HEMORROISA

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Hemorroisa (la mujer con flujo de sangre)

25 Y una mujer que padecía de aflujo de sangre desde


hacía doce años,
26 y había sufrido mucho a manos de muchos médicos,
y había gastado todo lo que tenía, y de nada le había
aprovechado, sino que le iba peor,
27 cuando oyó hablar de Jesús, se acercó por detrás entre
la multitud y tocó su amanto.
28 Porque decía: Si tocare tan solo su manto, quedaré
sana.
29 Y al instante la fuente de sangre se secó, y sintió en el
cuerpo que estaba sana de aquel padecimiento.
30 E inmediatamente Jesús, conociendo en sí mismo que
había salido avirtud de él, volviéndose a la multitud,
dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?1
31 Y le dijeron sus discípulos: Ves que la multitud te
aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
32 Y él miraba alrededor para ver a la que había hecho
esto.

1 Con respecto a vestidos, manto o Talid, diferentes teorías refrendan


la vestimenta de El Salvador. Será objeto de otro texto. Lo cierto es
que, con tocar un trocito de su vestidura, la mujer sabía que podía
sanar. Imaginamos que entre el gentío el manto o vestidura de Jesús
sería reconocible.
33 entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo
lo que en ella se había hecho, vino y se postró delante
de él, y le dijo toda la verdad.
34 Y él le dijo: Hija, tu afe te ha sanado; ve en bpaz y
queda sana de tu aflicción.

Algunos estudiosos suelen comentar de este milagro que


es uno de los pocos que parecen de tipo “mágico” entre
los que aparecen en el Evangelio. No hay nada de magia
en las actuaciones de El Salvador. La mujer espera que la
virtud sanadora salga del cuerpo de Jesús por si misma,
y así ocurre. Marcos destaca que inmediatamente se le
secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que se
quedaba sana del mal. Es como si una especie de
corriente eléctrica procedente del manto de Jesús hubiese
obrado ese efecto. En el momento de la curación Jesús no
sabe quien le ha tocado realmente, ni qué es exactamente
lo que está sucediendo; solo siente que una fuerza se
desprende de él. En realidad, hay poca magia en las
curaciones de los evangelios por más que algunos
exégetas se empeñen en demostrarlo. En todo momento,
los evangelistas y otros autores intentan presentar tales
milagros como signos del poder de Dios ejecutado sobre
todo para la salvación espiritual.
Con independencia de la opinión sobre el contenido
mágico del relato, lo cierto es que Jesús en esta escena
no tienen función alguna especialmente activa respecto
a la mujer que lo toca por detrás. Ciertamente, esta mujer
con flujo de sangre estaría en un grado bajo de la escala
y consideración social -por su estado continuo de
impureza- pero según el relato Jesús no lo sabía, al
menos en principio, tampoco sabía si le había tocado una
mujer u otra persona.
El papel activo de la mujer es destacable, pero esta
actividad parece afectar a Jesús -en contra de lo que
dicen los estudiosos- y a su enfermedad. Esquinas a este
respecto escribe que:
El más sexista de los varones judíos o cristianos podía
identificarse con la actitud de esta mujer, porque lo
que se jugaba en el milagro, en cuanto a roles de
género se refiere, no era una actitud de mujer frente a
varones, sino una actitud de mujer frente a la
acción del Dios que salva.2

Esta escena permite describir la relación de la mujer, la


fe salvadora de la mujer. En este sentido podemos ver -y
otros historiadores han podido observarlo de forma
paralela- que lo que quiere Jesús es hacer una exaltación
especial de la mujer como figura excelsa del creyente. Es
así como lo entendemos y no hay -creo- duda en ello. Para
ser sanados solo necesitamos creer y creer que puede
suceder por encima de la ciencia. Si somos dignos, justos
y cumplimos los mandamientos debemos aceptar este
principio que es el de buscar la voluntad de Dios en todas
las cosas para que se cumpla su voluntad, siempre que

