Modelo Ensayo Contraargumentativo

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La crisis nuestra

William Balcombe era el administrador colonial a cargo de la isla de Santa Elena

cuando Napoleón fue desterrado allá en 1815. Según la biografía escrita por el renombrado

estudioso Georges Lefebvre, al ser consultado sobre el comportamiento del otrora dueño de

Europa durante los seis años de exilio que pasaría allí hasta su muerte, Balcombe (2011,

p.545) afirmó que dedicaba la mayoría de su tiempo a recordar la Batalla de Waterloo,

reflexionando y tomando apuntes. Su principal preocupación, aseguró, era determinar si la

debacle había sido causada por sus propios desaciertos como comandante o, al contrario,

por el clima de aquella jornada y los súbitos cambios del terreno. Cuando su carcelero le

preguntó acerca de esa obsesión, el corso le habría respondido que de ello dependía su paz.

“Si fue el clima, algo fuera de mi control, podría seguir viviendo, pero si he sido yo el

causante de todo, sentiré una cuchillada cada vez que me vea al espejo; me hundiré”, dijo

(Lefebvre, 2011, p. 498). Se podría afirmar que la Crisis de 1999, con la quiebra de la mitad

del sistema bancario, la destrucción de la décima parte de la economía nacional, un

aumento de quince por ciento en el desempleo y el millón de migrantes que implicó

(Mesías, 2002), fue tan terrorífica para el Ecuador como Waterloo para Napoleón. El país

ha enfrentado un dilema similar al momento de asignar las culpas. Muchos, para poder

seguir viéndose en el espejo, aseguran que la crisis financiera fue causada por factores

externos ajenos al control de los ecuatorianos. No obstante, dicha creencia es falsa.

La Mancha Blanca y el Fenómeno del Niño suelen ser señalados como los

principales causantes de la crisis. Los defensores de este argumento alegan que el impacto

de ambos desastres naturales en el aparato productivo (que implicó desempleo y reducción

de importaciones) (Gestión, 2009, p.48), en el sector bancario (la morosidad resultante) y


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en las finanzas públicas (debido al daño a la infraestructura pública y el costo social

asumido por el Gobierno) (Banco Central de Ecuador, 2000, p.8) hicieron que la crisis

fuera inevitable. Sin embargo, este razonamiento parte de premisas falsas y deja a un lado

ciertos elementos de juicio muy importantes. Ambos fenómenos tuvieron un impacto

considerable; no obstante, se han producido tragedias similares en otros momentos de la

historia del país que no suscitaron crisis del calibre de la de 1999. El Niño de 1982, por

ejemplo, fue más fuerte y su grado de destrucción con relación al Producto Interno Bruto

(PIB) mucho mayor que la de 1999, como destaca el estudioso francés Pourrut (1998,

p.512) en su monumental estudio sobre dicho fenómeno. Igualmente, Roberts, una de las

principales historiadoras de la agroexportación ecuatoriana, subraya que la sigatoka negra

(2009, p.57)) o la escoba de bruja (1980, p.103), en su momento, golpearon al sector

exportador con mucho mayor ímpetu que la Mancha Blanca. Así, la culpa no fue de estas

tragedias naturales, en tanto la economía del país siempre pudo lidiar con ellas. El contagio,

algo que no se produjo en otros momentos de nuestra historia, “se dio por la forma

irresponsable como la banca había otorgado créditos vinculados al sector camaronero y por

la presión que los exportadores ejercieron sobre el gobierno central, al incentivarlo a

devaluar la moneda para poder mantener sus márgenes de utilidad, pese a las catástrofes

naturales y al descenso en la producción” (Páez, 2004, p.32). Todo ello hizo que el impacto

de una crisis que debería haber golpeado a apenas un sector se transfiriera a todo el Estado

y a la sociedad en su conjunto, justo en el momento en el que más se requerían estabilidad

económica y recaudación tributaria. Como si los desastres naturales no bastaran, también se

culpa a las economías de otros países.

