La Energía Del Centro
La Energía Del Centro
La Energía Del Centro
Es una gran Bendición poder reunirnos en esta fecha tan especial en la que celebramos la
Meditación de la Luna Llena del León. Ya sabemos que la meditación en grupo nos permite
conformar, entre todos los aquí reunidos, un sólo bloque, un centro magnético alrededor del
cual se forma un foco de energía superior. Asimismo, se alimenta el egregor de este Sagrado
Recinto, donde las emanaciones cósmicas se irradian más directamente. Al hacerlo, debemos
recordar que cada uno de los participantes obedece a un rayo, a un temperamento, a un
carácter y a una condición. En consecuencia, llegarán a todos los que participan,
individualmente, un cúmulo de rayos, de modo que el grupo reunido podrá cargarse con las
energías necesarias para su evolución. Se comprende entonces la importancia de la
preparación previa a la celebración, a fin de poder mantener la atención concentrada en la
Divinidad, es decir, en el Principio Inteligente que mora en el recinto íntimo del alma de cada
ser humano. Para entenderlo mejor: pensemos por ejemplo en una serie de botellas, cada una
con su forma o color específico: azul, amarillo, verde, en las que hacemos incidir la luz del
Sol. Nos van a parecer distintas, pero realmente en todas ellas la luz solar que las anima e
ilumina es la misma. Esta imagen nos puede ayudar a tener un contacto directo con la Luz de
nuestra esencia y a desplegar nuestro potencial, que es la Presencia Divina en todas las cosas
de la Creación y nos permite reconocer, sentir y respetar a los demás, a nuestros Hermanos,
como seres sagrados, hijos de un mismo Padre. De esta manera, podremos expandir nuestra
capacidad de entender, de comprender, de amar y de perdonar. Pero recordemos, solamente
si nos valoramos como esencia divina, será que podamos ver esa misma identidad en los
demás. El signo del León, que está regido por el Sol, centro de nuestro Sistema Solar, guarda
una significación especial en relación al Simbolismo del Centro, que a su vez se relaciona
con la consciencia individual, para lo que se requiere ejercitarse en mantener la atención
concentrada, enfocando el pensamiento en dirigir todos los rayos, y en fin, todas las cosas,
hacia ese centro interior. De modo que vamos a ir creando un egregor que el Maestro
transformará en energía psíquica, siendo ésta un elemento indispensable para alcanzar la
Iluminación. Se trata de un trabajo íntimo, individual, de alma a alma y que sólo puede
llevarse a cabo a través de la relación Maestro-discípulo. Una vez que se alcance a concentrar
el pensamiento, se va a producir la emanación de un magnetismo o energía mental que va a
establecer una conexión con ese Centro, y en consecuencia tendremos la posibilidad de
encontrar la respuesta, la solución a cualquier problema. Es lo que significa la enseñanza de
El Cristo: “…buscad y encontraréis, pedid y se os dará”. Ahora bien, va a ser necesario que
nos sometamos a pruebas y retos, abrazar lo que venga en nuestro camino, lo cual no nos va
a gustar cuando estamos sumergidos en el maya. Hemos de aprender a querer realmente, nos
guste o no nos guste, solamente porque lo necesitamos. Conectar con nuestros semejantes,
no por conveniencia, ni por interés personal, sino por consciencia. Así es como podemos
contribuir al bienestar de los demás. Nuestra relación con la prueba, cuando ésta aparece, no
debe ser desde el ego, ni con rechazo, sino desde la esencia, con tolerancia; de este modo
poco a poco nos iremos entrenando. Me daré cuenta, a través de la observación, de que ante
una ofensa casi nadie responde, la mayoría reacciona. Por eso es necesario aprender a
trascender, a superar el reto, conquistando dentro de nosotros mismos el respeto, la tolerancia,
la fraternidad. Es ahí cuando doy un paso más adelante. De lo contrario, pasan los años y
seguimos separando, juzgando en la ignorancia, en la inconsciencia. Se requiere que
ejerzamos el control de nosotros mismos en base a la voluntad. Ante la situación que se te
presenta, quédate ahí, sin reaccionar; céntrate y respira tranquilo, reconociendo que ahí no
hay maldad, sino solamente inconsciencia. Esto nos recuerda a aquella consigna del Maestro
al comienzo de la Misión: “Mientras mis hermanos critican y murmuran yo oro, medito y
trabajo.”
La Enseñanza nos presenta: “Tolerar todo de los hombres para merecer todo de Dios”.
Porque la verdadera medida del ser humano se encuentra cuando éste tolera lo que
aparentemente es intolerable. Lo que distingue la personalidad mediocre de la individualidad,
es la manera diferente en cómo manejamos las ofensas, las provocaciones y los fracasos. No
es una cuestión de habilidad, de estudios o de títulos, sino de cómo afloran los talentos que
tenemos, de cómo se trasciende el ego, lo que hace posible ver nuestras posibilidades en su
esencia y desde dónde es que responden o actúan. He ahí la importancia de ver al otro en su
parte esencial, aunque él actúe desde el espejismo. En este plenilunio se acentúa la fuerza
receptiva del grupo, que nos ayuda a disolver el sentido egoísta de ir cada uno a lo suyo, para
dar a luz una sola meta: servir a la Humanidad a través de elevar su nivel de comprensión
espiritual y haciendo que cada aspirante, cada discípulo se vuelva parte del grupo mediante
la aportación de sus realizaciones, aptitudes y talentos, haciendo de la unión de todos los que
están reunidos un instrumento de ayuda para la evolución de la Humanidad. A este respecto
nos dice el Instructor Mundial: “…al reunirnos a meditar, inmediatamente vibramos y nos
unificamos con todos los que están también en meditación; éste es el contacto que vamos a
tener para el futuro, es lo que va a imantar el planeta, y se pueden unificar todos, no importa
las distintas religiones.”1
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