John Dewey 11-12-17
John Dewey 11-12-17
John Dewey 11-12-17
John Dewey
INTEGRANTES:
García Lozano Ana Poli
Huamán De la Cruz, Luzmila Inés
Huacho – 2017
1
DEDICATORIA
2
ÍNDICE
1.-BIOGRAFÍA.........................................................................................................5
7.1-Resultados..................................................................................................14
7.2-Discusión.....................................................................................................15
8.1-Escuela De Dewey.......................................................................................16
8.2-Reforma progresista...................................................................................19
9.-CONCLUSIONES................................................................................................23
10.-BIBLIOGRAFÍA................................................................................................24
3
INTRODUCCIÓN
Considera este pedagogo, que cuando el niño inicia sus estudios, lleva consigo
cuatro impulsos innatos: comunicar, construir, indagar, y expresarse
adecuadamente. Es labor del maestro encauzar y orientar estas inclinaciones
infantiles.
Desde el punto de vista socio histórico hay que tener en cuenta el peculiar
momento que vivieron los Estados Unidos, cabe destacar:
John Dewey decía que el aprendizaje a través de experiencias dentro y fuera del
aula, y no solamente a través de maestros, es vital.
Dewey propone a la escuela como una mini comunidad, en la que el niño vive más
que aprende. La escuela debe de ser capaz de conservar la esencia de la vida en
comunidad que el niño tiene fuera de ella y sobre esa vida crear sus métodos.
Estos deben de ser principalmente activos, emerger del ambiente diario y tener un
carácter lo más espontáneo posible. Por medio de las actividades manuales se
permite la reproducción por parte de la escuela de las manifestaciones esenciales
de los individuos y se logra que las personas se puedan incorporar a la vida social.
La materia del conocimiento no debe subordinarse a razones teóricas abstractas
sino que debe estar al servicio de la vida, por lo tanto para él, todo pensamiento y
conocimiento debe ser posible de aplicación, por lo tanto debe ser práctico.
Dewey afirmaba que los niños no llegan a la escuela como limpias pizarras
pasivas en la que los maestros pudieran escribir las lecciones de la
civilización. Cuando el niño llega al aula “ya es intensamente activo y el cometido
de la educación consiste en tomar a su cargo esa actividad y orientarla” (Dewey
1899, pag.41). Cuando el niño empieza su escolaridad, lleva en sí “cuatro
impulsos innatos el de comunicar, el construir, el de indagar, y el de
expresarse de forma más precisa que construyen los recursos naturales, el
capital para invertir, de cuyo ejercicio depende el crecimiento activo del niño”
(Dewey 1899, pag 30). El niño lleva también consigo intereses y actividades de su
hogar y del entorno en que vive y al maestro le incumbe la tarea de utilizar “esta
materia prima” orientando las actividades hacia “resultados positivos” (Mayhew y
Edwards, 1966, pag. 41).
Como consecuencia de ello, los maestros tienen que apelar a motivaciones del
niño que no guardan relación con el tema estudiado, por ejemplo, el temor del niño
al castigo y a la humillación, con el fin de conseguir una apariencia de aprendizaje.
7.1-Resultados
7.2-Discusión
8.1-Escuela De Dewey
“La escuela” que declaró John Dewey en el año 1896, es la única forma de vida
social que es directamente experimental. Llegó a Chicago con una idea bastante
buena de la especie de “laboratorio escolar” que quería empezar.
En el año 1894 le dijo a su esposa Alice Chipman: “Hay una imagen de una
escuela que crece en mi mente todo el tiempo, una escuela donde alguna
actividad constructiva real y literal será el centro y la fuente de todo el asunto, y de
la cual el trabajo debe estar siempre creciendo en dos direcciones, los cambios
sociales de ese sector constructivo y el contacto con la naturaleza a los que
abastece con sus materiales.” (Dewey, 1894).
John Dewey propuso una escuela que mantenga “el trabajo teórico en contacto
con las demandas de la práctica” como el componente más esencial de un
departamento de pedagogía, “el nervio de todo el sistema”. En enero de 1896la
Escuela Laboratorio de la Universidad de Chicago abrió sus puertas, pronto se
conoció como la “Escuela Dewey”, las hipótesis que se desarrollaron eran las de la
psicología funcional de Dewey y la ética democrática.
Los niños más pequeños en la escuela, que fueron 4 y 5 años de edad, participan
en actividades que les es familiar de sus hogares y barrios: cocina, costura y
carpintería.
A los 6 años construyen granjas con bloques, donde hay plantado de trigo y
algodón, se procesa y se transporta su cosecha al mercado.
El trabajo de los grupos de los niños de mayor edad es menos estricto, centrado
en períodos históricos particulares (aunque la historia sigue siendo una parte
importante de sus estudios) y se centra más en los experimentos científicos de
anatomía, electromagnetismo, economía política, y la fotografía.
