Lectura Rima XVII Becquer
Lectura Rima XVII Becquer
Lectura Rima XVII Becquer
Abstract: The objective of this work consists on meditating about the process of internalization
of the lyric self in Bécquer´s Rhyme VIII. This article underlines that the poet immersed in the
silence of the Universe, is not only able to overcome the wall of language, but penetrates the
world of the ineffable and to sense the mute glow of the creative energy. The lyric self then
becomes the instrument that interacts between the human and the divine to show with
essentiality and brevity the harmony that gives meaning to the Universe.
Key words: internalization, silence, harmony, language, intuition.
1. I N T R O D U C C I Ó N
C
uando el Romanticismo español agoniza y triunfa la nueva
estética realista, surge la voz poética de Gustavo Adolfo
Bécquer (Sevilla, 1836 -Madrid, 1870), una de las figuras
más originales e innovadoras de la literatura española. De temperamento
hipersensibl e, la infancia de Gustavo Adolfo Domínguez Bastida —
Bécquer era el apellido de sus antepasados — estuvo marcada por la
muerte de sus progenitores (el padre fue el pintor José Domínguez
Insausti) y por el amparo de su madrina, doña Manuela Monehay, en
cuya biblioteca leyó a los románticos españoles (Espronceda), franceses
(Chateaubriand, Víctor Hugo) e ingleses (Lord Byron). Su obra literaria,
que representa la cima de la subjetividad en los poemas que integran las
Rimas y la exploración del misterio en la pr osa de las Leyendas, fue
breve como también su vida, ensombrecida siempre por la enfermedad,
por la pobreza (comienza escribiendo obras dramáticas de escaso éxito,
que apenas le dan para vivir) y por el desengaño amoroso. La entrada en
la redacción de El Contemporáneo le dio prestigio profesional y fue la
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puerta de acceso a publicaciones más sólidas como El Museo Universal o
La Ilustración de Madrid . Gracias a su amistad con el político
conservador Luis González Bravo trabaja como censor de novelas entre
1864 y 1868, lo que alivia un poco su maltrecha economía. Antes, en
1861 se había casado con Casta Esteban, que le dio tres hijos, pero con
la que no fue feliz. Con la salud quebrada, muere en diciembre de 1870,
tres meses después del fallecimiento de su h ermano y compañero de
infortunio, el pintor Valeriano Domínguez Bécquer. Producto de sus
colaboraciones en prensa destacan Cartas desde mi celda , Cartas
literarias a una mujer y las Leyendas, relatos ambientados en su mayoría
en la Edad Media. A su muerte, sus amigos 1 recogieron y ordenaron su
producción poética bajo el título de Rimas, nombre que el propio autor
daba a sus poemas. Bécquer encontraría en la Rima la forma idónea para
expresar lo inefable, ese ―sentimiento de fusión entre el alma y lo
absoluto‖ [ B U N D G Å R D 2005: 9] que nos lleva a relacionar algunos de sus
versos con la poesía mística de San Juan de la Cruz. La gran aportación
del vate sevillano no consiste únicamente en transmitirnos poéticamente
su subjetividad, algo que habían conseguido otro s antes 2, sino en haberlo
hecho a través de una poesía íntima, musical, muy alejada del artificio
del primer Romanticismo. La fusión de la poesía de tono popular andaluz
con la influencia germánica de Heine, Schiller, Goethe o Rückert
constituye otro de sus logros [ B U N D G Å R D 2005: 9] . Su sinceridad emotiva
y su simplicidad expresiva marcaron un antes y un después en la poesía
española 3. Cuando examinamos de cerca sus versos, las desdichas que
minaron su existencia c obran vida, como si s u obra poética se moviera en
1
RUBIO JIMÉNEZ [2013: 17] en su edición de las Rimas recuerda que Bécquer era conocido e incluso apreciado en los
círculos artísticos madrileños, donde tenía amigos que ―iban a tener un protagonismo decisivo en la difusión de las
obras del poeta‖.
2
GONZÁLEZ GANDIAGA [2003: 302] subraya que ―la relevancia de la producción poética de Bécquer en el sistema
poético español moderno guarda una relación tan vinculante con éste como la obra de Garcilaso respecto a la poesía
renacentista‖.