Hay quienes afirman que la economía ecuatoriana, pequeña y frágil, fue víctima

colateral de las colosales crisis que golpearon a la economía mundial durante la última
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década del siglo pasado (Beckerman y Solimano, 2002, p.34). Así, el Efecto Tequila (que

golpeó a México en 1994), la Crisis Asiática (crisis de Tailandia e Indonesia en 1997), la

Crisis Rusa (1998), el Efecto Samba (Brasil en 1999) y el Efecto Tango (Argentina en

1999) habrían levantado olas financieras que barrieron con Ecuador. Esta apreciación es

absolutamente falsa. Como recuerdan Navarro y Oglietti en su estudio de reciente

publicación sobre la inversión extranjera en el continente:

Ecuador apenas recibía inversión extranjera en aquél entonces, sobre todo de los

capitales golondrina, fondos de especulación, a los que tanto se culpó de la crisis.

Igualmente, la economía ecuatoriana no mantenía grandes relaciones comerciales

con los países víctimas de aquellas crisis ni se produjo una sensible baja en las

exportaciones que explicara la debacle posterior; tampoco existían grandes

inversiones ecuatorianas en dichos mercados (2017, p. 22).

El único impacto, mínimo, se debió a inversiones ilegales e irresponsables llevadas a cabo,

de forma fraudulenta, por banqueros privados ecuatorianos, con fondos de algunos

ahorristas, en mercados argentinos y rusos de altísimo riesgo; sin embargo, eso no fue culpa

de la crisis de dichos países, sino de la temeridad e incompetencia de los banqueros

ecuatorianos que condujeron dichas maniobras (Mesías, 2002, p.22). Ante ello, la única

excusa que queda es la más común en la historia reciente de Ecuador: el bajo precio del

petróleo.

Los defensores de políticos y banqueros suelen asegurar que el factor determinante

que propició la crisis de 1999 fue el bajo precio del crudo. Este habría causado

desfinanciamiento estatal, problemas en la balanza de pagos y, sobre todo, descenso en el

nivel de actividad económica; elementos que causarían el colapso del sistema bancario y de

la moneda nacional. No en balde solía repetirse en Ecuador que no había mal presidente
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con un precio alto de barril de petróleo ni buen presidente con un precio bajo. Sin embargo,

los hechos contradicen esta afirmación. Ecuador había experimentado ya varias largas

temporadas de precios bajos que no propiciaron un colapso (Hurtado, 2017, p. 115);

asimismo, en el punto más hondo de la crisis, el precio del petróleo ya se había recuperado

e iniciado el ascenso que se extendería durante más de una década. La creencia de que las

arcas públicas se encontraban vacías debido al bajo precio del crudo es errónea. Ya existía

el Servicio de Rentas Internas y, con él, una nueva fuente de ingresos para el gobierno. Así,

al momento de la crisis el gobierno contaba con reservas de divisas que le permitieron, en

un primer momento, inyectar dólares para apreciar el sucre y, más adelante, respaldar la

dolarización; incluso, poco antes del estallido, fue capaz de financiar el salvataje de

Filanbanco (Páez, 2004, p. 27). El Estado observó resignado el colapso del sistema

bancario. La falta de acción, según Larrea, autor de uno de los más prestigiosos estudios de

la crisis, se dio “no porque careciera de la capacidad financiera de intervenir, sino porque

dentro de él estaban funcionarios corruptos cómplices de la banca irresponsable que

buscaron preservar los intereses de esta hasta el último momento, aunque ello implicase

transferir el costo de la crisis a toda la sociedad ecuatoriana” (2004, p.15).

En conclusión, es falso que la crisis de 1999 fuese producto de circunstancias

externas inevitables. Los verdaderos culpables fueron los funcionarios públicos a cargo de

la toma de decisiones, la banca corrupta, los exportadores rentistas y, sobre todo, los

diseñadores de ese sistema que llevó a que los intereses estatales y de ciertos sectores

económicos terminasen entrelazados de una manera tan peligrosa. Por mucho que, como a

Napoleón, creer que un episodio tan doloroso no fue culpa nuestra nos permitiese vivir sin

tanto sentimiento de culpa, la verdad es que aquella fue una crisis de autoría ecuatoriana.

