1191-Rene Zavaleta

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Bolivia: crisis de Estado.

Una entrevista inédita


con René Zavaleta Mercado

Roberto Xaserna

E l 9 de abril de 1952, el Movimiento Nacionalista Revoluciona-


ria (MNR) -fundado en 1 9 4 1 - , intentó un golpe de Estado am-
parado en la legitimidad que le confería el hecho de haber obte-
nido una mayoría relativa en las elecciones realizadas el año
anterior y que fueron desconocidas por el gobernante de turno.
A punto de fracasar el movimiento golpista, la Federación de
Mineros le expresa su apoyo, proponiendo a sus bases incorpo-
rarse a la lucha por la "nacionalización de las minas, la abolición
del latifundio y conquistas sociales", generalizando la moviliza-
ción de las masas. E l 11 de abril triunfa la insurrección popular
y el ejército derrotado se rinde en las afueras de L a Paz. U n
largo proceso de luchas antioligárquicas confluye en ese hecho
que inaugura la constitución de un nuevo Estado. E n los prime-
ros meses del proceso se proclama el derecho al voto universal,
incorporando a la vida política a la mayoría analfabeta, se nacio-
nalizan las grandes empresas mineras, y se toleran, cuando no se
estimulan, las tomas de tierras por los campesinos en un hecho
que será posteriormente sancionado con la Ley de Reforma
Agraria. Los cimientos de la dominación oligárquica se habían
quebrado. Hasta 1954, la presencia de milicias populares es muy
relevante y, aunque no desaparecen totalmente hasta diez años
más tarde, son sustituidas paulatinamente por un ejército reor-
ganizado bajo los moldes y el patrocinio estadounidenses.
A partir del plan de estabilización monetaria de 1956, la
presencia del gobierno y de los capitales estadounidenses se hace
más notoria en el país.

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E n 1964 un golpe de Estado da comienzo a un largo y osci-


lante ciclo militar. E l general René Barrientos profundiza las
vinculaciones de la burguesía local con el capital extranjero y
logra el masivo respaldo clientelar del campesinado - p o r medio
del Pacto Militar-Campesino- gracias al cual de alguna manera
asienta el rostro burgués del Estado boliviano, sin poder evitar sin
embargo el predominio coercitivo contra el proletariado minero.
Su "accidental" muerte en 1969 abre un paréntesis democrático
que es paulatinamente profundizado por las masas que, luego de
su reorganización, intentan construir su propio espacio de poder
fuera del Estado: la Asamblea Popular.
En agosto de 1971, aislados los sectores democráticos del
ejército, una alianza entre el MNR y la Falange Socialista Boli-
viana (FSB) intenta coartar el avance de las masas mediante el
golpe de Estado que pone al general Hugo Bánzer Suárez en la
presidencia. Los dos partidos tradicionales pierden rápidamente
su base social, fracasan en su función legitimadora y la represión
no puede ceder paso al consenso. Por el contrario, en 1974 se
institucionaliza la dieta dura pues las fuerzas armadas asumen
como tales la plena responsabilidad del gobierno. A comienzos
de ese año, los aumentos de los precios de los principales ar-
tículos de subsistencia provocan movilizaciones de protesta en
todo el país. Los bloqueos campesinos en los valles de Cocha-
bamba fijan los lugares de una masacre a partir de la cual el res-
quebrajamiento del Pacto Militar-Campesino es ya un proceso
inevitable.
En 1977, presiones desde adentro y desde afuera obligan a
Sánzer a apresurar las elecciones generales para 1978. Cuatro
mujeres mineras inician la que luego sería una masiva huelga de
hambre gracias a la cual el movimiento popular logra ensanchar
sus espacios democráticos. Producidas las elecciones, el régimen
queda sorprendido por la, para él, inesperada victoria de la Uni-
dad Democrática y Popular, el frente opositor más importante,
y ensaya el viejo recurso del fraude. Éste resulta tan inverosímil
que incluso su beneficiario, el general Pereda, se ve obligado
a pedir la anulación de las elecciones, las cuales se vuelven a
realizar en 1979 y en 1980, y en ellas también se repite la
victoria de la UDP, que además va aumentando su votación de
una a otra. E n este último periodo, intenso en marchas y contra-
marchas, tiene lugar la asonada golpista de noviembre de 1979.
La voluntad popular logra sobreponerse a la violencia y el coro-
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nel Natusch, después de 15 días de encierro en el Palacio Que-


