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Para hacer las lecturas un poco más fáciles les he resaltado

ciertas partes de suma importancia:

Herejías Destructoras: Declarar y Decretar.


12 noviembre, 2018pensamientopentecostalarminiano

Por: Pastor Fernando Ernesto Alvarado.

INTRODUCCIÓN:

Al leer 2 Pedro 2:1-3 pareciera como si el apóstol contemplara la triste realidad de la iglesia evangélica del
siglo XXI: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros,
que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató,
atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los
cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras
fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme.”

Es muy probable que hayas escuchado a varias personas que profesan ser cristianas decir “Yo declaro”, una
expresión muy común en algunos círculos pentecostales y carismáticos, principalmente en el denominado
Movimiento Palabra de Fe. Joel Osteen, un telepredicador y escritor estadounidense, reconocido por ser el
pastor general de la Iglesia Lakewood y uno de los principales promotores modernos de esta herejía,
afirma en la introducción de su libro “Yo Declaro”, que nuestras palabras tienen poder creativo, y que
cuando declaramos algo, ya sea bueno o malo, damos vida a lo que estamos diciendo. Él dice que las
personas no se dan cuenta de que cuando hablan de ellas mismas están profetizando su futuro. Pero
Osteen no es el único que enseña esta herejía. En Estados Unidos y América Latina es común escuchar a
líderes religiosos, regularmente asociados al llamado “evangelio de la prosperidad”, afirmar que nuestra
mente y nuestras palabras tienen el poder de crear cosas materiales y hacer que los sucesos ocurran.

Si observamos con detenimiento canales y cadenas “cristianas” de TV como Enlace, si leemos libros de los
escritores de moda en el ambiente cristiano, o incluso quizá hasta dentro de nuestros templos, o en
nuestras mismas denominaciones, descubriremos que el declarar o decretar es la moda del momento en el
mundo evangélico. “Yo te ordeno”, “Declaro que”, “Yo anulo”, “Someto debajo de mis pies”, “Oye bien
diablo, a ti te digo”, son algunas de las frases a la que muchos cristianos recurren a la hora de “pelear” una
batalla espiritual, pues la moda del declarar y decretar ha sido llevada incluso al área de la guerra
espiritual, por lo que no es raro oír a muchos creyentes dirigiéndose con autoridad propia a Satanás y sus
secuaces; en ocasiones, hasta decorando el lenguaje ”bélico” con palabras y tono despectivos. Todo ello en
oposición a las instrucciones mismas de la Palabra de Dios (Judas 1:8-16).

Es cierto que las Escrituras advierten al creyente de cuidar lo que dice. Que en nuestra lengua está el poder
de la muerte y de la vida; que daremos cuentas por las palabras que decimos; que nuestras palabras deben
ser con gracia y que todo lo que digamos debe, en última instancia, glorificar a Dios. Pero nada de esto
sugiere que los hombres tenemos poder para crear cosas por solo decirlas, ni muchos menos se nos manda
a decretar. Decretar es algo que pertenece al Creador. En el relato bíblico no vemos a los creyentes
decretando y las Escrituras nunca nos manda hacerlo. Además, la práctica de decretar y declarar no
produce ningún beneficio concreto. Las palabras de los hombres no han producido ni producirán nada en
el sentido de cambiar o crear las cosas. Y tampoco será el medio por el que nuestras oraciones serán
contestadas. Dios responde al clamor de los suyos cuando estos se humillan, y piden apelando a su
misericordia.
EL NACIMIENTO DE UNA HEREJÍA.

El Movimiento Palabra de Fe es, en su origen mismo, más pagano que cristiano. Las ideas y enseñanzas d
dicho movimiento tienen su origen en una corriente filosófica denominada “Nuevo Pensamiento” (“New
Thought”). El Nuevo Pensamiento comenzó en el siglo XIX, y ganó mucha popularidad en los Estados
Unidos en las primeras décadas de 1900. También se le conocía como “Mente Sanadora” o
“Armonialismo”. Aunque el movimiento nace en el siglo XIX, sus orígenes se encuentran en las ideas del
inventor sueco Emanuel Swedenborg, que en su búsqueda del alma humana dijo que Dios se le reveló y lo
declaró “Revelador de Dios”. Swedenborg decía hablar con el apóstol Pablo, Martín Lutero, y en ocasiones
con Moisés. Negó las verdades del cristianismo y enseñaba que el mundo físico era una extensión de la
mente, y que por lo tanto la mente podía formar y dictar cosas materiales. Estas ideas fueron desarrolladas
en Estados Unidos por Phineas Quimby, quien se conoce como el padre del Nuevo Pensamiento. Quimby
decía que lo que alguien cree es realidad, incluyendo las enfermedades. Los proponentes de este
movimiento tomaron ideas de diferentes religiones, principalmente de la Nueva Era, y las combinaron con
el cristianismo.

