Dado que la conducta

del escucha no es considerada verbal, quedan dos posibilidades. La

primera, es que sea la morfología de la conducta del hablante la

que defina la verbalidad de comportamiento. De ser así, se pueden

excluir todos los criterios agregados respecto a la mediación del

reforzamiento de dicha conducta y a la diferenciación funcional de

la misma en términos de terceras variables. La segunda, es que la

morfología de los estímulos defina la verbalidad del

comportamiento. Pero dado que la conducta del escucha es

fundamentalmente no verbal, )qué estímulos pueden constituirse en

estímulos verbales? Por exclusión solo pueden ser estímulos

verbales los estímulos antecedentes a la ocurrencia de la

respuesta verbal. Sin embargo, estos estímulos, denominados


estímulos discriminativos, no son definitorios de la conducta

operante. Tal como lo establece con toda precisión Skinner The

Behavior of Organisms (1938), dichos estímulos no ejercen control

sobre la conducta operante que es esencialmente conducta emitida -

y no provocada. Constituyen solo la ocasión para que tenga lugar

una relación operante, pero no son condición necesaria y

suficiente para definir a una clase operante. Paradójicamente, la


144

conducta operante parece así clasificarse con base en propiedades

de estímulo que, de acuerdo con su definición, carecen de tales

propiedades.

El tamaño de la Unidad Verbal. Vinculado al problema de la

identificación de la unidad de análisis de la conducta verbal está

el relativo al tamaño de dicha unidad. Skinner dice que:

"...las unidades lingüisticas estándar son de varios

tamaños. Por debajo del nivel de la palabra yacen las raíces

y los afijos o, más rigurosamente, las pequeñas unidades

significativas llamadas `morfemas'. Por arriba de la

palabra vienen las frases, expresiones idiomáticas,

cláusulas, oraciones, y otras más. Cualquiera de estas

puede tener unidad funcional como una operante verbal."

(p. 21)

)Con base en qué criterio se plantea este amplio rango de

extensión de cualesquier unidad de conducta verbal? Skinner

propone un criterio funcional vinculado a la efectividad con que


se afecta al escucha en una situación determinada. No obstante,

dicho criterio no parece tener fundamento sólido en la concepción

misma de la operante como clase funcional.

La propiedad definitoria de la operante radica en la

característica cuantitativa que pueden compartir un sinnúmero de

respuestas distintas para producir el efecto que se denomina

reforzamiento. En el caso de la situación experimental clásica,


144

esta propiedad es la fuerza mínima en gramos necesaria para, al

apretar la palanca, cerrar un microinterruptor que registra la

ocurrencia de una respuesta. Es la fuerza en gramos, que cierra el

microinterruptor y que produce el estímulo reforzante, la

propiedad definitoria de la operante. Las demás propiedades de la

conducta que tienen lugar en la situación experimental -oler,

desplazarse, explorar, apretar la palanca con cierta extremidad y

en cierta posición, etc.- constituyen todas ellas propiedades no

definitorias de la operante. En la medida que las distintas

respuestas compartan la propiedad definitoria, las propiedades no

definitorias constituirán también parte de la misma clase, y en

esa medida serán relativamente remplazables o intercambiables

funcionalmente. Sin embargo, la variación de la operante se puede

reducir mediante la restricción que significa la añadidura de

propiedades definitorias adicionales. Al hacer esto, como ocurre

en los programas de tipo intermitente, compuesto, complejo y

concurrente, aumenta la extensión de la unidad de respuesta, y se


reduce la intercambiabilidad o equivalencia funcional relativa de

las instancias y dimensiones que corresponden a las propiedades no

definitorias de la clase. La instancia de respuesta que produce el

reforzador es representativa de toda la clase operante -y ello

significa en el caso del reforzamiento con comida, a todas las

conductas relacionadas con la búsqueda y consumo de alimento- en

la medida que posee la propiedad definitoria que delimita a tal


144

clase operante.

)Cómo puede extrapolarse esta concepción al caso de la

conducta verbal? Los criterios que estipulan la(s) propiedad(es)

definitoria(s) de la clase, y por consiguiente la pertinencia

funcional de una u otra instancia de respuesta, parecen de difícil

determinación por su amplitud, variedad y flexibilidad

situacional. Pero, además, es totalmente cuestionable que en

cualquier segmento de conducta verbal se pueda escoger una parte

que constituya su unidad representativa. Si por el contrario, el

segmento entero constituye la instancia que representa a la clase,

)qué sentido tiene plantear la existencia de propiedades

definitorias y no definitorias en la composición de la operante

verbal? Si todos los segmentos son relativamente intercambiables,

como lo sugiere el propio Skinner, )dónde radica la propiedad

definitoria? La extensión de la conducta verbal, como lo

testimonia la observación informal, parece ser regulada por la

naturaleza y propiedades del estímulo verbal, pero este, como lo


he señalado no pertenece a la clase, cuando menos como instancia

poseedora de la propiedad definitoria.

La medida básica de la conducta verbal. Como problema final

relacionado destaca el de la medida básica de la conducta verbal.

Tal como se examinó previamente, el criterio de orden en la

covariación definitoria de una operante es su reproducibilidad.

Debido a ello, la frecuencia con que ocurre una covariación y sus


144

cambios en tiempo (la tasa de respuesta) han sido considerados la

medida básica de la conducta operante. La obtención de curvas

acumuladas de frecuencia ha constituído el criterio fundamental de

regularidad de la conducta. Dicho criterio determinó la peculiar

concepción acerca del reforzamiento. El reforzamiento se definió

como una relación en la que una instancia de una operante al ser

seguida en tiempo por una estímulo, tendía a ocurrir con mayor

frecuencia dadas las mismas condiciones. La probabilidad se igualó

con la frecuencia de la respuesta, y la fuerza de una operante (es

decir, su "solidez" como covariación) correspondía directamente a

la probabilidad con que ocurrían cualesquiera de sus instancias.

De este modo, a mayor frecuencia de respuesta se podía inferir una

mayor fuerza de la operante como clase.

)Tiene sentido hablar de la fuerza de una operante verbal?

Y en caso de que así sea )puede igualarse la fuerza de una

operante verbal con su frecuencia y repetición? )Es la

probabilidad de la conducta verbal un mero asunto de repetición de


una misma instancia como efecto de una consecuencia procurada por

el escucha, en tanto mediador del reforzamiento? Skinner mismo

parece no compartir la opinión de que la fuerza de una operante

verbal tenga que ver con la medición de su frecuencia o

repetición:

"Algunas partes de un repertorio verbal es más probable que

ocurran que otras. Esta probabilidad es una concepción


144

extremadamente importante, aún cuando difícil. Nuestro dato

básico no es la ocurrencia de una respuesta como tal, sino

la probabilidad de que ocurrirá en un momento determinado.

Cada operante verbal puede concebirse teniendo una

probabilidad asignable de emisión bajo circunstancias

especificadas -llamada convenientemente su `fuerza'.

Basamos

la noción de fuerza en varias clases de evidencia...Bajo

condiciones de laboratorio la probabilidad de la respuesta

se estudia fácilmente en un organismo individual como la

frecuencia del responder. Bajo estas condiciones los

cambios simples en la frecuencia se muestran como funciones

precisas de variables específicas...Pero necesitamos avanzar

del estudio de las frecuencias a una consideración de

la probabilidad de un evento único...Al hacerlo

podemos parecer ir más allá de la interpretación de

la probabilidad como frecuencia, no obstante que nuestra


evidencia respecto de la contribución de cada variable se

basa solo en observaciones de frecuencias." (pp. 22

y 28)

Trasladar el interés de la frecuencia o repetición de una

misma instancia de respuesta a la probabilidad de un evento único

representa no solo un cambio en la medida de la conducta operante,

sino quizá también un cambio en su definición misma. La frecuencia


144

acumulada y la tasa de respuesta tienen sentido como medidas de la

fuerza de la operante en el grado en que una instancia discreta en

el tiempo se considera representativa del conjunto de instancias

que covarían con una consecuencia de una estímulo durante un

período determinado. La instancia elegida, sobre la que se

especifica la contingencia del reforzador, se considera

representativa de todo el conjunto posible de instancias en el

contínuo de comportamiento en la situación. Con base en este

supuesto de representatividad de la instancia que posee la

propiedad definitoria de la clase en su conjunto, producir el

reforzador, se concibe a la repetición de la instancia -como

variaciones en la tasa o en la frecuencia acumulada- como el

indicador de la fuerza de la clase entera. De manera simétrica, el

reforzador, en tanto evento que aumenta la probabilidad de una

determinada clase -a través de su(s) instancia(s)

representativa(s)- se define por su efecto en el aumento de la

frecuencia o tasa de la respuesta durante el período comprendido


entre la presentación de dos reforzadores. Los efectos

diferenciales del reforzador no eliminan el criterio cuantitativo

de su definición. Se agregan como modulaciones en el patrón de los

efectos cuantitativos producidos sobre la tasa o frecuencia de la

respuesta.

Cambiar la medida de la operante al análisis y predicción de

la instancia única en el futuro, implica dos cambios lógicos en la


144

conceptualización de la operante -sea o no verbal. En primer

lugar, al desaparecer el énfasis en la tasa o frecuencia de la

respuesta, la medida de la fuerza de una operante recaerá en su

precisión, es decir, en la ocurrencia de una morfología

determinada de respuesta frente a una condición de estímulo en un

momento dado. El reforzador, de continuar como miembro definidor

de la covariación operante, en el mejor de los casos tendría que

redefinirse como un evento con funciones exclusivamente

moduladoras, cancelando sus efectos cuantitativos. En segundo

lugar, el peso de la definición de la clase tendría que recaer en

las propiedades de estímulo que regulan la pertinencia funcional

de una morfología de respuesta en una situación determinada. Ello

implica introducir al estímulo discriminativo como elemento

definidor fundamental de la clase operante, pero al hacerlo así

)qué distinción podría haber entre las clases de naturaleza

operante y las de tipo respondiente?

El análisis de la medida básica de la conducta verbal parece


conducir a un dilema, aparentemente sin solución: o se extienden a

la conducta verbal las medidas básicas de frecuencia y tasa -y el

concepto correlativo de reforzamiento- y se evaluan repeticiones,

frecuencias relativas, cambios en la distribución relativa de

distintas respuestas dentro de una serie, etc., o bien se cambia a

medidas de precisión , y ello conlleva anular la diferencia

definicional entre conducta operante y respondiente.


144

La ruptura del episodio verbal.

Skinner (1957) definió a la conducta verbal como un episodio

constituído por la conducta del hablante y la conducta del

escucha. Afirmó que la conducta verbal: "de hecho, no puede

distinguirse de la conducta en general" y que: "una descripción

adecuada de la conducta verbal solo necesita cubrir tanta conducta

por parte del escucha como sea necesaria para explicar la conducta

del que habla. Las conductas del hablante y el escucha tomadas

conjuntamente componen lo que podríamos llamar un episodio

verbal total. No hay nada en tal episodio más que la conducta

combinada de dos o más individuos. Nada `emerge' en la unidad

social." (p. 2)

La necesidad lógica de conceptualizar a la conducta verbal

como un episodio compuesto por la conducta del que habla y la

conducta del que escucha proviene, indudablemente, de la

definición misma de la conducta verbal como conducta mediada en su


reforzamiento por "otro". Ese "otro" es el escucha y su conducta

se debe incluir obligadamente para que tenga algún sentido la

conducta de hablar como conducta reforzada mediante el

comportamiento de otro individuo.

Hay varios aspectos que destacar en la concepción de la

conducta verbal como un episodio conformado por las conductas del

hablante y del escucha. En primer término es de subrayarse que,


144

aún cuando se plantea que la interacción entre el hablante y el

escucha constituye un episodio, se considera la posibilidad de

analizar dicho episodio en sus componentes por separado. Skinner

dice que:

"El hablante puede estudiarse mientras se supone un escucha,

y el escucha mientras se supone un hablante. Las

descripciones separadas resultantes agotan el episodio en

el que ambos participan."(p. 2)

En segundo lugar, se subraya que, en la medida en que el

episodio verbal no constituye nada adicional a la combinación o

suma de las conductas separadas de los participantes en dicho

episodio -el hablante y el escucha-, el episodio como tal no

reviste propiedad emergente alguna distinta a las conductas

separadas que concurren.

En tercer lugar, se concibe el episodio verbal como una

secuencia unidireccional en tiempo y de alternaciones en la

función que desempeña cada uno de los participantes en la relación


hablante-escucha. Ello crea dificultades lógicas en la asignación

del doble papel de hablante y de escucha a cada uno de los

participantes, y en la cualificación de su comportamiento en

términos verbales y no verbales respectivamente. Finalmente, la

concepción asimétrica del episodio verbal con un componente verbal

y un componente no verbal (la conducta del hablante y la conducta

del escucha) conduce a dificultades en la determinación de cuando


144

un episodio verbal tiene lugar si no existe un escucha "físico"

adicional al hablante, y si se puede concebir a un mismo individuo

comportandose a la vez verbal y no verbalmente para conformar un

episodio verbal.

A continuación examinaré brevemente cada una de estas

cuestiones:

El episodio verbal fraccionado.

La concepción de Skinner respecto del episodio verbal como

una situación que puede analizarse por separado en términos de la

conducta del hablante -suponiendo a un escucha-, y de la conducta

del escucha, conlleva muchas implicaciones distintas, las cuales

pretendo examinar. Deseo destacar, sin embargo, una primera

cuestión fundamental. La definición de la conducta verbal como un

episodio conformado por las conductas de un hablante y un escucha

representa una conceptualización del comportamiento en la que las

dos conductas incluidas solo tienen sentido tomadas como una

relación inseparable. Referirse a la conducta verbal como un


episodio significa subrayar la naturaleza relacional de las

conductas del hablante y del escucha y, por consiguiente, su

naturaleza interdependiente desde una punto de vista definicional.

No estoy señalando aquí el problema relativo a las características

funcionales del episodio en comparación con las conductas

componentes que lo conforman, cuestión que se ubica en otro plano:

el de la relación de las partes con la totalidad en la forma de


144

elementos funcionales con propiedades equivalentes. Más bien, se

trata de analizar el fraccionamiento del episodio en dos conjuntos

de conductas separadas, en términos de sus características lógico-

definicionales.

Suponer a un escucha cuando alguien habla significa dos

cosas: a) que no es necesario observar directamente la conducta

del escucha, y que esta puede ser inferida exclusivamente a partir

de la conducta del hablante, y viceversa; y b) que se puede

"seguir" funcionalmente por separado a las conductas del hablante

y del escucha, sin perder el sentido de su interrelación como

episodio. De hecho, estos dos puntos constituyen la tónica o

lineamiento seguidos en el análisis realizado en Verbal Behavior.

El primer punto establece que, aún cuando la conducta del

hablante solo puede entenderse desde el punto de vista de su

reforzamiento por otro, este puede suponerse, y el análisis

descansar por separado en la observación aislada de la conducta

del hablante. Lo mismo puede aplicarse a la comprensión de la


conducta del escucha: basta observar lo que el escucha "hace" -

)acaso equivalente a lo que el escucha "oye"?- y a partir de ello

inferir la conducta de un hablante que interactúa con él. Las

implicaciones son varias, pero conviene destacar dos

fundamentales. En primer lugar )con base en qué aspecto de la

conducta del hablante aislado se puede inferir la conducta del

escucha, y en consecuencia la naturaleza del episodio verbal en


144

cuestion? Y la segunda )es posible asumir a partir de la conducta

del que habla la posibilidad predictiva de la conducta del

escucha, como si se tratara de una relación lineal, causal,

iniciada por el hablante?

La primera cuestión pone de relieve nuevamente la

contradicción intrínseca a la definición de conducta verbal. Si la

conducta verbal solo puede identificarse en términos de su

mediación por otro )cómo es posible, a partir de la ocurrencia

aislada -en términos analíticos- de la conducta del hablante,

determinar que esta constituye o no conducta verbal? )Existe acaso

alguna propiedad intrínseca a la conducta del hablante que permite

inferir la acción de un escucha no observado, y por consiguiente,

identificarla como una forma de conducta verbal? )En qué consiste

el reforzamiento -por otro- de la conducta verbal de un hablante,

si la presencia funcional del escucha puede inferirse a partir de

la conducta del hablante previa a su reforzamiento? Obviamente, la

única respuesta a estas preguntas radica en aceptar de principio


que la forma o morfología de la conducta del hablante es condición

necesaria y suficiente para definir como verbal su comportamiento,

y no solo eso, sino que también lo es para inferir la conducta que

emite una segunda persona con la que interactúa funcionalmente. No

es necesario abundar respecto de la inconsistencia lógica a la que

conduce la separación del episodio verbal en sus componentes

constituyentes, aún cuando sea con propósito meramente analítico.


144

En segundo lugar, si el reforzamiento constituye la variable

independiente que regula a la funcionalidad de la conducta verbal,

y por consiguiente, la conducta del hablante )tiene sentido

plantear que a partir de la observación de esta última se puede

predecir -por inferencia- la conducta del escucha? Es decir,

conociendo la morfología -forma y contenido- de la conducta del

hablante )es posible predecir la ocurrencia de un tipo especial de

variable independiente a la que está asociada? Al margen de que se

suponga que la conducta del hablante obedece a una historia de

reforzamiento, es evidente que no es posible identificar a la

variable independiente como inferencia de la conducta que

constituye la variable dependiente bajo estudio, como tampoco es

lógico asumir que el componente definitorio de un tipo de

comportamiento puede ser inferido a partir de criterios -

presuntamente formales- vinculados exclusivamente al componente a

ser definido. Este problema deriva, en principio, de la

contradicción esencial en la lógica de la teoría del


condicionamiento operante que concibe a la contingencia -una

relación-, como componentes aislados que interactúan causalmente

al estilo mecánico: el reforzamiento es "causal" pero contingente

-es decir, dependiente.

El segundo punto tiene que ver con el seguimiento funcional o

"reconstrucción" del episodio verbal a partir del análisis

separado de la conducta del hablante y del escucha. Skinner supone


144

que, dado que nada emerge en el episodio verbal que sea distinto a

las conductas separadas que lo constituyen, el episodio es

analizable a partir de cualquiera de ellas, en la medida en que

una es inferible -en tanto suposición- a partir de la otra. Esto,

tomado al pie de la letra, significa que a partir de las muestras

observacionales separadas de la conducta del hablante y de la

conducta del escucha, es posible reconstruír funcionalmente el

episodio entero. )Es posible reconstruír una interrelación a

partir de la sucesión separada de elementos o acontecimientos que

la constituyen? Dos casos hipotéticos, a guisa de ejemplos, pueden

dar respuesta a esta cuestión. Si se enseña a un investigador

experimentado la distribución temporal de comida -como reforzador-

procurada a un animal bajo un programa de reforzamiento

determinado )es posible identificar el programa de que se trata, y

en consecuencia -inferir la respuesta empleada- y el tipo de

ejecución cuantitativa y cualitativa -tasa y patrón- que emitió el

animal? O por el contrario, si se le presenta un registo con la


conducta del animal, exceptuando el caso de programas simples con

restricciones especiales típicas )podría inferir con certeza los

momentos en que se entregó el reforzador, qué tipo de reforzador

era, y bajo qué programa se administraba?

Si a un grupo de espectadores que van al teatro, se les

presenta por separado a cada actor representando su parte, al

término de la presentación sucesiva pero aislada de cada actor


144

)pueden comprender la trama y el argumento? )pueden identificar

los momentos en que cada actor entraba respecto a otro? Es

evidente que la respuesta a todas las preguntas planteadas es

negativa: no es posible reconstruír un episodio a partir de la

observación separada e independiente de sus componentes. El

análisis de la conducta verbal, si se concibe esta última como un

episodio compuesto por las conductas del hablante y del escucha,

no puede realizarse suponiendo a cualesquiera de ambos

participantes. El análisis debe ser entendido como análisis de la

relación, y no como separación de sus componentes.

El episodio como combinación o adición

Congruente con el supuesto de la separabilidad de los

componentes del episodio verbal, destaca un segundo planteamiento

respecto del carácter no emergente del episodio en relación a las

propiedades de sus elementos componentes. Nada surge en el

episodio verbal distinto a los comportamientos que lo constituyen:

el episodio verbal significa examinar la composición cuantitativa


de segmentos más extensos de comportamiento, provistos por el

hablante y el escucha.

Destacan tres cuestiones en este contexto:

a) En primer lugar se encuentra el problema del carácter no

emergente del episodio verbal en relación con la definición misma

de la conducta verbal. Si la conducta verbal se distingue de la no

verbal con base en su reforzamiento por mediación de otro


144

individuo )constituye o nó la acción de un segundo individuo,

reforzando, una característica que dota de propiedades emergentes

a la operante verbal en comparación con la operante no verbal? En

principio, parece ser que Skinner no considera que existan

diferencias cualitativas entre la operante verbal y la no verbal.

En la medida en que concibe al escucha como emisor de conducta no

verbal, lo considera un subrrogado mecánico del dispositivo que

procura el reforzamiento en el caso de la operante no verbal. Sin

embargo, parecen haber dos aspectos que no apoyan este supuesto.

El primero tiene que ver con la acción diferencial del

mediador del reforzamiento, en tanto la conducta del escucha posee

una plasticidad, variabilidad y selectividad que es de difícil

atribución a un dispositivo o a eventos que se regulan con base

en principios mecánicos o similares. El escucha está adiestrado

para reforzar apropiadamente la conducta del que habla, y este

adverbio, apropiadamente, conlleva dimensiones de selectividad

funcional que cualitativamente son radicalmente distintas a las


que se pueden adscribir a un dispositivo con acciones mecánicas o

a eventos que se interrelacionan mecánicamente en el ambiente

natural.

El segundo aspecto se refiere a que la conducta del escucha

no siempre es necesariamente mecánica. Más aún, en la mayor parte

de los intercambios que se definen como conducta verbal, la

conducta del escucha no es mecánica. Difícilmente un hablante


144

conviviría con aparatos que le contestaran o proveyeran de

consecuencias de tipo físico o químico. La conducta no mecánica

del escucha parece contribuir con propiedades que convierten a su

relación con el hablante en una interacción con características

distintas, en tanto interacción, de aquellas otras en que el

escucha puede ser substituído por un dispositivo no conductual

(especialmente humano) o en las que la conducta de un individuo

(hablando o no) obtiene consecuencias mecánicas directas de su

comportamiento respecto a los acontecimientos y personas físicas,

en tanto tales.

b) En segundo lugar, y también relacionado con el carácter no

emergente del episodio verbal, se dan dos supuestos respecto de

las características generales de la conducta. El primero es que la

conducta de dos individuos en interacción no se distingue

cualitativamente de la conducta de un solo individuo comportándose

respecto a un evento no "conductual" -es decir, no categorizable

como proveniente directa o indirectamente del comportamiento de


otro individuo o del propio individuo. El segundo es que no hay

diferencias cualitativas, aún cuando si las hay formales -o de

topografía-, entre la conducta operante de naturaleza mecánica y

la no mecánica. Dos tipos de evidencia pueden, cuando menos,

cuestionar estos supuestos.

La primera evidencia proviene de la investigación sobre

interacciones diádicas en conducta operante. Como lo han


144

documentado ampliamente los hallazgos de Lindsley (1966) y Hake y

colaboradores (1972) entre otros, cuando se diseñan situaciones

que funcionalmente pueden constituír ya sea condiciones de

competencia o bien condiciones de cooperación, las mismas

conductas individuales en interacción conforman episodios

funcionales cualitativamente distintos (efectos de lider-

seguidor,etc.).

La segunda evidencia proviene de la experiencia cotidiana y

de estudios controlados (Ribes, Gomar y Serrano, 1975), en los que

se aprecia que una vez establecida una forma de comportamiento

verbal (ya sea conversacional o vinculado a la lectura y

habilidades similares), este adquiere, debido a lo que algunos

denominan propiedades generativas (Chomsky, 1957; Slobin, 1971;

Ribes, 1986), características de irreversibilidad total o cuando

menos parcial, a diferencia de la conducta mecánica que casi

siempre es reversible y regulada por factores con mayor

particularidad y menor plasticidad funcional y morfológica.


c) Finalmente, se tiene una tercera cuestión: la complejidad

entendida como una dimensión cuantitativa en contraste con el

concepto de emergencia, que es de naturaleza cualitativa. Como el

propio Skinner lo señala, la complejidad de la conducta verbal

como episodio se limita a concebirla como una sumatoria o

combinatoria de los componentes representados por las conductas

del que habla y el que escucha.


144

La complejidad cuantitativa siempre se ha concebido en la

teoría del condicionamiento operante como un interacción

algebráica aditiva (Skinner, 1938). Las variables de reforzamiento

procuran "fuerza" a la respuesta, mientras que las variables

vinculadas al castigo o a la suspensión del reforzamiento restan

"fuerza" a la respuesta. De tal manera, la probabilidad, entendida

como frecuencia de una respuesta, se convierte en una función

algebráica de los factores positivos y negativos que se suman en

una determinada interacción. Este análisis cuantitativo es

pertinente en la predicción de la probabilidad de ciertas

respuestas por parte del hablante dadas las características

reforzantes, punitivas o de extinción del escucha. La combinación

de las conductas del hablante y el escucha en el episodio verbal

representa una doble complejidad cuantitativa. La primera, en que

las sumatorias algebráicas respecto de la fuerza de la operante

verbal por parte del hablante pueden tener variaciones locales con

base en las secuencias y ubicaciones temporales de las variables


de reforzamiento y castigo recíprocas entre el hablante y el

escucha. La segunda, en que la combinatoria de la respuestas,

como variaciones de posición de sus componentes (palabras,

partículas gramaticales,etc.), pueden producir distintas operantes

tanto en forma como en fuerza, que afecten diferencialmente la

conducta del escucha.

Es evidente, sin embargo, que un análisis de la complejidad


144

en los términos cuantitativos aquí examinados no substituye un

análisis de la complejidad en términos cualitativos. La

complejidad cuantitativa no da cuenta de la emergencia de nuevos

tipos de relaciones. Y el problema central radica en )cómo

analizar la complejidad del comportamiento verbal en términos

cuantitativos, si como principio conceptual se considera que la

frecuencia y la morfología no constituyen dimensiones

fundamentales para su definición?

La unidireccionalidad del episodio verbal

En la medida en que se supone que el episodio verbal es

fraccionable, la suposición recíproca de un hablante y un escucha

plantea, necesariamente, la concepción lineal y unidireccional de

la relación involucrada en el episodio. La conducta del escucha

hace suponer un hablante, que forzosamente le antecede como parte

del episodio, mientras que la conducta de hablar hace suponer un

escucha, que necesariamente está potencial o fácticamente presente

y que actuará en consonancia una vez emitida la conducta del


hablante. El esquema se ajusta a la así llamada triple relación de

contingencia, en la que el escucha es la ocasión para que un

individuo hable (estímulo discriminativo), el individuo habla dada

la presencia del escucha y la probabilidad de que este actúe en

consecuencia (respuesta operante), y el escucha responde a la

conducta del hablante procurándole las consecuencias requeridas

para que siga o no haciéndolo en el futuro (reforzamiento o


144

castigo).

La triple relación de contingencia, como modelo descriptivo

del episodio verbal, lo transforma en una secuencia o sucesión de

acontecimientos que necesariamente inicia con la presencia del

escucha -sin que este actúe-, sigue con la conducta del hablante,

y concluye con la conducta del escucha como mediador del

reforzamiento )requerido? o producido por la conducta del

hablante. El episodio, que como tal solo puede y debiere

concebirse como una relación, y por consiguiente, como una unidad

analítica del contínuo de comportamiento implicado en los

intercambios entre individuos, se convierte en un ensamble lineal

en tiempo de las conductas del hablante y el escucha. La relación

es destruída, y las conductas separadas del hablante y el escucha

se constituyen por sí mismas en unidades analíticas.

Este fraccionamiento lineal plantea dos problemas

fundamentales respecto de la identificación y constitución de un

episodio verbal: 1) )Cómo identificar el inicio y final de un


episodio verbal cuando los intercambios de comportamiento no se

ajustan a una sucesión lineal simple como la que representa la

triple relación de contingencia?; 2) )Qué ocurre cuando la

conducta del escucha es también de hablante en respuesta a la

conducta del hablante inicial? )son ambos hablantes y escuchas?

)es verbal la conducta del escucha?

)La conducta del escucha es el límite que determina


144

simultáneamente la terminación de un episodio y el inicio de otro?

De ser así, la intercambiabilidad de las funciones de hablante y

de escucha dentro del episodio verbal )no conducen a otorgar un

papel más activo al escucha -es decir, también de hablante como

componente inicial del episodio? Esto parece ser muy evidente en

las conductas de naturaleza intraverbal y en cierta manera en lo

que Skinner denomina genéricamente el tacto. Esta segunda

cuestión, como acabo de señalarlo, plantea una serie de

contradicciones en lo que toca a la identificación de funciones

simples, sucesivas, de los componentes del episodio verbal. El

escucha se asume como una presencia inicial no actuante -también

llamada audiencia- y, tanto en su función inicial como ocasión

para que se hable, como en su función terminal como mediador del

reforzamiento del que habla, se supone que su comportamiento es no

verbal. Sin embargo, como se verá más adelante, existen, de

acuerdo al propio Skinner, clases de conducta verbal en que el

estímulo discriminativo constituye conducta verbal del escucha.


Los casos del tacto y la intraverbal son conspicuos, como ocurre

también con las llamadas operantes ecoicas y las textuales, en las

que aún cuando el escucha responsable de haber producido los

estímulos textuales no está presente, tales estímulos son en

efecto el producto de la conducta verbal de otro individuo, que

por razones varias no actúa como escucha del hablante. En el caso

del episodio textual se da una complejidad particular en lo que


144

toca a la integración de la relación hablante (o lector)-escucha.

En primer término, el productor de los eventos que funcionan como

estímulo y ocasión primaria de la conducta textual no está

presente en la mayoría de las situaciones en que ocurre tal tipo

de comportamiento. En segundo término, no puede darse la lectura -

como conducta textual- si el propio hablante -o lector- no

funciona como su propio escucha, de modo que este tipo de episodio

parece privilegiar la atribución de la función de escucha al

propio lector, y en consecuencia lo que constituye la ocasión para

que la conducta se dé, se transfiere, inevitablemente, al texto

como objeto. Esto conlleva el problema de elucidar las propiedades

del texto que lo hacen discriminativo del inicio de la conducta de

leer, al margen de que lo que se lee depende claramente de la

naturaleza del texto mismo -, lo que parece otorgarle a los

estímulos textuales propiedades más bien semejantes a las de un

estímulo condicional que a las de un estímulo discriminativo. En

tercer lugar, independientemente de que el lector sea su propia


escucha -y se plantee así la incógnita de cómo tiene lugar la

mediación del reforzamiento en forma sucesiva, si el hecho de leer

implica simultaneidad estricta de las funciones de hablante y

escucha- )es el texto procurado por el escritor ausente el

reforzamiento de la conducta del lector? )puéde ocurrir la

conducta del escucha que refuerza la conducta del hablante -en

este caso las conductas del escritor y la del lector- antes de que
144

ocurra ésta última? ó )acaso la conducta textual no es en realidad

una operante verbal y solo equivale a conducta de "escucha"?

)entonces solo hay conducta de escribir? )la conducta de leer no

es verbal?

Como puede observarse, son infinitos los problemas lógicos

que derivan de la conceptualización fraccionada y lineal del

episodio verbal en términos de las conductas separadas del

hablante y del escucha ocurriendo en sucesión.

La primera cuestión no deja de ser también interesante desde

un punto de vista lógico. Si la conducta de hablante y escucha son

intercambiables en los dos individuos participantes en el episodio

verbal, como funciones en sucesión una respecto del otro, y por

consiguiente, con yuxtaposiciones temporales que otorgan

simultaneidad de dos funciones a un solo individuo en un momento

particular, )cómo puede determinarse el inicio y conclusión de un

episodio verbal a partir de la condición antecedente y consecuente

relativas a un hablante? )se tendrán acaso tantos episodios


verbales fraccionables como conductas de hablante se identifiquen

en sucesión? De ser así, se tendría un criterio de muy dudosa

eficacia empírica, vease un ejemplo:

")Cómo está Usted? Muy bien, gracias. )Y, Usted? No tan bien.

He tenido problemas graves de salud. )Qué problemas...? He

padecido a la vez problemas circulatorios y gastrointestinales muy

severos en las últimas semanas. !Caramba! Lo siento mucho..."


144

En ésta secuencia, la pregunta inicial es la conducta del

hablante dada la presencia de un escucha potencial -a quién se

dirige la pregunta que posteriormente responde. Sin embargo )no es

también verbal la conducta de responder? Si lo es, entonces el

hablante inicial se convierte automáticamente en escucha, y así

sucesivamente hasta el término del diálogo. )Cuántos episodios se

pueden identificar? Tres desde la perspectiva del hablante

inicial, dos desde la perspectiva del escucha inicial. )Son en

realidad cinco episodios o son solo tres tomando el punto de

referencia inicial? Quizá el propio Skinner afirmaría que solo se

trata de un episodio, pues no existen criterios a-priori para

identificar el tamaño de la unidad verbal. Pero )es acaso la misma

unidad verbal la que corresponde a la primera pregunta y las que

hablan acerca de los problemas de salud? )Se tendrá acaso que

recurrir a un criterio temático o de contenido para identificar el

episodio verbal? Si esto es así, )qué ocurre cuando hay más de un

"contenido" en el diálogo? )Ocurren simultáneamente varios


episodios verbales? Los problemas para identificar un episodio

verbal son múltiples cuando se parte de la separabilidad de los

componentes que definen la relación. El esquema de sucesión de

tres elementos funcionales proporcionado en Verbal Behavior solo

puede dar cuenta de ejemplos sobresimplificados.

El episodio verbal sin escucha inicial

La definición del episodio verbal desde la perspectiva de la


144

triple relación de contingencia asume la presencia del escucha

como condición inicial del episodio. Cuando las propiedades de

estímulo discriminativo se otorgan a un estímulo discreto, o a una

condición motivacional -que en último término es conceptualizada

con propiedades equivalentes a un estímulo discriminativo por

Skinner-se asume un surrogado funcional del escucha con funciones

propias de un estímulo discriminativo inespecífico o generalizado,

al que se le denomina la audiencia. De este modo, se tiene una

audiencia -que puede o no funcionar como escucha mediando el

reforzamiento de la operante verbal emitida en su presencia-, un

estímulo discriminativo -que puede ser o no el escucha-, el

hablante representado por la operante verbal, y el reforzamiento

representado por el escucha - que en ocasiones puede ser el propio

hablante.

El problema de la audiencia es que lógicamente suplanta

funciones del escucha sin tener las propiedades definidoras de

éste último: ser el mediador del reforzamiento del que habla. La


audiencia no forma parte del episodio verbal, pero no se puede dar

cuenta de la ocurrencia de la interacción hablante-escucha sin

recurrir lógicamente a la audiencia. La audiencia constituye un

substituto cómodo del escucha, en la medida en que, en su carácter

de estímulo discriminativo generalizado e inespecífico, no guarda

ninguna relación de correspondencia necesaria con la forma en que

se media el reforzamiento del hablante. Por ello, en aquellos


144

casos en que: 1) el sujeto es su propio escucha, como auto-

procurador del reforzamiento; 2) el sujeto es su propio escucha

como ocasión para hablarse a sí mismo; 3) no existe un escucha

presente a quién afectar de forma inmediata; y, 4) no existe un

escucha presente que medie el reforzamiento de la conducta del

hablante en forma inmediata, la audiencia constituye el

dispositivo lógico adecuado para conformar el epísodio verbal: a)

el sujeto es su propia audiencia; y b) el sujeto responde a una

ausencia distante.

La función del escucha.

En la definición de la conducta verbal, Skinner apunta que:

"...la conducta del escucha al mediar las consecuencias de

la conducta del hablante no es necesariamente verbal en

ningún sentido especial. De hecho, no puede distinguirse

de la conducta en general..." (p. 2).

Más adelante dice que:


"...Estos ejemplos nos recuerdan el hecho de que la conducta

del escucha no es esencialmente verbal. El escucha

reacciona a un estímulo verbal, ya sea con reflejos

condicionados o con conducta operante discriminada, tal

como reacciona a cualquier característica del ambiente." (p.

170)

Estas afirmaciones son cuestionables por dos motivos. Uno,


144

relativo a la concepción de lo que es "esencialmente" verbal.

Otro, vinculado nuevamente a la definición misma de la conducta

verbal, y al papel lógico asignado al escucha en tal definición.

En lo que toca a la primera cuestión, el argumento de Skinner

parece estar basado en un criterio tácito de analogía. La conducta

del escucha no es verbal en la medida en que puede ser descrita

como una operante discriminada o como una respondiente

condicionada (en el sentido pavloviano). De aquí se desprende que

la conducta del escucha podría ser considerada verbal si no se

comportara de manera semejante a las operantes discriminadas y a

las respondientes condicionadas, es decir, si se demostrara que su

regulación o control funcional se caracteriza por un tipo de

relación diferente a los descritos por la taxonomía que clasifica

a toda conducta como operante o respondiente. De ser válido este

argumento, la conducta del hablante, aún cuando fuera mediada en

su reforzamiento por otro, tampoco sería verbal, pues como la

propia taxonomía y la definición propuesta por Skinner lo


establecen, toda conducta verbal es operante, y por consiguiente,

reacciona a cualquier característica del ambiente de la misma

manera que cualesquier otra conducta operante -es decir- la no

verbal. La conducta del hablante solo podría ser verbal si se le

clasificara como no-operante y no-respondiente. )Cuál sería la

categoría apropiada para hacerlo? Evidentemente, hacer esto

significaría reconocer la limitación expresa de una clasificación


144

doble para analizar todo tipo de comportamiento, y en especial el

verbal. Si esto es así, la lógica empleada para establecer la

distinción respondiente-operante, que se basa en el locus temporal

de control funcional del estímulo sobre la conducta, antes o

después, debiera ser abandonada por una lógica distinta. De otro

modo, solo restaría establecer una subdivisión entre las

operantes, las no verbales y las verbales, fundamentada en la

morfología especial de las respuestas. Este recurso se contrapone

a los propósitos explícitos del análisis planteado en Verbal

Behavior, más, sin embargo, parece subyacer a los criterios que

establecen la naturaleza no verbal de la conducta del escucha: en

la medida en que esta constituye conducta que suple a la conducta

mecánicamente efectiva del hablante se considera que es conducta

no verbal.

Cabe destacar que aún cuando en muchas de las ocasiones la

conducta que "refuerza" al hablante no es observacionalmente

verbal en su morfología (por ejemplo, pasar la sal, cerrar la


puerta, etc.), en muchas otras sí lo es (contestar verbalmente),

aparte del hecho mismo que implica el que escuchar un lenguaje sea

considerado no verbal. Skinner parece reconocerlo implícitamente

cuando menciona que:

"...El hablante y el escucha serán más parecidos si hablan

no solo el mismo lenguaje sino también los mismos

sublenguajes" (p. 272).


144

En lo que toca a la segunda cuestión , se pueden destacar dos

problemas. El primero tiene que ver con el criterio que define el

reforzamiento de la conducta del hablante. El segundo, con la

simetría que parece haber en la concepción respecto del

reforzamiento de la conducta del escucha.

La definición de conducta verbal establece la necesidad de

dos individuos, uno de los cuales tiene la función asignada de

reforzar al otro. En esta definición , sin embargo, parece

insinuarse una ambigüedad de crucial importancia. En ocasiones, la

definición entiende el papel del escucha como el del mediador de

un reforzamiento para el hablante, y este reforzamiento

-normalmente la producción de un cambio mecánico-geométrico en el

ambiente- requiere necesariamente de lo que Skinner denomina

conducta "práctica" por parte del escucha, es decir, que el

escucha haga algo . Cuando esto no ocurre, y la conducta del

escucha no es "práctica", se presentan problemas especiales y

soluciones ad-hoc que interpretan el efecto de reforzamiento en


términos de la historia del hablante y de la facilitación de

consecuencias futuras (esto es parcialmente conspicuo en el caso

del escritor y el lector). En otras ocasiones, la definición se

entiende en términos de la efectividad de la conducta del hablante

para producir un cambio o resultado en la conducta del escucha -lo

que incluye a este cambio como un tipo de conducta no "práctica"

por parte del escucha. De este modo, la definición parece oscilar


144

entre dos criterios de "interacción" entre el hablante y el

escucha. Uno, en el que el escucha media el reforzamiento de la

conducta del hablante a través de su conducta práctica. Otro, en

el que el hablante opera sobre el escucha produciendo un efecto en

él y su conducta. Obviamente, ambos criterios no son equivalentes,

y se refieren a dos tipos de relaciones distintas. En el primer

criterio, el escucha desempeña un papel substitutivo de un

dispositivo de acción mecánica operado por la voz, textos o gestos

de un hablante, y probablemente justificaría considerar que su

conducta no es verbal, pero a la vez, también cuestionaría la

verbalidad de la conducta del hablante, en la medida en que la

subrrogación mecánica de su conducta no requiere de una comunidad

verbal que la contextualice.

En el segundo criterio, el escucha desempeña, de manera

curiosa, el papel de afectado por la conducta del hablante, con lo

que se plantea una doble interrogante: primero )cómo el efecto

sobre otro refuerza la conducta operante del que produce el


efecto?, y segundo )cómo puede afectarse al escucha sin que su

conducta de reaccionar ante la operante verbal del hablante que le

afecta sea no verbal?

El otro problema mencionado tiene que ver con la simetría

supuesta en la definición de conducta verbal entre el

reforzamiento de la conducta del hablante y el reforzamiento de la

conducta del escucha. La conducta del hablante es reforzada por la


144

conducta del escucha, al margen de que el reforzamiento se dé como

un efecto sobre el escucha y su conducta, o mediante la acción

práctica del escucha procurando consecuencias mecánico-geométricas

a la conducta del hablante. Sin embargo, se plantea la pregunta

)porqué actúa el escucha? Si se trata solamente de que su conducta

es un efecto o sea, es afectada, por la conducta del hablante,

esta pregunta deja de ser pertinente: la conducta del escucha es

solo un resultado de la conducta del hablante. Obviamente, al

eliminarse la pregunta de qué es lo que refuerza la conducta del

escucha, surge automáticamente la pregunta acerca de )en qué se

distingue la conducta del hablante de cualesquier otra operante si

su reforzamiento está dado por sus efectos inmediatos en el

escucha y su conducta? Pero si la conducta del escucha media los

efectos de otro individuo u objeto sobre la conducta del hablante,

entonces debe suponerse que esta acción del escucha como mediador

debe estar siendo a su vez reforzada, pues de otro modo no se

produciría. La conducta del escucha en esta segunda condición es


también operante. Si se acepta que la conducta del escucha es

operante, su reforzamiento puede provenir de su propia acción o de

las de un objeto u otra persona sobre los que actúa directamente,

pues estas tienen sentido funcional solo en términos de su efecto

sobre la conducta del hablante. Entonces )qué refuerza la conducta

del escucha? Forzosamente lo debe hacer la conducta del hablante,

ya sea la que le sigue a su acción, o la que sigue a los efectos


144

mediados por la conducta del escucha. Si esto es correcto, la

conducta del escucha también es mediada en su reforzamiento, pero

lo es por la conducta del hablante.En consecuencia, tal como lo

estipula la definición de conducta verbal, la conducta del escucha

debe de ser necesariamente verbal. No puede haber conducta verbal

por parte del hablante si esta se considera a partir de la

mediación de su reforzamiento por otro, si la conducta del escucha

no es también verbal, es decir, si no es a su vez mediada en su

reforzamiento. Esta conclusión conduce inevitablemente a los

problemas que se consideraron en la sección anterior respecto de

la identificación del episodio verbal cuando tanto el hablante

como el escucha son considerados funcionalmente interactivos, es

decir, ambos son verbales.

