Aurora Ravina
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Aurora
Archivos revisitados: la
correspondencia epistolar como
fuente para la historia social
Ravina, A. (2009). Archivos revisitados: la correspondencia epistolar como fuente para la historia social.
Segundas Jornadas Nacionales de Historia Social, 13, 14 y 15 de mayo de 2009, La Falda, Córdoba. En
Memoria Académica. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.9682/ev.9682.pdf
Título:
“Archivos revisitados: la correspondencia epistolar como fuente para la historia
social”
Resumen
Existe una larga y amplia tradición sobre el uso de la correspondencia epistolar,
diarios personales y memorias como fuentes para la historia política. El caso argentino
no es una excepción. En tal sentido, los archivos privados, sobre todo los de quienes
integraron la dirigencia nacional y/o provincial u ocuparon posiciones expectables en la
función pública o fueron actores políticos significativos o no tanto durante el siglo XIX
y hasta muy avanzado el siglo XX, como así también los relatos de memorias o los
diarios personales que escribieron son fuentes insoslayables para asomarse a las
complejidades de la vida política del país.
Una consideración más atenta y de proyecciones más extensas, sin embargo,
revela la posibilidad de explotar esos repositorios testimoniales desde otras
perspectivas. Existe ya, especialmente desde los últimos veinte años, un registro
bastante extendido de la experiencia historiográfica realizada en ámbitos académicos de
otras latitudes sobre la utilización de este tipo de fuente para distintos enfoques de la
historia social. Esta contribución apunta a ofrecer, con este mismo sentido, algunas
pistas que permitan revalorizar y reconsiderar los documentos personales,
particularmente la correspondencia epistolar, existentes en archivos argentinos.
Consideraciones generales
1
Existe una larga y amplia tradición sobre el uso de la correspondencia epistolar,
diarios personales y memorias como fuentes para la historia política. El caso argentino
no es una excepción. En tal sentido, los archivos privados, sobre todo los de quienes
integraron la dirigencia nacional y/o provincial u ocuparon posiciones expectables en la
función pública o fueron actores políticos significativos o no tanto durante el siglo XIX
y hasta muy avanzado el siglo XX, como así también los relatos de memorias o los
diarios personales que escribieron son fuentes insoslayables para asomarse a las
complejidades de la vida política del país. Reconstruir el perfil individual de esos
actores; las redes políticas que integraron; las relaciones personales; las alianzas; los
cambios de lealtades entre socios o amigos políticos; las constelaciones clientelares; la
composición de los clubes y comités; las confrontaciones entre grupos y banderías
políticas y al interior de cada uno de ellos; los innumerables elementos que juegan en el
entramado de la política; para todo esto han sido y siguen siendo invalorables, estos así
llamados documentos personales. En ellos aparecen individuos concretos, hombres y
mujeres que dan testimonio de las más diversas circunstancias de sus existencias
singulares, a través de las cuales, el investigador munido del instrumental teórico y
metodológico apropiado procurará desentrañar, explicar y comprender la vida política
de otros tiempos.
Pero la vida política es una dimensión de la vida social como conjunto; se
despliega y se desarrolla en el seno de una comunidad, que enfrenta al estudioso con la
exigencia insoslayable de atender, por un lado a un análisis del conjunto social, en
cuanto tal y al de las relaciones, en tensión constante, entre lo individual y lo colectivo.1
Dentro del campo de las ciencias sociales y humanas, esta última tensión
promovió múltiples y prolongados debates sobre la pertinencia y validez de los
documentos personales para dar cuenta de la vida social como conjunto a partir de la
representación que puede encarnarse en la experiencia de un sujeto individual. En los
estudios históricos, el predominio del estructuralismo, las propuestas de la historia
cuantitativa o el auge de la historia económica relegaron a los últimos planos de la
escena los abordajes cualitativos, situación que se reflejaría en la producción
historiográfica, especialmente durante las décadas de 1960 y 1970.
La renovación constante del campo disciplinar y los cambios de paradigma
ocurridos desde los años ’80 del siglo XX, particularmente en lo concerniente a la
1
PLUMMER, KEN, Los documentos personales. Introducción a los problemas y la bibliografía del método
humanista, 1ª ed. en español, Madrid, Siglo XXI, 1989, p. 3…
2
historia social y a las propuestas del giro lingüístico y el giro cultural, devolvieron
protagonismo a los enfoques sustentados en nuevas lecturas de fuentes cualitativas. Con
ellas adquirieron renovado interés los documentos personales y entre ellos, muy
particularmente la correspondencia epistolar.
Para quien frecuenta ese tipo de documentación a la luz de la renovación de la
historia política, con la mirada puesta en la comprensión de los procesos ese rango, una
consideración más atenta y de proyecciones más extensas sobre sus fuentes, le revela la
posibilidad de explotar esos repositorios testimoniales desde otras perspectivas. Existe,
especialmente desde los últimos treinta años, un registro bastante extendido de la
experiencia historiográfica realizada en ámbitos académicos de otras latitudes sobre la
utilización de este tipo de fuente para distintos enfoques de la historia social.2 Esta
contribución apunta a ofrecer, con este mismo sentido, algunas pistas que permitan
revalorizar y reconsiderar los documentos personales, particularmente la
correspondencia epistolar, existentes en archivos argentinos. Allí aparece un universo
social que incluye a todas las clases y abren una vía de abordaje para las circunstancias
de la vida y las redes familiares, la salud y la enfermedad, las relaciones amistosas, las
relaciones con el poder de los más y de los menos favorecidos por las condiciones
económico-sociales, las redes profesionales, el reflejo de las necesidades, los temores y
las aspiraciones de la gente de las más variada condición; también cabe el estudio de la
correspondencia en sí misma: su carácter confidencial o reservada, las fórmulas
protocolares, los estilos epistolares, los niveles de escritura y uso del idioma, la
caligrafía, el papel, el universo de los consumidores de los útiles de escribir, entre
múltiples aspectos que proveen otros tantos instrumentos para enriquecer y ampliar las
posibilidades de ahondar en el conocimiento de los individuos y su vida en sociedad, de
explorar su universo mental, su escala de valores, de advertir los cambios y las
permanencias que cada época revela ante las renovadas preguntas del historiador.
2
Han sido particularmente fructíferas en este campo las contribuciones italianas y francesas, entre cuyos
representantes principales cabe destacar a las figuras de Armando Petrucci, entre las primeras, y de Roger
Chartier entre las segundas. Las consideraciones de Petrucci sobre la fertilidad del estudio de las prácticas
de lectura y de escritura o de la posición sostenida por Chartier respecto de tender hacia una historia
cultural de lo social dieron origen a un florecimiento creciente de la “historia de la cultura escrita”. Este
último concepto se acuñó en el seno del primer congreso sobre alfabetismo y cultura escrita en la historia
de la sociedad italiana, reunido en la ciudad de Perugia, en 1977 y organizado por Armando Petrucci y
Attilio Bartoli Langeli, cuyos resultados se publicaron bajo el título Alfabetismo e cultura scritta nella
storia della società italiana [Perugia, Universitá degli Studi, 1978]. Para un recuento pormenorizado de
estas cuestiones puede verse: RUBALCABA PÉREZ, MARÍA DEL CARMEN, Prácticas de cultura escrita:
aproximaciones y realidades. Provincia de Santander, siglo XIX. Tesis doctoral. Universidad de
Cantabria, Santander 2004, defendida en enero de 2005: URN: http://www.tesisenred.net/TDR-0309105-
131443
3
Acerca de la correspondencia epistolar
El siglo XIX implicó para Occidente el pasaje hacia una sociedad ampliamente
alfabetizada.3 Si el fenómeno se amplió y consolidó mejor y más temprano en Europa,
en América, el impacto del proceso de alfabetización fue un dato insoslayable de su
modernización y su entrada en la división internacional del trabajo desde mediados del
siglo XIX.4 Las consecuencias de esta suerte de revolución del conocimiento por el
dominio de la lecto-escritura se hacen visibles en la proliferación de todo tipo de
documentos escritos. Muy especialmente, testimonia ese progreso la abundancia de
documentos personales, privados, entre los cuales las cartas constituyen un universo
particular en el que están implicadas una serie de cuestiones y no es menor el hecho de
que esa proliferación convirtió, de alguna manera, al siglo XIX, en el siglo epistolar por
excelencia, una condición que se derramó en parte sobre la primera mitad de la centuria
siguiente.