3
Bécquer pasó desapercibido en su época, pero su influencia en los escritores de finales del siglo XIX y principios del
XX fue enorme. Uno de sus más grandes admiradores fue Azorín, que, según la cita de MARTÍNEZ CACHERO [1999:
401] en el apartado que dedica a su obra literaria, traza una semblanza en la que destaca su singularidad: ―este poeta
[…] que escribe breves poemas, poesías que parecen hechas de nada y ha ahondado más en el sentimiento que los
robustos fabricadores de odas y ha contribuido más que ellos a afinar su sensibilidad‖.
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medio de una perspectiva dual de tristeza y de felicidad aparente, de
―pesimismo doloroso y de fe trascendente ‖ .
We have seen that Bécquer was a mystic who believed that love holds
the universe together. In spite of the suffering caused by “las
miserias humanas ”, his experience of other levels of consciousness
gave him a pantheistic conception of reality and helped him believe in
life after death.
[BAKER 2000: 32]
4
AGUIAR E SILVA [1979: 457] aconseja el enfoque defendido por Spitzer en sus últimos años, que ceñía el objeto de
estudio de la estilística a ―la organización verbal de la lengua literaria‖. Aguiar plantea la necesidad de sustituir ―el
concepto psicologista de estilo por un concepto funcional como el que propone el Prof. Herculano de Carvalho que se
revela tan valioso desde un punto de vista estrictamente lingüístico como desde un punto de vista literario‖.
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poética becqueriana enfatiza la importancia de la noche, presentándola
como la sombra que ilumina el sendero por el que ha de transitar quien
va en busca del aqu ietamiento interior y del misterio de lo Absoluto.
Bécquer se muestra alejado de toda ortodoxia religiosa en un poema que
no lo revela como creyente, sino que, más bien ―afirma de una manera
genérica su espiritualidad, su sentimiento religioso. Y lo hace basándose
no en la Revelación, sino en su propio corazón: en sus ansias ‖ [ P AR A Í S O
1988: 66] .
R IMA V II I
BÉCQUER [ 2 0 1 3 : 9 5 -9 6 ]
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2. LA P A LA B R A P O É TI C A
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armonía divina del cosmos. El viejo símbolo de la noche mística es para
nuestro lírico un desafío: el poeta semeja un navegante que mira al cielo
para encontrar su rumbo y no perderse. Sin embargo, cierta crítica define
ese gesto como un impulso religioso que le lleva a ―contemplar el cielo y
pensar que hay un ser omnipotente de existencia eterna ‖ [ D E L PINO 1986:
95] . La certeza de lo sobrenatural haría entonces confluir cielo y tierra,
si no fuera porque de la tierra desea separarse el lírico, qu e emplea un
verbo que no deja lugar a dudas: arrancarme. La rudeza de la vibrante
múltiple envuelve el sentido último de la palabra. Vivir implica dolor y
eso lo sabe bien quien confía en ser rescatado del ―mísero suelo ‖ por la
misericordia divina. En el p oema se presentan los cuatro elementos:
tierra (suelo), agua (el mar), aire (flotar), fuego (pupilas encendidas ).
La contemplación de un universo en movimiento, en silencio y de noche
contribuye a lograr la paz del alma, lo definitivo. Colores, casi no hay.
Todo gira en torno al azul del horizonte, al blanco dorado de la niebla y
al negro de la noche, que iluminada por la luz de las estrellas es símbolo
y vehículo para la comunicación íntima con lo Absoluto. La intensidad
del vuelo, su concepción totalizadora, es clave para alcanzar una realidad
más profunda que la vivida. El ansiado vuelo, o mejor aún, ese salto pa ra
evaporarse entre los elementos de la naturaleza, permite al poeta
emprender la ruta hacia su minuciosa actividad interior. Tiene razón
López Castro al afirmar que de las tres rimas ―más relacionadas con el
vuelo ascensional del vuelo místico, la VIII, la LXII y la LXXV, tal vez
sea la primera la que mejor expresa el deseo de unirse a lo absoluto a
través de la luz y del aire ‖ [ LÓ P E Z C AS T R O 2003: 970] .