El supuesto fundamental de que la conducta del escucha no es

verbal plantea problemas adicionales, pues como el propio Skinner

lo reconoce:

"...La conducta verbal carecería de sentido si el escucha no


hiciera otra cosa más que reforzar al hablante por

emitirla." (p. 151)

Para responder a esta cuestionamiento, Skinner agrega que:

"...La comunidad verbal mantiene la conducta del hablante

con reforzamiento generalizado, pero, un escucha dado a

menudo asume una acción específica con respecto a lo que se

dice...La acción que toma un escucha con respecto a una


144

respuesta verbal es a menudo más importante para el

hablante que un reforzamiento generalizado. La conducta del

hablante alerta, maduro, con frecuencia se relaciona más

estrechamente con efectos particulares. El reforzamiento

generalizado es más obvio y más útil en el condicionamiento

original de la conducta verbal." (p. 151)

La aclaración anterior parece implicar tres cuestiones

adicionales: a) )en qué consiste el reforzamiento mediado por el

escucha?; b) la acción práctica y los efectos particulares sobre

el hablante por parte del escucha )son solo instancias de

conducta no verbal?; y c) )no constituye la postulación del

reforzamiento generalizado administrado por la comunidad verbal

una violación al nivel descriptivo y observacional cubierto por la

definición de la conducta verbal?

Skinner parece afirmar que el escucha hace algo más que

simplemente reforzar la emisión de conducta por parte del

hablante. )Qué significa esto? )Acaso que el escucha tiene una


doble función, la de reforzar y "alguna otra"? )En qué consiste

esta otra conducta o función adicional? La afirmación de Skinner

plantea dudas sobre la definición misma de la conducta verbal por

él formulada, en la medida en que el reforzamiento mediado por el

escucha no parece referirse a un efecto particular sobre el

hablante, y a que adicionalmente su función como escucha parece

más bien depender de una segunda característica distinta a la de


144

reforzar al hablante. La descripción que hace de esta segunda

característica del escucha incluye genéricamente lo que Skinner

enuncia con la conducta del hablante implicada en "hacer que el

escucha sepa acerca de algo" (p. 152), y que comprende "anunciar"

y "comunicar", así como otros casos en los que se refiere a

distorsiones del control del estímulo respecto del escucha, como

ocurre en situaciones en las que se desea interrumpir el

comportamiento de éste último que interfiere con la conducta del

hablante, vbgr., situaciones en las que se da un falso anuncio o

advertencia en vez de una orden. Evidentemente, estos aspectos

descritos como una segunda característica del escucha no parecen

ser distintos de los que presupone la función del escucha como

mediador del reforzamiento del hablante, solo que tienen relación

con lo que analizamos previamente: la concepción del reforzamiento

como efecto en el escucha o su conducta. Sin embargo, esta segunda

característica del escucha conlleva, cuando menos a partir de los

términos empleados por el propio Skinner, el supuesto de que el


hablante logra el efecto en la medida en que transmite algún tipo

de conocimiento al escucha. Al margen de considerar que se trata

de una metáfora o de una expresión poco afortunada, la

"transmisión de conocimiento" no puede tener lugar sin un escucha

que simultáneamente, y como condición sine qua non del efecto a

lograr por el hablante, también esté respondiendo verbalmente en

tanto escucha.
144

Esta primera cuestión, resumiendo, sugiere que el propio

Skinner considera, de algún modo, insuficiente la simple mediación

del reforzamiento -como surrogado mecánico- para definir la

función del escucha y el reforzamiento de la conducta del

hablante, a la vez que plantea, contradictoriamente, que los

efectos particulares que tienen lugar sobre el escucha implican

algún tipo de correspondencia, en la dimensión verbal, de las

conductas de ambos participantes en el episodio.

La segunda cuestión reitera el problema de la relevancia de

la acción práctica del escucha y de sus efectos sobre la conducta,

así considerada verbal, del hablante. Skinner plantea la

importancia probable del reforzamiento generalizado en el

condicionamiento de la conducta verbal, es decir, como factor

promotor de la adquisición de la conducta verbal. El reforzamiento

generalizado constituye siempre algún tipo de conducta por parte

del escucha que está vinculada intercambiablemente a múltiples

consecuencias específicas, a excepción hecha del dinero que


constituye un tangible independiente -hasta cierto grado- del

comportamiento del escucha. Ejemplos de reforzamiento generalizado

son expresiones como "muy bien, "con todo gusto", "perfecto", "te

quiero", etc., que están relacionadas contextualmente con la

ocurrencia de otras conductas específicas o de acontecimientos

específicos, como dar comida, hacer un favor, acariciar, etc.,

cuyo efecto es hacer más probable la ocurrencia de la conducta del


144

hablante )Cómo es posible plantear la importancia del

reforzamiento generalizado en el condiconamiento de la conducta

del hablante, y a la vez considerar que la conducta del escucha es

no verbal? )A qué otro tipo de reforzadores generalizados podía

estar haciendo referencia Skinner que no fueran de naturaleza

verbal? Pero, suponiendo, que tales reforzamientos generalizados o

las conductas prácticas particulares por parte del escucha no

fueran verbales )cómo puede adquirirse comportamiento verbal por

parte de un hablante potencial si la conducta del escucha, quien

media su reforzamiento y a quien afecta, no es verbal? Esto se

contradice explicítamente con el propio análisis que efectúa

Skinner respecto de ciertas operantes verbales de primer orden,

como son los tactos, las ecoicas, las textuales y las

intraverbales, en las que su reforzamiento consiste prácticamente

en reforzamiento generalizado o reforzamiento educativo, es decir,

en formas de comportamiento verbal por parte del escucha que

permiten la corrección para precisar el control del estímulo


discriminativo correspondiente.

La tercera cuestión tiene que ver la asimetría planteada al

afirmar que la comunidad verbal mantiene la conducta verbal con

reforzamiento generalizado, mientras que los escuchas particulares

lo hacen a través de conductas prácticas que tienen un efecto -y

son afectadas- por lo que el hablante dice. No hay ninguna

dificultad en plantear la diversidad de conductas prácticas que


144

pueden asumir los escuchas particulares respecto de la conducta

del hablante, pero )cómo puede concebirse que simultáneamente la

comunidad verbal mantenga el comportamiento verbal de ese hablante

mediante reforzamiento generalizado? )cómo una instancia

socialmente molar "puede" reforzar la conducta de un hablante

particular? En principio, la definición de conducta verbal no

contempla, aún cuando supone, a la comunidad verbal. El episodio

verbal está constituído de instancias individuales: hablante,

escucha, reforzamiento y por extensión lógica, estímulo

discriminativo, pero no puede asumirse como mediador adicional del

reforzamiento a una instancia como la "comunidad verbal", que no

corresponde a los niveles observacionales contemplados por la

definición. Incluso, en el caso de la definición refinada, en que

se explicita el papel de la comunidad verbal al entrenar al

escucha para reforzar apropiadamente la conducta del hablante, la

comunidad verbal no participa directamente en el episodio.

Constituye un antecedente, cuyo nivel descriptivo pertenece a


otras dimensiones lógicas, que caracterizan la naturaleza de la

conducta del escucha frente a un hablante cualquiera.

No se puede soslayar un comentario pertinente a esta última

cuestión. La introducción de la comunidad verbal como instancia

participante en el episodio verbal es análoga a la postulación de

la audiencia como un estímulo discriminativo agregado a los

estímulos discriminativos que caracterizan a cada tipo de operante


144

verbal. Así como, con excepción del mando, las demás clases de

operante verbal poseen un estímulo discriminativo que las define

específicamente como tactos, textuales, intraverbales, ecoicas y

otras más. Dicho estímulo discriminativo, excluyendo a las

operantes intraverbales, no presupone necesariamente la presencia

de un escucha, aún cuando en la mayoría de los casos se trata de

lo que Skinner denomina un estímulo verbal-con base únicamente en

su morfología. Se puede repetir, leer o "describir" y "nombrar" un

objeto o acontecimiento sin que ello implique la presencia de un

escucha, adicionalmente a la presencia del estímulo discriminativo

que controla tal respuesta: un patrón acústico articulado, un

texto, y un objeto de estímulo, respectivamente. Si un estímulo

discriminativo constituye la ocasión para que al darse una

respuesta esta se vea seguida de reforzamiento -una consecuencia-,

la presencia de los estímulos discriminativos mencionados para las

diversas clases de operantes verbales no parece ser una condición

suficiente. La postulación de la audiencia como un estímulo


discriminativo inespecífico respecto a cualquier tipo de operante

verbal, permite agregar la "ocasión" que señala el probable

reforzamiento de una conducta por parte del hablante, a la vez que

se matiza o modula esta conducta con base en los criterios de

reforzamiento que caracterizan la propia conducta de esa audiencia

inespecífica como escucha específico. Pero )cómo puede haber una

doble función discriminativa simultánea? Se trata de una función


144

discriminativa específica que corresponde directamente al evento

de estímulo que participa de la definición de cada tipo de

operante verbal, y de una función inespecífica que transita de una

dimensión lógica de "impersonalidad", es decir, de una categoría

que no se refiere a individuos, a una dimensión lógica de

"personificación": el escucha, como un individuo particular que

procura el reforzamiento requerido a la conducta del hablante. Tal

como ocurre en el caso apenas analizado de la comunidad verbal

como instancia de reforzamiento de la conducta del hablante, se

tiene a la audiencia como instancia discriminativa de la conducta

del hablante. Ambas categorías, sin embargo, no forman parte de la

definición inicial de conducta verbal, y no poseen las

características lógicas de "individualidad" necesarias para

recurrir a ellas en la descripción de las variables que participan

en cualquier episodio de tipo verbal: la interacción entre un

hablante y un escucha.

La situación lógica examinada en el caso de las llamadas


operantes de primer orden también caracteriza a las operantes de

segundo orden: las autoclíticas. Aún cuando este tipo de operantes

verbales se analizará más detenidamente en una sección posterior,

es conveniente aclarar que se trata de lo que podríamos denominar

las "operantes de operantes". Las autoclíticas constituyen

funciones operantes supraordinadas a las operantes verbales de

primer orden que componen cualquier comportamiento verbal. La


144

función de las autoclíticas es modificar los efectos que las

operantes de primer orden producen en el escucha, modulando sus

propiedades funcionales de diversas maneras. En este sentido, y de

manera esquemática, podríamos decir que las diversas autoclíticas,

además de las funciones de agrupar y ordenar la conducta verbal,

tienen como función la de comportarse como tactos y mandos

respecto de la propia conducta verbal del hablante y, de esta

forma, producir efectos especiales en el escucha.

Al margen de otras dificultades lógicas y conceptuales

fundamentales, destaca que las autoclíticas funcionen como

operantes de otras operantes en el mismo hablante, y como parte de

un mismo segmento de comportamiento verbal. Dado que el segmento

autoclítico de una operante completa tiene un primer efecto sobre

la operante de primer orden de esa misma operante )funciona el

propio hablante como escucha de su operante autoclítica afectando

al componente de primer orden dirigido a un escucha "externo"? La

autoclítica parece representar un caso de doble escucha y doble


audiencia, en la que el propio individuo constituye su audiencia y

escucha para el nivel autoclítico de la operante de primer orden

ya matizada autoclíticamente. Son evidentes las complicaciones

lógicas y empíricas de tal planteamiento. En la medida en que toda

verbalización implica un proceso autoclítico, resultaría que la

definición última de la conducta verbal debería contemplar un

doble efecto de reforzamiento -y por ende, de control


144

discriminativo- con respecto al escucha (y la audiencia), sin

abundar en el problema empírico relacionado a los momentos -en

tiempo real- en que tiene lugar este doble proceso de audiencia-

escucha en un mismo individuo antes o mientras emite la operante

verbal de que se trate.

Finalmente, es importante examinar la manera en que se

concibe el papel del escucha en las diversas clases de operantes

verbales. Dado que en la próxima sección analizaremos el problema

mismo de la taxonomía de las operantes verbales formulada en

Verbal Behavior, en este punto nos limitaremos a señalar que tipo

de reforzamiento se supone procura el escucha en el marco de cada

una de las operantes verbales.

El mando, definido como una operante verbal bajo un estado

motivacional específico cuyo reforzamiento consiste en la

procuración de consecuencias específicadas por la propia

respuesta, constituye quizá el ejemplo más conspicuo de la

importancia otorgada al escucha en análisis de la conducta verbal.


Skinner expresa, en este contexto que:

"...Clasificar la conducta del hablante en términos de las

características de la conducta mediadora del escucha puede

distinguirse de la práctica tradicional de definir las

peticiones, órdenes, ruegos, consejo, advertencias, permiso,

ofertas y convocatorias en términos de la `intención' del

hablante. En general, la intención puede reducirse a las


144

contingencias de reforzamiento. En el presente caso las

diferencias conspicuas yacen en la conducta del escucha y en

las condiciones que la controlan". (p. 41)

Esto significa que, en el caso particular del mando, en el

que se carece de un estímulo discriminativo explícito que ocasione

la respuesta verbal, es la conducta del escucha -y no la del

hablante- la que delimita la naturaleza de la conducta de este

último. En este sentido, la conducta del hablante puede

considerarse dentro de las condiciones que controlan la conducta

del escucha, lo que paradójicamente ubica a la condición de

control como el fenómeno delimitado. Se especifican tres tripos de

mediación del reforzamiento del mando por parte del escucha: a)

cuando el escucha está en disposición independiente de reforzar la

conducta del hablante; b) cuando por medio del reforzamiento

elimina estimulación aversiva potencial; y, c) cuando crea

condiciones para el reforzamiento de la conducta del hablante en

otra situación. Ninguna de estas tres condiciones de mediación del


reforzamiento garantizan, funcionalmente, la posibilidad de

delimitar la conducta del hablante como un mando. Esto solo puede

hacerse a través del análisis de la conducta del hablante en

relación con la conducta del escucha. Sin embargo, se mantiene el

supuesto de la separabilidad de las descripciones de la conducta

del hablante y del escucha.

En los casos de las conductas controladas por estímulos


144

verbales, la ecoica, la textual, la de transcripción y la

intraverbal, destaca la función del escucha como mediador de

reforzamiento educativo para el hablante, aún cuando en algunas

ocasiones se plantea que el escucha procura también reforzamiento

negativo (en contraposición a su papel en el mando), reforzamiento

económico o consecuencias específicas, como ocurre en la ecoica,

la transcriptiva y la textual, respectivamente. El reforzamiento

educativo se entiende como una consecuencia explícitamente

administrada con el fín de que el hablante adquiera una forma de

operante verbal, adquisición que enriquece su repertorio y la

posibilidad de que pueda procurar beneficios mediatos al escucha -

y a la comunidad verbal en general. En todos estos casos, el

reforzamiento generalizado no garantiza la discriminabilidad de la

conducta del hablante en términos de un tipo específico de

operante verbal, al margen de los problemas definicionales que

conlleva el planteamiento de la adquisición de operantes

discriminadas bajo el control de reforzadores generalizados,


aspecto que examinaremos posteriormente. La inclusión del escucha

parece satisfacer únicamente la necesidad lógica de la presencia

del reforzamiento. Quizá el caso más conspicuo de la

caracterización del escucha como un simple subrrogado de la

consecuencia que debe seguir a una operante, es la posibilidad de

cancelarlo totalmente en la descripción de la conducta textual,

cuando esta ha sido ya adquirida. En esta circunstancia, se


144

propone que el reforzamiento ocurre automáticamente con la emisión

de la conducta de leer: leer refuerza leer.

La tercera clase de operantes corresponde a los tactos. Los

tactos constituyen una clase de conducta verbal en la que las

propiedades de un objeto o evento físico controlan

discriminativamente la emisión de una determinada respuesta,

vbrg., una descripción, una denominación, un reconocimiento, etc.

El escucha cumple la misma función mediadora del reforzamiento que

en el caso de las operantes verbales bajo el control de estímulos

verbales: procurar reforzamiento generalizado con criterios

educativos. La razón expuesta para que tenga lugar la conducta del

escucha es que, en la medida en que el hablante posea un

repertorio verbal "informativo" sobre la realidad, este funcionará

como estímulos discriminativos eficaces para la conducta operante

posterior del escucha.

La naturaleza de la conducta del escucha propuesta para cada

tipo de comportamiento verbal parece contradecir el supuesto de


que la conducta del escucha no es verbal. El reforzamiento

generalizado, educativo o no, consiste en conducta verbal. En el

caso del mando, exceptuando la condición en que el escucha elimina

reforzamiento negativo potencial, las otras dos condiciones

propuestas -que no difieren mucho de expresiones intencionales-

difícilmente podrían concebirse como comportamiento ocurriendo en

una dimensión no verbal.


144

La taxonomía de la conducta verbal.

Una porción significativa de la segunda parte de Verbal

Behavior está dedicada a la formulación de una taxonomía o

clasificación de la conducta verbal. Esta taxonomía constituye, de

hecho, el núcleo del análisis teórico presentado, dado que la

clasificación del lenguaje en distintos tipos de operantes

verbales es la alternativa a los esquemas análiticos derivados de

aproximaciones de naturaleza lingüistico-gramatical.

La taxonomía de la conducta verbal se agrupa en tres ejes

generales: 1) las operantes verbales no discriminadas; 2) las

operantes verbales discriminadas -o controladas- por estímulos

verbales; y, 3) las operantes verbales discriminada -o

controladas- por estímulos no verbales.

La primera clase incluye un solo tipo general de operantes

verbales: los mandos. Estos se definen como

"...el tipo de operante verbal en el que una respuesta de


una forma dada se ve seguida de manera característica por

una consecuencia determinada en una comunidad verbal.

..Un `mando' entonces, puede definirse como una operante

verbal en la que la respuesta es reforzada por una

consecuencia característica, y por consiguiente, está bajo

el control de las condiciones pertinentes de privación o

estimulación aversiva...Un mando se caracteriza por la


144

relación singular entre la forma de la respuesta y el

reforzamiento recibido, de manera característica, en una

comunidad verbal determinada." (pp. 35-36)

En términos técnicos, un mando constituye una operante no

discriminada, cuyos elementos funcionales son una condición

motivacional aversiva o por privación, una respuesta, y una

consecuencia pertinente en la forma de un reforzador negativo o

positivo respectivamente. Dependiendo de la relación hablante-

escucha, los mandos pueden subdividirse en órdenes, súplicas,

peticiones, amenazas, etc. De igual manera, se supone que, aún

cuando la definición misma del mando no incluye a ningún estímulo

discriminativo particular -excepción hecha de la audiencia, que no

forma parte de la definición-, existen estímulos previos al

reforzamiento del mando que pueden adquirir propiedades de control

sobre ocurrencias futuras de éste, en la forma de mandos

extendidos: el mando mágico, el mando supersticioso, y lo que

podría llamarse el mando metonímico -es decir, el que ocurre por


asociación contigüa- y/o el genérico -el que ocurre por

similitudes entre el estímulo previo y el escucha que reforzó-. En

todos estos casos de extensión del mando, se plantea una

ocurrencia del mando como forma de respuesta ante estímulos que

carecen de propiedades discriminativas, pero que están asociados

de manera fortuita o por similitud al reforzamiento de dicho mando

o a alguno semejante.
144

La segunda clase de operantes verbales incluye una diversidad

de tipos generales de conducta verbal, aún cuando algunas de ellas

no parecen poseer el mismo grado de importancia funcional que las

otras. Las operantes verbales bajo el control de estímulos

verbales -o discriminadas verbalmente para ser más precisos- son

las siguientes: a) la ecoica, b) la textual, c) la intraverbal, d)

la operante de transcripción, y e) la operante de traducción.

La conducta ecoica:

"...en su caso más simple...la conducta verbal está bajo el

control de estímulos verbales (y) la respuesta genera un

patrón de sonido similar al del estímulo." (p. 55)

Sin embargo, es importante añadir dos restricciones a la

definición recién expuesta para que se cumpla la condición de una

operante ecoica: 1) la conducta ecoica, aún cuando puede emitirse

en ocasión de un mando explícito ("repite lo siguiente") no

necesita de la presencia de dicho mando para ocurrir; y, 2) la

conducta ecoica requiere de un estímulo de forma correspondiente


que la preceda de manera inmediata, de modo que las reproducciones

de palabras o expresiones después de un lapso no pueden ser

consideradas de naturaleza ecoica. La conducta ecoica puede

emitirse de manera "auto-controlada", es decir, como una

autoecoica. Para Skinner:

"en todos los tipos de conducta autoecoica, tenemos que

considerar la posibilidad de que el estímulo verbal sea


144

cubierto." (p. 65)

La conducta textual se define en la medida en que hay:

"...un tipo familiar de estímulo verbal que controla la

conducta verbal (que) es un texto." (p. 65)

En la conducta textual el control de estímulo es muy parecido

al de la conducta ecoica: una forma de estímulo controla una forma

correspondiente de respuesta. Sin embargo:

"...los estímulos están en una modalidad (visual o táctil) y

los patrones producidos por la respuesta en otro

(auditivo)..." (p. 65).

Skinner agrega que:

"...puesto que el término `lectura' se refiere con

frecuencia a muchos procesos al mismo tiempo, se empleará

aquí el término más estrecho de `conducta textual'. En la

operante textual, entonces, una respuesta vocal está bajo el

control de un estímulo verbal no-auditivo." (pp. 65-66)

"La conducta intraverbal consiste en respuestas verbales


que, a diferencia de las conductas ecoica y textual, no

guardan correspondencia punto a punto con los estímulos

verbales `que las evocan'" (p.71).

Dado que las correspondencias formales no son críticas, se

pueden considerar tanto estímulos y respuestas en el medio vocal

como en el textual-escrito.

La conducta de traduccción puede concebirse como un tipo de


144

conducta intraverbal, pero con las suficientes restricciones de

correspondencia formal, como para separarla en una categoría

aparte:

"...El modus operandi es usualmente conspicuo en el

estudiante inicial de una lengua, quien primero adquiere una

serie de operantes intraverbales en las que los estímulos

están en una lengua y las respuestas en la otra, las

`lenguas' o `lenguajes' pueden ser de cualquier tipo...Un

padre puede traducir el `pequeño' lenguaje de sus niños a un

extraño, así como el científico traduce la jerga profesional

al lego. La simple paráfrasis es en este sentido traducción.

Como en la conducta intraverbal en general, tanto el

estímulo como la respuesta pueden ser escritos o dichos sin

alterar el proceso básico." (p. 77)

La conducta de transcripción constituye un eslabón entre la

conducta ecoica y la conducta textual. Se ejemplifica normalmente

mediante el dictado o la copia de un texto. La conducta de


transcripción es fundamentalmente conducta escrita, en donde se

reproduce un texto -y en esto es similar a la conducta ecoica- o

en donde un estímulo vocal se transforma en un estímulo textual

mediante una respuesta gráfica -lo que constituye la inversión de

la conducta textual.

Los cinco tipos de operante verbal controladas por un

estímulo verbal, pueden caracterizarse por los siguientes


144

elementos funcionales: un estímulo verbal cuya forma es

importante, una respuesta verbal cuya forma debe guardar -en mayor

o menor grado- alguna correspondencia con el estímulo verbal, y

una consecuencia, que se explicita normalmente como un reforzador

específico de tipo educacional, un reforzador generalizado o un

reforzador automático intrínseco a la emisión de la conducta. El

reforzador automático se sugiere cuando el lector es silente y es

su propio escucha, o cuando el transcriptor es su propio lector, o

cuando el imitador es su propio escucha: no se identifica un

escucha independiente que procure la consecuencia a la conducta

del hablante. De la misma manera, la lectura en voz alta, requiere

de una audiencia adicional al texto, lo que no ocurre en las demás

formas de operante verbal en que el estímulo discriminativo verbal

presupone por su propia naturaleza al escucha de la operante

emitida por el hablante: el que dicta, el propio sujeto que lee o

transcribe en "silencio", el que pregunta o conversa, y el que

dice algo para que se reproduzca.


El tacto constituye quizá el tipo de operante verbal más

importante en la taxonomía formulada por Skinner. Tiene que ver

directamente con la dimensión "semántica" del lenguaje y con el

problema del conocimiento. El término mismo de `tacto' sugiere

contacto, y abarca conductas tales como nombrar, describir,

identificar, anunciar, referir, denotar, mencionar, hablar acerca

de algo, etc. En el tacto, el objeto (en presencia de un escucha


144

como audiencia, y posiblemente un mando apropiado) es la ocasión

en la que una respuesta verbal por parte del hablante recibe un

reforzamiento (usualmente generalizado o educativo). Esto ocurre

porque la respuesta se vuelve un estímulo verbal que corresponde

con propiedad a la estimulación del objeto a fín de procurar la

ocasión para que el escucha se comporte reforzando al hablante. De

manera gruesa:

"...el tacto permite al escucha inferir algo acerca de las

circunstancias independientemente de la condición del

hablante." (p. 83)

De la misma manera que en el mando, pero obedeciendo a un

criterio más explícito -la variación en la propiedad del estímulo

no verbal que ocasiona el reforzamiento de una respuesta verbal

por el hablante-, en el tacto se presentan extensiones y

restricciones dependiendo de la naturaleza de la contingencia

implicada en el control de estímulo no verbal. Así, se plantea la

existencia de tactos genéricos, tactos metafóricos, tactos


metonímicos, tactos solecísticos, tactos nominativos, tactos

abstractos y tactos autodescriptivos.

En el tacto, y de manera privilegiada compartida solo con el

mando, la conducta del escucha implica conducta práctica efectiva.

En el mando esta conducta consiste, en la mayoría de los casos, en

el reforzamiento de la conducta del hablante. En el tacto, en

cambio, hay desdoblamiento explícito del episodio en el que:


144

"...la conducta en la forma del tacto funciona en beneficio

del escucha extendiendo su contacto con el ambiente."(p.85)

"...La conducta práctica del escucha con respecto al

estímulo verbal producido por un tacto sigue la misma

relación de tres términos que se ha venido utilizando en

el análisis de la conducta del escucha."(p. 87)

Esto significa que la conducta de tactar se constituye en el

estímulo discriminativo de la conducta efectiva del escucha, de la

que obtendrá consecuencias reforzantes distintas a las que recibe

el hablante por emitir el tacto. En resumen, un tacto incluye los

siguientes elementos funcionales: un escucha potencial en la forma

de audiencia, el estímulo discriminativo no verbal representado

por las propiedades de estímulo de un objeto físico, la respuesta

verbal, y la conducta del escucha reforzando en forma educativa o

generalizada la respuesta de tactar correctamente.

Una vez expuesta la taxonomía de las operantes verbales,

cuando menos las que posteriormente en el análisis de la conducta


verbal se consideran operantes de primer nivel u orden, pasaré a

examinar una serie de aspectos vinculados con los criterios que

subyacen a la clasificación de la conducta verbal, y algunos

problemas, generales unos, y particulares otros, que se derivan de

y enmarcan en la taxonomía así formulada.

Los criterios de clasificación de la conducta verbal.

En principio, se pueden identificar dos criterios rectores en


144

la taxonomía de la conducta verbal propuesta por Skinner: 1) la

necesidad de describir toda conducta verbal como un tipo de

operante, y especialmente, de operante discriminada; y, 2) la

substitución de cualesquier referencia o significado por la

especificación de un tipo e control del estímulo. El primer

criterio supone la clasificación de la operante en términos de su

control discriminativo, el requerimiento de respuesta y el tipo de

consecuencia que le sigue. El segundo criterio tiene que ver con

la característica del estímulo que discrimina o controla la

emisión de la operante a ser reforzada. Skinner afirma que estos

criterios de clasificación conducen a una taxonomía funcional de

la conducta verbal, a diferencia de los criterios morfológico-

formales que han caracterizado las clasificaciones de naturaleza

semántico o lingüistico-gramatical.

Un ejemplo que se da acerca de la naturaleza funcional de la

clasificación propuesta se encuentra en el análisis que se hace

del control de estímulos de la palabra `fuego' (p. 186). La


palabra `fuego' puede ser, a) un mando a un escuadrón de

fusilamiento, 2) un tacto ante un incendio, 3) una respuesta

intraverbal al estímulo `el bombero apaga el ...', 4) una

respuesta ecoica ó 5) textual al estímulo verbal apropiado. La

palabra "fuego", desde esta perspectiva, no corresponde en tanto

palabra a un referente particular -o condición de ocurrencia como

respuesta. `Fuego' constituye, a lo sumo, una instancia


144

morfológicamente equivalente de cinco diferentes clases de

operante verbal. Su ubicación en una u otra clase depende de las

contingencias que definen su control por el estímulo y su

reforzamiento. De este modo, al identificar la palabra `fuego'

como una u otra clase de operante verbal, se consideran los dos

criterios antes mencionados: 1) se debe señalar el carácter

mediado del reforzamiento de la respuesta, y 2) se debe reconocer

el control de estímulo específico que la define funcionalmente.

Como lo afirma el propio Skinner:

"Puede ser tentador decir que en un tacto la respuesta `se

refiere', `menciona', `anuncia', `habla acerca de', `nombra',

`denota' o `describe' su estímulo. Pero la relación esencial

entre la respuesta y el estímulo que la controla es

precisamente la misma que en la conducta ecoica, textual e

intraverbal. No acostumbramos decir que el estímulo

intraverbal `es referido' por todas las respuestas que evoca,

o de que una respuesta ecoica o textual `menciona' su


variable de control. La única relación funcional útil se expresa

en el enunciado de que la presencia de un estímulo dado

aumenta la probabilidad de ocurrencia de una forma

determinada de respuesta. Esta es también la esencia del tacto."

(p. 82)

Es evidente que el planteamiento taxonómico que hace Skinner

establece una distinción tajante entre los criterios tradicionales


144

de clasificación de las respuestas verbales (como palabras u

oraciones), en términos de su morfología o referencia, y la

identificacicón de tipos de relación funcional entre clases de

estímulos, las propias respuestas y sus consecuencias. Sin

embargo, a pesar de que el planteamiento en cuestión constituye un

avance clasificatorio en lo que toca el análisis del lenguaje como

práctica de comportamiento individual, todavía adolece de

insuficiencias importantes. Examinaré estas insuficiencias en dos

niveles: a) como insuficiencias generales, y b) como

insuficiencias particulares. En ambos casos, me limitaré al

análisis de la taxonomía de la conducta verbal propuesta por

Skinner:

Insuficiencias generales.

Abordaré cinco problemas de carácter general:

a) La naturaleza morfológica monofuncional de la

clasificación,

b) La asistematicidad de la clasificación,
c) La identificación del carácter de los estímulos,

d) La asimetría definicional del estímulo discriminativo, y

e) El papel de la audiencia.

a) La naturaleza morfológica monofucional de la clasificación.

El primer problema reviste dos planos de análisis. En un

primer plano, como ya se ha mencionado, la taxonomía de la


144

conducta verbal propuesta por Skinner constituye algo más que una

simple clasificación de los productos del comportamiento verbal en

términos de diferentes tipos de significados o unidades

morfológicas y sintácticas. No obstante, las diversas clases de

operantes verbales identificadas se delimitan con base en

criterios fundamentalmente morfológicos. En una segundo plano, se

puede ubicar esta insuficiencia clasificatoria en el hecho de que

toda la conducta verbal se define en un mismo nivel funcional:

como conducta operante. En consecuencia, se carece de una

taxonomía que reconozca niveles distintos de funcionalidad del

comportamiento. La taxonomía de la conducta verbal prescribe una

constante o invariante identificatoria: la respuesta, en tanto

respuesta verbal. Al margen de los problemas que se suscitan en

derredor de la definición de la conducta verbal, como conducta

mediada en su reforzamiento, la clasificación de los distintos

tipos de conducta que se desprenden de esta definición parece

partir, de principio, de un criterio morfológico de identificación


de la respuesta. Una respuesta es verbal cuando posee una

morfología verbal. La morfología de la respuesta verbal se ubica

en tres medios de emisión distintos: el vocal, el escrito, y el

gestural -en el caso de los sordomudos no analizado

explícitamente. Los dos componentes restantes que constituyen las

operantes verbales obedecen a criterios distintos. Por una parte,

el estímulo discriminativo se identifica, de igual manera que la


144

respuesta, con base en su morfología. En una primera instancia, el

estímulo se delimita como no-verbal (físico) o verbal

(morfológicamente verbal). En una segunda instancia, se recurre al

medio de presentación del estímulo verbal: como estímulo visual o

auditivo -el caso de la textual, los de la ecoica, la

transcriptiva, y la intraverbal, respectivamente. Por otra parte,

los reforzadores se clasifican como específicos o generalizados.

Cuando se subraya el carácter fuerte del estímulo discriminativo

como definitorio de la operante, se apela a reforzadores

generalizados. Cuando se carece de estímulo discriminativo (el

caso del mando) se prescribe un reforzador específico.

En la medida en que se reconoce a toda conducta verbal como

una operante, el análisis funcional de la clasificación se

autolimita a establecer distintas correspondencias formales entre

tipos de estímulos y tipos de respuestas, bajo la premisa de que,

como principio, toda respuesta debe de ser verbal. Es por ello,

que la taxonomía de la conducta verbal propuesta por Skinner, aún


cuando introduce dimensiones funcionales para clasificar el

lenguaje como práctica individual, las restringe a un solo tipo o

nivel de función: el que describe la operante discriminada. De

esto resulta que, cuando se dan formas de relación verbal que

representan niveles funcionales distintos, la observancia de la

taxonomía propuesta las reduce -de manera poco convincente- a un

simple cambio de medio o de morfología de los estímulos verbales


144

implicados.

Un ejemplo de tal situación sería el siguiente: )Constituyen

operantes discriminadas textuales equivalentes el leer fuego ante

la palabra correspondiente, y hacerlo como consecuencia de la

lectura de una fórmula físico-química referida al proceso de

combustión? Skinner afirmaría que sí. Se trataría probablemente de

una respuesta de traducción como cambio de medio de la operante

textual. Sin embargo, parece un análisis pobre y restrictivo de la

naturaleza cualitativamente distinta de establecer la

correspondencia entre una respuesta vocal y unos simbolos

textuales invariantes, y el de una respuesta vocal que es

consecuencia de la interacción textual (por decirlo de algún modo)

entre símbolos variables.

b) La asistematicidad de la clasificación.

La función primordial de una taxonomía es la de agotar

lógicamente, con base en uno o varios criterios explícitos, el

dominio empírico que se pretende clasificar. En esa medida, una


taxonomía constituye una sistemática. La pregunta que surge al

analizar la taxonomía de la conducta verbal propuesta por Skinner

es: )cuáles son los criterios que fundamentan la clasificación

sistemática de los distintos tipos de operante verbal?

Paradójicamente, el reforzador, como conducta mediada, que es

definitorio de la conducta verbal misma, no constituye el criterio

eje de la clasificación. Su tipificación como reforzador


144

específico o generalizado se desprende de, en vez de anteceder a,

la correspondencia identificada entre morfologías del estímulo y

de la respuesta. En la medida en que la clasificación reconoce

como invariante el carácter verbal de la respuesta, esta tampoco

parece constituír el criterio rector de la clasificación , aún

cuando, de manera sorprendente, por la estrecha correspondencia

que se le asigna a su morfología con el estímulo discriminativo

que la controla, en la mayoría de los casos puede identificarse

intuitivamente el tipo de operante verbal de que se trata por la

simple descripción de la morfología de la respuesta implicada: el

tacto como descripción, el mando como orden, la intraverbal como

convención variable, la ecoica y la textual como correspondencias

a estímulos de la misma forma dotadas de una dinámica particular

(entonación, intensidad, pausa, etc.).

Asumiendo esta perspectiva, solo resta la morfología del

estímulo como criterio normativo de la taxonomía. La pregunta

ahora se expresa de la siguiente manera )porqué solo se


seleccionaron algunas morfologías o modalidades por parte de los

estímulos y su correspondencia con las respuestas? )Acaso no hay

contenidos empíricos en algunas de las clases que podrían

resultar? Si así fuera )porqué se eligió el criterio morfológico

del estímulo y su correspondencia con la morfología de la

respuesta como rector de la clasificación? )Será acaso que la

clasificación representa un ajuste ad-hoc a clases de lenguaje


144

prefiguradas por clasificaciones del lenguaje previas?

c) La identificación del carácter de los estímulos.

Con excepción del mando, la identificación de los estímulos

antecedentes a la respuesta operante, constituye el aspecto

crítico para clasificar a una respuesta dentro de una u otra

categoría. Pero, aún en el caso del mando, cuando se examina su

"extensión", esta se define a partir de condiciones antecedentes

de estímulo.

Por una parte, tenemos que las respuestas ecoicas, las

intraverbales, las de transcripción, las textuales y las de

traducción, todas ellas se definen con base en la naturaleza

verbal del estímulo precedente. Por otra parte, los tactos se

definen con base en las características físicas, no verbales del

estímulo, lo mismo que los diversos casos de mando extendido. El

problema central radica en los criterios con los que se identifica

la naturaleza del estímulo antecedente, que constituye el aspecto

crítico para clasificar a cualesquier operante verbal. Dado que el


reforzamiento solo desempeña un papel determinante en la

clasificación del mando no extendido, queda claro que el peso

fundamental de la taxonomía reside en la contraparte de la triple

relación de contingencia: el llamado estímulo discriminativo. Como

se verá en otro capítulo (VI), la concepción misma de un estímulo

discriminativo definidor de algunas operantes, en tanto son

mediadas por reforzamiento generalizado, parece violar las


144

categorías definicionales fundamentales de la propia taxonomía

general del condicionamiento operante. No obstante, en este

momento, nos limitaremos a los problemas relativos a la taxonomía

de la conducta verbal.

En la definición de conducta verbal, haciendo a un lado las

insuficiencias lógicas examinadas en secciones anteriores, el

énfasis se concentra en la mediación del reforzamiento. La

conducta es verbal en la medida en que su reforzamiento es mediado

por otro. La conducta no es verbal cuando el reforzamiento es

consecuencia inmediata, no mediada por otro. Aún cuando no disipa

la ambigÜedad esencial respecto del concepto mismo de mediación -

)es la conducta directa de otro individuo conducta mediada por

dicho individuo?-, y por consiguiente, no permite delimitar si el

carácter no verbal de la conducta se restringe exclusivamente a

aquellas conductas seguidas de consecuencias físico-mecánicas

directas por parte de objetos en el ambiente, esta distinción

subraya el carácter puramente complementario o secundario del


estímulo discriminativo en la definición de la conducta verbal.

Sin embargo, al proceder a la clasificación -y por ende, a la

definición- de los distintos tipos de operante verbal, el estímulo

discriminativo cobra una importancia determinante: las distintas

operantes verbales se definen -o clasifican- con base en la

naturaleza del estímulo discriminativo que les precede. Y dado

que, en la definición general, el estímulo discriminativo solo


144

acompaña al hecho de la mediación del reforzamiento, se carece de

un criterio independiente para identificar el tipo de estímulo

discriminativo que tiene lugar en diversas contingencias,

excepción hecha del recurso a sus características morfológico-

formales. Y así se tiene, finalmente, que un estímulo verbal es

aquel que es morfológicamente verbal, y un estímulo no verbal es

aquel que no es morfológicamente verbal. Su morfología varía con

base en el medio de su ocurrencia (textual, gesticular, acústico -

con o sin restricciones formales-), o de acuerdo con las

propiedades físicas de los objetos de estímulo que, de antemano, y

por sus características morfológico-formales, no son considerados

verbales.

Se llega así a una situación paradójica: la distinción e

identificación de las diferentes clases de conducta verbal solo es

posible mediante el empleo de criterios morfológico-formales

aplicados al estímulo discriminativo. Las preguntas que surgen de

inmediato son dos:


1) )Porqué se aplican, cuando menos en lo formal, criterios

asimétricos para identificar la verbalidad-no verbalidad de las

dimensiones funcionales del estímulo discriminativo y la respuesta

operante?, y

2) )Puede existir un estímulo discriminativo verbal sin que

correspondan a él contingencias vinculadas a la no mediación del

reforzamiento, de la respuesta correspondiente?


144

Finalmente, en el caso del mando extendido queda el problema

de cómo distinguirlo de formas de extensión del tacto. Hay tres

tipos básicos de extensión del mando: el mando genérico (por

similitud de condiciones), el mando supersticioso (por

consecuencias adventicias), y el mando mágico (por analogía). Es

evidente que estos tres tipos de mando extendido comparten

criterios semejantes con los del tacto genérico, el tacto

metafórico y el tacto metonímico, aún cuando no haya una

correspondencia uniforme entre las categorías de ambos tipos de

operante verbal. Si en el mando extendido no se dan consecuencias

inmediatas de la conducta verbal, y su emisión está regulada por

las condiciones de estímulo antecedentes que también lo hacen

respecto del tacto )cómo es posible distinguir un tacto de un

mando extendido en términos del control del estímulo

discriminativo? El único criterio es apelar a la morfología

nuevamente, solo que en este caso la morfología se aplica a la

respuesta misma -como ocurre en general con toda la categoría del


mando como tipo de operante verbal. Adicionalmente a la

recurrencia reiterada a criterios morfológicos, en este caso se

tiene que los estímulos discriminativos, que aparentemente

justifican la identificación y clasificación de diversos tipos de

extensión del mando, en realidad no desempeñan ninguna función

clasificatoria fundamental. Cuando se les contrasta con las

condiciones de estímulo que definen al tacto extendido no pueden


144

delimitar el rango funcional del mando extendido. Se tiene que

apelar, forzosamente, a la morfología de la respuesta "extendida".

d) La asimetría definicional del estímulo discriminativo.

No parece existir una dimensión o criterio uniformes para

definir al estímulo discriminativo dentro de la taxonomía de la

conducta verbal. En el caso de los estímulos discriminativos no

verbales, el criterio prescribe, en lo general, una propiedad

física. El problema radica en si los estímulos verbales pueden ser

discriminados exclusivamente con base en sus propiedades físicas

como si fueran no verbales. De ser así, y como se examinará en el

capítulo VII, se imponen limitaciones para tactar la conducta

verbal, lo cual cuestiona severamente las concepciones de las

autoclíticas, el proceso de composición y el proceso de

autoedición.

En el caso de los estímulos verbales es evidente la asimetría

de criterios para distinguir (y definir) a los diversos tipos de


estímulo discriminativo. Se pueden identificar, al menos, cuatro

criterios:

a) un patrón morfológico,

b) un patrón morfológico a reproducir,

c) el cambio de medio de un patrón morfológico, y

d) la equivalencia de múltiples patrones morfológicos

determinados por el uso o por prescripción.


144

Los dos primeros criterios, que corresponden a la conducta

textual y a la conducta ecoica, son de naturaleza estrictamente

formal. Su invarianza como condición de definición del estímulo,

plantea algunas interrogantes respecto de la distinción entre el

control de estímulos discriminativo (u operante) y el control de

naturaleza respondiente (la diferencia entre estímulo condicional

y estímulo discriminativo). El tercer criterio implica una

combinación de los dos primeros pero con participación de la

respuesta, es decir, la respuesta forma parte de la dimensión que

define al estímulo discriminativo. Finalmente, el cuarto y último

criterio, el estímulo discriminativo se identifica en la medida en

que es variable e intercambiable respecto de una misma respuesta,

es decir, la respuesta constituye el criterio de equivalencia de

variaciones morfológicas de estímulo y su conformación como un

mismo estímulo discriminativo. De no ser así, se tendría que

asumir que, aún cuando la respuesta fuera la misma, en la medida

en que los estímulos antecedentes son distintos, se trata de


distintos estímulos discriminativos, y en consecuencia de

distintas respuestas operantes (intraverbales, en este caso). En

ambas interpretaciones hay problemas. En la primera, la respuesta

participa en la definición del estímulo discriminativo -en tanto

morfología invariante-, mientras que en la segunda, se viola el

concepto mismo de operante como una covariación de clases de

estímulo y de respuesta.
144

e) El papel de la audiencia.