mado, se ve obligado a abandonarlo. Para entonces, el Parlamento
ha cedido y depone a Walter Guevara para encumbrar a la dipu-
tada Lidia Gueiler, integrante de la Alianza del MNR encabezada
por Víctor Paz Estenssoro. L a crisis demuestra su latencia cuan-
do el nuevo gobierno, respondiendo a exigencias del FMI, deva-
lúa una vez más la moneda boliviana. Diciembre es, por ello,
escenario de nuevas movilizaciones de masas en las ciudades y
de bloqueos de caminos por parte del campesinado. Pero mien-
tras las primeras fueron un destello en los centros urbanos, los
segundos se prolongan por varios días hasta que, relativamen-
te aislado, el movimiento campesino se desarticula.
E l 17 de julio de 1980, el general Luis García Meza, en un
verdadero golpe de mano, evitó la posesión del gobierno consti-
tucional y desató una sañuda persecución contra los partidos de-
mocráticos, los líderes sindicales, la Iglesia y los intelectuales.
Su presencia en el poder no encontró el aval, ni siquiera, del
conjunto de las fuerzas armadas, a muchos de cuyos oficiales
persiguió y "desterró" a las fronteras. L a represión y el preben-
dalismo eran las esperanzas de su consolidación, pero tuvo en
contra al pueblo, a la crisis económica y a gobiernos y naciones
que expresaron su solidaridad con el movimiento democrático.
L a entrevista a René Zavaleta Mercado, que presentamos a
continuación, se realizó poco después de producido ese hecho.
Él asistía a un seminario sobre "Democracia y Movimiento Po-
pular" que organizó DESCO en noviembre de 1980, y ahí presen-
tó el caso boliviano junto con Antonio Araníbar Quiroga, a quien
cedió la palabra para que diera su testimonio de actor.
Dos años después, García Meza era un mal recuerdo. L a lu-
cha popular había producido una coyuntura democrática y René
Zavaleta se aprestaba a participar en ella dejando atrás su largo
exilio y retornando, por fin, al contacto directo y cotidiano con
su pueblo y con su tierra.
Comenzó a compartir febrilmente el entusiasmo y la preocu-
pación democrática que embargaba a todos los bolivianos, hasta
que la enfermedad tomó su cuerpo y acabó con su vida luego de
una larga y penosa agonía.
L a muerte de René Zavaleta, el 28 de diciembre de 1984,
produjo u n enorme vacío en gobernantes y gobernados, que
esperaban como nunca los aportes esclarecedores de su vigoroso
análisis.
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Trágico sino el de Bolivia, que pierde a sus más grandes pen-


