Malinche Biculturalismo
Malinche Biculturalismo
Malinche Biculturalismo
La identidad bicultural en
Malinche y Las dos orillas**
* Candidato a maestría. Estudió historia y literatura de la época colonial de las américas en North Carolina State Uni-
versity y La Universidad del Salvador. Actualmente vive en Corea del Sur donde estudia la historia moderna de Corea,
su economía e intercambio con las Américas. ORCID: 0000-0002-4239-1519. Correo electrónico: gtg297@gmail.com
** Este artículo surge de investigaciones del biculturalismo y bilingüismo en la época colonial de las Américas mientras
estudiaba la enseñanza del español como lengua extranjera en la Universidad Nacional de Colombia en 2013. Artículo
de investigación recibido el 22-01-2016 y aceptado 10-07-2017.
DOI: http://dx.doi.org/10.18046/recs.i23.2124
Resumen
Abstract
Resumo
Este artículo analiza cómo los autores de ficción moderna han empleado los personajes
históricos de doña Marina y Jerónimo Aguilar como personajes ficticios para reinterpre-
tar la historia tradicional formal. Estos autores siguen la tradición cronista de emplear
narrativas parciales y subjetivas para reclamar la reputación de los personajes históricos.
En las dos novelas analizadas, la identidad bilingüe es fundamental en la reivindicación
de la reputación de los personajes que llegan a ser humanos simpáticos, a pesar de sus
contribuciones al éxito de la conquista.
PALABRAS CLAVE:
Biculturalismo | Conquista | Poscolonialismo
This article analyzes how the authors to the modern fiction have used the historical
characters of Dona Marina and Jerónimo Aguilar as fictional characters to reinterpret
traditional formal history. These authors follow the chronicler tradition of using partial
and subjective narratives to claim the reputation of historical characters. In the two
novels analyzed, bilingual identity is fundamental in claiming the reputation of the
characters who become sympathetic humans, despite their contributions to the success
of the conquest.
KEYWORDS:
Biculturalism | Conquista | Postcolonialism
Este artigo analisa como os autores da ficção moderna usaram os personagens históricos
de Dona Marina e Jerónimo Aguilar como personagens de ficção para reinterpretar a
história formal tradicional. Esses autores seguem a tradição cronista de usar narrativas
parciais e subjetivas para reivindicar a reputação dos personagens históricos. Nas duas
novelas analisados, a identidade bilingue é fundamental na reivindicação da reputação
dos personagens que chegam a ser humanos e simpáticos apesar de suas contribuições
para o sucesso da conquista.
PALAVRAS CHAVES:
Bi culturalismo | Conquista | Pós-colonialismo
Introducción
Ser bilingüe influye en la identidad de una persona más allá de su capacidad lingüís-
tica. Además de que se obtiene otro recurso lingüístico, su uso cambia la perspectiva
cultural y pone en conflicto la identidad cultural de las personas. Michael Ignatieff
explica: «individuals who are not just bilingual but also bicultural may have dis-
tinct frameworks, associated with each of their cultures and languages, that evoke
different worldviews and personalities» (1994: 72). Los personajes de las novelas
Malinche (Laura Esquivel, publicada en 2006) y Las dos orillas (Carlos Fuentes, pu-
blicado en 1993) incorporan identidades y aspiraciones asociadas con las culturas
indígena y española, lo cual les permite alejarse moralmente de la matanza y robo
que fue la Conquista.
Doña Marina y Jéronimo Aguilar –las figuras históricas– nunca escribieron sus
propios recuerdos o sus propias crónicas. Las novelas de Laura Esquivel y de Carlos
Fuentes abren paso a un pasado imaginado, pero bien investigado y también citado,
simulando a los historiadores modernos. El conocimiento moderno ha llegado a la
noción de que la Conquista fue un robo, una matanza, una invasión y un crimen.