La admirable construcción estrófica otorga autoridad a la palabra del
poeta sevillano. La sonoridad de cada término viene determinada por el
equilibrio de la construcción fónica. La armonía suave de las bilabiales
(niebla, beso), de las nasales ( miro, inquieto, átomos ) y de las vibrantes
simples (mísero) se opone al ímpetu de la vibrante múltiple ( estrellas,
brillan, arrancarme, ardiente, mar ) que se erige en fascinante
protagonista. El paralelismo y el ligero hipérbaton dominan el poema en
una suerte de orden cósmico. La composición transmite una sensación de
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calma transparente porque el camino hacia la int erioridad exige quietud
y templanza; dominio en suma, si lo que se pretende es moderar ―esas
ansias‖ que consumen al hombre, consciente ya de poseer el don de
percibir algo que no perciben los demás: ―la certeza de que es poeta
porque se acerca a lo divin o con serenidad y salvación del desánimo ‖
[ E N TR A M B AS A G U A S 1974: 66] . Nuestro lírico, inmerso en el mar de la
duda, siente la emoción de lo espiritual mientras contempla extasiado las
―ardientes/ pupilas de fuego ‖. Solo a través del silencio de la noche
vislumbrará el Yo lírico la ruta que conduce hacia lo Absoluto. La
contemplación de la inmensidad del universo le hace penetrar en su
interior y preguntarse por el misterio de la existencia. La soledad de una
noche sin memoria lleva a Bécquer en peregrinación hasta la fuente del
supremo conocimiento:
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le permite desprenderse de las ataduras mundanas fundiéndose con lo
indefinible. El sello de identidad de la poética becqueriana gira en torno
a la carga de sentimiento íntimo y sincero que transmiten sus versos. La
Rima V II I no es una excepción. La frustración del Yo brota sin ambages
del alma del líri co, como muy bien vemos en la contundente elección del
verbo ―arrancarme‖. El desconsuelo de Bécquer, como también el de
Rosalía de Castro, se tiñe de infinita melancolía, una desazón que solo
alivia la visión de la naturaleza como espejo de lo invisible. La amargura
existencial de su poesía no era agresiva, pero sí enérgica y convincente;
su sincero y seco lamento nunca pasó desapercibido para la ortodoxia
católica 5. La estética interiorista del escritor sevillano busca la
compenetración del hombre con la naturaleza a través del lenguaje
poético, una relación armónica que refleja la angustia de su malvivir
tanto como las ansias que le inspiran la concepción unitaria de todo lo
creado. El sigilo interior se hace necesario para escuchar ―aquí dentro ‖
ese ―algo divino‖ que hace referencia más a inquietudes líricas que
propiamente religiosas: ―Lo divino a lo que alude Bécquer es la poesía ‖,
pensaba E N TR A M B A S A G U A S [1974: 67] , que no veía en el poema indicios de
fe religiosa. Sí que habría espiritualidad, pero cen trada en la
introspección y en la búsqueda de un lirismo íntimo que incide, sobre
todo, en la esencia de las cosas. La búsqueda del misterio que conduce a
la intuición poética ―enfrenta al hombre con su propio ser ‖, en una suerte
de encuentro que favorece el ―autoconocimiento y la autocomprensión ‖
[ G A L V Á N M O R E N O 2004: 84] .
3. LE N GU AJ E Y RI T M O
El poema posee una cadencia interna que cobra vida propia, porque el
ritmo ―provoca una dirección, suscita un anhelar ‖, recordaba Octavio Paz
[ U S AN D I Z A G A 2003: 655] . Si en efecto el ritmo se traduce en una dirección
y en un sentido, nos interesa comprobar cuáles son los trayectos que nos
5
PALENQUE subraya que, si bien el poeta fue criticado e incluso acusado de heterodoxia en diarios católicos [2009:
182], también fue defendido por amigos fieles, que al pasar de puntillas por parcelas comprometidas de su vida,
silenciaron aquellos aspectos que podían contradecir una imagen ―deliberadamente idealizada‖ [2009: 175].
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hace recorrer [ U S A N D I Z A G A 2003: 657] . El poeta no es un simple
espectador, sino que configura su propia visión del mundo, de tal ma nera
que ―al posarse formadoramente sobre la materia de su concepción vital
del mundo, la va afinando, elevando, purificando, iluminando, labrando
y elaborando‖ [ A L O N S O 1986: 92] . Nuestra intención en el estudio de la
construcción poética de esta rima dest aca su poder inspirador, así como
la eficacia estética de las palabras, que encierran en sí mismas la
profundidad creadora del lenguaje becqueriano. Un ritmo dinámico,
sujeto a una introspección subjetiva, que va más allá de la propia
existencia, para deci rnos en ―términos claros y sencillos lo imperecedero
(por la propia consciencia de paso sobre la tierra) de la experiencia
humana‖ [ GO N Z Á L E Z - A L O N S O 1989: 31] . En esta rima donde la liberación
tan solo se presiente, la esperanza es un consuelo y significa m ás que el
dolor. El poeta la registra organizando aquellos elementos más sensibles
de crear una estructura, como las imágenes o el paralelismo de las dos
primeras estrofas, que desde el punto de vista semántico no son iguales.