sadores en los momentos en que más los necesita. Como Carlos
Montenegro, Sergio Almaraz y Marcelo Quiroga Santa Cruz,
René Zavaleta ha pasado a ser patrimonio de una nación incon-
clusa y de un pueblo incansable en su lucha por la liberación y
la democracia.
Su vida de militante político, de profesor universitario y de
científico social ha quedado grabada para siempre en sus escri-
tos profundos, complejos y desafiantes. E n ellos, Zavaleta vive y
permanece con nosotros.
R o b e r t o L a s e r n a . Doctor Zavaleta, creo que podemos consi-
derar como una característica de su obra intelectual la enorme
preponderancia que en ella manifiesta el estudio de las crisis.
" E l poder dual" es un análisis de un momento de crisis, pero in-
cluso cuando estudia todo un periodo histórico el énfasis está
puesto en los momentos de crisis, como en " E l desarrollo de la
conciencia nacional". ¿Cuáles son las razones de esa preferencia?
René Z a v a l e t a M e r c a d o . No es el momento de hacer una di-
gresión muy extensa sobre este asunto. Pero es muy importante,
pues plantea la cuestión de la v i s i b i l i d a d sociológica. Menciona-
mos solamente algunas evidencias. L a ciencia social no era posi-
ble antes del capitalismo, porque es sólo con el advenimiento
del capitalismo que la sociedad se hace cuantificable, se hace vi-
sible a través y en el mercado. N o nos estamos refiriendo a que
hubiera o no Valor en otros modos de producción, sino a que
sólo en las sociedades capitalistas podemos calcular el valor, po-
demos observar con mayor claridad las relaciones sociales; ellas
aparecen como relaciones mercantiles, aparecen en el mercado.
Pero esto ocurre en los países plenamente capitalistas, no así en
países como Bolivia, que son formaciones sociales abigarradas,
en las que no hay un solo modo de producción. Por ejemplo, en
Bolivia tenemos un sector de punta, que es capitalista, pero bue-
na parte de la sociedad se sitúa en la producción mercantil simple
y, obviamente, hay resabios de otras formas de producción pre-
capitalistas, zonas de autoconsumo, etc. Pues bien, en estos ti-
pos de países la sociedad no se puede cuantificar, no se hace
visible, porque no hay concurrencia plena al mercado. E incluso
cuando la hay, esa concurrencia no es homogénea, ni siquiera en
el sector capitalista. Es como si hubiera varias sociedades, unas
más visibles que otras. E l panorama es confuso. Pero hay un mo-
mento en que la sociedad se expresa a plenitud, y es en las sitúa-
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clones de crisis, en su momento de intensidad, donde todos


muestran sus fuerzas reales. L a crisis es, entonces, un momento
de aparición, de lleno de la sociedad. Esta es la razón por la cual,
metodológicamente, tiene una gran importancia el estudio de las
crisis.
R . L . Le pediría que se refiera de un modo más concreto a
las crisis en Bolivia. Su persistencia en el análisis de las crisis le
ha debido permitir obtener una explicación a la tan frecuente-
mente mencionada inestabilidad política en Bolivia. ¿Cuál es esa
explicación?
R . Z . M . Bueno, ¿por qué hay crisis en Bolivia, no? Es obvio
que no solamente porque hay varios modos de producción. . .
hay otros factores. Uno de los más importantes es, sin duda, que
nunca se ha logrado constituir en Bolivia un Estado político
que corresponda a la sociedad civil. Se diría que el Estado políti-
co es, exclusivamente, una zona de articulación de las clases do-
minantes, en tanto que la sociedad civil tiene otras formas de
articulación. Por ejemplo, la sociedad civil tiene una fuerte con-
sistencia prehispánica, de modo que toda construcción del espa-
cio "clásico" de esta sociedad ha sido la construcción de un es-
pacio bajo cánones distintos, cánones que no son los capitalistas.
Y entonces, claro, la inestabilidad proviene en gran medida de
la no correspondencia entre la sociedad civil y el Estado políti-
co, y en el fondo proviene del proceso de formación mismo del
sector dominante en Bolivia, de su "genitud". E n su espacio
"clásico", en su tiempo "clásico", el sector dominante es un
sector ajeno a la sociedad civil, no es - p o r así decirlo-, un sec-
1
tor de la sociedad civil en el Estado político.
R . L . E n esa perspectiva, ¿el proceso iniciado en 1952 ven-
dría a ser un intento de adecuar el Estado a la sociedad, de cons-
tituir un Estado político que corresponda a una sociedad civil
que habitualmente lo excedió?
R . Z . M . Sólo en cierta medida. No hay duda que el 52 impli-
có una cierta reconstitución del espacio boliviano y de su ámbi-
to humano de validez. Sin embargo, el Estado del 52, por debajo