Relacionado con los problemas generales que devienen de la

asimetría de criterios y del uso de dimensiones morfológicas para

clasificar a la conducta verbal, destaca el empleo ad hoc de una

categoría, la audiencia, que no forma parte de la definición de la

conducta verbal.

La postulación de la audiencia en la clasificación de la

conducta verbal deriva de la naturaleza del estímulo

discriminativo que define a cada una de las distintas clases de

operante verbal. Cuando se trata de operantes verbales controladas

por estímulos no verbales (tactos o mandos extendidos) o por la

ausencia de dichos estímulos (condiciones de privación), se

requiere forzosamente de una audiencia, como condición de escucha

que discrimine la mediación del reforzamiento. Lo mismo puede

decirse del caso de las operantes de traducción, transcripción (en

el caso de la copia, no así en el dictado) y textuales: la


naturaleza objetal del estímulo verbal requiere de la presencia

adicional de una audiencia, a menos que se postule -con los riegos

de toda postulación y su circularidad correlativa- que el propio

hablante es su escucha. En todos estos casos, la audiencia es la

ocasión para que una determinada operante verbal sea reforzada.

Pero, de ser así, )es también la audiencia un estímulo

discriminativo? Si la audiencia es un estímulo discriminativo


144

)cúal es la función del estímulo supuestamente discriminativo que

define a cada una de las operantes verbales? Obviamente, la

audiencia, en su función sucesiva de escucha, no podría -o no

debería- reforzar la conducta del hablante si esta no se ajusta a

los criterios de correspondencia funcional prescrita o delimitada

por los estímulos antecedentes, verbales o no verbales. )Resulta

entonces que, algunas operantes verbales -las aquí examinadas-

poseen un doble estímulo discriminativo definitorio? )o, acaso los

dos estímulos forman uno solo? )cómo establecerlo conceptual y

empíricamente?

En el caso de las ecoicas y las intraverbales este problema

no ocurre, pues el escucha es quién presenta los estímulos

discriminativos al hablante, aún cuando es importante señalar que

en su carácter de escucha no incluye las mismas propiedades de

estímulo discriminativo para el hablante. En estas dos operantes

verbales, las funciones de audiencia y de estímulo discriminativo

están fusionadas en un mismo individuo.


Insuficiencias particulares de la taxonomía.

Aún cuando sería posible identificar un número significativo

de insuficiencias particulares en la taxonomía de la conducta

verbal formulada por Skinner, es de particular interés destacar

dos en especial: a) el caso del escucha en el tacto, y b) la

duplicidad hablante-escucha en la conducta textual.

a) La conducta del escucha en el tacto.


144

En el tacto, se describe una relación en la que, en presencia

de una audiencia -que después ejercitará la función de escucha- el

individuo responde verbalmente ante una propiedad física de un

objeto, acción o acontecimiento, y recibe como consecuencia alguna

forma de reforzamiento generalizado o educativo por parte del

escucha. Se dice que el escucha refuerza el tacto en su propio

beneficio futuro, pues de este modo el hablante está en capacidad

de producir los estímulos discriminativos que pueden guiar la

conducta del escucha. El escucha en el tacto tiene una función

privilegiada: la de ser informado o conocer a través de la

conducta del hablante. En ninguna otra operante verbal es

particularmente significativa la conducta del escucha, aparte de

su función de mediar el reforzamiento. Pero, en el caso del tacto,

su función como mediador del reforzamiento se da de dos maneras:

una, confirmando la "precisión" del tacto, es decir, su

correspondencia con la condición de estímulo ante la que se emite,

y otra, actuando en consecuencia respecto de esa condición de


estímulo. La pregunta que se plantea aquí es la siguiente

)representa la conducta del escucha un tipo especial de operante

verbal? De ser así, probablemente, el conjunto de la taxonomía de

la conducta verbal tendría que ser radicalmente transformada.

Cuando el escucha refuerza educativamente o de manera

generalizada al hablante por emitir un tacto, su respuesta es

-cuando menos morfológicamente- verbal: dice algo respecto de lo


144

que ha dicho el hablante, confirmándolo, corrigiéndolo, negándolo,

etc. Si no fuera por las limitaciones propias de la taxonomía bajo

análisis, la conducta del escucha al reforzar el tacto podría ser

mejor descrita como conducta de tactar respecto del tacto. Su

propio tacto estaría bajo el control de consecuencias mediadas,

pero en forma mediata, por la conducta de tactar del hablante

respecto de acontecimientos, y objetos no presentes. Por otra

parte, cuando el escucha se comporta en consecuencia con el tacto

emitido por el hablante, vbgr. (cuidado, un coche! y el escucha se

hace a un lado evitando ser atropellado, su conducta es mediada en

su reforzamiento -reforzamiento negativo- en forma inmediata por

el tacto del hablante. Aún cuando su conducta no es

morfológicamente verbal, su carácter funcional y efectividad solo

puede entenderse a la luz de la naturaleza verbal -como estímulo-

del tacto del hablante. Paradójicamente, en este caso, la conducta

del hablante debe verse reforzada por el no atropellamiento del

escucha. )Se ajusta esta consecuencia al concepto de mediación del


reforzamiento planteado por Skinner?

b) La duplicidad hablante-escucha en la conducta textual.

En la operante textual, no se requiere de audiencia ni de

respuesta vocal (públicamente audible), excepto en su primera

etapa de entrenamiento o adquisición. El lector lee normalmente en

silencio y a solas, de modo que su conducta se identifica como una

conducta de seguimiento de estímulos textuales en ausencia de otro


144

estímulo significativo o de otra persona. Evidentemente, y

ajustándose a los términos de la taxonomía bajo análisis, la

textual -ya adquirida y en ejercicio fluido- consiste en una

relación en la que el estímulo o estímulos son de carácter textual

(gráfico-impresos) y el hablante responde ante ellos sin ninguna

conducta que pueda identificarse públicamente con una morfología

verbal. No siendo la conducta de leer explícitamente de morfología

verbal -mover los ojos no es verbal- )puede considerarse que esta

conducta es verbal funcionalmente? )Pero cómo puede serlo si no

existe un escucha que medie su reforzamiento, dado que no hay

conducta vocal pública? )Es el sujeto su propia escucha y en esa

medida se autorefuerza? )En qué consiste escucharse, si su función

como lector no produce ningún otro tipo de estímulación

verbalmente significativa? )Acaso ver el texto es respuesta y

reforzamiento? )Es la propia conducta la que se refuerza y el

lector no es más que el locus de esa automediación simultánea?

La estructura del discurso.

La taxonomía formulada por Skinner, aún cuando comprende

unidades verbales de distinto tamaño, y prevé su emisión extendida

y combinada en función de causas múltiples operando

simultáneamente, no parece suficiente para dar cuenta de la

conducta verbal como discurso organizado. Aún cuando el discurso

organizado es el objeto mismo de estudio de la gramática -y en


144

especial de la sintaxis, el análisis que se propone Skinner tiene

dos características que, aparentemente, lo apartan de otros más

tradicionales: 1) subsumir al hablante, como agente, en las

condiciones y variables que determinan lo que se habla y cómo se

habla; y 2) reducir al discurso a un arreglo especial de las

respuestas del hablante.

En este respecto Skinner dice:

"Todavía no hemos discutido el orden que se observa en

muestras grandes de conducta verbal, u otra evidencia de lo

que podríamos llamar `composición deliberada'. Algún orden

entre las respuestas verbales puede surgir de sus fuerzas

relativas, de conexiones intraverbales, y de ciertos órdenes

correspondientes en el ambiente y la historia del hablante,

pero el diseño mayor evidente en casi toda la conducta

verbal no puede explicarse de esta manera.

Las operantes verbales que hemos examinado puede decirse que

son la materia cruda a partir de la cual se manufactura la


conducta verbal sostenida. Pero, )quién es el

manufacturador? No podemos contestar satisfactoriamente esta

pregunta señalando a una subdivisión especial del hablante

como una personalidad o yo-controlante, porque no se

lograría de este modo ningúna explicación última. Todavía

tendríamos que explicar la conducta de dicho `hablante', y

nuestro problema se volvería solamente más difícil porque


144

ese hablante es inaccesible. El orden, el diseño, y la

composición `deliberada' son rasgos observables de la

conducta verbal que pueden estudiarse de manera muy efectiva

con los instrumentos de análisis que ya poseemos. )Cuáles

son los datos reales y qué se puede hacer con ellos?

Las propiedades importantes de la conducta verbal que todavía

tienen que ser estudiadas tienen que ver con arreglos

especiales de respuestas. Una parte de la conducta de un

organismo se vuelve a su vez una de las variables que

controla a otra parte. Existen cuando menos dos sistemas de

respuestas, uno basado sobre el otro. El nivel superior solo

puede ser entendido en términos de sus relaciones con el

inferior. La noción de un yo interno es un esfuerzo por

representar el hecho de que cuando la conducta está

compuesta de esta manera, el sistema superior parece guiar o

alterar el inferior. Pero el sistema de control es en sí

mismo también conducta. El hablante puede `saber lo que está


diciendo' en el sentido en el que `conoce' cualquier parte o

característica distintiva del ambiente. Parte de su conducta

(lo `conocido') sirve como una variable en el control de

otras parte (`saber'). Tales `actitudes proposicionales'

como la aserción, la negación y la cuantificación, el diseño

logrado mediante la revisión y rechazo o emisión de

respuestas, la generación de cantidades de conducta verbal


144

meramente como tal, y las manipulaciones sumamente complejas

del pensamiento verbal, todas pueden, como lo veremos,

analizarse en términos de conducta que es evocada por o

actúa sobre otra conducta del hablante. El hablante es el

organismo que lleva a cabo la conducta verbal. También es

un locus -un lugar en el cual un cierto número de variables se

reunen en una confluencia única para producir un logro

igualmente único." (pp. 312-313)

Desde esta perspectiva, Skinner asume la tarea de explicar el

discurso organizado. Dada la naturaleza atómica, molecular, de las

unidades fundamentales que constituyen la taxonomía de la conducta

verbal como conducta operante, el problema fundamental en el

análisis del discurso como segmento extendido de comportamiento

radica en dar cuenta de su longitud organizada y efectiva sin

recurrir a nuevas variables o factores distintos a los que regulan

las operantes verbales ya examinadas. Para ello, Skinner

sobreimpone una segunda taxonomía de operantes verbales, que


constituyen, parafraseando a Locke, operantes "reflexivas", es

decir, operantes que, en su origen, solo tienen existencia como

operantes de primer nivel (mandos, tactos, etc.), pero que a la

vez pueden afectar funcionalmente a otras operantes de primer


nivel en el mismo segmento discursivo. Las operantes verbales se

reflejan sobre si mismas, y en esa medida imponen orden y sentido

a segmentos extendidos de comportamiento verbal que afectan a un


144

escucha. Estas operantes de segundo nivel, o autoclíticas,

califican, cuantifican y agrupan el comportamiento verbal y sus

efectos. Son operantes de operantes, y su funcionamiento da cuenta

de la variación, la selectividad, el sentido, el orden y

estructura, la composición y la autocorrección del discurso de un

hablante frente a un escucha. Las autoclíticas, como formas

reflexivas de la propia conducta operante verbal, acceden a la

explicación y análisis de las formas "complejas" del lenguaje como

discurso, pero, paradójicamente, al hacerlo en esos términos,

despojan de toda legitimidad conceptual a las operantes de primer

nivel en las que se fundamenta su postulación. Son como el

espíritu que devora a la materia que le da sustento.

Examinaré algunos de los aspectos más cuestionables en la

formulación de un segundo nivel de comportamiento verbal,

regulador del orden y sentido del discurso.

a) El problema del orden y el sentido como consecuencia del

atomismo.
Aún cuando en el planteamiento que hace para estudiar al

lenguaje como conducta operante mediada en su reforzamiento por

otro, Skinner se propone abandonar y superar los problemas y

enfoques que han caracterizado a la tradición conceptual en este

campo, ya he examinado en secciones previas como la lógica

estructurada en la teoría del condicionamiento operante le obliga

a recurrir nuevamente a criterios criticados explícitamente como


144

sustento del abordaje por él propuesto.

Las operantes del primer orden (tactos, mandos, texteos,

intraverbales, transcripciones, traducciones y ecoicas)

corresponden a formas de relación entre un medio y forma de

presentación de los estímulos antecedentes (la mayor parte de

ellos `verbales') y la morfología y medio de la respuesta, al

margen del supuesto efecto mediador por parte de un escucha y la

presencia de una audiencia. Aún cuando la forma de las respuestas

per se no definen a las operantes verbales, su forma constituye el

criterio inevitable de identificación como respuesta, dependiendo

su cualificación en algunos casos exclusivamente de ella -vbgr.,

los mandos-, y en otros de la forma y propiedades del estímulo

`discriminativo' precedente. El resultado de tal propuesta de

clasificación es la identificación de las operantes verbales con

palabras y expresiones más o menos discretas, en la forma de

frases y oraciones.

El problema que se enfrenta a partir de esta estrategia no es


muy distinto al que finalmente se comparte con los enfoques

morfológico-formales del lenguaje: )Cómo tiene lugar el

crecimiento del lenguaje a partir de unidades discretas más o

menos atómicas, y como discurso? Las gramáticas generativas y

transformativas han sido la falsa solución aportada por las

disciplinas estrictamente lingüisticas, en la medida en que su

ámbito lógico de explicación no comprende al lenguaje en tanto


144

práctica individual efectiva. Sin embargo, su influencia se ha

dejado sentir en el campo de la propia psicología, que ha

importado el falso problema del discurso -como organización de

unidades morfológicas lingüisticas- y las propuestas

transformativas y generativas respecto de la adquisición del

lenguaje por el individuo que habla. La determinación de la

morfología como criterio fundamental de identificación de las

distintas formas de comportamiento verbal no cambia

sustancialmente el problema: )cómo se estructuran de manera

coherente y efectiva las distintas formas de respuesta verbal,

como comportamiento de un hablante, para afectar a un escucha?

Como lo reconoce el propio Skinner (véase cita precedente

inmediata) las conexiones entre operantes de primer nivel y las

audiencias múltiples no parecen ofrecer una descripción adecuada

de las características de la conducta de un hablante cuando

interactúa con un escucha. El comportamiento verbal es algo más

que una sucesión de palabras y/o frases dirigidas a un escucha en


relación con objetos o acontecimientos particulares. El cuadro que

presenta inicialmente una descripción del lenguaje a partir de la

taxonomía de la conducta verbal propuesta por Skinner es la de un

agitado proceso, cuasi-probabilístico, en el que varias audiencias

y escuchas, asociados en tiempo y espacio a distintos y múltiples

objetos y acontecimientos, controlan en forma competitiva

diversidad de operantes verbales en la forma de palabras y frases,


144

las que deben ordenarse por la acción de algún proceso algebraico

aditivo para producir el efecto de y sobre uno de los escuchas

cuando menos. En la medida en que se parte de la forma de la

conducta verbal para analizarla -aún cuando esto se haga en franca

contradicción al proyecto conceptual propuesto-, la

caracterización de la conducta verbal con base en la lógica del

condicionamiento operante conduce a una descripción del

comportamiento como conjuntos sucesivos de unidades atómicas,

discretas, con significación funcional múltiple. A menos que el

proyecto conceptual se limite al análisis de segmentos simples y

descontextualizados de la acción práctica individual, la

descripción resultante culmina en un proceso caótico de naturaleza

estadística, que poco tiene que ver con la relación ordenada entre

un hablante y un escucha. Aún cuando no se asumieran como

apropiadas las categorías formales fundamentales de la gramática -

sonidos, palabras y frases- para describir e identificar las

diversas formas de comportamiento verbal, el uso de una lógica


fundamentada en el concepto de clases de covariaciones de

propiedades discretas en tiempo y espacio (la lógica del

condicionamiento operante) llevaría inevitablemente a la

postulación de categorías o principios adicionales para "imponer"

orden al proceso de primer orden resultante.

El problema que confronta el análisis propuesto por Skinner

es semejante al que comparte toda concepción molecular cuando debe


144

dar cuenta de fenómenos que trascienden de hecho su nivel de

descripción. Pretender explicar el comportamiento verbal, como un

episodio conductual -punto conceptual de partida-, con base en las

secuenciación e interacción algebraica de las diversas variables

que controlan las operantes verbales como correspondencias

discretas entre eventos puntuales de estímulo y respuesta es

equivalente a tratar de explicar la percepción de una melodía,

como muestra de una composición tipica del romanticismo, con base

en la asociación de sonidos y su correspondiente isomorfismo en la

forma de potenciales evocados auditivos. La postulación de las

autoclíticas no constituye un desarrollo lógico necesario de la

taxonomía propuesta por Skinner, sino que, más bien, constituye un

recurso obligado para evitar reconocer la insuficiencia lógica de

dicha taxonomía.

Sin embargo, esta no es la única limitación de principio en

el análisis realizado por Skinner. Aunado a la insuficiencia

lógica de una teoría atómica para describir y explicar el


comportamiento verbal como un episodio práctico, destaca la

apropiación del nivel descriptivo de la gramática para formular un

principio ad-hoc (las operantes supraordenadas) que dé cuenta de

la molaridad situacional de tal forma de comportamiento. El

discurso, la gramática, la composición, la autocorrección, no son

conceptos que describan el comportamiento práctico efectivo de los

individuos en interacción. Son categorías que provienen de la


144

descripción de los productos y vestigios de dicho comportamiento.

Ello conduce a un doble error conceptual: partir de una lógica

molecular para describir y explicar fenómenos interactivos

molares, y ante el reconocimiento de su insuficiencia, imponer una

lógica molar que corresponde a los logros del fenómeno y no al

fenómeno mismo.

b) La interacción de los dos niveles de operantes

La conducta verbal se concibe constituída por dos niveles de

comportamiento. Uno, que aporta los elementos o ingredientes

necesarios para el discurso hablado y escrito. Otro, que organiza

dichos elementos, funcional y estructuralmente, a partir de ellos

mismos. El primer nivel está formado por las operantes verbales de

primer nivel, que constituyen las unidades fundamentales de todo

comportamiento verbal. El segundo, está formado por las

autoclíticas, que son propiedades dinámicas o unidades de primer

orden que tienen efectos `internos' o `reflexivos' sobre el propio

discurso del que forman parte, de manera que lo dirigen, lo


organizan, y regulan su efectividad respecto del escucha. Desde

este punto de vista, las autoclíticas son operantes de operantes,

delimitadas como subsegmentos extendidos, y cuya función

primordial es justamente la de organizar a dicho segmento como un

episodio de conducta verbal -respecto de un escucha- ordenado y

efectivo de acuerdo con las circunstancias vigentes.

)En qué consisten estas operantes de segundo orden? A


144

grosso modo describiré los distintos tipos de autoclíticas

propuestas por Skinner, y sus funciones como organizadoras del

discurso en tanto afectan a un escucha:

En primer lugar, destacan las autoclíticas descriptivas, que

constituyen conducta verbal descriptiva de su propia conducta,

supuestamente bajo el control de eventos privados del propio

hablante. Tales autoclíticas descriptivas pueden consistir en

conducta verbal que describe conducta verbal. El hablante puede

describir lo que dice, ha dicho, o dirá, y puede describir la

fuerza de tales respuestas así como las variables que las

controlan. Como lo sostiene Skinner:

"...la explicación última de cualquier tipo de conducta

verbal depende de la acción que asume respecto a ella el

escucha." (p. 314),

y por ello, las autoclíticas descriptivas tienen como función un

efecto esperado en el escucha. Este efecto depende de que se

informe al escucha sobre lo que se está diciendo, sobre la


seguridad (fuerza) de la respuesta, sobre las relaciones entre una

respuesta y otra conducta verbal del hablante o escucha y

circunstancias en que tiene lugar la conducta, sobre las

condiciones motivacionales del hablante, sobre la negación -como

forma equivalente a la cancelación, a la no emisión o la sanción

negativa- de respuestas acompañantes, y sobre la descripción de

condiciones en que tiene lugar una respuesta -como en algunos


144

casos del uso de adjetivos y adverbios.

En segundo lugar, las autoclíticas pueden tener un efecto más

directo sobre el escucha, en términos de la específicación de la

conducta que se espera de este último. De este modo, las

autoclíticas actúan como mandos sobre el escucha e incluyen el uso

de palabras y expresiones como viceversa, de manera que, Sepa

usted, Vea aquí, Deténgase, o el uso de las puntuaciones, ya sea

como entonaciones o como mandos efectivos, ...y punto!

En tercer lugar, se tiene a las autoclíticas calificativas.

Estas respuestas:

"...califican al tacto de modo que se modifica la intensidad

o dirección de la conducta del escucha" (p. 322).

La negación y la aserción -o afirmación- constituyen los dos casos

prominentes de autoclíticas calificativas. Sus funciones son las

de detener o alentar la conducta del escucha, ya sea en términos

de las condiciones en que se emite la conducta verbal o en

relación a las características de la conducta del hablante.


En cuarto lugar se ubican las autoclíticas cuantificadoras.

Estas respuestas verbales:

"...afectan al escucha indicando ya sea una propiedad de la

conducta del hablante o las circunstancias responsables de

dicha propiedad." (p.329).

Los artículos de número -y género también-, los adjetivos y

adverbios de cantidad, y otras partículas semejantes como los


144

pronombres, constituyen los ejemplos más destacados de este tipo

de autoclíticas.

Finalmente, están las autoclíticas que tienen que ver con

preposiciones y conjunciones, así como con las inflexiones de la

predicación, cuya función fundamental es ordenar las respuestas en

muestras mayores de conducta verbal, a la vez que establecen

relaciones "internas" entre distintas conductas verbales,

auspiciando la ocurrencia de unas en vez de otras. El agrupamiento

y ordenamiento de las respuestas verbales constituye la función de

las autoclíticas relacionales, orden y agrupamiento de sonidos y

palabras que también conducen a efectos diferenciales sobre el

escucha.

Aún cuando Skinner afirma que las distintas unidades y formas

gramaticales y sintácticas identificadas en el examen de los

procesos autoclíticos no constituyen un simple análisis

estructural sintáctico, es difícil acudir a criterios

independientes de la forma y funciones gramaticales de estas


unidades verbales para poder, ya no solo dar cuenta de su función

"ordenadora" y "manipulativa" de la propia conducta verbal del

hablante, sino incluso para poder identificar su ocurrencia como

unidades independientes de las operantes de primer nivel.

Las autoclíticas se identifican a partir de tres tipos de

componentes verbales: partículas gramaticales (abreviaciones,

terminaciones, puntuación), unidades gramaticales especiales en la


144

forma de palabras (artículos, preposiciones, conjunciones,

pronombres, adjetivos, adverbios), y frases y oraciones que tienen

efectos de referencia o predicación sobre otras frases y

oraciones. Estas tres "unidades" autoclíticas corresponden, a

grosso modo, con tres funciones que se les asignan como operantes

de operantes: tactar, mandar, relacionar y manipular

intraverbalmente. De esta manera, las autoclíticas pueden

concebirse como tactos, mandos e intraverbales de otros tactos,

mandos e intraverbales, dado que los textos, las transcripciones,

las ecoicas y las traducciones quedan englobadas, en última

instancia, como formas de ocurrencia o distorsiones de las tres

operantes fundamentales desde un punto de vista funcional.

Al margen del problema general ya apuntado hace un momento

respecto de la dificultad para identificar las unidades

autoclíticas independientemente de su morfología y funciones

gramaticales, se plantean dos cuestiones pertinentes:

1) Aún cuando la razón última de la función autoclítica yace


en el efecto que tiene la conducta verbal del hablante en el

escucha )no implica a un motivo "interno" la propia conducta del

hablante que dé origen a un segmento de ella, dado que las

autoclíticas en primer lugar tienen que surgir como descripciones

del propio hablante, y a partir de este efecto se logra, como

equivalente de la "intención", un efecto particular sobre el

escucha? )cómo ocurre este proceso?


144

2) Por el contrario, se puede suponer que el efecto de las

autoclíticas, como moduladores de las operantes del primer nivel,

sobre la conducta del escucha, se da como un proceso automático

durante la emisión de dichas operantes de primer nivel )cómo es

que un mando puede actuar sobre otro mando, un tacto sobre otro

tacto, o una unidad o particular gramatical poseer funciones

intraverbales sobre una o más intraverbales respecto de las cuales

se entremezcla?

En lo que toca a la primera cuestión, el problema parece

relacionarse con el agente de la conducta verbal como intención de

un efecto en el que escucha. Este problema que revisaremos

nuevamente en una sección posterior -la autocorrección o

autoedición del discurso- se deriva de que todo efecto autoclítico

sobre la conducta del escucha forzosamente implica actuar sobre la

propia conducta verbal dirigida a él, en la medida en que las

circunstancias del episodio y las condiciones ejemplificadas por

el control de estímulos de dichas operantes no parecen ser


suficientes para producir dicho efecto. Las autoclíticas

descriptivas, calificativas, cuantificadores y las que actúan como

mandos sobre la propia conducta verbal representan, de un modo u

otro, autodescripciones del repertorio, motivos, circunstancias e

intenciones del hablante, es decir, solo puede concebirse un

auténtico efecto diferenciado sobre la conducta del escucha

partiendo de que la conducta verbal del hablante está controlada


144

por conducta verbal previa sobre él mimsmo, sus circunstancias y

sus motivos, y que en la forma de eventos privados se regula un

proceso autorregulado de control de estímulos verbales que se

traduce finalmente en la emisión de conducta verbal adicional que,

en la forma de autoclíticas -versión conductual de las unidades

gramaticales y sintácticas tradicionales- se expresan tales

condiciones al escucha para obtener el efecto. Las autoclíticas

relacionales vienen a ser solamente la herramienta o rutinas

convencionales que permiten que tal efecto se obtenga mediante un

discurso "ordenado" y "estructurado". Paradójicamente, la

necesidad de dar cuenta del discurso como un segmento extendido de

comportamiento verbal con sentido para un escucha, resulta en una

propuesta que:

a) recupera los criterios morfológico-estructurales de la

gramática y la sintaxis tradicionales como ordenadores,

estructuradores y funcionalizadores del comportamiento;

b) subsume a un agente o yo que lleva a cabo tal proceso


mediante la expresión de sus propias autodescripciones privadas

acerca de motivos, circunstancias, posibilidades y previsiones; y

c) esto tiene lugar en un mismo tiempo y espacio conductuales

representado por las operantes de primer nivel, que bajo

determinado control de estímulos y contingencias de reforzamiento,

actúan con respecto a un escucha que actúa como mediador de su

reforzamiento.
144

En lo que toca a la segunda cuestión, el problema se orienta

a dos tipos de preguntas: 1) )cómo en un hablante se pueden

afectar unidades operantes de primer nivel funcionalmente

equivalentes, supraordinando una a la otra?, y 2) )son posibles

estas interacciones de acuerdo con las definiciones que las

delimitan como operantes de primer nivel? La primera pregunta

tiene que ver con dos fuentes de control simultáneas sobre

operantes de primer nivel equivalentes, o heterogéneas inclusive,

a partir de las cuales puede supraordinarse una operante respecto

de la otra. Cuando se dirige un mando a un escucha y se adiciona

una autoclítica en forma de mando, vbgr., "Fíjese bien, quiero que

me escuche lo que le voy a decir", debería suponerse que hay una

condición motivacional que regula el "fíjese usted" y otra que

tiene que ver con "quiero que escuche lo que le voy a decir",

y que aparentemente, la primera es más importante funcionalmente

que la segunda, que, no obstante, a simple vista parece constituir

el mando que el escucha mediante su conducta va a reforzar. )Cómo


se determina, al margen de la forma y posición del primer mando,

su función autoclítica sobre el segundo?

El segundo, depende enteramente de la conducta del escucha.

El primero también, pero en una doble secuencia. )Acaso su

subordinación funcional a dos conductas del escucha -atender, y

luego escuchar y actúar en consecuencia- convierten al primer

mando en autoclítica? Si es así, )cómo es posible que un segmento


144

subordinado funcionalmente a dos criterios representados en la

conducta del escucha, constituya un segmento supraordinado en la

conducta del hablante? El mismo tipo de análisis podría realizarse

para las relaciones mando-tacto, tacto-tacto, mando-intraverbal,

intraverbal-tacto y otras más que surgen como posibilidades

formales-funcionales a partir del análisis de las autoclíticas.

En lo que se refiere a la segunda pregunta, surge cuando

menos un caso que contradice la definición funcional de la

operante de primer nivel correspondiente en la que se fundamenta

la función autoclítica. Todos los casos de autoclítica

descriptiva, cuantificadora y cualificativa constituyen tactos de

tactos. La pregunta es )cómo es posible tactar un tacto como

función autoclítica, si el tacto está controlado por un estímulo

no verbal? El tacto autodescriptivo que subyace a toda las

funciones autoclíticas, y muy en particular la que define a las

autoclíticas descriptivas, no es posible en la medida en que un

tacto no puede tactar conducta verbal, es decir, un tacto no puede


tactar a otro tacto, al margen del problema mismo de la

autodescripción como un tacto "privado".

c) La composición de la conducta verbal

Skinner dice que:

"La comunidad verbal que establece las distinciones

contenidas por varios tipos de autoclíticas genera esta

tendencia a responder en unidades características mayores.


144

Algunas oraciones no son más que meras respuestas clave en

marcos esqueléticos fuertes, o respuestas fragmentarias

completas bajo las presión de producir unidades completas.

Un conjunto de variables puede ser tan poco frecuente o

tan complejo que la conducta verbal pasada del hablante no

procura ningún patrón estándar apropiado. Entonces, él debe

manipular sus respuestas, con la ayuda de autoclíticas

especiales. La creación resultante de segmentos mayores de

conducta verbal es una actividad a la que podemos llamar

composición. La aserción y la negación no son necesariamente

composición debido a que, aún cuando estan por lo común

comprendidas en la organización de la conducta verbal en

respuesta a arreglos complejos de variables, por sí mismas

ninguna de ellas caracteriza a la unidad mayor o al estado

particular de cosas que da lugar a ella" (p. 346).

La conducta verbal parece estar constituída por elementos

básicos, que son palabras claves que constituyen los ingredientes


fundamentales a partir de los cuales se organiza el discurso.

Estos elementos claves, obviamente, corresponden fundamentalmente

a conductas textuales, tactos o mandos. Su ocurrencia en la forma

de oraciones organizadas explícitamente, es decir, construídas

intencionalmente por el hablante, implica un proceso de

composición en el que destaca de manera esencial la actividad

autoclítica. No toda forma de discurso organizado como oración


144

constituye un ejemplo de composición. Una oración repetida -o

"aprendida de memoria"- no representa ninguna actividad

autoclítica por parte del hablante. La actividad autoclítica tiene

lugar como parte esencial de la composición, proceso en el que el

hablante crea o construye el discurso, como segmento verbal

extendido, con el fín de afectar a un escucha con base en los

requerimientos de forma y estilo que establece una comunidad

verbal.

El proceso de composición para Skinner comprende tres etapas

probables: 1) las operantes esenciales, 2) las intraverbales que

surgen de estas operantes integrando grupos temáticos de

respuestas, y 3) el marco autoclítico de organización, que es

desempeñado fundamentalmente por las autoclíticas manipulativas y

relacionales, entre ellas la puntuación. Dos problemas generales

surgen de este planteamiento:

1) La concepción de la conducta verbal socialmente efectiva

como resultado de un proceso más o menos deliberado, al que se


denomina composición; y

2) La suposición de que el proceso de composición de la

conducta verbal ocurre en un solo plano temporal, como puede

inferírsele reconstructivamente a partir del discurso escrito.

Aún cuando en la discusión del tamaño de la unidad verbal,

Skinner consideró que el tamaño podía variar desde un simple

fonema o partícula gramatical hasta un texto completo, es evidente


144

que la clasificación de las operantes verbales como unidades

relativamente discretas controladas -o correlacionadas- con

condiciones de estímulo igualmente discretas, plantea

invevitablemente el problema de cómo se adquiere y tiene lugar el

discurso -escrito o hablando-, como segmento extendido de

comportamiento verbal. La formulación de las audiencias múltiples,

la causalidad múltiple de las operantes verbales, la existencia de

estimulación suplementaria formal y temática, y la recombinación

de respuestas fragmentarias, constituye una propuesta

insatisfactoria. El análisis atómico de una fenómeno esencialmente

molar como lo es el episodio verbal obligó a postular factores

adicionales, difícilmente casables con las categorías básicas del

condicionamiento operante, pero de algún modo requeridos para

compensar las deficiencias lógicas inherentes a la lógica atómica

de la teoría del condicionamiento. El comportamiento verbal

ordinario no se da como la emisión de tactos, intraverbales,

textos, mandos o cualesquier otra de las operantes verbales


fundamentales. El comportamiento verbal se da como un episodio de

extensión variable, organizado, entre el hablante y el escucha en

una situación y respecto de una situación, y en la que, aún cuando

pudieran identificarse algunas muestras de ese episodio que

correspondieran a las categorías taxonómicas de la conducta

verbal, su identificación no permitiría describir ni reconstruír

dicho episodio conductual. La conclusión natural es que o bien hay


144

que reformular la definición de dichas categorías taxonómicas para

que puedan aplicarse a segmentos extendidos de comportamiento

verbal en forma inequívoca (eliminando por consiguiente su

causación múltiple inherente a la formulación actual), o bien se

desecha totalmente dicha taxonomía por una diferente. Lo que no se

deriva lógicamente es que a la deficiencia de una lógica

clasificatoria se le sume una lógica basada en otros fundamentos,

y que, mediante su traducción isomórfica: la correspondencia entre

operante de primer nivel y respuestas autoclíticas con funciones y

elementos gramaticales, se pretenda molarizar fenómenos descritos

en el nivel atómico. Tan desafortunado es el intento por

reconstruir el discurso a partir de las operantes simples mediante

el dispositivo representado por las autoclíticas y sus procesos

correlativos -composición y autocorrección-, como lo es el

esfuerzo desarrollado por los gramáticos para concebir a la

conducta del hablante como un proceso de estructuración de átomos

y partículas gramaticales diversas bajo la acción de reglas


supraordenadas. El problema no yace en la conducta verbal del

hablante, sino en la lógica atomista con que se ha abordado su

análisis a partir de muestras escritas -o grabadas- de componentes

aislados de los episodios verbales prácticos.

La composición consiste en ubicar las operantes verbales

básicas o simples, que supuestamente corresponden funcionalmente a

las fuentes de control efectivo en la situación, para agruparlas


144

temáticamente en la forma de operantes intraverbales, con el fin

de relacionarlas y manipularlas entre sí para dar lugar a un

producto expresado como habla o escritura, que sea, desde el punto

de vista de los criterios formales de la comunidad verbal, un

segmento verbal suficiente para producir los efectos buscados por

el hablante en el escucha hacia el cual va dirigido.

El planteamiento mismo de la composición parece alejado e

incompatible con la propuesta inicial de Skinner por cancelar toda

entidad no observable en el nivel mismo del discurso hablado o

escrito como fenómeno o causa de la interacción entre un hablante

y un escucha. Sin embargo, el proceso de composición conlleva

problemas lógicos adicionales a los que hasta ahora hemos

mencionado, siendo el más importante el que tiene que ver con su

operación como proceso. )Cómo tiene lugar en tiempo real la

composición del discurso? )Surge en forma automática? De surgir en

forma automática )no es innecesario entonces plantear la

composición como un proceso adicional a los descritos en las


relaciones funcionales que tipifican a las operantes simples?

De no ocurrir en forma automática )cómo se lleva a cabo el

proceso? )Es acaso la emisión de la conducta verbal compuesta la

resultante de un proceso previo de composición no observable? )Se

planea esta composición o tiene lugar bajo la forma de un proceso

de simulación en el propio sujeto en forma cubierta? Si no es

planeado )ocurre entonces en forma simultánea con la emisión de la


144

conducta verbal compuesta? )cómo es posible que la composición se

superponga en un mismo plano temporal a lo que se compone? )se

desdobla sincrónicamente la conducta verbal sobre sí misma

mientras se emite? Se antoja difícil poder responder

satisfactoriamente a estas preguntas.

d) La autocorrección y la confusión entre lenguaje hablado y

escrito.

Skinner dice que:

"...Las respuestas verbales son descritas y manipuladas por

el hablante con las autoclíticas apropiadas que aumentan y

agudizan el efecto sobre el escucha. También son examinadas

en relación a su efecto sobre el hablante o el escucha

prospectivo, y entonces son rechazadas o bien soltadas. Este

proceso de `edición' (o corrección) es una actividad

adicional del hablante." (p. 369).

Skinner reconoce, en principio, la diferencia entre editar

lenguaje escrito y lenguaje hablado. Así, dice que:


"...El registro externo conspicuo de la conducta verbal

escrita puede afectar al `hablante' antes de que llegue a

cualquier `escucha' y puede ser tachada borrada, cancelada o

puesta de cabeza. El escritor ha reaccionado a, y rechazado,

su propia conducta... La `edición' comparable de la conducta

vocal es más efímera y por consiguiente difícil de

describir. Retener el dicurso audible puede parecer lo


144

mismo que no emitirlo. Sin embargo, se puede detectar alguna

conducta de retención, como morderse los labios o la lengua

o colocarse la mano encima de la boca...Si una respuesta

vocal no ha sido escuchada, puede `revocarse' simplemente no

repitiéndola cuando se solicita...Una respuesta que ha

llegado ya al escucha puede ser `retraída' con una

autoclítica manipulativa apropiada...el hablante dice

simplemente elimine eso...puede decir olvídelo ...La

conducta subvocal, desde luego, puede revocarse antes de que

se emita en forma audible...esa es una de sus ventajas. El

hablante prueba su conducta ante el mismo antes de ofrecerla

a un escucha último...La conducta que no ha sido probada

subvocalmente es a menudo tan aversiva a los demás que el

hablante que olvida probarla puede ser ordenado a `parar y

pensar' antes de hablar...Mucha de la autoestimulación

requerida en la descripción autoclítica y la composición de

la conducta verbal parece ocurrir antes de su emisión sub-


audible. Tanto en la conducta escrita como en la vocal se

hacen los cambios impulsiva y tan rápidamente que no podemos

atribuirlos razonablemente, a una revisión de hecho, de las

formas cubiertas...Evidentemente la estimulación asociada con

la producción de la conducta verbal es suficiente para

capacitar a alguien a rechazar una respuesta antes de que

asuma su forma final. El asunto es difícil porque tiene todas


144

las desventajas de la estimulación privada." (pp. 369-371).

(Y sí que lo es!

La conducta es rechazada, y por ende `editada', cuando ha

sido previamente castigada porque sus propiedades son aversivas a

otros, por su control de estímulos deficiente, por un pobre

control por parte de la audiencia, o porque tiene consecuencias

punitivas para el escucha o para el propio hablante. El proceso de

`edición' tiene lugar de la siguiente manera: a) la producción de

conducta verbal `cruda' -es decir, de operantes de primer nivel;

2) la ocurrencia de actividades o respuestas autoclíticas; 3)

revisión de tal conducta resultante por el hablante o escritor

previa a su emisión frente al escucha, de modo de que: "pueden

ocurrir cambios en el acto de revisar que conduzcan al rechazo, a

la emisión en forma calificada, o a la emisión completa..." (p.

382)

Surgen tres problemas fundamentales en relación con el

proceso de la autoedición o autocorrección:


1) Su naturaleza privada, automática y simultánea no solo al

acto de hablar -en el caso de la escritura es distinto-, sino al

proceso de composición, que parece ser insuficiente para regular

la propiedad y efectos de la conducta del hablante frente al

escucha;

2) La apropiación metafórica de un proceso objetivo que tiene

lugar en el escritor entrenado y en el corrector profesional como


144

proceso universal de todo comportamiento verbal, hablado y

escrito. Se le da el caracter de proceso que tiene lugar en forma

automática y concurrente, soslayando su caracter discernido, a

posteriori, y producto del entrenamiento especializado; y

3) Las fuentes o "causas" de que tenga lugar tal proceso de

"autoedición".

En lo que toca al primer problema, salta a la vista el cambio

de propuesta que implica el planteamiento de los procesos de

composición y autoedición, con el rechazo de principio que hizo

Skinner de toda formulación en términos intencionales (lógicamente

opacos), en que la explicación de la conducta verbal residiera, en

última instancia, en los motivos o razones de un agente (el

hablante), o en la operación de reglas internalizadas que guiaran

el discurso y su adecuación frente a un escucha. La autoedición,

como un proceso adicional a la composición, no solo conlleva las

mismas dificultades que se señalaron en la sección previa para la

composición -como un proceso simultáneo y reflexivo sobre los


`ingredientes básicos' de la conducta verbal: las operantes

verbales- sino que plantea dos nuevas dificultades, a saber: a)

)cómo interactúan la composición y la autoedición como procesos

supraordinados a la mera emisión intraverbal de la conducta

verbal?, y b) )tiene algún sentido plantear la operación de un

proceso automático y simultáneo de autoedición de la propia

conducta hablada -pues la conducta escrita representa un nivel de


144

ocurrencia diferente respecto a la autoedición?

Por una parte, la composición opera como un proceso

fundamentalmente autoclítico a partir de la estructuración

intraverbal de las operantes simples, incluyendo a segmentos

intraverbales poco extendidos. Este proceso de composición

autoclítico descansa en la agrupación y ordenamiento de los

distintos componentes del segmento intraverbal. La función

autoclítica de la autoedición consiste, a su vez, en la

cualificación de lo que se dijo o como se dijo, y en la

cancelación o eliminación de componentes antes o después de

decirse, para recurrir a los casos de corrección evidente.

)De qué manera interactúan las autoclíticas de agrupamiento y

ordenamiento con las autoclíticas cualificativas y descriptivas

para que a la vez que se ordena efectivamente el segmento verbal,

se eliminen los componentes potencialmente punibles o aversivos?

Skinner plantea, de manera poco explícita, un complicado proceso

interactivo de respuestas que simultáneamente ordenan el discurso,


y se ordenan dentro de él, cancelan la ocurrencia de otras

respuestas y/o cualifican o describen su cancelación a posteriori.

)Cómo puede neutralizar la autoedición el proceso de composición

cuando este agrupa operantes de primer nivel cuya ocurrencia, a

fortiori, está determinada por la presencia de fuentes de control

de estímulos en la situación? )Cómo es posible que la

"anticipación automática" de consecuencias aversivas sea más


144

poderosa funcionalmente que la presencia de factores de estímulos

efectivos en la situación? )Cómo la composición tiene lugar sin

alteraciones bajo un proceso automático de "censura" como la

autoedición? Si la autoedición es automática )significa esto que

la composición se subordina a ella? o )Acaso puede darse un

proceso deliberado de composición afectado por un proceso

automático de corrección que el sujeto no puede describir más que

como resultado de su operación?

