Adam Smith y La Ventaja Absoluta

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ADAM SMITH, EL COMERCIO INTERNACIONAL Y LA “VENTAJA

ABSOLUTA”.

José María Contreras Castillo, DICEA-UACh.

Adam Smith (1723-1790), representante de la "escuela clásica" y llamado por algunos el


"padre de la Economía", también criticó severamente los razonamientos “mercantilistas”.
Consideró que los métodos recomendados por ellos, para manipular el comercio exterior,
eran ineficaces y dañinos y combatió la creencia de que el oro y la plata aumentan la
riqueza de un país.
Era partidario del "liberalismo económico", es decir, estaba a favor de la libertad personal,
la propiedad privada, la iniciativa y el control individual de la empresa. Consideraba que
los intereses individuales no necesariamente están en pugna, sino sometidos a una
armonía natural: la competencia, el mercado (la “mano invisible”) era el agente encargado
de reconciliar el interés personal del individuo con la prosperidad de la comunidad.
Argumentó que la fuente de la riqueza de un país es el trabajo y que el valor de una
mercancía está determinado por la cantidad de trabajo que con ella se podía comprar. Por
ello, la riqueza de un país se refleja y se mide por la capacidad de producir bienes y
servicios y no por la cantidad de metales preciosos que posea. La mejor manera de
fomentar la creación de riqueza en un país era –según él- contar con un ambiente de
libertad de trabajar en función de sus propios intereses y por tanto recomendaba que el
gobierno debiera abstenerse de interferir en el libre juego de las fuerzas del mercado
("laissez faire, laissez passer", “dejad hacer, dejad pasar”).
El libro IV, capítulo II de La Riqueza de las Naciones (1776) es un sólido argumento en
favor del libre comercio y una aguda crítica a las absurdas restricciones mercantilistas.
Planteaba que todos los países pueden beneficiarse del libre comercio: con libre comercio,
los recursos del mundo pueden asignarse más eficientemente, generando ganancias para
todos los participantes. Cualquier interferencia del gobierno impediría la asignación
eficiente de los recursos mundiales y les negaría a los países la posibilidad de disfrutar de
las potenciales ganancias del comercio.
De acuerdo con Adam Smith, la principal razón que permite explicar la existencia de
ganancias por la vía del comercio internacional es el principio de la ventaja absoluta. Los
países, en vez de empeñarse en producir todos los bienes, deben especializarse en
producir y exportar sólo aquellos en los cuales sean más eficientes, es decir, donde tengan
una ventaja absoluta, donde sean menores sus costos de producción o bien donde sea
mayor su productividad, respecto a otros países.
Luego, pueden intercambiar dichos bienes en el mercado mundial por otros bienes, en los
cuales el país no tenga una ventaja absoluta. Si los países siguen este principio básico, la
producción (y el consumo) mundial se incrementa, lo cual puede permitir que todos los
países disfruten de mejores niveles de bienestar. Es decir, el comercio internacional, el
intercambio de bienes entre países, se concibe como un juego de suma positiva, donde
todos los países pueden potencialmente salir ganando.
Nótese que, en este planteamiento de Adam Smith, para que un país pueda exportar debe
necesariamente tener una ventaja absoluta, es decir debe tener costos de producción
menores que en el exterior en al menos un producto.
Sin embargo, surge la pregunta: ¿Qué pasaría en el caso de un país que no tuviera ventaja
absoluta en ningún producto? La respuesta de Adam Smith sería que no podría realizar
comercio, ya que no tendría nada que exportar, ni tampoco podría importar, pues no
tendría con que pagar sus importaciones.
Esto significa que la ventaja absoluta sólo puede explicar una parte del comercio
internacional. Posteriormente, David Ricardo fue quien demostró que puede darse
comercio mutuamente beneficioso, aun cuando un país no tenga ventaja absoluta en
ninguno de los bienes que produce.

LA VENTAJA ABSOLUTA: UN EJEMPLO NUMÉRICO SENCILLO.