i Al hablar de "lo clásico" del sector dominante, Zavaleta se refiere a los aspec-
tos que tipificaron la dominación colonial cuando ésta era "plena", inobjetable". Lo
"clásico" sería justamente, el carácter excluyeme de la dominación, que más que
incorporar, sometía cuando no ignoraba a los obreros y campesinos. Los contenidos
raciales que atraviesan esta problemática deben ser también una referencia para su
comprensión.
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del nacionalismo revolucionario, lo que hizo fue una reconstruc-


ción ideológica de mayor eficacia pero manteniendo los cánones
tradicionales de la dominación. Alrededor del nacionalismo re-
volucionario se reconstruyó la vieja ideología de la casta domi-
nante, que es básicamente la de los conquistadores y de los enco-
menderos. . . Hay que distinguir entre el MNR como movimiento
democrático y el M N R como dirección efectiva. Ésta, la direc-
ción efectiva movimientista, estaba compuesta por una suerte de
primos pobres de la oligarquía; Paz Estenssoro mismo era hijo
de un gerente quebrado. Pertenecían, pues, al grupo de los hi-
dalgos pobres. Una vez en el poder, tienen un comportamiento
oligárquico. No digo que no hubo entonces una ampliación bur-
guesa; sí la hubo, pero ratificando en el fondo los cánones domi-
nantes. Mientras está floreciente este Estado, tiene una ideología
aparente de carácter popular, pero en la medida en que entra en
decadencia se va revelando la ideología profunda de ese Estado.
En tiempo de Bánzer ya está absolutamente clara esa ideología
profunda. Por ejemplo, tratar de importar rhodesianos o de este-
rilizar a las indias, es un plan racista. E n su regresión, entonces,
hay el abandono incluso de su ideología aparente y el retorno a
los cánones ideológicos constitutivos del país.
R . L . N o pocos se sorprenderán con esta mención al periodo
banzerista como parte del Estado del 5 2 , habida cuenta de que
ese Estado nace en una emergencia popular, en una insurrección
popular con masiva presencia campesina y obreros. ¿Podría com-
pletar su afirmación?
R . Z . M . Hablar del gobierno banzerista es hablar de la admi-
nistración banzerista del Estado del 5 2 , es decir, es hablar de una
cara de ese Estado. En lo fundamental, el 5 2 representa el mo-
mento constitutivo de un tipo de Estado, del Estado burgués que
desplaza al Estado oligárquico. Éste se caracterizaba por excluirá
los obreros y a los campesinos, respaldándose en su propia ideo-
2
logía, la ideología del "pueblo enfermo". Ese era el canon esta-
tal de ese tiempo. Desde 1 9 5 2 la cosa es diferente, la ideología

2
Aquí Zavaleta se remite al ensayo de Alcides Arguedas que lleva por título,
precisamente, "Pueblo enfermo", para resumir los aspectos fundamentales del discur-
so ideológico oligárquico. A justificar un orden de alguna manera "estamental" estaba
orientado ese texto, que pretendía demostrar las "enfermedades" de una raza "gasta-
da y decadente" y de una sociedad mestiza "adolescente", incapaz por ello de gober-
narse por sí misma y necesitada en consecuencia de una "élite" paternal y autoritaria.
La obra de Arguedas fue, probablemente, la más orgánicamente oligárquica.
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del nuevo Estado es la del nacionalismo revolucionario, de apa-