Por otra parte, la postulación de la autoedición como un

proceso automático simultáneo a la emisión del discurso hablado

plantea un problema fundamental, que se distingue del relativo a

la autoedición del discurso escrito. Este último, a diferencia del

discurso hablado, tiene dos propiedades características: es

permanente como estímulo, y puede ser alterado espacialmente como

cualquier otro objeto de estímulo. La autoedición, desde este

punto de vista, representa conducta en tiempo subsecuente sobre

propiedades objetales resultantes de la conducta del propio


individuo al escribir. El escritor se edita retrospectivamente, y

esta corrección no es automática: es deliberada y producto de un

entrenamiento especializado. Cuando la corrección se da antes de

la conclusión de un segmento discursivo completo, el componente a

corregirse está físicamente presente, y es susceptible de

modificaciones, así como de sondeos objetivamente observables de

los efectos textuales que tienen lugar como resultado de


144

diferentes opciones subsecuentes de completamiento de dicho

componente discursivo. Esto no ocurre con el discurso hablado. La

autocorrección como cualificación posterior a la emisión de la

conducta verbal es incuestionable. Lo que es cuestionable es

asumir que dicha cualificación subsecuente es una función

autoclítica construída sobre la emisión verbal previa, y no, de

manera más coherente, que se trata solamente de una nueva

respuesta, adicional, a los efectos que produjo dicha conducta en

el escucha y la respuesta de este último. La autoedición

resultaría ser de este modo un proceso mediado por el escucha, y

no un proceso automático simultáneo "regulado" por el propio

hablante. Cuando se plantea que la autoedición ocurre

simultáneamente al discurso, es difícil de sostener un proceso no

observable automático que consiste en la no ocurrencia de conducta

verbal. La no ocurrencia de un evento por si sola no es evidencia

de la acción de una variable, y mucho menos cuando esta variable -

como proceso- tampoco es observable. La no ocurrencia de un tipo


de operante verbal -de mayor o menor extensión- solo tiene

sentido, teóricamente, como opción no efectiva frente a la

ocurrencia de otra operante verbal, opción que se hace efectiva en

términos de las condiciones de estímulo que la propia teoría del

condicionamiento operante describe como las responsables de que

tenga lugar un determinado tipo de conducta frente a otra.

Desde esta perspectiva, la autoedición parece desempeñar una


144

función lógica innecesaria: para explicar la no ocurrencia de n

operantes potenciales en una situación solo se requiere

identificar las variables de estímulos presentes que son efectivas

funcionalmente para controlar la ocurrencia de la opción que tiene

lugar en un momento determinado. La explicación consiste en

identificar relaciones funcionales entre ocurrencias, y no

relaciones supuestas entre inobservables que ocurren por un lado y

que no ocurren por el otro.

En lo que toca al segundo problema, la autocorrección o

autoedición parece implicar la apropiación metafórica de un

proceso objetivo que tiene lugar en la conducta escrita, y bajo

ciertas circunstancias, para describir algunas formas particulares

de conducta hablada, como si estas constituyeran formas

universales y equivalentes a las del discurso escrito. Aún cuando

Skinner reconoce que la conducta escrita es distinta de la

conducta hablada, lo hace solo en el sentido de delimitar o

distinguir dos medios de emisión o ocurrencia de la conducta


verbal. No obstante, a falta de una explicitación inexistente en

este sentido, Skinner no asume que las operantes verbales, tal

como se describen en la taxonomía de la conducta verbal, sean

distintas funcionalmente por ocurrir en un medio hablado o en un

medio escrito. Se establece que su "convertibilidad" funcional

tiene lugar como un tipo especial de operante verbal: las

operantes de transcripción. Cuando Skinner habla de la


144

autocorrección de la conducta verbal parte necesariamente de la

conducta escrita, pues la oración, como unidad analítica, solo

puede aplicarse desde la perspectiva de la gramática y en relación

al discurso escrito:

"...La mayoría de los errores en la construcción de la

oración examinados en los trabajos sobre la gramática y la

sintaxis ilustran debilidades en la actividad

autoclítica..." (p. 348), o

"...Al analizar una muestra de conducta verbal escrita,

desde luego, no podemos identificar el orden real en que una

respuesta evocó a la otra. Por ejemplo, no podemos decir

cual de dos respuestas relacionadas intraverbalmente fue el

estímulo y cual la respuesta. El material puede haber sido

reelaborado de manera extensiva, y pueden haberse perdido

algunas fuentes intraverbales. En pocas palabras, carecemos

de la información requerida excepto para dar una

interpretación muy superficial. No obstante, alguna noción


del proceso complejo de composición puede sugerirse mediante

un corte temático y autoclítico" (p. 352).

Como ya lo he examinado apenas, la autocorrección en el

discurso escrito constituye una actividad retrospectiva,

ejercitada sobre los productos de la conducta verbal en la forma

de textos permanentes, modificables en espacio, y que es resultado

de un entrenamiento más o menos especializado y deliberado, cuya


144

operación diferencial depende de circunstancias perfectamente

prescritas por la llamada comunidad verbal. La autocorrección del

discurso escrito es una actividad determinada y prescrita por la

naturaleza del efecto buscado y del lector al que se dirige el

texto. Esto no puede decirse respecto de la conducta hablada. La

conducta verbal como discurso hablado es funcionalmente distinta,

al margen de su supuesta clasificabilidad en términos de operantes

distintas, a la conducta verbal como discurso escrito. En el caso

de darse algún proceso de autocorrección este es también

retrospectivo, directamente regulado por el escucha, o es

prospectivo y deliberado, no automático, en la forma de

transcripción oral, ensayada abiertamente, previa a la

circunstancia en que tendrá lugar el episodio verbal. Asumir un

proceso de autoedición automático y simultáneo para el discurso

hablado significa, por un lado, desconocer las diferencias

funcionales de este discurso respecto del discurso escrito, y por

otro, atribuirle a la autocorrección del discurso escrito


propiedades que no tiene.

Finalmente, en lo que toca al tercer problema mencionado en

un principio, surge la pregunta inevitable acerca del "peso" de

las fuentes o "causas" del proceso de autoedición. Skinner

menciona cuatro factores que auspician la autoedición:

consecuencias punitivas, un pobre control de la audiencia, un

control de estímulos defectuoso, y las funciones aversivas para


144

otros que puede tener un segmento verbal determinado. Se trata de

dos grupos distintos de fuentes de la autoedición: a) condiciones

deficitarias, y b) condiciones que implican consecuencias

punitivas o reforzantes negativas.

En lo que se refiere a las primeras, la existencia de un

control de estímulos deficiente o de un control deficiente por

parte de la audiencia no parece constituír el antecedente

funcional idóneo para que el propio sujeto se autocorrija. En todo

caso, es más coherente plantear que las consecuencias mediadas por

el escucha pueden dar lugar a modificaciones inducidas en la

conducta del hablante. De otro modo, sería poco factible suponer

que a partir de condiciones deficitarias en la condición en que

tiene lugar objetivamente la emisión verbal, el hablante pueda

sobreponer un proceso ado que compense dichas deficiencias.

En lo que se refiere al segundo grupo de factores, estos

constituyen consecuencias sobre la conducta, que obviamente tienen

significación funcional por haber ocurrido en la historia de dicho


hablante respecto de condiciones semejantes de emisión de la

conducta verbal, ya sea que la emisión haya sido castigada por su

"referencia" o por su forma, ya sea que la emisión sea aversiva

para el que la escucha -y por ende la castigue, o la extinga entre

otras posibilidades. Si la historia de castigo previa a la emisión

ha sido efectiva, es de suponerse que dicha forma de emisión tiene

una baja probabilidad de ocurrencia, y por consiguiente, no se


144

requiere de la postulación de un proceso sobrepuesto de

autocorrección. Si las contingencias punitivas en el pasado no han

sido efectivas, )porqué suponer que en el presente auspician un

proceso autorregulado y automático -no autodescriptible- que evite

su aplicación actual? Una situación de esta naturaleza no parece

coherente con los principios y conocimientos fácticos enmarcados

en el condicionamiento operante.

e) El escucha como motivo de la gramática.

La actividad autoclítica, sobre la que descansa la

composición y la autoedición tiene como motivo fundamental la

conducta del escucha: organizar la conducta del hablante de manera

tal que sea lo más efectiva posible dadas las circunstancias en

que se comportan el propio hablante y el escucha. Este motivo se

encuadra, obviamente, en la concepción del hablante como miembro

de una comunidad verbal que comparte convenciones, a las que

necesariamente se tiene que ajustar con el fín de ser mediado en

su reforzamiento por un escucha especialmente entrenado con tales


propósitos.

Aún cuando ya he examinado anteriormente una serie de

cuestiones pertinentes a la naturaleza del escucha en el episodio

verbal, el tratamiento de la composición y la autoedición como

actividades autoclíticas plantea algunos nuevos problemas.

En primer lugar, tanto la composición, que implica una

actividad automanipulativa del hablante orientada a producir


144

efectos especiales en el escucha de acuerdo con la circunstancias,

como la autoedición, que representa supuestamente una actividad

automática de cancelación y rechazo de la propia conducta verbal -

ya sea simultánea o retrospectiva-, no pueden tener lugar si el

hablante no opera como escucha de su propia conducta verbal. La

pregunta que surge tiene que ver con el momento y la circunstancia

en las cuales el hablante aprende a ser escucha de su propia

conducta como discurso organizado. Orientar el discurso en

términos de los efectos esperados -como conducta- en un escucha

implica necesariamente poseer los repertorios correspondientes al

escucha que se busca afectar. No se trata, como en el caso de las

operantes simples, de un escucha que refuerza con propósitos

educativos o para evitar estimulación aversiva por parte del

hablante. Ahora, se considera a un escucha que es afectado -lo que

significa que solo refuerza al hablante- si, y solo si, el

discurso de este último se ajusta a: 1) los patrones

convencionales de organización del discurso; 2) la descripción


apropiada de las circunstancias bajo las cuales habla y acerca de

las cuales habla; y 3) la cualificación de las circunstancias en

que se encuentra el escucha y bajo las cuales se comportará como

mediador del reforzamiento del hablante. Si en el caso de las

operantes simples se plantea la interrogante de si es posible

desarrollar la conducta de hablante sin haber adquirido

previamente la conducta del escucha, esta cuestión se vuelve más


144

crítica cuando se examina la asimetría supuesta entre el hablante

como compositor y autoeditor de su conducta verbal orientada a un

escucha, y su papel como escucha potencial de su propio discurso.

)Adquiere el hablante, antes de componer y auoeditar su propio

discurso, los repertorios autoclíticos requeridos por tales

procesos? Si es así )cómo pueden adquirirse tales operantes

autoclíticas antes de su ejercicio eficaz? )Se adquieren acaso

como escucha de otro, antes de que se puedan ejercitar como

hablante? )Es posible ser escucha efectivo, es decir, mediador del

reforzamiento de un hablante "gramatical" antes de ser también un

hablante eficaz sin necesariamente fungir como mediador del

reforzamiento, en el sentido de regular la "calidad" y "propiedad"

del discurso del hablante? Si por el contrario, los repertorios

autoclíticos se adquieren mientras se ejercita el lenguaje )tiene

algún sentido atribuir la composición y la autoedición a

actividades ejercitadas por el hablante? )No es más conveniente

suponer que la composición y la "autoedición" son consecuencias


automáticas de la conducta diferencial del escucha respecto del

hablante, y que, en consecuencia, la conducta de componer y editar

se aprende como hablante a través de un escucha, y solo de esta

manera como efecto automático de la práctica regulada mediante el

escucha, el hablante se ajusta a los criterios de convencionalidad

de la comunidad verbal, y su conducta verbal se torna efectiva?

Esto significa que el sujeto no edita ni compone. Aprende a hablar


144

en forma editada y ordenada. Los cambios de edición y composición,

por llamarlos de alguna manera, que se dan mientras se habla,

deben atribuirse también a la acción diferencial del escucha

durante el episodio. Esto implicaría un doble tratamiento de la

función del escucha respecto del hablante. En un primer nivel, el

niño en tanto escucha aprende a hablar. En un segundo nivel, su

función como hablante se enriquece como efecto de la acción de un

escucha o de un lector. En la medida que adquiere las formas

discursivas características de una comunidad verbal, se vuelve

escucha de otros hablantes, y en consecuencia, puede regular el

comportamiento verbal de otros. Obviamente, este análisis conduce

a cambiar muchos de los supuestos que guian el tratamiento de la

interacción hablante-escucha en el análisis de la conducta verbal

formulado por Skinner.

"El primer aspecto que debe cuestionarse se deriva de la

concepción del escucha en la definición modificada y ampliada de

la conducta verbal" (p. 225, Verbal Behavior). En dicha definición


el escucha debe responder de la manera en que ha sido condicionado

precisamente para reforzar la conducta del hablante. En el

contexto de los procesos de composición y autoedición, orientados

fundamentalmente para afectar la conducta del escucha, )cómo se

debe interpretar el condicionamiento especial del escucha para

reforzar la conducta del hablante? El condicionamiento especial

del escucha significa, de un modo u otro, el establecimiento de


144

criterios explícitos respecto de las características del discurso

y sus circunstancias para que el hablante sea reforzado. Dicho de

otra manera, condicionar de manera especial al escucha para

reforzar al hablante, significa que el escucha regula a través de

su conducta -al margen de lo que se entienda por mediación del

reforzamiento- el ajuste de la conducta del hablante a los

criterios de forma, organización, precisión, propiedad,

pertinencia y demás que hacen funcional su comportamiento como

miembro de una comunidad verbal. La "gramática" está, como

conducta del escucha, regulando la conducta del hablante en el

proceso concebido como mediación del reforzamiento. La

orientación de la conducta del hablante para modificar

efectivamente al escucha no es más que el ajuste del hablante a

las características discursivas de la comunidad verbal

representadas por la conducta del escucha. Obviamente, esto

conduce a reconsiderar la naturaleza del escucha. )Puede

considerarse la conducta del escucha no verbal y a la vez


atribuirle la función "gramatical" de la comunidad verbal como

regulador de la conducta del hablante? El desplazamiento de la

composición y la autoedición al hablante son formas de eludir esta

cuestión, con el agravante de que convierten al hablante en

"agente" de su propio comportamiento.

Un segundo aspecto crítico correlativo es el siguiente:

suponiendo que el hablante puede concebirse como el autorregulador


144

de su comportamiento verbal, componiéndolo y editándolo mediante

la acción de las autoclíticas como operantes de segundo nivel

durante la emisión de su propio discurso )tiene sentido toda esta

actividad "gramatical" como actividad orientada hacia un escucha

cuya conducta no es verbal? Si la conducta del escucha para mediar

el reforzamiento del hablante depende directamente de la

estructura, organización y extensión de la conducta del hablante

en forma apropiada a las circunstancias )puede tener lugar esta

conducta por parte del escucha como una conducta no verbal, es

decir, no gramatical -desde el punto de vista que se está

examinando? Asumir que la conducta del hablante es efectiva solo

en la medida en que se orienta hacia el escucha en la forma de

discurso compuesto y autoeditado, implica también suponer que el

escucha reacciona ante el hablante bajo criterios funcionales de

interacción equivalentes, y por ende, su conducta se ajusta

igualmente a los criterios de composición y autoedición que la del

hablante. Esto significa que para que tenga sentido


"gramaticalizar" la conducta del hablante como conducta efectiva

orientada a un escucha es necesario también "gramaticalizar" la

conducta del escucha. La asimetría supuesta en el análisis

formulado en Verbal Behavior no puede sustentar la gramaticalidad

del comportamiento del hablante mientras la conducta del escucha

sea no verbal.
144

CAPITULO VI

LA EXTENSION DEL EJEMPLAR DEL REFLEJO A LA CONDUCTA. LAS

VIOLACIONES DEFINICIONALES RESULTANTES.

Un ejemplar constituye, por decirlo en términos de Ryle

(l949), la geografía lógica idónea para describir y examinar

conceptual y empíricamente un campo delimitado de fenómenos.

Desde esta perspectiva, el ejemplar es útil solo en la medida que

respeta sus propias reglas de aplicación como práctica descriptiva

y operativa respecto de un conjunto determinado de fenómenos. El

ejemplar, para emplear la analogía de Wittgenstein (l980, vol. 2,

p. 94), constituye los anteojos conceptuales del científico, y en

esa medida, permite "ver" ciertos hechos y descartar a otros

eventos o acontecimientos, como hechos, por carecer de sentido o


significado. Los hechos del científico son "hechos" desde la

perspectiva o punto de vista de un ejemplar, y su ubicación como

hechos depende del conjunto de definiciones y operaciones que

fundamentan el ejercicio de dicho ejemplar como teoría y

metodología.

Las definiciones desempeñan, cuando menos, un doble papel en

todo ejemplar y su representación teórica. Por una parte,


329

delimitan el campo empírico tal como se "ve" desde la teoría,

configurando a los eventos crudos como hechos significativos. Por

otra parte, contienen los criterios lógicos que permiten

identificar a los hechos en sus distintas dimensiones de

significación, y por consiguiente, representan el fundamento que

da existencia como un tipo de hecho u otro a los diversos eventos

crudos que conforman el dominio empírico en potencia de la teoría.

Esta última característica de las definiciones las convierte en el

sustento lógico de todas las operaciones de observación,

manipulación, intervención y registro que componen el ejercicio

del ejemplar como metodología.

Las definiciones, cuando menos en la teoría del condiciona-

miento operante, constituyen categorías quasi-axiomáticas de

clasificación de los hechos que conforman el campo empírico a

estudiar. Desde esta perspectiva, las definiciones funcionan en la

práctica como categorías empíricamente vacías, cuyo utilidad

consiste en delimitar a los eventos o fenómenos potenciales como


hechos miembros de una categoría u otra. Los eventos así

clasificados no pueden ser aceptados o rechazados con base en

criterios de verificación observacional independientes de aquellas

operaciones que se ajustan a los términos propios de las

definiciones. Un evento es un hecho en la medida en que se ajusta

a una definición. Su carácter como hecho no es cuestionable por

razones empíricas que puedan demostrar o no sus propiedades


329

definitorias. El evento es un hecho por definición, y en la medida

en que se le delimita como hecho de una manera u otra, en esa

medida se le asignan o atribuyen propiedades o funciones dentro

del marco de una teoría particular. La inclusión de un evento en

términos de su ajuste a una categoría definicional determina,

desde la perspectiva de una teoría dada, las relaciones empíricas

potenciales o efectivas en que puede ser analizado dicho evento

como hecho en función. No es una propiedad empírica intrínseca la

que permite identificar a un evento como miembro de una categoría

u otra. Por el contrario, las propiedades empíricas de un evento

determinado, y por consiguiente su naturaleza misma como hecho,

dependen, en primer término, de su ajuste o correspondencia a una

categoría definicional, que constituye un componente de la

gramática de la teoría formulada para el estudio de un campo de

fenómenos específico.

Por este motivo, la consistencia lógica de una teoría se

fundamenta inevitablemente en el empleo estricto de las catego-


rías definicionales para clasificar y describir eventos y sus

relaciones en fenómenos de mayor o menor complejidad. En la medida

en que la teoría se ejercita violando los criterios definicionales

de las categorías que fundamentan a los eventos como tales, en esa

medida la teoría pierde precisión y sentido. Las coordenadas

lógicas que delimitan la geografía conceptual de las categorías se

borran cuando cualesquiera de dichas categorías se emplea en forma


329

ajena a sus características definicionales. La teoría pierde su

consistencia lógica, y los eventos, en consecuencia, pierden de

igual manera sus límites empíricos como miembros de categorías que

entran en relaciones recíprocas. Cuando un hecho deja de ajustarse

categorialmente a su definición, deja de ser. La persistencia en

su empleo, cuando se violan las condiciones definicionales de su

caracterización como hecho, resulta en confusión conceptual,

teórica y empírica. Constituye el punto crítico a partir del cual

se desordena la estructura lógica de una teoría científica.

En el caso de la teoría del condicionamiento operante,

las categorías definicionales provienen de criterios referidos a

operaciones observacionales. La taxonomía fundamental de la teoría

del condicionamiento operante es la que establece la distinción

entre la conducta emitida y la conducta respondiente. La conducta

emitida equivale a toda actividad aparentemente "espontánea", a la

que se le pueden suponer uno o varios estímulos antecedentes que

guardan una relación funcional con ella, pero los cuales, sin
embargo, no son identificables de manera inequívoca. Aún cuando no

se supone la existencia de fenómenos genuinamente "espontáneos",

se asigna el carácter de aparentemente espontáneo a toda aquella

conducta cuya ocurrencia no es identificable en relación a

condiciones discretas de estímulo previas delimitables

observacionalmente. De este modo, con base en esta lógica de

operaciones observacionales, la taxonomía de la conducta se


329

configura como una doble clasificación: por un lado, toda aquella

conducta cuya ocurrencia se ve precedida por una ocurrencia de

estímulo identificable observacionalmente, y por otro lado, toda

aquella conducta a la cual se le suponen uno o más estímulos

antecedentes correlacionados con su ocurrencia pero que no son

susceptibles de identificación observacional precisa. El primer

tipo de conducta recibe el nombre de provocada y el segundo tipo

constituye la conducta emitida.

Las definiciones de conducta provocada (respondiente) y

conducta emitida (operante) conforman la taxonomía fundamental de

la teoría de la conducta tal como se visualiza desde la

perspectiva de la llamada teoría del condicionamiento operante.

Esta taxonomía, dado su carácter definicional, constituye un

conjunto dicotómico de categorías clasificatorias empíricamente

vacías. Una instancia particular de comportamiento no es per se

emitida o respondiente. Lo es en la medida en que se ajusta a una

de las dos categorías clasificatorias, que desde el punto de vista


de la lógica de operaciones observacionales que la fundamenta, es

exhaustiva: toda conducta puede ser incluída en una u otra de las

dos categorías por definición. La distinción entre conducta

provocada y conducta emitida es una clasificación que se aplica a

las conductas tal como ocurren antes de cualquier intervención o

manipulación experimental. Yuxtapuesta a esta clasificación

inicial, se establece una nueva doble clasificación, que de algún


329

modo, constituye el primer punto de fractura lógico de la

taxonomía:

la distinción operante-respondiente, construída sobre la

distinción emitida-provocada carece de simetría para tratar

lógicamente las formas condicionales e incondicionales de ambos

tipos de comportamiento.

La conducta respondiente incondicional -es decir, aquella

que ocurre como tal sin necesidad de una manipulación expresa del

observador- se define en términos de la ocurrencia de un estímulo

que se correlaciona sistemáticamente con una respuesta que le

sigue de manera inmediata. Por su parte, la conducta operante

incondicional es aquella que ocurre en forma emitida y se corre-

laciona de manera sistemática con una cambio de estímulo

consecuente. Aún cuando en el caso de la conducta respondiente se

asume el carácter productor del estímulo precedente, en la

conducta operante, en el mejor de los casos, es ambigua la

relación que guarda la conducta con sus consecuencias de estímulo,


ya sea una relación meramente temporal o bien una relación de

contingencia efectiva, es decir de dependencia o producción. La

respondiente condicional es aquella que ocurre frente a un

estímulo ante el que originalmente no ocurría, y que se establece

como estímulo condicional por contigüidad con el llamado estímulo

incondicional. En cambio, en la operante condicional solamente se

prescribe una nueva relación de estímulo consecuente -


329

experimentalmente arbitraria-, manteniéndose la relación como una

relación entre dos elementos, la conducta y sus consecuencias de

estímulo. La respondiente condicional y la operante condicional se

convierten en definiciones asimétricas, pues mientras una requiere

de un estímulo adicional -normalmente manipulado

experimentalmente-, la operante condicional -que se define también

a partir de una manipulación explícita- se mantiene como una

relación de dos elementos. La distinción estriba en la

identificación versus la manipulación de la relación entre la

conducta y su consecuencia de estímulo.

La respondiente condicional es, por definición, una conducta

regulada por una señal, el llamado estímulo condicional. En

cambio, la operante condicional es, por definición, una conducta

no señalada. Sin embargo, existe la previsión lógica de una forma

de conducta operante señalada: la operante discriminada. En este

caso, se da una doble relación de condicionalidad. Por una parte,

se condiciona la ocurrencia de una consecuencia a la ocurrencia de


la conducta emitida -la operante pura-, y por otra, se condiciona

la ocurrencia de la consecuencia, dada la conducta operante, a la

presencia de un estímulo, el llamado estímulo discriminativo.

La diferencia definicional entre un estímulo discriminativo y

un estímulo condicional es doble. Por una parte, se asume que

mientras que el estímulo condicional evoca, educe o provoca a la

conducta -en tanto respondiente-, el estímulo discriminativo solo


329

constituye una ocasión para que la conducta emitida sea seguida

por una consecuencia. Por otra parte, se establece que la conducta

emitida solo puede ser seguida por la consecuencia de estímulo

cuando ocurre en presencia del estímulo discriminativo, de modo

que aún cuando se omite una relación de naturaleza respondiente

entre el estímulo discriminativo y la conducta emitida -operante-,

se asume que la relación respondiente existe, de alguna manera,

entre el estímulo discriminativo y la consecuencia de estímulo. Si

se da una conducta operante en presencia del estímulo

discriminativo, la condicionalidad entre la conducta y su

consecuencia de estímulo tiene lugar. Si la conducta operante

ocurre en ausencia del estímulo discriminativo, no se cumple la

relación de condicionalidad entre conducta y consecuencia de

estímulo. La consecuencia de estímulo, desde el punto de vista de

esta lógica asimétrica de la condicionalidad señalada de la

conducta, es doblemente dependiente, es decir, es condicional a la

presencia del estímulo discriminativo y es condicional a la


ocurrencia de la conducta emitida.

La conducta operante señalada tiene una característica

adicional en su definición: el estímulo discriminativo se

establece como tal solo en la medida en que la conducta operante

que ocurre en su presencia se ve seguida por una consecuencia de

estímulo. Esto plantea una serie de cuestiones de orden lógico. En

primer lugar, si la operante discriminada es solo efectiva en la


329

medida en que ocurre en presencia del estímulo discriminativo que

constituye la "ocasión" para que tenga efecto la consecuencia de

estímulo, )cómo es posible considerar la existencia misma del

estímulo discriminativo si este solo es discriminativo en

presencia de la operante seguida por sus consecuencias de

estímulo? El estímulo discriminativo es condición necesaria para

que la operante sea efectiva, pero el estímulo es discriminativo

solo si la operante es efectiva. A su vez, la operante es efectiva

siempre y cuando tenga lugar en presencia del estímulo

discriminativo, pero este es discriminativo solo en la medida en

que la operante es efectiva. Se plantean de este modo dos dobles

dependencias que, de considerarse observacionalmente, deben darse

como relaciones diacrónicas. Sin embargo, la diacronicidad de

dichas relaciones las hace lógicamente insostenibles: lo

discriminativo depende de la ocurrencia de la consecuencia, pero

esta solo puede ocurrir en presencia de lo discriminativo, y a su

vez la operante solo puede ser efectiva en presencia de un


estímulo discriminativo, pero este solo puede establecerse en

presencia de una operante efectiva. Estas categorías

definicionales no pueden ser consistentes en el análisis de la

conducta desde una perspectiva observacional, no manipulativa, de

carácter diacrónico. Su funcionalidad parece restringirse a las

condiciones propias de la manipulación experimental -observación

producida bajo restricción-, en las que existe una determinación a


329

priori por parte del observador respecto de que elementos de

estímulo van a poseer relaciones de condicionalidad determinadas

con una conducta especial. La definición de una operante

discriminada, a diferencia de la operante condicional "pura" no

puede aplicarse en condiciones en las que no estén predeterminados

los elementos que participan de la relación definida. Desde este

punto de vista, la definición de la operante discriminada no es

observacionalmente equivalente a la de la operante no

discriminada, y por consiguiente, no pertenecen a la misma lógica

categorial. Su uso como equivalentes solo puede conducir, como de

hecho ha ocurrido, a errores lógicos de naturaleza definicional.

Un problema semejante se presenta con la categoría que define

a la consecuencia de estímulo que forma parte de la relación

operante, tanto incondicional como condicional. La categoría de

operante se ha construído a partir de la categoría original de

conducta emitida, es decir, de aquella conducta para la cual no

puede determinarse observacionalmente su educción o provocación


por parte de un estímulo antecedente. Sin embargo, su

indeterminación respondiente no la define automáticamente como

conducta operante, pues desde un punto de vista observacional

estricto, tampoco se puede determinar una relación consistente con

una consecuencia de estímulo en todos los casos de conducta

emitida. Para poder identificar a una conducta emitida como

operante se requiere forzosamente identificar una consecuencia de


329

estímulo consistente previa a cualquier forma de condicionalidad

manipulada. Suponiendo que fuese posible identificar conductas

operantes incondicionales sin necesidad de manipular previamente

las condiciones de observación, se tiene que enfrentar una

situación lógica en la que no toda conducta emitida es definible

como operante, mientras que en el caso de toda conducta

respondiente "espontánea" sí lo es como respondiente incondicional

y condicional. De hecho, la conducta respondiente "espontánea" no

es distinguible definicional ni observacionalmente de la

respondiente incondicional, lo cual no es aplicable a la

distinción entre conducta emitida y conducta operante

incondicional.

El concepto de reforzamiento tampoco está libre de problemas

lógicos. El concepto de reforzamiento tiene por los menos tres

acepciones, todas ellas estrechamente vinculadas. La primera tiene

que ver con el concepto de reforzamiento como una relación. Esta

acepción define al reforzamiento como la relación entre una


respuesta operante -como miembro de una clase-, un estímulo

consecuente -siendo imprecisa la condicionalidad del estímulo

respecto de la respuesta- y un efecto sobre la respuesta,

formulada en términos de un aumento en la frecuencia futura de

esta última. Una segunda acepción identifica al reforzamiento

exclusivamente con el efecto sobre la respuesta a la que sigue un

estímulo consecuente. El reforzamiento se identifica como un


329

efecto cuantitativo de incremento en la frecuencia de la

respuesta. Este efecto debe tener lugar en el intervalo entre dos

reforzadores, y cuando se mide más de una respuesta el

reforzamiento se evalúa como un incremento en la frecuencia

relativa de una respuesta respecto a la(s) otra(s). El efecto de

reforzamiento se puede evaluar cuantitativamente como un cambio en

la tasa de respuesta, es decir, en la densidad relativa de

respuestas dentro del intervalo. La tasa, como medida de

aceleración de la conducta, constituye un indicador correlacionado

con el incremento general de la frecuencia, aún cuando su

distribución como densidades diferenciales de la respuesta en

tiempo puede ser asimétrica. La tercera acepción del reforzamiento

se refiere a la identificación del reforzamiento con el estímulo

consecuente responsable del efecto de incrementar la respuesta a

la que sigue como consecuencia. Se dice que un estímulo es un

reforzador cuando, por definición, aumenta la frecuencia absoluta

o relativa de la respuesta a la que sigue. La propiedad de ser


reforzante no es intrínseca al estímulo, sino que se le asigna por

la correspondencia del efecto de su presentación relativa a una

respuesta respecto de la definición. Las dos últimas acepciones,

la del reforzamiento como efecto y como estímulo, estan

lógicamente cubiertas por la definición general del reforzamiento

como una relación entre una respuesta como instancia de una clase

operante, la presentación del estímulo como consecuencia de esa


329

respuesta, y la ocurrencia del efecto en términos del incremento

de la frecuencia absoluta o relativa de la respuesta en el

intervalo transcurrido entre dos estímulos -identificados como

reforzadores.

Las tres definiciones de reforzamiento recién examinadas

(como relación, como efecto, y como operación de estímulo)

requieren del cumplimiento de ciertas restricciones para ser

empíricamente aplicables. Para que el reforzamiento como relación

tenga lugar se debe cumplir con dos condiciones necesarias: l) que

la respuesta a la que sigue el reforzamiento sea discreta o

fraccionada, pues de otro modo no se puede condicionar la

ocurrencia de un evento discreto de estímulo como consecuencia de

una instancia de la clase operante a ser afectada; y 2) que la

respuesta a ser afectada por el estímulo consecuente tenga el

carácter de ser una ocurrencia puntual, atómica, repetible dentro

del intervalo entre estímulos (reforzadores) para que pueda tener

lugar el efecto de reforzamiento como un incremento en la


frecuencia absoluta o relativa de la(s) instancia(s) de la clase

operante. De este modo, la relación de reforzamiento, en

correspondencia a su definición, solo puede cumplirse, en

principio, en condiciones en las que la respuesta sea

identificable como una instancia discreta respecto de la cual

presentar la operación de estímulo y en que la respuesta

constituya una entidad puntual y repetible dentro de un intervalo


329

predeterminado entre estímulos potencialmente reforzantes. De no

cumplirse con estas condiciones no puede satisfacerse el criterio

definicional de la relación de reforzamiento.

No obstante, existen circunstancias en las que el

cumplimiento de los criterios de la definición pueden adaptarse a

formas de conducta que no cumplen, en principio, con las

características de

discreción y repetitividad exigidas. Existen situaciones en las

que la conducta es de naturaleza contínua, vbgr., correr en una

rueda giratoria o picar aserrín, en contraste con la naturaleza

puntual y discreta de las respuestas típicas de presionar una

palanca o picar una tecla o disco. En estas situaciones la

definición de reforzamiento se ha adaptado usando dos recursos: el

primero, es fraccionando arbitrariamente con un criterio

duracional o de otro tipo (número de vueltas de la rueda

giratoria) la conducta contínua; el segundo, es evaluando

duraciones relativas cuando se pueden identificar morfologías


distintivas, concurrentes dentro de un intervalo, pero

incompatibles temporalmente una respecto de la otra. El argumento

tácito para proceder de esta manera es que la frecuencia -absoluta

o relativa- no es más que el fraccionamiento de una duración

contínua tomando en consideración criterios morfológicos de la

conducta y/o de un dispositivo ambiental ante el cual la conducta

tiene lugar (palanca, rueda, etc.). De este modo se supone la


329

equivalencia de una medida de duración relativa o de suma de

duraciones discretizadas a la de la frecuencia de ocurrencias

discretas de respuesta. Cuando se fracciona una duración contínua

relativa a una conducta determinada, el criterio de reforzamiento

se ajusta al incremento de la frecuencia de duraciones

fraccionadas relativa al de otras duraciones posibles en un

periodo predeterminado (la sesión observacional o experimental),

pues de otro modo la frecuencia absoluta de duraciones

fraccionadas disminuye de facto en dicho periodo (como ocurre, por

ejemplo, en el estudio de Skinner y Morse -l958- en que se

refuerza en intervalo fijo la conducta de correr en una rueda

giratoria). Cuando se consideran las duraciones absolutas de

conductas contínuas pero delimitables morfológicamente una de la

otra mediante el dispositivo sobre el cual actúan o por otras

características, el criterio de reforzamiento se ajusta a las

duraciones relativas de cada una de las conductas observadas. El

llamado principio de Premack (Premack, l971; González y Ribes,


l975) asume la intercambiabilidad de las medidas de frecuencia con

las medidas de duración relativa y/o duración fraccionada.

La categoría de reforzamiento posee una propiedad lógica

adicional, aún cuando subsidiaria, de la que lo define por su

efecto cuantitativo: este efecto supone un efecto diferencial que

permite que determinadas morfologías y no otras aumenten en fre-

cuencia. El efecto de reforzamiento implica el efecto diferencial


329

cuantitativo sobre una determinada colección de morfologías que

son intercambiables en su carácter funcional de producir o verse

seguidas por el estímulo potencialmente reforzante (Skinner,

l935). Una determinada morfología de respuesta no podría aumentar

en su frecuencia relativa respecto de otras como consecuencia de

la presentación del estímulo reforzante, a menos que el efecto de

este estímulo fuera diferencial sobre dichas características

morfológicas. Sin embargo, se dan situaciones en que las

propiedades cuantitativas y diferenciales del reforzamiento entran

en contraposición empíricamente. Un ejemplo de ello son los

llamados programas de reforzamiento diferencial de tasas bajas

(RDB o DRL-notación inglesa).

En estos programas se prescribe la presentación de un

estímulo reforzador para toda aquella respuesta que, cumpliendo

con un criterio operacional determinado (vbgr., presionar una

palanca), ocurra como mínimo después de transcurrido un intervalo

a partir de la última respuesta reforzada. Este programa suele


generar conductas de tasa baja, con pausas entre cada una de las

respuestas. Sin embargo, como lo demuestra la literatura

experimental (Ferster y Skinner, l957) la ocurrencia de dos o más

respuestas reforzadas con base en la prescripción del programa se

ve acompañado de lo que se denomina una "explosión" de respuestas,

es decir, episodios en que la respuesta en cuestión ocurre con un

frecuencia muy elevada, desajustándose del criterio del programa


329

pero mostrando ser "sensible" al efecto primario que define al

reforzamiento: el incremento cuantitativo en la ocurrencia de la

respuesta. De este modo, los efectos diferenciadores y

cuantitativos se contraponen. Un incremento en la respuesta de

presionar la palanca, representa una disminución en la pausa entre

respuestas que establece el programa como criterio de

reforzamiento. Este hecho se ha intentado explicar planteando que

lo que se refuerza no es la respuesta de presionar la palanca,

sino la pausa entre dos respuestas de presionar la palanca, es

decir, no responder durante un intervalo entre dos respuestas,

reforzada una y otra por reforzarse. La lógica de esta explicación

es sumamente frágil, pues establece una equivalencia, difícilmente

justificable, entre un criterio observacional por ocurrencia y

otro definido exclusivamente en términos de no ocurrencia, es

decir, por exclusión de la respuesta.

La definición de reforzamiento, con base en su propiedad

primaria de aumentar la frecuencia de la respuesta a la que sigue


un estímulo consecuente, requiere a fortiori de que se disponga de

criterios observacionales de la conducta mediante los que se pueda

discretizar, fraccionar y evaluar su repetitividad absoluta o

relativa dentro de un intervalo predeterminado. Un estímulo es

reforzante si, y solo si, la conducta aumenta con base en algún

criterio de densidad temporal relativo de ocurrencia. Este

criterio definicional de identificar el reforzamiento ha sido


329

igualado con un criterio de probabilidad, en la medida en que se

ha asumido que un cambio en la frecuencia -o en cualquier medida

de densidad temporal relativa- es equivalente a un cambio en la

probabilidad de la respuesta.

Existen, sin embargo, comportamientos que no pueden

identificarse en términos de su repetitividad, por ser conductas

de baja frecuencia o de ocurrencia única, vbgr., suicidarse.

En estos casos, la categoría de reforzamiento, y por consiguiente,

la categoría de operante entre otras, dejarían de ser aplicables

en el análisis del comportamiento, de manera muy especial, el

comportamiento humano. En este caso, como lo ejemplifica la

argumentación desarrollada en Verbal Behavior, se requiere

modificar el criterio cuantitativo de reforzamiento por un

criterio de precisión, en el que se identifica la probabilidad de

una respuesta como una dicotomía efectiva, 1.0 y 0.0, en términos

de la ocurrencia o no ocurrencia de dicha instancia de conducta

dada una situación de estímulo particular. De este modo, la


probabilidad se iguala con correspondencia de ocurrencias entre

respuesta y el llamado estímulo discriminativo, con lo que toda

operante se vuelve por definición una operante discriminada, en la

que el valor discriminativo del estímulo se identifica con la

ocurrencia de la respuesta solo en su presencia. Esta

reformulación del concepto de estímulo discriminativo impide

distinguir la propiedad operante de ser ocasión del reforzamiento


329

de una respuesta respecto de la propiedad respondiente de educir o

evocar a la respuesta reforzada.

A continuación, se examinarán algunas de las violaciones

definicionales más conspicuas que tienen lugar en el análisis de

la conducta verbal, y como estas violaciones son obligadas por las

restricciones lógicas implícitas en la teoría del condicionamiento

como modelo analítico del comportamiento. Se revisarán: a) el caso

de la operante verbal discriminada en sus variantes de tacto,

texteo, intraverbal y ecoica; b) el tacto como una respondiente o

una operante; c) la función discriminativa de la audiencia; d) el

mando como definición morfológica y su contradicción con el

concepto de operante incondicional; e) los estímulos internos como

estímulos discriminativos; f) la violación del concepto de

reforzamiento; y, g) el concepto de respuesta y el tamaño de la

unidad verbal.

La Operante Verbal Discriminada


La taxonomía de la conducta verbal en Verbal Behavior

distingue dos tipos generales de operantes verbales: las discri-

minadas y las no discriminadas. Estas últimas corresponden

exclusivamente a la categoría de los mandos, mientras que las

primeras se subdividen, en primera instancia, en aquellas bajo el

control discriminativo de estímulos verbales y estímulos no

verbales. Las operantes discriminadas bajo el control de estímulos


329

verbales son las ecoicas, las textuales, las intraverbales, las

respuestas de transcripción y las respuestas de traducción. Las

operantes discriminadas bajo el control de estímulos no verbales

son los tactos.

Como ya se examinó en el capítulo anterior, los criterios que

determinan la naturaleza del "estímulo" discriminativo son

asimétricos.

En el caso del tacto, se especifica una propiedad física de

un estímulo sobre la que se hace contingente el reforzamiento,

pero, para decirlo de algún modo, la respuesta nombra, designa o

describe dicha propiedad únicamente. No se trata de conducta

verbal cuya ocasión de reforzamiento es la presencia de una

propiedad física, sino que es conducta verbal que "corresponde" a

dicha propiedad física, tal como ocurre en el fenómeno de la

referencia o el significado. Declamar un poema frente a un árbol,

o conversar de un mismo tema acerca de la niñez cuando se ve una

fotografía de la casa que se habitaba, difícilmente pueden


considerarse tactos según la clasificación y criterios lógicos de

Verbal Behavior. De hecho, son conductas verbales que no pueden

clasificarse fácilmente. En la medida en que la definición del

tacto asume cierta correspondencia entre la respuesta verbal y la

propiedad física discriminada -o discriminativa- se acepta,

igualmente, que el tamaño y organización temporal de la respuesta

verbal -tacto- estará en función de los parámetros respecto de la


329

propiedad o propiedades de tipo físico que controlan su

ocurrencia.

No obstante, estas características de las propiedades del

estímulo o estímulos discriminativos del tacto no son conspicuas

en condiciones observacionales de tipo natural. Solo se pueden

identificar las propiedades que controlan discriminativamente el

tacto de dos maneras: l) observando a posteriori las morfologías

del tacto que corresponden de manera más o menos precisa a

propiedades físicas de los estímulos, o 2) conociendo de antemano

los criterios de reforzamiento de dicha morfología de respuestas

por parte de la comunidad verbal, en términos de las

circunstancias y propiedades de estímulo físicas en que tienen

lugar. En cualquiera de ambas condiciones, el control

discriminativo por una propiedad física es una inferencia del

observador a partir de la morfología del tacto observado o de los

criterios estipulados por la comunidad verbal para reforzarlo. La

definición del tacto conduce paradójicamente a dos posiciones


irreconciliables: l) aceptar que la respuesta verbal se ajusta en

correspondencia a las propiedades físicas antecedentes que se

supone describe o que la comunidad verbal establece como

condiciones para que ocurra y sea reforzada, o 2) suponer que el

control discriminativo del tacto no es verificable en términos de

los criterios de correspondencia establecidos. La primera

suposición parte de la premisa de una correspondencia necesaria


329

entre lenguaje y objetos. La segunda suposición descansa en la

premisa de que el lenguaje no es un instrumento confiable ni

verosímil para describir la realidad. Ambas posiciones son viables

solo a partir de la definición del tacto. Una definición distinta

de la conducta verbal y sus funciones no tendría que tratar con

este tipo de problemas necesariamente.