En la primera, la mirada del poeta parte del horizonte hacia la ―gasa de
polvo‖ en la que ansía flotar para olvidarse (y alejarse) de la sombría
claridad del día. En la segunda, el objetivo resulta la radiante oscuridad
del firmamento, que se muestra iluminado por la luz y el fuego de las
estrellas. La oposición día/noche se percibe entonces alterada, pues es en
el ―mísero suelo ‖ donde habitan la oscuridad y el olvido, mientras que la
noche, con su pacífico misterio se erige en símbolo de un mundo lúcido,
radiante e invisible a los sen tidos. La conciencia poética para Bécquer ,
como subraya en la II de las Cartas literarias a una mujer, no es otra
cosa que ―esa aspiración melancólica y vaga que agita tu espíritu con el
deseo de una perfección imposible ‖ [ B É C Q U E R 1995: 359] . Las ideas
surgen de pronto, pero el poeta prefiere guardarlas hasta el momento en
que, imbuido de un ―poder sobrenatural ‖, su espíritu las evoca y ellas
―tienden sus alas transparentes que bullen con un zumbido extraño, y
cruzan otra vez a mis ojos como en una visión luminosa y magnífica ‖
[ B É C Q U E R 1995: 353] . El lírico anhela encontrar en la perfección única del
universo la huella de lo que ha sentido, porque a todo el mundo se le
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permite sentir, pero ―solo a algunos seres les es dado el guardar, como
un tesoro, la memoria viva de lo que han sentido. Yo creo que estos son
los poetas. Es más, creo que únicamente por esto lo son ‖ [ B É C Q U E R 1995:
354] . La humilde y poco conocida Rima V II I alberga el instante mágico
en el que Bécquer reconoce en el impulso crea dor la sustancia a la que
los poetas dan forma. No hay descripción alguna que sugiera el momento
preciso del encuentro con la idea. Esa aventura de altitud ―subir en el
vuelo‖ encarna una oposición a la densidad del incómodo ―mísero
suelo‖. Entre vuelo y suelo es importante ver la diferencia que provoca
el cambio fonético entre la bilabial sonora y la alveolar sorda. Si
identificamos suelo con ―tierra‖ en el sentido de reclusión y encierro, el
vuelo implica la intuición de una experiencia ontológica libera dora. El
lenguaje en primera persona nos regala un enunciado vivificador: ―ni aún
sé lo que creo‖, que culmina en la sentencia final: ―algo/divino aquí
dentro‖, lo que sugiere ya una certeza. El atrevido salto hacia la suprema
altura del conocimiento consi gue que nuestro autor se aparte de la
mezquindad del ―mísero suelo ‖. Sin embargo, todo ascenso supone un
descenso. El poeta ha logrado acceder a una forma superior de
conocimiento y ahora desciende para poner en práctica la sabiduría
adquirida. Para LÓPEZ ESTRADA [1972: 82] , el punto de inicio en el
proceso creador de Bécquer reside : ―en la percepción del motivo poético
que conmueve al que sabe percibirlo, e inicia el fenómeno, aparencial en
sí, que puede incluso ser ilusorio, pero medio de observación de l a
realidad en sí ‖. En el símbolo tradicional de la noche oscura, iluminada
por la perfección de los astros, halla nuestro poeta la perfecta soledad
creadora.