2
Jesús de Nazaret y su relación con la mujer. Una aproximación desde el estudio
de género a partir de los evangelios sinópticos, Academia de Hispanismo, Vigo,
2007, pp. 178-179.
no estemos señalados para morir o el Señor nos llame a
su presencia antes de tiempo.
Un poco de historia
Los mantos que usaban los judíos en aquellos tiempos
eran muy especiales. Su hechura tenía un significado
muy profundo. Seguramente Jesús usaba un manto de
oración conocido como talit. Este talit debía tener cuatro
puntas sobresalientes (Deut. 22:12) que representan las
cuatro letras YHWH que son las letras de la palabra Dios.
Cada una de estas cuatro esquinas estaban conformadas
por unos flecos o borlas, o tzitzit, formadas por 7 hilos
que representan el número de la perfección y 1 hilo de
color azul que representa la realeza de Dios; en total
cuatro puntas o flecos con 8 hilos cada una. El largo de
estos flecos no estaba establecido, pero los fariseos lo
usaban muy largo para dar la impresión de que eran muy
clementes (Mateo 23:5).
Lo complejo de los tzitziot (plural) es que cada una de las
cuatro puntas del manto tenían 5 nudos, y entre cada
nudo un grupo de vueltas de hilos. Entre el primer y
segundo nudo había 7 vueltas de hilos, entre el segundo
y tercero 8 vueltas, entre el tercer y cuarto 11 vueltas y
entre el cuarto y quinto nudo 13 vueltas (como se observa
en detalle en la imagen). Los judíos asignaban un número
a cada letra, por lo que cada palabra sumaba un número.
Si sumamos los tres primeros grupos de vueltas de hilos
tenemos: 7 + 8 + 11 = 26, que representa el valor
numérico del nombre “Yahveh”.
El cuarto grupo es de 13 vueltas, que es el valor númerico
de “ejad”, “uno”. En total, son 39 vueltas en el tzitzit. A
través de estas 39 vueltas los judíos estaban escribiendo
el versículo: “Yaveh nuestro Dios uno es” (Deut. 6:4). Pero
si continuamos con los números, la palabra “tzitzit” tiene
un valor númerico de 600, y si adicionamos los ocho hilos
que conforman los tzitziot y los 5 nudos que tiene cada
uno, tenemos: 600 + 8 + 5 = 613, que representan las 613
leyes mosaicas, de las cuales 365 son maldiciones y 248
bendiciones. Dice la Biblia que la mujer tocó el borde del
manto de Jesús (Lucas 8:44).
La palabra en griego para “borde” es “kraspedon” que
significa “fleco”. Es decir, la mujer tocó estos flecos del
manto. La mujer entendía a la perfección lo que
significaba el borde del manto de
Jesús y pensaba que con tocar solamente
este borde o fleco bastaría.
Esto fue un tremendo acto de fe, pues significaba que la
mujer estaba aferrándose al nombre de Dios y estaba
reclamando las bendiciones de Dios. La mujer estaba
consciente que estaba tomando de las promesas de Dios
en sus manos para ser sana.
Pero, es más, el profeta Malaquías profetizó: “nacerá el
Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación” (Mal. 4:2).
Los judíos interpretaban al Sol de justicia con el Mesías,
y sus alas con el borde (tzitzit) de su manto. Cuando la
mujer tocó este borde estaba creyendo que Jesús era el
Mesías que tanto esperaban y que el borde de su manto
podría traer la sanidad que tanto anhelaba.
En nuestra vida ocurre algo similar. Debemos aferrarnos
al nombre de Dios y reclamar sus promesas para saciar
cualquiera de nuestras necesidades. Cuando nos
aferramos a Dios y a sus palabras entonces el poder de
Dios será desatado en nuestras vidas. Solamente debemos
extender nuestras manos a su manto, creer que Jesús es
nuestro Salvador y esperar la sanidad que buscamos.
Porque Dios, no miente.

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