Estas ideas fueron popularizadas por el gurú Ralph Waldo Trine, quien publicó un libro en 1897 que vendió
millones de copias. Trine decía que lo que uno afirmaba con la mente y con palabras ocurría; que las
razones de las enfermedades en las personas eran porque hablaban o pensaban en ellas. Pero las
enseñanzas no llegaron a las iglesias de mano de Trine, quien negaba la Biblia y la deidad de Cristo, sino a
través del pastor E. W. Kenyon. Kenyon fue compañero de estudio de Trine en la escuela de oratoria
Emerson College en Massachusetts. El predicador Kenyon es conocido por su idea del “pensamiento
positivo”. Él enseñó que las confesiones positivas eran la clave para una vida próspera. También se le
conoce como el padre del evangelio de la prosperidad. Kenyon influenció a personas como Oral Roberts,
fundador de la universidad que lleva su nombre.

En resumen, la idea del “yo declaro” no es más que la representación de las ideas paganas originalmente
conocidas como “Nuevo Pensamiento”, que luego popularizaron algunos pastores con el término
“pensamiento positivo y próspero”.

TEXTOS FUERA DE CONTEXTO.

El Movimiento Palabra de Fe, que incluye la enseñanza herética de decretar o declarar, es falsa. Toda la
Biblia nos grita que solo Dios es soberano. Nosotros no somos todopoderosos. Él escucha las oraciones que
son conforme a su voluntad. Él no está sujeto a lo que nosotros digamos o declaremos. No importa cuánto
declares o confieses positivamente cosas, Dios hará Su voluntad, no la tuya. ¡Y eso es bueno porque Él es
bueno! Declarar cosas para que se cumplan no tiene fundamento en la Biblia; sin embargo, los promotores
de dicha enseñanza se basan en los siguientes versículos sacados de contexto para defender su postura:

• “Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros
también creemos, por lo cual también hablamos” (2 Corintios 4:13). Una mirada al verso en su
contexto nos muestra que Pablo no habla de declarar cosas para que pasen, sino de predicar el
evangelio, aunque tengamos dificultades (2 Corintios 4:11-15).
• “Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre; Se saciará del producto de sus labios. La muerte
y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos.” (Proverbios 18:20-21). Sin
embargo, en dichos versículos se habla de tener cuidado con lo que uno habla a fin de ahorrarnos
problemas innecesarios e incluso la muerte. La Nueva Traducción Viviente dice así: “Las palabras sabias
satisfacen igual que una buena comida; las palabras acertadas traen satisfacción. La lengua puede traer
vida o muerte; los que hablan mucho cosecharán las consecuencias”. Ciertamente, acá no se habla de
declarar nada, sino más bien de controlar la lengua.
• “Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada
os será imposible.” (Mateo 17:20). En el contexto los discípulos de Jesús trataron de expulsar a un
demonio de una persona y fracasaron por su poca fe y confianza en que Dios estaba con ellos. Aquí
Jesús habla de una fe que confía en Dios en medio de una tarea que Él nos ha encomendado y que está
de acuerdo con Su voluntad. Lo que Jesús les dice no significa que todo lo que digamos se realizará. Él
nos enseña que Dios responde a nuestras oraciones cuando permanecemos en Cristo y Sus Palabras
permanecen en nosotros, esto es, cuando oramos conforme a Su voluntad revelada (Juan 15:7).
• “Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su
descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham,
el cual es padre de todos nosotros (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes
delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si
fuesen.” (Romanos 4:16-17). Aquí Pablo habla sobre la promesa que Dios le dio a Abraham. Lo que Dios
dice, se hace. Cuando Él llama a las cosas que no son como si fuesen, Él hace que sean. Muchas
personas toman este verso y lo tuercen para decir que debemos declarar cosas, llamando las cosas que
no son como si fuesen, pero como podemos ver en el mismo versículo, está interpretación es errada.
Solo Dios es Dios. Nosotros no lo somos.