En lo que respecta a las operantes discriminadas bajo el

control de estímulos verbales, existen dos criterios de

definición. Un primero, que establece una restricción morfológica

y temporal entre la presencia del estímulo antecedente verbal y la

operante correspondiente, criterio que se aplica a los casos

fundamentales de la ecoica y la textual, y a los dos casos

derivados de las respuestas de transcripción y de traducción. Un

segundo, que solo establece la correlación funcional entre un

estímulo antecedente verbal multívoco y una respuesta verbal

multívoca, de modo tal que un mismo estímulo puede controlar

múltiples respuestas verbales, y una respuesta verbal estar


controlada por múltiples estímulos verbales.

Las operantes ecoicas y textuales constituyen casos de

correspondencia biunívoca, pues dado un estímulo verbal de ciertas

características morfológicas y extensión solo puede ocurrir una

respuesta verbal ante ellos, sea el estímulo visual no textual

(como en los gestos o signos del lenguaje de sordomudos), textual,

auditivo, o tactil (como en los textos para invidentes). La forma


329

y extensión de la respuesta verbal corresponde uno a uno,

puntualmente, con propiedades verbales del estímulo verbal. Dicha

característica definitoria de estas operantes verbales las agrupó

en lo que Skinner (pp. 62 y 65) denominó repertorios de unidad

mínima. Las características "discriminativas" de los estímulos son

explícitamente estipuladas y presentadas por la comunidad verbal,

y en ese sentido difieren del control discriminativo del resto de

las operantes verbales, con la excepción parcial del tacto, en que

se supone que hay propiedades físicas invariantes que se asocian a

partículas verbales con la función de ser tactos mínimos, como en

el caso de sub, supra, extra, y otros similares. Sin embargo, es

evidente que estas propiedades mínimas del tacto son controladas,

en el mejor de los casos, por propiedades relacionales de los

estímulos, y en esa medida, no solo comparten los mismos problemas

que el tacto en general, sino que además poseen el problema de la

identificación de una propiedad fisica como relación, propiedad

que, obviamente, no es directamente observable (ni inobservable).


Las intraverbales son un caso sui generis de operante

discriminada. En primer lugar, porque es el único caso en que no

hay un criterio predeterminado para identificar el estímulo

discriminativo. La misma respuesta se puede dar ante distintos

estímulos discriminativos, y el mismo estímulo discriminativo

puede estar correlacionado con distintas respuestas verbales.

Dada la diversidad de estímulos y respuestas verbales que pueden


329

configurar un episodio intraverbal en una misma situación, el

concepto mismo de control discriminativo pierde todo sentido.

Equivale a decir que cuando a alguien se le habla o lee algo, dice

algo o escribe algo. Solo en los casos de estereotipos verbales

como la recitación, etc., se pueden definir de antemano los

estímulos discriminativos, pero queda siempre la duda en estas

circunstancias de si estas supuestas intraverbales estereotipadas

no constituyen en realidad una forma de conducta ecoica sin

correspondencia formal punto a punto entre estímulo y respuesta.

En segundo lugar, las intraverbales, dada su "plasticidad"

discriminativa y la variabilidad que define su extensión, parecen

constituir un "saco abierto" en el que caben todas las demás

formas de operantes verbales. Solo se habla frente a una audiencia

-o escucha- (dependiendo de que se describa la condición

antecedente o consecuente de la persona respecto de la respuesta

del hablante), y por consiguiente es prácticamente imposible

identificar alguna forma de operante verbal que no ocurra después


de un estímulo verbal -o sea, la conducta verbal de otra persona.

Por ello, en el momento de identificar observacionalmente las

operantes verbales en circunstancias naturales no restringidas,

todas las formas de operante verbal genuina -es decir, cuando

existen cuando menos un hablante y un escucha- se ven incorporadas

como componentes de un episodio intraverbal. Esta deficiencia

definicional de la taxonomía de la conducta verbal como operantes


329

verbales ha sido interpretada, de manera poco plausible, en

términos de una causación múltiple

(capítulo 9 de Verbal Behavior).

Al margen de los problemas particulares que presenta cada una

de las definiciones de las clases de operante discriminada, todas

ellas comparten un problema general vinculado al concepto mismo de

operante discriminada. La clasificación de las operantes

discriminadas, con base en el control diferencial ejercido por el

estímulo antecedente, implica que la funcionalidad de las

respuestas dependen fundamentalmente de las propiedades de dicho

estímulo y no de la consecuencia o reforzador. La existencia de un

control discriminativo "fuerte" o "puro" requiere, dentro de la

lógica de la teoría del condicionamiento operante, que el

reforzador -o estímulo consecuente- no distorsione o predomine

sobre la relación entre el estímulo antecedente y la respuesta

operante. De este modo, un tacto puro o una textual pura son

aquellas respuestas que están bajo el control del estímulo


antecedente, sin "interferencia" alguna del reforzador. La única

solución lógica viable es asumir que el reforzador que sigue a la

respuesta no es específico y que, por consiguiente, no existe

ningún estado motivacional (por privación o por estimulación

aversiva) que requiera de una consecuencia particular al margen

del estímulo discriminativo presente.

En Verbal Behavior se plantea que toda operante verbal


329

discriminada es una operante controlada por reforzadores

generalizados. Dado que los reforzadores generalizados son

inespecíficos a las situaciones particulares, son intercambiables,

y en esa medida no son definitorios de la clase operante con la

que están correlacionados. Bajo tales condiciones, la única

especificidad radica en el estímulo discriminativo, y ello asegura

la posibilidad de identificar la operante con base en la relación

de la respuesta con el estímulo antecedente y no con el estímulo

consecuente.

El problema de fondo que subyace a esta interpretación de la

operante verbal discriminada es el siguiente: )cómo es posible

establecer un estímulo discriminativo específico bajo condiciones

de reforzamiento generalizado? )cómo es posible establecer un

control discriminativo dominante si la fuerza de un estímulo

discriminativo depende de la fuerza del reforzador asociado?

En caso de que el reforzador generalizado substituyera

gradualmente al reforzador específico )cómo puede ocurrir esto en


un proceso natural en el que se ven involucradas formas múltiples,

simultáneas de control discriminativo posible y efectivo frente a

una misma morfología de respuesta? )qué diversidad de reforzadores

particulares tiene que darse para que se cumplan las condiciones

de especificidad suficiente entre los tres términos de la relación

de contingencia (estímulo discriminativo, respuesta y reforzador)

de modo tal que se adquiera el control discriminativo requerido


329

para identificar a cada operante verbal discriminada particular?

)no debe esperarse que la ocurrencia de reforzadores específicos

ante cada forma de control discriminativo operante resulte en la

interferencia e interrupción continuada de la interacción verbal,

tal como ocurre en situaciones naturales?

Estas preguntas señalan un problema crucial de definición de

la operante discriminada, sea o no verbal: una operante se define

inicialmente porque su ocurrencia produce la presentación de un

estímulo que aumenta su frecuencia futura (su reforzamiento). Si

el reforzamiento de una operante se da de manera sistemática ante

una situación de estímulo particular, este estímulo adquiere

propiedades o funciones discriminativas respecto del reforzamiento

de la operante. No puede haber estímulo discriminativo sin su

correlación previa con el reforzamiento de una respuesta operante,

y no existe a la fecha evidencia empírica que avale la adquisición

de conducta operante bajo condiciones de reforzamiento

generalizado exclusivamente. Desde ese punto de vista, no pueden


establecerse correlaciones entre estímulos discriminativos y

respuestas operantes específicas sin la ocurrencia de reforzadores

igualmente específicos, y el control discriminativo permanecerá

solo en la medida en que el estímulo continúe estando

correlacionado con condiciones de reforzamiento de la respuesta

operante particular. Plantear la adquisición y existencia de

operantes discriminadas bajo el control de los estímulos


329

discriminativos como propiedad definitoria de la clase, constituye

una violación de la definición fundamental de la operante.

Al margen de que la postulación de operantes discriminadas

bajo el control de reforzadores generalizados plantea las

cuestiones previamente enumeradas, las que no son solucionables

desde la perspectiva de la lógica del condicionamiento operante,

se da la paradoja que desde el punto de vista de la taxonomía

formulada por Skinner para distinguir a la conducta operante de la

respondiente, resulta imposible distinguir a una operante

discriminada de una respondiente condicional.

Las funciones de la audiencia

La audiencia es considerada como uno de los dos tipos de

estímulos de control no verbales. El otro es, obviamente, el mundo

de los objetos y acontecimientos físicos. Skinner dice que:

"La conducta verbal ocurre usualmente solo en presencia de

un escucha. Cuando el hablante se habla a sí mismo, desde


luego, está casi siempre presente un escucha. Pero cuando

esto no ocurre, puede demostrarse una relación bastante

sencilla: siempre que esté presente un escucha, se observará

conducta verbal dado que sean favorables otras condiciones.

Si el escucha se aleja o desaparece, al conducta cesa...

El escucha, como una parte esencial de la situación en la

que se observa la conducta verbal, es nuevamente un estímulo


329

discriminativo. El es parte de una ocasión en la cual la

conducta verbal es reforzada, y por consiguiente se vuelve

parte de la ocasión que controla la fuerza de la conducta.

Esta función debe distinguirse de la acción del escucha al

reforzar la conducta. En la medida en que el escucha

estimula al hablante previamente a la emisión de conducta

verbal, podemos hablar de él como la audiencia. Una

audiencia, entonces, es un estímulo discriminativo en cuya

presencia se refuerza característicamente la conducta verbal

y en presencia de la cual, por consiguiente, es

característicamente fuerte." (p. 172)

Para Skinner la audiencia tiene tres funciones: a) funciona

como estímulo discriminativo de grandes grupos de respuestas; b)

determina la forma particular de la respuesta, y c) selecciona el

contenido temático de la conducta verbal.

Esta concepción de la audiencia como estímulo discriminativo

conlleva serias implicaciones definicionales, que examinaré a


continuación. La audiencia como estímulo discriminativo

generalizado de cualquier operante verbal presenta tres problemas

fundamentales:

a) En primer lugar, )como distinguir una función

discriminativa cuando ésta es inespecífica a un conjunto de

comportamientos cuya propiedad última radica en su morfología

especial? Hablar de un estímulo discriminativo es referirse a una


329

condición de estímulo en cuya presencia una clase operante es

reforzada )Puede hablarse de la conducta verbal como una gran

clase operante? De ser así, las funciones discriminativas se

reducirían a las de estímulo discriminativo para el comportamiento

verbal y de estímulo discriminativo para el comportamiento no

verbal.

En todo caso )qué es lo que discrimina la audiencia? En

sentido estricto, la audiencia es una condición que equivale a

decir que si alguien habla o escribe, otro puede contestarle o

actuar en correspondencia, pero obviamente esto no es una función

discriminativa, pues de aceptarse este criterio tan laxo,

cualquier evento u objeto de estímulo físico constituiría de

facto, antes de que la conducta operante se emitiera, un estímulo

discriminativo generalizado cuya significación se podría leer de

la siguiente manera: "si hay un objeto o evento presente, lo que

hagas producirá un cambio en ellos". Esta definición de la función

discriminativa equivaldría a concebirla como la de ocasión para


responder, y ello la haría indiferente a cualesquier otra función

de estímulo. La definición de reforzamiento, para ser consistente

con esta reformulación tácita del estímulo discriminativo, se

igualaría con cualquier cambio ocurrido como consecuencia de una

respuesta dada una ocasión para responder, y por consiguiente

desplazaría la propiedad definicional del efecto sobre la

respuesta al efecto sobre la propiedad ambiental establecida como


329

ocasión para responder.

b) En segundo lugar, la audiencia puede ser un individuo

particular (el llamado escucha cuando ejerce funciones de mediador

del reforzamiento), un conjunto de individuos (como cuando se da

una conferencia, que constituyen de hecho una pequeña comunidad

verbal), o bien un escucha distante no presente (como cuando se

escribe una carta o un libro). Dos problemas surgen en este

contexto. El primero tiene que ver con el hecho de que la

audiencia es un estímulo discriminativo no verbal que controla la

"primera" posibilidad de ocurrencia de la conducta verbal. La

segunda tiene que ver con el hecho de que en la mayor parte de las

ocasiones, la audiencia no se puede identificar con un evento de

estímulo particular, sino que constituye conjuntos de personas o

bien, personas ausentes.

En el primer caso, )como se establece la función

discriminativa generalizada de un estímulo no verbal respecto de

conductas estrictamente verbales? )Porqué se tiende a hablar ante


personas o representaciones de personas (imágenes, muñecos,

fotografías, etc.) si estas no constituyen estímulos verbales?

Puede decirse que esto ocurre porque en la mayor parte de las

ocasiones dicha(s) persona(s) (y las representaciones adquirirían

la función por generalización del estímulo) constituyen escuchas

que median el reforzamiento de la conducta de hablar. De ser así,

)qué papel desempeñan los estímulos discriminativos específicos?


329

)Acaso puede suponerse que la audiencia controla la probabilidad

de hablar y los estímulos discriminativos específicos controlan lo

que se dice? )Es lógicamente necesaria esta doble condición de

control de la conducta verbal? La evidencia empírica en el campo

del control del estímulo discriminativo no apoya tal duplicación

definicional. De hecho esta duplicación definicional incurre en

una confusión funcional. Si la audiencia es discriminativa porque

se transforma en escucha que media el reforzamiento de la conducta

verbal, ello equivale a decir que todo objeto de estímulo presente

cuando se da una respuesta, y que como consecuencia de ella la

refuerza, es automáticamente estímulo discriminativo de su función

como reforzador. )Qué diferencia hay entre la función

discriminativa y la función reforzante? )Es acaso una función

sucesiva en el tiempo: primero se es discriminativo y después

reforzante?

El segundo problema tiene que ver con la colección de

individuos (escuchas potenciales, pero solo potenciales) y el


individuo distante (escucha potencial y demorado) como formas de

audiencia. En el caso de la audiencia como colección de individuos

es extremadamente difícil aplicar el concepto de estímulo. Un

estímulo es una ocurrencia y una colección de individuos

comportándose no constituyen un estímulo. Pertenecen más bien a lo

que Ryle ha denominado un estado como colección de ocurrencias, y

obviamente sus funciones son diferentes: regulan propensiones o


329

inclinaciones, más no son eventos que guarden una correspondencia

funcional en interacción específica con la conducta. Por otra

parte, en el caso de la audiencia distante, como en el caso de

escribir una carta, )cual es el estímulo? )la no presencia de un

escucha potencial? )se puede igualar la audiencia, como presencia

de estímulo, con la historia de reforzamiento de dicha audiencia

como escucha en el pasado? En el caso de la audiencia distante es

evidente que la audiencia, como escucha potencial, es una

propiedad que depende de la propia conducta verbal del que

escribe, y en esa medida, se introduce un nuevo problema

definicional en el que el estímulo discriminativo "audiencia" se

convierte en una consecuencia reforzante de la propia respuesta

verbal que discrimina.

c) Finalmente, la definición de la audiencia como un estímulo

discriminativo generalizado previo al estímulo discriminativo

específico, el cual controla la forma de la operante verbal

correspondiente, plantea de hecho un doble proceso de


discriminación de cualquier operante verbal: el estímulo

discriminativo de la operante verbal es y solo es discriminativo

en presencia de otro estímulo discriminativo denominado audiencia.

Esto implica dos problema. Un primero relacionado con el proceso

mismo de la doble discriminación )cómo se establece un estímulo

discriminativo específico a partir de un estímulo discriminativo

generalizado, si la función de discriminación del reforzamiento de


329

la respuesta específica corresponde al estímulo de carácter

particular? Un segundo problema tiene que ver con la confusión del

objeto con la función. El que un escucha esté presente cuando un

sujeto habla, es condición necesaria para que ocurra la conducta

verbal porque toda ella, excluyendo el caso de los mandos y de los

tactos, es conducta verbal bajo el control de estímulos verbales.

En todo caso, la audiencia tendría aplicabilidad a los casos de

los tactos y los mandos, pero no así en el caso de las

intraverbales, textuales, ecoicas, de transcripción y de

traducción.

Hablar de la persona que presenta los estímulos verbales como

audiencia y escucha constituye una doble confusión, pues por una

parte el que presenta estímulos verbales es el mismo individuo que

está presente en la circunstancia propicia para que el hablante

responda, pero la audiencia no constituye una función distinta a

la de presentar los estímulos verbales discriminativos para que

ocurran ciertas operantes verbales. Por otra parte, si el que


presenta los estímulos discriminativos es escucha también, )cómo

es posible concebir al escucha como condición no verbal si es

precisamente el que presenta los estímulos verbales

discriminativos?

En el caso mismo de los tactos y los mandos, el hablante solo

adquiere las operantes verbales correspondientes en presencia del

escucha que media su reforzamiento y presenta los estímulos


329

verbales que el propio hablante debe reproducir. Los tactos y

mandos no surgen "espontáneamente". Surgen como ecoicas o

textuales cuyo control del estímulo se desplaza a condiciones, por

decirlo así, no verbales. Sin embargo, su ocurrencia inicial

también implica un escucha que presenta los estímulos verbales a

convertirse en respuestas verbales por parte del hablante, dados

ciertos eventos no verbales en el ambiente, y ciertas condiciones

motivacionales en el hablante. Desde ese punto de vista, el

establecimiento de los tactos y los mandos no requiere de un

tratamiento distinto al de las otras operante verbales. La

diferencia funcional de la audiencia tendría que ver con la

ocurrencia de los tactos y mandos una vez establecidos, pero aquí,

como ya se examinó en el índice anterior, se presenta el problema

de que los tactos y los mandos rara vez ocurren aislados, sino que

siempre tienen lugar en un episodio intraverbal. La ocurrencia

excepcional de tactos y mandos aislados no justifica la

introducción de un concepto como el de audiencia y su definición


en términos del estímulo discriminativo generalizado.

El mando como definición morfológica y su contradicción con el

concepto de operante incondicional

Skinner dice que "un mando se caracteriza por la relación

singular entre la forma de una respuesta y el reforzamiento

recibido característicamente en una comunidad verbal dada. A veces


329

es conveniente referirse a esta relación diciendo que un mando

`especifica' su reforzamiento." (p. 36)

El mando constituye la única forma de operante no

discriminada dentro de la taxonomía propuesta por Skinner sobre la

conducta verbal. Para decirlo de manera precisa, es la única

operante verbal "pura", es decir, que surge, aparentemente, de

modo espontáneo. La forma de la operante puede derivarse de otras

operantes ya existentes o de emisiones verbales poco

diferenciadas, y su ocurrencia, más o menos accidental, bajo

ciertas condiciones motivacionales (privación de reforzadores

positivos o presencia de reforzadores negativos), es reforzada por

una consecuencia específica por parte de la comunidad verbal,

vbgr. presentando un reforzador positivo o retirando el reforzador

negativo. Este esquema, sin embargo, parece poco plausible, dada

la gran diversidad de mandos existentes especialmente en el

repertorio temprano de los individuos. No existe la diversidad de

emisiones accidentales espontáneas suficientes ni se puede dar su


ocurrencia accidental en las condiciones motivacionales apropiadas

para que la comunidad verbal, en la forma de escuchas

particulares, refuerce al hablante con base en la forma del

`mando' en cuestión.

La definición del mando implica varios problemas:

l) el origen de la forma de la operante;

2) la relación de necesidad entre forma y consecuencia


329

reforzante;

3) la precisión de la comunidad verbal, en la forma de

escucha, para reforzar específicamente cada mando asumiendo su

pertinencia motivacional;

4) el control de estímulo antecedente requerido para que el

hablante pueda especificar el reforzador contenido en el mando, y

de este modo, controlar a su vez a la conducta del escucha; y

5) la cuestionabilidad del concepto de operante como una

forma condicional de la conducta emitida o espontánea, por lo

menos en el caso del comportamiento verbal.

El origen de la forma de la operante

Un mando, tal como lo afirma Skinner, "se caracteriza por la

relación singular entre la forma de una respuesta y el

reforzamiento recibido...a veces es conveniente referirse a esta

relación diciendo que el mando `especifica' su reforzamiento" (p.

36). En el caso de las operante condicionales no discriminadas, se

posee una conducta emitida espontáneamente con las características


que se quieren reforzar, o bien, por aproximaciones sucesivas, se

"moldea" un conjunto de instancias de respuesta que poseen dichas

características a partir de un conjunto más amplio que incluye

potencialmente a dichas instancias.

El mando, en la clasificación de Verbal Behavior, constituye

el único caso de operante no discriminada. Por consiguiente, es de

suponerse que el establecimiento de un repertorio de mandos


329

requiere de la disponibilidad de vocalizaciones espontáneas

"semejantes" a las formas finales de conducta verbal que la

comunidad verbal refuerza de manera normalizada, o bien, que

dichas vocalizaciones se obtienen mediante un procedimiento más o

menos laborioso de reforzamiento por aproximaciones sucesivas a

partir de vocalizaciones, que incluyen potencialmente las

respuestas deseadas, pero que en principio no son "semejantes".

Se sabe que el espectro fonético del ser humano al nacer

"incluye" una gama de emisiones más amplia que la de cualquier

lenguaje articulado particular (Osgood, l953). Esto parece apoyar

la suposición de que es posible diferenciar por reforzamiento,

gradualmente, una gran diversidad de formas verbales a partir de

las emisiones espontáneas -por así decirlo- del infante. No

obstante, este proceso no parece factible ni suficiente para dar

cuenta de la gran diversidad de mandos disponibles en cualquier

lengua -sin tomar en consideración las distintas variedades

dialectales-, y mucho menos para cubrir el surgimiento de formas


de mando relativamente complejas, de extensión mayor que la sílaba

o la palabra aisladas. La aparición de mandos con base en

vocalizaciones espontáneas más o menos configuradas o a partir de

su moldeamiento solo puede considerarse para el caso de mandos


simples como ma..., pa..., y algunos otros balbuceos similares.

Es evidente, a partir de la observación naturalista y del

propio trabajo educativo o de rehabilitación realizado por los


329

analistas conductuales, que la mayor parte de la conducta verbal

se adquiere por imitación y consecuencias, es decir, en términos

de Verbal Behavior, como conducta ecoica, textual y de copia bajo

condiciones especiales de reforzamiento educativo. También es

cierto que la taxonomía propuesta en Verbal Behavior no plantea


explícitamente un esquema de la ontogenia funcional del lenguaje.

Solo clasifica tipos de conducta verbal, aún cuando para ello hace

énfasis en su adquisición más que en su mantenimiento.


Sin embargo, el problema definicional básico reside en el

hecho de que el mando se define como una clase de conducta no

discriminada, que se refuerza a partir de emisiones espontáneas o

bien, siendo benévolos, a partir de otras operantes ya


establecidas. Si el mando se supone que se origina a partir de

emisiones no discriminadas, su definición entra en contradicción

con el hecho de que las operantes verbales que se definen por su

origen como conductas controladas por propiedades formales son

justamente las operantes de tipo discriminado, y muy especialmente


las conductas ecoicas y textuales. Si el mando no se origina a

partir de emisiones no discriminadas y se asume que las

morfologías correspondientes existen ya previamente como otro tipo

de operantes verbales )no es más simple considerar que los mandos

no son más que formas impuras de dichas operantes verbales

discriminadas ya existentes? Al hablar de formas impuras, se hace

referencia exclusivamente a la "contaminación" por variables


329

específicas de reforzamiento de las circunstancias discriminativas

de las respuestas verbales. Los mandos serían emisiones

discriminadas por circunstancias distintas a las originales bajo

las cuales se estableció su caracterización formal.

Un problema adicional que surge a partir de esta

consideración es que, desde el punto de vista taxonómico, una

operante no discriminada es funcionalmente más simple que una

operante discriminada. )Sugiere el planteamiento clasificatorio de

Verbal Behavior que en el caso de la conducta verbal se adquieren

primero las operantes discriminadas que las no discriminadas? De

ser esto así, se aprecia la urgencia de una revisión de los

fundamentos y criterios de la taxonomía de la conducta en términos

de operantes y respondientes.

La relación de necesidad entre forma y consecuencia

Un análisis funcional del lenguaje implica, necesariamente,

la independencia de los criterios clasificatorios respecto de la

forma de la conducta. No obstante, en el caso del mando, de manera


muy especial, destaca que la operante verbal "especifica" sus

consecuencias. Skinner (l957) dice que:

"Un mando es un tipo de operante verbal que destaca por sus

variables de control. No es una unidad formal de análisis.

No se puede decir de una respuesta que sea un mando

solamente por su forma. Como regla general, con el objeto de

identificar cualquier tipo de operante verbal necesitamos


329

conocer de que tipo de variables es función la respuesta.

Sin embargo, en una comunidad verbal determinada ciertas

propiedades formales pueden estar asociadas tan

estrechamente con clases específicas de variables que estas

últimas pueden ser inferidas con toda seguridad. En el

presente caso, podemos decir que algunas respuestas,

simplemente debido a sus propiedades formales, son proba-

blemente mandos." (p. 36)

Esta correspondencia entre las propiedades formales de la

respuesta y la especificidad de sus variables de control: las

consecuencias de reforzamiento, son tan estrechas, que como lo

establece el propio Skinner en el mismo texto respecto al mando:

"...Frecuentemente son especificados tanto la conducta del escucha

como el reforzamiento último." (p. 36)

Aún cuando desde un punto de visto estrictamente funcional

el mando es controlado por sus consecuencias, y dicha categoría

clasificatoria no puede inferirse a partir de las propiedades


formales de la respuesta, en realidad es muy difícil encontrar

casos en los que no se pueda identificar al mando a partir de su

forma, y que en los que, por consiguiente, las consecuencias del

mando parezcan ser contingentes a su emisión, y en esa medida,

cuando menos desempeñar un doble papel: el de variables de control

y el de efectos de la respuesta.

En lo que toca a las características formales del mando, este


329

siempre especifica dos tipos de consecuencias: uno, en el que se

prescribe la conducta del escucha, y otro en el que se prescribe

un acontecimiento u objeto, normalmente producido por la conducta

del escucha o por vía de la conducta del escucha a través de un

tercer individuo. Cuando menos en las lenguas indoeuropeas

modernas los mandos adquieren propiedades formales plenamente

identificadas como categorías gramaticales. Un ejemplo de ello es

que el propio Skinner, en el análisis del mando, ilustra sus casos

con base en categorías formales tales como la petición, la orden,

la súplica, la pregunta, el consejo, la oferta, el llamamiento,

etc. En todos ellos, se reconoce una forma especial de respuesta

con base en la consecuencia especificada por parte del escucha.

Pueden darse casos excepcionales en los que la mera forma no sea

suficiente para identificar la respuesta como mando, vbgr.

(fuego!, en el que la respuesta puede ser una orden o bien una

descripción emotiva de un evento. Sin embargo, estos casos que, en

una auténtica clasificación funcional debieran ser la norma,


resultan ser más bien excepciones. En los mandos generalizados

como por favor...

se sigue dando una relación formal generalizada que se aplica

singularmente dependiendo de la situación concreta en que se emita

la respuesta.

En lo que toca a la doble relación de dependencia entre el

mando, como unidad formal, y el reforzamiento, como consecuencia


329

mediada por el escucha, es claro que el hablante emite

consistentemente uno u otro tipo de mandos debido a que al escucha

procura las consecuencias especificadas por ellos, y que en esa

medida, la forma del mando se mantiene dada las consecuencias que

le siguen. Pero también es claro que, como dice Skinner "...la

conducta verbal con la forma de mando opera principalmente en

beneficio del que habla" (p. 41), y en esa medida el escucha está

bajo el control de la forma de la conducta del hablante. La

consecuencia procurada por el escucha no puede ser arbitraria.

Debe ajustarse a la especificidad formal del mando, cuando menos

en los casos de cumplimiento funcional satisfactorio. Ello explica

que entre mando y consecuencia exista una correspondencia formal

necesaria, pues de otro modo la variabilidad de la conducta del

escucha no "reforzaría" al hablante en términos de la condición

motivacional que hace más probable un tipo de respuesta (el mando

particular en cuestión) respecto de otras posibles. La

especificidad planteada en la conducta verbal de "mandar" como una


operante controlada por consecuencias particulares, requiere

lógicamente de una correspondencia formal entre dichas

consecuencias y las características del mando. Aún cuando puede

observarse un cierto rango de variación en las propiedades

morfológicas de un mando como respuesta, este debe poseer una


propiedad definitoria: especificar formalmente la consecuencia

como conducta, objeto u ambos. De allí que, aún cuando la


329

taxonomía de la conducta verbal no asume en principio ninguna

restricción formal en la definición del mando, este solo puede

identificarse siempre y cuando se le defina formalmente con base

en la consecuencia que especifica su reforzamiento, y que no solo

constituye su variable de control, sino que también constituye la

variable controlada por la propiedad formal de la respuesta.

El reforzamiento del mando por parte de la comunidad verbal

El mando se caracteriza por un doble control. En primer

término, por aquel identificable dada la relación que especifica

el mando entre la respuesta y una consecuencia o reforzador. En

segundo término, por el estado de privación o de estímulo cuyo

reforzamiento negativo especifica el mando, en tanto condición

motivacional que dispone la emisión de la operante como operante

no discriminada. La relación respuesta-reforzador no representa

ningún problema desde el punto de vista de la administración de la

consecuencia por parte del escucha como representante de la

comunidad verbal. En la medida en que el mando se caracteriza


formalmente como la especificación de la consecuencia, el escucha

puede responder en la forma adecuada a las propiedades de la

respuesta. Sin embargo, el segundo tipo de relación plantea

algunas dificultades, dado que el estado motivacional del hablante

puede carecer de referentes de observabilidad.

Cuando un individuo pide agua, se asume que lo hace por que

tiene sed, y que en la medida en que el escucha le proporciona


329

agua, refuerza positivamente el mando particular "dame agua" en

tanto procura la aparición del agua como condición de estímulo, y

a la vez lo refuerza negativamente al eliminar la condición de

estímulo representada por la privación de agua: tener sed. Desde

este punto de vista, el mando parece revestir una doble condición

simultánea de reforzamiento, positivo y negativo (condición que

probablemente puede aplicarse a cualquier tipo de operante

controlada por condiciones de privación antecedente, y que pone en

duda la pertinencia misma de la clasificación del reforzamiento en

positivo y negativo con base en la adición o sustracción de

condiciones de estímulo respecto de la respuesta operante). De

hecho, la condición de reforzamiento positivo del mando parece

depender de la condición de reforzamiento negativo, por lo menos

en aquellos mandos ajustados a la definición original: el mando

como respuesta emitida bajo condiciones de privación o de

estimulación aversiva. Quedarían obviamente muchos otros mandos

caracterizados formalmente por la especificación de una


consecuencia que, sin embargo, difícilmente podrían ser

considerados como emisiones bajo condiciones de privación o de

estimulación aversiva, vbgr., "quiero comprar El Evangelio según

Jesucristo de Saramago". No se puede considerar la privación

específica de un libro como condición motivacional, lo que

obviamente plantea interrogantes no satisfechas respecto de la

condición antecedente que dispone la emisión de mandos de este


329

tipo.

Sin embargo, volviendo al caso de aquellos mandos en los que

se puede considerar una condición motivacional pertinente para su

reforzamiento (positivo y negativo), el problema radica en cómo el

escucha puede identificar la correspondencia entre la forma del

mando emitida por el hablante y la condición de privación o de

estimulación aversiva que lo motiva. Junto a aquellos casos

vinculados con la terminación de condiciones aversivas observables

por un segundo individuo, vbgr., un perro mordiéndole la pierna al

hablante, etc., se tienen aquellos otros en los que existe un

estado de privación cuyo único referente externo es la locución

del propio mando, por ej., tengo sed...dame agua, etc. A

diferencia del tratamiento que hace Skinner de los tactos auto-

descriptivos, como tactos bajo el control de eventos privados, en

el ejemplo que nos ocupa (tener sed) no se cumplen los cuatro

criterios que puede utilizar la comunidad verbal para cerciorarse

de la fiabilidad de la relación entre la respuesta (un mando en


este caso) y el estado de privación correspondiente, es decir, no

hay un acompañamiento público del estímulo privado (excepto en

casos de sed extrema), no hay respuesta colateral al estímulo

privado, no hay estímulo público que permita la transferencia al

estímulo privado en la forma de extensión metafórica o metonímica,

ni hay originalmente un respuesta pública que se haya reducido en

magnitud. La comunidad verbal no puede utilizar ninguno de estos


329

criterios de reforzamiento que Skinner sugiere utilizar en el caso

de los tactos de estímulos privados.

Efectividad del mando y control de estímulos antecedentes

Uno de los problemas que se ha analizado en la sección

anterior tiene que ver con el reforzamiento -por parte del

escucha- de la pertinencia motivacional del mando como respuesta

que especifica una consecuencia dadas ciertas condiciones de

privación o de estimulación aversiva.

)Cómo concebir el establecimiendo de este tipo de mandos bajo

el control de estados de privación no observables directamente por

el escucha? El planteamiento más plausible consiste en asumir que

el mando no constituye una clase autónoma de operante verbal.

Tanto en el caso de los mandos bajo estados de privación o

condiciones de estimulación aversiva, como en el caso de aquellos

otros mandos que solo especifican consecuencias pero que dichas

consecuencias difícilmente pueden considerarse como reforzamiento

o reforzamiento negativo vinculado a las dos grandes clases de


condiciones motivacionales mencionadas, el hablante, al

especificar la consecuencia emite un tacto, es decir, una operante

verbal que corresponde a determinadas propiedades de estímulo. No

se puede mandar sin tactar. Si el mando implica una forma de

tactar bajo condiciones específicas, puede suponerse que el mando

se establece por analogía de condiciones (horas de privación e

inestabilidad conductual) y de comportamiento (orientación hacia


329

recipientes con agua) a las que regulan conducta semejante por

parte del escucha, y es el escucha el que establece el mando como

un repertorio ecoico, reforzado específicamente en presencia de la

consecuencia formalmente prescrita por la respuesta verbal.

Este análisis de los mandos implicaría que:

l) Los mandos no se emiten inicialmente bajo el auspicio de

condiciones motivacionales específicas, sino que se emiten como

conductas ecoicas;

2) Los mandos no constituyen por consiguiente operantes no

discriminadas, sino que están bajo el control de la conducta

verbal análoga del escucha;

3) Los mandos son funcionales solo en la medida en que tactan

la consecuencia, y por lo tanto constituyen una forma impura de

tactos; y

4) No hay procedimiento que justifique la posibilidad de

adquirir los mandos como operantes verbales que corresponden a

condiciones motivacionales específicas, pues el reconocimiento de


los estados motivacionales es consecuencia del establecimiento de

un repertorio funcional de "mandos" como tactos impuros, y no su

condición previa.

La necesidad de reducir definicionalmente el mando a una

forma de tacto impuro reside en el hecho de que el escucha solo

puede mediar efectivamente el reforzamiento del tacto si este


especifica con precisión la consecuencia. La consecuencia no es
329

otra cosa más que un objeto de estímulo, un acontecimiento o una

conducta, y las operantes verbales que corresponden en la

taxonomía de Verbal Behavior a la ocurrencia de este tipo de

variables ambientales no verbales son los tactos. El hablante

"manda" con efectividad solo en la medida en que tacta con

precisión la consecuencia al hablante. El establecimiento y la

funcionalidad de un mando, desde este punto de vista, no difiere

de la de un tacto.

Suponiendo que la especificidad de la circunstancia que

controla la emisión del tacto con las características formales de

un mando justificaran su clasificación separada, se volvería a

presentar el problema de que una operante no discriminada,

funcionalmente más simple, dependiera en su establecimiento y

efectividad de una forma de operante verbal más compleja: una

operante discriminada. Esto plantearía nuevamente dudas sobre la

lógica de la taxonomía de la conducta verbal propuesta por

Skinner.
La cuestionabilidad de la operante como una forma condicional de

la conducta emitida

Al analizar el origen de la forma del mando, ya se mencionó

la dificultad de asumir el surgimiento de una clase operante no

discriminada con las características formales del mando. En dicho

análisis se planteaba la imposibilidad empírica de establecer un

repertorio formal tan preciso y complejo como son los mandos, a


329

partir del moldeamiento por aproximaciones sucesivas de un vasto

conjunto fonológico de vocalizaciones espontáneas indiferenciadas.

El problema más general al que nos remite la definición del

mando como una operante condicional no discriminada tiene que ver

con la posibilidad lógica misma de asumir a la conducta verbal

como conducta operante condicional, es decir, conducta operante

construída a partir de conducta emitida o espontánea: conducta

operante incondicional.

El concepto de operante tal como fue inicialmente formulado

por Skinner (l937, l938) suponía que al observar a un organismo

continuamente activo no se podían establecer correlaciones

temporales precisas que aseguraran que un segmento particular de

comportamiento tuviera como antecedente funcional necesario a un

estímulo o conjunto de estímulos determinado. Aún cuando dicho

factor de estímulo debe existir, su observación no siempre es

posible. De allí que se propusiera que genéticamente toda operante

debe de provenir de una respondiente (es decir, de una conducta


provocada por un estímulo previo) pero que a la vez, en ausencia

de criterios observacionales confiables dicha conducta pudiera

considerarse funcionalmente emitida o espontánea. Este tratamiento

lógico fue aplicado a conductas manipulativas y de desplazamiento,

es decir, a formas de movimiento, que de una manera u otra,

corresponden a formas reactivas naturales, es decir,

biológicamente dadas.
329

El problema cambia cuando se analiza el lenguaje como

conducta verbal, sea este escrito, hablado, o gesticulado, pues

aún cuando el habla, la escritura y los signos se constituyen a

partir de la reactividad fonológica y motriz biológica, su

morfología posee un carácter convencional que no hace factible su

diferenciación "espontánea" tal como ocurre con las conductas de

desplazamiento y manipulación estudiadas en el comportamiento

animal. Es evidente que a pesar de que existen algunas

vocalizaciones espontáneas semejantes a palabras básicas en un


número elevado de lenguas, tal como ma..., etc., no se puede

concebir el desarrollo del lenguaje a partir de ellas. El lenguaje

como conducta verbal se adquiere socialmente mediante la

reproducción de la conducta de los otros. De ahí que el lenguaje

se adquiera inicialmente como conducta de escuchar, observar y

leer, y posteriormente de hablar, gesticular y escribir. Y en las

tres modalidades activas de conducta verbal como lenguaje, la

imitación, o las conductas ecoicas, de copia, de transcripción y


de texteo constituyen las formas básicas de emergencia inicial de

y generación formal y funcional.

Si la conducta verbal difiere sustancialmente en su origen y

establecimiento respecto de la conducta no verbal, es decir, de la

conducta no convencional, surge un cuestionamiento automático a la

formulación misma de la conducta verbal como conducta operante,

pues resultaría que esta solo puede clasificarse en principio como


329

conducta discriminada, es decir, condicional bajo el control de

estímulos antecedentes, pero a la vez, contradictoriamente, su

condicionalidad no depende de una forma de control impuesto a

formas espontáneas de conducta operante, pues la conducta verbal

no puede establecerse morfológicamente a partir de conducta

espontánea. Su diferenciación sistemática no es factible a partir

de las vocalizaciones espontáneas disponibles biológicamente,

aunque algunas formas iniciales de conducta verbal puedan aparecer

de esta manera. Si la conducta verbal como conducta operante no

cabe definicionalmente a partir de la conducta emitida )tiene

algún sentido hablar de ella como conducta operante condicional de

tipo discriminado?

Los estímulos internos y la propia conducta verbal como estímulos

discriminativos

En la taxonomía propuesta en Verbal Behavior se consideran

dos subclases operantes directamente vinculadas con el tacto: l)


los tactos controlados por estímulos privados, y 2) los tactos

de segundo orden, que poseen funciones autoclíticas. Ambas

subclases constituyen lo que Skinner denomina tactos

autodescriptivos, es decir, conducta verbal bajo el control de

estímulos antecedentes que se originan como condiciones o

respuestas del propio hablante. Aún cuando ambas subclases están

agrupadas bajo un mismo rubro taxonómico, los tactos


329

autodescriptivos, sus funciones son distintas y también lo son los

problemas lógicos relativos a su categorización.

Tactos autodescriptivos bajo el control de estímulos privados

Skinner (l957) dice que:

"En el paradigma del tacto...el hablante y el escucha están

representados en contacto con un objeto común, al que se

refiere la respuesta del hablante. Sin embargo, cierta

conducta verbal está bajo el control de estímulos a los que

solo puede reaccionar el hablante. La respuesta Me duele el

diente está controlada por un estado de cosas con el que

solo el hablante puede establecer algún tipo de conexión.

Una parte muy pequeña, pero muy importante del universo está

encerrada dentro de la piel de cada individuo y, hasta donde

sabemos, solo es accesible a él...Al establecer el tipo de

operante verbal llamada el tacto, la comunidad verbal

refuerza de manera característica una respuesta determinada

en presencia de un estímulo dado. Esto solo puede hacerse si


el estímulo actúa sobre el hablante y la comunidad

reforzante. Un estímulo privado no puede satisfacer estas

condiciones". (pp. 130-131)

Skinner propone cuatro criterios empleados por la comunidad

verbal para reforzar la emisión de tactos ante estímulos privados.

Estos han sido mencionados previamente al examinar el caso del

mando, y son: a) la identificación de un acompañamiento público;


329

b) la identificación de una respuesta colateral; c) el uso de una

respuesta ante un estímulo público que se transfiere

posteriormente a un evento privado en la forma de un tacto

extendido metafórica o metonímicamente; y d) el reforzamiento de

una respuesta ante otra respuesta del hablante originalmente

pública, la que progresivamente se reduce en magnitud hasta

convertirse en un evento privado.

Desde un punto de vista definicional destacan dos problemas

respecto del tacto ante estímulos privados. El primero tiene que

ver con el concepto mismo de estímulo. El segundo se relaciona con

los criterios de reforzamiento adoptados por la comunidad verbal.

Skinner define al tacto como "una operante verbal en la que

una respuesta de determinada forma es evocada (o al menos

fortalecida) por un objeto, un evento o la propiedad de un objeto

o evento particulares. Damos cuenta de la fuerza mostrando que en

presencia del objeto o evento una respuesta de esa forma se

refuerza de manera característica en una comunidad verbal


determinada" (pp. 81-82). Más adelante dice que "...El que la

respuesta se emita puede depender de otras variables; pero siempre

que se emite, su forma está determinada solamente por una

característica específica del ambiente estimulante" (p. 83).

La definición de tacto implica que, al margen del tipo de

reforzador empleado (generalizado o específico) y de las

circunstancias en que se emite la respuesta, la forma del tacto


329

es dependiente de manera exclusiva de una propiedad particular de

estímulo en el ambiente. De este modo, así como en el mando la

respuesta especifica al reforzador, en el tacto la respuesta

especifica al estímulo discriminativo. Sin embargo, a diferencia

del mando, el estímulo especificado por el tacto precede a la

respuesta, y por consiguiente, la respuesta solo puede ocurrir en

presencia de dicho estímulo o como "anticipación" o "narración" de

la presencia futura o pasada de dicho estímulo, respectivamente.

Estos dos casos últimos solo pueden ocurrir como formas especiales

de tactar derivadas del tacto como respuesta ante un estímulo

presente.

De acuerdo con la definición de tacto formulada por Skinner,

el estímulo como propiedad "tactable" solo se da mediante el

reforzamiento explícito que hace la comunidad verbal de una forma

especial de respuesta dada dicha propiedad presente previamente.