La estructura de la Rima VIII divide el poema en dos partes. Las dos
primeras estrofas formarían la primera sección y la última actuaría a
modo de conclusión. Las dos primeras son métricamente iguales. La
tercera difiere, pues ocupa cinco versos en lugar de los nueve de las
otras dos. La distribución alterna versos decasílabos y hexasílabos, salvo
los dos últimos, que en las tres estrofas son hexasílabos. La armoniosa
combinación de versos de 10 y de 6 sílabas hace pensar en una
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actualización de la canción petrarquista o estancia [ P A R A Í S O 1988: 74] 6 si
bien en la estancia tradicional la rima era consonante y los versos de 11
y de 7 sílabas. El diseño rítmico de la Rima VIII subraya el esfuerzo del
poeta por alcanzar la forma más concisa y memorable que le permita dar
cohesión interna a s u intuición 7. El tema estructural de la rima se
desarrolla en las dos primeras estrofas con la misma intensidad, si bien
en la primera, el impulso de la vibrante múltiple sugiere no solo el deseo
de apartarse del ―mísero suelo ‖ sino el esfuerzo que conllev a. El poeta es
consciente de que la idea que persigue se encuentra en un universo que
puede no ser el refugio salvador que espera. La nitidez rítmica entre la
luz y el sonido es estrecha en las primeras estrofas, pero también oscila
por momentos. Luz y son ido en la estrofa primera producen desconcierto
en ciertos vocablos: la levedad del sintagma la gasa de polvo frente a la
dureza de verbo arrancar. En la segunda, el sonido atrapa ávido la luz:
brillan, ardientes, lumbre, fundirme. La tercera estrofa resum e las otras
dos; por un lado, percibimos una luz sombría, como reflejo del mar de la
incertidumbre y, por otro, sobresale el destello de ese ―algo divino‖ que
el poeta descubre en su interior. La contundencia de los sonidos fuertes
no desequilibra la sensa ción de ligereza que transmite el poema, pues el
poeta ha volado tan alto que sus ―facultades se elevan a una potencia
incalculable, espoleadas por el prurito de la creación poética ‖ [ A L O N S O
1986: 29] . El sonido alcanza voz propia en una composición donde el
ritmo acompaña el vuelo del lírico. La mezcla de sonidos fuertes con
otros más suaves (nasales, laterales o vibrantes simples) proporciona
tanto agilidad como profundidad. El poeta ha atrapado a su presa en su
recorrido desde la tierra hasta el cielo. El vertiginoso movimiento d e la
ascensión se cierra con la confirmación de que nuestro autor es capaz de
intuir la magia de lo inefable. No hay fisuras en su intento de hallar
6
PARAÍSO [1988: 75] incide en que el romance, con su estructura tradicional ha influido también en la composición
métrica del poema. Bécquer agrupa su materia sintáctica y semántica de dos en dos versos, con la denominada pareja
de versos. ―La rima en (e/o) es asonante y afecta solo a los versos pares dejando sueltos los impares‖.
7
ALONSO [1986: 32] entiende por intuición el sentido que el poeta pone en la realidad representada, de tal forma que
―sentimiento e intuición son como la cara y la cruz de una moneda y ambas constituyen la almendra poética de toda
b
poesía‖. LÓPEZ CASTRO [2003 :192] subraya el carácter musical de las Rimas, que juzga una sinfonía inacabada,
donde el ritmo ―remite tanto a la organización del texto como al impulso que lo mueve desde dentro, que le permite
constituirse como tensión idealizante‖.
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respuesta en el Orden cósmico. La melódica alternancia de versos largos
y cortos y el ritmo dactílico otorg a solemnidad al hallazgo. Porque son
quizás los románticos los que mejor entendieron la atracción recíproca
entre música y literatura. Para ellos, dice GARRIDO [2013: 326] , ―el
músico es el arquetipo más perfecto del creador ‖. La melodía del verso
se revelaría entonces elocuente, sugeridora, portadora de misterio y
expresividad, revelando un significado que va más allá del contenido
léxico y explícito de las palabras.
4. LA RE VE LAC I Ó N D E LO I NE F AB LE
El autor se sirve del lenguaje para descubrir su mundo interior en una
serie de versos que brotan del alma ―como una chispa eléctrica ‖
[ G A R R I D O 2013: 321] . Bécquer se acerca a la noche para encontrar la
fórmula que le ayude a dar visibilidad a lo inefable, porque ―el papel de
la palabra poética consiste en establecer un puente con lo invisible,
acercarnos a lo que se escapa al sentido externo y, por supuesto, sugerir
(más que decir) ‖ [ G A R R I D O 2013: 321] . El anhelo expresado por el poeta
trata de alcanzar lo que nos falta, de superar las carencias. Es por ello
que la mirada se dirige hacia dentro ―Cierra un poco los ojos y mira
conmigo en lo interior… entonces lo verás todo, escribe Brentano;
también él coge el camino de dentro para salir al universo, como
Novalis‖ [ B A L L E S TE R O 1990: 89] . En la oscuridad, el autor es consciente
de sus necesidades expresivas, pero también, en ese momento, el silencio
le habla, porque ―el sonido se alumbra a sí mismo en la noche, su
corporeidad no es distinta de su autoiluminació n, hundido en la masa
oscura lo sonoro llega hasta el oído y lo penetra ‖ [ B A L L E S T E R O 1990: 84] .