La correspondencia ha sido y es fuente de información, es un medio de
comunicación y compromete la acción de al menos dos interlocutores: el remitente y el
destinatario; estos últimos pueden ampliarse cuando la correspondencia incluye
mensajes para terceros o para un colectivo formado por amigos o familiares. Las cartas
son prueba fehaciente del conocimiento y la práctica de la lecto-escritura, sin importar,
en principio, cual pueda ser el nivel de refinamiento y habilidad de esos conocimientos
y esas prácticas. Hay cartas de muchos tipos. Ya en los finales de la década de 1910, el
trabajo de dos sociólogos –uno americano, William I. Thomas, y otro polaco, Florian
Znaniecki– considerado pionero en el uso de los documentos personales como recurso
para la investigación en ciencias sociales,5 clasificaron las cartas en cinco tipos
principales, aplicados a la correspondencia familiar: ceremoniales o de salutación en
ocasiones especiales: casamientos, bautismos, cumpleaños, festividades religiosas,
fallecimientos; informativas: proveedoras de un recuento detallado de la vida de quien
3
Marchesini, Daniele, “Una città e i suoi spazi scritti: Parma, secoli XVIII-XIX”, in: I segni della cittá, a
cura di BARTOLI LANGELI, Attilio e MARCHESINI, Daniele, parte monográfica di Storia Urbana, nº. 34,
1986, pp. 43-68, cit. en: RUBALCABA PÉREZ, M. DEL C., op. cit., p. 5.
4
El caso argentino, con la expansión de la alfabetización, de la mano de los planes de Domingo F.
Sarmiento y de su ministro, Nicolás Avellaneda, consolidada después de 1880 con la ley de
obligatoriedad de la escuela primaria, constituyeron un verdadero cimiento del progreso y un símbolo de
la modernización, tanto como el boom cerealero o la incorporación de los ferrocarriles y del frigorífico.
Sus planteos y los resultados de sus políticas educativas, tuvieron su correlato en otros países del
continente, para los que, además, sirvieron de acicate.
5
THOMAS, WILLIAM I. and ZNANIECKI, FLORIAN, The Polish Peasant in Europe and America, 5 vv., vv. I
y II, Chicago, University of Chicago Press, 1918; vv. III, IV y V, Boston, Badger Press, 1920
4
se hallaba ausente, alejado de la familia; sentimentales: destinadas a exaltar y preservar
las emociones y el sentir íntimos de las personas, con independencia de cualquier
circunstancia ceremonial; literarias: destinadas a cumplir una función primordialmente
estética y por último, las cartas de negocios: profesionales o comerciales.6
Naturalmente, esta tipificación excede, en realidad, el ámbito de la familia y se aplica a
las relaciones amistosas o simplemente a las relaciones profesionales, comerciales o
laborales, sin que medien, necesariamente, en los negocios vinculaciones de parentesco.
Por otra parte, en la medida en que avanzaron los planteos en torno de la
correspondencia epistolar como fuente privilegiada para la reconstrucción histórica de la
vida individual y colectiva, se atendió especialmente a la distinción entre la producción
epistolar de los sectores letrados, en el sentido de haber tenido acceso a una
alfabetización completa y sistemática y los sectores semialfabetizados, o de analfabetos
funcionales o puros, productores de correspondencia, en muchos casos por delegación
gráfica, es decir porque un tercero ponía por escrito aquello que necesitaban transmitir y
solamente podían hacerlo por vía oral o no confiaban completamente en su habilidad
escritora para encarar la tarea por sí mismos. En una palabra, esta nueva consideración
sobre la correspondencia como fuente, permitiría asomarse a las necesidades y las
prácticas utilizadas para satisfacerlas de las clases subalternas, a las expresiones de su
universo mental, a la conformación de su patrimonio cultural en que la lecto-escritura
no formaba parte del capital básico de ese patrimonio. Al mismo tiempo, las estrategias
desarrolladas por esos sectores iletrados para servirse de ese instrumento de expresión y
comunicación o de buscar maneras de apropiarse de él, formaron parte de las respuestas
que los investigadores obtuvieron al formular nuevas preguntas para resolver sus
indagaciones. Esas interrogaciones fueron fruto de nuevas miradas sobre las fuentes ya
conocidas, que también advirtieron sobre la posibilidad de crear otras a partir de
testimonios relegados por anteriores paradigmas teóricos y metodológicos y, entre
tantos otros ejemplos, animaron la recuperación y transformación en fuentes de
testimonios manuscritos como las cartas. La expansión del soporte tipográfico hizo de
libros, periódicos, revistas, folletos u otros productos similares, los documentos
primordiales para analizar la alfabetización; los nuevos estudios devolvieron a los
manuscritos a un lugar principal, convirtiendo a la correspondencia en “material
6
PLUMMER, KEN, op. cit., p. 24. En su repaso de los diferentes tipos de documentos personales utilizados
por las ciencias sociales y humanas, este autor dedica una consideración especial al trabajo de Thomas y
Znaniecki y hace referencia a su clasificación de la correspondencia.
5
legible”,7 una expresión material de la escritura digna de ser estudiada por su capacidad
de dar cuenta, no solamente de un cierto proceso de alfabetización, sino de lo que este
supone como proceso cultural, como una forma de sociabilidad.
Un recorrido por el nacimiento y crecimiento del interés por la historia de la
escritura en sus múltiples aspectos y, sobre todo, por su condición de llave que ha
abierto un ancho campo a los estudios sociales, ha ido sumando, con el tiempo, los
trabajos de investigadores tanto del mundo latino como del anglosajón y el germánico,
así como se han exhumado nuevas fuentes y se han ampliado las propuestas de
indagación sobre los documentos personales y, particularmente sobre la
correspondencia y todo lo que esta puede dar en sí misma, inclusive.8
Algunos fenómenos sociales, principalmente, descubrieron posibilidades más
que interesantes para su estudio y comprensión a partir de los documentos personales en
general y de las cartas en particular, sobre todo como campo para la reconstrucción de la
historia de la “gente sin historia”, “los de abajo”, “los marginados”: la guerra; la
emigración y el mundo obrero.9 La lejanía de la tierra de origen y de la familia; el
miedo, las privaciones, las temperaturas extremas, el hambre, el sentimiento profundo
del desarraigo, la necesidad de sentir cerca alguna referencia que devolviera a soldados
y emigrantes el sentido de pertenencia a un lugar y a un núcleo humano particular
hicieron de las cartas mucho más que un medio para recibir noticias. En ellas se
recuperaban rostros, sentimientos, costumbres, perfumes, colores, recuerdos de toda
índole que en situaciones difíciles como la guerra o la emigración se constituía en un
patrimonio inapreciable, una manera de preservar un capital simbólico, que permitía
sostener una identidad, consolidarla o reconstruirla sobre referencias firmes para
enfrentar el imperio de nuevas realidades. Un servicio obligatorio como el del soldado,
impuesto por las decisiones políticas de los gobernantes o el esfuerzo de buscar un
mejor horizonte de vida, producto de la decisión de los emigrantes que no encontraban
en sus lugares nativos lo necesario para salir adelante.
