Murillo
Murillo
Murillo
La novela
3 Un ejemplo de ello se puede encontrar en "Los laureles del César", una de las aventuras de
Astérix, héroe galo creado por Uderzo y Goscinny.
La larga herencia de sangre nos deja marcados a todos por el dolor, el mie-
do y el odio. En Colombia, en "mi Colombia querida", como dice Vallejo, "la
muerte se nos convirtió en una enfermedad contagiosa" (97). Enfermedad,
odio, muerte, violencia, delincuencia, simbolizado todo para él en la figura de
la noche: "La noche de alma negra, delincuente, tomaba posesión de mi Me-
dellín, capital de odio, corazón de los vastos reinos de Satanás" (96). Fernan-
do Vallejo vuelve a Medellín buscando lo que se le perdió en la memoria y
solamente consigue fragmentos anacrónicos --como él- o la constatación de
que Medellín es otra completamente diferente, una ciudad circundada de ba-
rrios marginales -las comunas- que la rodean, dice, con un abrazo de judas.
Una ciudad decadente, partida en dos, cariada por el presente:
Sí señor, Medellín son dos en uno: desde arriba nos ven y desde abajo los
vemos, sobre todo en las noches claras cuando brillan más las luces y nos conver-
timos en focos. Yo propongo que se siga llamando Medellín a la ciudad de abajo,
y que se deje su alias para la de arriba: Medalla. Dos nombres puesto que somos
dos, o uno pero con el alma partida. ¿Y qué hace Medellín por Medalla? Nada,
canchas de fútbol en terraplenes elevados, excavados en la montaña, con muy
bonita vista (nosotros), panorámica, para que jueguen fútbol todo el día y se acues-
ten cansados y ya no piensen en matar ni en la cópula. A ver si zumba así un
poquito menos sobre el valle el avispero (99)
joven, un niño limpio, sin recuerdos y sin conciencia que pese y haga fallar el
disparo. Sin futuro los dos, el uno por viejo y el otro por efímero, exento de las
ignominias de la vejez. Puro este sicario también porque no conoce mujer y su
sexo está limpio del crimen de la reproducción", puro porque apenas si sabe
fmnar, con esa "pureza incontaminada de letra impresa": reclama Vallejo: "¡Para
libros los que yo he leído!, y mírenme, véanme" (52). Esta pureza es la que le
permite ocupar el lugar ausente de Dios en medio de la ciudad enferma. El ángel
exterminador viene a acabar con su raza maldita, que desencadena todos los
demonios interiores; una mañana, después de una noche de aguardiente y amor
pasado de boca a boca, el narrador y Alexis amanecen en un charco de vómito.
"Eran los demonios de Medellín -dice Vallejcr-la ciudad maldita, que había-
mos agarrado al andar por sus calles y se nos habían adentrado por los ojos, por
la nariz, por la boca" (32). En estas circunstancias nada más natural, más hermo-
so y más digno que la muerte violenta. Alexis, ahijado de la muerte, está justifi-
cado en la precisión de su disparo, "Lo matamos por chichipato, por bazofia, por
basura, por existir", dice orgulloso el narrador. En cada una de las muertes enu-
meradas -de ahí el que la novela sea un prontuario-e- brilla el profundo brillo
del sicario -un ojo preciso, una mano firme y tres escapularios sagrados- y la
indignidad de los que sobreviven al muñeco de turno: "Del fondo de sus almas
viles --observa el narrador-testigo-e- rebosaba el último gozo. Estaban ellos
incluso más contentos que yo, ellos a quienes no les iba nada en el muerto.
Aunque no tuvieran qué comer hoy sí tenían qué contar" (31). A los brazos
castigadores del ángel cae, pues, Vallejo-narrador, sólo junto a él puede encon-
trar alguna salvación -la del amor- en medio del desbarajuste, del desmadre
y la orfandad que sufre, Eros y Thanatos apuntando al tiempo; en medio de la
abyeccción el más abyecto es rey: El bajo, el vil, el despreciable, el abatido, es la
única boca que puede contar esta historia nuestra.
Pero hay un último paralelismo que hermana en la diferencia a este par de
justicieros. Si el sicario es fundamentalmente puro desde su inocencia, no lo
es así el narrador. Sus recuerdos no solamente le pesan sino que lo marcan, le
hacen un camino, lo llevan más allá de la caracterización. Él es, precisamente,
la memoria y la conciencia que toma cuerpo a través de la escritura. Exiliado
4 En el artículo ya mencionado de "El hombre, ese animal alzado" hay toda una diatriba contra
la reproducción, y la claridad de que reproducción, un crimen, no debe tener nada que ver con el
sexo que "es bueno, conveniente, inocente, inocuo, entretenido, sano. Y bendito para la salud men-
tal" (9).
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LA VOZ Y EL CRIMINAL. UN ANÁLISIS DE LA VIRGEN DE LOS S/CARlOS
La noche y la escritura
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LA VOZ Y EL CRIMINAL. UN ANÁLISIS DE LA VIRGEN DE LOS SICARIOS
literario (1983), adopta en este texto el ideolecto propio de las calles de Me-
dellín, la jerga de las comunas. La virgen de los sicarios es también la presen-
tación en sociedad de este nuevo lenguaje, la universalización del ideolecto, la
recuperación de esta voz popular marginada del mundo cultural tradicional-
mente manejado desde la escritura. De Alexis dice:
Sin saber inglés o francés ni japonés ni nada sólo comprende el idioma univer-
sal del golpe. Esto hace parte de su pureza intocada. Lo demás es palabrería
hueca zumbando en la cabeza. No habla español, habla en argot o jerga. En la
jerga de las comunas o el argot comunero que está formado en esencia de un viejo
fondo de idioma local de Antioquia, que fue el que hablé yo cuando vivo ( ... ),
más una que otra supervivencia del malevo antiguo del barrio de Guayaquil, ya
demolido, que hablaron sus cuchilleros, ya muerto, y en fin, de una serie de voca-
blos y giros nuevos, feos, para designar ciertos conceptos viejos: matar, morir, el
muerto, el revólver, la policía ... Un ejemplo: '¿Entonces qué, parcero, vientos o
maletas?' ¿Qué dijo? Dijo: "Hola hijo de puta'. Es un saludo de rufianes (26).
Bibliograjia
Cut/demos de !tlt:'ratllFa, BOgOlá (Colomb"'). 1 (IJ. /4): 241-249, ellero-jllllio y julio-diciembre de 200/249