rente carácter popular. Pero, como todo, contiene varios aspec-
tos . Toda la primera fase de ese Estado es una expresión demo-
crática del mismo, pero después, en la medida de su regresión, es
ocupado por la derecha de ese Estado. Su origen no lo determi-
na. L o mismo ocurre con el ejército. E n principio, éste se crea
en un mal momento de la fase democrática, pero a la que debía
haber respondido. Sustituye al pueblo en armas (a las milicias
populares) y es generado para responder al momento democráti-
co, pero ya se ve la evolución que ha seguido. Termina siendo
un ejército anticomunista que no piensa en términos de la de-
fensa nacional sino de la ocupación del país, porque el antico-
munismo es la forma por la que se expresa lo antipopular. Se
llaman a sí mismos anticomunistas porque no pueden llamarse
por su nombre. Pero volviendo a la pregunta, hay que decir que
ése es un modo normal de constitución de un Estado. Toda revo-
lución, burguesa o socialista, implica participación de masas.
Toda revolución burguesa implica la movilización de los sectores
no-burgueses hacia la construcción de un objetivo burgués. Por
eso yo una vez escribí que en la revolución de 1952 todos perse-
guían fines burgueses menos la burguesía. ¡Es una paradoja. . .
pero es cierta. . .!
R . L . Es prácticamente una constante que al referirse a las
crisis en Bolivia uno se refiera al ejército y a los mineros. Usted
lo ha hecho y esto me recuerda un planteamiento que no sola-
mente le corresponde a usted sino también a otros intelectuales
bolivianos, como Carlos Toranzo, por ejemplo, quien afirma que
desde 1964, por lo menos, el eje de la lucha en Bolivia está entre
el ejército, como institucionalidad represiva, y el proletariado
minero. Este esquema, a primera vista, rompe el tradicional, o
parece hacerlo, de clase frente a clase. ¿Cuál es el sentido real de
ese planteamiento?
R . Z . M . Bueno, esa no es más que una metáfora que hemos
utilizado. Evidentemente los núcleos de la lucha de clases en Bo-
livia parecen ser el ejército y la clase obrera, pero ya lo he dicho,
este es el mundo de las apariencias. E l enfrentamiento real es
entre el Estado y la clase obrera. Si decimos el ejército, estamos
diciendo la zona más concentrada del Estado. Además, el Estado
es el capitalista colectivo, es el que plantea y persigue objetivos
en nombre de toda la clase, aunque a veces la contradiga (y esto
sucede, objetivamente). Y decimos la clase obrera porque ella se
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sitúa en el centro de la contradicción con el capitalista colectivo,


pero es obvio que al referirnos a la clase obrera nos referimos a
ella en cuanto caudillo de la sociedad civil, del resto de las cla-
ses. Así pues, al hablar del enfrentamiento entre el ejército y la
clase obrera, estamos hablando en realidad del enfrentamiento
entre el Estado político y la sociedad civil. En ésta, la clase obre-
ra está cómodamente implantada, como caudillo; en el Estado
político tenemos al capitalista colectivo, encarnado en el ejército.
R . L . Usted ha mencionado que la crisis de noviembre de
1 9 7 9 es más importante que las elecciones porque es, y trato de
repetirlo, más visible lo real en ese momento. Además de perci-
birse una vez más ese enfrentamiento ejército-clase obrera, ¿hay
algo nuevo en esa crisis? Es decir, ¿se ve algo más de la realidad
en ella?
R . Z . M . Creo que sí. No siempre el Estado político ha care-
cido de base sociológica en Bolivia. De hecho, la clase obrera se
hace clase separatista, solamente en 1 9 6 4 , no antes. Hasta en-
tonces pertenecía al Estado, era parte del Estado, no era clase
separatista. Pero la pertenencia del campesinado a este Estado
dura mucho más, y se prolonga incluso cuando la clase obrera es
ya separatista. E l Pacto Militar-Campesino comienza su disolu-
ción con las matanzas de Cochabamba, con la masacre del Valle
en enero de 1 9 7 4 , pero dura hasta noviembre de 1 9 7 9 . En con-
creto, sólo entonces el campesinado actúa contra el Estado y es
entonces también que tiende a reconstituirse el eje obrero-cam-
pesino, la alianza obrero-campesina. L a clase obrera ya no es
solamente la más avanzada en la sociedad civil, sino que tiene la
hegemonía sobre ella, sobre el conjunto. L a clase obrera tiene
un planteamiento distinto, un planteamiento realmente demo-
crático. Y porque lo tiene y porque lo asume en noviembre, la
clase obrera está demostrando que tiene capacidad para ser dueña
del país, para ser la clase dirigente del país. Es un momento de
máximo peligro para el Estado del 5 2 y el ejército percibe cla-
ramente el peligro en que está el Estado, su Estado, la institución
misma. . . y reacciona de un modo correspondiente.
R . L . Una de las cosas que más llama la atención es, sin em-
bargo, cómo es que sí pudo ser noviembre de 1 9 7 9 y no pudo
ser julio de 1 9 8 0 . Es decir, ¿por qué en noviembre de 1 9 7 9 logra
configurarse un eje obrero-campesino que ocupa el territorio y
articula toda la sociedad civil, y en julio de 1 9 8 0 no ocurre lo
mismo?, ¿o acaso sí ocurre?
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R . Z . M . Porque en noviembre la sociedad sorprende al Esta-