Mientras los conquistadores escribían crónicas para salvarse políticamente, los
autores de estas dos novelas intentan justificar a los personajes históricos por su
complicidad en lo que entendemos claramente como crímenes de lesa humanidad.
Antes de todo, los autores los humanizan a los personajes usando técnicas litera-
rias derivadas de los tiempos de los cronistas, narrando desde la primer perspectiva
o entrando a la psiquis del personaje. En ambos casos, construyen a los personajes
históricos como seres biculturales que, en el caso de Aguilar, traiciona a los españoles
para defender su cultura adoptiva; o, en el caso de Doña Marina, solo quiere cambiar
los aspectos abusivos de su cultura propia por lo que entiende como una forma de
liberación de una cultura adoptiva.
Es por su capacidad como lenguas de la Conquista que los dos personajes llegan
a tener un rol clave en la destrucción del imperio azteca, algo de lo que ambos per-
sonajes de las novelas se alejan moralmente. Es su capacidad lingüística y, aún más
importante, su experiencia como seres biculturales, lo que les permite estos actos
de disonancia cognitiva que los humanizan.
No podemos saber qué pensaban o sentían estos seres humanos históricos mien-
tras transcurrieron los eventos centrales de sus vidas y la Conquista. La historiografía
de los cronistas, que son las únicas fuentes principales de información que tenemos
sobre sus vidas, está llena de parcialidad cultural y personal. Incluso los registros
escritos posteriores tampoco son confiables en absoluto. Cada historiador interpreta
24 Gordon Thomas Gatlin
Historiografía no confiable
Rolena Adorno explica claramente que «las crónicas de las Indias [...] no solían
orientarse por los eventos históricos en sí» (2009: 68). Cada persona puede interpre-
tar, recordar y relatar un evento de una manera diferente u opuesta a las versiones
de otros, incluso cuando cada uno intenta ser neutral e imparcial. En el caso de las
crónicas, ser neutral e imparcial, no fue parte del propósito. Cada cronista tenía
una agenda personal o política. Hernán Cortés escribía para justificarse ante la
monarquía y su corte. Y según Alberto Rivas (1999), el cronista y soldado de Cortés,
Bernal Díaz de Castillo escribía para proteger su reputación histórica conforme a su
«renacentista deseo de fama» (33).
Otros cronistas, que también vivieron los eventos de la Conquista, no escribían
sus relatos «en un espacio incontaminado (ilusorio) de memoria prístina o de es-
peculaciones abstractas», como argumenta Adorno (2009), los narraron mientras
sonaba «la cacofonía producida por apasionados debates y discursos» sobre la
legalidad y moralidad de la Conquista (70). No estaban fuera de esos debates, sino
en medio de ellos. El propósito de los cronistas era más político que histórico, por
lo tanto, más persuasivo que informativo.
Es difícil persuadir o crear un legado que dure siglos, solo con datos secos. Los
lectores contemporáneos tampoco esperaban una historia imparcial de los cronis-
tas, como explica Adorno: «el peso de la obligación a la fidelidad, al consenso o la
verdad, era bastante ligero» (2009: 74). Según Ilse Logie, los expertos modernos en
«materia de crónicas de Indias hacen notar [...] que estas, en general, deben más a
la imaginación que la descripción real de los hechos» (2005: 36). Entonces, no sor-
prende que entre los cronistas hay muchos datos biográficos, fechas y ubicaciones
contradictorias; así, Jerónimo de Aguilar es un «personaje histórico ampliamente
documentado, si bien de manera contradictoria» (Logie, 2005: 35). De todas ma-
neras, las crónicas son las únicas fuentes escritas dentro o cerca de la época de la
Conquista, y su valor histórico y cultural no desaparece al entender que eran fuentes
parciales. De hecho, es su falta de credibilidad y la falta de otros recursos para los
estudios históricos, lo que llama la atención.