La alternativa bíblica a la práctica de decretar y declarar es la oración de fe, sumisa, perseverante y


ferviente. La oración que levanta con humildad su petición al Señor, que confía en Su soberanía, que
descansa en su buena voluntad y que concluye con acción de gracias. Por ejemplo, cuando los creyentes de
la iglesia primitiva fueron intimidados por las autoridades del templo para no predicar, ellos oraron
unánimes a Dios y le pidieron por valor: “Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que
con todo denuedo hablen tu palabra.” (Hechos 4:29). El apóstol Pablo exhortaba a los creyentes de Filipos
a no afanarse por nada: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios
en toda oración y ruego, con acción de gracias.” (Filipenses 4:6).

Asimismo, nuestro Señor nos dejó una gran modelo a este respecto y una enseñanza clara acerca de la
oración. Cuando agonizaba en Getsemaní antes de su arresto, oró diciendo: “Padre, si quieres, pasa de mí
esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lucas 22:42). Y cuando enseñó a orar, les dejó la
oración del Padre Nuestro, que se enfoca en la gloria de Dios y luego contiene las peticiones por la
provisión diaria, el perdón de los pecados y el ser guardados de la tentación. Por lo tanto, el modelo y el
mandato bíblico es una oración que se apoya en los méritos de Cristo, que pide a Dios, que depende de la
gracia divina, confía en la buena voluntad de Dios y le da gracias. Porque entendemos que Su voluntad es
buena agradable y perfecta. No tenemos que estar decretando ni declarando, ni mucho menos sentirnos
mal si luego de orar las cosas no salen como pedimos. Debemos descansar que nuestras vidas están en las
manos de un Dios poderoso, sabio, bueno y soberano. Que está obrando sus propósitos eternos en
nuestras vidas. La biblia contradice expresamente la idea de declarar o decretar cosas. Declarar cosas
simplemente no sirve para nada. Y esto por varias razones:

6. Declarar es pretender darle órdenes a Dios. Es despreciarlo. Es un acto de orgullo. Eso es herejía.
7. No necesito ‘declarar’ cosas porque los planes de Dios son mejores que los míos. Tener fe en el único y
verdadero Dios no se evidencia en declarar cosas para que se cumplan, sino en vivir conforme a Su
verdad cada día más, confiando en Él.
8. En la Biblia yo no veo a personas declarar cosas para que pasen o las adquieran. Y es que los hombres
de Dios saben que no importa lo que declaren, Dios tiene todo bajo control.
9. El cristianismo no nos promete una vida fácil o de riqueza material aquí en la tierra (Romanos 8:16-17).
Lo que sí nos promete el cristianismo es vida eterna. Nos promete socorro, nos promete conocer a
Dios. Así que tenemos que entender que, aunque estemos en una situación difícil, Dios no se ha
olvidado de nosotros y no hay motivos para pretender darle órdenes a Él en vez de pedirle con
humildad lo que queramos pedirle y confiar en que Él es más sabio que nosotros (Santiago 4:6).
10. Es necesario que nos adentremos en Su Palabra y comprendamos que Él es más soberano de lo que
podemos imaginar. Dios quiere que descansemos en la verdad de que Él es bueno y usa todo para el
bien de Sus Hijos a fin de que ellos sean hechos conformes a la imagen de Jesús (Romanos 8:28-29).
11. No necesitamos declarar cosas de forma antibíblica porque Dios en Su gran misericordia declaró en
una cruz que nos ama, y si hemos creído en Jesús y somos hijos de Dios, Él cuida de nosotros y realizará
Su asombrosa voluntad en nuestras vidas por amor a Su nombre.

HEREJÍAS QUE ENGENDRAN HEREJÍAS.

La enseñanza del “yo declaro” o “yo decreto” implica la aceptación tácita de varias herejías, todas ellas
propugnadas por el Movimiento Palabra de Fe. Entre ellas un antropocentrismo disfrazado de Evangelio y
un sincretismo peligroso de panteísmo y enseñanzas de la Nueva Era combinadas con el cristianismo.