La intuición de lo sensible se manifiesta cuando la mente del poeta se
abstrae hasta hacer desaparecer todo lo superfluo y es entonces cuando
―se creería que la s estrellas entran en el alma ‖, reflexionaba Simone
Weil [BEA 2015:122] . Bécquer halla en el silencio la necesaria
clarividencia estética. No olvidemos que el silencio conforma ―un tipo
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de habla‖ 8, y si como poeta elige la ruta nocturna, es porque tal parece
ser su destino: ―el camino de dentro hacia la nada -todo, hacia la
oscuridad luciente, hacia la ciega intuición intelectual ‖ [ B A L L E S TE R O
1990: 19] . El plano métrico-fónico de esta rima se apoya e n el ritmo
inspirado por los encabalgamientos, presentes en las tres estrofas, pero
muy significativamente en la primera, como si la ausencia de pausa
indicara el ansia de un ascenso en busca de la excepcionalidad. Son
importantes también las redundancias sonoras que giran alrededor de
todos los infinitivos, perderse, flotar, temblar, subir, anegarme,
fundirme y de dos de los presentes: brillan y creo. El encuentro con lo
intuitivo se manifiesta en la posibilidad de transmitir lo imaginado. El
poema alcanza una musicalidad solemne en la que ―cuaja la forma de las
formas: la música‖ [ B A L LE S T E R O 1990: 81] . Ya no queda sino despejar la
inquietud de estas ansias con un vocablo de vaguedad: ―algo/ divino aquí
dentro‖. Y es entonces, cuando el vuelo poético se per cata de la
presencia del breve estallido de la intuición, que envuelta en melodías
radiantes, ―nos conduce por unos instantes a un mundo distinto, a un
modo de existir diferente, donde no podemos ser sino ser huéspedes ‖
[ Z A G A J E WS K I 2019: 139] .
5. C ONC LU S IÓ N
8
GARRIDO DOMÍNGUEZ [2013: 325] recoge esa reflexión de Alois M. Haas, para quien el silencio conforma, según
testimonia la mística de diferentes épocas, un tipo de habla, y ―según RAMÓN ANDRÉS [2010: 13, 17], el silencio se
sitúa en la intuición de un más allá del lenguaje‖.
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entrecruzan y se manifiestan ―en una visión luminosa y magnífica ‖
[ B É C Q U E R 1995: 353] . La poesía es exploración de las posibilidades del
lenguaje a través de una serie de relaciones profundas que enfrentan al
hombre con su propio ser y con su propio entorno. El poeta ha de saber
escuchar los sonidos que produce la Naturaleza, algo que en B écquer
acentúa su radical singularidad, pues el lírico sevillano ―era un músico
de la Naturaleza, como lo habían sido otros como Mozart, Beethoven,
Weber o Schubert‖ [ M I GU E L - P U E Y O 2012: 93] . Los versos becquerianos
son entonces una melodía que representa ―una metafísica del lenguaje
que recrea el mundo de los sentidos ‖, asegura ETREROS [1989: 150] en sus
orientaciones para el estudio de las Rimas. Los elementos reales, los
paisajes ―no son vistos, sino que aparecen como vistos al través de un
tul‖, [ GI L 1969: 124] como la gasa de polvo de la Rima VIII, pues ―la
manera de ver importa más que lo visto ‖ [ GI L 1969: 124] . La recreación
de estos elementos comunica una sensación de ingravidez que se ajusta
al desarrollo invisible y silencioso de la idea. Bécquer inicia su vuelo
interior y sabe concentrarse lo bastante para vislumbrar la magia de lo
inefable. El poeta experi menta una emoción interior al presentir ese algo
divino que raras veces es perceptible, pero que cuando se descubre
muestra la armonía de un orden superior. El esfuerzo del vuelo se
compensa con el alivio de percibir la luz maravillosa de lo Absoluto,
como si todas las estrellas con las que desea fundirse respondieran al
unísono a sus preguntas. Bécquer busca amparo en la intimidad y
reflexiona estéticamente en un poema donde el sueño abre las puertas a
un vuelo incierto; el poeta duda, pero culmina el proceso de
interiorización ―que caracteriza la ex presividad del sujeto escindido ‖
[ G A R C Í A M O N TE R O 2001: 122] . En fin, nos hemos acercado a un poema que
rescata de las antiguas tendencias de la lírica española el momento feliz
de la noche mística. La tensión ge nera un momento de espera mientras el
poeta se aventura en busca de las evocaciones y asociaciones retenidas
en la memoria, ayudándose para ello de un lenguaje evocador y
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simbólico, que ―no solo sugiere su mundo íntimo, sino además junto con
éste, un conjunto de significados que ya expresa la experiencia común ‖ 9.