253). Abundan crónicas tituladas con palabras llamativas como «verdadera», «clara»,
«hechos» y «historia» que, hoy en día, son reconocidas como «edificantes, exube-
rantes o entretenidas» (Adorno, 2009: 74). Es notable que los cronistas se citaron
entre sí mismos, aumentando la credibilidad del autor anterior solo por citarlo
(Rivas, 1999: 32).Los historiadores de la modernidad, por supuesto, elaboran otras
perspectivas de las crónicas que las de historiadores contemporáneos.
Hoy se reconoce a los cronistas de las Indias como fuentes imperfectas que tal
vez ofrecen más a nivel literario que histórico: «quizá en ninguna otra época de li-
teratura española haya estado tan cerca la historia y la literatura» (Rivas, 1999: 26)
como demuestra su uso de «técnicas de la literatura de ficción». Mientras, Adorno
argumenta que «es su calidad narrativa más que su supuesta fidelidad a la verdad
histórica, la que nos seduce» (2009: 68). Esta interpretación moderna de las cróni-
cas abre una polémica que ella llama «los juegos de espejos en el laberíntico mundo
histórico-literario» (77).
La dificultad de ubicarse en este laberinto atrae interpretaciones nuevas que se
pretenden como fuentes históricas, ficción, una mezcla de las dos e incluso ejemplos
falsificados. El estudio de Persephone Braham (2006) sobre El feliz cautiverio de Gon-
zalo Guerrero empieza a mostrar un camino dentro del laberinto: es una crónica «frau-
de que data de los años 1950 o 1960» escrita desde la perspectiva de su protagonista.
Existe un acuerdo sobre la falsificación del manuscrito, aunque la mera existencia de
Guerrero como persona histórica, es disputada. De todos modos Braham, conforme
a lo que escribe Adorno, cuando habla de crónicas auténticas aunque no confiables,
argumenta que «la precaria autenticidad de este documento, sin embargo, no reduce
a priori su atracción» (2). Entonces, crónicas no confiables y hasta crónicas falsificadas
siguen teniendo valor tanto para estudios históricos como literarios y sociológicos.
Braham cree que «La existencia de El Relato de Gonzalo Guerrero...responde a un
apetito generalizado de cerrar la distancia entre la caótica modernidad y un momento
pretérito, reverenciado como seminal en la historia y la identidad mexicana» (4). Por
lo tanto, su valor no surge de su credibilidad ni de su autenticidad, sino de necesidades
modernas de crear y entender la identidad humana por la historia.
Interpretaciones modernas surgen de esta necesidad humana, sean escritas como
historia o ficción. Desde la perspectiva post-estructuralista, como relata Rolando
Romero, «history is ultimately a text which differs from fiction only because of the a
priori expectation of veracity placed upon the text by both the reader and the writer»
(1992: 347). Esta teoría se complica cuando hablamos de la ficción histórica porque
las expectativas, tanto para autores como lectores, cambian hasta estar borrosas.
Hay diferencia entre verdad y mentira, pero los dos se encuentran en la historia y
la ficción.
28 Gordon Thomas Gatlin
Las obras de ficción [...] cuando se han inclinado a la reconstrucción de hechos his-
tóricos reales, con un nivel de dominio metódico y temático propio del historiador
profesional, han agregado de forma total el sustrato de la imaginación que muchas
veces avanza más que la investigación rigurosa del científico social. […] El hecho sufre
la subyugación de las creencias. Y lo ficticio contenido en un mito puede influir pode-
rosamente en la realidad de conjeturas históricas (Barjua, 2009: 254).
No implica que solo la ficción se abre paso dentro del laberinto propuesto por
Adorno. Barjua nota que los autores de ficción que obran con la revaluación de la
historia, emplean técnicas de investigación de historiadores profesionales. La clave
es reconocer cómo la historia y la ficción se influyen entre sí, cómo se completan y
hasta cómo se desarrollan en conjunto. Mientras los cronistas emplearon métodos
aprendidos de la ficción, son los autores de ficción de hoy quienes utilizan las técnicas
de investigación de la historia.