Un ejemplo sencillo permite ilustrar de manera intuitiva el principio de la ventaja absoluta
y la tesis principal de Adam Smith de que los países pueden obtener una ganancia por la
vía del comercio internacional, a partir de su especialización en la producción.
Para ello haremos algunos supuestos simplificadores. Dichos supuestos son bastante
irreales, pero son un instrumento metodológico para construir un modelo económico que
nos permita concentrarnos en la idea fundamental que se quiere transmitir. Supongamos
que la economía mundial se compone sólo de dos países (Francia y España), ambos países
producen sólo dos bienes (vino y queso) y el único factor de la producción es el trabajo.
Agregamos que la forma de organización económica de ambos países es de una economía
de mercado, donde las decisiones de producción las toman empresas privadas que buscan
maximizar su ganancia. Los mercados de bienes y de insumos, en ambas economías,
operan en un marco de competencia perfecta. Existe libre movilidad de los factores de
producción al interior de cada país; pero, entre países, los factores de producción (el
trabajo) son inmóviles. El valor de los productos se determina por la cantidad de trabajo
que contiene, no existe el dinero, el gobierno no interviene en la economía, los costos de
transporte de los bienes, dentro de cada país y entre países, son cero y existe libre
comercio.
Las columnas del cuadro 1 anexo denominadas “requerimientos de insumo trabajo por
unidad de producto”, representan el número de horas de trabajo que se necesitan para
producir una unidad de producto (un litro de vino o un kilo de queso, respectivamente);
es decir, son los costos de producción unitarios (medidos en horas de trabajo), en ambos
bienes respectivamente.
Las columnas llamadas “productividad del trabajo” representan la cantidad de producción
que se obtiene por cada hora de trabajo en la producción de cada bien respectivamente.
Nótese que la productividad del trabajo representa el recíproco de los requerimientos de
insumo por unidad de producto y viceversa.
Hemos asignado a dichas variables unos valores arbitrarios en cada país. Con base en
ellos, observe que Francia, con la misma cantidad de trabajo (una hora) puede obtener
una mayor producción de vino que España o, dicho de otra manera, el costo absoluto de
producir un litro de vino en Francia es más bajo que en España, es decir, Francia es el país
más eficiente para producir vino. De lo anterior se concluye que Francia tiene una ventaja
absoluta en la producción de vino porque lo produce a un costo menor que España o, lo
que es lo mismo, porque tiene una mayor productividad en ese bien.
En cambio, España es más eficiente en producir queso porque obtiene una mayor
cantidad de producto por hora de trabajo o, lo que es lo mismo, produce un kilogramo de
queso a un costo de producción inferior al de Francia. Por tanto, se concluye que España
tiene una ventaja absoluta en la producción de queso ya que lo produce a un costo
menor que Francia o, lo que es lo mismo, porque tiene una mayor productividad en ese
bien.
Una vez que hemos identificado qué país tiene ventaja absoluta en qué bien, vamos a
tratar de demostrar, intuitivamente, que los países pueden obtener un beneficio por la vía
del comercio internacional.
Para ello, vamos a realiza una comparación de los dos escenarios o posibilidades de que
disponen ambos países: por un lado, estaría la opción de que cada país se empeñe en
producir ambos bienes, sin realizar comercio con el otro, a esta situación le denominamos
“autarquía”. La segunda opción es que cada país se especialice en el bien donde tiene
ventaja absoluta e intercambie sus excedentes por la vía del comercio internacional, a
esta opción le llamamos “especialización + intercambio”.
Bajo la hipótesis de autarquía, es decir, si la economía de cada país estuviera aislada sin
realizar ningún tipo de comercio, los bienes producidos deberían intercambiarse en
proporción a la cantidad de trabajo que contengan. El número de unidades de un
producto (vino) que se puede intercambiar por el otro (queso) en condiciones de
autarquía le vamos a denominar (provisionalmente) la “tasa de intercambio doméstica”
(TID) y estaría dada, respectivamente en cada país, por las relaciones que se muestran en
la columna TID del cuadro 2 siguiente:
Es decir, en autarquía en Francia se podría intercambiar 2 unidades de vino por 4 unidades
de queso (o bien, en una proporción de 1 vino por 2 de queso), dado que para producir
