Jesús Eligió Pescadores
Jesús Eligió Pescadores
Jesús Eligió Pescadores
UN PEQUEÑO FAVOR
En este escenario, Jesús busca el mejor
modo de atender a tanta gente, y
agolpados no es el mejor modo.
Entonces decide pedir a alguien un
pequeño servicio, un favor. Entre todos
los pescadores que estaban lavando sus
redes, fue Pedro a quien se dirigió Jesús.
No le hizo un examen de sus virtudes,
sino un examen de disponibilidad. Ya se
encargará Él más adelante, cuando
acepte seguirle, de ir puliendo lo que sea
necesario. La generosidad y
disponibilidad de Pedro, que acepta
interrumpir sus tareas cotidianas, es la
que permitió que Jesús pudiera predicar
a gusto su Palabra.
Antes de hacer propuestas mayores, más serias, más importantes, Jesús parece «tantearnos»
pidiendo cosas más sencillas. Suponen una incomodidad, un trastorno de nuestros planes, de
nuestros horarios, de «lo que tenemos que hacer». Y nuestra respuesta ante su sencilla
petición... condiciona lo que pueda venir después. Quizá este primer acercamiento del Señor
ocurre cuando nos piden que echemos una mano para la catequesis, o para preparar una
celebración, o para atender a alguien que lo necesita, quizá un voluntariado o una experiencia
misionera más prolongada, o...
Jesús tiene claro desde el principio, que para su inmensa tarea precisa ayuda. Y
empieza buscando personas que le hagan pequeños servicios, pequeñas renuncias, un simple
favor... Así es como empieza a «elegirnos». Es su manera discretísima de entrar en
comunicación con nosotros, haciéndonos ver la necesidad que tiene de nosotros, para poder
atender a tanta gente que le necesita, para poder hablarles al corazón. Empieza pidiéndonos
un poco de tiempo, nuestro buen hacer, o alguna de las cosas que tenemos. Sólo si se lo
damos, sin mayores resistencias, dedicará luego su tiempo y su poder para conseguirnos
cuanto no alcanzamos nosotros solos. En el caso de Pedro, al terminar Jesús su discurso,
quiso recompensar su gesto y el tiempo que le había «quitado». Pedro había tenido mala
suerte aquella noche: bregando y afanándose con su barca, sin conseguir nada. Le mandó
Jesús remar mar adentro (literalmente, «hacia la zona profunda del mar») y ponerse a pescar.
REMA MAR ADENTRO
La invitación de Jesús “rema mar adentro”
fue de lo más inoportuno. Era como una
vuelta de tuerca más. Con la fatiga de toda
una noche, y con la desilusión de no haber
conseguido nada, a pesar de ser un
pescador experimentado, y cuando sus
compañeros se iban retirando a descansar,
un desconocido - «carpintero» para más
señas-, le dice que lo intente de nuevo, y
que vuelva al mar.
Jesús suele acercarse a los hombres
proponiendo extrañas exigencias, peticiones
aparentemente absurdas o inoportunas.
¿Pero cómo se le ocurre que salgamos a pescar «de día»? ¡Cualquier pescador del mar de
Galilea sabe que las horas de pescar son las de la noche! Lo que aquí se nos explica es que
Jesús quiere sacarnos de nuestras rutinas, de nuestras experiencias de vacío después de
haber peleado tanto sin conseguir apenas nada. Busca personas dispuestas a «moverse» y a
meterse al mar, a «mojarse», que no tengan miedo ni pereza para dejar la tranquila orilla donde
nunca pasa nada, y desde luego, donde nunca pescaremos nada. Con el lenguaje de la
psicología de hoy, podríamos decir que Jesús nos invita a salir de nuestra "zona de confort”, de
nuestras cosas conocidas, para descubramos y consigamos otras mejores.
Pedro, que tenía un corazón enorme, debió escuchar con atención aquella
predicación de Jesús en el Lago. Y comprendió que «escuchar» no era suficiente. Y decide
confiar: «por tu palabra echaré las redes». De nuevo la «Palabra de Jesús» que pide
«acción». Esa Palabra que puede parecernos absurda, incómoda, fuera de lugar... cuando la
escuchamos en la oración, en la liturgia... Pero «por tu Palabra», porque tú lo dices y lo
pides... voy a fiarme. Y llega el éxito por el que tanto nos habíamos fatigado, obtenemos más
de lo que hubiéramos imaginado. No sólo unas redes llenas, sino una vida «distinta», que
importa mucho más.
El “rema mar adentro” de Jesús a Pedro tiene que convencernos de que, si deseamos
ver milagros hoy, si queremos llenar la barca, deberíamos obedecer (literalmente «escuchar la
Palabra») como Pedro, tener su misma confianza. Quien se arriesga a vivir y actuar según la
palabra de Jesús, podrá presenciar milagros. Puede que no tengamos que dejar de hacer lo
que hacemos siempre, pero sí hacerlo de otra manera. Puede que, sin abandonar la propia
profesión, y usando la misma barca de siempre. O puede que nos llame a algo imprevisto,
sorprendente y mucho mejor.
PESCADORES DE HOMBRES
Lo de "pescar hombres" era un dicho popular que significaba sacar a uno de un
peligro grave. La llamada de Jesús hará descubrir a Pedro que la felicidad, la plenitud, la
«barca» realmente llena no es la que acumula abundantes peces que vender en el mercado...
sino «encontrar personas», rescatar del mal / mar a las personas. Son las personas las que
tienen que ocupar el centro de nuestra vida y de nuestras tareas. Personas heridas,
descartadas, marginadas, necesitadas, enfermas... ¡Hay tantas!
En algunos casos la llamada del Señor será total: a dejarlo todo para estar con ellas
y atenderlas. Pero lo de priorizar en nuestra vida diaria y hacer nuestra preocupación principal
sean las personas, sobre todo las que sufren, las que están mal... es una llamada para todos.
En tiempos de Sínodo está bien que subrayemos que la llamada de Jesús no es para
unos pocos selectos y cualificados (Pedro y sus compañeros no lo eran), sino que la Barca de
la Iglesia cumplirá su misión con la participación de todos, organizándonos mejor, poniendo la
mirada en el mar (y no en la barca), echando por la borda tanto lastre que se ha ido
acumulando, para poder navegar ligeros, llevados por el Viento del Espíritu, y dejando que el
Jesús que viaja a bordo nos diga dónde y cuándo hemos de pescar... aunque "siempre" lo
hayamos hecho de otra manera.