El estímulo, por consiguiente, adquiere tal función con base en el

reforzamiento provisto por la comunidad verbal al hablante cuando


este emite una respuesta de forma específica (tacto) en su

presencia. No hay estímulo discriminativo si no hay tacto, y no

hay tacto si no hay un procedimiento explícito por parte de la

comunidad verbal de reforzar dicha forma de respuesta en presencia

de la propiedad de un objeto o evento. La "evocación" de la

respuesta verbal por el objeto o evento de estímulo es una

consecuencia de la correspondencia ya establecida por la comunidad


329

verbal entre dicha propiedad y el tacto específico en cuestión, y

su "fortaleza" como probabilidad de ocurrencia es un indicador de

la pertinencia de su emisión frente al escucha. )Cúal es la

propiedad del ambiente que determina que un hablante pueda tactar

lo que "siente"? Los estímulos lo son en la medida en que son

tactables, y su ocurrencia física no constituye una condición

suficiente para ser tactados. Si el estímulo privado solo es

observacionalmente asequible al propio escucha carece de sentido

hablar de que constituye un estímulo. Un estímulo solo puede

existir cuando existe una respuesta ante él, aún cuando tenga

lugar como cambios físicos. No puede haber estímulos privados

antes de la aparición del tacto. Los estímulos privados, si es que

tiene algún sentido hablar de ellos, solo adquieren existencia,

cuando se ha establecido un tacto en correspondencia a una

propiedad previamente no tactada, y esa propiedad se constituye

como propiedad en correspondencia al tacto. Esto significa que los

eventos privados se reducen a correspondencias funcionales entre


eventos biológicos, que inicialmente carecen de la propiedad de

ser estímulos discriminativos, y respuestas verbales

explícitamente establecidas por la comunidad verbal en ciertas

circunstancias.

)Cómo puede establecerse un tacto ante un estímulo privado,

si por privado se entiende, tal como Skinner lo menciona, todo

aquel evento que ocurre dentro de los límites impuestos por la


329

piel, y en consecuencia, hablar de evento privado es hablar de

evento inobservable excepto para aquel que lo "siente"? Siguiendo

el argumento apenas expuesto, queda claro que los cuatro criterios

propuestos por Skinner para dar cuenta de como la comunidad verbal

refuerza la pertinencia de un tacto ante una propiedad de estímulo

"privada", en realidad tienen que ver con cuatro tipos de


circunstancias en las que la comunidad verbal contruye propiedades

de estímulo tactables a partir de la propia conducta del hablante.

La comunidad verbal al reforzar tactos ante estímulos privados lo

que hace es reforzar conductas verbales y no verbales en ciertas

circunstancias públicas, y establece, mediante el reforzamiento de

nuevos tactos, una diferenciación de respuesta mayor ante esas

situaciones. La diferenciación opera como la inclusión de nuevas

propiedades de estímulo participantes en dichas condiciones

(respuestas colaterales, acompañamientos públicos, respuestas con

propiedades análogas, respuestas inicialmente públicas) antes las

que se puede discriminar mediante nuevas respuestas verbales.


Los estímulos privados son siempre propiedades participantes

de condiciones de estímulo públicas, y solo adquieren pertinencia

funcional como estímulos discriminativos "no verbales" en la

medida en que la comunidad verbal diferencia nuevos tactos para

dichas propiedades. Los estímulos privados no preceden al tacto

sino que lo siguen, y en esa medida no se ajustan a la definición

misma del tacto, ni plantean tampoco problemas especiales para su


329

reforzamiento, pues la comunidad verbal es la responsable de la

construcción de dicho "mundo privado". El "mundo privado debajo de

la piel" no pertenece al hablante, sino que pertenece a la

comunidad verbal que establece la funcionalidad de ciertas

propiedades de estímulo a partir de la conducta y las

circunstancias públicas del hablante.

Skinner, curiosamente en un pasaje relativo a la emoción,

dice que "...la comunidad ha establecido la respuesta estoy

enojado con base en aspectos observables de tal conducta o de

otros concomitantes públicos, y el individuo maduro puede usar la

expresión con cierta precisión cuando los estímulos que la

controlan son ahora privados" (p. 218). Esta interpretación

marginal parece sugerir que Skinner mismo se percató de los

problemas conceptuales implicados en el análisis de los tactos

autodescriptivos bajo el control de estímulos privados.

Tactos autodescriptivos con funciones autoclíticas

Skinner inicia el capítulo sobre la autoclítica diciendo:


"...se ha presentado a la conducta verbal como un repertorio

de respuestas, algunas de ellas de tamaño mínimo, otras

complejas pero susceptibles de fracturación, que existen con

variados estados de fuerza bajo el control de variables en

el ambiente y en la historia del hablante. El hablante mismo

parece no haber sido tomado en cuenta. No hemos tenido que

asumir que hay alguien que "sabe lo que dice" o "sabe lo que
329

quiere decir", o "sabe como decirlo". (p. 311)

Para Skinner, las diversas operantes verbales que constituyen

la taxonomía propuesta, así como las variables relativas a la

audiencia y otros factores más, son solamente el material crudo a

partir del cual se manufactura la conducta verbal, la que se emite

con orden, estructura y composición aparentemente deliberadas. No

es correcto asumir un hablante dentro del hablante, pues ello no

explicaría las características del discurso. Para dar cuenta la

complejidad, orden y diseño de la conducta verbal, Skinner propone

a las autoclíticas como operantes de segundo orden o

supraordinadas a las operantes que conforman la taxonomía

fundamental. Lo citaré nuevamente en extenso:

"Las propiedades importantes de la conducta verbal que

quedan para estudio tienen que ver con arreglos especiales

de respuestas. Parte de la conducta de un organismo se

vuelve a su vez una de las variables que controla a la otra

parte. Existen cuando menos dos sistemas de respuestas, uno


basado en el otro. El nivel superior solo puede entenderse

en términos de sus relaciones con el inferior. La noción de

un yo interior es un esfuerzo por representar el hecho de

que cuando la conducta es compuesta de este modo, el sistema

superior parece guíar o alterar al inferior. Pero el sistema

que controla es también conducta. El hablante `puede saber lo

que está diciendo' en el sentido de que `sabe'o `conoce'


329

cualquier parte o rasgo del ambiente. Parte de su conducta

(`la conocida') sirve como una variable bajo el control de

otras partes (`saber' o `conocer'). `Actitudes

proposicionales' tales como la aserción, la negación, y la

cuantificación, el diseño logrado mediante la revisión y

rechazo o emisión de respuestas, la generación de cantidades

de conducta verbal meramente como tal, y las manipulaciones

altamente complejas del pensamiento verbal, como veremos,

pueden ser todas ellas analizadas en términos de conducta

que es evocada por o actúa sobre otra conducta del

hablante...El hablante es el organismo que se compromete con

o ejecuta conducta verbal. También es un locus -un lugar en

el que convergen un número de variables en una confluencia

única para producir un resultado igualmente único".(pp. 312-

313)

Existen tres tipos de autoclíticas que desempeñan

funciones de tactos autodescriptivos de la propia conducta verbal,


es decir, que poseen propiedades de tactos del propio segmento de

conducta verbal del que forman parte, sea este o no una respuesta

tactual: autoclíticas descriptivas, calificativas y

cuantificadoras.

Las autoclíticas descriptivas consisten en conducta verbal

del hablante que es descriptiva de su propia conducta. Aún cuando

se supone que la comunidad verbal establece este tipo de


329

comportamiento con base en conductas observables, el hablante lo

emite posteriormente bajo el control de eventos privados. Skinner

incluye en este tipo de autoclíticas al escucha hablando acerca de

lo que está hablando, o bien puede describir las respuestas que ha

hecho, está haciendo o hará. Puede también describir la fuerza de

una respuesta así como sus relaciones de control. Como ya se

señaló en el capítulo anterior, las autoclíticas descriptivas se

explican en última instancia por su efecto especial en el escucha.

De este modo, las autoclíticas descriptivas informan al escucha

sobre el tipo de operante verbal a la que acompañan, el estado de

fuerza de la respuesta, las relaciones entre una respuesta y otra

conducta verbal del hablante o el escucha u otras circunstancias

en las que es emitida, la condición motivacional o emocional del

hablante y otros aspectos más que no viene al caso detallar en

este punto.

Las autoclíticas calificativas regulan la conducta del escucha

tactando las condiciones en que se emite la conducta verbal o el


tipo de relación en que se emite. Las autoclíticas cuantificadoras

tactan las propiedades de la conducta del hablante o las

circunstancias que son responsables de dicha propiedad, en la

medida que restringen la atención a las condiciones que controlan

la conducta del hablante, como ocurre con la especificación del

número y el género.

En el capítulo anterior ya examiné críticamente el concepto


329

de las operantes autoclíticas como operantes de segundo orden. En

esta sección me concentraré exclusivamente en el carácter de las

autoclíticas descriptivas, calificativas y cualitativas como

tactos de la propia conducta verbal del hablante.

Aunque en el caso de las autoclíticas, Skinner plantea que su

función se puede ubicar como conducta verbal bajo el control de

estímulos privados -en forma análoga a los tactos de primer nivel

apenas discutidos-, es evidente que en el caso de las autoclíticas

se dan dos diferencias fundamentales:

l) Las autoclíticas aparecen a partir de las operantes de

primer orden, y por consiguiente, estas últimas no tienen un

estatuto lógico o empírico equivalente al de los estados de

privación o a las consecuencias internas de los efectos de

estímulos externos; y

2) Las autoclíticas tactan a la propia conducta verbal en

ejercicio, es decir, son tactos de mandos, intraverbales u otros

tactos, en contraste con los tactos autodescriptivos bajo el


control de estímulos privados cuya función está regulada por

eventos de tipo físico.

Dos son los problemas fundamentales que surgen de esta

formulación de las autoclíticas como operantes de segundo orden, y

muy en especial, de aquellas que tienen funciones autodescriptivas

de la conducta verbal para producir un efecto especial en el

escucha.
329

En primer lugar destaca la función simultánea, que como parte

integral de un segmento operante, tiene la autoclítica sobre el


escucha al que se está hablando. Este efecto especial es posible

solo en la medida en que la operante autoclítica agrega algo al

tacto o a la operante múltiple que no pudiera ser categorizado en

términos de las operante simples. )Acaso tactar las condiciones en

que se habla es esencialmente distinto de tactar algo? Tactar un


acontecimiento o circunstancia implica por definición que se tacta

aquello que afecta al propio hablante mientras tacta, si ello es

parte de lo que se tacta. Tactar el número de objetos, su género,

las circunstancias en que se tacta, la manera en que se tacta, no

son elementos independientes de la conducta de tactar. Si fuera de

otro modo, tactar consistiría simplemente en nombrar, señalar,

identificar o reconocer. Pero tactar, por lo menos desde la

perspectiva de la definición en Verbal Behavior, implica hablar

acerca de algo en sus circunstancias a un escucha, con el fín de

ponerlo en "contacto" con ese acontecimiento u objeto. No se


requiere tactar lo que se tacta, pues ello implica una regresión

al infinito, semejante a lo que ocurre en las descripciones

intencionales como enunciados intencionales. De hecho, suponer que

el hablante tacta adicionalmente antes o durante su respuesta

verbal para afectar de manera especial al escucha, implica suponer

que el hablante "planea" de algún modo su discurso, y que por

consiguiente hay un doble rol de hablante, el del que planea, o


329

que estructura la intención del discurso, y el del que simplemente

habla como expresión ya determinada para producir el efecto

planeado en el escucha.

En segundo lugar, hay un problema definicional imprevisto en

la atribución de funciones de tacto a las operantes autoclíticas,

que a la vez constituyen tactos de primer orden. Expresiones como

"no sé no le que digo" o "no estoy muy seguro de que si lo que

digo es verdad", ya sea que se consideren como tactos de tactos, o

simplemente se conciban como tactos de primer orden, incurren en

la contradicción definicional de que un tacto es una operante

verbal bajo el control antecedentes de estímulos no verbales, y en

la medida en que el sujeto tacta su propio hablar, estas


respuestas verbales no pueden ser tactos, por definición. Un tacto

no puede estar bajo el control de estímulos verbales. No se puede

tactar a la propia conducta verbal porque en ese momento la

operante deja de ser definida como un tacto. No se puede hablar

acerca de lo que se está hablando, de lo que se habló, de lo que


se hablará, de como se está hablando, etc., porque por definición,

se cae en un vacío taxonómico en la clasificación de la conducta

verbal. Estas conductas verbales, en la medida en que están bajo

el control de estímulos verbales, no pueden ser consideradas

tactos. Sin embargo, tampoco pueden ser categorizadas como

intraverbales, pues no existe una relación multívoca con los

estímulos verbales antecedentes, sino que se tiene que guardar una


329

correspondencia estrecha entre los estímulos verbales y su

descripción, ya que solo tiene sentido hablar acerca de lo que se

habló si la respuesta en cuestión "informa" o "pone en contacto"

al escucha con el episodio referido.

La violación del concepto de reforzamiento

En la introducción de este capítulo se mencionaron algunos de

los problemas relacionados con las tres definiciones básicas de la

triple relación de contingencia en el condicionamiento operante:

el estímulo discriminativo, la respuesta y el reforzamiento. En

esta sección se abundará en los problemas definicionales

vinculados con el concepto de reforzamiento.

El reforzamiento define una relación entre una clase de

instancias de respuesta y una clase de eventos de estímulo

consecuentes a la conducta. Una tercera clase de eventos de

estímulo antecedentes puede entrar en la definición, si es que su

presencia establece una restricción para que ocurra la relación


entre la clase de respuestas y la clase de estímulos consecuentes

y no solamente subsecuentes. La relación de reforzamiento se

define de la siguiente manera: dado un conjunto de instancias de

respuesta que ocurren en presencia de un conjunto de instancias de

estímulo,

si este le sigue consistentemente, la clase de respuestas

aumentará en frecuencia en el intervalo comprendido entre la


329

ocurrencia de dos estímulos consecuentes, o en su defecto, en

presencia de la clase de estímulos ante los cuales la clase de

respuestas fué seguida en el pasado por dichos estímulos

consecuentes. El incremento de la frecuencia de respuestas en un

período determinado o su aumento en presencia de un estímulo

presente se consideran equivalentes a un aumento en la

probabilidad de ocurrencia de una clase determinada, siendo la

fuerza de una clase idéntica a su frecuencia o probabilidad de

ocurrencia.

El concepto de reforzamiento, visto desde esta perspectiva,


solo puede aplicarse, por definición, cuando la clase de

respuestas que se vé seguida por consecuencias de estímulo está

conformada por instancias puntuales, que pueden repetirse dentro

del intervalo entre estímulos reforzantes, o en presencia de la

clase de estímulo antecedente, el estímulo discriminativo. Dado

que su fuerza -pues precisamente el estímulo consecuente refuerza-

se iguala con su frecuencia de emisión, el efecto de reforzamiento


solo tiene sentido identificarlo como un efecto de incremento en

la frecuencia de las instancias de la clase de respuesta,

preferentemente en el intervalo inmediato posterior a la

presentación del reforzador, o bien como una frecuencia aumentada

que ocurre diferencialmente en presencia del estímulo

discriminativo correspondiente en contraste a otros eventos de

estímulo o a la ausencia del propio estímulo discriminativo.


329

Los problemas con esta definición de reforzamiento comienzan

cuando los efectos diferenciales del reforzador van en dirección

opuesta al incremento de la frecuencia (como en los programas de

reforzamiento diferencial de tasas bajas), o bien cuando dentro de

un intervalo entre reforzadores solo puede ocurrir una instancia

de respuesta y no más que una. Dado que el primer caso ya fué

examinado en la introducción de este capítulo, abordaré el segundo

aspecto, que está vinculado más intimamente con el problema

general de la conducta verbal.

El caso más conspicuo de inaplicabilidad de la definición de

reforzamiento a una relación entre un segmento de conducta y un

estímulo subsiguiente -pero podría tratarse igualmente de un

estímulo consecuente- es el del estudio de Skinner sobre la

"superstición" en el pichón (l948). En este estudio Skinner

encontró que si colocaba a un pichón en una caja experimental

dotada solamente de un alimentador de grano, y daba acceso al

alimento brevemente con base en un intervalo determinado (en


segundos) independientemente de lo que hiciera el animal, este

tendía a responder con un patrón estereotipado en el intervalo

entre presentaciones del alimento, y este patrón estereotipado se

conformaba de acuerdo a las morfologías que ocurrían cuando se

daba acceso al grano. El patrón de respuesta constituía un

segmento continuo interrumpido solamente por la presentación del

alimento. No podía ocurrir en cada intervalo entre "alimentos" más


329

que una sola ocurrencia del patrón establecido. Skinner describió

la recurrencia del patrón estereotipado como un caso de

reforzamiento adventicio -o "interpretado"-, pero la cuestión que

se plantea de inmediato es si tiene sentido hablar de

reforzamiento cuando solo puede ocurrir una respuesta por

intervalo entre reforzadores.

En el caso de la conducta verbal esta condición es aún más

evidente. La conducta hablada, leída y escrita es parecida a la

conducta de la paloma en el estudio sobre superstición en el

sentido en que la conducta es contínua y llena el intervalo entre

la conducta previa del escucha y su conducta subsiguiente. La

longitud o extensión de la conducta verbal puede variar, pero

siempre se considera que lo que el hablante dice es un segmento

unitario, y no una sucesión de puntos discretos formados por

fonemas o sintagmas hilvanados con un cierto propósito. Cuando el

escucha "refuerza" la conducta del hablante, este no repite lo que

acaba de decir, ni aumenta la frecuencia de la última palabra


pronunciada. Es más, el reforzamiento puede considerarse, en el

sentido de Guthrie (l935) un cierre del segmento de respuesta, y

no el inicio de una repetición más o menos persistente.

Si por otra parte, la propiedad definitoria de la operante se

establece con base en criterios de correspondencia morfológica

entre la(s) instancia(s) de respuesta y la(s) instancia(s) de

estímulo antecedente (o discriminativo), la funcionalidad de la


329

operante así definida es autónoma de cualquier criterio de fuerza

como ocurrencia. Esta propiedad definitoria de la operante -y por

consiguiente, el concepto de reforzamiento congruente con ella-

solo tendría vigencia en condiciones de emisión no discriminada,

que por lo menos en el caso de la conducta verbal parecen estar

fuera de toda posibilidad.

Skinner (l957) se percata de los problemas implicados en la

definición del reforzamiento que iguala a la probabilidad con la

frecuencia, cuando dice:

"Bajo condiciones de laboratorio la probabilidad de

respuesta se estudia fácilmente en un organismo individual

como la frecuencia de responder. Bajo estas condiciones,

puede demostrarse que cambios simples en la frecuencia son

funciones precisas de variables específicas...Pero

necesitamos desplazarnos del estudio de frecuencias a la

consideración de la probabilidad de un evento solo...Aunque

los datos en los que tanto el lego como el científico basan


sus conceptos de probabilidad tienen la forma de

frecuencias, ambos desean hablar acerca de la probabilidad

de un solo evento por venir".(p. 28)

Cuando habla de la probabilidad de la respuesta, como

indicador resultante de la fuerza de una respuesta dada la acción

conjunta de diversas variables, Skinner toma como punto de partida

la emisión o no de la respuesta, su nivel de energía, la


329

velocidad (o latencia), su repetición y su frecuencia total.

Obviamente, estos indicadores son indicadores estrictamente

cuantitativos vinculados de un modo u otro a la frecuencia como

dato básico, y por consiguiente, a la definición de reforzamiento

como incremento de la frecuencia o de alguna propiedad que covaría

con ella. Estos indicadores no son suficientes para dar cuenta de

la propia taxonomía propuesta, que como ya se ha visto, incluso en

el caso del mando descansa en criterios de correspondencia

morfológica.

Si en el caso del estudio experimental de los procesos

básicos en el laboratorio animal, se puede prescindir de criterios

morfológicos explícitos de la conducta como propiedad definitoria

de la clase, con el fín de poder abstraer propiedades de carácter

generalizables a condiciones distintas a las que se analizan

experimentalmente, es evidente que esto no puede llevarse a cabo

en el análisis de conductas que tienen funcionalidad prescrita en

el ambiente "natural", y muy especialmente, cuando estas conductas


son conductas convencionales por definición. La pertinencia

funcional (o "fuerza", para emplear la metáfora del

condicionamiento) de una conducta, en estos casos, depende

fundamentalmente de criterios de correspondencia morfológica, y un

concepto como el de reforzamiento, basado exclusivamente en un

criterio cuantitativo de frecuencia que cancela propiedades

definitorias morfológicas, carece de utilidad lógica. El propio


329

Skinner reconoce que el criterio de aplicación del reforzamiento

por parte de la comunidad verbal se fundamenta en propiedades

morfológicas de la respuesta: "...Por lo general, sin embargo, una

respuesta asume una forma cercana al mínimo que satisface la

contingencia".(p. 209)

El concepto de respuesta: el tamaño de la unidad verbal

Para Skinner cualquiera de las unidades lingüisticas estándar

puede funcionar como una operante verbal. Esto implica que una

operante verbal puede variar desde un simple fonema hasta una

frase completa, o incluso un párrafo. El criterio para determinar

que cualquiera de estas unidades lingüisticas formales constituye

o no una operante depende de su control funcional unitario por una

variable particular. Obviamente, en el caso de unidades

lingüisticas extendidas, se incluye a otras unidades lingüisticas

o segmentos menores, lo que implica que estos últimos puedan ser

operantes autónomas de la operante definida por el segmento mayor,


aunque estén formalmente comprendidos en ella. Solo un análisis de

las interacciones entre dichas operantes potenciales en cada

hablante puede dilucidar la composición última de cada una de

ellas en términos de su tamaño como unidad funcional.

La concepción de la unidad de respuesta como toda aquella

conducta del hablante controlada por una variable "unitaria"

requiere considerar al estímulo antecedente, la condición de


329

privación o aversiva presente, y la conducta del escucha, en forma

privilegiada. En última instancia, es la conducta del escucha,

como mediador del reforzamiento, la que define al episodio verbal,

incluyendo a la conducta del hablante como la "unidad de

respuesta". Si el tamaño de la unidad verbal equivale al segmento

identificado como el episodio verbal, es decir la interacción

entre el hablante y el escucha, la dependencia del tamaño de la

unidad de respuesta respecto de las características del episodio

verbal plantea algunos problemas a la definición de la conducta

verbal como conducta operante.

En el caso de las conductas ecoica y textual, que constituyen

repertorios de unidad mínima, la concepción de la operante como

clase de covariaciones parece aplicarse sin dificultades. La

existencia de una correspondencia formal estricta entre las

propiedades del estímulo y las de la respuesta prevén que la

unidad de respuesta corresponda "punto a punto" con la unidad de

estímulo. En el caso de la conducta ecoica no se presentan


problemas, pues la unidad de estímulo corresponde a la conducta

antecedente del escucha. Sin embargo, en el caso de la conducta

textual surge el hecho de que el hablante es su propio escucha,

dado que el "escribiente" del texto no está presente durante la

lectura. La(s) unidad(es) de estímulo están constituídas por el

texto, y este puede variar desde un solo símbolo gráfico hasta un

volúmen completo. Depende de la propia conducta del hablante como


329

"escucha" de su texteo el determinar la longitud del episodio

verbal, y por consiguiente, el tamaño de la respuesta verbal

textual, la cual, aún cuando correlaciona con una unidad de

estímulo isomórfica, no se puede determinar de antemano. El tamaño

de la unidad textual se vuelve equivalente a cada una de sus

emisiones completas, y solo es identificable en términos de la

propia ocurrencia de la respuesta. El episodio verbal se reduce a

la respuesta en la medida en que la conducta del escucha es, por

decirlo de alguna manera, "simultánea" a la del hablante. Solo

cuando existe un escucha "externo" con propósitos educativos, que

regula la correspondencia entre las propiedades formales de la

respuesta y las del estímulo, se cumple con el requisito

definicional de la operante, pero una vez que la conducta textual


"está establecida" se carece de criterios independientes para

identificar el tamaño de la unidad verbal.

En el caso del mando es evidente que el tamaño de la unidad

verbal corresponde a la especificación formal requerida para que


el escucha se comporte de una manera particular. El escucha actúa
en consecuencia en la medida en que el hablante se ajusta a una

forma de responder. El tamaño de la respuesta no es independiente

de la forma reconocida por la comunidad verbal para que el escucha

se comporte de manera específica. Aún cuando existen mandos

"mínimos", como por favor, etc., que tienen efecto sobre la

conducta del escucha, estas respuestas solo son funcionales


329

correlacionadas con otras conductas, no verbales, como señalar

algo, dirigirse hacia algún sitio, etc. Los mandos varían en su


tamaño de acuerdo con las prescripciones formales que especifican

la conducta del escucha, ocurra o no dicha conducta. Tal como

ocurre en el caso de la conducta textual, el tamaño de la unidad

de respuesta del mando equivale a su emisión, pero a diferencia de

la conducta textual, el tamaño del mando está regulado de antemano

por criterios formales especificados por la comunidad verbal, y

por consiguiente, no depende de la conducta del hablante.

El tacto supone un doble control en lo que se refiere a su

tamaño como respuesta. Por una parte, el tacto debe corresponder a

las propiedades del evento no verbal que funcionalmente lo

controla, y por otra parte, depende del efecto que tiene sobre el

escucha al que pone en "contacto" con dichas propiedades. Surgen

dos interrogantes en este particular. En primer lugar, las

propiedades del evento no verbal "no están ahí". Su existencia,

como dimensiones de control dependen de que el hablante responda


diferencialmente ante ellas, y dichas propiedades variarán de

acuerdo con la diferenciación reactiva que muestre un hablante en

términos de su entrenamiento y otros factores más. La emisión de

tactos ante eventos o propiedades aisladas no representa ningún

problema definicional, como ocurre en el caso de la nominación o

del reconocimiento de características simples como el color, la

forma o la identidad de un objeto. Sin embargo, el problema se


329

manifiesta cuando la conducta del hablante, en extensión, no

corresponde a las propiedades extensivas del evento tactado, y

posiblemente, este es el caso más característico de tacto: cuando

se habla de algo describiéndolo o explicándolo con detalle. Pero

por otra parte, además de la falta de correspondencia extensiva u

ordinal entre las propiedades del evento y las características del

mando, la conducta del escucha tampoco parece ser suficiente para

definir el tamaño del episodio, y por consiguiente, el tamaño de

la unidad verbal. El escucha, exceptuando el caso del llamado

reforzamiento educativo, depende funcionalmente de la conducta del

hablante. Lo que el hablante dice regula la conducta del escucha

respecto al propio hablante y al evento del cual se habla, excepto

en aquellos casos en los que el escucha está tactando en las

mismas condiciones el mismo evento, y por consiguiente no depende

de la conducta del hablante, pues ambos son hablantes tactando la

misma propiedad. Por ello, la definición del tacto no permite

identificar el tamaño de la unidad independientemente de la


conducta del hablante. El tamaño del tacto solo puede

identificarse a posteriori, pero a diferencia de la conducta

textual, no puede identificarse la condición de estímulo que lo

controla independientemente. Se tiene que inferir forzosamente a

partir de la propia respuesta.

La conducta intraverbal, dadas sus condiciones

definicionales, es la única que se ajusta en su tamaño al de la


329

identificación del episodio verbal en términos de la conducta

antecedente del escucha y la conducta subsecuente del escucha

respecto del hablante. Pero, al igual que las otras clases de

operantes verbales de primer orden, en la medida en que, por la

naturaleza misma de la conducta verbal, la conducta del hablante


se localiza respecto de la conducta del escucha y alguna condición

de estímulo antecedente, su variación en tamaño hace difícil

ajustarla a un criterio de clase compuesto por instancias

puntuales definidas por las consecuencias. Si el tamaño de la

unidad verbal es, cuando menos, una de sus propiedades

definitorias, el concepto mismo de operante como clase de

covariaciones estímulo-respuesta pierde toda utilidad y sentido.

Forma y tamaño como propiedades definitorias de la conducta

verbal, en correspondencia a características semejantes en las

propiedades de los eventos y la conducta del escucha, hacen

innecesaria una lógica de clases como la propuesta para definir a

la conducta operante -y a la conducta respondiente.


329

CAPITULO VII

CONTRADICCIONES INTERNAS EN LA CLASIFICACION Y ANALISIS DE

"HECHOS"

No es posible separar el análisis empírico de una disciplina

de las categorías y definiciones empleadas. Todo hecho es, en

cierta medida, un hecho teorizado, y en esa medida, es de

esperarse que cuando la lógica de una clasificación y las

definiciones asociadas adolezcan de imprecisiones y límites

definidos, dichas dificultades se trasladen inevitablemente al

propio análisis empírico. La división entre teoría y hechos es

sutil, y es de suponerse que siempre que en una disciplina se

enfrentan irregularidades, anomalías o contradicciones respecto de


los hechos, estas pueden trazarse a dificultades subyacentes en la

lógica de los conceptos y las definiciones de la propia teoría.

Examinar las contradicciones en la clasificación y el

análisis de los hechos de una teoría no es tarea ajena al análisis

propiamente dicho de las categorías definicionales de esa teoría.

En el capítulo anterior, he revisado críticamente algunos de los

problemas definicionales de los conceptos centrales en el análisis


329

de la conducta verbal. Esto no se realizó desde una perspectiva

limitada exclusivamente a los conceptos constitutivos de la

taxonomía propuesta por Skinner en Verbal Behavior, sino que se

sustentó en las contradicciones de dichos conceptos con las

categorías fundamentales de la teoría del condicionamiento

operante, de la cual, la taxonomía de la conducta verbal es una

extrapolación o extensión teórica. En este capítulo, el análisis

crítico abordará más directamente el problema de la "confusión",

"duplicación" u "omisión" de los hechos como consecuencia del

empleo de ciertas definiciones.

Tal como lo ha señalado Kuhn (l962) cuando habla de la

ciencia normal, los investigadores de una determinada rama del


conocimiento científico ven su objeto de estudio desde una

perspectiva teórica especial, y los problemas empíricos lo son

desde ese punto de vista. Los problemas aparecen como ya dados,

con la configuración de un acertijo para cuya solución se tienen

ya los elementos indispensables. Por consiguiente, la solución se


contempla como el seguimiento de una serie de pasos (método) que

conduce a la obtención de nuevos hechos o de hechos en cierta

relación. Rara vez los investigadores que confrontan problemas

científicos se percatan de que los hechos que estudian son hechos

teóricamente determinados, y que en esa medida, una gran parte de

los problemas que son concebidos como problemas estrictamente

empíricos, constituyen en realidad problemas vinculados a la


329

lógica de la teoría.

La definición de un concepto no es un acto puramente

gramatical. Definir un concepto es construir un espacio de

observación para clasificar y relacionar los eventos de un campo


en la forma de hechos significativos. Desde este punto de vista,

una teoría, contemplada desde su perspectiva lógica, constituye

una especie de mapa exhaustivo de todos los accidentes que forman

parte de una geografía a estudiar, pero es un mapa exhaustivo

desde el punto de vista de los criterios con que se ordena esa

geografía, y no desde el punto de vista de su contenido. La lógica


de una teoría, aún cuando se construye a posteriori para

sistematizar un campo de eventos, posee una cualidad a priori como

instrumento de conocimiento: los hechos lo son en la medida en que

se ajustan a las categorías definicionales. Las categorías no

pueden ser falsas o verdaderas. Su adecuación -para no utilizar el

término "validez"- depende de la economía, elegancia, y amplitud

con que cubre todo posible contenido empírico del dominio bajo
análisis. Los mismos eventos contemplados en ese dominio empírico

pueden convertirse en hechos distintos cuando se usa una lógica

definicional alternativa. Este aspecto de las teorías tiene que

ver con la discusión respecto de la conmensurabilidad o

inconmensurabilidad de los hechos bajos dos teorías distintas.

Es evidente que la investigación científica, como una

actividad productora, sistematizadora y relacionadora de hechos,


329

en tanto datos, tiene que ver con propiedades que de una u otra

manera son independientes de cualquier teoría. Pero también es

evidente que los problemas que cualquier investigador se plantea

en términos de hechos -y sus datos correspondientes- no son ajenos

a la teoría que sustentan y que, en consecuencia, la solución de

los problemas científicos descansa en gran medida en la capacidad

de hacer preguntas no contradictorias, precisas o con sentido

respecto de los hechos. La posibilidad de hacer tales preguntas

depende de que los conceptos -y sus definiciones- que las

fundamentan no conduzcan inevitablemente a planteamientos

empíricamente inviables. Por eso, aún cuando la mayoría de los

investigadores científicos no se percaten de ello, la

identificación y formulación de problemas y sus soluciones no es

una cuestión meramente empírica. Es una condición permanente de la

investigación científica que descansa en y depende de la lógica de

los conceptos y definiciones empleados para examinar el dominio

empírico bajo estudio.


Los problemas empíricos derivados de las insuficiencias y

contradicciones definicionales que voy a examinar son de la

siguiente clase:

l) Indistiguibilidad observacional de los hechos;

2) Identidad funcional de hechos supuestamente diferentes;

3) Vacíos observacionales resueltos mediante contradicciones

definicionales;
329

4) Reductibilidad empírica de una definición a otra;

5) Criterios funcionales con parámetros observacionales

difícilmente distinguibles;

6) Uso de criterios observacionales que carecen de soporte

clasificatorio previo; y

7) Hechos observacionales con propiedades incompatibles

debido a insuficiencia funcional de la definición.

Los casos particulares que voy a analizar en relación a estos

tipos de problemas empíricos son los siguientes:

l) La yuxtaposición observacional de las diversas operantes

de primer orden en el discurso hablado o escrito;

2) La identidad de las relaciones tacto-mando y tacto-

intraverbal y su relación con el llamado control o

causalidad múltiple;

3) El autotacto y el tacto de tactos como contradicción

definicional dirigida a suplir un vacio observacional;

4) La mediación del reforzamiento como condición reductible a


morfologías no verbales mediadas mecánicamente en su

reforzamiento;

5) Las autoclíticas como casos de doble identidad empírica

simultánea;

6) La extensión del tacto y del mando y la ambigüedad en la

correspondencia de sus criterios funcionales y

observacionales;
329

7) El problema del reforzamiento "educativo" y la intención

del escucha; y

8) La superposición de los papeles de hablante y escucha en

relación al criterio de definición del episodio verbal.

Indistinguibilidad observacional de las operantes verbales

Ya he discutido algunos problemas relacionados con la

taxonomía de la conducta verbal propuesta por Skinner (l957).

En esta sección examinaré lo que quizá constituye el criterio


último para valorar un sistema de clasificación: su utilidad

observacional.

Una taxonomía es útil en la medida en que permite ubicar

observacionalmente a distintos eventos o fenómenos en distintas

categorías, de modo que, como resultado de este procedimiento,

cada uno de ellos adquiere significación e identidad propias como


hechos o fenómenos distintos. La taxonomía formulada en Verbal

Behavior propone que la conducta verbal que posee una misma

morfología puede pertenecer a distintas clases funcionales, es


decir, puede constituir diferentes tipos de operantes verbales. El

criterio para distinguir distintas funciones a partir de una misma

morfología radica en identificar la naturaleza de los estímulos

antecedentes que "controlan" la emisión de dicha morfología, así

como la caracterización de las consecuencias que constituyen su

reforzamiento. La taxonomía propuesta supuestamente logra

establecer criterios inequívocos para la distinción observacional


329

de diferentes clases de operantes verbales, a partir de un

material crudo -el discurso hablado y escrito- saturado en su

contenido de superposiciones y repeticiones morfológicas.

Sin embargo, como ya lo he examinado en capítulos

anteriores, la taxonomía formulada en Verbal Behavior no distingue

en realidad funciones diversas en la conducta verbal, dado que

todas las categorías clasificatorias se ubican en un mismo nivel

de complejidad funcional: el de la operante. La única distinción

que establece dicha taxonomía es entre operantes discriminadas y

operantes no discriminadas (el mando), distinción que sin embargo

parece estar plena de contradicciones e insuficiencias

definicionales. La taxonomía de la conducta verbal opera

estableciendo correlaciones morfológicas entre distintos tipos de

estímulos, formas de respuesta, y tipos de reforzamiento, de modo

tal que resulta ser una taxonomía basada en criterios formales

asimétricos respecto de estímulos antecedentes, respuestas y

consecuencias.
El hecho de que la taxonomía propuesta en Verbal Behavior

constituya una clasificación formal, y el que la morfología de la

conducta verbal sea finita, conduce inevitablemente a problemas en

la identificación observacional de las clases de respuestas

contenidas por dicha taxonomía. Skinner es "parcialmente

conciente" de este problema, pues lo trata como un caso especial

de la causación múltiple:
329

"Dos hechos emergen de nuestra búsqueda de relaciones

funcionales básicas en la conducta verbal: (l) la fuerza

de una sola respuesta puede ser, y comunmente lo es, una

función de más de una variable, y (2) una sola variable

afecta usualmente a más de una respuesta".(p. 227)

"El hecho de que una sola respuesta pueda estar controlada

por más de una variable y el hecho de que una variable pueda

controlar más de una respuesta no violan ningún principio

del método científico. No se sigue de ello que una relación

funcional específica no sea legal, o que la conducta que

ocurre en una situación determinada no esté totalmente

determinada. Simplemente significa que debemos estar seguros

de tomar en cuenta todas las variables pertinentes al hacer

una predicción o al controlar la conducta".(p. 228)

"Estos dos hechos hacen altamente probable que cualquier

muestra de conducta verbal será una función de muchas

variables operando al mismo tiempo. Cualquier respuesta


bajo el control de una variable tiene muchas posibilidades

de estar relacionada con otras variables también presentes.

Ahora, es un principio bien establecido en la conducta no

verbal el que fuentes separadas de fuerza son aditivas.

(Puesto que algunas variables reducen la fuerza de la

conducta verbal, la adición debe ser algebraica.) Como

resultado, la causación múltiple produce muchos efectos


329

verbales interesantes, incluyendo aquellos del juego verbal,

la inteligencia, el estilo, los dispositivos de la poesía,

las distorsiones formales, los fallos, y muchas técnicas del

pensamiento verbal". (pp.228-229)

La causación múltiple asume que dado que existen

simultáneamente variables diversas que pueden afectar y han

afectado en el pasado a una sola respuesta, no es posible disponer

de un sistema de clasificación con limites observacionales

precisos. Aún cuando Skinner no hace referencia a la observación

de las operantes verbales, sino a su predicción y control en

relación a la causación múltiple, es evidente que este concepto

constituye una justificación lógica de la imposibilidad de

delimitar observacionalmente a las categorías contenidas en la

taxonomía de la conducta verbal. El argumento planteado por

Skinner no es válido, pues equivaldría, en el caso de la

clasificación de los elementos químicos, a justificar que la tabla

periódica nunca permitiera distinguir claramente a un elemento de


otro debido a la multiplicidad de variables afectando a cualquier

compuesto químico en un momento determinado.

La noción de causación múltiple implica que una respuesta


verbal, identificada morfológicamente, dadas las características

funcionales de cualquier episodio verbal, nunca puede estar bajo

el control de un solo tipo de variable. La presencia de audiencias

diversas, de múltiples estímulos verbales y no verbales, de varias


329

correspondencias funcionales posibles, y de escuchas con


propiedades reforzantes distintas constituye en principio una

condición que anula la posibilidad de aplicar la taxonomía de la


conducta verbal formulada por Skinner. Cualquier respuesta, en un

mismo momento y en un mismo lugar, puede ser más de una operante

verbal, es decir, puede clasificarse como perteneciente a más de

una categoría de operantes de primer orden, al margen de las


propiedades autoclíticas adicionales que es posible atribuirle.

Esta imposibilidad de ubicar de manera inequívoca a una respuesta


-independientemente de su tamaño o extensión- en una u otra

categoría clasificatoria, constituye el primer argumento lógico

para cuestionar la validez y confiabilidad como instrumento

analítico-observacional de la taxonomía propuesta en Verbal

Behavior.

Un ejemplo puede ser de utilidad en este contexto. Supongamos

que, frente a varias personas -entre ellas el acreedor-, yo le

comento a un amigo (l)"Ya deberías pagarle a Juan lo que le


debes". El amigo me contesta (2)")Pagarle a Juan lo que le debo?

)qué le debo?". Entonces agrego:(3) "Juan me dijo que le debías

quinientos pesos )no es así, Juan?". Juan me responde: (4)"Sí, me

debe quinientos pesos que le presté hace ya seis meses para

comprarse un radio". )Cómo analizar este episodio verbal con base

en la taxonomía propuesta por Skinner? Desde un punto de vista

formal, (1) está regulado por un estado motivacional -la falta de


329

pago-, aún cuando este estado motivacional no corresponde

directamente al hablante, sino a un miembro de la audiencia. (1)

especifica su reforzamiento: el pago a Juan. Sin embargo, como se

señala en (3), (1) constituye también un tacto del hecho reportado

por Juan respecto a la deuda. )Qué es lo que se tacta en (1) y

(3)? )El hecho del préstamo que no se atestiguó directamente o el

que Juan haya dicho previamente que se le debía dinero? De ser

esto último, no se puede plantear un tacto, pues no se puede

tactar una conducta verbal. En caso de que se hable acerca de lo

que Juan dijo que se le debía sería un caso de conducta ecoica

demorada, dadas las restricciones impuestas a la naturaleza del

estímulo que controla a un tacto. La respuesta dada por Juan (4)

es la respuesta a una

pregunta. La pregunta difícilmente podría identificarse como un

mando, y la respuesta (4) puede ser un tacto autodescriptivo por

parte de Juan, a la vez que constituye una intraverbal ante la

pregunta y una respuesta ecoica parcial pues repite un gran


segmento de la conducta (3) previa a la pregunta. En lo que

respecta a la conducta verbal de Juan (2), también puede ser

interpretada su primera parte como una operante múltiple

intraverbal-ecoica, y la segunda parte como un mando suavizado en

la forma de pregunta.

Como se desprende de este ejemplo, un episodio verbal

simple como el descrito es de difícil clasificación con base en


329

las categorías operantes de primer nivel propuestas en Verbal

Behavior. Pero aún intentando descomponer el episodio en una

secuencia de condiciones de estímulo y respuesta sucesivas entre

los tres protagonistas del episodio, es prácticamente imposible


identificar cualquiera de los componentes en forma inequívoca.

Esto no se debe a que la conducta verbal constituya un fenómeno

inasible con base en criterios observacionales. Se trata más bien


de las dificultades observacionales que conlleva la lógica de

clasificación de la conducta verbal desarrollada en Verbal

Behavior. Aún cuando pueden parecer plausibles a simple vista en

el análisis de palabras y frases simples, e incluso pueden aportar

distinciones analíticas que las categorías tradicionales de la

gramática no establecen, los criterios empleados no son adecuados

para ubicar a una forma de conducta verbal como un tipo particular


de operante en un mismo momento y lugar. La noción de causación

múltiple, tal como se emplea en Verbal Behavior, viola el

principio de no contradicción en la medida en que un mismo evento


puede ser, teóricamente, desde una misma lógica, varios eventos a

la vez.

La yuxtaposición de categorias observacionales como

característica distintiva de la taxonomía de la conducta verbal es

mucho más evidente en el caso del lenguaje escrito. En el discurso

hablado, se pueden ubicar e identificar las condiciones

situacionales en la que tiene lugar una determinada conducta por


329

parte del hablante. Sin embargo, en el discurso escrito esta

posibilidad se cancela. En el mejor de los casos, se pueden hacer

inferencias de dichas condiciones situacionales a partir del

supuesto de que el producto de la conducta del escritor, el texto,

posee propiedades funcionales equivalentes a un tacto, y que en

esa medida, el discurso escrito es autodescriptivo de las

condiciones que regularon el hecho de que tuviera lugar.