Negarlo implica seguir alimentando esa permanente y resignada visión de nosotros mismos
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como un pueblo condenado a la debilidad y la indefensión, condenados a sufrir al ritmo del

vaivén de eventos que escapan a nuestro control. Parecería que, en el fondo, nos gusta

vernos así.
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Obras de referencia

Banco Central del Ecuador (2000) La economía ecuatoriana en 1999. Memorias. BCE

Beckerman, P. Y Solimano, A. (2002). Crisis y dolarización en el Ecuador. Banco Mundial

para la Reconstrucción y el Desarrollo.

Gestión (julio, 2009) Camarón que se duerme se lo lleva la corriente. Nº188, 48-54.

Hurtado, O. (2017). Ecuador entre dos siglos. Debate.

Larrea, C. (2004) Pobreza, dolarización y crisis en el Ecuador. Abya-Yala

Lefebvre, G. (2011). Napoleón ( Marco Antonioli trad.). Routledge

Mesías, A. (2002) La crisis bancaria de 1999 un análisis a partir de la teoría de información

asimétrica. Cuestiones Económicas. Volumen 18 (No 2-3), 69-170.

Navarro, F. y Oglietti, G (noviembre, 2017) Análisis de la inversión extranjera directa en

América Latina 1990-2016. Debates Económicos. N. 33 (102-105)

Páez, P. (2004) Liberalización financiera, crisis y destrucción de la moneda nacional en

Ecuador. Cuestiones Económicas. Vol. 20 (No 1:3), pp. 5-71.

Pourrut, P. (1998) El Niño 1982-1983 a la luz de las enseñanzas de los eventos del pasado-

impactos en el Ecuador. Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos. Nº 27

(vol. 3), 501-551

Roberts, L. (2009) Empresarios ecuatorianos del banano. CODEU

Roberts, L. (1980) El Ecuador en la época cacaotera. Editorial Universitaria.


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ESQUEMA

1. Introducción.

a) Gancho: Napoleón en Santa Elena. Cita de Lefevbre.

b) Tesis a ser rebatida: la crisis de 1999 fue producto de factores externos y ajenos

a nuestro control, como desastres naturales, crisis extranjeras y el bajo precio del

petróleo.

2. Párrafo de desarrollo 1:

a) Argumento a ser rebatido: los desastres naturales fueron causantes de la crisis.

b) Contraargumento 1: Ecuador ya había sufrido desastres naturales más fuertes.

Ejemplo 1: cita de Pourrut sobre el Niño de 1982. Ejemplo 2: citas de Roberts

sobre las epidemias del cacao y el banano.

c) Contraargumento 2: la culpa fue de los créditos vinculados. Ejemplo 1: cita de

Páez.

d) Transición.

3. Párrafo de desarrollo 2

a) Argumento a ser rebatido: la crisis fue producto del contagio de crisis

extranjeras.

b) Contraargumento 1: Ecuador apenas tenía inversión extranjera sensible a las

crisis internacionales y los países en crisis no eran socios estratégicos. Ejemplo

1: Cita de Navarro y Oglietti.

c) Contraargumento 2: el impacto que hubo fue mínimo y fue producto de

irregularidades de la banca. Sustento: cita de Mesías.

d) Transición.

4. Párrafo de desarrollo 3
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a) Argumento a ser rebatido: la crisis fue producto del bajo precio del petróleo.

b) Contraargumento 1: Ecuador ya había sufrido precios bajos del petróleo y,

durante la mayoría del tiempo, el precio fue bajo. Sustento: cita de Hurtado.

c) Contraargumento 2: el precio ya había subido, el gobierno sí tenía divisas y ya

tenía una nueva fuente de ingresos en el SRI; si no actuó, no fue por falta de

recursos, sino por infiltración de las partes interesadas. Sustentos: cita de Páez y

de Larrea.

5. Conclusión

a) Tesis a ser rebatida: la crisis de 1999 fuese producto de circunstancias externas

inevitables.

b) Tesis concluyente: “Los verdaderos culpables fueron los funcionarios públicos a

cargo de la toma de decisiones, la banca corrupta, los exportadores rentistas y,

sobre todo, los diseñadores de ese sistema que llevó a que los intereses estatales

y de ciertos sectores económicos terminasen entrelazados de una manera tan

peligrosa”.

c) Comentario: se trata de una creencia que incide negativamente en la imagen de

Ecuador, pero también resulta cómoda.


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