Cronistas modernos
Los autores entran y hablan desde las psiquis de doña Marina y de Jerónimo de
Aguilar, para salvarlos de su existencia de muertos callados, y de ser cómplices
activos de la Conquista brutal, como son vistos en la historiografía y en la visión
popular moderna. De lejos los dos son nada más que intérpretes, instrumentos, he-
rramientas del conquistador Hernán Cortés para derrotar a Moctezuma, al estado
y la nación Azteca. Herramientas del poder invasor y ajeno, que usó sus ventajas
tecnológicas y psicológicas para tomar posesión de una tierra y explotar su gente y
sus recursos. Tradicionalmente la historia no ha investigado el rol y motivación de
Jerónimo de Aguilar ni los de doña Marina. Como náufrago español rescatado por
Cortés, su participación en la Conquista parece obvia; como cualquier otro, ayudó
en la destrucción de culturas ajenas por ganancias propias. El rol de doña Marina,
como indígena, sí ha recibido mucha atención, aunque muy frecuentemente las
interpretaciones son negativas. Ella es la Chingada, la violada, la traidora y la puta.
En la historiografía tradicional doña Marina, es víctima o villana (Olsson, 2007: 5).
En sus novelas Laura Esquivel y Carlos Fuentes recrean a doña Marina y a Jerónimo
de Aguilar como personajes complejos y simpáticos. La simpatía se desarrolla alrede-
dor de sus identidades duales como seres biculturales. Ellos vacilan entre dos estados
30 Gordon Thomas Gatlin
que doña Marina era bilingüe, que hablaba náhuatl, el idioma del imperio azteca,
y maya, el idioma que sabía Aguilar. Históricamente, Cortés le ofreció la libertad a
cambio de su ayuda en la empresa de la Conquista (Herrén, 1992: 27). En Malinche,
Esquivel lo simplifica a «solo el triunfo de los españoles le garantizaba su libertad»
(73). Su estatus como esclava y sus esperanzas de salir de la servidumbre y tener una
vida digna, sirven para justificar sus actos en servicio de Cortés. Esquivel salva la
reputación de Malinalli recreándola como un ser humano que busca una vida mejor,
lo que es posible solo por llegar a ser un ser bicultural en tiempos difíciles.
La llegada de los españoles también le ofrece oportunidades al protagonista de
Las dos orillas. Jerónimo de Aguilar narra que Cortés «nos prometía a los soldados
recompensas al terminar la guerra» (Fuentes, 2005: 16). Pero más allá de la libertad,
Aguilar busca sabotear la Conquista para proteger la cultura indígena. Como hemos
visto, hoy se entiende la Conquista como un acto agresivo e inmoral, entonces,
Fuentes intenta salvar la reputación de Aguilar, recreándolo como un traidor a su
vieja cultura española y no como un esclavo rescatado.
Lo importante es que estaban asimilándose a culturas ajenas mientras vivían
como esclavos. Aprender un idioma y volverse parte de una cultura ajena causa
cambios drásticos en el estado mental de cualquier persona de cualquier época.
Estas circunstancias traumáticas de esclavitud, entre dos culturas separadas por
un océano que chocan, causarían efectos a la psiquis; más allá de lo que es normal
contemporáneamente, como aprender por gusto, por trabajo, o por tener refugio.
Malinche y Las dos orillas, ofrecen perspectivas sobre este trauma que afectaba a
la identidad de los actores históricos. Michael Ignatieff, propone: «By mastering
the dominant language by force or will, individuals give testimony to their loyalty
to the nation and their motivation to integrate into a community that is based on
a particular linguistic identity» (1994: 77). En las novelas, aunque los personajes
demuestran lealtad a sus nuevas culturas, no pueden olvidar ni rechazar las viejas;
mientras estas estén en guerra y ellos formen parte clave del conflicto.