Obviamente, este supuesto nos desplazaría directamente al análisis

de contenidos, y a la aceptación explícita de que los productos

del lenguaje son equivalentes a la conducta que los produce,

equivalencia que, en principio, es sumamente cuestionable, y que

se opone a los fundamentos mismos que motivan el estudio del

lenguaje como conducta viva, es decir, como actos episódicos entre

individuos en tiempo y espacio reales.

Las relaciones tacto-mando y tacto-intraverbal

La peculiar caracterización del tacto como una respuesta


verbal controlada por propiedades de estímulo físicas, no

verbales, y la postulación de que los estados del individuo

desempeñan funciones a la de un estímulo discriminativo interno,

establece

dificultades especiales para clasificar a una respuesta en

términos puros de mando o tacto, a la vez que convierte a la

conducta intraverbal en una categoría omnipresente en todo


329

episodio verbal en el que la audiencia, el hablante y el escucha

participen sucesivamente en la conformación del episodio.

Obviamente, esta relación entre audiencia, hablante y escucha

constituye virtualmente la norma de cualquier episodio verbal, y

en esa medida plantea una serie de contradicciones internas en la

clasificación de la conducta verbal y el análisis de los hechos

observados con base en dicha clasificación.

Los Mandos

La primera contradicción, como yuxtaposición, se ubica en la

identificación de los mandos. Los mandos, como ya se comentó en

otras secciones previas, constituyen operantes no discriminadas

que especifican su reforzamiento. Por ello, aunque se supone

constituyen una clase funcional, los mandos se identifican a

partir de su forma, es decir, a partir de la especificación de un

reforzador, ya sea en forma directa o indirecta, y con base en

variantes formales que, implícitamente, reflejan la fuerza

coercitiva que posee el hablante sobre el escucha. De esta manera,


las preguntas, súplicas, ruegos y peticiones indican niveles

motivacionales en el hablante diferentes a los de las órdenes e

instrucciones, y en consecuencia, manifiestan el grado en el que

el escucha es reforzado negativamente por responder ante el

hablante.

En términos generales, e independientemente de las formas

particulares que asume el mando, se pueden identificar dos grandes


329

condiciones funcionales en las que se puede ubicar su emisión:

l) Una primera en la que el hablante identifica la


consecuencia en su respuesta, ya sea como componente estrictamente

verbal o como un componente mixto verbal-motriz como cuando se

señala algo o se pide el paso, etc. En esta condición, el

hablante, para decirlo en términos coloquiales, "sabe" lo que

"quiere", y en esa medida lo pide, lo ordena, lo suplica, lo

solicita, etc.; y

2) Una segunda en la que el hablante emite el mando para

ponerse en contacto directo o indirecto con el evento reforzante,

de modo que en esta situación el mando especifica una

consecuencia, pero esta consecuencia no está explicitada, y su


caracterización como evento depende de la conducta del escucha.

Cuando alguien pregunta algo, especifica que requiere de una

contestación como "reforzamiento" de su conducta, pero a

diferencia de cuando ordena o pide algo, la pregunta implica que

el hablante quiere algo que todavía no "sabe". Lo común en ambas


circunstancias es que el hablante especifica algo que "quiere"

(condición motivacional), pero que en una "sabe" lo que "quiere" y

en otra no, aunque "sabe" que lo "quiere".

Esto nos presenta un panorama especial. Por una parte, en las

dos condiciones descritas para el mando, el hablante "sabe" que

"quiere", pero solo en una especifica lo que "quiere" y en la otra

especifica que necesita "saber" y que eso es lo que "quiere". En


329

las dos condiciones el hablante sabe que "quiere" -y no


necesariamente qué quiere-, pero solo en una de ellas especifica

lo que "quiere", pues en la otra condición lo único que especifica

es la necesidad de "saber", es decir, solo "quiere saber".

Las dos condiciones del mando son equivalentes en que el


hablante, por decirlo así, discrimina su estado motivacional.

Pero, discriminar un estado motivacional significa responder

verbalmente a propiedades no verbales del propio organismo,

propiedades que, por lo menos en la definición, no son verbales.

Esto constituye estrictamente un tacto autodescriptivo, y en esa

medida, todo mando, independientemente de su forma y de la

precisión con la que especifica su consecuencia, ocurre como un

tacto autodescriptivo. Pero si se plantea que algunos mandos no

corresponden a condiciones motivacionales físicas, no verbales,

sino a lo que genéricamente podríamos denominar "intenciones", y

que estas intenciones siempre tienen lugar en la forma de eventos

verbales privados, se tendría entonces el caso, ya examinado en


otra sección, de que el tacto autodescriptivo implicado en el

mando violaría la definición misma del tacto, y en consecuencia,

debería establecerse que el mando constituye, en última instancia,

una operante intraverbal con un tacto como componente parcial.

En lo que respecta a lo que distingue a las dos condiciones

en que ocurren los mandos, en una, aquella en la que el hablante

especifica la consecuencia ("sabe" lo que "quiere"), el hablante


329

está tactando al escucha la consecuencia requerida para su

reforzamiento. Por ejemplo, cuando se pide un vaso de agua, se

ordena que se cierra la puerta, se solicita una forma bancaria,

se ruega perdón por un acto, el hablante generalmente especifica

una condición no verbal consecuente que discrimina con base en su

historia de reforzamiento. También aquí se presenta el problema de

que el evento tactado como consecuencia sea un evento de tipo

verbal, como cuando se dice:"recite la tabla de multiplicar del

3", "dígame su nombre", o "infórmeme en donde tengo que entregar

esta forma". Obviamente, no se puede plantear que el tacto esté

controlado por eventos verbales, de modo que se reencuentra la

solución poco satisfactoria de considerar a esta forma de mandos

como una intraverbal con componente de tacto. En ambos casos, no

obstante, y a diferencia del mando como tacto autodescriptivo de

una condición motivacional, esta dimensión del mando como tacto o

respuesta mixta intraverbal-tacto está bajo el control de

estímulos "externos" al hablante.


En la otra condición, cuando el hablante no especifica en el

mando la consecuencia, sino que solo especifica que requiere una

consecuencia cuya identidad desconoce, se abren también dos

posibilidades, una en que la consecuencia sea exclusivamente

verbal, y otra en que la consecuencia sea primeramente verbal y

después no verbal. La primera tiene que ver con todo mando que se
emite como pregunta y cuyo reforzamiento solo puede ser dado en
329

términos verbales por parte del escucha, vbgr., ")cuál es su

nombre?", ")dónde está Pedro?", ")quién tiene los expedientes?",

")adonde fuiste ayer?", etc. En este caso, el reforzamiento

especificado por el mando es una contestación verbal. En el

segundo caso, la primera consecuencia es de tipo verbal y después

puede haber un componente no verbal, vbgr., ")qué va a ser de

mí?", ")cómo puedo hacer funcionar este aparato?", etc. En ambas

situaciones, en la medida en que el hablante no posee un tacto

correspondiente a la consecuencia, el mando posee propiedades

funcionales completamente distintas, y la conducta del escucha es

la que puede caracterizarse como mediadora de reforzamiento

mediante la emisión de un tacto bajo control parcial intraverbal

(la pregunta del hablante). En este caso, el reforzamiento del


hablante depende totalmente de la conducta del escucha, y el

hablante carece de control coercitivo sobre el escucha. La

cuestión que surge de inmediato es si este tipo de respuestas

verbales que no especifican la consecuencia y que carecen de


control coercitivo sobre el escucha pueden ser consideradas

realmente mandos. En sentido estricto, la taxonomía de Verbal

Behavior, dadas sus características, las podría ubicar como tactos

autodescriptivos de un estado motivacional caracterizado como la


carencia de tactos.

Resumiendo, la definición de los mandos como operantes

verbales que especifican sus consecuencias, bajo condiciones


329

motivacionales particulares, y cuyo reforzamiento es mediado por

el escucha bajo condiciones de reforzamiento negativo, plantea una

serie de contradicciones empíricas. En primer lugar, identifica a

todo mando como un tacto autodescriptivo. En segundo lugar,

algunos de estos tactos autodescriptivos acaban siendo

intraverbales bajo el control de estímulos privados. En tercer

lugar, los mandos que especifican sus consecuencias constituyen

tactos bajo el control de eventos externos. En cuarto lugar,

aquellos mandos que no especifican sus consecuencias, en la medida

en que dependen exclusivamente de la conducta del escucha, no

cumplen con los dos requerimientos de su definición, y en

consecuencia se pueden identificar exclusivamente como tactos

autodescriptivos de la carencia de otros tactos. Podría decirse,

paradójicamente, que este último caso de mandos -la más simple de

las operantes verbales- resultaría ser un caso complejo de

operantes de segundo orden: autoclíticas descriptivas.

Skinner reconoce la dificultad que presenta la taxonomía


propuesta por él para distinguir entre tactos y mandos:

"Es posible que todos los mandos que son reforzados por la

producción de objetos u otros estados de cosas puedan

interpretarse como mandos de la conducta del escucha y

tactos del objeto o estados de cosas a producirse. Las

clasificaciones de la respuestas son útiles solamente

para separar varios tipos de relaciones de control, y


329

algunas respuestas pueden mostrar características tanto de

mando como de tacto. En cualquier caso, tenemos que conocer

la historia de una forma particular de respuesta y de todas

las variables que han adquirido control de ella." (p. 189)

Los tactos como intraverbales

Los tactos se definen como operantes verbales bajo el control

discriminativo de propiedades de estímulo no verbales y bajo el

control -idealmente- de reforzadores generalizados. Por su parte,

las intraverbales constituyen operantes verbales bajo el control

discriminativo de estímulos verbales, con los que, sin embargo, no

guardan relaciones de correspondencia biunívocas, sino que una

sola respuesta puede estar bajo el control de múltiples estímulos

y a su vez un estímulo controlar más de una respuesta. Los tactos,

incluso bajo condiciones de extensión funcional (metonimia,

género, metáfora, abstracción, etc.), siempre guardan una relación

de correspondencia más o menos estrecha con la propiedad de

estímulo no verbal que "discriminan". Por su parte, las


intraverbales parecen reflejar la causación múltiple de manera

privilegiada, en la medida en que tanto los estímulos como las

respuestas guardan relaciones múltivocas de correspondencia

funcional. Mientras que las características de un tacto se pueden

predecir con cierta precisión mediante la observación de las

propiedades de estímulo pertinentes, en el caso de las

intraverbales esto no es posible. De hecho, las intraverbales se


329

identifican a posteriori en cualquier episodio dada la naturaleza

multívoca de sus relaciones de control estímulo-respuesta,

respuesta-estímulo.

La emisión de un tacto requiere de la presencia de un

conjunto de eventos no verbales cuyas propiedades físicas

discriminan las respuestas verbales que corresponden

funcionalmente a la situación. La relación del tacto normalmente

presupone un escucha como audiencia, y también implica que dicha

relación opera en beneficio del escucha, quien es puesto en

contacto con eventos del ambiente a través del hablante. En el

caso especial del tacto, la definición establece que, dada una

audiencia y un escucha beneficiario potencial de la respuesta, el

hablante responde tactando las propiedades discriminativas

pertinentes de los diversos objetos y eventos no verbales

presentes. No obstante, es evidente que ningún individuo actúa

como un hablante de tactos en los términos esquemáticos que

plantea la definición de dicho tipo de operante verbal. El


ambiente físico por si mismo, excluyendo algunas situaciones muy

especiales, rara vez funge como un evocador permanente de conducta

verbal (en el sentido en que se define un tacto) dada la presencia

de una audiencia. La presencia de la audiencia, el escucha y las

propiedades no verbales de los eventos ambientales no constituyen

razones suficientes para que un hablante emita tactos.

Los tactos, aunque constituyan respuestas verbales que


329

corresponden a propiedades no verbales de los objetos y eventos,

solo tienen lugar bajo condiciones en que se ha instruído

previamente al hablante para ello -los lapsos de demora pueden ser

variables-, cuando se quiere provocar una reacción específica

sobre un escucha - y de esta manera funcionan como instigadores o

sondeos temáticos- o, como suele ocurrir en la mayoría de las

ocasiones, cuando alguien hace una pregunta, cuestionamiento,

comentario, etc., dirigida al hablante. Normalmente se tacta como

respuesta a un estímulo verbal previo que hace pertinente

funcionalmente un aspecto no verbal del ambiente. La variedad de

tactos que pueden surgir en este contexto es muy amplia: tactos

respecto de eventos "privados"; tactos de objetos, eventos y sus

propiedades; tactos de personas y sus acciones; tactos de eventos

que ya han ocurrido; tactos de eventos posiblemente ocurriendo en

otra situación; tactos de eventos que pueden ocurrir en el futuro;

etc. Todas estas respuestas en la forma de tacto se emiten por

parte de un hablante teniendo como condición previa un estímulo


verbal, normalmente por parte del o los escuchas beneficiarios del

tacto particular.

Ejemplos de ello es que cuando uno habla acerca de lo que

hizo, de lo que hará, de lo que otro está haciendo, de las cosas y

acontecimientos siendo presenciados, de como se siente, etc., no

lo hace en forma "espontánea". Esta conducta siempre ocurre en

condiciones precedidas por comentarios, preguntas u otras


329

conductas verbales por parte del o los escuchas presentes. En la

medida en que: (a) el tacto es normalmente precedido por un

estímulo verbal, y (b) dicho estímulo verbal induce variaciones

importantes en la morfología, extensión y composición del tacto,

se puede aseverar que, virtualmente, todo tacto siempre se

presenta simultáneamente como una intraverbal. Cualquier tacto que

tiene lugar en la práctica se ajusta con facilidad a las dos

características que definen a una intraverbal: su control por un

estímulo verbal previo, y la falta de correspondencia formal entre

las propiedades de la respuesta y las del estímulo.

Un ejemplo puede ser útil. No acostumbro decir mi edad a cada

persona que veo. Si alguien me pregunta cuantos años tengo, mi

respuesta puede ser muy variada: "más de cuarenta", "tengo

cuarenta y ocho años", "casi cuarenta y nueve", "nací el 24 de

junio de l944", etc. En todos estos casos, la respuesta tacta

mi edad, pero la respuesta es siempre diferente. Este ejemplo se

puede multiplicar fácilmente, y muy en especial, cuando el tacto


implica "narraciones", "crónicas", "descripciones" y otras formas

de responder extensas. La variabilidad del tacto será mayor

mientras mayor sea su extensión como respuesta.

En el discurso normal, interactivo, fluído, que caracteriza a

cualquier conversación, discusión o narración, aquellas respuestas

que se ajustan a la definición del tacto, es decir, las respuestas

verbales discriminadas por propiedades no verbales de los objetos


329

y eventos, ocurren simultáneamente como intraverbales, y esto


tiene una razón de ser muy sencilla: prácticamente todo el

lenguaje humano tiene lugar como una conducta intraverbal, es

decir, como morfologías, estilos y extensiones de conducta

altamente variables en relación con la conducta del par en un

episodio verbal. La estereotipia es un fenómeno que se estudia por

ser excepcional: dialectos marginales, deficiencias

neuroconductuales, deficiencias culturales, etc. Por ello, es


difícil identificar un tacto que no constituya a la vez una

respuesta intraverbal.

Vacíos observacionales y contradicciones definicionales

La taxonomía de la conducta verbal formulada por Skinner, y

que incluye básicamente las operante de primer orden, no

constituye un sistema exhaustivo de identificación de las diversas

propiedades formales asignables a los estímulos, respuestas y

reforzadores. La clasificación parece diseñada para describir en


términos conductuales diversos aspectos del lenguaje

tradicionalmente contemplados exclusivamente desde la perspectiva

de la gramática, la lingüistica, la semántica, y otras disciplinas

afines.

Las operantes ecoicas tienen que ver con el típico fenómeno

de la imitación. En este caso, Skinner ubica a la imitación como

una forma particular de conducta operante, eliminándole cualquier


329

atribución como proceso. Las operantes textuales corresponden a la

conducta de leer en tanto vocalización observable o silente

controlada por las propiedades formales de un texto. En el caso de

la transcripción, esta tiene que ver con el tradicional dictado o

el registro escrito a partir de estímulos de caracter auditivo.

Los tactos se relacionan con la vieja cuestión del significado, es

decir, el vínculo signo (palabra)-significado (objeto, propiedad o

evento). Los mandos, así como algunas de las extensiones del

tacto, corresponden a formas sintácticas diversas como los

mandatos, las órdenes, las preguntas, la metáfora, el género, la

metonimia, etc. Finalmente, las operantes intraverbales cubren, de

manera inespecífica, toda forma de discurso escrito o hablado que

implique relaciones entre palabras o frases.

Al examinar la taxonomía de Verbal Behavior, se puede

observar que esta no constituye un sistema que mapee las posibles

relaciones verbales dada las diferentes propiedades formales

elegidas para su formulación: morfología no verbal del estímulo,


morfología visual verbal gráfica del estímulo, morfología auditiva

verbal del estímulo, morfología visual verbal gestual del

estímulo, morfología no verbal de la respuesta, morfología verbal

gráfica de la respuesta, morfología gestual de la respuesta, y

morfología vocal de la respuesta. A esto debe agregarse el nivel

de restricción en la correspondencia entre dichas propiedades:

correspondencia biunívoca y correspondencia multívoca, así como el


329

carácter del reforzamiento prescrito: específico y generalizado.

Una taxonomía derivada sistemáticamente a partir de estas

dimensiones analíticas contendría cuatro categorías de estímulo,

cuatro categorías de respuesta, dos categorías de reforzamiento y

dos categorías de correspondencia formal entre estímulos y


respuestas, lo cual representaría un total de sesenta y cuatro

posibles relaciones "funcionales" de tipo verbal, sin contar las

dos posibles formas de mando, como respuesta verbal sin control

discriminativo y bajo el control de cada uno de los dos tipos de


reforzamiento previstos. De sesenta y seis posibles relaciones,

por razones nunca explicitadas, la taxonomía formula únicamente


siete categorías de operante verbal, incluyendo en estas a

aquellas clases que corresponden a cambio de medio: las operantes

de transcripción y de traducción, aspecto no considerado en el

examen realizado sobre la sistematicidad de la taxonomía.

No es mi intención afirmar que las sesenta y seis celdillas

derivadas factorialmente tendrían representatividad empírica, pero


probablemente se dispondría de un criterio sistemático para

analizar las posibles relaciones funcionales en la conducta verbal


a partir de las dimensiones formales elegidas al formular la

taxonomía. El ejemplo más sobresaliente de los vacíos empíricos no

considerados por la taxonomía es el caso de la conducta verbal

escrita o hablada, bajo el control de estímulos verbales auditivos

o gráficos, y con criterios de correspondencia biunívoca bajo


329

cualquiera de los dos tipos de reforzador contemplados. Esta

relación difiere de otro tipo de operantes en varios aspectos.

El caso ilustrado es distinto de la operante intraverbal en

la medida en que esta última establece un criterio de

correspondencia multívoca entre estímulos y respuestas verbales.

Es distinto de la conducta ecoica, la conducta textual, la

conducta de transcripción y la conducta de traducción, en tanto no

existe un criterio de restricción temporal. Además, el caso

elegido implica relaciones no cubiertas por dichas operantes

verbales: todas aquellas formas de control parcial pero biunívoco

por parte de un estímulo verbal sobre una respuesta verbal, dados

intervalos variados de separación de ambos eventos, y que se

yuxtaponen a las operantes de transcripción, ecoica y textuales,


pero poseyendo las propiedades asignadas al tacto: poseer sentido

o "significado" como conductas que hacen con-tacto con ( o

describen) eventos en el ambiente.

En este caso, la relación elegida correspondería a una forma


de relación verbal no contemplada por la taxonomía de Verbal

Behavior: los tactos que se dan ante estímulos verbales

representados por la conducta verbal. Esta categoría, en sentido

coloquial, se aplicaría a:

l) Hablar acerca de lo que se escribe (y por lo tanto se

lee),

2) Escribir acerca de lo que se habla (y por lo tanto se


329

escucha),

3) Escribir acerca de lo que se escribe (y por lo tanto se

lee),

4) Hablar acerca de lo que se habla (y por lo tanto se

escucha).

Como ya lo he mencionado en otras secciones, los tactos no

pueden estar bajo el control de lo que uno mismo u otros dicen o

escriben. Los tactos solo se dan ante propiedades no verbales de

los estímulos, y tactar lenguaje, de ser posible, quedaría

reducido a "ecoizar", es decir, repetir las propiedades físicas

del lenguaje de uno mismo o de otros, sin poder establecer formas

opcionales que describan el sentido de lo que se ha dicho o

escrito. Las intraverbales no cubren lógicamente este tipo de

relaciones porque sus propiedades son multívocas, y por

consiguiente, no son predictibles a partir de la naturaleza del

estímulo verbal presentado. La conducta intraverbal, en el mejor

de los casos, se asemejaría al discurso prolijo, incongruente y


salpicado de repeticiones y frases sin sentido de los individuos

denominados esquizofrénicos.

Este vacío taxonómico sobresale porque una gran porción del

comportamiento verbal tiene que ver con hablar acerca del propio

comportamiento verbal, y de hacerlo con restricciones que no se

ajustan a formas de correspondencia arbitrarias y multívocas como

las que definen a la operante intraverbal. Seguramente, de


329

analizar sistemáticamente todas las posibles relaciones derivables

a partir de las dimensiones formales contenidas en la taxonomía de

Verbal Behavior, se encontrarían otras relaciones verbales no

contempladas en dicha clasificación.


Suponiendo que el único vacio empírico pertinente que se

pudiera identificar fuera el caso apenas ilustrado, esto no

apoyaría la lógica de la taxonomía, sino que plantearía como

cuestión inmediata la necesidad de fundamentar los criterios

mediante los cuales se eligieron las dimensiones formales

utilizadas. Con toda probabilidad, y como ya lo he sugerido

inicialmente, dichas dimensiones formales se eligieron por ser

pertinentes para clasificar analógicamente, en términos

conductuales, categorías ya establecidas por otras disciplinas

como la gramática, la lingüistica y la semántica.

Aún así, las categorías formuladas son incompletas para

describir formas de comportamiento verbal evidentes al observador

cotidiano. Un ejemplo de ello es la lectura denominada


"comprensiva". Hablar de lectura comprensiva implica hablar de

lectura que no se limita a lo que Skinner describe como conducta

textual. Si leer constituye una forma de conducta verbal en la que


se responde a las condiciones transcritas por el que escribe,

carece de sentido la distinción entre lectura comprensiva y no

comprensiva. La conducta textual por Skinner constituye conducta

vocal bajo el control de estímulos textuales, y dicha relación se


329

da como una correspondencia de caracter unívoco, dado que cada

texto, sea cual fuere su nivel de molaridad -o extensión- solo

puede tener una y sola una conducta verbal correlacionada. Si por

otra parte, se concibe a la lectura como conducta bajo el control


de textos como transcripción de otros estímulos verbales y no

verbales, la conducta textual resulta una categoría insuficiente

para describirla, pues solo considera al estímulo como

transcripción y no a los estímulos transcritos como condiciones

que controlan la función de la respuesta de "leer". La solución

procurada por el análisis realizado por Skinner consiste en asumir

que en la lectura comprensiva se da un doble control de estímulos

simultáneo: el de tipo textual y el que corresponde al tacto. La

relación textual da cuenta de la vocalización correspondiente a

los estímulos escritos, mientras que la relación del tacto vincula

a dichas vocalizaciones con su "significado" como respuestas

verbales ante propiedades de estímulo no verbales.

En resumen, la taxonomía de la conducta verbal presentada en


Verbal Behavior parece estar fundamentada en la identificación de

las dimensiones formales que caracterizan al lenguaje desde la

perspectiva de la gramática, la lingüistica y la semántica. En esa

medida, la taxonomía carece de un análisis sistemático de las

diversas posibilidades que ofrece la combinación de dichas

dimensiones formales de identificación de la conducta verbal. Una

de las resultantes esta asistematicidad de la taxonomía, es la


329

carencia de categorías para describir algunas relaciones del

comportamiento verbal. Dichos vacíos taxonómicos son abordados

mediante la adaptación de categorías múltiples o empleando de

manera contradictoria categorías existentes. En ambos casos, la

clasificación funcional de dichas conductas verbales es

lógicamente insatisfactoria, y se traduce en confusiones

observacionales y los correspondientes problemas empíricos así

derivados.

La mediación del reforzamiento y su reductibilidad a términos

mecánicos

La conducta verbal, como un tipo especial de comportamiento

operante, descansa en el concepto de mediación del reforzamiento

procurado por un escucha. Como ya se ha analizado exhaustivamente

en el Capítulo V, la conducta verbal carece de propiedades

mecánicas directas productoras de las consecuencias requeridas

para su reforzamiento. En esa medida, dicho reforzamiento es


procurado por la conducta del escucha, un individuo distinto al

hablante -excepto en el caso en el que el hablante es su propio

escucha-, cuya conducta es considerada, en principio, no verbal.

En esta sección no repetiré los argumentos expuestos

previamente en relación a los problemas lógicos implicados por la

definición de la conducta verbal como conducta mediada en su

reforzamiento por la conducta no verbal del escucha. Me limitaré a


329

demostrar la reductibilidad de dicha mediación del reforzamiento a

términos estrictamente mecánicos y, por ende, la dificultad de

distinguir a la conducta verbal de la no verbal en

situaciones empíricas. Obviamente, este cuestionamiento no se

aplicaría de reconocerse que:

l) La conducta del escucha es verbal, y

b) El reforzamiento puede consistir en formas directas, no


mediadas, de comportamiento estrictamente verbal.

Algunos comentarios particulares en Verbal Behavior examinan


estas posibilidades como excepciones o como restricciones

referidas a ciertos repertorios, pero de ninguna manera se

consideran sean lo suficientemente importantes o generales para

modificar la definición de conducta verbal procurada como punto de

partida.

Al aceptar que la conducta del escucha es no verbal y que su

papel como mediador del hablante consiste en producir los efectos

mecánicos que la conducta verbal, por sus características


específicas, no está en posibilidades de producir, se destacan

tres aspectos fundamentales en la caracterización de la conducta

verbal:

l) La conducta verbal tiene propiedades físicas especiales

que no le permiten operar mecánicamente sobre el medio ambiente

para producir efectos directos en los objetos y personas;

2) La conducta de escuchar no implica compartir la conducta


329

del hablante -aunque Skinner asume tal posibilidad pero la

califica como poco significativa (p. 269); y

3) La función del escucha es la de actúar mecánicamente sobre

el ambiente, de modo que los cambios así operados refuercen la

conducta de hablante.

Esta triple caracterización representa al comportamiento

verbal en términos de la conducta del hablante, conducta que por

sí sola no tiene las propiedades requeridas para actúar

mecánicamente sobre el ambiente, pero que tiene las propiedades

para actúar sobre la conducta de un escucha, quién, sin

comportarse verbalmente, es decir, sin actuar de manera

equivalente al hablante, opera sobre el ambiente de modo tal que

produce los efectos mecánicos requeridos para establecer y

mantener la conducta del hablante. Esta representación establece


que la conductas del hablante y el escucha necesitan ser

distintas, pues de otra manera, al ser equivalentes

funcionalmente, no se requeriría del escucha. La diferencia entre


las conductas del hablante y el escucha es que la del primero no

opera mecánicamente sobre el ambiente, mientras que la del segundo

si lo hace. El escucha es mediador del reforzamiento de la


conducta del hablante en la medida en que remplaza o subroga sus

conductas no verbales. El escucha, como ya lo he hecho notar

anteriormente, se convierte en un sucedáneo de instrumentos,

dispositivos o respuestas mecánicamente eficaces procuradoras de


329

los efectos de la conducta operante.


La conducta verbal queda así caracterizada como conducta

operante efectiva a través de otro individuo. La conducta verbal

es operante solo en la medida en que otro individuo, el escucha,

emite la operante realmente efectiva. De este modo, la conducta

verbal puede caracterizarse como una cadena de dos componentes, la

del hablante, que solo afecta al escucha, y la del escucha, que

afecta al medio ambiente y, por consiguiente, también al hablante

a quién dicha acción sobre el medio ambiente afecta como

"reforzador" o efecto último de su conducta verbal. De acuerdo con

esta caracterización, si la conducta del escucha fuera también

verbal -es decir, no pudiera operar mecánicamente sobre el

ambiente-, entonces la conducta del hablante no sería operante en

sentido estricto, a menos que se considerara que cualquier

conducta en respuesta por parte del escucha podría ser un efecto

reforzante "adecuado" para la conducta del hablante. Pero,

obviamente, aquí salta una contradicción notable: si aceptamos que


la conducta del hablante es solo operante cuando la conducta del

escucha es no operante, quedan canceladas como formas de conducta

operante todas aquellas conductas de naturaleza vocal y gráfica

cuyo único efecto posible es una conducta semejante por parte del

escucha, vbgr., preguntar, conversar, etc. Pero si aceptamos

entonces que la conducta del escucha es verbal, esto implica que

el escucha y el hablante comparten un mismo repertorio, pero que


329

no comparten la misma posibilidad de administrar las consecuencias

condicionales a una situación determinada, y por ende que lo que

distingue a la conducta verbal de la no verbal es que la


administración de la consecuencia depende del "hablante" en la

condición no verbal y del "escucha" en la condición verbal. La


conducta verbal no se distinguiría de la conducta no verbal por la

mediación del reforzamiento sino por administración del


reforzamiento. Esto significaría que una conducta es verbal cuando

su reforzamiento es administrado y procurado por otro, y que una

conducta es no verbal cuando opera directamente en el ambiente

para producir sus efectos, incluso cuando estos son la conducta de

otro directamente.

Cualquiera de estas dos interpretaciones de la función del

escucha respecto del hablante plantean contradicciones que no se

ajustan a nuestro conocimiento ordinario respecto del lenguaje

como conducta: conversar, leer, escribir y otras más. Sin embargo,

Skinner en Verbal Behavior plantea un par de situaciones límite en


que ambas posibilidades son fusionadas como ejemplos radicales de

la definición de conducta verbal empleada para interpretar los

fenómenos del lenguaje como comportamiento.

En su análisis de la abstracción como una forma de tacto,

Skinner (l957) establece que:

"El procedimiento mediante el cual se establece un tacto

abstracto no crea el control ejercido por el estímulo;


329

simplemente lo agudiza e intensifica. La propiedad

especificada por la contingencia restringida es la misma

clase de propiedad, y ejerce el mismo tipo de control, como

ocurre en la extensión metafórica. Más aún, el proceso de

abstracción probablemente nunca se completa. Las extensiones

metafóricas nunca se extinguen, porque nunca surge la

oportunidad para extinguir todas las respuestas extendidas.

Una respuesta verbal probablemente nunca se restringe de

manera total a un conjunto específico de propiedades, aunque

en el caso óptimo una sola propiedad o una colección

específica de propiedades puede adquirir el control

exclusivo por razones prácticas...La abstracción es un

proceso peculiarmente verbal porque un ambiente no verbal no

puede proporcionar la contingencia restringida necesaria.

Una sola propiedad puede controlar un respuesta no verbal,

pero no puede controlar solamente tal respuesta a menos que

sea el acompañamiento solo e inevitable de otro conjunto de


propiedades." (pp. 108 y 109)

La abstracción, desde este punto de vista, constituye un

tacto extendido bajo una restricción adicional. De acuerdo con

Skinner, esta restricción, que no solo se aplica a propiedades

aisladas sino también a objetos y a propiedades condicionales,

solo puede establecerse verbalmente. El criterio de restricción

del control de estímulos del tacto extendido solo puede formularse


329

en términos verbales, pues los contactos normales con objetos y

acontecimientos no harían posible el aislamiento funcional de una

sola propiedad o característica. No obstante, una vez que el


criterio de restricción está establecido, es posible substituir el

episodio verbal por un episodio no verbal, en el que el organismo

emite conductas efectivas mecánicamente que afectan un dispositivo


programado (equivalente al escucha), dispositivo que procura

consecuencias a dicha conducta con base en un criterio

predeterminado de respuesta y de control del estímulo.

En el caso de la abstracción, Skinner ofrece un ejemplo en

Verbal Behavior acerca de la analogía mecánica de este proceso

supuestamente verbal:

"Una paloma, por ejemplo, a la que se ha reforzado por

picotear un pequeño triángulo rojo proyectado en una

pantalla translúcida, picará ante figuras que tienen otros

tamaños, colores, o formas, aunque con tasas menores. Pero se

le puede hacer que responda rápidamente de manera preferente


a cualquiera de estas propiedades reforzándola solamente

cuando esa propiedad está presente sin considerar a otras

propiedades." (p. 108)

En este ejemplo, Skinner describe una situación en la que una

paloma, mediante una conducta mecánicamente efectiva, responde

ante un objeto (una tecla translúcida) en presencia de una

propiedad de estímulo específica: un triángulo rojo pequeño. Si se


329

le presentan otras formas, colores y tamaños distintos a la

"propiedad triángulo rojo pequeño" el animal tiende también a

picotear ante ellos, aún cuando con menor frecuencia. Sin embargo,

si esta propiedad, "triángulo rojo pequeño", se convierte en la

condición de estímulo a la que se restringe la entrega de

reforzamiento, la paloma picará exclusivamente ante el triángulo

rojo pequeño. Skinner daría esta relación de control como ejemplo

de un análogo de tacto abstracto, en la medida en que dentro de un

conjunto de propiedades y modalidades de estímulo, el control del

estímulo se restringe a una propiedad específica y singular, el

triángulo rojo pequeño. Este análogo, sin embargo, se da en una

situación en que la respuesta es efectiva desde un punto de vista


mecánico, pero solo lo es ante un dispositivo intermediario del

reforzamiento, y no sobre el objeto procurador del reforzamiento

directamente. En la medida en que se cumple la intermediación, que

esta intermediación está estipulada por una comunidad verbal (el

grupo de investigadores), y que la respuesta se da ante una


propiedad progresivamente restringida de estímulo, Skinner

considera que la respuesta de la paloma de picar ante una tecla

translúcida es equivalente o análoga a un tacto abstracto.

Un segundo comentario de Skinner en Verbal Behavior que

ilustra la reductibilidad de la mediación del reforzamiento de la

conducta verbal a una relación de intermediación mecánica está en

una nota al pie -previamente citada-, relativa al ejemplo apenas


329

comentado:

"Nuestra definición de conducta verbal, incidentalmente,

incluye la conducta de los animales experimentales en los

que los reforzamientos son provistos por un experimentador o

por un aparato diseñado para establecer contingencias que se

asemejan a aquellas mantenidas por el escucha normal. El

animal y el experimentador constituyen una pequeña pero

genuina comunidad verbal. Esto puede ofender nuestro sentido

de las propiedades, pero nos podemos consolar en el hecho de

que una relación como la representada por el tacto abstracto

es susceptible de estudiarse en el laboratorio." (p. 108)

En este comentario, Skinner identifica a la conducta verbal

con cualquier forma de mediación del reforzamiento que constituya


un remplazo o intermediación del efecto mecánico, al margen de las

propiedades particulares de la respuesta del "hablante". En este

caso, la respuesta constituye una respuesta operante estricta, es

decir, una respuesta que es efectiva mecánicamente sobre el


ambiente. Como ya lo hice notar en otro capítulo, en este ejemplo

la conducta de picar se considera una conducta verbal, mientras

que la conducta del experimentador -el escucha del episodio- al

administrar directamente la comida o programar el dispositivo

alimentador se considera una conducta no verbal. Queda como


referente último de la verbalidad del episodio la estipulación de

la contingencia por parte de una comunidad verbal genérica,


329

dimensión que poco aporta a la especificación de las

características y condiciones de mediación del reforzamiento que

definen a la conducta verbal.

La doble ocurrencia simultánea de la conducta verbal como

operantes de primer y segundo ordenes

La postulación de operantes de primer y segundo órdenes

obedeció a la necesidad de dar cuenta de las propiedades

estructurales y/o estilísticas del lenguaje con base en los

principios del condicionamiento operante. Como ya lo he señalado,

un análisis funcional de la conducta verbal, como el que pretendió

realizar Skinner en Verbal Behavior, no debía confundir las

categorías analíticas de otras disciplinas con problemas empíricos

del campo de fenómenos bajo examen. Las autoclíticas, como

operantes de segundo orden, se formularon para dar cuenta de la

manipulación de la conducta verbal y su organización estructural.

En sentido estricto, las autoclíticas son categorías isomórficas a


dimensiones gramaticales como la predicación, la negación, la

afirmación, la prosodia, las preposiciones y conjunciones, etc.

Skinner justifica su formulación planteando que:

"Pero no nos hemos desecho del hablante por completo.

Todavía existen respuestas que deben ser tomadas en

cuenta-
respuestas como si, que, como, por consiguiente, y algunos-
329

muchas de las cuales sugieren fuertemente la conducta de un

sistema directivo, organizador, evaluador, selector y

productor. Estos son los términos, tan problemáticos en la

elaboración de correspondencias semánticas, que se explican

comúnmente por referencia a la `intención' del hablante, sus

`actitudes proposicionales', y así por el estilo. Todavía no

hemos demostrado ninguna superioridad al tratar con ellos...

El aspecto de la conducta verbal llamado `afirmación' también

queda pendiente de consideración...La mera emisión de una

respuesta, no importa cuán dinámica, no sirve como

substituto de la aserción y no dará cuenta de respuestas


tales como es o la s final de muchos verbos...Tampoco hemos

examinado el orden observado en muestras grandes de conducta

verbal, u otra evidencia que pudiera llamarse `composición

deliberada'.

Las operantes verbales que hemos examinado puede decirse que

son el material crudo a partir del cual se manufactura la


conducta verbal sostenida. Pero )quién es el manufacturador?

No podemos contestar satisfactoriamente esta pregunta

señalando a una subdivisión especial del hablante como la

personalidad o el yo controlador, porque de esta manera no

se obtendría una explicación última. Todavía tendríamos que

explicar la conducta de dicho `hablante', y nuestro problema

sería más difícil porque ese hablante es inaccesible.


329

Las propiedades importantes de la conducta verbal que están

por estudiarse tienen que ver con arreglos especiales de las

respuestas. Parte de la conducta de un organismo se vuelve

a su vez una de las variables que controla a otra parte. Hay

cuando menos dos sistemas de respuestas, una basado sobre el

otro. El nivel superior solo puede ser entendido en términos

de sus relaciones con el inferior." (pp. 312-313)

Más adelante, Skinner amplía la función de las operantes

autoclíticas a la gramática y la sintaxis:

"Una extensión de la fórmula autoclítica nos permite tratar


con ciertas respuestas verbales pendientes (por ejemplo de,

pero, y que) y ciertos fragmentos de respuestas que ocurren

en las `inflexiones', así como el orden en el que aparecen

las respuestas en muestras grandes de conducta verbal.

Tradicionalmente estas constituyen el objeto de estudio de

la gramática y la sintaxis.

Las autoclíticas examinadas en el capítulo anterior


describen, cualifican, o de otra manera comentan respecto

de la conducta verbal y así clarifican o alteran su efecto

sobre el escucha...Las respuestas tradicionalmente llamadas

preposiciones, conjunciones y artículos, así como ciertas

respuestas fragmentarias empleadas en la inflexión...sirven

como tactos mínimos, pero también tienen una función

autoclítica importante.
329

La manipulación de la conducta verbal, particularmente el

agrupamiento y ordenamiento de respuestas, es también

autoclítica. Las respuestas no pueden ser agrupadas u

ordenadas hasta que han ocurrido o al menos hasta que

están a punto de ocurrir; y el proceso de ponerlas en orden

tiene el efecto de una autoclítica sobre el escucha. Parte

de la conducta relevante, como la puntuación, tiene las

dimensiones de respuestas verbales; pero esto no siempre es

así. Por lo general, los dispositivos autoclíticos son

intercambiables." (pp. 331-332)

El examen de la interacción entre las autoclíticas como

operantes de segundo orden y las unidades fundamentales de la

conducta verbal, las operantes de primer orden, está vinculado

necesariamente con el problema de la extensión de la unidad

verbal. Esta vinculación está doblemente determinada: por una

parte, tiene que ver directamente con el ordenamiento, agrupación

y composición de la conducta verbal, problemas que Skinner piensa


que se pueden "resolver" a partir del planteamiento de una

dimensión autoclítica de regulación del comportamiento del

hablante; por otra parte, está el hecho de que las operantes de

segundo orden se dan como operantes de doble función simultánea,

más que como unidades diferenciables en tiempo y espacio respecto

de las operantes de primer orden.

Las partículas gramaticales referidas a la puntuación y


329

calificación de la forma de locución (interrogaciones,

admiraciones, etc.), así como aquellas unidades gramaticales que

no constituyen sustantivos y verbos, forman el contenido esencial

de la dimensión autoclítica de la conducta verbal: conjunciones,

preposiciones, artículos, condicionales, etc. Como se describió en

otro capítulo, también forman parte de las autoclíticas todas

aquellas conductas verbales que califican, describen y

cuantifican, entre otras funciones, a la propia conducta verbal en

curso (adjetivos, adverbios y unidades de predicación, aserción y

negación).

Con el fín de referir mi análisis a casos concretos de

conducta autoclítica, enumeraré unos cuantos ejemplos de los

diversos tipos de regulación autoclítica señalados por Skinner:


l) Nótese que... (mando sobre el escucha);

2) Ahora digo `cabezas'... (autoclítica descriptiva de la

respuesta);
3) Estoy tentado a añadir... (autoclítica descriptiva de la

fuerza de una respuesta);


4) Me complace mucho decir... (autoclítica descriptiva del

estado emocional del hablante);


5) Juan no está bien... (autoclítica calificativa de

negación);
6) Está lloviendo... (autoclítica calificativa de aserción);

7) )Puedo tomar un poco de mantequilla?... (autoclítica


329

cuantificadora);
8) Los niños corren... (autoclítica relacional);

9) Esto es para tí y para mí... (autoclítica manipulativa).

En todos estos ejemplos, la función autoclítica está asignada

a una palabra, conjunto de palabras, o partícula(s) incluidas

dentro de una expresión mayor. La unidad verbal está definida,

para describirlo de alguna manera, por una frase u oración, la

cual puede clasificarse como uno u otro tipo de operante de primer

orden. No obstante, se asume que una parte de dicha operante de


primer orden desempeña una función adicional y simultánea. Esta

función, la función autoclítica, consiste en una "regulación" por


parte de ese fragmento de operante sobre la unidad completa en

términos de producir un efecto especial en el escucha.

Todas las funciones autoclíticas ilustradas con ejemplos

previamente, consisten en frases o fragmentos de ellas en las que,

de alguna manera, el hablante habla sobre su propia conducta

verbal, afirma, niega o emplea conjunciones, preposiciones o


artículos que de una manera u otra determinan las características

de los segmentos subsiguientes de su propia locución. Las

funciones autoclíticas simultáneas se dan realmente en la forma de

partículas gramaticales (conjunciones, preposiciones, artículos,

signos de puntuación, terminaciones de número en las


conjugaciones, etc.) que están interpuestas en algún punto de la

conducta del hablante, pero que en rigor no tienen dos funciones


329

distintas a la vez. En lo que toca a las funciones autoclíticas

sucesivas, constituyen siempre fragmentos unitarios que afectan a

otro fragmento unitario, pero que por sí solas pueden

clasificarse, no siempre sin dificultades, como alguna operante de

primer orden.