una unidad de vino en Francia se necesita media hora de trabajo, mientras que para
producir una unidad de queso se requiere un cuarto de hora de trabajo.
En cambio, en España bajo la hipótesis de autarquía, se podrían intercambiar 1 unidad de
vino por 6 unidades de queso, ya que para producir una unidad de vino se necesita una
hora de trabajo, mientras que para producir una unidad de queso se requiere un sexto de
hora de trabajo.
Lo anterior significa que, en autarquía, el vino es más barato producirlo en Francia y es
más caro en España, mientras que el queso es más barato producirlo en España y más
caro en Francia. El argumento de Adam Smith es que, en estas condiciones, existe un
fuerte incentivo para que ambos países decidan comerciar entre sí. Si cada país se
especializa en la producción de aquel bien donde tiene ventaja absoluta e intercambia sus
excedentes en el mercado mundial, puede resultar beneficioso para ambas partes,
comparado con la situación de autarquía.
Consideremos ahora la posibilidad de que haya comercio entre estos dos países. La idea
fundamental es que ambos países se animarán a hacerlo, siempre y cuando encuentren
que pueden encontrar un beneficio, en comparación a si ellos producen ambos bienes.
Si Francia se especializa en producir vino, el bien donde tiene ventaja absoluta (y, por
tanto, deja de producir queso), sólo estaría dispuesto a realizar comercio con España
siempre y cuando al cambiar 2 unidades de vino, España le diera algo más que 4 de queso.
Por su parte, si España se especializa en producir queso (y deja de producir vino), estaría
dispuesta a realizar comercio con Francia, siempre y cuando por cada 6 de queso, Francia
le dé algo más de 1 de vino.
A la proporción cuantitativa en que se cambia un bien (vino) por otro (queso) en el
mercado internacional, bajo el supuesto de que ambos países se han especializado en el
bien donde tienen ventaja absoluta y han decido realizar comercio entre sí, le
denominamos (provisionalmente) la “tasa de intercambio internacional” (TII).
Supongamos que la TII fuera 2V=6Q, es decir, que pudiera intercambiarse en el mercado
mundial en una proporción de por cada 1 de vino, 3 de queso. La pregunta sería se ambos
países tienen incentivos para realizar comercio a esa TII.
En el caso de Francia, la respuesta es que, si por cada 2 de vino le dan 6 unidades de
queso en el mercado mundial, mientras que internamente (es decir, bajo el supuesto de
autarquía) esas dos unidades de vino sólo las puede cambiar por 4 unidades de queso, es
claro que si tendría interés en hacer comercio con España, ya que a esa TII puede obtener
una ganancia equivalente a 2 unidades de queso, o lo que es lo mismo, se estaría
ahorrando ½ hora de trabajo necesaria para producir esas 2 unidades de queso en su
propio país.
De la misma manera, si España se especializa en producir queso, el bien donde tiene
ventaja absoluta, bajo esa TII puede cambiar 6 unidades de queso a Francia por 2
unidades de vino, mientras que internamente (en autarquía) sólo las puede cambiar por
una unidad de vino, lo que implica que puede obtener una ganancia de una unidad de
vino, es decir se ahorra una hora de trabajo.
En conclusión, si los países se especializan en producir el bien donde son más eficientes, es
decir donde tienen ventaja absoluta, pueden hacer un uso más racional de sus recursos y
ello les permitirá incrementar su productividad. La producción mundial de ambos bienes
puede aumentar, lo cual les permite realizar un comercio mutuamente beneficioso.
Por tanto, el mensaje de Adam Smith (y de toda la teoría clásica del comercio
internacional) es el siguiente: la esencia de las ganancias del comercio internacional es
que, con una mayor producción de ambos bienes, debido a la especialización
productiva, los países pueden disfrutar de mejores niveles de bienestar, en comparación
a la opción de querer empeñarse a toda costa en producir todos los bienes (autarquía).
Finalmente, nótese que en este planteamiento de Adam Smith para que un país pueda
exportar debe necesariamente tener una ventaja absoluta, es decir debe tener costos de
producción menores que el exterior, en al menos un producto.
Sin embargo, ¿Qué pasaría en el caso de un país que no tuviera ventaja absoluta en
ningún producto? La respuesta de Adam Smith sería que no podría realizar comercio ya
que no tendría nada que exportar, ni tampoco podría importar, debido a que no tendría
con que pagar sus importaciones.

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