7
Cfr. RUBALCABA PÉREZ, M. DEL C., op cit, p. 363
8
Para un recorrido extenso y pormenorizado de las contribuciones en los diferentes ámbitos
historiográficos puede verse la citada tesis de Rubalcaba Pérez, en el apartado pertinente de su capítulo 4,
pp. 332-362
9
El valor de la correspondencia de los combatientes fue especialmente destacada por el investigador
italiano Antonio Gibelli en su obra L’officina della guerra. La Grande Guerra e le trasformazioni del
mondo mentale, Torino, Bollati Boringhieri, 1991. Respecto del enfoque de Gibelli, Rubalcaba Pérez
subraya su contribución a la comprensión de los cambios de orden social y de los referidos al universo
mental de la gente, que produjo la Gran Guerra y del cual el esfuerzo epistolar de los soldados, la mayoría
de ellos “iletrada”, era una de las manifestaciones más potentes.
6
En el mundo obrero, fundamentalmente industrial y urbano, con el nacimiento
de los movimientos de defensa de sus derechos y la consolidación del sindicalismo, la
correspondencia se constituye también en una fuente privilegiada, particularmente por
su utilización para manejarse en el campo de las relaciones con los patrones, las
peticiones a las autoridades, las reclamaciones al poder. Esta vertebración vertical de las
relaciones en el mundo del trabajo, no excluye otra, de sentido horizontal, que descubre
las vinculaciones dentro del movimiento obrero, no solamente al interior de una misma
comunidad nacional, sino fronteras afuera con otras del mismo nivel. La
correspondencia también permite asomarse a otras articulaciones de las relaciones entre
trabajadores y patrones como son las del ámbito rural, cuyas modalidades laborales
difieren de las de los espacios de la fábrica, el taller y la ciudad. Relaciones en las que
pueden advertirse formas de paternalismo y patrimonialismo, que el modelo de trabajo
asalariado modificó sustancialmente.
Todo esta renovación historiográfica puso el acento en la reconstrucción de la
historia de la gente común, especialmente porque en lo que atañe a las clases
dominantes, a los grupos de poder, a las dirigencias políticas, a los sectores
profesionales, al comercio, el empleo de documentos escritos como fuente de
información fue desde siempre un recurso indiscutible. Sin embargo, también en estos
casos, nuevas miradas sobre los documentos personales han permitido enriquecer los
enfoques para abordar su análisis histórico. La correspondencia privada, familiar,
amistosa o aún profesional o comercial, aporta elementos que no aparecen,
naturalmente, en la correspondencia de carácter oficial, más asociada a la gestión del
poder, al funcionamiento institucional, al protocolo diplomático, a las necesidades de la
administración pública. El papel que juegan en el mundo familiar sus distintos
integrantes; las relaciones entre la pareja matrimonial; las del padre o la madre con los
hijos; el lugar de los varones; el de las mujeres; las relaciones entre hermanos; las
vinculaciones con los parientes políticos; la imagen familiar como modelo social; el
significado del linaje, los valores, las costumbres, la educación; la pertenencia
confesional; la importancia de la casa y del resto del patrimonio material; el prestigio
social.
En el ámbito de la amistad, las cartas son reveladoras de la profundidad de los
vínculos, del grado de confianza personal e íntima que se establece entre los amigos, el
tratamiento que esa confianza permite; la franqueza del lenguaje; los temas que se
7
confían a las epístolas; las reservas que se piden; las discreciones que se descuentan; los
sentimientos, las penas, las alegrías que se revelan al calor de la amistad.
En el mundo profesional y comercial, las cartas revelan los niveles de
conocimientos específicos, el respeto por esos saberes; la importancia de la clientela; la
confianza en los procedimientos y en las transacciones; el prestigio derivado del
conocimiento y de una conducta sostenida en lo que en cada época se entendió como su
fundamento ético; la profesión o el negocio como fuente de poder o de vinculación con
el poder; la consolidación de relaciones que depositaban en las mismas manos el poder
político y el económico.
Como señala Cristina Iglesias, a propósito del papel de la correspondencia en el
siglo XIX, signado por el apego a la escritura y el afán por la novedad, “la carta familiar
moderna” y el uso epistolar, en general, se convertirían en “una necesidad social”10,
que, además, sería sometida a pautas precisas. Así se consolidó la utilización de los
manuales de escritura de cartas, cuyas fórmulas, indicativas de los distintos tipos
epistolares, formarían parte de la educación de los sectores plenamente alfabetizados y
ayudarían a resolver los requerimientos de aquellos que debían proceder por delegación
gráfica.11En este carácter de necesidad social, las cartas sirvieron a gentes de toda
condición y para dar cuenta de las más diversas contingencias de la vida personal, tanto
en lo referente a la experiencia individual como aquella compartida de manera colectiva
y más allá de las posibilidades abiertas por el género epistolar para pesquisar la vida de
los sectores populares, de las clases subalternas y recuperar su historia, importa la
eficiencia de la correspondencia como fuente para reconstruir, con la mayor riqueza
hermenéutica posible, la vida histórica de los seres humanos, en general.
10
IGLESIAS, CRISTINA, “Contingencias de la intimidad: reconstrucción epistolar de la familia en el exilio”,
en: DEVOTO, FERNANDO y MADERO, MARTA (dirs.), Historia de la vida privada en la Argentina, t. I: País
antiguo. De la colonia a 1870, Buenos Aires, Taurus, 1999, p. 204
11
Desde el punto de vista de una historia de la cultura, en el caso francés, por ejemplo, han estudiado el
papel de los manuales epistolares Roger Chartier en su “Des "secrétarires" pour le peuple? Les modèles
épistolaires de l'Ancien Régime entre littérature de cour et livre de colportage" y Cécile Dauphin en su
artículo "Les manuels épistolaires au XIXe siècle", ambos textos en la obra de CHARTIER, ROGER (dir.),
La correspondance. Les usages de la lettre au XIXe siècle, Paris, Fayard, 1991. Dauphin amplió su
estudio en una obra posterior titulada: Prête-moi ta plume... Les manuels épistolaires au XIXe siècle,
Paris, Éditions, Kimé, 2000.
8
proporcionan los archivos judiciales o todas aquellas que permitieron adentrarse en un
mejor conocimiento del funcionamiento de los intereses económicos y las redes
familiares y, junto con ello, abrieron el camino para indagación del conflicto y el
disenso en el orden individual o familiar. Estos aspectos de las relaciones humanas
personales no habían formado parte hasta entonces de las cuestiones merecedoras de
tratamiento histórico. En tal sentido, los conflictos y controversias eran patrimonio de la
historia política y siempre como cuestiones en las que confrontaban Estados y naciones,
partidos, facciones o banderías políticas, instituciones y corporaciones, en una palabra,
eran los conflictos del poder en su relación con el control del gobierno y de la sociedad.
