AMALEC
AMALEC
AMALEC
Qué bonito sería, aunque se oiga muy truculento, qué bonito sería
que yo aceptara a Jesucristo, bautizarme y en ese momento morir.
¡Qué padre, en verdad sería maravilloso, sería extraordinario! Y
vamos a seguir caminando, ¿hasta dónde vamos a caminar? Hasta
que el Señor lo determine, hasta que sea nuestro tiempo, nuestro
cumplimiento del propósito de Dios en esta tierra, o que Él venga
por nosotros. Una de dos. Mientras nosotros estamos en esta tierra
y seguimos caminando, vamos a avanzando hacia el día que venga
nuestro Señor Jesucristo y nosotros vayamos al cielo.
Dice la Palabra de Dios, precisamente que nosotros nos debemos
de gozar porque nos falta cada día menos para estar en el reino de
los cielos, ¡gloria a Dios! Entonces yo puedo advertir
como Amalec te quiere detener así como quiso detener a los
israelitas, para que no sigas avanzando. Hay oposición, hay
resistencia, te hace la guerra; por eso tienes muchos problemas.
Por eso luego dices: es que no sé ahora ya tengo problemas con
esto, ya me surgió otro detalle, ahora pasa esto, y ahora… ¿pues
qué sucede?
Es Amalec que te está haciendo la guerra. Pero luego no estamos
conscientes de que tenemos una guerra espiritual. Y muchas
ocasiones creemos que como ahora creo en Jesucristo, ahora creo
en Dios simplemente le voy a decir: Dios que yo no tenga ningún
problema, y todos mis problemas se van a acabar. No, no pasa así.
Sería extraordinario que sucediera, pero no, no sucede así.
Ve lo que vivió el pueblo de Israel, y nuestra vida espiritual está
reflejada en lo que le pasó al pueblo de Israel. Nosotros salimos de
una cautivad de muchos años, de toda nuestra vida; algunos
recibieron al Señor muy jóvenes, otros nacieron en el evangelio,
¡gloria a Dios ya nacieron de este lado de la libertad! Nosotros no.
Tuvimos que dejar a Faraón, tuvimos que ser rescatados de la
manera que teníamos de vivir. Empezamos a ver milagro de parte
de Dios, milagros que nos sorprendieron y que vimos que
efectivamente tenemos un Dios vivo, un Dios que está presente en
nuestra vida.
Pero cada vez que nos aprieta el zapato, cada vez que tenemos un
conflicto fuerte; entonces pareciera que se nos olvida que tenemos
ese Dios vivo y le reclamamos. Así como el pueblo de Israel le
reclamaba a Moisés. Y le reclamamos a Dios y le decimos: ¿Qué
pasó? Tú me dijiste que iba a ser prosperado, y aquí dice tu Palabra
que voy a ser bendecido; y dice tu Palabra que… Y no lo
veo. ¡Tienes que luchar, tienes que entrar a la guerra!