do. Dicho en otras palabras, los militares pensaban que en no-
viembre iban a tener una comfrontación con la izquierda y con
la clase obrera. Y se encuentran de pronto con que la confronta-
ción es con la izquierda y con la clase obrera, pero que además es
con el total del campesinado. Quedan perplejos, quedan sorpren-
didos, el territorio ha sido inmovilizado. De alguna manera, la ini-
ciativa aquí la tiene el bloque popular. En julio de 1980 la cosa
es distinta, es el ejército el que sorprende a la sociedad, la inicia-
tiva está en el ejército, que actúa en plan de asalto sobre la so-
ciedad. ¿Por qué ocurre esto? Porque, como lo dije en una po-
nencia la clase que adquiere es menos consciente de lo que
adquiere que la clase que pierde. L a clase que está amenazada es
más sensible. E l ejército sintió claramente que se le estaba con-
fiscando el poder, que se le podía confiscar el poder; en cambio,
el bloque popular no sintió que podía o debía tomar el poder.
Lo lógico, en noviembre, era tomar el poder, inmediatamente. L o
coherente habría sido convertir este auge de masas en una insu-
rrección rjoraue de hecho la ocupación del territorio la oarali-
zación total, era ya un acto insurreccional.
R . L . Tal vez sería interesante, sin embargo, plantear otras
hipótesis. Por ejemplo, habría que diferenciar lo que ocurrió en
diciembre de 1979 pues al hacerlo posiblemente tendríamos un
nuevo factor explicativo de lo que pasó en julio de 1980. . .
R . Z . M . N o . . . L a crisis es noviembre/diciembre, porque el
episodio más importante es la lucha contra las medidas econó-
micas del gobierno de la señora Gueiler. . .
R . L . Precisamente por eso pienso que la diferenciación es
importante, si me permite continuar con una hipótesis sobre la
cual será interesante conocer su opinión. Decía que diciembre es
importante porque pese al masivo rechazo que suscita a nivel na-
cional el "paquete Gueiler-FMI", la movilización de masas en las
ciudades parece tener sólo un carácter de protesta, en tanto que
en las áreas rurales los campesinos quieren ir más allá. Y es en
ese momento que la representación orgánica de la clase obrera,
la COB, pese a los intentos que ha hecho para incorporar al cam-
pesinado, demuestra que no sólo no puede controlar su movili-
zación, sino que incluso parece no comprenderla. Lechín mismo
va en persona a convencer a los campesinos para que levanten el
bloqueo de caminos. Esto parecería indicar que en ese momen-
to para la clase obrera y la izquierda en general el peligro es el
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golpe, en tanto que para el campesinado no, para el campesina-