Como señala Silvia Mallo, las fuentes judiciales “conducen sin duda al mundo
íntimo y subjetivo de los actores sociales”, un mundo al que efectivamente, se ha
demostrado que pueden acceder los historiadores. Un mundo revelador de situaciones
en las que imperan “los desafectos desestructurantes, distorsionadres y negativos”, parte
indisoluble de comportamientos y actitudes de los seres humanos. El interés de esta
línea de indagaciones radica en lo que devela del ser humano en sí mismo, de sus
decisiones, de sus elecciones, de su capacidad para adaptarse a los diferentes desafíos u
obstáculos que le presenta el vivir cotidiano y en ese sentido cada persona es
representativa de una sociedad y de los valores vigentes en ella aunque no por ello,
pierde su condición de caso único, singular, privado, dueño de sus actitudes y de los
vínculos que establece.12
Desde hace ya tiempo, adquirieron importancia estudios como los de las
relaciones entre comercio y familia, encaradas en sus más diversos aspectos, que, por
otra parte, fueron ampliándose y derivando hacia la investigación del perfil de la elite
dominante en distintos períodos históricos y para diversas regiones del país. Lo mismo
cabe señalar para los estudios sobre vida cotidiana, representaciones y prácticas
sociales, consumo y prácticas alimentarias, religiosidad, pautas matrimoniales, infancia,
perspectivas de género, experiencias de vida en el mundo del trabajo.13
12
MALLO, SILVIA CRISTINA, “Familia e intereses: los comerciantes rioplatenses”, en: Investigaciones y
Ensayos, nº 50, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, enero-diciembre 2000, p. 477. [Texto
de su conferencia de incorporación como miembro correspondiente de la corporación en la provincia de
Buenos Aires].
13
Cfr. algunos poco ejemplos de los abordajes a que se hace referencia: SOCOLOW, SUSAN MIGDEN, Los
comerciantes del Buenos Aires virreinal: familia y comercio, Buenos Aires, Ed. de la Flor, 1991. Este fue
un trabajo pionero y señero en torno de estas cuestiones. La edición original en ingles, es de la Cambridge
University Press, Londres, 1978; FERREYRA, ANA INÉS, Elite dirigente y vida cotidiana en Córdoba
1835-1852”, Córdoba, CEH “Prof. C. S. A. Segreti”, 1992 (reimpresión 1994); MOREYRA, BEATRIZ y
SOLVEIRA, BEATRIZ (comps.), Estado, economía y sociedad, 1880-1950, I, Los procesos- Los hombres-
Las vivencias, Córdoba, CEH “Prof. C. S. A. Segreti”, 1997; ZEBERIO, BLANCA, BJERG, MARÍA Y OTERO,
9
El interés por este tipo de enfoques, además, dio lugar a la atención sobre la
necesidad de contar con las fuentes adecuadas y, particularmente, de asegurar un acceso
apropiado y fluido a la documentación. La preocupación por identificar en los archivos
la existencia de fondos y colecciones útiles para estas propuestas se ha complementado,
ampliándose así la posibilidad de su consulta, con la edición de fuentes emprendida
tanto por instituciones oficiales como privadas.14
Precisamente, el incremento de las posibilidades de abordaje para la historia
social y la multiplicidad de fuentes que se han incorporado a la consideración de los
historiadores, tanto desde la microhistoria como desde cualquier perspectiva de síntesis
abarcadora, permite proponer una relectura de los archivos personales de tantos
protagonistas del siglo XIX y primera mitad del XX en la Argentina. La riqueza que
guardan, sobre todo en materia de correspondencia epistolar, no ha sido suficientemente
explorada ni aprovechada como fuente para la historia social. No se trata solamente de
los fondos documentales preservados y conservados en repositorios nacionales,
provinciales o municipales sino también de una variedad de series documentales éditas.
HERNÁN (comps), Reproducción social y sistemas de herencia en una perspectiva comparada. Europa y
los países nuevos (siglos XVIII al XX), Tandil, 1998; MAYO, CARLOS A. (dir.), Mostradores, clientes y
fiado : fuentes para el estudio de las pulperías de Buenos Aires y la pampa : (siglo XIX), 1a. ed , Mar del
Plata, Suárez, 2007; BRAGONI, BEATRIZ, Los hijos de la revolución: familia, negocios y poder en
Mendoza en el siglo XIX, Buenos Aires, Taurus, 1999;
14
Para no citar sino algunos ejemplos se señalan publicaciones de dos instituciones oficiales: 1) el
Archivo Histórico Provincial “Dr. Ricardo Levene” (Buenos Aires): Causas célebres - Juan Moreira,
1869-1879. Edición digital, CD-ROM (2002); El Avance de la frontera Bonaerense 1827-1828. La
acción del Comandante de Milicias de la Campaña Juan Manuel de Rosas. Edición digital, CD-ROM
(2003) y Memoria sobre los pesos y medidas, por Felipe Senillosa (Buenos Aires, 1835). Reedición
(2004); 2) INSTITUTO DE INVESTIGACIONES DE HISTORIA REGIONAL Y ARGENTINA “PROF. HÉCTOR
DOMINGO ARIAS”, Archivo del Brigadier general José Nazario Benavides, San Juan, FFHyA, UNSJ,
2007, 6 vv. En el orden privado, el Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti” (Córdoba)-
Unidad asociada al Conicet tiene como uno de los sellos distintivos de su labor desde los inicios de su
actividad, la edición de fuentes. Pueden servir como ejemplo: Control social en Córdoba. La papeleta de
conchabo, 1772-1892. Introducción y selección: Marcela González, [serie documental nº III] Córdoba,
1994; Cartas entre padre e hijo. Correspondencia entre José Victorio López y Manuel López, 1846-1850,
t. II, Advertencia y recopilación: Ana Inés Ferreyra, Córdoba, 1994 [Serie documental nº IV]. (El primer
tomo de esta correspondencia, con una ligera variante en el título: Cartas entre padre e hijo.
Correspondencia entre Manuel López y José Victorio López, 1846-1852, fue publicada, bajo la
responsabilidad de la misma investigadora y con una advertencia de Carlos S. A. Segreti, por el Instituto
de Estudios Americanistas “Dr. Enrique Martínez Paz” de la FFyH de la UNC, nº VII de sus Series
Documentales, en 1987); El hombre y sus circunstancias. Discursos, representaciones y prácticas
sociales en Córdoba, 1900-1935. Introducción y recopilación: Beatriz I. Moreyra, Fernando J. Remedi y
Patricia B. Roggio, Córdoba, 1998 [Serie documental nº X]; Correspondencia entre comerciantes: redes,
negocios y familia en Córdoba. 1789-1850. Tomo I. Selección y recopilación: Noelia N. Silvetti, Horacio
E. Rodas y Carla D. Lemes Pedano, Córdoba, 2008 [serie documental nº XV]
10
Tres fondos documentales inéditos –los de Ricardo López Jordán (1822-1889),
Norberto Quirno Costa (1844-1915) y Roque Saenz Peña (1851-1914)–15 y dos éditos –
los de Juan Facundo Quiroga (1788-1835) y Rufino de Elizalde (1822-1887)–16 servirán
aquí al propósito de esta contribución de ofrecer ideas o sugerencias para una relectura
de estas fuentes en clave de historia social.