1. UN FALSO EVANGELIO ANTROPOCÉNTRICO: El cristianismo bíblico es cristocéntrico. La Biblia enseña


que Cristo es el centro de la Biblia, y que el Antiguo Testamento atestigua de Él (Lucas 24:44). La
Palabra de Dios nos enseña que Jesucristo es Dios encarnado, el Hijo obediente, el postrer Adán, el
verdadero Israel, y el heredero del trono de David (Juan 1:14; Mateo 1:1; 2:15; Romanos 5:12-21; 1
Corintios 15:20-28; Filipenses 2:6-11); y que al mismo tiempo es Dios, el Señor (Juan 8:58; Hechos
2:36). Cristo vino a vivir la vida que nosotros no pudimos vivir, a recibir la muerte que nosotros
merecemos, y resucitó al tercer día declarando victoria sobre la muerte, para que todo aquel que se
arrepienta de sus pecados y ponga su fe en Él como Señor y Salvador sea salvo y tenga vida eterna. El
Cordero de Dios murió como sustituto de todos los que en Él crean. Por su parte, el falso evangelio
predicado por los maestros del “Yo declaro, yo decreto” es estrictamente antropocéntrico, centrado en
el hombre y sus necesidades. Todo es acerca del hombre, y nada acerca de Cristo y lo que Él hizo en la
cruz. El “Yoísmo” es propio de este falso evangelio.
Las palabras del pastor (y autodenominado apóstol) Raúl Vargas, otro promotor de este falso evangelio y
quien es el fundador de la iglesia más grande de Costa Rica y colaborador del canal de TV Enlace, nos
muestran el espíritu de soberbia y antropocentrismo que inunda la teología detrás del declarar y decretar:

“Todos tenemos nuestra fe, pero lo importante es aprender a usarla. La sanidad no es algo que yo le pido
al Señor. La sanidad fue algo que Dios me dio a mí como un derecho legal porque el precio fue pagado.
Entonces, yo no le estoy pidiendo a Dios que me sane, yo tengo que declarar mi sanidad porque Él ya lo
hizo. Por ejemplo, se encuentra el centurión romano. Un centurión romano viene porque su criado está
postrado en cama, paralítico, gravemente atormentado. Dice el Señor, elogiando la fe de este hombre, le
dijo que, en todo Israel, no había hallado tanta fe. (Lucas 7:9) Vea la comparación que está haciendo. Un
pagano que no conocía la escritura, comparado a un pueblo lleno de Palabra, lleno de conocimiento. En
todo Israel no había hallado la fe que pudo hallar en este hombre. Y si usted va a buscar dónde era que
estaba expresada la fe de este hombre, qué aspecto específico maravilló a Jesús, él lo explica: “Porque
también soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Ve, y va; y al
otro: Ven, y viene” (Lucas 7:8). El Señor nos dice “He aquí os doy potestad, ollar serpientes y escorpiones, y
sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.” (Lucas 10:19). Es un ejercicio de autoridad basado en lo
legal que el Señor nos ha atribuido. Yo proclamo, yo decreto, yo hablo, yo confieso, llámele como sea, pero
yo me tomo del derecho legal que tengo. Me encuentro a muchas personas pidiendo a Dios y pidiendo lo
que ya Dios nos dio. El Señor dice “Vayan y sanen los enfermos”. No dice que cuando encuentren un
enfermo lo llaman para que él los sane. No, sánenlo ustedes. Pongan sus manos sobre los enfermos y van a
sanar. Está basado en autoridad. Cuando usted tiene la autoridad usted habla, usted lo ordena. No es un
asunto de pedir, porque toda la gente ha pedido y viene a ver qué fue lo que pidió mal o por qué no ha
visto la mano de Dios. Hay que hablar, hay que expresarlo, hay que atar, desatar. Usted tiene la autoridad
para atar y desatar. (Mateo 16:19) También está la ley del acuerdo. Si dos se ponen de acuerdo y dice
“todo aquí en la tierra”. (Mateo 18:19) Se ata en la tierra, desata en la tierra. Se pone de acuerdo en la
tierra. Y se ejecuta en el cielo.” (Tomado de: https://www.enlace.org/es-biblico-decretar/).
El lenguaje usado puede parecernos bíblico y aparentemente sano doctrinalmente, pero si leemos con
detenimiento, todo se enfoca en el “Yo”. Lo crucial aquí no es dar gloria a Dios, sino hacerle creer al
creyente que quien tiene el poder es él. Que no debe suplicar, sino exigir. Preguntémonos: ¿En qué
momento le da la gloria a Dios? ¿Acaso este falso evangelio no convierte a Dios en un simple “proveedor
de beneficios”? ¿En qué momento la soberanía de Dios es reconocida y la gloria atribuida a su Nombre?
¿No es más bien un ejercicio de empoderamiento humano? Necesitamos recordar las palabras del Salmo
115:1, “No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria.”