Aguilar y doña Marina encuentran en Cortés una oportunidad; pero no una rela-
ción de dependencia total. Esquivel afirma que «Cortés sabía que no le bastarían los
caballos, artillería y los arcabuces para lograr el dominio de aquellas tierras» y que,
«sin palabras, sin lengua, sin discurso no habría empresa y sin empresa, no habría
Conquista» (42). Y Fuentes, por la boca de Aguilar, argumenta, por otro lado, que
fueron «palabras que podían darle más fuerza a Moctezuma que todos los caballos y
arcabuces de los españoles» (77). Los dos intérpretes reconocen este poder que tienen
y lo gozan. Después de ser esclavos controlados por sus amos, se convierten en seres
de máxima importancia, lo que les causa uno de los sentimientos más humanos: el
orgullo. En Las dos orillas Jerónimo habla de «mi poder para decidir la paz o la guerra a
32 Gordon Thomas Gatlin
la posesión de las palabras» (Fuentes, 2007:40). Esquivel explica que Malinalli «nunca
antes había experimentado la sensación que generaba estar al mando [...] descubrió
que al traducir, ella dominaba la situación, y no solo eso, sino que la palabra podía
ser una arma» (72). Jerónimo también reconoce a la lengua como arma cuando habla
de doña Marina: «Su arma fue la misma que la mía: la lengua» (Fuentes, 2007: 31).
Ese poder surge solamente de sus capacidades lingüísticas, de sus identidades
duales, las cuales complican la capacidad de manejar ese mismo poder para sus
propósitos. Aunque a Malinche le encanta ser necesitada y valorada por Cortés,
no quiere la destrucción completa de su cultura indígena (Esquivel: 72). «Malinalli
podía impedir que esto sucediera...pero ella sería asesinada junto a ellos, y no quería
morir como esclava» (74). Esquivel usa la migración de las mariposas como símbolo
del cambio interno de Malinalli a un ser bicultural, dice que la migración «hace que
uno cambie, que se renueve, que sea más fuerte» (106). Ella intenta asimilarse a
los españoles con el propósito de encontrar una vida mejor; sin embargo, no es una
española, sino un ser bicultural, que no puede ni quiere olvidar o borrar su pasado.
Como traidor a la cultura española, Aguilar intenta usar su poder como agente-do-
ble interpretando el revés de lo que proclama Cortés y se presenta como totalmente
aliado a los indígenas: «Todos mis actos, ya lo habéis adivinado y yo os lo puedo
decir desde mi sudario intangible, iban dirigidos a esta meta: el triunfo de los indios
contra los españoles» (Fuentes: 28). Incluso está orgulloso de su poder: «Con qué
alegría recuerdo [...] cuando Cortés dependía totalmente de mí» (39). Sin embargo,
su relación con Cortés vacila entre el respeto y el odio, la cual puede representar su
relación con su vieja cultura que está destruyendo la nueva. El Aguilar de Fuentes
describe el alma de Cortés con una lista de opuestos: una «mezcla deslumbrante
de razón y quimera, de voluntad y flaquezas, de escepticismo y de candor fabuloso,
de fortuna y mal hado, de gallardía y burlas, de virtud y maldad» (19). El Aguilar
de Fuentes es humano y su identidad dual, expresada en su lenguaje, complica sus
intentos de presentarse como aliado de los indígenas y enemigo de los españoles.
Ilse Logie propone que a pesar de todo lo que proclama, Aguilar no es fiel a su nueva
cultura sino que «las memorias de Jerónimo constituyen un ajuste de cuentas por las
humillaciones que le fueron infligidas tanto por Cortés como por su rival profesional,
La Malinche» (2005: 39).