Como puede apreciarse por las fechas de nacimiento y muerte de los personajes
seleccionados, sus archivos pueden considerarse suficientemente demostrativos del
período de esplendor epistolar al que se hacía referencia páginas más atrás. Por otra
parte, hay algunos otros elementos que hacen de esta selección un corpus significativo
para el análisis de su correspondencia con vistas a enfoques propios de la historia social.
Las figuras de Quiroga y de López Jordán son representativas, con todos los matices
propios que puedan señalarse para cada uno de ellos, del liderazgo de los caudillos en
dos zonas del país de perfiles geopolíticos bien definidos. Integraron dos generaciones
diferentes: el primero era hombre del NOA, actor de los tiempos de la revolución de
independencia y de las contiendas irresueltas a que dio lugar la confrontación por la
organización del país emancipado; el segundo era hijo de un hermanastro de Francisco
Ramírez junto con el cual habían sido, como Quiroga, partícipes de la misma etapa
histórica del país y habían representado la oposición del Litoral a las apetencias del
centralismo porteño. A Ricardo López Jordán, hijo, le tocaría actuar en cambio, en el
período rosista, en tiempos de la lucha por derrocarlo y en la etapa de la organización
nacional. Con el tiempo, distanciado de Justo José de Urquiza, su nombre sería
sinónimo de rebelión y de defensa de un federalismo del que se consideraba que
Urquiza había defeccionado; también se lo asociaba con la muerte del primer presidente
consagrado después de la sanción de la Constitución de 1853.17 Actores sociales y
15
Estos tres fondos obran en el Archivo de la Academia Nacional de la Historia (Buenos Aires,
Argentina)
16
Archivo del Brigadier general Juan Facundo Quiroga, Buenos Aires, Instituto de Historia Argentina
“Dr. Emilio Ravignani”, FFyL/UBA, t. I (1815-1821), 1957 [Advertencia y estudio preliminar de Ricardo
Caillet Bois; t. II (1821-1822), [Advertencia de Ricardo Caillet-Bois] ; t. III (1824-1825), 1986
[Advertencia preliminar de Félix Luna]; t. IV (1826-1827), 1988 [Advertencia preliminar de Juan Carlos
Chiaramonte]. El archivo de Quiroga contiene documentación aún inédita, que llega hasta 1841 y obra en
el Archivo del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”. Se trata de las copias
en microfilm de los originales –en poder de los descendientes de Antonio Demarchi, yerno de Quiroga–,
tarea hecha por el Instituto a la espera de la oportunidad de completar la publicación del archivo. El
Doctor Rufino de Elizalde y su época vista a través de su archivo, [Advertencia de Ricardo R. Caillet-
Bois; Advertencia preliminar de Germán O. E. Tjarks y Alicia Vidaurreta de Tjarks; Introducción y notas
biográficas de Luis de Elizalde], Buenos Aires, Instituto de Historia Argentina “Dr. Emilio Ravignani”,
FFyL/UBA, t. I, 1969; t. II y III, 1973; t. IV, 1974.
17
Para un análisis pormenorizado de las rebeliones jordanistas y la actuación de su jefe puede verse entre
otra bibliografía: DUARTE, MARÍA AMALIA, Urquiza y López Jordán, Buenos Aires, Platero,1974;
11
políticos en tiempos en que el disenso y el conflicto implicaban la confrontación
ideológico-política y la violencia armada y encubrían en alguna medida también
inquinas personales, ambos, Quiroga y López Jordán murieron asesinados, aunque las
circunstancias fueran diferentes en uno y otro caso. Hombres de provincia, ambos
fueron militares y se desempeñaron en funciones de gobierno y en distintos momentos
de sus vidas atendieron, además, los negocios familiares vinculados con el medio rural.
El primero por herencia de familia y el segundo, sobre todo, cuando fuera del país, la
cría y el comercio de ganado ayudaron a su subsistencia. Sus archivos permiten
reconstruir las similitudes y diferencias de las actividades económicas que llevaron
adelante, en lugares geográficamente tan diferentes. Pueden reconstruirse las redes
comerciales y el circuito del crédito, los límites de la confianza comercial, los conflictos
inevitables en el mundo de las transacciones económicas, las alternativas de una
actividad sometida a los cambios climáticos, que podían llegar a comprometer la
disponibilidad de dinero para atender las obligaciones propias de los negocios.
Herederos de un patrimonio familiar y, cada uno a su turno, cabeza de sus respectivas
familias, en sus papeles pueden advertirse los rasgos del funcionamiento familiar, las
relaciones entre padres e hijos, entre hermanos, entre mujeres y varones, el papel de las
mujeres, inclusive como custodia de la situación familiar en tiempos de ausencia de los
hombres por razones de negocios y, especialmente, de obligaciones militares y de
participación en situaciones de guerra. Una de las preocupaciones que se advierte en la
correspondencia de ambos protagonistas se refiere a la educación de los hijos y a una
serie de usos y costumbres que se derivaban de necesidades subsidiarias vinculadas con
la posibilidad de recibir educación escolar. Si había que enviar a los hijos a la ciudad
para iniciarse en la enseñanza primaria era imprescindible contar con quienes, familiares
o amigos, pudieran darles alojamiento, cuidado y la supervisión necesaria para que
cumplieran con sus obligaciones, como ocurría en el caso de los hijos pequeños de
Quiroga.18 Si se trataba de hijos mayores, como en el caso de Ricardo, el mayor de
López Jordán y tercero de ese nombre, el padre no escatimaba recomendaciones para
que no faltara a los deberes que le imponían su condición de huésped en casa de amigos,
hospitalidad que, justamente, hacía posible que pudiera seguir sus estudios e insistía
Tiempos de rebelión 1870-1873, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1988; Prisión, exilio y
muerte de López Jordán, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1998
18
Por ej.: cfr. Carta de Domingo Villafañe y Briozo a J. F. Quiroga, Nonogasta, 21 de enero de 1822,
Archivo del Brigadier general Juan Facundo Quiroga…, t. II, pp. 164-165
12
para que no los abandonara.19 Usos y costumbres de épocas en que los vínculos
familiares y amistosos implicaban un funcionamiento doméstico que, en las casas,
excedía largamente a los componentes de la familia nuclear.