2. PANTEÍSMO Y NUEVA ERA CON ROPAJE Y TERMINOLOGÍA CRISTIANA: El evangelio corrupto del “yo
declaro” ha logrado que ciertas ideas de la Nueva Era, como el panenteísmo y el panteísmo, se infiltren
en carismatismo y el neo-pentecostalimo. El panenteísmo enseña que la creación es una extensión de
lo divino. El término significa “todo en dios”. Esto está ligado a la idea de que todo está cambiando,
incluyendo “dios” y los seres humanos, lo cual es totalmente opuesto a lo que la Biblia enseña.
Lamentablemente, entre los maestros del evangelio de la prosperidad es común encontrar ideas
panenteístas y panteístas (todo es dios). El panteísmo de la Nueva Era busca generar un cambio de
conciencia, en el que todos redescubramos nuestra supuesta divinidad: Todos los seres humanos
somos emanaciones de Dios. Si somos dios, tenemos que saber que somos dios. Debemos volvernos
cósmicamente conscientes, iluminados o sensibles a la conciencia cósmica. Algunos incluso han llegado
a equiparar la doctrina bíblica del nuevo nacimiento con la falsa idea de que llegamos a ser dioses en
miniatura al convertirnos en creyentes y ser constituidos hijos de Dios. Por ejemplo, Paul Crouch, un
periodista religioso estadounidense quien junto a su esposa Jan, fue cofundador de la cadena de
televisión Trinity Broadcasting Network (dueña de Enlace) ha dicho públicamente: “yo soy un pequeño
dios. Críticos, ¡aléjense!”. Kenneth Copeland, un conocido profesor, predicador, cantante, tele-
evangelista, actor y autor y fundador de una organización cristiana llamada Kenneth Copeland
Ministries, quien también es un difusor de la conocida “Teología de la prosperidad” ha dicho: “Usted
no tiene a Dios en usted, usted es uno”. Joel Osteen, el ya citado pastor principal de la Iglesia
Lakewood, emplea un lenguaje un poco más sofisticado y sutil. Él usa el lenguaje de ADN y afirma que
los cristianos tenemos el ADN de Dios, que nuestra sangre es real porque somos hijos del Rey (Yo
Declaro, Joel Osteen pp. 118-120). Y ¡claro!, sí tenemos la sangre de realeza divina, debemos andar,
vestir y hablar como reyes, concluye Osteen (Ibid. pp120). El supuesto hecho de que los humanos
tengan el ADN de Dios es lo que le permite a los falsos maestros igualar la Palabra de Dios a la palabra
humana.
El movimiento del “yo declaro, yo decreto” es un evangelio falso que apela a los sentimientos de los
individuos, llevándolos a pensar que ellos son Dios y que pueden mejorar sus vidas a través de su propia
persona, o cuando menos usando a Dios y obligándolo a hacer lo que nosotros deseamos. La realidad es
que nacemos, crecemos, vivimos por un tiempo en la tierra y morimos. Los seres humanos somos finitos.
Nunca podemos ser dios.