do el peligro es el hambre. ¿En esa manera distinta de percibir
las cosas, y por tanto de actuar, no hay un quiebre, un resque-
brajamiento de esa precaria alianza que se había recuperado entre
obreros y campesinos? ¿Diciembre no habrá impedido "soldar"
el eje de noviembre?
R . Z . M . Mire, le voy a decir una cosa. Hay que evitar lo que
podemos llamar "el peligro trotskista" en el análisis. ¿Qué es lo
que dice Trotsky?: "si no hubiera estado Stalin se habría hecho
la revolución en China, pero está Stalin y no se hizo la revolu-
ción en China". Eso no puede ser, no se trata de que hubiera o
no hubiera. Esa es una subjetivación y una acentuación del as-
pecto volitivo. . . E n la crisis que nos ocupa se estaba expresan-
do un hecho sociológico: que el desarrollo de las masas bolivia-
nas es un desarrollo sindical y no un desarrollo político, es decir,
el hincapié era sindical y no político. Y quien suponga que se
puede tomar el poder con los sindicatos está muy equivocado.
Mientras la clase obrera no supere su contenido meramente sin-
dicalista, podrá ser una clase muy radical, pero no podrá ser una
clase de poder.
El problema del poder siempre se tiene que plantear en tér-
minos de una planificación concreta. Pero la COB misma sólo
tenía una visión sindical de un hecho que era clasista. Y una vez
cumplido el objetivo, con un razonamiento sindical, que es muy
válido como tal, se plantea el hasta dónde se puede ir y hasta
dónde no se puede ir.
En todo caso éste es un análisis localizado a nivel sindical y
en verdad no tiene mucho sentido discutir si la conducción fue
o no errada. E n general, nos enfrentaríamos a un acontecimien-
to muy entraño si los sindicatos se hicieran del poder. . . N o tie-
nen la coherencia para hacerlo. L a toma del poder requiere de
un esquema coherente y consciente. . . no hay una toma incons-
ciente del poder.
R . L . Su respuesta es de alguna manera sorprendente, sobre
todo considerando que en Bolivia el sindicato no es sindicalista,
no es corporativo, sino que tiene una dimensión política. . .
R . Z . M . Habría que ver. . . "dimensión política" en el senti-
do de que todo es política.. .
R . L . Digamos más bien en el sentido de que esa es la forma
de expresión de la clase. . .
R . Z . M . Es cierto que en Bolivia el sindicato expresa algo
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más que las reivindicaciones económicas. Es un lugar democráti-


co. Tiende a ser un "consejo", pero preguntémonos ¿qué habría
pasado con los soviets sin el partido bolchevique? E l partido tiene
un r o l , aun dentro de los "consejos", tiene un r o l de coherencia.
E l análisis de la sociedad no penetra en las clases si no es a través
del partido. . . es un hecho. E l sindicato como tal, por otro lado,
es masivo; el partido no es forzosamente masivo.
R . L . Volvamos al análisis de la crisis, que en este momento
es un tema de mayor interés. Le he escuchado mencionar una
impresión que me parece muy relevante y que de una o de otra
manera está en la conciencia de todos los bolivianos, cuando afir-
ma que el Estado burgués del 52 ha llegado, en julio de 1980, al
fondo de su replegamiento, a su vaciamiento y deslegitimación.
Se diría pues que está en el límite, y en ese sentido se diría que
estamos a las puertas de una nueva crisis. ¿Es posible prever qué
tipo de crisis viene después de este límite?
R . Z . M . Y a he mencionado las razones por las que creo que
noviembre fue el escenario de una crisis social. . . pero no de
una crisis nacional general. La diferencia está en que aunque las
masas se rebelaron contra el Estado, no hubo sin embargo una
catástrofe ideológica. E l nacionalismo revolucionario está intac-
to. Había versiones de él tanto en parte de la izquierda como en
la derecha, de eso no hay duda. E l país es mayoritariamente na-
cionalista revolucionario. . .
R . L . Es que viene a ser la ideología oficial del Estado. . .
R . Z . M . Claro. . . pero eso querría decir que las masas no se
habían desvinculado de esa ideología dominante y lo que con-
tiene una crisis nacional general es una sustitución ideológica. Es
evidente que el Estado boliviano está deteriorándose, que está
perdiendo hegemonía, precisamente, pero eso no quiere decir
que ya la haya perdido. Insisto, la está perdiendo. Y natural-
mente, cuando se llega a un momento como el de García Meza,
se llega a una situación estatalmente muy peligrosa, porque quie-
re decir que se está construyendo la crisis nacional general. L a
masa lo ha abandonado y en ese sentido hablamos de vaciamien-
to de ese Estado. . . Es incapaz de mediar a los campesinos, a los
obreros. . .
R . L . Pienso, sin embargo, que no hay vacíos ideológicos, en
la medida en que no se puede destruir una ideología si no se está
construyendo otra. Y me pregunto a veces si la invocación de-
mocrática no estará sustituyendo al nacionalismo revoluciona-
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rio. Es decir, en la medida en que este último golpe está disociando