La distancia física entre padres e hijos por razones de estudio, negocios, atención
de obligaciones militares o de servicio en el gobierno, otorga a la correspondencia una
función de restitución de la vida familiar trastocada por esos huecos en el tiempo y en el
espacio. No fueron estas las únicas distancias que otorgaron un significado tan
preponderante al intercambio epistolar. Las vicisitudes políticas incluyeron en infinidad
de casos la experiencia del exilio. Bien señala Cristina Iglesias, que los epistolarios
permiten asomarse a los esfuerzos de los exiliados por suturar de algún modo los
desgarrones que conllevaba esa separación dolorosa, en la que el margen de la decisión
de tomar distancia no provenía de un ejercicio pleno de la libertad de decidir sino del
límite impuesto por el derecho a conservar la vida. Los avatares de la vida en el exilio,
influían para ampliar las posibilidades de las expresiones de confianza e intimidad en
las cartas, de romper las normas aconsejadas en los manuales epistolares para dirigirse a
diferentes miembros de la familia y a las amistades. En este sentido, la correspondencia
de López Jordán del período en que se mantuvo exiliado en el Uruguay, permite la
reconstrucción de una experiencia, que podría compararse a las de otros casos ocurridos
a lo largo de la historia argentina. El viaje que alejaba de la patria, la casa y los afectos
que se dejaban atrás, la preocupación y la tristeza por los tiempos adversos tanto para el
que se iba como para los que se quedaban, la incertidumbre por las condiciones para
establecerse en tierra extraña, los recursos materiales y simbólicos para construir una
nueva situación que contribuyera con algún equilibrio a seguir adelante, combatiendo la
sensación de vida en suspenso hasta el aviso de cambio de circunstancias que
habilitaran el regreso. Las cartas se llenaban de pedidos de noticias y de objetos que
pudieran ayudar en esas circunstancias difíciles y aparecían la reserva, la prudencia, los
envíos bajo cubierta, a nombres y domicilios de terceros, recurso remanido de quienes
debían cuidarse de espías y perseguidores.20
19
Entre otras, cfr. la documentación de los años del exilio de López Jordán (1878-1888) cuando, desde el
vecino Uruguay mantenía correspondencia casi diaria con su hijo mayor: Archivo de la Academia
Nacional de la Historia, Fondo Ricardo López Jordán, especialmente Caja nº 6, años 1880-1888. Para
otras relecturas de este fondo documental cfr.: MARTINO, DIEGO JAVIER, El Archivo López Jordán:
lecturas y relecturas, separata del Noveno Congreso Nacional y Regional de Historia Argentina, Rosario,
26-28 septiembre-1996, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1996
20
Iglesias, Cristina, op. cit., nota 9, analiza en detalle todas estas circunstancias. El Fondo Ricardo López
Jordán, además de los aportes indicados para la caja nº 6 citada, proporciona amplia noticia de la vida
13
La guerra habilita no solamente lecturas políticas sino sociales. Por sí misma y
por los actores comprometidos en ella, que posibilitan su estudio en toda la complejidad
de cualquier fenómeno social. Los archivos que se vienen analizando hasta aquí
proporcionan información valiosa para un abordaje de este tenor. En la correspondencia
aparecen cuestiones como la composición social de los ejércitos, las formas de
reclutamiento de tropa, el tipo de vínculo que unía a los soldados con sus jefes, en
general, y con los caudillos, en particular; las dificultades para conseguir recursos de
armamento, transporte, animales, alimentos y ropa; las instancias de conflicto interno
por reyertas entre soldados, robos menores y toda clase de faltas a la disciplina militar;
el papel asumido por los caudillos frente a las familias de los soldados, especialmente
cuando fallecían y sus deudos quedaban en la pobreza cuando no en la miseria; los
efectos de la presencia de tropas en las poblaciones; las consecuencias de las requisas
con que muchas veces se suplían las distintas carencias de equipamiento y suministros
para la subsistencia; las distintas imágenes de la guerra según la mirada de los diferentes
sectores sociales.21
Más allá de la condición de conflicto extremo que supone la guerra, otras
instancias conflictivas aparecen en esta correspondencia y desnudan diferentes variantes
de las desarmonías que forman parte de los vínculos personales. Problemas de deudas
impagas, robos, injurias, mentiras, calumnias, rencores, celos, no solamente en el orden
de la vida familiar, sino en las relaciones entre amigos, vecinos, adversarios políticos,
jefes y subalternos, capataces y peones, entre clérigos de distinta jerarquía, entre
clérigos y laicos. No aparece solamente en la correspondencia privada, sino también en
la oficial, en cartas de magistrados o que refieren a la actuación de distintos niveles de
la jerarquía judicial.22
Rufino de Elizalde, Norberto Quirno Costa y Roque Saenz Peña, constituyen un
conjunto de porteños, hombres de ciudad, también protagonistas de dos generaciones
diferentes. Por pertenencia familiar, posición económica y educación, formaban parte de
los sectores dirigentes y sus respectivas trayectorias, andando el tiempo los encontrarían
ocupando las más altas funciones de gobierno. Abogados todos por la Universidad de
cotidiana de los jordanistas exiliados en Uruguay y Brasil, después de la batalla de Don Gonzalo (1873),
especialmente Caja nº 5.
21
Los fondos documentales de Quiroga y López Jordán proporcionan todo tipo de información sobre
distintos aspectos de la guerra. Son particularmente ricos, además, en cuanto a la posibilidad del análisis
de la correspondencia en lo concerniente a escritura: estilo, ortografía, transunto de delegación gráfica,
vínculos entre superiores y subordinados, etc.
22
Al igual que en el caso de la guerra, el conjunto documental de estos dos archivos es sumamente rico en
sus aportaciones sobre otro tipo de conflictos.
14
Buenos Aires, unieron al ejercicio profesional el desempeño de sus cargos de
legisladores provinciales o nacionales, sus funciones como ministros de distintas
carteras, hasta la vicepresidencia de la República como en el caso de Quirno Costa –
1898-1904–o la primera magistratura como en de Saenz Peña –1910-1914–. La atención
de las relaciones exteriores no les fue ajena a ninguno de los tres. Elizalde ocupó la
cartera del ramo bajo la presidencia de Bartolomé Mitre; Quirno Costa fue el artífice de
la firma de protocolos –en 1893 y 1896– más que significativos dentro de las
tramitaciones de relativas a las cuestiones de límites con Chile, fue canciller con el
presidente Juárez Celman y delegado argentino en las reuniones, que presidió, de la
Junta Internacional de Jurisconsultos Americanos –Río de Janeiro, 1912 y Santiago de
Chile, 1913–; Saenz Peña, además de representar al país en diferentes cónclaves
internacionales –Congreso Sudamericano de Derecho Internacional Privado,
Montevideo 1888, Panamericano, Washington, 1889 y la II Conferencia Internacional
de la paz, La Haya, 1907; de desempeñarse en otras misiones especiales ante gobiernos
europeos y americanos y como Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario en
Italia y Suiza, también fue titular del Ministerio de Relaciones Exteriores, por breve
tiempo después de la revolución de 1890.