CONCLUSIÓN:

Ni Pablo, ni Pedro, ni ningún otro apóstol, ni ningún otro creyente en el Nuevo Testamento, jamás utilizó
las palabras: yo declaro, yo decreto, yo arrebato, yo reclamo. Ellos estuvieron con Jesús. Otros discípulos
estuvieron cerca de los apóstoles. Si ellos conocían las palabras de Cristo, ¿Por qué no utilizan este
lenguaje de moda en nuestros días? ¿Por qué en la conducta y en las oraciones de los creyentes del Nuevo
Testamento no vemos la utilización de este vocabulario, enseñanza, pensamiento? ¿Sabemos nosotros
algo que ellos desconocían? ¿Tenemos acaso más credenciales y autoridad que los apóstoles? Los
apóstoles siendo apóstoles, habiendo sido elegidos y revestidos de gran poder y autoridad, de quien parte
de sus oraciones y vida están contenidas en el resto del Nuevo Testamento no se atrevieron a usar este
lenguaje de declarar, decretar, arrebatar, establecer y reclamar ¿Por qué nosotros si nos atrevemos?

Muchos otros seguidores de Jesús, quienes presenciaron a Jesús resucitado, y fueron enseñados por Él y
los apóstoles, cuyas oraciones y vida está registrada en el NT, no se atrevieron a usar este lenguaje, ¿Por
qué muchos predicadores famosos hoy sí lo hacen? ¿Por qué en el resto del Nuevo Testamento nunca se
toca el tema? ¿Por qué cuando la gente sufre, las cartas apostólicas no enseñan nada sobre arrebatar el
reino, o sobre declarar sanidad, o sobre declarar éxito o prosperidad? ¿Por qué Pablo no declaró libertad
del aguijón en su carne? ¿Por qué la iglesia no declaró la libertad de Jacobo quien fue asesinado por
Herodes? ¿Por qué Pablo no decretó su libertad del arresto domiciliario? ¿Será porque nosotros sabemos
algo que ellos no sabían? ¿Tenemos algo que ellos no tenían? ¿Podemos presumir de tener más autoridad
que los mismos apóstoles? O la respuesta más sencilla: El Movimiento Palabra de Fe, quiere que
practiquemos algo que Jesús, sus discípulos y demás creyentes en el Nuevo Testamento, jamás
practicaron.

EXTRACTO del Artículo sobre la Imposición de las Manos:


En Hechos 6:6, cuando la iglesia elige a siete hombres para servir como asistentes oficiales de los
apóstoles, “A éstos los presentaron ante los apóstoles, y después de orar, pusieron sus manos
sobre ellos”. Aquí nuevamente, como en Números, encontramos una especie de ceremonia de
comisión. El signo visible de la imposición de manos marca públicamente el inicio formal de un
nuevo ministerio para estos siete, reconociéndolos ante la gente y pidiendo la bendición de Dios en
sus labores. (vea también, Hechos 13:2-3 la comisión de Bernabé y Saulo; y 1 Timoteo 4:14 La
comisión de Timoteo).

“No impongas las manos sobre nadie con ligereza, compartiendo así la responsabilidad por los
pecados de otros; guárdate libre de pecado”, 1 Timoteo 5:22. Ahora el tema no es la propia
comisión de Timoteo, sino su parte en la comisión de otros. El encargo por parte de Pablo viene en
una sección sobre los ancianos, donde habla de honrar a los buenos y disciplinar a los malos (1 Ti.
5:17-25). Cuando líderes como Pablo, Timoteo, y otros en la iglesia formalmente ponen sus manos
sobre alguien para un nuevo llamado particular al ministerio, ponen su sello de aprobación sobre el
candidato y comparten, en cierto sentido, la productividad y fallas por venir.
Cuando los ancianos ponen sus manos sobre un candidato para el ministerio, ambos lo
encomiendan a un rol particular del servicio, y lo recomiendan a aquellos entre quienes servirá.
Sirve como un medio de gracia para el candidato al afirmar el llamado de Dios a través de la iglesia,
proporcionando un momento tangible y físico para recordar cuando el ministerio se torne difícil.
El texto de 1 Timoteo 5:22 no se refiere a tocar las personas para orar por ellas. “Guárdate del
pecado” no se refiere a que los pecados de esa persona podrían pasar a Timoteo a través del toque
físico. La advertencia que da el pasaje es que no se debe comisionar a alguien al ministerio sin un
buen período de observación, para estar seguro de no enviar como líder del rebaño a una persona
con pecados ocultos.
A través de los Evangelios y los Hechos, vemos que Jesús y sus apóstoles tocaban a los enfermos sin
cuidado. Recordemos que el Nuevo Testamento es nuestro patrón para seguir.

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