La formulación de las autoclíticas como operantes de segundo

orden, que poseen propiedades de primer orden o que están


interpuestas dentro de los segmentos de las operantes de primer

orden parece innecesario:

l) Por una parte, viola el principio de no contradicción,

pues un mismo segmento de conducta en tiempo posee dos propiedades

diferentes, una de las cuales actúa sobre sí misma;

2) Por otra parte, su justificación está basada en dos

razones que parecen redundantes tomando en consideración los

criterios que definen a las distintas operantes verbales de primer

orden. El primero tiene que ver con la organización y composición

de la conducta. El concepto mismo de operante implica unidades de


diversa extensión, y obviamente, la emisión de frases u oraciones

no requiere de la postulación de un proceso adicional de

composición u organización. Lo mismo se aplica a las propiedades

dinámicas de las operantes de primer orden: entonación, pausa,

etc. Las párticulas gramaticales prosódicas y de puntuación son

propiedades a posteriori del lenguaje escrito, y no son parámetros

superpuestos e independientes de la conducta de hablar. El segundo


329

criterio tiene que ver con el efecto especial sobre el escucha,

pero este efecto especial sobre el escucha es lo que en principio

caracteriza diferencialmente a cada tipo de operante verbal, y en

última instancia, a la integración de segmentos compuestos debido

a la causación múltiple; y

3) Porque cada uno de los ejemplos de autoclítica posee en si

misma la funcionalidad suficiente como operante de primer orden

como para hacer innecesaria la postulación de un función


supraordinada, que nada agrega a la descripción del episodio

verbal. Si se observan los ejemplos arriba listados el (1) y el

(7) constituyen distintas formas de mando -con los problemas

correlativos de su yuxtaposición como tactos del reforzador; los

ejemplos (2), (3), (4) son casos de tactos autodescriptivos; los

ejemplos (5), (6) y (8) son casos de tactos comunes; y,

finalmente, el ejemplo (9) es un ejemplo de tacto y mando mixto.

Atribuir a las relaciones entre terminaciones, a la presencia de


una conjunción o una partícula predicativa, funciones autónomas

sobre el propio segmento verbal en que va incluída, es confundir

las categorías formales de la gramática con componentes

funcionales efectivos de la conducta del hablante.

El hecho de que las funciones autoclíticas como operantes de


segundo orden siempre se ubiquen posicionalmente en un locus

determinado del segmento verbal que supuestamente afectan, permite

tratarlas de manera más adecuada como componentes morfológicos de


329

una operante consistente en más de una palabra, o como dos

operantes de primer orden en sucesión o secuencia, dependiendo de

la relación de condicionalidad que se pueda establecer entre

ellas. Solo desde la perspectiva de una lógica atomista, se

requiere atribuir doble función a los mismos componentes de la

conducta del hablante para explicar su orden y composición, como

dimensiones básicas del efecto sobre el escucha. La postulación de

las autoclíticas equivale a un reconocimiento tácito de la

insuficiencia de la lógica de clasificación y análisis de la

conducta verbal como conducta operante.

La extensión del tacto

Skinner dice que:

"Si una silla, actuando como un estímulo, simplemente

hiciera probable la respuesta silla, y si una mesa para

juego de naipes simplemente hiciera probable la respuesta

mesa para juego de naipes, trataríamos con la "semántica"


de la conducta verbal meramente con procurar un inventario

de tactos. Pero un repertorio verbal no es como una lista de

pasajeros de un avión o un barco, en el que cada nombre

corresponde a una persona con nadie omitido o nombrado dos

veces. El control del estímulo no es tan preciso. Si se

refuerza una respuesta en una ocasión o clase de ocasiones

determinadas, cualquier característica de esa ocasión o


329

común a esa clase parece ganar cierta medida de control.

Un estímulo nuevo que posea una de esas características

puede evocar una respuesta. Hay varias maneras en las que

un estímulo novel puede parecerse a un estímulo presente

previamente cuando se reforzó una respuesta, y por consi-

guiente hay varios tipos de lo que podemos llamar "tactos

extendidos." (p. 91)

Skinner plantea que los tactos adquiridos frente a

propiedades particulares de estímulo frente a un objeto o

acontecimiento, pueden emitirse en situaciones distintas siempre y

cuando haya una propiedad compartida con la situación original. La

"extensión del tacto" tiene que ver con el problema tradicional de

la generalización del estímulo, pero en este caso Skinner trata la

extensión como un proceso dependiente de criterios distintos, y no

de una simple similitud física automática compartida entre las dos

ocasiones en que se emite un tacto particular.

En Verbal Behavior se distinguen varios tipos de tacto


extendido, excepción hecha del tacto abstracto y del tacto

nominativo, que constituyen una restricción y una combinación del

control de estímulo, respectivamente. Los tactos extendidos son el

tacto genérico, el tacto metafórico, el tacto metonímico, y el

tacto solecista. Como puede apreciarse, las categorías

correspondientes a la extensión del tacto provienen de criterios

formales de carácter gramatical: el género, la metáfora, la


329

metonimia y el solecismo. La única extensión que tiene lugar con

base en las propiedades definitorias del tacto corresponde al

tacto genérico. Las otras extensiones, ocurren siempre de manera


"formal" con apoyos tales "como" en la metáfora, o "el habla a

cualquier precio" en la metonimia y el solecismo. De acuerdo con

el propio Skinner:

"Cuando la extensión ocurre por vez primera (y solo entonces

el proceso es de interés especial), la probabilidad de la

respuesta dependerá de la semejanza entre las situaciones

nuevas y viejas. La extensión genérica, siguiendo a una

propiedad inevitablemente asociada con el reforzamiento,

será probablemente fuerte...Las extensiones metafóricas...

serán probablmente débiles...Las extensiones metonímicas y

solecistas auténticas son raras..." (p. 106)

En Verbal Behavior se señalan los criterios para identificar

distintas formas de extensión del tacto:

l) En el tacto genérico la comunidad establece una propiedad


sobre la que hace contingente el reforzamiento, y dicha propiedad

es compartida por el estímulo nuevo. La propiedad responsable de

la extensión del tacto es la propiedad que determina la práctica

reforzante de la comunidad verbal. Obviamente, como en todos los

casos de extensión, se habla de extensión genérica solo en la

primera ocurrencia de un tacto ya existente respecto de un

estímulo nuevo. Una vez que el tacto se ha extendido, se vuelve


329

parte de una clase ampliada, y ya no representa un caso de

extensión cada vez que ocurre nuevamente. Para Skinner "en la

extensión genérica...las propiedades definitorias tienden a ser

prácticas...por la misma razón los estímulos que controlan tienden

a ser `objetos'..." (p. 91) Por ello, la extensión del tacto tiene

lugar frente a objetos más que a propiedades aisladas, y dado que

estas propiedades ocurren siempre como partes de un objeto, "...la

respuesta ocurre simplemente debido a la similitud" (p. 92);

2) En el tacto metafórico, las propiedades que adquieren

control sobre la extensión del tacto están presentes en el momento

del reforzamiento, pero estas no son las propiedades que

define la contingencia de reforzamiento. Como en el caso de la

extensión genérica, en la extensión metafórica hay similitud en la

situación nueva respecto de la original, pero a diferencia de

ella, en la extensión metafórica, la propiedad "similar" no


constituye la propiedad expresa para procurar el reforzamiento por

parte de la comunidad verbal. Sin embargo, cuando la extensión


metafórica es efectiva porque se refuerza por razones prácticas,

deja de ser una metáfora. El proceso de extensión metafórica

permite aislar nuevas propiedades de estímulo no identificadas

hasta ese momento por la comunidad verbal como propiedades

prácticas de reforzamiento. Como establece Skinner:

"El número total de propiedades de estímulo respetadas por

el lenguaje no aumenta. Sin embargo, en la metáfora, nuevas


329

propiedades de la naturaleza son puestas bajo el control de

la conducta verbal." (p. 95)

La extensión metafórica es más útil cuando no existen otras

respuestas disponibles ante situaciones nuevas;

3) En la extensión metonímica del tacto un estímulo adquiere

control sobre la respuesta porque acompaña frecuentemente al

estímulo sobre el que es contingente el reforzamiento. Las

propiedades de la extensión metonímica no son bidireccionales

entre ambos estímulos, aunque, en algunas ocasiones, puede ser

resultado de una simple asociación accidental de los estímulos.

Las extensiones efectivas, que se aceptan posteriormente como

tactos normales, son aquellas que no son conflictivas o ambiguas

desde el punto de vista del escucha. La metonimia es rara porque

las propiedades contingentes y las que controlan tienen una

asociación tan poco sólida, que son de poco valor cuando se carece

de una respuesta; y

4) En la extensión solecista la propiedad que obtiene control


sobre la respuesta está relacionada de manera distante con la

propiedad original, o es semejante por razones no pertinentes.

Esta extensión es inútil para fines prácticos, y se describe como

un uso impropio o una incongruencia. Solo ocurre cuando no hay una

respuesta disponible, y los "errores originales son quizá tan

raros como las metáforas originales" (p. 102).

La extensión del tacto surge, obviamente, como una necesidad


329

de la tradición lógica vinculada al concepto de generalización del

estímulo. El tacto es la única conducta verbal bajo el control de

estímulos discriminativos no verbales, y en esa medida, no puede

estar al margen de los procesos de control del estímulo que

caracterizan a otras operantes bajo condiciones semejantes. La

única diferencia respecto de ellas es la mediación y el criterio

de reforzamiento, más no el proceso a través del cual se amplía la

clase de estímulos que correlacionan funcionalmente con una

respuesta determinada. La literatura experimental sobre

generalización del estímulo ha demostrado que este proceso no es

efecto de un gradiente determinado exclusivamente por la similitud

física, sino que intervienen también otros factores como el

programa de reforzamiento, el criterio de discriminación, etc. No

tiene nada de particular que, siendo el tacto una respuesta

verbal, se concibiera el proceso de "generalización" con criterios

ad hoc a la naturaleza mediada del reforzamiento por parte del

escucha, como "representante" funcional de la comunidad verbal.


La extensión del tacto, desde la lógica interna de Verbal

Behavior, es tan innecesaria como la generalización de la

intraverbal, la ecoica o cualquier otra operante verbal (el caso

del mando es un caso especial, en el que además resaltan las

deficiencias del tratamiento lógico del mando extendido). Si el

tacto se define con base en su control discriminativo por una

propiedad física, no verbal, el problema de la emisión del tacto


329

ante objetos , personas, o acontecimientos singulares distintos no


requiere de ningún proceso de generalización especial. El tacto no

está controlado por el objeto, persona o acontecimiento, sino por

una propiedad o conjunto de propiedades que pueden ser

específicos o no a dichas objetos, personas o acontecimientos. Si

la propiedad que define el control del estímulo de un tacto es

exclusivo de un objeto o persona, dicho tacto no se generalizará a

menos que existan condiciones especiales en que otro objeto o

estímulo comparta muchas otras propiedades con el estímulo

original. Esto señalaría el hecho de que la generalización implica


siempre que hay componentes de estímulo que no son definitorios de

la contingencia, pero ante los cuales el individuo responde

diferencialmente como si lo fueran. Las causas de este proceder

pueden variar de condición a condición, entre tipos de conducta,

etc., pero es un hecho que empíricamente es incontrovertible. No


obstante, su ocurrencia depende directamente de las propiedades

compartidas por dos circunstancias de estímulo, sean estas o no


definitorias de la contingencia de reforzamiento. En el caso
particular en que la contingencia estipula explícitamente la(s)

propiedad(es) del estímulo ante las que la respuesta es funcional,

no se requiere postular ningún proceso de extensión.

En el tacto genérico la propiedad de estímulo es compartida

por dos objetos. El tacto se extiende ante objetos, pero no ante

propiedades. No hay, en sentido estricto, tacto genérico como


329

extensión, sino como condición misma de definición del tacto,

simple y llanamente. En la medida en que una propiedad de estímulo

esté presente, irrespectivamente del objeto o persona, el tacto se

emitirá. Se le considerará una extensión siempre y cuando el

objeto sea nuevo, pero en rigor, en la medida en que la propiedad

es la misma, el tacto simplemente se ajusta a su correspondencia

funcional frente a una propiedad o conjunto de propiedades de

estímulo determinadas. Por consiguiente, no es necesario postular

al tacto extenso como distinto del tacto simple. De hecho, como lo

señala el propio Skinner, el criterio de extensión solo es

aplicable a la primera instancia de respuesta ante un estímulo -

léase objeto o persona- nuevo, y esto solo ocurre normalmente en

el tacto llamado genérico. Las extensiones metafóricas,

metonímicas y solecistas son extremadamente raras, y cuando

ocurren, sobre todo las dos primeras, ocurren de manera similar al

tacto genérico: por analogía, es decir por propiedades -en este

caso funcionales- compartidas.


La conveniencia de establecer el tacto como una operante

discriminada antes propiedades no verbales tenía que ajustarse, no

obstante, a criterios verbales de definición de las propiedades de

estímulo por parte de la comunidad verbal. )Qué criterios

seleccionó Skinner para describir las distintas formas de

"extensión" del tacto dentro de la tradición de la generalización

del estímulo? Como ya lo apunté en esta misma sección, tomó


329

criterios formales derivados de la gramática como equivalente de

las reglas de uso: género, metáfora, metonimia y solecismo. La

postulación de estas cuatro formas de tacto extendido, en la

medida en que provienen de criterios formales -supuestamente

derivados de las prácticas de reforzamiento de la comunidad

verbal-, no se ajustan a los criterios bajo los cuales se programa

el reforzamiento diferencialmente de acuerdo con las propiedades

de un estímulo. La analogía, la propiedad accidental y el mal uso

no constituyen ejemplos de control de estímulos sobre tactos ya

establecidos. Constituyen variantes estilísticas aceptadas por una


comunidad verbal al margen de su correspondencia con propiedades

no verbales del ambiente, o bien constituyen formas especiales de

equivalencia por abstracción que establece la propia comunidad

verbal, pero que no se dan como consecuencia de analogías

automáticas inducidas por las propias características las

propiedades no verbales de los estímulos. De hecho, las metáforas


no son analogías que "estén" en los estímulos como propiedades

intrínsecas. Dependen siempre de criterios de equivalencia y

comparación establecidos explícitamente por la comunidad verbal, y

en consecuencia, son siempre, de acuerdo con la propia definición

ofrecida por Skinner, simplemente tactos, y nada más. Las

metáforas casi siempre constituyen equivalencias funcionales y no

morfológicas, pero no hay porque asumir que la definición de una

propiedad de estímulo no verbal sea exclusivamente morfológica. La


329

evidencia que proporcionan los datos de observación naturalista

del desarrollo infantil, señala que las respuestas "genéricas" se

basan, en la mayoría de los casos, en criterios de función, es

decir, de uso práctico. La contingencia que define lo que Skinner

llama extensiones metafórica y metonímica no es más que aquella

asociada a la práctica conductual misma.

La identificación de tactos extendidos en la práctica es casi

imposible, pues estos se limitan exclusivamente a la primera

ocurrencia bajo estímulos nuevos de un tacto establecido. Aparte

de la dificultad empírica para diferenciar la ocurrencia de la

"extensión" propiamente dicha, los criterios que distinguen

distintas formas de extensión son sumamente ambiguos, excepto en

el caso del solecismo, que constituye más bien lo que el propio

Skinner denominaría una forma genuínamente intraverbal. Las

categorías de extensión del tacto son de poca utilidad en el

análisis empírico de la conducta verbal, aún cuando, como

categorías formales puedan tener una justificación hermenéutica en


ocasiones.

Los aspectos discutidos en relación al tacto son aplicables

al caso del mando, pero en este caso, la carencia de estímulos

discriminativos explícitos definitorios del mando, hace todavía

más cuestionable la postulación de mandos extendidos, a menos que

se asuma que las condiciones de privación son equivalentes a

estímulos discriminativos internos y que la extensión opera con


329

base en criterios de reforzamiento ligados a estímulos privados.

Este planteamiento acarrea dificultades lógicas insuperables, de

acuerdo con los análisis que he realizado tanto de la definición

del mando, como de los criterios y razones esgrimidas para

proponer la extensión del tacto.

Reforzamiento educativo vs. reforzamiento natural

La mediación del reforzamiento constituye el criterio clave

para definir y delimitar la conducta verbal. A pesar de que las

distintas clases de operante verbal implican distintas formas y

criterios de mediación del reforzamiento, estas no son formuladas

ni descritas de manera explícita en Verbal Behavior. No obstante,

se hacen presentes dos clases de criterio para otorgar el

reforzamiento por parte del escucha: el criterio educativo y el

criterio natural o práctico.

El uso de ambos criterios no implica la mediación de

distintas clases de reforzadores (verbales, no verbales,


específicos o generalizados), pues en la descripción que se hace

en Verbal Behavior de cada una de las operantes de primer orden se

incluyen distintos tipos de reforzadores con cada uno de los

criterios de mediación. En el caso de las operantes de segundo

orden, la mediación del reforzamiento se vuelve poco clara. Toda

la manipulación de la conducta verbal regulada por las funciones

autoclíticas está controlada o determinada por efectos especiales


329

del hablante sobre el escucha, sin especificar la función

propiadamente dicha del escucha como mediador del reforzamiento.

Como lo retomaré más adelante, el reforzamiento, dentro de la

perspectiva de las autoclítica parece consistir más bien en el

cumplimiento de una intención respecto a la conducta del escucha,

y no en una forma especial de conducta del escucha que medie

efectos no accesibles directamente al hablante.

Se habla de reforzamiento educativo, fundamentalmente, en

relación a tres clases de operantes de primer orden: las ecoicas,

las textuales, y los tactos. Aún cuando es posible plantear que

los mandos y las intraverbales también son susceptibles de ser

reforzadas "educativamente", no abundan -propiamente no aparecen-

ejemplos de ello en Verbal Behavior. Los mandos y las

intraverbales parecen ajustarse fácilmente a un esquema en el que

las consecuencias de su emisión se procuran de manera "natural",

es decir, práctica y no estructurada. En cambio, las ecoicas,

textuales y tactos parecen obedecer más bien a un proceso


estructurado de entrenamiento por parte de la comunidad verbal.

Otro aspecto correlativo a este punto, es que, con excepción de

las intraverbales, el reforzamiento educativo propuesto para el

establecimiento de las operantes discriminadas es, usualmente, de

tipo generalizado.

Esta distinción plantea varias cuestiones respecto del papel

del escucha en el episodio verbal.


329

La primera de ellas tiene que ver con los criterios para

distinguir a un reforzamiento como educativo o no. En el caso de


las conductas textuales y ecoicas solo tiene sentido la mediación

del reforzamiento desde la perspectiva de un entrenamiento

estructurado por parte de la comunidad verbal. La adquisición de


conductas textuales y ecoicas forma parte del aprendizaje básico

del lenguaje y, por consiguiente, todo reforzamiento procurado en

relación al establecimiento y emisión apropiada de dicho tipo de

operantes solo puede concebirse como parte de un programa social

de adiestramiento verbal del nuevo hablante. En el caso de las

intraverbales y los mandos, el adiestramiento por parte de la

comunidad verbal parece ser más bien el resultado de un proceso


incidental y accidental. El hablante aprende a "mandar", a

"conversar" y ciertas convenciones estilísticas mínimas hablando,

y sometiéndose, por ende, a las contingencias naturales de su

propia condición de hablante frente a diversos tipos de escuchas

en múltiples situaciones. En el caso de los tactos, no es posible


suponer que la interacción verbal relativa a objetos, personas y

acontecimientos ocurre inicialmente de manera incidental. Es

razonable plantear que los tactos, tal como se definen en Verbal

Behavior, se establecen mediante reforzamiento educativo

explícito, y que este proceso, al margen de la plausibilidad de la

extensión de los tactos, puede complementarse por la adquisición

incidental del hablante como escucha frente a otros hablantes


329

tactando. En resumen, e independientemente de la importancia que

puede tener la función de escucha del propio hablante en la

adquisición de las diversas formas de operante verbal, es claro

que cuando menos en el caso de las ecoicas, textuales y tactos,

dichas operantes solo pueden establecerse mediante la procuración

de reforzamiento educativo. La caracterización del reforzamiento

mediado en la adquisición de cada tipo de operante verbal parece

ser una atribución del escucha y no del hablante. Destaca

especialmente que el escucha, instancia supuestamente no verbal

del episodio, establezca el criterio de caracterización del

reforzamiento procurado, y que en varios casos, dicho

reforzamiento tenga la propiedad de ser conducta verbal.

Un segundo problema tiene que ver con las características de

la consecuencia procurada por el escucha en cada tipo de operante

verbal. En los mandos, como ya se ha examinado previamente, se

pueden distinguir dos tipos de consecuencias, ambas "naturales" o

prácticas: a) la presentación de determinados tipos de objetos,


acontecimientos, personas o actividades, o b) la presentación de

conducta verbal específica requerida por el hablante. Esta segunda

forma de consecuencia, como ya se ha señalado, es difícil de

identificar como un caso de mediación stricto sensu dado que es un

efecto directo consistente en conducta verbal del escucha. Esta

observación es aplicable al caso de las intraverbales, pues su

única consecuencia es otra conducta verbal por parte del escucha.


329

En el caso de las ecoicas el reforzamiento tiene que ser por

necesidad "arbitrario", pues repetir en corto tiempo lo que otro

dice no procura normalmente ninguna consecuencia práctica, excepto

en situaciones en que se intenta hablar en un idioma distinto, por

ejemplo. Las textuales presentan varias posibilidades de

reforzamiento. En la adquisición de la correspondencia texto-

vocalización, las textuales son equivalente a las ecoicas: todo

reforzamiento es arbitrario y educativo. En cambio, pueden darse

otras situaciones en las que textear implica leer, en la que la

conducta textual puede ser semejante a las intraverbales, con

reforzamiento verbal práctico, o bien puede funcionar como una

transcripción para un escucha, y de este modo operar como un tipo

de mando. Los tactos, finalmente, pueden tener reforzamiento

práctico incidental de tipo verbal o no verbal, tal como en el

mando, en la medida en que su emisión sea pertinente a condiciones

motivacionales que afectan conjuntamente al hablante y al escucha.

En su adquisición, el reforzamiento del tacto puede operar


exclusivamente como reforzamiento educativo, o como el

reforzamiento de un mando indirecto, mediante la presentación del

objeto, persona o acontecimiento al hablante. Tal como ocurre en

la adquisición de las operantes de primer orden, el tipo de

reforzamiento mediado por el escucha parece depender

fundamentalmente de él más que del hablante, exceptúando los casos

del mando, algunas formas de conducta textual y de los tactos.


329

Finalmente, en el caso de las autoclíticas, ya mencioné que

estas parecen no estar sometidas al mismo criterio de mediación

del reforzamiento que las operantes de primer orden. En las

autoclíticas, el reforzamiento no parece tener un lugar

preponderante, ni en su establecimiento ni en su emisión. Regulan

la propia conducta verbal del hablante para producir efectos

especiales en el escucha, y considerando los procesos de

composición y autoedición, pueden operar bajo un tipo de

reforzamiento negativo anticipado por el propio hablante, lo cual

constituye una descripción poco plausible en todos sentidos -

teórica y empíricamente. Si en las operantes de primer orden,

excluyendo al mando y algunos equivalentes funcionales

incidentales, el criterio de reforzamiento parece obedecer a la

"intención" del escucha, en las autoclíticas el reforzamiento

doblemente mediado, por las propias operantes de primer orden y la

conducta del escucha, parece obedecer a la "intención" del

hablante.
En síntesis, se carece de criterios independientes para

identificar los tipos de reforzamiento mediados en cada tipo de

operante verbal, y los factores que regulan su procuración. La

carencia de criterios observacionales y clasificatorios

explícitos, reintroducen, a veces subrepticiamente, a veces de


manera explícita, al sujeto de la conducta verbal, en la forma de

una intencionalidad agregada al episodio entre hablante y escucha.


329

El hablante como escucha y su circularidad

La definición de conducta verbal requiere de un hablante y un

escucha. La conducta verbal, en este sentido, conforma un

episodio. No obstante, tal como se analizó detalladamente en el

capítulo V, el examen propuesto por Skinner no comprende a los dos

elementos del episodio en interacción, sino que se puede tomar a

solo uno de ellos suponiendo la participación del otro. Esta

formulación rompe la reciprocidad funcional del episodio, y

plantea un análisis lineal de sucesiones discretas entre hablante

y escucha, en las que el escucha puede tornarse hablante y, por

consiguiente, el hablante adoptar a su vez la función de escucha.

Este análisis rompe la sincronía del episodio verbal, y lo

convierte en una serie de acontecimientos diacrónicos en relación

proactiva.

Se puede justificar que, obedeciendo a propósitos analíticos,

el episodio verbal, como acontecimiento sincrónico, pudiera


separarse en dos momentos autónomos, el hablante y el escucha,

pero ello no excluye a la teoría de la necesidad de dar cuenta del

episodio en forma sincrónica, y de la intercambiabilidad de

papeles hablante-escucha cuando el episodio se extiende más allá

de una simple relación lineal discreta entre hablante y escucha.

Tal como se mencionó en el capítulo V, la conducta verbal se

define con base en la mediación del reforzamiento por parte del


329

escucha, y dicha mediación se considera un acto específicamente

condicionado por la comunidad verbal para que se refuerce al

hablante de cierta manera.

Desde esta perspectiva, es difícil suponer que el escucha

puede funcionar como mediador del reforzamiento para un hablante,


si no posee, cuando menos, un repertorio verbal equivalente al que

se va a establecer o reforzar en un hablante. No tiene sentido

plantear que un proceso regulatorio está subordinado

funcionalmente al proceso regulado. Por consiguiente, ser escucha

para un hablante implica poseer un repertorio equivalente al que


despliega el hablante. No se puede ser escucha sin ser hablante

simultáneamente en el análisis propuesto en Verbal Behavior. Ser

escucha no equivale a "comprender" lo que se dice, o sea, no

significa lo que comunmente se ha llamado lenguaje receptivo. En

la formulación propuesta en Verbal Behavior el escucha determina

la verbalidad de la conducta del hablante. Ser escucha es

comportarse de manera tal que el hablante se ajuste a los


criterios de reforzamiento estipulados por la comunidad verbal, y

en esa medida, el escucha no solo debe "entender" acerca de lo que

se habla, sino que es un educador y regulador de la conducta del

hablante. En otras palabras, es la conducta del escucha la que

obliga al hablante a entender su propio comportamiento.

Esta formulación plantea dos cuestiones inmediatas:

l) )En un episodio verbal en el que el hablante, por


329

definición, es regulado por el escucha, puede asumir a su vez el

papel de escucha respecto del que, inicialmente, es el mediador de

su reforzamiento?

2) )Tiene algún sentido postular condiciones en que,

considerando al escucha como mediador del reforzamiento del

hablante de acuerdo con los criterios de la comunidad verbal, el

hablante pueda ser su propio escucha?

La primera cuestión incide directamente en la prioridad


funcional y evolutiva (desde el punto de vista del individuo) de

la conducta del escucha respecto de la conducta del hablante. Si

la función del hablante es regulada, en principio, por la conducta

del escucha, quien define los criterios y circunstancias del

reforzamiento que media para el hablante, incluso en el caso del

mando - (a menos que se trate de un "mando" acompañado de una

pistola apuntando al escucha! El escucha, como ya lo he señalado

constituye, de facto, el representante individual de la comunidad

verbal frente a un hablante determinado. Si cualquier episodio


verbal comprende más de una relación hablante-escucha reversible,

luego entonces los dos elementos en el episodio desempeñan ambos

papeles, y este doble papel por parte de cualquiera de los

participantes no puede tener lugar como un proceso lineal, sino

que debe operar sincrónicamente pues de otro modo no sería posible

que se dieran los cambios de funciones en forma apropiada. Este

argumento conduce a cuestionar, por un lado, la necesidad de


329

separar las funciones de escucha y hablante como funciones

vinculadas a la mediación del reforzamiento, pues en la mayor

parte de los episodios verbales comunes el reforzamiento consiste

en la conducta del otro, conducta que implica normalmente hablar.

Por otra parte, si la conducta del hablante depende funcionalmente

del escucha )cómo puede el hablante comportarse sin oirse

simultáneamente? y de ser así )no es más plausible plantear que la

conducta verbal se adquiere como escucha y se requiere como

componente simultáneo de la conducta de hablar?

En un pasaje de Verbal Behavior Skinner parece reconocer,

marginalmente, esta posibilidad:

"El reforzamiento automático puede moldear la conducta del

hablante. Cuando, como un escucha, un hombre adquiere

respuestas discriminativas ante formas verbales, se puede

reforzar a sí mismo por las formas estándar y extinguir

la conducta desviada. Los sonidos reforzantes en el

ambiente del niño procuran el reforzamiento automático de


las formas verbales. Dichos sonidos no necesitan ser

verbales; el niño es reforzado automáticamente cuando

duplica los sonidos de aeroplanos, tranvías, automóviles,

aspiradoras, pajaros, perros, gatos, y así por el estilo.

Pero entre los sonidos que se vuelven importantes están las

respuestas verbales de sus padres y otros. El niño puede

entonces reforzarse automáticamente por la ejecución de los


329

patrones vocales que después se volverán parte de su

conducta verbal...Los términos característicos del

repertorio adulto son utilizados con alta probabilidad por

los niños con frecuencia especial cuando los adquieren. No

es conducta ecoica, porque le respuesta que se ha tomado

prestada no es emitida en la relación temporal apropiada

respecto del estímulo verbal. El préstamo ocurre debido al

auto-reforzamiento automático generado por el hablante como

resultado de su condicionamiento previo como escucha." (p.

164)

El reconocimiento de que el hablante ha sido condicionado

previamente como escucha solo plantea el auto-reforzamiento

automático del hablante. De ser así )para que se habla ante un

escucha? Este planteamiento lleva a la segunda cuestión apuntada:

el hablante como su propio escucha. Skinner señala que:

" Cuando una comunidad ha establecido conducta verbal a

través del método acostumbrado y ha condicionado concurren-


temente al hablante como escucha, el hablante puede hablarse

a sí mismo y lo seguirá haciendo en ausencia de

reforzamiento adicional por parte de la comunidad." (p 164)

Este proceso del hablante como su propio escucha constituye

el fundamento para abordar todo el problema relacionado con la

organización y estructuración de las operantes de primer orden en

la forma de discurso hablado y escrito formalmente ajustado a los


329

criterios gramaticales. La composición, la autoedición y las

funciones autoclíticas, implican todas ellas el funcionamiento del

hablante como su propio escucha. Ahora bien, si en los casos en

que la conducta verbal se estructura y organiza para afectar al

escucha de manera especial, y se ajusta a los criterios formales

de la gramática y la sintaxis (supongamos que como ideales de la

comunidad verbal), esta se encuentra regulada por el propio

hablante como escucha, )qué sentido tiene la definición misma de

conducta verbal como conducta cuyo reforzamiento está mediada por

el escucha, si en última instancia toda conducta verbal está

mediada por el propio hablante? Las implicaciones últimas de la

taxonomía y los procesos construídos a partir de ella, conducen a

su propia reducción al absurdo y, paradójicamente, a la

postulación del hombre interno gramatical.

IX. A MANERA DE CONCLUSION


329

A lo largo de esta obra he intentado mostrar las relaciones

lógicas que se establecieron históricamente entre la mecánica

cartesiana y la teoría del condicionamiento, como expresión

orgánica de la teoría de la conducta. La influencia del

pensamiento cartesiano en la teoría de la conducta no se dió a

partir de su formulación interaccionista sobre las dos

substancias, el alma y el cuerpo. Esta formulación sentó las bases

de la psicología postrenacentista como la disciplina encargada de

estudiar la interacción de dos mundos dentro del individuo. La

interacción entre la cognición y la acción fue el motivo de

ruptura que dió lugar al surgimiento histórico del conductismo

como alternativa para una nueva ciencia psicológica.

Por ello, la teoría psicológica de Descartes no incidió

directamente en la teoría de la conducta. La influencia de

Descartes tuvo lugar a partir de su concepción sobre el método de

conocimiento y la aplicación de este método a la ciencia de su


época: la mecánica, la óptica y, por extensión, a la biología. El

interés de los biólogos experimentales por explicar los procesos y

"actividades" mentales o espirituales como funciones del cerebro,

culminaron en la formulación de la teoría del reflejo. Fue

precisamente a través de la fisiología del reflejo que la

concepción mecánica de Descartes tomó carta de naturaleza en la

nueva psicología objetiva del siglo XX.


329

A lo largo de esta obra se ha examinado, por una parte, la

estructura lógica de la mecánica cartesiana basada en tres

aspectos: a) el concepto de causalidad eficiente como contacto

proximal, b) el punto como elemento analítico de toda descripción,

y c) la demostración geométrica como deducción racional. Por otra

parte, se ha demostrado como la biología del sistema nervioso

incorporó la concepción mecánica de Descartes a través del estudio

del reflejo y como, al incorporar el método del condicionamiento

desarrollado por Pavlov y por Bekhterev, la psicología fundada en

el manifiesto conductista, incorporó también la lógica de

conocimiento que fundamentaba históricamente a dicho método.

La teoría del condicionamiento privilegió un análisis basado

en unidades atómicas del comportamiento de los organismos y de los

objetos del ambiente, y desarrolló sus conceptos explicativos con

base en criterios y metáforas derivadas de la mecánica original.

La contigüidad, el reforzamiento, el encadenamiento y otros

conceptos semejantes, subrayaron un análisis del comportamiento


con base en unidades "puntuadas" representativas del total de

acontecimientos en una situación, cuyas funciones se establecían

con base en covariaciones eficientes dadas siempre como contactos

proximales en tiempo y espacio. La utilidad de esta lógica de

análisis fue aparente mientras se emplearon preparaciones

experimentales que discretizaron el contínuo de interacción entre

el organismo individual y las diversas propiedades del ambiente.


329

Sin embargo, al extender esta lógica a la interpretación de

fenómenos dificilmente fragmentables se hizo manifiesta su

inconsistencia interna y su inadecuación como sistema analítico

del comportamiento. Verbal Behavior es un ejemplo paradigmático de

este propósito.

La incompatibilidad lógica entre la teoría del

condicionamiento -basada en la geometría mecánica cartesiana- y

los fenómenos del lenguaje vivo como comportamiento recíproco y

contínuo entre individuos y propiedades del ambiente, frustró el

intento por examinar las dimensiones individuales del lenguaje

vivo en la forma de "conducta verbal". El ejercicio de

interpretación teórica que se planteó Skinner en Verbal Behavior

reveló contradicciones entre propósitos y análisis desde un

principio, insinuando la fuerza distorsionadora de una lógica

inapropiada, nunca advertida como elemento central subyacente a

todo el esfuerzo teórico realizado y por realizar.

La inconsistencia entre la lógica empleada para el estudio


del lenguaje vivo como comportamiento individual y los propósitos

mismos del análisis planteados en Verbal Behavior se hizo

manifiesta en diversos niveles. Como se ha documentado a lo largo

de esta obra, destacan tres tipos de inconsistencias en el

análisis desarrollado en Verbal Behavior.

En primer lugar, se plantearon contradicciones evidentes

entre los propósitos del análisis de la conducta verbal como un


329

objeto diferente al "lenguaje" -entendido en términos formales- y

el cuerpo de definiciones con el que se abordó dicho análisis. El

concepto mismo de conducta verbal, su definición, el análisis por

separado del hablante y el escucha, la insuficiencia de motivos

para dar cuenta de la conducta del escucha, y otros aspectos

semejantes ilustran un primer tipo de inconsistencia.

En segundo lugar, se observaron violaciones en las

definiciones de las categorías empleadas para el análisis de la

"conducta verbal". Estas categorías se establecieron como


adaptaciones del concepto de la operante, y provienen de su empleo

en preparaciones experimentales diseñadas para "detectar" hechos y

propiedades en la forma de eventos puntuados: cierres de

microinterruptores, apagados y encendidos de luces o sonidos,

entrega intermitente de comida o agua, etc. El empleo de estas

categorías y conceptos para interpretar la ocurrencia de episodios

contínuos condujo a un uso laxo y distorsionante de las

definiciones de dichas categorías. De este modo las distintas


formulaciones de la operante verbal discriminada, el papel de la

audiencia como un estímulo discriminativo inespecífico, la

identificación de las distintas operantes verbales con base en

propiedades morfológicas del estímulo o de la propia respuesta, y

los distintos papeles atribuidos al reforzamiento generalizado,

son algunos de los problemas más destacados en este segundo nivel.

En tercer lugar, como corolario de los dos tipos de


329

inconsistencias arriba mencionados, surgieron contradicciones

internas en la propia clasificación de la "conducta verbal", se

apreciaron vacíos observacionales en la teoría así como la

asignación de propiedades definicionales distintas a un mismo

eventos en tiempo y espacio simultáneos. La dificultad para

distinguir distintas operantes verbales, la doble ocurrencia

simultánea de dos niveles operantes funcionales en los marcos

autoclíticos, la "organización de la conducta verbal" como una

mera suplantación funcional de un homúnculo gramatical y otros

problemas similares ejemplifican este tercer nivel de

inconsistencias.

)Qué recomendaciones se pueden hacer a partir de un análisis

histórico-conceptual como el que se ha desarrollado en esta obra?

El examen aquí realizado ratifica que el quehacer científico

no se puede limitar ciegamente a la "aplicación" de un "método de

análisis experimental" de los fenómenos propuestos como objeto de

estudio. Se podrían señalar, a guisa de ejemplo personal y en


relación al contenido de esta obra, tres grandes problemas que

tiene que confrontar una ciencia como la psicología que, por una

parte, se propone construir un objeto de conocimiento específico y

su método asociado y que, por otra parte, se ve obligada a

reconstruirse en su pasado, indagando el origen de sus categorías,

de sus problemas, de sus métodos y la generalidad y significación

de su corpus empírico. Los problemas que se manifiestan en este


329

contexto y algunaos planteamientos pertinentes que hemos realizado

son los siguientes:


1) )Cómo entender el proceso mismo de construcción de la

teoría científica, con el fín de identificar los diversos factores

que confluyen en la formulación de un abordaje especial a un campo

de fenómenos?

La construcción de la teoría científica ha sido abordada

desde múltiples aspectos y, recientemente, se ha consolidado una

perspectiva que identifica una dimensión individual (psicológica)

como factor importante en el ejercicio cotidiano de la actividad

científica (Gholson, Shadish, Neimeyer y Houts, 1989). Esta nueva

perspectiva sobre los estudios de la ciencia subraya el papel del

individuo en el proceso de creación y reproducción de la ciencia.

Si bien la ciencia debe concebirse como una institución social

vinculada a la producción, reproducción y diseminación del

conocimiento, es evidente que su conformación estructural y

funcional ha variado de manera significativa en la historia. Cada


momento histórico ha configurado una manera especial de hacer

ciencia y le ha asignado funciones diferentes. Sin embargo, es

sostenible que la forma en que el científico individual transita

en el proceso de hacer y practicar la ciencia puede no haber

variado gran cosa a lo largo de la historica de la ciencia.

Sostener esta posibilidad implica dos cosas. En primer lugar,

significa que existen factores delimitables en la práctica


329

científica en términos de las funciones que desempeñan como

reguladores de la actividad del investigador individual. En

segundo lugar, que los procesos conductuales participantes en la

práctica de la actividad científica no son diferentes de los

comprendidos en otras actividades humanas y que, por consiguiente,

ello justifica plantear la "transhistoricidad" de las funciones

que regulan la práctica científica como un proceso conductual.

Ribes (1993, 1994) y Ribes, Moreno y Padilla (1996) han

propuesto un modelo que identifica las dimensiones individuales

del proceso de investigación científica. En este modelo desempeñan

un papel preponderante dos factores. Primero, destacan los

aspectos relativos a la lógica de las categorías teóricas, como

continentes funcionales de los objetos y cosas que constituyen el

universo de conocimiento, de las propias acciones del científico,

los posibles efectos detectables en ese universo de conocimiento,

y las estructuras de comunicación de la propia práctica científica

como representación del conocimiento. En segundo término, se


identifican los aspectos vinculados a la metáfora-raíz y los

modelos que subyacen a las representaciones del conocimiento y que

fundamentan, en gran medida, la naturaleza funcional de las

categorías lógicas de una teoría determinada y su método. Este

segundo factor se concibe referido a la aceptación de los

criterios de ajuste del desempeño del individuo, en este caso

particular, el ejercicio mismo de las teorías científicas como


329

formas prácticas efectivas.

2) )Qué alternativas lógicas a la teoría del condicionamiento

tiene la psicología surgida del manifiesto conductista para

desarrollar una teoría y metodología apropiadas a su objeto

específico de conocimiento?

La crítica a la naturaleza reflexológica de la teoría del

condicionamiento no es reciente. J.R. Kantor lo planteó desde

1924-1926 en sus Principles of Psychology. Kantor propuso una

lógica alternativa para construir una teoría de la conducta basada

en el concepto de campo psicológico. Un campo psicológico

contempla la interdependencia de factores posibilitadores (medio

de contacto, objetos de estímulo, sistemas reactivos del

organismo), factores facilitadores o interferidores (situación de

estímulo, historia interactiva, condiciones del organismo), y

factores que entran directamente en contacto recíproco (estímulos

y respuestas). A partir del modelo de campo formulado por Kantor,

hemos propuesto una taxonomía para el análisis del comportamiento


desde una perspectiva evolutiva y jerárquica (Ribes y López,

1985). Esta taxonomía se ha visto acompañada de desarrollos

metodológicos y experimentales que sugieren nuevas formas de

sistematizar el cuerpo de datos disponible a partir de los

procedimientos de condicionamiento y otros más, a la vez que

procuran nuevos horizontes empíricos, cancelando pseudoproblemas y

proponiendo nuevas áreas de investigación inéditas.


329

3) )Cómo puede abordar esta nueva psicología el problema del

lenguaje sin caer en posiciones reduccionistas en las que se

visualice al lenguaje como "conducta verbal" o se considere al

individuo lingüistico un mero dispositivo que actúa ciertas

invariantes y reglas universales supraordinadas?

El problema del lenguaje y su relación con la conducta ha

sido siempre reducido a los dos extremos conceptuales señalados:

considerar el lenguaje como una forma especial de conducta (la

conducta verbal) o bien suponer que los individuos que se

comportan lingüisticamente constituyen únicamente sistemas

programados que se activan con base en ciertos criterios y reglas.

Partiendo de la noción de Wittgenstein (1953) de que el lenguaje

es una forma de vida, he propuesto considerar que toda la conducta

humana es lingüistica en contexto y en función (Ribes, 1993),

delimitando diversas dimensiones funcionales de los aspectos

morfológicos del comportamiento que tiene forma de lenguaje y de

aquel que no tiene dicha forma. Desde esta perspectiva, el


lenguaje constituye el medio, la herramienta y la circunstancia en

que tiene lugar el comportamiento humano, de modo que el proceso

de la evolución individual constituye, en lo fundamental, un

proceso de humanización del neonato mediante el lenguaje. En la

medida en que la especie humana reproduce, crea y selecciona su

propio comportamiento vía la cultura, se distingue del resto de la

filogenia que depende de las mutaciones ambientales y genéticas


329

para sobrevivir, cambiar o extinguirse como especie. La

transmisión de la características funcionales humanas mediante el

lenguaje como cultura, imprime al comportamiento humano rasgos

únicos. Esta singularidad del comportamiento humano en la

filogenia y como forma de evolución no puede ser captada por las

teorías tradicionales que niegan la conducta en el lenguaje o

reducen el lenguaje a una morfología especial de conducta.

R E F E R E N C I A S

Aristóteles (1978, traducción española). Acerca del Alma. Madrid:

Gredos.

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