Dos de estos archivos ofrecen, una importante variedad de documentación a
partir de la que es posible adentrarse en el estudio de los intereses mercantiles porteños
y aquellos ligados con la propiedad de la tierra y la explotación agropecuaria, incluidos
sus cruces con la política. En el caso de Elizalde las fuentes abarcan el último tercio del
siglo XVIII y la primera mitad del XIX. Por su madre emparentaba con los Beláustegui,
una familia de ricos comerciantes con raíces en los negocios coloniales, que
mantuvieron prestigio y poder hasta los tiempos de Rosas, mientras se apagaba la
estrella de los Elizalde sobre los que pesaba la fidelidad rivadaviana del padre y los tíos
de Rufino. El matrimonio de su padre con Petrona Beláustegui indispuso al suegro con
su yerno y apartó a la hija de su núcleo familiar de origen. Su hermana Pascuala, en
cambio, casada con Felipe Arana, contribuiría a estrechar vínculos políticos y
económicos en la etapa rosista. Una parte importante de los papeles de los Beláustegui
forma parte del archivo Elizalde y allí es posible seguir tanto los negocios como los
conflictos en los distintos niveles de la escala social comprometidos en una amplísima
red familiar, mercantil y política.23
23
La Introducción de Luis de Elizalde a la edición del archivo de Elizalde, además de los propios
documentos proporciona abundante información sobre estas cuestiones, Cfr.: El Doctor Rufino de
15
En cuanto a Saenz Peña, los intereses familiares estaban vinculados a
explotaciones rurales agropecuarias en la provincia de Buenos Aires y el sur de
Córdoba. La documentación de su archivo también permite seguir el movimiento de la
red de intereses familiares y analizar tanto la armonía como el conflicto en un medio
familiar en que se conjugaban el ejercicio profesional de la abogacía que remontaba por
línea paterna hasta su abuelo, de quien llevaba el nombre, y la atención de los negocios
que también le venían por herencia materna. Por matrimonio, Saenz Peña se vincularía
con los González, familia de arraigo mendocino parte de un importante red de intereses
económicos y poder político. A la muerte de su suegro, Lucas González, en 1907, los
problemas de la herencia revelaron la hondura de conflictos sobre los que Saenz Peña
dio precisas instrucciones a su abogado para salvaguardar los intereses de su esposa y
mantenerse al margen de cualquier disputa por esa herencia. Fue igualmente firme a la
hora de resolver el reparto patrimonial, conflictivo, derivado de la muerte de su padre
Luis Saenz Peña, en 1908.24
En orden a intereses familiares, patrimoniales o de negocios, a la inversa de lo
que ocurre con estos dos fondos, en el de Quirno Costa no hay documentación
significativa que permita seguir estos asuntos más allá de alguna que otra cuestión de
parentesco y propiedades. Hijo de un militar, su campo de acción en que se inició
temprano aunó el desempeño en la profesión, en la política y en la función pública.
La correspondencia epistolar de los tres archivos, en cambio, es sustanciosa en
cuanto a la reconstrucción redes profesionales. Por ejemplo, Rufino de Elizalde,
Federico Pinedo, Luis Saenz Peña, Marcelino Ugarte, y Bernardo de Irigoyen, se
graduaron en tiempos de Rosas y ejercieron en el foro o en la judicatura de Buenos
Aires. Elizalde, pudo atender su bufete pero limitado por su distancia ideológica con el
régimen de Rosas. Ugarte, exiliado en Montevideo desde 1840, le escribía a Elizalde,
ocho años después para preguntarle por la posibilidad de rehacerse profesionalmente en
Buenos Aires, ya que había salido de allí sin haber recibido el título de doctor y la
práctica forense la había realizado, entonces, en el estudio de un abogado
Elizalde… op. cit., t. I, pp. 25-26. Los tomos I y II contienen la correspondencia de distintos integrantes
de los Beláustegui y los Elizalde concerniente a los negocios familiares y a los vínculos entre estos, el
poder y la política.
24
El Fondo Roque Saenz Peña consta de 131 legajos en los que se encuentran cartas manuscritas y
mecanografiadas, originales, borradores y copias. Se ha respetado en el proceso técnico de inventario y
catalogación el orden original que traía cuando fue donado al Archivo de la Academia Nacional de la
Historia lo que obliga a espigar a través de todo el fondo para seguir los asuntos familiares. Es
particularmente significativa la Caja nº 5 y en orden a los asuntos sucesorios el Libro copiador registrado
con el nº 141. Para la familia González puede verse la obra de Beatriz Bragoni, cit. nota 12
16
montevideano.25 Pinedo y Luis Saenz Peña abrirían sus estudios en los que luego
ejercerían sus descendientes Federico, hijo y Roque respectivamente, quienes, además,
se asociarían en el bufete de ese último junto con Carlos Pellegrini. Una segunda
generación de abogados de acrisolada trayectoria familiar en el mundo jurídico, que
compartieron la amistad y la vida profesional aunque no las mismas lealtades políticas
en las mismas épocas. Bernardo de Irigoyen, uno de los más distinguidos abogados y
jurisconsultos de los tiempos de Rosas, mantuvo una muy cercana relación profesional y
amistosa con Elizalde, revelada en una correspondencia en la que imperaba el tuteo y en
la que se advierten juicios y opiniones especialmente ricas en referencias, por ejemplo, a
la vida cotidiana, material y cultural mendocina de mediados del siglo XIX.26
Los archivos de Elizalde y Saenz Peña, tienen cartas y otros tipos de
documentación sobre casos atendidos en sus respectivos bufetes y a través de su
contenido puede accederse a los modos de resolución de conflictos entre particulares y,
entre estos y el Estado; aparecen los problemas del establecimiento de honorarios,
modalidades de pago, dificultades para cobrar al Estado por servicios de defensoría;
relación de las personales individuales o corporativas con la justicia, además de muchas
otras instancias de la vida cotidiana, útiles para reconstruir el universo de las prácticas
sociales y al vida material de otros tiempos. Del mismo modo que se reconstruye la red
profesional, es dable hacerlo con la de clientes que necesita y solicita el servicio de los
abogados. El ejercicio profesional es fuente prestigio social y a su alrededor se mueve
un mundo de representaciones sociales que puede recuperarse en función de las
costumbres y los valores vigentes en cada época.
La correspondencia epistolar de estos tres fondos documentales contiene
material abundante para abordar también el funcionamiento de las diferentes redes
familiares y amistosas, los grados de confianza e intimidad que se establecían, la
presencia o ausencia del tuteo en el tratamiento epistolar. Aparecen las amistades
forjadas en la infancia y en la adolescencia, prolongación de amistades familiares que
continuaban de padres a hijos o se consolidaban en las aulas, promovida por la
disponibilidad de una educación sistemática más organizada y extendida.
25
Cartas entre Marcelino Ugarte y R. de Elizalde, Montevideo, 18 de julio de 1848, Buenos Aires, 24 de
julio de 1848 y Montevideo, 31 de agosto de 1848, en: El Doctor Rufino de Elizalde… op. cit., t. II, pp.
264-267.
26
Cartas de Bernardo de Irigoyen a R. de Elizalde, datadas en Mendoza entre febrero y junio de1849, en:
Idem, pp. 267-276. Muy temprano su actuación profesional le valdría a Irigoyen una plaza de oficial en la
legación argentina en Chile, que al suprimirse, en 1846, lo hizo pasara a Mendoza donde vivió y se
desempeñó profesionalmente y como asesor del gobernador provincial por más de cuatro años.
17
La extensa actuación diplomática de Quirno Costa y Saenz Peña, descubre en su
correspondencia epistolar la posibilidad de un enfoque sobre las relaciones humanas y
sobre las prácticas y representaciones sociales y culturales desde los entretelones del
ejercicio de la representación diplomática: los conflictos y mezquindades domésticas de
las legaciones argentinas en el exterior o de las delegaciones que lo representaban en
distintos foros internacionales; el carácter y el estilo de comportamiento de las distintas
personas; la intemperancia de unos o el afán de figurar de otros; el insomnio frente a las
inquietudes de arreglos diplomáticos difíciles de alcanzar; los problemas
presupuestarios del servicio exterior; las relaciones entre jefes de misión y funcionarios
y empleados subalternos; los usos y costumbres protocolares; el boato de las cortes
europeas. Una relectura de esta correspondencia ligada a distintos planteos de la historia
social, puede reconstruir los múltiples matices del imaginario sobre Europa y los rasgos
de las visiones europeas sobre América y sobre la Argentina, al igual que la
consideración del viaje como experiencia vital de vastos alcances tanto en lo individual
como en lo referido a valores culturales propios de una sociedad en un tiempo dado o a
la constatación del progreso tecnológico medido en los avances de los transportes y las
comunicaciones, en general, entre otros tópicos.