Quizás porque sabe que la poesía es producto de la inteligencia, el autor
sevillano nunca adopta un tono de obstinada seguridad. Muy
acertadamente, se concede el beneficio de la duda, una presencia
constante en su repertorio metafórico hasta el punto de erigirse en
emblema de su discurso poético [ R E Y E S CANO 2004: 12] . El escritor es
consciente de la dificultad de alcanzar ese aquietamiento interior que
permite ejecutar el propio sentir, de ahí la zozobra por conseguir esa
sensación indefinible que ordena el acto poético. Dado que la poesía
tiene valor y existencia por sí misma; su poder, quizá resida en la
tensión que acompaña al Yo poético, que ha de buscar atento los sutiles
meandros del proceso creador. Como la poesía resulta el género de la
―sinceridad última e irreversible ‖ [ B E N E D E T T I 2000: 426] , nuestro poeta se
refugia en la vitalidad del silencio tras haber accedido al orden cósmico
y experimentar la certidumbre de un ―significado divino que nos supera y
nos envuelve‖ [ S TE I N E R 2013: 59] . Bécquer sabía de las limitaciones del
lenguaje para transmitir lo inefable, porque ―lo inefable está más allá de
las fronteras de la palabra ‖ [ S TE I N E R 2013: 29] ). Sin embargo, fue capaz
de elevarse lo suficiente, ahondar en los secretos del universo y dar voz
a su misterio. El verso becqueriano exhibe en la reiteración del
paralelismo y de la anáfora la tensión serena del movimiento dinámico
hacia lo Absoluto. El poeta se maravilla de la luz del horizonte, que se
vuelve más luminosa conforme penetra en la oscuridad de la noche. El
poema nos entrega la intuición de una experiencia ontológica pues
Bécquer sabe unir a la perfección tanto el lenguaje de la luz como la
retórica de la sonoridad, que se hace más elocu ente según avanza el
silencio. El espíritu becqueriano logra desprenderse del suelo, se hace
ligero, vuela. La fuerza de esa sensación lo fortalece y despierta en él
9
PAGNINI [1992: 65]. La visión de la naturaleza en Bécquer posee un carácter evocador y hasta simbólico. Coleridge,
a quien recurre Pagnini, creía que el símbolo se hallaba en todo escritor de forma inconsciente. El poeta inglés
opinaba que: ―In looking at objects of Nature while I am thinking, as at yonder moon dim-glimmering through the
dewy window-pane, I seem rather to be seeking, as it were asking for, a symbolical language for something within
me that already and forever exits, than observing anything new‖, en Anima poetae, [COLERIDGE 1895: 136].
161
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una idea de infinitud. La capacidad de pasar en un solo movimiento de la
trivialidad ruidosa del ―mísero suelo ‖ a la región silenciosa de las ideas
se hace patente tanto por la forma como por el contenido en los versos de
la Rima V II I . Nuestro autor buscaba en su inte rior, de ahí que su poesía
sea ―una indagación subjetiva ‖ [GARCÍA MONTERO 2001: 80] . Su
sensibilidad distaba del mundo literario en que se había formado y sus
Rimas, entre ellas la que nos ocupa, resaltan la tensió n de la palabra y el
silencio, ―la fusión armónica de la naturaleza, el ir y venir, el hoy como
ayer, de un poeta c ondenado a buscar su escritura‖ [ G A R C Í A M O N TE R O
2001: 126] .
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