definitivamente democracia de elecciones (y ésta es práctica-
mente ya una tradición en Bolivia como usted mismo lo anotó
en sus exposiciones en el seminario), estaría también asociando
definitivamente lo democrático y lo masivo, lo democrático y lo
popular. ¿No estará esbozándose así un nuevo eje ideológico ar-
ticulador, capaz de sustituir al nacionalismo revolucionario?
R . Z . M . Bueno... la democracia es, evidentemente, un instru-
mento para la construcción de un nuevo eje ideológico, pero no es
un universo ideológico en sí misma, es parte de un universo. . .
R . L . ¿Pero no podría serlo?
R . Z . M . Veamos. ¿Cuál es la ideología que busca consciente
o inconscientemente la masa?: es una ideología igualitaria. En
un país de indios, si los hombres han de ser iguales, tienen que
referirse a ese canon; la sociedad busca afirmarse como lo que
es. Esto tiene un contenido de estorbo, puesto que actualmente
tenemos un eje ideológico hispanista en un país no hispánico,
donde incluso los no hispánicos creen en el eje hispanista. Y una
ideología democrática tiene por fuerza que estorbar ese eje, tiene
por fuerza que reafirmar lo que es su sociedad. E n consecuencia,
si eso es lo que contiene consciente o incoscientemente el movi-
miento popular, entonces hay elementos democráticos en esa
nueva ideología. Pero, hay que preguntarse, ¿estamos ya libres
de la anterior ideología? Y o creo que no. Y o creo que los opri-
midos mismos creen de alguna manera en la ideología de "los
opresores. . .
R . L . De otro modo no serían oprimidos. . .
R . Z . M . Claro. . . pero si lo están creyendo es que no hay
desplazamiento ideológico. L a tarea del remate del nacionalismo
revolucionario es algo que está por hacerse. . .
R . L . Pero en la medida en que García Meza está totalmente
aislado de la sociedad civil y en la medida en que él apele al na-
cionalismo revolucionario, ¿no estará contribuyendo quizás a
aislar esa ideología de la sociedad? Y al hacerlo, ¿no estará posi-
bilitando la emancipación ideológica del bloque popular?
R . Z . M . U n Estado que tiene que apelar a los métodos a los
que apela García Meza es un Estado deslegitimado. No está re-
forzando al Estado, y esto es parte de su vaciamiento.
R . L . De su análisis, en todo caso, se desprende la posibilidad
de que a partir de este golpe se generen las condiciones de una
crisis nacional general. ¿Eso le da algún optimismo?
L A S E R N A : BOLIVIA: CRISIS DE ESTADO 559

R . Z . M . Y a lo he dicho. Hay una crisis nacional general en


construcción. Se está gestando a un ritmo bastante acelerado. Es
bastante notable que la faz estatal haya durado tan poco, apenas
28 años hasta ahora, y eso demuestra que hay problemas nacio-
nales y democráticos no resueltos. Es un hecho que se va a una
crisis de gran envergadura. Pero se requieren condiciones para
vencer.
R . L . ¿Cuáles?
R . Z . M . Condiciones objetivas de acumulación clasista, de
soporte cuantitativo, de claridad ideológica, además de otras
condiciones elementales. Se necesita que el aparato ideológico
esté en decadencia y se requiere, indudablemente, que el apara-
to represivo fracase. Pero además se requieren condiciones mun-
diales, obviamente. Entonces, claro, optimismo tengo. . . pero es
un optimismo calificado, prudente. Deseo que se venza, pero. . .
en una crisis revolucionaria se puede ganar o se puede perder.

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