La comunidad precursora de Dewey duró muy poco y resulta irónico que su fin se
debiera a la lucha por el control de la Escuela experimental por parte de los que
trabajaban en ella.
Dewey y sus maestros no eran los dueños del “taller”; éste pertenecía a la
Universidad de Chicago. En 1904, el Presidente Harper se puso a favor de los
maestros y administrativos de una escuela fundada por el Coronel Francis Parker
(que se había fusionado con la Escuela de Dewey en 1903), resentidos por haber
sido incorporados a la “Escuela del Sr. y la Sra. Dewey” y que temían que Alice
Dewey decidiese prescindir de sus servicios.
Aunque no volvió a tener nunca una escuela propia, Dewey continuó siendo un
crítico activo de la educación norteamericana durante el resto de su vida
profesional. También se aventuró en el extranjero para apoyar los esfuerzos
reformistas en el Japón, Turquía, México, la Unión Soviética y China, país donde
quizás tuvo una mayor influencia. Llegó a China en 1919, en vísperas de la
aparición del Movimiento del “Cuatro de Mayo” y fue cálidamente acogido por
muchos intelectuales chinos que, como dijo un historiador “asocian estrechamente
el pensamiento de Dewey a la noción misma de modernidad” (Keenan, 1977, pág.
4).
Nadie les había adoctrinado para llegar a las conclusiones acerca de los defectos
de la sociedad capitalista, sino que las habían alcanzado mediante “un estudio
inteligente de las fuerzas y condiciones históricas y actuales” (Dewey, 1935, pág.
415).
Las críticas de Dewey contra otros reformadores solían recibirse con cortesía,
pero apenas si convencieron. Pocos lo siguieron en el camino para “salir de la
confusión educativa” que proponía. Para la mayoría de educadores, constituía una
amenaza demasiado grande contra los métodos y las asignaturas tradicionales. Al
mismo tiempo, sus consecuencias sociales eran demasiado radicales para los
abanderados de la eficiencia científica, y no lo suficientemente radicales para
algunos partidarios de la reconstrucción social. Aunque abogaba en favor de un
programa de estudios revolucionario basado en los impulsos e intereses de los
niños, respetaba demasiado la tradición y las asignaturas como para satisfacer a
los románticos. Así, como dijo el historiador Herbert Kliebard “a pesar de su
estatura intelectual, su fama internacional y los múltiples honores que se le
rindieron, Dewey no tuvo suficientes discípulos para hacer sentir su impacto en el
mundo de la práctica educativa” (Kliebard, 1986, pág. 179).
De haber continuado Dewey creyendo que el maestro era “el anunciador del
verdadero reino de Dios” quizás se hubiera sentido más triste de lo que sentía al
ver que sus argumentos pedagógicos caían en saco roto. Después de la Primera
Guerra Mundial, las escuelas dejaron de ser el punto central de su actividad. Con
una visión menos ingenua de la función de la escuela en la reconstrucción social,
Dewey ya no situaba el aula en el centro de su idea reformadora. Lo que antes
había sido el medio fundamental de la democratización de la vida norteamericana,
se convirtió en uno de los medios decisivos, pero de importancia secundaria en
comparación con otras instituciones más abiertamente políticas. Dewey reconocía
ahora más claramente que la escuela, al estar inextricablemente vinculada con las
estructuras de poder vigentes, constituye uno de los principales instrumentos de
reproducción de la sociedad de clases del capitalismo industrial, y que por
consiguiente era muy difícil transformarlas en un agente de reforma democrática.
Aunque sus consecuencias reales en las escuelas de los Estados Unidos fueron
bastante limitadas y los críticos conservadores se equivocaron al asimilarlo a los
progresistas, a los que el propio Dewey había atacado, se convirtió en un cómodo
chivo expiatorio para los “fundamentalistas”, preocupados por la disminución del
nivel intelectual en las escuelas y por la amenaza que esto suponía para una
nación que se encontraba en guerra fría contra el comunismo.
Como escribieron dos historiadores de esa época, después del lanzamiento del
satélite espacial ruso Sputnik “el creciente murmullo contra el sistema educativo se
convirtió en un estruendo ensordecedor.
Digamos para concluir que, aunque tal vez haya en cada distrito escolar
norteamericano por lo menos un maestro de la enseñanza pública que ha leído a
Dewey y que trata de enseñar siguiendo sus principios, sus críticos han exagerado
su influencia.
Su legado reside menos en una práctica que en una visión crítica. La mayoría de
las escuelas están lejos de ser esos “lugares supremamente interesantes” y esas
“peligrosas avanzadillas de una civilización humanista” que él
Hubiera querido que fuesen (Dewey, 1922, pág. 334). Sin embargo, para los que
quisieran que fueran precisamente eso, la obra de Dewey sigue siendo una gran
fuente inspiradora.
9.-CONCLUSIONES