Las clases populares y su construcción de la imagen del poder y de los
poderosos, fueran estos patrones, funcionarios civiles o religiosos, magistrados,
profesionales o comerciantes puede recuperarse a partir de toda esta correspondencia en
la que aparecen múltiples pedidos de recomendación para conseguir empleo, de favores
personales, de préstamos de dinero, de socorro alimentario o de vivienda, de pensiones
graciables, de indulto. Las cartas en sí mismas constituyen una fuente inapreciable para
el estudio del uso de la escritura como práctica cultural de los sectores subalternos.27
El mundo del trabajo y su vinculación con la aparición de las corrientes políticas
que influyeron en él entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX aparecen
de distintas maneras en estos epistolarios. Son particularmente significativas las cartas
recibidas por Quirno Costa y por Saenz Peña, de gremios anarquistas españoles, que
27
Sobre esta cuestión puede consultarse también: MOLINA, EUGENIA, “Más que un funcionario
republicano, un padre bondadoso. Los sectores populares y su imagen del Presidente en la época del
Centenario” en: Revista de Historia Bonaerense, año 5, nº 20, Morón, Instituto Histórico, diciembre de
1999, pp. 37-40. El trabajo recoge una parte importante de la correspondencia de este tipo existente en el
Fondo Roque Saenz Peña.
18
pedían por sus compañeros en la Argentina alcanzados por las disposiciones de la ley de
residencia u otras medidas represivas arbitradas por las autoridades locales.28
Por último, toda la correspondencia epistolar de los cinco archivos analizados
aquí, está atravesada por los problemas de la salud, las soluciones médicas y las
posibilidades abiertas por sus avances en el extranjero, el imaginario popular asociado a
la enfermedad y las prácticas médicas. El nacimiento, el matrimonio y las celebraciones
familiares vinculadas con ellos así como las prácticas sociales vinculadas a la muerte, al
duelo y a los sentimientos de aflicción asociados con ella; las festividades religiosas y
sus respectivas ceremonias litúrgicas; las prácticas religiosas familiares, todas estas
instancias de la vida privada en sus manifestaciones individuales o en sus proyecciones
colectivas, también pueden recuperarse a partir de esta correspondencia, que refleja
experiencias de integrantes de diferentes niveles de la estructura social.
Reflexiones finales
A la luz de los nuevos planteos y propuestas de la historia social, ha parecido
oportuno intentar una aproximación a fuentes poco transitadas desde esos enfoques,
aunque sobradamente conocidas y de frecuentación habitual y exhaustiva por otras
ramas disciplinares, como la historia política.
Los archivos seleccionados para dar cuenta de las posibilidades de la
correspondencia epistolar en ese sentido, no implican más que ejemplos útiles y
estímulos para abrevar en muchos otros, tanto éditos como inéditos, con los mismos
propósitos de contribuir al avance en este campo de la investigación histórica.
Conviene señalar, por otra parte, algunas ventajas de trabajar con epistolarios tan
extensos en cantidad y cotas temporales como la de permitir la reunión de series de
cartas entre los mismos corresponsales. El sostenimiento de una relación epistolar, que,
de esta manera, puede leerse como un continuo, advierte también sobre el carácter de
construcción personal y social, que implica la conservación en el tiempo de las cartas
28
Entre otra correspondencia, cartas de Ángel López Margaride, anarquista expulsado de la Argentina, a
Norberto Quirno Costa, Fonda de Aragón y Barcelona, 4 y 6 d enero de 1903, Archivo de la Academia
Nacional de la Historia, Fondo Norberto Quirno Costa, Caja VII A, fs. 270 y 276; Hoja [impresa] titulada
Trabajadores concerniente a su expulsión de la Argentina, en Idem, f. 277; Cartas de Sociedad de
Obreros de El Arte de la Cestería a Sr. Saenz Peña, Barcelona, 1910, junio 26; Unión de Obreros
Metalúrgicos al Señor Saenz Peña, Presidente electo de la República Argentina, Barcelona, 1910, junio
27, Sociedad de Oficiales y Aprendices Albañiles a Sr. D. Saenz Peña, Barcelona, 1910, junio 28,
Archivo de la Academia nacional de la Historia, Fondo Roque Saenz Peña, Caja nº 60, fs. 319, 323 y 366;
Sociedad del Arte de Imprimir de Barcelona a Sr. Saenz Peña, Barcelona, 1910, junio 27, en: Idem, Caja
nº 62, f.21.
19
pertenecientes a una misma persona, a una misma familia, y resultan testimonio de una
historia y de una época, de un espacio y un tiempo en los que pueden desplegarse, como
en los distintos planos de un escenario, los rastros de la experiencia vital tanto de
personas individuales como del colectivo social del que fueron parte y en el que
actuaron. 29
Semejante volumen de correspondencia puede ofrecer pistas para indagar en el
tiempo, entendido igualmente como construcción individual y social. Las cartas
requieren de un tiempo destinado a escribirlas y a leerlas, están sometidas a un tiempo
de circulación compuesto de distintos pasos que significan distintas frecuencias
temporales, entregarlas al correo, viajar a destino, entregarlas a los destinatarios. Ese
tiempo de circulación condiciona el tiempo de la respuesta, que a su vez, deberá
atravesar un nuevo tiempo de circulación. Todas estas operaciones explican la atención
concedida en la correspondencia al seguimiento de las fechas en que se enviaban, se
recibían y se respondían las cartas, lo mismo que a las explicaciones concernientes a
ausencias o demoras en las respuestas. Ausencias o demoras cuya contrapartida eran
unos paréntesis causantes de angustias y preocupaciones imposibles de solucionar por
otros medios, especialmente cuando mediaban circunstancias difíciles como sospechas
de enfermedad, fallecimientos, apremios económicos o casos de gravedad más extrema
como las que se relacionaban con la guerra, la persecución política o el exilio.
La importancia social de la escritura epistolar promovió la creación de espacios
para esa tarea y la adopción de una serie de elementos de la vida material constitutivos
de un instrumental específico para desarrollarla. En el papel de carta y en los sobres
monogramas, logotipos o membretes identificatorios de los remitentes eran parte de una
práctica que intervenía en la construcción de la imagen personal, profesional, comercial
o empresarial; símbolos a tener en cuenta para acceder y comprender el mundo de las
prácticas y las representaciones sociales a través de la correspondencia.30
Los investigadores, los historiadores entre ellos, crean sus fuentes. Son sus
planteos y sus preguntas, que se reformulan en la medida de las inquietudes de su
presente, las que obtienen respuestas de los más diversos testimonios de la acción
humana y los convierten en fuentes para el conocimiento. Es este principio raigal de la
metodología de la investigación el que alienta en toda renovación de los paradigmas
29
Sobre estas cuestiones cfr.: RUBALCABA PÉREZ, op. cit., cap. IV, pp. 361-372;
30
Sobre el tiempo en la correspondencia cfr.: IGLESIAS, CRISTINA, op. cit., pp. 204-205. Sobre la
conjunción de tiempo y espacio en la escritura epistolar puede verse: RUBALCABA PÉREZ, op. cit., cap. IV,
pp. 404-416.
20
teóricos y de las prácticas disciplinares y forma parte de las reflexiones y revisiones
propias de cada disciplina. Al cumplimiento de esta tarea indispensable para el
historiador, apuntan los análisis y sugerencias ofrecidos en esta contribución, a
propósito de la historia social.
21