El poder de los personajes resulta transitorio, y al perderlo los sentimientos de
orgullo se convierten en impotencia. Esto, de manera brusca, contrasta dolorosa-
mente con la caída de cada uno. Si en su llegada al poder, la Malinalli de Esquivel
sentía por Cortés algo como amor envuelto en desconfianza, en la caída solo le
quedaba rencor y humillación. Al principio «los ojos de Cortés la desconcertaban:
por un lado la atraían y por el otro le daban desconfianza» (Esquivel, 2006: 60). Ella
Gobernanza, ciudadanía e identidad 33
vacila entre verlo como un «animal salvaje» y «la encarnación del venerado dios».
Su relación con Cortés, mientras tiene poder, se complica por su doble identidad,
que la empuja a respetarlo y quererlo, a la vez que la empuja a verlo como agresor
intolerable. Después de ser violada por Cortés, Malinalli «nunca antes se había
sentido tan humillada» (127). Cuando ella decide entregarse entera a él, a finales
de la novela de Esquivel, él la rechaza «como una loca y estúpida mujer que efecti-
vamente sólo le servía como un objeto, como un instrumento de conquista» (159).
Aguilar, en Las dos orillas, también experimenta sentimientos de amor y rechazo,
vinculado a su relación con el poder de ser lengua. Al encontrarse con la Malinche, por
primera vez, «la simple vista provoca el placer y la excitación»; Aguilar se enamora
no solo de su belleza, sino de la idea de que «juntos podríamos cambiar el curso de
las cosas» (Fuentes: 40). Ella lo rechaza, y todo el orgullo y poder se desintegran
dejando a un hombre humillado sexual y profesionalmente. «Privado de la hembra
deseada, la sustituí por el poder de la lengua. Mas ya habéis visto, hasta eso me lo
quitó La Malinche» (44). A cada paso Malinche y Cortés lo sobrepasan, y él acaba
odiándose, «por mi inferioridad en las artes del disimulo, la treta y la pausa, en
la que excedían mis rivales, Cortés y La Malinche» (27). Malinche le quita todo el
poder y la posibilidad de arruinar la campaña de Cortés, «la hembra diabólica lo
estaba traduciendo todo [...] la coima del conquistador, me había arrebatado mi
singularidad profesional, mi insustituible función» (34). Aguilar termina impotente
y fracasado: «mi sexo añoso e incierto bajo el taparrabos, mis viejos zapatos y mi
lengua perdida» (44). La interpretación de Logie no cambia el hecho de que Aguilar
se presenta como un fracasado que merece simpatía, tanto por su fracaso personal
como por su fracaso histórico en sabotear la Conquista.
Después de tener poder extremo, perderlo y ser rechazados como objetos, cada
uno de los personajes puede separarse de las matanzas y destrucciones de la Con-
quista. Aguilar pregunta: «¿O fueron mis palabras, acaso, un mero trueque y no fui
yo sino el intermediario (el traductor) y el resorte de una fatalidad que transformó
el engaño en verdad?» (Fuentes 18). Aceptar su impotencia le resulta casi cómodo,
como si ya no fuera culpable. Aunque explica sus razones por las cuales escribe,
«las posibilidades incumplidas, las alternativas de la libertad, me quitan sueño», y
lo suma a una simple frase, «la culpable fue una mujer» (19). El Aguilar de Fuentes,
humillado y fracasado, pone toda la culpa de la Conquista violenta y destructiva en
los hombros de la Malinche.
Durante los episodios más violentos de Malinche, la protagonista se aleja del poder
en momentos justos para justificar su rol en la brutal conquista: «No acababa Malinalli
de traducir estas últimas palabras cuando el disparo de un arcabuz dio la señal para
que comenzara la carnicería» (Esquivel: 98). Su identidad dual le permite traducir
34 Gordon Thomas Gatlin
Conclusiones
los llevó a tener un papel histórico, pero, seguramente, fue su humanidad lo que los
condujo a esa pregunta, en cualquiera de los idiomas. No existen citas que aseguren
que fue así la forma en la que las figuras históricas se plantearon las preguntas; pero
no cabe duda de que así lo pensaron, de un modo u otro.
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